Aristóteles - Organón Trabajo 3
Aristóteles - Organón Trabajo 3
Aristóteles - Organón Trabajo 3
Entre los aspectos conceptuales que toma Aristóteles en sus tratados de lógica,
dos de ellos exigen una observación un tanto detallada acerca de la forma como se
deben interpretar: se trata de la definición de verbo y de las aserciones universales y
singulares. Se propone en este breve ensayo, a partir de lo anterior, realizar una posible
interpretación de lo que, para Aristóteles, significaban estos dos aspectos conceptuales.
Para ello se tomaran unos cortos pasajes del capítulo sobre la interpretación con el fin
de realizar una apreciación acertada de dichos aspectos
Las dos definiciones que enuncia Aristóteles acerca del verbo tienen una afinidad
estrecha con el tiempo. En efecto, cuando Aristóteles define al verbo como un signo de
lo que se dice acerca de otro, por un lado, y como aquello que cosignifica tiempo, por
otro, lo que hace es, en una medida limitada, afirmar o negar la existencia de algo. El
verbo ser, por ejemplo, en cuanto se dispone a predicar algo de un sujeto, le atribuye
existencia. Si se dice que Camilo está cocinando, el verbo está conjetura algo que se da
en un momento determinado; en este caso, siguiendo lo mencionado por Aristóteles, en
algo que cosignifica que se da ahora, en el presente. Esta razón permite decir que el
verbo, en tanto dice algo de algo, fija una temporalidad en ese algo—o sujeto—del que
predica. Pero el verbo no actúa de la misma forma cuando deja de aparecer como un
predicado y aparece, por el contrario, sin él, es decir, por sí mismo. Si se analiza el
verbo ser en cuanto tal, se verá que no es un indicativo de tiempo y por tanto, de
existencia. En efecto, el verbo ser en sí mismo no representa, según Aristóteles, signo
de la cosa real, o puesto en otros términos, de la cosa existente. El verbo ser es, a menos
que actué como un predicado, “algo que cosignifica una cierta composición que no es
posible concebir sin los componentes” (Órganon II, 16b 5-10). De allí que el verbo
atribuya existencia a algo en cuanto le predica algo, y no afirme o niegue existencia si
nada le predica a ese algo.
Ahora bien, en esta forma se puede configurar una relación que permite evidenciar
lo necesario que es un verbo para configurar enunciados asertivos. Como se vio, el
verbo no puede afirmar o negar la existencia de algo cuando no actúa como un
predicado. No obstante, cuando actúa como tal, el verbo cumple una función que no
solo remite a afirmar o a negar dicha existencia, sino que, además, cumple una función
en la que intenta hacer de sí mismo una condición necesaria para constatar un enunciado
asertivo. Se sabe, por la forma en que lo dice Aristóteles, que al igual que el nombre, el
enunciado es un sonido articulado significativo; así como aquel posee partes que tienen
significado en cuanto son partes no separadas, éste también (Órganon II, 17a 15-20). El
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Estudiante de pregrado del programa curricular filosofía de la Universidad Nacional de Colombia
nombre y el enunciado no pueden, en una cierta medida, ser significativos cuando sus
partes se hallan separadas; además, uno y otro pueden convertirse en una afirmación en
la medida en que se les añada algo más. Esta última razón es la que entreteje la
relación entre el enunciado y el verbo, pues, de tal añadidura, se puede determinar la
verdad o falsedad del enunciado que pasara a convertirse, por tanto, en uno asertivo.
El verbo constituye, de esta manera, una condición necesaria para producir
enunciados asertivos. El ejemplo de Aristóteles respecto al enunciado de hombre es un
ejemplo que corrobora este hecho. En la medida en que a tal enunciado se le agregue el
verbo “es” o “era” o “será”, se tendrá constancia entonces de que es un enunciado
asertivo, ya que a partir de ese agregado se podrá determinar su verdad o falsedad.
ASERCIÓN SINGULAR
Otro de los puntos que exige mayor atención en el texto de Aristóteles tiene que
ver con las aserciones universales y singulares, y más específicamente, con la forma en
que se pueden interpretar estas últimas. Los ejemplos que expone Aristóteles respecto a
la forma de aseverar universalmente sobre lo universal (Órganon II, 17a 10-15), exigen
afirmar o negar algo de un conjunto completo y único, es decir, de un conjunto al que
pertenezca una clase determinada. Así, del conjunto completo y único de las mujeres,
por ejemplo, se puede afirmar o negar algo sobre ellas. Decir que todas las mujeres son
raras implica aseverar algo de una clase determinada y, por tanto, siguiendo los
planteamientos aristotélicos, de una referencia que es universal. Ahora bien, aseverar
universalmente algo de tal conjunto implica también afirmar o negar algo de todo lo que
este contiene, es decir —y siguiendo el ejemplo tomado—, de todas las mujeres y no
solamente de alguna o algunas de ellas.
En esta forma, Aristóteles señala con claridad qué es aseverar universalmente
sobre lo universal. Pero luego, al realizar lo mismo con las aserciones singulares, la
claridad con que lo hace no es la misma; de allí que sea necesario interpretar a qué se
refiere con estas. Se podría pensar, haciendo una lectura breve del apartado sobre las
aserciones universales y singulares, que estas últimas carecen de la universalización
acerca de las cosas que designan como universales, es decir, si en las aserciones
universales se asevera universalmente sobre lo universal, en las aserciones singulares
pareciera que solo se aseverará sobre la referencia universal, dejando a un lado ese
“aseverar universalmente”. Con ello ya no se hablaría entonces de un todo en cualquier
caso, sino que se daría la posibilidad de hablar de un todo o de un algún, o de un ningún
en un determinado caso. Siguiendo el ejemplo de Aristóteles, se podría imaginar que la
aserción “singular” <<es el hombre blanco>>, difiere de la aserción universal <<es
todo hombre blanco>>, porque en aquella la aseveración de carácter universal sobre la
referencia universal o bien está implícita, o bien se puede formalizar por algún
cuantificador como lo son algún o ningún. Empero, y atendiendo a una de las
dificultades señaladas en un pie de página del texto de Aristóteles, este ejemplo no se
empeña en modo alguno en tener un carácter particular—y tampoco en evidenciar que
se trata de una aserción singular—pues, “por más que parezca contraponer esta
expresión a las universales, en realidad no las contrapone como particulares, sino como
carentes de cuantificador universal” (Órganon II, 16b 20-25). La diferencia entre una y
otra aserción pareciera radicar entonces en la falta de cuantificador universal. De allí
que la cuestión de interpretación acerca de estas aserciones singulares no sea tan clara
como la de las universales.
Con todo esto, sin embargo, se puede distinguir entre tres tipos de aserciones
inscritas por Aristóteles; aserciones entre las cuales se puede ver con claridad cuáles son
las singulares. Si se hace una lectura un poco más detallada, es posible fijarse en por lo
menos tres tipos de aserciones: se trata de la aserción que implica aseverar
universalmente sobre lo universal; la que implica aseverar algo de un algo que sea un
referente universal; y la que implica aseverar algo de un individuo o cosa particular. La
aserción singular corresponde a este último tipo de aserción. No se puede confundir una
aserción de carácter universal—como se propuso hipotéticamente imaginar arriba—con
una singular. En efecto, la aserción singular se refiere a un individuo particular, ya sea
Calisto o Sócrates, como bien lo señala Aristóteles. Decir, <<es el hombre blanco>> es
distinto a decir << es Sócrates blanco>>, pues, aún cuando en las dos aserciones no se
encuentre una aseveración universal de la referencia universal, una de ellas contiene, no
obstante, una referencia de algo universal (hombre), mientras que la otra—que es la
singular—no.
CONCLUSIÓN
Con estas razones se puede decir entonces que, tanto el verbo como la aserción
singular son dos aspectos conceptuales que implican un análisis mayor, El verbo, por un
lado, indica la existencia de algo en cuanto actúa como un predicado; cuando actúa por
sí mismo, en cambio, no indican si existe algo o no. La aserción singular, por otro, se
distingue de dos afirmaciones de carácter universal por cuanto solo hace referencia a un
individuo particular; no se refiere a todos sino a uno.
BIBLIOGRAFÍA