Congar. Un Creador Del Cambio en La Iglesia
Congar. Un Creador Del Cambio en La Iglesia
Congar. Un Creador Del Cambio en La Iglesia
Las obras que vinieron después, serán aplicaciones progresivas del programa
eclesiológico esbozado en “Cristianos desunidos”, “Verdadera y falsa reforma en
la Iglesia”, “Jalones para una teología del laicado”, “La tradición y las tradiciones”.
En Cristianos desunidos pone en primer plano, temas centrales de su reflexión, va
más allá de la noción de Iglesia-sociedad; es el reconocimiento del compromiso
de la Iglesia en el mundo, más allá de lo sagrado-profano; es revalorización del
laicado por el redescubrimiento de la fecundidad del bautismo para el compromiso
en el apostolado; es recuperar la dimensión dinámica de Iglesia y de la tradición.
El corazón de aquel libro, tras recorrer la tradición eclesiológica anglicana, rusa y
eslavófila, se concentra en los «fundamentos eclesiológicos del ecumenismo». Por
aquella época estaba preparando “Esquisses du mystère de l’Église”, que no
saldrá hasta 1941. En otras palabras: Congar ha captado que el nudo del progreso
ecuménico se sitúa en la concepción de Iglesia. Por otro lado, como escribe doce
años más tarde, el único tratamiento adecuado del laicado sería una eclesiología
remodelada globalmente, que dé lugar a la participación activa de todos. “Jalones
para una teología del laicado” documenta y organiza la convicción de Congar
acerca de la composición laica de la realidad eclesial al servicio del mundo. “En el
fondo sólo hay una teología del laicado válida: una eclesiología total”. La
afirmación de su teología del laicado, parte del texto de Rom 12, 1, —donde Pablo
habla de la ofrenda de la propia vida como culto razonable a Dios—, suena así:
“cada uno es el sacerdote de su propia existencia”.
El núcleo de la teología, son tres ideas de Iglesia que propone para explicar la
unidad: Ecclesia de Trinitate, Ecclesia in Christo, Ecclesia ex hominibus. “el Dios
de Jesucristo proclamado desde la Iglesia”.Es “La vida que ebulle eternamente en
el seno del Padre, después de comunicarse en Dios mismo para constituir la
sociedad divina, la de las Tres personas de la Santísima Trinidad, y se comunica
por gracia, a las criaturas espirituales, a los ángeles en primer lugar, y luego a
nosotros. Esto es la Iglesia: la extensión de la vida divina a una multitud de
criaturas”. Congar cree y reza al Dios vivo, aquel al que puede llamar “mi Dios”.
Congar fue sometido a la prueba del exilio en el silencio impuesto por el Vaticano
y al destierro por sus convicciones y el solo dijo: “Únicamente el que ha sufrido
por sus convicciones, alcanza, en éstas, una cierta cualidad de irrecusable, y el
derecho a ser respectado y escuchado”. Nos ponemos, pues, a la escucha del
Cardenal Congar
Para superar estas presentaciones, Congar trató de «volver a las fuentes más
profundas de la tradición de la Iglesia», fuentes bíblicas, patrísticas y las mejores
medievales. Y en su necesaria reforma intentó presentar el rostro de la imagen del
misterio de la Santa y Única Iglesia de Jesucristo. En los años más duros de su
postergación decía: «No gusta mi visión de la Iglesia, pues pone en entredicho el
sistema piramidal, jerarquizado, jurídico, puesto en marcha por la Contrarreforma.
Mi eclesiología es la del ‘pueblo de Dios’... Roma no aprecia que preconice la
vuelta a las fuentes...».
Su libro Cristianos desunidos (1937) fue calificado como «el primer intento de
definir teológicamente el ecumenismo». Obras como Verdaderas y falsas reformas
en la Iglesia, Cristianos en diálogo, Martín Lutero. Su fe, su obra, sus conferencias
a los Obispos católicos en diferentes colegios romanos durante el Concilio
Vaticano II y su actuación comotrabajos de Congar sobre el sacerdocio ministerial
se remontan al menos a 1946 y durante el Concilio ayudará eficazmente a la
elaboración del decreto PO. El laicado, sin embargo, sería una de sus grandes
preocupaciones.
En obras anteriores a 1953 había distinguido entre «estructura» y «vida» de la
Iglesia lo que le permitió el análisis de las relaciones entre lo institucional y
carismático en la Iglesia. Si la Iglesia es una comunión y no simplemente una
institución, se hace necesario estudiar el estatuto teológico de quienes —desde
hacía siglos— habían sido marginados de la Iglesia: los seglares.
La publicación de su Jalones para una teología del laicado (1953) fue decisiva
para que la Iglesia toda tomase buena nota de un vacío teológico y existencial que
arrastraba desde mucho tiempo atrás. Jalones no pretendió ser un tratado
completo de eclesiología pero ofreció el lugar adecuado para clarificar las
relaciones entre «vida» y «estructura» de la Iglesia. Relación que le permitió sacar
del principio general: la Iglesia como Pueblo de Dios, las aplicaciones particulares
necesarias: los derechos del laicado a partir del hecho fundamental del
«sacerdocio de los fieles».
Sólo por el servicio de esta mediación los hombres pueden recibir la gracia
salvífica de Dios. En el volumen Un peuple messianique (“Un pueblo mesiánico”).
Congar vuelve a tratar y perfeccionar su reflexión sobre las tareas “políticas” de la
Iglesia y del laicado, y sugiere algunos criterios importantes para poner por obra la
consecratio mundi (“la consagración del mundo”), aprovechando los principios
generales establecidos al tratar de la catolicidad de la Iglesia.
2. La salvación cristiana no excluye las liberaciones humanas, más aún, las asume
y las engloba. “Los movimientos de auténtica liberación humana entran en el plan
de Dios: forman parte del mismo. Sin embargo, el designio de Dios del cual Jesús
y el Espíritu Santo son autores, y que tiende al Reino, supera las liberaciones
humanas, las juzga y radicaliza sus perspectivas
3. “Los cristianos deben hacerse cargo, juntamente con los demás hombres, de la
propia parte en las liberaciones de las que el mundo tiene conocimiento y que
entran dentro de las posibilidades humanas; ellos traicionarían el don de Dios si no
se comprometieran a liberar el mundo de todo aquello que ellos crean
que ha de ser salvado –incluso si el mundo no tiene conciencia de
eso–, de modo particular del pecado, y no llevasen la esperanza
del porvenir absoluta en el Reino”.