El Masaje Zonal
El Masaje Zonal
El Masaje Zonal
EN LOS PIES y en las manos existen áreas que son el reflejo de cada componente del
organismo. La actuación sobre esas zonas puede ayudar a mejorar las funciones de
órganos y aparatos, para que recuperen el equilibrio perdido o se opongan a la agresión
de agentes capaces de desarrollar enfermedades.
La idea de ver resumidas en una parte circunscrita del cuerpo todos los componentes del
organismo y de poder modificar su estado mediante intervenciones limitadas a esa parte
es una proyección que se encuentra bastante extendida tanto en Oriente como en
Occidente.
Los expertos en masaje zonal comparten dicho concepto. En efecto, están convencidos
de que en los pies y en las manos existen zonas representativas de todas las demás
partes del cuerpo, con las cuales están conectadas por vía nerviosa. Además, consideran
que, como consecuencia de influencias ambientales desfavorables, se puede registrar
una ingente acumulación de sales de calcio y de cristales de ácido úrico en las
terminaciones nerviosas de los pies, bloqueándolas y en consecuencia alterando la
estimulación normal de glándulas y órganos. Determinados masajes pueden contribuir a
la eliminación de estos cristales y sales, devolviendo así a los órganos su estimulación
normal y en consecuencia la capacidad de recuperar en poco tiempo sus funciones
normales.
DATOS HISTÓRICOS
No obstante, la ordenación actual del masaje zonal es obra reciente del médico
norteamericano William H. Fitzgerald (1872 1942), que empezó a dar a conocer sus
teorías y sus resultados prácticos en 1~3. Según dicho autor el cuerpo humano se halla
atravesado, en sentido longitudinal, por diez meridianos, que lo dividen en otras tantas
zonas, cada una de ellas ocupada por determinados órganos cuyo "reflejo" se encuentra
en áreas perfectamente definidas de los pies y de las manos. Sobre este planteamiento
de origen se han producido numerosas variantes, sobre todo en lo referente a la técnica
de masaje de las distintas zonas de los pies y de las manos, que no tienen una indicación
concreta, pudiendo cada uno seguir sus propias directrices.
CÓMO SE REALIZA
Una de las mayores cultivadoras del masaje zonal, la norteamericana Funíce D. Ingham,
sugiere realizarlo mediante presión con el pulgar, imprimiendo un movimiento similar
al que emplearíamos para pulverizar un terrón de azúcar con el pulgar de una mano
sobre la palma de la otra. Ante todo, es muy importante la posición tanto del masajeado
como del masajista. Lo mejor, naturalmente, es que el paciente se tumbe con un cojín
bajo las rodillas y el pie posado sobre las rodillas del masajista, el cual debe colocarse
en una postura que le garantice la mayor comodidad posible. El movimiento del pulgar
(o de otros dedos) sobre la parte masajeada debe ser lento, profundo y circular. No
obstante, antes de comenzar el masaje es conveniente que el masajista se familiarice con
cada píe, tomándolo entre las manos y manipulándolo durante al menos un minuto. Al
mismo tiempo, el paciente se preparará para la operación relajándose con dos, tres
respiraciones profundas.
Las toxinas que se liberan durante el masaje deben ser eliminadas. Para evitar
acumulaciones peligrosas es conveniente espaciar las sesiones, del mismo modo que se
aconseja que cada sesión vaya seguida de un corto descanso o de un sueñecito.
El masaje de las manos equivale al de los pies, pero entraña mayor dificultad por cuanto
respecta a la localización de las zonas deseadas. Para compensar, el masaje de las manos
puede realizarse en cualquier momento y prácticamente en cualquier lugar. Y, sobre
todo, puede autopracticarse. Este último aspecto representa una gran ventaja. No
obstante, es necesario conocer bien los puntos estratégicos, así como los movimientos,
que hay que realizar con una habilidad que se adquiere sólo con la experiencia. Por
todas estas razones el masaje zonal de las manos constituye una terapia inmejorable en
casos de emergencia.
El éxito del tratamiento depende de la habilidad con la que se lleva a cabo. El principio
fundamental es reducir la tensión y facilitar el aflujo de sangre al área afectada. La
reflexología, según sus cultivadores, estimula además el flujo de energía fina, que
revitaliza así todo el organismo.