Finales, Consecutivas y Comparativas

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ORACIONES FINALES, CONSECUTIVAS Y COMPARATIVAS EN LATÍN

ISBN

CONCEPCIÓN CABRILLANA LEAL


[email protected]
EUSEBIA TARRIÑO RUIZ
[email protected]

THESAURUS:
Sintaxis, semántica, pragmática, latín, subordinación, correlación, finales,
consecutivas, comparativas, modales, posibilidad, factualidad, prospectividad,
intención, cantidad, grado, cualidad, manera, superioridad, inferioridad, igualdad,
consecutio temporum.

OTROS ARTÍCULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS:


Temas 2 (La oración: concepto. Estructura, constituyentes y niveles. Tipos), 9 (Sintaxis
del adjetivo), 16 (La oración compleja. De la parataxis a la subordinación. La
coordinación), 23 (Consecutio temporum y atracción modal en latín: dos mecanismos
de integración sintáctica y enunciativa) y 24 (El discurso indirecto en latín).

ESQUEMA:
1. ORACIONES FINALES Y CONSECUTIVAS: 1.1. Definición de consecutivas y
finales. 1.2. Rasgos semánticos: 1.2.1. Posibilidad / Factualidad; 1.2.2. Intencionalidad.
Control. Animacidad; 1.2.3. Prospectividad. 1.3. Nivel sintáctico: 1.3.1. Status
sintáctico; 1.3.2. Rasgos con implicaciones sintácticas: 1.3.2.1. Correlación y
conjunción introductora; 1.3.2.2. Negación; 1.3.2.3. Tiempo verbal; 1.3.2.4. Función
sintáctica y nivel de integración. 1.4. Rasgos pragmáticos: 1.4.1. Posibilidades de
focalización; 1.4.2. Ordenación y funcionalidad pragmática.
2. ORACIONES COMPARATIVAS: 2.1. Tipos. Características generales. 2.2.
Comparativas de cantidad: 2.2.1. Definición. Elementos de una estructura
comparativa; 2.2.2. Comparativas de igualdad o ecuativas; 2.2.3. Comparativas de
superioridad. 2.2.4. Comparativas de inferioridad. 2.2.5. Estructuras pseudo-
comparativas. 2.3. Comparativas modales: 2.3.1. Partículas que las introducen; 2.3.2.
Función y nivel de la oración en la que se integran.

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1. ORACIONES FINALES Y CONSECUTIVAS

1.1. Definición y caracterización de consecutivas y finales

De manera habitual (Bennett 1910: 296; Ernout-Thomas 1953: 34; Bassols 1967:
317), las oraciones consecutivas se definen desde un punto de vista semántico como
aquellas cuyo significado da a conocer el resultado —real o previsible— de la acción o
estado expresados en la oración principal. Por su parte, las finales expresan el fin o
intención (Ernout-Thomas 1953: 342; Bassols 1967: 313), pero también el resultado
buscado, por medio de un subjuntivo que mantiene su sentido propio de [+intención] o
de voluntad. El rasgo [+intención] y, como consecuencia [+control] con un Sujeto
[+humano] en la oración principal, y el contenido virtual (no factivo) y prospectivo en la
subordinada son características prototípicas de las oraciones finales (Torrego 2001:
629-630). (1) y (2) son ejemplos, respectivamente, de una oración consecutiva y final:

(1) tanta opibus Etruria erat ut iam non terras solum sed mare etiam per totam
Italiae longitudinem… fama nominis sui implesset (“el poder de Etruria era tal que la
fama de su nombre había llenado… no sólo la parte del interior sino también la
marítima a lo largo de toda Italia”, Liu. 1,2,5)
(2) ab aratro abduxerunt Cincinnatum, ut dictator esset (“trajeron a Cincinato desde
su labor de arado para que pudiera ser dictador”, Cic. fin. 5,96)

Por lo que respecta a las consecutivas prototípicas, los rasgos asociados más
pertinentes son: la ausencia de [+control] y la indiferencia en el rasgo [+intención] en la
principal; en la subordinada, la tendencia a un mayor grado de factividad que en las
finales, con las que comparten de forma general el rasgo [+prospectividad]. Hay, por lo
tanto, situaciones intermedias que permiten constatar un continuum semántico entre
consecutivas y finales.
Sintáctica y formalmente, ambos tipos de oración son introducidas, sobre todo,
por la conjunción ut y emplean el modo subjuntivo. Las consecutivas, además, suelen
presentar un elemento correlativo (sic, ita, adeo, etc.) pero las finales lo hacen (ideo,
eo, propterea, etc.), con menor frecuencia (cf. § 1.3.2.1). Existen otras estructuras con
formas no finitas que pueden expresar también un valor final: ad/propter/ob +
gerundio/gerundivo en acusativo, causa/gratia + gerundio/gerundivo en genitivo,
gerundivo en dativo/genitivo, supino en –um, participio de futuro o infinitivo (cf. Tema
16, §§ 2.2, 3, 4 y 5).

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Además de las oraciones de relativo con valor final o consecutivo (Tema 18), otros
introductores ‘relativo-conjuncionales’ de cierta frecuencia son, para las finales, quo, y
para las consecutivas, quin. Quo se ha ligado habitualmente a construcciones en las
que está presente una forma comparativa —(3a)—, pero los textos muestran que no
es así de modo obligatorio ya desde época temprana —(3b)—:

(3a) id amabo adiuta me, quo id fiat facilius (“ayúdame, por favor, para que lo logre
más fácilmente”, Ter. Eun. 150)
(3b) hanc simulant parere, quo Chremetem absterreant (“simulan que ella está
pariendo, para espantar a Cremes”, Ter. Andr. 472)

Como es de suponer, quo no comparte todos los contextos con ut final; así, p.e.j., el
origen y la naturaleza relativa de quo lo hace incompatible como subordinante cuando
la relación se sitúa en el plano de la enunciación (cf. § 1.3.2.4), ya que en tal caso la
ausencia de relación significativa entre el enunciado principal y la cláusula
subordinada implica que el relativo no tiene nada que le pueda llenar de contenido
(Torrego 1998).
Quin, por su parte, va ganando terreno en época tardía, aunque su presencia es
clara ya en latín arcaico:

(4) numquam tam mane egredior neque tam uesperi / domum reuortor quin te in
fundo conspicer / fodere aut arare aut aliquid ferre denique (“nunca salgo tan de
mañana ni vuelvo a casa tan tarde que no te vea cavar o arar o, en fin, acarrear alguna
cosa en la finca”, Ter. Haut. 67-69)

Desde un punto de vista cognitivo y tomando en consideración el nivel


pragmático, parece lógico que la consecutiva, considerada como resultado de la
acción principal, se coloque detrás de esa principal: es un reflejo del intento de
armonizar el orden lógico y el gramatical, armonización que contribuiye a configurar la
dirección del procesado de información. Ahora bien, esta ordenación puede no darse
en las finales, aprovechando esa posibilidad para focalizar un contenido determinado,
mientras que en la consecutiva se supone que la focalización es consustancial.
Las características que comparten consecutivas y finales hacen aconsejable un
tratamiento conjunto de ambos tipos oracionales. Este análisis, que se aborda a
continuación, se fija en los rasgos más relevantes de los niveles lingüísticos
semántico, sintáctico y pragmático.

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1.2. Rasgos semánticos

1.2.1. Posibilidad / Factualidad

Por una parte, se ha presentado la idea (Griffe 1985) de una oposición global ut +
subjuntivo/ ut + indicativo, en el sentido de que en el primer caso el subjuntivo
expresaría valores modales propios, frente al carácter factivo del indicativo. A su vez,
el subjuntivo de consecutivas y finales subsumiría contenidos modales diferentes:
potencial en un caso y yusivo-volitivo en otro (Woodcock 1959: 120-121); o lo que es
lo mismo —en la formulación de Touratier (1982: 327-331)— nos encontramos ante
dos morfemas homónimos en el subjuntivo: posibilidad y voluntad. A favor de un valor
potencial en las consecutivas, al menos en origen y desde una perspectiva diacrónica,
estaría el hecho de la presencia de verbos que lexicalizan la modalidad potencial en
no pocos ejemplos del latín arcaico. De todos modos, en un ejemplo como (5) possum
parece expresar una modalidad radical o dinámica (“no podía” = “no era capaz”) más
que epistémica (“no podía” = “no era posible/probable”):

(5) apud Antiphonem uterque, mater et pater, / quasi dedita opera domi erant, ut
nullo modo / intro ire possem quin uiderent me (“en casa de Antifón, ambos, padre y
madre, estaban allí como a propósito, de tal manera que yo no podía entrar de
ninguna forma sin que me vieran”, Ter. Eun. 840-842)

Pero lo cierto es que, ya desde Plauto y Terencio, las consecutivas con subjuntivo
expresan habitualmente un hecho factivo, lo cual hace suponer una pérdida de la
consciencia del valor primitivo del subjuntivo, haciendo de este modo verbal una pura
necesidad morfológica.
En conclusión, más allá de consideraciones diacrónicas, mientras que en época
clásica el subjuntivo de las oraciones finales está modalmente motivado —esto es,
resulta congruente con los valores de volición, virtualidad y prospectividad inherentes a
este tipo de subordinada—, en el caso de las consecutivas se ha convertido en una
mera marca de subordinación.

1.2.2. Intencionalidad. Control. Animacidad

Las consecutivas —dicen ya Ernout-Thomas (1953: 342-343)— expresan un


resultado no buscado necesariamente, e independiente de la voluntad del sujeto,
mientras que las finales responden a un propósito establecido, aunque no se haya
logrado en el momento de su expresión.

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La presencia de intencionalidad constituye, por tanto, uno de los rasgos más
relevantes cuando se trata de la distinción entre finales y consecutivas: aunque en
algunos casos no resulte evidente, el rasgo [+intención] es prototípico de las finales
mientras que las consecutivas se muestran indiferentes al respecto; por consiguiente,
habrá ejemplos de estas últimas en que haya intención y otros en los que tal intención
esté ausente. Veamos el siguiente ejemplo de consecutiva:

(6) hos agmine uenientes T. Herminius legatus conspicatus, interque eos insignem
ueste armisque Mamilium noscitans, tanto ui maiore quam paulo ante magister
equitum cum hostium duce proelium iniit, ut et uno ictu transfixum per latus occiderit
Mamilium et ipse inter spoliandum corpus hostis ueruto percussus, cum uictor in castra
esset relatus, inter primam curationem exspirauerit (“el lugarteniente Tito Herminio, al
verlos venir en columna y reconocer entre ellos a Mamilio, lanzó contra el general de
los enemigos un ataque más violento que el que había lanzado, hacía poco, el jefe de
la caballería, de tal manera que al primer choque le atravesó el costado a Mamilio y le
dio muerte, y él mismo, alcanzado por un dardo mientras despojaba el cadáver de su
enemigo, al ser trasladado como vencedor al campamento, murió cuando se le
practicaban los primeros auxilios”, Liu. 2,20,8-9)

Así, en (6), la primera subordinada (occiderit Mamilium) parece expresar como


resultado una consecuencia buscada de la acción expresada por la oración principal
(… tanto ui maiore… iniit), mientras que tal interpretación no parece posible en la
segunda subordinada (ipse… exspirauerit).
A su vez, aunque la intencionalidad es un rasgo prototípico en las finales, existen
ejemplos problemáticos, en los que la percepción de este rasgo no siempre resulta
evidente:

(7) canes interdiu clausos esse oportet, ut noctu acriores et vigilantiores sint
(“conviene que los perros estén encerrados de día, para que de noche estén más
vigilantes y fieros”, Cato agr. 124)

1.2.3. Prospectividad

Como se ha dicho, en condiciones normales, la prospectividad es una condición


inherente a las finales, ya que la finalidad de un evento sucede por definición con
posterioridad al mismo; sin embargo, en las consecutivas dicha condición, aunque muy
frecuente, no es obligatoria, ya que se dan casos en los que una acción pasada
presenta como consecuencia de una estado de cosas actual y/o atemporal:

5
(8) usque eo ergo commutatio ipsa locorum grauis non est ut hic quoque locus a
patria quosdam abduxerit (“pues hasta tal punto el propio cambio de lugares no es
algo difícil que incluso este lugar ha separado a algunos de su patria”, Sen. dial.
11,6,5)

A modo de recapitulación, en el cuadro (1) se hace una propuesta aproximativa de


adscripción de los rasgos semánticos fundamentales a estructuras consecutivas y
finales. Las marcas “+” y “-” indican, respectivamente, la presencia y ausencia
preferente o en alto grado de un rasgo determinado, pero no una exclusión rígida del
rasgo contrario; cuando estas marcas se encuentran entre paréntesis, indican que tal
rasgo puede estar presente en un porcentaje reducido de ocasiones; la marca “ø”
indica la indiferencia de la subordinada a un rasgo concreto:

Cuadro (1): rasgos semánticos en oraciones consecutivas y finales

Rasgos Oraciones
consecutivas finales
1. Factualidad + (-) - (+)
2. Prospectividad + (-) +
3. Control ø + (-)
4. Animacidad ø + (-)
5. Intención ø + (-)

La distinción entre los dos tipos de oraciones, como se ve, no puede realizarse en
el nivel semántico de forma tajante. Se trata —exceptuando el rasgo de Prospectividad
en las finales — de características asignables a las construcciones en términos de
prototipicidad.

1.3. Nivel sintáctico

1.3.1. Status sintáctico

La determinación del status sintáctico de las oraciones finales y, sobre todo, de las
consecutivas, constituye una cuestión aún abierta para los estudiosos. El problema se
encuentra básicamente ligado al origen morfológico-estructural que se propone para
dichas construcciones: común para unos (p.ej., la gramática tradicional: Ernout-
Thomas 1953: 332, 343-345; Bassols 1967: 317-318; Hofmann-Szantyr 1965: 630-
631) o/y diferenciado para otros (p.ej., Hamp 1982).

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Así, se entiende un origen común de ut paratáctico en estructuras correlativas (cf.
Tema 16, § 2.1) con adverbios de corte semántico local (eo… quo, i-ta… *u-ta (ut)),
como paso previo a una construcción hipotáctica, donde el adverbio puede ser
portador bien de una relación relativa, bien de una modal; en un último estadio, el
adverbio alcanzaría el valor de conjunción. La distinción entre finales y consecutivas
residiría en la presencia/ausencia de correlación (Leumann 1940: 230-233).
En este sentido Haudry señala (1973: 152) que las estructuras correlativas —tipo
sintáctico antiguo— se sitúan en un estadio intermedio entre parataxis e hipotaxis; el
hecho de que la correlación se exprese por medio de significantes idénticos dispuestos
en paralelo en algunas consecutivas explicaría que cada una de las dos partes de la
enunciación sean independientes. Haudry defiende además la existencia de la
subordinación como estructura sintáctica ya desde antiguo.
Por su parte, la idea de una génesis distinta para finales y consecutivas —a partir (i)
de la diferente negación originaria que usan finales (ide. *me; gr. mhv) y consecutivas
(ide. *ne, gr. ouj) y (ii) de la difícil relación del elemento introductor ut con un valor
relativo (ide. *kwo-, *kwi-)— implica un origen de auténtica subordinación para el caso
de las finales mientras que las consecutivas procederían de oraciones independientes
contiguas.
En cualquier caso, en lo que respecta a la relación ente los tipos estructurales
fundamentales (coordinación – correlación – subordinación), así como entre otros
intermedios, los estudios tipológicos (p.ej., Kortmann 1997) proporcionan cada vez
más datos a favor de una relación no discreta entre esos tipos que coexisten, además,
en sincronía. En este sentido, resulta ilustrativa la propuesta de escala (Villa 2000:
127) que cruza algunos de los tipos sintácticos que pueden codificar diversos grados o
estadios de relación interoracional (eje vertical) con los rasgos que caracterizan la
dependencia oracional (eje horizontal), una escala que, en términos generales, puede
ser asumida para la lengua latina:

Cuadro (2): grados de relaciones sintácticas oracionales y rasgos de dependencia


(a) (b) (c) (d)
1. Yuxtaposición - - - -
2. Con conj. (no) subordinantes (enim, nam, etc.) + ± - -
3. Subordinada extra-predicacionales + + - -
4. Correlación + + ± -
5. Sub. no-complemento + + + -
6. Sub. complemento y atrib. restrictivo + + + +
Eje vertical: (a) = Existen marcas de dependencia morfológica; (b) = Una oración exige la presencia de
otra, que actúa como su principal; (c) = Una oración desempeña una función en otra; (d) = Una oración es
complemento necesario de la oración principal.

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De acuerdo con esta gradación, consecutivas y finales podrían situarse entre los
grados 4 y 5 respectivamente, dependiendo de su grado de prototipicidad. Esta
propuesta resulta coherente con el mayor grado de independencia propuesto para las
consecutivas (cf. § 1.3.2.3).

1.3.2. Rasgos con implicaciones sintácticas

1.3.2.1. Correlación y conjunción introductora

La presencia de correlativos es estadísticamente más frecuente en consecutivas


que en finales, aunque existen casos de consecutivas sin correlativos y finales con
ellos desde época arcaica, de forma que algunos contextos podrían resultar ambiguos.
Dos hechos, sin embargo, pueden constatarse al respecto: (i) la presencia de
correlativos en las finales suele conllevar una focalización de la propia subordinada,
mientras que esa focalización es de alguna manera inherente a la consecutiva; (ii) los
términos introductores de la correlación son diferentes en consecutivas (sic, [usque]
adeo, usque/in/ab/cum eo, tam, in tantum, pro eo, huc usque, illo usque) y finales (id,
idcirco, idcirco ne, quo, ideo, ad hoc, in hoc), a excepción de ita (… ut) en época
arcaica (cf. Hofmann-Szantyr 1965: 640-641).
Por otro lado, aunque de forma ocasional y con más frecuencia en un estilo
coloquial, existen consecutivas (9a) y finales (9b) sin conjunción léxicamente expresa;
son, por tanto, casos en los que puede haber ambigüedad:

(9a) ita sunt turpes, credo ecastor Venerem ipsam e fano fugent (“son tan feas que,
pienso, por Cástor, harían huir a la propia Venus de su santuario”, Plaut. Poen. 323)
(9b) anne parentum frustrantur falsis gaudia lacrimulis, ubertim thalami quas intra
limina fundunt? Non, ita me diui, uera gemunt, iuerint (“¿acaso las alegrías de los
padres se hacen engañosas por falsas lágrimitas, que derraman abundantemente
dentro de sus aposentos? No, los dioses no se lamentan de lo real para ayudarme”,
Catull. 66,18)

1.3.2.2. Negación

La diferente negación utilizada habitualmente en consecutivas (ut non) y en finales


(ne) se ha considerado otro de los criterios distintivos fundamentales entre estos dos
tipos oracionales; así es, en efecto, en condiciones prototípicas. Sin embargo, existen
algunas vacilaciones incluso en la prosa ciceroniana. Como muestran los ejemplos
siguientes, ut ne puede introducir tanto consecutivas como finales negativas:

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(10) ita me sibi fuisse inimicum ut ne honorem quidem a se accipere uellem (“hasta
tal punto he sido enemigo suyo que no quería recibir ningún honor que viniera de él”,
Cic. Att. 9,2,1)
(11) ergo his institutis provinciae iam tum, (…), homo non acerrimus nec fortissimus,
C. Norbanus, in summo otio fuit: perfacile enim sese Sicilia iam tuebatur, ut ne quod
ex ipsa bellum posset exsistere (“pues establecidas ya entonces las instituciones de la
provincia, (…), un hombre ni muy valiente ni muy vigoroso, Gayo Norbano, estuvo
totalmente relajado: pues ya entonces tenía bajo cuidado muy fácilmente a Sicilia para
que no pudiera surgir una guerra de allí mismo”, Cic. Verr. 5,8)

Progresivamente, en inscripciones y escritos literarios a partir de Columela, y con


mayor frecuencia en autores tardíos, se utiliza ne en lugar de ut non para la negación
de consecutivas —(12)—, a la vez que las finales aparecen negadas con ut non o ne
—(13a)-(13b)—:

(12) illi malitia et furore caecantur, ne uideant (“ellos son cegados de tal manera por
la malicia y el furor que no ven”, Lact., inst. 5,13,2)
(13a) et faciem tuam laua ut non uidearis hominibus ieiunans (“y lava tu cara para
que no parezca ante los hombres que ayunas”, Itala, Matth. 6,18)
(13b) et faciem tuam laua ne uidearis hominibus ieiunans (y lava tu cara para que
no parezca ante los hombres que ayunas”, Vulg. Matth. 6,18)

1.3.2.3. Tiempo verbal

Las oraciones finales son, por así decir, “modélicas” en el cumplimiento de las
reglas de la consecutio temporum (cf. Tema 23, §§ 1.4, 1.5): se construyen con
presente y con imperfecto de subjuntivo si dependen de un tiempo de pasado; sólo
cabe hablar de una “excepción”: la no utilización de la perífrasis –urus sim/essem
debido a su rasgo inherente de prospectividad. Frente a ellas, las consecutivas
presentan algunas anomalías, que se manifiestan sobre todo en el empleo de perfecto
de subjuntivo en dependencia de tiempos de pasado. Mucho menos frecuente resulta
el empleo del presente en esas mismas condiciones, limitado al parecer a verbos en
dependencia de perfectos con valor resultativo o bien exigidos por el contexto. Por su
parte, los usos del imperfecto de subjuntivo en dependencia de principal en presente
aparecen de forma muy esporádica, y son explicables por el valor atemporal de dicho
presente.

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Por lo tanto, el problema principal lo representa la explicación de la alternancia
entre imperfecto y perfecto cuando el tiempo de la principal es de pasado. Para la
resolución de esta cuestión son varias las hipótesis propuestas (cf. Cabrillana 1997 y
1999), la mayoría de las cuales sólo se muestran apropiadas para algunos casos.
Las hipótesis alternativas más plausibles y no mutuamente excluyentes justifican la
aparición del perfecto en virtud de (i) la influencia del tiempo perfecto que aparece en
la principal y (ii) la del tiempo posible en indicativo en una construcción no
subordinada. Dicho de otro modo, el verbo de la principal ejercería una especie de
atracción temporal sobre el de la subordinada, ya sea cuando éste se encuentra
léxicamente expreso en una consecutiva con una formulación lingüística normal, o
cuando se tuviera presente una hipotética articulación paratáctica de las mismas. Los
ejemplos (14a) y (14b) muestran casos de la incidencia del tiempo verbal principal:
habuerunt → perfecto de subjuntivo interierint; pluscuamperfecto de indicativo
(obsederat) → imperfecto de subjuntivo morerentur. Por su parte, la influencia del
tiempo posible en una oración no dependiente se ejemplifica en (15):

(14a) inclusum in curia senatum habuerunt Salaminum ita multos dies ut interierint
non nulli fame (“tuvieron encerrado al senado salamino en la curia durante tantos días
que algunos murieron de hambre”, Cic. Att. 6,2,8)
(14b) inclusum in curia senatum Salamine obsederat, ut fame senatores quinque
morerentur (“en Salamina tenía asediado al senado en la curia, de modo que cinco
senadores murieron de hambre”, Cic. Att. 6,1,6)

(15) consuli (…) redeunti et obuiam itum frequenter ab omnibus ordinibus est, et
gratiae actae (sunt) quod de re publica non desperasset: adeo magno animo ciuitas
fuit (“a su regreso el cónsul (…) fue recibido por gente de todas las clases sociales y
se le dieron las gracias por no haber perdido la confianza en la república: tan grande
fue el ánimo de la ciudad”, Liu. 22,61,14)

Estas propuestas cuentan con apoyos tipológicos, estadísticos y textuales (cf.


Cabrillana 1999: 102-108; Heberlein 2001: 49-52); así, por ejemplo, no es raro
encontrar ejemplos en los que una consecuencia está articulada de este modo:

(16) consciorum nemo, cum diu socios consilii torqueretur, aut latuit aut fugit:
tantum illis in uirtute ac fide Theodoti fiducia fuit (“ninguno de los cómplices, a pesar
de ser torturado durante mucho tiempo, o se escondió o huyó: tan grande era su
confianza en el valor y la lealtad de Teódoto”, Liu. 24,5,14)

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Lo que trata de mostrarse es que se habrían empleado las formas correspondientes
del modo indicativo que aparecen en la expresión de la consecutiva. Dicho de otro
modo: en la consecutiva real aparecen las formas de subjuntivo temporalmente
correspondientes a las de indicativo de la oración no subordinada equivalente. Se trata
de una hipótesis lógica si se tiene en cuenta el status más independiente postulado
para las consecutivas que para las finales con respecto a la oración considerada
principal (Pinkster 1995: 35, n. 5; Cabrillana 1999: 104-106).
Con el paso del tiempo, el indicativo iría ganando terreno al subjuntivo en textos de
juristas, Itala, Tertuliano, Peregrinatio, Casiodoro, Gregorio de Tours, etc., aunque la
coexistencia de ambos modos en consecutivas y finales no llega a desaparecer. La
introducción del indicativo puede venir determinada por la influencia del griego, la
pérdida del sentido de la estricta subordinación básicamente en las consecutivas y la
presencia cada vez más fuerte de quod —que se va convirtiendo en conjunción
universal— + indicativo, propiciando así la desaparición de ut.

1.3.2.4. Función sintáctica y nivel de integración

La función sintáctica que desempeñan oraciones finales y consecutivas está


relacionada con el nivel (“layer”) que éstas ocupen en la estructura de la oración o del
discurso (cf. Tema 2, §§ 2.1, 2.2, 3.3.1 y 3.4).
En principio, el enfoque funcional reconoce que muchas de las oraciones
subordinadas pueden aparecer en diferentes niveles (Predicación, Proposición,
Ilocución), de forma que, a priori, existen las mismas posibilidades para finales y
consecutivas. Sin embargo, los datos muestran que ambas construcciones suelen
aparecer con más frecuencia en el nivel de la Predicación: el estado de cosas
dependiente expresa el fin (17a) o la consecuencia (17b) del evento principal:

(17a) flexit uiam Brutus… ne obuius fieret (“Bruto dio un rodeo… para no
encontrarse con él”, Liu. 1,60,1)
(17b) haec cum recitata essent, cum tanto clamore ad arma discursum est ut
praetores inter tumultum pauidi abequitauerint Syracussas (“cuando escucharon esto
corrieron a las armas con tal griterío, que los pretores, llenos de miedo, aprovecharon
el tumulto para marcharse al galope a Siracusa”, Liu. 24,31,10)

Resulta difícil identificar finales y consecutivas en el nivel de la Proposición, esto es,


cuando la motivación de la oración principal es una opinión subjetiva, no factual; la
oración dependiente aportaría información sobre el grado de verdad de la situación
descrita en la oración independiente o sobre la valoración subjetiva que hace el

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hablante de dicha situación; un ejemplo como (18) (tomado de Villa 2000: 150)
ilustraría, al parecer, un caso de final de la Proposición:

(18) inde… et ab seditione et a bello quietis rebus, ne quando a metu ac periculis


uacarent, pestilentia ingens orta (“a continuación… la situación era de tranquilidad en
cuanto a luchas internas y a guerras, pero para que no se vieran libres del miedo y los
peligros ni un momento, surgió una tremenda epidemia”, Liu. 7,1,7)

Más claros son los ejemplos de finales en el nivel de la Ilocución; en estos casos, la
subordinada no expresa la finalidad por la que se realiza la oración, sino que incorpora
información relativa a la finalidad del mensaje: son los casos que Pinkster (1995: 43-
44) denomina “Satélites pseudo-finales”, y que se sitúan en la periferia de la
predicación como Disjuntos:

(19) immo ut meam iam scias sententiam, / neque ego ignosco neque promitto
quicquam neque respondeo/ priu’ quam gnatum uidero (“es más, para que sepas cuál
es mi opinión, ni perdono ni prometo nada ni respondo antes de haber visto a mi hijo”,
Ter. Phorm. 1042-1045)

Estas últimas construcciones muestran características distintas a las finales


prototípicas, como son la frecuente tendencia a la anteposición a su principal o la
utilización del presente de subjuntivo incluso si la en principal hay un tiempo de
pasado, ya que no están integradas sintácticamente en la Predicación y, por tanto, no
tienen por qué acomodarse a la consecutio (cf. Tema 23, § 1.4); además, no se ven
afectadas por la negación ni se pueden focalizar (Cf. Torrego 2001: 635-636).
En el caso de las consecutivas, pese al análisis que realiza Vester (1994) o las
propuestas de Villa (2000: 149) para el griego, los textos no documentan ejemplos
claros en los niveles de la Proposición y del Enunciado o Ilocución.

1.4. Rasgos pragmáticos

1.4.1. Posibilidades de focalización

En § 1.3.2.1 se aludía a la presencia de énfasis como un rasgo distintivo y/o


prototípico de las oraciones consecutivas. Sin embargo, las diferentes codificaciones
de consecutivas y finales, y el análisis de algunos de sus elementos formales hacen
ver que ese rasgo puede estar también presente en las finales.

12
Así, y a diferencia de otras construcciones adverbiales, la consecutiva no admite
una focalización formal sin dejar de ser gramatical o perder su propia condición de
consecutiva —(20b)—:

(20) tantum ualuit (sc. Roma) ut in quadraginta deinde annos tutam pacem haberet
(Liu. 1,15,8):
a. “(Roma) cobró tanto vigor que tuvo la paz asegurada durante los siguientes
cuarenta años”
b. *”fue consecuencia que tuvo (Roma) la paz asegurada durante los siguientes
cuarenta años porque cobró tanto vigor”

Los motivos que impiden reformular las consecutivas mediante expresiones


focalizadoras tienen que ver seguramente con su propia naturaleza pragmática:
proporciona en sí misma una visión focalizada de la causa vista desde su resultado.
En este mismo plano, es característico también de las consecutivas la imposibilidad de
asumir papeles temáticos —es decir, presentadores de información conocida (cf. §
1.4.2.1)— como de hecho pueden adoptar las completivas y otras construcciones
adverbiales.
Por su parte, las finales admiten focalización, en muchas ocasiones subrayada por
la propia estructura de la expresión: aparecen correlaciones del tipo eo…ut/ne, et
quod… et ut, non solum quod… sed ut, etc.:

(21) eo dico, ne me thensauros repperisse censeas (“te lo digo para eso, para que
no creas que yo he encontrado tesoros”, Plaut. Aul. 240)

1.4.2. Ordenación y funcionalidad pragmática

En condiciones normales, las consecutivas no se anteponen, mientras que las


finales pueden hacerlo. Aun teniendo en cuenta las limitaciones que posee este
criterio, no es desdeñable la argumentación que se ofrece desde el punto de vista
funcional-cognitivo, ya adelantada, entre otros, por Haudry (1973: 161), y que hace
referencia a la representación gramatical de un orden lógico (cf. § 1.1).
Por otro lado, y en cuanto a la función comunicativa que desempeña la oración
dependiente en el discurso, la investigación en algunas lenguas sugiere, para el caso
de las finales, que la posición inicial de la cláusula final implica una función temática
congruente con su papel como elemento de unión en la cadena comunicativa; por su
parte, la posición inversa serviría para indicar un propósito localmente relevante con
respecto a alguna unidad semántica de la oración independiente que le precede.

13
Al menos para el caso del latín, la cuestión requiere una investigación más amplia
en la que se tenga en cuenta el nivel de integración de la cláusula. Así, por ejemplo,
independientemente de las finales que no expresan la finalidad real del evento descrito
por la oración independiente (esto es, oraciones finales en el nivel de la Ilocución: cf. §
1.3.2.4), existen casos de anteposición en los que la funcionalidad pragmática no es
siempre fácil de establecer; así, en el ejemplo (22), la posición de la final parece
obedecer más bien a factores de estilo: el deseo de evitar una repetición de la
conjunción en oraciones demasiado próximas, con diferente valor semántico:

(22) tali dum pugnatur modo, lente atque paulatim proceditur, crebroque, ut sint
auxilio suis, subsistunt, ut tum accidit (“mientras se lucha de tal modo, se avanza
lenta y paulatinamente, y con frecuencia se detienen para servir de auxilio a los suyos,
como entonces sucedió, Caes. civ. 1,80)

Por lo que respecta a la posición del elemento subordinante, los datos tipológicos
generales poseen un alcance relativo, ya que frente al universal lengua VO ⇒
conj.+or. // lengua OV ⇒ or.+conjunción, la mayoría de las lenguas europeas muestran
preferencia por la posición inicial para el elemento subordinante, e incluso utilizan sólo
esa posición (cf. Dryer 1992).
En el caso del latín, elementos de una oración final —(23)— o consecutiva —(24)—
pueden preceder a la conjunción que introduce dicha subordinada, es decir, pueden
aparecer en “anástrofe conjuncional”; en tales casos, dicho elemento está o puede
estar focalizado:

(23) pater curauit uno ut fetu fieret, / uno ut labore absoluat aerumnas duas (“pero,
en atención a Alcmena, mi padre ha hecho que esto ocurra en un solo parto para que
con un solo dolor ponga fin a dos malos ratos”, Plaut. Amph. 487-489)
(24) sin dormitet, ita dormitet, seruom sese ut cogitet (“pero si duerme, que duerma
de forma que no olvide que él es un esclavo”, Plaut. Aul. 591)

14
2. ORACIONES COMPARATIVAS

2.1. Tipos. Características generales

Se consideran oraciones comparativas estructuras gramaticales muy diversas que


van desde las expresiones relacionadas con el grado comparativo del adjetivo, como
(1), hasta las subordinadas adverbiales del tipo representado en (2):

(1) tu eruditior quam Piso (“tú eres más culto que Pisón”, Cic. Pis. 62,14)
(2) ut sementem feceris, ita metes (“como hayas sembrado, así cosecharás”, Cic.
de orat. 2,161)

En ambos casos estamos ante expresiones lingüísticas que codifican el resultado


de una operación cognoscitiva básica como es la comparación, por la cual el hablante
juzga el parecido entre dos elementos o situaciones, y establece su igualdad o
desigualdad. Por ello todas son, efectivamente, construcciones comparativas. Pero
además, dichas estructuras se subdividen y reciben otras etiquetas —también de
carácter semántico— según el contenido que aportan a la predicación: así, las del tipo
(1) se llaman comparativas de cantidad, intensidad o grado, porque precisan la
posición —igual, superior o inferior— que ocupa en una escala un elemento con
relación a otro; en cambio, las del tipo (2) suelen denominarse comparativas modales
o de cualidad porque indican el modo o manera en que la acción principal se realiza
(Ernout-Thomas 1953: 354; Bassols 1967, II: 293 y 303).
En ambos tipos es frecuente que los elementos comunes a los dos miembros se
omitan, dando lugar a una comparación abreviada, sin verbo o sintagmática, como en
(3), cuya naturaleza oracional está garantizada por la posibilidad de restituir los
elementos omitidos o “catálisis” (Gutiérrez Ordóñez 1994a: 20-32), como en (4):

(3) quis est tam in scribendo impiger quam ego? (“¿quién es tan diligente
escribiendo como yo?”, Cic. fam. 2,1,1)
(4) tam ille apud nos seruit, quam ego nunc hic apud te seruio (“tanto él es esclavo
en mi país, como aquí y ahora yo soy esclavo en el tuyo”, Plaut. Capt. 312).

La ausencia del verbo y otros elementos comunes es una cuestión de economía


lingüística: cuando dos proposiciones que se unen comparten elementos de su
significado, la representación lingüística de estos elementos comunes sólo aparece en
la principal y se elimina en la subordinada. En cambio, las oraciones comparativas en
las que el segundo término está expresado en ablativo, como en (5), son oraciones
simples, pues no es posible ningún tipo de catálisis:

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(5) lacrima nihil citius arescit (“nada se seca más rápido que una lágrima”, Cic. inv.
1,109,29)

A su vez, la presencia de una forma verbal personal en el segundo miembro de


una comparación se justifica generalmente por razones de naturaleza semántica, a
saber, la existencia de variaciones en la modalidad, la voz, el tiempo o el aspecto,
como en (6), o bien por razones de naturaleza pragmática, p. ej. por énfasis o
intensificación, como en el ejemplo (4) antes citado (Baños 1998 y 2002):

(6) quos tam bene nouerat quam paedagogos nostros nouimus (“a los que
conocía tan bien como nosotros conocemos a nuestros pedagogos”, Sen. epist. 27,5).

En cuanto a la integración sintáctica de la estructura comparativa en la oración


principal, no es igual en ambos tipos. Las comparativas de cantidad pueden
considerarse un ejemplo de correlación, entendiendo por tal un tipo de relación
intermedia entre la subordinación y la coordinación (Tema 16, § 2.1). Cada miembro
de la correlación comparativa, introducido por una marca específica (tam/ -ior/ magis/
minus… quam), es necesario para que exista la comparación. En cambio, las
comparativas modales presentan un mayor grado de integración: son subordinadas
que pueden depender directamente del predicado verbal, sin necesidad de un
elemento correlativo:

(7) faciam ut iubes (“haré como ordenas”, Plaut. Cas. 419)

Tanto las comparativas de cantidad como las modales se caracterizan por el modo
verbal indicativo. Esto revela que ambas estructuras conservan su carácter oracional
en un grado muy alto, y no se han visto sometidas al proceso de “degradación”
oracional típico de la subordinación, uno de cuyos indicios en latín es la aparición del
subjuntivo de subordinación (Tema 16, § 1.2). También existen comparativas en
subjuntivo, pero éste tiene en tal caso su valor propio de no realidad, como en las
denominadas comparativas hipotéticas o condicionales (Cabrillana 2002):

(8) tamquam si claudus sim, cum fustist ambulandum (“como si fuera cojo, he de
caminar con un bastón”, Plaut. Asin. 427)

16
2.2. Comparativas de cantidad

2.2.1. Definición. Elementos de una estructura comparativa

Para las comparativas de cantidad resulta válida la definición semántico-


funcional de Stassen (1985: 24): “Una construcción comparativa es aquella en la que
se asigna una posición gradual en una escala predicativa a dos objetos, uno de los
cuales sirve de punto de referencia o patrón con respecto al cual se mide el otro”. De
acuerdo con esto, los elementos que integran una estructura comparativa son los
siguientes:
ille tam seruit quam ego
(a) (b) (c) (d) (e)
tu erudit-ior quam Piso
(a) (c)-(b) (d) (e)

- las dos entidades comparadas, es decir, el comparado (a), o primer término


de la comparación, y el estándar (e) o segundo término de la comparación. Este último
es el punto de referencia conocido por los interlocutores, que sirve para ubicar en la
escala predicativa el término comparado, bien en la misma posición o en una diferente;
- el predicado comparativo (c), que representa la propiedad –capaz de admitir
grados- a propósito de la cual se establece la comparación;
- el marcador de grado (b), que en latín pueden ser sufijos, tipo –ior, o
partículas como magis, minus, tam, etc.;
- y el marcador del estándar (d), esto es, la partícula quam o el caso ablativo.

2.2.2. Comparativas de igualdad o ecuativas

Se indica en este caso que el comparado posee cierta propiedad —expresada por
un adjetivo, un sustantivo, un adverbio o un predicado verbal— en la misma medida
que el estándar. Las partículas más frecuentes son de origen relativo, en algunos
casos fosilizadas (tam… quam) y en otros aún con flexión (idem… qui; talis…qualis;
etc.). Dentro de la comparación de igualdad existen algunas variantes:

(i) Las ecuativas cuantitativas pueden referirse a magnitudes incontables


(tantus… quantus) o a elementos contables (tot… quot), aunque a partir de Augusto se
borra esta diferencia y tantus/quantus empiezan a usarse en plural para referirse a
objetos contables:

17
(9) Pompei autem auctoritas… tanta est quanta esse debet (“el poder de Pompeyo
es tan grande como debe ser”, Cic. Flacc. 14).
(10) quot homines, tot sententiae (“tantas personas, tantas opiniones”, Cic. fin. 1,
5,15).

(ii) La comparación proporcional es aquella en la que el grado de la cualidad en


el comparado varía en función del grado de la cualidad en el estándar. Se expresa
mediante quo magis/-ior… eo magis/-ior; quanto magis/-ior… tanto magis/-ior:

(11) ita quo clarior erat, eo magis anxius erat (“así, cuanto más famoso era, tanto
más angustiado estaba” Sall., Iug. 55,4).

(iii) La comparación de identidad o diferencia, estructura en retroceso a partir de


Livio, se caracteriza porque el predicado comparativo está limitado a una serie de
adjetivos o adverbios que expresan tal idea (aequus, (dis)par; (dis)similis; idem, alius;
aeque, pariter, perinde, proinde; similiter, aliter, contra, iuxta, secus, etc.) y por el
empleo de la conjunción copulativa atque / ac y con menos frecuencia et / -que como
marcador del estándar, en lugar de quam:

(12a) laetamur amicorum laetitia aeque atque nostra (“nos alegramos con la
alegría de los amigos igual que con la nuestra” (Cic. Fin. 1,67,10)
(12b) parem hic sapientiam habet ac formam (“este posee igual sabiduría que
belleza”, Plaut. Mil. 1251)

2.2.3. Comparativas de superioridad

En la comparación de superioridad el latín dispone de dos procedimientos


gramaticales, uno sintético y otro analítico, tanto para el marcador de grado (el sufijo –
ior/-ius, o bien los adverbios magis/plus más el adjetivo en grado positivo) como para
el marcador del estándar (el caso ablativo o la partícula quam seguida del mismo
caso que el primer término).
Por lo que respecta al marcador de grado, la forma analítica con magis/plus tendió
a sustituir a la sintética, aún mayoritaria en Plauto, pero con limitaciones morfológicas
incluso en época clásica: el sufijo está excluido en los adjetivos en -eus, -ius, -uus (cf.
Tema 9).
En cuanto al marcador del estándar, el ablativo y la partícula quam representan
dos de las diversas posibilidades reconocidas por los estudios tipológicos: el
comparativo de separación y el de partícula (Stassen 1985: 39 y 45). El primero es la
forma más extendida en las lenguas del mundo, sobre todo cuando tienen el orden de

18
palabras SOV. Es raro que ambos se utilicen simultáneamente. Es más, las lenguas
que presentan los dos tipos parecen haber pasado históricamente del primero al
segundo. También en latín el procedimiento propiamente clásico y carente de
restricciones es el de la partícula, mientras que el ablativo tiene un uso limitado: p. ej.
sólo aparece cuando el comparado está en nominativo o acusativo, siendo su empleo
como complemento de otros casos sobre todo poético. Esta restricción se debe tal vez
al deseo de evitar ambigüedades, dado que el ablativo también es marca de otras
funciones (Torrego 2002).
La comparación de superioridad puede expresarse también de forma léxica, en vez
de gramatical, mediante el “comparativo de exceso” (Asensio 2002). Se trata de una
oración simple con un verbo transitivo cuyo significado es “aventajar” (superare,
praestare, anteire, antecedere, etc.) y que toma como Objeto el estándar. También
incluye un sintagma en ablativo (ablatiuus limitationis) que presenta la cualidad
respecto a la cual se establece la comparación:

(13) muli, pretio qui superant equos… (“las mulas, que superan en precio a los
caballos”, Plaut. Aul. 494)

2.2.4. Comparativas de inferioridad

Se expresa sólo de forma analítica mediante la correlación minus… quam. Es una


estructura poco frecuente: de las comparativas de desigualdad en Plauto el 3% es de
inferioridad frente al 97% restante de superioridad (Arias Abellán 1987: 328).
Posiblemente este desnivel se debe a que la inferioridad puede expresarse de manera
alternativa (en algunas lenguas sólo así), ya sea mediante una estructura comparativa
de superioridad en la que aparezca el contrario léxico (minus bonus = peior) o
mediante la negación de la comparación de igualdad (non tam… quam):

(14) uidetis ergo non esse eam tam occupatam quam putabatis (“Veis, por lo tanto,
que no está tan ocupada como pensabais”, Cic. nat. deor. 3,39,93).

Desde un punto de vista pragmático o comunicativo la oración anterior significa:


“Está menos ocupada de lo que pensabais”. No obstante, existen matices de
significado (fuerza argumentativa, grado de cortesía, etc.) que diferencian la
comparación de inferioridad de las expresiones alternativas.
A propósito de la negación, hay que señalar que su presencia no sólo transforma
una comparación de igualdad en una comparación de inferioridad. También hace que
una estructura comparativa, tanto de igualdad como de desigualdad, pueda

19
reinterpretarse como equivalente a un superlativo cuando incluye pronombres o
adverbios negativos (nullus, nihil, numquam, etc.):

(15) nihil est autem tam uolucre quam maledictum, nihil facilius emittitur (“Nada hay
tan volátil como la maledicencia, nada se emite con más facilidad”, Cic. Planc. 57,4).

En este caso la comparación no se establece entre dos entidades independientes


respecto a una cualidad, sino entre una entidad y todas las demás que poseen dicha
cualidad, con lo cual se borra la diferencia entre el comparativo, confrontación de dos
elementos, y el superlativo, confrontación entre un elemento y una pluralidad. Por esta
misma razón las comparaciones genéricas (tipo melle dulci dulcior “más dulce que la
dulce miel”), en las que el estándar designa un prototipo o una clase de entidades,
equivalen también a un superlativo.

2.2.5. Estructuras pseudo-comparativas

Son estructuras con la forma aparente de una comparación de grado. Se codifican


mediante una correlación específica, potius… quam, o también mediante la forma
genérica magis… quam. Pero la conjunción quam no introduce un estándar sino una
alternativa que se rechaza. Por ello la estructura no expresa propiamente una
comparación sino una preferencia, con la opción rechazada en subjuntivo, como en
(16); o bien una corrección, como en (17) y (18) (cf. para el español Gutiérrez Ordóñez
1994b: 47 y 58):

(16) dem potius aurum quam illum corrumpi sinam (“le daría el oro antes que
permitir que se eche a perder”, Plaut. Bacch. 1040)
(17) Celer tuus disertus magis est quam sapiens (“tu amigo Céler es elocuente,
más que inteligente”, Cic. Att. 10,1,4)
(18) contemnebat potius litteras quam nesciebat (“despreciaba la literatura, más
que ignorarla”, Tac. dial. 2,2)

2.3. Comparativas modales

Las comparativas modales están muy relacionadas con las comparativas de


igualdad, si bien expresan una noción más compleja: mientras que las comparativas
de igualdad se limitan a significar igual grado, las comparativas modales indican
semejanza en sentido amplio, es decir identidad de manera o cualidad (Haspelmath-
Buchholz 1998: 277). Para Ernout-Thomas (1953: 355) son un caso de la comparación
de igualdad, que puede recaer sobre la cantidad (tam… quam) o sobre la cualidad (ut).

20
2.3.1 Partículas que las introducen.

Las comparativas modales sólo están caracterizadas por el marcador del estándar.
En muchas lenguas, p. ej. en español, se emplea el mismo marcador del estándar
ecuativo: “Es tan alto como su padre” / “Se viste como un rey / como su padre le
aconseja”. En latín existen varias posibilidades: la correlación ecuativa fundida en
tamquam; las conjunciones ut, sicut, uelut, y desde época clásica los sintagmas
fosilizados quemadmodum y quomodo, forma conservada en las lenguas romances
(esp. como; it. come; fr. comme; etc.); menos frecuente es la partícula ceu, usada en
poesía generalmente en comparaciones sintagmáticas; y quasi, que junto con
tamquam —cf. el ejemplo (8)— se especializó en la introducción de comparativas de
carácter hipotético:

(19a) et accipies sepias minutas sic quomodo sunt cum atramento suo (“y
cogerás unas sepias pequeñas tal como están, con su tinta”, Apic. 5, 3, 3)
(19b) quicquid tangebam, crescebat tamquam fauus (“lo que tocaba, crecía como
un panal”, Petr. 76, 9, 1)
(19c) aedes totae confulgebant tuae, quasi essent aureae (“toda tu casa brillaba
como si fuese de oro”, Plaut. Amph. 1096)

En la principal suele aparecer un elemento correlativo que funciona a modo de


antecedente, cuya presencia no es obligatoria, pero contribuye a identificar la
construcción, como sucede en el ejemplo (19a) sic. Puede tratarse de un sintagma en
ablativo (eo modo/ pacto/ ordine, etc.), un deíctico (ita, sic, itidem, etc.) o un adverbio
(perinde, proinde, exinde, etc.).
Comentario: Añado esto sobre
Señalemos, por último, que el ejemplo (19b) contiene una comparación genérica, la comparación genérica, pero si
no te parece bien puedes
es decir, aquella en la que el estándar no tiene un referente específico sino que es un suprimirlo.

prototipo de esa forma de actuar. Suelen ser expresiones idiomáticas, pues remiten al
acervo cultural de cada lengua (fortis tamquam Orcus “valiente como un demonio”,
Petr. 62,3; pellucet quasi lanterna Punica “es transparente como un farol de Cartago”,
Plaut. Aul. 566), etc. y tienen un carácter intensivo, más que propiamente comparativo.

2.3.2. Función y nivel de la oración en el que se integran.

Las subordinadas comparativas modales desempeñan diversas funciones


semánticas y pragmáticas, que dependen de su contenido y del nivel de la oración en
que se integran (cf. Tema 2).

21
En el nivel representativo de la oración, su función prototípica es la de complemento
circunstancial de Modo o Manera, que responde a la cuestión “¿cómo?”. Esta función
puede ser realizada también por otros tipos de constituyentes, p. ej. sintagmas en
ablativo, adverbios, participios, gerundios, etc. con los cuales las comparativas pueden
aparecer coordinados:

(20) quid tu? recten atque ut uis uales? (“¿Y tú qué? ¿te encuentras bien y como
deseas?”, Plaut. Aul. 183)

La peculiaridad de las comparativas modales es que expresan el modo por medio


de la comparación con una situación o un elemento cuya manera de ser o actuar es
conocida, y sirve de estándar o punto de referencia.
Otra posible función desempeñada por las comparativas es la función de Calidad
(Haspelmath-Buchholz 1998: 321; Revuelta 2002: 195):

(21) ceterum ut princeps loquebatur (“por lo demás, [Vespasiano] hablaba como


emperador”, Tac. hist. 4,3,16)

En algunas lenguas esta función está lexicalizada de forma diferente que la función
Manera: He works like a slave (Manera) / as a slave (Calidad). En otras, como el
español o el latín, no hay indicios formales que permitan distinguirlas: Habla como su
padre (= igual que su padre, pero no es su padre; Manera) / Habla como su padre (=
en calidad de padre, y es su padre; Calidad). No obstante, es posible reconocer la
función Calidad porque el sintagma que la desempeña designa una clase de entidades
a la cual pertenece efectivamente el elemento del que se predica: en el ejemplo (20)
Vespasiano es emperador. La función Calidad expresa identidad, no comparación.
Desde un punto de vista pragmático, las comparativas pueden marcar el Foco, es
decir, el elemento más relevante de la información. Muchos de los ejemplos
tradicionalmente etiquetados como de matiz causal pueden entenderse como
portadores de la función pragmática Foco:

(22) aiunt hominem, ut erat furiosus, respondisse… (“cuentan que el hombre,


furioso como estaba, respondió…”, Cic. S. Rosc. 33)

La comparativa también puede marcar un Foco de contraste, es decir, con ella el


hablante establece un paralelismo entre un constituyente subordinado y otro de la
principal, ya sea para subrayar una oposición o una semejanza (Revuelta 2002: 197):

22
(23) te istic invitum non esse vehementer gaudeo et, ut illud erat molestum, sic
hoc est iucundum (“Me alegro enormemente de que no sea contra tu voluntad, y de la
misma forma que aquello me molestaba, esto me agrada”, Cic. fam. 7,13,2)

En el nivel presentativo o interactivo (cf. Tema 2) se sitúan las comparativas que


introducen paréntesis o ejemplos, y de las cuales se dice que sirven para reforzar la
expresión. Las partículas más usadas son ut, sicut, uelut, que no suelen tener un fórico
en la principal, hecho que revela su pertenencia a un nivel diferente:

(24) haec… catulos suos, ut auctor est Cicero, cottidie transfert (“[la comadreja],
según cuenta Cicerón, traslada a sus crías diariamente”, Plin. nat. 29,60)

El hablante compara el contenido proposicional con el conjunto de conocimientos,


creencias, etc. de alguna entidad, sea del propio hablante o de otra persona. Con ello
limita o refuerza el valor de verdad de dicha proposición. En otras palabras, la
comparativa funciona como un disjunto de Actitud (Pinkster 1995: 41).
Igualmente, las fórmulas de afirmación solemne en las que se establece una
comparación entre la veracidad de un deseo, expresado en la principal, y la veracidad
de lo afirmado en la subordinada pueden incluirse entre los disjuntos actitudinales:

(25) ita uiuam ut maximos sumptus facio (“así viva yo, como [es cierto que] estoy
haciendo los mayores gastos”, Cic. Att. 5,15,2)

También pueden entenderse así las comparativas que en las gramáticas suelen
clasificarse como “aposición restrictiva” (Bassols 1956: II, 297). Se trata de información
adicional que el hablante intercala en la oración para precisar el significado de algún
elemento de la misma:

(26) habuit obtrectatorem Menecliden quendam… satis exercitatum in dicendo, ut


Thebanum scilicet (“tuvo por detractor a un tal Menéclides… bastante hábil con la
palabra, para ser tebano, claro”, Nep. Ep. 5,3)
(27) homo… acutus ut Poenus (“hombre ingenioso, como buen cartaginés”, Cic.
Luc. 98, 17)

El lector, basándose en su información pragmática, interpreta la puntualización


aportada por la comparación como una restricción o una justificación, respectivamente.
En cualquier caso, la comparativa introduce una perspectiva o punto de vista desde el
cual hay que interpretar la afirmación contenida en la principal para entenderla

23
correctamente. Es, en definitiva, un limitador de su validez y, por tanto un disjunto
actitudinal.
Por último, las comparativas modales pueden funcionar como modificadores del
acto de habla o disjuntos de Estilo (Pinkster 1995: 42). Con ellos el hablante realiza
alguna observación acerca de su discurso, p. ej. remite a un momento anterior o
posterior, justifica su forma, etc.:

(28) sentiunt id maria et terrae, multae uero et ferae, ut suis locis diximus (“este
fenómeno lo notan los mares y las tierras, y también muchos animales, como
explicamos en su momento”, Plin. nat. 18,270)

24
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1967; Bennett 1910, Ernout-Thomas 1953; Hofmann-Szantyr 1965; Pinkster 1995;
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