Articulo de Las Mujeres Que Más Aman

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MUJERES QUE AMAN DEMASIADO

NORVIN NORWOOD

Indice
Prólogo
Prólogo a la nueva edición

1
Amar al hombre que no nos ama

2
Buen sexo en malas relaciones
3
Si sufro por ti, ¿me amarás?

4
La necesidad de ser necesitadas

5
Bailamos?

6
Los hombres que eligen a las mujeres que aman demasiado

7
La Bella y la bestia

8
Cuando una adicción alimenta a otra

9
Morir por amor

10
El camino hacia la recuperación

11
Recuperación e intimidad: cerrar la brecha

Apéndice 1

Apéndice 2

Este libro esta dedicado


a los programas de Anónimos,
con gratitud por el milagro
de recuperación que ofrecen
Prólogo
Cuando estar enamorada significa sufrir, estamos amando
demasiado.
Cuando la mayoría de nuestras conversaciones con amigas
íntimas son acerca de él, de sus problemas, sus ideas, sus sentimientos, y
cuando casi todas nuestras frases comienzan con “el”...estamos
amando demasiado.
Cuando disculpamos su mal humor, su mal carácter, su
indiferencia o sus desaires como problemas debidos a una niñez infeliz y
tratamos de convertirnos en su psicoterapeuta, estamos amando
demasiado.
Cuando leemos un libro de autoayuda y subrayamos todos los
pasajes que lo ayudaran a él, estamos amando demasiado.
Cuando no nos gustan muchas de sus conductas, valores y
características básicas, pero las soportamos en la idea de que, si tan
solo fuéramos lo suficientemente atractivas y cariñosas, el querría
cambiar por nosotras, estamos amando demasiado.
Cuando nuestra relación perjudica nuestro bienestar emocional, e
incluso, quizá, nuestra salud e integridad física, sin duda estamos
amando demasiado.
A pesar de todo el dolor y la insatisfacción que acarrea, amar
demasiado es una experiencia tan común para muchas mujeres que
casi creemos que así deben ser las relaciones de pareja. La mayoría de
nosotras hemos amado demasiado aunque sea una vez, y para muchas
de nosotras ha sido un tema recurrente en nuestra vida. Algunas nos
hemos obsesionado tanto con nuestra pareja y nuestra relación que
apenas podemos funcionar como personas.
En este libro examinaremos a fondo los motivos por los que tantas
mujeres, en busaca de alguien que las ame, parecen encontrar
inevitablemente parejas nocivas y sin amor. Analizaremos porque
también porque, una vez que sabemos que una relación no satisface
nuestras necesidades, nos cuesta tanto ponerle fin. Veremos que el
amor se convierte en amar demasiado cuando nuestro hombre es
inadecuado, desamorado o inaccesible y , sin embargo, no podemos
dejarlo; de hecho, lo queremos y lo necesitamos aún más. Llegaremos a
entender cómo nuestro deseo de amar, nuestra ansia de amor, nuestro
amor mismo, se convierte en adicción.
“Adicción” es una palabra que asusta. Evoca imágenes de
consumidores de heroína que se clavan agujas en los brazos y llevan
una vida obviamente autodestructiva. No nos agrada la palabra y no
deseamos aplicar el concepto a nuestra forma de relacionarnos con los
hombres. Pero muchas de nosotras hemos sido “adictas a los hombres”
y, al igual que cualquier otro adicto, necesitamos admitir la seriedad del
problema antes de poder empezar a curarnos.
Si usted alguna vez se vio obsesionada por un hombre, quizás
haya sospechado que la raíz de esta obsesión no era el amor si no el
miedo. Quienes amamos en forma obsesiva estamos llenas de miedo:
miedo a estar solas, miedo a no ser dignas o ano inspirar cariño, miedo
a ser ignoradas, abandonadas o destruidas. Damos nuestro amor con la
desesperada ilusión de que el hombre por quien estamos obsesionadas
se ocupe de nuestros miedos.
En cambio, los miedos—y nuestra obsesión—se profundizan hasta
que el hecho de dar amor para recibirlo se convierte en la fuerza que
impulsa nuestra vida. Y como nuestra estrategia no da resultado,
tratamos, amamos aún más. Amamos demasiado.
La primera vez que reconocí este fenómeno de “amar
demasiado” como síndrome de ideas, sentimientos y conductas fue
después de varios años de asesorar a alcohólicos y drogadictos.
Después de llevar a cabo cientos de entrevistas con adictos y sus
familias, hice un descubrimiento sorprendente. A veces, los pacientes a
quienes entrevistaba se habían criado en el seno de familias con
problemas, y a veces no, pero sus parejas casi siempre provenían de
familias con problemas severos, en las cuales habían experimentado
tensiones y sufrimientos mayores que los comunes. Al luchar por salir
adelante con sus compañeros adictos, estas mujeres (que en el área de
tratamiento se conocen como coalcohólicas) inconscientemente
recreaban y revivían aspectos significativos de su niñez.
Principalmente a través de las esposas y novias de adictos,
comencé a entender la naturaleza del hecho de amar demasiado. Sus
historias personales revelaban la necesidad de superioridad y sufrimiento
que experimentaban en su papel de “salvadoras” y me ayudaron a
comprender la profundidad de su adicción a un hombre que a su vez,
era adicto a una sustancia. Obviamente, en esas parejas, ambas
parejas necesitaban ayuda por igual, y que ambos estaban
literalmente muriendo por sus adicciones: el por los efectos del
consumo de sustancias químicas; ella por los efectos de una tensión
extrema.
Esas mujeres coalcohólicas me clarificaron el increíble poder y la
influencia de sus experiencias infantiles sobre sus patrones adultos para
relacionarse con los hombres. Ellas tienen algo que decirnos a todas
quienes hemos amado demasiado acerca de la razón por la cual
hemos desarrollado nuestra predilección por las relaciones
problemáticas, como perpetramos nuestros problemas y, lo más
importante, como podemos cambiar y mejorar.
No pretendo afirmar que las mujeres sean las únicas que aman
demasiado. Algunos hombres desarrollan esta obsesión con las
relaciones con tanto fervor como podría hacerlo una mujer, sus
sentimientos y conductas provienen de la misma dinámica y las mismas
experiencias infantiles. Sin embargo, la mayoría de los hombres que han
sido dañados en la niñez no desarrollan una adicción a las relaciones.
Debido a una interacción de factores biológicos y culturales, por lo
general tratan de protegerse y evitar el dolor mediante objetivos más
externos que internos, más impersonales que personales. Tienden a
obsesionarse con el trabajo, los deportes o los hobbies, mientras que
una mujer, debido a las fuerzas biológicas y culturales que las afectan,
tienden a obsesionarse con una relación, tal vez con un hombre así
dañado y distante.

Es de esperar que este libro sea útil para cualquiera que ame
demasiado, pero esta escrito en especial para las mujeres porque el
hecho de amar demasiado es un hecho principalmente femenino. Su
propósito es muy específico: "ayudar a reconocer ese hecho a las
mujeres que tienen patrones destructivos de relacionarse con los
hombres, comprender el origen de esos patrones y obtener las
herramientas necesarias para cambiar sus vidas".

Pero si usted es una mujer que ama demasiado, me parece justo


prevenirle que es no será un libro fácil de lee. Por cierto, si el concepto
le llama la atención y aún así lee este libro en forma superficial, sin que
la afecte o la conmueva, o si se encuentra aburrida o enojada, o no
logra concentrarse en el material aquí presentado, o si solo piensa en lo
mucho que esto podría ayudar a otra persona, le sugiero que pruebe
volver a leerlo dentro de un tiempo. Todos necesitamos negar lo que nos
resulta demasiado doloroso o amenazador para aceptarlo. La
negación es un medio natural de autoprotección, que obra en forma
automática y espontánea. Tal vez en una lectura posterior usted podrá
enfrentar sus propias experiencias y sus sentimientos más profundos.

Lea despacio, permítase reflexionar tanto intelectual como


emocionalmente con estas mujeres y sus historias. Las historias
presentadas en este libro podrán parecerle extremas. Les aseguro que
son todo lo contrario. Las personalidades, las características y las
historias que he encontrado entre las cientos de mujeres a quienes he
conocido personal y profesionalmente y que entran en la categoría de
amar demasiado no están en absoluto exageradas aquí. Sus historias
reales son mucho más complicadas y llenas de dolor. Si los problemas
de ellas le parecen mucho mas graves y angustiosos que los suyos,
permítame decir que su reacción inicial es típica de la mayoría de mis
pacientes. Cada una cree que su problema no es tan grave, aún ,
cuando se compadece de la situación de otras mujeres que, en su
opinión, tienen verdaderos problemas.

Una de las ironías de la vida es que las mujeres podemos


responder con gran compasión y comprensión a la vida de otros y
mostrarnos ciegas (y por) el dolor en nuestra propia vida. Conozco eso
muy bien, pues la mayor parte de mi vida fui una mujer que amo
demasiado hasta que el efecto nocivo sobre mi salud física y emocional
fe tan severo que me vi forzada a examinar a fondo mi forma de
relacionarme con los hombres. He pasado los últimos años trabajando
mucho para cambiar ese patrón. Han sido los años más gratificantes de
mi vida.

Espero que, a todas ustedes que aman demasiado, este libro las
ayude a cobrar mayor conciencia de la realidad de su situación, pero
también las aliente a empezar a cambiarla, reencauzando su afecto,
no hacia su obsesión por un hombre, sino hacia su propia recuperación
y su propia vida.

Aquí cabe una segunda advertencia. En este libro, al igual que en


tantos libros de autoayuda, hay una lista de pasos a seguir a fin de
cambiar. Si usted decide que realmente decide seguir esos pasos,
necesitará – como en todo cambio terapéutico- años de trabajo y
nada menos que su dedicación total. No hay atajos para salir del patrón
de amar demasiado en el que usted esta atrapada. Es un modelo
aprendido a temprana edad y muy bien practicado, y el hecho de
abandonarlo será temible, amenazador y un constante desafío. Con
esta advertencia no pretendo desalentarla. Después de todo, si usted
no cambia su patrón de relaciones, sin duda enfrentará una lucha en
los años venideros. Pero en ese caso, su lucha no será por crecer sino
simplemente por sobrevivir. Si elige iniciar el proceso de recuperación,
dejará de ser una mujer que ama a alguien con una intensidad tal que
resulta dolorosa para empezar a ser una mujer que se ama lo suficiente
a si misma para evitar el dolor.
Prólogo
a la nueva edición

¿Qué puedo deciros a vosotras, mujeres de mi generación que


aún no habéis leído este libro, y necesitáis hacerlo? ¿ Y cómo puedo, a
la vez, llegar hasta aquellas de vosotras que entrabais en la
adolescencia cuando se publicó la primera edición de Las mujeres que
aman demasiado, que habéis crecido en una sociedad ya versada en
el concepto del amor adictivo, y que a pesar de todo lo que ya sabéis
al respecto, os descubrís amando demasiado?
En 1985, cuando fue publicado este libro, el concepto de que una
mujer podía amar demasiado era una idea revolucionaria que
aparecía en el momento preciso. Yo pensaba que, con la escritura del
libro podría modificar la manera en que la cultura piensa sobre el amor,
y esperaba también que, en lugar de rodear de un halo de
romanticismo toda la desdicha engendrada por vivir obsesionada por
un hombre, pudiéramos ser capaces de decir: “¡ Eso es amar
demasiado!”, aprendiendo así una manera mejor y más sana de
establecer relaciones afectivas.
El libro ha sido leído por millones de mujeres de todo el mundo, a
quienes brindó ayuda para cambiar sus pautas de relación con los
hombres. En estos tiempos, el concepto de amar demasiado es tan
difundido que títulos y frases similares proliferan por doquier.
Abundan las bromas acerca de amar demasiado, o sus
numerosos derivados.
Pero a pesar del reconocimiento prácticamente global del
problema, muchas, muchas mujeres de todas las edades siguen siendo,
no obstante, tan dependientes, tan sometidas, incluso tan desesperadas
en sus relaciones con los hombres, como lo eran antes de que la
condición de amar demasiado fuera siquiera definida. Esta situación se
mantiene, aunque actualmente la mujer disfruta de una libertad mayor
que en ningún otro momento de la historia: las restricciones sociales se
han distendido en lo referente a las elecciones personales y la expresión;
existen más oportunidades igualitarias en educación y en ocupaciones,
lo mismo que en las áreas de la concepción y el embarazo.
Ya no necesitamos la fuerza física ni el apoyo económico de un
hombre para nuestra supervivencia. Pero persiste el problema de amar
demasiado. ¿Por qué no está más extendido el reconocimiento de los
efectos dañinos de amar demasiado, acoplado a nuestra mayor
libertad y nuestras mayores oportunidades de elección, suficientes para
terminar con esta conducta?
En primer lugar, parte de la respuesta radica en el hecho de que
las mujeres estamos programadas, tanto cultural como biológicamente,
para amar, sostener, ayudar y consolar a los demás. Cuando lo que
hacemos naturalmente no funciona, casi inevitablemente tendemos a
hacerlo con más ahínco. Sólo podemos intentarlo con más fuerzas.
Terminamos cautivas de un ciclo adictivo.
En segundo lugar, identificar o comprender un problema no lo
elimina automáticamente. No se lo puede detener ni evitar sólo porque
por fin haya sido reconocido como conflicto. Aunque ese
reconocimiento sea lo que hace posible su tratamiento, la cantidad de
personas que siguen desarrollando adicciones de todo tipo va en
aumento. Se calcula que cerca del noventa por ciento de los
problemas presentados por los pacientes que requieren psicoterapia
tiene sus raíces en alguna clase de adicción. Pero, al mismo tiempo,
cada vez son más personas que, conscientes de padecer un problema
de adicción, solicitan atención psicoterapéutica para solucionarlo.
Quienes nos hemos desempeñado en ese campo durante mucho
tiempo, sabemos bien que la psicoterapia tradicional no es efectiva en
el tratamiento de las adicciones. Una indagación en la historia, la
personalidad y la conducta del adicto, y los intentos profesionales por
modificar esa conducta, no logran, con el tiempo, terminar con la
adicción. Pero la práctica cotidiana de pautas espirituales y de
principios como los sugeridos por Alcohólicos Anónimos y demás
programas de Doce Pasos, sí funciona.
En vista de que el tratamiento de las adicciones requiere una
base espiritual para tener éxito, ¿ es posible que cada caso de adicción
sea, en un nivel metafísico, simplemente la puerta de entrada a través
de la cual el que la padece puede acceder a una forma de vida más
espiritual?
“Espiritualidad” parece ser una palabra que muy raramente se
interpreta en su totalidad, pero que, no obstante, actualmente se utiliza
con tanta prodigalidad, que corre el riesgo de convertirse en un lugar
común, en un cliché que no es cabalmente comprendido. A cualquiera
que en los últimos tiempos haya tenido oportunidad de viajar por el
mundo, le habrá resultado más que evidente la creciente avidez de
espiritualidad que se advierte por doquier. Para mucha gente, esta
avidez ya no puede ser mitigada dentro del contexto de la práctica de
las religiones tradicionales. Nuestra transición, no sólo del siglo veinte al
veintiuno, sino de la doblemente milenaria Era de Piscis a la naciente Era
de Acuario, probablemente no sea pura casualidad. Estamos viviendo
el final de un milenio, y acercándonos al comienzo del siguiente. Esta
transición cosiste más en un misterioso movimiento energético que en
uno lineal y temporal, y nos está afectando a todos de manera a veces
difíciles de explicar. El tiempo parece fluir con mayor rapidez, las
presiones se incrementan, los conflictos globales y personales se
intensifican. Las antiguas soluciones a las que estamos acostumbrados
ya no parecen efectivas, ni siquiera adecuadas.
No hay espacio donde se hagan evidentes estas presiones como
en el de las relaciones personales. Dentro de él todos, sin excepción, nos
sentimos por lo menos un tanto confundidos, si no totalmente perdidos.
A lo largo de nuestra vida, muchos de nosotros hemos podido ver cómo
las pautas establecidas para las relaciones afectivas, el amor y el
matrimonio, se han modificado, han desaparecido o se han opacado
hasta volverse invisibles. Todas las reglas han sido tergiversadas, si no
quebradas, y lo que alguna vez fue obligatorio ahora es optativo, o
incluso obsoleto. Las relacione sexuales prematrimoniales son el ejemplo
más obvio: hasta no hace mucho tiempo consideradas una grave
violación de los usos y costumbres de la cultura, en la actualidad son
universalmente aceptadas. Más aún, la convivencia anterior al
matrimonio, que alguna vez resultó impensable para la sociedad, hoy se
considera una investigación de compatibilidad muy práctica, e incluso
necesaria. Las consecuencias de este simple cambio están
tambaleando, e infinidad de cambios semejantes van a seguir
sucediéndose.
Por muy bienvenida que sea, esta nueva era de libertad tiene su
precio, que debe ser pagado con la moneda de la incertidumbre.
Incluso aquellas personas demasiado jóvenes que no han sido
educadas dentro de los rígidos parámetros anteriores, se debaten en la
duda tratando de elegir entre las muchas opciones que generaciones
anteriores nunca tuvieron que enfrentar. Hoy en día ya no existen
mapas de ruta para alcanzar el éxito en la vida, sea cual sea nuestra
edad, o estemos o no involucradas en una relación afectiva. Queremos
y necesitamos conocer una gran cantidad de respuestas que nadie
puede darnos: quiénes somos en realidad; por qué nuestra vida es lo
que es; cómo resolver nuestros problemas, especialmente los que
tenemos con los seres queridos; cómo arreglarnos con el trabajo, el
cuidado de los niños, las tareas de la casa y el manejo del dinero, sin
apoyarnos en las viejas funciones o reglas; qué nos están enseñando
esas relaciones afectivas sobre nosotras mismas: cómo se relaciona
nuestra vida individual con el esquema general, y en qué consiste
realmente ese esquema. Aunque la psicología no parece estar
preparada para darnos esas respuestas profundas que esperamos
porque no reconoce que los seres humanos, con todos nuestros
conflictos y limitaciones, poseemos, no obstante, un aspecto divino. Y,
de alguna manera, hemos comenzado a sospechar que la mejor guía
para orientar nuestra vida está dentro de esa dimensión divina.
De modo que la búsqueda sigue. Estamos buscando algo que no
podemos ver, tocar, medir ni probar, algo que no podemos comprar,
pero que debemos construir, que no podemos pedirle prestado a nadie,
sino que debemos elaborar dentro de nosotras mismas. No sabemos
muy bien cómo atravesar un proceso tan misterioso y, por improbable
que parezca, nos sentimos afortunadas cuando enfrentamos problemas
cuya gravedad nos obliga a aprender. Para muchas de las que lean
este libro, ese problema es, justamente, amar demasiado. El dolor que
impregna nuestra vida, provocado por nuestras deficientes relaciones
afectivas y las ineficaces maneras en que las manejamos, acapara
toda nuestra atención. Comienza a crecer una presión que nos obliga a
la búsqueda de algo nuevo, a actuar de modo diferente y a aplicar a
nuestra vida cotidiana las elevadas verdades que estamos
descubriendo. Sin esa presión, nuestros esfuerzos por acceder a una
vida espiritual pueden quedar en un plano puramente sentimental, más
que práctico, y las lecciones no aprendidas, lo mismo que las
costumbres dañinas, permanecerán sin ser abordadas.
Una buena definición de espiritualidad es aquella que la considera
“un proceso de constante integración”. Esto significa que nuestro
concepto de lo sagrado debe estar en permanente expansión, para
permitir la inclusión de aspectos previamente excluidos de nosotras
mismas, de los demás, y de la vida. De esta manera, la espiritualidad,
como la caridad, empieza por casa cuando aceptamos y nos
adueñamos de nuestros defectos, nuestras heridas y las lecciones que
no aprendimos, aquellos defectos y fallas que nos incapacitan para vivir
y amar plenamente, los puntos ciegos y las acciones erradas que nos
meten en problemas una y otra vez. La espiritualidad se vuelve práctica
cuando nos ponemos en sintonía, a través de la oración, con un Poder
Superior a nosotros, al que le pedimos guía y ayuda para enfrentar los
problemas de la vida. Someter la personalidad a ese Poder Superior es
la base de la verdadera práctica espiritual, pero muy pocos de nosotros
estamos dispuestos a renunciar a nuestro albedrío hasta que nos
encontramos enfrentados con un problema que no podemos manejar
solos. Sin embargo cuando – a pesar de todos nuestros esfuerzos por
sentir, pensar y proceder de modo diferente-, los sentimientos, actitudes
y conductas anteriores persisten, el único recurso práctico que nos
queda es el espiritual. A medida que pedimos sin cesar guía y apoyo, y
los aceptamos, nuestra capacidad para vivir sanamente y amar
sabiamente se incrementa, porque nuestro yo interior ya está bajo la
protección de nuestro Yo Superior. Vivir espiritualmente es así de simple,
y exige una entrega de esa naturaleza.
Fundamentalmente, los conceptos aquí vertidos funcionan. Son
los mismos que me salvaron la vida cuando inicié mi propia
recuperación de un proceso de amar demasiado, allá por 1980.Escribir
este libro fue mi manera de ofrecer a otras mujeres lo que me fue
ofrecido a mí: un conjunto de pautas y principios espirituales que me
sacaron de la desesperación y la depresión en que me hallaba sumida,
y me proporcionaron mi primera experiencia de serenidad, a la vez que
terminaron respondiendo mis interrogantes más profundos acerca del
significado de mi vida y de mis luchas. Cuando las mujeres me dicen:
“Su libro me salvó la vida”, sé que les enseñó a avanzar más allá de ellas
mismas y más allá del libro en sí. Tal vez las haya convencido de que
debían pedir ayuda a los profesionales adecuados. Ojalá que también
las haya orientado hacia su inclusión en un grupo de pares que estén, a
su vez, siguiendo un programa de recuperación. Pero lo más importante
es que habrán aprendido a acercarse a ese Poder Superior que puede
hacer por nosotros todo aquellos que nuestros pequeños egos, nuestras
personalidades, no pueden hacer: guiarnos, protegernos y curarnos. Les
habrá otorgado una espiritualidad muy práctica y personal. Que es,
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