Pecados Capitales

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LOS PECADOS MÁS GRAVES SEGÚN LAS PRIMERAS ENSEÑANZAS DEL CATOLICISMO Y EL
CRISTIANISMO

Cuáles son los 7 pecados capitales y qué significan

AMP

OKDIARIO31/10/2017 15:00

Los pecados capitales pueden definirse como aquellos de los cuales se ramifican los demás
pecados del mundo. Es decir, los pecados más graves que puede cometer una persona según
las primeras enseñanzas del catolicismo y el cristianismo. Las gentes de la Antigüedad tenían
siempre muy presentes este tipo de pecados que tenían el objetivo de adoctrinar a los fieles en
base a la moral cristiana.

¿De dónde vienen los pecados capitales?

pecados capitales

Adán y Eva en el momento que se produce el primer pecado

Dentro de los pecados podemos encontrarnos con dos grandes grupos: el pecado vanial, puede
ser perdonados a través de los sacramentos y la oración y el pecado mortal, aquellos que
amenaza al que los cometa con la condenación eterna a menos que el mismo Dios los perdone.
Este último grupo es al que pertenecen los siete pecados capitales: lujuria, pereza, gula, ira,
envidia, avaricia y soberbia.

Los 7 pecados capitales y su significado


pecados capitales

La película «Seven» ilustra perfectamente los 7 pecados capitales

Lujuria

La lujuria se basa en la excesiva presencia de pensamientos de tipo sexual y los pensamientos


posesivos relacionados con otra personas, ya sean cercanas o no.

Gula

La gula se identifica con el ansia y la glotonería. Es decir, el consumo excesivo de comida o


bebida que también puede incluir el egoísmo que afecta a las relaciones interpersonales. Unos
comportamientos destructivos que se basan en el abuso.

Avaricia

La avaricia es un pecado capital que basa su máxima en el egoísmo. Es decir, la obtención de


riquezas, mayormente materiales, con la finalidad de guardarlas sin compartir nada con los
demás. Las personas que sienten avaricia también pueden gastar todas sus riquezas en
cualquier momento sin contar con nadie para ello.

Pereza

La pereza radica en la incapacidad de una persona en realizar o aceptar algo. Un pecado que se
basa en la falta de madurez y que suele perjudicar a otras personas a la hora de realizarlo.

Ira
La ira tiene que ver con el enfado y el odio hacia los demás. Un sentimiento tan agresivo como
peligroso que puede ocasionar daños irreversibles como el homicidio. La discriminación y el
abuso sexual también forman parte del pecado capital de la ira.

Envidia

La envidia supone simplemente tener el continuo deseo de poseer aquello que otro tiene en su
poder. En muchas ocasiones, esto se convierte en un trastorno obsesivo del que pueden
desembocar múltiples enfermedades.

Soberbia

La soberbia se basa en ese deseo incontrolable de intentar ser o mostrarse siempre mejor que
los demás. Es decir, creerse superior de forma física e intelectual que el resto de personas. Un
pecado que resulta de la sobrevaloración del yo personal.

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Los siete pecados capitales

Los pecados capitales son, según la enseñanza de la fe católica, siete inclinaciones naturales del
ser humano que pueden llevarle a caer en otros pecados. En el siglo sexto el papa Gregorio
oficializó la primera lista de siete compuesta por el orgullo, la envidia, la avaricia, la ira, la
lujuria, la gula y la pereza.

El término "capital" no se refiere a lo grave de estos pecados sino a que muchas veces nos
llevan a cometer otros. La Biblia no da un listado de pecados capitales aunque sí nos habla de
estos siete y nos anima a vencerlos. Veamos una breve definición de cada uno.
Orgullo o soberbia: estima y amor indebido por sí mismo. Apreciación descontrolada del valor
propio, búsqueda intensa de atención y honor.

Envidia, celos: deseo desordenado de poseer lo que otros tienen. Gran tristeza o pesar ante el
bien de otros y alegría frente a sus contratiempos.

Avaricia: deseo excesivo por obtener bienes materiales y riquezas estando dispuesto a usar, de
ser necesario, medios ilícitos para conseguirlos.

Ira: sentimiento de gran enojo que nos lleva a comportarnos de forma cruel y violenta. La causa
puede ser real o aparente, pero el sentimiento es tan fuerte que muchas veces nubla la razón e
impide diferenciar.

Lujuria: deseo desmedido de los placeres carnales que conduce a la inmoralidad sexual. Busca
satisfacer el deseo sexual de forma impulsiva y desordenada.

Gula: glotonería, apetito descontrolado por la comida y la bebida. No entiende de límites


económicos o del daño que pueda causar a la salud o a sus relaciones interpersonales.

Pereza: afición desequilibrada al descanso y al ocio. Descuida sus deberes para con Dios,
consigo mismo y con la sociedad.

Qué dice la Biblia sobre ellos y cómo vencerlos

1. Orgullo

La Biblia deja claro que a Dios no le agrada el orgullo y nos advierte que su fruto es la
destrucción. «Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso» (Proverbios 16:18).
Destruye amistades, familias y destruye nuestra dependencia de Dios.

Nuestra actitud debe ser de humildad, de aprecio a los que nos rodean. Romanos 12:3 nos
exhorta: «Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense
de sí mismo con moderación».

El Señor es excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los orgullosos.

(Salmo 138:6)
El mayor ejemplo de humildad lo encontramos en Jesús y él debe ser nuestro modelo en todo.
Jesús estuvo dispuesto a humillarse por amor a nosotros y morir en la cruz para darnos
salvación. Debemos dejar que su amor nos transforme y fluya a través de nuestras vidas para
que él reciba toda la gloria.

La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no
consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó
voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.
Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y
muerte de cruz!

(Filipenses 2:5-8)

Descubre detalles sorprendentes de la crucifixión de Jesús

2. Envidia, celos

La envida trae disensión y discordia. «Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay
confusión y toda clase de acciones malvadas» (Santiago 3:16). Muchas veces somos tentados
por la envidia al ver a otros triunfar o ser reconocidos y sentirnos ignorados. Ahí comienza a
plantarse la semilla de la envidia y los celos. Necesitamos estar alertas y firmes en el Señor para
no ceder ni caer en su trampa.

Nuestra actitud cambia cuando estamos llenos del Espíritu Santo. Aprendemos a gozarnos con
los logros de los demás. En Romanos 12:15 dice: «Alégrense con los que están alegres; lloren
con los que lloran». Ahí está la clave. Primero, aprender a estar felices y satisfechos con todo lo
que Dios nos ha dado. Luego, pedir a Dios que transforme nuestro corazón para que podamos
sentir un gozo genuino al ver los logros de los demás.
En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y
éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la envidia.
Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros. Pero, cuando se manifestaron la bondad y el
amor de Dios nuestro Salvador, él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por
su misericordia.

(Tito 3:3-5)

Las características del amor verdadero

3. Avaricia

Dios nos provee todo lo que necesitamos, debemos estar satisfechos con su provisión. La
avaricia crece cuando sacamos a Dios del trono de nuestro corazón y colocamos la
insatisfacción y el deseo de tener más. Mateo 6:24 dice «Nadie puede servir a dos señores,
pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se
puede servir a la vez a Dios y a las riquezas». Para librarnos de la avaricia necesitamos decidir
quién será el dueño de nuestro corazón.

Vencemos la avaricia con la gratitud por la provisión de Dios. «Manténganse libres del amor al
dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré; jamás te
abandonaré» (Hebreos 13:5). Debemos confiar que la provisión de Dios es y siempre será
suficiente, estar contentos y ser agradecidos.

Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. Los que quieren enriquecerse caen
en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos
hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda
clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos
sinsabores.

(1 Timoteo 6:8-10)
Mira 9 cosas que la Biblia dice sobre el dinero

4. Ira

La Biblia no nos prohibe enojarnos. El enojo es una emoción buena en circunstancias tales
como la injusticia, el abuso o la opresión impulsándonos a contribuir para evitar que esa
situación continúe.

Lo que la Biblia sí prohibe es dejar que el enojo se convierta en ira destructiva e irracional. En
Efesios 4:26-27 leemos: «Si se enojan, no pequen. No permitan que el enojo les dure hasta la
puesta del sol, ni den cabida al diablo». Vemos que hay un nivel de enojo, la ira, que es
pecaminoso y no debemos permitir que nos domine pues abre una puerta a la influencia del
diablo.

Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser
lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere
(Santiago 1:19-20).

Cuando la ira toma control perdemos de vista la presencia de Dios y olvidamos que podemos
confiar en él. Queremos tomar la justicia en nuestras manos y hacer que la otra persona pague
y tenga su merecido. Pero no debe ser así. Debemos confiar siempre en la justicia de Dios y
hacer lo que es bueno y agradable ante sus ojos.

No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está
escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. Antes bien, «Si tu enemigo tiene
hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de
su conducta». No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.

(Romanos 12:19-21)
5. Lujuria

Cuando Jesús entra en nuestros corazones transforma la forma en que vemos todo, incluido
nuestro cuerpo. Nos damos cuenta de que nuestro cuerpo le pertenece a Dios ya que él nos
creó. Su propósito para nosotros es que le glorifiquemos en todas nuestras acciones, palabras y
pensamientos.

Todas las áreas de nuestra vida deben mostrar que Jesús es nuestro Señor. Necesitamos
someter a él el área sexual. Cuando somos de Dios tratamos con respeto nuestro cuerpo y el de
los demás, no dejamos que nos controlen pensamientos impropios que no glorifican a Dios.
Rechazamos lo que desagrada a Dios y dejamos que el Espíritu Santo nos dirija y nos enseñe a
apreciar y respetar nuestro cuerpo y el de los que nos rodean.

Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan
fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo.
¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han
recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio.
Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.

(1 Corintios 6:18-20)

6. Gula

Este es otro pecado que daña nuestro cuerpo. Algunos piensan que para mostrar su valor
deben comer con abundancia en restaurantes exclusivos y beber bebidas costosas. Otros
intentan saciar sus necesidades emocionales o reparar el daño que han causado a sus seres
queridos a través de la comida y las bebidas alcohólicas. Nada de esto agrada a Dios.

Hijo mío, presta atención y sé sabio; mantén tu corazón en el camino recto. No te juntes con los
que beben mucho vino, ni con los que se hartan de carne, pues borrachos y glotones, por su
indolencia, acaban harapientos y en la pobreza.

(Proverbios 23:19-21)
La gula afecta nuestra salud, nuestras finanzas y nuestra relación con los demás. Nos aparta de
los seres amados porque nos enfocamos en comer o beber en lugar de buscar resolver nuestros
conflictos y problemas dialogando o pidiendo sabiduría a Dios. Si nos llenamos de Dios y vemos
nuestros problemas o nuestra apariencia como él los ve, nos refugiaremos en él y no en la
comida o la bebida.

Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad


sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias. Más bien, revístanse ustedes del Señor
Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa.

(Romanos 13:13-14)

7. Pereza

El perezoso se aparta de los demás física y emocionalmente pues solo desea su propio descanso
y bienestar. Proverbios 6:9-11 lo describe así: «Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás
acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño
descanso, cruzado de brazos… ¡y te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un
hombre armado!»

Dios nos ha dado a todos habilidades, dones que debemos usar para trabajar, sostenernos a
nosotros y a nuestras familias y aportar a la sociedad. Dios pone deseos en nuestro corazón y
nos da las herramientas para cumplirlos. Debemos ser diligentes en descubrir y usar esas
habilidades que él nos ha dado. Es una forma de mostrar gratitud y aprecio a Dios por su diseño
en nosotros.

Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu.

(Romanos 12:11)

La victoria sobre el pecado

El pecado nos separa de Dios e impide que sus propósitos se cumplan en nosotros. Todos
tenemos luchas. Sea con uno de estos siete pecados o cualquier otro, a menudo batallamos
contra nuestra naturaleza pecaminosa. Pero Dios nos ha dado las herramientas para vencer el
pecado. Podemos acercarnos a Dios en oración, con actitud humilde y de arrepentimiento. Dios
nunca rechaza un corazón que reconoce que ha fallado. El Salmo 51:17 dice «Tú, oh Dios, no
desprecias al corazón quebrantado y arrepentido».

Y así es. Cuando venimos en humildad ante él, Dios nos recibe, nos perdona y nos restaura. Nos
llena de su Espíritu Santo y nos ayuda a vivir en santidad mostrando su amor, reflejando la
victoria sobre nuestros pecados y el gozo de ser guiados por él.

Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos.
Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu.

(Gálatas 5:24-25

Descubre cómo recibir el perdón de Dios.

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