Winnicott
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Winnicott
Se trata de un espacio configurado entre los gestos espontáneos de exploración del bebé y los gestos de cuidados
y mimos de la madre. En ese territorio, el bebé va descubriendo el mundo de una manera confiada y creativa.
Allí también se encuentran las primeras palabras de ese lenguaje (dichas por la madre a veces con amor y otras
con fastidio), de las que el bebé debe apropiarse para empezar a hablar con los propios sentimientos.
“Es tan importante que la mantita represente simbólicamente al pecho de la madre, como que no lo sea”.
El concepto de objeto transicional y de fenómenos transicionales lleva a Winnicott a estudiar esa zona
intermedia que será, desde un principio, la materia prima de toda experiencia del vivir.
La experiencia cultural-dice Winnicott- es una extensión directa del juego de los niños y, en verdad, de los
gestos que un bebé intercambia con su madre desde el nacimiento.
“Crear lo dado”
En ese momento mítico –que Winnicott llama “primera mamada hipotética”- puede suponerse que el bebé siente
hambre “por primera vez”, lo que le provoca una inquietud totalmente desconocida por él. Cierto malestar lo
mueve a la realización de un gesto de búsqueda. Ese gesto es espontaneo porque no sabe a qué dirigirse ni que
cosa se está buscando.
Es entonces cuando la madre percibe esa inquietud de su hijo y le ofrece el pecho y sus ganas de alimentarlo.
Ese pecho se presenta, en la experiencia del bebé, como la prolongación del propio gesto de búsqueda, no como
algo dado desde el exterior por otra persona. La ilusión del bebé es pensar que la realidad exterior se corresponde
con su propia capacidad de crear. Se trata de una experiencia de omnipotencia que la madre permite que su bebé
viva en los primeros intercambios con el pecho. Solo progresivamente el bebé tiene que ir admitiendo que la
realidad es ajena a sus intenciones de control y dominio. De todas formas, siempre perdurará en la vida de todo
individuo la necesidad de sentir que, de un modo u otro, se interviene de manera personal y creativa en la
concepción y en el modo de ver y experienciar el mundo.
El valor simbólico de la paradoja
Cuando la madre le da al bebé el pecho en el momento y en lugar en que éste pueda crearlo, posibilita a su hijo
la experiencia de una paradoja: “crear lo dado”. Es decir, le da la oportunidad de empezar a sentir que la realidad
se corresponde con sus propias ideaciones subjetivas y de relacionarse con el mundo desde su propia motivación.
Hay un tránsito paulatino entre el sentimiento del bebé de haber creado los objetos de su entorno y el
reconocimiento de que éstos ya estaban efectivamente allí, en la realidad, esperando ser encontrados.
El resultado final para un desarrollo emocional sano es que estos dos aspectos (el subjetivo y el objetivo, el que
el pecho sea algo “dado”, pero también algo “creado” por él).
El primer objeto significativo para un ser humano debe estar a mitad de camino entre lo subjetivo (lo que él
tiene la ilusión de haber creado) y lo objetivo (lo que le fue dado).
Revestido de esa cualidad de paradoja (un objeto “creado-dado”), se constituye el primer objeto simbólico para
un ser humano y que Winnicott llama “objeto transicional”. Un objeto que está a mitad de camino, para el
lactante, entre lo “yo” y “no yo”.
Inscripción de un movimiento “presencia-ausencia” en el Objeto transicional
Los objetos transicionales, como su nombre lo indica, son objetos que encarnan para el bebé, una transición o
movimiento (entre lo yo y lo no yo, lo extraño y lo familiar, lo propio y lo ajeno, el adentro –lo imaginado- y el
afuera -lo percibido objetivamente-) , y además acompañan al bebé cuando el mismo está en tránsito (por
ejemplo el típico muñeco de peluche, o la frazadita, al cual el bebé se aferra en su movimiento desde la vigilia
hacia el dormir). En un principio, el objeto transicional representa a la madre cuando ella está ausente, pero no
anula la realidad de su no-presencia. No es un objeto fetiche. Son símbolos que la recuerdan –sin confundirse
con ella-, le ayudan al bebé a sostener una espera y una soledad para que no resulte demasiado angustiosa.
“Madre suficientemente Buena” e “Imago”
Winnicott llama de este modo a una madre que es simplemente una mujer “común y corriente”, en conexión
con su hijo, que va aprendiendo de la propia experiencia de la maternidad, sin estar pendiente de libros
especializados o del saber de otras mujeres. Lleva adelante la tarea de maternaje partiendo desde su propio gesto
espontaneo. Hay un importante respaldo para su tarea en lo que le aporta la tradición cultural del medio en que
vive, pero esto no debe anular nunca su propio criterio o iniciativa. La capacidad de maternaje de la madre
implica el enfrentarse con un importante margen de dudas e incertidumbre –inevitables-en el cuidado de su
bebé. Durante esta etapa, es relevante la función del padre para atender y cuidar que la madre tenga un entorno
no perturbador para realizar tranquilamente su tarea. La madre atiende las diversas y exigentes necesidades de
su hijo, que se encuentra en estado de “dependencia absoluta”, (porque el bebé no tiene la menor idea de dicho
estado).
El bebé, para Winnicott es una suerte de ser potencial, que necesita del sostén materno para ir encontrando
distintas formas de realización: un determinado carácter, distintas modalidades de entretenerse, de relacionarse
con sus objetos, etc.
Funciones maternas
Winnicott asigna a la madre, cual fuera su estilo personal para llevarlas a cabo, tres funciones maternas básicas
y primordiales: sostén, manejo y presentación objetal. Cada una de las tres funciones permite un logro
madurativo del bebé que lo leva de un estado de extrema dependencia a otro de progresiva independencia,
respecto de la atención materna.
Por supuesto, la independencia afectiva siempre es relativa y la madurez implica como cada individuo tramita
y se hace cargo, responsablemente, de la dependencia inevitable que siempre gravita en todo vínculo.
La madre con sus cuidados establese un estado de ánimo previsible en su quehacer, es decir, sin repentinos
arranques de furia ni bruscos “ataques” de amor, permite que las experiencias que va viviendo el bebé tomen
creciente significación para él.
Con cada una de las funciones maternas, la madre hace que su bebé vaya logrando un estado de confianza y
tranquilidad, que será la base del desarrollo de su funcionamiento psíquico.
Verdadero y falso SELF
1. Ser espontáneo o reaccionar
En términos generales, lo que permiten un buen cuidado materno (las funciones de sostén, presentación objetal
y handling) es la construcción progresiva de la intimidad del niño de un estado de confianza. A partir de ese
estado, el bebé puede vivir experiencias que se despliegan según su propio estilo y ritmo personales. A esto
Winnicott lo llama “continuidad existencial” del ser. Los movimientos espontáneos del bebé, que son un hacer
natural y despreocupado con su self, son el despliegue de su potencial heredado. Estos gestos ligados a los
cuidados maternos, van dando expresión a lo que Winnicott denomina “verdadero self”, la expresión más
íntima y real del ser humano.
2. Gesto espontáneo
El gesto espontáneo de un bebé permite construir una personalidad que impulsa al niño desde sus deseos más
íntimos y vitales. Cuanto más gesto espontaneo hay en el comportamiento de un ser humano, menos atado está
éste a lo que ordena la expectativa de los demás. Es el núcleo de la personalidad más íntimo y vital de un
individuo que aporta lo más singular y creativo de sí mismo. De todos modos, por más original que pretenda
ser una persona en sus puntos de vista y su conducta, su pensamiento y comportamiento siempre estarán
orientados por pautas socialmente establecidas y compartidas por la comunidad en la que crece y vive. Todo lo
que una comunidad marca como aceptable y esperable en el comportamiento de los individuos que la componen
nutre un aspecto de sociabilidad del ser humano que Winnicott llama “falso self”.
3. “Un equilibrio dinámico”
Con un exagerado predominio del falso self en la personalidad, la vida de una persona será experimentada como
abstracta, impersonal, aburrida y extremadamente fútil (solo se hace lo que “se debe hacer” y lo que otros
esperan que se haga”). El niño siente que debe aceptar y adaptarse a todo lo que los demás proponen (autoridades
y pares) y se fomenta en él un estado de exagerada docilidad y obsecuencia. Si bien Winnicott señala que el
niño, en su crecimiento debe adaptarse a ciertas condiciones y pautas ambientales, establece que también debe
hacer su propio aporte personal para alterar otras. Así el mundo se enriquece, por lo que se puede dar desde el
potencial creativo y espontaneo del bebe (verdadero self). Al mismo tiempo el bebé se enriquece con lo que el
medio ambiente le ofrece, aunque no se corresponda con sus deseos y creatividad. Se da siempre en la conducta
de todo ser humano un equilibrio dinámico entre el verdadero y falso self.
El falso self – si no se exacerba como protección que inhibe exageradamente a la expresión del verdadero self-
tiene una función útil e importante para el establecimiento de una personalidad más o menos estable y la
incorporación de pautas aceptadas y previsibles para distintas relaciones sociales adultas. El falso self se
materializa sobre la base de diversas identificaciones del bebé con las personas que revisten importancia afectiva
para él.
En los brazos del dios viviente: “eso que llaman infans no existe”
Winnicott escandaliza a su auditorio de psicoanalistas diciendo “eso que llaman bebé no existe”. Se refiere al
hecho de que, cada vez que observan a un bebe, lo que realmente se ve es a la madre que lo sostiene. Es entonces
ese sostén materno lo que hace posible la existencia del bebé, definido por el autor como pura potencialidad que
los cuidados maternos van realizando.
El bebé nace en estado de no integración, despliega movimientos motores y sensoriales puros. Estos
movimientos son gestos espontáneos, pues no hay una estructura psíquica que los pueda regular o premeditar.
Continuidad existencial
Si el bebé es preservado de estímulos indeseables –que él no puede ni anticipar ni pensar”, vive en un estado
que Winnicott llama “continuidad existencial”. Este estado es una experiencia de estar confiado que hereda
aspectos limitados de lo que fue la vida intrauterina. Los cuidados maternos introducen poco a poco y de manera
tolerable, en formas de “ruptura de la continuidad existencial”, la realidad que rodea al bebé. También las fallas
naturales le dan noticia al bebé de las estimulaciones ambientales. El gesto espontaneo es el fenómeno visible,
la materialización de la continuidad existencial.
Winnicott y la idea de una “dependencia absoluta”
En la medida en que, al nacer, el bebé no posee una estructura psíquica desarrollada, ni un yo capaz de asumir
funciones de evaluación y juicio respecto de los estímulos propioceptivos y ambientales, está en dependencia
absoluta de los cuidados maternos. La dependencia es absoluta, pues el propio bebé no es consciente de ella.
El desarrollo emocional parte de esta dependencia absoluta hasta alcanzar una dependencia relativa, con el
progresivo reconocimiento de los cuidados recibidos y la asunción de diversas responsabilidades de auto
preservación y de cuidados hacia los demás.
“Handling” y los estados de integración y no-integración
El cuidado materno solo puede ser pensado en el marco de una falla más o menos tolerable. La madre sostiene
en su quehacer un movimiento que oscila entre, por un lado, restituir al bebe estados de continuidad existencial,
(momentos de descanso en los que el bebé no se ve obligado a prestar atención a ningún estímulo) y, por otro,
hacerle vivir experiencias, de una ruptura (también tolerable) de dicha continuidad. Las rupturas de la
continuidad existencial obligan al bebé a tener que elaborar una vinculación más activa con su madre, cuando
por ejemplo, explora atentamente sus movimientos y debe registrar ciertos aspectos del medio ambiente que lo
rodea o evaluar gritar y patalear para llamar su atención, etc.
Habitar un cuerpo
El bebé parte de un funcionamiento somático no-integrado (multiplicidad de sensaciones internas y externas
que determinan un caos sensorio-motriz). A partir de la función de Handling, se desarrollará en el bebé un
funcionamiento psíquico que en la salud queda gradualmente anclado en el soma (se empiezan a discriminar y
ordenar las experiencias de acuerdo con un “adentro”-“afuera”, “placer”- “displacer”, etc.)
Lo psíquico da un sentido imaginario al funcionamiento corporal; así, el niño elabora diversas teorías respecto
de lo que le sucede dentro de él cuando come, cuando le duele la panza, cuando hace pis, etc. Esas fantasías
demuestran el grado de familiaridad o extrañeza con que reconoce y habita su cuerpo.
Integración corporal
La función de handling, que dispone a la madre con sus cuidados, facilita el temprano desarrollo emocional del
bebé, que tiene como logro que lo psíquico se aloje y vaya tomando cuerpo en lo somático.
Este “habitar el cuerpo” (la conquista por parte del bebé de esa diversidad inicial de movimientos caóticos que
lo gobiernan y sensaciones que lo asaltan, a menudo extrañas e inquietantes) es un logro facilitado por cierto
tipo de experiencias que la madre le propone con sus cuidados y que otorgan al revestimiento cutáneo el valor
de un límite.
En los estados de “integración”, el bebé se asume como una unidad que puede invocar a otra unidad “no-yo”.
Estas integraciones se dan en el marco de estados de no integración: momentos en que el bebé descansa, se
desconecta del entorno, sin tener que llevar a cabo ningún esfuerzo psíquico de atención o elaboración psíquica
de estímulos porque la propia madre se ocupa de ellos en su cuidado.
Valor de lo ambiental y de lo constitucional en el desarrollo emocional
Lo novedoso que propone Winnicott es la consideración de los factores ambientales que rodean al niño, para
destacar como gravitan en el curso de su desarrollo. Los estímulos que le llegan al bebé deben mantenerse en
un determinad nivel, lo más bajo posible. Si son excesivos, perturban su capacidad para soportarlos y generan
un efecto traumático; pero si son demasiados pocos, no se registran los estímulos necesarios que impulsen un
crecimiento adecuado. Pero, para Winnicott los estímulos que llegan al bebé nunca son “puros” siempre están
tamizados y vehiculizados por la intervención de la madre.
Valor ambiental, diferencia con Klein
Para Klein el bebé ya puede “pensar” al mundo y otorgarle algún tipo de sentido a sus estímulos y sensaciones
(por ejemplo: interpretando el dolor que le produce el hambre como algo que ataca desde “adentro”).
Para Winnicott es la madre –con sus cuidados- quien le va significando al bebé los posibles sentidos de sus
estímulos. La idea de un adentro y afuera no es, para Winnicott, algo que este estructurado en la mente del bebé
desde el nacimiento.
Simbolismo y objeto transicional
El objeto transicional surge, para el bebé, de una primera experiencia de relación y contacto con otro ser
humano –su madre- y se constituye en el primer símbolo que da la posibilidad de un intercambio con ella.
Inaugura el uso de los símbolos que permitirán al bebe expresarse y establecer un diálogo con los demás y con
el mundo.
A partir de la instauración –entre madre y bebé- del objeto transicional, el niño irá conquistando
progresivamente la significación de los diversos objetos que lo rodean, hasta configurar, con ese conjunto, un
universo en el que podrá encontrar un lugar y hacer la experiencia de ir integrándose en el propio medio cultural,
sin enajenar su iniciativa personal.
Fallas severas: “angustias impensables”
La madre suficientemente buena cuida al bebé de situaciones traumáticas debido a la inmadurez de su hijo, que
no puede prevenirlas o tomar debidas modos precauciones frente a los peligros.
Si falla de un modo demasiado severo, dejando expuesto al bebé, vulnerable y sin defensas, provoca lo que
Winnicott llama angustias impensables. El daño resulta irreparable y se trata de a etiología de las psicosis.
Las angustias resultan impensables, que también son llamadas por el autor “agonías primitivas”, porque el bebé
no cuenta con una estructura psíquica que le permita articular de algún modo la experiencia sufrida.