CEBS
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En la(s) Iglesia(s) observamos dos caminos para acercarse a la gente. “La vida vista y vivida a partir de la doctrina y la
vida vista y vivida a partir de la experiencia vivida desde el Evangelio”, escribe1 P. Pedro Declercq. Un modelo de Iglesia
está interesado en dar a conocer leyes, normas litúrgicas, doctrinas sobre Dios y la Iglesia. Otro modelo de Iglesia se
desarrolla compartiendo y dando a conocer experiencias de vivencias concretas del Evangelio de Jesús. En el primer
modelo la catequesis de la primera comunión se centra en dar a conocer los credos, conceptos teológicos, varias
oraciones tradicionales y enfoca la práctica sacramental como camino eclesial. En el segundo modelo la catequesis
pretende dar a conocer la vida de Jesús y la vida de la comunidad de fe, y enfoca el discipulado, el seguimiento a la
práctica de la vida de Jesús. Un modelo es sobre todo vertical en su pensamiento y su actuar, el otro es más bien
horizontal. “Los primeros encuentran a Jesucristo a través de la alabanza al Hijo de Dios, los segundos encuentran a
Jesucristo a través del seguimiento de Jesús de Nazaret”, escribe P. Pedro.
En su libro vuelve a compartir la experiencia evangelizadora y misionera del inicio de las CEBs. Ya lo había descrito en
su primer libro “La fe de un pueblo” y también en el folleto “Una experiencia de Iglesia CEB´s. Mística y metodología”.
Resumiendo el proceso podemos decir lo siguiente. Después de las visitas (tomas de contacto, ofrecimiento de
cercanía) alguien toma la iniciativa de convocar a vecinos/a a una reunión. Los temas a hablar surgen de la vida diaria:
educación de los hijos/as, la vida familiar, la vida y la muerte, la relaciones de pareja, la realidad en que vivimos, los
problemas concretos del barrio,…. No son discursos o exposiciones, sino a partir de preguntas las y los participantes
son invitados a opinar, a participar. Desde diferentes experiencias de vida se comparte la reflexión. Luego viene la
iluminación desde el Evangelio. El grupo es invitado a reflexionar el texto, a reconocerse ahí y a descubrir como ese
texto puede iluminar la realidad que se ha hablado. En el paso siguiente se busca cómo se podría hacer un pequeño
paso, un compromiso para ir cambiando la vida. La reunión termina orando juntos el Padre Nuestro mientras se dan
la mano en signo de fraternidad. Se acuerdan donde será la siguiente reunión. Se comparte un vaso con agua, un
cafecito, algún pancito… Luego de la reunión el/la animador vuelve a visitar las familias, escuchando, compartiendo,
motivando…. “Todo esto va creando comunidad o hace crecer la comunidad.”
No pocas veces lamentamos en las CEBs que no crecemos, que no aparecen grupos nuevos. En algunas CEBs se tiene
puesto la esperanza en hijos e hijas de los miembros. En otras no encontramos a gente joven. De vez en cuando alguna
persona se acerca por casualidad y se motiva. Pero es evidente que no estamos en la gran experiencia misionera como
P. Pedro (Rogelio, Guillermo, la pequeña comunidad, Octavio, y tantos animadores laicos como Foncho) lo ha vivido.
¿No sería que nos hemos apartado de la metodología y de la mística misionera del inicio? ¿No sería que nos toca la
crítica de la comunidad del libro del Apocalipsis en sus cartas a las iglesias? “Has perdido tu amor del principio” (2,4) o
la llamada “Recuerda la enseñanza que recibiste; guárdala y cambia de conducta” (3,3), “No eres ni frío ni caliente”
(3,15).
Somos herederos, no solamente de una larga tradición de comunidades cristianas, sino también de una nueva mística
misionera como Padre Pedro la vivió e inició en Zacamil. Desde nuestro testimonio real en el seguimiento a Jesús, nos
toca retomar la misión evangelizadora que Jesús mismo dio a sus discípulos. Nos toca vencer los miedos, las
inseguridades propias, las comodidades para lanzarnos al encuentro con otras familias. No es cierto que hace 2000
años era más fácil, ni hace 50 años cuando nació la experiencia de las CEBs en Zacamil. Recordemos la frase del
Apocalipsis (3,20): “¡Vamos! Anímate y conviértete. Mira que estoy a la puerta llamo; si alguien escucha mi voz y me
abre, entraré a su casa a comer, Yo con él y él conmigo.”
No es el momento de lamentarnos, sino es “la hora” de arriesgarnos a formar CEBs, a buscar a las personas. En nuestro
alrededor hay tanta gente pobre, personas solitarias, familias destrozadas, gente decepcionada o frustradas por algún
conflicto con una iglesia, gente temerosa, personas que – a pesar de todo – esperan cambios y confían en el Dios de la
Vida. No tengamos miedo. La metodología y la mística del inicio de las CEBs siguen siendo válidas para animarnos hoy
a ser nuevamente misioneros de un modelo de Iglesia centrado en el seguimiento de Jesús. (14/9/19)
1
La Esperanza de un pueblo. P.39-40.