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¿Fue el siglo XVI una catástrofe demográfica para México? Una respuesta basada
en la demografía histórica no cuantitativa

Article  in  Papeles de Población · January 1999


Source: DOAJ

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1 author:

Robert Mccaa
University of Minnesota Twin Cities
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Papeles de Población
Universidad Autónoma del Estado de México
[email protected]
ISSN (Versión impresa): 1405-7425
MÉXICO

1999
Robert McCaa
¿FUE EL SIGLO XVI UNA CATÁSTROFE DEMOGRÁFICA PARA MÉXICO? UNA
RESPUESTA BASADA EN LA DEMOGRAFÍA HISTÓRICA NO CUANTITATIVA
Papeles de Población, julio-septiembre, número 021
Universidad Autónoma del Estado de México
Toluca, México
pp. 223-239

Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

Universidad Autónoma del Estado de México

http://redalyc.uaemex.mx
¿Fue el siglo XVI una catástrofe
demográfica para México?
Una respuesta basada en la
demografía histórica
no cuantitativa*
Robert McCaa
Departamento de Historia
Universidad de Minnesota
Resumen Abstract
El debate en torno al tamaño de las The debate around the size of the native
poblaciones nativas de América en el momento populations from America in the moment of
del contacto con los europeos y el grado de the contact with the europeans and the
despoblación que le siguió continúa en depopulation degree that it continued him
nuestros días. continues in our days.
El artículo analiza el tema desde la perspectiva The article analyzes the topic from the
de la demografía histórica no cuantitativa, perspective of the historical demography not
mediante un nuevo examen de las fuentes quantitative, by means of a new exam of the
históricas para el caso de México. La historical sources for the case of Mexico. The
conclusión es que sí hubo una catástrofe conclusion is that if there was a demographic
demográfica ocasionada por epidemias —la catastrophe caused by epidemics —the first
primera ocurrió en el México central, en 1520, happened in the central Mexico in 1520 and it
y fue de viruela— asociadas al cruel was of smallpox— associated to the cruel
tratamiento a que se sometió a la población treatment that underwent to the native
nativa y a la devastación ecológica que population and the ecological devastation that
acompañó a la colonización española. it accompanied to the spanish colonization.

Introducción

L
a “guerra de números” —es decir, el debate en torno al tamaño de la
población nativa al momento del contacto con europeos y el grado de
despoblación que siguió— continúa en los años noventa (Rabell, 1993:
35), aunque sin la intensidad que tuvo cuando aparecieron primeramente los
resultados de investigación de los “maximalistas” Sherburne Cook y Woodrow
Borah. El lado “minimalista”, fundado por Ángel Rosenblat, ha crecido en
años recientes. 1 A pesar de las persistentes críticas de éste (1967), ni
*
Traducción de Carlos Aguirre.
1
He adoptado la nomenclatura latina de Hugh Thomas, “maximalista” y “minimalista”, por considerarla
menos agraviante que la vulgar terminología anglosajona de high counters y low counters”.
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Cook, antes de su deceso, ni Borah a partir de 1966, cuando presentó un corto


ensayo al Congreso de Americanistas de Mar del Plata, Argentina, decidieron
confrontar directamente a sus opositores (Borah, 1971). En décadas subsecuentes,
la imagen demográfica de la población nativa de México durante el siglo XVI,
ofrecida por Cook y Borah, fue criticada en casi todos los frentes: datos,
métodos, manipulaciones, interpretaciones y, por último, en su tesis global
sobre el desastre demográfico (Rosenblat, 1967; Sanders, 1976; Zambardino,
1980; Henige, 1992 y Brooks, 1993). Con motivo del Quinto Centenario,
Denevan (1992) ofreció un oportuno resumen del debate. Luego, en 1993, la
historia de la primera epidemia de suelo virgen (virgin soil epidemic) que asoló
México, aquélla de 1520-1521 recibió un ataque frontal. El desastre fue
reducido a “... un ataque leve de viruelas, tal como ocurría en la Europa
contemporánea, con algo de sufrimiento, algunas muertes y pocos efectos
posteriores” (Brooks, 1993).

¿Por qué Rosenblat, Sanders y Florescano descartan la


epidemia de viruela de 1520-1521?

Esta tesis no es nueva. Ángel Rosenblat, William T. Sanders, y ahora Enrique


Florescano, también disminuyen la importancia de la epidemia. Como mostraré
en este ensayo, Rosenblat simplemente ignora las evidencias sobre la primera
epidemia de viruela, al igual que toda evidencia sobre los efectos de las
enfermedades contagiosas. Sanders (1976: 129) observa sólo dos epidemias
mayores en el siglo XVI —ninguna antes de 1540—, pero no toma en cuenta
ninguna evidencia para 1520. Florescano (1994: 111) menciona “... terribles
mortandades causadas por las epidemias de 1545-1548, 1563-1564,
1576-1581 y 1587-1588 ...”, pero, al hacerlo, excluye todas las epidemias de
viruela de su lista, al igual que cualquier gran contagio antes de 1540.
Florescano parece suscribir la tesis de Sanders de que ninguna epidemia mayor
ocurrió antes de 1540 (véase también Rabell, 1993: 24).
Fue una sorpresa para mí descubrir que Rosenblat, el más terco defensor de
la tesis minimalista, también descartó el impacto de la viruela. Mi perplejidad
creció cuando reparé que Sanders y Florescano excluyen la epidemia de viruela
de 1520 de sus listas de epidemias mortales del siglo XVI. Si el virus del
orthopox no contribuyó al colapso demográfico en México central en 1520,

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¿Fue el siglo XVI una catástrofe demográfica para México? ... R. McCaa

entonces la interpretación “catastrófica” de la historia poblacional del contacto


está errada. Si el caso mejor documentado de una epidemia en suelo virgen no
puede sostenerse, entonces la extensión del paradigma hacia otros encuentros
iniciales entre europeos y nativos americanos se vuelve débil y quizá hasta
insostenible (Brooks, 1993: 28-29).
Afortunadamente, un reexamen de este caso se facilita por la existencia de
numerosas fuentes en español y náhuatl —relatos de testigos, extensos registros
tributarios para un gran número de pueblos nativos, numerosas investigaciones
hechas por autoridades seculares y religiosas, y crónicas escritas por
conquistadores y conquistados—. Sólo en décadas recientes muchas de estas
fuentes han sido sometidas a riguroso escrutinio por los estudiosos. Al iniciar
mi revisión de las evidencias, seguí los pasos señalados por los más sólidos
ensayos historiográficos sobre la historia epidemiológica de México en el siglo
XVI (Prem, 1991; Somolinos d’Ardois, 1982; Dobyns, 1993 y Márquez, 1993).
Las extremas implicaciones del argumento revisionista y su estrategia de
favorecer la filología antes que la cuantificación, la narrativa antes que los
números (estrategia que, además, permite ahorrar tiempo) son tan atractivas que
yo mismo me sentí seducido a explorar los temas de la demografía de la
conquista, usando métodos no cuantitativos. Una lectura contrastada de los
relatos publicados sobre la primera epidemia del viejo mundo que azotó México
podría ayudarnos a determinar si, en efecto, la viruela fue una epidemia menor
o una catástrofe de proporciones mayores.

Demografía histórica no cuantitativa

Deliberadamente he escogido una aproximación no cuantitativa, debido a que


quienes no son cuantificadores muestran una persistente hostilidad hacia las
evidencias numéricas. Por tanto, las cifras y los datos tributarios de Cook y
Borah no han sido considerados en este ejercicio. Dado que la interpretación
minimalista se basa principalmente en relatos y no en números, estudié una
amplia variedad de documentos del siglo XVI, incluyendo memorias, genealogías
de gobernantes, reportes, crónicas e historias. Respondiendo al reclamo de
Rabell por una “nueva lectura” de las fuentes, reexaminé aquéllas usadas por
Brooks —descripciones de Hernando Cortés, Francisco López de Gómara,
Bernal Díaz del Castillo y los franciscanos Toribio de Motolinía y Bernardino
de Sahagún— y todas las otras fuentes publicadas en español y náhuatl que creí
pertinente usar. Aquéllos que conocen bien las evidencias no se sorprenderán

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Papeles de POBLACIÓN No. 21 CIEAP/UAEM

con mis conclusiones (Crosby, 1967 y Motolinía, 1979). Cualquier revisión


exhaustiva de las más autorizadas descripciones del siglo XVI mostraría que los
contemporáneos temían que las poblaciones nativas se extinguieran debido a las
violentas epidemias.
Dado que el silencio es un adversario incómodo (la mayoría de los minimalistas
no explican por qué ignoran o desprecian la viruela de 1520), el análisis que
sigue se concentra principalmente en Rosenblat, aunque mis argumentos sirven
igualmente para contradecir a los historiadores que niegan la fuerza de la
viruela, sin haber evaluado ellos mismos las evidencias.
A diferencia de Brooks, Rosenblat, Sanders y otros, quienes minimizan la
importancia de la viruela, yo sostengo que la mortalidad generada por el virus
en Nueva España fue demográficamente significativa y varias veces mayor que
en Europa. Cualquier supuesta similitud con Europa —o, en términos generales,
la idea de que el impacto de la viruela fue minúsculo— no está corroborada por
la considerable masa de evidencias publicadas sobre este tema en los últimos
470 años (al igual que Brooks, Rosenblat y los minimalistas en general, sólo uso
fuentes publicadas, pero mi análisis contrastado es más exhaustivo que la de
ellos).
Hasta donde he podido determinar, cualquier escritor del siglo XVI que se
refería a las tendencias poblacionales de los nativos invariablemente concluía
que un descenso precipitado estaba en marcha y que las epidemias representaban
una causa importante de tal descenso, cuando no la más importante. Una extensa
discusión de estas evidencias se presenta en mi ensayo “Spanish and Nahuatl
Views of Smallpox and Demographic Catastrophe in Mexico” (McCaa, 1995).
Aquí sólo resumiré las observaciones de Motolinía, Sahagún, Pomar, Muñoz
Camargo y López Velasco.
Hacia mediados del siglo XVI los historiadores y cronistas empezaron a
reflexionar acerca de la brutalidad de las diversas epidemias. En 1542 Motolinía
escribió sobre tres grandes devastaciones que él buscó hacer coincidir con los
años terminados en “1”, siendo la más importante la guerra, la pestilencia y la
hambruna de “1521”. Varios años después que su manuscrito fuera enviado a
España (y mientras su autor estaba en Guatemala), la gran devastación de 1545
hizo su aparición, de modo que no sabemos cómo su numerología habría tratado
de dar cuenta de esta catastrófica epidemia (Motolinía, 1979: 292-295).
El 8 de noviembre de 1576, mientras se desarrollaba la tercera gran epidemia
del siglo, Sahagún, en una rara intervención directa en su Historia general, y
para la cual no existe la correspondiente versión en náhuatl, se preguntaba si la

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presente plaga exterminaría la población nativa. Sahagún respondió a la


pregunta en forma directa y vigorosa, sin dejar duda alguna de que el ataque de
viruela de 1520 fue extremadamente letal, más letal incluso que la guerra
(“murió casi infinita gente”), pero que la más mortífera de todas fue la epidemia
de matlazáhuatl de 1545, “... una pestilencia grandísima y universal, donde, en
toda esta Nueva España, murió la mayor parte de la gente que en ella había.”
Sólo en Tlatelolco Sahagún afirma haber enterrado 10 000 personas antes de
caer enfermo él mismo. En el momento en que él escribía, en noviembre de
1576, el número de muertes crecía diariamente. De acuerdo con Sahagún,
muchos morían de hambre, sin cuidados de ningún tipo y sin tener siquiera
alguien que les ofreciera una jarra de agua, pues los auxilios caritativos se
habían extinguido. Él temía que si el contagio continuaba por otros tres o cuatro
meses más, no iban a quedar nativos y la tierra volvería a llenarse de bestias
salvajes y monte silvestre. Sahagún razonaba que, por un lado, los españoles
eran muy pocos para colonizar la tierra y, por otro lado, los indios se estaban
extinguiendo (Sahagún, 1938: 3: 355-361).
Pomar, el historiador de la ciudad de Texcoco, también resaltó tres grandes
epidemias en el siglo XVI, las de 1520, 1545 y 1576, pero caracterizó la de 1520
como la peor: “... haber hecho mayor daño que en las que después acá han tenido,
sin otras muchas pestilencias que han tenido de menos furia”. Pomar reportó que
Texcoco, que se rindió a Cortés sin ofrecer resistencia, solía tener unos
15 000 ciudadanos (“vecinos”), pero que no llegaba ni a 600 en la década de
1580, cuando Pomar redactó su Relación. Muchos poblados sometidos más
pequeños habían desaparecido por completo.
Mi estimación favorita es la que ofrece un razonamiento más explícitamente
cuantitativo: aquella de Muñoz Camargo para la provincia de Tlaxcala, también
escrita en la década de 1580, pero publicada hasta 1981:
Yo digo que la primera [1520] devio de ser la mayor porque avia mas gente, y la
seg[un]da [1545] fue ansi mismo muy grande por que la tierra estava muy entera,
y esta ultima [1576] no fue tan grande como las dos prim[e]ras porque aun que murio
mucha gente escapo mucha con los remedios que les hazian los españoles y
religiosos ... (Muñoz, 1981: 36).

Las evidencias ofrecidas por una amplia variedad de fuentes escritas en


español y náhuatl durante el siglo XVI apuntan a una sola conclusión: la
epidemia de viruela de 1520 aparece como una de las tres peores crisis
demográficas del siglo en la cuenca de México. La tasa de mortalidad a causa

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Papeles de POBLACIÓN No. 21 CIEAP/UAEM

de la viruela y la hambruna en 1520-1521 fue probablemente menor que la de


las epidemias de matlazáhuatl de 1545-1546 y 1576-1577. No obstante, si
aceptamos el juicio ofrecido por uno de los más celebrados cronistas de la era
colonial, la epidemia de viruela de 1520 fue la más grande catástrofe demográfica
del siglo para las poblaciones de habla náhuatl de México central. Más aún, ni
las descripciones españolas ni las indígenas se limitan a los territorios circundantes
a Tenochtitlan. Un estudio cuantitativo completo pueblo por pueblo de las cifras
poblacionales, laboriosamente extraídas de las Relaciones geográficas, recuentos
tributarios, censos y toda otra fuente disponible, revela la extensa amplitud
geográfica de la despoblación (Ciudad Real, 1976: 1: 70, 95; 2: 73; Aguilar,
1977: 97; León, 1933: 9; Díaz del Castillo, 1960: 292 y Gerhard, 1986).

Consenso sobre la catastrófica declinación poblacional

Los violentos desacuerdos respecto al tamaño de la población nativa antes del


contacto tienden a oscurecer el amplio consenso sobre la catástrofe demográfica
que el siglo XVI representó para las poblaciones nativas de México central,
sobre el hecho de que las epidemias, la explotación y las disrupciones ecológicas
fueron los principales agentes. Todas las cifras poblacionales de comienzos de
la era moderna contienen enigmas provenientes de errores de todo calibre. Aun
así, para algunos historiadores las fuentes narrativas son fácilmente equívocas,
las generalizaciones son difíciles de extraer o, tal vez, simplemente los números
tienen su propia fascinación.
El cuadro 1 ofrece un resumen de las cifras poblacionales en dos momentos
del siglo XVI, 1519 y 1595, de acuerdo con varios trabajos serios y ampliamente
citados de historiadores modernos. La última columna del cuadro muestra el
porcentaje de disminución poblacional a lo largo del siglo que se deduce de cada
grupo de cifras. En casos en que los autores ofrecen rangos y no cifras absolutas,
ellos se incluyen en el cuadro. La gráfica 1 está basada en la columna 3 y muestra
el porcentaje de disminución poblacional a lo largo del siglo deducido de las
cifras de estos especialistas. Se incluye información sobre “México” —el área
de medio millón de kilómetros cuadrados de Cook y Borah (excluyendo
Yucatán, Chiapas y el Norte)—, el Valle Central y los 128 pueblos de Kubler
en México central, Michoacán y Oaxaca. Las cifras para la población total de
“México” al momento del contacto varían desde 4.5 millones (Rosenblat,
Aguirre Beltrán) hasta 30 millones (Cook y Borah). Este enorme rango refleja
la escasez de datos, pero también un desacuerdo fundamental sobre cómo los

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¿Fue el siglo XVI una catástrofe demográfica para México? ... R. McCaa/
pocos datos disponibles deben ser interpretados. Si se necesita precisar el
tamaño de la población nativa en 1519, se requiere de una larga cadena de
suposiciones y extrapolaciones. Aun así, algunas cifras resultan mejor
fundamentadas que otras.

CUADRO 1
DESPOBLACIÓN: ESTIMADOS DE POBLACIÓN Y PORCENTAJES DE
DESCENSO DEDUCIDOS PARA LOS NATIVOS MEXICANOS, 1519-1595

Región Autor Población Población Descenso


1519 1595 %

México Rosenblat 4.5 3.5 22


Aguirre Beltrán 4.5 2.0 56
Zambardino 5-10 1.1-1.7 64-89
Mendizábal 8.2 2.4 71
Cook y Simpson 10.5 2.1-3.0 71-80
Cook y Borah 18-30 1.4 78-95
Región simbiótica de *
Sanders 2.6-3.1 0.4 85-87
México central
Valle de México Whitemore 1.3-2.7 0.1-04 69-96
Gibson 1.5 0.2 87
128 pueblos Kubler 0.2 0.1 55

Nota: el nadir del desastre demográfico se coloca usualmente en el siglo XVII. Escogí 1595 como un
punto de inflexión (end-point), no porque crea que este sea el nadir de la población nativa, sino para
interpolar, en lugar de extrapolar, cifras comparables para el mayor número de autores.
*
No obstante, la cifra de Sanders es extrapolada de 1568.
Fuentes: Mendizábal (1946, 3: 309-338), Kubler (1942, 22: 606-643), Rosenblat (1954, 1: 57-122),
Zambrardino (1980, 11: 1-27), Whitemore (1992: 154), Borah y Cook (1960: 46-47 y 1963: 88), Cook
y Simpson (1948: 38, 43, 45), Aguirre Beltrán (1972: 200-1, 212), Sanders (1976: 120) y Gibson
(1964: 137-8).

Rosenblat, el lingüista argentino, quien siempre despreció el apelativo de


“historiador demográfico” que otros estarían tentados de conferirle, caracteriza
su trabajo sólo como una “vaga aproximación”, “sin fanatismo”, basado en
“verosimilitud” o una “razonable probabilidad”, pero, no obstante, “lo único
factible”. Vale la pena citar su razonamiento:
El análisis de esos trabajos [de Cook y Borah] me reafirma en mis cálculos
moderados de 1935, que aspiran, sin fanatismo, a ser sólo un índice relativo, de vaga

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Papeles de POBLACIÓN No. 21 CIEAP/UAEM

aproximación, lo cual me parece por lo demás lo único factible. Me guiaba entonces


fundamentalmente, en cada paso hacia lo desconocido, el criterio de verosimilitud,
o de razonable probabilidad, y no creo aún hoy que puede caber otro (Rosenblat,
1967: 81).

GRÁFICA 1
EL DESPOBLAMIENTO, 1519-1595: POR NUEVE AUTORIDADES

100
Despoblamiento (%)

75

50

25

0
Cook-Borah Gibson Zambardino Mendizábal Rosenblat
Whitemore Sanders Cook-Simpson Kubler
Mínimo
Máximo
De nueve, ocho de los escenarios son de catástrofe

Desafortunadamente, Rosenblat, a pesar de su perseverancia, fracasó en su


intento de concretar este encomiable espíritu de investigación y, más importante
aún, no logró tomar en cuenta la masa de valiosas descripciones españolas
contemporáneas, ni siquiera alguna de las crónicas indígenas o mestizas.
Rosenblat, a lo largo de tres décadas de publicaciones sobre esta materia
(1935-1967), prácticamente no modificó ninguna de sus cifras y su ampliamente
citado trabajo tampoco fue objeto siquiera de un modesto escrutinio académico.
Para México, Rosenblat escogió cifras compiladas antes de 1570 por el cronista
real López de Velasco, particularmente aquéllas de pueblos individuales. Para
1492, Rosenblat dirige al lector a un apéndice de fuentes, pero, luego de un
detenido examen, di con la sorpresa de no encontrar ninguna para México antes

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¿Fue el siglo XVI una catástrofe demográfica para México? ... R. McCaa

de 1570. En su lugar, critica las cifras de mexicanistas como Mendizábal y


Kubler (Rosenblat, 1954, 88, 239-240 y López de Velasco, 1870: 409-539).
Rosenblat sugiere que su patrón de cambio está básicamente de acuerdo con
el de Kubler, quien escribe acerca de una “alarmante mortalidad en el siglo
XVI” (Kubler, 1942: 606, 621), pero esto no es cierto. Su vacía retórica continúa
despistando incluso a historiadores demográficos que trabajan con métodos
cuantitativos (Rabell, 1993: 20). El cuadro 1 muestra claramente que Rosenblat
es el único que postula una disminución en la población nativa de menos de 25
por ciento. Su posición no presentaría problema alguno si tuviera un sólido
fundamento. Su simpatía por las cifras de Kubler, que sugieren una caída de 50
por ciento a lo largo del siglo, no se extiende hacia la aceptación del patrón de
declinación delineado por el trabajo de Kubler. Del mismo modo, Rosenblat
acepta las cifras de López de Velasco, ¡pero ignora el relato que acompañaba
las cifras del cronista! López de Velasco, después de analizar una vasta
selección de informaciones compiladas por la burocracia imperial, concluye
que para la totalidad del reino, “... al principio los naturales fueron muchos mas
en numero de los que despues ha habido, porque en muchas provincias, donde
había gran multitud dellos, han llegado casi a se acabar del todo” (López de
Velasco, 1870: 14). Para otras localidades, el autor muestra una recuperación
poblacional, pero es claro que, a lo largo de su texto, López de Velasco se
muestra más favorable a la declinación que a la recuperación.
Rosenblat critica la escuela “catastrófica” por no tomar en cuenta el
potencial de recuperación de la población nativa (Rosenblat, 1967: 8-9). Su
objeción permaneció desatendida hasta hace muy poco, cuando Thomas
Whitmore publicó una serie de comprensivas y sofisticadas simulaciones
epidemiológicas. Algunos descartarán este trabajo como simple ficción histórica
de tono cuantitativo, pero las simulaciones de Whitmore ofrecen una respuesta
parcial a la pregunta de Rosenblat acerca del rol de la recuperación demográfica
en los periodos entre dos epidemias consecutivas. De las simulaciones de
Whitmore, basadas en las tasas de morbilidad y mortalidad obtenidas del
escrutinio de los datos históricos a escala mundial, se desprende que los niveles
posibles de mortalidad epidémica probablemente sobrepasaban el potencial
homeostático de la población indígena —incluso sin tomar en cuenta las
muertes debidas a la guerra o a la disrupción social y ecológica—. Las
simulaciones revelan, asimismo, aquello que Rosenblat no apreció: la devastación
producida por las enfermedades epidémicas. Rosenblat razonaba así:

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Papeles de POBLACIÓN No. 21 CIEAP/UAEM

Realmente, si en mi estudio llegué a cifras moderadas o bajas para la población de


1492, no fue porque yo me lo propusiera así. Los datos de que disponía sobre la
época de la Conquista no me llevaban a más, a no ser que supusiera unas enormes
y horrendas matanzas, muy del gusto de una imaginación macabra pero que me
parecían inverosímiles con las técnicas de exterminio del siglo XVI (Rosenblat,
1967: 8-9).

Si Rosenblat hubiera prestado mayor atención a los textos de López de


Velasco, López de Gómara y otros cronistas tempranos, en lugar de “técnicas
de exterminio” habría considerado un mecanismo sociobiológico más poderoso:
las enfermedades epidémicas.
Mi estudio de las fuentes de Rosenblat para México y de un número
considerable de otros textos revisados aquí y en mi artículo “Spanish and
Nahuatl Views” anteriormente citado, me fuerzan a rechazar sus vagas
aproximaciones respecto a las poblaciones antes del contacto y, más importante
aún, a rechazar el patrón de declinación demográfica sugerido por sus cifras.
Los lectores atentos de los relatos tempranos en español y náhuatl pueden
advertir una catástrofe demográfica; en realidad, una sucesión de catástrofes de
insostenible magnitud. Si se requieren números para descifrar este asunto,
dichos números deben coincidir con los relatos.
Los argumentos de los nativos registrados en las Relaciones geográficas en
el último cuarto del siglo XVI confirman esta imagen. En Michoacán, de 23
poblados en los cuales se mencionan las causas de la catástrofe demográfica, 20
culpan a las “pestilencias y enfermedades”. Los crudos números que acompañan
estos textos sugieren declinaciones de entre 60 y 80 por ciento. La guerra no es
mencionada ni una sola vez como causa probable, pero el exceso de trabajo se
menciona en muchos casos, al igual que la intervención divina y otros factores
menos verosímiles (Percheron, 1988: 142, 146, 149, 151-152).
Mientras los historiadores continúan insistiendo en la novedad de la tesis de
que las epidemias fueron la mayor causa de la despoblación, los relatos del siglo
XVI ofrecen claro testimonio de la primacía de las epidemias, al igual que varios
cronistas e historiadores posteriores. López de Velasco (1870: 14) atribuye la
declinación a la guerra, la opresión y las “enfermedades nunca vistas en aquellas
partes como fueron las viruelas que les pegaron los españoles”. López de
Gómara (1826: 1: 278) enfatiza igualmente la matanza “no a fierro sino de
dolencia”. Miguel Othón de Mendizábal, en un ensayo publicado originalmente
en 1939, argumentó persuasivamente en contra de la importancia de la mortalidad
producida por la guerra (“debemos concluir que la mortalidad militar juega un

232
/
¿Fue el siglo XVI una catástrofe demográfica para México? ... R. McCaa

papel poco importante en el decrecimiento colonial de la población indígena”),


y en su lugar, luego de revisar un extenso número de Relaciones geográficas del
siglo XVI, citó la siguiente explicación contemporánea como “pestilencias
grandes que a avido en diversos tiempos y años” (1946, 319-320).
En el polo opuesto a Rosenblat se ubican las cifras de Cook y Borah, pero
ellos no están solos. Clavijero, quien escribió hacia fines del siglo XVIII,
sostuvo que todos los cronistas estaban de acuerdo en que la población antes de
la conquista fue grande, pero que ninguno se atrevería a arriesgar un guarismo
para el número real. Él sugería 30 millones como una cifra probable, pero al
mismo tiempo sostuvo (como Cook y Borah lo harían casi dos siglos más tarde)
que cualquier cifra está sujeta a un amplio margen de error (Clavijero, 1987: 2:
338-339). Las cifras de Cook y Borah, sin embargo, son de un orden de magnitud
mayor que la generalidad de las que las precedieron, y han provocado la mayor
controversia y escepticismo.
Los empiricistas de Berkeley buscaron trasladar el debate del terreno de las
creencias al terreno de las evidencias, usando documentación de los tributos
pagados por los pueblos conquistados. La larga cadena de suposiciones y
factores de conversión que se necesitaba para deducir el número de pagadores
de tributos a partir de las listas de tributos pagados, y luego deducir las
poblaciones totales, han convencido a muchos estudiosos del tema que el
ejercicio es poco confiable. A pesar de todo, los escritos de Cook y Borah son
menos dogmáticos de lo que sus críticos nos han hecho pensar. Hace muchos
años Borah anotó lo siguiente:
Cuanto mayor es el número de agentes y agencias que participan de la recolección
y procesamiento de materiales, más amplio será el margen de error ... Para aquellas
[estimaciones poblacionales] del primer siglo, parece plausible que a lo más que
podemos aspirar es a estimaciones del orden de magnitud (Cede y Barah, 1976: 30-
31).

La cifra de 25.2 millones de Cook y Borah para la población de México al


momento del contacto es ampliamente citada, pero pocos mencionan su rango
de cifras: de 18 a 30 millones (Cook y Borah, 1963: 88; 1971, 115). Sus críticos
—Rosenblat, Sanders, Zambardino y otros— podrían replicar que, incluso, este
rango es una exageración descabellada. Pero lo que yo encuentro excepcional
en el cuadro 1 es la correspondencia entre los diferentes escenarios de desastre
demográfico, los de Cook y Borah y los de sus críticos, con excepción de
Rosenblat.

233 julio/septiembre 1999


Papeles de POBLACIÓN No. 21 CIEAP/UAEM

El problema es ilustrado por el libro de Hugh Thomas The Conquest of


Mexico (1993: 609-614). Este texto, fruto de una prodigiosa investigación, lidia
vigorosamente con las cifras de la población nativa de México en 1520.
Thomas, para ser justos, se queda dentro de las reglas historiográficas
convencionales y se enfrenta a todas las “estimaciones inspiradas” acerca del
tamaño poblacional. Thomas hace un recuento de la dura confrontación entre
los maximalistas, la “Escuela de California”, y los minimalistas como Rosenblat,
Zambardino, Kubler, Sanders y otros.
Yo propongo que abandonemos las viejas reglas sobre cómo hacer la mejor
estimación del tamaño poblacional y que concentremos nuestra atención, más
bien, en la pregunta acerca de la magnitud del descenso poblacional. Que la tasa
de descenso sea 1:2 (un descenso de 50 por ciento) o 1:25 (96 por ciento) es
importante, pero lamentablemente la calidad de la información cuantitativa no
nos permite con frecuencia tal precisión.
Dejando de lado a Rosenblat, cuando se trata de discutir el grado de
declinación, todas los especialistas en el estudio de los efectos demográficos de
la conquista son maximalistas. Todos coinciden en que la población nativa
declinó al menos en 50 por ciento a lo largo del siglo XVI, sin duda una
catástrofe demográfica cualquiera que sea el porcentaje exacto. La furia de la
“guerra de números” no nos ha permitido ver la existencia de una aceptable
tregua sostenida por las narraciones.
Para áreas más pequeñas, los estimados poblacionales requieren menos
extrapolación y el rango de incertidumbre, por tanto, también se reduce. Todos
los investigadores del tema que trabajan con fuentes primarias —Mendizábal,
Kubler, Rosenblat, Gerhard, Gibson, Cook, Borah, Percheron, Sanders y
otros— alientan la investigación a nivel local. Así, la estimación de Sanders
para la “región simbiótica de México central” está basada en un muestreo de
excavaciones arqueológicas y listas tributarias a lo largo de un área de “sólo”
20 000 kilómetros cuadrados (Sanders, 1976: 120, 130).
Dado que Sanders no considera que la epidemia de 1520 sea demográficamente
significativa (ver Sanders 1976: 129, cuadro 4.4), sus cifras para 1519 deberían
ser infladas por algún factor (1.1, 1.2, 1.3, ..?) para tomar en cuenta la
devastación producida por la viruela y documentada por fuentes nahuas y
españolas. Gibson y Kubler también compilan cifras para un grupo selecto de
poblados con información disponible para dos o tres puntos a lo largo del siglo
XVI. Mendizábal ofreció un retrato detallado de algunos pueblos en Michoacán
y su cifra para “México” está basada en gruesas extrapolaciones de esos datos,

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¿Fue el siglo XVI una catástrofe demográfica para México? ... R. McCaa

los cuales luego usó para ajustar los cálculos del académico italiano Dino
Camavitto. Cuando el análisis se hace aún más fino, aparece la misma figura
macabra: un colapso demográfico de 50-80 por ciento, aun cuando los poblados
que desaparecieron por completo son excluidos del análisis (método que usó
deliberadamente Kubler).

Conclusión

Considero que una mayor atención a los relatos contemporáneos conducirá a un


consenso respecto a la escala, causas y consecuencias del desastre demográfico
que azotó México en el siglo XVI. Existe un acuerdo sobre el hecho de que una
catástrofe demográfica ocurrió y que las enfermedades epidémicas fueron un
factor determinante para que la mortalidad se desatara, empezando, en México
central, con la viruela de 1520. Pero el rol de las enfermedades no puede ser
entendido sin tener en cuenta el cruel tratamiento a que se sometió a la masa de
la población nativa (migración forzada, esclavitud, demandas laborales abusivas
y tributos exorbitantes) y la devastación ecológica que acompaña la colonización
española. La mortandad asociada con la guerra de conquista fue claramente un
factor secundario, excepto en algunos casos aislados, como la devastación de
Cholula o la destrucción de Tenochtitlan.
Un examen contrastado y no dogmático de una amplia variedad de fuentes
primarias para la epidemia de 1520 deja escasa duda de que la viruela devastó
la cuenca central de México, causando una enorme mortandad. La epidemia se
compara con los más letales desastres que los anales indígenas solían registrar.
No tenemos medios para saber si la fracción de muertes por la viruela fue de un
décimo o la mitad, pero de mi lectura de los textos discutidos aquí se desprende
que la fracción real debe caer dentro de estos dos extremos, quizá muy cerca del
punto medio.
La posición de los iconoclastas respecto al tamaño de la población previa al
contacto ha sido recientemente reclamada por David Henige:
A pesar de tres siglos de estimación esporádica, que culminaron en 50 años de
intensa investigación, todavía no es posible postular que cualquier número, o
cualquier rango de números, más allá de cierto mínimo irreducible, es
significativamente más plausible que cualquier otro número o rango de números
(Henige, 1992: 22).

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Papeles de POBLACIÓN No. 21 CIEAP/UAEM

Los números son todavía controversiales, pero los relatos son incontestables.
Si dejamos de lado la discusión alrededor de los números, aparece un amplio
acuerdo en los relatos españoles y nahuas y en los patrones de declinación
dibujados por los historiadores. Después de casi cinco siglos de escritura sobre
el tema, existe un consenso de que una catástrofe demográfica ocurrió en el siglo
XVI en México y que empezó en 1520 con la primera epidemia de viruela.
Para los historiadores que trabajan con fuentes narrativas, existe una gran
biblioteca de textos publicados en español y náhuatl acerca de las calamidades
demográficas de la conquista y la colonización temprana. Para los historiadores
apegados a la cuantificación, los expertos señalan niveles generales de destrucción
demográfica para México central a lo largo del siglo XVI por encima de 50 por
ciento, posiblemente arriba de 75 por ciento, e incluso de 90 por ciento en
algunas regiones extensas, como las tierras bajas (Márquez, 1993: 37-38, 51, 53,
56). Los ruidosos debates provocados por las cifras de los maximalistas, como
aquellas de Cook y Borah, oscurecen con frecuencia las similitudes en los
escenarios de colapso demográfico entre los maximalistas y los minimalistas,
dejando de lado a Rosenblat. Incluso Aguirre Beltrán (1972: 200-201, 212),
quien acepta la cifra de Rosenblat para 1519, descarta sus números para
periodos posteriores en el siglo XVII, rechazando por tanto los patrones de
descenso poblacional de Rosenblat. Según mi lectura de las evidencias, la
posición revisionista es insostenible porque niega la devastación de la primera
epidemia que azotó México: la viruela de 1520.
Reducir más la incertidumbre historiográfica requerirá el escrutinio adicional
y cuidadoso de evidencias archivísticas y arqueológicas, tareas que en años
recientes pocos parecen estar inclinados a realizar (Smith et al., 1994). Mientras
tanto, encuentro convincente el testimonio del oidor licenciado Francisco
Ceynos, quien resume la opinión de muchos observadores ilustrados del siglo
XVI. Ceynos, luego de cinco años como fiscal en el Real Consejo de Indias,
llegó a México en 1530 como miembro de la Real Audiencia de la Ciudad de
México. Oidor por más de 30 años, luchó contra la práctica generalizada de
esclavizar a los indios y contra las extremas demandas laborales y tributarias
comunes en esa época. El 1 de marzo de 1565 completó una extensa
recomendación acerca de las políticas de colonización apropiadas para las
regiones recién conquistadas. Como preámbulo, hizo una breve revisión de la
tragedia demográfica de la colonización española en México (Ceynos, 1858: 2:
237).

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¿Fue el siglo XVI una catástrofe demográfica para México? ... R. McCaa

... y es cierto que del dia que D. Hernando Cortés, marques del Valle, entró en esta
tierra, en los siete años, poco mas o menos, que la conquisto e goberno, padecieron
los naturales grandes muertes, y se les hicieron grandes malos tratamientos, robos
y fuerzas, aprovechandose de sus personas y haciendas, sin orden, peso ni medida;
... disminuyose la gente en gran cantidad, asi por los excesivos tributos, y malos
tratamientos, como por enfermedades y viruelas, de manera que en este tiempo faltó
muy grande y notable parte de la gente, y en especial en tierras calientes.

No sabemos qué número, porcentaje o tasa tenía en mente el juez Ceynos


cuando habló de “grandes muertes”, “gran cantidad” o “faltó muy grande y
notable parte de la gente”, pero su relato tiene un tono de veracidad. Ceynos
reportó un desastre a una escala inimaginable para los contemporáneos europeos.
Si cinco siglos más tarde esta tesis se mantiene alejada de una “probabilidad
razonable” para ciertos historiadores, el número de éstos también disminuye
conforme la evidencia de una catástrofe demográfica se acumula.

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239 julio/septiembre 1999

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