El Buen Vivir Como Utopia Por Re - Construir
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Otra Economía - Volumen IV - Nº 6 – 1er Semestre/2010 - ISSN 1851-4715 -www.riless.org/otraeconomia
INDICE
PRESENTACIÓN ...........................................................................................4
La obsoleta mentalidad de crecimiento del G20 Federico Zuberman (Argentina) ..... 167
Del homo œconomicus al homo redemptori: Emprendimiento y Nuevo Neo-
liberalismo José Francisco Puello (Colombia).............................................. 181
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Sección
Sociedad, Economía y Política
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Alberto Acosta
Economista ecuatoriano. Profesor e investigador de la FLACSO. Ex-ministro de Energía y Minas. Ex-
presidente de la Asamblea Constituyente. Este texto actualiza y amplia varios trabajos anteriores del
autor.
1. La
Constitución como
un proyecto de
vida en común
Toda
Constitución
sintetiza un
momento histórico.
En toda Constitución
se cristalizan
procesos sociales
acumulados. Y en
toda Constitución se
plasma una
determinada forma
de entender la vida.
Una Constitución,
sin embargo, no
hace a una
sociedad. Es la sociedad la que elabora la Constitución y la adopta casi como una
hoja de ruta.
Además, una Constitución no puede ser simplemente el resultado de un
ejercicio de jurisprudencia avanzada, visto desde la lógica de los entendidos en
materia constitucional. Tampoco una Constitución es el resultado de la inspiración
de un individuo o de un grupo de individuos iluminados. Una Constitución, más
allá de su indudable trascendencia jurídica, tiene que ser un proyecto político de
vida en común, que debe ser elaborado y puesto en vigencia con el concurso
activo de la sociedad.
Desde esta perspectiva, la reciente Constitución ecuatoriana -redactada en
Montecristi-, fiel a las demandas acumuladas en la sociedad ecuatoriana,
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En el Preámbulo de la Constitución del 2008 se proclama “una nueva forma de convivencia
ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay”.
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podrían ser vistas como de transición o que incluso podrían ser apenas el pivote
para repensar otras formas de organización de las actuales estructuras
capitalistas. Y en ningún caso es posible esperar que la copia de experiencias
foráneas rinda los frutos esperados, pues un aspecto fundamental para satisfacer
las demandas de una sociedad radica en el reconocimiento y apropiación del
ámbito cultural propio de dicha sociedad.
Dicho lo anterior, entendamos que en la comprensión del sentido que tiene
y debe tener la vida de las personas, en las sociedades indígenas no existía el
concepto de desarrollo, tal como nos recuerda el indígena amazónico Carlos Viteri
Gualinga. A esta conclusión se arriba confrontando los temas del llamado
desarrollo con experiencias del Buen Vivir, recuperadas de experiencias concretas
de algunas comunidades indígenas. En la cosmovisión indígena no hay la
concepción de un proceso lineal que establezca un estado anterior o posterior. No
hay aquella visión de un estado de subdesarrollo a ser superado. Y tampoco un
estado de desarrollo a ser alcanzado. No existe, como en la visión occidental, está
dicotomía que explica y diferencia gran parte de los procesos en marcha. Para los
pueblos indígenas tampoco hay la concepción tradicional de pobreza asociada a la
carencia de bienes materiales o de riqueza vinculada a su abundancia.
Desde la cosmovisión indígena el mejoramiento social -¿su desarrollo?- es
una categoría en permanente construcción y reproducción. En ella está en juego
la vida misma. Siguiendo con este planteamiento holístico, por la diversidad de
elementos a los que están condicionadas las acciones humanas que propician el
Buen Vivir, los bienes materiales no son los únicos determinantes. Hay otros
valores en juego: el conocimiento, el reconocimiento social y cultural, los códigos
de conductas éticas e incluso espirituales en la relación con la sociedad y la
Naturaleza, los valores humanos, la visión de futuro, entre otros. El Buen Vivir
aparece como una categoría en la filosofía de vida de las sociedades indígenas
ancestrales, pero que ha perdido terreno por efecto de las prácticas y mensajes
de la modernidad occidental. Su aporte, sin embargo, sin llegar a una equivocada
idealización del modo de vida indígena, nos invita a asumir otros “saberes” y
otras prácticas.
Pero la visión andina no es la única fuente de inspiración para impulsar el
Buen Vivir. Incluso desde círculos de la cultura occidental se levantan cada vez
más voces que podrían estar de alguna manera en sintonía con esta visión
indígena y viceversa. En el mundo se comprende, paulatinamente, la inviabilidad
global del estilo de vida dominante. De esta manera, el concepto del Buen Vivir
no solo tiene un anclaje histórico en el mundo indígena, se sustenta también en
principios filosóficos universales (aristotélicos, marxistas, ecologistas, feministas,
cooperativistas, humanistas...).2
El Buen Vivir asoma, adicionalmente, como una plataforma para discutir
respuestas urgentes frente a los devastadores efectos de los cambios climáticos.
Hay cada vez más conciencia sobre la necesidad imperiosa de dar paso a
transformaciones profundas que permitan a la humanidad escapar con vida de los
graves riesgos ecológicos y sociales en ciernes. El crecimiento material sin fin
podría culminar en un suicidio colectivo, tal como parece augurar el mayor
recalentamiento de la atmósfera o el deterioro de la capa de ozono, la pérdida de
fuentes de agua dulce, la erosión de la biodiversidad agrícola y silvestre, la
degradación de suelos o la acelerada desaparición de espacios de vida de las
comunidades locales...
Por lo tanto, el crecimiento material no es la única vía a la que debería
darse necesariamente prioridad. Incluso a escala global, la concepción
(¡equivocada!) del crecimiento basado en inagotables recursos naturales y en un
2
Para ponerlo en palabras de Elmar Altvater, el punto de partida en la búsqueda de respuestas para
superar el subdesarrollo, que exigen un sostenido esfuerzo teórico, será una suerte de “‘caos
ecléctico’. Por tanto, quien como neoclásico, keynesiano, marxista o institucionalista pretendiera
explicar el mundo, debería estar equivocado hasta que no combine los ingredientes de distintos
enfoques”.
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Gandhi, el gran pensador y político hindú, aportó con valiosas reflexiones para la construcción de
sociedades sustentadas en sus propias capacidades. Sus enseñanzas constituyen la base de una
estrategia económica y política que tenía como fin terminar con la dominación del Imperio Británico en
la India y mejorar las condiciones económicas en ese país a través de los principios del swadeshi
(autosuficiencia).
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El Buen Vivir, en definitiva, tiene que ver con otra forma de vida, con una
serie de derechos y garantías sociales, económicas y ambientales. También está
plasmado en principios que se caracterizan por promover una relación armoniosa
entre los seres humanos individual y colectivamente, y de estos con la
Naturaleza.
Con el Buen Vivir se pretende buscar opciones de vida digna y sustentable,
que no representen la reedición caricaturizada del estilo de vida occidental y
menos aún sostener estructuras signadas por una masiva inequidad social y
ambiental. Mientras que, por otro lado, habrá que incorporar criterios de
suficiencia antes que sostener la lógica de la eficiencia entendida como la
acumulación material cada vez más acelerada (frente a la cual se rinde la
democracia, como reconoce certeramente Boaventura de Sousa Santos).
Desde esa perspectiva, el Buen Vivir, en tanto nueva forma de vida en
construcción y como parte inherente de un Estado plurinacional, tal como se
aprobó en Montecristi y fue ratificado mayoritariamente por el pueblo ecuatoriano
en un plebiscito el 28 de septiembre del 2008, propone incluso una nueva
arquitectura conceptual. Es decir, se requieren conceptos, indicadores y
herramientas propias, que permitan hacer realidad esa nueva forma de vida
equilibrada entre todos los individuos y las colectividades, con la sociedad y con
la Naturaleza.
Igualmente, con esta propuesta del Buen Vivir, al cuestionar los
tradicionales conceptos del llamado desarrollo, se convoca a construir sistemas de
indicadores propios. Estos nuevos indicadores constituyen una gran oportunidad
no sólo para denunciar las limitaciones y falacias de los sistemas de indicadores
dominantes, que recrean permanentemente nuevas inequidades e
incertidumbres, sino que, al discutir metodologías para calcular de otra manera y
con renovados contenidos otros índices propios del Buen Vivir, se avanzará en el
diseño de nuevas herramientas para intentar medir cuán lejos o cuán cerca
estamos de la construcción democrática de sociedades democráticas y
sustentables. Por cierto que estos indicadores no podrán convertirse en los
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El espíritu dominante de esa época se plasmó en el “descubrimiento” económico del Amazonas,
cuando en 1640, el padre Cristóbal de Acuña, enviado del rey de España para investigar qué riquezas
había en los territorios “descubiertos” por Francisco de Orellana (1540), encontró una gran riqueza en
la Amazonía: maderas, cacao, azúcar, tabaco, minas, oro... recursos que aún alientan el accionar de
los diversos intereses de acumulación nacionales y transnacionales.
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Esta división del trabajo aparece en el acuerdo de Methuen firmado en Lisboa el 27 de diciembre de
1703 entre Portugal e Inglaterra. En dicho acuerdo se establecía que los portugueses comprarían
paños y productos textiles a Inglaterra y, como contrapartida, los británicos concederían trato de
favor (exenciones tributarias, menos aranceles portuarios...) a los vinos procedentes de Portugal. Los
ingleses se aseguraron para sus textiles, base de su naciente poderío industrial, el mercado de
Portugal y sus colonias. Al frente de las negociaciones estuvieron el embajador inglés John Methuen y
Manuel Teles da Silva, marqués de Alegrete, por Portugal.
6
Algo similar expresó el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, ante la propuesta
de no ampliar la frontera petrolera en Bolivia. El respondió en forma enérgica, “¿de qué, entonces, es
que va a vivir Bolivia, si algunas ONG dicen ‘Amazonia sin petróleo’ (...) Están diciendo, en tres
palabras, que el pueblo boliviano no tenga plata, que no haya regalías, pero también van diciendo que
no haya el bono Juancito Pinto, ni la Renta Dignidad, ni el bono Juana Azurduy”. La respuesta del
presidente Alan García ante las protestas de indígenas amazónicos contrarios a actividades
extractivistas no puede ser más decidora: “Ya está bueno, estas personas no tienen corona, no son
ciudadanos de primera clase que puedan decirnos 400 mil nativos a 28 millones de peruanos `tú no
tienes derecho de venir por aquí´, de ninguna manera, eso es un error gravísimo y quien piense de
esa manera quiere llevarnos a la irracionalidad y al retroceso primitivo.” Declaraciones de Alan García
el 5 de junio del 2009. http://www.peru.com/noticias/portada20090605/37781/Presidente-Alan-
Garcia-advierte-a-nativos-Ya-esta-bueno-de-protestas, 22.06.09.
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Bruno Latour: “Se trata de volver a atar el nudo gordiano atravesando, tantas veces como haga
falta, el corte que separa los conocimientos exactos y el ejercicio del poder, digamos la naturaleza y la
cultura”. El aporte de Latour plantea profundos debates en la antropología sobre la división entre
Naturaleza en singular y las culturas en plural. Empalmando las dos, la política cobra una renovada
actualidad.
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En carta a Friedrich Albert Lange (29-3-1865).
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Valga tener presente que los oprimidos, como proponía Paulo Freire, en su Pedagogía del Oprimido,
tienen “una gran tarea histórica: liberarse así mismos y liberar a sus opresores”.
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Traducción del alemán realizada por el autor de este artículo. Ver el libro de Jörg Leimbacher; Die
Rechte del Natur (Los Derechos de la Naturaleza), Basilea y Frankfurt am Main, 1988. Hay que anotar
que éste y cada vez más textos sobre esta materia llegan a manos del autor de estas líneas como
consecuencia de la expedición de la Constitución de Montecristi. Es más, con varios especialistas en
temas constitucionales, con capacidad para abrir la mente y entender la trascendencia de estas
propuestas, se está trabajando en lo que, en un futuro no muy lejano, podría ser la Declaración
Universal de los Derechos de la Naturaleza.
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Gudynas denomina a estas ciudadanías como “meta-ciudadanías ecológicas”.
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“Los servicios ambientales no serán susceptibles de apropiación; su producción, prestación, uso y
aprovechamiento serán regulados por el Estado”, reza el artículo 74 de la Constitución.
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En tanto derecho humano se superó la visión mercantil del agua y se recuperó la del “usuario”, es
decir la del ciudadano y de la ciudadana, en lugar del “cliente”, que se refiere solo a quien puede
pagar. En tanto bien nacional estratégico, se rescató el papel del Estado en el otorgamiento de los
servicios de agua; papel en el que el Estado puede ser muy eficiente, tal como se ha demostrado en la
práctica. En tanto patrimonio se pensó en el largo plazo, es decir en las futuras generaciones,
liberando al agua de las presiones cortoplacistas del mercado y la especulación. Y en tanto
componente de la Naturaleza, se reconoció en la Constitución de Montecristi la importancia de agua
como esencial para la vida de todas las especies, que hacia allá apuntan los Derechos de la
Naturaleza.
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“el buen funcionamiento de los mercados, para los fines instrumentales que
la sociedad les asigna, exige que no sean completamente libres. Los
mercados libres nunca han funcionado bien y han acabado en catástrofes
económicas de distinta naturaleza”. Sin un marco legal y social adecuado,
“los mercados pueden ser totalmente inmorales, ineficientes, injustos y
generadores del caos social”, nos recuerda el economista español Luis de
Sebastián.
14
Fernand Braudel, el gran historiador francés de los Annales, reconoció oportunamente que el
capitalismo no es un sinónimo de economía de mercado, por el contrario, le veía incluso como el
“anti-mercado”- Allí los empresarios -con diversos grados de prácticas monopolistas- no se comportan
como el empresario típico-ideal de la teoría económica convencional. Braudel entendía al capitalismo
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como el visitante furtivo que entra por la noche y se roba algo, en este caso entró en la economía
mediterránea y se apropió del mercado. En el mundo indígena, mucho antes de que lleguen los
conquistadores, los mercados estaban presentes (y sigue presente), en tanto construcción social con
prácticas de solidaridad y reciprocidad, muy alejadas de lo que sería posteriormente la imposición del
capitalismo metropolitano.
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Conjunto de normas y reglas emanadas de la propia sociedad, que configuran el marco referencial
de las relaciones humanas.
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Cumpliendo el mandato popular de fines del 2006, se destinará anualmente al menos 6% y 4% del
PIB, por lo menos, para educación y salud, respectivamente.
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Aquí se podría rescatar otras visiones que enriquecen el debate, como las de “convivialidad” de Iván
Ilich, o de la “ecología profunda” de Arne Naes.
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generar riqueza sin que se produzca alguna forma de distribución de la misma, sea
por la vía de las utilidades o de los salarios, de la renta o de las pensiones.
Distribución que a su vez incide en las decisiones productivas. Lo que cuenta es
cómo las condiciones de la producción y la distribución se potencian
recíprocamente, no como pueden independizarse. Pero sobre todo, no es posible
seguir manteniendo el divorcio entre producción y Naturaleza; ésta tiene límites
que comienzan a ser peligrosamente superados… la vida del ser humano en el
planeta está en riesgo, ya no cabe la menor duda al respecto.
La reducción sustantiva de la pobreza y la inequidad, el logro de crecientes
grados de libertad y la vigencia de los Derechos Humanos pasarían, entonces, por
una redistribución a favor de los pobres y marginados, en detrimento de la
excesiva concentración de la riqueza y el poder en pocas manos. Una opción que
no implica propiciar la búsqueda de crecientes niveles de opulencia, para entonces
provocar la redistribución. Por lo contrario hay que erradicar la pobreza y la
opulencia.
La redistribución no es una tarea fácil. Quienes todo tienen, quieren más y
no cederán fácilmente sus privilegios. Por lo tanto se requiere una acción política
sostenida y estratégica para construir tantos espacios de poder contrahegemónico
como sean necesarios. La conclusión es obvia, el Buen Vivir hay que construirlo
desde todos los ámbitos estratégicos posibles, empezando por el nivel local, el
local, el regional, sin descuidar para nada el global.
Sin una sociedad mucho más igualitaria y equitativa es imposible que
funcione a cabalidad la economía, ni los mercados. Incluso será imposible construir
la democracia. Y sin equidades tampoco se podrá corregir el actual rumbo de
destrucción ambiental. La inequidad y la desigualdad sistemáticamente falsean y
hasta frustran la propia libertad de elección, sea en el campo económico o aún en
el político. Por ello es preciso reformular las relaciones de poder entre el Estado y
los ciudadanos / las ciudadanas para que sean éstos los auténticos poseedores de
la soberanía; ciudadanos y ciudadanas en tanto individuos tratando de vivir en
comunidad y en armonía con la Naturaleza.18
18
La ansiada armonía, de ninguna manera, puede llevar a creer en la posibilidad de un futuro paraíso
armonioso. Habrán siempre contradicciones y tensiones en las sociedades humanas e incluso en su
relacionamiento con el entorno natural. “La dialéctica es abierta”, nos recuerda Manuel Sacristán.
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entonces, que esta nueva carta magna genere conflictos con los jurisconsultos
tradicionalistas, así como con aquellos personajes acostumbrados a tener la razón
en función de su pensamiento (y sobre todo de sus intereses).
No se trata simplemente de hacer mejor lo realizado hasta ahora. Como
parte de la construcción colectiva de un nuevo pacto de convivencia social y
ambiental es necesario construir nuevos espacios de libertad y romper todos los
cercos que impiden su vigencia.
Para empezar reconozcamos que, en la actualidad, todavía están presentes
tesis y prácticas desarrollistas propias de una economía extractivista, que no han
permitido el desarrollo y que están minando las bases de la Naturaleza. Los
actuales gobiernos progresistas en América Latina han tenido avances en algunas
áreas, especialmente la social. Sin embargo muestran enormes dificultades para
generar nuevos estilos de vida, en particular para lograr una utilización
sustentable de los recursos naturales en beneficio de la sociedad en su conjunto,
reduciendo el elevado grado de deterioro ambiental.
En Ecuador, el propio gobierno que impulsó activamente la aprobación de la
nueva Constitución en el referéndum, sigue atado a visiones y prácticas
neodesarrollistas, que no garantizan un verdadero desarrollo y que, además,
estarán en permanente contradicción con el espíritu del Buen Vivir.19 Por tanto,
no sólo es indispensable superar las prácticas neoliberales, sino que es cada vez
más imperioso garantizar la relación armónica entre sociedad y Naturaleza. Hoy
más que nunca, en medio de la debacle financiera internacional, que es apenas
una faceta de la crisis civilizatoria que se cierne sobre la humanidad, es
imprescindible construir una concepción estratégica nacional y regional -otro
mandato de la nueva Constitución-, sobre bases de creciente soberanía, para
insertarse inteligentemente y no en forma dependiente en la economía mundial.
Hay que terminar con aquellas relaciones financieras especulativas que han
colapsado y, sobre todo, hay que cambiar aquella visión que condena a nuestros
países a ser simples productores y exportadores de materias primas.
Se necesita dar vuelta la página definitivamente. De todo lo anterior se
desprende que hay que hacer un esfuerzo enorme y sostenido para maximizar
aquellos efectos positivos que se puedan obtener de la extracción de recursos
naturales, sin perder de vista que esta actividad, sobre todo cuando se realiza a
gran escala, afecta a la Naturaleza y a las comunidades. Por lo tanto, es ingenuo
creer que ampliando dichas actividades extractivistas se obtendrán recursos para
financiar otro tipo de actividades que puedan sustituir a la extracción masiva de
recursos naturales… El “desarrollismo senil” (Joan Martínez Allier), por lo demás,
no es el camino para el Buen Vivir.
La consecución de una mayor disponibilidad de crecientes ingresos
financieros no ha asegurado el desarrollo de ningún país. No podemos vivir
prioritariamente de la renta de los recursos naturales sino del esfuerzo de los
seres humanos, viviendo y conviviendo con la Naturaleza. Para lograrlo es preciso
generar capacidades sociales.
Incluso hay que dejar atrás lo que el actual vicepresidente boliviano Álvaro
García Linera define como “patrimonialismo popular”, en el que se recrean las
prácticas rentísticas y clientelares con otras formas e incluso con otras
preferencias. Una situación que aflora en estos primeros años de la Revolución
Ciudadana en Ecuador, en los que se registra un creciente déficit de ciudadanía....
19
Sobre las prácticas del neoextractivismo del siglo XXI se puede consultar en Gudynas (2009) y
Acosta (2009).
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La conclusión es obvia frente a esta nueva realidad, por más que ésta pueda
ser vista como un avance en relación a las anteriores prácticas patrimonialistas
de corte oligárquico: Democracia si, patrimonialismo no. 20 Esa es una gran tarea
democratizadora.
Para lograrlo hay que abrir todos los espacios de diálogo posibles, crear y
consolidar todos los mecanismos de participación ciudadana y control social
necesarios. Es urgente, en suma, apropiarse democráticamente del contenido de
la Constitución de Montecristi. Los futuros acuerdos políticos, indispensables para
enraizar esta Constitución, tienen como condición innegociable sustentarse en el
sentido de país, aportar al Buen Vivir y no sacrificar los intereses nacionales en
beneficio particular de personas, gremios y corporaciones; los privilegios de unos
pocos son insostenibles. A diferencia de las prácticas de los grupos oligárquicos
(causantes de la crisis nacional) que han controlado el Estado durante décadas,
no se quiere ganar posiciones simplemente con la fuerza del número, sino con la
de los argumentos y con la de la acción democrática. Por eso, cuando la fuerza de
la razón cede espacios a la sin razón de la fuerza cualquier proceso revolucionario
desaparece.
La responsabilidad es grande y compleja. La Constitución debe ser
realmente de todos y de todas, no de un gobierno en particular. Estamos ante el
imperativo de construir democráticamente una sociedad realmente democrática,
fortificada en valores de libertad, igualdad y responsabilidad, practicante de sus
obligaciones, incluyente, equitativa, justa y respetuosa de la vida. Una sociedad
“que incorpore el anticapitalismo sin planificación burocrática y con pluralismo
político”, para ponerlo en palabras del economista argentino Claudio Katz. Una
sociedad en la que sea posible que todos y todas tengamos iguales posibilidades
y oportunidades, donde lo individual y lo colectivo coexistan en armonía con la
Naturaleza, donde la racionalidad económica se reconcilie con la ética y el sentido
común.
Finalmente, el Buen Vivir -en tanto filosofía de vida- abre la puerta para
construir un proyecto liberador y tolerante, sin prejuicios ni dogmas. Un proyecto
que, al haber sumado muchas historias de luchas de resistencia y de propuestas
de cambio, al nutrirse de experiencias nacionales e internacionales, se posiciona
como punto de partida para construir democráticamente una sociedad
sustentable en todos los ámbitos.
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20
Al patrimonialismo no sólo se lo ve como sinónimo de autoritarismo y discrecionalidad en el manejo
de la cosa pública. Tiene que ver con la apropiación de los recursos por las elites dominantes en
beneficio propio. Esto viene atado con una relación clientelar en el ámbito social. Este régimen social,
sostenido por una serie de patrones no todos consagrados jurídicamente, reproduce una serie de
formas de reclutamiento y de clientelismo.
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La Paz, enero 2009.
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Otra Economía - Volumen IV - Nº 6 – 1er Semestre/2010 - ISSN 1851-4715 -www.riless.org/otraeconomia
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