El Buen Vivir Como Utopia Por Re - Construir

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Otra Economía - Volumen IV - Nº 6 – 1er Semestre/2010 - ISSN 1851-4715 - www.riless.

org/otraeconomia

Revista Latinoamericana de economía social y solidaria

Otra Economía - Volumen IV - Nº 6 – 1er semestre/ 2010


ISSN 1851-4715
Otra Economía - Volumen IV - Nº 6 – 1er Semestre/2010 - ISSN 1851-4715 -www.riless.org/otraeconomia

Otra Economía [online] - Volumen IV - Nº 6 – 1er Consejo Científico:


semestre/ 2010 - ISSN 1851-4715. Disponible en:
http://www.riless.org/otraeconomia Boaventura de Souza Santos (Portugal)
206 p.; 29 x 21 cm.
Enrique Dussel (México)
Jean-Louis Laville (Francia)
1. Autogestión; 2. Economía Social y José Luis Coraggio (Argentina)
Solidaria; 3. Cooperativas; 4. América Latina; 5. Marco
legal. Luiz Inácio Gaiger (Brasil)
Marília Veronese (Brasil)
Publicada por: Paul Singer (Brasil)
Red Latinoamericana de Investigadores de Economía Social y
Solidaria (RILESS)
Directores:
José Luis Coraggio (Argentina)
Ilustraciones:
Oriana Coraggio. Argentina. Luiz Inácio Gaiger (Brasil)
Mi trabajo es, como yo lo veo,
convertir la naturaleza Equipo Editorial:
y la pasión de la vida en
Andressa Correa (Brasil)
pinturas.
No me guío, ni jamás lo haré, Carolina Barnes (Argentina)
por la moda, Federico Zuberman (Argentina)
Jamás pintaría algo solo porque "se usa" pintar eso. Gonzalo Vázquez (Argentina)
Expreso lo que siento, pienso, amo y odio.
Letícia Cristina B Barbosa (Coord.) (Brasil)
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convertidas en árboles de vida y pasión. Natalia García (Argentina)
Veo un árbol y lo imagino transformado en mujer, Sandra Milena Muñoz (Coord. de esta edición)
o al revés, (Colombia)
una mujer dando vida a los pétalos y a las hojas de
otoño.
Me guío por mi amor y pasión por el color. Diseño y diagramación:
Y por el movimiento del cuerpo. Letícia Cristina Bizarro Barbosa (Brasil)
Me inspira la vida misma.
He pintado paisajes, rostros, árboles,
Cuerpo de referís:
Soles con labios carnosos y ojos curiosos, montañas,
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INDICE

PRESENTACIÓN ...........................................................................................4

SOCIEDAD, ECONOMÍA Y POLÍTICA.............................................................7

El Buen (con) Vivir, una utopía por (re)construir: Alcances de la Constitución


de Montecristi Alberto Acosta (Ecuador) .......................................................8
Políticas sociales, gobiernos progresistas y movimientos antisistémicos Raúl
Zibechi (Uruguay) .................................................................................. 32

Desarrollo sostenible: una guia basica de conceptos y tendencias hacia otra


economía Eduardo Gudynas (Uruguay) ....................................................... 43

ECONOMÍA SOCIAL Y SOLIDARIA: EXPERIENCIAS E SUJETOS ..................67

Espacios de articulación, redes autogestivas e intercambios alternativos en la


ciudad de Buenos Aires Luciana García Guerreiro (Argentina) ......................... 68
Reestructuración económica y desarrollo local en la periferia: Una mirada
desde la economía social al caso Rosarino Juan Carlos Vargas (Colombia) ........ 83
La empresa social una forma de organización innovadora Graciela Lara Gómez,
Amalia Rico Hernández y Rosa María Romero González (Mexico) ....................... 103
Capacidades Societales de Innovación en Empresas de Propiedad Social en
Venezuela: las redes socioproductivas al servicio de las personas Belinda
Colina Arenas (Venezuela) ..................................................................... 116

Economía Solidaria y ecosociodesarrollo: la construcción de una nueva


percepción de la sustentabilidad Dario Azzellini (Venezuela)........................ 134

ECONOMÍA SOCIAL Y SOLIDARIA: CONTRIBUCIONES TEÓRICAS ............152

Una aproximación a las divergencias e implicaciones de los distintos abordajes


a la Economía Social: países centrales europeos y América Latina Paula
Oxoby (Argentina) ............................................................................... 153

La obsoleta mentalidad de crecimiento del G20 Federico Zuberman (Argentina) ..... 167
Del homo œconomicus al homo redemptori: Emprendimiento y Nuevo Neo-
liberalismo José Francisco Puello (Colombia).............................................. 181

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Sección
Sociedad, Economía y Política

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El Buen (con) Vivir, una utopía por (re)construir: Alcances de


la Constitución de Montecristi

Alberto Acosta
Economista ecuatoriano. Profesor e investigador de la FLACSO. Ex-ministro de Energía y Minas. Ex-
presidente de la Asamblea Constituyente. Este texto actualiza y amplia varios trabajos anteriores del
autor.

“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a


quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no
porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de
hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella
venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los
que allí vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y
mío.”

Don Quijote de la Mancha

1. La
Constitución como
un proyecto de
vida en común

Toda
Constitución
sintetiza un
momento histórico.
En toda Constitución
se cristalizan
procesos sociales
acumulados. Y en
toda Constitución se
plasma una
determinada forma
de entender la vida.
Una Constitución,
sin embargo, no
hace a una
sociedad. Es la sociedad la que elabora la Constitución y la adopta casi como una
hoja de ruta.
Además, una Constitución no puede ser simplemente el resultado de un
ejercicio de jurisprudencia avanzada, visto desde la lógica de los entendidos en
materia constitucional. Tampoco una Constitución es el resultado de la inspiración
de un individuo o de un grupo de individuos iluminados. Una Constitución, más
allá de su indudable trascendencia jurídica, tiene que ser un proyecto político de
vida en común, que debe ser elaborado y puesto en vigencia con el concurso
activo de la sociedad.
Desde esta perspectiva, la reciente Constitución ecuatoriana -redactada en
Montecristi-, fiel a las demandas acumuladas en la sociedad ecuatoriana,

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consecuente con las expectativas creadas, responsable con los problemas


globales, se proyecta como medio e incluso como un fin para dar paso a cambios
estructurales. En su contenido afloran múltiples propuestas para impulsar
transformaciones de fondo, construidas a lo largo de muchas décadas de
resistencias y de luchas sociales, en las que se fueron construyendo propuestas
alternativas de desarrollo e incluso alternativas al desarrollo, como lo es el Buen
Vivir.
Estas transformaciones, como es obvio, resultan, muchas veces, imposibles
de aceptar (e inclusive de entender) por parte de los constitucionalistas
tradicionales atentos a las demandas del poder. Por lo tanto, quienes ven
amenazados sus privilegios con la Constitución de Montecristi o quienes se han
asumido como los únicos portadores de la verdad constitucionalista, no
descansarán en su empeño por combatirla.

2. La compleja declaración de un Estado constitucional

Como punto básico de esta Constitución tenemos que resaltar la declaración


de un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano,
independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico. Con esta amplia
definición se abre la posibilidad de un nuevo pacto de convivencia, de múltiples
entradas. Sin pretender agotar los alcances de esta declaración, cabría resaltar
que lo plurinacional conduce a repensar el Estado en tanto toma en cuenta
definitivamente la existencia de pueblos y nacionalidades indígenas,
afroecuatorianos, así como de otras comunidades nacionales como los montubios
y cholos. Esto, entonces, significa un salto cualitativo de la mirada monocultural
eurocéntrica imperante hasta ahora.
Para cristalizar los cambios que propone dicha declaración es preciso
reformular las relaciones de poder entre el Estado y los ciudadanos / las
ciudadanas para que sean éstos los auténticos poseedores de la soberanía;
ciudadanos y ciudadanas en tanto individuos viviendo en colectividad, se
entiende. Esta es una propuesta que, en primera instancia, consolida los
Derechos Humanos individuales y los complementa con los Derechos Humanos
colectivos, que, como veremos más adelante, se enriquecen aún más con los
Derechos de la Naturaleza.
La crisis de representación política que ha afectado a las instancias
parlamentarias, implicó una crisis del derecho constitucional en la medida que la
soberanía popular estuvo sometida (y todavía lo está) a varios apetitos privados.
Incluso la soberanía nacional ha sufrido un profundo deterioro. En la época
neoliberal se la llegó a considerar como una antigualla. Se la asumió como un
concepto en disolución e inútil. La afectación a la soberanía popular repercutió en
la soberanía nacional, y viceversa. Estas limitaciones crearon un conflicto en el
sistema de legitimación. Entonces, no sorprende que el derecho constitucional
muchas veces haya sido letra muerta.
Por lo tanto, la tarea planteada en Montecristi -pueblo en donde nació el
general Eloy Alfaro- fue la de superar lo neoliberal de la Constitución de 1998. En
particular se quería dejar al margen aquel conjunto de normas acordadas
explícita o implícitamente por los grandes agentes económicos, orientadas a
profundizar los ajustes inspirados en el Consenso de Washington. Fueron estas
regulaciones emanadas desde los intereses privados, incluso transnacionales (sea
el FMI, la OMC o el Banco Mundial, para mencionar apenas un par de fuentes de
este derecho transnacional), las que determinaron las relaciones con el Estado.
Esto implicó una desvalorización del derecho constitucional, con la consiguiente
pérdida de soberanía por parte del pueblo. Y es por esto que esta declaración de
un Estado constitucional resulta vital para la recuperación de la soberanía
nacional y la soberanía popular, en la medida que se revaloriza la Constitución
como norma reguladora del marco jurídico nacional.

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3. El Buen Vivir como una oportunidad

En la Asamblea Constituyente de Montecristi, uno de los puntos medulares


del debate fue el cuestionamiento al régimen de desarrollo imperante. La
discusión se enriqueció con propuestas diversas y plurales que recogían
elementos planteados dentro y aún fuera del país.
Allí, sobre todo desde la visión de los marginados por la historia de los
últimos 500 años, se planteó el Buen Vivir o sumak kausay (en kichwa) como una
oportunidad para construir otra sociedad sustentada en una convivencia
ciudadana en diversidad y armonía con la Naturaleza1, a partir del reconocimiento
de los diversos valores culturales existentes en el país y en el mundo. Con esta
declaración, una Constitución ecuatoriana “por primera vez toma un concepto de
tradiciones indígenas como base para el ordenamiento y legitimación de la vida
política”. Al asumir el Buen Vivir desde la cosmovisión indígena, como “el sentido
de un objetivo general hacia el cual se orienta la vida económica, política, social y
cultural”, se empezó a desmontar “el poder colonial” (David Cortez).
Esta concepción, además, desnuda los errores y las limitaciones de las
diversas teorías del llamado desarrollo. Incluso anticipó un severa y profunda
crítica al concepto de desarrollo transformado en una entelequia que norma y rige
la vida de gran parte de la humanidad, a la que perversamente le es imposible
alcanzar ese tan ansiado desarrollo.
La pregunta que cabe en este punto es si será posible y realista intentar un
desarrollo diferente dentro del capitalismo. Se entiende un ordenamiento social
fundamentado en la vigencia de los Derechos Humanos (políticos, sociales,
culturales, económicos, ambientales) y los Derechos de la Naturaleza. ¿Hasta
cuándo seguirá siendo el desarrollo un fantasma que nos continúe atormentando?
La propuesta del Buen Vivir, que atraviesa transversalmente toda la
Constitución ecuatoriana y que es una opción por construir, fue motivo de
diversas interpretaciones en la Asamblea Constituyente y en la sociedad.
Recordemos que primó el desconocimiento e incluso el temor en ciertos sectores.
Algunos asambleístas, contando con el eco perturbador de gran parte de una
prensa mediocre e interesada en el fracaso de la Constituyente, acostumbrados a
verdades indiscutibles, clamaban por concreciones definitivas. Para otros, el Buen
Vivir, al que lo entendían ingenuamente como una despreocupada y hasta pasiva
dolce vita, les resultaba inaceptable. No faltaron algunos, temerosos de perder
sus privilegios, que no dudaron en anticipar que con el Buen Vivir se proponía el
retorno a la época de las cavernas. Inclusive algunos que alentaron con su voto
este principio fundacional de la Constitución de Montecristi, al parecer no tenían
clara la trascendencia de esta decisión… Y unos cuantos, opuestos desde una
izquierda autista, se aferraron a tradicionales conceptos de cambio, en realidad
huecos, carentes de trascendencia al no haber sido cristalizados en la práctica de
las luchas sociales.
Para entender lo que implica el Buen Vivir, que no puede ser simplistamente
asociado al “bienestar occidental”, hay que empezar por recuperar la cosmovisión
de los pueblos y nacionalidades indígenas; planteamiento que también se
cristaliza en la Constitución de Bolivia. Eso, de plano, no significa negar la
posibilidad para propiciar la modernización de la sociedad, particularmente con la
incorporación en la lógica del Buen Vivir de muchos y valiosos avances
tecnológicos. Por eso mismo, una de las tareas fundamentales recae en el diálogo
permanente y constructivo de saberes y conocimientos ancestrales con lo más
avanzado del pensamiento universal, en un proceso de continuada
descolonización de la sociedad.
Adicionalmente, esto nos lleva a reconocer, a partir de la realidad y
complejidad de la sociedad ecuatoriana, la necesidad de aceptar instituciones que

1
En el Preámbulo de la Constitución del 2008 se proclama “una nueva forma de convivencia
ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay”.

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podrían ser vistas como de transición o que incluso podrían ser apenas el pivote
para repensar otras formas de organización de las actuales estructuras
capitalistas. Y en ningún caso es posible esperar que la copia de experiencias
foráneas rinda los frutos esperados, pues un aspecto fundamental para satisfacer
las demandas de una sociedad radica en el reconocimiento y apropiación del
ámbito cultural propio de dicha sociedad.
Dicho lo anterior, entendamos que en la comprensión del sentido que tiene
y debe tener la vida de las personas, en las sociedades indígenas no existía el
concepto de desarrollo, tal como nos recuerda el indígena amazónico Carlos Viteri
Gualinga. A esta conclusión se arriba confrontando los temas del llamado
desarrollo con experiencias del Buen Vivir, recuperadas de experiencias concretas
de algunas comunidades indígenas. En la cosmovisión indígena no hay la
concepción de un proceso lineal que establezca un estado anterior o posterior. No
hay aquella visión de un estado de subdesarrollo a ser superado. Y tampoco un
estado de desarrollo a ser alcanzado. No existe, como en la visión occidental, está
dicotomía que explica y diferencia gran parte de los procesos en marcha. Para los
pueblos indígenas tampoco hay la concepción tradicional de pobreza asociada a la
carencia de bienes materiales o de riqueza vinculada a su abundancia.
Desde la cosmovisión indígena el mejoramiento social -¿su desarrollo?- es
una categoría en permanente construcción y reproducción. En ella está en juego
la vida misma. Siguiendo con este planteamiento holístico, por la diversidad de
elementos a los que están condicionadas las acciones humanas que propician el
Buen Vivir, los bienes materiales no son los únicos determinantes. Hay otros
valores en juego: el conocimiento, el reconocimiento social y cultural, los códigos
de conductas éticas e incluso espirituales en la relación con la sociedad y la
Naturaleza, los valores humanos, la visión de futuro, entre otros. El Buen Vivir
aparece como una categoría en la filosofía de vida de las sociedades indígenas
ancestrales, pero que ha perdido terreno por efecto de las prácticas y mensajes
de la modernidad occidental. Su aporte, sin embargo, sin llegar a una equivocada
idealización del modo de vida indígena, nos invita a asumir otros “saberes” y
otras prácticas.
Pero la visión andina no es la única fuente de inspiración para impulsar el
Buen Vivir. Incluso desde círculos de la cultura occidental se levantan cada vez
más voces que podrían estar de alguna manera en sintonía con esta visión
indígena y viceversa. En el mundo se comprende, paulatinamente, la inviabilidad
global del estilo de vida dominante. De esta manera, el concepto del Buen Vivir
no solo tiene un anclaje histórico en el mundo indígena, se sustenta también en
principios filosóficos universales (aristotélicos, marxistas, ecologistas, feministas,
cooperativistas, humanistas...).2
El Buen Vivir asoma, adicionalmente, como una plataforma para discutir
respuestas urgentes frente a los devastadores efectos de los cambios climáticos.
Hay cada vez más conciencia sobre la necesidad imperiosa de dar paso a
transformaciones profundas que permitan a la humanidad escapar con vida de los
graves riesgos ecológicos y sociales en ciernes. El crecimiento material sin fin
podría culminar en un suicidio colectivo, tal como parece augurar el mayor
recalentamiento de la atmósfera o el deterioro de la capa de ozono, la pérdida de
fuentes de agua dulce, la erosión de la biodiversidad agrícola y silvestre, la
degradación de suelos o la acelerada desaparición de espacios de vida de las
comunidades locales...
Por lo tanto, el crecimiento material no es la única vía a la que debería
darse necesariamente prioridad. Incluso a escala global, la concepción
(¡equivocada!) del crecimiento basado en inagotables recursos naturales y en un

2
Para ponerlo en palabras de Elmar Altvater, el punto de partida en la búsqueda de respuestas para
superar el subdesarrollo, que exigen un sostenido esfuerzo teórico, será una suerte de “‘caos
ecléctico’. Por tanto, quien como neoclásico, keynesiano, marxista o institucionalista pretendiera
explicar el mundo, debería estar equivocado hasta que no combine los ingredientes de distintos
enfoques”.

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mercado capaz de absorber todo lo producido, no ha conducido ni va a conducir al


desarrollo. Lo que se observa -como señala José María Tortosa, uno de los
mayores sociólogos europeos-, es un “mal desarrollo” generalizado, existente
inclusive en los países considerados como desarrollados. Tortosa va más allá. El
afirma que

“el funcionamiento del sistema mundial contemporáneo es


“maldesarrollador” (…) La razón es fácil de entender: es un sistema
basado en la eficiencia que trata de maximizar los resultados, reducir
costes y conseguir la acumulación incesante de capital. Ésa es la regla de
juego que para nada es atemperada por la “mano invisible” de los
sentimientos morales de que hablaba Adam Smith, es decir, por el sentido
de la responsabilidad. Si “todo vale”, el problema no es de quién ha jugado
qué cuándo, sino que el problema son las mismas reglas del juego. En
otras palabras, el sistema mundial está maldesarrollado por su propia
lógica y es a esa lógica a donde hay que dirigir la atención.”

Eso no es todo, a más de que la mayoría de la población mundial no


obtiene el bienestar material, se están afectando la seguridad, la libertad, la
identidad de los seres humanos. Ese maldesarrollo, generado desde arriba, sea
desde los gobiernos centrales y las empresas transnacionales, o desde las élites
dominantes a nivel nacional, tan propio del sistema capitalista, implica entonces
una situación de complejidades múltiples que no pueden ser explicadas a partir
de versiones monocausales. Por ello está también en cuestión aquella clasificación
de países desarrollados y subdesarrollados, tanto como el mismo concepto de
desarrollo tradicional. Lo que se cuestiona, en definitiva, es aquella lógica del
progreso entendida como la acumulación permanente de bienes materiales.
En esta línea de reflexión, sobre todo desde la vertiente ambiental,
podríamos mencionar los reclamos de cambio en la lógica del desarrollo, cada vez
más urgentes, de varios pensadores de gran valía, como fueron o son aún
Mohandas Karamchand Gandhi3, Ernest Friedrich Schumacher, Nicholas
Georgescu-Roegen, Iván Illich, Manuel Sacristán, Arnes Naess, Herman Daly,
Vandana Shiva, José Manuel Naredo, Joan Martínez Allier, Roberto Guimaraes,
Eduardo Gudynas, entre otros. Sus cuestionamientos a las estrategias
convencionales se nutren de una amplia gama de visiones, experiencias y
propuestas extraídas de diversas partes del planeta, inclusive algunas desde la
misma civilización occidental. Muchos de estos pensadores son conscientes, por lo
demás, de los límites físicos existentes.
Sus argumentos prioritarios son una invitación a no caer en la trampa de
un concepto de “desarrollo sustentable” o “capitalismo verde” que no afecte la
revalorización del capital (El mercantilismo ambiental, practicado ya desde hace
varias décadas, no contribuido a mejorar la situación; apenas ha sido una suerte
de maquillaje intrascendente y diversionista). También nos alertan sobre los
riesgos de una confianza desmedida en la ciencia, en la técnica. En definitiva,
estos pensadores cuestionan la idea tradicional del progreso material acumulativo
e indefinido. Y para superarlo proponen nuevas formas de organización de la vida
misma.
La búsqueda de estas nuevas formas de vida implica revitalizar la
discusión política, ofuscada por la visión economicista sobre los fines y los
medios. Al endiosar la actividad económica, particularmente al mercado, se han
abandonado muchos instrumentos no económicos, indispensables para mejorar

3
Gandhi, el gran pensador y político hindú, aportó con valiosas reflexiones para la construcción de
sociedades sustentadas en sus propias capacidades. Sus enseñanzas constituyen la base de una
estrategia económica y política que tenía como fin terminar con la dominación del Imperio Británico en
la India y mejorar las condiciones económicas en ese país a través de los principios del swadeshi
(autosuficiencia).

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las condiciones de vida. La resolución de los problemas exige una aproximación


multidisciplinaria. Y eso es lo que se discutió en Montecristi.

4. Buen Vivir para todos, no “dolce vita” para pocos

El punto de partida radica en aceptar que de ninguna manera es aceptable


un estilo de vida fácil para un grupo reducido de la población, mientras el resto,
la mayoría, tiene que sufrir para sostener los privilegios de aquel segmento
privilegiado y opresor. Esta es la realidad del régimen de desarrollo actual, una
realidad propia del sistema capitalista.
El capitalismo ha demostrado una gran capacidad productiva. Ha podido
dar lugar a progresos tecnológicos sustanciales y sin precedentes. Ha conseguido
incluso reducir la pobreza en varios países. Sin embargo, produce también
procesos sociales desiguales entre los países y dentro de ellos. Sí, se crea
riqueza, pero son demasiadas las personas que no participan de sus beneficios.
La riqueza, como aseguraba el mismísimo Adam Smith en su libro clásico,
publicado en 1776, sólo se explica por la existencia una masiva pobreza: “allí
donde existen grandes patrimonios, hay también una gran desigualdad. Por un
individuo muy rico ha de haber quinientos pobres, y la opulencia de pocos supone
la indigencia de muchos”.
En este punto, además, cobra renovado vigor la propuesta de Amartya
Sen, para quien el “poder de crear riqueza” equivaldría a la posibilidad de
“ampliación de las capacidades” del ser humano. No cuentan tanto las cosas que
las personas puedan producir durante sus vidas, sino lo que las cosas hacen por
la vida de las personas. Según Sen,

“el desarrollo debe preocuparse de lo que la gente puede o no hacer, es


decir si pueden vivir más, escapar de la morbilidad evitable, estar bien
alimentados, ser capaces de leer, escribir, comunicarse, participar en
tareas literarias y científicas, etc. En palabras de Marx, se trata de
'sustituir el dominio de las circunstancias y el azar sobre los individuos, por
el dominio de los individuos sobre el azar y las circunstancias'”.

Esta visión de vida conduce, por cierto, a una redistribución profunda de


esas cosas acumuladas en muy pocas manos. Los que nada o muy poco poseen
deben dotarse de las cosas mínimas que les aseguren una vida digna. Lo que se
busca es una convivencia sin miseria, sin discriminación, con un mínimo de cosas
necesarias y sin tener a éstas como la meta final. Esto exige la construcción de
nuevos patrones de consumo coincidentes con la satisfacción de las necesidades
fundamentales (axiológicas y existenciales). Esta es, a no dudarlo, una visión que
ayuda para la construcción del Buen Vivir.
El Buen Vivir, entonces, tiene una trascendencia mayor a la sola
satisfacción de necesidades y acceso a servicios y bienes materiales. En este
contexto, desde la filosofía del Buen Vivir se precisa cuestionar el tradicional
concepto de desarrollo. La acumulación permanente de bienes materiales no tiene
futuro.
Por este motivo resulta inapropiado y altamente peligroso aplicar el
paradigma del desarrollo tal y como es concebido en el mundo occidental. No sólo
que este paradigma no es sinónimo de bienestar para la colectividad, sino que
está poniendo en riesgo la vida misma de la humanidad a través de múltiples
deterioros del equilibrio ecológico global. Desde esa perspectiva, al tan trillado
desarrollo sustentable habría que aceptarlo a lo más como una etapa de tránsito
hacia un paradigma distinto al capitalista, en el que serían intrínsecas las
dimensiones de equidad, libertad e igualdad, incluyendo por supuesto la
sustentabilidad ambiental.
El desarrollo, mejor digámoslo una nueva forma de organización de la
sociedad, visto desde esta perspectiva -planteada de diversa manera por

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connotados tratadistas latinoamericanos: Aníbal Quijano, Manfred Max-Neef,


Antonio Elizalde, Jürgen Schuldt, José Luís Coraggio, entre otros- implica la
expansión de las potencialidades individuales y colectivas, las que hay que
descubrir y fomentar. No hay que desarrollar a la persona, la persona tiene que
desarrollarse. Para lograrlo, como condición fundamental, cualquier persona ha
de tener las mismas posibilidades de elección, aunque no tenga los mismos
medios. El Estado corregirá las deficiencias de los mercados y actuará como
promotor del cambio, en los campos que sea necesario. Y esta nueva forma de
organización de la sociedad, es decir el Buen Vivir, exige equidad, igualdad y
libertad, tanto como camino como objetivo.
El Buen Vivir, más que una declaración constitucional, se presenta,
entonces, como una oportunidad para construir colectivamente una nueva forma
de vida, no simplemente un nuevo régimen de desarrollo. El Buen Vivir constituye
un paso cualitativo importante al pasar del desarrollo y sus múltiples sinónimos, a
una visión diferente, mucho más rica en contenidos y por cierto más compleja.
Su contenido es mucho más que la posibilidad de introducir cambios
estructurales a partir del cumplimiento de los diferentes artículos constitucionales
en donde se anota el término del Buen Vivir. Esta propuesta, siempre que sea
asumida activamente por la sociedad, en tanto recepta las propuestas de amplios
segmentos de la población, incorporando activamente a los pueblos y
nacionalidades indígenas, afroecuatorianos, cholos y montubios, se proyecta con
fuerza en los debates que se desarrollan en el mundo. Dicho en otros términos, la
discusión sobre el Buen Vivir no puede circunscribirse a las realidades andinas.

5. Hacia el Buen Vivir con una nueva arquitectura conceptual

El Buen Vivir, en definitiva, tiene que ver con otra forma de vida, con una
serie de derechos y garantías sociales, económicas y ambientales. También está
plasmado en principios que se caracterizan por promover una relación armoniosa
entre los seres humanos individual y colectivamente, y de estos con la
Naturaleza.
Con el Buen Vivir se pretende buscar opciones de vida digna y sustentable,
que no representen la reedición caricaturizada del estilo de vida occidental y
menos aún sostener estructuras signadas por una masiva inequidad social y
ambiental. Mientras que, por otro lado, habrá que incorporar criterios de
suficiencia antes que sostener la lógica de la eficiencia entendida como la
acumulación material cada vez más acelerada (frente a la cual se rinde la
democracia, como reconoce certeramente Boaventura de Sousa Santos).
Desde esa perspectiva, el Buen Vivir, en tanto nueva forma de vida en
construcción y como parte inherente de un Estado plurinacional, tal como se
aprobó en Montecristi y fue ratificado mayoritariamente por el pueblo ecuatoriano
en un plebiscito el 28 de septiembre del 2008, propone incluso una nueva
arquitectura conceptual. Es decir, se requieren conceptos, indicadores y
herramientas propias, que permitan hacer realidad esa nueva forma de vida
equilibrada entre todos los individuos y las colectividades, con la sociedad y con
la Naturaleza.
Igualmente, con esta propuesta del Buen Vivir, al cuestionar los
tradicionales conceptos del llamado desarrollo, se convoca a construir sistemas de
indicadores propios. Estos nuevos indicadores constituyen una gran oportunidad
no sólo para denunciar las limitaciones y falacias de los sistemas de indicadores
dominantes, que recrean permanentemente nuevas inequidades e
incertidumbres, sino que, al discutir metodologías para calcular de otra manera y
con renovados contenidos otros índices propios del Buen Vivir, se avanzará en el
diseño de nuevas herramientas para intentar medir cuán lejos o cuán cerca
estamos de la construcción democrática de sociedades democráticas y
sustentables. Por cierto que estos indicadores no podrán convertirse en los

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objetivos finales, cuando apenas son herramientas de apoyo, siempre sujetas a


su revisión e incluso sustitución.
En general en todos los espacios del convivir humano se precisa desbrozar
la maleza de términos y conceptos manoseados y desvirtuados de su real
contenido. Con la consolidación del capitalismo, cuando se produjo el divorcio
entre economía y Naturaleza, al ser humano, a la sociedad y a la misma
Naturaleza se les ha instrumentado como simples herramientas de producción.
Eso se replica en el ámbito de las políticas sociales en donde se habla de usuarios
e incluso de clientes de las mismas, eliminando la característica básica sobre la
que deberían desarrollarse: la ciudadanía individual y colectiva, con derechos y
deberes, tal como se ha plasmado a lo largo de la Constitución de Montecristi.
La lista de conceptos y palabras manipuladas es enorme. Eso nos conmina a
recuperar incluso la soberanía conceptual, pues las palabras, para volver al
pensador uruguayo Gudynas, no pueden ser asumidas como inofensivas.

6. La Naturaleza en el centro del debate

La acumulación material -mecanicista e interminable de bienes-,


apoltronada en “el utilitarismo antropocéntrico sobre la Naturaleza”- al decir de
Gudynas-, no tiene futuro. Insistamos, los límites de estilos de vida sustentados
en esta visión ideológica del progreso clásico son cada vez más notables y
preocupantes. Los recursos naturales no pueden ser vistos como una condición
para el crecimiento económico, como tampoco pueden ser un simple objeto de las
políticas de desarrollo. Y por cierto no se puede olvidar que lo humano se realiza
(o debe realizarse) en comunidad; con y en función de otros seres humanos, sin
pretender dominar a la Naturaleza.
Esto nos conduce a aceptar que la Naturaleza, en tanto una construcción
social, es decir en tanto término conceptualizado por los seres humanos, debe ser
reinterpretada y revisada íntegramente. Para empezar la humanidad no está
fuera de la Naturaleza.
Recordemos que desde los albores de la humanidad el miedo a los
impredecibles elementos de la Naturaleza estaba siempre presente en la vida
cotidiana. Poco a poco la ancestral y difícil lucha por sobrevivir se fue
transformando en un desesperado esfuerzo por dominar las fuerzas de la
Naturaleza. Hasta que la visión hoy dominante, que pretende ver al ser humano
por fuera de la Naturaleza, incluso al definir la Naturaleza sin considerar a la
humanidad como parte integral de la misma, abrió la puerta para dominarla y
manipularla. Sir Francis Bacon (1561 - 1626), célebre filósofo renacentista,
plasmó esta ansiedad en un mandato al reclamar que “la ciencia torture a la
Naturaleza, como lo hacía el Santo Oficio de la Inquisición con sus reos, para
conseguir develar el último de sus secretos…”.
El ser humano se organizó para dominar a la Naturaleza. Esto condujo a
una suerte de tajo al nudo gordiano de la vida. Se separó al ser humano de la
Naturaleza, transformándola a ésta en una fuente de negocios aparentemente
inagotable…
Los múltiples procesos de colonización plasmaron en la práctica el
cumplimiento de este mandato de dominación sobre la Naturaleza. Cristóbal
Colón en su histórico viaje en 1492 buscaba especerías, sedas, piedras preciosas
y sobre todo oro, al que menciona 175 veces en su diario de viaje. Según él, “El
oro es excelentísimo; del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto
quiere en el mundo, y llega incluso a llevar las almas al paraíso”. La conquista y
la colonización cristalizaron una explotación inmisericorde de recursos naturales,
con el consiguiente genocidio y posterior incorporación de esclavos provenientes
de África en el naciente mercado global. Y desde entonces se fraguó un esquema

15
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extractivista de exportación de Naturaleza desde las colonias en función de las


demandas de acumulación del capital.4
Alejandro von Humboldt, en su histórico recorrido por tierras americanas,
hace más de doscientos años, visualizó nuevamente nuestra misión exportadora
de Naturaleza. Cuentan que Humboldt -maravillado por la geografía, la flora y la
fauna de la región- veía a sus habitantes como si fueran mendigos sentados
sobre un saco de oro, refiriéndose a sus inconmensurables riquezas naturales no
aprovechadas.
El mensaje de Humboldt encontró una interpretación teórica en el
renombrado libro de David Ricardo “Principios de Economía Política y Tributación”
(1817). Ricardo recomendaba que un país debiera especializarse en la producción
de aquellos bienes con ventajas comparativas o relativas, y adquirir de otro
aquellos bienes en los que tuviese una desventaja comparativa. Según él,
Inglaterra, en su ejemplo, debía especializarse en la producción de telas y
Portugal en vino… Sobre esta base se construyó la base fundamental de la teoría
del comercio exterior, sin mencionar que se trataba de una imposición imperial.5
Conseguida la Independencia de España los países de América Latina
siguieron exportando recursos naturales, es decir Naturaleza. Y esa visión de
dominación sobre la Naturaleza se mantiene vigente (como que se tratara de un
ADN insuperable) hasta hoy día en muchos sectores de la sociedad, sobre todo a
nivel gubernamental, inclusive en los considerados como regímenes progresistas
de la región. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ante los racionamientos de
energía eléctrica provocados por el prolongado estiaje y la ausencia de respuestas
oportunas, considerándolos como el producto de una adversidad ambiental,
declaró públicamente en una de sus alocuciones sabatinas, que “si la Naturaleza
con esta sequía se opone a la revolución ciudadana, lucharemos y juntos la
venceremos, tengan la seguridad” (7 de noviembre 2009).
Incluso la ilusión del extractivismo todopoderoso, plasmado hace más de
dos siglos por Alejandro Von Humboldt, sigue vigente. El mismo presidente
Correa, en su informe a la nación, el 15 de enero del año 2009, para defender la
Ley de Minería usó la misma metáfora que el connotado naturalista y geógrafo
alemán:

“No daremos marcha atrás en la Ley de Minería, porque el desarrollo


responsable de la minería es fundamental para el progreso del país. No
podemos sentarnos como mendigos en el saco de oro”. 6

4
El espíritu dominante de esa época se plasmó en el “descubrimiento” económico del Amazonas,
cuando en 1640, el padre Cristóbal de Acuña, enviado del rey de España para investigar qué riquezas
había en los territorios “descubiertos” por Francisco de Orellana (1540), encontró una gran riqueza en
la Amazonía: maderas, cacao, azúcar, tabaco, minas, oro... recursos que aún alientan el accionar de
los diversos intereses de acumulación nacionales y transnacionales.
5
Esta división del trabajo aparece en el acuerdo de Methuen firmado en Lisboa el 27 de diciembre de
1703 entre Portugal e Inglaterra. En dicho acuerdo se establecía que los portugueses comprarían
paños y productos textiles a Inglaterra y, como contrapartida, los británicos concederían trato de
favor (exenciones tributarias, menos aranceles portuarios...) a los vinos procedentes de Portugal. Los
ingleses se aseguraron para sus textiles, base de su naciente poderío industrial, el mercado de
Portugal y sus colonias. Al frente de las negociaciones estuvieron el embajador inglés John Methuen y
Manuel Teles da Silva, marqués de Alegrete, por Portugal.
6
Algo similar expresó el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, ante la propuesta
de no ampliar la frontera petrolera en Bolivia. El respondió en forma enérgica, “¿de qué, entonces, es
que va a vivir Bolivia, si algunas ONG dicen ‘Amazonia sin petróleo’ (...) Están diciendo, en tres
palabras, que el pueblo boliviano no tenga plata, que no haya regalías, pero también van diciendo que
no haya el bono Juancito Pinto, ni la Renta Dignidad, ni el bono Juana Azurduy”. La respuesta del
presidente Alan García ante las protestas de indígenas amazónicos contrarios a actividades
extractivistas no puede ser más decidora: “Ya está bueno, estas personas no tienen corona, no son
ciudadanos de primera clase que puedan decirnos 400 mil nativos a 28 millones de peruanos `tú no
tienes derecho de venir por aquí´, de ninguna manera, eso es un error gravísimo y quien piense de
esa manera quiere llevarnos a la irracionalidad y al retroceso primitivo.” Declaraciones de Alan García
el 5 de junio del 2009. http://www.peru.com/noticias/portada20090605/37781/Presidente-Alan-
Garcia-advierte-a-nativos-Ya-esta-bueno-de-protestas, 22.06.09.

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La Naturaleza sigue siendo asumida como “capital natural” a ser domado,


explotado y por cierto mercantilizado.
Para empezar a enfrentar este añejo mensaje, sostenido en un divorcio
profundo de la economía y la Naturaleza, hay que rescatar las verdaderas
dimensiones de la sustentabilidad. Esta exige una nueva ética para organizar la
vida misma. Se precisa reconocer los límites físicos del desarrollo convencional.
La realidad nos demuestra hasta la saciedad que la Naturaleza tiene límites. Y
esos límites, aceleradamente alcanzados por los estilos de vida antropocéntricos,
particularmente exacerbados por las demandas de acumulación del capital, son
cada vez más notables e insostenibles.
La tarea es simple y a la vez en extremo compleja. En lugar de mantener el
divorcio entre la Naturaleza y el ser humano, la tarea pasa por propiciar su
reencuentro, algo así como atar el nudo gordiano roto por la fuerza de una
concepción de vida que resultó depredadora y por cierto intolerable.7 Para lograr
esta transformación civilizatoria, la desmercantilización de la Naturaleza se perfila
como indispensable. Los objetivos económicos deben estar subordinados a las
leyes de funcionamiento de los sistemas naturales, sin perder de vista el respeto
a la dignidad humana y la mejoría de la calidad de vida de las personas. El
crecimiento económico es apenas un medio, no un fin.
En este nuevo contexto la economía debe echar abajo todo el andamiaje
teórico que vació

“de materialidad la noción de producción y (separó) ya por completo el


razonamiento económico del mundo físico, completando así la ruptura
epistemológica que supuso desplazar la idea de sistema económico, con su
carrusel de producción y crecimiento, al mero campo del valor” (José
Manuel Naredo 2009).

Y por último no nos olvidemos que

“las así llamadas leyes económicas no son leyes eternas de la Naturaleza,


sino leyes históricas que aparecen y desaparecen” (Friedrich Engels).8

Escribir ese cambio histórico es el mayor reto de la humanidad si es que no


se quiere poner en riesgo la existencia misma del ser humano sobre la tierra.

7. Los Derechos Humanos y los Derechos de la Naturaleza se


complementan

Los Derechos de la Naturaleza son vistos como un “galimatías conceptual”


por los conservadores del derecho (¿defensores de los privilegios de las
oligarquías?), en esencia incapaces de entender los cambios en marcha. A ellos
les resulta difícil comprender que el mundo está en movimiento permanente. A lo
largo de la historia legal, cada ampliación de los derechos fue anteriormente
impensable. La emancipación de los esclavos o la extensión de los derechos a los
afroamericanos, a las mujeres y a los niños y niñas fueron una vez rechazadas
por ser consideradas como un absurdo. Se requería que se reconozca “el derecho
de tener derechos” y se requería también un esfuerzo político para cambiar
aquellas leyes que negaban esos derechos.
La liberación de la Naturaleza de esta condición de sujeto sin derechos o de
simple objeto de propiedad, exige un esfuerzo político que le reconozca como

7
Bruno Latour: “Se trata de volver a atar el nudo gordiano atravesando, tantas veces como haga
falta, el corte que separa los conocimientos exactos y el ejercicio del poder, digamos la naturaleza y la
cultura”. El aporte de Latour plantea profundos debates en la antropología sobre la división entre
Naturaleza en singular y las culturas en plural. Empalmando las dos, la política cobra una renovada
actualidad.
8
En carta a Friedrich Albert Lange (29-3-1865).

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sujeto de derechos. Este aspecto es fundamental si aceptamos que, como


afirmaba Arnes Naess, el padre de la ecología profunda, “todos los seres vivos
tienen el mismo valor”. Esta lucha de liberación es, ante todo, un esfuerzo
político que empieza por reconocer que el sistema capitalista destruye sus propias
condiciones biofísicas de existencia.9
Dotarle de Derechos a la Naturaleza significa, entonces, alentar
políticamente su paso de objeto a sujeto, como parte de un proceso centenario de
ampliación de los sujetos del derecho, como recordaba ya en 1988 Jörg
Leimbacher, jurista suizo. Lo central de los Derechos de la Naturaleza, de acuerdo
al mismo Leimbacher, es rescatar el “derecho a la existencia” de los propios seres
humanos.
Más allá de que la Naturaleza forma parte activa de la cosmovisión indígena,
en la que los seres humanos están inmersos en la Naturaleza, la idea de dotarle
de derechos a la Naturaleza tiene antecedentes incluso en el mundo occidental.
Esta tesis ya fue recogida por Italo Calvino en el siglo XIX, cuando el barón
Cosimo Piovasco de Rondò, conocido como “el barón de los árboles”, durante la
Revolución Francesa propuso un

“proyecto de Constitución para un ente estatal republicano con la


Declaración de los Derechos Humanos, de los derechos de las
mujeres, de los niños, de los animales domésticos y de los animales
salvajes, incluyendo pájaros, peces e insectos, así como plantas,
sean éstas árboles o legumbres y yerbas”. 10

La vigencia de los Derechos de la Naturaleza plantea cambios profundos.


Gudynas es claro al respecto, hay que transitar del actual antropocentrismo al
biocentrismo. Tránsito que exige un proceso sostenido y plural. La tarea, al decir
de Roberto Guimaraes, es organizar la sociedad y la economía preservando la
integridad de los procesos naturales, garantizando los flujos de energía y de
materiales en la biosfera, sin dejar de preservar la biodiversidad del planeta. Un
proceso político en esencia, pues es imposible obviar “que no ha habido un
cambio social que permita ignorar la cuestión del poder”. (Manuel Sacristán)
Esta definición pionera a nivel mundial de que la Naturaleza es sujeto de
derechos es una respuesta de vanguardia frente a la actual crisis civilizatoria,
cuando se acepta cada vez más la imposibilidad de continuar con el modelo
industrialista y depredador basado en la lucha de los humanos contra la
Naturaleza. No va más la identificación del bienestar y la riqueza como
acumulación de bienes materiales, con las consecuentes expectativas de
crecimiento y consumo ilimitados. En este sentido es necesario reconocer que los
instrumentos disponibles para analizar estos asuntos ya no sirven. Son
instrumentos que naturalizan y convierten en inevitable este patrón civilizatorio.
Son conocimientos de matriz colonial y eurocéntrica, como acertadamente
reconoce el venezolano Edgardo Lander.
Al reconocer a la Naturaleza como sujeto de derechos, en la búsqueda de ese
necesario equilibrio entre la Naturaleza y las necesidades y derechos de los seres
humanos, enmarcados en el principio del Buen Vivir, se supera la clásica versión
constitucional. Y para lograrlo nada mejor que diferenciar los Derechos Humanos
de los Derechos de la Naturaleza, tal como lo plantea Gudynas.

9
Valga tener presente que los oprimidos, como proponía Paulo Freire, en su Pedagogía del Oprimido,
tienen “una gran tarea histórica: liberarse así mismos y liberar a sus opresores”.
10
Traducción del alemán realizada por el autor de este artículo. Ver el libro de Jörg Leimbacher; Die
Rechte del Natur (Los Derechos de la Naturaleza), Basilea y Frankfurt am Main, 1988. Hay que anotar
que éste y cada vez más textos sobre esta materia llegan a manos del autor de estas líneas como
consecuencia de la expedición de la Constitución de Montecristi. Es más, con varios especialistas en
temas constitucionales, con capacidad para abrir la mente y entender la trascendencia de estas
propuestas, se está trabajando en lo que, en un futuro no muy lejano, podría ser la Declaración
Universal de los Derechos de la Naturaleza.

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En los Derechos Humanos el centro está puesto en la persona. Se trata de


una visión antropocéntrica. En los derechos políticos y sociales, es decir de
primera y segunda generación, el Estado le reconoce a la ciudadanía esos
derechos, como parte de una visión individualista e individualizadora de la
ciudadanía. En los derechos económicos, culturales y ambientales, conocidos
como derechos de tercera generación, se incluye el derecho a que los seres
humanos gocen de condiciones sociales equitativas y de un medioambiente sano
y no contaminado. Se procura evitar la pobreza y el deterioro ambiental que
impacta negativamente en la vida de las personas.
Los derechos de primera generación se enmarcan en la visión clásica de la
justicia: imparcialidad ante la ley, garantías ciudadanas, etc. Para cristalizar los
derechos económicos y sociales se da paso a la justicia re-distributiva o justicia
social, orientada a resolver la pobreza. Los derechos de tercera generación
configuran, además, la justicia ambiental, que atiende sobre todo demandas de
grupos pobres y marginados en defensa de la calidad de sus condiciones de vida
afectada por destrozos ambientales. En estos casos, cuando hay daños
ambientales, los seres humanos pueden ser indemnizados, reparados y/o
compensados.
En los Derechos de la Naturaleza el centro está puesto en la Naturaleza, que
incluye por cierto al ser humano. La Naturaleza vale por sí misma,
independientemente de la utilidad o usos del ser humano. Esto es lo que
representa una visión biocéntrica. Estos derechos no defienden una Naturaleza
intocada, que nos lleve, por ejemplo a dejar de tener cultivos, pesca o ganadería.
Estos derechos defienden mantener los sistemas de vida, los conjuntos de vida.
Su atención se fija en los ecosistemas, en las colectividades, no en los individuos.
Se puede comer carne, pescado y granos, por ejemplo, mientras me asegure que
quedan ecosistemas funcionando con sus especies nativas.
A los Derechos de la Naturaleza se los llama derechos ecológicos para
diferenciarlos de los derechos ambientales de la opción anterior. En la nueva
Constitución ecuatoriana -no así en la boliviana- estos derechos aparecen en
forma explícita como Derechos de la Naturaleza, así como también en tanto
derechos para proteger las especies amenazadas y las áreas naturales o restaurar
las áreas degradadas.
En este campo, la justicia ecológica pretende asegurar la persistencia y
sobrevivencia de las especies y sus ecosistemas, como conjuntos, como redes de
vida. Esta justicia es independiente de la justicia ambiental. No es de su
incumbencia la indemnización a los humanos por el daño ambiental. Se expresa
en la restauración de los ecosistemas afectados. En realidad se deben aplicar
simultáneamente las dos justicias: la ambiental para las personas, y la ecológica
para la Naturaleza.
Siguiendo con las reflexiones de Gudynas, los Derechos de la Naturaleza
necesitan y a la vez originan otro tipo de definición de ciudadanía, que se
construye en lo social pero también en lo ambiental. Ese tipo de ciudadanías son
plurales, ya que dependen de las historias y de los ambientes, acogen criterios de
justicia ecológica que superan la visión tradicional de justicia.11
De los Derechos de la Naturaleza se derivan decisiones trascendentales en
la Constitución ecuatoriana. Uno clave tiene que ver con procesos de
desmercantilización de la Naturaleza, como han sido la privatización del agua o la
introducción de criterios mercantiles para comercializar los servicios
ambientales.12
El agua, para mencionar un tema, es asumida como un derecho humano
fundamental, que cierra la puerta a su privatización. En concreto se reconoce el
agua como patrimonio nacional estratégico de uso público, dominio inalienable e

11
Gudynas denomina a estas ciudadanías como “meta-ciudadanías ecológicas”.
12
“Los servicios ambientales no serán susceptibles de apropiación; su producción, prestación, uso y
aprovechamiento serán regulados por el Estado”, reza el artículo 74 de la Constitución.

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imprescriptible del Estado, en tanto constituye un elemento vital para la


Naturaleza y para la existencia de los seres humanos. Así la Constitución plantea
prelaciones en el uso del agua: consumo humano, riego para la producción de
alimentos, caudal ecológico y actividades productivas, en ese orden. 13
La soberanía alimentaria, que incorpora la protección del suelo y el uso
adecuado del agua, que representa un ejercicio de protección a los millares de
campesinos que viven de su trabajo, se transforma en eje conductor de las
políticas agrarias e incluso de recuperación del verdadero patrimonio nacional: su
biodiversidad. En la Constitución incluso se plasma la necesidad de conseguir la
soberanía energética, sin poner en riesgo la soberanía alimentaria o el equilibrio
ecológico.
En este empeño hay que configurar una estrategia de acción que empiece
por identificar primero los mega-derechos (Derechos Humanos, Derechos de la
Naturaleza y el Buen Vivir, especialmente) y luego los meta-derechos (el agua, la
soberanía alimentaria, la biodiversidad, la soberanía energética). Teniendo un
marco referencial constitucional transformador como el de Montecristi habrá que
enfrentar democráticamente la lucha por la vida, que es lo que está realmente en
juego.

Estos planteamientos ubican con claridad por dónde debería marchar la


construcción de una nueva forma de organización de la sociedad, si realmente
ésta pretende ser una opción de vida, en tanto respeta la Naturaleza. En la
Constitución ecuatoriana del año 2008, al reconocer los Derechos de la
Naturaleza, es decir entender a la Naturaleza como sujeto de derechos, y sumarle
el derecho a ser restaurada cuando ha sido destruida, se dio un paso sustantivo.
Igualmente trascendente fue la incorporación del término Pacha Mama, como
sinónimo de Naturaleza, en tanto reconocimiento de plurinacionalidad e
interculturalidad.
No será fácil cristalizar estas transformaciones. Sobre todo en la medida
que éstas afectan los privilegios de los círculos de poder nacionales y
transnacionales, que harán lo imposible para tratar de detener este proceso de
cambios. Una situación que, lamentablemente, también se nutre de algunas
acciones y decisiones del gobierno del presidente Rafael Correa, quien alentó con
entusiasmo el proceso constituyente y la ratificación popular de la Constitución de
Montecristi. Sin embargo, su gobierno y su bloque parlamentario no inician aún la
conformación de un Estado plurinacional. Es más, con la aprobación de algunas
leyes, por ejemplo la ley de minería o la ley de soberanía alimentaria, expedidas
en el año 2009, en una suerte de contrarevolución legal, atentan contra varios de
los principios constitucionales.
En suma, está en juego el Buen Vivir, base del Estado plurinacional e
intercultural, relacionado estrechamente con los Derechos de la Naturaleza. Y
estos derechos, imbricados cada vez más con los Derechos Humanos, nos
conminan a construir democráticamente sociedades sustentables, a partir de
ciudadanías plurales pensadas también desde lo ambiental.

8. Hacia la construcción de una economía solidaria

El valor básico de la economía, en un régimen de Buen Vivir, es la


solidaridad. Por lo tanto se busca una economía distinta a la actual, caracterizada

13
En tanto derecho humano se superó la visión mercantil del agua y se recuperó la del “usuario”, es
decir la del ciudadano y de la ciudadana, en lugar del “cliente”, que se refiere solo a quien puede
pagar. En tanto bien nacional estratégico, se rescató el papel del Estado en el otorgamiento de los
servicios de agua; papel en el que el Estado puede ser muy eficiente, tal como se ha demostrado en la
práctica. En tanto patrimonio se pensó en el largo plazo, es decir en las futuras generaciones,
liberando al agua de las presiones cortoplacistas del mercado y la especulación. Y en tanto
componente de la Naturaleza, se reconoció en la Constitución de Montecristi la importancia de agua
como esencial para la vida de todas las especies, que hacia allá apuntan los Derechos de la
Naturaleza.

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por la búsqueda de la libre competencia, que anima al canibalismo económico


entre seres humanos y que alimenta la especulación financiera. A partir de la
definición constitucional de una economía social y solidaria se aspira a construir
relaciones de producción, de intercambio y de cooperación que propicien la
suficiencia (más que la sola eficiencia) y la calidad, sustentadas en la solidaridad.
Se habla de productividad y competitividad sistémicas, es decir medibles en
avances de la colectividad y no sólo de individualidades sumadas muchas veces
en forma arbitraria.
El ser humano, al ser el centro de la atención, es el factor fundamental de la
economía. Y en ese sentido, rescatando la necesidad de fortalecer y dignificar el
trabajo, se proscribe cualquier forma de precarización laboral, como la
tercerización. El incumplimiento de las normas laborales puede ser penalizado y
sancionado. Por otro lado se prohíbe toda forma de persecución a los
comerciantes y los artesanos informales.
El mercado por sí solo no es la solución, tampoco lo es el Estado. El
subordinar el Estado al mercado, conduce a subordinar la sociedad a las
relaciones mercantiles y al egolatrismo individualista. Lejos de una economía
sobredeterminada por las relaciones mercantiles, se promueve una relación
dinámica y constructiva entre mercado, Estado y sociedad. Se busca construir
una sociedad con mercados en plural, para no tener una sociedad de mercado, es
decir mercantilizada. No se quiere una economía controlada por monopolistas y
especuladores. Tampoco se promueve una visión estatista a ultranza de la
economía.
Los mercados requieren una reconceptualización política, que conduzca a
regulaciones adecuadas. Los mercados reflejan relaciones sociales sujetas a las
necesidades de los individuos y las colectividades. Los mercados deben ser
entendidos como espacios de intercambio de bienes y servicios en función de la
sociedad y no sólo del capital. Es más,

“el buen funcionamiento de los mercados, para los fines instrumentales que
la sociedad les asigna, exige que no sean completamente libres. Los
mercados libres nunca han funcionado bien y han acabado en catástrofes
económicas de distinta naturaleza”. Sin un marco legal y social adecuado,
“los mercados pueden ser totalmente inmorales, ineficientes, injustos y
generadores del caos social”, nos recuerda el economista español Luis de
Sebastián.

De ninguna manera se puede creer que todo el sistema económico debe


estar inmerso en la lógica dominante de mercado, pues hay otras muchas
relaciones que se inspiran en otros principios de indudable importancia; por
ejemplo, la solidaridad para el funcionamiento de la seguridad social o las
prestaciones sociales, pero también en otros ámbitos como el de la alimentación,
la salud o la vivienda. Similar reflexión se podría hacer para la provisión de
educación pública, defensa, transporte público, servicios de banca central y otras
funciones que generan bienes públicos que no se producen y regulan a través de
la oferta y la demanda. No todos los actores de la economía, por lo demás,
actúan movidos por el lucro.
Por lo tanto, siguiendo el pensamiento del gran pensador Karl Polanyi -“el
mercado es un buen sirviente, pero un pésimo amo”-, al mercado hay que
organizarlo y controlarlo, pero no asumirlo como mecanismo de dominación. El
Estado deberá, en definitiva, ser ciudadanizado, mientras que los mercados
habrán de ser civilizados, lo que, en ambos casos, implica una creciente
participación de la sociedad.14

14
Fernand Braudel, el gran historiador francés de los Annales, reconoció oportunamente que el
capitalismo no es un sinónimo de economía de mercado, por el contrario, le veía incluso como el
“anti-mercado”- Allí los empresarios -con diversos grados de prácticas monopolistas- no se comportan
como el empresario típico-ideal de la teoría económica convencional. Braudel entendía al capitalismo

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Para enfrentar la gravedad de los problemas existentes en la economía hay


que desarmar las visiones simplificadoras y compartamentalizadas. El éxito o el
fracaso no es solo una cuestión de recursos físicos sino que depende
decisivamente de las capacidades de organización, participación e innovación de
los habitantes del país. Existen sobradas razones para afirmar que un factor de
estrangulamiento para asegurar el Buen Vivir radica en la ausencia de políticas e
instituciones15 que permitan fortalecer e impulsar las capacidades humanas de
cada una de las culturas existentes.
Está claro que no está en juego simplemente un proceso de acumulación
material. Se precisan respuestas políticas que hagan posible un proceso de
construcción sustentado en la vigencia de los derechos fundamentales (Derechos
Humanos y Derechos de la Naturaleza), como base para una sociedad solidaria,
en el marco de instituciones que aseguren la vida.
Con la Constitución de Montecristi, se persigue una economía que garantice
el derecho de propiedad bien habida. Pero sobre todo el derecho a la propiedad
de quienes nada o muy poco tienen. Esta nueva economía consolida el principio
del monopolio público sobre los recursos estratégicos, pero a su vez establece
una dinámica de uso y aprovechamiento de esos recursos desde una óptica
sustentable, con la necesidad de disponer de mecanismos de regulación y control
en la prestación de los servicios públicos. Igualmente considera diversas formas
de hacer economía: estatal, pública, privada, mixta, comunitaria, asociativa,
cooperativa… Además, habría que incorporar creativamente las diversas
instituciones de producción e intercambio indígenas: minga, maquipurarina,
maquimañachina, ranti-ranti, uniguilla, uyanza, chucchina, etc. Su connotación y
vigencia podrían ser analizadas y hasta recuperadas si lo que se quiere es
potenciar las raíces culturales de una sociedad tan diversa y culturalmente rica
como la ecuatoriana.
Lo que se busca es ampliar la base de productores y propietarios, sobre
todo colectivos, en un esquema de economía solidaria que articule activa y
equitativamente a todos los segmentos productivos. En esta línea de reflexión
habrá que fortalecer los esquemas de cogestión en todo tipo de empresas, para
que los trabajadores y las trabajadoras sean también actores decisivos en la
conducción de sus diversas unidades productivas.
La redistribución de la riqueza (de la tierra y del agua, por ejemplo) y la
distribución del ingreso, con criterios de equidad, así como la democratización en
el acceso a los recursos económicos, como son los créditos, están en la base de
esta economía solidaria. Así, las finanzas deben cumplir un papel de apoyo al
aparato productivo y no ser más simples instrumentos de acumulación y
concentración de la riqueza en pocas manos; realidad que alienta la especulación
financiera. Los bancos, por lo tanto, en un plazo perentorio, tendrán que
desligarse de todas sus empresas no vinculadas a la actividad financiera,
incluyendo sus medios de comunicación.
La Constitución propone también la construcción de una nueva arquitectura
financiera, en donde los servicios financieros son de orden público. Allí se
reconoce a las finanzas populares como promotoras del desarrollo y se incentiva
la creación de una banca pública de fomento, como aglutinadora del ahorro
interno e impulsadora de economías productivas de características más solidarias.
Un tratamiento preferente a las cooperativas de ahorro y crédito, así como a las
diversas formas de ahorro popular, también está reconocido constitucionalmente.

como el visitante furtivo que entra por la noche y se roba algo, en este caso entró en la economía
mediterránea y se apropió del mercado. En el mundo indígena, mucho antes de que lleguen los
conquistadores, los mercados estaban presentes (y sigue presente), en tanto construcción social con
prácticas de solidaridad y reciprocidad, muy alejadas de lo que sería posteriormente la imposición del
capitalismo metropolitano.
15
Conjunto de normas y reglas emanadas de la propia sociedad, que configuran el marco referencial
de las relaciones humanas.

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Esta Constitución, la más ecuatoriana de toda la historia, que ofrece una


categórica propuesta de descentralización y autonomías, sobre bases de
solidaridad y equidad, abre la puerta también a la integración regional. Sin la
integración de los pueblos de Nuestra América Latina, elevada a la categoría de
objetivo constitucional, no hay desarrollo. Ese es un paso fundamental para que
los pueblos de la región puedan insertarse con dignidad e inteligencia en el
contexto mundial.

9. En camino hacia profundas transformaciones sociales

En lo social, se priorizaron las inversiones en educación y salud.16 En tanto


derechos humanos, la educación y la salud serán servicios gratuitos; se incluyó
específicamente la gratuidad de la educación en el nivel universitario. La
gratuidad en el acceso a la justicia es otro de los derechos consagrados en la
Constitución. Se aprobó la universalidad de la seguridad social, de ninguna
manera su privatización. Todo este esfuerzo en lo social se complementa con una
serie de disposiciones para superar tanto el machismo como el racismo, así como
toda forma de exclusión social.
Todas las personas tienen por igual derecho a una vida digna, que asegure
la salud, alimentación y nutrición, agua potable, vivienda, saneamiento
ambiental, educación, trabajo, empleo, descanso y ocio, cultura física, vestido,
seguridad social y otros servicios sociales necesarios Todos estos derechos, para
su cumplimiento, exigirán ajustes en la distribución de la riqueza y del ingreso,
puesto que su vigencia no sólo puede estar garantizada por la existencia de
cuantiosos ingresos obtenidos por la exportación de recursos naturales, como
petróleo. Los derechos deben ser garantizados por la sociedad para todos sus
miembros, en cualquier tiempo o circunstancia, no sólo cuando hay excedentes
financieros.
En el nuevo texto constitucional existe una sección completa sobre derechos
y garantías para personas con discapacidades, que constituyen, además, una
temática transversal a toda la Constitución.
En esta carta magna se consolidan los derechos de los y las emigrantes. No
sólo que podrán votar en las elecciones nacionales y que tendrán representantes
a la Asamblea Nacional, elegidos por ellos, sino que podrán impulsar varias
iniciativas políticas, inclusive de ley. El Estado generará incentivos al retorno del
ahorro y de los bienes de las personas migrantes, para que dichos recursos se
orienten hacia la inversión productiva de calidad decidida por los propios
emigrantes. También se estimulará su afiliación voluntaria al Instituto
Ecuatoriano de Seguridad Social; para lograrlo se contará con el aporte de las
personas domiciliadas en el exterior.
En un gesto de coherencia con la defensa de los derechos de los
compatriotas en el exterior, esta Constitución asegura similares derechos a los
extranjeros y a los nacionales: los extranjeros que tengan residencia de cinco
años en el Ecuador -por ejemplo- podrán ejercer el derecho al voto, sin necesidad
de acuerdos bilaterales con sus países de origen; no podrán ser devueltos o
expulsados a un país donde su vida, libertad, seguridad o integridad o la de sus
familiares peligren por causa de su etnia, religión, nacionalidad, ideología,
pertenencia a determinado grupo social, o por sus opiniones políticas. En esa
línea de compromiso se prohíbe la expulsión de colectivos de extranjeros. Los
procesos migratorios deberán ser singularizados.
Como se deja constancia en el párrafo anterior, no se espera a que cambie
el mundo para recién entonces avanzar en el campo de la migración, se actúa
para provocar el cambio del mundo…

16
Cumpliendo el mandato popular de fines del 2006, se destinará anualmente al menos 6% y 4% del
PIB, por lo menos, para educación y salud, respectivamente.

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En sintonía con estas propuestas en el ámbito de la movilidad humana se


impulsa el principio de ciudadanía universal, la libre movilidad de todos los
habitantes del planeta y el progresivo fin de la condición de extranjero como
elemento transformador de las relaciones desiguales entre los países,
especialmente Norte-Sur. Para lograrlo se promueve la creación de la ciudadanía
latinoamericana y caribeña; la libre circulación de las personas en dicha región; la
instrumentación de políticas que garanticen los derechos humanos de las
poblaciones de frontera y de los refugiados; y, la protección común de los
latinoamericanos y caribeños en los países de tránsito y destino migratorio.
La Constitución declara al Ecuador como un territorio de paz, en donde no
podrán asentarse fuerzas militares extranjeras con fines bélicos, ni ceder bases
militares nacionales a soldados foráneos.
Con esta Constitución, a diferencia del pensamiento neoliberal, se quiere
recuperar lo público, lo universal, lo gratuito, la diversidad, como elementos de
una sociedad que busca sistemáticamente la libertad, la igualdad y la equidad, así
como la solidaridad en tanto elementos rectores del Buen Vivir. En su articulado,
más allá de las simples interpretaciones que hacen algunos constitucionalistas
frustrados, encontramos borradores de una utopía por construir. Una utopía que
implica la crítica de la realidad desde los principios plasmados en la Constitución
de Montecristi. Una utopía que, al ser un proyecto de vida en común, nos dice lo
que debe ser. Una opción alternativa imaginaria, políticamente conquistada, a ser
ejecutada por la acción de la sociedad.

10. Las equidades como base del Buen Vivir

Las equidades, tanto como la igualdad y la libertad, así como la justicia


social (productiva y distributiva), tanto como la ambiental están en la base del
Buen Vivir (sumak kausay). Las equidades, basadas en la búsqueda de la
“igualdad sustantiva” (István Mészáros), entonces, tendrían que venir como
resultado de un proceso que reduzca dinámica y solidariamente las desigualdades
e inequidades existentes.
Desde esta perspectiva, no simplemente se propicia la redistribución por la
redistribución, sino que se propone transformar a la equidad socioeconómica en un
sostén del aparato productivo y en un revitalizador cultural de la sociedad. Las
desigualdades y inequidades, no lo olvidemos, terminan por conculcar los
Derechos Humanos y por minar las bases de la democracia. Y esta limitación
agudiza, a su vez, las inequidades y las desigualdades, en tanto éstas asoman en
la base de la violación de dichos derechos.
Como se desprende de muchas experiencias históricas, ha sido necesario
disponer de niveles de distribución de la renta y la riqueza nacionales mucho más
equitativos para propiciar incluso la constitución de mercados dinámicos, que
ayuden a impulsar el crecimiento económico; sin que con esto se esté asumiendo
como un objetivo último propiciar dicho crecimiento.
Para empezar el concepto mismo de crecimiento económico debe ser
reubicado en una dimensión adecuada. Crecimiento económico no es sinónimo de
desarrollo. Valga traer a colación la visión crítica del crecimiento económico que
tiene Amartya Sen, Premio Nobel de Economía de 1997. Para reforzar la necesidad
de una visión más amplia, superadora de los estrechos márgenes cuantitativos del
economicismo, él afirma

“que las limitaciones reales de la economía tradicional del desarrollo


no provinieron de los medios escogidos para alcanzar el crecimiento
económico, sino de un reconocimiento insuficiente de que ese
proceso no es más que un medio para lograr otros fines. Esto no
equivale a decir que el crecimiento carece de importancia. Al
contrario, la puede tener, y muy grande, pero si la tiene se debe a
que en el proceso de crecimiento se obtienen otros beneficios

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asociados a él. (…) No sólo ocurre que el crecimiento económico es


más un medio que un fin; también sucede que para ciertos fines
importantes no es un medio muy eficiente".

En este punto, a partir de los cuestionamiento realizados por Sen al


crecimiento, cabría incluso recuperar aquellas propuestas que propician el
decrecimiento o del crecimiento estacionario, como las planteadas por Enrique
Leff, Serge Latouche y otros tantos.17 Son aleccionadoras las palabras de un
partidario temprano del crecimiento “cero” como John Stuart Mill (1848), quien

“confirmo que no me gusta el ideal de vida que defienden aquellos


que creen que el estado normal de los seres humanos es una lucha
incesante por avanzar y que aplastar, dar codazos y pisar los talones
a quien va delante, característicos del tipo de sociedad actual, e
incluso que constituyen el género de vida más deseable para la
especie humana... No veo que haya motivo para congratularse de
que personas que son ya más ricas de lo que nadie necesita ser,
hayan doblado sus medios de consumir cosas que producen poco o
ningún placer, excepto como representativos de riqueza; sólo en los
países atrasados del mundo es todavía el aumento de producción un
asunto importante; en los más adelantados lo que se necesita desde
el punto de vista económico es una mejor distribución. (...) Entre
tanto debe excusársenos a los que no aceptamos esta etapa muy
primitiva del perfeccionamiento humano como el tipo definitivo del
mismo, por ser escépticos con respecto a la clase de progreso
económico que excita las congratulaciones de los políticos ordinarios:
el aumento puro y simple de la producción y de la acumulación”.

Además, la experiencia nos muestra que no hay necesariamente una relación


unívoca entre crecimiento y equidad, así como tampoco entre crecimiento y
democracia. Un tema por demás oportuno y complejo. Muchas veces se ha
pretendido legitimar los comportamientos de las dictaduras como espacios
políticos propicios para acelerar el crecimiento económico.
De todas maneras, aún si sólo desearíamos potenciar el crecimiento
económico como eje del desarrollo, no podemos aceptar aquel mensaje
aparentemente cargado de lógica, que recomienda primero crear “la torta”, antes
de repartirla. Distribuir la riqueza, antes de ampliarla, sería muy grave, afirman los
neoliberales. Según su visión, se estaría distribuyendo pobreza. Por lo tanto,
dentro de la lógica económica neoliberal, se persigue garantizar una tasa de
rentabilidad mayor. Solo así se podría ahorrar lo suficiente para financiar nuevas
inversiones. Y estas inversiones, a la postre, generarían un mayor producto que
beneficiaría a la sociedad en su conjunto, a través de una mayor cantidad de
empleo y de ingresos.
Detrás de la fuerza aparente indiscutible de esta “teoría del pastelero” está
toda una concepción política de la distribución de la renta y de la riqueza, que ha
viabilizado un sistema casi institucionalizado que impide la distribución, incluso en
períodos de crecimiento económico. El mayor crecimiento económico, por lo
demás, no garantiza una redistribución del excedente. Por el contrario, los que
más tienen son los que se disputan a dentelladas el excedente, dejando en el
mejor de los casos migajas para los grupos marginados.
Esta separación entre producción y distribución secuencial, que ofrecen los
“pasteleros” neoliberales, no es dable en los procesos económicos, que como tales
están inseparablemente inmersos dentro de la trama social y ambiental. En éstos
no hay dicha secuencia temporal. En los sistemas de producción no es posible

17
Aquí se podría rescatar otras visiones que enriquecen el debate, como las de “convivialidad” de Iván
Ilich, o de la “ecología profunda” de Arne Naes.

25
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generar riqueza sin que se produzca alguna forma de distribución de la misma, sea
por la vía de las utilidades o de los salarios, de la renta o de las pensiones.
Distribución que a su vez incide en las decisiones productivas. Lo que cuenta es
cómo las condiciones de la producción y la distribución se potencian
recíprocamente, no como pueden independizarse. Pero sobre todo, no es posible
seguir manteniendo el divorcio entre producción y Naturaleza; ésta tiene límites
que comienzan a ser peligrosamente superados… la vida del ser humano en el
planeta está en riesgo, ya no cabe la menor duda al respecto.
La reducción sustantiva de la pobreza y la inequidad, el logro de crecientes
grados de libertad y la vigencia de los Derechos Humanos pasarían, entonces, por
una redistribución a favor de los pobres y marginados, en detrimento de la
excesiva concentración de la riqueza y el poder en pocas manos. Una opción que
no implica propiciar la búsqueda de crecientes niveles de opulencia, para entonces
provocar la redistribución. Por lo contrario hay que erradicar la pobreza y la
opulencia.
La redistribución no es una tarea fácil. Quienes todo tienen, quieren más y
no cederán fácilmente sus privilegios. Por lo tanto se requiere una acción política
sostenida y estratégica para construir tantos espacios de poder contrahegemónico
como sean necesarios. La conclusión es obvia, el Buen Vivir hay que construirlo
desde todos los ámbitos estratégicos posibles, empezando por el nivel local, el
local, el regional, sin descuidar para nada el global.
Sin una sociedad mucho más igualitaria y equitativa es imposible que
funcione a cabalidad la economía, ni los mercados. Incluso será imposible construir
la democracia. Y sin equidades tampoco se podrá corregir el actual rumbo de
destrucción ambiental. La inequidad y la desigualdad sistemáticamente falsean y
hasta frustran la propia libertad de elección, sea en el campo económico o aún en
el político. Por ello es preciso reformular las relaciones de poder entre el Estado y
los ciudadanos / las ciudadanas para que sean éstos los auténticos poseedores de
la soberanía; ciudadanos y ciudadanas en tanto individuos tratando de vivir en
comunidad y en armonía con la Naturaleza.18

11. La Constitución de Montecristi, medio y fin para cambios


estructurales

Luego de la aprobación mayoritaria de la nueva Constitución continuó el


proceso constituyente. Un proceso que exige una mayor y más profunda
pedagogía constituyente, así como una sociedad movilizada que impulse la
consecución de los logros constitucionales a través de las correspondientes leyes
y decisiones políticas coherentes. En definitiva, un proceso de constitución de
ciudadanía.
La consolidación de las nuevas normas constitucionales en leyes y en
renovadas políticas coherentes con el cambio propuesto, es una tarea que
convoca a los habitantes del campo y de la ciudad a seguir caminando por la
senda de las movilizaciones. Hay que impedir, desde la sociedad civil organizada,
que, por ejemplo a través de las nuevas leyes, se vacíe de su contenido histórico
a la nueva Constitución, que recibió en las urnas el masivo respaldo de la
sociedad.
Esta Constitución, éste es quizás uno de sus mayores méritos, abre la
puerta para disputar el sentido histórico del desenvolvimiento nacional. Estamos
conscientes que estas nuevas corrientes del pensamiento jurídico no están
exentas de conflictos. Al abandonar el tradicional concepto de la ley como fuente
del derecho, se consolida a la Constitución como punto de partida jurídico
independientemente de las visiones tradicionales. No debe sorprendernos,

18
La ansiada armonía, de ninguna manera, puede llevar a creer en la posibilidad de un futuro paraíso
armonioso. Habrán siempre contradicciones y tensiones en las sociedades humanas e incluso en su
relacionamiento con el entorno natural. “La dialéctica es abierta”, nos recuerda Manuel Sacristán.

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entonces, que esta nueva carta magna genere conflictos con los jurisconsultos
tradicionalistas, así como con aquellos personajes acostumbrados a tener la razón
en función de su pensamiento (y sobre todo de sus intereses).
No se trata simplemente de hacer mejor lo realizado hasta ahora. Como
parte de la construcción colectiva de un nuevo pacto de convivencia social y
ambiental es necesario construir nuevos espacios de libertad y romper todos los
cercos que impiden su vigencia.
Para empezar reconozcamos que, en la actualidad, todavía están presentes
tesis y prácticas desarrollistas propias de una economía extractivista, que no han
permitido el desarrollo y que están minando las bases de la Naturaleza. Los
actuales gobiernos progresistas en América Latina han tenido avances en algunas
áreas, especialmente la social. Sin embargo muestran enormes dificultades para
generar nuevos estilos de vida, en particular para lograr una utilización
sustentable de los recursos naturales en beneficio de la sociedad en su conjunto,
reduciendo el elevado grado de deterioro ambiental.
En Ecuador, el propio gobierno que impulsó activamente la aprobación de la
nueva Constitución en el referéndum, sigue atado a visiones y prácticas
neodesarrollistas, que no garantizan un verdadero desarrollo y que, además,
estarán en permanente contradicción con el espíritu del Buen Vivir.19 Por tanto,
no sólo es indispensable superar las prácticas neoliberales, sino que es cada vez
más imperioso garantizar la relación armónica entre sociedad y Naturaleza. Hoy
más que nunca, en medio de la debacle financiera internacional, que es apenas
una faceta de la crisis civilizatoria que se cierne sobre la humanidad, es
imprescindible construir una concepción estratégica nacional y regional -otro
mandato de la nueva Constitución-, sobre bases de creciente soberanía, para
insertarse inteligentemente y no en forma dependiente en la economía mundial.
Hay que terminar con aquellas relaciones financieras especulativas que han
colapsado y, sobre todo, hay que cambiar aquella visión que condena a nuestros
países a ser simples productores y exportadores de materias primas.
Se necesita dar vuelta la página definitivamente. De todo lo anterior se
desprende que hay que hacer un esfuerzo enorme y sostenido para maximizar
aquellos efectos positivos que se puedan obtener de la extracción de recursos
naturales, sin perder de vista que esta actividad, sobre todo cuando se realiza a
gran escala, afecta a la Naturaleza y a las comunidades. Por lo tanto, es ingenuo
creer que ampliando dichas actividades extractivistas se obtendrán recursos para
financiar otro tipo de actividades que puedan sustituir a la extracción masiva de
recursos naturales… El “desarrollismo senil” (Joan Martínez Allier), por lo demás,
no es el camino para el Buen Vivir.
La consecución de una mayor disponibilidad de crecientes ingresos
financieros no ha asegurado el desarrollo de ningún país. No podemos vivir
prioritariamente de la renta de los recursos naturales sino del esfuerzo de los
seres humanos, viviendo y conviviendo con la Naturaleza. Para lograrlo es preciso
generar capacidades sociales.
Incluso hay que dejar atrás lo que el actual vicepresidente boliviano Álvaro
García Linera define como “patrimonialismo popular”, en el que se recrean las
prácticas rentísticas y clientelares con otras formas e incluso con otras
preferencias. Una situación que aflora en estos primeros años de la Revolución
Ciudadana en Ecuador, en los que se registra un creciente déficit de ciudadanía....

“Hoy el patrimonialismo -al decir de García Linera- es más ‘democrático’,


comienza a socializarse, ya no es un privilegio de casta reducido al color de
piel, el apellido, o la herencia familiar, sino que es asumido como un
derecho de todos, pero no deja de ser patrimonialismo popular. (Y) esto es

19
Sobre las prácticas del neoextractivismo del siglo XXI se puede consultar en Gudynas (2009) y
Acosta (2009).

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complicado porque, con quiebres, habla de una continuidad que no ha


podido ser superada”.

La conclusión es obvia frente a esta nueva realidad, por más que ésta pueda
ser vista como un avance en relación a las anteriores prácticas patrimonialistas
de corte oligárquico: Democracia si, patrimonialismo no. 20 Esa es una gran tarea
democratizadora.
Para lograrlo hay que abrir todos los espacios de diálogo posibles, crear y
consolidar todos los mecanismos de participación ciudadana y control social
necesarios. Es urgente, en suma, apropiarse democráticamente del contenido de
la Constitución de Montecristi. Los futuros acuerdos políticos, indispensables para
enraizar esta Constitución, tienen como condición innegociable sustentarse en el
sentido de país, aportar al Buen Vivir y no sacrificar los intereses nacionales en
beneficio particular de personas, gremios y corporaciones; los privilegios de unos
pocos son insostenibles. A diferencia de las prácticas de los grupos oligárquicos
(causantes de la crisis nacional) que han controlado el Estado durante décadas,
no se quiere ganar posiciones simplemente con la fuerza del número, sino con la
de los argumentos y con la de la acción democrática. Por eso, cuando la fuerza de
la razón cede espacios a la sin razón de la fuerza cualquier proceso revolucionario
desaparece.
La responsabilidad es grande y compleja. La Constitución debe ser
realmente de todos y de todas, no de un gobierno en particular. Estamos ante el
imperativo de construir democráticamente una sociedad realmente democrática,
fortificada en valores de libertad, igualdad y responsabilidad, practicante de sus
obligaciones, incluyente, equitativa, justa y respetuosa de la vida. Una sociedad
“que incorpore el anticapitalismo sin planificación burocrática y con pluralismo
político”, para ponerlo en palabras del economista argentino Claudio Katz. Una
sociedad en la que sea posible que todos y todas tengamos iguales posibilidades
y oportunidades, donde lo individual y lo colectivo coexistan en armonía con la
Naturaleza, donde la racionalidad económica se reconcilie con la ética y el sentido
común.
Finalmente, el Buen Vivir -en tanto filosofía de vida- abre la puerta para
construir un proyecto liberador y tolerante, sin prejuicios ni dogmas. Un proyecto
que, al haber sumado muchas historias de luchas de resistencia y de propuestas
de cambio, al nutrirse de experiencias nacionales e internacionales, se posiciona
como punto de partida para construir democráticamente una sociedad
sustentable en todos los ámbitos.

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20
Al patrimonialismo no sólo se lo ve como sinónimo de autoritarismo y discrecionalidad en el manejo
de la cosa pública. Tiene que ver con la apropiación de los recursos por las elites dominantes en
beneficio propio. Esto viene atado con una relación clientelar en el ámbito social. Este régimen social,
sostenido por una serie de patrones no todos consagrados jurídicamente, reproduce una serie de
formas de reclutamiento y de clientelismo.

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