Reseña 3
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Historia de Colombia
Sophia G. Daza Travecedo
07.05.19
A partir de las ideas planteadas en el artículo de Luis Javier Orjuela1, el presente escrito
buscará sintetizar y analizar algunos aspectos vinculados a fenómenos sociales que se
gestaron en diferentes momentos de la historia de Colombia (1904-1945) en el cual el debate
sobre las ideas políticas generó fracturas o disputas constantes en la clase dirigente,
especialmente, aquellas que oscilaron, problemáticamente, en la primera mitad del siglo XX.
Es pertinente destacar que esta época se caracteriza por un pacto político entre las dos fuerzas
tradicionales políticas del país que abandonaron toda posibilidad de continuar sumiendo a la
nación en una guerra fratricida; después del Tratado de Wisconsin (1902) la apuesta surgió
del debate democrático y de la necesidad de rescatar al país de su debacle económico, pero
además de posicionarlo ante el concierto de las naciones.
Por un lado, Orjuela (2008) propone un desarrollo de las ideas políticas conservadores
anquilosadas en la oportunidad de perpetuar una semántica heredada de la colonia española
y fuertemente relacionada con aspectos tradicionales de la fe católica. De esta manera, los
conservadores buscaban sostener un statu quo de aquellos privilegios, económicos y
políticos, que algunas familias en el país lograron sostener una vez el sistema colonial se
disipa. Allí la religión ofrecería algo similar a lo que ofreció en su momento el sistema
colonial: orden, sumisión y doctrina, pero adicionalmente la misión de civilizar todo aquello
que no estuviera dentro de los cánones del catolicismo. Estas ideas políticas significaron una
empresa no solo moral, sino también legal, en la medida en que algunas facciones del partido
conservador se ordenaron bajo posturas radicales que se les hacía ver “más conservadora que
el vaticano” (p.197). En otras palabras, a partir de aquella visión dominante e impetuosa del
sesgo religioso, se empezó a edificar una idea de nación en la cual el autoritarismo y la
represión, serían el principal fundamento para combatir ideas progresistas provenientes
varios sectores del partido liberal, y de ideas que comenzaban a abrirse paso en el mundo.
1Abogado de la Universidad Santo Tomás, magister en administración pública y ciencia política, y phd en ciencia política
de la Universidad de la Florida, en Estados Unidos. Se ha especializado en analizar la historia política de Colombia, teoria
sobre el Estado, entre otros temas. Actualmente es docente de historia de la Universidad de los Andes. (Orjuela, s.f)
Por otro lado, si bien los liberales son provenientes de una base socioeconómica similar a la
de los conservadores o así podría asumirse, el desarrollo de las ideas políticas enfocadas en
el liberalismo, hicieron mella en un facción importante de la sociedad y que, muy entrado el
siglo XX, configurarían e intentarían implementar modelos progresistas que dotaran a la
nación de aquellos avances que ya se reflejaban en naciones de primer orden y que sólo a
través de las ideas de la libertad de los individuos, entre otras que buscaban la secularización
del poder político (es decir, la construcción de Estados verdaderamente laicos) y donde los
principios reinantes de la sociedad fueran los postulados científicos y su reflejo de esto en la
leyes, en vez de la tradición moral del catolicismo. Es por eso que fácilmente se desarrolla
un choque entre las dos vertientes ideológicas que tendrán el poder y control sobre el
territorio nacional, sobre la sociedad, y otros aspectos que se ven claramente reflejados en la
intensidad en que ambos partidos decidieron ser “enemigos” a lo largo del siglo XIX. En el
siglo XX el liberalismo asumiría el papel de ser el fuerte contradictor del tradicionalismo
conservador. En un principio, los avances de ciertos países que lograron con éxito la
secularización eran la muestra fehaciente del camino que debería seguir la nación colombiana
en relación con ideas de progreso y modernización, no solo de aspectos relativos a la
infraestructura e industrialización del país, sino sobre los efectos morales, sociales y
culturales que, en ese momento, podían afectar los parámetros de una instrucción civil en
manos de los valores del catolicismo. Ninguno de los dos partidos quería que el país se les
saliera de las manos, pero los conservadores tenían más temor de vivir en una nación
incivilizada, producto de la carencia de los valores religiosos y eurocentristas que eran
susceptibles de las grandes masas. Pero aún más grave era que la corriente liberal de
pensamiento, impulsada por el socialismo europeo y sectores más radicales de un liberalismo
revolucionario cambiara el orden social y político con una afectación directa a sus formas
acomodadas, lujosas y prestantes de su vida social.
De una manera crítica y reflexiva, se pueden comparar las ideas políticas colombianas, pero
también las mentalidades ideológicas de las clases dirigentes y de su reflejo en las grandes
masas. Sin querer ser pasional y exagerada, la modernidad es algo que aún se encuentra lejano
de la realidad nacional; la ausencia de una reforma agraria en el país, el atraso tecnológico
del campo y de hacer la actividad agrícola algo rentable y digno bajo la dirección y de la
comandancia del Estado colombiano, en donde el directo beneficiado de esto sea el
campesino que labra la tierra y no los grandes terratenientes que la usufructúan, es tan solo
un indicador de una deuda histórica con el progreso y el bienestar social del país. Ni qué decir
de la infraestructura del país que conecte a las regiones, no solo para el intercambio de
productos que se desarrollan localmente, sino también para garantizar la presencia del Estado
en cada rincón del país y cuando me refiero a esas presencias, están enfocadas en el bienestar
y la garantía de los derechos y deberes de los individuos vistos bajo los criterios legales que
hemos desarrollado en más de dos siglos de república. Lo que sí vemos es una sociedad
fragmentada, dividida políticamente, con heridas aún abiertas, con memorias aún
polarizantes, con una clase política anclada a la concentración del poder, muy ceñida al
discurso religioso bajo el temor de la corrupción moral del individuo, peor también ante el
temor de triunfo de ideas políticas que no comulguen con la tradición. Es por eso que en un
país como Colombia, todo lo que no suene a Dios es comunista y ateo, pero al mismo tiempo,
todo lo que esté vinculado al Estado y a la intermediación de la religión para hacer un
ejercicio de las leyes, es atrasado, retardatario y dogmático en sus intenciones de gobernanza.
Pero adicionalmente las ideas clásicas del liberalismo en el país, han desaparecido y se
convertido en una suerte de hermandad con el sector más tradicional del país: es necesario
recordar que partidos como Cambio Radical y el Partido de la U, nacieron en el seno del
liberalismo, pero que sus posturas sobre las dinámicas políticas del país en las últimas dos
décadas, solo han demostrado la estirpe que aún, soberbia y elitista, no tiene inconveniente
alguno en negociar el poder con el conservadurismo. Un ejemplo de ello, como también
sucedía a principios del siglo XX, es que algunos liberales migraban fácilmente al
conservadurismo o viceversa como por ejemplo sucedió con una de las figuras más
reconocidas de la política colombiana, Álvaro Uribe Vélez, quien por mucho tiempo militó
en el partido liberal, se lanza a la presidencia con un partido independiente (Partido de la U)
y en la actualidad, es el líder máximo del partido más radical en las ideas conservadores del
país (el Centro Democrático). Aquellos que podrían asociarse con el liberalismo, en ciertas
bases de pensamiento que se enfocan en el bienestar de los sectores más subordinados y
reprimidos, son asumidos como partidos de izquierda radicales (Polo Democrático
Alternativo, Alianza Verde, Colombia Humana) …. ¿Coincidencia? No lo creo. Estamos en
el mismo punto donde el temor (a una sociedad atea, comunista y radical) vence a la
posibilidad de una sociedad más justa.
En este punto pareciera más que claro o por lo menos, eso se asumiría a través de esta lectura:
Colombia es una nación frustrada que demuestra que no hemos cambiado y que, en los
aspectos más esenciales de las ideas políticas, seguimos pensando en lo mismo que hace 100
años… ¿Modernidad? ¡No lo creo!
Bibliografía:
Orjuela, L. J. (s.f). scienti.colciencias. Recuperado el 07 de 05 de 2019, de Hoja de vida
(cvlac): Luis Javier Orjuela:
http://scienti.colciencias.gov.co:8081/cvlac/visualizador/generarCurriculoCv.do?co
d_rh=0000284041
Orjuela, L. J. (2008). Tensión entre tradición y modernidad (1904-1945) . En J. Ocampo,
Historia de las ideas políticas en Colombia: de la independencia hasta nuestros
días (págs. 181-219). Bogotá D.C: Taurus.