Histeria Masculina

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Clínica de la histeria masculina

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Clinic of male hysteria

Luciano Lutereau
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Resumen: Summary:
Este artículo se propone interrogar la his- This article aims to interrogate the hysteria
teria en el varón, a partir de la pregunta in the male, from the question concerning
relativa a la incidencia que la especifici- the incidence that the masculine specificity
dad masculina presta al tipo clínico, en la lends to the clinical type, considering that,
medida en que, para aquella, la vía fálica for that, the phallic way requires a test of
requiere una puesta a prueba de la poten- the power and the possibility of its symp-
cia y la posibilidad de su sintomatización. tomization. Thus, the importance of distin-
Así es que puede advertirse la importancia guishing between male hysteria, seductive
de distinguir entre histeria masculina, po- position, and homosexuality can be seen in
sición seductora y homosexualidad, para order to raise the true significant clinical
que se plantee la verdadera diferencia clí- difference: that for which today many ca-
nica significativa: aquella por la cual hoy ses of male hysteria are confused with ob-
en día muchos casos de histeria masculina sessive neurosis, or with pictures as phobia
se confunden con la neurosis obsesiva, o or borderlines.
con cuadros como la fobia o borderlines.

Palabras clave: Word pad:


Psicoanálisis - Lacan - Neurosis - Psychoanalysis - Lacan - Neurosis -
Histeria - Masculinidad Hysteria - Masculinity

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Clínica de la histeria masculina
Clinic of male hysteria // Luciano Lutereau
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Clínica de la histeria masculina diversas conductas de seducción en que un


La histeria masculina es un problema clí- varón puede quedar fijado.
nico para el psicoanálisis. No sólo por la Por otro lado, la histeria masculina
poca cantidad de casos que suelen publi- plantea otra pregunta respecto de su dife-
carse, sino por un motivo conceptual: la rencia con la homosexualidad masculina:
histeria, cuyo fundamento es la identifi- si esta última —en términos generales—
cación y la búsqueda de un ser (asociado implica una posición narcisista (en la que
al deseo, que siempre es deseo del Otro) retorna la cuestión del ser), ¿cómo distin-
hunde sus raíces en la feminidad o, mejor guir entre el homosexual y el histérico? En
dicho, en la posición subjetiva de la mu- este punto, lo que esta pregunta —tanto
jer, para quien la falta es un aspecto de como la anterior— demuestra es un pro-
estructura. blema del psicoanálisis que aquí no abor-
Mujer no es el ser hablante que tiene un daremos, pero cuyo nudo hace posible ubi-
órgano anatómico, u otro, sino quien se si- car el surgimiento de la necesidad de estas
túa respecto del significante que distribuye distinciones: la confusión entre posición
el sexo (el falo) en la vía del ser. Mujer es el pasiva, homosexual y feminización. Quien
ser hablante que se posiciona en relación trabajó esta cuestión es Silvia Bleichmar
a la demanda amorosa, para obtener un (2006), quien destacara el modo en que
ser (ser amada) y, en todo caso, por este habitualmente se pudo confundir la his-
motivo la histeria es fundamentalmente teria masculina con una homosexualidad
femenina, ya que este tipo clínico inter- reprimida (o latente), sin apreciar incluso
cambia un modo de la pregunta por el ser, que eventualmente la posición pasiva ante
por otro modo (ser deseada). La histeria el padre es constitutiva de la masculinidad.
femenina interroga el deseo del Otro (con He aquí, entonces, el problema del Edi-
el cual se identifica) para ubicar el objeto po negativo en el varón, cuyo alcance ha
que le corresponde, con el que se ubica en sido poco explorado y que, en el caso de
relación de exclusión. Esta estructura de la histeria masculina, lleva al prejuicio de
tres términos (el Otro, el objeto, la histéri- suponer que es una posición simétrica a la
ca) es lo que establece la pregnancia de “la de la histeria femenina; de ahí que muchas
Otra” en la histeria femenina. veces se la intente diagnosticar a través del
Ahora bien, cuando interrogamos la lugar de la Otra (o el goce que se le supone
histeria masculina surgen algunas pregun- a la mujer), vía fantasmática que renuncia
tas: por un lado, si la posición de “ser el a que sea el mecanismo de formación de
falo” es femenina, cabría reconocer que síntoma lo que determine el tipo clínico
también al varón le toca una parte de esta y, por ejemplo, que indetermina especial-
feminización, no sólo en su infancia (en re- mente el diagnóstico (ya que incluso en
lación al amor de la madre) sino también un psicótico como Schreber encontramos
en la actitud que muchos varones pueden fantasías histéricas y, por cierto, ¿cómo
adoptar en la vida adulta cuando han re- distinguir entre una fantasía histérica en
chazado simbolizar la potencia fálica por un psicótico y el empuje a la mujer?).
la vía del tener. En este sentido es que hoy Este es el punto más complejo para in-
en día se habla de hombres “feminizados” terrogar la histeria en el varón, la pregunta
(o “histerizados”) para nombrar las más a propósito de la incidencia que la especifi-

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cidad masculina presta al tipo clínico, en la ¿Histeria, seducción o varones


medida en que, para aquella, la vía fálica feminizados?
requiere una puesta a prueba de la poten-
En el año 2005, el músico Gabo Ferro edi-
cia y la posibilidad de su sintomatización.
tó el disco Canciones que un hombre no
Dicho de otra manera, ¿qué fin presta
debería cantar. El título proviene de la fra-
la histeria al varón para sintomatizar su
se que, en 1959, Édith Piaf habría dicho
potencia? Así es que puede advertirse la
luego de escuchar a Jacques Brel cantar
importancia de distinguir entre histeria
Ne me quitte pas: “¡Un hombre no debería
masculina, posición seductora y homose-
cantar cosas así!”, exclamó el gorrión de
xualidad, para que se plantee la verdadera
París.
diferencia clínica significativa: aquella por
En dicha canción, Brel interpretaba a
la cual hoy en día muchos casos de histe-
un hombre que suplicaba no ser abando-
ria masculina se confunden con la neuro-
nado. ¿Qué puede tener de escandaloso
sis obsesiva (tan solo porque se trata de
un gesto semejante? En palabras de Ferro:
una sintomatización de la potencia), o con
“¿Acaso ver a un hombre en el lugar que
cuadros como la fobia o borderlines (por
cierta (gran) parte de la sociedad y la cul-
la presencia masiva de angustia).
tura venían (con pocas excepciones) colo-
El primer eje clínico que trazaremos po- cando a la mujer?”. Asimismo, acompaña
dría ser graficado en función de los tiem- esta pregunta con otra: “¿Qué cosas debe-
pos del Edipo: posición seductora (pri- ríamos, entonces, cantar los hombres?”.
mer tiempo), homosexualidad (segundo
Desde hace algunos años se habla, en
tiempo), histeria (tercer tiempo), donde la
el contexto del psicoanálisis, de cierta “fe-
distinción clínica es crucial para no diag-
minización del mundo”. La expresión es
nosticar como neurosis posiciones que no
curiosa: retoma, por un lado, la llamada
son neuróticas. Sólo en respuesta a la en-
“estetización de la vida cotidiana”, de la
crucijada que plantea el tercer tiempo del
que algunos filósofos han hablado desde
Edipo –y que para el varón implica situar-
los ‘80 hasta nuestros días; pero también,
se respecto de la potencia del padre, como
por otro, agrega un matiz suplementario,
seducido antes que como seductor– es que
referido a una cuestión de las posiciones
puede hablarse de una neurosis stricto sen-
sexuadas.
su. Este es uno de los grandes problemas
del psicoanálisis de nuestro tiempo, la uti- En sentido amplio, la concepción vul-
lización de los tipos clínicos más allá de su gar entiende esta expresión en función de
razón pertinente, que desdibuja el segundo una mayor disposición de las mujeres para
eje clínico que tomaremos: la distinción acceder a lugares anteriormente ocupados
entre histeria masculina y otras formas de por varones. No obstante, no podría afir-
neurosis, donde el problema concreto que marse con certeza que esto sea algo uni-
encontramos es el siguiente: hoy en día se versal, como tampoco que este acceso sea
diagnostica como histeria masculina casos un índice de feminidad. En varios casos no
que no son de neurosis, y los casos de his- demuestra más que la aptitud masculina
teria masculina quedan encubiertos bajo de algunas mujeres, su competencia para
otras formas de neurosis. la destreza fálica.

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Estas líneas avanzan en sentido contra- La idea también es atractiva. Acaso ¿no se
rio. Antes que un ascenso de lo femenino afirma hoy en día que muchos de los hom-
a la esfera pública, determinados fenóme- bres son “fóbicos” o, incluso, “histéricos”?
nos sociales contemporáneos demuestran Sin embargo, antes que un tipo clí-
que los hombres (varones y mujeres) ya no nico, quizá sea más interesante ubicar la
tienen interés en continuar asociados a la posición de niño en que se encuentran los
potencia del falo. Esta podría ser una for- hombres de nuestro tiempo. Esto es algo
ma menos tonta de entender el desenlace que también Lacan supo entrever, en el
del patriarcado: ya no hay hombres... en el “Discurso de clausura de las Jornadas so-
sentido tradicional de la palabra. bre psicosis en el niño” (1967), cuando se
Pensemos un ejemplo. Suele hablarse refirió a nuestra época como la del “niño
hoy en día de “femicidios”. Evaluar la per- generalizado”.
tinencia de esta categoría es poco intere- En cierta ocasión, un analizante anun-
sante. Mejor atendamos a la circunstancia ciaba su separación en los siguientes térmi-
siguiente: se vincularía este tipo de violen- nos: “Soltero de nuevo”. La pregunta con
cia con la consideración de la mujer como que lo interpelamos fue inequívoca: “¿Sol-
objeto. Sin embargo, en diferentes casos tero o en adopción?”. Ya no hay hombres,
se comprueba todo lo contrario; es lo que sino niños, en un mundo que sólo ofrece
ocurre cuando muchas veces el varón que la posibilidad de consumir a falta de ex-
ataca a la mujer lo hace a partir de sentir periencia.
celos. El varón celoso de nuestro tiempo Asimismo, de modo ocasional, nos en-
ya no corre en busca de su rival, al que contramos con sujetos cuya posición de
desafía a través de un duelo; por el con- seductores “natos” es particularmente in-
trario, vive atormentado por el goce que cómoda. La mayoría de la veces se trata
le supone a la mujer. “Mientras yo estoy de hombres que no pueden dejar de in-
acá hablando, ella seguro está pasándola miscuirse en diversos deseos con los que
bomba...”, decía un analizante mientras se se cruzan, al punto de que luego, no pocas
retorcía en el diván. veces, terminan quejándose del particular
Ya no hay duelo, ya no hay hombres. esfuerzo que les requiere estar a la altura
Sólo existen los retornos imaginarios del de lo que han generado. Como contrapun-
goce que se supone a las mujeres. Porque, to, es una queja corriente de las mujeres
si como decía Lacan en los ‘70: “La mujer de nuestra época hablar de una “histeria”
no existe”, sólo queda fantasearla. Este es masculina, como un modo de referirse a
el sueño eterno del mundo contemporá- esos hombres que sólo se erotizan prelimi-
neo. La mujer ya no es objeto, sino sujeto narmente, que disfrutan de la seducción y,
supuesto al goce, y esta hipótesis podría luego, en el momento de condescender al
volver inteligible muchos de los actos vio- deseo, desaparecen.
lentos de esta época. Por cierto, si la cuestión de la seducción
Por otro lado, en el seminario La rela- no ha despertado demasiado interés en la
ción de objeto (1956-57) Lacan propuso teoría psicoanalítica, esto puede deberse
una indicación inquietante al comparar también a un motivo estructural: por lo ge-
al varón contemporáneo con el caso de neral, cuando se interroga la vida amoro-
Freud conocido como “El pequeño Hans”. sa, se intenta esclarecer las condiciones del

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objeto deseado, y no tanto la posición del enloquecedores del protagonista, como sí


deseante. Así, por ejemplo, en la primera ocurría en el caso de la suposición de un
de las Contribuciones a la psicología del amante (en la segunda condición). Quizá
amor, titulada “Sobre un tipo de elección por eso, eventualmente, los hombres pue-
de objeto en el hombre” (1910), Freud den bromear y decir, a una mujer casada,
elucida un tipo particular de interés en el “no soy celoso”, mientras que enloquecen
deseo del hombre que requiere la conjun- con la posibilidad de que su amante esté
ción de diversas “condiciones de amor”: con otro... que no sea su marido.
a) la condición del “tercero perjudicado”, A propósito de la tercera de las con-
por la cual se elige como objeto de amor a diciones, cabría apreciar que se vincula
una mujer que no esté “libre”, sino a una directamente con la fascinación del en-
sobre quien otro hombre puede reclamar cuentro amoroso, eso que habitualmente
“derechos de propiedad”; la mujer que llamamos “el flechazo”, que ubica inme-
ejerce atracción es aquella cuya castidad diatamente al objeto amado en un rango
puede suponerse en cuestión, o bien a la diferencial respecto de las demás objetos.
que puede reputarse una conducta disolu- En relación con la cuarta condición,
ta o infiel; c) estas condiciones, asociadas quizá parezca un poco “desusada” la fan-
con una sobrestimación del objeto amado, tasía de “salvación” de la amada dema-
se repiten varias veces en la historia de la siado próximo, tal vez, a ciertos dramas
vida amorosa del hombre formando lo que narrativos del siglo xix, como en la nove-
Freud llama “una larga serie”, podríamos la Naná de E. Zola; no obstante, podría
añadir que se trata de esos hombres que pensarse en figuras actuales, como la del
se enamoran siempre “por última vez”, es hombre que se convierte en una suerte de
decir, para los cuales la última es siempre manager de su amada, a la que asiste e
la “primera” (“ahora sí estoy enamorado intenta orientar en sus proyectos, etc.; en
de verdad”); d) en los amantes de este tipo definitiva, de lo que se trata en esta cuarta
suele exteriorizarse una tendencia particu- condición es de la ternura como moción li-
lar a querer “rescatar” a las amadas. bidinal y de cierto desvalimiento que se le
De esta presentación de los rasgos de supone al objeto de amor. “¿Qué sería de
amor de este tipo de elección, la segunda ella (sin mí)?”, podría parafrasearse esta
condición de las mencionadas se encuen- condición, que no hace más que iluminar
tra vinculada, según Freud, con la cuestión en su último tramo el sostén narcisista que
de los celos, sin que quede del todo claro la funda y que actualmente se verifica en
por qué la primera de ellas no lo estaría. aquellos hombres que no pueden dejar de
En todo caso, podría suponerse que el “apoyar” (económicamente, emocional-
“derecho de propiedad” cancela el carác- mente, etc.) a sus ex-parejas incluso mu-
ter erótico de la mujer para el reclamante; chos años después de separados.
es decir, no es en tanto objeto de deseo que De este modo, la seducción se articula
la reclama ese vínculo, podría pensarse con diferentes fantasías que hacen del ero-
aquí, por ejemplo, en la novela El túnel, tismo una forma variada y singular.
de E. Sábato, en la que el hecho de que
María Iribarne se encuentre casada no es
el principal desencadenante de los celos

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¿Histeria u homosexualidad? estar subtendida por la envidia del pene,


En el seminario La transferencia (1960- pero eso implicaría una interpretación de
61), Lacan se refiere a Sócrates como lo femenino en función de la falta, respec-
quien estaría posicionado de manera his- to de la cual el psicoanálisis lacaniano se
térica. La histeria de Sócrates radicaría en sitúa en las antípodas. El interés de Lacan,
su “a-topía”, en la medida en que no es entonces, radica en ubicar que el modelo
localizable más que de forma excepcional, de la histeria puede ser el varón para esta-
al responder al discurso del Amo haciendo blecer, justamente, que la falta fálica no es
valer el estatuto de la falta. En la afirma- una condición suficiente. En este punto, el
ción “Sólo sé que no sé nada” se pone en caso de Hegel es emblemático ya que sitúa
juego un punto ciego para el saber, que en primer plano la relación con el saber, en
Sócrates, además, nomina con una nueva la medida en que éste puede servir al pro-
excepción, relativa, esta vez, a la cuestión pósito de absolver la disyunción entre el
del amor. sujeto y lo real. No obstante, aquí se plan-
Si un saldo se desprende de la posi- tea la necesidad de distinguir entre histeria
ción de Sócrates, es que el saber no pue- masculina y homosexualidad.
de dar cuenta de la diferencia sexuada. Una de las particularidades de la con-
Ahora bien, este “imposible saber sobre el cepción lacaniana de la homosexualidad
sexo” también permite pensar a Sócrates radica en diferenciar a esta última de una
en el lugar del analista –como también lo mera elección de objeto. Ya en el seminario
hace Lacan–. El seminario La transferen- Los escritos técnicos de Freud (1953-54)
cia alterna estas dos posibles lecturas de Lacan hablaba del personaje principal de
la posición del ateniense. La intervención Proust (en En busca del tiempo perdido)
de Sócrates en el contexto de la interpreta- como un homosexual en relación con un
ción lacaniana de El Banquete, al orientar objeto heterosexual. La contracara es el
a Agatón la escena montada por Alcibía- caso de la histérica y su hacer de varón
des, es una clara ilustración de esta última (hommesexuel). Ahora bien, ¿de qué modo
indicación. A esa referencia vale añadir el histérico varón es también estrictamente
una segunda, también en clave filosófica, “hombre-sexual”?
y podría pensarse en Hegel, a quien Lacan Por un lado, por su inclusión perfecta
diagnostica como “el más sublime de los en la lógica fálica; pero, en segundo lugar,
histéricos”. por la relación con el saber que mencio-
En principio, cabría preguntarse: ¿por namos anteriormente. No es casual, enton-
qué Lacan utiliza casos de varones para ces, que la primera referencia para hablar
hablar del paradigma de la histeria? Es de histeria masculina haya sido Sócrates.
evidente su intención de desahuciar el lu- Desde este punto de vista, lo propio de
gar común de relacionar histeria y femini- la histeria –según Lacan– es una relación
dad –como “cosa de mujeres”, de acuer- con el saber, erotizada y basada en la in-
do con la etimología que vincula el tipo terrogación del amo. No se trata de creer
clínico con el útero–; pero no se trata de que la histeria se sirve de este último por
una provocación, sino que hay también su deseo, sin más, ya que este aspecto es
una razón de método: en tanto posición un rasgo de todas las neurosis, sino que lo
subjetiva, la histeria en la mujer podría particular de la histeria es que ese deseo es

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interrogado por el saber que se le supone. dactó su escrito “Juventud de Gide” en el


Esto explica también por qué la histeriza- que esa elaboración de saber fue criticada
ción es una condición del análisis. clínicamente: André Gide, el que no fue
Además, en un segundo nivel, la histe- deseado por su madre, el que fue seducido
ria se vincula con la seducción, en la me- en la pubertad, el homosexual pedófilo,
dida en que ésta se establece como coor- etcetera.
denada de su fantasma fundamental. La De este modo, si bien puede afirmarse
suposición de saber es una versión defen- una homosexualidad para el sujeto histéri-
siva respecto del encuentro con un Otro co —en sentido amplio—, la homosexua-
cuyo deseo no tendría objeto, que, como lidad como tal aún permanece como un
tal, confronta al sujeto con una posición problema clínico que requiere ser elucida-
pasiva que declara lo sexual como intrusi- do de manera particular; y, por lo tanto, la
vo e inasimilable. interpretación habitual de la homosexua-
Ahora bien, ¿en qué punto la “homose- lidad latente del histérico no es más que
xualidad” intrínseca del sujeto histérico se un prejuicio, tanto como lo es que suela
distingue de la homosexualidad como tipo afirmarse que los homosexuales tiene una
clínico? En este punto, el libro reciente de vida promiscua y otras hipotecas hetero-
Hervé Castanet, Homoanalizantes (2016), normativas en la teoría psicoanalítica.
permite ubicar que la homosexualidad no
es un conjunto homogéneo. A expensas de Lo masculino de la histeria
la posición narcisista, respecto de la divi- Jacques Lacan afirmaba que el “Don
sión por el sexo puede haber diferentes Juan” era una fantasía femenina, en la
matices según cómo intervenga el erotis- medida en que este personaje sería una
mo anal, la pasividad o actividad sexual, suerte de “varón universal”, es decir, ¡que
la eventual actitud asexuada, los usos de no existe!1 Dicho de otro modo, un hom-
la masturbación, etc. En definitiva, el ho- bre que no esté afectado por un deseo que
mosexual es quien rechazó el encuentro divida a las mujeres es una contradicción.
con el Otro sexo, en el punto en que po- En definitiva, el hombre ideal (el “príncipe
dría quedar ubicado más cerca de lo que azul”) es una fantasía que, quizá, debería-
Lacan llamó “ética del soltero”. Teniendo mos pensar más bien como histérica antes
en cuenta que Lacan no se refiere exclu- que femenina.
sivamente al homosexual masculino, sino Por esta vía, la noción de “envidia del
al “hommosexual”, esto es, aquel que no pene” (penisneid) también podría ser ma-
puede sino ubicarse del lado masculino de tizada como un rasgo propio de la histe-
las fórmulas de la sexuación. Asimismo, ria en las mujeres. Esta posición, lo que
otra dificultad relativa a la homosexuali- permite cernirla en un análisis, no radica
dad radica en que no se ubica en la ense- en que la mujer quiera tener un pene, sino
ñanza de Lacan una dirección definida. Si en la actitud de denuncia en que se sitúa
en los años ’50, en el seminario, desarrolló para reclamar que ella también debería
la idea de una fijación temprana en el se- tenerlo. Dicho de otra forma, esa actitud
gundo tiempo del Edipo (de acuerdo con envidiosa implica una posición de queja,
una relectura del artículo freudiano sobre cuyo carácter contradictorio estriba en
Leonardo), sobre el fin de esa década re- que se pide algo que, en sentido estricto,

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es dispensable, porque la demanda se sos- en muchos varones. Sin embargo, una


tiene por sí misma. De manera concreta, fantasía histérica no alcanza para definir
alcanza con un simple ejercicio para de- un tipo clínico. Para eso es preciso dar un
mostrar el carácter histérico de una rei- paso más.
vindicación semejante: dar lo que se pide, Lo más propio de la histeria es la divi-
y que la respuesta sea “no es eso”. Sin sión subjetiva ante una fantasía de seduc-
embargo, a expensas de este rodeo por la ción. No obstante, esta coordenada no es
posición histérica en las mujeres, interesa idéntica en hombres y mujeres. Para estas,
ubicar otra cara de esta fantasía de recla- en la medida en que coincide con el Edipo
mo, esta suerte de afán justiciero, en los llamado “positivo”, la respuesta es más
varones: lo que podría llamarse la fantasía explícita y promueve síntomas “típicos”
de “Robin Hood”, y que encontramos en (Freud, 1916-17): la frigidez, el asco, los
muchos sujetos histéricos que, desde una celos, todas formas de poner en cuestión la
posición heroica, apuntan contra el poder actitud receptiva ante un hombre.
de turno… sin acceder nunca a ese poder. Ahora bien, en el caso del varón la
La oposición constante, que sólo puede ser cuestión no es tan sencilla, dado que se
oposición, porque su actitud se sostiene en encuentra imbricada con el Edipo “inver-
desconocer el lugar desde el cual ataca a tido” y, aquí la cuestión es problemática
ese Otro que, como en toda fantasía his- por el siguiente motivo: no hay respuesta
térica, es el seductor que nos robó trau- sintomática ante la posición pasiva frente
máticamente el paraíso perdido. El estatus a un hombre. Dicho de otro modo, en esta
neurótico de esta posición se manifiesta en circunstancia no encontramos los sínto-
que también se funda en una contradic- mas típicos de la histeria, sino un desarro-
ción: Robin Hood roba a los ricos, es decir, llo permanente de una actitud defensiva
es un ladrón que roba a otro ladrón y que, que, por ejemplo, se manifiesta a través de
por lo tanto, justifica su acto en que no es una dedicación constante a tareas (como
él quien está detrás de semejante realiza- el trabajo) que, en caso de no estar al altu-
ción (el ladrón ¡es el otro!). Asimismo, el ra, se resignifican como pasivización.
carácter incestuoso de su deseo se expresa A diferencia de la neurosis obsesiva
en que está destinado a irrealizarse (por- masculina, donde es más frecuente encon-
que la culpa sería insoportable): es el caso trar una sintomatización de la potencia
de aquellos que son grandes especialistas (como impotencia) a través de la com-
en “remarla”, pero que con una mano bra- paración, en la histeria de los varones no
cean y con la otra se hunden. Esta idea no se trata de las variables habituales de la
es para nada novedosa; es lo propio de la competencia con otros hombres, sino de
actuación histérica, tal como Freud lo en- una búsqueda permanente de ocupar un
treviera en el caso de la muchacha que con lugar fálico. Si no se simboliza el falo, no
una mano se sube la pollera y con otra se aparece el síntoma, sino episodios de fuer-
la baja (Cf. Freud, 1908). Para el contex- te angustia (de castración) y, en el lugar
to que aquí concierne, esta circunstancia en que la obsesión hace una regresión a lo
clínica podría permitir entender muchas anal, la histeria masculina se desenvuelve
de las actuales presentaciones que en la más en el campo de una envidia basada en
consulta se nombran como “autoboicot” la oralidad.

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Este aspecto se comprueba en una di- porque en cierta medida, podría decirse,
ferencia superficial, pero de cierto interés ya incluía un tipo de respuesta, la del sín-
clínico, que podemos destacar: es más toma. Y dado que este hombre ya había
o menos corriente en casos de histeria transitado anteriormente por la experien-
masculina que sean proclives a prácticas cia del análisis, nos autorizamos a una in-
de ejercicio del cuerpo que implican una tervención precipitada, en busca de algún
superación constante en el rendimiento. efecto asociativo: “Si su madre tiene un
Aquí el culto de la corporalidad no cuenta pene, eso demuestra que tiene algo mejor
como deporte, en el que suele haber riva- de lo que ocuparse… que no es usted”. El
lidad o técnica (como ocurre, por ejem- efecto fue aliviante, y condujo a que este
plo, en el boxeo). Es, por ejemplo, lo que hombre hablara de la relación con su ma-
podría pensarse con la práctica actual del dre, vínculo en el que se recortaba una
crossfit, donde se realiza una práctica de particular posición que llamó “dependen-
vaciado de goce del cuerpo, en base a su cia”: a pesar de su edad (más de 30 años)
extenuación. Antes que el conteo fálico todavía conservaba el hábito de pedirle
de la disciplina, aquí se busca esa brecha ciertos “favores” a su madre. Le llama la
en que un movimiento apunta al límite en atención de que se trate de tonterías: hacer
que una flexión no es otra flexión, sino la un trámite, que perfectamente él podría
asíntota entre una y otra. He aquí una for- hacer por su cuenta; comprarle medias en
ma femenina de suponer un goce o, mejor un viaje, etc. En este punto se le indicó el
dicho, una forma histérica de suponer el carácter sexual que, en nuestro idioma,
goce femenino. tiene la palabra “favor”. El efecto fue de
Pasemos a un caso. Se trata de un hom- sorpresa y risa.
bre que consulta, luego de un análisis pre- En una ocasión posterior, a propósi-
cedente, por un sueño que lo inquietó. Ya to de la relación con su madre, se define
de por sí es poco frecuente que alguien como alguien que hace “ofrendas” a su
consulte por un sueño; no obstante, la madre. “Ofrendas para que no se ofenda”,
reiteración de un sueño que había tenido respondemos. Esta intervención lo condu-
en su adolescencia (en una época en la ce a hablar de lo que implicó la paterni-
que había tenido preguntas relativas a su dad en su vida. Resume su historia sexual
orientación sexual) le produjo un efecto como la de quien pasó de ser un seductor
de angustia: en el sueño, su madre tenía de mujeres a una especie de pollerudo…
un pene. Si bien se considera heterosexual, pero de su mamá. Ha tenido varios pro-
está casado y tiene un hijo, aun así busca blemas con su esposa por el lugar que
hacer caso a esa formación de su incons- otorga a su madre en la crianza de su hijo.
ciente, “porque de la sexualidad nunca se Advierte que en más de una ocasión le en-
está seguro”. cargó su cuidado en situaciones triviales
La pregunta que se le formuló, enton- que podría haber resuelto de otro modo.
ces, fue: “¿Por qué piensa que soñar con Se trata, entonces, de un interés –que no
una madre con pene implicaría una mo- logra descifrar muy bien– por el hecho de
dificación de su heterosexualidad?”. Esta “apegar” a su hijo con su madre. Su espo-
pregunta permaneció como un telón de sa se ha sentido destituida por esta situa-
fondo de varias sesiones, sin respuesta, ción, eventualmente le han parecido justi-

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ficados esos celos. Le decimos: “Los celos defensa eficaz contra el deseo. En su fan-
de su esposa podrían deberse a que usted tasía, este hombre se defiende de la seduc-
parece el marido de su madre”. “Ah, ¡el ción del padre, a quien queda reservada
Edipo!”, dice este hombre con una sonrisa la posición deseante, y ante esa coyuntura
irónica. “No del todo, porque en este pun- asume la actitud del proveedor: un hijo a
to no quedaría explicada su pregunta res- la madre, la oreja a las amigas, el goce que
pecto de la homosexualidad. En todo caso, le supone a la mujer.
diría que usted ofrece un hijo a su madre, En este punto, si hay un rasgo que se
parece un marido, pero para encubrir una aproxima a un síntoma histérico en este
relación con su padre: si la madre tiene lo caso es el particular rechazo que le produ-
suyo, entonces el padre puede quedar para ce su erección, cuando ésta se revela como
usted”. mera “calentura”, y ya no en el marco de
Por esta vía, la relación con la madre es una situación seductora. Cuando él ya no
el velo de una fantasía de seducción respec- es el seductor, es el seducido. Su vida trans-
to del padre. De este último, el analizante curre en una compensación del sentimien-
sostiene que se trata de un hombre difícil, to que le produce sentir que podría ser un
del que recuerda una frase en los inicios de hombre como los otros, es decir, cortado
la adolescencia: “Tu madre sufre el sexo”. por la horma del deseo fálico. Es notable
Esta afirmación fue elaborada por él en un que aparezca en el material la cuestión de
análisis anterior, en el punto en que pudo una pregunta por la homosexualidad; sin
advertir el carácter sádico que la relación embargo, no se trata más que de la pre-
sexual tendría: un hombre daña a una mu- gunta histérica por el ser sexuado que en-
jer con su deseo, por eso en su vida erótica carna la histeria como tal, es decir, sin re-
él se ofrece en la vía del amor; es genero- caer en un conflicto respecto de un modo
so, atento, siempre dedicado a satisfacer el de goce estrictamente homoerótico.
goce que le supone a su pareja. Se describe Por último, también el material podría
a sí mismo como un gran compañero de ser leído a partir de la fantasía relativa al
las mujeres, el que siempre “pone la oreja” goce que se le supone a una mujer, y su ela-
y las contiene. “Un amigo gay”, decimos boración por la vía del saber. Sin embargo,
en chiste. no se trata de una condición suficiente. En
En otra circunstancia, recuerda una el aspecto en que el caso se revela como
fiesta en la que se encontró con una mu- una forma de histeria masculina remite
jer. Si bien se encuentra casado, tiene di- a un modo de la defensa que, a expensas
versas relaciones extra-maritales. “No de un factor conversivo, podría ser pensa-
son amantes, yo no tengo amantes, son do como una forma mínima del asco (ese
amigas”, dice. Y respecto de la relación rechazo).
con dicha mujer, recuerda el rechazo que
sintió por la “calentura”, su desprecio por
la erección que tuvo al bailar con ella. En Conclusiones
este punto, el amor –que incluso puede Los tres apartados precedentes podrían
manifestarse como una celebración de la ser pensados de acuerdo con la siguiente
belleza, como imagen corporal que no se secuencia argumentativa: en primer lugar,
descompleta con un rasgo– sirve como es preciso diferenciar la histeria como tipo

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clínico de la posición seductora (o “histe- Notas ampliatorias


rizada” en sentido general); en segundo 1 Don Juan, es decir, aquel que sería capaz de
lugar, es preciso no confundir la histeria ver la singularidad de cada mujer; o, dicho de
masculina con una homosexualidad laten- otro modo, ese hombre que podría apreciar a
te, según una interpretación habitual en cada mujer como única, para el cual sólo exis-
ciertos psicoanalistas, ya que la homose- tirían las mujeres y nunca buscaría en una los
xualidad dista de ser algo homogéneo y, rastros de otra. No obstante, este hombre no
al mismo tiempo, no se trata de un tipo existe. Y, según Lacan, habría que entreverlo
clínico. Por esta vía es preciso continuar como un fantasma femenino: “Si el fantas-
con trabajos que incorporen ciertos mati- ma de Don Juan es un fantasma femenino, es
ces de género en la clínica psicoanalítica porque responde al anhelo de la mujer de una
para deshacer prejuicios arraigados. imagen que desempeñe su función, función fan-
Por último, al situar la histeria mascu- tasmática –que haya uno, un hombre, que lo
lina en relación con la defensa respecto tenga– lo cual, en vista de la experiencia, es un
de un fantasma de seducción, queda una desconocimiento de la realidad –todavía más,
pregunta: ¿cómo pensar un tipo clínico sin que lo tenga siempre, que no pueda perderlo.
basarlo en un mecanismo de formación de Lo que implica precisamente la posición de
síntoma? O, al menos, sin considerar sín- Don Juan en el fantasma es que ninguna mujer
tomas “típicos” como los que se encuen- puede arrebatárselo, he aquí lo esencial. Es lo
tran en la histeria femenina. En este senti- que él tiene en común con la mujer, a quien,
do, nuestro trabajo parece pisarse la cola, por supuesto, no puede serle arrebatado porque
ya que propone un supuesto y, en el curso no lo tiene” (Lacan, 1962-63, p.219). La mu-
de su argumento, demuestra su carácter jer imagina que podría haber un hombre que
problemático. Sin embargo, éste ha sido el no estuviese atravesado por la castración. Sería
objetivo principal de nuestro artículo, lle- un hombre, entonces, al que nada le faltaría…
gar a este problema clínico que –creemos– como a la mujer –he aquí por qué Lacan dice
es el que implica sostener la categoría de que se trata de un fantasma femenino, aunque
histeria masculina como una de las formas sería más correcto decir que se trata de un fan-
que adopta la neurosis. tasma neurótico que imagina en el hombre un
goce simétrico al de la mujer. Podría pensarse,
por ejemplo, en el caso del padre de la histérica,
cuya castración es objetada por el síntoma, en
la medida en que este último le está ofrendado.
El síntoma histérico es un monumento a la idea-
lización del padre, a la potencia del padre (aun-
que más no sea para demostrar la inscripción
de su impotencia, como lo demuestra el caso
Dora; cf. Freud, 1905, p.42), el primer seduc-
tor que admitiría la estructura. Cabe recordar
que, ya en el comienzo de su práctica, Freud se
encontró con la cuestión de la queja respecto de
la seducción en la histeria, al punto de apreciar
que se trataba de una fantasía y no de un hecho

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Clínica de la histeria masculina
Clinic of male hysteria // Luciano Lutereau
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efectivamente vivido –o bien, independiente- padre en tanto que no castrado. Quizás lo sea
mente de lo acontecido, lo que importaba era la señalar que se trata de una pura imagen femeni-
posición pasiva asumida por el sujeto en la fan- na” (Lacan, 1962-63, p.209). El argumento de
tasía. Ese Otro seductor no es el partenaire al Lacan no parece concluyente. ¿Por qué el hecho
que muchas veces la histérica ataca furiosamen- de que se trate de un fantasma femenino debería
te (y que, eventualmente, suele representar el lu- llevar a distinguirlo de la función del padre de la
gar de competencia fálica con algún hermano), Horda? En principio, porque este último es una
ni el seductor efectivo que puede piropearla en función estructural de todo fantasma neurótico.
la calle (y al que puede responder con diversas En todo caso, cabría pensar que el Don Juan
actitudes, desde la indiferencia hasta la sonri- es la versión histérica del padre de la Horda.
sa), sino que se trata de una función de reserva Así parece entreverlo Lacan en el seminario 10
fálica, que sostiene un ideal de existencia de cuando describe la práctica mítica del derecho
“uno que no” (no afectado por la castración). de pernada y otros ritos de desfloración. Cu-
Por eso, incluso podría pensarse que el mito riosamente, quien se encargaba de estos actos
freudiano del padre de la Horda –elaborado en era el sacerdote de una sociedad, a un tiempo
Tótem y tabú (1913)– es una suerte de fantas- representante de la función paterna, pero tam-
ma femenino, que supone que habría un padre bién de quien se esperaría que no sea un galán,
que gozaría de todas las mujeres o, mejor dicho, sino que haga su trabajo. Por eso, la función del
que podría gozar de todas la mujeres sin verse donjuanismo no nombra lo que habitualmente
afectado por la detumescencia, por el carácter llamamos un “Don Juan” –el mujeriego–, sino
discontinuo del goce fálico, asociado a la insa- una condición estructural: “La huella sensible
tisfacción. Ese lugar que la histeria suele reser- de lo que les planteo acerca de Don Juan es que
var al padre, en el amor, puede ocasionalmente la compleja relación del hombre con su objeto
encarnarlo el partenaire en la figura de esos está borrada para él, pero a costa de aceptar
maridos que requieren todo tipo de atenciones; su impostura radical. El prestigio de Don Juan
que, a primera vista, son todo lo contrario a un está ligado a la aceptación de dicha impostura”
seductor, pero sostienen esta función fantasmá- (Lacan, 1962-63, p.209). Dado que para él está
tica de la excepción. De este modo, puede verse borrada la relación con el objeto, por lo tanto,
cómo el donjuanismo no está asociado a la de- Don Juan no es un hombre deseante. De este
licadeza o al mero coqueteo de que puede hacer modo, cumple asimismo –como todo fantasma–
gala el hombre. En todo caso, estas actitudes una función defensiva: “Hay que decirlo, no es
remiten al pavoneo fálico con el que un hombre un personaje angustiante para la mujer. Cuando
puede “vestirse” –su relativa impostura– para sucede que una mujer siente que es verdadera-
demostrar su interés por una mujer. Pero el caso mente el objeto en el centro de un deseo, pues
del Don Juan, como fantasía femenina, remite bien, créanme, de esto es de lo que en verdad
a ese punto en que ese hombre –que se supone huye” (Lacan, 1962-63, p.210). En definitiva,
que existe– no estaría interesado por ninguna. el fantasma de Don Juan es una forma de defen-
Al igual que al padre de la Horda, le correspon- sa contra el interés (y el deseo) que un hombre
derían todas, pero este no sería sino un modo podría manifestar por una mujer. Una deriva
de indicar que desea a ninguna. En este punto, de este ponerse a resguardo se da a través de la
cabría trazar una distinción entre Don Juan y el idealización del hombre, al cual se le supone que
padre de la Horda: “Casi parece un camelo sub- podría tener a todas las mujeres, como un modo
rayar la relación de Don Juan con la imagen del de indeterminar el carácter singular del deseo.

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Otra deriva podría estar en un fantasma de ce- _______ (1960-61). El seminario 8: La


los y, en este caso sí, en la suposición de que transferencia, Buenos Aires, Paidós.
el hombre es un mujeriego, como una manera _______ (1962-63). El seminario 10: La
de salir del “centro”. Ambos aspectos podrían angustia, Buenos Aires, Paidós.
resumirse en la idea de que la habitual acusa- _______ (1967) “Discurso de clausura de
ción de donjuanismo que las mujeres reprochan las Jornadas sobre psicosis en el niño”,
a los hombres aúna un componente celotípico inédito.
tanto como cierta idealización. Por esta vía, es _______ (1973) “Psicoanálisis, Radiofonia
curioso advertir que la atribución de un más y Television”, Buenos Aires, Anagrama.
allá de la castración termina siendo un modo de
rechazar una condición deseante; o bien, es un
modo de volver a notar que, en psicoanálisis, la
castración es constitutiva del deseo.

Referencias Bibliográficas Reseña curricular del autor


Bleichmar, S. (2006). Paradojas de la se- Luciano Lutereau, es psicoanalista, Doc-
xualidad masculina, Buenos Aires, Paidós. tor en Filosofía y Doctor en Psicología,
UBA. Magister en Psicoanálisis y Especia-
Castanet, H. (2016). Homoanalizantes,
lista en Psicología Clínica por la misma
Buenos Aires, Grama.
Universidad, donde trabaja como docente
Freud, S. (1905). “Fragmento de análisis e investigador. Dirige la Licenciatura en
de un caso de Histeria (Dora)”, en Obras Filosofia en UCES. Autor de varios libros,
Completas (Vol 12), Buenos Aires, Amo- entre ellos: “La experiencia analítica. De
rrortu. la técnica a la ética”(Buenos Aires, Letra
________ (1910). “Contribuciones a la viva, 2017).
psicología del amor”, en Obras Comple-
tas (Vol 2), Buenos Aires, Amorrortu.
________ (1916-17). Conferencias de
introducción al psicoanálisis, en Obras
Completas (Vol 16), Buenos Aires, Amo-
rrortu.

Lacan, J. (1953-54). El seminario 1: Los


escritos técnicos de Freud, Buenos Aires,
Paidós.
_______ (1956-57). El seminario 4: La re-
lación de objeto, Buenos Aires, Paidós.

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