Un Budismo Secular Batchelor
Un Budismo Secular Batchelor
Un Budismo Secular Batchelor
Stephen Batchelor
1.
1
mundo, es decir, todo lo que tenga que ver con la calidad de nuestra
experiencia personal, social y ambiental en este planeta. (3) Asimismo,
entiendo el término en su sentido histórico-político occidental, refiriéndose a
(según la definición de Don Cupitt) “la transferencia de autoridad, sobre
cierta área vital, de la iglesia al ‘poder temporal’ del estado.” Cupitt señala
que durante los últimos doscientos o trescientos años “un proceso de
secularización de gran escala y a largo plazo está transformando
gradualmente toda nuestra cultura, al contraerse lentamente el reino
religioso hasta que, al final, la mayoría de la población pueda vivir y viva casi
toda su vida sin siquiera pensar en la religión.” (Cupitt, 2011: 100)
2.
2
y explicaron cómo y por qué se habían apuntado. Una mujer joven, “Jane,”
contó que había ido a su médico buscando tratamiento para el dolor
producido por unas cicatrices que le habían quedado de unas quemaduras
severas. El médico la remitió a una clínica de Londres donde le ofrecieron dos
opciones: una serie de inyecciones de esteroides o un curso de ocho
semanas de meditación de la conciencia plena [mindfulness meditation1 ].
Jane optó por la meditación y, al completar el curso, vio que funcionaba.
1Mindfulness: conciencia plena, atención plena, o simplemente atención, son diferentes términos que
designan este tipo de meditación budista (Pali: sati). N. del T.
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que simplemente tratar un dolor específico; ofrece una nueva perspectiva
para asumir la totalidad de la propia existencia, es decir, el nacimiento, la
enfermedad, la vejez, la muerte y cualquier otra cosa que tenga cabida en el
amplio enunciado de lo que el Buda llamó dukkha. El simple (aunque no
necesariamente fácil) paso de tomar distancia y prestar plena atención a la
propia experiencia, en lugar de agobiarse acríticamente con los imperativos
de pensamientos y emociones habituales, puede permitir vislumbrar cierta
libertad interior para no reaccionar a lo que la propia mente insiste en que
uno haga. Yo sostengo que la experiencia de esta libertad interior es una
muestra del nirvana (nibbāna).
Esta historia ilustra bien los tres usos de la palabra “secular” descritos más
arriba. Aquí tenemos (1) una práctica de la conciencia plena que se presenta
y se lleva a cabo sin referencia alguna a la religión, (2) que concierne
exclusivamente a la calidad de vida de uno mismo en este mundo, esta
época, este saeculum, y (3) que es un ejemplo de cómo el “Estado,” en el
caso de Jane el Servicio Nacional de Salud británico, ha tomado el mando de
cierta área de la vida que tradicionalmente era el dominio de una “Iglesia,” en
este caso del budismo theravāda. Sin embargo, como en el caso de Jane y
otros, su práctica de la conciencia plena secular no se quedó en eso, sino
que abrió puertas inesperadas hacia otras áreas de sus vidas, algunas de las
cuales podrían considerarse los campos tradicionales de la religión. Tal vez,
la introducción de la conciencia plena en la asistencia sanitaria sea como un
caballo de Troya budista; puesto que una vez que la conciencia plena ha sido
implantada en la mente/cerebro de un huésped comprensivo, las ideas e
informaciones dhármicas pueden extenderse de manera viral, rápida e
impredecible.
4
3.
Tan incrustado está este marco soteriológico indio en el budismo, que los
budistas encontrarían ininteligible que alguien considerara siquiera
cuestionarlo, ya que prescindir de doctrinas claves como el renacimiento, la
ley del karma y la liberación del ciclo de nacimiento y muerte debilitaría sin
duda el edificio entero del propio budismo. Pero para aquellos que han
crecido fuera de la cultura india y que se sienten como en casa en una
modernidad informada por las ciencias naturales, que se les diga que uno no
puede “realmente” practicar el dharma a menos que se adhiera a los
principios de la soteriología india antigua tiene poco sentido. La razón por la
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cual la gente ya no puede aceptar estas creencias no se debe necesariamente
a que las rechacen como falsas, sino a que tales puntos de vista están
demasiado en desacuerdo con todas las demás cosas que conocen y creen
sobre la naturaleza de ellos mismos y del mundo. Simplemente ya no
funcionan; y la gimnasia intelectual que uno necesita realizar para que
funcionen parece casuística y, para muchos, poco convincente. Son creencias
metafísicas, en tanto que (como la creencia en Dios) ni pueden ser
convincentemente demostradas ni refutadas. Uno debe confiar en ellas,
aunque reuniendo tanta razón y evidencia empírica como pueda para
respaldarlas.
Para usar una analogía del mundo de los ordenadores: las formas
tradicionales del budismo son como programas que operan con el mismo
sistema operativo. A pesar de las diferencias aparentes, los budismos
Theravāda, Zen, Shin, Nichiren y Tibetano comparten la misma soteriología
subyacente, la de la antigua India resumida más arriba. Estas diversas formas
de budismo son como “programas” (p. ej. procesadores de textos, hojas de
cálculo, Photoshop, etc.) que funcionan en un “sistema operativo” (una
soteriología) que llamaré “budismo 1.0.” A primera vista podría parecer que
el reto que enfrenta el dharma al entrar en la modernidad fuera escribir otro
programa, p. ej. “Vipassana,” “Soka Gakkai” o “budismo Shambhala,” que
modificara una forma tradicional de budismo para abordar más
adecuadamente las necesidades de los practicantes contemporáneos. No
obstante, la división cultural que separa el budismo tradicional de la
modernidad es tan grande que esto podría no ser suficiente. Podría ser
perfectamente necesario reescribir el propio sistema operativo, resultando en
lo que podríamos llamar “budismo 2.0.”
6
4.
¿En base a qué este budismo 2.0 podría afirmar que es “budismo” y no
cualquier otra cosa? Claramente debería fundamentarse en textos canónicos
originales, ser capaz de ofrecer una interpretación coherente de las prácticas,
preceptos éticos y doctrinas claves, y proporcionar un modelo teórico
suficientemente rico e integrado del dharma que sirviera de base para una
existencia humana próspera. Diseñar un budismo 2.0 es, ciertamente, un
proyecto ambicioso, y lo que sigue no es más que un boceto tentativo. Pero
sin hacer este esfuerzo, creo que el dharma podría verse condenado a una
existencia cada vez más marginal dentro de la cultura mayoritaria, sirviendo
sólo a aquellos dispuestos a aceptar la cosmovisión de la India antigua.
Cualquier potencial que las enseñanzas del Buda puedan tener para
contribuir positivamente a muchos de los asuntos urgentes de nuestro
saeculum quedaría minimizado o sin realizar en absoluto.
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Respecto a mi propia teoría del budismo 2.0, tengo que estar alerta a la
tendencia a caer en la misma trampa que estoy criticando. Cuanto más me
dejo seducir por la fuerza de mis propios argumentos, más tentado estoy de
imaginar que mi versión secular del budismo es lo que el Buda
originariamente enseñó y que las escuelas tradicionales han perdido de vista
o distorsionado. Esto sería un error, ya que es imposible leer la mente del
Buda histórico para saber lo que “realmente” quería decir o pretendía. Al
mismo tiempo, cada generación tiene el derecho y el deber de reinterpretar
las enseñanzas que ha heredado. Al hacer esto, podríamos descubrir
significados en estos textos que hablan con lucidez a nuestro propio
saeculum, pero de los cuales los autores originales y sus sucesores hayan
podido no ser conscientes. Como el mismo término sugiere, “budismo 2.0”
contiene un toque de ironía. Me tomo lo que estoy diciendo con suma
seriedad, pero reconozco que esto es también tan contingente e imperfecto
como cualquier otra interpretación del dharma.
5.
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lo tanto, sólo es alcanzable terminando el anhelo que pilota el ciclo de
renacimientos. Ciertamente, el Buda manifiesta hacia la conclusión del
sermón que “éste es el último nacimiento.” Mientras uno permanezca en este
mundo como una criatura de carne y hueso, lo más que puede lograr es una
cierta mitigación del sufrimiento. Para que el sufrimiente cese de verdad, uno
debe detener entero el proceso de renacimiento.
Esta lectura del discurso parecería dejar pocas opciones, o ninguna, para una
interpretación secular del texto; puesto que este mundo de nacimiento,
enfermedad, envejecimiento y muerte que constituye nuestro saeculum es
precisamente a lo que hay que poner fin si pretendemos lograr algún dia una
salvación o liberación genuina. El budismo ortodoxo se muestra aquí
totalmente comprometido con la tradición ascética india, que ve la vida en
este mundo lejos de la salvación y como algo a lo que renunciar. La principal
virtud de la existencia humana es que, en el curso de la interminable rueda
de renacimientos, es el estado más favorable en el que se puede nacer
porque proporciona las mejores condiciones para escapar por completo del
renacimiento. Y este no es sólo el punto de vista del budismo “hīnayāna.” Las
tradiciones mahāyāna dicen exactamente lo mismo; la única diferencia es
que el bodhisattva de la compasión renuncia a su liberación final del
renacimiento hasta que todos los demás seres sensibles la hayan logrado.
9
6.
10
tenido poco que ver con obtener un cognición verídica de la “realidad,” una
comprensión privilegiada que corresponda a la manera en como son las
cosas. Numerosos pasajes en el canon atestiguan que el Buda rehusaba
abordar las grandes preguntas metafísicas: ¿Es el mundo eterno, no eterno,
finito, infinito? ¿Son el cuerpo y la mente lo mismo o son diferentes? ¿Existe
uno después de la muerte o no, o ambas cosas, o ninguna? [2] En lugar de
dejarse empantanar con estos argumentos, insistió en que revelaba un
camino pragmático y terapéutico que abordaba la cuestión esencial del
sufrimiento humano. Reconoció que uno podía pasarse la vida debatiendo la
verdad o falsedad de proposiciones metafísicas sin llegar jamás a una
conclusión final y, mientras tanto, no lograr asumir el problema mucho más
urgente del nacimiento y la muerte de uno mismo y de los demás.
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7.
1. La vida es sufrimiento.
2. El origen del sufrimiento es el anhelo.
3. El cese del sufrimiento es el nibbāna.
4. El noble camino óctuple es el camino que conduce al cese del
sufrimiento.
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Cada una de estas proposiciones es un enunciado metafísico, del mismo
estilo que “Dios es amor,” “la creación emergió de la respiración del Uno,” “la
felicidad es la unión eterna con Brahman” o “sólo llegarás al Padre a través de
Mí.” Tal vez debido al tono más psicológico y a la terminología no-teísta del
budismo (por no mencionar la percepción generalizada del budismo como
“racional” y “científico”), uno puede no notar la naturaleza descaradamente
metafísica de las declaraciones de las cuatro nobles verdades hasta que
intenta o demostrarlas o refutarlas.
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metafísica: una declaración de verdad que no puede ser convincentemente
demostrada ni refutada.
En mi libro ‘Budismo sin creencias’ (1997), yo también cometí el error de
interpretar dukkha en términos del anhelo que se dice que lo causa. Llegué a
la conclusión de que, si dukkha tiene su origen en el anhelo, entonces debe
referirse a la angustia mental que se produce cuando estamos asidos por el
anhelo. Por lo tanto traduje dukkha por “angustia.” Al margen de si el anhelo
hace surgir o no esta angustia, así no es como se presenta dukkha en el
primer discurso. Como resultado de este tipo de interpretación, dukkha pasa
a verse como un problema puramente subjetivo que puede ser “resuelto” con
la aplicación correcta de las técnicas de la conciencia plena y la meditación,
puesto que dukkha es sólo el sufrimiento añadido innecesariamente a los
dolores y frustraciones inevitables de la vida. Esta lectura psicológica orienta
la práctica del dharma cada vez más hacia adentro, lejos de una
preocupación por el dukkha penetrante de la vida y del mundo y hacia una
preocupación exclusiva, incluso narcisista, con los sentimientos subjetivos de
carencia y angustia.
8.
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Al mismo tiempo, necesitamos emprender un análisis crítico de los mismos
textos para descubrir, lo mejor que podamos a esta distancia temporal, los
términos y estrategias narrativas básicas que informan un pasaje o discurso
particular. Si sustraemos las palabras “nobles verdades” de la expresión
“cuatro nobles verdades,” nos quedamos simplemente con “cuatro.” Y la
formulación más económica de las cuatro, encontrada a lo largo de las
tradiciones budistas, es ésta:
Sufrimiento (dukkha)
Surgimiento (samudaya)
Cese (nirodha)
Camino (magga)
9.
15
Horner (1951) lo traduce como “levantamiento” en su traducción del primer
discurso. Aunque es innegable que desde un periodo temprano la ortodoxia
budista entendió samudaya como “origen” o “causa” (de dukkha), en un
análisis más profundo parece una interpretación algo forzada. Mientras que
la proposición “el anhelo es el origen del sufrimiento” al menos tiene sentido
lógico (se crea o no en ella), decir “el anhelo es el surgimiento del
sufrimiento” suena torpe y confuso. En el primer discurso, anhelo (tanhā) se
identifica como samudaya: “surgimiento.” Pero en el habla cotidiana, decir
algo “surge” sugiere que sigue de alguna otra cosa, como al decir que “el
humo surge del fuego.” No obstante, en la formulación tradicional de las
cuatro nobles verdades, este punto de vista del sentido común es invertido:
el anhelo, identificado como samudaya, no es lo que surge de dukkha, sino
lo que hace surgir dukkha.
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dejemos de ser esclavos de sus imperativos y seamos, de este modo,
liberados para pensar y actuar de otra manera.
¿Por qué tenían los primeros budistas tanto interés en insistir en que el
anhelo es la causa del nacimiento, la enfermedad, el envejecimiento y la
muerte? Una respuesta sería: para que el pensamiento budista pudiera
ofrecer un relato convincente de la creación que encajara en la cosmovisión
de la India antigua y sus implícitas estrategias de consolación. [5] Decir “el
anhelo es la causa del sufrimiento” es simplemente una reiteración de la
visión india prevalente sobre el origen del mundo, encontrada en los Vedas y
los Upaniṣads. En el Rig-Veda encontramos un relato de la creación que
describe que “en el principio había deseo (kāma)” (X.129 – traducción no
publicada del Dr. John Peacock). El upaniṣad prebudista Bṛhad-āraṇyaka lo
amplía explicando que los deseos (kāma) de una persona conducen a
acciones (karma) que tienen como resultado renacer en el mundo, mientras
que “el que está liberado del deseo” deviene uno con Brahman y después de
la muerte “va a Brahman” (IV. 4: 5-6). El modelo budista de los doce vínculos
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proporciona un relato no-teísta del mismo proceso: el anhelo conduce al
renacimiento y el cese del anhelo tiene como resultado liberarse del
renacimiento. Aunque los budistas usan el término taṇhā (anhelo, ansia) en
lugar de kāma (deseo), kāma es de todos modos uno de los tres tipos de
taṇhā descritos en el primer discurso. Kāmataṇhā se refiere a las ansias del
deseo sensual, mientras que bhavataṇhā tiene que ver con el afán narcisista
de persistir y vibhavataṇhā, con el afán fastidioso de olvido.
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10.
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dharma,” la cual es el primer vistazo de la libertad del nibbāna: el cese,
aunque momentáneo, del anhelo.
Este pasaje, que más tarde serviría como única base canónica explícita para
la filosofía del camino medio de Nāgārjuna [MMK. 15: 6-7], extiende el uso
de samudaya y nirodha más allá del surgimiento y cese del anhelo para
incluir el surgimiento y cese del mundo. Esta visión le libera a uno de lo que
yace en la raíz del anhelo, concretamente la reificación, arraigada en los
usuarios del lenguaje, de las nociones “es” y “no es”; ya que quien
comprende la naturaleza contingente, fluida y procesual de la vida se da
cuenta de que las categorías de “es” y “no es” son incapaces de representar
adecuadamente un mundo que está continuamente surgiendo y cesando,
eludiendo siempre nuestra captación conceptual. Esto es a lo que se refieren
Nāgārjuna y sus seguidores cuando dicen que las personas y las cosas están
“vacías de ser-propio” (svabhāvaśūnya).
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Alcanzar tal entendimiento es llegar a una “visión completa,” también
conocida como una “apertura del ojo del dharma” y que es el primer
elemento del camino óctuple. Y el camino óctuple, o el camino medio, es lo
que el primer discurso define como el cuarto término de las cuatro: camino
(magga). Desde esta posición, ahora podemos ver que las cuatro describen
una trayectoria: el sufrimiento (dukkha) es lo que conduce al surgimiento
(samudaya) del anhelo, con cuyo cese (nirodha) emerge la posibilidad de un
camino (magga).
11.
La estructura narrativa del texto del primer discurso también apoya esta
lectura de las cuatro como descripción de una trayectoria de práctica más
que como los fundamentos conceptuales para un sistema de creencias. El
texto se puede desglosar en cuatro fases principales:
1. La declaración del camino medio que evita los callejones sin salida.
2. Las definiciones de las cuatro.
3. La presentación de las cuatro como tareas a reconocer, llevar a cabo y
cumplir.
4. La declaración de que el despertar inigualable se obtiene por el
reconocimiento, realización y cumplimiento de estas tareas.
La clave para entender el primer discurso yace en ver que cada fase del texto
es el prerrequisito para la siguiente, y que la práctica de cada elemento de
las cuatro es el prerrequisito para la práctica del siguiente elemento de las
cuatro. Esta estrategia narrativa es en sí misma una demostración del
principio básico del surgimiento condicionado (paticcasamuppāda), es decir,
“cuando esto es, eso existe; cuando esto no es, eso no existe” [M.79]. A la
luz de esto, el texto no está explicando una teoría de “cuatro verdades,” sino
mostrándonos cómo llevar a cabo “cuatro tareas.”
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Así que, ¿cómo se convierten las cuatro en cuatro tareas a reconocer, llevar a
cabo y cumplir? Esto es lo que dice el texto (puro y duro) del primer discurso:
Cada uno de los cuatro elementos debe (a) reconocerse como tal, entonces
hay que (b) actuar en consecuencia de una cierta manera hasta que (c) esa
acción sea cumplida. De este modo cada uno se vuelve una tarea específica
que hay que llevar a cabo de una cierta manera. Así como dukkha debe
conocerse plenamente (pariññā), hay que soltar (pahāna) el surgimiento (del
anhelo), experimentar su cese —literalmente “verlo con los propios
ojos” (sacchikāta)—, y cultivar el camino —literalmente, “crearlo, llevarlo a la
vida” (bhāvanā).
No necesitamos mirar más allá del mismo texto del primer discurso para
descubrir que las cuatro constituyen las prácticas centrales del dharma:
acoger dukkha, soltar el anhelo que surge como reacción, experimentar la
desaparición y cese de este anhelo, lo cual permite crear y cultivar el camino
óctuple. De acuerdo con este texto, también el despertar del Buda debe
entenderse en términos de haber reconocido, llevado a cabo y cumplido
estas cuatro tareas. Más que describir su experiencia bajo el árbol en Uruvelā
como una penetración trascendente en la verdad última o la inmortalidad, el
Buda dice en el primer discurso:
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El despertar no es una singular intuición en el absoluto, comparable a las
experiencias trascendentales que narran los místicos de las tradiciones
teístas, sino una compleja secuencia de logros interrelacionados que uno
alcanza a través de reconfigurar su relación fundamental con dukkha, el
surgimiento, el cese y el camino.
Esta lectura del primer discurso también responde una pregunta que ha
desconcertado a muchos: ¿por qué las cuatro “nobles verdades” se presentan
en la secuencia en que las encontramos? ¿Por qué el texto presenta primero
el sufrimiento (un efecto) y después tira atrás para presentar la causa (el
anhelo)? Y ¿por qué entonces presenta el fin del sufrimiento (un efecto) y
luego tira atrás para presentar su causa (el camino óctuple)? Esta secuencia
de “efecto, causa, efecto, causa” es comúnmente interpretada como un
ejemplo del enfoque “terapéutico” del Buda. Primero necesitas reconocer que
estás enfermo; después vas al médico, quien diagnostica la causa de la
enfermedad; entonces el médico te asegura que la enfermedad tiene cura; y
finalmente procede a suministrar un remedio. Esta metáfora, sin embargo, no
se encuentra en ninguno de los discursos o los textos de formación
monástica del canon pali. Es un recurso comentarístico posterior —y, a mi
juicio, forzado— con un trasfondo autoritario, introducido para justificar el
orden incongruente de las “verdades” proposicionales. Pero si uno entiende
las cuatro como tareas en lugar de como verdades, el rompecabezas se
resuelve. Las cuatro están presentadas en este orden porque éste es el orden
en que ocurren como tareas a realizar: conocer plenamente el sufrimiento
conduce a soltar el anhelo, que conduce a experimentar su cese, que
conduce a cultivar el camino.
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12.
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a uno entrar en el camino óctuple. En este sentido, el anhelo es un obstáculo
(nīvaraṇa), algo que bloquea el libre movimiento a lo largo de un trayecto. En
la medida en que uno, consciente o inconscientemente, consiente en los
imperativos de los deseos desencadenados por dukkha (“¡quiero esto!” “¡no
quiero aquello!”), uno permanece atrapado en los poderosos círculos de los
pensamientos y acciones repetitivos que dificultan cualquier intento de
embarcarse en un camino vital que no esté determinados por ellos.
Paradójicamente, soltar el anhelo no se alcanza renunciando a él
obstinadamente, sino profundizando y extendiendo nuestra acogida del
“gran asunto del nacimiento y la muerte” —tal como los chinos se refieren a
dukkha— que constituye nuestra vida.
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Este proceso puede resumirse convenientemente con el acrónimo ASPA
[ELSA]:
Acoger (Embrace)
Soltar (Let go)
Parar (Stop)
Actuar (Act)
Uno acoge dukkha, es decir, cualquier situación que la vida presente, suelta
el aferramiento que surge como reacción, para de reaccionar, y así puede
actuar sin estar condicionado por la reactividad. Este procedimiento es un
patrón que puede aplicarse al espectro entero de la experiencia humana,
desde la visión ética personal de lo que constituye una “buena vida” a las
interacciones del día a día con los compañeros del trabajo. El budismo 2.0 no
tiene ningún interés en si esta forma de vida conduce a un objetivo final
llamado “nibbāna” o no. Lo que importa es un compromiso, en continuo
crecimiento y expansión, con un proceso práctico en que cada elemento de
ASPA [ELSA] es una parte intrínseca y necesaria. El “cese” ya no se considera
como el objetivo del camino, sino como esos momentos en que la reactividad
se detiene (o se suspende) de manera que la posibilidad de un camino pueda
revelarse y “llevarse a la vida.” Así como dukkha da lugar al anhelo (y no a la
inversa), también el cese del anhelo da lugar al camino óctuple (y no a la
inversa). De esta forma, el budismo 2.0 pone el budismo 1.0 cabeza abajo.
13.
“Suponed, bhikkhus,” dijo el Buda, “que un hombre que vagara por el bosque
viera un antiguo camino transitado por la gente en el pasado; lo siguiera y
llegara a una antigua ciudad habitada por gente en el pasado, con parques,
arboledas, estanques, murallas... un lugar delicioso. Entonces el hombre
informaría al rey o al ministro del rey: ‘Señor, sabed que mientras vagaba por
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el bosque vi un antiguo camino. Lo seguí y vi una antigua ciudad. ¡Restaurad
esa ciudad, Señor!’ Entonces el rey o el ministro del rey restaurarían la
ciudad, y tiempo más tarde esa ciudad sería próspera, muy poblada,
logrando crecimiento y expansión.” [S. 12:65]
Mientras que el primer discurso presenta estas cuatro fases en términos del
despertar de un individuo, La Ciudad los presenta en términos de un
proyecto social a realizar en concreto en el mundo. De la misma forma que
proporcionan un patrón para conducir la propia vida, ahora se muestra que
las cuatro también proporcionan un patrón para el empeño común de
alcanzar otro tipo de sociedad. La práctica del dharma, por lo tanto, no se
27
reduce a alcanzar el despertar para uno mismo. Es una práctica que conlleva
necesariamente una actividad cooperativa con los demás para alcanzar metas
que quizás no se logren hasta tiempo después de la propia muerte.
Ambos textos sugieren que el camino óctuple no debe verse como una
secuencia lineal de estadios que culminan en una meta final, sino como una
retroalimentación positiva que es en sí misma la meta. En La Ciudad, el
camino óctuple conduce al descubrimiento de las cuatro, pero la cuarta de
las cuatro es el mismo camino óctuple, el cual, de acuerdo con el texto,
conduce a las cuatro ad infinitum. Para ir paso a paso: conocer plenamente
dukkha conduce a soltar lo que surge, lo que lleva a momentos en que lo que
surge cesa, lo cual abre una “visión completa,” el primer paso del camino
óctuple. Esta visión, entonces, informa cómo pensamos y tomamos
decisiones (paso 2), que conduce a cómo hablamos (paso 3), actuamos (paso
4) y trabajamos (paso 5), que proporcionan un marco ético para aplicarse
(paso 6) a cultivar la conciencia plena (paso 7) y la concentración (paso 8).
¿Pero de qué es uno conciente? ¿En qué se concentra uno? Uno es conciente y
se concentra en la vida tal cual se presenta en cada momento, que es la
manera en que uno conoce plenamente dukkha. Así uno vuelve, a un nivel
más profundo de comprensión y conciencia empática, a la primera tarea de
las cuatro, la cual conduce a la segunda tarea, etc.
28
14.
El primer discurso
29
encarna “las virtudes apreciadas por los nobles” [S. 55:2]. La primera parte de
esto remite a lo que comúnmente se llaman las “Tres Joyas.” Pero en lugar de
presentarlas como objetos de un ritual en el que uno afirma su identidad
como seguidor de la religión budista, aquí son entendidas como los
parámetros de una reorientación consciente de los valores éticos
fundamentales de uno mismo. Aquél que acoge dukkha, suelta el anhelo,
experimenta el cese del anhelo y, de esta manera, entra en la corriente del
camino óctuple es alguien que gana cada vez más lucidez y confianza en un
estilo de vida basado en unos valores que no están determinados por los
imperativos del anhelo. “Buda” se refiere al despertar al que uno aspira;
“Dharma” al cuerpo de instrucciones y prácticas que guían la realización del
despertar; y “Sangha” a aquellos hombres y mujeres que comparten tales
metas y, a través de su amistad, apoyan tu propia realización de las mismas.
Al mismo tiempo, se dice que hay tres “ataduras” que se desvanecen al entrar
en la corriente de este camino: narcisismo (sakkāyadiṭṭhi), ritos y moralidad
normativos (sīlabbata) y duda (vichikicchā) [Sn. 231]. Un examen cuidadoso
de la propia condición humana le deja a uno con poco sobre lo que ser
narcisista. Cuanto más de cerca uno mira la condición impersonal, trágica y
transitoria de la propia existencia, más se rompe y disuelve el reflejo de la
amada y fascinante imagen de uno mismo. Puṇṇa Mantāniputta, el sobrino
de Koṇḍañña y tutor de Ānanda, compara el apego (upādāna) que surge del
anhelo a la manera en que “una mujer o hombre joven, amante de los
ornamentos, examinaría la imagen de su cara en un espejo o en un cuenco
lleno de agua limpia y clara” (S. 22:83). Aferrándose a su forma de este
modo, explica, surge la arrogancia “yo soy” (asmi). Sakkāyadiṭṭhi, que he
traducido por “narcisismo,” significa literalmente “la visión del propio cuerpo
existente.”
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estrictas normas morales de la religión no pueden ser más que pautas
generales para la acción. La conciencia empática del sufrimiento de otro
llama a una respuesta que no esté determinada por el engreimiento de saber
qué es lo correcto en general, sino por el humilde coraje de arriesgarse a lo
que pueda ser la cosa más sabia y amorosa en ese caso particular. Y como el
proceso de ASPA [ELSA] está basado en la experiencia de primera mano más
que en una creencia, una vez este camino se ha vuelto “tuyo,” se hace difícil,
si no imposible, albergar dudas sobre su autenticidad.
15.
31
interminable de tratar de justificarlas. En el cristianismo esto se conoce como
“teodicea,” mientras que el equivalente budista podría denominarse
“dukkhodicea.” Los sistemas basados en la praxis evitan el callejón sin salida
de estas justificaciones al fundamentarse en invitaciones a hacer algo, en
lugar de en proposiciones de creer algo. Así, en lugar de intentar justificar tu
creencia de que “la vida es dukkha,” buscas “conocer plenamente dukkha.” Y
en lugar de esforzarte en entender que “el anhelo es el origen de dukkha,”
buscas “soltar el anhelo.”
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de la vida; que la vida es impermanente, dukkha y cambiante, ésta es la
tragedia de la vida; la eliminación y abandono del aferramiento (chandarāga)
por la vida, ésta es la emancipación de la vida” [S. 35:13]. Sólo cuando hubo
entendido estas tres cosas, concluye, consideró que había alcanzado un
despertar inigualable en este mundo.
16.
33
humanos, como la sabiduría y la compasión, que la tradición sostiene. Al
elevar la “entrada a la corriente,” por ejemplo, a una realización espiritual
distante, se coloca fuera del alcance del practicante ordinario, confirmando
así tanto la autoridad superior de la institución religiosa y sus representantes
como la impotencia de los laicos iniluminados.
Pero ¿no podríamos también imaginar que, en vez de estar llegando a su fin,
el budismo sólo estuviera justamente comenzando? La secularización del
dharma que parece actualmente en marcha podría no ser una indicación más
del aguado y banalización terminales de las enseñanzas del Buda, como sus
críticos lamentan, sino más bien un signo del poder menguante de las
ortodoxias que han tenido el control durante los pasados dos mil años o
más. Puede que la secularización marque ciertamente el colapso del budismo
1.0, aunque también podría pregonar el nacimiento del budismo 2.0.
Para aquellos que, como Jane y otros, tropiezan con el budismo por medio de
su práctica de la conciencia plena en tratamientos médicos (o bien a causa de
su apreciación de la filosofía de Nāgārjuna, su amor por el haiku y la pintura
zen, su admiración por la personalidad del Dalai Lama, o su afán de justicia
social como antiguos intocables en la India), el budismo 2.0 ofrece un
dharma secularizado que prescinde de la soteriología de la antigua India y,
no obstante, está fundado en una lectura crítica de textos canónicos claves
como ‘el primer discurso.’ Al reconfigurar el código operativo de las cuatro,
el budismo 2.0 ofrece una perspectiva diferente sobre la comprensión y la
práctica del dharma, una enraizada en la retroalimentación positiva de ASPA
[ELSA]. Queda por ver si esta re-formación es capaz de generar una
interpretación coherente y consistente de la práctica, filosofía y ética
budistas que pueda servir de base para una existencia humana próspera en
el tipo de mundo en que vivimos hoy.
34
En la parábola de la balsa, el Buda describe a “un hombre en mitad de un
trayecto” que llega a un terreno de agua que debe cruzar. Al no haber botes
ni puentes disponibles, su única opción es armar una balsa con “hierba,
ramas, ramitas, hojas” y cualquier otro material a su alcance. Habiéndolo
atado todo y “haciendo un esfuerzo con sus manos y pies,” consigue cruzar
hasta la otra orilla. A pesar de su evidente utilidad, se da cuenta de que no
hay motivo alguno para acarrear la balsa más lejos, una vez ha cumplido su
propósito. Así que la deja en la orilla y continúa su viaje. De la misma
manera, concluye el Buda, “os he mostrado que el dharma es parecido a una
balsa, para el propósito de cruzar y no para el propósito de aferrarse” [M.
22]. Esta historia muestra que el dharma es algo oportuno, un medio para
alcanzar una tarea urgente a mano, no un fin en sí mismo que debe ser
preservado a cualquier precio; enfatiza que uno necesita hacer uso de
cualquier recurso disponible en un momento dado para cumplir lo que tienes
que hacer. No importa si estos recursos son “lo que Buda verdaderamente
enseñó” o no. La única cosa que importa es si tal configuración de elementos
dispares es de alguna ayuda para conseguir que cruces el río. Así es con el
budismo 2.0. A la luz de esta parábola, tiene poco sentido preguntar: “¿es
esto realmente budismo?” La única pregunta relevante es: “¿flota?”
Stephen Batchelor
Aquitaine, enero del 2012.
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Notas:
1. Éstas y todas las demás citas del primer discurso del Buda son mi propia
traducción, que puede consultarse en: http://www.stephenbatchelor.org/
index.php/en/stephen/study-tools. El texto se encuentra en Mahāvagga I. 6
(Horner, 1951), pp. 15-17, y S. 56:11.
3. Vattimo (2011), p. 77. Vattimo añade: “No todos los metafísicos han sido
violentos, pero diría que casi todos los perpetradores de violencia a gran
escala han sido metafísicos.”
6. La Ciudad presenta las cuatro junto con diez vínculos del surgimiento
condicionado. Este modelo de diez vínculos aparece sólo dos veces en el
canon (cf. El Mahāpadāna Sutta en el Dīgha Nikāya, ii. 32). Es igual que el
modelo de los doce vínculos excepto que los dos primeros vínculos de la
ignorancia (avijjā) y las inclinaciones (sankhāra) se omiten. Parece ser una
versión intermedia que aparece durante la evolución de la teoría de los seis
vínculos a la de los doce vínculos.
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7. Que el Buda vio la práctica que enseñaba semejante al nacimiento de un
niño es sugerido en un curioso pasaje del Saccavibhanga Sutta (Exposición de
las Verdades) [M. 141]. En este discurso, el Buda vuelve a Isipatana, donde
hizo el primer discurso, en compañía de sus dos discípulos principales,
Sāriputta y Moggallāna; y anima a su audiencia a cultivar la amistad de estos
dos en su práctica del camino con estas palabras: “Sāriputta es como una
mujer embararzada (janetā); Moggallāna es como una comadrona (jātassa
āpādetā).” Aunque se supone que este sutta es una exposición de las cuatro
“noble verdades,” cuando Sāriputta es invitado por el Buda a explicarlas, su
presentación incluye la definición de las cuatro, pero ignora las conclusiones
del primer discurso, en donde las describe como cuatro tareas a ser
reconocidas, llevadas a cabo y cumplidas.
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