EL 18 BRUMARIO de NAPOLEON Análisis Político de Coyuntura

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El análisis político de coyuntura.

En torno a El dieciocho
brumario de Luis Bonaparte
Publicado el 21 febrero 2014 por Antonio Olivé

Los días 22, 23 y 24 de febrero de 1848 se produjo en París un estallido


revolucionario protagonizado por obreros y estudiantes, a los que se unió la
Guardia Nacional. El día 24, Luis Felipe, sitiado en las Tullerías, abdicó, y al día
siguiente se proclamó la II República, con una orientación claramente
democrática.
El Gobierno provisional estableció el sufragio universal y en abril se celebraron
elecciones, en las que triunfaron los demócratas moderados. La nueva Asamblea
Constituyente preparó una Constitución que fue promulgada el 12 de noviembre. El
poder ejecutivo quedaba encarnado en un presidente elegido por sufragio
universal, mientras el legislativo correspondía a una Asamblea única. En diciembre
fue elegido presidente Luis Napoleón Bonaparte. Al año siguiente fue
proclamado emperador, con el nombre de Napoleón III. Nacía así el Segundo
Imperio francés.
De este hecho histórico se ocupará Carlos Marx en El dieciocho brumario de Luis
Bonaparte. Y nosotros de su lectura, podemos obtener interesantes réditos. Para
introducirnos en materia, un interensantísimo trabajo de Miguel González
Madrid, profesor-Investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana,
Unidad Iztapalapa, politólogo, especialista en temas de Políticas Públicas,
Federalismo, Gobiernos Locales y Derecho Electoral.
Tres, dos, uno…¡comenzamos!
El análisis político de coyuntura En tomo a El dieciocho
brumario de Luis Bonaparte
Miguel González Madrid
Presentación
En la primavera de 1992, la primera edición de El dieciocho brumario de Luis
Bonapartede Karl Marx habrá cumplido su CXL aniversario. Marx se había
interesado por estudiar la coyuntura política francesa de 1848 a 1851, que tuvo
como resultado el golpe de Estado de Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón
Bonaparte. Al aplicar en forma magistral su concepción materialista de la
historia, que había esbozado en escritos como La ideología alemana, demuestra
“cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones que
permitieron a un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe”.
Sobre esa misma coyuntura, pero de 1848 a 1850, Marx había escrito una serie de
artículos bajo el título común de De 1848 a 1849, para su publicación en la revista
por él editada, La Nueva Gaceta Renana, en sus números 1,2 y 3. Un artículo más,
que extendía el análisis a los acontecimientos de 1850, se publicó posteriormente
en la revista. F. Engels se encargará, en 1895, de publicar en un solo folleto esa
serie de artículos bajo el título de Las luchas de clases en Francia de 1848a 1850.
Los artículos publicados en La Nueva Gaceta Renana seguramente sirvieron como
borrador a Marx para escribir El dieciocho brumario de Luis Bonaparte,
agregando otros materiales por él producidos en 1851.
El interés de Marx por estudiar esa coyuntura estaba asociado al curso que por
entonces estaban tomando las revoluciones burguesas en Europa. Aunque entre
1843 y 1848 Marxhabía insistido en su propuesta de colocar al proletariado como
la única clase verdaderamente “revolucionaria”, capaz de romper las cadenas de la
dominación burguesa, en realidad las condiciones materiales de existencia del
proletariado no habían madurado, solamente en Francia esta clase mostraba un
grado más elevado de desarrollo político.
En condiciones materiales, políticas, históricas y nacionales, Marx encontraría
poco a poco limitaciones a su concepción filosófica sobre la revolución proletaria.
Por ello, Marxcomprendió que este proyecto no podía erigirse sobre un acto de
voluntarismo político, y que entonces hacía falta explicar y entender los
fundamentos materiales de la dominación burguesa (cfr. El Capital).
Por muchos motivos El dieciocho brumario de Luis Bonaparte puede ser releído (o
leído, por quienes no lo conocen) hoy en día, a la luz de acontecimientos mundiales
que han hecho estremecer y derrumbarse estructuras de poder, formatos de
representación, movimientos políticos, etc., tanto del lado del capitalismo como del
socialismo “real”. No es nuestro objetivo presentar enseguida un estudio sobre
estas cuestiones, sino abordar un aspecto de esa obra que, en cierto modo hasta
ahora, no ha sido reconocido suficientemente en las ciencias sociales: el análisis
político de coyuntura. Muy lejos está esa obra de pasar como un escrito más del
marxismo. Y precisamente en esta etapa crucial, y no sólo por el CXL aniversario,
es que El dieciocho brumario de Luis Bonaparte debe ser revalorado como una
obra con una aportación específica a las ciencias sociales de nuestro tiempo.
Además de constituir una aportación teórica sobre la explicación de algunos de los
elementos específicos del Estado capitalista, El dieciocho brumario de Luis
Bonaparte(DB, en adelante), que Marx escribiera en 1852 siguiendo previamente
los acontecimientos histórico-políticos de Francia, en la coyuntura de 1848 a 1851,
(1) también es considerada como una obra que contribuye de manera implícita a la
configuración del esquema de análisis político de coyuntura. Más particularmente,
se encontraría ahí esbozado, a grandes rasgos, el método marxista de análisis
político de coyuntura.
Marxistas como Lenin, Gramsci, Mao Tsetung y Poulantzas, posteriormente
hicieron aportaciones relevantes en la definición de un método de análisis político,
sin circunscribirse al solo ámbito de la explicación de coyuntura. Lenin, por
ejemplo, en varios de sus escritos busca explicar el contexto histórico y político de
la Rusia de su tiempo, apuntando por otra parte, hacia la búsqueda de las
condiciones necesarias para efectuar la revolución proletaria.(2) Gramsci, a su
vez, llega a proponer algunos elementos para el “análisis de las situaciones,
correlaciones de fuerza”, proporcionando además análisis políticos de coyuntura
sobre el fascismo, de gran valor sobre todo por la percepción de la relación
compleja y desigual del Estado con los intereses de las diversas fracciones de la
burguesía fascista. y por la determinación de pautas en la lucha contra el fascismo.
(3) De Mao Tse tung se cuenta con algunos escritos que simplifican la idea de la
multiplicidad de aspectos de la que él llama “ley de la contradicción”, como “ley
fundamental de la dialéctica materialista”, aplicándola en su comprensión de los
problemas del pueblo chino (los problemas de la cooperación agrícola, de los
intelectuales, de la industrialización, de las minorías nacionales, etc.),(4) y
admitiendo la particularidad nacional e histórica de éste.
Finalmente, Poulantzas elabora, en 1968, una serie de propuestas teóricas sobre
el Estado capitalista, cuyo círculo lógico cierra con la diferenciación y relación “de
las estructuras con el campo de las prácticas de clase, […y] la relación particular
del Estado y de la coyuntura, que a su vez constituye el lugar donde se descifra
[aquélla]”.(5) En 1975, Poulantzas publica una muestra de análisis coyuntura en
torno de las dictaduras militares en España, Portugal y Grecia, concentrándose en
el balance de la correlación de fuerzas que, en un primer momento, sustentaron
esas dictaduras y, en un segundo momento, provocaron su crisis.(6)
El análisis de coyuntura y la construcción de la historia
Enrique de la Garza (7) sostiene que en el DB Marx presenta “el estudio de
una coyuntura específica”, la de 1848-1851 en Francia, cuyo punto de partida lo
constituye un acontecimiento histórico relevante (la caída de la monarquía de Luis
Felipe, en febrero de 1848) y cuyo objetivo es la explicación del golpe de Estado
del 2 de diciembre de 1851, efectuado por Luis Bonaparte de acuerdo con la
lógica de los acontecimientos políticos significativos ocurridos y de la correlación
de fuerzas manifestada en lo que Marx llama la “escena política”.
En el DB, Marx elabora una explicación “reconstructiva” de la realidad histórico-
política francesa en una coyuntura determinada y “a partir del análisis de las
correlaciones de fuerzas de la lucha de clases”,(8) que, si bien se manifiestan en el
nivel propiamente político, constituyen en realidad una síntesis entre lo político y
lo económico, entre la superestructura y la base económica.(9) Al registrar la
secuencia de los acontecimientos y determinar las transformaciones políticas, Marx
establece una periodización histórica que le permite distinguir, para explicar estas
transformaciones, los cambios en la correlación de fuerzas, la especificidad
orgánica y los intereses de cada una de éstas, hasta arribar al cambio culminante: el
golpe de Estado.
Aparte de la apreciación subjetiva que tenía acerca de Luis Bonaparte (“un
personaje mediocre y grotesco”), Marx demuestra, en contraste con los puntos de
vista de Víctor Hugo y de J. Proudhon sobre el mismo acontecimiento,
“cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias” para que el sobrino
de Napoleón procediera a efectuar ese golpe de Estado.(10) En el mismo
sentido, Engels, en el prólogo a la tercera edición del DB, reconoce que Marx fue
“el primero que descubrió la gran ley que rige la marcha de la historia”, “según la
cual todas las luchas históricas [políticas, religiosas, filosóficas] no son, en realidad,
más que la expresión más o menos clara de luchas entre clases sociales”,
condicionados, “a su vez, por el grado de desarrollo de su situación económica”.
Como muestra de esta concepción de la historia, el propio Marx, en el segundo
párrafo de su obra, adelanta la tesis que en 1845 había esgrimido
contra Feuerbach y Hegel, acerca de que “los hombres hacen su propia historia,
pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos,
sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen
y transmiten el pasado”: “He aquí -dice Engels en su prólogo-por qué Marx no
sólo estudiaba con especial predilección la historia pasada de Francia, sino que
seguía también en todos sus detalles la historia contemporánea”.
No obstante que Marx parece ocuparse fundamentalmente de un acontecimiento
político, siguiendo los cambios en la correlación de fuerzas y la diversa y desigual
presencia de éstas en la escena política y, en consecuencia, en la esfera del Estado,
algunos estudiosos del DBcoinciden en afirmar que en realidad la categoría de
totalidad llega a constituirse en un concepto-guía, en un concepto-ordenador de la
unidad de la multiplicidad histórica. Aunque Nicos Poulantzas sustituye este
concepto por el de “Todo social”,(12)proporciona una idea precisa del tipo de
análisis político presente en el DB, al sostener que la coyuntura no sería sino la
condensación de las contradicciones del todo social en un momento determinado
de la historia con predominio de lo político.
La totalidad o el “todo social”, entonces, no sería el todo caótico, el concreto real a
simple vista, sino más bien la condensación de las contradicciones del todo en un
momento histórico determinado, pero cuya percepción sólo puede efectuarse como
concreto de pensamiento en un proceso simultáneo al de la distinción de los
sujetos-actores y de las circunstancias que, necesariamente, resulta de una
concepción teórica y epistemológica de la realidad y, en consecuencia, de un cieno
modo de devenir de los acontecimientos.

En este orden, el análisis político de coyuntura, como el que encontramos en


el DB,constituiría un esfuerzo por explicar la realidad, al reconstruir su
particularidad espacio-temporal, percibiéndola a partir de una determinada
construcción teórica y epistemológica y descubriendo su lógica de funcionamiento
y de transformación. Llevado hasta este punto, el análisis de coyuntura abre un
abanico de posibilidades sucesivas de tránsito de la explicación fundada en la
identificación de fuerzas relevantes, de contradicciones principales, de resultantes
de un conjunto de fuerzas, etc., a la presentación de escenarios de la realidad
ulterior inmediata, derivados del manejo de esquemas hipotéticos construidos con
numerosas variables; lo mismo a la preferencia por un posible curso ulterior del
presente, pero cuya configuración ideal no se asimilan a la imaginación utópica,
aun considerando al extremo el papel de las clases subalternas como subversivo.
Desde ese punto de vista, por ejemplo, una vez efectuado el análisis del golpe de
Estado, Marx se plantea (capítulo VII) algunas interrogantes: “¿por qué el
proletariado de París no se levantó después del 2 de diciembre?”; y también
algunas respuestas de tipo hipotético: “cualquier alzamiento serio del proletariado
habría dado a [la burguesía] nuevos bríos”; o de tipo propositivo-mesiánico: el
“proletariado urbano” “tiene por misión derrocar el orden burgués”.(13) En
consecuencia, Marx no parece culminar ese análisis en la indicación y explicación
de “lo dado” (qué, cómo y por qué sucedió), sino que además propone el
curso necesario de la correlación general histórica de la lucha de clases,”(14) lo que
en otros enfoques teóricos y metodológicos aparece como la “posibilidad
fundamental” del cambio de la realidad histórica.
Está implícita en la obra de Marx, incluyendo El Capital, una intencionalidad
histórica de cambio, de transformación, un cierto proyecto de “trabajar por la
humanidad”, como habría sugerido en su declaración de “fe de profesión”, o de
hacer la revolución tal como llega a planteárselo con convicción desde la
introducción (en 1844) a su Crítica de la filosofía del Estado de Hegel.
No obstante el nexo lógico en el análisis de coyuntura de Marx, entre la
explicación reconstructiva y la explicación propositiva, entre la comprensión de
una coyuntura específica y las posibilidades del curso ulterior de la historia, el
primer aspecto no queda subordinado necesariamente al segundo. Es decir, que
aun aceptando las premisas teóricas y epistemológicas, que sirven de soporte a ese
tipo de análisis marxista, las conclusiones pueden variar de un investigador a otro
dependiendo no sólo de la especificidad de su propia intencionalidad ético-política
y del contexto histórico-político en que discurra, sino también de su propia
individualidad teórica, situación que le orillará a elegir entre el arribar al terreno de
los simples supuestos de comportamiento de la realidad (cómo pudo ser, en un
extremo, o cómo podría ser, en otro extremo, esta realidad) o proseguir hacia el
terreno del deber ser (lo deseable, lo utópico, etc.), pasando por escalonamientos
intermedios representados, por un lado, en la delimitación de escenarios
posibles tipificados, por igual, por la identificación de una tendencia histórico
general ya en curso, y por el otro, en la ilustración de un cierto curso lógico de los
acontecimientos históricos como expresión única de la necesidad de su propio
devenir en un sentido típico (por ejemplo: al feudalismo sucede el capitalismo; y al
capitalismo, el comunismo, con sus correspondientes etapas de transición).
La explicación propositiva de Marx se ubica en esos puntos intermedios. En sus
escritos políticos y filosóficos se encuentra la idea recurrente del tránsito
necesario de una etapa a otra de la historia, del acontecer necesario, etc., pero
siempre en asociación con la incidencia de las luchas de un sujeto histórico
colectivo: una clase, ya en un modo social de producción, ya en otro, que absorbe,
que involucra a las otras a tener que actuar con un cierto sentido e intención
política.
Aunque recientemente muchos intelectuales críticos del marxismo han sostenido
que las proposiciones de Marx son utópicas, como lo podría “demostrar” el
derrumbe de las sociedades que experimentaron el “socialismo real” en Europa del
Este, en realidad ellos estarían otorgando poderes de demiurgo a la obra
de Marx, como si éste, en una palabra, fuese el autor del curso ulterior de la
historia, con un gran poder teleológico. Marx,ciertamente, sostuvo una serie de
proposiciones derivadas de sus análisis del capitalismo, en donde puso al
descubierto ciertas leyes del movimiento lógico e histórico del mismo.
La necesidad del devenir lógico de la historia se convirtió, sin embargo, en una
obsesión atada a la potencialidad del trabajador asalariado
como sujeto de rebelión-negación del capital, como supremo factor de subversión
admitido por la propia burguesía en su afán por revolucionar sus propias
condiciones de dominación. “En los periodos en que la lucha de clases se acerca a
su desenlace -dice Marx en el Manifiesto del Partido Comunista,”(15) a propósito
del carácter “negativo” progresista de la clase asalariada, relevante más en algunas
coyunturas que en otras-, el proceso de desintegración de la clase dominante, de
toda la vieja sociedad, adquiere un carácter tan violento y tan agudo que una
pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a
la clase en cuyas manos está el porvenir”.
Ya desde la introducción a la Crítica de la filosofía del Estado de Hegel,
(16) Marxconcibe al proletariado como el corazón de la emancipación de
Alemania (su cabeza: la filosofía)(17) y, en sus escritos posteriores, como la única
fuerza capaz de revolucionar las relaciones sociales existentes. Sin embargo, como
en el estudio de la coyuntura política francesa de 1848-1851, Marx va
descubriendo que el proceso de subversión-revolución, para transformar el
capitalismo, no es lineal por el contrario; la contrarrevolución siempre está más o
menos presente, desde la exclusión de los representantes políticos del proletariado
de las alianzas políticas hasta el golpe de Estado. En consecuencia, las revoluciones
proletarias siempre habrían estado frenadas, debilitadas, o modificadas por
factores contrarrestantes propios de las circunstancias del momento, por factores
de acotamiento, expresados en última instancia en la fuerza de las armas.(18)
El curso necesario de la historia se vería así modificado por dos tipos de factores:
uno de carácter subjetivo, por la “acción libre” del proletariado; y otro de carácter
objetivo, por la acción de resistencia del Estado y de la burguesía al avance de
aquella clase. Para el caso del DB, John F. Maguire, en su libro Marx y su teoría
de la política,(19) señala “la duda de que Marx considere fatalmente
predeterminado el resultado de los hechos políticos de 1848-1851 o, en caso
contrario, en qué sentido lo considera necesario e inevitable”; e indica que en sus
análisis Marx sostiene “que las cosas podrían desarrollarse de un modo o de otro
de acuerdo con la elección, la determinación y el valor de las diversas partes
involucradas”. (20) Este tipo de aseveraciones “implican que los individuos
podrían actuar de diversas maneras posibles”, pero además que los individuos
“debieran” actuar en una forma y no en otra.
Maguire percibe que Marx siempre tiende a utilizar un “lenguaje exhonador”
antes y después del desenlace de los acontecimientos, que más bien lo coloca en el
papel del observador frente a la exhibición de una serie de imágenes de celuloide.
También sostiene que Marx llega a reconocer la inevitabilidad de los
acontecimientos cuyo desenlace, en esta perspectiva, siempre tiene una
explicación, pero que no excluye el que los individuos hubieran podido elegir y
tomar decisiones diferentes. Más aún, agrega Maguire, se trata de una
“inevitabilidad creada”, propiciada por la puesta en juego de intereses diversos de
los individuos y de las clases.(21)
La inevitabilidad en cuestión “no es un proceso absolutamente insensible y
unilineal”, sino que siempre es resultado del juego de pesos y contrapesos; “no es
una necesidad totalmente flexible [sino sujeta a un cieno juego de luchas
tendenciales], pero sí exige que demostremos cómo podrían haber actuado los
grupos en forma significativamente diferente dada la situación precisa”,
(22) concluye Maguire.
El determinismo de Marx estaría, así, atenuado por una serie de posibilidades de
elección y de forma de decisiones para arribar a un punto previo. Como en el caso
de la proposición engelsiana, en relación con las condiciones de lucha política en la
Alemania de finales del siglo XIX,(23) la opción y la decisión de luchar por la vía
legal, aprovechando el derecho de sufragio, no estaría fundada, según el
propio Engels, sino en el cambio sustancial de las condiciones de lucha, pero sin
excluir otras opciones de lucha. En suma, la historia quedaría así, desde esta
problemática, asimilada a una colina cuya cima estaría precedida por múltiples
puntos de ascenso, cuya ubicación y pertinencia siempre dependerían de las
circunstancias del momento (volveremos sobre esta cuestión precisa de las
implicaciones de la relación entre la concepción global de la historia y la
explicación de coyuntura).
La periodización histórica
Desde el punto de vista de la intencionalidad política, el análisis político
de Marx arriba a una serie de conclusiones cuyo núcleo es la proposición de
revolucionar las relaciones y las instituciones capitalistas. Desde el punto de vista
teórico y metodológico, sin embargo, Marx no llega a esta proposición central de
un modo genérico o idealista, sino según un fundamento histórico que él mismo se
encarga de explicar, a partir de la percepción de las contradicciones y de las
relaciones dominantes en la sociedad burguesa. Traza así un sentido lógico del
despliegue de esta sociedad que, habiendo tenido como punto de partida un
proceso de descomposición, de ruptura y de transformaciones del orden social
preexistente, culminaría en la manifestación de bruscas luchas sociales, de cambios
cíclicos o de rupturas revolucionarias.(24)
El cambio drástico ilustrado por el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851,
(25) por ejemplo, no constituye sino la culminación de un despliegue histórico
específico de la sociedad burguesa francesa entre 1848 y 1851. Pero se trata ahí de
un despliegue de fuerzas caracterizado, en un primer momento, por la alianza de
las clases significativas de esa sociedad o, mejor dicho, de sus representaciones
políticas (”la oposición dinástica, la burguesía republicana, la pequeña burguesía
democrático-republicana, el proletariado socialdemocrático”),(26) en contra de la
monarquía de Luis Felipe, de la “dominación exclusiva de la aristocracia
financiera”, de una “parte reducida de la burguesía”, es decir, en contra de una
forma de Estado y de un régimen político monárquico de carácter excluyente, que
no expresa ni las aspiraciones del proletariado ni las de la “totalidad” de la
burguesía. En un segundo momento, caracterizado por el desplazamiento de unas
fuerzas por otras, del proletariado y de la pequeña burguesía por la burguesía
dinástica (27) y por la burguesía republicana.(28) En un tercer momento, por la
derrota política de la burguesía republicana y de la pequeña burguesía
democrático-republicano.(29)Finalmente, en un cuarto momento, por la escisión
interna del Partido del Orden de (la burguesía dinástica) y por el ascenso golpista
de Luis Bonaparte.
Marx elabora una periodización singular de ese despliegue de fuerzas en la escena
política y en el Estado. De la Garza dice correctamente que en el DB los periodos
que Marxdistingue en el proceso de correlación de fuerzas corresponden “a un
cambio” en ésta y “a virajes en la dirección de los procesos”.(30) Aunque Marx no
explica ahí su método de análisis, de la lectura se comprende que los criterios de
periodización parten de esa distinción de cambios y virajes en la correlación de
fuerzas. Así, en los tres grandes periodos, en las fases y en las subfases que se
establecen en el DB, se hace referencia a esos cambios.
En el primer periodo (24 febrero-4 mayo 1848), el derrocamiento de la monarquía
trae aparejado un “espejismo de confraternización general” y “la fundación fugaz de
la República Social“, con la consecuente formación de un gobierno provisional en
el que, con excepción del proletariado, se encuentran representadas todas las clases
sociales. Aquí el criterio de la periodización está dado por ese cambio drástico, por
el derrocamiento de la monarquía, que a su vez crea las condiciones de un formato
de compromisos políticos entre las fuerzas prorrepublicanas.
En el segundo periodo (4 mayo 1848-28 mayo 1849), aquella confraternización se
disuelve, y cada una de las fuerzas políticas luchan entre sí por imponer sus propios
intereses, por imprimir su propio sello a la revolución de febrero, dejando fuera de
la escena política -es decir, siendo derrotados en las luchas político-públicas a los
republicanos puros y a los socialistas proletarios.

En el tercer periodo, desaparece de la escena política la representación


pequeñoburguesa (La Montaña), debilitada en el periodo anterior, y la
que Marx considera la única defensora de la República “frente a [la] conspiración
monárquica”, mientras el Partido del Orden (PO) se descompone y sucumbe con el
Parlamento ante las aspiraciones imperiales de Luis Bonaparte.
En los cortes por periodos Marx parece distinguir el curso que adquiere la escisión
de la burguesía parlamentaria en grandes fracciones, y la transformación que
sufre la República en relación con el predominio parlamentario, que
alternativamente imponen cada una de esas fracciones. De ese modo, entonces, se
observa que en el primer periodo se coaliga toda la burguesía parlamentaria, con la
consecuente unidad política de la clase, y se funda la República Social, en tanto que
el partido “del socialismo, del comunismo”, con Augusto Blanqui a la cabeza, es
“alejado de la escena pública”. El segundo periodo es la “historia de la Asamblea
Nacional Constituyente“, “es la historia de la dominación y de la disgregación de la
fracción burguesa republicana” (32). Bonaparte entra en escena como
protagonista central y en alianza con el PO retira de la escena política a la fracción
republicana que dominó la ANC, después de haber provocado la derrota pública y
parlamentaria de los socialdemócratas.(33)
Finalmente, el tercer periodo es el de la República Constitucional bajo el
predominio y la pérdida de cohesión del PO. Este partido y Bonaparte se enfrentan
sin más mediaciones, en una situación en la que las otras fuerzas políticas están
debilitadas, incluso literalmente disueltas, perdiendo el PO posiciones ministeriales
y en los altos mandos militares.
Se observa, entonces, que el criterio básico para determinar los cortes y
la unidad de cada uno de los periodos se funda en los procesos de escisión y
de restablecimiento de las alianzas entre las fuerzas políticas, de tal modo que en
cada uno alguna fracción (para el caso de la representación parlamentaria de la
burguesía) aparece como predominante en la escena política. Al recurrir a la
expresión “fuera de la escena política”, Marx se está refiriendo no a simples
desplazamientos del foco de atención pública de la lucha política, ni a una simple
retirada táctica voluntaria de las representaciones parlamentarias,(34)sino
a verdaderas derrotas políticas traducidas ya en la pérdida de peso político en el
proceso de toma de decisiones parlamentarias o incluso en la persecución política y
judicial de los principales dirigentes (como en el caso de Blanqui) y de sus medios
de expresión literaria (como lo ejemplifica la nueva ley de prensa que suprimió la
publicación de varios periódicos considerados “revolucionarios”) o bien en la
desintegración del grupo parlamentario.
En el caso de los subperiodos (correspondientes a los periodos segundo y tercero),
el criterio para establecerlos se funda en el modo específico del predominio de cada
fuerza política. Así, en el primer subperiodo (periodo II.1) los republicanos
promueven la represión contra el proletariado.(35) En el segundo subperiodo
(periodo II.2), los republicanos determinan el contenido del proyecto de
Constitución. Y en el tercer subperiodo (II.3), desde la ANC los republicanos se
enfrascan en una lucha abierta contra Bonaparte y el PO, que, finalmente, pierde
en las elecciones del 10 de diciembre de 1848 y de las que Bonaparte resulta
presidente de la República. Los otros subperiodos (periodo III.1, III.2 y III.3) se
establecen con el mismo criterio, pero teniendo como protagonista al PO, que
finalmente se enfrasca en una lucha a muerte con Bonaparte.
La determinación de las fases para el caso único del subperiodo III.3 se
fundamenta en la forma singular como el PO se ve disminuido, progresivamente
debilitado en su lucha frente a Bonaparte. De ese modo, en la fase a (III.3.a) el PO
aparece como la fuerza política predominante en el parlamento, pero pierde el alto
mando sobre el ejército; en la fase b, pierde su mayoría parlamentaria; en la fase
c, pierde representatividad ante la burguesía financiera y, en general, ante la
totalidad de la burguesía que progresivamente se inclinaba, en consecuencia, por el
gobierno de Bonaparte; y en la fase d, ocurre “el ocaso del régimen parlamentario y
de la dominación burguesa”, coronado por la disolución del parlamento mediante
el golpe de Estado.
Los criterios generales de la periodización, en una palabra, están definidos por las
variaciones en la correlación de fuerzas. Pero hemos visto que esas variaciones se
registran con diferentes ritmos bajo la égida de una fuerza política específica, por
lo demás en circunstancias concretas. Es precisamente esta variación específica y
singular de la correlación de fuerzas en una coyuntura histórica de un país
determinado, la que va marcando la pauta para establecer cortes más finos en el
proceso explicativo-reconstructivo de los acontecimientos políticos.
Los puntos de partida y de llegada (dimensión político-temporal) y la identificación
de las fuerzas y de los acontecimientos políticos significativos (dimensión político-
espacial), son importantes en el análisis de coyuntura, en tanto que se traducen en
los acotamientos de la unicidad de la coyuntura como una totalidad histórica, que
condensa las principales contradicciones y que en sí tiene un sentido específico de
progresión. Así, entonces, volviendo al DB, la caída de la monarquía de Luis
Felipe y el golpe de Estado de Bonaparte, son acotamientos de la unicidad de la
coyuntura en un orden principalmente horizontal, pero que indican en sí, de un
lado, el sentido de progresión de los acontecimientos y el tipo de juego político de
las principales fuerzas en la escena política, y de otro lado, los límites histórico-
políticos de esa progresión y de ese juego. La identificación de fuerzas y de
acontecimientos significativos son también acotamientos pero de orden vertical, en
la medida en que políticamente permiten percibir la relevanciay la magnitud
histórica de la coyuntura. Por lo tanto, los acotamientos aquí señalados no se
refieren a una simple determinación de hechos (cuándo empieza y termina la
coyuntura) -aunque ciertamente no se pueda prescindir de esta circunstancia- ni a
una pura catalogación (causal, ideal, a priori, etc.) de los sujetos-actores y de los
acontecimientos.
Basta decir, después de todo, dos cosas:

a) Con De la Garza, que el derrocamiento de la monarquía de Luis Felipe se


constituye en el punto de partida porque “contenía gérmenes de las contradicciones
que se desarrollarían”(36) durante la coyuntura, así como el golpe de Estado se
constituye en punto de llegada porque, a fin de cuentas, resuelve no propiamente la
aspiración imperial de Luis Bonaparte, sino el problema de la búsqueda de
condiciones para propiciar la dominación política conjunta de la burguesía; y
b) que aun con la idea de un Luis Bonaparte “mediocre y grotesco”, Marx nunca
lo elimina de su percepción de los sujetos-actores, puesto que
finalmente personifica la resolución de las aspiraciones burguesas de
dominación conjunta.
El Estado y la clase dominante
Por lo demás, queda claro que la intensidad de las luchas de clases y
el sentido inmediato y mediato que éstas previenen, siempre bajo un esquema
de variaciones y desplazamientosen la escena política, van dibujando los
intersticios de una coyuntura que, por ello, se hace relevante y única. No obstante,
por lo menos en la perspectiva del análisis marxiano, esas luchas y las
transformaciones que de ellas van derivando llegan a trascender la temporalidad y
el espacio coyuntural, al indicar tendencias históricas de largo plazo del tipo
siguiente: la instauración de proyectos hegemónicos asociados a cierta fracción de
clase dominante, el predominio del poder ejecutivo, la capacidad de ejercicio de la
autonomía relativa estatal, etc., cuya racionalidad se explica en la necesidad
lógica e histórica de ejercer la dominación burguesa y de representar a esta clase,
haciendo aparecer su interés particular como el interés general de la nación.
Desde luego, la relación entre el Estado y la burguesía, sobre todo en la actualidad,
no se reduce en una especie de realización instrumental, funcional de aquella
necesidad. La aportación teórica implícita de Marx en el DB va más allá de una
idea simplificada y unilateral sobre el Estado.
Es pertinente agregar aquí, entonces, algunas afirmaciones en torno a esta
cuestión:

a) El Estado constituye la condensación de la correlación de fuerzas, cuyo


desciframiento puede efectuarse a través del análisis coyuntural. No se trata, por lo
tanto, de una condensación “en general”, de carácter abstracto, sino de una
“específica”, en un país y en un momento histórico determinados, que sin embargo
presupone necesariamente las transformaciones históricas del pasado.

b) El Estado no constituye un espacio homogéneo ni monolítico, sino que


está atravesado por las contradicciones de las luchas de clases, y su unidad interna
es siempre heterogénea y fluctuante. Esta particularidad lo hace aparecer ya por
encima de las luchas de clases o ya en función de los intereses de una sola clase o
fracción de clase.
c) La unidad del Estado depende, así, de la variación de la correlación de fuerzas y
de su propia capacidad para “organizar” -de acuerdo con una expresión
poulantziana- los intereses de las diversas clases y fracciones de clases.
d) La “dominación conjunta” de la burguesía, que señala Marx, no significaría otra
cosa que la configuración de la dominación contradictoria de las diversas
fracciones de esa clase, en un proceso inclusivo pero desigual: inclusivo porque la
dominación presupone la subordinación de otras clases y fracciones de clase, bajo
premisas que la reproducen, que la hacen “soportable”; y desigual porque los
intereses de las fracciones de la burguesía son heterogéneos. En relación con el
Estado, el proceso de dominación es inclusivo porque aquél busca representar la
diversidad de intereses, y desigual en la medida en que la mediación estatal
presupone la diferenciación de intereses.
Conclusiones
Aunque en nuestro país se han publicado numerosos estudios con pretensiones de
análisis de coyuntura (del “momento actual”, del “presente”), muchos de ellos de
inspiración marxista, en realidad la mayoría de ellos hacen una referencia
fragmentada, selectiva o incluso anecdótica de la realidad histórica significativa en
cuestión, con características del análisis temático, periodístico o del ensayo.
De acuerdo con los investigadores del Programa de Seguimiento de la Realidad
Mexicana ( PSRMA) (37), el análisis de coyuntura estaría integrado por tres
aspectos básicos: el “seguimiento de proceso” (en el que a veces se queda el trabajo
de análisis periodístico), el “estudio de coyuntura”, propiamente dicho y el “análisis
de periodo”. En este formato de análisis de coyuntura “se ‘sigue’ un proceso
histórico, pero no en general, sino durante un periodo determinado, y se concibe la
coyuntura no como cualquier ‘momento actual’, ni como ‘un mero detalle en el
tiempo’, sino como ‘un punto privilegiado de la historia’, en que el ‘desarrollo
político y económico’ muestra claramente la naturaleza de la lucha de clases y
presenta vías de ‘solución’ para sus contradicciones internas”.(38)
Nicos Poulantzas había definido ya, en 1968, la coyuntura como “el lugar donde
se descifra la relación de las estructuras con el campo de las prácticas”, es decir, de
la imbricación de la economía, de las ideologías y del Estado con la sociedad (las
luchas de clases), y cuyo estudio permite “descifrar la individualidad histórica del
conjunto de una formación (social-nacional)”.(39) De acuerdo con este autor, y
según el tipo de análisis de coyuntura elaborado por el marxismo en general, la idea
del Estado capitalista como “resultado”, “expresión” o “condensación” de la lucha
de clases, tiende a ser el núcleo del análisis. La comprensión de las luchas de clases,
o para decirlo mis elegantemente, de la correlación de fuerzas
necesariamente conduce a entender la especificidad -nacional e histórica- del
Estado; este acto de pensamiento culmina en su explicación considerándolo en dos
vertientes: como Estado en sí (como estructura) y como Estado en relación con la
correlación de fuerzas, según una diferenciación utilizada por Marx al final de su
famosa Introducción General de 1857.
Sobre todo cuando se trata de coyunturas “contemporáneas”, respecto a las que se
logra hacer un seguimiento inédito, y que reflejan además zonas de conflicto, de
ruptura”(40) o de crisis, que tengan que ver con el Estado, el estudio o la
interpretación histórica del periodo histórico en el que aparecen circunscritas
puede llevar a sostener afirmaciones más amplias sobre las posibilidades del
“cambio”, sobre factores que lo impulsan o, por el contrario, que lo restringen, que
le imprimen cierto sentido, etc. Desde este punto de vista, que parecer ser el caso
de Marx, en el DB, el análisis de coyuntura propiciaría avanzar hacia otro tipo de
estudios de la realidad histórica, por ejemplo las reinterpretaciones del pasado (tan
frecuentes, aunque no exclusivas, entre los historiadores), el diseño de escenarios o
la elaboración de modelos de simulación.
En la medida en que el análisis de coyuntura tiene eminentemente un
carácter explicativo-reconstructivo (el caso típico es el de Marx), queda
deslindado de ese otro tipo de estudios, cuya utilidad por lo general llega a coincidir
con diversos círculos de poder político en su interés por la toma de decisiones.
(41) Esto significa que por sí solo el análisis de coyuntura es insuficiente en esos
niveles para proporcionar alternativas para la definición de modelos de elección
política, de estrategias políticas. No obstante, no por ello la calidad o la excelencia
de los resultados del análisis de coyuntura podrían catalogarse como muestra de
“neutralidad ideológica”, tampoco tomarse como garantía de acertadas decisiones
políticas, e inversamente, cuando se trata de resultados de escasa calidad
explicativa-reconstructiva, éstos no necesariamente podrían ser asociados con una
“excesiva” carga ideológica, ni con decisiones erráticas.
Lo inadmisible, sin embargo, desde la posición que privilegia ese carácter
explicativo-reconstructivo, precisamente porque éste propicia una concepción más
amplia y diversa de la realidad histórica, sigue siendo el falso “análisis de
coyuntura” que, promovido y difundido desde algunos círculos de poder político,
busca justificar el curso de los acontecimientos o la toma de decisiones para el
futuro inmediato.

Debe subrayarse que, al contrario de la particularidad explicativa-reconstructiva


del análisis de coyuntura, y aun del tipo de proposiciones complementarias de
cómo pudo ser o de cómo podrá ser la realidad histórica, según la definición
delimitada de una matriz “x” de supuesto,(42) los modelos de simulación, como
caso extremo, se encuentran más vinculados a los procesos de toma de decisiones, y
por lo tanto, a esquemas de definición “abierta” de matrices de supuestos y a un
uso instrumental-operativo de la información previamente conseguida y
clasificada. No obstante, no hay un abismo entre el análisis de coyuntura y los
instrumentos de toma de decisiones para “influir” en el curso de la historia, sino
solamente umbrales más o menos prolongados por los que el analista político
puede ser inducido a transitar.(43)
A final de cuentas, resulta bastante difícil objetar la capacidad que se logra con el
análisis de coyuntura para vincular, en el presente, la comprensión del pasado
inmediato con la necesidad de hacer menos azaroso, previsible el futuro inmediato.
Sin embargo, la realidad histórica no ha podido ser, hasta ahora, contenida en una
especie de recipiente ordenador.

NOTAS

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