Cuento El Nino de Plastico
Cuento El Nino de Plastico
Cuento El Nino de Plastico
Hernando Tavera
Dirección de arte
Luis Miguel Ybañez
Dibujo e ilustración
Cristina Arteta
Evelyn Rojas
Franz Montoya
Luis Miguel Ybañez
Diseño y diagramación
Luis Miguel Ybañez
Editado por:
Hernando Tavera
Fernando Gutiérrez
H.T.
Prólogo
El cuento relata la historia de Miguel, un joven universitario
que se interesa por descubrir los motivos por los cuales la
población de su ciudad tiene la costumbre de echar basura,
bolsas y botellas de plástico a las calles, parques y playas. En
estas circunstancias conoce a Hugo, un muñeco de plástico
que sueña con ser un niño después de haberle prometido a
Dios que limpiaría la playa de su ciudad. Ambos amigos buscan
a Dios para que cumpla con su promesa y esperando una
respuesta, Hugo se queda dormido. Al día siguiente, Hugo se
despierta convertido en un niño y junto a Miguel recorren la
ciudad divirtiéndose hasta la media noche, momento en que
Hugo, según su promesa a Dios, sube a un pedestal ubicado
en el parque cercano a la playa. Al día siguiente, Miguel busca
en el parque a Hugo hasta encontrarlo convertido en un
monumento, tenía los brazos abiertos y la mirada fija hacia el
mar. El monumento al Niño de Plástico es un recordatorio para
que todos seamos responsables y no sigamos contaminando
las playas con bolsas y botellas de plástico.
¿Qué tengo
Sra. Tierra usted tiene
doctor?
4,500 millones de años y
está muy enferma
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de tantos basurales en las calles y parques, ya que
para él era difícil comprender cómo las personas
están contaminando y destruyendo nuestro mundo.
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- Señora, ¿por qué echa más basura a la calle?
Ella le respondió:
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esquinas y parques con tanta libertad. Realmente
sentí mucha vergüenza. ¡Es mi ciudad! ¡Es mi país!.
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E
l nuevo día inició con un poco de frío, pero
aun así, Miguel salió de su casa llevando
consigo su mochila rumbo a la playa más
cercana a la ciudad y desde el bus que lo trasladaba
miraba por la ventanilla con mucha atención cada
calle que pasaba, tratando de recordar si eran las
mismas que recorría cuando era pequeño. Durante
el viaje, con cierto enojo, miraba montículos de
basura en algunas esquinas, botellas de plástico en
las veredas y pistas, pero su molestia fue mayor
cuando vio echar, desde un auto en movimiento,
papeles y una botella de plástico. Miguel estaba tan
indignado que no se dio cuenta de que había llegado
a su destino y por ello se desesperó por bajar del
bus. Su paradero estaba cerca de un parque lleno
de arbustos, plantas con flores muy coloridas y
algunas piletas de agua. Desde allí Miguel pudo ver
el mar en su inmensidad. El parque era el inicio del
sendero que lo llevaría a la playa. Era temprano y no
había muchas personas, entonces Miguel aprovechó
para caminar de un extremo a otro. En su caminar
no demoró en ver varias botellas de plástico botadas
en la orilla de la playa y otras que el agua llevaba y
traía con cada ola.
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Pasaron algunas horas y Miguel llegó a un extremo
de la playa, donde encontró gran cantidad de basura,
bolsas y botellas de plástico. A pesar de los olores
que emanaban, ya cansado, decidió sentarse en la
parte alta de una roca, desde allí podía ver al mar y
a las botellas que parecían jugar con el ir y venir de
las olas. De pronto, llamó su atención lo que había
detrás de todo el montículo de botellas. Alguien
había colgado de un palo un muñeco construido
con botellas de plástico, daba la impresión de ser
un niño de pie mirando hacia el mar. Miguel pensó
en la creatividad y destreza de quien construyó
dicho muñeco, estaba hecho con tal precisión que si
hablara no sería nada extraño.
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Miguel giró su cabeza y miró a todos lados sin ver a
nadie, pero nuevamente volvió a escuchar la misma
voz:
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Miguel bajó rápidamente de las rocas y pisando las
botellas de plástico se acercó al muñeco y le preguntó:
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- Primero bájame de este palo, ya no deseo estar
colgado,- respondió el muñeco.
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elásticos hasta darle la forma de un niño, lo hizo con
tanta alegría que al retirarse, se alejó sonriendo. Al
día siguiente, la misma señora volvió con un plumón, me
dibujó los ojos y sobre la tapa de botella, mi nariz y
boca. Cuando terminó, me miró sonriendo y dijo:
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procedió a despedirse del muñeco, diciéndole que
volvería al día siguiente para ayudar a limpiar la playa.
Eso le dio confianza al muñeco, quien se despidió
de Miguel con una sonrisa. El muñeco de plástico al
quedarse solo, caminó sobre las botellas, se echó a
dormir y esperó el nuevo amanecer.
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U
n nuevo día, una nueva aventura. Ahora
Miguel se preparaba para ir otra vez a
la playa y ver si realmente todo lo que
vivió el día anterior era cierto, si fue un sueño o
solo una parte de su infinita imaginación. Ya en la
playa, Miguel caminó por los mismos lugares del día
anterior y quedó sorprendido al ver que los cerros
de botellas de plástico ya no estaban, aunque en la
playa aún había basura y botellas sobre la arena.
Fue en ese momento que se preocupó por el muñeco
de plástico,
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caminado por la orilla, estaba completamente
mojado. Miguel le preguntó:
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Miguel miró la foto de la hoja y sorprendido dijo: -
Qué bueno que sepas leer y me gusta tu nombre, ¡yo
te ayudaré!
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L
legó el fin de semana y Miguel, en su
caminar hacia la playa, pensaba que al ser
sábado sería un día difícil porque muchas
personas asistirán a la playa y al terminar la tarde
el trabajo será mayor porque tendrán que recoger
mucha basura. También se preguntaba ¿dónde
estará escondido Hugo?, ¿seguirá metiéndose al mar
a sacar más botellas y basura? Ya en la playa, Miguel
comprueba que tenía mucha razón. Había cientos de
personas en sus carpas de playa y muchos niños
corriendo, jugando con la arena y otros detrás de
una pelota. Con preocupación, comenzó a caminar
por la playa buscando a su amigo, miraba hacia el
mar esperando verlo salir, pero Hugo no aparecía
por ningún lado. La preocupación de Miguel aumentó,
se veía en su rostro triste y en su caminar lento.
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al aire para luego alejarse del lugar muy de prisa. En su
caminar, sacudía y limpiaba la arena pegada en el cuerpo
del muñeco. Cuando Hugo estuvo completamente limpio,
ambos decidieron sentarse sobre la arena para mirar el
mar en completo silencio.
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Rápidamente y sin pensarlo mucho, Hugo continuó con
la conversación diciendo:
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Al parecer no había forma de hacer dicha tarea,
pero Hugo dijo algo muy importante:
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E
mpezó el nuevo día, era domingo y Miguel
desayunó en compañía de sus padres,
para luego salir rápidamente de su casa
llevando en su mochila lo necesario para realizar su
plan. En la playa, Hugo esperaba a Miguel escondido
detrás de unas rocas y al verlo llegar salió corriendo
para darle un abrazo, saltando y riendo le dijo:
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Finalmente, el plan se inicia y Miguel avanza por la
playa moviendo los hilos que hacen caminar a Hugo.
Empezaron conversando con algunos niños, quienes
sorprendidos al ver al niño de plástico parlanchín,
entre risas empezaron a formar un círculo. El títere
daría un mensaje y luego cantaría una hermosa
canción en homenaje al mar, al menos eso les dijo
Miguel a todas las personas.
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¡Nosotros mismos nos estamos haciendo mucho
daño! ¡Comprendan por favor!,- decía Hugo.
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“Soy un lenguado que feliz vivo en el mar
Todos los días salgo a comer y a nadar
Voy paseando y jugando por el bosque marino
Pronto ayudaré a un niño a crecer y eso me hace feliz
Ayer el agua estuvo de color negro
y mi mamá me dice que estoy enfermo
Me quedo ciego, no puedo mover mis aletitas
Mucha basura y botellas de plástico han invadido
mi jardín
Estoy triste, mis lágrimas se mezclan con el agua del mar
ya no ayudaré a crecer a los niños
Por favor, ¡basura no!, ¡botellas no!, ¡vida sí
Por favor basura no, botellas no, vida sí, vida sí, vida sí….”
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Miguel y Hugo repitieron las mismas escenas todo
el día, llegando a terminar agotados y sentados en
un extremo de la playa. Hugo miraba el disfraz de
Miguel y riéndose le dijo:
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Al terminar su recorrido, Miguel y Hugo se abrazaron
una y otra vez, ambos estaban realmente muy
felices, su plan y el trabajo realizado fue un éxito,
la playa estaba muy limpia.
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L
a semana inició con un día de sol. Miguel
asistió a la universidad y por la tarde se
trasladó a la playa para buscar a su amigo.
Hugo, estaba sentado en una roca mirando el mar
y al darse cuenta de la llegada de Miguel, saltó y
corrió para darle un abrazo y decirle:
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- La casa de Dios es muy hermosa, ¡parece un castillo!
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Terminada la tarde, Miguel se acerca a Hugo, quien
seguía arrodillado frente a la imagen del Señor de
los Milagros y le dice:
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sin darse cuenta que de sus ojos caían lágrimas,
saco su pañuelo y limpió su rostro.
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niño!, ya limpié la playa, ya no hay basura, ni bolsas,
ni botellas de plástico; los peces vivirán felices, ya no
habrá contaminación.
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A
l día siguiente, Miguel se levantó temprano
porque tenía que ir a clases; sin embargo,
estaba pensativo, había soñado con
Dios, al menos eso era lo que pensaba y sintió un gran
deseo de ir a buscar a Hugo. Miguel salió de su casa y
sin darse cuenta había subido al bus que lo llevaría a
la iglesia de Las Nazarenas. Al llegar fue directamente
hacia la imagen del Señor de los Milagros y grande fue
su sorpresa al ver al niño de plástico en el mismo lugar,
pero ahora era un niño de verdad. Estaba durmiendo en
el piso y vestía con pantalón, polo y zapatillas, todo listo
como para salir de paseo. Miguel se acercó y tocándole
la cabeza comenzó a despertarlo.
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Miguel y Hugo iniciaron su día caminando por la
plaza principal de la ciudad, mirando tiendas y los
monumentos de las plazas y parques, siempre
sorprendidos por todo lo que veían a su paso. Miguel
estaba feliz porque volvía a sentirse un niño y Hugo
se sentía igual de feliz, comiendo dulces y los helados
que compraban a cada momento. En su caminar,
llegaron a un parque muy grande, allí algunos niños los
invitaron a jugar fulbito. Hugo se dio cuenta de que
era muy bueno en el juego y con cada gol que metía
en el arco contrario corría y abrazaba a Miguel,
siempre riendo los dos. Por la tarde, decidieron ir al
zoológico y allí Hugo se sintió más feliz aún, mirando
a todos los animales. Él solo había visto peces y
ahora veía leones, tigres, jirafas, camellos, osos,
canguros, monos, aves y todo tipo de insectos.
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Al salir del cine, Hugo le tomó la mano a Miguel y
ambos comenzaron a reírse de todas las aventuras
del Oso Bonnie, realmente se sentían muy felices.
Después de andar por algunas calles, Miguel le pidió
que le contara todo lo que había hablado con Dios.
Hugo lo miró fijamente a los ojos y le dijo:
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llamé por celular mientras caminábamos, pero de
todas maneras estarán preocupados, debo irme.-
Respondió Miguel.
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mundo, que llegue hasta el cielo y yo te esperaré en
la azotea para jugar juntos otra vez.
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A
l día siguiente, después de salir de
clases, Miguel decidió ir a la playa para
ver qué había pasado con Hugo.
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sobre el
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