Don Bosco y Los Jóvenes
Don Bosco y Los Jóvenes
Don Bosco y Los Jóvenes
Italia, Europa y el mundo han cambiado mucho en estos dos siglos, pero el alma de los
jóvenes no: también hoy los muchachos y las chicas están abiertos a la vida y al encuentro con
Dios y con los demás, pero hay tantos con riesgo de desánimo, de anemia espiritual y de
marginación.
Don Bosco nos enseña, ante todo, a no quedarnos mirando, sino a ponernos en primera
línea, para ofrecer a los jóvenes una experiencia educativa integral que, sólidamente basada sobre
la dimensión religiosa, involucre la mente, los afectos, toda la persona, considerada siempre como
creada y amada por Dios. De aquí deriva una pedagogía genuinamente humana y cristiana,
animada por la preocupación preventiva e inclusiva, especialmente para los jóvenes de los
sectores populares y de los grupos marginales de la sociedad, a los cuales ofrece también la
posibilidad de la instrucción y de aprender un oficio, para ser buenos cristianos y honestos
ciudadanos. Operando para la educación moral, civil, cultural de los jóvenes, Don Bosco ha obrado
para el bien de las personas y de la sociedad civil, según un proyecto de hombre que conjuga
alegría – estudio – oración, y también trabajo – religión – virtud. De tal camino forma parte
integrante la maduración vocacional, a fin de que cada uno asuma en la Iglesia la forma concreta
de vida a la cual el Señor lo llama. Esta amplia y exigente visión educativa, que Don Bosco ha
concentrado en el lema “Da mihi animas”, ha realizado lo que hoy expresamos con la fórmula
«educar evangelizando y evangelizar educando» (Congregación para el Clero,Directorio general
para la catequesis [15 agosto
1997], n. 147).
Un rasgo
característico de la pedagogía
de Don Bosco es la
«amorevolezza», la
amabilidad, a entenderse
como amor manifestado y
percibido, en el cual se revelan
la simpatía, el afecto, la
comprensión y la participación en la vida del otro. Él afirma que en el ámbito de la experiencia
educativa no basta amar, sino que es necesario que el amor del educador se exprese mediante
gestos concretos y eficaces. Gracias a tal amabilidad tantos niños y adolescentes en los ambientes
salesianos han experimentado una intensa y sana afectividad, muy preciosa para la formación de
la personalidad y para el camino de la vida.
Podemos resumir así los aspectos salientes de su figura: él vivió la entrega total de sí a
Dios como un impulso para la salvación de las almas y vivió la fidelidad a Dios y a los jóvenes en un
mismo acto de amor. Estas actitudes lo han llevado a “salir” y a concretar decisiones valientes: la
elección de dedicarse a los jóvenes pobres, con la intención de realizar un vasto movimiento de
pobres para los pobres, y la elección de ampliar tal servicio más allá de las fronteras de lengua,
raza, cultura y religión, gracias a un incansable impulso misionero. Él concretó este proyecto con
estilo acogedor, alegre y de simpatía, en el encuentro personal y en el acompañamiento de cada
uno.
En síntesis, Don Bosco vivió una gran pasión por la salvación de la juventud,
manifestándose testimonio creíble de Jesucristo y anunciador genial de su Evangelio, en comunión
profunda con la Iglesia, en particular con el Papa. Vivió en continua oración y unión con Dios, con
una devoción fuerte y tierna a la Virgen, por él invocada como Inmaculada y Auxiliadora de los
cristianos, con el beneficio de experiencias místicas y del don de milagros para sus jóvenes.
También hoy la Familia Salesiana se abre hacia nuevas fronteras educativas y misioneras,
recorriendo las sendas de los nuevos medios de comunicación social y las de la educación
intercultural junto a pueblos de religiones diversas, o de Países en vías de desarrollo, o de lugares
signados por la inmigración. Los desafíos de la ciudad de Turín del siglo XIX han asumido
dimensiones globales: idolatría del dinero, desigualdad que genera violencia, colonización
ideológica y retos culturales legados a los contextos urbanos. Algunos aspectos involucran más
directamente al mundo juvenil, como la difusión de internet, y, por lo tanto, os interpela, hijos e
hijas de Don Bosco, que sois llamados a trabajar
considerando, junto a las heridas, también los recursos
que el Espíritu Santo suscita en situaciones de crisis.
Señalo en particular dos tareas que nos llegan hoy del discernimiento sobre la realidad
juvenil: la primera es la de educar según la antropología cristiana en el lenguaje de los nuevos
medios de comunicación y de las redes sociales, que plasma en profundidad los códigos culturales
de los jóvenes, y por lo tanto, la visión de la realidad humana y religiosa; la segunda es promover
formas de voluntariado social, no resignándose a las ideologías que anteponen el mercado y la
producción a la dignidad de la persona y al valor del trabajo.
Hoy, más que nunca, de frente a lo que el Papa Benedicto XVI muchas veces ha señalado
como «emergencia educativa» (cfr. Lettera alla diocesi e alla città di Roma sul compito urgente
dell'educazione, 21 de enero de 2008), invito a la Familia Salesiana a favorecer una eficaz alianza
educativa entre las diversas agencias religiosas y laicas para caminar, con la diversidad de los
carismas, en favor de la juventud de los diversos continentes. En particular recuerdo la
inderogable necesidad de implicar a las familias de los jóvenes. No puede haber, de hecho, una
eficacia pastoral juvenil sin una válida pastoral familiar.
S.S. Francisco