Sucesión Por Causa de Muerte

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SUCESION POR CAUSA DE MUERTE

PRIMERA PARTE: CONCEPTOS FUNDAMENTALES

CAPITULO I: ASPECTOS GENERALES.

1.- CONCEPTO DE DERECHO SUCESORIO Y REGULACIÓN.

Se ha definido el Derecho Sucesorio como “el conjunto de normas jurídicas

destinadas a regular la suerte del patrimonio de una persona con

posterioridad a su fallecimiento”. Se regula el Derecho Sucesorio, principalmente,

en el Libro III del Código Civil, denominado “De la sucesión por causa de muerte y

de las donaciones entre vivos”. Los preceptos que atañen a la sucesión por causa

de muerte son los artículos 951 a 1385, y abarcan los doce primeros títulos del Libro,

denominados: Título I: definiciones y reglas generales (artículos 951 a 979). Título

II: reglas relativas a la sucesión intestada (artículos 980 a 998). Título III: de la

ordenación del testamento (artículos 999 a 1055). Título IV: de las asignaciones

testamentarias (artículos 1056 a 1166). Título V: de las asignaciones forzosas

(artículos 1167 a 1211). Título VI: de la revocación y reforma del testamento

(artículos 1212 a 1220 (el art. 1221 está derogado). Título VII: de la apertura de la

sucesión y de su aceptación, repudiación e inventario (artículos 1222 a 1269). Título

VIII: de los ejecutores testamentarios (artículos 1270 a 1310). Título IX: de los

albaceas fiduciarios (artículos 1311 a 1316). Título X: de la partición de bienes

(artículos 1317 a 1353). Título XI: del pago de las deudas hereditarias y

testamentarias (artículos 1354 a 1377). Título XII: del beneficio de separación

(artículos 1378 a 1385). También cabe tener presente algunas leyes especiales que

se refieren a la sucesión por causa de muerte, en particular, la Ley N° 16.271, de

Impuestos a las Herencias, Donaciones y Asignaciones, así como también la Ley

N° 19.947 de Matrimonio Civil, la Ley N° 20.830 sobre Acuerdo de Unión Civil, la

Ley Sobre el Efecto Retroactivo de las Leyes, Ley N° 19.620 sobre Adopción de

Menores, etc.

2.- PRINCIPIOS QUE INFORMAN EL DERECHO SUCESORIO CHILENO.


Nuestra doctrina identifica cuatro grandes principios a partir de los cuales se

estructura nuestro Derecho Sucesorio. Ellos son:

2.1. El principio de la continuación del causante por sus herederos.

Conforme al art. 1097, el heredero representa al causante, le sucede en todos sus

derechos y obligaciones transmisibles. Los herederos suceden, antes que en los

bienes, en la personalidad jurídica del de cujus. Los bienes llegan al sucesor a

consecuencia de ser el continuador de su personalidad jurídica. Ello explica la

responsabilidad personal e ilimitada del heredero, en principio, por las obligaciones

hereditarias y testamentarias del causante. En el pago de éstas, no sólo responde

con los bienes dejados por el fallecido (cum viribus), sino también con sus propios

bienes (ultra vires hereditatis), a menos que acepte la herencia con beneficio de

inventario.

De esta manera, se afirma que “El heredero es la misma persona, desde el punto

de vista jurídico, que el causante y lo representa en todos sus derechos

activos y pasivos de contenido patrimonial. El heredero subroga en la misma

posición jurídica del causante. La representación alcanza incluso a

obligaciones derivadas de hechos ilícitos. Así, el heredero es deudor de la

indemnización civil por el delito o cuasidelito cometido, en su día y en su hora,

por el de cujus”.

El sistema anterior, es pues uno de sucesión en la persona del causante, en su

íntegra personalidad jurídica.

Como destaca nuestra doctrina, “el principio de la continuación, al que adhiere

nuestro Código, significa en la práctica una verdadera confusión de patrimonios

entre el del causante y el del sucesor. De ello resulta que el último debe responder

de las deudas del difunto en su integridad, ora que los bienes que recibe sean

suficientes para ello, ora que no lo sean”.

Pero no todos los sucesores continúan la personalidad del difunto. En efecto, los

que suceden pueden tener la calidad de herederos o de legatarios. La idea de la


continuación, sólo existe, en principio, respecto de los herederos (art. 1097). Los

legatarios, en cambio, no continúan la personalidad jurídica del causante, no lo

representan (art. 1104). A ellos no les es aplicable el principio de la continuación de

la persona del causante. Con todo, en dos casos los legatarios tendrán

responsabilidad: i) Cuando el testador ha dispuesto en el testamento más allá de la

parte de libre disposición, afectando la porción que le correspondía recibir a los

asignatarios forzosos por concepto de legítimas y de mejoras; y, ii) Responderán en

subsidio de los herederos por las deudas hereditarias, si al abrirse la sucesión, los

bienes dejados por el causante no fueren suficientes para cubrirlas. Pero ninguno

de estos casos implica la idea de continuación por los legatarios. Su responsabilidad

no es ultra vires, y estará limitada al monto del beneficio que obtengan de sus

legados.

2.2. El principio de la unidad del patrimonio.

Como se ha explicado, “La unidad del patrimonio se traduce en que las leyes que

regulan la sucesión intestada son las mismas para todos los bienes del de cujus:

activo y pasivo; muebles e inmuebles; heredados o adquiridos a cualquier título por

el causante. No existe en el Código pluralidad de masas hereditarias determinadas

por la naturaleza o el origen de los bienes y que se sujetaría a reglamentaciones

diversas. La sucesión ha sido considerada como un proceso único, que rige una

sola y misma ley. Se le concibe como una unidad y no como una pluralidad de

masas”. El principio está consagrado en el Código en los artículos 955 y 981, a los

que aludiremos más adelante. De este principio se desprenden diversas

consecuencias:

i) Las personas llamadas a la sucesión del difunto, si ésta fuere intestada, son

determinadas por la ley del último domicilio.

ii) La capacidad e incapacidad de los asignatarios quedan determinadas por la ley

del último domicilio.


iii) Los derechos y las obligaciones de los sucesores quedan en todo sujetos a la ley

local.

iv) Para determinar los derechos que corresponden a cada asignatario, no debe

estarse a la naturaleza mueble o inmueble de los bienes ni al origen de los mismos.

Todos los bienes formarán una sola masa y sobre ellos concurrirán los herederos.

2.3. El principio de la igualdad.

Como se ha señalado, “El Código consagra el principio desde un doble punto de

vista: estableciendo la igualdad de los coasignatarios en cuanto a la cuota por la

que concurren, de forma que, existiendo dos o más asignatarios, éstos llevan la

misma proporción de bienes si tienen el mismo grado de parentesco con el autor; y

consagrando que, además, en lo posible, esa igualdad debe traducirse también en

la designación de bienes físicamente idénticos para cada asignatario. En el primer

caso se referencia a una igualdad de valor. En el segundo se trata de la igualdad en

especie”. En lo que dice relación a la “igualdad de valor”, entre otros, consagran

este principio los artículos 982, 985, 989, 1185 a 1187, 1345 a 1348, etc., en lo que

se refiere al activo hereditario. Dicha igualdad también se proyecta al pasivo

hereditario, según se dispone, entre otros, en los artículos 1354, 1360, 1368 a 1371,

etc. La “igualdad en especie” se establece en la partición de bienes, especialmente

en el artículo 1337 del Código Civil. Se propende a que cada comunero reciba

especies idénticas o al menos semejantes, en pago de sus derechos.

2.4. El principio de la protección de la familia.

Como se ha expresado, “La herencia está basada, en gran parte, en la defensa de

la familia, manteniéndose sus bienes, asegurándole que el patrimonio con el que

cuenta subsistirá dentro de ella más allá de la vida de alguno de sus componentes”.

Pero en el Código Civil originario, los integrantes de la familia “legítima” del causante

excluían a quienes formaban su familia “natural”. En nuestros días, en cambio, los

hijos heredan en igualdad de condiciones, sean ellos de filiación matrimonial o no

matrimonial. En la evolución de las normas concernientes a los órdenes sucesorios,


se observa además un creciente aumento de la porción que corresponde recibir al

cónyuge sobreviviente (y alternativamente, al conviviente civil sobreviviente).

Lo cierto es que el causante, usualmente, sólo puede disponer libremente de una

cuarta parte de sus bienes. El resto, necesariamente, ha de ser para sus familiares

más cercanos: cónyuge o conviviente civil sobreviviente, ascendientes y

descendientes. Así podremos constarlo al estudiar la sucesión forzosa (Título V del

Libro III).

Con todo, si el causante no tuviere cónyuge o conviviente civil, ascendientes vivos

y descendientes, todo su patrimonio será de libre disposición. La protección de la

familia es por ende limitada, lo que queda en evidencia si consideramos que los

hermanos del causante no son herederos forzosos. También se observa un

segundo límite: a falta de testamento, según veremos al estudiar los órdenes

sucesorios, la ley llama a suceder a los colaterales consanguíneos hasta el sexto

grado inclusive. Más allá, no hay familia desde el punto de vista del Derecho

Sucesorio.

3.- ACEPCIONES DE LA EXPRESION “SUCESION POR CAUSA DE MUERTE”.

Esta expresión puede usarse en dos sentidos: uno OBJETIVO y otro SUBJETIVO.

En un sentido OBJETIVO, entendemos por sucesión de una persona la masa o

caudal de bienes y las deudas dejados por el causante al fallecer. En un sentido

SUBJETIVO, entendemos por sucesión los herederos del causante, el número de

personas que componen la sucesión de una persona.

Con mayor precisión jurídica, sucesión por causa de muerte es la transmisión del

patrimonio de una persona o de bienes determinados, en favor de otras personas

también determinadas. En tal sentido, el art. 588 del CC. la incluye entre los modos

de adquirir el dominio.

Pero como advierte nuestra doctrina, “… la sucesión no puede ser concebida

solamente como modo de adquirir el dominio. Si por ella la propiedad pasa del

causante al heredero, esta función no agota todos los efectos que produce. Desde
luego, no siempre opera como modo de adquirir el dominio, pues si la vocación

proviene del testamento del de cujus y se trata de un legado, esto es, de un

llamamiento a título singular, la sucesión no es modo de adquirir, salvo que se trate

de un legado de especie, de una cosa singular, cierta e individualizada. En los

demás casos, cuando el legado es de género, el sucesor no adquiere el dominio de

cosa alguna por sucesión por causa de muerte, pues en tal situación sólo tiene un

derecho personal, un crédito contra el heredero o el obligado a la prestación del

legado, de tal manera que la adquisición de la propiedad opera sólo cuando se hace

entrega al legatario de las especies que se comprendían en el género señalado por

el causante. Conviene agregar, además, que el derecho de herencia a que da origen

se otorga con abstracción de que importe o no la adquisición de dominio por parte

del heredero, pues es posible que el difunto no haya tenido activo patrimonial, de

forma que el sucesor adquiera la calidad de heredero y por ende la responsabilidad

por el posible pasivo, pero ningún elemento activo”. De esta manera, conforme a la

doctrina enunciada, la sucesión por causa de muerte no operará como modo de

adquirir el dominio, en dos casos: i.- Cuando se trata de legados de género, pues

en tal caso, el legatario sólo adquiere un crédito en contra de los herederos. ii.-

Cuando la sucesión sólo está formada por deudas, y carece de activo.

Respecto del primero de estos dos casos, discrepamos sin embargo con el profesor

Domínguez, pues el legatario de género, a la muerte del causante, sí adquiere el

dominio de algo: precisamente, de su derecho personal o crédito. Aunque es cierto

que no adquiere el dominio de la cosa legada, lo que sólo ocurrirá cuando se le haga

la tradición, según veremos.

4.- LA SUCESION POR CAUSA DE MUERTE COMO MODO DE ADQUIRIR EL

DOMINIO.

a) Concepto.

De acuerdo a los arts. 588 y 951 del CC., se entiende por sucesión por causa de

muerte el modo de adquirir el dominio del patrimonio de una persona difunta -vale
decir el conjunto de sus derechos y obligaciones transmisibles-, o una cuota de

dicho patrimonio -como un cuarto de la herencia-, o especies o cuerpos ciertos, o

cosas indeterminadas de un género determinado.

Quien transmite el patrimonio, o la cuota en éste o los bienes, se denomina

causante, o de cujus, abreviación de la fórmula latina is de cujus successionis agitur

(aquel de cuya sucesión se trata). Quienes adquieren dicho patrimonio, o la cuota

en él o los bienes determinados, se denominan genéricamente como asignatarios.

b) Características.

b.1) Es un modo de adquirir derivativo.

El dominio no nace espontáneamente para el asignatario, sino que se transmite del

causante al heredero o legatario. Opera en consecuencia el principio, desde el punto

de vista del heredero o legatario, de que nadie puede adquirir más derechos de los

que tenía el causante, o, desde el punto de vista del causante, de que nadie puede

traspasar a otro más derechos que los que tenía: Nemo plus juri ad alium transferre

potest quam ipse habet. Si el causante no era dueño de una o algunas especies, el

asignatario no adquiere el dominio por sucesión por causa de muerte; será

simplemente un poseedor y estará en situación de adquirir el dominio por otro modo:

la prescripción.

Ahora bien, para acreditar el dominio del causante, habrá que distinguir si éste a su

vez había adquirido por un título derivativo u originario. Si adquirió de un modo

originario -la ocupación, la accesión o la prescripción-, bastará con probar el hecho

de la adquisición. Pero si hubo el dominio por un modo derivativo, será necesario

continuar remontándose hacia los anteriores propietarios, por un lapso mínimo de

10 años, hasta acreditar que al menos se adquirió el dominio por prescripción. En

este contexto, recordemos que ante la “prueba diabólica” del dominio, la

prescripción juega un rol fundamental en nuestro Derecho, especialmente si

consideramos lo difícil que es probar el dominio de los muebles y que a propósito

de los bienes inmuebles, la inscripción sólo prueba la posesión, no el dominio.


b.2) Es un modo de adquirir por causa de muerte.

Es precisamente el fallecimiento del causante lo que acarrea la transmisión de su

patrimonio. Se adquiere el dominio por la muerte de una persona, sea esta muerte

real o presunta o la declarada por el juez en el caso de los artículos 95 a 97 del

Código Civil, ya que la ley no distingue.

b.3) Es un modo de adquirir a título gratuito.

Ello, dice Somarriva, puesto que el asignatario no incurre en sacrificio económico

alguno para percibir la asignación. Ningún bien de su patrimonio debe dar a cambio

de los bienes del causante (dicho esto con la salvedad de un eventual pago de

impuesto de herencia, aunque ciertamente tal hecho no condiciona la adquisición

del dominio).

Domínguez Benavente y Domínguez Águila, también sostienen que se trata de un

modo que opera a título gratuito, pero otro es el fundamento: “La sucesión por causa

de muerte es un modo de adquirir a título gratuito. En efecto, el causante no obtiene

provecho alguno con la transmisión sucesoral, pues éste opera con posterioridad a

su muerte. Es entendido que adoptamos aquí, como criterio para la calificación entre

acto gratuito y oneroso, la ausencia de provecho para alguna de las partes. Por ello,

estimamos que aunque la sucesión importe gravamen para el sucesor, sea porque

el causante se lo imponga en asignaciones modales en el testamento, sea porque

está cargada de deudas y, en consecuencia, no significa aumento de activo

patrimonial, mantiene el carácter gratuito. En todo caso, no hay provecho para el

causante, que es quien da origen a la transmisión”. En efecto, para una corriente

doctrinaria, más bien minoritaria, a la que adhieren Ramón Domínguez Benavente

y Ramón Domínguez Águila, el distingo no debe plantearse según si se incurre o no

en un sacrificio pecuniario por el adquirente, sino que en el provecho que el acto

reporte para las partes. Este criterio, a diferencia del mayoritario, se vincula con el

art. 1440 del Código Civil, en cuanto distingue entre contratos onerosos y gratuitos.
Podrá ocurrir sin embargo que en definitiva la herencia no reporte al heredero

ventaja pecuniaria alguna, sino que al contrario, le resulta gravosa. Tal ocurre,

cuando el patrimonio del causante está recargado de obligaciones, superiores a los

bienes que lo integran. En este caso, el heredero estará obligado a soportar el pago

de todas las deudas hereditarias, a menos que acepte la herencia con beneficio de

inventario (art. 1247 del CC), en cuyo caso limitará su responsabilidad.

b.4) Puede ser a título universal o a título singular.

Será a título universal, según se adquiera una universalidad jurídica -el total de la

herencia o una parte alícuota de la misma-; o a título singular, según se adquiera

una cosa determinada. Así aparece de manifiesto en el art. 951 en relación con los

arts. 1097 y 1104 del CC.

b.5) Tiene una naturaleza mixta.

Estamos ante un modo de adquirir de naturaleza mixta, pues se requiere de un

hecho jurídico –la muerte del causante- y de un acto jurídico unilateral, la aceptación

de la herencia o legado deferido al asignatario.

5.- LOS ASIGNATARIOS.

Los asignatarios por causa de muerte pueden ser de dos clases: a título universal o

herederos, y a título singular o legatarios.

Nuestra doctrina ha destacado que la distinción entre heredero y legatario es

cualitativa y no cuantitativa: “Esto quiere decir que el heredero puede llevar del

patrimonio dejado por el difunto un beneficio pecuniario menor que el del legatario.

Puede el primero no llevar nada y, sin embargo, la declaración de heredero es

siempre procedente, haya o no bienes que heredar; y aun en el supuesto que sólo

imponga a los solicitantes la obligación de cumplir las disposiciones del testamento”.

a) Los asignatarios a título universal o herederos: art. 1097 del CC. Lo que

caracteriza fundamentalmente a los herederos es que suceden en todo el patrimonio

del causante, vale decir, en el conjunto de derechos y obligaciones transmisibles o

en una cuota del mismo. El heredero no recibe bienes determinados, sino que la
totalidad o una cuota de la herencia. Es por lo anterior que se dice que en los

contratos, quien contrata lo hace tanto para sí como para sus herederos. En un

contrato, los herederos del contratante no son terceros extraños al acto, sino que,

jurídicamente hablando, son parte del contrato, ya que suceden a quien lo celebró.

Así, por ejemplo, los herederos deberán responder de las fianzas otorgadas por el

causante (art. 2352 del CC); tendrán que respetar los arrendamientos celebrados

por él, etc. Pero existen ciertos elementos activos y pasivos del patrimonio del

difunto que no pasan a los herederos: son los derechos y obligaciones

intransmisibles. Desde el punto de vista del activo, son intransmisibles: i.- Los

derechos personalísimos: el derecho de alimentos, el de uso y habitación y el

derecho legal de goce de los padres, por ejemplo; ii.- El usufructo. iii.- Los créditos

sujetos a condición suspensiva, en ciertos casos (legados o herencias

condicionales, donaciones condicionales y aquellos emanados de la constitución de

un fideicomiso, art. 1078, inc. 2° y art. 1492, inc. 2° y art. 738). Desde el punto de

vista del pasivo, son intransmisibles: i.- Las obligaciones intuitu personae: por

ejemplo, las derivadas del mandato, del albaceazgo, del comodato (con la muerte

del comodatario); ii.- Las contraídas en calidad de miembro de una corporación en

el caso del artículo 549, inc. 3º; y iii.- En general las obligaciones de hacer, cuando

suponen un hecho que sólo puede llevar a cabo el deudor. Es decir, se trata de un

hecho no fungible. –

Clasificación de los herederos:

i.- Herederos universales. ii.- Herederos de cuota.

i.- Herederos universales.

Lo son aquellos que suceden en el patrimonio del causante sin designación de

cuota. Respecto a estos herederos, debemos tener presente:

● Puede existir pluralidad de herederos universales, en una misma sucesión. Lo

serán, cada vez que sean llamados sin designación de cuota.


● No debemos confundir al heredero universal con el asignatario universal. El último

es el género y el primero una especie de asignatario universal. Todo heredero

universal es asignatario a título universal, pero no todo asignatario a título universal

será heredero universal, pues también podrá ser heredero de cuota.

● En la herencia, el beneficio puede ser mayor para el heredero de cuota que para

el heredero universal. Los herederos universales dividen entre sí la herencia en

partes iguales, de modo que eventualmente el beneficio podría ser mayor para un

heredero de cuota.

ii.- Herederos de cuota.

Lo son, aquellos a quienes se les indica la parte alícuota del patrimonio del causante

en que suceden.

Cabe consignar entonces que la calificación de un heredero como universal o de

cuota, depende exclusivamente de la forma en que son llamados y no del beneficio

que en definitiva llevan en la herencia. La importancia de esta clasificación se

relaciona CON EL DERECHO DE ACRECER que existe entre los herederos

universales pero no en favor de los herederos de cuota. En lo demás, se les aplican

las mismas normas. El derecho de acrecimiento consiste, en términos generales,

en que la porción del heredero universal que falta y no lleva su parte en la herencia,

aumenta la de los otros herederos a título universal.

b) Los asignatarios a título singular o legatarios.

Los legatarios no suceden como los herederos en la universalidad del patrimonio,

sino que en bienes determinados. Del art. 1104 del CC. se deduce que los

legatarios, a diferencia de los herederos, no representan la persona del causante.

No tienen otros derechos que los expresamente conferidos en el testamento. En

principio, el legatario no tiene responsabilidad alguna por las deudas hereditarias,

con dos excepciones:


i.- El legatario responde en subsidio del heredero. Es decir, el acreedor hereditario

deberá demandar primero al heredero y a falta de éste, accionar en contra del

legatario.

ii.- También puede sobrevenirle responsabilidad por el ejercicio de la acción de

reforma de testamento, si el testador, al instituir los legados, excedió la parte de sus

bienes de libre disposición. Como el testador estaba obligado a respetar las

asignaciones forzosas, los herederos pueden reclamar contra los legatarios

mediante la acción de reforma de testamento.

- Clasificación de los legatarios.

Los legados, al igual que las cosas, pueden ser de especie o cuerpo cierto y de

género: art. 951, inc. 3º del CC. La importancia de la distinción radica en que el

legatario de especie o cuerpo cierto adquiere el dominio de la especie legada desde

el momento del fallecimiento del causante, directamente de éste, por el modo

sucesión por causa de muerte. Tratándose de un legado de género, en cambio, lo

que el legatario adquiere por sucesión por causa de muerte sólo es un crédito o

derecho personal, para exigir a los herederos o a aquél a quien el testador impuso

la obligación de pagar el legado, el cumplimiento del mismo. Por lo tanto, la especie

misma sólo se adquirirá mediante la tradición que los herederos efectuarán al

legatario. Esta diferencia tiene importantes consecuencias jurídicas: * En cuanto a

la acción de que goza el legatario. Como el legatario de especie adquiere el dominio

al fallecer el causante, puede perseguir el bien legado mediante la acción

reivindicatoria, incluso contra los herederos. En todo caso, se estima que no existiría

inconveniente para entablar también una acción personal en contra de los

herederos. En cambio, el legatario de género sólo goza de una acción personal en

contra de los herederos para reclamar el pago del legado. En otras palabras, no

puede ejercer una acción real. ** En cuanto a la adquisición de los frutos. El legatario

de especie o cuerpo cierto se hace dueño de los frutos de la cosa legada desde el

fallecimiento del causante (art. 1338 N° 1 del CC), conforme al principio de que las
cosas producen y perecen para su dueño. Y el modo por el cual se hace dueño de

los frutos es la accesión.

En cambio, los frutos no pertenecen al legatario de género desde el fallecimiento

del causante, sino desde que los herederos le efectúen la tradición o queden en

mora de cumplir el legado (art. 1338 N° 2 del CC).28 Cabe advertir que en el caso

de que el testador haya fijado un plazo a los herederos para pagar el legado de

género, los herederos no estarán en mora por la sola llega de dicha plazo, siendo

necesario que el legatario los interpele judicialmente. Concretamente, quedarán

constituidos en mora los herederos una vez notificada la demanda del legatario.

Ello, porque en el caso debemos aplicar el N° 3 del artículo 1551 del Código Civil

(se descarta el N° 1, pues se refiere a un plazo convencional expreso y el N° 2

porque alude a un plazo convencional tácito, mientras que el plazo señalado por el

testador es unilateral). 6.- DE LA APERTURA DE LA SUCESION. a) Concepto.

Trata de la misma el art. 955, Título I del Libro III; así como también el Título VII del

mismo Libro. Por el momento, sólo haremos referencia al primer artículo citado.

28 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 33 y 34.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 11

Puede definirse la apertura de la sucesión como el hecho que habilita a los

herederos para tomar posesión de los bienes hereditarios y se los transmite en

propiedad. Por lo tanto, la apertura de la sucesión da lugar a la sucesión por causa

de muerte.29 b) Momento en que se produce la apertura de la sucesión

De acuerdo al artículo 955, se produce al momento de fallecer el causante. Cabe

consignar que tanto la muerte real como la presunta o la declarada por el juez en el

caso de los artículos 95 a 97 del Código Civil originan la apertura de la sucesión.

Tratándose de la segunda, se produce al dictarse el decreto de posesión provisoria

de los bienes del desaparecido, y si ello no hubiere ocurrido, al dictarse el decreto

de posesión definitiva de los mismos (arts. 84 y 90 del Código Civil).30 c)

Importancia que tiene determinar el momento preciso del fallecimiento del causante.
La tiene en varios aspectos: c.1) Para determinar si el asignatario es capaz y digno

de suceder. Es el momento preciso de la muerte del causante el que determina

quienes son sus herederos. En consecuencia, las incapacidades e indignidades

para suceder deben analizarse en relación con el momento del fallecimiento del

causante. c.2) Para determinar la validez de las disposiciones testamentarias, hay

que atender a las normas vigentes al momento del fallecimiento, de conformidad

con los arts. 18 y 19 de la Ley Sobre Efecto Retroactivo de Las Leyes. c.3) Para

retrotraer los efectos de la aceptación o repudiación de las asignaciones, a la fecha

de la muerte del causante. Así lo dispone el artículo 1239 del CC. c.4) Para

determinar la validez de los pactos sobre sucesión. Sólo serán válidos aquellos

pactos celebrados con posterioridad a la muerte del causante, de conformidad a lo

dispuesto en el artículo 1463 del CC. Después del fallecimiento, estaremos

simplemente ante una cesión de derechos hereditarios (arts. 1909 y 1910 del CC.),

es decir, ante un pacto sobre sucesión actual y no futura. Lo anterior, con la

salvedad acerca del pacto relativo a la cuarta de mejoras, que puede estipularse

estando vivo quien será después el causante (artículo 1204). c.5) Nace la

comunidad entre los herederos, la indivisión hereditaria, si los herederos fueren dos

o más. Pone fin a esta la partición, entendiéndose que las adjudicaciones

efectuadas en su virtud retrotraen sus efectos al momento en que nació la indivisión,

habida cuenta de su naturaleza de título declarativo: artículo 1344 del CC. también

se extingue la comunidad, cuando los herederos enajenan todos los bienes

hereditarios y se reparten el precio obtenido.

29 Somarriva Undurraga, Manuel, ídem, p. 35. 30 Somarriva Undurraga, Manuel,

ibídem, p. 35.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 12

c.6) Determina la legislación aplicable a la sucesión: la sucesión se regirá por la ley

vigente en el momento en que fallezca el causante (artículo 18 de la Ley Sobre

Efecto Retroactivo de las Leyes).


c.7) Determina si se aplica o no la hipótesis del artículo 79, relativa a los

comurientes. Se entiende por tales aquellas personas que perecen en un mismo

acontecimiento (como por ejemplo en un naufragio, incendio, ruina o batalla), sin

que se pueda saber el orden en que han ocurrido sus fallecimientos. El artículo 958

dispone al efecto que “Si dos o más personas llamadas a suceder una a otra se

hallan en el caso del artículo 79, ninguna de ellas sucederá en los bienes de las

otras”.31 d) Lugar en que se abre la sucesión. De acuerdo al artículo 955 del Código

Civil, se abre en el último domicilio del causante. A su vez, el artículo 148 del Código

Orgánico de Tribunales, dispone que será juez competente para conocer todo lo

relacionado con la sucesión por causa de muerte, el del último domicilio del

causante. Ante él debe pedirse que se conceda la posesión efectiva de la herencia,

si la sucesión fuere testada (artículo 833 del Código de Procedimiento Civil). En

cambio, si la sucesión fuere intestada, la posesión efectiva podrá solicitarse ante

cualesquiera de las oficinas del Registro Civil e Identificación, y de presentarse

solicitudes ante oficinas dependientes de diversos Directores Regionales, se

acumularán todas a la más antigua (artículo 2º, inc. 2º de la Ley N° 19.903); cabe

advertir entonces que el juez ante el cual reclamar que se modifique la posesión

efectiva, puede estar ubicado en un lugar distinto a aquel donde se otorgó la

resolución por el respectivo Director Regional, pues el primero es el que

corresponde al último domicilio del causante, y el segundo, puede corresponder a

cualquiera de los ubicados a lo largo del territorio nacional (salvo que se trate de

errores de forma, que pueda contener la resolución administrativa mediante la cual

se concedió la posesión efectiva, y que digan relación con los datos de la

individualización del causante y sus herederos, pues en tal caso, el mismo Director

Regional puede corregirlos de oficio o a petición de parte, según lo autoriza el

artículo 10 de la Ley N° 19.903).

Este juez será también competente para conocer de la apertura y publicación del

testamento (artículo 1009 del Código Civil), si el testamento es cerrado (en cuyo
caso debe procederse a su “apertura”) o si se otorgó ante cinco testigos, sin

presencia de ministro de fe (en cuyo caso, debe procederse a su “publicación”).

Finalmente, el último domicilio del causante determina también la legislación

aplicable a la sucesión.32 e) Ley que rige la sucesión. Debemos tener presente lo

dispuesto en el artículo 955 del Código Civil. Así, por regla general, regirá la ley del

último domicilio del causante. Si éste tuvo su último domicilio en Chile, regirá nuestra

ley; por el contrario, si lo tuvo en el extranjero, regirá la ley del respectivo país.

31 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 35-37. 32 Somarriva Undurraga,

Manuel, ob. cit., p. 37.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 13

Recordemos que el artículo 955 constituye una excepción al artículo 16, que

establece el principio de la territorialidad de la ley chilena en lo que respecta a los

bienes situados en nuestro país; sin embargo, debemos tener presente también que

el propio artículo 955 alude a las excepciones que a su respecto rigen, lo que

equivale a decir que debemos considerar también las contra-excepciones que nos

conducen de vuelta al principio general consignado en el artículo 16. Las

excepciones son las siguientes: a) Caso del chileno que fallece en el extranjero. De

acuerdo al artículo 15 del Código Civil, si fallece un chileno teniendo su último

domicilio en el extranjero, el cónyuge y los parientes chilenos tienen en la sucesión

que se regirá por la ley extranjera, los derechos que les otorgan las leyes patrias.

Como es obvio, estos derechos se ejercerán sobre los bienes situados en Chile,

pues los situados en el extranjero se regirán por la ley del lugar. b) Caso del

extranjero que fallece dejando herederos chilenos; dispone el artículo 998 del

Código Civil: “En la sucesión abintestato de un extranjero que fallezca dentro o fuera

del territorio de la República, tendrán los chilenos a título de herencia o de alimentos,

los mismos derechos que según las leyes chilenas les corresponderían sobre la

sucesión intestada de un chileno. / Los chilenos interesados podrán pedir que se les

adjudique en los bienes del extranjero existentes en Chile todo lo que les
corresponda en la sucesión del extranjero. / Esto mismo se aplicará en caso

necesario a la sucesión de un chileno que deja bienes en país extranjero”. c) Caso

de la muerte presunta: artículo 81, establece que la declaración de muerte presunta

se hará por el juez del último domicilio que el desaparecido hubiere tenido en Chile.

Como la muerte presunta se declara en Chile, la sucesión se regirá también por la

ley chilena.

d) Caso en que una persona fallece dejando bienes en Chile, y su sucesión se abre

en el extranjero: de conformidad con el artículo 27 de la Ley 16.271 de Impuesto a

las Herencias, Donaciones y Asignaciones, en la hipótesis planteada debe pedirse

la posesión efectiva de la herencia en Chile respecto de los bienes ubicados en

nuestro país. Obedece lo anterior a la necesidad de cobrar los impuestos de

herencia por dichos bienes.33 El artículo 149 del Código Orgánico de Tribunales

señala que será juez competente para otorgar la posesión efectiva de una sucesión

que se abra en el extranjero, el del último domicilio del causante en Chile, y si no lo

tuvo, el del domicilio de aquel que pide la posesión efectiva. Debemos entender que

puede tratarse de sucesiones testadas o intestadas, quedando estas últimas

sustraídas, en este caso, de la competencia del Registro Civil e Identificación, pues

el artículo 1º de la Ley N° 19.903, que dispone la tramitación de las posesiones

efectivas correspondientes a las sucesiones intestadas ante dicho Servicio, alude a

que “Las posesiones efectivas de herencias, originadas en sucesiones intestadas

abiertas en Chile, serán tramitadas ante el Servicio de Registro Civil e

Identificación...”. En cambio, el artículo 149 del Código Orgánico de Tribunales hace

expresa alusión a la sucesión abierta en el extranjero. Además, la expresada Ley

N° 19.903, no modificó al artículo 149 del Código Orgánico de Tribunales. f) Las

sucesiones indirectas.

33 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 37-40.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 14


Puede sucederse por causa de muerte de manera directa o indirecta. La sucesión

será directa, cuando se hereda por si mismo, sin intervención de otra persona. Así

ocurre por ejemplo cuando el hijo sucede al padre. Las sucesiones son indirectas

cuando se adquieren a través de otra persona: tal es el caso del derecho de

transmisión y del derecho de representación. 7.- DE LA DELACION DE LAS

ASIGNACIONES. a) Concepto.

El artículo 956, inc. 1º del Código Civil, define la delación de una asignación. Se

entiende por tal el actual llamamiento de la ley a aceptar o repudiar una asignación

por causa de muerte.34 La expresión “actual” pone de manifiesto que al acto de

aceptación o de repudiación ha de ser puro y simple, no admite modalidades. b)

Momento en que se defiere la asignación. Según el inciso 2º del artículo 956 del

Código Civil, la delación de las asignaciones se produce, al igual que la apertura de

la sucesión, al fallecimiento del causante. La delación es una consecuencia de la

apertura de la sucesión. Se entiende como una oferta hecha por el legislador al

asignatario, para aceptar o repudiar la asignación. Así las cosas, fallecido el

causante, distinguimos cronológicamente tres etapas: 1.- La apertura de la

sucesión. 2.- La delación de las asignaciones.

3.- El pronunciamiento del asignatario, en orden a aceptar o repudiar la

asignación.35 c) Delación de la asignación condicional. En este caso, tal como

indica el mismo artículo 956 del Código Civil, la delación se produce al momento de

cumplirse la condición. Tres situaciones debemos distinguir: 1.- La asignación está

sujeta a condición suspensiva: la asignación se defiere al cumplirse la condición

suspensiva. Recordemos que el efecto propio de toda condición suspensiva es

precisamente suspender la adquisición del derecho. 2.- La asignación está sujeta a

condición resolutoria: volvemos a la regla general, y la delación se produce al

fallecimiento del causante. 3.- La asignación está sujeta a una condición suspensiva

que consiste en no ejecutar un hecho que depende de la sola voluntad del

asignatario: por ejemplo, dejo tales acciones a Juan, siempre que no se vaya al
extranjero. Estamos ante una condición meramente potestativa, que depende de la

sola voluntad del asignatario. Por ello, dispone el inciso 3º del artículo 956, que la

delación se produce al momento de fallecer el causante, siempre y cuando al

asignatario rinda caución suficiente de restituir la cosa asignada, con sus

accesiones y frutos, en caso de contravenir la condición.

Con todo, si el testador dispuso que mientras está pendiente el cumplimiento de la

condición, pertenecerá a otro la cosa asignada, no se aplicará lo expuesto en los

tres casos

34 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., p. 40. 35 Somarriva Undurraga, Manuel,

ídem, p. 40.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 15

anteriores. En esta última hipótesis, estaremos ante un fideicomiso, permaneciendo

la cosa en poder del fiduciario mientras no se cumpla la condición.36 8.- EL

DERECHO DE TRANSMISION. a) Concepto. Puede ocurrir que después de

deferida la asignación, fallezca el asignatario. En tal caso, podemos estar ante tres

situaciones: 1.- Que el asignatario, antes de fallecer, alcance a repudiar la

asignación que le fue deferida. Conforme al artículo 1239 del Código Civil, se

entiende que nunca hubo asignación y por ende nada transmite a sus herederos (de

la asignación que repudió). 2.- Que el asignatario, entre el momento de la delación

y su fallecimiento, alcanzó a aceptar la asignación. En tal caso, transmite a sus

herederos los bienes comprendidos en la asignación.

3.- Que el asignatario fallezca sin haberse pronunciado respecto a la herencia o

legado que le fue deferida. En tal evento, transmite a sus herederos la facultad que

él tenía de aceptar o repudiar la asignación. Es esto lo que se denomina derecho

de transmisión. El inciso 1º del artículo 957 define esta facultad. Este derecho no es

una institución excepcional en el campo jurídico, sino la aplicación del principio

general de que el heredero adquiere el “haz” hereditario del causante, vale decir,

todos los bienes y obligaciones transmisibles del causante. Y si el heredero o


legatario falleció sin alcanzar a pronunciarse sobre una asignación determinada, en

la universalidad de la herencia va comprendida dicha facultad, que adquieren sus

herederos.37 b) Campo de aplicación del derecho de transmisión. Reglas

generales: debemos tener presente, como cuestión previa y fundamental, tres

principios básicos respecto a la aplicación del derecho de transmisión: 1.- Se aplica

tanto a la sucesión testada como a la intestada. El artículo 957 se encuentra ubicado

en el Título de las “Definiciones y Reglas Generales”. Además, el precepto no hace

distingo alguno. 2.- Se aplica tanto a las herencias como a los legados. El artículo

957 lo indica expresamente.

3.- El adquirente debe ser siempre heredero. Si bien por transmisión se puede

adquirir tanto una herencia como un legado, el que adquiere la herencia o legado

deberá ser siempre heredero, porque precisamente el fundamento del derecho de

transmisión es que se adquiere el derecho de aceptar o repudiar la asignación por

ir éste incluido en la universalidad de la herencia, y esta universalidad pasa a los

herederos, no a los legatarios. Por ello, el artículo 957 dice que el derecho sólo se

transmite a los herederos.38 c) Personas que intervienen en el derecho de

transmisión.

36 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., p. 41. 37 Somarriva Undurraga, Manuel,

ídem, p. 42. 38 Somarriva Undurraga, Manuel, ibídem, pp. 42 y 43.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 16

Son tres: a) El primer causante que instituyó un legado o dejó una herencia, respecto

de los cuales el asignatario no alcanzó a pronunciarse. b) El transmitente o

transmisor, a quien el causante dejó la herencia o legado y que falleció sin haberse

pronunciado en orden a aceptar o repudiar la asignación.

c) El adquirente del derecho en cuestión, heredero del transmitente o transmisor, a

quien pasa la facultad de aceptar o repudiar la asignación, denominado

transmitido.39 d) Requisitos que deben concurrir en el transmitente o transmisor. 1.-

Debe haber fallecido sin aceptar o repudiar la asignación. Si la hubiere repudiado,


nada transmite respecto de la asignación. Si la hubiere aceptado, transmite a sus

herederos la asignación misma, no la facultad de aceptar o repudiar. 2.- Debe ser

heredero o legatario del primer causante. 3.- Su derecho en la sucesión no debe

haber prescrito, pues en tal caso nada transmite.

4.- Debe haber sido digno y capaz de suceder al primer causante.40 e) Requisitos

que deben concurrir en el transmitido. 1.- Debe ser heredero, es decir asignatario a

título universal, del transmitente o transmisor. 2.- Debe haber aceptado la herencia

del transmitente o transmisor: artículo 957, inc. 2º. En todo caso, nada impide

aceptar la asignación propia y repudiar la transmitida. En este punto, estamos ante

una excepción al artículo 1228, que establece la regla general de la indivisibilidad

de la aceptación o repudiación de la herencia. Tal indivisibilidad no opera mediando

transmisión.

3.- Deber ser capaz y digno de suceder al transmitente o transmisor. Art. 962. Ahora

bien, si éste a su vez no era capaz y digno de suceder al primer causante, entonces

no podrá reclamarse por el transmitido la asignación (artículo 977). Esto se explica,

porque la situación jurídica del transmitido, no puede ser distinta de la del

transmisor.41 CAPITULO II: EL DERECHO REAL DE HERENCIA. 1.- CONCEPTO

Y RELACIÓN ENTRE EL DERECHO REAL DE HERENCIA Y EL DE DOMINIO. La

expresión “herencia” suele emplearse en un sentido objetivo y subjetivo. Desde un

punto de vista objetivo, la herencia consiste en la masa de bienes y de obligaciones

que conforman el patrimonio del causante.

Desde un punto de vista subjetivo, la herencia es un derecho subjetivo, un derecho

real que consiste en la facultad o aptitud de una persona para suceder en el

patrimonio del causante o en una cuota de él.42

39 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., p. 43. 40 Somarriva Undurraga, Manuel,

ídem, pp. 43 y 44. 41 Somarriva Undurraga, Manuel, ibídem, pp. 44 y 45. 42

Somarriva Undurraga, Manuel, ibídem, p. 49.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 17


A la muerte del causante, él o los herederos, individualmente considerados,

adquieren el derecho real de herencia, y además, considerados de manera

conjunta, el derecho de dominio sobre todos y cada uno de los bienes que integran

la sucesión. Decimos que los herederos son dueños de manera conjunta, porque

considerados individualmente, en rigor no pueden considerarse a uno de los

herederos dueño de una cuota de un bien hereditario en particular, pues si al

realizarse la partición dicho bien se adjudicare a otro de los herederos, se entenderá

que el primero ningún derecho tuvo sobre esa cosa. Obviamente, si la sucesión

estuviere formada por un solo heredero, éste será titular simultánea y

exclusivamente del derecho real de herencia y del dominio de todos los bienes

hereditarios. Asimismo, los herederos serán responsables del pago de las deudas

hereditarias y testamentarias. Todo ello, bajo el entendido que en definitiva acepten

la herencia, retrotrayéndose dicha aceptación a la fecha de su delación, es decir, al

fallecer el causante.

Este sistema “dual”, de dos derechos, ha suscitado críticas en la doctrina, pues se

afirma que resulta superfluo plantear la existencia de dos derechos reales que

tienden a superponerse uno al otro. Se señala que este derecho real constituye una

originalidad, y que no está contemplado en otros ordenamientos jurídicos. Indican

Domínguez Benavente y Domínguez Águila al respecto: “En lo que nuestro Código

se aparta de otros es en la creación de un derecho autónomo, cual es el derecho

de herencia, y al que se le atribuye el carácter de real (art. 577). Autónomo del

dominio y de las cosas comprendidas en la herencia; autónomo de las relaciones

jurídicas en que se sucede”. Para éstos dos autores, no habría sin embargo dualidad

de los derechos de herencia y de dominio, porque uno y otro existirían en momentos

distintos (el énfasis es nuestro): “El artículo 577, al indicar el número de derechos

reales, señala el de dominio, pero también, y en forma separada, al de herencia. El

heredero tendrá uno y otro, en forma sucesiva, según se verá, ya que ambos no

coexisten en el tiempo, por más que la ficción de la retroactividad singularice los


derechos que, en definitiva, correspondan a cada heredero, desde el momento de

la apertura (art. 1344). El heredero, a la muerte del causante, inicia el proceso de

adquisición de la herencia, que terminará con su aceptación. Pero no con ello ha

tomado el dominio de cada especie o derecho del causante, pues si varios son los

sucesores universales, cada cual tendrá un derecho propio, el de herencia, y un

derecho cuotativo sobre la universalidad. Será tan solo con la adjudicación que su

derecho sobre la universalidad se radicará en bienes determinados y se podrá decir

que el heredero es dueño de los bienes que le han cabido (art. 1344). Mientras ello

no suceda, el heredero, por sí solo, tiene un derecho que es el real de herencia”.43

María de los Ángeles Soza critica precisamente este sistema dual de derechos, e

incluso discute la existencia misma de un derecho real de herencia, afirmando que

a la muerte del causante, más bien lo que existe es un derecho “a la herencia” (y no

un derecho “de herencia”), y mientras la herencia no se acepte, estaremos ante una

universalidad carente de titular (herencia yacente), y una vez aceptada ésta, lo que

habrá es dominio (si el heredero fuere uno solo) o condominio (si hay dos o más los

herederos) y no el aludido derecho de herencia: “En efecto, en nuestro derecho la

apertura de la sucesión no genera inmediatamente el dominio a favor de los

herederos. A nuestro modo de ver, con el fallecimiento del causante y consiguiente

apertura de la sucesión nace el derecho a la herencia, derecho subjetivo a tomar

posesión de ella. En otras palabras, la apertura de la

43 Domínguez Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 153.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 18

herencia no produce ipso iure la adquisición de todo o parte de la herencia, como sí

ocurre en otros derechos, siendo necesario el acto de aceptación. De este modo,

entre la muerte y la aceptación de la herencia no hay derecho sobre las cosas de la

herencia sino derecho a esas cosas. Este es el momento en que puede hablarse de

universalidad jurídica como hemos dicho más arriba, dado que los efectos

hereditarios, tanto corporales como incorporales, aún se mantienen cohesionados.


De este modo, entonces, antes de la aceptación no hay derecho real de herencia,

sino una universalidad que aún no tiene titular (herencia yacente), y, desde la

aceptación, hay dominio o condominio de los efectos hereditarios, según se trate de

uno o de varios herederos. En definitiva, pues, y pese a que el Código Civil

considera la herencia como un derecho real (arts. 577 y 891), nos parece más

correcto pensar que la herencia, una vez aceptada, constituye al heredero único en

dueño de las cosas de la herencia, o codueño en el caso de que existan varios

herederos, los cuales, en el momento de la adjudicación, pasan a ser dueños

absolutos de cada cosa singular (…) De este modo, si consideramos al conjunto de

los herederos como comuneros, es decir, como condóminos, está de más

considerarlos como titulares de un derecho real cuyo contenido es precisamente el

dominio común sobre esos bienes. Esta duplicidad nos parece excesivamente

rebuscada, y por lo demás innecesaria. En efecto, cuando hay bienes en la

herencia, que es lo más común, el contenido del derecho de herencia no puede ser

sino real, esto es, consistente en bienes, de modo que, de aceptarse la existencia

del derecho real de herencia, concurrirían dos derechos reales cuyo objeto es

idéntico”.44

De cualquier manera, lo cierto es que se entiende por nuestra doctrina mayoritaria

que los derechos reales de herencia y de dominio tienen distinto objeto: el derecho

real de herencia recae sobre la universalidad llamada herencia, mientras que el

derecho real de dominio recae sobre los bienes individualmente considerados. De

ahí que se afirme que “no cabe confundir en nuestro Código el derecho de herencia

con el dominio de los bienes hereditarios. Por otra parte, aún en la doctrina, quienes

así lo pretenden, incurren en una confusión, ya que el objeto del derecho de

herencia es la universalidad del patrimonio, o una cuota de él, y no los bienes

determinados que forman la universalidad jurídica”.45

De esta forma, cada heredero, individualmente considerado, es titular de su derecho

real de herencia. En cuanto al derecho real de dominio, todos los herederos,


colectivamente considerados, son copropietarios de todos y cada uno de los bienes

hereditarios, aunque por

44 Soza Ried, María de los Ángeles, “La Cesión del „Derecho Real‟ de Herencia y

de una Cuota Hereditaria”, en Revista de Derecho (Valdivia), Vol. XVII, diciembre

2004, pp. 91-111. Refiriéndose al derecho “a la herencia”, consigna la autora (nota

N° 8 de su trabajo) que “No se trataría entonces del derecho real de herencia, sino

que, en terminología de acuñación medieval, de un ius ad rem”, agregando que “En

el derecho argentino, en el que no existe el derecho real de herencia, se ha ideado

el concepto de vocación hereditaria que queda descrito en Zanoni, E., Manual de

derecho de las sucesiones, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1980, p. 23, de la

siguiente forma: Producido el fallecimiento de una persona la ley o el testamento

atribuyen a ciertas personas la titularidad de la vocación hereditaria o titularidad del

llamamiento a suceder, lo cual los coloca, ipso iure, en condiciones de aceptarlo o

repudiarlo (…) Durante el período de herencia no aceptada no existe estrictamente

titular de la herencia –aunque se lo pretenda indeterminado, como lo señala la

doctrina en general-, sino titular de la vocación hereditaria. La titularidad de la

herencia recién se adquiere, aunque con efecto retroactivo, con la aceptación y por

efecto de la vocación. Pero, a nuestro juicio, la vocación hereditaria o llamamiento

arranca su fuerza ya sea del testamento, ya sea de la ley, de modo que no podría

pensarse tampoco que la referida vocación constituya el fundamento del derecho

real de herencia. Nos parece que la expresión vocación hereditaria no es más que

una forma de aludir a la misma condición de heredero, que fundamenta el derecho

a entrar en los bienes del causante”. 45 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., p.

50.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 19

sí solos, no pueden considerarse dueños, ni siquiera de una cuota de cada bien,

pues si se lleva a cabo la partición, en aquellos bienes que se le adjudiquen a los

otros herederos, se entenderá que el heredero no adjudicatario nada tuvo en ellos.


Ahora bien, se ha definido el derecho real de herencia como “un derecho real, que

consiste en la facultad del heredero o herederos de adquisición y reclamación del

todo o parte del patrimonio de una persona fallecida y los autoriza para tomar

posesión de la herencia, para usar, gozar y disponer de consuno de los bienes

hereditarios y los hace, además personal e ilimitadamente responsables de las

obligaciones hereditarias y cargas testamentarias. Este derecho nace con el

fallecimiento del causante y se extingue con la partición y liquidación de la

herencia”.46

Nuestra doctrina precisa por su parte que el derecho de herencia tiene una vida

efímera: “… hemos ya dicho que producido el fallecimiento del causante nace el

derecho real de herencia, y con él, si hay varios herederos, la indivisión hereditaria,

a la que se pone término mediante la partición, es decir, la liquidación de la

comunidad y las adjudicaciones correspondientes. Una vez practicadas éstas, sí

que es indiscutible que el derecho de herencia pasa a confundirse con el derecho

de dominio. Por eso decimos que el derecho de herencia tiene una vida transitoria,

para dar paso al dominio”;47 “Tiene una existencia transitoria. Como derecho real

que es, el derecho de herencia dura en tanto existe la cosa sobre la cual se ejerce.

Ahora, la universalidad termina con la partición de la herencia y las adjudicaciones

correspondientes y en ese momento el derecho real de herencia se extingue y pasa

a mudarse en un derecho de dominio sobre los bienes específicos adjudicados a

los herederos”;48 “El derecho real de herencia ha sido establecido con vida relativa.

Subsiste la universalidad, mientras ella se justifica. Por ello, radicado

definitivamente el dominio en cada uno de los sucesores universales sobre especies

determinadas, desaparece la herencia y queda solamente el derecho de dominio

sobre las especies adjudicadas a cada heredero. Es lo que resulta del art. 1344 y

del llamado „efecto declarativo y retroactivo de la partición‟. Efectuada ésta y

adjudicados los bienes a los herederos, se mira a cada cual como dueño único

desde el momento de la muerte del causante, como si los demás nunca hubiesen
tenido parte en ellos. Antes de la partición, todos los herederos tenían, en conjunto,

el dominio de cada bien del causante y de que éste era dueño, pero cada cual no

era propietario de ninguno en particular, por sí solo. Cada cual tenía su derecho de

herencia sobre una cuota de la universalidad, pero no el dominio de una cuota de

cada bien. Es realizada la partición y la adjudicación que se singulariza el derecho

de cada heredero. Cuando ello sucede, no tiene razón de ser el derecho de herencia

y desaparece”.49

De esta manera, queda en claro que el derecho de herencia dura lo mismo que dure

el objeto sobre el cual recae, es decir la universalidad denominada herencia. Y ésta

se extingue, conforme a lo expresado, una vez realizada la partición y adjudicados

los bienes que la integraban. Por ello, la cesión del derecho real de herencia podrá

realizarse a partir del fallecimiento del causante y hasta que la herencia se extinga

por la referida partición de bienes, y podrá hacerse además antes o después de

tramitada la posesión efectiva de la herencia y de realizadas las inscripciones

especiales de herencia de los inmuebles

46 Olavarría Aqueveque, Oscar, Elementos del Derecho Sucesorio Chileno,

Santiago de Chile, LexisNexis, 2004, pp. 67 y 68. 47 Somarriva Undurraga, Manuel,

ob. cit., p. 51. 48 Olavarría Aqueveque, Oscar, ob. cit., p. 74. 49 Domínguez

Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 159.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 20

hereditarios: “… la cesión sólo puede efectuarse hasta antes de la aprobación

judicial de la partición, por cuanto la partición pone fin a la universalidad y radica el

derecho de los comuneros en bienes determinados, por lo que a partir de ese

momento no cabe la cesión del derecho de herencia, sino sólo la enajenación de

bienes concretos”.50 Refiriéndose la doctrina a la pregunta acerca de si debe o no

inscribirse la cesión del derecho de herencia para entender verificada la tradición

del respectivo derecho real, se formula un distingo, según la oportunidad en que se

realice la cesión: “… para dar una respuesta apropiada a este problema es


necesario tener en cuenta lo que denominaremos la „oportunidad de la cesión‟. Lo

anterior, porque si la cesión se efectúa antes de tramitarse la posesión efectiva (en

el entendido de una cesión a título universal), ésta le servirá al cesionario como título

para solicitar y tramitar para sí la posesión efectiva del causante, a fin de obtener

que el auto respectivo (o resolución administrativa) sea dictado en su favor, en su

carácter de cesionario. Ese y no otro será el empleo normal y lógico que podrá hacer

el cesionario de la cesión efectuada, quien lógicamente querrá materializar en su

favor la adquisición, caso en el cual lo que se inscribirá no será la cesión, sino la

resolución de posesión efectiva, la cual estará dictada a nombre del cesionario. En

cambio, si la cesión se celebra en el lapso intermedio entre la dictación del auto de

posesión efectiva y la práctica de las inscripciones, la inscripción de posesión

efectiva deberá en ese caso practicarse a nombre del cedente, puesto que el auto

respectivo se encontrará dictado a favor de éste, motivo por el cual la cesión deberá

ser materia de una inscripción separada en favor del cesionario, puesto que ha

tenido el efecto de modificar la posesión efectiva, en cuanto ha cambiado la

titularidad del derecho. En caso de comprender la herencia bienes raíces, la

inscripción especial de herencia respectiva deberá en ese caso practicarse a

nombre del cesionario, por haber adquirido la titularidad del derecho a través de la

cesión celebrada. Finalmente, si la cesión se efectúa una vez inscrita la posesión

efectiva, será igualmente imperativo inscribir la cesión, puesto que ella ha

significado la transferencia del derecho previamente inscrito a nombre del cedente,

por lo cual la única manera de cumplir la cesión será en ese caso proceder a inscribir

ésta, ya que de otra manera el titular aparente del derecho continuaría siendo el

cedente, en cuyo nombre se encontrarían extendidas las inscripciones

respectivas”.51

Por cierto, nada de lo expuesto se refiere a la cesión de derechos que tenga un

heredero sobre un bien determinado, es decir, por ejemplo, a la venta que haga un

heredero de la cuota que supuestamente (pues mientras no se realice la partición,


en rigor no podemos asegurar que será dueño de parte alguna en el bien) tiene

sobre un inmueble de la herencia: “Esta es la situación radicalmente opuesta a la

de cesión de la totalidad o de cesión de la cuota-parte. Se requiere en este caso de

la posesión efectiva dictada e inscrita y, en el caso de tratarse de bienes raíces, que

se encuentren además practicadas las inscripciones especiales de herencia

correspondientes, conforme lo requieren los artículos 688 del Código y 25 de la Ley

N° 16.271, sobre Impuesto a las Herencias, Asignaciones y Donaciones. Se trata

de un contrato eminentemente aleatorio, cuyo cumplimiento queda supeditado a la

circunstancia de que el bien le resulte adjudicado en definitiva al cedente en el acto

particional, caso en el cual (tratándose de bienes raíces) podrá el cesionario requerir

se practiquen por el Conservador de Bienes raíces las inscripciones conservatorias

respectivas. En caso contrario, el cedente podrá ser demandado en juicio de

resolución de

50 Olavarría Aqueveque, Oscar, ídem, p. 198. 51 Olavarría Aqueveque, Oscar, ob.

cit., pp. 203 y 204.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 21

contrato con perjuicios, puesto que se verá imposibilitado de cumplir con la tradición

del bien materia de la cesión. En concepto de algunos se trataría en este caso de

una venta condicional, para nosotros es simplemente un caso de venta de cosa

ajena. Al igual que el cedente, el cesionario carece de todo derecho respecto del

bien materia de la cesión, atendida la máxima „nemo plus juris‟; tampoco se

encontraría facultado para intervenir en la partición, toda vez que ésta se ventila

entre los comuneros y el cesionario no tiene tal calidad, únicamente tiene una

relación contractual con el cedente, la cual es inoponible al resto de los comuneros.

En nuestro concepto, en este caso no se adquiere por el cesionario un derecho real,

sino un derecho personal: el cesionario no es más que un acreedor del cedente.

Más que derechos hereditarios, lo que verdaderamente enajena el cedente en este

caso son los eventuales derechos que en calidad de adjudicatario puedan


corresponderle sobre el bien materia de la cesión”.52 Tampoco se trata de la

enajenación hecha “de consuno” por los herederos de un inmueble hereditario, para

lo cual deben haberse practicado también las inscripciones previstas en los números

1 y 2 del artículo 688 del Código Civil. En este caso, el adquirente no ingresa a la

herencia, sino que simplemente adquiere el dominio del inmueble hereditario. En la

hipótesis planteada, es posible que los herederos enajenen el inmueble sin haber

hecho la partición de bienes, pues como se dijo, cuando ellos actúan de manera

conjunta, pueden considerarse efectivamente como dueños de los bienes de la

sucesión (en cambio, si actúa uno de ellos cediendo su cuota, no puede entenderse

en verdad que sea dueño de lo que cede). 2.- CARACTERISTICAS DEL DERECHO

REAL DE HERENCIA. Se trata de un derecho real; se ejerce sobre una

universalidad jurídica; tiene una vida efímera. a) Es un derecho real. Es un derecho

real distinto al dominio. a.1) Lo menciona expresamente el artículo 577 del Código

Civil, entre los derechos de tal naturaleza. a.2) El mismo artículo define el derecho

real como aquel que se tiene sobre una cosa sin respecto a determinada persona.

El derecho de herencia queda perfectamente comprendido en tal definición, dado

que recae sobre el patrimonio del causante o una cuota de dicho patrimonio, sin

respecto a otra persona determinada. a.3) Del derecho de herencia -como acontece

con todo derecho real-, nace una acción de la misma naturaleza, como es la de

petición de herencia, en cuya virtud el heredero puede reclamar su derecho de

herencia en contra de cualquiera que se encuentre en posesión de la misma. b) El

derecho real de herencia se ejerce sobre una universalidad jurídica.

52 Olavarría Aqueveque, Oscar, ob. cit., pp. 208 a 210.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 22

La herencia constituye un continente distinto de su contenido. El objeto de este

derecho es la universalidad del patrimonio en conjunto y no los bienes que lo forman

en la práctica. La herencia constituye una intelectualidad, una abstracción jurídica.

Recordemos que en este punto, se ha planteado en la doctrina el problema de la


comunicabilidad de la naturaleza de los bienes que integran la herencia. Para la

mayoría, la herencia no puede ser considerada como un derecho inmueble, aunque

en la masa hereditaria existan bienes raíces, ya que el derecho se tiene sobre la

universalidad en si misma y no sobre bienes determinados de ella. Así lo ha

reconocido la Corte Suprema. Incluso hay quienes afirman, como Leopoldo Urrutia,

que la herencia es un derecho mueble. Igual cosa acontece con la disolución de la

sociedad conyugal: disuelta esta, se forma una comunidad entre los cónyuges o

entre el cónyuge sobreviviente y los herederos del fallecido. Dicha comunidad o

indivisión también es una universalidad jurídica. c) El derecho de herencia tiene una

vida efímera.

Tal derecho es transitorio, pues a lo que propende el legislador es al término de la

comunidad hereditaria lo antes posible, con la partición o con la enajenación de los

bienes por los herederos. Hecha la partición, el derecho de herencia deja el paso al

derecho de dominio, desde el punto de vista de los adjudicatarios o de los

causahabientes a título singular en uno o más bienes determinados de la herencia.

En el caso de enajenar los bienes hereditarios, los herederos se repartirán el precio

que obtengan en proporción a su derecho real de herencia.53

Con todo, como acertadamente afirma María de los Ángeles Soza, el carácter

efímero del derecho de herencia y la existencia misma de este derecho no se

explica, cuando existe sólo un heredero, de manera que ninguna partición podrá

operar. Señala al respecto: “La doctrina chilena, quizá consciente de la dificultad de

concebir la herencia como un derecho real, afirma que el derecho de herencia tiene

una vida efímera porque termina con la partición, la cual permite a los herederos

ejercer el dominio respecto de las cosas singulares que antes formaban parte de la

indivisión. Sin embargo, esta afirmación resulta sorprendente, ya que, a contario

sensu, significa que, cuando hay único heredero, caso en que la partición está de

más, no hay derecho real de herencia. En otras palabras, o el derecho real de

herencia es efímero en todo caso, esto es, habiendo uno o más herederos, o es
permanente. No parece lógico afirmar que es permanente para el caso de único

heredero, y, en cambio, efímero en el caso de pluralidad de herederos que forman

la comunidad hereditaria, en el sentido de que desaparece con la partición”.54 En

el caso de un heredero exclusivo, creemos que la respuesta a lo planteado por la

profesora Soza estaría en el hecho que la partición no es el único modo de poner

fin al derecho real de herencia, sino que también éste se extinguirá con la completa

enajenación de los efectos o bienes hereditarios. Por ende, el derecho real de

herencia subsistirá hasta que el heredero único enajene el último de los bienes de

la herencia.

Por lo demás, en nuestra opinión nada obsta a que un heredero ceda parte de su

derecho real de herencia, y no la totalidad de él, y en tal caso, aunque seguirá

existiendo un solo heredero, habrá a partir de la cesión parcial dos partícipes

condóminos en los bienes

53 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 49-52. 54 Soza Ried, María de los

Ángeles, ob. cit.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 23

hereditarios. Entonces, será posible que opere la partición, como una de las formas

de poner término al derecho real de herencia, ahora radicado en dos titulares. 3.-

MODOS DE ADQUIRIR EL DERECHO REAL DE HERENCIA. Por tres modos

puede adquirirse: 3.1 Por sucesión por causa de muerte, que será lo usual. 3.2 Por

la tradición. 3.3 Por prescripción. Para que operen las últimas dos, necesariamente

tiene que haber operado la primera. 3.1 POR SUCESION POR CAUSA DE

MUERTE. En su virtud, el heredero adquiere ipso iure el derecho real de herencia.

El derecho se adquiere por el solo hecho del fallecimiento del causante. En todo

caso, con posterioridad, el heredero podrá aceptar o rechazar el derecho que se le

defiere y adquirió, y tanto la aceptación como la repudiación operarán

retroactivamente al momento en que es deferida la herencia, es decir, al momento

en que falleció el causante. Cabe preguntarse entonces por qué razón el legislador
estableció la institución de la aceptación de la herencia. Dos son las razones: a) Si

bien el heredero adquiere ipso iure su derecho, es un principio jurídico universal que

nadie puede adquirir derechos en contra de su voluntad. Por ello, si el heredero se

niega a aceptar el derecho, se presume que nunca tuvo dicha condición.

b) La herencia no supone necesariamente un enriquecimiento para el heredero.

Incluso puede encontrarse tan cargada de obligaciones, que su aceptación sólo

acarrearía desventajas para el heredero.55 - La posesión de la herencia: La

sucesión por causa de muerte otorga al heredero el dominio de la herencia. En lo

que respecta a la posesión, debemos distinguir tres clases: a) Posesión legal; b)

Posesión real; y c) Posesión efectiva de la herencia. a) Posesión legal: se encuentra

establecida en el artículo 722 del Código Civil. Se caracteriza porque la otorga el

legislador presumiendo la concurrencia de los elementos que conforman la

posesión, corpus y animus. En la realidad, podrían faltarle al heredero ambos

elementos, pero igual la ley los presumirá. Incluso, hay posesión legal de la

herencia, aunque el heredero ignore su calidad de tal. Cabe tener presente que la

posesión legal del heredero no es la misma posesión del causante. El heredero

adquiere su propia posesión al momento de morir el causante. Así queda de

manifiesto con el tenor del art. 722 (“...se adquiere...”) en relación al art. 717. Se

comprende entonces que el legislador la otorgue de pleno derecho al heredero,

pues de no haberlo establecido, existiría una laguna de posesiones, entre la del

causante y la de aquél que la adquiriera realmente.

55 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., p. 52.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 24

b) Posesión real: equivale a la posesión definida por el art. 700. Vale decir, requiere

del corpus y el animus, pudiendo estar radicada tanto en el verdadero heredero

como en el falso. Podría ocurrir entonces que mientras el verdadero heredero tiene

la posesión legal -que nunca puede ostentar el falso heredero-, la posesión real o

material está en manos del heredero putativo, pudiendo éste llegar a adquirir el
dominio del derecho real de herencia en virtud de la prescripción. c) Posesión

efectiva: es una institución que inicialmente fue de carácter procesal y original de

nuestra legislación, y que hoy en día, puede ser tanto de carácter procesal como de

carácter administrativo, según veremos. Es aquella que se otorga por sentencia

judicial o por resolución administrativa, a quien tiene la apariencia de heredero.

Cabe consignar que el decreto o resolución de posesión efectiva no confiere de un

modo incontrovertible y definitivo la calidad de heredero. Ello, porque: 1º De

conformidad a lo dispuesto en el art. 877 del Código de Procedimiento Civil, por el

cual queda en claro que la ley sólo exige un testamento en apariencia válido. Y si

dicho testamento fuere en realidad válido sólo en apariencia, indudablemente que

el decreto de posesión efectiva no otorgará la calidad de heredero indiscutible.

2º El falso heredero que logró obtener en su favor el decreto de posesión efectiva

de la herencia, adquiere el dominio de la misma por prescripción de 5 años. Ello

prueba que no le basta con el solo decreto judicial o resolución administrativa, para

ostentar tal calidad.56 - Importancia de la posesión efectiva: 1º Determina quiénes

son, al menos aparentemente, los herederos del causante. Si la sucesión fuere

testada, lo serán aquellos que figuren en el respectivo decreto judicial, inscrito en el

Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces competente. Si la

sucesión fuere intestada, los serán aquellos que aparezcan en la pertinente

resolución del director regional del Servicio de Registro Civil e Identificación, inscrita

en el Registro Nacional de Posesiones efectivas. En ambos casos, tratándose de

registros públicos, permiten saber a los interesados quienes ostentan la calidad de

herederos 2º Sirve para conservar la historia de la propiedad raíz. Recordemos que

el auto de posesión efectiva debe inscribirse en el Registro de Propiedad del

Conservador correspondiente al último domicilio del causante. Art. 688 (nos

remitimos a lo que exponemos en el capítulo IV). 3º Respecto a la validez del pago:

art. 1576, en cuanto es válido el pago hecho de buena fe, a quien se encontraba en

posesión del crédito. Así las cosas, si un deudor del causante paga la obligación,
mediando buena fe, al heredero a quien se concedió la posesión efectiva, el pago

será válido, aunque después resulte que no era tal heredero. 4º Origina una

prescripción de plazo más breve para adquirir el dominio del derecho real de

herencia. Se reduce el plazo de 10 a 5 años (arts. 2512, 704 y 1269 del CC).

5º En materia tributaria, puesto que al Fisco le interesa que se determine quienes

son los herederos y por ende los obligados al pago del impuesto a las herencias

(Ley N° 16.271).57

56 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 53-56. 57 Somarriva Undurraga,

Manuel, ob. cit., pp. 56 y 57.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 25

- Tramitación de la posesión efectiva: está regulada en los artículos 877 a 883 del

Código de Procedimiento Civil, si se trata de una sucesión testada, y en la Ley N°

19.903, publicada en el diario Oficial de fecha 10 de octubre de 2003, si se trata de

una sucesión intestada; y en los arts. 25 y siguientes de la Ley N° 16.271, cualquiera

sea el tipo de sucesión. 3.2 POR TRADICION. El Código Civil trata de la misma en

los arts. 1909 y 1910. a) Momento a partir del cual es posible realizarla. Una vez

fallecido el causante, el heredero puede disponer, enajenar su derecho de herencia.

Es imposible la enajenación antes de la muerte del causante, pues en nuestro

Derecho, están proscritos los pactos sobre sucesión futura, adoleciendo de objeto

ilícito y por ende de nulidad absoluta (arts. 1463, 1466, 1204 y 1682). Abierta la

sucesión con el fallecimiento del causante, el heredero podrá ceder su derecho real

de herencia. Podrá hacerlo antes o después de tramitada la posesión efectiva de la

herencia, mientras no se realice la partición de bienes. Hecha ésta, se extingue el

derecho real de herencia.

María de los Ángeles Soza plantea que si sólo hay un heredero, éste sólo podría

ceder su derecho una vez que se le confiera la posesión efectiva: “En caso de haber

un solo heredero, debe primero pedir la posesión efectiva e inscribirla a su nombre.

En efecto, se trata, como ya hemos dicho, de un acto inter vivos en el que se


transfiere el contenido económico de la herencia y no el título de heredero, de modo

que no cabe que el cesionario obtenga el certificado de heredero en que consiste la

posesión efectiva sin que realmente lo sea. Sólo una vez que haya realizado este

trámite podrá enajenar los efectos hereditarios”. Y agrega en una nota de su trabajo,

sobre el mismo planteamiento: “En efecto, de no ser así, esto es, si el cesionario de

la herencia entera pidiera la posesión efectiva a su nombre, resulta que figuraría

como heredero alguien que, según el testamento o según la ley, no tiene derecho a

heredar”.58 No estamos de acuerdo con este planteamiento. Es cierto que el

cesionario no adquiere la calidad de heredero, pero sí queda habilitado para obtener

la posesión efectiva, precisamente en su calidad de cesionario del heredero, y no

de heredero a secas. Por lo demás, la misma objeción podría formularse en el caso

que todos los herederos cedan su derecho a un tercero, que obviamente no tiene

tal calidad de heredero, hipótesis en la cual el cesionario ciertamente podría pedir

que se le confiera la posesión efectiva de la herencia. De aplicar la tesis de la

profesora Soza de manera estricta, siempre tendría que quedar un heredero que no

hubiere cedido su derecho, al momento de pedir la posesión efectiva. Nada en la

ley permite formular tal exigencia.

Por cierto, como ya se ha dicho, la circunstancia de que los herederos cedan sus

derechos en la herencia, implica que a partir de ese momento ningún derecho

tendrán en el activo de la herencia, pero continuarán obligados al pago del pasivo

de la misma, pues la cesión del derecho no supone novación por cambio de deudor.

Los acreedores del causante conservan sus acciones en contra de los herederos

cedentes, por las deudas hereditarias y testamentarias. A su vez, cabe preguntarse

si dichos acreedores tienen o no acción por tales

58 Soza Ried, María de los Ángeles, ob. cit.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 26

deudas en contra del cesionario. La doctrina no está conteste en el punto. Para

algunos (Domínguez Benavente y Domínguez Águila, Soza) sólo tendrán acción


contra el cesionario, en la medida en que éste haya asumido la obligación en forma

expresa. Para otros (Somarriva), el cesionario pasa a ocupar el lugar del heredero

cedente tanto en el activo como en el pasivo, de manera que los acreedores del

causante sí tendrán acción en su contra. E incluso se ha sostenido una tercera

posición, en virtud de la cual el heredero cedente quedaría liberado de las deudas

hereditarias (Abeliuk). Desarrollaremos la cuestión en el punto siguiente. Ahora

bien, una vez que el heredero puede enajenar su derecho de herencia, se plantea

el problema acerca de la forma como debe hacerse la tradición. Nos abocaremos a

esta materia en el acápite que sigue. b) Forma de efectuar la tradición del derecho

de herencia: doctrinas. ● Normas que se refieren a ella. El CC., en los arts. 1909 y

1910, dentro del título “De la cesión de derechos”, se refiere a la cesión del derecho

de herencia. El Código emplea el término equívoco de “cesión”, que por el contenido

de los artículos citados, debe entenderse equivalente a tradición. Se señalan en los

dos artículos sólo algunos efectos de la cesión, pero no se indica la forma como ha

de efectuarse la tradición. ● Formas en que puede cederse el derecho de herencia.

El derecho de herencia puede cederse de dos formas: especificando o no los bienes

sobre los cuales recae el derecho. Los arts. 1909 y 1910 sólo se aplican en la

segunda hipótesis. En el primer caso, hay en realidad una verdadera compraventa

o permuta, según corresponda, que se rigen por las reglas generales. Por tanto, al

hacerse la partición, si resulta que al cesionario no se le adjudica el bien que adquirió

específicamente, el cedente tendrá las responsabilidades propias de los contratos

mencionados, cuando no se cumple con la obligación de entregar. Por lo demás, en

un fallo de septiembre de 1988, la Corte Suprema concluye que antes de la partición

de la herencia y la consiguiente adjudicación de bienes a los herederos, ninguno de

éstos puede transferir su cuota en la comunidad universal refiriéndola a un bien

determinado, porque sólo está legitimado para transferir lo que tiene, es decir, dicha

cuota en la universalidad. En cambio, cuando lo que se cede es una cosa incorporal

que se denomina “derecho de herencia”, lo que se cede en buenas cuentas es el


derecho del heredero a participar en la distribución de los bienes del difunto. Ello

explica el art. 1909, en cuanto el cedente sólo responde de su calidad de heredero

o legatario. Tal como lo reafirman diversos fallos, el objeto de la cesión del derecho

de herencia es una universalidad o la cuota que al cedente corresponde en el

conjunto de bienes que comprenden el haber hereditario; los bienes individualmente

determinados, no son objeto de esa cesión (Corte Suprema, septiembre de 1905,

enero de 1912, agosto de 1920, septiembre de 1920, diciembre de 1922, enero de

1940; Corte de Concepción, noviembre de 1928). La cesión puede hacerse a

TITULO GRATUITO u ONEROSO. En el primer caso, estamos ante una

DONACION que queda por completo sometida a las reglas generales que rigen tal

contrato, en conformidad a las cuales el cedente no tiene ninguna responsabilidad.

La cesión del derecho de herencia propiamente tal, es la cesión a título ONEROSO,

única regida por los arts. 1909 y 1910. ● La cesión del derecho de herencia no

implica ceder la calidad de heredero. Consecuencias respecto de las deudas

hereditarias.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 27

Cabe precisar que lo que en la cesión del derecho de herencia se cede no es la

calidad de heredero o legatario, puesto que tales calidades dependen de las

relaciones de familia, si la herencia es intestada, o del testamento, si se trata de una

herencia testamentaria; lo que se cede, son las consecuencias patrimoniales que

resultan de la calidad de heredero. Esto es especialmente importante, en lo que dice

relación a las deudas hereditarias y testamentarias, de las que seguirá siendo

responsable el cedente, a pesar de la cesión. Por ello se habla de que “la calidad

de heredero es indeleble”. Como expresa Albadalejo García, “Lo que el vendedor

de la herencia transmite al comprador no es ni la condición de heredero, por ser

personalísima, ni derechos no económicos en que haya sucedido al causante, sino

simplemente los bienes que recibió de éste”. Y en cuanto a las deudas, agrega: “En

cuanto a las deudas hereditarias, de las que, heredando, se convirtió en deudor, ni


por la venta las transmite al comprador, ni por la sola venta éste queda

comprometido a pagarlas (otra cosa es que en el contrato se establezca que las

asuma). Así que sigue debiéndolas exclusivamente el heredero, y contra él han de

dirigirse los acreedores”.59 Agregan Ramón Domínguez Benavente y Ramón

Domínguez Águila que “… la idea de tradición del derecho de herencia debe ser

precisada, pues no se trata de una sustitución del heredero por el cesionario, sino

del traspaso del activo sucesoral que puede encontrarse en la herencia. La calidad

misma de heredero y la responsabilidad que de ella se deriva para el sucesor frente

a los acreedores hereditarios o testamentarios, subsiste en manos del heredero. El

cesionario adquiere la universalidad frente al cedente, pero frente a terceros, tan

sólo el aspecto activo, pues en cuanto al pasivo, depende de la calidad de heredero

y no tienen ellos por qué perseguir necesariamente al cesionario.”60. Y más

adelante, reiteran las mismas ideas: “La doctrina, en su mayoría, entiende que la

calidad de heredero no se traspasa por acto entre vivos: semel heres semper

heres61. Con la cesión del derecho de herencia no pasa al cesionario el pasivo. Ello

ocurrirá sólo si los acreedores hereditarios y testamentarios lo quieren, y entonces

es por su aceptación del cesionario como nuevo deudor que éste pasa a tener frente

a ellos la deuda; pero no en virtud de la sola cesión”62. Por lo demás, no podría ser

otra la conclusión, si recordamos que la novación por cambio de deudor sólo puede

operar en la medida en que el acreedor consienta expresamente en liberar al deudor

primitivo de la obligación (art. 1635). El “deudor primitivo” era, inicialmente, el

causante, y ahora, su heredero, continuador en su personalidad. En caso contrario,

fácil sería burlar las expectativas del acreedor de obtener el pago de su acreencia,

si aceptáramos que el heredero solvente ceda su derecho a un tercero insolvente.

Distinta es la opinión de Somarriva. Para él, el cesionario pasa a ocupar el lugar

jurídico que tenía el cedente: “El efecto fundamental de la tradición de los derechos

hereditarios es que el cesionario pasa a ocupar la misma situación jurídica del

cedente. En doctrina, se niega que mediante le cesión de derechos hereditarios se


traspase la calidad de heredero en sí misma, de acuerdo con el siguiente adagio

romano: „el que es heredero, continúa siendo heredero‟. Esto tiene en realidad un

carácter más teórico que práctico; en el hecho, el cesionario pasa a ocupar la misma

situación jurídica y es exactamente igual que si fuera heredero. El cesionario pasa

a tener los mismos derechos y obligaciones del heredero,

59 Citado por Domínguez Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit.,

p. 47. 60 Domínguez Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., pp.

161 y 162. 61 “Una vez heredero siempre heredero”. 62 Domínguez Benavente,

Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 162.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 28

y, en consecuencia: 1° Puede solicitar la posesión efectiva de la herencia; 2° Puede,

igualmente, solicitar la partición de bienes, e intervenir en ella (artículo 1320); 3°

Puede ejercitar las acciones de petición de herencia y de reforma del testamento

que corresponden a los herederos; 4° No puede alegar la nulidad absoluta si el

heredero no podía hacerlo (…); 5° El cesionario tiene derecho al acrecimiento (…)

El cesionario responde de las deudas de la herencia. Como acabamos de decirlo,

el cesionario pasa a ocupar la misma situación jurídica del cedente; en

consecuencia, como la tradición de la herencia comprende la universalidad de ésta,

el cesionario debe hacerse también cargo del pasivo de la herencia, es decir,

responde de las deudas hereditarias y testamentarias. Es una aplicación jurídica del

adagio popular de que „hay que estar a las duras y a las maduras‟; como el

cesionario se beneficia con el activo de la herencia, también lo perjudica el pasivo

de ella. La Corte Suprema sí lo ha declarado”. Luego, Abeliuk (redactor de la obra

de Somarriva) intercala un comentario del siguiente tenor: “Debemos tener

presente, eso sí, que como el acreedor hereditario o testamentario no ha sido parte

en esta convención, el profesor Somarriva creía que no le afecta el cambio de

deudor. El artículo 1635 dispone expresamente que el cambio de deudor no produce

novación si el acreedor no expresa su voluntad de dar por libre el primer deudor,


caso en el cual nos encontramos ante una delegación imperfecta. El señor

Somarriva llegaba a la conclusión de que el acreedor puede dirigir su acción a su

arbitrio, ya en contra del cedente o del cesionario. En efecto, como él no ha sido

parte en la tradición de los derechos hereditarios, para el acreedor el deudor sigue

siendo el cedente, pudiendo por tanto dirigirse en su contra. Claro que si el cedente

se ve obligado a pagar la deuda, puede repetir en contra del cesionario, ya que le

cedió a éste tanto el activo como el pasivo de la herencia, en virtud de lo que dispone

el artículo 1910. Pero no hay inconveniente alguno para que el acreedor acepte el

cambio de deudor y se dirija directamente en contra del cesionario, quien no tendrá

derecho a repetir en contra del cedente, pues le afecta en la forma que vimos el

pasivo de la herencia”.63

René Abeliuk, por su parte, va todavía más lejos, sosteniendo que el heredero

cedente quedaría liberado de las deudas hereditarias, las que ahora deben ser

asumidas exclusivamente por el cesionario: “La cesión de derechos hereditarios

comprende la universalidad de la herencia, la que está formada por el patrimonio

transmisible del causante, que consta de un activo y de un pasivo. En el traspaso al

cesionario va comprendida la parte que en dicho activo y pasivo correspondían al

heredero cedente, y por ello el cesionario es obligado al pago de las deudas

hereditarias y de las cargas que gravan la herencia. Por esto es que señalábamos

que la cesión puede ser o no un buen negocio para el cesionario; si está muy

gravada resultará perjudicado. La generalidad de las opiniones sostiene que siendo

el acreedor ajeno a la cesión no queda obligado por ella y que, en consecuencia,

para él, el cedente continúa siendo su deudor por la cuota que en la herencia le

correspondía, como si no hubiera existido cesión. El acreedor podrá a su arbitrio

cobrarle al cesionario, aceptando la cesión, o cobrarle al cedente, en cuyo caso

éste, naturalmente, podrá repetir contra el cesionario. Esta opinión que compartimos

en otra oportunidad hoy nos merece cuando menos ciertas dudas; hemos visto que

efectivamente el principio imperante en nuestra legislación es que el acreedor


hereditario no quede obligado por las convenciones entre los herederos, ni por las

disposiciones del causante o de la partición que alteran la división normal de las

deudas (N° 442), y al hablar de la llamada cesión de deudas, veremos igualmente

que las convenciones entre deudor y tercero relativas a la

63 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 102 y 103.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 29

deuda, no obligan al acreedor (N° 1.199, 1°). Pero ocurre que en la cesión de

derechos hereditarios, el cedente por la cesión queda excluido de la herencia.

Además, el cedente no pretende traspasar la deuda, ni alterar la división normal de

ella entre los herederos, sino que se ha desprendido del derecho en cuya virtud ha

pasado a ser el deudor. Porque el heredero sólo es deudor en su calidad de

heredero y si pierde el carácter de tal, por ejemplo, por repudio de la herencia, que

es un acto unilateral suyo, también se ve alterada sin intervención del acreedor la

división de las deudas hereditarias entre los herederos. La verdad es que el

legislador fija la forma de pagar las deudas, gravando con ellas a los herederos a

prorrata de sus cuotas. Tal gravamen es al heredero, y el cesionario pasa a ocupar

su posición. Es ésta, finalmente, la solución a que se tiende en materia de traspaso

de universalidades”.64 ● Definición de cesión del derecho real de herencia. A su

vez, como en el caso de la cesión de créditos, la cesión del derecho real de herencia

es la tradición o enajenación de este mismo derecho, y no el contrato, pues este es

el antecedente en virtud del cual una de las partes se obliga a transferir este derecho

a otra, obligación que se cumple verificando la cesión. Por eso, la cesión del derecho

real de herencia propiamente tal PUEDE DEFINIRSE como la cesión o transferencia

a título oneroso que el heredero hace del todo o parte de su derecho de herencia a

otra persona. ● Necesidad de un título que preceda a la cesión del derecho de

herencia. Como indicábamos, la cesión del derecho real de herencia a título oneroso

debe tener UN TITULO que le sirva de antecedente jurídico. Este título o contrato

debe constar por ESCRITURA PUBLICA, de acuerdo a lo dispuesto en el art. 1801.


En lo que respecta al título que la precede, el más frecuente será la compraventa,

que debe hacerse por escritura pública (art. 1801, inc. 2º). A continuación procede

la tradición, sin que el Código establezca expresamente la forma como ha de

efectuarse. ● Qué es lo que se cede al ceder el derecho real de herencia. Antes de

entrar al análisis de las doctrinas formuladas al efecto, debemos precisar que la

situación que estudiaremos se refiere a la venta o cesión de los derechos

hereditarios en la UNIVERSALIDAD de la sucesión o en una CUOTA de ella, y no

a la venta de los derechos hereditarios que al heredero vendedor o cedente

corresponden en un bien DETERMINADO de la sucesión, porque en este último

caso la inscripción es la única forma de hacer la tradición (y siempre y cuando se

practiquen previamente las inscripciones del art. 688, si se trata de un inmueble). ●

Doctrinas que intentan explicar cómo se verifica la cesión del derecho real de

herencia. Dos doctrinas proponen solución al problema de cómo debe efectuarse la

tradición del derecho real de herencia: 1º Doctrina según la cual la tradición de la

herencia no exige inscripción conservatoria, aún cuando aquella comprenda bienes

raíces. Leopoldo Urrutia fue el primero que sostuvo esta doctrina. Se plantea que

siendo la herencia una universalidad jurídica que no comprende bienes

determinados sino un conjunto de bienes indeterminados o una cuota de ese

conjunto, no puede calificarse de bien mueble o inmueble. No se le aplicaría al

derecho de herencia lo dispuesto en el artículo 580 del Código Civil, en cuanto

señala que los derechos también pueden calificarse como muebles o inmuebles,

según la naturaleza de las cosas sobre las cuáles se ejercen.

64 Abeliuk Manasevich, René, Las Obligaciones, 5ª edición actualizada, Santiago

de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 2010, pp. 1076 y 1077.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 30

Por tanto, aunque la herencia comprenda bienes inmuebles, no es necesaria la

inscripción a que se refiere el art. 686 para la tradición de ella, pues esta disposición

alude a la manera de efectuar la tradición del dominio de los bienes raíces y los
derechos reales constituidos sobre ellos y que indica el artículo, y ya se ha dicho

que aunque la herencia comprenda éstos bienes no adquiere carácter inmueble,

sino que mantiene su calidad de bien abstracto o sui géneris. Aún más, agregan los

que siguen a Urrutia, el art. 686 es inaplicable porque se refiere a la tradición del

dominio y otros derechos reales que menciona, entre los cuales no se cuenta la

herencia, y ésta, aunque en doctrina pueda mirarse como una forma de dominio, en

nuestro derecho positivo no puede seguirse tal criterio, porque se considera la

herencia en forma autónoma o independiente del derecho de dominio (arts. 577 y

1268). Es un derecho real distinto del dominio. Ahora bien, como no hay reglas

particulares para la tradición del derecho de herencia, corresponde aplicar las

generales del Título de la Tradición. En conformidad a éstas, la tradición del derecho

de herencia puede verificarse por cualquier medio que revele la intención del

tradente de transferir su derecho de herencia y la del adquirente de adquirirlo. Se

aplican las reglas generales de los arts. 670, incisos 1º y 2º y 684, y en especial, la

expresión “significando”, utilizada en el último. En consecuencia, siendo la

inscripción una manera excepcional de efectuar la tradición, establecida tan sólo

para los inmuebles, y la regla general las formas del art. 684, la tradición del derecho

de herencia no requiere de inscripción, y basta para efectuarla, cualquier

manifestación de voluntades en la que conste la intención de transferir el dominio:

por ejemplo, expresándolo en una escritura pública de cesión, o permitiendo al

cesionario o comprador entrar en posesión de los derechos cedidos por el vendedor,

y en cumplimiento de las estipulaciones del contrato, ejercitar dicho cesionario, por

sí y como dueño de estos derechos, las gestiones pertinentes en un juicio en que

se discute la nulidad del testamento del causante. 2º Doctrina según la cual la

tradición de la herencia exige la inscripción conservatoria, cuando aquella

comprende bienes raíces. José Ramón Gutiérrez fue quien postuló esta doctrina,

que sostiene que el derecho real de herencia es mueble o inmueble, según lo sean

las cosas singulares en que ha de ejercerse (para esta doctrina, por ende, tiene
plena aplicación el artículo 580 del Código Civil); la herencia, por tanto, es una cosa

cuyo carácter depende de los bienes que la componen. En consecuencia: + Si sólo

se compone de bienes muebles, la herencia será cosa mueble y su tradición deberá

efectuarse por una de las formas previstas en el art. 684, tanto en la hipótesis

general del inciso primero, como en las contenidas en sus numerales, cuando

corresponda. + Si la herencia se compone únicamente de bienes inmuebles, será

cosa inmueble, y la tradición deberá efectuarse conforme al art. 686. + Si la herencia

comprende bienes muebles e inmuebles, tiene carácter mixto, y su tradición también

deberá efectuarse conforme al art. 686. En lo que a la jurisprudencia respecta, la

casi totalidad de las sentencias se inclina por la primera doctrina. Así, hay fallos que

estiman efectuada la cesión o tradición del derecho real de herencia, por el hecho

de que los demás copartícipes reconozcan al cesionario como tal; o por la

circunstancia de que éste intervenga en la administración o en la liquidación de los

bienes hereditarios; o por el hecho de aparecer de manifiesto en la escritura de

cesión las voluntades del cedente y del cesionario de transferir y adquirir,

respectivamente, el derecho de herencia, etc.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 31

c) El art. 688 y la cesión del derecho de herencia. La citada disposición no se aplica.

Si el heredero cede sus derechos en la herencia, no es necesario que previamente

cumpla con las inscripciones del art. 688, porque este precepto impide la disposición

de un inmueble sin las inscripciones previas, pero no la de una herencia o de una

cuota de ella, herencia o cuota en la misma que es una universalidad jurídica que

no tiene carácter de inmueble, aunque comprenda esta clase de bienes, según la

doctrina mayoritaria. Así lo ha resuelto también de modo casi uniforme la

jurisprudencia. Sólo una sentencia de la Corte de Valparaíso, ha declarado “que

cuando existe un solo heredero y el patrimonio comprende bienes raíces debe

aplicarse el art. 688 del CC. y mientras no se verifiquen las inscripciones que allí se

determinan, no puede el heredero disponer de manera alguna de un inmueble,


siendo en el hecho una forma de disposición el enajenar la totalidad de su patrimonio

hereditario que comprende esos inmuebles de su exclusiva propiedad”. Esta

sentencia ha sido criticada, porque el art. 688 exige las inscripciones que señala

para la disposición de inmuebles determinados, cosas singulares, pero no para

disponer de una universalidad jurídica como es la herencia, cuya naturaleza no se

altera por el hecho de existir un solo heredero. Además, el art. 688 establece

formalidades para disponer DEL DOMINIO sobre las cosas inmuebles que integran

el patrimonio transmitido y no para disponer DEL DERECHO DE HERENCIA,

derecho diferente del dominio. Además, las normas excepcionales del art. 688 no

pueden extenderse a la enajenación del derecho real de herencia, a pretexto de que

“en el hecho” la enajenación de ésta envuelva la de los bienes comprendidos en la

masa hereditaria; y esto, porque las reglas de excepción no admiten interpretación

extensiva. Así las cosas, se pueden subrayar las siguientes diferencias entre la

cesión del derecho real de herencia, por una parte, y la enajenación de un inmueble

hereditario, por otra: ● En cuanto al momento en que puede realizarse una y otra: i)

La cesión del derecho real de herencia puede realizarse una vez abierta la sucesión,

es decir, inmediatamente después de muerto el causante. ii) La enajenación de un

inmueble hereditario sólo puede realizarse una vez practicadas las inscripciones

exigidas por el artículo 688, es decir: la inscripción de la resolución que otorgó la

posesión efectiva; la inscripción del testamento (de haberlo); y la especial de

herencia. ● En cuanto a la forma en que puede hacerse una y otra: i) Un heredero

puede enajenar su derecho real de herencia actuando con independencia de los

restantes herederos. No requiere de la autorización de los restantes herederos. ii)

Si los herederos pretenden disponer de un inmueble hereditario, han de hacerlo

actuando “de consuno”, o sea, todos conjuntamente. ● En cuanto a la eventual

lesión enorme que podría presentarse: i) No puede alegarse lesión enorme en la

cesión del derecho real de herencia, pues la ley no la estableció dentro de los casos

en que opera. Para la mayoría, aunque la herencia comprenda inmuebles, lo que se


enajena no es un bien de tal naturaleza, sino un derecho que recae sobre una

universalidad llamada herencia. ii) Sí puede alegarse lesión enorme, si el título que

precede a la enajenación de un inmueble hereditario fuere una compraventa o

permuta.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 32

3.3 POR PRESCRIPCION. Ocurrirá ello cuando la herencia está siendo poseída por

un falso heredero. En cuanto al plazo, tal como lo dijimos, debemos distinguir si al

heredero putativo se le otorgó o no la posesión efectiva de la herencia: a) La regla

general es la del art. 2512: se adquiere el derecho por la prescripción extraordinaria

de 10 años. Los 10 años se cuentan desde que el heredero ilegítimo o falso entró

en posesión material de la herencia. b) Excepcionalmente, si se obtuvo la posesión

efectiva, el plazo se reduce a 5 años: art. 1269 en relación con el art. 704. Un fallo

declaró que el plazo de 5 años se cuenta desde la inscripción y no desde la dictación

del auto de posesión efectiva. Otro fallo posterior señala sin embargo que dicho

plazo se cuenta desde la dictación del decreto. Aunque la ley nada dice, se ha

concluido por la doctrina -Somarriva-, que la prescripción de 5 años que opera en

favor del falso heredero es ordinaria. Ello, atendiendo a dos razones: 1º El art. 2512

expresamente dice que la de 10 años es extraordinaria; por ende, la de 5 debiera

ser ordinaria. 2º El art. 704 señala que el decreto judicial o resolución administrativa

de posesión efectiva servirá de justo título al heredero putativo; y el justo título es

uno de los requisitos de la posesión regular, que conduce a la prescripción ordinaria.

Determinar que estamos ante una prescripción ordinaria tiene importancia, en

relación a la suspensión, institución que sólo opera en el ámbito de la prescripción

ordinaria. En consecuencia, la prescripción de 5 años del derecho real de herencia

se suspende en favor de los herederos incapaces. Hay fallos contradictorios en la

jurisprudencia: un fallo sostuvo que se trataba de una prescripción de corto tiempo;

otra sentencia, concluyó que no se trata de una prescripción de corto tiempo o

especial y que por tanto se suspende en favor de los incapaces.


En todo caso, debe advertirse que el solo hecho de haber obtenido el heredero

putativo la posesión efectiva no le asegura adquirir la herencia ajena por

prescripción de cinco años, pues además debe tratarse de un poseedor de buena

fe. Por lo tanto, si el verdadero heredero, al deducir su acción de petición de

herencia en contra del primero, aunque lo haga habiendo transcurrido los referidos

cinco años, podría probar mala fe del demandado y con ello éste sólo podría adquirir

la herencia ajena después de diez años de posesión, pues se trataría de un

poseedor irregular, que requiere de prescripción extraordinaria.65 CAPITULO III:

LOS ACERVOS. La expresión acervo evoca la idea de una masa de bienes. En

términos amplios, se entiende por tal la masa hereditaria dejada por el causante.

Cinco clases de acervos se distinguen en el ámbito de la sucesión por causa de

muerte: 1º El acervo común o bruto. 2º El acervo ilíquido. 3º El acervo líquido.

65 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 105-107.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 33

4º El primer acervo imaginario. 5º El segundo acervo imaginario. 1º El acervo común

o bruto. Se caracteriza porque en él se confunden los bienes del difunto con los de

otras personas. Se refiere a este acervo el art. 1341 del CC.

Exige la ley proceder a la separación de patrimonios. El ejemplo más usual se

presenta en la sociedad conyugal, al morir uno de los cónyuges. Se forma una masa

de bienes compuesta por los bienes que tenía en dominio el cónyuge difunto y que

constituyen la herencia, por una parte, y los bienes que pertenecen al cónyuge

sobreviviente. Aquí será necesario proceder a liquidar la sociedad conyugal.66 2º

El acervo ilíquido y las bajas generales de la herencia. El acervo ilíquido es el

conjunto de bienes que pertenecen al causante, pero sin haber efectuado aún las

bajas generales de la herencia contempladas en el art. 959 del CC. y en el artículo

4º de la Ley 16.271 sobre Impuesto a las Herencias, Asignaciones y Donaciones,

que complementa y modifica al art. 959. Está compuesto entonces por los bienes

propios del causante, después de haber separado los bienes pertenecientes a otras
personas. Las bajas generales son las deducciones que es necesario hacer para

llevar a efecto las disposiciones del causante o de la ley. Las bajas generales son:

a) Los gastos de la sucesión y partición de bienes. Su alcance está fijado por el art.

4º de la Ley 16.271, más genérico y comprensivo que el tenor del art. 959 N° 1, que

dispone que están comprendidos por las costas de publicación del testamento, si

las hubiere, y las demás anexas a la apertura de la sucesión. En cambio, el citado

artículo 4º, alude también a las costas de la posesión efectiva y las de partición,

incluyendo los honorarios de albaceas y partidores. En síntesis, se comprenden

aquí todos los gastos de la sucesión y partición, sean o no judiciales. b) Las deudas

hereditarias. Se refieren a ellas el N° 2 del art. 959 del CC y el art. 4, inc. 3º de la

Ley N° 16.271. Constituyen sin duda el rubro más importante dentro de las bajas

generales de la herencia, aplicando el aforismo romano de que no hay herencia sino

una vez pagadas las deudas hereditarias. Se entiende por deudas hereditarias

aquellas que tenía en vida el causante. Es lógico que estas deudas se paguen antes

de distribuir los bienes del causante entre los herederos, pues es la única forma de

determinar precisamente qué bienes serán distribuidos. Entre los asignatarios sólo

se divide lo que quede una vez pagadas las deudas. Existe pues una diferencia

fundamental entre el pago de las deudas hereditarias y el de las cargas

testamentarias, representadas principalmente por los legados que el testador

instituye en el testamento. Primero deben pagarse las deudas hereditarias. En

cambio, las cargas testamentarias, que no constituyen una baja general de la

herencia, se pagan de la parte que el testador pudo disponer libremente.

66 Somarriva Undurraga, Manuel, ídem, p. 108 y 109.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 34

c) Los impuestos fiscales que gravan toda la masa hereditaria. Este N° 3 del art.

959 del CC no tiene ya aplicación en Chile, pues los impuestos de herencia no

gravan la masa hereditaria en su conjunto, sino que cada asignación hereditaria en

particular. Por lo tanto, el impuesto que deba pagar cada asignatario, debe
imputarse a la primera de las bajas generales de la herencia. d) Las asignaciones

alimenticias forzosas. Las señalan como bajas generales el art. 959 N° 4 del CC y

la Ley N° 16.271, art. 4º, en relación al art. 1168 del CC. Las asignaciones

alimenticias forzosas son aquellas que por ley debía el causante. No constituyen

baja general las asignaciones alimenticias voluntarias, que deben pagarse con

cargo a la cuarta de libre disposición, igual que los legados. e) Los gastos de última

enfermedad y de entierro del causante.

No se contempla en el art. 959, sino que en el art. 4, N° 1 de la Ley N° 16.271.

Permite deducir como baja general los gastos de última enfermedad adeudados a

la fecha de la delación de la herencia. Asimismo, los herederos pueden deducir

como baja general los gastos de última enfermedad pagados por los propios

herederos con su peculio o con dinero facilitado por terceros (artículo 4º, N° 3).67 -

Las bajas generales de la herencia y la disolución de la sociedad conyugal. Muy

frecuentemente, por el fallecimiento del causante, al mismo tiempo de abrirse la

sucesión, se disuelve la sociedad conyugal, cuya liquidación es previa a la de la

herencia. Ahora bien, algunas de las bajas generales son también, al mismo tiempo,

bajas de la liquidación de la sociedad conyugal. En particular, el problema se

presenta respecto a los gastos de partición en cuanto ésta se refiera a la sociedad

conyugal, las deudas hereditarias que pueden ser al mismo tiempo deudas sociales,

y los gastos de última enfermedad en cuanto no estén pagados al fallecimiento del

causante, que también serán deudas sociales.

Armonizando ambas situaciones, se concluye que los arts. 959 del CC y 4º de la

Ley N° 16.271, no han derogado las disposiciones propias de la sociedad conyugal

y que en consecuencia, las bajas generales se efectúan a la herencia sólo en la

proporción que corresponda al cónyuge difunto. Lo anterior tiene importancia para

los herederos (entre ellos, hoy día, el cónyuge sobreviviente) y para el Fisco.68 3º)

Acervo líquido o partible: inc. final del art. 959 del CC.
Es el acervo ilíquido al cual se le han deducido las bajas generales que indica el art.

959 del CC y la Ley N° 16.271. Se le llama también acervo partible, porque es esta

masa de bienes la que se divide entre los herederos.69 4º) Los acervos imaginarios.

Los arts. 1185, 1186 y 1187 del CC, se refieren a los acervos imaginarios, que

estudiaremos más adelante.

67 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 109-113. 68 Somarriva Undurraga,

Manuel, ob. cit., pp. 113-115. 69 Somarriva Undurraga, Manuel, ídem, p. 115.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 35

Se diferencian estos acervos de los anteriores, en que no es forzoso que en una

sucesión existan acervos imaginarios. El objeto de estos acervos es amparar el

derecho de los asignatarios forzosos, o, lo que es lo mismo, defender la mitad

legitimaria y la cuarta de mejoras, de las donaciones que en vida haya hecho el

causante. El primer acervo imaginario tiene por objeto amparar a los legitimarios

frente a las donaciones hechas a otros legitimarios; y el segundo defenderlos de

donaciones hechas a terceros. 4.1. El primer acervo imaginario: art. 1185 del CC.

Conforme al art. 1185, deben acumularse imaginariamente al acervo líquido “todas

las donaciones revocables e irrevocables, hechas en razón de legítimas o de

mejoras”. Que se acumulen imaginaria o contablemente las donaciones

irrevocables no merece duda alguna, pues al celebrarse el contrato de donación,

seguido de la respectiva tradición, se transfirió el dominio del bien donado al

legitimario. Ahora bien, no obstante ello, al fallecimiento del causante el valor del

bien donado se acumulará a su patrimonio o acervo líquido, como si aún estuviere

en él, como si el bien en realidad no hubiere salido de tal patrimonio.

Pero sí origina dudas la acumulación de donaciones revocables. En efecto, según

estudiaremos, la donación revocable no transfiere el dominio sino una vez fallecido

el causante. Y si los bienes donados revocablemente se entregaren al donatario,

éste sería usufructuario de los mismos mientras viva el donante-causante. Por lo

tanto, ¿por qué debe acumularse un bien que en realidad aún estaba en el
patrimonio del causante a su muerte? Como es obvio, aquello que se acumula

imaginariamente es un bien que ya había abandonado el patrimonio del causante y

no aquél que todavía está formando parte de ese patrimonio. Considerando lo

expuesto, algunos piensan que el legislador se habría equivocado al aludir a las

donaciones revocables en el art. 1185. No es tal la opinión de Rodríguez Grez. Cree

este autor que si nos encontramos ante donaciones revocables hechas en razón de

legítimas y mejoras, tales donaciones, en este caso, transfieren el dominio de la

cosa donada cuando se hace tradición de ellas, porque así lo adelanta el art. 1146.

Señala al efecto: “En verdad, las donaciones revocables que se hacen en razón de

legítimas y mejoras salen del patrimonio del causante, el cual transfiere el dominio

de las mismas al donatario. Ello se deduce claramente de lo previsto en el artículo

1146 del Código Civil, que después de reglamentar las donaciones revocables (…)

agrega: „Las disposiciones de este párrafo, en cuanto conciernan a los asignatarios

forzosos, están sujetas a las excepciones y modificaciones que se dirán en el título

„De las asignaciones forzosas‟‟. Si el legislador anticipa que estas donaciones serán

objeto de modificaciones y excepciones al tratar de las asignaciones forzosas, y el

artículo 1185 disponen que ellas se acumulan „según el valor que hayan tenido las

cosas donadas al tiempo de la entrega‟, es porque dichos bienes salen del

patrimonio del donante y se incorporan al patrimonio del donatario. De allí que nada

de extraño tenga que se ordene su acumulación, la cual sólo puede hacerse según

el valor que ellas tenían al tiempo de hacerse la tradición, puesto que, a partir de

entonces, las cosas donadas pertenecen al donatario, y también pertenecen a éste

las mejoras y accesiones que ellas puedan experimentar”.70 Conforme a este

razonamiento, entonces, a pesar de que en las reglas de las donaciones revocables

el Código establece que el donatario que reciba la cosa objeto de una donación

revocable será considerado usufructuario de la misma (art.

70 Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., volumen 1, p. 301.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 36


1140), más adelante, en esas mismas reglas, el art. 1146 advierte que las

disposiciones del párrafo de las donaciones revocables (entre ellas el art. 1140)

están sujetas a las excepciones y modificaciones “que se dirán en el título De las

asignaciones forzosas”, y entre esas excepciones y modificaciones, aparece lo

dispuesto en el art. 1185, que al ordenar acumular donaciones revocables, lo hace

a partir del supuesto que al entregarse los bienes al donatario, se le transfirió el

dominio. Más adelante, el autor reitera sus planteamientos: “Sobre las donaciones

revocables hechas en razón de legítimas y mejoras, ya hemos fijado nuestra

posición. Creemos nosotros que este tipo de donaciones, en este caso, transfieren

el dominio de la cosa donada cuando se hace tradición de ellas, porque así lo

adelanta el artículo 1146, ya comentado. La regla general es que una donación

revocable entregada al donatario constituye un usufructo (artículos 1140 y 1141),

consolidándose en el donatario la nuda propiedad y el usufructo al abrirse la

sucesión si la donación no ha sido revocada. Pero, tratándose de donaciones

revocables hechas en razón de legítimas o mejoras, que se entregan al donatario,

ellas transfieren el dominio (excepción anticipada en el artículo 1146), de modo que

procede su colación o agregación según el valor que estas especies tenían al tiempo

de la entrega. Para que esta donación haya transferido el dominio deberá tratarse

de una donación revocable hecha a un legitimario o a una persona que pueda ser

objeto de asignación de cuarta de mejoras y que se haya hecho tradición (entrega)

de la cosa donada. Si no concurre alguna de estas exigencias, la donación no

transfiere el dominio y la cosa donada permanecerá en el patrimonio del causante

hasta la apertura de la sucesión”.71

La posición contraria, es sostenida por la mayoría de nuestra doctrina, criticándose

la inclusión de las donaciones revocables en el acervo imaginario del art. 1185 (en

esta posición, entre otros, Luis Claro Solar, José Clemente Fabres, Meza Barros).

Somarriva, según veremos, se sitúa en una posición intermedia, pues acepta la

acumulación en la medida que las cosas donadas hayan sido entregadas, y la


rechaza en caso contrario. Refieren al respecto los Domínguez padre e hijo: “El art.

1185 manda acumular las donaciones revocables hechas a un legitimario. Debería

entonces entenderse que si el causante ha hecho una donación revocable a uno de

dichos asignatarios forzosos, ella tendría que agregarse imaginariamente al acervo

líquido. Tal conclusión sería inexacta. La colación implica tanto como acumular; es

decir, traer el valor de aquello que se donó, para sumarlo al acervo líquido, con el

fin de constituir el patrimonio sobre el cual se calculan la legítima y las cuartas. Pero

la donación revocable sólo otorga al donatario una verdadera expectativa que sólo

a la muerte del donante se convierte en un derecho definitivo, momento en el cual

se confirma la donación y el donatario adquiere la propiedad del objeto donado (art.

1144). Por lo mismo, al morir el causante, el bien donado no ha salido aún de su

patrimonio, tanto física cuanto jurídicamente. Esa donación, cuando es a título

singular, se mira como un legado anticipado y se sujeta a las mismas reglas que los

legados (art. 1141). Los legados no se colacionan, porque recaen sobre objetos que

no han salido del patrimonio del testador al momento de su muerte. Y si la donación

es a título universal se mira como una institución de heredero (art. 1142) y sólo tiene

efecto por lo tanto a partir de la muerte del donante. Así entonces, no es correcta la

afirmación del art. 1185 en el sentido que han de colacionarse las donaciones

revocables hechas a un legitimario, porque el valor de las cosas donadas está en el

patrimonio del donante y, por lo tanto, integrando el acervo líquido, de modo que no

es posible volverlas a agregar. La conclusión precedente es

71 Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., volumen 1, p. 345.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 37

aplicable incluso al caso en que las cosas donadas han sido entregadas en vida al

legitimario. Ni aún así dejan de estar en el patrimonio del donante, ya que el art.

1140 manda que esa entrega no confiera al donatario sino un usufructo del bien

donado y no su dominio. Cosa distinta es que tales donaciones se imputen a la

legítima del donatario. En efecto, cuando se habla de imputación se hace referencia


a la forma de pago de la legítima y es indudable que el monto numérico de la legítima

del donatario habrá de pagarse en primer término con lo que se le ha donado. Pero

es inexacto afirmar que esas donaciones han de acumularse al acervo imaginario

(…) En definitiva, lo importante es concluir que, sea que se colacionen o que no

deban colacionarse, su valor ha de ser contado una sola vez: o bien en el acervo

líquido si se entiende que por haber estado en el patrimonio del donante al morir no

han pasado al del donatario; o bien no contarlas en dicho acervo pero sí

colacionarlas, si se entiende que por ser donaciones confirmadas por la muerte del

donante, no han de entenderse bienes de éste. En el fondo, lo que el art. 1185 ha

querido advertir al incluirlas en la colación, es que no puede pensarse que, por ser

confirmadas a la muerte del donante y pasar en ese instante al patrimonio del

donatario, no hayan de contarse para los efectos de la determinación de la legítima.

Pero la advertencia era inútil y conduce a una imperfección técnica. Inútil porque

con ellas ocurre lo mismo que con los bienes legados que sin duda forman parte del

acervo líquido. Técnicamente imperfecta, porque no se trata de bienes salidos del

patrimonio que hayan de restituírsele contablemente (…) Nosotros entendemos,

como se ha dicho, que mejor hubiera sido no incluirlas en el art. 1185, aunque de

un modo u otro siempre ha de computarse su valor para el cálculo de la legítima,

con lo cual la supuesta imperfección no tiene mayor trascendencia. Pero en todo

caso deberán imputarse como parte de la legítima del donatario, cosa que es distinta

a colacionarlas”.72 Explicaremos este primer acervo imaginario con tres ejemplos:

Ejemplo 1: el causante tenía tres hijos, A, B y C. En vida, hizo una donación de

$9.000.000.- a B. Al fallecer el causante, deja un acervo líquido a repartir entre sus

tres hijos de $60.000.000.-. De no haberse hecho en vida la donación a B, cada hijo

recibiría $23.000.000.- Para reparar la desigualdad, se agrega a la masa hereditaria

la suma donada, lo que da un acervo imaginario de $69.000.000.- A cada uno de

los hijos le corresponden $23.000.000.- Sin embargo, a B sólo se le entregan

$14.000.000.-, pues se le descuentan los $9.000.000.- ya recibidos.


Ejemplo 2: el causante deja al morir viuda y tres hijos y un acervo líquido de

$120.000.000.-. En vida, hizo una donación a su cónyuge, con cargo a su futura

legítima73, de un inmueble avaluado en $80.000.000.- Se agregará al acervo

líquido, de manera que se formará primer acervo imaginario por $200.000.000.- De

éstos, corresponde $80.000.000.- a la cónyuge sobreviviente y $40.000.000.- a

cada uno de los hijos. Pero puesto que a la primera se le donó un inmueble por el

mismo valor de su asignación, nada recibirá, repartiéndose los $120.000.000.- entre

los tres hijos.

Ejemplo 3: el causante deja al morir conviviente civil y dos hijos, y un acervo líquido

de $300.000.000.-, y en vida, hizo a cada uno de sus hijos donaciones por

$250.000.000.- a cada uno de ellos, se agregarán los $500.000.000.- donados a los

$300.000.000.-, de manera que el primer acervo imaginario ascenderá a

$800.000.000.- De éstos, $400.000.000.- corresponden al conviviente civil. Pues

bien, como sólo hay $300.000.000.-

72 Domínguez Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., pp. 994-

996. 73 Como veremos al estudiar el “pago de las asignaciones” (“Sucesorio-8), si

nada dicen las partes al momento de celebrar el contrato de donación, ésta debe

imputarse a la futura legítima.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 38

realmente disponibles, el saldo lo deben los hijos del causante, quienes deben

enterar cada uno $50.000.000.- al conviviente civil sobreviviente. Para ellos,

aplicaremos lo dispuesto en el art. 1206 (que estudiaremos en las normas del “Pago

de las asignaciones” (en “Sucesorio 8”). De esta manera se evita que se perjudique

a uno o algunos de los legitimarios, por donaciones hechas a otro u otros

legitimarios. 4.2. El segundo acervo imaginario: arts. 1186 y 1187 del CC. No

ampara a los legitimarios por donaciones hechas a uno o algunos de ellos con

desmedro de los otros, sino que frente a donaciones efectuadas en vida por el

causante a terceros. Este segundo acervo imaginario produce dos efectos


principales: a) Limita la parte de libre disposición: se trata de evitar que con las

donaciones, se perjudiquen la mitad legitimaria o la cuarta de mejoras. Para lograr

lo anterior (art. 1186 del CC), se suman las donaciones hechas por el causante al

acervo existente y el resultado se divide por cuatro. La cantidad que resulte -o sea

una cuarta parte de la suma dividida-, es lo que el causante pudo donar. Si lo que

donó excede dicha suma o límite, el exceso se agrega al acervo existente para

formar el segundo acervo imaginario. Se calculan entonces la mitad legitimaria, la

cuarta de mejoras y la cuarta de libre disposición. Se pagan íntegramente las

primeras, y la cuarta de libre disposición hasta donde alcance. Por ejemplo: el

acervo existente es de $100.000.000.- El causante donó en vida $ 60.000.000.-, los

que se agregan al primero, alcanzando entonces a $ 160.000.000.- Se divide en

cuatro partes, lo que nos da como cantidad máxima que se pudo donar de $

40.000.000.- Hay por tanto un exceso de $20.000.000.-, que se acumula

imaginariamente al acervo existente, lo que nos da $120.000.000.- De estos,

$60.000.000.- corresponden a la mitad legitimaria, que se paga; $ 30.000.000.-

corresponden a la cuarta de mejoras, que también se paga. Los $10.000.000.- que

realmente quedan, constituyen la parte disponible por concepto de cuarta de libre

disposición. Esta ha quedado reducida entonces, en el exceso de lo donado. Se ha

conseguido de esta forma el primer efecto del segundo acervo imaginario: limitar la

parte de que el testador pudo disponer libremente. b) Da origen a la rescisión de las

donaciones. Puede ocurrir que la parte donada a terceros sea de tal modo excesiva

que sobrepase la cuarta de libre disposición, afectando la mitad legitimaria y la

cuarta de mejoras. Nace entonces para los legitimarios la acción de inoficiosa

donación, que no es sino la “rescisión” de la donación, según el Código Civil (en

rigor, veremos que más bien hay inoponibilidad, no nulidad relativa). En su virtud,

los herederos pueden dirigirse en contra de los terceros que recibieron donaciones

del causante en vida de éste, exigiendo la restitución de los bienes donados hasta

la parte en que perjudican las asignaciones forzosas. Art. 1187 del CC. Revisaremos
con mayor detalle los dos acervos imaginarios, cuando estudiemos las legítimas

(“Sucesorio 7”). CAPÍTULO IV: INSCRIPCIONES A QUE DA LUGAR

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 39

LA SUCESIÓN POR CAUSA DE MUERTE74 La inscripción, además de su objetivo

primordial de servir de tradición de los derechos reales inmuebles, tiene otras

finalidades, como la de dar publicidad a la propiedad raíz. Tal ocurre con las

inscripciones que se requieren a propósito de la sucesión por causa de muerte y la

prescripción adquisitiva. Tal es el fin general buscado por las inscripciones exigidas

por el artículo 688 del Código Civil. La sucesión por causa de muerte es un modo

de adquirir (art. 588); produce el traspaso de los bienes del causante al heredero

por el ministerio de la ley, en el momento mismo de fallecer la persona de cuya

sucesión se trata (arts. 955 y 956); y desde este momento también se adquiere la

posesión de la herencia, aunque el heredero lo ignore (art. 722); cada asignatario

se reputa haber sucedido inmediata y exclusivamente al causante (art. 1344). De

todas estas disposiciones armónicas se desprende que el heredero adquiere el

dominio y la posesión legal de los bienes hereditarios por el modo de adquirir

sucesión por causa de muerte y que esta adquisición se produce en el momento

mismo de la muerte del causante. Por tanto, el heredero no necesita de tradición,

ya que las cosas no pueden adquirirse por dos modos. En el momento de deferirse

la herencia, de operar la delación de la misma, la posesión de ella se confiere al

heredero por el ministerio de la ley; pero esta posesión LEGAL (según el actual

tenor del artículo 688, inciso 1º, fijado por la Ley N° 19.903 publicada en el Diario

Oficial de fecha 10 de octubre de 2003, la posesión efectiva y la posesión legal se

identificarían, lo que a nuestro juicio constituye un error garrafal, pues la primera

debe otorgarse por una resolución, sea por un tribunal, cuando la herencia fuere

testada, sea por el Director Regional del Registro Civil, cuando la herencia fuere

intestada, mientras que la segunda se confiere por el solo ministerio de la ley) no

habilita al heredero para disponer de manera alguna de un inmueble hereditario. En


efecto, para que pueda ocurrir lo último, es necesario realizar las inscripciones

previstas tanto en la Ley 19.903 como en el artículo 688 del Código Civil. Tal sería

entonces el fin específico de estas inscripciones. Así las cosas, los herederos no

podrán disponer de los inmuebles hereditarios, mientras no proceda:

1º El decreto judicial o la resolución administrativa que da la posesión EFECTIVA

de la herencia (artículo 688 N° 1). El decreto judicial se inscribirá en el Registro de

Propiedad del Conservador de la Comuna o agrupación de comunas, en que se

encuentre el tribunal que lo dictó; la resolución administrativa se inscribirá en el

Registro Nacional de Posesiones Efectivas, que depende del Servicio de Registro

Civil e Identificación, según lo dispone el artículo 8º de la Ley N° 19.903; asimismo,

el Director Regional del Registro Civil correspondiente, emitirá un certificado, dando

cuenta de haberse otorgado la posesión efectiva de la herencia intestada, certificado

que debe acompañarse al Conservador de Bienes Raíces del último domicilio del

causante, para inscribir también la resolución administrativa, en el Registro de

Propiedad. El decreto judicial también se inscribirá en el Registro Nacional de

Posesiones Efectivas. Para la inserción en el Registro Nacional de Posesiones

Efectivas de las resoluciones judiciales que confieren las mismas, tratándose de las

sucesiones testadas, deberá darse cumplimiento a lo preceptuado en el artículo

882, inciso 3º, del Código de Procedimiento Civil, que reza: “Hechas las

publicaciones a que se

74 Aunque esta materia la tratamos en el apunte de La Tradición, hemos resuelto

replicarla aquí, por razones pedagógicas y por formar parte de la Sucesión por

Causa de Muerte.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 40

refieren los incisos anteriores y previa agregación de una copia autorizada del

inventario, el tribunal ordenará la inscripción de la posesión efectiva y oficiará al

Servicio de Registro Civil e Identificación dando conocimiento de este hecho.”

Conforme a lo expuesto, nos queda en claro que tras la vigencia de la Ley N° 19.903,
toda posesión efectiva tendrá siempre dos inscripciones, una en el Registro

Nacional de Posesiones Efectivas, a cargo del Registro Civil e Identificación, y otra

en el Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces competente. El

procedimiento para solicitar, obtener e inscribir la posesión efectiva y las diligencias

para el pago del impuesto a las herencias o para dictar la resolución que declare

exenta de dicho pago a la herencia, está señalado en la Ley N° 19.903, en el Código

de Procedimiento Civil (artículos 866 y siguientes) y en la Ley N° 16.271, sobre

impuesto a las herencias y donaciones.

2º Si la sucesión es testamentaria, se inscribirá también el testamento, en el

Registro de Propiedad del mismo Conservador de Bienes Raíces en que se hubiere

inscrito el auto de posesión efectiva.75 En virtud de la inscripción del decreto que

concede la posesión efectiva y del testamento, los herederos pueden disponer de

los bienes muebles. 3º La inscripción especial de herencia (artículo 688 N° 2): se

practica con el mérito de la primera inscripción o de las dos primeras inscripciones.

Consiste en inscribir los inmuebles de la sucesión a nombre de todos los herederos,

en el Registro de Propiedad del Conservador de la Comuna o agrupación de

comunas en que está situado el inmueble; si abarca el territorio de dos o más

Conservadores, la inscripción debe efectuarse en el Registro de todos ellos. En

virtud de esta inscripción, los herederos pueden disponer de consuno de los

inmuebles hereditarios. En el mismo Conservador, volverán a inscribirse el decreto

de posesión efectiva y el testamento, si lo hubiere. Cabe señalar que de

conformidad al artículo 30 de la Ley N° 16.271 de Impuestos a las herencias,

asignaciones y donaciones, si la sociedad conyugal terminare por el fallecimiento

de uno de los cónyuges, los bienes raíces de aquélla deberán inscribirse en el

Conservador respectivo, a nombre del cónyuge sobreviviente y de los herederos del

difunto. Esta será la única inscripción vigente, quedando cancelada la que se hizo

al momento de adquirir el inmueble. 4º La inscripción especial del acto de partición

(artículo 688 N° 3), por el cual se adjudica a un heredero el todo o parte de un


inmueble; la inscripción se efectúa en el o en los mismos Registros en los cuales se

verificó o verificaron las inscripciones especiales de herencia. Sin esta inscripción,

no podrá el heredero adjudicatario disponer por sí solo de los inmuebles hereditarios

que en la partición le hayan cabido. Cabe indicar que de conformidad al Código de

Procedimiento Civil, todo acuerdo de las partes o resolución del partidor que

contenga adjudicación de bienes raíces, debe reducirse a escritura pública, y sin

esta solemnidad no puede efectuarse su inscripción en el Conservador (recordemos

que al Conservador sólo pueden presentarse títulos auténticos para su inscripción).

75 Hoy día, entonces, el testamento se inscribirá en dos oportunidades: la primera,

después de otorgado, se inscribirá en el Registro Nacional de Testamentos a cargo

del Servicio de Registro Civil e Identificación; y la segunda, tras el fallecimiento del

testador, se inscribirá el testamento en el Registro de Propiedad del Conservador

de Bienes Raíces competente.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 41

A diferencia de las anteriores, ésta inscripción puede obviarse. En efecto, puede

ocurrir que los herederos resuelvan enajenar de consuno los inmuebles hereditarios.

En tal caso, no habrá partición ni adjudicaciones subsecuentes (si se enajena,

operará en favor del tercero adquirente un título traslaticio de dominio; si se adjudica

el inmueble a uno de los comuneros hereditarios, operará un título declarativo de

dominio, y no habrá enajenación). Con las tres (si no hubo testamento) o cuatro (si

hubo testamento) inscripciones anteriores y la del causante que las precedió, se

puede entonces seguir en el Registro la historia de un inmueble que antes

perteneció al causante, luego a sus herederos y por último se radicó en el patrimonio

de uno solo de ellos o de un tercero. Como indicábamos, la adjudicación de un

inmueble hereditario a uno de los herederos no es un acto de disposición.

Inicialmente, la Corte Suprema llegó a la conclusión contraria, al declarar nula la

adjudicación de un bien raíz sin que previamente se hubieren practicado las

inscripciones señaladas en el art. 688 del CC. Este error jurídico se enmendó sin
embargo, y la jurisprudencia posterior reconoció que la adjudicación a un heredero

no importa disposición, o sea enajenación, sino simplemente una singularización o

individualización del dominio que pertenecía al adjudicatario en la comunidad, la

radicación de los derechos cuotativos en bienes determinados. Por tanto, la falta de

posesión efectiva de la herencia y de la inscripción especial de la misma a nombre

de todos los herederos, no anula la adjudicación que opera en favor de uno de ellos.

+ Alcance y sanción del art. 688. En conformidad a este precepto, la posesión legal

de la herencia no habilita al heredero para disponer de manera alguna de un

inmueble, mientras no se verifiquen las inscripciones que señala el artículo. Se

plantea entonces el problema de determinar cuál es la sanción a la contravención

del art. 688, es decir, cuando a pesar de no haberse practicado estas inscripciones,

un heredero dispone de un inmueble. La Corte Suprema ha llegado a soluciones

diversas a lo largo de los años: 1º En un principio, la Corte resolvió que la sanción

recaía sobre el contrato o título traslaticio de dominio otorgado por el heredero al

tercero y que esta sanción era la nulidad absoluta, porque se infringían las normas

de organización del Registro Conservatorio, que son de orden público. Y agregó

más tarde la Corte Suprema que la prohibición de disponer del art. 688 era general

y absoluta, comprendiendo no sólo las enajenaciones voluntarias, sino también las

ventas forzadas que se efectúan en juicio ejecutivo, pues la ley no había hecho

distingos (se trataba de un inmueble hipotecado por el causante; con posterioridad

a su muerte, venció el plazo para pagar la obligación caucionada, y como los

herederos no pagaron, el acreedor hipotecario entabló juicio ejecutivo y sacó a

remate la propiedad. El remate fue anulado por la Corte Suprema, en atención a

que los herederos no habían practicado las inscripciones del art. 688). 2º En una

segunda interpretación, la Corte Suprema modificó la conclusión anotada respecto

a las enajenaciones forzadas, señalando que la prohibición del art. 688 sólo se

refiere a los actos voluntarios celebrados por los herederos o sus causahabientes y

no a las enajenaciones forzadas, puesto que el artículo expresa con claridad que
“los herederos” son los que no pueden disponer, limitación que no puede hacerse

extensiva a la justicia; se observó que de haberse mantenido el primer criterio, los

herederos del deudor, con negarse a inscribir, paralizarían toda ejecución en su

contra y se librarían de cumplir las obligaciones que les transmitió el causante. Ello

resulta jurídicamente inadmisible.

3º En una tercera interpretación, la Corte Suprema declaró que la palabra “disponer”

está tomada en el art. 688 en su sentido natural y obvio de enajenar, esto es,

transferir el

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 42

dominio de una persona a otra; en otras palabras, enajenación en su sentido

restringido; la venta no importa acto de transferencia del dominio, sino un simple

contrato. En consecuencia, el contrato celebrado por el heredero sin haberse

cumplido previamente con las inscripciones del art. 688, es válido. Lo que es nulo

sería la tradición subsecuente, si se efectúa. Se podría argumentar en contra de

este fallo, que el art. 1810 prohíbe la venta de las cosas cuya enajenación a su vez

está prohibida por la ley, pero en respuesta a lo anterior y en abono al fallo, podría

contra-argumentarse que el art. 688 no es una norma prohibitiva, sino imperativa de

requisito. 4º Una nueva sentencia vino a completar y dar mayor fuerza a la doctrina

asentada por la Corte Suprema. Estableció que el art. 688 se refiere a la tradición

del dominio de los bienes raíces, por estar comprendido en el párrafo que de ella

trata, y que no puede atribuírsele un sentido diverso, extraño al de dicho párrafo.

Por tanto, la prohibición de disponer impuesta a los herederos antes de la

realización de las inscripciones, no puede aplicarse al título, como la compraventa,

sino al modo de adquirir, a la tradición. 5º Una quinta interpretación llega a una

solución más aceptable para la doctrina. La Corte Suprema había concebido el art.

688 como norma prohibitiva, cuando en realidad es imperativa de requisitos. La

sanción, por tanto, no es la nulidad absoluta, sino que otra diferente: la establecida

en el art. 696. Este artículo, refiriéndose a los que lo preceden, entre los que se
cuenta el art. 688, dispone que los títulos cuya inscripción en dichos artículos se

prescribe no darán o transferirán la posesión efectiva del respectivo derecho,

mientras la inscripción no se efectúe. Esto implica que si se omiten las inscripciones

ordenadas en el art. 688, la inscripción que obtenga quien adquirió del heredero,

adolecerá de una TRANSITORIA INEFICACIA. No conferirá a dicho adquirente la

posesión sobre su derecho, mientras no se efectúen las inscripciones omitidas. Esta

transitoria ineficacia de la inscripción del adquirente, demuestra que en ningún caso

la sanción podría ser la nulidad absoluta, porque ésta excluye la ratificación, figura

que opera en definitiva, al menos tácitamente, al verificarse las inscripciones que

ponen fin a la ineficacia transitoria de la inscripción hecha en favor del adquirente.

Pero la discusión en la doctrina ha continuado. Se señalan dos objeciones a la última

solución de la jurisprudencia: 1º Que el art. 696, al negar la transferencia del

respectivo derecho al tercero mientras la inscripción no se efectúa, no se refiere al

art. 688, pues se está refiriendo sólo a las inscripciones que transfieren el dominio,

a las que son tradición, objetivo que no persiguen las inscripciones del art. 688. 2º

Que la solución de la jurisprudencia asegura que mientras las inscripciones no se

efectúen queda en suspenso la transferencia del derecho; en otras palabras, que al

comprar el inmueble el tercero sin que previamente el heredero hubiere practicado

las inscripciones, el título y la inscripción que dicho tercero obtenga a su nombre

serían válidos pero completamente ineficaces, con lo que el tercero no adquiriría el

dominio ni la posesión. Se trataría entonces de un MERO TENEDOR. La solución

conduciría entonces a la inestabilidad de los derechos. El resultado práctico del

criterio jurisprudencial se traduce en la necesidad en que queda colocado el tercero

que adquirió del heredero, de REINSCRIBIR el título traslaticio, una vez que el

heredero haya obtenido la posesión efectiva y practicado las inscripciones del caso.

Y este procedimiento de reinscripción, se agrega, carece de base legal y puede dar

origen a una cadena paralela de inscripciones.


Sin embargo, se sostiene que desde el momento que el art. 696 alude a “la posesión

efectiva del respectivo derecho”, es decir del derecho de dominio, que no se

adquiere

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 43

mientras no se verifiquen las inscripciones, no se excluye la posibilidad de que se

adquiera la posesión de la cosa, de manera que la inscripción en favor del tercero

hecha sin haberse efectuado previamente las inscripciones del art. 688, no es del

todo ineficaz, pues conferiría la posesión del inmueble, con lo que podría adquirirse

por prescripción si pasa el tiempo y los herederos no practican las inscripciones del

art. 688. Otra solución que se desprendería de los principios generales, sería que la

enajenación del heredero en favor del adquirente estaría viciada de nulidad relativa,

porque se habrían omitido ciertos requisitos (las inscripciones del art. 688) prescritos

por la ley en consideración a la CALIDAD de heredero de quien enajena. Esta

nulidad se sanearía con la confirmación o ratificación del heredero, de la tradición

efectuada, mediante el cumplimiento de las inscripciones del art. 688. Para el orden

del registro, bastaría una simple anotación marginal que aluda a la ratificación,

hecha en la inscripción confirmada. Con esta solución, no sería necesaria la

reinscripción. Pero la tesis de la nulidad relativa como sanción a la infracción del art.

688 ha sido impugnada, ya que dicha nulidad se sanea a los 4 años, mientras que

del tenor del art. 688 se desprende que la falta de inscripciones hereditarias jamás

se sanea, pues el precepto señala que el heredero no puede disponer en manera

alguna de los inmuebles hereditarios, MIENTRAS no procedan las inscripciones

hereditarias. En la práctica, cuando se detecta que los herederos han enajenado un

inmueble sin haber cumplido con las normas preceptuadas en el artículo 688, no

queda otra vía que proceder a resciliar el contrato, y celebrar uno nuevo, pero sólo

después de haber practicado las inscripciones hereditarias. CAPITULO V:

INCAPACIDADES E INDIGNIDADES PARA SUCEDER. 1.- REQUISITOS PARA

SUCEDER POR CAUSA DE MUERTE. Debemos estudiarlos desde dos puntos de


vista: objetivo y subjetivo. Desde un punto de vista objetivo, son las calidades y

circunstancias que deben concurrir en las propias asignaciones por causa de

muerte, para ser válidas. Desde un punto de vista subjetivo, son las calidades y

circunstancias que deben concurrir en el sujeto beneficiado con la asignación

hereditaria. Tres requisitos debe reunir el asignatario: 1º Debe ser capaz de suceder.

2º Debe ser digno de suceder. 3º Debe ser persona cierta y determinada (art. 1056

del CC)

Estudiaremos por el momento los dos primeros requisitos subjetivos (aplicables en

la sucesión testada e intestada), mientras que el tercero subjetivo así como los

objetivos, serán tratados en el marco de las asignaciones testamentarias.76 2.-

CAPACIDAD PARA SUCEDER POR CAUSA DE MUERTE. 2.1. Concepto.

76 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., p. 117.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 44

La regla general es que todas las personas son capaces para suceder. La capacidad

para suceder es la aptitud de una persona para recibir asignaciones por causa de

muerte: art. 961 del CC. Por lo demás, se trata del mismo principio general

consagrado en el art. 1446 del CC. En consecuencia: a) Las incapacidades para

suceder son una excepción y por ende debemos interpretarlas restrictivamente,

excluyéndose toda interpretación analógica. b) Quien invoque la existencia de una

incapacidad para suceder, debe probarla. 2.2. Causales de incapacidad para

suceder. Cinco son las incapacidades para suceder: a) No existir al momento de

abrirse la sucesión. b) Falta de personalidad jurídica. c) Haber sido condenado por

el crimen de “dañado ayuntamiento”. d) La del eclesiástico confesor. e) La del

notario, testigos del testamento y ciertos parientes del primero y sus dependientes.

a) No existir al momento de abrirse la sucesión: art. 962 del CC. Se justifica la causal

de incapacidad, porque quien no existe no es persona, y quien no es persona no

puede ser titular de derechos. Sin embargo, para suceder no es necesario tener

existencia legal; basta con la natural, es decir, es suficiente que la criatura esté
concebida. Así lo pone de manifiesto el art. 77 del CC, al aludir a los llamados

derechos eventuales de la criatura que está por nacer. Si la criatura que estaba

concebida al momento de la apertura de la sucesión nace pero su nacimiento no

constituye un principio de existencia de acuerdo al art. 74, inc. 2 del CC, nada

adquiere en definitiva. En cambio, si el nacimiento constituye un principio de

existencia, se consolidan los derechos adquiridos estando en el vientre materno.

Debemos tener presente en todo caso, la hipótesis de suceder por derecho de

transmisión a que se refiere el art. 962 del CC, pues en ella bastará existir al

momento de abrirse la sucesión del transmitente o transmisor. Excepcionalmente,

la ley permite suceder sin tener existencia natural; en otros casos, además de tal

existencia, exige otros requisitos. Estas excepciones son: - Caso del asignatario

condicional: art. 962, inc. 2 del CC. Puesto que el asignatario condicional sólo

adquiere su asignación al cumplirse la condición, es lógico que exista en ese

momento. En armonía con lo anterior, el art. 1078, inc. 2 del CC. establece que si el

asignatario muere antes de cumplirse la condición, ningún derecho transmitirá a sus

herederos. - Asignaciones hechas a personas que no existen, pero se espera que

existan: art. 962, inc. 3 del CC. La asignación será valida, siempre y cuando la

persona llegue a existir dentro de los 10 años, contados desde la apertura de la

sucesión. - Asignaciones hechas en premio de servicios a personas que no existen:

valen, con la misma limitación del caso anterior, esto es, que lleguen a existir en el

plazo de 10 años. art. 962, inc. 4.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 45

Ejemplo clásico de lo anterior, es aquel legado dejado por quien muere de una

enfermedad hasta ese momento incurable, para aquel que descubra un remedio

contra dicha enfermedad.

En los dos últimos casos, se explica el plazo de 10 años, dado que es el término

máximo por el cual se consolidan todas las situaciones jurídicas.77 b) Falta de

personalidad jurídica: art. 963 del CC. Hay en verdad una íntima relación entre los
arts. 962 y 963 del CC, puesto que en el fondo establecen la misma regla, el primero

para las personas naturales y el segundo para las jurídicas El inc. 2º del art. 963 del

CC establece una excepción, cuando se trata de asignaciones que tienen por objeto

la creación de una fundación. Es el caso, muy frecuente, de las fundaciones que se

crean por testamento. La asignación viene a ser un verdadero derecho eventual,

sujeto a un hecho futuro e incierto, que consiste en la constitución legal de la

fundación, es decir, la obtención de personalidad jurídica. Se ha suscitado una

controversia doctrinaria, propia del Derecho Internacional Privado, acerca de la

capacidad para suceder de las personas jurídicas extranjeras. Se ha distinguido

entre personas jurídicas de Derecho Público y de Derecho Privado. En cuanto a las

primeras, se ha dicho que sería evidente que tienen tal capacidad, porque existen

de iure, sin necesidad de que la autoridad constate que están constituidas conforme

a la ley, a diferencia de las de Derecho Privado. Un Estado o una municipalidad

extranjeros, por ejemplo, existen sin necesidad de reconocimiento de ninguna

autoridad. Así lo aceptan unánimemente la doctrina y la jurisprudencia nacional y

extranjera. Respecto a las personas jurídicas de Derecho Privado, la doctrina se ha

dividido. Hay quienes opinan que carecen de capacidad para suceder en Chile,

atendido el art. 963 del CC, pues alude a “cualesquiera” que no sean personas

jurídicas. Ahora bien, el art. 546 del CC, sin distinguir entre personas jurídicas

nacionales o extranjeras, establece que no tendrán tal calidad las que no se hayan

constituido conforme a las reglas del Código. Agregan, invocando las normas que

consagran entre nosotros el principio de la territorialidad, que no cabe sostener que

el art. 546 del CC no se aplica a las personas jurídicas extranjeras, dado que el art.

14 del CC dispone que la ley rige para todos los habitantes de la República, chilenos

o extranjeros; y a que el art. 16 del CC señala que los bienes situados en Chile, se

rigen por nuestra ley (y es sobre tales bienes en los cuales debería hacerse efectiva

la asignación).
Otros sostienen sin embargo, que resulta absurdo exigir que se constituyan en

nuestro país a personas jurídicas que no ejercerán mayores actividades en Chile,

sino solamente recibir una asignación. Recuerdan que la regla general es la

capacidad para suceder (art. 961) y que el art. 963, siendo excepcional, no puede

extenderse en su aplicación a las personas jurídicas extranjeras que no se hayan

constituido conforme a la ley chilena, si el mismo art. no lo hace. Agregan que los

arts. 14 y 16 no son aplicables en este caso, porque estas personas no son

“habitantes” de nuestro país, ya que vienen a desarrollar una actividad totalmente

transitoria, y porque, en cuanto al art. 16, él se aplica a los bienes y no a la

capacidad.78

77 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 118-120. 78 Somarriva Undurraga,

Manuel, ob. cit., pp. 120-123.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 46

c) Incapacidad de las personas condenadas por el crimen de dañado ayuntamiento:

art. 964 del CC. Cabe advertir que hoy, no existe el delito de “Dañado ayuntamiento”.

Los hijos de dañado ayuntamiento, fueron eliminados por la Ley N° 5.750 del año

1935. Se entendía por tales los hijos ilegítimos nacidos de relaciones adulterinas,

incestuosas o sacrílegas (aquellos concebidos por clérigos de órdenes mayores o

personas que habían profesado votos solemnes de castidad en orden religiosa,

reconocida por la Iglesia Católica). Se trata, hoy en día, de una incapacidad que

afecta al condenado por adulterio (que ha perdido su connotación penal) y por delito

de incesto con el causante (no así en lo que concierne a relaciones sacrílegas, pues

se trata de una hipótesis jurídica derogada de nuestra legislación civil). Para que

opere esta causal, es necesario que exista condena, antes del fallecimiento del

causante, o a lo menos, acusación, traducida en una condena con posterioridad al

fallecimiento del causante.

Al decir de Pablo Rodríguez Grez, “Se trata en el fondo de un calificado demérito

para suceder, ya que no se ajusta a la moral ni a las buenas costumbres dar validez
a una asignación hecha por el causante a quien ha mantenido con él relaciones al

margen del matrimonio, o con sus ascendientes y descendientes en línea recta, sea

por consanguinidad o afinidad, o con sus colaterales hasta el segundo grado

inclusive por consanguinidad”.79 Sin embargo, no se aplica la incapacidad,

establece el artículo 964, si el asignatario alcanzó a contraer matrimonio civil con el

causante. Cabe efectuar las siguientes precisiones al respecto:

Esta situación no se aplica en realidad al delito de incesto, pues se configura un

impedimento dirimente contemplado en el artículo 6 de la Ley de Matrimonio Civil,

de manera que nunca podría contraerse matrimonio valido entre los partícipes del

delito de incesto;

Respecto al adulterio, podría darse la situación, cuando decretada la separación

judicial por adulterio, el matrimonio queda disuelto después por fallecimiento del

cónyuge inocente, o cuando se decreta el divorcio por culpa uno de los cónyuges,

quien infringió reiteradamente el deber de fidelidad; y en cualquiera de estos dos

casos, el culpable contrae nuevo matrimonio con la persona con que cometió

adulterio. Si fallece el cónyuge culpable, el otro, que fue co-reo en el adulterio,

quedaría comprendido en la incapacidad para suceder contemplada en el artículo

964 del Código Civil, pero, habida cuenta que contrajo matrimonio con el cónyuge

culpable del adulterio, no será excluido de la sucesión de éste. Dicho de otra forma,

podrían presentarse dos situaciones en este último caso: i) Fallece el cónyuge

culpable y deja una asignación a la persona con quien cometió adulterio: opera la

incapacidad para suceder; y ii) Fallece el cónyuge culpable y deja una asignación a

la persona con quien cometió adulterio, pero había contraído matrimonio con ésta:

no opera la incapacidad para suceder.80

d) Incapacidad del eclesiástico confesor: art. 965 del CC. Cabe señalar que el

testamento debe haber sido otorgado durante la última enfermedad y a su vez el

confesor, debe haberlo sido:


79 Rodríguez Grez, Pablo, Instituciones de Derecho Sucesorio, Volumen 1,

Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1995, p. 39. 80 Somarriva Undurraga,

Manuel, ob. cit., pp. 123 y 124.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 47

Sea durante la última enfermedad;

Sea habitualmente en los dos últimos años previos al otorgamiento del testamento

(sin que haya mediado enfermedad del causante, por ende).

Se extiende la incapacidad:

A la orden, convento o cofradía de que sea miembro el eclesiástico;

A sus deudos por consanguinidad o afinidad hasta el tercer grado inclusive.

Tiene por fundamento esta causal de incapacidad, la intención del legislador de

preservar la libertad para testar, que podría verse mermada por el natural

ascendiente que sobre el testador pudo tener su confesor. La causal de incapacidad

no se extenderá sin embargo:

A la iglesia parroquial del testador;

Ni sobre la porción de bienes que el confesor o sus deudos habrían heredado

abintestato, si no hubiere mediado testamento.81

Se ha planteado que este precepto sería discriminatorio, en cuanto sólo afecta a los

sacerdotes de la Iglesia Católica, y no a los ministros de otras religiones (como por

ejemplo un pastor protestante), pues los últimos no reciben la “confesión”. Parece

razonable hacer una interpretación histórica evolutiva del artículo, y extenderla a

otras situaciones, en las que una persona que ejerce un ascendiente espiritual sobre

la persona del causante, resulte beneficiada en su testamento, aunque es cierto que

el tema es discutible, habida cuenta que las causales de incapacidad son de

derecho estricto. e) Incapacidad del notario, testigos del testamento y sus familiares

y dependientes: art. 1061 del CC. Conforme a este artículo, no vale disposición

alguna testamentaria en favor: ● Del escribano que autorizare el testamento o del

funcionario que haga las veces de tal; ● Del cónyuge o conviviente civil de dicho
escribano o funcionario; ● De cualquiera de los ascendientes, descendientes,

hermanos o cuñados. ● De los empleados o asalariados del mismo. ● De los

testigos, o de su cónyuge o conviviente civil, ascendientes, descendientes,

hermanos o cuñados. No valdrá disposición testamentaria alguna en favor de las

personas enumeradas en el precepto. Esta causal también tiene por objeto velar

por la libertad de testar, ya que el legislador teme que el notario o los testigos

presionen al testador para beneficiarse con sus disposiciones testamentarias. Esta

causal sólo alude a “disposiciones testamentarias”, de manera que si alguna de las

personas señaladas en el artículo tienen derecho a suceder al testador como

herederos abintestato, no perderán la asignación que por tal causa les corresponda.

Con el objeto de impedir que se burle esta causal, los artículos 1062 y 1133 del CC

disponen que las deudas que tengan por origen una declaración testamentaria, es

decir que el testador hubiere confesado deber en su testamento y en la medida que

no existiere un principio de prueba por escrito, serán consideradas como legados

gratuitos. Con esto, se impide al notario, a su cónyuge o a su conviviente civil, a sus

parientes, empleados o a los testigos invocar un crédito que tenga tal origen, pues

la declaración testamentaria será nula.82

81 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., p. 124. 82 Somarriva Undurraga, Manuel,

ídem, pp. 124-126.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 48

2.3. Características de las incapacidades para suceder. Como principio general,

cabe consignar que las incapacidades son de orden público, miran al interés general

de la sociedad y no al particular del testador. De esta primera característica general,

derivan las características específicas de las incapacidades para suceder: a. El

causante no puede renunciar a la incapacidad, no puede perdonarla: art. 966 del

CC. La nulidad a que se refiere el precepto será la absoluta y su causal objeto ilícito.

Refuerza lo anterior el art. 1314 del CC, en relación al albacea.


b. Otra consecuencia que deriva del carácter de orden público de las normas que

establecen las causales de incapacidad, es que ésta existe sin necesidad de

declaración judicial. La sentencia se limitará simplemente a constatar la existencia

de la causal de incapacidad. La “constatación” no exige por ende deducir una acción

cuyo objetivo específico sea obtener una sentencia que declare la incapacidad. No

existe tal acción, a diferencia de lo que veremos respecto de la indignidad para

suceder, que sí debe ser “declarada” judicialmente, en el marco de un juicio de

indignidad, y no sólo “constatada”. Así, por ejemplo, en el marco de una acción

reivindicatoria que los herederos deduzcan en contra de un tercero que está en

posesión de bienes hereditarios (y que no puede alegar que los tiene en calidad de

“heredero”, pues la incapacidad para suceder que lo afecta se lo impide), bastará

que el juez constate que efectivamente afecta al demandado una causal de

incapacidad para suceder.83

c. El art. 967 del CC deja en claro que el incapaz no adquiere la herencia o legado

de la que está en posesión, sino una vez cumplidos los requisitos de la prescripción.

Tal prescripción, a juicio de Somarriva, sería necesariamente la extraordinaria. Si

bien la ley no lo dice, se desprendería de la naturaleza misma de la incapacidad y

de lo preceptuado en el art. 967 del CC, que exige la prescripción extintiva de todas

las acciones que existan contra el incapaz. Por lo demás, el asignatario incapaz sólo

puede ser considerado poseedor irregular, pues le falta la buena fe (y no puede

alegarse ignorancia o error de derecho, es decir, que alegue desconocer la causal

de incapacidad) y también el justo título (pues sólo sería heredero o legatario

putativo).84 3.- DIGNIDAD PARA SUCEDER POR CAUSA DE MUERTE. 3.1.

Concepto. Las indignidades, según Somarriva, consisten en la falta de méritos de

una persona para suceder. Deben estar expresamente señaladas por la ley,

atendido lo dispuesto por el art. 961 del CC.

También se las ha definido como “… una anomalía de la vocación sucesoria

fundada en el demérito del sucesor, sea por haber faltado a los deberes que tenía
con el causante y durante la vida de éste; sea por faltar a los deberes que el respeto

a la memoria del de cujus le imponía”85.

83 El distingo entre “constatar” y “declarar” es el mismo que se plantea por los

partidarios de la inexistencia. Esta sólo debe ser “constatada” en el juicio de que se

trata, mientras que la nulidad debe ser formalmente “declarada”, en un juicio de

nulidad. 84 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 126 y 127. 85 Domínguez

Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 281.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 49

Las definiciones precedentes se plantean desde la perspectiva de la “indignidad”,

pero también se define la “dignidad”, como “el mérito o lealtad que el asignatario ha

debido observar en vida con el causante”.86

Las causales de indignidad son 11, de las cuales las principales son las 5

contempladas en el art. 968 del CC.87 Algunas causales operan en vida del

causante y suponen una conducta que afecta su vida o sus intereses jurídicos. Otras

causales operan después del fallecimiento del causante, bajo el entendido que el

deber de lealtad del heredero se mantiene tras la apertura de la sucesión. 3.2.

Causales de indignidad para suceder. - Las indignidades del art. 968 del Código

Civil: son indignos de suceder al difunto, como herederos o legatarios: a) El que

cometió homicidio en su persona o la dejó perecer pudiendo salvarla. La causal

contempla tres hipótesis: i.- El que ha cometido el crimen de homicidio en la persona

del difunto: se entiende que lo hizo en calidad de autor material del mismo. ii.- O ha

intervenido en este crimen por obra o consejo: quedan aquí comprendidos los

autores intelectuales, los cómplices y los encubridores.

iii.- O la dejó perecer pudiendo salvarla: esta conducta omisa, pareciera estar

vinculada con las dos previas, es decir, nada se hizo para salvar al causante del

homicidio. Así parece entenderlo la doctrina88. Señala Claro Solar al respecto: “No

es, evidentemente, de la misma gravedad que el homicidio, el hecho de haber

dejado perecer a la víctima pudiendo salvarla; pero supone el homicidio consumado


y supone que las circunstancias en que este crimen se realizó permitían al heredero

o legatario salvar a la víctima. Aunque la falta de defensa del que es atacado por

terceras personas no constituye un hecho delictual que merezca sanción penal, la

ley lo considera digno de atención, hasta el punto de que, así como exime de

responsabilidad criminal al que obra en defensa de su persona o derechos, exime

igualmente al que obra en defensa de la persona o derechos de sus parientes y aún

al que obra en defensa de la persona o derechos de un extraño, manifestaciones

de la virtud de la caridad que la ley desearía ver realizar por el heredero o legatario

en favor de aquél con cuyos bienes está llamado a beneficiarse”89. Pero no

obstante estas opiniones, cabe preguntarse si otras conductas omisas, no

vinculadas con el homicidio del causante, pueden también considerarse. Así, por

ejemplo, si se prueba que el heredero o legatario, siendo un experto nadador, nada

hizo para rescatar al causante, que se ahogaba en un lago o río.

Aunque el precepto no exige que el sucesor haya sido condenado en el juicio penal

correspondiente, como requisito previo al juicio de indignidad, en la práctica, ello

será necesario, pues sólo a base de esa condena existirá la indignidad.90

86 Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 44. 87 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit.,

p. 127. 88 Domínguez Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p.

285. 89 Claro Solar, Luis, Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado,

tomo 13°, “De la sucesión por causa de muerte”, Santiago de Chile, Imprenta

Nascimento, 1940, pp. 88 y 89. 90 Domínguez Benavente, Ramón, y Domínguez

Águila, Ramón, ob. cit., p. 284.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 50

b) El que cometió atentado grave contra la vida, honor o bienes del causante, o de

su cónyuge, o de cualquiera de sus ascendientes o descendientes, con tal que dicho

atentado se pruebe por sentencia ejecutoriada. Al respecto, la jurisprudencia ha

dicho que en los demás casos de indignidad, la causal misma puede acreditarse en

el respectivo juicio de indignidad (aunque respecto de la primera causal, como


vimos, ello es dudoso). En cambio, en esta segunda causal de indignidad es

necesario que en el juicio de indignidad se la pruebe mediante sentencia criminal

condenatoria. La expresión “atentado” se ha entendido como alusiva a la comisión

de un delito. Pero además, debe ser “grave”. Y afectar tres bienes jurídicos de la

víctima: su vida (por ejemplo, homicidio tentado o frustrado, lesiones graves), su

honor (calumnia, incesto, violación) o sus bienes (robo, estafa). El atentado puede

recaer en la persona del propio causante, o de su cónyuge, o de cualquiera de sus

ascendientes o descendientes. Surgen aquí algunos puntos dudosos: ● ¿Se incluye

también aquí un atentado contra la vida, el honor o los bienes del conviviente civil

del causante? Nos parece que no, pues la Ley N° 20.830 no asimiló en forma íntegra

al conviviente civil al cónyuge sobreviviente, sino que sólo le confirió ciertos

derechos, expresamente indicados en el mencionado cuerpo legal (a diferencia de

la aplicación genérica de las inhabilidades, incompatibilidades y prohibiciones que

las leyes y reglamentos establecen respecto de los cónyuges, que el art. 23 de la

Ley N° 20.830 aplica a los convivientes civiles). ● ¿Se incluyen entre los

ascendientes y descendientes aquellos que lo sean por afinidad o sólo se refiere la

ley a los consanguíneos? Creemos que ambos parentescos quedan incluidos en la

causal, pues el precepto no distingue, no correspondiendo que el intérprete lo haga.

Además, en el N° 3 del art. 968 se consigna que la causal de indignidad recae sólo

en “El consanguíneo dentro del sexto grado inclusive”. Por ende, un consanguíneo

no puede incurrir en la causal (y podría suceder al causante como heredero

testamentario). c) El consanguíneo dentro del sexto grado inclusive, que no socorrió

al causante en estado de demencia o destitución, pudiendo hacerlo. Esta es una

sanción por incumplir el deber moral y jurídico de socorrer a los parientes. El estado

de destitución, alude a quien se encontraba privado de lo más esencial para la vida,

a quien se encontraba sumido en la miseria. La expresión “socorrer” alude a

proporcionar al pariente demente o “destituido”, de lo necesario para una modesta

subsistencia. Recuérdese que la obligación de socorro es la fuente del derecho de


alimentos, para las personas que pueden ejercerlo, conforme al art. 321 del Código

Civil. Pero en el caso del art. 968, tal obligación se amplía, recayendo en los

parientes hasta el sexto grado inclusive, lo que es coincidente con el grado de

parentesco hasta el cual puede operar la sucesión abintestato. El “estado de

demencia” no exige, necesariamente, que el futuro causante haya sido declarado

interdicto por tal causa, pero si lo está, con mayor razón deben socorrerlo aquellos

parientes que después de su muerte lo heredarán. d) El que por fuerza o dolo obtuvo

una disposición testamentaria o impidió testar. Se trata de impedir que se vulnere la

libertad para testar. e) El que ha detenido u ocultado dolosamente el testamento.

Para que opere la indignidad es necesario que la detención u ocultamiento sean

dolosos, pero como dice el precepto, se presume el dolo (uno de los pocos casos

excepcionales: art. 1459 del CC), por el solo hecho de la detención u ocultación. Se

trata de

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 51

una presunción simplemente legal, que admite prueba en contrario. El acto de

“detener” un testamento, supone por ejemplo que una persona se apodera del

testamento cerrado del causante o de aquél que fue otorgado ante cinco testigos y

sin presencia de ministro de fe y se niega a entregarlo para proceder a su apertura

o a su publicación, respectivamente. También quedaría comprendido en esta

causal, aquél que no sólo detuvo u ocultó el testamento, sino que también lo

destruyó, y así se prueba. Las demás causales de indignidad, están contempladas

en los siguientes preceptos: f) No denunciar a la justicia el homicidio cometido en el

difunto: art. 969 del CC. El objeto de esta causal es sancionar la negligencia del

asignatario en perseguir judicialmente al asesino de su causante. Cesará esta

indignidad, si la justicia hubiere empezado a proceder sobre el caso. Sin embargo,

por una razón muy humana, se libera de esta obligación de denunciar al cónyuge y

ciertos parientes (ascendientes, descendientes, o parientes colaterales por

consanguinidad o afinidad hasta el tercer grado inclusive) del homicida. g) No


solicitar nombramiento de guardador al causante: art. 970 del CC. El legislador

castiga aquí a los herederos abintestatos que, siendo ascendientes o descendientes

del causante, y estando autorizados por la ley para provocar el nombramiento de

guardador del incapaz, no lo hacen, denotando con ello negligencia respecto a los

intereses del causante impúber, demente, sordo o sordomudo. Se debe probar que

la persona permaneció en esta omisión un año entero. El heredero o legatario podrá

acreditar, sin embargo, que le fue imposible, por sí o por procurador, pedir el

nombramiento de guardador.

Transcurrido el año, recaerá la obligación antedicha en los llamados en segundo

grado a la sucesión intestada. De esta manera, los descendientes tienen un año, y

transcurrido éste, la obligación recae en los ascendientes. Por ello se ha entendido

que el precepto sólo impone la obligación a los descendientes y ascendientes y no

a otros llamados a la sucesión, como los hermanos o el cónyuge91. La obligación

no se extiende sin embargo a los menores ni en general a los que viven bajo tutela

o curaduría. Esta causa de indignidad desaparece desde que el impúber llega a la

pubertad, o el demente o sordo o sordomudo toman la administración de sus bienes.

h) Excusa ilegítima del guardador o albacea: art. 971 del CC. Respecto del albacea,

la norma se repite en el art. 1277, inc. 2º del CC. La jurisprudencia ha estimado que

no procede sostener que es indigna la persona que muere en mora de aceptar el

cargo, porque la ley se refiere al rechazo del albaceazgo sin probarse causa grave.

En lo que se refiere al guardador, el art. 971 del CC es complementado por el art.

530 del CC, que dispone que las excusas aceptadas por el juez privan al guardador

de la asignación que se le haya hecho en remuneración de su trabajo, y las excusas

sobrevinientes, de una parte de ella (art. 531 del CC). No se extenderá esta causa

de indignidad a los asignatarios forzosos en la cuantía que lo son (es decir, no

afectará la legítima rigorosa, artículo 1192 del Código Civil), ni a los que, desechada

por el juez la excusa, entren a servir el cargo. i) El que a sabiendas de la


incapacidad, se comprometa a hacer pasar bienes del causante a un incapaz para

suceder: art. 972 del CC.

91 Domínguez Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 295.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 52

Nótese que la ley exige que aquél que promete al causante, haya conocido la causal

de incapacidad. Entendemos por ende que aquí, la ley admite un caso de error de

derecho, es decir, si el asignatario alega haber ignorado la causal de incapacidad,

y los interesados en que se constate la causal de incapacidad no logran probar su

conocimiento efectivo de la misma, ésta no podrá operar. Otros, en cambio, estiman

que el desconocimiento de la incapacidad no dice relación con ignorar un precepto

jurídico, sino en desconocer los presupuestos fácticos del caso: así, el demandado

de indignidad alega haber desconocido que tal eclesiástico había sido el confesor

del causante, en las circunstancias que el art. 965 señala. En cambio, “si lo hace

afirmando que conocía esas circunstancias, aunque añada que el precepto indicado

le era desconocido, nos parece que la indignidad se presenta”.92

Excepcionalmente, no incurrirán en la causal, aquellos inducidos a prometer por

temor reverencial: 972, inc. 2º del CC (1456, inc. 2º del CC, definición de temor

reverencial). Contra-excepción que nos retorna a la causal de indignidad: haber

ejecutado lo prometido. El fundamento de esta indignidad reside en el carácter de

orden público de las incapacidades, que no pueden ser renunciadas por el testador.

Se ha señalado sin embargo que el legislador se equivocó al incluir esta causal

entre las de indignidad en lugar de entre las de incapacidad, puesto que como

indignidad puede ser perdonada por el testador, burlándose la intención del

legislador de impedir que el incapaz adquiera la asignación. Debemos entender que

el asignatario que probó haber accedido a la petición del causante movido por el

temor reverencial y no ejecutó lo prometido, no puede retener para sí la asignación.

Esta deberá distribuirse entre los herederos, conforme a las reglas de la sucesión

abintestato. j) Albacea removido por dolo: art. 1300 del CC. Se hace indigno de tener
parte alguna en la herencia. k) Partidor que prevarica: art. 1329 del CC. Tengamos

presente que prevaricar es dictar a sabiendas o por ignorancia inexcusable,

resolución de manifiesta injusticia. Las anteriores son las causales de indignidad

señaladas como tales por la ley. Los autores agregan otras cuatro, que pueden ser

equiparadas a la indignidad: a) La del menor que se casa sin el consentimiento de

un ascendiente: art. 114 del CC. Este caso puede ser considerado como un

desheredamiento legal parcial, pero también como una causal de indignidad, pues

el ascendiente puede perdonarla en su testamento. b) El que se casa teniendo el

impedimento de segundas nupcias: art. 124 en relación al art. 127, ambos del CC.

También aquí el hijo puede perdonar a su padre o madre en el testamento. c) El

cónyuge separado judicialmente, que hubiere dado motivo a la separación por su

culpa: art. 994 del CC. Igualmente el otro cónyuge puede perdonarla en su

testamento. Cabe tener presente sí que como fuente de indignidad ésta tiene

algunas diferencias con las demás causales: así, conforme al art. 324, la indignidad

hace perder los derechos alimenticios en los casos del art. 968 del CC (sin perjuicio

que el juez pueda moderar el rigor del art. 324, si la conducta del alimentario fuere

atenuada por circunstancias graves en la conducta del alimentante), mientras que

el cónyuge nunca pierde el derecho de alimentos, aunque la ley los reduce sólo a

los que permitan “una modesta sustentación”, arts. 322 y 175, ambos del CC).

92 Domínguez Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 298.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 53

d) El padre o madre cuya paternidad o maternidad haya sido establecida por

sentencia judicial, con oposición del respectivo progenitor: artículo 203 del Código

Civil. Nos remitimos a lo que estudiamos en materia de filiación. 3.3. Características

de las indignidades. Difieren de las que presentan las incapacidades, pues en las

primeras no está comprometido el orden público, sino que sólo el interés del

causante. De tal principio fluyen las características de las indignidades: a) El


causante puede perdonar la indignidad, en su testamento: art. 973 del CC. b) La

indignidad debe ser declarada judicialmente: art. 974 del CC.

El juicio de indignidad será ordinario, puesto que la ley no señaló otro procedimiento

especial. Puede ser provocado por todo aquél que tenga interés en excluir al

asignatario indigno. Entre ellos: los herederos de grado posterior que se

beneficiarán con la exclusión del indigno; los herederos conjuntos para adquirir la

asignación por acrecimiento; el sustituto del indigno; los herederos abintestato

cuando declarado indigno el heredero o legatario, vaya a corresponderles a ellos la

asignación; los acreedores de los herederos, porque al excluirse al heredero

indigno, se incrementa el patrimonio de los restantes herederos y con ello el derecho

de prenda general de los acreedores.93 También se ha considerado que la acción

la tienen los cesionarios de un heredero: “Nos parece que podrán accionar para

excluir al indigno. Si en el artículo 1910 el cesionario goza del derecho de acrecer

que tenía su cedente, pues si éste, como se ha visto, puede pedir que se excluya al

indigno para aprovechar el derecho de acrecer (art. 1147), la misma facultad pasa

al cesionario”.94

Con todo, se ha dicho que “en los dos casos previstos en el art. 994 basta con que

exista sentencia ejecutoriada que declare la separación judicial por culpa del

demandado o que reconozca la calidad de hijo respecto del padre o madre

demandados, para que la indignidad se produzca sin otra declaración. Aquí la

indignidad es un efecto sea de la separación judicial, sea del reconocimiento

judicial”.95

Cabe agregar que la ley presume que el indigno está de mala fe, habida

consideración de lo dispuesto en el inciso 2º del artículo 974 del Código Civil, pues

lo obliga a restituir la herencia o legado (en realidad, los bienes que tenga en su

poder a título de heredero o de legatario) “con sus accesiones y frutos”, y sabido es

que el poseedor de buena fe, puede retener los frutos de la cosa, hasta la
contestación de la demanda (artículo 907 del Código Civil). No parece posible

desvirtuar esta presunción de mala fe, dados los

93 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 133 y 134. Sin embargo, Ramón

Domínguez Benavente y Ramón Domínguez Águila concluyen de otra manera:

“¿Pueden los acreedores, mediante la acción subrogatoria, poner en movimiento la

acción que tiene el deudor para excluir al indigno y aumentar, así, la cuantía de la

asignación del deudor, o que éste sea el sucesor en lugar del indigno, con las

ventajas para los acreedores? (…) Entre nosotros se sostiene la afirmativa, aunque

nos parece que no permitiéndose la acción subrogatoria sino en los casos

señalados por la ley, los acreedores no pueden, en lugar de su deudor, instar para

la exclusión del indigno y aumentar, de esta manera, el derecho de prenda general

que tienen los acreedores sobre los bienes del o de los deudores”: Domínguez

Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 306. 94 Domínguez

Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 306. 95 Domínguez

Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 302.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 54

términos del inciso, de manera que debemos entender que se trata de una

presunción de derecho. c) La indignidad se purga con 5 años de posesión: art. 975

del CC. Encontramos aquí otra diferencia con las incapacidades, en las que se

requiere la prescripción de todas las acciones, es decir, un lapso de 10 años,

conforme a lo expresado al tratar de las últimas.

Dados los términos del art. 975, estamos ante una acción sujeta a caducidad, de

manera que no admite interrupción ni suspensión. Para evitar que se extinga, debe

interponerse dentro de los cinco años, aunque no sea notificada en el mismo plazo,

como debería serlo si fuera una acción sujeta a prescripción.96 ¿A qué posesión se

refiere la ley; a la legal o a la real o material? Se ha señalado que tratándose de un

heredero bastaría la legal, del art. 722 del CC, dado que el indigno adquiere la

asignación y sólo la pierde por sentencia judicial. Los cinco años, por lo tanto, deben
contarse desde el fallecimiento del causante. En lo concerniente al legatario sí se

requiere posesión real o material, pues respecto de éste, como estudiaremos más

adelante, no existe posesión legal. d) La indignidad no pasa a los terceros de buena

fe: art. 976 del CC. La buena fe del tercero consistirá en ignorar la existencia de la

causal de indignidad. Se trata de un tercero que adquiere la cosa de manos del

indigno. Nótese que el artículo 976 protege a todo tercero, sin importar que haya

adquirido la cosa a título gratuito o a título oneroso. La norma, por ende, es más

amplia que la del artículo 2301, a propósito del pago de lo no debido, que sólo

ampara al tercero que hubiese adquirido la cosa a título oneroso y de buena fe.

Se justifica la norma, pues “El indigno ha podido enajenar bienes de los

comprendidos en la asignación. El tercero que los adquirió no tenía obligación de

averiguar si el enajenante había caído en alguna causal de indignidad que, con el

tiempo, pudiera ser alegada y con el efecto de excluirlo de la sucesión. Por lo demás,

la indignidad es una sanción que no puede, por lo mismo, alcanzar a terceros de

buena fe, aunque hay quienes piensan que el enajenante era, en ese momento, un

heredero aparente. Y esto basta para negar la acción contra terceros”.97 Los

herederos, con todo, podrán demandar al indigno, en virtud del artículo 898, para

obtener la restitución de lo que haya recibido por ella, pues estamos en un caso en

el que se ha hecho imposible su persecución. Además, podrán reclamar la

indemnización de todo perjuicio, considerando la presunción de mala fe a que

aludimos. e) La indignidad se transmite a los herederos: art. 977 del CC.

Los herederos del asignatario indigno adquieren la asignación con el vicio de la

indignidad, a menos que opere el derecho de representación, según veremos.98 En

efecto, “Ciertos herederos del indigno no están sujetos a lo que dispone el artículo

977 (…) Son los que, llegado el caso de la exclusión del indigno, le representan (art.

984) (…) Por consiguiente, si el excluido por indignidad era hijo del de cujus; o su

hermano, la asignación que la ley reservaba al indigno pasa a los descendientes de

éste (art. 988), sin que puede recibir aplicación el artículo 977”99.
96 Domínguez Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 321. 97

Domínguez Benavente, Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 317. 98

Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 133-135. 99 Domínguez Benavente,

Ramón, y Domínguez Águila, Ramón, ob. cit., p. 314.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 55

4.- PARALELO ENTRE LAS INCAPACIDADES E INDIGNIDADES. Tienen varias

características comunes: a) Ambas son inhabilidades para suceder. b) Ambas son

de carácter excepcional. c) A una y otra se le aplican las disposiciones comunes de

los arts. 978 y 979, ambos del CC, que luego veremos. Sin embargo, existen

importantes diferencias: a) Mientras las incapacidades son de orden público, las

indignidades están establecidas en el sólo interés del causante. b) La incapacidad

no puede ser perdonada por el testador, quien en cambio sí puede renunciar a la

indignidad; aún más, la ley presume que perdona las indignidades, si deja una

asignación al indigno con posterioridad a los hechos constitutivos de la respectiva

causal (art. 973 del CC). c) El incapaz no adquiere la asignación; el indigno sí lo

hace, y sólo por sentencia judicial puede ser obligado a restituirla. d) La incapacidad

no requiere ser declarada por sentencia judicial; limitándose la declaración judicial

a constatar su existencia, pudiendo ser solicitada por cualquier persona; la

indignidad sí debe ser declarada por sentencia judicial, a petición del que tenga

interés en excluir al indigno. e) Dado que el incapaz nada adquiere en la herencia,

nada transmite a sus herederos. El indigno les transmite su asignación, aunque con

el vicio de indignidad. f) La incapacidad pasa contra terceros, de buena o mala fe.

La indignidad no pasa contra terceros de buena fe. g) El incapaz no adquiere la

asignación mientras no prescriban todas las acciones que se pudieron hacer valer

en su contra (para Somarriva, adquiriría sólo después de 10 años, como se dijo en

su oportunidad); el indigno, en cambio, adquiere la herencia o legado por posesión

de 5 años.
h) Las incapacidades, por regla general, son absolutas: a nadie que se encuentre

en la situación prevista en los preceptos legales estudiados, pueden suceder los

incapaces. En cambio, las indignidades son siempre relativas; se refieren a

situaciones de ingratitud producidas entre el causante (o su cónyuge o parientes

más cercanos) y el indigno, pudiendo el último suceder a otras personas con

respecto a las cuales no les afecte igual vicio.100 - Disposiciones comunes a las

incapacidades e indignidades. a) Los deudores hereditarios o testamentarios no

pueden oponer como excepción su incapacidad o indignidad: art. 978 del CC. Se

presenta aquí el problema de determinar qué entiende el legislador por tales

deudores. Se han propuesto dos interpretaciones:

La primera, estima que lo son aquellos que fueron deudores del causante en vida

de éste. Por ejemplo, A adeudaba al causante cierta suma de dinero, quien al

fallecer deja un heredero incapaz o indigno, C. Este demanda a A, exigiéndole el

pago de la deuda. Para

100 Somarriva Undurraga, Manuel, ídem, pp. 135 y 136.

Sucesorio 1- Juan Andrés Orrego Acuña 56

esta primera interpretación, A no podría oponer a C la excepción de incapacidad o

indignidad. Sin embargo, se ha señalado que esta interpretación sería aceptable

sólo para el caso de una indignidad, pero no para una incapacidad. En efecto, si

bien el heredero indigno adquiere la asignación mientras no exista sentencia que

declare la indignidad, el incapaz no adquiere la herencia o legado. Sería absurdo

por ende que tal heredero incapaz, que no ha adquirido la herencia, pueda

demandar al deudor hereditario sin que éste no pueda oponerle como excepción la

incapacidad del actor. Una segunda interpretación, de Somarriva, postula que el

deudor hereditario o testamentario es el propio heredero; vale decir, es una

interpretación inversa a la primera. En este caso, sería el causante quien debería la

suma de dinero a A. El causante, al fallecer, deja un heredero incapaz o indigno, C.

Este sería el deudor hereditario o testamentario. Demandado por A, C no podría


oponer como excepción su propia incapacidad o indignidad. Esta segunda

interpretación parece más lógica.

b) Las incapacidades e indignidades no privan del derecho de alimentos.

Excepcionalmente, (art. 979 del CC) sí lo hacen, en los casos del art. 968 del CC,

norma que está en armonía con lo que a su vez establece el art. 324 del CC, que

priva del derecho de alimentos en caso de injuria atroz, sin perjuicio de la facultad

que la ley confiere al juez en la materia. Conforme a lo dispuesto en el art. 324, sólo

los casos del art. 968 constituyen injuria atroz.101

101 Somarriva Undurraga, Manuel, ob. cit., pp. 136 y 137.

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