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Alejandro D. Dabah*
Resumen
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Abstract
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I. Consideraciones previas
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10. Véase, al respecto, D. R. Vitolo, Contratos comerciales, Buenos Aires, Ad Hoc, 1993,
p. 241; J. C. Fernández Madrid, H. Fernández Madrid y A. B. Caubet, Manual Práctico
de Contratación comercial, T.I, Buenos Aires, Errepar, 1996, p. 479 y R. Uria, Derecho
Mercantil, Madrid, 11ª ed. 1976, p. 495.
11. M. Ossorio, Diccionario de ciencias jurídicas, políticas y sociales, Buenos Aires, He-
liastas, 1982, p. 171.
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pues pensamos que existen una serie de actos que le son vedados en vir-
tud de no habérsele transmitido la propiedad del bien. Así, por ejemplo, el
accipiens está impedido de gravar el bien con un derecho real de garantía,
y no puede darlo en locación, comodato o depósito, ni alterar su calidad o
cantidad –aun cuando con ello intente darle mayor valor–, ni realizar nin-
gún otro acto que se oponga a la naturaleza de la relación contractual que
lo vincula con el tradens. Sólo podrá realizar los actos que mencionamos
en nuestra definición, estos son, adquirir el bien para sí, transmitirlo a un
tercero o restituirlo a su dueño, sin que ello implique que tenga la libre dis-
posición del bien o que pueda actuar como si fuese su dueño. El único pro-
pietario es el tradens y sólo dejará de serlo si el accipiens adquiere el bien
para sí o lo transmite a un tercero por cualquier título, salvo que se trate de
cosas consumibles o fungibles que, por su naturaleza, pasan en propiedad al
accipiens, conforme lo veremos más adelante.15
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17. F. Messineo, Manual de derecho civil y comercial, T.IV, Buenos Aires, Ejea, 1955, p.
156 y ss.
18. Así, por ejemplo, Muñoz M. Planas, El contrato estimatorio, op. cit., p. 161, expresa
que “el Codice al querer regular de manera tan simple el contrato estimatorio, lo ha hecho
a base de prescindir sustancialmente del supuesto de hecho de este negocio tal como, de
acuerdo con (su) función económica, se produce en la realidad del tráfico. La comproba-
ción de este importante aserto queda palmariamente evidenciada con sólo tener a la vista
que el artículo 1556 omite toda alusión a la circunstancia explicativa de aquella peculiar
función económica que el tráfico y los legisladores asignan a la institución: esto es, que
en el contrato estimatorio la entrega de la cosa se verifica con el fin específico de que el
accipiens proceda a su venta. El legislador italiano, por el contrario, ha situado fuera de
la estructura del negocio ese fin típico y característico de la entrega y, de esa suerte, ha
quedado alterada la radical esencia del negocio”.
19. Art. 826 del Cód. Com. de la República de Honduras: “El contrato estimatorio, por el
cual una parte entrega a la otra una o varias cosas muebles para que le pague un precio o
bien le devuelva las cosas dentro de un plazo, se regirá por las siguientes reglas: I. El con-
signatario no quedará liberado de la obligación de pagar el precio de lo recibido, porque
sea imposible su total restitución aun por causas que no le sean imputables; II. El consig-
natario podrá disponer válidamente de las cosas, pero estas no podrán ser embargadas
por los acreedores de aquél mientras no haya sido pagada el precio: y III. El consignante
pierde su derecho de disposición sobre las cosas en tanto que no le sean restituidas”.
20. El art. 713 del Cód. de Com. de la República de Guatemala tiene la misma redacción
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del Código Civil de la República Federativa del Brasil –aprobado por la Ley
Nº10.406 del 10 de enero de 2002– que adopta las mismas soluciones en
los arts. 534 a 537.21
Otras legislaciones, en cambio, se apartaron del precedente italiano y
regularon esta figura como una especie de mandato donde el accipiens asu-
me la obligación de vender o procurar la venta de las mercaderías que le son
dadas por el tradens. Este criterio lo adoptan, entre otros, los Proyectos de
reforma al Código Civil argentino, según lo veremos más adelante, y el Có-
digo de Comercio de la República de Colombia22 (art. 1377, 1er. párrafo). No
obstante, debemos destacar que las restantes normas que regulan el contra-
to estimatorio (es decir, los arts. 1378 a 1381) son similares a las contenidas
en el Código Civil italiano de 1942, lo que reafirma la influencia que tuvo este
último sobre la legislación más moderna.
Por fin, y para concluir esta somera visión comparatista de los ordena-
mientos jurídicos, cabe resaltar que el Código de Comercio de los Estados
Unidos Mexicanos23 contiene, a nuestro entender, la regulación más comple-
ta y precisa que hasta el momento haya dado el derecho moderno, lo que lo
convierte en un referente indiscutible a la hora de que otros países analicen la
inclusión de esta figura dentro de la nómina de los contratos que regula la ley.
que el art. 826 del Código de Honduras que transcribimos en la nota anterior.
21. Art. 534: Por contrato estimatorio, el consignante entrega bienes muebles al consig-
natario, quien queda autorizado a venderlos, pagándole a aquel el precio estimado, salvo
que optase, en el plazo establecido, a restituirle la cosa consignada.
Art. 535: El consignatario no se exonera de la obligación de pagar el precio si la restitución
de la cosa, en su integridad, se torna imposible, aun por causas que no le sean imputables.
Art. 536: La cosa consignada no puede ser objeto de prenda o secuestro por los acreedores
del consignatario, en tanto no se haya pagado íntegramente el precio.
Art. 537: El consignante no puede disponer de la cosa antes que le sea restituida o le sea
comunicada su restitución.
22. Mediante Decreto 410 de fecha 27 de marzo de 1971 se expide el Código de Comercio
para la República de Colombia, cuya publicación en el Diario Oficial (Nº33339) se efectuó
el 16 de junio de 1971.
23. El Código de Comercio de los Estados Unidos Mexicanos de 1889, que entró en vi-
gencia el 1º de enero de 1890, sufrió diversas reformas a lo largo de los años. Mediante
Decreto de fecha 11 de abril de 2000 se adicionan a ese cuerpo legal las disposiciones que
se indican en los arts. 392, 393 y 394 que regulan el contrato que nos ocupa bajo la rúbrica
“De la Consignación Mercantil”.
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24. El Proyecto de reforma al Código Civil argentino, elaborado en 1936, fue obra de una
comisión integrada por los doctores R. Repetto, J. V. Pera, y R. M. Salvat (luego sucedidos
por G. F. Tobal y C. Tezanos Pintos), H. Lafaille, J. C. Rebora, J. A. Bibiloni, R. Rivarola,
E. Martínez Paz y J. A. Gervasoni.
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25. Este proyecto de reforma al Código Civil fue elaborado por una Comisión integrada
por los doctores H. Alegría, F. A. De La Vega, A. Alterini, H. P. Fargosi, J. H. Alterini, S.
Le Pera, M. C. Araya, A. I. Piaggi; véase Proyecto de Código Civil. Según texto aprobado
por la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, Orden del día 1064 con las modi-
ficaciones incorporadas hasta su media sanción, Buenos Aires, Astrea, 1987.
26. Este Proyecto de reforma al Código Civil fue redactado por la Comisión Federal que
quedó integrada en la redacción final por los doctores H. J. Alegria, A. Alterini, M. C.
Araya, M. Artieda de Duré, A. M. Azpeitía, E. C. Banchio, A. J. Bueres, O. Camisar, M.
M. Córdoba, R. Manóvil, L. Moisset de Espanés, J. Mosset Iturraspe, J. C. Palmero, A. I.
Piaggi, E. H. Richard, N. E. Solari, F. Trigo Represas y E. Wayar. Véase: Unificación de
Legislación Civil y Comercial. Proyecto de 1993, Sancionado por la Cámara de Diputa-
dos a consideración del Senado, Buenos Aires, Zavalía, 1994.
27. Dicho proyecto de reforma al Código Civil fue creado por la Comisión designada por
el Decreto del P.E. 685/95, y fueron firmantes del mismo los Profesores H. Alegria; A. A.
Alterini; J. H. Alterini; M. J. Méndez Costa; J. C. Rivera y H. Roitman. Véase: Proyecto de
Código Civil de 1998, Ministerio de Justicia de la Nación, República Argentina, Buenos
Aires, 1999.
28. Dicho proyecto de reforma al Código Civil fue elaborado por la Comisión designada
por el Decreto del P.E. 191/2011 DEL 23/02/2011, y fueron firmantes del mismo los Pro-
fesores Dres. R. L. Lorenzetti, E. Highton de Nolasco y A. Kemelmajer de Carlucci.
29. El Proyecto de Reforma de 1897 reproduce la norma en cuestión en su art. 1927, mien-
tras que el Proyecto de 1993 lo hace en el art. 1288.
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A) Teoría de la compraventa
30. Pueden consultarse las opiniones de estos autores en Muñoz M. Planas, El contrato
estimatorio, op. cit., p. 241 y ss.
31. E. Thaller, A propos du contrat estimatoire en mélanges Ch. Appleton, París, Rous-
seau, Lyon, 1903, p. 651.
32. E. Langle, El Contrato de compraventa mercantil, Barcelona, Bosch, 1958, p. 204.
33. J. Garrigues, Curso de Derecho Mercantil, 1ra. ed., Madrid, Temis, 1940, p. 158.
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34. Este criterio lo sigue, entre otros, J. Larguier, La formation du contrat dans les diverses
ventes commerciales, en el vol. La vente comercial de Merchandises, París, 1951, p. 68.
35. R. A. Nissen, El contrato estimatorio, La Ley 1987-C, 758.
36. Entre otros, Tamburrino y Galvão Telles, citados por Muñoz M. Planas, El contrato
estimatorio, op. cit.
37. Así lo expresa, entre otros, F. J. López de Zavalía, Teoría de los Contratos. Parte Es-
pecial, T. 2, Buenos Aires, Zavalía. 1991, p. 262 y ss.
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39. Este artículo fue publicado en Rev. del Diritto Comerciale, 1919, p. 381 y ss.
40. E. Gregorini Clusellas, Contrato estimatorio, La Ley 1992-E, p. 949.
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41. Así lo expuso, dentro de la doctrina nacional, R. S. Stiglitz, Contratos, Teoría General
I, Buenos Aires, Depalma, 1990, p. 180.
42. Muñoz M. Planas, El contrato estimatorio, op. cit., p. 275.
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los riesgos frente a la insolvencia de los terceros con quienes contrata. Por
tanto, debe abonar el precio estimado o restituir la cosa, cualquiera sea la
suerte que corra el negocio que llevó a cabo.
Cabe destacar, en este sentido, que tales discrepancias fueron puestas
de relieve por nuestros tribunales al expresar que “el contrato estimatorio
no está comprendido en las disposiciones de la comisión, porque el acci-
piens obra en su nombre y por su cuenta. Puede o no, según su convenien-
cia, realizar la venta, todo lo cual no se adapta a las condiciones esenciales
de la comisión según las cuales el comisionista si bien obra en su nombre lo
hace por cuenta ajena y está obligado a cumplir la comisión”.45
Vemos, entonces, que el contrato estimatorio presenta tantas diferen-
cias con el mandato o la comisión comercial que, lejos de reconocerse como
una especie de este, debe concebirse como una figura autónoma que requie-
re un tratamiento particular.
45. CNCom, Sala A, “Robert’s Cristian S.R.L. c. Creaciones Zeta Sport S.A.”, La Ley 1986-
E, p. 598.
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gestión por cuenta ajena y de prestación de servicios que sin dudas podrían
hacernos dudar sobre su inclusión o no dentro de alguno de los esquemas
ya regulados en nuestro ordenamiento jurídico (vgr., contratos de depósi-
to, compraventa, locación de servicios y mandato comercial). Sin embargo,
creemos que esta variedad de prestaciones permite asignarle al negocio una
función económico-social independiente de cualquiera otra relación de de-
recho, puesto que el conjunto de todas ellas forma una categoría autónoma,
con función y objetivos propios, que reclama un tratamiento particular que
se diferencie de cualquiera otra especie ya regulada por la ley.
No obstante, es oportuno destacar que en nuestro país predomina la
opinión de que se trata de un “contrato atípico mixto” pues, según lo he-
mos dicho, en su estructura intervienen elementos todos conocidos pero
dispuestos en combinaciones distintas de las que pueden apreciarse en los
contratos nominados y tomados de más de uno de dichos contratos.46 Empe-
ro, debemos reconocer que esta doctrina no es unánime pues existe alguna
reconocida opinión47 que cita al contrato estimatorio como ejemplo de un
contrato atípico “puro” (es decir, como una especie de atipicidad que se opo-
ne al contrato atípico “mixto”), pues entiende que en el caso no se advierten
coincidencias, en ninguno de sus aspectos, con los contratos regulados.
Nosotros compartimos la idea de que el estimatorio es un “contrato
atípico mixto”, conforme el significado que le hemos dado a esa expresión,
pero también advertimos que, dada su frecuente práctica en la vida de los
negocios, y en atención a que posee un nombre e incluso una “normativa”
que, si bien no está incorporada en ninguna ley, surge de los usos y costum-
bres, nos lleva a reconocerlo como un contrato con “tipicidad social”.48
Cabe destacar, en este sentido, que pese a que el contrato socialmente
típico no es un contrato reconocido y regulado por la ley, reviste igualmente
importancia desde el punto de vista jurídico puesto que cumple una función
46. Véase, al respecto, J. M. Gastaldi, Contratos, V.I, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1994,
p. 177 y ss.
47. H. Masnatta, El contrato atípico, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1961, p. 51.
48. La elaboración del concepto “tipo social” se debe a E. Betti, Teoría general del nego-
zio giuridico, Turín, 1950, p. 151. Este concepto lo recepta la mayor parte de la doctrina
moderna al entender que la tipicidad social es aquella que tiene por base las concepciones
dominantes en la conciencia social de la época en los varios campos de la economía, de la
técnica y de la moral.
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VII. Caracteres
A) Bilateral
49. E. Vicente Domingo, El contrato de esponsorización, Madrid, Civitas S.A., 1998, p. 36.
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B) Oneroso
C) Consensual
50. En este sentido, se han manifestado R. F. Garrido - J. Zago, Contratos. Parte especial,
T. II, Buenos Aires, Universidad, 1985, p. 147.
51. Recordemos, al efecto, que el Código Civil italiano de 1942 (art. 1556), así como las
legislaciones que lo siguieron, definen al estimatorio como un contrato real pues exigen la
entrega de la cosa como requisito ineludible para la constitución del acto.
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D) Atípico
E) No formal
52. Así, por ejemplo, R. S. Stiglitz, Contratos - Teoría General, op. cit., y E. L. Gregorini
Clusellas, Contrato estimatorio, op. cit.
53. J. M. Gastaldi - E. Centanaro, Contratos aleatorios y reales, Buenos Aires, Ed. de
Belgrano, 1998, p. 99.
54. El art. 209 del Cód. de Comercio establece que “la prueba de testigos, fuera de los ca-
sos expresamente declarados en este Código, sólo es admisible en los contratos cuyo valor
no exceda de doscientos pesos fuertes…”. Por cierto que, si se convierten los doscientos
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pesos fuertes que menciona la norma al valor vigente de la moneda, resultaría que ningún
contrato podría probarse recurriendo a la prueba de testigos. Sin embargo, ello no es así,
por cuanto se reconocen excepciones al principio, es decir, casos en que, no obstante su-
perar el contrato la tasa de ley, aquella prueba se admite.
55. O. E. Pisani. en R. A. Etcheverry, Derecho Comercial Económico, Contratos, Parte
Especial, T. I, op. cit., p. 144.
56. Según la ley (art. 8 Cód. de Comercio) la adquisición comercial debe ser “de una cosa
mueble o de un derecho sobre ella”. El art. 2311 del Cód. Civil establece que se llaman
cosas “los objetos materiales susceptibles de tener un valor”. Pero, para un sector de la
doctrina, si la palabra cosa tuviera ese significado en el art. 8 del Cód. de Comercio, no
serían actos mercantiles la adquisición o enajenación de una serie de bienes o valores
que son objeto de operaciones esencialmente comerciales. Tal ocurriría, por ejemplo, con
las marcas de fábrica, las patentes de invención y los derechos de autor, a los cuales es
aplicable la denominación de bienes, del art. 2312 del Cód. Civil, y no la denominación
cosas del art. 2311. De ahí que se diga, con frecuencia, que en el ámbito del art. 8 del Cód.
de Comercio, el término cosas deba interpretarse en el sentido amplio de bienes, o sea el
significado que, por otra parte, tiene esa palabra en varias disposiciones del Cód. Civil,
como, por ejemplo, en los arts. 953 y 2336. Véase, al respecto, R. S. Castillo, Curso de De-
recho Comercial, compilado y arreglado por F. Bertorino, T. I, Buenos Aires, 1950, p. 74.
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VIII. Elementos
A) Consentimiento
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las partes no han pactado la estimación del bien, u omitieron fijar el meca-
nismo que debe seguirse para su valoración, pensamos que no habrá técni-
camente contrato estimatorio sino, más bien, un acuerdo preliminar que no
alcanzará la entidad de aquel.
Por lo demás, y en contra de la opinión de algunos autores,57 creemos
que no es necesario que los contratantes se pronuncien sobre la duración del
acuerdo por no ser ello esencial para la caracterización del acto. Si las partes
no acordasen un tiempo de vigencia, el contrato se reputará como de pla-
zo indeterminado y, en consecuencia, cualquiera de los interesados podrá
resolverlo en la oportunidad que lo estime conveniente, cuidando siempre
de dar un preaviso razonable que evite los efectos nocivos que, en general,
producen las decisiones intempestivas.
B) Capacidad
57. Entre ellos, cabe mencionar a Giordano, “Tradizione e potere de disposizione nel con-
tratto estimatorio”, en R. D. C., 1952, p. 98; Tamburrino, “Sulla natura e caratteristiche
del contratto estimatorio”, en Giur. Cass. Civ, XXVI, III, 1947, p. 526 y ss. y L. Rocchi,
“Sul contratto estimatorio”, en R. D. C., 1946, p. 301 y ss.
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Pero cabe preguntar: ¿quiénes son esas personas que están impedidas
de celebrar el contrato estimatorio en virtud de una incapacidad de derecho?
Los pocos autores que se ocuparon del tema58 respondieron a este inte-
rrogante diciendo que la capacidad que se requiere para celebrar el contrato
estimatorio es la misma que se necesita para concluir el contrato de compra
y venta. Ello significa que el tradens debería gozar de capacidad para dispo-
ner de sus bienes y el accipiens para obligarse, conforme lo prescribe el art.
1357 del Cód. Civil.
Pero, ¿existe una específica capacidad de disponer, y otra de obligarse,
que presenten características propias y reconocibles dentro del cuerpo de
nuestra ley civil?
En nuestra opinión, que está corroborada por el pensamiento de Riso-
lía, la respuesta es negativa puesto que nuestra legislación “no ha circuns-
cripto en ninguna parte esa capacidad de disponer, absorbida por la capa-
cidad general, y si bien es cierto que a algunas personas […] se les prohíbe
celebrar actos que podrían comprometer su patrimonio, es evidente que esa
prohibición no sirve para construir, a contrario, una capacidad de disponer,
susceptible de ser distinguida dentro del vasto círculo de la capacidad co-
mún, por sus netos perfiles y su naturaleza peculiar”.59 Por lo tanto, no es po-
sible aludir a una “capacidad para disponer” sino, más bien, a una “facultad
de disposición” que es inherente al derecho de propiedad, conforme surge
del art. 2513 y se reitera en la doctrina de las notas a los arts. 2506, 2508 y
2513 del Cód. Civil.
Esa facultad (y no capacidad) de disponer consiste, como se ha dicho,60
en que el sujeto esté habilitado para privarse, material y jurídicamente, de
un bien económico. Es decir, se trata de una potestad que se vincula a un
sacrificio que sólo puede provenir del titular de un derecho de propiedad ya
que, como tal, es el único que puede decidir el destino que habrá de dársele
a sus bienes.
58. En general, la doctrina omite referirse a la capacidad requerida para celebrar el con-
trato estimatorio. Entre los autores que le han dedicado unas pocas líneas a este tema
pueden mencionarse, entre otros, a Muñoz M. Planas, El contrato estimatorio, op. cit., p.
291, y E. L. Gregorini Clusellas, La Ley 1992-E, p. 949.
59. M. A. Risolía, Capacidad y contrato, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1959, pp. 33-34.
60. M. A. Risolía, Capacidad y contrato, op. cit. p. 34.
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C) Objeto
61. La tesis fue sustentada en Francia por algunos comentaristas del Code Civil de 1804,
y por Freitas en el Esboço de Código Civil que redactara para la República Federativa
de Brasil. Sin embargo, Lafaille, en su Derecho civil. Contratos, T. III, afirma que Vélez
Sarsfield, al redactar el art. 1167 del Código Civil, hizo una mala traducción del Proyecto
de Freitas (art. 1680 –y su concordante art. 1682, inc. 1º–), pues el texto concebido por
el jurista brasileño expresaba que “el objeto de los actos jurídicos es el de las obligaciones
que en ellos se contrajeran”, lo que, al decir del autor argentino, pone un manto de duda
sobre la idea contenida en el art. 1167 de que el objeto del acto es la prestación.
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62. No obstante, las definiciones de “consumible” y “fungible” que contienen los arts.
2325 y 2324 del Código Civil, respectivamente, pensamos que lo mejor es recurrir a la
nota del codificador al art. 2241, atento su claridad. Allí dice, citando a Marcadé, que “se
llaman cosas de consumo las que no se pueden emplear en su uso natural, sin destruirlas,
sea materialmente, como el pan, el vino, etc., o sea civilmente, haciéndolas salir de nues-
tro patrimonio, como la moneda. Las cosas no consumibles son las susceptibles de un
uso repetido sin destruirse, como un caballo, un libro, etc. Se ve, pues, que la calidad de
consumirse o no consumirse depende de la naturaleza de las cosas, y no de la fantasía de
las personas. Entre tanto, las cosas son fungibles o no fungibles según que en la entrega
que yo hago a una persona que debe devolvérmelas, estas cosas podrán ser devueltas por
otras de la misma especie, en cantidad y calidad, o deberán devolverse las mismas cosas.
Si yo os presto un Código en el que he puesto algunas notas, y os encargo que me lo devol-
váis, el libro no es fungible. Pero si al contrario un librero pide a un impresor un Código
que de pronto necesita para devolverle después otro ejemplar igual, el libro es fungible.
Se ve, pues, que la fungibilidad, en lugar de depender de la naturaleza de las cosas, como
la calidad de consumirse por el primer uso, depende únicamente de la intención de las
partes […]”.
63. Cabe destacar, en este sentido, que el tradens podría quitarle a una cosa consumible
su calidad de tal si, por ejemplo, la entrega al accipiens en saco o caja cerrada con llave,
no entregándola a este; o si fuera un bulto sellado, o con algún signo que la distinga (conf.
art. 2188, Cód. Civil).
64. Art. 574 y ss.
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D) Forma y prueba
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66. Hay acuerdo en sostener que, no obstante la consagración de una sola excepción en la
legislación mercantil, se aplican a los contratos comerciales las otras dos que contempla
el Cód. Civil. Incluso, el hecho de que en la definición de principio de prueba por escrito el
art. 209 del Cód. de Comercio no aluda a que el mismo “haga verosímil el hecho litigioso”,
como dice el art. 1192, 2ª parte, del Cód. Civil, no se considera una variación de criterio
para determinar la existencia de tal principio, debiendo resolverse atento las circunstan-
cias del caso (conf. J. M. Gastaldi, Introducción al estudio de los contratos comerciales.
Su relación con los contratos civiles., Buenos Aires, Belgrano, 1985, p. 79).
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por las partes no enerva la existencia del contrato estimatorio, por lo que no
corresponde asignarle a esta estipulación el carácter de elemento esencial.
Hecha esta aclaración, pasaremos a analizar los componentes que, a
nuestro entender, resultan esenciales y particulares a la figura en análisis.
B) Precio estimado
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C) Derecho de disponibilidad
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67. Art. 2809: “El usufructo de mercaderías es un puro y simple usufructo, y el usufruc-
tuario puede enajenarlas. Los derechos respectivos se fijarán por el valor que se les hubie-
re dado, o por el inventario que determine su calidad y cantidad”.
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mismo cuerpo legal. En efecto, en la nota puesta al pie del art. 2807 Vélez
Sarsfield cita a “la ley romana” como antecedente de esa norma y, con-
forme a esa fuente, la palabra cosa sirve para designar tanto a los objetos
corporales como incorporales susceptibles de tener un valor.68 Asimismo,
nuestra legislación –tanto civil como comercial– contiene algunas normas
que aluden al derecho como posible objeto del usufructo: tal el caso del
usufructo de créditos previsto en el art. 2875 del Cód. Civil o el usufructo
de acciones de las sociedades anónimas (art. 218, Ley 19.550) o de las cuo-
tas de las sociedades de responsabilidad limitada (art. 156, segunda parte,
Ley 19.550). Ello demuestra que, no obstante algunas opiniones,69 existe
coincidencia de objeto entre el usufructo de mercaderías y el contrato es-
timatorio
Ahora bien: frente al texto del art. 2809 del Cód. Civil que declara al
usufructo de mercaderías como un usufructo “puro y simple”, están quienes
entienden que se trata de un simple error de calificación, toda vez que se
refiere, en realidad, a un cuasiusufructo pues contiene la facultad de dis-
poner.70 También se ha dicho, en este mismo sentido, que el instituto en
cuestión constituye un caso especial de cuasiusufructo de cosas fungibles y
que las mercaderías a que alude el artículo son, dentro del género de cosas
muebles, las que están destinadas a lucrar con su enajenación; de allí que su
estudio corresponda principalmente al derecho comercial.71
Sin embargo, otros autores sostienen que “es clara la norma cuando
comienza diciendo que el usufructo de mercaderías es un puro y simple
usufructo con lo que quiere llanamente significar que quedará regulado por
las normas del usufructo perfecto, cuyo rasgo típico […] lo constituye la falta
de propiedad del objeto gravado”.72 De modo que, desde este punto de vista,
68. Véase C. Maynz, Curso de Derecho Romano, traducc. de Pou y Ordinas, T. I, Barce-
lona, 1892, p. 476.
69. Algunos autores, (entre otros, M. A. Pepe, Usufructo de fondo de comercio, La Ley, 28
de mayo de 2007) sostienen que el usufructo de mercaderías previsto en el art. 2809 del
Cód. Civil es, en realidad, un usufructo de fondo de comercio.
70. H. Lafaille, Derecho Civil, T. IV, Tratado de los Derechos Reales, V. II, Buenos Aires,
Compañía Argentina de Editores S.R.L., 1944, p. 456.
71. M. Mariani de Vidal, Curso de Derechos Reales, T. II, Buenos Aires, Zavalía, 1993, p. 249.
72. M. A. Pepe, Usufructo de fondo de comercio, La Ley, 28 de mayo de 2007.
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73. Citado por J. M. Gastaldi en Contratos, V. II, p. 232, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1994.
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74. L. Mosco, La representación voluntaria, Barcelona, 1963, p. 55, citado por J. M. Fari-
na, Contratos comerciales modernos, Buenos Aires, Astrea, 1999, p. 627.
75. L. Mosco, en la obra citada en la nota anterior, se refiere a la figura de la autorización
y la distingue de la representación. En este sentido, sostiene que la representación se
refiere a la persona del dominus, en tanto la autorización se remite al objeto sobre el que
se ha de disponer. De este modo, el autor citado sigue la tendencia de algunos autores,
como por ejemplo Salas, que sostienen que hablar de representación impropia o indirecta
es una contradicho in adjecto, porque si el efecto propio y específico de la representación
es hacer que las consecuencias de los actos del representante se produzcan directamente
en cabeza del representado, no puede haber representación cuando ello no se verifica.
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otro acto, la pérdida del carácter de propietario del tradens no podrá coincidir
con la percepción del precio estimado pues, desde el momento en que sucede
el acto de disposición y hasta concretarse dicho pago, el tradens y el tercero
adquirente quedarían como copropietarios del mismo bien.
Por tanto, y ante lo ilógico de esa situación, pensamos que el tradens
conserva la propiedad del bien, no hasta que reciba la suma convenida, sino
hasta que el accipiens disponga del derecho o la cosa que es objeto de este
contrato. Ello así, por cuanto el accipiens actúa como representante del tra-
dens en el acto de disposición y, en consecuencia, se encuentra legitimado
para provocar que el bien salga del patrimonio de su representado e ingrese
en el patrimonio del tercero adquirente.
Lo expuesto hasta aquí cobra singular importancia en el caso de con-
curso o quiebra que afecte a cualquiera de las partes contratantes. En efecto,
si el accipiens se hallare en estado de insolvencia que diera motivo a un pro-
ceso falencial, los bienes que hubiese recibido del tradens no formarán parte
de los activos, debiéndose ordenar la restitución a su dueño, salvo supuesto
especiales que contempla la legislación concursal (vrg. art. 20, Ley 24.522).
Por el contrario, si el concurso o la quiebra afectasen al tradens, los bienes
que hubiese dado en virtud de un contrato estimatorio formarán parte de los
activos, salvo que el accipiens ya hubiese ejercido el derecho de disposición
que le concede ese acto.
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1. Entregar la cosa
Las más de las veces el contrato estimatorio nace a la vida jurídica con
la entrega de la cosa que constituye su objeto. Pero esta práctica no permite
inferir que la figura en análisis adquiera el carácter de contrato real porque
tal entrega no está impuesta por el Derecho sino que es elegida por las partes
en uso de la autonomía de la voluntad.
Por tanto, cabe la posibilidad de que, una vez formado el contrato es-
timatorio, quede pendiente la entrega de la cosa por parte del tradens. Di-
cha entrega deberá hacerse en el lugar y tiempo convenido y, en caso de no
haberse pactado, habrá que estar a las disposiciones generales que regulan
las obligaciones de dar (arts. 574 y ss., Cód. Civil). Pero, en este caso, debe-
remos enfrentarnos a la problemática de la armonización entre los arts. 747
y 576 del Cód. Civil que, en opinión mayoritaria, se resuelve dando primacía
al primero.79
De modo que, si las partes no hubiesen pactado el lugar de entrega,
deberá efectuarse donde la cosa existía al tiempo de contraerse la obligación
y, si este no puede determinarse, en el domicilio del deudor al tiempo de
cumplimiento de la obligación (art. 747, Cód. Civil); en tanto, si las partes
no hubiesen previsto el tiempo en que debía hacerse dicha entrega, será el
juez competente quien deberá designarlo con arreglo a las circunstancias
que rodean al caso (art. 576, Cód. Civil).
79. Véase, al respecto, E. Busso, Código Civil anotado, Ediar, 1944, comentario al art. 576.
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82. Así lo han expresado, dentro de la doctrina italiana, De Medio, Coviello, Tartufari, entre
otros. Asimismo es la postura que el Derecho germánico adoptó mediante el Codex Maxi-
miliano, conforme lo hemos visto en ocasión de analizar los antecedentes de este contrato.
83. En contra: E. Busso, dentro de la doctrina nacional, y Von Tuhr, Larenz, Ennecerus,
en la extranjera; citados por Alterini, Ameal, López Cabana, Curso de obligaciones, T. II,
Buenos Aires, Abeledo-Perrot, Cuarta ed., 1991, p. 162.
84. F. Messineo, dentro de la doctrina italiana, adhiere a la idea de que en el contrato
estimatorio la prestación principal es la de pagar el precio estimado (y no la restitución
de la cosa). Dentro de la doctrina nacional este criterio lo sigue, entre otros, J. M. Farina
(Contratos comerciales modernos, op. cit., p. 631).
85. Entre otros, art. 1841 del Cód. Civil chileno; art. 1488 del Cód. Civil peruano; art. 1759
del Cód. Civil paraguayo.
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aquellos que se oponen a la función económica de este acto como, por ejemplo, gravar la
cosa con un derecho real de garantía, darla en locación, comodato o depósito, altear su
calidad o cantidad, entre otros.
88. Así lo entiende, entre otros, R. Stiglitz (Contratos - Teoría General, op. cit., p. 188)
cuando sostiene que “una vez ejercida formalmente la facultad de opción, queda otorgada
como tal; de allí que [...] infringe el principio de buena fe contractual quien disponiendo
de un plazo para pronunciarse, se anticipa a su vencimiento y escoge la extinción de su
obligación mediante el pago de la prestación accesoria, pero antes de que se verifique la
fecha inicialmente estipulada, se retracte de su elección anunciando que en definitiva el
pago lo será mediante la prestación principal”.
89. F. Messineo, Manual de derecho civil, op. cit., p. 158.
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93. Así lo expresan, entre otros, S. A. Argeri, Contrato estimatorio, La Ley 1980-C, 1238;
O. Pisani, en R. A. Etcheverry, Derecho Comercial Económico, Contratos, Parte Especial,
op. cit., p. 149; J. M. Farina, Contratos comerciales modernos, op. cit., p. 601; D. R. Víto-
lo, Contratos comerciales, op. cit., p. 249.
94. R. S. Stiglitz, Contratos - Teoría General I, op. cit., p. 193.
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la prestación accesoria” (art. 649, Cód. Civil); no quedará más que concluir
que el accipiens debe responder por la pérdida o deterioro de las cosas que
recibe, cualquiera sea el motivo que haya originado ese hecho dañoso.
En síntesis: el deber que tiene el accipiens de conservar la integridad
de los bienes que recibe del tradens comprende tanto la obligación de sopor-
tar los gastos que irrogue esa actividad, como la de responder por la pérdida
o deterioro que se produzca, sea por causas que pueden imputársele (culpa,
dolo) o no (caso fortuito o fuerza mayor).
XI. Extinción
Conforme surge de la primera parte del art. 1200 del Cód. Civil, “las
partes pueden por mutuo consentimiento extinguir las obligaciones creadas
por los contratos […]”.
Vemos, pues, que nuestro ordenamiento jurídico reconoce a los con-
tratantes el derecho de poner fin a sus acuerdos por el mero concurso de
sus voluntades; y ello lo hace con fundamento en “la fuerza obligatoria y la
autonomía de la voluntad, que permite que, así como se creó un lazo jurídi-
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camente válido porque las partes lo quisieron, del mismo modo y sobre la
misma base, ellas pueden decidir concluirlo”.95
En el caso del estimatorio, la rescisión –como verdadero contrato ex-
tintivo o distracto– suele concretarse con la restitución que el accipiens hace
al tradens, y que este acepta, de los bienes que constituyen el objeto del
contrato, siempre que esa devolución se produzca antes del vencimiento del
plazo acordado puesto que, de lo contrario, el contrato se habrá extinguido
“normalmente” por la expiración del plazo convenido. Y dado que, en opi-
nión mayoritaria, la rescisión carece de efecto retroactivo, el accipiens no
tendrá derecho a reclamar el reembolso de los gastos que hubiese efectuado
(por ejemplo, aquéllos que hizo con fines de conservación de la cosa), salvo
que, al tiempo del contrato o con posterioridad, las partes hayan pactado lo
contrario.
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que deberá acudirse al juez que resulte competente para que, de acuerdo a
las circunstancias de hecho de cada caso, decida la cuestión en debate.97
Lo expuesto no significa, por cierto, que los incumplimientos de menor
envergadura queden exentos de sanción, sino sólo que carecerán de poder
jurígeno para lograr la resolución del contrato, aunque dejarán subsistente
la acción resarcitoria. Así lo entendieron nuestros tribunales que, en rei-
teradas oportunidades, rechazaron la resolución de un acuerdo cuando el
incumplimiento no reviste una entidad o una gravedad importante –prote-
giendo así la continuidad del negocio en circunstancias en que el incumpli-
miento fue simplemente accidental y no afectó a lo esencial del acuerdo–,
pero concediéndole a la parte cumplidora el derecho de reclamar el resarci-
miento de los daños y perjuicios derivados de tal incumplimiento.98
97. Cfr. CNCiv., Sala A, 20/10/77, ED, 76-174, citado por J. M. Gastaldi, Pacto Comisorio,
op. cit., p. 139.
98. CNCiv., Sala C, 11/12/62, ED, 5-765; íd. 8/6/76, ED, 69-283; íd. Sala D, 27/7/78, LL,
1978-D-635; íd, 18/11/81, LL, 1982-C-320; CNCom., Sala B, 29/12/77, ED, 77-380; íd.,
14/3/83 y 29/4/83, LL, 1983-C-226, entre otros.
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XII. Conclusiones
99. Así, por ejemplo, CNCom., Sala C, 17/03/2006, JA 2006-III, 213, ED 223,25; CNCom,
Sala E, 27/05/2005, Souto, Ángel c.Nobleza Picardo S.A.I.CyF., La Ley Online.
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