Bianchi Cap 3
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Europa era una sociedad rural jerarquizada donde la mayoría de las naciones poseían monarquías
absolutas. Las transformaciones comenzaron en dos países rivales: Inglaterra y Francia, en donde
se produjeron procesos diferentes que, según Eric Hobsbawm se denominó la “doble revolución”
cuyos resultados alcanzaron dimensiones mundiales y permitieron el ascenso de la sociedad
burguesa junto con el origen de otros grupos sociales, que criticarían su dominación.
Según Bianchi, la RI estalló en ciertas regiones de Inglaterra entre 1780 y 1790, en donde se
produjo un aceleramiento del crecimiento económico. Fenómeno conocido como despegue o
“take offf” en donde la capacidad de producción superaba límites y obstáculos, generando una
ilimitada multiplicación de hombres, bienes y servicios. Todos estos cambios se desarrollaban en
y a través de una economía capitalista. El capitalismo es un sistema de producción y de relaciones
sociales cuya característica principal es el trabajo proletario (aquellos que venden su fuerza de
trabajo a cambio de un salario), para que esto suceda, tiene que existir un presupuesto: los que
venden su fuerza de trabajo no tienen que tener otra forma de subsistencia ya que perdieron la
propiedad de los miedos de producción. Se deben dividir entonces, los productores directos de la
fuerza de trabajo y de la burguesía (quien controlaba los medios de producción)
Orígenes:
La economía agraria se encontraba transformada, los cercamientos del siglo XVI habían llevado
a los terratenientes a monopolizar la tierra cultivada por los arrendatarios, que empleaban una
mano de obra asalariada. En el siglo XVIII, el área capitalista de la agricultura se encontraba
extendida y en vías de ampliación. Con las “leyes de cercamientos” se disminuía la economía
aldeana. Este proceso estuvo acompañado por métodos de labranza más eficaces que lograron
una “revolución agrícola” capaz de sobrepasar el límite de los problemas de la hambruna. Los
productos del campo dominaban los mercados. La agricultura, estaba preparada para cumplir con
sus funciones básicas en un proceso de industrialización ya que permitía alimentar a gente que
no trabajaba más la tierra y que constituía una población no agraria. Muchos historiadores
consideran que estos cambios posibilitaron el nacimiento de la sociedad industrial, además
provocaron la eliminación de los métodos de subsistencia de muchos campesinos que debieron
trabajar como arrendatarios o jornaleros y otros, emigraron a las ciudades y sirvieron como
reclutas para el trabajo industrial. Creando así, consumidores que para satisfacer sus necesidades
debían de dirigirse al mercado. Se formó por consiguiente un mercado interno estable y extenso
que proporcionaba la salida de los productos básicos.
Inglaterra contaba además con un mercado externo: las plantaciones de algodón en las Indias
Occidentales promovían a la industria británica. Por otra parte, las colonias ofrecían un mercado
en constante crecimiento ilimitado para los textiles ingleses. El cual se mantuvo a través de la
política agresiva exterior llevada a cabo por el gobierno logrando, un imperio colonial dispuesto
a destruir toda competencia. El gobierno, cuya monarquía estaba limitada por el Parlamento,
estaba integrado por la Cámara de Lores (Aristocracia) y por la Cámara de los Comunes (hombres
de negocios) quienes estaban dispuestos a desarrollar políticas de conquista de mercado y
protección a comerciantes y armadores británicos. La política se subordinaba hacia fines
económicos.
Para Hobsbawm, el mercado exterior era el que estimulaba la RI y el mercado interno era la base
de la economía industrializada. Mori, a diferencia, creía que el interno era el causante ya que, el
comercio exterior era esporádico e irregular siendo así, la demanda interna la que impulsaba el
desarrollo industrial. Sin embargo, lo que lo impulsó fue la constante ampliación de la demanda
de textiles ingleses tanto interna como externa, que para satisfacerla era necesario la introducción
de tecnologías que permitieran ampliar la producción. Para lograrlo, se debía de superar el
desequilibrio entre el hilado y el tejido: el hilar (lento y poco productivo), no era suficiente para
abastecer a los telares manuales. La innovación tecnológica exigió, desde 1780, la producción en
fábricas. Las primeras, fueron los establecimientos donde se cargaba el algodón para hilarlo
(hilanderías). La abundancia del hilado y la apertura de mercados en el continente europeo llevo
a la introducción del telar mecánico. Todas estas innovaciones tecnológicas eran sencillas y
baratas, estaban al alcance de los pequeños empresarios.
La expansión industrial se financiaba por los beneficios que se obtenían del crecimiento de los
mercados, la industria algodonera permitió una rápida transferencia de ingresos de trabajo a
capital posibilitando, el proceso de acumulación.
A pesar del éxito, en 1830 la industria textil atravesó su primera crisis: la producción se
multiplicaba pero los mercados no crecían con la misma rapidez generando un descontento social.
Además, esta industria tenía límites ya que no demandaba carbón, hierro o acero imposibilitando,
el desarrollo de las industrias pesadas de base. Sin embargo, con el crecimiento de las ciudades
se generó un aumento en la demanda del carbón (principal combustible domestico) y para poder
solventarla, se implementó el ferrocarril, el cual transformaría la industria. Era un medio de
transporte que se utilizaba para trasladar el carbón desde la galería a la bocamina y hasta el
punto de embarque. Su construcción generaba una demanda en la producción de hierro y carbón,
la industrialización se encontraba en la fase más avanzada. En 1850, la red ferroviaria básica
estaba ya instalada uniendo, los puntos principales y lejanos de la ciudad. Sin embargo, era muy
costoso pero los hombres ahorrativos encontraron en él una nueva forma de inversión, en donde
se movilizaban grandes capitales para la industria que generaron fuentes de trabajo siendo así,
la solución a la crisis de la primera fase de la industria capitalista.
* Las antiguas aristocracias con las transformaciones económicas aumentaron sus rentas ya que
eran los dueños del suelo (tierra) y del subsuelo (ferrocarril).
*Las antiguas burguesías mercantiles también tuvieron cambios beneficiosos ya que ampliaron
su radio de acción en la red mercantil, incluso este éxito les permitía ingresar a la nobleza. Sin
embargo, había muchos hombres de negocios que habían consolidado sus posiciones y, en 1812
se comenzaron a definir como “clase media” la cual reclamaba derechos y poder. Estaban
dispuestas a derribar los privilegios que aún mantenía la aristocracia y combatir contra la
demanda de los trabajadores quienes para ellos, no se esforzaban lo suficiente ni estaban
dispuestos a aceptar su dirección. Para los burgueses, su vida se había transformado
radicalmente, se organizaron a través de las normas de la economía liberal y la religión. Eran
hombres que trabajaban duro, su austeridad, era el resultado de la ética religiosa, constituían un
elemento funcional para la industrialización ya que las ganancias debían de ser reinvertidas, les
atormentaba la deuda y la bancarrota. Se puede decir que la burguesía fue la clase triunfante de
la RI.
En sus inicios la RI, reforzó formas pre-industriales de producción, como el sistema de trabajo
domiciliario pero con la mecanización, se transformó en una ocupación a tiempo completo
dependiente de las fábricas o del taller. El sistema domiciliario comenzó a transformarse en
trabajo “asalariado”. En esta etapa, se detecta además el aporte de la mano de obra femenina e
infantil, quienes disponían de una remuneración menor a la de los varones. Las mujeres fueron
la base de la intensificación del trabajo y la alternativa a los costos de mecanización.
Existía una pluralidad de grupos sociales dentro de los “trabajadores pobres” y con la expansión
del sistema fabril en 1820, el proletariado industrial comenzó a adquirir un perfil más definido ya
que era la clase obrera fabril: eran proletariados; se concentraban en un único lugar de trabajo
(la fábrica) desarrollando un proceso de producción de carácter colectivo entre el hombre y la
máquina. Existía una división de trabajo con un grado de complejidad que modificaba las
conductas laborales adecuándose al ritmo y regularidad del proceso mecánico. Este tipo de
trabajo, entraba en conflicto con las tradiciones e inclinaciones de los hombres y mujeres.
Además, se había producido un conflicto con las medidas del tiempo: en el trabajo pre-industrial
se media por los ciclos de cosechas, meses y semanas en cambio, en el trabajo fabril, se media
en dias, horas y minutos. Si bien con el tiempo los trabajadores aceptaron esta medida de tiempo,
se comenzaba a desencadenar una lucha por la reducción de la jornada laboral. Para superar
estas resistencias laborales, se implementó un sistema de coacciones que organizaba el mercado
de trabajo garantizando la disciplina. En 1823 se crearon leyes que castigaban con la cárcel a los
obreros que no cumplieran con su trabajo y, con la Ley de Pobres de 1834, se recluían a los
indigentes en asilos transformados en casas de trabajos. Se les obligaba a trabajar manteniendo
bajos los salarios, a través del pago por pieza producida, exigiendo al trabajador a la concurrencia
cotidiana. Se disciplinó además, mediante formas más sutiles como con la religión, en donde el
metodismo insistía en las virtudes disciplinadoras y en el carácter sagrado del trabajo duro y la
pobreza.
Los trabajadores no podían adaptarse al sistema, por lo que el único camino que encontraban
factible era el de la rebelión: la primera forma de lucha fue el ludismo, que se basaba en la
destrucción de las maquinas que competían con los trabajadores cuando eran suplantados. Sin
embargo cuando se dieron cuenta que la tecnología era un proceso irreversible, continuaron como
forma de expresión para obtener aumentos salariales y una disminución de la jornada de trabajo.
En 1811 y 1812 fue tal su incremento que se impuso la pena de muerte para los destructores de
máquinas. Además, aparecieron movimientos vinculados con la reivindicación política: el
jacobinismo, que había generado en los artesanos la ideología por la lucha de la democracia y los
derechos del hombre y del ciudadano. En 1799 se anularon los derechos de crear asociaciones
configurándose así, los movimientos por la lucha obrera.
Las demandas de los trabajadores en el siglo XIX coincidieron con las aspiraciones de las “clases
medias” en la participación política. La lucha se basaba en la ampliación del sistema electoral ya
que, antiguos condados densamente habitados habían disminuido su población pero aun,
conservaban la mayoría de la representación parlamentaria dejando a los centros poblados de las
regiones industriales, con poca representación. En 1824 surgieron los sindicatos (trade unions)
y, en 1830 conformaron la Unión General de Protección al Trabajo. Aunque avanzaron en la
organización de los trabajadores perdieron en la lucha de los derechos políticos. En 1832 con la
reforma electoral se les otorgaba representación a los centros industriales y se disminuía la renta
requerida para votar acrecentando el número de electores, esto favorecía a la burguesía y excluía
a la clase obrera. Por lo que, los intereses de los trabajadores no debían de coincidir con los de
la burguesía, siendo necesario el planeamiento de nuevas formas de lucha formando,
asociaciones clandestinas. En 1838, la Asociación de Trabajadores de Londres confeccionó la
Carta del Pueblo, en donde se exigía el derecho al sufragio universal, la división de los distritos
electorales entre otras cuestiones. Esto, dio origen al movimiento conocido como carlismo que se
extendió por toda Gran Bretaña pero se desintegró ya que sus dirigentes no lograban llevar a
cabo acciones conjuntas y además, por las repercusiones que tuvieron en Inglaterra el fracaso
de las revoluciones del 48 en Europa.
La Revolución Francesa:
Orígenes:
Según Roger Chartier, los cafés, salones y periódicos habían creado la esfera pública de la política
ya que eran espacios de discusión, comunicación e intercambio de ideas sobre el Estado o esfera
del poder político en donde se criticaban sus actos y fundamentos. En ella, las personas que
hacían uso de la razón podían ser consideradas “iguales”: se distinguían por la calidad de sus
argumentos, por su capacidad. No reconocían las jerarquías sociales y las distinciones de órdenes
sostenidas por el Estado absoluto. Sin embargo, lo “publico” no significaba “pueblo” ya que la
opinión publica era la opinión de los hombres ilustrados opuestas al “populacho” de opiniones
múltiples y versátiles llenas de prejuicios y pasiones. La frontera se encontraba entre los que
podían leer y escribir de los que no, siendo estos los que debían asumir como “representantes”
del pueblo. La esfera pública conformaba un tribunal que debía de ser escuchado y convencido,
reflejando la crisis de legitimidad de la monarquía absoluta ya que alcanzaban a amplios sectores
sociales. En 1789 con los Cuadernos de Quejas, quedaron explícitos los cambios en la imagen del
rey, se produjo la desacralización de la monarquía, esta crisis política se conjugó con la situación
social y económica: En el siglo XVIII fue la principal rival económica de Inglaterra, quien disponía
de un dinámico imperio colonial, Francia a diferencia, era la monarquía absoluta más poderosa
de toda Europa y no estaba dispuesta a subordinar la política para la expansión económica ya
que ésta encontraba sus límites en la rígida organización mercantilista del Antiguo Régimen como
los reglamentos, los altos impuestos, etc. Para mejorar esto, los economistas de la Ilustración
(fisiócratas) plantearon que era necesario una eficaz explotación de la tierra, la abolición de las
restricciones y una equitativa y racional tributación que anulara los viejos privilegios; criticaban
las bases del mercantilismo ya que consideraban que la riqueza no estaba en la acumulación sino
en la producción (agrícola) y para poder lograrlo, era necesario levantar las trabas, dar libertad
a los productores, empresas y comercio. Pero estos intentos fracasaron totalmente ya que la
aristocracia no quería perder sus privilegios. El conflicto entre los intereses del Antiguo Régimen
y el ascenso de las nuevas fuerzas sociales era cada vez más agudo en Francia que en cualquier
parte del mundo.
Para algunos historiadores, como Volvelle, la revolución fue el producto del conflicto entre la
aristocracia feudal y la burguesía, vinculada a las nuevas actividades económicas consideradas
como el traspaso del poder de una clase a otra. Sin embargo esta idea es criticada por las
corrientes “revisionistas” que niegan la existencia de una reacción aristocrática como burguesa,
dificultando el carácter de revolución “burguesa” ya que creen que la revolución fue de las “elites”.
Para Hobsbawm, el papel importante de la revolución estuvo en los periodistas, profesores,
abogados, notarios, que defendían un sistema basado en el talento. Estos fueron los burgueses
que sentaron las bases para las futuras transformaciones.
El rey Luis XVI quería disolver la Asamblea Nacional lo que incentivó a un levantamiento popular
y el 14 de julio de 1789 tomaron la fortaleza de la Bastilla simbolizando la caída del absolutismo
y el comienzo de un periodo de liberación. La revolución se extendió por las ciudades y en especial
en el campo, en donde se desencadenó el “Gran Miedo”, se quemaron los derechos señoriales
quebrando así la estructura institucional de Francia. En agosto, la Asamblea aprobó la Declaración
de los Derechos del Hombre y el Ciudadano que se basaba en los principios de libertad, igualdad
y fraternidad:
Libertad personal de los individuos frente a las arbitrariedades del Estado pero también, libertad
de empresa y comercio. Igualdad, todos los individuos eran iguales ante la ley aboliendo los
privilegios de sangre y nacimiento. Fraternidad, conformaban una nación, todos eran franceses
con una sola patria y podían considerarse “hermanos”
Además, con las revueltas campesinas, la Asamblea tuvo que abolir el feudalismo comenzando a
constituirse un “orden burgués”. Una de las medidas que llevaron a cabo fue, la limitación del
poder de la Iglesia. A fines del año, se nacionalizaron los bienes del clero, expropiándose de las
tierras eclesiásticas. En 1790 se dictó la Constitución Civil del Clero, en dónde la Iglesia se
encontraba bajo el poder del Estado: los obispos y curan se volvieron funcionarios públicos. Esto
generó grandes conflictos entre los miembros del clero constitucional y los del clero “refractario”
que se negaban a aceptar la medida. Lo más importante de este hecho, fue la necesidad de
establecer un nuevo orden y el 14 de julio de ese mismo año se celebró el primer aniversario de
la Toma de la Bastilla símbolo del origen de este orden.
A pesar de establecerse una monarquía limitada, muchos pensaban que era necesario profundizar
con los contenidos revolucionarios. Dentro del Tercer Llano, comenzaron a diferenciarse diversas
corrientes que se agrupaban en asociaciones o clubes políticos. Los jacobinos o los cordeleros,
donde se encontraba la elite política y, los sectores populares más radicalizados como artesanos,
jornaleros y pequeños propietarios que se denominaban los sans-culottes (no usaban calzas,
solamente pantalones) que se reunían en los barrios de las ciudades y tenían ideas democráticas
e igualitarias. Estas asociaciones, se convirtieron en el motor de la agitación, tal es así, que se
expresaron en la Asamblea Legislativa y se definieron por el lugar que ocupaban en el recinto (a
la derecha los conservadores, a la izquierda los radicales). Para los conservadores la revolución
había concluido, sin embargo, acontecimientos como la mala cosecha, la devaluación de los
asignados desencadenaron una crisis económica que favoreció la movilización popular. Ante esto,
el rey, intentó huir a Austria para reunirse con sus nobles, pero fue descubierto, viéndose obligado
a jurar la Constitución. Sus ideas de reestablecer el poder absoluto fueron percibidas como un
acto de “traición a la Patria” afirmando el prestigio de las ideas republicanas de los sectores más
radicalizados. Los nobles que se encontraban en Austria junto con la ayuda del rey de Prusia y
del emperador de Austria acordaron invadir Francia para evitar la expansión de estas ideas y
movimientos en sus propios reinados. En consecuencia, la Asamblea Legislativa le declaró la
guerra en 1792 favoreciendo la radicalización del proceso: Mientras invadían el territorio se
proclamó “la Patria está en peligro” acudiendo voluntarios a Paris para defender la revolución. El
rey fue depuesto y llevado a prisión, se disolvió la Asamblea reemplazándola por una Convención
Nacional elegida por el sufragio universal, estableciéndose un nuevo calendario que marcaba el
comienzo de una nueva era: 1792 era el año I de la República.
En 1794 las circunstancias para la República jacobina habían cambiado: con el triunfo de los
franceses frente a Austria y la posterior ocupación de Bélgica se desarrolló una alianza dentro de
las fuerzas opositoras de la Convención, desalojando a Robespierre y a sus seguidores. En 1795,
la Convención daba por terminada sus funciones y se sancionó una Constitución del año III de la
República que reestablecía el sufragio restringido para los ciudadanos propietarios y, establecía
un poder legislativo bicameral y un poder ejecutivo, el Directorio, integrado por cinco miembros
que buscaba retomar el programa liberal de la primera etapa. Sin embargo, existía una gran
dificultad para lograr la estabilidad política ya que el gobierno del Directorio, se encontró con las
trabas de los sans-culottes y los políticos más radicalizados de la aristocracia, por lo que fue
necesario, mantener el equilibrio a través del ejército logrando así, no volver a la república
jacobina ni mucho menos al Antiguo Régimen.
Francia al buscar la hegemonía europea se encontraba enfrentada con Inglaterra quien era su
principal enemiga. Las luchas bélicas no habían ayudado mucho por lo que la misma tuvo que
ser trasladada al terreno económico. Desarrollándose un bloqueo marítimo y continental entre
ambos países buscando la asfixia mutua. Con el bloqueo continental no solo se aislaba a
Inglaterra sino que además, la economía se subordinaba a las necesidades de Francia. Sin
embargo sus efectos fueron graves ya que provocaron la ruina de los puertos, la falta de algodón
y la quiebra de los propietarios agrícolas que no podían exportar el excedente. En 1811 se
desencadenó una crisis llevando a Napoleón a invadir Rusia en 1812 pero, los rusos, habían
abandonado sus tierras destruyendo todo lo que le podía servir al invasor incluso, incendiaron la
ciudad de Moscú. Este fracaso francés, estimuló el estallido de los movimientos nacionalistas en
los países ocupados. Las fuerzas aliadas de Prusia, Austria, Rusia y Suecia en la batalla de Leipzig
de 1813, derrotaron a Napoleón, Francia fue ocupada por los aliados permitiendo, la restauración
de los Borbones en el trono. Pero, las intenciones de Luis XVIII de retornar al antiguo régimen
permitieron que Paris sea apoderado de nuevo por Napoleón, manteniéndose en el poder por
100 dias ya que en 1815, con la batalla de Waterloo, fue derrotado por los ingleses.
La caída de Napoleón significó la definición de un nuevo orden europeo a cargo de Gran Bretaña,
Rusia, Austria y Prusia. El cual constituía un compromiso entre liberales y partidarios del antiguo
régimen. Esto no fue equilibrado ya que se había volcado hacia las viejas tradiciones. Sin
embargo, se encontraron con la cuestión de rehacer el mapa de Europa, con el objetivo de
consolidar y acrecentar territorialmente sus estados y crear “estados-tapones” para impedir la
expansión francesa.
La sociedad resistía frente a las políticas e ideas de retornar al absolutismo, creciendo así, las
ideas de los liberales que buscaban una revolución. En algunos lugares (Italia y Alemania) el
liberalismo confluyó con el nacionalismo ya que para constituir unidades nacionales era necesario
liberarse de la aristocracia que dominaba. Surgieron asociaciones secretas en toda Europa, en
cada país se buscaba establecer diferentes formas de gobierno pero todos coincidían, en el
carácter de organización secreta con una rígida disciplina y la utilización de la violencia si era
necesario. Para 1820 era ya imposible volver a las ideas del pasado.
El liberalismo estaba orientado a salvaguardar las libertades políticas como económicas, se hizo
más presente en Gran Bretaña. El estado, debía limitarse a proteger los derechos de los individuos
ajustándose a las actividades y objetivos de la burguesía. El programa político estaba basado en
la libertad e igualdad civil, protegidas por una Constitución, una monarquía limitada, un sistema
parlamentario, elecciones y partidos políticos sin embargo, el temor a los conflictos sociales llevo
a desencadenar una concepción restringida de la soberanía que negaba el sufragio universal.
Tras la caída en Francia de Napoleón, los ultras querían restaurar los principios del absolutismo
pero, la sociedad había cambiado. Con la muerte del rey Luis XVIII, Carlos X buscaba consolidar
las ideas del absolutismo estallándose, un levantamiento popular. El rey abdicó y asumió al trono
Luis Felipe, conocido como el “rey burgués” cuya titularidad la recibió por la voluntad de los
representantes del pueblo. Se instauró una monarquía limitada con un sufragio restringido, era
la derrota de las aristocracias absolutistas francesas.
Estas agitaciones, se extendieron por Europa: Bélgica y Holanda, dos países con lenguas,
religiones y economías diferentes buscaban separarse. Bélgica, buscaba una política
proteccionista para la industrialización y frenar la enseñanza católica de los holandeses.
Proclamaron su independencia y eligieron como rey a Leopoldo de Sajonia-Coburgo.
En Alemania, Polonia e Italia también había estallado estas ideas revolucionarias pero fueron
socavadas rápidamente.
Los movimientos del 48, fueron movimientos democráticos que buscaban reivindicar el derecho
al voto para todos los ciudadanos. Se prefería hablar de soberanía popular en lugar de soberanía
nacional ya que el término “nación” era muy abstracto y “pueblo” concordaba con la totalidad de
los individuos. La república era la forma política para el ejercicio del sufragio universal, la
soberanía popular y la garantía de las libertades. Buscaba luchar contra las desigualdades sociales
que el liberalismo había dejado de lado.
Además, las ideas del socialismo se hicieron presentes, en donde la propiedad privada implicaba
la negación de la libertad e igualdad. El mutualismo ganaba lugar, las organizaciones de
autogestión en la economía y la autoadministración política se multiplicaban por todo el territorio
surgiendo así la imagen de un estado de no gobierno conocido como la anarquía que se oponía
al desorden de los burgueses.
Movimientos revolucionarios:
En Francia, el descontento social crecía y se agravaba por la crisis económica en toda Europa. La
oposición de la monarquía limitada se reunía para tratar temas sobre la política principalmente,
el derecho al sufragio. Frente a esta situación de gran participación política por parte la
muchedumbre y descontento social, el rey Felipe abdicó. Se proclamó una república en cuyo
gobierno participaban republicanos, liberales, demócratas, socialistas y representantes obreros;
un sufragio universal; abolición de la esclavitud en las colonias; libertad de prensa y de reunión
y; supresión de la pena de muerte. Aunque también se introdujeron reclamos socialistas
relacionados al trabajador.
La heterogeneidad del gobierno generó fuertes dificultades y las elecciones de abril dejaron en
el gobierno a Lamartine quien implementó políticas conservadoras que desencadenaron un fuerte
estallido social que fue violentamente suprimido. A fin del año, asumía como presidente Luis
Napoleón Bonaparte quien descartaba la idea de una “república social”.
Italia, Prusia y Austria también se vieron agitatos por movimientos que tenían características
comunes: reivindicación política junto con insurrección social. Sin embargo fueron sofocados por
las fuerzas militares: en Italia por la flota austriaca y la flota francesa de Luis Napoleón Bonaparte;
en Austria y Prusia los soberanos absolutistas se apoyaron mutuamente para frustrar esta
revolución.
Las revoluciones del 48 fueron tan breves como una primavera. Sin embargo, significaron el fin
de la política tradicional, demostrando que el liberalismo, la democracia política, el nacionalismo,
las clases medias y los trabajadores iban a ser los protagonistas permanentes del panorama
político.