Metodo para La Nueva Evangelizacion PDF
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INTRODUCCION1
En el marco de la NUEVA EVANGELIZACIÓN, se requiere una sencilla reflexión
acerca del cómo realizarla y lograr sus objetivos. Esto nos lleva a pensar en el
método de la misma. A la vez, es necesario hacerlo desde la perspectiva propia
del sujeto de la Nueva Evangelización: el Espíritu, quien inspira, la Iglesia,
servidora en la Misión. San Juan Pablo II, al referirse a la Nueva Evangelización
hablaba de “nuevos métodos y expresiones”. Por tanto, no se cierra nunca la
posibilidad de variadas formas de pensarla, actuarla y ponerla en práctica. Una es
la razón: no se puede encerrar la iniciativa y la creatividad que el mismo Espíritu
coloca en las mentes de los creyentes.
Sin embargo, queremos presentar en las páginas que siguen a continuación una
propuesta desde un método muy empleado en la Iglesia: el de la REVISION DE
VIDA. Es el método del VER-JUZGAR-ACTUAR. Queremos presentarlo,
alimentado por las razones que le originaron y con la metodología propuesta
desde entonces. Pero, tratando de enriquecerlo con algunas propuestas
presentadas por Francisco, a quien solemos reconocer como el Papa de la Nueva
Evangelización.
A partir de esto, queremos presentar el nuevo movimiento del cual nos habla el
Papa Francisco en EVANGELII GAUDIUM: “PRIMEREAR”-INVOLUCRARNOS-
ACOMPAÑAR-FRUCTIFICAR-FESTEJAR. Este movimiento nos permitirá
enmarcar en los tiempos modernos y actuales el método del Ver-Juzgar-Actuar.
Este movimiento, nos indica el Santo Padre, se realiza en unos ámbitos concretos:
el tiempo-la realidad-la unidad-el todo (que generan principios propios de
1
Este es un aporte para la SEMANA DE TEOLOGIA, promovida por la UNIVERSIDAD CATOLICA DEL TACHIRA,
mayo 2016.
2
acción). Por supuesto deberemos ver los sujetos, que se deben tener en cuenta
en la aplicación de este método a la Nueva Evangelización.
LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
La evangelización es la tarea y misión esencial de la Iglesia. La Iglesia dejaría de
serlo si no evangelizara. A lo largo de la historia, ella ha venido cumpliendo esa
tarea. Para ello, con el dinamismo de la encarnación de Jesús, se inserta en la
historia de la humanidad y en cada uno de los pueblos para anunciar así el
Evangelio del Señor. La Iglesia, pues, vive para evangelizar.
A partir de este terrible acontecimiento, comenzó una nueva etapa, la cual hubo de
enfrentar la Iglesia: el secularismo, la descristianización y el relativismo ético.
Desafían la misión evangelizadora de la Iglesia y va obligando a pensar en una
NUEVA EVANGELIZACION. La situación de la Iglesia es delicada, pues debe
responder a nuevos desafíos con una manera propia de ver las cosas y de
2
A. FOSBERY, op., Fasta y la Nueva Evangelización, Buenos Aires, 2013, p. 4.
3
Pío XII, sobre todo luego de la II Guerra Mundial irá dando los pasos para la
renovación de la Iglesia. Mantiene y sostiene la continuidad del Magisterio
Pontificio, pero ya comienza a tocar los temas que reclaman los intentos de
renovación eclesial y pastoral en la Iglesia.4 Un ejemplo claro lo vemos en su
eclesiología, cuando comienza a hablar de la Iglesia como “pueblo de Dios” (cf.
MYSTICI CORPORIS en 1943).
Su sucesor, Juan XXIII va a dar un paso importante, casi como un salto cualitativo.
Papa considerado como de “transición” abrió las puertas y las ventanas de la
Iglesia a fin de que penetrara “la frescura del Espíritu”. Tuvo la osadía de convocar
el CONCILIO ECUMENICO VATICANO II. Así se lanzó en la aventura de hacer
presente a la Iglesia como servidora de la humanidad y en diálogo con el mundo
actual. Va a invitar a “leer los signos de los tiempos” con los ojos de la fe y la luz
del Espíritu Santo y va a convocar a toda la Iglesia a una tarea muy importante:
enfrentar los desafíos de los tiempos modernos para la evangelización. Podemos
decir que Juan XXIII dio los pasos iniciales para la entrada en la Iglesia de la
Nueva Evangelización.
3
Ibidem, p. 11.
4
Cf. Ibidem p. 15.
4
Benedicto XVI va a dar algunos pasos concretos. Entre ellos la Creación del
Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización6: “He
decidido crear un nuevo organismo, en forma de Consejo Pontificio, con la
tarea de promover una renovada evangelización en los países donde ya
resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua
fundación, pero que están viviendo una secularización progresiva de la
sociedad y una especie de “eclipse de Dios”, que constituyen un reto para
encontrar los medios adecuados con la finalidad de volver a proponer la
verdad perenne del evangelio de Cristo”. Como se ve en el texto, uno de los
mayores intereses del Papa es la atención a las comunidades donde resonó el
primer anuncio del evangelio y que están atravesando por situaciones que él
identifica como “eclipse de Dios”7. Siendo aún Cardenal, Benedicto XVI también
5
Ibidem, p. 31. El beato Juan Pablo II reta, de modo especial a las Iglesias de Latinoamérica a renovarse,
conservando el “depósito de la fe”, haciendo patente la misión apostólica y pastoral de la Iglesia,
conforme a los postulados de una “nueva evangelización”, nueva en su ardor, en sus métodos y a sus
expresiones. Ibidem p. 33.
6
BENEDICTO XVI, Carta Apostólica “Ubicumque et semper” (21-IX-2010).
7
La fundación del Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización es, sin lugar a dudas,
el modo de responder al beato Juan XXIII cuando convocó al Concilio Vaticano II para lograr instaurar una
nueva relación Iglesia-Mundo. En la Carta de Benedicto XVI, esta nueva relación se debe dar por medio de
una adecuada laicidad que respete el orden natural y las ordenaciones propias del orden temporal; afirma
el sentido sacral-creacional del cosmos; genera una conciencia religiosa para percibir la presencia de la
historia de la salvación en medio de la historia que construye el hombre y que evita toda forma de
clericalismo en el servicio, orientación y desarrollo de los cuerpos intermedios de la sociedad. La laicidad al
afirmarse, rechaza tanto al “clericalismo” que busca subordinar lo social y lo político a lo religioso y al
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Tampoco deberíamos entender la novedad de esta misión como un desarraigo, como un olvido de la
historia viva que nos acoge y nos lanza hacia adelante. La memoria es una dimensión de nuestra fe que
podríamos llamar «deuteronómica», en analogía con la memoria de Israel. Jesús nos deja la Eucaristía
como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua (cf. Lc 22,19). La
alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que
necesitamos pedir. Los Apóstoles jamás olvidaron el momento en que Jesús les tocó el corazón: «Era
alrededor de las cuatro de la tarde» (Jn 1,39). Junto con Jesús, la memoria nos hace presente «una
verdadera nube de testigos» (Hb 12,1). Entre ellos, se destacan algunas personas que incidieron de
manera especial para hacer brotar nuestro gozo creyente: «Acordaos de aquellos dirigentes que os
anunciaron la Palabra de Dios» (Hb 13,7). A veces se trata de personas sencillas y cercanas que nos
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Francisco va a pedir que la Iglesia siempre esté en salida: que vaya a todos, en
especial a las periferias humanas. Allí se encontrará con los alejados y los no
creyentes y también con los seguidores de Jesús. Lo debe hacer con una
conciencia de discipulado y de misión. Iglesia en salida, la denomina él. Y nos
recuerda a todos los creyentes y seguidores de Jesús que somos “discípulos y
misioneros”.
LA REVISION DE VIDA:VER-JUZGAR-ACTUAR
No es extraño comprobar cómo en una inmensa de documentos de carácter
teológico-pastoral se emplea el método VER-JUZGAR-ACTUAR. Sobre todo en
América Latina, esta propuesta ha sido acogida y asumida de manera muy
especial. Nace, como lo veremos, de una experiencia muy original denominada
“REVISION DE VIDA”. Ha sido muy beneficiosa, sobre todo para la motivación a
participar en el diseño de los planes pastorales y compromisos evangelizadores.
iniciaron en la vida de la fe: «Tengo presente la sinceridad de tu fe, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y
tu madre Eunice» (2 Tm1,5). El creyente es fundamentalmente «memorioso». (E.G., 13)
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En este mismo orden de ideas, el “actuar” sería constituido por una serie de
propuestas que apuntan a compromisos que habría que hacer para enfrentar la
realidad “vista”. También se corre el peligro de poder proponer una serie de
compromisos previamente diseñados o pensados y que se enmarcarían en la
reflexión anterior (Ver-Juzgar); más aún, existe otro riesgo: el armar todo el
andamiaje anterior para justificar o enfatizar y asumir propuestas pastorales, que
si bien son importantes y hasta necesarias muchas veces no responden como
fruto del auténtico “ver-juzgar”.
Ver:
Juzgar:
Actuar:
Se trata de un método eminentemente eclesial. Por tanto, hay que hacerlo desde
la perspectiva de la fe y desde las páginas del Evangelio, para poder concluir
propuestas que enriquezcan el quehacer testimonial de cada cristiano y la tarea
evangelizadora de la misma Iglesia. De lo contrario, todo lo que allí se haga
quedará en la frialdad de los planes, de los libros o de las buenas intenciones.
1. VER.
luces y sombras. Un defecto, muy clericalista por cierto, consiste en ver desde
lejos y como una experta sociológica la realidad que la circunda, como si no
tuviera que estar pendiente de ella. ¡Cómo le cuesta a la Iglesia, sus miembros –
jerarquía-laicado-vida consagrada- pedir perdón por los pecados de la Iglesia!
Para hacerlo se requiere estar muy metidos dentro del pueblo de Dios, del cual
se es servidor (pero siempre desde dentro, no con actitudes externas al estilo de
los filántropos).
2. JUZGAR
Muy bien se dice que esta segunda parte del método debe ser dedicada a
“iluminar” con la Palabra de Dios, la Tradición y la Enseñanza de la Iglesia. Si
se ha cumplido bien lo anterior, entonces se podrá sentir la doble cualidad del
juzgar: “iluminar” la realidad e “iluminarnos” a nosotros para dar respuestas
evangelizadoras. No se trata de hacer una síntesis teológico-pastoral para
demostrar que se conoce la doctrina íntegra de la Iglesia sobre los diversos
tópicos que se han “visto”. Más bien, se trata de descubrir en la Palabra, la
Tradición y en la Enseñanza de la Iglesia, aquellas luces con las cuales
podemos juzgar, valorar y descubrir lo que Dios nos quiere decir y con la que
quiere iluminar nuestro compromiso apostólico y de servicio.
3. ACTUAR.
Para que todo esto se pueda dar, repetimos, hay que hacerlo desde dentro,
con la conciencia y el gozo espiritual de ser pueblo. No hacerlo es dar tantos
saludos a la bandera como sean necesarios. Es tranquilizar la conciencia y
caer en la trampa de la tibieza y de la mediocridad. El Papa nos invita, como
lo veremos posteriormente, a realizar este método del VER-JUZGAR-
ACTUAR con un nuevo dinamismo, el cual conlleva sentir de verdad la
pertenencia al pueblo. Es una manera de poner en práctica las categorías de
“comunión y participación” propuestas en Puebla.
Allí está lo importante: descubrir la “pascua” del Señor en nuestro hoy. Por
eso, la revisión de vida (VER JUZGAR ACTUAR) no es un ejercicio piadoso
de dirección espiritual ni tampoco es un ejercicio de investigación sociológica
(aunque nos podamos valer de variados medios). Es ante todo, un modo de
buscar cómo se da la presencia del Espíritu en nuestra realidad y en nuestra
propia vida. Así se prepara y fortalece el encuentro con Jesucristo hoy, Él
que vive en las realidades del mundo y de los hombres de hoy. Es leer los
“hechos” nuevos de Jesús y sus discípulos con ojos de fe. Y no se queda,
como lo hemos dicho, en la simple comprobación de hechos,
acontecimientos, situaciones… Es “leer los signos de los tiempos” y
dejarnos interrogar sobre nuestro ser y quehacer, compartido con otros, para
así brindarle nuestro testimonio y nuestro compromiso, para actuar todos
juntos en comunión.
De todo esto se deduce algo necesario: sin dejar a un lado medios y auxilios
de los cuales podamos y debamos echar mano, se debe hacer con sentido
de la contemplación y oración. Supone también un momento de silencio para
escuchar lo que Dios nos quiere decir; y así poder comunicarlo a los demás.
Y junto con ello tener un oído en el pueblo (en su situación que vive) para
hablarle a Dios de las alegrías y penas de quienes comparten con nosotros
su vida.
MOVIMIENTO NUEVO.
El Santo Padre Francisco nos ha presentado un movimiento o dinamismo con el
cual llegar a ser –hoy- una Iglesia en salida. Si este movimiento lo asumimos
desde la perspectiva del VER-JUZGAR-ACTUAR, nos va a permitir, junto con
otras propuestas de Francisco, diseñar un buen plan pastoral, con estrategias…
pero sobre todo con un gran entusiasmo evangelizador que nos pone en sintonía
con las exigencias del momento actual para la Iglesia.
“PRIMEREAR”-INVOLUCRARNOS-ACOMPAÑAR-FRUCTIFICAR-CELEBRAR.
¡Qué bueno es tener esta referencia actual! Con dicho movimiento, la nueva
evangelización podrá conseguir luego desarrollarse en ámbitos concretos, como lo
veremos. Si logramos ir aplicando el método de la revisión de vida en cada uno de
los pasos y luego de manera global e integral, podremos conseguir no sólo un
panorama más amplio, sino la posibilidad de llegar con más decisión y efectividad
a todos, cercanos y alejados, creyentes y no creyentes. Veamos a continuación lo
que significan cada uno de esos pasos.
“PRIMEREAR”
Es un neologismo que nos da a conocer el Santo Padre (E.G 24). Quizás no nos
resulta fácil al sernos presentado. Pero Francisco mismo nos indica que significa:
“La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa,
la ha primereado en el amor (cf. 1Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse,
tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar
a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos” (E.G. 24).
Está claro este primer paso del dinamismo de la acción evangelizadora y pastoral:
inspirados por la iniciativa de Dios, los discípulos de Jesús deben tomar también la
iniciativa para el encuentro y la realización de la obra evangelizadora con sentido
misionero. Como bien nos lo indicara el Documento de Aparecida, se trata de un
cambio: pasar de una pastoral de conservación a una pastoral decididamente
misionera: Con creatividad y parrhesía, con perseverancia y confianza en el
Espíritu. Mejor todavía, es lanzarse “mar adentro” y allí buscar, proponer,
conseguir y hacer sentir la fuerza del Señor, en cuyo nombre hay que lanzar las
redes.
INVOLUCRARNOS.
“Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los
suyos, poniéndose de rodillas para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos:
“Serán felices si hacen esto” (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se
mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica
distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida
humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los
evangelizadores tienen así “olor a oveja” y éstas escuchan su voz” (E.G. 24).
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Las palabras antes citadas de Francisco son para todos los actores y todas las
acciones de evangelización. Involucrarse es ir al encuentro de todos los seres
humanos para presentarle la Palabra de Dios con su fuerza transformadora. Es
darle sentido de encarnación a la acción evangelizadora. Es dentro de la
comunidad, en el contacto personalizado con los hombres y mujeres de nuestras
comunidades, de quienes están alejados o no creen, de quienes están en las
periferias… Pero siempre dentro, con sentido de pertenencia al pueblo.
ACOMPAÑAR.
Para que el acompañamiento sea efectivo y produzca sus frutos, ciertamente que
se requiere de varias cosas: una gran confianza en la ayuda del Espíritu, actuar en
nombre del Señor, a cercarse en comunión y fraternidad todos, no improvisar y
valerse de los diversos medios de que se dispone para hacerlo real. Y, por otra
parte, un gran sentido de comunión:
“El acompañante sabe reconocer que la situación de cada sujeto ante Dios y
su vida en gracia es un misterio que nadie puede conocer plenamente desde
afuera” (E.G. 172).
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FRUCTIFICAR.
Es cierto que muchas veces sembramos y otros recogen. Pero aún así, es
importante tener la intencionalidad de fructificar. No se está haciendo la publicidad
de algo banal: se está promoviendo y animando a descubrir la llamada de Dios. El
primer fruto de esa llamada es encontrar quienes estén dispuestos a responderla.
Por otro lado, el acompañamiento ayudará a afinar el fruto, a madurarlo y a evitar
que haya quien siembre cizaña para entorpecer la siembra de la semilla.
FESTEJAR.
La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los
demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo
sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de
lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias
para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el
padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que,
cuando regrese, pueda entrar sin dificultad. (E.G. 46).
AMBITOS
El Santo Padre al hablar del bien común y de la paz social, que también hay que
evangelizar, nos presenta cuatro ámbitos: uno abarca el tiempo, otro la misma
realidad y la totalidad de la misma y del tiempo así como la importancia de la
unidad. Ellos, a la vez, generan sus principios para la acción. En esos ámbitos
donde nos debemos mover, también es necesario elaborar nuestra revisión de
vida.
Todos tienden hacia la plenitud, pero dentro de un campo finito, que no debe
poner restricciones a la acción. El límite pone dificultades y crea un espacio
reducido para la acción. Mientras que el «tiempo», ampliamente considerado,
hace referencia a la plenitud como expresión del horizonte que se nos abre,
y el momento es expresión del límite que se vive en un espacio acotado (E.G
222). Se vive en medio de la coyuntura, pero en el fondo invitados a ver hacia
adelante, teniendo en cuenta la utopía que nos abre al futuro como causa final
que nos atrae (E.G 222). Esto nos lleva a considerar el ámbito del tiempo, y del
principio que lo rige: De aquí surge un primer principio para avanzar en la
construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio. (Ibidem).
Nos indica el Papa Francisco que con este principio podemos trabajar a largo
plazo, sin preocuparse ni obsesionarse con los resultados inmediatos. Es ver
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hacia adelante, hacia los horizontes del Reino. Esto hace que se le dé prioridad a
los procesos, más que al espacio donde se realizan los procesos.
El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una
cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de
privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e
involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que
fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad,
pero sí convicciones claras y tenacidad. (E.G. 223).
Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para construir
la amistad social: la unidad es superior al conflicto. (n.228).
¿Por qué propone el Papa este principio que nos hará caminar en el ámbito de la
unidad, preludio de la paz y la amistad social? Porque vivimos en un mundo
imperfecto donde suele predominar la confrontación y el conflicto.
Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para construir
la amistad social: la unidad es superior al conflicto. La solidaridad, entendida
en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así en un modo de hacer
la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los
opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida.
No es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino
por la resolución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades
valiosas de las polaridades en pugna. (n.228).
Este criterio evangélico nos recuerda que Cristo ha unificado todo en sí:
cielo y tierra, Dios y hombre, tiempo y eternidad, carne y espíritu, persona y
sociedad. La señal de esta unidad y reconciliación de todo en sí es la paz.
Cristo «es nuestra paz» (Ef2,14). El anuncio evangélico comienza siempre
con el saludo de paz, y la paz corona y cohesiona en cada momento las
relaciones entre los discípulos. La paz es posible porque el Señor ha vencido
al mundo y a su conflictividad permanente «haciendo la paz mediante la
sangre de su cruz» (Col 1,20). (n.229).
Ver hacia adelante en el horizonte del reino incluye otra mirada importante: el
todo.
SUJETOS
Es importante recordar quienes son los sujetos de la NUEVA EVANGELIZACION.
No profundizaremos en ellos, pero sí recordar quienes lo son. La Evangelización
no es una mera acción desde fuera de la sociedad, sino dentro de la misma, con el
principio cierto y claro de la “encarnación”. Por eso, como nos lo han indicado los
Sumos Pontífices, el Concilio Vaticano II, y el Magisterio de la Iglesia, es necesario
sentir el protagonismo del Espíritu Santo (junto con el Padre y el Hijo). Es el
auténtico protagonista; los demás, son asociados y ministros del mismo, para
hacer sentir dentro de la sociedad y la historia humana la fuerza de la Palabra que
transforma y salva.
Pero Jesús no actúa solo: lo hace en comunión con el Padre, de quien cumple su
voluntad y ungido por el Espíritu. Para asegurar el éxito de la misión que
consignará a la Iglesia, el Señor les enviará su Espíritu, el día de Pentecostés.
San Juan Pablo II en REDEMPTORIS MISSIO (21) afirma que el Espíritu Santo es
quien protagoniza la acción evangelizadora de la Iglesia. el Espíritu Santo sigue
siendo el protagonista trascendente de la realización de esta obra en el
espíritu del hombre y en la historia del mundo ». El Espíritu Santo es en
verdad el protagonista de toda la misión eclesial; su obra resplandece de
modo eminente en la misión ad gentes, como se ve en la Iglesia primitiva por
la conversión de Cornelio (cf. Act 10), por las decisiones sobre los
problemas que surgían (cf. Act 15), por la elección de los territorios y de los
pueblos (cf. Act 16, 6 ss). El Espíritu actúa por medio de los Apóstoles, pero
al mismo tiempo actúa también en los oyentes: « Mediante su acción, la
Buena Nueva toma cuerpo en las conciencias y en los corazones humanos y
se difunde en la historia. En todo está el Espíritu Santo que da la vida ».
La misión de la Iglesia es obra del Espíritu, quien actúa por medio de sus
miembros. En Pentecostés, los discípulos son convertidos (podríamos decir
“consagrados” como “testigos del Evangelio de Jesús”. El Espíritu les da la
capacidad de testimoniar a Jesús con « toda libertad » (n.24) hasta los
confines de la tierra. Es Él quien hace misionera a la Iglesia y le da la fuerza
suficiente para poder evangelizar, con todas las consecuencias de ésta. Por eso y
para eso, el Espíritu actúa en todo tiempo y ligar. Es una de las cosas que
debemos tener muy presente al hacer la Revisión de vida: sentir si de verdad es el
Espíritu quien actúa; ya que se tiene la tentación de pensar que sólo se apela a su
ayuda en determinados casos y, a veces, extremos.
En este sentido hay que hacer una seria revisión de vida. Tendríamos que ver y
vernos: ver si los destinatarios –en especial los “pobres” son tenidos en cuenta
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Hablándole a los Obispos Mexicanos, Papa Francisco les refiere la labor de María
de Guadalupe: En el manto del alma mexicana Dios ha tejido, con el hilo de
las huellas mestizas de su gente, el rostro de su manifestación en la
«Morenita». Dios no necesita de colores apagados para diseñar su rostro.
Los diseños de Dios no están condicionados por los colores y por los hilos,
sino que están determinados por la irreversibilidad de su amor que quiere
persistentemente imprimirse en nosotros. (Febrero 2016).
No sólo por ser intercesora ante su gente, sino por el maravilloso hecho de ser
Madre de Dios, María siempre ha estado presente en la historia de nuestros
pueblos. Y lo sigue estando hoy de una manera peculiar. En las diversas naciones
visitadas, el Papa insiste en la presencia de María, quien está al lado del pueblo
(Cf Viaje Apostólico al Ecuador 2015). Como ya se ha señalado es ejemplo de
gratuidad y de salvación, por eso hay que darle un puesto en el corazón de todos
nosotros.
CONCLUSION.
Por supuesto que mucho queda por hablar y profundizar sobre esta temática. Pero
hemos querido hacer una propuesta para el lector atento y el evangelizador
consciente de su misión. Cuando Juan Pablo II propuso la nueva evangelización,
nueva en métodos, ardor y expresiones, nos lanzó el reto de hacer realidad la
misma evangelización con sentido renovado. Hemos pasado revista desde la
posibilidad de aplicar un método que, muchas veces, ha sido desvirtuado: el de la
Revisión de vida (ver-juzgar-actuar).
Desde la misma Palabra de Dios podemos encontrar las bases y el sustento para
poder profundizar en esta propuesta que presentamos a la consideración de
todos. Será un buen ejercicio para otro momento o para quienes se quieran
aventurar en este campo. La puerta está abierta. Lo que sí es necesario y urgente,
es tomar muy en serio la propuesta de NUEVA EVANGELIZACION. Hoy el mundo
está requiriendo del anuncio liberador de la Palabra. La misma Iglesia debe
sacudirse en esta línea para no caer en la mediocridad. De lo contrario pasará
más penurias que no tienen que ver con la vocación al martirio. Me explico: es
propio de quien evangeliza el que pueda sufrir la incomprensión y hasta la
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persecución con sus consecuencias de entrega sacrificial. Pero eso forma parte de
la vocación misma de una Iglesia evangelizadora. Lo que no se permitiría es la
penuria del vaciamiento de los templos, la huida de los fieles, el conformismo de
muchos ministros y católicos… eso significaría dejarse llevar por la “mundanidad
espiritual de la cual nos habla e insiste tanto Francisco. Quien ha caído en esta
mundanidad mira de arriba y de lejos, rechaza la profecía de los hermanos,
descalifica a quien lo cuestione, destaca constantemente los errores ajenos
y se obsesiona por la apariencia. Ha replegado la referencia del corazón al
horizonte cerrado de su inmanencia y sus intereses y, como consecuencia
de esto, no aprende de sus pecados ni está auténticamente abierto al
perdón. Es una tremenda corrupción con apariencia de bien. Hay que evitarla
poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí, de misión centrada en
Jesucristo, de entrega a los pobres. ¡Dios nos libre de una Iglesia mundana
bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad asfixiante se sana
tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar
centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa
vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio! (E.G.20).
Son muy dicientes e iluminadoras las palabras dirigidas por el Papa Francisco a
sus hermanos Obispos de México y que nos pueden servir para ir concluyendo
estas reflexiones:
El 2 de abril del 2015, durante la Misa Crismal, Francisco nos advirtió a todos –
aunque con referencia particular a los ministros ordenados- acerca de una actitud
que no debe predominar en los evangelizadores:
Y por último —para que esta homilía no os canse demasiado— está también
«el cansancio de uno mismo» (cf. Evangelii gaudium, 277). Es quizás el más
peligroso. Porque los otros dos provienen de estar expuestos, de salir de
nosotros mismos a ungir y a trabajar (somos los que cuidamos). Este
cansancio, en cambio, es más auto-referencial; es la desilusión de uno
mismo pero no mirada de frente, con la serena alegría del que se descubre
pecador y necesitado de perdón, de ayuda: este pide ayuda y va adelante. Se
trata del cansancio que da el «querer y no querer», el haberse jugado todo y
después añorar los ajos y las cebollas de Egipto, el jugar con la ilusión de
ser otra cosa. A este cansancio, me gusta llamarlo «coquetear con la
mundanidad espiritual». Y, cuando uno se queda solo, se da cuenta de que
grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y
hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Aquí sí
puede haber cansancio malo. La palabra del Apocalipsis nos indica la causa
de este cansancio: «Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado
arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra
ti que has dejado tu primer amor» (2,3-4). Sólo el amor descansa. Lo que no
se ama cansa y, a la larga, cansa mal.
.-.-.-.-.
LAUS
DEO
33
Como una ayuda para quien desee ir haciendo su Revisión de Vida, a partir de lo
antes expuesto, presentamos este instrumento –no el único ni el más perfecto-
que puede servir de apoyo a todos. Con él, se puede hacer la Revisión de vida de
los diversos aspectos de la Pastoral, de la Vida Eclesial. Lo importante es que se
pueda hacer con sinceridad y con el espíritu de crecer “en espíritu y verdad”.
Particularmente lo hemos empleado para evaluar, por ejemplo, la Pastoral
Vocacional en nuestra Diócesis; como también para ir descubriendo los caminos
de renovación y conversión pastoral en el plan diocesano de pastoral. Lo
ponemos a la disposición de todos. Para poder ser empleado hay que haber leído
lo anterior y tratar de aplicarlo. Puede y debe ser mejorado, así lo esperamos.
INVOLUCRARNOS
ACOMPAÑAR
FRUCTIFICAR
FESTEJAR
EL TIEMPO
LA REALIDAD
LA UNIDAD
EL TODO
LOS SUJETOS