Parabolas de Jesus

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PARABOLAS

¿Qué son las parábolas?

Las parábolas son relatos, historias escuetas, claras, sencillas, y su finalidad es


transmitir una enseñanza del modo más comprensible y fácil de recordar.
Jesús predica utilizando parábolas, es decir, ejemplos vivos, imágenes tomadas
de la vida ordinaria, dándoles contenidos ricos y amplios. Después un año de
recorrer los caminos de Palestina, predicando el Evangelio del Reino y
confirmando su doctrina con innumerables milagros. Muchos creen, otros no.
Jesús habla del Reino de Dios con tacto y utiliza parábolas en las que, sin ocultar
que está diciendo cosas nuevas incita a los oyentes a interesarse y les advierte:
"!quién tenga oídos para oír, que oiga". Entenderán los que tengan un corazón
dispuesto a la conversión a Dios con el rechazo del pecado, también en sus
formas más sutiles.

La parábola del sembrador


Las parábolas de Jesús

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

Es la más larga de las parábolas del reino y responde a una pregunta sobre por
qué se producen efectos tan distintos en los que escuchan el mensaje del reino.
La gracia es igual para todos, pero la libertad humana lleva a respuestas
diferentes.

"Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. Se reunió junto a Él
tal multitud que hubo de subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud
permanecía en la orilla. Y se puso a hablarles muchas cosas en parábolas,
diciendo: He aquí que salió el sembrador a sembrar. Y al echar la semilla, parte
cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. Parte cayó en terreno
rocoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo el suelo;
pero al salir el sol, se agostó y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre
espinos; crecieron los espinos y la sofocaron. Otra, en cambio, cayó en buena
tierra y dio fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta. El que tenga
oídos, que oiga"(Mt).

Los discípulos piden explicación


Probablemente, todos los que escuchaban tenían experiencia de la semilla
lanzada a voleo, conocían las inquietudes por la cosecha abundante o malograda.
Quizá por esto no era difícil extraer consecuencias espirituales, pero los discípulos
piden la explicación del Maestro para comprender, y reciben una primera lección
sobre la necesidad de tener el corazón bien dispuesto y sobre las malas
consecuencias de la dureza de corazón: "Los discípulos se acercaron a decirle:
¿Por qué les hablas en parábolas? Él les respondió: A vosotros se os ha dado
conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha dado.
Porque al que tiene se le dará y abundará, pero al que no tiene incluso lo que
tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y
oyendo no oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:

Con el oído oiréis, pero no entenderéis,


con la vista miraréis, pero no veréis.
Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos,
y han cerrado sus ojos;
no sea que vean con los ojos,
y oigan con los oídos,
y entiendan con el corazón y se conviertan,
y yo los sane.
Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque
oyen. Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que
vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo
oyeron"(Mt).

La explicación para los que están bien dispuestos es la siguiente:


"Escuchad, pues, la parábola del sembrador. Todo el que oye la palabra del Reino
y no entiende, viene el maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: esto es lo
sembrado junto al camino. Lo sembrado sobre terreno rocoso es el que oye la
palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene en sí raíz, sino que es
inconstante y, al venir una tribulación o persecución por causa de la palabra,
enseguida tropieza y cae. Lo sembrado entre espinos es el que oye la palabra,
pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas sofocan la
palabra y queda estéril. Por el contrario, lo sembrado en buena tierra es el que oye
la palabra y la entiende, y fructifica y produce el ciento, o el sesenta, o el
treinta"(Mt).
El fruto depende de la libertad del hombre

La semilla tiene poder de fructificar siempre; pero el fruto depende de la libertad


del hombre, que puede estar condicionada por el maligno, por la propia
inconstancia o por las dificultades –externas o internas-, o por la seducción del
mundo y las riquezas. La misma variedad de frutos muestra la calidad de la fe y de
las buenas disposiciones en los que la escuchan y llevan a la práctica la doctrina.
El mensaje es claro en esta parábola acerca del reino, que no puede darse con
violencia, sino que debe ser aceptado con libertad para arraigar y dar fruto.

La parábola de la cizaña
Las parábolas de Jesús.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

"El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en
su campo. Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña
en medio del trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y echó espiga, entonces
apareció también la cizaña. Los siervos del amo acudieron a decirle: Señor, ¿no
sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña? Él les dijo:
Algún enemigo lo hizo. Le respondieron los siervos: ¿Quieres que vayamos y la
arranquemos? Pero Él les respondió: No, no sea que, al arrancar la cizaña,
arranquéis junto con ella el trigo. Dejad que crezcan ambas hasta la siega. Y al
tiempo de la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en
gavillas para quemarla; el trigo, en cambio, almacenadlo en mi granero".

La existencia del mal en el mundo

Dormirse porque se han hecho bien las cosas, no es cosa buena; hay que contar
con la acción de los diversos enemigos entre los que destaca el diablo. Es un
misterio que Dios permita la acción del diablo y la malicia de los pervertidores. No
hay que escandalizarse ante la presencia del mal en el mundo; la extirpación
definitiva de todos los males se dará en la fase última del reino. En la fase inicial
se trata de sembrar, en la intermedia vigilar, sólo en la definitiva, cosechar.

La explicación

Y, como en la parábola anterior, los discípulos querían más explicaciones y


acuden a solas a Jesús que aclara el sentido más hondo de las parábolas.

El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la


buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno. El
enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores
son los ángeles. Del mismo modo que se reúne la cizaña y se quema en el fuego,
así será al fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y apartarán de
su Reino a todos los que causan escándalo y obran la maldad, y los arrojarán en
el horno del fuego. Allí será el llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos
brillarán como el Sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que oiga"(Mt)

Jesús, en la explicación, ha añadido un dato importante: el reino tiene una fase o


dimensión escatológica, es decir, existe un juicio, un premio eterno y un castigo,
también eterno. Tener en cuenta esto es muy importante. No caben indiferencias:
existe el cielo y el infierno para los que acepten o rechacen el Reino. También es
importante porque coloca en su sitio la misión del Mesías que no venía a
establecer un reino temporal.

Parábola del grano de mostaza


Las parábolas de Jesús
Por: P: Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

La historia humana está contenida en ella. El tiempo de la Iglesia será de desarrollo


–y crecimiento- de lo sembrado por Jesús. Sólo al final de los tiempos lucirá todo su
esplendor. No es el reino algo pasivo, sino que requiere un progreso en el bien.
"El Reino de los Cielos es semejante al grano de mostaza que tomó un hombre y lo
sembró en su campo; es ciertamente la más pequeña de todas las semillas, pero
cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas, y llega a ser como un árbol, hasta
el punto de que los pájaros del cielo acuden a anidar en sus ramas"(Mt).

Sólo al final de los tiempos se desplegarán todas la virtualidades del reino de Dios.
Por esto, la esperanza debe mover a quienes viven en cada momento histórico
concreto. Es bien conocida la fuerza de la esperanza en los hombres. En este caso,
se dice que la meta no es una utopía, sino que el reino de paz, amor, justicia y
libertad es realizable por especial querer de Dios. Al final se alcanzará un progreso
sorprendente.
Parábola de la levadura
Las parábolas de Jesús
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

A la idea de crecimiento se añade ahora la de cambio por dentro. La levadura


forma parte del pan, pero está en más avanzado estado de desarrollo y pueda
operar el cambio de toda la masa que le rodea.

"El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que toma una mujer y mezcla
con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta"(Mt).

El que acepta el reino no debe separarse del resto de los hombres, por inmaduros
que estén. Pero debe tener fuerza interior, entonces, se obrará el prodigio de
cambiar la masa amorfa en buen pan de buen trigo.
Parábolas del tesoro escondido y la perla
Las parábolas de Jesús

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

Parábola del tesoro escondido

El valor del Reino es supremo; todo lo demás carece de valor ante él, pero se
encuentra de improviso y hay que estar preparado y dispuesto a todo para
conseguirlo.

"El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo que, al


encontrarlo un hombre, lo oculta y, gozoso del hallazgo, va y vende todo cuanto
tiene y compra aquel campo"(Mt)

Toda renuncia es un buen negocio ante un hallazgo que llena el alma de gozo y
alegría. El agricultor no buscaba el tesoro, pero al encontrarlo pone todos los
medios para tenerlo.

Parábola de la perla

Es muy semejante a la anterior, pero introduce la pequeña diferencia de que el


mercader sí busca una perla preciosa en el mercado, sólo el entendido se da
cuenta de su valor, muy superior al de cualquier riqueza y sabiduría humana. Y al
encontrarla se alegra grandemente de su suerte y su sagacidad.

"El Reino de los Cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas y,
cuando encuentra una perla de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y la
compra"(Mt
Parábola de la red
Las parábolas de Jesús

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

La parábola hace par con la de la cizaña, pero sin mencionar el enemigo. El juicio
trae consigo la separación de buenos y malos. La referencia al cielo y el infierno
es importante.

"El Reino de los Cielos es semejante a una red que, echada en el mar, recoge
todo clase de cosas. Y cuando está llena la arrastran a la orilla, y sentándose
echan lo bueno en cestos, mientras lo malo lo tiran fuera. Así será el fin del
mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos y los
arrojarán al horno del fuego. Allí será el llanto y rechinar de dientes"(Mt).

Con estas explicaciones, tan fáciles de recordar, siguiendo los métodos didácticos
de la época y válidos en todos los tiempos, Jesús muestra el valor incomparable
del reino, sus dificultades, el desarrollo y la situación final en que sean superados
todos los enemigos, sin olvidar la suerte individual de todos los hombres que serán
juzgados según su actitud ante el reino.
Parábola de la oveja perdida
Las parábolas de Jesús
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

En la enseñanza del reino, Jesús insiste en la necesidad de la fe y del buen uso


de la libertad. También en el premio y el castigo. Pero quedaría incompleta la
riqueza del reino, si no se mostrase también como un reino de misericordia y
perdón. La enseñanza de Jesús sobre el perdón es constante en toda su vida.

Parábola de la oveja perdida

"Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y
los escribas murmuraban diciendo: Este recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces les propuso esta parábola: ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y
pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se
perdió hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros
gozoso, y, al llegar a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: Alegraos
conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió. Os digo que, del
mismo modo, habrá en el Cielo mayor alegría por un pecador que hace penitencia
que por noventa y nueve justos que no la necesitan"(Lc)

La alegría que le producen los noventa y nueve justos -la mayoría- no parece
suficiente al buen pastor, que piensa en el que está perdido, y –después de dejar
seguros a los fieles- busca al extraviado. Nadie es indiferente al Señor; cada uno
vale mucho a sus ojos; le duele la situación del perdido; sufre y quiere salvarle y
se alegra con todos cuando lo ha recuperado. El perdón tiene el rostro de la
alegría por los que vuelven al redil seguro y reconfortante.
Parábola del hijo pródigo, misericordia del Padre
La misericordia de Dios supera todas las barreras, y, aceptar a Cristo, devuelve a
la condición de hijos.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

La riqueza del perdón alcanza cimas insuperables en esta parábola que tanto
impresiona a todos. Pero aquí vamos a acercarnos más cosas a la enseñanza del
perdón al pecador. En esta parábola los hijos y el padre simbolizan a Israel y los
gentiles. Pero también muestra a Dios como muy Padre; y después describe el
fondo del corazón humano, en situaciones variadas.

"Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos dijo a su padre: Padre, dame la
parte de la herencia que me corresponde. Y les repartió los bienes. No muchos
días después, el hijo más joven, reuniéndolo todo, se fue a un país lejano y
malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. Después de gastar todo, hubo
una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. Fue y se puso
a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar
cerdos; le entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los cerdos; y
nadie se las daba. Recapacitando, se dijo: ¡cuántos jornaleros de mi padre tienen
pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a mi
padre y le diré: padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser
llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. Y levantándose se puso
en camino hacia la casa de su padre.

Cuando aun estaba lejos, lo vio su padre y se compadeció; y corriendo a su


encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Comenzó a decirle el hijo:
Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo
tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: pronto, sacad el mejor traje y vestidlo;
ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y
matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; porque este hijo mío estaba
muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron a
celebrarlo.
El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y los
cantos y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué pasaba. Este le dijo: Ha
llegado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recobrado
sano. Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerlo. El replicó a
su padre: Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden
tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en
cuanto ha venido este hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho
matar para él el ternero cebado. Pero él respondió: Hijo, tú siempre estás
conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero había que celebrarlo y alegrarse, porque ese
hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido
encontrado"(Lc).

El pecador que se aleja


La parábola admite en una primera lectura, la situación del pecador que se aleja
del Padre e incurre en todo tipo de pecados en un uso alocado de la libertad. La
carencia de lo mínimo, el hambre que pasa, la indigna situación en que se halla
después de haber malgastado toda su herencia, le hace rectificar y volver al Padre
en un camino de vuelta, difícil y doloroso. Vive peor que los animales, aunque
conserva la conciencia de hijo, a pesar de saberse indigno de ello. Y la actitud del
Padre es un desbordarse de cariño: aunque respetando su libertad, el Padre salía
diariamente a la espera del hijo; en cuanto le ve llegar, le va al encuentro, le
abraza, le besa, le deja hablar; le prepara un convite, le viste con vestiduras ricas,
le da el anillo de la reconciliación. Más no se puede pedir este perdón, es un amor
extraordinario.

El hijo mayor
El hijo mayor también necesita reconciliación. Se puede ver en él el resentido que
no tiene un corazón como el Padre, y se lamenta de la vuelta de su hermano. El
Padre también es misericordioso con él, aunque la parábola no dice si entró en el
banquete preparado para el hijo menor.

Gentiles, Israel y Dios


Otra significación de la parábola es ver a los gentiles y a Israel ante Dios. El Padre
es Dios Padre. El hijo mayor es Israel que siempre ha estado con él, pero necesita
una nueva conversión. El hijo menor son los gentiles, que a pesar de todos sus
abusos, son de nuevo acogidos por el Padre que quiere que todos los hombres
estén en la casa paterna.

La historia enseña que muchos gentiles se abrieron al mensaje de Jesús, aunque


largo era el camino que deban recorrer. Pero al pueblo elegido le costó aceptar
vivir este amor dilatado del Padre. El Reino de Dios es para todos los hombres,
para todos los pueblos, para todas las culturas. La misericordia de Dios supera
todas las barreras, y, aceptar a Cristo, devuelve a la condición de hijos; más que
perdonados, muy amados.
La parábola de la moneda perdida-Lucas 15:8-10

LUCAS 15: 8-10


15:8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la
lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
15:9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos
conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.
15:10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador
que se arrepiente.
Reflexión: La parábola de la moneda perdida es referente a una mujer que pierde
una moneda la cual necesitaba, y ella enciende una lámpara, barre la casa y
comienza a buscarla con diligencia, y cuando la encuentra, comparte con sus
amigas y vecinas la dicha de haber encontrado la moneda. Hay gozo en el cielo
cuando un pecador se arrepiente de todo corazón, ya que el arrepentimiento tiene
ver con lo profundo en el corazón del hombre, donde antes había muerte espiritual
ahora hay vida, y la vida viene por medio de Jesucristo. Porque el Hijo del Hombre
vino a buscar y a salvar lo que se había perdido(Lucas 19:10), así le sucedió a
Zaqueo cuando Jesús llegó a posar en su casa.
Dios quiere vivir en tu corazón, pero una evidencia del arrepentimiento genuino es
que todas las cosas son hechas nuevas para con Dios, proclamando el evangelio
de nuestro Señor Jesucristo.
Esta parábola tiene muchos aspectos similares a la parábola de la oveja perdida
en Lucas 15:1-7.
Parábola de los obreros de la hora undécima
Las parábolas de Jesús
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

Había, y todavía hay, en Jerusalén hombres que viven al día, aún teniendo a su
cargo una familia. Su vida es el jornal que van a ganar aquel día. La inquietud por
la paga es grande, va en ello el sustento, no hay seguridad siquiera para lo más
elemental. Esta dura situación social marca la parábola.

"El Reino de los Cielos es semejante a un amo que salió al amanecer a contratar
obreros para su viña. Después de haber convenido con los obreros en un denario
al día, los envió a su viña. Salió también hacia la hora de tercia y vio a otros que
estaban en la plaza parados, y les dijo: Id también vosotros a mi viña y os daré lo
que sea justo. Ellos marcharon. De nuevo salió hacia la hora de sexta y de nona e
hizo lo mismo. Hacia la hora undécima volvió a salir y todavía encontró a otros
parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí todo el día ociosos? Le contestaron:
Porque nadie nos ha contratado. Les dijo: Id también vosotros a mi viña. A la caída
de la tarde dijo el amo de la viña a su administrador: Llama a los obreros y dale el
jornal, empezando por los últimos hasta llegar a los primeros. Vinieron los de la
hora undécima y percibieron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaban
que cobrarían más, pero también ellos recibieron un denario cada uno. Cuando lo
tomaron murmuraban contra el amo, diciendo: A estos últimos que han trabajado
sólo una hora los has equiparado a nosotros, que hemos soportado el peso del día
y del calor. El respondió a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia;
¿acaso no conveniste conmigo en un denario? Toma la tuyo y vete; quiero dar a
este último lo mismo que a ti. ¿No puedo hacer yo con lo mío lo que quiero? ¿O es
que vas a ver con malos ojos que yo sea bueno? Así los últimos serán primeros y
los primeros últimos"(Mt)
La importancia de la justicia

Las enseñanzas individuales sobre la necesidad de tener un buen corazón, de


vivir una justicia que vaya más allá de lo marcado por la ley son claras. Las
enseñanzas sociales muestran también un auténtico modelo social donde la
caridad completa la justicia. Pero Jesús dice que los últimos serán los primeros y
los primeros los últimos. Se trata otra vez de la extensión del reino de Dios que no
se reduce a Israel, sino que se abre a todos los pueblos. Y el último pueblo, el
último gentil, recibirá la misma paga, porque todos los dones son superiores a los
méritos realizados, todo es un derroche de amor de Dios. Esta parábola no será
fácil de asimilar para los que estaban arraigados en unos esquemas patrióticos
que secuestraban la religión, a pesar de las muchas indicaciones de los profetas
sobre la universalidad de la llamada a la santidad. Pero es que en el fondo el
problema era el de la misma santidad y la revelación de Dios que quiere a todos
los hombres, siendo Israel el hermano mayor y el pueblo sacerdotal que lleva a los
demás a la unión con el Dios vivo. Ésta era la enseñanza del Señor sobre el reino.

Parábola de los invitados a las bodas


Las parábolas de Jesús

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

En la misma línea de la parábola de los obreros en la viña, corre esta parábola


pero con acentos más nítidos, pues se trata de una invitación a unas bodas, a una
fiesta importante, y el rechazo de los primeros invitados contrasta con la gratuidad
de la llamada a los extraños

"El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo, y
envió a sus criados a llamar a los invitados a las bodas; pero éstos no querían
acudir. Nuevamente envió a otros criados ordenándoles: Decid a los invitados:
mirad que tengo preparado ya mi banquete, se ha hecho la matanza de mis
terneros y reses cebadas, y todo está a punto; venid a las bodas. Pero ellos sin
hacer caso, se marcharon uno a sus campos, otro a sus negocios; los demás
echaron mano a los siervos, los maltrataron y dieron muerte. El rey se encolerizó
y, enviando a sus tropas, acabó con aquellos homicidas y prendió fuego a su
ciudad. Luego dijo a sus criados: las bodas están preparadas pero los invitados no
eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos
encontréis. Los criados, saliendo a los caminos, reunieron a todos los que
encontraron, malos y buenos; y se llenó de comensales la sala de bodas. Entró el
rey para ver a los comensales, y se fijó en un hombre que no vestía traje de boda;
y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda? Pero el se calló.
Entonces dijo el rey a sus servidores: Atadlo de pies y manos y echadlo a las
tinieblas de afuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son
los llamados, pero pocos los escogidos"(Mt).

Muchos son los llamados

La validez universal de la parábola es evidente pues todo hombre es llamado al


gran banquete de las bodas del Hijo. Además Jesús dijo esta parábola es dicha en
momentos en que la oposición de escribas y fariseos es fuerte y violenta. Por ello,
Cristo insiste en presentar el Reino de los Cielos abierto a todos los hombres de
todos los pueblos de todos los tiempos. Muchos son, ciertamente, los llamados;
pero sólo se encontrarán entre los elegidos los que tengan fe en que Jesús es el
Mesías rey, y acojan el nuevo reinado de Dios entre los hombres.

Las parábolas de los viñadores homicidas, la del fariseo y el publicano y la del


buen samaritano no añaden cosas nuevas en cuanto al contenido del Reino; pero
sí son importantes en el contexto de los hechos que van a suceder en cuanto a la
aceptación o no de Jesús como Mesías, y con Él del Reino de Dios que predica
con intensidad y sin componendas.
La cuestión de la herencia
Las parábolas de Jesús

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

Entre la gente que sigue y escucha al Señor, no todos tienen el mismo pensar.
Algunos quieren utilizar su prestigio para conseguir ventajas materiales. Jesús no
quiere ser rey al modo humano, ni tampoco juez de cuestiones temporales. Su
misión es más honda; respeta la autonomía de lo creado ante lo religioso. Ocurrió
que: "uno de entre la multitud le dijo: Maestro, di a mi hermano que reparta la
herencia conmigo. Pero Él le respondió: Hombre, ¿quién me ha constituido juez o
repartidor entre vosotros? Y añadió: Estad alerta y guardaos de toda avaricia,
porque si alguien tiene abundancia de bienes, su vida no depende de aquello que
posee""las tierras de cierto hombre rico dieron mucho fruto, y pensaba para sus
adentros: ¿qué haré, pues no tengo donde guardar mi cosecha? Y dijo: Esto haré:
voy a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y allí guardaré todo mi
trigo y mis bienes. Entonces diré a mi alma: alma, ya tienes muchos bienes
almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, pásalo bien. Pero Dios
le dijo: Insensato, esta misma noche te reclaman el alma; lo que has preparado,
¿para quién será? Así ocurre al que atesora para sí y no es rico ante Dios"(Lc).
La parábola del administrador
Las parábolas de Jesús

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

Exhortación a la vigilancia

El que ama debe cuidar ese amor para que no se pierda y para que aumente el
calor y el fuego. "Tened ceñidas vuestras cinturas y las lámparas encendidas, y
estad como quienes aguardan a su amo cando vuelve de las nupcias, para abrirle
al instante en cuanto venga y llame. Dichosos aquellos siervos a los que al volver
su amo los encuentre vigilando. En verdad os digo que se ceñirá la cintura, les
hará sentar a la mesa y acercándose les servirá. Y si viniese en la segunda vigilia
o en la tercera, y los encontrase así, dichosos ellos. Sabed esto: si el dueño de la
casa conociera a qué hora va a llegar el ladrón, no permitiría que se horadase su
casa. Vosotros, pues, estad preparados, porque a la hora que menos pensáis
viene el Hijo del Hombre" (Lc). Si la espera es corta, es fácil estar atento a la
llegada de Dios. Si se alarga, se puede debilitar la vigilancia; entonces entran las
tentaciones y las componendas con el maligno. Es más fácil luchar una hora que
mil, pero si se lucha cada hora como si fuese la última parece más fácil.

Los discípulos se inquietan por los peligros. "Y le preguntó Pedro: Señor, ¿dices
esta parábola por nosotros o por todos? El Señor respondió: ¿Quién piensas que
es el administrador fiel y prudente, a quien el amo pondrá al frente de su casa,
para dar a tiempo la ración adecuada? Dichoso aquel siervo, al que encuentre
obrando así su amo cuando vuelva. En verdad os digo que lo pondrá al frente de
todos sus bienes. Pero si aquel siervo dijera en sus adentros: mi amo tarda en
venir, y se pusiera a golpear a los criados y criadas, a comer, a beber y a
emborracharse, llegará el amor de aquel siervo el día menos pensado, a una hora
imprevista, lo castigará duramente y le dará el pago de los que no son fieles. El
siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no fue previsor ni actuó conforme a
la voluntad de aquél, será muy azotado; en cambio, el que sin saberlo hizo algo
digno de castigo, será poco azotado. A todo el que se le ha dado mucho, mucho
se le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mucho le pedirán" (Lc). Ellos han
recibido mucho y grande es su responsabilidad. El hecho de que Dios respete la
libertad de las personas y a veces parezca ausente, precisamente para no coartar
esa libertad, no significa que no lo sepa todo; al final Él va a pedir cuenta de las
acciones de cada uno. Los discípulos, además de su vida personal son
administradores de las cosas de Dios y, al tener gran responsabilidad, también
tendrán gran exigencia.

Parábola de la higuera estéril


Las parábolas de Jesús.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

La matanza de galileos

Las anteriores enseñanzas de Jesús a los discípulos se da en la zona de Cesarea


marítima donde Pilato tenía su residencia. Allí le llegan noticias de que Pilato
había ordenado la reciente matanza de unos galileos. "Estaban presentes en
aquel momento unos que le contaban lo de los galileos, cuya sangre mezcló Pilato
con la de sus sacrificios. Y en respuesta les dijo: ¿Pensáis que estos galileos
fueron más pecadores que todos los galileos, porque han padecido tales cosas?
¡No!, os lo aseguro; pero si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente. O
aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que
fueron más culpables que todos los hombres que vivían en Jerusalén? ¡No!, os lo
aseguro; pero si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente".(Lc)

Jesús no ha querido hacer una valoración – humanamente razonable- de aquel


asesinato. Va más allá. Es el misterio del dolor y del pecado. Algunos sufren y
padecen desgracias, pasan por pruebas duras, otros su vida es corta por los
accidentes o por la crueldad de otros hombres. Pero la desgracia verdaderamente
importante es la del pecado y sólo se puede quitar por el perdón de Dios.
La falta de frutos

Al hablar de penitencia y conversión su pensamiento se va hacia Israel y los frutos


que podía dar y no da; por eso les decía esta parábola: "hombre tenía una higuera
plantada en su viña, y vino a buscar en ella fruto y no encontró. Entonces dijo al
viñador: Mira que hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera sin
encontrarlo; córtala, ¿para qué va a ocupar terreno en balde? Pero él le respondió:
Señor, déjala también este año hasta que cave a su alrededor y eche estiércol, por
si produce fruto; si no, ya la cortarás"(Lc). Dios tiene paciencia con los suyos,
dándoles siempre otra oportunidad para que se conviertan, pero deben dar fruto,
que es la fe en Jesús que lleva al amor a Dios.

La parábola del rico epulón y el pobre Lázaro


Las parábolas de Jesús.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

La única parábola que tiene un nombre propio es la del rico epulón y el pobre
Lázaro. Dice así: "había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y
cada día celebraba espléndidos banquetes. Un pobre, en cambio, llamado Lázaro,
yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de
la mesa del rico. Y hasta los perros acercándose le lamían sus llagas. Sucedió,
pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán; murió
también el rico y fue sepultado. Estando en el infierno, en medio de los tormentos,
levantando sus ojos vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno; y gritando,
dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de
su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas
llamas. Contestó Abrahán: Hijo, acuérdate de que tú recibiste bienes durante tu
vida y Lázaro, en cambio, males; ahora, pues, aquí él es consolado y tú
atormentado. Además de todo esto, entre vosotros y nosotros hay interpuesto un
gran abismo, de modo que los que quieren atravesar de aquí a vosotros, no
pueden; ni pueden pasar de ahí a nosotros. Y dijo: Te ruego entonces, padre, que
le envíes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, para que les advierta y
no vengan también a este lugar de tormentos. Pero replicó Abrahán: Tienen a
Moisés y a los Profetas. ¡Que los oigan! El dijo: No, padre Abrahán; pero si alguno
de entre los muertos va a ellos, se convertirán. Y les dijo: Si no escuchan a Moisés
y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque uno de los muertos
resucite"(Lc).

La raíz de la conversión

El uso de los bienes materiales es el criterio de juicio para entrar en el cielo -


llamado entonces seno de Abraham pues aún no había resucitado Cristo que abre
la posibilidad de una felicidad inimaginable en Dios- o en el infierno -llamado seol
o lugar de castigo para las almas pecadoras obstinadas-. La conversión no ha de
venir a raíz de milagros, ni de muertos que vuelven a la tierra; pues ya tienen la
Ley moral en la Escritura o en sus corazones, sino en el deseo de cumplir la
voluntad de Dios que todo judío conocía por la Ley y las Escrituras y todo hombre
tiene inscrita en su corazón como ley natural.

Si estas palabras fueron dichas en Jericó, conviene recordar que es un oasis, rico
en agua y vegetación, con muchos frutales y de clima tropical, rodeado de
desiertos, fértil y generoso. En aquellos tiempos tenía construcciones riquísimas
hechas por el rey Herodes.

Parábola del buen samaritano


Las parábolas de Jesús.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

Entre los encuentros de esos días también los hay insidiosos. "Un doctor de la Ley
se levantó y dijo para tentarle: Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida
eterna?"(Lc). La misma pregunta que el joven rico, pero sin su ingenuidad. Jesús,
que lee en los corazones, le contesta con la ley que él bien conocía: "¿Qué está
escrito en la Ley? ¿Cómo lees? Y éste le respondió: Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y
a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Has respondido bien: haz esto y vivirás.
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?" Todo está
escrito, pero resulta difícil entender y se suceden las interpretaciones, algunas
deforman el fondo, ponen limitaciones y existe el peligro de no vivir lo más
importante de la ley y lo que da sentido a todas las demás prescripciones: amar a
Dios plenamente, y a los hombres con ese mismo amor.

Y la pregunta, que había tenido su inicio en la insidia, va a ser ocasión de una de


las más bellas enseñanzas de Jesús dicha en forma de parábola: "Un hombre
bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos salteadores que, después
de haberle despojado, le cubrieron de heridas y se marcharon, dejándolo medio
muerto. Bajaba casualmente por el mismo camino un sacerdote; y, viéndole, pasó
de largo. Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, lo vio y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de camino llegó hasta él, y al verlo se movió a
compasión, y acercándose vendó sus heridas echando en ellas aceite y vino; lo
hizo subir sobre su propia cabalgadura, lo condujo a la posada y él mismo lo
cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo:
Cuida de él, y lo que gastes de más te lo daré a mi vuelta. ¿Cuál de estos tres te
parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los salteadores? El le
dijo: El que tuvo misericordia con él. Pues anda, le dijo entonces Jesús, y haz tú lo
mismo" (Lc).

El camino de Jerusalén a Jericó es el camino de la vida, lleno de peligros. Los


salteadores son el demonio y sus secuaces. El sacerdote representa a los que
interpretan la ley, pero sin vida y con legalismos. De hecho, una de las falsas
interpretaciones de la Ley que circulaba en aquellos momentos en la Sinagoga
sostenía que, con sólo tocar a alguien malherido y que pudiese estar muerto, era
contaminante, por esto el sacerdote de la parábola se aleja, igualmente el levita. El
buen samaritano es el hombre que sabe querer al modo divino, que se olvida de
sus ocupaciones, cura, cuida, gasta su dinero, dice que volverá para ver como va
la recuperación. En definitiva, vive la misericordia, ése, el que está fuera de la ley
mosaica, es el que mejor cumple la ley de Dios de amar con misericordia. El
pensamiento de Jesús es de una claridad diáfana. Jesús es el buen samaritano de
los que sufren en este mundo.
Parábola de fariseo y del publicano
Las parábolas de Jesús.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

La verdadera humildad

Los acontecimientos explican muy bien una parábola de Jesús sobre la verdadera
oración, la actitud farisaica y la verdadera humildad. "Dijo también esta parábola a
algunos que confiaban en sí mismos teniéndose por justos y despreciaban a los
demás: Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo, y el otro
publicano. El fariseo, quedándose de pie, oraba para sus adentros: Oh Dios, te
doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros,
ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo
que poseo. Pero el publicano, quedándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar
sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios ten compasión
de mí que soy un pecador. Os digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no.
Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será
ensalzado"
(Lc).

El orgullo del fariseo

La oración del fariseo es rechazada porque sus pensamientos son fruto del orgullo
espiritual. Hace cosas difíciles y loables en sí mismas, pero con intención torcida.
El fariseo se vanagloria de sus limosnas, de sus ayunos y se compara con el
publicano, al que considera inferior, juzgándole. Busca el secreto orgullo de
saberse perfecto. No le mueve el amor de Dios, y no es consciente de que, sin la
ayuda del Señor, no puede nada. El orgullo ha tomado una apariencia espiritual
que esconde un pecado de soberbia, difícil de curar, porque está llena de buenas
obras no para la gloria divina. Usa a Dios para la propia gloria.

El perdón

El publicano, en cambio, dice la verdad de su propia indignidad, por eso pide


perdón. No se compara con nadie, se sitúa en su sitio y Dios le mira con
compasión. Le justifica. La suya es una oración humilde, y, por eso, es escuchada
y arranca bendiciones del cielo.
Juicio recto

Jesús quiere que los suyos juzguen con rectitud y no se queden en las meras
apariencias, sino que dejen el juicio íntimo para Dios, y ellos oren con humildad,
incluso cuando las obras buenas les puedan llevar a un cierto engreimiento y
vanidad.

La parábola de los dos hijos


Adviento. Las palabras y promesas que hacemos a Dios y a los demás, estén
respaldadas por nuestras obras y comportamientos.

Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net

Mateo 21, 28-32

«Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo:
Hijo, vete hoy a trabajar en la viña. Y él respondió: ´No quiero´, pero después se
arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ´Voy,
Señor´, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» - «El primero» - le
dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan
antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de
justicia, y no creísteis en Él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron
en Él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en Él.

Meditación del Papa

El hombre de por sí está tentado de oponerse a la voluntad de Dios, de tener la intención


de seguir su propia voluntad, de sentirse libre sólo si es autónomo; opone su propia
autonomía contra la heteronomía de seguir la voluntad de Dios. Este es todo el drama de
la humanidad. Pero en verdad esta autonomía es errónea y este entrar en la voluntad de
Dios no es una oposición a uno mismo, no es una esclavitud que violenta mi voluntad,
sino que es entrar en la verdad y en el amor, en el bien. Y Jesús atrae nuestra voluntad,
que se opone a la voluntad de Dios, que busca la autonomía, atrae esta voluntad nuestra
a lo alto, hacia la voluntad de Dios. Este es el drama de nuestra redención, que Jesús
atrae a lo alto nuestra voluntad, toda nuestra aversión contra la voluntad de Dios y nuestra
aversión contra la muerte y el pecado, y la une con la voluntad del Padre: "No se haga mi
voluntad sino la tuya”. En esta transformación del "no" en "sí", en esta inserción de la
voluntad de la criatura en la voluntad del Padre, Él transforma la humanidad y nos redime.
Y nos invita a entrar en este movimiento suyo: salir de nuestro "no" y entrar en el "sí" del
Hijo. Mi voluntad existe, pero la decisiva es la voluntad del Padre, porque ésta es la
verdad y el amor. (Benedicto XVI, 20 de abril de 2011).
Parábola de las vírgenes necias y prudentes
Las parábolas de Jesús.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

Premio o castigo

Las parábolas escatológicas son aquellas que hacen referencia explícita a la


situación final de premio o castigo después de la muerte. "Entonces el Reino de
los Cielos será semejante a diez vírgenes, que tomaron sus lámparas salieron a
recibir al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; pero las necias, al
tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; las prudentes, en cambio, junto
con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. Como tardase en venir el esposo
les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó vocear: ¡Ya está
aquí el esposo! ¡Salid a su encuentro! Entonces se levantaron todas aquellas
vírgenes y aderezaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: dadnos
de vuestro aceite porque nuestras lámparas se apagan. Pero las prudentes les
respondieron: Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no
alcance para vosotras y nosotras. Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y
las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta.
Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Pero él les
respondió: En verdad os digo que no os conozco. Vigilad, pues, porque no sabéis
el día ni la hora" (Mt).

Las buenas acciones

El tiempo de espera puede llevar a que las buenas disposiciones se relajen. No


basta tener buenas intenciones, pues deben ir acompañadas por buenas obras. El
aceite son las buenas acciones exigidas a cada uno para poder recibir la gracia de
entrar en la felicidad divina del cielo. Estar vigilantes en todo tiempo y lugar es la
condición necesaria para mantenerse en las buenas obras; deja apagar la lámpara
por culpa del sueño es caer en pecado. Y la muerte suele sorprender con su
venida.
Parábola de los talentos
Porque a todo el que tenga se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo
que tiene se le quitará

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

De nuevo la gracia y la libertad entran en juego en ese gran negocio de la


salvación. "Es también como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus
servidores y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro
uno sólo: a cada uno según su capacidad; y se marchó. El que había recibido
cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar
otros cinco. Del mismo modo, el que había recibido dos ganó otros dos. Pero el
que había recibido uno fue, cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas
con ellos. Llegado el que había recibido los cinco talentos, presentó otros cinco
diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste, he aquí otros cinco que he ganado.
Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo
poco, yo te confiaré lo mucho; entra en el gozo de tu señor. Llegado también el
que había recibido los dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste, he
aquí otros dos que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien siervo bueno y fiel;
puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu
señor. Llegado por fin el que había recibido un talento, dijo: Señor, sé que eres
hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. Le
respondió su amo, diciendo: Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde
no he sembrado y recojo de donde no he esparcido; por eso mismo debías haber
dado tu dinero a los banqueros, y así, al venir yo, hubiera recibido lo mío junto con
los intereses. Por lo tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez.

Porque a todo el que tenga se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo
que tiene se le quitará. En cuanto al siervo inútil, arrojadlo a las tinieblas
exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes"(Mt).

A cada uno según su capacidad. Sólo Dios sabe lo que cada uno ha recibido en
inteligencia, carácter, familia, sensibilidad, dones de gracia, amigos. Los que dan
frutos con sus talentos muestran la alegría por el bien realizado. El premio es la
canonización de su buena acción. Pero el siervo de pocos talentos y perezoso,
que no hace nada porque no tiene amor, en lugar de confesar su pecado critica a
su Señor por lo poco que ha recibido, por eso es arrojado a las tinieblas exteriores
del llanto y rechinar de dientes.

Parábola del juicio final


Las parábolas de Jesús.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

El juicio final

El final de los tiempos se muestra en esta parábola. Muestra a Cristo en su


segunda venida como Rey juzgando sobre las acciones y las omisiones de los
hombres. "Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria y acompañado de todos
los ángeles, se sentará entonces en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él
todas las gentes; y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las
ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a su derecha, los cabritos en cambio a
su izquierda. Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: Venid, benditos
de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación
del mundo: porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de
beber; era peregrino y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y
me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces le responderán los justos:
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos
de beber?; ¿cuándo te vimos peregrino y te acogimos, o desnudo y te vestimos? o
¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a verte? Y el Rey en respuesta
les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí me lo hicisteis. Entonces dirá a los que estén a la izquierda:
Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles:
porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber;
era peregrino y no acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la
cárcel y no me visitasteis. Entonces le replicarán también ellos: Señor, ¿cuándo te
vimos hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te
asistimos? Entonces les responderá: En verdad os digo que cuando dejasteis de
hacer con uno de estos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo. Y
éstos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna"(Mt).

Dios quiere que todos se salven

El cielo es lo preparado desde la creación. El infierno es el estado fruto del pecado


de los ángeles caídos y de los hombres pecadores. Dios quiere salvar a todos,
pero los hombres son realmente libres y puedan reaccionar bien o mal.

Cielo, o vida eterna, e infierno, o suplicio eterno, premio o castigo por el amor con
que se trata al prójimo en sus necesidades. La misericordia llega más allá que la
justicia. Es significativa la identificación que hace Jesús del necesitado y sufriente
con Él mismo. La solidaridad debe ser la norma del discípulo que quiere alcanzar
el reino eterno. Aunque el hombre no sea consciente de ello, Dios contempla las
acciones y las omisiones de cada uno, y todos serán juzgados por la calidad de su
amor.

Parábola del juez injusto


Las parábolas de Jesús.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

"Les proponía una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desfallecer,


diciendo: En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los
hombres. También había en aquella ciudad una viuda, que acudía a él diciendo:
Hazme justicia ante mi adversario. Y durante mucho tiempo no quería. Sin
embargo al final se dijo a sí mismo: aunque no temo a Dios ni respeto a los
hombres, ya que esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga
viniendo a importunarme. Concluyó el Señor: Prestad atención a lo que dice el
juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a El día y
noche, y les hará esperar? Os aseguro que les hará justicia sin tardanza. ¿Pero
cuando venga el Hijo del Hombre, acaso encontrará fe sobre la tierra?"(Lc).

Jesús ante la falta de fe

La interrogación final deja en suspenso los ánimos de los discípulos. Se


transparenta el dolor en el corazón de Jesús por la falta de fe en entre los
hombres. La oración es el acto de fe del que no ve, y al creer confía en Dios. Por
eso reza sin interrupción, sin desanimarse.

Parábola de los viñadores homicidas


Las parábolas de Jesús.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

Jesús prosigue su enseñanza. La tensión aumenta, aunque la atención a sus


palabras es grande y utiliza de nuevo el ejemplo de la viña; pero ahora los tintes
van a ser más dramáticos. "Cierto hombre que era propietario plantó una viña, la
rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos
labradores y se marchó de allí. Cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió a
sus criados a los labradores para percibir sus frutos. Pero los labradores,
agarrando a los criados, a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo lapidaron.
De nuevo envió a otros criados en mayor número que los primeros, pero hicieron
con ellos lo mismo. Por último les envió a su hijo, diciéndose: A mi hijo lo
respetarán. Pero los labradores, al ver al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero.
Vamos, matémoslo y nos quedaremos con su heredad. Y, agarrándolo, lo echaron
fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga el duelo de la viña, ¿qué hará con
aquellos labradores? Le contestaron: A esos malvados les dará una mala muerte,
y arrendará la viña a otros labradores que les entreguen los frutos a su tiempo.
Jesús les dijo: ¿Acaso no habéis leído en las Escrituras: ´La piedra que
rechazaron los constructores, ésta ha llegado a ser la piedra angular. Es el Señor
quien ha hecho esto y es admirable a nuestros ojos?

Por esto os digo que os será quitado el Reino de Dios y será dado a un pueblo
que rinda sus frutos. Y quien caiga sobre esta piedra quedará destrozado, y sobre
quien ella caiga, lo aplastará.

Al oír los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas, comprendieron
que se refería a ellos.

Y aunque querían prenderle, tuvieron miedo a la multitud, porque lo tenían como


profeta"(Mt).

Jesús, el enviado

Una vez más se ha proclamado el Hijo enviado por el Padre a su viña, que es
Israel. Pero su suerte va a ser la muerte. Jesús es la piedra rechazada por los
constructores y el que le rechace se estrellará y será destrozado. Las alusiones
son entendidas, pero no cambian los corazones enemistados, sino que crece el
enfrentamiento. "Los escribas y los príncipes de los sacerdotes intentaban ponerle
las manos encima en aquel mismo momento, pero tuvieron miedo al pueblo; pues
se dieron cuenta de que por ellos había dicho aquella parábola"

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