Análisis de Yerma
Análisis de Yerma
Análisis de Yerma
teatral “Yerma” de
Federico García Lorca
(cosiendo)
[…]
(Yerma queda cantando. Por la puerta entra María, que viene con un lío de
ropa)[2]
Este deseo de ser madre posteriormente, como se ha señalado, llegará a los
límites extremos de la obsesión frenética producto de una espera interna
que consume y carcome a Yerma dentro del matrimonio:
YERMA: Es así. Claro que todavía es tiempo. Elena tardó tres años, y otras
antiguas, del tiempo de mi madre, mucho más, pero dos años y veinte días,
como yo, es demasiada la espera. Pienso que no es justo que yo me consuma
aquí. Muchas veces salgo descalza al patio para pisar tierra, no sé por qué. Si
sigo así acabaré volviéndome mala[3].
Yerma cuenta los minutos, los días, los segundos… para ser madre, ya que en
la sociedad en la que se inscribe esto es “lo único” a lo que puede aspirar o
acceder. Esto produce que se recluya a la mujer al espacio doméstico, es decir
al hogar, a la costura y el hilado. Siendo los únicos momentos permitidos para
salir del hogar, la acción de llevar la vianda a su marido.
De esta manera, se configuran dos espacios: el público y el privado. La mujer
debe permanecer encerrada en el espacio privado (de ahí que Yerma afirme
que se volverá mala saliendo al patio a pisar la tierra), y el hombre trabaja en
el espacio público (con el ganado, vendiendo animales, etc.). De lo que se
desprende que no resulte extraño (en este contexto y siguiendo estos
principios) que Juan lleve a Yerma a la fuerza o en contra de su voluntad de
nuevo a casa, una vez este la haya encontrado fuera del hogar: “obligarte,
encerrarte, porque para eso soy tu marido” (p. 23). La mujer solo puede
atravesar este espacio que le es confinado por una obligación de
esposa como llevar alimentos al marido y volver inmediatamente a casa:
“JUAN: ¿Qué haces todavía aquí?/ YERMA: Hablaba./ VICTOR: Salud.
(Sale.)/ JUAN: Debías estar en casa./ YERMA: Me entretuve/ JUAN: No
comprendo en qué te has entretenido” (p. 14) o “YERMA: Déjame andar y
desahogarme en nada te he faltado/ JUAN: No me gusta que la gente me
señale. Por eso quiero ver cerrada esa casa y cada persona en su casa” (p. 23).
En este aspecto, la opinión pública como voz de los valores y principios
reglamentados por la sociedad tradicional cobra relevancia.
En este ambiente, “el ser madre” es consuelo para muchas que quieren salir de
la rutina, además las mujeres que no puedan concebir un hijo son
consideradas “inservibles” en este sistema pues su única finalidad según los
principios de la sociedad se reduce a ello (“Cada mujer tiene sangre para
cuatro o cinco hijos, y cuando no los tienen se les vuelve veneno” p. 6), de ahí
que Yerma se muestre insistente ante su deseo de tener un hijo:
YERMA: Pero yo no soy tú. Los hombres tienen otra vida: los ganados, los
árboles, las conservaciones, y las mujeres no tenemos más esta de la cría y el
cuido de la cría.[4]
El personaje de Yerma ha interiorizado las diferencias y los significados que
la sociedad atribuye al rol del hombre y al rol de la mujer. El hecho de que
“sea mujer”, la aleja del espacio público, no puede conversar libremente con
un compañero de infancia (“Víctor”), aspecto contrario a su esposo que puede
platicar libremente tanto con hombres como con mujeres sin atentar contra su
honra. De ahí que Yerma afirme que los hombres tienen la vida de las
conversaciones.
1. Sociedad tradicional
La sociedad tradicional es representada en la obra teatral Yerma, a partir de
los múltiples comentarios esbozados por algunos personajes.
Veamos lo que dice la “muchacha 2” en el cuadro segundo del primer acto:
(Ríen)
LAVANDERA 4: Hablaban
Esta sociedad tradicional degrada a la mujer que no puede cumplir con el rol
impuesto: “¡Pero ay de la casada seca!/ ¡Ay de la que tiene los pechos de
arena!”. En donde por medio de la isotopía de la aridez se hace alusión de
manera metafórica a la esterilidad de la mujer. Aspecto que como hemos visto
es censurado por las lavanderas que ven en ello chicas “flojas” o
“endulzadas”: “Tienen hijos las que desean tenerlos”.
Esto explica que mujeres como Yerma se obsesionen con la idea de tener un
hijo, e influenciadas por los valores proclamados por la sociedad
tradicional vean a su marido solo como “sujeto metonímico de los futuros
individuos” (recordemos que el matrimonio en este tiempo no se regía por
amor, sino más bien era concebido como un mecanismo para la reproducción
de nuevos ciudadanos).
Sin embargo por su posición con respecto a los roles y reglas de la sociedad
patriarcal, esta muchacha es considerada como loca: «También tú me dirás
loca. “¡La loca, la loca!”» (p. 11), ya que debido a su posición reflexiva este
personaje resulta discordante, desde dicha perspectiva, para el sistema
normador de los viejos de la época, e incluso para la propia Yerma quien solo
se limita a decir: “Eres una niña” (p. 11) o “Calla, no digas esas cosas” (p. 11).
De esta manera, percibimos que la posición de las mujeres también depende
del factor de la “edad”. De ahí que los personajes que encarnan al sistema
tradicional sean denominados “viejos” en oposición a esta “niña” (jovencita
casada) con ideas más liberadoras a nivel reflexivo, e incluso también, en
cierta manera, a nivel práctico: “MUCHACHA 2: […] toda la gente está
metida dentro de sus casas haciendo lo que no les gusta. Cuánto mejor se está
en medio de la calle. Ya voy al arroyo, ya subo a tocar las campanas, ya me
tomo un refresco de anís” (p. 11).