Tema 1 - Concepto Básicos Epi-Dieta
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ANÁLISIS EPIDEMIOLÓGICO DE LA
DIETA NUTRICIONAL
I. Objetivos
IV. Contenidos
La dieta es un determinante fundamental del estado de salud de los individuos, no sólo por el
papel que juegan los nutrientes esenciales o mejor dicho su ausencia, en la prevención de
enfermedades carenciales, sino también por la implicación que tienen determinados nutrientes y
grupos de alimentos en el desarrollo de enfermedades crónicas o no transmisibles. Los
nutrientes esenciales incluyen minerales, vitaminas, lípidos y aminoácidos, y su ingesta
deficiente da lugar a los cuadros clínicos característicos de las enfermedades carenciales, por
ejemplo el escorbuto ante la deficiencia de vitamina C, el beri-beri ante la de tiamina o el
raquitismo por deficiencia de vitamina D. El mayor logro en el campo de la nutrición a lo largo
del siglo XX ha sido la identificación y caracterización de la mayoría de estos nutrientes.
Primero fueron los síndromes posteriormente se relacionaron con sus causas.
El estudio de la relación entre dieta y salud puede abordarse desde una perspectiva nutricional,
en función de la composición química de la dieta, o desde una perspectiva alimentaria, en
función del contenido de alimentos o de grupos alimentarios de la misma.
Complementariamente, se ha planteado el estudio de la dieta a través del análisis de patrones
dietéticos, que tienen en cuenta la ingesta de todos o la mayor parte de los componentes
alimentarios y/o nutricionales de la dieta desde una perspectiva globalizadora. Cada una de estas
alternativas tiene sus propias fortalezas y debilidades que determinan su mayor o menor utilidad
para analizar el efecto de la dieta en función de la hipótesis de investigación planteada en cada
momento. No obstante, el reto de analizar la complejidad descrita de la dieta con las máximas
garantías para obtener una información comprehensiva, de gran validez y de más fácil
interpretación sólo se puede afrontar mediante un abordaje holístico de la misma, que integre y
contemple de forma conjunta todos los planteamientos mencionados.
Esto es debido a que, con frecuencia, la magnitud de los efectos que estamos evaluando es
pequeña. Por ejemplo, es posible que ninguno de los alimentos que contienen ácidos grasos
saturados, tales como la leche y derivados o la grasa de origen animal, se asocie de forma
significativa con el riesgo de la enfermedad cardiovascular, pero sí lo haga la ingesta total de
ácidos grasos saturados. Son ilustrativos en este sentido los resultados del Nurses’ Health Study,
uno de los estudios mejor diseñados para evaluar la relación dieta-enfermedad y que realizó un
seguimiento de 80.082 mujeres durante 14 años, a lo largo de los cuales se midió la ingesta
dietética en cuatro ocasiones diferentes. Así, los análisis de este estudio, tras un exhaustivo
control de potenciales factores de confusión, encontraron que el riesgo de enfermedad coronaria
aumentaba un 17% (RR =1,17; IC95%:[ 0,97;1,41]) con cada incremento del 5% de la ingesta
energética total aportado por la ingesta de ácidos grasos saturados.
El concepto de Ingesta Dietética Recomendada (IR) fue definido como el nivel de ingesta de
nutrientes esenciales considerado, en base a la evidencia científica disponible, adecuado para
satisfacer las necesidades nutricionales conocidas de prácticamente todas las personas sanas. Por
tanto, las IR constituyen una estrategia a nivel individual: lo deseable sería que todos y cada
uno de los individuos de la población tuvieran una ingesta equivalente o superior a la
recomendada, ya que los individuos con un consumo igual o superior al recomendado tienen un
riesgo prácticamente nulo de caer en una situación de ingesta deficiente. La información para
establecer las IR procede principalmente de estudios metabólicos.
En contraste con las IR, los ON constituyen una estrategia a nivel poblacional y, por tanto, se
establecen en términos de medias o de rangos adecuados de consumo y teniendo en cuenta la
realidad alimentaria y nutricional de la población a la que van dirigidos. Por otro lado, mientras
que las IR tienen como meta satisfacer las necesidades nutricionales individuales y evitar
situaciones carenciales, los ON se establecen con el objeto de mantener la salud de la
población y prevenir el desarrollo de enfermedades crónicas y degenerativas. La
información para establecer los ON procede sobre todo de estudios epidemiológicos. Aunque
este concepto lo desarrollaremos en la asignatura de Nutrición Comunitaria, lo que nos interesa
destacar en este momento es que la evaluación del cumplimiento de estos ON en una población,
junto con las evidencias sobre los factores nutricionales asociados con el riesgo de desarrollar
las enfermedades más prevalentes, nos permitirán establecer nuevos objetivos nutricionales más
adaptados a la realidad de la población bajo estudio.
Entendemos como fuentes ricas de nutrientes, aquellos alimentos que contienen una mayor
concentración del nutriente en cuestión. Esta información se obtiene mediante estudios
metabólicos y análisis de muestras en laboratorio, y resulta esencial para establecer
recomendaciones alimentarias, particularmente en situaciones de déficit de algún nutriente
concreto. Asimismo, el conocimiento de las fuentes ricas de los nutrientes resulta de enorme
valor para establecer los diferentes grupos de alimentos de las guías alimentarias dirigidas a la
población general, ya que uno de los criterios más importantes, aunque no el único, para
establecer estas agrupaciones es la afinidad en el contenido nutricional de los alimentos
Grado Nutrición Humana y Dietética 7
Tema 1: CONCEPTOS BÁSICOS PARA EL EPIDEMIOLOGIA
ANÁLISIS EPIDEMIOLÓGICO DE LA
DIETA NUTRICIONAL
Como un complemento valioso a las aplicaciones derivadas del conocimiento de las fuentes
ricas de los nutrientes, el concepto de fuentes importantes de los nutrientes fue introducido en
la década pasada por Batcher y Nichols para hacer referencia a los alimentos con una
contribución mayor al consumo global de cada nutriente. El conocimiento de estas fuentes
resulta de enorme utilidad para los políticos y planificadores de la salud, para la industria
alimentaria y para los profesionales de la promoción y educación de la salud y de la clínica o la
investigación en el campo de la nutrición. Por un lado, contribuye a establecer recomendaciones
de modificaciones de la ingesta de alimentos que posean el máximo nivel de efectividad
potencial para lograr el objetivo nutricional perseguido, al esclarecer cómo puede afectar a los
niveles poblacionales de un nutriente la adición o sustracción de una cantidad determinada de un
alimento concreto. Por otro lado, puede ayudar al diseño de instrumentos de valoración de la
ingesta dietética, facilitando la elaboración de listas de alimentos más adecuadas a la realidad
nutricional de la población bajo estudio.
Una utilidad importante del uso de la perspectiva alimentaria de la dieta aplicada a la salud
pública, la encontramos en que permite hacer operativas las recomendaciones y objetivos
nutricionales entre los individuos de la población, mediante la elaboración de las guías
alimentarias. Esto será objeto de estudio en la asignatura de Nutrición Comunitaria.
Así, actualmente existe suficiente evidencia epidemiológica para recomendar una ingesta
frecuente de frutas y verduras en la prevención de las enfermedades cardiovasculares, a pesar de
los resultados negativos de diversos ensayos clínicos de prevención cardiovascular que trataban
de demostrar que los antioxidantes, como el betacaroteno o la vitamina E, eran los responsables
del efecto beneficioso de ese grupo de alimentos. Existen diferentes hipótesis que podrían
explicar estos resultados: puede que el tiempo de exposición no haya sido suficiente o que el
período de exposición más relevante, tal vez muchos años antes de que la enfermedad se haya
manifestado, no haya sido incluido en el estudio; es posible que exista un dintel (efecto ventana)
en el nivel de ingesta de antioxidantes a partir del cual no se produce un efecto beneficioso
adicional por más cantidad que se consuma, no presentando la población bajo estudio un rango
de variación en la ingesta suficiente para observar un efecto por debajo de los niveles de ese
dintel; tal vez los antioxidantes sólo ejercen su efecto de forma eficaz cuando son ingeridos en
su forma natural, formando parte de los alimentos, y, por último, también es verosímil que sean
otros componentes de las frutas y las verduras los responsables de sus efectos beneficiosos. En
cualquier caso, independientemente de cuál sea la hipótesis verdadera, los resultados negativos
encontrados en la investigación del efecto de la ingesta de suplementos de antioxidantes no
invalidan en modo alguno la enorme y consistente cantidad de evidencia acumulada sobre los
efectos beneficiosos de un consumo frecuente de frutas y verduras.
El análisis del impacto del consumo de determinados alimentos sobre la incidencia de las
enfermedades permite con frecuencia la generación de hipótesis etiológicas nutricionales. Por
ejemplo, a principios de los años setenta, unos investigadores daneses describieron la baja
incidencia de cardiopatía isquémica entre los esquimales de Groenlandia, pese a que su ingesta
de grasa era de casi el 40% del total de la energía consumida. Concretamente, las tasas de
cardiopatía isquémica eran mucho más bajas que las de sus vecinos los daneses, cuya dieta
también tenía un alto contenido graso. La característica que más llamó la atención al comparar
ambas poblaciones fue que la dieta de los esquimales consistía principalmente en carne de
ballena y morsa (con un consumo medio de 400 g/día). Al analizar el tipo de ácidos grasos de la
dieta, se observó que los esquimales tenían una ingesta de grasa poliinsaturada del 19% del total
de la energía, con una razón de consumo de poliinsaturados/saturados del 0,84 y una ingesta
diaria de ácidos grasos omega-3 de 14 g; mientras que las cifras en el caso de los daneses fueron
del 13%, 0,24 y 3 g, respectivamente. Trabajos experimentales pusieron de manifiesto que los
principales componentes activos del pescado, al menos en cuanto a sus efectos fisiológicos, eran
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Tema 1: CONCEPTOS BÁSICOS PARA EL EPIDEMIOLOGIA
ANÁLISIS EPIDEMIOLÓGICO DE LA
DIETA NUTRICIONAL
los ácidos grasos poliinsaturados omega-3, principalmente los ácidos eicosapentaenoico (C20:5
omega-3) y docosahexaenoico (C22:6 omega-3). Todas estas observaciones condujeron a la
hipótesis de que los ácidos grasos omega-3 eran los responsables de las bajas tasas de
cardiopatía isquémica entre los esquimales. Desde entonces, diversas investigaciones han
estudiado el papel de los ácidos grasos omega-3, mostrando que a través de su actividad sobre el
metabolismo de prostaglandinas y leucotrienos disminuyen la agregación plaquetaria, la
viscosidad sanguínea y el nivel de fibrinógeno, al tiempo que aumentan la deformabilidad
eritrocitaria. Todas estas acciones aumentan moderadamente el tiempo de sangrado y
disminuyen la capacidad trombógena de la sangre. Además, estos compuestos poseen un posible
efecto antiarrítmico y reducen entre un 30 y un 50% el nivel de triglicéridos plasmáticos.
También se ha demostrado que, a dosis relativamente altas, los aceites de pescado reducen la
presión arterial. Por último, se han llevado a cabo diversos ensayos clínicos sobre el efecto de
estos ácidos grasos en prevención cardiovascular, mostrando de forma mayoritaria, aunque no
del todo consistente, un efecto beneficioso. En cualquier caso, el conjunto de la evidencia
disponible es favorable al efecto cardiosaludable de la ingesta de AG omega-3, tanto
procedentes de la alimentación habitual como de suplementos dietéticos.
El análisis de los efectos de cada alimento por separado conduce con frecuencia a la realización
de pruebas de hipótesis con baja potencia estadística, dada la escasa magnitud de los efectos
estudiados. Una solución a este problema consiste en el análisis del efecto sobre la salud de los
grupos principales de alimentos. Así, diversos investigadores han detectado que el cáncer de
colon puede incrementarse con una elevada ingesta de carne y un bajo consumo de verduras.
Desde la visión epidemiológica los abordajes alimentario y nutricional presentan una serie de
limitaciones:
Por todo ello, el creciente desarrollo de estudios que abordan la dieta desde un punto de vista
global, mediante el análisis de los patrones dietéticos o de la variedad de la dieta, podría
contribuir a comprender mejor los mecanismos a través de los que la dieta puede afectar la salud
y ser muy útil para desarrollar guías y políticas alimentarias.
El estudio de los patrones dietéticos está emergiendo como una herramienta alternativa y
complementaria al análisis de nutrientes y alimentos, de gran importancia para evaluar la
compleja relación existente entre la dieta y la salud. Dado el carácter integral de este tipo de
abordaje, a priori cabe esperar una mayor capacidad de predicción del riesgo de morbi-
mortalidad a partir del estudio de los patrones dietéticos que en función del análisis de
determinados alimentos o nutrientes.
Así, los resultados del ensayo DASH estimaban que una dieta combinada (rica en frutas y
verduras, pescado y nueces y, baja en productos lácteos, grasa saturada y colesterol) producía
una reducción de la tensión arterial de mayor magnitud que la inducida por una dieta rica en
frutas y verduras, reducción que fue independiente del efecto del sodio y de más magnitud
cuanto mayor era la ingesta de sal.
Los resultados son alentadores, ya que se han observado un aumento de la longevidad y una
disminución de la mortalidad por algunos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares
asociados con patrones dietéticos habitualmente recomendados a la población por su carácter
saludable.
El IAS está integrado por un apartado para grupos de alimentos con cinco componentes, otro
para nutrientes con cuatro componentes y otro para analizar la variedad de la dieta con un
componente (tabla 1). Para cada componente del IAS, y en función del nivel de ingesta
energética recomendada para cada individuo, se establece un valor a partir del cual se obtiene la
puntuación mínima (0 puntos) y otro a partir del cual se obtiene la puntuación máxima (10
puntos). Entre estos dos valores la puntuación se obtiene de forma proporcional. Por ejemplo, en
el caso del colesterol dietético, se obtienen 0 puntos con valores superiores a 450 mg y 10
puntos con valores inferiores a 300 mg; así pues, un individuo con 330 mg de colesterol
obtendrá una puntuación de 8 ([450 – 330] x 10 / 150). La puntuación total, que oscila en un
rango entre 0 y 100, se obtiene sumando la puntuación de cada uno de los 10 componentes.
Aunque el IAS se ha asociado con un mejor perfil nutricional, en dos estudios prospectivos
mostró una débil asociación inversa con el riesgo cardiovascular, que únicamente fue
estadísticamente significativa en la cohorte de varones. Los autores de estos estudios diseñaron
un índice alternativo al original, en el que incorporaron aspectos de la dieta que han sido
Sin embargo, las evidencias epidemiológicas directas sobre los efectos beneficiosos de la dieta
mediterránea eran prácticamente inexistentes hasta hace poco, lo que impulsó el diseño de
índices de la dieta mediterránea y de sus efectos sobre la salud. En todos los casos, el
procedimiento seguido para diseñar estos índices ha sido similar: cada uno de los elementos que
caracteriza la dieta mediterránea (ej.: alto consumo de aceite de oliva) constituye un
componente del índice global.
Para cada componente se divide a la muestra bajo estudio en dos grupos de igual tamaño
tomando como punto de corte la mediana en la ingesta de ese componente, en nuestro ejemplo
la mediana de consumo de aceite de oliva. Una vez hecho esto, aquellos individuos cuyo
comportamiento se aproxima más al patrón mediterráneo reciben un punto en ese componente,
en nuestro ejemplo los que tienen una ingesta de aceite de oliva superior a la mediana, mientras
que el resto recibe una puntuación de cero. Se repite la misma operación con el resto de
componentes del índice (tabla 2) y se suma la puntuación de los mismos para obtener el valor
total del índice: a mayor puntuación, más próxima es la dieta al patrón mediterráneo.
En la última década, varios estudios prospectivos han encontrado una relación inversa y
significativa entre la mortalidad total y la puntación de diversos índices de calidad de la dieta
basados en el patrón mediterráneo, tanto en poblaciones del área mediterránea como en otras
con hábitos dietéticos muy diferentes. Además, los resultados de dos ensayos de prevención
cardiovascular secundaria, el Lyon Heart Study y el Indo-Mediterranean Heart Study, muestran
la superioridad de una dieta mediterránea rica en ácido α -linolénico sobre una dieta prudente
(Step I NECP prudent diet) a la hora de controlar los factores de riesgo cardiovascular y reducir
la tasa de accidentes coronarios. Posiblemente, el más llamativo de todos estos estudios sea el
estudio prospectivo realizado en Grecia sobre una muestra de 22.043 adultos para evaluar los
efectos de la dieta mediterránea, que observó una reducción del 25% en la mortalidad total con
cada incremento de 2 puntos en el valor del índice de dieta mediterránea, así como una
reducción del 33% de la mortalidad cardiovascular y del 24% de la mortalidad por cáncer. En
este mismo estudio, los grupos de alimentos que contribuían al índice de calidad global de la
dieta apenas mostraron asociaciones significativas con el riesgo de mortalidad cuando fueron
analizados por separado, mostrando la mayor capacidad de predicción del abordaje basado en
patrones alimentarios.
Las guías alimentarias fomentan una dieta variada, recomendación que parece razonable si
tenemos en cuenta que el ser humano necesita consumir más de 40 nutrientes esenciales
diferentes, que se encuentran ampliamente distribuidos entre los alimentos. Además, salvo
excepciones, se ha observado un perfil nutricional más saludable en individuos con una dieta
más variada y los índices que miden la variedad de la dieta se han asociado con una mayor
longevidad y con una reducción en el riesgo cardiovascular y de algunos tipos de cáncer.
Consecuentemente, las guías alimentarias están poniendo un gran énfasis en recomendar una
dieta variada y los instrumentos desarrollados para evaluar la calidad global de la dieta
confieren gran importancia a este aspecto. Asimismo, los expertos aconsejan que al seleccionar
los alimentos de cada una de las comidas diarias, por ejemplo el desayuno, se opte por
diversificar los componentes, presentaciones y textura de los mismos.
En el caso de alimentos con alta densidad energética, como ciertos condimentos (mantequilla,
ketchup, margarina, mayonesa, salsas, aliños, etc.), las bebidas carbonatadas y los productos de
bollería y pastelería, el incremento en la variedad de la dieta se asocia con un mayor grado de
obesidad y un incremento de la grasa corporal. Desgraciadamente, en las últimas décadas se ha
producido un enorme incremento en la oferta de este tipo de productos en el mercado
alimentario occidental, por lo que no sorprende observar que, en poblaciones con un patrón
dietético de carácter occidental, una mayor variedad de la dieta proceda de un consumo más
diversificado de todo tipo de alimentos, incluyendo los de preparación industrial con alta
densidad energética.
Bibliografía
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