RESUMEN - Ladero Quesada, Historia Universal: Edad Media - Cap. 4
RESUMEN - Ladero Quesada, Historia Universal: Edad Media - Cap. 4
RESUMEN - Ladero Quesada, Historia Universal: Edad Media - Cap. 4
Parece que el empleo de esclavos era todavía muy abundante, incluso conoció cierto
auge, a pesar de su carestía, que se debía más a las dificultades de aprovisionamiento
exterior por guerra o compra, que al bajo índice de natalidad de los esclavos ya
adquiridos.
o Hay que pensar en el nacimiento como principal fuente de esclavitud en
aquellos siglos.
La mano de obra servil se completaba con jornaleros cotidianos, obreros asalariados
libertos.
Los campesinos libres que cultivan mansos en régimen de colonato, pagan al propietario la
mayoría de las rentas en especie, generalmente un 10% de la cosecha, y otras en trabajo (corveas)
aunque sus obligaciones laborales en la reserva son menores que en época carolingia.
La explotación en régimen de villa sólo dejaba un excedente de renta apreciable al
propietario. Los cultivadores vivían en un régimen de agricultura de subsistencia, apenas suficiente
para el autoconsumo, e imposibilitados de aplicar una cantidad de trabajo y técnica suficientes para
superar tal situación. La vigilancia de las tareas agrarias, el cobro de las rentas del señor y la dirección
de la vida económica del dominio solían recaer en un encargado –villivus, iudex) que actuaba según
las costumbres –lex- aceptadas en el dominio. De todas formas, la mera subsistencia asegurada era
motivo de tranquilidad social por hábito en tiempos tan míseros.
Muchos campesinos que trabajan en grandes propiedades son libres. El concepto de libertad
entre los germanos radica en la pertenencia de la persona a un pueblo, en condición de varón y
guerrero sobre todo, y en su capacidad para intervenir en las decisiones institucionales, jurídicas,
políticas y militares. Son los ceoris sajones, ahrimanni lombardos o frilingen francos. La propiedad de
tierra llegaría a ser la mejor garantía de mantenimiento de sus libertades.
Propietarios, precaristas, colonos o servi casatti, los campesinos responsables de pequeñas
explotaciones procuraban que se configurase su tamaño a la medida de las necesidades que
planteaba la familia nuclear, cuya responsabilidad les incumbía de forma inmediata. Lo importante
para organizar el reparto y explotación de tierras y usos agrarios era saber qué cantidad precisaba
una familia para vivir y hacer frente a sus obligaciones de nueva siembra, pago de renta e impuestos:
terra unius familiae. A esta idea corresponde el término mansus, y os germanos hufe e hyde.
Cuando los pequeños propietarios forman la mayoría o totalidad de habitantes en alguna
aldea o vicus, es frecuente que surjan formas de organización común para la defensa de sus intereses
y ejercicio de sus derechos como hombres libres. Estas formas de cohesiñin del campesinado libre y
propietario, posiblemente fueron antecedentes de las organizaciones más maduras que surgieron en
los siglos XI y XII.
No hay que confundir estos acuerdos y normas con las leyes de uso de los bosques
y pastizales de finales de la edad media. No se da en los antiguos países germánicos
la propiedad y explotación colectiva de la tierra en forma de comunidades de marca
o aldea. Éstos parecen ser el resultado final de un perfeccionamiento paulatino en la
organización normativa de la vida campesina, ocurrido durante los siglos medievales,
sobre todo a partir del siglo XII.
Hay que tener en cuenta que la representación y actitudes con respeto a la propiedad era
muy peculiar entonces:
Aceptan el título de “defensor plebis”, pactan con los invasores, hacen restaurar las
murallas…
Otra condición para la continuidad urbana fue la dedicación de muchos pobladores a trabajos
rurales, incluso en los espacios sin edificar intramuros. Aquella era la forma de asegurar el
abastecimiento, más fácil cuando la urbe continuaba siendo el lugar de residencia de grandes
propietarios rurales.
En el mejor de los casos, la ciudad altomedieval reúne en su interior a unas 10.000 personas,
salvo Roma o París, que llamaba la atención con sus 20.000 a 30.000 habitantes. El artesanado decae,
los mercaderes se ven aislados socialmente y con una clientela muy reducida. Las antiguas
aristocracias se extinguen y ocupan su lugar en la cúspide del dominio urbano las guarniciones
militares, el obispo, y su familia de clérigos y servidores. Incluso los monasterios, en ocasiones,
pueden producir en su entorno el crecimiento de núcleos urbanos.
Buena parte de la producción artesana y de prestación de servicios había pasado al campo,
donde residía la mayoría inmensa de la población, y se realizaba con los escasos excedentes de fuerza
laboral que disponía el mundo agrario.
Hay que tener en cuenta, también, que una parte apreciable del movimiento de bienes y
servicios no se realizaba obedeciendo a motivaciones económicas sino a otros rasgos de la
mentalidad colectiva, relacionados con la agresión, el pillaje y la guerra, o sus compensaciones
reguladas mediante cortesías, pactos, ofrendas, regalos y otras generosidades necesarias, tanto para
mostrar su poder, como su sumisión hacia los más poderosos.
El problema era menor para las ciudades con comunicación fluvial o mediterránea:
o Continúan en uso los tipos romanos de buques.
o Las técnicas de transporte naval en el Atlántico eran muy insuficientes.
Las noticias de que se dispone sobre tráfico mercantil a larga distancia apuntan hacia
un claro predominio de las rutas mediterráneas, en las que se contaba además con la
protección de la flota bizantina.
Por el contrario, las rutas terrestres este-oeste fueron casi cortadas por la invasión eslava en
los Balcanes. Más al norte se mantuvo un tenue enlace desde Francia, a través de tierras alamanas y
bávaras, por la cuenca danubiana, hasta los países eslavos y Bizancio, ruta por la que circulaban
esclavos, madera, pieles y también cristales, metales y piedras finas que precisaban los metalúrgicos
y orfebres de la región mosana.
El enlace entre Mediterráneo y Atlántico se efectuaba por la vía marítima de Gibraltar, a partir
de los enclaves bizantinos en Italia del sur e Hispania, y aseguraba contactos comerciales, culturales
y religiosos directos con los celtas de Irlanda y Cornualles. Sin embargo, era más frecuente la
utilización de rutas terrestres. Una Partía de Provenza y por las cuencas del Ródano, Saona y Mosa
ganaba las orillas del Mar del Norte. Otra, más utilizada desde mediados del siglo VII, cruzaba los
pasos alpinos para enlazar la Italia lombarda, Austrasia y las áreas germánicas en vías de
evangelización o conquista, con las costas atlánticas continentales e inglesas.