Arbol Genealogico
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Árboles genealógicos
La tendencia más moderna procura buscar la mayor simplicidad, en aras de una claridad expositiva,
con el objetivo de poder comprender más fácilmente los parentescos que se le quieren explicar. Para
ello, se puede, por ejemplo, reflejar solo los ascendientes paternos o maternos o también poner en
marcha un 'árbol de costados', es decir, aquel que incluye varias de las ramas de los antepasados. Lo
que se ha dado en llamar la genealogía de costados trata de exponer los antepasados de un sujeto
por todas las líneas ascendentes (paternas y maternas), hasta la generación que se estime
conveniente (o que se pueda alcanzar). Así, se usan, por ejemplo, expresiones como 'ser noble por
los cuatro costados' (tener nobleza en los linajes de los cuatro abuelos) o 'tener un costado judío' (si
aparece esta circunstancia en uno de los linajes ascendentes).
Un árbol genealógico es una representación gráfica que enlista los antepasados y los descendientes
de un individuo en una forma organizada y sistemática, sea en forma de árbol o tabla. Puede ser
ascendente, exponiendo los antepasados o ancestros de una persona, o descendente, exponiendo
todos los descendientes.
Para realizar un árbol genealógico es necesario, primero, haber hecho una investigación genealógica
o genealogía del individuo. De ahí que en un árbol genealógico se muestra la descendencia de los
antepasados hasta una determinada generación o individuo.
Dependiendo de la finalidad o uso que quiera dársele al árbol genealógico, éste puede referirse sólo
a la filiación y sucesión masculina, llamada también línea de sangre o linaje, o a la filiación y sucesión
femenina, llamada también línea de ombligo.
El árbol genealógico no se aplica solamente en seres humanos, sino que también se utiliza para
mostrar el pedigrí o ascendencia de un animal, representar la evolución de una lengua o idioma, seguir
la trayectoria de un partido político, una disciplina artística o un arte marcial.
Doctrinariamente, ha sido definido como un negocio jurídico bilateral o multilateral, porque intervienen
dos o más personas (a diferencia de los actos jurídicos unilaterales en que interviene una sola
persona), y que tiene por finalidad crear derechos y obligaciones (a diferencia de otros actos jurídicos
que están destinados a modificar o extinguir derechos y obligaciones, como las convenciones).
También se denomina contrato el documento que recoge las condiciones de dicho acto jurídico.
En el Derecho romano clásico, a su vez, el contrato se refiere a la concreta situación de estar ligadas
las partes por un vínculo jurídico que crea derechos y obligaciones. No se refiere al acto jurídico
mediante el cual las partes contraen dichos derechos, sino a lo contratado (contractus, lo contraído),
la relación jurídica que ha quedado indisolublemente constituida mediante la convención generadora.
Las partes en un contrato son personas físicas o jurídicas. En un contrato hay dos polos o extremos
de la relación jurídica obligacional, cada polo puede estar constituido por más de una persona
revistiendo la calidad de parte.
El contrato, en general, tiene una connotación patrimonial, y forma parte de la categoría más amplia
de los negocios jurídicos. La función del contrato es originar efectos jurídicos.
En cada país puede existir un concepto de contrato diferente, y esa divergencia tiene que ver con la
realidad socio-cultural y jurídica de cada país (existen ordenamientos en que el contrato no se limita al
campo de los derechos patrimoniales únicamente, sino que abarca también derechos de familia como,
por ejemplo, los países en los que el matrimonio es considerado un contrato).
Antecedentes
Los antecedentes son los siguientes:
El Código Civil regula como cuasicontratos la gestión de negocios ajenos y el cobro de lo indebido,
junto a los mismos se estudia la figura del enriquecimiento injusto, por lo que la doctrina mayoritaria
entiende que los denominados cuasicontratos son expresión o subtipos del enriquecimiento injusto,
por cuanto el que se enriquece a costa de otro sin que haya causa para ello, está obligado a devolver
lo injustamente recibido.
Junto a los cuasicontratos que como tales se regulan en el Código Civil, en la práctica, se admiten
otros que podríamos denominar como innominados, entre éstos podrían considerarse, como señala
Santos Briz, la gestión derivada de la tutela, el pago de legados y las obligaciones resultantes de la
situación de indivisión de la copropiedad.
La jurisprudencia, aún con criterio restrictivo, considera como requisitos indispensables para que
pueda admitirse el cuasicontrato atípico, los siguientes:
El cobro de lo indebido
Aunque el Código Civil incluye al cobro de lo indebido como un cuasicontrato, tanto la doctrina como
las legislaciones más actuales lo consideran como una modalidad del enriquecimiento sin causa.
El pago o cobro de lo indebido se producirá cuando se entrega y recibe en concepto de pago
alguna cosa que no había derecho a cobrar del que paga y que, por error, ha sido entregada
(Albaladejo).
De conformidad al artículo 1895 del Código Civil: "cuando se recibe alguna cosa que no había derecho
a cobrar, y que por error ha sido indebidamente entregada, surge la obligación de restituirla".
De este precepto se ha de derivar que se establece una relación o vínculo jurídico entre la persona
que recibe lo que no tenía derecho a recibir y la que paga por error, y en virtud de tal vínculo quien
cobra se constituye en la obligación de restituir lo que de manera indebida se le pagó.
Los requisitos para que pueda ejercitarse la acción de repetición, según la doctrina y la jurisprudencia,
son los siguientes:
a) Pago efectivo, con la intención de extinguir una deuda o, en general, de cumplir con un deber
jurídico.
b) Inexistencia de una obligación entre el que paga y el que la recibe y, en consecuencia, falta
de causa en el pago, lo que puede ser indebido desde el punto de vista subjetivo ("ex persona").
DELITO
(Derecho Penal) En sentido amplio, delito es sinónimo de infracción (V. esta palabra).
En sentido estricto, delito es una infracción cuyo autor puede ser castigado con penas correcionales,
esto es, con pena de prisión de más de dos meses, y con una multa superior a 10.000 francos.
Es toda acción u omisión que, por malicia o negligencia culpable, da lugar a un resultado dañoso,
estando prevista o tipificada en la ley penal dicha acción u omisión con el señalamiento de la
correspondiente pena o castigo. Cuando dicha conducta no alcanza la gravedad precisa para ser
calificada como delito, puede encuadrarse en las faltas o delitos menores, cuya tipificación en la ley
penal se hace separadamente de los delitos. Cuando la pena venga determinada por la producción de
un ulterior resultado más grave, sólo se responderá de éste si se hubiere causado, al menos, por culpa.
Se dice que hay delito doloso cuando el autor del mismo ha querido el resultado dañoso; cuando no
se quiere dicho resultado, pero tampoco se evita, se dice que hay delito culposo. Es delito de comisión
el que conlleva una actividad del autor que modifica la realidad circundante; y se habla de delito de
omisión cuando la conducta delictiva del autor ha consistido en un no hacer o abstención de actividad.
Partiendo tanto del fin perseguido como de la idea inspiradora. Podemos reunir las definiciones en dos
grandes grupos: a) definiciones prejurídicas o condicionantes de las legislaciones; b) definiciones
dogmáticas, referidas a una legislación positiva. Dentro de las primeras, distinguimos las que tienen
una fundamentación filosófico-jurídica, de las que responden a un enfoque puramente sociológico o
naturalista el derecho natural alcanza su nivel más
alto en nuestra ciencia a través de la definición de Carrara, formulada en éstos términos: " infracción
de la ley del estado, promulgada para proteger la seguridad de los ciudadanos, resultantes de un acto
externo del hombre, positivo o negativo,
moralmente imputable y políticamente dañoso".
La definición de Carrara nace de la idea que es el fundamento de toda su doctrina: el delito no es una
conducta, ni una prohibición
legal; es un "ente jurídico", es la lesión de un derecho por obra de una acción u omisión humana:
Se propone con ello hacer saber a quienes tienen a su cargo la elaboración y sanción de las leyes,
que no habrá delito mientras no exista la ley cuya violación tenga pena fijada previamente.
El maestro de pisa, según sus propias palabras, aspira a fijar el límite perpetuo de lo ilícito.
Adapta Carrara su noción del "ente jurídico " a la definición del delito: el choque con la ley, su infracción,
es lo que lo constituye. Pero esa colisión ha de producirse con la ley del estado, la ley de los hombres,
la ley civil, distinguiéndose así el delito del pecado y del vicio. Un acto sólo puede considerarse punible
cuando la ley lo prohibe.
La definición del delito tiene significación dogmática, puesto que en ella se señalan todas las
características de la acción amenazada con pena, cuyo estudio, en conjunto, constituye el objeto de
la teoría del delito. La tarea que realiza el intérprete consiste en identificar o diferenciar el acto real,
que va a ser juzgado, y el descripto en la síntesis abstracta contenida en los tipos penales de la ley.
En el aspecto negativo, es decir, en la comprobación de ausencia de alguna de las características
fijadas al hecho humano por la definición, es donde yace la limitación impuesta por el jus
poenale al jus puniendi. En el orden de las definiciones que consideran el delito esencialmente como
una acción humana, podemos distinguir dos grandes períodos, separados por la definición de Beling.
Para Beling, el delito es una acción típica antijurídica, culpable, subsumible bajo una sanción penal
adecuada y que satisfaga las condiciones de punibilidad. Resulta de la definición que para que un
acto sea delito son necesarios estos requisitos: a) acción descripta en la ley, es decir, tipicidad, b) que
sea contrario al derecho; c) culpabilidad, sea que el autor haya obrado con dolo o culpa; D) que sea
subsumible bajo una sanción penal adecuada; e) que se en las condiciones de punibilidad, como puede
verse, en esa definición aparece un nuevo elemento del delito: la tipicidad.
En el año 1930, en su trabajo die lehre vom tatbestand, escrito con motivo del homenaje a Frank,
Beling modifica sustancialmente su definición. Dice ahora que el delito es acción típicamente
antijurídica y correspondientemente culpable, siempre que no se de una causa legal de justificación.
Por lógicas y armoniosas que puedan parecer la doctrina que fundamenta una definición, y la definición
que es su síntesis, ello debe decidirnos a adoptarlas si mas. La definición se debe formular conteniendo
las exigencias de un determinado derecho positivo; y del sistema, o modo de estar legislados aspectos
esenciales del delito, puede resultar, y resulta, que algunas exigencias contenidas en la definición son
innecesarias o bien que deba agregarse otras.
En un sentido jurídico, que indique las características de la acción amenazada con pena, podemos
definir el delito como acción típicamente antijurídica y culpable.
En los países donde rige el Derecho anglosajón, se utiliza el concepto de "negligencia" (negligence)
para el incumplimiento no intencional de una obligación extracontractual a terceras personas.
(Derecho Civil) Hecho ilícito pero cometido sin intención de perjudicar, que causa a otro un daño y
obliga a su autor a repararlo. V.Delito civil. Responsabilidad.
Acción con que se causa mal a otro por descuido imprudencia o impericia, sin intención de dañar.
También responsabilidad de uno por ciertos actos ajenos.
Primero debemos diferenciar entre los delitos romanos, los públicos, que afectaban a la comunidad en
su conjunto, llamados “crimina” como el parricidio o la traición a la patria, de los privados (furtum,
rapiña, daño injustamente causado e injuria) de los cuales surge el vínculo obligacional entre el
ofendido y el ofensor. Para la reparación del daño causado por estos hechos ilícitos, la ley les ha
asignado una acción particular.
Sin embargo, existen otros hechos contrarios al derecho para los cuales no hay una acción particular,
sino general, de hecho o in factum, que tutelan situaciones no previstas civilmente, sino contempladas
por el pretor, que subsanaba los vacíos legales. Estos son los cuasidelitos.
Justiniano en el Libro IV, Título V de sus Institutas, considera como casos de cuasi delitos, al del Juez
que hizo suyo el proceso, la del habitador por las cosas arrojadas o vertidas desde la casa a la vía
pública, o las cosas peligrosamente colocadas o suspendidas, y la del dueño de una posada o
caballeriza o capitán del barco.
No hay una diferenciación bien definida, como la hay actualmente entre delitos y cuasi delitos, basada
en la existencia de dolo y culpa, respectivamente, ya que en el caso del Juez que hace suya la causa
se trata de un verdadero delito, realizado con intención, y en el daño injustamente causado, es punible
la mera negligencia.
Para que se configurara ese último delito, es preciso que el daño consista en la destrucción o
degradación material de una cosa corporal, corpus laesum; y que sea causado corpore, es decir, por
el cuerpo, el contacto mismo del autor del delito. Así caería bajo la aplicación de la ley el que mata el
esclavo ajeno golpeándole, y no el que le encierra y le deja de morir de hambre.
Es preciso que el daño haya sido causado sin derecho, injuria. Es lo que sucede no solo cuando el
autor del daño ha obrado por dolo, sino también cuando ha simplemente cometido una falta, aunque
fuera ligera; basta que se haya apartado de la línea de conducta que debe seguir un hombre honrado
y prudente. Este delito puede, pues, ser cometido sin intención de dañar. Es acá donde aparece
desdibujado el límite que actualmente establecemos, entre delitos y cuasi delitos. Así lo explica Ulpiano
en el Digesto “entendemos aquí por injuria el daño causado con culpa, aún por aquel que no quiso
causarlo” (D.9.2.5.1). En D.9.2.44 pr. llega incluso a hablarse de la culpa levísima.
Pero tratando de hallar alguna distinción entre delitos y cuasi delitos, otra diferencia es la que denota
Oderigo, aunque no es compartida unánimemente por la doctrina: en los delitos solo puede
responsabilizarse a una persona, por sus propios actos; nunca por actos de un tercero. En los cuasi
delitos, tal responsabilidad puede nacer tanto de los actos propios como la de los ejecutados por
terceros. Siguiendo a Arangio Ruiz podemos decir que los cuasi delitos presentan como nexo común
el tener su origen en el derecho pretoriano. Para ese autor, el pretor da esa denominación a aquellos
hechos que ha tildado de ilícitos y a los que sin criterio particular de selección ha dotado de acciones
penales in factum conceptae. Las acciones pretorianas son anuales, mientras dura la vigencia del
edicto que las ha consagrado, y no se transmiten a los herederos.
El Código Civil argentino trata del tema “De los actos ilícitos” en el Libro II, sección II, título VIII
(arts.1066-1072). Bajo ese título establece dos categorías: la “De los delitos”, en el Libro Segundo,
Sección Segunda, Trítulo VIII, donde distingue “Los delitos en general” (capítulo I, arts. 1073-1083),
de “Los delitos contra las personas” (capítulo II, arts. 1084-1090) “De los delitos contra la propiedad”
(Capítulo III, arts. 1091-1095) finalizando con el capítulo IV donde trata del ejercicio de las acciones
para la indemnización de los daños causados por los delitos (1096-1106).
La otra categoría, la de los cuasi-delitos , bajo la denominación de “De las obligaciones que nacen de
los hechos ilícitos que no son delitos”, que es el título IX, habla en el capítulo I, de los daños causados
por animales, y en el capítulo II de los daños causados por cosas inanimadas.
Actualmente nuestro Código Civil define así al cuasidelito: Es el acto voluntario ilícito sin la intención
de dañar, pero que causa un daño a otro por haberse incurrido en negligencia, imprudencia, impericia,
etc. (1109).
En la época en que fue sancionado el Código Civil, en 1869, predominaban las ideas liberales. El Art.
1067, estableció que: «no habrá acto ilícito previsible para los efectos de este Código… sin que a sus
agentes se les pueda imputar dolo, culpa o negligencia» y en el art. 1109, 1ª parte, que «todo el que
ejecute un hecho que por su culpa o negligencia ocasiona un daño está obligado a la reparación del
perjuicio», ambos artículos relativos a la responsabilidad extracontractual. O sea, que no existe
responsabilidad sin culpa. Sin embargo, el artículo 1113, establece algunos casos de responsabilidad
objetiva, al hacer responsable al patrón por los actos de sus dependientes, o por las cosas que estén
bajo su cuidado o de las cuales se sirve. La responsabilidad de los padres por los hechos e sus hijos,
establecida por el art. 1114, no sería un caso de responsabilidad objetiva, ya que pueden eximirse de
responsabilidad, según el art. 1116 si prueban que ejercieron su deber de vigilancia.
En el Primer Congreso Nacional de Derecho Civil, reunido en Córdoba, en el año 1927, para la revisión
del Código Civil, se expresó la necesidad de no hacer distinción alguna entre delitos y cuasi delitos,
legislándolos conjuntamente.
Esta opinión es compartida por autores como Borda y Salvat, quienes sostienen que ambas figuras
deben tener el mismo trato legal. Alterini refuta esta posición sosteniendo que sólo toma en cuenta al
damnificado, haciendo con respecto al autor una imputación objetiva del daño.