Analisis Institucional - Fernando Gonzalez

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Análisis institucional y socioanálisis

Fernando M. González*

A la memoria de René Lourau1

TRATÁNDOSE DE UN NÚMERO dedicado a la intervención institucional, me


parece pertinente realizar un balance —sin pretensión de ser exhaustivo—
de las aportaciones de Rene Lourau al campo del análisis institucional, y a
su dispositivo de intervención, denominado socioanálisis.
Múltiples textos fueron escritos por este autor. Me concentraré en
algunos que considero centrales para los fines de este trabajo, en el que in-
tento mostrar parte de los supuestos teórico-metodológicos del análisis
institucional, y a su dispositivo de intervención llamado socioanálisis. Dispo-
sitivo que tuvo sus primeros esbozos alrededor de 1963, en un taller sobre
el tema de la educación, en buena medida implementado por Georges
Lapassade. Pocos años después, en 1968, en su tesis de doctorado,2 René
Lourau (1970) realizó el primer esfuerzo de conceptualización del campo
del llamado "análisis institucional" (Al).
Dividiré este texto en cuatro partes: el proyecto epistemológico; el pro-
yecto político; la noción de institución, y finalmente, el dispositivo
socioanalítico.

* Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM.


' Algunas de estas reflexiones—visitadas ahora nuevamente— formaron parte de un capítu-
lo de mi tesis presentada en junio de 1983, en el Doctorado de Análisis Institucional de la
Sorbona, París VIII. Si bien René Lourau no discutió a fondo la problematización que hice de
ciertos elementos de su propuesta, aceptó ser el director de la tesis —y se mantuvo como tal. Por
ello le dedico este trabajo, por su calidez y amistad y en agradecimiento por lo que me enseñó a
ver de esos "objetos", donde todos estamos inmersos, llamados instituciones.
2
Titulada precisamente El análisis institucional.

TRAMAS 18-19 UAM-X-MÉXICO'2002'PP51-72 51


T E M Á T I C A

El proyecto epistemológico

A mediados de los años setenta, Lourau presentó su propuesta de AI como


básicamente "contrasociológica". En el libro denominado Les analyseurs
de l'eglise (1972), encontramos con gran nitidez tres de los supuestos que
pretende practicar esta "contrasociología institucionalista".

1. Superar los encasillamientos entre sectores y dominios de la sociología.


2. Intentar un rebasamiento de la sociología, como disciplina rigurosa y
artificialmente separada de otras ciencias sociales.
3. Rebasar la actividad de investigación en ciencias sociales, como práctica
separada de las prácticas sociales de los actores y observadores (Lourau,
1972:61).

Se trata de un triple intento de superación que implica diversos grados


de dificultad, entre otros, la precisión en el diagnóstico para situar ade-
cuadamente dichas dificultades. Si, por ejemplo, para el primer punto se
parte del supuesto de que los encasillamientos de la sociología son debidos
fundamentalmente "a la demanda social de la clase dominante", o producto
de la "tradición académica de la división de conocimientos", entonces se
puede colegir con cierta confianza y verosimilitud que es posible un replan-
teamiento de estas fronteras artificiales.
Sin embargo, no se debe deducir que los dos sentidos del "diagnóstico"
anterior son equivalentes, ya que se trata de dos tipos de "intereses", los
cuales han producido efectos que no necesariamente conforman de la mis-
ma manera los citados encasillamientos que constriñen el territorio de la
sociología. Lourau deja esta cuestión sin desarrollar.
Ahora bien, si como el AI lo postula, tanto los individuos como los
grupos son concebidos como "entrecruzamientos de referencias y perte-
nencias" o como "revoltijos de instituciones", es lógico que postule que la
sociología se proponga "como objeto la práctica social como totalidad y
no la refracción de la totalidad en cuadros preestablecidos de la ciencia
instituida" (Lourau, 1972:62). Los problemas empiezan cuando se intenta
definir qué se entiende por "totalidad", ya que precisamente la hetero-
geneidad parece constituirla completamente, y más aún porque no parece
reducirse solamente al campo sociológico. De ahí que al avanzar hacia el
segundo intento de "superación", las cosas se compliquen cada vez más.

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A N Á L I S I S I N S T I T U C I O N A L Y S O C I O A N Á L I S I S

La separación entre la sociología, economía, la historia, la psicología, el


derecho, la educación, la terapia [...] es producida por la Historia [...]
Pero toda tentativa de síntesis en este dominio [...] resulta oscurantista
[1972:63].

Lo primero que llama la atención de este párrafo es que parecen entre-


mezclarse cosas con diferente estatuto, como pueden ser, entre otros, la terapia
y la economía. Recuerda en algo a Borges y "los animales del emperador".
Pero lo más importante es que cuando Lourau piensa en la noción de
"totalidad" adscrita al territorio de las ciencias sociales, descarta, por lo pronto,
una síntesis que termine por confundir todas las disciplinas en una especie
de magma indiferenciado.
Si la "historia", la "clase dominante" o la "tradición académica" produjeron
el grueso de estas divisiones, hay otro elemento, sin embargo, no contemplado,
que también jugó su papel y que no se sitúa en los niveles descritos, sino que
es de orden epistemológico. Es por eso que Lourau adelanta su propuesta:

Lo que se puede esperar es una serie de rectificaciones de fronteras


entre la sociología y sus vecinos inmediatos: parapsicología, psicología
clínica y experimental, teoría y filosofía del Estado. [Y añade] que la
dificultad se manifiesta en los dos polos opuestos [...] de un lado con
el psicoanálisis [...] del otro con la economía [...] Con el psicoanálisis
la indeterminación del imaginario3 está privilegada en detrimento de las
determinaciones socioeconómicas, para la economía sólo importan
las grandes leyes deductivas a priori, de la producción, la acumulación
y el intercambio [ibid.:63 y s.].

¿Por qué la dificultad sólo aparecería en los dos polos? Lourau ofrece
razones demasiado endebles. ¡Basta solamente con tratar de poner de acuer-
do en esa supuesta "rectificación de fronteras" ¿y dentro de un mismo
cambio? a las psicologías experimentales y las clínicas para darse cuenta de
que no todo se reduce a lo propuesto!

3
Para el caso del psicoanálisis, más que hablar de "indeterminación del imaginario", habría
que aducir otro tipo de "determinaciones" además de las socioeconómicas. De otra forma, se
tendería a reducir al inconsciente a no ser más que la "expresión" desplazada y medio tortuosa
de aquello que sucede en otra parte.

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T E M Á T I C A

Pero, ¿es posible ciscunscribir esta problemática a la citada rectificación


fronteriza?, ¿o se trata más bien de una cuestión que está en el corazón de
cada disciplina cuando constituye sus objetos teóricos, de conocimiento y
sus diferentes metodologías, que no se reducen ni menos se explican por
los intereses académicos o de clase? Creo que lo segundo es lo correcto.
¿Cuál sería, entonces, el estatuto de esta contrasociología que parece no
encontrarse cómoda con sus vecinas inmediatas ni con sus polos opuestos?

Entre los dos ["polos"] la sociología parece carecer a la vez de bio-


grafía individual4 y de la estructura del modo de producción [sin
embargo, al parecer no todo está perdido...] Una contrasociología
puede fijarse por objeto el hacer manifiesto a la sociología los frag-
mentos del saber social global recortado por los sistemas de las
ciencias sociales [ibid.:64].

En un primer momento, la sociología estaría definida en función de


dos carencias. De ahí que Lourau considere necesario dar un segundo paso,
en el cual una contrasociología que la asediaría desde adentro le señalara
cuál debería ser su "verdadero objeto". Sin embargo, resulta que ese objeto
"propio" estaría compuesto por los "fragmentos de saber global recortado
por las ciencias sociales". ¿Se puede acaso construir un objeto propio de los
recortes hechos por otras disciplinas? ¿Estos recortes tendrían una coherencia
y el mismo estatuto? Difícil contestar a estas cuestiones desde la postura de
Lourau porque éste no especifica a cuáles "recortes" se refiere.
Por otra parte, es lógico suponer que los productos de los recortes no
formen un todo coherente ni se sitúen en el mismo nivel. Además, esto
supondría que habría una especie de disciplina con una mirada privilegia-
da, que sabría en dónde incidir y qué tipo de articulaciones deberían existir
entre los recortes, para rectificar lo que el conjunto de las disciplinas insti-
tuyó "erróneamente".
Seis años después, Lourau todavía dice que no se trata tanto de "operar"
la reconfiguración del campo teórico sino de un desmembramiento de ese

4
Resulta llamativo que Rene Lourau tienda a reducir el psicoanálisis tanto a la biografía
individual como a la indeterminación de lo imaginario. Con ello no hace sino abundar en los
prejuicios institucionales de tipo académico que ni siquiera llegan a "intereses". Esta reducción
tendría sus efectos en el tipo de malentendidos y desencuentros entre el AI y el psicoanálisis.

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campo (1978a:95)5 ya que se mueve en el campo móvil de la sociología,


psicosociología y psicoanálisis. Si su campo sigue siendo "móvil", es que su
estatuto teórico-metodológico no termina de consolidarse, a menos, claro
está, que se piense en la movilidad como un valor en sí. Por otro lado, a
esas alturas, ¿cuál es el sentido de intentar un desmembramiento —"anar-
quista" o identificado con ¿lo instituyeme?— de aquello por lo que circu-
la? Y, sobre todo, ¿a partir de qué premisas? Eso sí resulta enigmático.
Resumamos hasta aquí (1978). Lourau ha fluctuado —en sentido "ne-
gativo" y "positivo"— en encontrar el objeto de esta contrasociología. Pri-
mero, afirmó que ésta debe hacerse cargo de la "práctica social como tota-
lidad"; luego, cuestionó toda "tentativa de síntesis", y continuó con una
supuesta "rectificación de fronteras", constituida "desde los fragmentos del
saber social global, recortado por los sistemas de las ciencias sociales".
Y terminó dando como objeto la "desmembración" del campo de dichas
ciencias. Tanta deriva de ese campo "móvil" resulta sintomática.
Asimismo, en esta accidentada travesía, Lourau propone además una
nueva rectificación y un nuevo objeto:

Un problema central, el enigma de enigmas, [es] el problema de la


institucionalizacion, de la burocratización del movimiento, grande
ausente de las ciencias sociales políticas, la teoría de la institucio-
nalizacion [1978a:82].

Y para eso no es necesario andar tras los efectos de los recortes de otros
campos. Pero si se quiere hacer de la institucionalizacion un "enigma de
enigmas", en ningún caso se invalida a los saberes producidos en otros
ámbitos ni existen criterios consistentes que digan que este problema sería
el que debería unir a todas las ciencias sociales, ni menos constreñirlas a
"rectificar sus fronteras".
Más aún, los propios sociólogos diseminados en diferentes sociologías
pueden terminar por sumar a su heterogéneo campo esta sugerencia
"contrasociológica". Con ello, el primer tipo de "rebasamiento" quedaría
sólo como la promesa de desentrañar el "enigma de enigmas".

5
"El análisis institucional recorta su campo móvil a través de la sociología, la psicología, el
psicoanálisis [y] busca menos el operar una reconfiguración del campo teórico que un desmem-
bramiento de ese campo".

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T E M Á T I C A

Pasemos ahora al tercer intento de superación, que postula la posibi-


lidad de abolir "la separación que rige las relaciones entre ciencia y prác-
ticas de los actores y observadores".
Lourau prepara el terreno proponiendo dos tipos de "efectos", que bau-
tiza con los nombres de Weber y Lukács. Al primero lo describe así:

A medida que la sociedad está más evolucionada y racionalizada [...]


más llega a ser opaca y desconocida para los individuos que la com-
ponen [1972:10].

El segundo, referido a la ciencia, reza así:

En la medida en que la ciencia progresa olvida progresivamente las


bases materiales y sociales, de la cual ella salió [...] Las condiciones so-
ciales de su producción, de su desarrollo, y de sus aplicaciones [ibid.:13].

Esta doble opacidad sería cuestionada por un postulado que pretende


devolverle a los actores sociales la capacidad básica de poder ser de alguna
manera sociólogos de sí mismos, ya que se afirma que "si la sociología es el
asunto de todos, hay que abolir todas las oposiciones epistemológicas sobre
la necesidad de una ruptura" (Lourau, 1972:67) —entiéndase "episte-
mológica"— y, sobre todo, evitar a toda costa la autonomización de la
teoría sobre la práctica. Obviamente esta polémica se sitúa en el contexto
del auge de Bachelard y Althusser.
Pero, ¿en dónde se coloca realmente la crítica a Althusser? Si fuera sólo
en el punto de no absolutizar el momento teórico, fácilmente se podría
responder que no es el caso, porque en su planteamiento el marxista sólo
afirma que la ruptura teórica con las evidencias del sentido común es un
paso necesario para retornar a la práctica, pero desde otro lugar. Es decir,
que se trataría de un "retorno" en el cual las palabras y las cosas han
transformado su relación.
Si por esta vía no parece prosperar el cuestionamiento de Lourau,
entonces, ¿por cuál otra?

Esta contra-sociología opta [...] por la construcción democrática del


saber confiscada por la tecnoburocracia [ibid.:16].

%
A N Á L I S I S I N S T I T U C I O N A L Y S O C I O A N Á L I S I S

La cuestión se ha desplazado de la ruptura con las falsas evidencias y la


supuesta autonomización de la teoría a la oposición ciencia-democracia.
El desplazamiento de la problemática no implica la eliminación de la
anterior, porque la noción de ruptura es identificada con la opacidad
producida por el efecto Lukács.

Es claro que en los periodos calientes [revolucionarios] el análisis


institucional se generaliza al conjunto de la población, lo cual transforma
en falso problema la famosa exigencia de la ruptura epistemológica
entre conciencia ingenua y saber científico. Y eso no vale solamente
para las ciencias sociales. En efecto, todo el saber social entra en ebullición
[...] las investigaciones esbozadas de pronto se concretan [ibid.:40].

El planteamiento supone que en los periodos "revolucionarios" se


instaura una doble transparencia luminosa, que arrasa con la opacidad
marcada por el efecto Weber y que torna a la totalidad social presente a sí
misma. Y, por otra parte, otra que les surge a los actores sociales que, de
pronto, muestran tal capacidad de análisis que vuelven obsoletos a los
especialistas.
Lo curioso es que así como la transparencia se manifiesta, igual tiende
a desaparecer. Entonces, vuelven los tiempos de convivencia obligada con
los especialistas.6
En realidad, no es "tan claro" que en los periodos revolucionarios se dé
esta totalización de la lucidez, tampoco habría que confundir el acele-
ramiento y trastocamiento de la circulación de conocimientos en periodos
calientes con la capacidad para producirlos. Además, habría que especificar
a qué tipo de conocimientos se refiere Lourau. Obviamente, no todos
están capacitados para producirlos; y no me refiero sólo a cuestiones de
inteligencia, sino fundamentalmente a la posesión de herramientas teórico-
metodológicas, y a la capacidad de objetivar y analizar la propia posición.
Al menos, claro está que un igualitarismo generoso y acrítico sustituya al
examen cuidadoso de lo que efectivamente pasa en los momentos de
supuesta "transparencia".

6
El AI terminó por constituirse en una disciplina más en La Sorbona (Paris VIII), integrando
un doctorado que forma especialistas para tiempos "fríos". Además, entró en el principio de
equivalencia de las territorializadas disciplinas sociológicas.

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T E M Á T I C A

Una cosa es afirmar que los actores sociales no viven en las simples y
falsas evidencias en lo que les concierne —en otros términos, que el efecto
Weber no los determina a tal grado—, y otra que sólo los especialistas en
ciencias sociales pueden opinar acerca de las prácticas de aquellos. Contra
esta segunda dicotomía sí parecen pertinentes las afirmaciones de Lourau.
No obstante, eso no descalifica a los sociólogos en su capacidad de aportar
otro tipo de conocimientos que no sea el puro pleonasmo del producido
directamente por los implicados.
A su vez, la búsqueda de rigurosidad no implica necesariamente el olvido
de la génesis social de lo que se produce ni tampoco deducir de dicha
génesis la producción de conceptos, porque entre la génesis teórica y la
social existe una discontinuidad, aunque no sea radical.
De estos tres intentos de "superación" quedan algunas cosas rescatables.
Entre otras, la voluntad de tomar seriamente a los actores institucionales al
grado de inventar un dispositivo de análisis que intente dilucidar, junto
con ellos, lo que les sucede. Y, por tanto, no expropiarles la información,
sino devolvérselas de doble manera y sobre la marcha del análisis en vivo;
y después, eventualmente, a partir de un texto escrito.
En años posteriores, los sugerentes desarrollos de Lourau acerca de la
implicación replantearán de otra forma las complejas relaciones del
investigador con su objeto de estudio.7 Relaciones que condicionan tanto
el tipo de acercamiento como lo que se deja fuera o silencia. Incidencia,
pues, en la configuración del campo de investigación, en la construcción
del objeto, y en la presentación del resultado final de la investigación.
Es ahí donde el tercer intento de "superación" se recrea por un camino
diferente a los anteriormente señalados. El análisis de la implicación y sus
diferentes planos, en efecto, es un asunto que atraviesa a todas las disciplinas
sociales. Esto amplía el campo del análisis permite que esta "contrasocio-
logía" no quede encajonada en el territorio de las intervenciones socio-
analíticas. Pero —justo es decirlo— no es Lourau el que inventa esa cuestión
ni necesariamente el AI tiene la última palabra.

[Se da] la interferencia de la implicación [en la relación] sujeto-objeto,


en donde las dos nociones de ruptura y sutura son simultáneamente

7
En este punto de la implicación, véase Lourau, 1989 y 1994.

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necesarias [...] Ahí en donde, de hecho, no existe sino un conjunto o,


por decirlo como los físicos, un sistema observador observado [Lourau,
1981-1982:3].

Parte de la cuestión pasa por saber a qué corresponde la "ruptura" y a


qué la "sutura". De otra manera, las metáforas servirán para obturar el
trabajo teórico que hay que emprender para tratar de dar cuenta qué significa
esto en el campo de las ciencias sociales.
En cambio, el estatuto teórico del AI queda muy problematizado porque
la cuestión de la institucionalización ha sido colocada en ese "campo móvil",
por el que recorre una serie de disciplinas y tiende a no quedarse con ninguna,
en un complicado mestizaje. De otro modo, no se entendería la siguiente
afirmación de 1972:

No se pretende haber resuelto la cuestión de la institución, lo cual


supondría no solamente una síntesis teórica, sin duda utópica en sí
misma, entre la economía política, la sociología y el psicoanálisis.
[Nos consolamos] con proponer lo que está, sin duda, en el corazón
de todo eso que resta impensado en las ciencias que vienen de ser
citadas [Lourau, 1972:71].

En este sentido, el AI queda colocado en una posición frágil en la que


no le queda más que rehuir de cualquier intento de sintetizar lo heterogéneo,
estar condenado a moverse sin reposo en ese campo móvil, y no acabar de
fijar mínimamente su posición. Asumiendo con esto, además, todos los
riesgos de un mestizaje confuso compuesto por retazos y, por momentos,
intentando situarse desesperadamente por encima de las disciplinas para
señalarles lo que dejan de lado o lo que les falta. Para, luego, terminar
como una más. Y, a veces, lo suficientemente humilde como para reconocer
que sólo alcanza a percibir algo de lo que queda impensado, no sólo por las
otras disciplinas, sino por el propio AI.

El proyecto político

Este apartado acerca del proyecto político del AI está contenido práctica-
mente en el desarrollo previo. Me explico. Lourau supone que a diferencia

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T E M Á T I C A

de la parusía cristiana —que llegará un buen día para poner punto final a
una situación dada—, los momentos de transparencia revolucionaria son
intensos y puntuales, y los siguen grandes periodos de opacidad. Esta
opacidad-transparencia queda inexplicada. De pronto, los extralúdicos de
ayer no atinan a penetrar la opacidad de la sociedad de hoy.
Lourau tiene "demasiado" claro que en esos periodos todos parecen
volverse "sociológicos", y que fácilmente se dan cuenta del arbitrario que
sostiene a todo orden social. Es el tiempo de los "analizadores históricos",
concebidos como reveladores espontáneos de una situación dada.
La representación del no sangriento mayo francés me parece que
interfiere la capacidad crítica, la cual tiende, a su vez, a volver comparables
diferentes acontecimientos históricos muy diversos, como la Revolución
Francesa, el episodio de la Comuna, y el 68 en París. Por lo pronto, este
último suceso les sirvió a los institucionalistas para pensar en lo que
denominaron como lo instituyente, que habitaría como negatividad en
el corazón de lo instituido.
Frente a la utopía de las parusías laicas y sus promesas, se coloca el
Estado como la gran institución omnipresente que constriñe y busca
imponer su lógica a todas las demás.
Dos elementos básicos describen su accionar:

El análisis institucional parte del principio que el centro está siempre


presente en la periferia [...] esto quiere decir que [...] las instituciones,
lejos de ser formas neutras, "herramientas" funcionales, no existen
sino en la medida en que ellas están basadas en la fuerza del Estado
[...] El Estado no existe más que en tanto está presente en todas las
formas sociales [Lourau, 1977:48].

El otro efecto que sigue lógicamente a ese presencia estatal en las diferentes
formaciones institucionales es el de imponerles tarde o temprano su "ley"
de equivalencia: que todo movimiento termine institucionalizándose y se
vuelva como los otros, es la marca brutal que hace visible al Estado. 8
Si se acepta tal cual el primer postulado, entonces cualquier intervención
institucional, por más pequeña que sea, debería tener por rebote un efecto

8 "Institucionalizarse para una idea, un movimiento, un grupo [...] es volverse equivalente a


las instituciones ya existentes, ser reconocido, legitimado como forma social 'normal', es, por
tanto, entrar en lo instituido" (Lourau, 1977:44).

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A N Á L I S I S I N S T I T U C I O N A L Y S O C I O A N Á L I S I S

sobre el conjunto. Este planteamiento maximalista que ahora nos hace son-
reír tenía hace algunos años un sentido de justificación "progresista"; no
comprometerse a realizar un socioanálisis para contribuir a una reforma.
De ahí que no pocos institucionalistas estuvieran fascinados con la palabra
estallamiento de lo instituido, creyendo que era la encarnación pura de lo
instituyente, produciéndose una analogía entre éste y lo revolucionario.
La lógica que primaba era la del aleteo de una mariposa en China que
tendría repercusiones en el resto del ecosistema político.
La forma Estado en su omnipresencia centralizadora,9 ¿se confundiría
acaso con la sociedad? ¿Todas las instituciones no serían sino sus clones bonsái?.
Ciertas expresiones lo dan a pensar, pero otras contradicen esta lectura. De las
primeras, las siguientes: el Estado como "el condensado de lo económico y
de las otras instancias", o también como "el resumen de la formación social",
y todavía "como el punto de reencuentro y de sobredeterminación de todas
las transversalidades sociales" (Lourau, 1978b:53).
En resumen, resulta más que sorprendente cómo la gran institución, con
esa densidad aparentemente descrita, se. diluya en los momentos "calientes",
y deje ver abiertamente lo arbitrario de sus formas y no, como es su espe-
cialidad, a través de un espejo oscuro. Veamos ahora lo que Lourau piensa
sobre la institución.

La noción de institución

Si el AI postula la especificidad y singularidad de las formas institucionales,


entonces no acepta sin matices la omnipresencia del Estado en éstas. Eso
atenúa el planteamiento maximalista e introduce el cuidado de no reducir
todo al nivel demasiado general de la ley de "equivalencia", ni a la presencia
indiscriminada del Estado en ellas.
La noción de institución en el AI remite a una serie de tríadas que no
implican lo mismo. Así, tenemos la que nos habla de lo instituido, lo insti-
tuyente y la institucionalización; o la que la establece como universalidad,
particularidad y singularidad; o definida no como una instancia de las for-
maciones sociales:
9
"Como la encarnación de la centralización, de la planificación [y] de la unidad nacional"
(Lourau, 1987a: 188).

61
T E M Á T I C A

sino [como] el producto del cruce de los niveles o de las instancias, y


este producto sobredeterminado por el conjunto del sistema a través
de la mediación del Estado [Lapassade, 1977a:21].

Y más aún, en el plano del socioanálisis, las implicaciones sintagmáticas


(o grupales), paradigmáticas (o sociales) y simbólicas (articulación de las
dos series).
Veamos sumariamente de qué se tratan estas nociones. Por lo pronto,
las instituciones no son supraestructuras en el sentido marxista, sino el
producto del cruce de las instancias — recuérdese que así era una de las
definiciones de Estado. Cruce que presumiblemente no sería el mismo en
cada caso, so riesgo de volverlas equivalentes antes de conocer su especifici-
dad. Tampoco se les puede reducir al puro instituido, sino que son el
producto de la dialéctica entre lo instituido y lo instituyente, que es lo que
da lugar al proceso de institucionalización. Se comprenderá que no se pue-
den establecer fáciles analogías conceptuales entre estos dos tipos de tríadas
conceptuales, ya que ni siquiera se sitúan en el mismo plano.
La institucionalización en el AI tiende a fluctuar entre algo que ya se fijó
—principio de equivalencia— y un proceso que nunca puede suprimir lo
instituyente que lo habita y constituye como negatividad radical.

[La institucionalización es vista] como fase activa de estabilización


que niega a la vez la actividad de lo instituyente como negación de lo
instituido y el inmovilismo de lo instituido [...] Políticamente la ins-
titucionalización es el contenido del reformismo [Lourau, 1978:69].

Todo establecimiento empírico puede ser considerado a la luz de estas


trilogías que acabo de describir. Trilogías que no necesariamente se recubren
en otra, que tampoco alude a lo mismo que las anteriores, la de universa-
lidad, particularidad y singularidad (Hegel dixit).

En su momento de universalidad, el concepto de institución tiene


como contenido la ideología, los sistemas de normas, etcétera [...] En
su momento de particularidad el contenido del concepto de institu-
ción no es otro que el conjunto de las determinaciones materiales y
sociales que vienen a negar la universalidad imaginaria del primer mo-

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A N Á L I S I S I N S T I T U C I O N A L Y S O C I O A N Á L I S I S

mento [...] En su momento de singularidad, en fin, el concepto de


institución tiene por contenido las formas organizacionales necesarias
para alcanzar tales objetivos [Lapassade y Lourau, 1974:98 y s.].

Explícitamente, Lourau relaciona esta trilogía con la de instituciona-


lización, aunque —como ya señalé— no son del todo equivalentes ni
parten necesariamente de la misma batería conceptual. Sin embargo,
el concepto de negatividad las recorre.10 Así como en la otra trilogía —la
de las instancias— era la transversalidad la "dimensión fundamental que
atraviesa y funde a todos los niveles de la estructura social" (Lapassade,
1977b:31) vía el Estado. Estas diferentes conceptualizaciones no están
trabajadas ni articuladas concienzudamente, por lo que se sobreponen de
manera confusa. O, cuando menos, para quien esto escribe.
La "transversalidad", noción tomada de Félix Guattari —uno de los
creadores de la terapia institucional—, es descrita por este autor del si-
guiente modo:

La transversalidad [...] tiende a realizarse cuando una comunicación


máxima se efectúa entre los diferentes niveles y fundamentalmente
entre los diferentes sentidos: es el objeto de investigación de un grupo
sujeto [1966:100].

"Grupo sujeto" es aquel que, a diferencia del "grupo objeto", logra


conectar al máximo los diferentes niveles de lo institucional transversalizado.
La transversalidad, en ese caso, será el producto de una dilucidación, aunque
al mismo tiempo es concebida como una "dimensión fundamental". Esta
ambigüedad se constata al juntar lo afirmado por Lourau y Lapassade con
lo de Guattari.

10
He aquí una definición de negatividad que ofrece Lourau: "es la presencia-ausencia de lo
oculto, de lo reprimido, del secreto. Desde esta perspectiva, ella juega en la economía de lo sim-
bólico el papel de fuera productiva, despla7.ando sin cesar el sentido de eso que es dicho y hecho,
revelando la potencia de eso que no es dicho, y de eso que no llega a ser acción" (Lourau,
1972:241). Nuevamente, dicha noción —como la noción de institución— abarca diferentes
órdenes de cosas que no son equiparables. Y, como plus, introduce la noción de "represión"
—al parecer en sentido psicoanálitico— en las instituciones. Se hace presente, de nuevo, la
heterogeneidad que habita a la disciplina institucionalista.

63
T E M Á T I C A

Sin embargo, esto no es lo más problemático, sino lo que se refiere a lo


que se quiere expresar con la palabra "comunicación", ya que fácilmente
podría ser entendida como "articulación" o como lo que "funde todos los
niveles de la estructura social" (Lapassade). Pero, ¿fundir o articular en qué
sentido? ¿Se trataría acaso —como lo dirán algunos años después Deleuze
y Guattari en el anti-Edipo— de "desterritorialización" o de "flujos"? Cuan-
do Guattari ofrece ejemplos de éstos, se inclina a mantenerlos dentro de
los límites de los establecimientos psiquiátricos.
Cuando se habla de la relación del establecimiento con la sociedad,
¿siempre habría que pensar en ésta en su conjunto? Existe demasiada co-
municación supuesta y muy escasos análisis cuidadosos que den cuenta de
la pertinencia y operacionalidad de las nociones.
Me parece que la citada noción más que resolver un problema, lo plantea,
porque no distingue los niveles, las escalas, la especificidad de los pasajes y
lo que se resiste a fluir —y las razones de ello. En el campo de AI muchas
metáforas hacen fortuna y tienden a pasar por conceptos.

El socioanálisis

Ha llegado el momento de abordar la última cuestión, la del dispositivo


de intervención institucional llamado socioanálisis. A partir de los prole-
gómenos que he desarrollado de manera muy resumida, se habrá aprecia-
do que estamos ante una concepción fundamentalmente sociológica que
si bien haría énfasis en la dimensión grupal —dado el tipo de dispositivo
que pone en juego—, la tendencia será pasar rápidamente a la escena
institucional que supuestamente saltaría al primer plano con la sola puesta
en juego del dispositivo.
Por razones de espacio no tendré la posibilidad de ofrecer ejemplos de
intervenciones realizadas por Lourau. Por ello, sólo me limitaré a describir
los elementos que considero centrales del socioanálisis y algunas cuestiones
problemáticas de éste. Saltará a la vista que el Al distingue entre el campo
de intervención y el del análisis, siendo éste mucho más amplio, y no
limitado a la intervención directa.
La siguiente cuestión tiene que ver con la noción de "analizador", ya que
los hay "históricos" (como el de la Columna), "naturales" (el que entra en el

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campo de intervención del staff analítico sin que éste se lo espere, y tiene que
ver con los efectos de la intervención en vivo) y, por último, los analizadores
"artificiales", como el dispositivo construido ad hoc para. intervenir.
Conviene hacer una aclaración. Citando a Antoine Savoye:

Se ha confundido muy seguido analizador potencial y analizador real


[análisis en situación]. La confusión está en creer que un analizador
social tiene en toda situación de intervención un efecto, que su presen-
cia es suficiente para que [...] las contradicciones se expliciten. Desde el
punto de vista de la práctica de intervención, un analizador social no es
jamás sino un analizador potencial [1977:1070 y s.].

En razón de la transversalidad que supuestamente permea a toda


institución, Lourau se pregunta qué aspecto merece atención particular en
una institución. Si la intervención tiende a organizarse alrededor de los
analizadores, ¿cómo se da la aparición y metabolización de éstos en una
situación grupal?

El objeto de análisis no es simplemente el de desdoblar la dimensión


sociológica yuxtaponiéndola a la dimensión psicológica, psicoanalítica,
o psicosociológica, en una dicotomía ecléctica, aunque siempre sea di-
fícil el evacuar esta dicotomía amenazante. Lo esencial de las interven-
ciones se esfuerza por incidir en el análisis de las implicaciones sintag-
máticas [grupales] y el análisis de las implicaciones paradigmáticas
[sociales] ahí en donde ellas se articulan en el lenguaje a nivel simbólico
[Lourau, 1972:159].

Pero, ¿qué entiende Lourau por simbólico?:

Es la socialización total, el acceso al lenguaje de todo aquello que que-


daba como no dicho, indecible o privado de sentido [1972:240 y s.].

Especie de "palabra plena" institucional con la que, al parecer, se preten-


de mirar en la escala micro parusías laicas que veíamos en el plano macro
en relación con los analizadores históricos (exceso de optimismo, quizás).
Con la diferencia de que ésta se consigue a partir de análisis, y la otra llega
y se aleja sin saberse ni cómo ni cuándo.

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T E M Á T I C A

¿Por qué resulta tan difícil evacuar esa "amenazante dicotomía"? Entre
otras razones, por lo que ya vimos acerca del estatuto problemático del
objeto teórico del AI, y de su campo móvil y mestizo. El punto de sutura
de dos lógicas diferentes es difícil de lograr, si no imposible. Más aún, si
Lourau tiende a ver al psicoanálisis como lo individual, constituido por un
imaginario "indeterminado". Doble prejuicio que puede inclinar fácilmente
a tomar partido por la sociología, y que podría llevar a visualizar las repre-
sentaciones psicoanalíticas sólo como el "síntoma" supraestructural de las
auténticas determinaciones sociohistóricas. Lo único que se logra, si se
acepta esta perspectiva, es vaciar la especificidad del aparato psíquico.
No obstante, en el socioanálisis no se trata—según lo expresa Lourau—
de analizar a los individuos y su inconsciente, sino a lo que denomina
como sus implicaciones sintagmáticas grupales para relacionarlas con las
paradigmáticas sociohistóricas. Veamos un breve ejemplo de una inter-
pretación hecha por Lourau en una institución psicoanalítica de grupos,
que le pidió ser analizada. Se trata de la Asociación Mexicana de Psicoterapia
Analítica de Grupos (AMPAG).
Alguien llamado Hernán sueña que el profesor Lourau "es un jugador
extranjero comparado por el club AMPAG". Se trata de un miembro de
esta Asociación, pero también de la llamada Asociación Psicoanalítica Mexi-
cana (APM) —la que se consideraba, hasta hace poco, guardiana de la orto-
doxia freudiana.

Eso sucedía —añade Lourau— durante el transcurso de la última se-


sión en donde otro miembro [...] me había comparado a Hernán Cor-
tés, el primero de los invasores [y] a Maximiliano [...] Los relatos del
sueño durante el curso de este socioanálisis han, sin embargo, llenado
una función en mi espíritu y tienen que ver con los límites de la inter-
pretación en el análisis institucional [Gavarini et al., 1981:66 y s.].

Para poder interpretar este material hay que saber qué niveles tocar y
cuáles no y, además, referirse tanto a la historia institucional como nacio-
nal. En este caso la interpretación de los sueños difiere claramente de la
técnica freudiana. Asimismo, esta vez la totalidad compuesta que consti-
tuye el relato del sueño no se descompone en sus cadenas asociativas que
llevarían a precisar los significantes singulares del soñante. Se trata más

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A N Á L I S I S I N S T I T U C I O N A L Y S O C I O A N Á L I S I S

bien de un relato tomado en su conjunto "grupal", y relacionado rápida-


mente con una situación "realista" que compete a la situación objetiva de la
pareja Lourau, en su calidad de extranjeros.
Obviamente, en el plano más explícito, se le relaciona con dos de los
"invasores" de la historia del país. Uno, Cortés a quien nadie llamó;11 el
otro, Maximiliano, quien sí fue requerido en los balbuceos de la
conformación del México post-independiente. Y, por lo tanto, ¿quiénes
son los supuestos "traidores" que llaman al francés socioanalista? Cuando
menos en su versión: Maximiliano. El hecho de que se mencione a Lourau
y no a su mujer —quien había venido con él para intervenir como pareja
analítica— habla, a su vez, del tipo de contacto que dio lugar a un
equívoco, en donde una parte de los miembros del AMPAG aseguraba
que sólo había contratado al miembro masculino de la pareja. ¿A qué
tipo de fracturas institucionales alude esto, además de la parte que le toca
al propio Lourau, en la conformación de la demanda de intervención?
No queda del todo claro.
Por otro lado, la escena institucional se desdobla con el cruce del AMPAG
y la APM en un doble contencioso: el de la doble pertenencia y, principal-
mente, en la pugna por el intento de control de la segunda sobre la prime-
ra, al grado de "imponerle" el nombre de Asociación Mexicana de Psicote-
rapia Analítica, de Grupo, en lugar del escogido por los miembros de dicha
institución: Asociación Mexicana de Psicoanálisis de Grupo, nombre que
hasta la fecha conserva. Contencioso bifásico tanto de relación de poder
como de tipo teórico: ¿lo grupal es o no psicoanalítico? En este caso, el
cambio de nombre puede ser visto como un prometedor analizador po-
tencial (Savoye).
Los "límites de la interpretación" en socioanálisis —a los que alude
Lourau—, entre otras cosas, implican no tocar lo individual como tal,
sino intentar incluirlo en una escena institucional —o interinstitucional—
de múltiples bandas, como las de ejemplo dado. No se trata tampoco
—como en el modelo de Fernando Ulloa— de reducir el nivel "psi" a
puros mecanismos "abstractos", sin más carne que las que le ofrecen los
contenidos de la escena institucional.
Lo grupal en sus determinaciones "psi" y en la dinámica que se
reconfigura con la puesta en juego del dispositivo socioanalítico conforma
11
Al cual, por cierro, no se le puede achacar que invadió México, ya que todavía no existe.

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T E M Á T I C A

un nivel fundamental de este tipo de intervenciones, en las cuales no todo


debe ser visto como la simple expresión de la escena institucional. Aquí sí se
puede hablar de una intersección que los entrelaza sin confundirlos. Ignoro si
Lourau estaría de acuerdo con esto.
Recapitulemos parcialmente el camino recorrido. Hasta ahora he descri-
to tres elementos del socioanálisis: la diferenciación entre el campo de inter-
vención y el campo de análisis; la cuestión de los diversos tipos de analizadores,
y la problemática intersección de lo sintagmático con lo paradigmático, en la
supuesta palabra plena de lo simbólico. Veamos los restantes elementos que
conforman al dispositivo socioanalítico.

El análisis de la demanda

Todo análisis se ejerce en un campo de fuerzas y, de entrada, el equipo que


va intervenir queda sujeto a los vaivenes disimétricos que ahí se juegan. Se
trata de un campo estratégico y plural.

Al interior de un establecimiento surgen una serie de demandas múl-


tiples y contradictorias, de acuerdo a los diferentes lugares que ocu-
pan [...] los integrantes de dicho establecimiento. La encomienda de
intervención, el encargo, surge en el momento en que una o un gru-
po de demandas es privilegiada respecto de las otras, que son negadas
curvadas, desplazadas o resignificadas. Al staff analítico llega, enton-
ces, una demanda procesada ya por diversas fuerzas al interior de la
institución [...] El proceso analítico será el camino inverso de la cons-
titución de la encomienda. El o los analistas intentarán desconstruir
el encargo hacia las múltiples demandas contradictorias que le die-
ron origen [Manero, 1990:131 y s.].

Se trata de evitar a toda costa el efecto sinécdoque, es decir, tomar la


parte por el todo. Y como en un sueño, recorrer las diferentes series que
nos devuelven el rostro heterogéneo de una demanda que, en primer
momento, parecía homogénea.

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La autogestión del tiempo, espacio y dinero

La autogestión quiere decir una negociación entre el colectivo cliente y


los analistas en vista de administrar las sesiones en cuanto a su duración,
su honorario, y su funcionamiento, y de determinar el modo de remu-
neración de los analistas. Remuneración en la cual el monto no está
fijado de entrada [Ville, 1978:90 y $.].

En realidad, la proposición de la autogestión no sale espontáneamente


del "grupo cliente", sino de los postulados del dispositivo socioanalítico.
Sería más correcto hablar de una heterogestión. Eso, a su vez, implica que
en los lugares donde se implanta una intervención el ejercicio del poder se
"suspenda" —según lo afirma Patrice Ville—, para que el AI pueda investir
el establecimiento. Pero, ¿se suspende, o más bien se actúa a medida que
marcha el proceso? Más bien pareciera lo segundo.
En cuanto al dinero —como bien lo señala Fabienne Fillion—, se
inscribe en una problemática social, en la cual habría que tomar en cuenta

el mercado de las intervenciones, el lugar de los intelectuales [y] las


prácticas universitarias [...] La regla fundamental es que el pago [...]
su costo y su modalidad deben "hablar" y "dar a ver" la dimensión
institucional [...] el estado de las contradicciones que la atraviesan
[1882-1883:31 y s.].

Con el dinero utilizado como analizador construido, estamos ante un


desdoblamiento de la lógica económica que puede llegar a tener efectos
paradójicos. Por una parte, el equipo analítico se sitúa en el estatuto de los
que cobran por su trabajo, pero, simultáneamente, el cobro queda investido
de otro sentido que no es el estrictamente remunerativo. Digamos que se
trata de un capital simbólico que puede provocar que los analizados no
sepan a cuál recurrir en caso de conflicto con el equipo interviniente. 12

12
Lo mismo puede pasar en el caso del psicoanálisis.

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T E M Á T I C A

La asamblea general y el decirlo "todo"

Ambos elementos resultan coherentes con el planteamiento de incluir to-


dos los niveles que configuran al establecimiento —transversalidad—, con
el fin de evitar los encapsulamientos y las fugas en los circuitos paralelos
del rumor y la fragmentación comunicativa: que nadie que tenga algo
qué decir acerca de la marcha institucional quede fuera. A veces,
implementando esta posición de manera indiscriminada se llega a situa-
ciones incontrolables.13
La reunión en presencia de todos los actores institucionales crea un
efecto grupal radicalmente diferente al funcionamiento habitual de la
vida de los establecimientos. Este efecto grupal se acompaña, en general,
de situaciones de angustia porque lo que se intenta mantener disociado
y fragmentado anuncia, de pronto, aunque sea sólo de manera potencial,
su posible reunificación en el hecho de estar todos juntos.
Además, ese tipo de escenificación resulta muy exigente y complicada
para quienes están en una situación jerárquica de subordinación, y a veces
no sólo para ellos. La regla de hablar de lo que ocurre en el lugar se ejerce en
un aparente igualitarismo grupalista que sólo imaginariamente neutraliza
la estructura de poder institucional efectiva. El tipo de grupo que ahí se
analiza no tiene nada qué ver con los que se realizan en talleres de asistencia
libre el fin de semana o con los grupos psicoanalíticos en el consultorio.
Ahí la palabra puede circular de otra manera, sin esperar las repercusiones
que se pueden dar por estar en una posición subordinada en la jerarquía
institucional. Los compromisos con el decir son más individuales y el
poder institucional está bastante atenuado.
A diferencia del dispositivo sociosicoanalítico de Gerard Mendel, que
trabaja con lo que denomina "clases institucionales", es decir, con miem-
bros de un mismo nivel jerárquico —esto también tiene ventajas e incon-
venientes—, o de Fernando Ulloa que va implementando un proceso
inclusivo gradual, la asamblea general del AI intenta, desde un inicio, in-
cluir a todos. Y por esto se paga un precio.
13
Como lo que sucedió con la intervención de Rene Lourau en la Universidad Autónoma
Metropolitana-Xochimilco, por encargo de la División de Ciencias Sociales y Humanidades, en
donde entraban espectadores que no eran del departamento que pidió la intervención, y ni
siquiera de la universidad citada. ¿Cuál es el límite de la transversalidad?

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A N Á L I S I S I N S T I T U C I O N A L Y S O C I O A N Á L I S I S

En síntesis, de este somero recorrido crítico por algunas de las aportacio-


nes de René Lourau queda la impresión de la vulnerabilidad de su propuesta
epistemológica, que fluctúa entre la inconsistencia, la promesa, y la descrip-
ción. Descripción que, desgraciadamente, no profundiza en un buen núme-
ro de cuestiones pertinentes, como la del "enigma" de la institucionalización,
o en qué consiste la negatividad de las instituciones, y si se nota en su proyec-
to político —demasiado datado— una simplificación de la cuestión del
Estado y de la transversalidad. Me parece, a pesar de ello, que de dichas
aportaciones resultan rescatables, entre otras cuestiones, la de la implicación
y la del dispositivo socioanalítico. Esto siempre y cuando se renuncie a pre-
sentar al AI como la única sociología institucional autorizada y a las otras
propuestas como intentos fallidos.

Bibliografía

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