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DE AFRICA
COMITE CIENTIFICO INTERNACIONAL PARA LA REDACCION DE UNA
HISTORIA GENERAL DE AFRICA-(UNESCO)
HISTORIA
GENERAL
DE
AFRICA
I
Metodología
y prehistoria africana .
DIRECTOR DEL VOLUMEN
J. KI-ZERBO
+/UNESCO
La edición castellana de ,la presente obra se publica conjuntamente por:
- Édilorial Tecnos, S. A
O'Donnell, 27
Madrid-9
y '
- Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y
la Cultura (Unesco)
7, place Fontenoy
75700 Paris
© Unesco 1982
ISBN 84-309-0898-6 Obra completa Tecnos
ISBN 84-309-0899-4 Volumen l Tecnos
ISBN 92-3-301707-9 Volumen l Unesco
Depósito Legal: M, 18.68 -1982
Cronología . ..................................................... . 21
N. B. Catherine PERLES ha colaborado en la redacción de los capít1.1los 18. 19, 20. 21 y 24,
y Hélene ROCHE en el 19.
PROLOGO
plena actividad. Todas estas cuestiones han sido abordadas con un afán de
honestidad y rigor que no es el menor mérito de la presente obra. Esta ofrece
también la gran ventaja de señalar el _punto de nuestros conocimientos sobre
Afric_a y al proponer diversos análisis sobre las culturas africanas, así como una
nueva visión de la historia, de señalar las sombras y las luces, sin disimular las
divergencias de opiniones entre eruditos.
Al mostrar la insuficiencia de los enfoques metodológicos tanto tiempo
utilizados en la investigación sobre Afrii::a, esta nueva publicación invita a la
renovación y la profundización de la doble problemática de la historiografía y de
la identidad cultural que unen vínculos de reciprocidad. Y abre el camino, como
todo trabajo histórico de valía, a múltiples investigaciones nuevas.
Así es como, además, el Comité científico internacional, en estrecha colabora-
ción con la UNESCO; ha tenido que emprender estudios complementarios a fin
de profundizar algunas cuestiones que permitirán tener una vísión más clara de
algunos aspectos del pasado de Africa. Estos trabajos publicados en la serie
«UNESCO - Estudios y documentos - Historia general de Africa» completarán
útilmente la presente obra. Este esfuerzo será igualmente proseguido por la
elaboración de obras que versen sobre la historia nacional o subregional.
Esta Historia general pone a la vez en evidencia la unidad histórica de Africa y
las relaciones de ésta con los demás continentes, principalmente con América y el
Caribe. Durante mucho tiempo, las expresiones de la creatividad de los descen-
dientes de africanos en América habían sido aisladas' por ciertos historiadores en
un conglomerado heteróclito de africanismos; esta visión, ni que decir tiene, no es
..1--la de los ~utores de la presente obra. Aquí, la resistencia de los esclavos
1 deportados a América, el hecho del «marronaje» político y culturál, la participa-
1 ción constante y masiva de-los descendientes de africanos en las luchas de la
! primera independencia americana, lo mismo que en los movimientos nacionales
\ de liberación, son justamente examinados por lo que fueron: yjg_qro~a~ afirmacjo-
1 ~~s de _igentidad_'l!le _han c_9_qtrib_uid.o a forj_ar el concepto universal de huma ni-
' 9ª-d~ Hoy es evidente que la herencia africana ha señalado, más o menos según los
·---lugares, los modos de sentir, de pensar, de soñar y de obrar de ciertas naciones del
hemisferio occidental. Desde el sur de Estados Unidos hasta el norte del Brasil,
pasando por el Caribe, así como en la costa del Pacífico, las aportaciones
culturales heredadas de Africa son visibles por todas partes; en algunos casos
constituyen incluso los fundamentos esenciales de la identidad cultural de algunos
, de los elementos más importantes de la población.
' - Asimismo, esta obra ilumina con claridad las relaciones· de Africa con Asia del
sur a través del océano Indico, como también las aportaciones africanas a las
demás civilizaciones en el juego de los mutuos intercambios.
Estoy convencido de que los esfuerzos de los pueblos de Africa por conquistar
o reforzar su independencia, asegurar su desarrollo y consolidar sus especificida-
)( des culturales deben enraizarse en una conciencia histórica renoyada, intensamen-
te vivida y asumida de generación en generación.
Y mi formación profesional, la experiencia que he adquirido, desde los
comienzos de la independencia, como enseñante y Presidente de la primera
comisión creada con vistas a la reforma de los programas de enseñanza de la
PROLOGO 15
historia y de la geografía en ciertos países de Africa del oeste y del centro, me l)an
mostrado cuán necesario era para la educación de la juventud y la información del
público una obra de historia elaborada por eruditos que conozcan desde dentro
los problemas y esperanzas de Africa y que sean capaces de considerar y estudiar
el continente en su conjunto.
Por todas estas razones, la UNESCO se esforzará en que esta Historia General
de Africa sea ampliamente difundida, en numerosas lenguas, y sirva de base a la
elaboración de libros para niños, manuales escolares y programas de televisión y
radio. Así, jóvenes, escolares, estudiantes y adultos de Africa y de otros lugares
podrán tener una mejor visión del pasado del continente africano,·de los factores_,
que lo explican, y una comprensión más justa de su patrimonio cultural y desÚ i
contribución al progreso general de la humanidad. Esta obra debería, por tanto, ,
co_ntribuir a favorecer la cooperación internacional y a Feforzar la solidaridad de
los pueblos en sus aspii;aciones a la justicia, al progreso y a la paz. Al menos éste
es el voto que formulo muy sinceramente. ____ ..,
Sólo me queda expresar mi profunda gratitud a los miembros del Comité
Científico Internacional, al ponente, a los directores de los diferentes volúmenes, a
los autores y a todos quienes han colaborado en la realización de esta prodigiosa
empresa. El trabajo efectuado y la contribución aportada muestran perfectamen-
te lo que unos hombres, llegados de horizontes diversos, pero animados de una
misma buena voluntad y de un mismo entusiasmo al servicio de la verdad de
todos los hombres, pueden hacer, en el marco internacional que ofrece la
UNESCO, para llevar a feliz término un proyecto de un gran valor científico y
cultural. Mi i;econocimiento se extiende igualmente a las organizaciones y
gobiernos que, mediante sus donativos generosos, han permitido a la UNESCO
publicar esta obra en diferentes lenguas y asegurarle la difusión universal que
merece, al servicio de la comunidad internacional entera.
PRESENTACION
DEL PROYECTO
BETHWELL A. OGOT
PreSiclelllC' del Comité Cientijko lnreruacionul
purn fo Red~t.Tión .Je una H;s,oriu General de Ajricu
J. KI-ZERBO
Africa* tiene una historia. Ha pasado el tiempo en que, sobre lienzos enteros
de mapamundis o portulanos, representando ese continente entonces marginal y
esclavo, el conocimiento de los eruditos se resumía en esta fórmula lapidaria que
revela un poco su coartada: «Ibi sunt leones». Allí hay leones. Después de los
leones, se descubrieron las minas, tan provechosas, y en la misma oportunidad, las
«tribus indígenas», propietarias de aquéllas, pero a las que se incorporaron como
propiedades de las naciones colonizadoras. Después, tras la época de las «tribus
indígenas», se pasó a los pueblos impacientes al yugo, cuyo pulso latía ya al ritmo
de las luchas de liberación.
. La Historia de Africa, c9mo la de 1~ tltnn_anidag_ enteca, es,_ .en_ efecto, !a
historia de una toma de conciencia. La Historia de Africa debe ser reescrita,
* Nota del director de esce uolumen: La palabra AFRICA tiene un origen hasta ahora difícil de
aclarar. Se impuso a partir de los romanos.en lugar del término de origen griego o egipcio Libia, país
dé los Lebú o Lobín, del Génesis. Tras haber designado el litor.al norteafricano, la palabra Africa, se
aplica, desde finales. del s. 1 antes de la era cristiana, al conjunto del continente.
E!ero ¿cuál es el origen primero del nombre?
Comenzando por las más verosímiles, pueden darse las versiones siguientes:
- La palabra Africa provendría del nombre de un pueblo (bereber) situado al sur de Cartago: los
Afrig; de ahí Afriga o Africa, para designar el país de los. Afrig.
- Otra etimología de la palabra Africa se obtiene de dos términos fenicios, uno de los cuales
quiere decir «espiga», símbolo de la fertilidad de esa región, y el otro, Pharikia, que significa «país de
los frutos>>.
- La palabra Africa se derivaría del latín aprica (soleado), o del griego apriké (exento de frío).
- Otro origen podría ser la raíz fenicia faraga, que expresa la idea de separación, es decir, de
diáspora. Señalemos que esta misma raíz se encuentra en ciertas lenguas africanas (bambara).
- En sánscrito e indo, la raíz apara o afriéa designa Jo que, en el plano geográfico, está situado
«después», e_s decir, Occidente. Afrii:a es el continente occidental.
- Una tradición histórica recogida por León el Africano dice que un jefe yemení, llamado Africu,s,
habría invadido Africa del Norte en el segúndo milenio antes de la era cristiana, fundando una ciudad
llamada Afrikyah. Pero es más probable que el término árabe Afrikyah sea la transcripción árabe de la
palabra Africa.
- Se ha llegado, incluso, a decir que Afer era nieto de Abraham y compañero de Hércules (!).
24 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
¿POR QUE?
Se trata de una empresa científica. Las sombras, las oscuridades que rodean el
pasado de ese continente constituyen un desafío apasionante para la curiosidad
humana. La Historia de Africa es poco conocida. ¡Cuántas genealogías erróneas!
¡Cuántas estructuras que parecen diseñadas con estilo impresionista o difumina-
das en una espesa niebla! ¡Cuántas secuencias que parecen absurdas porque se ha
suprimido la escena precedente! Ese filme desarticulado·y parcelado no es más que
la imagen de nuestra ignorancia, y de él hemos hecho, por desviación enojosa o
viciosa, la imagen real de la Historia de Africa tal como se ha desarrollado
efectivamente. Desde entonces, es asombroso que se destine a la Historia africana
un espacio infinitesimal y secundario en todas las Historias de la humanidad o
de las civilizaciones.
Sin embargo, desde hace algunos decenios, millares de investigadores, cuyo
mérito en gran número de ellos es importante e incluso excepcional, han
exhumado panoramas enteros del rostro antiguo de Africa. Cada año aparecen
decenas de nuevas publicaciones cuya óptica es cada vez más positiva. Descubri-
mientos africanos, a veces espectaculares, cuestionan la significación de ciertas
fases de la Historia de la humanidad en. su conjunto.
Pero, con razón, .esta proliferación misma no deja de encerrar peligros: peligro
de cacofonía por la profusión de la investigaciones sin coordinar, desordenadas;
vanas disputas entre escuelas que distinguen honoríficamente a los investigadores
según el objeto de su investigación, etc. Por este motivo y en honor de la ciencia,
era importante que se realizase una puesta a punto por encima de toda sospecha,
con los auspicios de la Unesco, por equipos de eruditos africanos bajo la
autoridad de un Consejo Científico Internacional y de directores africanos. Por el
número y la calidad de los investigadores .movilizados para este nuevo y gran
descubrimiento de Africa, existe una experiencia insigne de cooperación interna-
INTRODUCCION GENERAL 25
1 '" • J.
cional. Ahora bien, quizá más que cualquier otra disciplina,/la Historia es una¡ . '!.- ..__.,,.
ciencia humana, puesto que sale completamente caliente de fa forja zumbante y J~.,_,'<"
tumultuosa de los pueblos. Formada realmente por el hombre sobre el yunque de
la vida,. construida mentalmente por el hombre en laboratorios, bibliotecas y
excavaciones, la Historia la hace también el hombre, el pueblo, para iluminar y
motivar su conciencia.
Para los a_fricanos, la Historia de Africa no es un espejo narcisista ni un
pretexto sutil para abstraerse del trabajo. Esta diversión alienante correría el
riesgo, por otra parte, de comprometer los fines científicos de la empresa. En
cambio, la ignorancia de su -propio pasado, es decir, de una gran parte de sí
misma; ¿no .es más alienante aún? Todos los males que azotan hoy a Africa y
todas las posibilidades que allí existen resultan de fuerzas innumerables propulsa-
das por la Historia. Y lo mismo que la reconstrucción en la evolución de una
enfermedad es la primera etapa de una empresa racional de diagnóstico y terapia,
de, igual modo el pFimer trabajo global de ese continente es histórico. _A menos de ¡
~~ar___P-Q!_ el inconsciente y_ la alienación, no se podría vivtr sin m~moria ni con la,
memoria dei prójimo. Ahora bie_ñ, ia Historia es ia me_moria de los pueblos. Este
ie~orn.<! a sí mísmo puede, además, revestir el valor de una catarsis liberadora,
como la inmersión en uno mismo por el psicoanálisis que, al revelar las bases de
las ~r~qas_ d_e rrnes_tra pep~onalidad, rompe de una vez _los complejos gue amarran
nuestra conciencia a las raíces oscuras del subconsciente. Mas, para' no trocar un
ojito por otro, es. preciso qµe la_ verdad hi~tórica, matriz de la conciencia
desalienada y auténtica, es.té firmemente probada y fundada.
¿COMO?
De ahí surge la terrible cuestión del cómo, es decir, de la metodología. En este
aspecto como en otros, hay que cuidarse a la vez de singularizar demasiado a
Africa y de alinearla más de lo debido, según las normas extranjeras. Algunos
piensan que es necesario tratar de encontrar la misma clase de documentos que
para Europa, y la misma panoplia de piezas escritas o epigrafiadas, para hablar de
una auténtica Historia de Africa. Para ellos, en suma, tanto en los trópicos como
en el polo, los problemas del historiador son los mismos en todas partes. Es
preciso reafirmar claramente aquí que no se trata de amordazar la razón so
pretexto de que faltan datos que -ofrecerle. La razón no debería considerarse
tropicalizada con el pretexto de que se ejercita bajo los trópicos. La razón,
soberana, no conoce el imperio de la geografía. Sus normas y métodos fundamen-
tales -en particular la aplicación del principio -de causalidad- son cm todas
partes las mismas. ~e_r~.r~Q!!lfüJl.!;Pt~ p(rrque n_o. ~s cic.;g_a, _la_razón d~b,e ,aprehen: /
c!_er ~i[erentemJ:.!).te__i::ealidades diferente.s, p¡ua que todo_ lo que capte siga siend~ 1
también preciso y sólido. Los principios de la crítica interna y externa se 1
aplicarán, por tanio, según una estrategia mental distinta para el canto épico
Soundjata Fasa 1 y para el capitular De Viltis o las circulares a los prefectos
1
Honor y gloria a Soundjata, en lengua malinké, Fundador del Imperio de Mali en el siglo XIII.
Soundjata es uno de los héroes más populares de la historia africana.
26 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
2
, Del árabe sahil: r.ibera. Aquí, ·ribera del desierto considerado como un océano.
3
El factor climático no es de despreciar. El profesor Thurstan Shaw ha subrayado el hecho de que
algunos cereales adaptados al clima mediterráneo (lluvias.de invierno) no se han podido adaptar en el
valle del Níger porque, al sur del paralelo IS de latitud norte y debido al embolsamiento del frente
intertropical, su aclimatación era imposible. Cf. J. A. H. XIII, 1971, págs. 143-r53.
4
Ver, a este respecto, John Ford, 1971.
INTRODUCCION GENERAL 27
una de las precondiciones de las mayores mutaciones cualitativas en el aspecto
económico, social y político. Además, la sangría demográfica y severa de la trata
de negros desde tiempos inmemoriales y, sqbre todo, desde el comercio negrero
pel siglo XV al XX, no ha podido más que contribuir a privar a Africa del vigor
humano y de la estabilidad necesarios a toda creación eminente, incluso en el
plano tecnológico. La naturaleza y los hombres, la geografía y la historia no han
sido suav~s para Africa. Y es indispensable alcanzar esas condiciones fundamenta-
l~s del proceso evolutivo pata plantear los problemas en términos objetivos y no
en forma de mitos aberrantes, como la inferioridad racial, el tribalismo congénito
y la pretendida pasividad histórica de los africanos. Todos esos enfoques subjeti-
vos e irracionales no hacen, en la mejor de las hipótesis, más que enmascarar una
ignorl;lncia voluntaria.
Hay que reconocer que en lo que se refiere a ese continente, el manejo de las
fuentes es particularmente difícil. Tres fuentes principales constituyen aquí los
pilares del conocimiento histórico: los documentos escritos, la arqueología y la
tradición oral. Estas tres fuentes están apoyadas por la lingüística y la antropolo-
gía que permiten matizar y profundizar la interpretación de los datos, a veces
demasiado toscos y estériles sin este· enfoque más íntimo. Se haría mal, sin
embargo, en establecer a priori una jerarquía perentoria y definitiva entre estas
diferentes fuentes.
Las fuentes escritas, .si no. muy raras, al menos están mal distribuidas en el
tiempo y en el espacio. Los siglos más «oscuros» de la historia africana son los que
disponen de la luz clara y precisa que emarra de los testimonios escritos -por
ejemplo, los siglos que pr:eceden y siguen al nacimiento de Cristo-, siendo
privilegiada, a este respecto, Africa del Norte. Pero, incluso cuando existe ese
testimonio, su interpretación implica frecuentemente ambigüedades y dificultades.
Así es como a partir de una relectura de los «viajes» de Ibn Baitüta y de nuevo
examen de las diversas grafías de los topónimos empleados por este autor y por
al'Umari, algunos historiadores han llegado a poner en duda que Niani-sur-
Sankarani hubiese sido capital del antiguo Malí 5 • En el plano cuantitativo, masas
considerables de materiales escriturarios de carácter archivístico o narrativo
permanecen aún inexplorados, como lo prueban los recientes inventarios parcia-
les de los manuscritos inéditos referentes a la Historia del Africa negra, que se han
descubierto no sólo en las bibliotecas de Marruecos 6, Argelia y Europa, sino
5
Cf. J. O. Hunwick, 1973, págs. 195-208. El autor adopta el riesgo del argumento del silencio: <<Si
lbn Ba(tu\a hubiera atravesa.do el Níger o el Senegal, lo hubiera señalado>>.
6
Cf. UNESCO: Recueil sé/ectifde textes en arabe provenant d'archives marocai11es, por el profesor
Mohammed Ibrahim El Kettani, SCH/VS/894.
28 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
La Arqueología
7
Cf. E1udes maliennes, l. S. H. M., núm. 3, sept. 1972.'
8
B. G. Martín. 1969, págs. 15-27.
INTRODUCCION GENERAL 29
de los hallazgos arqueológicos tiene por naturaleza algo de objetivo e irrecusable.
Así es como el estudio de la tipología de las cerámicas, de los objetos de hueso y de
metal en el Sáhara níger-chadiano demuestra la unión entre los pueblos preislámi-
cos (Sao) de la cuenca chadiana y las áreas culturales que se extienden hasta el
Nilo y el desierto libio: estatuillas de arcilla cocida con talabartes cruzados,
adornos corporales de figurines, formas de vasos y brazaletes, de arpones y
huesos, de cabezas o puntas de flecha y de lanza hacen resucitar así, gracias a su
parentesco y más allá del paisaje contemporáneo aplastado por la soledad y la
inercia, las solidaridades vivas de antaño 9 • La localización, clasificación y
protección de los yacimientos arqueológicos africanos se imponen como una
prioridad de gran urgencia, antes de que depredadores o profanos irresponsables
y turistas sin intención científica los saqueen y desorganicen, despojándolos así de
todo valor histórico serio. Pero la explotación de esos yacimientos mediante
proyectos prioritarios de excavaciones a gran escala sólo podrá desarrollarse en el
marco de programas interafricanos sostenidos por una poderosa cooperación
internacional.
La tradición oral
Ípara la simetría, del brillo y del oropel de las fórmulas que no son más que el
) embalaje circunstancial de un mensaje venido de lejos.
"- Se ha dicho que la tradición no inspira confianza porque es funcional; como si
todo mensaje humano por definición no fuese funcional, comprendidos los
documentos de archivo que, por su misma inercia y bajo su aparente neutralidad
objetiva, ocultan tantas mentiras por omisión y revisten el error de respetabilidad.
Ciertamente, la tradición épica en particular es una recreación paramítica del
pasado. U na especie de psicodrama que revela a la comunidad sus raíces y la
masa de valores que sustentan su personalidad: un viático encanta_do para
remontar el río del tiempo hacia el reino de los antepasados. Esa es la razón de
que la palabra épica no coincida exactamente con la palabra histórica. La
sobrepone por medio de proyecciones anacrónicas río arriba y río abajo del
tiempo real y mediante choques frontales que se parecen a las subversiones del
relieve en arqueología. Pero ¿escapan los escritos también a esas intrusiones
enigmáticas? Aquí, como en otras materias, hay que cambiar la palabra fósil-
director. Hay que proveerse, si es posible, de un detector de metales para separar
ganga y escoria.
Verdaderamente, en el discurso épico, la fragilidad de fa cadena cronológica
constituye su verdadero talón de Aquiles; las revueltas secuencias temporales
crean un rompecabezas en que la imagen del pasado no nos llega clara y estable
como en un buen espejo, sino como un fugaz reflejo titilante en la agitación del
agua. La duración media de los reinados o de las generaciones es un tema
vivamente controvertido en que las extrapolaciones a partir de los períodos
recientes son muy poco seguras, y sólo sería así con motivo de las mutaciones
demográficas y políticas. A veces, una dinastía excepcional o un personaje
cariñoso polariza sobre sí las hazañas de sus predecesores y sucesores literalmente
eclipsados. Así ha ocurrido con dinastías de Ruanda y con Da Monzon, rey de
Segú -(principios del siglo XIX), a quien los griots atribuyen toda conquista
importante de ese reinado.
Por otra parte,. el texto literario oral sacado de su contexto es como un pez
fuera del agua: muere y se descompone. Aislada, la tradición se parece a esas
máscaras africanas arrancadas de la comunión de los fieles para ser expuestas a la
curiosidad de los no iniciados. Pierde su carga de sentido y vida. Ahora bien, por
su vida misma, porque nuevos testigos comprometidos en su transmisión se hacen
cargo de ella sin cesar, la tradición se adapta a la espera de nuevos auditorios,
adaptación que imputa al jefe principal la presentación del mensaje, pero que no
deja siempre indemne al contenido. ¡Que no se vean tampoco como mercaderes o ·
mercenarios de la tradición a aquellos que sirven a voluntad de los buscadores de
textos escritos reinyectados en la tradición!
En fin, el contenido mismo del mensaje es con frecuencia hermético, incluso
esotérico. Para el africano "la palabra es dura. Es fuerza ambigüa que puede hacer
y deshacer, que puede acarrear maleficios. Por eso, no la articula abierta y
directamente. Se la envuelve con apólogos, alusiones, sobrentendidos, proverbios
claroscuros para los más, pero luminosos para los que están provistos de las
antenas de la sabiduría. En Africa, la palabra dura no se derrocha. Y cuanto más
se está en posición de autoridad, menos se habla en público. Pero, cuando se dice
INTRODlJCCION GENERAL 31
a alguien :.«Te has comido el sapo y tirado su cabeza», comprende enseguida que
se le acusa de eludir una parte de sus responsabilidades 10 • Ese hermetismo del
«decir a medias» rubrica a la vez el valor inestimable y los límites de la tradición
oral, puesto que su riqueza es casi imposible de traspasar íntegramente de una
lengua a otra, sobre todo cuando esa otra es estructural y sociológicamente
distinta. La tradición se lleva muy mal con la traducción. Desenraizada, pierde su
savia y su autenticidad, porque la lengua es la «casa del ser». Muchos errores
imputados.a la tradición provienen, por otra parte, de intérpretes incompetentes o
sin escrúpulos.
Sea lo que sea, está hoy ampliamente probada la validez de la tradición ·oral.
Está abundantemente confirmada por las comprobaciones con las fuentes arqueo-
lógicas o escriturarías, así como por el emplazamiento arqueológico de Koumbi
Saleh, los vestigios del lago Kisale, o los acontecimientos del siglo XVI transmiti-
dos por los Shona y cuya concordancia con los escritos de los viajeros portugue-
ses de esa época ha comprobado D. P. Abraham.
En resumen, el contenido o relato de la tradición, sea épico, prosaico,
didáctico o ético, puede ser histórico desde un triple punto de vista. En primer
lugar, es revelador del cúmulo de usos y valores que animan a un pueblo y
condicionan sus actos futuros por medio de la representación de los arquetipos
de ayer. Hacit,ndo eso, la epopeya refleja, pero también crea historia. Cuando
alguien se dirige a Da Monzon diciéndole: «Señor de las aguas y de las hombres»,
se significa con eso el carácter absóluto de su poder. Pero los mismos relatos nos
lo muestran consultando sin cesar a sus guerreros, a sus griots y a sus mujeres 11 •
El sentido del honor y de la reputación se manifiesta en la famosa réplica del
«canto del arco» a la gloria de Soundjata ( Soundjatafasa): «Saya Kaoussa malo
yé» 12 • Ese valor se expri:;sa también bellamente en el episodio de Bakary Dian
contra los Peul de Kournari. Arrinconado por despecho en su aldea de Dongo-
rongo, el valiente Bakary Dian acude a suplicar que le dejen ir a la cabeza de las
tropas de Ségou, y finalmente cede cuando se le toca la cuerda sensible del orgullo
y de la gloria: «Las viejas palabras intercambiadas, olvídalas. Ahora es tu nombre
lo que hay que conservar; porque se viene al mundo para hacerse con un nombre.
Si naces, creces y mueres sin tener un nombre, has venido para nada; has partido
para nada». Y exclama: «Griots de Ségou, puesto que vosotros habéis venido, eso
no será imposible. Yo haré lo que me pidáis, por mi reputación. No lo haré por
Da Monzon. No lo haré por nadie en Ségou. Lo haré solamente por mi
reputación. Incluso después de mi muerte, se añadirá a mi nombre».
Igualmente ese rasgo de civilización y de derecho. Silamaka dice: «Tenéis la
suerte de que me esté prohibido matar a mensajeros».
En resumen, -la recomposición del pasado está lejos de ser íntegramente
imaginario. En él se encuentran retazos de recuerdos, filones de historia que con
frecuencia son más prosaicos que los aderezos coloreados de la imaginación épica:
«Así es como coJT1enzó esa institución de pastores colectivos en los pueblos
10
11
cr. H. Aguessy, 1972, págs. 269-297.
Cf. L. Kesteloot: tomos 1-3-4.
12
«La muerte vale más que la vergüenza».
32 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
La lingüística
13
La UNESCO organizó en 1974 un coloquio científico internaciónal sobre el descifre de esta
lengua africana. ·
14
Cf. Maurice Houis,. 1971, pá1g. 45.
34 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Antropología y etnología
17
cr. Abbo y Elélridge Mohammadou, págs, 130-55.
18
Cf. M, Houis, 1971, pág. 27.
19
El término etnia, al estar reservado a los pueblos considerados sin escr.itura, ha estado desde el
principio-marcado por el prejuicio racista. «Idólatra o étnico», escribía en el siglo xvi Clément Marot.
La etnografía es la recogida descriptiva de los documentos. La etnología es la sintaxis comparativa.
2
° Cí. J. Copans, 1971, pág. 45: «La ideología colonial y la etnología dependen de una misqia
configuración, y existe entre esos dos órdenes de fenómenos un juego que condiciona su desarrollo
respectivo».
36 METOD0LOG1A Y PREHISTORIA AFRICANA
colectiva en acción, insiste mucho más en las fuerzas productivas y las relaciones
de producción, en la praxis y las normas, mientras que el método estructuralista
quiere descubrir los mecanismos inconscientes; pero lógicos,· y los conjuntos
coherentes que sustentan y en~uadran la acción de los espíritus y de las socieda-
des. La antropología que bebe de esas nuevas fuentes será, esperémoslo, algo
distinto a un ave Fénix surgida, por necesidades de la causa, de las cenizas de una
determinada etnología 22 •
La antropología debe criticar su propia andadura, insistir tanto en las normas
como en las prácticas, y no confundir las relaciones sociales posibles de descubrir
en la experiencia, ni las estructuras que les tienden en su base. Así enriquecerá a las
unas por medio de las otras; a las normas, a las estructuras y a las opiniones, al
utilizar ampliamente las técnicas cuantitativas y colectivas de encuesta, y al
racionalizar y objetivar el discurso. Las interacciones de los factores globales
interesan particularmente a la antropología, pero también a la síntesis histórica.
Por ejemplo, se aprecian correspondencias entre, por una parte, la existencia de
vías comerciales con monopolio real de ciertas mercancías y, por otra, las formas
políticas centralizadas: en las antiguas Ghana y Malí, en el Imperio ashanti del
siglo XVIII, en el reino lunda del Zaire, etc. Mientras que, contrariamente a los
ngonde y los zulúes, pueblos con lenguas y costumbres idénticas (los nyakusa y los
xhosa), pero que viven apartados de esas corrientes, no han alcanzado la fase
monárquica, lo cual es una contraprueba decisiva 23 • De esto se puede tratar de
inferir una especie de «ley» de antropología o de sociología política. Por otra
parte, las estructuras del parentesco pueden entrañar una multitud de incidencias
sobre la evolución histórica. Así, cuando dos grupos de lenguas diferentes se
encuentran, la forma de unión conyugal entre esos grupos decide generalmente la
lengua que será dominante, porque la lengua materna sólo puede pesar si las
mujeres son tomadas como esposas y no como esclavas y concubinas.
Ciertos grupos nguni conservarán así su lengua de origen, mientras que otros,
que tomaron mujeres sotho, perdieron su lengua en beneficio de los sotho. Ese es
también el caso de los pastores peul, llegados de Macina y de Fouta Djalon, que
tomaron mujeres entre los mandinga y crearon la provincia de Ouassoulu: sólo
son peul de noinbre, y por algunos rasgos físicos. Han perdido su lengua original
en provecho del malinke o del bambara.
Así, pues, las principales fuentes de la historia africana evocada anteriormente
no pueden clasificarse a priori como tales, según una escala de valores, privilegian-
do permanentemente a tal o cual de ellos. Conviene juzgar caso por caso ... En
efecto, no se trata de testimonios de especies radicalmente diferentes. Todas
responden a la definición de signos que nos llegan de antaño y que, como vectores
de mensajes, no son completamente neutros, sino que arrastran intenciones
abiertas u ocultas. Todas pertenecen, por tanto, a la crítica metodológica. Cada
una puede conducir a las demás categorías de fuentes: por ejemplo, la tradición
22
La sociología sería una ciencia intrasocial para el mundo moderno, mientras·que la antropolo-
gía sería una aproximación o enfoque comparatista (int.ersocial). Pero ¿no es eso resücitar las
categorias discutibles de la diferencia, con su cortejo de etnohistoria, de etnoarqueología, de
etnomatemáticas...?
23
Cf. L. Thompson, 1969, págs. 72-73.
38 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
26
Cf. Yves Coppens, 1960, págs. 129 y sigts.
27
A. Bailloud, 1961, págs. 51 y sigts.
40 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Esta concepción del tiempo es histórica desde muchos puntos de vista. En las
sociedades africanas gerontocráticas, la noción de anterioridad en el tiempo está
aún más llena de sentido que en otras partes, puesto que por sí sola genera unos
derechos sociales, como el uso de la palabra en público, la participación en una
danza reservada, en algunos manjares, en el matrimonio, en el respeto al prójimo,
etc. En otros lugares, al no ser la primogenitura, muy frecuentemente, un derecho
excluido para la sucesión real, el número de pretendientes (tíos, hermanos, hijos)
es siempre elevado, y la edad interviene en el marco de una competición muy
abierta. De ahí la preocupación aún creciente por la cronología. Pero en absoluto
había necesidad de saber que se había nacido en tal año, ya que lo esencial era
probar que se había nacido ante fulano de tal. Las referencias de cronología
absoluta no se imponen más que en el marco de sociedades más vastas y
anónimas.
Esta concepción del tiempo social no es estática, porque en el contexto de la
filosofía africana pandinamista del universo se trata de aumentar sin cesar su
forma vital, que es eminentemente social, lo que incluye la idea de progreso en y
para la comunidad. Como dice Bakary Dian: «Incluso después de mi muerte,
aumentará mi nombre». En algunas lenguas, la misma palabra (bogna, en
bambara, por ejemplo) designa el don material, el honor, el crecimiento.
El cómputo de las estaciones se funda a menudo en la observación astronómi-
ca realizada, por ejemplo, en una serie de constelaciones, como la Osa Mayor;
entre los komo (Alto Zaire), las Pléyades, comparadas a una cesta con machetes,
anuncian.el tiempo de aguzar esas herramientas para la roturación de los campos.
Además, en caso de necesidad, esta concepción del tiempo se hace más matemáti-
ca: muescas hechas en maderas especiales conservadas en los archivos de las
grutas del país dogon; depósito anual de una pepita de oro en un bote de estaño,
conservado en la capilla del trono, en el reino de Bono Manso u; o de un guijo en
una jarra, en la caja de los Reyes, en el país mandinga, sin contar evidentemente
las prácticas eminentes del Egipto faraónico y de los reinos musulmanes (almoha-
de, por ejemplo), sobre este particular. Si se piensa en la dificultad de convertir una
secuencia de duración de reinados en otra de fechas, y en la necesidad de
encontrar un punto fijo de referencia, se comprobará que éste último la mayor
parte de las veces lo proporciona un dato exterior fechado, por ejemplo, el ataque
ashanti contra Bono Mansou.
En efecto, sólo la utilización de la escritura y el acceso a las religiones
«universalistas» que disponen de un calendario a partir de un término a quo
preciso, así como de la entrada en el universo del rendimiento y la acumulación
monetaria, han remodelado la concepción «tradicional» del tiempo. Pero ésta
respondía correctamente en su tiempo a las necesidades de las sociedades en
cuestión.
Otra exigencia imperativa, es que esa historia sea, por fin, vista desde el interior
partiendo del polo africano, y no medida permanentemente con la vara de valores
extranjeros, siendo la conciencia de uno mismo y el derecho a la diferencia condi-
ciones indispensables para la constitución de una personalidad colectiva autóno-
ma. Naturalmente, la opción y la óptica de autoexamen no consisten en abolir
artificialmente las conexiones históricas de Africa con los demás continentes del
INTRODUCGION GENERAL 41
Viejo y del Nuevo Mundo .. Pero esas conexiones serán analizadas en términos de
intercambios recíprocos y de influencias multilaterales en las que no dejarán de
aparecer las aportaciones positivas de.Africa en el desarrollo de la Humanidad. 'La
mirada histórica africana no será,. pues, una mirada vengativa ni de autosatisfac-
ción, sino un ejercicio vital de la memoria colectiva que explora el campo del
pasado para enéon:trat eh él sus propias raíces. Después de tantas miradas
exteriores que hasta en las películas contemporáneas han modelado la imagen
relevante de Africa a la medida de los intereses exteriores, es tiempo de proyectar
la mirada interior de la identidad, de la autenticidad, de la toma de conciencia:
«vueita •irepatriante"», como dice Jacques Berque para designar ese retorno a las
fuentes. Cuando se piensa en el valor de la pálabta y del nombre en Africa y que
nombrar algo es casi tomar posesión de ello; hasta tal punto que los personajes
venerados (padre, esposo, soberano) son designados por perífrasis y sobrenom•
bres, se comprenderá por qué toda la serie de vocablos o de conceptos; y toda la
panoplia de estereotipos y de esquemas .mentales relativos a la historia africana,
resultan de ·la alienación más sutil. Hace falta aquí una ver.dadera r.evolución
copernicana que será, en primer lugar, semántica y que, sin negar las exigencias de
la ciencia universal, recupera toda la corl'Íente hi~tórica de ese continente en unos
nuevos moldes 28 •
Como Mackenzie advertía ya en 1887 sobre .los tswava (Botswana), ¡cuántos
nombres de pueblos que jamás han sido utilizados por ellos mismos ni por otros
pueblos africanos! Esos pueblos han pasado por las fuentes bautismales de la
colonización y han salido de allí malditos por la alienación. La única vía real para
salir de ahí es escribir cada vez más libros de historia africana en lengua africana,
lo cual presupone otras reformas de estructura ... ¡Cuántos libros de historia de
Africa que dedican generosamente unas diez páginas a la .historia precolonial, so
pretexto de que es mal conocida! Así que se saha a pie juntillas de los «siglos
oscuros» a tal prestigiose explorador o gobérnador, demiurgo providencial y deus
ex machir,a, partiendo del cual comienza la verdadera historia, relegándose en
suma el pasado africano, a una especie de vergonzante prehistoria. Ciertamente,
no se trata de negar los influjos externos.que actúan como levadura aceleradora o.
detonante. Por ejemplo, la introducción en el siglo XVI de las armas de fuego en el
Sudán central propició la infantería formada por esclavos en detrimento de los
caballeros feudales, mutación que repercutió en la estru'ctura del poder a través
del Sudán central, suplantando ante el soberano el kacella o kai"gamma de origen
servil al ministro noble Cirema. Pero las explicaciones mecánicas a partir de
influencias externas (¡incluidos lós reposacabezas!) y las correspondencias auto-
máticas entre influjos exteriores y los movimientos de la historia. afoicana deben
ser rechazadas a la hora de realizar un análisis más interno, con vistas a descubrir
las contradicciones y dinamismos endógenos 29 •
28
Ver,. a este respecto, la demostración interesante de l. A. Akinjogbin, 1967. Partiendo de la
comparación entre el sistema del ebi (familia i:nuy larga), que, sería Ja fuente dí: la autoridad de Oyo
sobre las familias, y el sistema dahomiano de adaptación al tráfico de negros por la monarquía
autoritaria ejerciendose sobre los individuos, él explica la djsparidad entre los dos regímenes.
Ver también B. Verhaegen, .1974, pág, :156: «El hecho en bruto es un mito. El lengmi.je que lo
designa es implícitamente una teoría del hecho».
29
Cf. R. C. C. Law, 1971. El autor da del declive de Oyo una explicación fundada sobre las,
42 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICAN. A
Además, esta historia no debería ser otra que la historia de· los pueblos
africanos en su conjunto, considerada c::omo una totalidad que englobase la masa
continental propiamente dicha y las islas vecinas, como Madagascar, según la
definición de la carta de la O. U. A. La historia de Africa'integra evidente~ente al
sector mediterráneo en una unidad consagrada por tantos vínculos milenarios (a
veces sangrientos, es cierto), mutuamente enriquecedores las más de las veces, que
hacen de Africa, a una y otra parte de la bisagra del Sáhara, los dos goznes de
una misma puerta y las dos caras de una misma moneda.·
Historia de los pueblos porque, en Africa, hasta el despotismo de ciertas
dinastías ha sido siempre temperado por la distancia, por la ausencia de medios
técnicos que agravan la lentitud de la centralización y por la perennidad de las
democracias lugareñas, así que a todos los niveles, de la base a la cima, el consejo
reunido por y para la conferencia con el jefe negro constituye el cerebro del cuerpo
político. Historia de los pueblos porque, 1,alvo en algunos decenios contemporá-
neos, esa historia no está ajustada a las fronteras fijadas por la colonización, por la
juiciosa razón de que el manjar territorial de los pueblos africanos desborda por
todas partes las fronteras heredadas de la partición colonial. Para poner un
ejemplo entre mil, los senoufo se asientan sobre una parte de Malí, de la Costa de
Marfil y del Alto Volta. Eh el marco continental general, se pondrá el acento,
pues; sobre los factores comunes que resultan de orígenes comunes y de intercam-
bios interregionales y milenarios de hombres, mercancías, técnicas, ideas; en re-
sumen, de bienes materiales y espirituales. A pesar de los obstáculos naturales y
el bajo nivel de las técnicas, desde la prehistoria ha habido una cierta solidaridad
histórica continental entre el valle del Nilo y Sudán hasta la selva guineana, y
entre ese mismo valle y el Africa oriental, contándose entre otros acontecimientos
la dispersión de los lwo, entre Sudán y el Africa central por la diáspora de los
bantúes, y entre la fachada atlántica y la costa oriental por el comercio transconti-
nental a través de Shaba. Los fenómenos migratorios desarrollados en una gran
escala de espacio y de tiempo no deben, por otra parte, analizarse como
maremotos de masas desbocadas atraídas por el vacío o haciendo el vacío a su
paso. lncluso la saga torrencial de Chaka, el mfécane, no debería interpretarse
únicamente en esos términos. La subida hacia el norte de grupos mossi (Alto
Volta), partiendo de Dagomba y de Mamprusi (Ghana) se realizó por medio de
bandas de jinetes que, etapa tras etapa, ocuparon regiones, pero sólo podían
hacerlo mezclándose con los autóctonos y casándose con las mujeres de aquellos
lugares. Los privilegios judiciales que se otorgaban a sí mismos provocaron
rápidamente la proliferación de sus escarificaciones faciales (especie de carnets de
identidad) sobre numerosos rostros; la lengua y las instituciones de los recién
llegados fueron tan apreciadas que llegaron a eclipsar a las de los demás pueblos,
mientras que otras costumbres, vinculadas, por ejemplo, a los cultivos agrarios
que reglamentan los derechos de establecimiento, seguían siendo competencia de
los caciques locales, y se instauraban relaciones de «parentesco de cortesía» con
tensiones internas entre categorías sociales que eran partes interesadas en el poder: esélavos,
intendentes del alafing (rey) en las provincias, representantes de las provincias en fa corte, triunvirato
de eunucos reales (del Centro, de la Derecha y de la Izquierda).
INTRODUCCION GENERAL 43
ciertos pueblos encontrados por el camino. El propio gran conquistador «mossi»
Oubri era también un «mestizo». Ese esquema de proceso por ósmosis debe
reemplazar casi siempre al escenario romántico y simplista de la invasión nihilista
y empobrecedora, cómo se ha representado y falseado durante mucho tiempo la
irrupción dé los béni hila! en Africa del Norte.
Los excesos de la antropología física con prejuicios racistas son rechazados
hoy por todos los autores serios. Pero los «hamitas» y otras «razas morenas»
inventadas por necesidades de la causa no han acabado de asediar los espejismos
y los fantasmas de espíritus, por otro lado, científicos.
«Semejantes clasificaciones -declara J. Hiernaux 30 en un texto importante-
no pueden tomarse como unidades biológicas de estudio. Los peul no constituyen
un grupo biológico sino cultural. Los peul del sur de Camerún; por ejemplo,
tienén sus más próximos parientes biológicos en los haya de Tanzania. En cuanto a
la proximidad biológica entre los moros y los warsingali de Somalía, se debe tanto
a su herencia como al biotopo parecido que los condiciona: la estepa árida».
Los datos propiamente biológicos constantemente trastornados desde hace
miles de años por la selección o la deri.vación genética no ofrecen ninguna
referencia sólida para la clasificación, ni en lo que concierne al grupo sanguíneo, ni
para la frecuencia del gene Hbs, que determina una hemoglobina anormal y que,
asociado a un gene normal, refuerza la resistencia a la malai;ia. Tal es la
importancia capital de la adaptación al medio natural. Por ejemplo, la mayor
estatura y la pelvis más ancha coinciden con las zonas de mayor sequía y calor
más intenso. En ese caso, la morfología del cráneo más estrecho y más alto
(dolicocefalia) es una adaptación que permite una menor absorción del calor. El
vocablo de tribu será, en lo que cabe, rechazado de esta historia, excepto para
algunas regiones de Africa del Norte 31 , debido a sus connotaciones peyorativas y
a las múltiples ideas falsas que lo sustentan. Por más que se subraye que la «tribu»
es esencialmente una unidad cultural y a veces política, algunos continúan viendo
en ella un stock biológicamente distinto, y ponen de manifiesto las ansias de
«guerras tribales» que terminaban frecuentemente con algunas decenas de muer~
tos por lo menos, mientras que olvidan todos los intercambios positivos que han
unido a los pueblos africanos en el plano biológico, tecnológico, cultural,
religioso, sociopolítico, etc., y que dan a las obras africanas un indudable
ambiente de familia.
Por otro lado, esta historia deberá evitar el ser demasiado circunstancial
porque correría el riesgo .de resaltar exageradamente las influencias y los factores
exteriores. Ciertamente, el establecimiento de los hechos piloto es una tarea
primordial, indispensable incluso para hacer resaltar el perfil original de la
evolución africana. Pero lo esencial se referirá a las civilizaciones, a las institucio-
EVOLUCION DE
LA HISTORIOGRAFIA
DE AFRICA
J.D. FAGE
Los primeros estudios sobre la historia de Africa son tan antiguos como el
principio de la historia escrita. Los historiadores del antiguo mundo mediterráneo
y los de la civilización islámica medieval tomaron como punto de referencia el
conjunto del mundo conocido, que comprendía una porción importante de
Africa. El Africa al norte del Sáhara era parte integrante de esas dos civilizaciones,
y su pasado constituía uno de los centros de interés de sus historiadores por las
mismas razones que el de Europa meridional o del Próximo Oriente. La historia
de Africa del Norte ha continuado siendo una parte esencial de los estudios
históricos hasta la expansión del Imperio otomano en el siglo XVI.
Tras la expedición de Napoleón Bonaparte a Egipto en 1798, Africá del Norte
se convirtió de nuevo en un campo de estudios no despreciable para los
historiadores. Con la expansión del poder colonial europeo en Africa del Norte,
consecutiva a la conquista de Argel por los franceses en 1830 y a la ocupación de
Egipto por los británicos en 1882, un punto de vista europeo colonialista dominó
los trabajos sobre la historia de Africa del Norte. Sin embargo, a partir de 1930, el
movimiento modernista en el Islam, el desarrollo de la enseñanza de estilo
europeo en las colonias de Africa del Norte y el nacimiento de los movimientos
nacionalistas norteafricanos comenzaron a combinarse para hacer surgir escuelas
autóctonas de historia, que escribían no solo en árabe, sino en francés e inglés, y
así restablecían el equilibrio en los .estudios históricos de Africa del Norte.
El presente capitulo se ocupará, pues; principalmente, de la historiografía del
Africa occidental, central, oriental y meridional. Aunque ni los historiadores
clásicos ni los historiadores islámicos medievales hayan considerado al Africa
tropical desprovista de interés, sus horizontes estaban limitados por los escasos
contactos que ellos podían tener con Africa, bien sea a través del Sáhara hacia
«Etiopía» o de Bilad al-Sudan, o a lo largo de las costas del mar Rojo y del océano
Indico, hasta los límites que permitía alcanzar la navegación impulsada por el
monzón.
46 METODOLOGJA Y PREHISTORIA AFRICANA
1
Los principales análisis sobre Africa se encuentran en la obra más importante de este autor, la
Muqqadima (traducción francesa de Vicent Monteil) y en el fragmento de su historia traducido por De
Slane, con el título de Histoire. des Berberes.
2
Ver principalmente Marc Bloch, 1939, pág. 91.
3
En la traducción de M. G. de Slane, titulada Histoire des Berberes (1925-1956), este capítulo
figura en el vol. 2, págs. 105-116.
METODOLOGIA Y PREHISTORI.A AFRICANA
escritura árabe, los negros africanos añadieron la utilización de los textos escritos
a los documentos orales de los que ellos disponían ya para conservar su historia.
Entre esos primeros ejemplos de obras de historia actualmente conocidos, los
más elaborados son quizá el Ta'rikh al-Sudan y el Ta'rikh el-Fattash, ambos
escritos en Tombuctú y, en lo esencial, durante el siglo xvn 4 . En los dos casos, los
autores nos ofrecen una exposición de los acontecimientos de su época y del
pe¡íodo inmediatamente anterior, con muchos detalles y sin omitir el análisis ni la
interpretación. Pero también hacen preceder a esas exposiciones críticas de una
evocación de las tradiciones orales referentes a tiempos más antiguos, de suerte
que el resultado no es sólo una historia del Imperio Songhai, de su conquista y
dominación por los marroquíes, sino también un intento para determinar lo que
era importante en la historia anterior de la región, principalmente en los antiguos
Imperios de Ghana y Malí. Por lo cual importa distinguir los Ta'rikh de
Tombuctú de otras obras históricas antiguas escritas en árabe por africanos, tales
como las que son conocidas con el nombre de Crónica de Kano y Crónica de
Kilwa 5 • Estas últimas nos ofrecen solamente las anotaciones directas por escrito
de tradiciones que eran sin duda trasmitidas hasta entonces oralmente. Aunque
parece que una versión de la Crónica de Kilwa fue utilizada por el historiador
portugués De Barros en el siglo XVI, no hay nada que muestre que la Crónica de
Kano haya existido antes de comienzos del siglo XIX, poco más o menos.
Es interesante advertir que las crónicas de esa naturaleza en árabe no se
limitan necesariamente a las zonas de Africa que habían sido completamente
islamizadas. Así es como el centro de la actual Ghana ha producido su Crónica de
Gonja ( Kitab al-Ghunja) en el siglo XVIII, y como las recientes investigaciones de
eruditos, tales como lvor Wilks, han revelado centenares de ejemplos de manus-
critos árabes provenientes de esa región y de las regiones vecinas 6 • Además,
evidentemente no hay que olvidar que una parte del Africa tropical, la que se ha
convertido en Etiopía, tenía su propia lengua semítica, primero el guezo, y
después el amharico, en las que una tradición literaria se ha preservado y
desarrollado durante casi dos mil años. Esa tradición ha producido ciertamente
obras históricas ya en el siglo XIV, p0r ejemplo, la Historia de las Guerras de Amda
Syón 7 • Las obras históricas escritas en otras lenguas africanas, como el hawsa y el
swahili, distintas de las escritas en árabe clásico importado pero que utilizan su
escritura, no aparecieron más que en el siglo XIX.
En el siglo xv, los europeos comenzaron a tomar contacto con las regiones
costeras del Africa tropical, lo que rápidamente supuso la producción de obras
literarias que suministraron materiales extraordinariamente valiosos para los
historiadores modernos. Cuatro regiones del Africa tropical fueron objeto de una
4
El Ta'rikh. al-Sudiin ha sido traducido al francés y anotado por O. Houdas ( 1900); el Ta'rikh el-
Fattiish por O. Houdas y M. Delafosse (1913).
s Hay una traducción inglesa de la Crónica de Kano en H. R. Palmer, 1928, vol. 3, págs. 92-132, y
de la Crónica de Kilwa en G. S. P. Freeman-Grenville; 1962, págs. 34-49.
6
Sobre la Crónica de Gonja y la colección de manuscritos árabes en la Ghana actuaL ver Nehemin
Levtzion, 1968, sobre todo págs. 27-32; lvor Wilks, 1963, págs. 409-417; y Tbomas HodgkiQ, 1966,
págs. 442460. ·
7
Existen varias traducciones de esta obra, principalmente una (en francés) de J. Perruéhon en el
Journal asiatique, 1889.
EVOLUCION DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA 49
atención particular: las costas guineanas del Africa occidental, la región del Bajo
Zaire y de Angola, el valle del Zambeze y las altas tierras vecinas, y, en fin, Etiopía.
En esas regiones hubo una penetración apreciable en el interior de las tierras en el
curso de los siglos XVI y XVII. Pero, como en el caso de los escritores antiguos,
clásicos o árabes, el resultado -generalmente no inmediato- no fue siempre la
redacción de obras de historia de Africa.
La costa de Guinea fue la primera parte de Africa tropical descubierta por los
europeos¡ constituyó el tema de toda una serié de obras desde las proximidades
del año 1460 (Cadamosto) hasta el comienzo del siglo XVIII (Bardot y Bosman).
Buena parte de esos materiales son de grandísimo valor histórico, porque
suministran testimonios fechados y de primera mano, gracias a los cuales se puede
situar un gran número de otras relaciones de carácter histórico. Hay también en
esas obras muchos materiales históricos (es decir, no contemporáneos), quizá
sobre todo en Dapper (1688), que ----contrariamente a la mayor parte de otros
autores- no ha observado directamente, sino que sólo ha reunido los relatos de
los demás. Pero el fin principal de todos esos autores era describir la situación
contemporánea más que escribir la historia. Y únicamente ahora, después que una
buena parte de la historia de Africa occidental ha sido reconstituida, es cuando se
puede apreciar en su justo valor una parte considerable de lo que ellos dicen 8 •
En las demás regiones por las que los europeos se interesaron en los siglos XVI
y XVII, la situación era algo diferente. Quizá porque eran unos campos de
actividad para los primeros esfuerzos de los misioneros, mientras que el principal
motor de las actividades europeas en Guinea ha sido siempre el comercio. En
tanto que los africanos suministraban las mercancías que los europeos deseaban
comprar, lo que generalmente ocurría en Guinea, los mercaderes no se sentían
empujados a cambiar la sociedad africana; se limitaban a observarla. Los
misioneros, por el contrario, se sentían obligados a tratar de cambiar lo que ellos
encontraban, y un determinado grado de conocimiento de la historia de Africa
podía serles útil. En Etiopía, las bases ya existían. Se podía aprender el guezo y
perfeccionar su estudio, así como utilizar las crónicas y otros escritos en esta
lengua. Ob_ras históricas sobre Etiopía fueron emprendidas por dos pioneros
eminentes entre los misioneros, Pedro Páez (muerto en 1622) y Manuel de
Almeida (1569-1646); y fue escrita una historia completa por uno de los primeros
orientalistas de Europa, Hiob Ludolf (1624-1704) 9 . En la cuenca baja del Congo y
en Angola, al igual que en la cuenca del Zambeze y sus alrededores, eran
probablemente más pujantes los intereses comerciales que los de la evangeliza-
ción. Ahora bien, la sociedad tradicional africana- no estaba dispuesta en su
conjunto, sin sufrir presiones considerables, a proporcionar a los europeos lo que
deseaban. Como resultado, fue obligada a cambiar de manera dramática, de
suerte que hasta los ensayos descriptivos apenas podían evitar ser, en parte,
8
The ·voyages of Cadamosto, comentados por G. R. Crone, 1937; John Barbot, 1732; William
Bosman, edición anotada, 1967.
9
En C. Beccari, Rernm Aethiopicattim scriprores·occidentales iriediti, Roma ( 1905-1917), la obra de
Páez se encuentra en los· volúmenes 2 y 3, y el de Almeida en los volúmenes .S y 7 ;-existe una traducción
parcial al .inglés de Almeida en C. F. Beckingham y C. W. B. Huntingford, Sorne records of Ethiopia,
1593-1646 (1954). Historia Aethiopica, de Ludolf, ha sido publicada en Francfort en 1881.
50 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
10
A. de Oliveira de Cadórnega, Historia General das Guerras a11golanas, comentada por M.
Delfado y A. da Cunha (Lisboa, 1940-1942).
1
La edición infolio de Universal History comprende 23 volúmenes, de los que 16 están dedicados
a la ~istoria moderna, y estos últimos comprenden 2 volúmenes sobre Africa,
12
Lisboa, 1937.
EYOLÜCION D.E LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA 51
histórico, y no muestra cambio ni desarrollo». Los pueblos negros «son incapaces
de desarrollarse y recibir una educación. Tal como los vemos hoy, así han sido
siempre». Es interesante advertir que, ya en 1793, el responsable de la publicación
del. libro de Dalzel juzgó necesario justificar la aparición de una historia de
Dahomey. Al tomar claramente la misma posición que Hegel, declaraba: «Para
llegar a un. justo conocimiento de la naturaleza humana, es absolutamente
necesario abrirse camino a través de la historia de las naciones más toscas [ ... ]
[No hay otro] medio de juzgar el valor de la cultura, en la estimación de la
felicidad humana, que por comparaciones de esa clase» 13 .
Aunque la influencia directa de Hegel sobre la elaboración de la historia de
Africa haya sido escasa, la opinión que representaba fue aceptada por la
ortodoxia histórica del siglo XIX. Esa opinión anacrónica y desprovista de
fundamento no deja de tener adeptos incluso hoy día. Un profesor de historia
moderna en. la Universidad de Oxford ha declarado: <<Quizá en el futuro habrá
una historia de Africa que enseñar. Pero actualmente, no la hay; solamente hay la
historia de los europeos en Africa. El resto es tinieblas ... y las tinieblas rio son
objeto de historia. Entendedme bien. No niego que hayan existido hombres hasta
en los países oscuros y en los siglos oscuros, ni que hayan tenido una vida política
y una cultura, interesantes para los sociólogos y los antropólogos; pero creo que
la historia: es esencialmente una forma de movimiento e incluso de movimiento
intencional. La historia no es simplemente una fantasmagoría de formas y
costumbres cambiantes, de batallas y conquistas, de dinastías y usurpaciones, de
estructuras y desintegración sociales ... ».
. Juzgaba que «la historia, o más' bien el estudio de la historia, tiene una
finalidad. La estudiamos [ ...] a fin de descubrir cómo hemos llegado al punto en
que estamos». El mundo actual -prosigue- está hasta tal punto dominado por
las ideas, técnicas y valores de la Europa occidental que, al menos en los cinco
últimos siglos, en la medid~ en que la historia del mundo tiene una importancia, es
solamente la historia de Europa la que cuenta. A nosotros no nos es lícito
«entretenernos con los movimientos sin interés de tribus bárbaras en unos
rincones pintorescos del mundo, pero que no han ejercido influencia alguna en
otros lugares» 14 .
Por ironías del destino, los europeos emprendieron, en vida de Hegel, la
exploración real, moderna y científica de Africa, comenzando así a poner los
fundamentos de una evaluación racional de la historia y de las realizaciones de las
sociedades africanas. Esa exploración estaba unida, por un lado, a la reacción
contra la esclavitud y la trata de esclavos, y, por otro, a la competición por los
mercados africanos.
Algunos de los primeros europeos estaban impelidos por un sincero deseo de
aprender cuanto podían respecto al pasado de los pueblos africanos y recogían
todos los materiales que encontraban: documentos escritos, si los había, y cuando
no, tradiciones orales y testimonios sobre las huellas del pasado que ellos
13
Archibald Dalzel, The History of Dahomey ( 1793), p. v.
14
Esas citas extraídas de las notas de presentación del primer ensayo de una serie de clases del
profesor Hugh Trevor-Hoper sobre The rise of christian Europe (El desarrollo de la Europa cristiana).
Ver Tlie Listener, 28-11-1963, pág. 871.
52 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
un volumen dedicado al Africa del Sur, el único rincón de este continente al sur del
Sáhara en el que los colonos europeos se habían poderosamente implantado. La
casi totalidad de ese volumen (el más grueso de los ocho) está dedicado a los
intrincados asuntos de esos colonos europeos desde la llegada de los primeros en
1652. Los pueblos africanos, que constituían la mayoría de la población, son
relegados a un capítulo introductivo (y esencialmente no histórico), relatado por
un socioantropólogo, y a dos capítulos que, aunque escritos por los dos historia-
dores sudafricanos más lúcidos de su generación, C. W. de Kiewiet y W. M.
MacMillan, los enfocan, por necesidad, en la perspectiva de su reacción a la
presencia europea. En otra parte, la historia de África aparecía muy tímidamente
en colecciones más o menos monumentales. Este era el caso de Peup/es et
civilisations, Histoire générale, 20 volúmenes, París, 1927-52; G. Glotz, éd. Histoire
générale, 10 volúmenes, París 1925-38; Propyliien Weltgeschichte, 10 volúmenes,
Berlín 1929-33'; Historia M undi, ein H andbuch der W eltgeschichte en l O Biinden,
Berna 1952; Vsemirnaja istoriya, World History, 10 volúmenes, Moscú 1955. El
italiano C. Conti Rossini publicó en Roma, en 1928, una importante Storia
d'Etiopia.
Los historiadores coloniales de profesión estaban, pues, exactamente como los
historiadüres de profesión en general, inclinados de manera indefectible a la
concepción de que los pueblos africanos al sur del .Sáhara no tenían historia
susceptible o digna de ser estudiada. Como hemos visto, Newton consideraba esa
historia como la materia especializada de los arqueólogos, lingüistas y antropólo-
gos. Pero, aunque es verdad que los arqueólogos, como los historiadores, se
interesan, en virtud de su oficio, por el pasado del hombre y sus sociedades,
apenas se han esforzado más que los historiadores en utilizar su oficio para
descubdr y dilucidar la historia de la sociedad humana en el Africa al sur del
Sáhara. Para ello había dos razones principales.
En primer lugar, una de las tendencias principales de la ciencia de la
arqueología, entonces en gestación, enseñaba que, como la historia, está dirigida
esencialmente por las fuentes escritas. Y se dedicaba a problemas como el de
encontrar el lugar de la antigua ciudad de Troya, o a detectar hechos que no eran
conocidos aún por las fuentes literarias relativas a las antiguas sociedades de
Grecia, Roma o Egipto, cuyos monumentos principales habían sido fuente de
especulación durante siglos. La arqueología estaba -y lo está aún a veces-
estrechamente unida a la rama de la profesión histórica conocida con el nombre
de historia antigua. Y se preocupa frecuent(:mente más de buscar y descifrar
inscripciones antiguas que de encontrar otras reliquias. Sólo muy raramente -
por ejemplo, en Axum y en Zimbabwe y alrededor de esos lugares- se admitía
que el Africa al sur del Sáhara poseía monumentos bastante importantes para
llamar la atención de esa escuela de arqueología. En segundo lugar, otra actividad
esencial de la investigación arqueológica se concentraba· en los orígenes del
hombre, por consiguiente, con una perspectiva más geológica que histórica de su
pasado. Es cierto que, a continuación de los trabajos de eruditos como L. S. B.
Leakey y Raymond Dart, una gran parte de esa investigación ha ido finalmente a
concentrarse en Africa del Este ·y del Sur. Pero esos hombres se dedicaban a la
investigación de un pasado tan antiguo que no se puede afirmar que la sociedad
EVOLUCION DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA 55
existía entonces; allí había habitualmente un abismo abierto a las conjeturas entre
los fósiles que ellos descubrían y las poblaciones modernas cuyo pasado los
historiadores hubieran deseado estudiar.
Mientras que arqueólogos e historiadores pensaban en su totalidad, casi hasta
los años; 1950, que el Africa al sur del Sáhara no era digna de ellos, su inmensa
variedad de tipos físicos, sociedades y lenguas llamó inevitablemente la atención
de los antropólogos y lingüistas a medida que sus disciplinas comenzaban a
desarrollarse .. Durante mucho tiempo a unos y a .otros les fue posible seguir siendo
eruditos de cámara. Pero hombres como Burton y S. W. Koélle ( Polyglote
Africana, 1854) habían demostrado en buena hora el valor del trabajó Sobre el
terreno, siendo los antropólogos, en particular, los pioneros de ese trabajo en
Africa .. Pero, contrariamente a los historiadores y arqueólogos, ni los antropólo-
gos ni los lingüistas se sentían obligados a descubrir lo que había sucedido en el
pasado. Ahora bien, en Africa encontraron una. abundancia de hechos que
esperaban ser simplemente descritos, clasificados y analizados, lo que representa-
ba tantos y tan inmensos trabajos. Con mucha frecuencia no se. interesaban por el
pasado más que en la medida en que trataban de reconstruir una historia que,
pensaban, se encoQtraría en el or:igen de los hechos recogidos y los explicaría.
Pero no siempre se daban cuenta de hasta qué punto esás reconstruccíones
eran especulativas e hipotéticas. Uno de los ejemplos clásicos es el del antropolo-
go C. G. Seiigman, quien, en su obra Races of Africa, publicada en 1930, escribía
crudamente: «Las civilizaciones de Africa.son las civilizaciones de los camitas, y su
historia los anales de esos pueblos y de su interacción con las otras dos razas
africanas, los negros y los bosquimanos .. .>> 19 .
De lo que se deduce que esas otras «dos razas africanas» son inferiores y que
todos los progresos que han podido hacer se deben a la influencia «camítica.» que
han sufrido de manera más o menos intensa. Por otra parte,. en esa misma obra,
habla de la llegada, «oleada .tras oleada», de pastores «camitas» que estaban
(<mejor armados, al mismo tiempo que eran más inteligentes» que «los cultivado-
res negros atrasados» sobre los· que ellos ejercían su influencia 20 . Pero, en
realidad, no hay prueba histórica alguna, sea cual sea, que apoye afirmaciones
como <das civilizaciones de Aftica son las civilizaciones de los camitas», o que los
progresos históricos realizados en el Africa al sur del Sáhara hayan sido debidos a
ellos en exclusiva y hasta principalmente. Es cierto que el libro mismo no ofrece
. prueba histórica alguna y que muchas de las hipótesís en las que se apoya, como
se ha mostrado después, carecen de fundamento. J. H. Greenberg, por ejemplo, ha
demostrado de una vez por todas que los términos «camita» y «camítico» no
tienen sentido alguno; si no es, en el mejor de los casos, como categoría de
clasificación lingüística 21 •
19
Op. cit., ed. 1930, pág. 96; ed .. 1966, pág. 61.
20
Op. ('.il., ed. 1930, pág. 118; ed. 1966, pág. 101.
21
J. H. Greenberg, 1953 y 1963. En realidad, Greenberg, como la mayor parte.de los lingüistas
modernos; evita emplear el término «camítico»; alinean las lenguas otrora llamadas camíticas con las·
lenguas semíticas y otrasi en un grupo más amplio llamado afroasiáticó o eritreo, y no reconocen el
subgrupq «camítico» específico.
56 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
22
Greenberg, 1963, pág. 30.
n Es interesante advertir que la actual edición revisada, la cuarta, de Races of Ajrica (1966)
contiene en la pág. 61 una frase importante que no se encuentra en la edición original de 1930. Los
camitas son definidos allí como «europeos, es decir, que pertenecen a la misma grail raza de la
humanidad que los blancos» (¡).
EVOLUCION DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA 57
apropiados de «ese movimiento majestuoso de la historia desde las primeras
conquistas árabes de Africa hasta las de Goldie y Lugard» 24 . Un excelente
historiador aficionado, Yves Urvoy ( Histoire des populations du Soudan central,
1936, e H istoire du Bornou, 1949), se equivoca completamente sobre el sentido de
las interacciones entre los nómadas del Sáhara y los negros sedentarios que él
describe con precisión; mientras que Sir Richmond Palmer.(Sudanese Memoirs,
191'8, y The Bornu Sahara and Sudan, 1936), inspirado arqueólqgo, va a buscar
siempre los resortes de la acción de los pueblos nigerianos a lugares tan lejanos
como Trípoli o Yemen.
No obstante, .según Seligman, los socioantropólogos británicos casi han
logrado escapar a la empresa del mito camítico. A partir de aquel momento, su
formación estuvo dominada por la influencia de B. Malinowski y de A. R.
Radcliffe-Brown, que se oponían resueltamente a todo género de historia fundada
en conjeturas. En realidad, el método estrictamente funcionalista seguido para el
estudio de las sociedades africanas por los antropólogos británicos entre 1930 y
1950 tendía a desalentar entre ellos el interés histórico, incluso cuando, gracias a
su trabajo sobre el terreno,. estaban en una situación excepcionalmente favorable
para obtener datos históricos. Pero en el continente europeo (y también en
América del Norte, aunque pocos antropólogos americanos hayan trabajado en
Africa antes de los años 1950) subsiste una tradición más antigua de etnografía
que, entre otras características, concede tanta atención a la cultura material como
a la estructura social.
Eso produjo una gran cantidad de trabajos de importancia histórica, como,
por ejemplo, The King of Ganda, de Tor IFstam ('1944), o The Trade ofGuinea, de
Lars Sundstrom (1965). Sin embargo, dos obras, merecen especial mención,
V olkerkunde von Áfrika, de Herman Baumann ( 1940), y Geschichte Afrikas, de
Diedrich Westermann (1952). La primera era un estudio enciclopédico de los
pueblos y civilizaciones de Africa que concedía suficiente atención a lo conocido
de su historia, y no tiene todavía rival en tanto que manual en un solo volumen. El
libro más reciente, A/rica: its peoples and their culture history (1959), del antropó-
logo americano G. P. Murdock, no supera la comparación porque.su autor carece
en esa materia de la experiencia directa de Africa, que Je habría permitido evaluar
sus materiales, y también porque él ha avanzado, a veces, esquemas hipotéticos
tan excéntricos en su género como el de Seligman, aunque no tan perniciosos 25 .
Westermann era sobre todo lingiiista. Su obra sobre la clasificación de las lenguas
de Africa es en muchos aspectos la precursora de la de Greenberg, y ha facilitado
una sección lingüística en el libro de Baumann. Pero su Geschichte, desgraciada-
mente deformada por la teoría camítica, es también un libro m~ valioso en
cuanto a tradiciones orales africanas tal como existían en su tiempo.
A esas obras quizá se pueda añadir la de H. A. Wieschoff, The Zimbabwe-
Monomotapa Culture (1943), aunque no sea más que por presentar a su maestro,
Leo Frobenius. Frobenius era un etnólogo y antropólogo, especialista de las
24
Marger.y Perham, Lugard, the years of authority (1960), pág. 234.
25
Ver la critica que hice de él en el articulo Alllhropology, botany and history, en H. A. H., 11, 2
(1961), 299-309.
58 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
26
Es imposible en un artículo de la dimensión de i::ste tratar como se merece la inmensidad de la
producción de Frobenius. Su última obra de síntesis fue Kulturgeschichte Afrikas (Viena, 1933) y su
obra más importante, probablemente, la coleccion en 12 volúmenes Atlantis: Vo/ksmiircl1en und
Volk~dich1u11ge11 Afrikas (Jena, 1921-1928). Pero hay que mencionar también los libros que rélatan
cada una de sus expediciones; por ejemplo, para conocer a los yoruba y mosso: Und Africa sprach
(Berlín-Charlottenburgo, 1912-1913). Ver la bibliografia completa en Freda Kretschmar, Leo Frobenius
( 1968). Algunos artículos recientes en inglés (por ejemplo, doctor K. M. Ita, Frobe11ius in West A.frican
History, J. A. H., XII, 4 (1972), y obras citadas en ese artículo) sugieren un renacimiento del interés por
las obras de Frobenius.
l
29 Maurice Delafosse, Les Noirs de r Afrique (París, 1921); Georges Hardy, Vue générale d'Aftique
(París, 1937), Henri Labouret, Histoire des Noirs á" Afrique (París, 1946).
EVOLUCJON DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRJCA 61
año se creaba en la Universidad de Londres la cátedra de lecturer en Historia
africana, en Ja School of Oriental and African Studies, confiada al doctor Roland
Oliver. A partir de esa misma fecha es cuando Gran Bretaña emprendió un
programa de desarrollo de las universidades· en los territorios que dependían de
ella: fundación de centros universitarios en Costa de Oro y Nigeria; promoción a
nivel universitario del Gordon College, de Jartum, y del Makerere College, de
Kampala. En las colonias francesas y belgas se.desarrollaba el mismo proceso. En
1950 se creaba fa Escuela Superior de Letras, de Dakar, que se convertirá siete
años después en uni'versidad exclusivamente francesa. Lovanium, fa primera
universidad del Congo (más tarde, Zaire), comenzó a funcionar en 1954.
Desde el punto de vista de la hístoriografía africana, la multiplicación de las
nuevas universidades a partir de 1948 fue más significativa seguramente que la
existencia de los pocos centros creados antes, pero que vegetaban por falta de
medios; tales eran el Liberia College, de Monrovia, y el Foura:h Bay College, de
Sierra Leona, fundados respectivamente en 1864 y 1876.
Por otro lado, las nueve universidades que existían en i940 en Africa del Sur
tenían dificultades por la p0Iitica segregacionista del· régimen. de Pretoria: 1a .
0
hubiera sido imposible sin el proceso de liberación de Africa. del yugo colonial: el
levantamiento armado de Madagascar en 1947,. la independencia de Marrnecos
en 1955, la guerra heroica clel pueblo argelino y las luchas de liberación en todas
las colonias de Aftica han contribuido así poderosamente a ese proceso, porque
les creaban a los pueblos africanos la posibilidad de reemprender el contacto con
su propia historia y de organizar su cont~ol. La UNESCO comprendió muy
pronto esta necesidad. Ha suscitado o favorecido los encuentros entre especialis-
tas, y ha planteado con razón, como acto previo, la recogida sistemática de las
tradiciones orales. Respondiendo a los deseos de los intelectuales y los Estados
africanos, lanzó desde 1966 la id!!a de la reda_cción de una. Historia General de
Africa. La realización concreta: de ese considerable proyecto se ha emprendido, a
partir de 1969, bajo su égida.
Capítulo 2
LUGAR DE LA HISTORIA
EN LA
SOCIEDAD AFRICANA
BOUBOU HAMA y J. KI-ZERBO
vasto océano sin orillas y sin punto de referencia, mientras que los otros pueblos
recorrían la avenida de la Historia, inmenso eje jalonado por las etapas del
progreso. En efecto, el mito, la representac:ión É}n~ágica del pasado, domina
frecuentemente el pensamiento de los africanos en su concepción del desarrollo de
la vida de los pueblos. Hasta tal punto que, a veces, la opción y el sentido de los
acontecimientos. reales debían obedecer a un «modelo» mítico que predetermina-
ba hasta los gestos más prosaicos del soberano o del pueblo. Bajo el contenido de
<<costumbres» procedentes de un más allá del tiempo, el mito gobernaba así la
Historia, a la que, por otra parte, estaba encargado de justificar. En un contexto
semejante aparecen dos características sorprendent_es del pensamiento histórico:
1- 1~u intemporalidad y' su dimensión esencialmente soc:ial.: 7 -
En esa situación, en efecto, el tiem¡>o no es la duración que da ritmo a un
Qestino individ_ual. Es el ritmo respirator:io dela colectjVIdad. No es un río que
1- corre en sentido único partiendo de una fuente conocida hasta una desembocadu-
ra también conocida. En los países técnicamente desarrollados, incluso los
cristianos establecen una clara demarcación entre «el fin de los tiempos» y la
eternidad. Eso puede ser porque el Evangelio opone claramente este mundo
transitorio y el mundo futuro, pero también porque, por ese sesgo y por otras
muchas razones, el tiempo humano está prácticamente laicizado. Ahora bien, el
tiempo africano tradicional generalmente engloba e integra la eternidad hacia
arriba y hacia abajo. Las generaciones pasadas no están perdidas para el tiempo
presente. Ellas siempre siguen siendo, a su manera, contemporáneas y tan
influyentes, si no más, que cuando vivían. En esas condiciones, !a_ ca_usalidad se_
ejerce, por supuesto, de arri~a_ _abajo, del pasado hacia el presente JJ del presente
hacia el f.!!_t_!)r_o, no_ Únicainente por ~e_c!_iación de Jo_S he~]:¡()S} del pensamiento de
l<?S acontecimientos transcurridos, ~nQ por una _irrupcióñ directa _g_~e puede
ejercer~e en todos los s~JJ.tjdos. Cuando el emperador de Malí, Kankou Moussa
(1312-1332), envió un embajador al rey de Yatenga para pedirle que se convirtiese
al Islam, el jefe Mossi respondió que tenía que consultar primero a sus antepasados
antes de tomar una decisión semejante. Se ve aquí cómo el pasado, por mor del
culto, es un calco directo sobre el presente, estando constituidos los antepasados
en gerentes directos privilegiados de los asuntos que suceden en siglos posteriores
a ellos. Asimismo, en la corte de numerosos reyes, funcionarios intérpretes de los
sueñ_os ejercía_n un peso considerable en la acción política proyectada. Esos
.ei_¡eg~tas del sueño:eran, en suma, ministros del futuro. Se cita el caso del rey de
Ruanda, Mazimpaka Yuhi JU (finales del siglo XVII), que vio en sueños a hombres
de tez clara que venían del Este. Tomó entonces arcos y flechas, pero, antes de
lanzarlas contra ellos, las proveyó de plátanos maduros. La interpretación de esta
actitud, a la vez agresiva y acogeaora, ambigua en suma, inyectó una imagen
favorecida en la conciencia colectiva de los ruandeses, sin que quizá sea extraña a
la actitud poco combativa de ese pueblo, sin embargo aguerrido, frente a las
columnas alemanas del siglo XIX, asemejadas a los rostros pálidos vistos en el
sueño real dos siglos antes. En un tiem.po semejl!_n_~ <iSUspendido~>, es incluso
pqsible la acción del presente sobre lo que se considera pasado, pero que sigue
siendo en realidad contemporáneo. La sangre de los sacrificios de hoy reconforta
a los antepasados de ayer. Y hasta en nuestros días, algunos africanos exhortan a
LUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCIEDAD AFRICANA 65
sus. parientes a no olvidar las ofrendas en nombre de los padres muertos, porque
aquellos que no reciben nada constituyen la clase pobre de ese mundo paralelo de
los difuntos y están obligados a vivir de los subsidios de los privilegiados que son
objeto de generosos «sacrificios» hechos en su nombre. ·
Más profundamente aún, algunas cosmogonías· registran en la cuenta de un
tiempo mítico progresos realizados en un tiempo histórico que, al no ser percibido
como tal por cada individuo, es sustituido por la memoria ahistórica del grupo.
De ese modo procede la leyenda Gikuyu que da cuenta de la llegada de la técnica
del hierro. Mogai (Dios) había repartido los animales entre hombres y mujeres.
Pero a éstas, por haber sido demasiado duras, sus bestias se les escaparon,
convirtiéndose en salvajes. Los hombres intercedieron entonces ante Mogai en
favor de sus mujeres diciendo: «Para honrarte queremos sacrificar un cordero,
pero no podemos hacerlo con un cuchillo de madera para no incurrir en los
mismos peligros que nuestras mujeres». Mogai les felicitó entonces por su
sabiduría y, para dotarlos de armas más eficaces, les enseñó la receta de la
fundición del hierro.
Esa concepción mítica y colectiva era tal que el tiempo se convertía en un atri-
buto de la soberanía de los líderes. El rey Shilluk era el depositario mortal de
un poder inmortal porque totalizaba en sí mismo el tiempo mítico (encarna al
héroe fundador) y el tiempo social considerado como fuente de la vitalidad del
grupo. Asimismo, entre los bafuleros del Zaire oriental, como en Bunyoro
(Uganda) o entre los mossi (Alto Volta), el jefe es el pilar del tiempo colectivo: «El
Mwami está presente: el pueblo vive. El Mwami está ausente: el pueblo muere».
La muerte del rey es una ruptura del tiempo que detiene las actividades, el orden
social, toda expresión de la vida, desde la risa hasta la agricultura, y la unión
sexual de los animales o de las personas. El interregno es un paréntesis en el
tiempo. Sólo la llegada de un nuevo rey recrea al tiempo social que se reanima y se
instala de nuevo. Todo es omnipresente en ese tiempo intemporal del pensamiento
en que la parte representa y puede significar el todo; como los cabellos y las uñas
que se cuida de que lleguen a caer entre las manos de un enemigo por miedo de
que se adueñe de la persona misma.
En efecto, hay que elevarse hasta la concepción general del mundo para
comprender la visión y la significación profunda del tiempo entre los africanos. Se
verá entonces que, ep el pensamiento tradicional,_e! _!lempo que cae bajo_ los
s~ntidos no es más que un aspecto de otro tiempo vivido JJOr Q~~~_digl_ension~s de
1-ª pt;rs_ona. Cuando llega la noche,. el hombre se tiende sobre su estera o su lecho:
para dormir; es el mo~ento que elig~ su doble para partir, para rehacer el ca~ino ¡
que el hombre ha segmdo d~rante la Jornada, pará frecuentar los lugares que el ha
frecuentado y para volver a hacer los gestos y trabajos que él ha realizado,
conscientemente durante la vida diurna. En el curso de esas peregrinaciones es
cuando el doble se enfrenta a las fuerzas del Bien y del Mal, tanto a los buenos
o
geníos corno a los brujos comedores de dobles «cerko» (en lengua songhai y
zarma). En su doble reside la personalidad de alguien. El songhai dice de un
hombre que su bya (doble) es pesado o ligero para significar que su personalidad
es fuerte o frágil: los amuletos tienen por finalidad proteger y reforzar al doble. Lo
ideal es llegar a confundirse con su doble, a fundirse en él hasta no formar más que
• Estqcui/la de bronce que representaba el poder dinástico de los Songha)' ( Tera Níger), el. A. S ALIFOU.
LUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCIEDAD AFRICANA 67
una sola entidad que accede entonces a un grado de sabiduría y fuerza sobrehu-
manas. Sólo el gran iniciado, el maestro (kortékonynü, zimaa), llega a ese estado en
que tiempo y_ espacio no constituyen ya obstáculos. Este era el caso de SI, el
antepasado epónimo de la dinastía: «Horroroso está el padre de los SI, el padre
de los truenos. Cuando tiene una caries, es que come gravilla; cuando tiene
conjuntivitis, en ese momento, deslumbrante, enciende el fuego. Con sus grandes
pasos recorre a zancadas la tierra. El está en todas partes y en ninguna».
El tiempo social, la Historia así vivi_da por el grupo, ~CU!D!.!_la Uf! poder que la
~. -
mayor parte del tiempo es simboliza~o y concretizado en un objeto transmitido a
su sucesor por el patriarca, el jefe del clan~:etrey. Ese objeto puede seruna bola
de oro conservada en un toba! (tambor de guerra) y asociado a unos elementos
arrancados al cuerpo del león, del elefante o de la pantera. Ese objeto puede estar
encerrado en una caja o en una jaula como las regalías (tibo) del rey mossi ... Entre
los songhai-zarma es una varilla de hierro acerado con una punta. Entre los sorko
del antiguo imperio de Gao era un ídolo que tenía la forma de un gran pez
provisto de un anillo en la boca. Entre los herreros es una fragua mítica que a
veces enrojece la noche para expresar su ira. El traspaso de esos objetos constituía
la devolución jurídica del poder. El caso más curioso es el de los sonianké,
descendientes de Sonni Ali, que disponen de cadenas de oro, de plata o de cobre
en las que cada eslabón representa un antepasado, significando el conjunto la línea
dinástica hasta Sonni el Grande. En el curso de ceremonias mágicas, esas cadenas
magníficas son regurgitadas ante un público boquiabierto. En el momento de
morir, el patriarca sonianké regurgita por última vez la. cadena y hace que la
tr,ague por el otro extremo aquel que ha elegido como sucesor. Muere inmediata-
mente después de haber entregado su cadena al que ha de sucederle. Ese
testamento en actos ilustra elocuentemente la fuerza de la concepción africana del
tiempo mítico y del tiempo social. Se ha podido pensar que semejante visión del
proceso histórico era estático y estéril en la medida en que, colocando la
perfección del arquetipo del pasado en el principio de los tiempos, parece asignar
co.mo ideal a la cohorte de las generaciones la repetición estereotipada de los
gestos y de las gestas del Antepasado. ¿El mito no sería el motor de una Historia
inmóvil? Veremos que no es posible limitarse únicamente a ese solo enfoque del
pensamiento histórico entre los africanos.
Por otra parte,Jª aQroximaci-º_n mítica -es preciso reconocerlo- ~xiste en el /
origen d~a historia de todos los pueblos. Toda historia en el origen es Üná
historia santa. Ei~cluso esa aproximación acompaña al desarrollo histórico para
reaparecer de tiempo en tiempo bajo formas monstruosas o maravillosas. Tal es el
mito nacionalista que hace que tal jefe® Estado contemporáneo célebre se dirija
a su país como a una persona viva. Mientras que, bajo el régimen nazi, el mito de·
la raza, concretado por medio de rituales procedentes del fondo de los tiempos,
movilizaba a millones de personas hacia los holocaustos que ya conocemos.
68 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
1
La expresión bambara «so-tigui», equivalente; en una escala ·inferior, ·al dougou-tigili üefe de
aldea), dyamani-togui Gefe de cantón) y kélé-tigui (general en jefe) expresa claramente la fuerza de esa
autoridad.
LUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCJEDAD AFRICANA 69
días. Tanto más cuanto que la idea del líder mo_tor de la Historia casi nunca se
reduce a un esquema simplista g~e a~reditLa un s·ol9 h9rr.iQr~ d~ Jo.do _el
desª_rro!lo humano. Casi siempre se trata de un grupo dinámico tenido comotal.
Los compañeros de los jefes no están olvidados, incluso los de ,condición inferior
(griots, portavoces, criados). Con frecuencia ellos entran en la historia como
hftoes.
~ misma observación vale para:las m~jeres, que, contrariamente a lo que se
ha dicho y repetido hasta la saciedacCocupan ettla conciencia histórica africana
un lugar sin duda más importante que en otra~ -partes. J{n las socfodades de
régimen matrilineal eso se comprende fácilmente. En Wanzarba, cerca de Tera
(Níger), donde la sucesión a la jefatura era matrilineal, los franceses del período
colonial, para alinear a los habitantes de esa aldea contra las demás aldeas
songhai, habían nombrado a un héroe para mandar esa aglomeración. Pero los
sonianké 2 no por eso dejaron de conservar .a su kassey (sacerdotisa) que continúa
hasta nuestros días asumiendo la responsabilidad del poder espiritual. En otras
partes también las mujeres,aparecen en público como desempeñando un papel de
primerísimo plano en la evolución histórica de los pueblos. Hijas, hermanas,
esposas y madres de reyes, como esa asombrosa Luedji, que fue todo eso
sucesivamente y mereció el título de Swana Mulunda (madre del pueblo tunda),
estaban bien dispuestas para. influir sobre los acontecimientos. La célebre Amina,
que, en los países hawsa, conquistó en el siglo xv en favor de Zaria tantas tierras y
ciudades que llevan todavía su nombre, no es más que otro modelo entre millares
de la· idea de su autoridad histórica que las mujeres han sabido dar a las
sociedades africanas, idea que sigue viviente en Africa tras el papel desempeñado
por la mujer en la guerra de Argelia y en los partidos políticos durante la lucha
nacionalista por la independencia al sur del Sáhara. Es verdad que la mujer
africana es utilizada también para el placer y la decoración, como nos lo
demuestran las que aparecieron emperifolladas de telas de importación en torno
al rey de Dahomey presidiendo una fiesta habitual. Pero en el mismo espectáculo
participaban las amazonas, punta de lanza de las tropas reales contra Oyo y
contra los invasores colonialistas en la batalla de Cana (1892). Por su participa-
ción en las faenas del campo, en el artesanado y en el comercio, por su influencia
sobre sus hijos, ya sean príncipes o campesinos, y por su vitalidad cultural, las
mujeres africanas siempre han sido consideradas como actrices eminentes de la
historia de los pueblos. Allí siempre ha habido -y continúa habiendo- batallas
para o por las mujeres. Porque éstas han desempeñado frecuentemente el papel
reservado a la astucia o a la traición por medio de la seducción. Como en el caso
de la hermana de Soundjata o .de· las mujeres enviadas por el rey de Ségou Da
Monzon ante sus enemigos.~_p~s~r· d~ 1:!n~ ~eparación aparente en las reuniones
p_úblicas,_c::ida_u_no sabe_~~-~f!ica que la mujer está omnlJ)resenté _e_n Ja evol':_Ición.
!:,ª mujer es la vida. Y también la promesa de expansión de la vida. Por ella,
además,~diferentes -clanes consagran sus aITañz~s: Poco locuaz en público, ella
hace y deshace los acontecimientos en el secreto de su choza. La opinión pública
2
En ese clan, el poder se transmite «por la leche», aunque-se admite.que el vinculo de la sangre//
contribuye a reforzarlo. Pero, entre los cerko, el poder únicamente··se transmite por vfa de leche .. ,/
70 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
formula este punto de vista en el proverbio «las mujeres pueden estropearlo todo,
pero también pueden arreglarlo todo».
En resumen, todo sucede como si en Africa J_a permane!!ciª de las estructurªs
dementales de las c:omunidade_s básicas a través del movimiento histórico hubiera
cQnfe_rido -ª- !_od_o ~l p_r_Qce§Q _!!-º__ c-ªrácter _¡,o¡,ula_r !ll.!:!Ylnu~ortant~. La _débil
enve!g~d_urª de las sociedades ha __hec~o _d~ _lª hjs!oria _!!_n ~§_U!)tO de_t_Qdo_ _el
mundo. Pese a la mediocridad técnica de los medios de comunicación (aunque el
tam-tam asegurase la telecomunicación de aldea en aldea), la débil amplitud del
espacio histórico estaba a la medida de la aprehensión mental de cada uno. De
aquí la inspir_ació!l_«d~rno_crátjc~» 'incontestable que anima la concepción de la
Historia de los africanos en la mayor parte de los casos. Cada uno tenía el
sentimiento de contar y de poder sustrae¡,se, en última instancia, a la dictadura,
aunque sólo fuera escapándose, llegado el caso, para refugiarse en el espacio
disponible. El propio Chaka Jo experimentó al final de su carrera. Ese sentimiento
de hacer la !Estor_g¡, incluso a escala del microcosmos aldeano, y el se!_!!imiento de
s_er solamente una molécula en la corriente. histórica creada en la cima por el rey
~sinulado a un demiurgo, son muy import~ntes para el historiador. Porque por sí
mismos constituyen hechos históricos y contribuyen, a su vez, a crear la historia.
3
El «animismo», o mejor aún, la religión tradicional africana, se caracteriza por el culto a Dios y J¡
a lás fuerzas de los espíritus -intermediarios. ·
LUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCIEDAD AFRICANA 71
p_e[~nE_~rse! ~ontra toda disminució_n _de ~':!-~er, _acrec~nt~u s~lud, su forma física,
la dimensión de sus campos, la magnitud de sus rebaños, el número de ·sus hijos,
de sus mujeres; de sus aldeas, taLes el ideal de los individuos, como el de las
colectividades. Y esa concepción resultaincontestablemente dinámica. Los clanes
Cerko y Sonianké (Níger) son antagonistas. El pl'imero, que representa el pasado
y trata de reinar sobre la noche, ataca a la sociedad. El segundo, por el contrario,
es dueño del día.; representa al presente y defiende a la sociedad. Ese simbolismo,
por sí solo, es elocuente. Pero he aquí una estrofa significativa de la invocación
mágica entre los songhai.:
Eso no es de mi boca;
eso es de la boca de A'
que lo ha dado a B
que lo ha dado a e
que lo ha dado a D
que lo ha dado a E
que lo ha ·dado a F
que me lo ha dado a mí.
Que lo mío sea mejor en mi boca
que en la de los ancianos.
4
_ Fanga (en bambara), panga (en moré), pan (en sama).
72 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Para los hijos de Usman dan Fodio, .el mismo principio rige con vistas a su
propio gobierno: «Echa una mirada al pasado, a todos aquellos de antaño que
han mandado antes de nosotros ... Antes de nosotros existían dinastías milenarias
en el país hawsa, en el que numerosos pueblos habían adquirido grandes poderes
que se han derrumbado porque se habían alejado de su base organizada en la
justicia y de sus costumbres y tr:adiciones, alteradas por la injusticia. Para durar,
por lo que se refiere a nosotros, nuestra fuerza debe ser la fuerza de la verdad y del
Islam. Para nosotros, el hecho de haber matado a Yunfá 5 , de haber destruido la
obra de Nafata 5 , de Abarchi 5 y de Bawa Zangorzo 5 puede impresionar a las
generaciones actuales más allá incluso de la influencia del Islam. Pero las que
vengan después de nosotros no se darán cuenta ya de todo eso: nos juzgarán por
el valor de la organización que nosotros les hayamos dejado, por la fuerza
permanente del Islam que nosotros hayamos establecido, y por la verdad y la
justicia que hayamos sabido imponer en el Estado».
Esa visión elevada del papel dela ética en la Historia no proviene solamente de
las convicciones islámicas del líder de Sokoto. También en 1ói medios- «animistas»
~~iste la idea d~ q~e ~l _or5ien de las_ fuerzas cósl!!icas_pyede §er p~rtu_rbªºº- poF
__a_i:_timañas infI!Qrales.,__y_Qe gue ese des~quilibrio sólo .P!!ede ser p~jl!di.cial_ a su
~utor. Esta visión del mu-ndo en que valores y exigencias étnicas forman parte
integrante de la ordenación misma del rnundo puede aparecer como mítica. Pero
ejercía una influencia objetiva sobre los comportamientos de los hombres y
singularmente sobre numerosos lideres políticos africanos. En ese sentido, se
puede decir que, si la Historia es con frecuencia justificación del pasado, es
también exhortación para el futuro. En los sistemas preestatales, la autoridad
moral garante o rectificadora eventualmente de la conducta en los asuntos
públicos era asumida por unas sociedades especializadas, a veces secretas, como el
lo del pueblo Senoufo, o el poro de la Alta Guinea. Esas sociedades constituían
frecuentemente poderes paralelos encargados de desempeñar el papel de recurso
desde fuera del sistema establecido. Pero acababan a veces por sustituir clandesti-
namente al poder constituido. Y aparecían entonces ante las gentes como centros
ocultos de decisión, confiscando al pueblo la empresa de su propia Historia. En el
mismo tipo de sociedades, la organización en clases de edades es una estructura de
primera importancia para la conducta de la historia del pueblo. Esa estructura, en
la medida en que está establecida según una conocida periodicidad, permite
remontarse en la historia de los pueblos hasta el siglo XVIII. Pero cumplía también
un papel específico en la vida de las sociedades. En efecto, incluso en las
colectividades rurales sin innovación técnica mayor y, por consiguiente, bastante
estables, los conflictos de generaciones no estaban ausentes. Importaba, pues,
hacerse cargo de ellas, por así decirlo, ordenando el flujo de las generaciones y
estructurando las relaciones entre ellas para evitar que degenerasen en enfrenta-
mientos violentos por brusca mutación. La generación comprometida en la acción
delega a uno de sus miembros ante la generación de los jóvenes que la sigue
inmediatamente, El papel de ese adulto no es calmar la impaciencia de esos
· jóvenes, sino la de canalizar la fogosidad irreflexiva que podría ser nefasta al
5
Príncipes de Gobir.
LUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCIEDAD AFRICANA 73
conjunto de la colectividad, y en todo caso prepararía mal a los interesados para
asumir sus responsapilidades públicas 6 .
•.La conciegcia del ti~!~ltº pasado era muy viva entre los africanos. Ese tiempo
gl}~pe~~ S<;)b!"~ tl_i?~Sente_n9_anula, sin e_IT1barg_e.,_el di11~rnts_rn~ de jste:Como lo
_p.rueba!!._º1,!IDl:![_Q§_Q~proy~_rbios . .k~ ponce.Q_ción _del ti~mpo _tal ~orno se _l~ 9escub~e
en las sociedades africanas no es, ciertamente, inherente o consustancial a una
-cla~-de<maturalezi>~_ af!\~a_!!_a. -esi-_e§_!a sefial de--~m~.. fª..sLi..n-el 9_e_sªr.r_ollo
económico y_ social Como prueba, están las diferencias flagrantes que se
-¡¡:-dvierten -iti"cluso hoy día entre el tiempo-dinero de los ciudadanos africanos y
el tiempo tal como lo consideran sus contemporáneos y compañeros del campo.
Lo esencial es __gue _esté ~ente la idea de desarrollo a partir de orígenes
investigados. Incluso bajo la envoltura de los cuentos y leyendas o el significado
de los mitos, se trata de un esfuerzo para racionalizar el desarrollo social. A veces
se han realizado incluso esfuerzos aún más positivos para empi:ender el cálc11lo del
tiempo histórico._Este QUede ir_unidQ_al es_pac;io, como cu~do s~_ha!?la ~-eJtie11_1po
0
de d_ar un pas~ para calificar una duración mínima. Puede ir _u~ic!__o__ a ll! vic_!~
~biológ_1<::a.1.~mo el tiem¡:>o de una inspiración o expiración. Pero frecuentemente
___ya unic_!o a_facto_res ex_t_~riQr~~ ~l hon::ib!e individual,_ a los .fenóm~nos cósIT1icos,
_climáticos_ y sociales, por eje_ll!PJ~, sobre todo cuando ellos son recurrentes. En las
sabanas sudanesas se cuenta generalmente la edad entre los adeptos de las
religiones tradicionales africanas por el número de estaciones de lluvias. Para
decir que un hombre está entrado en años, se dice corrientemente bien el número
de estaciones de lluvias que ha. vivido él, bien, de una manera más elíptica, que «ha I f
bebido mucha agua».
Sistemas de cómputo más pei:feccionados han sido puestos a veces en
práctica 7 • Pero el paso decisivo sólo será dado en ese terreno por la utilización de
, la escritura. Aunque la existencia de una clase letrada no garantiza en modo
alguno la toma de conciencia en todo el pueblo de una historia colectiva, al menos
-permite jalonar el Oujo histórico con puntos de ref~r~ncia gue organizan su curso.
- Porotro lado,-ef acceso a las religiones monoteístas, ancladas en una historia
determinada, ha contribuido a reforzar la representación del pasado colectivo con
....;,;,«modelos» que aparecen frecuentemente afiligranados en los relatos. Por'ejemplo,
en forma de relaciones .arqitrarias de las dinastías en las fuentes del Islam, cuyos
valores e ideales servirán a los profetas n·egros para turbar el curso de las cosas en
su país de oi:igen.__p~!"Q la con_!ll..QC!Qll. del ti~mpo s~ QQ!?ra, sobre lOQQ,_por la
~~trada en el univei:so del rendimiento económico y de la acumulación monetaria.
Sólo~n_tonces el senti~ del t~'!!_p_o _indivi_dual _y_ ~ole_c!_!vo se transforma _por la
6
Por ejemplo, entre los álladian de Moosou (cerca de Abidjan), la organización por generaciones
(en número de cinco, «reinando» cada una nue.ve años) sigue en vigor incluso para las tareas de tipo
«mo_demo»: construcción, festejós por un diploma o un ascenso ...
7
lvor Wilks o_bserva así, al criticar el libro de D. P. Heliige, The chrono/ogy.oforal tradition: quest
for a chimera, que los alean (fimti, ashanti .. :) disponían de un sistema de calendario complejo, con la
semana de siete días, el mes de seis semanas y el año de nueve meses, ajustado periódicamente· al ciclo
solar según un método-aún no aclarado por completo. «Era posible, pues, en el marco del c_alendario
akan, .referirse, por ejemplo, al día 18 del cuarto mes del tercer año del reinado del ashantihena Osei
Bonsu». Método de datación aún corriente en los países europeos en el siglo xvm y hasta en el xrx.
Cf. l. Wilks, 1975, págs. 279 y sigts.
74 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
TENDENCIAS RECIENTES
DE LAS INVESTIGACIONES
HISTORICAS AFRICANAS
Y. CONTRIBUCION A LA
HISTORIA EN GENERAL
P. D. CURTIN
1
El término «Occidente» se emplea en este capítulo para designar las regiones del mundo que son·
culturalmente europeas, o cuya cultura se deriva, sobre todo, de la de Europa; engloba, pues, además
de las Américas; a la U.R.S.S., Australia y Nueva Zelanda.
TENDENCIAS DE LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 77
considerar la historia como propiedad casi privada. Según ese espíritu, ~historia
, de una sociedad determinada sólo tiene valor en sí; en el exterior, pierde toda
significación. En -el me)or de los casos, el interés manifestado por unos extranjeros
paréce1iiciiscreción; en el peor, espionaje académico. Esa insistencia en apropiarse
la historia está particularmente señalada en la tradición europea de comienzos del
siglo xx. Las autoridades responsables de la educación tienden a considerar la
historia como historia nacional, no como una historia general de Europa, y aún
menos como una visión equilibrada de la historia del mundo. Reconocido el mito,
J~~ia servía_p~ra_fo~j-ªr tlQrgl!~ na~ionaL:Y. la icl!!a de sacrifi1c~o por la Qatria.
Lord Macaulay ha escrito que la historia era a la vez relato e «instrumento de
educación política y moral» 2 • Se esperaba de ella que inculcase el ¡2atrLQtismo. no
que inspirase puntos de vista justos sobre el desarrollo de la humanidad. Ese
punto de vista prevaleció siempre en la mayor parte de los sistemas educativos.
Algunos historiadores han puesto de relieve objeciones -unos en nombre de
la ciencia, otrns en nombre del internacionalismo-, pero la mayor parte de ellos
han considerado normales los prejuicios nacionalistas, por indeseables que fuesen.
En Francia siempre es posible conseguir un título académico de historia sin tener
sobre la Europa situada más allá de las fronteras francesas más que unos
conocimientos rudimentarios; no hablemos de Asia, de Africa o de América. En
varias universidades inglesas siempre es posible obtener una licenciatura en
Letras, con mención honorífica, sobre la base de sólo la historia inglesa. Ese
empleo de la palabra «inglés» ( eng/ish) en Jugar de «británica» ( british) es
intencional. El colegial «inglés» tiene todas las posibilidades de saber más sobre la
historia de Roma que sobre la del País de Gales, de Escocia o de Irlanda antes del
siglo XVIII. Habida cuenta de las variantes ideológicas, el problema es sensible-
mente el mismo en la Europa oriental. Sólo los países europeos de menor
importancia --el grupo del Benelux, Escandinavia- parecen considerar más
fácilmente a Europa como un todo.
Asimismo, el método norteamericano, fundado (como sus homólogos euro-
peos) sobre la historia de la civilización, es siempre etnocéntrico. El problema que
plantea es «¿cómo hemos llegado a lo que somos?» y no «¿cómo la humanidad ha
llegado a ser lo que nosotros vemos hoy?».
A medida que los historiadores _rechazaban las tendencias eurQp_e_o-=_<;_entristas
de su propia historia nacional, les correspondía la. tarea de progresar hasta una
historia verídica del mundo:enla cual Africa, Asia y América Latina tendrían un
papel aceptable en el plano internacional. Correspondía más particularmente a
los historiadores cuyos trabajos versaban sobre las diferentes culturas, y a los
historiadores africanos que se ponían a escribir sobre Asia o América Latina, y a
los europeos o norteamericanos que comenzaban a interpretar la historia de
Africa o de Asia en provecho de sus compatriotas, esforzarse por franquear unos
prejuicios europeo-centristas. .
En el marco de ese esfuerzo general, el papel de los historfadores de Africa _:__
en el continente y en ultramar- revestía una importancia particular, aunque sólo
fuese porque la historia africana había sido más desdeñada que la de las regiones
2
Thomas Babington Macaulay, 1835 y 1971.
r,,
78 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
tenía un pasado sin interé~~ el -prim~r ~a~o.- lo más simple era coger el toro por
los cuernos. A los que pretendían que Aíricano tenía pasado, los especialistas de
ella podían oponer la existencia de reinos y vastos img_erios, cuya historia política
se entroncaba con la de Europa en sus comienzos. Las prevenciones «elitistas» del
público occidental (como también del público africano educado al estilo occiden-
tal) podían servir de medio de acción para demostrar, en último análisis, la
importancia de la historia africana. Aquello no era más que un tímido comienzo.
Bastaba analizar los aspectos del pasado de Africa que se parecían al pasado de
Occidente, sin aprobar los malentendidos suscitados por las divergencias de
cultura. Pocos historiadores estaban convencidos, hasta entonces, de que los
imperios son con frecuencia instituciones.duras y crueles, y no necesariamente un
índice de progreso político. Pocos se disponían a reconocer que, por ejemplo, una
de las grandes realizaciones de Africa era, quizá, la sociedad sin Estado, fundada
más sobre la cooperación que sobre la coacción, y que el Estado africano se había
organizado de modo que presentaba reales autonomías locales ..
Esa tendencia a aceptar ciertas particularidades de la historiograíla clásica
-como primer paso hacia una <\descolonización» de la historia africana- coinci-
de generalmente con el estudio del período colonial allí donde ex-iste ya una historia
«colonial» oficial, que tiende a poner el acento en las actividades europeas y a
ignorar la par.te africana. En el peor de los casos, mostraba a los africanos bajo el
aspecto de bárbaros pusilánimes o desequilibrados. Resul_taba que de Europa
habían llegado seres superiores que habían hecho lo que los africanos no habrían
podido hacer por sí mismos. Hasta en su más alto grado de objetividad, «la
historia colonial» no otorgaba a los africanos más que papeles secundarios en la
escena de la historia.
T §in ~ambiar nad~~n los pa~es de ·cada un()_,_el primer esfuerzo para corregir
esa interpretación se limita a modificar los j!!icios_g_e_Y,aLQr. De héroes como ellos
eran, al servicio de fa civilización en marcha, de exploradores, gobernadores de
las colonias, y oficiales del ejército, se convierten en crueles explotadores. El
africano asume la figura de inocente víctima, y no se le concede nada que no sea
pasivo. Siempre es a un puñado de europeos a quienes Africa y su historia. deben el
ser lo que ellas son. (Sin duda, los europeos han desempeñado, a veces, los
principales papeles durante el período colonial, pero todas las revisiones fundadas
en investigaciones nuevas en el plano local permiten minimizar la influencia
europea tal como ha aparecido en la «historia colonial» publicada antes de 1960.)
yn segundo P-aso_ha~.ia la descolonización de la b!filori~ del período._colonial
s~ realiza paralelamente a la hora de los movÍ!!lj~ntos nacion-ªl~~tª-Uiue reclaman
l;:i indc.!pendencia. LQs~africano"i juegan ya un papel en la historia; es deseable
decirlo a la luz del día. Los especialistas de la ciencTapoITiica qué
éscribieron en la
época de los movimientos de independencia han abierto las barreras 4 . Poco
después, sobre todo; en el curso de los años 60, los eruditos comienzan a remontar
el tiempo en busca de las raíces de la resistencia y de los movimientos de protesta
en los inicios de la época colonial y, más atrás todavía, en los primeros sobresaltos
4
Consultar, por ej'emplo, Thomas Hodgkin, 1956; David Apter, 1955; James S. Coleman, 1958;
Charles-André Julien, 1952.
TENDENCIAS DÉ LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 8:1
de resistencia al yugo europeo 5 • Esos trabajos sobre los movimientos de resisten-
cia y de protesta son un importante correctivo, pero aún se está lejos de enfocar la
historia de Africa con objetividad.
En último término, la descolonización de la historia de Africa duran!ela éppca 1
colonial deberá provenir _fi_e_una fu_1,jqn eje l¡¡__reb~lión contra el e~o-centrismo r
ydel movimiento antielitista. La revolución behaviorista ha coir.enzacfo ya a J
influir en la hisioriaafricana. Influencia todavía reciente y limitada.
Queda aún mucho por publicar. Algunos historiadores, sin embargo, han
comenzado a buscar un método común interdisciplinario que les permita empren-
der el estudio de la historia de la agricultura o el de la urbanización a fin de poder
echar mano de las demás ciencias sociales. Otros comienzan a interesarse por
pequeñas regiones aisladas con la esperanza de que esos estudios de microcosmos
revelarán la trama de la evolución de estructuras económicas y sociales más
importantes y complejas 6 . La investigación desbroza denodad;a.mente su camino
en el terreno de los problemas particulares para la historia económica y religiosa,
pero la verdadera descolonización de la historia africana no ha hecho más que
comenzar apenas.
Los progresos de la histo"riª ªn_alítica -que es también «la historia sobre el
terreno» a base de investigaciones y de cuestiones planteadas sobre la marcha,
y no solamente la compulsión de archivos- son un paso importante en esa
dirección. La independencia respecto a los archivos se muestra tan esencial para
el período colonial como para el precolonial, en el que la documentación de
archivos es relativamente escasa. El problema constante de la «historia colonial»
ha sido que, contrariamente a lo que ha sucedido y sucede en Europa o en Estados
Unidos, los árchivos han sido creados y nutridos por extranjeros. Aquellos que
allí dejan escritos han incorporado necesariamente sus prejuicios y sentimientos,
tanto con relación a .ellos mismos como a los gobernantes y a sus misiones
respectivas. Este es el caso de la historia de la política interior de Europa o de
Estados Unidos, donde el prejuicio no es más que progubernamental. En el
mundo colonial corría el riesgo de acarrear resultados desastrosos por poco que
el historiador descuidase la posibilidad de hacer sonar otra musiquilla, gracias al
testimonio verbal de los contemporáneos de la colonización.
Tal vez, en algunas técnicas recientes, los historiadores de Africa llevan algún
retras.o con reladón a otros colegas, pero, en lo que concierne a la utilización de
las tradiciones orales de la época precolonial, más aún que de la colonial, han
actuado como pioneros. Esa obra se divide en dos períodos. Entre 1890 y 1914,
una generación de administradores letrados, entonces al servicio de las potencias
coloniales, comenzó a asegurar la conservación de las tradiciones orales de
importancia histórica. El segundo período se remonta una quincena de años. En
la década 1950-1960 se acabó con la opinión formulada en 1959 por G.P. Murdock,
según el cual «era imposible fiarse de las tradiciones indígenas orales» 7 . La década
5
Ver, por ejemplo, George Shepperson y Thomas Price, 1958; Y. O. Ranger. 1967; John llifee,
1969; Robert Rotherg y Ali A. Mazrui, 1970; Yves Person, 1968.
6
Ver Polly Hill, 1963.
1· G. P. Murdock, 1959; pág. 43.
82 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
9
Hla Myint, 1964.
TENDENCIAS DE LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 85
·eJ Africa precolonial. Algum)s han observado qoe las ecofiótnías a:fticanas
evolucionaban rápidamente antes de la llegada masiva de los europeos. Sin
embargo, apartándose de la línea del pensamiento ortodoxo, un grupo de ellos ha
resaltado más las diferencias que las semejanzas de las culturas económicas.
Llamados a veces «sustantivistas», · como consecuencia de su insistencia en
estudiar la naturaleza sustantiva de la producción y el consumo, y también por su
esfuerzo en conectar la manera como el hombre satisface sus necesidades
materiales en el marco ampliado de una sociedad particular, pero no según la
teoría oficial, los miembros de ese grupo han tratado de probar que la teoría
economista no es aplicable al terreno de sus investigaciones· 1 º. De ello resulta un
auténtico abismo entre los economistas de la expansión que, trabajando bajo la
inspiración de teorías macroeconómicas, conceden poca atención a las realidades
económicas del momento, y los sustantivistas que hacen poco caso de las teorías
contrarias. Hasta aquí, los especialistas de la historia de la economía no han
-rellenado el abismo, como tampoco han ejercido sobre las ideas económicas
relativas a Africa una influencia comparable a la de los historiadores sobre la
antropología o sobre el estudio de las religiones. La historia africana ha dado
pasos de gigante, en el curso de los últimos. años, especialmente para proponer
unos métodos nuevos y para cubrir unas zonas apenas exploradas. Pero no ha
sacado bastante provecho de las nuevas vías abiertas en otras partes. No ha
advertido tan rápidamente como otras disciplinas el désafío de la revolución
behaviorista, ni ha aprovechado las posibilidades asombrosas de la historia
cuantitativa, tanto en materia política como en el terreno de la econometría.
En el curso de exploraciones cada vez más profundas en el pasado de Africa, la
irradiación de la nueva historia africana ha sido obra de un grupo de historiado-
res de profesión, para quienes esa historia se ha convertido en el objeto principal
de sus enseñanzas y escritos. Si, en el mundo occidental, el conocimiento de la
historia de Africa ha estado .estancado tanto tiempo con relación incluso a la
historiografía de Asia o de América Latina, es porque era obra de historiadores
aficionados, de hombres que tenían otras actividades profesionales pero no una
posición estable en el mundo universitario, de hombres a quienes les faltaba la
posibilidad de influenciar en los ambientes de historiadores de cualquiera de los
países occidentales. Algunos trabajos de investigáción sobre Africa se hacían en
los institutos de Escandinavia o de la Europa central y oriental desde antes de la
Segunda Guerra Mundial. Pero seguían siendo marginales en el programa general
de la enseñanza superior. Por consiguiente, no conducían a la formación de
historiadores. Unicas excepciones son la egiptología y ciertos aspectos del pasado
del Africa del Norte en la época romana. Para el resto, antes de 1950 existen pocos
hombres de carrera entre los. historiadores de Africa. Se encuentran administrado-
res coloniales y misioneros. Hay también eclesiásticos o religiosos africanos que
utilizan una de las lenguas internacionales, como Car! Christian Reindorf, de la
Costa del Oro; Samuel Johnson, para los yoruba; o el cheikh Moussa Kamara,
del Senegal, autor del Zuhur ul-Bassainfi Ta'rikh is-Sawadin, que no ha sido aún
'º Para un resumen pertinente de· la postura tomada, ver George Dalton, 1968.
86 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
11
S. Johnson, 1921; Car! Christian Reindorf, 1899; Cheikh Moussa Kamara, 1970.
TENDEl'ICIAS DE LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 87
gracias a los dos importantes Congresos de Escritores y Artistas Negros en París
y Roma, en 1956 y 1959, impulsaba vigorosamente ese proceso.
Todas esas actividades iban a la par con el desarrollo en Africa misma de los
estudios históricos africanos. En ese encuentro de la historia de Africa éon la
historia del mundo, el momento capital es aquel en que progresa,,5obre los demás
continentes, el estudio de la historia africana; progresos paralelos en el tiempo a
los de la historia de Africa en las universidades africanas. Desde 1950, Roland
Oliver comenzaba a enseñar la historia africana en la ·Escuela de Estudios
Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. En la URSS, D. A.
Olderogge y sus colegas del Instituto Etnográfico de Leningrado inauguraban un
programa sistemático de investigaciones que han llevado en el tiempo previsto a
la publicación de toda la documentación conocida sobre el Africa sudsahariana,.
desde el siglo XI y más atrás, en las lenguas de la Europa oriental, con traducción y
anotaciones en ruso 12 • Durante esa misma década, se creaba la primera cátedra
de historia africana en la Soborna; muy pronto hubo dos: la del antiguo
gobernador de las colonias, Hubert Deschamps, y ia de Raymond Mauny. Por su.
parte, Henri Brunschwig tomaba la dirección de las investigaciones sobre la
historia africana en la Escuela Práctica de Estudios Superiores, mientras que
Robert Cornevin publicaba la primera edición de su resumen de la historia de
Africa, muchas veces revisada y completada desde entonces.
Fu!!ra de Europa y Africa,. los progresos eran menos rápidos; ni siquiera en
Europa la historia africana ha sido en principio admitida en el ciclo universitario
más que en los países colonizadores. En las Américas, donde una gran parte de la
población es de origen africano, se habría podido llegar a una manifestación de
interés. Pero, por importantes que allí fuesen los vestigios culturales africanos, ni
Brasil ni las islas del Caribe manifestaron mucho interés. En Haití, algunos
intelectuales se preocuparon por la cultura local a partir de un africanism·o que
data de los primeros trabajos del doctor Price-Mars (1920). En Cuba, la influencia
de la cultura afrocubana se dejaba sentir fuertemente entre algunas personalida-
des del mundo de las letras; entre otros, Nicolás Guillén. La simpatía manifestada
en Brasil por una cultura afroamericana tampoco suscitó interés por Africa, y
menos aún por su historia. En las Antillas británicas, la descolonización, incluida
la descolonización de la historia 1ocal, gozaba de una más alta prioridad; tampoco
hasta después de 1960, el panafricanismo político tuvo resonancia histórica entre
los intelectuales de las Antillas.
El interés era todavía menor en Estados Unidos antes de 1960; lo poco que
existía estaba concentrado sobre Africa del Norte. Un reciente sondeo sobre las
tesis de doctorado relativas a la historia africana presentadas hasta 1960 incluye
un total de 74. Total asombroso, es cierto, pero total engañador. La mayor parte
de esas tesis han tratado sobre Africa del Norte y son obra de historiadores
especializados, bien en la historia o la arqueología clásicas, bien en la historia de
Africa del Norte y del Medio Oriente, bien -más generalmente- en la coloniza-
ción europea de ultramar. Sólo, o casi sólo, el azar había permitido que sus temas
12
Kubbel L. E. y Matveiev V. V., 1960 y 1965.
88 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
13
Debo dar las gracias al profesor J. F. Ade Ajati, de la Universidad de Lagos, y a los profesori;s J.
D. Fage y Roland Oliver por las informaciones que han facilitado sobre el impacto de la historia
africana sobre la historia en general en Europa y·en .Africa, .respectivamente. Todo error de hecho o de
valoración que el presente texto pueda encerrar será imputable, -no obstante, a mí.
14
Rolánd Oliver, -«African Studies in London, 1963-1973» (informe no publicado, difundido en.el
III Congreso Internacional de Africanistas, Addis-Abeba, diciembre 1973).
92 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
FUENTES Y TECNICAS
ESPECIFICAS
DE LA HISTORIA AFRICANA
IDEA GENERAL
TH.OBENGA
Las reglas generales de la crítica histórica_, qµe _hacen de la historia una técni~a
del documento y_del es11íritu histórico g_u~_ex_ig!! estt!_di~_la sociedad hum~_!!a en
su camino a ![ªvés de los ti~Il!Pº§, son experiencias fundamentales utilizables por
todos los historiadores de todos los países. El olvido de ese postulado ha
mantenido mucho tiempo a los pueblos africanos fuera del campo de los
historiadores occidentales, para quienes Europa era, en exclusiva, toda la historia.
En realidad, lo que estaba subyacente y no se manifestaba con claridad era la
creencia persistente en la inexistencia de la historia en Africa por falta de textos y
de arqueología monumental.
Por consiguiente, está claro que el primer trabajo histórico se confunde con el
'{ ~stabfo~imléit9 a¡ {_g_:j_[_uf!ntd Ese trabajo está por sí mismo unido a un problema
teórico esencial,. a saber: _el ex~men _cie_los procedimientos técnicos del trabaj_o
histórico.
------rovestigadores sostenidos por una nueva y profunda necesidad de conocer y
com¡:1render, unida a la ll~gada de la era postcolonial, han fundamentado
definitivamente la historia africana, aunque todavía prosiga la construcción de
una metodología propia. Se han revelado inmensos sectores de documentaci_ón
q~e han permitido a la investigación plantearse nuevas cuestiones. Cuanto más
conocido¡¡ son los fondos de la historia africana, más se diversifica esa historia y se
edifica de diferente modo y de manera ines~rada. Desde hace unos quince años se
ha producido una conmoción de los instrumentos de trabajo, admitiéndose hoy
de buena gana que existen unas fuentes más particularmente utilizadás para la
historia africana: geo_logía y paleontología, prehistoria y arqueología, paleobotá-·
nica, palinología, medidas de radioactividad de los isótopos -susceptibles de
facilitar datos cronológicos absolutos sobre la duración de los tiempos huma-
nos-, geografía física, observación y análisis etnosociológicos, tradición oral,
lingüística histórica o comparada, documentos escritos europeos, árabes, indi.os,
94 MET0DOLOGIA Y PREHlSTORIA AFRICANA
1
J. B. Birdsell, 1972, pág. 299.
FUENTES Y TECNICAS DE LA HISTORIA AFRICANA 95
de mil maneras a lo largo de toda la historia de la humanidad: «¿Dónde· ha nacido
el hombre? ¿Cuándo?>> ·
Se modifican ahora por completo las viejas ideas estereotipadas que situaban a
Afr.ica en las· fronteras y los márgenes del Imperio ~t: Clío. Lo. s h~~estos en
evidencia por fuentes y métodos variados ~ontologia humanaj y :Fí.!>i~~
.!!._Uclear~, claramente muestran; por el contrario, toda la profundidad de la
. historia' africana cuyos orígenes se confunden precisamente con los orígenes
mismos de la humanidad fabricante. ·
Informaciones sacadas de otras fuentes, las ciencias de la Tierra, por ejemplo,
iluminan igualmente la historia de Africa, independientemente de tod0 documen-
to escrito. La vida y la historia de las poblaciones de la cuenca lacustre del Chad,
por ejemplo, serían bastante difíciles de comprender sin la intervención de la
Geografía física. Conviene subrayar el valor metodológico de esta aproximación.
En efecto, la vida y los hombres no se han extendido al azar por esa cuenca del
lago Chad que presenta esquemáticamente el cuadro hipsométrico siguiente: una
llanura central de acumulación situada entre 185 y 300 m. de altura; alrededor, un
anillo bastante discontinuo de viejas mesetas desgastadas en las que la penillanura
a veces ha estado oculta por actividades volcánicas recientes; uniendo esas
mesetas de 1.000 m. de altura por término medio y las zonas bajas de acumula-
ción, hay pendientes generalmente pronunciadas afectadas por una erosión activa
en un clima húmedo. Precisamente, la zona de los suelos detríticos muy blandos
que recibe la lluvia presenta la mayor densidad demográfica, de 6 a 15 habitantes
por km 2 . Con clima sabeliano se presenta todavía una considerable densidad en
los aluviones fecundados por las infiltraciones o inundaciones del Chad. Sobre las
altas mesetas del Este y del Sur, Darfour y Adamawa, de donde descienden los
tributarios del lago, la población se reduce a un habitante por km 2 • En el Norte,
ya sahariano, la densidad disminuye más aún. El rostro humane de la cuenca está,
por consiguiente, estrechamente unido a un problema de\ geografía físic~ y
lgeomorfolog~- que condiciona el desarrollo humano. La civilización ha retrocedí-
.do, pues, ante· el desierto. Y se ha replegado sobre el límite del cultivo del mijo y
del sorgo sin riego, en la latitud aproximada del nuevo Chad (los cultivos de
regadío de legumbres, tabaco, trigo duro se realizan en las orillas del Logone y del
Chari). Cultivadores, pastores y pescadores viven en la zona meridional donde las
aguas fluvio-lacustres fecundan las tierras, reverdecen los pastos y atraen periódi-
camente a una multitud de pescadores. Por el contrario, la erosión en las zonas
desérticas septentrionales hace inestable el suelo y precaria la vegetación, caracte~
rizada por una maleza espinosa xerófila.
Pero esas estructuras ~feorriodológicas\ han condicionado también otras
actividades humanas. Por ejemplo, las invasiones de los cor:i.quistadores han
expulsado frecuentemente a los autóctonos cultivadores de las mesetas salubres y
de las llanuras fértiles para echarlos sobre las zonas (pendientes o cimas)
impropias para la ganadería. De ese modo, los fulbé han arrojado a los boum y a
los dqurou sobre los terrenos menos fértiles del Adamawa, y a los kiroi del norte
de Camerún sobre los desprendimientos graníticos del macizo montañoso del
Mandara. Ahora bien, el trabaj_o de los sµelos antes ondulados y en pendiente es,
ciertamente, rudo e ingrato para esos pueblos; pero responde mejor a su utillaje
96 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
2
Trabajos de Ffan~ois Rodhain, entomólogo, y de Serge ºTornay, etnólogo; miembros de la
misión francesa de Omo, dirigida por M. Yves Coppens (1971-1972).
FUEN'.fES Y TECNICAS DE LA HISTORIA AFRICANA 97
y cuándo se extendió la domesticación de las plantas por los diversos continentes?
La tradición oral y la mitología son aquí únicamente una pequeña ayuda. Sólo la
arqueología y los métodos paleobotánicos pueden dar alguna respuesta válida a
esas importantes cuestiones relativas a esa inestimable, herencia neolítica que es la
agricultura.
El esqueleto de_l_¡,ole!}_es muy resistente al tiempo en un suelo favorable y no
ácido. Lualeo¡,alinol'ogíi proporciona un análisis microscópico de tales vesti-
gios botánicos. Los pólenes fósiles pueden recogerse solubilizando progresiva-
mente una muestra de tierra por medio de ácidos en caliente (ácidos fluorídrico o
clorhídrico) que eliminan el sílice y la caliza sin atacar a.los pólenes, y después los
humus orgánicos (potasa). El residuo, centrifugado y teñido, es entonces puesto en
gelatina. Sólo le queda al operador reconocer y .contar cada semilla para formar
un cuadro de porcentaje. Este da el perfil polínico del sedimento estudiado. La
presencia de la agricuitura sobre un lugar determinado queda así establecida,
precisada la evolución del paisaje, y diagnosticado el clima a través de las
variaciones de la vegetación, así como la acción eventual del hombre y de los
animales sobre el manto vegetal.
Tales análisis han permitido descubrir actividades de~domestícación agricoU.
en Africa, actividades localizadas en varios centros y distribuidas-por vastas
regiones. El sorgo (inicialmente domesticado sobre la sabana que se extiende
desde el lago Chad hasta la·frontera entre Sudán y Etiopía), el pequeño mijo, el
arroz africano, el voandzou, los guisantes, el cocotero (domesticado en las orillas
de los bosques), el «finger-millet», el gonibo, el ñame africano, etc., eran entonces
las principales plantas cultivadas.
Las plantas americanas son de introducción relativamente reciente, como lo
atestiguan esta vez ciertas fuentes escritas. La mandioca, por ejemplo, alimento
hoy básico para varios pueblos del Africa centi:al no ha penetrado en el reino del
Congo por la costa atlántica sino después del siglo XVI. En efecto, entre las plantas
cultivadas sobre la meseta de Mbanza Kongo, capital del reino, la Relation, de
Pigaf~tta-López (1591), menciona solamente el luko, es decir, la eleusina corocana,
cuya «simiente es originaria de la ribera del Nilo, en la región donde ese río llena el
segundo lago» 3 ; el masa ma Kongo, gramínea que es una especie de sorgo; el maíz,
masangu, o también masa ma Mputu, «que es el menos estimado, con el que se
alimenta a los cerdos» 4; el arroz, loso, que «no tiene mucho valor tampoco» 5 ;
finalmente, el platanero tropical, dikondo, y el cocotero, ba.
Menos conocido es el hecho de que plantas africanas serán difundidas también
a partir del continente. El paso de las especies african¡is a la India, por ejemplo, y
a otras regiones asiáticas es cierto pero tardío. En efecto, las dos especies de mijo
(«pequeño mijo>> y «finger-rnillet») están arque0lógicamente comprobadas en la
India, alrededor del año 1000 antes de la era cristiana. El sorgo es conocido allí
con posterioridad, porque el sánscrito no emplea palabra alguna para designarlo.
3
Pigafetta-López, 1591, pág. 40: «Venendo sementa dal fiume Nilo, in quella parte dove empie il
secondo lago».
4
Pigafetta-López, ibíd.: «Ed -il Maiz che é il piu vile de tutti, che dassi a porci».
5
Pigafetta-López, ib(d.: «il roso ·e in poco prézzo».
98 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
6
Ernst Doblhofer, 1959.
FUENTES Y TECNICAS DE LA HISTORIA AFRICANA 10.l
les, actas administrativas, himnos religiosos, obras filosóficas, tratados de medici-
na o de matemáticas, composíciones literarias (novelas, cuentos y fábulas).
Una serie de textos muestra claramente que la barrera que se quería poner
entre el l;giQ!_o_far-ªónifQ_ y_ el resto de las regione_s africanas vec:i_nai¡Len esl:!S ~RQ9l§.
remotas, no está conforme con la materialidad de lgs h~c'1o!i,
- A este respeéto, se puede mencionar la carta que Neferkaré (Pepi 11), faraón de
la VI dinastía hacia el año 2370 antes de la era cristiana, envía a Herkhouf,jefe de
una expedición económica dirigida a las regiones meridionales alejadas, en el
«País del Límite del Mundo», como dice el texto, esto es, probablemente, la región
de los Grandes Lagos africanos; habían traído un pigmeo de esa lejana expedi-
ción, que fue la cuarta de la serie. Otro texto egipcio que data del siglo xx antes de
la era cristiana (a principios de la XII dinastía) propoFciona informaciones
precisas y muy interesantes sobre la vida de los marinos de aquella época, la
navegación por el !\far Rojo y las relaciones económicas entre la costa oriental
africana y el valle del Nilo. Se trata del Cuento del náufrago. La_reina Hatshepsout,
que permaneció en el trono egipcio durante veintiún años (1504-1483), organizó
varias expediciones comerciales, principalmente la del año 9 de su reinado, al país
de Pount (costa somalí), representada porlos espléndidos bajorrelieves de Deir el-
Bahari, en el Alto Egipto.
Ahí tenemos toda una dirección de investigación nueva, c¡ue no puede dejar
indiferente al historiador de Africa. Se vislumbra qué importancia tiene la
introducción de la enseñanza del egipcio antiguo en las universidades africanas, de
las que se espera mucho para el. estu__gio vivo del patrimonio cultural africano en
toda su profundidad<~spacio-temporá1>
Por lo que se refiere a la _Eertenencia lingüística del egipcio antiguo, las
precisiones siguientes están contenidas en el Informe final del importante coloquio
internacional sobre la Población del Egipto antiguo y el descifre de la escritura)
!lmeroítica (El C~iro, 28 enero-3 ~~brero 1974)_: «Lo·egip~io. no puede ser aisla~~ de
su contexto africano y lo sem1tico no exphca su nac1m1ento; es, pues, leg1t1mo
1
\ iencontrade parientes o primos en Africa» (informe final; p. 29,5).
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FUENTES ESCRITAS
ANTERIORES
AL SIGLO XV
H.. DJAIT
PROBLEMAS GENERALES
Hasta ahora no existe ningún estudio de conjunto sobre las fuentes escritas de
la historia africana. Por razones de especialización cronológica o zonal, los pocos
estudios realizados han permanecido aferrados a materias al margen de la
investigación científica. Así, el Egipto faraónico es el campo del egiptólogo;. el
1
A. Dain, 1961, pág. 449.
¡_',I
110 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
EL PROBLEMA DE LA PERIODIZACION
2
R. Mauny propone la fecha de 1434 que es la de la expansión marítima portuguesa hacia el
Africa negra: Le prob/eme des sources de rhistoire de r Afrique noire jusqu'a la co/onisation européenne,
en el XII Congreso Internacional de Ciencias Históricas, Viena, 29 agosto-5 septiembre 1965, II,
Informes, Historia de los continentes, pág. 178. Ver también R. Mauny, 1961, pág. 18.
3
A. Laroui, 1970, pág. 218.
112 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
del golfo Pérsico al mar Rojo y cuando, progresivamente, se instala una configura-
ción de cambios, a escala mundial, cuyo alcance es considerable.
En el sur del Sáhara, y durante el siglo XI, igualmente se desarrollan las
relaciones permanentes con el Islam, en particular en el terreno comercial y
religioso.
Nuestro material documental cambia de aspecto. Cuantitativamente es abun-
dante y variado; cualitativamente, cuanto más se retrocede en el tiempo, se
encuentran en el Africa mediterránea más fuentes inconscientes (documentos de
archivo, consultas jurídicas), y, en el Africa negra, informaciones precisas.
La clasificación de las fuentes por períodos históricos n.o basta por sí sola.
Conviene tomar en consideración la articulación de Africa en zonas etnocultura-
les, en las que tantas fuerzas actúan para individualizar las áreas, así como la
tipología misma de las fuentes disponibles, más allá de los períodos históricos y de
las diferenciaciones espaciales. ·
Areas etnoculturales
a) Las lenguas en las que nos han llegado nuestros documentos son numero-
sas, pero no todas. tienen la misma importancia. Las más utilizadas, las que han
transmitido la mayor cantidad de información son: el egipcio antiguo, el bereber,
las lenguas etíopes, el C(!pto, el swahili, el hawsa, el fulfulde. Las lenguas más
prolíficas son lenguas de origen no-africano: griego, latín, árabe, aun cuando el
4
l. Hrbek, 1965, t. V., pág. 311.
114 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
árabe ha sido adoptado como lengua nacional por numerosos pueblos africanos.
Si se clasifican los documentos según un orden jerárquico que tenga en cuenta a la
vez la cantidad y la calidad de la información, se obtendrá la lista aproximada
siguiente: árabe, griego, latín, egipcio antiguo (hierático y demótico), copto,
hebreo, arameo, etíope, italiano, swahili, persa, chino, etc.
Cr.onológicamente, nuestras primeras fuentes escritas son papiros hieráticos
egipcios que datan del Nuevo Imperio, pero cuya primera redacción se remonta-
ría a principios del Medio Imperio (comienzo del segundo mitenio: en particular,
el papiro conocido con el título de Enseñanza para el rey M érikaré) 5. Después
tenemos los papiros y ostraka del Nuevo Imperio, siempre en egipcio hierático, las
fuentes griegas que se remontan al siglo VII antes de la era cristiana y prosiguen,
sin discontinuidad, hasta una época tardía que coincide aproximadamente con la
expansión del Islam (siglo VII de la era cristiana), las fuentes en hebreo (Biblia) y
en arameo (judíos de .Elefantina), que datan de la XVI dinastía; los textos
demóticos que datan de la época ptolemaica; la literatura latina y la literatura
copta (en lengua egipcia, pero que emplea el alfabeto griego enriquecido con
algunas letras) a partir del siglo III de la era cristiana; el árabe, ei'chino 6 , quizás el
persa, el italiano y después el etíope, cuyo escrito más antiguo s·e remonta al siglo
XIII 7 •
b) Clasificadas por géneros las fuentes de las que disponemos se reparten en
fuentes narrativas y en fuentes archivísticas, las unas conscientemente consignadas
con vistas a. dejar un testimonio, y las otras que participan en el movimiento
ordinarip de la existencia humana. En el caso de Africa, salvo para Egipto, pero
incluido el Magreb, las. fuentes narrativas representan casi exclusivamente el
material documental escrito hasta el siglo XII; por lo tanto cubren la Antigüedad y
la primera edad islámica. A partir del siglo XII, el documento archiyístico, aunque
raro, hace su aparición en el Magreb (piezas almohades, fatwas o coilsultas
jurídicas de época hafsida). Es más abundante en Egipto bajo los ayubitas y los
mamelucos (XII-XV) mientras que los manuscritos de los monasterios encierran
como apéndices documentos oficiales. Pero ese tipo de texto sigue estando
prácticamente ausente en el resto de Africa durante toda la época considerada 8 •
Los rasgos que caracterizan nuestro período son.: preponderancia de las fuentes
narrativas en todas sus formas, aparición o crecimiento relativo de las fuentes
archivísticas a partir del siglo XII en el Africa. mediterránea y su casi ausencia en el
Africa negra, pero, de un modo general, aumento sustancial de nuestro material
documental después del siglo XI hasta que alcanza su punto culminante en los
siglos XII- XV.
5
Golenischeff, Les papyrus hiératiques n.º 1115, 1.116A y lll6B de rErmirage impérial a Saint-
Pétersbourg, 1913; el n.º 1116A ha sido traducido por Gardiner en Journal of Egyptian archae/ogy,
Londres, 1914, págs. 22 y sigts. Cf., a este respecto, E. Drioton y J. Vandier, 1962, pág. 226.
6
Existe un texto chino que data de la segunda mitad del sigro x~ pero lo principal de las íuentes
chinas, aún por explorar, se refiere al siglo xv y a la costa del Este africano. Pueden mencionarse
también los trabajos siguientes: J. J. L. Duyvendak, 1949; F. Hirth, 1909-10; T. Filesi, 1962; Libra,
1963; P. Wheatley, 1964.
7
Sergew Hable Selassie, 1967, pág. 13.
8
· Disponemos de mahrams, despachos reales otorgados por los reyes de Bomou que datarían de
finales del siglo x1: el de Umm Jilmi y el de la familia Masbarna. Cf., a este respecto, R. Mauny, 1961, y
H. Palmer, 1928, t. m, pág. 3.
FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 115
Fuentes narrativas
Obras
Crónicas y Geografía Textos
Fechas jurídicas
anales Viajes literarios
religiosas
-2.065
-1.580
Herodoto (485°425)
Croo. demótica (111)
200 Polibio (200-120)
100 Diodoro Estrabon; Pseudo-
periplo de Hannon
o Salustio (87-35)
o Plinio el Viejo
+ 100 Tácito, Plutarco
+ 200 Ptolomeo San Cipriano
(200-258)
+ 300 Periplo del mar
Eritreo (230)
+ 400 San Agustín
(354-436)
+ 500 Procopio (492-562) Cosmas Indico-
pleustes (535)
622
+1450 Zurara
Fuentes archivísticas
Piezas Documentos
Fechas Hechos históricos
oficiales privados
a) Las fuentes escritas sobre Egipto hasta el primer milenio son exclusivamen-
te egipcias; se trata de los papiros hieráticos y de los ostraka, cuyo origen no se
remonta más allá del Nuevo Imperio, pero que han podido proporcionar -ya lo
hemos dicho- una información más antigua 9 . Papiro y ostrakon quieren decir
soportes: el primero es una planta, y el segundo una pizarra o loseta de piedra
calcárea. Los signos hieráticos se distinguen de los signos jeroglíficos por su
aspecto cursivo que los destina especialmente a ser trazados más que ·grabados.
Papiros y ostraka, numerosos en las dinastías XIX y XX del Nuevo Imperio o
período ramessita (1314-1085), se refieren tanto a la vida administrativa como a la
vida privada; en ellos se encuentran informes administrativos y judiciales,
documentos de contabilidad, cartas privadas y también cuentos y novelas. Los
papiros jurídicos 10 y los papiros literarios 11 han sido objeto de estudios atentos
y, desde el siglo XIX, de publicaciones.
A menos que tengan lugar nuevos descubrimientos, nuestros conocimientos de
Nubia y del país de Pount no se deben en absoluto a las fuentes escritas, pues se
fundan en el material arqueológico y epigráfico (grafitos, en particular).
b) El primer milenio, principalmente a partir del siglo VI, diversifica y modifica
la aportación de nuestras fuentes. Los documentos narrativos se unen a. los
documentos archivísticos, y en ciertos momentos los sustituyen. Así, el Libro de
los Reyes, fragmento del Antiguo Testamento, nos proporciona valiosas informa~
ciones sobre la llegada de la dinastía XXII (alrededor de - 950) y es de una gran
utilidad para todo el período que sigue, o sea, hasta la dominación persa ( - 525).
El Libro de los Reyes ha sido objeto de una primera redacción antes de la ruina de
Jerusalén,. o sea, antes de - 586 12 , y ha sido retocado durante el exilio, pero
reproduce tradiciones que se remontan a los comienzos del primer milenio. Otras
fuentes extranjeras, griegas sobre todo, esclarecen la Baja Epoca, a partir de la
primera dinastía Saíta (siglo - VIII): Menandro, Aristodemo, Filocoro, Heródoto.
Desde el punto de vista archivístico, los papiros están ahora escritos bien en
griego, bien en demótico, que es una transcripción aún más cursiva que el
hierático. En el siglo - v, nuestra fuente principal proviene de los papiros de los
judíos de Elefantina, mientras que en los - IV y - m era redactada la crónica
demótica.
9
E. Drióton y J. Vandier, 1962, págs. 7-9, Jean Yoyotte, Egypte ancienne, en:«Histoire universelle»,
colee. Pléiade.
10
Entre los documentos jurídicos tenemos el papiro Abbott, los papiros Amherst y Mayer y el-de
Tur'ín, que consolidan nuestros conocimientos sobre los reinados de Ramsés IX, X y XI. Han sido
publicados: cf. Select Papyri in the hieratic character from the colections of the B;i!ish Museum, Londres,
1860; Newberry, The Amherst Papyri, Londres, 1899; Peet, The Mayer Papyri, Londres, 1920; Peet,
The great tombs-robberies of the Twentieth Egyptian Dynasty, 2 vols., Oxford, 1930.
11
La colección del British Museum es-rica en papiros literarios, En ella se encuentran, por ejemplo,
el cuento de la Verdad y de la Mentira, el de Horus.y Set h. G .. Posener, el gran especialista de este tema,
ha confeccionado una lista casi exhaustiva de las obras literafias egipcias y ha llegado a 58 títulos:
Revue d'Egyptologie, VI, 1951, págs. 27-48. G. Posener ha publicado también ostrakas: Catalogue des
ostraka hiérariques /ittéraires de Deir el-Medii1eh, El Cairo, 1934-36.
12
A. Lods, Les Prophetes d'Israe/ et /es.débuts dujudaisme, París, 1950, pág. 7; Drioton y Vandier,
op. éit. en diíerentes lugares; Doresse, 1971, t. I, págs. 47-61.
FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 119
El antiguo M agreb
La historia escrita del antiguo Magreb nació del reencuentro entre Cartago y
Roma. Lo que quiere decir que no disponemos de nada importante anterior al
siglo II antes de la era cristiana: indicaciones dispersas en Heródoto, desde luego,
y en las obras de otros historiadores griegos. El período auténticamente púnico es
13
Sobre los geógrafos clásicos y postclásicos que han tratado de Africa, ver la obra fundamental
de Yusµf Kamel: Monumenta cartographica Africae el Aegypti, El Caifo y Leyde, 1926 a 1951, 16 vols.
Sería deseable que ese trabajo fuese reeditado con una parte crítica nueva e importante.
14
Editado por MüUer, Geographi Graeci minores, París, 1853, t. l. Reeditado por Hjalmar Frisk en
Goteburgo, en I 92~. Esa importan:1e obra ha conocido ediciones desde el siglo xv~ en 1533, y después,
en 1577.
' 5 · c'osmas es un viajero que va visitado Etiopía y la isla Soco tora. Su obra. ligura en Ja Patrologie
grecque de Migne, t. LXXXVIII, colección que es imprescindible consultar para la Antigüedad, junto a
Patroiogie latine, del mismo Migne. La o_bra de Cosmas ha sido editada de modo excelente en tres
tomos pof Ediciones Cerf, París, 1968- 70. Subrayemos la importancia para nuestros conocimientos de
la cristianización de Etiopía, de Historia Ecclesiastica, de Rulinus, en Patrologie·grecque, de Migne,
quien hace siempre una traducción latina. ·
120 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
16
Citemos: Aristóteles ( PoUtica), César ( Belliim civile y Bellum Africum), Eutropio, Justino;
Orosio. Se citan más de 30 fuentes de textos sólo para la historia de Aníbal.
17
M. Roget·, Le Muroc chez les auteurs qncie11s, 1924.
1
• P. P. Girard. Textes de droit romain, 6.ª ed., 1937.
FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 121
19
Cambridge Ancient History, vol. VIII: Rome and the Mediterranean.
122 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
a. los Fragmenta historicorum graecorum, para los textos griegos. Los textos
latinos, numerosos, se encuentran bien en la patrología latina (las obras de san
Fulgencio son de un cierto interés para el conocimiento de la época vándala), bien
en los M onumenta Germanica historica, autores antiquissimi 20 , otro monumento
de la erudición alemana que reagrupa las «crónicas menores» de época bizantina:
Casiodoro, Próspero de Tiro y, sobre todo, Víctor de Vita y Coripo. Estos dos
autores merecen la mayor atención, el primero para el período vándalo y el
segundo para el bizantino, porque ellos penetran en el Africa del interior y arrojan
una luz sobre esa Africa «profunda» tanto tiempo olvidada 21 . En su obra clásica
sobre el Africa bizantina, Charles Diehl ha mostrado cómo se podía hacer
concurrir material arqueológico y material textual en una representación tan
completa como fuera posible de la realidad histórica. Entre las fuentes escritas ha
utilizado un abanico lo más amplio posible: Procopio en primer lugar, también
Coripo, pero igualmente Agatías, Casiodoro, Jorge de Chipre 22 , las cartas del
papa Gregario el Grande, y documentos jurídicos como las N ovellae y el Código
Justiniano, tan útiles para la exploración de la vida económica y social.
. Parece poco probable que pueda enriquecerse con nuevos descubrimientos la
lista establecida de nuestros documentos escritos. Por el contrario, pueden ser
mejor aprovechados profundizándolos y aplicando una crítica rigurosa, confron-
tándolos con un material arqueológico y epigráfico todavía no agotado, y, sobre
todo, utilizándolos con más honestidad y objetividad 23 .
20
En los Monumema de Mommsen, tomo 9/1-2 (1892), 11 (1894) y 13 (1898), se encuentran el texto
de Víctor de Vita en el tomo 3-1 (i879), editado por C. Holm, y el texto de Corippus en el tomo 3-2
(1879), editado por J. Partscb.
21
Sobre el Africa vándala y bizantina disponemos de dos obras modernas fundamentales que
ofrecen en detalles las fuentes utilizables: Christiam Courtois, 1955, y C. Diehl, 1959. Para· la época
alta, Histoire ancienne der Afr/que du Nord, de S. Gsell, anticuada, pero que hay que consultar siempre.
22
Descriptio orbis romani, ed. Gelzer.
23
Sobre las deformaciones nacidas de una lectura parcial de los textos, la critica de la historiogra-
fía occidental presentada por Abdallah Laroui es tan apropiada como notablemente informada (1970).
24
R. Mauny, 1970, págs. 87-1 U. ·
25
Ibíd., pág. 98¡ Tauxier, 1882, págs. 15-37; G. Germain, 1957. págs. 205-248.
FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 123
Escilax (siglo - IV) nos da, a su vez, valiosas informaciones sobre las relaciones
entre los cartagineses y los libiobereberes. Pero, sobre todo; una vez más es
Polibio quien nos ofrece la fuente más verídica. Los fragmentos de su texto,
interpolados con Plinio el Viejo, nos ofrecen los primeros topónimos identifica-
bles de la antigüedad, aunque también su información se detiene en el cabo Juby.
Habría que completarla, para el archipiélago de las Canarias, con las noticias de
Juba. II recogidas por Plinio, Estrabón y Diodoro de Sicilia. Los demás historia-
dores-geógrafos del siglo I antes y después de nuestra era no han hecho más que
compilar a los autores anteriores, salvo en algunos detalles. Por último, en el siglo
II, Ptolomeo, que prosigue a todos sus predecesores, fundándose principalmente
en Posidonio y Marino de Tiro, consigna en su Geografia el conocimiento más
avanzado que haya tenido la antigüedad de los contornos de Africa 26 • El mapa de
la «Libia interior» que nos ha dejado, por otra parte, el geógrafo alejandrino ha
podido echar mano de las informaciones recogidas por el ejército romano, cuando
sus expediciones punitivas más allá del limes hasta FezáD': la de Balbo en -19, la
de Flaco en + 70, la de Materno en + 86, que es la que, más penetró en el desierto
libio 27. Han sobrevivido a la antigüedad diversos nombres de pueblos y de regio-
nes: Mauritania, Libia, garamantes, getulos, númidas, Hespérides y hasta Níger,
adelantado por Ptolomeo y usado después por León el Africano y luego por los
europeos modernos. Esa es una de las aportaciones de nuestros textos que,
además de eso, más que datos reales nos facilitan la representación que los
antiguos se hicieron de Africa. Las pocas indicaciones que pérduran afectan al
desierto libio y a las cos.tas del Sáhara occidental; el Africa negra occidental
queda marginada en todos esos textos.
26
Yusuf K,amel, «Monumenta», op. cit., t. II, fase. 1, págs. 116 y sigts.; R. Mauny, «L'Ouest
africain chez Ptolomée», en Actes de la JI Co,ifere11ce lmernacio11a/ des Ajricanistes de /'Ouest,
Bissau, 1947.
27
Mario de Tyr, una de.las fuentes de Tolomeo, se ha hecho eco de él; cf. Yusuf Kamel; t, I, 1926,
. pág. 73.
124 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Las crónicas
28
Los trabajos de Grohmann tienen autoridad: Arabic papyri in the Egyptian Librar y, 5
volúmenes, 1934-1959; Einführung 1md Chrestomathie der Arabische11 Papyrus-killde, Praga, 1955. Los
papiros griegos y coptos han sidó estudiados por H. Bell. Para las actas fatimitas: Shayyal, Majmu ar
al-Watha iq a/-Fatimiyya, El Cairo, 1958.
29
Sin embargo, es importante señalar que uno de los primeros historiógrafos árabes, 'Umar b.
Shabba, nos ha legado el testimonio árabe más antiguo que se refiere a los negros, texto referido por al-
Tabarl, Ta:rith, t. VII', págs. 609-614. Se trata de la rebelión de los «Sodan» en Medina en h. 145-762,
que atestigua una fuerte presencia africana en la época alta. Ese texto no ha sido estudiado hasta
ahora.
Jo Editado en Najaf, en 1965, por Umari, con un prefacio de A. S. Al-Ali, 344 págs.
31
- Editado por Torrey en 1922, traducido parcialmente por Gateau, reeditado en El Cáiro por
'Amir en 1961. Sobre las precauciones que hay que tomar para su utilización: R. Brunschwig, «lbn
Abd al Hakam y la conquista de Africa del Norte por los árabes», A,ma/es de l:Jnstilllt d'Etudes
orientales d'A/ger, VI, 1942-47, estudio hipercrítico que, a nuestro parecer, no debe mermar la
aportación de ese texto, capital para Egipto, útil para lfriqueya e importante para. el mundo negro
[eventuales contactos de Uqba con Fezzan. negados por Brunschwig en otro artículo, y famoso
acuerdo (Baqt) con los nubios].
32
No hay mucho que sacar de un compilador tardío, Ubayd Allah b. Salih descubierto y
exaltado por E. Levi-Provem;al, cf.. Arabica, 1954, págs. 35-42, como una fuente nueva de la conquista
del Magreb. E. Levi-Provem;al es seguido en su juicio por Mauny en «Tableau», obr. cit., pág. 34,
cuyo análisis de las fuentes árabes, aplicado y exhaustivo, no se preocupa mucho de-la crítica rigurosa.
FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 125
b) Tras un Siglo de silencio 33 (850-950), aparece una obra fundamental que
no ha sido aprovechada en todas sus dimensiones: el Kitiib Wulat Misr wa
Qudhatuha, de Kindi (m. 961); esa obra biográfica, que no es pero que se puede
asimilar a una crónica, no sólo encierra datos precisos y de primera mano sobre
Egipto sino que -por el hecho de los lazos primeros de esa provincia con el
Magreb- .se revela como una de las fuentes más seguras para el conocimiento del
Magreb en el siglo VIII 34 . El siglo x es el siglo ismaelí del Islam, y en primer lugar
del Islam africano: se consultarán, pues, escritos sihitas como la Sirat al-Hajíb Ja
far, pero, sobre todo, la lfitiih al-Da wa del cadi al-Nu'Man,.obra fundamental que
no descubre muchos datos, pero que es rica en informaciones sobre los comienzos
del movimiento fatimita 35 .
e) La primera mitad del siglo IX vio la redacción del famoso Ta'rikh de al-
Raqiq (m. 1028), obra fundamental tenida por perdida, aunque lo esencial suyo ha
sido recompuesto por compiladores posteriores, como Ibn-al-Idhari. Reciente-
mente, un fragmento dedicado a la alta época ifriquiana, descubierto por el
marroquí Mannüni, ha sido editado en Túnez (1968) por «M. Kaabi», sin que
tengamos la certeza en cuanto a su atribución a Raqiq 36 •
En todas esas crónicas, el lugar concedido al Africa negra es mínimo. Por otro
lado, las crónicas exigen del historiador una crítica rigurosa y una confrontación
perpetua de sus datos, pero también la confrontación de los datos de orígenes
diversos. Sobre todo, el historiador del Magreb y de Egipto no debería detenerse
ahí: es necesidad absoluta un profundo conocimiento del Oriente. La frecuenta-
ción de esas fuentes debe, pues, completarse con el uso asiduo y profundo de las
crónicas orientales clásicas.
Fuentes geográficas
Son importantes y numerosas a partir del siglo IX. Bien pertenezcan al género
cartográfico de la Sarat al-Ardh ilustrado por al-Kh warizmi, a la geografía
administrativa, a la categoría de los itinerarios y países ( Masiilík), o simplemente
a la del viaje más o menos novelado, los escritos geográficos árabes ilustran una
voluntad de aprehensión de la totalidad del oekumené. No tiene nada de extra-
ño, pues, que el Africa negra esté representada en ellas y que esas fuentes sean
el elemento fundamental en nuestro conocimiento de esa Africa. La colección
exhaustiva realizada por Kubbel y Matve'iev 37 , que se detiene en el siglo xn,
muestra que, de los 40 autores de. los que ha hablado, 21 son geógr:afos cuyos
textos resultan los más ricos en material. Pero no se podría sacar de esas fuentes
un provecho real sin un trabajo crítico previo. El historiador del Africa negra debe
33
A excepción de algunas crónicas anónimas interesantes, como al-Iman wa-s-Siyiisa, El Cairo,
1904, del Seudo-Ibn Qutaiba y el anónimo Akhba.r Madjmu'a, Madrid, 1867.
34
Editado por R. Guest en 1912 y reeditado en Beirut, en 1959.
35
Publicado en Túnez por M. Dachraoui y t¡tmbién en Beirut.
36
M. Talbi ha negado tajantemente la paternidad de Raq!q, en Cahiers de Tunisie, XIX, 191'7,
págs. 19 y sigts., sin llegar, no obstante, a convencer. Por tanto, la incertidumbre subsiste.
37
L. Kubbel y V. Matveiev, 1960 y 1965. Ver también J. Cuoq.
126 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
colocar de nuevo las obras geográficas árabes en su contexto cultural propio. ¿En
qué medida, por ejemplo, tal descripción corresponde a la realidad y en qué otra
no es más que un reflejo de los temas manidos del Adab con sus diversos
componentes 38 ? ¿Cuál es la parte de la herencia griega, de la herencia iraní, d.e la
tradición árabe propia, y cuál la de la compilación y la de la observación
concreta? Pero, por otro lado, la crítica debe ejercitarse sobre esos textos del
interior, es decir, a partir de un conocimiento profundo de la historia africana,
cuidándose de leer esa historia partiendo únicamente de fuentes geográficas para
lo esencial. Pero el punto de vista estrictamente ideológico de aquellos que, por
«islamofobia» 39 , afán mal orientado de una africanidad concebida como replega-
da sobre sí misma, rechazan el examen profundo de esas fuentes, es inaceptable 4°.
De la pléyade de geógrafos que, de la mitad del siglo IX a mediados del XI, han
dedicado un lugar a Africa -casi todos están en ese caso-, sólo algunos aportan
una información original y seria: Ibn Khordadhbeh, Ya'l.<üb (m. 897), al-Mas'üdi
(965), Ibn l:fawl.<al (977) y al-Biruni 41 . Ya'küb viajó a Egipto y al Magreb, de los
que nos ha dejado un cuadro sustancial. Tanto en su Ta'rikh como en sus Bül-
dan42 nos facilita numerosas informaciones sobre el mundo negro: sobre Etiopía,
Sudán, Nubia, los bejja, los zendj. En Sudán menciona a los zghawa del Kanem y
describe su hábitat; describe también el importante reino de Ghana, y con ese
motivo trata del problema del oro, como también de los esclavos cuando habla de
Fezán. Los Masalik4: 3 de lbn l:fawl.<al son aún más detallados. Visitó Nubia y
quizás el Sudán occidental; su descripción vale sobre todo por la idea que da de
las relaciones comerciales entre el Magreb y Sudán. Casi todos los demás geó-
grafos del siglo X proporcionan anotaciones sobre el Africa negra: Ibn al-Fal.<Ih,
sobre Ghana y Kuki; el viajero Buzurg Ibn Shariyar, sobre la costa oriental y
los zendj-; Muhallabi, quien conservó en su tratado fragmentos de Uswani. En fin,_
las Praderas del oro, de Mas'üdi (965), es rica en informaciones sobre los zendj y la
costa oriental. Esos textos llamaron muy pronto la atención de los especialistas
africanistas y orientalistas, como Delafosse, Cerulli 44 , Kramers 45 , Mauny 46 .
38
A. Miquel, 1967 y 1975.
39
Ver, a este respecto, la postura muy crítica de J. Frobenius y la de J. Rouéh: Contribucion a
/'histoire des.Songhay, Dakar; 1953, que denuncia, sobre·todo, la deformación ideológica de las cróni-
cas sudanesas.
40
Es cierto que esos textos·se refieren, sobre todo, al cinturón sudanés y que, por eso mismo, una
lectura unilateral de las fuentes árabes, sin la ayuda.de la arqueología, puede falsear las perspectivas.
Pero es falso decir que los autores árabes adolecen de falta ·de objetividad. En cuanto a reprocharles el
carácter fragmentario y desordenado de ·sus escrit.os, es abandonar el punto de vista del -historiador
para tornar sólo el del historiador de la literatura. Se encontrarán Juicios matizados en N. Levtzion.
Asimismo será útil referirse a la conferencia de l. Hrbek en el XII Congreso Internacional de Ciencias
Históricas, en Viena (Actas, pág. 311 y sigts.). Ver tambien T. Lewicki: Perspectives nouvelles sur
/'histoire africaine, informe del Congreso de Dar-es-Salaain, 1971, y Arabic excernal sourcesfor che
History of A/rica to the South of the Sahara, Wroclaw-Varsovia-Cracovia, 1969,
41
Ver Courrier de l'Unesco, junio 1974.
42
Editado en la Bibliotheca Geographorwn arabicorum, t. VII, de Goeje, como la mayor parte de
los geógrafos árabes. La traducción de G. Wist, con el título de Livre des Pays, es útil pero no siempre
exacta.
43
Kiráb al-Masá/ik wa-1-Mamálik, B. G. A. 11; L. Kubbel y V. Matveiev, 11, págs. 33 y ·sigts.
44
Documenti arabi per la storia del/ Etlriopia, 1931.
45
Djughráfiyii, Enciclopedia del Islam; CErychrée décrite dans une source arabe du X' siéde, Atti
del XIX Congresso degli Orientalisti, Roma, 1938.
46
El primer capítulo de su Tab/eau es un inventario sistemático de las fuentes geográficas.
FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 127
F~entes archivísticas
Valen únicamente para Egipto y el Magreb.
a) Disponemos actualmente de los documentos de la Geniza, de El Cairo,
que cubren toda la época en cuestión; la mayor parte, sin embargo, son de época
fatimita y sólo algunos pertenecen a los siglos mamelucos. Esos documentos
constituyen una mezcolanza de papeles de familia, de correspondencia comercial,
que reflejan las preocupaciones de la comunidad judía de Egipto y de otros
lugares. Escritos en lengua árabe y car-acteFes hebraicos no fechados, su utilización
exige un cíerto número de precauciones técnicas. Tal como son, representan una
mina inagotable de informaciones 48 .
47
Publicada en las Actes du XI V Congres international des orientalistes (3.ª parte), 1908, y
estudiada por T. Lewicki, 1971, vol. XJll, págs. 1 I 9 y sigts.
48
Los trabajos de S. D. Goitein tienen autoridad: artículo «Geniza», en E. l., 2,ª edic.; The Cairo
Geniza as sourcefor mediterranean social history, Journal ofthe American Oriental Society; 1960. S. D.
Goitein ha comenzado a publicar un estudio muy importante sobre las fuentes de la Geniza: «A
meditemmean Society: the jewish· communities oí the arab worl as portrayed in the Documents of the
Cairo Geniza», vol. 1, Economics Founqatio11s, Berkeley-Los Angeles, 1967. S. Shaked, A centátive
bibliogra¡ihy of Geniza documents, París-La Haya, 1964; H. Rabie, 1972, págs. 1-3. Gran número de
esos documentos se encuentra en el British Museum y en Cambridge.
128 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Fuentes narrativas
a) Crónicas: Tras un siglo de silencio -el siglo XII en el curso del cual apenas
encontramos más que el anónimo al-Istibsar y obras menores-, los siglos XIII y
XIV nos ofrecen una gran cantidad de crónicas ricas desde todos los puntos de
vista, desde el Kamil de Ibn al-Athir hasta el Kitiib al-lbar de Ibn Khaldün,
pasando por Ibn ldhari, al-Nuwairi, lbn Abi Zar, al-Dhahabi. Testigos de su
tiempo, esos hombres habían realizado además un esfuerzo de síntesis en lo que se
49
Rabie, 1972, págs. 6-8 y 200.
50
Amari, 1 diplomi arabi del R. Archivio Fiorentino, Florencia, 1863; Mas-Latrie, Trairés de paix er
de commerce et documents- divers concernant les relations des Chrétiens avec les Arabes tf' Afrique
septentrionale au Moyen Age, París, 1866, suplemento 1872.
51
Lettres ofjicielles almoravides, editadas por H. Munis y A. M. Makki; Treme-sept lectres
ofjicielles almohades, editadas y traducidas por E. Levi-Provenc;al, París, 1928.
52
A. Laroui, 1970, pág. 162.
53
Rabie, 1972, págs. 10-20.
54
Su Kitab al-Jlmam nos facilita la lista de los reinos musulmanes de Etiopía, tomada -es
cierto- de Umañ. Un resumen ha sido publicada en Leyde, en 1790, con el título de Historia regum
islamicorum in Abyssinia.
FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 129
refiere a siglos pasados. Nuwaiñ es tan importante para los mamelucos como
para la conquista del Magreb 55 ; Ibn Idhari para la historia almohade tanto como
para todo el pasado de Ifri_!ya; lbn Khaldün, en fin, suprema autoridad en
materia de historia de Africa.
b) Geografía: Los tratados de geografía abundan durante esos cuatro siglos.
Su valor es desigual en sí y según la región a que se refieren. Dos geógrafos se
destacan de los demás por la amplitud y la calidad de sus observaciones: al-Bakri
(1068), en el siglo XI, y al-Umari (m. 1342), en el siglo XIV. Aunque una obra tan
notoria como la de Idrisi es discutible y discutida, podemos espigar informaciones
originales .en obras. geográficas menos conocidas: la de Ibn Sa'id, por ejemplo, tan
interesante para Sudán 56 . Los Masalik y Namalik 51 , de Bakri, representan «el
apogeo» de nuestros conocimientos geográficos del Magreb y de Sudán; Bakñ
personalmente no viajó por esas regiones, pero utilizó con inteligencia las notas de
al-Warraq, hoy perdidas, tanto como las informaciones de los mercaderes y
viajeros.
El Libro de Roger, de al-.Idrisi (1154), en trámites de edición en Italia, utiliza
mucho a sus predecesores. Confusa cuando trata de Eiiopía, su descripción se
hace más clara con el Africa occidental. Aquí y allá, sin embargo, se desliza alguna
anotación original y a veces valiosa.
La Geografía, de Ibr, Sa'id al-Gharnata (antes de 1288), está sacada de ldrisi en
su descripción de Etiopía, aunque en ella se encuentran informaciones nuevas.
Pero su principal interés proviene de su descripción del Sudán, ampliamente
tributaria de los escritos de un viajero del siglo XII: lbn Fatima. La obra capital
del siglo XIV para el historiador del Africa negra es la de al-Umari": Masalik al
Absar 58 • Testimonio de un observador de primer orden, es nuestra principal
fuente para el estudio del reino de Malí, tanto en su organización interna como en
sus relaciones con Egipto y el Islam. Pero es también el informe árabe más rico
que tenemos sobre los Estados musulmanes de Abisinia en el siglo XIV. La obra de·
al-Umari plantea, por encima del interés de su descripción, el problema de la
emergencia del Estado en Sudán y el de la islamización, como tres siglos antes al-
Bakri planteó el del gran comercio del oro. Este último evoca la profundidad de
los vínculos entre el Magreb y Sudán; el primero sugiere el desplazamiento de esos
vínculos hacia Egipto.
La obra de U mari hay que completarla por la de un observador directo de la
realidad sudanesa y magrebí: Ibn Batüua.
Pero los geógrafos menores y los autores de relaciones de viajes son numero-
55
Pero ese fragmento está aún manuscrito en la Biblioteca Nacional de El Cáito. Subrayemos que
'lbn Shaddad que ha escrito una historia, actualmente perdida, de Kairouan, está considerado como
una de las fuentes principales de lbn AI-Athir y de Nuwairi. Recientemente, lin anónimo, el Kiriio
ar U56yun, editado en Damasco por M. Saidi, aporta informaciones interesantes sobre el Magreb.
Para una lista exhaustiva de ios geógrafos, ver L Kubbel y V. Matveiev, a completar con el
primer capítulo de R. Mauny, 1961, por la reseña de T. Lewicki, 1971, y por la introducción de la tesis
de A. Miquel, 1967.
57
Publicado y traducido por Slane con el título de Description de r Afrique septentrional, París,
1911. .
58
Traducida parcialmente por M. GaudefroysDemombynes con el título de Afrique moins
fEgypte, París, 1927.
• Manuscrito árabe (reverso), núm. 2291,.jolio 103 - lb11 Balluta (2.ª parte); se refiere a Malí
(fot. Bib/ic. Nac. París).
FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 131
sos y deben ser consultados de todos modos. Citemos a al-Zuhri (siglo XII), Ya~üt,
al-Dimash~i (siglo XIV), la geografía llamada mozhafferiana, lbn Jubayr, al-
BaB!!dadi, Abdari, Tijani, al-Balawi, al-Himyari.
e) Fuentes de inspiración religiosa y literaria. Las fuentes religiosas proceden
de horizontes variados. Anotemos las obras de Taba~át y de hagiógrafos sunitas,
~ari_gjitas, marabúticos y hasta cristianos (que proceden de la comunidad copta).
Citernos también los manuscritos de las iglesias etí9pes que reproducen en sus
márgenes documentos oficiales. Todos esos escritos se revelan útiles no sólo para
el conocimiento de la evolución de la sensibilidad religiosa y del n"íúndo religioso,
sino igualmente para la del mundo social. Una obra corno el Riya~,_de Malik, u
otra como los Madarik, de Iyadh, son ricas en anotaciones sociológicas disemina-
das en el curso de su exposición. Las fuentes khari~itas, como .sabemos, son
primordiales para toda la zona sahariana del Magreb, zona de contacto con los
negros. Al-Wisyani, Darjini, Abu' Zakariya y hasta un autor tardío como al-
Shammakhi son sus principales representantes. En fin, toda la masa de material
en lengua árabe o en copto producida en el Egipto medieval por la Iglesia local,
ilumina las relaciones entre iglesias y las relaciones entre la jerarquía eclesiástica y
el Estado 59 . Las fuentes propiamente literarias son numerosas para ese período;
se refieren casi exclusivamente al Magreb y a Egipto. Un lugar aparte en esa
categoría merecen Ras al' Ain, de al-Qahi al Fadhil, y sobre todo el gran
diccionario de Safadi: al-Wafibi-1 Wafayat.
Así, en esa segunda edad islámica, nuestra documentación parece abundante,
variada y generalmente de buena calidad, lo cual contrasta con el período
precedente. En el Africa propiamente islámica, esos escritos proyectan una viva
luz sobre el funcionamiento de las instituciones y sobre el movimiento de la
historia profunda. Ya no se limitan a trazarn<;>s el simple cuadro político. En el
Africa negra, el si'glo XIV'es el del apogeo de nuestros conocimientos a la espera de
que documentos europeos y autóctonos nos permitan profundizar dichos conoci-
mientos y ampliar el campo a zonas que hasta ahora quedan -en la sombra.
CONCLUSION
Sería inexacto pensar que el estado de las fuentes escritas del continente
africano antes del siglo xves de una penuria desesperante, pero es también cierto,
que, en conjunto, Africa está menos provista que Europa o Asia. Aunque una gran
parte del continente se encuentra totalmente desprovista de fuentes escritas, para
el resto el conocimiento histórico es posible y se funda -en el caso de Egipto~ en
una documentación excepcionalmente rica. Es decir, que una explotación rigurosa
yjuiciosa de esos textos, a falta de descubr:imientos improbables, puede aportar
todavía mucho. Por consiguiente, es urgente dedicarse a un trabajo de crítica
textual, de reediciones, de confrontaciones y traducciones, trabajo ya iniciado por
algunos pioneros y que debe proseguirse.
s• Patro/ogie oriental('., colección esenciaL Entre las obras que nos interesan, citemos las de Severo
de Alejandrja (siglo 1) y de lbn Mufrah (siglo XI), interesantes para Etiopí¡¡; Kitab Siyar al-Aba al-
Batáriqa. Cf. también Miguel el Sirio, edic. trad. Chabot, 3 vols., 1899-1910.
132 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Por otro lado, aunque nuestras fuentes han sido redactadas en el marco de
culturas «universales», cuyo punto focal se situa fuera de Africa --culturas
«clásicas», cultura islámica-, tienen la ventaja de ser en su mayor parte comunes y
pueden, por tanto, ser leídas en una perspectiva africana, con la vigilancia
necesaria, sin embargo, en contra de todo supuesto ideológico. Eso es particular-
mente cierto sobre las fuentes árabes que siguen siendo la base esencial de
nuestros conocimientos. Su exterioridad relativa o absoluta con relación a su
objeto no resta nada a su valor, a no ser por el hecho de la distancia. Así pues,
aunque las diferencias socioculturales deben ser reconocidas, es preciso que esas
fuentes pongan en práctica una cierta solidaridad de comunicación africana a la
que, hasta ahí, islamizantes y africanistas no siempre han sido sensibles.
Capítulo 6
FUENTES ESCRITAS
A PARTIR
DEL ·SIGLO XV
l. HRBEK
una literatura escrita en inglés (y, en menor medida, en otras lenguas europeas)
por africanos, esclavos liberados o sus descendientes en América, conscientes de su
pasado africano.
En fin, las fuentes árabes ceden progresivamente el lugar a relatos en diversas
lenguas europeas; el numero de las obras de esa naturaleza aumenta progresiva-
mente, y en lós siglos XIX y xx llega a ser tal que los libros que indican las
referencias bibliográficas podrían contarse por decenas.
A pesar de esos cambios, ha habido, naturalmente, una continuidad en la
historiografía de ciertas partes de Africa, en particular en las de Egipto, Magreb y
Etiopía. En esos países, los cronistas y biógrafos han continuado una tradición
heredada del período anterior. Aunque en Egipto y en menor escala en Etiopía se
observa cierto declive en la calidad e incluso en la cantidad de esas obras, el
Magreb y sobre todo Marruecos continuaron produciendo eruditos competentes
cuyas contribuciones a la historia de sus países son considerables.
La evolución de la situación aparece también en las zonas geográficas
cubiertas por fuentes escritas. Mientras que antes del siglo XVI las orillas dél Sahel
sudanés y una banda estrecha sobre la costa esteafricana formaban el límite del
conocimiento geográfico y, por consiguiente, histórico, los tiempos nuevos van a
añadir progresivamente nuevas regiones que las fuentes de esa naturaleza habían
ignorado hasta entonces. El número y la calidad de esas fuentes varían, natural-
mente, de manera considerable de una. región a otra y de un siglo a otro, siendo
aún muy compleja la clasificación por lengua, carácter, objetivo y origen de esos
documentos.
En general, la expansión va a desarrollarse desde la costa hacia el interior.
Pero el movimiento era bastante lento, y sólo a finales del siglo XVIII se acelerará
de manera sensible. La costa africana y sus inmediatas tierras interiores habían
sido sumariamente descritas por los portugueses desde el siglo xv. En el curso de
los siglos siguientes, las fuentes escritas, ya en numerosas lenguas, comenzaron a
dar informaciones más abundantes y detalladas sobre las poblaciones costeras.
Los europeos penetraron en el interior de sólo un pequeño número de regiones
(Senegal y Gambia, delta del Níger y Benin; reino del Congo y a lo largo del
Zambeze hasta el Imperio de Monomotapa), añadiéndolas así al dominio de las
fuentes escritas. En la misma época, algunas partes de Aftica, hasta entonces· casi
inexploradas, comenzaron a ser conocidas, como, por ejemplo, la costa del
sudoeste y Madagascar.
Las fuentes escritas en árabe cubrían un territorio mucho más amplio; la
escuela histórica sudanesa, a medida que obtenía informaciones sobre regiones
anteriormente desconocidas, se extiende a otros países, sobre todo hacia el sur, de
suerte que en el siglo XIX se puede considerar que toda la zona situada entre el
Sáhara y el bosque -y en ciertos puntos hasta la costa- estaba cubierta por
fuentes escritas locales .. Pero vastas porciones del interior debieron esperar hasta
el siglo XIX la producción de las primeras crónicas dignas de fe.
En las regiones costeras comprobamos importantes diferencias en lo que se
refiere a la información histórica: en su conjunto, la costa atlántica está mejor
provista de documentos escritos que la costa oriental, y la cantidad de los
materiales que existen para el antiguo Congo, Senegambia y la costa entre el cabo
136 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Palmas y el delta del Níger es mucho mayor que la que existe para Liberia,
Camerún, Gabón o Namibia, por ejemplo. La situación varía también según las
épocas: la costa oriental, Benin o Etiopía proporcionan mucha más información
escrita en los siglos XVI y XVll que en el XVIII, y el Sáhara más durante la primera
mitad del XIX que durante la segunda.
Dado que la distribución de los materiales según espado, tiempo y carácter
resulta irregular como según su origen y lengua, es. preferible examinarlos con
criterios variados en lugar de sujetarse a un solo procedimiento; los presentare-
mos, pues, en ciertos casos por regiones geográficas y en otro~ según su origen y su
carácter.
1
Deny, J., 1930; Mantran, R., 1965; Le Tourneau, R., 1954.
2
Meknasi, A., 1953; Ayache, G., 1961.
FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 137
reunidos y publicados en la obra monumental de Henri de Castries 3 . Colecciones
análogas, o al menos regesta de los documentos relativos a los demás países de
Africa del Norte, forman parte de las tareas más urgentes en el futuro inmediato.
Si examinamos ahora las fuentes narrativas en árabe, comprobamos una
disminución constante de la cantidad y calidad de los escritos históricos en Africa
del Norte, con la única excepción de Marruecos, donde las escuelas tradicionales
de cronistas continuaron proporcionando historias detalladas de las dos dinastías
jerifianas hasta nuestros días 4 . Se puede citar, por ejemplo, Ma'sul, de Mokhtar
Soussi, en 20 volúmenes, y una Historia de Tetuán, de Daoud, en curso de
publicación. De la cadena ininterrumpida de historiadores no podemos indicar
más que algunos nombres entre los más destacados. La dinastía Saedi ha
encontrado un excelente historiador en al-úfrii.ni (m. h. 1738) 5 , que cubrió los
l!.ños 1511-1670; el período siguiente (1631-1812) tuvo la suerte de ser descrito
detalladamente por el principal histor~ador marroquí desde la Edad Media, al~
Zii.y (m. 1833)6, mientras que al-Nii.~iri al-Slii.wi (m. 1897) escribió una historia
general de su país que trata con todo detalle del siglo XIX, y combina los métodos
tradicionales y modernos, utilizando además documentos de archivos. También
escribió una obra geográfica que proporciona muchos materiales sobre la vida
social y económica 7 • A esas obras propiamente históricas hay que añadir las
narraciones de. los viajeros, en su mayor pafte peregrinos, que describieron no
sólo Marruecos, sino también los demás países árabes hasta Arabia. Los dos
mejores relatos de esa naturaleza son taí vez los escritos por al-Ayyii.shi de
Sijilmasa (m. 1679) y por Ahmad al-Darci, de Tamghrut, junto al Sáhara (m.
1738) 8 ; entre los textos interesantes se puede citar también el informe de el-
Tamghruti, embajador de Marruecos ante la corte otomana en 1589-1591 9 , y la
Rihla de lbn Othman, embajador de Marruecos ante ll!. corte de Madrid.
En los países entre Marruecos y Egipto, las crónicas locales no eran ni tan
abundantes ni de calidad semejante. En cuanto a Argelia hay historias anónimas
en árabe y en turco de Aru y Khayruddin Barbarossa 10 , así como una historia
militar, que llega hasta el año 177~. por Mohammed el-Tilimsani 11 • Se puede
describir la historia tunedna gracias a una serie de anales, desde el-Zarkachi
(hasta 1525) 12 a Maddish el-Safa15;usi (m. 1818) 13 . U na historia de Trípoli fue
escrita por Mohammed Ghalboun (1739) 14 . Las crónicas y biografías ibatitas,
3
Les sources inédites de /'histoire du Maroc, 24 vols., París. 1905-1951.
4
Levi-Proven~l, E, 1922; Mokbtar Soussi, Ma'sul, 20 vols. publicados; Daoud, Histoire de
Tetouan.
5
Publicado y traducido por O. Houdas, París, 1889.
6
Publicado y traducido por O. Houdas, París, 1886.
7
Publicado en El Cairo, en 1894, en 4 vols. Numerosas traducciones parciales en francés y
español.
8
Ambos traducidos por S. Berbrugger, París, 1846.
9
Traducido por H. de Castries, París, 1929.
10
Publicada por Nuruddin, Argel, 1934.
11
Traducida por A. Rousseau, Argel, 1841.
12
Traducidas por E. Pagna, Constantina, s. f.
13
Publicadas en Túnez, en 1903.
14
Publicada por Ettore Rossi, Bolonia, 1936. Existen también crónicas turcas de Tripolitania.
138 METQDOLOGIA Y PREHISTO~IA AFRICANA
15
Lewicki, T., 1961.
16
Aprovechados por El Ja:barti.
17
Wiet, G., Journal tfun bourgeois du Caiu. ·
18
Numerosas ediciones;la traducción de.Chefik Mansour debe ponerse en tela de juicio, El Cairo,
1886-1896.
19
Carre, El Cairo, 1932.
FUENTES .ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 139
2
21
° Chronique de la
Mauritanie sénégalaise, París, 1911.
Basset, J,909-1940; Norris, 1968.
22
Ahmad Shiqiti, AI-Wasit ji tarajim udaba'Shinqit, El Cairo, numerosas ediciones nuevas.
Traducción parcial francesa, San Luis, 1953.
23
Marty, París, 1927; Norris, 8/FAN, 1962; Monteil, V., BIFAN, 1965, nüms. 34.
24
Estudiada por Mekki Shibeika en Ta'rikh Mu/k-al-Südii11, Jartum, 1947.
25
Recogidas por H. A. MacMichael en A History ofthe Arabs in the Sudan, II. Cambridge, 1922, al
mismo tiempo que otros documentos históricos.
26
La edici'ón comentada mejor puesta al día es la de Yusur Fadl Hasan, Jartum, 1971.
140 METODOLOGIA Y PREH.ISTORIA AFRICANA
Darfour 27 . Durante la primera mitad del siglo XIX, Sudán recibió más numerosas
visitas de viajeros que cualquier otra parte del Africa tropical; sus relatos son
innumerables y, como fuentes históricas, de calidad diversa. Hasta los años 1830
no existe fuente alguna escrita respecto a las regiones del alto valle del Nilo (!'.l sur
del paralelo 12); pero la parte septentrional está bien cubierta por documentos de
archivo egipcios (archivos de El Cairo) y, en menor número, europeos. Los
archivos de los Mahdiyya, que comprenden unos 80.000 documentos en árabe,
conservados actualmente en su mayor parte en Jartum, constituyen una fuente de
excepcional interés para los veinte últimos años del siglo XIX.
ETIOPIA
27
James Bruce, 1790. Browne, W. G., 1806. Ornar EI-Tounsy, 1845..
28
Arab Faqih, 1897-1901; Castanhoso, M., 1548, trad. inglesa, 1902.
29
Cf: Pankhurst, 1966; Blundel, 1923.
30
Escrita por Gabré Selassie y traducida al francés, París, 1930-1931.
3
' Cf. Beckingham; Huntingford, 1954. Además de la historia de Bahrey, ese libro contiene
algunas partes de History of High Ethiopia, de Almeida (1660).
32
Hiob Ludolf, 1682-1684.
FUENTES ESCRITAS A PARTIR. DEL SIGLO XV 141
Comparada con las demás partes del continente (excepto los países de lengua
árabe y Etiopía, que acabamos de examinar), Africa del Sur ofrece, en cuanto al
período examinado aquí, una cantidad mucho mayor de materiales escritos
interesantes en forma tanto de archivos como de relatos. La ausencia de fuentes de
origen puramente africano antes del siglo XIX constituye una desventaja cierta,
aun cuando muchos relatos europeos han conservado fragmentos de tradiciones
orales de poblaciones locales. Las informaciones históricas más antiguas provie-
nen de los marinos holandeses o portugueses naufragados en la costa sudeste
durante los siglos XVI y xvn 36 . Con la instalactón de la colonia holandesa en El
Cabo (1652), la producción de materiales se hizo más rica y variada: comprenden,
de una parte; documentos oficiales, conservados ahora, sobre todo en los archivos
de Africa del Sur, pero también en Londres y en La Haya, y en parte publicados o
difundidos por otros medios, pero, en su mayor parte, no publicados 37 ; por otro
lado, los documentos narrativos, representados por libros escritos por blancos -
viajeros, comerciantes, funcionarios, misioneros y colonos- que habían observa-
do directamente a las sociedades africanas. Pero, durante mucho tiempo, el
horizonte geográfico de los blancos quedó bastante limitado, y sólo en el
transcurso·de la segunda mitad del siglo XVIII comenzaron a penetrar réalmente
en el interior de las tierras. Es, pues, natural que los primeros relatos traten de los
khoi, de El Cabo (ahora desaparecidos). La primera descripción detallada de ese
pueblo, después de algunos ensayos del siglo xvn 38 , es el de Peter Kolb (1705-
33
Cf. la colección monumental de Baccari, Rerum AeÍhiopicarum Scriptores occidentales inediti a
seculo X VI ad X X curante, 15 vols., Roma, 1903-1911. Otros muchos materiales han sido descubiertos
des~ués de Baccari y esperan ser publicados y examinados.
4
Por ejemplo, el célebre viajero turco Evliya Chelebi (muerto en 1679), cuya obra Siyasat-name
(Libro de viajes) contiene en su ~gundo volumen una descripción de Egipto, Etiqpíá y Sudán. El
embajador yemenita al-Khaymi al-Kawkabani dejó (en 1647) un informe muy interesante de su misión
ante el emperador Fasiladas, de cuyo reinado no existe ninguna crónica etíope; publicado por F. E.
Peisier en dos volúmenes, Berlín, 1894 y 1898.
35
Rubenson, Sven,. The Protectorate Paragraph of the Wichale Treaty, JAH5, 1964, núm. 2; y
discusión con C. Giglio, JAH 6, 1965, núms. 2 y 7, 1966, núm. 3.
Jb Cf. Theal, 1898-1903, y Boxer, 1959.
37
Existen extractos de revistas oficiales y de otros documentos que se refieren a las poblaciones
de lenguas san, khoi y bantú en Moodie, 1960; ver también Theal, 1897-1905.
38
Shapers, 1668; Wilhem Ten Rhine (1686) y J. G. de Grevebroeck (1695), El Cabo, 1933.
142 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
39
Peter Kolb, 1719.
40
Godee-Molsbergen, E. C., 1916-1932; L'Honore Naber, S. L., 1931.
41
Cf., por ejemplo, Muller, D. K., 1923.
42
Sparrman, A~ 1785; Levaillant, G., 1790; Alberti, L., 1811; John Barrow, 180lsl806; Lichtens-
tein, H., 181 J.
43
Philips, J., 1828.
44
Watts, A D., 1926.
45
La obra clásica de H. Vedder, South West A.frica in Early Times, Oxford, 1938, está redactada
principalmente según los informes de misioneros alemanes.
46
Sir James Alexander, 1836; Galton, 1853; Journal o/ Joseph Ttnda/1, 1839-1855; El Cabo, 1959.
47
Robert Moffat, 1942 y 1945; Casalis, Les Bassutos, París, 1859; edición inglesa, Londres, 1861;
Arbousse, Relation cfun voyage cfexploration, París, 1842; edición inglesa, El Cabo, 1846; Livingstone,
1957.
48
Theal, G. M., Basutoland Records, 3 vols., El Cabo, 1883 (vols. 4 y 5 no publicados; sus
manuscritos se encuentran en los archivos de El Cabo).
49
N. Isaac, 1836; fynn, N. F:, 1950.
FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 143
veces eran precisos, adoleciendo de falta de objetividad cuando ttataban a .otros
que no fueran blancos. En cambio, los zulúes ·tuvieron la suerte de que la
anotación de sus tradiciones orales comenzó bastante pronto, en !'os años 1890.
Sólo fueron publicados más tarde por A. T. Bryant, cuyo libro, por lo demás, debe
ser utilizado con precaución 50 .
Coino en otras partes de Africa, la cantidad de los materiales escritos por
europeos aumentó en gran manera durante el siglo XIX, sin que sea necesario
examinar de modo profundo todas sus variedades y autores·. Lo más interesante
son las notas sobre las reacciones de los primerns africanos escolarizados o de
algunos jefes tradicionales, tal como han sido captadas y conservadas en cartas,
periódicos, denuncia~, diarios personales, contratos o, más tarde, en sus primeros
intentos de escribir una historia de su pueblo.
Además de la voluminosa correspondencia entre jefes africanos (Moshesh,
Dingaan, Cetwayo, Mzilikazi, Lobenguela, Witbooi, losjefes de los griqua, etc.) y
las autoridades coloniales; se encuentran documentos tales como las· Leyes
ancestrales (Vaderlike Wete) de la comunidad Rehoboth, a partir de 1874, o el
Diario de Henrik Witbooi 51 , escritos ambos en afrikaans. Hay numerosas
peticiones y demandas de africanos, conservadas en los archivos de Africa del Sur
o en Londres, así como estudios y relaciones catastrales, y estadísticas realizadas
según informaciones orales africanas.
Gracias a la aparición de periódicos en lenguas locales podemos seguir las
ideas de los antiguos representantes de la sociedad en evolución. En el semanario
lsidigimi (publicado entre 1870 y 1880) apareció la primera crítica de las políticas
europeas y de sus efectos negativos sobre la vida africana, escrita por los primeros
protonacionalistas, como Tiyo Soga (m. 1871) o G. Chamzashe (m. 1896), así como
el relato de las tradiciones históricas de los xhosa, por W. W. Gqoba (m. 1888). A
partir de 1884 hubo otro portavoz de la opinión africana: lbn Zabanstsundu («La
voz de los pueblos negros»),. cuyo redactor-jefe fue durante mucho tiempo T.
Jabawu (m. 1921). Poco antes de la Primera Guerra Mundial, se publicaban once
periódicos en lenguas locales, pero no todos defendían la causa de los africanos.
Ngnoki (m.. 1924) fue una de las grandes figuras de la época. Después de haber
participado activamente en la guerra zulú de 1879, publicó (en Estados Unidos)
sus recuerdos y numerosos artículos sobre la vida en Africa del Sur 5 2 . Sólo en el
siglo xx es cuando aparecieron las primeras historias escritas por africanos 53 ,
inaugurando una nueva época en la historiografía sudafricana. En efecto, la
historia de esa part~ del continente ha sido durant~ demasiado tiempo analizada
desde el punto de vista de la comunidad blanca, que tenía tendencia a tratar la
historia de los pueblos africanos como cosa despreciable y sin importancia. La
50
Bryant, A. T., 1929. Ver también su obra A History of Zulu, publicada pnmero como serie de
artículos en 1911-1913, y en forma de libro en El Cabo, 1964. Cf. también.John Bird, The Annals of
Natal, 1495-1845, 2 vols., Pietermaritsburg, 1888.
51
Las leyes son conservadas en Rehoboth y Windhoek; el Journal de Witbooi ha sido publicado
en El Cabo en 1929.
52
53
cr. Tutner, L. D., 1955.
_ Cf. Plaatje, S. T., 1916, 1930; Molema, S. M., 1920; Soga, J. H., The So11tli-Edstern Bantu,
Johannesburgo, 1930; ídem, Ama-Xoza: Lije and Customs, Johannesburgo,. 1930; Soga, T. B.,
Lovedale, l929.
144 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
lucha que está en curso ahora en todos los terrenos de la actividad humana exige
también una nueva actitud respecto a las fuentes; conviene poner particular
atención en todos los materiales escritos que testimonian la lucha dolorosa y
victoriosa de los africanos en pro de sus derechos 54 . Sólo una investigación
fundada en esos testimonios y materiales permitirá escribir una historia verídica
del Africa del Sur.
54
Ver, por ejemplo, Jabvu, D. T., 1920; Mahavaba, J., 1922.
55
Primera edición en Roma, en 1550; la mejor traducción moderna es Jea11-Leon fAfricain,
Description de rAfrique por A. Epalard, anotada por A. Epalard, Th. Monod, H. Lhote y R. Mauny, 2
vols., París, 1956.
56
Shumovskiy, T. A., Tri neizveswye lotsli Akhmada ibn Majida (Tres libros de pilotaje desconoci-
dos, de A. lbn M.), Moscú, 1937.
57
Publicado por O. Lofgren: Arabische Texte zur Kenntnis des Stadt Aden im Mittelalter, 3 vols.,
Leipzig-Upsala, 1936-1950.
FUENTES ESCRITAS Á PARTIR DEL SIGLO XV 14~
58
Traducido por ú. P. Badger, Londres, 1871.
59
- Voyage au Ouaday, traducido por el- doctor Perton, París, 1851.
60
Publicado por J. d. Jackson, An Account of Tilnbuctoo and Housa, terdtories-in the lnter.ior of
Africa, Londres, 1_820 (reeditado en 1967).
61
Evliya Chelebi, Seychatname, Estambul, 1.938.
62
Bittner, M., 1897. .
63
Cf. Khanyhov, M., in Mélange as"iatique, San Petersburgo, 1-895,. Las partes· que se refieren al
Africa óiiental están en curso de preparación con miras a la traducción por V. P ..Smirnova, en
Leningrado.-
146 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
EN LENGUAS EUROPEAS
64
Khalatyanc, G., Armyanskiv pam'ya11iik X-V U v. o. geografji Abissinii i Severnoy Afrike
voobthtche (Memoria armenia del siglo xv11 sobre la geografía de Etiopía y África dei Norte en
genera!), en Zemlevedenye, vols. 1-2, Moscü, 1899.
65
Cf. Philip D. Curtin (director de publicación), A/rica Remembered, Madison, 1967 (págs. 170-
189: l. Wilks, «Wargee of Astrakhan»). Ver también Olderogge, D. A., ,,Astrakhanec v Tombuktu y
1821 g.» (Un hombre de Astrakán en Tombuctú en 1821), Africana Afrikanskiy etnograjittheskiy
sbornik, VIII, Leningrado, 1971.
•• Una coleccion de documentos que se refieren a la his.toria de las relaciones etíope-armenias
desde la Antigüedad hasta el siglo x1x, está en curso de preparación por el Instituto de estudios
orientales de la R. S. S. de Armenia, Erevan.
FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 147
67
Ver actualmente R. J. Rothberg, 1971.
148 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
68
Mazrui, A. A., 1969.
FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 149
autores fueron incapaces de descubrir las motivaciones profundas de las activida-
des africanas.
Sin embargo, la redacción de la historia africana sería casi imposible sin los
materiales proporcionados por las fuentes narrativas europeas. Estas pueden
tener sus defectos, ignorar numerosos detalles, tratarlos con desprecio, con
parcialidad, o interpretarlos de manera incorrecta; pero se trata de peligros
normales, inherentes a todo trabajo historiográfico. Por consiguiente, no hay
razón para rechazar ese corpus de información enor-ine y extraordinariamente
importante. Es urgente, por el contrario, reimprimir el mayor número posible de
relatos de ese género y publicarlos con comentarios y notas apropiadas, para
permitir valorarlos y reinterpretarlos a la luz de la nueva historiografía africana.
Ibn Adwar, escrita -se cree-.en 1410; si fuera auténtica, sería el documento
existente más antiguo escrito en Africa occidental, pero parece más bien la versión
tardía de una tradición oral 71 .•
De Tombuctú y Djenne, la tradición de la redacción de crónicas se extiende a
otras regiones, sobre todo hacia el sur y el oeste de la región comprendida entre el
Sahel y la selva tropical, y en ciertos casos aún más al sur. Los letrados
musulmanes comenzaron, a partir de mediados del siglo XVIII, y a veces antes, a
escribir crónicas locales, genealogías de clanes, biografías s4cintas y opúsculos
religiosos. El ejemplo más notable es el Kitáb Gonja, escrito después de 1752. Es la
historia del reino Gonja, fundada en parte sobre tradiciones orales 72 • Hay un
gran número de crónicas de menor importancia, y se puede esperar que fuentes
análogas aparecerán en otras partes de esa región sometidas a la influencia de
con:iunidades diula o hawsa, o de ambas. La mayor parte de esas obras está escrita
en árabe. Numerosas crónicas se han redactado también en ajami, es decir, en
lenguas locales, pero con caracteres árabes.
La situación es análoga en las regiones que hablan fulfulde, sobre todo en
Fouta-Toro y FoutasDjalon. En Guinea y en las biblioteca~ de Dakar y París se
encuentra un gran número de crónicas locales en árabe o en fulfulde (o en las dos
lenguas), la mayor parte de las cuales datan de los siglos XVIII y XIX. Sólo
recientemente los materiales de Fouta-Djalon han sido publicados y aprovecha-
dos en obras científicas 73 . Se puede citar a este respecto la colección Gilbert
Vieillard en el IFAN, de Dakar. La situación de Fouta-Toro es mejor; las
Crónicas de Fouta senegalés, de Siré Abbas Soh, autor del siglo xvm, son
accesibles desde hace cincuenta años 74 . Otra obra antigua, un diccionario
biográfico de Muhammad El Bartayili, titulada Fath el-Shakür (h. 1805), está
actualmente en curso de preparación por John Hunwick con vistas a so publica-
ción. Una historia más moderna de Fouta-Toro, escrita en 1921 por Cheikh
Kamara Moussa de Ganguel y titulada Zühüt al-Basat'in («Flores de los
jardines»), no está publicada todavía 75 .
Nigeria del Norte puede también considerarse un país donde las crónicas y
otras fuentes en árabe aparecen sólo en fecha relativamente reciente. RI i'mán lbn
Fartuwa (finales del siglo XVI) dejó una descripción detallada y apasionante de la
vida y época de Mai" Idris y de sus guerras 76 • Más cerca de nosotros hay diversas
listas de jefes de Bornú y de las crónicas de ese país. Las mahrams, actas de los
privilegios otorgados por los jefes a las familias de los notables religiosos, que
permite entrever las condiciones económicas y sociales, constituyen una fuente
excepcional 77 • En el país ha wsa no queda gran cosa de los materiales históricos de
antes del jehad, aunque él nivel de instrucción, en particular entre; los líderes
religiosos peul, haya sido relativamente muy alto 78 '; pero algunos poemas. en
hawsa o en kanuri (Bornú) contienen comentarios sobre los acontecimientos
contemporáneos 79 •
A comienzos del siglo XIX se vio surgir un auténtico renacimiento de la
literatura árabe en el Sudán central y occidental; además de las obras en esa
lengua, se escribía un n.úmero creciente de libros en lenguas locales como el ha:wsa,
el fulfulde, el kanuri, el mandara, el kotoko, etc., en caracteres árabes. Los más
fecundos fueron los jefes del jehad fulani, en Nigeria del Norte, aunque la mayor
parte desu producción literaria trata de motivos religiosos y un pequeño número
de obras sólo pueden ser consideradas como verdaderas crónicas 80 • Toda esa
literatura, ya esté escrita en árabe o en una de las lenguas locales, ayuda a
formarse una idea más coherente de la vida social e intelectual de esa región. Las
crónicas de las ciudades hawsa (Kano, Katsina, Abllja, etc.) aunque datan
solamente de finales del siglo XIX, están fundadas en cierta medida en documentos
más antiguos o en tradiciones orales 8 1 • Una evolución análoga tuvo lugar más al
Este, en Baguirmi, Kotoko, Mandara y Wadai. Algunas crónicas o listas de reyes
han sido publicadas ya, pero otras muchas están aún en forma de manuscritos,
pudiéndose esperar que otras serán aún descubiertas en colecciones privadas 82 .
Una crónica rimada. en fulfulde describe la vida y las actividades del gran
reformador de color al-I:Hidjdj'Umar 83 , que es el autor de la obra religiosa Rimah
Hizb el-Rahim (<1Lanza~ del partido del Dios misericordioso»), que contiene
muchas alusiones histódcas a las condiciones de vida en el Sudán occidental 84 .
Por el número de sus crónicas, la costa esteafricana puede compararse con
Sudán. Varias ciudades tienen sus crónicas escritas en árabe o en kiswahili (en
escritura árabe), que ofrecen las listas de los reyes y los relatos de la vida política.
Una sola de esas crónicas es realmente antigua, la de Kilwa, compuesta hacia 1530
y de la que nos han llegado dos versiones diferentes, una transmitida por De
Barros y la otra copiada en Zanzíbar en 1877 85 . La mayor parte de las otras
crónicas fueron compuestas recientemente; algunas se remontan más allá de la
segunda mitad del siglo XVIII, concentrándose una buena parte de ellas en los
acontecimientos de antes de la llegada de los portugueses, por lo que constituyen,
78
Hiskett, M., 1957, 550-558; Bivar, A. D. H., y Hiskett, M., 1962, 104-148.
79
Cf. Patterson, J. R., 1926.
80
Muhammad Bello, 1nfaqu 1-maysur, publicado por C. E. J. Whiiting, Londres, 1951; traducción
inglesa de la paráfrasis hawsa por E. J. Arnett, Tire Rise of the Sokoto Fulani, Kano, 1922; Abdullahi
Dan Fodio, Tazyin a/-waraqat, traducido y comentado por M. Hiskett, Londres, 1963; Haiji Sacid,
History of Sokoto, traducido por C. E. J. Whitting, Kano, s. f.; hay también una traducción francesa de
O. Houdas, Tadk/rat annisyan, París, 1899.
81
The Kano Chronide, traducción de H. R. Palmer eil Sudanesé Memoirs lll; sobre Katsina, cf.
op. cit., págs. 74-91; sobre Abuja, ver Mallans Hassan y Shuaibu, A Chronicle of Abuja, tr_aducido del
hawsa por P. L. Heath, Ibadan, 1952.
82
Cf. Palmer, H. R., 1928 ;-. diversas obras·de J. ·p. Leboeuf y M. Rodinson·en Etudes camerounaises,
1938, 1951, 1955, y BIF AN 1952 y 1956; M,-A. Tubiana sobre el Ouaday, en Cahiers d'études africaines
2, 1960.
83
M. A. Ryam, La Vie d'EI Hadj Omar - Qasida en Paular, traducido por H. Cahen, París, 1935.
84
Kitab Rimah Hizb al~Rahim, El Cairo, 1927; una nueva edición y traducción en preparación por
J. R. Willis.
85
Analizada por G. S. P. Freeman-Grenville, The medieval history of the Coast of Tanganyika,
Oxford, 1962.
152 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
en cierta medida, una anotación de tradiciones orales que deben ser tratadas y
evaluadas como tales 8 6 . Un número considerable de manuscritos permanece aún
en colecciones privadas; desde 1965 se han descubierto más de 30.000 páginas de
manuscritos swahili (y también árabes), y se esperan, cuando esté explorada con
cuidado toda la costa, materiales que iluminarán numerosos aspectos aún
desconocidos de la historia del Este africano 8-7 . Los historiadores pueden, por
otro lado, utilizar con provecho no sólo las crónicas, sino otros géneros literarios,
como, por ejemplo, la poesía swahili, principalmente el poema al-Inkishafi
(compuesto en la segunda década del siglo XIX), que describe la ascensión y el
declive de Pate 88 .
La producción literaria de los africanos en lenguas europeas comenzó sola-
mente dos siglos después que la redacción en árabe. Como era de esperar, los
primeros ejemplares fueron producidos por habitantes de la costa occidental,
donde los contactos con el mundo exterior habían sido más numerosos que en
otras partes,
Aunque Jacobus Captain (1717-1749), A. William Amo (h. 1703-h. 1753) y
Phili p Quaq ue (1741-1816), los tres de origen fante, merecen ser recordados como
los primeros pioneros de la literatura africana en las lenguas europeas, su
contribución a la historiografía africana fue desdeñable, Incomparablemente más
importante como fuentes históricas son las obras de los esclavos liberados de la
segunda mitad del siglo xvm: lgnatius Sancho (1729-1780), Ottobah Cugoano
(hacia 1745-1800) y Oloduah Equiano-Gustavus Vasa (h. 1745-1810?). Los tres se
interesaban principalmente por la abolición de la trata de negros y sus libros son,
por consiguiente, polémicos, aunque al mismo tiempo proporcionan muchos
materiales autobiográficos sobre la situación de los africanos tanto en Africa
como en Europa 89 . Del mismo período data un documento único, el diario de
Antera Duke, uno de los principales comerciantes de Calabar, escrito en «pidgin
english» local y que abarca un largo período; aunque sea bastante breve, ese dia-
rio ilumina con colores vivos la vida cotidiana en uno de los puertos negreros
más importantes 90 .
Sobre Madagascar tenemos una especie de diario escrito por el gran rey
merina Radama I (1810-1828) en escritura árabe (sura-be). Hacia 1850, otros dos
aristócratas merina, Raombana y Rahaniraka, redactaban en alfabeto latino
relatos que ayudan a reconstruir una imagen más completa de la vida cotidiana
entre los merina del siglo x1x 91 .
86
Sobre las crónicas árabes y swahili en general, cf. Freeman-Grenville, G. S. P., 1962; Prins, A. H.
J., 1958; Allen, J. W. T., 1959, 224-227.
87
El descubrimiento más importante de esa naturaleza de estos últimos años ha sido el del Kirdb
al-Zanj (libro de los Zanj) que trata de la historia del sur de Somalía y del norte de Kenía. Cf. Cerulli,
E., 1957.
88
Cf. Harries, L., 1962.
89
Ignacio Sancho, 1731; Ottobah Cuguano, 1787; The interesting narrative of the .life of 0/oduah
Equiano; ar Gustavus Vasa, the African, Londres, l798.
90
Darryl Forde, 19_56. El manuscrito original fue destruido por los bombardeos de Escocia en el
curso de la Segunda Guerra Mundial, pero se han conservado extractos en forma de copias para el
período 1785• l 787.
91
Berthier, H., 1933¡ «Manuscrit de Raombana et Rahanarika», Bull. de r Académie malgache, 19,
1937, págs. 49:16.
FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 153
En el transcurso del siglo XIX, muchos africanos o afroamericanos participa-
ron en los viajes de exploración o publicaron reflexiones sobre la vida africana
combinadas a veces con polémicas de. naturaleza general. Samuel Crowther, un
yoruba que había hecho sus estudios en Sierra Leona y Gran Bretaña, tomó parte
en las expediciones al Níger, en 1841 y 1853, dejando descripciones de sus viajes 9 2 •
Thomas B. Freeman, nacido en Inglaterra y de origen mestizo, viajó mucho por
Africa occidental y describió los pueblos de la costa y de sus tierras interiores con
simpatía e inspiración 93 . Dos afroamericanos, Robert CampbeU y Martin R.
Delany; regresaron en los años 1850 a Nigeria para buscar una región que fuese
conveniente a una eventual colonia de afroamericanos 9 4; y un liberiano, Benja-
mín Anderson, describió con mucho detalle las observaciones precisas que había
hecho durante su viaje por el alto valle del Níger 95 . Hay que clasificar aparte a
dos importantes líderes africanos: Edward W. Blyden y James Africanus Horton.
Algunos de los libros y artículos de Blyden forman por sí mismos una fuente
histórica, y otros tienen ya el carácter de una interpretación histórica. Pero
incluso estos últimos son indispensables para toda investigación sobre la apari-
ción de la conciencia africana 96 . Lo mismo cabe decir de la obra de Horton, con la
diferencia de que éste estaba más inclinado a una observación precisa de las
sociedades con las que entró más estrechamente en contacto 97 .
Esos dos hombres forman ya una transición con el grupo de los africanos
que se pusieron a escribir la historia de sus países o de sus pueblos. Un primer
intento, orientado, sobre todo, en la etnografía, fue .realizado por el sacerdote
Boilat, un mulato de San Luis, en sus Apuntes senegaleses 9 8 . Se observa ya interés
por la historiografía, fundada principalmente en tradiciones orales, en las partes
del continente sometidas a la dominación bFitánica, pero sólo a finales del siglo
XIX. El ga C. S. Reindorf, considerado como el primer historiador moderno de
origen africano, publicó en 1895 en bále su History of the Gold Coast and Asantee.
Con él y con Samuel Johnson, cuya obra History of Yorubas es contemporánea del
libro de Reindorf, pero que no ha sido publicada más que en 1921, comienza la
cadena ininterrumpida de los historiadores africanos, primero aficionados (en su
mayoría misioneros) y después profesionales. Sus ideas y obras son tratadas en el
capítulo dedicado al desarrollo de la historiografía africana.
Todas esas fuentes narrativas, escritas en árabe o en diversas lenguas africanas
y europeas, forman un vasto y rico campo de materiales históricos. No abarcan,
naturalmente, todos los aspectos del proceso histórico mientras que sí tienen un
carácter regional que sólo ofrece en ciertos casos una imagen fragmentaria. Las
que han sido escritas por musulmanes muestran frecuentemente un prejuicio
pronunciado que aparece en el modo como tratan a las sociedades no islámicas.
En cuanto a los autores de las fuentes narrativas en lenguas europeas, eran al
92
Cf. Joumals ofthe Rev. J. J. Schon and Mr. C,o,,,,1her, Londres, 1842, Samuel Crowther, 1855.
93
Thomas B. Freeman, 1844.
94
Robert Campbell, 1861; Martín R. Delany, 1861.
95
Benjamin Anderson, 1870.
96
Sobre Blyden, cf. Hollis R. Lynch, 1967.
97
J. A. B. Horton, 1863; Letters on the political conditions of the Gold Coast ... , Londres, 1870.
98
París, 1833.
154 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
99
q. Dalby, D. A., 1967, 1-51.
100
Histoire et coutumes des Bamum, rédigés sous la direction du Su/tan Njoya, traduc. pot P. Henri
Martín, París, 1952. El original se conserva en el Palacio. del Sultán, en Fumbllm.
101
Cf. Dayrell, 1910-1911; Mac-Gregor, 1909.
156 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
'º 2 Los volúmenes de Estados Unidos y de Inglaterra ofrecerán listas de documentos que se
refieren a todo el continente.
1 03
Que/len zur Geschichte Afrikas .südlich der Sahara in den Archiven der Bundesrepublik Deutsch-
land, 0!_rui~ de las fuentes.de la historia de Afri~ vol. I) Zug, Suiza, 1970, prólogo, pág. 7.
Carson, P., 1962, Ryder, A. F. C., 1965, Gray, R., y Chambers, D., 1965.
105
Paiva Manso, 1877.
5 E 1r + a :Y: . ~ I,d'.l 8: 11=
:Y: 11= tJ.-t a) ª e l' 1-<>~ t-+ &® o
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Cu) a C. ~f m :Y: ff'r-i 1C (o o f9 6 B
portugueses (y de algunos otros); uno por A. da Silva Rego 106 y el otro por A.
Brasio 107 . Hace algunos años se ha emprendido una colección monumental,
preparada por los esfuerzos conjuntos de los archivos portugueses y rhodesianos,
en la que todos los documentos portugueses que se refieren al Sudeste africano
serán publicados en su texto original con traducción inglesa 108 .
También ediciones restringidas en el tiempo, en su alcance o en sus objetivos.
Esa categocía la representan, por una parte, los British ParUamentary Papets y
diversos Libros azules y Libros blancos, que datan, sobre todo, del período
colonial, y, por otra, selecciones recientes y más científicas 1 9 9 , como los trabajos
de Cuvelier y de L. Jadio sobre los documentos del Vaticano para la historia del
antiguo Congo 110 , o la selección de C. W. Newbury sobre la política británica en
Africa occidental, y el estudio documental de G. E. Metcalfe sobre las relaciones
entre Gran Bretaña y Ghana 111 . A esa categoría pertenece también la vasta
colección de mateüales de archivo sobre la política italiana relacionados con
Etiopía y los países vecinos, en curso de publicación por C. Giglio il 2 • Muchas
otras publicaciones de esa naturalezá a partir de archivos europeos han hecho
accesibles documentos para tal o cual aspecto de la historia colonial. El punto
débil de esas selecciones es,. sin duda alguna, precisamente su carácter selectivo,
pbrque cada compilador sigue, en la elección de materiales, sus propias reglas
subjetivas, mientras que el investigador que estudia un asunto necesita todas las
informaciones y una documentación completa.
En todos los Estados africanos independientes existen ahora archivos guber-
namentales que conservan los materiales heredados de la administración colonial
anterior. Aunque en algunos países se han publicado guías o catálogos, la mayoría
de los archivos de Africa está aún en trámÍte de clasificación y descripción 1 u. La
publicación de una serie de guías de todos los archivos púbiicos y privados de
Afr.ica, como los que están en curso de publicación de cara a los archivos
europeos, es ahora una necesidad urgente.
Los archivos gubernamentales de Africa, comparados con los de las antiguas
metrópolis, tienen ventajas pero también inconvenientes. Aparte de un pequeño
número de excepciones, la formación de archivos detallados no ha comenzado en
Africa más que a partir de los años 1880, con numerosas lagunas y materiales
perdidos. Esas lagunas han de ser compensadas por otras fuentes, 'las más
importantes de las cuales son los archivos de los misioneros y hombres de
negocios, y los documentos privados, sin contar, naturalmente, los archivos de las
capitales europeas.
En cambio, las ventajas de los archivos de Africa sobre los de las antiguas
106
A. da: Silva Rego, 1949-1958.
107
A. Brasio, 1952.
108
The hisrorical documents ofEast and Central Africa, Lisboa-Sa]isbur;y, desde 1965; comprende-
rá unos 20 volúmenes.
109
- Guides to material.far West African history in european archives, publicadas por la Universidad
de Londres en Athlone Press desde 1962; cf. nota 104. ·
11
111
° Cuvelier, J, y Jadin, L., Í954.
Newbury, C. W., 19_65; Metcalfe, G. E., 1964.
!1
113
2
Giglio, Cario, Italia in Africa, Serie Storica, Volumo Primo.
Para un estudio de,la situación en la víspera de. la independencia, ver Philip D. Curtin, 1960,
129-147.
FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 159
114
Randles, W. G. L., 1958.
115
El Cairo, 1926-1951.
.....
publicar una colección de todos los mapas antiguos de Africa en un atlas con
textos comentados 116 . Un primer paso en esa dirección ha sido dado por la
publicación reciente de casi cien mapas en Leipzig, pero los comentarios son
insuficientes y los mapas provienen todos de materiales impresos 117 .
Existen también en las fuentes escritas otros materiales que son los datos
lingüísticos, Como un capítulo especial de este volumen está dedicado al examen
de la lingüística en su consideración de ciencia histórica asociada, dejaremos de
lado las cuestiones de metodología y limitaremos nuestro examen a las indicacio-
nes sobre la naturaleza de las fuentes donde esos datos lingüísticos pueden
encontrarse. Desde la época de los primeros contactos con Africa ha sido de buen
tono añadir a los relatos de viajes de europeos y a sus informes de toda naturaleza
listas más o menos largas de palabras en lenguas locales. Los primeros vocabula-
rios se remontan al siglo xv; hasta el XIX encontramos pocas veces un libro sobre
Africa sin un suplemento de esa naturaleza, a veces acompañado de una breve
gramática. Aunque la ortografía no es casi nunca sistemática, no es difícil
identificar las palabras y las lenguas. La publicación más importante en esa
categoría es la gran colección de vocabulario de unas 160 lenguas publicada por
Koelle 118 . El valor de ese trabajo no es solamente lingüístico, como han
demostrado Curtin, Vansina y Jait 119 . El antiguo reino del Congo ha sido
particularmente afortunado en ese terreno: obras que tratan del Kicongo han sido
publicadas desde el siglo XVII: una gramática de Brusciotto (1659) y un dicciona-
rio deGheel (m. 1652) 120 . Además de esas obras impresas existen otras en diversas
bibliotecas y archivos (Vaticano, British Museum, Besani;on, etc.). Su valor para el
historiador es mayor que el de las simples listas de palabras, porque son más
completos y permiten así un estudio diacrónico de la nomenclatura social y
cultural 1 21 •
Las fuentes escritas, tanto narrativas como archivísticas, en lenguas africanas,
orientales o europeas representan un cuerpo enorme de material para la historia
de Africa. Por abundantes que sean los documentos de toda clase, libros e
informes ya conocidos, no representan con toda probabilidad más que un
fragmento de los materiales existentes. Tanto en Afr:ica como fuera de ella debe
haber innumerables lugares que aún no han sido explorados desde el punto de
vista de las fuentes posibles de la historia de Africa. Esas regiones inexploradas
son ahora «las manchas blancas>> sobre el mapa de nuestros conocimientos de las
fuentes de la historia de Africa. Cuanto antes desaparezcan, más rica será la
imagen que podremos dar del pasado africano.
1 16
1 17
cr. nota 103.
Ajrika· auf Karren des 12-13 Jahrh1mders - Ajl"ica 011 12th to 18 century maps, 1968.
11
" Koelle, S. W ., 1963.
119
Curtin, P., y Vansina, J., 1964; Hair, 1965.
120
Regulae quaedam pro dijjicillimi éongenius idiomatis faciliori captu ad Grammatica norman,
redactae A. F. Hyacintho Brusciotto, Roma, MDCLIX; J. van Wing y C. Penders, Le plus ancien
diclionaire Banru. Vacabularium· P. Georgii Gelensis. Lovaina, 1928.
121
La gramática de Brusciotto ha sido aprovechada para esos fines por D. A. Olderogge en su
artículo instructivo «Sistema rodstva Bakongo v XVII» (Sistema de parentesco .Bakongo en el siglo
. xv11), en Afrikanskiy etnograficheskiy sbomik lll, Moscü, 1959.
Capítulo 7
LA TRADICION ORAL
Y SU METOD·OLOGIA
J. VANSINA
_1as ci yjlj~acioneL~i:.icana~al S.!JI gel S.áhar_a. y_aJ _s.u.r d~l .desier.to .~ran. en gran
\~r_te~dvili~aciones de la_palabra, aun cuando la escritura era conocida, como en
Africa occidental desde el siglo XVI, porque saber escribir era patrimonio de muy
pocas personas y.por.queJa.misión.deJos escritos era frecuentemente marginal.con
relación a las preocupaciones esenciales de la socieclad. ~ería uº err~r re~~~_)~
cjyjfü:ación. dda_ p.alabr_a simplemente a_ um1. CQS.ª oegaJi"'.a, <_<austncia_ de escritu-
ra», y _c.onservareldesdén..innato_s!e JaLpersonas letradas hacia _las .iletradas, ·
desdén que se encuentra en tantas expresiones como en el proverbio chino «la
tinta más pálida es preferiblé a la palabra más fuerte». Eso sería desconocer
totalmente el carácter de las civilizaciones orales. Que se le juzgue por lo que decía
un estudiante iniciado en una tradición esotérica: «El poder de la palabra es
terrible. Nos junta a todos y traicionar el secreto nos destruye» (al destruir la
identidad de la sociedad, porque aquélla destruye el secreto común).
LA ClVILIZACION ORAL
El que quiera emple_ar tradiciones orales debe en primer_ l_!.lg~i:_eene_tra~se_E_e1ª
l!_~titl!..d._de las civilizaciones orales P-ªrn.<::.QIJ el cfü;curso_ habJado, actitud q~e _varía
to.1ª1Il!!!nte con relación a la de las civilizaciones en .la~ que la _esc.ritura__ba
consig_n2 do todos IQ.~ q¡ens_ªj~irnp9_rt!lntes. La s9citd.a_q ornl cono<::e eLh.abJa
¡;_o_qjenJe, pero tamq_i_fo_el djscurso.. ~1-ª.Y~, un mensaje legado por los antepasados,
es decir, una tradición oral. En efecto,_~e. g~.lins: la tr_adjciplJ.. cgrno t1n tes~im.oQig__
transmitido verbalmen_te de una_g~n._er<!cióº a_otra. Casi en todas partes el «verQº~>
Q9S~e un poder misterioso, porque las palabras c::rean las cosas. Al menos esa es la
actitud que prevaleció en la mayor parte de las civilizaciones africanas. Los dogon,
sin duda, han expresado ese nominalismo de la manera más explícita; en los
rituales se ccmstata en todas parles que el nombre es la cosa y que «decir» es
«hacer».
162 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
i'. La oralidad implica una actitud an_te la re~lida_d, y TI O _sólo una falta de algo._A)
. hisJoriacioLde )os tiempos Contemporáneos que está agobiado por las cantidades
ingentes de mensajes escritos y debe desarrollar una técnica para leer rápidamen-
te, con riesgo de no comprender bien más que por repetición de los mismos datos
. en numerosos mensajes,]1t_s tradic:iones lo d~sconciertan. Exigen, por el contrario,
un retorno continuo hacia la fuente. El zaireño Fu Kiau observa justamente que
es ingenuo leer un texto oral una o dos veces. y después creer que se ha
comprendido. Es necesario entenderlo. Es necesario aprenderlo, interiorizarlo
como un poema, cuestionarlo para analizar sus significaciones múltiples, al menos
si se trata de un discurso importante. El historiador debe, pues, aprender a ir más
despacio, a reflexionar para penetrar en una representación colectiva porque el ·
cuerpo de la tradición es la memoria colectiva de una socredad que- se explica por
sí misma. Numerosos eruditos africanos, tales como A. Hampaté-Ba o Boubou
Hama han expresado, por otra parte, ese mismo razonamiento de manera
., elocuente . El .!:iistoria_dor debe iniciarse primero en los modos de pensamiento de
i _la sociedad oral antes ~e intemr~tar _g1_¡; tracjic:iQn~s 0 •
contenido
estereotipado · libre
( elección de palabras)
fo,ma ¡ reglada
libre
poema
fórmula
epopeya
narración
El término «poema» no es más que una etiqueta que recubre los datos
empleados de memoria y dotados de una estructura específica, incluidas también
las canciones. El término «fórmula» es una denominación que comprende
frecuentemente los refranes, adivinanzas, oraciones, listas de sucesión, o sea, todo
lo que se aprende de memoria pero que no está sujeto a otras reglas de
composición que las de la gramática corriente. En a01b_os casos, esas tradiciones
~.Qll}(!.9J"ta_!l_!!_9 ~_ólo el mensaje, sino las palabras mismas que le sirven de vehículos.
Se -P.Uede.Lpue~, en _teoría r~conSl!Uir U-n -arquetipo 111icial, exactamente como se
.puede hacer r~specto a l~~ fuentes es~ritas. Es posi_ble cqnstruir arg1Jmentos
;¡!"!i~tÓrÍCOS _sobre las palabras, }'-11~ sólo SQQ_re el _sentido general del mensaje.
·Sucede frecuentemente con las fórmulas, y menos frecuentemente con los poemas,
que no se pueda reconstruir un arquetipo porque Las interpelaciones sean
demasiado numerosas: por ejemplo; cuando se reconoce que una divisa de «clan»
resulta de una serie de préstamos de otras divisas, sin que se pueda aislar lo que
constituía el enunciado original y específico. En efecto, se comprende por qué es
tan fácil interpolar en unas fórmulas. Ninguna regla obstaculiza ese proceso.
En cambio, las. fy1.~.Q!es ~~tereotipa9as_i.,pn,_en principio, más. valiosas, pQrque
~pn !_Il~S preci~as en cuanto a, la transmisió.n. En la práctica, son pocas las que
quieren transmitir conscientemente unos datos históricos. Además, aquí es donde
se encuentran evidentemente arcaísmos a veces inexplicados. Se puede encontrar
su significación en el caso de las lenguas bal}túes, porque las posibilidades de que
una lengua vecina haya conservado una palabra que tiene el mismo radical que el
arcaísmo estudiado son bastante grandes. Por otro lado, se debe acudir al
comentario del informador que puede usar de nuevo un comentario tradicional
o ... inventarlo. Es más molesto que ese mismo género de texto se complique con
alusiones poéticas, con imágenes veladas, con juegos de palabras de _múltiple
LA TRADICION ORAL Y SU METODOLOGIA Í65
significado. No solamente no se puede comprender nada en un texto hermético
parecido y sin comentario, sino que frecuentemente sólo el autor capta todos los
matices. Ahora bien, el autor no transmite todo en el comentario explicativo, más
o menos válido, que va parejo con la transmisión del poema. Esa particularidad
está muy difundida, principalmente en lo que concierne a los poemas o canciones
panegíricos sudafricanos (Tswana, Sotho), esteafricanos (región interlacustre),
centroafricanos (Luba, Congo) u oesteafricanos (ljo).
El término «epopeya» es una denominación que significa que en el interior de
un cañamazo impuesto y recargado de reglas formales, como las rimas, los
modelos relativos a los tonos, a las medidas de las sílabas, etc., el artista conserva
la elección de sus palabras. No hay q_ue confundir este caso con los fragmentos
literarios de estilo heroico y de larga duración, como los relatos de Soundjata, de
M windo (Zaire) y de otros muchos. En el género del que aquí hablamos, la
tradición comporta, además del mensaje, el marco formal, pero nada más.
Frecuentemente, sin embargo, se encuentran versos característicos que sirven de
relleno o que recuerdan simplemente al artista, al IJ}arco o al cañamazo formal.
Algunos de estos versos.se remontan probablemente a la creación de la epopeya.
¿Existen semejantes «epopeyas» en Africa? Pensamos que sí y que ciertos géneros
poéticos principalmente de Ruanda se clasifican en esa categoría, como los cantos-
fábulas fang (Camerún-Gabón). Advirtamos que, ya que la elección de las
palabras es libre, no se puede reconstruir un auténtico arquetipo para esas
epopeyas. Pero añadamos inmediatamente que las exigencias de forma son tales
que es verosímil que el conjunto de una «epopeya» se remonte a un solo original.
El examen de las variantes lo demuestra frecuentemente.
Quedan las «narraciones» que comprenden la mayor par.te del tiempo de los
mensajes históricos conscientes. La libertad dejada al artista permite aquí
numerosas combinaciones; numero.sas refundiciones, reorganizaciones de episo-
dios, extensiones de descripciones, desarrollos, etc. Difícilmente se puede entonces
reconstruir un arquetipo. La libertad del artista es total; pero sólo desde el punto
de vista literario: el entorno social podría imponerle una fidelidad a veces rígida
para con esas fuentes. A pesar de las dificultades mencionadas, es posible
descubrir el origen híbrido de una tradición recogiendo todas sus variantes,
incluidas aquellas que no son consideradas como históricas; y recurriendo a
variantes que proceden de pueblos vecinos. Así puede deslizarse, a veces insensi-
blemente, de lo histórico a. lo maravilloso. Pero se llega también a eliminar una
serie de versiones orales, las que no se remontan a un testimonio ocular. Hay que
aplicar una crítica esencial.
Cada literatura oral posee su propia división en géneros literarios. El historia-
dor se afanará por conocer no sólo lo que representan esos géneros para la
civilización que él estudia, sino que recogerá al menos una muestra representativa
de cada uno de ellos, puesto que en los géneros es posible encontrar datos
históricos, y dado que las ttadiciones qué más especialmente le Ínteresan se
pueden comprender mejor en el contexto general. La clasificación interna propor-
ciona ya valiosas indicaciones. Se descubrirá si los propagadores de esos textos
establecen una demarcación, por ejemplo, entre los relatos históricos y los demás.
En fin, los géneros literarios están sometidos a convenciones literarias que es
166 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
preciso conocer para comprender el sentido real del texto. No se trata ya de reglas
formales, sino de elección de términos, de expresiones, de prefijos poco usuales y
de diferentes licencias poéticas. Una atención más particular debe aplicarse a las
palabras o expresiones con resonancias múltiples. Además, l~s t~rmin9sdave que
~tán _unidos íntimamente_ con_ la estruc:tura social y la concepción del mundo, y
que son prácticamente intraducibles, deben interpretarse a través de la clave del
c~rit~xto literario donde aparecen. No se podría recoger todo. El historiador se
halla, pues, obligado a tener en cuenta las exigencias prácticas y estará limitado,
con conocimiento de causa, una vez que posea una muestra representativa de los
géneros literarios.
En lo que concierne a los relatos, sólo un catálogo de las categorías de relatos
pertenecientes a la etnia estudiada o a otras, permitirá descubrir no sólo imágenes
o expresiones favoritas, sino, verdaderos episodios estereotipados, por ejemplo, en
las relaciones que se pueden calificar de «leyendas migratorias» ( Wandersagen).
Así, un relato luba de las orillas del lagq Tanganica cuenta éómo un jefe se libera
de otro invitándole a sentarse sobre una estera, debajo de la cual había hecho
excavar un pozo provisto de estacas puntiagudas. El otro se sentó y murió. El
mismo argumento se encuentra no sólo desde los grandes lagos hasta el océano,
sino incluso entre los peul de Liptako (Alto Volta), y entre los hawsa (Nigeria) y
los. mossi de Yatenga (Alto Volta). La importancia de esos episodios-cliché es
evidente. Desgraciadamente no poseemos obra alguna con referencia a este tema,
aunque H. Baumann da algunas indicaciones para una serie de clichés que se
refieren a «los orígenes» 1 • Nos parece urgente establecer unos catálogos prácticos
para la investigación de esos estereotipos. Los índices de motivos populares ( Folk
Motiv Jndex) no son manejables y sí confusos, porque están fundados en rasgos
menores elegidos arbitrariamente, mientras que el episodio representa en los
relatos africanos una unidad natural en un catálogo.
Cuando se encuentra un cliché de ese género, no se tiene derecho a rechazar
como inválida toda la tradición, ni siquiera la parte de ella donde figura esa
secuencia. Se explicará más bien por qué se utiliza ese cliché. En el caso citado
explica simplemente que un jefe elimina a otro, y añade un comentario ficticio
pero que agrada a los oyentes. Las más de las veces se advertirá que esa clase de
cliché esboza unas explicaciones y comentarios en torno a datos que pueden ser
perfectamente válidos.
!,~_crítica literar_ia pg,pjªrnente hablando no explicará shlo los sentidos
literarios y los sentidos pretendidos de una tradición, sino tambi_én l<1s coacc:iones
_expuestas a la ex_pres_ión_del mensaje pqr las ex!sei:icias formales y estilísticas. y
evaluará el efecto de la deformación estética, si hay alguna, como ocurre
frecuentemente. En efecto, ni siquiera los mensajes del pasado deben ser demasia-
. do engorrosos. Por e~o,.la o~servación de las representaciones sociales r~_lativas a
la tr~l:!<!!ción reviste !:1n11 i~ori~c:ta:crjigiL _Y_d~_cTmo~ !'~presentación:antes que
"~9~
«~progu~9Q!l~> _porg!Je .e.11 J.ª-_ gran !!1.ll,YQ!'!ª- de lo~ (:IJtr¡i en ju~go un
1_~I_emento es_tético., Aunque los criterios estéticos priman sobre la fidelidad de
reproducción, se producirá una deformación estética que refleja el gusto del
1
Baumann, 1916.
LA TRADICION ORAL Y SU METOOQLOGIA 167
2
En algunos países, sin embargo;éstos forman parte integrante de la clase dirigente; así ocurre
con los bend 0 naba (jefe de los tambores) entre los mossi.
LA TRADICION ORAL Y SU METODOLOGIA 171
algunos son trovadores, como los grio'ts que recogen tradiciones a todos los
niveles y representan los textos convenidos ante una audiencia apropiada en
determinada ocasión: matrimonio, fallecimiento, fiesta en casa de un jefe, etc. Son
raros los casos en los que no hay especialización alguna, incluso respecto a la
historia de las tierras o de la familia. Siempre hay individuos que Son socialmente
superiores (los abashinga ntabe, de Burundi, para las cuestiones de tierras, por
ejemplo), o que están mejor dotados y a quienes se encarga el cuidado de
conservar y transmitir las tradiciones. Finalmente, una última categoría de
personas mejor informadas (no nos atrevemos a emplear la palabra especialista)
reagrupa a quienes habitan cerca de lugares históricos importantes. Aquí, incluso
la vida en medio del paisaje que sirve de marco para una batalla, por ejemplo,
sirve de medio nemotécnico a la tradición.
Examinar las «superficies sociales» permite, pues, descubrir las tradiciones
existentes; colocarlas en su contexto, encontrar los especialistas que se encargan
de ellas y examinar las transmisiones. Ese examen permite también encontrar
indicios valiosos en cuanto a la frecuencia y la forma de las propias representa-
ciones. La frecuencia es un indicio de la fidelidad de la transmisión. Entre ·los
dogon (Malí), el ritual del Sigi no se transmite más que una vei cada sesenta años
aproximadamente. Eso favorece los olvidos; y raros son los que han visto a dos
Sigi y han comprendido de qué se trataba cuando el primero intentaba dirigir al
segundo. Sólo personas de 75 años, por Jo menos, pueden hacerlo. Se puede
suponer que el contenido del Sigi y la enseñanza dispensada variará mucho más
que una forma de tradición como la de un festival anual en Nigeria meridional.
Por otra parte, una frecuencia de representación muy elevada no significa
necesariamente que la fidelidad de la transmisión lo sea igualmente. Depende de la
sociedad. Si ésta tiende a una fidelidad muy estricta, la frecuencia contribuirá a
mantenerla. Ese es el caso de fórmulas mágÍcas, como ciertas fórmulas para, por
ejemplo, expulsar la brujería. Así es como determinadas fórmulas mboon (Zaire)
para ahuyentar la lluvia se sitúan en un contexto geográfico tan arcaico que
ninguno de los elementos mencionados se encuentra ya en el país mboon actual.
En cambio aunque la sociedad no conceda importancia alguna a la fidelidad de la
transmisión, la alta frecuencia de la representación altera la transmisión más
rápidamente que una frecuencia más baja. Es el caso de las canciones de moda y,
sobre todo, de los relatos populares más apreciados. Por otro lado, todo ello
puede y debe ser controlado por el estudio de las variantes recogidas. Su amplitud
es una medida direéta de la fidalidad de la transmisión.
Parece que las alteraciones se sitúan siempre en una dirección que aumenta la
homeóstasis entre la 'institución y la tradición que la acompaña. Porque Goody y
Watt tienen razón en parte. Si existen variantes y se alinean en un eje bien
definido, se deducirá de ello que las variantes son menos conformistas con
relación al fin y a las funciones de la institución, según las más válidas. Además, se
llega a veces a demostrar que una tradición no es válida, bien en caso de ausencia
de variantes, cuando la tradición se ha convertido en un cliché del género d~
«todos procedemos de X» y cuando X corresponde perfectamente a las necesida-
des de la sociedad; bien allí donde las variantes son, como en los relatos
popular,es, tan divergentes que apenas se llega a reconocer lo que constituye una
172 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
tradición y lo que la separa de otra. Es evidente en ese caso que la mayor parte de
las versiones son invenciones más o menos recientes, a partir de otros relatos
populares. Pero en esos dos casos extremos hay que poder demostrar que la
ausencia de variantes corresponde realmente a una motivación poderosa de la
sociedad, como la proliferación de variantes corresponde a preocupaciones
estéticas o de diversiones que suplantan cualquier otra consideración. O bien se
debe poder demostrar que son los postulados inconscientes de la civilización los
que han homogeneizado la tradición hasta el extremo de hacer de ella un cliché sin
variantes. Precisamente es esa influencia de la civilización la que vamos a
examinar ahora, tras haber hecho la crítica sociológica.
LA CRONOLOGIA
\_J_, ~_;.,'~
Sin cronol_~a no hay histor_i~()uesto que no se puede distinguir lo que C1\"il
.m:_ecede de lo que sigue. La tradición oral produce siempre una cronología relativa
e~¡,resada en listas o generaciones. Én general, esa cronología permite. situar todo
el cuerpo de las tradiciones de la región estudiada en el marco de la genealogía, o
de la lista de reyes, o de la clase de edad que cubre más amplia la área geográfica,
pero no permite unir la secuencia relativa a acontecimientos fuera de la región.
Los grandes movimientos históricos, y hasta ciertas evoluciones locales, pasan
~rcibidos o permanecen -dudosos J!Orgue la unidad disponible pªr_a la
C{Onología es geográficamente demas!ado restrio~da. La genealogía de la familia
176 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
sólo vale para esa familia y la aldea o aldeas que habita. Por ejemplo, la
cronología de los embu (Kenia) se funda en clases de edad que únicamente cubren
una ínfima área territorial, en la que se inicia a los jóvenes al mismo tiempo.
Habrá, pues, que unir entre sí las cronologías relativas, y si es posible, convertirlas
en cronologías absolutas.
Previamente--.b_ay que resolver otra cuestión: la de asegurarse que los datos
u_tilizados corresponden a tJna realidad no deformada temporalmente.
Ahora bien, se comprueba cada vez más que la cronología oral está sujeta a
.aj unos rocesos de deformación concomitantes ue actúan en sentido inverso:
unos acortan y otros alargan la uración real del pasado. Además existe una
tendencia a regularizar las genealogías, sucesiones y series de las clases de edad
para hacerlas conformes a las normas ideales actuales de la sociedad. Si no, los
datos proporcionarían precedentes para litigios de toda clase. El proceso homeos-
tático es bien real. En algunos casos privilegiados, como en Ruanda, la tarea de
manejar la tradición incumbe a un grupo complejo de especialistas, cuyas
opiniones han sido corroboradas por excavaciones arqueológicas.
Los etnólogos han establecido que las sociedades llamadas segmentarías
tie~den a. eliminar a los ante~aaos «muTiles»~esdecir,- a aquefiosque nohan
tenido descendientes, de los que un grupo vive aún como grupo separado
actualmente. Eso explica por qué l~p_!ofundidad genealógica de cada grup__p en
una sociedad determinada tiende a permanecer constante. Sólo se emplean los
antepasados «útiles» para explicar el presente. Aquí surge la interpretación, a
veces enorme, de la profundidad genealógica. Además, los accidentes demográfi-
cos reducen a veces una rama de descendientes a un número tan pequeño con
relación a las otras ramas procedentes de hermanos o hermanas del fundador de
la primera rama, que ésta no puede ya mantenerse en paralelo con los grandes
grupos vecinos y se deja absorber por uno de ellos. Se reajustará la genealogía,
reemplazándose el fundador del pequeño grupo por el del grupo mayor. La
ru:nealogía se simplifica. La identidad de una etnia se expresa a menudo colocan-
do un antepasado único al comienzo de una genealogía. Ese es el «primer
hombre», un héroe fundador, etc. Será el padre o la madre del primer antepasado
«útil». De esa manera se -escamotea una laguna entre la génesis y la historia
consciente. _L_a~ración de todos esos procesos desgraciadamente ha conducido
con bastante frecuencia a una situación en la que prácticamente es imposible
," remontarse con confianza a bastantes generaciones río arriba del tiempo presente.
Se creía que muchas sociedades africanas escapaban a ese proceso, y principal-
mente los Estados. No había razón alguna para que la lista de sucesión de reyes
fuese incorrecta, y su genealogía dudosa, salvo que estuviese a veces falsificada
cuando una dinastía reemplazaba a otra y adoptaba, para legitimarse, la genealo-
gía de la precedente. Pero el número de. reyes y generaciones seguía siendo
aparentemente correcto. Recientes y profundos estudios incitan a matizar esa
posición. Los procesos de interpenetración, alargamiento y regularización pueden
alcanzar tanto a los datos dinásticos como a los demás. Para las listas de reyes,
por ejemplo, a_ veces liLSUP-rimen los nombres de los usurpadores, es decir,
a51uellos que se consideran actualmente, o en otro momento cualguier~ de§_Q':!_é§_de
su gobierno, como usurpad9r~s. Se pueden omitir los reyes que no han pasado
LA TRADICION ORAL Y SU MET:ODOLOGIA 177
por todas las ceremonias de iniciación, las cuales son, a veces, muy lar:gas. Sucede
que sólo se cuenta por uno el reinado del rey que abdica y asume de nuevo el
poder más tarde. Todo eso abrevia el proceso históric_o.
Para regularizar las cosas aHí donde la sucesión es patrilineal y por primogeni-
tura, como en la zona inter;lacustre, se encuentra un numero asombroso de
sucesiones regulares de padres a hijos que sobrepasa con mucho la media, e
incluso las marcas observadas en o.tras partes del mundo. Ese proceso de
regularización produce una genealogía típica rectilínea desde el comienzo hasta el
siglo XIX, poco más o menos, en que se hace entonces enrevesada. El resultado es
que se alarga la dinastía aumentando el número de generaciones, ya qúe unos
colaterales son presentados como padre e hijos. La confusión entre homónimos,
entre nombre de reinado o título y nombre personal, así como otras particularida-
des de ese tipo, pueden producir un alargamiento o un acortamiento. Como en la
época colonial -sobre todo en regiones .de administración indirecta- la presión
para alargar las dinastías era fuerte (porque los eur.opeos conceden un gran.
respeto a la antigüedad, como numerosas sociedades africanas, por otro lado), se
empleó toda clase de ambigüedades y medios para alargar las dinastías. Se
utilizaban entonces todos los nombres posibles; si era necesario, se desdoblaban o
añadían ciclos de nombres reales; se acortaban los colaterales para alargar el
tronco.
Finalmente y siempre en el caso de los reinos, se encuentra frecuentemente la
interrupción entre el héroe fundador ~pertenece a la cosmogonía y_ el primer
rey histórico «útil». El resultado es que sólo una encuesta rigurosa puede
determinar si, en unos casos particulares, los procesos descritos han actuado o no.
Según esto, l_<!_Qre~ncia-de-irregularidades en la sucesión y en las genealogías es la
mejor garantía de autenticidad, ya gue muestra una resistencia a la nivelación
~.Q~á@i.____ ----- -· - ---
Las sociedades con clase de edad no han sido aún objeto de un examen tan
sistemático. Algunos casos muestran que los procesos de regularización intervie-
nen para arreglar ciclos o reducir la confusión de los homónimos. Pero las
variedades de sucesión de clases de edad están por estudiar. No se puede
generalizar, excepto para decir que el problema planteado es análogo al que se
plantea para las genealogías, puesto que se cuentan por generaciones.
Según un detallado estudio estadístico, que ha proporcionado varios de los
datos antes mencionados, resulta que la media de una generación dinástica se
sitúa habitualmente entre 26 y 32 años. La muestra: era, sobre todo, patrilineal,
pero las dinastías matrilineales no se agrupan, por ejemplo, en la parte inferior de
la distribución estadística. Los datos serian, pues, valídos para su caso también.
La duración de las medias de reinado varía tanto con el sistema de sucesión que
no se pueden dar datos generales válidos. Incluso en los casos de sucesión idéntica
se encuentran diferencias considerables entre diferentes dinastías.
Con los datos que acabamos de exponer se puede convertir una cronología
relativa de generaciones en cronología absoluta, al menos si la distorsión
genealógica _no es tal que el ejercicio se convierta en algo fútil. Se calcula, en
primer lugar, la media entre la primera señal cronológica absoluta facilitada por
una fecha escrita y el presente, y se saca: la media en el pasado si cae entre los 26 y
178 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
32 años. Pero las medias no son más que eso. Su probabilidad aumenta con el
número de generaciones consideradas, y el cálculo sólo proporciona fecha
razonable en cuanto a cabezas de serie, y, en el mejor de los casos, digamos que
una vez por siglo. Toda precisión mayor crea un error. De. todas maneras habría
que preceder fechas absolutas ---derivadas de esa manera- de un siglo para
señalar el hecho. Así, T 1635 para la fundación del reino kouba indicaría que el
valor está calculado a partir de genealogías y listas de reyes.
Porque el mismo procedimiento puede aplicarse al establecimiento de una
duración de reinado medio. Hemos visto por qué esa media es menos válida que
la de las generaciones. Una de las razones es que, al proyectar la media hacia el
pasado, sé supone que no hubo cambio alguno en las prácticas de sucesión. Ahora
bien, éstas han podido cambiar en el curso del tiempo. En realidad, han cambiado
ciertamente después del fundador de la dinastía, pQrque fundar es innovar, y las
sucesiones han necesitado quizá cierto tiempo para tipificarse. Hay que tener en
cuenta también los cambios que han podido intervenir en la esperanza de vida,
Como el margen de error es mayor, resulta que será especialmente útil disponer de
datos absolutos y establecidos por unos escritos u otros medios que se remontan
lejos en el pasado.
Siempre en materia de cronología relativa, se puede tratar de coordinar
diversas secuencias vecinas exami.nando sincronismos. Una batalla, que enfrenta a
dos reyes electos, produce un sincronismo. El hecho permitirá armonizar las dos
cronologías relativas implicadas y de ellas hacer una sola. Empíricamente se ha
demostrado que unos sincronismos entre más de tres unidades aisladas ya no son
válidos. Se demuestra que A y B vivían en la misma época, y que A y C vivían en la
misma época porque los dos se han encontrado con B. Por tanto, A = B = C. No
se puede ir más lejos. El hecho de que los reencuentros de A y C con B puedan
escalonarse sobre toda la duración de la vida activa de B explica por qué A= Ces
el límite. Empíricamente los estudios sobre la cronología del Oriente Medio
antiguo han probado ese punto. Eso no impide, pues, que, al utilizar los
sincronismos con prudencia, se puedan construir espacios únicos bastante gran-
des que posean una cronología relativa común.
Tras el examen de los dat~J genealógic_os, puede obtenerse una fecha absoluta¡,/
si la tradición menciona un eclipse de sol. Si se füspbñe de vanas lechas de eclipse,
hay que demostrar cuál es la más probable. Se puede proceder del mismo modo
con otros fenómenos astronómicos, o con fenómenos climatológicos extraordina-
rios que hayan causado catástrofes. La certeza aquí es menor que para los eclipses
de sol, porqµe hay, por ejemplo, más épocas de hambre en Africa oriental que
eclipses solares. Con excepción de éstos, los otros datos de ese género son útiles
sobre todo para los dos últimos siglos, aunque pocos pueblos hayan conservado
el recuerdo de eclipses mucho más antiguos.
ros están establecidos desde hace suficiente tiempo para llegar a interesarse por la
política local y a comprenderla. El valle del Senegal es un ejemplo de ello desde el
siglo XVII.
1'80 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
RELATO Y PUBLICACION
CONCLUSION
encierran un sedimento histórico del mayor interés para el pasado de los pueblos
de Angola. En él se encuentran contenidas referencias a dinastías que se han
sucedido, y a formas de gobierno que se han seguido; en pocas palabras,
presentan, en resumen, respecto a la región del Alto K wango, cambios socio políti-
cos que se pueden remontar a varios siglos, o incluso a un milenio antes del año
1500. Pero esa perspectiva no está jalonada de fechas.
Subrayemos un último escollo. Con demasiada frecuencia_ la recogida de las
tradiciones sigue siendo todavía superficial, y su interpretación demasiado literal,
demasiado «pegada» a la civilización de donde ella procede. Ese fenómeno\
contribuye a mantener la imagen de un Africa, cuya historia no es más que \
orígenes_y migraciones. Sabemos que no es nada de eso. Pero se debe· advertir que J
esa i~agen_ constitu~.9..ue se reflej-ª..Q~r..las tradi~!ones que guie_ren establecer
una «identidad». Por otro lado, Son la mterpretac1on muy poco mdagada y la
narración muy poco sistemática las que dan pábulo a la mayor parte de las
críticas dirigidas contra el empleo de las tradiciones orales, sobre todo entre los , ,.
etnólogos. . \JLA-"' ••....,~~
La experiencia empírica ha probado que,el valor más preciado~
t_radiciones es su explicación de los cambios históricos en el interioL..Qe ur1a
~ivilización. Eso es tan verdadero que, como se ve un poco en todas partes, a pesar { f;.,i,~ r,
de la abundancia de fuentes escritas para la época colonial, ha):'._que recurrir sin .~ '-~ ,'J e,8""''-~·
cesar bien al testimonio ocular, bien a la tradición, para completarla con vistas a ~...,,,._...,'
- · -j
hacer inteligible la evolución. de la población. Pero igualmente se comprueba que r-t" <
las tr~di~iones induc~n fácilmente ~. e~ror en. materia de cron~logía y de datos\ ¿_o? ""\.,_-l .
!:_uant1tatlvos. Ademas, todo carnp10 _10consc1ente,. por demasiado lento -por '°' )- o~"'"
ejemplo, una mutación vinculada a una ideología religiosa-, escaea a la memoria ,__;_V"_,..\""
de una sociedad. Sólo se pueden encontrar r~~W~ 9e cambios en los tex1~ gue no J!
tratan explícitamente de la-historia, y-alÍn-es-preciso aplicar una exégesis compleja.
Es decir, que la tradición eral no es una panacea para todos los males. Pero se
comprueba en la práctica que es una fuente de primer orden para los últimos
/ siglos. Ante eso, su misión se empequeñece convirtié!l,dose más bien en una ciencia/( ~ . , o c¡;"'k-
¡l auxiliar de la argueologf_a. Su papel, con relación a las fuentes lingüísticas y
etnográficas, no ha sido aún suficientemente demostrado, aunque en principio
esos tres tipos de fuentes combinados deberían contribuir masivanient.e a nuestros
conocimientos del Africa antigua, con el mismo título que la arqueología.
Las tradiciones han probado su valor i'rreemplazable. No se trata ya de
convencer de que pueden ser fuentes: todo historiador lo sabe. La cuestión ahora
es mejorar nuestra práctica para que las fuentes puedan dar todo lo que contienen
en potencia. Esta es la tarea que. nos espera.
l
Capítulo 8
LA TRADICION VIVIENTE
A. HAMPATÉ BA
Quien dice tradición en historia africana dice tradición oral, y ningún intento
de penetrar la· historia y el alma de los pueblos africanos podría ser válido si
aquélla no se ªPº>.'.ª en esa herencia de conocimientos de todo orden, Eaciente-
piente transmitidos de boca a oído y de maestro a discípulo a través de los
tiempos. Esa herencia no se ha perdido aún y reposa en la memoria de la última
generación de los grandes depositarios, de la que se puede decir que ellos son la
memoría viviente de Africa.
Durante mucho tiempo se ha pensado, en las naciones modernas donde lo
escrito prima sobre lo hablado y donde -el libro es el principal vehículo del
patrimonio cultural, que los pueblos sin escritura eran pueblos sin cultura. Esa
opinión totalmente gratuita ha comenzado felizmente a desmoronarse después de
las dos últimas guerras, gracias a los trabajos importantes de algunos grandes
etnólogos de todas las naciones. Hoy, gracias a la acción innovadora y valiente de
la UNESCO, el velo se levanta más aún sobre los tesoros de conocimientos
transmitidos por la tradición oral y que pertenecen al patrimonio cultural de la
humanidad entera.
Para al_gunos !!)Vesti~dores,_todo_~!_eroblema es saber si se puede otor,gar a ~a
O_!!llidad la misma confi<!,l!_Z~ 9.l!e a lo escrito p_¡g~_testimoni~~-~el PA,~do..:_A
n~~~J[~ ~ar~~~ el problema está así mal p..!_a~ad_o., El testimonio, escrito u oral,
no es fin.Almente más que un testimonio-~humano y vale Jo que vale el hombre.
¿La oralidad no es madre de lo escrito, a través de los siglos, como en el propio-
individuo? Los primeros archivos o bibliotecas del mundo fueron los cerebros de
los :hombres. Además, antes de plasmar sobre el papel los pensamientos que el
hombre concibe, el escritor o erudito se entrega a un diálogo secreto consigo
1
Tierno Bokar S~lif, muerto en 1940, pasó .toda su vida en Bandiagara (Málí). Gran Maestro de la
orden musulmana Tidjany, era también tradicionalista en materias africanas. Cf. A. Hampaté Ba y M.
Cardaire, 1957.
...
mismo. Antes de redactar un relato, el hombre recuerda los hechos tal como le
han sido referidos, o bien, si los ha vivido, tal como se los cuenta a sí mismo.
Nada prueba a priori que el escrito dé cuenta más fielmente de una realidad
que el testimonio oral transmitido de generación en generación. Las crónicas de
las guerras modernas están ahí para mostrar que, como se dice, cada partido o
nación «tiene su opinión y ve las cosas» a través del prisma de sus pasiones, de su
mentalidad propia o de sus intereses, o según el deseo de justificar su punto de
vista. Por otro lado, los propios documentos escritos tampoco estuvieron siempre
exentos de falsificaciones o alteraciones, voluntarias o involuntarias, debidas a los
copistas sucesivos, fenómeno que ha dado origen, entre otras, a las controversias
'¡
relativas a las «Sagradas Escrituras».
( Lo que se cuestiona tras el testimonio mismo es, pues, eJ propio valor del
hombre g!:!_e_~estimoni~. el valor de la cadena de transmisión a la que él se vincula,
kt fidelidad de la memoria indiv.idual y colectiva, y el precio atribuido a la verdad
en J.!.na~~ied~~et~rmina<!_i!,. En una palabra, el vínculo del hombre con la
Palabra.
Ahora bien, no sólo en las sociedades orales la función de la memoria es la más
desarrollada, sino que ese vínculo entre el hombre y la Palabra es el más fuerte.
Allí donde el escrito no existe, el hombre está ligado a su palabra. Y está
comprometido por ella. El es su palabra y su palabra testimonia lo que él es. La
cohesión misma de la sociedad reposa sobre el valor y el respeto de la palabra. En
"'JJ-·~c,,,,. ;;i . , cambio, a medida de la invasión de lo escrito, se ve que éste sustituye poco a poco
CY,cr-·- w-rtY~~.,,.'&. a la palabra y se convier.te en una única prueba y en un único recurso, y la firma
'-,'· / ,..~... \./ llega a ser el único compromiso reconocido, mientras que el profundo vínculo
,.>' '.r/'..;; sagrado que unía al hombre con la palabra se debilita progresivamente en
· .J ~ provecho de los convencionales· títulos univeisitarios.
· Además de un valor morª! fundamental, la palabra asumía en las tradiciones
africanas -al menos en las que yo conozco y que se extienden a toda la zona de la
sabana al sur del Sáhara- ~ § ~ u n i d o a su origen divino y a las
fuerzas ocultas depositadas en ella. Agente mágico por excelencia y gran portador
y vector de las «fuerzas etéricas», no se ia usaba sin prudencia.
Numerosos ~tpr.es religiosos, 1mígicos o s~es, ~ncurrían, P!les, ¡w.ra
preservarJa fidelidad d~a _t!El~mwÓ!l__~ Nos ha parecido necesario presentar
a continuación un breve estudio a fin de situar mejor la tradición oral africana en
su contexto e iluminarla, de algún modo, desde el interior.
Si se preguntase a un auténtico tradicionalista africano «¿qué es la tradición
oral?», sin duda se le pondría en un gran aprieto. Quizá respondería tras un largo
silencio: «Es el conocimiento total»; y no diría más.
¿Qué cubre, pues, el término de tradición oral? ¿Qué realidades transporta,
qué conocimientos transmite, qué ciencias enseña y cuáles son sus transmisores?
Contrariamente a lo que algunos podrían pensar, la tradición oral africana no
se limita, en efecto, a cuentos y leyendas, o incluso a relatos míticos o históricos;
~ !os <~gr:iot~» e~lª~e~J ~~r!os úni~o~COJlsen:a_do_re~ y t.rªp¡,m_isores_cualifica-
\\g_os.
La tradición oral es la gran escuela de la vida, Q!l~ r~ubre y_abªrca todos lo.s
~pectas. Ella puede parecer un caos a aquel que no penetra su secreto y
LA TRADlCION VIVIENTE 187
2
Una de las grandes escuelas de iniciación de Mandé (Malí).
188 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
LOS TRADICIONALISTAS
Los grandes depositarios de esa herencia oral son los llamados «tradicionalis-
tas». Memoria viviente de Africa, son los mejores testigos. ¿Quiénes son esos
maestros? __ _ _
En bambara se les llama~mg;i o ~m~los «cq_nQ.Cedores», o Donikéba,
«hacedores_ d~ c?n~cimientos>>. En pe~!, según la~ regiones'.. se les llama Silatt~f
Gando o Tch1orznke,. palabras que encierran .el mismo sentido de \«conocedor>>\
Pueden ser maestros iniciados (e iniciadores) en una rama tradicional particu-
lar (iniciaciones del herrero, del tejedor, del cazador, del pescador, etc.), o eh la
posesión del conocimiento total de la tradición en todos sus aspectos. Así, existen
Doma que conocen la ciencia de los herreros, de los pastores, de los tejedores; lo
mismo que grandes escuelas iniciáticas dela sabana, como, por ejemplo, el Komo,
el Koré, el Nama, el Dó; el Diarra~ara, el Nya, el Nyaworolé, etc;, en Mali.
Pero no nos engañemos en esto: la tradición africana no .corta la vida en
trozos y el conocedor pocas veces es un. «especialista». Las más d1< las vecesJ~_s un
«~beloJ_odo»,.El mismó anciano, por ejemplo, tendrá conocimientos tanto en la
ciencia de las plantas (conocimiento de las propiedades buenas o malas de· cada
planta) como en la «ciencia de las tierras» (propiedades agrícolas o medicionales
de las diferentes clases de tierra), en fa «ciencia. de las aguas», en astronomía,
cosmogonía, psicología, etc. Se trata de una ciencia deja vida cuyos conq~imient.Qi
.....
--
J
3
Sobre los griots, ver má~ adelante,
4
Pronunciar Tababú-dugú.
LA TRADICION VIVIENTE 193
AUTENTICIDAD DE LA TRANSMISION
Más que todos los demás hombres, los tradicionalistas doma, grandes o
pequeños, están obligados a tener un gran respeto a la verdad. Para ellos, la
mentira, no es sólo una tara moral, sino un entredicho ritual cuya violación les
impediría poder cumplir su función.
Un mentiroso no podría ser un iniciador ni un «maestro del cuchillo», y
menos aún un doma. Además, si se comprobase -cosa extraordinaria- que un
tradicionalista doma era mentiroso, nadie acudiría ya a é1 a consultarle sobre
materia alguna y su función desaparecería al mismo tiempo.
De un modo general, la tradición africana tiene horror a la mentira. Está
dicho: «Presta atención para no contradecirte a ti mismo. Es mejor que el mundo
se separe de ti antes que tú te,separes de ti mismo». Pero el entredicho ritual de la
mentira afecta más en particular a todos los «oficiantes» (o sacrificadores, o
maestros del cuchillo ... ) 5 de todos los niveles, comenzando por el padre de familia
que es el sacrificador o el oficiante de su familia, y pasando por· el herrero, el
tejedor o el artesano tradicional, al ser el ejercicio del oficio una . actividad sagrada,
como vetemos más adelante. El entredicho castiga a todos los que, teniendo que
ejercer una responsabilidad mágico-religiosa y que cumplir unos actos rituales,
son de algún modo los intermediarios entre el común de los mortales y las fuerzas
tutelares con el oficiante sagrado del país, en la cima (por ejemplo, el hogon, entre
los dogon), y, eventualmente, el rey.
Ese entredicho ritual existe, según mis noticias, en todas las tradiciones de la
sabana africana.
~ entredicho de la mentira sostiene, por cierto, que,_si_un_oficiante mintiese,
viciaría los actos rituales y no cumpliría ya el c_onjunto_deJas_condiciones..rituaks
requeridas para desempeñar el acto sagrado, si~ndo5.9ndición_!!_s_eng_al estar en
ªLmoma consigo mismo antes de manipular las fuerzas de la vida. Recordemos, en
efecto, que todos los sistemas mágico-religiosos africanos tienden a pLeservar _o_
restablecer el equilibrio de las fuerzas de las que depende la armonía del mundo
círcundante, material y espiritual. - -- -- - ---- - - - - -
--Los doma~ más-que-todo el-resfo, están sometidos a esa obligación porque,
como maestros~iniciados, son los grandes poseedores de la Palabra, principal
5
Todas las ceremonias rituales no comp.onan necesariamente el sacrificio de un animal. El
«sacrificio» puede consistir en una ofrenda de mijo, de leche o de otro producto natural.
194 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
agente activo de la vida humana y de los espíritus. Ellos son los herederos de las
sagradas palabras capaces de encantar, transmitidas por la cadena de los
antepasados y que .se las hace remontar a las primeras vibraciones sagradas
emitidas por Maa, el primer hombre.
Si el tradicionalista doma es poseedor de la Palabra, los demás hombres son
l~~-~p_ositarios de la charla ...
Citaré el caso de un maestro del cuchillo dogon, del país de Pignari (círculo de
Bandiagara), a quien conocí en mi juventud y que un día se había visto obligado a
mentir para salvar la vida de una mujer perseguida que él había ocultado en su
casa; Después de este suceso, se destituyó espontáneamente de su cargo al estimar
que ya no cumplía las condiciones rituales para asumirlo válidamente.
Cuando se trata de cosas religiosas y sagradas, los grandes maestros tradicio-
nales no temen la opinión desfavorable de las masas y, si les sucede que se
equivocan, reconocerán públicamente su error, sin excusas calculadas ni pretex-
tos. Confesar sus fal~as eventuales es para ellos una obligación, porque eso es una
purificación de la mancha.
Si el tradicionalista o conocedor es tan respetado en Africa, elló se debe a que
él se respeta primero a sí mismo. Interiormente en orden, ya que no debe mentir
nunca, es un hombre «bien ordenado», dueño de las fuerzas que lo habitan. A su
alrededor, las fuerzas se ordenan y los disturbios se apaciguan.
Independientemente del entredicho de mentira,~tradicionalista practica la
disciplin!l_ de Ji! -~labr_a_ y _ryo rep-ªi:!~_Jsta _de~consideradamente. Por-que si la
palabra, como ya hemos visto anteriormente, se considera éxteriorización de la
vibración de las fuerzas interiores, la fuerza interior nace, a la inversa, de la
interiorización de la palabra. Con esa óptica se compsender_á__ mejorJa importan-
C@ (lada por_!a educación'africana_tradicionaLaLdominio_desLHablar poco_~ !a
i~ñ~J de una_bue_na_ed_uc:ación_y_eLsigno_d.eJ1U1_o_bleza. _!SI muchacho aprenderá
muy pronto a dominar la exgresión de sus emociones o de s_µ_s_ufrimient_o_y a
contener las fuerzas que están en él, a imagen del Maa primordial qÚe contenía en
sí mismo, sometidas y ordenadas, las fuerzas del Cosmos.
Del conocedor respetado o del hombre dueño de sí mismo se dirá: «Ese es un
,Maa» (o un Neddo, en peul), es decir, un hombre completo.
No hay que confundir a los tradicionalistas-doma, que saben enseñar divirtien-
do y ponÍéndose a la altura de su auditorio, con los trovadores, narradores y
animadores públicos que son, en .general, de la casta de los Diéli (griots) o de los
Woloso («cautivos de choza») 6 • La disciplina de la verdad no existe para estos
últimos, reconociéndoles la tradición el derecho a tergiversarla o embellecerla,
incluso toscamente, con tal que lleguen a distraer o interesar a su público, como
veremos seguidamente. Se dice que «al griot Je está permitido tener dos lenguas».
Por el contrario, no se le ocurriría a ningún.africano de formación tradicional
poner en duda la veracidad de las palabras de un tradicionalista-doma, particular-
mente cuando se trata de transmitir unos conocimientos heredados de la cadena
de los antepasados.
6
Los Woloso (literalmente «nacidos en la casa») o <•cautivos de cabaña» eran criados o familias de
criados vinculados desde generaciones· a una misma familia. La tradición les reconocía una libertad
total de gestos o palabras, así como grandes derechos materiales sobre los bienes de sus señores.
·--~-·-1
\
'-< .
• l. Músico rodocolor
tocando .el ardin (KAYES,
Malí, núm. A0-292).
Antes de hablar, el doma se dirige, por defereacia, a las almas de los antiguos
para pedirles que vengan a asistirle, a fin de que la lengua no se le trabe o no se
produzca un fallo de memoria que le haría omitir alguna cosa.
Danfo Siné, el gran doma bambara que conocí en mi infancia en Buguni y que
era chantre del Komo, decía antes de iniciar un relato o una enseñanza:
Después añadía:
Yo, Danfo Siné, del clan de Samaké [elefante macho], voy a contar como lo
he aprendido, ante mis dos testigos Makoro y Manifin 7 •
Los dos conocen la trama 8 , como yo mismo. Ellos me servirán a la vez de
vigilantes y de sostén.
1
· Makoro y Manifin eran sus dos· condiscípulos.
8
Un relato tradicional tiene siempre una trama o una base inmutable que nunca debe ser
modificada, pero a partir de la cual se pueden realizar desarrollos o embellecimientos, según su
inspiración o la atención del auditorio.
LA TRADICION VIVIENTE 197
El doma puede citar también a su maestro y decir: «Rindo homenaje a todos
los intermediarios hasta Nunfayri ... » 9 , sin estar obligado a citar todos los
nombres.
Siempre hay referencia a la cadena de la que el propio doma sólo es un eslabón.
En todas las ramas del conocimiento tradicional, la cadena de transmisión //
reviste una importancia primordial. Si no hay transmisión regular, no ha): /
«magia», sino solamente charla o cuento. La palabra es entonces inoperante. La
palabra transmitida por la cadena se considera que transporta, desde la transmi-
sión original, una fuerza que la hace operante y sacramental.
Esa noción de «respeto a la cadena» o de· «respeto a la transmisión» es la que
hace que, en general, el africano no culto tenga tendencia a referir un relato en la
misma forma como él lo habrá escuchado, ayudado en eso por la memoria
prodigiosa de los analfabetos. Si se le contradice, se limitará a responder:«Fulano
me lo ha enseñado así», citando siempre su fuente.
Aparte del valor moral propio de los tradicionalistas-doma y de s.u vinculación
a. _una «cadena de transmisión», una .garantía de autenticidad suplementaria
queda facilitada por el control permanente de sus semejantes o de los antiguos que
Ies:_rodean y_~é cúj_din-Cej_~samente la autenticidad __g~_.!Q_~~g:!!_n~f!I\!~n.
x.olviéndolo a reP.etir al menot•error, como hemos visto con el ejemplo de Danfó
Siné.
En el transcurso de sus salidas rituales al bosque, el chantre del Komo puede
añadir sus propias meditaciones o inspiraciones a las palabras tradicionales que él
ha heredado de la «cadena» y que canta para sus compañeros. Sµs palabras,
nuevos eslabones, vienen entonces a enriquecer las de sus predecesores; pero él
previene: «Esto es de mi cosecha, esto es de mi decir. Yo no soy infalible y me
puedo equivocar. Si me equivoco, no olvidéis que, como vosotros, vivo con un
puñado de mijo, un trago de agua y bocanadas de aire. El hombre no es infalible».
Los iniciados y neófitos que Je acompañan aprenden estas palabras nuevas, de
tal suerte que todos los.cantos del Komo se conocen y conservan en las memorias.
El grado de evolución del adepto del Komo se _!l}ide no por la cantidad de las
Qalabras aprendidas, sino por la conformidad de su vida con esas palabras. Si un
..hombre posee solamente diez o quince palabras del Komo, cuando las vive,
entonces se convierte en un adepto ~pto del Komo en el seno de la asociación.
Para ser chantre del Komo y, por consiguiente, maestro-foiciado, hay que conocer
y vivir la totalidad de las palabras heredadas.
La. er1señanza tradicional, sobre todo cuando se trata de conocimientos
vinculados a una iniciación, esta unida a la experiencia e integrada en la vida. Por
eso, el investigador europeo o africano, deseoso de aproximar los hechos religio-
sos africanos, se cond~n~r_á a Qermanecer fuera del tema si no acep1a .. Yivir_la
..iniciación correspondiente y admitir sus reglas, lo que presupone, como mínimo,
el con?cimieñto ae la ~engua. En efecto, h_ªy cosas QJ.1.e..n<i..«se..ex.p~aM,,..sino_q.ue..s.e //
grurr1mentan y se viven.
~ecuerdo que en 1928, mientras me encontraba de servicio en Tougan, un
joven etnólogo llegó al país para investigar sobre el pollo de sacrificio con ocasión
9
Antepasado de los herreros.
198 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
1
° Cf. A. Hampate Ba, 1972, págs. 23 y sigts.
200 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
debe ser su relación con el mundo de los vivos y de los muertos. Se explicará ei
simbolismo de su cuerpo, así como la complejidad de su psiquismo: «Las
personas de la persona son numerosas en la persona», dicen las tradiciones
bambara y peul. Se enseñará cuál debe ser su comportamiento frente a la
naturaleza y cómo respetar su equilibrio sin perturbar en absoluto las fuerzas que
la animan y de las que ella no es más que la apariencia visible. La iniciación le
hará descubrir su relación con el mundo de las fuerzas y le llevará poco a poco
hacia el dominio de sí, hacia la finalidad restante de llegar a ser como un Maa, un
«hombre completo», interlocutor de Maa Ngala y guardián del mundo viviente.
Maa; el primer hombre, al que su creador Maa Ngala enseñó, entre otros, los
secretos de la «herrería». Por eso la fragua se llama Fan, del mismo nombre que
Fan, el Huevo primordial del que ha Salido todo el universo y que fue la primera
fragua sagrada. .
Los elementos- de la forja están 'unidos a un simbolismo ·sexual, siendo este
último en sí mismo la expresión, o el reflejo, de un proceso cósmico de creación.
Así, los dos fuelles redondos, accionados por el ayudante del herrero, se
asimilan a los dos testículos machos. El aire del que se llenan es la sustancia de
vida enviada, a través de una especie de tubo que representa el falo, al fogón de la
herrería, que representa la matriz donde actúa el fuego transformador.
El herrero tradicional no debe entrar en la fragua más que tras un baño ritual
de purificación preparado con la decocción de ciertas hojas, cortezas o raíces de
árboles, elegidas en la función del día. En efecto, los vegetales (como los minerales
y animales) están repartidos en siete clases que corresponden a los días de la
semana, hallándose unidos por la ley de la «correspondencia analógica» 1 1 •
Después, el herrero se. vestirá de un modo particular, porque no puede entrar en la
fragua vestido con un traje cualquiera.
Cada mañana purificará la fragua por medio de fumigaciones especiales a base
de plantas por él conocidas. Terminadas esas operaciones y una vez lavado de
todos los contactos que ha tenido con el exterior, el herrero se encuentra en un
estado sacramental. Ha quedado puro y se asimila al herrero primordial.
Solamente entonces es cuando, a imitación de Maa Ngala, puede «crear»
modificando y dando forma a la materia. (El nombre de herrero en peul es baylo,
palabra que significa literalmente «transformador».)
Antes de comenzar su trabajo, el herrero invoca los cuatro elementos-madre
de la creación (tierra, agua, aire y fuego), que están obligatoriamente representa-
dos en la fragua. Allí se encuentra siempre, en efecto, un recipiente lleno de agua, el
fuego en el fogón de la fragua, el aire enviado por los fuelles y un mantoncito de
tierra al lado de la forja.
Durante su trabajo, el herrero pronuncia palabras especiales al tocar cada
herramienta. Al "tocar su yunque, que simboliza la receptividad femenina, dice:
«Yo no soy Maa Ngala, soy el representante de Maa Ngala. El es quien crea y no
yo>>. Después coge agua o ;un huevo .Y se los ofrece al yunque diciendo: «He aquí
tu dote».
Toma su maza, que simboliza el falo, y con ella da unos golpes sobre el yunque
para «sensibilizarlo». AJ establecer la comunicación, él puede-comenzar a trabajar.
El aprendiz no debe hacer preguntas. Solamente ha de mirar y soplar. Esa es la
fase «muda» del aprendizaje. A medida que avance en los conocimientos, soplara
según unos ritmos más complejos, teniendo cada movimiento una significación.
Durante la fase oral del aprendizaje, el maestro transmitirá poco a poco todos sus
conocimientos a su alumno, entrenándole y corrigiéndole hasta que adquiera la
maestría. Tras una «ceremonia de liberación», el nuevo herrero puede dejar a su
maestro e instalar su propia fragua. En general, el herrero envía a sus propios
11
Sobre la ley de correspondencia analógica, cf. A. Hampate Ba: Aspectos de la civilización
africana, Presencia africana, París, 1972, págs. 120 y sigts.
LA TRAD1Cl0N VIVIENTE
hijQs a aprender a casa de otro herrero. El adagio dice: «Las esposas y los niños
del maestro no son sus mejores alumnos».
Así, el artesano tradicional, imitando a Maa Ngala y <<reRitie11do» wr sus
gestos la primera_ creaci2.!!,3ealizaba _no un «trabajo» en el sentido purawente
ec~nómico de la palabra, sino una fun.~ig_n S1!gr_ad;u1.1Je..p.o.ne_en_juego_las.iuerzas
fundamental~s de la vida y queJa_co_mp.r.omete....en_todo..su.ser. En el secreto de su
taller o de su fragua, el artesano participaba del misterio renovado de la eterna
creación.
Los conocimientos del herrero deben cubrir un amplio sector de la vida.
Ocultista reputado, su dominio de los secretos del fuego y del hierro le vale el que
él solo esté habilitado para practicar la circuncisión, y -ya lo hemos visto- el
gran «Maestro del cuchillo» en la iniciación del Komo es siempre un herrero. No
sólo es un erudito para todo lo que se refiere a los metales, sino que conoce
perfectamente la clasificación y propiedades de los vegetales.
El herrero de altos hornos, a la vez extractor del mineral y fundidor, es el más
avanzado en conocimientos. A todos los conocimientos del herrero fundidor, él
añade elconocimiento perfecto de las <<Venas de la Tierra» (la mineralogía) y la de
los secretos del campo y de las plantas. En efecto, conoce la plant.ación vegetal que
cubre la tierra cuando ésta contiene un metal particular, sabiendo detectar un
yacimiento de oro con el solo examen de las plantas y las piedras.
Conoce también los encantamientos de la tierra y de las plantas. Al ser
considerada la naturaleza como viviente y animada por fuerzas, todo acto que la
perturba debe ir acompañado de un «saber-vivir ritual» destinado a preservar y
salvaguardar su equilibrio sagrado, porque todo está ligado, todo repercute en
todo, y toda acción sacude las fuerzas de la vida, entrañando una cadena de
consecuencias cuya repercusiones las sufre el hombre.
La relación del hombre tradicional con el mundo era, pues, una relación
viviente de participación y no una relación puramente usual. Se comprende que, en
esa visión global del universo, el lugar del profaño sea-muy limitado.
En el antiguo país baulé, por ejemplo, el oro, del que la tierra era rica, estaba
considerado como un metal divino y no era objeto de una explotación exagerada.
Servía sobre todo para confeccionar los objetos reales o de culto y ten.ía también
una función de moneda de cambio y de regalo. Cada uno podía extraerlo, pero no
podía guardar para sí una pepita que sobrepasase determinado grosor. Toda pepi-
ta que sobrepasase el peso corriente era ofrecida al dios e iba a engrosar el <1oro
real», depósito sagrado del cual ni los reyes mismos tenían derecho de sacarlo.
Algunos tesoros reales se han transmitido así, intactos, hasta la ocupación
europea. Al ser considera~a la tierra como pert~neci_eflt~~_Qios, ninfilln hombre
era propietario de ella ysól<} tenía derecho. a su «usufructo».
Para llegar a artesano, el hombre tradicional es el ejemplo tipo de la
encarnación de sus conocimientos, no sólo en sus gestos y actos, sino en su vida
entera, puesto que deberá respetar un conjunto de prohibiciones y obligaciones
ligadas a su función, constitutivo de un verdadero código de comportamiento,
ta.nto con relación a la naturaleza como a sus semejantes.
Exü;te lo que se llama la «Vía de los herreros» ( Numu-sira o numúya, en
bambara), la «Vía de los agrícultores», la «Vía de los tejedores», etc., y, en el pla.no
204 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
mágicos ql!_e º~
para conservar en ~) _seno del linaje los_ conocimientos secretos ~ los poderes
é.l se _derivan, c a d ~ debe observar, con la mayor frecuencia,
rigur.osas prohibiciones sexuales respecto a las personas exteriores al grupo,
practicando la endogamia. Esto no se debe, pues, a una idea de intocabilidad, sino
al deseo de conservar en el grupo los secretos rituales. Se ve entonces cómo esos
S!.!:!_pos estrechamente especializados y que correspm;den a_ unas -«iuricíones
sagradas» desembocaron poco a poco en la noción de ~<castª'~Jfl-1 <:Q.IJIO_ e_ll:i.fileJ1Qy
en el Africa de la sabana. «La guerra y eCnoble-son los que han hecho al _cautivo -
dice el adagio-, pero es Dios quien ha hecho al artesano [nyamakala]».
La noción de superioridad o inferioridad con relación a las castas no se basa,
pues, en una realidad sociológica tradicional. Ha aparecido en el transcurso de los
tiempos, sólo en ciertos sitios y probablemente como consecuencia de la aparición
de determinados imperios en que la función guerrera reservada a los nobles les
_ confirió un tipo de supremacía. En tiempos remotos, por otro lado, la noción de
nobleza no era indudablemente la misma, y el poder espiritual tenía prioridad
sobre el temporal. En aquellos tiempos, eran los silatigi (maestros-iniciados peul) y
no los ardo (jefes, reyes) quienes dirigían a las comunidades peul.
Contrariamente a lo que algunos han escrito o creído comprender, el herrero,
en Africa, es mucho más temido que despreciado. «Primer hijo de la Tierra»,
maestro del Fuego y manipulador de las fuerzas misteriosas, por eso se teme,
sobre todo, su poder.
Lo cierto es que la tradición impuso siempre a los nobles la obligación de
asegurar la conservación de las clases «en castas», o clases de nyamakala (en
bambara), (nyeenyo, pi. nyeeybe, en peul). Esas clases gozaban de la prerrogativa
de poder pedir bienes (o dinero) no en pago de un trabajo, sino como reclamación
de un privilegio que el noble no podía rehusar.
En la tradición del Mandé, cuyo centro se encuentra en Malí pero que cubre
más o menos todo el territorio del antiguo Bafur (es decir, la antigua Africa
\
1
2
206 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
occidental francesa, a excepción de las zonas del bosque y del este del Níger), los
«encastados», o nyamakala, comprenden a:
- los herreros (numu en bambara, baylo en peul);
- los tejedores (inaabo, tanto en peul como en bambara);
- los trabajadores de la madera (a la vez leñadores y ebanistas; saki en
bambara, [abbo en peul);
- los trabajadores del cuero (garanké en bambara, sakeé en peul);
- los animadores públicos (diéli en bambara; se les designa, en peul, con el
nombre genérico de nyeeybe: n.yamakala), más conocidos en francés con el nombre
de «griots».
Las cuatro clases de nyamakala-artesanos tienen prioridad sobre los griots
porque a ellas les corresponden las iniciaciones y un conocimiento, y aunque no
hay «superioridad» propiamente dicha, el herrero está en la cúspide, seguido del
tejedor, siendo su oficio el más iniciático. Los herreros y tejedores pueden
indistintamente tomar mujer de una u otra casta, porque las mujeres son alfareras
tradicionales y les compete, por consiguiente, la iniciación femenina.
En la clasificación del Mandé, los nyamakala-artesanos van siempre de tres en
tres:
Hay tres clases de herreros (numu en bambara, baylo en peul):
- el herrero ·de minas (o de altos hornos), que extrae el mineral y funde el
metal (los grandes iniciados, entre ellos, pueden trabajar igualmente en la fragua);
- el herrero de hierro negro, que trabaja en la fragua, pero no extrae el
mineral; _
- el herrero de metales preciosos, o joyero, que es generalmente cortesano y,
como tal, está instalado en el vestíbulo de los jefes o nobles.
Tres clases de tejedores ( maabo):
- el tejedor de lana, que es el más iniciado (los motivos que figur:an en las
mantas son siempre simbólicos y se refieren a los misterios de los números y de la
cosmogonía; cada diseño tiene un nombre);
- el tejedor de kerka, que teje inmensas mantas, mosquiteros o paños de
algodón que pueden tener hasta seis metros de largo, con infinidad de motivos (he
visto algunos que tenían 165 motivos); cada motivo tiene un nombre y un
significado, y_ el nombre es un símbolo que significa muchas cosas;
- el tejedor ordinario, que fabrica simples fajas blancas y a quien no
corresponde una gran iniciación.
Algunos nobles practican también el tejido ordinario. Así, algunos bambara
confeccionan fajas blancas sin ser tejedores de casta. Pero no son iniciados y no
pueden tejer ni kerka, ni lana, ni mosquiteros.
Hay tres clases de trabajadores de la madera (saki en bambara, labbo en peul):
-el que realiza los almireces, mazos y estatuillas sagradas. El almirez, en que
se machacan los medicamentos sagrados, es un objeto ritual y no está confeccio-
nado con cualquier madera. Lo mismo que la fragua, simboliza las dos fuerzas
fundamentales: el n:iortero representa, como el yunque, el polo femenino, mientras
que el mazo representa, como la maza, el polo masculino.
Las estatuillas sagradas son ejecutadas por encargo de un iniciado-doma, que
las <<cargará» de energía sagrada con miras a un uso particular. Independiente-
\
Aunque las ciencias ocultas y esotéricas son patrimonio dellos «maestros del
-~-uchITfo!\Y de !o~ chantres-~ lo;dioses; l~ mú_sicª,Ja,_ poesía lírica yJQs~y_e».tos
que animan las recreaciones populares, y frecuentemente también la historia,
corresp~nden-ª,_losgriofs°; especie ·de trovadores o juglarJ;Lque recorren el país o
están afectos a una familia.
208 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
12
«Tu padre», en lengua africana, puede ser también un tío, un abuelo o un antepasado, es decir,
toda la linea paterna, incluidos los parientes colaterales.
210 METODOLOGIA Y PR,EHISTORIA AFRICANA
13
«Noble» es una traducción muy aproximada de Horon. En realidad, Horon es toda persona que
no pertenece ni a la clase de los nyamakala, ni a la de los Jon (o «cautivos»), clase nacida a partir de
antiguas capturas de guerra. Los Horon tienen como de_ber asegurar la defensa de la comunidad, dar
su vida por ella y asegurar el sustento de otras clases.
14
Woloso, o «cautivo de cabaña», cf. nota 6.
LA TRADICION VIVIENTE 211
Como ya hemos indicado, todo el mundo en el Africa del Bafur puede llegar a ser
tradicionalista-doma, es decir, «conocedor» en una o en varias materias tradiciona-
les. El conocimiento se encontraba a disposición de todos (al estar presente la
iniciación por doquier en una forma o en otra) y su adquisición dependía sólo de
las aptitudes de cada uno.
El conocimiento estaba tan valorado que tenía prelación sobre todo y confería
la nobleza. Así, el conocedor en cualquiera de las materias podía asistir al Conse-
is Recordemos que los Horones (nobles), peul o bambara, no interpretan nunca música, al menos
en publico. Los tiapurta han conservado en general esa costumbre.
LA TRADICION VIVIENTE 213
conflicto por un terreno, por ejemplo, podía arreglarse gracias al genealogista que
preeisaba qué antepasado había desbrozado y después cultivado ese terreno, a .
quién .lo había dado, en qué condiciones, etc.
También ahora se encuentran en la población muchos conocedores en
genealogía e historia que no pertenecen· ni a la clase de los griots ni a la de los
gaolo. En ellos existe, para la historia de Africa, una fuente considerable de
informaciones, al menos durante un cierto tiempo aún.
Cada patriarca es un genealogista para su propio clan y además, junto a ellos,
griots o gaolos van frecuentemente a enterarse para comple.tar sus informaciones.
De modo general, cada anciano en Africa es siempre «conocedor>> en una
materia o en otra, histórica o tradicional.
Así pues, griots y gaolos no tienen en absoluto la exclusividad de los
conocimientos genealógicos, pero ellos solos tienen la especialidad de «declamar-
Ia» junto a los nobles para o.btener sus dádivas.
Para poner un ejemplo práctico del modo como los relatos históricos o, de otra
clase viven x_~C_9J}$erv¡m_con rigurosa fidelidad en 1~ mem-oria colectiva de una
\'_sociedad con tradición ora!; referiré cómo he podido reu-nir, únicamente partiendo
de la tradición oral, los elementos que me han permitido redactar la historia del
Bmpire peul du M acina au XV 111 siecle 17 .
Al pertenecer a la familia Tidjani,jefe·de provincia, me he encontrado desde mj
infancia en las mejores condiciones para escuchar y retener. En efecto, la casa de
mi padre Tidjani, en Bandiagara, estaba siempre llena de gente. Se celebraban
grandes reuniones en ella día y noche, tratando cada uno las materias más
diversas de la tradición.
La familia de mi padre había estado íntimamente inmersa en los acontecimien-
tos de la época, por lo que los relatos se referían frecuentemente a la historia y
cada uno contaba un episodio conocido de. una batalla o de un suceso notable. Yo
estaba presente siempre en esas reuniones sin perder una palabra, y mi memoria,
como cera virgen, lo registraba todo.
Desde mi tierna infancia, conocía. allí a Koullel, el gran narrador, genealogista
e historiador fulfuldófono. Le seguía a todas partes, aprendiendo de él muchos
cuentos y relatos que estaba orgulloso de narrar después a m:is compañeros de mi
asociación de edad, tanto que me nombraron amkoullel, que significa «pequeño
Koullel».
Circunstancias independientes a mi voluntad me llevaron, siguiendo a mi
familia, a visitar países en los que pude estar siempre en relación con grandes
16
De modo general, la islamización, que llegaba del norte y del este, afectó más particularmente. a
los países de la sabana, mientras que la cristianización, que venía por !Jlar, ha afectado más a las
regiones forestales de la costa. Yo no puedo hablar de encuentro entre tradición·y cristianismo, ya que
no estoy informado en esa materia.
17
Amadou Hampate Ba y J. Daget, 1962.
r
Entre todos los pueblos del mundo, se ha comprobado que los que no
escribían poseían la memoria más desarrollada.
He citado el ejemplo de los genealogistas capaces de retener una cantidad
increíble de elementos, pero se podría citar igualmente el de algunos comerciantes
iletrados (conozco aún a muchos) que manejan negocios, a veces de decenas de
millones, que prestan dinero a numerosas personas en el curso de sus desplaza-
mientos y que conservan en la cabeza la contabilidad más exacta de todos esos
movimientos de mercancía y dinero sin la menor nota escrita ni cometer el más
mínimo error.
El dato que retener se inscribe en la memoria del tradicionalista de un solo
golpe, como encera virgen, y queda constantemente disponible en su totalidad 18 .
Una de las particularidades de la memoria africana es la de _r~stituir el
ª c o n t e ~ o el relato registrado, en St!_ totalidad, como un film~- q_µ_e_se
desarrolla desde el principio hasta el final, y de restituirlo como si sucediese.ahor.a._
No ·se trata de una rememoración, sino de la reposición actual de un acontecimien-
to pasado en el que todos, narrador y oyentes, participan.
Todo el arte del narrador está ahí. No es narrador el que no llega a referir algo
tal como ha sucedido en vivo, de tal manera que sus oyentes, como él mismo, se
conviertan en los testigos. vivientes y activos. Ahora bien, todo africano es
relativamente narrador. Cuando un extranjero llega a una aldea, saluda y dice:
«Yo soy vuestro extranjero». Y se le responde: «Esta casa se te abre. Entra en
paz». Después, se le dice:. «Danos noticias». Entonces, él refiere toda su historia
desde la salida de su casa, todo lo que ha visto y oído, lo que le ha sucedido, etc.,
de tal modo que sus oyentes asisten a su yiaje y lo reviven con él. Por eso el modo
verbal del relato está siempre presente.
E!}_g~neral, la memoria africana re~stra toda la escena: el decorado,_Jgs
pex;s-o_najes, sus p}llabras y~asta sus vestidos, en lo~ menores detal~s. En los
relatos de guerra de los todocolor, se sabe qué «boubou» bordado llevaba el gran
héroe Umarel Samba Dondo en tal batalla, cuál era su palafrén y lo que ha sido
de él, cuál era el nombre de su caballo y lo que le ha ocurrido, etc. Todos esos
detalles animan el relato y contribuyen a que la escena se haga viviente.
Por eso, el tradicionalista no puede «resumir», o lo hace con mucha dificultad.
18
Parecido a ese fenómeno es el hecho de que las facultades sensoriales del hombre están más
desarrolladas cuando éste-se halla obligado a servir.se de ellas intensamente, y se atrofian en la vida
moderna. El cazador africano tradicional, por ejemplo, es capaz de oír y de identificar algunos ruidos
que llegan de varios kilómetros. Su visión es•par'ticularmente aguda. Algunos.son capaces de «sentir» el
agua, sin varita, cqmo los brujos. Los tuareg del desierto poseen un sentido de la orientación que raya
casi en el milagro, etc. En tanto que el hombre moderno, inmerso por todas partes en el ruido y las
informaciones, ve atrofiarse progresivamente sus facultades. Médicamente está probado que el hombre
de las ciudades cada vez oye menos.
220 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Si se le pide que resuma una escena, eso equivale para él a escamotearla. Ahora
bien, no tiene tradicionalmente derecho a hacerlo. Cada detalle tiene su importl!._n-
cia para la verdad del conjunto. Refiere el acontecimiento en su totalidad o no lo
cuenta. A semejante petición responderá: «Si no tienes tiempo de escucharme, te
lo contaré otro día».
Del mismo modo, nunca temerá repetirse. Nadie se cansará de escucharle
referir la misma historia. En los mismos términos, tal y como quizá la ha contado
numerosas veces. Cada vez, es la totalidad del filme la que se proyecta de nuevo. El
acontecimiento está allí, restituido. El pasado se hace presente. La vida no se
resume.
En dgor se puede abreviar un relato para los niños, recortando algunas
secuencias, pero entonces no será tenido por verdadero. Cuando se trata de
adultos, se refiere un hecho completo o no se cuenta.
Esa particularidad de la memoria africana tradicional, unida a un contexto de
tradición oral, es ya en sí una garantía de autenticidad.
En cuanto a la memoria de los tradicionalistas, y particularmente de los
tradicionalistas-doma o «conocedores», engloba vastos dominios de los conoci-
mientos tradicionales y constituye una auténtica biblioteca en la que los archivos
no están «clasificados» sino totalmente inventariados.
Para un espíritu moderno, eso es un caos, pero para los tradicionalistas, si hay
caos, es como ocurre con las moléculas de agua que se mezclan en el mar para
formar un todo viviente. En ese mar evolucionan con la facilidad de un pez en el
agua .
. !,as fichas inmateriales de la tradición or~I son las máximas,_refranes, cuentos,
leyendas, mitos, etc., gue constituirán bien un bos~Q_que hay_que desarrollar,
bien una introducción en la materia para un relato didáctico antiguo o improvisa-
do. Para los cuentos, por ejemplo, y en particular los cuentos iniciáticos, hay una
trama básica que no varía nunca, pero a partir de la cual el narrador puede añadir
adornos, desarrollos o enseñanzas apropiadas a la comprensión de su auditorio.
Lo mismo ocurre para los mitos, que son compendios de conocimientos en una
forma sintética que el iniciado puede desarrollar siempre o profundizar de cara a
sus alumnos.
Conviene estar atento al contenido de los mitos y no «catalogarlos» demasia-
do rapidamente. Los mitos pueden encubrir realidades de orden muy diverso e
incl~e_!:._escuchados-a_~~~-en vario~ ni~eles al mismo tiemp_o.
Aunque algunos se refieren a conocimientos esotéricos y «tapan» el conoci-
miento al mismo tiempo que lo transmiten a través de los siglos, otros pueden
tener una relación con acontecimientos reales. Citemos el ejemplo de Thianaba, la
serpiente mítica peul, cuya leyenda describe las aventuras y migración a través de
la sabana africana desde el océano Atlántico. El ingeniero Belime, que fue.,
encargado, hacia el año 1921, de edificar la presa de Sansanding, tuvo la
curiosidad de seguir por las huellas las indicaciones geográficas de la leyenda que
le habían sido referidas por Hammadi Djenngoudo, gran «conocedor» peul.
Y tuvo la sorpresa de descubrir así el trazado del antiguo lecho del río Níger.
LA TRADICION VIVIENTE 221
CONCLUSION
LA ARQUEOLOGIA
AFRICANA
Y SUS TECNICAS.
METODOS DE DATACION
Z. ISKANDER
- Técnicas de datación.
- Técnicas utilizadas por la investigación arqueológica.
- Técnicas de conservación.
Las técnicas de análisis se han desarrollado de tal modo que es a veces difícil
elegir la que convendría utilizar sobre tal muestra para obtener la información
buscada. Los apartados que siguen consideran todos los aspectos del problema.
2
Hall, E. T., op. cit.
LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 225
Las sustancias orgánicas están generalmente sujetas al tratamiento por el fuego, a
la saponificación, a la disolución, a las radiaciones infrarrojas, a los análisis
térmicos y cromatográficos; están asimismo sometidas a )os análisis normales en
medio acuoso, a la espectrometría, a la fluorescencia y a la difracción de rayos X, o
también a la activación por medio de neutrones, según el tipo de información
buscada.
Examen microscópico
2
LA ARQÚEOLOGJA AFRICANA Y SUS TECNICAS 227
Se obtienen datos más precisos con ayuda de un microscopio compuesto que
tenga una lente de 100, 200, 400 ó 1.250 x, sumergida en aceite. Puede practicarse
el examen al microscopio con los fines siguientes:
- identificación: en la mayor parte de los casos es posible identificar una
muestra determinada (en el estado puro o compuesto de elementos heterogéneos)
estudiando al microscopio la textura o particularidades cristalinas en sus compo-
nentes,
- análisis cualitativo: las técnicas actuales permiten la precipitaci'ón, disolu-
ción, observación de la evolución gaseosa y de otros procedimientos aplicables a
un fragmento ínfimo de· la muestra 3 • A título de ejemplo, si se humedece el
fragmento de una muestra colocado sobre una plaqueta de cristal, se seguirá o no
de ello una disolución. A la posible disolución se Je añade una gota de nitrato de
plata; si aparece un precipitado blanquecino insoluble en ácido nítrico, se puede
deducir la presencia de un anión de cloruro;
~ análisis cuantitativo: los métodos microscópicos adquieren todo su valor
en los análisis cuantitativos de combinaciones heterogéneas complejas difíciles de
realizar por los procedimientos químicos ordina:rios 4 . Y permiten determinar el
número y tamaño de los diferentes componentes. Por poco que se conozca la·
densidad de cada uno de ellos,. sus porcentajes volumétricos pueden entonces ser
convertidos en porcentajes ponderables 5 •
Radiografía
3
Ewing, G.,- 1954, pág. 411.
4
Chamot, E. M., y Mason, C. W., 1938, pág. 431.
5
KoltholT; l. M., Sandell, E. B., Meehan, E. J., y Bruékenstein, S., 1969.
6
Halper11, J. w:, Harris, J. E., y Barnes, C., julio 1971, pág. 18.
228 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
ción y permite descubrir el porcentaje de oro fino utilizado en los objetos de oro 7 •
Resulta muy sencillo y tiene como base el principio de Arquímedes: el peso de un
objeto que es, al aire libre, de W gramos y en el agua de X g., su peso específico
será igual a:
w
W-X
El peso específico del oro (19,3), que es casi el doble del de la plata (10,5), o el
del cobre (8,9), y la presencia de pequeños elementos de cobre O· de plata se
descubren fácilmente. Suponiendo que no hay platino -el componente de
aleación (plata o cobre)- y conocida la imposibilidad de una contracción en el
curso de la aleación, el margen de error previsible en el cálculo del porcentaje del
oro fino es del orden del 1 por ciento.
Espectrofotometria
Esta técnica ha sido utilizada para el análisis de vestigios antiguos, tales como
bronces, cerámica, mortero, colorantes, etc.
Diversos factores hacen que la espectrofotometda sea particularmente venta-
josa con relación a otros métodos de análisis de esos vestigios. Presenta una
7
Caley, E. R., 1949, págs. 73-82.
• KoltholT. l. M., Sandell, E. B., Meehan, E. J., y Bruckkenstein, S., 1969.
9
Farag, N., y lskander, Z., 1971, págs. 111-115; Iskander, Z., págs. 59-71, le Monastere de
Phoebammon dans la 1hebaide, vol. 111, editado por Bachatly, El Cairo, Sociedad de arqueología copta,
1961 ; Iskander, Z., y Shaheen, A. E., 1964, págs. 197°208; Zaki, A., e lskander, Z., 1942, págs. 295-313.
10
Stross, F. H., y O'Donnall, 1972, págs. 1-16.
11
Muzur, A., y Nosek, E., 1974, pág. 96,
LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 229
12
Hall, E. T., 1970, págs. 135-141.
13
Willett, F., 1964, págs. 81-83.
14
Werner, A. E. A., 1970, págs. 179-185.
15
Kolthoff, l. M., Sandel, E. B., Meehan, E. J., y Bruckenstein, S., 1969.
16
Hall, E. T., 1970, págs. 135-141.
230 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
17
Hall,~- T., 1970, págs. 135-141.
1
• Hall, E. T., 1970, págs. 135-141.
19
Davison, C. C., 1973, págs. 73-74.
20
Sayre, E. V., y Meyers, P., diciembre 1971, págs. 115-150.
LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNJCAS 23.1,
LA IDENTIFICACION RIGUROSA DE LOS OBJETOS
21
Caley, E. R., .1948, págs. 1-8.
22
Zaki, A., y Iskander, Z., 1942, págs. 295-313.
23
Lucas, A., págs. 416, 419 y 420.
232 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
A veces resulta difícil conocer a qué uso se destinaba tal o cual objeto. En ese
terreno, el análisis químico puede resultar de una gran ayuda. Así, se ha
descubier.to en 1965, en Fayum (Egipto), en la tumba de Neferwptah (de hace unos
- 1800 años), una gran jarra de alabastro conteniendo unos 2,5 kg. de extraña
sustancia. El análisis químico reveló que se trataba de un compuesto que contenía
principalmente, a partes casi iguales, 48,25 por 100 de galena (sulfito de plomo
natural) y 51,6 por 100 de resina. Al no haber sido encontrado antes esa
composición, uno se pierde en conjeturas sobre su presencia en la tumba. Sin
embargo, el examen de las prescripciones médicas del papiro Ebers permite
encontrar, con el número 402, «un nuevo [remedio] para hacer desaparecer las
manchas blancas aparecidas en los dos ojos: kohl negro [galena] y khet'wa
[resina] finamente pulverizados habrían de ponerse eh los dos ojos». Ese texto y
la composición química de la sustancia descubierta en la jarra revelaban que
Neferwptah sufría probablemente de un leucoma en uno de sus ojos, o quizá en
los dos. Por eso, se le había dotado de una cantidad suficiente de ese medicamento
para asegJiarle la curación 27 .
24
Lucas, A., 1962, págs. 416, 419 y 420.
25
Perlman, l., e Isaro, F., 1969, págs. 21 y 52.
26
. Fields, P. R., Milsted, J., Henricksen, E., y Ramette, R. W., 1971, págs. 131-143.
27
Farag, N., e Iskander, Z., 1971, págs. 111-115.
LA ARQÚEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 233
za <1Fritte»: expresión antigua que designa la mezcla de arena y sosa que se sometía a una
semifusión en la fabricación de vidrio, cerámica, etc.
29
Lucas, 1962, págs. 416, 419 y 420.
30
Iskander, Z., 1960, págs. 29-61, 1.8 pllrte.
31
Natrum: carbonato de sodio cristalizado.
32
Iskander, z:, y Shaheen, A. E., 1964, págs., 197-208.
234 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
TESTS DE AUTENTICIDAD
)'.
j < •
·1~
Además, esa superposición lfaticia no lleva generalmente más que una capa y se
distingue fácilmente de la capa o película que en los objetos de cobre o bronce se
desdobla por lo general en una primera película, interna y roja, de óxido de cobre,
y una segunda, externa y verde, de carbonato, sulfato o clorato de ese mismo
metal. Es difícil de reproducir esa disolución de tal modo que pueda engañar al
químico sagaz de un museo arqueológico.
El análisis del grano de la antigua loza egipcia habla muy alto de los méritos
de esa técnica. Mientras que el grano de la auténtica loza antigua de Egipto está
compuesto de cuarzo vitrificado, el de las imitaciones modernas lo constituyen
generalmente la arcilla, el kaolín o la porcelana. La identificación es, pues, rápida
y segura. Otro ejemplo: al haber faltado. a las técnicas metalúrgicas de. la
antigüedad procedimientos adecuados de afinado, los metales antiguos contienen
ciertas impurezas, como arsénico, níquel, manganeso, etc. Basta, por tanto, temar
del objeto sospechoso una discreta muestra y someterla a la íluorescencia de los
rayos X o a la activación de los neutrones: la ausencia de esas impurezas en la
muestra revelará m:uy probablemente la superchería.
La mayor parte de las piedras adquieren con el tiempo una pátina superficial:
el barniz del desierto: Ese fenómeno se debe·al afloramiento progresivo de las sales
de hierro y manganeso que se oxidan en la superficie, constituyendo una especie
de pátina o epidermis. Al formar cuerpo con la piedra, esa pátina se confunde con
la superficie. Es difícil de eliminar, a no ser mediante un lavado con disol.ventes
neutros o por rascado. Tampoco es fácil distinguir una superficie auténticamente
antigua de otra tallada en época reciente pero dotada de una pátina artificial.
36
Young, W. J., 1958, págs. 18-19.
LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 237
TECNICAS DE DATACION
Las perlas akori dicroicas, que parecen azules a la luz indirecta y verdes a la
directa, han sido sometidas a un análisis por fluorescencia de los rayos X. Estos·
análisis permiten clasificarlas en dos grupos, A y B. Los ejemplares del grupo A
son más pobres en plomo ( - 0,05 por 100) y en arsénico ( - 0,05 por 100) que los
37
Aitken, M. J., 1970, págs. 77°88.
238 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
del grupo 8, en que el porcentaje de plomo está alrededor del 27 por 100 y el del
arsénico en el 2 por 100. La diferencia relativa en manganeso ~s más pequeña
(grupo A: 0,3 ± 01 por 100; grupo 8: aproximadamente el 0,05 por 100). Otros
elementos detectados: hierro, cobalto, zinc, rubidio, estroncio, estaño, antimonio
y bario, en los que no se ha observado diferencia alguna notable. En Africa del
Oeste se h<!-n encontrado las perlas del grupo A en yacimientos insulares
relativamente antiguos (430-1290 de la era cristiana), mientras que los del grupo
8 aparecen únicamente en un cuadro más reciente. El descubrimiento de esas
perlas en una tumba o en un estrato determinado permite, pues, presagiar la edad
con mayor o menor precisión 38 .
DATACION AL RADIOCARBONO
Principio
Cuando los rayos cósmicos ch0can con los átomos del aire en las altas capas
de la atmósferi;i, los desintegran en fragmentos minúsculos entre cuyo número se
encuentra el neutrón. Los neutrones producidos bombardean el átomo, cuya
atmósfera es la más rica -el ázoe de masa 14-, y lo convierten en carbono de
38
Davison, C. C., Giauque, R. D., y Clarck, J. D., 1971, págs. 645-649.
39
Denninger, E., 1971, págs. 80-84.
40
Lucas, A., 1962, págs. 416, 419 y 420.
LA ARQUEOLOGIA A'FRICANA Y SUS TECNICAS 239
peso atómico 14. Ese carbono 14 nuevamente formado es radioactivo; se combina
con el oxígeno del aire para formar el 14 C0 2 y se mezcla con el dióxido de
carbono ordinario que contiene principalmente átomos de carbono de masa 12
(99 por 100) y 13 (1 por 100). Ese carbono 14 penetra en los vegetales con los
elementos de carbono ordinarios 12 C0 2 y 13 C02 , formando sus tejidos y
siguiendo el proceso de la fotosíntesis. Como los animales se alimentan de las
plantas, «todo el conjunto del mundo animal y vegetales debe ser ligeramente
radioactivo debido a la presencia de una proporción ínfima de Cl4 (aproximada-
mente un .átomo de C14 por un millón de millones de átomos de carbono
ordinario). El dióxido de carbono atmosférico entra igualmente en la composición
de los océanos en forma de carbonato. Es, pues, probable que el agua del mar sea
también ligeramente .radioactivo, así como todas las conchas y depósitos que ella
contiene» 41 .
Se supone que, a su muerte, la materia orgánica posee la misma radioactividad
que la materia orgánica viviente en la actualidad. Pero, después de la muerte,
sobreviene el aislamiento; dicho de otro modo, toda aportación o cambio de
radiocarbono se interrumpe, y el C 14 comienza. a degradarse o más bien, según la
expresión del profesor Libby, «el reloj del radiocarbono se pone en marcha» 42 . Si,
tras haberla introducido, se compara la radioactividad del ejemplar de antaño con
el de una muestra-testigo moderna, será posible, teniendo en cuenta la longevidad
del C 14 43 , calcular la edad del espécimen antiguo resolviendo la ecuación relativa
al declive de la radioactividad.
Resultados y perspectivas
Un estudio comparado realizado sobi,e pruebas-testigo y s'obre dataciones
efectuadas al carbono radioactivo 44 ha permitido verificar la pi:ecisión de ese
método. Al ser la cronología egipcia el método histórico más antiguo y conocido,
41
Aitken, M. J., 1961, págs. X y 181.
42
Libby, W. F., 1970, págs. 1-10.
43
La longevidad o periodo del C14 (duración de la desintegración de la mitad del cuerpo
radiactivo) está evaluada en 5.568 años o, para ser más exactos, en 5730 ± 40 años.
44
Berger, R., 1970,.págs. 23-36; Ed:wards; l. E. S., 1970, págs. 11-19; Michael, H. N., y Ralph E. K.,
1970, págs. 109-120; Ralph, E. K., Michael, H. N., y Han, M. G., 1973, págs. 1-20.
240 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
DATAClON AL POTASIO-ARGON
45
Berger, R., 1970, págs. 23-36; Michael, H. N., y Ralph, E. K., 1970, págs. 109-120; Ralph, E. K.,
Michael, H. N., y Han, M. G., 1973, págs. 1-20; Stuvier, M., y Suess, H. E., 1966, págs. 534s540.
46
Edwards, l. E S., 1970, págs. 11-18.
47
Ducha, V., 1970, págs. 47-55.
48
Lewin, S, Z., 1968, págs. 41-50.
49
Aitken, M. J., 1961.
LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 241
aplicarlo a edades relativamente más recientes, lo cual permitiría el control de los
resultados obtenidos gracias al C 14 5 0 .
Principio básico
50
Gentner, W., y Lippolt, H. J., 1963, págs. 72-84.
51
Gentner, W., y Lippolt, H: J., 1963, págs. 72-84; Hamilton, 1965; págs. 47-79.
' 2 Gentner, W., y Lippolt, H. J., 1963, págs. 72-84.
53
Bada, J. L.; Schroeder, R. A.; Protsch, R., y BergeI, R., 1974, pág. 121.
242 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
establecimiento de una cronología absoluta que sitúa los orígenes dei hombre, la
edad de los fósiles, cuya existencia coincide en diversos puntos del globo, el origen
de las tektitas, etc. La datación al potasio-argón ha servido para determinar, en
Olduvai, la edad de las capas de basalto y las de toba que las recubrían, con la
esperanza de precisar la edad exacta de los restos del ?injanthropo descubiertos
en el fondo de la primera capa de toba, en la Bed l. Curtís y Evernden han
concluido que esos basaltos de Olduvai datan de al menos cuatro millones de
años; sin embargo, no serían apropiados para una datación exacta debido a
alteraciones químicas visibles en la parte fina de todos los basaltos datados en
Olduvai, a excepción de aquellos a los que se puede asociar con la industria, más
.antigua, de los pebble-tools (cantos manipulados). La opinión de Gentner y
Lippolt sobre los diferentes resultados es la siguiente: «Puesto que no existen
otras incompatibilidades entre las dataciones respectivas de los basaltos y de la
toba que los recubre, no es imposible que la edad del Zinjanthropo sea del orden
·de dos millones de años» 54 .
DATACION ARQUEOMAGNETICA
Para dar una idea simplificada de esa técnica,. conviene abordar los puntos
siguientes:
Paleomagnetismo
Se trata del estudio del magnetismo remanente en los vestigios arqueológicos.
Está fundado en el hecho de que el campo magnético terrestre cambia continua-
mente de dirección e intensidad. Observaciones realizadas a lo largo de los
cincuenta últimos años indican que el campo magnético se desplaza hacia el Oeste
en 0º2 de longitud por año 55 . Investigaciones arqueométricas fundadas en el
cálculo de la magnetización remanente en los objetos arqueológicos de tierra
cocida y en las rocas muestran que, con relación a una intensidad actual de 1, la
intensidad magnética de la tierra ha alcanzado su máximo, alrededor de los 400 a
100 años antes de la era cristiana, con 1,6, y su mínimo hacia - 4000 años con
0,6 56 . Esos efectos o variaciones en dirección ·e intensidad se llaman «variación
secular». De naturaleza regional, ésta constituye la base de la datación magnética,
ya que las variaciones del campo magnético terrestre dejan su huella en la
cerámica en forma de magnetismo termorremanente (t.r.m.).
Origen
57
Aiken, M. J., 1970, págs. 77-78.
58
Cook, R. M., 1963, págs. 59-71.
244 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
s 9 Aitken, M. J., 1970, págs. 77-78; Hall, E. T., 1970, págs. 135-141.
60
Aitken, M. J., 1970, págs. 77-88.
61
Aitken, M. J., 1970, págs. 77-88.
62
Petne, W. M. F., 1901.
LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 245
FOTOGRAFIA AEREA
63
Linington, R. E., 1970, págs. 89-108.
4
" Aitken, M. J., 196.1.
246 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
65
Faegri, K., e lversen, J.; 1950.
66
Dimbleby, G. W., 1963, págs. 139-149.
67
Aitken, M. J., 1961.
68
Linington, R. E., 1970, págs. 89-108.
69
Linington, R. E., 1970, págs. 89-108,
.LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 247
EXAMEN MAGNETICO
70
Aitken, M. J., 1963, págs. 555-568.
" Aitken, M. J., 1961.
72
Aitken, M. J., 1961.
73
Hall, E. T., 1965, pág. 112.
74
Schollar, l., 1970, págs. 103-119.
73
Linington R. E., 1970, págs, 89-108.
248 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
76
Organ, R. M., 1968; Plenderleith, H. J., 1962; Payddoke, E., 1963; Savage, G., 1967.
LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SOS TECNICAS 249
EXTREMA FRAGILIDAD DE LAS DIFERENTES MATERIAS
U na nueva esperanza
Paliativos
general, idéntico al mortero de origen, a menos que éste sea de yeso. El empleo de
cemento no es ree0mendable en el caso de construcciones de rocas sedimentarias
tales como la calcárea o arenisca.
e) El mejor mortero para toda clase de construcciones es el de cal, sin sal; es
fácilmente maleable y poroso y, por consiguiente, no impide el ligero desplaza-
miento de las piedras debido a los cambios de temperatura. Con él no hay que
temer tensiones ni fisuras.
f) En cuanto a los métodos que permiten distinguir las superficies de las
piedras añadidas, éstas son las que merecen ser tenidas en cuenta:
- el nuevo paramento puede ser colocado ligeramente desplazado con
relación a la obra inicial;
- no está prohibido utilizar materiales diferentes, pero hay que respetar las
dimensiones de los bloques de origen;
- se puede utilizar igualmente el mismo tipo de material, pero entonces la
forma y dimensiones de los bloques pueden diferir de las de los elementos
originales;
- las filas de piedras y todas las juntas pueden ser alineadas sobre las de la
obra original, pero los nuevos blóques deberán ser labrados en un aglomerado de
piedra de tamaño irregular;
- podrán grabarse en todas las nuevas piedras marcas de identificación que
contengan la fecha de la restauración;
- la superficie de las piedras nuevas podrá diferir completamente de la de las
antiguas. Basta tratarla con una herramienta de punta o tallarla en profundidad
con un rascador para darle cierto diseño geométrico, realizado preferentemente
con líneas paralelas o secantes.
Capítulo 1O
PARTE I
HISTORIA Y LINGÜISTICA
P. DIAGNE
El negro africano une la historia con la lengua. Esa es una visión común al ban-
tú, al yoruba y al mandinga. Pero no resideahí la originalidad. En efecto, el árabe o
el griego anteriores a Tucídides se pusieron de acuerdo para afirmar, con los fulbé,
que «el relato es el lugar donde se reencuentra el pasado»: «Hanki koy daarol
awratee».
Lo que prestigia al vínculo entre historia y lenguaje en la tradición negroafri-
cana radica en la concepción que ésta ha conservado generalmente de esos dos
fenómenos.
La tradición africana identifica de buen grado lenguaje y pensamiento. Y
considera la historia, no como una ciencia, sino como saber, como arte de vivir.
La Historia apunta al conocimiento del pasado. La lingüística es ciencia del
lenguaje y de la palabra. El relato y la obra histórica son contenidos y formas de
pensamiento. La lengua es, por lo que a ella se refiere, el lugar de ese pensamiento.
Y también su soporte.
Lingüística e historia tienen evidentemente cada una su campo, su objeto
propio y sus métodos, Pero no por eso dejan de interferirse, al menos, desde un
doble punto de vista.
En primer lugar; la lengua como sistema e instrumento de comunicación es un
fenómeno histórico. Y tiene su propia historia. Luego, como soporte para el
pensamiento y, por·consiguiente, para el pasado y su conocimiento, la lengua es el
lugar y la fuente privilegiada del documento histórico. Así, en la amplia acepción
que se le da aquí, la lingüística abarca un campo de investigaciones que propor-
ciona a la historia, por lo menos, dos tipos de datos: de una parte, una
información propiamente lingüística y, de otra, un documento que se podría llamar
supralingüístico. Y gracias a la realidad de los pensamientos, permite elementos
conceptuales en uso para una lengua y los textos orales y escritos, a fin de leer la
historia de los homb'res y de sus civilizaciones.
Así planteada la problemática, se percibe mejor el terreno común al. historia-
dor y al lingüista que trabajan sobre Africa.
254 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
La clasificación genética
Establece el parentesco y el vínculo de filiación en el interior de una familia
lingüística.
HISTORIA Y LJNGÜlSTICA 255
La clasificación tipológica
La clasificación geográfica
La reconstrucción fonológica
La reconstrucción y la dat_ación
1
J. Greenb~rg, 1963.
2
D. Sapir,- 1973.
258 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
La glotocronología
+= log c
1,4 log r
3
Sobre esta cuestión son de ut.ilidad los trabajos de.la señorita Homburger·y los capítulos de los
profesores Greenberg y Obenga y las informaciones del coloquio de El Cairo (volumen U).
260 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
4
Cf. Tradiiion ora/e, Centro Regional de documentación para la tradition oral de Níamey, 1972.
HISTORIA Y LINGUISTICA 261
W. H. Bleek 5 , entre los primeros, se dedicó a establecer el parentesco de las
lenguas bantúes. En ese ter,renó precede a autores como Meinhof o H. Johnston.
También es conocida la contribución de Delafosse 6 para con las lenguas
oesteafricanas. Lo miJ,mo se puede decir de C. L. Lepsius 7, A. N. Tucker 8 y G. W.
Murray 9 para con las nilóticas, y de Basset respecto al berebere. Ha apottado
también mucho el estudio del egipcio antiguo,. tan esencial para la investigación
negroafricana, y la de las lenguas semíticas o indoeuropeas de Africa del Norte, y
hasta de las lenguas púnicas y grecolatinas.
Como subraya J. H. Greemberg 10 , autor de la clasificación de las lenguas
africanas, la más reciente y discutida de nuestros días, los trabajos modernos que
interesan al conjunto del continente y que más han llamado la atención son los de
Drexel 1 1 y Meinhof 12 • Pero no son ni los primeros ni los únicos. Koelle u, desde
1854, y Migeod 1 4, en 1911, proponen métodos y modos de clasificaciones. Baumen
y Werstermann 15 proporcionan en 1940 un sistema interesante sobre el mismo
tema.
Esos trabajos.siguen siendo, no obstante, discutibles y discutidos por muchas
razones.
La primera e} que la lingüística africana no ha escapado a la ideología
etnocentrista. En/ ese plano, las críticas recientes de J. H. Greenberg mismo se
unen perfectamente con las que Cheikh Anta Diop expresaba hace veinte años en
Nations negres et Cultures, y con las que Th. Obenga proseguía, al desarrollar los
datos pertinentes de la obra citada, en su exposición en el Festival de Lagos (1977).
La segunda razón es de orden puramente científico, siendo igualmente
compartida por la casi unanimidad de los lingüistas. Considera que los intentos
de clasificación son prematuros. No se han tomado las precauciones metodológi-
cas indispensables . No se ha reunido el material debidamente analizado y
preparado con vistas a una comparación genética o incluso tipológica de las
lenguas africanas.
31
M. Delafosse, 1924.
32
J. Greenberg; 1963.
33
W. Wilson, 1966. 1
34
D. Dalby, 1965.
35
D. Sapir, 1974.
HISTORIA Y UNGÜISTICA 265
LA IDEOLOGIA DEFORMANTE
36
Cf., más adelante, J. H. Greenberg sobre este punto. _
37
Las palabras «hamita», <<hamítico», «camita» y «camítico» han sido utilizadas con inusitada
frecuencia:en-el mundo,occidental durante siglos tanto por el vocabulario culto como póM:(cotidiáno.
Proceden de lecturas deformantes y tendenciosas de la Biblia. El mito de la maldición de los
descendientes negros de Cam ha salido de esas lecturas. Es verda<! que en el siglo XIX. debido a los
lingüistas y los etnólogos, esas palabras han tomado una significación aparentemente menos negativa,
y en -todo caso ha sido liberada de toda referencia religiosa, pero no ,por eso han dejado de funcionar
como discriminantes entre algunos negros, considerados como superiores, y los demás. De todos
modo, el Comité científico internacional alienta, los estudios críticos en curso sobre los usos históricos
de ese vocabulario que hay que utilizar con manifiesta reserva.
266 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
38
J. H. Greenberg, op. cit.
HISTORIA Y LINGÜISTICA 267
«En el Sudán occidental --escribe- es una ironía ver que los agricultores de
lenguas «hamíticas» están bajo, la autoridad de los pastores peul que hablan una
lengua sudanesa oéGidental (nigerocongoleña). Hubiera sido otra ironía, si se
. siguieran los clisés ~~tablecidos, constatar la antigüedad y permanencia de las
hegemonías mandinga o wolof, de familia lingüística su·danesa, en unos pueblos
tan rápidamente an,exionados a lo «ha mítico», como los peul llamados prehamíti-
cos, o los bereberes».
Ninguna de las clasificaciones establecidas en el plano continental o regional
ofrece hoy garantías científicas irreprochables. El etnocentrismo ha contribuido
ampliamente a falsear el análisis de los materiales. En muchos casos, no se llega
rrrás lejos que a conjeturas, a repeticiones de principio y rápidos ensayos.
, Hay un determinado número de condiciones para el estudio de las lenguas
africanas según las perspectivas de una ciencia riguro~a ,que ayuda a aclarar la
historia de los pueblos y de las civilizaciones del continente. En primer lugar,
conviene liberarla de las obsesiones de un juicio extravertido partiendo del semita
o del indoeuropeo, es decir, partiendo del pasado histórico del hombre europeo.
Por otro lado, hay que referirse al material lingüístico antiguo para establecer el
parentesco de las lenguas africanas, y no a los datos geográficos actuales, a las
influencias antiguas o tardías, a los esquemas explicativos elegidos a priori o a los
rasgos lingüístiéos marginales con relación a los hechos dominantes de los
sistemas.
CIENCIAS AUXILIARES
EL ANALISIS ACULTURALISTA
39
· M. G11thrie, 1969.
j
1
268 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
La ciencia onomástica
La antroponimia
La antroponimia desempeña una m1s10n importante en 'el estudio de la
historia de las etnias y de las comunidades políticas o culturales} El estudio de los
nombres en uso entre los tukuloor 40 del Senegal muestra, por ejemplo, que se está
en presencia de una comunidad etnolingüístiéa muy heterogénea. Ese grupo
fulfuldéfono implantado en Senegal, a lo largo del río, en los confines de Malí y
Mauritania, es muy homogéneo en el plano cultural. De ahí surge un sentimiento
«nacional» muy profundo. En realidad, la comunidad se ha-forjado a partir de
elementos peul, cuya lengua se ha compuesto de mandinga, seereer, Jebu-wolof y
bereberes.
Toponimia e hidronimia constituyen igualmente ciencias esenciales en el
estudio de las migraciones de pueblos. Se pueden trazar mapas precisos a partir de
los nombres de aldeas desaparecidas o todavía existentes para seguir la marcha cie
los mandinga, cuyas aldeas tienen nombres compuestos partiendo de Dugu. Se
puede establecer del mismo modo el mapa toponímico de los hábit'ats antiguos o
actuales de los peul que utilizan el término Saare para sus establecimientos, el de
los wolof que utilizan el término Ker, el de los arabóbereberes: (iaaru; de los
ha wsa, etc. .:,
Antropología semántica
41
Todos ellos personajes históricos célebres en el pensamiento wolof.
42
Las o~rl!s de S. Johnston sobre los yoruba, de Tempels sobre los bantú, de M. Oriaule sobre los
dogón, de Trt,ore sobre la medicina africana, de M. Guthrie:sobre la metalurgia, etc., constituyen con
los «clásicos literarios consagrados» contribuciones importantes a la antropología semántica. Cf. P.
Diagne, 1972.
I
270 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
43
Cf. P. Diagne, 1972.
44
Cf. P. Diagne, op. cit.
45
Cf.Jas numerosas publicaciones sobre este tema: trabajos de A. Hampate Ba, A. Jbrahim Sow,
Mufuta, E. de Dampierre, K. Moeene, F. Lacroix, K. Griaule, G. Dieterlen, Whitley,,E. Norris, L.
Kesteloot, D. T. Niane, M. Diabate, J. Mbiti, etc. Todos ellos han publicado sobre ese tema obras
clásicas en las colecciones de Oxford, de Julliard, de Gallimard, en el Centro de Niamey, etc:
1
'
HISTORIA Y LIMG01STICÁ 271
soberanos de Dahomey o de los Mansa Mandinga, el uso de la escritura ha
respondido principalmente a necesidades de orden inmaterial. La escritura
egipcia, la de los b~jorrelieves dahomianos, como los ideogramas bambara o
dogon, han tenido edsu origen una doble función dentro del contexto: servir para
materializar un pe~amiento y realizar de ese modo una acción de alcance
religioso o sagrado._. La escritura egipcia, inventada según la leyenda por el dios
Thot, permanece durante mucho tiempo confinada, sobre todo, en los templos,
entre las manos de los sacerdotes. Y pone el sello a los secretos. También sirve de
medio de acción a un pensamiento percibido como subyacente y materializa ble en
forma de verbo o grafía. -
La segunda gran función atribuida a la escritura en las civilizaciones africanas
coincide con la necesidad de perpetuación histórica. La· escritura egipcia, como la
de los Palacios de Abomey, es una glorificación de soberanos y de pueblos
deseosos de dejar tras sí el recuerdo de sus hazañas. Los bambara o los dogon que
inscriben en las murallas de Bandiagara sus signos ideográficos intentan el mismo
fin.
Entre el Recado del rey Glélé, hacha de ceremonia portadora de mensajes, y la
Paleta de Narmer, no sólo hay afinidades. El espíritu es el mismo, pero también
los principios y las técnicas de escritura 46 .
La escrituraiegipcia se atribuye al dios Thot que es asimismo inventor de la
magia y de las ciencias, a ejemplo del dios con cabeza de chacal de los dogon, él
mismo depositario del verbo, de la cultura y de la palabra eficiente.
Los pocos especialistas que han estudiado, a menudo con notable minuciosi-
dad, los sistemas de escrituras originales de Africa se han desinteresado en general
del vínculo que parece evidente y técnicamente demostrable entre los jeroglíficos y
las ·escrituras mejor conocidas del Africa negra.
El jeroglífico egipcio sigue siendo fundamentalmente pictográfico en su
función original de instrumento de los templos. Como su homólogo dahomiano,
hace referencia en lo posible a la imagen. Es una escritura voluntariamente
realista, que se preocupa de materializar los seres, los objetos y las ideas,
haciéndolo diil modo más concreto y sustancial, y un poco para restituir o
conservar sus cualidades naturales. ·
No es un¡,a:zar que la deformación de escritura pictográfica, por el uso de la
cursiva que ~tera y desfigura los elementos representados, no esté permitida más
que fuera de los templos. La escritura hierática de uso laico sobre todo, contraria-
mente a lo que la etimología griega de la palabra pudiera sugerir, y el demótico
«popular», aún más simplificado en su trazado, son las grafías no sagradas y
utilitarias. El jeroglífico, como tan acertadamente subraya M. Cohen, incluye en el
espíritu del sacerdote egipcio «una fuerza de evocación mágica», lo que explica,
prosigue, «que las representaciones de seres nefastos sean evitadas o mutiladas».
Aquí estamos frente a una concepción ontológica que tiene sus raíces y se anega
profundamente en la tradición negroafricana. Esta no habrá llegado en el
transcurso de milenios a desacralizar, a semejanza de las indoeuropeas y singular-
mente de\ª~ griegas, el pensamiento y sus soportes orales o gráficos. La visión del
46
M. Glele, 1974.
l
272 MET0DOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
bambara, del yoruba, del nsibidi o de los sacerdotes dogon, respecto a los
sistemas gráficos que utilizan en sus templos o en sus sesiones de adivinación, es
idéntica. ;
La unidad de las. grafías inventadas en Africa no es\á solamente en los
presupuestos ideológicos que confieren a sus sistemas sus ÍUl\lciones y naturaleza.
Está igualmente en la técnica misma de transcripción.
En la historia de las escrituras africanas se encuentra la referencia constante a
tres técnicas de fijación gráfica del pensamiento: recurso a.la imagen copiada del
ser o del objeto con unos pictogramas; recurso al símbolo para representar una
realidad con el uso de ideogramas que son signos sin vínculo inmediato de
semejanza física con la noción que simbolizan; finalmente, uso del fonograma
para representar todos los homófonos, es decir, todas las realidades designadas
por el mismo sonido o el mismo grupo de sonidos. Ese es el principio de la
escritura pictográfica.
Ahora bien, la comparación entre la Paleta de Narmer y los Recados de Glélé
o de Dakodonu es reveladora. Transcriben el discurso según los mismos princí-
~~ )
En la Paleta de Narmer hay una imagen del rey. Este coge por los cabellos a
un enemigo vencido y lo mata, mientras que el resto del ejército derrotado
emprende la huida bajo los pies del gigantesco faraón. Los pictogbmas son claros
y hablan. Los otros signos son ideogramas. Se distingue un óvalo «ta» que
simboliza la tierra. Arriba, un grupo de signos y un marco cuadrado para La
tarjeta del nombre Horus del faraón. Un pez y un pájaro dan el nombre del
faraón. Esas dos imágenes son unos pictofonogramas.
El Recado de Gézo presenta al soberano dahomeyano bajo la forma de un
búfalo, como el faraón lo está bajo la forma de un halcón. Muestra sus dientes, lo
que significa que él siembra el terr.or ante sus enemigos. Se trata en este primer
caso de una comparación simbólica. Otros casos son más importantes.
El Recado del rey Dakodonu o Dokodunu, más antiguo (1625-1650) y descrito
por Le Hérissé, muestra con mayor claridad aún el principio del <~eroglífico»
dahomiano. El texto de la hoja de hacha puede leerse así: ha~ un .símbolo
pictográfico que representa un sílex «da»; abajo, el dibujo de la til:rra «ko», con
un agujero en medio «donon». Esos signos son pictogramas utilizadps aquí como
pictofonogramas. Uniéndolos, como respecto al nombre del Faraói\ de la Paleta
de Narmer, se lee el del rey dahomiano Dakodonu. La escritura dahomiana
encuentra al jeroglífico faraónico mediante sus mismos principios y por su
espíritu. Y descubre las tres técnicas a las que se r:efiere la grafía egipcia: la imagen
pictográfica, el símbolo ideográfico y el signo pictofonográfico 47 .
El científico soviético Dimitri A. Olderogge, en un importante artículo de
divulgación ha recordado, a continuación de Ch. Anta Diop, la supervivencia del
sistema jerogüfico hasta una época tardía en el Africa negra.
En Description historique des trois royaumes du Congo, du Matamba et de
/'Angola, publicada en 1687, Gavassi de Motocculuo afirma la utilización de la
escritura jeroglífica en esas regiones.
47
Ver capítulo 4.
l
\
HISTORIA Y LINGÜISTICA 273
En 1896 fue descubierta una inscripción jeroglífica sobre los peñascos de Tete,
en Mozambique, a lo largo del río Zambeze. Su texto fue publicado en aquella
época. Ch. Anta Diop observa además el uso de una grafía pictográfica tardía en
Baol, donde se han podido encontrar en época reciente trazados de jeroglíficos
sobre unos baobabs muy antiguos. Los va·¡ de Liberia utilizaron durante mucho
tiempo una escritura pictográfica sobre tiras de corteza.
La escritura meroítica, nacida en la periferia meridional del antiguo Egipto,
prolonga la escritura faraónica en la que se inspiraba, .si es que no la creó o
compartió con ella su mismo origen.
Sin embargo, parece que los sistemas ideográficos de escritura resistieron
mejor en el terreno negroafricano occidental que los jeroglíficos.
En la práctica, la gran mayoría de los pueblos negroafricanos conoce el uso del
ideograma, bien por el cauce de las técnicas adivinatorias, bien por el uso que de él
hacen los ministros del culto, los grabadores de obras de arte, etc.
La: geomancia de los gurmantché está muy elaborada. El tambipwalo (geo-
mántico) dibuja unos signos sobre la arena y los interpreta. Después proclama
una especie «de mandato» que consiste en signos grabados a cuchillo en un trozo
de calabaza. Esos signos abstractos designan los altares y lugares donde hay que
presentarse para los sacrificios, qué clase de animal hay que inmolar, cuántas
veces, etc. Se trata de una «escritura codificada».
La adivinación por los signos del Fa es también de una riqueza notable. Sobre
una bandeja con arena o sobre el suelo, el número de. nueces de palma conserva-
das en la mano izquierda es inscrito ocho veces a medida que el adivino realiza un
juego de manos, pasando las nueces de una a oti:a. También se forman unos
cuadros (hay 256 combinaciones), de los que 16 son los principales, los dou que
constituyen los «hilos>> o las palabras de los dioses gobernados por el Fa, el
destino. Cada uno debe dar un culto a su dou pero, al mismo tiempo, tener en
cuenta a los de sus padres y antepasados, a los de su país, etc. Al ser innumerables
las combinaciones, la multitud de los dou se combina en una especie de estrategia
mitológica que es también una técnica grafológica. La adivin~ción del Fa se
practica, sobre todo, en la costa de Benin.
La búsqueda de los sistemas ideográficos 48 ha sido abundante, en particular
en los países de la sabana que han permanecido tradicionalistas y relativamente
poco islamizados. No es una casualidad. Los especialistas, como M. Migeod entre
los primeros, han dado a conocer cierto número de ellos.
La escritura ideográfica dogon ha sido presentada por M. Gfiaule y G.
Dieterlen, a quienes se les debe el análisis del sistema bambara y una buena
síntesis de las grafías de la región.
La ideografía nsibidi, en uso entre los ibos del sur de Nigeria ha sido
descubierta por europeos a finales del último siglo. Y se basa en unos principios de
transcripción que han estado extendidos por toda la costa de Guinea. La:s
escrituras fonéticas 49 que sistematizan el uso de fonogramas representan significa-
48
Cf. G. Niangoran Bouah, «Recherches sur les poids a peser l'or chez· les Akan», tesis doctoral
defendida en 1972.
49
D. Dalby propone una puesta al día interesante en Language and Hisrory in Africa, Londres,
1970.
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1
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Pictq!lramas egipcios . , Pic,ogru.ma~ nsibjJ¡J.a.
{hacia el 4000 ·antes de la era cnsuana)
F" ~ vienlre de mamífero; h.t. = Vientre, --IHfl Oayrellu 1 , símbolo con un pe~do en
cuerpo. el interior.
~
~
1, lagarto; ·s 3 =·numeroso, rico. Talbot,.. lagurto.
t1..a ~ lombriz. o serpiente 1~ f' w): lombriz ,.._._... Macgregor·(p. 212), serpiente;
(dd}il. Day·rell 104, sérpiente muy hlrgit; urrlk
..,.,..,----,- -iko,, serpiente. en efik, y ·"lww en
uyanga.
N, /f\ sol resplandeciente: wbtJ: aparecer. TalbotJ,• sol resplandeciente: üri,rn. sol,
en efik. y Jt,awn~. en uyanga.
• 1. Pictogra_mas egipcios y
nsibidi (sacado de L'Afrique dans
l'Antiquité: la nota 34 remite a
J. K. Macgregor, J.909;, E.
Dayre/1, /9II; Talbo1, 1923).
Anverso Reverso
-
ka k, kt ki k11 ko ¡,
\";1i
,á~~)
~ .-ft'l-'ltt- (9) 0 t:j ~
(1962)
VI T ftA.<4j 6 0 tl q
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7 i)...--3 7- 7 7 :>---< j
Loma rv(' ·l--3· $ 11 l+l \)(\ ·Ó·
Kpclle +t'1- J c.,;h!-!- (/y.> 44-:, ~ .¡¡.
Bassa
l\'íl A< A& A""J, Am /\O Ae
Bamum
(1906)
(1916)
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• Signos gráficos vai (sacado de L'Afrique dans l'Antiq_uité, por Th. Obenga, Présence africaine).
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1 - - - - - ; - - - ' - - - - - - , - - _ _ : . - - - - ' l ' - - - ' - - ' - - - ·1 e punto
:f.r hna El! mba n nkpa i ""a,
1
wha
•• excla-
lJ_ mbé ,t nkpé i whé mación
Pe nuez de cola
o . o •
Fom rey
);t ~
Ntab casa
t! rn
~
Nyad buey
,<(
~
• Sistema gráfico mu111
(s,acado de L'Afrique dans
l'Antiquité, por Th. Obenga,
Présence africaine). t = pwen o po11ri,1, la gente.
~
Arriba: sistema pictográfico. = ,igou o ñgwemé, pais.
A la derecha: sistema
ideog~ájico y fonético- = ridyu, hoy.
silábico.
f~ =
=
you - ym, . .alin:tento.
pou, nosolros.
't =
=
né. y.
ghit, hacer.
o = me, yo.
tAl = fa,
=
dar.
.,;,
7 =
=
silaba ba, de iba, que significa: dos;
50
E. Hau, 1959. .
51
Las grafías sudanesas asocian pictogramas -imágenes realistas- a ideogramas -signos con
significaciones simbólicas-(cf. Marce! Griaule y G. Dieterlen). Combinando esos signos se transcribe
y fija un discurso descifrable por el i'niciado en la escritura y en los conocimientos que encierra.
52
CC. el excelente artículo de síntesis de D. Olderogge en Correo de la Unesco, marzo de 1966,
sobre «Ecritures mécónnues de l'Afrique noire».
HISTORIA Y LINGÜISTICA 283
zadas. Una ecología fácil, un equilibrio cómodo entre recursos y demografía han
dado durante mucho tiempo a la mayor parte de las civilizaciones africanas y a
sus realidades de cultura ese poder de hacerse y deshacerse formalmente en el
.espacio no conservando más que lo esencial: los principios. En el plano del
equilibrio interno, el peligro no era muy grande. Frente al exterior y al cúmulo del
progreso, esa fragilidad resultaba perjudicial.
CONCLUSION
TEORIAS RELATIVAS
A LAS «RAZAS»
E HISTORIA DE AFRICA
J. Kl-ZERBO
1
Para las teorías policéntricas con sus variantes, ver los trabajos de G. Weicenreich y Coon, y las
refutaciones de Roberts.
286 ME;TODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
EL ENFOQUE MORFOLOGICO
Eickstedt define, por ejemplo, a las razas como «unos agrupamientos zoológi-
cos naturales de formas que pertenecen al género de los homínidos, cuyos
miembros presentan el mismo conjunto típico de caracteres normales y heredita-
rios a nivel morfológico y de comportamiento». ·
Desde el color de la piel y la forma de los cabellos o del sistema piloso hasta los
caracteres métricos y no métricos, y hasta la curvatura femoral anterior y las
cúpulas y surcos molares, se ha acumulado un arsenal de observaciones y
medidas. Se ha puesto un particular interés en el índice cefálico que interesa a la
parte de la cabeza que resguarda al cerebro. Así es como Diiwn establece los
diversos tipos en función de tres índices diversamente combinados: el índice
cefálico horizontal, el índice cefálico vertical y el índice nasal. Pero de las 27
combinaciones posibles, sólo ocho (las más frecuentes) se han mantenido como
representantes de los tipos fundamentales; las otras 19 han sido consideradas
como mezclas. Ahora bien, los caracteres morfológicos únicamente son el reflejo
más o menos deformado del stock genético. Su conjugación en un prototipo ideal
es realizable muy pocas veces a la perfección; en efecto, se trata de detalles
sorprendentes situados en la frontera hombre-entorno, pero que, justamente por
.eso, son mucho menos innatos que adquiridos.
Esa es una de las mayores debilidades delenfoque morfológico y tipológico, en
cuanto que las excepciones acaban por ser más importantes y numerosas que la
regla. :Por otro lado, no hay que ignorar las disputas entre escuelas sobre las
modalidades de medida (cómo, cuándo, etc.) que impiden las comparaciones 1
útiles. Las estadísticas de diferencia multivariada y los coeficientes de semejanzas
raciales, las estadísticas de «formato» y de «forma» y la diferencia generalizada de
Nahala Nobis competen al tratamiento por ordenador. Ahora bien, las razas son
entidades biológicas reales que hay que examinar como un todo y no pieza por
pieza.
TEORIAS RELATIVAS A LAS «RAZAS» E HISTORIA DE AFRICA 287
EL ENFOQUE DEMOGRAFICO O POHLACIONAL
2
cr. Wiercinski, 1965.
3
Cí. J. Ruffie.
288 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
categoría de sistemas denotan un reparto racial más señalado: así, los factores
Sutter y Henshaw, localizables casi únicamente entre los negros, y el factor Kell,
presente, sobre todo, entre los blancos. Aunque no sean nunca exclusivos, se les ha
calificado de «marcadores raciales». Finalmente, algunos factores están geográfi-
camente muy circunscritos: por ejemplo, la hemoglobina C para las poblaciones
de la meseta del Volta.
Aunque los factores sanguíneos estén desprovistos de valor adaptativo, no
escapan por completo a la acción del medio infeccioso o parasitario que puede
ejercer una selección sobre los factores sanguíneos dotados de un valor selectivo,
produciendo, por ejemplo, la presencia de hemoglobinas características; así, para
las hemoglobinas S unidas a la existencia de células falciformes o drepanodictas
entre los hematíes. Han sido detectadas en la sangre de los negros de Africa y Asia.
La hemoglobina S (Hb S), peligrosa solamente para individuos homozigóticos, es
un elemento de adaptación a la presencia del Plasmodiumfalciparum responsable
del paludismo. El estudio de los hemotipos sobre grandes espacios permite trazar
curvas isogénicas que hacen visible el reparto global de los factores sanguíneos.
Asociado al cálculo de las distancias genéticas, da una idea del modo como se
sitúan las poblaciones unas con relación a otras, al permitir el sentido de los flujos
génicos reconstruir el proceso previo de su evolución.
Pero el método hemotipológico y poblacional, a pesar de sus resultados
excepcionales, tropieza con dificultades. Ante todo, porque sus parámetros están
llamados a multiplicarse enormemente y conducen desde el primer momento a
resultados insólitos, hasta el extremo de ser tenidos por algunos como monstruo-
sos. Por eso, el árbol filogénico de las poblaciones realizado por L. L. Cavalli-
Sforza difiere del árbol antropométrico. En este último, los pigmeos y san de
Africa figuran en la misma ramificación antropométrica que los negros de Nueva
Guinea y Australia, en tanto que, en el árbol filogénico, esos mismos pigmeos y
san se parecen más a los franceses e ingleses, y los negros australianos a· los
japoneses y chinos 4. En otros términos, los caracteres antropométricos están más
afectados por el clima.que por los genes, aunque las afinidades morfológicas se
deben más a entornos similares que a herencias similares. Los trabajos de R. C.
Lewontin sobre la base de las investigaciones de los hemotipologistas muestran
que, para el mundo entero, más del 85 por 100 de la variabilidad se sitúa en el
interior de las naciones; sólo el 7 por 100 de la variabilidad separa a las naciones
que pertenecen a la misma raza tradicional, y únicamente el 7 por 100 separa a las
razas tradicionales. En resumen, los individuos del mismo grupo «racial» tienen más
dijáencias mutuas que las «razas» entre sí....
Por eso, los científicos adoptan cada vez más la posición radical que consiste
en negar la existencia de toda taza. Según J. Ruffie, en los orígenes de la
humanidad, pequeños grupos de individuos repartidos en las zonas ecológicas
diversificadas y alejadas, obedeciendo a presiones selectivas ip.uy fuertes cuando
4
Citado por J. Ruffie, 1977, pág. 385. Asimismo, debido al mestizaje realizado en Estados Unidos,
el porcentaje de mezcla blanca con los negros americanos, teniendo en cuenta algunos caracteres
genéticos (gene Fy del sistema de Duffy, allele Ro, etc.) sería del 25 al 30 por 100. Y algunos científicos
concluyen de ello que se trata de un nuevo grupo apresuradamente bautizado «Raza norteamericana
de color».
TEORIAS RELATIVAS A LAS «RAZAS» E HISTORIA DE AFRICA 289
los medios técnicos eran ínfimos, han podido diferenciarse hasta el extremo de
producir las variantes Horno erectus, Horno neanderthalensis y Horno sapiens en
sus inicios. El bloque facial, por ejemplo, el más expuesto a los diversos entornos
específicos, ha evolucionado de diferente modo. La riqueza en pigmentos meláni-
cos de la piel se ha desarrollado en zona tropical, etc. Pero esa tendencia
especializante rápidamente bloqueada se quedó en embrión. En todas partes, el
hombre se adapta culturalmente (vestido, hábitat, alimentos, etc.), y no sólo
· morfológicamente, a su entorno. El hombre .nacido bajo los trópicos -clima
cálido- ha evolucionado durante mucho tiempo como Austra/opitecus, Horno
habi/is e incluso como Horno erectus, en clima cálido . «Sólo en el transcurso de la
segunda glaciación y gracias al control eficaz del fuego, el Horno erectus eligió
domicilio en los climas fríos. De politípica, la especie humana se convierte en
monotípica, proceso de desviación que parece irreversible; Hoy, la humanidad
entera debe ser considerada como una soia comunidad de genes intercomunican-
tes» 5.
En 1952, Livingston publicaba su famoso artículo De la no-existencia de razas
humanas. Ante la complejidad enorme y, no obstante, la inconsistencia de los
criterios adoptados para calificar las razas, él recomienda la renuncia al sistema
linneano de clasificación que sugiere un «árbol genealógico». En efecto, en las
zonas no aisladas, la frecuencia de ciertos caracteres o de ciertos genes evoluciona
progresivamente en diversas direcciones, y las diferencias entre dos poblaciones
son proporcionales a su alejamiento físico, conforme a una especie de gradiente
geográfico (cline). Al acercarse cada carácter distintivo de los factores de selección
y adaptación que han podido favorecerla, se señalan frecuencias vinculadas
mucho más, parece, a factores tecnológicos, culturales y demás, que en modo
alguno coinciden con el mapa de las «razas» 6 . Según el criterio seguido (color de
la piel, índice cefálico, índice nasal, caracteres genéticos, etc.) se obtienen cada vez
mapas diferentes. Por eso, algunos científicos concluyen de ello que «toda teoría
de las razas es insuficiente y mítica». «Los últimos progresos de la genética
humana son hoy tales que ningún biólogo admite ya la existencia de razas en la
especie humana» 7 . Biológicamente, el color de la piel es un elemento desdeñable
con relación al conjunto del genoma. Bentley Glass cree que. no hay siquiera seis
pares qe genes por los que la raza blanca difiera de la raza negra. Los blancos
difieren frecuentemente entre sí, y los negros también, por un mayor número de
genes. Por eso, la UNESCO, tras haber reunido en una conferencia a especialistas
internacionales, declaró: «La raza es menos un fenómeno biológico que un mito
social» 8 • Eso es de tal modo cierto que en Africa del Sur un japonés está
considerado como «blanco distinguido» y un chino «hombre de color».
Para Hiernaux, la especie humana se semeja a una red de territorios genéticos
y de genomas colectivos que constituyen poblaciones más o menos parecidas y en
las que la distancia cualitativa se expresa por una estimación cuantitativa
(taxonomia numérica). Las fronteras de tales territorios, definidos partiendo del
5
E. Mayr, citado por J. Ruffie, pág. 115.
6
CF. Montagu, «El concepto de raza».
7
J. Ruffie, pág. 116.
8
Cuatro declaraciones sobre la cuestión racial, UNESCO, París, 1969.
290 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
gradiente clineal, fluctúan, por otro lado, con todos los cambios que repercuten en
las apariencias (fenotipos) y en los datos serológicos (genotipos) de las colectivida-
_des.
De modo que toda «raza», conforme a la intuición genial de Darwin,. seFía, en
suma, un proceso en marcha, dependiendo en cierto modd de la dinámica de los
fluidos, y todos ios pueblos serían mestizos consumados o en vías de serlo. Cada
encuentro de pueblos se analiza, en realidad, como una migración génica, y ese
flujo genético acusa al capital biológico de las dos partes presentes.
Pero precisamente entonces, cuando esa aproximación fuera más científica,
incluso aunque esos territorios genéticos movientes fuesen admitidos realmente
por las colectividades.en cuestión, ¿serían por ello suprimidos los sentimientos de
tipo «racial», ya que conservarían s.u base material visible y tangible, bajo la forma
de las apariencias fenotípicas?
Desde que los nazis, comenzando por Hitler y pasando por otros pseudopen-
sadores, afirmaron que entre el ario, «Prometeo del género humano», y el negro,
que es «por su origen un semimono», está el Mediterráneo, considerado como un
intermediario, el mito racial no ha muerto. Los morfologistas impenitentes
continúan alimentando ese fuego innoble con algunas ramas muertas 9 . Linneo
dividía la especie humana en seis razas: americana, europea, africana, asiática,
salvaje y monstruosa. Es cierto que los racistas echan mano de una u otra de las
dos últimas categorías.
Conservemos, pues, de todas esas teorías, tesis e hipótesis, el carácter dinámico
de los fenomenos «raciales», teniendo en cuenta que se trata de un dinamismo
lento y prolijo que se desarrolla sobre una multitud de registros en los que el color
de la piel (aunque sea medida por electroespectrofotómetro) o la forma de la nariz
no constituyen más que un aspecto casi irrisorio. En esa dinámica han de
considerarse dos componentes motores en interferencias: el patrimonio genético,
que se puede considerar como un gigantesco banco de datos biológicos en acción,
y el entorno, en el amplio sentido de la palabra, pues parte del propio ambiente
fetal.
Los cambios que resultan de la interacción de esos dos factores-fundamentales
intervienen, bien en la forma incontrolable de la selección y la migración génica
(mestizaje), bien en la forma arriesgada de la desviación genética o de la mutación.
En resumen, toda la historia de una población es la que explica su actual aspecto
«racial», incluso por medio de las representaciones colectivas, de las religiones y
de los modos alimentarios, de indumentaria y demás.
En ese contexto, ¿qué decir de la situación racial del continente africano? La
difícil conservación de los fósiles humanos debida a la humedad y a la acidez de
los suelos hace difícil el análisis histórico a este respecto. Sin embargo, se puede
decir que, contrariamente a las teorías europeas que explican el poblamiento de
9
J. Rullie cita un diccionario francés de medicina y biología que en 1972 mantiene el concepto de
las razas, de las que.existen tres grupos principales (blancos, negros y amarillos), fundados en criterios
morfológicos, anatómicos, sociológicos... y también, psicológicos... .
Al comienzo del siglo, Ch. Seignobos, en su Histoire de la civilisation, escribía: «Los hombres que
pueblan la tierra ... se diferencian también por la lengua, la inteligencia y los sentimientos. Esas
diferencias permiten dividir a los habitantes de la tierra en varios grupos que se llaman ··razas''».
TEORIAS RELATIVAS A LAS «RAZAS» E HISTORIA DE AFRICA 291
Africa por migraciones llegadas de Asia 10 , las poblaciones de ese continente son
en gran parte autóctonas. En cuanto al color de la piel de los habitantes más
antiguos del continente bajo las latitudes tropicales, numerosos autores piensan
que debía ser oscura (Brace, 1964) porque el color negro es por sí mismo una
adaptación de protección contra las radiaciones nocivas, principalmente, los
rayos ultravioleta. La piel y ojos claros de los pueblos del norte serían caracteres
secundarios engendrados por mutación o por presión selectiva (Cole, 1965).
Actualmente, sin que se pueda trazar una frontera lineal, dos grandes grupos
«raciales» son localizables en el continente a una y otra parte del Sáhara. Al norte,
el grupo araboberebere alimentado en el patrimonio genético «mediterráneo»
(libios, semitas, fenicios, asirios, griegos, romanos, turcos, etc.); al sur, el grupo
negro. Hay que notar que las pulsaciones climáticas, que a veces han borrado el
desierto, han provocado numerosas mezclas durante milenios.
Partiendo de varias decenas de muestras sanguíneas, Nei Masatoshi y A. R.
Roy Coudhury han sometido a estudio las diferencias genéticas intergrupos e
intragrupos de caucasoides y mongoloides 11 • Han. definido unos coeficientes de
correlación a fin de situar el período aproximado en que esos grupos se han
separado y constituido. El conjunto negroide se habría hecho autónomo hace
120 000 años, mientras que mongoloides y caucasoides se habrían individualizado
hace sólo 55 000 años. Según J. Ruffie, «ese esquema encaja con la mayor parte de
los datos de la hemotipología fundamental» 12 • '
A partir de ese período, se han producido numerosas mezclas en el continente.
Hasta se ha intentado descubrir las diferencias biológicas de las poblaciones
gracias a la técnica matemática de los componentes principales. A. Jacquard lo ha
intentado con 27 poblaciones repartidas desde la región mediterránea hasta el sur
del Sáhara, calificadas por cinco sistemas sanguíneos que representan 18 facto-
res 13 , obteniendo tres grupos principales repartidos en cuatro conjuntos. Uno
con base en el Norte:.son los caucasoides compuestos por los europeos, regueibat,
árabes saudíes y tuareg kel kummer. Un conjunto meridional está compuesto por
grupos negros de Agades. Los conglomerados intermedios comprenden a los peul
bororo, a los tuareg del Air, de Tassili, a los etíopes, etc., pero también a los
harratin, considerados tradicionalmente como negros. Seria, pues; falso ver en ese
desglose una confirmación de la división en «razas» tradicionales, porque,
independientemente de lo que se ha dicho con anterioridad, la fisionomía del
desglose resulta de la cantidad de informaciones conseguidas; si ésta es muy
pequeña, todos los puntos pueden encontrarse reunidos.
Además, a propósito del hombre subsahariano, hay que advertir que su
denominación original por Linneo era horno afer (africano). Después se ha
hablado de <<negres» (negros), luego de «noirs» (negros) y, a veces, del término más
amplio de negroides para englobar a todos los que, en las márgenes del continente
10
La teoría hamítica (Seligman y otros)---debido, de una parte, a la ignorancia de algunos hechos
y, de otra, a la voluntad de justificar el sistema colonial- es la forma niás racista de esos montajes
seudocientíficos.
11
Nei Masa Toshi y A. R. Roy Coudhury, 1974, 26, 421.
12
J. Ruffite, pág. 399.
13
A. Jacquard, 1974, págs. ll-124.
292 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
GLOSARIO
Alkle. Variante del gene. vo, plantea, no obstante, problemas sociológi-
cos,
Selección. Reproducción diferenciál de los genoti•
pos de una generación a otra.
Desciación genética. Cambio del patrimonio ge-
Migracwn génica. Paso de individuos reproduc-
nético en .un grupo humano reducido y aislado
tores de su población de origen a una pobla- debido a un accidente que· provoca la baja de
ción adoptiva (mestizaje). El mestizaje, que es frecuencia o la desaparición de un allele.
considerado por los racistas como una degene-
ración para la raza superior, es aquí, por el Mutación. Aparición. por modificación de uno o
contrari.o, un enriquecimiento para la comuni- de varios genes, de una alteración hereditaria-
dad humana de genes. Biológicamente positi- mente característica.
N. B. Estudios realizados sobre esta cuestión en el marco de la realización d~I proyecto de Historia
General de Africa, a petición de la UNESCO:
J. H1ERNAUX,. Rapporl sur le concept de race, París, 1974.
G. P. RIGHTMIRE, Comments on race and population history in Ajrica, Nueva York, 1974.
E. TROUHAL, Problems of stlidy of human races, Praga, 1976.
Capítulo 11
MIGRACIONES Y
DIFERENCIACIONES·
ETNICAS Y LINGÜISTICAS
D.OLDEROGGE
Durante mucho tiempo los historiadores han estado persuadidos de que los
pueblos africanos no habían desarrollado una historia autónoma en el marco de
una evolución específica. Todo lo que representaba una experiencia cultural
parecía que les había sido aportado desde el extei:ior por, oleadas migratorias
procedentes de Asia. Esas tesis pululan en numerosas obras europeas del siglo XIX.
Y serán siste'matizadas y cristalizadas en forma de doctrina por los· eruditos
alemanes (etnógrafos y lingüistas) en las primeras décadas del siglo XIX. Alemania
era además, en esa época, el centro principal de los estudios africanistas. Tras el
repál'.tO del continente africano entre las potencias imperialistas, hubo en Inglate-
na, Francia y Alemania una profusión de obras sobre los usos y costumbres de
los pueblos colonizados. Pero es en Alemania, sobre todo, donde la importancia
de los estudios científicos de las. lenguas africanas se había desarrollado. En 1907
se creaba en Hambm:go el Instituto colonial destinado a ser más tarde el gran
centro donde iban a elaborarse los trabajos teóricos más importantes de la Escuela
Alemana de Estudios Africanos. Por eso, Alemania llevaba clara ventaja a los
demás países coloniales. Sólo en 1916 se comienzan a enseñar las lenguas
africanas en Inglaterra, en la Escuela de Estudios Orientales, mientras que en
Francia, en esa época, la Escuela de Lenguas Orientales Vivas no concede aún
importancia alguna a esa cuestión. Hay que esperar a. 1947 para que la Escuela de
Estudios Orientales de Londres se convierta en Escuela de Lenguas Orientales y
Africanas. Un poco después, también en Francia se comienzan a enseñar sistemá-
ticamente las lenguas africanas.
las lenguas de los conquistadores hamitas aportan las lenguas con flexiones, que
son eminentemente superiores, Numerosos lingüistas se declararon prosélitos de
la teoría hamítica que se impuso partiendo de Alemania, a través de toda Europa
occidental y más lejos aún.
Sin embargo, esa teoría iba a venirse abajo entre las dos guerras mundiales. El
descubrimiento del australopiteco en 1924, en la provincia de El Cabo, dio la señal
de alerta de esa revisión. Otros descubrimientos siguieron luego. Prosiguen
siempre tanto en el norte como en el sur de Africa, pero en particular en el este, en
Tanzania, Kenia y Etiopía. Todos esos documentos.establecen sin duda alguna
que el desarrollo del hombre y de todos los tipos «raciales» es localizable en el
interior mismo de ese. continente desde los orígenes. La teoría de las oleadas
migratorias que proceden del exterior quedaba, pues, radicalmente barrida por
este hecho. Como muy certeraménté qice el célebre paleontólogo C. Arambourg,
Africa es el único continente donde se encuentran, en línea de evoluéión sin
solución de continuidad, todos los estadios del desarrollo humano: australopite~
cos, pithecántropos, neandertalianos y horno sapiens se suceden allí con sus
herramientras correspondientes, desde las épocas más remotas hasta el neolítico.
Así se ve confirmada la idea de Darwin, que situaba en Africa el origen del primer
hombre. Por otro lado, esos descubrimientos proporcionaban la prueba palpable
de que es ridículo negar a Africa un desarrollo cultural endógeno. Según esto, las
pinturas y grabados rupestres del Atlas, Africa austral y Sáhara aportaban un
testimonio patente de máximo alcance.
En cuanto a la antigüedad de los vestigios arqueológicos, no puede haber ya el
menor indicio de duda desde que, a la cronología relativa unida a la hechura de
los objetos y a su posición en el interior de los estratos, se añade hoy la cronología
absoluta fundada en métodos cronométricos científicos, como los del Cl4 y del
potasio-argón. El marco de la evolución cultural de los pueblos africanos se ha
visto por eso transformado por completo. Por ejemplo, se ha observado que, en
las latitudes saharianas y sahelianas, el neolítico se remonta a una época más
antigua de lo que se creía, lo que trastorna el cuadro del desarrollo africano con
relación al mundo mediterráneo, y en especial al Próximo Oriente.
Los restos descubiertos en Tassili N'Ajjer, así como en Tadrart-Acacus, en los
confines de Argelia y Libia, son muy convincentes; el examen de los hornos y de los
restos de cerámica revela allí el uso de la alfarería hace 8000 años BP. En Acacus,
un esqueleto exhumado de tipo negroide lleva restos de vestidos de cuero. Una vez
estudiados esos materiales, se cree que datan de hace 9000 años BP. Lo mismo
puede decirse de los restos hallados en el Hoggar y que, sometidos a los análisis de
tres laboratorios diferentes, han revelado '-!na edad análoga. De eso se deduce que
.la edad del neolítico en Tassili N'Ajjer y en Ennedi parece más antígua que la del
Magreb y contemporánea de la de Europa meridional y de Cirenaica.
Más importantes aún son las conclusiones proporcionadas por el examen de
los. restos orgánicos recogidos en los campos neolíticos de la Baja Nubia. Se cree
que en el año -13 000, poco más o menos, en esa región se practicaba ya la
recolección y la preparación de semillas de gramíneas salvajes. Así es como el
análisis al radiocarbono de los restos fósiles t;ncontrados en la localidad de
Ballana ha dado la fecha de - 12 050 ± 280 años. La misma prueba para l<?s
MIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES ETNICAS. Y .LINGÚISTICAS 299
vestigios de Tochke ha re.velado la fecha de -12 550 ± 490 años. Eso significa
que en el valle del Nilo se ha practicado el cultivo de vegetales cuatro mil años
antes que en el Próximo Oriente.
Según una tradición comúnmente admitida, todo estudio de la historia de
Africa comenzaba por Egipto. Sin embargo, hoy es conveniente revisar esa
costumbre. El egiptólogo americano Breasted había dado al conjunto de los
países formados por Egipto, Palestina y Mesopotamia el nombre de «Creciente
Fér-til». En efecto, esa zona se asemeja a una vasta media luna en cuyo seno, y a
causa de lo cual, la civilización faraónica y la de los citados Estados de Sumer y de
Akkad habrían alcanzado su desarrollo. Ahora bien, todo ese proceso solamente
se puso en movimiento hace unos - 5000 ó 6000 años. Mientras que mucho
tiempo antes, desde el valle del Indo hasta el Atlántico, las condiciones climáticas
eran propicias para el desarrollo de la ganadería y del protocultivo, iniciando
ambas cosas una sociedad en la que se ve dibujarse las primeras líneas de las clases
y del Estado.
Así pues, el Creciente fertil no representa más que el resultado y el téstimonio
de un vasto territorio rebosante de vida, donde los hombres comenzaban a
familiarizarse con las gramíneas silvestres, cuyo dominio emprendían al mismo
tiempo que la domesticación del ganado mayor, ovinos y caprinos. Todo ese
escenario grandioso está atestiguado por la interpretación de las pinturas y
grabados rupestres del Sáhata, por las fechas facilitadas por el radiocarbono, por
los análisis de los pólenes, etc. Puede ser que algunos esquemas cronológicos sean
reajustados gracias a precisiones obtenidas en los años próximos. Pero, de aquí en
adelante, el esquema del poblamiento del Viejo Mundo que se ha seguido hasta
ahora está absolutamente superado. En su fügar hay que reconocer en Africa el
papei de polo de diseminación de los hombres y las técnicas en los períodos más·
remotos de la historia humana (Paleolítico inferior). En las épocas posteriores, se
ven aparecer corrientes migratorias inversas, de retomo hacia el continente
africano.
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1
R. Foerster, l. Bd. 1893 s. 384.
2
Cf. J. Hiernaux, 1970, vol. I, págs. 53, y 55.
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MIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES ETNICAS Y LINGÜISTICAS 305
coinciden con algunas fuentes históricas que revelan la presencia de los pigmeos
en regiones donde hoy no se encuentran.
En Egipto sé encuentra la primera mención de los pigmeos, en las inscripcio-
nes que se remontan a la VI dinastía del Antiguo Imperio. Sobre los muros de la
tumba de Hirhouf 3 , en Assuán, se ve la cita de una carta del faraón Pepi JI, en la
que el joven rey agradece al monarca haberle llevado como regalo un enano
llamado Deng, palabra que se encuentra en las lenguas actuales de Etíopía, en el
amharico y en sus diversos dialectos, así como en el tigrinya, el galla, el kambatta,
etc., en las formas siguientes: denk, dank, dinki, donku, dinka 4 • La. carta del
faraón recuerda, por otro lado, que un siglo antes, bajo la V dinastía, habían
llevado un enano semejante al faraón Isesi. Recordemos junto a tales hechos la
existencia atestiguada por un viajero inglés de los enanos doko, en la Etiopía
meridional. De ello se puede deducir la antigua presencia de enanos en las
regiones hoy ocupadas por Sudán y Etiopía.
Los pigmeos del bosque ecuatorial y tropical han sido poco a poco suplanta-
dos por otros recién llegados. Estos pueblos estaban compuestos por individuos
de estatura elevada y que hablaban lenguas bantúes. Como lo atestigua el Nsong-
a-Lianja, ciclo épico de los Mongo sobre el poblamiento del valle del Zaire, los
pigmeos autóctonos fueron progresivamente rechazados a las zonas más retiradas
de los bosques de Ituri y de Uele. Otros pueblos bantúes tienen relatos con un
mismo tipo de origen. De todo ello se puede concluir que los grupos de pigmeos
que subsisten hoy son los islotes testigos de t1n antiguo poblamiento, mucho más
extendido por los bosques del Africa ecuatorial y tropical.
Los san constituyen otro grupo muy original en el continente africano. Son de
pequeña estatura., con la tez cobriza o cetrina y los cabellos «como granos de
pimienta». En las obras de antropología se los sigue alineando con los khoi-khoi
en la «raza khoisail». Se trata, sin duda, de una extrapolación de la clasificación
lingüística que reúne las lenguas de los san y de los khoi-khoi en un mismo grupo
cuyo rasgo común es la presencia de consonantes de chasquido que presentan un
valor fonemático. El término «khoisan», propuesto por J. Shapera y adoptado en
numerosas obras, proviene de dos palabras khoi-khoi: khoi, que significa «hom-
bre», y san, cuya raíz sa significa <<amontonar, recoger frutas, descubrir raíces,
capturar animales». Se trata, pues, de la calificación de un grupo de hombres por
su género de vida y «modo de producción». Ahora bien, los rasgos comunes a los
khoi-khoi y san son, en realidad, muy poco numerosos: hay que destacar la tez
clara y las lenguas de chasquido. Pero esta última característica no es específica,
puesto que se encuentra en las lenguas bantúes del Sudeste, como el zulú, xhosa,
suto, swazi, etc.
Además, otras mucha·s diferencias se advierten entre ambos grupos: los khoi-
khoi se distinguen por su mayor estatura,la disposicón de los cabellos, los indicios
craneológicos 5, la esteatopigia frecuente de las mujeres, mientras que los san se
caracterizan por la presencia del epicanto. _Por otra parte, las lenguas khoi-khoi
difiere¡:¡ de las lenguas san tanto por el léxico como por el sistema gramatical. E.
3
La transcripción literal de ese nombre es Hrw-hwif (R. Herzog. 1938, pág. 95).
4
Leslau, W., 1963, pág. 57.
5
Cf. Alekseev, K.
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MIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES ETNICAS Y LINGÜ.ISTICAS 307
7
Según algunos autores, el berebere forma parte del grupo semítico.
8
Según .algunos egiptólogos africanos, el egipcio antiguo forma parte de las lenguas «negro-
africanas» (ver capituló 1 del volumen 11).
MIGRACIONES Y DIFERENCIACIONE.S ETNICAS Y LINGÜISTICAS 309
naron del núcleo central, han adoptado además la lengua de los khoi-khoi. La
hipótesis del itinerario indicado anteriormente para la expansión de los khoi-khoi
desde las regiones del Alto Nilo, atravesando las sabanas orientales, parece
apoyarse en el hecho de que en Tanzania, cerca del lago Eyasi, se encuentra el
grupo de los sandawé, cuya lengua parece emparentada con la de los khoi-khoi.
La historia de estos últimos sigue siendo, no obstante, uno de los puntos más
oscuros de la evolución étnica de Africa. Así es como, según E. Westphal, los
sonidos con chasquido en las lenguas khoi-khoi se habrían adquirido a las de los
san. Opinión interesante, pero carente aún de pruebas.
Las sabanas del Africa oriental son, sin Jugar a dudas, la zona más antigua-
mente poblada del continente. Hoy están ocupadas por negws que hablan
lenguas bantúes. Pero antes, como dan fe de ello los pueblos testigo sandawé y
hadzapi, había alli san y khoi-khoi. Otros pueblos de la misma región hablan
lenguas cuchitas. Otros tienen también lenguas que pertenecen a grupos diferen-
tes; el iraqw, por ejemplo. Todas esas lenguas han preexistido antes de la
expansión de las lenguas bantúes, algunas de las cuales han aparecido en una
época relativamente reciente.
Entre las lenguas semitocamíticas del Norte y las paleoafricanas del Sur, se
intercala el vasto ámbito de las lenguas que el lingüista M. Delafosse ha
denominado «negroafricanas»; C. Meinhof y D. Westremann las califican de
lenguas sudanesas y bantúes, mientras que J. Greenberg las clasifica en lasfamilias
congokordofaniana y nilosahariana. Desde. 1963, al reconocer la unidad de esas
lenguas, yo había propuesto llamarlas lenguas zindj. En ese marco general, las
familias o grupos lingüísticos habrían .Podido distinguirse eventualmente según
los resultados de la investigación.
La expresión «lenguas negroafricanas» debida a M. Delafosse es muy poco
afortunada. El primer término de esa expresión parece confundir las nociones de
raza y de lengua. Ahora bien, los negros en América del Norte y del Sur, como en
Africa misma, hablan lenguas absolutamente diferentes. El segundo término de la
expresión es también desafortunado, porque todas las lenguas habladas por
pueblos que habitan Africa, incluidos los afrikaans, son lenguas africanas.
Además, la clasificación de esas lenguas en dos grupos ~sudanés y bantú-
parece asimismo errónea, después de los estudios de D. Westermann que
demuestran el parerifesco léxico y estructural de las lenguas del Africa occidental
con las lenguas bantúes. Esos estudios han iniciado la revisión general de la
clasificación de las lenguas africanas tan desafortunadamente emprendida por la
escuela lingüística alemana. La clasificación de J. Greenberg está fundada en el
método llamado «mass comparison». Teniendo en cuenta los rasgos fundamenta-
les del sistema gramatical, aquélla se basa en el léxico casi siempre. Al aplicar ese
método, Greenberg distinguía, en 1954, 16 familias lingüísticas en Africa, y Juego
12 solamente; más tarde, ese número se redujo tan sólo a cuatro, en 1963. Una
disminución tan rápida del número de familias lingüísticas demuestra, sin duda,
que el método no estaba suficientemente elaborado y que se habría actuado con
excesiva prisa para encontrar a toda costa una clasificación.
Entre las cuatro familias mantenidas, el grupo afroasiático no es otro que la
familia semitocamítica. En éuanto a la familia llamada de las lenguas de chasqui-
1
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MIGRACIONES Y DIFERENCIACION(=:S ETNICAS Y LING0IST1CAS 311
do, y después koisana, reúne a las lenguas de los pueblos san y khoi-khoi. Como
hemos dicho anteriormente, esa. amalgama es errónea.
Además de la familia Níger-Congo, a la que Greenberg añade las lenguas del
Kordofán, distingue un cuarto grupo formado por las lenguas nilosaharianas.
Ahora bien, la estructura de éstas ha sido hasta ahora muy poco estudiada. En
1972, Edgar Gregersen -al aplicar a esas lenguas el mismo método que Green-
berg- llegaba a la conclusión de que todas las lenguas de las dos familias podían
reducirse a una sola para la que él proponía el nombre de congosahariana. Ese
punto de vista coincide con mi propia proposición de reunir esas lenguas con el
vocablo de grupo zindj. El grupo caracterizado por los tonos variados y por las
clases nominales se opondría a las lenguas semitocamíticas o eritreanas, cuyos
criterios específicos residen en el acento y el género gramatical, Por otro lado, no
es imposible que estudios ulteriores revelen la especificidad de tal lengua o grupo
de lenguas en el interior de la familia zindj o congosahariana. Pero desde ahora,
presenta el mismo tipo de coherencia que la familia indoeuropea, por ejemplo.
En el interior de esa gran familia zindj, las lenguas bantúes presentan
indiscutiblemente un aspecto de una gran homogeneidad, establecido por los
trabajos de W. H. J. Bleek, é. Meinñof y M. Guthrie. Entre los subgrupos
descubiertos por D. Westermann en los grupos lingüísticos sudaneses, aquel cuya
tarjeta de identidad resulta más clara es indiscutiblemente el mandé.
Al este y oeste de este último conjunto, están las lenguas denominadas gur, o
atlánticas, por Westermann. Estas se hallan lejos de presentar la: misma homoge-
neidad que las lenguas mandé. La prueba es que los lingüistas ingleses han
definido con ellas el grupo distinto de las lenguas mel. En efecto, esa región del
extremo occidental del continente ha servido de refugio donde se han enfrentado
oleadas de pequeños pueblos empujados por los recién llegados. Algunas .de sus
lenguas conservan aún rasgos propios de las lenguas bantúes, siendo el caso más
sorprendente la lengua bullom. Las obras de Manessy, especialista en esas
lenguas, han echado por tierra la hipótesis anterior de una unidad de las lenguas
gur. La presencia en esas lenguas de las clases nominales formadas de manera
variada por prefijos, sufijos y hasta «confijos», refleja la complejidad étnica de esas
zonas que han servido de refugio a numerosos grupos humanos llamados
paleonegríticos, y q~e se escalonan en las zonas montañosas a través de todo
Sudán, desde Senegal hasta Kordofán ... Se las ha representado como la población
autóctona y arcaica de Sudán. Ahora bien, eso parece poco verosímil, vista la
diversidad lingüística y la variedad de tipos físicos de ese mosaico de grupos que
han llegado a apiñarse en esas zonas repulsivas. Las crónicas sudanesas nos
señalan algunos de esos acontecimientos y demuestran, por tanto, que no se trata
de un proceso muy arcaico. Así pues, la fragmentación dialectal en Africa debe
achacarse ante todo a causas históricas que han propulsado oleadas o infiltracio-
nes migratorias.
Entre las lenguas del Sudán oriental que son las menos estudiadas, las lenguas
nilóticas constituyen tal vez un grupo muy individualizado, una especie de familia
genéticamente integrada, y que ha debido de formarse en el. transcurso de un
larguísimo ·período de aislamiento.
· Las importantes obras de los lingüistas ingleses M. A. Bryan y A. N. Tucker
/
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punto focal del dominio bantú, allí donde las lenguas luba y bemba contienen el
mayor porcentaje de palabras que pertenecen al vocabulario «común a todas las
lenguas bantúes». El desarrollo de esa elaboración del cobre no pudo impulsar la
expansión ulterior de la civilización. Y cuanto más se aleja del punto focal
recordado, más disminuye la pureza del tipo lingüístico bantú, porque, a medida
que se alejaba de ese centro, los bantúfonos se mezclaban más con pueblos que
utilizaban ótras lenguas.
J:se caso concreto nos muestra que los conceptos de lengua, de tipo antropoló-
gico y de civilización no deben ser cbnfundidos nunca, pero que, en la lenta
impregnación die) continente por variadas capas humanas, el modo de prod_ucción
debió servir frecuentemente de vectór principal para la expansión lingüística y
hasta para el predominio de tal o cual aspecto biológico.
Capítulo 12
PARTE 1
CLASIFICACION DE LAS
LENGUAS DE AFRICA
J. H. GREENBERG
El número de modos según los cuales se pueden clasificar las lenguas, como
cualquier otra serie de entidades, es infinitamente grande. Sin embargo, hay que
distinguir un método particular, corrientemente llamado método de clasificación
genético, que tiene características únicas e importantes, lo que hace que, cuando se
emplea sin precisión el término «clasificación» al hablar de lenguas, se está
aludiendo a ese tipo de clasificación. Ese método, pues, es el que integrará la base
de la clasificación detallada y el que se. expondrá en las últimas secciones de este
capítulo.
NATURALEZA Y OBJETIVOS DE LA
CLASIFICACION DE LAS LENGUAS
HISTORIA DE LA CLASIFICACION
DE LAS LENGUAS DE AFRICA
Es evidente que, sin una colección suficiente de datos empíricos relativos a las
lenguas de Africa, no sería posible emprender una clasificación completa de ellas.
Sólo a comienzos del .siglo XIX se han podido reunir suficientes datos para .un
primer ensayo de clasificación. No obstante, algunas .observaciones relativas a la
clasificación habían sido realizadas, incluso antes, de acuerdo con una serie de
hechos cuyo inicio se puede fijar en el comienzo del siglo XVII, época en la que
aparecen las primeras gramáticas y los primeros diccionarios de lenguas de
Africa 1 • Por ejemplo, Luis Moriano observó a principios del siglo XVII que la
lengua merina era «muy parecida al malayo, Jo que prueba de una manera casi
cierta que los primeros habitantes llegaron de los puertos de Malaca» 2 • Hacia la
misma época, varios investigadores portugueses advirtieron la semejanza entre las
lenguas de Mozambique, en la costa oriental de Africa,. y las de Angola y el Congo
al oeste, abriendo así el camino a un concepto de las lenguas bantúes que cubren
la mayor parte del tercio meridional del continente. Se puede éitar también como
ejemplo las descripciones del guezo y del amarico por Hiob Ludolf, en. el siglo
XVII, que mostraron que esas lenguas etíopes estaban emparentadas con el hebreo,
el arameo y el árabe.
El siglo XVII sólo vio muy modestas adiciones a nuestros conocimientos de las
lenguas africanas, pero hacia el final de ese período comprobamos que la
concepción fundamental de clasificación genética comienza a aparecer en forma
de hipótesis específicas .sobre la existencia de ciertas familias de lenguas. Esas
hipótesis son las que han constituido, en el siglo XIX, la base del desarrollo de la
lingüística como ciencia histórica comparativa.
1
Para más amplias informaciones sobre la historia de la linguistica africana, ver Doke, C. M., y
Cole, D. T., 1961; Cole, D. T., en T. A. Sebeok (dir.), 1971, págs. 1-29.
A veces se encuentran palabras que proceden de lenguas africanas en las obras de autores
medievales. Para ello, ver Delafosse, M., 1912-1914, págs. 28la288, y Meinhof, i9l9-1920, págs. 147-
152.
2
Relación del viaje de descubrimiento hecho de la isla de S~n Lorenzo en los años 1613-4... ,
manuscrito portugués publicado en traducción francesa en A. Grandidier, 1903-1920, pág. 22.
CLASIFICACION DE LAS LENGUAS DE AFRICA 317
9
Prichard, J. C., vol. 1, pág. 427.
10
Vida!, 0 .. E., en Crowther, 1852.
11
Bleek, W., 1862-1869, vol. 1, pág. 8.
12
Lepsius, R., 2 edic., 1863 y 1880.
13
Müller, F., 1867, 1876-1884. Para las lenguas africanas ver l, 2 (1877) y lll, 1 (1884).
CLASIFlCACJON DE LAS LENGUAS DE AFRICA 319
grupo amplio y bien establecido de lenguas habladas por pueblos negros. En esas
dos clasificaciones, las consideraciones raciales han desempeñado un papel
importante, pero de diférente manera. · ·
Como base de su clasificacion, Lepsius adoptó el criterio de las clases de
sustantivo. Esa idea procedía del trabajo anterior de Bleek (1851) 14 . Este se había
extrañado de lo que consideraba como la diferencia fundamental entre las lenguas
bantúes que tenían sistemas complejos de clases nominales, en las que el género
no desempeñaba función alguna, y las lenguas semíticas y camíticas que tenían
una distinción de genéro fundado en el sexo, como principio de la clasificación de
nombres. Al aplicar ese criterio, Bleek clasificó el khoi-khoi en las lenguas
camíticas porque tiene una distinción de género, aunque casi todas las· demás
característícas lo emparenten con las lenguas san.
Al adoptar la idea general de Bleek como punto de partida, Lepsiüs consideró
que, entre las lenguas habladas por poblaciones negras, el bantü --con su
clasificación de nombres no fundada en el sexo- era la lengua original, mientras
que las otras lenguas estaban mestizadas por la influencia de lenguas camíticas. Y
clasifica las lenguas en cuatro grupos: l. bantü; 2. negra mezclada; 3. camítica; y
4. semítica. Sin embargo, hay dos categorías fundamentales: a) las lenguas bantúes
y negras mezcladas (lenguas con clases nominales); y b) las lenguas semíticas y
camíticas (lenguas con género). A fin de cuentas, deberá poderse demostrar que
estas últimas están emparentadas con el indoeuropeo, que posee también distin-
ción de género fundada en el sexo. En realidad, Bleek agrupaba indoeuropeo,
semita y camita en una misma familia que llamaba noachide,. con tres ramas que
representan a los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet. Y declara explícitamente
que las lenguas con género son superiores. «Sin embargo, parece indudable que
las tres grandes ramas de lenguas con género no sólo han sido en el pasado las
depositarias y los órganos del proceso histórico de la civilización humana, sino ·
que también en ellas, y especialmente en su rama más jOven, el jafético, es donde se
basa la esperanza futura del mundo» 15 • El parentesco intelectual de las <<teorías
camíticas» es evidente, desde Bleek hasta las teorías más tardías de Meinhof,
pasando por la de Lepsius.
En la exhaustiva obra de Müller, publicada en 1884, las lenguas conocidas en el
mundo están clasificadas según la hipótesis de una relación fundamental entre el
tipo físico.de los hablantes y la lengua. Sus divisiones principales son las «lenguas
de los pueblos de cabellos lacios», las «lenguas de los pueblos de cabellos crespos»,
etc. Esa hipótesis le condujo, por ejemplo, a clasificar el khoi-khoi no con el
camítico, como Lepsius, sino con el papú, entre las lenguas de las razas de cabellos
lanudos. La mayor parte de las lengu~s «negras» están repartidas entre lenguas
negroafricanas y bantúes. Su hipótesis sobre ese punto es exactamente contraria a
ia de Lepsius, puesto que considera que ésas son las primeras que representan el
tipo original, y las segundas, las que son derivadas. Estima que un determinado
número de lenguas habladas por poblaciones negras pertenece a un grupo
culturalmente· más avanzado llamado Nuba-Ftilah, cuyos hablantes están
14
Bleek,. w: H. l., 1851.
15
Lepsius, R., 1880, pág. 90.
320 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
21
Nota incluida por petición de un miembro del Comité: Esta clasificación no sólo es contraria a
los criterios de los investigadores alemanes, ·si110 también a la verdad científica pura. Los lingüistas
norteafricanos han descubierto los motivos políticos que habían empujado .a la escuela colonialista de
los berberizantes franceses a clasificar la lengua berebere entre las lenguas semitocamiticas. La
realidad es que el berebere es una lengua semítica; incluso es una de las más antiguas, guardando
contactos muy estrechos con el akkadiense y el hebreo. Por consiguiente, no es ni hamitosemítica ni
afroasiática, como se ha dicho en ese capítulo. Ver particularmente, en árabe, M. EI-Fasi: «El berebere
lengua hermana del árabe», Actas de la Academia de El Cairo, 1971.
22
Delafosse, M., 1924, págs. 463-560.
23
Homburger, L., 1941.
24
Para la versión más recien.te de la clasificación de Greenberg, ver Greenberg, J., 1966 (b). Se
encontrará una bibliografía de la literatura en que se discute esta cuestión en Winston, «Greenberg:s
classification of African languages», African language siudies, vol. 7, 1966, págs. 160-170. Desde un
punto de vista diferente, ver el capitulo XI del profesor Olderogge, D. Ver también Diop, Ch. A.
322 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
femenino, por ejemplo, no era tenida por sí sola como una prueba de parentesco,
puesto que esa distinción de género puede aparecer, y en realidad aparece,
independientemente en diversas partes del mundo. En cambio, la existencia de
una desinencia femenina ten todas las ramas del afroasiático (hamitosemítico) es
un indicio positivo de parentesco. Asimjsmo, la ausencia de distinción de género
por pérdida de la categoría no es por sí misma una prueba negativa. Esos
principios se aceptan generalmente en los dominios d.onde los métodos compara-
tivos están bien establecidos, como, por ejemplo, en el indo-europeo. El persa, el
armenio y el hitita, principalmente, no tienen distinción de género, mientras que la
mayor parte de las demás lenguas de la familia sí la tienen.
Las antiguas clasificaciones -por ejemplo, la de Lepsius- no utilizaban ni
citaban ninguna prueba concreta para sus agrupamientos. En su obra sobre el
sudanés, Wertermann proporciona una etimología, pero sólo para ocho lenguas
estudiadas entre varios centenares. El único texto que ha realizado un estudio
detallado antes de 1950 es la obra tardía de Westermann sobre el sudanés
occidental, y no abarca más que a una parte de Africa. En la clasificación del
autor del presente capítulo, se han presentado etimologías y características
gramaticales, comunes y específicas, por todos los grupos importantes, según un
estudio exhaustivo de la literatura.
Las proposiciones concretas más importantes, algunas dt las cuales han
provocado controversias bastante animadas en la literatura especializada, son las
siguientes: ·
- Se acepta el parentesco del bantú con el sudanés occidental, fundado en los
datos de Westermann. El bantú se convierte, no en una rama distinta de esa
familia más vasta, sino solamente en su subgrupo, en lo que Westermann llamaba
el subgrupo Benue-Congo («semibantú») de sonido sudanés occidental, Además,
un gran número de lenguas habladas más al Este (la rama adamawa-este)
pertenece a esa familia, que ha recibido el nuevo nombre de níger-congo.
- Entre las exténsiones del hamítico propuestas por Meinhof, sólo se ha
conservado el hawsa. Además, el hawsa es solamente un miembro de una vasta
rama (chadiana) del hamitosemítico. El semítico se incluye aquí, pero solamente
como una rama del mismo rango que el resto. Así pues, el hamítico es simplemen-
te un nombre arbitrario para las ramas no semíticas de la familia más vasta,
llamada ahora afroasiático, y considerada como constituida por cinco ramas: 1)
berebere, 2) antiguo egipcio, 3) semítico, 4) cuchítico, y 5) chádico 25 .
- Las lenguas «negras» no incluidas en el grupo níger-congo han sido
clasificadas en otro gran grupo llamado nilosahariano.
- El khoi-khoi era clasificado como una lengua san, perteneciente al grupo
central del khoisán de Africa del Sur.
El resultado de conjunto es que las lenguas de Africa (no excluido el merina)
están clasificadas en cuatro familias principales, descritas en las secciones siguien-
tes, dedicadas cada una, con todo detalle, a una de esas familias 26 . El estudio
Index ofthe world's languages; Washington, U. S. Department ·of the H. E. W., Ofiíce of Education,
Bureau of Research, mayo.de 1973, 6 partes.
27
Los investigadores africanos han recordado, en el Coloquio de El Cairo sobre El poblamiento
del antiguo Egipto, que el profesor Greenberg había descuidado en su clasificación un dato capital: el
establecimiento de reglas fonéticas, L_a postura eje los citados investigadores es también la del profesor
Istvan Fodor. Esos mismos investigadores africanos han a·portado argumentos que prueban el
parentesco lingüístico genético del egipcio y de las lenguas africanas modernas.
28
Cf. nota 21.
29
Flem1ng, H. C., 1969, págs. 3-27.
324 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
como una sexta rama distinta de la lengua afroasiátic:a. Las. lenguas cuchíticas
occidentales se pueden dividir en dos grupos, ari-banna (la palabra bako se ha
empleado en la literatura antigua en lugar de ari) y las demás. Estas, a su vez,
pueden agruparse como sigue: l. madji, nao, sheko; 2. djandjero; 3. kaffa, mocha,
shinasha,- mao del sur; 4. gimira; 5. el grupo ometo («sidamo occidental»), que
comprende al chara, male, basketo, el complejo welano, zaysse y el koyra-gidicho.
La última rama del afroasiáticb que hay que considerar es el chádico.
Comprende el hawsa, la lengua más hablada de Africa occidental., y probablemen-
te, al menos, otras cien lenguas habh1das por poblaciones mucho menos numero-
sas. En Greenberg (1963), las lenguas chádicas estaban divididas en nueve
subgrupos, a saber: l. a) hawsa, gwandara, b) bede-ngizim, c) l. grupo del bolewa,
11. grupo del barawa (banchi del sur), d) l. grupo del bolewa, Il. grupo del angas,
III. grupo del ron; 2. grnpo kotoko; 3. bata-margi; 4. a) grupo musgoi, b) grupo
rriakatan; 5. gidder; 6. mandara-gamergu; 7. musgu; 8. grupo masa-bana; y 9,
chádico oriental: a) grupo somrai, b) grupo gabere, c) grupo sokoro, d) modgel, e)
tuburi, f) grupo mubi.
Newman y Ma. han sugerido que, entre las subfamilias citadas antes, los
númerns 3 y 6 son particularmente parecidas la una a la otra, igual que las
subfamilias 1 y 9. Para la primera de estas parejas proponen el nombre de
biumahdara, y para Ja segt1nda el de meseta-sahel 30 . Estos autores no propoRen
modificación alguna en lo que se refiere a los otros subgrupos.
NIGER-KORDOFANIANO
Esta familia comprende dos ramas, muy desiguales por el número de hablan-
tes y por la extensión geográfica. La primera, niger-congo, cubre una parte
consid_erable del Africa al sur del Sáhara, que comprende casi todo el Africa
occidental, varías regiones del Sudán central y oriental y, por su subdivisión
bantú, la mayor parte del Africa central,. oriental y meridional.. La otra rama del
níger-kordofaviano, el kordofaviano propiamente dicho, está, confinada en una
zona limitada de la región del Kordofán, que se encuentra en Sudán.
La división fundamental del grupo níger-congo se encuentra entre las lenguas
mandé y el resto. El mandé se distingué, de una parte, por la carencia de un gran
número de las entidades léxicas más corrientes halladas en las otras lenguas del
níger-congo, y, de otra,. por la ausencia de toda señal cierta de clasificación de los
nombres que en general está presente tanto en el kordofaniano como en el resto de
las lenguas níger-congo. Naturalmente, hay un gran número de le.Qguas del níger-
congo que han perdido ese sistema de forma individual. A causa de esa divergen-
cia de la lengua mandé, Mukarovsky ha propuesto considerarla como una rama
del nilosahariano, la otra gr:an familia de lenguas negras; pero William E.
Welmers, el célebre experto en lenguas mandé, no acepta tal sugei:;encia 31 •
Ahora está admitido universalmente que la división en el interior del mandé,
30
Newman, P., y Ma, R., 1964, págs. 218-251.
31 Mukarovsky, H. G., 1966, págs. ,679-688.
326 METÓDOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
32
Delafosse, M., 1901.
33
Sobre esta cuesiión, ver Greenberg, J. H., 1963 (c), págs. 215-217.
34
Dalby; D., 1965, págs. 1-17.
35
Ver Sapir, D., p~gs. 113-140, en la colección dirigida por Sebeok; sin embargo, Sapir hace.
algunas reservas sobre las conclusiones citadas en el texto.
CLASIFICACION DE LAS LENGUAS DE AFRICA 327
El gur representa dentro del níger-congo otro grupo importante. Se le llama
también, especialmente en la literatura francesa, voltaico. Las sugerencias más
recientes para la clasificación en el interior del grupo gur son las de Bendor 0
Samuel, cuyas lineas principales seguimos aquí. Conviene advertir que la mayor
parte de las lenguas que han sido consideradas como gur pertenecen a un
vastísimo subgrupo llamado por Bendor-Samuel gur central 36 , y que corresponde
al mossi-grunshi de las investigaciones anteriores. El gur central puede dividirse
en tres subgrupos: 1. more-gurma; 2. grupo grusi; y 3. tamari. Los otros
subgrupos del gur son: l. bargu (bariba); 2. lobiri; 3. bwamu; 4. kulango; 5.
kirma-tyurama; 6. win; 7. grupo senufo; 8. seme; y 9. dogón.
Aunque se admite la existencia de un grupo kwa, distinto del bénué-congo
mencionado anteriormente, hay dos subgrupos, el kru, en el extremo oeste, y elijo,
en el extremo este, cuya pertenencia al grupo kwa puede ser puesta en duda. Casi
con esta excepción, los principales subgrupos del kwa son los siguientes, enumera-
dos én lo posible yendo del oeste hacia el este: 1. lenguas kru; 2. kwa occidental,
que comprende el ew-fo, el akan-guang (ahora llamado a veces volta-camoe), el
ga-adangme y las lenguas residuales de Togo; 3. yoruba, igala; 4. grupo nupe; 5.
grupo edo; 6. grupo idoma; 7. ibo; y 8. ijo.
El benué-congo es esencialmente el grupo del níger-congo que Westermann
llamaba benué-cróss o semibantú, con la incorporación del bantú en la subdivi-
sión bantuoide. Hay cuatro divisiones fundamentales en el benué-congo: L
lenguas de la meseta; 2. jukunoide; 3. río Cross, cuya lengua principal es la
comunidad efik-ibibio; y 4. bantuoide, que comprende el bantú, el tiv y un gran
numero de lenguas más pequeñas a lo largo del curso medio del Benué.
Un cierto número de lenguas de Nigeria, consideradas en otros tiempos como
semibantú en sentido amplio, son ahora consideradas generalmente como bantú.
Se puede citar a este respecto los grupos ekoi y jaraw. La división más importante
del propio bantú está quizás entre las lenguas mencionadas antes y el bantú en
sentido tradicional. El bantú, en dicho sentido, parece que se divide entre un
grupo este y un grupo oeste. Para una subdivisión más avanzada se emplea
generalmente la división de Guthrie en zonas designadas por letras y modificadas
de forma diversa por varios especialistas 37 .
La clasificación del grupo bantú en su conjunto como un subgrupo del benué-
congo, él mismo rama de la gran familia níger-congo, ha sido uno de los aspectos
más controvertidos de la clasificación de Greenberg. Guthrie ha adoptado, en
particular, la tesis según la cual el bantú y las otras lenguas níger-congo son el
resultado de influencias bant-úes sobre un grupo de lenguas fundamentalmente
diferente. De esa hipótesis, Guthrie deduce que el punto de origen del bantú es el
«núcleo» del shaba meridional, mientras que Greenberg lo coloca en el curso
medio del Benué, en Nigeria, porque es allí donde se hablan las lenguas más
estrechamente emparentadas con el subgrupo bantuoide del benué-congo 38 .
36
Yo me inclino, para los detalles de los subgrupos, por Bendor-Samul, J. T., Niger-Congo, Gur,
págs. 141-148, en Sebeok, op. Cir.
37
Para esta clasificación, ver Guthrie, M., 1948.
38
Para la controversia respecto al bantú, ver Guthrie, M., 1962, págs. 273-282; Oiiver, R., 1966,
págs. 361-376, y Greenberg. J. H., i972, págs. 189-216.
,
LA FAMILIA NILOSAHARIANA
La otra gran familia de lenguas negroafricanas es el nilosahariano. De modo
general se habla al norte y al este de las lenguas níger-congo y predomina en el
valle alto del Nilo y en las partes orientales del Sáhara y de Sudán. Pero tiene una
avanzadilla occidental en Songhai, valle bajo del Níger. Comprende una rama
muy amplia, el chari-nil, que encierra la mayor parte de las lenguas de la familia.
Yendo, en la medida de lo posible, del Oeste hacia el Este, las ramas del
nilosahariano son las siguientes: l. songhai, 2. sahariano: a) kanuri-kanembu, b)
teda-daza, c) zaghawa, berti; 3. maban; 4.. furian; 5. chari-nil (para más amplios
detalles, ver los párrafos siguientes); y 6. coman (koma, ganza, uduk, gule, gumuz
y mao).
Las lenguas chari-nil comprenden dos grupos principales,'el sudanés oriental y el
sudanés central, así como dos lenguas aisladas, el berta y el kunama.
El sudanés oriental es el grupo más importante del nilosahariano. Comprende
los diez subgrupos siguientes: l. nubio: a) nubio del Nilo, b) nubio de Kordofán, c)
midob;d) birked; 2. grupos murle-didinga; 3, barea; 4. ingassana (tabi); 5. nyima-
afitti; 6. temein, tois-um-danab; 7. grupo merarit; 8. dagu (grupo dajo); 9. nilótjco,
dividido en: a) nilótico occidental: burum, grupo lwo y dinka-nuer, b) nilótico
oriental: l. grupo bari, II. karamojong, teso, turkana, masai; c) nilótico meridio-
nal: nandi, suk, tatoga; y 10. nyangiya, teuso (ik).
La clasificación de dos subgrupos del nilótico, el oriental y el meridional, ha
sido objeto de vivas controversias. Meinhof, al clasificar el masai en las lenguas
camíticas, tenía aparentemente la intención de incluir en ellas otras lenguas de
esos dos grupos, a pesar de su gran parecido con las lenguas clasificadas aquí en el
grupo nilótico occidental, corno, por ejemplo, el chilluk, el lwo y el dinka. Si él ha
separado a lenguas, por otro lado, tan parecidas como, por ejemplo, el chilluk y el
masai, se debe principalmente a que este último posee distinción de género.
Westermann ha intentado una solución intermedia al llamar nilocamíticas a las
39
Se encontrará una lista detallada de las lenguas adam·awa-eastern en Greenberg. J. H., 1966,
pág. 149.
40
Ver Tucker, A. N., y Bryan, M. A., 1966.
CLASJFICACION DE LAS LENGUAS DE AFRICA 329
LA FAMILIA KHOISAN
Todas las lenguas khoisán tienen chasquidos entre sus consonantes y la mayor
parte de los que las hablan pertenecen al tipo san, físicamente característico.
La mayor parte de las lenguas koisán se hablan en Africa del Sur. Sin
embargo, hay dos pequeños grupos de poblaciones destacadas mucho más lejos al
norte, en Tanzania, los hatsa y los sandawe, cuyas lenguas difieren tanto entre sí
como las del grupo de Africa del Sur. La familia se divide, pues, en tres ramas: l.
hatsa.; 2. sandawe; y 3. khoisán de Africa del Sur. El khoisán de Africa del Sur está
dividido,. a su vez, en tres grupos: l. grupo norte, que comprende las lenguas san
del norte de los auen y de los kung; 2. khoisán central, dividido en dos grupos: a)
kiech,ware, b) narón, khoi-khoi; y 3. san del sur, el gi:upo que presenta la mayor
diferenciación interna, con un número considerable de lenguás distintas san 43 .
Como ya hemos visto en la sección de este capítulo que trata de la historia de
la clasificación; cierto número de lingüistas -Bleek, Lepsius y, más tarde,
Meinhof- han separado al khoi-khoi del san y lo han colocado en el camítico.
Una forma modificada de esa teoría la sostiene actualmente E. O. J. Westphal 44 .
Divide el grupo descrito. aquí con el nombre de khoisán en dos familias indepen-
dientes. Una es el sandawe-khoi-khoi, que comprende el sandawe y las lenguas
khoisán centrales. Todas esas lenguas, excepto el kiechware, tienen distinción de
género. Pero no adelanta nada respecto al posible parentesco con el camitosemíti-
co. El segundo grupo de Westphal, el handza-san, comprende el hatsa y las
lenguas san norte y sur. Sin embargo, considera que el parentesco entre el hatsa y
las lenguas san no está completamente establecido.
La lengua merina que se impuso con relación a las lenguas de origen africano
en algunas regiones de la Gran Isla no está incluida en la clasificación anterior. Su
pertenencia a la familia austronesiense (malayo-polinesio) nunca se ha discutido.
Su pariente más próximo en el interior de la familia es probablemente el maanyan
41
Ver Tucker, A. N. y Bryan, M. A., 1966.
42
Para esos desarrollos, ver Huntingford, G. W. B., 1956, págs. 200-222; Hohenberger, J., 1956,
págs. 281, 287, y Greenberg, J. H., 1957, págs. 364-377.
43
Ver. la opinión contr~ria del profesor Olderogge, D., cap. XI.
44
Westphal, E. O. J., 1966, págs. 158-173.
330 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
5
de Borneo 4 . Existe también una lengua que se menciona en esa clasificación: el
meroítico 4 6, lengua muerta escrita en un alfabeto que posee dos formas, jeroglífica
y cursiva. Se extinguió después del siglo IV de la era cristiana y solamente se lo
conoce por descubrimientos arqueológicos efectuados en una región que abarca
aproximadamente desde Asuán, en Egipto del Sur, hasta Jartum, en Sudán.
Aunque conocíamos el valor fonético de las letras empleadas, no tenemos, debido
a. la ausencia de inscripciones bilingües, más que un conocimiento limitado e
incierto del vocabulario y la gramática. La teoría más antigua decía que esa
lengua era del nubio (Griffith). Una hipótesis hamítica (Meinhof, Zyhlarz) ha sido
refutada en un importante artículo de Hintze. Más recientemente se ha propuesto
de nuevo, la hipótesis nubiense, en una forma ampliada, por Trigger, quien sugiere
que pertenece a la subrama sudanesa oriental del nilo-sahariano, que, en la
clasificación de Greenberg, comprende también al nubio 47 .
Por último, hay que mencionar las lenguas europeas e indias, de importancia
reciente, que en algunos casos las hablan ahora poblaciones nacidas en Africa. El
inglés, además de hablarse en Africa del Sur y Zimbabwe, es la lengua de los
descendientes de los negros americanos que han fundado· Liberia; tambié·n se
habla en forma de criollo (krío) en Freetown (Sierra Leona). El afrikaans, pariente
cercano del holandés, se habla en Africa del Sur. Existe en Africa del Norte una
importante población de lengua francesa, española e italiana. Una forma criolla
del portugués es la principal lengua de algunos millares de personas en Guinea y
en otras regiones. Finalmente, varias lenguas originarias de la Índia se hablan en
el Africa oriental; comprenden lenguas arias y dravídicas, de las que la más
importante es el gujerati.
l. (1949-50)
l. Níger-Congo
2. Songhai
3. Sudanés central
4. Sahariano central
5. Sudanés central
6. Afroasiático (hamitosemítico)
7. «De chasquido»
8. «Maba»
9. «Mimi de'Nachtigal»
10. «Furn
11. Temainiano
45
Los indicios sobre los que se apoya esa tesis son .presentados en Dahl, O. C., 1951.
46
Recordemos que en enero-febrero de Il}74 un importante coloquio celebrado en El Cairo hace
el balance de las investigaciones sobre el descifre del meroítico (ver volumen 11).
47
Ver para esta cuestión, Hintze, F., 1955, págs. 355-372, y Trigger, B. G., Kush, vol. 12, págs. 188-
194.
CLASIFICACION DE LAS LENGUAS DE AFRICA 331
12. Kordofaniano
13. «Komán»
14. «Berta»
15. «Kunama»
16. «Nyangiya»
11. (1954)
l. Níger°Coógo
2. Songhai
J. «Macrosudanés» (l. 5. sudanés oriental;
L 3. sudanés central; l. 14. «berta»; l. 15. kumana)
4. Sahariano central
5. Afroasiático
6. «De chasquido»
7. Mabán (L 8. Mabán; l. Mimi de Nachtigal)
8. «Fur»
9. Temainiano
1.0. .Kordofaniano
1l. «Komán»
12. «Nyangiya»
111. (1963)
L Níger-Kordofaviano (II. l. Níger-Congo.; II. 10. Kordofaviano)
2. Afroasiático
3. Khoisán (cf. II. 6. De chasquido)
4. Nilosahariano (11. 2. Songhai;'II. 4. Sahariano (cf. Sahariano central); II.
7. Mabán; 11. 8. Fur; 11. 11. Komán; Chari-nil incluido 11. 3. «Macrosu-
danes», 11. 9. Temaniano, II. 12. Nyangiya).
REFERENCIAS
l. Southwestern journal of anthropology, 1949, 1950.
U. Sourhwestern journal of anthropology, 1954.
III. .Languages of Africa, 1963,
PARTE JI
MAPA LINGÜISTICO
DE AFRICA
D.DALBY
1
Africa, que ocupa aproximadamente el 20 por 100 de la superficie terrestre total del mundo,
representa algo menos del 10 por 100 de toda. la población mundial.
2
Nueva Guinea (que no representa apenas más de la cuadragésima parte de la superficie total de
Africa) posee un grado de complejidad lingüística igual, e incluso·superior, a la del continente africano;
pero en ninguna parte del mundo existe zona alguna de «fragmentación» lingüística tan importante,
por extensión geográfica, como en la región del Africa situada al sur del Sáhara.
2
bi, Narodni Afriki, Moscú, 1960. Ver también Karta Narodov Afriki, Moscú, 1974.
3 Por ejemplo, «Tribal map of Africa» en G.P. Murdock, 19S9,.o «Map ofthe tribes and nations·of
modero Africa», de Roy Lewis e Yvo~ne Foy, publicado por Times a comienzos de los años 1970.
Zona de fragmentación
Frontera meridional de la región
septentrional de mayores afinidades.
10
La-familia «congo-kordovaniana» de Greenberg, LH., engloba,,a su-familia «níger-congo», más
un pequeño grupo de lenguas. de clases que tienen un parentesco más leJano con las familia
kordovaniana. El adjetivo «nigrítico» es un término de clasificación.más a,ntiguo usado de nuevo por
Murdock, G .. P., en 1959.
11
Ver el estudio de Greenberg en el presente volumen (pág. 3): Greenberg; J. H., s11braya también
en él. que la relación entre el malgache y el malí 'había sido observada del mismo modo en el siglo XVIL
12
En el interior de la región meridional de mayores afinidades, la. única unidad compleja situada
(en gran parte) fuera de la zona de, fragmentación es el bantú. En cambio, esa unidad compleja
comprende por sí sola casi tantas lenguas . (unas 500) como el total de las otras 57 unidades de esa
región de mayo~es afiniclades.
13
Ver David Dalby, pág, 147-171 (en particular 157-161).
338 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
14
Ver el a.rtículo de J. Grenberg en el presente volumen.
15
Ver D. Dalby, op. cit., pág. 160.
16
J. M. Stewarí, 1976, pág. 6. · ·
17
Es bastante irónico comprobar que la única «subfamilia» interrnedia de la familia «Níger-
Congo» de Greenberg, J. H., que sea clara e innegable es el mandé. La nitidez.de esa división prueba
que se trata en ese caso de la única de las «subfamilias» putativas cuya pertenencia fundamental á la
familia «Níger-Congo» no se pone en duda.
MAPA LINGÜISTICO DE AFRICA 339
18
Da:lby, op. cit.
Capítulo 13
GEOGRAFIA HISTORICA:
ASPECTOS FISICOS
S. DIARRA
CARACTERISTICAS DE LA ARQUITECTURA
DEL CONTINENTE AFRICANO
- ~
-==--
Afrillll flalca
y altas ltanuras
-e;. e.tena plegadas
-
-
Escarpas
Fosas de hu,,:iimiento
- . . (~iftVelleyl)
~"O Zona pan.....
- Selvavf9n
IIISobanav-
- _
_ Limitas
__ del 1000
- km.
• Mapa Hatier, sacado de Histoire de l'Afriqu~ noire, por J. Ki-Zerbo, 1978 (2.ª ed.).
GEOGRAFIA HISTORICA: ASPECTOS FISICOS 343
plegamientos fuertemente erosionados por una larga denudación se han reducido
a penillanuras, cuyos mayores ejemplos se descubren en Africa.
INFLUENCIAS PALEOCLIMATICAS
Bizerta) hasta el cabo de las Agujas (34º51 ~). Unos 8.000 km: separan esos dos
extremos del continente, mientras que, en sentido longitudinal, hay 7.500 km. entre
cabo Verde y el cabo Guardafuí. La mayor continentalidad aparece al norte del
ecuador; porque el bloque septentrional cubre las dos terceras partes del Africa
que se estrecha en el hemisferio austrál. El earácter macizo de ese continente está
subrayado. por la ausencia de profundas escotaduras costeras, a diferencia de
Europa o de la América central, por ejemplo. ,<\demás, las islas representan una
pequeña parte. del conj'unto africano, cuya forma esculpida está vigorosamente
subrayada por la simplicidad del contorno y el débil desarrollo de la plataforma
continental. Una bajada del nivel marino afectaría poco a la configuración de
Africa, porque la curva vatimétrica de 1.000 m. se encuentra generalmente
próxima a.la orilla. La solidez del continente está aún más acusada por la pesadez
de los relieves representados a menudo por unas mesetas cuyos bordes se·destacan
para formar cordones costeros que difícilmente franquean los organismos fluvia-
les. A pesar de la escasez de las cadenas plegadas, Africa se caracteriza por una
notable altura de 660 m. de media, debido a presiones orogénicas fuertemente
afirmadas en el plioceno por roturas y elevamientos del zócalo: Esa aparente
simplicidad del relieve cubre, no obstante, sensibles diferenciaciones regionales.
Así, se individualiza el Magreb, emparentado con el mundo europeo por sus
cadenas montañosas y su relieve compal'timentado. En él se distinguen dos
grandes conjuntos: las cadenas del Tell y del Rif al norte, y las del Atlas al sur.
Esas cadenas se disponen en franjas alargadas de Oeste a Este, entre el Mediterrá-
neo y •el Sáhara.
Otra familia de relieves está representada por una inmensa zona que compren-
de al Africa del nordeste, Africa occidental y la cuenca del Congo. Allí predominan
llanuras, cuencas y bajas mesetas encuadradas por· cordones montañosos. Las
depresiones más importantes situadas en el centro del continente y localizadas en
esa zoná ,son las del Níger, el Chad, el Congo y el Bahr el-Ghazal.
Finalmente, el Africa oriental y austral representa el terreno de las tiei;ras altas;
donde las alturas superiores a 1.:500 m. ocupan un gran lugar. Las mesetas'.altas del
sur están bordeadas por un cordón marginal: la gran escarpa que domina el
litoral por una muralla rocosa capaz de alcanzar los 3.000 m. de altura. Pero la
originalidad del Africa oriental reside en lo imponente de los relieves originados
por movimientos tectónicos del terciario. El zócalo violentamente elevado se ha
visto recortado profundamente por fallas y fracturas. Ha quedado compuesto por
un gran malecón levantado con más de i.000 m. de lava, y que culmina a más de
4.000. Fosas. de desfondamiento se extienden por 4.000 km., desde el mar Rojo
hasta Mozambique. Esos «Rift Valleys», que han desempeñado un notable papel
en la circulación y el establecimiento de los hombres, aÍinean una serie de lagos
tales como el Niasa, Tanganika, Kivu,. Eduardo, Mobutu (antiguo Alberto),
Victoria y Rodolfo. Además., están bordeados por gigantescas montañas volcáni-
cas, siendo las más célebres las de Kenia y Kilimanjaro.
346 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
AISLAMIENTO GEOGRAFICO
del Norte participar durante muchos siglos en los intercambios con el exterior. Se
aduce también la ausencia de puertos naturales para explicar el aislamiento del
Africa negra hasta fecha reciente. No hay más que hacer recuento de los sitios
favorables a la actividad marítima para observar la riqueza de las costas africanas
en ese aspecto, tanto en la fachada atlántica como en la del océano Indico. Por lo
demás, los obstáculos invocados nunca han sido insuperables, porque las influen-
cias asiáticas y, más tarde,. europeas han podido marcar con una fuerte huella a los
pueblos africanos, cuyo aislamiento no fue más que relativo. Los factores
humanos explicarían sin duda el escaso interés de las poblaciones litorales
africanas por las grandes expediciones marítimas.
FACTORES COSMICOS
térmicos se hacen cada vez más contrastados. Así, se registran en el Sáhara fuertes
variaciones del orden de 15º entre las temperaturas medias de los meses de enero y
julio. Los dos extremos.septentrional y meriqional de Africa, que pertenecen a las
zonas templadas, presentan regímenes térmicos contrastados porque las fuertes
variaciones anuales resultan de la oposición entre los inviernos fríos y los veranos
calientes. Además, las variaciones diurnas pueden ser tan elevadas en los domicios
mediterráneos como en la zona intertropical. En resumen, los factores cósmicos
determinan en Africa dos grandes tipos de regímenes térmicos: en las latitudes
ecuatoriales los regímenes regulares, y hacia los trópicos los regímenes cada vez
más contrastados.
MECANISMO PLUVIOMETRICO
ZONAS CLIMATICAS
Caracterizan a las regiones centrales que, a una y otra parte del ecuador, son el
escenario de dos pasos equinocciales del frente intertropical a los que van unidas
fuertes precipitaciones. Así, desde el Camerún meridional hasta la cuenca del
Congo, llueve abundantemente durante todo el año. El aire está saturado de
vapor de agua en todas las estaciones. Los totales pluviométricos anuales ·
sobrepasan generalmente los 2 m. En esa atmósfera húmeda, las temperaturas
acusan pequeñas variaciones mensuales, porque oscilan alrededor de una media
anual de 25 ºC.
Al este; en las regiones ecuatoriales sometidas a la influencia climática del
océano Indico, se encuentran los mismos ritmos pluviométricos, pero los totales
anuales son inferiores a 1,50 m. Las temperaturas experimentan variaciones
anuales más acusadas que las de la fachada atlántica de la zona ecuatorial. Las
amplitudes diurnas, sobre todo, son más altas en las regiones que pertenecen
climáticamente al mundo indio.
Caracterizan a las regiones situadas a una y otra parte de los trópicos. Las
precipitaciones son inferiores a 250 mm. y manifiestan una gran irregularidad. El
Sáhara, que representa el mayor desierto caliente del mundo, recibe en su
conjunto menos de 100 mn:i. de agua por año. Pero en él se observan variaciones
causadas por las oscilaciones del anticiclón sahariano que, entre los solsticios, se
remonta por encima del Mediterráneo o desciende hacia las bajas latitudes. Así,
en su primera posición facilita la penetración de infiltraciones del monzón,
mientras que en la segunda propicia incursiones de aire polar. Esas oscilaciones
permiten distinguir al Sáhara septentrional con lluvias mediterráneas de estación
352 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
En Africa, más que en otros lugares sin duda, la vida humana está organizada
en unos marcos naturales que aparecen ante todo como ambientes bioclimáticos.
En efecto, el clima y el relieve combinan sus efectos para determinar grandes
conjuntos regionales individualizados por su hidrología, características pedológi-
cas y paisajes botánicos.
Algunos grandes ríos que son de los más importantes del mundo, riegan vastas
depresiones circunscritas casi todas a la zona intertropical. Sus regímenes están
unidos a las condiciones de alimentación pluvial de sus cuencas de origen.
El Congo es el ejemplo más típico de corriente de agua ecuatorial,. cuyo
régimen está caracterizado por dos. máximos equinocciales. En realidad, su red se
desarrolla sobre casi cuatro millones de km 2 entre 12º de latitud sur y 9º de latitud
norte. Así, por mediación del Kasai y el Luabala, atraviesa regiones australes con
un máximo de lluvias solsticiales. Su principal afluente del hemisferio norte; por el
contrario, está alimentado por las lluvias del solsticio boreal, mientras que una
gran parte de su caudal corre ponegiones con dos máximos de lluvias equinoccia-
les. La combinación de las diferentes crecidas engendra, en Kinshasa, un régimen
hidrológico con dos máximos en marzo y en julio. El Congo es un río caudaloso y
regular cuya media anual de 40.000 m 3/s. sólo la supera el Amazonas.
El Nilo nace en Ruanda y Burundi, y de su principal afluente, el Kagera, recibe
aguas ecuatoriales que se reparten por los pantanos del Bahr el-Ghazal. Después,
tras su travesía del lago Victoria, es reforzado por afluentes tropicales procedentes
de las montañas etíopes. Así, el Nilo azul y el Atbara, con un r~gimen de máximo
GEOGRAFIA HISTORICA: ASPECTOS FISICOS 355
solsticial, permiten al Nilo atravesar una inmensa zona desértica antes de llegar al
Mediterráneo. A pesar dé su longitud, inigualada en Africa (6. 700 km.), el Nilo es
poco caudaloso, porque su media anual no alcanza los 3.000 m 3/s. Pero desde la
antigüedad es uno de los ríos más útiles del planeta.
El Níger, cuya cuenca se extiende de 5º a 16º de latitud norte, tiene un régimen
más complejo. Describe una amplia curva de trazado original. En efecto, nace en
las faldas montañosas del Atlántico, se dirige hacia el Sabara y después se orienta
hacia el golfo de Guinea, donde desemboca por un vasto delta. Así, las corrientes
'superior e inferior atraviesan regiones meridionales de clima tropical húmedo. El
tramo medio se remansa en un «delta interior» de clima sabeliano y llega
difícilmente a curvarse en la región subdesértica de Tombuctú antes de recibir una
alimentación cada vez más abundante aguas abajo. La estación de las lluvias
provoca simultáneamente dos crecidas, una en el curso superior y otra en el
inferior. Pero la primera que se manifiesta hasta el Níger disminuye progresiva-
mente por evaporación e infiltración en la zona tropical seca. La segunda visible a
partir del norte de Dahomey no <lefa de ser preponderante aguas abajo, debido a
ias lluvias locales con máximo solsticial. El Níger es reforzado en su curso inferior
por el Benué, su pr.incipal afluente.
SUELOS AFRICANOS
TERRENOS BIOGEOGRAFlCOS
La zona del bosque ombrófilo está rodeada por el bosque seco de hoja caduca,
característico de las regiones donde las lluvias se concentran en la estación
solsticial. Frecuentemente aparece como una formación abierta en la que el
poblamiento arborescente no cubre más que imperfectamente un sotobosque de
arbustos y hierbas. Ese conjunto degradado por el hombre da lugar a paisajes
herbosos que caracterizan a las regiones de estación seca muy marcada. Así, la
sabana tropical se apodera de él a medida que se aleja de las bajas latitudes. Esa
formación vegetal de las regiones con estaciones contrastadas presenta matices
vinculados a las variedades más o menos húmedas de climas tropicales.
En las orillas del bosque, la sabana forestal contiene también grandes árboles,
pero menos numerosos que los arbustos, y el manto herbáceo adquiere importan-
cia. El bosque-galería acompaña a las corrientes de agua en franjas más o menos
anchas. El bosque-parque yuxtapone espacios poblados de árboles con superficies
más descubiertas donde se observan, sobre todo, altas gramíneas. Sabanas
herbosas, casi desprovistas de árboles resultan, sin duda, de la deforestación
producida por el hombre y del acorazamiento de los suelos. Más lejos del bosque
denso, la sabana arbórea, compuesta de un manto continuo de grandes hierbas,
cede poco a poco el lugar a la sabana de arbustos, donde el suelo aparece
frecuentemente desnudo entre la cubierta herbácea. En las diferentes variedades
de sabana, los animales herbívoros encuentran condieiones favorables de existen-
cia. Támbién es allí fructífera la caza, y posible la cría de ganado mayor. El hombre
puede fácilmente practicar la agricultura en esos paisajes botánicos fáciles de
roturar.
1
Tierra lodosa, esencialmente compuesta de arcilla. de algunos centímetros de profundidad.
358 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Paisajes esteparios
CONCLUSION
Africa aparece como un v1eJo continente muy antiguo ocupado por una
human_idad que ha elaborado hace· mucho tiempo brillantes civilizaciones. La
geografía africana ofrece tanto en sus rasgos arquitectónicos como en sus
entornos naturales caracteres vigorosos que proceden de la herencia de un largo
pasado geológico. El espacio africano es también más macizo y continental que
ningún otro sobre el planeta. Vastas regiones situadas en el centro del continente,
a una distancia de mas de 1.500 km. del mar, han permanecido durante mucho
tiempo al margen de las grandes corrientes de circulación llegadas de las orillas.
De ahí la importancia de las ranuras de los meridianos para la implantación
humana desde la Prehistoria, como en el Rift Valley del Africa oriental. Esa área
compartimentada geográficamente ha sido. reforzada hacia los trópicos por las
variaciones climáticas del terciario y del cuaternario. Durante milenios, el Sáhai;a
húmedo ha constituido uno de los más antiguos centros de poblamiento del
mundo. Los períodos ·áridos han contribuido más tarde a la formación de
inmensos desiertos, como el Sáhara y el Kalahari. Así, los intercambios de toda
clase entre las diversas civilizaciones del continente africano han sido contrarres-
tados, pero no interrumpidos. El clima aparece, en consecuencia, como uno de 10.s
factores esenciales para la comprensión del pasado de Africa. Además, los ritmos
pluviométricos y los entornos bioclimáticos ejercen una efectiva infhiencia sobre
la vida de los hombres de hoy. Las sociedades africanas, por otro lado, se han
aprovechado de lo complementario de las zonas climáticas para establecer entre
ellas las corrientes de intercambios más antiguos. y vigorosos. Finalmente, la
historia de Africa ha estado fuertemente influenciada por sus riquezas mineras que
han constituido uno de los más poderosos factores de atracción que el continente
GEOGRAFIA HJSTORICA: ASPECTOS FJSJCOS 359
ha ejercido siempre sobre los pueblos conquistadores, Así, el oro de Nubia y de
Koush fue explotado por las dinastías del antiguo Egipto. Más tarde, el oro del
Africa tropical, principalmente de la zona sudanesa y de Zinbabwe, ha sido la
fuente de p~osperidad de las sociedades del Africa del Norte y Oriente Próximo y
el sostén de grandes imperios africanos al sur del Sáhara. El hierro ha sido objeto
de antiguas corrientes de intercambios entre las regiones forestales y tropicales de
Africa. Las salinas de las orillas del Sáhara han desempeñado un papel importante
en las relaciones entre los Estados negros de Sudán y los pueblos arabobereberes
del Africa del Norte. Más recientemente, las riquezas mineras de Africa han sido
explotadas por cuenta de las potencias coloniales. Aún hoy son exportadas, en
gran parte, como materias primas.
Capítulo 14
GEOGRAFIA HISTORICA:
ASPECTOS ECONOMICOS
A. MABOGUNJE
Tal vez los minerales constituyan el más significativo de los recursos que
permiten al hombre el control de su entorno. Los miner:ales son el material clave
del universo. El proceso de su formación es de una extrema lentitud. Puede
extenderse a millones de años. Con reláción a la ocupación de la Tierra por el
hombre, que se remonta quizás a tres millones de años, la escala temporal
geológica es extraordinariamente larga; se extiende. en más de cinco mil millones
de años.
1
E. W. Gilbert, 1932, pág. 132.
362 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AF_RICANA
Vastas zonas de Africa reposan sobre masas rocosas que figuran entre las más
antiguas del planeta. Las antiguas rocas cristalinas, consideradas como el
«zócalo» rocoso del continente, cu breo, al menos, un tercio de su superficie. Sobre
todo contienen granitos, y también rocas que han experimentado enormes
transformaciones, tales como los esquistos y los gneis. Algunas están altamente
mineralizadas. Entre las más importantes formaciones conviene citar las de la
zona cuprífera de Shaba (Zaire). Se extienden sobre más de 300 kilómetros. Y no
sólo contienen los más vastos yacimientos de cobre del mundo, sino también
algunos de los más ricos en radio y cobalto. En él Transvaal (Africa del Sur), el
complejo ígneo del Bushveld, área de 6.000 km 2 , y el Great Dike, que atraviesa a lo
largo de 500 kilómetros el Transvaal hasta Zimbabwe, rebosan igualmente
minerales .como el platino, el cromo y el amianto. La zona diamantífera africana
no tiene parangón en el resto del mundo; su mayor concentración está en Africa
del Sur, aunque existen otros yacimientos.en Tanzania, Angola y Zaire. Africa del
Sur, Ghana y Zaire poseen minas de oro, mientras que el estaño se encuentra en
Zaire y Nigeria. También hay importantes yacimientos de-mineral de hierro en el
Africa occidental, como los de Liberia, Guinea y Sierra Leona. Sólo Guinea
contiene más de la mitad de las reservas mundiales de bauxita, mineral del
aluminio.
El antiguo zócalo de Africa ha experimentado numerosas rupturas volcánicas
que se remontan más allá incluso del precámbrico. Esas rupturas han provocado
intrusiones graníticas portadoras de oro y estaño e imbricaciones de rocas básicas
y ultrabásicas. Muchas de ellas son más recientes y han producido igualmente
rocas eruptivas o efusivas, y no sólo se han disgregado para formar suelos ricos y
fértiles, sino que también han producido minerales y rocas que, como el basalto de
obsidiana de Kenia, presentan una importancia real en la historia del continente.
En el resto de Africa, es decir, en las dos terceras partes, poco más o menos, se
encuentran antiguas r,ocas sedimentarias que se remontan al precretáceo. Como
consecuencia de su edad, esas rocas contienen también numerosos depósitos
minerales. Así, por ejemplo, a lo largo de las orillas del norte del continente, en
una zona que se extiende desde Marruecos a Túnez, atravesando Argelia, se
encuentra el gran cinturón de los fosfatos, asociados a yacimientos de hierro de
extraordinaria riqueza. Asimismo hay importantes yacimientos de mineral de
hierro de origen sedimentario en la región del Karru, en Africa del Sur, y en las
Damara, en Namibia. En cambio, exceptuadas algunas zonas en el high veld, de
Africa del Sur, y en el W ankie Field, de Zimbabwe, el carbón brilla casi por su
ausencia en el continente . Como para suplir esta deficiencia, las rocas sedimenta-
rias más jóvenes del postcretáceo contienen, en el Sáhara y en el litoral del Africa
occidental, vastas capas de petróleo y de gas natural.
Esa riqueza mineral ha contribuido en buena parte a sostener la organización
y explotación humanas en el curso de un largo período histórico. Se ha dicho, por
ejemplo, que el control del comercio del oro entre el oeste y el norte de Africa a
través del desierto ha sido, durante el período medieval, una de las principales
razones de la creación y la caída de imperios y reinos en el Sudán occidental. Es
cierto que, desde el último milenio, el comercio del oro y del mineral de hierro
atrajo a los árabes hacia el Africa oriental. Por otra parte, seducidos al principio
GEOGRAFIA HISTORICA: ASPECTOS ECONOMICOS 363
1
André Rosenfeld, 1965, pág. 138.
364 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
3
· J. D. Clarck, 1970, págs. 93-94.
\
zonas: desde las costas del océano hasta las altas mesetas montañosas; desde lo
que es hoy el desierto árido hasta las profundidades de la densa selva.
Sin embargo, conviene recordar que las zonas de vegetación de. hoy no
corresponden necesariamente a la situación que existía en los tiempos prehistóri-
cos. Así, varios ciclos de grandes variaciones climáticas han marcado al Sáhara,
que durante el Cuaternario anterior fue más húmedo y conoció una vegetación
arbórea del tipo sabana que alimentaba a animales como el buey, el jabalí salvaje
(facóquero), el antílope y el hipopótamo. Sé cree que, por contraste, el bosque
ecuatorial atravesó simultáneamente períodos más áridos.
Al mismo tiempo que el hombre se beneficiaba de los recursos animales
ofrecidos por las diferentes zonas de vegetación, explotaba también esas mismas
zonas par:a procurarse frutos y raíces comestibles. A este respecto, la presencia de
bosques-galería a lo largo de las corrientes de agua en las regiones de praderas
permitía al hombre del Acheulense explotar los frutos, las semillas y las nueces de
los bosques y sabanas. Según Clark, buen número de frutos salvajes, nueces y
plantas de la sabana, accesibles en el norte de Zambia a los nachikufuenses del
Paleolítico reciente ----<:orno los frutos del mubuyu y del musuku- son aún hoy
regularmente recogidos y consumidos por los pueblos de lengua bantú 4 • Cuando
la población hubo aumentado de tal suerte que todos los tipos de entorno
estuvieron virtualmente ocupados, la gama de los productos de consumo para uso
del hombre tuvo que ampliarse considerablemente. Se cree, por ejemplo, que la
importancia mayor concedida a algunos cereales por las comunidades que vivían
de la recolección en el valle del Nilo adelantó la siembra voluntaria de semillas y
condujo a la era de expansión agrícola que tuvo unos efectos tan decisivos en la
ocupación dé Africa por el hombre.
Dejadas aparte Ja caza y la recolección, los recursos vegetales eran de una
importancia capital en lo que se refiere al equipamiento de herramientas, vestido y
vivienda. En el extremo sur del lago Tanganika, cerca de Kalambo Falls, se han
descubierto herramientas de madera muy bien conservadas. Se trata de algunos
instrumentos cortos y puntiagudos, de una o dos puntas; estacas curvadas, que
servfan probablemente de rejas; todas se remontan al Páleólítico anterior.
Aunque raramente se han conservado herramientas de esa clase, parece que
fueron normalmente empleadas. Así, en el bosque ecuatorial, el complejo indus-
trial Lupembiense de la época paleolítica refleja en sus bifaces nucleiformes toda la
importancia de la técnicas de la madera. Asimismo, en la sabana herbosa de
Zambia y Malabi, la presencia de varios tipos de rascadores pesados entre las
herramientas de piedra de los nachikufuenses, en el Paleolítico posterior, sugiere
la utilización corriente de madera y sucedáneos suyos en la confección de toda
clase de vallas, estacas y tr~mpas de caza.
Allí donde -en las regiones boscosas, por ejemplo- la caza mayor era tan
escasa que no se podía contar con pieles para vestirse, los árboles proporciona-
ban su corteza. Es probable que las hachas cortantes y con mango, corno las que
se han encontrado en los alrededores de los peñascos del Mwela, en el norte de
Zambia, sirvieran para separar las cortezas y prepararlas con vistas a la confec-
5
N. l. Vavilov, 1935. Ver el cap. 27 de este volumen.
6
R. Porteres, 1962, págs. 195-210; ver, a este respecto, el capitulo 27 de este volumen.
GEOGRAFI¡\ HISTORICA: ASPECTOS ECONOMICOS 367
8
A. M. Carr"Saunders, 1964. El peso demográfico de Africa en el mundo es apenas del JO por 100
en nuestros días.
GEOGRAFIA HISTORICA: ASPECTOS ECONOMICOS 369
Más cerca de nosotros, a mediados del siglo XIX, las tropas francesas del duque de
Aumale descubrían, por todas partes de Argelia que recorrían, desde las rocas
abruptas de Constantina hasta las. llanuras de Orán, grandes cantidades de
animales salvajes y, entre ellos, leones.
El propio desierto conserva todavía una importante serie de muestras de fauna
salvaje: gacelas dorcas y dama, addax, orix con cuernos en forma de cimitarra, orix
algazel, etc. Se sabe que, durante las épocas más lejanas y húmedas, esos recursos
eran incomparablemente más irnportantes: el hipopótamo, la jirafa, el búfalo
gigante hoy desaparecido, mayor~s antílopes.
Sin embargo, son las sabanas de Africa las que constituyen la auténtica
madriguera de la mayor parte de la caza mayor africana 9 • En esas regiones del
oeste, del este, del centro y del sur de. Africa es donde se encuentran los animales
de presa, como el león, el leopardo, el ocelote africano y la hiena. Allí se
encuentran también el búbalo, el topi, la gacela, el facóquero, el antílope ruano; la
cebra, la j:irafa y el avestruz. Ese es el hábitat natural del elefante, del búfalo, del
rinoceronte, de las antas de Derby y de El Cabo, del cefalofo, del kob singsing y
del kob de los arroyos. En el transcurso de los siglos ha cambiado la importancia
del territorio ocupado por cada una de esas especies. Todos esos animales han
experimentado muy malos tratos por parte del hombre. En la gran lucha por la
supervivencia, algunos han tenido que dejar el sitio a otras especies a medida que
se modificaban las condiciones del entorno. Así es como la ausencia del rinoceron-
te blanco entre el Zambeze y el Alto Nilo blanco, por ejemplo, puede atribuirse a
la mejora de las modificaciones del clima y de la vegetación en el curso del
Pleistoceno que han· beneficiado al rinoceronte negro, más agresivo.
Aunque, en su mayor parte, la caza salvaje frecuenta el bosque del Africa
tropical, esa región está, en conjunto, menos favorecida en el plano de los recursos
animales. Entre los habitantes más notables del bosque hay que incluir al busapig,
o cerdo de monte, al jabalí giga.nte, al bongo, a los grandes monos, como el
chimpancé y el gorila, así como al okapi. También los cambios ocurridos en el
medio ambiente han afectado a la extensión de los territorios anteriores. Los
vacíos comprobados en las poblaciones de bongos se deben al estrecharniento de
lo que un día debió ser un bosque denso que cubría toda el Africa ecuatorial.
La abundancia de e~os recursos animales ciertamente ha prestado al hombre
grandes servicios en el transcurso del largo período de su existencia durante la
cual fue, ante todo, un cazador. Esas reservas parecían de tal modo inagotables
que algunas comunidades africanas han permanecido hasta nuestros días en ese
estadio de desarrollo. Otra categoría de recursos animales la constituyen los
peces. También ellos han sido «cazados» desde el Mesolítico. No sólo las
corrientes de agua, sino también los lagos de agua dulce -Rodolfo, Nakuru y
Eduardo, en el Africa oriental y central, y Chad, en la occidental- han atraído a
los primeros grupos de hombres gracias a sus recursos en peces 10 • Entre los. ríos,
el Nilo reviste evidentemente una importancia singular. En sus orillas se han
hallado vestigios de comunidades ribereñas que empleaban arpones y anzueíos de
9
Francois Sommer, 1953, pág. 64. Ver sobre este punto el cap. 20,
1
° Cf. Putton. Ver sobre este punto el cap. 20.
370 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
11
J. Desmond Clarck, 1970, pág. 204.
GEOGRAFIA HISTORICA: ASPECTOS ECONOMICOS 371
12
T. D. A. Cockerell, 1907, 1909, 1919, págs. 301-311.
13
Ver, a este respecto, el papel-de la caballería en la formación de los Estados, sobre todo al norte
del ecuador.
372 METODOLOGIA Y PREHISTORlA AFRICANA
CONCLUSION
- Afiica
¡¡¡¡c::J Resto del mundo
caucho
Mapa
de los recursos mineros
de Africa
• hierro
O manganeso
t cobre
• estaño
IJ cobalto
t> bauxita
* diamantes
1:,. uranio
* oro
(oslatos ! A carbón
1 petróleo
O 26 e fosfatos
• ÚJ.~ recursos mineros de Africa. Mapa sacado de «r Afrique», colee. A. Journaux, Hatier, 1976.
GEOGRAFIA HISTORICA: ASPECTOS ECONOMICOS
METODOS
INTERD ISCIPLINARI OS
UTILIZADOS EN ESTA OBRA
J. Kl-ZERBO
LA INTERDISCIPLINARIDAD
1
La lactancia parece que es un proceso reflejo, pero la farmacopea africana disponía de recetas
para activarla.
380 METODOLOGIÁ Y PREHISTORIA AFRICANA
implícita de las otras fuentes. Por otro lado, la investigación histórica y en ciencias
humanas en Africa ha padecido durante mucho tiempo dos males contradictorios.
En primer lugar, la deformación historicista que conduce a considerar el flujo del
proceso social como un rosario cuyas cuentas son acontecimientos fechados. De
aquí la obsesión por reconstruir el calendario que hace inteligible la evolución de
los pueblos, y la indiferencia por todo lo demás (economía, estructuras sociales y
culturas).
De ahí surge esa historia lineal, genealógica y de acontecimientos, esquelética
en suma, porque está desprovista de la carne misma de la vida. Otra desviación
aún más viciosa, procedente quizás en parte del prejuicio de primitivismo aplicado
a la realidad africana por un sumario evolucionismo, analiza unas esti:ucturas
atemporales aboliendo la profundidad histórica, sin la cual, no obstante, dichas
estructuras no·tienen significado, ni objetivo ni subjetivo. Lo mismo puede decirse
de algunos investigadores llenos de autosuficiencia en sus disciplinas: los lingüis-
tas alérgicos a todo lo que es interferencia cultural y los etnólogos funcionalistas
que rechazan toda dimensión histórica. Por suerte, esas murallas de China
disciplinarias se derrumban progresivamente. «La constatación --escribe J.
Desmond Clack- de que arqueólogos, lingüistas y antropólogos culturales o
etnógrafos se enfrentan la mayor parte del tiempo con los mismos problemas, y de
que la mejor manera de resolverlos es el equipo interdisciplinario, es hoy uno de
· ios factores más alentadores y estimulantes de los estudios africanos» 2 •
La pseudohistoria marcada por la fascinación exclusiva de la cronología, así
como el espejismo del análisis estructural puramente estático y formal, se
desvanecen poco a poco, como lo atestiguan las escuelas que introducen la
diacronía y el conflicto en sus métodos de análisis, integrando, como Calame,
Griaule y Houis, hecho de cultura y hecho de lengua, o abandonando, como
Balandier, el enfoque inmóvil de los «sociólogos» por una aproximación dinamis-
ta que adopta el movimiento y la confrontación como instrumentos de análisis.
¿Acaso la contradicción no forma parte integrante de la realidad? Lo cierto es que
ninguna disciplina logra abordar por sí sola la realidad infinitamente densa y
áspera del mundo africano, lo que sería querer romper el nudo gordiano a
machetazos. Ese es el caso también de los investigadores que pretenden encontrar
el principio de explicación fundamental de tal o cual sociedad africana en un solo
elemento: por ejemplo, en el análisis estructural del parentesco o en el sistema de
representaciones, creencias, mitos y .símbolos tenidos como dotados de una
autonomía y de una lógica propia, independiente, por ejemplo, de los informes de
producción 3, en tanto que, al tratarse del parentesco, su análisis depende en
Africa de sistemas menos «puros» y más complejos que en Australia, por ejemplo,
estructuras que Lévi-Strauss admite que están igualmente condicionadas por
otros elementos (económicos y políticos) y no sólo por el mecanismo de las reglas
de parentesco.
Menos que cualquier otra disciplina, la Historia africana no puede contentarse
2
J. Desmond Clark, «African prehistory: opportunities for colaboration between archaelogists,
ethographers ans linguists», en Language and historr in Africa, Frank Cass, 1970.
3
Cf. M. Griaule y G. Dieterlen, 1965.
METODOS INTERDISCIPLINARIOS UTILIZADOS EN ESTA OBRA 381
con el ghetto. Y eso, incluso y sobre todo para el establecimiento de lo que, no
obstante, parece competer precisamente al monopolio de la Historia: la cronolo-
gía. Frecuentemente, la solución de un problema de cronología sólo puede
identificarse correctamente mediante el recurso conjugado a cuatro fuentes
diferentes: los documentos escritos, la arqueología, la lingüística y la tradición
oral. El historiador, remontando el camino de los tiempos, semeja entonces un
automovilista que dispone, para ápreciar las distancias, de varios instrumentos: el
cuentakilómetros de su automóvil, su reloj, los mojones kilométricos y, eventual-
mente, el testimonio de un lugareño. Esa connivencia necesaria es además un
factor favorable para garantizar que la imagen del pasado queda restituida en su
nitidez y totalidad, lo que una sÓla fuente no podría hacer perfectamente por sí
misma. La descripción de Kumbi Saleh, en el Caminante, de al-Bakr, quedada
muy incompleta si los arqueólogos no hubieran exhumado y explicado ruinas aún
más elocuentes que el cronista árabe. Añadamos que tampoco aquí la tradición
oral está ausente, puesto que gracias a ella se ha descubierto el yacimiento de
Kumbi Saleh. En esas condiciones, ¿se puede hablar de fuentes nobles y de
fuentes vulgares, clasificándolas en una escala discriminatoria en la que los
documentos escritos ocuparían la cima y la tradición oral el último escalón?
Parece que no. El valor de una fuente no es una realidad en sí misma; está en
relación con el objeto particular de la investigación iniciada. Así es como en cada
caso concreto, dentro del haz de testimonios de los que se dispone, existe una
fuente axial, una fuente"guía que puede diferir según el tema. Para la prehistoria
africana y las sociedades de pigmeos, por definición, los documentos escritos no
.constituyen la mejor fuente, puesto que no existen. Según los momentos y las
regiones, en Africa, el abanico de las pruebas históricas es exigido por tal o cual
fuente axial, desempeñando las otras, en ese caso, un papel accidental y auxiliar.
Según se trate de un oscuro agrupamiento getulo o del reinado de Yugurta, de los
kirdi del norte de Camerún, o de los ashanti de Ghana, de los kabyé del norte de
Togo, o del imperio de Gao que nos relata el Ta-rikh al-Fattásh,. la fuente maestra
no es la misma. Y, sólo al final de la investigación, una de las fuentes es reconocida
como maestra. Porque es la fuente la que condiciona el resultado, pero es el
resultado el que justifica la fuente. Si eso es cierto, se puede adelantar sin temor a
error que, en materia de Historia africana, la interdisciplinaridad, lejos de ser un
lujo, es uno de los datos fundamentales del método. Realmente no hay alternativa
en la interdisciplinaridad.
¿COMO?
Por consiguiente, son múltiples las asociaciones y conjugaciones de disciplinas
que se imponen al historiador de Africa. Pero ¿cómo organizar esa batalla
alineada y concertada de disciplinas tan heterogéneas en la conquista común del
8
«La naturaleza propone y el hombre dispone», ha escrito Vidal de la Blanche; pero, como
sugiere el P. Teilhard de Chardin, «La Historia, vista desde arriba ¿no es el capítulo más reciente de la
historia natural?».
9
Ver H. Lefebvre, 1974, libro vigoroso en el que el autor se refiere a una teoría unitaria del espacio
(físico, mental y social).
'º La reconstrucción de la dieta que proporciona algunas indicaciones sobre la demografía, así
como sobre la duración de ocupación de un yacimiento, puede ser derivada de tests químicos sobre el
~lcio, fosfato, pólenes y proteínas. Los polinólogos se han esforzado en formar un banco de pólenes
africanos.
METODOS INTERDISCIPLINARJOS UTILIZADOS EN ESTA OBRA 387
antiguo rostro de Africa? Se puede concebir una asociación de esfuerzos extraor-
dinariamente carentes de nervio, que consista solamente en proponerse. unas
intenciones comunes, en dejar que cada uno camine según la problemática de su
disciplina propia y en encontFarse en la lípea de llegada para una confrontación de
los resultados. Esa estrategia no parece satisfactoria, porque deja sin resolver
todos los obstáculos de cada disciplina en particular, sin sacar partido, si no de
todas las virtudes de cada una, al menos del aumento de luz que brota de la íntima
asociación de sus enfoques. A la interdisciplinaridad por yuxtaposición hay que
preferir una interdisciplinaridad por trasplante de enfoques y disciplinas. Hay que
fijarse en común la estrategia global de la investigación, pero también las etapas
tácticas. Después de haber definido de común acuerdo los interrogantes esenciales
en su aparición original, llega el momento de repartir por grupos aquellos que
exigen la intervención de tal o cual disciplina. A plazo fijo, o también según la
demanda de una de las partes comprometidas en la investigación, ha de realizarse
la preparación esmerada o la elaboración en común, especie de memorial donde
se plantean los problemas en términos remozados por la progresión del enfoque
común. Llegado el caso, si se detectan por medio de la elaboración en común
dificultades con ·peligro de estrangµlamiento, seFán objeto de programas de
urgencia y de concentración intensiva de los esfuerzos. Esa asociación permanen-
te, esa investigación cooperativa, debe disponer de un director para el conjunto
del trabajo o del programa. Pero pueden asimismo designarse de antemano
diferentes guías para los distintos momentos de la investigación, según que tal fase
exija la preeminencia de un lingüista o que tal otra exija más bien la. de un
sociólogo, etc. Semejante estrategia interdisciplinaria tiene probabilidades de
provocar un enriquecimiento mutuo y auténtico del enfoque de cada disciplina, y
un perfilamiento de su mordiente sobre el tema común de la investigación.
Igualmente permite excluir cuanto antes el avance á ciegas en los momentos de
estancamiento y abrir al máximo vías fecundas y atajos aceleradores. Semejante
investigación colegiada, que conduciría a historiadores, a antropólogos culturales,
a especialistas en arte y a botánicos a bajar a los yacimientos con los arqueólogos,
se presenta como una red imponente que recoge en extensión y profundidad la
sustancia de la realidad histórica global. Eso supone que los institutos de estudiós
africanos, que ya existen en gran número, puedan adaptar sus estructuras a esa
clase de acción. Y supone, sobre todo, que un nuevo estado de ánimo penetre en el
interior de los propios investigadores.
En efecto, ¿cuál es la meta de esta empresa? Restituir a los africanos una visión
y conciencia de su pasado, que no llegue a ser una fotocopia de la vida anterior,
sino que deba -algo así como en la caverna de Platón- reproducir en proyec-
ción las escenas qúe hasta hace poco fueron reales en el pasado. Ahora bien, la
vida es esencialmente integración y coherencia, adhesión de fuerzas diversas a un
proyecto común. La muerte es, por definición, disgregación, incoherencia. La vida
individual o colectiva no es ni unilineal ni unidímensional, sino un tejido denso y
compacto. Ocurre que la novela histórica intenta y logra (en unas condiciones
seguramente más fáciles) ese proyecto raramente realizado por los historiadores:
la resurrección del pasado. Profesores de historia, de economía, de sociología, etc.,
podrían encontrar materia de estudio conjunto.en esos frescos vivientes que son
388 METODOLOG!A Y PREHISTORIA AFRICANA
11
Ver, a este respecto, Maque!, J. J., 1961. El autor hace intervenir, por turno, el análisis
económico, sociológico y político para tratar de definir un «modelo» aplicable a la sociedad soga.
METODOS INTERDISCJPLINARIOS UTILIZADOS EN ESTA OBRA 3.89
resumen, la centralización existe también en esos países; pero no es la del Estado
moderno 12 , la cual es casi el precio y el antídoto de la división a rajatabla del
trabajo social. La iniciación, por ejemplo, entre los senufo (Poro), los lobi (Dyoro)
y los diula, desempeñaba un papel focal en torno al cual se organiza toda la vida
de la colectividad. Asimismo, se levantan auténticas federaciones de aldeas en
torno a un altar o a un culto común, como en el país Samo (Alto Volta) y en el
país lbo.
Por otro lado, los países africanos donde las fuerzas productivas han permane-
cido en un nivel muy bajo gozan, por el contrario, de un hor-migueo cultural casi
invasor. Cuando la dependencia de la naturaleza era casi total, todo vestido era
adorno. La herramienta más pequeña o cualquier utensilio estaba hecho con arte.
Y eso ocurría hasta en las escarificaciones corporales, en vaciado o en relieve, que
al mismo tiempo no proclaman identidad étnica ni manifiestan intención estética.
Lo mismo ocurre con la moneda de hierro (guinzé), utilizada por los loma (Toma),
kissi, konianké, mendé, kuranko, de Guinea, Sierra Leona y Liberia. Moneda,
protectores de las viviendas y de los campos, albergues del espíritu de ún difunto y
de los antepasados: los ginzé eran, sin duda, todo eso al mismo tiempo y no
podrían, sin error, ser reducidos a una sola de sus dimensiones. Esas sociedades
totales exigen claramente una Historia integral a su imagen. Por eso, la mejor
manera de describir todo eso es el trabajo interdisciplinario. Este es el caso de la
obra conjunta del antropólogo D. Tait y del historiador J. Fage respecto a los
konkomba. Tal es el enfoque sintético utilizado por J. Berque para captar la
historia social de una aldea egipcia 13 • También en esas condiciones, el método
global necesitará una aproximación que tenga en cuenta todos los factores
externos, al igual que los elementos domésticos. Y necesita que sean traspasadas
las fronteras de Africa para integrar las aportaciones asiáticas, éuropeas, indone-
sias y americanas en la personalidad histórica africana. Y, por supuesto, en
absoluto bajo la forma de un difusionismo elemental. Porque, incluso cuando ha,y
intervención exterior, ésta se encuentra orientada por las fuerzas interiores ya en
acción. Lo recuerda la máxima de los escolásticos: <<quidquid recipitur, ad
modum recipientis recipitur» (tod~ lo que se recibe lo es en la medida y según la
forma del recipiente). Así es como el arroz asiático se ha cultivado allí donde existía
ya el oriza africano autóctono, lo mismo que la mandioca donde existía el ñame.
La cultura africana es un complejo refinado de factores. Pero no debería reducirse
a la suma numérica de ellos, pues no están allí sumados o alineados como
artículos de ultramarinos. La cultura africana es ese todo que asume y trasciende
cualitativamente a los elementos constituyentes. Y el ideal de la Historia africana
es apoyarse en todos esos elementos para dar una idea de la cultura misma en su
desarrollo dinámico. Lo que equivale a decir que el método interdisciplinar
debería desembocar al final en un proyecto transdisciplinario.
12
Ello lo prueba claramente.~l.episodio,. narrado por lbn Bagl1\a, del ;pueblo de Bouré al que, tras
un intento desdichado de asimilación, el emperador de Malí acaba por reconocer sil autonomía
cultural.
13
J. Berque, 1957.
Capítulo 16
MARCO CRONOLOGICO
DE LAS FASES PLUVIALES
Y GLACIALES DE AFRICA
PARTE I
RUSHDI SAID
las fosas de depresión africana. Los que cubren los fondos de la zona oriental no
poseen salidas, a excepción del lago Victoria, y se encuentran en climas mucho
más secos. Por el contrario, los principales lagos de la zona occidental están
colmados hasta su nivel de desbordamiento.
Desde un principio parece evidente que los testimonios de niveles lacustres
más altos en una zona de gran actividad sísmica, como Africa del Este, deben
hacer pensar en hipótesis, aunque sin poder sacar conclusiones. En esa región
extraordinariamente inestable es necesario considerar la posibilidad de desplaza-
mientos tectónicos de las líneas ribereñas, de modificación de los niveles de
desbordamiento de los lagos y del balanceo de las cuencas lacustres. Por esa
razón, el concepto de pluviales desde el Pleistoceno anterior hasta el medio ha
sido abandonado (Cooke, 1958; Flint, 1959; Zeuner, 1950). Los estudios recientes
de las cuencas lacustres del Africa oriental han limitado la utilización de ese
testimonio climato-estratigráfico al pluvial Gambliense que contiene en ciertos
lugares sedimentos que no han experimentado deformación tectónica.
Sin embargo, testimonios geológicos muy numerosos prueban de modo
indiscutible que los límites de los principales bosques ecuatoriales han variado
considerablemente en el pasado. Los grandes bosques de las cuencas de drenaje
del oeste han sido un factor importante de condicionamiento de la. vida del
hombre a lo largo del período para el que disponemos de testimonios arqueológi-
cos. El yacimiento famoso de la garganta de Olduvai, al norte de Tanzania,
contiene en su base una fauna vertebrada magníficamente preservada, que
pertenece indiscutiblemente al Pleistoceno anterior. Las correlaciones climáticas·
indican un período de pluviosidad particularmente importante (Kagueriense u
Olduvai 1). Por encima se encuentran dos formaciones que indican, .respectiva-
mente, un intervalo más seco, seguido por una pluviosidad relativamente impor-
tante. En ese yacimiento particular existe una secuencia estratigráfica que contiene
la serie evolutiva más completa de la bifaz, desde las formas primitivas más
antiguas hasta las más importantes variantes especializadas de ese tipo de
herramienta del Paleolítico inferior, tal como lo conocemos en Europa y en Asia
central.
Los testimonios del pluvial Gambliense están constituidos, sobre todo, por las
playas altas y los depósitos de fósiles lacustres de tres lagos en otro tiempo
contiguos, situados al noroeste de Nairobi (Nakuru, Elmenteita y Naivasha).
Naivasha posee un nivel de playa elevada ligeramente anterior al Paleolítico
superior, que indica que el lago tenía una profundidad máxima de 200 m. y
desaguaba probablemente a .través de una línea divisoria próxima. La pequeña
superficie de la cuenca vertiente del lago y la profundidad actual de los lagos que
no excede de JO m. permiten considerar esa antigua extensión del lago como una
indicación de la existencia de climas más húmedos en el pasado.
En un refugio bajo roca que domina los lagos actuales de Nakura y Elmentei-
ta, Leakey ha descubierto en la Gamble Cave un yacimiento bien estratificado que
encierra una auténtica industria sistemática de láminas. El depósito situado en la
capa más baja se describe como un montón de cantos rodados de playa lacustre
extendido sobre el piso rocoso del refugio, a una altura de unos 200 m. por encima
del nivel actual del lago. Los depósitos que contienen las herramientas se
MARCO DE LAS FASES .PLUVIALES Y GLACIALES DE AFRICA 395
encuentran irregularmente situados sobre ese montón, y consisten en un depósito
blando de «ceniza, polvo, huesos y obsidiana». La fauna asociada es indiscutible-
mente de tipo moderno. Según Leakey, los depósitos de herramientas pertenecen
al final de un período de grandes lluvias (que se llama Gambliense, según el
yacimiento en cuestión). Ese período pluvial es el primero que sigue al de los
últimos niveles de Olduvai, que contienen herramientas y restos de una fauna
extinguida muy característica.
El estudio clásico de Nilsson (1931, 1940) sobre las cuencas lacustres del Africa
oriental es uno de los mejores documentos sobre las fluctuaciones de sus niveles en
el pasado. Ese autor describe las líneas de las orillas altas del lago Tana (nivel de la
superficie: l.830 m.), origen del Nilo Azul, y observa cinco líneas de orillas
principales hasta los 125 m., con un nivel menos claro a los 148 m. Nilsson
muestra igualmente que cuatro lagos del Rift Valley (Zwai, Abyata, Langana y
Shela), que estaban unidos entre sí, se han derramado o vertido durante cierto
tiempo en el río Awash.
Los datos paleoclimatológicos relativos al lago Victoria -muestran que ha
estado bajo y ha sido endorreico durante un período de· duración indeterminada
anterior a los 14 500 años BP, época en la que existía una vegetación de sabana
herbosa. El lago comenzó a aparecer primero alrededor de los confines septentrio-
nales del lago. Pero es posible que el nivel de éste haya bajado 12 m. por debajo
del nivel actual durante un corto período en torno a los 10 000 años BP. Entre
9500 años BP y 6500 BP, el lago Victoria estaba completamente lleno y rodeado
de bosque de hoja perenne. El nivel del lago ha estado influenciado, en parte, por
la incisión de su salida, pero los bajos niveles precedentes, así como la secuencia
palinológica, son ciertamente independientes de ese factor.
Butzer y otros ( 1972) han realizado un estudio detallado de las cuencas
lacustres del Africa oriental y ofrecen dataciones por el radiocarbono de algunos
sedimentos· de las antiguas playas. Los sucesos y las fechas del Cuaternario
posterior de los lagos Rodolfo, Nakura, Naivasha y Magadi coinciden en gran
medida. El lago Rodolfo, cuya superficie es actualmente de 7.500 km 2 es el mayor
lago endorreico de Africa. Situado en una zona de aportaciones al este del Rift,
está nutrido principalmente por el río Orno, que tiene su nacimiento en las tierras
altas del oeste de Etiopía. Los trabajos de Butzer muestran que el litoral y los
lechos deltaicos y fluviales asociados a ese lago estaban a unos 60 m. por encima
del nivel actual hace unos 130 000 años BP, y unos 60-70 m. más arriba hace
f3 000 años BP. Entre este último período y 9500 a:ños BP, el lago alcanzó una
mayor reducción que hoy, y el clima se hizo más árido. A partir de esta última
fecha, el lago subió de nivel y varió entre 60 y 80 m. por encima del nivel actual
hasta ei año 7500 BP, fecha a partir de la cual el lago Rodolfo se estrechó. Después
hubo niveles más altos hacia los años 6000 BP y, a partir de 3000 años BP,.el lago
quedó en sus dimensiones actuales.
FENOMENOS GLACIARES
tiene una altura de 5.119 m., y su referido límite actual se encuentra a 4. 750 m.
sobre la vertiente oeste (Zaire) y a 4.575 sobre la vertiente este (Uganda). Los
glaciares del Pleistoceno descendían a 2.900 m. sobre la vertiente oeste y a unos
2.000 sobre la vertiente este.
Las tierras altas de Etiopía no poseen glaciares, pero los montes Semien (lat.
13º14'N, long. 28º25'E) parece que los tuvieron en el Pleistoceno. Nilsson (1940)
establece la existencia de dos antiguas glaciaciones sobre afgunas cimas de ese
macizo (altura 4.500 m. aproximadamente) con unos límites climáticos de nieves
perpetuas a 3.600-4.100 m. y 4.200 m. Una disminución glacial asociada al
Pleistoceno posterior corresponde al límite de nieves perpetuas a 4.400 m. Nilsson
(1940) describe igualmente una gla~iación del Pleistoceno posterior en el monte
Kaka (Jat. 7º50'N, long. 39º24'E) con un limite de nieves perpetuas a 3.700 m. Las
demás cimas volcánicas de Etiopía que se encuentran ahora muy por debajo del
límite de las nieves perpetuas presentan también indicios de glaciaciones: monte
Guna (lat. 11 º43 1 N; long. 38º 17'E), Amba Farit (lat. 10º53'N, long. 38º50'E) y
monte Chillale (lat. .7º50'N, long. 39º10'E).
Existen testimonios conv-incentes de glaciación, al menos en dos ocasiones, en
las zonas ecuatoriales y subecuatoriales de Africa, y de un clima mucho más frío
durante el período correspondiente a la glaciación de Würm. Además de las
señales de origen glacial comprobadas en- algunas cimas de esa zona, se han
descubierto en Etiopía huellas de solifluxión y de modificaciones de los suelos
debidas a la acción del hielo (4.200/9.300 m.). Según Budel-( 1958), el límite inferior
de los fenómenos de solifluxión alcanzaba 2.700 m. durante el período de Würm.
Se han observado igualmente depósitos fluvioglaciales en numerosas regiones del
Africa ecuatorial. Los aluviones del monte Ruwenzori han sido estudiados por De
Heinzelin (1963). comprobándose otros paralelos a las terrazas gamblienses del
río Semliki. El Semliki, que une los lagos Eduardo y Alberto, en la frontera entre
Zaire y Uganda, posee gruesas capas de cantos rodados, grava, arena y tierra roja
en aluvión junto con los depósitos coluviales. De Heinzelin señala que las terrazas
sangoenenses-lupembienses son contemporáneas de los depósitos fluvioglaciales
del monte Ruwenzori. ·
todo, en las orillas de los declives, pero pocas veces están rodeadas completamente
por éstos. Ciertamente se han formado por erosión eólica, porque forman cuencas
interiores sin corrientes.
Las opiniones difieren sobre la historia geológica del Sáhara. Algunos autores
sostienen que ha sido un desierto durante todo él período del Fanerozoico, y que
los períodos húmedos representan fluctuaciones anormales en la historia de una
aridez continua. Otros sostienen que la desertización es un fenómeno reciente que
corresponde al sistema presente del reparto de masas de aire.
La lejana existencia en el desierto de climas más húmedos está atestiguada por
indicios irrefutables, que van desde el sistema de reparto de la fauna a particulari-
dades sedimentarias que tan sólo pueden ser explicadas por la hipótesis de un
antiguo clima más húmedo. Se sabe que algunos animales oriundos de Africa
viven en el desierto, donde no hubieran sobrevivido sin la existencia de lugares o
zonas de vegetación o masas de agua. Se han descubierto especímenes de
cocodrilos del Africa central en pozos de agua dentro de profundos barrancos en
los macizos del Hoggar y del Tibesti; al «mudfish» africano se le ha encontrado en
el norte y hasta en el oasis de Biskra, al sur de Túnez. Las características del
· sistema de drenaje del desierto indican la existencia anterior de una pluviosidad
más importante. Al oeste del Hoggar, se extiende una vasta llanura hasta unos
centenares de kilómetros del Atlántico, en suave pendiente a partir de la depresión
de El Juf. Está claro que eso constituía en otro tiempo la cuenca de evaporación
de un extenso sistema hidrográfico. Las líneas de drenaje que. descienden hacia el
sur a partir de pendientes meridionales del Atlas, entre las que se ha seguido al
uadi Saura en más de 500 km., son significativas. También hay allí un valle que
en el pasado arrastraba bastante agua para evacuar las arenas eólicas que
obstruyen actualmente su curso medio.
A partir de las colinas del mar Rojo, algunos uadis se extienden sobre 300
km. y drenan superficies vecinas de 50.000 km. Uno de ellos, el uadi Jarit, que
desemboca en la llanura de Kom Ombo, al norte de Asuán, está bordeado por
delgadas capas de limos de grano fino con un espesor de más de 100 m., que
ciertamente deben de haber sido depositados por un río permanente de gran
caudal.
Los principales trabajos sobre las divisiones climato-estratigráficas están
realizados por Monod (1963), quien cita las obras de Alimen, Chavaillon y
Margat (1959) sobre la clásica cuenca de Saura, para la que son propuestas las
divisiones siguientes, de mayor a menor antigüedad:
- Pluvial Villafranquiano ( = Aidiense): arena, grava, conglomerados de
color rosa y rojo que reposan sobre rocas más antiguas.
- Postvillafranquiano árido: restos de desprendimientos, limos arenosos,
etc., rematado por un suelo fósil marrón rojizo. Se han localizado en un
yacimiento de Argelia cantos manipulados, toscamente trabajados.
- Primer pluvial Mazzeriense (Q/a): conglomerados y arenas.
- Postmazzeriense árido: (:iepósitos de arcilla arenosa, arenas eólicas, des-
prendimientos de rocas.
- Segundo pluvial Taurirciense (o Ugartiense I) (Q/b): conglomerados,
cultura de fragmentos manipulados muy evolucionada del Acheulense medio (?).
MARCÓ DE LAS FASES PLlJVIALES Y GLACIALES DE AFRICA 401
- Posttaurirciense árido: erosión.
- Tercer pluvial (o Ugartiense II): fragmentos de colores variados y arenas o
paleosuelo rojo oscuro.
- Posttaurirciense árido: erosión.
- Cuarto pluvial Sauriense (Q 1): .arenas de tono gris verde, materiales
detríticos, suelos fósiles negros. Ateriense.
- Pluvial postsauriense: capa de arenisca. Neolítico.
- Fase húmeda guiriense (Q 2 ª): neolítico. ·
Según Arambourg (1962), los cuatro pluviales principales -Mazzer.iense,
Ugartiense I, Ugartiense II y Sauriense del norte del Sáhara- poddan correspon-
der a los pluviales del Africa oriental.: Kagueriense (Olduvai 1), Kamasiense,
Kanjeriense y Garnbliense. El Guiriense del noroeste de Africa podría correspon-
der a las fases húmedas postgamblienses.
EL NILO
Phwial Plioceno
Pluvial Edfon
H. FAURE
MAGNETOSTRATIGRAFIA Y CRONOLOGIA
RADIOMETRICA
Además de las observaciones hechas anteriormente por Rushdi Said, hay que
advertir que se han confundido con frecuencia las unidades litostratigrá:ficas,
biostratigráficas y cronostratigráficas, aunque la falta de rigor en las definiciones
entraña una nomenclatura con frecuencia difícilmente utilizable en un cuadro
cronológico que se perfeccione.
Por otro lado, algunos elementos del campo magnético, como la inclinación o
la intensidad parecen en relación más estrecha con los elementos del cfrma (figs. 1
y 2).
GLACIACIONES CUATERNARIAS
Y CRONOLOGIA
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400
• Fig, 1: Curvas que muestran las analogías entre las relaciones isotópicas del oxígeno ( o las variaciones
de temperaturas) y la intensidad del campo magnético terrestre, en una muestra submarina, para los
450000 últimos ·años. Según WoLUN, ERJCSON y WOLUN (1974).
MUESTRA V 16-205 MUESTRA V 16-205
INCLINACION (grados) TASA FRIÓ
-70 -50 -30 -10 10 30 50 70 5 4 3 2 o
O-r--~~~~-111!:::------
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2000
• Fig. 2: Curvas que muestran las analog{as entre las temperaturas indicadas por las micro/aunas y la
inclinacion magnética, para los dos últimos millones de años. Según WOLLIN y otros (1974).
MARCO DE LAS FASES PLUVIALES Y GLACIALES DE AFRICA 409
los testigos de glaciaciones alpinas con los enfriamientos sucesivos medidos en las
. muestras oceánicas.
Un registro completo y continuo de todos los fenómenos climáticos, por una
parte, y de las señales magnetostratigráficas y radiométricas, por otra, es indispen-
sable para graduar, incluso aproximadamente, una escala estratigráfica y permitir
una comparación válida entre dos regiones.
La inversión magnética Matuyama-Brunhes (0,69 M. A.) ha sido localizada en
la zona Cromeriense definida por la palinología, y la época de Gilsa (1,79 M. A.)
en el Eburoniense (Van Montfrans, 1971).
Cada una de las glaciaciones provoca una regresión glacioeustática del mar
que puede ser del orden de unos cien metros. Las transgresiones marinas
provocadas por la fusión de los hielos permiten, pues, unir en las zonas litorales la
cronología climatostratigráfica a la cronolqgía de los ciclos marinos.
En las regiones donde las formaciones marinas son coralianas (Barbados,
Bermudas, Nueva Guinea, mar Rojo), la datación por los métodos del desequili-
brio del 1.1ranio aplicadas a la aragonita de los corales ha permitido precisar la
edad de las transgresiones marinas de los últimos interglaciales (200 000, 120 000,
105 000, 85 000 años BP, poco más o menos). Con el margen de error físico de los
diferentes métodos radiocronológicos, se comprueba que esos altos niveles
marinos corresponden bastante bien a las fases de temperaturas más elevadas
indicadas por las microfaunas marinas, los pólenes y los isótopos del oxígeno.
Altas latitudes
1
Climap (Climatic long-range interpretation, mapping and prcdiction), de la Década internacio-
nal de exploración oceánica (l. D. O. E.).
60º 40º 20º Oº 20°
---~~..._~....,.....,r--.....,...~....~~---~.....~'."".T.....~~...~....~~...~~,i- 70°
. SOº
50º
40 40º
30º
10°
60º 40 o
• Fig. 3: Mapa de las isotermas de las aguas de superficie en febrero: 1'8 000 BP. Las iso1ermas en rayas
son interpretativas. Las grandes masas glaciales continentales están delimitadas por las orillas sombrea-
das por rayas, y los bancos de hielo por las orillas granuladas. El litoral glacial está dibujado para un 'nivel
del mar inferior en 85 m. al actual. Según MdNTYRE y otros, 1975.
60 40 20 o 20
100 80 60 40 20 o 20
-110
ti
.50
-40
'«v'
-30
·20
-10
-O.
100 80 60 40 20 o 20
5
• Mapa de las diferencias de temperatura de las aguas de superficie entre la época actual y 17 000 BP.
(Según M d NTYRF,, 1974,. Cl..lMAP.) Fig. 4: invierno. Fig. 5.: verano.
MARCO DE LAS FASES PLUVIALES Y GLACIALES DE AFRICA 415
océanos árticos y que contribuía a una reducción de la evaporación entre el aire y
el mar.
Océanos
Además de la reducción de la superficie libre debida al hielo marino, el
rebajamiento del nivel medio de los océanos, que pasa de unos - 50 a - 100 m.,
ha contribuido a una reducción suplementaria de un 10 por 100, aproximadamen-
te,. en la superficie de éstos. Al final del período considerado, la casi totalidad de
las plataformas continentales· ~e encontraba emergida.
Los investigadores del grupo CLIMAP (Mclntyre y otros, 1974, 1975; Hays en
CLIMAP, 1974, etc.) han podido establecer mapas de las temperaturas de las
aguas de superficie del océano Atlántico para la época del máximo glacial (18 000
años BP) (fig. 3). Comparados con los mapas de situaciones actuales (que son las
de un interglacial), esos mapas hacen resaltar tina media general de las diferencias
de temperatura que sólo es de 2,5º entre el máximo glacial y el actual interglacial.
Sin embargo el reparto de las diferencias de temperaturas muestra un máximo en
las latitudes medias (de 6 a 10º de diferencia) y diferencias mucho más pequeñas
(menos de 3º) para las latitudes intertropicales (figs. 4 y 5). Así, por ejemplo, para el
punto 50ºN.30ºW, la temperatura de superficie era en invierno de 7,3° a 12,7º más
baja en los años 18 000 (ó 17 000) BP de lo que es actualmente. En verano, la
diferencia cae de 1,2º a 6,6º (CLIMAP, 1974).
La migración de las aguas polares de los dos hemisferios ha sido el factor
dominante de esa fase glacial. En el norte del Atlántico, las aguas polares han
descendido ha:sta 42º paralelo N (a partir de una posición próxima de la actual
hacia el 60ºN), dando lugar a un rápido gradiente de las temperaturas al sur del
42ºN que ha sido, pues, el eje probable de los vientos del oeste (westerlies) de la
época glaciar. Al sur de ese límite, el esquema queda bastante próximo al actual,
pero se observa que las isotermas, desviadas a lo largo de las costas de Africa,
ponen en evidencia allí, de modo particular en invierno, aguas relativamente
frescas debidas a un upwelling reforzado (Gardner, Hays, 1975).
Los frentes polares y el eje de los westerlies se desplazan con dirección al
ecuador a más de 2.000 km. en el Atlántico norte y solamente a 600 km. en el
hemisferio sur para el mismo océano. En el océano Pacífico los frentes polares se
habrían desplazado muy poco en período glaciar. Así se comprende la disminu-
ción de la penetración del monzón en el Sáhara (ver págs. 7-8, Maley, 1973) y el
estado árido de la zona sabeliana al final del período glacial.
Africa
En las regiones del Sáhara meridional y del Sahel, la evolución climática de los
últimos 25 000 años revela una tendencia bastante similar desde las orillas del
Atlántico hasta las costas del mar Rojo. Ese período de tiempo comprende el final
de una fase húmeda del Pleistoceno superior (que ha durado de 30 000 a 20 000
años BP, aproximadamente) y el comienzo de una fase árida que terminaría hacia
los 12 000 años BP.
416 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Altas latitudes
En las regiones de aita latitud, ese período corresponde al final del máximo
glacial y al deshielo. Las muestras glaciales que cubrían el este de América del
Norte y Escandinavia, y que alcanzaron su máximo entre los años 22000 y 18 OOQ
BP, comenzaron a fundirse inmediatamente después de esa fecha. La de la
cordillera norteamericana conoció su máximo sólo hace unos 14 000 años y
desapareció hace unos 10 000 años BP. En el hemisferio sur, en cambio, parece
que la muestra glacial continental del este del Antártico ha var.iado poco, mientras
que la del oeste del Antártico, cuya base reposa bajo el nivel del mar, se ha
reducido considerablemente ( National Academy of Sciences, Washington, 1975).
Océanos
Las inmensas superficies que estaban cubiertas de hielo marino han desapare-
cido realmente desde la subida muy rápida del nivel del mar, como consecuencia
del deshielo. La subida alcanzaba 1,5 m. cada siglo por término medio entre los
15 000 y J 2 000 años BP, y en es.ta última fecha se sobrepasaba probablemente la
mitad, si no las dos terceras partes, de la subida. AJ mismo tiempo, las aguas
polares del Atlántico alcanzaban latitudes más septentrionales.
Africa
La gran aridez del período comprendido entre los 18 000 y 12 000 años BP es
el fenómeno mejor documentado que se extiende por una gran parte de Africa.
Las curvas de evolución de los niveles lacustres del Níger y Chad (Servant, 1973),
MARCO DE LAS FASES PLUVIALES Y ,GLACIALES DE A FRICA 417
del Afar (Gasse, 1975), .de Sudán (Williams\ 1975, y Wickens, 1975), etc., lo ponen
perfectamente en evidencia. La desaparición de la vegetación permite que los
vientos amplíen el avance de las dunas de 400 a 800 km. en,dirección al ecuador y
sobre las mesetas continentales emergidas. Es cierto que, durante varios milenios,
el Sáhara ampliado ha constituido una barrera para el hombre mucho más hostil
que el actual Sáhara. Esa aridificación parece extraordinariamente general, y
numerosos indicios prueban que una desecación relativa alcanzaría las zonas
intertropicales en su conjunto en Africa (De Ploey, van Zinderen Bakker, etc., en
Williams, 1975) y en Asia, principalmente en las Indias (Singh, 1973).
Williams (1975) ha revisado recientemente la literatura que se refiere a esa fase
árida y ha demostrado su extensión excepcional y aproximadamente sincrónica.
Cuenca mediterránea
Mientras que la historia climática en el transcurso de la última glaciación
(hace unos cien mil años) parece bastante complicada en la cuenca mediterránea
(ver pág. 423), resultados palinológicos (Bonatti, 1966) y pedológicos (Rohden-
burg, 1970) indican que en el máximo glacial el clima era seco y frío. Una estepa
muy seca ocupaba la zona mediterránea entre los 16 000 y 13 000 años BP, y las
capas calcáreas se desarrollaban en los suelos. ·
Hemisferio sur
En Australia, las temperaturas indicadas por los pólenes han conocido una
bajada progresiva hasta hace unos 18 000 ó 17 000 años BP; en tanto que la.sequía
se instalaba y las dunas se extendían sobre la plataforma continental emergida
(Bowler y otros, 1975). La glaciación ocupaba Tasmania y las montañas Snowy,
mientras que los lagos del sur de Australia se secaban hacia los 16 000 años BP. El
calentamiento indicado por la subida de la línea de arbolado (timberline) en
altura comienza hace unos 15 000 años, y los lagos del sur de Australia no
comenzaron a llenarse de nuevo hasta hace unos 11 000 años BP (Bowler y otros,
1975).
Van der Hammen (1974) y Williams (1975) han mostrado las analogías que
caracterizan a los climas de los dos hemü,ferios en el transcurso del último
máximo glacial hace 18 000 años .. A excepción del sudoeste de Estados Unidos,
persiste una aridez generalizada durante varios milenios en el conjunto de las
regiones de baja latitud del planeta.
Altas latitudes
Océanos
La subida del nivel del mar, que registra el estado medio de fusión de todos los
glaciares del mundo, es aún muy rápida entre 12 000 y 7000 años BP (más de 1 m.
por siglo, como media, pero con una importante ralentización o retroceso hacia
los 11 000 años BP). Los océanos parece que han alcanzado un nivel muy próximo
al actual a partir de los 6000 años BP, y que han oscilado en torno a ese nivel, con
una amplitud que no sobrepasó algunos metros. A ésa tendencia general se
superponen fluctuaciones ilustradas por la curva de subida que subraya variacio-
nes climáticas generales (Morner, 1973).
Las zonas de sedimentación marina bastante rápida, estudiadas por Wollin y
Ericson, permiten igualmente seguir los cambios en el reparto de las foraminífer-as,
y principalmente la variación del porcentaje de Globorotalia trucatulinoides con
plegamiento izquierdo. Los picos de las curvas referentes podrían corresponder,
según Morner (1973), a los de los cambios climáticos registrados mediante los
informes isotópicos de los hielos de Groenlandia y mediante las escalas palinoló-
gicas, así como por las fluctuaciones del nivel marino. Pero se llega aquí al límite
de precisión autorizada por el método de datación radiométrica, siendo necesarias
las interpolaciones lineales entre fechas, teniendo en cuenta las variaciones del
porcentaje de sedimentación. Además, la distorsión de la escala cronológica del C
14 con relación a la escala de tiempo impone la introducción de correcciones que
hacen delicadas las correlaciones de fenómenos cuyos límites lo son a escala de
siglo.
Africa
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• Fig. 6: Evolución relativa de la relaci.ifo pluviosidad/evaporación desde hace 12·000 años en la cuenca
chadiana haci(l 13-18 de lat. Esa evolución ha sido determinada tras un estudio comparado de las
variaciones de los niveles de varios lagos alimentados, sobre todo en la capa subterránea, por los arroyos o
los rlos. Según M. SERVANT, 1973, págs. 40~52.
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11 10000 9000 8000 1000 5000 4000 3000 2000 1000 O Edad en años BP
• Fig. 7: Oscilaciones de los niveles lacustres en las cuencas del Afar. Las curvas relativas al paleolago
Abhé, Hanlé-Dobi y Asa/, situados en Afar central, están representadas, en el mismo gráfico. La del lago
Afera es independiente. Comparación con la curva de oscilación de P/E en /a,-cuenca del Chad. Según D.
GASSE, 1975.
MARCO DE LAS FASES PLUVIALES Y GLACIALES DE AFRICA 421
ca_. Esa curva climática ilustra las grandes oscilaciones que parece que tienen un
carácter general: gran extensión de los lagos hace unos 8500 años BP, retirada de
las aguas hacia los 4000 y fluctuaciones menores después de los 3000 años BP.
Esas principales variaciones se encuentran, con algunos matices debidos a su
modo de alimentación, en los diferentes lagos del Afar (Ga!>se; 1975) (fig. 7). Se
observa cierta analogía de la curva del Chad con la de la humedad de la zona
.continental siberiana.
El estudio de los demás lagos africanos muestra una línea general de evolución
bastante comparable. Livingstone y van Zinderen Bakker consideran que se da un·
paralelismo bastante estrecho entre la evolución climática del este africano y la de
Europa.
La extensión de los lagos saharianos hasta hace 8000 años BP parece que está
en relación con lluvias mejor repartidas en el transcurso del año y con una
nebulosidad bastante fuerte para reducir la evaporación. M. Servant (1973) cree
que la circulación atmosférica era entonces diferente de lo que es en nuestros
días. La presencia de varios niveles de diatomeas de regiones <(frías» le hace
plantear la hipótesis de posibles intrusiones de aire polar sobre el Sáhara. El
mecanismo climático actual únicamente se habría establecido después de los 7000
años BP.
Hemisferio sur
y que caracteriza el fin de una glaciación. seguida de una fase húmeda de duración
comparable y fluctuante, pero que retorna progresivamente a un estado árido.
Se pueden explicar esas pulsaciones climáticas a una escala de 20 000 años por
el desplazamiento de los frentes polares y por su influencia sobre el frente
intertropical (F. l. T.) y por los dos tipos de circulaciones extremas: rápidas o
lentas.
También es probable que ese modelo pueda ser representativo de otras
situaciones comparables y de la misma escala en el Cuaternario, es decir, de una
duración y amplitud análogas. Pero nada nos permite extrapolarlo en el conjunto
de un período glacial de una duración de 100 000 años o, afortiori, en el conjunto
de las glaciaciones cuaternarias de una duración de vari0s millones de años.
Por esa razón, examinaremos ahora la cronología de un período glacial en su
conjunto.
Altas latitudes
La vegetación del interglacial eemiano indica que, durante las fases más
cálidas de ese·interglacial (entre 125 000 y 80 000 años BP, poco más o menos), la
temperatura en Eurasia y en América del Norte era sensiblemente comparable a la
del período <~Atlántico» (entre 7000 y 5000 años BP); es decir, poco diferente de la
MARCO DE LAS FASES PLUVIALES Y GLACIALES DE AFRICA 423
Océanos
Las variaciones del nivel de los océanos registran bastante bien los dos
máximos glaciales por bajadas importantes ( - 110 m. ± 20 para el segundo
máximo hace unos 20 000-18 000 años). Los niveles más altos alcanzados durante
los interglaciales eemiano y actual son comparables entre sí (en un 5 por 100
aproximadamente). Las subidas del nivel del mar durante los interestadios (45 000
y 30 000 años BP) alcanzarían tal vez entre el 60 por 100 y 80 por 100 de la subida
máxima (Inchirien de Mm1ritania, por ejemplo). Esas subidas confirman la fusión
de una masa de hielo equivalente durante el interperíodo.
Africa
Cuenca mediterránea
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Escala (millas) MOZAMBIQUE
• Fig. 8: Mapa de las localidades del Plio-Pleistoceno del Este africano. Leyenda: M. Mursi; U:
Usno; S: Shungura,Jormaciones del valle inferior del Orno.!: Ileret; KF-: Koobi Fora, sectores del este
del lago Rodolfo. L Lothabam; K/E: Kanopoi y Ekora, de la cuenca hidrográfica del Bajo Kerio. C:
Chermeron; Gh: Chesowanja,localidades de la cuenca del Baringo. K: Kanan, golfo de Kavirondo. P:
Peninj, cuenca del Natron. OG: Garganta de Olduvai; LA: Laetolil, llanura de Serengetti. Final del mapa
tomado del mapa geológico a escala 1:4.000.000 del este africano ( Kenia). Según F. CLARK H OWELL,
1972.
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• Fig. 9: Cronología radiométrica y paleomagnética del Plioceno/Pleistoceno del este africano, del
sudoeste de Europa y del noroeste de América. Las importantes sucesiones autorizadas por las medidas
efectuadas en las zonas del Jleret y de Koobi-Fora (sector este del lago Rodolfo) están aún en estudio y, al
ser incompletos los resultados, las columnas correspondientes han sido dejadas en blanco. Según F. CLARK
HOWELL, 19.72.
DIVISIONES AFRICA EUROPA Y SIBERIA Y
GEOLOGICAS SUBSAHARIANA MÉDiTERRANEO ASIA ORIENTAL
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10.000 años ,;.H.-O.;.LO;.C.:E;,.;N.;.O.,..-------,---------r-,.-------11114 -
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ÜK-Ar 0 U, Pa, Th. ,ÓC14 Métodos dé datación con C14
o .o ~ Edades ya establecidas
• Fig. JO: Cronología y ritmo de la evolución de las civilizaciones en el curso delPleistoceno, con relación
a la evolución de los homínidas. W. W. B1scHOP y J. A. MILLER, 1972, págs. 38/-430.fig. 9; según G. L.
ISAAC. Los principales hori;:oníes cu/rurales están referidos a escala del tiempo logarítmico. Las fechas o
series de fechas particularmente bien establecidas están señaladas por símbolos en trazo grueso.
VARIACIONES CLIMATICAS
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~ .:~~ :::
¡i¡ 1920
~
: 1500
o
... CALOR
PUNTOS DE VARlACIOl''l:
1.
2.
3.
MAXIMO TERMICO DE LOS AÑOS 1940
PEQUEÑA GLACIACION
INTERVALO SECO Y FRIO
l880 O"·IO"• ~ ISOO 4. PERIODO INTERGLAClAL ACTUAL (HOLOCENO)
1100 EUROPA 5. ULTIMO PERIODO 11\ÍTERGLACIAL DEL
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6T"C 900 ORIENTAL PLEISTOCENO .
(a) ~~t ULTIMOS -.-,..-,.----
(b) LOS 103 UtTIMOS
AlilOS
• Fig. 1J': Las tendencias generales del clima mundial desde hace un millón de años. a) Modificaciones de
la media quinquenal de superficie en la región 0-80 N. en el curso de los ultimas 100 años ( M JTCHELt.,
1963). b) Indice de rigor frío del i11vierno en Europa oriental en el transcurso de los últimos 1000 años
( LAMB, 1969 ). c) Tendencias generales de la temperatura del aire en las latitudes medias del hemisferio
norte en el transcurso de los últimos 1-5 000 años, según la altura máxima de los árboles (DEN TON y
K ARLEN, 1973) y las modificacio11es de la vegetación registradas en los espectros del polen (VAN DER
HAMMEN y otros, 1971 ). d) Tendencias generales de la temperatura del aire en el hemisferio Norte e11 el
transcurso de los últimos 100 000 años, según las temperaturas de las agua$ de superficie en las latitudes
medias, los datos de la pali11ología y los datos mundiales relativos, a los niveles de los mares. e)
Fluctuaciones del volumen mundia'/ de los hielos desde hace un millón de años, según la evolución de la
composición isotópica del plactonfósil en la muestra submarina V28-238. ( S HACKLETON y O PDYKE, 1973 ).
MARCO DE LAS FASES PLUVIALES Y GLACIALES DE AFRICA 429
Bishop y Miller,. 1972), poco antes de la: base de la capa marina calabi:iense, hacia
la realización de Gilsa (1,79 M. A.).
En Africa, varias regiones (Chad, Africa oriental, etc.) han proporcionado una
rica fauna de vertebrados, vinculados primero al Villafranquiano (entre 3,3 y 1,7 ó
1 M. A.): Algunas asociaciones de mamíferos implican condiciones de humedad
mucho mayores que la que caracteriza al entorno actual de los yacimientos. Por
tanto, se han considerado como si señalasen «Pluviales» en Africa.
Las. estratigrafías más detalladas, apoyadas en una cronología Ar/K y paleo-
magnética, son las de los depósitos de los fósiles ( rift) esteafricanos. En ese tipo de
relleno sedimentario, el efecto del clima es más difícil de conocer que el de la
tectónica, el del volcanismo y el de las modificaciones topográficas que entrañan,
aunque actualmente los autores han renunciado a una sucesión climática detalla-
da. En cambio, la cronostratigrafía está muy implantada y constituye una
referencia mundial.
En los diferentes yacimientos de vertebrados y homínidos del Africa OFiental
(figs. 8 y 9), las sucesiones sedimentarias datadas son las siguientes:
- OMO (Etiopía): La formación de.Shungura, de unos 1.000 m. de espesor, se
extiende de 3,2 a 0,8 M. A., y la de Usno, de 3,1 a 2,7 M. A. (según Heinzelin;
Brown; Howell, 1971; Coppens, 1972; Bishop; Miller, 1972; Howell, 1972;
Brown, 1972, 1975). El estudio de los pólenes de la formación de Shungura ha
puesto en evidencia un importante cambio climático que va hacia la sequía, hace
casi 2 M. A., con el desarrollo de una sabana herbosa de gramíneas (Bonnefille,
1973, 1974). Ese cambio. lo ha confirmado el estudio de las faunas, y podría
plantearse como paralelo a un estadio de enfriamiento mundial de los océanos (1,8
M. A.).
- Olduvai (Tanzania): La.sucesión de las formaciones clásicas.y su cronología
es la siguiente:
CONCLUSION
Capítulo 17
LA HOMINIZACION:
PROBLEMAS GENERALES
PARTE I
Y. COPPENS
CRITERIOS PALEONTOLOGICOS
Los primates, de los que el hombre forma parte, se diferencian de los demás
mamíferos placentarios por el desarrollo precoz del cerebro, el perfeccionamiento
de la visión que ha llegado a ser estereoescópica, la reducción d~I rostro, la
sustitución de zarpas por uñas planas y la oponibilidad del pulgar a los ottos
dedos. Entre los primates, divididos en prosimios y simios, el hombre forma parte
de los segundos, que se cara~terizan por el aumento de la estatura, el alejamiento
de las órbitas a partir de la frente, la mejora consecutiva de la visión y la
independencia de las fosas temporales.
Se manifiesta de pronto entre esos simios una explosión de las formas en el
Oligoceno superior, hace unos 30 000 000 de años, permitiendo suponer que la
diferenciación de la familia de los homínidos podría remontarse a esa época. Para
poder e·scribir la historia de esos homínidos, tenemos, pues, que buscar entre los
fósiles de simios de los últimos 30 millones de años, aquellos cuyas tendencias
evolutivas se orientan hacia los rasgos que caracterizan al género Horno que
nosotros somos: bipedia con todo lo que eso implica de transformaciones del pie,
la pierna, la pelvis, la orientación del cráneo, las proporciones de la columna
1
Los mamfferos representan la más evolucionada de las 5 clases de vertebrados. Los mamíferos
placentarios son los más evolucionados de los mamíferos; disponen de un órgano nuevo, la placenta,
destinada a la respiración y a la nutrición del feto.
?
2
Recordemos que el tiempo geológico se divide en eras: primaria, secundaria, terciaria y
cuaternaria. Los primates que aparecen al final de la era secundaria, hace 70 millones de años, se
desarrollan durante las eras terciaria y cuaternaria. La terciaria se divide en S.graildes estratos que son,
de mayor a menor antigüedad, el Paleoceno, el Eoceno, el Oligoceno, el Mioceno y el Plioceno; el
Cuaternario no comprende más que dos estratos, el Pleistoceno y el Holoceno.
3
Anexo a este capítulo se encontrará u.n glosario que da la significación de los diferentes términos
científicos empleados.
LA HOMINIZACION: PROBLEMAS GENERALES 433
ENTRE 20 Y 40 MILLONES DE AÑOS
4
Los premolares y los molares tienen coronas divididas poF surcos en pequeños bultos qu'e se
llaman cúspides o tubérculos; en los grandes monos (Póngidas), el primer premolar inferior parece un
canino: sólo tiene una cúspide,; en los homínidas, ese diente se· parece al segundo premolar y tiene dos
cúspides. En el primer cáso se habla de heteromorfia de los· premolares; en el.segundo, de homomorfia.
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• 1. Reconstrucción del entorno de Fayum hace 40 000'000 años, dibujos de Berconcini-Gaillard, bajo la
dirección de Yves Coppens, e:ic.posición «Orígenes del Hombre», Museo del Hombre (septiembre 19'76-
abri/ 1978), fot. Y. Coppens, colee. Museo del Hombre.
• 2. Yacimientos eoceno y oligoceno de Fayum, Egipto, colee. Museo del Hombre (fot. Elwyn Simons).
LA HOMINIZACION: PROBLEMAS GENERALES 435
ENTRE 10 Y 20 MILLONES DE AÑOS
5
A .los premolares y a los molares se les llama dientes yugales o dientes de la ,inejilla.
6
Prognatismo significa «mandíbulas hacia adelante»; esa palabra traduce la proy,ección de todo el
rostro o de par.te del rostro que se encuentra bajo la nariz.
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YACIMIENTOS:
1- De Taung (Africa del Sur) 9- De Chemeron (Kenia).
2- De Sterkfontein (Africa del Sur). 10 - De Chesowanja (Kenia).
3- De Swartkrans (Africa del Sur). 11 - De Kánapoi (Kenia).
4- De Kromdraai (Africa del Sur). 12 - De Lothagam (Kenia).
5- De Makapansgat (Africa del Sur). 13 - Del este .del lago Rodolfo (lago Turkana; Kenia).
6- De Garusi-Laetolil (Tanzania). 14- Del Omo.(Etiopla). ·
7- De Olduvai (Tanzania). 15 - Del Alar (Etiopla).
B- De Natron-Periinj (Tanzania).
Historia
.En 1924, el- profesor R. Dart describió y bautizó al primer australopiteco; se
trataba del cráneo de un pequeño de cinco a seis años descubierto en Africa del
Sur, en el .tajo de una cueva de Bechuanalandia llamada Taung. Ese descubrimien-
1
La braquiación es un modo de locomoción arborícola que consiste en desplazarse de rama en
rama, suspendido por los miembros anteriores.
8
La bipedia es un modo de locomoción terrestre que consiste en desplazarse erguido sobre los
miembros posteriores.
LA HOMINIZACION: PROBLEMAS GENERALES 439
fo fue seguido de otros pu1ch9s efectuados a partir de 1936 por los profesores R.
Broom y J. Robinsod, y después por los profesores R. Dart y P; Tobías en cuatro
cuevas del Transvaal: Sterkfontein, Swartkrans y Kromdraai, cercá de Johannes-
burgo, y Makapansgat, cerca de Potgietersrus.
En 1939, el profesor alemán L. Kohl Larsen descubría en Garusi o Laetolil, ai
nordeste del lago Eyasi, en Tanzania, un maxilar de australopiteco, extendiendo al
Africa oriental el área de reparto de tales homínidos. Los trabajos en ese
yacimiento acaban de ser reemprendidos por Mary Leakey con mucho éxito, ·
puesto que ha descubierto una interesantísima serie de homínidos fósiles vincula-
bles indudablemente a los australopitecos.
Luego llegaron los célebres trabajos de la familia Leakey en los desfiladeros de
Olduvai, en Tanzania, trabajos que aportaron desde 1955 casi 70 piezas atribui-
bles a homínidos, algunos de los cuales son de gran relevancia. En 1964, R. Leakey
y G. Isaac añadieron un tercer yacimiento a los sitios de Tanzania, encontrando
una mandíbula de australopiteco cerca del lago Natron. Luego los descubrimien-
tos se desplazaron hacia el norte.
En 1967, una expedición internacional reemprendía la exploración de los
yacimientos paleontológicos que afloran en la orilla occidental de la cuenca baja
del Orno, en Etiopía. Se componía de tres equipos: uno francés, bajo la dirección
de los profesores C. Arambourg e Y. Coppens; otro americano, cuyo director era
el profesor F. Clark Howell; y otro keniata, dirigido por el doctor L. S. B. Leakey
y su hijo Richard. Esos_yacimientos, descubiertos a principios de siglo por viajeros
franceses, habían sido explorados desde 1932-1933 por una misión del Museo
Nacional de Historia Natural, de París, bajo la dirección de·C. Arambourg. Desde
el primer mes, esa nueva expedición tuvo la suerte de encontrar la primera
mandíbt1la de australopiteco de esos.yacimientos. Semejante descubrimiento iba a
ser seguido de otros muchos: en nueve campañas, las misiones francesas y
americanas realizaron, en efecto, un balance excepcional: cerca de 400 restos de
homínidos.
El equipo keniata había abandonado Orno desde 1968 para ir a explorar, bajo
la dirección de R. Leakey, las orillas orientales del lago Turkana, en Kenia. Ahora
bien, en diez campañas, ese equipo pudo recoger más de 100 fragmentos de
homínidos, algunos muy importantes.
En las orillas sudoccidentales del mismo lago, una misión americana de
Havard, bajo la dirección de B. Patterson, exploraba durante ese tiempo tres
pequeños yacimientos, dos de los cuales iban a proporcionar restos de homínidos.
Una misión inglesa del Bedford College, de Londres, que se proponía trazar el.
mapa geológico de la cuenca del lago Baringo, en Kenia, descui,,rió a su vez restos
paleantropológicos en cinco yacimientos.
A partir de· 1973, una expedición internacional bajo la dirección de Maurice
Taieb, Yves Coppens y Donald C. Johanson, descubría en Hadar, en el Afar
etíope, durante cuatro campañas, más de 300 piezas paleantropológicas de
excepcional conservación, que pertenecen a una o dos formas de homínidos. Una
segunda misión en el Afar, continuación de la primera, iba a.su vez a encontrar un
cráneo atribuible a un pitecántropo.
Por fin, después de nueve años de pacientes excavaciones, Jean Chavaillon
o J. Garganta de Olduvai (excavaciones Lóuis y Mary Leakey). Fot. Y. Coppens, colee. Museo del
Hombre.
-1
.----, • l. Yacimiemo de Orno, Eliopía,fot.
Y. Coppens, colee. Museo del
Hombre.
----------------- 2
• 2.3. Crá11eos de Ausrralopithecus
Boisei, yacimiento ·de Orno,
Etiopía-Expedició11 Y. Coppe11s
1976- Fol. J. Oster (núm. D-77-
1947-493 y D-77-.1496-493), colee.
Museo del Hombre.
• 1. Yacimiento del Ajar, -Etiopía, Expedición M. Taieb, Y. Coppens y D. C. Johanson (fot. M. Taieb,
colee. Museo del Hombre).
• 2. Gargantas de Olduvai, Tanzania, y excavaciones Louis y Mary Letikey (fot. Y. Coppens), colee.
Museo del Hombre.
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Datación ·
Los homínidas
1·
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• 1.2. Horno habilis, fot. National Museums of Kenya.
LA HOMlNIZACION: PROBLEMAS GENERALES 447
dientes yugales son grandes, sus cúspides redondas, el esmalte grueso y cori
desgaste a todo lo largo de ellos. Aunque ese australopiteco tiene una dieta más
variada que el precedente, su alimentación básica debía ser igualmente vegetaria-
na; el grosor de la mandíbula, el del esmalte, el desgaste a todo lo largo de los
dientes, la pequeñez del rostro, el gran tamaño de los premolares y de los molé¡1res
indican, en efecto, un potente aparato masticador. Hay un retraso en la erupción
dentaria, retraso que, unido al espesor del esmalte, significa una adaptación a una
vida, y singularmente a una adolescencia, más larga. La capacidad endocraneal
varía de 428 a 485 cm3, o sea, 444 cm 3 de media, en la forma sudafricana. Los
huesos largos, en particular el húmero y el homoplato, recuerdan una braquiación
ancestral. Sin embargo, el australopiteco grácil es un bípedo permanente.
e) El Horno habilis ha sido descrito en Olduvai (Tanzania), en 1964, y
encontrado· en el Orno (Etiopía), en la parte oriental del lago Turkana y en
Kanapoi (Kenia). Sus molares muestran una dimensiones menores que las de los ·•,
australopitecos gráciles del Africa del Sur. Esos dientes, por otro lado, tienen
proporciones diferentes: son más alargados y estrechos. A partir de los parietales,
la capacidad endocranéal del Horno habilis ha sido estimada en 680 cm 3 ; un
cráneo del este de Turkana alcanza casi 800 cm 3. Parece, pues, que se trata de un
ser más próximo a nosotros que el australopiteco por las tendencias evolutivas de
sus dientes y de su cerebro. Y, sin embargo, su esqueleto postcra11eal 12 lo
aproxima al australopiteco grácil; su clavícula recuerda en particular su ancestrn-
lidad en el braceo, ya recordada con ocasión de este último. Se ha estimado su
1 · tamaño de 1,20 a 1;40 metros.
d) El Horno erectus: Por último, en Swartkrans (Africa del Sur) hace 2 500 000
años, en Olduvai (Tanzania) hace 1 500 000 años, en el este del lago Turkana
(Kenia) hace 1 500 000 años, en Melka Konturé, en Bodo, en el Orno (Etiopía)
entre 500 000 y 1 500 000 años, los técnicos en excavaciones anuncian el descubri-
miento del Horno erectus, es decir, de homínidos más desarrollados qüe todos los
precedentes.
En Swartkrans, Broon y Robinson habían aislado desde 1949 algunos huesos
para atribuirlos a una forma más humana, el Te/anthropus capensis. En 1957,
Robinson había pensado en la atribución de esa forma a los pitecantropos y al
Horno erectus.
En 1969, Ron Clarke, Clark Howell y Brain estudiaron los especímenes de
Swartkrans y advirtieron que el cráneo de australopiteco robusto SK 847 mante-
nía una correspondencia perfecta con el maxilar del telántropo. Ese ensamblaje
ofrece una interesante imagen que confirma las presunciones de Robi'nson:
encima de una protuberancia supraorbital 13 pronunciada, una frente de curva
ascendente choca con la carencia de frente en el australopiteco robusto;_ese cráneo
tiene grandes senos 14 frontales, la constricción postorbital 15 es moderadamente
12
Se llama esqueleto poscraneal al conjunto del esqueleto menos el cráneo.
13
Cuando el borde superior de la órbita se carga de. un desarrollo óseo como visera, se le llama
torus o rodete sub o supraorbitál.
14
Los senos son unas cavidades.
15
El cráneo se ajusta lateralmente, detrás de lás órbitas: es lo que se llama constricción
postorbital.
2
• J. Cráneos de Aust.ralopichecus africwms y de Horno ereccus. De izqu_ierda a derecha, perfil de joven
Auscralopithecus (Taung, Africa del Sur) y perfil dé Horno erectus (Yayo, Chad), colee. Museo del
Hombre (fót. Y. Coppens).
• 2. Cráneo de Cromañoide de Afalµ, Argelia, colee. Museo del Hombre (lnsiituto de paleontología
humana), fot. J. Oster, núm. C. 77-60-493.
.,
(,
acusada; los huesos de la nariz prominentes, y el arco alveolar corto, lo que indica
una mandíbula pequeña con varilla montante baja; la dentición y la estructura del
esqueleto facial se acercan al del Horno y, más especialmente, al del Horno erectus.
En Olduvai, el Hominiano 13 tiene una dentadura reducida en un 20 por 100
con relación a la del Horno habilis y una mandíbula más pequeña; el Hotniniano
16 tiene un arco suborbital prominente. Leakey y Tobias los clasifican a veces
como Horno erecrus. Pero, aunque esos dos fósiles tienen una clasificación incierta,
de ningún modo se los debe asemejar con el Hominiano 9, que tiene una
incontestable bóveda craneal de Horno erectus.
Al este del lago Turkana, en Kenia, un gran número de descubrimientos se
relacionan con esa especie progresiva del género Horno; citemos, en particular, el
descubrimiento reciente de tres cráneos, repartidos en el tiempo, y que son una
perfecta ilustración del desarrollo de las tendencias evolutivas en el seno de esa
especie.
Recordamos aquí que una reciente datación del más antiguo pitecántropo
javanés -el cráneo infantil de Modjokerto- habría dado l 900 000 años, pero
¿se trata acaso del Homo erectus?
Asimismo, las comparaciones realizadas en Cambridge entre las piezas
· originarias javanesas y tanzanas por Tobías y Von Koenigswald permitían llegar
a la conclusión de la identidad morfológiea del Horno habilis, el más antiguo, con
el Meganthropus palaeojavanicus y, quizás, con el Hemianthropus peii, de China, y
después la del Horno habilis más reciente (Hominiano 13) con el Pithecanthropus
IV, el Sangiran B y el T elantf1ropus capensis.
I ndustria.s
Por primera vez en la historia de los primates, esos restos s.e encuentran
asociados a herramientas fabricadas.
En los yacimientos del Orno, la misión francesa descubría en 1969 algunas
herramientas de piedra y hueso de más de dos millones de años; al año siguiente,
la misión keniata del este del lago Turkana encontraba in situ, en un nivel
volcáni.co datado en 2 000 000 de años, una industria de piedra y hueso compara-
ble a las herrnmientas del Orno.
Más recientemente les tocaba el turno a las misiones estadounidense y
francesa~ que encontraban una docena de niveles arqueológicos de dos millones de
años. Se puede decir que en tres años, mediante los descubrimientos de la cuenca
pliopleistocénica del lago Turkana, la edad de las primeras herramientas talladas
ha sido rectificada en más de dos millones y medio de años -quizás 3 millones-,
alargando en casi un millón la edad de las industrias más antiguas conocidas
hasta entonces.
Esa primera industria de la Historia está formada por una gran cantidad de
fragmentos, artificialmente golpeados y utilizados por sus cortes, cantos rodados
euya punta o corte ha sido preparado mediante una serie de rebajamientos o
desprendimientos, y huesos o dientes preparados o utilizados directamente
cuando sus formas se prestaban a ello (caninos de hipopótamo o suido, por
ejemplo). ·
LA HOMINIZACION: PROBLEMAS GENERALES 451
Conclusión
L. BALOUT
Los datos de este problema son en gran parte africanos. En los últimos años
de su vida, el sacerdote Breuil, sorprendido por el comportamiento de algunos
animales, me decía que él se preguntaba si la herramienta señalaba bien el
franqueamiento del umbral de la hominización, y si no habría que preferir el Arte
para llegar a la distinción entre un Horno verdaderamente sapiens, el pintor de
LA HOMINIZACION,: PROB[,E)'v1AS GENERALES 455
Lascaux, nuestro antepasádo directo, y una serie de seres industriosos que le han
precedido.
Como ha.expuesto muy acertadamente la señora Tetry, el uso de herramientas
exteriores a los órganos del ser viviente, que son «herramientas naturales», no es
lo propio ni del hombre ni siquiera de los primates. La avispa amófila o la
hormiga modista, entre los insectos; el pinzón de las islas Galápagos, la gaviota, el
quebrantahuesos, el buaro y el tordo músico, entre. los pájaros, la nutria de mar,d
castor y tantos otros, son prueba de ello. En el orden de los primates, el
chimpancé es el vecino más próximo ál hombre. En su vida cotidiana utiliza
herramientas o a_rmas para defenderse contra depredadores como la serpiente. Un
movimiento reflejo de miedo y defensa le hace recoger y blandir palos 1 . Ese
comportamiento, observado en los parques zoológicos, también se ha :visto, entre
1964 y 1968, en las reservas de Tanzania. Viviendo en grupos de más de treinta
individuos, los chimpancés saben escoger ramitas con d fin de desenterrar
termitas, utilizar palos para romper nidos o sacar la mieí, servirse de hojas y así
recoger el agua en los huecos de los árboles, y empalmar palos para llegar a los
plátanos.
En cuanto a las piedras, éstas les sirven para romper las cáscaras de los frutos
y expulsar a los depredadores. rivales arrojándoles piedras. y palos, tanto hacia
arriba como hacia abajo. En fin; también se comunican entre sí mediante signos
sonoros. Asimismo se podría hablar de las observaciones efectuadas en los gorilas
de Ruanda 2 •
Así, para que una her:ramienta pueda considerarse un criterio de hominización
no basta el concepto de utilización de un objeto exterior a las «herramientas o
útiles naturales» del ser viviente. Debemos exigir el concepto de la transformación
deliberada, de la «preparación» de esa herramienta, lo cual va a permitirnos una
respuesta, positiva a la tercera pregunta planteada y nos la va a negar a la segunda.
1
Current Anthropology, junio de 1967.
2
Nat. Geogr. Soc., Washington, oct. 1971.
• 1. Detalle del suelo oldo1'\layense ( objetos entre los que·hay poliedros. y un gran hueso de hipopótamo),
fot. J. Chavaillon, colee. Museo del Hombre.
• 2. Detalle del suélo. oldowayense, fot. J. Chavaillon, colee. Museo del Hombre.
LA HOMINIZACION: PROBLEMA'.S GENERALES 457
sobre este tema. R. Van Riet Lowe había distinguido, en la Pebble culture, unos
split y unos trimmed pebbles. Los primeros, guijarros simplemente rotos,
generalmente han debido ser puestos en duda. 'Si, de seguro, el guijarro que la
mano humana ha ¡;ecogido y luego ha tirado no ha conservado señal alguna
discernible de esa utilizaci'ón, hasta el fragmento roto puede ser un juego de la
naturaleza: los ríos al pie de,sus Saltos y la resacá del mar pulen los guijarros a lo_s
que nada los distingue de los que el hombre ha frácturado así. La industria de
Kafüen no ha sobrevivido a ese dictamen.
El texto de Teilhard de Chardin del que ya he citado un párrafo a:l comienzo de
este ensayo encierra grandes errores y adolece de una gravísima laguna: «El
hombre ha entrado sin ruido. [ ...] En realidad, ha caminado ta:n suavemente que
cuando, tr:aicionado por los indelebles instrumentos de piedra que multiplican su
presencia, nosotros comenzamos a percibirlo, ya, desde el cabo de Buena
Esperanza hasta Pekdn, él cubre todo el Antiguo Mundo. Ya, en verdad, el
hombre habla y vive en grupos, Ya enciende fuego. Después de todo, ¿no es eso
exactamente lo que debíamos esperar? Cada vez que una nueva forma viviente se
levanta ante nuestra vista desde las profundidades de la Historia,. ¿no sabemos
que ella surge toda hecha. y que ya es legión?» El Romo loquens, por lo· visto,
únicamente aparece ·en tiempos de los pitecántropos; el fuego atribuido al
Australopithecus Prometheus era un error de interpretación, pues no tenemos
ninguna indicación válida antes de los pitecántropos, y tampoco en Africa; en
cambio, los «indelebles instrumentos de piedra» del Oldowayense no traicionan
realmente un comienzo. La variedad de las formas, su número y l.o sistemático de
su tamaño hacen de ellos más bien un. r:esultado. Los prehistoriadores de Africa
son los que han reclamado ese millón de años ante la Bed One de Olduvai que
el Orno y Koobi Fora les han aportado recientemente. ¡Y eso no nos basta!
3
0/duvai Gorge, t. lll.
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• 1. U no de los cantos
tallados más amiguos del
111ui1do ( excavaciónes J.
Chavaillo11).
• 2. Uno de los primeros
cantos tallados del mundo
(excavaciones J. Chavaillon).
2
460 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
4
L. S. B. Leakey, «Bone smashing by Late Miocene Homind», Nature, 1968.
462 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
GLOSARIO
Abbevilliense. Aspecto industrial definido por H. thekos: mono). Nombre genenco dado por
Breuil en Abbeville (valle del Somme); está Dart en 1924 a varios fósiles de Africa del Sur
caracterizado por bifaces talladas; mediante que presentan caracteres simiescos y anuncian,
grandes desprendimientos, con un percutor no obstante, aspectos humanos. Después, los
duro (piedra); Definido en Europa, donde co- descubrimientos se han repartido por el Africa
rresponde al inicio del Paleolítico inferior. oriental y meridional.
Aclieulense. De Saint-Acheul {valle del Somme); llaStilto. Roca volcánica.
es el aspecto principal y cultural del Paleolítico Bifaz. Herramienta de piedra tallada por las dos
inferior; ha abarc~d0 desde la glaciación del caras, con forma de almendra. Primeramente
Mindel hasta el final del interglacial Riss- llamadas «hachas» y luego «barrenas», parece
Würm. El instrumento tipo es una bifaz más que han sido utilizados para cortar y, secunda-
regular que la del Abbevilliense, tallado con un riamente, para rascar. Son características del
percutor blando (madera o hueso). paleolítico inferior.
Amazonita. Variedad verde de microlina. Calabriense. De Calabria. La capa más antigua
Amiriense. Ciclo continental marroquí, contem- del Cuaternario marino, .identificado por M.
poráneo del Mindel europeo. Gignoux en 1910.
Anfatiense. De Anfa (Marruecos). Tercera trans- Calcedonia. Variedad fibrosa de sílice, integrada
gresión marina cuaternaria en Marruecos. por cuarzo y ópalo.
Ateriense. De Bir-el-Ater (Argelia oriental). In- Calcita. Carbonato de calcio natural cristalizado.
' dustria paleolítica del Africa del Norte, entre el Se encuentra en la creta, el mármol blanco, el
Musteriense y el Capsiense. Comprende pun- alabastro calcáreo, etc.
tas y rascadores pedunculados y algunas pun- Capsiense. De Capsa (nombre latino de Gafsa,
tas foliáceas. El Ateriense se desarrolla durante Túnez meridional). Industria de finales del
toda una parte del Würm y es sin duda con- Paleolítico africano. Definido por J. de Mor-
temporáneo, en parte, del Paleolítico superior gan, el Capsiense asocia a un utillaje de tipo
de Europa. Paleolítico superior numerosos microlitos y
Atlántropo. Fósil del grupo de los arcantropia- pequeños taladros gruesos que servían proba-
nos, definido por C. Arambourg en el yaci- blemente para la perforación de los fragmen-
miento de Temifine (Argelia). Los restos se tos de cáscaras de huevos de avestruz, emplea-
refieren al final del Pleistoceno inferior. dos para confeccionar collares. Se remonta a
Augita. Silicato natural de calcio, magnesio y unos 11 000 años aproximadamente.
hierro. Ese material entra en la composición Catarrinos. Monos del Antiguo Mundo, con 32
del basalto. dientes y tabique nasal delgado.
Auriñaciense. De Aurignac (Alto Garona). Indus- Cenozoico. Sinónimo de Terciario y Cuaternario;
tria prehistórica de comienzos del Paleolítico comienza con el Eoceno hace 65 millones de
superior. Ese nombre dado por H. Breuil y E. años y comprende después al Oligoceno ( - 40
Cartailhac. en 1906, designa las industrias si- millones de años), el Mioceno ( - 25 millones
tuadas cronológicamente entre el Musteriense de años), el Plioceno {- 11 millones de años),
y el Perigordiense. Se caracteriza por puntas el Pleistoceno y el período reciente.
de azagaya de cuernos de reno, gruesos rasca- Cercopiteco (gr.: kerkos: cola; pithekos: mono).
dores, láminas largas con retoques continuos Mono africano de larga cola.
planos y escamosos, y algunos buriles. Se ven Clactoniense. De Clacton-on-Sea (Gran Bretaña).
aparecer las primeras obras de arte: figurillas Industria prehistórica del Paleolítico inferior,
de animales esquematizadas y signos sumaria- descrita por H. Breuil en 1932, y caracterizada
mente grabados en bloques de roca calcárea. por fragmentos de sílex de forma lisa y ancha.
Aparece hace unos 30 000 años. El Clactoniense ))arece contemporáneo del
Australopiteco (lat. Australis: meridional; gr. pi- Acheulense.
\
\ \
de fragmentos, generalmente poco o nada re- de fragmentos por una sola de sus caras.
tocados, extraídos de núcleos de tipo Leva- Nakuriense. Fase húmeda definida por los depó-
llois. No es reconocido como un aspecto au- sitos de la playa inferior a los 102 m. del lago
téntico. Nakuru (Kenia). En esas capas se han descu-
Lidianira. Esquisto endurecido. bierto industrias de aspecto neolítico, cuya
Lupembiense. De Lupemba, en Kasai (Zaire). edad podría .remontarse a los - 3000 años,
Aspecto industrial del Paleolítico final caracte- aproximadamente.
rizado por la asociación de herramientas maci- Neanderthaliense. Del nombre de un pequeño
zas (picos, cinceles) y de piezas foliáceas fina- valle de la cuenca del Düssel (Alemania), don-
mente retocadas por las dos caras. Data de de fue descubierto él primer espécimen por el
hace unos 7000 años antes de la era cristiana. doctor fuhlrott, en 1856. Representante de un
Maarifumse. Del Maarif (Marruecos). Segunda grupo particular del género Horno, que ha
transgresión marina cuaternaria del Marrue- vivido en Europa occidental durante el Pleis-
cos atlántico. toceno superior, y que se extingue bruscamen-
Magosiense. De Magosi (Uganda). Industria líti- te sin dejar descendientes.
ca descubierta por Wayland en 1926. Situada NeoUrico (gr. neos: nuevo; /irhos: piedra). Edad
entre el Gambliense y el Makaliense, asocia de la piedra con producción de alimentos
objetos de aspecto musteriense, núcleos, dis- (agricultur~, pastoreo); término consagrado en
coides y puntas, piezas foliáceas con retoques 1865 por J. Lubbock.
bifaciales y microlitos geométricos. Obsidiana. Roca volcánica vítrea, compacta, que
Makaliense. Del río Makalia (Kenia). Fase húme- se parece al vidrio oscuro.
da del Cuaternario africano, contemporáneo Oldowayense. De la garganta de Olduvai, en la
del primer postglacial de Europa. No es utili- Tanzania septentrional. Complejo de utillaje
zado. lítico antiguo (cantos manipulados), descubier-
Malaquita. Carbonato básico natural de cobre; to por Katwinkel, en 1911. Complejo en el que
de color verde. Leakey ha reconocido once niveles, del Oldo-
Maz:zeriense. Primer pluvial sahariano, equiva- wayense I, que corresponde al Chellense anti-
lente del Kagueriense. guo, al Oldowayense XI, que corresponde al
Mesolltico (gr. mesos: en medio de; y li1/1os: Acheulense VI, con herramientas levalloisien-
piedra). Palabra que íue empleada durante ses.
mucho tiempo para designar el conjunto de 0/igoce,w. Segunda período del Terciario, de
aspectos culturales situados entre el Paleolíti- - 45 a - 25 millones de años.
co y el Neolítico. Hoy son frecuentemente Osteodontokerárica. Industria prehistórica hecha
atribuidos a una fase Epipaleolítica. de huesos (gr.: osteon), dientes (gr.: odous,
Mico9ue. Yacimiento prehistórico situado al nor- odontos) y cuerno (gr.: keras, keratos), descu-
te de las Eyzies, a 25 km. al nordeste de Sarlat, bierta en Makapansgat (Africa del Sur) por R.
donde se ha descubierto la industria micoquia- A. Dart.
na (forma muy evolucionada del Acheulense, Paleolltico (gr.: paleos: antiguo; y /ithos: piedra).
contemporánea de la glaciación del Würm). Designa la Edad de piedra sin producción de
Mindel. Del nombre de un río bávaro. Segunda alimentos. Téfmino consagrado por J. Lub-
glaciación cuaternaria alpina. Parece situada bock en 1865.
entre los - 300 000 y - 40ó 000 años .. Paleozoico. Sinónimo de Primario.
Mioa,w (gr .. meion: menos; y kdinos: reciente). Es Parántropo; Australopiteco robusto, descubierto
decir, que contiene menos formas recientes que en 1948 en el Pliopleistoceno de Kromd.rasi
el sistema posterior. Es un período del Tercia- (Transvaal) = Paraustralopíteco. Ese tipo ar-
rio, c:omprendido entre - 25 y - 10 millones caico presenta.numerosos caracteres simiescos,
de años. pero posee, principalmente en su organización
Muluyense. Del valle de Muluya (Marruecos). dentaria, rasgos que le sitúan más cerca del
Término empleado por Biberson. Villafran- hombre que de los antropoides.
quiano medio de Marruecos. Pebble culture. Industria de cantos manipulados,
Musteriense. Del Moustier (Dordoña). Indus- la industria lítica más antigua que se conoce,
tria prehistórica del Paleolítico medio, exten- compuesta principalmente de cantos en los
dida en la segunda mitad del último inter- que se ha hecho un corte por uno o varios
glacial, reconocido desde. 1865 por E. Lartet y desprendimientos o rebajamientos.
caracterizado por la abundancia de las Pitecántropo (mono-hombre). Fósil que presenta
puntas y rascadores obtenidos por el retoque a la vez caracteres bastante próximos al hom-
LA HOMINIZJ\CION: PROBLEMAS GENERALES 465
bre actual para· pertenecer así.al género Horno, pertenecer al género Homo y otros bastante
pero otros lo bastante diferentes como para diferentes para caracterizar a otra especie. El
caracterizar a una especie distinta. El primero yacimiento de Chu Ku Tien (al sudoeste de
fue descubierto por E. Dubois, en Java, en Pekín) ha sido explorado de 1921 a 1939 por el
1889. Pertenece a la especie Homo erecrus. doctor Pei, M. Black, P. Teilhard de Chardin y
Plati"ino. Mono del Nuevo Mundo, con 36 F. Weidernreich. Pertenece a la especie del
dientes y tabique nasal grueso. Homo erecrus.
Pleistoceno (gr. pleiscos: mucho; y kainos: recien- Solutrense. De Solutré (Saona-y-Loira). Industria
te). Subdivisión geológica de la edad Cuater- prehistórica del Paleolítico superior, caracteri-
naria que comprende el comienzo y la mayor zada por láminas. de sílex muy finas. Los ins-
parte de éste. El término, creado por Ch. Lyell trumentos característicos deben su aspecto a
en 1839, corresponde a los momentos de las una hechura mediante retoques rasantes y
grandes glaciaciones cuaternarias y precede al paralelos que cubren .las dos caras de la pieza.
período holoceno que se inicia unos. 1O000 StiUbayellS4!. De Still Bay (pmvincia de El Cabo).
años antes de la era cristiana. Industria lítica rica en piezas foliáceas con
Plesidntropo. Australopiteco grácil descubierto retoques bifaciales que recuerdan las hojas de
en Transvaal ( 1936); en la base del Pleistoceno. laurel del Solutrense francés. Contemporáneo
Plioceno. Período terminal de la era terciaria. del Gambliense.
Comienza hace 5,5 millones de años y terrnina Tectita. Vidrio natural rico en sílice y aluminio,
hace - 1,8. cuyo origen es probablemente cósmico.
Pongúleo. Familia de monos antropoides cuyo Telííntropo. Designación genérica atribuida por
tipo es el orangután, y que comprende igual- Broom y Robinson a dos fragmentos de man-
mente al gorila, gibc'Ín y chimpancé. díbula encontrados en 1949 en el yacimiento
Precambriense. La formación geológica más anti- de Swartkrans (Africa del Sur), cuya morfolo-
gua. Dura desde la formación del.globo terres- gía recuerda a algunos arcantropianos,
tre (estimada en cuatro mil millones de años) Tensiftie11S4!. Del ued Tensift (Marruecos occi-
hasta la era primaria ( - 500 millones). dental). Ciclo continental marroquí que co-
Presoltaniense. Período continental marroquí rresponde a la primera paue del Riss.
que corresponde al final del Riss; precede al Tschitoliense. Término creado en la base de un
Sciltaniense (de Dar es-Soltan). complejo lítico recogido en Tschitolo (Kasai).
Ramapiteco. Ramapithécus wickeri: primate om- Aspecto industrial epipaleolítico caracterizado
nívoro del Mioceno, que podría ser el antepa- por la persistencia de un utillaje macizo, pero
sado de los homíhidos. Data de 12 a 14 millo- de dimensiones más reducidas que en el lu-
nes de años. Descubierto en las colinas ·de los pembiense, y por la multiplicación de las pun-
Siwaliks (norte de las Indias). Se conocen otros tas de flecha con retoque bifacial.
especímenes en China, Turquía, Fort Teman,· Tuf. Roca volcánica porosa, ligera y blanda.
Africa y Europa (Francia, Alemania, Grecia, UgartiellS4! l. Segundo pluvial.sahariano, equiva-
Austria, España, Hungría). lente al Kamasiense.
Riss. Del nombre de un río de Baviera. Penúlti- UgartiellS4! 11. Tercier pluvial sahariano, equiva-
ma glaciación cuaternaria alpina, situada entre lente al Kanjeriense.
- 200 000 y l 20 000 años. Villafranquiano. De Villafranca de Asti (Piamon-
SangoenellS4!, Yacimiento epónimo: Sango Bay te). Formación sedimentaria que corresponde
(sur del lago Victoria, en Uganda); complejo a la transición entre las eras terciaria y cuater-
lítico descubierto por Wayland en 1920, carac- naria.
terizado por un utillaje que .se asocia a objetos WiltoniellS4!. Cerca del yacimiento de Wilton (El
sobre fragmentos obtenidos por la técnica Le- Cabo occidental). Industria lítica que data de
vallois, a picos macizos, bifaces y piezas folia.- hace unos 15 000 años y comprende pequeños
ceas. Se ha desarrollado entre el Kamasiense y raspadores inguiformes, microlitos en segmen-
el Gambliense. to de círculo y en trapecio, taladros y piezas
Sauriense. De Saura (ued del Sáhara. argelino). con bordes denticulados. Aspecto tardío que
Cuarto pluvial sahariano, equivalente al Gam- se prolongó hasta la introducción del hierro.
bliense. Wiinn. Del nombre de un lago y río de Baviera.
Serpentina. Silicato hidratado de magnesio. La más reciente de las glaciaciones cuaterna-
Sindntropo (lat. sinensis: chino; gr. anthropos: rias alpinas. Comenzó hace 75 000 años y tuvo
hombre). Fosil que representa a la vez caracte- fin hace unos 1O000 años antes de la era
res bastante próximos al hombre actual para cristiana.
Capítulo 18
R. LEAKEY
Charles Darwin fue el primer científico que publicó una teoría moderna sobre
la evolución y el origen del hombre. Fúe también el primero en señalar a Africa
como su lugar de origen. En el transcurso de los últimos cien años, los investiga-
dores han mostrado hasta qué punto tenía razón, porque numerosos aspectos de
los trabajos de Darwin se han visto confirmados. Ya no es realista considerar la
evolución como una simple hipótesis teórica.
Los testimonios sobre el desarrollo del hombre en Africa son aún incompletos,
pero, en el transcurso de la última década, un número importante de fósiles ha
podido ser estudiado e interpretado. Existen poderosas razones para pensar que
Africa es el continente donde los hom:ínidas aparecieron por vez primera y, más
tarde, adquirieron la bipedia y la posición vertical que son los elementos decisivos
de su adaptación. El período de evolución es largo. Ahora bien, numerosas fases
de la evolución del hombre no pueden ser atestiguadas por ningún espécimen
fósil. La conservación de esos fósiles está unida, en efecto; a unas condiciones
totalmente especiales.
La fosilización necesita unas condiciones geológicas en que la sedimentación
sea rápida y la composición química de suelos y aguas de percolación permita la
sustitución de elementos orgánicos por elementos minerales. Los fósiles así
formados permanecen profundamente ocultos bajo los sedimentos acumulados y
acaso no puedan jamás ser descubiertos por el hombre moderno si la naturaleza
no interviene por medio de los fenómenos de erosión o de los movimientos
tectónicos. Esos sitios son escasos y están dispersos. Y aunque cada año se
descubran nuevos yacimientos, una gran parte de Africa no revelará nunca sus
testigos fósiles sobre la aparición del hombre.
Es interesante recordar las razones por las que algunas partes de Africa son
ecHAD
LOTHAGAM¡t=OOBI FORA
t...
KANAPOI
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BARINGO
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,g,, SWARTKRANS
STERKFONTEIN
KRO DRAAI
1
Ver capítulo 16.
470 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
La definición clásica del hombre dista mucho de ser satisfactoria: ser humano,
raza humana, adulto de sexo masculino, individuo (de sexo masculino). Uno de
los problemas de esa definición es que el hombre moderno constituye tal vez la
más diversificada especie conocida, dado el gran número de diferencias -físicas o
de comportamiento- que existen entre las poblaciones del mundo,. diver:sidades
que hay que tener en cuenta. Pero, a pesar de las diferencias aparentes, el hombre
constituye hoy una única especie, y todos los hombres comparten el mismo origen
y la misma historia durante la evolución inicial. Probablemente es en el transcurso
de algunos últimos milenios cuando la especie inició el proceso de las variantes
superficiales. Acaso esa noción pueda contribuir a asegurar más rápidamente al
hombre su identidad y finalidad sobre la comunidad,. y confirmar entre todos los
hombres la conciencia de una identidad de naturaleza y de destino.
El hombre de hoy, que pertenece por completo a la especie Horno Sapiens
Sapiens, puede vivir en una notable variedad de hábitats, cosa que ha sido posible
por el desarrollo de las técnicas. La vida en ciudades superpobladas contrasta con
la de los nómadas custodios de camellos en .el desierto, y ambas contrastan con la
vida de los cazadores que viven en lo más profundo de la densa selva del Africa
occidental. El hombre puede vivir durante largos períodos bajo el mar dentro de
submarinos y en órbita terrestre a bordo de cápsulas espaciales. En cada caso, la
clave es la adaptación por medio de la tecnología. Un cerebro voluminoso y
complejo y unas manos liberadas de toda función locomotora y totalmente
disponibles para la manipulación, al igual que una posición bípeda permanente,
son las condiciones previas fisiológicas fundamentales. Esas características pueden
ser identificadas en el tiempo, lo mismo que los vestigios no perecederos de la
actividad técnica del hombre. El grado de desarrollo del cerebro, la aptitud para la
manipulación y la bipedia pueden considerarse las mejores señales para trazar de
nuevo la historia de nuestra especie a través del tiempo.
-·
472 METODOLÓGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
LOS PRESAPIENS
Siempre existe una tendencia a vincular las especies fósiles con las especies
moder:nas, pero ello debe entenderse en el plano de unas relaciones muy generales;
Aquí nos proponemos considerar el origen del Horno sapiens en una línea que
pueda remontarse a varios millones de años. En diferentes épocas ha habido con
probabilidad varios tipos morfológicamente distintos en el interior de la línea, y la
composición genética del hombre moderno debe reflejar, en parte, esa herencia
compuesta.
La denominación de las especies fósiles es difícil y a menudo produjo
LOS HOMBRES FOSILES AF~ICANOS 473
conlllsiones como consecuencia del deseo de poner una nueva etiqueta a cada
espécimen descubierto. La práctica habitual es clasificar los especímenes similares
en la misma especie, sirviendo de base las diferencias menores para diferenciar la
especie, mientras que las diferencias importantes sirven para la identificación del
género. Las especies animales vivientes no son difíciles de clasificar; se ha creado
desde hace tiempo un excelente sistema gracias a:l gran científico Linneo. El
problema de los páleontólogos es Considerar la evolución, en el tiempo, de una
especie particular que pueda haoer experimentado tfansformaciones rápidas. En
esas condiciones, los términos «especie morfológica» serán utilizados para descri-
bir los fósiles que presenten caracteres físicos parecidos. Conviene advertir que la
controversia relativa al origen del hombre proviene en grnn parte de opiniones
diferentes sobre el empleo de la terminología.
Los fósiles de los tres últimos millones de años han propiciado la identificación
de al menos dos tipos y varias especies de homínidos, .lo cual nos permite
comprender mejor el origen de nuestra especie. Recientemente. también, se
consideraba que la evolución se había desarrollado a un ritmo u.niforme. Pero
ahora parece que las poblaciones locales de una determinada especie pueden
haber reaccionado de modo diferente a las fuerzas de la selección. Pareée .que unas
formas «primitivas» pueden ser contemporáneas de formas avanzadas o «progre"
sivas». La identificación de los caracteres «primitivos» en una especie comproba-
da en Un largo período resulta menos dificil que cuando la muestra es limitada,
porque se pueden identificar tendencias y adaptaciones que permitan explicar el
proceso de supervivencia mediante progresivas modificaciones,
Los restos. fósiles humanos de Afrita revelan en su análisis dos grupos
principales. Vamos a considerarlos como dos líneas evolutivas; la primera,
representada por el tipo Horno, puede seguirse hasta.nuestros días, mientras que la
otra, representada por el tipo Austra/opiteco, aparentemente está extinguida hace
un millón de años.
Es igualmente posible considerar las formas primitivas descubiertas en
depósitos donde estiín ausentes formas más avanzadas y, sin embargo, aparecen
en estratos más antiguos. Es grande la tentación de ver ahí una regresión. Pero
resulta más probable que la continuación de una especie progresiva se nos escape
únicamente porque ocupaba unas zonas que no se· prestaban a su preservación
mediante fosilización.
Por las necesidades del presente capítulo, nos proponemos considerar a los
homínidos anteriores al Homo sapiens sobre la base de esas dos líneas. No es fácil
describir la forma ancestral común a esas dos ramas, mientras que los testimonios
fó'siles sean fragmentarios. El homínido más antiguo de Africa procede de Fort
Ternan, en Kenia, donde.se han encontrado varios 'fragmentos de mandíbula y
alg.unos dientes. El lugar ha sido fechado en 14 millones de años. S.us fósiles
muestran que. en esa época ya se había producido la diferenciación entre
homínidos y póngidos. Así es como la red.liCción de los caninos; rasgo típico de los
homínidos, se había acentuado ligeramente a partir de las características pro-
piamente simiescas.
Los testimonios fósiles entre 14 y 3,5 millones de años .son muy incompletos.
Disponemos de sólo cuatro especímenes que puedan referirse a ese período.
º....·_...._._·. ._._.....___..___,r.
CM.S
H omo erectus
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• 3. Cráneo de Australopithecus
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478 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Horno habilis
Los restos atribuidos a la línea Homo, pero que son más antiguos que el Horno
erectus, están actualmente limitados al Africa oriental.
Las formas más antiguas .son quizás las de Laetolil y Hadar, pero queda aún
por hacer un estudio profundo. Sin embargo, es probable que esos fósiles sean
formas ancestrales de especies más recientes. Esas especies intermediarias, si se
confirma realmente el caso, podrían denominarse H omo habilis. La definición de
esa especie se basa en unos especímenes descubiertos en Olduvai y, más reciente-
mente, en Koobi Fora, en la orilla oriental del lago Turkana.
Las principales características del Homo habi/is serían el desarrollo relativa-
mente importante del cerebro (una capacidad craneal que podía sobrepasar los
750 ce.), huesos craneales. relativamente delgados, una bóveda craneal bastante
desarrollada y una constricción postorbital reducida. Los incisivos son bastante
largos, los molares y premolares reducidos y la mandíbula denota un cordón o
rodete externo. Los elementos del esqueleto postcraneal están morfológicamente
próximos a los del hombre moderno .
.Los ejemplares más completos del Homo habilis provienen de Koobi Fora,
donde se han descubierto varios cráneos, mandíbulas y huesos largos. El. cráneo
mejor conservado es conocido con el nombre de KNM-ER 1470 (fig. 1).
EL GENERO AUSTRALOPITHECUS
5 Cráneo de A ustralopithecus
I (KN M-
• . isia latera
africanus; v · b' Fora (fot.
ER 1813 ), Koo. '>
Nat. Mus. Kema·.
• 6. Mandíbula defricanus de
Austra/opithe(";,NM-ER 992),
frente dental(fiot Nat. Mus.
Koobi. Fora .
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480 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
HERRAMIENTAS Y VIVIENDAS
Terminología
Los términos ta/escomo «M iddle Stone Age, Early Sto ne Age y Late Stone
Age» no se traducen al español en la presente obra, porque el V U I Congreso
Panafricano de Prehistoria y del Estudio del Cuaternario, celebrado en
N airobi ( Kenia) en septiembre de 1977, ratificó la decisión de mantener, para
el Africa al sur del Sáhara, la terminología inglesa.
• IDenomin~iónes de
? MAGREB AFRICA OESTE DEL SAHARA INDUSTRIAS
las mismas capas
por los arqueó-
EUROPA
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ORIENTAL SAHARA MERIDIONAL
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Húmedo Ultimas Ateriense
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manipulados
inter-Donau-Gunz
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~ a: Donau
LOS HOMBRES FOSILES AFRICANOS 483
-quizá la base de una choza circular- fechados con bastante probabilidad en
1,8 millones de años. En Melka Konturé también se ha descubierto una platafor-
ma elevada, igualmente circular.
El origen e!(.acto de las facultades técnicas de los homínidos es difícil de situar,
pudiéndose sugerir, con preferencia, que hicieron su aparición en el transcurso del
Pleistoceno, tal vez unido a la respuesta adaptativa que está en el centro de la.
diferenciación del tipo Horno.
En el Pleistoceno anterior, hace aproximadámente 1,6 millones de años,
aparecen toscas bifaces. _El desarrollo dél canto manipulado en bifaz puede
observarse en Olduvai, y otros yacimientos del Este afr.icano lo confirman
igualmente. En Europa, las industrias más antiguas descubiertas hasta una época
reciente eran industrias de bifaces. En mi opinión, los .datos podr'ían sugerir una
migración de los grupos humanos «con bifaces» desde Africa hacia Europa y Asia
al comienzo del Pleistoceno, o incluso antes. El desarrollo ulterior de las
industrias de piedra es muy complejo, y de ellas existen testimonios abundantes en
todo el mundo. Sin llegar a probarlo, se puede suponer que la aparición de las
industrias postacheulenses está unida al surgimiento del Horno sapiens. Es rara la
asociación de industrias·de piedra con restos humanos antiguos y, en este sentido,
numerosos yacimientos del Pleistoceno medio y posterior no han proporcionado
más que uno o dos especímenes. ¡Qué gran verdad lo de las importantes
excepciones!
Es evidente que hemos progresado de una manera extraordinaria en el curso
de los últimos años en el descubrimiento de testimonios fósiles, y que las
investigaciones en curso van, sin duda, a aportar más aún. Ahora hay pruebas
sorprendentemente diversas de los homínidos del Pleistoceno en Africa, lo que ha
sido interpretado como consecuencia de una diferenciación en el curso del
Plioceno, seguido de diferentes experiencias evolutivas hasta comienzos del
Pleistoceno. La presencia simultáneá de al menos tres especies en el Africa oriental
puede determinarse a la vez en virtud del material craneano y postcraneano.
Ahora bien, todo análisis debe incluir al conjunto de los especímenes recogidos.
Capítulo 19
PREHISTORIA
DEL AFRICA ORIENTAL
J. E. G. SUTTON
LA INVESTIGACION PREHISTORIC'.A
PROLEGOMENOS METODOLOGICOS
remota como la piedra. Sin embargo, los progresos en el empleo de esos otros
materiales deben haber sido limitados hasta que el hombre llegó a dominar la
técnica fundamental que permitía producir de manera regular una arista con filo y
una herramienta cortante eficaz, golpeando y rompiendo con precisión una piedra
seleccionada por. medio de otra o de un objeto duro apropiado. La fabricación de
herramientas -y la Humanidad- pueden, de ese modo, haber comenzado.
anteriormente a la fecha sobre la que poseemos en la actualidad testimonios
seguros de esos desarrollos cruciales. Esos testimonios están constituidos por las
primeras herramientas de piedra reconocible; así, debe establecerse el comienzo de
lo que se llama, por razones de comodidad, la edad de piedra.
Esa edad de piedra comenzó, pues, hace tres millones de años y abarca hasta la
fase muy reciente de la historia humana, en que la piedra fue sustituida: por el
metal como llave de la tecnología y como material esencial para fabricar
herramientas y producir objetos cortantes. Esa transición de una industr.ia de la
piedra (o «lítica») a otra del metal tuvo Jugar en épocas ligeramente diferentes en
el conjunto del mundo. En el Asia occidental, el trabajo del cobre comenzó hace
seis o nueve mil años. En el Africa oriental, el hierro, primero y único metal
utilizado de manera regular, fue trabajado hace unos dos mil años.
Es lícito preguntarse si ese nombre de edad de 'piedra es históricamente
satisfactorio, dado que ocupa las 999 milísimas del período durante el ctial el
hombre ha vivido en el Africa oriental.; además, pone el acento sobre el aspecto
tecnológico del desarrollo de la Humanidad a expensas de aspectos económicos o
culturales más generales. Se puede objetar que está cronológicamente demasiado
extendido y culturalmente demasiado restringido. Sin embargo, es posible respon-
der a esas objeciones, y la «edad de piedra» sigue siendo un término y concepto
útil, mediante ciertas condiciones previas. Así, y supuesto que ese larguísimo
período del pasado tan sólo lo conocemos por testimonios arqueológicos -y aun
por testimonios arqueológicos muy parciales, puesto que casi únicamente quedan
piedras- y no por tradiciones orales o por documentos escritos, los historiadores
tienen necesidad de inventar un nombre o unos nombres para designarlo,
estudiarlo y describirlo,
Además, esa edad de piedra no ha sido un período estático de la historia. La
evolución tecnológica en el curso del Paleolítico y del Neolítico aparece claramen-
te a través de los cambios y la diversificación de los tipos de herramientas, la
eficacia mayor del utillaje lítico y de sus técnicas de fabricación. Es, por tanto,
posible, y a la vez necesario, dividir la edad de piedra en varios períodos e
introducir subdivisiones suplementarias1 a la vez cronológicas y geográficas.
Colecciones de herramientas de piedra (si son bien elegidas y están bien presenta-
das) pueden ser fascinantes de contemplar en sí mismas, pero nos enseñan poco si
no se comprenden ni son consideradas en función de la cronología y del estado de
desarrollo. Vacías de sentido están asimismo las expresiones populares como «que
vivía en la edad de piedr11» u «hombre de la edad de piedra», que están fundadas
en la idea falsa de que el hombre y su clase de vida han permanecido sin cambio a
lo largo de todo ese período. En efecto, las herramientas de las poblaciones de la
edad de piedra eran diferentes de un período y de una región a otras, y esas
mismas poblaciones han evolucionado cultural y físicamente. La edad de piedra
488 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
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500 km. O Más de 1500 m. de ,altitud
del hombre moderno ( Horno sapiens sapiens). La historia antigua del Africa
oriental se convierte así en la historia antigua dé la Humanidad, y es ese elemento
el que le confiere una significación planetaria. En efecto, porque el Africa oriental
encierra una información inestimable sobre el hombre primitivo y su cultura, y
sobre la ecología de los primates, se ha convertido, con razón, en el centro
mundial de la investigación sobre la vida, el entorno y el origen del hombre.
CRONOLOGIA Y CLASIFICACION
consiguiente, más altas en concreto que las habitualmente avanzadas. Sin embar-
go, no son tan radicales como desearían actualmente· algunos especialistas.
Incluso la escuela «revisionista» es menos radical de lo que parece, porque las
cuestiones que plantea versan en realidád más sobre las definiciones que sobre la
datación.
Además del hecho de que la datación de esos períodos es imprecisa, ya que no
controvertida, es importante no imaginarlos como períodos estáticos, en el
interior de los cuales no se produjeron cambios ni variaciones; tampoco hay que
creer que los cambios de un período a otro fueron necesariamente repentinos.
También ocurrieron unos desarrollos progresivos, tanto en el curso de cada
período como durante el paso de uno a otro. Además, las transiciones entre las
tecnologías de la Early Stone Age y de la Middle Stone Age, como también entre
la Middle Stone Age y la La:te Stone Age, son complejas. Para darnos cuenta de
ello, algunos autores hablan de períodos «intermedios». La tendencia reciente, sin
embargó, ha sido abandonar esos períodos «intermedios» en tanto que períodos
«oficiales» del esquema cronológico de la edad de piedra. De todos modos, el
«Segundo Intermedio» entre la Middle Stone Age y la Late Stone Age había sido
definido siempre de manera muy poco satisfactoria. El «Primer Intermedio», que
comprende las industrias conocidas con el nombre de «Fauresmithien» y «San-
goen», es a veces considerado ahora como una fase terminal de la Old Stone Age,
pero nosotros lo incluimos aquí en una Middle Stone Age más amplia. Eso
explica la datación más antigua del comienzo de esta última en el presente estudio.
Ese abandono de los «Intermedios» es una simple cuestión de comodidad y·no
denota una simplificación de los puntos de vista relativos al desarrollo tecnológi-
co, cultural y económico del hombre durante la prehistoria. Cada vez se admite
más que ocurre completamente de otro modo. ·En primer lugar, en todas las
épocas de la edad de piedra han podido practicarse de modo simultáneo
tecnologías diferentes, incluso en el interior de áreas restringidas. En algunos
ca.sos, esos contrastes pueden explicarse por el entorno. Una tradición tecnológica
podía corresponder a la vida en una región boscosa, o al borde del agua, y una
tecnología contemporánea diferente podía corresponder a regiones más secas o
descubiertas; los recursos alimenticios y sus métodos de aprovechamiento podían
imponer entonces una adaptación cultural y una tecnología diferentes 1 •
Sin embargo, una explicación correcta puede no ser siempre tan sencilla:
ocurre que las actividades de una comunidad única (caza mayor y menor, sistema
de trampas, arranque de raíces y tubérculos, trabajo de madera y cuero, etc.),
algunas de las cuales son estacionales, aparecen lo suficientemente variadas como
para explicar las diferentes herramientas de la misma edad en una localidad
determinada. Por otra parte, pueden aparecer diferencias que denotan divergen-
cias culturales y especializaciones económicas mucho más profundas, de lo .que se
puede deducir que. son el resultado de razas o de comunidades diferentes, o
durante la Early Stone Age, de diferentes especies de Horno. Es éste un. tema
controvertido, pero los descubrimientos más recientes en el Africa oriental
muestran que lo que era hasta entonces considerado como dos períodos distintos
1
Ver en particular, más adelante, el estudio sobre la Middle Stone Age.
LA PREHISTORIA EN EL AFRICA ORIENTAL
Años Períodos
Características Equivalentes aproximados
(aproxima-
damente)
Divisiones tecnológicas
diagnosticadas
Principales industrias líticas íl en las regiones
mediterráneas y euroasiáticas
geológicos
(correlaciones·
an t. era crist. aproximadas)
3 millones EARLY PRIMERA cantos manipulados Oldowayense (industrias Paleolítico Pleistoceno
1 millón
STONE
'ÁGE ______ FASE
SEGUNDA
FASE -· --·
y fragme.!l~~----- ...
-
_,herramientas bifaciales--
(bifaces, hachuelas, etc.)
eón fragmentos manipulados)
~---p--A~h;J;~;---~,.
(industrias con bifaz)) •
inferior inferior
Pleistoceno
medio
100000 MIDDLE PRIMERA herramientas de fragmentos Sangoenense .,fauresmitiense Paleolítico Pleistoceno
STONE FASE fabricadas partiendo de .,:,"' "'i:: medio superior
40000 AGE núcleos preparados "'
.t:J
l
15000 LATE láminas y microlitos o Paleolítico
STONE retocados Tshitoliense ~ Wiltoniense superior
AGE
herramientas compuest.is C,pS,,,,. d, K,iú, Epípaleolítico Holoceno
culturas con Tierras o mesolítico
«tazones de piedra>> altas de Neolítico (en
Final de la Late Kenia algunas -regiones)
Stone Age
2
Ese punto de vista .:s .rechazado por numerosos autores.
500 METODQLOGIA Y PREHiSTORIA AFRICANA
a dos poblaciones totalmente separadas que coexisten codo con codo explotando
unos recursos alimenticios diferentes.
Además, se pueden observar intersecciones a través de las divisiones arbitra-
rias entre la Early Stone Age, Middle Stone Age y Late Stone Age. Y se pueden
encontrar tipos de herramientas de la Early Stone Age o la utilización de técnicas
primitivas de fabricación, en un contexto que es esencialmente de la Middle Stone
Age. Una mezcla de características innovadoras y conservadoras puecte ser la
señal de un cambio gradual. La transición no es, sin embargo, siempre percepti-
ble: en algunos yacimientos que presentan una clara secuencia estratigráfica
puede ocurrir que una tecnología nueva aparezca súbitamente bajo una forma
acabada sin huella alguna de evolución local. Eso sugiere una difusión de una
región a otra, que puede ser, aunque no necesariamente, el resultado de un
movimiento de población. Las modificaciones climáticas, con sus efectos sobre el
entorno, fueron también estímulos de adaptación cultural y de progreso tecnoló-
gico; sin embargo, el arqueólogo debe, en ese terreno, desconfiar de las interpreta-
ciones deterministas simplistas. ·
Esa subdisivión bastante arbitraria de la edad de piedra es, pues, un esquema
dé referencia útil en el estado, actual de nuestros conocimientos, pero debemos
otorgarle una flexibilidad que peFmita modificarlo constantemente. Es posible que
su utilidad desaparezca algún día. Si ese momento aún no ha llegado probable-
mente, la utilidad de ese sistema corre el peligro de estar comprometida por una
aplicación demasiado formal o rigurosa a unos fines para los que no han sido
previstos.
Presentamos en el cuadro un esquema más detallado que ilustra el modo como
las diferentes «culturas» de la edad de piedra y las diferentes industrias líticas
reconocidas por los arqueólogos en el Africa oriental pueden ser situadas en esa
división en tres períodos. Ese cuadro está propuesto para servir de guía a nuestros
conocimientos actuales y a los principales estudios, y no tiene la pretensión de
constituir la interpretación «correcta», o la que sobrevivirá a los resultados de las
investigaciones futuras o a un examen de las investigaciones ya efectuadas. Debe
ser considerado simplemente como una guía, y una guíajlexible. Algunas de las
«culturas» que en él son enumeradas (y otras que han sido deliberadamente
omitidas) pueden haber sido individualizadas según una investigación o unas
descripciones insuficientes, fundadas sobre la exploración y la descripción comple-
ta de un solo yacimiento, de tal suerte que su existencia como unidad cultural
puede ser puesta en duda. Otras tienen una extensión geográfica o cronológica
enorme. Se cree que el acheulense de la Old Stone Age cubre más de un millón de
años en el Africa oriental, y se extiende no sólo a través del continente, sino
igualmente a una gran parte de la Eurasia meridional y occidental. En la primera
fase de la Middle Stone Age, el Sangoen se extendió desde algunas partes del
Africa oriental y meridional hasta el extremo oeste del continente. Entre las
industrias más recientes representadas en el Africa oriental, la Stillbayense y la
Wiltoniense han sido, por vez primera, denominadas y descritas en la provincia de
El Cabo (Africa del Sur). Los especialistas prefieren ahora dar nuevos y distintos
nombres a sus variantes del Africa oriental. Sin embargo, hemos preferido una
aproximación simplificada para el presente informe, subrayando ciertas dificulta-
PREHISTORIA DEL AFRICA ORIENTAL 501
des evidentes y determinadas revisiones probables. Los lectores que lo deseen
pueden seguir los nuevos enfoques y los debates comenzando por la lectura de las
obras cuya relación ofrecemos en nuestra bibliografía.
Son libres de intentar aplicar una terminología más sofisticada.
Ese texto y ese cuadro, con sus notas, no están dedicados a la terminología en
sí; ésta no tiene en sí misma significación alguna; y no conseguirá nada práctico el
que trate de aprender de memoria ese esquema. Pero la edad de piedra, como
período «prehistórico», sólo puede ser conocida, discutida y estudiada de manera
útil por medio de términos y símbolos inventados por los arqueólogos. Todo
estudio serio de comprensión de ese pei:íodo y de la vasta literatura que a él se
refiere, ya se le considere en su conjunto, ya en el análisis detallado, exige un
dominio de la terminología empleada por los diferentes autores, por incoherente y
errónea que pueda ser a veces. Ese capítulo es, pues, un ensayo de introducción a
la literatura y a la comprensión histórica del Africa oriental y de la edad de piedra.
Primera fase
3
La transcripció~ «Oldowayense» se deriva de· la forma· alema.na del no!Jlbre 0/doway que se
encuentra en los primeros mapllS. El nombre del lugar es una palabra de origen Masai, que más
correctamente debería transcribirse como Oldupai ..
.. Ver el capítulo 17 .de este volumen.
o
Segunda fase
5
Ver el capítulo 16 de este volumen.
'----~-- ---------'----~---~--'-----
• lsimi/a, tierras altas de Tanzania meridional. 1. Vista sobre el barranco erosionado que deja ver las
capas en las que las herramientas acheulenses sufren la erosión. 2. Concentración de bifaces, hachuel~ y
otras herramientas acheulenses (en el centro, la pequeña paleta sirve de escala). Fotos J. G. Sutton.
PREHISTORIA DEL AFRICA ORIENTAL 507
más valiosas sobre la tecnología y la economía del Horno erectus y del Horno
sapiens primitivo. Esos yacimientos comprenden, a parte de Olduvai --con sus
series incomparables de estratos sucesivos- y de otros yacimientos de la misma
región, Olorgesailie y Kariandusi, en el Rift de Kenia, y varios yacimientos al este
del lago Turkana, Nsongezi y los yacimientos vecinos en la frontera de Tanzania y
de Uganda, Isimila y Lukuliro, en la Tanzania meridional, y Melka Konturé, en
Etiopía, donde se han descubierto varias fases del Acheulense.
Las denominaciones de «bifaz» y «hachuela» dadas a: los dos tipos más
característicos de herramientas acheulenses son, naturalmente, términos ·arqueo-
lógicos convencionales. La bifaz, o hand-axe en inglés (hacha de mano), no,era un
hacha, sino indudablemente una herramienta de uso general cuya extremidad
puntiaguda y los largos cortes podían ser utilizados para cavar y desollar, entre
otras cosas. La hachuela ( cleaver) con su extremidad cortante cuadrangular era
apropiada especialmente para desollar a los animales. La diferencia entre las
tecnologías del Oldowayense y del Acheulense es, en parte, una diferencia
cuantitativa: El conjunto de utillaje, como útiles individuales, están ahora mejor
individualizados. Además, las técnicas acheulenses, con un corte más preciso, más
regular y más sistemático en ambas caras, ejecutado con menos frecuencia
mediante un percutor de piedra (como en el Oldowayense) que mediante un
percutor de madera cilíndrico o un hueso largo de animal, permitían la produc-
ción de mayores herramientas, con cortes más largos y fragmentos más cortantes
utilizados como cuchillos.
A lo largo de toda la Early Stone Áge, las. poblaciones se constituían en grupos
de cazadores-recolectores que se desplazaban en cada estación a las sabanas y
regiones poco boscosas siguiendo las fluctuaciones de los recursos animales y
vegetales. Es muy probable que se separasen en algunos momentos del año y se
reuniesen hacia el final de la estación seca en grupos más importantes, cerca de un
lago o de otro territorio rico. Se ha sugerido que las enormes concentraciones de
herramientas acheulenses de bella factura, en yacimientos como Isimila y Olorge-
sailie, podrían corresponder a semejantes «reuniones» anuales.
En los contextos arqueológicos que han proporcionado industrias del Acheu-
lense evolucionado es donde han sido descubiertos los primeros testimonios del
fuego en el Africa oriental; las publicaciones existentes hasta ahora han situado
ese descubrimiento hace cincuenta mil años. Esa datación es casi con toda certeza
demasiado prudente. Existen vestigios indiscutibles de hierro y de cocción por el
Horno erectus en el Asia oriental y en Europa hace medio millón de años; parece, -
pues, muy verosímil, aunque no esté probado, que se ha conocido el fuego y que
los alimentos cocidos han sido con frecuencia consumidos durante una gran parte
del Acheulense en Africa.
2
e 1. Midd/e Stone Age y herramientas intermedias: el ejemplar de ta derecha es unapuntafina a la que se le
puede colocar mango, y sirve quizá como punta de lanza. ·
• 2. 0/orgesailie, Rift Va/ley, de··Kenia. Excavacio11es que se realizan en un yacimienro de ocupación
acheulense (fot. J. E. G. Sutton),
PREHISTORIA DEL AFRICA ORIENTAL 509
( Homo sapiens sapiens) debía haber aparecido, sino que las características físicas
distintivas de las razas existentes iban a desarrollarse tanto en Africa como en
otras partes.
Desde el punto de vista tecnológico, la Middle Stone Age registró importantes
progresos. La técnica básica de fabricación de herramientas de piedra por
desprendimiento de fragmentos de un bloque, hasta lo que se aproxima a una
forma de tipo que presentaba aristas cortantes utilizables, ha quedado abandona-
da. Fue cada vez más reemplazada por una. técnica de mayor complejidad,
consistente en una preparación de núcleos por eliminación precisa de fragmentos
para darle la forma y la talla requeridas, que permitían la terminación de la
herramienta acabada. Paralelamente se utiliza la técnica de los desprendimientos
de fragmentos de cualquier tamaño, que después eran retocados para darles
forma. Una de sus consecuencias fue la producción de herramienq1.s más peque-
ñas, de forma y elaboración más perfectas, habitualmente más delgadas que las de
la Early Stone Age y, por consiguiente, más eficaces. Ello permitió, en la segunda
fase de la Middle Stone Age, una innovación de consecuencias enormes: la
colocación de mangos de piedra tallada en las .herramientas de madera o,de otros
materiales. Las puntas foliáceas, características de las industrias «Stillbayenses»,
retocadas por presión de modo muy preciso, eran, sin duda, fijadas y pegadas
frecuentemente en una ranura de un mango de madera para formar una lanza.
Muchas herramientas de uso doméstico debían ser embutidas del mismo modo en
unos mangos apropiados, lo cual implicaba la preparación de gomas de resina y la
elaboración, adelgazamiento y raspado de la madera, cosas todas que eran
indudablemente facilitadas por un tratamiento con el fuego.
Esos progresos tecnológicos de la Middle Stone Age iban unidos a evoluciones
económicas o,. por lo menos, a modificaciones en la adaptación al medio. Aquí se
plantean dos cuestiones que están unidas. La primera es la de los cambios
climáticos 6 . Sus detalles y datación, así como las correlaciones con los testimonios
tecnológicos son aún mal conocidos, y sería temerario e¡cplicar aquéllos por.
medio de fáciles referencias a éstas. Además, esos cambios climáticos -nuctuacio-
nes de la sequía.a la humedad, y vicerversa, que afectan a la expansión y retroceso
del bosque, a la frecuencia y dimensión de los lagos o de los ríos, ·y por
consiguiente; al reparto y abundancia de los diferentes recursos alimentarios- no
tenían nada de nuevo; y es necesario preguntarse por qué los cambios climáticos
más antiguos no habían entrañado una penetración tecnológica y económica. En
el estado actual de la investigación, no es posible dar una Fespuesta satisfactoria a
semejante cuestión, aunque se pueda suponer que la presión demográfica haya
hecho necesarios medios más eficaces y variados de aprovechamiento del entorno.
Cualquiera que haya sido la causa, eso es efectivamente lo que se produjo en la
Middle Stone Age.
Nuestra segunda cuestión es la de la especialización regional, que permitió al
hombre corµenzar a ocupar nuevos territorios. A través del mundo, el Homo
sapiens ejercía su flexibilidad de adaptación innata y hacía retroceder las fronteras
de sus posiciones .. En Africa apareció una clara división cultural entre ,las
6
Ver el capítulo 16 de este volumen.
510 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
ras_cador y microlito ( a la
izquierda), hechos de obsidiana
en el valle del Rift ( Kenia).
• 2. Roca de Apis (Nasera),
Tanzania septentrional. Bajo el
refugio bien visible, a la derecha,
las excavaciones han descubierto
una sucesión de ocupaciones
humanas de la edad de piedra
reciente (fot.•J. E. G. Suuon).
2.
PREHISTORIA DEL AFRICA ORIENTAL 513
que se conservaban ciertas tradiéiones de la Late Stone Age. Los huesos eran
verdaderamente utilizados en abundancia; y el descubrimiento de taladros de
piedra y dé punzones de hueso indican la costura de pieles con vistas a la
fabricación de vestidos y abrigos. Perlas hechas de semillas, de huesos, de cáscaras
de huevo de avestruz y, finalmente, de piedras pueden haber sido cosidas a esos
vestidos o enfiladas en collares. Las muelas, que aparecen en algunas series de la
Late Stone Age, eran utilizadas, entre otras cosas, para triturar el ocre rojo. Pero
es igualmente probable que tuvieran una misión económica más fundamental,
como era la de triturar alimentos vegetales.
Algunos campamentos de la Late Stone Age estaban al aire libre, cerca de las
éot'rientes de agua y de los lagos, y hay que imaginar la existencia de cortavientos
o de chozas hechas con estacas y hierbas, y quizás cubiertas con pieles. Igualmente
común en esa época era la ocupación de refugios bajo rocas (a veces llamados sin
motivo «grutas»). Esos refugios naturales se encuentran bajo fallas, a lo largo de
ciertos valles o bajo enormes bloques de granito, por todas partes donde era
posible encontrar una protección suficiente contra la lluvia y el viento dominante,
sin que la iluminación fí:Jera demasiado escasa. Algunos de esos refugios bajo
rocas estaban favorablemente situados sobre promontoriós que permitían vigilar
vastas extensiones de la llanura y su caza. Un grupo de cazadores podía detenerse
allí durante la noche, y una familia o un grup0 de familias podía instalarse
también durante una estación. Algunos refugios encontrados fueron utilizados
año tras año o- intermitentemente durante centenares o hasta millares de años
durante la Late Stone Age. Ello explica las capas sucesivas de desperdicios,
constituidos principalmente por cenizas de cocina, huesos de animales consumi-
dos y herramientas de piedra y restos de talla ..
En una región del centro-norte de Tanzania, Ja pared rocosa de muchos de
esos. refugios bajo rocas estaba, como hemos visto anteriormente, decorada con
pinturas de animales, escenas de caza y otros dibujos. Aunque pocas veces es
posible relacionar dichas pinturas particulares con -tál capa de la secuencia de la
Late Stone Age representada en los refugios, la relación general entre las dos está
perfectamente clara. Además es probable que la mayor parte del arte que subsiste
pertenezca a. los milenios recientes, hacia el final de la Late Stone Age; una parte
de ésta debió ,invadí( el período de difusión de las comunidades de la edad de
hierro. El origen de ese arte de cazadores -y de las creencias o cosmogonías
correspondientes- debe, sin embargo, ser mucho más antiguo.
La verosimilitud de un antiguo fondo de tradición, que data de varios milenios
y que se remonta a los principios de la Late Stone Age, si no a la Middle Stone
Age, puede explicar las semejanzas que existen entre el arte de los cazadores de
Tanzania y el del Africa del Sur. Asimismo, las industrias líticas de las dos
regiones, aunque no sean en modo alguno idénticas, tienen en común ciertos
caracteres generales (con frecuencia aproximadamente llamados «Wiltonienses»).
En el Africa del Sur, se ha demostrado que ciertos conjuntos recientes de arte
rupestre y de las industrias líticas wiltonienses eran obra de los san, algunos de·
cuyos grupos llevan aún una existencia de cazadores-recolectores en ciertas
regiones. Sus caracteres físicos «san» y sus lenguas khoisán (o de «chasquido») son
diferentes. Precisamente existe en el Africa oriental una pequeña región tan sólo
514 METODOLOGIA Y PREHISTORI.A AFRICANA
donde se hablan lenguas de <<chasquido»: justo la región del arte rupestre del
centro-norte de Tanzania; y esas poblaciones de lenguas khoisán, que presentan
ciertas pruebas somáticas d'e un posible origen san, conservan una fortísima
tradición de cazadores-recolectores 7 •
No se pueden explicar de modo conveniente esos parentescos por una
migración relativamente reciente de san desde el Africa del Sur; y alJí debe habér
habido en determinado momento una continuidad de tales cazadores-recolectores
desde el norte de Tanzania hasta el cabo de Buena Esperanza, que fue rota por la
expansión durante los tres últimos milenios de poblaciones de lengua, cultura y
economía distintas, y con un régimen de vida pastoril y agrícola. Los odgenes de
esa continuidad cultural en las sabanas del Africa oriental y meridional pertenecen
claramente a la Late Stone Age, si no a la fase Stillbayense de la Middle Stone
Age. Sin embargo, hasta que esa fase de la Middle Stone Age y la transición con la
Late Stone Age, representadas por las industrias erróneamente definidas como
«magosienses», sean mejor conocidas y comprendidas en las regiones intermedias,
la cuestión de esa antigüedad debe quedar en suspenso. Se puede advertir que en
Etiopía el «magosiense» sucede directamente en varios lugares al Stillbayense,
testimoniando de manera perfecta una gran diversificación con relación a· este
último.
Esa sugerencia de una larga tradición para las culturas de la sabana de la Late
Stone Age puede explicar ciertas variaciones regionales que comporta la categoría
general de «Wiltoniense». En el pasado, los arqueólogos han tendido a incluir en
él casi todas las industrias que·presentan un elemento· microlítico marcado, tanto
en el Africa oriental como en la meridional; y es posible que algunas de esas
industrias,.en las partes más septentrionales del Africa oriental, tan sólo mantuvie-
sen relaciones muy débiles, o tal vez nada tuvieran que ver con las poblaciones san
del sur. En las regiones occidentales del Africa oriental seria posible, además,
esperar hallar una tradición distinta que estableciese un vínculo con la cuenca del
Zaire, donde florecieron las industrias del «Tshitoliense», derivadas de· las
industrias de bosq.ues y de regiones boscosas de la Middle Stone Age («Sangoe-
nense-Lupembiense»). Sin.embargo, ese vínéulo no es en particular evidente, salvo
en Ruanda.
No obstante, una región contrasta claramente con -las demás: la de las altas
tierras y del Rift Valley de Kenia. Es cierto que allí se encuentran en la Late Stone
Age industrias con afinidades «wiltonienses»; pero también otras industrias en las
que predominan herramientas fabricadas más bien con largas láminas que con
microlitos. Esas industrias, llamadas «Capsiense de Kenia», y que utilizan la
obsidiana local, están fechadas en - 1O000 y - 5000 años. La mejor serie es la
que ha sido encontrada por el doctor Leakey en Gamble's Cave, cerca de Nakuru,
en los años 1920. Industrias emparentadas o derivadas han persistido hasta finales
de la edad de piedra. Ese «Capsiense de Kenia» presenta afinidades con una
tradición más antigua que se extendió sobre una gran parte del nordeste de Africa
y de la región mediterránea. Sin embargo, la comparación de la industria lítica no
es la única consideración de importancia. Es más importante advertir que el
7
Ver el capítulo 11 de este volumen.
PREHISTORIA DEL AFRICA O~IENTAL 515
NEOLITICO
Hace ocho o diez mil años el clima de Africa era muy húmedo. Los lagos eran
también más amplios y numerosos, las zonas pantanosas más extensas, los ríos
más caudalosos y largos, los arroyos estacionales más regulares. En esas condicio-
nes, un modo de vida totalmente particular y estrechamente unido al agua, a los
ríos, a sus recursos alimenticios, con unas técnicas avanzadas de pesca y de
construcción de barcas, se había establecido de un extremo a otro del continente,
desde la costa del Atlántico a la cuenca del Nilo, o sea, en un vasto espacio
comprendido entre un Sáhara extraordinariamente reducido y un bosque ecuato-
rial considerablemente extenso. Esa «civilización acuática» -así podríamos
llamarla- se ha revelado por numerosos yacimientos arqueológicos en las altas
tierras del Sáhara y en la franja meridional del desierto, desde el alto Níger hasta
el medio Nilo, pasando por la cuenca del Chad y desde allí, más al sur, hasta los
valles de desfondamiento (rift valleys) del Africa oriental y del ecuador; En el Rift
occidental también se ha encontrado la citada «civilización acuática» en lshango,
en la margen congoleña del lago Eduardo, mientras que en el Rift oriental hay
yacimientos análogos al borde de las riberas fósiles más elevadas de los lagos
Turkana y Nakuru (el primero al fondo de la depresión, y el segundo, más al sur,
en la parte montañosa del Rift Va/ley). Al yacimiento más importante, no lejos del
lugar donde se amplía ese lago Nakuru se le ha denominado Gamble's Cave: es, en
realidad, un refugio bajo rocas, descubierto en los años 1920 por el doctor L. S. B.
Leakey. En la capa de ocupación más profunda, encontró vestigios de la Late
Stone Age atribuidos al Capsiense de Kenia. La presencia de una cerámica
característica, así como de una industria ósea típica, y la datacíón reciente de esa
capa (de unos - 6000 años) nos permiten considerar el Capsiense de Kenia como
una forma local de la gran tradición africana de pescadores.
La presencia en los antiguos campamentos y establecimientos litorales de
espinas de pescado y de conchas de moluscos, así como de osamentas de
mamíferos y de reptiles acuáticos (ratas y tortugas de río y, a veces, hipopótamos y
cocodrilos) sugiere interesantes ensayos económicos. Asimismo, los animales
terrestres no eran menos cazados; es muy probable que las plantas nutritivas de
las aguas corrientes y de las zonas pantanosas fuesen metódicamente recolectadas
y consumidas. Las técnicas de obtención y preparación de los alimenws presenta-
ban algunas características muy avanzadas: cabezas de arpones esculpidas en los
huesos (por medio de instrumentos líticos) y recipientes de cerámica. Los ~rpones
estaban fijos a la extremidad de lanzas de madera con ligamentos de fibras;
servían para atrapar peces y otros animales acuáticos en canoas o desde las orillas
de los ríos. Los objetos de alfarería eran de bella factura y a menudo decorados
con espinas de peces o conchas y con motivos bautizados como «wavy line» y
«dotted wavy line». Aunque la tr~dición «wavy line» / «dotted wavy line» haya
experimentado variacionés, está suficientemente caracterizada para evitar, en esas
vastas regiones, toda confusión con unos tipos de alfarería más recientes. Algunos
de los motivos decorativos, así como las formas más.abiertas de los recipientes de
518 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
cerámica, pueden haber sido inspirados por los de las cestas que debían servir
para transportar el pescado después de su captura.
En.
los yacimientos de las orillas lacustres esteafricanas, como a lo largo del
medio Nilo y en el Sáhara, el desarrollo de esa civilización ha sido datado entre
- 8000 y - 5000 años. Su apogeo y pleno florecimiento se produjeron en el
transcurso del VII milenio. Sin duda, los primeros arpones fueron tallados un
poco antes, mientras que el descubrimiento de la alfarería no debe remontarse
más allá de - 6000 años. Es.os recipientes de cerámica no sólo son los más
antiguos de Africa, sino que cuentan entre las primeras alfarerías manufacturadas
del mundo. Difícilmente se puede dudar de que esa invención se produjera
espontáneamente en alguna parte de esa zona del Africa central.
Nada permite sugerir que esas poblaciones ribereñas se hayan dedicado
-hace de eso de siete a ¡:liez mil años- a alguna forma de agricultura, bien sea en
el Africa oriental o en otros lugares de su vasto territorio. Sin embargo, la
importancia misma de su expansión y la rapidez con que se produjo, junto a la
complejidad tecnológica de ese nuevo modo de vida, afirman su prestigio y
radiación culturales a lo largo de ese período de muy alta humedad. Considerarla
como una simple variante de las culturas fundadas en la caza y en la recolección
de la Late Stone Age sería ignorar completamente sus características y cualidades.
Puede ser que esas poblaciones no hayan vivido en aldeas realmente permanentes;
pero, con unos recursos alimenticios asegurados por los grandes lagos y ríos y por
una tecnología capaz de aprovechar eficazmente ese entorno, fueron capaces de
conservar unas instalaciones comunitarias más importantes y estables que
ninguna de las poblaciones anteriores. No sólo la población pudo crecer gracias a
esos elementos, sino que estos últimos han permitido igualmente un ambiente
intelectual y social nuevo, cuyo artesanado complejo, indispensable para la
confección de piraguas y arpones, de cestos y vasijas, y el estilo de vida más
evolucionado que imponía su uso lo testimonian.
El papel de la cerámica es particularmente de mayor importancia, más aún
quizás de lo que generalmente han ·reconocido los historiadores y hasta algunos
arqueólogos. De material frágil, los recipientes de cerámica. tienen poco interés
para las sociedades móviles, que carecen de bases fijas, y, por consiguiente, para la
mayor parte de los cazadores. PerQ, para las comunidades organizadas, la
cerámica posee una significación cargada de civilización que permite la introduc-
ción o la mejora de los modos de preparar y cocer los alimentos.
La morfología de esas poblaciones ribereñas del Africa occidental y oriental ha
podido evolucionar. Sin embargo, los pocos vestigios y esqueletos descubiertos
indican que su origen era fundamentalmente negroide 8 • Parece incluso que la
expansión y el éxito de las sociedades que aprovechan los recursos acuáticos, hace
nueve o diez mil años, son los que han establecido el predominio de un tipo
definitivamente negroide de un.extremo al otro de la franja sudanesa hasta el Nilo
Medio y el Alto Nilo, y hasta la parte septentrional del Africa del este. Es muy
8
La observación que frecuentemente se encuentra, relativa al origen caucasoide de las poblaci9nes
Kenya-Capsian, está fundada en una interpretación errónea de los trabajos de Leakey en Gamble's
Cave y otros lugares.
PREHISTORIA DEL AFRICA ORIENTAL 519
probable que ese predominio corra parejo con la expans1on geográfica, la
dispersión y la diferenciación que siguieron después y dieron lugar a la gran
familia (o phylum) lingüística que Greeñberg Jlama nilosahariana. En nuestros días
está extraordinariamente fragmentada a lo largo de la zona que va del alto Níger
a la Tanzania central. Semejante fragmentación sugiere, para un phylum tan
ampliamente extendioo, una antigüedad de varios miles de años, antigüedad
mayor que la de. otras familias lingüísticas (Níger-Congo, y diversas ramas del
afroasiático) que se introdujeron en esa zona del Africa central. Entre las regiones.
en las que se ha mantenido el nilosahariano, incluida su subdivisión oriental, el
«Chari-Nilo», se encuentran las que son ricas en lagos, estanques, ríos, es decir,
aquellas en las que la vida de pescadores, estrechamente asociada con la lengua
nilo-sahariana que se puede imaginar, ha sido capaz de persistir el tiempo más
largo posible, incluso después de haber experimentado modificaciones.
Este estudi0 sobre la gran civilizacíón de los entornos acuáticos y las lenguas
nílosaharianas nos ha llevado sensiblemente más lejos de lo que exigía este
capítul0 y este. volumen. Pero es ese un aspecto muy importante, descuidado hasta
ah0ra, de la historia de las poblaciones africanas, uno de los que han dejado
marcas indiscutibles sobre las poblaciones pos.teriores, sobre sus culturas y sus
economías, y sobre una gran parte de ese continente que engloba, entre otras, al
Africa del este.
Capítulo 20
PREHISTORIA
DEL AFRICA AUSTRAL
J. DESMOND CLARK
millones de años)- no nos ha proporcionado hasta ahora más que muy pocos
fósiles de primates en Africa. Sólo para el final del Plioceno se dispone nuevamen-
te de material fragmentario, y la presencia de homínidos fósiles en esa época no es
dudosa.
El Ramapithecus wickeri, fósil del Mioceno reciente y descubierto en Fort
Ternan, en la cuenca del lago Victoria, data de hace unos 12 a 14 millones de años.
No conocemos, desgraciadamente, más que fragmentos de la cara y de los dientes,
pero las características de esos fragmentos incitan a clasificarlo entre los homíni-
dos. Sin embargo, para tener la certeza de que el resto de la anatomía y el sistema
de locomoción no diferían radicalmente de los de los homínidos, son necesarios
vestigios menos fragmentarios y, sobre todo, los huesos de la base del cráneo.
Desgraciadamente, pues, tenemos que reservar nuestro juicio antes de decidir si
ese espécimen está ya suficientemente diferenciado como homínido. El Ramapithe-
cus ocupaba uti hábitat donde dominaba el bosque-galería, las corrientes de agua
y la sabana, en una época en que los bosques perennes que en nuestros días sólo
subsisten en el sur del Gran Declive, en Africa del Sur, eran mucho más extensos
que hoy. Puesto que la presencia del Ramapithecus está comprobada en el Africa
oriental y en el noroeste. de la India, es igualmente probable e11 las sabanas del
Africa austral.
Los primeros indicios ciertos de la presencia de homínidos se remontan a unos
5 millones de años, época en la que los australopitecos u «hombres-monos>>
estaban ya presentes en fa parte oriental del Gran Valle del Rift. Esos australopite-
cos ocupaban las sabanas del Africa tanto austral como oriental, y se cree que los
fósiles más antiguos del Africa del Sur datan de finales del Pleistoceno o del
Pleistoceno anterior, o sea, de - 2,5 a 3 millones de años.
La mayor parte del período geológico del Plioceno conoció un clima relativa-
mente estable que facilitó el desarrollo y la expansión en la sabana de las especies
biológicamente adaptadas. La bajada general de la temperatura, así. como las
conmociones tectónicas y los fenómenos volcánicos pusieron fin a ese período de
estabilidad relativa, en especial a Jo largo del Gran Valle del Rift. El sistema de
drenaje de un cierto número de cuencas fluviales y lacustres experimentó también,
en esa época, modificaciones -frecuentemente considerables- como consecuen-
cia del plegamiento tectónico de la corteza terrestre. Las temperaturas con
tendencia a bajar que señalan el comienzo del Pleistoceno coincidieron con una
disminución de las precipitaciones y una sequía, de tal suerte que la sabana del
Karroo pudo extenderse ampliamente al Africa austral en detrimento de las
praderas y de los bosques.
Esas modificaciones mayores del clima y del entorno impusieron a los
homínidos importantes reajustes y una diversificación morfológica concomitante
dictada por unas reacciones de adaptación a las nuevas presiones de ese entorno 1 •
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o o o o 1000 km.
• 1. Reparco de los
yacimientos «Fauresmith» (o} y
sangoenense (•) en Africa
austral (jig. 21, en «The
Prehistory of Africa», J. D.
Clark, 1970, Thames and
Hudson, Londres).
• 2. Yacimientos de hombre
\j
.
(
)
IlKO~E
NACHIKUF~
BAO!EN Hlll
.,,NGORA
oHOAA
~
fósil del Pleistoceno superior (•)
Y algunos l'Ucimientos de MUMBWA •
hombre fósil de{ . ~ oGWISHO'
Post Pleistoceno (o) en Africa
austral (.fig. 25. en «The
Prehisto~y of Africa», J. D.
MÁ=AOO"fGA
Clark, 1970, Thames and
Hudson, Londres). CAVE OF HEARTHS
{ \
" •TUIN~LAATS
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BOSKOP 11¡KASSIMAT1S
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1¿. ~ ...,,,.,~
~ ~.., ,9
o 1000 km .
..___ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ ___J2
PREHISTORIA DEL AFRICA AUSTRAL 525
embargo, el rostro es más simiesco, su parte inferior prognata, los pómulos
salientes y las órbitas coronadas por un fuerte cordón o rodete. Los puntos de
inserción de los músculos de la nuca y de los músculos masticadores indican que
éstos eran muy potentes.
En los yacimientos más recientes de las cavernas de Swartkrans, Kromdraai (y
muy probablemente también, como hoy se piensa, en Taung), el tipo dominante es
mucho más robusto ( A. robustus). Se trata de individuos mucho más pesados, de
unos ·68 kg. Los grandes machos están provistos de crest?S óseas -una en la
corona y otra en la base del cráneo- que permiten la inserción de potentísimos
músculos de la nuca y de los músculos masticadores. Generalmente se ha creído
que todas las formas más antiguas eran gráciles ( A. africanus), y las más recientes
robustas ( A. robustus), pero modernos estudios antropométricos muestran que la
diferencia no es tan clara como se creía, y ahora se sabe que los especímenes
robustos y gráciles pueden ser contemporáneos. Eso ocurre, por lo menos, en uno
de los yacimientos del Africa del Sur (Makapan). Lo mismo oc.urre en el
Pleistoceno inferior del Africa oriental, y los fósiles recogidos en esa región
parecen indicar que la diferenciación de esas dos líneas a partir de un antepasado
común, más gráci!, ha podido producirse hace cinco millones de años.
Recientemente, en 1972, al nordeste del lago Turkana, se ha descubierto un
cráneo fósil (capacidad craneal: unos 810 cm 3), huesos lar.gos y otros fragmentos
craneales y postcraneales que datan de - 3 a 2,6 millones de años. Esos vestigios
presentan numerosas afinidades con el Horno, testimoniando características (en
particular en el rostro y en la dentición) que los relacionan con los australopitecos.
Otros fósiles emparentados con ellos, con una capacidad craneal importante y que
están clasfücados bien corno australopitecos evolucionados, bien como Horno
antiguo ( H. habilis), han sido descubiertos en otros yacimientos del Africa
oriental, principalmente en la garganta de Olduvai (Tanzania). Se pueden datar
entre los - 2 y 1,75 millones de.años 2 • Es muy probable que una forma antigua de
Horno existiese .en la misma época en el Africa austral. Quedan por descubrir los
fósiles característicos. Esa probabilidad está reforzada por el descubrimiento en
1975, en Hadar, en la parte etíope del Rift Valley conocida con el nombre de
Triángulo del Afar, de fósiles de homínidos que datan de unos 3 millones de años.
El doctor D. Johanson sugiere que los doce individuos descubiertos podrían
pertenecer a tres taxa distintos: un homínido grácil representado por un esqueleto
muy bien conservado, una forma robusta comparable al A. robustus y una tercera
forma identificada por el maxilar inferior y superior, más próximo al Horno
sapiens. Si eso fuese confirmado, se deduciría que la forma Horno se había
diferenciado ya de los australopítecos hace 3 millones de años.
cuenca del lago Baringo, datan de más de 3 millones de años. Puesto que c:sos fragmentos presentan
algunas características que les emparentan con Homo (especie indeterminada) puedén situarse no lejos
de la época en que la línea Horno comienza ¡¡ diferenciarse de los australopitecos.
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• L Principales yacimientos de
fauna y de hombre fósil del
final del Plioceno (fauna = - :
hombre = o al comienzo del
Pleistoceno (C>; •) en Africa }MUF01) • \ \ :ISIMl(A
austral.
I • ' KALAMBO FALLS
• 2. Reparto de los principales \
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KAMOAe
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yacimientos acheulenses en
A(rica austral. Acheulense
ieferior = o: superior = • (jigs. .8:AFARTA ( '
9 y 18 en «The Prehistory of
Africa», J. D. Clark, 1970, eCUNENE \
Thames and Hudson; Londres). VICTORIA FALLS
•
••
O· 1000 km.
-----------------------2
PREHISTORIA DEL AFRICA AUSTRAL 527
MODO DE VIDA DE LOS PRIMEROS HOMINIDOS
Aunque las primeras herramientas del hombre que han llegado hasta nosotros
están hechas de piedra, no hay que olvidar que otros materiales -madera,.
corteza, hueso, cuerno, piel, etc.- han p(?dido utilizarse también. Es probable que
un larguísimo período de utilización de herramientas, en el curso del cual obje-
·tos cuya forma era naturalmente adecuada hán sido apenas modificados, debió
preceder a la fabricación intencional que implica la voluntad determinada de
producir un pequeño número de tipos de herramientas determinadas, partiendo
de materiales que, sin transformación, hubiesen sido inutilizables. Tras haberlos
cortado o transformado, a veces se podía mejorar otra forma por medio de
retoques. Desde el comienzo, las herramientas de piedra llevan el testimonio de la
capacidad de los homínidos para tallar ese material y asimilar los principios de su
tecnología. ·
Las. industrias líticas más antiguas que se conocen en todo el mundo han
recibido el nombre de Oldowayen -porla garganta de Olduvai, en Tanzania-, y
los especímenes más antiguos del Africa oriental datan de hace 2,5 millones de
años 3 • Es posible que algunos de los descubrimientos efectuados en las antiguas
graveras fluviales (las del Vaal o el Zarnbeze) o en las altas fallas marinas que
bordean las costas del Africa austral pertenezcan también a esa misma época. Sin
embargo, como esas herramientas no han sido encontradas en estratigrafía ni
asociadas a elementos que permitirían datarlas, apenas es posible pronunciarnos
sobre su antigüedad, aunque ésta no podría remontar tan lejos. Pudiera ser que, lo
mismo que el Gran Valle del Rift del Africa oriental, el Rift de Malawi conserve
herramientas de esa época, así como fósiles de homínidos. El extremo septentrio-
nal de Malawi ha proporcionado un conjunto de vestigios de animales que datan
del Plio-Pleistoceno, que forma el único lazo importante entre los vestigios del
este y del sur de Africa, pero, por una razón desconocida, esa zona únicamente ha
estado ocupada mucho más tarde por el hombre y sólo se encuentran unas pocas
huellas de primates en los sedimentos de esas profundas cuencas del foso austral.
El utillaje de los yacimientos de australopitecos recientes (Swartkrans, Sterk-
fontein Extension y Kromdraii), cerca de Krugesdorp, ofrece varios tipos
distintos: <<podones» o «tropezones», obtenidos por desprendimiento de esquirlas
en una o en las dos caras de un canto o de un pequeño bloque para formar un
borde cortante irregular; poliedros con frecuentes rasgos de cortes que atestiguan
una confección por martilleo violento; herramientas de base plana y borde
curvado, con otro borde abrupto hecho en forma de rascador tallado en una parte
de la circunferencia; fragmentos para cortar y despedazar, y núcleos de los que
esos fragmentos han .sido intencionalmente cortados. Fragmentos y restos de talla
son normalmente escasos en Sterkfontein Extension y en Swartkrans, lo cual es
3
• Las herramientas de la toba KBS de Koobi Fara habían sido fechadas en 2,6 millones de años
según dataciones al K/Ar (Potasio/Argón). Sin embargo, los resultados más recientes y las correlacio-
nes faunísticas con la formación de Shungura de Orno y la de Koobi Fara del lago Turkana sugieren
que su antigüedad habría sido sobreestimada y que una fecha de 1,8 millones de año.s sería más
verosímil.
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PREH1STOR1A DEL AFRICA AUSTRAL 531
una razón más para suponer que no fueron lugares de habitación. Sin embargo, a
medida que las excavaciones sistemáticas de las brechas progresan en esos dos
yacimientos y descubren conjuntos más c9mpletos, podemos confiar en saber
mucho más sobre el utillaje de esos primeros homínidos.
En comparación con las industrias de los yacimientos del Africa oriental, las·
herramientas del Africa del Sur presentan características más próximas a la del
Oldowayense reciente que a las del antiguo y, por tanto, pueden considerarse
pertenecientes al Oldowayense evolucionado. En el Africa oriental, el Oldowayen-
se evolucionado más antiguo data de hace unos 1,5 millones de años, y, teniendo
en cuenta igualmente la fauna fósil, hoy se admite generalmente que los yacimien-
tos australopitecos recientes en el Africa del Sur pertenecen a la misma época 4 •
Están presentes, pues, dos líneas de homínidos diferenciadas con bastante nitidez:
la del Australopithecus robustus y otra que corresponde a los primeros represen-
tantes de verdadera línea Horno.
EL COMPLEJO ACHEULENSE
Casi en esa época aparece una segunda industria, llamada acheulense, caracte-
rizada por grandes herramientas cortantes cqnocidas con los nombres de bifaces y
hachuelas. Esa industria se distingue de la de Olduvai por la mayor dimensión de
los objetos, fabricados con la ayuda de grandes fragmentos, en los que el corte que
parte de bloques o de piedras gruesas exigía fuerza y destreza. Las herramientas
oldowayenses, por el contrario, pueden ser todas tenidas en la palma de la mano
o, para trabajos delicados, entre el dedo gordo y los demás. El Oldowayense
evolucionado y el Acheulense han sido presentados como dos industrias contem-
poráneas que a veces se descubren en una forma puramente oldowayense o
puramente acheulense, y a veces mezcladas en proporciones variables en el mismo
yacimiento. Se han dado diversas interpretaciones a esas dos tradiciones tecnoló-
gicas. Se dic:e que eran el resultado de los. homínidos pertenecientes a especies
diversas, o también que eran el producto de actividades diferentes que exigían un
utillaje distinto correspondiente a comportamientos diversos (ver capítulo 19).
Esas dos tradiciones persisten y se encuentran en innumerables combinaciones
hasta hace unos - 200 000 años, es decir, mucho tiempo después de la desapari"
ción del A. robustus, provocada por su competición con el H omo. Preferimos,
pues, explicar la existencia de esas dos herramientas distintas por unas diferencias
de actividad o de modo de aprovechamiento de los recursos, y por unas
alternativas fundadas en la tradición o por unas preferenciis individuales, al ser
fabricados el utillaje por una población de homínidos única en función de las
circunstancias. La aparición relativamente súbita del Acheulense muestra, por
consiguiente, que se aprovechaban nuevos recursos o que unos métodos mejores
4
El dQCtor C. K. Brain ha anunciado recientemente que la brecha más antigua que contiene restos
de Ausrra/opithec11s y de Hamo podría dividirse en dos niveles. El nivel 1, el más antiguo, ha
proporcionado A. robuscus y Horno sapiens, y una sola herramienta innegable de piedra; el nivel II,
más· reciente, comprendería al Horno sapiens (Teleanthrop11s) y una industria lítica en la que figuran
dos hachuelas acheulenses. Ese nivel lf dataría de 500 000 años (C. K. Brain, Comunicación personal).
532 MET0DOLOG.IA Y PREHIST0RIA AFRICANA
habían sido inventados para utilizar aquellos a los que el hombre aplicaba
herramientas del tipo Oldowayense.
Los primeros conjuntos sudafricanos que pertenecen al Acheulense, y que
pueden ser prácticamente contemporáneos del Horno sapiens y del A. robustus de
Swartkrans, provienen de dos yacimientos vecinos situados en la confluencia del
Vaal y su afluente, el Klip, cerca de Vereeniging. Se los encuentra en las gravas de
una terraza a diez metros por encima del río actual; las herramientas son las más
de las veces rodadas y, por consiguiente, en posición derivada y no en su contexto
original. Está alli representada toda una gama de herramientas: bifaces en punta
-obtenidos por un pequeño número de desprendimientos de grandes fragmentos
o esquirlas-, hachuelas, poliedros, cantos manipulados, raspadores nucleiformes
y un cierto número de herramientas de fragmentos apenas retocados, así como
núcleos de restos de talla. Todos revelan el empleo de la técnica del percutor duro;
según eso, corresponden al Abbevilliense europeo. La presencia de dos formas que
se asemejan a las bifaces en el yacimiento de Sterkfontein Extensión Site parece
confirmar que éste no está muy alejado en el tiempo de los yacimientos de la Klip
(Three Rives y Klipplaatdril). Algunos descubrimientos de otros conjuntos de
apariencia antigua han sido realizados en diversos lugares del Africa austral -por
ejemplo, en las antiguas terrazas fluviales de Stellenbosch, en la provincia de El
Cabo, o en los alrededores de Livingstone, en Zambia-, pero son muy incomple-
tos y todavía mucho peor datados.
En alguna parte, entre un millón y 700 000 años, el tronco Horno primitivo
(representado por el cráneo 1470 de Koobi Fora, al este del lago Turkana, y por
los fósiles de Horno habilis, de la garganta de Olduvai, de la cuenca del Orno yde
otros yacimientos) ha sido reemplazado por un tipo más robusto de capacidad
craneal mayor, conocido con el nombre de Horno erectus. En el mismo momento,
o quizás incluso un poco antes, los grupos de homínidos se habían extendido
rápidamente hacia el norte de Africa y, ya en el exterior, a Europa y Asia. También
se encuentran fósiles y vestigios culturales del Horno erectus en varias regi-ones del
Antiguo Mundo, muy alejadas unas de otras. En Africa, los fósiles de Horno
erectus nos son ahora conocidos gracias a la parte superior de la Bed U, de la
garganta de Olduvai (una forma con cerebro desarrollado), en los descubrimien-
tos de Melka Konturé, en Etiopía, y en los yacimientos del litoral y del interior de
Africa del nordeste y del Magreb, donde aquéllos están asociados a industrias d(!l
Acheulense anterior. En el Africa meridional, el Horno erecrus era muy probable-
mente el autor de los vestigios acheulenses, pero no se ha descubierto ningún fósil
en él.
Con la aparición, del Acheulense posterior o evolucionado comenzamos a
observar en el Africa austral, como en el resto del continente, una proliferación de
yacimientos que indican un aumento general del número y tamaño de )os grupos
de homínidos. Es posible que la escasez de los yacimientos que perteneq:n a
tiempos más remotos sea debida en parte a la relativa escasez de los S(!dimentos
conservados que datan de esa época. Pero eso no es, sin duda, la razón principal
que pueda explicar el claro aumento del número de yacimientos acheulenses
recientes, ni de su vasta extensión geográfica. Sin embargo, aunque se conocen
numerosos yacimientos (389 .en cuanto a Africa del Sur, en el Atlas de la
PREHISTORIA DEL AFRICA AUSTRAL 533
más reducido, muy bien fabricadas, una gama extensa de herramientas hechas de
fragmentos, y por rascadores nucleiformes; las hachuelas .son relativamente poco
numerosas. Esas industrias datan probablemente de una época más reciente que
el Acheulense citado más arriba. Si eso es así, representan probablemente un
estadio «final» de la tradición de las bifaces. Sin embargo, la mayor parte de las
herramientas son recogidas en superficie y pueden haber sido mezcladas con
elementos más recientes. La materia prima utilizada era generalmente la lidianita
(pizarra endurecida) en las regiones donde abunda esa roca; en otras partes, la
cuarcita era de uso más corriente.
Pocas series provienen de excavaciones y sólo un pequeñísimo número puede
considerarse representativo. Una de esas series procede de una antigua depresión,
cerca de Rooidam, al oeste de KimberJey. La industria estaba allí inserta en unos
cinco metros de sedimentos, coronados de una costra de calcárea esteparia. Esos
sedimentos representan una acumulación progresiva de depósitos coluviales
debida a la acción de los arroyos. A veces de pequeñas dimensiones, las bifaces son
de una factura más bien mediocre, y la mayor parte de las herramientas son
pequeños rascadores y otros pequeños instrumentos retocados, todos de lidianita.
En ese conjunto, el método de preparación de núcleos, conocido con el nombre de
«técnica de núcleo discoide», que permite obtener varios fragmentos pequeños,
está bien representado. Por el contrario, parece ausente la técnica «Levallois», que
supone un solo fragmento mayor en cada preparación de núcleos. Otros dos
yacimientos in situ (sobre el Vaal, cerca de Windsor-ten, y en la zona de la presa de
Verwoerd, sobre el Orange) contienen una industria similar, pero con la presencia
de las dos técnicas: el corte Levallois y el núcleo discoide. Parece que la tradición y
quizás otros factores, como el tiempo, pueden explicar esa. variedad en la forma de
los fragmentos y del núcleo.
Se ha bautizado a esas industrias con el nombre de «Fauresmithiense», por el
lugar de la región de Orange, donde las bifaces amigdaloides características han
sido descubiertas por vez primera en gran can.tidad y en la superficie. Sin
embargo, no siempre se sabe si esas industrias representan una entidad suficiente-
mente distinta del Acheulense para merecer un nombre propio. Con mayor
frecuencia se las encuentra en las praderas y maleza del Karroo y en el monte bajo
del Africa del Sur y de Namibia. La indicación de su posible edad sólo la
proporciona una datación con torio/uranio sobre un carbonato de Rooidam; éste
señala 115 000 ± 10 000 años BP. Se ignora en qué época fueron reemplazadas las
industrias fauresmithienses por un nuevo complejo o una nueva tradición
tecnológica que explicase el utillaje, los fragmentos y las láminas, que marcan el
comienzo de la Middle Stone Age. Parece que ese cambio pudo ocurrir entre los
- 100 000 y - 80 000 años.
En las regiones con más fuertes precipitaciones y de vegetación más densa del
Africa central, no es el Fauresmithiense el que reemplazó al Acheulense posterior.,
sino unas industrias que presentan una importante proporción de herramientas
pesadas, picos, bifaces, cantos manipulados y rascadores nucleiformes. Es cierto
que esos tipos de herramientas· aparecen ya en las industrias acheulenses, pero, a
excepción de un tipo poco conocido, nunca habían prevalecido en esa época sobre
los demás tipos.de herramientas. No obstante, semejante equipamiento pesado se
PREHISTORIA DEL AFRICA AUSTRAL 539
hace preponderante más tarde en las zonas de precipitaciones más fuertes y de
temperaturas más elevadas, donde se encuentra mezclado con toda una gama de
herramientas ligeras, hechas· de fragmentos y esquirlas. Aparece en Zambia,
Zimbabwe, algunas regiones del Africa del Sudeste (en particular en la llan.ura de
Mozambique) y en las regiones costeras del Natal, donde pertenece a lo que se
llama complejo sangoenense. En su mayor parte, los conjuntos sangoenenses no
están fechados, a no ser de manera relativa por el método estratigráfico. No se
sabe con certeza si son contemporáneos del Acheulense·final (Fauresmithiense) de
las sabanas herbosas, o más recientes que él. .
En Kalambo Falls, el tipo del Sangoenense local (industria de Chipeta) está
fechado, según 12 resultados obtenidos por el método del radiocarbono, en 46 000
a 38 000 años BP. En el norte de Angoia, en Mufo, una fase comparable data de
hace unos 38 000 años BP. En Zimbabwe, el Sangoenense local (industria de
Gwelo) es comparable a las industrias antes denomin.adas «Proto-Stillbayenses»,
pero podría ser más antiguo 8. Pero eso, es más difícil establecer una correlación
entre esas industrias de tipo sangoenense en las que hay que tener en cuenta
factores ecológicos y otros, porque allí donde el hábitat, la tradición o considera-
ciones particulares han favorecido el empleo de esa herramienta pesada, es pro-
bable que haya desempeñado muy pronto un papel importante y que ese papel
haya persistido también durante tanto tiempo como las razones que lo habían
hecho adoptar. Es innegable que .existe una correlación entre·ese. utillaje, por una
parte, y las fuertes precipitaciones que crean zonas de vegetación más densas, por
otra. Consecuentemente, hay que considerar esos elementos pesados más como
determinados por unos datos ecológicos, que como representando a tal período o
a tal estadio cultural en la evolución del utillaje de piedra. Asimismo, puesto que
se puede ver que esos elementos sangoenenses están asociados a unos sistemas de
vegetación más densos, se puede esperar que aparezcan primero en esas regiones,
en la misma época que las fases finales del Acheulense (el Fauresmithiense) en
las sabanas herbosas, y que estén ausentes de los hábitats más abiertos, donde el
interés se había puesto, como hemos visto, en otros tipos de herramientas.
Industrias de tipo sangoenense han sido descubiertas en Zambia, Malawi, Zim-
babwe, Mozambique y Angola, así como en el norte y el sudeste del Africa del Sur.
Así podemos detectar en el Fauresmithiense y en el Sangoenense el aliciente de
una especialización regional del utillaje que refleja modalidades de adaptación
diferentes según que se haya utilizado en las praderas o en los bosques claros y los
bosques densos.
~
t.
..__ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _.... 2
'º Así, el pietersburgiense inferior de la capa 4 de la Cueva de.los fogones, en Makapan; la Middle
Stone Age 1, inmediatamente por encima de la playa en 6,8 metros en la desembocadura del río
Kl~ssies; un yacimiento al aire libre en la región del Orarige Rivc;r Scheme (Elandsklcióf), y otro en el
Transvaal central (Koedoesrand). Además, la industria de Nakasasa, en Kalambo Falls, se caracteriza
por formas similares, aunque posee también algunas herramientas bifaciales toscas del tipo que se
puede esperar encontrar con las industrias de los bosques claros de Brad1J•stegia.
PREHISTORIA DEL AFRICA AUSTRAL 543
puede que no representen la gama completa del material fabricado en la época in
situ; pero es igualmente posible que se las pueda asociar una lámina única,
longilínea y retocada. Ese mismo nivel I ha proporcionado del mismo modo lo
que parecja ser la empuñadura de un arma de lanzamiento curva, de madera, así
como un fragmento de cráneo de homínido. Ese horizonte de Florisbad se
remonta más allá de 48 000 años BP. Otra industria, que difiere de la del Grupo 1,
pero de la que resulta probablemente contemporánea, es la de Chavuma, en
Zimbabwe, de la que ya hemos dicho anteriormente que se remontaba más allá de
42 000 años BP. Se caracteriz:i por picos, puntas, rascadores· y láminas que tienen
señales de utilización. Esas herramientas están talladas en una materia prima
bastante variada --<:alcedonia, opalina, cuarcita, cuarzo, etc. En Zambia, la
industria de Twin Rivers (datación: 22 800 ± 1000 años BP) se parece a la de
Chavuma, aunque la datación, si es exacta. haga resaltar que un método fundado
sobre la tecnología ha perdido hoy mucho de su valor ·como elemento de
correlación entre las industrias de diferentes regiones.
Numerosas series proceden de grutas y yacimientos de superficie que pertene-
cen a un segundo grupo de industrias (Grupo II) 11 • La datación las s'itúa
generalmente entre 40 000 y 20 000 años BP, pero a veces se prolonga m~s como,
por ejemplo, eri la costa m·eridional. Esas industrias están caracterizadas por la
utilización diversificada de las técnicas de núcleos discoide y Ievalloisense,
especialmente en lo que se refiere al corte·de fragmentos triangulares, así como por
la producción abundante de láminas. Láminas y fragmentos triangulares, tallados
la mayoría de las veces en cuarcita y ladianita, son corrientes en las zonas de
lluvias de invierno al sur del Gran Declive, en el sudoeste africano, y en los
highveld de la región de Orange y Transvaal. En esas herramientas del Grupo II,
los retoques no son nunca prolongados; generalmente se limitan a los bordes y
quedan entonces denticulados. En los claros bosques tropicales del norte de
Limpopo, donde la utilización del cuarzo estaba más extendida, se encuentran,
sobre todo, fragmentos más cortos tallados en rascadores dé diversas formas, con
retoques igualmente limitados. Una parte del utillaje, restringida pero significati-
va, se compone de herramientas pesadas que pudien:m ser producidas -se cree-
con vistas a un uso ·más generalizado de la madera y sus productos.
Un tercer grupo de industrias (Grupo III) 12 se sitúa entre 35 000 a 15 000 años
BP; se distingue por un número mucho mayor de herramientas de retoque
amplio. El retoque de los rascadores y de los raspadores es casi total, y nó
escasean las formas en estrechamiento.; las puntas foliáceas pueden ser retocadas
sobre la totalidad de una sola o de las dos caras; los taladros y los trituradores
son característicos. De modo ge~eral, las herramientas son de menos dimensiones
y muestran, en el retoque, un refinamiento que no existía en los grupos anteriores ..
Además de los tres grupos que acaban de describirse, hay un cuarto (Grupo
11
Ejemplos de industrias del Grupo 11: capa 5 de la Cueva de los fogones; capa 1 de la cueva de
Mvulu en Transvaal, Middle Stone Age II del río Klassies; las herramientas de Mossel Bay y de la
Cueva de.Skildergat al su~ de la provincia de El Cabo; en fin, la industria stillbayense de la cueva de
Mumbwa, en Zambia.
12
Ejemplo: ia industria, del Pietersburgiense superior de la Cueva de los Toyers y de la cueva de
Mvulu o de la Cueva de Border, en Natal; la parte superior del Stillbayense de la cueva de Peer en la
provincia de El Cabo; la industria Bambata de las cuevas Khami, en Zimbabwe.
L---------------------.12
• 1. Civilización sangoenense de
Rhodesia. Variante del Zambeze
( división superior). 1 y 2: picos: 3
y 8: hachas nuc/eiformes: 4: núcleo
discoide; 5 y 6: fragmen1os
retocadosi 7: esferoide ( PI. X 11,
e11 «The Stone Age C1d1ures of
Northern Rhodesia», J. D. Clark,
1950, Sou1h African Archaeological
Society, El Cabo).
o 2. Industrias de la Middle Stone
Age, Twin Rívers (Zambia). /:
rascador con ángulos; 2: fragmento
utilizado de un núcleo discoide de
pequeña dimensión; 3: rascador
convergente; 4: rascador de punla
acusada;· 5: rascador de pequeña
dimensión; 8: bifaz. Todos los
objetos son de cuarzo, excepto el
3, que es de sílex negro, y el 8, de
dolerita. Entre 32.000 y 22.000
•años BP (jig. 34, en «The
prehistory of Africa», J. D. Clark,
1970, Thames and Hudson,
Londres).
• 3. Industrias de Pietersberg y
Bambata, Cueva de los Hogares
(Cave of Hearths), Transvaal, y
Cueva de Bambata, Rhodesiq.
Herramientas características de los
pa{ses de matorrales espinosos y
del Bushveld (fig. 35, en J. ·D.
Clark, 1970). .
..__ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __JJ
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - . 545
PREHISTORIA DEL AFRICA AUSTRAL
-
IV), que se distingue por algunas diferencias notables. Es el complejo conocido
con el nombre de «Magosiense» o «Second lntermediate». Combina una forma
evolucionada y con frecuencia miniaturizada de la técnica de núcleos discoides y
de la técnica lavalloisiense con la fabricación de láminas delicadas, de bordes
paralelos, cortados o afilados con una lima de hueso, de cuerno o de madera dura.
Las materias primas elegidas son generalmente rocas criptocristalinas; y las
puntas foliáceas o triangulares, los rascadores y los raspadores que de ellas se
sacaron, a menudo por el método de los núcleos discoides y levalloisienses, están
delicadamente retocados, a veces -se cree- por presión. A esas herramientas
tradicionales de la Middle Stone Age se añaden otras hechas con láminas y
fragmentos de láminas, frecuentemente de pequeñas dimensiones, uno de cuyos
bordes ha sido eliminado, o también que fueron utilizadas o retocadas de diversas
maneras, así como varios típos de buriles, principalmente una forma carenada o
poliédrica. Ese tipo de herramienta parece propia de ciertas partes· del subconti-
nente, en Zimbabwe y Zambia, en el este de la región de Orange, al sur de la
provincia de El Cabo y en ciertas partes de Namibia, por ejemplo. Pero está
aparentemente ausente de la mayor parte de la zona central de la meseta interior,
donde la lidianita ha proporcionado la principal materia prima. Aunque semejan-
te distribución tiene una base ecológica, nos corresponde tratar de determinar los
caracteres comunes a las regiones donde han sido descubiertas esas industrias del
Grupo IV.
Se ha considerado que tales industrias <<evolucionadas» representaban una
fusión entre las técnicas del «núcleo preparado» de. la Middle Stone Age y la
técnica del corte de lárninas por golpes del «Paleolítico superior:>>. Apenas se
remontarían más aJlá de 15 000 a 20 000 años BP y, en realida~I. un determinado
número de dataciones se sitúan en ese intervalo. Sin embargo, más recientemente
se han obtenido varias fechas muy anteriores a aquéllas 13 para las industrias del
Grupo IV, bautizadas con el nombre de Magosienenses o, en Africa del Sur,
«Howieson's Poort>> (según el nombre del yacimiento donde fue descubierta la
primera herramienta característica, no lejos de Gra:bamstown). Desgraciadamen-
te, a excepción de la gruta de Montagu, en la provincia de El Cabo, y de la
industria de Tshangulan, en Zimbabwe, ninguna información precisa sobre la
composición de esos descubrimientos está aún disponible, de tal suerte que no se
sabe si todos esos conjuntos son homogéneos o si existe más de una industria.
Admitiendo, de momento, que los conjuntos son homogéneos, esas fechas
remotas muestran que una tecnología evolucionada de la lámina coexistió en el
A.frica austral con las tecnologías 'tradicionales de los fragmentos preparados de la
Middle Stone Age. La situación no difiere apenas de la del norte de Africa, donde
dos complejos industriales contemporáneos, la cultura de Dabba y el Ateriense, se
diferencian a nivel regional. La evolución y sucesión de las industrias de piedra
han sido generalmente explicadas en el pasado por movimientos de poblaciones
13
Las industrias del Grupo IV han sido íechadas: en la Cueva de Montagu de - 23 000 a
- 48 850. En Klassies, al.sur de la provincia de El Cabo, las dataciones giran alrededor de 36 000 BP:
en la cueva de Rose Cottage, en la regió.n de Orange, es de - 50 000. y de - 46 300 para el «Epi-
Pietersburgiense» en la cueva de Border. El Tshangulan, ·industria del ·Grupo IV, en Zimbabwe. se
sitúa entre 21 700 ± 780 y 25 650 ± 1 800 años BP.
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i Nuevas dataciones por (<arracimamien.to» para dos de los fósiles de homínidos indican un
período que va de 100 000 a 200 000 BP (J. Bada: comunicación personal).
548 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
15
,El «site catchment analysis» es un método recomendado por Vita Finzi y Higgs (1970) para
establecer el potencial de los recursos de una región explotada partiendo de un yacimiento prehistórico
determinado. Eso necesita la identificación de los límites del territorio y de la medida en la que el
hábitat y el biomo diferían de los actuales. Vita Finzi y E. S. Higgs, 1970, «Prehistoric economy in the
Mount Carmel Area of Palestine: site catchment analysis», Proc. of the Preh. Sbc., 36, 1-37.
550 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
menos conocida que la del Acheulense y que la de las épocas anteriores. La Gruta
de las Chimeneas nos proporciona la prueba de la existencia de fogones o cocinas,
y la Gruta de Montagu nos informa sobre el reparto de las herramientas en torno
a los hogares en cada horizonte. El yacimiento de Orange 1 ha proporcionado
«cimientos» de piedra en varios pequeños cortavientos,. y se ha podido localizar
una vasta zona de actividad protegida, en Zeekoegat 27, en la región del Orange
River. Scheme. Se han encontrado en Kalkbank, en el centro del Transvaal,
osamentas amontonadas tras una o varias cacerías fructuosas; finalmente, tras los
descubrimientos en la Gruta de los Leones, en Swaziland, parece que se comenzó
a extraer la hematites para los pigmentos hace unos 28 000 años. Yunques
preparados para el corte y debastado de las piedras han sido encontrados en los
horizontes de Rubble 1, en Ka:lambo Falls. Datan de hace unos 27 000 años BP.
Igualmente se han descubierto en el mismo yacimiento pequeños círculos de
piedra que quizás delimitaron las cocinas o fogones, mientras que los vestigios de
un campamento temporal de la industria Bambata han sido descubiertos esparci-
dos en el río Nata, en Botswana. Los restos de fauna que corresponden a
desperdicios de alimentos muestran que los animales grandes constituían la fuente
principal de aprovisionamiento; algunos de ellos -búfalos, ñúes, búbalos, cebras
y suidos- figuran entre las especies más frecuentemente relacionadas con. los
lugares de habitación. En conjunto, parece que en los yacimientos de la Middle
Stone Age se encuentra una mayor variedad de especies que en los del Acheulense.-
Sin embargo, aunque la adquisición de mejores armas de caza parece que permitió
expediciones más fructíferas, el marco de caza sigue siendo muy variado. Y sólo en
la Late Stone Age adquiere un carácter más selectivo.
En resumen, no es posible considerar las industrias de la Middle Stone Age
como si encerraran una progresión simple y lineal hacia una tecnología más
refinada y evolucionada. Por el contrario, si las dataciones son exactas, revelan
cierto número de técnicas diferentes que tenían una base esencialmente económi-
ca. Esas técnicas se influencian mutuamente en diversos grados y pueden
evolucionar en función de las necesidades materiales. Las distintas variantes
identificadas reflejan probablemente diferencias regionales en materia de recursos
y de su extracción, aunque la mayor parte de esas variantes exigen una definición
más precisa. En algunas regiones, algunos yacimientos en estratigrafía (como la
Gruta de las Chimeneas) dejan aparecer una secuencia claramente progresiva,
mientras que, en otros (Klassier River, en la costa meridional del Africa del Sur y
en la Gruta de Zombepata, en Zimbabwe), la sucesión estratigráfiea recuerda las
tradiciones musterienses del oeste de Francia, y algunos grupos pueden sucederse
sin continuidad aparente. El reemplazamiento de un grupo por otro puede ser
debido a causas económicas y reflejar cambios ecológicos, y, por consiguiente,
indicar nuevas referencias alimentarias. Los escasos testimonios de que dispone-
mos confirmarían esa hipótesis, pero los análisis detallados de la fauna y los datos
polínicos todavía no han determinado si tales variantes han podido ocurrir
simultáneamente en vastas regiones biogeográficas o si sólo reflejan una evolución
temporal de los recursos alimenticios de tal o cual hábitat.
Mientras que la Midd1e Stone Age, en el Africa del Sur, es casi contemporánea
del Paleolítico superior europeo, sus fases primitivas, aunque sean muy poco
PREHISTORIA DEL AFRICA AUSTRAL 551
16
Cueva de la bahía de Nelson, fechada de 18 000 a 12 000; Matjes .River, que se remonta a
11 250/10 500 BP, y Oakhurst. Eilla cueva de la. bahía de Nelson, una industria que abarca la industria
de raspadores ab~uptos data de 12 000 a 9000 BP. La mayor parte de las herramientas son hechas de
grandes fragmentos; no existen. formas microlíticas. Una industria «pre-wiltoniense» análoga se
encuentra en otros yacimientos d.e la región de las montañas meridionales, por ejemplo, en
Memkoutboum; donde data de 10 500 ± 190 BP.
· M «Smithlield A», por ejemplo, la industria de la fase I, de Zeekoegat 13.
18
Uitkomst, fechada en 7680 BP.
19
Windhoek, que se remonta a ± 10000 BP.
552 METOD.OLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
pulidas. No obstante, hay que matizar esa afirmación diciendo que, aunque no
hay huellas de agricultura antes de la aparición de las poblaciones de comienzos
de la edad de hierro, es innegable que, en el sudoeste de Africa, algunos grupos de
la Late Stone Age reciente tenían ganado lanar y después vacuno, lo más tarde
hacia el primer siglo antes de la era cristiana y, casi con certeza, antes aún.
Algunos de esos grupos se pueden asemejar a los Khoi Khoi históricos, es decir, a
los pastores nómadas que no practicaban la agricultura, pero fabricaban un tipo
determinado de alfarería. Sin embargo, ningún vestigio de hábitat pastoril
identificado con certeza·se ha descubierto aún, de modo que, a falta de poder
contar con la arqueología, necesitamos recurrir a las fuentes históricas para
conocer esos grupos. La cuestión se plantea igualmente para saber de dónde
provenían sus rebaños. Según algunos autores, los datos lingüísticos indican que
procederían de pueblo$ que hablaban las lenguas del Sudán oriental y central,
mientras que otros se inclinan más bien por unos emigrantes de comienzos de la
edad de hierro. Cualquiera que sea su origen, es poco probable que el comienzo de
esa fase pastorial sea anterior a los 300 años antes de la era cristiana, y que se
acabase en el siglo xvm.
Así, los resultados de las investigaciones prehistóricas realizadas en el Africa
austral muestran el papel preponderante que han desempeñado las tierras de la
alta meseta interior en la evolución del hombre fabricante de herramientas. La
ingeniosidad y eficacia crecientes con que las sl,lcesivas poblaciones de homínidos
supieron elaborar unos comportamientos y un capital cultural, que les permitie-
ron aprovechar siempre más intensamente los recursos de los ecosistemas donde
ellos vivieron, permiten explicar las diferencias étnicas y culturales que distinguen
a los pueblos autóctonos de la actual Africa austral (San y Khoi Khoi, BergDama,
Ova Tjimba, Twa y Bantú), demostrando la remota antigüedad y la gran
continuidad de numerosos rasgos de comportamiento que han sobrevivido hasta
nuestra época.
Capítulo 21
PREHISTORIA
DEL AFRICA CENTRAL
PARTE I
1
Entendemos por Africa central los países siguientes: Zaire, Centroáfrica, República Popular dél
Congo, Gabón, Camerún y parte de Angola, Rwanda y Burundi.
Facies neollticas :
Wiltoniense 1
Tshitoliense Magosiense evolu- : Smithfield
f
Gravas de
thalweg i cionado
Magosiense
j
i
Lupembiense
Stillbarse
Acheulense final
Terrazas de 15 m. Tayaciense
de Kasai Acheulense superior
Acheulense inferior
Chellense
Oldowayense
Kafuense
evolucionado
• Variaciones climáticas e
industrias prehistóricas de la
cuenca del Congo, según G.
Mortelmans ( 1952).
PREHISTORIA DEL AFRICA CENTRAL ' 557
volverse, lo mismo que habrá que buscar allí el inicio de las migraciones de los
grupos humanos que han poblado el gran bosque ecuatorial del oeste.
Desde el punto de vista climático, el Cuaternario de esa zona estaría muy
próximo al del Africa oriental, no obstante, con variaciones locales debidas a la
altitud tan notable de las zonas montañosas. Según G. Mortelmans (1952)
existirían cuatro períodos pluviales y dos períodos húmedos 2 :
Nakuriense 2.º periodo húmedo
Makaliense, l.º período húmedo
Gambliense 4. 0 período pluvial
Kanjeriense 3. e, período pluvial
Kamasiense 2.º período pluvial
Kagueriense . 1. º' período pluvial
De esas alternancias de períodos relativamente secos y de periodos muy
h!Ímedos, depende en cierta medida el poblamiento de una región, y esto por la
modificación de lo que llamamos hoy «el medio ambiente».
La penetración difícil en el gran bosque ha hecho decir a varios prehistoriado-
res que el poblamiento de esa zona ha sido poco importante desde el Paleolítico
inferior hasta el Neolítico. Por nuestra parte, no estamos de acuerdo con ese
punto de vista, y conviene destr.uir el mito relativo a la dificultad de poblamiento
de esa región. Si en toda esa zona la recogida de herramientas líticas ha sido en
cierta medida poco abundante, es porque los investigadores han dudado de hacer
búsquedas de larga duración en condiciones difíciles. A la vista de los resultados
obtenidos recientemente por varias misiones en Angola, Centroáfrica y Zaire, y
habida cuenta de las enormes cantidades de piedras talladas allí encontradas, hay
que· reconocer que el poblamiento prehistórico de lo que se ha .convenido en
llamar «el gran bosque» es tan importante como en los demás sectores de Africa.
Finalmente debemos advertir que, en la zona ecuatorial húmeda, los vestigios
orgánicos no se han conservado debido a la acidez de los terrenos y que, por ese
hecho, los fósiles humanos, los restos de fauna y el utillaje óseo están totalmente
ausentes, con muy raras excepciones, referidas éstas además a períodos muy
recientes, y hasta históricos.
2
- Naku~iense. Fase húmeda definida por los depósitos de.la playa inferior a la de los 102 metros
del lago Nakuru, en Kenia.
- Makaliense. Fase húmeda reconocida en las playas lacustres de los 114 metros y 102 metros del
lago Nakuru.
- Gamb/iense. El pluvial definido en torno a los lagos Nakuru, Naivacha y, sobre todo,
Elmenteita (Gamble's cave), en Kenia.
- Kanjeriense. 3.º fluvial definido por L. S. B. Leakey según un depósito fosilifero descubierto en
Kanjera, en el golfo Kavirondo.
- Kamasiensé. 2.º pluvial que debe su nombre a depósitos de diatomitas estudiadas por Grégory,
en Kamasia, en el Kenya Rift Valley.
558 MEJODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
BASES CRONOLOGICAS
Para este apartado utilizaremos los trabajos de cronología del Cuaternario de
la cuenca del Zaire, que han sido elaborados por G. Mortelmans ( 1955-1957) y
que, a la vista de los conocimientos. actuales, son los más aceptables.
PREHISTORIA DEL AFRICA CENTRAL 559
EL PLUVIAL KAGUERIENSE
Parece que es el pluvial más importante. de los cuatro que se. han sucedido. Es
un período de excavación intensa de los valles y de formación de antiquísimas
terrazas de gravas que contienen las industrias más antiguas de la cuenca del
Zaire. Esas industrias, construidas casi en su totalidad por cantos manipulados, se
clasifican en un pre-Acheulense inferior (Kafue11 de G. Mortelmans). Un impor-
tante período árido sucede al pluvial Kagllériense y las antiguas terrazas se
recubren de una potente capa de lateritas ei;i la que se encuentra un pre-
Ache,ulense más évolucionado, pero mal. situado cronológicamente debido a su
falta de estratigrafía.
EL PLUVIAL KAMASIENSE
con una nueva técnica de corte (Victoría West JI) y el desarrollo de una nueva
herramienta (el pico) que va a ocupar en zonas forestales un lugar considerable en
los conjuntos industriales que suceden al Acheulense.
El período árido postkama:siense es el más importante conocido en esa región.
El Sáhara se extiende hacia el sur y el desierto de Kalahari hacia el norte.
Algunos autores creen que el bosque ecuatorial ha desaparecido prácticamente y
que no subsiste ya más que por galerías forestales. Arenas fojas desérticas se
acumulan en grosores a veces considerables. El Acheulense·desaparece, o más bien
parece transformarse in situ en una nueva industria, llamada Sangoenense,
particularmente en el Africa ecuatorial y en las zonas forestales.
B utillaje se transforma, la:s hachuelas escasean y acaban por desaparecer, las
bifaces se hacen más gruesas y macizas, los picos son muy abundantes, y nuevas
herramientas, totalmente desconocidas en el Acheulense, figuran en el utillaje:
piezas bifaciales estiradas y de grandes dimensiones. Ese utillaje será adaptado a la
.vida en un entorno forestal. Si'n embargo, se da allí una contradicción con el
entorno en que se ha desarrollado el Sangoenense, sí se admite que el bosque
ecuatorial prácticamente había desaparecido en el árido kamasiense donde aquél
se sitúa. Hay que reconocer que el Sangoenense es actualmente una de las
industrias africanas peor conocidas.
EL PLUVIAL GAMBLIENSE
EL MAKALIENSE Y EL NAKURlENSE,
FASES HUMEDAS POSTGAMBLIENSES
Esos períodos son mucho menos acentuados que los pluviales precedentes·;
entre los dos se intercala una corta fase seca, y el Nakuriense no es conocido muy
claramente en la cuenca del Zaire. En el Makaliense, los ríos excavan ligeramente
su lecho, y después se produce un nuevo «terraplenamiento». El Lupembiense
evoluciona in situ, las herramientas se vuelven cada vez más pequeñas, mientras
que cuchillas y ;puntas de flecha se hacen muy numerosas en el Tshitoliense,
civilización de cazadores. En el Za.ire Oriental, en Shaba y en Angola se desarro-
llan varias facies incluidas en la Late Stone Age (Edad reciente de piedra),
conjunto que, por otro lado, es necesario considerar seriamente porque en él se
PREHISTORIA DEL AFRICA CENTRAL 561
han situado varias industrias, tam diferentes como inconexas, que no se sabía
dónde situarlas con exactitud en la cronología.
Durante y después del período húmedo nakuriense, las industrias neolíticas
--de las que forma. parte el Tshitoliense- invaden toda Africa ecuatorial, donde
ellas parece que tienen un.a duración rnucho-más larga que en otros sectores. Las
civilizaciones del Cobre y del Hierro sólo penetraron en una época más tardía en
esa región de acceso más difícil, hecho que muestra una vez más la evolución,
sobre el terreno, de las civilizaciones prehistóricas.
El Kafuense
El Oldowayense
EL ACHEULENSE
Acheulense 1
(Abbevilliense o Chelense antiguo, para algunos autores)
Acheulense 11
(Abbevilliense reciente o Acheulense inferior)
Acheulense I 11
(Acheulense medio)
Ese estadio se encuentra· en superficie sobre las gr:avas del Luena y del Kamoa,
donde se encuentra incluido en los limos fluviales. Ve cómo se realiza una
verdadera revolución en las técnicas de corte o desbastadura: la de la preparación
de núcleos con vistas a la obtención de grandes fragmentos. Esa técnica, bien
conocida en el Africa austral, es denominada «Victoria West I».. Es la técnica
proto-Levalloisiense. La preparación del núcleo condujo a un plano tallado por
facetas o pequeñas superficies. El fragmento está separado lateralmente y después
564 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRIG:ANA
Acheulense IV
(Acheulense superior)
Acheulense V
(Acheulense evolucionado y final)
'"''· ,- ·-
• 1. Monumento megalítico de la
región de Bouar, en Centroáfrica. . ....
é/iché R. de Bay/e des Herniens.
• 2. Acheulense superior.
Centro4frica,. río Ngoéré, Airo
Sangha. 2: Hachuela: 3: bifaz
(fows Museo de Historia
natural).
.,,
g
H
t{ 1
--·· _,, .,2
a .----P
EL SANGOENENSE
EL LUPEMBIENSE
5
Lupembiense. Yacimiento epónimo: estación prehistórica de Lupembá, en Kasai, término creado
por el sacerdote H. Breuil.
568 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Lupembiense I
Lupembiense I I
Ese estadio ha sido definido en Punta Kalina por J. Colette, pero también es
conocido en Stanley Pool. Los cinceles-foliáceos del Lupembiense l evolucionan y
pasan a la hachuela. Cinceles de bordes rectos y un nuevo tipo de cuchilla con corte
oblicuo reemplazan a las formas conocidas en el Sangoenense. Las armas
comprenden puñales de 15 a 35 centímetros de largo y puntas foliáceas finamente
talladas y muy delgadas.
Lupembiense I I I
Lupembiense IV
Lupembo-Tshito/iense
Este último estadio parece que se sitúa, desde el punto de vista estratigráfico,
en la fase árida con que se termina, en el Africa central y oriental, el Pleistoceno,
justo antes del primer período húmedo makaliense. Los yacimientos conocidos
están localizados sobre aluviones de gravas o en la base de la capa húmeda que las
recubre, muy frecuentemente en las islas de los ríos.
Con relación a los otros estadios del Lupembiense, el cor;te no se modifica y es
siempre ·epilevalloisense. El retoque, en cambio, asocia a la percusión y a la
presión una nueva técnica: el retoque abrupto que caracteriza al Mesolítico. El
utillaje comprende siempre cinceles, escoplos y bifaces, pero han desaparecido
rascadores y láminas con dorso. A las cuchillas se añade una «microcuchilla» con
retoque abrupto de los bordes, .que puede ser considerada en algunos casos como
una armadura de corte transversal. Las puntas de flecha son más variadas:
foliáceas, romboidales, de aletas, pero más raramente denticuladas y peduncula-
das.
En Angola, una industria clasificada en el Lupembo-Tshitoliense está fechada
en 11 189 ± 490 años.
El Lupembiense no es aún conocido en Centroáfrica ni en Camerún. Por el
contrario, se ha descubierto en la República Popular del Congo y en Gabón, pero,
debido a la situación de los yacimientos en regiones de difícil acceso, está todavía
bastante mal precisado.
Mientras que el Lupembiense ocupa la zona forestal del oeste de la cuenca del
Zaire, el Shaba y el este de Angola ven desarrollarse unas civilizaciones con
caracteres no forestales: el Proto-Stilbayense y el Magosiense. Esas civilizaciones
alcanzarán una gran expansión en el Africa del Este y del Sur.
El Proto-St'ilbayense
El Stillbayense
El M agosiense
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El arce rupestre
Situado entre las dos grandes regiones de arte rupestre del Sáhara y del Africa
del Sur, la cuenca del Zaire posee también un arte rupestre, pero no tan rico como
se podía esperar de él, debido a su situación.
7
R. de Bayle des Hermens. y P. Vidal, 1971, págs. ·SL-82.
574 METODOLOGIA Y PREHISJORJA AFRICANA
CONCLUSIQN
8
H. Breuil, 1952, págs. 1-32, 14. láminas.
9
G, Mortelmans, 1962, págs: 35-55, 9 láminas.
PREHISTORIA DEL AFRICA CENTRAL 575
venidos del norte huyendo quizás ya de las zonas saharianas en vías de seca-
miento.
El gran bosque ecuatorial ha desempeñaclo un papel de barrera natural que
limita los contactos con el norte y el sur del ecuador.. Las civilizaciones neolíticas
duraron mucho más tiempo que en otras partes en una zona en la que aquéllas se
han encontrado aisladas y protegidas hasta una época en que, para otras regiones,
aquella zona había entrado desde hacía tiempo en la historia con la introducción
de los metales y del hierro.
PREHISTORIA
DEL AFRICA CENTRAL
PARTE JI
F. VAN NOTEN
Con la co/aborncion de
P. DE MARET, J. MOEYERSONS, K. MUYA, E. ROCHE
El Africa central que trataremos en este capítulo cubre el Zaire y algunos países
limítrofes: la República del Congo, Gabón, Río Muni, Centroáfrica, Ruanda,
Burundi y Angola. ·
Desde finales del siglo XIX, esa parte del continente ha llamado la atención de
los arqueólogos, pero las investigaciones en esa zon_a siguen muy dispersas.
Las primeras investigaciones que se han interesado por el Africa central han
querido, en primer lug¡u, reconóc_er allí períodos· parecidos a los descritos en
Europa. X. Stainer intentó un primer estudio de coqjunto en 1899, pero es J.
Colette quien tiene el mérito de haber emprendido excavaciones desde 1925
(Bequaert, 1938). Sin embargo, se puede decir que la investigación científica sólo
ha sido notoria después de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, estudios
sistemáticos. han sido efectuados por J. D. Clark en Zambia y Angola, R. de Bayle
des Hermens en Centroáfrica, H. van Moorsel en Zaire, y la Sociedad prehistórica
y protohistórica gabonesa en el propio Gabóq. ·
En el Zaire, los trabajos se han desarrollado, sobre todo, desde la creación del
Instituto de los museos nacionales en 1970.
Sin embargo, nue_stros conocimientos siguen siendo desiguales. Aunque
Colette había realizado una obra de pionero efectuando el primer estudio
cronoestratigráfico, su ejemplo fue muy raramente seguido y, en muchas partes
del área estudiada, nuestros conocimientos se basan únicamente en recogidas de
superficie. Pero hay que tener en cuenta que la arqueología tropieza en el Africa
central con muchas dificultades. Esas regiones no se prestan a las excavaciones
debido a las espesas capas latéricas, como se las ·encuentra en el norte, aunque, en
el bosque mismo, las prospecciones también son difíciles,
Otros factores complican también la tarea; en general, las condiciones
climáticas y la acidez de los terrenos no han permitido la conservación de los
restos óseos, lo que explica su ausencia en la mayor parte de los Jugares
estudiados. Hay, sin embargo, excepciones, principalmente en lshango y Matupi,
donde el entorno calcáreo ha favorecido una buena conservación del material.
10' IS' 20' 25
5'
OCEANO
ATLANTICO
10'
IS'
~ D
MOSA. ICO BOSQUES-S.A~ANAS: BOSQUE.S DENSOS
MEDIO FIRMES, BOSQUES SECUNDARIOS Y SABANAS DE LAS· REGIONES MONTAÑOSAS,
SABANAS GIJINEANAS
MOSAICO DE BOSQUES CLAROS Y DE SABANAS
SUDANOZAMBEZIANAS BOSCOSAS O HERBOSAS
.. ,11
\\"
ORIENTALES
ESTEPAS SUBOESERTICAS'
• Fig. l. Mapa del A/rica central con indicación de las zonas r1egetales.
PREHISTORIA DEL AFRICA CENTRAL 579
La nomenclatura ha sido revisada sin cesar y las subdivisiones h~n sido muy a
menudo puestas en duda. La sucesión de las edades de piedra antigua, media y
reciente, divididas por períodos intermedios, no parece ya admisible, ni cronológi-
ca ni tipológicamente siquiéra. Tras un período de intentos de clasificaciones
rigurosas, se llega, pues, a considerar como muy relativas y provisionales esas
grandes categorías.·
El estudio de nuevos yacimientos excavados y fechados sistemáticamente
confirma esa postura. Citemos como ejemplo la edad de pi·edra reciente: en 1959,
J. D. Clark situaba el comienzo de esa época hace unos 7500 años BP. En 1971,
obteníamos para la gruta de Munyama, en Uganda, una fecha de C. 15 000 años
BP (Van Noten, 1971) y seis años más tarde, la industria microlítica de Matupi se
ha estimado en unos 40 000 años BJ> (Van Noten, 1977). Por tanto, hay
manifiestas contradicciones entre la clasificación antigua y los descubrimientos
recientes.
Mientras que por todas las partes del mundo los arqueólogos comienzan a
interesarse, sobre todo, por el modo de vivir del hombre prehistórico estudiando
su entorno y tratando de comprender las relaciones que él mantenía con su medio
ambiente, la prehistoria en el Africa central ha estado limitada durante mucho
tiempo al estudio de la tipología y de la cronología. En esa nomenclatura, el Jugar
concedido al hombre es mínimo.
Más que hacer un catálogo exhaustivo de yacimientos que no cubren frecuen-
temente más que algunos hallazgos de superficie, nos ocuparemos aquí de las
esca:sísimas excavaciones sistemáticas que han proporcionado elementos de
datación: Ishango, Gombe, Bitorri, Kamoa, Matupi y Kalambo, con posibilidad
de dar consistencia a esos datos dispersos por informaciones complementarias
aportadas por el estudio de otras localidades.
Más que nunca estamos convencidos de que es i·mposible establecer grandes
áreas culturales bien definidas. Debemos limitarnos a constatar la presencia del
hombre en un momento determinado, sin poder responder todavía a la pregunta
de si seha desarrollado in situ o procedía de otro lugar. Es cierto que el hombre se
adaptó desde el primer momento a ambientes bien definidos que tenían su clima,
su flora y su fauna propios. El cazador-recolector debía explorar esos entornos a
fin de sobrevivir, y ya la elección del material presente dictaba sus gestos en el
momento de la fabricación de herramientas. Está claro que el hombre debió
responder de maneras diferentes a las condiciones creadas por la diversidad de
entornos del Africa central. De ello resulta la existencia. de áreas distintas que a
veces muestran rasgos comunes pero, al mismo tiempo, adaptaciones regionales, y
hasta locales, que no se explican por u_n simple determinismo de condiciones
ecológicas cambiantes; no obstante, sería prematuro hablar de áreas culturales.
MARCO GEOGRAFICO
Los grandes rasgos de la morfología de la inmensa region llamada «Africa
central» son el resultado de Una serie de movimientos tectónicos que ya habían
comenzado al principio del Terciario y que, probablemente, no se han acabado
aún.
10" 15" zo· zs· 30"
icr-r_ _.._____T""7-~~--~---"--,7"--,--'-------.....--::~
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•NZAKO,
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· La depresión central, cuya altura no excede los 500 m., está rodeada por un
cinturón de mesetas y por relieves de costas o montañas, for,madas sobre las capas
geológicas que recubren el zócalo preeámbrico cristalino. Este aflora a la periferia;
es muy ac_cidentado, principalmente en Kivu, donde a veces se ha levantado por
encima de 'los 3.000 m., y muy recortado por la erosión. Relieves muy elevados
rematan localmente el zócalo: las mesetas basálticas (c. 3.000 m.) de la orilla
sudeste del lago Kivu y del Adamaua (c. 4.500 m.), 'los depósitos volcánicos en la
región de.los Yirunga (c. 4.500 m.), el horst del Ruwenzori ( 1.519 m.) y la cuenca del
Huambo (c. 2.600 m.). Los movimientos tectónicos que han afectado a las altas
regiones han provocado la formación de grabenes.: la fosa situada al este del
África central y el «agujero>> de Benué,
Excepto en la región costera al sur de Angola y en la cuenca del Cubango-
Zambeze, el Africa central se beneficia de precipitaciones abundantes. En la·
depresión, las lluvias son regulares todo el año: representan más de 1.700 mm. de
agua por año. En las costas de Gabón, Río Muni y Camerún pueden alcanzar
4.000 mm. En otras partes, en las regiones donde existe una estación seca (3 a 7
meses), las precipitaciones alcanzan todavía de 800 a 1.200 mm.
En el Africa central, el bosque denso húmedo, que se desarrolla en régimen
pluvial elevado entre el 5°N y 4ºS, cubre la depresión del Zaire, la mayor parte de
la República Popular del Congo, Gabón, Río Muni y el sur de Camerún. Al este
ese bosque pasa, media11te formaciones de transición, a los bosques densos de
montaña que ocupan, entre 2ºN y 8ºS, las crestas y vertientes muy irrigadas del
este zaireño, de R uanda y de Burundi. En las zonas donde está explotado, el
bosque denso da origen a retoños forestales y a bosques secundarios.
Bosques densos semidiezmados, degradados con frecuencia, que. pueden sufrir
una estación seca de dos a tres meses, bordean el. bosque ecuatorial. Al norte
constituyen una franja poco extensa en latitud que va del Camerún al lago
Victoria, pasando por el sur de Centroáfrica y el Entre-Bomu-Uele. Al sur forman
con las sabanas de origen antrópico un mosaico vegetal que cubre una parte de la
República Popular del Congo, el Bajo Zaire, las regiones bajas del Kwango, el
Kasai-Sankuru y el Lomani.
Dispuestos en arco alrededor de la zona de los bosques densos guineanos, los
bosques claros y las sabanas sudanozambezianas cubren regiones donde la
estación seca puede alcanzar los siete meses: el centro de Camerún, Centroáfrica,
el Sudán meridional, este de Ruanda y Burundi, el Shaba del Zaire, Zambia y
Angola.
Vastas depresiones pantanosas se encuentran a lo largo de los ríos, principal-
mente en el curso del Nilo Blanco, al sur del Sudán, en la hondonada y depresión
del Upemba, en el Zaire,. en la cuenca del Zambeze, en Angola y en Zambia.
unos 28 000 BP, los procesos morfodinámicos eran importantes y el bosque claro
wnoció unii larga extensión. Con el período húmedo del inicio del Holo~eno, el
bosque denso se extendió sobre la mayor parte del Africa central, y su retroceso
actual es debido a una acción humana.
c.
REGION
~~~f}· REGION OCCIDENTAL REGION SKABA•
LAGO TANGANIKA
INTEFI·
3 ~~ir~
<S ~-~' ~ ~
LACUSTRE
EVOLUCION DEL ENTORNO FUlRA.
l:.LANURA DE CIMBA REGION
DE KAMOA ..... ,,
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MUSSANDA LUANDA
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1000
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3000 lliTSHITOUENSf
4000 TAADtO
5000 TSHITOLIENSE
jllNOOUENSEi'
la,NaouENSE
IINEO.LJTICO
-~SHITOLIENSE
SUPERIOR ,:~~~~:'SE
KAPDSWA
(A.P.ft)
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I
EOAD
P1fo'RA
I RfCIENTf
.--r- EVOLUCION HACIA EL·CLIMA
ACTUAi. •
t1~~~~ 0000 TAAOIO
TSHITOLIENSE t,s,,1TDUENSE
MEDIO
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t
¿PULSACtON HUMEDM
NUEVA ER9St0N: tSECAMIENT01 EXTEN510N DE..L
.
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e "' i::. ~
+:;~~"rs r~:=~
7000 DJOKOCIENSE BOSOUE DENSC
~~
-·o e~
~~., o tr.i
0000 TSHITOUENSE
9000
10000
11000 LUPEMBIENSE
LUPEMBO·
TSHITOUENSE
1SH~TOLIENSE
•POLUNGU
(TRANSíT.)
r ~----
~ l ~
FORMACION DE DELGAOOS.SUELOS
~llfS. EXTENSK>N DE LOS
11000 lliMEDIO tNDUSTiflA
~2~tr. 13000 EVOLUCIONANDO
14000 llt,LUPEMBIENSE
TSHITOLIENSE DE t
1
~ti-~· 5 15000 MEDIO
jtOJOKOCIENSE -~~~:~~ENSE
TRANSICION
;i;
e.~ 3 10000 FlNAl O LUPEMBQ.
5l P°ER10DÓ SECO A SENIIAAJOO,
5 ::: o- 17000
TSHITOUENSE- - .. ¡¡: BAJADA DE LA TEMPERATURA EN
~ ~ 10000
19000
WPEMBIENSE
EDAD
REGIONES MONT~OSAS. RJEATE
.------
EROSION DE LAS PENDIENTES. .
" 20000
21000
~SUPERIOR
LUPEMBO-
TSHITOLIENSE1
DE
PIEOAA
REBAJAMIENTO DE COLINAS,
ENSANCHAMIENTO DE LOS BORDES
22000 MEDIA
DE.LOS VALLES. RIOS
23000 INTERMITENTES
2<000.
•t
25000 1
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• Datación por et Cllbono'14
586 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
discernimiento no sólo en Africa central, sino también incluso más allá de sus
límites. El extremo de Gombe, único yacimiento conocido donde se podía esperar
establecer una cronología, ha sido excavado de nuevo pot D. Cahen en 1973 y
1974 (Cahen, 1976), a fin de precisar y datar la secuencia que había descubierto J.
Colette. Separadas algunas piezas que recuerdan al Acheulense, tal ·secuencia
comienza con el Kaliniense, que está caracterizado por picos toscos· hechos en
cantos o fragmentos, por rascadores macizos, grandes denticulados y cepillos o
garlopas de grandes dimensiones. También se encuentran bifaces lanceoladas,
rascadores convergentes, así como herramientas bifaces o unifaces estrechas con
bordes más o menos paralelos. A ese conjunto se añaden numerosos armazones
de corte transversal a partir de un fragmento (pequeñas cuchillas) y núcleos
circulares de tipo «musteriense». El corte o vaciado eomporta fragmentos de tipo
Levallois y algunas láminas imperfectas. Los elementos gruesos evocan al
Sangoenense, mientras que las herramientas finas al Lupembiense y hasta al
Tshitoliense. El nivel siguiente, el Djokociense, está caracterizado sobre todo por
puntas de flecha pedunculadas o foliáceas frecuentemente retocadas por presión;
el corte es el mismo que en el Kaliniense. El Djokociense recuerda al Lupembiense
posterior de la meseta de Kinshasa (Moorsel, 1968), al Lupembiense-Tshitoliense,
y hasta al Tshitoliense anterior, tal como lo definían G. Mortelmans (1962) y J. D.
Clark (1963). El tercer nivel, el Ndoliense, sólo se presenta en forma de pequeñas
contracciones. Las. puntitas de flecha foliáceas son típicas de él; el corte bipolar
era practicado in situ, lo cual explica la presencia de las «piezas con esquirlas». Esa
industria está próxima al Tshüoliense tardío (Moorsel, 1968; Cahen, Mortelmans,
1973).
Una de las fechas obtenidas para el Kaliniense coincide con la edad del
Sangoenense (Clark, 1969, 236). Otra, con las fases antiguas del Lupembiense
(Clark, 1963, 18-19; Moorsel, 1968, 221). Las fechas obtenidas por muestras del
nivel Djokociense no difieren apenas de las fechas calculadas en otro lugar para
industrias análogas. Entre las fechas asociadas al Ndoliense -una corresponde a
las fechas del Tshitoliense tardío- han sido obtenidas anteriormente en la meseta
de Kinshasa y en la región de Luanda.
De modo general, puede decirse que las industrias encontradas en estratigrafía
en Luanda, Gombe y la meseta de Kinshasa son comparables tipológicamente y
coinciden cronológicamente. EL Sangoenense-Lupembiense inferior se situaría
entre los 45000 y 26000 BP; el Lupembienseinferioralcanzaríade 10000 a 7000
años BP, y el Tshitoliense superior de 6000 a 4000 ó 3500 BP (cf. el cuadro).
Un corte de prospección por capas realizado por P. de Maret en la cueva de
Dimba ha producido una sucesión de quince capas arqueológicas y una fecha de
20 000 ± 650 BP para una industria del tipo Lupembiense superior o Lupembien-
se-Tshitoliense. Parece que una (echa de unos 25 000 BP reduciría la laguna
señalada por D. Cahen (1977), que existe en las dataciones entre 27 000 BP y
15 000 BP.
La cueva de Hau, único yacimiento que se encontraba quizás en bosque
ecuatorial durante su ocupación, y donde F. van Noten había observado una
industria «Lupembiense» seguida de una «Late Stone Age», no ha producido
dataciones aceptables con el radiocarbono.
PREHISTORIA DEL AFRICA CENTRAL 589
CAZADORES-RECEPTORES ESPECIALIZADOS
1
F. ·Carter, comunicación personal.
590 METODOLOGJA Y PREHISTORIA AFRICANA
2
Conocidas también con el nombre de «Kwé», las piedras agujereadas que forman parte· de las
industrias de la Late Stone Age, se empleaban probablemente como lastre de azadas.
592 METODQLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
¿SECUENCIA IDEALIZADA?
CONCLUSION
El pasado del Africa central es aún poco conocido, porque sólo muy reciente-
mente su estudio ha sido emprendido de un modo sistemático; pero ya la
arqueología registra sus primeros resultados. Así, en el espacio de algunos años, el
número de dataciones cDn carbono 14 casi se ha quintuplicado (Maret, Van
Noten, Caben, 1977) y se pueden esbozar las primeras síntesis (Van Noten, en
preparación).·
La finalidad principal de las nuevas investigaciones era efectuar una serie de
excavaciones que cubriesen regiones y períodos diferentes, a fin de llegar en un
plazo razonable al establecimiento de un cuadro cronoestratigráfico general para
el Africa central. Ese proyecto ambicioso debe ser provisionalmente relegado a
segundo plano: un yacimiento clave como el de Gombe ha puesto en duda no sólo
las nomenclaturas existentes, sino la validez misma de las observaciones estrati-
gráficas; y otros yacimientos, como Matupi, han pro.porcionado nuevas indus-
trias cuyas dataciones ponen en duda su inserción en un vasto marco en el que
«industrias» y «culturas» encontrarían de una vez su «lugar».
<:;uantos más yacimientos nuevos se descubren, es lógico que cada vez se
encuentren más objetos originales e inesperados. Ello se corresponde bastante
bien con una de nuestras hipótesis de trabajo que preveía una gran diversidad en
cada una de las «industrias» o «culturas». El hombre, frente a un microentorno
específico, ha debido adaptar a él su utillaje. Es ~ás grato ver al hombre en los
límites de su territorio que lleva .una existencia más sedentaria que esa vida de
nomadismo absoluto que se le supone con demasiada frecuencia a los cazadores-
recolectores. Lejos de perseguir incansablemente a la caza, esas poblaciones deben
de haber desarrollado una cultura propia, síntesis armoniosa entre el entorno y
sus tradiciones ancestrales. No creemos en un determinismo absoluto del medio
ambiente. Desde que se establece el equilibrio mesológico, el utillaje puede seguir
sin cambio durante larguísimos períodos. Sin duda, responde entonces plenamen-
te a las exigencias del medio ambiente y de sus habitantes; también durante el
tiempo en que ha persistido ese delicado equilibrio nada ha incitado al hombré a
evolucionar rápidamente.
Capítulo 22
PREHISTORIA
DEL AFRICA DEL NORTE
L. BALOUT
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MUSTERIENSE-A TERIENSE
En 1955 escribí que dudaba de la existencia de un Musteriense autónomo en el
norte de Africa. El doctor Gobert me ha reprendido severamente, y tenía razón.
Posteriormente (1965) he matizado bien mi postura primera; pero eso no resolvía
el problema: el Musteriense estaba simplemente desplazado. Sin duda alguna,
existían yacimientos realmente musterienses en el Magreb, aunque situados en
unas condiciones geográficas iaverosímiles, tan contrarias como puedan ser a
toda concepción de etnia prehistórica: seis yacimientos fuera de discusión en
Túnez: Sidi-Zin (El Kel), Ain Mhrotta (Kairuán), Ain Metherchem (Dj. Chambi),
Sidi Mansur de Gafsa, El-Guettar (Gafsa) y Oued Akarit (Gabes); uno sólo en
Argelia: Retaimia (Valle del Chélifl); tres en Marruecos: Taforalt (Oujda), Kifan
bel Ghomari (Taza) y Djebel lrhhoud (Safi); y ninguno en el Sáhara. Ahora bien,
los yacimientos premusterienses o postmusterienses se encuentran por cen.tenares.
Eso no refleja el estado de las investigaciones, porque el descubrimiento del
Musteriense era una preocupación esencial de los prehistoriadores formados en
Francia, donde aquél abunda; como también en las penínsulas ibérica e italiana,
desde Gibraltar, por ejemplo. Hay 800 km. desde Sidi Zin (El Kel) hasta Retaim-
mia, 360 desde ese yacimiento a la gruta de Taforalt, y 700 más para llegar al Dj.
Irhoud. Y, sin embargo, se trata de un Musteriense perfectamente caracterizado,
asimilable a las facies europeas, en particular al corte Levallois. Y en las dos
extremidades geográficas tenemos el testimonio de los <<hombres>>: los Neanderta-
lianos del Djebel lrhout y el monumento ritual más antiguo conocido, el «cairn» o
«Hermaion» de EI-Guettar, del que sólo la cima emergía de la fuente, a la que sin
duda estaba consagrado. Excepto el Oued Akarit, ningún yacimiento musteriense
indiscutible está próximo al litoral. Pero ¿dónde estaban entonces las orillas del
golfo de Gabes? El Musteriense magrebino no ha podido venir más que del este.
Pero lo más notable es que ese Musteriense conoció muy pronto una evolución
original: se ha transformado in situ en «Ateriense». Aplicando·con rigor las reglas
de clasificación geológicas, por «los fósiles más recientes», había yo considerado
como Ateriense a esos yacimientos con industria del Musteriense, donde se
encontraba una punta pedunculada ateriense (El-Guettar, Ain Metherchem, etc.).
No creo que eso fuese una prueba de contemporaneidad de los Musterienses y los
Aterienses; pienso que el Musteriense del Magreb ha experimentado una muta-
ción diferente de la evolución de todos los demás musterienses. J. Tixier ha
mostrado que no se trata de una añadidura de puntas o de raspadores peduncula-
dos, sino de una transformación de una treintena de formas musterienses ea
formas aterienses por la taJla de un pedúnculo basilar. En Europa, y particular-
mente en Francia, el complejo musteriense ha seguido otras vías. Este es tan
original que una distinción específica ha sido aceptada, lo cual ya no es sostenible:
el Ateriense no es más que facies evolutiva, propia en una parte de Africa, del
Musteriense; y ocupa su lugar, incluso en el plano cronológico. La definición de
R. Vaufrey de un Ateriense «paleolítico superior» ya no es válida para lo esencial.
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• 1. Ateriense del Oued Djouf el-Djemel ( Argelia oriental): puntas y raspadores pedunculados,
rascadores, núcleos Levallois (fot. B. Bovis). 2. Industria del Capsiense típico (Jot M. Bovis).
• 3. Industria de armazones del Capsiense superior: 'triángulos escalenos, trapecios y microburiles,
sierras, láminas con muescas múltiples, pequeño buril de ángulo, rascador, núcleo «acanalado», etc. (fot.
M. Bovis), 4. Capsiense superior: micro/itos geométricos (trapecios, triángulos escalenos, medias/unas y
microburiles) (jOt. M. Bovis).
(i06 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
I
1
norte a sur, es a la vez el equivalente cronológico de una parte del Paleolítico
medio y del inicio, por lo menos, del Paleolítico superior.
Nuestras marcas cronológicas siguen siendo, no obstante, muy imprecisas.
Frágiles son las aproximaciones propuestas por G. Camps con las fechas
obtenidas por McBurney en Cirenaica, porque la identidad de las industrias no ha
demostrado nada. El Ateriense es «muy discutible» (Camps) y el lberomoruense
no existe (Tixier). Han podido precisarse relaciones estratigráficas con el Cuater-
nario continental o marino, tanto en el Sáhara como en el Magreb, y tanto en
cronología relativa como absoluta. El XL milenio antes de la era cristiana no es,
sin duda, la fecha más alta que pueda considerarse para la aparición del Ateriense.
, Nuestra dificultad viene de los límites de fiabilidad del C 14. Pero las fechas I
/ obtenidas en el Magreb y en el Sáhara se inscriben entre los - 37000 y - 30000,
y constituyen un amasijo coherente que inspira confianza. El Ateriense, pues, es
/ un Paleolítico medio en sus comienzos. Después es contemporáneo del Castelpe-
rroniense y del Auri'ñaciense, es decir, de- la primera parte del Paleolítico superior,
en Francia por lo menos. Son concordantes las relaciones con las formaciones
cuaternarias. Ocurre que el Ateriense impregna, sin ser arrastrado, las playas
neotirrenianas completamente sumergidas por el comienzo de la última gran
glaciación (por ejemplo, en Karuba, cerca de Mostaganem, en la Argelia occiden-
tal). El final de ese interestadi!) würmiano (Würm 1/2) había tenido lugar hace
unos - 48.000 años. Las formaciones continentales -genera_lmente rubificadas y
ricas en Ateriense- que cubren esas playas a las que sumergen bajo el mar actual
datan de la regresión que ha podido alcanzar los 150 m.
Datar el final del Ateriense es infinitamente más delicado. La conquista del
Sáhara es una realidad. La evolución técnica de la industria hacia formas más o
menos anunciadoras del Neolítico es otra realidad.
Para H. Hugot, el Ateriense no ha franqueado la barrera de los grandes lagos
de diatomeas, que han estado sumergidas hasta el VII milenio antes de la era
cristiana. La prueba de ese Ateriense «preneolítico» no ha sido aportada, por
seductora que sea su hipótesis. Sin embargo, no se conoce industria intermedia, y
el principal obstáculo, de orden antropológico, está a punto de desmoronarse:
todos los descubrimientos recientes, efectuados en Marruecos, refuerzan la
hipótesis de que el Hombre ateriense no es ya un neanderthaliano, como los
musterienses del Djebel Irhoud, sino que es ya un Horno sapiens.
EL IBEROMORUSIENSE
tiempos de Altamira y de Lascaux, y los hombres son, tanto al norte como al sur
del Mediterráneo, cromañoides, y aquí el tipo es «Mechta el-Arbi».
La hipótesis de un origen oriental -que llegó a ser tradicional-, según la cual
se habrían separado, hacia el norte del Mediterráneo, la c.orriente de los Cro-
Magnon europeos y, al sur, a lo largo de las orillas africanas, los Hombres de
Mechta el-Arbi; no está probada. En el plano antropológico se puede considerar
que éstos descienden de los neanderthalianos por mediación del hombre ateriense.
Por seductora que sea esa hipótesis, no explica una industria que en absoluto tiene
comparación con el Musteriense y ni siquiera con el Ateriense que le han
precedido. Que los iberomorusienses fueran los portadores de esa civilización es
poco probable, puesto que no tiene raíces locales. Pero no reside ahí el único
prnblema. Esos <<Cro-Magnon» magrebinos tienen una vocación y un destino
absolutamente opuestos a los de los europeos. Su industi:ia lítica, contemporánea
del Magdaleniense, al menos en sus comienzos, es «mesolítica>>, hasta el punto de
que se realizó en otros tiempos un «Aziliense berberisco»; su industria ósea es
parecida a la de los Magdalenienses, y ninguno de ellos tiene arte mobiliario ni
arte parietal, aunque se haya pretendido que existían en Marruecos. En cambio,
se mantendrán hasta el Neolítico e incluso colonizarán -lo más pronto hacia el
final del III milenio antes de la era cristiana- el archipiélago canario. Otros
muchos hechos son característicos del Magreb: las mutilaciones dentales, las
necrópolis en cuevas o bajo refugios (Afalu-bu-Rhumme, Argelia; Taforalt,
Marruecos) y los monumentos funerarios (Columnata).
2
612 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Y, sin embargo, son los primeros artistas del Magreb: objetos de adorno,
conchas de huevo de avestruz grabadas desde el Capsiense típico, placas grabadas
y piedras esculpidas que podrán conducir al arte parietal.
NEOLITIZACION Y NEOLITICOS
La visión que se podía tener del Neolítico en el norte de Africa ha sido, desde
1933, ordenada, sistematizada y uniformada por R. Vaufrey. Su «Neolítico de
tradición capsiense», que se extiende rápidamente al Magreb entero, al Sáhara y a
una parte del Africa sudsahariana, fue admitida de modo tan general que las siglas
«N.T. C.» se hicieron de uso corriente. Sin embargo, el doctor Gobert y yo mismo
hemos expresado fuertes reticencias sobre el carácter artificial de esa construcción
trazada por un proceso de adiciones sucesivas, cuyo conjunto nos parece
inconexo.
De hecho, no habíamos comprendido la gestión intelectual de R. Vaufrey.
Porque había tomado como lugar de referencia el yacimiento de la Meseta de
Jaatcha (Túnez), es muy pobre. En su tesis ( 1976), G. Roubert expone el desarrollo
del pensamiento de R. Vaufrey. No es el Neolítico en sí lo que le interesa; él
solamente quiere mostrar el mantenimiento de una «tradición capsiense» que se
atenúa progresivamente en su extremo, alejándose de sus fuentes. El Neolítico ya
es así tan sólo un fenómeno del Capsiense. La extensión prestada al N.T. C. va a
justificarse por el transplante de elementos culturales considerados como neolíti-
cos, lo que conduce a una concepción «tipológica» de aquél, no tiene en cuenta lo
que sobrepasa y explica las revoluciones técnicas: el cambio de género de vida. En
realidad, tanto menos se ha llegado a un estadio neolítico de tipo de vida c.uanto
que la tradición capsiense es más vivaz. Y los armazones de tiro, «puntas de
flecha», tan abundantes en el Sáhara, no hacen más que testimoniar la prolonga-
ción de un tipo de vida de cazadores depredadores que no se podría calificar de
neolítico.
En esas·condiciones, hay que colocar al Neolítico de tradición capsiense en los
límites de su zona original. Es lo que ha hecho C. Rouber, fundándose en sus
e)(cavaciones de la Cueva Capeletti (Aurés, Argelia). Junto a la indispensable
tipología, el lugar de la ecología, es decir, el conocimiento del medio en que vivían
los hombres se hace esencial. Así, se puede definir una economía pastoril
preagrícola, trashumante, que no es el final de la prehistoria, sino el punto de
partida de la actual civilización de montaña de los ghauia del Aurés, pequeños
pastores de ovejas y de cabras.
Existen, pues, otras muchas formas de neolitización del Magreb además del N.
T. C., stricto sensu, entre el V y el II milenio antes de la era cristiana. En primer
Jugar, las regiones que quedaron fuera del Capsiense han conocido una evolución
original que tiene dos características esenciales: suceder. al Iberomorusiense y
estar muy pronto en relación con la Europa mediterránea; y esto desde el V
milenio. El problema de la navegación está efectivamente planteado desde
entonces. Independientes por completo de toda tradición capsiense, hay varias
facies litorales del Neolítico que atestiguan esos contactos con Europa por su
1
2
614 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
PREHISTORIA
DEL SAHARA
H. J. HUGOT
El Sáhara es un inmenso desierto que cubre la mayor parte del norte de Africa.
No es fácil delimitarlo ni definirlo. La aridez constituye, sin embargo, el denomi-
nador _común de las diversas regiones que lo forman. De este a oeste, sobre
,__::5_.7_QO km.; entre el mar Rojo y el Atlántico, y del norte a sur, sobreJ_.500 km., entre
el Atlas presahariano y el Sahel sudanés, las condiciones desúticas se han
instalado en un territorio d~ cerca ~e 8,6 mill~nes_ de km 2 • Sin embargo, ese
Sáhara, tal como lo vemos actualmente, es muy diferente del aspecto que presentó
en el transcurso de los diversos períodos de la Prehistoria.
Lo que constituyesµ unidad_actua_l es una notable indigencia de la higrome-
tría, una de las más bajas del mundo. Las principales características de ese
des-ierto serán, además de la extrema eJcl!_sez del ag~a, las importantes diferencias
entre las temperaturas diurnas Y. nocturnas y la ª'bun~~-n~ia d_e!_ 1ª--ª!:ena que,
eternamente movilizada por el· viento, produce un desgaste intensivo en un
modelado senescente.
Actualmente desierto, el Sahara estuvo ampliamente pobladQ en otros tiem-
pos y en varias ocasiones. La marcha de las primeras etiiüís que ló' ocupaban es
imputab.le a la instalación de ún clima cada vez más seco y cálido que produjo la
i:arefacción de las precipita~ion_es y el agotamiento de las fuentes y de los ríos. La
desaparÍCjon consecutiva del manto vegetal y de i~ faÜna que-le procuraban su
subsistencia ha arrojado al hombre hacia las regiones periféricas, más clementes.
Muchos especialistas se han interesado por el problema de la «desertización»
del Sáhara, sobre sus causas y consecuencias. En particular, E. F. Gautier 1 , Th.
Monod 2 , R. Capot-Rey 3 , J. Dubief4, L. Balout 5 , K. Butzer, J. A. Huzayyin6, etc.,
1
GautÍer, E. F., 1928.
2
Monod, T., 1945, págs. 27-55; Burg-Wartenstein Symposium, 1961.
3
Capot-Rey, R., 1953.
4
Dubiet, J., 1959.
5
Balout, L., 1952, págs. 9.-21.
6
Butzer, K. V., 1958; Huzayyin, J. A., 1936, págs. 19-22.
616 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
por no citar más que a algunos. Ahora se conocen las razones teóricas por las que
el «mon_z{m del golfo de Guinea» y el «frente frío polar» han dejado de aportar al
Sahara las.dos posibilidades de humedad que-exigen su-fertiliélad;"'fa- que, en el
transcurso de ta Prehistoria,Ta ha· p·erm1tido ser üñ país. poblado yrisueñcf "Pero
espreciso llegar a ·1a üniñ1midad sobre el- problema ele ·1a evolución del clima
sahariano. Todavía no sabemos si estamos en el máximo de un empeoramiento
climático, o si, por el contrario, está sobrepasado o queda por IlegaF. Además, no
siempre sabemos de qué modo se realiza la desertización; ¿Se propaga de un
modo regular en torno a un centro? ¿O bien las orillas del Sáhara se desplazan
según un movimiento de balanceo que avanza tan pronto hacia el sur como hacia
el norte?
En cuanto a la sucesión misma de los episodios climáticos que han permitido
en varias ocasiones que el Sáhara fuese acogedor a los hombres, falta mucho para
que estemos en condicio11es de restituir su cropol()gía precisa. Algunos trabajos de
gran -envergaduras~ han efectuado aquí y allá. Pero hay que reconocer que son
pocos y que nada serio se ha hecho para desarrollarlos. Sin embargo, tienen una
importancia capital no sólo en el plano de la ciencia, sino también en el de 1~
comprensión de un fenómeno que interesa a la vida de los hombres. El conoci-
miento de las modificaciones climáticas del Sáhara en el transcurso del Cuaterna-
rio tienen un interés capital en lo sucesivo para el estudio de las transformaciones
ecológicas. En unos tiempos en que cada metro cuadrado es apreciado por los
humanos, ese «maravill_oso desierto» tendrá un papel tanto más importante que
desempeñar cuanto que su pasado se conozca con exactitud.
RESEÑA HISTORICA
0.$ 1 ,- ~ *
- - - - !___!__, _ .__
618 METODOLOGlA Y PREHISTORIA AFRICANA
siglo. Las que se refieren al Sáhara central deben mucho a las exploraciones
realizadas pollf.()_ureau!a gartir de 1876 9 , y tendrán su apoteosis en la gran misión
de 1898-1900 10 • Entre tanto, O. Lenz 11 observa la existencia de objetos prehistó-
ricos en Taudenit, en 1886. Luego, los estudios de prehistoria sahariana conoce-
rán cierta notoriedad, y apenas fueron retardados por las dos guerras mundiales.
Naturalmente, la atención de numerosos científicos ha sido atraída por la
riqueza prehistórica del Sáhara. No es posible dar aquí su lista completa; pero la
lectura de los trabajos antiguos será siempre sorprendente por tantos datos como
aportan de su riqueza. Los de G. B. M. Flamand 12 , de Frobenius 13 , de Miss C.
Caton-Thompson 14, por ejemplo, son indispensables previamente a todo estudio
serio de la prehistoria sahariana.
La investigación prehistórica se resiente, en el desierto más que en otras partes,
por las preocupaciones del momento. A ellas se ha añadido un fenómeno muy
particular que durante mucho tiempo ha falseado la comprensión de los proble-
mas que le eran propios. En efecto, la prehistoria ha sido con mucha frecuencia
con~iderada como «ciencia aneja» en las preocupaciones de las misiones que se
realizaban a través del Sáhara. Por eso fue confiada bien a aficionados, bien a
especialistas en otras materias que no concedieron a su contenido toda la atención
necesaria. Además, en un e_~ti;_>rno muy difícil de genetrar, donde la vida depende
de cada kilogramo de flete transportado, el volumen, el peso y las dificultades de
transporte de los documentos prehistóricos han hecho que se menospreciaran
bastante. También hay que añadir que el Sáhara no es el lugar ideal para permitir
al viajero que vagabundee, y menos aún para proporcionarle el tiempo y los
medios con que proceder a_ ~C>n...9~os serios. Eso explica, sin duda, por qué durante
mucho tiempo se ha hablado de «industrias en el aire», de «ausencia completa de
estratigrafía», de «nomen nudum», etc. En realidad, la prehistoria sahariana es tan
rica como otra cualquiera.
Cuando se dedica!ºº~ tie_mpo y _lo8_Ele_di~s neces~jQ~ ª-._!!1isiones esp~ci-ªliza-
dasTas cosas cambiaron rápjdamente. Es lo que sucedió tras la Segunda Guerra
.Mundial,-que permitió conseguir un número desgraciadamente poco elevado de
excelentes monografías referidas en particular a Hoggar, Saura, Chad, Maurita-
nia, el desierto libio, Fezzan, etc.
La colaboración entre il!.9.!l~t_ria y_ ciencia permite incluso realizar el asombro-
so -resultado expresado en los «Documentos científicos de las misiones Berliet-
Tenere-Chad» 1 5. ·
Sin embar_gQ, falta mucho itara que la Prehistoria sahariana,_a p~sar des.u alto
i_n!_e~~~-~ ~u_[i_g!)eZª-, esté a pJl111<Lde verse rep;:esentada en un <<manual». No
sucede lo mismo en lo referente a una obra de divulgación, en una época en que,
no obstante, se viaja a la luna. Simplemente se puede recordar que la Prehistoria
9
Foureau, F., [883.
1
11
° Foureau, F., 1905.
Lenz, O., 1884.
12
Flamand, G. B. M., 1902, págs. 535-538; 1921, págs. 114-115; Perret, R_, 1937, relación de
lugares estudiados.
13
Frobenius, L., 1937.
14
Caton-Thompson, G., y Gardner, E. W., 1934.
15
Hugot, H. J., 1962.
PREl:IISTORIA DEL SAHARA 619
16
Alimen, H., 1960.
17
Hugot, H. J., 1970.
18
Vaufrey, R., 1969. .
19
Cronología cuaternaria: sucesión en el tiempo de las diversas fases climáticas, ~ara el Sáhara:
pobre en estratigrafía, sólo se poseen en muchos casos,elementos de cronqlogía relativa. Una de las
mejores ha sÍdo presentada por J. Chavaill9n (1964). Desde la base hasta la cima de la Saura, en el
Sáhara -norte-occidental, este autor ha distinguido:
Cuaternario antiguo Aidiense
(villafranquiano) Mazeriense
Cuaternario medió Taurirtiense
Ugartiense
Cuaternario reciente Sauriense
Guiriense
20
Estratiyrajia: por ser la estratigrafía la lectura y la interpretación de las capas o niveles que
sucesivamente se han depositado en un lugar para formar el suelo sobre el que pisamos, es
comprensible que el Sáhara, afectado por grandes cataclismos climatológicos, no nos .haya conservado
muchos documentos. Sin embargo, -existen los suficientes para saber que en muchos lugares hay una
serie de tres terrazas llamadas antigua, media y reéiente, que son los testimoriios de tres grandes
episodios climáticos. Pero no hay que esquematizar en exceso. En realidad, teniendo en cuenta los
inicrolitos, .el problema de los episodios climáticos legibles en la estratigrafía es extraordinariamente
compleja. La estratigrafia.revela que, hace unos 1000 años antes de nuestra era .. la desertificación era ya
un hecho consumado.
21
Chavaillon., J., 1964.
22
Faure, H., 1962.
23
Chamard, Ph., 1966-1970.
620 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
CUADRO
De - 1_000 a + 1000 Ultima recurrencia Monumentos Cl'01wlogia
húmeda llamados de la prehistoria
«preislámicos» sahariana.
De - 1000 a - 2000 Aluviones de los fondos Neolítico
de. marismas reciente
Disminución de las Tichitt
fuentes Fadeliense
Primeros pozos Barkú
Aparici9n de
microclimas de montaña
De - 2000 a - 5000 Ultima excavación de los Neolítico
valles ántiguo
Lagos con fragmitas Meniet
In Guezzam
Tilemsi .,
24
Balout, L., 1955.
25
Biberson, P., 1961.
26
McBurney, C. B. M., y Hey, R. W., 1955.
PREHISTORIA DEL SAHARA 621
EL PALEOLITICO
En las orillas de los antiguos ríos secos se observan c_on bastante frecuenci_a
terrazas formadas en la época en que las aguas eran vivas. Esas terrazas están
forrñacias por tres niveles muy distinto~ que, para
mayor-comodidad, sellaman
terraza antigua, terraza media y terraza reciente. En Djebel Idjerane 30 , a 120 km.
al este de In Salah (Sáhara argelino}, la.terraza antigua ha proporcionado «cantos
,manipulados». Se sabe que tales cantos son las primeras herramientas que
presentan señales observables debidas al trabajo del hombre. En la mayor parte
de los casos son simples cantos de río en una parte de los cuales se han quitado
algunos fragmentos para hacer un corte tosco y sinuoso. Se ha lanzado la idea de
que esos objetos serían específicos de la industria del Horno habilis.
En el Sáhara nigeriano, a las orillas del Teffassasset 31 , antiguo afluente del
lago Chad, existen también importantes cantidades de cantos manipulados, pero
en una posición menos significativa que en ldjerane. Otros conjuntos, como el de
Aulef 32 , han quedado revueltos o destruidos. En cuanto a la serie que procede
del Saura 33 , es numéricamente demasiado pequeña como para dar consistencia a
un estudio. Lo que puede afirmarse es que~ civilización de los cantos maniQ!!la-
dos ha conocido una vasta dispersión a través de ese Sáhara entonces húmedo y
muy_ difere!}te del que conocemos. Desgraciadamente, ni9gún fósil animal o
27
· Hugot, H. J., 1962,.
28
Hugot, H. J., 1962.
29
Paleolítico: el nuevo corte.cronológico debido al reconocimiento del Horno h.abi/is en tllnto que
antepasado probable de la línea actual del hombre no ha modificado los problemas que se plantean en
el Sáhara. En particulaF, no parece actualmente que hayan existido alli ni Paleolítico medio, ni
Epipaleolítico. Habría un Paltcolítico terminal representado por el Ateriense, posterior, por tanto, a:l
Musteriense y separado del Neolítico por una breve interFupción.
30
Bonnet, A., 19.61, págs. 51-61.
31
Hugot, H. J., 1962, págs. 151-152.
32
Hugot; H. J., 1955., págs. 131-149.
33
Cha vaillon, J., 19 56.
• 1 y 2. Fragmentos manipulados (Pebble culture), Aulet (Sáhara argelino).
o 3. Bifáz del Paleolítico hiferior, Tache11ghit (Sáhara argelino); 4. J{achuela del Páleolitico inferior,
Tachenghit (Sáhara argelino).
PREHISTORIA DEL SAHARA 623
bierto por un militar en 1934 y publicado por vez primera por H. Lhote y H.
Kelley en 1936 39 . Ese yacimiento de superficie está mal datado, como el del oued
Teffassasset 40 , descubierto por la misión Berliet-Ténéré, pero su importancia no
ha suscitado los trabajos que habrían permitido su aprovechamiento.
Tabelbala y Tachenghit 41 son conocidos por sus bifaces en roca arenisca y_
cuarcita rojiza pero, sobre todo, por su impresionante seFie de hachuelas que
revelan una técnica muy evolucionada.
En esa misma parte de Africa, los trabajos de J. Chavaillort y de H. Alimen han
mostrado la presencia in situ de un acheulense evolucionado que precedería
inmediatamente a las industrias a partir de fragmentos, o se incluiría en un acheu-
lense medio. Lo mismo ocurre en Mazer, Beni Abbes y Kerzaz 42 ·
En Chebket Mennuna (Saura, Sáhara argelino) 43 habría una serie significati-
va, desgracfadamente muy reducida en número.
En In Ekker, como en Meniet y en Ark 44 , el Acheulense medio está bajo los
aluviones que contienen el Ateriense en difusión.
También se ha encontrado Acheulense en cantidad muy importante en
Aulef 4 5, Sherda 46 , el-Beyed 47 , es-Shaheinab 48 , Sáhara occidental 49 , Kharga y
desierto libio 50 • En definitiva, ~~re toda la s_t1perfjcie__Q_e!_§_!hara_1__P._~ro asjgijsmo
nos encontramos en la imposibilidad de clasificarlo cronológicamente, porque
exce_I)tO en Cuatro O cinco casos- no -estf-eñ posició_n_ estrát1gráfica.--Quedapor
hace; lo ese-ncial en esta materia: excavacíones-y sondeoi se-ríamente dirigidos.
EL ATERIENSE
54
Hugot, H. J., 1967, págs. 529-556.
55
Hugot, H. J., 1962, págs. 158-162.
56
Gruet, M.., 1934. ·
57
Antaine, M., 1938.
58
Reygasse, M., 1922, págs. 467472.
59
Gautier, E. F., 1914; Minette de Saint-Martin, 1908; Reygasse, E. F., 1923.
60
Guitar, R., 1972, págs. 29-33.
61
Hugot, H. J., 1962, págs. 47-70.
62
Bobo, J., 1956, págs. 263-268.
63
Balout, L., en Aratn.bourg, C., y Balout, L., 1955, págs. 287-291.
64
H úgot, H. J., 1962, págs. 158-162.
65
Caton-Thompson, G., 1952 y 1946.
66
Industria inédita depositada en el departamento de prehistoria del IFAN, de la Universidad de
Dakar.
67
Hugot, H. J., 1952, 1955, págs. 601-603.
628 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
en una región englobada en nuestros días por el Sáhara. Ello es demasiado poco
para llegar a una convicción.
Por eso, y a fin de permitir encontrar una solución cronológica, se ha
propuesto agrupar el Ateriense bajo el título poco comprometedor de Paleolítico
final.
LA JNTERRUPCION
EL NEOLITICO
Ignoramos lo principal de la génesis de las etnias neolíticas 70 . Parece que han
progresado a través del Sáhara iniciando su partida de bases diferentes. Según M.-
C. Charola 71 , hay una constante en el poblamiento neolítico sahariano: es el
mestizaje, en sus dos polos, de los negros, por un lado, y, por otro, el de los
blancos de origen meso-oriental, agrupados ordinariamente bajo el título de
«mediterráneos».
68
Arkell, A. J., 1949; 1943.
69
Vignard, E., 1923, págs. 1-76.
70
Neolítico: Palabra utilizada para designar la aparición de nuevas técnicas, en particular el arte
de la cerámica, el pulimentado de la piedra, el comienzo de la dome.sticación, de la agricultura, del
urbanismo, etc., añadiéndose al fondo muy evolucionado de la industria lítica del Epi paleolítico. En el
Sáhara, parecería que los establecimientos más antiguos de esa época sean atribuibles al V-VI milenio
antes de nuestra era. Se sabe que el Neolítico puede que no sea la resultante de la totalidad de las
técnicas precitadas. Peró uno de los fenómenos más notables sebre el que conviene lijarse es la cocción
de los alimentos que, por sus transformaciones químicas, va a influir de un modo decisivo en la
evolución fisiológica del hombre. El Neolítico sahariano y sus múltiples corrientes ofrecen el
sorprendente ejemplo de uila «explosión» técnica, y no de una revolución, como se ha afirmado
demasiado frecuentemente.
71
Chamla, M.-C., 1968.
PREHISTORIA DEL SAHARA 629
conociJ!!ienJ_q º~gt
perfecto. Atestigua, si no un instrumental de molino auténtico, sí al menos el
t_rüuración. El producto triturado es, sin duda, alg_µnas veces el
ben~, pero también semillas silvestres, bayas. hierbas secas, colorantes. veg~lale_s,
productos farmacéutj_c_Q~etc. L1! cerámica merece una mención es~cial, tanto a
causa de la riqueza de su decoradp, como por la belleza de las formas realizadas.
Señalemos que los fondos cónicos con un hoyito ylas -formas alargadas en las
ánforas no existen. En cambio, se observan algunos picos para verter, asas y
botones.
Esa primera oleada neolítica es, pues, bastante bien conocida.
EL NEOLITICO GUINEANO
Es seguido más al sur por la progresión de otra etnia africana que va a ocupar
el bosque, pero a pesar de su importancia estará durante mucho tiempo ocu'tta
72
Agricultura: «Cúltivo razonado de plantas seleccionadas en partes def .suelo preparadas
adecuadamente». La prueba del conocimiento de una agricultura puede resultar:
- de pruebas palinológicas estadísticamente válidas;
- de la existencia de señales de terrenos cultivados;
- de la recogida de vegetales fósiles identificados. La sola presencia de utensilios considerados
«agrícolas» no tiene sentido exacto. La azada ha podido servir para extraer-arcilla.para la cerámica;Ja
muela ha podido servir para m.achacar cplorantes, semillas silvestres, productos medicinales; etc. La
atribución del calificativo «agrícola» resulta, pues, de reglas exactas y no de hipótesis no verificadas.
73
Gaussen, M. y J., 1965, pág. 237.
•
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L.._ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ ___,2
PREHISTORIA DEL SAHARA 631
por el manto forestal. Ese neolítico, bien identificado en Guinea, será llamado por
esa razón, aunque su origen esté probablemente en el Africa central, Neolítico
guineano 74 .
74
Delcroix, R.; y Vauírey, R., 1939, págs. 265-312.
75
Colecciones prehistóricas, museo de Etnografia y Prehistoria, de Bardo (Argel), álbum n.º 1,
A. M. G. edit., París, 1956, págs. 107 a 110.
632 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
EL «TENERIENSE»
76
Joubert, R., y Vaufrey, R., 1941-1946, págs ..325-330.
77
Vaufrey, R., 1938, págs. 10°29.
78
Vaufrey, R., 1969, pág. 66.
79
Hugot, H, J., 1962, págs. 154-163 y 168-170.
ªº
81
Hugot, H. J., y otros, 1973.
Urbanismo: Es el estudio del plano de un conjunto de hábitats generalmente ocupados por
personas sedentarias y organizadas según un plan preciso en función. de la división del trabajo y de las
ideas religiosas de los ocupantes. El único conjunto que responde. a esa definición es el de. Dhar Tichit,
en Mauritania, cuyo comienzo ha sido fechado en - 2000.
PREHISTORIA DEL SAHARA 633
cerámica como por otros rasgos particulares, la civilización de Dhar Tichitt era
africana; sin duda, llegó del este y más particularmente del próximo Tilemsi, pero
eso no es más que una hipótesis provisional.
Así pues, el Neolítico puede reducirse a algunas líneas de fuerza generadoras
de corrientes secundarias que se caracterizan por su fondo cultural común
identificable gracias a la cerámica, y más raramente por particularismos técnicos
aplicados a la industria lítica u ósea.
En resumen, el Neolítico se extenderá desde el V milenio antes de la era
cristiana hasta el comienzo del I milenio. Durante ese período, el nivel de los lagos
no habrá dejado de crecer. De pronto la gran fauna etíope se repliega en las
márgenes, especialmente en el sur; la flora se degrada, y el hombre, a su vez,
emigra con sus rebaños.
LA FLORA Y LA FAUNA
_La fauna es herencia del Ateriense, q!le acaba en el momento en que los lagos
a!cap~an_su i'i1t-Imo r:_iive(ahq; en.tonces se identifica en sus orilfas o en sus aguas la
E!!~ lla_f!ladl! eJíope.con rinocerontes, cocodrilos (Crocodilus niloticus), hipopó-
tamos; elefantes, cebras, jirafas, búfalos y facóqueros. Un gran siluro ( Ciarías) y
una perca del Nilo (lates niloticus) pululan por las aguas, al igual que una tortuga
de agua dulce (trionyx). Los pastos son recorridos por caprinos, antílopes, etc.
Esa enumeración no sorprende más que por el lugar donde se aplica: el Sáhara.
En cambio, la llora desconcierta compl~tall]~!lte. Al comienzo del Neolítico se
encuentra también el nogal, el tilo, el sauce y el fresno. Una concha de almeja
encontrada en Meniet (Mouy'ir, Sáhara argelino) indica que allí llovían al menos
500 mm. de agua; los brezos cubren algunas zonas montañosas. Muy rápidamen-
_t~_,__ sin embargo, ~a yeg~tªcjón se degrada y da lugar a un cua~Üo más evocador
d~ aridez: cedro, pino de Alepo, enebro, olivo, lentisco y, entre otros, el almez, que
.alcanzará una gran importancia en la alimentación de los autóctonos.
Los lagos están también ampliamente provistos de moluscos; en algunos
lugares se encuentran las huellas de enormes depósitos de valvas de Unio.
Naturalmente, uno de los caracteres del Sáhara ne9lítico en la aurora de esa
civilización es la presencia de una serie de lagos que funcionan aisladamente. A lo
largo de los ríos es donde progresarán los neolíticos de tradición sudanesa. Los
lagos son los que hicieron posible establecimientos humanos a los que proporcio-
naron numerosos recursos.
!,a idea_de las posibilidades de_l empleo el~ ~.ID térm_i~o con implicaciones tan
graves ha _si~9 lanzada en diferentes ooasiones, y para muchos sin verificación.
-No existen pÚ1ebas efe la agricultura cuando ésta se halla fundada en Ía
presencia de objetos o herramientas tenidos como agrícolas. La agricultura, en
cambio, queda demostrada cuando los fósiles, semillas o pólenes justifican la
634 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
82
Munson, P. J., 1968, págs. 6-13.
83
Monod, T H., 1961.
84
Flamand, G. B. M., 1921.
PREHISTORIA DEL. SAHARA 635
del Sáhara,E!!_eQlíti~QJS~n_man.tillas» hace pensar más en campa_mentos nómadas
que en aldeas organizadas que, no obstante, existen.
El Sáhara neolítico ha teni.do su propia vida. Aunque los pastores de_ Mvidqs
de Tassili N'Ajjer sean contemporáneos de los carros «al galope volador», cuya
edad es imprecisa, pero que pueden ser contemporáneós de las invasiones de los
«pueblos del mar», quienes fueron dispersados tras ser propuesta la conquista de
Egipto, no por eso desarrollaron menos in situ un arte de la ganadería, que
sorprendo1emprearno 'iiiicfado--:-Parece -c¡u-e, en la época de su apogeo, la
ci-vi"IizaC1ón bovidiana había adquirido un arte tan consumado de los métodos de·
laganaaería -quepresuponen un ·Íargo apreDdízaje. Los egipcios se entregaroñ a
mültiples experiencias de dom¡- pero sabemos por los bajorrelieves que i_njenta7
r9,n d9mesticar felinos y gacelas, cánidos e incluso hienas. lQué ocurrió de tod9
(~!.9. en el Sáhara?',EI galgó sudanés, valioso auxiliar de los cazadores nemadi,
parece que es de una raza muy antigua. Ese es probablemente el que está
representado por las pinturas bovidianas. Existen también otros indicios, l?ero
ninguna prueba decisiva en última instanc\a. Se sabe que, en - 2000, el buey y el
perro están presentes en Auker,. pero las pinturas rupestres no nos muestran,
para los períodos anteriores, qué animales habría podido el hombre esforzarse
por domesticar.
LA VIDA NEOLITICA
1
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*.,~¡:;,·~,t.-·,-.,/
1
J ~- ·"
'3
• 1. Pumas de /lecha neolíticas, In Guezzam <Níger l.
• 2. Hacha con agarradura neolíticai Afrar Bus (Níger). 3. Hácha púlimentada, región de Faya
<Chad).
PREHISTORIA DEL SAHARA 637
de la inspiración de los adornos de su cerámica. Añadamos que esos hombres
formados en el crisol de la vida socializada han debido <?,_O!}ocer_1ª__f!ª.Yegación,_y
no es impensable que. circularan por los lagos con esas barcas de cañas como las
que existen en Chad, bautizadas con el i;iombre de «kaddei».
'i ·Los neolíticos de tradició~ capsiens~ ~se oponen en muchos aspectos a su_s
homólogos y predecesores ~e la tradición sudanesa. Estos últimos, que partieron
de Sucíáñ, de este a oeste fueron en varias oleadas, sin alcanzar, según parece, la
-costa atlántica. Eran melanodermos y con bastante frecuencia africano~ auténti-
cos. Los hombres que partieron de las altas montañas argelinas son más
meditérráneos, habiendo heredado de sus predecesores capsienses un don impor-
tante para la talla del ,!>QnitQ _sílel{. Asombra el inventario de su utillaj~; las finas
láminas con retoques apenas visibles recuerdan frecuentemente la bisutería.
Taladros, puntas agudas, pequeños raspadores se complementan con microlitos
g~oQlétricos. formados en detr!me!}to de las.láminas, como son trapecios, rectán-
gulos, triángulos, _segmentos de círculo. Por tanto, qo ignoran el arte de fa caza,
porque confeccionan innumerables armazones de puntas de flecha que actualmen-
te se convierten -¡lástima!- en objeto de un importante comercio turístico. Las
hachas pulidas son numerosas e ignoran la forma rechoncha y encogida, frecuente
en el Neolítico de tradición sudanesa. En resumen, y contrariamente a este
último, la tradición capsiense forma un lugar más importante en utillaje lítico,
cuya técnica e_s jgualmente _muy variada. Pero el capsiense también §~Qe pulir
eJ¡cudillas de piedra duray trabajar en relieve redondo maravillosas estatuillas,
como el buey de Silet, el carnero de Tamentit y la gacela de Imakassen. La
alfarería i::s, sin embargo, mucho menos. rica en formas y adornos. No es que los
artesanos carezcan de imaginación; al contrario, hacen demostración de ella por
su aptitud para decorar los huevos de avestruz -de los que hacen recipientes,
unos de un huevo entero y otros rompiéndolo- e innumerables perlas. Muchos
fragmentos de conchas conservan aún finos dibujos a rayas. Naturalmente, en ese
contexto existen también. muelas fijas y trituradores. Se sabe con certeza que una
parte de ese material ha servido para machacar colorantes, probablemente para
pinturas corporales.
' El Neolítico litorai es poco conocido. Los trabajos que se refieren a él no están
aúñ publicados, pero sabemos que, desde Marruecos y a lo largo de toda la costa
atlántica, existen innumerables depósitos de conchas, a veces auténticas «colina~-;>,
mezcladas CQn ~eniza~ .Y: fragmentos de c~rámica. Y eso es así _hasta el Senegal,
pues parecería que en esa lªtitud un movimiento. étnico protohistórico toma el
relevo. Falta por decir por qué en la frontera de Mauritania y del Sihata
occidental, a Ja cerámica de fondo redondo o plano conocido en el Sáhara sucede
1.J.na maravillosa cerámica de fondo claramente cónico. Pero todo está por
publicar sobre esa nueva facies.
Más al est~,-en el Air, en Adrar Bous, un yacimiento resalta claramente sobre
las d~!Pisfacies c~nocid~s del Neolítico'sa-hariano, cualquiera que sea su origen·:
ef que fue bautizado como "Teneriénse.·.; Obtenido de un jaspe verde vivo y
desarrollándose - en- un
- -utillaje. mitgpífic.o, ése Neolítico e_s úc9 en formas qúe
.,--·. --- --
evocan el neolític<:> egipgg. Discos planos, armazones en forma de flor de loto,
raspadores de muescas llamados «medias lunas», azadas de corte pulido por el
638 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
uso pueden ser evidentemente convergencias, pero en ese grado seria realmente
extraño que resultasen fortuitas. Añadamos a eso que algunos tipos de muelas
fijas asociadas a ese brillante complejo son las mismas que se encuentran ante los
bajorrelieves egipcios y estaremos prestos a creer que Adrar Bous ha sido
colonizado por unos hombres que habían mantenido estrechos contactos co_n_ el
Nilo, aunque -y esto es extraño- hayan utilizado una cerámica comparable en
-todo á fa del Neolítico de tradición sudanesa. Pero ¿no tiene esta últ{ma sus
arquetipos en. Es-Shaheinab?
A!_!ur_de la línea de los lagos, en una época más húmeda, el bosque debía ser
más denso y verde que en nuestros días_, Ello explicaría, sin duda, que consfitiiya
_ f/ ú~a_barrera que los habitantes del Sáhara no han franqueado. Por un estudio
a'penas iniciado, cómo el del Neolítico forestal y por razones de comodidad y de
anterioridad, se ha bautizado como «guineano», mientras que en realidad parece
que viene de mucho más lejos, del Congo quizás.
CONCLUSION
El apasionante estudio del pasado del Sáhara está aún en sus balbuceos. Y
ofrece a los especialistas y a los hombres de buena voluntad una oportunidad
excepcional que es urgente aprovechar antes que la explotación de las últimas
reservas naturales nos quite para siempre la oportunidad de penetrar el misterio
de los problemas que, en definitiva, conciernen a todo el pasado del hombre. Así
pues, tomando conciencia del pasado es como la Humanidad podrá forjar su
futuro: nuestra experiencia no se limita al presente, sino que nos llega en línea
recta de la prehistoria. Negarlo es quitarle todo soporte racional y todo valor
científico. Pero la prehistoria del Sáhara ha dejado de ser una investigación
individual para convertirse en una empresa colectiva y, por tanto, de equipo y de
medios. Ahora bien, es importante comprobar cuán abandonada está. Correspon-
de a aquellos que toman el relevo en ese grande y duro desierto formar a los
hombres que sabrán obligarlo a decir sus secretos.
Capítulo 24
PREHISTORIA
DEL AFRICA OCCIDENTAL
T. SHAW
CLIMA Y ENTORNO
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Zenebi •
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Abetifi•' J · ,_ ·_': 0!1i~sha- Mak.urd:Ji
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Asol«ochona. ·. -r;~'?cj
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15 W
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~o--..._
Sahel Desierto Bosque 'Sabana
1000 km.
o 1 p;J: ,-1 !- 15 E
PREHISTORIA DEL AFRJCA OCCIDENTAL 641
cas que entrañan modificaciones locales del cuadro general: el macizo de Futa
Yalón y las altas tierras de Guinea; en el Togo, la cadena de Atacara; en
Camerún, la meseta de Bautchi y las altas tierras de Mandara,; el delta interior
del Ntger y su gran meandro hacia el norte, el lago Chad y el delta de la
embocadura del Níger. Entre Ghana y Nigeria, el cinturón del bosque tropical
húmedo presenta una solución de continuidad: la «brecha de Dahomey».
EL HOMBRE PREHISTORICO
VESTIGIOS PALEONTOLOGICOS
condiciones, la sabana del Africa occidental no alimenta una caza tan rica en
número y variedad como el Africa oriental 9 .
La parte craneofacial de una bóveda craneal, encontrada a 200 kilómetros al
oeste/sudoeste de Largeau, aporta un elemento positivo que permite pensar que
es posible encontrar algunos de los primeros homínidos del comienzo del Pleisto-
ceno en el Africa occidental. Ese espécimen ha sido llamado Tchadanthropus
uxoris 10 ; considerado primero como australopiteco 11 , y posteriormente como
más próximo al Horno habilis 12 . En realidad, es difícil juzgarlo en ausencia de una
datación exacta y por el estado de fragmentación de ese vestigio. Un estudio más
completo de ese cráneo, que presenta características arcaicas y evolucionadas,
sugiere una evolución hacia el Horno erectus 1-3 , estadio más desarrollado de los
homínidos, que disponen de una capacidad craneal de 850 a 1.200 cm 3 . Conviene
repetir que el Africa occidental no ofrece ejemplo alguno de esa forma, aunque se
hayan encontrado en Argelia especímenes del mismo tipo, bautizados Atlanthro-
pus rnauritanicus.
LAS INDUSTRIAS
Aunque las herramientas del hombre prehistórico hayan sido talladas tanto en
hueso y madera como en piedra, es raro que la madera se conserve,. y la
composición de los suelos de Africa occidental no es propia para la conservación
de los huesos. Aparte de los fragmentos toscamente preparados, las herramientas
de piedra más antiguas y simples consisten en cantos o bloques tallados por
percusión para obtener unos instrumentos que presentan un corte de 3 a 12 cm. de
longitud. Se los designa con el nombre de cantos manipulados o de herramientas
oldowayenses, por la garganta de Olduvai, en Tanzania. Son muy frecuentes en
Africa. Los hombres que han sido sus autores pudieron muy bien extenderse por
la mayor parte de las sabanas y del monte bajo del continente. En varios lugares
del Africa occidental se han encontrado esas herramientas 15 ; sin embargo, nada
permite aún afirmar que daten del mismo período que la industria de Olduvai,
que en el Africa oriental se sit_úa entre los - 2,0 y - 0,7 millones de años. Un
estudio minucioso de los cantos manipulados a lo largo del río Gambia, en
Senegal, ha demostrado que algunos de ellos deben tener un origen neolítico,
mientras que otros se remontarían a la Late Stone Age; ningún elemento
estratigráfico permite considerarlos como industria preacheulense 16 . Podemos
estar seguros de la antigüedad de los cantos manipulados tan sólo si su datación
proviene de su descubrimiento in situ, en los propios yacimientos que pueden
9
Dorst, J. P., y Dandelot, P., 1970, págs. 213-223.
1
11
° Campbell, B. G., 1965, págs. 4-9.
C:oppens, Y., 1961.
12
Coppens, Y., 1965 a, 1965 b; H. B. S. Cooke, 1965.
13
Coppens, Y., 1966, Anthropo/ogia.
14
Arambourg, C., y Hofstetter, R., 1954, 1955; C. Arambourg, 1954, 1966.
15
Davies, O., 1961, págs. 1-4; Davies, O., 1964, págs. 83-91; Mauny, R., 1961; Soper, R. C., 1965,
pág. 177; Hugot, H. J., 1966, B.1.F.A.N.
ló Mauny, R., 1968, pág. 1283; Barbey, C., y Descamps, C., 1969.
PREHISTORIA DEL AFRICA 0CCIDENTAL 643
datarse de manera relativa o absoluta. La paleontología permite una datación
relativa de los yacimientos de Yayo que han proporcionado el Tchadanthropus;
desgraciadamente, i:tllí no se encontraba utillaje alguno. Según las indicaciones
proporcionadas por los huesos del Hippopotamus imaguncula (hoy desaparecido),
extraídos de un pozo de 58 metros de profundidad en Bornu 17 , es probable que
los sedimentos de la cuenca del Chad contengan vestigios paleontológicos y, sin
duda, arqueológicos del Pleistoceno; pero éstos reposan bajo una capa muy
gruesa de aluviones más recientes. ·
17
TaJtam, C. M., 1944, pág. 39.
18
Flint, R. F., 1971; Spark, R W., y West, R. G., 1972.
19
Wayland, E. J., 1934, 1952.
20
L. S. B. Leakey, 1950; L. S. B. Leakey, 1952, Resolución 14 (3), pág, 7; Clark, J. D., 1957, pág.
XXXI, Resolución 2.
21
Nilsson, E., 1952.
22
G. C. Simpson, 1957.
23
Clark, J. D., 1957, pág. XXXI, Resolución 4; Butzer, K. W., 1971, págs, 312-315.
24
Flint, R. F., 1959.
644 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
33
Moreau, R. E., 1963; Se_rvant, M., y otros, 1969.
34
Shaw, Th., 1970, págs. 58, 91.
35
Zinderen-Bakker (E. M. van), 1961:
646 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
bastaron para retrasar su secamiento final hasta - 3000, y aún más. Cuando ese
secamiento llegó a tal extremo que los habitantes no pudieron seguir viviendo· en
el Sáhara, obviamente se produjeron repercusiones en las zonas situadas más al
sur.
LA EDAD DE PIEDRA
Los términos «Paleolítico», «Epipaleolítico» y «Neolítico» son de uso cons-
tante en el norte de Africa; en cambio, desde hace mucho tiempo, los arqueólogos
del Africa subsahariana han creído preferible utilizar una terminología que les sea
propia, fundada en la realidad de un continente y no eil un sistema europe0
impuesto desde el exterior. Esa terminología ha sido oficialmente adoptada en el
III Congreso Panafricano de Prehistoria, hace 20 años. Utilizaremos, pues, los
términos de «Early Stone Age», «Middle Stone Age» y «Late Stone Age»· 36 . Los
límites cronolqgicos de esas divisiones de la edad de piedra varían un poco de
región a región. Muy aproximadamente, se conserva el período de - 2 500 000 a
- 50 000 antes de la era cristiana para la Early Stone Age; de - 50 000 a - 15 000
antes de la era cristiana para la Middle Stone Age; y de - 15 000 a - 500 antes de
la era cristiana para la Late Stone Age. Con la acumulación de los conocimientos
nuevos, divisiones y dataciones tan simples acaban de ser modificadas, y exigen
una presentaci'ón más completa. 37 . El uso del término «Neolítico» es también
cada vez más criticado cuando se aplica al Africa subsahariana; en efecto, es un
término ambiguo del que no se sabe nunca muy bien si se refiere a un período, a
una tecnología, a un tipo de economía o al conjunto de los tres.
Acheulense
En el Africa del este, del sur y del noroeste, el conjunto de las industrias
oldowayenses dio lugar al complejo que.conocemos con el nombre de Acheulense,
y que se caracteriza por las bifaces. Estas son herramientas de forma ovalada
simple u ovalada con punta, cuyo corte, sobre todo el de coger, ha sido
cuidadosamente tallado por ambas caras; otro tipo característico, la hachuela,
tiene un corte transversal rectilíneo. Aunque la mitad, al menos, de los recursos
alimentarios dependiese aún de las mujeres y de los niños que recogían bayas,
semillas y raíces, los hombres se agrupaban y unían sus esfuerzos para la caza
mayor. El fuego era conocido en Africa desde el final del período acheulense. El
tipo de hombre responsable de la fabricación de las herramientas acheulenses, en
todas partes donde ha sido encontrado, es H omo erectus. Su capacidad cerebral
resulta sensiblemente inferior a la del hombre moderno, pero en otros aspectos
está muy próximo a este último en cuanto a la estructura corporal.
36
Clark, J. D., 1957, Resolución 6.
37
Bishop, W. W., y Clark, J. D., 1967, págs. 687-899; Shaw, Th., 1967, págs. 9-43; Vogel, J. C., y
Beaumont, P. B., 1972.
PREHISTORIA DEL AFRICA OCCIDENTAL 647
Los tipos de bifaces generalmente considerados como antiguos (en otro
tiempo llamados «chelenses») están absolutamente ausentes del Sáhara. Se ha
notado su presencia en Senegal 38 , República de Guinea 39 , Mauritania 40 y
Ghana, donde se los habría encontrado en estratigrafías muy rodadas y en
aluviones de la «terraza media» 41 , cualquiera que sea la significación de esa
situación en términos de cronología relativa. Su área de reparto ha sido objeto de
mapas 42 que parecían indicar una colonización partiendo del Níger a lo largo de
la cadena del Atakora y de las colinas del Togo.
Los últimos estadios del Acheulense, caracterizados por bellas bifaces talladas
con percutor tier,no (en madera o en hueso) abundan en el Sáhara al norte del
paralelo 16. Quizás convenga unir ese reparto al penúltimo período glacial
· europeo (Riss) o, tal vez, al primer máximo de la última glaciación (Würm); en esa
época, las lluvias debieron ser muy abundantes al norte del Sáhara y, retrocedien-
do hacia el sur, la zona desértica debía ofrecer pocos atractivo·s a los cazadores-
recolectores. Las tierras elevadas de la meseta de Jos parece que escaparon a esa
regla: es posible que el clima se haya mostrado allí árido y que eso haya
favorecido la existencia de vastas praderas salpicadas de árboles, que buscaba el
hombre acheulense; esa meseta parece, pues, como un promontorio de tierras
habitables proyectado al sur del Air y del área acheulense del Sáhara (norte del
paralelo 16). Material asociado al utillaje acheulense, en unas·gr,averas de base que
rellenan los barrancos excavados en el transcurso del período húmedo preceden-
te, ha sido datadó con CI4 en una época «anterior a 39 000 años BP» 43 .
Cuando el hombre acheulense frecuentaba la meseta de Jos, es probable que·el
macizo del Futa Yalón fuera también propicio a la implantación humana; cierto
número de herramientas acheulenses han sido descubiertas en esa región 44 .
Igualmente se encuentran vestigios del Acheulense medio y superior diseminados
en los alrededores y al norte del Alto Senegal, que podría ser considerado como el
trazo de unión entre la zona del Futa Yalón y los yacimientos prolíficos de
Mauritania.
Se han encontrado huellas del Acheulense 45 en el sudeste de Ghana y a lo
largo de la cadena de colinas de Togo y Atacora; sugieren la posibilidad de una
penetración por el norte de esas regiones que debían ofrecer un entorno
favOFable. Sin embargo, la penetración no parece haber sido muy potente; ningún
vestigio acheulense ha sido realmente descubierto en la estratigrafía de la región, y
a menudo es muy difícil, sólo por la tipología, clasificar definitivamente como
acheulenses series o escasos especímenes, en tanto que las formas tienden a
superponerse o a confundirse con las más recientes de la industria sangoenense 46 •
38
Corbeil, R., 1951.
39
Creach, P.; 195Í.
40
Mauny, R., 1955, págs. 461-479.
41
Davies, O., 1964, págs. 86-91.
42
Davies, O,, 19S9.
43
Barendson, G. W., y otros, 196S.
44
Clark, J. D., 19.67, Atlas.
45
· Davies, O., 1964; Clark, J. D., 1967, Atlas.
46
Davies, O., 1964, págs. 83-97, 114, 137-139.
• J. Cerámica ( tiestos
decorados) de Cabo Manuel,
Senegal, Museo del JFAN (fot. l.
Diag11e).
• 2. Pulidor de hueso enco11trado
en el yacimiento neolítico de
Cabo Manuel, museo del IFAN
(fot. Diagne).
2
PREHISTORIA DEL AFRICA OCCIDENTAL 649
El Sangoenense
47
Clark, J. D., 1971.
48
Wai-Ogusu, B., 1973.
49
Clark, J. D., 1967, Atlas.
so Corbeil, R., y otros, 1948, pág. 413.
s, Davies, O., 1964, pág. 115; Hugot, H. J., 1964, pág. 5.
s2 Davies, O., 1964, págs. 113-114.
53
Davies, O., 1964, págs. 113-114; Soper, R. C., 1965, págs. 184-186.
54
Soper, R. C., 1965, págs. 186-188.
ss Davies, O., 1964, págs. 98, 100.
s6 Claik, J. D., 1970, pág. 250.
57
Clark, J. D., 196Ó, pág. 149.
58
Davies, O., 1964, págs. 23,. 137-142.
s9 Faure, H., y Elouard, P., 1967.
650 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
rodadas sugiere una fecha próxima a los - 30 000, mientras que los especímenes
rodados podrían ser contemporáneos o más antiguos. Es posible que el reparto
meridional del Sangoenense, en un medio forestal y a lo largo de los ríos,
testimonia un modo de vida en respuesta a la sequía, anterior a los - ·40 000;
después de lo cual, el lago Chad comienza a llenarse y a extenderse. Quizás la caza
de antaño se haga más escasa, refugiándose hacia el sur, y el incremento de los
picos pueda haber respondido a la necesidad de arrancar raíces y tubérculos, y a la
de cavar fosas para colocar en ellas trampas para animales, cuya caza era difícil.
00
Davies, O., 1964, págs. 108-113.
•• Descubrimientos en la superficie de la zona de Afikpó por el profesor D. D. Partle y que han
pertenecido a las colecciones de la Universidad de Nigeria, en Nbukka.
62
Soper, R. C., 1965, págs. 188-190.
6
J B. E. B. Fagg, 1956 a, págs. 211-214.
64
Davies, O., 1964, págs. 124.-142; Clark, J. D., 1967, Atlas.
65 Corbeil, R., y otros, 1948; Corbeil, R., 1951; Richard, 1955.
66
Clark, J. D., 1967, Atlas.
67
Barendson, G. W., y otros, 1965.
68
Dagan, Th., 1956.
J;
'\,
'°!
,____________..;....:;..______~---------'~------"---"'---'--------' 2
• 1. Muela rota de roca volciínica encontrada en el yacimiento neolítico bi/airense de Ngor, museo del
JFAN (far. l. Diagne).
e 2. Colgan'res de piedra ( basalto) de la Pata de ganso, museo del I F AN (Joto l. Diagne).
652 MEfODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
hizo resaltar, sin embargo, que esas puntas bifaciales formaban parte integrante de
una industria en estratigrafía que no comprendía otros elementos neolíticos;
también se la considera como un ejemplo de industria musteroide, caracterizada
localmente por esos elementos y que reem.plazaría aquí al Ateriense que se
encuentra más al norte 69 . Ese último complejo industrial pertenece al final del
«paleolítico medio» en Argelia, y se extiende hacia el sur por el desierto, Davies ve
en ese complejo, en el Africa occidental, una prolongación que él llama «Ateriense
guineano» 70 , pero sus argumentos no resultan convincentes y son puestos en
duda por la mayor parte de los investigadores 71 •
En casi toda Africa, la Late Stone Age está caracterizada por el desarrollo de
muy pequeñas herramientas de piedra, llamadas por esa razón «microlitos». Se
trata de objetos minúsculos, minuciosamente tallados para ser clavados en
mangos de flecha -cuya punta constituyen, así como su dentado-, o bien
reunidos en otra herramienta compuesta. Demuestran que sus autores poseían el
arco, y que la caza con éste tenía un papel importante en su economía.
No nos gusta aquí la palabra «Neolítico» y la ambigüedad de su significación;
es preferible en Africa' evitar su empleo siempre q1ie se pueda -y en todo caso en
el Africa subsahariana 72 ' - , pero hay que tener en cuenta la persistencia de ese uso
·en el norte de A:frica y en el Sáhara. En el Sáhara se encuentra un gran número de
industrias a las que su utillaje ha hecho bautizar con el nombre de <<neolíticas» y
que en la parte central datan del sexto milenio antes de la era cristiana. Las
condiciones climáticas eran más húmedas que hoy; y de ello resultaba una flora de
tipo mediterráneo y una población pastoril, si bien esos pastores han podido ser o
no cultivadores tambi:en 73 . La presencia de agricultores está claramente estableci-
da en Cirenaica en - 4800 7 4; pero se ha demostrado ahora que el «Neolítico de
tradición capsiense», ampliamente extendido en el noroeste de Africa y que
respondía a las culturas epipaleolíticas, no tenía prácticas agrícolas, aunque se
extienda más allá del segundo milenio antes de la era cristiana 75 • Hubo un tiempo
en que los descubrimientos en Rufisque (Senegal) fueron clasificados en el
«Neolítico de tradición capsiense» 76 , pero es preferible considerarlos como
formando parte del continuo microlítico extendido en el Africa occidental 77 •
Aparte de esas excavaciones cerca de Dakar, ese continuo microlítico, o «Microlí-
tico guineano>>, está ampliamente extendido en la mitad oriental del Africa
69
Guillot, R., y Descamps, C., 1.969.
70
Davies, O., 1964, págs. 116-123.
71
Hugot, H. J., 1966 a.
72
Bishop, W. W .. y Clark, J. D., 1967, pág. 898, Resolució_n 2; Clark,.J. D., 1967; Shaw, Th., 1967,
pág. 35, Resolución 23; Munson, P., 1968. Hay ·que advertir que algunos autores no son de este
parecer.
73
Hugot, H. J., 1963, págs. 148-151; Mori, F., 196"5; Camps, G.,. 1969.
74
McBurney, C. C. M., 1967, pág. 298.
75
Roubet, C., 1971.
76
· yaufrey, R., 1946; Alimen, H., 1957, págs. 229-233; Davies, O., 1964, pág. 236.
77
Hugot, H. J., 1957, 1964, págs. 4-6; Shaw. Th., 1971 a, pág, 62.
\ 1
1
o J. Hachas pulimentadas <<del
Bel Air», Je doierita, museo del
IFAN (fot. l. Diagne).
• 2. Cerámica de Diakité,
Neolitico llamado «de Bel Air»,
museo del I FA N (fot. I.
Diagne).
654 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
occidental; pero en la mitad oeste parece que está ausente de los yacimientos más
meridionales, en el área de Liberia, de Sierra Leona y del sur de la República de
Guinea, en cierto número de cuevas y de refugios bajo roca, donde fueron
realizadas las primeras excavaciones arqueológicas del Africa occidental; algunas
se r:emontan a más de setenta años 78 • En ciertos yacimientos de esos, piezas
bifaciales recuerdan formas más antiguas que la Late Stone Age; ha habido quien
ha encontrado allí azadas y, por tanto·, un testimonio indirecto de agricultura.
Ciertamente, esa posibilidad no debe ser excluida, porque el arroz reemplaza
entonces al ñame como recolección principal en la mitad oeste del Africa
occidental; ese arroz africano, Oryza glaberrima,. ha sido probablemente domesti-
cado en la zona del delta del Níger medio 79 , También se consideran como azadas,
y como prueba de agricultura en Ghana, largos fragmentos de cuerzo de
contornos toscamente esbozados 80 ; pero no hay comprobaciones ni fechas
válidas. La mayor parte de los yacimientos de la República de Guinea han
proporcionado microlitos, hachas de piedra pulida, muelas y alfarería; lo mismo
ocurre en un yacimiento de Guinea-Bissau 81 ; algunos yacimientos guineanos
contienen alfarería, aunque, en la gruta de Kakimbon, la alfarería no aparece más
que en la capa superior 82 . Las excavaciones efectuadas en el refugio bajo roca de
Blandé, eh el extremo sudorienta) de la República de Guinea, también han
descubierto una industria que contiene hachas de piedra y objetos de alfarería
mezclados con herramientas bifaciales de,gran tamaño, que rec.uerdan a los de las
cuevas de Kindia y del Futa Yalón, pero sin elementos líticos 83 . Los microlitos
están asimismo ausentes de la cueva de Yengema, en Sjerra Leona, donde el nivel
más antiguo ha revelado una pequeña industria de fragmentos de cuarzo,
comparada por el investigador a la industria de lshango en el lago Eduardo; en el
nivel medio, «picos» y «azadas» bifaciales -se asemejan a una parte del material
de las cuevas guineanas- están considerados por el investigador como un
complejo industrial lupembiense; en fin, el nivel superior ha proporcionado
hachas de piedra y alfarería, situadas por dos dataciones con termoluminiscencia
en los alrededores de los - 2000 a -1750 84 . Sea lo que sea, un elemento
microlítico aparece en otros dos refugios bajo roca explorados más al norte de
Sierra Leona, en Yagala y Kamabai.; las dataciones con radiocarbono indican
aquí una fase de la Late Stone Age, que se extiende de - 2500 hasta el siglo VII de
la era cristiana 85 .
Parecería, pues, que en esa parte del oeste del Africa occidental, una especie de
tradición de la Middle Stone Age (que también puede existir en Dakar y Bamako)
habría sobrevivido, relativamente sin cambio, en los yacimientos más meridiona-
les, y que no habría adoptado ni inventado la técnica microlítica; es muy posible
78
Hamy, E. T., 1900; Guebhard, P., 1907, 1909; Desplagnes, L., 1907, B.S.G.C.: Hue, 1912;
Hubert. R., 1922; .Breuil, H., 1931; Delcroix, R., y Vaufrey, R., 1939; Shaw, Th., 1944.
79
Porteres, R., 1962, págs. 19'.7-199.
ª.º Davies, O., 1964, págs. 203-230.
81
Mateus, A., 1952.
82
Hamy, E. T., "1900.
83
Holas, B., 1950, 1952; Holas, B., y Mauny, R., 1953.
84
Coon, C. S., 1968.
85
Atherton, J. H., 1972.
PREHISTORIA DEL AFRICA OCCIDENTAL 655
que las razones de ello sean de órden ecológico; dado que la técnica microlítica
está asociada a la economía de la zona de sabanas, donde la caza desempeñaba un
papel importánte. Si se observa el reparto de los yacimientos sin microlitos
(Conakry, Yengama, Blandé) y se traza una línea de demarcación entre éstos y los
yacimientos con microlitos (Kamabai, Yagala, Kindia, Nhampasseré), se com-
prueba que esa frontera está muy próxima a la que separa el bosque,de la sabana.
las nuevas técnicas de las hachas pulidas y de la alfarería llegaron a esa región más
tarde, procedentes del norte. La fecha de aparición de esas infhlencias se sitúa
hacia la mitad del III milenio antes de la era cristiana, lo que corresponde al
momento en que el secamiento del Sáhara ya se ha realizado; por tanto, es
razonable relacionar ambos acontecimientos y ver en ellos la influencia de la
migración de las poblaciones foera del Sáhara. Aunque no poseemos aún ningún
dato osteológico a este respecto, esas poblaciones probablemente han llevado
ganado consigo, entre otros, quizás, el tronco ancestral de la raza Ndama del Futa
Yalón, que está inmunizada contra la tripanosomiasis.
En casi todo el resto del Africa occidental, un continuo tnicrolítico precede a
las técnicas de fabricación de la alfarería y de las hachas de piedra pulida;. éstas
parece que están incorporadas a la tradición microlítica y que no la han
reemplazado.
EH Kurunkokale, Gerca de Bamako, .una capa inferior con microlitos y objetos
toscos de hueso está subyacente bajo una capa que posee microlitos más
refinados, hachas de piedra pulida y alfarería 86 . En Nigeria, los refugios bajo roca
de Rop 87 , en la meseta de Bauchi y de lwo Eleru, en el Westem State, han
proporcionado niveles microlíticos sin alfarería ni' hachas pulidas bajo capas con
industrias microlíticas que poseen estas últimas. En Iwo Eleru, una. datación con
radiocarbono de - 9200 años se ha obtenido cerca de la base de la capá inferior;
la transición con la capa superior apenas parece posterior a los - 3000 88 . En Old
Oyo, en la Cueva de Mejiro, se ha encontrado una industria microlítica desprovis-
ta de alfarería, así como hachas de piedra pulida, pero la muestra es pequeña y no
está datada 89 . También en Ghana, la cueva de Bosumpra, en Abefiti, ofrece una
asociación de alfarería, microlitos y hachas pulidas, pero falta ]a datación 90 . En
Ghana existe una facies tardía de la Late Stone Age bautizada como «cultura de
Kintampo»; sucediendo a una fase anterior dotada de microlitos y alfarería, esta
cultura de Kintampo presenta hachas pulidas, brazaletes de piedra (conocidos
según los yacimientos «neolíticos» saharianos) y un tipo particular de triturador
escodado. La fase antigua ( Punpun) se remonta a - 1400; la fase reciente ha
proporcionado bóvidos domesticados y cabras enanas, cuya raza está muy
cercana a las Dwarf Shorthorn o «enanas-cornicortas» del Afric~ occidental 91 •
Incluso en la Mauritania meridional, en la fase más antigua (Akreijit) de la
86
SzumowskÍ, G., 1956.
87
Fagg, B. E. R, 1944, 1972; Eyo, E., 1972, WA.J.A.; Rosenfeld, A., 1972; Fagg, A., 1972 b.
88
Shaw, Th., 1969 b.
89
Willett, F., 1962 b.
90
Shaw, Th., 1'944. .
91
Dáv1es,. O., 1962; 1964, págs. 239-246; 1967 b, págs. 216-222; Flight, C., 1968,. 1970; Carter, P.
L., y Flight, C., 1972.
656 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
secuencia de Tichitt, los microlitos están presentes al mismo tiempo que la alfarería
y las hachas de piedra, pero desaparecen en todas las fases posteriores 92 •
A lo largo de los márgenes septentrionales de nuestra zona, en el Sahel,
inmediatamente al sur del desierto sahariano, la situación se manifiesta poco
diferente en la fase más reciente de la Late Stone Age, con adaptaciones a la
ecología local patentes en la cultura material. En Karkarichinkat, al norte de Gao,
entre los - 2000 y - 1500 años, las poblaciones pastoriles vivían en colinas por
encima del nivel de las corrientes estacionales de agua; conocían la cerámica y
disponían de un equipo lítico que incluía hachas de piedras pulidas, puntas de
flecha bifaciales del tipo sahariano (pero no con base cóncava) 93 y, aquí y allá,
microlitos. La pesca constituía una aportación importante a la economía, como
da abundante testimonio.de ella el sur sahariano en el «Neolítico posterior» 9 4. En
el nordeste de Nigeria, en Daima, mil años después aparece una situación casi
análoga: es probable que 10.s pastores de bóvidos hayan cultivado también el
sorgo en la arcilla fértil dejada por la retirada del lago Chad, y, aunque hayan
utilizado la alfarería, las hachas pulidas y una nutrida colección de objetos de
hueso, la manufactura de los microlitos les resulta desconocida 95 •
En la zona opt¡.esta, a lo largo de la orilla meridional del Africa occidental .en el
litoral atlántico, se encuentra una adaptación a un entorno ecológico totalmente
diferente. Allí, las poblaciones de la Late Stone Age explotaban los abundantes
mariscos 'de las albuferas y estuarios, tanto como cebo de pesca, como para su
propia alimentación; tras ellos dejan enormes montones de conchas. En Costa de
Marfil está determinado que semejantes viveros de caracoles han existido desde
- 1600 hasta el siglo XIV de la era cristiana 96 . En Senegal se' ha descubierto en
uno de ellos un hacha tallada en hueso 97 • Yacimientos análogos que han sido
objeto de estudios en la región de Casamance son posteriores a la edad de
piedra 98 .
En Afikpo, al sur de Nigeria, se ha encontrado un yacimiento con cerámica,
hachas de piedra pulida y una industria lítica sin micrnlitos; la datación con
radiocarbono sitúa a esa industria entre los - 3000 y - 1000 99 • En Fernando
Poo se han distinguido cuatro fases principales en un conjunto de la Late Stone
Age 100 , que comprende alfarería y hachas de piedra pulida, pero donde los
microlitos están ausentes; una datación con radiocarbono indica el siglo VI de la
era cristiana para la fase más antigua, lo que, salvo error, hace esa secuencia muy
tardía;· la forma curva de las hachas presenta afinidades con la de las hachas
procedentes del sudeste de Nigeria 10 1, Camerún y República de Chad 102 .
En resumen, la Late Stone Age en él Africá occiden.tal puede dividirse en dos
92
Munson, P., 1968, 1970.
93
. Mauny, R., 195.5 b; Smith, A,, 1974.
9 ·4 Monod, Th., y Mauny, R., 1957.
95
Connah, G., 1967, 1969, 1971.
96
Mauny, R., 1973; Olsson, l. V., 1'973.
91
Joire, J., 1947; Mai,my, R., 1957; 1961, págs..156-162.
98
Linares de Sapir, O., 1.971.
99
· Hartle, D. D., 1966, 1968.
100
Martin de MOÍino, 1965.
1 1
º Kennedy, R. A.., 1960.
102
Clark, j_ D., 1967,. pág. 618.
PREHISTORIA DEL AFRICA OCCIDENTAL 657
fases: la Fase I, que no comienza más tarde de los - 1O000, comprende dos facies:
la facies A es la de las industrias con microlitos, asociada con la caza en la sabana;
la facies B, que pertenece a la zona forestal en la extremidad sudoeste del Africa
occidental, no tiene microlitos. La Fase II se inicia poco después de los - 3000; en
ella se pueden distinguir cuatro facies: la facies A añade la cerámica y las hachas
de piedra pulida a los microlitos en la mayor parte de la sabana; la facies B, en el
Sahel, incluye la pesca en su economía y n0 posee prácticamente microlitos, pero
presenta una industria del hueso que comprende «arpones», anzuelos, etc.; la
facies C es costera, y su economía está adaptada al aprovechamiento de los
recursos de lagunas y estuarios; la facies D, unida al entorno del bosque, conoce la
alfarería y el hacha pulimentada, pero carece de microlitos.
En el transcurso dei 111 milenio, cuando los pastores del Sáhara emigraron por
vez primera hacia el sur, sólo encontraron allí «cazadores microlíticos» y
abandonaron una región donde disponían de sílex en abundancia por otra en que
los armazones y los bOI'des dentados de flechas tan sólo podían ejecutarse en
cuar20 o en otr~ piedra extraordinariamente difícil de tallar en punta bifacial.
También -el hombre moderno se debió sentir allí decepcionado en el plano de la
estética- parece que se adaptaron, en su mayor parte, a la técnica microlítica
local para armar y «dentar» sus flechas, al ver que eso era tan eficaz; aquellos que
llegaron hasta Ntereso, en el centro de Ghana, durante la segunda mitad del Il
milenio y conservaron allí sus características puntas de flecha bifaciales, constitu-
yen la excepción 103 .
Aunque esa emigración hacia el sur de las poblaciones saharianas ha represen-
tado la introducción de un elemento nuev0 en la p0blación autóctona, puede que
eso apenas haya ejercido influencia visible en el tipo físico al ser ambas igualmente
de raza negra 104 . Si, como parece lógico, los inmigrantes hablaban el protonilosa-
hariano, no está excluido que los grupos pequeños perdiesen sus dialectos
particulares y adoptasen el idioma Níger-Congo que dominaba localmente; sólo
grupos más fuertes, como los antepasados de los songhai, debieron ser capaces de
conservar su propia lengua 105 .
LA ECONOMIA DE PRODUCCION
introducida en los grandes valles fluviales del Tigris y el Eufrates, del Nilo y el
Indo, mejorada por el drenaje y el riego 106 . En el V milenio, ovinos y bovinos
estaban domesticados en Egipto; y los cereales eran allí cultivados 107 . En la
actualidad tenemos la prueba de que el ganado doméstico existía anteriormente
en las tierras altas saharianas, e indicaciones, aunque débiles, del cultivo de los
cereales 108 . Como enseña el ejemplo del Nilo, la dificultad que encuentran para el
cultivo de los cereales en el Africa subsahariana procede de que las plantas
cultivadas más antiguas, trigo y sorgo, dependen de las «lluvias de invierno» y
sólo difícilmente pueden prosperar, al sur del frente intertropical, en la región de
las «lluvias de verano». Lo que se hacía necesario era la domesticación in situ de
gramíneas silvestres apropiadas, de donde surge el cultivo de los mijos africanos.
La más importante de esas gramíneas es el Sorghum bicolor o mijo de Guinea, que
fue cultivado durante la primera mitad del segundo milenio en el área situada
entre el desiertó y la sabana, entre el Nilo y el lago· Chad 109 . Otras gramíneas
silvestres fueron domesticadas, originando el mijo perlado y el mijo coracán o
finger millet; ya ha sido mencionado el arroz africano 110 . Al sur de Mauritania,
alrededor del Tichitt, se encuentran las huellas del consumo de semillas de
gramíneas locales,. pero hacia - 1100, la proporción del mijo perlado da un salto
del 5 al 60 por 100 111 • En las regiones más húmedas del Africa oc;cidental, el
tubérculo importante es el ñame, del que se ha cultivado una variedad importan-
te 112 ; sin embargo, aunque ese cultivo pueda remontarse a casi 5000 años, no
poseemos aún los datos.arqueológicos o botánicos que posibiliten su comproba-
ción; una larga historia del cultivo del ñame combinado con las aportaciones
nutritivas complementarias de las bayas de la palmera de aceite, protegidas o
mantenidas, ayudaría a explicar la densidad de la población del sur de Nigeria 11 3 .
Aunque la expansión de la producción alimenticia constituya una condición
previa, no conduce automáticamente por sí misma al crecimiento de pueblos y
ciudades. Parece que otros elementos entran en juego, como el aumento, hasta
cierta cota, de la presión demográfica y una penuria en tierras cultivables 114 • En el
Africa subsahariana, la incidencia de la malaria creció como consecuencia de la
roturación agrícola y de la presencia de comunidades estables más importantes;
también el crecimiento de la población que resulta de la adopción de la agricultu-
ra fue más lenta de lo que debió serlo 115 y, 'en la mayor parte de las zonas
subsaharianas, las tierras cultivables no faltaban en aquella época 116 . Sin
embargo, al comienzo del primer milenio de la era cristiana, se había establecido
106
Clark, G., 1969, págs. 70 y sigts.; Ucko, P. J., y Dimbley, G. W., 1969.
101
Caton-Thompson, G., y Gardner, E. W., 1934; Seddon, D., 1968, pág. 490; Wendorf. F., y
otros, 1970, pág. I 168.
º· Mori, F., 1965; Camps, G., ,1969.
1 8
109
De Wet, J. M. J., y Harlan, J. R., 1971.
110
Porteres, R., 1951, 1958, 1972.
111
Munson, P., 1968, 1970.
112
Coursey, D. G., 1967, 1972.
113
~haw, Th., 1972, págs. 27-28; Rees, A. R., 196S.
114
Webb, M. C., 1968.
115
Livingstone, F. B., 1958; Wiesenfeld, S. L., 1967; Coursey, D. G., y Alexander, J., 1968.
116
Shaw, Th., 1971 b, págs. 150-153. ·
• Objeto de alfarería de fondo
plano de la edad de .hierro,
museo del lF A N (foc. I.
Diag11e).
660 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
• 1. Zona de megalitos
senegambienses, Tiékene
Boussura, Senegal;. en primer
plano: «Tumba del rey», M11seo
del IF AN (fot. l. Diagne).
• 2. Estawilla antropomorfa de
Thiaroye, Senegal, Museo del
IF AN (fot. l. Diagne).
2
662 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
134
Fagg, B. E. B., y Fleming, S. J., 1970.
m Fagg, W., y Willett, F., 1960, pág. 32; Willett, F., 1960, pág. 245;1967, págs. 119-120, 184; 1968,
pág. 33; Rubin, A., 1970.
1 6
.3 Ozanne, P., 1966; Bealé, P. O., 1966; Cisse, K,.y Thilmans, G., 1968; Fagan, B. M., 1969, pág.
150; Descamps, C., 1971.
137
Desplágnés, L., 1907, Le Plateau Central-nigérien, págs. 40-41; Maes, E., 1924; Mauny, R.,
1961, págs. 129-134; 1970 b, pág~. 133-136.
l'J8 Levtzion, N., ·1971, pág. 120.
1 39
· Atherton, J. H., 1972, 1973. ,
Capítulo 25
PREHISTORIA
DEL VALLE DEL NILO
F. DEBONO
Sudán, Nubia y Egipto, tres regiones bien diferentes y unidas entre sí por un
solo río, constituyen un único valle. Pero difícilmente podemos imaginarnos hoy
que la inmensidad desértica que lo rodea por ambos lados permitiese en otros
tiempos, según las fluctuaciones climáticas y ecológicas de los puntos de estacio-
namiento, lugares de paso o barreras infranqueables con el resto del continente
africano.
Esos mismos factores físicos condicionaron también el modo de vida de los
primeros habitantes de ese vaile, en su perpetua lucha de adaptación a unos
entornos hostiles o favorables a su expansión. En ese contexto trazaremos
sucintamente la historia de su larga evolución, desde la aurora de la hominización
hasta el apogeo faraónico. Algunas culturas, en determinados momentos, son ya
bien conocidas; en muchos otros casos, el carácter aún incompleto de las
investigaciones, por una parte, y el espíritu de sistema que con demasiada
frecuencia se aplica a los resultados, por otra, conducen a una fragmentación que
podría revelarse, en el fututo, artificial y a veces hasta abusiva: la multiplicación
de los «tipos», a algunos kilómetros de distancia en algunos casos, tiene algo que
es muy poco verosímil. Los historiadores inquietos ante esa dispersión intentan
reagrupar los «tipos» conocidos en grandes catgorías cronológicas; de momento,
estas últimas pueden ser ellas mismas, a veces, imperfectas e insuficientes.
OLDOWAYENSE 1
1
Ese período se denomina así después de los desc:.ubrimientos realizados en Olduvai (ver capít11lo
28); a veces se le ha llamado, anteriormente, pre-acheulense o paleolítico arcaico.
666 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
permiten afirmar la existencia de las primeras huellas dejadas por éste no sólo en
las demás regiones de Africa, sino también en el valle del Nilo.
En Sudán, desde 1949, los testimonios muy antiguos de esos seres ya humanos,
testimonios formados por cantos apena~ esbozados en herramientas informes,
han sido descubiertos en Nuri y Wawa. Pero esos hallazgos aislados y superficia-
les no podían constituir prueba definitiva.
Sólo a partir de 1971, tras. investigaciones sistemáticas realizadas en Tebas
(Alto Egipto), es cuando se alcanzó esa certeza. En efecto, la exploración de 25
depósitos de aluviones del Cuaternario anterior ha proporcionado una rica
recogida de esas toscas herramientas. El descubrimiento, en 1974, de tres yaci-
mientos estratigrafiados que contienen cantos manipulados (podones) proporcio-
na importantes informes que borran las últimas dudas. Los niveles con cantos
manipulados estaban subyacentes en el Acheulense anterior (Old Stone Age),
caracterizado principalmente por triedros en sus- niveles más antiguos. Muy
recientemente se ha descubierto un diente de homínido en los viejos aluviones de
la montaña tebana, asociada a los podones.
Recordemos que una sucesión parecida había sido observada también, hacia
1925, en los aluviones de Abbassieh, cerca de El Cairo. Pero los cantos manipula-
dos de esa capa habían sido clasificados en aquel momento en la categoría de
eolitos. Una contribución suplementaria para el estudio de ese período remoto ha
sido proporcionada muy recientemente en Adeima (Alto Egipto) con nuestras
exploraciones de 1974 (misión del l. F. A. 0.) 2 • Se trata de un nuevo depósito,
todavía en estudio, q_ue parece semeja,nte a los depósitos precedentes.
Esta bella industria lítica, caracterizada por bifaces con extremidad recortada, .
existe prácticamente en todas partes de Africa. En este continente, la citada
industria incluso conseguiría su origen partiendo de los cantos manipulados de la
época precedente antes de marchar hacia otras partes del mundo. En el valle del
Nilo, los testimonios de esa civilización se manifiestan sin interrupción aparente
desde Sudán hasta Egipto.
Al norte de SUdán, esa cultura nos es mejor conocida que en las regiones
meridionales gracias a trabajos recientes. El Acheulense infer.ior, ilustrado por
bifaces con cortes más bien sinuosos y a veces toscos, va acompañado de cantos
manipulados en Atbara, Wawa y Nuri. En este último yacimiento evoluciona con
un co111plejo de transición. El Acheulense medio y superior, estudiado sobre todo
en el norte, se distingue por el perfeccionamiento del acabado y por la aparición
de industrias paralevalloisienses. Estas ultimas, que darán más tarde nacimiento
al corte Levalloisiense son visibles también en Khor Abu Anga. Aunque el
Acheulense se encuentra igualmente en otros continentes, un tipo Sangoenense,
culminación del Acheulense, que ha persistido durante mucho tiempo, es clara-
2
I.F.A.O.: Instituto francés de arqueología orien_tal.
3
Corresponde en conjunto al Paleolítico inferior, frecuentemente llamado también Acheulense, o
sea, de - 600 000 aproximadamente a - 200 000 también aproximadamente.
PREHISTORIA DEL VALLE DEL NILO 667
mente africano. Conservado hasta entonces sobre todo en el Africa meridional y
centrai, comienza en esa época a ser conocido también en Sudán: en Khor Abu
Anga y en Sai. Se cree que pierde varios de sus elementos a partir de Ouadi Halfa.
Parece que existen en Sudán muy pocas hachuelas bifaces con bisel distal.
En la Nubia egipcia, el Acheulense fue encontrado en las antiguas terrazas del
río. Allí.siguió una evolución fundada en el perfeccionamiento de la talla. Pero sus
caracteres tipológicos los conocemos insuficientemente.
En Egipto, en cambio, los yacimientos estratificados de Abbassieh (cerca de El
Cairo), los que yo he estudiado recientemente en Tebas (1974) y las antiguas
terrazas del Nilo revelan industrias acheulenses en capas sucesivas. Al nivél
oldowayense, caracterizado por los cantos manipulados, sucede un Acheulense
que contiene triedros, bifaces toscas y también cantos manipulados. El nivel
siguiente revela bifaces más evolucionadas y piezas protolevalloisienses. El
yacimiento de Kharga proporciona capas superpuestas de un Acheulense más
reciente, qúe conducen a la Middle Stone Age. Aunque las bifaces ofrecen las
formas clásicas encontradas en otras partes, ·a veces se observa su remanipulación
en hachuelas a partir de su extremo distal; actualmente es el único tipo de
hachuela conocida en Egipto. Son asimismo particulares en Egipto las bifaces
tratadas según una técnica próxima a la denominada «Victoria-West», que
procede del corte levalloisiense clásico 4 . Otras bifaces de tipo sangoenense, quizás
más recientes, se encuentran incluso cerca de El Cairo.
8
Informaciones facilitadas por .M. P. Vanderrneersh (laboratorio de paleontología humana,
Facultad de Ciencias, Universidad de París), al que le fue confiado el es_tudio de esos documentos.
PREHISTORIA DEL VALLE DEL NILO 671
zonas más alejadas y al uso ocasional de retoques foliáceos, que hacen pensar en el
Ateriense.
- El Sebiliense reconocido por nosotros en Sebúa (misión del l. F. A. O.,
1964), en varios lugares, pertenece también a la fase I, mezclado con fragmentos
simples o Levallois, con escasos rascadores y numerosos buriles. También existiría
en Khor Daud.
- El Ghizense ha sido identificado cerca de El Cairo desde 1938; comprende
piedras de corte Levallois, y sus fragmentos se aproximarían por algunas formas
geometrizantes al Khomusiense.
- El Mawariense (ex-Epilevalloisiense) 9 , industria rnicrolítica, se extiende por
lo menos desde Esna (Alto Egipcio) hasta la punta del Delta y las regiones vecinas
(Ouadi Tumilat). De corte Levallois como el Sebiliense (pero no posee formas
geométricas), comprende estadios y facies diversos, aún en estudio. Se caracteriza
también por el número de los núcleos que derivan probablemente del núcleo
llamado «Yebel Suban», ya evocado en la Middle Stone Age. Algunos de los
núcleos quizás más recientes, y que producen simultáneamente fragmentos y
láminas con superficies facetadas, forman transición con las láminas.de superficies
lisas, que predominan en la Late Stone Age y en el Epi paleolítico. Una influencia
ateriense se percibiría en el Hawariense de Esna y de Tebas, por la presencia
ocasional de estrías foliáceas y de piezas híbridas. Fragmentos pedunculados
microlíticos, tipológicamente aterienses, por el contrario, se ,observan en el
Hawariense de Abbassieh y de Yebel Ahmar, cerca de El Cairo. ¿Se deberían esas
influencias a intrusiones de los pueblos del desierto en el Valle?
- El Kharguiense, más o menos contemporáneo del Hawariense y cuya
existencia es puesta en duda por algunos prehistoriadores, se encuentra en el oasis
de Kharga con un Levallois-Kharguiense, precediendo al Kharguiense puro. Esa
industria de fragmentos Levallois con retoques abruptos·, informes en apariencia,
también existe en el oasis de Karkur, en Egipto, en Qara y en Tebas. Está asociada
a otras industrias en Esna (Alto Egipto) y en Amada (en la Nubia egipcia).
EPIPALEOLITICO
NEOLITICO Y PREDINASTICO
Ese largo período que cubre, en conjunto, dos milenios (de - 5000 a - 3000
aproximadamente) es analizado aquí con detalle. Los aspectos materiales de cada
una de las «culturas» u «horizontes culturales» que lo constituyen están descritos
674 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
13
A veces llamado «Neolítico del Jartum».
14
Comparar con el Abkieose del capítulo 28, pág: 754.
676 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
18
Predinástico primitivo, capítulo 28, pág. 746-747.
19
Predinástico antiguo del capítulo 28, págs. 747-748, llamado a veces Amratiense.
678 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Se advierte la progresión del uso del cobre. Las provisiones eran guardadas en
unos depósitos excavados en la tierra, pero también en tinajas, en Mostagedda y
en Dei'r-el-Medineh. Las costumbres funerarias revelan tumbas rectangulares con
los muertos echados de costado y orientados con la cabeza hacia el sur y el rostro
hacia el oeste, y se observan casos de inhumaciones múltiples o de cuerpos des-
membrados (hacia 4000 a 3500).
- El Negadiense JI 20, estratigráficamente está sobre el Negadiense 1, en
Hemamiéh, Mostagedda y Armant. Es localizable desde la entrada de Fayum, en
Gerzeh, hasta la Nubia egipcia meridional. La alfarería tradicional del Nega-
diense I se desarrolla estrechando los orificios y con rebordes pronunciados. La
alfarería con adornos blancos es reemplazada por otra de color rosa con adornos
de color marrón y motivos codificados y emblemáticos: espirales, barcas, vegeta-
les, personajes con los brazos levantados ... Son típicos también los vasos panzu-
dos con asas onduladas, vasos que se convertirán después en tubulares y cuyas
asas se perderán en la Protohistoria. Los vasos de piedras.diversas, frecuentemen-
te muy evolucionados, reproducen en general las formas de la alfarería rosa. Las
herramientas de piedra, muy evolucionadas en general, contienen cuchillos bífidos
con extremo en forma de V y otros con cortes opuestos cóncavo-convexos, de
retoques muy regulares en una de sus caras previamente pulimentada. Los
mangos se recubren en ocasiones con una hoja de oro o de marfil. Las cabezas de
maza .son piriformes. La industria del cobre más desarrollada produce puntas,
horquillas y hachas. Las paletas, progresivamente esquematizadas, se hacen
finalmente redondas o rectangulares. Estatuillas de hueso y de marfil se esquema-
tizan también en extremo. Se perfeccionan las prácticas funerarias. Las paredes de
las fosas ovaladas o rectangulares se revisten de madera, limo o adobe. En
Adeimah, las recientes excavaciones efectuadas por mí (misión del l. F. A. O.,
1974) han ofrecido fosas de un tipo nuevo, en forma de bañera, que datan de
finales de esa civilización. La disposición de las ofrendas sigue ahora unas reglas
constantes; se las deposita a veces en anexos laterales. Se observan incluso, a
veces, cuerpos desmembrados, pero las tumbas múltiples desaparecen. Además, la
orientación de los muertos no es ya constante. El hábitat consiste en cabañas
redondas o semirredondas de arcilla, en refugios ligeros y en estructuras de tierra
de forma rectangular (El Amrah) (hacia - 3500 a - 3100).
El grupo cultural del nm:te es sensiblemente distinto al del sur, sobre todo por
la. extensión de las: aglomeraciones, la alfarería monocroma y el uso momentáneo
de inhumaciones en el propio hábitat.
- El Fayumiense B 21 , aun mal conocido, estudiado en el norte del lago de la
región de Fayum, pertenecería a un Paleolítico final, o bien a un Neolític.o
20
Predinástico medio o Gerzense del capítulo 28, pág. 748.
21
Ver Neolitico-Fayum B, del capítulo 28, pág. 742-743.
PREHISTORIA DEL VALLE DEL NILO 679
precerámico. Comprende pequeñas láminas sencillas y microlíticas .con dorso
retallado, arpones de hueso y moletas. Las investigaciones más reciintes distin-
guen entre el Fayumiense B, el más antiguo, y el Fayumiense A, má's. próximo a
nosotros, un estadio intermedio que nos proponemos llamar Fayumi_t;nse C y que
comprendería gubias, puntas de flecha, bifaces pedunculadas y comparables a las
del desierto occidental (Siwa, en Libia); por eso, se establecería una relación con el
Sáhara, fechada en unos - 6500 a - 5190 aproximadamente.
- El Fayumiense A 22 , mucho mejor estudiado en sus lugares de hábitat,
posee una cerámica de aspecto tosco, monocroma, alisada o pulimentada, roja,
marrón o negra que comprende cubiletes, copas, cubetas rectangulares, vasos o
jarrones con pie o provistas de protuberancias en los bordes, como en el
Badariense. La industria de la piedra de una técnica avanzada y bifacial registra
flechas de base cóncava o triangular, puntas, armazones de hoces colocadas en
mangos de madera lijada, hachas pulidas y una cabeza de maza discoidal. De
hueso, se encuentran alfileres, punzones y puntas de base pedunculares. Las
paletas de pintar son toscas y están hechas de piedra calcárea y más raramente de
diorita. Las conchas marinas y los fragmentos de huevos o de microlina (amazoni-
ta) servían de bolitas para enfilar collares. En los lugares de hábitat no ha
sobrevivido huella alguna de refugios, siri duda muy ligeros, pero numerosos
hogares excavados en el suelo son parecidos a los de Shaheinab, en Sudán.
Silos formados con canastas clavadas en la tierra y agrupadas en la proximi-
dad del hábitat conservaban el trigo, la cebada, el lino y otros productos. El cerdo,
la cabra, el buey, el hipopótamo y la tortuga servían de alimentos a esos pueblos.
No existe huella alguna hasta ahora de cementerios, sin duda alejados. Esa
cultura (hacia - 4441 a - 3860) podría ser contemporánea del Bada:riense.
- El Merirridiense 23 ocupa una gran aglomeración de más qe dos hectáreas,
al oeste del Delta. Las excavaciones, aún inacabadas y publicadas solamente en
los breves informes preliminares, atestiguan tres capas sucesivas de desechos
arqueológicos que muestran la evolución de una misma cultura en el transcurso
de las edades, que es original, pero típica de la del norte. La alfarería monocroma,
alisada, pulimentada o rugosa, cuenta con tipos variados, principalmente tazones,
cubiletes, platos, cántaros, pero no ejemplares con orificios situados en el reborde.
Las formas particulares son equívocas, como en el Badariense, tazones con
protuberancia como en el Badariense y en el Fayumiense, jarrones con pie como
en el Fayumiense. Esos jarrones se decoran a veces con punteados ahondados
en el borde con líneas incisas verticales y con motivos en relieve, o también con un
dibujo de hoja de palmera. Son escasos los vasos de basalto o de piedra verde
dura terminados con un pie, del tipo Negadiense l. El utillaje de piedra bifacial
evoca los mismos tipos que en el Fayum. Se observa una cabeza de maza
piriforme o globular. Punzones, agujas, leznas, arpones, espátulas y anzuelos
están tallados en hueso o en marfil. Los objetos de adorno consisten en horquillas
para el cabello, brazaletes, anillos, conchas agujereadas y perlas de díversas
materias. Señalemos dos paletas de pintar, una escuteliforme de esquisto y otra de
22
Predinástico primitivo del capítulo 28, págs. 746-747.
23
Ver capítulo 28, pág. 746-747.
680 METODOLOGJA Y PREHISTORIA AFRICANA
Hay que destacar el mayor dominio en la talla del sílex, que alcanza incluso su
apogeo en las primeras dinastías. Así lo testimonian los magníficos cuchillos,
llamados de «sacrificio», y las tumbas reales de Abidos en el Alto Egipto, de
Saqqarah o de Heluán, cerca de El Cairo, que asombran por la perfección de la
hechura y su dimensión extraordinaria. Los restos de hábitats de esa época
proporcionaron igualmente todo un utillaje doméstico en sílex con muy escasos
objetos de cobre en Hierakónpolis y el-Kab, en el Alto Egipto, y en el Ouadi
Hammamat, en el desiérto oriental.
En los vestigios del Medio Imperio, y de. la antigua Tebas, en Karnak,
recientemente descubiertos, hemos hallado un abundantísimo utillaje en sílex. No
se diferencia nada, en cuanto a la técnica de fabricación y la diversidad de las
herramientas, del que estaba en uso durante el Paleolítico s1,1perior y el Epipaleolí-
tico. En ellos se observan incluso numerosos buriles y microlitos.
Por otra parte, las explotaciones emprendidas por mí desde 1971 en la
montaña tebana, ~n Luxor, revelaron que en los 200 talleres de talla de sílex, más
de la mitad no databan de la Prehistoria, sino del Nuevo Imperio. Y suministra-
ban abundantemente a la capital un utillaje hecho según una técnica más basta
que la del Medio Imperio, y que estaba formada casi exclusivamente por láminas
de cuchillos y de armazones de ~oces. Estas persistían todavía durante la Epoca
Baja. ·
El sílex en la época de los faraones no estuvo reservado solamente para las
herramientas de uso doméstico. Medias lunas de sílex servirán para perforar
brazaletes de esquisto en el Ouadi Hammamat, y objetos de adorno, utilizados
desde la Protohistoria hasta el final de la época arcaica. Al final de la tercera
dinastía se las empleó para cortar en un momento determinado los bloques de
piedra de la pirámide de escalones del faraón Djéser en Saqqarah. Los vasos de
piedra blanda han sido vaciados con ayuda de esos mismos instrumentos hasta el
Antiguo Imperio, en los talleres de Fayum, en la prnximidad d~ los yacimientos de
calcita.
Desde las primeras dinastías hasta el final del Nuevo Imperio, las flechas de los
guerreros egipcios estaban armadas con puntas cortantes de sílex. Señalemos que
las del faraón Tut-Ank-Ammon (XVIII dinastía) eran de pasta de vidrio, material
de lujo tan eficaz como el sílex.
El Egipto faraónico utilizó también rocas menos frágiles que el sílex para la
fabricación de herramientas de uso preciso. Los picos y mazos para los trabajos
en las minas o canteras, provistos de un cuello para ponerles mangos, eran de
piedras duras durante el Antiguo Imperio. Los hipogeos funerarios del Antiguo
Imperio en Gizeh (cerca de El Cairo), los del Medio Imperio en el Medio Egipto, y
los del Nuevo Imperio en la montaña tebana han sido tallados y acabados con
esos rudos instrumentos de piedra.
En lo que concierne a la Nubia egipcia y a una parte de la·Nubia sudanesa,
actualmente sumergidas, las investigaciones arqueológicas han sido insuficiente-
mente realizadas durante las operaciones de salvamento. Eso nos priva en lo
sucesivo de numerosas y estimables informaciones sobre el pasado de esas
regiones, entre otras sobre la persistencia de la utilización de la piedra en las
épocas históricas.
PREHISTORIA DEL VALLE DEL NILO 685
CONCLUSION
. aún en estudio, y permitirán comparaciones provechosas con las del sur. Los
fragmentos de un occipital siguen síendo los -únicos restos humanos descubiertos
hasta ahora. En el desierto libio, al noroeste de Ouadi Halfa, se ha encontrado un
utillaje lítico por vez primera asociado a una fauna. Para ese período quedan aún
vástas regiones sudanesas por estudiar.
El Ateriense, casi contemporáneo; ha sido últimamen:te observado también en
el desierto, al noroeste ·de Abu Simbel. Asociada a una fauna, esa indu~tria
originaria del noroeste. ·africano se ha prolongado muy tardíamente en esas
regiones. Sería interesante juzgar en qué medida tendría una edad parecida a otras
descubiertas en Egipto y si ha podido influenciar a industrias típicamente egipcias.
En cuanto a la Late Stone Age. y al Epipaleolítico, los hallazgos realizados
solamente en sectores bien delimitados, han· proporcionado numerosos hechos
desconocidos hasta. ahora. Pero a falta de estratigrafía, quizás se ha abusado
demasiado de denominaciones nuevas, apoyadas por exámenes estadísticos y
análisis físico-químicos sumarios.
Se han realizado progresos innegables a propósito del Neolítico (denomina-
ción que no tiene significacióo precisa en. Egipto) y del Predinástico, a lo largo del
valle del Nilo.
Asi, en Egipto, los yacimientos del grupo cultural del ·sur han proporcionado
una copiosa documentación extraída sobre todo de las necrópolis. Investigaciones
a mayor escala deberían realizarse en las aglomeraciones, las cua:les proporciona-
rían un informe más completo sobre el hábüat, la alfarería de uso corriente y el
utillaje lítico.
A causa de las grandes superficies que ocupan, los yacimientos del norte de
Egipto no han sido exhaustivamente excavados y, por consiguiente, sólo los
conocemos por informaciones parciales. A pesar de eso, nos han facilitado .datos
mucho más completos que los yacimientos contemporáneos del sur, dotados de
culturas diferentes; y eso gracias a investigacioni::s realizadas tanto en los hábitats
como en las necrópolis. Convendría, pues, que las investigaciones, interrumpidas
desde hace algunos años en esa región del norte de Egipto por razones diversas,
puedan reemprenderse con vistas a completar nuestra documentación.
En lo que se refiere a J'a Nubia sudanesa, varias civilizaciones específicas
pertenecientes a esas épocas han sido estudiadas con esmero. Entre ellas, el
Kha.rturrúense y el Shaheinabiense aparecen hasta ahora como los más represen-
tativos. Pero un vasto campo de accíón está aún por estudiar, puesto que decenas
de instalaciones .descubiertas parece que se remontan: a esas culturas o a fases
diferentes, a la espera de los trabajos de excavación.
La finalidad de esa investigación es contribuir a ajustar los eslabones de la
historia africana antes del período faraónico.
Capítulo 26
EL ARTE
PREHISTORICQ.
AFRICANO
J. KI-ZERBO
CRONOLOGIA Y EVOLUCION
METODOS ... Y DIFICULTADES DE DATACION
estabilidad para su invención? Por eso hay que examinar el problema de los
períodos.
PERIODOS
. j .
... };i
~·- J
• 1. Rinoceronte rupe.wre de
Blaka, Níger (foc. H. J. Hugot).
• 2. Gacelas de Blaka, Níger
(fot. H. J. Hugot).
• 3. Bóvido de Tin Rharo, Malí
(fot. H. J. Hugot).
• 4. Elefante de In Eker, Sáhara
argelino (fot. H. P. C. Haan).
4
692 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Los grabados
En general, son anteriores a las pinturas allí donde estas últimas existen
también, y su técnica más admirable aparece en los períodos más altos. Están
realizados en rocas areniscas menos duras, pero también en granitos y cuarcitas,
con una piedra puntiaguda golpeada con percutor neolítico, algunos de cuyos
6
Sobre los <<caminos de los carros» ver R. Mauny, 1961.
7
El camello, no obstante, parece que es conocido desde el período faraónico. Cf. E. Demougeot:
1960, págs. 209-247.
8
En Africa meridional algunos autores; fundándose en la forma del trazado,. la técnica de ataque
de la roca (incisión, martilleado más o menos acentuado, pulimentado, etc.) y la naturaleza de los seres
representados, distinguen dos grandes períodos, el primero de los cuales comprendería dos fases 'Y el
segundo cuatro.
EL ARTE PREHISTORICO AFRICANO 693
ejemplares han sido encontrados en los parajes de los cuadros. Con ese solo y
mínimo equipo, la precisión de la técnica ha sido asegurada con brillantez. El
elefante de Bardai está realiz~do por un rasgo ligero y sencillo; es casi un esbozo,
pero que indica Jo esencial. El elefante de In Galjeien (Mathendus), en cambio, y
el de ln'Habeter II están profundamente trabajados mediante escoplo con un
rasgo pesado y viviente; igual ocurre con el rinoceronte de Gonoa (Tibesti). El
perfil del rasgo es unas veces en V, otras en U, y rebajado con una profundidad de
un centímetro aproximadamente. Las muescas han sido obtenidas bien con
hachuela de piedra, bien con una madera muy dura, utilizando quizás arena
húmeda como abrasivo. A veces parece que varias técnicas han sido combinadas;
por ejemplo, el martilleo fino y la incisión en V, o el jalonado previo ha dejado
aquí o allá huellas de asperezas en el fondo de la ranura. El pulimentado terminal
se combinaba con un escodado. La realización de esos grabados ha exigido a
veces cualidades deportivas innegables. En el Oued Yerat, por ejemplo, se ve un
elefante de 4,5 m. de altura y el comienzo de un rinoceronte de 8 m. de largo.
En el Africa central y austral, los grabados con contornos ampliamente incisos
estarían vinculados a consideraciones religiosas, mientras que los dibujos con
ranura fina expresarían un proyecto iniciático o pedagógico. El refinamiento
procede del hecho de que algunas superficies, vaciadas y pulimentadas con
energía, sirven para representar los colores de la piel de los animales o de los
objetos que éstos llevan. Existe ahí una prefiguración de los bajorrelieves del
Egipto faraónico. En efecto, la figura se ve a veces como un relieve vaciado en la
roca alisáda para ese efecto (camafeo). La roca madre es utilizada con muchos
propósitos. Por ejemplo, una jirafa está representada en un bloque oblongo de
diabasa, a cuya forma se adapta perfectamente (Transvaal occidental). Asimismo,
en la región de Leeufontein está representado un rinoceronte sobre una roca de
superficie rugosa y aristas angulosas que reproducen exactamente la superficie del
animal. En otras partes, en la colina de Maretjiesfontein (Transvaal occidental),
una cebra quagga está representada mediante grabado y replanteo en una pieza
de diabasa, y su maxilar inferior está limitado por un ligero abultamiento de la
piedra que señala la forma de la anatomia. En el Museo de Transvaal, un
espléndido antílope macho tiene·sus crines representadas por unas franjas graba-
das en replanteo, mientras que su mecha frontal resalta por rasgos finamente
incisos. El color interior (azul) y el superficial (ocre rojo) de la roca son utilizados a
la perfección para subrayar los contrastes. Otra obra maestra de la escuela de los
grabados prehistóricos africanos es el grupo de jirafas de Blaka, con sus pelajes
variados, sus patas en posturas tan naturales y hasta el movimiento de sus colas.
Pero la técnica irá degradándose en el conjunto. Ya en el período llamado de los
bueyes, los grabados son frecuentemente mediocres. Por ejemplo, en el caso de las
jirafas de El Greitibat tratadas por replanteo ancho y tosco.
Las pinturas
No deben ser disociadas completamente de los grabados. En Tissukai, por
ejemplo, se ven esbozos grabados en las paredes que permiten suponer que los
artistas graban antes de pintar. También aquí el arte necesitaba a veces de las
694 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Las joyas
El arte de los adornos no exige una técnica menos avanzada, sino todo lo
contrario. Algunas perlas son de coralina, roca extraordinariamente dura. Los
restos dejados por los joyeros de entonces, en varias etapas de su trabajo,
permiten reconstruir éste. En primer lugar, las· arandelas planas se hacían
9
En Africa meridional, el Transvaal y Namibia contienen sobre todo pinturas monocromas,
mientras que la de Botswana, de Griqualaild y de Natal son más bien polícromas.
10
J. D. Lajoux, 1977, pág. 151.
EL ARTE PREHISTORICO AFRICANO 695
mediante percusión y luego por fricción. Entonces; una gruesa aguja cuadrangular
era desprendida de un trozo de sílex y servía de buril. Su punta acerada, clavada
en medio de la arandela vuelta tras vuelta por las dos partes, abría dos agujeros
frente a frente, cuyo encuentro constituía el momento más delicado de la
operación. El estilete de sílex se transformaba entonces en barrera giratoria, y
gracias a arena fina mezclada con alquitrán vegetal, limaba el agujero ya iniciado
hasta abrirlo completamente. Otras piedras también difíciles (amazonita, hemati-
tes, calcedonia) eran igualmente trabajadas, así como el hueso y el marfil, para
hacer pendientes, brazaletes y horquillas. La piedra pómez entraba en juego para
el pulimentado. En Tin Hanakaten se han encontrado algunas virutas de taladro
de microdiorita en medio de semillas de enfilar collares con cáscaras de huevo de
avestruz.
La alfarería
La pasta para la cerámica era preparada con una mezcla constituida por
excremento de rumiantes. Después se montaba «a la palomina», es decir, con
una morcilla de pasta enrollada sobre sí misma y trabajada con los dedos y con un
alisador. Los cuellos de esos vasos son multiformes: torneados en espirál,
ensanchados, combados y torcidos. La cocción debía ser impecable, a juzgar por
los tonos matizados que van del rosa al oscuro intenso. Se conocía el baño
cerámico, así como el barniz vegetal utilizado todavía hoy en Africa en alfarería y
para lacar o dar brillo al suelo, al techo o a los muros de las casas. La decoración
principal era dibujada con ayuda de peines de hueso de espinas de pescado, con
la impresión de espigas, de cuerda y de semillas, y con un desbordamiento de
imaginación a través de una gran profusión de motivos. En Oued Eched, al norte
de Malí, los hornos alfareros agrupados en un sector reservado testimonian la
importancia del oficio. de esos artistas que no tenían nada que envidiar al
virtuosismo de sus congéneres de Es-Shaheinab, en el Sudán jartumiense 11 .
La escultura
11
J. H. Hugot, 1974, pág. 155.
• 1. Pintura rupestre de
Namibia (Jot. A. A. A.,
Myers, núm. 3672).
• 2. Grab.ado rupestre en
Tibesti (Jot. Hoa-Qui, nú
ART U003J.
EL ARTE PREHISTORICO AFRICANO 697
TIPOS Y ESTILOS
MOTIVACIONES E INTERPRETACIONES
Las representaciones rupestres han sido calificadas de petroglifos. En efecto,
más que en cualquier otra parte, ese arte es signo, es decir, puente entre lo real y lo
ideal. Es uil símbolo gráfico que requiere una clave de lectura. La ignorancia de las
12
En conjunto, la representación de la caza y de los animales es naturalista, a veces por razones
mágicas; porque la imagen debe reproducir lo más exactamente posible el obieto del rito. Por el
contrario, las figuras humanas. son frecuentemente representadas de forma esquemática, porque se
trata de sustraerlas a la consideración mágica.
13
E. Ha~rland; 1973, pág. 27.
14
R. de Bayle des Hermens, 1976.
700 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
15
Esa aproximación cuantitativa puede ser objeto eventualmente de un tratamiento por ordena-
dor, con todas las precauciones que entonces se imponga. Ver a este respecto los trabajos de A.
Striedter en el Instituto Frobenius de Francfort, dirigido por el profesor Haberland.
1~·t
1 .
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l!!l e
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• •• . • • • • • • 6)
••
16
Ver, a,este respecto, las observaciones pertinentes de J. D. Lajoux, 1977, págs. 115 y sigts. Sin
negar el derecho al hu·mor, .rai la inmensa cultura del sacerdote Breuil y los servicios erninentes que ha
prestado al estudio de la prehistoria en general y a la de Africa en particular, hay que decir que
frecuentemente ha sucumbido a esa tendencia.
17
E. Holm, .CArt dans le Monde . .CAge de pierre, pág. 183 y sigs., págs. 170 y sigts.
EL ARTE PREHISTORlCO AFRICANO 703
animal, lo habría untado con miel virgen. Si la cebra quagga está pintada a veces
sin rayas, como en la cueva de Nswatugi, en los montes Ma~opo (Zimbabwe), es
porque en su origen la cebra no estaba rayada. Sólo después de haber tomado el
sol sobre sus lomos recibió las quemaduras que marcan su pelaje, etc. Según esa
óptica, bastaría aplicar en los menores detalles el «metabolismo panteísta» de los
orígenes africanos para disponer de una.especie de clave maestra que permitiese
descifrar todos los enigmas del arte parietal africano calificado de «intemporal
como el mito». Coiµésa.tnos que eso sería demasiado béllo.
Los partidarios del enfoque materialista creen, por su parte, que el arte
prehistórico, como cualquier otro arte, no es más que un reflejo de la existencia
concreta de los hombres de una sociedad determinada: un momento «ideológico»
y una herramienta superestructura) que expresan cierto equilibrio ecológico y
sociológico, y que permiten al hombre conservarlo o mejorarlo a su favor.
Creemos que se puede realizar una síntesis. entre esos dos enfoques que serían
demasiado parciales si fueran exclusivos . El arte pFehistórico africano ha transmi-
tido incontestablemente un mensaje pedagógico y social. Los san, que constituyen
hoy el pueblo más próximo a la realidad de las representaciones rupestres,
afirman que sus padres les han explicado el mundo según los san, partiendo de ese
gigantesco libro de imágenes que constituyen las galerías. La educación de los
pueblos sin escritura está basada, ante todo, en la imagen y el sonido, en lo
audiovisual, como lo muestra la iniciación de los jóvenes del Africa al sur del
Sáhara hasta nuestros días. Los petroglifos del arte son de ese orden. Pero es bien
evidente que el mito no explica todo, porque antes de producir el mito hay que
producir y reproducir la sociedad misma. El mito puede convertirse así en un
medio privilegiado de mejorar (o de deteriorar) las fuerzas productivas y las
relaciones de producción. E. Holm los sugiere, por otro lado, cuando cita el caso
del joven san persuadido de que la punta de la flecha tallada en cuarzo brillante es
una partícula de estrella a la que invoca afilando su dardo: «¡Tú, que no fallas
jamás el objetivo, tú, que eres infalible, procura que yo alcance mi presa!». Esa
única frase, contrariamente a la conclusión idealista que de ella saca el autor, tiene
un altance utilitarista ante todo. El hombre, para sobrevivir, alborota y moviliza
el Universo. Esa es la función del mito. Pero yo no creo que eso sea su única
función 18 • El bosque del simbolismo no debe, pues, impedirnos ver los árboles de
la realidad.
En efecto, la función espiritual puede existir a veces de manera autónoma,
sirviendo entonces subjetivamente no ya como un medio, sino como un fin en sí.
El mito, después de todo, para el hombre no es un modo de comprender el
Universo ordenándolo, es decir, racionalizándolo de una manera determinada,
puesto que hay una especie de lógica inmanente en el discurso mitológico. ~a
finalidad espiritual existe, pues, aunque está con frecuenciaJastrada de contenidos
infraestructurales. Representar un ser temido es, en efecto, liberarse de él; tenerlo
18
Desde el punto de vista propiamente historiográfico, señalemos que los mitos están a veces
llenos de enseñanzas. Así es como, según los san, el sol, descontento del transporte a lomos de.la cebra,
la habría abandonado para refugiarse entre los cuernos·de un toro, lo que nos lleva al otro extremo del
continente, a las figuraciones norte-africanas (sur de Orán, Sáhara, Egipto) de bóvidos marcados con el
disco solar. ¿Habría nacido la diosa Vaca Hathor del mito panafrican·o?
• 1. Detalle de una pintura
rupestre de Alto Vo/ta (fot. J.
Devise).
• 2. Pintura rupestre de
Namibia (fot. A. A. A., Myers,
núm, 3808).
2
EL ARTE PREHISTORICO AFRICANO 705
bajo la mirada es dominarlo. El silencio mineral, casi tangible, que habita en los
colores rocosos, secretos y barrados en I-n-Itinen y en Tissukai, ¿significa el
recogimiento de santuarios y lugares de iniciación, o el encubrimiento de animales
encerrados o robados? Quizás ambas cosas. Los personajes enmascarados de
cabezas zoomorfas y los ánimales con atributos cefálicos (discos, aureolas, barras,
etc.) 19 , que frecuentemente están asociados al sur de Orán y al Oued Yerat,
sugieren ia idea de personajes en posición orante ante los animales. Asimismo, los
tres cazadores enmascarados de Yaret, que parecen acosar a un búfalo que lleva
un disco, significan quizás una escena de embrujamiento. Puesto que las máscaras
son utilizadas siempre por algunas poblaciones africanas, ¿por qué no fundar la
interpretación de semejantes escenas en esa problemática cultural, en lugar de
entregarse a la simple afabulación? Se comprobaría que a veces la explicación no
siempre es religiosa. Hasta en nuestros días los.·cazadores de la zona sabeliana se
ponen una cabeza de cálao que sacuden de arriba abajo a imitación de esa ave,
con miras a aproximarse a cuatro patas a un antílope antes de disparar su flecha a
bocajarro. Pero a veces es tal la desproporción entre los medios y el resultado que
se ve de cerca en eso la magia; como cuando un hombre enmascarado ai:rastra sin
esfuerzo a un rinoceronte abatido, con. las cuatro patas hacia arriba, en un
grabado de In Habeter (Libia). Algunos cu1tos de fecundidad apárecen claramente
en el comportamiento de los actores en escena, ql:le parecen entregarse a
apareamientos rituales como, por ejemplo, el coito entre una mujer y un hombre
enmascarado en Tin Lalan (Libia.), o que ejecutan danzas animadas con unos
atributos fálicos protubernntes. La fecundidad, en efecto, sobre todo al final del
período prehistórico en el Sáhara o en el desierto de Namibia, ·era la gran
ocupación frente al retroceso de toda señal de vida y ante la marcha implacable de
la sequía. Una joya de coralina de forma hexagonal en el yacimiento neolítico de
Tin Felki ha sido reconocida por Hampaté Ba comb un talismán de fecundidad
utilizado hasta en nuestros días por las mujeres peul 20 . En ese caso preciso, la
motivación estética no hay que descartarla tampoco. En efecto, a los hombres y a
las mujeres del Neolítico africano, que sbn de la categoría sapiens como nosotros,
no se les puede negar el sentimiento específico de nuestra especie, como es la
alegría de crear formas para el simple y tínico regocijo de contemplarlas. La
admiración que· nosotros sentimos hoy ante esas creaciones era aún más viva
cuando los cuadros estaban todavía frescos y sus modelos bullían en el entorno
próximo. Los pequeños trituradores de afeites, las perlas de amazonita, de
calcedonia o de. conchas de huevo de avestruz del Tenere; así como el modelado
extraordinariamente bien torneado de las hachas de. mediacaña, testimonian en·
alto grado el .gusto estético de los africanos de entonces.
Los borradores abandonados como poco satisfactorios son relativamente
numerosos. Por otro lado, muchos de los cuadros están tan expuestos al aire libre,
frente al cielo o al primero que pasa, que su carácter profano queda manifiesto.
Ese era frecuentemente el arte popular. Popular también porque la intención
'9 Ver los ejemplos célebres del buey de Maia Dib (Libia) y el carnero de Buale (Atlas sahariano).
20
La cruz de Agades ó de Feruane habría salido del signo de Tanit, símbolo sexual femenino.
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• Pinturas rupestres de la
meseta de T<lcssili N'Ajjer
( Argelia). Fotos A. A. A., 1 Y 4:
Naud, núm. 12.599, 12.379; 2 y
3: Sudriez, núm. 3 l, 43.
EL ARTE PREHISTORICO AFRICANO 707
¿En qué es el arte prehistórico africano la edición ilustrada del primer libro de
la Historia de Africa?
EL ENTORNO ECOLOGICO
22
Se han hallado empalizadas y mallas, trampas de resorte, fosas-trampas con cubiertas
correderas, trampas.con obstáculos, trampas de blocaje, de tensión o de torsión, como en Daó Timni
en los confines niger-chadianos, donde una jirafa queda inmobilizada mediante un sistema complejo
de tensión que le do.bla el cuello horizontalmente. Para detalles de las investigaciones sobre este tema
importante, ver P. Huard y J. Leclant, 1973, págs. 136 y sigts.
EL ARTE PREHISTORICO AFRICANO 709
EL CONTEXTO HUMANO
23 Los que han sido recogidos· por la misión Berliet-Tenere cuentan entre los más bellos.
24
Ver los trabajos de H. J. Hugof sobre Tichitt.
,,,
, '
...
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1
r. .
provistas de leche, permanecen sentadas ante sus cabañas con sus hijos; algunos
bueyes están cuidadosamente atados en linea a una cuerda, mientras que algunos
hombres se ocupan en conducir a las vacas. Escena vespertina, impregnada de una
serenidad pastoril. ¿Puede sugerir el número de mujeres un régimen poligámico?
En Orange Springs y en Nkosisama Stream (Natal), las escenas de danzas muy
animadas muestran a las gentes reunidas, en particular mujeres, batiendo palmas
en torno a danzantes enmascarados.
En Jabbaren, una mujer tira de su hijo reacio. En Sefar, un hombre tira de la
cuerda a unos bueyes, objeto sagrado (dangul) entre algunos pastores peul de hoy.
En el fresco grandioso del refugio de Iheren, que es una de las cimas de la pintm:a
prehistórica, se ven desQ)ar bueyes finamente enjaezados, llevando en los costados
odres de agua, y montados por mujeres con ricos adornos. Los animales se
inclinan hacia el abrevadero, mientras que un inmenso rebaño avanza pausada-
mente. Mujeres adornadas se han detenido indolentemente ante s.us mansiones,
mientras que hombres con plumas en los cabellos parece que se han detenido allí
para saludar.
En las cabañas se descubre un mobiliario variado.
En 1-n-Itinen, notables en traje de gala y guerreros con uniforme demuestran
que la sociedad comienza ajerarquizarse ..Arqueros con capa parecen organizados
como escuadras de patrulla con un jefe de expedición. Hay allí como un ambiente
de «fuerzas del orden».
En el Africa austral, abundan las escenas de guerra que recuerdan los múltiples
conflictos entre los san y los bantúes.
Pero eso no ab,olía el amor. Numerosas escenas demuestran que los artistas
prehistóricos africanos no alimentil.ban ninguna falsa vergüenza en cuanto a este
aspecto de la vida de su sociedad. Son representados animales en celo, como en el
espolón oeste de Blaka, donde se ve a dos rinocerontes, uno de los cuales olfatea el
sexo del otro. En otra parte, un macho cabrío está a punto de cubrir a una cabra.
Las escenas de acoplamiento humano con posturas variadas demuestran con
ingenuidad y realismo que el hombre no ha inventado nada esencial en ese terreno
desde los tiempos antiguos. La roca Ahnna en el Oued Yerat (Tassili) es un festival
de hombres enmascarados con falos gigantes, erguidos en el umbral de los sexos
de mujeres en posición ginecológica. Todos los detalles se ven alli. Asimismo, el
gran fresco de Tin L_allan (Acacus, Libia) está dedicado principalmente al mismo
tema orgiástico (Hugot-Bruggman, núm. 164).
En Inahuanrhat hay una escena más prosaica de coito por detrás, mientras
que en Timenzuzine (Tassili) una pareja en acción está rodeada de otras tres pa-
rejas aún de pie, entre las que las actitudes de resistencia más o menos fingidas de
las; mujeres están perfectamente expresadas.
Cuando se aborda el tema de la magia y de la religión, se está obligado a
reconocer que buen número de cuadros siguen siendo siempre herméticos,
sumergidos, como están, en el misterio de los mitos .. ¿Qué representan los bueyes
bicéfalos o con un cuerpo doble hermafrodita con cabeza única, como se ve en el
Oued Yerat? ¿Qué significan las espirales magníficamente grabadas y asociadas a
numerosos animales, como sobre el búbalo del Oued Yerat? Ese motivo que se
encuentra en la alfarería guerzana parece unido a los ritos de caza (hechizo), así
712 ME'fODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
RELACIONES Y MIGRACIONES
Pero no hay nada de eso. Sin tener en cuenta que los 15 000 años al menos
separan a los dos movimientos estéticos, está reconocido que el Levante español,
25
Ver también el .papel de la serpiente en las cosmogonías africanas.
·
26
Es cierto que hay que tener cuidado par'a,no extrapolar automáticamente hacia atrás los relatos
míticos _actllales· para explicar todos los detalles de los símbolos procedentes de la Prehistoria, cf. J. D.
~oo~I~~ .
27
«El neolítico sahariano !!e remonta al menos al VIII milenio antes de la era cristiana, mientras
que no hace tanto tiempo prevalecía la opinión de qae era posterior con relación a Africa del Norte, a
Egipto y al Próximo Oriente».
EL ARTE PREHISTORICO AFRICANO 713
que debería ser el eslabón intermedio de una influencia eventual, no tiene nada de
común con el arte original del sur de Orán, Tassili y Fezzán. L. Balout ha insistido
con energía en la ausencia de relación entre la PrehistOria del Africa del_ norte y
España en el Paleolítico superior. Por otro iado; el origen capsiense de los
grabados del sur de Orán y del Sáhara ha sido rechazado prácticamente por todos
los autores; Es a partir del Atlas cuando el arte prehistórico ha florecido
realmente, y sus polos o epicentros son propiamente africanos. ·
También se ha interrogado si el arte prehistórico no sería del este, es decir, del
valle del Nilo, de donde irradió hacia el interior del continente. Ahora bien, es
evidente que el desarrollo artístico del valle egipcio del río es muy posterior al del
Africa sahariana y sudanesa. Las representaciones saharianas de bóvidos, con
discos en los cuernos, son muy anteriores a las de la vaca celeste Hathor... El
halcón finamente cincelado sobre la placa de roca arenisca de Hammada del Guir
es muy anterior a las representaciones del mismo tipo, pero más pequeñas, que
aparecen en las paletas de las tumbas predin~sticas egipcias y que representan a
Horus. El magnífico -carnero de forma esférica de Bou Alem es tnuy anterior al
carnero de Amón, que no aparece en Egipto más que bajo la XVIII dinastía. Las
cabezas zoomórficas del Oued Yerat observadas por Malraux, son según él,
«prefiguraciones de la zoolatría egipcia». Lo mismo puede decirse de las diosas
con cabeza de pajaro, de Jabbaren. El seminaturalismo sólo aparece en Egipto en
la: época guerzana y se emparenta con los grabados saharianos de .la época
bovidiana. Ese es el caso de los cuadros del Ouad Hammamat que son, además,
de factura mediocre. Los soberbios barcos <<de tipo egipcio» que se ven en el
Sáhara (Tin Tazarift) sin duda son simplemente de tipo sahariano. Las siluetas de
Rhardes (Tissukai), que evocarían a «Hicsos», al «Faraón», a «Antinea» con· su
peinado que se parecería a la «pséhent faraónica», han de mirarse, según_ mi
parecer, a la inversa, en tétminos de pétspectiva histórica. Ciertamente, Egipto ha
ejercido una: irradiación brillante, pero sin duda limitada, hacia el interior de
Africa; pero eso que aún no está muy claro es lo anterior de la civilización del
Sáhara prehistórico. También es una realidad que ningún otro obstáculo que la
distancia separaba entonces a los pueblos del Hoggar, del Tassili y del Fezzán del
valle del Nilo, que fue durante mucho tiempo (hasta el secamiento del .Sáhara) una
zona más bien repulsiva y llena de parajes pantanosos. Sólo a partir del período
«histórico», Egipto adquirió ese esplendor que hace quesSe tienda hoy a atribuirle
todo, según el principio de que sólo se presta a los ricos. Pero en materia de arte y
de técnica, los polos estaban primitivamente situados en el Sáhara, en el Sudán
jartumiense, en el Africa oriental y en el Cercano Oriente. El Sáhara prehistórico
debe, por otro lado, mucho más a los centros del sudeste que al Cercano Oriente.
En cuanto a )as relaciones entre el Africa austral y la región sahariana, sólo
parecen fundadas en pruebas palpables, aunque Frobenius haya subrayado cierto
número de analogías 28 . Se ha hablado incluso de una «civilización magosiense»
que, según E. Holm, habría sido casi pana:fricana. Pero nada de evidente aparece
aquí. La producción del arte prehistórico sudafricano es de todos modos posterior
generalmente a la del Africa al norte del ecuador, aunque el poblamiento de la
28
.E. Haberland, 1973, pág. 74.
714 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Esa observación es todavía más válida para las «razas» responsables de esa
producción artística. Pero ¿no hay un abuso de lenguaje al utilizar aquí el
concepto de raza? 30 . ¿Acaso los pocos esqueletos o restos óseos disponibles
pueden autorizar la audacia de los escenarios del poblamiento por «razas»
prehistóricas? Sin embargo, el proceso demográfico de una rara complejidad ha
sido esquematizado de la manera siguiente por algunos autores. Después del
poblamiento inicial por «africanos» de la primera cepa, neanderthalianos del
Cercano Oriente habrían emigrado a Africa por dos direcciones, una avanzando
hasta Marruecos y la otra hacia las altas mesetas esteafricanas por el Cuerno de
Africa; ésos son los Aterienses del Paleolítico medio. Más tarde, con un episodio
epipaleolítico, probable pariente del Sebilieilse de Egipto, otra oleada de croma-
ñoides habría llegado al norte de Africa. Habrían compuesto un núcleo iberomo-
rusiense y otro capsiense. Esos grupos, sin duda, se habrían neolitizado in situ,
para provocar en concreto el Neolítico de tradición capsiense, que ocupa, entre
otras regiones, el norte del Sáhara. Sin embargo, otros centros subrayan una
diversificación importante de las técnicas y las artes. Hay que advertir, en
particular, la irradiación vigorosa de los neolíticos de tradición sudanesa y de
tradición «guineana», con centros secundarios en Teneré y en el litoral atlántico,
al norte de Mauritania 31 . Para algunos autores, el período bubaliano del" arte
rupestre se debería a «mediterráneos» mal definidos, blancos, dicen algunos, y
mestizos, según otros. El período llamado de las «cabezas redondas» se debería a
«negroides» que, según unos, fueron mestizados por los pueblos del Cercan0
Oriente, y que constituirían el Neolítico de tradición sudanesa. El período
29
Cf. el capítulo 20 de este volumen por J. D. Clark. Algunos autores sugieren una difusión del
arte rupestre de Zimbabwe hacia_ Namibia y El Cabo, y después hacia Transvaal y la región de
Orange; finalmente, para el arte polícromo evolucionado, de nuevo, de Zimbabwe hacia Namibia, cf.
A. R. Willcox, 1963.
10
El proceso de especialización del que habla J. Ruffie desbía de estar ya ampliamente invertido,
sobre todo con las mezclas·lacilitadas pór la ecología bastante homogénea del mundo sahariano. Ver,
en el capítulo 1.1, «Razas e historia en Africa».
31
Cf. H. J. Hugot, 1974, págs. 62 y sigt.
EL ARTE PREHISTORlCO AFRICANO 71~
bovidiano sería obra de los antepasados de los peul. Finalmente, la tradición
ll~mada guineana más al sur se dejaría notar hasta en los edificios del acantilado
de Tichitt (Mauritania:).
Todas esas reconstrucciones -hay que decirlo- siguen siendo muy frágiles y
favorecen enormemente a las aportaciones africanas. Se llega incluso a hablar de·
<<clara influencia africana» en un cuadro rupestre del Sáhara... Pero, sobre todo,
esas reconstrucciones tienden a establecer equivalencias entre conceptos tan
diferentes como lós de raza, etnia y tipo de vida y de civilización. Se habla de
negros, de'blancos, de peul, de africanos, de capsienses y de sudaneses sin precisar,
y con razón, la definición de todos esos vocablos. Lhote, por ejemplo, rechaza la
influencia de los capsienses en los grabados del período bubaliano 32 • Y, sin
embargo, declara que en los grabados del Oued Yerat «no hay un solo perfil
auténticamente negroide; todos los que resultan legibles son incuestionablemente
europeoides. Por lo tanto, hay que presumir que se trataba de blancos, como se
puede creer tras el examen de las figuras del sur de Orán y de Fezzán». «Lástima,
me dijo un día un colega sudafricano, que no puedan hablar» 33 •
Sobre los mismos indicadores tan frágiles de morfología antropológica se
fundan para atribuir el período de las «cabezas redondas» a los negros, y el
período bovidiano a los peul. Pero la identificación racial está fundada frecuente-
mente también sobre los tipos de vida y las culturas, lo cual es una gran
aberración. Los Neolíticos de tradición sudanesa son definidos como «la etnia de
los cazadores-pastores llegados del este». Los «rasgos finos, las técnicas pastoriles,
los peinados en forma de cimera de las mujeres y la trenza de los cabellos en los
hombres» bastan para atribuir todo al arte rupestre que representa esas realidades
a !os peul, aun cuando estos últimos no manifiesten hoy ningún gusto estético de
ese tipo y ni siquiera hayan conservado su recuerdo, como sucede, por ejemplo,
entre los san. Aunque todos los «estratos» o niveles y todos los estilos, así como la
totalidad de los perfiles antropológicos se superponen ampliamenté en los
cuadros rupestres. En casi todas las regiones del Africa tropical, aún hoy día es
posible reconstruir la gama de todos los perfiles· observables en las pinturas del
Sáhara 34 , :sin tener en cuenta que un pintor «peul» puede haber reproducido
danzantes enmascarados como un artista «negro» puede haber representado
escenas· de vida pastoril, o haber transformado los rasgos de sus héroes y heroínas
como lo hacen ciertos pintores senegaleses en nuestros días. ¿Acaso los pequeños
san no se representan a menudo grandes, delgados, esbeltos y con anatomías
exageradas? Todo arte es convención, y nadie ha visto nunca a un pueblo negro
que tenga solamente «cabezas redondas». Por otro lado, la especialización de
«agricultores-pastores» ¿era tan pronunciada como hoy? 35 .
H. J. Hugot escribe acertadame1,1te a propósito del neolítico mauritano:
32
. Cf. H. Lhote, 1976, pág. 110.
33
H. Lhote, 1976, pág. 41. .
34
P. V. Tobías advierte también que todas las tallas y formas de cráneo se encuentran entre los
hotentotes de El Cabo.
35
«Es notable que no conozcamos ningún criterio seguro de distinción entre los hombres del
período bubaliano y los del primer período pastoiil (bovino I). La existencia de bóvidos casi con toda
certeza domesticados desde el período de los bellos grabados naturalistas haría,. pues, remontar
relativamente bastante atrás la aparición del ganado» '(Th. Monod, enero de 1951).
716· METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
ESTETICA
Este arte, popular y cotidiano, está animado por una pizca de humor que es la
ironía sonriente o amarga de la vida. Esotérico, vibra como un fervor místico·
creado por el estilo o por el pincel del artista y produce entonces algunos de los
florones más bellos del arte universal. Eso ocurre con el carnero en el disco solar
de Bualem, cuya actitud hierática anuncia el misterio e invita al recogimiento 39 .
Esa doble aproximación expresa perfectamente la doble condición del hombre
africano de hoy: tan espontáneo y casi trivial en la vida cotidiana, tan grave y tan
místico cuando queda transido por el ritmo de una danza religiosa.
En resunien, el arte prehis.tórico africano no está muerto. Es actual y no lo
sería sólo por los topónimos que perduran. Un valle afluente del Oued Yerat,
llamado Tin Tehed, o sea, el lugar llamado de la burra, está señalado efectivamen-
te por un bello grabado de asno. lssukai-n-Afella se cree que está habitado por los
espíritus (yenum), quizás porque, frente a un montón de piedras formado para los
lanzamientos de piedras votivas, se encuentra un ser zoomorfo horrible, que une
los atributos del zorro a los de la lechuza, además de un sexo monumental.
Ese arte merecería ser reintroducido, al menos mediante programas escolares
en la vida de los africanos que están separados de él por unas barreras franqueadas
solamente por los especialistas y los expertos de los países ricos.
Debería ser celosamente protegido de las degradaciones de todas clases que lo
amenazan diariamente, porque constituye un patrimonio que no tiene precio 40 .
Debería efectuarse un catálogo general para permitir el análisis comparativo.
, En efecto, el arte es el hombre. Y en la medida en que el arte prehistórico es un
testimonio integral del hombre africano de los orígenes, desde su ento·rno
ecológico hasta sus emociones más nobles, y en la medida en que la imagen es un
signo a veces tan elocuente como la escritura, se puede afirmar que el arte parietal
africano es el primer libro de historia de ese continente. Pero se trata ciertamente
de un testimonio ambiguo e insondable que exige la ayuda de otras fuentes de
información, como la paleontología, la climatología, la arqueología, la tradición
oral, etc.
Por sí solo, el arte prehistórico no revela más que la parte visible del iceberg.
Es la proyección, sobre el cuadro mineral y petrificado de los refugios rocosos, de
un eséenario vivo para siempre. El arte es espejo y motor. Por el arte prehistórico,
el hombre africano ha proclamado a todos los tiempos su lucha encarnizada para
dominar la naturaleza, pero también su despegue consciente de esa naturaleza,
para acceder a la alegría infinita de la creación y al arrebato del hombre demiurgo.
3• Es importante que los autores nos señalen en la corte del emperador de Malí, en el siglo x1v,
carneros encargados de proteger al rey contra el mal de ojo. Se menciona también al carnero en otras
cortes africanas (Méroé, país akan (Ghana), Kouba (Zaire), Kanem (Chad).
40
En 1947, un decreto del Gobierno argelino ha convertido en parque nacional toda la zona de
pinturas y grabados, de Tassili.
· Capítulo 27
COMIENZOS, DESARROLLO
Y EXPANSION
DE LAS TECNICAS
AGRICOLAS
R. PORTERES* J. BARRAU
Durante mucho tiempo, las ideas admitidas sobre los orígenes de la agricultu-
ra han sido fuertemente tildadas de etnocentrismo. Se tuvo y a veces todavía se
tiende a ver en la cuna cultural y pastoril del Cercano Oriente, centro de la
<<revolución neolítica», como la define Gordon Childe 1 , no sólo el lugar del
nacimiento del cultivo de cereales mayores (trigo, cebada, etc.) y de la cría de
ganado (cabra, cordero y luego buey ... ), bases materiales iniciales de la civilización
blanca, sino también el núcleo .y centro primario de la civilización sin más, al
menos en lo que concierne al «viejo mundo», Sin duda, las investigaciones
arqueológicas efectuadas desde la última guerra rnundial, sobre todo en el curso
de los último_s veinte _años, han contribuido a modificar algo este punto de vista
estrecho y de cierta suficiencia. Es verdad que han mostrado la importancia del
«crecient_e fértil» en la historia de la agricultura mundial 2 , pero han mostrado
también el papel de otras partes del globo en ese cambio importante en la historia
de los hombres: la producción de artículos que hasta entoncés no habían sido
objeto más que de una apropiación en el entorno natural. Así apareció más
claramente la significación de los inventos culturales y de las domesticaciones
vegetales en América 3, o también la relativa anterioridad del centro original
4
Ver.J. Barrau, 1975.
5
N. l. Vavilov, 1951, 1-6.
6
A. Kuptsov, 1955, .Y C. D. Darlington, 1963.
7
Ver R. Pórteres, 1962.
8
O. Davies, The origins of agriculiure in We.st Africa; H. J. Hugot, The origins of agriculture:
Sahara; D. Seddon, The origins and development of agriculiure i.» East and Southern Africa.
9 J. D. Fage y R. A. Oliver, 1970.
1
º W. G. L. Randles, 1974.
COMIENZOS, DESARROLLO Y EXPAl'ISION DE LAS TECNICi\S AGRICOLAS 721
relaciones con la naturaleza en sus hábitats iniciales. Así, mientras que Europa
apenas emergía del Paleolítico, el cultivo de los vegetales y la cría de ganado
esta'ban ya bien establecidos en el Cercano Oriente, donde aparecían las primeras
. villas·; ahora bien, de tal Cercano Oriente es de donde llegaron a esa Europa un
poco retrasada los inventos técnicos e ideologías concomitantes que iban a
permitir tambiéR ahí una «revolución neolítica» fundada sobre la agricultura y la
ganadería.
Se produjeron fenómenos comparables de difusión o de intercambio en otras
partes del mundo, y por supuesto en Africa, en razón de las migraciones humanas
que llegaban hasta allí o de allí partían, o que se produjeron en su seno.
En primer lugar, es importante, sin embargo, observar bien lo que han .
supuesto las invencione~ en el cultivo y el pastoreo, así como la domesticación de
plantas y animales: primero, ese paso de la apropiación (recolección, caza ... ) a la
producción (cultivo, ganadería ...). El homb.re se liberó así, progresiva y parcialmen-
te, de las obligaciones impuestas por los ecosistemas de los que él formaba parte y
en los que, hasta .esa aparición de la agricultura y la ganadería, vivía casi la vida
«biocenótica» de otros organismos sometidos al curso normal de las cosas y de la
naturaleza.
Ese cambio fundamental que fue el nacimiento de la agricultura y de la
ganadería se tradujo en adaptaci'ones humanas a diversos entornos naturales que
permitían hacer producir a complejos biológicos mayor cantidad u otro nivel que
los que éstos últimos proporcionaban naturalmente. Como consecuencia del
hombre cultivador o ganadero, hubo, pues, una transformación más o menos
profunda de los entornos naturales, así como la orientación en cantidad y calidad
de sus producciones.
Pero, sea cual sea el dominio del hombre sobre los elementos de esos entornos
naturales, no pudo de repente ni por completo liberarse de todas sus coacciones.
Hay que considerar también, en primer lugar, las de sus. características, que
pudieron desempeñar un papel preponderante en la prehistoria e historia agríco-
las, En el caso del continente africano, tenemos que bosquejar a grandes rasgos un
esbozo del medio ambiente: Africa parece dividida en anchas franjas latitudinales,
ecológicamente diferenciadas y simétrica111ente dispuestas a una y otra parte del
ecuador.
Como advierte Randles ( op. cit.), algunas de esas franjas han podido desempe-
ñar el papel de barreras con relación a las corrientes de difusión norte-sur: ese es
el caso del Sáhara, del gran bosque ecuatorial, de la «estepa» tanzana. y del
desierto del Kalahari. Otras, en cambio, abrían sus espacios a esas corrientes que
podían encontrar allí «nichos» favorables: ese es el caso de las sabanas del norte y
del sur. Randles observa, no obstante, que alguna de las barreras citadas con
anterioridad no era en absoluto infranqueable, habiendo permitido manifiesta-
mente el Sáhara y el gran bosque, por ejemplo, cierta circulación humana.
En Africa, la latitud no es de ninguna manera lo único que permite una
delimitación sumaria de grandes zonas ecológicas, El relieve y, por tanto, la
altitud llegan a interferir en Africa; así, el dorsal Zaire-Nilo separa las tierras altas
del este africano de la penillanura del oeste african.o, estando este último dividido
por un pequeño eje elevado que va de la isla Príncipe hasta el Chad.
MAPA 1
Zonas madllefnlnea V
homocilma austral
•Espacie, sabaneto o
estepario
«Barrer&JI foreslal
MAPA2
Vegetac;()n mediterré:nea
o similar
,-~~~:::
Vegetación ~ y
fil iJJ.
.... .la. "'- SUbdesénica
Bosque tropical
11
Sobre los términos ecosistema especializado y ecosistema generalizado, ver D. Harris, 1969.
12
Por ejemplo, A. Chevalier, 1938; H. J. Hugot, op. cit.; y J. J. Hester, Í968. '
13
R. B. Lee, 1966.
724 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
EL ORIGEN AFRICANO DE
ALGUNAS PLANTAS CULTIVADAS
y
Las ciencias de la naturaleza sólo se han preocupado relativa recientemente
del origen de las plantas cultivadas. En efecto, si se exceptúa la importante obra de
A. de Candolle· sobre este tema, publicada en 1883, sólo con los trabajos del
genético soviético N. l. Vavilov y de su equipo, recién acabada la Revolución de
Octubre de 1917, se desarrolló un enfoque sintético, a escala mundial, de esa
cuestión de una importancia fundamental en la historia de la Humanidad.: el
aprovechamiento de los entornos naturales y la gestión de sus recursos 17 •
Combinando el examen detenido y sistemático de los datos florísticos y fitogeo-
gráficos con inventarios agrobotánicos y estudios genéticos, Vavilov y sus
colaboradores, sobre la base de la variabilidad de las plantas cultivadas,. recono-
14
· Respecto a esa sedentarización de los pescadores en sus relaciones con los orígenes de la
agricultura, ver C. O. Sauer, 1952.
15
Ver, a este respecto, J. Desmond Clarck, 1970.
16
Ver J. Desmond Clark, 1970.
17
Sobre la obra, muy amplia, de N. l. Vavilov, ver 1951, op. cit.
COMIENZOS, DESARROLLO Y EXPANSION DE LAS TECNICAS AGRICOLAS 725
cieron la existencia de ocho centros de origen de plantas cultivadas (de los que,
según Vavilov, tres centros son secundarios, es decir, vinculados a centros
regionales importantes). Uno sólo de esos centros, el Abisinio, está situado en
Africa, mientras que otro, el Mediterráneo, interesa parcialmente al continente
africano (Africa dei norte, Egipto), presentando afinidades con el vasto e impor-
tante centro próximo-oriental en que, entre otras plantas cultivadas aparecieron,
como hemos dicho, cerales mayores (trigo, cebada, centeno, .. ).
En lo que se refiere a Africa, existía allí, sin embargo, un progreso sensible con
relación a las conclusiones de Candolle ( op . .cit.) quien no concedía a la
agricultura y a los vegetales domésticos más que tres principales centros iniciales:
China, Sudoeste asiático (con prolongación egipcia) y América.
La contribución de Yavilov al conocimiento del orígen de las plantas cultiva-
das fue también muy importante en el plano teórico, porque puso en evidencia el
hecho de que en el origen de una planta cultivada había que distinguir un foco o
centro de derivación primaria caracterizado por una gran diversificación de las
formas de la planta, con manifestación mayoritaria de caracteres dominantes, y
unas áreas de variación secundaria con abundancia de caracteres recesivos, ocultos
en· el centro de primer.a variación.
La localización y distribución geográfica de esos diversos centros de variación
permite determinar la de una cuna agrícola, y, si las áreas de esos focos se
superponen en todo o en parte, se puede crec::r con fun<;famento que, en esa zona de
coincidencia, algunas civilizaciones han ejercido durante mucho tiempo sus
actividades domesticadoras y transformadoras respecto a los vegetales en cues-
tión.
Precisemos otro punto de importancia: el centro de origen botánico de una
especie vegetal cultivada no coincide necesariamente con esas áreas de variabili-
dad unidas a las intervenciones humanas sobre el material vegetal; en otros
términos, la zona ocupada por los posibles parientes salvajes de un cultígeno se
distingue frecuente y claramente de aquella o aquellas en las que tuvieron origen,
debido al hombre, la aparición de ese cultígeno, vegetal salido de la domesticación
y de la selección, y su diversificación .. Eso tiene, al menos, una razón: en los
tiempos antiguos, la de un traslado frecuente fuera del hábitat de los padres
salvajes utilizados por simple recolección 18 •
En lo que se refiere al continente africano, uno de nosotros dos ha podido
contemplar el cuadro trazado por Vavilov 19 • Así se ha podido observar que,
además del foco abisinio y la parte africana del .foco mediterráneo, había también
un foco africano y un foco esteafricano, pudiendo este último ser una promulgación
del foco abisinio en las tierras altas ecuatoriales 20 .
Recapitulando y resumie1_1do los datos relativos a esos dos focos o centros en
lo que se refiere al origen y la diversificación de las plantas cultivadas, tenemos el
cuadro siguiente:
18
Ver J. Barrau, 1962. .
19
Ver R. Porteres; 1950, 9-10; 1951, 239-240.
20
Ver también, a este respecto, R. Schnell, 1957.
726 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICAN_A
Centro abisinio
Centro esteafricano
Centro oesteafhcano
MAPA 4
22
Ver R. Porteres, 1962, op. cit.
23
Ver D. Seddon, 1968, op. cit.
24
Ver R. Porteres, 1962, op. cit.
• l. Hornos de roza después de la combustión. Futa Djalon: Pita, Timbi-Madina; fot. R. Porteres.
• 2. Labor realizada en Kadye.ndo por los dyula de Oussouye ( Casamance) preparando el cultivo de los
arrozales, for. R. Por/eres. ·
730 METODOLOGIA Y PREHlSTORIA AFRICANA
25
Ver D. Seddon, 1968, op. cit.
26
R. J. Braidwood y C. A. Reed, 1957.
COMIENZOS, DES.ARROLLO Y EXPANSION DE LAS TECNICAS AGRICOLAS 731
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• El Soung o reja entre los seereer gnominka; pescadores-arroceros de las islas de Pequeña Costa de
Senegal. Es utilizada para las labores y la formación de caballones de las tierras fuertes de los arrozales
sobre manglares. Corresponde al Kadyendo de los dyula bayyot, de Casamance; a'/ kofi o kop de los baga,
de Guinea litoral, fot. R. Parieres.
COMIENZOS, DESARROLLO Y EXPANSION DE LAS TECNICAS AGRICOLAS 733
Notemos de paso la presencia en el subsector nigeriano central, sector tropical
. del centro aji-ooccidenta/ (ver anteriormente), de un sorgo cúltivado particular, el S.
Mellitum Snowd. var. mellitum Snowd., que, debido a su riqueza en azúcar, sirve
para la preparación de una bebida alcohólica 28 ; diversas clases de sorgo se
utilizan, por otro lado, para preparar la «cerveza de mijo»..
Entre esos diversos grupos de sorg9 cultivado, existen relaciones como lo
testimonia la existencia de los S. conspicuum Snowd. (de Tanganica a Zimbabwe y
All'gola) y S. roxburghii Stapf. (Uganda, Kenia, Zimbabwe, Afúca del Sur) que
parecen salidos de cruzamiento entre clases de sorgo emparentadas unas con el S.
arundinaceum y otras con el S. vesticillijlorum.
Entre los sorgos citados, uno, el S. durra, merece uná atención particular,
debido a su vasta distribución: desde el Sudán oriental hasta Asia menor y la
India, y desde Mesopotamia hasta Irán y Gujerat.
Lo que precede muestra perfectamente la importancia de esos cereales en la
flora econó'mica del centro agrícola de las sabanas y estepas africanas, importan-
cia cuya significación sobrepasa, por otro lado, el marco del continente africano,
puesto que algunos de los Sorghum domesticados en dicho continente llegaron,
hace mucho tiempo, a otras regiones del mundo.
Desde entonces, Africa nos surge mejor, a la vez, como un conjunto de centros
de cultivos originales y como un mosaico de centros de origen de plantas
cultivadas, algunas .de las cuales tienen importancia económka a escala mundial.
La originalidad de los cultivos de Africa tiene otros aspectos: uno, y no de los
menores, es el de su cultivo del arroz. Este cultivo 1::stuvo, en efecto, fundado
originalmente en clases de arroz propiamente africanas que merecen atención. Son
propias del centro af,·ooccide.ncal, del que hemos hablado con anterioridad, y más
exactamente del subsector nigeriano central (centro primario) y del subsector
senegalogambiense (centro sec;undario).
Ya en la antigüedad, Estrabón habló de un cul,tivo de arroz africano y, en· el
siglo XIV, lbn Battüta subrayó que el Níger producía arroz 29 . Esos testimonios
fueron ignorados frecuentemente y durante mucho tiempo se: creyó que el cultivo
del arroz en Africa tenía como origen el arroz asiático ( Oryza sativa L.). Sólo
hacia 1914 se tomó verdadera conciencia de la existencia de un arroz específica-
mente africano, el O. glaberrina Steudel, de panículas rígidas, erguidas, y de
cariópsides oscuras o rojas, arroz cosechado por recolección, pero también
producido por cultivo y que parece emparentado con el O. breviligulata A. Chev. y
O. Roer, que se encuentra en buena parte del Africa tropical. ·
Si nos referimos a lo que dijimos anteriormenté sobre los trabajos de N. l.
Vavilov, encontr~remos, a propósito de ese arroz africano, una ilustración del
esquema pi:opuesto por ese agrónomo y genético en cuanto al origen de las
plantas cultivadas: un área muy amplia del parentesco salvaje: máximo de
variac.ión del arroz africano con mayoría de caracteres domihantes en el delta
central nigeriano (centro primario); diversificación de las variedades con caracte-
res recesivos en la Alta Gambia y Casam~nce (centro secundario).
28
Ver R. Schnell, 1957, op. cit.
29
Ver R. Schnell, 1957, op. cit.
2
• l. Campos de arroz en suelos hidromorfos con emba/samiento hídrico remporal de la esración de las
lluvias ( cultivo del ar.roz de impluvium), Cásamance: aldea bayoyy de Nyassa, fot. R. Porleres.
• 2. Islas artificiales para el cultivo en los arrozales acuáricos demasiado profundos que no evacúan
suficientemente las aguas dulces; el yermo de estación seca es ocupado por Scirpus littoralis Schrader:
N ymphae Lotus .en flor, Guinea portuguesa: Kassabol, cerca de Cabo Vare/la, fot. R. Porteres.
COMIENZOS, DESARROLLO Y EXPANSION DE LAS TECNICAS AGRICOLAS 73'5
A partir, pues, del delta central nigeriano, Jas clases africanas de arroz
cultivado se han e_i1Jendido en el .conjunto del oeste africano hasta la Guinea
litoral. El uso del O. gláberrima por recolección es ciertamente muy antigua, y ese
cereal silvestre ha debido figurar en un buen lugar en esos centros privilegiados de
recolección relativamente intensiva (vyr anteriormente), donde debieron iniciarse
los intentos domesticadores. Se puede, pues, pensar que la domesticación de ese
arroz es, al menos, tan antigua como el de los demás cereales africanos.
Más farde, las clases de arroz cultivado de Asia ( O. saNva) fueron introducidas
en Africa (¿a partir del siglo vm en la costa oriental por los árabes?, ¿a partir del
siglo XVI en la costa occidental por los europeos?).
Recordemos, pues, que los indicios cultigénicos enumerados hasta ahora (y
sólo podemos presentar aquí un resumen) hacen aparecer claramente el carácter
endógeno de las civilizaciones de cultivos en A:frica, a partir de los recursos
vegetales de los entornos naturales y sin implicar necesariamente influencias
extraafricanas.
30
Ver _R. Porteres, 1962, op. cit.
736 METODOLOGJA Y PREHISTORIA AFRICANA
31
C. Wrighey, 19:70.
COMIENZOS, DESARROLLO Y EXPANSION DE LAS TECNICAS AGRICOLAS 737
A GUISA DE CONCLUSION
INVENCION Y DIFUSION
DE LOS METALES Y
DESARROLLO DE LOS
SISTEMAS SOCIALES
HASTA EL SIGLO V ANTES
DE LA ERA CRISTIANA
J. VERCOUTTER
1
Sobre las cataratas y sus dificultades reales o imaginarias, la obra más detallada sigue siendo la
de A. Chelu, 1891, págs. 30-73, que describe cada catarata y da los planos de los canales navegables.
740 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
2
Sobre la formación misma de Egipto anteriormente a las épocas neolítica y chalcolítica que ven
el desarrollo de los primeros sistemas sociales; se puede leer la excelente obra de W. C. Hayes, 1965.
Esta obra póstuma, editada por K. C. S_eele, contiene todo un capítulo sobre. la formación de Egipto:.!,
págs. 1-29, con una abundante bibliografía analítica en las páginas 29-41.
INVENCION Y DIFUSION DE LOS METALES 741
Esa toma de posesión del valle por el hombre comenzó desde el Neolítico, y su
desarrollo prosiguió hasta la· aparición de un sistema monárquico unificado.
Heródoto lo dijo, y otros muchos autores lo han repetido después: «Egipto es
un don del Nilo». Desde el comienzo de la época histórica, cuando se acababa el
proceso de disecación del Africa sahariana,. desde el Atlántico hasta el mar Rojo,
Egipto no hubiera podido vivir sin la inundación anual del río; sin la crecida.
Egipto sería un desierto, como el Sáhara o el Neguev. Pero ese regalo que recibe
del río, ese regalo que le da vida, puede convertirse también en un regalo
envenenado.. En el año 3 de Osorkón III ( - 754), la inundación fue tan intensa
que ningún dique pudo resistir y <<todos los templos de Tebas fueron como una
ciénaga», y el Gran Sacerdote de Amón debió suplicar al dios que detuviese la
subida de las aguas. La misma _catástrofe se produjo el año 6 de Taharqa ( - 683),
cuando todo el valle «se transformó en océano», aunque para las necesidades de
su popularidad el rey presentase el fenómeno como una bendición del cielo.
La crecida es muy inconstante: demasiado impetuosa o demasiado débil, y
pocas veces es lo que sería deseable que fuese 3 • Así, desde 1871 a 1900 se han
observado: tres malas crecidas, tres mediocres, diez buenas, once abundantes y
tres peligrosas. De treinta crecidas, solamente diez han podido considerarse
satisfactorias 4 •
La historia de la civilización en el Africa nilótica es, pues, también la de la
«domesticación», si se puede llamar así, del río por el hombre. Esa domesticación
exige el establecimiento de diques, o terraplenes de tierra, unos paralelos y otros
perpendiculares al curso del río.. Ese dispositivo permite acondicionar en cada
orilla estanques o zonas de retención, o hods, destinados a retrasar la inundación,
a contenerla y a que alcance terrenos que no alcanzaría si se dejara abandonada a
sí misma.
Fruto de una larga experiencia, ese sistema sólo ha podido ser establecido
progresivamente- 5 • Para ser realmente eficaces, en efecto, las cuencas de retención
deben ser preparadas metódicamente en el conjunto del territorio o, por lo menos,
en arnplias regiones, Exigen, pues, el ac.uerdo previo de: un gran número de
hombres para un trabajo comunitario. Ese es el origen de los primeros sistemas
sociales en el valle bajo del Nilo: etnias agrupadas en torno a un centro agrícola
provincial, primero, y luego agrupamiento de varios centros provinciales que
formarán, al fin, dos grupos políticos más amplios, uno al Sur y otro al Norte 6 •
La documentación de que disponemos para ese período de - 5000 a - 3000
no permite precisar la naturaleza del sistema social que es la base de esa
ocupación y del aprovechamiento del valle bajo del Nilo. El término mismo de
«etnia» que acabamos de emplear es, sin duda, abusivo. En efecto, nada permite
3
Sobre los peligros de inundación, cf. J. Besancon, 1957, págs. 78-84.
4
J. Besancon, op. cit., págs. 82-83; bibliografía, págs. 387-388.
5
Las obras generales sobre los riegos egipcios no examinan, según mis conocimientos, los
problemas que plantean la aparición y el desarrollo progresivo de los riegos en Egipto. El sistema
establecido es descrito en.J. Besancon,(op. cit., págs. 85-97) y,en F. Hartmann (1923, págs. 113-118). L.
Kryzaniak _(1977) distingue un período de riego natural (págs. 52-123) y un período de.riego conirolado
(págs. 127-167). Este.habría comenzado en el Gerzense (Nagada ll), cf. ibíd., pág. 13 7. Es decir, en torno
a - 3070 ± 290. Para esa fecha, ver H. A. Nordstrom, 1972, pág. 5.
6
J. Vercoutter, 1967, págs. 253-257.
742 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
afirmar que en esa época hubiese grupos étnicos muy diferenciados a lo largo del
valle del Nilo, mientras que parece cierto que allí ya había grupos políticos o
político-religiosos. La única "indicación que tenemos está fundada en las represen-
taciones de monumentos votivos de pequeñas dimensiones: paletas de pintar y
mazas ceremoniales de origen mágico-religioso. Esa documentación no refleja
-sumariamente, por otra parte- sino la situación en el extremo final del período
en. las últimas generaciones del final del IV milenio 7 • Sin embargo, se puede
admitir que el sistema social que se entrevé gracias a esa documentación apenas
ha evolucionado en el transcurso de los dos milenios de ese período.
El inicio de la historia escrita coincide, en general, .con la füsión en un único
sistema -y bajo la autoridad de un rey único- de los grupos políticos del Sur y
del Norte. Ahí tenemos esquemáticamente la historia del valle bajo del Nilo, de
- 5000 a - 3000, historia que, como sabemos," está dominada no sólo por la
aparición del metal, fenómeno en realidad menor, sino sobre todo por el dominio
del hombre sobre el conjunto del valle; dominio que, independientemente de la
preparación de diques y presas de retención, ha exigido el allanamiento del s,uelo
para que el agua, por una parte, no se estanque en las hondonadas y, por otra,
llegue lo más lejos posible a fin de ampliar las tierras cultivables del valle,
Indudablemente, pues, es una victoria del campesino sobre una naturaleza hostil
aunque se haya dicho otra cosa.
EL NEOLITICO
7
Sobre estos problemas, cf., como últimos datos, J.-L. de Ceniva~ 1973, págs. 49-57.
INVENCION Y DIFUSION DE LOS METALES 743
8
Sobre el Neolítico de Fayum, cf. W. C. Hayes, 1965, págs. 93-99 y 139-140, al que se añadirán
las observaciones de F. Wendorf, R. Said y Schild, 1970, págs. 1161-1171.
• Sobre el yacimiento de Mérimdé-Béni-Salamé, cf. W. C. Hayes, op. ci1., págs. 103-116 y 141-143, a
lo que se añadirá, para la. cerámica, L. Hjalmar, 1962, págs. 3 y sigts.
1
11
° Cf. W, C. Hayes, op. cit., págs. 117-122 y 143-144.
Para el Alto Egipto, desgraciadamente no se dispone de estudios actuales, ni de la bibliografía
de W. C. Hayes, la obra que ha sido interrumpida por la muefte del autor (cf. op. cit.,.pág. 148, n. 1). Se
puede recurrir a la puesta a punto de l Vandier, 1952, págs. 166-180. '
12 Sobr.e el Neolítico «Tasiense», cf. G. Bruntoil, 1937, págs. 5-33; Para la fecha, cf. W. F. Libby,
Hipótesis que exige ahora estar tanto más apoyada cuanto que en el transcur-
so de esta última década las investigaciones arqueológicas en el Sáhara han
demostrado que el Neolítico es también allí muy antiguo, principalmente en
Hoggar, donde el yacimiento de Amekni es casi contemporáneo del Jericó
protoneolítico 15 . En resumen, se observará que las fechas de ese Neolítico
sahariano-sudanés son todas anteriores, tanto a las del Neolítico egipcio, al menos
para los yacimientos actualmente datados de Fa.yum y Merimdé-Béni-Salamé 1 6,
como a las del Neolítico nubio 17 • Por otro lado, la alfarería aparece antes quizás.
en Nubia que en Egipto 18 , siempre, naturalmente, que nos atengamos a las
fuentes actualmente a nuestra disposición.
Teniendo en cuenta la antigüedad del Neolítico sahariano-sudanés, se ve que
no está excluido a priori que el Neolítico del valle del Nilo, en Egipto como en
Nubia, sea el descendiente de ese Neolítico africano. Conviene, como es natural,
ser prudente, ya que por una parte es una realidad la escasez de los yacimientos
neolíticos en el valle bajo del Nilo, en Egipto, y, por otra, está el hecho de que en
Nubia sólo las orillas del río han sido cuidadosamente exploradas y solamente
aún entre la l.ª y la 2.ª Catarata. La franja que se extiende entre el valle del río y el
Sáhara oriental es todavía desconocida desde el punto de vista arqueológico. De
todo ello no resulta menos cierto que las influencias que se han ejercido en el
Capsiense y en el lberomorusiense, desde el norte de Africa hacia Nubia, tanto en
el Sebiliens~ como en el. Paleolítico medio del Africa central, siempre hacia esa
misma Nubia 19 , han podido persistir en el protoneolítico. Y puesto que el Delta
egipcio constituye una evidente encrucijada de caminos ha podido ser el punto de
reencuentro de influencias llegadas del oeste y del sur, al igual que del este y del
nordeste.
Desde la aparición del Neolítico en el valle bajo del Nilo, se comprueba una
diferenciación cultural entre el grupo del Norte y el del Sur. Ciertamente, en
ambos grupo~ las poblaciones son de agricultores y ganaderos que continúan
practicando la ·pesca y la caza: sin embargo, el material que nos han dejado difiere
sensiblemente de un grupo a otro en naturaleza,. calidad y cantidad [25]. Lo
mismo puede decirse de algunas costumbres.
En el Norte, las casas mejor agrupadas pueden hacer pensar en una estructura
social ya coherente, siendo enterrados los muertos en las aldeas, como si
continuaran perteneciendo a una comunidad organizada 20 . El Sur, por su parte,
excava las sepulturas al norde del desierto, mientras que con su hábitat más
disperso parece conservar una organización más familiar. Las diferencias entre los
EL PREDINASTICO
21 Se observará que el grupo del Norte no alcanza el'mar; es tan «continental» como el grupo del
Medio. Oriente, cf. B. J. Forbes, 1964, págs. 16-23. El nombre jeroglífico del cobre sólo ha podido ser
establecido recientemente; cf. J. R. Harris, 1961, págs. 50-62.
746 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
modo muy limitado: revelando algunos individuos a los habitantes del valle la
técnica del cobré. Sin embargo, no se podría descartar la hipótesis de un fenómeno
de convergencia: los propios habitantes del valle del Nilo descubren el metal casi
en el momento en que éste era descubierto también en el «creciente fértil». En
efecto, es en la misma época cuando, qtlizás por accidente, las poblaciones
badarienses descubrieron el esmalte azul calentando muelas o paletas en las que se
había triturado pintura para los ojos a base de malaquita, que es un mineral de
·cobre 26 . Así, los habitantes del valle habrían descubierto al mismo tiempo,
podríamos decir, el cobre, que trabajaban en frío, y lo que se llama la «loza
egipcia», es decir, el esmalte azul, que utilizaron inmediatamente para fabricar
perlas.
Cualquiera que sea el origen de los metales, asiático o autóctono, su empleo es
muy limitado., y las herramientas de piedra siguen siendo aún muy numerosas,
tanto en el grupo Sur como en el grupo Norte. Una cosa, por último, es cierta: el
descubrimiento o difusión del metal no cambia en nada la organización social tal
como se puede entrever gracias a: la ordenación de las sepulturas.
El Predinástico, de - 4000 aproximadamente hasta - 3000, puede divirse en
cuatro fases que ayudan a marcar la ewilución del valJe durante ese período
desgraciadamente muy oscuro todavía. Distinguiremos, pues, los Predinásticos
primitivo, antiguo, medio y tardío.
En el Predinástico primitivo [ = Badariense], los dos grupos del Sut y del Norte
continúan evolucionando cada uno por su lado. Esa fase es conocida en el Sur
gracias, sobre todo, al yacimiento de Badari que se encuentra en la proximidad de
Deir Tasa. A pesar de la aparición de los metales, el Badariense 27 está aún tan
próximo al Neolítico que a veces hemos podido preguntarnos si esa cultura no
sería una simple variante local del Tasiense neolítico. Físicamente, el estudio de
los esqueletos muestra que los Badarienses del Predinástico primitivo estaban
muy próximos de los egipcios que viven actualmente en la misma región. Las
poblaciones continuaban ocupando cabañas ovaladas, en las que, no obstante,
disponían de algo más de comodidad que en la época precedente: utilizaban
esteras tejidas, cojines de cuero e incluso lechos de madera. Se desarrolla el culto a
los muertos: en lo sucesivo, el cadáver está aislado por una pared de madera en la
fosa ovalada en que reposa, y lo rodea un mobiliario funerario, alimentos, vasos,
objetos de uso cotidiano. Como los neolíticos del Tasiense, los Badarienses
cultivan y tejen el lino y utilizan el cuero obtenido por la caza y la ganadería.
Practican, pues, una economía mixta: ya agricultores y ganaderos, efectúan, no
obstante, las expediciones de caza y de pesca. Continúan la fabricación de vasos
rojos con bordes de color negro y de una. cerámica bella de color rojo y finamente
pulimentada. El descubrimiento del esmalte permite a los artesanos fabricar
perlas de un azul intenso. La pintura para los ojos es triturada sobre las paletas de
esquisto, algunas de las cuales están decoradas, como ocurre también con los
peines de marfil. Así es como el arte aparece poco a poco.
26
· A. Lucas, op. Cit.., pág. 20L
27
Sobre esa civilización, las obras básicas siguen siendo las de. G. Brunton, 1928, págs. 1-42; 1937,
págs. 33-66, y 1948, págs. 4-11.
JNVENCION Y DIFUSION DE LOS METALÉS 747
histórica, lo utiliza aún con un valor fonético 31 ;. lo que significa que es en la época
amratiense, por tanto, en el Predinástico antiguo, hacia - 3800 (fecha proporcib-
nada por el C 14), cuando el sistema de escritura jeroglífic_a debió comenzar a
formarse.
El arte continúa desarrollándose. Es entonces cuando aparecen estatuillas de
hombres barbudos llevando una funda fálica, de mujeres bailando y de animales
diversos, al mismo tiempo que un mayor número de paletas para pintar adorna-
das y de peines decorados con representaciones animales 32 .
Los yacimientos del Amratiense, agrupados entre Assiut al Norte y Tebas al
Sur, engloban principalmente a los de Nagada, Bailas, Hou y Abidos. Por
consiguiente, es más lamentable que no se conozca en el grupo del Norte algún
yacirr:iiento contemporáneo del Amratiense más que en Abidos, donde se obser-
van señales claras de contactos entre el Sur y el Norte, principalmente por la
aparición en el moblaje funerario amratiense de los vasos de piedra con formas
características del Predinástico septentrional. Nada indica en las prácticas
funerarias que allí haya habido un cambio de organización social entre el
Predinástico primitivo y el Predinástico antiguo·del Amratiense. Parece, pues, que
estamos siempre en presencia de comunidades humanas compuestas de indivi-
duos iguales, incluso aunque estén bajo la autoridad de un jefe único, o de un
grupo de individuos.
Tras un siglo de existencia, o tal vez menos, la cultura amratiense se funde
poco a poco en una cultura nueva, compleja, que mezcla elementos del Amratien-
se con otros de origen indiscutiblemente septentrional. Esa cultura mixta, el
Predinástico medio [ = Negadiense JI y quizás Omariense AJ o Gerzense (Nagada
II en la nomenclatura de Petrie) adquiere su nombre del yacimiento de Gerzeh 33 ,
en el Bajo Egipto, cerca de Fayum, donde aparece del modo más claro. Tiene dos
aspectos, uno puramente gerzense en el Norte y otro que es una mezcla de
amratiense y gerzense en el Sur 34 .
Esa cultura nueva está centrada, al Norte, en la región Menfis-Fayum-punta
sur del Delta. Es sobre todo en alfarería en la. que el Gerzense septentrional marca
su originalidad, con vasos de Color claro, agamuzados, de una materia muy
diferente de la de la alfarería del Sur. La decoración es naturalista, de color ocre
rojo sobre fondo claro, con temas nuevos: montañas, íbices, flamencos, áloes y,
sobre todo, barcos. Como los artesanos de Fayum-A, a quienes suceden, los del
Gerzense fabrican vasos de piedra, pero en esquisto, y usan las piedras más duras:
mármol, basalto, diorita, serpentina. El arma típica de esa cultura es la maza
piriforme 3 5 , que se convertirá en el arma real por excelencia en los comienzos de
la historia y seguirá siendo, como la maza amratiense, uno de los signos de la
escritura jeroglífica 36 •
31
A. H. Gardiner, 1957, pág. 510, t. l.
32
J. L. de Cenival, op. cir., págs. 16-21.
33
La aldea de El-Gerzeh está situada a la altura de Fayum y, por consiguiente, muy al sur de El
Cairoactual; el yacimiento predinástico ha sido excavado en 191 l. Cf. W. M.F. Retrie, E. Mackay y G.
Wainwríght, 1912.
34
J. Vercoutter, 1967, págs. 245-267, y J. Vandier, op. cir., 248-252 y 4'.36-496.
35
W. M. F. Petrie, op. cir., pi. XXVI y págs. 22-24.
36
A. H. Gardiner, op, cit., pág. 510, t. 3.
JNVENCION Y DIFUSION DE LOS METALES 749
Se adivina también una evolución social y religiosa. Los muertos son enterra-
dos ahora en tumbas rectangulares, con la cabeza hacia el norte y de cara al este,
y ya no al oeste. En cuanto a los barcos tan frecuentemente representados en la
alfarería gerzense, llevan en la proa «insignias» en las que es difícil no apreciar
antecedentes de los rótulos de los nomes, o provincias del Egipto faraónico,
Así pues, parece que, al sobrepasar el estadio de la familia y de la aldea, los
grupos humanos se asocian en adelante en conjuntos mucho más vastos. El poder
que resulta de esa nueva organización social permite, sin duda, un mejor
aprovechamiento del valle por el riego y aporta, por consiguiente, una mayor
riqueza que se traduce en la producción de objetos elaborados, como vasos de
piedra, más numerosos y bellos, y el mayor número de herramientas y de armas de
cobre.: cinceles, dagas, puntas de arpón y hachas. Sin duda, no es una casualidad si
en ese momento los adornos funerarios acuden al oro y a numerosas piedras
semipreciosas: lapislázuli, calcedonia, turquesa, coralina y ágata. La estatuaria se
desarrolla, y los motivos representados, halcón y cabeza de vaca principalmente,
muestran a la perfección que la región faraónica está también en gestación;
Horus, el Halcón, y Hathor, la Vaca, ya son adorados.
En el Sur, las culturas que siguen al Amratiense del Predinástico antiguo están
muy impregnadas de influencias gerzenses. Así, la alfarería gerzense clásica,
agamuzada, con decoración naturalista de color rojo, se encuentra junto a la
tradicional cerámica del Sur, de color rojo con bordes negros o con adornos de
color blanco mate.
En realidad, la influencia de un grupo sobre otro es recíproca, y las semejanzas
entre ambos son numerosas en esa época: el utillaje lítico principalmente y la
técnica de la talla de los cuchillos de sílex alcanzan su punto de perfección, siendo
similares las paletas de pintar de esquisto. Se va, pues, poco a poco hacia una
fusión completa de los dos grupos de cultura.
Esa fusión entre el Sur y el Norte será el hecho del Predinástico reciente, o
Gerzense reciente; se le llama también, a veces, Semainiense [ = Omariense B y
Meadiense] 37 • Se está ahora en el umbral de la Historia, porque la duración de
esa última fase ha podido ser müy breve. Si .se mantiene la fecha del - 3000 para
los comienzos de la Historia, lo que he hecho yo a fin de seguir siendo fiel a las
fechas aún tradicionalmente admitidas, esa fase no habría durado probablemente
más de dos o tres generaciones como máximo. Una datación con C14 para el
Predinástico medio nos enseña, en efecto, que éste dura todavía en - 3066, lo que
deja apenas tres cuartos de siglo para pasar del final del Predínástico medio a los
comienzos de la Historia. En realidad, es probable que haya que bajar en dos
siglos aproximadamente esos comienzos pero, aunque se fijen éstos hacia
- 2800 38 , no queda apenas más que poco más de dos siglos para una fase que ve
la terminación del aprovechamiento del valle bajo del Nilo y el establecimiento de
un sistema social dirigido por una monarquía de derecho divino.
Esa fase está tan próxima de la que ve la aparición de textos escritos que se ha
37
La expresión es de Flinders Petrie, 1939, págs. 55 y sigts. Semaineh es una aldea del Alto
Egifto, cerca de Qena. Cf. también J, Vercoµtter, 1967, págs. 247-250.
8
A. Sharff, 1950, pág. 191.
750 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
43
Cf. A. H. Gardiner, 1957, págs. 71-76.
44
Sobre los Shemsou-Hor, cf. J. Vandier, op. cit., págs. 129-130 y 635-636.
45
Hierakonpolis ha proporcionado numerosos monumentos predinásticos, cf. Porter y Moss,
1937, págs. 191-199. .
46
El yacimiento de la capital no ha sido descubierto. La presencia de una necrópolis real de esa
época (cf. W. M.F. Petrie, 1901), sobre la orilla oeste del Nilo, indica que la ciudad debía encontrarse
en su proximidad.
47 El yacimiento ha sido explorado en 1898: d. J. E. Quibell, Hiéraiwnpolis, Londres, 1900-1902.
48
Las más belJas han sido reunidas por W. M. F. Petrie, 1953.
752 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
55
Descripción de esa industria en F. Wendorf, 1968, págs. 611-629; cf. también H. Nordstrom,
1972, págs. 12-16.
56
G. A. Reisner, 1910, págs. 313-332.
7
>· B. G. Trigger, 1965, págs. 67 y sigts., fig. 1, pág. 46.
INVENCION Y DIFUSION DE LOS METALES 755
En el tiempo, el Grupo A 58 va desde el final del Neolítico, hacia - 3800, hasta
el final del Imperio Antiguo egipcio, hacia - 2200. En él se pueden distinguir
varias fases: el Grupo A antiguo, de - 3800 a - 3200 aproximadamente; el
Grupo A clásico, de - 3200 a - 2800 aproximadamente; y el Grupo A tardío
(antiguo Grupo B), de - 2800 a - 2200 aproximadamente. Sólo analizaremos
aquí las dos prirneras fases.
El Grupo A Antiguo es el peor conocido 59 . En el. curso de las recientes
excavaciones en la Nubia sudanesa, entre 1960 y 1966, se ha observado que la
civilización «neolítica» del Grupo A sucedía directamente a la del Abkiense
neolítico; habrá, pues, que esperar la publicación de los informes de excavaciones
in extenso para tener una idea más exacta de lo que representa. En la Baja Nubia
parece que el yacimiento de Khor Bahan, al sur de Shellal, pertenece a esa fase
antigua y es contemporáneo del Gerzense y, por tanto, del Predinástico medio
egipcio. En esa época, la agricultura y la ganadería, ausentes del Abkiense, se
practican en la Nubia Baja: utilizando una técnica propia en el valle alto, las
comunidades de agricultores establecían en el momento de las aguas bajas diques
de piedra perpendiculares al río, que tenían por misión retardar la corriente y
facilitar así el depósito del limo sobre los campos de las márgenes del Nilo,
ampliando la extensión de ellos. Por otro lado, el hallazgo de huesos de bóvidos y
caprinos en las tumbas, procedentes sin duda de sacrificios funerarios, sugiere que
esas comunidades eran seminómadas. Los campos, en efecto, al ser insuficientes
para alimentar un gran número de animales, hacen pensar que los rebaños
emigraban durante una parte del año a las mesetas vecinas que todavía debían
conocer un régimen de estepas, como lo muestra la presencia de antílopes y
leones.
El hallazgo de objetos de cobre en los yacimientos del Grupo A plantea el
problema de la difusión de ese metal en el valle alto. Al igual que las poblaciones
del Badariense, los africanos del Grupo A utilizaban la malaquita como pintura
para los ojos, triturándola en paletas de cuarzo; también conocían la técnica de
fabricación de la pasta esmaltada («loza egipcia»). Dado que existen yacimientos
de mineral de cobre en Nubia, que han sido antiquísima.mente explotados, es muy
posible que los objetos de cobre eacontrados en los yacimientos del Grupo· f:¡.
antiguo (sobre todo las agujas) sean únicamente de fabricación local 60 .
Parece que las importaciones llegadas del Norte se limitan a vasos de piedra,
alabastro, esquisto, mármol y materias primas como el sílex, que no existe
prácticamente en las areniscas nubias, mientras que es abundante en Egipto. La
alfarería sigue siendo del tipo rojo con bordes negros; fabricada localmente, es de
una excelente técnica. Para sus herramientas• y armas, las poblaciones del Grupo
A utilizaban más la piedra y el hueso que el metal: los cuchillos y mazas, de la
misma forma que los del Amratiense, son de sílex, diorita o basalto; las agujas o
58
Todos los informes de las excavaciones realizadas en Nubi'a a instancias de la UNESCO, tanto
en Egipto como en Sudán, todavía no han sido publicados. Para el Grupo A, ver, en último extremo,
H. Nordstrom, 1972, págs. 17-32.
59
H. Nordstrorn, I°972, págs. 17-28 y en distintos sitios.
60
Se observará que, ya en el A~tiguo Imperio, el mineral de cobre parece que ha sido tratado in
situ, en Bouhen principalmente; cf. W. B. Emery, 1965, págs. 111-114.
756 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
fíbulas y punzones son la mayoría de las veces de hueso o de marfil. El oro aparece
en los adornos. Las paletas de pintar, de esquisto, están inspiradas, sin duda, en
las paletas egipcias, pero se encuentran paletas de cuarzo blanco que son típicas
de la cultura del Grupo A 61 .
Al Grupo A antiguo, aún poco conocido, sucede el Grupo A clásico que, a
juzgar por el número de tumbas y de necrópolis que ha dejado, conoce lo que
podría llamarse una explosión demográfica 62 . El Grupo A clásico, muy próximo
materialmente a su predecesor, se distingue de éste sobre todo por "ia importación
de un número mucho mayor de objetos del valle bajo. En ese fenómeno se ha yisto
la prueba de un comercio activo entre los valles bajo y alto del Nilo. La alfarería
sigue siendo de una calidad y fineza superiores, pero va acompañada de un gran
número de vasos de importación del tipo gerzense, de color claro. Son vasos
utilitarios que sin duda han contenido materias perecederas (se piensa especial-
mente en el aceite), importadas a ca.mbio del marfil y ébano traídos del Sur.
La cultura del Grupo A clásico continúa prosperando hasta los alrededores
del - 2800 aproximadamente, cuando desaparece bruscamente y casi del todo,
dando lugar a la cultura muy empobrecida del Grupo A tardío (antiguo Grupo
8) 63 . En esa casi desaparición se ha visto el resultado de las incursiones egipcias
dirigidas por los faraones de la primera dinastía tinita. Inscripciones egipcias de
esa época, descubiertas un poco al norte de la 2.ª Catarata, hacen muy lógica esa
explicación. De todos modos, salimos ahora de la época prehistórica.
Si para el valle del Nilo quisiéramos resumir ese periodo oscuro, pero tan
importante, que va del Neolítico al final del Predinástico, diríamos que está
señalado en el valle bajo por el paso de un sistema social basado en familias o
grupos restringidos de cazadores-pescadores, que practican algo la ganadería y
una agricultura limitada a las orillas del río y de Fayum, a un sistema complejo de
individuos sedentarios organizados en aldeas y grupos de aldeas, y que practican
el riego y una agricultura especializada. Esas aldeas se encuentran reunidas, hacia
el - 3000, bajo la autoridad de un jefe único, el faraón, que gobierna el valle bajo,
desde la 1.3 catarata hasta el Mediterráneo.
En el valle alto asistimos al paso del sistema de grupos de pescadores-
cazadores, que practican una ganadería muy limitada, a otro sistema que agrupa a
ganaderos-agricultores a lo largo del río, donde establecen espigones para ampliar
sus cultivos. La construcción de esos espigones supone una organización colectiva
importante, aunque menos considerable que en el valle bajo.
En el transcurso de esa misma época, a partir del - 3300, vemos que el cobre
se extiende en todo el valle del Nilo. Aunque el origen de la metalurgia del cobre
· sigue siendo mal conocido y discutido, no es imposible que haya tenido nacimien-
to, o haya sido reinventada, en el valle del Nilo.
61
F. Hitze, 1967, pág. 44.
62
B. G. Trigger, 1965, págs. 74-75.
63
H. S. s·mith, 1966, págs. 118-124.
INVENCION Y DIFUSION DE LOS METALES 757
LA EPOCA HISTORICA DEL - 3000 AL SIGLO V
ANTES DE LA ERA CRISTIANA
Cuando aparecen los primeros textos egipcios, hacia el - 3000, los sistemas
sociales están establecidos, según parece, en el conjunto del valle del Nilo y ya no
evolucionará apenas. En el Norte tenemos un sistema de monarquía de derecho
divino que gobierna a una masa de individuos iguales ante el rey, en teoría al
menos. En el Sur, el sistema parece menos rígido, y, debido al nomadismo o
seminomadismo, un sistema fundado en gran parte en la familia se mantiene sin
duda durante casi todo el período que va del - 3000 al siglo V antes de la era
cristiana. Sólo en el límite final de aquélla, el valle del Nilo, entre la l." Catarata y
la confluencia de los Nilos Blanco y Azul, si no más al Sur aún, conocerá un
régimen quizás similar al del valle egipcio.
Dado el carácter estático de los sistemas sociales en el curso de ese período,
expondremos rápidamente su evolución e insistiremos más sobre los dos hechos
culturales que marcan tal período: la invención y difusión del bronce, pof un lado,
y, muy tardíamente,. las del hierro, por oti:o.
64
Cf. las observaciones pertinentes de G. Posener en G. Posener, S. Sauneron y J. Yoyotte, 1959, s.
v. Esclavage, pág. 107.
65 J. Pirenne, 1932,. págs. 206-211, y G. Posener, 1959, págs. 76 y 107.
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INVENCÍON Y DIFUSION DE LOS METALES 759
(déspués de - 1580) pueden ser muy ricas. Así, la hacienda del dios Amón cuenta
con 81.322 hombres, 421.362 cabezas de ganado, 43 jardines, 2.393 km2 de
campos, 83 barcos y 65 aldeas 66 . Esos bienes están en el Alto y Bajo Egipto, en
Siria-Palestina y en Nubia. La hacienda real está compuesta del mismo modo y
dispersa por el país en torno a un palacio o al templo funerario del soberano. Cada
individuo depende obligatoriamente de una hacienda que provee a sus necesida-
des de modo muy jerarquizado. La remuneración, en especie, varía mucho según la
función desempeñada: un escribiente recibe más «raciones» que un cultivador o
un artesano; lo cual permite a los más favorecidos del sistema adquirir a su vez
criados y haciendas familiares vendiendo, no su función, sino una parte de las
rentas anejas a ella.
Si se quiere escapar a la obligación que impone el sistema social egipcio, el
individuo no tiene otro recurso que la huida. Los «desertores» huyen hacia el
oeste, a las orillas del desierto, donde viven de incursiones sobre los cultivos del
valle, o bien pasan al extranjero, sobre todo a Siria-Palestina 67 .
La estabilidad del sistema social depende en gran parte de la autoridad y
energía del poder central, del rey y de la administración. Cuando éstos son débiles,
se puede asistir a un desorden profundo en el funcionamiento del sistema, y hasta
a revoluciones, como ocurrió principalmente entre - 2200 y - 2100 aproximada-
mente, cuando la autoridad del faraón fue puesta en duda y los favoritos
de~poseídos de sus bienes 6 8 . También.se conocen desórdenes localizados, como la
huelga de los artesanos de la- hacienda real de Deir-el-Medineh, en 1165, por no
haber recibido sus raciones mensuales, ni sus vestidos ...
La situación social de un individuo no es definitivamente fija-; siempre puede
set discutida, bien por voluntad real, bien como consecuencia de faltas cometidas
en el ejercicio de una función. La degradación de un funcionario y su reenvío «a la
tierra» están _mencionados en diversas ocasiones en los textos egipcios 69 .
A partir de - 1580 aproximadamente, los militares ocupan un lugar aparte en
el sistema social egipcio. Para expulsar a los hicsos de Egipto y dirigir su política
de incursiones agresivas tanto hacia Nubia como hacia el Asia Menor, los
faraones crearon un auténtico ejército profesional 70 • Los militares son recompen-
sados con tierras y propiedades agrícolas que pueden transmitir a sus herederos a
condición de que éstos continúen el oficio de las armas. Ese .sistema se desarrolló
en el transcurso de los siglos y condujo, al final de la historia de Egipto, a la
creación de una «casta» militar.
En el valle alto del Nilo, la organización social es aún mal conocida. Hemos
visto que al final de la época predinástica se había establecido un sistema social, al
menos en la Baja Nubia, que comprendía individuos sedentarios y nómadas o
66
J. H. Breasted, 1906, pág. 97.
67
El mejor ejemplo de·.ese hecho,es el de Sinouhé, quien por temor a ser implicado en un complot
palaciego huye de Palestina. Tendrá que solicitar el perdón del Faraón para poder volver a Egipto. Cf.
G. Lefebvre, 1949, «l'Histoire de Sinouhé», págs. 1-25. A éste se añadirá W. K. Simpson (ed.), 1972,
págs. 57-74.
68
J. Vandier, 1962, págs. 213-220 y 235-237.
69 Principalmente en el decreto de Nauri, donde es una de las sanciones.corrientes, cf. F. L. Griffith,
,'.~
INVENCION Y DIFUSION DE LOS METALES 761
seminómadas, sin que se pueda saber si unos y otros vivían en comunidad o
simplemente juntos. Los escasos documentos egipcios que hacen alusión a la
organización política de las poblaciones al sur de la 1.ª Catarata dejan entrever un
reparto de agrupaciones humanas de escasa densidad a lo largo del valle, bajo la
autoridad de jefes locales cuyo poder era hereditario 71 .
La arqueología no aporta apenas informaciones. La ganadería sigue siendo un
factor económico importante del valle alto; sin duda favorece el mantenimiento de
las estructuras familiares. Al seguir así, a partir de - 1580, la intervención egipcia
modifica ciertamente el sistema existente, o más bien lo hace desaparecer. La
ocupación por Egipto de los territorios al sur de Assuán conduce rápidamente a
su desplazamiento 72 • Por necesidades de su política asiática, Egipto, en efecto,
explota a ultranza el valle alto, cuyos habitantes desaparecen huyendo indudable-
mente hacia el sur y el oeste, a unas regiones hoy desconocidas por la arqueolo-
gía.
Sólo hacia - 750, bajo el impulso de soberanos sudaneses originarios de la
región de Dongola, vemos crearse un auténtico reino organizado, inspirado en el
modelo egipcio. Parece que se extiende desde la confluencia de los dos Nilos, en el
Sur, hasta la 2." Catarata, primero, y luego hasta el Mediterráneo, absorbiendo la
Baja Nubia de - 750 a - 650 73 . En ese reino, el matriarcado, al menos para la
familia dirigente, desempeña un papel importante, pero los documentos son
demasiado escasos y poco explícitos para explicarnos el sistema social al que están
sometidas las agrupaciones humanas que lo componen.
Al comienzo del período histórico, los metales preciosos; oro y plata, así como
el cobre, son conocidos y ampliamente difundidos en el conjunto del valle del
Nilo. La metalurgia de esos metales continúa desarrollándose después del 111
milenio. En ei II milenio aparecen el bronce, aleación de cobre y estaño y,
esporádicamente, a partir de - 1580, el hierro.
Entre la l." y 3.ª Cataratas se encuentra la mayor parte de las minas de oro
explotadas por egipcios y nubios 74 . Haciendo prospecciones en los yacimientos
de metales preciosos, los egipcios del Imperio Medio alcanzaron y luego sobrepa-
saron la 2.ª Catarata. En el Nuevo Imperio, el oro desempeña un papel primordial
en la política asiática de Egipto para «comprar» las alianzas locales. El oro
extraído de las minas de Egipto y de Nubia contiene siempre una fuerte
proporción de plata 75 , y se distinguía el oro blanco, o electro (hadji, en egipcio),.
que contiene al menos un 20 por 100 de plata, del oro amarillo (noub, en egipcio);
a este propósito, advirtamos que no es cierto·que esa palabra egipcia sea el origen
de la palabra Nubia. El oro ha sido utilizado en Egipto con múltiples aplicado-
71
G. Posener, 1940, págs. 35-38 y 48-62.
72
W. Y. Adams, 1964, págs. 104-109.
73
H. V. Zeissl, 1955, págs. 12, 16.
74
J. Vercoutter, 1959, págs. 128-133, y mapa, pág. 129.
75
A. Lucas, 1962, págs. 224-234.
• Estatua de cobre de Pepi I (Imperio Antiguo). Museo de El Cairo.
•• -. - !.; •
76
Dows Dunham, 1955, passim_
77
A. Lucas, op. cit., págs. 199-217 y 217-223.
78
A. Lucas, op. cit., págs. 217-218 y 255-257.
79
G. A. Reisner, 1923, cap. 26, págs. 176-205.
80
P. L. Shinnie, 1971, págs. 92°94.
764 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
valle bajo; un siglo después se emplea también como el bronce y el cobre. En esa
fecha, es fundido y trabajado en Egipto, en los centros de influencia griega.
El valle del Nilo alcanza entonces gi:an importancia enla difusión-del hierro en
Africa 81 . Es posible que haya sido trabajado más antiguamente tanto en el alto
como en el valle bajo del Nilo, lo que explicaría su empleo más frecuente bajo la
XXV dinastía, originaria de Dongola (hacia - 800). Sin embargo, aunque. el valle
alto dispusiese a la vez de mineral de hierro y de bosques para la fabricación de
carbón de madera necesario para la metalurgia del hierro, sólo a partir del siglo 1
antes de la era cristiana, con el florecimiento de la civilización meroítica, entre la
3.ª y 4.ª Catarata, el hierro se difundirá ampliamente 8 2 • Asi pues, sobre todo como
iniciadora de la civilización de Meroé es como la cultura nilótica de Napata, del
siglo Vil al IV antes de la era cristiana, ha tenido un papel importante en la
difusión del hierro en Africa.
81
A. Lucas, op. cit., págs. 235-243.
82
El papel de Meroé en la difusión del hierro en Africa no es tan evidente como se creía hasta hace
poco; cf. P. L. Shinne; 1971, págs. 94-95, quien cita también a B. C. Trigger, 1969, págs. 23-50. Después
de todo, Méroé no es la única posibilidad para la difusión. El . hierro ha podido ser difundido,
partiendo de Africa del Norte, por las pistas del Sáhara, cf. P. L. Shinne, 1967, pág. 168, con remisión a
C. Huard, 1960, págs. 134-178; y 1964, págs. 49-50.
Conclusión
DE LA NATURALEZA BRUTA
A UNA HUMANIDAD
LIBERADA
J. Kl-ZERBO
Aunque no haya aún una certeza absoluta en este tema, ello es así porque la
Historia humana está enterrada desde los orígenes, y esta Historia subterránea no
se halla completamente exhumada, pero, en tanto que las excavaciones sólo están
en su inicio en Africa y la acidez del suelo allí devora casi por completo los restos
fósiles, los hallazgos realizados hasta ahora clasifican ya a ese continente como a
uno de los grandes, si no como al principal centro del fenómeno de hominización.
Eso es verdad ya en el nivel del keniapiteco ( Kenyapithecus Wickeri, 14 millones
de años) al que algunos consideran como el iniciador de la dinastía humana. El
ramapiteco de Asia no es más que una variedad del anterior que debió llegar a la
India partiendo de Africa. Pero eso se verifica, sobre todo, con el Australopiteco
( Australopithecus Africanus o afarensis) que indudablemente es el primer homíni-
do, bípedo explorador de las sabanas del Africa oriental y central y en quien el
moldeado endocraneal ha reveiado un desarrollo de los lóbulos frontales y
766 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
LA ADAPTACION AL MEDIO
'La adaptación al medio fue uno de los factores más poderosos del trabajo
manual del Hombre desde sus orígenes. Las características morfológicas de las
poblaciones afr.icanas hasta la actualidad fueron eleboradas en ese período crucial
de la Prehistoria. Así es como el aspecto lampiño de la piel, su color moreno,
cobrizo o negro, su abundancia en glándulas sudoríparas, las aletas de la nariz y
los labios abiertos de buen número de africanos y los cabellos rizados, ensortija-
dos o crespos, todo ello depende de las condiciones tropicales. La melanina y los
cabellos crespos, por ejemplo, protegen del calor. Además, la posición de pie que
fue una etapa tan decisiva del proceso de hominización y que supuso o entrañó
una adecuación de la economía de los huesos de la cadera pelviana va unida,
según algunos prehistoriadores, a la adaptación al medio geográfico de las
sabanas con altas hierbas de las mesetas esteafricanas: era preciso siempre
1
W. W. Howells, 1972, pág. 5.
DE LA NATURALEZA BRUTA A UNA HUMANIDAD LIBERADA 767
ponerse de pie para mirar por encima con el fin de acechar a su presa o huir de las
fieras hostiles.
Otros científicos (Alister Hardy, por ejemplo) recurren al medio acuático, no
sólo para la aparición de la vida, sino para la hominización. Así piensa Elaine
Morgan, para quien ese proceso se habría desarrollado en Africa a las orillas de los
grandes lagos o del océano. Y explica la posición de pie por la necesidad de tener
la cabeza fuera del agua en la que los individuos se habían sumergido para escapar
de los monstruos más fuertes, pero más alérgicos al agua. También explica, por el
medio acuático, algunas características humanas como la presencia de una capa
de grasa subcutánea, la posición retrasada de los órganos sexuales en la mujer y el
alargamiento correspondiente del órgano sexual masculino, el hecho de que
seamos los únicos primates que lloran, etc 2. Todas esas adaptaciones biológicas se
realizaban poco. a poco mediante la herencia y se transmitían como características
permanentes. La adaptación al medio impuso también el estilo de las primeras
herramientas humanas. Por eso, C. Gabel se pronuncia por un origen autóctono
de las herramientas de tipo «capsiense», dado el estilo de las láminas, buriles y
raspadores que se adaptan a un material tan importante como la obsidiana.
EL MEDIO TECNOLOGICO
cerámica llegó al Sáhara y a Egipto partiendo de las tierras altas del Africa
oriental. La alfarería, innovación revolucionaria, acompaña la acumulación
primitiva del capital bajo las especies de bienes arrancados a la naturaleza por la
industria humana. Con la cocina se inicia uno de los aspectos más refinados de la
cultura que nos permite medir el salto cualitativo realizado desde el horno habilis y
su dieta de hojas, raíces y carne palpitante; en resúmen, su «economía de presa».
LA DINAMICA SOCIAL
7
Vsevolod P. Iakimov, 1972, pág. 2.
8
Cf. Víctor Bounak, 1972, pág. 69.
770 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
9
«El lenguaje, que ha permitido al hombre conceptualizar, memorizar y transmitir los conoci-
mientos adquiridos inmediatamente en la experiencia de la vida cotidiana, ¿no es aC!ll!O el más
extraordinario p~oducto de la capacidad científica de las sociedades no intelectuales?» (B. Verhaegen;
1974, pág. 154).
DE LA NATU~ALEZA BRUTA A UNA HUMANIDAD LIBERADA 771
reparto de los trabajos, que cada vez se hacen más especializados: pa:ra: mujeres y
hombres; campesinos y pastores, zapateros, artesanos de la piedra, de la madera y
del hueso y, pronto, herreros.
°
1
Cf. Hace 30_.000 años la raza negra cubría el mundo, en Sciences et Avenir, octubre de 1954, núm.
92. Ver también A. Moret, 1931.
11
R. Furon, 1943, págs. 1~15.
12
Dumolio de Laplaote, 1947, pág. 13.
• De la naruraleza bruta a una ,-~,w--~----
1 • •
humanidad liberada. u
1. Australopithecus boisei
yacimientos de Omo, cole~.
M_useo del Hombre (fot. Oster
L,
num. 77-1495-493); '
2. Laboratorio donde se
realizan investigaciones sobre el
aprovechamiento del delta del
Senegal. Ross-Bethio, Senegal
(fot. B. Nantet).
.?
DE LA NATURALEZA BRUTA A UNA HU!y!ANIDAD LIBERADA 773
social centrado en las tareas cotidianas, «los trabajos y los días>> del grupo, sus
enfrentamientos con los animales o con los clanes hostiles, sus zozobras y terrores,
sus distracciones y juegos·; en resumen, los momentos importantes de la vida
colectiva. Galerías o frescos animados y palpitantes que reflejan en el espejo de las
paredes rocosas la vida pujante o bucólica de los primeros clanes humanos. Ese
arte que procede de una técnica quintaesenciada, refleja frecuentemente también
las preocupaciones y las angustias espirituales del grupo. Y representa danzas de
embrujamiento, grupos de cazadores enmascarados, brujos en plena acción y
damas con el rostro embadurnado de blanco (como se hace todavía hoy en el
Africa negra en las ceremonias iniciáticas) y que se apresuran, como llamados por
una misteriosa cita. Por otro lado, se advierte al hilo del tiempo un paso ,gradual
de la magia o la religión, examen que confirma la evolución del hombre hacia la
sociedad política en el transcurso de la prehistoria africana, puesto que numerosos
líderes serán en el inicio jefes y sacerdotes a la vez.
En efecto, el crecimiento de las fuerzas productivas en el Neolítico debió
provocar un desarrollo demográfico que, a su vez, ha desencadenado fenómenos
migratorios, como lo atestigua la dispersión característica de algunos «talleres»
prehistóricos, cuyo material lítico presenta un parentesco de estilo. El radio de
acción de las incursiones y de las marchas definitivas se ampliaba a medida que se
desarrollaba la eficacia de las· herramientas y de las armas, unida a veces a la
reducción de su peso. Africa es un continente donde los hombres se han movido
en todos los sentidos, como atraídos por los horizontes inmensos de esa tierra
imponente. El inextricable embrollo de las imbricaciones que presenta hoy el
mapa étnico africano, en un rompecabezas que desalentaría a un ordenador, es el
resultado de ese movimiento browniano de los pueblos, de envergadura plurimile-
naria. Por lo que podemos conocer, los primeros intentos migratorios parece que
partieron de los «bantúes» del este y del nordeste para irradiar hacia el oeste y el
norte. Después, a partir del Neolítico, la «corriente» .general parece que desciende
hacia el sur, como bajo el efecto repulsivo del. desierto gigante, terrible franja
ecológica instalada en adelante de un modo imponente a través del continente.
Ese reflujo hacia el sur y el este (sudaneses y bantúes, nilotas, etc.) proseguirá
durante el período histórico hasta el siglo XIX, en que las últimas oleadas iban allí
a morir a la orilla del mar austral.
El jefe de caravana que, envuelto de amuletos y de armas, conduce al clan
hacia el progreso o la aventura es el antepasado epónimo que propulsaba a su
pueblo en la historia y cuyo nombre atravesará los siglos, nimbado de un halo de
veneración casi ritual. En efecto, las migraciones eran esencialmente fenómenos de
grupos y actos de componentes altamente sociales.
Esas migraciones, consecuencias de éxitos (o fracasos) en el entorno de origen,.
terminarán con resultados ambiguos. De una parte, en efecto, crean el progreso,
porque sus estratos sucesivos y convergentes aséguran poco a poco la toma de
posesión, ya que no el dominio del continente, y, gracias a los intercambios que
suscitan, exaltan las innovaciones por una especie de efecto acumulativo. Pero, en
cambio, al diluir la densidad de la población en un espacio desmesurado, las
migraciones impiden a los grupos humanos alcanzar el umbral de concentración a
partir del cual el hormiguero humano se ve obligado a superarse en invenciones
774 METODOLOGlA Y PREHISTORIA AFRICANA
EL MOVIMIENTO HISTORICO
inteligencia». Por 'otro lado, para él, el objeto de esa ciencia no es sólo la espuma
superficial de los acontecimientos: «¿Qué ventaja existe en referir el nombre de las
mujeres de un antiguo soberano y la inscripción grabada en su anillo?». Sobre
todo, estudia los modos de producción y de vida y las relaciones sociales; en
resumen, la civilización (al-Umrii.n al-Bashari). Finalmente, elabora, para explicar
el proceso de progresión de la Historia,. una teoría dialéctica oponiendo el papel
del espíritu solidario e iguaJitario (asabiya) y la dictadura del rey, respectivamen-
te, en las zonas rurales o pastoriles (al-Umrii.n al-Badawi) y en las ciudades
(al-Umran al-Hadari).
Así se da un paso incesante y alterno del dominio de una forma de civilización
al de la otra, sin que ese ritmo sea cíclico, porque se reproduce cada vez a un nivel
superior para dar nacimiento a una especie de progresión en espiral. Al afirmar
que «las diferencias en los usos e instituciones de los diversos pueblos dependen
del modo como cada uno de ellos provee a su subsistencia», ll;m Khaldün
formulaba claramente y con algunos siglos de adelanto una de las proposiciones
axiales del materiafismo histórico de Carlos Marx. Este, tras haber analizado con
el vigor y el poder de síntesis que ya conocemos la ley de evolución del mundo
occidental, examinó subsidiariamente los modos de pwducción exóticos. En 1859
analiza en Formen el concepto de modo de producción asiático, una de las tres
formas de comunidad agrarias, «naturales», basadas en la propiedad del suelo. El
modo de producción asiático se distingue por la existencia de comunidades
aldeanas de base, dominadas por un cuerpo estatal beneficiario de los excedentes
de producción de los agricultores, los cuales son sometidos, no a una esclaV.itud
individual, sino a una «esclavitud general», subyugándolos como grupo. Por parte
de los dirigentes, conjuntamente a un poder de función pública, existe, pues, un
poder de explotación de las comunidades inferiores por esa comunidad superior
que se atribuye la propiedad eminente de las tierras 1 3, comercializa los excedentes
e inicia grandes trabajos, sob:re todo de riego, para promover la producción;
en resumen, ejerce sobre las masas una autoridad calificada de «despotismo
oriental». Ahora bien, los conocimientos arqueológicos y antropológicos acumu-
lados desde Marx han mostrado que el desarrollo de ciertas sociedades no es
reducible, ni a los cinco estadios definidos por Marx en El Capital y erigidos en
dogma intangible por Stalin, ni a la vari~dad precapitalista del «modo de
producción asiático», considerada como una variante del paso al Estado para las
sociedades no europeas. En particular, y a reserva de estudios monográficos
posteriores que invaliden esa proposición, el análisis concreto de las estructuras
africanas no permite analizar todas las características formuladas por Marx para
reencontrar la sucesión de los diferentes modos de producción.
Así es como en el estadio de la comunidad primitiva, comrariamente a las
formas europeas (antigua y germánica), que se distinguen por el hecho de que la
apropiación privada del suelo se desarrolla allí en el seno de la propiedad común,
13
La unidad superior se presenta como «propietario superior» o «único propietario». En efecto,
«tan pronto como Marx insiste en el hecho de que el Estado es el verdadero propietario del suelo,
subraya al propio tiempo la importancia de los·derechos de propiedad delas,comunidades aldeanas.
Sin duda, no hay contradición ,entre esas dos tendencias» (J. Chesneaux, 1969, pág, 29).
776 METODOLOGlA Y PREHISTORIA AFRlCANcl\
14
«No hay propiedad privada de la tierra, en el sentido del derecho romano o del Código civil» (J.
Suret-Canale, 1964, pág. 108).
15
Si se entiende por despotismo una autoridad absoluta y arbitraria, no se puede rechazar la idea
de un despotismo africano» (J. Suret-Canale, op. cit., pág. 125). «No pensamos que haya habido lugar
para buscar en la organización de los Estados africanos la reproducción de un modelo tomado de
Asia; todo lo más, se pueden encontrar algunas semejanzas superficiales» .(op. cit.,. pág. 122).
16
J. Maquet, tras haber observado que, para G. Balander, «en fin de cuentas, el precio que.debían
pagar los que ostentaban el poder político nunca ha sido íntegramente abonado», cree, por su parte,
que los ser-vicios públicos de los jefes no exigen un poder coercitivo más que en las sociedades amplias,
heterogéneas y urbanas. Además, la red de sucesión y sus sanciones no impuestas por la fuerza
bastan... ». Y concluye, p.ues: «Con la excepción de la redistribución y sin contrapartida económica es
como la producción sobrante de una sociedad tradicional era absorbida por los gohernanies» (J.
Maquet, 1970, págs. 99-101).
DE LA NATURALEZA BRUTA A UNA HUMANIDAD LIBERADA 777
sur del Sáhara, la esclavitud no ha desempeñado más que un papel marginal. Los
esclavos, o mejor los cautivos, casi siempre son prisioneros de guerra. Ahora bien,
la cautividad no reduce a un hombre al estado de propiedad pura y simple, en el
sentido definido por Catón ... El esclavo africano disfrutaba frecuentemente de
cierto derecho de propiedad. De ordinario no es explotado como un instrumento
o animal. El cautivo de guerra, si no se le sacrifica ritualmente como sucedía a
veces, es integrado muy rápidamente en la familia .de cuya propiedad colectiva
forma parte. Constituye una ayuda humana suplementaria que al final se beneficia
de una liberación de derecho o de hecho.
Los cautivos, cuando son empleados como soldados, encuenti;an en ese oficio
ventajas sustanciales y a veces, como en Kayor, están representados en el seno del
gobierno por la persona del generalísimo. En Ashanti, para asegurar la integra-
ción «nacional)), estaba estrictamente prohibido hacer alusión al origen servil de
alguien. De suerte que un antiguo cautivo podía llegar a ser jefe de la aldea. «La
condición de cautivo, aunque generalmente extendida en Africa, [ ...] no implicaba
el papel determinado en la producción que caracteriza a una clase social» 17 •
Allí donde la esclavitud adquiere un carácter masivo y cualitativamente
diferente, como en Dahomey, Ashanti y Zanzíbar, en los siglos xvm y XIX, se trata
de estructuras que revelan ya un modo de producción dominante, el capitalismo,
y han sido suscitadas, en realidad, por el impacto económico exterior. ¿Qué decir
del modo de producción feudal? Comparaciones apresuradas han llevado a
algunos autores a calificar de «feudal» a tal o cual jefatura africana 18 . Ahora bien,
también allí, muy en general, no ha habido ni apropiación, ni atribución privada
del suelo, ni, por consiguiente, feudo. El suelo es un bien comunitario inalienable,
hasta tal extremo que el grupo de conquistadores que se apodera del poder
político deja frecuenten:iente la responsabilidad de las tien:as comunales a su
gestionario autóctono, el <~efe de tierra»: el teng-soba mossi, por ejemplo. En
efecto, la autoridad de la aristocracia «se ejercía sobre los bienes y los hom~res, sin
conseguir la propiedad territorial, que es prerrogativa de los autóctonos» 19 • La
«nobleza» en Africa no ha entrado en el comercio y seguía siendo siempre un
atributo congénito del que nadie podía desposeer al titular.
Finalmente, hay que tener en cuenta las estructuras socioeconómicas, como el
sistema familiar matrilineal que caracterizó tan poderosamente a las sociedades
africanas, al menos en el origen, antes que influencias ulteriores, como el Islam,. la
civilización occidental, etc., impusieran poco a poco el sistema patrilineal. Esa
estructura social, tan importante para calificar el papel eminente de la mujer en la
comunidad, comportaba también incidencias económicas, políticas y espirituales,
17
J. Suret-Canale, op. cit., pág. 119. Ver también A. A. Dieng; C. E. R. M. núm. 114, 1974: crítica
penetrante y documentada de las tesis marxistas «elásticas» de Mahjemout Diop, 1971-1972.
18
Incluso cuando se piensa, como J. Maquet recordando a M. Bloch y a Ganshof, que «no es el
feudo,.sino la relación entre el señor y el vasallo lo qUe es crucial», está claro que no se podría disociar
completamente lo uno de lo ótro. Las ,relaciones de «feudalidad» que el autor describe parecen, por
otro lado, bastante particulares en las sociedades interlacustres, y se establecen. frecuentemente, como
en An1rnle o en Buha, entre los miembros de la casta Sl!perior. ¿Se trata, en.esas condiciones, de la
misma realidad institucional que en Europa, por ejemplo?
19
Cf. V. Kaboré, 1962; págs. 609-623.
778 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
22
Por eso, en la definición de un «modo de producción africano» eventual, debería concederse
atención especial a las «instancias» sociológicas, políticas e «ideológicas» con referencia a los análisis
de A. Gramsci y N. Poulantzas;
MIEMB.ROS DEL COMITE
CIENTIFICO
INTERNACIONAL
PARA LA REDACCION
DE UNA HISTORIA
GENERAL DE AFRICA
Profesor J. F. A. AJAYI (Nigeria) - 1971-1979
Director del volumen VI
Profesor F. A. ALBUQUERQUE MOURAO (Brasil) - 1975-1979
Profesor A. Aou BoAm:N (Ghana) ~ 1971-1979
Director del volumen. VII
S. E. Sr. BOUBOU HAMA (Níger) - 1971-1978
S. E. Sra. Mutumba BULL (Zámbia) - 1971-1979
Profesor D. CHANAIWA (Zimbabwe) - 1975-1979
Profesor Ph. CURTIN (Estados Unidos de América) - 1975-f979
Profesor J. DEVISSE (Francfa) - 1971-1979
Profesor Manuel DIFUILA (Angola) - 1978-1979
Profesor H. DJAIT (Túnez) - 1975-1979
Profesor Cheikh Anta DIOP (Senegal) - 1971-1979
Profesor J. D. FAGE (Reino Unido)~ 1971-1979
S. E. Sr. Mohammed EL FAS! (Marruecos) - 1971-1979
Director del volumen III
Profesor J. L. FRANCO (Cuba) - 1971-1979
Sr. Musa H. l. GALAAL (Somalía) - 1971-1979
Profesor Dr. V. L. GROTTANELLI (Italia) - Ii97l-1979
Profesor Eike HABERLAND (Rep. Fed. de Alemania) - 1971-1979
Dr. Aklilu HABTE (Etiopía) - 1971-1979
782 METODOLOGlA Y PREHISTORIA AFRICANA
Introducción
J. KI-ZERBO (Alto Volta). Especialista en metodología de la historia
africana; autor de varias obras sobre. el Africa negra y su historia; profesor
de Historia en el Centro de Enseñanza Superior, de Ouagadougou; secreta-
rio general del Consejo Africano y Malgache para la Enseñanza Superior.
Capítulo 1
J. D. FAGE (Reino Unido). Especialista en historia del Africa occidental;
autor y coeditor de publicaciones sobre la historia de Africa. Pro-_vicecanci-
ller de la Universidad de Birmingham y antiguo director del Centro de
Estudios Africanos de la Universidad de Birmingham.
Capítulo 2
S. E. Boubou HAM.A (Níger). Especialista en tradiciones orales; autor de
numerosas obras sobre la historia de Níger y de la región sudanesa; antiguo
director del Centro Regional de Investigación y Documentación de Tradi-
ciones Orales y para el Desarrollo de. las Lenguas Africanas.
Capítulo 3
Ph. D. CURTIN (Estados Unidos de América). Especialista en historia de la
trata de esclavos; autor de numerosas obras sobre este tema; profesor de
Historia de .la Universidad Johns Hopkins.
Capítulo 4
Th. ÜBENGA (República Popular del Congo). Especialista en lenguas
africanas; autor de varios artículos de historia africana y de obras sobre el
Africa de la antigüedad; profesor en la Facultad de Letras de la Universidad
Marien N'Gouabi.
784 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Capítulo 5
H. DJAIT (Túnez). Especialista en historia medieval del Magreb; autor de
numerosos artículos y obras sobre la historia de Túnez; profesor en la
Universidad de Túnez.
Capítulo 6
l. HRBEK (Checoslovaqui,a). Especialista en historia africana y árabe; autor
de numerosas obras sobre la historia africana; profesor;jefe de la sección de
países árabes y africanos en el Instituto Oriental de Praga.
Capítulo 7
J. VANSINA (Bélgica). Especialista en historia africana; autor de numerosas
obras sobre la historia del Africa ecuatorial; profesor de Historia en la
Universidad de Wisconsin (Estados Unidos).
Capítulo 8
S. E. A. HAMPATE BA (Mah} Especialista en tradiciones orales; autor de ·
numerosas obras sobre los antiguos imperios africanos y la civilización
africana.
c~~lo9 .
Z. ISKANDER (Egipto). Especialista en historia de Egipto; autor de numero-
sas obras y artículos sobre el antiguo Egipto; director general de asuntos
técnicos en el Departamento de Antigüedades.
Capítulo 10
· P. DIAGNE (Senegal). Lingüista; doctor en ciencias políticas y económicas;
autor de dos obras sobre el poder político africano y la gramática wolof;
director adjunto en la Universidad de Dakar.
Capítulo 11
D. A. ÜLDEROGGE (URSS). Especialista en ciencias sociales africanas;
autor de varias obras sobre Africa; miembro de la Academia de la URSS.
Capítulo 12
J. H. GREENBERG (Estados Unidos de América). Lingüista; autor de
numerosas obras y artículos sobre antropología y lingüística; profesor de
Antropología en la Universidad de Stanford.
Capítulo 13
S. DIARRA(Malí). Especialista en geografía tropical; profesor de Geografía
en la Universidad de Abidjan.
Capítulo 14
A. MABOGUNJE (Nigeria). Autor de numerosas obras sobre los yoruba;
profesor de Geografía en la Universidad de !badán.
RESEÑA BIOGRAFICA DE LOS AUTORES DEL VOLUMEN I 785
Capítulo 15
J. KI-ZERBO (Alto Volta).
Capítulo 16
S. R USHDI (Egipto). Físico; presidente del «Egyptian Geological Survey and
Mining Authority».
H. F AURE (Francia). Doctor en ciencias; geólog0 de la Francia de ultramar;
obras sobre la geología del Africa occidentali director de conferencias en la
Universidad de Dakar y después en la de París-VI. Presidente del Comité
técnico de geología del cuaternario del Centro nacional de Investigaciones
Científicas.
Capítulo 17
L. BALOUT(Francia). Especialista en prehistoria africana; autor de numero-
sas obras y artículos .sobre el norte de Africa; antiguo director del Museo
nacional de Historia Natural, de París.
Y. COPPENS (Francia). Especialista en prehistoria; autor de numerosas
obras sobre el origen de la Humanidad; subdirector del Museo nacional de
Historia Natural, de París.
Capítulo 18
R .. LEAKEY (Reino Unido). Especialista en prehistoria africana; autor de
obras sobre las excavaciones relativas al origen del hombre, en el Africa
oriental; jefe del «International Louis Leakey Memorial Institute for
African Prehistory».
Capítulo 19
J. E. G. SUTTON (Reino Unido). Especialista en prehistoria; autor de
numerosas obras y artículos sobre la Prehistoria africana: antiguo presiden-
te del Departamento de arqueología de la Universidad de Oxford.
Capítulo 20
J. D. CLARK(Estados Unidos). Especialista en prehistoria africana; autor de
numerosas publicaciones sobre la prehistoria y las antiguas civilizaciones
africanas; profesor de Historia y de Arqueología.
F. VAN NOTEN (Bélgica). Prehistoriador y arqueólogo, autor de numerosas
obras y publicaciones sobre la prehistoria del Africa central; conservador
del Museo Real de Prehistoria y Arqueología.
Capítulo 21
R. DE BA YLE DES H ERMENS (Francia). Especialista en prehistoria; autor de
numerosas obras y artículos, principalmente sobre la prehistoria africana;
encargado de investigaciones en el Centro Nacional de Investigaciones
Científicas de París.
786 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Capítulo 22
L. BALOUT (Francia).
Capítulo 23
H. J. HUGOT (Francia). Prehistoriador; director de .conferencias.; autor de
numerosos trabajos sobre historia natural: Prehistoria y Cuaternario;
subdirector del Museo nacional de Historia Natural.
Capítulo 24
Th. SHAW(Reino Unido). Profesor de histor:ia antigua; autor de numerosos
trabajos sobre la prehistoria del Africa occidental; vicepresidente del
Congreso Panafricano de Prehistoria.
Capítulo 25
F. DEBONO (Reino Unido). Especialista en prehistoria egipcia; autor de
numerosas obras y artículos sobre la investigación prehistórica en Egipto;
investigador.
Capítulo 26
J. KI-ZERBO (Alto Volta).
Capítulo 27
R. PORTERES (Francia). Ha dedicado gran parte de su vida a la investiga-
ción botánica en Africa; antiguo profesor en el Museo nacional de Historia
Natural; ha fallecido.
J. BARRAU (Francia). Autor de numerosos trabajos sobre las plantas
tropicales; subdirector del Laboratorio de Etnobotánica y Etnozoología.
Capítulo 28
J. VERCOUTTER (Francia). Especialista en historia antigua; autor de nume"
rosas publicaciones sobre el antiguo Egipto; profesor de Historia; director
del lnsti~uto Francés de Arqueología Oriental, de El Cairo.
Conclusión
J. KI-ZERBO (Alto Volta).
BIBLI OG RAFIA
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y el carácter internacional de la obra, es posible que existan errores. (N. de los redactores.)
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INDICE
ANTROPONIMOS
AUTORES
Abdari, 131. Alimen, H., 400, 430, 599, 619, Aibousse, T., 142.
Abd es-Salam Shabayaiii, 145. 624. Arcelin, A., 616.
Abraham, D. P., 31. Allen, J. W. T., 152. Arkell, A. J., 624, 628.
Abu'I-Fida', 46. Almagro-Basch, M., 624. Aristodemo, 118.
Abu Makhrama, 144. Almeída, M. de, 49. Aristóteles, 120.
Abu Zakariya, 131. Amari, 128. Arnett, E. J.,. 151..
Acton, Lord, 53. Amaury-Talbot, P., 100. Arom, S., 383.
Adams, W. Y., 761. Amda Syon, 48. Astv.acatur Timbuk, 145.
Agathias, 122. Arner, M. (v. Bibliografia). Atherton, J. H., 654, 663.
Aguessi, H., 31. 'Amir, 124. Aubreville, H. (11. Bibliografia).
Abmed Baba, 149. Amo, A. W., 152. Avatik Bagdasarian, 145.
Aitken, M. J., 237, 239, 240, 242, Anciaux de Fav,aux, A., 558, Ayache, G. (v. Bibliografia).
243, 244, 245, 246, 247. 570.
Ajayi, F. F. A., 82, 91. Anderson, B., 153.
Akinjogbin, l. A., 41. Ankermann, 296. Ba, A. H., 38, 162, 185, 199,
Alagoa, E. J., 38, 82. Antera Duke, 152. 202, 217, 270, 705, 712.
al-Alawi (v. Bibliografia). Antoine, M., 606, 627. Babet, J., 558.
Alberti, L., 142. Appien, 120. Baccari, 141.
Alekseiev, 287, 305. Apter, D., 80. Bachatly, 228.
Alexander, Sir J., 142. Arab Faqih, 140. Bada, J. L., 241, 533, 547.
Alexandre, J. y S., 582. Arambourg, C., 94, 298, 401, Badger, G. P., 145.
Alexandre, P. (11. Bibliografia). 439, 460, 462, 599; 601, 603, al-Baghdadi, 131.
al-Ali, A. S., 124. 627; 642. Bahrey, 140.
INDICE 833
Bailloud, A., 39. Bivar, A. D. H., 151. Bryao, A., 262, 263, 264, 311,
al-Bakka'i, 155. Black, M., 465. 328.
al-Bakri, 46, 129, 381. Biaeu, W. H. J., 159. Bryant, A. T., 143.
al-Baladhori, 124. BlankolJ, B., 558, 589. Bucha, V., 240, 242.
Balandier, G., 776. Bleek, D. F. (v. Bibliografía). Buda, J. L. (v. Bada).
Balbi, A., 317. Bleek, W. H. l., 259, 260, 261, Budel, J., 398.
Ball, J., 396. 311, 318, 319, 329, 702. Bulck, G. V. (v. Bibliografía).
Balout, L., 405, 603, 615, 620, Bloch, M., 47, 777. Burke, K., 644.
627, 687. Blundel, H. W., 141. Burton, R., 52, 55, 147.
Dandy, 424. Blyden, E. W., 59, 153. Butler, ·J. (v. Bibliografia).
Barber, E. J. W. (v. Bibliografía). Boahen, A. A. (11. Bibliografía). Butzer, K. W., 395, 396, 401,
Barbey, C., 642. Bobo, J;, 627. 412, 416, 430, 582, 615, 643,
Barbot, J., 49. Boilat, 153. 743.
Barendson, G. W., 647, 650. Booatti, E., 417. Buzurg lbn Shariyan, 126.
Barnes, C., 277. Bond, G., 644. Bynon, J. (v. Bibliografía).
Barrau, J., 720, 725. Bonifay, E. (11. Bibliografía).
de Barros, 48, 151, 384. Bonis, L. de, 435.
Barrow, J., _142. · _ Bonnefille, R., 423, 429. Cabu, F., 558, 563,
el-Bartayli, Muhammad, 150. Bonnel de Méziéres, A. (11. Bi- Cadamosto, 49.
Barth, H., 52, 148. bliografía). Cadenat, P. (v. Bibliografía).
Basset, R., 139. Bonnet, A., 621. Cadomega, A. de Oliveira de,
Bates, E., 282. Bordes, 603. 50.
Battistini, R. (v. Bibliografía). Bosman, W., 49. Cahen, D,, 558, 586, 587, 588,
Baulin, J.(li. Bibliografía). Bostoo, J. S. (v. Bibliografía). 589, 592, 594, 595.
Baumann, H., ·51, 166, 261, 265, Bouah, N., 273. Caben, H., 151.
267. Boubou Ha.ma, 162. Calame, 380.
Baumgartel, E., 743, 744. Boulle, M., 601. Caley, E. R., 228, 231, 234.
Bayle des Hermens, R. de, 386, Bouoak, V., 769. Campbel, R., 1153, 642.
558, 573, 577, 584, 593, 594, Bouyssonie, J. (11. Bibliografía). Camp-Fabrer, H. (v, Bibliogra-
699. Bovier-Lapierre, P. (v. Biblio- fía).
Baynon, J. (v. Bibliografía). grafía). Camps, G., 606, 652, 658, 743,
Beale, F. C., 663. Bovill, E. W., 60. 744.
Beattie, J. (v. Bibliografía). Bowdich, T. E., 52. Candolle, A. de, 724, 725.
Beauchene, G. de, 558. Bowen, 429. Caporianco, L. de (v. Bibliogra-
Beaumont, P. B., 646. Bowler, 412, 4q; 421. fia).
Bebey, F. (v. Bibliografía). Boxer, C. R., 14L Capot-Rey, R., 615.
Becker, C. H. (v. Bibliografía). Boyd, 287, 292. Caprille, Y. P., 263.
Beckingham, C. F., 49, 140. Boyle, A. H·. (v. Bibliografía). Captain, J., 152.
Behrensmeyer, A. K. (v. Biblio- Bráabury, R. E. (v. Bibliogra- Cardaire, M., 185.
grafía). fía). Carré, J. M., 138.
Beidelman, T.,. 175. Brahimi, C. (v. Bibliografía). Carson, P., 156.
Bello Muhammad, 71, 151. Braidwood, R. J., 719, 730. Cartailhac, C., 462.
Bendor-Samuel, J. T., 327. Braio, C. K., 447, 531. Carter, G. F., 589.
Benezet, 50. Brasio, A., 158. Carter, P. L., 655.
Bentley Glass, 289. Braudél, F., 26. Casalis, E., 142.
Bequaert, M.,.558, 577,589,593. Bteasted, J. H., 299, 759. Casely-Hayford, J. E., 59.
Berbrugger, S., 137. Breuil, Sacerdote H., 454, 457, Casiodoro, 122.
Berg, F. (v. Bibliografía). 458, 462, 463, 558,. 567, 574, Cass, F., 380,
Berger, R., 239, 240, 241. 654, 702, 71.6. Castanhoso, M., 140.
. Berggren, W. A. (v. Bibliografía). Brezillon, M. N., 537. Castries, H. de,. 137.
Berque, J., 41, 389. Brock, 429 .. Caton-Thompson, G., 618, 624,
Berthier, H., 152. Broorn, R., 439, 447, 465. 627, 658, 745, 747.
Besan~on, J., 741. Brothwell, D., 641. Cavalli-Sforza, L., 288..
Biberson, P,, 460, 464, 599, 601, Broutanoh, A. (v. Bibliografía). Cavazzi de Montecudolo, 50,
603, 620, 624. Brown, E. J. P., 59, 419. 182, 272.
Biebuyck, D. (11. Bibliografia). Browne, W. G., 140. Celis, M,, 592.
Bird, J., 143. Bruce, J., 52, 140. Cenival, J. L. de, 742, 744, 748.
Birdsell, J. B., 94. Bruckensteio, S., 227, 228, 229. Cerulli, E., 126, 152.
Birot, P. (v. Bibliografía). Bruggmaon, M., 711. Cipriano, 12L
ál-Biruni, 126. Brunschwig, H., 87. Cissé, K., 663.
Bishop, W. W., 429, 582, 646, Bruoschwig, R., 124. Cissoko, S. M, (v. Bibliografía).
652. Brunton, G., 743, 746. c;iaridge, W. W., 60.
Bittner, M., 145. Brusciotto, A. F. H., 160. Clark, Sir George, 53.
834 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
INDICE 839
Rodhain, F., 96. Scbwidejzky, 287, Stephen, J., 53..
Rod1er, J. (v. Bibliografía). Sebeok, T., 316,326, 327. Stewart, J. M:, 330.
Rodinson; M., 151. Seck, A. (v. Bibliografía). Stigand, C. H., 60.
Roer, O., 733. Seddon, D:, 658, 720, ·ns; 730. Stow, 296.
Roget, M.,. 120. Seele, K. C., 740. Streel, M., 583.
Rognon, P. (v. Bibliografía). Seeley, J. R., 53. Striedter, A., 700.
Rosenberg, 424, Seignobos, C., 290. Stross, F. H., 228.
Rosenfeld, A., 363, 655. Selassié, Gabré, 140. Strouhal, E., 293.
Rossi, E., 137. Selassié, Serguew, Hablé, 114. Struever, S. {v. Bibliografía).
Rossignol, 424. Seligman, C. G., 55, 57, 266,.297. Stuhlmann, F., 296.
Rothberg, R., 81, 147. SeJ'.Vant, M., 412, 416, 418, 421, StUvier, M., 240.
Roubet, C., 612. 430, 644, 645. Suess, H. E., 240,
Rouch, J., 126. Servant, S., 412. Sundstrom, L., 57.
Rousseau, A., 137. Sethe,. K., 750. Suret-Canale, J., 776, 777, 778.
Roy Coudhury, A. R., 291. Severo de Alejandría, 131. Svitye, l., 263.
Rubenson, S., 141. Seydou, C. (v. Bibliografía). Swadesh, E., 258.
Rubio, A., 663. Shaheen, A, E., .228, 233. Szumowski, G., 655,
Rudin, H. R., 88. al-Shammakhi, 131, 138.
Ruffie, J., 36, 285, 287, 288, 289, Shapera, J., 305.
290, 291, 690, 714. Shaw, T., 26, 641,. 646, 652, 654, Tabakat, 127, 131.
Rufino, 119. 655, 657, 660, 662. al-Tabari, 124.
Ryam, M. A., 151. Shayyal, 124. Tácito, 120.
Ryder, A. F. C., 156. Shelton, A. K. (v. Bibliografía). Taieb, M., 429, 439.
Shepperson, G ..81. Tait, D., 389.
Shibeika; Mekki, 139. Talbi, M., 125.
El-Saadi, 149. Shinnie, P. L., 763, 764. Tall, A,, 260.
Salbelberg, U. (v. Rhodenburg, al-ShiiJqiti, A., 139. el-Tamghruti, 137.
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Safadi, 131. Sidi Ali, 145. Taylor, R., 296.
Said, R., 397, 401, 430, 743. el-Sijazí, 138. Taylor, W., 266.
Saleh, S. A., 234. Silva Correin, 50. Tchemov, 424.
Salil ibn Razia, 144. Silva Rego, A. da, 158. Teilhard de Chardin, P.,. 386,
Salustio, 120. Simons, 435. 453, 457, 458, 465.
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840 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
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748, 751, 759. 744, 752, 754. Ya'kub, 126.
Vansina, J., 82, 160. Werner, A., 261, 320. Yakut, 46, 131.
Vasa, Gustavo (v. Oloduah Wemer, A. E. A., 229. Yannopoulos, T., 3~3.
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619, 623, 631, 632, 652, 654. fia). Young, W. J.• 236.
Vavílov; N. l., 366, 720, 724, Westermann, D., 57, 255, 261, Yototte, J., 118.
725, 733. 264, 265, 266, 267, 309, 311,
Vedder, H., 142, 307. 318, 320, 326, 339. ·
Velitchko, 412. Westphal, E. O. J., 307,309,329. Zahan, D. (v. Bibliografia).
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Vergnaud, 424. Whitley (v. Weatley). el-Zarkachi, 137.
Verhaegen, B., 41, 770. Wickens, G. E., 412, 417. al-Zay, 137.
Via, Y. y B,, 707. Wiercinsky, 287. Zboirtsky, · C:, 558.
Víctor de Vita, 122. Wieschoff, H. A, 57. Zeissl, H. V., 761.
Vida!, O. E.;-318. Wiet, G., 138. Zeuner, F. F., 394, 582.
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Vignard, E., 628. Willcoclc.s, 396. al-Zuhri, 131.
Voegalin, C. F. y F. M., 322. w'illet, F., 229, 655, 663. Zyhlarz, 330.
TOPONIMOS
Abbasieh, 666, 667, 668. Abuja, 151. Admer, erg, 623, 627.
Abbeyille, 462. Aqyata, lago, 395. Adjefou, 695.
Abetifi, 655. Abidos, 684, 747, 748, 751. Adrar Bous, 627, 628, 632, 634,
Abh.é, lago, 423. Abisinia, 129. 637, 638, 707.
Abidján, 73, 89. Acacus, 298, 690, 711. Afalou-bou-Rhummel, .608.
Abka, 672, 754. Adaimeh, 677. Afar, 412, 417, 421, '429, 439,
Abomey, 33, 106, 271. Adamawa (o Adamaua), 95, 445, 525.
Abou Hugar, 674. · 102, 155, 581. Afikpo, 656.
Abou Simbel, 668, 676, 686. Addis Abeba, 141,435,443,451. Africa austral, 34,296,298,313,
Abou Tabari, 667. Adeimah, 666, 678. 343, 349, 521, 522, 523, 525,
INDICE 841
529, 536, 537, 545, 551; 55_2, Akkad, 299. Atlas, 26,298, 343, 345, 397, 399,
553, 554, 563, 698, 707, 709, Akreijit, 655. 532, 615, 687, 705, 771.
71_6, 771. Alada, 105: Augsbourg, 717.
Mrica central, 34, 102, 112, 115, Alberto,. lago (t>. Mobutu). Aures; 612.
308, 372, 374, 503, 518, 519, Alemania, 295, 297, 298. · Aurignac, 462.
533, 552, 555, 569, 577, 579, Altamira, 608. Australia, 288; 341, 417, 421.
580; 581, 582, 583, 584, 587, Alto-Kwango, 183. Austria, 303.
588, 595, 667, 709, 728, 771. Alto-Shangl\, 561, 562. Awash, río, 395, 423.
Africa ecuatorial, 112, 305, 369, Alto-Volta, 42, 63, 65, 86, 166, Axoum; 54, 516.
561. 212, 292, 389, 699. . .
Africa meridional, 45, 102, 521, Amada, 668, 670, 685.
528, 548, 603, 692, 712. Amanzi, 536.
Afrjca del Nordeste, 514, 743. Amazzar, Oued, 695. Bab el-Mandeb, 297:
Africa del Noroeste, 646. Amba Farit, 398. Badari, 677, 746.
Africa del Norte, 43,. 45, 79, 86, Ambilo, 567. Bafur, 192,.204, 208,209,212;
120, 145, 297, 299, 308, 323, Ambroila, 460. .213, 216.
330, 359, 368, 371, 399; 430, América, 341, 345. Baguirm~ 151.
476, 496, 532, 545, 549, 597- América Latina, 89. Bahali, 676,
614, 650, 652, 662, 7,13, 7.14, América del Nqrte, 92, 299, 309, Bahr el-Ghasal, 26, 345, 353,
7.78. 370,422. 354, 396, 644.
Africa occidental, 46, 86, 115, América -del Sur, 309. Bakuma, 574.
122, 158, 174, 237, 238, 318, Amhara, 282. Ballana, 298, 672, 690.
345, 346, 355, 358, 362, 367, el-Amrah, 678; 747. Barna, 644.
37;, 374, 471, 547, 639-663, Anatolia, 657. Bamako, 192, .218, 649, 655.
730. Andaman, islas; 455. Bandiagara, 185; 194, 216,222,
Anfa, 462. 271.
Africa oriental, 34, 54, 155,.178,
Angoia, 49, 50, 146, 179, 183, Bánfora, 699.
182, 307, 309, 330, 336, 345, Baol, 273.
307, 308, 316, 343, 539, 549,
346, 363, 370, 372, 374, 394,
555; 558, 562, .563, 564, 569; Baraka, 7:39.
395, 397, 429, 439, 454, 646,
570, 573; 574, 577, 581, 583; Barbados, 409.
685, 730, 736. •
586, 589,. 593, 594, 688, 728. Barcelona, 128.
Africa subecuatorial, 393, 574. Annaba, 60L Bardai, 693, 697.
Africa su.bsahariana, 54,.89, 372, Antánanarivo, 356. Baringo, lago, 439, 445, 525.
496, 612, 646, 703. Antártico, 424. Batafüno, 57.1, 593.
África del Sudeste, 159, 539. Antillas, 87. Bateké, 570, 589.
Africa del Sur,. 88, 1.12, Í41, 143, Aouker, 629, 635. Battle Cave; 709.
170, 292; .317,, 322, 329, 330, Aoulef, 621, 624. Bautchi, 641, 655.
346, 358, 363, 445, 447, 457, Apolo 11,553. Bayuda, 739,
463, 476, 483, 494, 500, 503, Arabia, 282, 324,. 349, 735; 736. Béchard, 709.
513, 522, .5i3, .527, 53], .535, Arak, 624. Bechuanalandia, 438.
538, 539, 545, 550, 552, 560, Argelia, 27, 45, 136, 362, 369, · Behedet, 750.
574, 589, 635, 646, 688, 733. 453, 460, 462, 597, 599, 601, Bejaia, 607.
Africa tropie,!l, 45, 305, 359,432, 606, 607, 608, 612, 619, 627, Beledougou, 192, 213.
574, 708, 715. 642, 687. Beni Abbes; 624.
Agordat, 515. Aribinda, 699. Benin, 33, IQ5, 135, 136, 254,
Afyeh, 668. Arman!, 6.'77, 678, 743. 265, 343, 382, 660.
Agades, 291. Ashanti, 52, 170, 660, 776, 777. Benin, golfo, 173.
Agujas, .cabo de las, 345. Asia, 89, 92, 296, 303,,346, 394, Beni Ounif, 687.
Ahanna, 71'1. 417, 476, 487; 496, 505, 507, Benoué (o Benué), 102, 327, 355,
Ahmar, yebel, 668. 532, 657, 735, 736, 771. 581, 644.
Ain. Bieda, 610. Asokrochona, 649. Bermudas, 409.
Ain Boucherit, 599. Assedjen Ouan Mellen, 697, el-Beyed, 624.
Ain Brimba, 599. 707. Bidzar, 574.
Ain Dokkara, 614. Asselar, 771. Bilad al-Sudán, 45 ..
Ain F ritissa, 60 l. Assiout, 743, 745. Btr el-Ater, 462, 760.
Ain Guedja, 702. Assuán, 88, 330, 400, 401, 752, Bir Sáhara, 668.
Ain Hahech, 599. . 761. Bir Tarfawi, 668.
Ain Metherchem, 604. Atac9ra, 641, 647. Birmania, 433, 736.
Ain Mhrotta, 604. Atbara, 354, 666, 739. Biskra, 400, 601.
Ain Mlila, 608. Ater, monte, 399. Bitorri, S79, 589, .
Air, 291, 399, 637, 647; 688. AtJlÍntico, oceano; 346, 348, 355, Bizancio, 110.
Akarit, Oúet, 604. 397, 415, 418, 615, 645, 688, Bizerta, 345.
Akjoujt, 660. 708, 739. Blaka, 693, 711, 717.
842 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Kab, El, 672, 750, 752. Khasmet-ed-Dib, 745. Leptis Magna, 249.
Kabilia, 301. Khenchela, 609. Lesotho, 142, 688.
Kabwe, 535, 536, 547. Khor Abu Anga, 666, 667. Levallois, 463.
Kadada, 675. Khor Bahan, 755. Libangué, 563.
Kadero, 515, 675. Khor Daud, 668, 671, 676. Liberia, 100, 136, 273, 282, 351,
Kafila, 561. · Khor Kussa, 672. 362, 389, 654.
Kafu, 460, 463, 561. Khiam, El, 673. Libia, 123, 249, 298, 301, 620,
Kagera, 463. Kiantapo, 574. 679, 688, 705, 708, 711.
Kaggwa, 179. Kibish, 548, 766. Libreville, 349.
Kairuán, 604. Kicongo, 160.· Limpopo, 238, 353, 535.
Kaka, monte, 398. Kiesese, 552. J.,iptako, 155, 166.
Kakimbón, cueva, 654. Kifan bél Ghomari, 604. Lisan, lago, 424.
Kalahari, 26, 307, 348, 350, 352, Kilimanjaro, 343, 345, 397. Livingstone, 532.
358, 372, 494, 552, 592, 594, Kilwa, 146, 151, 155. Loango, 102.
721, 723, 728. Kimberley, 535, 538. Lobaye, 571.
Kalambo Falls, 365., 533, 534, Kindia, 654, 655. Lochard, 536.
536, 539, 542, 550, 579, 582, Kinshasa, 259, 354, 566, 570, Logone, 95, 96, 396.
584. 582, 586, 588, 590, 767. Lomami, 581.
Kaiina, 564, 568. Kintampo, 655. Londres, 141, 248.
Kalkbank, 550. Kisale, lago, 31, 179. Lopo, 563.
Kamabai, 655. Kita, 32. Lothagam, 94, 443, 445, 475.
Kamasa, 463. Kivu, lago, 345, 581. Lubumbashi, 89.
Kamoa, 563, 564, 579, 582, 583, Klassies, 542, 550. Luembe, 563, 566.
584, 592. Klip, 532. Luena, 563.
Kampala, 61. Klípaatdrif, 532. Lukanda, 551.
Kanam, 475. Koedersrand, 542. . Lukeino, 443.
Kanapoi, 443, 447, 475. Kom Ombo, 400, 670, 672, 673. Lukuliro, 507.
Ka¡¡em Bomu, 28. Kongo, 97, 106. Lunda, 566, 583, 584, 586, 588,
Kanjera, 463, 548, 557. Kono, 567. 589.
Karar, lago, 601. Koobi Fora, 457,478; 480, 529, Lupemba, 464, 567 .
Kariandusi, 507. . 532. Luxor, 233, 245, 684.
Kariba, desfiladero, 3H Kopje, 534. Lwandjili, 102.
Karkarichinkal, 656. Kordofán, 311, 328, 739.
Karkur, 671. Korosko, 754.
Kamak, 245, 684, 685. Kotoko, 151.
Karonga, 534. Koudiat Kifene Lahoda, 608. el-Ma el-Abiod, 603.
Karoo, 343, 362, 535, 538. Kromdraai, 4391 528, 529. Maarif, 464.
Kasai, 464, 465, 559, 560, 564, Krugersdorp, 5:.!3, 529. Maciná, 37, 145, 155, 215, 218,
581, 584, 586, 589, 594. Kuki, 126. 353.
Kasr-Marún, 745. Kulikuro, 191, 207. Madagascar, 42, 135, 152, 346,
Kassala, 674. Kumasi, 154. 349, 351, 356, 358, 736.
Katanga (v. Shaba). Kuntbala, 574, 699. Madeleine, cueva, 702.
Kati, 218. Kumbi Saleh, 31, 39, 179, 381.
Madjouba, 709.
Katontwe, 570. Kurnari, 31.
Katsina, 15 l. Kurunkorokale, 655. Magadi, lago, 395, 416.
Kavirondo Gulf, 557. Kush, 359. Magaliegsberg, 534.
Kebbi, 154. Kwango, 571, 581, 586, 589. Maghnia, 607.
Xebij, 599. Magosi, 464, 570.
Kenedugo, 192. Magreb, 88, 98, 110, 111, 114,
Kenia, 94, 96,100,167,176,179, 120, 124, 127, 128, 129, 131,
298, 301, 307, 362, 363, 429, Laetolil, 443; 475, 478. 135, 138, 145, 301, 343, 346,
433, 435, 438, 439, 443, 445, Lagos, 38. 350, 352, 358, 463, 532, 597,
447, 457, 463, 464, 473, 480, La Haya, 141. 601, 604, 606, 612, 668, 672,
495, 499, 507, 510, 511, 514, Lalla, 608. 674.
516, 517, 519, 557, 560, 599, Langana, lago, 395. Mahasna, 677, 682.
675, 733, 766, 768. Langebaanweg, 522. Maía Dib, 705.
Kenia, monte, 397, 583. Largeau, 642. Maiduguri, 644.
Keringet Cave, 516. Lascaux, 608. Makalia, 464.
Kerma, 763. Leeufontein, 693, 702. Makapán, 523, 525; 527, 536,
Kerzaz, 624. Le Kef, 601, 604. 542.
Keyla, 32. Lemagrut, montes, 475. Makapansgat, 439, 443, 445,
Khami, 543. Lengo, 574; 699. 451, 458.
Kharga, 624,627,667, 668, 671 .. Leopard's Hill, 551. Malaca, 316.
INDICE 845
Malawi, lago, 146, 365, 529, 539, Mimbwa, 548. N'Gorora, 443.
688, 698. Mirgissa, 685. Ngovo, 593.
Mali, 25, 27, 32, 37, 42, 48, 64, Mobutu, lago, 345. Ngwane. 688.
171, 174, 179, 185, 187, 188, Modjokerto, 450. Nhampasseré, 655.
191, 192, 198, 204, 207, 215, Mokoto, lago, 592. Niafounké, 216.
216, 268, 382, 389, 645, 660, Molo, 516. Niagassola, 32.
695, 771, 776. Monomotapa, 135. Niani-sur-Sankarani, 27, 228.
Malindi, ·144. Monrovia, 61, 100. Níger, 27, 69, 71, 123, 209, 216,
Maloango, 102. Montagu, 536, 545, 550. 355, 412, 418, 628, 657.
Mamprusi, 42. Monte Saint-Paul, 702. Níger, cuenca, 110, 113, 303,
Mandara, 95; 151, 641. Moosou, 73. 355, 416.
Mandé, ioi, 187, 192, 204, 206, Mopti, 207. Níger, delta, 135, 136, 346, 353,
213. Mosa, 582. 641, 644.
Mansourah, 601. Mosamedes, 688. Níger, meandro, 68, 375, 641,
Manuel, cabo, 649. Mossel Bay, 548. 662; 768.
Manzanares, río; 603. Mostaganem, 601. Níger, río, 207, 220, 353, 355,
Maretj1esfontein, 993. Mostagedda, 677, 678. 519, 645,' 663.
Marruecos, 27, 120, 137, 138, Mouilah, 607, 609. Níger, valle, 649, 739.
Í39, 154, 155, 301, 362, 399, Mouka, 558: Nigeria, 34, 61, 100, 107, 150,
460, 464, 465, 599, 601, 603, Mcmlouya, 464. 155,156, 166, 171, 172, 175,
608, 620, 627, 660, 670, 692, Moussanda, 582, 589. 179, 216, 218, 273, 301, 327,
714, 728, 737: Mousiier, 464. 396, 641, 656, 658.
Masango, 587: Mouydir, 633, 689. Nilo, 26, 42, 88, 98, 101, 262,
Mascara, 601. Mozambique, 79, 273, 316, 343, 303, 3Q9, 318, 353, 354, 369,
Malaria, 23°3. 345, 346, 349, 351, 539. 374, 399, 401, 402, 403, 517,
Mathendous, 693, 697. Mpatou, 574, 699. ,518, 629,658,681.
Matjes River, 551. Muerto, mar, 424. Nilo, cuenca, 259, 396, 517, 739.
Matmar, 67?: Mufo, 539. Nilo, delta, 743, 744, 750, 751.
Matopo, montes, 703. Mukinanira, 592. Nilo, valle, 26, 282, 299, 303,
Malles, 690. Mumbwa, 543. 313, 365, 373, 374, 386, 430,
Matupi, 5.77, 590, 591. Munchiga, montes, 723. 515, 658, 666, 670, 6_71. 674,
Mauritania, 123, 139, 179, 268, Munyama, 552, 579. 685, 686, 113, 736, 739, 740,
308, 323, 343, 349, 423, 601, Mvulu, cueva, 543. 742, 744, 745; 746, 751. 752,
618, 619, 627, 631, 632, 634, Mwela, 365. 753, 754, 755, 756, 757, 759,
637, 647, 655, 658, 660, 688; Mya, oued, ·627. 763, 764, 768, 778, 779.
709, 714, 770. Nilo Azul, 354, 395, 396, 515,
Mazer, 624. 753, 757.
Mbandaka, 259. Nagada, 748, 750. Nilo Blanco, 369, 396, 515, 581,
Mbanza Kongo, 97. Nairobi. 394. 674, 753, 757.
Mbomou, 699. Naivasha, 394, 395, 415, 463. Njaras~'i, 547.
Mdaga, 107. 516. 552, 557. Njoro, 768.
Meadi, 681, 682, 683. Nakasasa, 542. Njoro River Cave, 516.
Mechta-Afalu, 610. Nakuru, lago, 369, 394, 395, Nkosisama Stream, 711.
Mechta el-Aibi, 608. 416,463,464,515, 516, 517, Nok, 650, 663.
Medea, 601. 552, 557. Nsongezi, 507.
Mediterráneo, 344,. 351, 353, Namib, 349, 351. Nswatugi, 703.
355, 424, 503, 739, 751, 756, Namibia, 142, 307, 362. 538, Ntereso, 657.
761. 545, 551, 553, 688, 694, 698. Ntadi-ntadi, 593.
Mejerda, oued, 607. 702, 71.4. Nuba, montes, 336.
Méjiro, cueva, 655. Napata, 764. Nubia,33,88, 119,126,128,145,
Mela, yebel, 574. Nara, 216. 298, 359, 516, 665,. 667, 668,
.Melka Konturé, 443, 447, 451, Narosura, 516. 671, 672, 673, 676, 677, 685,
480, 501, 503, 507, 510, 532. Nata, río, 550. 686, 688, 690, 708, 740, 744,
Menfis, 743, 745. Natal, 143, 539, 543, 694, 711. 754, 755, 759, 761.
Meniet, 624, 631, .633, 634, 689. Natron, lago, 439, 445. Nueva Guinea, 288, 333, 409,
Merdjouma, 627. Ndele, 699. 421.
Meiimdé, 680, 681, 683, 743, Nefousa, yebel, 301. Nuri, 666, 667.
744, 747. Neguev. 741. Nyassa, 345,
Meroé, 33, 662, 764. Nekkeb (v. EI-Kab). Nzako, 567.
Mertutek, 694, 708. Nekken (v. Hierakónpolis).
Mesopotamia, 265, 299, 374, Nelson, bahía, 551, 552.
730; 733. Ngoeré, 564. Oatkhurst; 551.
Micoque, 624. Ngoron-ngoro Crater,. 516. Occidente, 76, 779.
846 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
553, 577, 581, 584, 670; 690, Zeekoegat, 550, 551. 551, 553, 698, 699, 714, 733.
698.· Zenebi, 650,. . Zombepata, cueva, 550, 551.
Zanj, 144. Zinbabwe, 54, 88,. 330, 359, 362, Zululandia, 142.
Zanzíbar, 112, 151,155,777. 363, 382, 534, 539, 545, 550, Zwai, 395.
DINASTIAS
Dina, 145.
Hafsida, 114.
Rustemida, 127.
Egipto:
I, 231, 682, 712. Ibadita, 127, 137.
ll, 712, 750. Saedí, 137.
lll, 683. Saíta, 118.
IV, 248. Sasanida, 123.
V, 305. Kharidjita, 127, 131. Sunita, 1'.31.
Vl, 305.
XVlll, 685, 713.
XIX, 115.
XX, 115. Mameluca, 114, 127, 128, 129. Zirida, 1 ll.
ETNONIMOS
Ajami, 28. 203, 204, 206, 207,, 209, 212, Beni Hila!, 43.
Akán, 59, 72, 260, 273. 21ij, 271, 272. Bereberes, 98, 267, 268 ..
Álladian, 73. Bamún, 28, 100, 133, 134, 156. Berg Dama, 554.
· Ashanti, 40, 41, 68, 72, 381. Bantú, 38, 42, 56; 102, 254,. 256, Birifor, 383, 384.
260, .268, 269, 318, 365, 554, Bobo, 382.
574, 689, 711, 714, 716, 770. Bozo, 100, 207.
Bari, 297. Bullom, 311.
Bafulero, 65. Bariba, 106. Bum, 95.
Baga Koba, 257. Basa, 154, 282. Bumi, 96.
Baka, 34. Basari, 257. Duré, 389.
Bakongo, 254. Bateké, 168, 174.
Baluba, 266. Baulé, 203.
Bambara, 32, 38, 40, 68, 71, 100, Bejja, 126.
187, 191, 196, 199, 200, 201, Bemba, 39, 313. Cerko, 69, 71.
INDICE 849
Dagomba, 384. lmbangala, 179. Mendé, 155, 389.
Danxomenu, 106. lraqw, 309. Meilkopis, 455.
Dinka, 303. Merina, 152, 316, 329:
Dtula, 133, 150, 179, 259, 389. Méru, 167.
Dogón, 100, 161, 169, 171, 179, Mina, 256.
193, 207, 216, 269, 271, 272. Judá, 105. Mongo, 305.
Doko, 305. Moré, 71, 384.
Dorobo, 495. Moros, 42, 43.
Dqurou, 95. Mossi,. :_u, 42; 63, 64, 65, 166,
Duala, 259. Kabye, 381. 170, 260.
Kaguru, 174.
Kanembu, 133.
Kanuri, 34, 151.
Efik, 100. Khoi-khoi; 141, 297, 307, 308, Nama, 142.
Embu, 167, f76. 309, 319, 320, 554, 716. Narón, 3Ó9.
Etíopes, 291, 301, 771. Khoisán, 305, 771. Ngonde, 37.
Kiechware, 329. Nguni, 37.
Kikuyu; 100. Noon, 259.
Kirdi, 381. Nsibidi, 272, 273.
Fang, 33, 165. K:iroi, 95. Numida, 123.
Fanti, 73, 152. Kissi, 389. Nyakusa, 37.
Fon, 105, 256. Kiswahili, 133, 256. Nyangatom, 96.
Fulani, 55, . Komo, 40.
Fulbé, 95, 253, 259. Kongo, 105, 165, 172.
Konianké, 389.
Konkomba, 389. Otavi, 307.
Kouba, 169, 173, 174. Ovat Jimba, 554.
Ga, 153. Kóukouya, 174.
Gall.a, 140, 167, 222, 297, 307. Koulango, 384.
Gaolo, 214, 215, 217. Kouranko, 389.
Garamantes, 123, 662. Kpele, 282. Peul, 31, 32, 37, 38, 43, 166, 189,
Gbeya, 328. Kuba, 33. 191, 192, 196, 199, 200, 201,
Gerze, 155. Kukase, 384. 202, 204, 206, 209, 212, 214,
Getulos, 123, 381. Kwa, 102. 218, 220, 259, 260; 266, 267,
Gikuyu, 65. K wadi, 307, 308. 268, 292, 297, 311, 370, 705,
Griqua, 143. 712, 714; 715, 771.
Guanches, 323. Peul Bororo, 209, 291.
Guerze, 282. Pigmeo, 288, 292, 296,301,303,
Guesseré, 21 S: Lebu, 256, 259. 307, 381, 635, 771, 774.
Gujarati, 301. Lebu Wolof, 268.
Gur, 102. Lingala, 259.
Gurmantche, 260, 273, Lobi, 384; 389.
Guro, 32, 168. Loma, 389. Regueibat, 291.
Luba, 165, 166, 313, 364.
Lunda, 37, 69.
Habashat, 297. Lwo, 42.
Hadza, 494. Safeen, 256.
Hadzapi, 307, 309. Samo, 71, 389.
Harratin, 291. San, 142,288,296,301, 305,.307,
Hatsa, 329. Maanyan, 329. 308,317,319,329; 494,513;
Hausa, 34, 48, 55, 133, 150, 166, Macinanké, 2-18. 514, 548; 552, 553, 592, 702,
178; 256, 259; 268, 292, 317. Mahi, 105, 703, 708, 711, 715, 716, 723.
Haya, 41, 42. Malinké, 37, 68, 282. Sandawé, 309, 329.
Herero, 142. Mandé, 282; 384. Sao, 29, 107.
'Hicsos, '297, 7 59. Mandinga, 37, 40,256,260, 267, Sarakolé, 218.
Hutu, 371. 268, 271. Savi; 105.
Mangbetu, 386. Seereer, 257, 259, 266, 268, 282.
Marka, 214, 218, 292. Senufo, 42, 72, 389.
Masai, 167, 173, 297, 370, 503, Shona, 31.
lbo, 254, 273, 389. 516. Somalí, 292, 297, 771.
lgala, 172. M bochi, 102. Somono, 32, 207.
ljebu, 38. Mboon, 171. Songhai, 67, 68, 69, 71,145,218,
ljo, 165. Mehri, 297. 259, 266, 292, 657,
850 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA
Sonianké, 67, 69, 71, 305, Tubú, 292. Wolof, 34, 253; 256, 259,, 260,
Sorko, 67. Turkana, 96.. 267, 268, 269, 282, 303.
Sotho, 37, 165. Tutsi, 369, 370.
Susu, 254, 266. Twa, 554.
Si1to, 305. Twi, 259.
Swahili, 35, 48. Xhosa, 37, 143, 170, 305.
Swazi, 305, 307.
Acheulense, 462, 497, 500, 505, Capsiense, 462, 514, 517, 597, Early Stone Age; 481, 496, 498,
531, 537, 555, 559, 568, 582, 606, 609, 610, 631. 501, 561, 646, 666.
601, 623, 646, 666. Caza, 368, 527, 5ti3; 557, 589, Economía, 83-84.
Agricuhura, 96-97, 298-299, 628, 673, 707. - Economía de subsistencia,,83-84.
355, 364, 370, 373, 515, 553, Centros agrícolas, 719, 724, 728. Ecosistema, 723, 736.
633, 657, 708, 71°9, 740, 768. Cerámica, 515, 517, 594, 629, Edad de hierro, 487, 553, 660.
Agrobotánica, 724. 635, 654, 662, 681, 694, 768. Edad de piedra, 485, 501, 577,
Animismo, 70-72, 111-112, 388. Clases de edad, 71-72, 167-168, 592, 646.
Antropología, 34-35, 51-52, 54, 175, 176. Egiptología, 98, 123-124, 137,
56, 82-83, 299, 315, 363, 385, Clases de seres, 199-201. 299.
493. Climas, 347, 391, 405, 421, 509, Emergencia del hombre, 765.
Antropología semántica, 268. 521, 541, 557, 581, 616, 639, Endogamia, 204, 206.
Antroponimia, 268. 643, 721. Escritos {fuentes escrituraria~).
Arqueología, 27, 54, 223, 251, Climatología, 391, 409. 26, 45, 47-48, 93, 98, 100-101,
297, 381, 450, 453, 652, 683, Colonialisíno, 45, 51-52, 54, 56, 109, 116, 131, 133, 159-160,
739, 742. 59, 79-80, 192. 185; 270, 379.
Arqueometría, 233-34, 230, 236. Colonización, 56, 59-60, 777. Escritura, 109; 133, 185, 270.
Arte, 381, 388, 485, 492, 513, Conciencia africana, 152-153. Estado, 79-80, 128, 167, 176-
553, 573, 577, 610, 612, 662, Conciencia histórica, 63-64. 177, 368, 387, 775, 779.
683, 687, 770. Etnias; 111-112, 259, 295, 303,
Arte bovidiano, 635, 690, 716. Cronología, 38, 147, 175-176,
380, 391, 405, 421, 496, 521, 315, 609.
Arte buvaliano, 690, 697, 716. Etnocentrismo, 50, 75-76; 265,
Ateriense, 625, 668, 686. 539, 558, 577, 606, 619, 642,
719.
Australopiteco, 298, 432, 438, 688, 768.
Evolución (evolucionismo), 285,
451, 453, 462, 472, 475, 478, 297, 476.
523, 529, 584, 76.6.
Kafuense, 561.
Kartumiense, 674, 753. Palabra, 186-187, 189, 253. Zonas climáticas, 350.
Keniapit~co, 435, 473, 765. Paleoclimas, 344, 391, 395. Zoología, 368.