Ordaz y La Plebe

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Amordazar a la plebe

El lenguaje político del caudillismo en Bolivia, 1848-1874

Víctor Peralta

El fenómeno del caudillismo se ha vuelto a retomar como un objeto de reflexión por la


historiografía. La tradicional concepción que atribuía la construcción del caudillo como un
mero producto del carisma personal, indudablemente, redujo la complejidad del fenómeno.
Hoy se tiende a resaltar el origen social del caudillismo. Las nuevas interpretaciones sobre los
orígenes del caudillismo, en efecto, sostienen que ese fenómeno encontró un marco propicio
para desarrollarse en aquellos espacios regionales donde el ordenamiento colonial borbónico
comenzó tempranamente a desbaratarse. El fracaso de las reformas borbónicas en
Hispanoamérica a principios del siglo XIX y, simultáneamente, la invasión francesa de la
metrópoli española en 1808 provocaron la virtual dislocación del férreo centralismo
burocrático español en las colonias americanas. En seguida, muchos espacios administrativos
americanos optaron por no acatar la demanda de las autoridades españolas, tanto en la
metrópoli como en el mismo suelo americano, de mantener la lealtad al monarca cautivo
primero a través de la Junta Central y, luego, mediante la Regencia. El inevitable estallido de
las revoluciones hispanoamericanas, allí donde se hizo más intenso y recalcitrante, produjo el
asentamiento de un sin número de autoridades locales sin ningún tipo de control central, que
terminaron convertidos en verdaderos caciques. Este caciquismo político y localista encontró
en la formación de las repúblicas el marco propicio para ampliar sus esferas de influencia a un
ámbito de control primero regional y luego nacional. Esta fue la secuencia tanto social como
histórica de la constitución del caudillo militar en América.

2La evolución social del caudillismo latinoamericano a lo largo del siglo XIXes, a diferencia de
sus orígenes, menos conocido. La aproximación a su estudio se dificulta por el alto grado de
desprecio que la política y el recuento de los acontecimientos todavía despiertan entre los
historiadores. Pero hoy es cada vez más claro que sin una aproximación, asimismo, política y
cultural al rol del caudillismo en la construcción de las identidades nacionales en estos países,
nuestra visión de este problema seguirá siendo sólo parcial.
El nacimiento de Bolivia y el Caudillismo Militar

1 Para una reciente visión del caudillismo como culto republicano ver John Lynch. Caudillos in
Spani (...)

3Charcas fue uno de los últimos espacios sudamericanos en proseguir la transición política del
autoritarismo hispánico a un sistema de gobierno republicano. El desarrollo incontrolado de la
insurgencia charqueña, entre 1810 y 1825, con la formación de hasta seis repúblicas de
guerrilleros con innumerables jefaturas locales, alentaron el auge del caciquismo político1.
Pero la transformación del cacique local en caudillo militar de dimensiones regionales aunque
latente en la época no pudo acelerarse de inmediato. Charcas, en efecto, necesitó de una
fuerza expedicionaria extranjera para lograr su independencia de España. El proceso de
conversión de Audiencia a República con la participación de los ejércitos bolivarianos,
paradójicamente, contuvo momentáneamente el surgimiento del caudillismo, a pesar de ser
este uno de los espacios administrativos donde más temprano se constituyeron los
caciquismos políticos. Por tres años el general colombiano Antonio José de Sucre gobernó a
esta naciente república pero, en 1828, el fracaso de su liberalismo “extranjerizante” abrió en
definitiva las puertas a la era de los caudillos militares. Al irse Sucre, el caudillismo encontró en
el caciquismo local enraizado férreamente en todas las regiones del país un aliado natural para
desarrollarse. La nueva coyuntura política que se iniciaba, aunque facilitó al caudillo de turno
la ampliación espacial de su poder -en base a las lealtades personales, clientelismos y
prebendas personales-, se caracterizó por ser muy precaria y débil. El hecho es que salvo el
general Santa Cruz, que se mantuvo por cerca diez años en el poder, ninguno de los restantes
trece caudillos duró demasiado tiempo en el máximo cargo político del país.

2 En especial cabe mencionar los aportes sobre la dinámica participación indígena en los
mercados de (...)

4La presencia de los caudillos militares en el escenario político boliviano durante los primeros
cincuenta y cinco años de vida republicana, ha dado pie a muchas interpretaciones, la mayoría
de las mismas basadas en recuentos basados en hechos anecdóticos. Esta historiografía, que
especialmente fomentó Alcides Arguedas, se refirió a este período como el de la “fase de la
anarquía”, al suponer que la turbulencia política de estas décadas supuso la rearcaización
económica del país. Las modernas investigaciones en el plano de la actividad minera de la plata
y de la producción agraria boliviana del siglo XIX, han demostrando que tales afirmaciones
resultaron exageradas cuando no falsas2.

5A pesar de los avances recientes que ha supuesto la labor de la historia económica y social,
todavía casi nada se sabe de las transformaciones ocurridas en los espacios públicos y políticos
que supuso la presencia del caudillismo y del caciquismo. Preguntas tales como ¿de qué modo
evolucionó el concepto de pueblo y ciudadanía dentro de la retórica caudillista? ¿quiénes
estaban excluidos e incluidos de participar en la esfera política? y ¿qué importancia se otorgó a
la opinión pública y la formación de actores políticos? permanecen sin respuesta debido, sobre
todo, al escaso desarrollo de los estudios sobre la política caudillista en el siglo XIX.

6Para comenzar a responder algunas de las interrogantes anteriores cabe recordar algunas
generalidades. El concepto de ciudadanía bajo el caudillismo militar boliviano fue similar al
adoptado en otras repúblicas americanas. Según la constitución boliviana, sancionada bajo el
gobierno liberal de Sucre, sólo se consideraban ciudadanos a los propietarios que contribuían
al erario y que sabían leer y escribir. Ninguna de las muchas constituciones que más adelante
fomentaron los caudillos militares cuestionó esos requisitos. Hasta 1880 nadie se atrevió a
poner en entredicho la estrecha definición que del espacio público boliviano hiciera Joseph
Pentland en 1826:

3 Joseph B.Pentland. Informe sobre Bolivia. 1826. (Potosí: Editorial Potosí. 1975). p. 150.

Puede decirse que en Bolivia. los sentimientos públicos están exclusivamente confinados a la
población blanca o criolla, ya que los aborígenes que apenas han gozado de existencia política
en tiempos pasados, no puede suponerse que tengan ningún otro sentimiento más allá del que
guardan sus intereses inmediatos3.

4 Para definiciones acerca de la plebe urbana, ver Alberto Flores Galindo. Aristocracia y Plebe.
Lim (...)

5 Para una discusión sobre el discurso en torno al mestizo y los indios, ver Víctor Peralta y
Marta (...)

7En lo que respecta al concepto de pueblo usado bajo la era de los caudillos militares, éste
tuvo por lo menos dos significados. La primera definición, la de “pueblo soberano”, apareció
asociada con los incluidos dentro de la categoría de ciudadanos. El “pueblo soberano” lo
conformaban ese pequeño porcentaje de la población, que Pentland identificó con la
población blanca, conformada por los terratenientes, los mercaderes, los abogados y el clero.
Pero existía un segundo concepto de pueblo, de connotación despectiva, y asociado con
expresiones como muchedumbre, populacho, horda y, básicamente, plebe. La plebe, tal como
fue definida en Bolivia durante el siglo XIX, era el sector urbano visible por su frágil condición
económica y su falta de educación. A la costumbre plebeya de vivir al margen de la “cultura”
de la aristocracia, se añadió, asimismo, como signo distintivo de esta conducta su afán de
transgredir permanentemente tanto el orden como la disciplina política y social4. Por último,
durante esta centuria, se solía identificar étnicamente a la plebe urbana con los mestizos y los
cholos, ambos inscritos en una permanente dinámica de movilidad y desorden social5.

8Lo que se propone este trabajo es demostrar que el lenguaje político del caudillismo boliviano
encontró en el desarrollo teórico del concepto despectivo del pueblo, y no en el de pueblo
soberano, la base de un discurso que le permitió, al propio tiempo, reforzar los mecanismos
clientelistas, personalistas y prebendatarios. Esta reflexión girará aquí en torno a la
identificación que los caudillos hicieron entre la plebe y lo que consideraron las tres “clases
peligrosas” a este tipo de regímenes: los artesanos, los empleados públicos y los militares sin
puesto fijo.
La Empleomanía y la Cultura Política

6 Para un estudio detallado de la consolidación del caudillismo amparado en el fortalecimiento


del s (...)

7 José María Dalence. Bosquejo Estadístico de Bolivia (La Paz: Editorial Universitaria UMSA,
1975),(...)

9La burocracia estatal fue el más importante soporte político que hallaron los caudillos
bolivianos para sostenerse en el poder. Correspondió al largo régimen de Andrés de Santa Cruz
(1829-1839) el inicio de tal forma de ordenamiento de las prebendas y los clientelismos
políticos entre el Estado y la sociedad, al consolidarse durante su mandato una sólida
burocracia civil, militar y eclesiástica. Bajo el gobierno del general José Ballivián (1842-1847),
ninguna de las medidas dispuestas para reducir la inmensa carga burocrática, especialmente
en el sector militar, tuvieron éxito6. Las expresiones en contra de la llamada “empleomanía”
pasaron a ser un tema central de las discusiones de la época, escuchándose duras críticas en
los mismos caudillos militares, sus voceros políticos como también entre sus detractores.
Dominado por ese discurso político, José María Dalence dividió, en 1848, a los empleados
civiles en dos tipos: los que detentaban un sueldo, situación en la que se hallaba uno de cada
971 habitantes, y los que carecían de ello que afectaba a uno de cada 960 habitantes7.

10Sea cual fuera la situación formal o informal de los empleados públicos dentro de la
administración, la solución más demandada fue la de confinarlos aun ejercicio ciudadano
limitado. En pocas palabras, el Estado caudillista debía encontrar los mecanismos adecuados
para evitar que el empleado público participara en asuntos políticos. Los críticos de la
“empleomanía”, en efecto, habían llegado a la conclusión de que los burócratas, junto con los
artesanos y los militares sueltos en plaza, eran las clases más peligrosas de la sociedad. Los tres
eran la causa de la formación de facciones, el aliento de los partidos y el estallido de las
revoluciones, y originaban con ese comportamiento al caudillo.

8 El Eco de la Opinión, no. 32. Sucre. 30 de noviembre de 1850.


11El general Manuel Isidoro Belzu solía expresar en cuanto mitin político participaba, que los
comportamientos políticos cualquiera fuera su naturaleza eran negativos en los empleados
públicos. Nunca le gustó recordar que él se había valido del apoyo de este sector para llegar al
poder. Siempre en el plano retórico, Belzu expresó a la sociedad su deseo de moralizar a
aquella porción de la ciudadanía, haciéndole entender que la política era un asunto que
incumbía deliberar a una minoría selecta, vale decir al régimen político. Durante su mandato
dedicó buena parte de su tiempo a amedrentar a los funcionarios civiles y militares,
amenazándolos continuamente con la pérdida del empleo ante cualquier sospecha de
participación política. En uno de estos decretos, Isidoro Belzu dio poderes extraordinarios a los
prefectos para remover a los empleados ante cualquier sospecha de granjerias de tales tipos8.

9 La Moral Pública, no. 8. Sucre, 4 de junio de 1857.

12Las campañas, a través del periódico oficial La Moral Pública, fueron de un continuo
ensañamiento en contra de los empleados públicos, mostrándolos como la mayor carga de la
economía boliviana. El mismo diario, transformado en eco permanente de las expresiones del
belcismo, propuso que la primera reforma para lograr la moralización de los empleados
públicos podría ser la de excluir de todo cargo a los expoliadores de la hacienda pública, “no
puede ser funcionario público el que no es ciudadano. No está en ejercicio de la ciudadanía el
que debe al Tesoro Nacional”9. Otra medida que bajo el clima del belcismo se propuso para
ex-vincular el empleo público, fue la de volver a la legislación liberal de principios de la
república, que fijaba el período de goce de los cargos públicos por un tiempo de cuatro años.

10 El Eco de la Opinión, no.57. Sucre. 8 de junio de 1851.

11 El Eco de la Opinión, no. 143. Sucre. 4 de febrero de 1853.

13Los empleados públicos, además de agitadores políticos y defraudadores de las rentas


públicas, fueron acusados por los voceros del belcismo de incentivar el comercio usurero y el
contrabando. Nunca hubo pruebas concretas que demostraran esa vinculación. Pero la más
grave, y por lo mismo efectiva, de todas las acusaciones en contra de los empleados públicos
fue la de amparar la formación de los partidos o facciones políticas. Los diarios oficiales del
belcismo coincidían en que Bolivia no podía salir del atraso, mientras subsistiera el afecto hacia
la política y las tendencias de partido por parte de muchos de sus habitantes10. La presencia
de los partidos o las facciones, en palabras del propio general Belzu, iban en contra del orden
que debe interesar a los gobiernos. A los partidos les interesa poco “sobreponer al interés de
una bandería el grande interés nacional, a la causa estéril y precaria de una persona la causa
imperecedera de la patria y al miserable espíritu de partido, de división y de enconos, el
espíritu de unión, de concordia y de fraternidad”11.

14La idea de la política que tuvo Belzu no fue muy distinta a la expresada antes por los
generales Santa Cruz y Ballivián. Para los caudillos bolivianos la política era el producto de la
más genuina combinación de patriotismo y virtud cívica, ambos armoniosamente combinados
daban origen a la concordia. Nadie como Belzu definió mejor el lugar de la concordia como
ideología del Estado caudillista: cuando el patriotismo y el civismo,

12 El Eco de la Opinión, no.231. Sucre, 12 de mayo de 1854.

...han tomado asiento en el corazón del hombre para advertirle sin cesar que no es él el
exclusivo objeto de sus cuidados sino que éstos deben distribuirse entre los demás y así
aumentarse tratándose del bien general; entonces desapareciendo los obstáculos, el orden
viene a ayudar firmemente establecido y expedita la vía que conduce al progreso12.

13 El Eco de la Opinión, no.231. Sucre, 12 de mayo de 1854.

15Belzu, a partir de su definición de la concordia, definió dos opciones en la política: los


incluidos y los excluidos, o lo mismo, los que están permanentemente con el régimen y los que
se colocan como su adversario. El caudillo boliviano creó una serie de mecanismos para hacer
público el premio a la lealtad personal y el clientelismo político. En sus recorridos por la capital
chuquisaqueña, el caudillo solía ocuparse de premiar en espectaculares ceremonias públicas
con la medalla “a la fidelidad nacional de los bolivianos”13 a los empleados militares, civiles y
eclesiásticos más destacados. Pero Belzu no pudo obtener el apoyo de la mayoría de los
funcionarios públicos, no tanto porque el lenguaje político de la concordia fuera poco eficaz en
lograr una educación apolítica del funcionariado. Resulta que fue durante el régimen belcista
cuando el corriente incumplimiento de los pagos y el cotidiano descuento forzoso se hizo más
crónico que nunca.

14 La Actualidad, no. 17. Sucre, 16 de noviembre de 1865.

16Varios años después, el general Mariano Melgarejo utilizó un lenguaje similar al usado por
Belzu para referirse a la política. En su primer mensaje a la nación asumió, en efecto, como
objetivo central de su gobierno el lograr “la fusión, el orden y la concordia entre los
bolivianos”. Para conseguir esos objetivos era necesario que la educación de la plebe se
innovara, y que ella misma se diera cuenta que la política iba en contra de su bienestar
económico. Mientras la intervención política sólo conduce al desengaño, la pobreza y la
miseria, la actividad industrial es “la redentora de Bolivia, el camino a la prosperidad”. El
ciudadano es productivo, y sirve de paso a la nación, exclusivamente en la esfera económica.
Concluía que el máximo deber de quienes tienen la responsabilidad de actuar en la esfera
política era, sin duda, procurar conservar en el empleado civil el amor al trabajo y combatir en
ellos la inclinación a la política14.

17Los diarios oficiales se ocuparon, por lo general en todas sus ediciones, de presentar al
general Melgarejo como un ejemplo de ciudadano productivo. Ellos insistieron, en todo
momento, que Melgarejo para llegar al poder no había necesitado valerse de partido o facción
alguna y, que por lo mismo,

15 La Verdad, no.17. Sucre, 10 de abril de 1865.

...es el primero y único llamado a moralizar al país y dignificar las clases de la sociedad,
especialmente la de los empleados15.

18Pero en realidad fue muy distinta esa maquillada retórica creada en torno a Melgarejo como
ciudadano ejemplar y la del autoritario personaje que, de modo continuo, gustaba amedrentar
a los empleados públicos. Su medida favorita luego de develar uno de los tantos
levantamientos en contra del régimen fue,

16 La Actualidad, no.52. Sucre 5 de agosto de 1866.

...suprimir todos los sueldos, pensiones y jubilaciones de los individuos de participación


comprobada y sospechosa en la refriega16.

19Con los gobiernos que paulatinamente fueron asumiendo el liberalismo económico como
doctrina, la retórica del empleado público libre del germen de la política experimentó una
variación significativa. Bajo el gobierno del general Agustín Morales se aceptó que los
empleados actuaran en la política, siempre y cuando por ésta se entendiera reverencia al
régimen. Su Ministro de Gobierno, Casimiro Corral, fue muy claro en este principio al señalar
que la implantación en Bolivia de una política más liberal, de modo recíproco, llevaba al
gobierno a exigir un apoyo incondicional de los empleados al régimen. Corral, en ese sentido,
condicionó los futuros nombramientos de los empleados en la capital al comportamiento
mostrado en las elecciones legislativas de 1872 porque,

17 El Lábaro Constitucional, no.20. Sucre, 25 de mayo de 1872.

...los empleados por el sólo hecho de haber aceptado, y ejercer, sus cargos públicos, forman el
cuerpo oficial y pertenecen a la bandera de los principios invocados y planteados por el
gobierno17.

20En cambio, en los años setenta no sufrió variación alguna el combate discursivo de los
regímenes caudillistas en contra de la acción de los partidos o las facciones políticas. Este
rechazo se siguió sustentando en la creencia de que, a excepción de los empleados públicos, al
resto de la ciudadanía -lease la clase productiva- se le debía seguir conminando a no intervenir
en política, ni siquiera apoyando al régimen de turno. El firme afianzamiento de esa actitud
poco condescendiente con la plebe urbana, explica la ausencia de las movilizaciones políticas
en apoyo al régimen librecambista, tan pasionales e intensas en la época de Belzu y Córdova.

21La tolerancia política con respecto a los empleados públicos, asimismo, se vio refrendada
con el reconocimiento oficial de que los mismos atravesaban por una difícil condición
económica. Meses antes de ser asesinado, el general Morales reconoció ante la Asamblea
Nacional que un empleado público mal pagado servía administrativa y políticamente mal. El
general Morales implícitamente justificó los males de la “empleomanía”, al ser éstos el
resultado lógico de la mala gestión estatal:

18 El Lábaro Constitucional, no.47. Sucre, 6 de diciembre de 1872.

...los empleados son otros tantos pobres de solemnidad, ocupados más que del trabajo en sus
puestos del penoso deber de buscar lo indispensable para sostener la vida18.

22Entre las medidas correctivas, Morales propuso a los legisladores suspender la vieja política
de los descuentos temporales de sueldos. Al mismo tiempo, si el régimen aspiraba a contar
con el apoyo de los empleados públicos había que aumentar los sueldos mediante el único
recurso disponible: disminuir el número de los empleos a los estrictamente indispensables. Por
último, los futuros empleos deberían ser otorgados recuperándose la idea del régimen liberal
de Sucre de dárselos a los más hábiles,

19 El Obrero, no.2. Sucre. 21 de julio de 1875.

...los títulos para la opción de los empleos deben buscarse en los méritos, talentos y aptitudes,
los títulos fundados en los vínculos de la sangre con los que mandan, por lo general son malos
títulos19.

20 El Obrero, no.33. Sucre. 2 de junio de 1876.

23Pero el sucesor de Morales, el general Hilarión Daza, prefirió insistir en la concesión de los
cargos públicos a partir de la lealtad política demostrada al régimen. La administración dazista
puso como condición única para otorgar un ascenso, la presentación de un documento de
“buen servidor de la nación” otorgada por el propio presidente20. Daza, además, apeló al
recurso de la fianza como forma de presión política sobre los empleados, al ordenar que
ningún funcionario recaudara o administrara fondos fiscales sin antes haber hecho el
depositado de la misma. Por mucho tiempo, la medida obligó a muchos empleados a
deambular por pueblos apartados en busca de fiadores, propiciándose de ese modo el
aumento del clientelismo y la corrupción.

24Para el caudillismo militar, el problema con los empleos públicos fue que él mismo hizo
inevitable la intromisión de la plebe urbana en la esfera política. En parte, tal fenómeno es
cierto. La plebe, a través del cargo público, tuvo un acceso permanente a la cultura política,
antaño absolutamente negada por el férreo centralismo hispano. Pero este conocimiento de la
política por parte de los empleados públicos no conllevó, en ningún momento, el
asentamiento de formas expresivas de la sociabilidad moderna como clubes políticos. La
transformación de la burocracia en soporte clientelista del caudillismo ayuda a comprender, en
gran parte, la limitación de este sector como grupo proclive a asumir una pedagogía política
moderna. Otro factor explicativo se encuentra en los múltiples medios que los caudillos
idearon para intentar cortar de raíz la intromisión en la política de la burocracia. Estos van
desde el amedrentamiento personal, o la búsqueda de identificar lealtad al Estado con lealtad
al caudillo, hasta la creación de una leyenda negra acerca de la empleomanía.
Los Artesanos o la Plebe Desorganizada

21 Humberto Vazquez-Machicado “Glosas sobre la Historia Económica de Bolivia. El Hacendista


don Migue (...)

25Los artesanos tuvieron su primera participación en la política bajo el gobierno del general
Manuel Isidoro Belzu. La llegada de los artesanos a la esfera política fue abrupta. Los artesanos
no tuvieron por entonces una participación política organizada al no estar constituidos en
gremios. El primer gremio de carpinteros se formó recién en Sucre el 22 de mayo de 1853, y en
La Paz el 20 de abril de 1854, casi en las postrimerías del gobierno de Belzu, los carpinteros de
la provincia adoptaron una actitud similar. Ambas corporaciones “fueron los únicos gremios
que aparecen en los anuarios de la época del régimen belcista”21.

26Por consiguiente, el general Isidoro Belzu estuvo durante cinco años apelando a unos
artesanos corporativamente desorganizados. Este importante factor facilitó la rápida
manipulación de los artesanos en la política al modo como se lo propuso Belzu. La forma en
que el belcismo inició la inclusión de los artesanos en la política fue, desde todo punto de vista,
singular. Al arribar al poder, el caudillo ordenó a todos los prefectos del país que organizaran
guardias nacionales especializadas, conformadas preferentemente por trabajadores artesanos
adictos al régimen. Los batallones de artesanos se convirtieron, en los momentos de máxima
tensión del régimen, en la gendarmería civil del régimen de Belzu. Una de las más poderosas
guardias artesanales del belcismo, el batallón Oruro, estuvo compuesto exclusivamente por
artesanos operarios de minas a los que se exigió además el requisito de “estar casados”.

27Belzu nunca olvidó convocar a los batallones de artesanos en cuanta ceremonia pública se
presentó para lanzar cargos en contra del derrocado general José Ballivián y, junto con él, a la
aristocracia chuquisaqueña a quien asociaba con el caudillo en desgracia. Su comunicación pública con
los artesanos estuvo rodeada de un constante tono paternal pero, lo más importante, es que apelaba a
los artesanos, y al resto de la plebe, a identificarle como abanderado de su causa:

22 Alcides Arguedas. La Plebe en Acción (Barcelona, Sobrinos de López, 1924) p.70.


..soy como vosotros, pobre y sin cuna, hijo desheredado del pueblo. Por eso los nobles y los ricos me
odian y se avergüenzan de estar bajo mi autoridad, pero yo sabré castigarlos debidamente,
arrebatándoles esas fortunas con que me hacen la guerra, para, como padre vuestro repartirlas entre
vosotros, y hacer que ellos sufran también a su vez todo el peso de la miseria y de la necesidad22.

28Para demostrar la oposición irreconciliable entre la cultura aristocrática y la cultura plebeya, Belzu se
habría valido de las ideas de Proudhon, a quien tuvo especial cuidado de nunca citar en frases como
éstas:

23 Citado por V.San Roman. Examen Sumario de unas Ocho Proposiciones enunciadas por el Excmo.
Belzu e (...)

Compañeros, la propiedad privada es la fuente de la mayor parte de los delitos y crímenes en Bolivia, es
la causa de la lucha permanente entre los bolivianos, es el principio del actual egoísmo dominante. No
más propiedad, no más propietarios, no más herencias! ¡Abajo los Aristócratas!23.

29Por último, según Alcides Arguedas, en el periódico oficial La Época, los voceros del régimen belcista
publicaron pasajes de obras tan contrapuestas entre sí como el Manifiesto Comunista de Marx y
Engels, El Socialismo de Luis Blanc y De la Propiedad de Thiers que alentaban la unión de los
desheredados sociales.

24 ANB. MH, t.145. no.8. Correspondencia del Ministro de Guerra al Ministro de Hacienda. La Paz, 26
d (...)

30La aristocracia chuquisaqueña no perdonó nunca a Belzu la utilización política de los artesanos.
Cuando este caudillo dejó el poder, la definición de la plebe como grupo insolente, peligroso y de temer
fue en rápido ascenso. Pero bajo el gobierno del general Jorge Córdova el control de los artesanos
políticamente organizados a duras penas se pudo ejecutar. Más éxito hubo en el control de los nuevos
gremios de artesanos que se formaron. Ellos aceptaron colocar en sus estatutos constitutivos su
sometimiento total a los reglamentos de la policía. A cambio, el gobierno se comprometió a contribuir
económicamente con el sostenimiento de la caja del gremio. En cambio, los batallones de artesanos sólo
se pudieron desintegrar después de cancelar a cada uno de sus miembros el íntegro de su haber recién
bajo el gobierno de José María Linares24. A principios de 1858, el gobierno había logrado el total
licenciamiento de los ejércitos de artesanos belcistas.

31El miedo permanente que la aristocracia chuquisaqueña cultivó en torno a la intromisión de los
artesanos en la política, se reactivó con la llegada de Melgarejo al poder. Pero sus temores fueron
desvaneciéndose, al comprobar que el caudillo comulgaba con ellos en el deseo de lograr el total
distanciamiento de los artesanos de la esfera política. El régimen melgarejista, en un principio, obtuvo el
apoyo de influyentes intelectuales de la capital, buscando juntos las formas de “educar a los artesanos”
a mantenerse en sus esferas laborales.

32Melgarejo, finalmente, decidió que correspondía a las máximas autoridades administrativas, tanto
departamentales como provinciales, la tarea de hacer entender a los artesanos la inconveniencia para
sus intereses de participar en la política. Correspondió al prefecto de Chuquisaca, Pedro España, realizar
una de las primeras convocatorias públicas a los gremios de artesanos. Reunidos todos en la plaza
principal, España

25 La Actualidad, no.27. Sucre, 17 de febrero de 1866.

...les habló en el idioma de sus intereses y su alocución elocuente y bien sentida no dejó de producir el
efecto deseado, pues los artesanos unánimemente contestaron que ellos no pertenecían a la política;
pero que en adelante se constituirían en guardianes del orden público y aún del personal del
prefecto25.
33Otros abanderados de la cruzada emprendida por Melgarejo en la capital fueron los jóvenes
intelectuales chuquisaqueños Cesáreo Valdez y Belisario Loza. Ambos auspiciaron la creación de una
sociedad industrial, donde esperaban convencer a los artesanos de que

26 La Actualidad, no. 17. Sucre, 16 de noviembre de 1865.

...la política corrompida ninguna participación tiene en vosotros: el móvil, ...(debe ser) sólo de amor al
trabajo: añadiré revolución contra la barbarie y el ocio26.

34Pero en el proceso de amordazamiento de los artesanos, la relación entre subprefectos e intendentes


de policía, en algunos lugares, se fue tornando tirante al considerar estos últimos que a ellos les
correspondía dirigir dicha estrategia. Los conflictos llegaron a tal extremo que el intendente de policía
en Sucre, José Mariano Rico, se insubordinó y no reconoció otra autoridad superior a la suya más que la
del prefecto. Obviando la presencia del subprefecto, Rico decidió impartir órdenes a los comisarios y
agentes de la policía judicial. Pero, para el régimen melgarejista, el intendente estaba equivocado.
Según el decreto que dio por terminado el conflicto, el subprefecto era una autoridad superior al
intendente de policía, porque por él,

27 La Actualidad, no. 189. Sucre. 24 de marzo de 1868.

...el Gobierno Supremo lo ve todo, está presente en todas partes... vigila la ejecución de las leyes, la
conducta de los jueces, las acciones de los ciudadanos. Los intendentes de policía tienen atribuciones
muy distintas, pues todas ellas están reducidas a la seguridad, censo, aseo y ornato de las
poblaciones27.

35La adopción por parte del régimen del general Agustín Morales del liberalismo económico a principios
de 1871, contra lo que se pudiera creer, no cambió en mucho la estrategia de excluir a la población de la
esfera política iniciada con el general Melgarejo. Morales no permitió el liberalismo en política que
hubiera implicado la incorporación de la plebe a la esfera pública. En este último caso, Morales siguió los
pasos dados por Mariano Melgarejo de educar a las “clases productivas” a desenvolverse sólo dentro de
su ámbito privado. El discurso dado por el prefecto de Chuquisaca, Manuel Cuéllar, leído en la
inauguración del restituido Consejo Municipal en 1872, es prueba elocuente de ello. Cuéllar, luego de
explayarse en su intención de probar la profunda ignorancia política de la población, a la que calificó
como elemento de desorden hábilmente explotado por los especuladores políticos, pidió a sus
concejales a ocuparse fundamentalmente de,

28 El Lábaro Constitucional, no.5. Sucre, 9 de enero de 1872.

...moralizar al pueblo, enseñarle costumbres laboriosas, hacerle conocer sus deberes sociales, antes que
los políticos... (porque esto) es y debe ser la parte fundamental de vuestra misión28.

29 José Pol. El Pueblo y las Facciones o la Verdadera Causa de todos nuestros males (Cochabamba:
Impr (...)

36En las postrimerías del régimen del general Agustín Morales, un escrito firmado por José Pol propuso
que si ya corresponde al Estado asumir la tarea de educar a los empleados, se debe delegar a los
hacendados y comerciantes la tarea de la educación de los artesanos “los más propensos a caer en una
facción política”29.

Los Oficiales Sueltos y la burocratización de la violencia

30 Casto Rojas. Historia Financiera de Bolivia (La Paz: Editorial Universitaria UMSA, 1977), p. 129.

37En 1840, el general José Ballivián propuso a la Asamblea Nacional la aprobación de una reforma
militar, encaminada a disminuir el alto número de oficiales y personal de tropa enrolados en la década
de los treinta en el ejército y que, según Dalence, consumía el 60% del presupuesto nacional. El proyecto
de reforma militar, en sus orígenes, se propuso que los contingentes militares sobrantes,
inmediatamente, se reintegraran al marco de la población productiva, debiéndose ocupar en adelante
de la colonización de la zona del Beni y Santa Cruz. Allí, a los generales y coroneles reformados se les
daría 16 topos, a los capitanes 8 topos y a los individuos de tropa 4 topos. Todos gozarían, además, de
un año de sueldo comprometiéndose el gobierno a proporcionarles herramientas y ganado30.

31 Janet Groff Greever. José Ballivian and the Bolivian Orient. Ph.D. Thesis (Harvard: Harvard Univer (...)

38La reforma militar fue originalmente concebida para apoyar los planes que el general José Ballivián
llevó a la práctica para desarrollar el oriente boliviano “como un medio de salvación y progreso del
país”31. Pero la reforma militar tal como fue aprobada por las cámaras legislativas, tuvo una naturaleza
muy distinta a su concepción original. Los beneficiados con los retiros no recibieron tierras sino pagas
extraordinarias mensuales que corrían a cargo de los erarios departamentales con el aval de la
producción argentífera de Potosí. Llevada a la práctica desde 1843, el licenciamiento militar en sus
resultados finales produjo un fenómeno calamitoso para la época: los llamados “oficiales sueltos en
plaza”. Se trataba de oficiales militares, sin puesto fijo o labor precisa ni mando alguno. Los mismos, al
no alcanzar su incorporación en las reformas ni beneficiarse de los pagos, deambulaban por los
cuarteles y la ciudad, de allí su peculiar nombre. El “oficial suelto en plaza” representó ante todo un
acuciante problema económico y político para las autoridades políticas departamentales pero,
asimismo, fue el más claro ejemplo del habitante improductivo del sistema. Este fue temido por ser
potencialmente un peligro para la estabilidad del régimen ballivianista. Se le concibió como proclive a
apoyar cualquier intentona revolucionaria, de donde podía esperar obtener prebendas en el marco de
una redefinición de las redes clientelistas. En el discurso oficial y popular de la época, el “oficial suelto
en plaza” provenía de una plebe absolutamente degradada en la política por los ambiciosos partidarios
de la Confederación Perú-boliviana. Este personaje fue definido como el vagabundo social más nocivo
creado por la administración del general Andrés de Santa Cruz.

39En Chuquisaca la Comandancia General concibió que la única salida al problema de los “oficiales
sueltos”, era destinarlos a cumplir funciones administrativas en otros departamentos. Sin embargo, para
movilizarse, los oficiales demandaron el pago puntual de sus sueldos atrasados. El Ministro de Defensa
de Ballivián ordenó el pago a la Tesorería Departamental, pero ésta dijo hallarse sin fondos y, además, le
mostró una ley expedida en noviembre de 1847 que la exoneraba de correr con el pago de sueldos o
gastos militares. Para resolver momentáneamente el problema, la Comandancia General decidió recurrir
a continuos préstamos altamente especulativos obtenidos de los comerciantes locales para hacer frente
a los pagos. A cambio de sus avales, los comerciantes obtuvieron el retorno de sus capitales en pesos
fuertes. Estos préstamos que afectaban directamente a las ya empobrecidas tesorerías departamentales
se convirtió en una costumbre que poco a poco se fue tornando en una situación imposible de
sobrellevar.

32 ANB. MH, 1.118, no.31 Comunicaciones de la Prefectura de Chuquisaca. Sucre, 3 de marzo de 1848.

40El problema de los “oficiales sueltos en plaza” fue una herencia que el general Manuel Isidoro Belzu
tuvo que asumir luego de derrocar a José Ballivián. Belzu ordenó al Tesoro Departamental negociar más
de 30.000 pesos para poner al día el sueldo de los “oficiales sueltos” con letras expedidas por el Ministro
de Hacienda contra el Tesoro de Potosí32. Los pagos a este sector de la lista militar obligaron, en
adelante, a los administradores de tesoros departamentales a negociar préstamos, bajo condiciones
adversas, con los comerciantes locales por cantidades que oscilaban entre 2.500 a 3.000 pesos
mensuales. Pero estas sumas a duras penas alcanzaban a cubrir los sueldos más importantes.

41Los comerciantes chuquisaqueños, viendo en ese tipo de préstamos un negocio lucrativo y una salida
segura a la férrea política proteccionista, ofrecieron a la Tesorería y a la Prefectura préstamos de hasta
50.000 pesos, sin intereses, pero,

33 ANB, MH, t.118, no.3l. Prefectura de Chuquisaca al Ministro de Hacienda. Sucre, 26 de abril de
184 (...)
...con las únicas calidades de pagárselos al cumplimiento del plazo en moneda fuerte y libres de
derechos, que es lo mismo que ofrecer el préstamo por un mes a cambio de pesos fuertes y por lo
demás al 1%33.

34 ANB, MH. t.118. no.3l. Prefectura de Chuquisaca al Ministro de Hacienda. Sucre, 26 de abril de
184 (...)

42Similarmente, otros comerciantes ofrecieron préstamos en cantidades similares pero señalando


plazos de amortización de 2 ó 3 meses. Algunos comerciantes hasta pusieron como condición previa del
préstamo que, en caso de incumplimiento, serían ellos mismos los que impondrían las cuotas de
interés34.

43El deseo de los comerciantes de celebrar empréstitos con los representantes del gobierno encargados
de la reforma militar, obteniendo como garantía las apetecidas producciones de plata acumuladas por la
Tesorería de Potosí, colocó muy pronto a dicho ramo estatal en situación caótica. A fines de 1848.
cuando el gobierno belcista ordenó al administrador de Potosí remitir 19.000 pesos al contingente
militar acantonado en Oruro. la Tesorería respondió que no podía hacerlo por atravesar por una
extrema insolvencia. El encargado informó que sólo había dinero para cubrir los intereses de los
préstamos otorgados por los comerciantes a la tesorería de la capital:

35 ANB. MH. t.120. no.35. Mariano Revilla. Administrador del Banco de Rescates al Ministro de
Haciend (...)

...el ramo general de utilidades de moneda en el presente mes esta corriendo con el pago de pesos
fuertes, los 20.000 que en el Tesoro de Sucre prestó la Casa de los señores Medeiros y Cia. y los 11.000
resto de los 25.000 que en esta dieron los señores Miguel Etcheverry. Miguel Ibarragaray para las
urgencias del erario y a plazo señalado35.

44La crisis comenzaba a golpear los intereses de la misma institución castrense.

36 El Eco de la Opinión, no.71. Chuquisaca, 3 de diciembre de 1851.

45Para calmar el ambiente de disconformidad del ejército, y de los “oficiales sueltos”, Belzu dispuso que
los militares no estuvieran sujetos a la normativa dispuesta en 1851 para efectivizar los descuentos de
sueldos de los civiles. Esa medida extraordinaria dispuso que los jefes y oficiales del ejército, los
edecanes, los empleados en el Ministerio de Guerra y hasta los ayudantes de los generales gozaran de
“sueldo integro y goce de criados”. A los oficiales sueltos en plaza se les otorgó sueldo integro sin goce
de criados. El resto de secciones de la lista militar, es decir todos los jefes y oficiales destinados en las
fronteras y residentes en las plazas debían recibir medio sueldo, sólo “hasta que las circunstancias del
erario fueran más favorables”36. Dicha medida no terminó con el problema de la falta de pagos en
todos los departamentos del país. Belzu y luego su yerno, el general Jorge Córdoba, tuvieron en sus
respectivos gobiernos que soportar varias sublevaciones y cuartelazos por esa situación.

37 ANB. MH, t.148. no.7. Ministro de Guerra al Ministro de Hacienda. La Paz, 22 de diciembre de 1857.

46Los oficiales sueltos en plaza creyeron encontrar en José María Linares al personaje indicado que iba a
cumplir con sacarles de la penuria. Muchos de estos oficiales intervinieron en las primeras elecciones
legislativas y presidenciales de 1857 apoyando a Linares y, luego, tuvieron especial participación en el
derrocamiento del general Jorge Córdova. Autoproclamado Linares como “Dictador”, éstos le solicitaron
su pase a retiro, aduciendo ser innecesarios al lograrse el objetivo de llevarle al poder, buscando en
realidad acelerar por este medio el cobro de sus sueldos. Pero los “oficiales sueltos en plaza” pronto se
desencantaron del régimen linarista. El nuevo Ministro de Guerra adujo que el agotamiento de los
fondos nacionales era el principal impedimento para abonar los haberes de los cuerpos del Ejército que
se organizaron tras la “revolución septembrista”. Los pagos de sueldos atrasados se hicieron más
engorrosos. Las comisarías de guerra, encargadas de efectivizar el desembolso, acusaron una
permanente falta de liquidez. Las comisarías delegaron en el propio Ministerio de Hacienda la
responsabilidad de obtener los pesos necesarios para cancelar las reformas37.
47Al no hallar solución al problema de los pagos devengados a los militares, el Ministro de Guerra del
régimen de Linares, Lorenzo Velasco, presentó a las Cámaras Legislativas un nuevo proyecto de reforma
militar, que ofrecía terminar con la carga que representaba para el erario y las economías familiares el
gasto del ejército. El propio Linares apoyó el proyecto presentándolo como una medida necesaria, “el
pueblo ya no agotará su sudor estérilmente, ni los gastos de guerra serán ese insondable abismo,
perdido en la irresponsabilidad de los que manejaban el timón del Estado”.

48La innovadora reforma militar de Linares no era otra cosa que el rescate del original proyecto del
general José Ballivián. La reducción del presupuesto militar y la solución del problema de los “oficiales
sueltos en plaza”, pasaba por la conversión de los mismos de vagabundos en trabajadores productivos
fuera de la administración. El proyecto proponía convertir mediante programas de colonización de la
amazonia boliviana en trabajadores productivos a los militares cesados. La medida se aplicó pero con
resultados menos alentadores de lo esperado, ya que una significativa mayoría de oficiales no alcanzó el
beneficio de los repartos de tierras. Para resolver ese inconveniente el gobierno dispuso que,

38 ANB. MH, t.148. no.7. Ministro de Guerra al Ministro de Hacienda. La Paz, 27 de julio de 1858.

...los señores jefes y oficiales comprendidos en el supremo decreto de 28 de febrero que no pudieron
ser considerados en colonizaciones efectivas por su excesivo número, y con una buena conduela, se
harán acreedores a la reforma que con empeño medita el gobierno, para que sean capitalistas y
trabajadores productivos, gozarán de los beneficios de la ley, igual para todos según sus graduaciones y
servicios, sin que en sus concesiones se acompañe el triste nombre de pensión alimenticia como un
sarcasmo a la desgracia, como una ironía al mérito38.

49Entre otros beneficios de la reforma militar reemprendida, se contemplaba la posibilidad de restituir


los sueldos de los militares que no estuvieran percibiendo dinero en efectivo y, asimismo, de los que
agraciados con vales del crédito público tuvieran sus intereses suspendidos.

50Más nada de lo prometido por la reforma militar se pudo continuar al caer el gobierno de Linares.
Una nueva rebelión, apoyada por militares descontentos, llevó al poder en 1860 al general José María
de Achá. El nuevo presidente asumió el compromiso de compensar las demandas de todos los militares.
Dicho ofrecimiento pudo recién materializarlo en 1865 cuando se estableció una Caja Central, adscrita a
la secretaría de Hacienda,

39 La Actualidad, no. 18. Sucre. 22 de noviembre de 1865.

...para hacer frente inmediata y oportunamente a los gastos urgentes del gobierno y del Ejército, lo que
ciertamente no se consigue con las tesorerías departamentales39.

51Pero el hecho es que la nueva institución estaba condenada al fracaso al depender la obtención de
recursos precisamente de las tesorerías departamentales. Estas mostraron su intención de no correr
más con gastos militares y ni siquiera las consideraron en sus presupuestos. Numerosos fueron los
reclamos presentados al gobierno por la Comisaría de Guerra en contra de los administradores de los
Tesoros departamentales, con denuncias de este estilo:

40 ANB, MH. 1872. Justo Cusicanqui, Intendente del Ejército y Comisaría de Guerra al Ministro de
Haci (...)

...los jefes del Escuadron Chifleros, escolla de S.E. según dicen no esta cancelado desde agosto y se les
debe trescientos y más pesos por sus socorros del mes anterior”40.

52La visión de los militares sueltos en plaza como trabajadores económicamente improductivos fue
afianzando, progresivamente, una ideología anti-militarista entre las élites civiles a fines de los años
setenta. El desastre de la participación militar boliviana en la guerra del Pacífico terminó
desestructurando el lenguaje político del caudillismo militar basado en estigmatizar la posibilidad de una
participación política por parte de la plebe.
Conclusiones

53A lo largo de más de cincuenta años, entre 1828 y 1880, los catorce regímenes caudillistas que
tuvieron el control del poder en Bolivia enarbolaron “la concordia y el fusionismo” como la frase política
predilecta para justificar todas sus acciones. El discurso de la concordia tenía muchas semejanzas con la
doctrina escolástica del “bien común” alentada durante largo tiempo por el sistema colonial español en
las colonias americanas. La connotación inmediata de ambas expresiones remitía a un profundo
desprecio hacia la participación pública y política de un amplio sector de la población identificada, de
modo despectivo, con los sectores populares. El lenguaje de la concordia del caudillismo boliviano se
hizo especialmente duro con la intervención en la política de tres sectores del “pueblo bajo” o la plebe:
los artesanos, los oficiales sueltos en plaza y los empleados públicos. Pero las soluciones educativas
planteadas para evitar que estos grupos invadieran el espacio político, salvaguardando con ello la
concordia política, no significaron sino el ofrecimiento de incorporar a los mismos dentro del sistema de
prebendas y clientelismos que promovieron los regímenes caudillistas. Esta fue la paradoja del lenguaje
político utilizado por el caudillismo boliviano hasta 1880 que, fundamentalmente, se ocupó de definir el
concepto de pueblo en su forma despectiva. Los caudillos bolivianos nunca se plantearon al pueblo
como un tribunal de la opinión pública ni siquiera en sus términos más formales.
Los unos y los otros

Estrategias partidarias en Bolivia, 1880-1899


Marta Irurozqui Victoriano

La etapa de gobierno de los partidos conservadores bolivianos -Constitucional, Demócrata y Conservador-


cubre el período histórico que va desde la retirada de Bolivia de la Guerra del Pacífico (1880), que enfrentó
a la alianza peruana-boliviana contra Chile, hasta el estallido de la Guerra Federal de 1899 entre
conservadores y liberales bolivianos. Este período de entre-guerras encierra la génesis de la implantación
del régimen de partidos políticos en Bolivia. Una vez que quedó establecida una tregua en 1880 entre
Chile y Bolivia, sin que ello significase que Bolivia se retirara de la contienda y rompiese su alianza con
Perú, se plantearon dos posiciones fundamentales acerca de la resolución del conflicto: la continuación
de la guerra o la paz. Estas posturas conformaron el primer sustrato ideológico de los partidos políticos
bolivianos, posibilitando una definición de las distintas fracciones de la élite1 en virtud de la nueva
remodelación política y al papel que se le destinaba al Estado. La diferencia partidaria inicial no se refería
tanto al interés de discutir el destino nacional de Bolivia, como a remodelar las relaciones intra-élites a
partir del enfrentamiento entre los detentadores del poder y los desplazados y aspirantes al mismo, que
se resumió en la rivalidad conservadores-liberales. De modo esquemático, quienes defendían la
renovación de la guerra no sólo eran militares y grupos con intereses comerciales con el sur peruano, sino
también clanes familiares de origen regional heterogéneo que competían por sustituir a la oligarquía del
sur en sus privilegios; mientras que los defensores de la paz fueron los grupos de mineros-terratenientes-
comerciantes importadores y exportadores vinculados a la economía chilena. Los primeros, el grupo
antichileno y antipacifista, conocido más tarde como liberal, se alineó tras el coronel Eliodoro Camacho,
jefe de la revuelta contra el general Daza. Los segundos se agruparon, bajo el término general de
conservadores, en torno a las figuras de Aniceto Arce y Gregorio Pacheco, principales poseedores de las
minas de plata, y de Mariano Baptista, abogado de varias compañías mineras y accionista de las mismas.
No se trataba de una división estrictamente regional que pudiese traducirse sin matices en la lucha de
conservadores contra liberales. Se combinaban contradictoriamente sectores provenientes del proceso
de modernización, iniciado después de la guerra, con otros fruto de las formas caudillistas de dominación.
Era una pugna entre los sectores dueños de los medios de producción que veían en el régimen partidario
un mecanismo para la toma del poder político y una garantía de su legitimidad como grupo dominante, y
aquellos otros a los que la inestabilidad del régimen caudillista había dado esperanzas de ascenso y de
remodelación social. Se iniciaba, así, un enfrentamiento entre los poseedores del poder y los que
aspiraban a él dentro de la élite, que quedó regulado a través de los partidos políticos.

 2 Ramiro Condarco Morales, Aniceto Arce. La Paz: ed. Amerindia,1985, p. 429.

2Dado que la conquista del poder central, expresada en la reivindicación de la tradicionalidad del sistema
representativo democrático, legalmente representado por el sistema electoral republicano adoptado por
la Constitución de octubre de 18392, fue uno de los objetivos básicos de las élites bolivianas, este trabajo
aborda la problemática partidaria a partir de los motivos que subyacían detrás de las alianzas entre los
distintos partidos políticos. El resultado es un esfuerzo de recreación del modo cómo se inventaron y
construyeron discursivamente las diferencias, contenidos y prácticas de los partidos políticos. Este
propósito supone que las cuestiones aludidas se discutirán bajo el presupuesto de ausencia de diferencias
sociales y profesionales, e incluso de programa, entre los partidos bolivianos. Su aparente distinción
ideológica obedeció a la necesidad de la élite de agruparse en distintos bandos para definir la
redistribución interna de sus privilegios y competencias, al tiempo que para reglamentar y regular la
participación popular tanto en su futuro diseño de nación como en su propia remodelación como clase.
Se sostendrá, así, que para evitar que continuara el mismo ritmo de movilidad social del período
caudillista, resultó conveniente disminuir las posibilidades de ascenso social que un régimen de partidos
políticos podía favorecer. Esto se hizo de dos modos. Primero los representantes de los partidos
conservadores desarrollaron una estrategia destinada a coartar el éxito electoral de los liberales. Los
miembros más prominentes del grupo minero de la plata en vez de presentar una sola candidatura se
dividieron en dos buscando concertar por separado acuerdos con los partidos opositores, en este caso el
Partido Liberal, a fin de neutralizar su capacidad de convocatoria y conseguir un margen mayor de
electores. Logrado esto, fueran cuales fuesen los resultados de las urnas siempre favorecieron a un
partido de la élite minera en el poder, o bien al que se había presentado en solitario, o bien al que había
aparecido en coalición con los liberales. El resultado fue que, de un modo u otro, tanto el partido ganador
como el de la oposición sostuvieron las mismas directrices políticas y de clase; cosa que no hubiese
ocurrido de acudir a las elecciones agrupados demócratas y constitucionales.

3Segundo, el enfrentamiento de los conservadores con el Partido Liberal generó un discurso contrario “al
absolutismo de las masas populares” y a la “revolución desde abajo”, que evidenció cómo, en la definición
de qué fracción de la élite debía resultar hegemónica, era imprescindible la presencia de los sectores
populares. Estos fueron el instrumento de que se valieron los contendientes para la negociación y toma
del poder político, al igual que para la legitimación de sus candidatos como representantes nacionales de
la opinión del “pueblo”. El grupo de la élite que monopolizara el consenso popular obtenía una forma de
presión frente a los otros grupos, aunque esto no significaba que se reconociesen a los sectores
subalternos derecho de intervención política o de ciudadanía. Se les consideraba imprescindibles en la
medida que favoreciesen la circulación interna de las élites, pero se les dejaba de lado en cuanto
pretendieran reivindicaciones propias que cuestionaran su participación pública sin representación real.
Los grupos menos privilegiados contribuyeron a la remodelación de la élite y. en consecuencia, a su propia
marginación al actuar como árbitros involuntarios en el conflicto. Este arbitraje convirtió a las masas
rurales y urbanas en la fuerza de apoyo que las distintas fracciones de la élite utilizaron para amenazar a
las contrarias y obligarlas, si no a una derrota, sí a una negociación sobre el reparto de los privilegios. Tal
actitud se resumió en debates parlamentarios y periodísticos que hicieron de la elevación del nivel de vida
y de la educación de las clases populares el motor de un movimiento universal hacia la abolición del
autoritarismo y de las clases portadoras del mismo. Pero como esos objetivos estaban mediatizados por
las reformas educativa y militar, su manifestación quedó en suspenso y se mantuvo tanto la exclusión
política de las clases subalternas, identificadas en su mayoría con los indios, como el desprecio a su
presencia pública cuando ésta era ya inevitable por la misma lógica de las elecciones.

4De ambas formas de regular el escenario político, este estudio se centra en la segunda, que se articula
en función de los discursos antimilitaristas, anti-oligárquicos, antiperuanos y anticaudillistas originados a
raíz de la Guerra del Pacífico (1879-1883). Estos permiten distinguir las diversas fracciones en que se
encuentra dividida y enfrentada la élite, a la vez que sirven para establecer el sustento ideológico que
cada partido desarrolla para afirmarse y hacer frente a la competencia electoral. Se prima, así, el análisis
político discursivo con la intención de entender cuáles eran las prioridades y necesidades de la élite, y, en
concreto, de la élite paceña, que es la que a partir de la Guerra Federal de 1899 logra imponerse
regionalmente. Al tiempo, se establece como la principal aportación de la política conservadora al
proyecto de reestructuración interna de la élite boliviana, entre 1880 y 1899, el haber controlado el
sistema de movilidad social que la inestabilidad del sistema caudillista había desproporcionado.

Naturaleza de los Partidos Políticos en Bolivia


 3 Bautista Saavedra, La Democracia en nuestra Historia. La Paz. 1921. p. 109.

Entre nosotros siempre se ha considerado como un ideal de paz y concordia la ausencia de antagonismos
políticos3.

 4 Maurice Duverger, Los partidos políticos. México: FCE, 1987, p. 50.

 5 Efraín Kristal, Una Visión Urbana de los Andes. Lima: IAA. 1991, p. 26.

5La mayor parte de los análisis historiográficos que contemplan el estudio de los partidos políticos
iberoamericanos de fines del siglo XIX no consideran las repercusiones sociales que conllevó el
enfrentamiento en el interior de la élite. Se limitan a dividir a sus miembros en conservadores y liberales,
según sea la extracción económica y social de sus miembros, sin reflexionar sobre el alcance del juego
bipartidista. Esquematizando un poco los supuestos que defienden puede afirmarse que hacen coincidir
a los partidos conservadores con grupos de banqueros, aristócratas, grandes industriales y eclesiásticos
influyentes; mientras que los partidos liberales o radicales se componen de comerciantes e industriales
medios, funcionarios, profesores, abogados, periodistas y escritores, entre otros4. Este esquema podría
también traducirse en el enfrentamiento entre una oligarquía de industriales o comerciantes
exportadores y una oligarquía de terratenientes tradicionales5. Tal polarización no está clara en la división
partidaria boliviana en la que se ve competir a individuos con iguales cualidades económicas, políticas y
culturales. La diversificación económica que caracterizó a la élite del Altiplano hace pensar que las
diferencias políticas nacieron más bien de similitudes de origen y de interés que de desigualdades,
estando el punto de fricción en la competencia regional y en la captura de privilegios tradicionales y
autoridad que ayudasen a definir una élite hegemónica. La situación económica era importante en la
medida en que aseguraba una presencia política preponderante que, a su vez, monopolizase el control
social de manera que el proceso de reconstitución de la élite no sufriera trastornos que democratizasen
la participación social.

 6 “En nuestra América los partidos se forman por motivos o pretextos; rara vez deben su origen a pri (...)

 7 “El partido constitucional no ha sido un partido conservador, como el llamado partido liberal no h (...)

 8 La Política y los partidos. Artículos de actualidad publicados en “La Tarde”, (La Paz: Tip. José M (...)

 9 Respecto a ello dice Aniceto Arce: “Amenaza a nuestro país un grave peligro. La cuestión elecciona (...)

 10 Ibidem, pp. 3 y 12.

6Lejos de representar intereses económicos diferentes, los partidos políticos bolivianos fueron, por su
oposición misma, la expresión del control de las élites sobre el sistema político. La ruptura partidaria no
correspondía a una división social o profesional, ni siquiera ideológica en sentido estricto, y si ésta
aparecía no se refería tanto a ideologías de grupos sociales diferentes como a ideologías sucesivas,
diferentes e intercambiables dentro de una misma categoría social6. Detrás de las variables y nominales
diferencias entre conservadores y liberales subyacía una misma cultura, un conjunto de prácticas y de
concepciones que conformaban el imaginario colectivo del grupo privilegiado, y que, después de la
contienda electoral, obligaban a una política de conciliación que asegurase la cohesión grupal de la élite7.
Las divergencias que separaban a los miembros de ésta habría que buscarlas, entonces, en su origen y
tradición familiar y, sobre todo, en relación al poder político: excluidos o miembros de las clientelas en el
poder8. El acceso a las instancias de dirección nacional estaba basado en la legitimación que se podía
lograr en la sociedad, con lo que los dirigentes partidarios no hicieron otra cosa que expresar las pautas
de conducta política vigentes en ésta. Este hecho se ejemplifica en el intento de Aniceto Arce, a partir de
las elecciones de 1883, de crear un régimen político bipartidista que enfrentase tan sólo a los grandes
propietarios mineros, o que les uniese en un partido lo suficientemente fuerte para convertir al partido
de la oposición en una presencia nominal. Este propósito reduce las diferencias partidarias iniciales a un
modo de evitar que los sectores sociales en ascenso tuvieran opción no controlada a participar en el
gobierno9. Al ocupar un mismo grupo dos posiciones políticas aparentemente enfrentadas se estaba
apelando a la continuidad de un estatus social y a la conformación de Bolivia bajo los intereses de una
sola clase. Bastó con que la elección directa no diese la mayoría requerida por ley a favor de ninguno de
los candidatos “para que los círculos que se habían opuesto el dinero al dinero, guerreándose
encarnizadamente, comenzasen a aproximarse el uno al otro, trabajando con empeño para excluir la
candidatura del que llamaban el prestigioso y meritorio General Camacho (...) es así que los partidos rojo-
arcista y pacheco-corralista han llegado hoy al mismo término”10.

 11 Robert Michels, Los partidos políticos. Buenos Aires: ed. Amorrortu, 1883.
 12 “Ni él (el conservador), ni su contendiente, el liberal, pueden ser discutidos en razón de princip (...)

 13 Duverger (1987). p. 15.

 14 Giovanni Sartori, Partidos y sistemas de partidos. Madrid: Alianza Universidad, 1987, vol. 1.

 15 Rigoberto Paredes, Política Parlamentaria de Bolivia. Estudio de psicología colectiva. La Paz: ed. (...)

7Los postulados expresados por Robert Michels acerca de que la lucha por el poder era una lucha entre
minorías, interpretando a éstas como fracciones de un mismo grupo, en este caso, como fracciones
enfrentadas de la élite11, refuerzan lo dicho hasta ahora12. Su lucha organizada estaría representada por
los partidos políticos establecidos a partir de 1880, que independientemente a la ideología y preceptos
esbozados en sus programas, tienden necesariamente hacia el conservadurismo o la conservación del
sistema político. Es decir, tienden a la perpetuación de un sistema jerarquizado con un sistema de ascenso
social controlado desde arriba y basado en la imitación de los modos de vida de los sectores privilegiados.
Esta tendencia se consolida a través del control del Estado, de ahí que la disponibilidad económica se
supedite y se dedique a la conquista del poder político que, a su vez, proporcionará a la élite un grado de
maniobrabilidad mayor para definirse como grupo social capaz de dar una respuesta colectiva de
oposición a los sectores subalternos que aspiran a sus mismos privilegios. En consecuencia, se entiende
partido político como la institución cuyo propósito es conquistar el poder político y ejercerlo13. Con esta
definición se invalida la utilización del concepto de partido político que maneja Giovanni Sartori para la
realidad boliviana de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su afirmación referente a que si un partido
no es capaz de gobernar en aras de un interés nacional no difiere de una facción14, no responde a las
características propias de una sociedad patrimonial con un régimen electoral censitario15.

 16 “...los círculos políticos, económicos y militares que, como un conjunto intrincado de camarillas (...)

 17 “...La clase política no justifica exclusivamente su poder con sólo poseerlo de hecho, sino que pr (...)

 18 “Ese pasado aún persiste, con la sólo diferencia de que a la guerra civil ha sustituido el fraude(...)

8Atendiendo al “desinterés” manifestado por las élites bolivianas en la conformación de Bolivia como un
Estado nación moderno, al ser prioritaria su reconversión y restauración como grupo social dominante, y
dada su concepción de lo “nacional”, los partidos no podían ser instrumentos para lograr beneficios
colectivos ni para obtener fines que no se convirtieran en un privilegio privado de los combatientes16. En
ningún caso se pretendió que los partidos políticos vinculasen a toda la población boliviana con un
gobierno que los representara. Su instauración nacía de una necesidad de legitimar a los poseedores del
poder económico del país a través del reconocimiento de su presencia política17. Ese mismo acto
legitimador supondría también la deslegitimación de todos aquellos sectores sociales que aspiraban a los
mismos privilegios. Esto se expresó en una condena del militarismo y del caudillismo al ser identificado
ese régimen como el más adecuado para la inestabilidad política y por tanto favorecedor de un desorden
social que desmantelaba las posiciones de privilegio de la élite. Es más, toda argumentación del gobierno
encaminada a desprestigiar a la oposición o de la oposición contra el gobierno pasaba por acusaciones
referidas al comportamiento militarista del ofendido, que a su vez iban acompañadas por el
reconocimiento de este término como contrario al comportamiento legal del ejército18.

 19 Esta afirmación cuestiona, por tanto, el supuesto acerca de que tanto liberales como
conservadores (...)

 20 “Vosotros (los artesanos) sois la porción de la clase social que más ama mi corazón porque, como
v (...)

9El cambio en la estructura política posibilitó la estabilidad necesaria para que los distintos grupos de élite
no vieran cerradas sus expectativas de remodelación y definición social. Así, las opciones políticas
partidarias bolivianas no buscaban, mediante su labor conjunta, el interés nacional sobre la base de algún
principio particular acerca del cual todos estuviesen de acuerdo, sino un clima adecuado a la consolidación
de sus intereses particulares19. Esto no contradecía que existiese una intencionalidad política destinada
a lograr consenso. La preocupación por la vía consensual iba encaminada a la obtención de votos
electorales o la generalización de conductas que no amenazasen los supuestos de reproducción de la élite.
La convocatoria de elecciones se hacía con el propósito de lograr que los sectores subalternos
reconocieran y consintieran que sus demandas quedasen canalizadas a través de los partidos políticos, ya
que éstos eran los únicos con capacidad para dar a sus peticiones una dimensión política20. Aquel sector
de la élite que tuviese más apoyo electoral tenía mayor posibilidad para presionar a la élite en el poder y
negociar su porción de privilegios.

 21 Rossana Barragán, Espacio Urbano y Dinámica Etnica. La Paz en el siglo XIX(La Paz: Hisbol, 1990).

10Se advierte, entonces, un fuerte interés por popularizar las medidas gubernamentales de cara a las
elecciones y un esfuerzo por canalizar los posibles descontentos a través de las redes de clientelas de cada
partido. De ahí que se abandone verbalmente la concepción de élites tradicionales formadas por el
nacimiento en beneficio de una concepción de élites institucionales, establecidas por la confianza de las
masas organizadas, que durante el período analizado están formadas en su mayoría por los artesanos
mestizos21. Al tiempo, este sistema viene a sustituir formalmente al basado en clientelas agrupadas
alrededor de un jefe influyente o de camarillas reunidas por un jefe militar. Ambos modos se mantienen
pero bajo un armazón constitucional bipartidista o multipartidista que ante todo pretende romper con la
inestabilidad política. Con ello, se buscaba garantizar a las distintas facciones de la élite un medio
adecuado para su pugna y reconstitución sin la amenaza de sectores emergentes que ampliasen la
competencia por el poder.

El discurso político y las estrategias partidarias


 22 Discurso pronunciado por el presidente del Congreso, doctor don Mariano Baptista, en la clausura
d (...)

Una de las tareas permanentes y características de los congresos que es la supervigilancia de la


administración pública, ha sido, en interés, ejercitada con imparcialidad, respeto y eficacia. Se ha
comprendido que la moderación es una fuerza, que los odios y la cólera nunca establecen autoridad; sólo
suscitan el despecho22.

 23 Saavedra (1921), p. 240.

 24 “...Y aquí se presenta la ocasión de hacer notar que. si bien han sido divergentes nuestras opinio (...)

11Las reglas formales que implicaba el funcionamiento de un régimen de partidos políticos, sirvieron para
proteger al grupo hegemónico no tanto de los sectores subalternos, como de otras fracciones de clase o
de los “advenedizos” de su propia fracción. En la competencia establecida, la principal preocupación de
los sectores implicados fue la obtención de legitimidad a partir de la deslegitimación y desprestigio de los
contrarios; lo que explica la hostilidad con que se definieron y enfrentaron las distintas posiciones acerca
de la continuidad o no de la guerra con Chile23. Solucionado el conflicto24, las principales acusaciones
que vertieron un partido contra otro y que caracterizaron las discusiones entre los diputados fueron la
persistencia o no de formas caudillistas de gobierno y la existencia o no de cohecho electoral.

12Este debate inicial resultó el más característico, ya que la legitimidad de los partidos conservadores y
liberales se construyó en virtud del abandono de las formas militaristas y de una continua acusación al
partido contrario de representar la pervivencia del caudillismo. El discurso antimilitarista fue empleado
principalmente por los conservadores, siendo Aniceto Arce su principal artífice y diseñador. No se trató
de una argumentación monolítica sino que se estructuraba en dos variantes que fueron empleadas a la
vez en las sucesivas campañas electorales de 1884, 1888, 1892 y 1896. En primer lugar, antimilitarismo
significaba antiperuanismo. Los conservadores o pacifistas bolivianos pretendían un acuerdo de paz
rápido con Chile mientras que los guerristas proponían la continuación de la guerra en alianza con Perú.
La forma que tenían los primeros de deslegitimar a los segundos era acusándoles de mantener los
principios de los regímenes caudillistas. Puesto que los guerristas defendían el mantenimiento de los lazos
con Perú, la posición antimilitarista terminaba, entonces, identificándose con el antiperuanismo. Detrás
de tal simbiosis subyacía una crítica a la orientación que quería darle la región de La Paz (mayoritariamente
liberal y guerrista) al país. Este departamento era el competidor más directo y con mayores posibilidades
de éxito que tenían las élites del sur. Los mercados peruanos no eran prioritarios para éstas que preferían
continuar con las vinculaciones chilenas y argentinas. Este hecho tampoco impidió que, a medida que el
mercado de la plata perdía fuerza, los intereses chuquisaqueños se orientasen hacia una participación
activa en la economía paceña, como lo demuestra la presencia de Aniceto Arce en la fundación de los
primeros bancos de La Paz. El control que quisieron hacer de este mercado también puede entenderse
como un deseo de supeditarlo a la hegemonía del sur a fin de bloquear su potencial como competencia
y, por tanto, anular la ventaja de los paceños. Estos constituían la élite regional con más arrastre
interdepartamental y con mayores posibilidades de arrebatar a los mineros de la plata su posición
hegemónica, que ya estaba por sí misma en peligro ante la bajada del precio de la plata en el mercado
mundial.

13En segundo lugar, el antimilitarismo iba destinado a socavar las oportunidades de ascenso social de los
sectores subalternos. Su condena significaba la deslegitimación de los modos anteriores de competencia
social. La inestabilidad política y social del régimen de caudillos no sólo había dado mayores
oportunidades de mejora de status a los grupos populares con lo que se habían puesto en cuestión los
derechos señoriales al poder, sino que tampoco garantizaba la continuidad de situaciones de privilegio.
En cualquier momento esa misma inestabilidad podía dislocarlo todo.

14En los dos casos señalados existía el esfuerzo de elaborar nuevas directrices sobre las obligaciones y
características del ejército. El rechazo del militarismo no debía entenderse como una crítica al estamento
militar sino como un deseo de salvaguardar sus características de orden a favor de un gobierno
constitucionalmente establecido. En ningún caso se pretendía negar la importancia del ejército, pero sí
delimitar y reestructurar sus funciones, de manera que fuera una institución más acorde con los intereses
civiles de un régimen partidario, al igual que un medio de ascenso social controlado por las prioridades
de remodelación de la élite en el poder. De ahí que el ataque a las posiciones caudillistas viniese
acompañado por una alabanza del estamento militar, al que se quiere separar discursivamente de sus
antiguas prácticas, a fin de hacerle viable a los intereses de la élite civil.

15Por otro lado, las denuncias de la opción pacifista-civilista tuvieron su contrapartida en los discursos
del Partido Liberal, que fue el que recogió la herencia guerrista. Para desautorizar a los conservadores en
el gobierno se les acusó de cohecho electoral y de abuso de sus atribuciones gubernativas, con lo que los
liberales buscaban una vía que justificase el empleo de un golpe de Estado. Este tendría la finalidad de
dar una solución justa al fraude electoral, al tiempo que terminaría con el bloqueo que las alianzas entre
los partidos conservadores destinaban al Partido Liberal. Entendido esto, resulta conveniente explicar en
detalle el empleo y la dimensión que los conservadores, y en concreto Aniceto Arce como principal
ideólogo, quisieron dar a la fórmula antimilitarista.

 25 Mensaje del Presidente Constitucional de la República de Bolivia al Congreso ordinario de 1887. (S (...)

 26 Pierre Bourdieu, La distinción (Madrid: Taurus, 1988). p. 164.

16A pesar de sus diferencias, ambos bandos apoyaron la permanencia de un régimen de partidos, dándole
el valor de institución legitimadora de sus posiciones. Los dos participantes, por el sólo hecho de competir,
reconocieron la legitimidad de los fines perseguidos por aquellos a quienes criticaban y, en consecuencia,
defendieron que “el derecho público natural, que arranca el poder de la fuente del pueblo, admite en sus
doctrinas la coexistencia necesaria del gobierno y de la oposición”25. Sin embargo, a esta afirmación le
fueron añadiendo una serie de condiciones que permitieron a los partidos políticos descalificarse unos a
otros como prueba no sólo de la falta de coherencia de clase dentro de la élite, sino también como
muestra del impedimento a la participación de sectores populares en su disputa. Un partido no actuaba
legítimamente en la medida que se dedicase a agitar a estos sectores contra el gobierno, porque ponía en
peligro su propia definición como clase dominante. La lucha social entre élites no estaba, entonces, en
contradicción con la perpetuación del orden establecido, al contrario, su permanencia estaba asegurada
por el cambio y su estructura de poder perpetuada por el movimiento político26.

Antimilitarismo o rechazo de la confederación Perú-boliviana


 27 “ Bolivia sin litoral corre a su ruina. Morirá ahogada, después de haberse despedazado en
convulsi (...)

 28 El Comercio, La Paz, 28 de junio de 1881.

17De las propuestas de paz con Chile manifestadas por los conservadores, la que tuvo mayor resonancia
y se configuró en ideología partidaria fue expresada por Aniceto Arce, entonces Vice-presidente de la
República, siendo presidente Campero. Consistía en una alianza con Chile que permitiese la rectificación
de las fronteras entre Perú y Bolivia para que este último país se quedara con Tacna y Arica27. Esta
posición invalidaba el tratado de 1873 entre ambos Estados y liquidaba los proyectos de una
Confederación28. El argumento de Arce estaba justificado por la búsqueda de soluciones a la posible
“polonización” de Bolivia:

 29 El Comercio. La Paz, 3 de septiembre de 1881.

Boliviano ante todo, he creido que debíamos exigir la rectificación de nuestras fronteras, sin la cual Bolivia
no puede aspirar a llamarse nación independiente. La zona que Bolivia necesita y que comprende a Tacna
y a Arica no puede decirse que se la arrebatemos a Perú, pues es ya cosa averiguada que Chile se apoderó
de ella y no la devolverá a Perú29.

 30 Nataniel Aguirre y Fidel Aranibar, Intereses Nacionales, (La Paz: T. “ 14 de septiembre”. 1884) pp (...)

 31 Sobre la tendencia en política internacional de Aniceto Arce, Felix Avelino Aramayo opina en
1919: (...)

18Con este planteamiento expresado en 1883 se pretendía la continuidad de las relaciones económicas
con Chile, al tiempo que bloquear las expectativas paceñas, cuyos intereses comerciales estaban ligados
con los del sur peruano. Este mercado no comprendía únicamente el intercambio de minerales como el
oro, sino también el comercio de lana, algodón y otros productos agrícolas e industriales. De manera que,
aunque La Paz tenía una salida natural al mar por el puerto de Arica, sus actividades no lo demandaban
en exclusiva; lo que sí ocurría con la exportación de plata a que se dedicaba el sur que necesitaba ese
puerto o el de Antofagasta. Por otro lado, el comercio boliviano con el Perú gozaba de libre tránsito por
Moliendo y las mercaderías introducidas por allí pagaban sus derechos con arreglo al arancel boliviano.
Con el pacto de tregua con Chile en 1880, este país cobraba las transacciones comerciales de acuerdo con
sus aranceles y como éstos eran más altos, el resultado que se producía era que los bolivianos preferían
las salidas peruanas, con lo que se daba una mayor afluencia de productos por Moliendo. El proyecto del
gobierno de Campero de uniformizar tarifas con Chile suponía, entonces, la pérdida no sólo de “la
soberanía comercial y aduanera” sino del mercado peruano, y, por tanto, un receso de los beneficios
departamentales de La Paz30. Sin embargo, estas prioridades económicas eran disimuladas con la
demagogia destinada a sublevar a la población, a la que se le repetía una y otra vez cómo se le arrebataba
el dinero a través de la exigencia de empréstitos forzosos y del aumento de las contribuciones que no iban
destinados a sufragar los gastos de la guerra, sino a crear batallones fantasmas y empleos para las
personas afines al gobierno. Se recurría, por tanto, a una deslegitimación de las medidas gubernamentales
por medio de denuncias acerca de su inmoralidad y corrupción políticas31.

 32 “En efecto: a pesar de la penuria de nuestro erario, se ha tenido en pié de guerra la nación, qued (...)

 33 Candidatura del Doctor Aniceto Arce. (Sucre: I. Colón, 1880).

 34 Ibidem. p. 8.

 35 “La tregua y la honra nacional”. El Comercio, La Paz, 6 de julio de 1882.

 36 “En los tiempos transcurridos, dos tuerzas se han disputado alternativamente el mando supremo:
la (...)

19Por otro lado, la denuncia de la supresión de las libertades públicas y las garantías individuales, y del
despilfarro de los fondos del Estado en aumentos de sueldos ministeriales bajo el pretexto de la guerra32,
le sirvieron a Arce para vincular la postura de los guerristas con las malas administraciones anteriores,
esto es, con el caudillismo33. Esta relación acrecentó la necesidad de celebrar cuanto antes un tratado de
paz definitivo con Chile, que sería la única forma en la que se respetarían los logros de un sistema
partidario. Con ello, la opción de Arce aparecía como la opción del cambio, del progreso, de la ruptura
con el oscurantismo caudillista que denigraba la imagen de Bolivia a nivel internacional34. Por ello,
quienes combatiesen tal propósito, es decir, “el gobierno (de Campero al que se consideraba proliberal)
y los escritores que sostienen su política” estarían realizando una política de favoritismo, de continuidad
con el desorden y desgobierno anteriores. En consecuencia, no tendrían “derechos para imponer a la
nación sus caprichos y opiniones; y que la llamada honra nacional, que se invoca por los que sostienen el
estado de guerra a todo trance no es más que una paradoja, incompatible con el interés y las
conveniencias del país”35. Las afirmaciones acerca de los paralelismos entre los caudillos del período
anterior al conflicto del Pacífico y los Ministros de Guerra y de Gobierno, Nataniel Aguirre y Nuñez del
Prado, respectivamente, a causa de su actitud pro-beligerante, corroboraron esa misma estrategia,
encargada de deslegitimar el poder ejercido por los mismos a causa de su empeño por revivir el pasado36.
Este era presentado como sinónimo de negación para Bolivia de una salida al mar y, por tanto, de negación
del progreso nacional:

 37 El Comercio, La Paz. 13 de septiembre de 1881.

En posesión Bolivia de Tacna y Arica, construida la linca férrea de la costa al interior, el progreso invadirá
ese país, sus riquezas se desarrollarán, y entonces podrá obrar como nación libre e independiente y será
respetada por sus vecinos. Eso es lo que yo ambiciono para mí país y no su desmembración y ruina37.

 38 “Abandonar al Perú en los supremos momentos de angustia, cuando exhalaba sus últimos alientos,
baj (...)

 39 39

 40 “No nací minero, sino agricultor; pero comprendiendo que la minería es hoi la única fuente de
nues (...)

 41 Mensaje especial del Presidente Constitucional de la República. Agosto 6 de 1884, (Sucre: El cruza (...)

20Arce intentaba probar que el Perú se había esforzado siempre en explotar, deprimir y anular a Bolivia
y, de este modo, contrarrestar la llamada del General Campero a ser solidarios con ese país38, del que se
había obtenido gran parte de la ayuda militar para la derrota del presidente Daza (1876-1879). Para
limpiar su imagen de todo interés oculto, Arce recurrió a los préstamos de guerra destinados a la compra
de armas que él mismo hizo al gobierno en su campaña contra Chile39; préstamos que reforzaban su
discurso patriótico a favor de un progreso que venía definido por la actividad minera40. La actitud del
otro minero, Gregorio Pacheco, fue semejante en cuanto a la exaltación del progreso pero no en cuanto
a romper con el país del norte ya que “aún en la hipótesis de que Bolivia hubiera podido romper su pacto
de alianza con el Perú para aceptar de Chile los territorios de Tacna i Arica, no es posible suponer que
tanta generosidad de parte suya no hubiera buscado su compensativo en nuestras ricas provincias de
Lipez i Porco”41.

 42 El Comercio, La Paz, 6 de julio de 1881.

 43 Cuando en 1880 se discute qué ciudad boliviana será la que acoja la reunión de la Asamblea
Convenc (...)

21Frente a las formulaciones de los conservadores, la argumentación de los guerristas o liberales insistió
en que “la fórmula que puede resolver el problema es la conservación de la actitud bélica, la lealtad a la
alianza, la circunspección y actividad del gobierno en la diplomacia... (ya que) o vence el pensamiento
Campero, que está apoyado por la mayoría de los políticos y del pueblo, es decir la actitud bélica para
salvar el honor nacional, o vence la oposición, que es la paz a todo trance”42. Este pensamiento a favor
de continuar la guerra estaba suscrito, en su mayoría, por miembros del ejército, que veían en el
cumplimiento de los pactos internacionales el refrendo de su legitimidad social y política, y por los
paceños dedicados a actividades económicas diversificadas, cuyos intereses de integración regional
mercantil chocaban contra la especialización minera. Su discurso incidía en el patriotismo como
fundamento de una ideología que se apartaba de toda facción y de todo partidismo. Su conducta quería
ser apolítica, ya que legitimaban su opinión a través de su enemistad con todo desorden. Actuaban como
ciudadanos desinteresados en participar en el gobierno, y, así, acrecentaban su halo de inocencia política
y de sacrificio por el bien público. Su objetivo era sostener la alianza con Perú para continuar la guerra
con Chile hasta alcanzar la victoria43. Al contrario que el grupo conservador encabezado por Aniceto Arce,
desechaban en un principio toda vinculación política directa a no ser a través de clubes como el de La
Unión Nacional, debido a que construían la legitimidad de sus propuestas basándose en el rechazo a toda
filiación política, con lo que hacían aparecer su opción mucho más ecuánime que la de los pacifistas:

 44 El Comercio, La Paz, 27 de febrero de 1880.

...protestando no afiliarnos a banderío alguno y respetar la opinión de los pueblos de la República,


sometiéndonos a las resoluciones de la mayoría44.

22Su posterior identificación con el Partido Liberal magnificó el carácter e imagen de este partido como
agrupación honesta, única capaz de dar solución a los excesos de los políticos conservadores y de restituir
a los sectores populares sus derechos usufructuados. Así, en todo momento los liberales buscaron una
definición de sí mismos vinculada al “pueblo”:

 45 “El gobierno y la oposición”. El Comercio, La Paz, 6 de julio de 1881.

¿Quereis una paz sin honra? - os contestará sin vacilar: - no, mil veces no. Este hombre es el pueblo45.

 46 “Este partido ha sido bautizado de oligarquía, concretándose particularme la designación a los


per (...)

23Este comportamiento llevó a los liberales más tarde, en vísperas y durante la Guerra Federal de 1899,
a un discurso político anti-oligárquico46 que no debe confundirse con un rechazo de los principios de
poder de la élite. Estos fueron defendidos en todo momento tanto por liberales como por conservadores
de cualquier región boliviana. Se trataba de una estrategia electoral que pretendía equilibrar el poder
económico de Arce y Pacheco, desplegado no sólo en sus campañas, sino también en las de Mariano
Baptista y Severo Fernández Alonso, a través de una invocación al espíritu popular boliviano claramente
anti-oligárquico. La oposición política a los liberales era consciente de ese juego y, por tanto, intentó
identificar ese populismo con conductas caudillistas. Conforme a esa estrategia, los pacifistas
representados por el Partido Constitucional-Conservador de Aniceto Arce y Mariano Baptista, afirmaron
la existencia de dos factores adversos que el Estado debía conjurar si quería identificarse con una
corriente política de mejoramiento progresivo: el caos nacido de la anarquía de las revoluciones
promovidas por el militarismo, por una parte, y el peligro de la subversión social alimentada por la
demagogia y la sublevación del suburbio contra la ciudad, por otra. Ambas condenas fueron el resultado
de la adopción de un principio consecuente con las necesidades de estabilidad de la élite como clase
política.

Anticaudillismo o rechazo de la demagogia populista


 47 Condarco Morales (1985), p. 542.

 48 Bourdieu (1988), p. 163.

 49 François Xavier Guerra. México: del antiguo régimen a la revolución (México: FCE, 1991) p. 181.

24Aniceto Arce pretendía enfrentar dos peligros internos: el militarismo degradado y la demagogia
degradante. En su opinión, ambos factores habían alimentado la anarquía y el caos en el país. El resultado
de ello era que el holgazán de las clases altas y medias ingresaba al cuartel en calidad de oficial y el
holgazán de las clases media y baja ingresaba al mismo como soldado. Ese período de aprendizaje en el
ejército los convertía después en peligrosos agitadores de las turbas de los arrabales urbanos. En
contraste, estaba el trabajador de vida decente y digna que vivía del fruto de su trabajo posibilitando el
crecimiento de la nación, siempre y cuando se mantuviese al margen de toda actividad política, porque
de lo contrario se transformaba en un “cholo arribista”, en parásito abusivo de los que sí se comportaban
como honrados artesanos47. Las diferencias entre los dos tipos de individuo distinguidos por Arce
permiten establecer una relación entre la crítica al caudillismo y la exaltación del trabajo del artesano.
Esto conduce a definir la propaganda antimilitarista a partir del deseo de regulación de las posibilidades
de movilidad social de las contra-élites en ascenso. El mayor peligro para que el proyecto de
reestructuración de la élite se concretase radicaba en la inestabilidad del régimen caudillista, dado que
permitía la ausencia de cauces institucionales que regulasen el ascenso social. Su permeabilidad ampliaba
el número de pretendientes a las posiciones de privilegio de una sociedad jerarquizada. La dialéctica del
“descasamiento” y del “reenclasamiento”, que se encuentra en la base de todas los tipos de procesos
sociales, implicaba e imponía que todos los grupos afectados corriesen en el mismo sentido y hacia los
mismos objetivos, privilegios y prioridades. Estas prioridades les eran marcadas por el grupo que ocupaba
la primera posición de la carrera, la élite, y eran, por definición, posiciones y méritos inaccesibles para los
siguientes aspirantes. Cualesquiera que fuesen dichos puestos resultarían modificados y calificados por
su rareza distintiva y no serían más lo que eran a partir del momento en que dichos privilegios o posiciones
privilegiadas, multiplicadas y divulgadas se hiciesen accesibles a unos grupos de rango inferior48. En
definitiva, la ostentación por muchas personas de privilegios antes destinados a un número muy reducido,
provocó que tales prerrogativas dejaran de serlo y, por tanto, no diesen a los que las ostentaban la misma
autoridad y estatus que sí conferían cuando el número de demandantes era muy pequeño. Ese peligro de
“democratización” de los privilegios sociales provenía de la inestabilidad política ocasionada por el
régimen de caudillos y contra ella iba dirigida la crítica discursiva de Aniceto Arce, ya que amenazaba la
viabilidad de un proyecto de reconversión de la élite. Esto sucedía no porque los competidores fuesen los
sectores populares, sino porque las fracciones de la élite en competencia por el poder podían dislocar con
su apertura populista todo el esfuerzo de definición de la élite como grupo socialmente dominante. Es
decir, podían crear opciones y esperanzas de ascenso social en los sectores populares, cuando era muy
posible que ni ellos mismos hubieran reparado en su potencial subversivo ni en sus derechos49.

25A pesar del riesgo inherente a esta acción, la oposición en el poder no buscaba paralizar el movimiento
social, sino regularlo para que no se contradijese una lógica de desigualdad social que garantizase la
existencia de privilegios selectivos. De esta forma, el mantenimiento del orden, es decir, el mantenimiento
del conjunto de las variaciones, las diferencias, los rangos, las procedencias, las prioridades, las
exclusividades y las distinciones que conferían su estructura a una formación social estaba asegurado por
las aspiraciones de ascenso social. Cada grupo social tenía como pasado el grupo inmediatamente inferior
y como porvenir el grupo superior, y esa relación era necesario mantenerla porque desarticulaba
cualquier tipo de alianza horizontal o intra-clase entre los sectores marginados. Esto es, permitía que el
orden social jerarquizado no se cuestionase y, en consecuencia, fueran los grupos dominados quienes
sostuvieran y alimentaran su propia explotación al tener como principal meta la apropiación de una
posición privilegiada y no su eliminación.

 50 “El ejército”, El Constitucional. Cochabamba, 25 de julio de 1884.

 51 Idem.

 52 Condarco Morales (1985) p. 533.

 53 “Los tres partidos”. El Constitucional, Cochabamba, 4 de julio de 1884.

26Para los pacifistas, el militarismo había aniquilado el principio de sana obediencia y con ello había
terminado también por invertir “el orden de cosas”. Por lo mismo existía en el país el peligro latente de
la revolución “de carácter político” a la cabeza de algún caudillo demagógico. Eran el desorden y la
anarquía impuestos por el militarismo los factores que estimulaban el deseo de la “masa ignorante”, de
“aquella inclinada a la ociosidad” y “a la vagancia”, a “pescar en río revuelto”50. En respuesta, el partido
constitucionalista decía haber “lidiado con el militarismo y el populacho” oponiéndose a la ciega disciplina
de cuartel y al rudo ímpetu del arrabal” ya que “el golpe del pretoriano y el frenesí del sans-culotte se
habían dado cita para hacer girones el estandarte del progreso”51. Este esfuerzo de la élite por diseñar y
seleccionar las características de los participantes políticos conllevaba, por tanto, el desprecio de todos
aquellos a los que se englobaba bajo el nombre de “populacho”; término referido a las turbas
desocupadas de los arrabales de los centros urbanos que actuaban de clientelas y que habían utilizado las
dictaduras como instrumento de “matonaje”52. Es decir, se pretendía que en la definición política de
Bolivia no tuviesen participación “la soldadesca y el populacho”, es decir, los elementos del “estacionario
despotismo y de la demagogia retrógrada”53.
 54 El Comercio. La Paz, 20 de mayo de 1880 y El Comercio, La Paz. 12 de junio de 1883.

 55 Las corporaciones de artesanos solían reproducir la polarización partidaria oficial, garantizando (...)

 56 El Comercio, La Paz, 10 de abril de 1880.

 57 “Convencidos de que no puede haber progreso en ramo alguno de la actividad humana, sino cuando
rei (...)

 58 En la prensa liberal eran frecuentes frases como “la clase laboriosa, aquella que maneja los noble (...)

27A la concepción anterior se oponía siempre la de “artesano”, que describía a un individuo trabajador,
ajeno a las discusiones partidarias y elemento fundamental de progreso54. Su amor al orden, el respeto
a la ley y la firmeza en el trabajo eran valores exaltados por los partidos políticos en pugna que, sin
excepción, pretendían monopolizar sus simpatías y voto. Para ello se desplegaban actos de honor en los
que el Presidente de la República o los jefes de la oposición obsequiaban con banquetes al gremio de
artesanos55. El objetivo de estas ceremonias era garantizar su lealtad “a fin de consolidar más y más el
gobierno del pueblo para el pueblo”, al tiempo que asegurar la continuidad de su trabajo disuadiéndoles
de participar en contiendas políticas porque “sólo el trabajo y la honradez ennoblecen al hombre, y que
estas cualidades son la base del progreso de los pueblos”56. El empeño discursivo por hacerles partícipes
de la legalidad constitucional57 implicaba también apartarles de todo caudillo y partido político, es decir,
mantenerles al margen de la vida política nacional. A principios de la década de 1880, esta actitud era
prioritaria desde el gobierno y no tanto desde la oposición a causa del apoyo popular con que contaba el
Partido Liberal58. Los conservadores, conscientes de ello, sustituyeron progresivamente la alabanza del
apoliticismo artesano por un deseo de hacerle partícipe en las elecciones, pero a través de someterlo a la
tutela de sus líderes a fin de que esa participación controlada no terminase apoyando a otro régimen
caudillista. A partir de entonces comenzaron a aparecer en la prensa multitud de artículos que
combinaban la exaltación del obrero con insistencias en los engaños que encerraban las promesas
políticas:

 59 El Comercio. 28 de abril de 1901.

 60 La voz del Pueblo, La Paz. 6 de febrero de 1904.

Nuestro obrero es inteligente, pero la escuela que le proporcionamos es relativamente deficiente59.


Si los que tratan de encumbrarse a los primeros puestos echan mano de él, le acarician y halagan, y
después que han logrado el colmo de sus deseos, sarcásticamente los designan con el nombre de chusma.
Es llegado el momento que la honrada clase artesana, debe pensar en su porvenir y el de sus hijos
designando, depositando con conciencia recta en las urnas electorales su voto en favor, del que pueda
hacer su felicidad60.
 61 “Grato nos fue encontrar entre la inmensa muchedumbre que vitoreaba a los candidatos liberales,
a(...)

 62 “Honrado artesano”. La Voz del Pueblo. La Paz, 1904.

 63 “Honrado artesano”. La Voz. del Pueblo. La Paz. 1904.

28La mayoritaria proporción que representaba el artesano en el conjunto de la población boliviana con
derecho a voto constituía para la élite una amenaza que requería ser desarticulada de alguna forma61.
Como la alabanza a sus condiciones de trabajo y a su honradez laboral no era garantía de que
voluntariamente se excluyeran de la vida política del país, se recurrió a deslegitimarles aduciendo las
deficiencias de su educación. Estas no sólo les impedían que pudiesen comprender sus derechos y el papel
que deberían representar en la colectividad nacional, sino que les hacían manipulables por cualquier
“desalmado”, con lo que su ignorancia favorecía el regreso de los caudillos. Su aparente falta de formación
posibilitaba que se les pudiese instar al apoliticismo, interferir en sus decisiones electorales y declararlas
inválidas si no se habían obtenido los resultados apetecidos. Resultaba tan importante capturar el voto
artesano como declararlo ilegítimo aduciendo coacción: “...esos buhoneros políticos que vendían la
conciencia de los artesanos que llegaron a corromper”62. La amenaza de participación popular, que se
identificaba con el caudillismo, se contrarrestaba, entonces, con advertencias acerca de su degradación y
vicio si se dejaban engañar por quienes “reparten dádivas a los holgazanes, hacen la vista gorda para los
crímenes y halagan a los criminales”63. De esta manera se lograban tres objetivos:

1. Se manipulaba la intervención política de los sectores subalternos para definir qué sector de la élite
resultaba hegemónico.
2. El partido ganador contaba con el apoyo de sus electores y clientelas, y en caso de manifestársele
hostiles podía recurrir a declararlas vendidas a la oposición, con lo que podía realizar acciones
legales contra ésta y defender su preeminencia política64.
3. La oposición siempre podía jugar con la amenaza de la movilización popular para lograr acuerdos en
torno al reparto del poder.
 65 El ataque al alcoholismo de los artesanos por parte de la prensa está vineulado con el posible des (...)

 66 “Si era inmoral esta manera de conquistar adeptos, se trataba de uno de los vicios de la vida
demo (...)

29En conclusión, el discurso paternalista sobre la importancia del trabajo artesano en la vida de la nación
permitió a los partidos políticos y a las distintas fracciones de élite que los respaldaban, definir sus
posiciones y el resultado de su contienda. Esto provocó que en la fuerza instrumental del artesanado,
como amenaza de oposición y subversión política, residiera también su debilidad, ya que nunca se le
reconocía como participante directo sino como aliado. Con esto, se supeditaron sus necesidades y
peticiones a las del partido político que quisiese ganar su voto. La finalidad de esta política de
mediatización fue conseguir su participación laboral65sin que reclamaran la inclusión política como
ciudadanos, o mejor dicho, sin que exigiesen una participación pública representativa. En la etapa
conservadora la captura del voto artesano no atendió tanto a la polémica sobre la participación política
de éste, como a un deseo de la élite por asentar su legitimidad en función de la deslegitimación de los
grupos de poder anteriores, esto es, del caudillismo66. De ahí que se tratasen de combatir las promesas
de ascenso social que permitía un régimen político inestable. Para que el proyecto de reconstrucción
oligárquica fuese posible era necesario que se aceptase colectivamente un sistema político que lo
posibilitara. Este fue el régimen partidario y el establecimiento de su legitimidad se colocó en primer lugar.
Admitida ésta, la legitimidad de los ganadores en las urnas está también garantizada:

 67 El Constitucional, Cochabamba, l8 de junio de 1884.

La historia de Bolivia nos demuestra que ha sido titánica la lucha del sable contra la idea, del parlamento
contra el cuartel, del gobierno civil-símbolo perfecto del liberalismocontra el poder militar- reflejo de la
autocracia monárquica y del predominio por la fuerza (...). El partido militar es el único que hasta hoy ha
gobernado Bolivia, salvo dos o tres administraciones de raquítica personería civil67.

30Frente a estas acusaciones de continuidad del militarismo y ante los acuerdos y alianzas partidarias
entre constitucionalistas y demócratas, el Partido Liberal defendió su legitimidad como partido
competidor en las elecciones a través de una reformulación del golpe de Estado basada en la coacción
electoral ejercida por sus adversarios:

 68 ANB (Archivo Nacional de Bolivia). “Carta de Eliodoro Camacho a Escalier”, La Paz, 4 de mayo de
18 (...)

Mientras Arce atrae a los venales con su plata, Pacheco aleja a los liberales con los soldados, con los
policiales, calabozos, sablazos, multas i torturas, con el reclutaje, con la persecución por los jueces o
denegación de justicia, etc., todo ejecutado por ajentes a quienes paga la nación con el sudor del pueblo.
Asi es que la plata de este i de aquel convergen contra los liberales que no tienen más que su entereza,
su honradez i sus desnudos pechos que oponerles. Colocados en esta situación que carcome hondamente
las instituciones democráticas que acabarán por hundir esta Patria, nuestra posición se hace sobremanera
penosa... Solo Dios podrá señalarnos el rumbo que hemos de seguir para salvarla. Pocas horas faltan para
que ingresemos en lucha tan desventajosamente preparada; el resultado no puede sernos dudoso. Preveo
que la abstención indicada o prescrita para el caso en que la violenta coacción imposibilite el sufrajio se
hará indispensable. Entonces ¿qué será del país?68.

31Aunque la política golpista de los liberales no siempre se llevó acabo, por considerarse un pretexto
demasiado cercano a los lugares comunes con que en análogos casos las dictaduras habían justificado los
alzamientos de los que emergían, cuando se dio, respondió más que a un deseo de toma de poder, a una
revalorización de las fuerzas liberales frente a los otros partidos. Se sabía que el golpe estaba de antemano
destinado a enfrentarse a la fuerza de dos partidos civilistas vigorosos, el Demócrata y el Constitucional,
pero no se aspiraba al triunfo sino a una redefinición de las élites. Los discursos sobre la continuidad o no
de la guerra, sobre los enfrentamientos entre pro-peruanos y pro-chilenos y sobre la persistencia de los
caudillos y los desastres del militarismo se redondearon con el pretendido mal uso que los partidos hacían
de la libertad y los trabajos ilícitos que se habían empleado para desvirtuar el libre sufragio. En resumen,
se trataba de discusiones cuya finalidad era establecer bloques cerrados de competidores dentro de la
élite que, a su vez, reestructurasen al resto de la población de manera que quedase supeditada a las
intenciones de ésta:

 69 Exposición que dirige a sus conciudadanos el jefe del Partido Liberal General Eliodoro Camacho, (P (...)

Las revoluciones son para las sociedades lo que el cauterio de fuego para el cuerpo humano: remedios
heroicos para estirpar gangrenas mortales69.

 70 Bourdieu (1988) p. 163.

32El golpe de Estado significaba también una imposición de legitimidad, válida en una lucha competitiva
desigual, donde se habían acrecentado todas las acciones de proselitismo cultural. Se ejercía con la
complicidad de las víctimas al ser sus portavoces, los representantes de cada partido político, capaces de
dar a la arbitraria imposición de determinadas necesidades las apariencias de una misión liberadora. Esta
presentación cuasi revolucionaria hacía de la pretensión del Partido Liberal una necesidad colectiva en
contra de un orden social vigente, porque reconocía a los más desposeídos el derecho a todas las
satisfacciones, aunque sólo a largo plazo. Esto no evitaba que se mantuviese el crédito sobre el goce
inmediato de los bienes prometidos ya que la aceptación de un porvenir no era sino la aceptación del
presente70.

 71 El Comercio, La Paz, 26 de abril de 1897.

 72 El Comercio, La Paz, 11 de enero de 1892.

33Por otro lado, el Partido Constitucional de Aniceto Arce pretendió deslegitimar la opción liberal
vinculándola con la revolución y el abuso despótico y autocrático de la libertad. Esta estrategia
conservadora se completaba con el intento de hacer aparecer al Partido Liberal como contrario a los
intereses del ejército y de los sectores populares71; hecho que permitía a Arce afirmar que su partido era
la personificación moral de la constitucionalidad, de la igualdad ante la ley y de la Democracia. El paso
siguiente fue autoproclamarse heredero de todos los principios liberales referentes al progreso y que no
estuvieran en contradicción con el principio de libertad y el de autoridad; con lo que anulaba la autoridad
discursiva del Partido Liberal sobre ellos72. Arce profesaba la filosofía social del progreso y ésta fue la
doctrina que aportó al pensamiento de su grupo político. Su programa se resumía en la transformación
de Bolivia por el trabajo, la industria, por la asociación, por el capital extranjero, por la facilidad de las vías
de comunicación “y por la iniciativa enérgica, fecunda e ilustrada”:
 73 Condarco Morales (1985) p. 530.

...mi solo anhelo consistirá, si llego al poder, en organizado, ensancharlo y protegerlo, cambiando por
completo la faz económica del país por medio de la industria sin trabas y el establecimiento de vías de
comunicación que aproximando a los pueblos de la República entre sí. los unan a las naciones que nos
son limítrofes73.

 74 Condarco Morales (1985) p. 530.

 75 El Comercio. La Paz, 10 de mayo de 1892.

34Visto esto, puede afirmarse que la usurpación de ideologías y programas que se hacen uno y otro
partido redunda en la idea de que entre los partidos políticos bolivianos las diferencias de fondo son nulas,
y, por tanto, no son instrumentos de expresión de las distintas clases sociales ni permiten a toda la
población del país hacerse presente en el Estado. Al contrario, se trata de una fórmula al servicio de un
único sector, el dominante, que necesita de ellos para establecer los términos en que tiene que llevarse a
cabo su proyecto de reestructuración y reconversión, en el que orden y estabilidad son estados
imprescindibles para lograr su cohesión y la posterior modernización de los ámbitos que garantizan su
preeminencia. Esta idea se fortalece si se examinan momentos como aquel en que el coronel Pando
asume la jefatura del Partido Liberal sustituyendo al General Camacho. Basta con una sustitución para
que este partido deje de ser el órgano de un peruanismo traidor, esto es, “un órgano disolvente en lo
social, revolucionario en lo político, y ateo en lo religioso”74. De pronto se aceptan diferencias entre el
anterior jefe y la parte “honrada, sana y decente” a quien el resto de los partidos apoya reconociendo “la
legalidad actual del orden de cosas, bajo cuyo amparo se propone Pando una obra de aliento nacional”.
Y de ser una “minoría revolucionaria que no es la expresión genuina de la opinión ni el pensamiento
realizado de ciudadanos bolivianos”75 el Partido Liberal se convierte en “un verdadero partido, digno de
aprecio y respeto”.

35Posiblemente este cambio de actitud estuvo relacionado con la baja de la plata y el progresivo
protagonismo de La Paz que obligaron a Aniceto Arce y a otros miembros de la élite del sur a buscar
medidas alternativas a la materialización de sus objetivos económicos. La solución principal propuesta por
ellos radicaba en no abandonar el control del gobierno con el propósito de evitar que sectores sociales de
una élite emergente invalidasen proyectos anteriores. Sus bases económicas estaban en decadencia y se
hacía cada vez más imprescindible la ayuda presidencial, porque la zona minera del sur iba perdiendo la
capacidad de sostenerse por sí misma y gracias a sus recursos. En un principio, la élite conservadora
requería estabilidad política para garantizar el correcto funcionamiento de su maquinaria económica
minera, lo que se consiguió mediante la implantación de un sistema de partidos políticos. En una segunda
etapa, a esta misma élite se le hizo imprescindible tener decisión desde la Presidencia, para que el colapso
del mercado de la plata a nivel mundial no arrastrase a los grupos mayoritariamente beneficiados por ésta
y también para que pudiesen desarrollar una política de inversiones diversificadas en otros
departamentos. El elemento a neutralizar fue, en los dos casos, el mismo, el Partido Liberal. Su principal
amenaza residía tanto en que muchos de sus miembros desarrollaban un comportamiento económico
cada vez más agresivo y dinámico, como en su capacidad movilizadora de los sectores populares, gracias
a sus mayores conexiones con el medio urbano y campesino. La vinculación de este partido con los grupos
subalternos residió en que se le quiso ver como heredero de un sistema militarista de amplia movilidad
social. En consecuencia, se buscó la manera de anularlo y supeditarlo al Partido Constitucional y
Demócrata para neutralizar el potencial subversivo que pudiera incitar a las élites descontentas y
marginadas y a sus redes de clientelas a cuestionar el orden existente. Pero si en ocasiones anteriores los
conservadores emplearon una crítica directa y una manipulación del discurso, esta vez, con Pando como
jefe del partido Liberal, el gobierno buscó su inoperancia política a través de reconocer públicamente su
valor. Esta era una forma de presentar al Partido Liberal ante sus electores con las características y el
apoyo del Partido Conservador, es decir, contradiciendo sus principios iniciales. Por otro lado, el cambio
de actitud de los conservadores también podía deberse a que resultaba más conveniente para el
mantenimiento del orden social reconocer al Partido Liberal en un plano de igualdad que atacarlo. Y esto
sucedía porque mientras dicho partido creyese que tenía iguales posibilidades de competir en las urnas
que los demás, no pensaría en un golpe de Estado; amenaza que, por otra parte, cada vez se hacía más
probable, debido a que el deterioro de las bases de poder de la élite hasta entonces en el gobierno, la
obligaban a extremar ¡legalmente los mecanismos oficiales de permanencia en él, obligando a sus
competidores a transgredir las fórmulas constitucionales.

 76 El Comercio, La Paz, 11 de febrero de 1897.

36Ese cambio de actitud conservadora tuvo su paralelo en las filas liberales que, en apariencia, se
manifestaron más transigentes en las negociaciones políticas y más dispuestas a no recurrir a un golpe
militar “desde abajo”76. La disminución de su conducta beligerante no significaba el reconocimiento de
las prácticas políticas conservadoras y la legitimidad social de éstas, al contrario, anunciaba la conciencia
de la progresiva pérdida de sustento económico y apoyo electoral de los partidos conservadores frente a
los liberales. Estos comenzaron a creer en que tenían opciones de oposición constitucional, pero sin que
ello implicase que creyeran que podían ganar en las urnas, sino que esta vez sí tendría éxito una
insurrección:

 77 Carta de José Manuel Pando a Lisímaco Gutierrez. Antofagasta, 8 de enero de 1889.

Este programa político puede ser o no de oposición en el terreno legal o puede serlo de oposición armada,
o, en fin de combinación de fracciones de otro círculo. Llegado el momento oportuno, yo daré mi opinión,
la que ha de conformarse de seguro con las que he profesado desde que ingresé en la vida pública77.

 78 “La experiencia diaria nos muestra que un abuso trae consigo otro abuso, que tras una
estralimitac (...)
37Sucedía así no sólo por la continua disolución de las bases materiales de los conservadores, sino
también porque las medidas de modernización y progreso que había desarrollado ese sector pusieron en
peligro los pactos de reciprocidad del Estado con los grupos menos privilegiados, en concreto, con las
comunidades campesinas. El Partido Liberal, con un discurso contrario a la ruptura de esos pactos,
expresado a través de una larga campaña proselitista en el medio rural, conseguirá el apoyo de la
población indígena como ejército auxiliar, al igual que la ayuda de las diversas élites marginadas
políticamente en las elecciones de 1884, 1888, 1892 y 1896, y de fracciones de élite antes conservadoras,
que verán en un cambio de orientación partidaria la oportunidad de conservar sus privilegios y potenciar
sus opciones de poder futuro. A pesar de su aparente populismo, la promesa de revitalización política de
los liberales estaba circunscrita y dirigida a la obtención de cohesión de la élite, con lo que una vez en el
gobierno sus medidas políticas no variaron de las anteriores, es más, éstas quedaron reforzadas por la
legitimidad obtenida. Dicha legitimidad estuvo estrechamente relacionada con el discurso sobre qué
hacer con el indio y con la explotación de los miedos interiorizados de la mancomunidad criolla-mestiza78.
Se dio, entonces, un proceso de pánico en el que cada individuo de este grupo contribuyó a lo que más
temía, es decir, ayudó a aumentar el peligro de que los sectores subalternos arrasasen con sus privilegios.
La consecuencia inmediata fue una atmósfera de inseguridad social que favoreció a las élites en su
proceso de reorganización interna. Y esto ocurrió porque la oposición a cualquier medida que quisiera
implantar la élite en el gobierno, quedó inoperante a causa del miedo a que se produjese todo lo temido.
Los miedos interiorizados posibilitaron un consenso en el interior de la élite que, aunque fue variando de
representación a lo largo del tiempo, mantuvo intactas las fórmulas étnicas de exclusión pública como
garantía de su supervivencia.

El ejército y el discurso antimilitarista


 79 “El militarismo”, EL Constitucional, Cochabamba, 4 de julio de 1884.

 80 “El lado flaco en este partido (Liberal), y que fue admirablemente explotado por los adversarios, (...)

 81 Guerra (199l)pp. 229-30.

 82 Erick Langer y Robert Jackson,”El Liberalismo y el Problema de la Tierra en Bolivia, 1925-1920” Si (...)

38Otro aspecto que debe contemplarse es la posición del ejército en la dinámica de discursos
antimilitaristas. La supresión del caudillismo militar como sistema dominante de control político se inició
con la derrota de la Guerra del Pacífico que evidenció el atraso militar de Bolivia79. Este acontecimiento
consolidó la idea de que ya no era necesario arriesgarse a gobernar apoyándose en una fracción militar80.
De esta forma, la lógica política de la post-guerra y la ausencia de un ejército profesional hicieron que el
régimen de partidos reemplazara al viejo militarismo. Pero si bien la instalación de un sistema oligárquico
civil en transición, redujo las aspiraciones políticas de ascenso social dentro de los distintos grupos
militares, el mismo ofreció a los militares un puesto dentro de la lógica del funcionamiento del sistema de
partidos: la tarea de supervisión de las elecciones. Este hecho permitió al ejército adquirir capacidad para
actuar como arbitro en el sistema político, simplemente en términos de su fuerza relativa. El proyecto de
reconstrucción de la élite criolla encontró en esa institución un órgano de depuración y de liberación, que
instrumentalizó las “revoluciones” de 1899 y 1920 para asegurar su proceso de reconversión. En dicho
proceso era imprescindible la expansión de las propiedades terratenientes a través de la toma de tierras
comunales. Esta medida formaba parte ineludible del ideario liberal que consideraba básico en la
instauración de un régimen político moderno la destrucción de las bases materiales de todos los actores
colectivos institucionalizados y la supresión jurídica de sus privilegios corporativos81. La desaparición de
las comunidades indígenas era entonces imprescindible tanto para la modernización económica boliviana
como para la regeneración de la élite que iba a sostener tal proceso. Para sofocar los levantamientos que
esto provocaría se necesitaba la ayuda del ejército. Su actuación al lado de los terratenientes al igual que
su presencia en la colonización del Oriente82terminarían definiendo sus actividades prioritarias.

39Ante todo, se buscaba hacer útil al ejército en el nuevo régimen político al tiempo que anular su
tendencia a tomar el gobierno, por lo que le fueron asignadas funciones que favoreciesen la primacía de
la élite. La confección de sus nuevas responsabilidades se inspiró en tres ideas fundamentales
desarrolladas por Narciso Campero: el ejército no debía tener intervención en la política de partidos, ni
pertenecer ciegamente a los hombres que compusieran el gobierno, ni ser otra cosa que la fuerza armada
nacional, para la defensa de la patria y de las leyes. Campero aconsejaba, en definitiva, la privación
absoluta del derecho electoral de la clase militar y la indispensabilidad de que éste fuera enteramente
nacional, es decir, boliviano:

 83 Aguirre y Aranibar (1885), p. 4.

Conviene predicar a nuestros amigos y compañeros de armas del ejercito la más tranquila sumisión y
acendrada lealtad a la ley. Bolivia se salvará de todos sus males y se presentará respetable al extranjero
cuando hagamos práctico el sufragio y ofrezcamos nuestra adhesión al designado por mayoría. ¿Qué les
importa a los militares ninguna candidatura?83.

 84 Aguirre y Aranibar (1885), p. 3.

40De esta forma, bajo el consentimiento de conservadores y liberales, el ejército se convertía “en el
guardián de la ley y el defensor de la integridad territorial”84, una vez regenerado de sus antecedentes
caudillistas.

41La denuncia hecha por los conservadores acerca de la utilización corrupta del voto popular por parte
de los herederos del caudillismo, o sea, los liberales, conllevó sobre todo la salvaguarda del ejército, al
que no sólo se quería hacer garante del orden constitucional, sino también principal fuerza contra el
militarismo anterior a la Guerra del Pacífico. Esta medida fue favorable tanto para los civiles en el poder
como para el estamento militar, porque se limitó el riesgo de la legitimidad de los pronunciamientos, a la
vez que los militares tuvieron una oportunidad útil de purgar su pasado caudillista y recobrar, así, el
prestigio perdido tras el desastre de la Guerra del Pacífico. Como resultado se reconoció la necesidad que
tenían los gobiernos civiles de un apoyo controlado del ejército al tiempo que se solucionaban rivalidades
partidarias. Además, mientras se admitiese la importancia de lo militar no caudillista, el apoyo del ejército
al Partido Liberal quedaba escindido y se le desvirtuaba en caso de recurrir al poder mediante un golpe
de Estado:

 85 El Comercio, La Paz, 10 de abril de 1880.

No entra además en nuestros propósitos presentar el crimen en toda su vergonzosa desnudez para probar
que el militarismo usaba vilmente de la única arma que poseía haciendo víctimas del honrado ciudadano
que vive de sus rentas como del proletario, del indio que vejeta en nuestras sierras áridas. Hemos visto
pasar delante de nosotros como aterradores fantasmas, gobiernos sin ley, blandiendo la espada sobre
inocentes cabezas c imponiendo su voluntad como el amo al esclavo. Todo esto lo recordamos con
espanto, pero no amenguamos los méritos del actual militarismo, no somos sus detractores. Hemos
luchado y lucharemos contra él, no porque el de hoy sea el mismo que ayer, ni porque su representante,
el digno general del 27 de diciembre sea ni en poco, semejante a los dominadores de otro tiempo. Pero sí
porque anhelamos que el militarismo desaparezca de la escena política de Bolivia mientras se olvide un
pasado de crímenes; porque aspiramos al adelanto de la clase militar que no ha llegado aún a la categoría
de institución entre nosotros; porque deseamos ver en Bolivia triunfante la bandera de las verdades de la
democracia, a la sombra no ya de las bayonetas, sino del pensamiento y la idea85.

NOTES

1 Con el término “élite” se designa a una clase social definida por su acceso al poder y resultado del
consenso que originan sus propias rivalidades cuando para dirimirlas recurren al apoyo y aspiraciones
públicas de los sectores subalternos. Se trata de un concepto englobador de aquellos sectores sociales
que se sitúan en la cima de las diversas jerarquías de prestigio, de poder y de propiedad, y de aquellos
otros que constituyen su margen de reclutamiento y reserva. Cuando se habla de élite se hace
referencia a un grupo social que, a pesar de su heterogeneidad, posee una herencia corporativa que
proporciona a sus miembros una fuerte cohesión social y psicológica. No constituye una unidad
monolítica que actua con consenso interno y de modo coordinado en sus mutuas relaciones, pero se
apoya frente a objetivos comunes con relación al poder. Su mayor debilidad son las competencias
personales y sectoriales. La constante necesidad de defender sus actividades, propiedad y posición
social en el espacio local y regional contra intereses rivales les obliga a una forzada intervención política
a nivel nacional. En resumen, se trata de grupos de poder diversificados que se extienden a todos los
ámbitos del proceso de desarrollo y que gestionan intereses económicos muy variados (Marta
Irurozqui, La armonía de las desigualdades. Elites y conflictos de poder en Bolivia, 1880-1920. Cusco:
CBC-CSIC, 1994).c

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