01 - Manual de Historia Economica - Pierre y Garcia

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LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL (17501870)

Prof. DOMINGO GARCIA Prof. JOSE ALFREDO FIERRE

ORIGEN Y EXPANSION EN EUROPA

1. Origen

Llamase revolución Industrial a la serie de cambios económicos que transformó a la sociedad europea
desde el último tercio del siglo XVIII. Las innovaciones técnicas fundadas en la trilogía del carbón, hierro y
vapor explican el adjetivo industrial, pero no puede hablarse de una revolución en el sentido que se da
políticamente al vocablo, sino de un aceleramiento en la evolución que transformó con rapidez los factores de
la producción industrial. Esta revolución fue el coronamiento de una evolución lenta y gradual que comenzó en
el siglo XVII para alcanzar su mayor fuerza en el XVIII y principios del XIX.

Arnold Toynbee (padre) fue uno de los primeros en utilizar la expresión “Revolución Industrial” en sus
“Conferencias sobre la Revolución Industrial en Inglaterra”, publicadas en 1884. Más tarde, en 1901, Charles
Beard publicó su “Revolución Industrial”; pero es el trabajo de Paul Mantoux, aparecido en 1905, titulado “La
Revolución Industrial en el Siglo XVIII”, el que más difundió esta denominación.

La Revolución Industrial tuvo su origen en Inglaterra. El proceso comienza hacia el año 1760 en
pequeñas zonas de Gales y Escocia, rápidamente se intensifica hasta las primeras décadas del siglo XIX en que
se manifiesta en otros países de Europa, como Francia y Bélgica.

Una serie de circunstancias económicas facilitaron la Revolución Industrial en Inglaterra: crecimiento


demográfico: mayor rentabilidad de la agricultura; avances científicos y técnicos; exigencias de las colonias
ultramarinas, impetuoso desarrollo comercial, y por último, el considerable aumento en la acumulación de
capital. Este cúmulo de factores hicieron posible el triunfo de la máquina, primero en Inglaterra, y luego poco
a poco, en el resto de Europa occidental. .

Pero para que se produjera la Revolución Industrial no bastaba la invención técnica, sino qué" era
necesaria la existencia de un medio económico apto para recibirla, Adam Smith en “La Riqueza de las Naciones”
(Cap. III, lib. I), decía que el principio de la división del trabajo está limitado por la extensión del mercado.

De este modo la complejidad cualitativa de la producción, maquinismo, división del trabajo, etc., está
determinada por el mayor mercado interior —población— y por el mayor mercado exterior.

Por su parte, Arthur Birnie señala que a veces se habla de las invenciones técnicas como la causa
primaria de la Revolución Industrial, cuando en verdad es tan solo una causa secundaria. Las máquinas para
producir artículos baratos en grandes cantidades son inútiles, a menos que haya un mercado capaz de absorber
la producción acrecentada Por eso se considera que el mercado debe venir primero, las iinvenciones lo siguen.
A menudo, los descubrimientos mecánicos parecen deberse a un accidente; pero inconscientemente, el inventor
afortunado trabaja dentro de límites que le trazan las necesidades cambiantes de la sociedad.

El lanzamiento del maquinismo descansó en una masa demográfica a la que era preciso vestir y albergar.
Por esta causa —dice Vicens Vives—, la Revolución Industrial es una revolución esencialmente de carácter
textil vinculada al hilado y tejido de algodón, y desempleo de mano de obra. Asimismo, fue decisivo el papel
de la mina, de la que habrán de salir la máquina de vapor y el carril; en otros términos, la industria de la hulla y
del hierro, característica del siglo

Expansión en Europa

La Revolución Industrial iniciada en Inglaterra a mediados del siglo XVIII, originó el “despegue” de
este Estado, encabezando un cambio profundo en el continente europeo. En su expansión se apoderó del
inmenso mercado de la India y avanzó resueltamente en el comercio hispanoamericano.

Francia, Alemania y Bélgica fueron los primeros países industriales de Europa que trataron de imitar a
Inglaterra, pero retardaron más el proceso del “despegue” para llegar al desarrollo, debido a que tuvieron que
superar primeramente problemas políticos. Estados Unidos, por su parte, inició su “despegue” económico
después de la Guerra de Secesión, que terminó en 1865, —En Francia, la Revolución de 1789, y el efímero
dominio napoleónico sobre Europa ffavorecieron el desarrollo de la industria. Se conocía la máquina de vapor,
el torno de hilar “Jenny” y la lanzadera volante se dio estímulo a los nuevos inventos, y fomentóse mediante
primas y subsidios, el establecimiento de fábricas especialmente, después que el Sistema Continental llegó a su
pleno apogeo.

A pesar de los esfuerzos que hizo Inglaterra para ocultar sus secretos industriales, los hombres de
negocios ingleses, los contrabandistas, y los espías franceses se unieron para introducirlos en el mercado de
Francia, Napoleón interesado en esa política, ofreció un premio “a la máquina que pudiese infligir daño al
comercio británico”. Se establecieron ffábricas mecanizadas de algodón que en 1810 empleaban 14.000 obreros,
cultivóse la rremolacha azucarera intensamente, y la industria la metalúrgica alcanzó gran auge, contando con
la ayuda económicaa del gobierno.

Las hilaturas del norte de Normandía y de Alsacia, rivalizaron con las inglesas. Pero la industria
ciudadana se limitó a una producción reducida de objetos de lujo.

La industria y el público francés estaban muy vinculados a la manufactura de calidad, pero pronto se
dieron cuenta de que la Revolución Industrial había dado origen a una nueva era, en la cual interesaba más la
cantidad de los productos que la calidad. La falta de iniciativa en los franceses hizo que se mantuvieran
rezagados mientras los ingleses eran superiores en todos los terrenos.

Durante el siglo XIX, Francia se vio muy perjudicada por su pobreza en carbón. La falta de carbón se
hizo sentir de tal modo que fue el principal motivo de la tardía e incompleta industrialización de Francia.

La industria del hierro mejoró después de 1830. El rápido desarrollo de los ferrocarriles originó una
creciente demanda de ese mineral, y hacía 1850, la industria siderúrgica ocupaba el segundo lugar después de
la británica, aunque ésta le llevaba considerable ventaja.

La industria textil alcanzó un alto grado de especialización con la lana, el algodón y la seda, cuyo centro
principal fue Lyon, que producía para el mercado mundial.

Bajo Napoleón III, Francia realizó una política de expansión tanto en Pr°4ücción como en los
transportes. Aparte de fomentar los ferrocarriles, la conclusión del tratado anglo-francés le sirvió para iniciar un
período de libre cambio en casi toda la Europa Continental.

Entre 1840 y 1850 el número de las máquinas de vapor llegó a más del doble, y luego aumentó
considerablemente. Se descubrieron nuevos yacimientos de carbón en el norte, los que abastecieron a la industria
en una tercera parte de sus necesidades.. Experimentó grandes progresos la industria del hierro y del acero
debido a la aplicación del sistema Bessemer, que aunque era ingles fue perfeccionado por los técnicos franceses.
Con Napoleón III, París se convirtió en el centro de Europa, y si bien no alcanzó a serlo desde el punto de vista
industrial, fue un gran centro financiero.

—En Alemania, la Revolución Industrial llegó muy tarde. La primera máquina de vapor se introdujo en
el país enl785, pero de poco sirvió porque la economía era predominantemente agrícola, mientras la industria
apenas comenzó a insinuarse hacia 1812, en que la firma Krupp, de Essen, fundó la industria del hierro y del
acero. Hasta 1850, Alemania vivió adormecida en su siesta medieval, pero pronto se recobró, coincidiendo la
industrialización con la unidad económica del Zollverein, y el desarrollo ferroviario, proceso que se aceleró a
partir de 1860.

La explotación de las minas de carbón se desarrolló rápidamente en los distritos carboníferos de la


Renania, Westfalia, Aquisgrán, Baja Sajonia, Baja y Alta Silesia, aunque gran parte del capital procedía de
Inglaterra, de Bélgica y de Francia.

La industria siderúrgica en manos de Krupp, hizo instalar la primera fábrica de acero empleando el
método de Bessemer, con el que obtuvo grandes resultados. Como productora de acero, Alemania ocupó el
segundo lugar en 1865, detrás de Inglaterra.

El movimiento de industrialización comenzó en 1870 y progresó con rapidez extraordinaria. En el corto


espacio de una generación ttransformó la Alemania medieval de 1850 en uno de los países más industrializados
de Europa. Merced a sus esfuerzos, en 1870, Alemania alcanzó a Francia en la producción del hierro colado y
ocupaba el tercer lugar, ssiguiendo muy de cerca a los Estados Unidos.

La industria de la maquinaria hizo grandes adelantos, especialmente en Sajonia. También aumentó la


producción de máquinas agrícolas.

Alemania, entre 1870 y 1880, alcanzó una industrialización rápida y completa, producto de una
población numerosa, inteligente y disciplinada. La hegemonía política que ejerció en Europa antes de 1914,
estuvo basada en un sólido progreso industrial.

—En Bélgica, las primeras manifestaciones del cambio no se sintieron, al igual que en Francia, hasta
las primeras décadas del siglo XIX, y la tendencia hacia la industrialización siguió un curso diferente al que
había tenido Inglaterra.

La economía belga fue netamente agrícola hasta el siglo XVIII. Después de 1815, el puerto de Ambéres
y el tráfico el comercio iniciaron un gran movimiento En 1830 surgió la revolución belga y con ella se
iindependizó de Holanda. Constituida la economía racional, ésta se asentó en el ccapitalismoo fermentado por
la Revolución. Industrial, cuya base fue la producción fabril. La economía belga inició un ritmo aceleradamente
progresivo de 1830 a 1914, donde la población se enriqueció y expandió hacia el exterior los capitales
acumulados en su seno. La concentración industrial se realizó gracias al sistema de sociedades por acciones. La
sociedad anónima permitió unir enormes capitales necesarios para las empresas modernas.

Como país productor de carbón experimentó una gran industrialización y fue exportador del mismo. El
mineral de hierro abundó en las provincias de Líeja y Luxemburgo, y el metal obtenido era de tan buena calidad
como los hierros iingleses y suecos.

Hacia 1866, la producción del mineral decreció por el agotamiento de sus yacimientos. Sin duda alguna,
de no haber poseído Bélgica su carbón, la siderurgia del país hubiese entrado en peligroso declive, otro tanto se
podría decir de la metalurgia del zinc. El agotamiento de los yacimientos dio motivo en 187080 a una verdadera
revolución, compensada en lo que a hierro se refiere, por la explotación de las ricas minas de Lorena y
Luxemburgo.

Desde 1824 arranca la instalación en Seraing del primer horno continental debido a Cockerill, y en
1835, realizó el laminaje de los rieles de hierro. La sociedad anónima formada con tal objeto, fue la que en 1867
montó la fabricación de lingotes de acero mediante el procedimiento de Bessemer. Con la industrialización se
pasó de la Edad del Hierro para entrar a la Edad del Acero. La invención de Bessemer se desarrolló intensamente
en Lieja, y debido a los perfeccionamientos de Thomas, los industriales del sur de Bélgica se decidieron a
transformar sus fábricas de hierro en acerías. En 1879 aprovechóse esa invención para transformar los minerales
de Lorena en aceros. Nuevos progresos en la materia sirvieron para que en 1907, la benemérita Societé Cockerill
inaugure en Seraing el primer horno eléctrico, para el tratamiento de aceros especiales.

Los constructores belgas fabricaron generadores productores de vapor, llegando a producir en Lieja un
promedio de 600 por año.

Se utilizó el vapor para impulsar el movimiento y la velocidad de los transportes. La ciencia belga
estudió el funcionamiento calométrico de la máquina de vapor.

La expansión del capitalismo belga fue influenciada por los mercados de Londres y París, proyectándose
con numerosas empresas en Rusia y en el Congo Belga. España, Austria, Hungría y Rusia, sin olvidar a la
Argentina, fueron los principales campos para la colocación del capital belga en el extranjero. Los tranvías de
Buenos Aires y de Rosario, los ferrocarriles del Brasil, fueron campos para su intervención.

2. LA REVOLUCION AGRARIA

La inspiración del trabajo de Adam SMITH se debe a la llamada revolución industrial, a la introducción
de las máquinas en la industria, que se inicia justamente en aquellos años y que triunfa aún en los tres decenios
sucesivos, produciendo una profunda transformación que se cumple en toda la vida económica, especialmente
la inglesa, del siglo XVIII.

El rápido aumento demográfico, las necesidades de la población ciudadana, que aumenta con rapidez
mucho mayor, la gran intensidad del comercio interno y externo y la aceleración de este proceso, que derivan
en la formación de la riqueza, en la más fuerte demanda y en el precio creciente de los cereales, son todos
fenómenos que ejercen una inmediata repercusión sobre la economía agraria, constituyendo un estímulo
poderoso para el incremento de la producción y el abandono de los sistemas tradicionales de distribución de la
propiedad y de administración de las haciendas agrícolas, que eran conciliables sólo con una población de
escasísima densidad y estacionaria.

Las necesidades estimulan a la búsqueda de perfeccionamientos en la técnica agraria, que se inician


justamente en los primeros decenios del siglo XVIII con la transformación de los viejos sistemas de rotaciones
y la introducción de nuevos cultivos.

Los cambios que en formas variadas y complejas van ocurriendo en la agricultura durante el transcurso
del siglo XVIII, con mayor intensidad en la segunda mitad, constituyen la llamada Revolución Agraria, la cual
conduce a la desaparición casi total de las tierras no cultivadas de uso común y de los campos abiertos, y al
predominio de las grandes propiedades y de los grandes arrendamientos, asumidas y gestionadas por grandes
empresarios, con criterio capitalista, que aplican los perfeccionamientos técnicos que se introducen en esta
época.

La “Revolución Agraria” es una de las condiciones necesarias para el proceso de industrialización, pues
él aumento de la productividad agrícola permitió, por una parte, satisfacer las necesidades alimentarias de la
creciente población y, por otra, suministrar a la industria, mano de obra, a través de los numerosos campesinos
que debieron dejar sus tierras y emigrar a las ciudades.

Podemos distinguir dos aspectos en la Revolución Agraria, que son:

a) La redistribución de la propiedad y

b) El progreso técnico

a) La redistribución de la propiedad

La transformación se cumple por distintos caminos: uno de estos es el flujo del capital urbano a la tierra:
el burgués enriquecido por el comercio se siente empujado a la tierra por la renta que ésta puede asegurarle en
un período de fuerte perfeccionamiento agrario y de rápida subida de los precios, y aún más por la ambición de
ennoblecerse, porque la posesión de alguna gran finca le podía permitir el ingreso a la nobleza y un más fácil
acceso a las oficinas públicas.

El otro camino por el cual la distribución de la propiedad y la organización de la economía agraria se


transforman, es aquella de la continua y progresiva sustitución de los viejos contratos agrarios consuetudinarios,
a tres generaciones o perpetuos, por los contratos de alquiler temporáneos. Con estas sustituciones, que se hacen
siempre más frecuentes, se obtienen dos resultados: aumentar la renta y reagrupar muchas pequeñas propiedades
agrarias en pocas grandes.

Pero el paso decisivo hacia el triunfo de la gran propiedad y el capitalismo agrario fue cumplido con la
reanudación de los “en closures” o “cercamientos”, alentados nuevamente. Luego de haber estado suspendido
totalmente en los tiempos de los Tudor y en todo el siglo XVII, recomienzan poco después de principios del
siglo XVIII; se intensifican en la segunda mitad del siglo y en los primeros decenios del 1800, y culminan hacia
mediados del siglo XIX con la desaparición casi total de los últimos residuos del viejo comunismo agrario, y
con el triunfo completo y definitivo de la propiedad privada y de las grandes haciendas rurales,

—Inglaterra poseyó hasta principios del siglo XIX una numerosa clase de pequeños propietarios
agrícolas (yeomen), cuyo modo de cultivo estaba condicionado por la parcelación y la irregular localización de
sus explotaciones, Estos pequeños campesinos fueron gradualmente eliminados durante el siglo XVIII a
consecuencia de las leyes de cercamiento (“enclosure acts”). Según P. DEANE y W. A. COLE, en su trabajo
histórico sobre el crecimiento económico británico, entre 1727 y 1845 hubo 1.835 leyes de cercamientos.

La nueva forma de propiedad no era compatible con los “campos abiertos” (“open fíelds”) o los “campos
comunes” (“common fields”), que eran extensiones de tierras en las cuales había parcelas de muchos
propietarios pequeños que se hallaban dispersas y yuxtapuestas. El campesino, para llegar a su campo debía
pasar por los de los vecinos. El sistema de cultivo era el tradicional de dejar un tercio del suelo cultivable cada
año en barbecho.

Las leyes de cercamientos permitieron un reordenamiento favorable a la iniciativa individual.

Dos categorías de gente fueron víctimas de los cercamientos y la consiguiente redistribución de las
tierras: los pequeños propietarios, que se vieron obligados a vender sus parcelas; y los “cottagers”, que
constituían el nivel campesino más pobre, que poseían algunos animales, y se beneficiaban del derecho de libre
pasto en terrenos comunales.

Así, al mismo tiempo que en Francia, la Revoluciónn, consolidando la situación de los habitantes y
liberándolos de cualquier vínculo hacía los antiguos señores, creaba una clase numerosísima de pequeños
cultivadores, en Inglaterra se cumpla el proceso inverso: triunfaba la gran propiedad y la gran hacienda del
arrendatario capitalista y muchos pequeños cultivadores casi o totalmente independientes se transformaban en
trabajadores por cuenta de otros, o bien abandonaban la tierra, con rumbo a las ciudades para trabajar en las
fábricas surgidas en la Revolución Industrial.

b) El Progreso Técnico

SÍ bien el costo social de los cercamientos fue soportado por los más humildes, también es cierto que la
concentración de la propiedad rural fue un factor de crecimiento de la productividad. En estas propiedades se
utilizaron huevas técnicas de producción, como:

a) El sistema de “Norfolk”, drenaje y abonado del suelo, impulsado por lord TOWNSH.END. Con
este procedimiento se evitaba el agotamiento dé la tierra, y no hacía falta el barbecho.

b) El cultivo de prados artificiales, que posibilitaba alimentar el ganado en invierno.

c) Los perfeccionamientos en el arado, a cargo de Thomas Coke, de Holkham.

d) Los mejoramientos de BAKEWELL en la cría de ganado.

e) Las técnicas de Arthur YOUNG sobre uso de alfalfa y mejoramiento del rendimiento agrícola.

f) El aireado y técnica de siembra de Jethro TULL.

Con éstos y otros adelantos, la productividad del trabajo agrícola aumentó en un 90% entre 1700 y 1800,
mientras que la población ocupada en la agricultura representaba alrededor del 70% en 1700, y del 37% en
1800. Entre esos años la población de Inglaterra y país de Gales paso de 5.800.0Q0 a 9.100.000.

Vemos así el papel relevante del aumento de la productividad agraria frente al crecimiento demográfico.
El espíritu de innovación no fue monopolio de la industria.

3. EL CRECIMIENTO DEMOGRAFICO

Causas

La explosión demográfica del siglo XVIII ha sido objeto de un estudio todavía no terminado, mediante
el cual se intenta explicarlo. SPENGLER, entre otros, ha llegado a la conclusión de que el crecimiento de la
población en el continente europeo está dado por tres factores principales: el número de las posibilidades de
vida, el mantenimiento de un alta tasa de fecundidad y el mejoramiento de las ccondiciones de vida del hombre.

Estudios más recientes permiten suponer que se ha sobreestimado la importancia del avance de la
medicina y su influencia en la baja de la mortalidad, al menos durante el período 17501800, La vacuna
antivariólica de JENNER no empezó a aplicarse hasta 7% y las consecuencias de los progresos de la medicina
no serían notorios hasta las primeras décadas del siglo XIX. El crecimiento demográfico que comienza hacia
mediados del siglo XVIII fue el resultado de un doble movimiento: reducción de las tasas de mortalidad v
aumento de las tasas dg natalidad. Si eliminamos las razones de carácter sanitario por los motivos expresados,
debemos buscar en los factores de índole económica la explicación de las variaciones de esas tasas.

La evolución demográfica de Inglaterra y País de Gales, entre 1750 y 1830, demuestra que: la tasa de
mortalidad alcanzaba hacia 1750 al 32,8 o/oo, declinando entre 17801800 al 27.7 o/oo para bajar
espectacularmente hacia 1830 al 22,5 o/oo.

Por su parte, la tasa de natalidad aumentó, pasando del 33,9 o/oo antes de 1750 al 37,5 o/oo entre 1780
- 1800 manteniéndosela nivel parecido en 1830.

No hay dudas de que esta doble evolución es una de las consecuencias de las transformaciones
económicas de la época.

La vida urbana trajo aparejado un aumento de la fecundidad, registrándose matrimonios más precoces
y nacimientos ilegítimos, pero las tasas de mortalidad y natalidad estuvieron influidas por la “Revolución
Agraria” antes que por la industrialización. El aumento de la producción alimenticia en Inglaterra a fines del
siglo XVIII pudo favorecer la natalidad y disminuir ál mismo tiempo la mortalidad. La baja de la mortalidad
fue en primer lugar consecuencia de una mejor alimentación, antes que de los progresos de la medicina.

El incremento de la población urbana

La población agraria emigra hacía la ciudad, especialmente a consecuencia del movimiento de


cercamiento de los campos en Inglaterra.

La llegada de este contingente humano a las ciudades es una bendición para la Revolución Industrial,
La coyuntura económica además de ser favorable presenta la existencia de una mano de obra barata, abundante,
sin agremiación ni tampoco bajo la protección de ningún reglamento ni ley de trabajo. Por lo tanto, el campesino
o el capataz que hace la contratación no necesitan de modo alguno cumplir con rrequisitos legales de ninguna
naturaleza. La mano de obra es conchabada prácticamente por reducidísimos salarios, sin condiciones de
ninguna especie ni tampoco amparo.

Ello se debe a que el obrero en esta primera fase de la Revolución Industrial en Inglaterra, no necesita
ser especializado para desempeñar las tareas que se le asigne. Las formas de trabajo dentro de los talleres están
limitadas al conocimiento de muy pocos pasos en el trabajo.

Ante el incremento del número de habitantes, los sectores viejos de las ciudades sirven, no para el
alojamiento, sino para el hacinamiento de la población. Esta empieza a concentrarse en reducidísimas áreas
urbanas que permiten ver cómo el fenómeno del crecimiento urbano contemporáneo empieza a manifestarse
con los primeros pasos de la Revolución Industrial. En 1800, en Inglaterra, sólo cinco ciudades, aparte de
Londres, pasan de 100.000 habitantes. Mientras que en 1850, hay 28 ciudades que alcanzan ese nivel. Para esta
época la población rural ya es inferior a la mitad del total.
El crecimiento demográfico y el desarrollo económico

El crecimiento de la población se convirtió en un factor esencial para el progreso, como lo ha


demostrado Alfred SAUVY. El mejor ejemplo es Gran Bretaña, que entre 1800 y 1900 pasó de 15 millones de
habitantes a 39 millones, es decir que la población se multiplicó por 2,6. En ese mismo período la población de
Francia pasó de 27,3 millones a 3 millones, es decir aumentó sólo él 42%. Para Sauvy este lento crecimiento
retrasó el desarrollo económico de Francia, pues dicho autor sostiene que sin presión demográfica no existe un
factor esencial de crecimiento de la demanda v por ello, el crecimiento industrial puede resultar paralizado o
frenado.

4. LAS INNOVACIONES TECNICAS

Las innovaciones técnicas que aparecen a partir de la primera mitad del siglo XVIII permitieron pasar
de la fase artesanal a la industria moderna. El trabajo manual fue poco a poco sustituido por la máquina, gracias
a los perfeccionamientos tecnológicos y a la utilización del vapor como fuente de energía.

Los inventores más numerosos aparecen en el sector de la industria textil.

La industria textil

Los “comerciantes manufactureros” hacían trabajar a los obreros a domicilio, proporcionándoles la


materia prima que tenían que car dar, hilar o tejer. La aparición de los telares obligó a los comerciantes
capitalistas a concentrar ese costoso y voluminoso equipo en fábricas, en las que los Obreros se vieron obligados
a contratarse para poder trabajar.

En 1733, John KAY inventa la lanzadera volantee que permitía tejer en menos tiempo una pieza mayor,
A pesar de la hostilidad de los tejedores fue siendo adoptada. Pero el uso de este invento se encontró frente a
otro problema, los hiladores difícilmente respondían a las necesidades de los tejedores y hacían falta cinco
hiladores para producir el hilo necesario para que trabajase un tejedor. La lanzadera volante acentuó este
desequilibrio. Este desafío encontró respuesta en una serie de inventos para aumentar el rendimiento en el
hilado.

Lewis Pauí y John Wyatt, patentaron en 1738 una máquina de rodillos y husos.

James Hargreaves, construyó en 176S su célebre máquina de hilar, la “Spinning Jenny”, patentada en
1770. Fue movida por fuerza humana.

Arkwright construyó la “Water Frame” en 1767 y la patentó en 1769. Para utilizar un mayor número de
husos requería una fuente de energía más importante, lo que se solucionó utilizando la energía hidráulica.

Samuel Crompton, construyó hacia 1779 una máquina de hilar que se denominó “muía” porque
combinó las ventajas de la “Jenny” y de la “Water Frame”.

El hilo obtenido era más resistente y más fino.


En 1790, William Kelly logró fabricar “muías” automáticas que se movían por fuerza hidráulica
transmitida por una rueda, haciendo funcionar alrededor de 300 husos. El empleo de la “muía” se extendió con
gran rapidez, acelerando la desaparición de las hilaturas domésticas.

Pero mientras el progreso técnico invadía las hilaturas, los tejedores continuaban trabajando a mano y
eran incapaces de absorber la producción de hilados. Fue Edmond Cartwright quien logró construir en 1785 el
primer telar mecánico. Su primera fuerza motriz fueron los caballos y luego en 1789 el vapor. En 1803, Horrocks
construyó los primeros telares de hierro automáticos.

La máquina de vapor

Las nuevas máquinas no bastaban para constituir la Revolución Industrial, Esta no empezó
verdaderamente hasta que una nueva fuerza motriz pudo reemplazar y superar a la del agua, la de los caballos
o los brazos del hombre para mover las máquinas. La máquina de vapor vino a llenar esta necesidad.

La fuerza del vapor era conocida desde fines del siglo XVI. A principios del siglo XVIII, Thomas
Newcomen, después de las tentativas de Papin y Savery, construyó una bomba de agua accionada a vapor que
se utilizaba en las minas.

James Watt, fabricante de aparatos de laboratorio en Glasgow, construyó en 1769 una máquina a vapor
basada en un cilindro con un pistón.

En 1782, Watt encontró la manera de transformar el movimiento oscilatorio del pistón en un movimiento
circular, naciendo así la máquina de vapor. Con Watt se asoció Boulton, un industrial de Birmingham, y hacia
1800 había en Inglaterra 15.000 máquinas de vapor, en Francia sólo 3.000 y en Prusia 1.000.

La metalurgia

Los ingleses fueron los primeros en superar la fase de las forjas con carbón de leña.

Abraham Darby hacia 1710 encontró la manera de utilizar el carbón transformado en coque, para
emplearlo en la fundición.

El invento del pudelaje completó las técnicas necesarias para el desarrollo de la metalurgia. Peter Onions
y Henry Cort, que no se conocían mutuamente, inventaron al mismo tiempo el pudelaje y lo patentaron en 1783
y 1784, respectivamente. Se obtenía un hierro muy superior, con menor tenor de carbono, laminado.

La combustión del coque en los altos hornos exigía una poderosa corriente de aire, que pudo
proporcionarla la máquina de vapor. En Inglaterra, la producción de fundición se duplicó entre 1760 y 1788,
cuadruplicándose en los veinte años siguientes.

El empleo del carbón mineral

También en este rubro, Inglaterra se puso a la cabeza a pesar de que la hulla era conocida y explotada
desde siglos, especialmente en a región de Lieja.
La utilización y perfeccionamiento del procedimiento de fundición con coque inventado por Darby, que
ya hemos citado, permitió que paralelamente a la producción de hierro se desarrollara la de carbón mineral.

Pese a que la técnica de explotación de las minas de carbón era primitiva y riesgosa, los pozos ya
descendían a profundidades de entre 60 y 100 metros.

La producción carbonífera inglesa, evaluada en 1700 en 2,5 millones de toneladas, se duplicó en 1750,
y llegó a 10 millones de toneladas en 1800. En 1829 se alcanzaron 16 millones de toneladas.

La producción francesa quedó muy atrás y además aumentó muy lentamente. En 1800 se producía un
millón de toneladas y hacia 1840, tres millones.

Alemania y Bélgica, en la misma época no producían mucho más que Francia.

5. LAS COMUNICACIONES Y LOS TRANSPORTES

Después de la primera década del siglo XIX comienza a utilizarse en forma permanente la maquina de
vapor como propulsor en el transporte. En primer término, la máquina de vapor se aplica a la navegación, cuyos
pioneros fueron, Papin, en el siglo XVID y Fulton, quien en 1806 hace navegar al “CLERMONT” por el río
Hudson. Las largas travesías del Atlántico que en los veleros llevaban unos 40 días, se reducen a la tercera parte
de tiempo, primero por el empleo de los “clippers”, (veleros de afinado diseño) y luego por los buques
impulsados a vapor, que hacían la carrera Nueva York Londres en sólo quince días. Las velas siguieron siendo
utilizadas como elemento auxiliar obligado de estas últimas embarcaciones.

Los barcos impulsados por vapor, utilizaban ruedas de palas y eran frecuentes en vías fluviales, pero no
muy prácticos en travesías oceánicas. El pasaje de este método al uso de la hélice, se hizo posible en los últimos
años de la primera mitad del siglo XIX, merced a inventos del inglés Smith, el francés Sauvage y el sueco
Ericsson, pero la aplicación práctica de este perfeccionamiento no se difunde hasta 1855 aproximadamente.

Las embarcaciones, que eran de madera y recubiertas con cobre, van siendo desplazadas por el uso del
hierro en la construcción de barcos, a partir de 1822, fecha en que se realiza en el Canal de la Mancha la primera
experiencia con navíos construidos con este material.

También el vapor y el hierro condicionan la aparición del gran medio de transporte del siglo XIX: el
ferrocarril, bajo la idea de Stephenson alrededor de 1814. Las primeras locomotoras fueron usadas en las
explotaciones mineras y canteras hasta 1825, año en que se comienza a utilizarlas regularmente en la tracción
de trenes. La invención de la caldera tubular debida a Seguin fue adoptada por Stephenson quien dotó de dicho
invento a su máquina “Rocket” en 1829, batiendo records en 1830 en la línea Liverpool, Manchester. Este éxito
abre amplios horizontes al transporte ferroviario, y de menos de 300 kilómetros de líneas existentes en esa
época, se llega casi a los 11.000 km en Gran Bretaña a mediados del siglo XIX.
Bélgica y Alemania, ambos a partir de 1835, son los primeros países europeos que siguen la eexperiencia
ferroviaria inglesa. En ellos, los gobiernos propician la construcción de redes ferroviarias. Hacia 1850, Bélgica
disponía de unos 900 km de vías, y Alemania de casi 6.000 km, Francia deja la iniciativa en manos de capitales
privados que aletargan el desarrollo del sistema, pese a lo cual alcanza la red a 3.000 km en 1850.

Italia, Austria y Rusia tenían escasas líneas. Rusia no superaba los 500 km para la misma época.

En América del Norte, Estados Unidos alcanza un desarrollo precoz, pues en la primera mitad del siglo
XIX, poseía casi 15.000 km de rieles tendidos.

Se acercan más las poblaciones y las transacciones comerciales se multiplican, el aprovisionamiento de


materias primas, hierro y carbón se regulariza y garantiza producciones crecientes y a precios equitativos.
Asimismo, crea el ferrocarril una gran demanda de mano de obra, que alcanza en Gran Bretaña a casi medio
centenar de miles de nuevos ocupados por las empresas que manejan este medio de transporte.

A fines del siglo XIX, Alemania y Rusia casi triplicaban la extensión de líneas férreas de Gran Bretaña,
y Francia la doblaba.

Los canales, cuya construcción tuvo gran auge durante el siglo XVIII, por el menor costo de transporte
que representaban en relaciona los caminos se ven seriamente afectados por el desarrollo del ferrocarril, pero
su uso no se interrumpe en ningún momento, es más, se siguen construyendo durante el siglo XIX.

Las carreteras, merced a las ideas de Telford y MacAdam se reconstruyen, permitiendo mejores
proyectos, lo que se ve facilitado por la redistribución de tierras debida a los cercamientos, en Inglaterra. Pero
el avance arrollador del ferrocarril eliminaba competencias.

6. POLITICA COMERCIAL

Proteccionismo y librecambio

Durante el siglo XVIII la reacción intelectual contra el mercantilismo ganó terreno. En Francia, los
fisiócratas predicaron los beneficios de la libertad económica, y en Inglaterra el filósofo Hume demostró errores
en la doctrina de la balanza comercial.

Sin embargo, fue Adam Smith quien dio la más dura refutación al esquema mercantilista. En su libro
“La Riqueza de las Naciones”, publicado en 1776, atacó con lógica a las bases del sistema, exponiendo la
futilidad de las medidas tomadas para asegurar una balanza comercial favorable, y poniendo de manifiesto la
superioridad económica de la división del trabajo sobre la idea de la autosuficiencia nacional. A la doctrina de
la intervención del Estado opuso el sistema de la libertad natural.

La doctrina de Adam Smith ganó pronta aceptación en los espíritus de la época. Uno de los primeros
estadistas que sintieron la influencia de la nueva filosofía económica, fue Pitt el joven, quien trató de llevarla a
la práctica durante su gobierno. En 1786 firmó el Tratado Edén, con Francia, por el cual se colocó a los vinos
franceses en plano de igualdad con los portugueses frente a las tarifas inglesas. Durante los tres años siguientes
el comercio anglo francés se triplicó.

Pero la guerra con Francia "en 1793, terminó con el Tratado de Edén y aplazó la eliminación del
mercantilismo en casi cincuenta años.

En Francia, el movimiento hacia una mayor libertad comercial fracasó de modo similar. La Revolución
de 1789 había hecho de la doctrina de la libertad uno de sus principios, que se trató de aplicar a la vida
económica.

En 1790 se suprimieron las aduanas internas y todo impuesto o tasa qué dificultara el comercio interior.
Por primera vez, Francia era una unidad tanto política como económica. En 1791 se aprobaron reducciones a
los derechos aduaneros y se aabolieron prohibiciones. No obstante, igual que en Inglaterra, la reformaa
comercial terminó bruscamente ante la declaración de guerra contra Austria y Prusia, en 1792. Se prohibieron
importaciones y esta política restrictiva fue continuada y llevada a límites extremos por Napoleón en su sistema
continental Ü8061814L

Las altas tarifas alentaron en Francia el desarrollo de nuevas industrias, que no hubiesen podido subsistir
sin proteccionismo.

Mientras tanto, en Gran Bretaña, el movimiento favorable a la libertad comercial se afianzaba, debido
a que la Revolución Industrial había dividido y debilitado a las filas proteccionistas. Las clases comerciales e
industriales inglesas adherían a las ideas de Adam Smith. La Revolución Industrial alteró la relación en que
Inglaterra se encontraba con respecto al resto del mundo.

Era la única nación industrializada de Europa, y los fabricantes, teniendo asegurado el mercado interno
apuntaban a conseguir mercados externos, para lo cual tenían que unirse a los sectores comerciales a fin de
remover los obstáculos legales a la expansión de! comercio exterior. La gran masa de producción debida a la
aplicación del vapor en la industria hacia imperiosa la búsqueda de posibilidades comerciales en ultramar.
:

Entre 1823 y la mitad del siglo XIX tiene lugar en Gran Bretaña la transición gradual hacia el libre
comercio, cumplida especialmente por Huskisson, Peel y Gladstone.

El primero de los nombrados, cuando ocupó el Consejo de Comercio desde 1823 a 1827, promovió
importantes cambios en las tarifas aduaneras, como las relativas a la importación de lanas y sedas.

También modificó el Acta de Navegación, suspendiendo su aplicación a aquellos países que


garantizaran a los buques británicos un trato igual.

Peel, fue más lejos, ya que entre 1842 y 1845 realizó dos profundas revisiones de tarifas aduaneras,
reduciéndolas para un gran número de artículos y eliminándolas en otra gran cantidad de casos.
Otra medida de gran trascendencia logró Peel en 1846, al obtener la derogación de las leyes protectoras
de los granos. Esta derogación selló la suerte del proteccionismo en Inglaterra.

La obra de Peel fue proseguida y llevada a término por su continuador y discípulo, Gladstone. Este
efectuó dos nuevas revisiones arancelarias en 1853 y 1860, tras las cuales el número de artículos que pagaban
derechos eran sólo 48. Asimismo, todos los otros impuestos protectores fueron eliminados. Desde J.860 en
adelante, Gran Bretaña fue un país de comercio libre.

En Francia, después de la paz de 1815 siguió la política proteccionista apoyada por los grandes
terratenientes y los industriales. Así, los primeros lograron en 1839 una ley protectora del trigo. Por su parte,
los fundidores obtuvieron una importante elevación de los aranceles sobre el hierro, que casi dobló su precio.
Muchos sostienen que esta medida dificulto el desarrollo industrial de Francia.

Bastiat, en 1840, inició un débil movimiento hacia la libertad comercial, pero su campaña quedó
prácticamente confinada a los productores de vino de la zona de Burdeos, que deseaban la eliminación de las
restricciones comerciales,

Hacia 1852, la opinión pública francesa seguía siendo fuertemente Proteccionista. En ese año se
establece el Segundo Imperio, y el emperador Napoleón III estaba predispuesto a una política comercial liberal.

Mediante una serie de tratados comerciales con las principales potencias europeas, logró atenuar la
extrema severidad del sistema arancelario francés. Se concretó en 1860 un tratado con Inglaterra, seguido pocos
años después por otros similares con Bélgicá, Holanda, España, Portugal, Suiza, Suecia y el Zollverein alemán.
Todos estos tratados contenían la cláusula de la nación más favorecida, por la cual, cualquier ventaja concedida
a una de ellas era automáticamente extendida a las demás.

En Alemania, a principios del siglo XIX el problema de la política comercial es la consecución de la


unidad fiscal. En 1815 el Congreso de Viena, creó una Confederación de 39 estados, pero cada uno mantenía
su independencia aduanera. La uunión aduanera alemana, tan ardientemente deseada por Líszt, fue establecida
gracias a la influencia de Prusia, que se constituyó en rectora de la política de Alemania. A partir de 1818
comienza un proceso de eliminación de barreras aduaneras, creándose más adelante tres uniones aduaneras, la
del Norte, la del Sur y la Media. En 1834, surge la unión aduanera única, el Zolíverein, siendo su miembro
dominante Prusia En Ta constitución del Zolíverein se determinaba la política fiscal en un congreso anual de
delegados de todos los estados miembros, tomándose las decisiones por unanimidad. Entre los estados
contratantes se eliminaron todas las barreras aduaneras. Frente al exterior, la unión constituía una zona aduanera
única con una tarifa uniforme.

El Zolíverein, que al comienzo comprendió 18 estados, llegó a incluir a todos los estados alemanes, con
excepción de Austria. Las tarifas de Zolíverein fueron en general moderadas, pues en Alemania había una fuerte
corriente de opinión en favor de una política comercial liberal. Los terratenientes prusianos se oponían a
cualquier elevación de tarifas, pues podría influir desfavorablemente en las exportaciones de trigo. La industria
estaba sólo ligeramente desarrollada antes de 1870, y los industriales, aunque apoyaban el proteccionismo no
eran suficientemente fuertes como para presionar al gobierno. En 1841, Liszt publicó su “Sistema Nacional de
Economía”, que defiende calurosamente el proteccionismo. Sin embargo esta época no estaba preparada para
escucharle y su llamamiento no encontró eco.

En 1871, el Zolíverein fue absorbido por el Imperio Alemán. Podemos decir que, superada la primera
mitad del siglo XIX se fue estableciendo en la mayor parte de Europa un régimen fiscal suave, caracterizado
por moderados derechos aduaneros y ausencia de prohibiciones, lo que posibilitó la notable expansión del
comercio europeo entre los años 1860 y 1880. Este período fue seguido por una fuerte reacción proteccionista.

7. LA MONEDA, EL CREDITO Y LA BANCA

La moneda y la Revolución Industrial

El proceso de industrialización, reflejado en la llamada Revolución Industrial, recibió el auxilio de


Inactividad financiera. A fines del siglo XVIII y durante el XIX se produjo un cambio en el quehacer de las
instituciones bancarias y en el ordenamiento monetario del Reino Unido, en primer lugar, y luego de los demás
países europeos, a medida que iban entrando en la fase de desarrollo capitalista. El desarrollo industrial
necesitaba —y fomentaba— un aumento de la monetarización de la economía; este proceso progresó
constantemente durante el siglo XIX y desembocó en la adopción de normas definitivas y claras en torno de la
conducta de las autoridades monetarias en los países más desarrollados.

La moneda metálica

Hasta el siglo XVIII la moneda metálica estuvo caracterizada por la variación de su ley.

La gran novedad del siglo XVIII es que la unidad monetaria en los grandes países corresponde a una
cantidad fija de metal precioso. Esta decisión data en Inglaterra de 1717 y en Francia de 1726.

Tanto Inglaterra como Francia habían usado un patrón monetario bimetalista durante el siglo XVIII; sin
embargo, en el siglo siguiente Inglaterra mediante una ley del año 1816 adoptó el patrón mono metálico, basado
en el oro, mientras Francia (1803), Holanda (1816), Bélgica (1822) y Suiza (1850) optaron por el bimetalismo.

Cabe agregar que en Inglaterra, la mencionada ley de 1816, permitía aún a la plata cumplir un rol
secundario. Se continuaban acuñando piezas de plata de un chelín, pero ese metal no tenía ni libre acuñación ni
fuerza liberatoria ilimitada.

El aumento de las transacciones internacionales y la mayor vinculación económica resultante del


proceso de industrialización europeo, llevaron a que los países ordenaran sus vínculos monetarios,
emprendiendo la labor de regular sus circulaciones monetarias conjuntamente. Así en 1865, se formó la Unión
Monetaria Latina, integrada por Francia, Bélgica, Italia y Suiza, a fin de establecer una circulación monetaria
uniforme en gran parte de Europa.
La base de circulación estaba constituida por metales, el oro y la plata. Los vaivenes de la producción
de estas mercancías —usadas como dinero— determinó que se produjeran alteraciones en el valor relativo de
los metales y, además, incidieron en el nivel de los precios.

El bimetalismo funcionó muy mal a partir de la segunda mitad del siglo XIX al no cesar de depreciarse
el valor comercial de la plata con respecto al oro. Por esta razón, el oro huía de los países bimetalistas puesto
que convenía más saldar las cuentas exteriores en oro, dado que, los países con patrón oro solamente aceptaban
los pagos en plata al valor comercial dé metales decir a su valor depreciado. Aquí se da un ejemplo de la Ley
de Gresham, que dice que la mala moneda expulsa a la buena.

En 1878, la Unión Monetaria Latina debió tomar la medida extrema de suspender la acuñación de
monedas de plata.

A partir del último tercio del siglo XIX, al aumentar la oferta mundial de oro, se fue adoptando,
formalmente o de hecho, el patrón de oro como base de la circulación monetaria de tal modo que a fines de ese
siglo no había Estado europeo que no estuviera basado o relacionado con el oro.

La adopción del patrón oro implicó, además, la conducción de la política monetaria en base a unas
"reglas de juego” —cuya aplicabilidad perduró hasta 1914—y que se adecuaron exitosamente al
desenvolvimiento económico capitalista en Europa, hasta la Primera Guerra Mundial.

La emisión de billetes

A mediados del siglo XVIII, la forma dominante de dinero era el metálico (oro, plata y otros). El uso de
billetes era restringido; lo mismo sucedía con el cheque y las letras de cambio. Ello se debió a que el volumen
del comercio era también limitado. La característica esencial del siglo XIX fue la sustitución del dinero metálico
por "dinero bancario”.

Los primeros billetes de banco de tipo moderno fueron los del Banco de Estocolmo, y datan de 1656.
Fueron emitidos sobre la base del conjunto de monedas metálicas disponibles (lo que se llamaba "reserva”) y
también sobre los "efectos de comercio” que eran créditos a cobrar a comerciantes. En 1720, tiene lugar en
Francia la célebre tentativa de Law, que intentó unir la emisión de billetes a la noción de crédito a largo plazo
para la explotación de la Louisiana y que con su dramático fracaso volvió muy desconfiada a la opinión francesa.
El Banco de Inglaterra, fundado en 1694, adoptó la idea sueca y emitió billetes no sólo sobre la cantidad de
reservas metálicas sino también en función de los "efectos de comercio” a cobrar el billete de banco entró así
en las costumbres desde el siglo XVIII.

El billete, por el hecho de ser también moneda, implicaba confianza en quien lo emitía, y esta confianza
no podía desarrollarse sino en un período de gran prosperidad en la producción y de relativa seguridad en los
transportes. Este fue el caso del siglo XIX en el que las ventajas del billete de banco se pusieron rápidamente
de manifiesto a los comerciantes.
El banquero que emitía papel moneda debía tener rigurosamente en cuenta la cantidad de moneda
metálica en reserva. Cuando se le otorgó curso legal, el papel monedare convirtió exactamente en una moneda
y a partir de ese momento conoció un gran éxito.

Pero a diferencia de la moneda metálica, el papel moneda tiene una "gran elasticidad”. La acuñación
de monedas de metal precioso está limitada por la cantidad de metal en bruto disponible; en cambio, el papel
moneda puede ser emitido en proporciones muy variables según las necesidades de la vida económica. Esta
ventaja representa también el peligro de una emisión excesiva. Por esto se reglamento la emisión de papel
moneda. El empleo de billetes estuvo ligado ál desarrollo económico por eso donde primero se difundió su uso
fue en IInglaterra, y de ahí pasó al Continente.

En Inglaterra, precisamente, tuvo lugar una importante experiencia. Se enfrentaron dos grupos de
teóricos en materia financiera. La "Escuela Bancaría”, entre los que se encontraba Stuart Mill, para quienes el
billete de banco es un instrumento de crédito, y debe pues y ser enteramente libre y su cantidad es función del
volumen general del comercio. Para la "Escuela Monetaria” el billete de banco es una moneda y era necesario
reglamentar la emisión.

la tesis de la Escuela Monetaria triunfó en 1844, cuando se aprobó la nueva carta del Banco de
Inglaterra. Esta institución, en virtud de esta carta, sólo podía emitir billetes en una cantidad igual a su reserva
metálica, más un monto adicional fijado por única vez.

Con respecto a las reservas en lingotes, la ley de 1844, establecía que la tenencia de plata no podía ser
superior a un quinto del total. Desde 1861, las reservas británicas están constituidas únicamente por oro.

En otros países se aplicó una reglamentación de la emisión de papel moneda, en base a una relación
porcentual entre la reserva metálica y los billetes en circulación. En Alemania y Bélgica fue del 33%; en Holanda
del 35%; en Italia y Suiza del 40% y en Rusia y Dinamarca, del 50%.

Francia y Alemania tenían control estatal de los bancos de emisión.

Rusia adoptó el monopolio del Estado para la emisión a cargo del Banco Imperial. Estados Unidos,
después de varios ensayos de un banco del gobierno, adoptó en 1863 un sistema pluralista de emisión, en el que
los bancos integrantes tienen derecho a emitir billetes pero sin el monopolio de esta actividad.

Los progresos del cheque

A partir de los depósitos de los particulares, los bancos brindaron la posibilidad de efectuar
transferencias de una cuenta a otra, en la misma o en otras casas. Para efectuar estas transferencias, los bancos
reciben una orden de sus clientes, a través del cheque. Este simple papel escrito se ha convertido en una moneda.
Los bancos se compensan los cheques a cobrar y a pagar, a través del “clearing”.

El manejo se difundió cada vez con más intensidad a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Donde
alcanzó su máximo desarrollo fue en Inglaterra, seguida muy atrás por Francia.
Las compensaciones de cheques entre bancos, en Londres, llegaban en 1868 a 3,4 miles de millones de
libras esterlinas, y en 1900 a 8,9 miles de millones.

En cambio, en París, las compensaciones alcanzaban en 1868 a 0,801 miles de millones de francos, y
en 1900 a 5,238 miles de millones. Convertidas estas cifras a libras para comparar, representarían 0,31 y 0,209
miles de millones respectivamente. Influye desde luego en esta conversión, la variación de la paridad cambiaria
entre los años indicados.

El crédito y los bancos

El avance del proceso de industrialización, intenso y rápido se conjuga, además, con el desarrollo de la
actividad bancaria, la que presta un importantísimo servicio a través del crédito. La actividad financiera cumplió
principalmente la función de movilizar el capital, poniéndolo a disposición del proceso productiva

Es difícil precisar si el crédito fue anterior al desarrollo de la producción o viceversa; de hecho, ambos
fenómenos progresaron uno gracias al otro, prestándose mutuo apoyo.

Pero la función de las instituciones financieras no se reduce a la movilización del capital. En efecto,
pueden facilitar su acumulación estimulando el ahorro y sirviendo de vehículos a la introducción de capital
desde el extranjero.

La expansión del crédito vino a significar desde el punto de vista histórico, un mecanismo funcional
para el desarrollo de la producción.

Nos referimos seguidamente a la evolución del crédito y los bancos en los principales países:

Inglaterra

La banca inglesa evolucionó durante la primera mitad del siglo XIX desde formas elementales a formas
innovadoras.

En esos años Inglaterra alcanzó la especialización bancaria más adelantada de la época. En base a esta
especialización podemos clasificar a los bancos en los siguientes grupos:

a) Los Joint Stock Banks: En este grupo están los “cinco grandes” (Natiónal and Provincial,
Westminster, Midland, Lloyds y Barclays) que siguen en la actualidad dominando el panorama bancario
británico. Se especializaron en los depósitos a la vista y a muy corto plazo, y a otorgar adelantos y créditos
también a muy corto plazo.

b) Los Bill Brockers y las Casas de Descuentos: Los primeros trabajaban con capitales personales
familiares, mientras que las segundas eran sociedades anónimas. Estos establecimientos descontaban
documentos de industriales y comerciantes. Dichos documentos eran a su vez re descontados en los Joint Stock
Banks. La diferencia de tasas entre descuento y redescuento era pequeña pero como el volumen de operaciones
era muy grande, la ganancia era considerable,
c) Los bancos mercantiles y las Casas de Aceptaciones: En este grupo están otros importantes
bancos como Baring, Lazard Rothschild, Hambro, etc., dedicados a inversiones en grandes empresas inglesas o
extranjeras y a la colocación de empréstitos de gobiernos. Hacia Í860 se desarrollarán los Investment Trusts, los
cuales se limitan a colocar los capitales que les han sido confiados, pero no participan directamente en las
empresas.

d) Los bancos coloniales y los dedicados al exterior: Estaban especializados en una determinada
colonia británica los primeros, y en un país los segundos. emitían empréstitos, abrían créditos y operaban en
general tanto a corto como a largo plazo.

La banca inglesa sólo concedía créditos a empresas sobre las que tenía buena información. Para ello
disponía de una notable red de informaciones en Inglaterra y en todo el mundo. No obstante estas precauciones,
si se comprobaba la solvencia del solicitante el crédito era concedido con rapidez.

En esta época el mercado financiero de Londres disponía de una gran abundancia de capitales, no solo
británicos sino también extranjeros, que estaban seguros de encontrar en los bancos ingleses una buena
colocación para sus inversiones.

Francia

La red de bancos franceses se constituye a mediados del siglo XIX y presenta diferencias con el sistema
inglés. Podemos integrar los siguientes grupos de bancos:

a) La alta banca o banca privada. Son pocos bancos, unos doce, poco conocidos del gran público,
con despachos discretos y severos. No tienen sucursales y sus recursos provienen de sus capitales personales,
Se dedican a inversiones a largo plazo en las grandes empresas industriales, mineras y de transporte. También
participan en la emisión y colocación de títulos públicos. Entre estos bancos podemos citar a: Rothschild,
Worms, Mallet, Mirabaud, etcétera.

b) Los grandes establecimientos de crédito; Son más recientes y se encuentran entre éstos el
Comptoir dEscompte de París, la Socité de Crédit Industrie! et Commerciel, el Crédit Lyonnais y la Société
Générale. Trabajan con su capital propio (acciones y reservas) y con depósitos a la vista. Sólo hacen operaciones
de crédito a corto plazo.

c) Los bancos de negocios: Presentan características de los dos grupos anteriores, pues como la
banca privada se especializan en operaciones a largo plazo, y como los grandes establecimientos de crédito, sus
recursos provienen principalmente del capital accionario. En este grupo de bancos se destacan el Crédit Mobilier
y el Banque de París et des Pays Bas.

El sistema francés muestra una evolución de una banca que trabaja con capitales personales o familiares
hacia el uso de recursos de los depósitos de accionistas. Asimismo, cada vez es más clara la especialización en
operaciones a corto y a largo plazo. A diferencia de Inglaterra no hay instituciones especializadas en descuentos,
pues lo hacen los mismos bancos de depósitos. Después de Londres, París era considerado el mercado financiero
más importante.

Alemania

El sistema bancario alemán es más reciente pues este país entró en la fase del gran desarrollo económico
después de Francia.

Los bancos alemanes son bancos “para todo”, es decir hacen operaciones tanto a corto como a largo
plazo y utilizan tanto fondos propios como depósitos de terceros.

Estos bancos tienen una audacia extrema en el otorgamiento de adelantos a empresas industriales o
agrícolas.

Los principales bancos alemanes son los cuatro, conocidos como las cuatro “D” por la letra inicial de
sus nombres: el DiskontoGes sellschaft, el Darmstadter; el Deutsche Bank y el Dresdner Bank. También se
formaron otros bancos importantes privados como: Rothschild, Mendelssohn y Warburg.

Es importante destacar que los bancos alemanes ayudaron aparte de la industria, también a la agricultura,
especialmente financiando la compra de abonos y equipos.

Otros países

En Bélgica, el privilegio de incorporación a los bancos estuvo reservado a instituciones especialmente


autorizadas por el Estado manteniéndose este principio durante todo el período de la primera industrialización
belga (o sea, hasta 1857).

Tanto Rusia como Japón muestran también una continuada preponderancia del Estado en el
desenvolvimiento bancario, si bien en el segundo país mencionado la acción empresaria privada aprovechó
mejor las oportunidades de inversión en ese negocio.

El rápido crecimiento de los bancos nacionales en Japón, tuvo lugar en forma concomitante con el
desarrollo de la primera industrialización, a partir del último cuarto del siglo XIX.

La expansión bancaria

Si se sigue el curso de crecimiento de las entidades bancadas, se observa que su número fue creciendo
casi simultáneamente con el proceso de industrialización, o sea, la manifestación más evidente de la Revolución
Industrial. En Inglaterra, hacia 1750, el número índice de oficinas bancadas fue de 0,0625, o sea una cifra “baja”
(el índice señalado se construye así:

N° de oficinas bancadas x 10,000 población total y es una forma de medir la “densidad” bancada).

Además, debe tenerse en cuenta que la mayoría de esas entidades se agrupaban en Londres, clara
consecuencia del desarrollo de actividades económicas urbanas. Hacia 1785, la densidad se había más que
triplicado (índice: 0,21). A principios del siglo XIX el índice siguió subiendo y lo que es más significativo, la
concentración observada cincuenta años atrás había disminuido de tal modo que todos los condados de Inglaterra
y Gales poseían al menos un banco. En 1830 el índice había crecido hasta 0,77.

Francia, país que tuvo durante el siglo XIX una baja densidad bancaria, no fue ajeno al proceso que se
describe: en 1805 el índice era menor de 0,025; en 1870 llegaba a 0,12. Bélgica, Alemania y Japón, también
mostraron a su tiempo un importante aumento de la densidad bancaria.

En los diferentes países europeos hubo un aumento de los servicios bancarios a medida que se avanzó
en la industrialización.

La evolución del negocio bancario estuvo en manos privadas. La modalidad de sociedad anónima
reemplazó a las entidades unipersonales para la constitución de negocios bancarios, puesto que estas entidades
facilitaban la recaudación de fondos para formar capitales y, lo que es más importante, permitían los controles
en cadena de diversas actividades económicas.

La tendencia a la fusión de entidades bancarias se acentuó a lo largo del siglo XIX, y determinó la
consolidación de la actividad financiera y una gran influencia de la misma sobre la actividad económica general,

El desarrollo del crédito bancario, dada su influencia en la actividad económica, fue regulado por los
llamados bancos centrales, corporaciones semipúblicas, en los tiempos de industrialización, cuya función fue
dar estabilidad a la estructura monetaria y crediticia de una economía.

Entre los bancos centrales más antiguos de las principales potencias están el Banco de Inglaterra y el de
Francia.

8. LAS BOLSAS

Hasta los años 40 del siglo XIX la inversión de capitales se efectuó en bienes de consumo, en
adquisición de propiedades rurales y en empréstitos de los estados. Entre éstos aparecen los nuevos países de
América del Sur. En aquellos años atrajeron el interés de los inversores las especulaciones ferroviarias y, más
escasamente, las sociedades industriales y comerciales. Estas, hasta después de 1860, en que adquirirán plena
flexibilidad bajo la forma de sociedades limitadas por acciones, no atraerán propiamente el flujo de las inver-
siones.

En Inglaterra, la sanción por el Parlamento en 1855 del principio de limitación de la responsabilidad del
accionista a su aporte capital, eliminó el más formidable obstáculo al progreso de las sociedades por acciones,
cuyo número creció rápidamente.

En el siglo XIX aparece el rentista moderno, el pequeño ahorrista, tipo bien distinto del inversor
tradicional, que contribuye con su módica aportación al gran movimiento de capitales que el circuito bancario
y la bolsa ponen en circulación. A los efectos tradicionales de bolsa (títulos de la deuda pública nacional o
extranjera) se añaden los valores mobiliarios de sociedades ferroviarias o de diversas empresas industriales y
comerciales, entre los que existen distintas clases, adaptadas a toda suerte de inversores: obligaciones y acciones
preferentes para los más cautos; acciones ordinarias para los especuladores, etcétera.

La bolsa, restringida hasta entonces a los poderosos financieros y en exclusivo provecho de una élite
social se abre a una especulación más amplia, que crece como una auténtica fiebre y gana, de manera morbosa,
a sectores sociales más modestos.

Durante la primera mitad del siglo XIX Inglaterra y Francia fueron los países clásicos inversores de
capitales en el exterior.

En Inglaterra, hacia 1830, los 60 millones de libras anuales que proporcionaba el ahorro se destinaban
a este propósito. En Francia, la inversión en el exterior se inicia cautamente a partir de 1815, en que se logró el
equilibrio en su balanza de pagos. Entre 1816 y 1830, las inversiones francesas en el extranjero alcanzaron la
cifra de 550 millones de francos; de 1831 a 1847 ascendieron a 1.400; de 1848 a 1851, a pesar de la recesión,
salieron 500 millones al extranjero. A partir de 1852, y coincidiendo con la euforia del Segundo Imperio, tuvo
lugar el gran “boom” de la inversión exterior, que acapara las obligaciones estatales, los valores ferroviarios,
mineros y metalúrgicos de España, Bélgica, Italia, Alemania, Austria, Hungría, Rusia, etc., y, después de 1860,
los de Turquía y Egipto. Del total del capital invertido en obligaciones estatales, el 35% lo había sido en España,
el 22% en los estados italianos, el 18% en Bélgica, el 10% en Austria Hungría y el 5% en Portugal.

Los que comerciaban no tenían, al principio, un edificio donde reunirse regularmente, efectuándose las
transacciones en la calle. La costumbre consagró a un determinado barrio como lugar de reunión de los
corredores de valores. En Londres fue CHANCE ALLEY, y en París la RUE QUINCAMPOIX. Al evolucionar
los negocios se pasó a lugares cubiertos. En 1773 los corredores de Londres comenzaron a utilizar el café de
JONATHAN sito en Sweetings Avey, al que dieron el nombre de “STOCK EXCHANGE”. En 1801, los
corredores construyeron un edificio especial en Capel Court, con admisión limitada a los socios. La mayoría de
las transacciones versaban sobre certificados de la deuda gubernamental, especialmente los Consols o consoli-
dados y acciones de la East India Company y del Banco de Inglaterra; se especulaba también sobre los valores
de las encasas compañías mineras e industriales existentes como sociedades por acciones. Desde fines del siglo
XVIII, Londres suplantó a Amsterdam como mercado mundial de capitales.

Después de la londinense, la Bolsa de París era la de mayor actividad e importancia. Reanimada desde
1770, se cotizaban en ella obligaciones de gobiernos extranjeros, hasta que fueron prohibidas en 1785. El
negocio continuó hasta que la Revolución lo interrumpió totalmente. NAPOLEON restableció el negocio de
bolsa por las leyes de 1807, confirmadas en 1816. A comienzos de la Restauración negociaban en ella 60
corredores y se cotizaban solamente siete valores.

La Bolsa de Ámsterdam deja de ocupar a comienzos del siglo XIX el lugar primordial que había
mantenido durante largo tiempo. Estaba dominada casi de manera exclusiva por la firma Hope y Co. Otras
bolsas europeas, como las de Viena, Ginebra Zurich, Madrid, Berlín, Roma, etc., tuvieron importancia más
limitada, casi exclusivamente nacional. En Nueva York, la organización bursátil se constituyó oficialmente en
1817 y funcionaba en Wall Street.

El despliegue de las funciones del Estado, con el desarrollo del nacionalismo y de la unificación
nacional, afectó a su reorganización interna y a la construcción de obras de infraestructura. El logro de estos
objetivos exigió un sistema presupuestario eficaz y la amplia contribución de los financistas nacionales. A estas
funciones normales han de añadirse los dispendios originados por las guerras y la política interior.

Para hacer frente a estas grandes necesidades, el Estado no disponía sino de sistemas tributarios
anticuados, basados en el impuesto personal, del que estuvo exento en muchos países, por lo menos hasta
entrado el siglo XIX, un gran sector social, como el clero y la aristocracia. En estas circunstancias, cualquier
incidente bélico o gasto imprevisto afectaba al equilibrio presupuestario. La única solución en estos casos era
recurrir a la emisión de papel moneda y a los empréstitos forzosos (rentas). Como estos métodos fracasaron en
el cumplimiento de estos objetivos e incluso produjeron perniciosos efectos (inflación, expulsión de la moneda
metálica, etc.), los gobiernos hubieron de apoyarse en los mercados extranjeros, donde podían obtener los
capitales necesarios a un precio variable, según la situación de la oferta y el grado de riesgo del banquero
prestamista. De ahí el importantísimo papel de las bolsas, que canalizaron los fondos del pequeño ahorrista
hacia la adquisición de títulos.

Los fondos recolectados para propósitos militares o políticos raramente incrementaron la productividad
dé la economía nacional, antes, al contrario, contribuyeron a enajenar sus recursos productivos (minas y otras
fuentes de riqueza) hipotecados para garantizar el pago de los intereses que la deuda comportaba, pagaderos en
oro o plata, en el extranjero; representaron, además, cargas adicionales en la balanza de pagos de estos países,
contribuyendo a la depreciación de sus cambios monetarios en el exterior.

Ámsterdam, hasta el segundo decenio del siglo XIX, Londres y París fueron las bolsas en donde se
concertaron todos estos empréstitos. La de Londres, dominada por la potencia de casas como ROTHSCHILD,
BARING Bros, y T. WILSON and Co., servía al lanzamiento de empréstitos de casi todos los países europeos,
especialmente a los estados alemanes, y de los jóvenes países americanos. París, hasta 1851, fue el mercado de
capitales de los países latinos y Bélgica; desde aquélla extendió su radio de acción a otros, como Austria, Grecia,
Rusia, Turquía y los Estados Unidos.

Las bolsas de Londres y París son mercados acreedores, pues son proveedores de capital al exterior. A
su vez las bolsas de Viena, Madrid, Roma y otras capitales europeas son mercados deudores pues absorben
capital desde el exterior.

9. LA INDUSTRIALIZACION EN EL CONTINENTE Y LOS EE.UU.

Francia, Bélgica y Alemania promovieron y modernizaron su industria muy entrado ya el siglo XIX, en
el decenio de los 40. Faltaron en el continente las condiciones sociales, económicas v políticas que habían
favorecido el rápido proceso dé la industrialización británica. La industrialización continental difiere también
de la inglesa en que el impulso ante la prudencia y mediocridad del capitall privado, partió en gran medida del
Estado. El bloqueo continental impuesto por Napoleón, que obstaculizó la introducción de tejidos y productos
de hierro ingleses, y la unificación, siquiera momentánea de gran parte de Europa, proporcionaron a la industria
continental una excelente ocasión de sentarr las bases del desarrollo. Después de los movimientos
revolucionarios de 1830 y 1848 surgen estados nacionales, con mercados unificados que estimularon el primer
impulso.

Una segunda nota diferencia la industrialización continental de la de Inglaterra: al coincidir con el


establecimiento de las infraestructuras (transporte, principalmente ferrocarriles), su ritmo fue más acompasado.
Por otra parte, Europa recibió la maquinaria, los modelos y la experiencia ingleses.

Francia

En Francia, la adopción de las nuevas técnicas fue muy lenta. La energía hidráulica seguía utilizándose
comúnmente en 1815 y, todavía en 1870, una gran parte de la industria seguía siendo tributaria de ella; la
siderurgia utilizó la leña hasta 1860; el telar manual sobrevive hasta muy entrado el siglo XIX, etc. Lo cierto es
que la industria francesa se desarrolló lentamente hasta 1850, y en los veinte años que transcurrieron entre esta
fecha y 1870 alcanzó un notable ritmo de progreso. La industrialización de Francia se consuma, pues, durante
el Segundo Imperio.

La industria textil fue la rama más importante, tanto por su producto como por el número de personas a
las que daba Ocupación.

La industria siderúrgica francesa tropezó con las dificultades del abastecimiento de materia prima. Las
cuencas hulleras estaban alejadas de los yacimientos de hierro. La principal cuenca hullera era la de Loira
Ródano (Saint Etíenne), que producía la mitad del carbón francés, explotada por numerosas sociedades. Francia
necesitaba importar carbón. El hierro se importaba también, principalmente de España y Argelia.

Desde fines del siglo XVII adquirió Francia singular relieve en su industria química, en la que se
invirtieron grandes capitales, en gran parte de procedencia belga.

Bélgica

El pequeño país belga se industrializó con bastante rapidez. La gran densidad de población y su
equilibrado reparto entre el campo y la ciudad, la supervivencia del espíritu artesano y comercial, su excelente
situación geográfica, un subsuelo rico en carbón, metales no ferrosos y algo de hierro, y sus cursos fluviales y
canales, explican este rápido desarrollo industrial.

Iniciada propiamente la industrialización belga con el bloqueo continental, se asentó definitivamente


con la constitución del reino en 1830. El empuje de la independencia nacional, apoyado por el soberano y la
banca, logró establecer una gran industria en los años 40.

Durante el siglo XVIII, en la región del Vesdre existía una industria lanera bastante activa, que se
mecanizó hacia fines de la centuria. La industria del algodón se inició en Gante en el decenio 1780 90 con la
fabricación de indianos, que anteriormente se importaban en crudo de Inglaterra para estamparse, a ellos se
agregaron otras calidades de tejido.

Gran actividad desplegó la minería del carbón. La industria metalúrgica se instaló junto al carbón.

En 184050, la población industrial belga ascendía a 100.000 operarios, es decir un 2,5% de la población
total y un 25% de la activa. La que representa un aporte mayor es la carbonera, después la textil y, finalmente,
la metalúrgica.

Alemania

Solamente en Renania y Westfalia, que contaban con grandes recursos naturales, tradición industrial y
fáciles comunicaciones, la industrialización había progresado. En Alemania Oriental, la persistencia en el siglo
XIX de las relaciones feudales y el obstáculo de las corporaciones, que subsistieron hasta 1848 y aún más tarde,
oponían una fuerte resistencia. Por ello, Alemania presenta en su industria, lo mismo que en su agricultura,
formas avanzadas en algunas regiones v manifestaciones artesanales en otras.

Además, como los capitales se formaron en la industria pesada, no en la textil, ya originariamente se


tendió a una concentraciónn capitalista y empresarial, que presenta manifestaciones monopolistas tempranas en
la producción y en el mercado, que imprimieron un sello particular en la futura estructura industrial germana.

Desde 1835, Alemania se abrió a la industrialización con un despertar nacionalista, la formación de un


mercado unificado (Zollverein) y la unión del país mediante las primeras líneas férreas. Para Kuczinski, fueron
la creciente población y los bajos salarios las dos condiciones básicas de la industrialización germana. Desde
1860, el proceso de desarrollo industrial se acelera influyendo en ello el crecimiento de la población urbana.

De la industriaa textil tradicional, la más desarrollada era la del lino que durante el siglo XVIII acusaba
la competencia de Irlanda y Bohemia. Fue lenta la mecanización del sector sedero, radicado en Colonia,
Mulheim y Krefeld, y, hacia 1860, también en Berlín.

Alemania poseía abundantes minas de hulla v lignito en Renania y Silesia. Desde el siglo XVIII su
producción había sido estimulada por el Estado y en los años 18401850, gracias al capital francés, inglés y
belga, se constituyeron grandes sociedades mineras. En 1870, la producción conjunta alemana de carbón era de
29 millones de toneladas, y ocupaba el tercer puesto mundial.

En la siderurgia, que había permanecido bastante retrasada, las innovaciones técnicas se introdujeron
hacia 1840. Los hornos se concentraban en Silesia y en el Ruhr.

El imperio austríaco
El Imperio habsburgués, a fines del siglo XVIII, estaba social y políticamente muy retrasado. Además,
existía una enorme diferencia entre las tierras que englobaba la Cisleithania que contaba con regiones
industriales, como Bohemia y Silesia (carbón, siderurgia, textil), y Austria propia (textil), ante las provincias
transleithanas (Hungría, Eslovaquia, Transilvania) que eran absolutamente rurales. La Convención de 1867, que
estableció la monarquía dual, acentuaría aún más este contraste, pues a cambio de cierta autonomía, Hungría se
plegaba a las directrices económicas austríacas y se convertía en mercado agrícola de la región mas
industrializada del Imperio.

La industria textil se concentraba en el país checo (lino, lana, algodon) y radicada en Liberec, Brno, y
también en Silesia. La siderúrgica y mecánica en las cuencas de Ostrava- Karvinha, Praga y Plzeñ; las de papel,
vidrio y azúcar, en Plzeñ y cuenca de Kladno. La más desarrollada era la textil, que hacia mediados del siglo
XIX suministraba el 50% de la producción industrial, bruja; después la alimenticia y, finalmente, la pesada.
Pero, salvo estos centros industriales, los países checo y austriaco seguían dependientes del cultivo de la tierra.
En Hungría la industrialización fue más superficial y tardía. Además, se concentró en la región de Budapest
(molinería y refinerías de azúcar).

El imperio ruso

La industria nació en Rusia en tiempos de Pedro el Grande, que obligó a los campesinos sometidos a
servidumbre a trabajar en las factorías del Estado o en las señoriales. El ukase de 1721 autorizaba a los grandes
señores a comprar pueblos enteros con sus habitantes para instalar factorías.

Pero el régimen de servidumbre campesina era un obstáculo para la mecanización y modernización de


esta industria. Por ello, las nuevas fábricas se desarrollaron con gran parsimonia, favorecidas desde 1820 por el
proteccionismo y la ayuda estatal. El decreto de 1861, por el que se abolió la servidumbre, ha sido considerado
por los historiadores rusos como decisivo para la introducción de la industria capitalista. Pudo entonces
disponerse de mano de obra abundante y libre, y superarse el estadio de la pequeña artesanía. Al coincidir este
hecho con la instalación de la red ferroviaria, la industria siderúrgica y la mecánica recibieron un gran impulso.

De la industria textil nueva, la algodonera trabajó sobre hilo importado.

En el decenio de 1830 se fundaron grandes hilanderías mecanizadas, como la Manufactura Rusa, de San
Petersburgo, sociedad por acciones en la que participaban comerciantes y miembros de la alta burocracia
municipal, y otras en la región de Moscú, en las que intervenían capitales franceses y alemanes.

El mayor centro algodonero era Lodz, en Polonia, las industrias lanera y del lino todavía en 1870
permanecían en su primitivo estadio artesanal.

La industria siderúrgica tradicional se hallaba concentrada en los Urales, donde también se trabajaba el
cobre, y en la comarca de San Petersburgo. Hacia 1790, Rusia era el primer productor europeo de arrabio y
contribuía con un tercio a la producción mundial.
Las industrias esencialmente capitalistas, como la azucarera y la del papel, eran las más mecanizadas.

La industrialización de los Estados Unidos

La revolución industrial en Norteamérica avanzó paulatinamente entre 1790 y 1860, fecha esta última
en que se logró la independencia económica al lograr bastarse el país para satisfacer su consumo interno. No
obstante, la agricultura continuaba siendo la actividad preponderante.

La revolución de 1776 había otorgado al país americano su independencia política, pero no la


económica. Igual que durante el período colonial, hubo que continuar exportando materias primas e importando
productos manufacturados de Europa. La baratura de la producción británica, la Abundancia de "tierras” todavía
desocupadas y la carencia de mano de obra eran dificultades reales para el progreso de la industrialización,
aparte de que el predominio político de los plantadores del Sur imponía al país una dirección netamente agrícola.
No obstante, la existencia de abundantes recursos naturales (aalgodón, hierro, carbón, saltos de agua) y la
inmigración de mano de obra especializada europea permitieron, aun en esta primera época, crear las primeras
manufacturas. La ocasión fue la guerra de 181214 con Inglaterra, que, al cortar la entrada de productos
británicos, permitió la implantación de algunas industrias, que con la tarifa de 1816 pudieron subsistir e
incrementarse.

Después, entre 1840 y 1860, la utilización de la hulla y del vapor impulsaron poderosamente la
siderurgia y los transportes. Ampliado y unificado al mercado interior, gracias a las mejores comunicaciones, el
país experimentó un gran avance.

El desarrollo de la industria algodonera data de la tarifa proteccionista de 1816. Se extendió por


Massachusetts occidental (Blacks tone), New Hampshire y Maine; otro grupo, en Providence y Rhode ísland.
En 1860, el 69% de la industria algodonera se concentraba en Nueva Inglaterra y empleaba, en conjunto,
122.000 operarios. Por entonces, la lanera suponía, tanto en capital invertido como en valor, algo más de la
mitad de la algodonera, pero había que recurrir a Inglaterra para la materia prima y para el acabado de los
productos.

Su gran impulso data de 183040 al introducirse la máquina de vapor y declinar la doméstica.

Antes de la independencia se fundía hierro en las trece colonias a partir de la limonita. En 1775 existían
mayor número de hornos que en Inglaterra y Gales, pero los procedimientos eran los tradicionales. El
descubrimiento de yacimientos de hierro aproximó las fundiciones hacia el Oeste y Sur, hasta el Tennessee y
Kentucky, En los años veinte la siderurgia avanzó hacia el valle del Ohio y más tarde hacia el Lago Superior,
siempre en busca de los más ricos yacimientos de hierro. Los mayores núcleos siderúrgicos en 1860 eran ya
Pittsburg y Cleveland.

Desde 1808 el uso del vapor en el transporte fluvial desarrolló la industria mecánica. A esta demanda
se unió después la de material ferroviario y maquinaria en general. Esta industria se hallaba concentrada en
Filadelfia, Paterson y Nueva Jersey.

Particular interés tuvo la industria agrícola (molienda, preparación de carne, aserraderos, etc.,). Sus
centros fueron Chicago, Saint Louis y otras ciudades del Ohio, en cuanto a la molienda de granos, y Cincinnati,
Louisville y Chicago para la preparación de carne en conserva.

10. LA EXPANSION COLONIAL

Las guerras coloniales, que durante la segunda mitad del siglo XVIII, habían mermado
considerablemente los territorios coloniales de Francia y Holanda, favorecieron, en cambio, a Inglaterra, que,
desde 1815, había recuperado tierras en África y Asia (Cabo, Ceilán, parte de la India) y un predominio marítimo
indiscutible, asentado sobre el control estratégico de las rutas comerciales (Gibraltar y Malta en el Mediterráneo;
Adén, El Cabo y Singapur, en el Indico y Pacífico, las islas Malvinas en el extremo sur de América).

Las ideas de los economistas liberales influyeron sobre el sistema colonial y sobre las formas del
comercio. En Inglaterra soplaban corrientes en favor de la limitación de la expansión colonial. Los grandes
campeones del librecambio, Cobden y Bright, consideraban que las colonias, más que una fuente de beneficios,
eran una carga para la economía británica y, además, ocasión de guerras imperialistas.

En 1833 se declaró la abolición de la esclavitud en el Imperio y desde 1837 se inició una política colonial
más flexible con nuevos ensayos de repoblación. Este fue el caso de Australia (1830), Canadá (1849) y Nueva
Zelandia (1852). En 1850 se completó la derogación de las leves de navegación permitiéndose la libertad de
comercio en el Imperio estimándose que beneficiarían al comercio colonial, al reducirse el precio de los fletes.

En Asia, el comercio británico, se centraba en la península indostánica y estaba monopolizado por la


Compañía de las Indias Orientales.

Una ley de Pitt (Indian Bill, 1784) inició un cierto control jurisdiccional sobre la Compañía, que en
1813 vio recortados sus privilegios y limitados a veinte años.

Al expirar este plazo, en 1833, se colocó a la East India Co. bajo el control de la Corona, La influencia
económica y política de la Compañía, que sucumbió prácticamente durante la revuelta indígena de 1857, fue
legalmente anulada en J.865 y la India pasó a depender directamente de la Corona. Luego fue Virreinato.

El comercio con la India fue el nudo del tráfico colonial británico durante el siglo XIX., La india
exportaba arroz, especias, drogas, índigo, algodón, sederías, etc., e importaba productos británicos,
especialmente tejidos de algodón y otras manufacturas. La India absorbía hacía mediados del siglo XIX del 8
al 10% de las exportaciones británicas; las importaciones efe tejido de algodón de 1814 a 1835 se habían
multiplicado por 50.

Mermada su influencia en la India, ia Compañía se dirigió hacia China, donde conservó una situación
monopolística hasta 1834 con centro en Cantón. Allí comerciaba con opio, té, sederías y seda en bruto,
porcelanas y otros artículos de lujo. En 1842, después del conflicto bélico con China (guerra del Opio), el
mercado chino se abrió enteramente al comercio inglés, que se centralizó en la isla de Hong

Holanda mantuvo hasta entrado el siglo XIX su sistema colonial tradicional, sin apenas modificaciones.
En 1824 fundó la Nueva Compañía de las Indias Neerlandesas, con derecho exclusivo de Comercio entre la
metrópolis y aquellas islas. Batavia fue uno de los puertos más activos del Índico y desde allí se establecieron
relaciones comerciales con Japón.

Francia prosiguió la búsqueda dé factorías en Asia (Indochina e India), en el hemisferio austral (Nueva
Caledonia) y en África Occidental. En el norte de África, desde 1830 se inició la penetración y colonización en
Argelia.

En cuanto al Japón, los norteamericanos lograron desde 1792, en disputa con los holandeses, ciertos
privilegios. Pero ante la repulsa japonesa, en 1853, el comodoro Pény, después de una demostración naval,
obligó al shogun a la apertura de sus puertos al tráfico extranjero, situación que se consolidó en 18S9. El Japón
exportaba seda en bruto y té y recibía manufacturas y tejidos de algodón.

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