Desembocadura - Daniel Belmar
Desembocadura - Daniel Belmar
Desembocadura - Daniel Belmar
DESEMBOCADU
Antologia Autores Actualzs
RIRIGE LA A. A. A:
ARMAND0 MENEDIN
DANIEL BELMAR
esembocadura
Santiago d e Chile
1 9 5 3
Obras publicadas par
Belmar:
<<Roble Huacho>)-nove!a-
Editorial Culduru - 1948-
CcOleajeu - novela- Edi-
ciones ccFloriVacionab 1950
-
uCiudad Brumosam novela
7952. uCoirdnv - novela
Premio Atenea y Premio
Municipal 7952. -
Edito-
rial (ZigZag..
Publicars prdximamente
&Sonata,, novela.
Nace U R Rio.
(crdnica)
La Infancia de 10s Poetas.
(gloss)
Desem bocadwa.
(relafo)
n wis
Ahi, ,exactarnente bajo el
puent:: c p e met las dos mi-
tades de Angol, la bella ciu-
dcsd de Los Confines, nace un
rio.
Lo nutren dos &similes co-
rrientes. Una, el Rehue, de
onda turbia y potente. La
otra, el Picoiqukn, clara, pro-
funda. Vienen las aguas des-
de quien sake qu6 distantes
hontanares cordilleranos, y
se escurren bajo espesas
Prondas de mimbreras y sau-
zales.
Jfintanse las linfas bajo el
puente, y el n u w o rio -el
Vergara- avanza largo tre-
cbo sin confundir en su cau-
dal las bTavias corrientes .
Poco a poco, sin embargo,
festones de agua turbia se
deslien en la transparencia
que la flanquea pertinez. Y
mjs all&, bajo otros misterio-
- 12 -
sos doseles vegetales, el rio
naciente es ya un turbi6n ce-
fiido y sin color.
En co-mpaiiia de Perico
SBnchez, profesioml de valer
y omigo de fina corZialidad,
vamos y venimos por las ca-
l k s asfaltsdes, clams, acoge-
doras. Alconzanios hzsta
H u e q u h y E1 Vergel. El $ 3 ~ -
tornhi1 corre por aiamedas
imperials. El viento rumo-
rea en 10s apr&dos follajes,
y el sol destella en las hojas
IiUtVBS cuyos tiernos verdes
levantan hacia las aliuras las
esencias de una tierra uh6-
rrima.
Vanios y venimos, alijera-
dos por un instante de 10s
- 13 -
inaplazablcs mcnesteres a
qur: nos conden? lo habitual,
la rutina del oficio largamen-
te cjercido.
TaT nos acodamos otra vez
sobre las barreras del puen-
te, mirando el rio pdrvula.
Alguien viene, un mucha-
cho de boina, serio, melanc6-
Iieo .
--Es el poeta CEsur Roa
-dice Perico SAncbez-. Es
hcrmano del pintor.
--iDe Israel Roa?
.-;Del mismo!
Y lo llama. Hay cordiales
estrechones de manes. Nues-
tro hombre nos invita a su
- 14 -
c a m . Nos resistimos. En brc-
ves momentos m&s dcbemos
cumplir e! coinpromiso qi:e
nos ha traido: LUX. cliarla 1:-
temria en la Escucla Ancxa
a la Normal. El ticirqo PUC-
la. Y no obstante, accedemos
2 la iiwitacih, 6ominzdos
por la gota de ruego que apa-
rece en las pupilas de nuesuo
nuevo arnigo. Una frase suya
termina de decidiriios.
-iVayan la ver 10s cuadros
de mi hermano!
Y varnos. Por una calk
guarnecida de acacias, un
algo desolada, que contrasta
singularmente con la Aveni-
da O’Iliggins desde donde
arraiica. “Industria”, asi se
- 15 -
llama esta calleja, y mien-
tras caminamos Cbssr Roa
nos cuenta que en ella e l es-
critor Juan Godoy encontr6
algunos de 10s inateriales de
su elogiada, novela “La cifra
solilaria” .
La casa del poeia es hu-
milde, obscura, de muros ra-
jados, y sin embargo enno-
blecida por nutrida colecci6n
de cuadros de Israel Roa.
Admiramw, entre otros, el
autoretrato del artista ado-
lescente.
CQsar D O S escancia, mien-
tras, el vino de la amistad.
Luego nos muestra sus teso-
ros: una carta de Gabriela
- 16 -
Mistral, otra del Juana de
Ibarbourou, diversos articu-
10s de prensa. Y a continua-
ci6n nos lee dos o tres de
sus poemas.
Hay accntos enf5ticos en su
voz, un trasmto de sordia
amargura que nos muerde
alguna escondida regi6n del
alma .
Y nos hablamos hacia
adentro:
-Amigo Roa, no somos
criticos de poesia ni de nin-
g u m forma de arte. No nos
compete entonees calificar su
obra en gestacibn. Pero si no
fuera usted un alto poeta,
mereceria serlo, por la since-
- 17 -
ridad, ?a humildzd, el amor
con que usted se empeiia en
descubrir 10s celosos secretos
de la creaci6n poktica.
PJlhs tarde, hablarros en el
SaI6n de Actos de 13 Anexa.
Las directoras de ambas es-
cuelas, algunos amigos de
buena vo?untt.id, varios cu-
riosos completan el auditorio
formado enai exclusivamente
por alumnas de 10s cursos su-
periores de la Pu’ormsl.
Soblamos, un tanto teme-
rosos de que nuestros oyen-
tes se distraigan o se abu-
rraa. Pero nacla ocurre. Y a?
final, entre la fuvenil mu-
chxiumbre que aplaude, ai-
mnzamos a divisar 10s rostros
- 18 -
jubilosos de Palmenir? Ross,
Ulda Salgsdo, Maria Huen-
chullan, Rosa Rivera).
Salimos. Afuera, el aire es
una copa de v e r d s aromas.
- 10 -
La Infan cia de
10s Poetas
A veces, muy de tarde en
tarde, cuando viajo hacia el
sur, especialmente cn invier-
no, una suerte de extrafia
angustia me desgaja el ani-
ma.
Atrjs van quedando 10s
poblacho; d c topcnimiz3, d-eso-
leda: Tailahueque, Quillem,
Pillanlelbun, Cajjn.
La lluvia golpea rabiosa-
mente 10s vidrios de las ven-
tanillas, y el paisaje, opaca-
do por la niebla, gira en bru-
mosa vorrigine. En 10s pri-
meros planos voltean 10s Br-
boles grises, 10s postes de1
telkgrafo, 12s alarnlnrndns
contra las cuales el viento
ululante lastjma y decapjta
10s frbgilcs arbustos.
Gorre el tren veiozrncnte.
Un trisle rncciiodia desvcnece
el pmorama. En 10s andenes
inunlados por rachas iramn-
das, ckrtcs hombres, ciertas
- 22 -
mujeres, sileneiosos, cxtgticos,
miran. A veees hay un perro.
0 caballos, sumisos, derrota-
dos, recikicndo en las grupas
testoicss el fria aletsso d d
aguacero. Puede ocurrir tam-
bikn que tras 10s vidrios de
una ventana aparezca el ros-
tro asombrado de un nifio.
aplastando la naricilla sobre
10s cristsles ernp?fiiados con
su aliento.
Surge de pronto, entre 10s
incansables estambres de la
lluvia, anchs cinta de brufil-
do metal que procura o ~ i d a r -
se. Es el rio Cautiii, dcro y
vital, eterno, inoivldable.
Y llego a Te?naco e r btrsca
de mi infancia perdida.
- 23 -
Mi hermano me >espera
cierta vez. Lo abrazo, enton-
a s , con cariiio.
-LC6mo e s t h ellas?-pre-
gunto.
“Ellas” son mis hermanas.
-iAhi estin, viviendo!
--iY tus chiquillos?
Rie.
-iOh, crecen, y cada dia
con mejor apetito!
Coge mi maleta, y salimos
3 la estaci6n empujados, y
mpujando, unia muchedum-
re mojacla, vaheante.
-iVamos por Laakwo! -
cc mi hermano cogi6ndome
6 3 1 brazo.
- 24 -
Torcemos entonces por la
vieja calle.
-ii\Tadi ha carnbixlo! -
digo.
LOS mismos mercados de
frutas, 10s misrnos almacen-
cillos negros, ,los equfvocos
hoteluchos.
Me detengo un inslantc en
la mitad de la primera cua-
dra. El pznsamiento vuela
hacia u n tiempo rernoto. Si,
amigos. Aqui habia una ca-
sa, u m pequefia casa que 10s
a50s derrumblairon, una$ casa
en donde se escuchaban 10s
pi’cazos cie 10s trenes, en don-
de sentiase la vibraci6n d e
la barriada humilde, en don-
de nuestro Neruda zdolescen-
te nulri6 las raiices y 10s pri-
mcros elernentos de su p x -
sial.
Mis hermanas me abrazan.
Y permanecen quietas, mi-
randome con tiernas pupilas:
huinedccidas.
Por decir algo, pregunto:
--i&uC es de tia Elvira?
Watblan entonces. Me infor-
m'm de menudas cosas, de
gentes que he conocido, de
nmigos que han muerto. Es-
cucho distraido.
Afuera, e l aluvi6n golpea
la ciudad.
- 26 -
Desde el segundo piso
contemplo el panorama cir-
cundante. Colhdose por grie-
tats invisibles el viento hace
ondular 10s cortinqies. Mas
alla de 10s veiitanalcs, la llu-
via baila. Y aun m&s all&,
por er-ima de las tec’hum-
bres del Liceo, 10s vctustos
“collanes” del Riel01 sacuden
12s enhiestas rsmazones.
Mis hermanas se marchan
a sus escuelss. Vago por la
cas2 silecciosa. Revuelvo un
niont6n de viejos papeles. El
coraz6n me da shbito brinco.
Cojo el m a x r a d o cuademi-
110, ya desmenuz5ndose. y un
mundo d e ayer cobra de re-
pente su resonancia inzxtin-
guida.
- 27 -
En la portacla, unl nombre:
“Senderos”. Y un sublilulo:
Rwista d:l Centro de Estu-
6iantes del Liceo cie Tcmu-
co. Y una fecha: octubre de
1922. Mas abajo: un g r a b d o
En made;a de G,?rardo Se-
guel, y, glos5ndol0, una es-
trofa de Oscar Pscobar:
Y pienso.
- 28 -
“Recuerdas, Gerardo, nues.
tro banco desde prqxiratoriar
e n el Liceo, en x p e l viejc
Liceo de m’adera que se in.
cendi6 .en el verano de 193:
cuando curshbamos quintc
afio de humanidades?
Veniss de Cholchol, de esz
aldea engastada en la pro
vinciat de Cautin como un:
pupiia ciega, y q u e rnu:hni
veces ernergi6 en tu poesi:
con la voz sorda del sus vien.
tos, de sus mapuches despo.
jados, de sus amos implaca-
bles.
B. E.
IN-DICE
PAgina 11:
NACE UN RIO
Pfigina 21:
LA lNFANClA DE LOS
PO ETAS
Pcltgina 35:
DESEMBOCADURA
D e la presente Coleccidn
se han impreso:
1 LECWE DE BURRA
Nicomedes GurmAn.