Cabello Fallo Completo
Cabello Fallo Completo
Cabello Fallo Completo
Sala III
Puestos los autos en Secretaría por diez días, a efectos de los arts. 465 parte
1ª y 466 CPPN., la defensa amplió los fundamentos del remedio intentado (fs.
3418/3426). Por su parte, ni el representante del Ministerio Público Fiscal ni la
querella hicieron uso de tal derecho.
Finalmente, habiéndose cumplido con las previsiones del art. 468 CPPN.,
según constancia actuarial de fs. 3468, y previa agregación de breves notas
acompañadas por la querella (fs. 3456/3460) y por la asistencia técnica del
imputado (fs. 3461/3467 vta.), el expediente quedó en condiciones de ser
resuelto.
2. La prueba no admitida
Con invocación de los arts. 169 , 170 , 394 , 396 , 398 y 399 CPPN., el
recurrente manifiesta que "... se llegó a decisión en violación a las normas de
orden público que rigen el debido proceso por haberse omitido labrar el acta del
debate con anterioridad al dictado de la sentencia...", lo que, a su juicio,
conduce a la nulidad de la deliberación, la sentencia y de las actas
incorporadas con posterioridad a la lectura de la parte dispositiva. Agrega que
"... si hubo deliberación sobre la prueba producida y las peticiones de la partes,
el conocimiento de ellas tuvo lugar por otra vía diferente que el acta de
debate... Pero en atención a lo breve de la deliberación, necesariamente se
concluye que no hubo análisis alguno ni de notas, ni de grabaciones. No existió
deliberación lo que acarrea la nulidad de la sentencia".
Por lo demás, agrega que como todo acto procesal, para ser válido como tal,
debe ser efectuado no sólo en la forma prescripta por la ley, sino en tiempo
oportuno, y tal como surge diáfanamente de la lectura del plexo adjetivo, la
oportunidad de suscribirse el acta de debate es precisamente al final de cada
audiencia (art. 139 CPPN.) o, como último término, al concluirse el debate, pero
"siempre con anterioridad a la sentencia".
4. La arbitrariedad de la sentencia
Finalmente, aduce que la sentencia se encuentra aparentemente fundada, se
basa en la subjetividad del juzgador, contiene vicios lógicos, afirmaciones
dogmáticas, una arbitraria selección de la prueba a la que también parcializa,
omite considerar cuestiones conducentes, e invierte la carga probatoria.
A. Así señala que "Es dogmática la afirmación de que él y nadie más que él
(Cabello) puso su energía al momento del hecho, puesto que sólo `él decidió
apretar fuerte el pedal' al conducir `vertiginosamente' su rodado". Sobre el
punto pone de resalto que nunca la defensa negó que Cabello circulara a
excesiva velocidad, pero sin perjuicio de la imposibilidad de producir la totalidad
de la prueba propuesta, existe certeza -a su entender- de que de acuerdo con
las probanzas producidas durante el debate, esa afirmación aparece
dogmática, al igual que la ajenidad del BMW en el lamentable suceso, pues
existen indicios serios, precisos y concordantes sobre la ocurrencia de un toque
al rodado de Cabello.
Así las cosas, manifiesta que el tribunal funda un consentimiento para competir
evidenciado por "las inapropiadas distancias entre los vehículos" y ello no
resulta una deducción lógica válida del hecho de que dos automotores circulen
a poca distancia o a distancia inapropiada que estén corriendo una carrera.
Cualquiera sea la velocidad a la que se desplacen. Y tampoco, agrega, puede
deducirse de ello un "consenso vehicular habido por el gusto de correr
extralimitadamente" como se afirma en la sentencia; y lo único que puede
concluirse es que el rodado que iba por detrás cometió una violación a la ley de
tránsito y esa falta no puede ser atribuible a quien circulaba por delante.
D. Desde otro ángulo expresa que discrepa con la afirmación del tribunal a quo
"Que sólo él pudo tener facultades de dominio interruptivas de `su acelerada',
estando probado que su voluntad le indicó no cesar ni evitar la misma. Que esa
aceptación, la participación en una carrera callejera posee `... despreocupación
egoísta del imputado por el suceso eventual...', aclarando que asintió
originariamente llevar adelante la acción de velocidad extralimitada `de
cualquier modo y ante cualquier riesgo'".
E. Expresa la asistencia técnica del imputado que "El escándalo del apartado
participación encuentra su cúspide, cuando luego de exponerse las infundadas
premisas del silogismo, sostiene el tribunal que esta defensa tuvo plenas
facultades y no pudo revertir la imputación fiscal instructoria, calificando las
alegaciones de esta parte como `apartadamente abstractas de la realidad
probatoria', sin fundamento claro y coherente". Al respecto sostiene que huelga
señalar que la libertad y amplitud probatoria no ha sido un extremo que
caracterizara el desarrollo de ese proceso, por lo menos en relación con lo que
la defensa pretendió probar.
Señala que esta aseveración no es cierta y que ello tampoco se extrae del
informe psiquiátrico elaborado por la Lic. Scaglia, quien manifestó en la
audiencia que "Cabello no es una personalidad violenta o agresiva". Reconoce
que es cierto que del informe psicológico de fs. 57 surgen en la personalidad de
Cabello rasgos narcisistas y obsesivos, pero el egocentrismo no se deduce de
aquéllos, sino de la inmadurez. Y preguntada expresamente la profesional en la
audiencia al respecto, ésta expuso que el egocentrismo está relacionado con la
inmadurez: "un egocéntrico es un chico".
Sin embargo, a pesar de ello el tribunal incorporó por lectura las vistas
fotográficas de fs. 774 y admitió interrogar al testigo Grassano, empleado de
Covinet S.A. al respecto, quien expresó que dicha arteria era parte de la
Autopista Illia y que abarcaba desde 9 de Julio hasta Costanera y desde el
puente de Cantilo hasta la Gral. Paz (ver fs. 2540), justificándose de ese modo
también porque en el suceso interviniera personal de dicha empresa.
H. En este punto, la defensa de Cabello expresa que "aun dentro del apartado
`Participación' el tribunal afirma que la calificación sostenida señalada por esta
defensa no resulta `... factible...', adelantándose a la cuestión" y, asimismo,
deja entrever "los verdaderos argumentos que fundan la calificación del
homicidio simple: La gravedad del suceso".
Apunta la asistencia técnica que a partir de allí el a quo recurre a una serie de
fórmulas abstractas, afirmaciones dogmáticas y juicios que presiden de los
principios de la lógica. Indica que un ejemplo de ello es utilizar una fórmula
abstracta para afirmar la configuración del dolo eventual "una conglobación
interrelacionada entre los matices expuestos, indicando una búsqueda
consciente y lúcida del riesgo asumido con desaprensión e indiferencia... y el...
desprecio hacia los valores del prójimo". Así, expresa que en otro párrafo se
asegura "... que omite pensar en el otro a quien no lo piensa ni se lo respeta...
no merituar la presencia del otro" implica la posesión inicial de un sentimiento
antisocial sentimiento ante el cual "el prójimo no existe", "quedando claro que
en este tipo de personalidades, pedirle una reacción mínima de pensamiento
y/o solidaridad hacia el otro es imposible".
Idéntica crítica dirige el impugnante hacia el análisis que efectúa el tribunal que
atribuye responsabilidad objetiva como consecuencia de la violación del límite
de velocidad, prescindiendo de valorar el elemento subjetivo. Los sentenciantes
afirman que cuando el conductor asume violar el límite de velocidad
"transforma... su auto en una cosa peligrosa que sólo `dispara'. El auto pasa a
ser... un arma más".
No basta con señalar que quien decide hacer picadas aun en la hipótesis de
haber existido, y la acepta, conoce el riesgo de muerte y que no es nada
incompatible con la convergencia subjetiva para cuyo fin es suficiente la
representación, pues ello no es más que una suposición en la que no se puede
fundar un juicio de reproche.
Pone de resalto el impugnante que una vez más se deja a la luz la atribución
de responsabilidad objetiva y el vaciamiento del dolo.
Apunta que otro desafío a la lógica lo constituye deducir del hecho de que
Cabello supiera que un amigo tuviera un accidente, que conociera la aptitud
letal del uso de un vehículo automotor y mucho menos la posibilidad de
producir la muerte de un tercero. En definitiva, lo único que pudo deducir del
accidente de su amigo es un eventual riesgo de proferirse lesiones en caso de
quedarse dormido, no de estar despierto y en control de su vehículo.
Q. Continuando con la crítica del fallo atacado, señala que el tribunal hace una
enumeración de factores externos que a su juicio ponen en evidencia que
Cabello careció de límites y violó concientemente la ley, omitiendo referirse a
otros factores.
Por otra parte, la obsesión por los rodados no resulta factor de riesgo alguno de
acuerdo con los informes, por lo que en todo caso se trata de una afición de
Cabello que no puede ser merituada para agravar la pena.
Finalmente, recuerda que la pena debe guardar cierto grado de relación con la
magnitud del injusto pero también con la culpabilidad, y en el caso concreto,
según lo entiende el tribunal, la conducta del imputado se encuentra en el
grado inferior de culpabilidad dolosa, lindante con la culpa, por lo que resulta
incomprensible que alcance 12 años cuando el mínimo es de 8, en particular si
se merituaron circunstancias atenuantes de incuestionable trascendencia como
la falta de antecedentes, y la corta edad del imputado.
Repárese que el recurrente manifiesta que con "el carácter sorpresivo de las
resoluciones dictadas... se restringió -por ejemplo- el derecho de recusar que le
asistía al justiciable...". Ahora bien, no sólo fue la propia defensa quien solicitó
el apartamiento del Dr. Cisneros, sino que en su impugnación no invoca causal
alguna que hubiera motivado de su parte la recusación de Bergés, por lo que lo
argumentado no resulta suficiente para demostrar el agravio que invoca.
Idéntica postura fue adoptada por la Corte Suprema de los Estados Unidos a
través de la doctrina del harmless error, aplicable cuando se produce una
irregularidad esencial en el proceso pero que, en definitiva, no causa perjuicio
alguno.
Debe recordarse que el recurso de casación, para ser admisible, debe estar
debidamente fundado lo que implica, además de otras exigencias, no sólo citar
las normas que se consideren inobservadas y dar argumentos concordantes
con el agravio expuesto, sino también ser fiel a los hechos de la causa, no
desconociendo expresa o implícitamente las argumentaciones emitidas en el
pronunciamiento que se ataca.
Valga recordar nuevamente cuanto lleva dicho esta sala (causa 2430
"Gutiérrez, Alejandro s/rec. de queja" reg. 682/99 del 9/12/1999, entre otras),
que del contexto de las disposiciones contenidas en el ordenamiento ritual y en
particular del art. 445 , se desprende la regla según la cual se le atribuye al
tribunal de alzada el conocimiento del proceso sólo en cuanto a los puntos de
la resolución a que se refieren los motivos del agravio (tantum devolutum
quantum appellatum).
De esta regla surge el principio de que el interés es la medida del recurso, sin
perjuicio de consagrarlo explícitamente el art. 432 párr. 2º CPPN.: "el derecho
de recurrir corresponderá tan sólo a quien le sea expresamente acordado,
siempre que tuviere un interés directo". Desde el punto de vista objetivo, para
que exista un interés, la resolución debe tener un contenido desfavorable para
el impugnante, a efectos del ordenamiento jurídico, concretamente y no según
su apreciación subjetiva (Fernando De La Rúa, "La Casación Penal" , Edit.
Depalma, ps. 186 y 187).
Tales son las reglas que gobiernan la admisión de prueba en esa etapa del
proceso, las que tampoco resultarían alteradas si se aceptase la aplicación al
caso de las previsiones del art. 299 CPPN. que demanda la defensa, pues
dicha norma remite al art. 304 que también hace referencia a la "pertinencia" y
"utilidad" como características de los hechos que, aludidos por el imputado en
su declaración, habrán de ser investigados por el juez.
Por lo demás, si bien el Alto Tribunal ha señalado que la garantía del art. 18
CN. "requiere indispensablemente -en cualquier clase de juicio- que se oiga al
acusado y, además, que se le dé alguna oportunidad para producir la prueba
de descargo de que quiera valerse" (Fallos 243:201; 246:357; 247:419; 248:85;
298:308 y muchos otros) también ha declarado que la mencionada garantía "no
impone que los litigantes deban ser oídos y tengan el derecho de producir su
prueba en cualquier momento y sin ninguna restricción de forma". Confiere, por
el contrario "solamente un derecho cuyo ejercicio debe ser reglamentado por
las leyes de procedimiento a fin de hacerlo compatible con el derecho análogo
de los demás litigantes y con el interés social de obtener una justicia eficaz"
(Fallos 185:242).
A poco que se examine el auto proveyendo la prueba ofrecida por las partes
(conf. fs. 1837/1841), se advierte sin hesitación que los motivos brindados por
los magistrados para el rechazo de la ampliación de la pericia accidentológica
como la realización de un estudio psiquiátrico al imputado y la prueba
documental aportada, contienen suficiente fundamento. Por lo demás, repárese
que en la audiencia de debate la defensa estuvo en condiciones de requerir
libremente a los expertos convocados cuanta explicación, aclaración o
ampliación creyese necesaria ya que aquéllos prestaron declaración testimonial
en esa oportunidad.
Ello así, toda vez que el impugnante ha ignorado los argumentos por los que el
a quo ha rechazado la invocada nulidad, desconociendo algunas de las
argumentaciones que el tribunal de juicio tuvo en cuenta para resolver del
modo en que lo hizo.
Es que al haber ignorado el recurrente alguno de los motivos por los que se
llegó a la conclusión que censura, los ha dejado incólumes, privando al recurso
de la debida fundamentación. Por lo demás, tal instrumento no incide en
absoluto en el resultado al que habremos de arribar.
VI. Que desechados los anteriores planteos efectuados por la asistencia letrada
de Sebastián Cabello, habremos de abocarnos al tratamiento de aquellos
vinculados a la arbitrariedad de la sentencia.
Todos estos principios, que no agotan por cierto, la interesante temática que
nos ocupa, son aquellos que los jueces sentenciantes habrán de tener en
cuenta al elaborar el paso procesal por excelencia y con el que culmina el
juicio, y también son rectores para el Cuerpo, que revisará si han sido o no bien
aplicados.
Así se tuvo por acreditado en la sentencia que: "el 30/8/1999, siendo cerca de
las 2 hs de la madrugada, con excelente visibilidad, Sebastián Cabello (al que
acompañaba su amigo Daniel C. Pereyra Carballo) decidió sin motivos de
apuro y con aceptación del riesgo por ambos, correr una anormativa `picada'
-sin importarle- con el auto `Honda Civic', dominio RFH-064, propiedad de su
padre, junto al menos otro vehículo (`BMW') por Av. Cantilo (desde la bajada
del Pte. Illia) a velocidad antirreglamentaria, inusual, impropia y extralimitada
para la zona, hora y circunstancias (137,65 km/h) y en ese contexto
-efectuando una abrupta maniobra hacia la derecha (`volantazo')- embistió por
atrás al `Renault 6', dominio VYY-089 en el que circulaban -a menor velocidad y
con sus luces reglamentarias prendidas- Celia E. González Carman (38 años
de edad) y su hija V. R. (de 3 años), provocando la muerte por carbonización de
ambas a raíz del rápido incendio que produjo el impacto, resultados finales
éstos que Cabello -dada su educación, conocimientos, volición y lucidez- se
representó como posibles consecuencias de su decidida participación
voluntaria en correr, y optó por esa conducta de correr al resultarle indiferente
el prójimo y los resultados que -previamente- despreció y asumió,
preocupándose luego del luctuoso hecho sólo por el estado dañado de su
rodado `Honda' embistente y no por las víctimas" (conf. fs. 2667 vta.).
En esta empresa cabe memorar que "Dolo es la voluntad realizadora del tipo,
guiada por el conocimiento de los elementos del tipo objetivo necesarios para
su configuración. En el dolo, este conocimiento es siempre efectivo y recae
sobre los elementos del tipo sistemático objetivo (incluyendo los elementos
normativos de recorte) y también sobre los imputativos del tipo conglobante"
(conf. Zaffaroni, E. Raúl, Alagia, Alejandro y Slokar, Alejandro, "Derecho Penal.
Parte General", Ed. Ediar, p. 495, lo resaltado no nos pertenece).
Para estos autores habrá dolo eventual cuando, según el plan concreto del
agente, la realización de un tipo es reconocida como posible, sin que esa
conclusión sea tomada como referencia para la renuncia al proyecto de acción,
dejando a salvo, claro está, que esa posibilidad se corresponda con los datos
de la realidad. Se trata de una solución en la que se acepta seriamente la
posibilidad de producción del resultado (conf. p. 500 y sus citas).
En los autos "Cejas, Alberto F. s/rec. de casación" (de esta sala 3ª, reg. 736/04,
del 30/11/2004), el Dr. Tragant en su voto sostuvo que "el dolo eventual
requiere que el autor se represente la realización del tipo como posible o, que
considere seriamente como posible la realización del tipo legal y se conforme
con ella (Bacigalupo, Enrique, `Manual de Derecho Penal. Parte General',
1998, Ed. Temis, p. 112 y ss.). Por otra parte, la subjetividad del agente en el
homicidio culposo se inserta en un marco distinto, por cuanto el tipo requiere
que se trate de un resultado encuadrable dentro de los esquemas de la culpa
en un sentido de previsibilidad, concepto éste que fija los límites subjetivos de
la figura. En el homicidio culposo está ausente en el ánimo del autor cualquier
voluntad, directa o eventual de dañar a un tercero. La imputación del hecho no
se funda aquí en la voluntad de dañar en alguna medida la persona ajena, sino
en alguna de las formas de la culpa admitida por la ley (art. 84 )" (Núñez,
Ricardo C., "Tratado de Derecho Penal", t. III, vol. I, 1988, Ed. Lerner, p. 157).
Sobre el particular debe puntualizarse que, sin que alcance al nivel de una
contradicción invalidante del fallo, se desliza que "El delito de homicidio
consiste en poner fin a la vida de una persona, un ser humano, en aniquilar la
vida de otro, y en esta causa han sido dos (madre e hija) las víctimas inocentes
de un rodado utilizado con conciencia, indiferencia legal y social como arma
ofensiva y vulnerante, siendo esta consecuencia no directamente querida por el
imputado aunque sí actuando y aceptando en sus absolutas preferencias el
riesgo, a todo lo cual nos referiremos en el siguiente punto" (conf. fs. 2696 -el
subrayado nos pertenece-).
Sobre el particular cabe señalar que "en el dolo la prelación lógica coincide con
la prioridad cronológica: el aspecto intelectual del dolo siempre debe estar
antepuesto al volitivo. Los actos de conocimiento y de resolución son anteriores
a los actos de acción, pues éstos no pueden existir sin un previo conocimiento
que permita tomar una resolución determinada. Dado que el dolo es el fin
tipificado, la finalidad es lo que da sentido a la unidad de conocimiento. Sin
conocimiento no hay finalidad aunque puede haber conocimiento sin finalidad"
(Zaffaroni, Alagia, Slokar, "Derecho Penal. Parte General", p. 497).
IX. Por último, respecto del reproche dirigido también contra la sentencia en lo
que concierne al monto de los honorarios regulados al Dr. Parrilli si bien en el
fallo no se hace un desarrollo de los fundamentos por los que se fija la suma de
$ 70.000, de la lectura de las actuaciones es posible sostener que no se trata
de una suma excesiva.
II. Hacer lugar parcialmente al recurso de casación deducido por los Dres.
Alejandro Novak y Eugenio Blanco, sin costas; casar parcialmente la sentencia
glosada a fs. 2523/vta. y 2631/2708, punto dispositivo I, Calificar
definitivamente el hecho cometido en perjuicio de Celia E. González Carman y
V. R., como constitutivo del delito de homicidio culposo con multiplicidad de
víctimas, y, en consecuencia, condenar a Sebastián Cabello -de las demás
condiciones personales obrantes en autos- como su autor penalmente
responsable, a la pena de tres años de prisión, inhabilitación especial para
conducir vehículos automotores por el término de diez años y costas (arts. 29
inc.3,40,41,45 y 84 Código Penal y 456 inc. 1, 470, 530 y concs. CPPN.).