Catecismo 717-720

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Catecismo 717 – 720 El Espíritu Santo, San Juan precursor, profeta, bautista

Catecismo 717 – 720 El Espíritu Santo, San Juan precursor, profeta, bautista

JOSE IGNACIO MUNILLA

Obispo de San Sebastián

Un cordial saludo a todos los oyentes de Radio María. Un dia más, con la gracia del Señor, proseguimos
el comentario del catecismo de nuestra madre la Iglesia.

Estamos hablando dentro del artículo del credo “creo en el Espíritu Santo”, después de haber hablado de
como el Espíritu estaba presente en el tiempo de las promesas en el antiguo testamento; ahora se nos
habla en el catecismo del Espíritu de Jesucristo en la plenitud de los tiempos; y antes de hablar de la
presencia del Espíritu en Jesucristo y en María, se nos habla de la presencia del Espíritu en Juan Bautista.

Punto 717:
"Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. ( Jn 1, 6). Juan fue "lleno del
Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" ( Lc 1, 15. 41) por obra del mismo Cristo
que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La "Visitación" de María
a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo" ( Lc 1, 68).

Vemos que el catecismo ha puesto la insistencia en esa cierta similitud en la concepción Juan el
precursor y de Jesucristo.
Lucas 1, 15. 41:
15 porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo
ya desde el seno de su madre,
41 Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e
Isabel quedó llena de Espíritu Santo;

Se nos quiere subrayar que la llegada al mundo del precursor de Jesucristo, fue también una obra del
Espíritu Santo; ciertamente no se trata de una concepción virginal, pero el Señor quiso que la llegada al
mundo de Juan fuese un signo que manifestase que era un don de Dios. El hecho de que su madre fuese
estéril, además de ser de edad avanzada: Es obra del Espíritu.
Los dones del Espíritu superan a la carne: Zacarías tuvo como una especie de purificación interior, por no
haber terminado de creer y de confiar en el anuncio del Señor. Ese quedarse mudo de Zacarías era un
signo de purificación, un tiempo de reflexión interior para llegar a creer en la fuerza del Espíritu.

Otro signo es cuando Zacarías escribe el nombre de su hijo:


Lucas 1, 59 ss.:
59 Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de
su padre, Zacarías,
60 pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan.»

1 h.c.
Catecismo 717 – 720 El Espíritu Santo, San Juan precursor, profeta, bautista

61 Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.»


62 Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase.
63 El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Y todos quedaron admirados.
64 Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios.

Los nombres de los eran heredados de los padres. Este signo es como decir: “Yo –Dios- he traído a este
mundo a un profeta a través de ti, pero no es tuyo, es un don de Dios, por eso Dios le pone el nombre:
“Juan es su nombre”.
Con esto se está purificando la concepción de lo que es “el hombre de Dios o el profeta”, como si estos
fueran profetas por la pertenencia a una tribu, no es así: Es una elección de Dios.
En el antiguo testamento, la concepción del sacerdocio era la pertenencia a la tribu de Levi. El sacerdocio
era una cuestión de “casta” que se trasmitía por herencia, más que por elección de Dios. Por eso Jesús es
sacerdote “según el rito de Melquisedec”; Jesús no era de la tribu de Levi. Melquisedec fue aquel
sacerdote que se “topo” con Abraham y nadie sabía la procedencia de Melquisedec, sin embargo
“bendijo a Abraham”; luego, si le bendijo: era sacerdote.

Esto nos recuerda eso que rezamos en el tiempo de adviento, en la espera de la llegada del Mesías:
¡Cielos lloved vuestra justicia!, ábrete tierra y haz germinar al salvador.

La salvación de Dios, es en primer lugar un don gratuito que viene de los cielos. La salvación es
descendente, viene de Dios, sin que nosotros podamos, proporcionalmente, tener derecho a tal cosa.
Es una iniciativa del amor de Dios. Aunque es cierto que tiene que ser acogida, por eso dice: ábrete
tierra y haz germinar al salvador”¸ tiene que ser acogido en nuestros corazones.

Este punto termina diciendo: La "Visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de
Dios a su pueblo" (Lc 1, 68).
Lucas 1, 68:
67 Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo:
68 «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo.

En la visitación, la proximidad entre María e Isabel, Juan salta de gozo en el seno por la proximidad del
redentor; hay una percepción en el Espíritu Santo de que ALLI MORA LA PLENITUD DE LA DIVINIDAD.
Solamente quien está lleno del Espíritu Santo es capaz de percibir eso: de que Dios está ahí.
Así ocurre con la Eucaristía, quien está iluminado por el Espíritu Santo es capaz de percibir: DIOS ESTA
AHÍ. Sin embargo cuando uno no tiene ese don del Espíritu Santo, o lo ha rechazado, puede estar junto a
Dios sin darse cuenta de ello.
Isabel, Zacarías se dan cuenta de que está teniendo lugar “la primera procesión del Corpus”, cuando
María –llevando en su seno a Jesús- va desde Nazaret a Ain Karem a visitar a su prima Isabel.

2 h.c.
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Punto 718:
Juan es "Elías que debe venir" (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo habita y le
hace correr delante [como "precursor"] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el
Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" ( Lc 1,
17).

Aquí se hace mención a una tradición que provenía del antiguo testamento
Mateo 17, 10-13:
10 Sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir
primero?»
11 Respondió él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo.
12 Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él
cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.»
13 Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.
14 Cuando llegaron donde la gente, se acercó a él un hombre que, arrodillándose ante él,

Elías fue el “gran profeta” del antiguo testamento. Había una profecía que decía que Elías retornaría.
Es importante explicar esto, y más hoy en dia con este “cacao mental” que hay; con esta especie de
“sincretismo”, las creencias en la reencarnación y pretenden apoyarse en este texto para justificar, como
si Elías tuviese que “reencarnarse”, y esto es un lio.
Cuando se lee la Sagrada Escritura sacándola de la tradición de la sagrada escritura en su contexto,
puede hacer de ella un “cajón de sastre” que cabe todo.

2º Reyes 2, 1-15:
1 Esto pasó cuando Yahveh arrebató a Elías en el torbellino al cielo. Elías y Eliseo
partieron de Guilgal.
2 Dijo Elías a Eliseo: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía a Betel.» Eliseo dijo: «Vive
Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré.» Y bajaron a Betel.
3 Salió la comunidad de los profetas que había en Betel al encuentro de Eliseo y le dijeron:
«¿No sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima de tu cabeza?» Respondió:
«También yo lo sé. ¡Callad!»
4 Elías dijo a Eliseo: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía a Jericó.» Pero él respondió:
«Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré», y siguieron hacia Jericó.
5 Se acercó a Eliseo la comunidad de los profetas que había en Jericó y le dijeron: «¿No
sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima de tu cabeza?» Respondió:
«También yo lo sé. ¡Callad!»
6 Le dijo Elías: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía al Jordán.» Respondió: «Vive
Yahveh y vive tu alma que no te dejaré», y fueron los dos.
7 Cincuenta hombres de la comunidad de los profetas vinieron y se quedaron enfrente, a
cierta distancia; ellos dos se detuvieron junto al Jordán.
8 Tomó Elías su manto, lo enrolló y golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro,
y pasaron ambos a pie enjuto.
9 Cuando hubieron pasado, dijo Elías a Eliseo: «Pídeme lo que quieras que haga por ti
antes de ser arrebatado de tu lado.» Dijo Eliseo: «Que tenga dos partes de tu espíritu.»
10 Le dijo: «Pides una cosa difícil; si alcanzas a verme cuando sea llevado de tu lado, lo
tendrás; si no, no lo tendrás.»

3 h.c.
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11 Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro de fuego con caballos de fuego se
interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en el torbellino.
12 Eliseo le veía y clamaba: «¡Padre mío, padre mío! Carro y caballos de Israel! ¡Auriga
suyo!» Y no le vio más. Asió sus vestidos y los desgarró en dos.
13 Tomó el manto que se le había caído a Elías y se volvió, parándose en la orilla del Jordán.
14 Tomó el manto de Elías y golpeó las aguas diciendo: ¿Dónde está Yahveh, el Dios de
Elías?» Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasó Eliseo.
15 Habiéndole visto la comunidad de los profetas que estaban enfrente, dijeron: «El espíritu
de Elías reposa sobre Eliseo.» Fueron a su encuentro, se postraron ante él en tierra,

Cuando Jesús dice: “Elías ha venido ya”. El versículo donde Eliseo hace esa petición: Que tenga dos
partes de tu espíritu.». Dicen los escrituristas que hay un problema de traducción, la tradición judaica
siempre lo ha leído: “dame el doble de tus gracias”. De hecho Eliseo, a lo largo de su vida, doblo los
milagros de su maestro Elías e hizo algunos milagros espectaculares.
En la traducción de San Jerónimo: esos “dos tercios”, significarían la “doble pertenencia a la herencia
paterna” que recibía el hijo mayor. “Eliseo pide ser como el primer heredero espiritual de Elías”. De
hecho se habla de que había otros cincuenta discípulos de Elías y Eliseo pide ser el primero de todos
ellos “el primogénito”.

En cualquier caso, lo que esta fuera de todo género de dudas, es que esto está totalmente ajeno al tema
de la reencarnación. Se está hablando de ser “herederos espirituales de Elías”, de que el Espíritu de Dios
que habita en Elías –que le hace un profeta valiente, y testigo del Señor-; ese mismo Espíritu ilumine
también a los hijos espirituales de Elías.
De la misma manera que Eliseo fue aceptado como el discípulo predilecto de Elías; existía la tradición de
que esa “fuerza del profeta Elías” vendrá, que el Espiritu Santo iluminaria a otro profeta de una manera
fuerte.
Esta profecía se cumplió –Jesús lo dice- “Volvió Elías de nuevo y no le revisteis”: Entonces los discípulos
comprendieron que se refería a Juan el Bautista..

Estamos hablando de que la mejor de la tradición de los profetas confluye en Juan Bautista.
Tal y como dice este punto del catecismo: En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra
de "preparar al Señor un pueblo bien dispuesto".

Lucas 1, 17:
17 e irá delante de El con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de
los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al
Señor un pueblo bien dispuesto.»

Preparar “un corazón bien dispuesto” no es una tarea fácil, para que el Mesías sea bien acogido.
Siempre tenemos una tendencia continua a disiparnos, a poner la atención en otros lugares, en ciertas
“nimiedades” que nos distraigan de lo central. Juan bautista da un testimonio recio en su pobreza, recio
en su estilo de vida, para que los corazones se centren en lo esencial. Para que no estemos
“mariposeando”, poniendo nuestra atención en cosas que nos alejan de la acogida del Mesías esperado
por las naciones.

4 h.c.
Catecismo 717 – 720 El Espíritu Santo, San Juan precursor, profeta, bautista

Punto 719:
Juan es "más que un profeta" ( Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el
"hablar por los profetas". Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por
Elías (cf. Mt 11, 13-14).
Mateo 11, 13-14:
12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y
los violentos lo arrebatan.
13 Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron.
14 Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir.
15 El que tenga oídos, que oiga.

Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que


llega (Jn 1, 23; cf. Is 40, 1-3).
Juan 1, 23:
19 Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén
sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?»
20 El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo.»
21 Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» Él dijo: «No lo soy.» - «¿Eres tú el
profeta?» Respondió: «No.»
22 Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han
enviado? ¿Qué dices de ti mismo?»
23 Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor,
como dijo el profeta Isaías.»

Isaias 40, 1-3:


1 Consolad, consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios.
2 Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha
satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus
pecados.
3 Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una calzada
recta a nuestro Dios.

Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la
luz" (Jn 1, 7; cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así
las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los ángeles ( 1 P 1, 10-12):
"Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que
bautiza con el Espíritu Santo. Y yo lo he visto y doy testimonio de que éste es
el Hijo de Dios [...] He ahí el Cordero de Dios" (Jn1, 33-36).
Juan 1, 33-36:
33 Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien
veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo."
34 Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios.»

5 h.c.
Catecismo 717 – 720 El Espíritu Santo, San Juan precursor, profeta, bautista

Podemos decir que juan Bautista es el culmen dl profetismo del antiguo testamento: -dice el catecismo:
EN EL SE CONSUMA EL “HABLAR POR LOS PROFETAS”.
En el “Credo” decimos: “Y hablo por los profetas”, confesamos de esa forma que el Espíritu Santo hablo
por los profetas. El “profetismo” fue y sigue siendo un instrumento por el que el Espiritu Santo habla.
La clave está en cómo discernir quien es verdadero profeta y quien es falso profeta. Una pista para
discernir nos la da el mismo Juan bautista: “solamente el que está lleno del Espíritu Santo es capaz de
señalar al que está lleno del Espíritu Santo. Por eso Juan Bautista –que está lleno del Espíritu Santo-
señalo en medio del rio Jordan: “Este es el cordero de Dios”.

Una de las tareas que tiene que ejercer la Iglesia hoy en dia (el Espíritu Santo inhabita en esta Iglesia), es
la discernir donde está el Espíritu Santo y donde no está.
Dice este texto: dice que es “la voz”, que el (Juan Bautista), no es la “palabra” sino que es la voz.
San Agustín desarrolla esto en uno de sus sermones: “Yo soy la voz que clama en el desierto”, Juan era la
voz, pero el Señor era la palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera, Cristo la
palabra eterna desde el principio.
Este es un elemento d como se discierne un verdadero profeta. El verdadero profeta es el que busca ser
“voz” y no “palabra”; aquel que busca prestarle su voz a Jesucristo, pero él no interfiere con sus palabras,
el no interfiere con sus ideologías personales al mensaje de Jesucristo.

Los falsos profetas, los que podíamos llamar líderes carismáticos de sectas, pero que no son verdaderos
profetas; lo que hacen es confundir la “voz” con la “palabra”. Hacen que su “voz” se constituya en
“palabra”; y no predican “palabra de Dios”, sino que predican su propia ideología. No se fundamentan en
la sagrada Escritura, ni en el magisterio de la Iglesia, sino que aprovechan ese “alito” que les da el
aparentar que son un profeta de Dios para introducir sus ideologías.

Este texto de san Agustín es leído en la liturgia –oficio de lectura- del 24 de Junio:

SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 293, 1-3: PL 38, 1327-1328)

LA VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO

La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado, y él es el único de los santos
cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo. Ello no deja de
tener su significado, y, si nuestras explicaciones no alcanzaran a estar a la altura de misterio
tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profundizarlo y sacar provecho de él.

Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una jovencita virgen. El futuro padre de Juan no
cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo
y lo concibe por la fe. Esto es, en resumen, lo que intentaremos penetrar y analizar; y, si el
poco tiempo y las pocas facultades de que disponemos no nos permiten llegar hasta las

6 h.c.
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profundidades de este misterio tan grande, mejor os adoctrinará aquel que habla en vuestro
interior, aun en ausencia nuestra, aquel que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos,
aquel que habéis recibido en vuestro corazón y del cual habéis sido hechos templo.

Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así
lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegan hasta Juan. Por tanto,
él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo
antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el
seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas
de su madre. Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de
quién es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino y
sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone el nombre,
queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la
fuerza de su significado.

Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca.
Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las
profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a
quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de
Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir
Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría
continuado muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en
efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: Dinos quién
eres. Y él respondió: Yo soy la voz del que clama en el desierto. Juan era la voz; pero
el Señor era la Palabra que existía ya al comienzo de las cosas. Juan era una voz
pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio.

La palabra utiliza la voz para hacerse escuchar; por eso, una vez que la voz ya ha ejercido su función
desaparece “y conviene que el disminuya”, para que la palabra tome el puesto central. Lo propio dl
verdadero profeta es desaparecer, en la medida que su quehacer ya ha tenido lugar.

Esta iluminación nos sirve hoy en dia para entender esa vocación de Dios continua entre nosotros: es la
vocación a ser la ¡VOZ DE CRISTO!.
No olvidemos que por el bautismo todos tenemos esa vocación profética. Estamos llamados a ser la
“voz” de Cristo, por la que el Señor hable a los demás. Esto es lo que tenemos que pedir al Espíritu
Santo: la docilidad para que nuestra voz no distorsione la palabra: no le haga decir menos de lo que
dice, ni pretenda añadir cosas que la palabra no dice. Ser la voz fiel que proclama la palabra.

Punto 720:

7 h.c.
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En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que


realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El
bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un
nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).

Juan 3, 5:
5 Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu
no puede entrar en el Reino de Dios.
La relación entre Juan Bautista y Jesús también se puede medir por el bautismo de Juan y el bautismo de
Jesús.
El bautismo de Juan era una “figura” del bautismo de Jesús; el bautismo de Juan era una petición a Dios
del perdón de los pecados; esa como la “impetración”: el hombre suplica a Dios, mendiga a Dios el
perdón.
Sin embargo el bautismo de Jesús es CONCEDER EL PERDON, ESE DON DE LA REGENERACION DEL
HOMBRE. Tiene esa garantía: “Yo te hago Hijo, te configuro como Hijo de Dios, y por tanto eres un
hombre nuevo, y has nacido del agua y del Espíritu. No solo es un deseo de ser purificado –como era la
de Juan Bautista-, sino que es la garantía, el sello de haber sido hecho algo nuevo.

Juan Bautista sirvió para hacernos caer en cuenta de que teníamos “sed de Jesucristo”. El Espíritu Santo
estaba en Juan Bautista, para pudiéramos ver como en Jesucristo encontramos el “agua viva” que sacia
nuestra sed.

Lo dejamos aquí.

8 h.c.

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