Desembocadura - Daniel Belmar

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i

DESEMBOCADU
Antologia Autores Actualzs
RIRIGE LA A. A. A:

ARMAND0 MENEDIN
DANIEL BELMAR

esembocadura

Santiago d e Chile
1 9 5 3
Obras publicadas par
Belmar:
<<Roble Huacho>)-nove!a-
Editorial Culduru - 1948-
CcOleajeu - novela- Edi-
ciones ccFloriVacionab 1950
-
uCiudad Brumosam novela
7952. uCoirdnv - novela
Premio Atenea y Premio
Municipal 7952. -
Edito-
rial (ZigZag..
Publicars prdximamente
&Sonata,, novela.
Nace U R Rio.
(crdnica)
La Infancia de 10s Poetas.
(gloss)
Desem bocadwa.
(relafo)
n wis
Ahi, ,exactarnente bajo el
puent:: c p e met las dos mi-
tades de Angol, la bella ciu-
dcsd de Los Confines, nace un
rio.
Lo nutren dos &similes co-
rrientes. Una, el Rehue, de
onda turbia y potente. La
otra, el Picoiqukn, clara, pro-
funda. Vienen las aguas des-
de quien sake qu6 distantes
hontanares cordilleranos, y
se escurren bajo espesas
Prondas de mimbreras y sau-
zales.
Jfintanse las linfas bajo el
puente, y el n u w o rio -el
Vergara- avanza largo tre-
cbo sin confundir en su cau-
dal las bTavias corrientes .
Poco a poco, sin embargo,
festones de agua turbia se
deslien en la transparencia
que la flanquea pertinez. Y
mjs all&, bajo otros misterio-
- 12 -
sos doseles vegetales, el rio
naciente es ya un turbi6n ce-
fiido y sin color.
En co-mpaiiia de Perico
SBnchez, profesioml de valer
y omigo de fina corZialidad,
vamos y venimos por las ca-
l k s asfaltsdes, clams, acoge-
doras. Alconzanios hzsta
H u e q u h y E1 Vergel. El $ 3 ~ -
tornhi1 corre por aiamedas
imperials. El viento rumo-
rea en 10s apr&dos follajes,
y el sol destella en las hojas
IiUtVBS cuyos tiernos verdes
levantan hacia las aliuras las
esencias de una tierra uh6-
rrima.
Vanios y venimos, alijera-
dos por un instante de 10s
- 13 -
inaplazablcs mcnesteres a
qur: nos conden? lo habitual,
la rutina del oficio largamen-
te cjercido.
TaT nos acodamos otra vez
sobre las barreras del puen-
te, mirando el rio pdrvula.
Alguien viene, un mucha-
cho de boina, serio, melanc6-
Iieo .
--Es el poeta CEsur Roa
-dice Perico SAncbez-. Es
hcrmano del pintor.
--iDe Israel Roa?
.-;Del mismo!
Y lo llama. Hay cordiales
estrechones de manes. Nues-
tro hombre nos invita a su
- 14 -
c a m . Nos resistimos. En brc-
ves momentos m&s dcbemos
cumplir e! coinpromiso qi:e
nos ha traido: LUX. cliarla 1:-
temria en la Escucla Ancxa
a la Normal. El ticirqo PUC-
la. Y no obstante, accedemos
2 la iiwitacih, 6ominzdos
por la gota de ruego que apa-
rece en las pupilas de nuesuo
nuevo arnigo. Una frase suya
termina de decidiriios.
-iVayan la ver 10s cuadros
de mi hermano!
Y varnos. Por una calk
guarnecida de acacias, un
algo desolada, que contrasta
singularmente con la Aveni-
da O’Iliggins desde donde
arraiica. “Industria”, asi se
- 15 -
llama esta calleja, y mien-
tras caminamos Cbssr Roa
nos cuenta que en ella e l es-
critor Juan Godoy encontr6
algunos de 10s inateriales de
su elogiada, novela “La cifra
solilaria” .
La casa del poeia es hu-
milde, obscura, de muros ra-
jados, y sin embargo enno-
blecida por nutrida colecci6n
de cuadros de Israel Roa.
Admiramw, entre otros, el
autoretrato del artista ado-
lescente.
CQsar D O S escancia, mien-
tras, el vino de la amistad.
Luego nos muestra sus teso-
ros: una carta de Gabriela
- 16 -
Mistral, otra del Juana de
Ibarbourou, diversos articu-
10s de prensa. Y a continua-
ci6n nos lee dos o tres de
sus poemas.
Hay accntos enf5ticos en su
voz, un trasmto de sordia
amargura que nos muerde
alguna escondida regi6n del
alma .
Y nos hablamos hacia
adentro:
-Amigo Roa, no somos
criticos de poesia ni de nin-
g u m forma de arte. No nos
compete entonees calificar su
obra en gestacibn. Pero si no
fuera usted un alto poeta,
mereceria serlo, por la since-
- 17 -
ridad, ?a humildzd, el amor
con que usted se empeiia en
descubrir 10s celosos secretos
de la creaci6n poktica.
PJlhs tarde, hablarros en el
SaI6n de Actos de 13 Anexa.
Las directoras de ambas es-
cuelas, algunos amigos de
buena vo?untt.id, varios cu-
riosos completan el auditorio
formado enai exclusivamente
por alumnas de 10s cursos su-
periores de la Pu’ormsl.
Soblamos, un tanto teme-
rosos de que nuestros oyen-
tes se distraigan o se abu-
rraa. Pero nacla ocurre. Y a?
final, entre la fuvenil mu-
chxiumbre que aplaude, ai-
mnzamos a divisar 10s rostros
- 18 -
jubilosos de Palmenir? Ross,
Ulda Salgsdo, Maria Huen-
chullan, Rosa Rivera).
Salimos. Afuera, el aire es
una copa de v e r d s aromas.

Angol, octubre de 1951.

- 10 -
La Infan cia de
10s Poetas
A veces, muy de tarde en
tarde, cuando viajo hacia el
sur, especialmente cn invier-
no, una suerte de extrafia
angustia me desgaja el ani-
ma.
Atrjs van quedando 10s
poblacho; d c topcnimiz3, d-eso-
leda: Tailahueque, Quillem,
Pillanlelbun, Cajjn.
La lluvia golpea rabiosa-
mente 10s vidrios de las ven-
tanillas, y el paisaje, opaca-
do por la niebla, gira en bru-
mosa vorrigine. En 10s pri-
meros planos voltean 10s Br-
boles grises, 10s postes de1
telkgrafo, 12s alarnlnrndns
contra las cuales el viento
ululante lastjma y decapjta
10s frbgilcs arbustos.
Gorre el tren veiozrncnte.
Un trisle rncciiodia desvcnece
el pmorama. En 10s andenes
inunlados por rachas iramn-
das, ckrtcs hombres, ciertas
- 22 -
mujeres, sileneiosos, cxtgticos,
miran. A veees hay un perro.
0 caballos, sumisos, derrota-
dos, recikicndo en las grupas
testoicss el fria aletsso d d
aguacero. Puede ocurrir tam-
bikn que tras 10s vidrios de
una ventana aparezca el ros-
tro asombrado de un nifio.
aplastando la naricilla sobre
10s cristsles ernp?fiiados con
su aliento.
Surge de pronto, entre 10s
incansables estambres de la
lluvia, anchs cinta de brufil-
do metal que procura o ~ i d a r -
se. Es el rio Cautiii, dcro y
vital, eterno, inoivldable.
Y llego a Te?naco e r btrsca
de mi infancia perdida.
- 23 -
Mi hermano me >espera
cierta vez. Lo abrazo, enton-
a s , con cariiio.
-LC6mo e s t h ellas?-pre-
gunto.
“Ellas” son mis hermanas.
-iAhi estin, viviendo!
--iY tus chiquillos?
Rie.
-iOh, crecen, y cada dia
con mejor apetito!
Coge mi maleta, y salimos
3 la estaci6n empujados, y
mpujando, unia muchedum-
re mojacla, vaheante.
-iVamos por Laakwo! -
cc mi hermano cogi6ndome
6 3 1 brazo.
- 24 -
Torcemos entonces por la
vieja calle.
-ii\Tadi ha carnbixlo! -
digo.
LOS mismos mercados de
frutas, 10s misrnos almacen-
cillos negros, ,los equfvocos
hoteluchos.
Me detengo un inslantc en
la mitad de la primera cua-
dra. El pznsamiento vuela
hacia u n tiempo rernoto. Si,
amigos. Aqui habia una ca-
sa, u m pequefia casa que 10s
a50s derrumblairon, una$ casa
en donde se escuchaban 10s
pi’cazos cie 10s trenes, en don-
de sentiase la vibraci6n d e
la barriada humilde, en don-
de nuestro Neruda zdolescen-
te nulri6 las raiices y 10s pri-
mcros elernentos de su p x -
sial.
Mis hermanas me abrazan.
Y permanecen quietas, mi-
randome con tiernas pupilas:
huinedccidas.
Por decir algo, pregunto:
--i&uC es de tia Elvira?
Watblan entonces. Me infor-
m'm de menudas cosas, de
gentes que he conocido, de
nmigos que han muerto. Es-
cucho distraido.
Afuera, e l aluvi6n golpea
la ciudad.
- 26 -
Desde el segundo piso
contemplo el panorama cir-
cundante. Colhdose por grie-
tats invisibles el viento hace
ondular 10s cortinqies. Mas
alla de 10s veiitanalcs, la llu-
via baila. Y aun m&s all&,
por er-ima de las tec’hum-
bres del Liceo, 10s vctustos
“collanes” del Riel01 sacuden
12s enhiestas rsmazones.
Mis hermanas se marchan
a sus escuelss. Vago por la
cas2 silecciosa. Revuelvo un
niont6n de viejos papeles. El
coraz6n me da shbito brinco.
Cojo el m a x r a d o cuademi-
110, ya desmenuz5ndose. y un
mundo d e ayer cobra de re-
pente su resonancia inzxtin-
guida.
- 27 -
En la portacla, unl nombre:
“Senderos”. Y un sublilulo:
Rwista d:l Centro de Estu-
6iantes del Liceo cie Tcmu-
co. Y una fecha: octubre de
1922. Mas abajo: un g r a b d o
En made;a de G,?rardo Se-
guel, y, glos5ndol0, una es-
trofa de Oscar Pscobar:

El surtidor del Parque es


[un cristal, uri, lirio,
y ccn la !uz 6.e luna SLIS
[ra,yos son la plata:
p,edrerias sus gotas, son
[brillantes d21 un cirio
que riman a1 caer su x a v e
[serenata. . .

Y pienso.
- 28 -
“Recuerdas, Gerardo, nues.
tro banco desde prqxiratoriar
e n el Liceo, en x p e l viejc
Liceo de m’adera que se in.
cendi6 .en el verano de 193:
cuando curshbamos quintc
afio de humanidades?
Veniss de Cholchol, de esz
aldea engastada en la pro
vinciat de Cautin como un:
pupiia ciega, y q u e rnu:hni
veces ernergi6 en tu poesi:
con la voz sorda del sus vien.
tos, de sus mapuches despo.
jados, de sus amos implaca-
bles.

Vecina a las violenbas


[montafias de Malalchc .
bajo las auroras de tan
- 29 -
[altas espurnas,
quo bajaw sus mareas por las
[cuestas mojada,s
junto a 10s rios poderosos
[y salvajes
que en las noches profundas
[de invierno nos asaltan;
desde las lluvias eternas
[que aracan 10s pobledos
o pasan cabalgando en 10s
[vientos mks altivos,
desde el vasto coraz6n
[que e13 ellas vive
mi vieja infancia me mira
[fija\mente.

Eras u n nifio ecpenas, un


nifio pequefio y robusto de
largas melenas castalias. Vi-
vias con tus hermanas en una
- 30 -
casitai de la Quinta Agricola
en dondz tu padre era cuida-
dor, o algo asi.
Recuewlo tus mejillas cur-
tidas, tu estampa campesjna,
tus fuertes manos infantiles
expertas en el babraclo ddct la
madera sin otras herramien-
tas que un cortaplumzs ve-
tusto y u n trozo gastedo de
lija.
Hacias con singular per-
fecci6n aquellos puliclos so-
portes p z n “honda” q“? des-
pu6s POS regalabas. Eras k ~ -
raiio, y cariiioso, y solitario.
Solitario, sobre todo.
iC6mo t e doleria Ir; infan-
cia, pequeiio Gerardo?
- 31 -
LRecuerdas c6m0, a veces,
en el cardiente c o r ’ d n del
vermo, borrachos de sol y dz
boscajes, nos interr$ban:os
en la. espesura del fiieiol ca.-
zando avispas o mzriposas,
sobrcsaltados por el griio
agorero del “chuc~zm”?LO,
parados en las esquinas, mi-
r6ba.mos pasar a1 los indios
mustios y cntristecidos, a. 10s
vend.cciores ambJlentes, a 12s
murgas de 10s circos?
Vida peqnefhh es cierto,
pero vida. de,nsa, apretads,
como racimos de angustia en
asordinada :latencia..
A’nora, ya no- vives mas
querido ‘smigc. LQui6n pc;dr&
- 32 -
recordarte en Cholchol? No
s e . L’a tierra acaso, esas mon-
tafias de Malalche que espe-
r a r i n eternamente el regreso
anunciado:
Pero he de regresar junto
[a 10s rios intrbpidos,
‘a 10s bosques que, bramando,
[bajan del cielo Iiquido,
junto a 10s froiidosos
[huracanes del SUP,
ahora he de volver.”

Teauca, agost0 ai3 1951.


Desembocadura
El mar entra en la tierra
por la ancha boca del rio, y
s u influjo salobre alcanza
hasta mis all& de San Pedro,
m8s all& de la ciudad febril
erizada de humosas chime-
- 37 -
mas, aun m j s all& tal vez
hasta La Leonera.
En la ribera norte, junto
a1 mar, Hualpbn, con su pla-
ya solitaria y traidora, con
sus potreros verdes y sus ce-
rros adustos en donde el
viento, aullando, rasga las
alas furiosas en 10s duros
pufiales del card6n.
En medio de la desembo-
cadura, dos colinas de pie-
dra redondeadas por 10s
transparentes cinceles del
tiempo, emergen de las
aguas como dos sen05 bra-
vios. La marejada golpea
la peiia, en torno, con su
eterna y agria canci6n de
olas tenaces, llevando y tra-
- 38 -
yendo, infatigablemente, ma-
cizos cendales de algas pa-
tinadas por verdosos 6xidos
de abandon0 y desolaci6n.
Hacia, e l sur, a dos kil6me-
tros del mar, lejos de la ho-
ya del rio para preservarla
de las inundaciones inverna-
les, la poblaci6n Boca Bio-
Bio asienta sus ocho o diez
destartaladas viviendas en
medio de las dunas que, un
poco m6s all& tierra aden-
tro, detienen su silenciosa y
mortal invasi6n a1 chocar
contra las primeras barreras
de 5larnos y pinos.
A veces, en el profundo
coraedn del verano, bandadas
de gaviotas cruzan el case-
- 39 -
rio rumbo a1 mar. Sus leii-
tas r6miges capturan furti-
vos destellos de sol, y en 10s
cielos azules las blancas alas
semejan deslumbrantes vila-
nos de armifio. Vienen des-
de San Vicente, o desde Tal-
cahuano, o quizas si desde
m5s a1 iiorte, en busca del
Golfo de Arauco, d e sus
gruesos cardhmenes, de su
vivaz y plateada multitud.
El viento sopla entonces,
suavemente, haciendo volar
la arena suelta. Las dunas
se rizan en la superficie, en
pequeiias olas quietas. Las
manos de las docas estiraii
sus verdes dedos triangul3-
res tratando de alcanzar
- 40 -
quien sabe qu6 extrafio limi-
te, apareciendo hasta debajo
de 10s vientres podridos de
ciertas barcas que alli en la
arena ss desmenuzan lenta-
mente bajo la mordedura del
sol, de la lluvia, d,el viento
impregnado de sales destruc-
tivas.
Per0 el invierno es duro y
tenaz. El mar suelta sus
vientos huracanados y una
muralla de bruma hurta el
agua a 10s ojos anriosos. S6-
lo se escucha el golpe sal-
vaje d eia marejada, y, a, ve-
ces, el pitazo ululante de 10s
barcos que cruzan el golfo
rumbo a Lota o a Coronel
tras el cartj6n.
- 41 -
Entre el casesio y el mar,
a lo largo de la costa. otro
ocbano agita trPrnulo oleaje
primaveral. Son 10s “cho-
chos” -10s lupinos- peque-
60s arbustos nutridos en 10s
senos exhaustos de las dunas,
sobreviviendo all; por un mi-
lagro de adaptacibn, absor-
hiendo con sus finas raicillas
el agua salobre, forjando con
duros salitres la gracia ama-
rilla de sus inflorescencias,
el verde obscuro de las ho-
jas, la dureza de 10s delgados
talllos impregnados de resina.
Cuando sopla el viento, ru-
moroso temblor corre por ese
apretado e infinito matorral.
Las dunas set han tornado do-
- 42 -
radas. Easta donde alcanzan
10s ojos, brillante resplandor
dme or0 colma las pupilas, en-
cegueci6ndolas.
Una pequeiia casa junto a1
mar romp? la soleclad del
paisaje en el mjsmo h g a r en
que 10s “chochos”, dacperdi-
gkndose, alcanzan frontera
con la playa. Dos viejos y u n
niiio viven alli, en esa casa
de dos puertas, una de las
wales enfrenta a1 caserio y
la otra a un corralito en que
picotean las gallinas, finicos
vigilanbes de las sartas de
“peseadas” tendidas a secar
entre 10s palos de la cerca.
El viejo y el ni5o salen,
en 10s dias apacibles, a co-
- 43 -
ger 10s peces. La vieja corta
la cabeza y la cola de 10s
pescados, 10s descama, 10s
destripa, 10s sala, botando 10s
desperdicios a1 lado de la vi-
vienda. Un olor agrio y ran-
cio que el viento no alcan-
za a diluir, atrae constanie-
mente a cuervos y sabandi-
jas. A veces viene un pe-
rro. Pero muere pronto, de-
ambulrndo entre las dunas,
tosiendo, tratando de vomi-
tar las espinas arteras, olvi-
dado del charqui de “pecca-
da” que oscila a1 viento como
rosario de tiesas banderolas.
La noche de verano ha ce-
rrado poi- completo. Luces
lejanas tiemblan ligeras so-
- 44 -
bre el mar en sombras, a1
otro lado del golfo. Un cielo
de altas estrellas vierte so-
bre la tierra quieta, p5lida
luminosidad. S610 se tescu-
cha el rumor del viento agi-
tando las flores de 10s “cho-
chos”, y el golpe isbcrono,
desolado, eterno, de la re-
saca.
La vieja, sentada junto a la
Zumbre, matea en sileiicio. El
viejo remienda redes. El ni-
50 bosteza.
El fuego se va apagando.
La vieja mira la noche a tra-
ves de un ventanuco.
-iLorenzo, mi hijito, des-
pierte.. . vaya a buscar unas
ramitas!
- 45 -
El chico tambalea. Se res-
triega ios ojos.
-is:, abuelita!
Y sale, dejando la puerta
sin cerrar.
Los “chochos” son el coni-
bustible de !os moradores de
Rncs Bio-Bio. La resina que
empapa sus fibras 10s hace
arder fkilmente sin despedir
demasiado hum0 .
Pese a1 frio de la noche, el
niiio siente bajo 10s pies des-
nudos el calor retenido por
la arena de 10s despiadados
fustazos del sol. El rapaz co-
rre. Cae de un salto junto a
u n “chocho”, y empieza a
quebrar 10s flexibles tallos.
- 46 -
Lo gistrae de pronto la rhpi-
da, furtiva cairera de algo
q ~ huye.
e Olvids todo, jr L Z
interna entre 10s matorrales
persiguiendo la fugaz apari-
cibn, alejindose cada vez
miis.
LOS viejos confinuarm silen-
ciosos. El tiempo ha dcjado
su huella terrcsa en el per-
gamino dle 10s rostros y de
las mznos. Los dedos temblo-
rosos del viejo siguen te-
jiendo mechicamente las
bastas cadenetas. La anciana
procura pensar. Hechos le-
janos afloran a la superficie
de la concicncia, pero se es-
fuman con rspidez.. .” un
caballo muerto bajo ciert~s
- 47 -
$,boles grises. .. una ropa
summergida a medias, arras-
trada por aguas mortales.. .
una muchedumbre sudorosa
. . . pero, idbnde? " ...Los re-
cuerdos se han transformado
ten tremulos celajles, como
olas vistas a travks de 10s
fluidos estambres hiIados de
la lluvia. Existi6, es cierto,
per0 hace ya largo tiempo, la
culminaci6n de esa vida.
Ahora el coraz6n ya no guar-
da el anbelo, es una cript6-
gama ciega creciendo incon-
teniblemente hacia la destruc-
ci6n.
-iiNo se muevan!!
Tres hombres han entrado
bruscamsente, tres girones de
- -48
noche condensados en ame-
nazankes negruras, tres ban-
dolcros lenmantados, terri-
bles en su silencio.
La vieja se alarma. El ges-
to del viejo es de asombro.
El bandido que, hac€ de je-
fe, retaco y macizo, levanta
el borde de la manta con el
cafi6n recortado del “choco”
apuntando a1 anciano. Apa-
recen 10s pantalones de pana
estrechados sobre ciertos za-
patos de cuero blanco sin
desbastsr. En las sombras
apenas desleidas por el hu-
moso lamparin que cutelga
junto a la ventana, reluce ex-
traiiamente el albo pelaje del
calzado.
- 49 -
La voz del bandido rornpe
la tensi6n:
-iR ver, abuelo ... vaya
soltando 10s reelitos!
-LRealitos?. . . iQc6 reali-
tos?
El bandido se enfurece.
-iNo te hagrs €1 Z O ~ ~ O
rengo! iMejor s e r i q u e entre-
gues la plata poi- las buenas!
-Pero, jestPn Iccos!. ..
;que plata, por Dios?
La voz del jefe sale fil-
trada por el embozo. Los
otros bandidos son silenciosas
sombras wgectantes .
--iTe\ figwas que no si.
que vendiste la casa de 3x1
- -BO
Pedro?. . . i
Y quC tanto pala-
breo! iYa, carajo, suelta la
plata!
Lleva la carabina a 10s
ojos, haciendo chasquear el
gatillo. El viejo tiembla.
-iPero si no tengo ni un
veinte! Entre@ a mi hijo
toda esa platita, a mi hijcl
A-iitenor, el que vive en LO-
ta.. .
El bandido mira a sus
acornpaiinntes, y hace brusco
movimiento de cabeza; estos
echan las mantas hacia atrbs,
mostrando las manos tiesar-
mzdss. Antes que amarren
a1 anciano se alcanza a es-
- 51 -
cuchar la voz cascada de la
vieja:
-iBastante apurados de-
bcn andar, ya que vienen a
saltear a 10s pobres!
El rapaz, escondido a1 lado
afuera de la puerta, ha es-
cuchado 1as palabras de la
sbuela. La arena silelnci6 el
regreso de sus pasos y aho-
ra, vacilante, atemorizado,
siente que un temblor irre-
p r h i h l e le recorre el espi-
nazo. De pronto, una idea
cruza fugaz por su mente. y
se d e j a en puntillas, sin ha-
cer el menor ruido. Una vez
emboscado entre 10s “chc-
chos” echa a correr hacia el
caserio. Siente el coraz6n
- 52 -
que salta, adentro, como pC
jaro enloquecido. Repecha
las dunas por una senda ape-
nas insinuada en e1 mato-
rral, sin reparar en el el&-
tic0 ramaje que le arafia el
rostro.
Golpm precipitadamente
una puerta. Grita:
-jPadrino Romero! ... i iPa-
drino Romero! !
Se descorre una tranca.
Asoma u n rostro hirsuto.
-i i E s t h salteando la casa,
padrino! !
Tras brevisimo instante
una sombra decidda salta
hacia afuera, y corre veloz-
- 53 -
mente por entre 10s ‘‘cho-
chos”. El nirio la sigue a
duras penas, jadeando.

El padrino Romero, Eleo-


doro Eomero, ex-cabo de
Marina, vive desde hsce afios
e n Boca Eio-Ria. For haber
desobedecido las 6rdenes de
un lenicnte timorato en un2
de las acciones de la rerolu-
ci6n que derroc6 a1 Presiden-
te Balmacedta, 10s jefes de la
Armada Lo llarnaron a retiro.
Era pellgroso u z hombre co-
mo 61, revoltoso, indiscipli-
nado. El ca5o Romero, heri-
do m lo intima, no qtliso
aceptar el montepio que le
ofrccioron. Se recoZi6 en !a
msa paterna, en Eoca Bio-
- 54 -
Bio, en donde vive con !a
madre anciana, cultiirando
hortalizalq y desemgcfiando
las hipclthticas funcioms. de
juez de disti-ibo.
Ahora corre en la noche,
,apenas vestido con pantalo-
nes; la falda de la czmisa
revuela haicia at& como
bsndera a1 toqne de cala-
-uerda nientras que, apre-
tado entre las manos podero-
sas, el m h s e r despide aps-
gados y tragicos destellos a1
tremulo fulgor de las estre-
llas .
Luego, a diez metros de la
CWB, esccndidos entre 10s
(‘chocho~”, atisban por la
puerta sin cerrar $el misero
- 55 -
interior. Todos 10s trastos
aperecen diseminados y vol-
cados, removidos por la f u -
riosa b6squeda del dinero .
Los dos ancianos perm'snecen
en un rincbn, medrosos, in-
timidados, cefiidos por fuer-
tes ligaduras.
El de 10s zapatos blancos
contempla con ojos airados a1
viejecillo. Con voz rechi-
nante ordena a 10s compin-
ches:
-" ipatfiaqueenlo !"
La palabra bsrbara ha he-
cho caer el embozo. Apare-
cen unos bigotes de color de
cobre en un rostro blanque-
cino sembrado de pecas ber-
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mejas, un rostro inexpresivo,
de Iabios _n&lidos,un rostro
de bandido aprmdiz.
El rcgjctro no da resulta-
do. El ixnd;do anda de a116
para ac8, nervioso. Uno de
10s compaiieros susurra, que-
dament e :
-Debe haber Enterrado la
pliata.. .
El jefe se deliene. Mira de
pronto, fijarnent., el techo.
Grita:
-iCola1hoslo en esta vi-
ga, por 10s pies! A uer ahora
si.. .
En el mismo instznk el
rapm alcccicnaso por el ps-
drino l a m a un puiiado ?.e
57 -
larena contra 10s vidrios d e
la ventana, y vuelvc a ocul-
tarsc veloz ectrc 10s "cho-
chos" .
En la puerta asoma el ros-
tro sorprendido del bsndole-
ro. Espera un rnomento, tra-
tando de avizorar la noche.
Av'mza pegado a1 muro, la
carabina tendida entre 10s
brazos cautelosos .
De pronto, deslurr-brador
fogcnazo hiere las pupilas del
chiquillo, proyectando fugaz
lumbrarada en el contorno
inmediato. El bmdido apare-
ce por brevisimo tiempo co-
mo negro insect0 clavado en
l a rnuralla por la flecha ar-
diente del disparo. Luego,
- 58 -
cae la carabins de 10s brazos
sin vida, y el hombre se des-
ploma hacia addante, sin u n
griio, vacilazdo trigicaniente
en el aire, muerto.
El padrino Romero sc ha
convertido en demonio. Sal-
ta de “ckocho” en “chxho”,
disparando sin c2sar. La EO-
che se llena de relhipagos,
y el quemante olor de la
p6lvora rasgufia la garganta
del niiio.
Repentinamente, entre 10s
disparos, se escuchla el apaga-
do hopel de una huida pre-
surosa por la arena. Son 10s
otros asaltantes que se han
escapado por la puerta del
corral, dos manchas ob->curas
- 59 -
que corren, desaladas, en de-
manda de 10s ‘‘chochos” y de
la salvaci6n.
Cae uno m6s bajo la pun-
teria implaczbk del padijno.
El otro logra a!canzar el ma-
torral y se pierde en la no-
che protectora.
-;CaramSa, don Vicho,
jno?! . . . i Caraniba con el
Cab0 ~ O ~ ~ ? T LON ’O ?
iPor la putit..!
jbguaite, mire, &to era lo
que yo queria!
Y antes de desatsr a 10s
ancianos el pacirino Romero
agica triunfalrnente la carabi-
nA recortada -el ‘Wwco*’-
dcl bandido mi:erto.
- 63 -
Miectras desamarra a 1s
anciaiiz, contin6.a:
-iCaramba! iSe la gan6,
no mhs! iL0 pill6 mansito!
jNO?

Hey un gesto de rego,cijo


casi infantil e n el rosiro tss-
tad0 del e x - c a b . Alto, cen-
cefio, de liornbros poderosos,
el p,zbriao R.omero parece ta-
l!ado a c i n e e l en r o ~ viva.
~ .
Todo k! desprende hslito de
fvwrza, de vitalidad, inconte-
nible emeneci6n de hombria
y despreocupzdo ira.lor. El
rap:>.z y 10s $03 viejns CCII-
tempjan con ojos brillantes !a
yecia esiampa del sslsrador
alcgrc y ctic-'..src::!?ero.
61-
A1 salir del rancho el viea-
to voltea la llama del lam-
parin amenzzando apagarla .
El ex-cabo la protege con un’x
mano extendida, y se inclina
soKre el hombre muerto. Sus
ojos at6nitos lo recorren des-
de la cabeza hasta 10s pies.
Repara en 10s extraiios zapa-
tos blancos.
--;Aguaite, don Vicho,
aguaite! iPor la putita! ; Y O
conozco a este “peine”! Le
decian “Paso Nevlado”, era
cochero en Concepci6n. Y
ahora metido a salteador.. .
Carainba, jno? . . . iY aqui te
lleg6, no mAs! Maiiana, don
Vicho, vamos a tirar a Este y
a1 otro, de albita, por a116
- 62 -
Icjos, en medio de 10s “cho-
chos”, tal como e s i h , sin to-
carles ni un ~ € 1 0 ... Los Ile-
vanios en mi carreta, jy esta
boca es mia!. . . jno?
El sienfo agifa 10s “cho-
chos”. Tr6mula pdaitaci6n
come por la vasta superficie
amarilla,. Nada rompe su
triunfal cspesura. Sblo, du-
rante algunos dias, negra y
el6stica granizada de jotes
rond6 cierto lejano lugar, su-
biendo y bajando, descri-
biendo lentas y airosas espi-
rales .
Despubs, nada. Nada sino
el viento incesante, el viento
salino d d mar riaando la ca-
- 63 -
bellera dorada de 10s “cho-
chos”, lamiendo 10s torsos
morenos de 13s dunas.

B. E.
IN-DICE

PAgina 11:
NACE UN RIO

Pfigina 21:
LA lNFANClA DE LOS
PO ETAS

Pcltgina 35:
DESEMBOCADURA
D e la presente Coleccidn
se han impreso:

1 LECWE DE BURRA
Nicomedes GurmAn.

2 PIRATAS DEL DESIERTO


GonzAiez Zenteno.
3 DESEMBOCADURA
Daniel Belmar.
ED1 C IONES
R E N O V A C I O N AL
SERVICIQ DEL
ESCRITOR
PORTnDA de Munolo
Sepal&.
VlfiETA de Luis CorW
H.
DESEMBOCADURA fue im-
preso en la lmprenta ROA,
Vergara 324, fono 84462,
Santiago de Chile.

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