Este documento resume la Revolución Industrial en Inglaterra y sus consecuencias sociales. Primero, describe cómo la "revolución agrícola" creó un mercado interno y liberó trabajadores para la industria. Luego, la industria algodonera se mecanizó para satisfacer la demanda, seguida por la industria ferroviaria. Estos cambios transformaron la sociedad inglesa, creando una nueva clase de industriales mientras las condiciones de vida de los trabajadores se deterioraban.
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Este documento resume la Revolución Industrial en Inglaterra y sus consecuencias sociales. Primero, describe cómo la "revolución agrícola" creó un mercado interno y liberó trabajadores para la industria. Luego, la industria algodonera se mecanizó para satisfacer la demanda, seguida por la industria ferroviaria. Estos cambios transformaron la sociedad inglesa, creando una nueva clase de industriales mientras las condiciones de vida de los trabajadores se deterioraban.
Este documento resume la Revolución Industrial en Inglaterra y sus consecuencias sociales. Primero, describe cómo la "revolución agrícola" creó un mercado interno y liberó trabajadores para la industria. Luego, la industria algodonera se mecanizó para satisfacer la demanda, seguida por la industria ferroviaria. Estos cambios transformaron la sociedad inglesa, creando una nueva clase de industriales mientras las condiciones de vida de los trabajadores se deterioraban.
Este documento resume la Revolución Industrial en Inglaterra y sus consecuencias sociales. Primero, describe cómo la "revolución agrícola" creó un mercado interno y liberó trabajadores para la industria. Luego, la industria algodonera se mecanizó para satisfacer la demanda, seguida por la industria ferroviaria. Estos cambios transformaron la sociedad inglesa, creando una nueva clase de industriales mientras las condiciones de vida de los trabajadores se deterioraban.
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Susana Bianchi
La época de la “Doble revolución”
En Europa, las transformaciones comenzaron en dos países rivales, Inglaterra y Francia. Constituyeron dos procesos diferentes, pero por sus carácter paralelo y por sentar las bases del mundo contemporáneo, fueron definidos por el historiador Eric Hobsawn como la “doble revolución” Ocurrió en regiones muy restringidas de Europa sin embargo sus resultados alcanzaron dimensiones mundiales. Estas revoluciones permitieron el ascenso de la sociedad burguesa, peo también dieron origen a otros grupos sociales que pondrían en tela de juicio los fundamentos de su dominación. Este ciclo se cierra en 1848, el año de la “última revolución burguesa” y en el que Karl Marx publicaba el “Manifiesto Comunista. La revolución Industrial en Inglaterra ¿Qué significa decir que “estalló la Revolución Industrial? En algunas regiones de Inglaterra comenzó a registrarse un aceleramiento del crecimiento económico. El fenómeno de “despegue” mostraba la capacidad productiva superaba límites y obstáculos y parecía capaz de una ilimitada multiplicación de hombres, bienes y servicios; implicaba cambios cualitativos: las transformaciones se producían en y a través de una economía capitalista Capitalismo: según Werner Sombart, “espíritu” que impregnaba la vida de una época. Era una síntesis de empresa o de aventura con la actitud burguesa de cálculo y racionalidad. Pirenne decía que el capitalismo consistía en la organización de producción para un mercado distante. Dadas las dificultades temporales de estas conceptualizaciones, consideraremos el capitalismo como un sistema de producción pero también de relaciones sociales. La principal característica es el trabajo proletario. La separación entre los productores directos, la fuerza de trabajo y la concentración de los medios de producción en manos de otra clase social, la burguesía. Los orígenes de la Revolución industrial ¿Cuáles fueron las condiciones específicamente inglesas que posibilitaron a los hombres de negocios “revolucionar la producción”? -A partir del desarrollo de una agricultura comercia la economía agraria se encontraba profundamente transformada. -Los cercamientos habían llevado a un puñado de terratenientes con mentalidad mercantil casi a monopolizar la tierra, cultivada por arrendatarios que empleaban mano de obra asalariada. -A mediados del S XVIII, el área capitalista de la agricultura inglesa se encontraba extendida y en vías de una posterior ampliación. -El proceso era acompañado por métodos de labranza más eficientes, abono sistemático de la tierra, perfeccionamientos e introducción de nuevos cultivos, que configuraban una “revolución agrícola” que permitía sobrepasar por primera vez el límite del problema de hambre. -Los productos del campo, tanto los agrícolas como las manufacturas, dominaban los mercados. -La agricultura se encontraba preparada para cumplir con sus funciones básicas en un proceso de industrialización. -En la medida en que la “revolución agrícola” implicaba un aumento de la productividad, permitía alimentar a más gente que no trabajaba la tierra. -Los cambios en la agricultura fueron el motor fundamental para el nacimiento de la sociedad industrial. -Al modernizar la agricultura y al destruir las antiguas formas de producción campesinas – basadas en el trabajo familiar y comunal-, la “revolución agrícola” acabó con las posibilidades de subsistencia de muchos campesinos que debieron trabajar como arrendatarios o jornalero. Muchos también debieron emigrar a las ciudades; se creaba así un cupo de potenciales reclutas para el trabajo industrial. -Al destruir las gormas de autoabastecimiento que caracterizaban a la economía campesina, creaba consumidores, gente que recibía ingresos monetarios y que para satisfacer sus necesidades básicas debían dirigirse al mercado. -De allí, la constitución de un mercado interno estable y extenso. Recibieron un importante estímulo las industrias textiles, de alimentos y la producción de carbón. -Pero también Inglaterra contaba con un mercado exterior. Las plantaciones de las Indias occidentales –salida también para la venta de esclavos- proporcionaban cantidad suficiente de algodón para proveer la industria británica. Pero las colonias ofrecían un mercado en constante crecimiento e ilimitado, para los textiles ingleses. Era un mercado sostenido por la agresiva política exterior del gobierno británico; estaba dispuesto a destruir toda competencia. Cuando los nuevos intereses comenzaron a prevalecer, la India fue sistemáticamente desindustrializada y se transformó a su vez en receptora de los textiles ingleses. -Y esto nos lleva al factor que explica la peculiar posición de Inglaterra en el S XVIII: el gobierno. La “gloriosa revolución” de 1688, había instaurado una monarquía ilimitada por el Parlamento integrado por la cámara de Los Comunes y por la cámara de Los Lores. Inglaterra estaba dispuesta a subordinar su política a los fines económicos. El desarrollo de la Revolución Industrial –La etapa del algodón Según Eric J. Hobsbawn, el mercado exterior fue la “chispa” que encendió la Revolución Industrial. Además considera que la primera manifactura que se industrializó –el algodón- estaba vinculada esencialmente al comercio ultramarino. El mercado interno desempeñó el papel de “amortiguador” para las industrias de exportación frente a las fluctuaciones del mercado. Otros historiadores como Giorgio Mori ponen el acento en el mercado interno. Consideran que el impulso para la industrialización provino fundamentalmente de la demanda interna; de la existencia de una masa de consumidores en constante expansión por los precios bajos de los nuevos productos sobre todo textiles. Para responder a una creciente demanda era necesario introducir una tecnología que permitiera ampliar esa producción. La primera industria “en revolución” fue la industria de los textiles de algodón. La necesidad de introducir innovaciones tecnológicas que aceleraran el proceso de hilado hizo que en 1870 exigieran la producción en fábricas. El aumento del hilado multiplicó el número de telares y tejedores manuales. La abundancia del hilado y la apertura de mercados en el continente europeo llevaron también a la introducción del telar mecánico. La industria algodonera por su tipo de mecanización y el uso masivo de mano de obra barata permitió una rápida transferencia de ingresos del trabajo al capital y contribuyó al proceso de acumulación. La etapa del ferrocarril Las primeras dificultades se constataron a mediados de la década de 1830, cuando la industria textil atravesó su primera crisis. La producción se había multiplicado, pero los mercados no crecían con la rapidez necesaria; los precios cayeron, los costos de producción no se reducían. Descontento social que durante esos años se extendió por Gran Bretaña. Las demandas militares tampoco eran la vía para transformar a Gran Bretaña en un país descollante en la producción de hierro. El crecimiento de las ciudades generaba un constante aumento de la demanda de carbón, principal combustible doméstico. La producción de carbón fue lo suficientemente amplia como para estimular el invento que transformó radicalmente la industria: el ferrocarril. La primera línea de ferrocarril “moderna” unió la zona minera de Durham con la costa. La construcción de ferrocarriles, vagones, vagonetas y locomotoras y el extendido de vías férreas, generaron una demanda que triplicó la producción de hierro y carbón, permitiendo ingresar en una fase de industrialización más avanzada. El alto costo de la construcción de ferrocarriles presentaba un problema, luego éste se convirtió en su principal ventaja. Las primeras generaciones de industriales habían acumulado riqueza en tal cantidad que excedía la posibilidad de invertirla o gastarla. Las construcciones ferroviarias movilizaron acumulaciones de capital con fines industriales, generaron nuevas fuentes de empleo y se transformaron en el estímulo para la industria de productos base. El ferrocarril fue la solución para la crisis de la primera fase de la industria capitalista. Las transformaciones de la sociedad La expresión Revolución Industrial fue empleada por primera vez por escritores franceses en la década de 1820. Y fue acuñada con explícita analogía con la Revolución Francesa de 1789. Se consideraba que si ésta había transformado a Francia, la Revolución Industrial había transformado a Inglaterra. Los cambios podían ser diferentes pero eran compatibles en un sentido: habían producido una nueva sociedad. Esta expresión implicó la idea de profundas transformaciones sociales. Desde Lord Byron hasta Robert Owen, dejaron testimonios disímiles pero que coincidían en describir a esa sociedad con términos pesimistas: el trabajo infantil, el humo de las fábricas, el deterioro de las condiciones de vida, las largas jornadas laborales, el hacinamiento en las ciudades, las epidemias, la desmoralización, el descontento generalizado. Las antiguas aristocracias no sufrieron cambios importantes, con las transformaciones económicas pudieron engrosar sus rentas. Los nobles ingleses no tuvieron que dejar de ser feudales porque hacía ya mucho tiempo que habían dejado de serlo y no tuvieron grandes problemas de adaptación frente a los nuevos métodos comerciales ni frente a la economía que se abría en la “época del vapor”. Para las antiguas burguesías mercantiles y financieras los cambios implicaron sólidos beneficios. Muchos de ellos se habían beneficiado por un proceso de asimilación: eran considerados caballeros, con su correspondiente casa en el campo, con su esposa tratada como “dama” y con hijos que estudiaban en Oxford o Cambridge, dispuestos a emprender carreras en la política. El éxito incluso podría permitirles ingresar en filas de la nobleza. El proceso de industrialización generaba muchos “hombres de negocios”. Muchos habían salido de los más modestos orígenes. Habían consolidado sus posiciones y a partir de 1812, comenzaron a definirse a sí mismos como “clase media”. Como tal reclamaban derecho y poder. Estaban dispuestos a derribar los privilegios de los aristócratas y a combatir contra las demandas de los trabajadores que no se esforzaban lo suficiente ni estaban dispuestos totalmente a aceptar su dirección. Al cabo de una o dos generaciones, la vida se había transformado radicalmente. Pero el cambio no los desorganizó. Contaban con las normas que les proporcionaban los principios de la economía liberal y la guía de la religión. Eran hombres que trabajaban duro. Permanecían en las fábricas desde muy temprano hasta la noche controlando y dirigiendo los procesos productivos. Su austeridad era resultado de la ética religiosa, pero también constituía un elemento funcional para esas primeras épocas de la industrialización, donde las ganancias debían invertirse. Esta nueva burguesía industrial fue la clase triunfante de esta Revolución. Con la producción en la fábrica surgió una nueva clase social: el proletariado o clase obrera; pero según Eric J. Hobsbawn utilizó hasta 1830 el término “trabajadores pobres” para referirse a lo que constituyeron la fuerza laboral. En las primeras etapas de la Revolución Industrial se esforzó el sistema de trabajo domiciliario. La hilandería se transformó en una ocupación de tiempo completo casa vez más dependiente de una fábrica o de un taller. El sistema domiciliario comenzaba a transformarse en un trabajo “asalariado”. Resultó clave la mano de obra femenina e infantil. Constituyeron la gran mano de obra de los nuevos empresarios. Los “trabajadores pobres” pasaron a ser “case obrera fabril”, sus características eran: proletarios-fuerza de producción con carácter colectivo-incremento de la división del trabajo-el tipo de trabajo entraba en conflicto con las tradiciones-para los empresarios constituyó una ardua tarea desterrar la costumbre del “lunes santo”-el trabajo fabril se medía en días, horas y minutos. A la larga los trabajadores incorporaron e internalizaron la nueva medida de tiempo del trabajo industrial. Y con esto comenzará la lucha por la reducción de la jornada laboral. Frente a la resistencia se forzó a los trabajadores mediante un sistema de coacciones que organizaba el mercado de trabajo y garantizaba la disciplina. Leyes como la Ley de Pobres de 1834 castigaban con la cárcel a los obreros que no cumplían con su trabajo, o recluían a los indigentes en asilos transformados en casas de trabajo. El metodismo insistía particularmente en las virtudes disciplinadoras y el carácter sagrado del trabajo duro y la pobreza. Por otro lado, proveyó de formas de asistencia a los que por enfermedad o diversos problemas no podían trabajar. Hasta mediados del S XIX mantuvo su vigencia la teoría de “fondo salarial”, que consideraba que cuanto más bajo fueran los salarios de los obreros más altos serían los beneficios patronales. El desarrollo urbano de la primera mitad del S XIX fue un gran proceso de segregación que empujaba a los trabajadores pobres a grandes concentraciones de miseria alejadas de las nuevas zonas residenciales de la burguesía. El hacinamiento, la falta de servicios públicos, favoreció la reaparición de epidemias, como el cólera o el tifus. La experiencia, la tradición, la moralidad pre-industrial no ofrecían una guía adecuada para un comportamiento idóneo y capitalista. De ahí, la desmoralización y el incremento de problemas como la prostitución y el alcoholismo. Dentro de la moralidad pre-industrial se consideraba que el hombre tenía derecho a trabajar, pero que si no podía hacerlo tenía el derecho de que la comunidad se hiciera cargo de él. Pero esto era incompatible con la lógica burguesa que basaba su triunfo en el “esfuerzo individual”; también su lógica era la asociación entre pobreza y pecado. La “caridad” burguesa funcionaba como motor de degradación más que de ayuda material. Frente al arduo trabajo y la desmoralización, el único camino de la clase trabajadora era la rebelión. Con bases de otras revoluciones y movimientos anteriores, pronto surgió la organización y la protesta. Como señala Edward P. Thompson, la clase obrera fue “hecha” por la industria, pero también se hizo a sí misma en el proceso que permitió el pasaje de la “conciencia de oficio” a la “conciencia de clase”. A finales del S XVIII, el ludismo se basó en la destrucción de las máquinas que competían con los trabajadores en la medida que suplantaban a los operarios, luego esta forma de lucha continuó empleándose como forma de expresión para obtener aumentos salariales y disminución de las jornadas de trabajo. Hacia 1811 y 1812 el movimiento ludita adquirió tal extensión que las leyes implantaron la pena de muerte para los destructores de las máquinas. Las demandas no se restringieron a la mejora de las condiciones de trabajo ni al aumento de los salarios, sino que también aparecieron reivindicaciones vinculadas con la política. El jacobismo había dotado a los viejos artesanos de una nueva ideología, la lucha por la democracia y por los derechos del hombre y del ciudadano. No fue coincidencia que en 1792 se publicara la obra de Thomas Paine, “los derechos del hombre”, y que el zapatero Thomas Hardy fundara la primera Sociedad de Correspondencia, asociación que agrupaba a los trabajadores. Las demandas de los trabajadores de una democracia política coincidieron con las apariciones de las nuevas “clases medias” a una mayor participación en el poder político. La lucha se centró en la ampliación del sistema electoral. El problema radicaba en que antiguos condados anteriormente densamente habitados habían disminuido su población, pero conservaban la mayoría en la representación parlamentaria; pero al contrario, centros densamente poblados, como las nuevas regiones industriales, carecían de representación. En 1824, se anuló la legislación que prohibía asociarse y comenzaron a surgir los sindicatos, culminando en 1830 con la formación de la Unión General de Protección al Trabajo. La lucha por la ampliación del sistema político culminó con la reforma electoral de 1832. Se suprimían los “burgos podridos”, se otorgaba representación a los nuevos centros industriales y acrecentó el número de electores al disminuir la renta requerida para votar. Esto excluía a la clase obrera de los derechos políticos. En 1838, la Asociación de Trabajadores de Londres confeccionó un programa que se llamó la Carta del Pueblo: se exigía el derecho al sufragio universal, idéntica división de los distritos electorales, dietas para los diputados, etc. La revolución francesa La política y la ideología se formaron bajo el modelo de la Revolución Francesa. Francia proporcionó el vocabulario y los programas de los partidos liberales y democráticos de la mayor parte del mundo, y ofreció el concepto y los contenidos del nacionalismo. Los orígenes de la revolución Se habían producido profundos cambios en l ámbito de las ideas y de las concepciones del mundo. Los “filósofos” Ilustración habían destronado a la teología: la religión estaba fuera de lo racionalmente verificable, es decir, del conocimiento científico. El pensamiento se alejaba de lo sagrado para afirmar sus contenidos laicos. La naturaleza divina del poder real no era aceptado por los filósofos que propusieron una nieva instancia de legitimación, la opinión pública. Como señala Roger Chartier, los cafés, los salones, los periódicos, habían creado la esfera pública de la política, es decir, espacios donde los individuos hacían un uso público de la razón. Las jerarquías sociales y las distinciones de órdenes sostenidas por el Estado absoluto, no era reconocida por la esfera pública. La “opinión pública” no significa que fuese considerada la opinión de la mayoría. La “opinión pública” era la opción de los hombres ilustrados y la “opinión de los hombres de letras” opuestos al “populacho” de opiniones múltiples y versátiles. La frontera estaba dada por los que podían leer y escribir y entre quienes no podían hacerlo. Los hombres ilustrados eran quienes debían erigirse en “representantes” del pueblo. A fines del S XVIII esta nueva cultura política se transformaba en un tribunal al que era necesario escuchar y convencer. En los Cuadernos de Quejas de 1789 quedó explícito que se había producido la desacralización de la monarquía. Era a demás una sacralidad que había cambiado su naturaleza, no estaba entregada por Dios sino por la misma Nación. Cartier sostiene que esta desacralización fue lo que hizo posible las profanaciones revolucionarias. Durante el S XVIII Francia fue la principal rival económica de Inglaterra en el plano internacional: había cuadriplicado su comercio exterior y contaba con un dinámico imperio colonial. Francia era la más poderosa monarquía absoluta de Europa y no estaba dispuesta a subordinar la política a la expansión económica. Los economistas de la Ilustración, los fisiócratas, habían planteado que era necesario una eficaz explotación de la tierra, la abolición de las restricciones y una equitativa y racional tributación que anulara los viejos privilegios. Consideraban que la riqueza no estaba en la acumulación sino en la producción, para que prosperara era necesario levantar las trabas, dar libertad a los productores, a las empresas, al comercio. Pero estos intentos fracasaron totalmente. El conflicto en los intereses del antiguo régimen y el ascenso de nuevas fuerzas sociales era más agudo en Francia que en cualquier otra parte de Europa. La “revolución feudal” fue la chispa que encendió la revolución. Vovelle decía que la revolución fue el producto del conflicto entre la aristocracia feudal y las burguesías vinculadas a las nuevas actividades económicas y la considera el paso necesario para el traspaso del poder de una clase social a otra y el establecimiento de la sociedad moderna. Pero esta posición enfrentada por las corrientes “revisionistas” que niegan la existencia tanto de una reacción mobiliaria como de una verdadera burguesía en la Francia del S XVIII. Niegan por lo tanto el carácter de revolución “burguesa” a los conocimientos que desencadenaron a partir de 1789. Consideran que entre algunos sectores de la burguesía y de una nobleza “liberal” había amplio consenso respecto a la necesidad de reformas. Ante las posiciones “revisionistas”, Hobsbawn rescata nuevamente el carácter de revolución “burguesa”. Para Hobsbawn, el punto de partida está en el papel jugado por periodistas, profesores, abogados, notarios que defendían un sistema que no se basaba en el privilegio y el nacimiento, sino en el talento. Al defender un nuevo orden social, estos burgueses sentaron las bases para las posteriores transformaciones Las etapas de la Revolución La asamblea de Notables, que reunía a la aristocracia, en una cerrada oposición a la medida, exigió a la corona la convocatoria de los Estado Generales. Estos Estados representaban a los estamentos de la sociedad –el clero, la nobleza y el estado llano- y, ante los avances de la monarquía absoluta no se reunían desde 1615. En síntesis, la revolución comenzó con la rebelión de la nobleza que intentaba afirmar sus privilegios frente a la monarquía. Pero, los efectos fueron distintos a los esperados. La convocatoria de los Estados Generales, la elección de los diputados, la redacción de los Cuadernos de Quejas, provocaron una progunda movilización que ponía en tela de juicio todo el andamiaje del antiguo régimen. Los Estados Generales aún recogían la visión de la sociedad expresada en el modelo de los “tres órdenes”: los que rezan –el clero-, los que guerrean –la nobleza- y los que trabajan la tierra –los campesinos-. El clero y la nobleza, reunían a los órdenes privilegiados; como resultado del cambio social, el Tercer Estado o Estado llano incluía no sólo a los campesinos sino a todos los grupos que carecían de privilegios: burguesía mercantil y financiera, artesanos, manufactureros, profesionales, pequeños comerciantes, ricos, arrendatarios, etc. Los sectores populares intervinieron activamente haciendo incluir sus reivindicaciones en los Cuadernos de Quejas, que constituían el mandato que debían asumir los diputados. Ante la falta de acuerdos, ante la negativa de la corona de aceptar la reunión conjunta de los tres Estados, el Estado llano o Tercer Estado se auto-convocó en una Asamblea Nacional. Pero, en la coyuntura, los objetivos de sus integrantes cambiaron: se propusieron redactar una constitución que según el modelo que proporcionaba Inglaterra, limitara el poder real.
a. BONAUDO, “A modo de prólogo” En: BONAUDO, Marta (dir.), Liberalismo, Estado y orden burgués (1852-1880), Tomo IV de la Colección Nueva Historia Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 2007 [1999], pp. 11-25