Corominas M. (Et Al.) (2007) : Sistema Dopaminérgico y Adicciones
Corominas M. (Et Al.) (2007) : Sistema Dopaminérgico y Adicciones
Corominas M. (Et Al.) (2007) : Sistema Dopaminérgico y Adicciones
Resumen. Objetivo. Todas las sustancias psicoactivas con alto potencial de abuso se caracterizan
por alterar la función del sistema de neurotransmisión dopaminérgico mesocorticolímbico. En
este artículo se propone realizar una revisión de los mecanismos neurobiológicos que están en la
base del desarrollo del trastorno adictivo. Desarrollo. La ingesta aguda de drogas provoca un
aumento de los niveles de dopamina extracelular que, en individuos vulnerables, puede significar
el inicio del proceso adictivo. El consumo crónico se acompaña de una disminución de la función
dopaminérgica con desarrollo de cambios neuroadaptativos en las vías mesolímbicas y
mesocorticales. En el córtex prefrontal, los cambios en la función dopaminérgica pueden producir
un desequilibrio entre los receptores D1 y D2, con un predominio de las funciones inhibitorias de
esta estructura. La inervación dopaminérgica de la amígdala y su interacción con el núcleo
accumbens desempeña un papel esencial en el condicionamiento de estímulos ambientales,
capaces de desencadenar el deseo de consumo y la recaída. En pacientes dependientes, los
cambios dopaminérgicos se extienden desde las regiones límbicas a las asociativas y
sensoriomotoras del estriado, y afectan a los circuitos corticoestriatocorticales. Conclusión. La
implicación del sistema dopaminérgico es crucial en el desarrollo de la adicción, desde las
primeras fases en que el consumo de droga empieza como una conducta instrumental dirigida a
un objetivo, hasta la consolidación de la adicción como hábito compulsivo, controlado por
mecanismos estímulo-respuesta, que invade, progresivamente, todas las esferas de la vida del
individuo. [REV NEUROL 2007; 44: 23-31]
Introducción
La adicción es uno de los mayores problemas de salud que tienen planteados los países
occidentales. El término ‘adicción’ hace referencia a un conjunto de trastornos psíquicos
caracterizados por una necesidad compulsiva de consumo de sustancias psicótropas con alto
potencial de abuso y dependencia (drogas) –que progresivamente invade todas las esferas de la
vida del individuo (familia, sociedad, relaciones sociales, trabajo...)– y por un desinterés hacia
conductas, experiencias y placeres alternativos que antes habían formado parte de la vida del
individuo afectado, todo ello a pesar de las consecuencias extraordinariamente negativas que el
consumo comporta. En las últimas décadas se han realizado grandes avances en el conocimiento
de las bases neurobiológicas de la adicción, lo que ha permitido cambiar completamente la
conceptualización de este trastorno, que ha evolucionado desde considerarse un vicio a
contemplarse como un trastorno psicoorgánico crónico que requiere tratamientos
psicomédicos adecuados. Sin embargo, hay aspectos cruciales del proceso adictivo que
permanecen todavía sin resolver. Uno de ellos es el deseo intenso de consumo (craving), que
constituye uno de los mayores problemas con que se enfrenta el paciente adicto desintoxicado
durante la abstinencia, y otro, no menos importante, los mecanismos neurobiológicos y
psicopatológicos que subyacen a las frecuentes recaídas en los hábitos tóxicos, que se presentan
incluso después de mucho tiempo de abstinencia.
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Corominas M. (et al.) (2007): Sistema dopaminérgico y adicciones. REV NEUROL 2007; 44: 23-31
En la mayoría de casos, el uso de drogas no desemboca en adicción o dependencia.
Efectivamente, el uso de sustancias psicoactivas por el placer que producen data de las épocas
más antiguas de la civilización, pero el placer como tal forma parte sólo de los momentos
iniciales de consumo de la droga. Con la exposición crónica se desarrolla dependencia, con los
déficit cognitivos, emocionales y conductuales que la acompañan; sin embargo, no todos los
individuos que entran en contacto con sustancias psicoactivas llegan a las fases finales de este
trastorno psicopatológico. Para que la adicción se desarrolle con todas sus consecuencias deben
confluir en un mismo individuo factores de vulnerabilidad previa al consumo de las sustancias y,
quizá también, una configuración especial de los mecanismos neurobiológicos que induce, con
facilidad, los procesos neuroadaptativos y de plasticidad neuronal característicos de la adicción.
El objetivo de este trabajo es revisar los aspectos más relevantes de la implicación del sistema
dopaminérgico en el consumo de drogas, relacionándolos con los cambios comportamentales
que caracterizan el proceso adictivo desde el inicio del consumo de la sustancia adictiva hasta la
consolidación de la drogodependencia.
La adicción comienza como una conducta instrumental cuyo objetivo –obtención y consumo de
la droga– es estimulado por las cualidades hedónicas de la sustancia, con el aumento
subsiguiente de la frecuencia de consumo. La dopamina mesolímbica es el neurotransmisor
crucial en el aprendizaje apetitivo instrumental [15,16]. Durante el consumo crónico se produce
una situación bifásica en la liberación de dopamina. Por una parte, en el momento de la ingesta
existe una elevación de los niveles de dopamina extracelular, y por otra, al cesar el consumo, se
manifiesta una disminución de la liberación endógena de dopamina. La hipofunción
dopaminérgica endógena se ha observado durante la abstinencia de las distintas drogas de
abuso, cocaína [17-22], morfina [23,24], alcohol [25-27] y nicotina [28], y afecta de manera
especial al estriado ventral [29-31]. Durante la abstinencia, la hipofuncionalidad dopaminérgica
se asocia a cambios neuroadaptativos que afectan, principalmente, a los circuitos de
recompensa. Estudios recientes han puesto de manifiesto un aumento de la actividad del AMPc
y del factor de transcripción CREB (cAMP response element binding protein) en el núcleo
accumbens (NAc), que a su vez provocarían una hipoactividad en los circuitos de la recompensa
que podría ser responsable del estado de ánimo disfórico durante las primeras fases de la
abstinencia [10]. Además, el incremento de la actividad AMPc y la inducción subsiguiente de
CREB son responsables de un aumento de la expresión del péptido opioide dinorfina en algunas
de las neuronas espinosas intermedias de proyección del NAc. La dinorfina produce, a su vez,
una disminución de la liberación de dopamina en el NAc que acentuaría el estado de ánimo
disfórico que caracteriza a la abstinencia [10,32]. El déficit en la actividad dopaminérgica durante
el curso crónico podría contribuir a los fenómenos de hipersensibilidad dopaminérgica descritos
en los modelos experimentales [33] y podría ser uno de los sustratos neurobiológicos de la
recaída en el consumo.
Los estudios experimentales han mostrado que, en las fases iniciales, la administración
continuada de cocaína afecta sólo a algunas regiones del CPF [77] y que, a medida que la adicción
progresa, la afectación del CPF avanza influyendo profundamente en la capacidad funcional de
esta estructura. Los cambios en la función del sistema dopaminérgico en el CPF son responsables
de algunas de las alteraciones cognitivas propias de la adicción, como la falta de flexibilidad
cognitiva y la dificultad para cambiar el foco de atención. Estas alteraciones están también
presentes en otros trastornos psiquiátricos, como la esquizofrenia [78].
Con la finalidad de tratar la adicción a sustancias se han realizado estudios farmacológicos que
han evaluado la utilidad de diferentes fármacos dopaminérgicos en el tratamiento de las
alteraciones que afectan al CPF. Algunos estudios han evaluado el uso de agonistas
dopaminérgicos en el control de los efectos de la exposición repetida a drogas de abuso como
la anfetamina. La infusión de agonistas de los receptores dopaminérgicos D1 en el CPF medial
normaliza los déficits conductuales en ratones sometidos a un programa de sensibilización con
anfetamina [79]. Por otra parte, las microinyecciones de antagonistas de los receptores
dopaminérgicos D1 y D2 en el CPF han demostrado ser útiles en la prevención de la recaída en
el consumo, en situaciones generadoras de estrés, en modelos animales de adicción. Sin
embargo, los fármacos antagonistas dopaminérgicos no previenen la recaída en el consumo
provocado por la exposición a cocaína [80,81]. Aunque el bloqueo de la neurotransmisión
dopaminérgica selectiva en algunas regiones cerebrales puede ser útil en el control de la
conducta adictiva, la utilización de fármacos antagonistas dopaminérgicos, administrados por
vía sistémica, no es útil en pacientes adictos por los problemas que conlleva el bloqueo
generalizado del sistema de neurotransmisión dopaminérgico.
Los estudios farmacológicos que utilizan fármacos con actividad sobre los receptores
dopaminérgicos de las familias D1 o D2 confirman la implicación de la amígdala en el
procesamiento de los estímulos condicionados a la droga. La administración de antagonistas
dopaminérgicos de los receptores D1 y D2, en la amígdala, disminuye la recaída provocada por
la presentación de estímulos asociados al consumo de cocaína, en modelos animales de adicción
[99,100]. Los receptores dopaminérgicos D3, que se concentran particularmente en el NAc y la
amígdala, desempeñan un papel especial en el control de la conducta de búsqueda de la droga,
lo cual se ha puesto de manifiesto en modelos animales de adicción. También se ha demostrado
la relevancia de D3 en el control de la recaída en pacientes dependientes [101]. Tanto los
antagonistas de los receptores D3 [102-104] como los agonistas parciales de estos receptores
[105, 106] disminuyen la capacidad de los estímulos asociados al consumo de iniciar la conducta
de búsqueda de la droga.
Aprendizaje de hábitos
La conducta de consumo de drogas de abuso es, en sus fases iniciales, una acción instrumental,
motivada y dirigida a un claro objetivo: la obtención de placer, bienestar y euforia,
proporcionados por la droga. Sin embargo, con el tiempo y el entrenamiento, las acciones
inicialmente dirigidas a objetivos se transforman en habituales, activadas por mecanismos
estímulo-respuesta, y adquieren la forma de un hábito de conducta. En esta segunda fase, el
control de la conducta, determinado inicialmente por la actividad del CPF, se va transfiriendo
progresivamente a la actividad de los núcleos subcorticales a través de los circuitos
corticoestriatocorticales, que controlan la conducta de manera automática. La estructura del
sistema nervioso directamente implicada en la formación de hábitos de conducta con inclusión
de los hábitos asociados al consumo de drogas, es el estriado dorsal [68]. Este proceso libera al
CPF del control, que puede dedicarse al procesamiento de informaciones nuevas, mientras deja
para los circuitos y núcleos subcorticales los procesamientos de tipo automático. En esta
situación, el consumo de la droga se mantiene a pesar de que el objetivo último de la conducta
(obtención de placer) se ha devaluado y la conducta ya no está bajo el control voluntario por
parte del sujeto [107]. La alteración funcional del CPF, debida en parte al desequilibrio funcional
entre los receptores dopaminérgicos D1 y D2 [75], favorece el establecimiento del hábito
compulsivo de consumo.
Aunque el estriado ventral media los efectos motivacionales de la droga que inician el proceso
adictivo, con el consumo crónico, los efectos dopaminérgicos de las sustancias adictivas se
extienden hacia las regiones sensoriomotoras y asociativas del estriado. Estudios recientes
realizados en roedores han evidenciado un aumento en los niveles de dopamina extracelular en
el estriado dorsal, que es superior al que se observa en el core del NAc (que media los efectos
motivacionales de los reforzadores condicionados), aunque inferior a la liberación de DA
observada en el shell (asociado a los efectos incondicionados de la sustancia) [89,108]. Estudios
realizados en primates han puesto también de manifiesto que las fases iniciales de la exposición
a la droga afectan preferentemente al estriado ventral y, en menor medida, al estriado dorsal.
Sin embargo, con la administración crónica, los efectos de la droga se extienden al estriado
dorsal [109-111]. En pacientes dependientes, los estudios de neuroimagen funcional han
permitido observar diferencias en la liberación de dopamina entre las distintas subregiones
límbica, sensoriomotora y asociativa del estriado, con predominio de la actividad dopaminérgica
en las regiones límbicas [29]. El transportador presináptico de dopamina (DAT) se ha
considerado un marcador de transferencia de los efectos crónicos del consumo de droga, entre
el estriado ventral y el dorsal. En primates, se ha observado un aumento de la densidad del DAT,
que progresa desde las regiones ventrales (la máxima expresión del DAT se registra en el shell
del NAc) a las dorsales del estriado, a medida que se avanza de la administración aguda a la
crónica de la droga [112]. Por otra parte, estudios de inducción del gen de expresión inmediata
c-fos han puesto de manifiesto diferencias en la sensibilidad de los distintos compartimentos del
estriado (estriosomas/matriz) en respuesta a la cocaína y la anfetamina [113], avanzando la
expresión de c-fos desde los estriosomas (región límbica) a la matriz (región sensoriomotora)
del estriado [114].
En la adicción se han descrito fenómenos de PLT y depresión a largo término (DLT), que llevan a
cambios neuroplásticos en el estriado dorsal. Estos procesos son básicos para el establecimiento
de asociaciones estímulo-respuesta, y en el aprendizaje de hábitos [116]. La dopamina es,
además del glutamato, uno de los neurotransmisores implicados en estos mecanismos
fisiológicos de PLT y DLT. Los receptores D1 son necesarios para la inducción de PLT [117],
mientras que el mecanismo de DLT requiere de la activación simultánea de los receptores de la
familia D1 y D2 [118]. Los patrones de activación neuronal que conducen a la puesta en marcha
de los mecanismos de PLT y DLT no se conocen con exactitud. Sin embargo, actualmente se
acepta que la activación fásica intensa de las neuronas dopaminérgicas nigroestriadas,
coincidiendo con la activación de alta frecuencia de los aferentes corticoestriados, conduce a
PLT, mientras que la actividad dopaminérgica tónica produciría DLT [119]. Ambos mecanismos,
PLT y DLT, serían necesarios para el establecimiento de los cambios neuroplásticos necesarios
que llevan al aprendizaje mediado por recompensa en el estriado dorsal [120]. Además, el
sistema endocannabinoide desempeña también un papel esencial en la adicción a través de la
modulación del sistema dopaminérgico y de los procesos de PLT y DLT [120].
DA
CPF
NAc NAc
Core Shell
Droga
DA
Amígdala
CBL DA Reforzadores
naturales
ATV
Estímulos
condicionados
Figura 1. Vías dopaminérgicas mesolímbicas y mesocorticales. Las líneas representan las conexiones
recíprocas glutamatérgicas que de la corteza prefrontal y de la amígdala se proyectan sobre el núcleo
accumbens. CPF: corteza prefrontal; NAc: núcleo accumbens; ATV: área tegmental ventral; DA:
dopamina; CBL: núcleos central y basolateral de la amígdala.
Los estudios neuroanatómicos han aportado datos que muestran también la implicación del
estriado dorsal en la adicción y las vías a través de las cuales el estriado ventral puede influir en
la función de las regiones dorsales de esta estructura. El estriado dorsal presenta una
compartimentación de tipo matriz/estriosoma semejante a la existente en el NAc. Estriosomas
y matriz presentan un patrón de conexiones diferenciado tanto con la corteza cerebral como
con los núcleos dopaminérgicos subcorticales, sustancia negra (SN) y ATV [121]. Haber et al [122]
distinguen en los ganglios basales tres subregiones distintas en base al patrón de conexiones
con los núcleos dopaminérgicos del mesencéfalo (ATV y SN) y la corteza cerebral: el estriado
ventral constituye la subdivisión límbica; la subregión anatómica, que incluye el caudado y el
putamen central, constituye la subdivisión asociativa, y finalmente, la región dorsolateral de los
núcleos caudado y putamen forma la subdivisión sensoriomotora del estriado. En las distintas
subdivisiones del estriado existe un patrón neuroquímico (neurotransmisores,
neuromoduladores y receptores) distinto, que contribuye a la respuesta diferencial de las
distintas regiones del estriado ante el consumo crónico de drogas de abuso [121,123]. Cada una
de las tres subdivisiones anatómicas y funcionales del estriado recibe proyecciones
dopaminérgicas que mantienen una organización topográfica y que provienen del ATV o de la
SN del mesencéfalo. El ATV y la SN medial se proyectan a las regiones límbicas del estriado,
mientras que las regiones laterales y ventrales de la SN presentan conexiones con las regiones
asociativas y motoras. Las conexiones descendentes entre el estriado y los núcleos
dopaminérgicos mesencefálicos se integran con las vías dopaminérgicas ascendentes,
constituyendo circuitos en cascada que se influyen mutuamente. De esta manera, la información
de las regiones límbicas (entre las que se encuentra el NAc) alcanza las regiones motoras del
estriado a través de conexiones con los núcleos dopaminérgicos del mesencéfalo, progresando
la información desde la región límbica hasta la motora del estriado, pasando por la subdivisión
cognitiva [124] (Fig. 2). Además, la corteza prefrontal proyecta también topográficamente al
estriado y, de allí, de nuevo al córtex, constituyendo los circuitos corticoestriatocorticales. Las
regiones orbitofrontales se proyectan a las regiones límbicas del estriado; el CPF dorsolateral, al
estriado de asociación, y finalmente, las regiones motoras y sensoriales de la corteza, al estriado
sensoriomotor [125].
EL EA ES
ATM SN
Figura 2. Circuito en cascada de conexiones recíprocas entre los núcleos dopaminérgicos del tronco cerebral
y las tres regiones funcionales del estriado. CPFOM: corteza prefrontal orbitomedial; CPFDL: corteza
prefrontal dorsolateral; CPM y M: corteza premotora y motora; EL: estriado límbico; EA: estriado de
asociación; ES: estriado sensoriomotor; ATV: área tegmental ventral; SN: sustancia negra.
Al final del proceso adictivo, extensas regiones cerebrales están implicadas en este trastorno
psicopatológico y pueden presentar cambios neuroadaptativos y neuroplásticos. Entre ellas
destacan los núcleos dopaminérgicos mesencefálicos, distintas regiones límbicas esenciales en
el procesamiento emocional –como la amígdala y el NAc–, y también el hipocampo, las regiones
sensoriomotoras de los ganglios basales y las regiones prefrontales (Fig. 3).
CPF TLM
D1 D2
GP
SN
A
A
Figura 3. Principales núcleos y sistemas cerebrales que participan en el trastorno adictivo. SN: sustancia
negra; A: amígdala; ED: estriado dorsal; GP: globo pálido; TLM: tálamo; CPF: córtex prefrontal; D1: receptor
D1; D2: receptor D2; NAc: núcleo accumbens; DA: dopamina; ATV: área tegmental ventral.
Conclusiones
⎯ La adicción es un proceso neurobiológicamente complejo que implica un gran número de
estructuras cerebrales relacionadas con la actividad del sistema dopaminérgico.
⎯ El consumo crónico de drogas de abuso provoca cambios neuroadaptativos en los
receptores dopaminérgicos del sistema mesocorticolímbico, con desarrollo de procesos de
sensibilización, que en individuos vulnerables puede significar el inicio del proceso adictivo.
⎯ El desequilibrio de la función dopaminérgica prefrontal, con un predominio de los
receptores D1 sobre D2, provoca una alteración en la capacidad de atribución de valor
incentivo a los estímulos asociados a la droga.
⎯ El sistema dopaminérgico mesolímbico, en especial las proyecciones que alcanzan la
amígdala, ejercen un papel crucial en el condicionamiento de estímulos relacionados con el
consumo. Los receptores dopaminérgicos D3 son fundamentales en la asociación de
estímulos ambientales al consumo de la droga y en el control de la conducta de búsqueda
de la droga, tanto en modelos animales de adicción como en pacientes adictos.
⎯ Con el tiempo, el consumo de droga acaba siendo una conducta controlada por mecanismos
estímulo-respuesta y adquiere la forma de un hábito compulsivo. En las fases avanzadas de
desarrollo de la adicción, la implicación del estriado dorsal es crucial para la consolidación
del proceso.
⎯ La implicación de extensas regiones cerebrales, entre las que destacan el ATV, la amígdala,
el estriado ventral y dorsal y el CPF, con cambios neuroadaptativos que incluyen procesos
neurobiológicos de aprendizaje y memoria que afectan a estas estructuras, puede ser la
responsable de la recaída crónica en el consumo y de la dificultad de desarrollo de
tratamientos eficaces para el trastorno adictivo.
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