Autogestion
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Frank Mintz
Autogestión y anarcosindicalismo en
la España revolucionaria
Análisis y críticas, 1931-2005
ePub r1.2
Hoshiko 08.11.14
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Título original: Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria
Frank Mintz, 2006
Diseño/Retoque de cubierta: Traficantes de Sueños
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Omnia sunt communia! o “Todo es común” fue el grito colectivista de los
campesinos anabaptistas, alzados de igual modo contra los príncipes protestantes y el
emperador católico. Barridos de la faz de la tierra por sus enemigos, su historia fue la
de un posible truncado, la de una alternativa a su tiempo que quedó encallada en la
guerra y la derrota, pero que sin embargo en el principio de sus exigencias permanece
profundamente actual.
En esta colección, que recoge tanto novelas históricas como rigurosos estudios
científicos, se pretende reconstruir un mapa mínimo de estas alternativas imposibles:
los rastros de viejas batallas que sin llegar a definir completamente nuestro tiempo,
nos han dejado la vitalidad de un anhelo tan actual como el del grito anabaptista.
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Prólogo
Algún día llegará en que será preciso resumir las lecciones de la experiencia de
nuestra revolución.
Abad de Santillán, Por qué perdimos la guerra, Madrid, 1975, p. 78.
Los propios anarquistas, que eran y son los más interesados en publicar la labor
de las colectividades, han producido en el mejor de los casos, sólo informes muy
limitados. Los testimonios de los testigos presenciales tienen además un valor
fragmentario que dificulta la generalización.
Brademas, Stephen John, Revolution and Social Revolution. Contribution to the
history of the Anarcho-Sindicalist of Movement in Spain: 1930-1937, Oxford, tesis
dactilografiada, 1953, p. 313 [ed. cast.: Anarcosindicalismo y revolución en España
1930-1937, Ariel, 1974, p. 190 (la traducción de la cita no es fiel a la frase inglesa,
mantengo mi versión)].
Estas tres citas dan cuenta de una doble realidad: la falta de información y la
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desinformación intencionada.
Inmersos en su ámbito cerrado de lucha antifranquista, titubeando entre la
esperanza de evolución o de revolución, los anarcosindicalistas españoles se
olvidaron, excepto contados casos, de propagar la obra de la autogestión, tal y como
lo supieron hacer sus hermanos desterrados de la URSS veinte años antes.
Los periodistas e historiadores oficiales —retribuidos por los amos de la riqueza
capitalista o por los partidos comunistas, Moscú ayer, Pekín hoy— no se pueden
permitir el hecho de propagar y alabar los periodos de la historia en los que millones
de habitantes se organizaron desde la base y sin cúpulas, sin partidos ni dirigentes
formados en la universidad o en los comités centrales.
Desde los balbuceos de la organización humana y las pinturas rupestres hasta la
actualidad, nos es impuesto un sistema social jerárquico como presunto y único
modelo, posible y eficiente. Es el dominio del hombre blanco rico, con algunas
hembras que se cuelan de cuando en cuando para aliviar y solazar la labor masculina.
La autogestión en España, impuesta desde la base, fue en gran parte la tarea de las
mujeres, los ancianos, los jóvenes, los discapacitados (anexo VIII).
Esta hazaña es de todos. Desde la gesta de Espartaco hasta los rechazos diarios
contra el capitalismo en todos los continentes, la lucha de clases se va repitiendo con
fases mínimas y otras ingentes (Ecuador, Bolivia y Argentina en 2001-2005). Ésta es
la aportación constante de los luchadores: conocer su pasado e inspirarse en él para
improvisar en el día de hoy.
* * *
Las ideas anarquistas (la oposición al poder de una cúpula) o libertarias (a favor
de la igualdad económica y social, siempre negada en la democracia vacía del
capitalismo) permiten deshacer el mito manipulador de la jerarquía sabia e
incriticable —compuesta por la misma gente, al igual que los padres respecto de unos
eternos adolescentes— para que el poder y la organización de la sociedad sea de
todos, de modo horizontal y rotativo.
La experiencia de Ucrania durante la revolución soviética escapa a una aplicación
estrecha, dogmática, de las ideas anarquistas. El grupo anarquista de Guliay Polie
orientado por Makhno se impregnó de las necesidades de la población campesina y
obrera. Propuso y discutió una orientación anarquista no a partir de la ideología, sino
de la mejor solución a los problemas planteados por una situación concreta. La
afirmación de las capacidades de los propios asalariados, el hecho de alentar que
decidan en asamblea teniendo en cuenta los otros colectivos de trabajadores, y si hace
falta, con intervención de los anarquistas con el fin de evitar desviaciones egoístas
(que ellos también se corrigen entre sí, si se da el caso), acabaron por dar a un gran
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número de trabajadores una conciencia de sus capacidades autónomas creativas.
Estas experiencias ucraniana y española corresponden al sentido de los mensajes
de Bakunin y Kropotkin en textos dirigidos a todo el mundo.
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Pero las revoluciones no se improvisan. No las hacen arbitrariamente ni los
individuos ni aun las poderosas asociaciones. Independientemente de toda voluntad y
de toda conspiración, son llevadas a cabo siempre por la fuerza de las cosas. Se las
puede prever, algunas veces se puede presentir su aproximación pero jamás se acelera
la explosión.
Convencidos de esta verdad, nos hacemos una pregunta. ¿Cuál es la política que
la Internacional debe seguir durante este período más o menos largo que nos separa
de esta terrible revolución social que todo el mundo presiente actualmente?
Prescindiendo, como se lo ordenan los estatutos, de toda política nacional y local,
ella proporcionará a la agitación obrera en todos los países un carácter esencialmente
económico, poniendo como fin la disminución de las horas de trabajo y el aumento de
los salarios; como medios, la asociación de las masas obreras y la formación de cajas
de resistencia[1].
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Ucrania y España son ejemplos de aplicación de la sensatez que Bakunin y
Kropotkin habían observado entre los trabajadores de diferentes naciones.
En el futuro, las vías de acceso a otra sociedad pueden ser múltiples, pero es
seguro que los desórdenes sociales obligarán a dar con ellas. La extensión del
neoliberalismo y el conjunto de los desequilibrios que provoca, el deterioro del clima
y las catástrofes consiguientes, son consecuencias directas de la lógica del capital. La
amplitud de sus fechorías afecta directamente a los pobres, a los explotados. La forma
que tomará la oposición cada vez más clara al capitalismo, a su violencia y a sus
fuerzas de represión no es previsible, ni en Estados Unidos ni en otros países.
La actualidad de un cambio social profundo para poner fin a la pobreza creciente,
tanto en los países denominados del primer mundo como en los países
subdesarrollados, esto es, mantenidos en la esclavitud económica, para decir las cosas
tal y como son, es vital.
Nadie lo cuestiona. Pero algunos estiman que el capitalismo es mejorable. Si
fuera verdad, el capitalismo de los siglos XX y XXI no adoptaría la misma lógica que
en el siglo XIX. La implosión que sufrió la URSS provenía del hecho que estaba
calcando el capitalismo y que las clases dirigentes estaban impacientes por cambiarse
de chaqueta. Las élites capitalistas se embriagan con el poder hasta el punto de
contaminar su propia atmósfera.
Es posible que, tras numerosas confrontaciones violentas, una saturación
recíproca de explotados y explotadores haga evolucionar la situación.
* * *
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publicado ampliado en 1977 en Madrid, La autogestión en la España revolucionaria.
En 1999 hice en francés una síntesis, reduciendo los cuadros económicos y dando
más espacios a la reflexión. La obra actual pretende reunir lo mejor de los escritos
precedentes.
Paralelamente, seguí trabajando en la edición de análisis que no obedeciesen a
tabú alguno, como la participación en la edición de las Enseñanzas de la revolución
española de Vernon Richards, con el grupo editor La Hormiga (1971)[5], que logré
que se publicase en francés en una buena editorial (1976). Pude seguir planteando y
dando a conocer con estudios, antologías y traducciones, varias cuestiones sobre el
movimiento libertario español y otras más generales (en francés Berneri, Malatesta,
Kropotkin, Chomsky, Pano Vasílev, revista Noir & Rouge, Max Nettlau, Patagonia
rebelde de Osvaldo Bayer, y en castellano Kropotkin, Abad de Santillán, reseñas
críticas sobre el movimiento libertario español), con o sin seudónimos (Israel Renov
o Martín Zemliak). Era una precaución necesaria debido a la vigilancia del
contraespionaje búlgaro (1965-1989) —estando casado tras catorce meses de
búsqueda de enchufes (sin dejaciones) con una búlgara, hermana de un compañero
anarcocomunista emigrado político en Francia. Al ver la asimilación del marxismo
leninismo y del «socialismo real» desde el interior[6], al igual que al conocer por
dentro el capitalismo europeo y latino americano, quedé persuadido de la estupidez
económica y social de ambos (sin ver mejoras para la gente de a pie entre 1950 y
2005).
Como docente en la periferia de París y ahora jubilado, he alternado este trabajo
con la militancia sindical en la CNT de Francia (desde 1994). Mi ideología no es el
anarquismo que suele reunir en un mismo conjunto tendencias dispares, con
inevitables roces y frenos para unas y otras. Prefiero decirme anarcosindicalista,
sabiendo que la conducta solidaria y de acción directa importa más que la etiqueta, tal
y como se vio en la España de 1936 y se nota en la Argentina actual. Me adhiero a
una meta común con los demás: la lucha contra el capitalismo y la explotación social
para establecer el comunismo libertario (esto es una sociedad organizada de abajo a
arriba, sin Estado ni supeditación de los trabajadores a cualquier jerarquía). Ya lo dijo
mucho mejor un compañero: «Cada obrero serio es necesariamente un revolucionario
socialista puesto que su emancipación no puede efectuarse sino mediante el
derrocamiento de todo lo ahora existente. Esta organización de la injusticia, con todo
su muestrario de leyes inicuas y de instituciones privilegiadas debe perecer o las
masas obreras permanecerán condenadas a una esclavitud eterna[7]».
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Desde mis primeros pinitos en la cuestión de la revolución española en
1963 estoy agradecido al grupo Noir et Rouge, en especial a Christian Lagant
y a Todor Mítev, a los colegas Aristide Rumeau, Rafael Pujol Marigot, Josep
Fornas, a los compañeros anarquistas o anarcosindicalistas Antonia
Fontanillas, Fernando Gómez Peláez, Gueorgui Balkanski, Rudolf de Jong,
Renée Lamberet, José Llop, Valerio Mas, Liberto Sarrau.
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Capítulo 1
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Una cuestión lógica es preguntarse por qué el anarquismo fue tan fuerte en
España desde finales del siglo XIX hasta 1936, cuando ya había desaparecido en
muchos países. Mucho más claro resulta el problema cuando se observa que el
movimiento obrero de la misma época en EE UU era también anarquista, como los
mártires de Chicago, y lo seguirá siendo de hecho con los IWW, que no se
reivindican de ninguna ideología y de ningún partido político sino de la acción directa
y de la solidaridad de la clase obrera («un ataque contra uno de nosotros es un ataque
contra todos»).
En España existió un anarquismo obrero, social, al igual que en EE UU. No es el
anarquismo de los intelectuales bohemios, de los individualistas del culto al ombligo.
A finales del siglo XIX y a principios del XX, primero en Francia y luego en Rusia con
los soviets de 1905, las tácticas obreras son la acción directa y la desconfianza hacia
los partidos de izquierda. Tal es el rechazo que en abril de 1917, Lenin tuvo que
oponerse al comité central de su partido e imponer el eslogan anarquista de «Todo el
poder a los soviets» para hacerse con el poder, mediante manipulaciones (los
liberados y sedicentes dirigentes obreros como Trotsky) y la creación de la Tcheka en
1917 para acabar con la idea de la revolución horizontal de los trabajadores en
beneficio de los propios trabajadores y para establecer una «nomenklatura» (clase
privilegiada dentro o dependiente del Partido) con la NEP[3] y los privilegios de la
nueva clase roja.
El anarcosindicalismo y los espartakistas surgieron en Alemania entre 1918 y el
final de la década de 1920, hasta que fueron barridos por el socialismo y la derecha
armados además de la presión nazi y capitalista.
Y si el anarquismo obrero y social desapareció, o casi, del movimiento proletario
en muchos países como EE UU, Francia y la URSS fue a causa de los asesinatos, las
condenas y las enormes multas, de los jueces y de los patrones, la corrupción y las
presiones mafiosas de los sindicatos reformistas y los gulags del socialismo real.
La influencia anarcosindicalista en España se explica primero por la composición
de la CNT, el origen político y social de sus afiliados, la voluntad y la organización,
sin las cuales nada duradero se construye. Si los objetivos de CNT son el
comunismo libertario, tal y como fue definido por Bakunin y Kropotkin entre otros,
el sindicato se abre sin embargo a todos los trabajadores sin distinción política y
religiosa. Se observa que los trabajadores españoles efectuaron una elección en el
abanico táctico libertario contra la oligarquía. La influencia sobre los artistas y los
escritores y la pequeña burguesía, fue menos fuerte que en Francia. El terrorismo
estuvo igualmente menos presente en España que en Francia, Italia o Rusia. El
individualismo y las tentativas de generar comunas escasearon al contrario que en
Rusia y Bulgaria.
Para silenciar la represión del anarquismo en muchos países, los historiadores
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plantean la pregunta de por qué la influencia anarquista fue tan fuerte en España (en
el caso de los marxistas véase el anexo XIV).
Gerald Brenan, buen hispanista inglés, y en lo que se refiere al anarquismo
plagiario de Díaz del Moral (cuyas ideas aparecen en esta parte), afirmaba que el
anarquismo corresponde con el milenarismo, con un ansia del igualitarismo medieval,
y Hugh Thomas, James Joll, Eric Hobsbawm (éste último con salsa marxista),
Nazario González, lo han repetido concienzudamente sin citarle. Incluso, es criticable
la visión que los anarquistas tienen de las razones de su éxito. Al lado de un análisis
general bastante exacto de Renée Lamberet, que destaca las divisiones geográficas
naturales propicias a las ideas federalistas, el peso de la explotación inicua en el
ámbito industrial y agrícola o la seriedad de los trabajadores españoles, se encuentran
explicaciones estrafalarias sobre el «anarquismo temperamental de los españoles»[4],
por no citar artículos de prensa que hablan de la inmortal CNT, el fénix renaciendo de
sus cenizas, etc…
Brenan intentó con cierto éxito delinear y separar geográficamente a los
anarquistas y a los socialistas. También parece que la división por clases sociales
atrajo a ciertos estudiosos: «En Valencia y Castellón los prósperos campesinos
pertenecían a las derechas católicas o bien al partido republicano, al igual que los de
la fértil Granada pertenecían al Socialismo[5]».
La realidad no se deja apresar por moldes deterministas: los tipógrafos eran
ugetistas en Madrid y cenetistas en Barcelona; los mineros asturianos socialistas con
una fuerte minoría cenetista y sus compañeros en Aragón y en Cataluña cenetistas;
los portuarios en Barcelona y Gijón cenetistas y en Sevilla comunistas[6].
Se podría alargar la lista con los campesinos pobres, cenetistas en Aragón,
republicanos autonomistas en Cataluña, ugetistas en Castilla y cenetistas y ugetistas
en Levante…
Para nosotros se combinan dos factores explicativos. El sindicalismo de acción
directa fue una táctica que respondía a las necesidades de los trabajadores. Este
sindicalismo fue el primero en España, y dejaba poco espacio para el desarrollo de los
otros movimientos.
Nada mejor que algunos opositores para valorar las cualidades y defectos del peso
del sindicalismo de corte bakuninista que se afianzó en la Península ibérica a partir de
1868. Tres testigos ajenos al sindicalismo (un republicano masón, un marxista
soviético y uno de los fundadores del POUM —véase la nota 20—) dan opiniones
útiles (con su visión peculiar y su confusión entre anarquismo y anarcosindicalismo)
sobre el arraigo del anarcosindicalismo español entre finales del siglo XIX y principios
del siglo XX.
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de táctica. Aparte del terrorismo y la acción individual, que constituyen su baldón,
¿hubiera sido eficaz en Andalucía otro cualquiera? ¿Qué otra escuela social hubiera
logrado movilizar en tan breve tiempo, las grandes masas de asalariados, en esta raza
imaginativa e inculta, cuya apatía no cede sino a resortes de entusiasmo? Las voces
socialistas, secas y frías, a mil leguas del corazón de los trabajadores, hubieran
tardado un siglo en despertar a los dormidos. El republicanismo había gastado
rápidamente sus mitos. Sólo una doctrina de tipo religioso y utópico, con sus
numerosos y fervientes apóstoles, con su ardiente y copiosísima predicación, con su
impulsivo sectarismo, con su entusiasmo delirante, con sus enseñanzas ingenuas,
primitivas, simplísimas, tan cerca, por eso, de la sensibilidad y del entendimiento de
las masas andaluzas, tan conformes con su contextura psíquica y con sus latentes
anhelos, tenía virtud bastante para operar el milagro. […] Para el anarquismo, el
problema social es un problema de conocimiento: en épocas de lucha, y en los
sectores medios al menos, se piensa, como Sócrates, que es imposible conocer el bien
y no practicarlo, que el mal proviene del error; sólo ignorando las doctrinas ácratas se
puede adoptar una posición indiferente o contraria a ellas. De aquí su fervor
propagandista y su confianza absoluta en la eficacia de la palabra. Ni los socialistas,
ni los republicanos, ni ningún partido de los que aspiran a la conquista del alma
popular puede compararse en este aspecto a los anarquistas. A principios del siglo se
editaron en español casi todas las obras de los más reputados inspiradores de la
escuela; abundantes folletos traducidos u originales de militantes indígenas
difundieron profusamente las enseñanzas libertarias; la prensa ácrata llegó a los más
apartados rincones de España; numerosos agitadores, animados de ardiente
sectarismo, recorrían ciudades, villas y aldeas predicando la buena nueva […] Por
otra parte, su enseñanza y sus propagandas están matizadas de ordinario por temas
moralizadores. El respeto a la mujer y la igualdad de los sexos en el hogar y en la
sociedad, el amor a la naturaleza y a la cultura, la lucha contra el alcoholismo, el
tabaco y el juego de azar son motivos constantes de sus artículos periodísticos y de
las peroratas de sus mítines. Finalmente, el ácrata ibero acoge con fervor y alía
estrechamente a su credo todas las corrientes sociales marcadas por el sello de la
novedad. [… A propósito de una huelga de jornaleros andaluces en 1919]: el anhelo
vehemente de aprender invadió a las masas como en 1903. Se leía incesantemente: de
noche en los caseríos, de día en la besana; durante los descansos (cigarros) se
observaba siempre el mismo espectáculo un obrero leyendo y los demás escuchando
con gran atención. Un periódico era el regalo más agradecido que podía hacerse a un
obrero que estuviera de varada. Con la comida llevaban los jornaleros en las alforjas
algún folleto o algún periódico. En cualquiera de los pueblos sindicalistas se recibían
muchas centenas de ejemplares de la Prensa de sus ideas, que compraban hasta
algunos que no sabían leer[7].
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Otro motivo importante del robustecimiento y del crecimiento de la influencia
anarquista en España fue su propio carácter organizativo: las agitaciones anarquistas
fueron fundamentalmente flexibles, relacionadas con las formas nacionales
tradicionales de organización y de lucha, adaptadas al nivel de conciencia de los
revolucionarios, y hasta de las masas no maduras. […]
De este modo, en España, el anarquismo no se limitó a la propaganda de las
utopías sociales y de los actos terroristas. Propagó las acciones de masas y obtuvo
algunos éxitos prácticos. Después de un desarrollo de medio siglo, esta misma
tradición del movimiento anarquista se convirtió en una fuerza material seria, factor
del robustecimiento posterior de su influencia[8].
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insurrecciones campesinas en Andalucía, en el último cuarto del siglo pasado, aunque
elementales y equivocadas las más de las veces, encendían la llama de una ansiada
liberación, cuyo rescoldo, después del fracaso, no se extinguía nunca. Al calor de ese
rescoldo se agrupaban los humildes campesinos y escuchaban la lectura de los
folletos de Malatesta y La Conquista del Pan de Kropotkin.
Sexta. Los anarquistas comprendieron la importancia que tiene la educación de la
juventud para formar los luchadores de mañana, y crearon las escuelas racionalistas,
cuyo principal propulsor, Francisco Ferrer, al ser fusilado, en 1909, dio al santoral
anarquista un mártir con aureola internacional.
Séptima. Los anarquistas practicaron el terrorismo como arma política, y si en
algunos casos los resultados fueron negativos, en otros fueron positivos, siendo
siempre terribles.
Octava. Los anarquistas, perseguidos sin parar, adquirieron la práctica de actuar a
la sombra, en la clandestinidad, mientras que los socialistas procuraban no infringir
las leyes establecidas.
Novena. La dualidad Madrid-Barcelona, Castilla-Cataluña, favorecía a los
anarquistas, cuya oposición a Madrid coincidía con la de la clase media catalana.
Décima. El anarquismo, un poco místico, quijotesco, aventurero, individualista,
estaba mucho más cerca de las características psicológicas del pueblo español, que no
el socialismo: frío, esquemático, formulista, disciplinado, reglamentario.
Undécima. La primera guerra mundial determinó un rápido desarrollo industrial
en Cataluña, con el consiguiente crecimiento del movimiento obrero, encuadrado y
dirigido por el anarcosindicalismo.
Duodécima. Los anarcosindicalistas comprendieron antes que los socialistas la
conveniencia de transformar las sociedades de oficio en sindicatos de industria. La
aparición del Sindicato Único (sindicato de industria) fue revolucionaria y dio a los
anarcosindicalistas un tal impulso que alrededor de la Confederación Nacional del
Trabajo gravitó la mayoría de la clase trabajadora española.
Décima tercera. Y, último pero no lo último, los anarquistas dieron pruebas de
una imaginación de la que caecían los socialistas[9].
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parte material y otra esencial, espiritual o ideológica, llámese como mejor plazca. Si
sólo desarrolla la material, o sea la conquista de dinero y la disminución de horas,
no pasará nunca de ser una especie de aperitivo o regulador estomacal y una
imitadora del burro de noria o del caballito del «tiovivo»; es decir que, después de
varios siglos de lucha tenaz sus componentes seguirán siendo como el día que
empezaron: una masa de asalariados explotados que apenas pueden cubrir sus más
perentorias necesidades. Y ha de ser así forzosamente; el trabajador es productor y
consumidor, y si no ataca en sus cimientos el injusto derecho de propiedad particular
que permite a unos apropiarse del producto de los otros, haciendo imposible la
igualdad económica, base de armonía y fraternidad humana y fuente de la verdadera
libertad y justicia, todo el dinero que consiga como productor le será arrebatado
inmediatamente como consumidor, porque, a mayor coste en la mano de obra, más
precio en el producto puesto en venta, resultando que al fin de los años, habrán
perdido el tiempo en escaramuzas y luchas intestinas para hallarse estancada en el
círculo de asalariado explotado. […]
No se puede predicar fraternidad y luego ser un quisquilloso, vengativo, criticón,
camorrista, difamador o envidioso. No se puede presumir de amante de la libertad y
luchador por la emancipación, y luego ser un intransigente y amigo de imponerse en
sus tertulias, reuniones y relaciones sociales, y en el hogar, con su compañera e hijos,
un tirano e inquisidor, cuando no un miserable explotador[10].
—Pero los demás jefes del sindicalismo, ¿dicen otro tanto? O por lo menos, ¿lo
aseguran con ese ademán resuelto con que usted me ha respondido?
—Sí, claro está. Lo aseguran también. Al menos indican que el llegar a diputado
significa que dejaron de dirigir el sindicalismo. Yo no respondo por ellos porque ellos
se bastan para responder por sí mismos.
Y no es odio al Parlamento; es sencillamente que nos hemos dado cuenta de que
el sistema fiscal parlamentario es completamente inútil. Eso hay que dejarlo como
una cosa sobre la que no vale la pena ocuparnos. ¡Créame! Nosotros tenemos resuelto
ese punto con volver la espalda al tema.
—Sí; la táctica que siguen ustedes en su organización no requiere el concurso
parlamentario. [Seguí me mira un tanto irónico, dándome a entender que a él tiene
que hacérsele la pregunta con toda franqueza. Ahí no cabe la insinuación. Yo insisto
claramente].
—¿Cuál es la táctica que llevan ustedes?
—Pues muy sencillo. Las organizaciones anteriores a las que existen ahora no
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eran prácticas; por lo menos no eran del todo prácticas. Las conquistas que se
realizaban en favor del obrero eran tan lentas e insignificantes que se imponía el crear
nuevos organismos. Nosotros educamos al trabajador en un ambiente de confianza en
la propia voluntad y en el propio esfuerzo. Que cada uno se baste para cumplir su
misión humana. Les enseñamos, sencillamente, a luchar contra todos los que sean sus
enemigos. La gente cree que nosotros sólo pedimos una peseta más de jornal y una
hora menos de trabajo, por ejemplo. Están equivocados. Nosotros queremos
emanciparnos como trabajadores y destruir, por tanto, la ley del salario. ¡Pero que
trabajen todos, todos, iguales todos! Con los Sindicatos vamos a la lucha, sí, y por
esto los hemos organizado adecuadamente.
—La organización, admirable. Ya la conocen todos. La táctica, ¿cuál es la táctica?
—¡Pues ésta! Lo otro es consecuencia de lo uno. No crea usted que nosotros
preferimos la cantidad a la calidad. Nos interesó al principio tener diez trabajadores
capacitados, dignos, conscientes de sus deberes y de sus derechos y no tener diez mil
obreros que no supiesen resistir la persecución, el atropello, el hambre, la cárcel, toda
esa lista de infamias con la que se nos ha intentado amedrentar. Porque nosotros
sabíamos que el ejemplo de esos diez sería bastante para educar a las masas en una
escuela de mejoramiento social. Así la lucha con nosotros tiene que ser imposible.
Caídos esos diez, surgen otros diez y así sucesivamente llegamos a esos diez mil. El
atropello no puede alcanzar ya esa proporción, por terrible y por monstruoso que sea.
Buscando sólo la calidad, nos hemos encontrado con la cantidad, que ha abrumado a
los gobiernos y a los patronos en el último movimiento catalán. Muchos de los
trabajadores que vinieron a la huelga puede que no supieran concretamente el íntimo
sentido del sindicalismo. Pero el odio al patrono que explota y que veja, el atropello
que se repite diariamente, el caso de abnegación y de desinterés que les daban los
otros trabajadores era bastante. Con que supieran cómo debía proceder en caso de
continuar la huelga, ya era bastante. —Sí, esto ya lo dijo ayer Pestaña.
—Pues no es más que eso. Nosotros les enseñamos a defender la propia vida.
¿Cree usted que se tarda mucho en aprender esto? Y una vez aprendido, ¿cree usted
que se necesita llevar al trabajador de aquí para allá, decirle mañana a las cinco
rebélate, a las siete resígnate, a la nueve rebélate de nuevo y a las doce resígnate, a las
nueve rebélate de nuevo y a las doce resígnate una vez más? No, esto no es posible.
La cuestión social no es más que eso: llegar a aprender cómo se defiende la vida.
Nosotros no damos al obrero grandes cosas ni le regalamos jardines con nuestra
palabra. Los jardines están al alcance de su mano, como lo están al alcance de la
codicia burguesa. Dentro y fuera, todos somos iguales, y crea usted que no porque
hoy se saquea un Banco el proletariado gana. Al día siguiente sigue explotado por el
patrono. […]
La opresión de los más, la limitación del poder, la conservación del hecho de
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fuerza, el disfrute de los valores creados por otros, eso, eso mientras persista, no hará
más que obligarnos a la sindicación, que irá tomando formas diversas; pero siempre
violentas si se las fuerza a la violencia. Creados los organismos para resistir, bien
pueden por sí solos ser suficientes para atacar. Así educamos nosotros al obrero; le
hacemos que tome hábitos de cohesión y de disciplina. Que todos los sindicalistas,
cuando sea el momento, sean como un solo hombre. Me parece que lo hemos
conseguido en Cataluña. […][11]
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Ciertos aspectos de los problemas que el Anarquismo plantea, pueden realizarse.
¿Quiénes, si no los trabajadores, estaban en condiciones de comprender nuevas
concepciones del Pensamiento? ¿Quiénes, si no los trabajadores, pueden llevar a cabo
un movimiento de renovación?
Mas dudo haya nadie que crea asistir a la derrota de los valores económicos del
mundo capitalista y burgués; que asista al derrumbamiento de las falsas y viejas
concepciones, burguesas también, sustituyendo valores y concepciones como los
problemas que en su integridad plantea el Anarquismo. Digamos, porque a la verdad
nos debemos, que vamos al planteamiento de los problemas parciales del
Anarquismo.
La misión de los anarquistas, está en los Sindicatos para velar por la vida de éstos
y orientarlos. No desamparando la acción sindical, más influencia ejercerán; más
libertarias serán las organizaciones; antes precipitarán el advenimiento de una nueva
sociedad. Los anarquistas deben hacer práctica de la concepción anarquista dentro de
los Sindicatos. El apartamiento de los anarquistas de las agrupaciones profesionales,
es un suicidio. Todo debe y puede hacerse en los Sindicatos.
De ninguna manera quiere eso decir que aquéllos disuelvan los grupos que
tuvieren constituidos. No; de ninguna manera. Por el contrario, pueden integrar los
Sindicatos. Cuando más influencia ejerzan, más Anarquismo y más anarquistas harán.
Hoy no asusta, como en otro tiempo, el Anarquismo, y ello es debido a los trabajos de
convencimiento realizados. Gracias a la influencia ejercida por los anarquistas, pudo
darse el caso de que la organización sindicalista aceptara, en los Congresos Regional
de Cataluña y Nacional de los años 1918 y 1919 respectivamente, la declaración
terminante de que nos dirigíamos a la conquista del comunismo libertario, cosa que
quizá se hubiera rechazado en el año 1914 por el apartamiento de los anarquistas de
las organizaciones.
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Ángel Pestaña (relojero) no era menos directo:
De todas cuantas cuestiones se plantean en los Sindicatos, acaso sea ésta, la de los
permanentes o individuos a sueldo para la administración y secretaría, la que origina
más serias y graves dificultades. […] La experiencia de otros países debe servirnos de
guía, para no mantener con nuestros céntimos tan duramente recaudados, el animal
dañino que nos devora: el burócrata.
¿Cómo evitar el inconveniente, rompiendo el círculo en que la necesidad nos
encierra? Cambiando el procedimiento usado en los otros países. En éstos, el
permanente siempre lo es el secretario general del Sindicato, que tiene a su cargo la
organización y dirección del mismo, llegando a convertirse en un buen señor que se
impone al Sindicato.
El método que nosotros debemos aceptar, ya que no podamos pasarnos sin tener
permanentes, es que éstos sean empleados solamente, en el estricto sentido de la
palabra. Sin voz ni voto en las reuniones de junta, asistiendo a ella para levantar acta
y exponer su opinión cuando se le pregunte. Debe ser funcionario, nada más que
funcionario.
El secretario general, como el tesorero, como todos cuantos compongan la junta,
deben trabajar, ir todos los días al taller, para no perder el contacto con los obreros y
demostrar además que no viven de cotizaciones del Sindicato. Y que si hay quien
cobra un sueldo de esas cotizaciones, no es la junta precisamente, sino un compañero
empleado, que las necesidades exigen, pero sin influencia en las decisiones del
Sindicato.
Otro tanto debe hacerse en la Federación Local y Confederación regional.
En la Confederación Nacional es más difícil aplicar este procedimiento: pero, en
cambio, debe renovarse el secretario general en cada Congreso, sin que el saliente
pueda ser reelegido dos veces consecutivas, aunque sí alternadas. El peligro, en este
caso, es mucho menor, y todo cuanto sea amontonar obstáculos para evitarlo o
aminorarlo, cuando suprimirlo no es posible, debe aceptarse[14].
El sindicato único
Es ésta una de las cuestiones más interesantes que el Congreso ha planteado. Su
gran trascendencia, la reconoció el Congreso mismo, ya que para su discusión y
aprobación se hubieron de emplear dos sesiones enteras. La unanimidad con que se
tomó el acuerdo, demuestra claramente las ansias de renovación que siente el
proletariado en el orden de la cuestión orgánica de las agrupaciones obreras. Era una
anomalía que núcleos de trabajadores, no ya de un ramo o industria similar, sino de
un oficio o profesión determinada, constituíanse dentro de una misma localidad dos o
tres o más sindicatos, de aquella profesión u oficio. Los inconvenientes de tal sistema
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de organización quedaron patentes en múltiples ocasiones, en que aquellos
organismos fueron derrotados por la burguesía, o bien en aquellas otras que sin llegar
al fracaso, estuvo comprometido el éxito de nuestras luchas por la carencia de unión
que el Congreso ha creído oportuno hacer, por el acuerdo de los Sindicatos únicos del
Ramo e Industrias, más compacta y estrecha entre los trabajadores.
Es indudable que esta reforma en los métodos de la organización es tan
importante, que sería pueril afirmar que podemos llegar a su completa realización en
un plazo brevísimo como algunos han insinuado. Esto no será posible en algunos
ramos o industrias, mientras y tanto no se labore con verdadero entusiasmo y sin
interrupción para llegar al fin deseado. No es, pues, cuestión de eliminar en asunto
tan trascendental el factor tiempo. […]
Además creemos que esta forma de organización es futurista, puesto que por su
simplicidad permitirá, llegado el caso, poder realizar estadísticas completas de la
producción total y también realizar el reparto de esa misma producción.
Se comprende, pues, que los Sindicatos únicos son la más fiel expresión del orden
constructivo, ofensivo y defensivo que los productores perseguimos.
Su constitución orgánica
Es condición indispensable para la constitución de los Sindicatos de ramos e
industrias, que la mitad por lo menos de las secciones (hoy sindicatos aún) quieran
constituirlos. Supongamos que existen en una localidad cualquiera seis secciones de
un ramo organizadas. Hay tres partidarias de la fusión y tres que no lo son o no están
predispuestas de momento a seguir el ejemplo de las tres que se fusionan. Éstas, pues,
deben ir, tan pronto como les sea posible, a la constitución del Sindicato único; en
todos los casos, es de suma conveniencia no desentenderse de aquellas secciones que
no ingresen de momento al nuevo organismo, sino que por el contrario es de
necesidad que las primeras pongan en antecedentes a las segundas de todos los
trámites y de toda la situación que aquéllas realicen; creemos que por este
procedimiento de continua y amigable relación podrá sacarse más provecho para el
fin que se persigue, que no aislándose, lo que supondría ahondar más las diferencias
que antaño existieran, y que descontamos eran la causa eficiente para no llegar a una
buena inteligencia. Nada de declarar al margen ni mucho menos amarillas a las
secciones que no se fusionen en principio. Amarillas sólo pueden conceptuarse las
organizaciones que abiertamente traicionen la causa de los trabajadores con motivo
de huelgas, por delaciones o por otros motivos graves por los que justamente pueda
aplicarse tal calificativo. […] Creemos interpretar fielmente en este asunto los
acuerdos del Congreso, ya que si bien reconocemos la necesidad: del factor tiempo
para llegar en principio a la adopción de dichos acuerdos, entendemos también que se
concreta debidamente con esta sucinta explicación el plazo prudencial; con el cual se
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harán imposibles las gestiones interminables que el personalismo perturbador pudiera
eternamente suscitar.
Demos tiempo a la constitución de los Sindicatos Únicos, pero constituidos éstos
pongamos también el plazo, fijado como medio único de que los no adheridos puedan
recapacitar y rectificar su actuación, antes de ser puestos al margen del movimiento
general de los trabajadores.
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circunstancias lo permitan.
Tema 47:
a) Las entidades que no sean una agrupación de profesión u oficio para la
resistencia al capital, no deben intervenir directamente en los asuntos que afecten a
los sindicatos; pero el Congreso ve con simpatía que aquéllas que sustentan un ideal
social en consonancia con los intereses del proletariado, trabajen al margen de los
sindicatos en pro de la emancipación de la clase productora.
b) Habiendo los maestros racionalistas prestado muchos servicios a la clase
proletaria, y siendo un elemento necesario para la lucha por la emancipación, podrán
intervenir directamente en las cuestiones de los sindicatos, siempre que se organicen
corporativamente.
Tema 48. Para cuanto afecte a comités y federaciones, en la localidad, no podrá
nombrarse a ningún compañero que no sea del oficio y de la localidad; pero cuando
se trate de congresos o asambleas regionales, puede delegarse a un compañero de la
localidad en que resida el sindicato delegante o de aquélla en que el acto se celebre.
[…]
Tema 37. La ponencia entiende que el medio más práctico de dignificar y elevar
la actitud y la personalidad de los compañeros «Inválidos», estriba en que el Comité
Regional intervenga cerca de las organizaciones de inválidos apoyándolas
materialmente, interviniendo en los centros de producción establecidos o a establecer
por los inválidos que se dedican a labores manuales, y la intervención, también con
carácter general y permanente, en las agrupaciones artísticas y musicales.
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que esta dificultad desaparezca, habría necesidad
de obtener del Municipio, a instancias de la clase
trabajadora, unos puestos fijos en los puntos de
más tránsito de la ciudad, sin que estos puestos
sean obstáculo al ornato público y a la circulación
de los ciudadanos, y también a las puertas de los
mercados, en las condiciones análogas que más
arriba expresa esta ponencia. En consecuencia,
pues, estimamos que para acabar con la
mendicidad pública se impone la creación de esos
talleres y de esos puestos fijos, adonde el público
pueda dirigirse a realizar las compras de los
artículos elaborados. En cuanto al funcionamiento
interno de dichos talleres, ha de variar de lo que
pudiéramos considerar como talleres colectivos.
Entendemos para ello que lo primordial estriba
en proporcionar a los inválidos materia prima y que el producto íntegro de esta
materia elaborada, salvo un pequeño descuento, que habría de realizarse para gastos
de comisión, luz y alquiler de los talleres, debe ir al individuo elaborante[15].
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Breve evocación del marco histórico
Sabiendo cómo obraban los cenetistas se comprende la pujanza pasada del
anarcosindicalismo en España.
Las ideas de la Internacional penetraron en España gracias a un diputado italiano
enviado por Bakunin (porque podía viajar gratis en tren) que confundió las ideas
globales de la Internacional con las de Bakunin, que a su vez buscaba el desarrollo
sindical de los propios trabajadores a través de la Alianza.[16]
La denuncia de esta confusión por parte de los marxistas originó una escisión, con
la aparición de la UGT: Unión General de Trabajadores. La UGT se desarrolló
rápidamente: 57.000 militantes en 1905, 148.000 en 1913.
Entre 1900 y 1931, numerosos acontecimientos marcaron la historia del
movimiento español. La guerra colonial en Marruecos provocó la sublevación de los
reclutas de Barcelona en 1909, a raíz de la cual Francisco Ferrer, el pedagogo
anarquista, fue fusilado. Los grupos anarcosindicalistas, presentes desde la
introducción de las ideas socialistas de la Asociación Internacional de Trabajadores
en 1868, acabaron por coordinarse. Por eso desde su fundación en 1911, la CNT
(Confederación Nacional del Trabajo) contó con 30.000 afiliados.
Una evidente equivocación de CNT fue ignorar la explotación colonial en la zona
española marroquí y no luchar por y con los explotados magrebíes. Únicamente
Ángel Pestaña fue capaz de plantear el problema —sin haber presentado una
ponencia a través de su sindicato—, durante el congreso de 1931[17].
La Primera Guerra Mundial tuvo como consecuencia que la industria española
abasteció a los beligerantes, y, por lo tanto, arreció la explotación de los asalariados.
En agosto de 1917, CNT y UGT tomaron contacto y decidieron llevar a cabo una
huelga general revolucionaria. Fue un fracaso a causa de las maniobras de los
socialistas, sintetizadas por Indalecio Prieto en las Cortes: «Es cierto que dimos
armas al Pueblo, pero no es menos cierto que no le dimos municiones[18]».
Para fomentar y coordinar los futuros conflictos laborales, la CNT se dotó del
sindicato único.
La eficacia de la nueva táctica se corroboró en 1919. La fábrica eléctrica de
Cataluña La Canadiense fue paralizada por una huelga de solidaridad con ocho
empleados de la contabilidad (debido a una rebaja de sueldo al pasar a la plantilla
fija)[19], después la solidaridad se extendió a las numerosas fábricas de electricidad y
a las fábricas textiles. El gobierno decretó el estado de excepción en Cataluña
movilizando a los trabajadores, que a pesar de esto se negaban a trabajar. Las
reivindicaciones eran el aumento de los salarios, la jornada de ocho horas y el pago
de la mitad de los días de huelga. La huelga empezó en enero en La Canadiense y a
finales de febrero afectaba a toda Cataluña. La huelga continuó durante el mes de
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marzo, y entre el 24 de marzo al 7 de abril se llegó a una situación de huelga general.
El 14 de abril, el sindicato patronal aceptó todas las reivindicaciones, incluida la
liberación de 3000 trabajadores detenidos. En la huelga de Cataluña participaron
100.000 trabajadores.
Esta huelga llevada a cabo por completo por la CNT es un ejemplo de la eficacia
de esta central que agrupaba ese mismo año a 755.000 miembros, es decir casi el 10%
de la población activa. Sólo en Cataluña, la CNT tenía 252.000 miembros en 1920 y
UGT 211.000, en toda España.
En 1922, con la formación de la III Internacional en Moscú una delegación de la
CNT fue enviada allí y decidió no adherirse, dada la situación de los anarquistas y de
los trabajadores rusos. Dos marxistas que se encontraban en esta delegación dejaron
CNT. Eran Andrés Nin y Maurín, que más tarde pasarían al POUM[20].
Pero se desarrollaban acontecimientos más graves: la patronal catalana, para
vengarse de la huelga de La Canadiense, armó pistoleros que liquidaron a los
responsables sindicales, entre los cuales a quien había inspirado la táctica en la
huelga, Salvador Seguí. Era el pistolerismo (la lucha de los sicarios de la patronal
contra los sindicalistas). Para responder, se formaron grupos de defensa. De 1919 a
1923, la lucha fue feroz.
La patronal española necesitaba un régimen fuerte. Era la época de Mussolini y
de las dictaduras militares en Europa (Hungría, Bulgaria). El general Primo de Rivera
tomó el poder en 1923, sin que ningún grupo político se moviera en su contra. CNT
prefirió disolverse y conservar su estructura en la clandestinidad, si bien a nivel local
los sindicatos continuaron su actividad algunas veces bajo otra etiqueta.
Durante la dictadura de Primo de Rivera, el PSOE (Partido Socialista Obrero
español) y la UGT, no sólo no se opusieron al régimen, sino que colaboraron con él.
Esto se explica porque el modelo mussoliniano seguido en España no excluía la vida
parlamentaria; la otra motivación era eliminar a CNT, por medio del fomento estatal
de la UGT. Por eso, el secretario general de esta central, Largo Caballero, fue incluso
consejero de Estado en el ministerio de Trabajo. Pero la dictadura no tenía proyecto
sindical. Los trabajadores no se dejaron engañar; la UGT, entre 1920 y 1926 se quedó
estancada con un mínimo aumento de afiliación de 211.000 a 219.000 miembros.
La posición de los cenetistas era una incógnita para sus adversarios. De hecho,
desde 1927, además de la CNT, existió una federación anarquista, la FAI (Federación
Anarquista Ibérica, con la esperanza de incluir a Portugal, algo que no se llegó a
consumar debido a la represión de la dictadura de Salazar), cuyo objetivo era
apuntalar el desarrollo de las ideas anarquistas en la CNT y en el país.
La dictadura no dejó satisfecha a la patronal española, que aceptó mal el
dirigismo económico del modelo de Mussolini, los partidos políticos de izquierda se
movilizaron y comenzaron a arreciar los conflictos laborales. El periodo 1930-1931
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fue clave porque el régimen permitió cierta reorganización sindical, sin duda a causa
de posibles tensiones debidas a la crisis de 1929. UGT se quedó con 277.000
miembros hacia 1930.
La CNT, tras las gestiones de Pestaña, obtuvo del ministro de Interior el derecho
de organizarse. Siendo ministro el general Mola, futuro organizador del golpe de
Estado de 1936 y en particular de las órdenes de ejecuciones masivas inmediatas y
sin proceso de los responsables de izquierda.
En esta atmósfera tuvieron lugar las elecciones municipales de abril que dieron
una clara victoria a los republicanos, y así el 14 de abril de 1931, se proclamó la
República. El rey Alfonso XIII no deseaba, al igual que la patronal, tener que hacer
una prueba de fuerza directa. Abdicó y dejó el país. Dado que una tentativa de golpe
de Estado militar de izquierda había sido reprimida duramente en diciembre de 1930,
la derecha prefería que la izquierda se desacreditara y sufriera los efectos de la crisis
de 1929 que ya empezaban a sentirse en el país. Como no fue el caso, estas mismas
fuerzas se valieron de la violencia en 1936. Más allá de los problemas en las cúpulas
sindicales (en las que profundizaré en las páginas siguientes), los trabajadores se
sindicaron en masa: UGT llegó a tener 1.200.000 afiliados y la CNT alcanzó al
menos los 800.000 adherentes. Con tal cantidad de afiliados, el secretario del Comité
Nacional era oficialmente el único liberado, pagado por la Confederación (véase en
«falsa pirámide» una indispensable matización). De hecho sólo había una veintena de
compañeros, poco en comparación con la UGT socialista.
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(ambos camareros), Antonio Ortiz (carpintero), etc. Con la implantación de la
República, destacan Mariano R. Vázquez (obrero de la construcción), Cipriano Mera
(albañil), David Antona… Durante la guerra civil, José Peirats (albañil), los
hermanos Sabater (Quico era fontanero), Raúl Carballeira, etc., que morirán entre
1948 y 1960 en la lucha antifranquista.
Sin interrupciones, de 1870 a 1936, y más tarde, se suceden generaciones de
sindicalistas, fogueados y experimentados, todos ellos de extracción proletaria.
Aquellos setenta años de militancia, de autodidactismo proletario en las ciudades y en
el campo, de Andalucía a Asturias y a Cataluña, constituyeron la fuerza de la CNT.
Una fuerza poderosa, incomparable, totalmente diferente a la existente en Rusia.
En esta última, en el curso del siglo XIX, sólo aparecen tres focos de agitación: al
principio, los llamados dekabristas (conspiradores antizaristas de la burguesía
ilustrada); los exilados de esta misma clase, convertidos al socialismo como Herzen y
Bakunin; y, finalmente, los narodniki o populistas, hijos de burgueses que se dirigían
al pueblo con ideas sociales muchas veces puramente teóricas.
Prácticamente, los trabajadores sólo tuvieron tiempo para formar sus propios
cuadros en veinticinco años, los que van de 1880 a 1907. La represión posterior
diezmó a la gente formada y dejó poco margen para que destacaran nuevos jóvenes,
al menos hasta 1917. Y entre los líderes revolucionarios, ninguno era de origen
proletario, sino intelectuales pequeño burgueses como Lenin, Trotsky, Bujarin, etc.,
cuya principal preocupación fue la de devorarse los unos a los otros a expensas de los
trabajadores, tal y como predijera Majayski[21] ya en 1905.
Los responsables de origen burgués no plantearon ningún problema porque
fueron poquísimos[22] en la CNT: los médicos Vallina y Puente.
El segundo elemento que explica la fuerza de CNT era su organización fundada
en tres factores: acción directa y sindicato único, federalismo y globalismo.
La acción directa, pensada y expuesta por los anarcosindicalistas franceses a
principios del siglo XX, consiste en rechazar la intervención del Estado en las
negociaciones con el patronato, exigiendo la satisfacción de todas las
reivindicaciones. Ante ello, a los patronos les quedaban dos respuestas: ceder, lo que
constituía una victoria del sindicato que le aportaba más afiliados; o resistir, lo que
solía provocar una reacción en cadena de huelgas. Muchas veces el amo contrataba
esquiroles, rompehuelgas, a los que había que persuadir para que fuesen solidarios. A
menudo a la violencia patronal de convocar a los esquiroles se respondía con la
presión violenta de algunos grupos o individuos para convencer al patrón de que
aceptara lo que se le pedía.
Ejemplo típico, ya expuesto, es la huelga de «La Canadiense». Entre 1931 y 1936
se siguió haciendo uso de las mismas tácticas. Cuando los empleados de Telefónica
en toda España se declararon en huelga, el sindicato de campesinos de Ronda decidió
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apoyarlos y sus militantes cortaron gran parte de los postes telegráficos de la región.
Eran afiliados, analfabetos en su mayoría, pero tenían una visión política clara y
eficaz. Mucha gente muy culta, desde el criterio de la cultura burguesa y oficial,
carecía de esta conciencia práctica.
El federalismo procuraba una gran flexibilidad de acción, indispensable dado las
diferencias regionales. Cada comité comarcal o local podía tomar iniciativas sin tener
que consultar a comités centrales, más o menos al corriente de los problemas. Un
ejemplo notable se dio en 1934: CNT y UGT disentían en cuanto a la táctica común.
Sin embargo, en Asturias las dos regionales de CNT y UGT firmaron un pacto de
alianza (lo que señala la influencia de las tácticas anarcosindicalistas en la UGT).
Pero en el seno de esa misma regional asturiana, la Federación local de CNT de La
Felguera rechazó el acuerdo. Lo que a primera vista parece una contradicción y un
debilitamiento, correspondía a la situación y a las realidades locales de la UGT y de
la CNT. En Aragón, en 1934-36 se impulsaron cooperativas y actividades agrícolas
desconocidas en otras regionales.
Tercer aspecto particularmente diferenciador es lo que llamo globalismo. CNT
no se limitó nunca al sindicalismo y en sus locales había cursos de alfabetización o
escuelas del tipo Ferrer i Guardia para los niños. Después del fusilamiento de Ferrer i
Guardia en 1909, sus escuelas continuaron su labor dentro de la CNT, en toda España
(con la diferencia de que se dirigían a hijos e hijas de obreros, y Ferrer se dirigía
también a los hijos de la burguesía)[23], con la ayuda económica de algunos sindicatos
y con maestros que normalmente eran militantes que enseñaban después de las horas
de trabajo. Era muy popular también el estudio del esperanto, el vegetarianismo, la
medicina natural, la propaganda anticonceptiva, la educación sexual (desde 1910), la
emancipación de la mujer, las giras. Actividades todas ellas que se reflejan en
revistas, además de en la prensa sindical, de la que doy un botón de muestra en lo que
respecta a 1932: Solidaridad Obrera (Barcelona, diario), Tierra y Libertad
(Barcelona, semanario), La Tierra (Madrid, semanario simpatizante), La Revista
Blanca (Barcelona, mensual), Nosotros (Valencia, mensual), Redención (Alcoy),
Acción (Cádiz). Además de las nuevas publicaciones: CNT (Madrid, diario), Orto[24]
(Valencia), Solidaridad Proletaria (Sevilla), La Voz del Campesino (Jerez), etc. Sin
olvidar tampoco la edición de folletos a cargo de sindicatos o individuos, y ediciones
afines como La Novela Ideal (mensual).[25]
Esta actividad polifacética no era ni superflua ni pletórica. Se oponía punto por
punto a la cultura católica: primero, desde el nacimiento con los nombres personales
—Acracio, Floreal, Germinal, Helios, etc., y Luz, Libertaria, Alba, Acracia, etc.—
frente a Jesús, Salvador, Ignacio o Iñaki (Ignacio de Loloya, fundador de los jesuitas)
o para las mujeres Covadonga (primera victoria —sin realidad histórica— contra los
musulmanes con la aparición de Santiago matamoros, asesino de creyentes de otra
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religión), Amparo (protección de la Virgen), Soledad, Dolores (sufrimientos de la
Virgen), sin contar los múltiples lugares de revelación de la Virgen: Pilar, Begoña,
Guadalupe, Monserrat, Nuria, etc. Hasta, la separación en la muerte, los ateos y
malos cristianos estaban excluidos del cementerio católico. Incluso, autores literarios
como Tolstoy y Zola, Multatuli y Panait Istrati eran distintos[26].
También el marxismo era blanco de la crítica (la vertiente leninista), su teoría y su
práctica en la URSS, presentado tal cual es: la ideología nueva de las clases
explotadoras para continuar dominando a los trabajadores. Las enseñanzas de
Bakunin, Kropotkin, Reclús, Rocker, Nettlau se publicaban en libros y en folletos. Y
numerosos libros y folletos estudiaban el marxismo desde el punto de vista teórico
(Bakunin, Kropotkin, Cafiero, Rocker) y práctico (escritos de los anarquistas rusos
Yarchuk, Gorelik, Volin, Archinov, Makhno) y los de algunos cenetistas que fueron a
Rusia (Pestaña, Pérez Combina, Martín Gudell, Horacio Prieto). Hay que señalar
también la propaganda que venía de América latina, con la que las relaciones eran
estrechísimas (México, Argentina, Uruguay).
Sin embargo la CNT distaba mucho de no tener defectos, de ahí la idea de falsa
pirámide.
En los sistemas jerarquizados, el poder y la clase dirigente están en la cumbre y la
mayoría, los explotados forman la base. El conjunto se puede simbolizar con una
pirámide, un conjunto de órdenes que bajan de arriba abajo.
¿Qué relación tiene esto con la CNT que en teoría funciona horizontalmente?
Hay aspectos históricos que evidencian anomalías: la creación de la FAI que
preveía el estudio de la Plataforma de Archinov, esto es, el control del sindicato por
un cuerpo externo y foráneo (véase el anexo IV), los contactos aliancistas de la
década de 1920, la polémica deletérea entre faístas y treintistas. Comentando el
último hecho, se explican los dos precedentes.
Ciertos cenetistas sospecharon regateos ocultos entre un grupo acusado de
reformismo (Peiró y Pestaña, y los llamados treintistas) y los republicanos. La FAI se
convirtió en la base de los ataques contra el reformismo. De hecho, se generó una
tercera tendencia, el grupo de Durruti, Ascaso, García Oliver, etc., que querían la
revolución social, que aprovecharon la popularidad de la FAI, creando un grupo que
no estaba controlado por nadie.
¿En qué se diferenciaba esta discrepancia de la de los trotskistas y los estalinistas
en la misma época?
Los leninistas de cuño estalinista o los de linaje trotskista, que estaban en el gulag
con el ex trotskista italocroata Antón Ciliga, peleaban en torno a cuestiones relativas
a las tácticas y las acciones para adueñarse de los ejes de la organización, manipular
reuniones y congresos, como si la base, los trabajadores —que todos pretendían
representar y dirigir— no tuvieran cerebro ni tampoco pudieran comunicar sus
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opiniones[27].
Dentro de la CNT, se daba la consulta de hecho de todos los afiliados.
La táctica de las intentonas revolucionarias, precedida por múltiples iniciativas
espontáneas protagonizadas por la base (véase el anexo II) mostró que parte de los
afiliados seguían a la FAI, pero que la preparación ofensiva era muy deficiente y muy
criticable.
En efecto, la izquierda española no se atrevió a aplicar los cambios sociales y
económicos que requería el país tanto desde un punto de vista capitalista
evolucionado, aunque sólo sea por una simple consideración médica y de mínimo
respeto a la vida de la mayoría de la población. Los trabajadores que estaban
sedientos de cambio socioeconómicos inmediatos, reales y definitivos, no entendían
el compás de caracol. Las masas anhelaban el cambio, esperaban la revolución social.
En la base, en Asturias, en 1934, la alianza se había establecido, se ha visto,
oficialmente entre UGT y CNT. Y con la insurrección organizada por los socialistas,
surgió espontáneamente la alianza de los trabajadores, la UHP, Unión de Hermanos
Proletarios. UHP vino a ser sinónimo, entre todos los trabajadores, de un cambio
social revolucionario e inmediato.
Todo ello hizo que los improperios y la mutua calumnia entre los notables (jefes
estables, muy poco o nada controlados por la base) cenetistas fueran cediendo espacio
a la mutua reconciliación en el congreso de Zaragoza de mayo de 1936. Pero la
separación entre la base y los dirigentes no fue abordada al igual que tampoco lo fue
la rotación de tareas —ausente de la práctica cenetista, pero provocada
involuntariamente por la policía al tener los sindicatos que suplir las detenciones de
compañeros.
De hecho, había dos enfoques de la revolución y del comunismo libertario en la
CNT (véase el anexo V): el de los notables que apuntaba una revolución desde arriba
y con una fecha elegida por ellos mismos, el de los afiliados de base con la acción
directa inmediata con el fin de promover un cambio social profundo en el lugar de
trabajo, en el barrio o en el pueblo.
A partir de las actitudes manifiestas en 1936-39 y 1944-48, se puede deducir que
los notables creían en el valor de la alianza con parte de la burguesía —e incluso,
luego, con la monarquía— para orientar y potenciar a la CNT. Un absurdo total, que
les hubiera sido patente si hubieran recapacitado realmente sobre los textos y las
experiencias de Bakunin, Kropotkin y de los anarquistas emigrados de la URSS. Más
absurdo aún cuando habían sido testigos de las traiciones de los socialistas y
sindicalistas afines alemanes con el fin de liquidar a los trabajadores revolucionarios
(espartaquistas y partidarios de la acción directa), además de las intervenciones de EE
UU en su coto de América central.
Los notables exhibían un anarcosindicalismo y un anarquismo de fachada (anexo
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VI, también IV y V) que explica su entrada fácil y duradera en los gobiernos de
Cataluña y de España (septiembre de 36 / mayo de 37, y noviembre de 36 / mayo de
37, luego abril de 38 / marzo de 39).
Es significativo que el análisis de la colaboración gubernamental de 1936-1939
no se haya hecho, ni en el exilio (a la espera de un congreso en España) ni en la
Península (por la necesidad de organizarse primero, evitando polémicas) por esta
razón continúan las polémicas y permanece la confusión teórica. Y por eso es
importante conocer realmente el número de militantes pagados por la Organización a
partir de un texto de Pestaña:
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economía por los propios trabajadores. Sin lugar a dudas, hubieran permitido una
visión más clara de lo que había que colectivizar. Y los libros y los folletos de
propaganda del comunismo libertario (sobre todo el de Isaac Puente, inspirado en
Besnard) describían una organización de la post-revolución por y para los
trabajadores, sin el período transitorio de los marxistas, con federaciones de
industrias y del campo y conjuntos regionales relacionados entre sí.
Otro factor negativo fue el seguidismo, el liderismo, sin burocratización. Esto se
manifestaba en la cultura, en los conocimientos, tanto económicos como políticos y
técnicos (fabricación de explosivos), que algunos militantes habían adquirido pese a
las jornadas agotadoras, a los sueldos míserables… Estos militantes tenían una
experiencia que superaba muchas veces a la de los burgueses en su propio terreno
(como hizo Pestaña cuando desenmascaró los chanchullos policíacos en los años del
pistolerismo en Barcelona) y por lo tanto ejercían un dominio intelectual sobre
muchos afiliados[31]. De hecho, se trata de un fenómeno banal en la sociología de
grupos que se comprueba en el caso José Díaz, que pasó de la CNT al Partido
Comunista con los afiliados de su sindicato, los portuarios de Sevilla; Andrés Nin y
su influencia en Lérida; Stalin y los georgianos; Trotski y los judíos rusos, etc. La
estructura y la formación anarcosindicalista no bastaron, pues, para contrarrestar esa
desviación, aunque la limitaron: la sucesión de militantes que hemos señalado prueba
que la existencia de un líder no impedía la formación de los responsables.
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y Justicia» (artículo I). Afirmaba: «El Estado español no tiene religión oficial» (art. 3)
y que «España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional». Y un
largo etcétera de medidas de cierto interés. Era una fórmula huera sin igualdad
económica y con la represión brutal e incluso criminal de las fuerzas del orden. Pero
los pobres tomaron al pie de la letra que la República era una realidad que iba a
realizar obras por ellos.
En ese clima de espera y reinvindicaciones, de cambio social, los fracasos
aparentes del comunismo libertario en 1932, en enero y en diciembre de 1933, UHP
en Asturias en 1934, resultaban de hecho luces de esperanza, intentonas realizadas
con el fin de dar lugar a nuevos ensayos revolucionarios.
En 1936, en las elecciones, la izquierda se unió para vencer. La CNT recomendó
discretamente que se votara, y las cifras indican claramente su influencia: en 1933, la
izquierda recogió 3.200.000 votos, el 20%; en 1936, 4.800.000, el 35%, esto es,
1.600.000 votos más. Desde luego, hay que incluir en esta cifra el retorno de algunos
emigrados económicos —a causa de secuelas de la crisis mundial de 1929— y la
parte del electorado joven, recién incorporado, la participación de las mujeres, legal
desde 1931.
¿Cuál pudo ser la influencia cenetista? La cifra de 1.000.000 de votos promovidos
por la CNT, me parece aceptable.
La izquierda obtuvo una ligera mayoría de un 1,1%, con 53 escaños[32] sobre la
derecha gracias a la forma proporcional del escrutinio. De hecho, la derecha mantuvo
un peso enorme.
El cambio más notable fue la progresión del partido comunista: 14 diputados
frente a 1 en 1933. Si examinamos los resultados: Málaga, 12.900 votos en 1933,
52.750 en 1936; Cádiz, 3000, después 97.000; Oviedo, 16.830, y 170.500 después,
etc., se desprende una paradoja poco comprensible puesto que los afiliados del
Partido, según sus propias fuentes, se situaban entre 17.000 y 30.000[33], con un total
nacional de votos de 1.800.000. La única explicación es que se benefició de votos
cenetistas, y en efecto, de los 14 diputados, 13 vienen de regiones con mayoría
anarquista.
Esta equivocación política de los cenetistas (robustecimiento del enemigo
ideológico más encarnizado) puede explicarse por los rencores contra la UGT y el
PSOE.
El Frente popular fue acogido con alborozo y la presión popular consiguió la tan
ansiada liberación de los presos políticos. Las grandes reformas de fondo no fueron
anunciadas, como en 1931. La policía continuó disparando sobre los trabajadores. El
gobierno era incapaz de tomar medidas eficaces. Los atentados de la derecha se
multiplicaban por obra de la Falange, grupo pro mussoliniano animado por el hijo del
dictador de 1923-27: José Antonio Primo de Rivera. Las tensiones eran fuertes dentro
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de la izquierda como lo subrayaban los titulares de Solidaridad Obrera del primero al
18 de julio:
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Capítulo 2
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El Solidaridad Obrera del 21 de julio, en primera página, publicaba el siguiente
comunicado del Comité Regional:
Nota: esta mañana ya dimos por la radio, la orden de reintegrarse al trabajo a los
panaderos, lecheros, empleados de mercados, etcétera, a fin de que no falten las
sustancias más precisas […]
Este documento afirmaba, pues, la vuelta a una economía casi normal, cosa que
disentía de las repetidas consignas de comunismo libertario de las intentonas pasadas.
Muy pronto se delinearon dos consignas: Vuelta al trabajo[5] y Contra los
pillajes[6].
Al mismo tiempo se llevaban adelante dos campañas: 1) alianzas con los demás
sectores contra los militares, pese a los rencores que antes se hacían notar y que
todavía seguían[7] y 2) Respeto de los bienes extranjeros ante el peligro de una
intervención caso de no hacerlo[8].
Paralelamente, apenas vencidos los militares en Barcelona, la CNT-FAI decidió
organizar milicias para liberar Zaragoza. Como los sindicatos se habían adueñado de
los sectores vitales de la economía —metalurgia, transporte, fuentes de energía,
comunicaciones, comercios, abastecimientos— fue posible equipar a unos 2500
hombres y mujeres desde el 24 de julio.
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obreros de fábricas».
Como ejemplos de incautación, tenemos la
Casa Torras que empleaba 500 trabajadores y
que en quince días a partir del 20 de julio blindó
seis camiones; como ejemplo de control obrero
hay varias fábricas, lo que nos incita a pensar
que era la forma más propagada.
La S. A. Barret, con 2000 obreros, no se
incautó porque: «El consulado belga nos hizo
constar que la empresa está constituida por un
80% del capital del país que representa[9]». Se
infiere de la descripción que no se utilizaba para
el blindaje. En Casa Girona —1500 trabajadores
— de finales de julio al 6 de agosto salieron
cuatro camiones blindados; en Casa Vulcano
520 operarios, con un comité mixto CNT-UGT, se blindaban camiones y se hacía
«jornada ininterrumpida».
Cabe explicar que la Generalitat, con fines demagógicos evidentes, había
decretado la jornada de cuarenta horas y un aumento del 15% en los salarios[10]. La
CNT protestó contra esta disminución de las horas de trabajo en tiempos de guerra y
del aumento de los salarios en tiempo de estrechez económica.
Es normal que entre ambas tendencias, no pocos trabajadores y colectivos hayan
elegido el menor esfuerzo, acentuado por la impresión muy lógica de que la guerra
sólo era una cuestión de semanas, puesto que en dos días el golpe derechista había
fracasado en la mitad del país.
Así en las fábricas reseñadas, aplicaban generalmente las medidas de la
Generalitat.
En Casa Vulcano, como en la Maquinaria Terrestre y Marítima, la UGT
participaba en el comité. La CNT tomaba las iniciativas y la UGT ayudaba después
de cierto tiempo[11].
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para la directiva.
Ferrocarriles del Norte. Un subdirector
cobraba, por lo menos 41.000 pesetas al año y
un mozo 5,5 pesetas al día (aproximadamente
1650 al año); un obrero industrial, según
diversas fuentes, cobraba de 10 a 12 pesetas al
día, 3000 ó 3200 al año.
En estas condiciones, era necesaria la
unificación interna de las tres compañías,
mayormente en tiempos de guerra. Se hizo en
pocos días, rehaciendo los horarios,
centralizando el material, reajustando los
salarios de acuerdo al principio de equidad, etc.
En un artículo «La futura estructuración del
ferrocarril[13]», se proyectaba la electrificación
de los ferrocarriles españoles, cosa que se realizó muchas décadas después.
Los transportes en Barcelona presentaban características semejantes: se
centralizaron[14], se instauró la nivelación de los salarios[15], se redujeron las horas
para dar trabajo a los parados[16], se otorgaron pensiones a los jubilados[17].
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Espectáculos públicos. Casi tras el golpe se reunieron músicos, actores,
tramoyistas, etc., y decidieron ingresar en la CNT crearon el sindicato de
Espectáculos, y resolvieron el problema del paro (500 músicos parados sobre 1500),
del favoritismo, de los salarios. El escritor anarquista argentino Rodolfo González
Pacheco representó algunas obras y se realizaron numerosos documentales
cinematográficos sobre la guerra y la autogestión[24]. Después de estas breves
descripciones, se produce un freno enorme, a causa de la acción deletérea de la
dirección de la CNT-FAI, la no incautación de la banca. Quedó en vilo el problema de
si globalmente la autogestión fue o no espontánea. La cronología nos ofrece una
posibilidad de determinar este problema, ya que si muchas empresas aparecen en
fechas próximas, se puede inferir que hubo una orden desde arriba y una aplicación
de la base; si por el contrario no tenemos una visión ordenada, se puede inferir que en
cada fábrica o taller se discutió, se esperó, se vaciló hasta llegar a un acuerdo.
Esta cronología tiene dos etapas: el período de ausencia de poder legal hasta el 8
de agosto, que abre el restablecimiento de la Generalitat con una serie de decretos de
incautaciones de empresas, lo que, por lo tanto, respaldaba la actuación de los
comités en la base.
Días Empresas
19 de [25]
julio Tranvías, muebles
Casa Torras, Casa Girona, Metales y Platería Ribera, Hispano Suiza,
20 de [26], Ferrocarriles del Norte,
julio Maquinaria Terrestre y Marítima, Casa Vulcano
almacén El Siglo
21 de
M. Z. A.
julio
22 de
Metro
julio
23 de
Espectáculos Públicos
julio
24 de
Ferrocarriles catalanes[27]
julio
25 de [28] [29]
julio Transatlántica , aguas
27 de [30]
julio Casa Xalmet
28-31
de Luz y Fuerza[31], organización sanitaria[32]
julio
1 de
Calderería industrial García García[33]
agosto
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2 de
Librería Pompeia[34]
agosto
3 de [35]
agosto Publicidad Gabemet
5 de
Sociedad General Española de Librería[36], Editorial Escampa-Unión[37]
agosto
7 de
Publicitas[38], Construcciones metálicas Field[39]
agosto
Sector de la industria del vestido. Actas sin fecha, quince; tenemos tres para la
CNT, once para CNT-UGT y una para CNT-UGT y otra organización. Agosto: once
casos, a partir del día 12 del mes; cinco CNT, tres CNT-UGT, uno CNT y otro
organismo, dos indeterminados. Septiembre: diecinueve casos, dos CNT y diecisiete
CNT-UGT. Así en cuarenta y cinco actas, hay treinta y un comités CNT-UGT y diez
CNT.
En tres casos, los patrones donan o participan. Como en la industria, se observan
diferencias en una misma calle: Ronda de San Pedro, cinco casos CNT-UGT, en
agosto, el 20 de septiembre y el 8 y 13 de octubre; Trafalgar números 6, 15, 36 y 80,
un comité CNT y tres CNT-UGT, el 31 de agosto, 7, 9 y 14 de septiembre.
Sector de artes gráficas y papelerías. Agosto: veintinueve casos a partir del día
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13 del mes, veintiún UGT, siete CNT-UGT, uno CNT-UGT-POUM. Septiembre:
treinta y nueve casos, la mayoría en la primera quincena, treinta y dos UGT, siete
CNT-UGT. Por lo tanto, en sesenta y ocho casos, la UGT domina en cincuenta y tres
comités, frente a catorce CNT-UGT y uno con la CNT y el POUM.
La hegemonía de la UGT no suprime los rasgos precedentes: en lo que se refiere a
los patronos hay un caso en que pasa a «ser director técnico», en lo que se refiere a
las calles es igualmente distinto en cada empresa: Ronda Universidad, dos casos el 21
de agosto, uno el 26, uno el 1 de septiembre —los tres UGT— y el 22 de este mes,
CNT-UGT.
Si bien destaca la ausencia de directrices, en cambio no deja de ser sospechosa la
calificación de «donación voluntaria» del patronato. El miedo y el oportunismo debió
jugar un gran papel. Sin embargo, hay que subrayar la actitud de la «Federació de
patrons perruquers i barbers de Barcelona i Pobles limítrofs», que contactó con el
sindicato único de obreros barberos de CNT el 9 de agosto para discutir de la
colectivización; después, el día 11 se dio una asamblea extraordinaria de esta patronal
sobre el asunto de la colectivización:
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pueblo. Si así ocurriese, la burguesía habría de aceptarla por fuerza[43].
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futuro inmediato, añadiremos— no es posible pensar en la semana de treinta y
seis horas, ni en la de cuarenta[48].
Era nula, por lo tanto, la voluntad de confirmar y perennizar las conquistas de los
medios de producción por parte de los trabajadores, como se deduce de las citas de
las declaraciones de la dirección —en todos los sentidos— de la CNT. El problema
era el de la reacción de los afiliados y de los trabajadores. La propia aparición,
continuación y progresión de la autogestión —horizontal y anarcosindicalista—, a
diferencia de la voluntad de los notables, ya es una respuesta.
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Capítulo 3
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Provincia de Huesca: 9 colectivos, 6 representados en el congreso de la CNT en
mayo de 1936 de Zaragoza, 3 creados entre el 31 de julio y el 5 de agosto, uno con
presencia de milicia de CNT; 4 entre el 13 y el 28 de agosto, 1 con la presencia de
una columna y otro con un intento previo de comunismo libertario en 1933; 2 del 18
de septiembre —con presencia de una columna— y el 16 de octubre. Se puede inferir
que la presencia de columnas cenetistas no influye en la aparición rápida de
colectividades ni tampoco se vislumbra una directiva.
Provincia de Teruel: 7 colectividades, 3 en el congreso de Zaragoza (4 creadas
entre finales de julio y el 5 de agosto, dos con columnas, como Calanda[1] que
experimentó un ensayo de comunismo libertario en 1933; uno el 9 de agosto con
presencia de una columna y con un intento anterior de comunismo libertario; 2 en
octubre y uno con presencia de una columna y con un ensayo de comunismo
libertario en 1933). Se colige también que las columnas no suponen un apoyo
particular puesto que estaban en tres pueblos en los que sobraba su presencia puesto
que la CNT ya había tenido una influencia decidida en 1933.
Provincia de Zaragoza: 4 colectividades sin representaciones en el congreso de la
CNT de mayo de 1936 en Zaragoza, 4 creaciones tempranas, 4 con presencia de la
columna Durruti. La presión eminentemente persuasiva es evidente.
¿En qué consistía la presión sobre los habitantes? ¿Cómo eran las relaciones con
la CNT?
Vamos a empezar por la provincia de Zaragoza.
A Lécera llegó el 6 de agosto una columna y constituyó una colectividad para
recibir abastos, ya que la organización del pueblo no lo permitía. El primer punto del
bando de Durruti consideraba la necesidad de empezar la cosecha. En Bujaraloz, otro
bando de Durruti del 11 de agosto de 1936 rezaba, «a partir de la aparición del
presente bando queda abolida la propiedad privada sobre la tierra de los grandes
terratenientes» y en cuanto a las milicias «los ciudadanos de Bujaraloz [3000 en total]
les prestarán apoyo entusiasta e incondicional tanto en lo material como en lo
moral[2]».
La fórmula es muy afirmativa: el entusiasmo es espontáneo y natural, no como en
esas actuaciones de encargo con la claqué de turno. En Gelsa, 2500 vecinos, los
campesinos propusieron la recolección inmediata del trigo y «a fin de que el pueblo
en masa responda a este llamamiento, ha sido publicado un bando en el que se hace
resaltar que el que no entregue en depósito toda clase de productos alimenticios y de
vestir, y que se los reserve para lucrarse, o para el caso de que la existencia fuese
pequeña, será castigado con la pena máxima[3]».
En tiempos de guerra, medidas de este tipo son corrientes por parte de un ejército
invasor. Me choca que el comportamiento cenetista no tuviera el cuidado, como
proponían los makhnovistas, de denunciar de antemano los abusos posibles e incluso
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de otorgar el derecho a la población de matar agresores sedicentes milicianos[4].
Para las otras provincias, tenemos el relato de un observador (marxista crítico) en
Fraga:
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a la parte renuente del pueblo, sino esperar a que el ejemplo de los otros surtiera su
efecto[9]».
Es de notar que si Fraga no tenía delegación en el Congreso de Zaragoza,
Sariñena tenía en representación a 45 afiliados[10]. En Tardienta, centro de la columna
del PSUC, el corresponsal de Pravda hizo mención de la formación de una
colectividad anarquista[11]. Tardienta tenía 135 afiliados de 1900 vecinos en mayo de
1936, cuando tuvo lugar el Congreso de Zaragoza[12].
En Utrillas, 2500 vecinos, sin presencia de milicias, se decidió en asamblea
pública fundar la colectividad. Es importante destacar la diferencia de actitud
respecto de los opositores, algunos fueron fusilados por decisión tomada en asamblea
y otros fueron dejados en libertad. Una parte ganó las líneas fascistas, por lo que se
detuvo a 150 sospechosos. Por votación, se liberó a muchos, permanecieron
detenidos 32. Según el folleto de donde sacamos estos informes plausibles:
Vemos, por consiguiente, que un núcleo anarcosindicalista por reducido que fuera
podía sin ayuda exterior y con el beneplácito de la población establecer una
colectividad. Pero eso sólo se podía llevar a cabo en localidades de importancia
reducida, porque en Barbastro, 10.000 habitantes y 444 cenetistas[14], la labor fue
mucho más lenta.
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conventos hubo una caballeriza, una sala de lectura (Alcañiz), y escuelas
(Alcorisa y Calanda). En antiguas iglesias se habilitaron depósitos de víveres
(Alcañiz, Oliete, Calanda y Mosqueruela), a veces con tiendas (carnicería en
Calanda, ultramarinos y quincallería en Mosqueruela, un restaurante en
Bujaraloz) o cines (Alcorisa, Peñalba, Alcampel)[17].
Fraga dice que no hay que confundir la revolución social con la revolución de
tendencias […]. Nosotros no queremos imponer una dictadura, sino impedir que se
nos imponga […].
[Puebla de Híjar] Dice que algunos pueblos están disconformes con la mala
administración que tienen, y que algunos de los compañeros que ocupan puestos en
comités deben apartarse de la situación creada y no deben ser autoritarios, puesto que
siéndolo no serían anarquistas[18].
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el momento de acabar con todo vestigio del anterior y caduco sistema. Lo que sí sé es
que en todo el Bajo y Alto Aragón, por propia voluntad, por deseo unánime, se
organiza la vida de comunidad y dentro de la mayor libertad posible. Y ello sin hablar
para nada de comunismo libertario.
Nunca hubiéramos creído que precisamente fuera el diario anarquista Tierra y
Libertad, el que tratara de echar sobre Aragón unos jarros de agua fría, como ya lo
hiciera en el pleno de Caspe, el compañero Marianet [M. R. Vázquez, secretario del
CN]. Es fácil [decir] que los confederales de Aragón, Rioja y Navarra hayamos
olvidado las tácticas confederales; lo que no hemos olvidado ni olvidamos es que
vivimos una realidad que nadie puede negar. Después de tanto tiempo propagando
que en España era posible implantar un régimen de Libertad y de Justicia, creemos
firmemente que es hora de demostrarlo. Que es lo que estamos haciendo ni más ni
menos. El movimiento hay que demostrarlo andando[19].
Por supuesto, las cursivas son mías y tanta razón tuvieron los compañeros
aragoneses que consiguieron cambios de mentalidad. Entre los miembros de la
colectividad de Alcorisa, hasta su final con la ofensiva franquista de marzo de 1938,
figuraban un abogado y un veterinario, uno de ellos con una pierna inválida a causa
de un tiro que le dispararon los cenetistas del pueblo durante la intentona de 1933.
Aquellas personas de origen intelectual y burgués, que pudieran tener motivos
profundos de animadversión contra el nuevo orden, participaron por completo en la
colectividad, ayudando a su reorganización después del paso de Líster. Una explicaba
así la autogestión a los críticos individualistas que querían repartirse las tierras del
colectivo: «Antes tenía mis tierras, ahora cuando me subo al alto, las tengo todas,
porque todo está colectivizado». Desgraciadamente, no fue comprendido[20].
La autogestión en Aragón fue económica y socialmente distinta de la de otras
regiones. Allí se vivía pobremente y la agricultura no presenta tantos elementos
complejos como en Levante (exportación internacional, gran variedad de
producción). La autogestión propuesta por la CNT se acompañó de la atención
médica y un auge de la educación, dos servicios que en los pueblos eran muy
precarios antes de julio de 1936. En el plano global de la autogestión, se dio la unión
entre los 300.000 colectivistas y los 150.000 habitantes que no lo eran y esto con un
frente muy próximo y la necesidad estratégica de mantener a los milicianos.
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La dialéctica del general Líster
En enero de 1937 hubo elecciones municipales, con los siguientes resultados: la
CNT, ostentaba un 51,5% de los ediles frente al 27,1% de la UGT y el resto para los
partidos políticos. Entre éstos, Izquierda Republicana tenía el 9%, el Frente Popular
—sin más especificación— un 6,5%, el PSOE 2,4%, Unión Republicana 2%, y el
partido comunista con el 0,75%. El PC se repartía así: 0,8% en Huesca, 0,4% en
Teruel y 2% en Zaragoza —concretamente sólo en Caspe tenía un 5,55%[21].
Datos interesantes porque en agosto de 1937, en una aplicación maravillosa del
materialismo dialéctico, la división del general comunista Líster intervino para
disolver el Consejo de Aragón y destruir las colectividades con una orden oral del
socialista Indalecio Prieto. Era una intervención presuntamente liberadora[22].
Líster restablecía la pequeña
propiedad agrícola (kulak en el
vocabulario del PC) que en el mismo
periodo en la URSS acababa de ser
anulada con un casi total exterminio de
este tipo de campesinado. No pocas
colectividades se volvieron a formar tras
la salida de Líster, pero el entusiasmo
había decaído.
La intervención de Líster fue un
problema, incluso para los propios
comunistas como lo evidencia este
testimonio (con la debida diplomacia
propia de un texto oficial) de 1937 de
José Silva, secretario general del
Instituto de Reforma Agraria:
Cuando el Gobierno de la
República disolvió el Consejo de
Aragón, el Gobernador General quiso dar satisfacción al hondo malestar que
latía en el seno de las masas campesinas disolviendo las colectividades. Tal
medida constituyó un error gravísimo que produjo una tremenda
desorganización en el campo. Los descontentos con las colectividades, que
tenían razón para estarlo si se tienen en cuenta los métodos empleados para
constituirlas, amparándose en la disposición del gobernador, se lanzaron a su
asalto, llevándose y repartiéndose todos los frutos y enseres que tenían, sin
respetar a las que, como la de Candasmo, habían sido constituidas sin
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violencia ni coacciones, tenían una vida próspera y eran un modelo de
organización. Cierto que el gobernador perseguía reparar las injusticias que se
habían cometido y llevar al ánimo de los trabajadores del campo la convicción
de que la República les protegía. Pero el resultado fue completamente
contrario. La medida acentuó aún más la confusión y las violencias se
ejercieron del otro lado. Como consecuencia, se paralizaron casi
completamente todas las labores del campo, y, a la hora de llevar a cabo la
sementera, una cuarta parte de la tierra no estaba preparada para recibirla[23].
Esta declaración se puede reforzar con tres elementos. La propaganda anterior del
PC afirmaba que los aragoneses estaban oprimidos por la autogestión. Pero después
del paso de Líster el PC recogió algunos testimonios[24], que eran tan pocos que no
los publicó. Así, el informador comunista de Castejón de Monegros afirmaba:
«Mariano Olona, presidente de la CNT, elemento peligrosísimo. Presente en esta
localidad y en su domicilio se hospedaban los de la seguridad con el fin de implantar
el comunismo». (Otra prueba de que el PC admitía derechistas en sus filas).
Oficialmente el PC de Aragón dio lugar a un retroceso: «Los comunistas no
podemos negar nuestra esencia revolucionaria y hoy, por lo tanto, debemos prestar la
mayor atención a la organización colectiva del trabajo, como primer paso para la
creación de una España libre y fuerte[25]».
En el acta mecanografiada de una «reunión de delegados sociales de Aragón» en
Caspe, 7-II-1937 se lee: «[Delegado de Huesca] Se han cobrado 35.000 pesetas de las
60.000 que debía una colectividad en el pueblo de Sena. Respecto a las colectividades
que se disuelvan por sus métodos condenables, hay que aprovechar antes de su
disolución para cobrarles o hacerles pagar los débitos que tengan con el Instituto, ya
que de no aprovechar esta ocasión no habrá medios de cobrarles». «[Delegado de
Mora de Rubielos] En Monteagudo del Castillo el Consejo de Individualistas
devuelve el ganado y las tierras a los facciosos y les recogen 6000 pesetas a los
colectivistas, que le habían entregado “bajo pretexto y el miedo de que vinieran los
otros”. Pide que en la prensa se den orientaciones de cómo deben organizarse las
Juntas Calificadoras para que en los pueblos se enteren de esto, ya que hay muchos
que no lo saben». «[Delegado de Zaragoza] Se han reorganizado colectividades en:
Bujaraloz, en Candasnos, en Peñalba, la Almalda, Castejón de Monegros, Lécera,
Azuara, Pina, Sástago y otros[26]». Tenemos tres afirmaciones fundamentales: la
continuación, en febrero de 1938, de la campaña anti-colectivista, la desviación
política que provocó y la persistencia de la autogestión pese a los obstáculos.
Es importante subrayar las opiniones en los testimonios (anexos VI y XI) de que
las colectividades que se rehicieron eran mejores, con gente más decidida y, allí
donde pudo haber excesos, fue casi imposible recrearlas. Con respecto a este último
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punto, se puede reproducir la lista de
colectividades que se formaron de nuevo
—de acuerdo a fuentes cenetistas—:
Alcolea, Alcorisa, Calanda, Gelsa, Más
de las Matas, Peñalba, Pina[27] y la
comarcal de Barbastro con unos treinta
colectivos.
Esta reorganización es más
admirable aún cuando se piensa que la
CNT dejó hacer, como lo declaró el
mismo Joaquín Ascaso: «Pese a la
opinión derrotista de la CNT, habríamos
defendido con las armas en la mano
nuestro Consejo, porque así entendemos
la revolución, y hemos quedado hoy los
mismos anarquistas y revolucionarios
que éramos antes[28]».
Con un reduccionismo que descarta
todos los factores específicos de Aragón,
podemos tomar la crítica del anarquista francés André Prudhommeaux: «Allí donde
el reparto por su sencillez puede tomar el aspecto del trueque, allí donde los poblados
se reducen a unas familias, al pueblo, a los campos, la expropiación capitalista ha
sido completa. Los campesinos no han demostrado con ello su superioridad
ideológica, sino que se han encontrado en condiciones generales tales, que la
organización colectiva de la producción sólo se podía conseguir con la normalización
comunista del reparto. Es el reparto de los productos agrícolas lo que ha guiado a los
campesinos en la sindicalización de la producción. No podían actuar de otro
modo[29]».
Justamente, los cambios que se pueden introducir en ciertas situaciones son
fáciles, con el fin de pasar de la miseria, impuesta por el capitalismo, a la satisfacción
de una serie de necesidades urgentes y elementales diarias. No decía otra cosa el
Comunismo libertario de Isaac Puente. La colectivización aragonesa estaba basada en
la producción agrícola nacional —trigo, azúcar de remolacha—, con una población
sin necesidades «modernas» (bienes de consumo refinados, distracción, reposo, etc.).
El trueque, la economía de guerra, podía aplicarse bastante fácilmente (pero no hay
que exagerar en este sentido). Levante y Cataluña, en cambio, eran regiones con
clases sociales menos contrastadas, con exportaciones e importaciones nacionales e
internacionales, agrícolas e industriales, en las que la colectivización planteó
problemas más difíciles, y por lo tanto más interesantes.
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Valencia según el esquema cenetista catalán
Allí el 19 de julio tuvo un cariz muy particular, los militares estaban sitiados en
sus cuarteles, sin salir ni rendirse, ante las fuerzas populares, que realmente no podían
atacar ya que no tenían armas. Había sido declarada la huelga general y se había
formado un comité integrado por el Frente Popular y la CNT. El Gobierno aseguraba
que la guarnición era leal y mandó una Junta pidiendo el cese de la huelga.
Mientras tanto, el Comité Nacional de la CNT en Madrid pedía armas al
Gobierno; ante la negativa del mismo, la CNT del Centro y de Cataluña mandaron
pertrechos a Valencia. Allí tanto la Junta como el Comité no querían armar al pueblo.
Más aún «la CNT y la UGT habían ordenado la vuelta al trabajo» a excepción de los
obreros del Transporte. Pero los trabajadores se negaron a cumplir la orden. La
decisión confederal de ir al asalto de los cuarteles despejó definitivamente la
situación. Deducimos de estos hechos significativos que el Gobierno hizo cuanto
pudo para frenar y controlar todo poder extraño al suyo. Como en Cataluña, la CNT
se preocupó más por las alianzas que por las conquistas sociales, decidiendo el
retorno al trabajo, que tuvo que aplazar ante la exigencia de los obreros de atacar.
Paradoja inquietante en un organismo proletario.
Teniendo en cuenta que la ponencia que dictaminó sobre el problema del campo
de Cataluña abarca en gran parte los deseos de los campesinos de Levante, esta
ponencia, suscribiéndola, ha acogido los puntos que ha considerado favorables y los
somete a la aprobación o consideración del Congreso.
1. La Federación Regional de Campesinos declara incompetente al Instituto de
Reforma Agraria en lo que se refiere a las incautaciones, y expone que las
incautaciones y facilitaciones de créditos y jornales sean controladas y facultadas por
la CNT y la UGT, cuyos organismos formalizarán un convenio para el total control de
la industria campesina. […]
6. Si se tiene la posibilidad de establecer en el pueblo la socialización sin peligro
de rozar con las dificultades que hemos señalado, deberán proceder a establecerlo con
carácter general e inmediato, y si la mayoría de los campesinos de un pueblo no
comparte o haya quien no comparta el criterio, los sindicatos respetarán el cultivo de
los pequeños propietarios en la forma dicha (*) y procederá a la incautación del resto
de las tierras bajo el control de los sindicatos.
(*) se les respetará en principio el cultivo de las tierras siempre que esto
no obstruya o dificulte el desarrollo debido a los núcleos que se socialicen.
[…]
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8. Como final del dictamen y como fiel interpretación del amplio federalismo que
defendió siempre la CNT, cree oportuno esta ponencia recabar la más amplia libertad
para cada localidad campesina, para la elección de forma y oportunidad de llevar a
cabo los anteriores acuerdos[30].
Maderas de Alcoy dice que la mayoría de las delegaciones que han votado el
séptimo punto lo han hecho por ser de reciente creación y desconocer las normas
confederales. Y son los pueblos que las conocen los que tienen que levantarse para
impugnar[32].
[Segorbe sobre el punto segundo] yo tengo que decir que todo este pleno,
desgraciadamente mal orientado por el Comité Regional, se está desenvolviendo en
un ambiente netamente reformista[33].
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Y en un pleno campesino de diciembre de 1936: «Las diferencias entre el
campesinado y los trabajadores de la capital no deben de seguir[35]».
Unos meses después, las críticas dejaron paso a las armas. El motivo partió,
curiosamente, del Ministerio de Comercio, a cuya cabeza estaba el cenetista levantino
Juan López. Un decreto suyo incautaba todas las exportaciones al extranjero. Los
colectivistas no lo aceptaron y el gobierno mandó la fuerza pública.
Para darse cuenta del nerviosismo y la mutua desconfianza entre policías y
colectivistas, entre colectivistas y la CNT, ofrecemos una descripción de este
choque[36].
El día 8 de marzo de 1937 en Vilanesa (Valencia)
hubo tiros entre policías y cenetistas a causa de la
propiedad de un local. Al cabo de unas horas las
cosas se apaciguaron y los policías se fueron del
pueblo. Mientras tanto, otros cenetistas de la
comarca habían acudido, y al ver a los guardias los
atacaron. Valencia mandó refuerzos y llegaron más
cenetistas. El Comité Nacional de la CNT, que se
encontraba al igual que el gobierno en Valencia,
mandó una delegación para que cesara el fuego y se
puso al habla con el ministro de la Gobernación
Angel Galarza, poco amigo de la CNT. Pese a que
todo ocurriera en un radio de unos 15 kilómetros y
que funcionasen los medios de transporte y de
comunicación [«de Valencia al lugar de los hechos
hay diez minutos de coche»], horas después seguía el asunto como en el primer
momento, entre tiros y treguas. En Vilanesa, Alfara, Moncada y Gandía había
tiroteos; en Utiel se daba órdenes de huelga. La Columna de Hierro amenazaba con
volver a la retaguardia[37].
Finalmente se llegó a un acuerdo (el resultado práctico fue 4 muertos entre los
cenetistas y 11 entre los policías) no sin reticencias:
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120.000[38]. Después de algunos «momentos de nerviosismo» se llegó a un acuerdo
para pedir la liberación de los presos, la movilización al frente de la guardia de Asalto
y la devolución de las armas. Antes, el Comité Nacional había justificado su postura
y pedido disciplina («órdenes […] no se creían ni acataban»). El funcionamiento
interno de la CNT se hacía pues autoritario.
Paralelamente a estos acontecimientos, el Partido Comunista había emprendido
una campaña de agitación antianarquista[39], con el apoyo de la burguesía
republicana. De las polémicas verbales y escritas se pasó a verter sangre. Se hizo
evidente en mayo de 1937 en Barcelona, con el asesinato de Camilo Berneri y su
guardaespaldas Francesco Barbieri[40], portavoz de la oposición anarquista a las
dejaciones y los compromisos de la CNT-FAI.
Como en mayo de 1937 en Barcelona mostró que el CN de CNT dejaba hacer, en
Aragón los cenetistas aragoneses no tomaron las armas para defenderse (anexo XI).
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Capítulo 4
Trasfondo económico
La CNT-FAI había previsto la aplicación inmediata de su programa económico-
social. Se usaba un adjetivo, «totalitario», cuyo sentido en la época no tiene nada que
ver con el actual; significaba global, total. Pese al cambio de orientación de las altas
esferas, la base siguió fiel al criterio anarquista:
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guerra. Las citas que siguen son el eco de estos problemas acuciantes:
Las tres quintas partes de los mercados de consumo interiores están en manos de
los facciosos […]. Casi las dos terceras partes de nuestros trabajadores (en Cataluña)
viven en régimen de subsidio más o menos disimulado[3].
[En Cataluña] hay una cantidad extraordinaria de empresas colectivas y
particulares cuyos obreros se pasan la mayor parte de la jornada sin hacer nada[4].
Sea por escasez de víveres, o motivado por el espíritu egoísta de los comerciantes,
el precio de los artículos de consumo ha aumentado en una proporción notable desde
que empezó la lucha contra el fascismo[6].
El escandaloso precio de las subsistencias[7].
Hay fenómenos que nos recuerdan el desbarajuste capitalista y que son los
siguientes […]:
1. Los campesinos y colectividades agrarias no reciben por sus productos más que
lo que recibían antes del 19 de julio de 1936 […]. Los precios de los productos
industriales están subiendo de una manera vertiginosa.
2. Las diferencias injustificadas entre los ingresos de los trabajadores. Las
empresas colectivizadas pagan 120 o a lo sumo 140 pesetas de jornal semanal y las
colectividades rurales, 70 pesetas en promedio. Los obreros de las industrias de
guerra cobran 200 y más pesetas semanales. No sería nada extraño, por consiguiente,
que las colectividades pierdan [sic] fuerza de atracción entre los trabajadores.
3. Muchas mercancías no pueden obtenerse en el comercio público […]. Nuestra
economía no es, además, tan uniforme y completa como la rusa[9], porque nuestras
colectividades, nuestras cooperativas, etc., en la ciudad y en el campo, apenas
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abarcan la mitad de toda la economía del país. Una parte considerable está aún en
manos de la pequeña burguesía. Claro está que la situación de ésta no es, en muchos
casos, hoy día mejor que la de los trabajadores; pero sus maquinarias comerciales se
sustraen al control de las organizaciones proletarias. El letrerito de «controlado por
UGT-CNT» es, en la mayoría de los casos, más ficticio que efectivo.
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—Esto no se puede precisar. Desde luego que lo más seguro es que se modifique
algo a base de superar el sistema. Todo lo que se ha hecho ha sido inmediatamente y
como ensayo. Durante los primeros días se daban vales para poder adquirir lo que se
necesitaba. Más adelante se hizo este papel moneda (el cual nos enseña), y ahora
hemos adoptado la forma del carnet de productor. Hasta ahora, esto es lo mejor de
cuanto hemos puesto en práctica[11]. no debiendo buscarse el estímulo de los
trabajadores en la producción por el sistema de una mayor retribución según
categoría de trabajo a realizar, ya que hay otros medios de obtener del productor su
normal rendimiento, según sus fuerzas y capacidad, desvinculados en absoluto del
que implicaría hacer depender esa atención de necesidades de la suerte de un
acoplamiento en jerarquías mejor retribuidas en la escala de salarios. Y decimos
suerte, por cuanto en el caso de una especialización cada vez más generalizada la casi
totalidad de los obreros llegarían a estar en condiciones de exigir tales retribuciones
[…][12].
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mujeres[19]». Un ex cenetista explicó «pagábamos diez céntimos a las mujeres y
quince a los hombres. Pagaba menos la mujer, porque por regla general, la mujer en
aquella época estaba considerada inferior al hombre y ganaba menos que el hombre.
Que cobrara menos la mujer era una injusticia porque tenía las mismas necesidades
que el hombre. Pero la CNT también recogía esto[20]».
Gastón Leval recoge el parecer de la época:
La gran crítica es que las mujeres nunca fueron consideradas como iguales a los
hombres, pese a algunos reproches de Mujeres Libres.[22] Las comunistas y
socialistas también protestaron, en balde. De todos modos, la igualdad de salarios
entre el hombre y la mujer tiene que ir acompañada de la participación de los
hombres en las faenas de la casa y la educación de los hijos, para que la igualdad sea
real.
Hubo oposición de algunos trabajadores de la CNT, sea por discrepancia teórica,
sea por la presión del nivel de vida. Así en Paret del Valles, dos jornaleros de la CNT
se dieron de baja de la misma y de la colectividad para ingresar en la UGT «porque
no querían trabajar por seis pesetas diarias[23]». En Carabaña (Madrid) la colectividad
aumentó los jornales hasta 15 pesetas, cuando en las otras era de 6 u 8; después por
intervención de la federación regional se redujeron a 10 para evitar un desequilibrio.
Pero el problema más grave fue el de los técnicos: se formó un doble movimiento.
Por una parte, hubo cierto resentimiento de los trabajadores manuales, que se
manifestó bajo la forma de reprochar a los técnicos los altos salarios cobrados antes
del 19 de julio, y de negarse, por lo tanto, a aceptar más aumentos para los técnicos:
«Otro delegado de Cataluña se lamenta de que una vez más, entre las muchas que ya
se han dado, van a ser los técnicos quienes sufran más perjuicios que nadie, pues
desde el 19 de julio de 1936 son a los únicos a quienes se les ha rebajado el
sueldo[24]».
Por otra parte, la política de la UGT de alza de los salarios elevados dio lugar a
una «maniobra» «para fomentar que se marchen éstos y dejen solos a los obreros
manuales[25]».
Se adoptó una solución mixta cuyo exponente es la de ferrocarriles de Cataluña:
a) remuneración única de 5000 pesetas al año; b) a fin de preservar un interés para el
personal técnico, se establece un suplemento de 2000 pesetas anuales[26].
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La CNT siguió y justificó esta directriz durante el congreso económico ampliado
de enero de 1938 en Valencia:
Reconociendo necesidades
complementarias entre las diversas categorías
profesionales, propugnamos, igualmente, el
reconocimiento circunstancial[27] de las
mismas, si bien debiendo tender en el
porvenir a borrar las diferencias retributivas
entre los trabajadores.
Por lo tanto, en atención a estas
elementales consideraciones, proponemos al
pleno […]:
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agrónomo en febrero de 1939[32].
La UGT no podía experimentar las mismas contradicciones que la CNT, puesto
que el marxismo acepta el escalonamiento de los salarios. Así en Cataluña, antes del
tercer congreso de la UGT se escribía: «El congreso se ha de pronunciar
categóricamente contra el salario único y contra el llamado salario familiar, por
considerarlos antieconómicos y en contradicción absoluta con las necesidades de la
vida diaria de los trabajadores[33]».
Se observa el retraso de dicha orientación, ausente en 1936. Una crítica más clara
es la siguiente:
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trabajo cualificado y el no cualificado existirá aun bajo el sistema socialista, e
incluso después de la supresión de las clases que solamente bajo el
comunismo deberá desaparecer esta diferencia. Por esto, incluso bajo el
socialismo, «el salario» debe ser pagado según el trabajo rendido y no según
las necesidades[36].
La organización de la autogestión
Muy pronto, la CNT trató de definir su postura en un plano global de economía
privada y autogestionada. «Las organizaciones obreras, particularmente la CNT, así
como el movimiento anarquista, deben aprestarse a realizar toda una obra de
reconstrucción económica, que habrá de ir desde la colectivización hasta la
socialización de las tierras, de las minas y de las industrias[38]».
Peiró definió mejor el concepto:
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Si la socialización es operada por el Estado, entonces no es más que un
hecho de nacionalización; si son los sindicatos los que producen la
nacionalización de la riqueza, es decir, de sus fuentes creadoras,
indudablemente, el hecho es igual a socialización. La diferencia, en todo caso,
consiste en que de hecho lo opere el Estado o lo produzcan los sindicatos, a
este propósito, no hay más problema que éste que los sindicatos se pongan en
condiciones de capacidad […]. ¿Están los sindicatos en condiciones para la
magna función socialista? […]. Yo digo resueltamente que no. Y no lo están
porque la economía de las industrias, estrechamente ligada con la economía
del agro, es una sola en y para todas las latitudes de España. Una buena
prueba de ello la tenemos en los fenómenos económicos que está produciendo
la guerra, pues la desarticulación de la economía del país […], más que a la
guerra en sí, débese a que económicamente media España está incomunicada
con la otra mitad […]. Las federaciones Nacionales de Industria, concebidas y
tantas veces propulsadas en los medios confederales, han sido adoptadas por
la UGT, lo que quiere decir que, admitiendo que esta central sindical llegara a
desentenderse del Partido Socialista Obrero Español, los sindicatos ugetistas,
caso de decidirse éstos a ir a la socialización al margen del Estado, estarían
bien situados para llevar a cabo esta obra transformadora […]. Cuando
hablamos de socializar, sólo contadas industrias localistas pueden escapar a la
necesidad de realizar el hecho nacionalmente, y en este caso lo primero en
que hay que pensar es en los órganos adecuados para la socialización: las
Federaciones Nacionales de Industria, para no ir más allá de esa parte de la
economía[39].
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La reacción vino de la misma base:
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ocultar. Pero, en este primer período sin embargo es la única manifestación de
continuidad de la vida, ya que los patronos por un lado y los sindicatos por otro no
emprenden nada. Y la vida no puede pararse. […]
Conocemos casos, en Barcelona, en que los representantes del sindicato que
trataban de tomar contacto con los comités de fábrica deficitarios y que no tenían que
serlo —fueron recibidos con las armas en la mano. En otros casos, en que la
intervención estaba justificada por un excedente de beneficios que habrían podido
utilizar para ayudar empresas involuntariamente deficitarias, ocurrió lo mismo […].
La gran lección de esta experiencia, que se extiende sobre tres años, es que en su
conjunto (admitiendo sin embargo que hubiera algunas excepciones de las que no
tuvimos conocimiento) los comités nacidos de la revolución […] dieron resultados
absolutamente negativos que llevaban la economía a la ruina y daban vida a nuevas
formas de egoísmo y de explotación. Por lo que respecta a los sindicatos, cuando
osaron socializar, sea en Madrid como en Levante o en Cataluña, se comprueban
satisfactorios éxitos en la economía, la libertad, la justicia[44].
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Y, en la CNT, a finales de 1937 comenzó una propaganda a favor de un
certificado de trabajo confederal, con el lema y pretexto de que: «A ningún verdadero
trabajador puede importarle que se exijan todos los informes necesarios para
comprobar su adhesión a la causa del pueblo[48]».
Lenin había escrito casi lo mismo: «Cada obrero tiene un carnet de trabajo. No le
humilla este documento, aunque hoy, indudablemente, es un documento acreditativo
de la esclavitud asalariada capitalista[49]», lo que cuadraba con su teoría del sindicato
único y obligatorio y explica la aplicación de la libreta profesional en todos los países
que se proclaman marxistas.
El último paso se dio en el congreso económico ampliado de 1938 en Valencia: en
caso de ser despedido varias veces —¡de las fábricas confederales!—, al obrero «se le
registrarán sus antecedentes en los carnets del trabajo y sindical, dejando a discreción
del sindicato afectado las sanciones de suspensión temporal en el trabajo que haya de
imponerle, expediente que se recomienda en última instancia[50]».
Tantas creaciones de Federaciones de Industria y tanto control de militantes se
llevaban a cabo sin que nadie controlara a los dirigentes. UGT, que más que
discrepancias como ocurría en la CNT y en la FAI, sufría de una escisión (el PSOE ya
la conocía entre Caballero y Prieto), entre la rama caballerista y colectivista y la rama
comunista favorable a la industria privada.
No obstante, la comisión ejecutiva de la UGT decretó «tomar medidas enérgicas
contra los sindicatos que incumplan lo establecido por el gobierno[51]». Por su parte,
M. R. Vázquez —crítico y luego fanático de la libreta de trabajo— anunciaba a las
regionales «la militarización de la electricidad y la reintegración de las compañías de
capital al extranjero[52]».
La prueba de que la base no tenía ningún control aparece en el siguiente juicio de
M. R. Vázquez: «En España había dos potencias económicas: una de los judíos y la
otra de los jesuitas. La de los judíos era capital extranjero casi todo. La de los jesuitas
aparecía en la mayoría de los casos como capital nacional[53]».
Cualquier militante hubiera dicho que la generalización étnica era absurda, ya que
la mujer de Kropotkin era judía, que Nettlau —historiador anarquista especializado
en España— lo era también, que muchos judíos formaban grupos anarquistas en EE
UU, que los hubo en las guerrillas de Makhno. El error personal se convirtió en culpa
colectiva cuando M. R. Vázquez rechazó en nombre de la CNT una posibilidad de
atraer a los judíos de izquierda, con un enfoque claramente racista: «Es necesario
puntualizar que nosotros no podemos levantar bandera ni trabajar para derogar el
viejo edicto que determina la expulsión de los judíos de España y abrir las puertas de
ésta a todos los que quieran venir y establecerse aquí. Y no puede ser porque sería
indudablemente una de las decisiones más antirrevolucionarias que pudiéramos
adoptar. Sabemos perfectamente que de inmediato se establecería un capitalismo de
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enorme importancia aquí, reviviendo por ello, y en su consecuencia, los viejos
sistemas de explotación […]. Al margen de este problema de principio, puede hacerse
todo el trabajo de atracción, propaganda y divulgación que se quiera en el ambiente y
medios sefardíes, aunque tenemos que convenir que ningún judío es fascista[54]».
Es demencial que un líder cenetista pueda defender un edicto de 1492 de los reyes
católicos, que iba acompañado de otro que imponía la Inquisición a todo el reino.
Cierto número de sefardíes había vuelto a España con la Segunda República y
algunos lucharon con los republicanos, como el turco J. M. Estrugo[55].
Cullera dice que se debe crear una comisión de estadísticas que debe
regirse por partidas, y éstas, aunadas, formar la local, rigiéndose por
federaciones comarcales, provinciales y regionales[56].
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en Levante, secciones de cría de gallinas y conejos en muchos pueblos, sin contar la
repoblación forestal y el regadío, que también se acentuaron.
La obra cultural es inseparable de la guerra en la medida en que es gracias a la
posibilidad de autogestión y a la lucha contra el capital por lo que pudo realizarse.
Así, en la mente del colectivista todo coexistía en un mismo plano: autogestionar el
pueblo, alistarse en las milicias, crear una escuela de tipo Ferrer i Guardia y dar
clases sobre anticoncepción.
Castelserás manifiesta que una de las primeras cosas que se han tenido en
consideración en este pueblo, ha sido la puesta en marcha de las escuelas, ya que los
niños de hoy, que serán los hombres de mañana, deben ser debidamente orientados y
educados[59]…
…adaptar la escuela al niño y no éste a aquélla, como ha venido ocurriendo […].
Nuestra escuela no necesita hacer prosélitos de una doctrina ni de un credo
determinado; le basta hacer hombres de las condiciones antes señaladas y con un
fuerte sentimiento de libertad, porque tenemos la seguridad de que siendo así
necesariamente estarán a nuestro lado, formando en nuestras filas[60].
* * *
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de la CNT, es el de sacrificarse, el de trabajar lo que haga falta[64]».
La primera gran crítica fue la de los campesinos:
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del sindicato. El sindicato, creador de la colectividad, tiene el deber de controlar a
ésta a los efectos de que no sean mistificados los principios revolucionarios que
llegaron a crearla y darle vida[69].
Con violencia o sin violencia, las colectividades deben depender del sindicato,
formando el verdadero concepto sobre el régimen de propiedad que ha de
prevalecer[70].
Por supuesto hubo casos en los que la huelga —el arma natural de los explotados
— fue la solución:
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control[76]». «El valor de las estadísticas en el campo[77]». «Sección de estadísticas:
circular (las colectividades no contestan debidamente[78])».
La UGT parece haber tenido tantos problemas como la CNT, tal y como resalta
una circular del Bajo Llobregat, sin duda de febrero-marzo de 1938: «Estimados
camaradas: Como estaba anunciado celebróse el pleno de los sindicatos de nuestra
comarca. Este pleno hubo necesidad de suspenderlo el pasado día 26 por falta de
asistencia de la mayoría de los sindicatos que integran esta federación comarcal y
hubo necesidad de celebrarlo el día 2 del presente, faltando también un buen número
de sindicatos […]. Causa vergüenza constatar que, después del tiempo transcurrido,
el 80% de los sindicatos de la comarca aún no ha cumplido con esta obligación tan
necesaria para la buena marcha de este comité».
De todos modos, la dificultad de recoger estadísticas no explica la incapacidad de
cada sindical y del propio gobierno republicano para dar cifras globales sobre el
número de colectivos en los diferentes sectores de la economía y sobre los
colectivistas y sus familias. Sin embargo sí hubo encuestas[79], pero parece que nadie
publicó los resultados. Huelga decir que las cifras barajadas en el exilio[80] son
fantasiosas.
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Observaciones: Hambresin tomó este dato en fuentes anarquistas —pero sin
citarlas— equivocándose de colectividad [!]. En efecto, cuenta Souchy que en la
colectividad de Albalate de Cinca una mujer quería ir a Lérida para consultar a un
médico especialista y que el comité exigía que tuviese un certificado del médico de la
colectividad, alegando que la gente solía abusar de los permisos para salir. Souchy
concluía que la opinión del médico hubiera resuelto el problema[82].
Ahora bien, en Membrilla ocurrió precisamente lo contrario, el narrador escribe
que una mujer pidió permiso para consultar a un especialista en la capital y «sin
tergiversaciones burocráticas recibió inmediatamente el importe de su viaje[83]».
Además, refiere Kaminsky[84] para Alcora, que se podía viajar sin dificultades. En
abril de 1937 se dio curso a una circular de la federación regional de Aragón para
pedir que cada colectivista que cambiara de colectivo fuera con una autorización con
el fin de evitar conflictos[85]. Campo Libre, describiendo la colectividad de Villas
Viejas[86], precisaba que los viajes considerados útiles se reembolsaban y los demás
estaban a cargo del viajero.
Este detalle falsificado demuestra otra vez la oposición deliberada a la
autogestión.
El problema fundamental, piedra de toque de todos los incidentes, fue el de los
pequeños propietarios. Claro está, el PC provocó discrepancias, pero la autogestión,
como forma económica, se proponía y se propone eliminar la pequeña propiedad. Por
lo tanto es importante evitar las generalizaciones que compliquen o simplifiquen un
problema ya bastante falseado por el leninismo con la teoría de que los campesinos
primero quieren la tierra individualmente y sólo después aceptarían la cooperación.
Una primera constatación es que en no pocos casos los colectivistas eran
pequeños propietarios que reunían sus tierras. Ahora bien, es verdad que eran una
minoría a la que siguieron, al principio, los otros campesinos, ya sea por entusiasmo,
ya por presión y oportunismo. Se trata de una primera etapa que llega grosso modo
hasta 1937.
A partir de 1937, debido a la actitud de los republicanos y del PC, debido también
a las leyes, ya no es obligatorio u oportunista seguir a la minoría colectivista.
Comprobamos que surgen conflictos (Vilanesa, la Fatarella, Cullera) sin embargo los
colectivos no sólo se mantienen sino que se multiplican en Castilla, Santander y
Levante.
Por lo tanto, la autogestión fue una realidad aceptada y adaptada a cada situación.
El mismo hecho de que el gobierno de Madrid y el PCE recurriera a un general para
deshacer la colectivización de Aragón es demostrativo de las profundas raíces que
tenía la colectivización. Otra prueba consiste en los libros de actas de las
colectividades: en los tres consultados de Salamanca observamos ingresos tardíos,
progresivos, lo que demuestra que con la reflexión y la experiencia los campesinos se
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convencían. La Torre (Valencia) constituida el 17 de septiembre de 1937, tuvo
ingresos el 14 de octubre de 1937, el 2 de diciembre de 1937, el 22 de diciembre de
1937, 20 de enero de 1938; Villacañas (Toledo), colectivo CNT-UGT tuvo ingresos el
25 de abril de 1937 y el 26 de diciembre de 1938; Campo Leal (Ciudad Real) tuvo un
ingreso el 26 de enero de 1939. Se ha acusado a los colectivos de no ceder las tierras
de los excolectivistas que volvían a la vida individual. De los documentos
consultados, parece que, por el contrario, hubo una amplia y total libertad[87]. Sin
embargo, en la UGT de Alicante en un congreso de febrero de 1938, se dio la
decisión de no ceder «nada de las tierras colectivizadas a los descontentos que
quieran separarse de la misma por causa que no tenga una justificación reconocida
por dicha colectividad[88]».
De hecho, de la misma documentación del PC de Aragón, se desprende que
fueron los que salían de los colectivos quienes abusaban, llevándose más de lo que
aportaron.
Otro problema grave fue el de los conflictos entre colectivos, sobre todo
indirectamente. Los conflictos directos fueron el de Albalat del Luchador ya citado y
otro, inventado en el exilio para J. Llop: «Si Balsareny y Ascó hubieran realizado
enteramente sus proyectos hidráulicos […] podía llevarnos a un conflicto mayúsculo
por la disputa del líquido blanco[89]». Los conflictos indirectos fueron —según
nosotros— la oposición entre regiones (lo que no concierne a la autogestión) Aragón
y Cataluña en torno, por ejemplo, a la electricidad[90] y, finalmente, el comercio que
mantenían varias colectividades con el Estado en lugar de hacerlo a través de la
comercialización sindical[91].
Los abusos económicos entre colectivistas[92] y de poder en el colectivo tuvieron
su importancia. Antes, no debemos olvidar que, como en Liria, no todos los
colectivos eran perfectos: hubo «confusionismo» en Teresa de Cofrentes[93],
«caricatura de colectividad» en Corral de Almaguer (Toledo)[94], pero en conjunto la
crítica es rara.
El problema del abuso del poder por parte del comité de la colectividad se habría
planteado a la larga y ya aparece en los estatutos:
Serán obligatorios para los cooperadores los acuerdos adoptados por el consejo de
administración[95].
El consejo será elegido por plazo de cuatro años y se renovará (la mitad en
diciembre de 1939 y la otra en diciembre de 1944).
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Las sanciones que aparecen en los libros de actas son comprensibles
(alcoholismo, «imprudencia con una compañera») o francamente inquietantes: «Se
aprueba sea sancionado con una peseta [el jornal era 5 o 6] a todo colectivista que
falte a las asambleas que semanalmente se vienen celebrando»; «por su forma de
comportarse para con el consejo en la presente reunión», «expulsado por indeseable».
Pero haría falta tener un muestrario mayor.
¿Defectos provisionales a causa de la guerra? ¿Comitecracia inevitable? No se
puede zanjar el problema. Estos problemas existieron y se combatieron en un marco
económico indiscutiblemente más justo y más rico que el de antes de la autogestión.
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Capítulo 5
Muchas veces la guerra fue el pretexto para una presunta unidad contra el
fascismo, guardando armas en la retaguardia para atacar al futuro enemigo de
mañana.
Dos ejemplos, el primero de septiembre de 1936 en Aragón que vale tanto para la
retaguardia como para la vanguardia.
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comunicaciones con la provincia de Madrid. Al mismo tiempo se
desencadenaría otra ofensiva por Guadalupe para cortar las carreteras
próximas a la capital. Para esa operación doble podíamos reunir cuarenta mil
hombres. Los rusos que me visitaron todos los días para hablar de la guerra y
darme noticias sobre el envío de armamento, vieron bien el proyecto y me
propusieron nombres de jefes de brigada, todos ellos comunistas, para los
mandos de las unidades que debían operar. Pero el Estado Mayor y yo ya
teníamos designadas las personas para dichos mandos. Se preparó lo
necesario: depósitos de material, intendencia, sanidad, etc. Encargué que
pidieran al jefe efectivo de aviación [los aparatos, los pilotos y los jefes eran
soviéticos] una nota escrita del número de aparatos que se podrían emplear y
contestó que podíamos contar con diez aviones. Para cooperar a una ofensiva
del ejército de cuarenta mil hombres y diez aparatos; lo interpreté como una
manifestación de represalia por no haber facilitado mandos a los
comunistas[2].
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En los primeros momentos de confusión, al producirse el levantamiento
faccioso, ninguna organización, excepto el Partido Comunista, se atrevió a
gritar el respeto a la pequeña propiedad[5].
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aeronáutico[13].
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Capítulo 6
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personas, debe ser considerada como un máximo para la CNT y la UGT.
Levante. Nuestra estimación es de 503 colectivos como mínimo en la agricultura,
que afectarían a 130.000 personas. En la industria la cifra mínima e hipotética es de
30.000, que como en el caso del Centro es razonable.
Total. 758.000 colectivistas en la agricultura y 1.080.000 en la industria.
Tenemos, por lo tanto 1.838.000, cifra mínima como explicamos al principio.
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Capítulo 7
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religión con la bendición papal[1], cometiendo un auténtico genocidio de clase, con el
auxilio del fascismo italiano y alemán y la complicidad de Gran Bretaña y EE UU,
repitieron la política del aniquilamiento aplicada a los presos de la Comuna de París
por Thiers y el general Gallifet (unos 30.000 fusilados entre niños, mujeres y
hombres, sin contar las detenciones y deportaciones a Nueva Caledonia). Una guerra
social para mantener el capitalismo amenazado por un cambio revolucionario,
saboteado desde dentro por la hegemonía militar soviética que congeló su ayuda en
1938 para afianzar su pacto firmado con los nazis en 1939.
En la base, entre los trabajadores ugetistas y cenetistas, estos problemas eran
menos sensibles. Se creía que la guerra iba a ser asunto de pocas semanas, lo
pregonaba Durruti y la gente se preparaba de acuerdo a esta idea. Había que asegurar
el funcionamiento de la industria para transformarla en industria de guerra y al mismo
tiempo había que asegurar el abastecimiento de las ciudades. Y así se hizo; no
faltaron ni leche ni pan (tal y como pide Kropotkin en La Conquista del Pan).[2] En
Barcelona, la CNT y la FAI dieron pautas ya desde el 24 de julio, al organizar una
columna de 3000 milicianos voluntarios para luchar en Aragón, con camiones
blindados, pertrechos, servicio de intendencia y de socorro, etc.
Tan sólo una semana antes los trabajadores llevaban una vida rutinaria y la gran
mayoría había ido a pasar un domingo de julio normal[3].
En Francia, un mes antes y en plena euforia por la victoria electoral de la
izquierda, los trabajadores ocupaban las fabricas para abandonarlas rápido,
engatusados por las promesas sobre la semana de cuarenta horas y una ley sobre
vacaciones pagadas.
Una observadora privilegiada[4] subrayaba:
Sin duda, en los grandes momentos, el entusiasmo desborda las fronteras; se pudo
constatar en aquel mes épico de junio de 1936, y se vio cómo la ocupación de las
fábricas no sólo se intentaba en Bélgica, sino que traspasando el océano hallaba en
Estados Unidos una extensión inesperada. Sin duda también se vio algunas veces una
gran lucha obrera parcialmente sostenida por suscripciones remitidas desde el
extranjero. No obstante no hay estrategia concertada, las planas mayores no unen sus
armas y no plantean la unidad de sus reivindicaciones; incluso, se comprueba a
menudo una ignorancia sorprendente con respecto a lo que pasa fuera del territorio
nacional. El internacionalismo obrero es hasta ahora más verbal que práctico[5].
Los delegados aparecieron poco a poco entre los obreros como una emanación de
la autoridad sindical, y los obreros, acostumbrados desde hace años a obedecer
pasivamente, poco formados en la práctica de la democracia sindical, se habituaron a
recibir sus órdenes. […] En Lille, cuando el comité del sindicato decidió la
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generalización de la huelga, convocó a los delegados para transmitirles la directiva. A
un delegado que ordena un paro en el sector que representa, se le obedece
inmediatamente. Así los delegados tienen un doble poder; poder de cara a los
patrones, porque pueden apoyar todas las reivindicaciones, hasta las más ínfimas o
más absurdas, con la amenaza de la huelga; poder respecto a los obreros, ya que
pueden a su antojo apoyar o no la petición de tal o cual obrero, prohibir o no que se le
imponga una sanción, algunas veces incluso pedir su despido[6].
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comunismo libertario destacaban que la colectivización era para todos, incluidos los
enemigos de la víspera (anexo V). En los pueblos en autogestión se respetaron e
integraron a las viudas, a la familia de los guardias civiles y de los facciosos matados
durante el golpe; todos podían abastecerse normalmente en el almacén de la
colectividad.
De forma muy diferente actuaron y actúan los marxistas leninistas con su
obsesión por el complot y por el sabotaje de los agentes del capitalismo. Encasillan,
fichan, apartan a las generaciones de ex burgueses (como hicieran durante siglos los
católicos españoles con los judíos conversos) y crean categorías sociales de parias (de
origen burgués o kulak, campesino acomodado) cuya redención pasa por la
prostitución moral y física cerca de los peces gordos del Partido. Una práctica banal
en cualquier régimen de tipo medieval y brutal de cualquier época.
Los anarcosindicalistas españoles se valían, ante todo, del ejemplo y de la
fórmula de la I Internacional de que la emancipación de los trabajadores debe de ser
obra de los propios trabajadores. Por eso, se esforzaron en borrar las desigualdades
sociales creando una caja común de compensación entre colectivos pobres y
colectivos rico, entre colectivos agrícolas y colectivos industriales y de servicios. Así
la colectividad de peluqueros de Barcelona financió la adquisición de un motor para
instalar agua corriente en el pueblo de Ascó (Tarragona), motor que sirvió aún
después de 1939.
En cualquier caso no se trató de imponer un conjunto en el que todos tuvieron la
misma dedicación y la misma conciencia. También hubo defectos. Señalo los
principales.
Primero, se dio un ensimismamiento psicológico de cierto número de colectivos
tanto agrícolas como industriales, que tendían a repartirse los beneficios olvidándose
de la situación de guerra y de la oposición a la autogestión. Una suerte de
neocapitalismo de los colectivos que se puede definir como el paso de un patrón a
muchos, la totalidad del grupo de autogestión en algunas empresas. Los sindicatos
anarcosindicalistas reaccionaron estableciendo relaciones entre los colectivos, bajo
amenaza de establecer sanciones como la supresión de suministros. Fue una realidad
y se corrigió.
Otra traba fue la falta de compañeros cualificados para dirigir la contabilidad. Se
organizaron cursillos. En este ámbito, como en la organización y la comunicación de
las estadísticas indispensables para establecer relaciones horizontales y verticales,
hubo deficiencias a causa de la formación inadecuada en el sistema escolar, de la
pérdida de tiempo en contrarrestar la propaganda anti-autogestión, de la presión
incesante de la guerra con las salida continua de hombres a los frentes.
No obstante, se mantuvo la producción agrícola (que no dependía de materias
primas o de piezas procedentes del extranjero, como en la industria) gracias al trabajo
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de los jóvenes de ambos sexos, de las mujeres y de los ancianos.
El marco global de la autogestión dependió de tres factores: la dirección de CNT,
las leyes y el retorno de la burguesía.
El abandono de la autogestión por parte de la dirección de la CNT-FAI fue una
de las múltiples concesiones cuyo resultado se puede sintetizar en esta confesión
pública de mediados de septiembre de 1936:
* * *
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Kropotkin podía decir, poco antes de morir en Moscú (febrero de 1921), que
la experiencia bolchevique mostraba «cómo no hay que hacer la revolución».
Pero ¿cómo hacerla de manera que los medios puestos en práctica para
liquidar la vieja sociedad no se conviertan en otros tantos obstáculos a la
evolución hacia la sociedad comunista? Tal es el gran problema de nuestra
época, y adquirir conciencia de él es la primera condición, el primer paso,
para resolverlo[10].
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línea a seguir con respecto de los políticos. Sin embargo, la mayoría de los dirigentes
cenetistas, bajo influencia o no de la FAI, colaboró con gente que ya se había
mostrado incapaz en relación con los asalariados.
¿Por qué se condujeron en abierta contradicción con respecto de los afiliados de
base? Porque se impregnaron de un enfoque de cúpula y de pensamiento autoritario y
no comprendían el sentido real de una revolución libertaria. Según consideraciones
muy diferentes, un cenetista que se opuso desde julio a las claudicaciones y traiciones
recapacitaba así:
[…] para que nosotros te podamos aceptar, nos debes prometer: 1) subordinar
desde ahora tus intereses personales y aun los de tu familia así como tus convicciones
y manifestaciones políticas y religiosas al interés supremo de nuestra asociación: la
lucha del trabajo contra el capital, de los trabajadores contra la burguesía sobre el
terreno económico; 2) no transigir jamás con los burgueses por un interés personal; 3)
no buscar jamás elevarte individualmente, sólo en provecho de tu propia persona por
encima de la masa obrera, lo que haría inmediatamente de ti mismo un burgués, un
enemigo y un explotador del proletariado, puesto que toda la diferencia entre el
burgués y el trabajador es ésa: que el primero busca su bienestar siempre fuera de lo
colectivo y que el segundo no lo busca ni lo pretende conquistar más que
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solidariamente con todos aquéllos que trabajan y son explotados por el capital
burgués; 4) siempre serás fiel a la solidaridad obrera puesto que la mínima traición a
ella es considerada por la Internacional como el mayor crimen y como la mayor
infamia que un obrero pudiera cometer.[…][14]
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tiempo completo y obligación del trabajo asalariado a media jornada en la
profesión de origen, rotación obligatoria para todo el mundo, cada seis o diez
meses (según la dificultad de la tarea), revocación por la base, en caso de
diferencias de criterios que ya no permiten avanzar.
La autogestión, es también volver a una constatación de los socialistas del siglo
XIX, a cada aumento de salario sigue una recuperación por la patronal con
aumentos de los precios de los bienes de consumo. Por lo tanto, el aumento de
salarios debe acompañarse de una reducción de horarios, de productividad y
años de cotización para el retiro, y del alza de las jubilaciones y pensiones.
La utilización de la informática permite la multiplicación de la información y el
control y el uso por un número indeterminado de grupos o colectivos.
La autogestión —más allá de la toma de conciencia de la lucha contra el
autoritarismo social y económico— es negarse a aceptar los despilfarros, (miles
de medicamentos cuando con dos centenares bastan, sobrealimentación a base
de carne y transgénicos, objetos y maquinaria con duración efímera, etc.), un
nivel de vida desequilibrado y desigual en el planeta.
La confianza en las posibilidades de los asalariados desde la base. La
experiencia española es un ejemplo permanente en cualquier situación de
tensión. En uno de los últimos textos de Solidarność antes del golpe de Estado
militar de diciembre de 1981 en Polonia, un responsable sindical escribía: «La
duda en cuanto a las capacidades de la clase obrera polaca y de la sociedad civil
de organizarse oculta la sumisión al poder burocrático. En 1936, después de que
las masas populares aplastaran la rebelión franquista, y tras la fuga de los
patronos que eran parte de la misma, en Cataluña, y también en otras regiones de
España, los sindicatos y los comités obreros tomaron en su mano y socializaron
la mayoría de las empresas industriales, comerciales y de transporte[16]».
Mayo de 1968 en Francia, agosto en Checoslovaquia, diciembre 1970-enero
1971 en Polonia. Un sinfín de saqueos de tiendas y supermercados
protagonizados por pobres y marginales tanto en países tercermundistas como en
Estados Unidos y en Europa en las décadas de 1980 y 1990. Las intervenciones
de las masas en situaciones de transición y vacío de poder: 1967-1969 en China,
1974 en Portugal, finales de 1980 en Irán, 1981 en Polonia hasta llegar a la
Argentina de los días 19 y 20 de diciembre de 2001, surgen como imprescindible
desahogo, liberación del hastío, del agobio del consumo, del trabajo, de la
explotación, de las verdades impuestas y como nuevo sentido para la vida
personal.
La liberación de todos a través de la autogestión de las vidas, del medio social,
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para tener trabajos útiles y dignos, ya es construir otra sociedad, rechazando la
integración en el capitalismo, como han hecho los hermanos indios desde la
invasión española.
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Anexos justificativos
De estos anexos, los tres primeros demuestran que se estaban rompiendo las
trabas sociales e individuales tradicionales: la religión, el miedo a las fuerzas
represivas y a la reorganización de la sociedad después de derribar el régimen de
opresión (I. Apuntes sobre el catolicismo español en la década de 1930; II. Las
insurrecciones revolucionarias de 1932-34; III. Ejemplo de reforma monetaria y
esquema de la circulación fiduciaria en una economía social).
Los dos anexos siguientes (IV. CNT y FAI: los grupos de presión; V. Los dos
comunismos libertarios, o partido libertario versus Anarcosindicalismo) muestran las
lacras del movimiento confederal que iban a infectar y cercenar la extensión de la
autogestión, inflándose hasta el punto de llegar al gubernamentalismo.
El VI. La colaboración gubernamental sintetiza las pseudo necesidades del
colaboracionismo, rápidamente convertidas en boca de todos los notables en calidad
definitiva del anarcosindicalismo hispano.
La acción constructiva revolucionaria de los trabajadores estaba demostrada en
casos concretos, desde las simples unidades a los grandes colectivos, con distintas
fases agrícolas e industriales, como se puede ver en los anexos: VII. Testimonio sobre
las colectividades de Ascó, Flix (Tarragona) y barberos de Barcelona; VIII. La
colectividad de campesinos de Madrid; IX. La colectividad de pescadores de Adra;
X. La colectividad de Artesa de Lérida; XI.
La Federación Regional de Colectividades de Barbastro; XII. El CLUEA (UGT-
CNT y los agrios levantinos) y XIII. Implantación, desarrollo y funcionamiento de la
colectividad de cerrajeros y puertas onduladas de Barcelona y su radio.
Suprimí dos reflexiones de la edición en francés de 1999 sobre el dinero y la
protección social, por repetitiva ya que lo esencial se ha incorporado en el texto.
Los dos anexos finales abordan algunas interpretaciones históricas y de la España
actual (XIV. Marx, Engels, el PC, el consejismo y la España revolucionaria, y XV.
Franquismo, transición democrática e ideas de gestión colectiva).
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No tenemos que olvidar que el catolicismo como religión única fue impuesto por
la fuerza por los Reyes Católicos y por el sistema de la Inquisición a partir del siglo
XV. Antes transcurrieron largas épocas de tolerancia entre el islamismo, el judaísmo y
el cristianismo, que normalmente correspondían con periodos de engrandecimiento
económico y cultural. Si la guerra contra Napoleón se hizo con los curas, en 1835
observamos que en los levantamientos populares contra la miseria, y durante las
epidemias, se incendiaron los conventos considerados focos de explotación y de
infección. De ahí vino la oleada de quemas de edificios religiosos y asesinatos de
curas, monjas, etc., en la zona republicana entre 1936-1939. En no pocos casos los
cenetistas se opusieron, uno de los primeros Durruti que tuvo como secretario a un
cura salvado de la furia popular en un pueblo aragonés[1]. La religión fue siempre una
posibilidad cómoda de empleo: «De las minas de Alén nos fuimos a Castro Urdiales,
y desde esta población, yo iba para los diez años, me llevó mi padre a Ponferrada […]
Hombre práctico, quería que su hijo no fuese un burro de trabajo como lo había sido
él —eran sus palabras— y concibió la idea de hacerme estudiar para cura». Este
comentario de Ángel Pestaña («Lo que aprendí en la vida») se aplica a 1896 y puede
relacionarse con numerosos testimonios de la literatura, tanto en España como en
Francia, como Rojo y negro de Stendhal.
El impacto de la crisis mundial y la aparición de la República tuvieron drásticas
consecuencias sobre el catolicismo español.
Dejando aparte el interés del análisis de ese teólogo y sociólogo católico para
comprender el papel de ex curas procedentes de medios populares en la revolución
francesa y en la emancipación latinoamericana del siglo XIX y recientemente con la
teología de la liberación, nos interesa aquí el abandono de la religión de los propios
seminaristas, en teoría futuros cuadros de la fe.
Se podría añadir un sexto punto: que en ningún lugar se cometieron violencias por
parte de los cenetistas triunfantes contra los propietarios o contra los guardias y
policías. Este movimiento fue trágicamente subrayado por la represión de Casas
Viejas (Cádiz, hoy en día Benalup de Sidonia). La guardia civil cercó la casa del
cenetista Francisco Cruz Gutiérrez, apodado seis dedos. La familia estaba allí
reunida. La guardia civil terminó por incendiar la casa matando 8 personas. Además,
los guardias detuvieron a mucha gente y contestaron las puyas con 12 muertos por
bala. La derecha se valió del escándalo, como la CNT, contra el gobierno de Azaña.
Éste se justificó argumentando que si la rebelión de Casas Viejas hubiera durado un
día más, toda la provincia de Cádiz hubiera ardido[14]. El rumor público propagó una
frase atribuida a Azaña «tiros a la barriga». Triste fama para los republicanos.
Después de la intentona de implantación del comunismo libertario de enero de
1933 escribía un faísta de corazón, sin ser afiliado:
Para las elecciones de noviembre de 1933, la CNT llevó una intensa campaña de
abstención: «Frente a las urnas, la revolución social». Si las derechas triunfaban en el
escrutinio se desencadenaría la insurrección. Pero pocas enseñanzas se había sacado
de enero de 1933.
Al decidirse la fecha del movimiento, sólo las federaciones regionales aceptaron
ir a la pelea, ya que las otras recordaban aún la represión de enero de 1933. Por lo
tanto, el levantamiento del 8 de diciembre de 1933 quedó reducido a Aragón, La
Rioja, Extremadura y Andalucía.
El esquema de enero se aplicó a diciembre de 1933. En Aragón, en Valderrobres
Al existir muchas imprecisiones sobre esta cuestión, tanto entre los historiadores
profesionales (la mayor parte a favor de una jerarquía capitalista o marxista) como
entre algunos militantes anarcosindicalistas y como entre determinados cenetistas
españoles (que comparten a veces el concepto de jerarquía, por ser políticos natos o
por caer en la fijación de que el sindicalismo es en sí reformista y que le hace falta
una protección impuesta), es preciso trazar directrices sólidas.
La lógica subyacente es simple, hay que demostrar que en el plano ideológico el
anarcosindicalismo es un movimiento asimilable, comparable a los demás. Como se
suele pensar que el sindicalismo tiene que ser un apéndice de un partido político, la
FAI es el partido y la CNT la correa de transmisión. El ejemplo que suelen aducir
tirios y troyanos es la Alianza de Bakunin en la AIT[30]. Bakunin veía la revolución
desde la misma perspectiva y desconfiaba de las tendencias centralizadoras de Marx
y de Mazzini (partidario del Estado nacional). Para contrarrestar ambas desviaciones,
grupos de militantes escogidos debían estar ojo avizor, pero por medio del
asesoramiento y la palabra, sin cheka ni jesuitismo.
La posición que establece una complementariedad entre la CNT y la FAI es
históricamente inexacta. Sin embargo, es defendida por numerosos cenetistas
españoles que quieren dar así una visión triunfalista de su organización.
Aparentemente la FAI fue creada en marzo de 1927 en Valencia en España, con el
deseo de incluir a Portugal, en tiempos de la dictadura (de ahí el nombre de
Federación Anarquista Ibérica). Desde el inicio existe una ambigüedad, la idea viene
[Arín del Comité nacional] Se nos invitó a que formáramos parte, antes del
movimiento de diciembre [1930], del posible Gobierno provisional de la segunda
República. […] había que terminar fuera como fuera con aquello, pero en un sentido
eminentemente popular y de acción directa.
[Peiró] Tomo parte en este debate al ver que se levantan voces pidiendo poco
menos que la cabeza del Comité Nacional. Esto es injusto. Esto no puede pedirse. He
pedido la palabra para decir, para afirmar, que desde el año 1923 ni un solo Comité
Nacional, ni un solo Comité Regional ha dejado de estar en contacto con los
elementos políticos, no para implantar la República, sino para acabar con el régimen
de ignominia que nos ahogaba a todos. […] Cuando se dio el golpe en el mes de
enero [1931] sin haber avisado previamente a la Confederación, nos encontramos en
Barcelona con el problema planteado con ocho horas de anticipación. El domingo nos
dicen: «Mañana se va el movimiento»; y entonces el Comité Nacional llama a los
compañeros y hace la necesaria preparación. Y como lo convenido era que la CNT no
Todos los grandes instrumentos de trabajo reunidos hoy en unas cuantas manos
ociosas, podrían ser de la noche a la mañana transformados por una fuerza
revolucionaria y puestos inmediatamente en usufructo a disposición de los
trabajadores que hoy los hacen producir. Estos obreros con sólo organizarse en
Asociación, si no lo estaban ya, y ofreciendo las garantías necesarias a los Consejos
locales, entrarían en el pleno goce de los instrumentos del trabajo. […] Nuestros
Consejos locales, que serían ya la legítima representación de todos los productores,
transformados en Consejos de administración, serían responsables ante los Consejos
comarcales de todo lo que pertenece a la colectividad; éstos ante los regionales, y
éstos ante el internacional […]
Hay pequeños talleres de costura, zapatería […] donde el trabajo se halla
diseminado y los obreros se ven obligados a pasar la mayor parte de su tiempo sin luz
ni ventilación y en las peores condiciones higiénicas, que podrían muy bien
inventariarse y trasladarse interinamente a las iglesias y a los palacios de los
príncipes[44].
Este libro despertó un gran interés, como todo lo publicado sobre el mismo tema.
La obra de Besnard no llegaba a la mayor parte de los afiliados. El papel del folleto
siempre fue esencial. Y por eso la visión del cambio revolucionario aparece
defendida bajo esta forma en dos autores, con textos esenciales: El comunismo
libertario de Isaac Puente (1933) y Anarco-Sindicalismo - Cómo afianzaremos la
revolución (1932) de Horacio Prieto.
El comunismo libertario de Isaac Puente se define así:
Prejuicio 1. Atribuir carácter pasajero a las crisis. El Capital y el Estado son dos
viejas instituciones en crisis mundial, progresiva e incurable.
Estos hombres han caído en plena lucha, que si lo hubiesen sido luchando
en otros planos la opinión quizá los hubiera llamado héroes, han sufrido
tremendo error, error que, mírese como se quiera, los hace dignos de la
conmiseración. […] hombres a quienes empuja a esos extremos la llama viva
del fanatismo por un ideal. Pruébalo su concepto simplista de la revolución,
que en el fondo es igual el concepto que tenían los cristianos primitivos por el
triunfo de sus ideas. […] las revoluciones no se hacen así. Que quienes lo
piensen son enfermos. Enfermos de la cabeza o del corazón. Cerebros
sugestionados por ideas simplistas. En el fondo, cristianos, creyentes
fervorosos en los ejemplos del sacrificio. Sacrifíqueme yo —dicen— y los
otros seguirán el ejemplo[54].
La CNT gubernamental.
El telégrafo nos da la noticia, que insertamos en su lugar, de que la CNT va a
entrar a formar parte en el Gobierno. Es decir que se acepta, lo que siempre se atacó,
destrozando la base de nuestras ideas. Desde ahora ya no se hablará de libertad, sino
de sometimiento a «nuestro gobierno», único organismo capacitado para dirigir la
guerra y la vida económica. Cuatro son los ministerios que a la organización
confederal se le asegura, sin que ninguno de ellos responda a las razones que se
argüían para crear el Consejo Nacional de Defensa. Cuatro ministerios secundarios
desempeñados por cuatro individuos que jamás se preocuparon de los asuntos que
ahora se les va a plantear. Veremos a un afiliado al Sindicato Fabril y Textil, muy
experto en cosas de guerra, en el ministerio de Justicia; a una oradora y escritora de
temas amorosos y sociales en Sanidad, y a un propagandista de profesión en
comercio. […][72]
Se está hablando, y precisamente por los que no lo efectúan, con una repetición
machacona del sacrificio de todos nosotros, del ahorro y de la intensificación de la
producción […]. El mismo resultado negativo se obtiene y se está obteniendo en lo
que se puede denominar en términos técnicos la epidemia de la «Comitecracia», esa
nueva burguesía formada al calor de estas convulsiones.
No consiste el fascismo en el sentido lato y amplio de la palabra, en los signos,
las maneras de proceder de los regímenes que se denominan como tales, sino que su
área de acción, su terreno de práctica es mucho más amplio y extenso que el que está
XII. El CLUEA
La exportación de agrios, en especial, de naranjas en 1936 es excepcionalmente
grave. Aportaba muchas divisas y la situación era caótica. En tiempo normal, las
naranjas palestinas, sudafricanas y norteafricanas, compradas respectivamente por
Inglaterra y Francia, constituían ya una amenaza para España, para el mercado
español. Por eso disminuían gradualmente las ventas y la producción de naranjas (en
miles de quintales métricos): 1930, 11.963; 1931, 12.042; 1932, 11.710; 1933, 9672;
1934, 9098.
Casi toda la producción se exportaba, lo que suponía un volumen importante de
divisas: para una cosecha de 11.200, el 90% se exportaba, y aportaba 320 millones de
pesetas oro. Para la campaña 1933-34, con la misma tasa de exportación, hubo 180
millones. Según la Dirección General de Aduanas, la media de aportación en
millones de pesetas oro para el período 1931-35 fue de 150, lo que representaba el
21,07% de las exportaciones totales.
Para el período 1931-35: los principales compradores eran Inglaterra, 30%;
Francia 25% y Alemania 20%, con un total del 75% de las exportaciones. Las
Es hora de que el CLUEA rompa su silencio […] acabar de una vez para siempre
con la desvalorización de nuestra fruta, con la escandalosa evasión de capitales, con
la desorganización de transporte terrestre y marítimo[91].
Las cotizaciones están mantenidas porque uno de nuestros cuidados es no
congestionar los mercados con lo cual evitamos que la oferta sea superior a la
demanda y por lo tanto que los precios se relajen. Por otra parte, nuestra sección de
Propaganda se afana en llevar a cabo su cometido […] con el gobierno […] siempre
quedábamos en eso, en promesa[92].
La incomprensión con que tropieza el CLUEA perjudica a nuestro comercio y a
los campesinos. Calvario de negociaciones con Hacienda[93].
Aparecía así un análisis del país que ligaba el desarrollo político con el industrial,
algo que Marx descartaba. Además la afirmación de Engels de unir la evolución
política al movimiento de los trabajadores está en contradicción con la propia historia
del movimiento de los trabajadores españoles hasta 1873: quemas de fábricas textiles
en 1835, primera huelga general en Cataluña y en la Península en 1855, primera gran
insurrección campesina en Andalucía y reparto de tierras entre más de 10.000
campesinos en Loja (Granada) en 1863. Es decir que en ningún momento se buscó la
alianza con la burguesía, y hasta 1873, si los estadistas españoles dejaron algo claro,
fue justamente su incapacidad para realizar reformas.
El bakuninista James Guillaume contestó así a Engels: «Se sabe que los obreros
sólo tenían por armas unos mil fusiles de todo tipo y de variado calibre; les faltaban
municiones; sus contrarios burgueses, respaldados por la policía municipal, bien
armados, bien parapetados, ocupaban el ayuntamiento y las casas inmediatas; para
desalojarles, se tuvo que incendiar varias casas, y Engels por añadidura se burla de
ello. […] ¿Acaso puede leerse algo más asqueroso que esas burlas frías sobre
cadáveres? Engels es un rico manufacturero alejado de los negocios; está
acostumbrado a mirar a los obreros como carne de máquinas y carne de cañón; ello
explica sus doctrinas y su estilo[103]».
Dura observación[104], pero además de la fruición por la derrota de los
trabajadores, Engels usa la patraña (o la ignorancia) como análisis político: en
Valencia, con «los internacionales auténticos» [los marxistas], hubo «una lucha
enconada».
De hecho eran trabajadores tan bakuninistas como los que criticaba Engels, que
agregaba más hiel: «En Cartagena, el gobierno dio suelta a los 1800 reclusos del
penal de aquella ciudad, los peores ladrones y asesinos de toda España. Que esta
medida revolucionaria le fue sugerida por los bakuninistas, es cosa que no admite
duda después de las revelaciones del informe sobre la “Alianza”. En él se demuestra
cómo Bakunin se entusiasmaba ante el “desencadenamiento de las malas pasiones” y
cómo proclamaba al bandolero ruso modelo de verdaderos revolucionarios[105]».
Tal evidencia sólo está negada por la realidad, porque no había bakuninistas en
Cartagena.
En cuanto a la opinión de los propios trabajadores españoles, así la presentaba la
comisión federal: «Algunos de nuestros hermanos de Italia creyeron que el
movimiento cantonalista, esto es, de los republicanos federales intransigentes, era un
movimiento internacional, cuando sólo era un movimiento político, creado por los
políticos y sin contacto previo con los internacionalistas. Dada la falta de generosidad
de los federales intransigentes y dado su programa casi idéntico al de los benévolos
(sus adversarios), se deduce que sólo acuden a las armas para satisfacer sus
ambiciosos deseos, sus designios personales[106]».
Ante la amalgama de Engels, James Guillaume concluía: «Ahora vemos
claramente que los Marx, los Engels y sus secuaces no constituyen una escuela
[En Barcelona] los grupos armados, dominando las calles, velaban por el
orden y el abastecimiento y, mientras las principales fábricas seguían
funcionando bajo la dirección de los sindicatos, llevaban la guerra contra los
ejércitos fascistas en las provincias inmediatas. Con esto, los líderes entraron
en el gobierno de la república democrática de Cataluña, integrado por
republicanos pequeños burgueses aliados con políticos socialistas y
comunistas. Aquello significaba que los trabajadores, en lugar de luchar por
su clase, tenían que combatir por la lucha común y alinearse en ella[115].
Los historiadores oficiales, esto es burgueses, con el fin de adaptarse a las normas
jerárquicas universitarias, suelen ostentar un enfoque similar al de los marxistas. La
mayoría de los enfoques consiste en negar cualquier importancia e interés a la
autogestión[123], valiéndose de dos procedimientos polémicos ya presentes en la
propaganda del PC español de 1936-1939: el reduccionismo al fracaso y la
asimilación al primitivismo económico.
Después vino la realidad económica por medio de medidas varias y del bloqueo
de los salarios:
Cada comité quería tener una fórmula para hacer rápidamente dinero. Pero
las fórmulas no alteraron nada, ya que era inútil ofrecerles una fábrica a
quienes no querían trabajar. Y como no hubo ningún nuevo Lenin, las
circunstancias que se presentaron en Rusia no se repitieron en Cataluña, bien
pronto los aspirantes a millonarios se convirtieron en serios defensores de la
propiedad usurpada. Otros, como los de los monopolios y servicios públicos,
¿no adoptaron actitud de violencia frente a las intromisiones de la
Generalidad? ¿Qué fue la sangrienta semana de mayo de 1937, sino la defensa
de la propiedad usurpada?[134]
[1997-98]
Todos estos elementos ignoraban las economías colectivas. Tras el 68, carlistas y
falangistas reivindicaron la autogestión, con algunos grupos anarquistas.
Los militantes anarcosindicalistas del exilio ignoraban los nuevos datos
económicos de España. La agricultura transformada por el éxodo rural y la
emigración al extranjero, incluso el turismo en algunas regiones (verdadera gallina de
los huevos de oro). La multitud de capitales foráneos invertidos.
A partir de 1970-72, la tendencia actual de la organización de los trabajadores en
el plano sindical se fue configurando. Si había un centenar de militantes de la UGT y
otros tantos para la CNT, cerca de un millar del PC en 1970, a partir 1972 se produjo
un profundo cambio. El número de liberados y rentados sindicales de la UGT
retribuidos por los fondos de la social-democracia europea superaba el del PC, frente
al estancamiento de la CNT.
El régimen franquista eligió su sucesión, a cambio —por supuesto— de un cuerpo
de bomberos sindicales fogueados, sedicentes de izquierda, pero dispuestos a acallar
y apaciguar los conflictos, a cambio de una parte del poder y de reformas banales al
estilo de Europa —democratización de las enseñanzas, estatuto de la objeción de
conciencia, permisividad sexual generalizada, etc.—, escandalosas para algunos
franquistas.
Una tentativa falangista de subsindicalismo fue el acuerdo CNT-CNS
(Confederación Nacional Sindicalista) de 1965, o sea el sindicato franquista único y
obligatorio, con retoques liberalizantes. Para algunos falangistas, se trataba de alejar
la influencia creciente del PC en la CNS y sustituirla por la de un anarcosindicalismo
emasculado. Para ciertos cenetistas, el anticomunismo justificaba la bajeza de aliarse
con la extrema derecha con la meta de ocupar una dirección sindical. El acuerdo fue
denunciado por el conjunto de los cenetistas y de los falangistas.
En 1975, el franquismo otorgó el derecho de huelga (con un procedimiento largo
y sinuoso) estableciendo oficialmente el primero de mayo como fiesta del trabajo, y
no ya como la de San José artesano.
Y vino la transición democrática (amable eufemismo para designar el chaqueteo
de las clases dirigentes), durante la cual no hubo tentativas de denuncias judiciales
contra los policías y los militares asesinos, ni recuperación de bienes ilegalmente
adquiridos por individuos derechistas. Era evidente que quienes lo hicieran perderían
la vida a balazos. Cierto auge de las clases acomodadas y la extensión del trabajo
sumergido sirvieron de amortiguadores económicos.
En Argentina, en cierta medida en Chile, fue posible cuestionar en gran parte la
Discusión con Bakunin, Buenos Aires, 2006; no traducido por Santillán en los 5
tomos en castellano de sus obras completas. <<
rebelde.<<
(antecedentes para una reforma agraria) (texto de 1923, editado en 1928, a causa de
la dictadura de Primo de Rivera, padre del fundador del partido fascista español José
Antonio Primo de Rivera) Madrid, reeditado en 1967, pp. 447-448, 170-171, 182,
285-286. <<
69. <<
activos desde 1930. Uno estaba dirigido por Andrés Nin, que entre 1921 y 1929 en la
URSS apoyó los bolcheviques disidentes y a Trotsky, aunque rompió con éste en
1933 cuando exigió el ingreso en el PSOE. La unión se realizó para formar un PC que
no estuviese bajo la tutela de Moscú. Se hizo efectiva en 1935, tras un año de tensas
discusiones con la vista puesta en las elecciones de 1936. El PC de la URSS
consideró al POUM como un grupo de traidores trotskistas y fascistas, y Trotsky
como revisionistas burgueses. <<
copar el poder para sí mismos, con el pretexto de apoyar a los trabajadores. Véase
Skirda, Alexandre, Le socialisme des intellectuels, Jan Waclav Makhaiski, París,
2001 <<
en Argentina. <<
cenetistas. <<
cemento). <<
op. cit. tomo I. Según la revista Noir & Rouge, num. 41, p.16, el autor del manifiesto
era el secretario nacional de CNT, Horacio Prieto. Es interesante comparar esta visión
con la de Pestaña, jefe del partido sindicalista: «Pregunta: ¿Es seria la amenaza
derechista —golpe de Estado— por ejemplo? Pestaña: ¡No!, ha pasado el momento
propicio. El periodo de inestabilidad —muy inquietante en ciertas épocas— ha
terminado para las derechas. La depuración del ejército y de los aparatos del Estado
les quitará toda posibilidad de actuación. Su actual forma de actividad, atentados y
gestos terroristas, prueba su flaqueza». (Entrevista del 18-V-1936, publicada en La
Révolution prolétarienne, 10-VI-1936, p. 224). Una anécdota, en el testimonio de
José Robuster, en Víctor, Alba, Los Colectivizadores, confirma la corta visión de
Pestaña en relación con el 18 de julio en Barcelona. <<
VIII1937, p. 7. <<
vol. I pp. 179, 180); «El cónsul inglés se dirige al Comité Regional [un funcionario]
ha entregado una lista de todas las casas británicas en Barcelona, y en nombre del
cónsul ha pedido al secretario que haga algo […] para que no intervengan ni requisen
las mencionadas casas. El secretario se lo ha agradecido al enviado, pues el deseo del
Comité Regional es también el de que se respeten todas las casas extranjeras», B.I.,
27-VII- 1936, p. 1.<<
<<
las compañías el 30 de julio de 1936, documentos citados por Walter Tauber : Un cas
d’autogestion les tramways, 1975. <<
nella lotta contro Franco e la reazione staliniana, Milán, 1952, p. 111 y ss., S.0., 31-
VII-1936, p. 4; autobuses, S. 0., 1-VIII-1936, p. 3, 4-VIII-1936, p. 5; metro, S.0., 6-
VIII-1936, p. 2, B.I., 4-XI-1936, p. 7. <<
<<
notable que en las afueras, en Tarrasa las colectivizaciones aparecen a partir del 11 de
agosto para terminar hacia el 5 de octubre de 1936, como se deduce de Ragón, Tres
anys difícils de guerra civil, 1972, Terrassa. <<
Spanish cockpit, Londres 1937 (p. 92; trad. esp. p. 73), no haber encontrado esta cita
en Solidaridad Obrera, lo que es error suyo. <<
cenetista y artista surrealista Ramón Acín financió su primera película Las Hurdes,
con un premio de lotería que había cobrado el propio Acín, Buñuel no tuvo especial
inclinación por la Confederación. <<
conversación aparte que tuve con dos terratenientes monárquicos, uno de ellos
profesor universitario y el otro abogado, escuché una enérgica defensa de la activa
oposición de Durruti a los asesinatos» (véase el anexo 14). <<
pp. <<
p. 25 y ss. <<
<<
<<
presente». <<
40. <<
24. <<
<<
lanzó un radiomensaje a los españoles (el primer radiomensaje del Papa Pío XII al
mundo después de haber sido elegido Pontífice de la Iglesia Católica), en el que
dirigiéndose a la “católica España”, se expresa en los siguientes términos: «Con
inmenso gozo, hijos queridísimos de la católica España, nos dirigimos para expresar
nuestra paternal congratulación por el don de la paz y de la victoria con el que Dios
se ha dignado a coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probados en
tantos y tan generosos sentimientos. Anhelante y confiado esperaba nuestro
predecesor esta paz providencial, fruto, sin duda, de aquella fecunda bendición que en
los albores mismos de la contienda enviaba a cuantos se habían propuesto la difícil
tarea de defender y restaurar los derechos de Dios y de la Religión. Y no dudamos de
que esta paz ha de ser la que él mismo desde entonces auguraba, anuncio de un
porvenir de tranquilidad en el orden y de honor en la prosperidad. Los designios de la
Providencia, amadísimos hijos, se han vuelto a manifestar una vez más sobre la
heroica España. La nación elegida por Dios como principal instrumento de
evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe acaba de dar
a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que
por encima de todo están los valores eternos de la Religión y del espíritu […]». En
http://galeon.hispavista.com/razonespanola/r116-cru.htm <<
trabajar, entre 1932 y 1937, a varias fábricas de Bourges, una ciudad marcada por el
catolicismo y la industria de armamento, y luego a París y al norte del país. Fruto de
esta experiencia es el libro La condición obrera del que se recoge esta cita. <<
combatieron en España, la autora había estado varios meses como voluntaria en una
columna de la CNT en Aragón y después en Barcelona, lo que paradójicamente no
menciona aquí. <<
459-460. <<
dedicatoria es: «En memoria del que fue mi amigo y protector Buenaventura Durruti
Domingo, en prueba de agradecimiento y afecto». Y tras declarar que Durruti no era
ni bebedor, ni mujeriego ni sanguinario concluye sobre su personalidad: «Más bien
me pareció un buen compañero para todos los que le rodeaban», e incluso llegó a
escribir: «¡Gracias Durruti!, y que Dios, al juzgar tus defectos, haya tenido en cuenta
esta gran delicadeza tuya hacia este sacerdote. ¡Muchas gracias!». Un ejemplo: «Yo
presencié algunos interrogatorios de personas de derechas traídas a la Columna y
jamás el interrogatorio fue sobre sus ideas, fue sobre su actuación. Tampoco el
interrogatorio era solamente al presunto reo; casi todo se dirigía a los acusadores de
los pueblos que venían a entregarlos. Si en algún caso, el desenlace fue el asesinato,
más culpa pueden echar, sin temor a equivocarse sobre los dirigentes de los pueblos,
como ya indiqué en otra parte, por ser el proceder de muchos comités. […]
Fueron traídos a Bujaraloz a presencia del Jefe y acompañando al presunto reo,
algunos vecinos de su pueblo. La primera pregunta que se hizo fue ésta: —¿Cómo se
ha portado este hombre en el pueblo? —¡Muy bien!, fue la contestación unánime y
sin vacilar. —¿Y con los obreros a su cargo? La respuesta fue idéntica. La sentencia
del Jefe no se hizo esperar. —Si se ha portado bien con el pueblo, si se ha portado
bien con los obreros, ¿qué hemos de hacer? ¿Matarlo sólo porque es rico? Eso es una
idiotez, y, volviéndose al presunto reo, le dice: —Comprendo que no vas a trabajar en
el campo como éstos, porque no estás acostumbrado, pero sí puedes hacer algo en el
pueblo, como, por ejemplo, encargarte de la escuela, y así ya tienes ocupación, y con
esto quedó solucionado el caso». (Véase también la num. 101). <<
los días 14 y siguientes de octubre de 1932, Madrid, 1932. p. 61; Malefakis Reforma
agraria y revolución campesina en la España del siglo XX, Barcelona, 1971, p. 338.
<<
1982. <<
los anarquistas en las filas del movimiento obrero revolucionario sólo podrá
cumplirse siempre que esté vinculada y coordinada su militancia con la actividad de
la organización anarquista exterior al sindicato. Dicho de otro modo, tenemos que
ingresar en el movimiento laboral revolucionario como una fuerza organizada,
responsable del trabajo cumplido en los sindicatos ante la organización anarquista
general, y orientada por ésta. […] Sin limitarnos a la creación de sindicatos
anarquistas, debemos buscar ejercer nuestra influencia teórica en todo el sindicalismo
revolucionario y bajo todas sus formas (los IWW, las uniones profesionales rusas,
etc.). Esta meta, sólo la podremos alcanzar poniéndonos a la obra como colectivo
anarquista rigurosamente organizado, pero de ninguna manera como pequeños grupos
artesanales, sin vínculos organizacionales, ni convergencia teórica» [traducido del
ruso]. <<
revolución, Cortada pasó al PSUC y fue asesinado en abril de 1937. Tras la guerra, en
1940-41 Fornells y Clará pasaron a la Falange; en 1965, Alfarache, Cortés, López
tuvieron contactos como CNT con la CNS, el sindicato único y vertical franquista,
según Movimiento Libertario español, 1974, p. 302. <<
418.
Malatesta denunciaba también la aprobación del historiador anarquista Nettlau a «una
colaboración entre los anarquistas [españoles] y cualquier gobierno, para hacer durar
un Estado de libertad relativa que permita la propaganda y la organización de las
fuerzas revolucionarias. Se ha olvidado de lo que por ser historiador tiene que
conocer mejor que los demás, o sea quien se enseñorea del poder —incluso nuestros
revisionistas— hace lo imposible para menguar y cercenar cualquier libertad, y sólo
lo frena y lo detiene en su obra liberticida el temor o la realidad de una insurrección
del pueblo». Malatesta op. cit., p. 424, 7-3-1932. Documento de Nettlau: «Incluso
para el interés general humano, ni victorias nacionales completas ni sindicalistas, ni
siquiera una apropiación demasiado firme del suelo por los cultivadores, son de
desear». Carta a Federica Montseny, 30-8-1931, reproducido en Mintz La
autogestión… op. cit., pp. 256-257.<<
<<
España. (Escritos 1930-1938), Madrid, 1976, p. 291, también en Tiempo Nuevos (1-
6-1936). Santillán criticó esta resolución sobre el comunismo libertario: «¿En que
quedamos? ¿Han de ser las organizaciones de los productores o han de ser las
comunas quienes administrarán la riqueza social? Caben las dos posibilidades, pero el
dictamen no nos dice nada concreto. […] Esta tesis de la conveniencia de la autarquía
económica de las comunas es indicio de desconocimiento lastimoso de las exigencias
que corresponden al grado de cultura y de civilización a que hemos llegado». Una
mentalidad, como se vio, despreciativa de las iniciativas de la base. <<
llamar MOROS a una parte de nuestro Pueblo, que no tenemos derecho a ello. Que
nosotros mismos lo censuraríamos de no haber salido de boca de un ministro de la
CNT [¿García Oliver?] y por esta razón todos la usamos. Pero yo repito que llamar
moros a unos hermanos nuestros está reñido con nuestros principios», pp. 22-23. <<
Valencia el día 5 de febrero de 1937, Valencia, 1937, pp. 9, 15, 21- 22, 40-41, 50, 58.
<<
parte en francés en la revista Noir et Rouge, núm. 30/31-32, 1965-66. José Llop
participó en la reunión fundadora de la FAI en 1927, su testimonio —parte de la
entrevista sobre colectividades— fue publicado en El Movimiento Libertario
Español, París, 1974, pp. 288-290 y Gómez Casas lo utilizó en su libro sobre la FAI.
<<
<<
1400 afiliados. Habría unos veinte en UGT [la sección no aparece con su nombre en
los datos del congreso de Zaragoza de mayo de 1936]. Antes había sociedades de
oficio de cerrajeros que por el año 1918 se incorporaron a CNT. El treintismo no
cundió. Hubo problemas con los comunistas, que se iban introduciendo en los cargos.
Se tomó el acuerdo de que ningún cenetista con tendencia política podía ostentar
cargos. Hubo dos responsables destituidos entre los cerrajeros. <<
Soy un escapado de San Miguel de los Reyes, siniestro presidio que levantó la
monarquía para enterrar en vida a los que, por no ser cobardes, no se sometieron
nunca a las leyes infames que dictaron los poderosos contra los oprimidos. Allá me
llevaron como a tantos otros, por lavar una ofensa, por rebelarme contra las
humillaciones de que era víctima un pueblo entero, por matar, en fin, a un cacique.
Joven era, y joven soy, ya que ingresé en el presidio a los veintitrés años y he salido,
porque los compañeros anarquistas abrieron las puertas, teniendo treinta y cuatro.
¡Once años sujeto al tormento de no ser hombre, de ser una cosa, de ser un número!
Conmigo salieron muchos hombres, igualmente sufridos, igualmente doloridos por
los malos tratos recibidos desde el nacer. Unos, al pisar la calle, se fueron por el
mundo; otros, nos agrupamos con nuestros libertadores, que nos trataron como
amigos y nos quisieron como hermanos. Con éstos, poco a poco, formamos la
«Columna de Hierro»; con éstos, a paso acelerado, asaltamos cuarteles y desarmamos
a terribles guardias; con éstos, a empujones, echamos a los fascistas hasta las agujas
de la sierra, en donde se encuentran…
Nadie o casi nadie nos atendió nunca. El estupor burgués al abandonar el presidio ha
<<
1040, 447-9, citado por Miklós Molnar en Anarchici e Anarchia nel mondo
contemporaneo, Turín, 1971. <<
<<