Histeria Masculina
Histeria Masculina
Histeria Masculina
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Luciano Lutereau
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Resumen: Summary:
Este artículo se propone interrogar la his- This article aims to interrogate the hysteria
teria en el varón, a partir de la pregunta in the male, from the question concerning
relativa a la incidencia que la especifici- the incidence that the masculine specificity
dad masculina presta al tipo clínico, en la lends to the clinical type, considering that,
medida en que, para aquella, la vía fálica for that, the phallic way requires a test of
requiere una puesta a prueba de la poten- the power and the possibility of its symp-
cia y la posibilidad de su sintomatización. tomization. Thus, the importance of distin-
Así es que puede advertirse la importancia guishing between male hysteria, seductive
de distinguir entre histeria masculina, po- position, and homosexuality can be seen in
sición seductora y homosexualidad, para order to raise the true significant clinical
que se plantee la verdadera diferencia clí- difference: that for which today many ca-
nica significativa: aquella por la cual hoy ses of male hysteria are confused with ob-
en día muchos casos de histeria masculina sessive neurosis, or with pictures as phobia
se confunden con la neurosis obsesiva, o or borderlines.
con cuadros como la fobia o borderlines.
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Clínica de la histeria masculina
Clinic of male hysteria // Luciano Lutereau
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Estas líneas avanzan en sentido contra- La idea también es atractiva. Acaso ¿no se
rio. Antes que un ascenso de lo femenino afirma hoy en día que muchos de los hom-
a la esfera pública, determinados fenóme- bres son “fóbicos” o, incluso, “histéricos”?
nos sociales contemporáneos demuestran Sin embargo, antes que un tipo clí-
que los hombres (varones y mujeres) ya no nico, quizá sea más interesante ubicar la
tienen interés en continuar asociados a la posición de niño en que se encuentran los
potencia del falo. Esta podría ser una for- hombres de nuestro tiempo. Esto es algo
ma menos tonta de entender el desenlace que también Lacan supo entrever, en el
del patriarcado: ya no hay hombres... en el “Discurso de clausura de las Jornadas so-
sentido tradicional de la palabra. bre psicosis en el niño” (1967), cuando se
Pensemos un ejemplo. Suele hablarse refirió a nuestra época como la del “niño
hoy en día de “femicidios”. Evaluar la per- generalizado”.
tinencia de esta categoría es poco intere- En cierta ocasión, un analizante anun-
sante. Mejor atendamos a la circunstancia ciaba su separación en los siguientes térmi-
siguiente: se vincularía este tipo de violen- nos: “Soltero de nuevo”. La pregunta con
cia con la consideración de la mujer como que lo interpelamos fue inequívoca: “¿Sol-
objeto. Sin embargo, en diferentes casos tero o en adopción?”. Ya no hay hombres,
se comprueba todo lo contrario; es lo que sino niños, en un mundo que sólo ofrece
ocurre cuando muchas veces el varón que la posibilidad de consumir a falta de ex-
ataca a la mujer lo hace a partir de sentir periencia.
celos. El varón celoso de nuestro tiempo Asimismo, de modo ocasional, nos en-
ya no corre en busca de su rival, al que contramos con sujetos cuya posición de
desafía a través de un duelo; por el con- seductores “natos” es particularmente in-
trario, vive atormentado por el goce que cómoda. La mayoría de la veces se trata
le supone a la mujer. “Mientras yo estoy de hombres que no pueden dejar de in-
acá hablando, ella seguro está pasándola miscuirse en diversos deseos con los que
bomba...”, decía un analizante mientras se se cruzan, al punto de que luego, no pocas
retorcía en el diván. veces, terminan quejándose del particular
Ya no hay duelo, ya no hay hombres. esfuerzo que les requiere estar a la altura
Sólo existen los retornos imaginarios del de lo que han generado. Como contrapun-
goce que se supone a las mujeres. Porque, to, es una queja corriente de las mujeres
si como decía Lacan en los ‘70: “La mujer de nuestra época hablar de una “histeria”
no existe”, sólo queda fantasearla. Este es masculina, como un modo de referirse a
el sueño eterno del mundo contemporá- esos hombres que sólo se erotizan prelimi-
neo. La mujer ya no es objeto, sino sujeto narmente, que disfrutan de la seducción y,
supuesto al goce, y esta hipótesis podría luego, en el momento de condescender al
volver inteligible muchos de los actos vio- deseo, desaparecen.
lentos de esta época. Por cierto, si la cuestión de la seducción
Por otro lado, en el seminario La rela- no ha despertado demasiado interés en la
ción de objeto (1956-57) Lacan propuso teoría psicoanalítica, esto puede deberse
una indicación inquietante al comparar también a un motivo estructural: por lo ge-
al varón contemporáneo con el caso de neral, cuando se interroga la vida amoro-
Freud conocido como “El pequeño Hans”. sa, se intenta esclarecer las condiciones del
Este aspecto se comprueba en una di- porque en cierta medida, podría decirse,
ferencia superficial, pero de cierto interés ya incluía un tipo de respuesta, la del sín-
clínico, que podemos destacar: es más toma. Y dado que este hombre ya había
o menos corriente en casos de histeria transitado anteriormente por la experien-
masculina que sean proclives a prácticas cia del análisis, nos autorizamos a una in-
de ejercicio del cuerpo que implican una tervención precipitada, en busca de algún
superación constante en el rendimiento. efecto asociativo: “Si su madre tiene un
Aquí el culto de la corporalidad no cuenta pene, eso demuestra que tiene algo mejor
como deporte, en el que suele haber riva- de lo que ocuparse… que no es usted”. El
lidad o técnica (como ocurre, por ejem- efecto fue aliviante, y condujo a que este
plo, en el boxeo). Es, por ejemplo, lo que hombre hablara de la relación con su ma-
podría pensarse con la práctica actual del dre, vínculo en el que se recortaba una
crossfit, donde se realiza una práctica de particular posición que llamó “dependen-
vaciado de goce del cuerpo, en base a su cia”: a pesar de su edad (más de 30 años)
extenuación. Antes que el conteo fálico todavía conservaba el hábito de pedirle
de la disciplina, aquí se busca esa brecha ciertos “favores” a su madre. Le llama la
en que un movimiento apunta al límite en atención de que se trate de tonterías: hacer
que una flexión no es otra flexión, sino la un trámite, que perfectamente él podría
asíntota entre una y otra. He aquí una for- hacer por su cuenta; comprarle medias en
ma femenina de suponer un goce o, mejor un viaje, etc. En este punto se le indicó el
dicho, una forma histérica de suponer el carácter sexual que, en nuestro idioma,
goce femenino. tiene la palabra “favor”. El efecto fue de
Pasemos a un caso. Se trata de un hom- sorpresa y risa.
bre que consulta, luego de un análisis pre- En una ocasión posterior, a propósi-
cedente, por un sueño que lo inquietó. Ya to de la relación con su madre, se define
de por sí es poco frecuente que alguien como alguien que hace “ofrendas” a su
consulte por un sueño; no obstante, la madre. “Ofrendas para que no se ofenda”,
reiteración de un sueño que había tenido respondemos. Esta intervención lo condu-
en su adolescencia (en una época en la ce a hablar de lo que implicó la paterni-
que había tenido preguntas relativas a su dad en su vida. Resume su historia sexual
orientación sexual) le produjo un efecto como la de quien pasó de ser un seductor
de angustia: en el sueño, su madre tenía de mujeres a una especie de pollerudo…
un pene. Si bien se considera heterosexual, pero de su mamá. Ha tenido varios pro-
está casado y tiene un hijo, aun así busca blemas con su esposa por el lugar que
hacer caso a esa formación de su incons- otorga a su madre en la crianza de su hijo.
ciente, “porque de la sexualidad nunca se Advierte que en más de una ocasión le en-
está seguro”. cargó su cuidado en situaciones triviales
La pregunta que se le formuló, enton- que podría haber resuelto de otro modo.
ces, fue: “¿Por qué piensa que soñar con Se trata, entonces, de un interés –que no
una madre con pene implicaría una mo- logra descifrar muy bien– por el hecho de
dificación de su heterosexualidad?”. Esta “apegar” a su hijo con su madre. Su espo-
pregunta permaneció como un telón de sa se ha sentido destituida por esta situa-
fondo de varias sesiones, sin respuesta, ción, eventualmente le han parecido justi-
ficados esos celos. Le decimos: “Los celos defensa eficaz contra el deseo. En su fan-
de su esposa podrían deberse a que usted tasía, este hombre se defiende de la seduc-
parece el marido de su madre”. “Ah, ¡el ción del padre, a quien queda reservada
Edipo!”, dice este hombre con una sonrisa la posición deseante, y ante esa coyuntura
irónica. “No del todo, porque en este pun- asume la actitud del proveedor: un hijo a
to no quedaría explicada su pregunta res- la madre, la oreja a las amigas, el goce que
pecto de la homosexualidad. En todo caso, le supone a la mujer.
diría que usted ofrece un hijo a su madre, En este punto, si hay un rasgo que se
parece un marido, pero para encubrir una aproxima a un síntoma histérico en este
relación con su padre: si la madre tiene lo caso es el particular rechazo que le produ-
suyo, entonces el padre puede quedar para ce su erección, cuando ésta se revela como
usted”. mera “calentura”, y ya no en el marco de
Por esta vía, la relación con la madre es una situación seductora. Cuando él ya no
el velo de una fantasía de seducción respec- es el seductor, es el seducido. Su vida trans-
to del padre. De este último, el analizante curre en una compensación del sentimien-
sostiene que se trata de un hombre difícil, to que le produce sentir que podría ser un
del que recuerda una frase en los inicios de hombre como los otros, es decir, cortado
la adolescencia: “Tu madre sufre el sexo”. por la horma del deseo fálico. Es notable
Esta afirmación fue elaborada por él en un que aparezca en el material la cuestión de
análisis anterior, en el punto en que pudo una pregunta por la homosexualidad; sin
advertir el carácter sádico que la relación embargo, no se trata más que de la pre-
sexual tendría: un hombre daña a una mu- gunta histérica por el ser sexuado que en-
jer con su deseo, por eso en su vida erótica carna la histeria como tal, es decir, sin re-
él se ofrece en la vía del amor; es genero- caer en un conflicto respecto de un modo
so, atento, siempre dedicado a satisfacer el de goce estrictamente homoerótico.
goce que le supone a su pareja. Se describe Por último, también el material podría
a sí mismo como un gran compañero de ser leído a partir de la fantasía relativa al
las mujeres, el que siempre “pone la oreja” goce que se le supone a una mujer, y su ela-
y las contiene. “Un amigo gay”, decimos boración por la vía del saber. Sin embargo,
en chiste. no se trata de una condición suficiente. En
En otra circunstancia, recuerda una el aspecto en que el caso se revela como
fiesta en la que se encontró con una mu- una forma de histeria masculina remite
jer. Si bien se encuentra casado, tiene di- a un modo de la defensa que, a expensas
versas relaciones extra-maritales. “No de un factor conversivo, podría ser pensa-
son amantes, yo no tengo amantes, son do como una forma mínima del asco (ese
amigas”, dice. Y respecto de la relación rechazo).
con dicha mujer, recuerda el rechazo que
sintió por la “calentura”, su desprecio por
la erección que tuvo al bailar con ella. En Conclusiones
este punto, el amor –que incluso puede Los tres apartados precedentes podrían
manifestarse como una celebración de la ser pensados de acuerdo con la siguiente
belleza, como imagen corporal que no se secuencia argumentativa: en primer lugar,
descompleta con un rasgo– sirve como es preciso diferenciar la histeria como tipo
efectivamente vivido –o bien, independiente- padre en tanto que no castrado. Quizás lo sea
mente de lo acontecido, lo que importaba era la señalar que se trata de una pura imagen femeni-
posición pasiva asumida por el sujeto en la fan- na” (Lacan, 1962-63, p.209). El argumento de
tasía. Ese Otro seductor no es el partenaire al Lacan no parece concluyente. ¿Por qué el hecho
que muchas veces la histérica ataca furiosamen- de que se trate de un fantasma femenino debería
te (y que, eventualmente, suele representar el lu- llevar a distinguirlo de la función del padre de la
gar de competencia fálica con algún hermano), Horda? En principio, porque este último es una
ni el seductor efectivo que puede piropearla en función estructural de todo fantasma neurótico.
la calle (y al que puede responder con diversas En todo caso, cabría pensar que el Don Juan
actitudes, desde la indiferencia hasta la sonri- es la versión histérica del padre de la Horda.
sa), sino que se trata de una función de reserva Así parece entreverlo Lacan en el seminario 10
fálica, que sostiene un ideal de existencia de cuando describe la práctica mítica del derecho
“uno que no” (no afectado por la castración). de pernada y otros ritos de desfloración. Cu-
Por eso, incluso podría pensarse que el mito riosamente, quien se encargaba de estos actos
freudiano del padre de la Horda –elaborado en era el sacerdote de una sociedad, a un tiempo
Tótem y tabú (1913)– es una suerte de fantas- representante de la función paterna, pero tam-
ma femenino, que supone que habría un padre bién de quien se esperaría que no sea un galán,
que gozaría de todas las mujeres o, mejor dicho, sino que haga su trabajo. Por eso, la función del
que podría gozar de todas la mujeres sin verse donjuanismo no nombra lo que habitualmente
afectado por la detumescencia, por el carácter llamamos un “Don Juan” –el mujeriego–, sino
discontinuo del goce fálico, asociado a la insa- una condición estructural: “La huella sensible
tisfacción. Ese lugar que la histeria suele reser- de lo que les planteo acerca de Don Juan es que
var al padre, en el amor, puede ocasionalmente la compleja relación del hombre con su objeto
encarnarlo el partenaire en la figura de esos está borrada para él, pero a costa de aceptar
maridos que requieren todo tipo de atenciones; su impostura radical. El prestigio de Don Juan
que, a primera vista, son todo lo contrario a un está ligado a la aceptación de dicha impostura”
seductor, pero sostienen esta función fantasmá- (Lacan, 1962-63, p.209). Dado que para él está
tica de la excepción. De este modo, puede verse borrada la relación con el objeto, por lo tanto,
cómo el donjuanismo no está asociado a la de- Don Juan no es un hombre deseante. De este
licadeza o al mero coqueteo de que puede hacer modo, cumple asimismo –como todo fantasma–
gala el hombre. En todo caso, estas actitudes una función defensiva: “Hay que decirlo, no es
remiten al pavoneo fálico con el que un hombre un personaje angustiante para la mujer. Cuando
puede “vestirse” –su relativa impostura– para sucede que una mujer siente que es verdadera-
demostrar su interés por una mujer. Pero el caso mente el objeto en el centro de un deseo, pues
del Don Juan, como fantasía femenina, remite bien, créanme, de esto es de lo que en verdad
a ese punto en que ese hombre –que se supone huye” (Lacan, 1962-63, p.210). En definitiva,
que existe– no estaría interesado por ninguna. el fantasma de Don Juan es una forma de defen-
Al igual que al padre de la Horda, le correspon- sa contra el interés (y el deseo) que un hombre
derían todas, pero este no sería sino un modo podría manifestar por una mujer. Una deriva
de indicar que desea a ninguna. En este punto, de este ponerse a resguardo se da a través de la
cabría trazar una distinción entre Don Juan y el idealización del hombre, al cual se le supone que
padre de la Horda: “Casi parece un camelo sub- podría tener a todas las mujeres, como un modo
rayar la relación de Don Juan con la imagen del de indeterminar el carácter singular del deseo.