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Biodiversidad

Explorando la red vital de la que


formamos parte

Editado
por
Julio Afonso-Carrillo

Actas VI Semana Científica Telesforo Bravo


INSTITUTO DE ESTUDIOS HISPÁNICOS DE CANARIAS
2011
© Los autores
© De esta edición: 2011, Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias,
C/. Quintana, 18. Puerto de la Cruz, Tenerife,
Islas Canarias, E-38400.

Diseño de la cubierta:
:rec retoque estudio creativo
www.retoqueec.com

Primera edición: octubre 2011

Imprime:
Producciones Gráficas, S.L.
Pol. Ind. Los Majuelos
C/Tijarafe, Nave II, Puerta 2
Tlf: 922 821 517

Depósito Legal: TF-1999/2011

ISBN: 978-84-615-3089-2

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Presentación
Biodiversidad es el hermoso término con el que se hace referencia al
conjunto de seres vivos de la Tierra, a sus ecosistemas y a las diferencias
genéticas dentro de cada especie. La actual biodiversidad es el resultado de
miles de millones de años de evolución de acuerdo a procesos naturales,
pero también consecuencia de la creciente influencia del comportamiento
de uno de sus componentes, la especie humana. La evolución ha propiciado
que en la actualidad Homo sapiens se haya convertido en la especie
dominante y la presión de sus actividades sobre el resto de la biodiversidad
del planeta ha crecido exponencialmente con el paso del tiempo y está
alcanzando niveles altamente preocupantes, puesto que incluso llegan a
cuestionar su propia supervivencia. Por todo ello, no deberíamos olvidar
que somos un elemento más de esa afortunada coincidencia que es la vida,
y que también formamos parte de esa monumental red de organismos vivos
que ocupan espacios y compiten por recursos limitados en un planeta que
compartimos.
Hoy asumimos que gran parte de los cambios ambientales producidos
en la Tierra parecen ser una consecuencia más o menos directa de la
Revolución Industrial iniciada a mediados del siglo XVIII. Sin embargo, es
importante recordar que algunos efectos significativos sobre el medio
ambiente relacionados con el hombre se remontan, al menos, hasta unos
ocho mil años, desde el momento en que hizo aparición la agricultura. El
desarrollo de la agricultura y la ganadería permitieron la dispersión de la
especie humana por todos los continentes, pero las modificaciones
ambientales que propició (acaparamiento de suelo para la agricultura,
cacerías repetitivas en un mismo territorio) parecen ser responsables, al
menos en parte, de una serie de extinciones que afectaron principalmente a
grandes mamíferos y aves terrestres. Desde entonces el hombre no ha
cesado de ocasionar cambios progresivos en el medio natural, hasta
alcanzar la situación que contemplamos en la actualidad.

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En el presente tiempo, y como consecuencia directa de las actividades
humanas, hablamos de temas como el calentamiento global, una
consecuencia tanto de las emisiones de dióxido de carbono producto de la
quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas), como de la brutal
deforestación que ha sufrido el planeta. Las actividades humanas han tenido
un impacto global tan significativo sobre los ecosistemas terrestres, que
algunos científicos están usando el término ‘Antropoceno’ para describir el
actual período en la historia terrestre. El término fue acuñado en el año
2000 por el premio Nobel de química Paul Crutzen para quien la influencia
del comportamiento humano sobre la Tierra ha sido tan importante como
para dar nombre a una nueva era geológica. Sin embargo, aunque la
humanidad está alterando el planeta de una manera muy obvia (más de un
tercio de la superficie ha sido transformada por la agricultura, y hormigón y
ladrillo extienden asentamientos humanos e industria), el cambio más
importante que estamos provocando resulta invisible e incluso inofensivo a
corto plazo. Se trata de la alteración de la composición de nuestra atmós-
fera, que provocará un calentamiento progresivo del planeta que conducirá
a una nueva extinción masiva, como las ocurridas en el pasado.
Por ello, existe una urgente obligación a nivel mundial de conciliar la
preservación futura de la biodiversidad con el progreso humano. Esta
necesidad fue reconocida oficialmente por la Cumbre de la Tierra celebrada
por Naciones Unidas en Río de Janeiro en 1992, y a partir de entonces,
aunque hemos comenzado a hablar de ‘desarrollo sostenible’, continuamos
comportándonos colectivamente de manera nada sostenible.
Con el fin de concienciar sobre esta grave problemática, la Asamblea
General de la ONU instituyó el 22 de mayo (día en que se aprobó en
Nairobi el Convenio internacional sobre la Diversidad Biológica) como
‘Día Internacional de la Biodiversidad’, y posteriormente declaró el año
2010 ‘Año Internacional de la Diversidad Biológica’. Los objetivos de esta
iniciativa internacional a desarrollar a lo largo del año se centraban en
destacar la importancia de la biodiversidad en la vida humana, en
reflexionar sobre los logros alcanzados en temas de conservación, y en
alentar para redoblar esfuerzos con el propósito de reducir el actual ritmo de
pérdida de biodiversidad.
Aunque la alteración y pérdida de biodiversidad es un problema global,
su incidencia no es la misma en todos los lugares, siendo particularmente
sensibles los territorios insulares que están aislados y sometidos a una
elevada presión. El alto valor de la biodiversidad canaria, la fragilidad de
los ecosistemas insulares y su alta vulnerabilidad frente a las perturbaciones
provocadas por las actividades humanas son tres principios que hoy se
aceptan sin discusión, y resultan muy adecuados para núcleo argumental de
la semana científica. Desafortunadamente, durante 2010, el año dedicado a
la diversidad biológica, fue promulgada una nueva ley autonómica, el

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Catálogo Canario de Especies Protegidas, que resultó muy contestada por
amplios sectores de la comunidad científica y de la población, porque en
ella se dejaba sin protección, o se reducía la categoría, a especies que
estaban contempladas en la ley anterior. Una clara evidencia de que aún no
se ha conseguido desarrollar una conciencia colectiva sobre la necesidad de
frenar las pérdidas en biodiversidad que ocurren en la actualidad.
El Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias decidió sumarse a la
iniciativa internacional en defensa de la diversidad biológica, y eligió como
lema para la VI SEMANA CIENTÍFICA TELESFORO BRAVO: ‘Biodiversidad:
explorando la red vital de la que formamos parte’. De este modo, el ciclo
se diseñó como un foro de encuentro y discusión sobre la temática del año
internacional que estaba a punto de finalizar, utilizando los argumentos
aportados por la esplendida biodiversidad presente en las islas Canarias.
También manteníamos el espíritu de homenaje al profesor Telesforo Bravo,
un naturalista que conocía y amaba la naturaleza canaria de una manera
profunda.
Las actividades de la VI SEMANA CIENTÍFICA TELESFORO BRAVO se
iniciaron con la presentación en el IEHC, el miércoles 17 de noviembre, de
las actas de la V Semana Científica Telesforo Bravo, reunidas en el libro
‘Volcanes: mensajeros del fuego, creadores de vida, forjadores del
paisaje’. La presentación fue realizada por el doctor Nemesio Pérez Rodrí-
guez, Geoquímico, Director de la División de Medio Ambiente del ITER
(Instituto Tecnológico de Energías Renovables de Tenerife).
Entre el lunes 22 y el viernes 26 de noviembre se desarrolló el
programa del ciclo en el salón de actos de nuestra sede, con conferencias
diarias en horario de 19:30 a 21:00 horas. Las conferencias impartidas
fueron las siguientes:

Lunes, 22 noviembre 2010.


José María Landeira Sánchez: “Plancton: un universo marino diverso
y desconocido”.

Martes, 23 noviembre 2010.


Esperanza Beltrán Tejera: “Los hongos: notables protagonistas en la
biodiversidad canaria”.

Miércoles, 24 noviembre 2010.


Leopoldo Moro Abad: “Babosas marinas de Canarias”.

Jueves, 25 noviembre 2010.


Wolfredo Wildpret de la Torre: “Reflexiones sobre la biodiversidad
de Canarias”.

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Viernes, 26 noviembre 2010.
Javier Reyes Hernández: “Sebadales: explosión de biodiversidad en
desiertos de arena submarinos”.

La presente publicación reúne el conjunto de exposiciones científicas


realizadas en la sede del IEHC en las diferentes sesiones que abarcaron el
ciclo de conferencias.
En la primera sesión, José María Landeira nos introdujo en el
apasionante mundo de uno de los grupos de organismos más importantes
para el mantenimiento de la vida en el planeta y que, curiosamente, es uno
de los más desconocidos para el gran público: el plancton. A pesar de su
importancia como productores de oxígeno, en la captación de exceso de
dióxido de carbono que da lugar al efecto invernadero, y como alimento
fundamental para muchas especies de interés pesquero, la comunidad
planctónica ha sido escasamente divulgada. El doctor Landeira nos mostró
detalles de algunos de estos organismos que presentan unas formas
extrañas, casi monstruosas, pero que son grandes aliados para el correcto
funcionamiento del planeta Tierra.
En la segunda sesión, Esperanza Beltrán nos descubrió la notable
contribución de los hongos a la biodiversidad de las islas Canarias, en la
que se han catalogado cerca de dos mil especies. Los hongos son un grupo
de importancia extraordinaria para la biosfera por su papel como biode-
gradadores de los restos orgánicos. Algunos hongos son conocidos por las
propiedades gastronómicas de muchas setas, pero además, la profesora
Beltrán nos informó sobre su importancia en procesos industriales, como
las levaduras utilizadas en la elaboración del pan, el vino o la cerveza, en la
fabricación de ciertos tipos de quesos, o en la producción de antibióticos,
vitaminas y medicamentos; y también de los perjudiciales que estropean
alimentos y objetos manufacturados, o son patógenos de cultivos, animales
y hombre. En Canarias, los hongos están presentes en todos los hábitats de
los distintos pisos bioclimáticos, desde el cinturón halófilo costero, hasta las
formaciones vegetales de la alta montaña.
La tercera sesión corrió a cargo de Leopoldo Moro Abad quien dedicó
su intervención a recrearnos con el mundo de un fascinante grupo de
moluscos, las denominadas babosas marinas (opistobranquios). La variedad
morfológica que exhiben los opistobranquios los convierte en uno de los
organismos más vistosos y sorprendentes que viven en los fondos marinos,
y sus estructuras muy llamativas y sus órganos especializados pueden variar
de acuerdo con sus estrategias y modos de vida. En la preparación del
artículo que aquí aparece publicado, Leopoldo Moro ha querido contar con
la participación de Juan José Bacallado y Jesús Ortea, con los que ha
realizado sus investigaciones sobre las babosas marinas, y que de este modo
se unen también al homenaje a Telesforo Bravo.

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Wolfredo Wildpret de la Torre, meses después galardonado con el
Premio Canarias 2011 en la categoría de Investigación e Innovación,
intervino en la cuarta jornada y nos mostró, además de sus brillantes
reflexiones sobre la biodiversidad canaria, un documentado paseo histórico
sobre importantes personalidades relacionadas con el mundo de la
biodiversidad que pasaron una etapa de su vida en el Puerto de la Cruz. El
profesor Wildpret nos explicó que si la actual crisis de la biodiversidad
sigue siendo ignorada y continúan reduciéndose los hábitats naturales
perderemos al menos la cuarta parte de las especies de la Tierra. Se trata de
un fenómeno que no es novedoso puesto que en el pasado la vida del
planeta se empobreció brutalmente en al menos cinco acontecimientos. El
actual retroceso de la biodiversidad se debe al deterioro y fragmentación de
hábitats, introducción de especies invasoras, explotación inadecuada de
especies, contaminación, modificación del clima y proliferación de
monocultivos. Según Wildpret, para un territorio como Canarias, punto
caliente de biodiversidad, las pérdidas resultarán importantísimas.
La quinta sesión, a cargo de Javier Reyes, consistió en un minucioso
análisis de los sebadales mostrándonos las principales características de su
distribución en los fondos canarios, su comportamiento a lo largo del año,
así como, la flora y la fauna asociadas a sus hojas, rizomas y raíces. La rica
biodiversidad que albergan los sebadales los convierte en uno de los
ecosistemas marinos más productivos colonizando fondos de arenas
estables en los que configuran auténticos oasis de biodiversidad. Según
Reyes, en estas praderas se establecen redes tróficas complejas en las que
participan muchas especies de algas y de animales, tanto vertebrados como
invertebrados, y todos ellos dependen, directa o indirectamente, de la seba,
Cymodocea nodosa. Sin embargo, como está ocurriendo en la mayoría de
los ecosistemas, la presión ejercida por el hombre está ocasionando
desequilibrios que rompen su estado natural y provocan procesos de
regresión irreversibles.
Como en las ediciones previas, en la organización del ciclo de
conferencias participaron por parte del Instituto de Estudios Hispánicos de
Canarias, Jaime Coello Bravo, Jerónimo de Francisco Navarro, Iris
Barbuzano Delgado y el autor de estas líneas. La Fundación Telesforo
Bravo–Juan Coello, representada por Jaime Coello Bravo, contribuyó
también de forma significativa a la organización de la semana de
conferencias.
Como en años precedentes, tanto las jornadas como la presente
publicación, han contado con el patrocinio de la FUNDACIÓN MAPFRE
GUANARTEME. Nuestro sincero agradecimiento a nuestros patrocinadores,
puesto que su colaboración ha sido y es fundamental para mantener este
continuado proyecto de tributo a Telesforo Bravo que con este libro finaliza
su sexta edición. También es necesario dejar constancia de agradecimiento

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a todos los conferenciantes, no sólo por aceptar la invitación para participar
en la semana científica, sino además por brindarse a preparar, desintere-
sadamente, los artículos que aparecen publicados en estas páginas. Final-
mente, el cariño con que cada año es acogida esta iniciativa de recuerdo al
profesor Bravo por parte de nuestros socios y personas preocupadas por la
naturaleza, quedó reflejada en la asistencia de público a las jornadas. A
todos, el agradecimiento del IEHC.
Por último, dejamos constancia de que esta publicación es un homenaje
de reconocimiento y de recuerdo por parte del IEHC hacia el profesor
Telesforo Bravo.

Julio Afonso Carrillo


Vicepresidente de Asuntos Científicos del IEHC

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ÍNDICE
Págs.

1. Plancton: un universo marino diverso y desconocido,


por JOSÉ MARÍA LANDEIRA ........................................................ 11 – 27

2. Los hongos: notables protagonistas en la biodiversidad canaria,


por ESPERANZA BELTRÁN TEJERA .............................................. 29 – 69

3. Babosas marinas de las islas Canarias,


por LEOPOLDO MORO, JUAN JOSÉ BACALLADO
Y JESÚS ORTEA .......................................................................... 71 – 111

4. Reflexiones sobre la biodiversidad canaria en el año internacional


de la biodiversidad,
por WOLFREDO WILDPRET DE LA TORRE ..................................113 – 158

5. Sebadales: explosión de biodiversidad en desiertos de arena


submarinos,
por JAVIER REYES ......................................................................159 – 187

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Biodiversidad: explorando la red vital de la que formamos parte
Actas VI Semana Científica Telesforo Bravo
Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias

1. Plancton: un universo marino


diverso y desconocido

José María Landeira

Département Dynamique de l’Environnment Côtier (DYNECO),


IFREMER, Centre Bretagne, B.P. 70,
F-29280, Plouzané, France.

En la actualidad, el grupo de los organismos planctónicos es


un verdadero desconocido para la mayoría de las personas. A
pesar de su importancia como productores de oxígeno (O2), en la
captación de exceso de dióxido de carbono (CO2) que da lugar al
efecto invernadero, y como alimento esencial para muchas
especies de interés pesquero, es poca la atención que el público en
general ha prestado a esta comunidad. El plancton está formado
por unos organismos que presentan unas formas extrañas, casi
monstruosas, pero que sin lugar a dudas son grandes aliados para
el correcto funcionamiento del planeta Tierra.

Introducción

Si nos dijeran que imaginásemos un paisaje relacionado con el mar y


con los organismos que habitan en él, nos llegarían mil imágenes llenas de
vida y colorido. Muy probablemente, pensaríamos en esas imágenes
espectaculares de arrecifes de coral que habitualmente vemos en los
documentales de televisión, en las que abundan peces de innumerables
colores, así como extraños invertebrados que han adaptado su forma
corporal para mimetizarse con el medio y pasar inadvertidos para sus
depredadores. En las islas Canarias los paisajes marinos que imaginaríamos
serían los blanquizales o los sebadales. Los blanquizales son ecosistemas
típicos de fondos rocosos en los que el efecto ramoneador de herbívoros
como el erizo de púas largas, Diadema aff. antillarum, sólo permite el
crecimiento de algas calcáreas costrosas que confieren un color blanquecino

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a estos paisajes. Los sebadales son ecosistemas característicos de los fondos
arenosos y muy sensibles a las perturbaciones medioambientales. Éstos
constituyen ‘praderas submarinas’ que, debido a su gran desarrollo bajo el
sedimento, juegan un papel muy importante en la estabilización del fondo
arenoso móvil. Además, su sistema foliar juega un papel clave para el
asentamiento de invertebrados, constituyendo un lugar de cría idóneo para
numerosas especies.
De una forma u otra, estamos más familiarizados con paisajes ligados
al fondo del mar, al bentos. Sin embargo, si nos fijamos en la inmensidad
de los océanos nos daremos cuenta que realmente tenemos una idea muy
sesgada de la vida en el mar. La columna de agua de los mares y océanos es
una inmensa matriz que da soporte y permite el desarrollo de increíbles
formas de vida, menos conocidas y muchas veces menos evidentes, que
constituyen el pelagos. Dentro del pelagos existen dos comunidades bien
diferenciadas, el necton y el plancton.
El presente trabajo tiene por objetivo aproximarnos de forma sencilla al
maravilloso mundo del plancton, describiendo así sus componentes
principales: virioplanton, bacterioplancton, fitoplancton y zooplancton.
Asimismo, se hará especial hincapié en la importancia cualitativa y
cuantitativa que los organismos planctónicos tienen sobre el
funcionamiento óptimo de los ecosistemas marinos y de los océanos en toda
su extensión.

¿Qué es el plancton?

Existe una infinidad de definiciones para el concepto de plancton, las


cuales han intentado agrupar a los distintos organismos que componen esta
comunidad, tanto por sus afinidades taxonómicas, como por su talla, su
distribución batimétrica y latitudinal, e incluso por sus características en
contenido hídrico corporal. El origen griego de la palabra plancton
(πλαγκτός, plagktós) y su significado "errante, vagabundo", nos permite
comprender de forma sencilla en qué consiste este grupo de organismos. De
forma muy general, evitando tecnicismos, podemos definir el plancton
como el conjunto de organismos que viven en la columna de agua sin
capacidad natatoria para contrarrestar las corrientes marinas. Es esta
incapacidad para contrarrestar la dinámica marina mediante la natación lo
que diferencia al plancton del otro grupo de organismos que habitan el
mundo pelágico, el necton. En este último grupo, el cual no va a ser tratado
en este trabajo, quedan englobados aquellos organismos de gran talla y con
potentes estructuras destinadas a la natación como son las tortugas, los
peces pelágicos (tiburones, atunes, sardinas, caballas, etc.), los delfines y
las ballenas.

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Teniendo en cuenta esta definición, el plancton está constituido por una
inmensa variedad de organismos, que pueden medir desde menos de una
micra a varios metros de longitud, lo que, sin lugar a dudas, dificulta mucho
el estudio global de toda la comunidad (Tabla 1).

Tabla 1. Clasificación del plancton marino en función de su talla (Sieburth et al.,


1978).

Rango de tallas Grupos Taxonómicos


Megaplancton > 2×10−2 m Zooplancton: medusas, pirosómidos, ctenóforos
Macroplancton 2×10−3→2×10−2 m Zooplancton: eufausiáceos, quetognatos, medusas
Mesoplancton 2×10−4→2×10−3 m Zooplancton: copépodos, cladóceros, etc.
Microplancton 2×10−5→2×10−4 m Fitoplancton, zooplancton pequeño
Nanoplancton 2×10−6→2×10−5 m Fitoplancton pequeño
Picoplancton 2×10−7→2×10−6 m Bacterioplancton
Femtoplancton < 2×10−7 m Virioplancton

Virioplancton y bacterioplancton

Como es de suponer, el virioplancton y el bacterioplancton son una


fracción microscópica compuesta por virus y bacterias (Fig. 1). Aunque los
virus no están considerados estrictamente como seres vivos, son estudiados
como el grupo más simple de los que constituyen el plancton. Se trata de
los organismos más desconocidos del plancton, a pesar de que en las
últimas décadas ha surgido gran interés por su papel clave en las cadenas
tróficas marinas. Las bacterias son más conocidas y explotan muchos
nichos ecológicos, ya que las hay tanto autótrofas (fotosintéticas y
quimiosintéticas) como heterótrofas. Por otra parte, los virus son las
entidades biológicas más abundantes de los océanos, alcanzando en capas
superficiales densidades de 1010 virus por litro (entre 5 y 25 veces la
abundancia bacteriana). A pesar de estas altas densidades no son
perjudiciales para el hombre, ya que principalmente infectan a bacterias y al
fitoplancton, ejerciendo un control de sus poblaciones. Además mediante la
lisis liberan al medio el contenido de las células infectadas y, lo que
favorece la recirculación rápida de nuevos nutrientes y vitaminas en el
medio (Fuhrman, 1999).
En aguas pobres en nutrientes (aguas oligotróficas) como las que
rodean a las islas Canarias el bacterioplancton fotosintético juega un papel
muy importante en la producción primaria. En estos ambientes son muy

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abundantes las especies de Synechococcus y de Prochlorococcus (Bode et
al., 2001; Agustí, 2004).

Fig. 1. Imagen de una muestra microscópica de plancton marino. Virus (a, b),
bacterias (c, d).

Fitoplancton

Este grupo de organismos es el conocido como el plancton vegetal.


Está compuesto por microalgas que, en su mayoría, son autótrofas
fotosintéticas. Es decir, utilizan la luz del sol como fuente de energía. El
fitoplancton, por tanto, se concentra en los primeros metros de la columna
de agua y desaparece en las profundidades donde la luz se atenúa y se
pierde por completo. La actividad fotosintética del fitoplancton tiene un
papel crucial en el mantenimiento de la vida en el planeta Tierra, ya que
conjuntamente produce alrededor del 50-70% del oxígeno que respiramos.
Con frecuencia se atribuye el calificativo de pulmones del planeta a los
grandes bosques, como el Amazonas, sin embargo, son los océanos los que
contribuyen en mayor medida a la producción del ‘gas vital’. Además, la

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actividad fotosintética de la biomasa fitoplanctónica capta gran parte del
exceso de dióxido de carbono (CO2) que producimos los humanos y que es
el causante del ‘efecto invernadero’ y, en consecuencia, del cambio
climático. La comunidad científica cree que el fitoplancton absorbe entre el
30-50% del CO2 generado por el uso de combustibles fósiles. Sin este claro
efecto beneficioso, los niveles atmosféricos de CO2 actuales de 392 partes
por millón (ppm), probablemente estarían alrededor de 550-600 ppm.
El fitoplancton es un productor primario y eslabón basal en las cadenas
tróficas marinas. Constituye el alimento principal del zooplancton y el
sustento de muchos peces, que son el objetivo de las principales pesquerías
industriales a lo largo y ancho del planeta. Los principales componentes del
fitoplancton son las diatomeas, los dinoflagelados y las cocolitoforáceas.
Todas estas microalgas tienen en común el contar con espectaculares
cubiertas inorgánicas (Fig. 2). En las diatomeas, la pared celular de sílice
(frústulo) tiene forma de una diminuta cajita y muestra una ornamentación
singular que permite reconocer a las especies. En los dinoflagelados las
células cuentan con dos flagelos diferentes que les confieren un movimiento
característico y algunas especies están recubiertas con placas de celulosa
formando una especie de armadura denominada teca. Por último, las
cocolitoforáceas están recubiertas por unas placas calcáreas llamadas
cocolitos también de una extraordinaria belleza. Por su tamaño, la mayor
parte de las diatomeas y los dinoflagelados están incluidos en el
microplancton, sin embargo, las cocolitoforáceas son mucho más pequeñas
y características del nanoplancton. Aunque en las aguas de Canarias se han
catalogado unas quinientas especies fitoplanctónicas, todavía es una
información incompleta. Las especies más frecuentes son algunas
diatomeas de los géneros Pseudo-nitzschia y Chaetoceros, los
dinoflagelados Amphidinium acutissimun y Gymnodinium simplex, y las
cocolitoforáceas Gephyrocapsa ericsonii y Emiliania huxleyi (Abrantes et
al., 2002; Gil-Rodríguez et al., 2003; Ojeda, 2005).
La mayoría de los organismos fitoplanctónicos son demasiado
pequeños para ser observados a simple vista (Tabla 1). Sin embargo,
cuando se producen las condiciones óptimas para su crecimiento, las
densidades de estas microalgas aumentan tanto (pueden alcanzar el millón
de microalgas por mililitro) que el agua adquiere la coloración de los
pigmentos contenidos en sus células. Las proliferaciones masivas suelen
producirse por una única especie, pero son muchas las especies que tienen
la capacidad de generar estos fenómenos. Entre ellas se destacan las
pertenecientes a los géneros Pseudo-nitzschia, Alexandrium, Noctiluca y
Karenia.
En ocasiones, las especies responsables de estos fenómenos liberan
toxinas que, debido a las altas densidades, pueden desencadenar
mortalidades masivas de peces, crustáceos y moluscos. Debido a que la

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mayor parte de estos eventos nocivos son producidos por especies que tiñen
el agua de un color rojo-marrón se les llama coloquialmente ‘mareas rojas’.
La contaminación del marisco por muchas de estas toxinas es un problema
común y grave porque su consumo puede provocar grandes trastornos
musculares y neurológicos en el hombre, incluso pudiendo producir la
muerte. Por este motivo, existen rigurosos sistemas de vigilancia para
detectar estos fenómenos y medidas de prevención alimentarias y sanitarias
(Diersing, 2009).

Fig. 2. Fitoplancton. Imágenes de especies representativas del fitoplancton:


Diatomeas: (A) Actinoptychus senarius, (B) Chaetoceros danicus, (C) Thalassiosira
norden, (D) Lauderia annulata, (E) Chaetoceros curvisetus, (F) Skeletonema
costatum. Dinoflagelados: (G) Dinophysis sp., (H) Gonyaulax sp., (I) Noctiluca sp..
Cocolitoforáceas: (J) Gephyrocapsa ericsonii, (K) Coccolithus pelagicus, (L)
Emiliana huxleyi. Fuente (http://www.biol.tsukuba.ac.jp).

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Por el contrario, otros tipos de proliferaciones masivas no tienen
efectos nocivos para los ecosistemas. En concreto, las producidas por las
microalgas del género Noctiluca producen uno de los fenómenos más
impactantes que podemos contemplar en el mar. Noctiluca posee una
enzima, la luciferasa, que debido a su agitación y en presencia de oxígeno
reacciona produciendo un destello luminoso. Durante la noche y con altas
densidades de estas microalgas, la superficie del mar se ilumina completa-
mente con una fosforescencia azulada. En las islas Canarias se han
detectado mareas rojas, pero éstas han sido siempre inocuas y locales.
El fitoplancton, aparte de su importancia como productor primario y
elemento basal en las cadenas tróficas marinas, es un recurso en auge para
nuestra sociedad. En los últimos años ha crecido el interés por parte del
sector científico-industrial, siendo actualmente punta de lanza de la
biotecnología marina. El fitoplancton actualmente tiene una infinidad de
aplicaciones en: acuicultura (alimento para el cultivos de muchas especies
durante sus fases larvarias), tratamiento de aguas residuales, fertilizantes
para la agricultura, biomedicina y farmacología (dietas adelgazantes,
control del colesterol, antifúngicos, antitumorales, etc.) o complementos
alimentarios (vitaminas, aminoácidos, etc.).

Zooplancton

Es el grupo denominado coloquialmente como plancton animal. El


rango de tallas del zooplancton es muy amplio. Podemos observar desde
organismos con un tamaño del orden de decenas de micras (microplancton),
como es el caso de los radiolarios, foraminíferos y tintinoideos, hasta
organismos, como los pirosómidos, que pueden alcanzar tallas de hasta 4
metros de longitud (megaplancton). Otros grupos, como las medusas y
ctenóforos, también pueden llegar a presentar grandes dimensiones. Sin
embargo, el zooplancton más conocido es aquel que forma parte del
mesoplancton (Tabla 1). En esta fracción se encuentran los ostrácodos,
eufausiáceos, copépodos, quetognatos, poliquetos, sálpidos y moluscos
pterópodos y heterópodos (Fig. 3).
En las islas Canarias la biodiversidad del zooplancton ha sido objeto de
numerosos estudios. Desde las primeras campañas realizadas por
investigadores europeos a finales del siglo XIX y principios del siglo XX,
hasta la actualidad donde los centros de investigación locales de la
Universidad de La Laguna, el Museo de la Naturaleza y el Hombre, el
Instituto Español de Oceanografía y la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria) han tomado protagonismo, una infinidad de especies
zooplanctónicas han sido citadas para las aguas de las Islas. En concreto, la
última revisión de Lozano-Soldevilla et al. (2009) asciende la cifra a más de
1000 especies. Esto convierte al archipiélago canario en una región

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relativamente bien conocida, aunque con una potencialidad de mayor
biodiversidad, si consideramos que muchos grupos taxonómicos no han
sido estudiados en detalle.

Fig. 3. Zooplancton: (A) Aspecto general de una muestra de zooplancton. Imágenes


de grupos taxonómicos representativos del zooplancton: (B) foraminíferos, (C)
radiolarios, (D) tintinoideos, (E) ctenóforos, (F) cnidarios, (G) moluscos, (H)
poliquetos, (I) anfípodos, (J) ostrácodos, (K) cladóceros, (L) copépodos, (M)
eufausiáceos, (N) quetognatos, (O) salpas, (P) pirosómidos.

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Los copépodos suelen ser porcentualmente el grupo más abundante,
alcanzando valores entre el 60-90% de toda la comunidad zooplanctónica.
Además su abundancia es tal que están considerados como los metazoos
más abundantes del planeta, sobrepasando incluso a los nemátodos e
insectos. Los eufausiáceos, más conocidos como krill, también pueden
alcanzar concentraciones asombrosas. En el Océano Polar Antártico una
sola especie de eufausiáceo, Euphausia superba, supone una biomasa total
de unas 500 millones de toneladas, doblando así la de los humanos. El krill
se distribuye de tal forma que puede presentar densidades muy elevadas (20
kg/m3). Esto tiene grandes repercusiones ecológicas, ya que suponen una
importante fuente de alimento para organismos superiores en la cadena
trófica como las ballenas, pingüinos, peces y cefalópodos. El krill es el
principal herbívoro en estas latitudes, por lo que constituye el eslabón
intermedio que traspasa la materia generada por el fitoplancton a estos
eslabones superiores. Su composición, rica en ácidos grasos omega 3 y
proteínas, así como la facilidad de pesca, ha permitido el establecimiento de
una pesquería estable por parte de las flotas rusa y japonesa. Los barcos que
utilizan son arrastreros y emplean una red especial para la captura de hasta
8 toneladas al día. La industria del krill está dirigida a la producción de
alimento para acuicultura y acuariología, carnada para pesca deportiva,
complementos alimentarios y aceites ricos en omega 3. Además, en Japón
se consume directamente y es conocido como okiami (オキアミ).

Meroplancton

Como hemos visto con anterioridad, el zooplancton está compuesto por


aquellos animales que viven en la columna de agua sin capacidad para
contrarrestar las corrientes. Los organismos que citamos anteriormente
(quetognatos, eufausiáceos, copépodos, etc.) pasan toda su vida dentro del
plancton, sin embargo, existe otro grupo de organismos que sólo están en el
plancton de forma temporal, por un periodo determinado en su ciclo de
vida. Este grupo es el meroplancton y está formado principalmente por las
larvas de los organismos que habitan el fondo del mar, el bentos.
Los animales que estamos acostumbrados a ver en los charcos y playas
(peces, erizos, estrellas de mar, cangrejos, camarones, etc.) tienen un
complejo ciclo de vida que incluye la liberación de huevos al mar abierto
que se irán desarrollando en diferentes formas larvarias de vida planctónica
para, después de varias metamorfosis, regresar al fondo del mar y continuar
su vida bajo la forma con la que normalmente la conocemos. Las larvas que
encontramos en el plancton tienen una apariencia muy diferente a la que
tienen los adultos, lo que dificulta mucho la identificación de éstas (Fig. 4).
Para solventar estos problemas, se capturan hembras ovígeras y cuando
liberan la puesta se realiza el cultivo larvario. Con esas larvas, se describe

19
de forma detallada su morfología y así se puede disponer de una referencia
para poder reconocerlas en las muestras del plancton. Una familia de
camarones poco conocida, desde este punto de vista, era Pandalidae. Para
solventar estos problemas, pude realizar varios cultivos donde describí la

Fig. 4. Imágenes de grupos taxonómicos representativos del meroplancton: (A)


cefalópodos, (B) cirrípedos, (C) equinodermos, (D) poliquetos, (E) peces, (F)
decápodos.

20
morfología de los diferentes estados larvarios de Plesionika narval, P.
edwardsii y Heterocarpus ensifer (Landeira et al., 2009a, 2009d, 2010).
Gracias a estos trabajos, en la actualidad se pueden reconocer estas especies
cuando están presentes en el plancton en forma de larvas.
La fase larvaria o planctónica es el periodo más delicado de la vida de
estos organismos. Durante esta fase se produce la mayor tasa de mortalidad
natural, debido a la alta depredación por parte de otros organismos, a
carencias nutricionales y al estrés térmico o de salinidad. Esta elevada
mortalidad puede alcanzar el 99% de las larvas iniciales, lo que supone que
muy pocas larvas vuelven a la costa para formar parte de las poblaciones.
Sin embargo, este periodo planctónico supone también el momento en el
que pueden dispersarse con mayor facilidad y colonizar nuevos hábitats,
ampliando el tamaño de las poblaciones y el rango de distribución de las
especies (Cowen et al., 2000).
También he tenido la oportunidad de estudiar la influencia de las
condiciones oceanográficas sobre la distribución espacial de las larvas de
invertebrados en las islas Canarias. Se puede decir que las aguas de las islas
Canarias son un verdadero laboratorio oceánico único en el mundo para el
estudio del plancton. Esto es debido a la presencia de una fuerte y variada
actividad oceanográfica de tipo mesoescalar.
La abrupta topografía de las islas supone un obstáculo para la Corriente
de Canarias y los vientos Alisios que llegan desde el noreste. Por este
motivo su paso genera grandes perturbaciones que se ven reflejadas a modo
de remolinos y estelas cálidas a sotavento de las islas. Muchos de estos
remolinos quedan atrapados entre las islas de Fuerteventura y Gran Canaria
y la costa africana. El movimiento ciclónico o anticiclónico de estos
remolinos puede dragar agua aflorada africana desplazándola mar adentro,
hacia el oeste, a modo de “lenguas o filamentos”. Por lo tanto, remolinos,
estelas cálidas y filamentos aparecen simultáneamente al sur de las islas en
un espacio relativamente reducido.
He podido comprobar que estas estructuras mesoescalares juegan un
papel clave en la distribución de las larvas de invertebrados. En concreto, la
estela cálida del sur de Gran Canaria caracterizada por presentar débiles
corrientes y elevadas temperaturas supone una zona de retención larvaria.
Las elevadas concentraciones de larvas en esta zona contrastan notable-
mente con las encontradas en los canales que quedan entre las islas debido a
la gran aceleración de la corriente que se produce allí. Además, he podido
constatar que en los remolinos oceánicos no sólo abundan las larvas de
crustáceos pelágicos (sergéstidos, oplofóridos y pandálidos) sino también
las de especies costeras. Esto sugiere que tanto las estelas cálidas como los
remolinos actúan como mecanismos específicos de retención larvaria para
el mantenimiento de las poblaciones insulares canarias. Por otra parte, los
filamentos de afloramiento actúan como vehículos que favorecen la

21
dispersión larvaria (Landeira et al., 2009b, 2009c). He observado que los
filamentos transportan larvas de invertebrados de origen africano hacia
regiones oceánicas, a cientos de kilómetros de sus poblaciones natales. En
este trayecto, algunas de estas larvas llegan a las costas de las islas,
mezclándose con las propias larvas canarias. Este hecho demuestra que los
filamentos de afloramiento juegan un papel clave en el mantenimiento de
un flujo genético entre las poblaciones canarias y africanas. Asimismo, se
deduce que los filamentos han intervenido en el poblamiento no sólo de la
biota marina sino también de la terrestre, lo que abre nuevas líneas de
investigación para la biogeografía insular del archipiélago canario
(Landeira et al., 2011).

Adaptaciones a la vida pelágica

Vivir suspendido en la columna de agua puede resultar complicado


para los organismos del plancton. Además, mantener la posición y
contrarrestar la sedimentación supone un coste energético muy elevado.
Esto ha forzado la incorporación de adaptaciones específicas para la vida
planctónica a lo largo de la evolución. Para evitar la sedimentación muchos
organismos planctónicos, como es el caso de las medusas y ctenóforos, han
incorporado gran cantidad de agua en sus tejidos (hasta el 90% del peso
total) para igualar su densidad corporal a la del medio y así flotar sin casi
tener que nadar. Otros, como los copépodos, sifonóforos, moluscos y
eufausiáceos, almacenan gotas de aceites o burbujas de aire en su cuerpo
para disminuir su densidad corporal. Otras adaptaciones están dirigidas a
aligerar el peso corporal. Algunos moluscos han optado por eliminar la
concha de su cuerpo (Clione spp. y Pterotrachea spp.) o por construir sus
conchas de aragonito, que es una forma cristalina muy ligera del carbonato
cálcico. Por último, una adaptación muy frecuente en el plancton es el
incremento de la superficie corporal para mejorar la flotabilidad. De esta
manera, muchos copépodos han modificado sus apéndices torácicos y
abdominales dando una apariencia plumosa e intrincada, o como en el caso
de las larvas de langostas, han adquirido una forma corporal muy aplanada
en forma de hoja.

¿Cómo se captura el plancton para su estudio?

Como hemos visto, los organismos planctónicos se caracterizan por


flotar vagando en la columna de agua y por tener un tamaño corporal muy
pequeño. Estas peculiaridades determinan las metodologías empleadas para
su estudio.

22
El zooplancton se captura con unas redes especiales de arrastre. Estas
redes están equipadas por unas gasas de nylon muy finas, de luz de malla
entre 50 micras y 1 milímetro. Las redes pueden ser arrastradas desde el
barco de forma vertical, horizontal, oblicua y a distintas profundidades en
función de los objetivos del estudio. Durante el arrastre, la red va pescando
zooplancton que se acumula en un copo localizado en la parte distal. Una
vez en el barco, el copo se retira y se recogen los organismos atrapados,
conservándolos para su posterior estudio en el laboratorio (UNESCO, 1979)
(Fig. 5a).
El fitoplancton, bacterioplancton y virioplancton tienen dimensiones
aún más pequeñas, por lo que no pueden ser muestreados con redes, ya que
escaparían por los poros de las mallas. Para estos tres grupos de organismos
se emplean botellas oceanográficas tipo Niskin. Éstas consisten en un tubo
de PVC equipado con dos tapas móviles que se hacen descender
verticalmente y abiertas para permitir la entrada de agua. Una vez la botella
alcanza la profundidad deseada, se cierra capturando el agua y los
organismos que había en su interior (Sournia, 1975) (Figs 5b, c).
El gran desarrollo tecnológico experimentado por las disciplinas de la
oceanografía física y química ha aportado una amplia variedad de sensores
destinados a medir diversas propiedades del agua de mar. En la actualidad,
muchos de estos aparatos han sido adaptados a las redes y botellas (Figs 5c,
d), para así, poder comprender mejor el medio marino y relacionar las
variaciones de las comunidades planctónicas con cambios en las
condiciones ambientales. Un aparato muy importante que se ha convertido
en esencial para cualquier estudio de plancton es el CTD (Fig. 5c). Este
aparato reúne distintos sensores que miden de forma continua la salinidad,
la temperatura y la profundidad.
En la actualidad, el estudio del plancton se realiza en campañas
oceanográficas donde intervienen equipos multidisciplinares formados por
biólogos, físicos y químicos. Debido a que los estudios se llevan a cabo en
zonas oceánicas, abarcando grandes extensiones de mar, se utilizan potentes
barcos oceanográficos diseñados y equipados para ejecutar los muestreos y
análisis de las muestras en el menor tiempo posible. En los barcos
oceanográficos, el tiempo es muy importante ya que los costes de muestreo,
tripulación y combustible son muy elevados. Por esta razón, en las
campañas oceanográficas se trabaja 24 horas al día, normalmente en tres
turnos diferentes de 8 horas cada uno. En las islas Canarias
desgraciadamente no existen barcos oceanográficos propios, que cubran las
necesidades de los grupos de investigación de las islas. Es por ello que
existe una dependencia exterior para realizar estas campañas
oceanográficas, solicitando los barcos de uso común, propiedad de las
administraciones centrales españolas. Los barcos más importantes de la
flota española son el Hespérides (Fig. 5e), García del Cid, Cornide de

23
Saavedra, Vizconde de Eza, Emma Bardán (Fig. 5f), Sarmiento de Gamboa
(Fig. 5g) y Miguel Oliver.

Fig. 5. La captura del plancton: (A) Redes planctónicas convencionales, (B) Botella
oceanográfica abierta, (C) Roseta de botellas oceanográficas con CTD adaptado,
(D) Multinet tipo Longhurst Hardy Plankton Recorder (LHPR) con CTD adaptado.
Barcos oceanográficos de la flota española: (E) Hespérides, (F) Emma Bardán, (G)
Sarmiento de Gamboa.

Bioindicadores del estado de los océanos

Ya hemos visto que el plancton juega un papel clave en el


funcionamiento de las cadenas tróficas de los ecosistemas marinos, en la
producción de oxígeno y en la captación de CO2 que minimiza el
incremento de los gases productores del efecto invernadero. En este
apartado veremos cómo debido a su rápida respuesta frente a los cambios

24
que se producen en el ambiente (aumento de temperatura, presencia de
contaminantes, disminución en la concentración de nutrientes, etc.), los
organismos planctónicos son considerados bioindicadores del estado de los
océanos.
Un ejemplo práctico es la aplicación que tiene el estudio del plancton
en la evaluación de determinadas pesquerías, como la de la anchoa en el
Golfo de Vizcaya. La biomasa de la anchoa cayó a niveles mínimos en el
año 2005, lo que llevó a cerrar la pesca comercial de dicha especie. La
anchoa realiza la puesta liberando los huevos y dejándolos a la deriva, los
cuales pasan a formar parte del plancton. Las larvas crecen y se alimentan
para sobrevivir y convertirse en nuevos reclutas para la pesquería. Desde
hace varias décadas, los institutos de investigación AZTI-Tecnalia del
gobierno vasco y el IFREMER francés, vienen estudiando las puestas de
huevos y las larvas de la anchoa para estimar la biomasa de las poblaciones
de los próximos años. Los estudios han demostrado que, a pesar de haber
establecido una moratoria de la flota, deteniendo la actividad pesquera por
completo, las poblaciones de anchoa no se han recuperado como se
esperaba, lo que sugiere que en los últimos años las condiciones de
temperatura, corrientes y alimento han cambiado. Esto indica que la
supervivencia larvaria en el plancton por parte de la anchoa ha descendido
en gran medida, impidiendo la pesquería, como ya había sucedido en el
pasado (AZTI Arrantza, 2011).
Otro aspecto muy importante del plancton es su papel como
bioindicador del calentamiento global. En este sentido, los muestreos
sistemáticos llevados a cabo desde los años 50 en el Atlántico Norte por el
Instituto Sir Alister Hardy Fundation for Ocean Science (SAHFOS) están
aportando una información muy valiosa para el estudio del cambio
climático. El análisis de más de 200.000 muestras de plancton ha
demostrado que la biodiversidad planctónica en el Atlántico Norte ha
aumentado significativamente en los últimos 20 años. Esto parece estar
relacionado con el incremento de la temperatura del mar que se está
produciendo significativamente desde los años 80 (Beaugrand et al., 2010).
El nuevo régimen de temperaturas está favoreciendo la aparición de
especies tropicales en zonas muy al norte, donde antes era imposible que
prosperaran. Además, las poblaciones de especies de apetencias templado-
frías, como las del copépodo Calanus finmarchicus, parecen haber
disminuido en la zona de las Islas Británicas ya que su óptimo de
temperatura es menor al que actualmente impera (Komenos, 2010).

Agradecimientos

En primer lugar me gustaría agradecer a toda la organización de la


Semana Científica Telesforo Bravo y, en especial, a Julio Afonso Carrillo la

25
invitación para poder participar como ponente. Especialmente, quisiera dar
las gracias a Fernando Lozano Soldevilla de la Universidad de La Laguna y
a Fátima Hernández Martín del Museo de la Naturaleza y el Hombre por
facilitarme muchas de las imágenes y contenidos que se incluyen en el
texto.

Referencias

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27
28
Biodiversidad: explorando la red vital de la que formamos parte
Actas VI Semana Científica Telesforo Bravo
Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias

2. Los hongos: notables protagonistas en la


biodiversidad canaria

Esperanza Beltrán Tejera


Departamento de Biología Vegetal (Botánica),
Universidad de La Laguna

Se tienen noticias de la presencia de los hongos y su relación


con el hombre desde la más remota antigüedad. Aquí se incluyen
los mohos, mildius, levaduras, setas, bejines y otros muchos no
visibles a simple vista. Algunos de estos hongos han protagoni-
zado en el pasado, hechos que transciende lo humanamente
comprensible, generalmente relacionados con la religión, siendo
considerados como símbolos de un poder sobrenatural. En su
aspecto más lúdico, los hongos siempre han gozado de una gran
popularidad, debido a las propiedades gastronómicas de muchas
setas. Los hongos constituyen un grupo de extraordinaria impor-
tancia en el contexto de la biosfera, ya que junto a otros
organismos heterótrofos, son los principales biodegradadores de
los restos orgánicos. Además, algunos constituyen la base de
importantes procesos industriales, como las levaduras, utilizadas
en la elaboración del pan, el vino o la cerveza, jugando por tanto
un papel muy relevante en la nutrición de la humanidad. Otros se
utilizan industrialmente en la fabricación de ácido cítrico, la base
de la gran industria de bebidas no alcohólicas; en la fabricación
de cierto tipo de quesos; en la producción de un gran número de
antibióticos, especialmente la penicilina, o antifúngicos como la
griseofulvina, utilizada en tratamientos de dermatomicosis; en la
fabricación de algunas vitaminas, como la riboflavina y de varios
medicamentos importantes como la ergotamina, ciclosporina, etc.
Un elevado número de hongos forman asociaciones mutualistas
con las raíces de las plantas superiores, simbiosis en la cual
ambos participantes reciben mutuos beneficios. A pesar de esta
vertiente beneficiosa, otros hongos a menudo son perjudiciales, ya
que atacan objetos manufacturados como ropas, pinturas,

29
cartones, cueros, ceras, combustible de avión, aislante de cables y
alambres, películas fotográficas, revestimientos de lentes de
instrumentos ópticos y toda clase de alimentos (pan, fruta fresca,
hortalizas, carne, etc.). Algunos producen micotoxinas, en ciertos
casos muy peligrosas, como las aflatoxinas. No debemos olvidar
tampoco en esta línea negativa, que un buen número son agentes
patógenos de cultivos de interés alimenticio, ornamental y
forestal; así como de animales, incluido el hombre.

Introducción

Los hongos constituyen un grupo de extraordinaria importancia en el


contexto de la biosfera. Junto con otros organismos heterótrofos, son los
descomponedores de la biosfera. Sus actividades son tan necesarias para
que continúe existiendo vida en la Tierra, como necesarias son las
actividades de los productores de alimento. La descomposición de la
materia orgánica muerta libera dióxido de carbono a la atmósfera y
devuelve los compuestos nitrogenados y otros materiales al suelo, donde de
nuevo pueden ser utilizados (reciclados) por los vegetales y finalmente por
los animales. Se ha estimado que, por término medio, los 20 primeros
centímetros de la capa superficial de suelo fértil pueden contener alrededor
de 5 toneladas de hongos y bacterias por hectárea (Alexopoulos & Mims,
1985).
Además de su protagonismo como biodegradadores, muchos consti-
tuyen la base de importantes procesos industriales, como las levaduras,
utilizadas en la elaboración del pan, el vino o la cerveza, jugando por tanto
un papel muy relevante en la nutrición de la humanidad, desde que el
hombre descubrió la fermentación. Otros se utilizan industrialmente en la
fabricación de ácido cítrico, la base de la gran industria de bebidas no
alcohólicas; en la fabricación de cierto tipo de quesos (Roquefort,
Camembert, etc.); en la producción de un gran número de antibióticos,
especialmente la penicilina, o antifúngicos como la griseofulvina, utilizada
en tratamientos de dermatomicosis; en la fabricación de algunas vitaminas,
como la riboflavina y de varios medicamentos importantes como la
ergotamina, ciclosporina, etc. A pesar de esta vertiente beneficiosa, otros
hongos a menudo son perjudiciales y muchas veces altamente destructivos.
Atacan objetos manufacturados como ropas, pinturas, cartones, cueros,
ceras, combustible de avión, aislante de cables y alambres, películas
fotográficas, revestimientos de lentes de instrumentos ópticos; toda clase de
alimentos (pan, fruta fresca, hortalizas, carne, etc.). Algunos producen
micotoxinas, en ciertos casos muy peligrosas, como las aflatoxinas, que son
altamente cancerígenas, de efectos visibles a concentraciones bajísimas
(Raven et al., 1991). No debemos olvidar tampoco, en esta línea negativa

30
que un buen número son patógenos de cultivos de interés alimenticio,
ornamental y forestal, así como de animales, incluido el hombre.

Mykes vs. Fugus

La ciencia que estudia a estos organismos se denomina Micología o


Micetología, palabra que deriva la unión de las griegas mykes (seta) y logos
(tratado). Sin embargo, el significado del primer vocablo no abarca en su
totalidad al individuo, sólo al cuerpo fructífero (seta), que desarrolla las
esporas o unidades de propagación y que es la parte del hongo que aflora
fuera del sustrato (Fig. 1), cualquiera que sea la naturaleza de éste (tierra,
madera, etc.). Por otra parte, la palabra “hongo” deriva del vocablo latino
fungus y alude a todo el individuo, constituido además del mencionado
cuerpo fructífero, por una parte vegetativa (micelio), integrada por
microscópicos filamentos denominados hifas, inmersas en el sustrato.
Fungus hubiera sido el vocablo adecuado para dar título a la ciencia que
estudia a los hongos. Sin embargo, no tuvo el éxito de mykes, y aquél sólo
se utiliza como adjetivo en la mayor parte de los casos (p. ej. “caracteres
fúngicos”).

Fig. 1. Cuerpo fructífero de una seta (Basidiomycota), con micelio subterráneo


(tomado de De Andrés et al., 1990).

Tarjeta de presentación de los hongos

Se tienen noticias de la presencia de los hongos y su relación con el


hombre desde la más remota antigüedad, pero generalmente ligadas a un
halo de misterio y magia. Aquí se incluyen los mohos, mildius, levaduras,
setas, bejines y otros muchos no visibles a simple vista. Algunos de estos

31
hongos han protagonizado en el pasado, hechos que transciende lo
humanamente comprensible, generalmente relacionados con la religión,
siendo considerados como símbolos de un poder sobrenatural. Aún en la
actualidad algunos pueblos consumen ciertos hongos debido al efecto
psicotrópico o alucinógeno de ciertas sustancias que éstos producen,
constituyendo su ingesta y manifestaciones posteriores, parte de ritos
religiosos de una tradición ancestral. Es entretenida y fascinante, la lectura
del librito de Álvaro Estrada (1977), sobre “La vida de María Sabina, la
sabia de los hongos”, que incluye la traducción de cantos chamánicos
mazatecos, cantados por la propia Sabina (indígena mexicana). Además de
esta vertiente esotérica, los hongos siempre han gozado de una gran
popularidad, acrecentada en los últimos tiempos debido, por una parte a las
cualidades gastronómicas de muchas setas y por otra a la necesidad de un
cierto conocimiento de las mismas que permita diferenciarlas de las tóxicas
o mortales, ya que las equivocaciones se pueden pagar con la vida.
Científicamente los hongos se definen como organismos vivos, con
verdadero núcleo en sus células (eucariotas), carentes de clorofila y por
tanto incapaces de autoalimentarse como lo hacen las plantas, a través del
proceso de la fotosíntesis. La mayoría son pluricelulares (miceliales),
generalmente con cuerpo fructífero en su fase reproductora, a veces ausente
como en el caso de los mohos (algunos de los cuales producen antibióticos
como la penicilina); también los hay unicelulares, como las levaduras, entre
otros.
Su incapacidad fotosintetizadora les ha obligado a desarrollar en el
curso de la evolución tres estrategias diferentes, que les permiten obtener a
partir de otros organismos el alimento necesario para su supervivencia. Son
por tanto organismos heterótrofos al igual que los animales. Como
saprotrófos obtienen metabolitos degradando la materia vegetal o animal
muerta y en descomposición; como parásitos obtienen la energía a partir de
otros seres vivos a los que causan enfermedad; y finalmente como
simbiontes forman asociaciones mutualistas con otros organismos, con
beneficio para los integrantes de la simbiosis. En este último caso son
fundamentalmente dos las vías evolutivas seguidas: a) desarrollan simbiosis
con raíces de plantas superiores formando micorrizas (hongos
micorrizógenos); y b) realizan simbiosis con determinadas algas y
cianobacterias para formar líquenes u hongos liquenizados (una nueva
entidad biológica).

La necesidad de una clasificación sensata

Los organismos que estudian los micólogos y que conocemos como


hongos, no constituyen un grupo homogéneo y monofilético (descendientes
todos de un antepasado común), sino heterogéneo y por tanto polifilético

32
(derivan de antepasados diferentes; las semejanzas entre ellos se deben a
convergencia evolutiva, no a un origen común). De hecho, en este cajón de
sastre que conocemos como hongos sensu lato (sentido amplio), se incluyen
organismos clasificados en la actualidad en 3 reinos diferentes (Kirk et al.,
2008):
Reino Protozoa (Protozoos). Es un reino que incluye a seres tan
conocidos como los paramecios y las amebas. Casi todos los mohos
mucilaginosos integrantes del antiguo filum Myxomycota (Mycetozoa), se
agrupan aquí. Son organismos que en su curiosa fase vegetativa
(plasmodio), no presentan pared celular y se alimentan por fagocitosis (Fig.
2).

A B

Fig. 2. Mohos mucilaginosos (Mycetozoa). A: Plasmodio o fase vegetativa de


Leocarpus fragilis (Foto D.L.Sánchez). B: Fructificación o fase reproductora de
Didymium vaccinum (Foto E. Beltrán). (Escala 2 mm)

Reino Chromista: Son pseudohongos los que aquí se incluyen y


comparten caracteres ultraestructurales con el grupo de algas pardas,
diatomeas, etc., como por ejemplo la morfología mitocondrial y flagelar, así
como la presencia de celulosa en sus paredes celulares.
Reino Fungi: Son los hongos verdaderos, con paredes celulares de
quitina y glucanos. Están más emparentados con los animales que con las
plantas. Entre los diferentes grupos sistemáticos incluidos en este reino,
destacan por su biodiversidad mundial los hongos superiores de los fílumes
Ascomycota y Basidiomycota, siendo muy importantes en este último, por
su distribución y riqueza, los Agaricales, Aphyllophorales y Gastero-
mycetes1.

1
A pesar de la moderna reestructuración sistemática de los hongos, basada en caracteres genéticos,
los antiguos órdenes Agaricales y Aphyllophorales, así como el grupo de los Gasteromycetes se
consideran aquí para una más fácil lectura, en su sentido más amplio y clásico.

33
Biodiversidad fúngica

De las aproximadamente 150.000 especies de hongos catalogadas en


todo el mundo, sólo unas 500 han sido citadas para los océanos y estuarios,
y unos pocos son de medios dulceacuícolas. La mayor parte de los hongos
marinos son de tamaño microscópico y los mayores tienen dimensiones
alrededor de los 3 mm. Viven preferentemente en la zona intermareal, sobre
madera en descomposición a la deriva, sobre conchas de artrópodos
marinos y un elevado porcentaje son parásitos de diversas algas, plantas de
saladares costeros, etc.

La presencia fúngica en las Islas Canarias


Canarias constituye un punto caliente de biodiversidad mundial, en
donde crece un importante número de especies animales y vegetales, tanto
terrestres como marinas. Desde el punto de vista de su micobiota terrestre,
se han catalogado hasta el momento 1923 especies de hongos silvestres,
macro y microscópicos (Beltrán-Tejera, 2010a). Si se tuviesen en cuenta
además, aquéllos parásitos de animales, incluido el hombre, de plantas
cultivadas o forestales, así como los microscópicos del suelo, este número
sería considerablemente mayor.
El medio marino se halla escasamente investigado en lo que a su
micobiota se refiere, a pesar de encontrarnos en un territorio archipelágico,
de fácil acceso para el estudio de sus aguas circundantes. Hasta ahora se
han catalogado sólo 22 especies (Moro et al., 2003), citadas en su mayor
parte por Kohlmeyer (1967), quién las recolectó en las costas de El
Médano, San Juan de la Rambla y Puerto de la Cruz (Tenerife), la mayoría
saprótrofas de maderos flotantes, algunas asociadas a algas y otras
creciendo en el interior de conchas de balánidos.
El grupo más rico de la biodiversidad terrestre canaria es el de
artrópodos (54%), seguido de plantas vasculares (15%), hongos (13%) y
líquenes (10%) (Martín Esquivel et al., 2005). Si nos centramos sólo en el
mundo vegetal y fúngico y consideramos a los hongos en su sentido más
amplio, es decir los liquenizados y no liquenizados, el grupo se convierte en
el más importante desde el punto de vista numérico (Figs 3 y 4), superando
a las plantas vasculares (helechos y plantas con flores y semillas).
Las investigaciones en la micobiota canaria han dado como resultado
una notable producción científica publicada, destacando los frecuentes
hallazgos de nuevas citas y nuevas especies para la ciencia. De esta forma
la “Lista de especies silvestres de Canarias” (Biota), se hace obsoleta para
este grupo en el plazo de cuatro a cinco años.

34
Fig. 3. Biodiversidad vegetal y fúngica terrestre de las Islas Canarias (Datos a
partir de Acebes Ginovés et al., 2010; Beltrán-Tejera, 2010a; Hernández Padrón &
Pérez-Vargas, 2010; y Losada Lima et al., 2010).

Fig. 4. Los hongos sensu lato (incluyendo los líquenes), representan el 54,9 % de
la biodiversidad vegetal y fúngica terrestre de Canarias, seguido de las plantas
verdes superiores o plantas vasculares (36,8%).

En la tabla 1 se exponen los datos de la biodiversidad fúngica de los


archipiélagos que conforman la Región Macaronésica (Azores, Madeira,
Islas Canarias y Cabo Verde), así como los de la Península Ibérica y
Europa, como territorios más próximos y que sirven de referencia. Que
sepamos, sólo se han citado 3 royas parásitas de plantas silvestres, para el
diminuto archipiélago de Salvajes (Fig. 5): Coleosporium tussilaginis,
Puccinia calcitrapae y Uromyces chenopodii (Borges et al., 2008),
incluidas en la estadística de Madeira sensu lato (Madeira, Porto Santo,
Desertas y Salvajes).

35
Tabla 1. Datos de biodiversidad fúngica en los archipiélagos macaronésicos,
comparados con la Península Ibérica y Europa (Beltrán-Tejera, 2010b).

FUNGI1 Azores Madeira Islas Cabo Macaronesia Península Europa


Beltrán-Tejera Canarias Verde Ibérica
(2010b)

Nº spp. 582 803 1923 62 33701 2928 5000

Total spp. (%)


11.6 16.6 38.5 1.2 - 58.6 100
100% Europ.

Area (km2) 2344 797 7500 4030 10625 504750 10.500.000


Nº spp. /100
24.8 100.7 25.6 1.5 - 0.6 0.05
Km2

Como puede observarse en la tabla, el mayor número de especies


catalogadas se presenta en Canarias (1923), correspondiendo al 38,5% del
total citado para el continente europeo, seguido de la Península Ibérica
(58,5%), Madeira (16,1%), Azores (11,6%) y finalmente Cabo Verde, con
un 1,2%, respecto a Europa. Este último dato indica lo escasamente
estudiado que se halla este archipiélago desde el punto de vista micológico.

Fig. 5. Archipiélagos Macaronésicos (Shaefer, 2003).

Si tenemos en cuenta la superficie de cada archipiélago, destaca el de


Madeira (Madeira, Porto Santo, Desertas y Salvajes), que siendo el de
menor extensión de las áreas comparadas, tiene el mayor número de citas
fúngicas por cada 100 km2 (100,7 especies), le siguen Canarias (25,6) y
Azores (24,8), correspondiendo las cifras más bajas a Cabo Verde (1,5),
Península Ibérica (0,6), y Europa (0,05). Los datos han sido elaborados
tomando como fuentes bibliográficas a Arechavaleta et al. (2005), Gerhardt
et al. (2002), SIMIL (2007), Borges et al. (2008, 2010), Acebes Ginovés et

36
al. (2010), Beltrán-Tejera (2010a,b), Hernández Padrón & Pérez-Vargas
(2010) y Losada Lima et al. (2010).
Del total de hongos silvestres citados para Canarias (1923) hasta el
momento, aproximadamente 1464 especies corresponden a macromicetes
saprótrofos, micorrizógenos y parásitos forestales, y alrededor de 459 a
micromicetes, la mayoría parásitos de plantas vasculares silvestres y
asilvestradas (Fig. 6), siendo estos últimos sólo visibles al microscopio o
por las lesiones que producen en el organismo hospedante.

Fig. 6. Estadística aproximada de los macro y micromicetes silvestres de Canarias.


El elemento endémico tiene baja representación (6,7%).

Fig. 7. Número aproximado de especies que integran los diferentes grupos más
importantes de macromicetes (hongos macroscópicos) de Canarias: Mycetozoa,
Ascomycota y Basidiomycota (Agaricales, Aphyllophorales, Gasteromycetes y
otros).

37
Atendiendo sólo a los macromicetes, destacan los Basidiomycota del
orden Agaricales, para el que se han citado unas 609 especies (41,6%), y
del orden Aphyllophorales u hongos de la madera, con unas 350 especies
aproximadamente (23,9%). Los Ascomycota constituyen el tercer grupo en
importancia numérica, con alrededor de 253 especies (17,3%), seguido de
los Mycetozoa o mohos mucilaginosos, para los que se han citado en torno
a las 172 especies (11,7%), (Fig. 7).

Aproximación biogeográfica de la micobiota canaria

Los organismos se distribuyen sobre la Tierra siguiendo unas pautas de


comportamiento sujetas a factores actuales y pretéritos y la ciencia que
estudia esa distribución y el porqué de la misma es la Biogeografía
(geografía de la vida). Nuestro planeta no siempre ha exhibido la misma
configuración de tierras emergidas y mares circundantes. En el pasado han
tenido lugar sucesos geológicos de enorme trascendencia, como la deriva
continental, la orogénesis, cambios climáticos, etc., que unidos a la presión
actual de los factores ambientales, sobre todo los climáticos, explican la
distribución de los seres vivos. Uno de los conceptos básicos de la
Biogeografía es el de “área de distribución”, que se aplica a la superficie
comprendida dentro de un perímetro determinado y está ocupada por
“taxones” (especies, géneros, familias, etc.), comunidades vegetales o
ecosistemas. Estas áreas pueden ser continuas o fragmentadas, extensas o
muy reducidas. Los endemismos por ejemplo, son aquellos taxones que
viven exclusivamente en un determinado territorio y en general tienen áreas
pequeñas.
Los Reinos biogeográficos o florísticos terrestres son grandes unidades
biogeográficas, resultantes de los patrones de distribución y las relaciones
paleohistóricas y filogenéticas (parentesco) entre los organismos. Estas
unidades incluyen individuos, comunidades vegetales y ecosistemas,
relacionados por factores históricos, ecológicos y geográficos. La mayoría
de los autores contemporáneos reconocen 6 reinos: Holártico, Paleotropical,
Neotropical, Capense, Australiano y Antártico (Costa, 2004), (Fig. 8). El
reino Holártico es el más extenso y ocupa casi todo el Hemisferio Norte,
teniendo como límite meridional el trópico de Cáncer aproximadamente.
La notable capacidad de dispersión, generalmente por el viento, que
presentan las esporas de los hongos, les permite tener una gran distribución
geográfica. La micobiota canaria a pesar de tener origen diverso, una parte
importante de la misma está bien representada en las zonas templadas del
Hemisferio Norte. Referido a los macromicetes, el mayor porcentaje tiene
origen holártico (60,3%), estableciéndose la mayor afinidad con Europa y
norte América, destacando en este caso sobre todo los Ascomycota y
Basidiomycota (Agaricales y Aphyllophorales), (Fig. 9). Le sigue en

38
importancia el elemento tropical (24%): Paleotropical (13%) y Neotropical
(11%), si bien hay que tener en cuenta la naturaleza mixta de este origen, ya
que en la mayoría de los casos se trata de especies de los grupos citados
anteriormente, registradas también en el reino Holártico. Sólo el 6% y 3%
corresponden a una distribución subcosmopolita y cosmopolita
respectivamente, hecho que parece contradecir el carácter de amplia
distribución de los hongos en general. En esta categoría biogeográfica
destacan sobre todo los mohos mucilaginosos (Mycetozoa) y
Gasteromycetes (Basidiomycota).

Fig. 8. Reinos biogeográficos de la Tierra (http://orbita.starmedia.com/dalai591/


reinos_floristicos.htm)

24%

Fig. 9. Aproximación biogeográfica de los macromicetes de Canarias. El origen


holártico es el más importante, seguido del tropical (sensu lato).

39
Similar patrón biogeográfico se observa en los micromicetes parásitos,
en los que existe un contingente importante de especies holárticas, entre las
que destacan aquellas de afinidades con el sur de Europa y el norte de
África (Región Mediterránea), así como con el oeste de Asia y en menor
grado con norte América.
Si bien es verdad que la condición de heterótrofos de los hongos y por
tanto su obligada relación con el componente biótico del hábitat donde se
desarrollan, así como sus exigencias climáticas y físico-químicas del
substrato, les confiere ciertas cualidades que permiten asignar a cada
especie un carácter ecológico determinado, podemos asegurar no obstante
que la exclusividad en un determinado territorio es una faceta rara en los
hongos, al menos en lo que a saprotrofos y micorrizógenos se refiere. Por
tal motivo el elemento endémico es muy bajo en la micobiota canaria, al
igual que en otras áreas geográficas (Fig. 6).
Se han descrito 129 especies nuevas para la ciencia (6,7%), a partir de
material canario, de las que 6 se encuentran también en Madeira
(Mycosphaerella canariensis Petr.; Thyridium nobile Petr.; Daldinia
macaronesica M. Stadler, Wollweber & J. Castro; Pezoloma iodopedis
Korf, Lizon & Iturr.; Geocoryne variispora Korf; y Sarcoscypha
macaronesica Baral & Korf), y sólo una especie (Plectania kohniae Korf &
W.Y. Zhuang), se distribuye en Azores, Madeira y Canarias. Por el
momento, estas 129 especies [se incluyen 3 taxones infraespecíficos:
Moellerodiscus iodontingen L.M. Kohn & Korf subsp. canariensis L.M.
Kohn; Cystoderma cinnabarium (Alb. & Schwein.) Harmaja var. nogalesii
Bañares, Beltrán-Tej. & Heinemann; y Marasmius epiphylloides (Rea)
Sacc. & Trotter var. latispora Bañares & Beltrán-Tej.], pueden considerarse
como exclusivas o endémicas de Canarias o de la Región Macaronésica en
su caso, mientras no se descubra su presencia en otras partes del mundo.
Este bajo número contrasta con el de endemismos de la flora superior
canaria, que alcanza alrededor del 31% del total. Se han descrito además, 4
géneros fúngicos exclusivos de Canarias, todos ellos monotípicos, es decir,
con una sola especie: Kimbropeziza (K. campestris Korf & Zhuang, de
Tenerife), Pfistera (P. pyrophila Korf & Zhuang, de La Palma),
Spororminula (S. tenerifae Aarx & Aa, de Tenerife) y Zugazaea (Z.
agyrioides Korf et al.; de El Hierro, Gomera y Tenerife).
Del total de endemismos, 43 corresponden a macromicetes y el doble
(86) a microparásitos de plantas vasculares, la mayoría endémicas canarias.
La especificidad de los parásitos por su hospedante es alta y esto se refleja
en una mayor proporción de hongos microsparásitos endémicos. Sin
embargo, la condición de saprótrofos y micorrizógenos de los macromicetes
determina una amplia valencia ecológica, cualidad asociada a una mayor
distribución geográfica.

40
Rose Marie Dähncke, afincada en La Palma desde hace mucho tiempo,
y un grupo de colegas europeos que estudian la micobiota palmera con esta
micóloga, han realizado en los últimos años interesantes aportaciones al
conocimiento de los Agaricales, dando a conocer nuevas especies para la
ciencia a partir de hongos sobre todo de esta isla (Lyophyllum
fuscobrunneum Dähncke, Contu & Vizzini; Lyophyllum impudicum
Dähncke, Contu & Vizzini; Leucoagaricus atroalbus P. Mohr & R.M.
Dähncke; Leucoagaricus brunneosquamulosus P. Mohr & R.M. Dähncke;
Leucocoprinus canariensis P. Mohr & R.M. Dähncke; Entoloma
chalybescens Wölfel, Noordel. & Dähncke; Entoloma chytrophilum Wölfel,
Noordel. & Dähncke; Entoloma palmense Wölfel, Noordel. & Dähncke;
Rhodocybe myriadocystis Dähncke, Contu & A. Ortega; Entoloma
gomerense Wölfel & Noordel.; etc.).

Distribución y ecología de los macromicetes


de las Islas Canarias

Aunque los hábitats terrestres son muy variados, los hongos sólo se
desarrollan cuando disponen de humedad suficiente, permaneciendo
aletargados durante los periodos secos. Humedad y temperatura adecuadas
son pues, los factores ecológicos decisivos en la aparición de estos
peculiares organismos. Por ejemplo, los hongos lignícolas (descompo-
nedores de los restos leñosos), una vez establecidos, producen su propia
agua a partir de la metabolización de la celulosa de la madera. No obstante,
estos hongos requieren humedad para la germinación de las esporas y el
establecimiento inicial del micelio.
La diversidad de ecosistemas que alberga las Islas Canarias, propicia la
presencia de una rica micobiota en la mayor parte de los mismos. En
muchos casos se observa una clara preferencia de ciertas especies fúngicas
por los hábitats en los que se instalan determinadas comunidades vegetales,
a las que se hallan asociadas. Sin embargo, la amplitud ecológica que tienen
otras especies, llamadas ubiquistas, explica cómo su presencia parece no
estar condicionada al tipo de vegetación, aunque sí a otros factores
ecológicos (climáticos, físico-químicos del sustrato, etc.).
Los hongos aparecen en casi todos los hábitats de los distintos pisos
bioclimáticos de Canarias, desde el cinturón halófilo costero del
inframediterráneo, hasta las formaciones vegetales de la alta montaña
canaria del supramediterráneo, incluidos los más inhóspitos. Aunque sin
duda son las zonas forestales las que presentan una mayor biodiversidad y
biomasa fúngica. Demos un paseo imaginario de mar a cumbre,
descubriendo esta peculiar micobiota macroscópica.

41
Zonas costeras y medianías

En las comunidades sabulícolas (arenales) litorales del piso


bioclimático inframediterráneo árido, surgen en la época de lluvias algunos
Gasteromycetes (Basidiomycota), de carácter desertícola como Montagnea
arenaria (Fig. 10), Phellorinia herculeana y Agaricus aridicola (citado
como Gyrophragmium dunalii) (Fig. 11). Igualmente en zonas costeras o
próximas a éstas, se instalan los tarajales (Tamarix canariensis), sobre los
que es frecuente observar a Inonotus tamarici (Aphyllophorales) (Fig. 12),
hongo parásito exclusivo de especies de Tamarix, cuya distribución se
circunscribe a Europa meridional, norte de África e Islas Canarias. Aunque
el género Tamarix está citado para Azores, Madeira y Cabo Verde, Inonotus
tamarici que sepamos, no ha sido aún citada para estos archipiélagos.

Fig. 10. Montagnea arenaria: Hongo psamófilo o sabulícola (de arenales), de


carácter desertícola, dado sus escasos requerimientos hídricos (Playa de Famara,
Lanzarote), (Foto E. Beltrán).

A partir de la línea de costa, se suceden altitudinalmente los tabaibales


dulces, cardonales, bosquetes esclerófilos como sabinares, etc., instalados
en los pisos bioclimáticos infra-termomediterráneo árido-semiárido-seco, en
donde se desarrollan, coincidiendo con las mejores condiciones de humedad
y temperatura, especies de Gasteromycetes xerófilos (de ambientes secos),
como: Battarea stevenii, Calvatia utriformis, Cyathus olla, Vascellum
pratense, y algunas especies mesófilas (de hábitats con humedad y
temperatura de tipo medio), como Phallus impudicus, Lycoperdon

42
perlatum, etc. (Fig. 13). Entre los Agaricales (Basidiomycota), pueden
citarse: Agaricus campestris, Volvariella gloiocephala, varias especies
coprófilas (sobre excrementos) del género Panaeolus, etc. (Figs 14, 15).

A B

Fig. 11. A: Agaricus aridicola (Gyrophragmium dunalii), de los ecosistemas de


arenas litorales de Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote (Foto E.
Beltrán). B: Phellorinia herculeana, gasteromicétido como el anterior, citado para
Fuerteventura y Lanzarote. En la imagen un ejemplar observado en los arenales de
La Graciosa, entre la Caleta del Cebo y Playa de La Cocina, próximo a Montaña
Amarilla (Foto P.L. Pérez de Paz).

Fig. 12. Inonotus tamarici, parásito macroscópico de Tamarix canariensis (tarajal),


(Foto A. García Gallo, tomada en La Barranquera, Valle de Guerra, Tenerife).

43
A

B C

Fig. 13. A: Calvatia utriformis. B: Cyathus olla. C: Battarea stevenii. D: Phallus


impudicus. Gasteromycetes xero-mesófilos que se desarrollan en tiempo lluvioso en
las comunidades de cardonales-tabaibales de Canarias (Fotos E. Beltrán).

44
A B

Fig. 14. A: Agaricus campestris (champiñón campestre), según los entendidos esta
seta es más sabrosa que el champiñón cultivado (Agaricus bisporus). B: Volvariella
gloiocephala, seta que puede alcanzar notables dimensiones (hasta 20 cm el
diámetro del sombrero). Comestible mediocre, siendo peligrosa porque puede
confundirse con especies tóxicas del género Amanita. Sin embargo, se diferencia
por la ausencia de anillo y las láminas de color rosado oscuro al madurar (Fotos E.
Beltrán).

Fig. 15. Panaeolus sphinctrinus, especie coprófila, que se desarrolla selectivamente


en excrementos de ganado vacuno (Foto E. Beltrán).

Nuestras investigaciones en este amplio “piso basal”, han dado


excelentes resultados especialmente en dos grupos: mohos mucilaginosos

45
(Mycetozoa) y Aphyllophorales (Basidiomycota). En el caso del primer
grupo hemos dado a conocer en una publicación reciente (Beltrán-Tejera et
al., 2010), un total de 66 especies que se desarrollan preferente sobre restos
en descomposición de plantas suculentas, especialmente del género
Euphorbia. Entre estos delicados y diminutos micetozoos mencionaremos:
Badhamia utricularis, Arcyria pomiformis, Physarum bitectum, entre otros
(Fig. 16). La mayoría de estas especies crecen también en otras partes del
mundo, sobre sustratos suculentos y con similares características ecoló-
gicas, como hemos podido comprobar en trabajos paralelos, cuyos
resultados se han traducido en el descubrimiento de varias especies nuevas
para la ciencia, descritas de material de Canarias y México, como es el caso
de Didymium wildpretii Mosquera, Estrada, Beltrán-Tej. D. Wrigley &
Lado; Cribraria zonatispora Lado, Mosquera & Beltrán-Tej.; Licea
succulenticola Mosquera, Lado, Estrada-Torres & Beltrán-Tej.; Trichia
agaves (G. Moreno, Lizárra & Illana) Mosquera, Lado, Estrada & Beltrán-
Tej.; entre otras (Fig. 17).

A B

Fig. 16. A: Badhamia utricularis. B: Arcyria pomiformis. Mohos mucilaginosos


(Mycetozoa), de diminuto tamaño (0,4-5 mm) y amplia valencia ecológica, que
pueden desarrollarse sobre restos en descomposición de plantas suculentas de las
zonas áridas, semiáridas y secas, o bien en restos leñosos en hábitats mesófilos e
higrófilos (Fotos E. Beltrán), (Escalas 2 mm).

Los Aphyllophorales constituyen un grupo con importante


representación en los cardonales-tabaibales, sobre todo de especies
pertenecientes a los géneros Peniophora, Phanerochaete, Hyphoderma,
Hyphodontia, Trechispora, Athelia, entre otros (Fig. 18).

46
A B

Fig. 17. A: Didymium wildpretii (tomado de Lado et al., 2007) y B: Trichia agaves
(Escala 1 mm), dos mycetozoos descritos como nuevas especies para la ciencia, a
partir de material de Canarias y México. De zonas áridas y semiáridas, sobre restos
en descomposición de plantas suculentas (cactáceas y agaváceas) (Fotos E.
Beltrán).

Recientemente hemos dado a conocer una especie de corticiáceo nueva


para la ciencia: Gloeodontia xerophila Tellería, M. Dueñas, Rodríguez-
Armas, Beltrán-Tej. & Melo, descubierta sobre restos en descomposición
de tabaibas amargas (Euphorbia lamarckii), en Tenerife y de cardones
(Euphorbia canariensis), en La Palma, en estos ambientes áridos y
semiáridos del inframediterráneo (Tellería et al., 2008).
Los sabinares albergan igualmente una micobiota adaptada a
condiciones de sequedad ambiental, y son igualmente los Gasteromycetes
xero-mesófilos los más frecuentes en estos hábitats: Pisolitus tinctorius,
Calvatia lilacina, Scleroderma polyrhizum, especies de Tulostoma, etc.

Zonas montanas forestales

La mayor biodiversidad fúngica de Canarias se encuentra en las dos


formaciones boscosas naturales, que se instalan en los pisos termo-
mediterráneo húmedo-subhúmedo (monteverde) y mesomediterráneo seco
(pinar).
En los bosques de nieblas del monteverde canario o laurisilva, dominan
los hongos lignícolas, biodegradadores de los restos leñosos, contribuyendo
de una manera eficaz, junto con las bacterias y otros organismos
lignocelulolíticos, al reciclaje de los oligoelementos que son necesarios para
la vida. Por el contrario, los pinares se caracterizan por albergar un mayor
número de hongos terrícolas micorrizógenos, ya que el pino constituye un
excelente simbionte, al igual que la mayor parte de las coníferas (Fig. 19 y
20).

47
A

Fig. 18. A: Phanerochaete tuberculata y B: Globulicium hiemale, corticiáceos


(Aphyllophorales), cuyos cuerpos fructíferos o basidiomas se extienden como
costras sobre la madera a la que degradan (Fotos E. Beltrán).

Los datos que se presentan en las figuras 19, 20 y 21 son aproximados,


y se basan en el conocimiento personal incompleto de la autora sobre la
distribución y ecología de la micobiota canaria. Dicho esto, destaca la
mayor riqueza específica en el monteverde, alrededor de 723 especies, que
representa aproximadamente el 50% del total de macromicetes catalogados
hasta el momento para Canarias (1464 especies). En el caso de los pinares,
para los que se han registrado alrededor de 398 especies, la estimación está
alrededor de un 27% de total de macromicetes. Estos datos quizás pueden

48
estar condicionados al mayor conocimiento que tenemos de los hongos de
la laurisilva canaria, mientras que para el pinar se han realizado un menor
número de estudios monográficos (Bañares Baudet, 1988; Beltran-Tejera et
al., 2003, 2004), sin olvidar que el monteverde alberga una mayor variedad
de hábitats que propicia el desarrollo de una mayor biodiversidad. No
obstante lo dicho, hay que tener en cuenta que no todas las especies
fúngicas son meso-higrófilas. Un notable número son xerotolerantes y por
tanto sus hábitats preferentes se hallan fuera de los ecosistemas forestales.

Fig. 19. Micobiota del monteverde canario (≈ 723 especies). Dominan los hongos
lignícolas, biodegradadores de los restos leñosos (≈ 582 especies: 80,5%).
Aphyllophorales es el grupo de mayor importancia en este ecosistema, por su
mayor biodiversidad y biomasa.

Fig. 20. Micobiota del pinar canario (≈ 398 especies). Dominan los hongos
terrícolas micorrizógenos (≈ 247 especies: 62%). Agaricales es el grupo de mayor
importancia en este ecosistema, por su mayor biodiversidad y biomasa.

49
0 100 200 300 400 500 600 700

116
TERRÍCOLAS
247

582
LIGNÍCOLAS
139

26
FOLIÍCOLAS
12

MONTEVERDE PINAR

Fig. 21. Datos comparativos aproximados de las categorías ecológicas de los


hongos de los bosques canarios. Las especies terrícolas son más abundantes en el
pinar (247 spp.: 62%), mientras que las lignícolas dominan en el monteverde (582
spp.: 80,5%).

A B

C D

Fig. 22. Los hongos lignícolas del orden Aphyllophorales (hongos de la madera),
son los más importantes en los bosques de laurisilva canarios, por su diversidad
específica y biomasa. A: Stereum complicatum, de basidioma pileado flabeliforme
(sombrero en forma de abanico). B: Abortiporus biennis, de basidioma pileado. C:
Phlebia radiata, resupinado corticioide. D: Trametes versicolor, de basidioma similar
al de A (Fotos E. Beltrán).

50
Los macromicetes que dominan en el monteverde pertenecen al grupo
de los Aphyllophorales lignícolas (Fig. 22) y entre los pileados son
frecuentes: Ganoderma applanatum, Stereum reflexulum, Stereum compli-
catum, Phellinus torulosus y numerosas especies de corticiáceos entre las
que cabe mencionar algunos endemismos frecuentes en la laurisilva, como:
Trechispora canariensis Ryvarden & Liberta, Phlebiella odontioidea
(Ryvarden & Liberta) Domanski y Tomentella oligofibula M.J. Larsen,
Beltrán-Tej. & J.L. Rodríguez-Armas, entre otros. Existe un bajo número
de especies terrícolas micorrizógenas en este grupo fúngico, siendo frecuen-
tes las especies de Clavaria, Clavulinopsis y Ramaria (Fig. 23), llamativas
por sus basidiomas (cuerpos fructíferos) clavados o dendroides, de vistosos
colores (Rodríguez-Armas & Beltrán-Tejera, 1995).

Fig. 23. Aphyllophorales de basidioma clavaroide y coraloide, terrícolas, frecuentes


en la laurisilva. A: Clavulinopsis helvola. B: Ramaria invalii (Fotos E. Beltrán).

51
Sin lugar a dudas, las setas, la mayoría del orden Agaricales (Fig. 24),
son los hongos más llamativos de la laurisilva, siendo sobre todo
importantes en número las que se desarrollan sobre troncos y ramas en
diferentes estados de descomposición. Son típicas Hypholoma fasciculare,
Hemimycena crispata, H. crispula, Omphalotus olearius, varias especies de
Mycena (M. inclinata, M. alba, M. amicta, M. epipterygia, etc.), Panellus
stipticus, Pleurotus dryinus, Lentinellus flabelliformes, etc. Armillaria
mellea es una especie parásita facultativa, presente también en el
monteverde, aunque no exclusiva de esta formación.

Fig. 24. Los Agaricales son los hongos más espectaculares de la laurisilva, por su
policromía y diversidad de formas. A: Mycena inclinata, es una seta lignícola
frecuente en estos bosques. B: Agaricus xanthoderma, terrícola como el resto de
especie del mismo género, que debido a sus efectos tóxicos no se debe confundir
con otras especies comestibles de Agaricus (Fotos E. Beltrán).

52
Entre las terrícolas citemos especies de Entoloma, Hygrocybe,
Marasmius, Agaricus, Pluteus, así como Leucoagaricus crystallifer,
Gymnopus dryophilus, Macrocystidia cucumis, etc. Sobre hojas caídas
(foliícolas) se han observado varios agaricales como Crinipellis
phyllophila, Marasmius epiphyllus, Marasmius hudsonii, etc. Asimismo,
cabe mencionar algunas especies de este ecosistema que han sido descritas
como novedades para la ciencia y por el momento deben considerarse
exclusivas de Canarias, tal es el caso de Hygrocybe monteverdae,
Gymnopus beltraniae y Clitocybula wildpretii (Fig. 25), entre otras.

Fig. 25. Clitocybula wildpretii (Gerronema wildpretii), una nueva especie para la
ciencia descrita recientemente. Agarical lignícola del monteverde de Tenerife y La
Gomera (Bañares et al., 2006), (Foto E. Beltrán).

También están presentes en esta formación forestal especies de otros


grupos sistemáticos, siendo los Ascomycota el tercero en importancia, entre
los que cabe mencionar: Morchella conica, Gyromytra infula (Fig. 26),
Chlorociboria aeruginascens, Xylaria hypoxylon y endemismos canarios
como Hypoxylon urriesii, H. canariensis (Fig. 27), Lachnum canariensis,
Zugazaea agyrioides, Pezicula linda, entre otros, y los endemismos
canario-maderenses Geocoryne variispora, Sarcoscypha macaronesica y
Daldinia macaronesica. La ‘madre del loro’, son tumoraciones cervicornes
producidas por un Basidiomycota microparásito (Laurobasidium lauri), en
los troncos y ramas del laurel canario (Laurus novocanariensis). La especie
fúngica fue descrita por Geyler (1874), de material canario; sin embargo se
ha observado creciendo en las tres especies actuales del género Laurus
(Laurus novocanariensis, Laurus azorica y Laurus nobilis), y su
distribución es la del hospedante [región Macaronésica, Península Ibérica

53
atlántica (Portugal, Galicia) y algunos países del Mediterráneo], (Castro &
Freire, 1991). La ‘oreja de Judas’ (Auricularia auricula-judae), es un
Basidiomycota gelatinoso y lignícola, frecuente en laurisilva y siempre
asociado al til (Ocotea foetens). Más información sobre los hongos de
laurisilva en Beltrán-Tejera et al. (1992, 2008), Rodríguez-Armas &
Beltrán-Tejera (1995), entre otros.

Fig. 26. Gyromytra infula (Ascomycota), aparece ocasionalmente en los claros y


márgenes de pistas forestales del monteverde (Foto E. Beltrán).

Fig. 27. Son muy frecuentes sobre restos leñosos de diferentes árboles de
laurisilva, varias especies de Hypoxylon (Ascomycota), como la de la imagen,
Hypoxylon canariensis, descrita recientemente de material canario, anteriormente
incluida en el complejo H. rubiginosum (Stadler et al., 2008), (Foto E. Beltrán).

54
Los pinares canarios se instalan por encima del monteverde y quedan
por tanto fuera de la influencia benefactora del mar de nubes,
produciéndose una inversión climática que se traduce en un ambiente más
seco. Este hecho tiene su efecto directo en los procesos más lentos de la
descomposición de la madera muerta y los hongos lignícolas no tienen aquí
su hábitat más adecuado. En cambio, es notable la abundancia y diversidad
de especies terrícolas micorrizógenas, cuyos micelios establecen simbiosis
duraderas con las raíces del pino canario (Pinus canariensis), como ya se
comentó en un párrafo anterior. En estos bosques dominan las setas del
orden Agaricales, muy bien representado por especies de los géneros
Inocybe, Amanita, Cortinarius, Russula, Lactarius, Tricholoma, Clitocybe,
Lepiota, Boletus, Suillus, etc. Mencionemos sólo algunas especies de estos
géneros: Suillus bellinii, Boletus edulis (Fig. 28), Inocybe geophylla,
Lactarius deliciosus, L. sanguifluus, Russula delica, R. albonigra, Clitocybe
decembris, Cortinarius elatior, Tricholoma terreum, Amanita gemmata, A.
muscaria (Fig. 29), A. panthe-rina, Mycena pura, etc.

Fig. 28. Boletus edulis, una de las setas más buscadas por sus cualidades
gastronómicas. Es frecuente en los pinares (Foto E. Beltrán).

Aunque su presencia es menos importante que en la laurisilva, los


lignícolas del orden Aphyllophorales más frecuentes en los pinares son:
Stereum sanguinolentus, S. rugosum, Trichaptum abietinum, Skeletocutis
percandida, S. nivea, y entre los terrícolas de este mismo grupo son
frecuentes: Boletopsis subsquamosa, Thelephora terrestres, Sistotrema
confluens, Coltricia perennis, Clavulina rugosa, Hydnellum ferrugineum,
Phellodon niger, entre otros.

55
Fig. 29. Amanita muscaria (‘matamosca’), es una de las setas presente en los
pinares, así como en pinares mixtos con fayal-brezal, jarales, etc. (Foto E. Beltrán).

Fig. 30. Lycoperdon lambinonii (‘pedo de lobo’), especie terrícola de Gastero-


mycetes, propia de pinares. Su gleba (parte fértil), tiene propiedades hemostáticas
(Foto E. Beltrán).

Otros grupos sistemáticos también están presentes en el pinar canario.


Tal es el caso de Lycogala epidendrum, Leocarpus fragilis, Arcyria
incarnata, Comatricha nigra, Hemitrichia abietina, Physarum album,
Physarum viride (Mycetozoa); Hevella lacunosa, H. helvellula, Peziza

56
violacea, Hypocrea rufa, Hyaloscypha hialina, Lophodermium pinastri,
Propolis versicolor (Ascomycota); especies de Dacrymyces, Bovista
aestivalis, Lycoperdon perlatum, L. lambinonii (Fig. 30), Scleroderma
polyrhizum, Rhizopogon roseolus, etc. (Basidiomycota).
En jarales de sustitución de estas formaciones boscosas, se desarrolla
un buen número de hongos, algunos de los cuales forman micorrizas con las
jaras (Cistus monspeliensis y C. symphytifolius). Destacan: Hebeloma cisto-
philum, Lactarius cistophilum, L. tesquorum (Fig. 31), Leccinum corsicum,
Hygrophorus pseudodiscoideus, Polyporus meridionalis, Pisolithus tincto-
rius, Astraeus hygrometricus, etc. Dähncke (2006), publicó un interesante
trabajo sobre los hongos de esta formación vegetal, en el que enumera un
centenar de especies registradas para La Palma.

Fig. 31. Lactarius tesquorum es una seta micorrizógena, de carne picante, típica de
los jarales (Foto E. Beltrán).

Las plantaciones de eucaliptos albergan una micobiota interesante, en


donde se observa la presencia de ciertas especies propias de estos hábitats,
si bien algunas tienen una valencia ecológica más amplia, que les permite
desarrollarse en otras comunidades vegetales. Entre las registradas con
mayor frecuencia citemos: Laccaria fraterna, Tubaria furfuracea,
Crepidotus mollis (Fig. 32), Laetiporus sulphureus, etc.
Otras plantaciones con una rica micobiota son los castañares, en
donde crece un buen número de hongos, no siempre exclusivos de esta
formación, pero sí frecuentes en las mismas. Un reciente estudio sobre los
castaños de Santa Úrsula (Tenerife), recoge unas 50 especies fúngicas
(Gutiérrez Peraza & Beltrán-Tejera, 2008), entre las que cabe mencionar:
Agaricus silvaticus, Amanita rubescens, Boletus chrysenteron, B. edulis, B.
erythropus, Cantharellus cibarius (Fig. 33), Cortinarius balteatus,

57
Laccaria laccata, Gyroporus castaneus, Lepista nuda, Russula sororia,
Otidea bufonia (Fig. 34), etc. Quizás la seta más sobresaliente y digna de
mención por su peligrosidad es la mortal oronja verde: Amanita phalloides
(Fig. 35), especie asociada en Canarias a los castaños con la cual forma
simbiosis micorrizógena. Este hongo, de periodo de incubación largo,
produce graves intoxicaciones, ocasionando la muerte en la mayor parte de
los casos. Ha sido citada para La Palma, Gomera, Tenerife y Gran Canaria,
siempre asociada al castaño (Castanea sativa).

Fig. 32. Crepidotus mollis, es un agarical con basidioma sésil, en forma de concha.
Es habitual sobre troncos de eucaliptos vivos, aunque también se desarrolla en
diferentes restos leñosos del monteverde (Foto E. Beltrán).

En prados, calveros de bosques y pistas forestales, se desarrollan


especies nitrófilas y heliófilas como: Agaricus campestris, Agrocybe
praecox, Amanita mairei, Boletus pulverulentus, Macrolepiota procera,
Psathyrella candoleana, Aleuria aurantia, Bovista plumbea, Myriostoma
coniforme (Fig. 36), Colus hirudinosus (Fig. 37), Clathrus ruber (Fig. 38),
Lysurus cruciatus, Phallus impudicus, etc.
Existe un grupo de hongos ecológicamente muy especializado, los
denominados carbonícolas o pirófilos, que se desarrollan únicamente sobre
cenizas y restos leñosos quemados. En Canarias se ha detectado una
micobiota carbonícola que aparece eventualmente después de los incendios
forestales. Entre las más fieles se encuentran las siguientes especies:
Faerberia carbonaria (Fig. 39), Pholliota highlandensis, Tephrocybe
atrata, Tephrocybe anthracophilum, Psathyrella pennata, Myxomphalia
maura (Basidiomycota); Peziza praetervisa, Plicaria endocarpoides y

58
Anthracobia melanoma (Ascomycota). Se han realizado observaciones de la
micobiota pirófila de una manera más detallada en los estudios de los
hongos de Tamadaba, en Gran Canaria (Bañares Baudet, 1988), y en los
pinares quemados de Fuencaliente, en La Palma (Beltrán Tejera et al.,
2003).

Fig. 33. Cantharellus cibarius (‘rebozuelo’), aparece en pinares, plantaciones


artificiales de castaños y ocasionalmente también se desarrolla en laurisilva. Forma
simbiosis micorrizógenas con las plantas de estas formaciones (Foto E. Beltrán).

Fig. 34. Otidea bufonia (Ascomycota), en plantaciones de castaños (Foto E.


Beltrán).

59
Fig. 35. Amanita phalloides (‘oronja verde’), es una seta mortal. En Canarias está
asociada a los castaños, con los que forma asociaciones mutualistas, de beneficio
mutuo (Foto E. Beltrán).

Fig. 36. Myriostoma coliforme pertenece a los Gasteromycetes. Es un hongo


terrícola, de apetencias mesófilas y nitrófilas. Aparece ocasionalmente en hábitats
antropizados (Foto E. Beltrán).

60
Fig. 37. Colus hirudinosus es un gasteromicete terrícola, cuyo basidioma presenta
un diminuto pie que surge de la volva, brazos verticales que se unen en el ápice en
una celosía, en cuyo interior se aloja la gleba fétida, que atrae a las moscas
encargadas de dispersar las esporas. Típico de hábitats antropizados (Foto E.
Beltrán).

Fig. 38. Clathrus ruber, al igual que Colus hirudinosus se desarrolla en hábitats
antropizados y nitrófilos. Presenta volva y celosía general, impregnada en su
interior de la gleba, de similares características que la de C. hirudinosus (Foto E.
Beltrán).

61
Fig. 39. Faerberia carbonaria, especie pirófila o carbonícola, que crece sobre
cenizas y restos leñosos quemados (Foto E. Beltrán).

La alta montaña canaria

En los retamares y codesares del piso bioclimático supramediterráneo


hemos realizado interesantes descubrimientos fúngicos en los últimos años,
tanto en las cumbres del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, en
La Palma, como en las del Parque Nacional del Teide, en Tenerife, las islas
de mayor altura del archipiélago. Los datos de Taburiente han sido
publicados (Beltrán-Tejera et al., 2004) y en este territorio de condiciones
climáticas extremas se han registrado sobre todo especies lignícolas de los
grupos Mycetozoa y Aphyllophorales, para los cuales se catalogaron 7 y 31
especies, respectivamente. Entre los primeros cabe citar Arcyria cinerea, A.
ferruginea, A. incarnata, Comatricha nigra, Didymium clavus, D.
squamulosum, Physarum leucophaeum, P. notabile, Trichia munda, etc., y
entre los Aphyllophorales se registraron: Aleurodiscus minor, Athelia
epiphylla, Botryobasidium subcoronatum, Coniophora puteana, Melzerium
udicola, Peniophora incarnata, P. cinerea, P. rufomarginata, Phanero-
chaete tuberculata, P. xeropila, Stereum hirsutum, Trechispora coharens,
entre otros.
El Parque Nacional del Teide presenta similares características
ecológicas que las cumbres de La Palma, por su situación de alta montaña
con gran insolación, agreste orografía, extremas condiciones climáticas,
etc., factores que no favorecen el desarrollo de los hongos, sobre todo
macroscópicos, organismos exigentes en cuanto a requerimientos hídricos
se refiere. La inexistencia de formaciones boscosas y por tanto de sustratos

62
idóneos (suelos húmicos y restos leñosos húmedos), a partir de los cuales
obtener los nutrientes, representa serias limitaciones para la presencia de
estos organismos en esas condiciones extremas. No obstante lo dicho, ha
sido sorprendente comprobar, contra todo pronóstico, la existencia de un
notable número de especies fúngicas lignícolas xerotolerantes, ligadas a
sustratos leñosos, capaces de retener agua durante periodos más o menos
largos. Así pues, la inmensa mayoría los hongos presentes en Las Cañadas
del Teide son lignícolas y por tanto eficaces biodegradadores de los restos
leñosos.

Fig. 40. Diferentes especies discoides, de pequeño tamaño, pertenecientes a


Ascomycota, son frecuentes en ramas de codesos, retamas y otras plantas de las
cumbres tinerfeñas, soportando a veces condiciones climáticas extremas, como los
ejemplares de la imagen cuyo sustrato descansa sobre la nieve (Foto E. Beltrán).

El sustrato más importante, como cabía esperar dada su abundancia, es


la retama del Teide (Spartocytisus supranubius), con una arquitectura
idónea para retener suficiente humedad en la parte inferior de sus ramas
muertas, tendidas sobre el suelo de forma radial. Los Aphyllophorales han
resultado ser, como en las cumbres de Taburiente, los hongos más
representados de las cumbres de Tenerife, siendo frecuentes especies de
Peniophora, Athelia, Phanerochaete, Hyphodontia, Hyphoderma, Trechos-
pora, Sistotrema, etc. Los Ascomycota, constituyen el otro grupo de gran
protagonismo en este Parque, y las especies más frecuentes pertenecen a los
géneros Cystella, Claussenomyces, Hyphodiscus, Orbilia, Stictis, Hypoxy-
lon, etc. En los biotopos húmedos, como fuentes y tubos volcánicos, hemos
observado en alguna ocasión Scutellinia scutellata, ascomicota higrófilo, de
requerimientos hídricos más acusados (Beltrán-Tejera et al., 2010). Los

63
mohos mucilaginosos (Mycetozoa) y Agaricales han resultado ser por el
momento, el grupo con menor representación en Las Cañadas del Teide.
Para el segundo grupo se han citado Pleurotus ostreatus (Fig. 41), sobre
retamas muertas y las terrícolas Amanita pantherina y Tubaria furfuracea
(citada como Tubaria hiemalis) (Fig. 42). En el oromediterráneo se ha
registrado la presencia de un ejemplar de Agaricales del género Naucoria
(Agrocybe s. auct.), en las fumarolas del Teide, a 3510 m de altitud
(Beltrán-Tejera et al., 1992).
Los resultados de un reciente proyecto que hemos desarrollado en el
Parque Nacional del Teide (Beltrán-Tejera et al., 2010), se irán publicando
próximamente. De esta manera, los estudios en Agaricales se hallan en
estos momentos en prensa (Bañares Baudet & Beltrán-Tejera, 2011).
Además, algunos resultados preliminares ya han sido dados a conocer
(Beltrán-Tejera et al., 2008; Díaz Armas et al., 2009).

Fig. 41. Es rara la presencia de Pleurotus ostreatus en las comunidades de


leguminosas de la alta montaña tinerfeña. Se ha registrado en ramas muertas de
retamas del Teide (Foto E. Beltrán).

64
Fig. 42. Tubaria furfuracea, relativamente frecuente bajo retamas, en zonas
orientadas a norte y en condiciones de humedad idóneas (Foto E. Beltrán).

Fig. 43. Resupinatus plicatus es un diminuto agarical, de basidioma sésil y forma de


concha, frecuente y abundante en ramas y raíces de retamas húmedas enterradas,
con una amplia distribución en el Parque Nacional del Teide. Presente también en
las Cumbres de la Caldera de Taburiente, sobre ramas de codesos (Foto E.
Beltrán).

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corticioid basidioma from the Canary Islands. Mycologia 100: 673-
676.

69
70
Biodiversidad: explorando la red vital de la que formamos parte
Actas VI Semana Científica Telesforo Bravo
Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias

3. Babosas marinas de las islas Canarias

Leopoldo Moro1,
Juan José Bacallado2 & Jesús Ortea3

GRIMA-OCEÁNIDAS, Grupo de Investigación en Moluscos del Atlántico, C/.


La Libertad, 8 -33180- Noreña, Asturias, España.
1
Cm. San Lázaro, 126 (Rtda-Aeropuerto), 38206, La Laguna, SC de
Tenerife, islas Canarias. [email protected].
2
Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, Organismo Autónomo de
Museos y Centros del Cabildo de Tenerife.
3
Departamento BOS, Universidad de Oviedo.

Como ‘babosas marinas’ se conocen a los representantes de


varios órdenes de moluscos, que normalmente tienen la concha
reducida o ausente. La carencia de esta estructura protectora ha
sido suplida con singulares estrategias de vida que, sin duda, se
han visto reflejadas en los variados diseños que exhiben estos
singulares invertebrados. A lo largo de más de tres décadas, bajo
la dirección del Dr. Bacallado y siendo investigador principal el
Dr. Ortea, se ha llevado a cabo un inventario exhaustivo de las
babosas marinas de Canarias, que ronda las 270 especies.

Encuadre taxonómico de los opistobranquios

El mayor número de especies del reino animal se concentra en los


ecosistemas terrestres, debido a la extraordinaria diversidad de los insectos
(aproximadamente el 80% de las especies existentes). Sin embargo, el
medio marino sobresale por albergar un mayor número de filos o
agrupaciones de organismos basadas en un plan general de organización. La
alta diversidad de grupos de organismos en el mar es comprensible si se
tiene en cuenta que el origen de la vida está en los océanos, lo que justifica
la presencia en el medio marino de 31 de los 32 filos conocidos (Fig. 1).

71
Así, animales tan diversos como babosas marinas, caracoles terrestres,
mejillones o pulpos se agrupan en el filo de los moluscos, por presentar un
plan básico de organización común.

Fig. 1. Treinta y uno de los treinta y dos filos conocidos en el ámbito de la zoología
están presentes en el medio marino.

Los censos globales de fauna marina han revelado que los grupos más
diversos en el mar son los moluscos, seguidos de los crustáceos y los
cordados. Estos resultados son similares a los observados en los mares
canarios (Tabla 1), donde el filo de los moluscos es el más diverso, con casi
un 30% de las especies inventariadas.

Tabla 1. El filo de los moluscos constituye el grupo más diversificado en el mar. En


Canarias casi el 30% de las especies marinas pertenecen a moluscos.
Canarias Global
Filo
(Garrido et al., 2003) (Bouchet, 2006)
Moluscos 29,43% 25,87%
Crustáceos (Artrópodos) 27,57% 23,25%
Cordados 18,74% 10,54%

72
Así, el último censo de fauna marina de Canarias (Moro et al., 2003)
contabilizó alrededor de 1200 especies de moluscos, de las cuales tres
cuartas partes correspondían a representantes de la clase de los
gasterópodos. De forma sintética, los moluscos marinos en Canarias se
dividen como sigue:
Monoplacóforos.- Presentan una concha de una sola pieza, cónica y
ovalada y constituyen una línea primitiva. Son habitantes de las grandes
profundidades marinas y se les considera como fósiles vivientes (Ejemplo:
Neopilina). No existen datos sobre su presencia en Canarias.
Caudofoveados y solenogastros.- Antiguamente agrupados en la
clase de los aplacóforos, son moluscos aberrantes de cuerpo alargado y
vermiforme. Carecen de concha, que está reducida a una serie de espículas
dispersas por el manto. Viven en el mar. En las aguas canarias sólo han sido
citadas dos especies de solenogastros (Fig. 2).
Escafópodos.- Poseen una concha en forma de ‘colmillo’ de elefante,
abierta por lo dos extremos. Son exclusivamente marinos y viven
enterrados en la arena o en el fango. Al menos 15 especies han sido
registradas en Canarias (Fig. 3).
Poliplacóforos.- También llamados quitones, son moluscos
exclusivamente marinos que presentan una concha formada por ocho piezas
transversales imbricadas como las tejas de un tejado, de atrás hacia delante.
En Canarias han sido citadas 17 especies (Fig. 4).
Cefalópodos.- Generalmente tienen la concha reducida o ausente. El
pié está modificado formando una corona de brazos con ventosas
(tentáculos) que se disponen alrededor de la boca. Son exclusivamente
marinos y se conocen 44 especies en Canarias (Fig. 5).
Bivalvos.- Incluyen animales tan conocidos como los mejillones,
berberechos, ostrones, etc., y se caracterizan por tener una concha formada
por dos valvas laterales. Son tanto marinos como dulciacuícolas. En
Canarias han sido citadas al menos 227 especies (Fig. 6).
Gasterópodos.- Los gasterópodos o gastrópodos (del griego gaster,
"estómago", y poda, "pie") constituyen la clase más extensa del filo de los
moluscos y se caracterizan por la torsión, un proceso en que la masa
visceral gira sobre el pie y la cabeza durante el desarrollo. Típicamente
tienen una cabeza bien definida, un pie musculoso ventral y una concha
dorsal (que puede reducirse o hasta perderse en los más especializados)
donde se protege la masa visceral. En Canarias su diversidad supera las 900
especies (Fig. 7).
La clase de los gasterópodos incluye a los opistobranquios (Fig. 8),
vulgarmente conocidos con el nombre de babosas marinas, babosas de
branquias laterales, liebres marinas, mariposas de mar, etc.; que engloban a
moluscos marinos cuyas adquisiciones evolutivas les han permitido

73
Figs 2-7. Ejemplos de moluscos marinos de Canarias: Fig. 2. Nematomenia flavens
(solenogastro); Fig. 3. Escafópodo; Fig. 4. Chiton canariensis (poliplacóforo); Fig. 5.
Sepia officinalis (cefalópodo); Fig. 6. Acanthocardia tuberculata (bivalvo); Fig. 7.
Pseudosimnia carnea (gasterópodo).

liberarse de ciertas limitaciones estructurales, funcionales y de comporta-


miento, que ostentan las otras dos subclases de los gasterópodos: los
prosobranquios (Fig. 9) (típicos caracoles marinos) y los pulmonados (Fig.
10), que agrupan a los caracoles y babosas terrestres y de las aguas dulces.

Antecedentes históricos

En Canarias las primeras referencias de las que tenemos noticia se


deben a D’Orbigny (1869) (Fig. 11), quien cita y describe algunas especies
de anaspídeos y nudibranquios, en la magna obra ‘Histoire naturelle des
iles Canaries’ de Webb y Berthelot. En torno a esta época solo se publican

74
Figs 8-10. Ejemplos de gasterópodos de Canarias: Fig. 8. Chromodoris rodoma-
culata (opistobranquio); Fig. 9. Luria lurida (prosobranquio); Fig. 10. Hemicycla
plicaria (pulmonado).

algunos trabajos (Mac Andrew, 1852; Chun, 1889 y Bergh, 1892). En


1932, Odhner publica la obra ‘Beiträge zur Malakozoologie der
Kanarischen Inseln’ en la que estudia el material recolectado en las islas
por diversos naturalistas, que se encontraba depositado en diferentes
museos europeos. Eales (1957), Duffus & Johnston (1969) y Geerts (1969)
citan algunas especies en el archipiélago; posteriormente Nordsieck (1972)
recopila la mayoría de las citas de opistobranquios realizadas hasta ese
momento.
A partir de 1980 se produce un gran impulso en la investigación del
grupo, dirigida desde las universidades de La Laguna y Oviedo, así como
del Museo de Ciencias Naturales de Santa Cruz de Tenerife, integrados en
los proyectos: ‘Estudio del Bentos Marino del área circumcanaria’,
‘Moluscos Opistobranquios del Archipiélago Canario: Estudio zoológico
taxonómico/biogeográfico) y químico’ y ‘Macaronesia 2000’. Se realiza un
estudio riguroso y continuado donde, autores como Ortea, Pérez Sánchez,
Bacallado, Moro, Valdés, Bouchet, Cervera y otros, redescriben
inicialmente las especies antiguas (Ortea & Bacallado, 1981), describen
numerosas especies nuevas para la ciencia y citan otras muchas. Como
resultado del proyecto ‘Estudio del Bentos Circumcanario’, en 1984 (Ortea
et al., 1984) se relacionan un total de 62 especies observadas en las islas y

75
Fig. 11. Lámina de D’Orbigny (1869), publicada en la monumental obra de Webb y
Berthelot, en la que se ilustran algunas babosas marinas.

adelanta la presencia de otras a nivel de género. En 1988 (Cervera et al.,


1988) se publica el ‘Catalogo actualizado y comentado de los Opisto-
branquios (Mollusca: Gastropoda) de la Península Ibérica, Baleares y
Canarias, con algunas referencias a Ceuta y la isla de Alborán’ donde se
recopilan cerca de un centenar de especies presentes en Canarias. Al propio
tiempo se publican varios trabajos entre los que destacan aquellos que

76
hacen referencia a grupos concretos (Ortea, 1981; Ortea & Martínez, 1991;
Pérez-Sánchez et al., 1992; Hernández et al., 1993; Moro et al., 1995; Ortea
et al., 1996; etc.). Ortea et al. (2001), tras haber publicado más de medio
centenar de trabajos sobre las babosas marinas de Canarias, dan a conocer
un total de 245 especies, de las cuales 23 se citan por vez primera en
Canarias, mientras que una veintena continuaban es estudio.
En la última década han sido numerosos los trabajos que han sumado
especies al inventario de estos moluscos en Canarias (Ortea et al. 2001;
Caballer et al., 2001; Moro y Ortea, 2001; Ortea, Caballer & Moro, 2002a;
Ortea, Caballer & Moro, 2002b; Ortea, Moro & Caballer, 2002; Ortea et al.,
2002; Ortea et al., 2003; Ortea, Moro & Espinosa, 2003; Ortea, Caballer &
Moro, 2003; Ortea, Bacallado & Moro, 2003; Ortea, Caballer & Moro,
2004; Ortea, Caballer & Moro, 2005; Ortea et al., 2005; Caballer, Ortea &
Moro, 2006; Ortea, Moro & Bacallado, 2006; Ortea, Moro & Espinosa,
2007; Ortea, Moro & Bacallado, 2008; Ortea, Moro & Espinosa, 2009;
Ortea et al., 2009; Caballer, Ortea & Moro, 2009; Ortea & Moro, 2009; y
Ortea, Moro & Martín, 2010), donde ya se ha superado las 270 especies.

La diversidad
de las babosas marinas en Canarias

La variedad anatomo-morfológica de los opistobranquios hace de este


grupo uno de los más vistosos y sorprendentes que viven en los fondos
marinos. Estructuras llamativas y órganos especializados pueden o no estar
presentes, de acuerdo con sus estrategias básicas o modos de vida: bentónicos
o planctónicos, con concha o desnudos, con mayor o menor tendencia a la
simetría bilateral secundaria y amplia diversidad de tamaños, desde escasos
milímetros hasta más de 25 cm. Siguiendo las clasificaciones tradicionales la
subclase de los opistobranquios se suele dividir en ocho o nueve órdenes
diferentes:

Cefalaspídeos

Morfológicamente se trata del orden más diverso de todos los


opistobranquios. Muy entroncado con sus ancestros los prosobranquios,
tiene dos peculiaridades que lo distingue: la presencia de un escudo
cefálico (Fig. 12) bien desarrollado que utilizan para excavar y enterrarse
en el lodo y la arena, y una concha relativamente bien desarrollada y
vistosa en algunas familias (Acteonidae, Hydatinidae, Bullidae, etc.,) (Fig.
13), mientras que en otras la concha se ha hecho interna, reduciéndose
considerablemente (Aglajidae, Philinidae, etc.,) (Fig. 14) o desapareciendo
casi por completo (Runcinidae) (Fig. 15).

77
Fig. 12. Detalle del escudo cefálico de Hydatina physis que es utilizado para
excavar y enterrarse en el sedimento.

Fig. 13. Micromelo undata exhibe una concha bien desarrollada y bastante
llamativa.

78
Fig. 14. En Philine aperta la concha es interna y de dimensiones muy reducidas.

Fig. 15. En Runcina africana sólo es posible observar un pequeño vestigio de


concha. Recientemente, los taxónomos han establecido un nuevo orden
(Runcinoidea) para la familia Runcinidae.

79
Los miembros más primitivos del grupo no se han adaptado totalmente
a la vida excavadora, persistiendo en algunos casos el opérculo (disco
corneo que se desarrolla en la superficie de la zona posterior del pié y cuya
función es servir de ‘tapa’ de la concha) en los adultos. Sin embargo, la
mayor parte de las especies tienen un modo de vida ligado a sustratos
blandos, alimentándose de la infauna (anélidos poliquetos, moluscos
bivalvos, etc.,) o de presas que encuentran en la superficie y entre las algas.
Para ello cuentan con una serie estructuras sensoriales bien desarrolladas:
órganos quimiotáctiles, ojos, cilios sensoriales, etc. Entre estas estructuras
destaca el órgano de Hancock, cuya función es equivalente a la de los
rinóforos presentes en los otros grupos de opistobranquios (Fig. 16).

Fig. 16. Detalle del órgano de Hancock de Hydatina physis, cuya función es olfativa
como la de los rinóforos.

Es un grupo conocido desde la antigüedad por parte de los


malacólogos, ya que la concha persiste en el sustrato después de la muerte
del ejemplar (Fig. 17). Sin embargo, hasta épocas recientes, las
descripciones se basaban principalmente en la concha, puesto que los
animales vivos eran observados en contadas ocasiones. El uso de la
escafandra autónoma ha supuesto un salto cualitativo a la hora de facilitar la
investigación en el fondo marino, con lo cual se pudieron llevar a cabo
numerosas observaciones ecológicas in situ.
Llegado el momento de la reproducción algunos cefalaspídeos se
reúnen en ‘masas’ de cientos de individuos (Runcina spp.) (Fig. 18), otros
se aparean formando cadenas que cuentan desde dos o tres, hasta decenas

80
Fig. 17. Restos de conchas de cefalapídeos: A) Acteon pusillus; B) Roxania
utriculus; C) Cylichna cylindracea; D) Haminoea orteai.

Fig. 18. Congregación de centenares de individuos de Runcina africana para la


reproducción.

81
Fig. 19. Chelidonura africana con su puesta constituida por un cordón mucoso
arrollado en forma de ovillo que contiene cientos huevos diminutos.

Fig. 20. La puesta de Haminoea orteai consiste en una cinta mucosa dispuesta en
espiral.

82
de individuos (Aglaja tricolorata). En muy poco tiempo realizan la puesta,
que en ocasiones es comunitaria, aportando cada individuo escasamente una
docena de huevos relativamente grandes (Runcina hidalgoensis). Otras
especies hacen puestas individuales que pueden consistir en una suerte de
cordón mucoso arrollado a modo de ovillo, en el que se encuentran
inmersos cientos de pequeños huevos (Aglaja, Chelidonura, Melano-
chlamys, etc.) (Fig. 19), o una cinta mucosa dispuesta en espiral (Hydatina,
Haminoea, etc.) (Fig. 20).
Los hábitos alimentarios también son muy dispares, existiendo especies
que se alimentan de la materia orgánica de los sedimentos (Pseudoacteon),
de vegetales, como algas y hierbas marinas (Haminoea, Bulla, etc.),
pequeños invertebrados (Hydatina, Philine, Micromelo, etc.) e incluso de
otras especies de opistobranquios (Aglaja, Chelidonura, Odontoglaja,
Philinopsis, etc.) (Fig. 21).
En general se considera a este orden como el grupo menos
especializado de los opistobranquios. Su dieta no suele estar ligada a una
especie determinada y en su mayoría utilizan los rudimentarios métodos de
defensa de sus ancestros los prosobranquios, como son la protección de la
concha y el pasar desapercibidos (hábitos escavadores, actividad nocturna,
colores apagados, etc.) (Fig. 22).

Fig. 21. Odontoglaja sabadiega tiene ‘dientes’, una excepción a la norma de su


familia.

83
Fig. 22. Ringicula conformis pasa desapercibido por sus hábitos excavadores y
ausencia de colores llamativos.

Fig. 23. Hedylopsis suecica es el único acoclidiáceo que hasta ahora ha sido
identificado en las aguas de Canarias.

84
Acoclidiáceos

Son muy pequeños y viven entre los huecos (intersticios) de los granos
de arena y de grava. Debido a sus hábitos de vida y su tamaño son poco
conocidos y hasta el momento sólo se ha observado una especie en Canarias
(Fig. 23).

Gimnosomados y tecosomados

Son parte del zooplancton y se caracterizan por tener el pie


transformado en ‘alas’ para nadar, por lo que se les conoce por pterópodos.
Se dividen en dos grandes grupos: los que tienen el cuerpo desnudo (Orden
Gymnosomata) y los que tienen concha (Orden Thecosomata) (Fig. 24).

Fig. 24. Creseis acicula es un pterópodo planctónico con una concha externa
ligeramente calcificada.

Notaspídeos

Todos los miembros de este orden presentan una branquia bien


desarrollada en el costado derecho del cuerpo (Fig. 25), por lo que en
ocasiones se denominan babosas de branquias laterales. En los más
primitivos la concha es externa, con forma de sombrero chino (pateliforme)

85
Fig. 25. Detalle de la branquia lateral de Berthella ocellata que es característica de
los notaspídeos.

Fig. 26. Umbraculum umbraculum es un notaspídeo que tiene una concha similar a
la de las lapas.

86
que puede estar más o menos calcificada (Umbraculum umbraculum) (Fig.
26); en otras especies la concha es interna y frágil (Berthella spp. y
Pleurobranchus spp.) (Fig. 27) o incluso puede estar ausente, como en
Pleurobranchaea meckelii (Fig. 28).
Los notaspídeos poseen un amplio manto del que sobresalen
anteriormente un par de rinóforos enrollados, similares a los que presentan
los sacoglosos. Se desplazan sobre el sustrato con un pié musculoso que en
ocasiones pueden utilizar para nadar. Son voraces predadores de esponjas y
ascidias, aunque algunos son cazadores oportunistas que incluso llegan a
practicar el canibalismo. Los notaspídeos desarrollan diversas estrategias
defensivas como copiar el color exacto del organismo del que se alimentan
(homocromía alimentaria), como sucede en Tylodina perversa (Fig. 29),
contar con concha protectora y mediante el cripticismo; incluso algunos
especies son capaces de secretar ácido sulfúrico cuando son atacados.

Fig. 27. Berthella stellata es un notaspídeo que se caracteriza por presentar una
concha interna y frágil.

87
Fig. 28. El notaspídeo Pleurobranchaea meckelii carece de concha.

Fig. 29. El notaspídeo Tylodina perversa tiene el mismo color amarillo que la
esponja de la que se alimenta.

88
Anaspídeos

Aunque se trata de un orden poco diversificado, es muy popular por


contar entre sus integrantes con las llamadas liebres marinas o conejos
chenchos (Aplysia spp.) (Fig. 30). Caracterizados por carecer de escudo
cefálico, los anaspídeos están dotados de dos grandes rinóforos arrollados
que recuerdan las orejas de un conejo. Como en la mayoría de los órdenes
de opistobranquios se puede observar una reducción gradual de la concha,
existiendo especies tales como Akera silbo (Fig. 31), que aunque la tienen
externa y bien desarrollada, no les permite retraerse totalmente en su
interior; otras poseen una concha interna y muy reducida (Aplysia,
Dolabrifera, etc.) (Fig. 32).
Entre los anaspídeos se incluyen los opistobranquios de mayor tamaño,
como es el caso de Aplysia fasciata, una liebre marina común en las islas
Canarias que puede superar los 40 cm de longitud. Los componentes de este
orden están dotados de un gran pié que utilizan para deslizarse sobre el
sustrato, aunque en ocasiones pueden utilizar los parapodios para nadar
(Akera bullata, Aplysia fasciata, Aplysia juliana, etc.); en otras especies
(Notarchus punctatus) (Fig. 33) los parapodios se sueldan formando una
cámara globosa por la que expelen agua a presión, propulsándose a reacción
al igual que pulpos y calamares.

Fig. 30. El conejo-chencho, Aplysia dactylomela, secreta tinta púrpura cuando se


siente amenazado.

89
Fig. 31. Akera silbo posee una concha externa bien desarrollada, pero sus
dimensiones no le permiten retraerse totalmente en su interior.

Fig. 32. Dolabrifera dolabrifera es una anaspídeo muy frecuente en Canarias.

90
Fig. 33. Aspecto de Notarchus punctatus antes y después de expulsar el agua para
huir.

Los anaspídeos son moluscos herbívoros y extraen de las algas de las


que se alimentan sustancias que utilizarán en su propia defensa. Algunas
especies secretan, a través de una glándula situada en el manto, un intenso
tinte violeta cuando son molestadas. En la actualidad las liebres marinas son
cultivadas en viveros con fines científicos (investigación del sistema
nervioso, obtención de metabolitos, etc.).
Durante la cópula suelen reunirse varios ejemplares, pudiendo realizar
puestas conjuntas o individuales.

Sacoglosos

Pequeños y crípticos, los sacoglosos presentan una gran diversidad


morfológica que puede resumirse en tres patrones generales de diseño: a)
cuerpo con aspecto de babosa dotado de una concha que puede ser
consistente, externa y globosa (Ascobulla fragilis) (Fig. 34), frágil y

91
parcialmente interna (Oxynoe bechijigua y Lobiger serradifalci) (Fig. 35) o
incluso bivalva en algunas especies tropicales (Berthelinia caribbea); b)
cuerpo recubierto de ceratas que pueden ser cilíndricas (Stiliger llerai,
Placida verticillata, etc.) (Fig. 36) o comprimidas (Polybranchia viridis y
Caliphylla mediterranea) (Fig. 37); y c) cuerpo plano semejante a una hoja
(Elysia spp., Bosellia leve, Thuridilla picta) (Fig. 38).
Se desplazan generalmente con el pié sobre las algas y fanerógamas
marinas, aunque algunos se han adaptado a excavar, como Ascobulla
fragilis, que progresa en el interior de los sustratos arenofangosos en busca
de estolones de algas del género Caulerpa. Sólo algunos son capaces de
nadar.
Los miembros de este orden son estrictamente herbívoros (exceptuando
unos pocos que predan sobre los huevos de otros moluscos), alimentándose
principalmente de algas. Para ello utilizan los afilados dientes de la rádula,
con los que cortan las células vegetales para luego absorber su contenido.
Esta especialización en la dieta ha permitido la evolución de dos singulares
estrategias de vida directamente relacionadas con el alimento: el uso de
cleptoplastos o cloroplastos robados, y la utilización de tóxicos derivados
de la dieta.
El contenido celular absorbido durante la alimentación contiene entre
otros orgánulos a los cloroplastos, que son las estructuras encargadas en los
vegetales de sintetizar materia orgánica a partir de CO2, agua y energía
solar, mediante una serie de reacciones metabólicas conocidas como
fotosíntesis. Una vez ingeridos estos orgánulos se acumulan en los tejidos
de los Sacoglosos, para posteriormente ser utilizados como estructuras
fotosintetizadoras propias, que les permiten subsistir durante varios meses
sin consumir ningún nutriente adicional.
La gran especialización alimentaria ha desembocado en una estrecha
relación entre el alga y su consumidor, de forma que generalmente cada
sacogloso se alimenta exclusivamente de unas especies determinadas. Un
ejemplo son aquellas que comen únicamente algas verdes del género
Caulerpa, las cuales son consumidas por pocos animales puesto que
contienen una sustancia muy tóxica, la caulerpina. Sin embargo, estas
especies no sólo han evolucionado hasta ser inmunes a la toxina, sino que
además han conseguido utilizarla en su propia defensa, acumulándola en los
tejidos e incluso secretándola cuando son atacados (Fig. 39).
Los miembros de este orden también llevan a cabo otras estrategias
más extendidas entre el resto de los opistobranquios: la homocromía
alimentaria (Fig. 40), consistente en ser del mismo color que tiene el
alimento, así como la autotomía o amputación voluntaria de determinadas
partes del cuerpo para distraer a los predadores.

92
Fig. 34. Ascobulla fragilis vive entre los rizomas de algas del género Caulerpa de
las que se alimenta.

Fig. 35. La delgada y transparente concha de Oxynoe benchijigua permite ver las
manchas azules del cuerpo.

93
Fig. 36. El sacogloso Placida verticillata se alimenta de algas verdes del género
Codium.

Fig. 37. Polybranchia borgninii es capaz de autotomizar los ceratas que recubren
su cuerpo como estrategia defensiva.

94
Fig. 38. Bosellia leve con su puesta realizada sobre la superficie del alga verde
Halimeda discoidea de la que se alimenta.

Fig. 39. Detalle de Ascobulla fragilis excretando la toxina caulerpina, que obtiene
de las algas de que se alimenta (Caulerpa spp.).

95
Fig. 40. Elysia manriquei se asemeja al alga verde Caulerpa webbiana de la que se
alimenta.

Nudibranquios

Conocidos como babosas marinas, todos los nudibranquios carecen de


concha durante su vida adulta. Son sin duda el grupo más sorprendente y
popular de todos los opistobranquios. Agrupa especies con estrategias de
vida absolutamente dispares y asombrosas, pero el principal motivo que
centra tanta admiración sobre ellos es la inagotable variedad de formas y
colores que exhiben (Fig. 41). Aunque inicialmente esto pueda parecer el
fruto de una extravagancia evolutiva, no es así en absoluto, es el resultado
mostrado por una estirpe de moluscos que a lo largo de su historia
reemplazó la protección que aportaba la concha por otros sistemas de
defensa: el cripticismo (Aegires sublaevis), (Fig. 42) la guerra química
(Hypselodoris picta) (Fig. 43), el robo de defensas ajenas (Spurilla
neapolitana) (Fig. 44), etc.
En la mayoría de los doridáceos (Fig. 45) las branquias, de origen
secundario, suelen encontrarse situadas en círculo alrededor de la papila
anal, en la parte posterior del cuerpo; sin embargo, los aeolidáceos (Fig.
46) y dendronotáceos (Fig. 47) carecen de ellas, adquiriendo la función
respiratoria otras estructuras denominadas ceratas.

96
De forma similar a los sacoglosos, algunos nudibranquios son capaces
de incorporar a sus tejidos las zooxantelas (algas unicelulares) que viven en
simbiosis en el interior de las presas. Este comportamiento ha sido
comprobado en dendronotáceos (Doto) y aeolidáceos (Spurilla,
Aeolidiella y Berghia).
Las principales presas de los nudibranquios son esponjas, cnidarios,
moluscos opistobranquios, briozoos y ascidias; en menor medida los hay
que se alimentan de las puestas de otros moluscos (Fig. 48), de pequeños
anélidos e incluso los hay filtradores.
La alta especialización de este grupo condiciona la existencia de
poblaciones con pocos individuos, por lo que generalmente hay pocas
posibilidades de aparearse. La condición de hermafrodita (Fig. 49), portar
órganos sexuales femeninos y masculinos simultáneamente, asegura a cada
individuo una unión provechosa en cada encuentro. El ciclo de vida
completo dura un año, y únicamente durante la época de apareamiento es
posible observar concentraciones de individuos de una misma especie.
Tanto en la búsqueda de pareja como de alimento, los rinóforos (Fig. 50)
juegan un papel fundamental como órgano quimiotáctil.
En ocasiones resulta complicado afirmar si los nudibranquios presentan
coloraciones crípticas o no, puesto que aparentan ser llamativas en unas
condiciones y pasar desapercibidas en otras. Aunque no lo parezca, muchas
babosas marinas de esplendorosos colores se camuflan en su ambiente
(Aldisa smaragdina) (Fig. 51), ya que pueden vivir asociadas a organismos
de similar colorido, o puede que a cierta profundidad, sobre todo aquellas
que presentan tonos rojos, se tornen en colores ocres o parduscos.
Curiosamente, la pigmentación rojiza es sencilla de conseguir mediante la
ingestión de carotenoides (pigmento muy común entre los organismos
marinos), mientras que los tonos negros o los marrones han de ser
sintetizados completamente de nuevo.
Muchas babosas marinas han optado por ser aposemáticas
(Hypselodoris, Chromodoris, Polycera, etc.) (Fig. 52), es decir, que
exhiben llamativos coloridos que advierten de su toxicidad. El hecho de
presentar este tipo de coloraciones favorece que algunos predadores
reconozcan con mayor facilidad las especies tóxicas.
Es frecuente que distintas especies aposemáticas desarrollen patrones
de color similares; esto se conoce como mimetismo mülleriano. En otras
ocasiones son las especies inofensivas las que intentan imitar a las tóxicas,
en este caso se trata de mimetismo batesiano. Ambos tipos de mimetismo
pueden darse también entre los Nudibranquios y otros grupos animales
(platelmintos, anélidos, etc.) (Fig. 53).
Generalmente los compuestos tóxicos son adquiridos a través de la
dieta y provienen del metabolismo secundario de sus presas, pero en
algunos casos son modificados e incluso sintetizados por el propio molusco.

97
El interés que reportan los complejos bioactivos de los moluscos son
motivo de estudio en numerosos centros de investigación farmacológica, ya
que entre otros se han encontrado sustancias con acciones citolíticas,
antineoplásicas y antibacterianas.
Sin duda alguna, el caso más sorprendente es el de los aeolidáceos
(Fig. 54), que se alimentan generalmente de cnidarios (anémonas, corales,
medusas, etc.) dotados de células urticantes (cnidocitos), que tienen en su
interior un diminuto arpón ponzoñoso el cual es disparado al menor roce.
Sin embargo, muchos aeólidos (Spurilla, Facelina, Glaucus, etc.) son
capaces de ingerirlos sin que se disparen y transportarlos a través del tracto
digestivo hasta un órgano situado en la punta de los ceratas, el cnidosaco
(Fig. 55).
Cuando se ven atacados yerguen los ceratas mostrando los cnidosacos
cargados con los cnidocitos sustraídos a sus presas (cnidocitos
cleptócnidos), listos para usarlos en defensa propia (Fig. 56). Una de las
especies que usa esta estrategia es Glaucus atlanticus (Fig. 57); este aeólido
vive a la deriva, ‘colgando’ de la superficie del agua, en busca de sus
presas, la fragata portuguesa (Physalia physalis) y los carajos a la vela
(Velella velella y Porpita porpita); cuando los vientos los arrastran hasta la
orilla es frecuente que ocasionen heridas entre los bañistas que se sienten
tentados de cogerlos dado su delicado aspecto.

Fig. 41. Chromodoris britoi, un nudibranquio de vivos colores.

98
Fig. 42. Aegires sublaevis se camufla sobre la esponja (Clathrina clathrus) de la
que se alimenta.

Fig. 43. Hypselodoris picta webbi puede desprender longifolina, un metabolito


tóxico y repelente que obtiene al alimentarse de la esponja Dysidea.

99
Fig. 44. Spurilla neapolitana se alimenta de anémonas a las que roba las células
urticantes para emplearlas en su propia defensa.

Fig. 45. El dórido amarillo Gargamella perezi mostrando las branquias extendidas.

100
Fig. 46. Flabellina affinis es un aeolidáceo muy frecuente en Canarias que se
alimenta de cnidarios del género Eudendrium.

Fig. 47. Marionia blainvillea es un dendronotáceo comedor de octocorales.

101
Fig. 48. Favorinus branchiales alimentándose de una puesta del notaspídeo
Pleurobranchus testudinarius.

Fig. 49. Vaginas (v) y penes (p) parcialmente evaginados de una pareja del dórido
Gargamella perezi.

102
Fig. 50. Diferentes tipos de rinóforos: A) Aldisa smaragdina, B) Flabellina affinis, C)
Doto furva.

Fig. 51. El dórido Aldisa smaragdina pasa desapercibido sobre una esponja de
color rojo.

103
Fig. 52. El nudibranquio Tambja ceutae presume de su toxicidad con vivos colores,
ya que es capaz de secretar tambjamina, un compuesto con actividad citotóxica y
antimicrobiana.

Fig. 53. Ejemplos de mimetismo: A) platelminto; B) nudibranquio

104
Fig. 54. Learchis poica predando sobre un pólipo del hidroideo Halocordyle
disticha.

Fig. 55. Al igual que otros aeólidos, Spurilla neapolitana tiene en los extremos de
los ceratas el cnidosaco.

105
Fig. 56. Aspecto de Facelina annulicornis en reposo (A) y en actitud defensiva (B).

Fig. 57. Glaucus atlanticus se deja llevar por las corrientes marinas en busca de
presas.

106
Fig. 58. El aeolidáceo Eubranchus telesforoi fue descrito a partir de ejemplares
capturados en el litoral de Montaña Roja (Tenerife) en 2002, y se nombró en honor
del Dr. Telesforo Bravo, eminente geólogo y naturalista tinerfeño de imborrable
recuerdo.

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111
112
Biodiversidad: explorando la red vital de la que formamos parte
Actas VI Semana Científica Telesforo Bravo
Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias

4. Reflexiones sobre la biodiversidad canaria en el año


internacional de la biodiversidad

Wolfredo Wildpret de la Torre


Profesor Emérito, Departamento de Biología Vegetal,
Universidad de La Laguna

La importancia de la biodiversidad para el planeta es tan


grande y está tan amenazada que Naciones Unidas ha querido que
un año entero fuera dedicado a este tema. Si la crisis actual de la
biodiversidad permanece en gran parte ignorada y los hábitats
naturales continúan declinando, hoy se acepta que perderemos, al
menos, la cuarta parte de las especies de la Tierra. Al reflexionar
sobre las pérdidas en biodiversidad que están ocurriendo ahora,
debemos recordar que en el pasado la vida se empobreció
significativamente en cinco acontecimientos principales, y después
la vida continuó. En un territorio como Canarias, que es un punto
caliente de biodiversidad, las pérdidas serán importantísimas. Las
causas principales que están provocando el actual retroceso de la
biodiversidad son el deterioro y fragmentación de hábitats
terrestres y marinos por crecimiento de la población, la
introducción de especies invasoras, la explotación excesiva de
especies, la contaminación del suelo, el agua y la atmósfera, la
modificación del clima y la proliferación creciente de
monocultivos. La biodiversidad es una cuestión de escalas,
abarcando los genes, especies y ecosistemas. Analizaremos a esas
tres escalas los datos de la biodiversidad de Canarias, un
territorio en el que se han censado más de 20.000 especies
(terrestres y marinas) y en el que casi un 40% de su superficie está
ocupada por espacios naturales protegidos.

Para mí, venir al Puerto de la Cruz es venir a las raíces de mi familia.


De manera que vengo aquí siempre que puedo, y con agrado. Como hoy,
atendiendo a la invitación tan entrañable que Julio Afonso me hizo en

113
nombre del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Antes que nada,
me gustaría decir que Julio pertenece a esta saga de catedráticos de
universidad que ha dado el Puerto de la Cruz. Si la memoria no me falla,
creo recordar, que en la rama de las Ciencias son cuatro los catedráticos
nacidos en el Puerto. Siguiendo un orden cronológico, el primero fue
Benito Rodríguez Ríos, ya fallecido, que en 1957 logró la cátedra de
Química Inorgánica de la universidad de La Laguna (ULL). Fue profesor
mío, decano de la facultad de Ciencias y rector entre 1972 y 1973. El
rectorado de Benito Rodríguez Ríos tuvo lugar durante un periodo muy
difícil de la universidad española, y al final dimitió porque sus proyectos no
estaban saliendo tal como el los había pensado. El segundo fue Telesforo
Bravo Expósito, también ya desaparecido, y al que esta noche estamos
honrando aquí. Telesforo ganó su cátedra de Petrología y Geoquímica de la
ULL en 1966. El tercero es Antonio Galindo Brito, actual catedrático de
Química Orgánica de la ULL, y que ha sido presidente de este Instituto. Y
el cuarto es Julio Afonso Carrillo, el científico que me acaba de presentar,
que trabaja también en la ULL, y que como los anteriores es natural de este
entrañable Puerto de la Cruz.
Aquí en el Puerto de la Cruz pasé los dos primeros años de mi infancia,
concretamente en el Hotel Taoro, con mi abuelo Gustavo Wildpret y mi
abuela Remedios Álvarez. Había perdido a los dos meses de nacer a mi
madre en noviembre de 1933 a consecuencia de unas fiebres puerperales.
Mi padre venía todas las semanas al Hotel Taoro para estar conmigo. Al
año de enviudar formalizó una relación sentimental con María Dixkes, una
mujer alemana residente en el Puerto, con la que contrajo matrimonio en la
parroquia de Nuestra Señora de la Peña de Francia ante la imagen del Gran
Poder. María sería realmente mi madre, en el sentido de que fue quién me
cuidó de niño, y me educó junto a mi hermano Leo y mi hermana Elena
Sofía como un hijo más. A ella le debo entre otras muchas cosas el
conocimiento de la lengua alemana que siempre he considerado mi segunda
lengua materna. La quise como si hubiera sido mi verdadera madre y de ella
siempre recibí un cariño filial especial. Por tanto, desde aquel lejano
tiempo, venir al Puerto siempre ha sido para nosotros algo especial, porque
era venir al pueblo de mi padre, que el tanto quería y en el que se sentía tan
a gusto con su familia y con su gente. Es por ello, por lo que para mi es un
tremendo honor venir aquí, y estar esta noche con ustedes. Es un
reencuentro, como he dicho al principio, con mis propias raíces
sentimentales.

Algunos comentarios históricos

Antes iniciar la conferencia me gustaría realizar algunos comentarios


históricos sobre varias personalidades importantes relacionadas con el

114
mundo de la biodiversidad. Se trata de científicos, que aunque no eran
portuenses, vivieron y trabajaron en el Puerto de la Cruz, aunque en algunos
casos sólo fuese durante unos pocos días. En la etapa de mi vida en la que
me encuentro debo reconocer que me gusta mucho la historia. Es el
resumen del pasado, muchas de las veces relatado de un modo subjetivo.
Pero sin embargo, considero que debe ser tratada como la base del presente
y en ella se encuentran experiencias que, sin duda, son necesarias y muy
útiles para planificar el futuro. Por eso quiero ahora recordar, aunque sea
muy brevemente, a algunos científicos, personas que pasaron por el Puerto
y que han dejado aquí una huella imborrable de su labor científica.
Este corto recorrido lo inicio haciendo referencia a unas personas que
pernoctaron aquí, muy próximos a este lugar, donde fueron agasajados y
alojados por Bernardo Cólogan en su casona familiar, que hoy es el hotel
Marquesa. Se trata del prusiano-alemán Alexander von Humboldt y el
francés Aimé Bonpland (Fig. 1). Ambos iban de camino hacia las regiones
equinocciales de América y pasaron en esta ciudad cuatro días de su corta
estancia en la isla.
Habían llegado a la isla por el puerto de Santa Cruz de Tenerife el 19
de junio de 1799 a bordo de la goleta Pizarro. Durante su corta visita a la
isla realizaron la famosa expedición que culminó con la subida al Pico
Teide. Aquel acontecimiento tuvo una repercusión en el pensamiento de
Humboldt que se consolidaría al ascender a otras cumbres andinas donde
observó como los cambios climáticos altitudinales repercutían en el
establecimiento de distintas formaciones vegetales. Estas observaciones le
llevaron a crear las bases de una ciencia: la geobotánica, disciplina a la que
he dedicado gran parte de mi actividad didáctica y científica. La labor de
estos científicos en Tenerife a pesar del corto tiempo de su estancia fue
intensa y tuvo posteriormente una repercusión importante en los naturalistas
viajeros del siglo diecinueve. La parte botánica, está recogida en los
cuadernos de campo de Bonpland que se conservan en el Museo de Historia
Natural de París. Merece destacarse que aunque la violeta del Teide o
violeta del pico ya había sido descubierta y descrita por naturalistas
anteriores como el padre Feuillée, fueron ellos los que la describieron por
vez primera con arreglo a las normas taxonómicas linneanas con el nombre
de Viola cheiranthifolia Humboldt et Bonpland. Planta que considero el
símbolo vegetal más representativo de la isla de Tenerife.
Después del desastroso y caótico comienzo del siglo XIX, vinieron a
Tenerife el geólogo y geógrafo alemán Leopold von Buch y el botánico
noruego Christen Smith (Fig. 2), desembarcando directamente en el Puerto
de la Cruz a las diez de la mañana del 6 de Mayo de 1815, y alojándose en
la casa de una de las familias más ilustres y amables de la ciudad, la familia
Barry y Brice. A von Buch se debe la primera obra importante sobre la
geología y vulcanología canarias. Este científico, amigo personal de

115
Humboldt, quedó extasiado ante el majestuoso espectáculo que le brindaron
Las Cañadas. En su estudio utilizó por primera vez la palabra ‘caldera’
término que hoy en día se acepta en un sentido geológico en el ámbito
científico. Por su parte, Christen Smith fue un botánico eminente que
describió muchas especies nuevas de la flora canaria, recolectó muchos

Fig. 1. En la casa de la familia Cólogan, actual hotel Marquesa (arriba, en una


imagen del principios del siglo XX), se alojaron Alexander von Humboldt (abajo
izquierda) y Aimé Bonpland (abajo derecha), durante la breve estancia que hicieron
en el Puerto de la Cruz antes de continuar hacia América (Fotos: FEDAC y
Wikipedia).

116
especimenes para su herbario y publicó el segundo catálogo de la Flora de
Canarias. Su muerte prematura en una expedición navegando por el río
Congo impidió a Smith terminar su labor descriptiva. En la actualidad sigue
ocupando un lugar destacado en la historia de la botánica canaria. Von
Buch y Smith regresaron a Inglaterra desde el Puerto el día 11 de Octubre
de 1815 vía Lanzarote.

Fig. 2. A Leopold von Buch (izquierda) se debe la primera obra importante acerca
de la geología y vulcanología de las islas Canarias. Christen Smith (derecha)
recolectó y describió muchas especies de nuestra flora. Ambos ocupan un lugar
importante en la historia de la geología y la botánica canaria (Fotos: Wikipedia).

Otro de los ilustres visitantes del Puerto de la Cruz que voy a destacar
es al médico alemán Paul Langerhans (Fig. 3). Personaje que ha pasado casi
desapercibido a los historiadores que se han ocupado de estudiar la estancia
de viajeros ilustres en el valle de La Orotava durante el siglo diecinueve.
Este distinguido médico había nacido en Berlín en 1847, en el seno de una
familia de médicos (Hausen, 1988; Jolles, 2002). Estudió medicina en la
Universidad de Jena, siendo discípulo del gran morfólogo Ernst Haeckel
quién le transmitió su vocación por la zoología marina. Prosiguió sus
estudios en la Universidad de Berlín, con Julius Conheim y Rudolf
Virchow, en cuyo laboratorio comenzó a trabajar siendo estudiante en el
estudio histológico de la inervación de la piel. En el transcurso de esta
investigación descubrió las terminaciones nerviosas en el estrato Malpighi
de la epidermis, así como el stratus granulosum del mismo, conocido más
tarde como estrato de Langerhans. Entre el verano de 1867 y el otoño de
1868 realizó investigaciones novedosas sobre la estructura y citología del
páncreas, tema de su tesis doctoral. Una grave tuberculosis frenó su carrera
docente e investigadora. En busca de su curación, viajó infructuosamente
por Suiza, Italia y Alemania. Finalmente recaló en Madeira donde ejerció la

117
medicina y se dedicó intensamente a los estudios de biología marina. En
1888 falleció en Madeira de una infección renal a los cuarenta años. En el
cementerio de Funchal reposan sus restos mortales.

Fig. 3. Detalle de los bajíos de Puerto de la Cruz en una imagen de principios del
siglo XX (izquierda), en ellos el famoso médico alemán Paul Langerhans (derecha),
que también era experto en gusanos marinos (poliquetos), estudió y descubrió
varias especies, entre ellas Perinereis taorica (Fotos: FEDAC y Den Store Danske
Encyklopædi).

Las células glandulares descubiertas por Langerhans en sus


investigaciones del páncreas fueron denominadas en 1893 por el histólogo
francés Laguesse como ‘islotes de Langerhans’. En 1921 los histólogos
Basting y Best aislaron la principal sustancia secretada por dichas células a
la que denominaron ‘insulina’, denominación por la que todos conocemos a
esta famosa hormona generada en estos islotes. Langerhans se trasladó
desde Madeira para estudiar en el mar del Puerto de la Cruz temas
relacionados con la biología marina de este litoral. Como experto en
gusanos marinos, en concreto en el grupo de los poliquetos, realizó estudios
sobre éstos cuyo resultado fue el descubrimiento de algunas especies en los
bajíos portuenses. Una de ellas, Perinereis taorica, es una ‘miñoca’
descrita por Langerhans en 1881, y cuyo nombre hace referencia al Taoro.
Hace unos años, el profesor de Biología Marina de la ULL Jorge Núñez
Fraga tuvo que redescribir esta especie a partir de nuevos ejemplares
recolectados en su localidad típica, Puerto de la Cruz, puesto que los
especimenes originalmente utilizados por Langerhans y depositados en la
universidad de Freiberg habían sido destruidos en 1944 durante la Segunda
Guerra Mundial.
Langerhans fue una de tantas personas europeas que padeció la
tuberculosis, una enfermedad cruel que en el siglo XIX sólo se curaba con

118
reposo, alimentación adecuada y una larga estancia en lugares de clima
suave como el de las islas atlánticas. En aquel tiempo, Madeira, Tenerife y
Gran Canaria eran los destinos mas visitados. Por estas fechas puede
situarse el inicio del turismo insular basado en la llegada de gente enferma
crónica a las islas con el pretexto de pasar largas estancias de reposo en
busca de la salud perdida.
Langerhans fue un claro ejemplo de personaje con esa doble vertiente
intelectual, muy frecuente en numerosos profesionales, de ser médico y
naturalista simultáneamente. Aquí nos acompaña esta tarde mi gran amigo
el médico Luis Espinosa García Estrada, al que considero un naturalista
vocacional; o por citar otro ejemplo, mencionar la figura relevante del
polifacético médico portuense Celestino González Padrón.
En este recorrido histórico incompleto voy a referirme al mundo de las
algas marinas donde en la actualidad destaca por sus investigaciones y su
docencia Julio Afonso. Julio llegó al mundo de las plantas marinas de mi
mano. Hay que remontarse a los inicios de la implantación de los estudios
de Ciencias Biológicas en la Universidad de La Laguna en el curso 1966-67
siendo rector de la Universidad el prestigioso catedrático de Química
Orgánica el realejero profesor Antonio González. Don Antonio disfrutaba
por aquel entonces de una gran amistad con su maestro el profesor Lora
Tamayo, ministro de Educación en uno de los gobiernos del general Franco.
Debido a esta circunstancia especial pudo obtener para la Universidad de La
Laguna la creación una nueva Facultad y una Sección: la de Medicina y la
de Ciencias Biológicas en la Facultad de Ciencias, en la cual se iba a
impartir por primera vez en la universidad española Biología Marina.
El profesor González y su equipo estaban desarrollando en aquel
tiempo investigaciones en su cátedra con el objeto de aislar productos
naturales extraídos de plantas terrestres y de seres marinos. Me di cuenta
desde un principio de que había que meterse en ese terreno. Nada más
incorporarme a la docencia en la recién creada Sección de Biológicas puse
en marcha los primeros estudios elementales sobre flora marina y sobre
flora terrestre en su más amplio sentido. La primera tesis doctoral sobre
algas marinas, realizada en aquellas condiciones de penurias iniciales, fue la
del farmacéutico y profesor ayudante de Botánica Álvaro Acuña González,
que fue dirigida por el profesor Juan Seoane Camba, catedrático de
Botánica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona, y
presentada y defendida en la Facultad de Farmacia de la Universidad
Complutense de Madrid. Una vez consolidada mi plaza de profesor
Agregado numerario en mayo de 1970, inicié mi labor investigadora en el
campo de la flora marina canaria dirigiendo la tesina de Arnoldo Santos
Guerra y las tesis de la profesora Candelaria Gil Rodríguez y la tesina y
tesis de Julio Afonso. Desde entonces, la profesora Gil, Julio y sus
respectivos colaboradores han continuado en una línea ascendente

119
dirigiendo tesinas, tesis, proyectos y trabajos científicos relevantes
publicados de forma ininterrumpida durante estos cuarenta años.
Retomando la senda inicial de mi intervención, regreso al Puerto de la
Cruz. En el litoral portuense realizaron sus investigaciones ficológicas dos
relevantes científicos pioneros en las islas en los estudios sobre la flora
marina canaria. El francés Camile Sauvageau, que realizó sus trabajos en el
invierno de 1905, y el danés Frederik Børgesen que los realizó en el
invierno de 1920. Ambos científicos estuvieron estudiando los ricos bajíos
que existían en el Puerto (Afonso-Carrillo, 2003). Lugares singulares de
biodiversidad marina en los que el olor del mar tiene un matiz especial que
nos adormece, junto con el espectáculo de las olas al golpear sobre las rocas
volcánicas. A pesar de lo duramente castigado que ha sido todo este litoral
por la brutal intervención antrópica, todavía es posible encontrar pequeños
rincones en los que la naturaleza y su biodiversidad nos siguen
sorprendiendo, en unos ambientes que estaban llamados a ser el mejor
parque marino del archipiélago. Ningún botánico marino conoce los
reductos del Penitente y alrededores de la playa del Boquete y de San
Telmo mejor que Julio Afonso. En estos ambientes costeros, donde el mar
golpea los sustratos rocosos con una violencia especial, Julio ha realizado
descubrimientos importantes e incluso me atrevo a opinar que aún este
lugar privilegiado le seguirá obsequiando con sorpresas mientras dure su
curiosidad científica y sus ganas de seguir disfrutando en ese lugar
emblemático del Puerto.
Por último, quedan dos personas importantísimas que trabajaron aquí y
a las que quiero dedicar un breve comentario. La primera es Telesforo
Bravo, la figura que hoy homenajeamos. Telesforo Bravo para mi tiene
muchos aspectos importantes, pero su figura es bien conocida por todos
ustedes y no me parece oportuno extenderme esta tarde en glosar aquí su
dilatada e impresionante biografía. No obstante, si quiero señalar algunos
detalles de mi relación con él. Fue profesor mío de manera privada. En el
verano de 1949 mi padre me ofreció la posibilidad de que Telesforo me
impartiera unas clases particulares de Ciencias Naturales. Aunque había
aprobado con buenas notas mi asignatura de 5º curso de Bachillerato en el
Instituto acepté gustoso. Con él entré en las Ciencias de la Naturaleza, y
sobretodo en la labor de campo. Recuerdo aquellas excursiones al barranco
de Tahodio donde me iba mostrando las plantas y los minerales que conocía
muy bien. De manera especial las maclas de augita. Telesforo era un
naturalista que conocía y amaba la naturaleza canaria de una manera
profunda. Por lo tanto, mi relación con Telesforo se inició desde mi
juventud. Luego en la Universidad Telesforo tuvo el detalle generoso de
cedernos parte de sus laboratorios en el edificio central de la universidad
para ubicar en ellos las primeras instalaciones del recién creado
departamento de Botánica. Sólo puedo tener palabras de gratitud hacia este

120
ilustre portuense que me honró a lo largo de mi vida universitaria con sus
conocimientos y con su amistad
La segunda persona que merece ser recordada es el científico Eric
Sventenius (Fig. 4), mi maestro, quién me inició en los primeros pasos por
la Botánica. Todo un personaje ilustre para el valle de La Orotava.
Sventenius vivió durante 29 años en el Puerto. Desde aquí desarrolló una
tarea importantísima extendida a todas las islas Canarias y a los
archipiélagos de Madeira y Cabo Verde. Una faceta casi ignorada de este
investigador que tan a fondo trabajó en la botánica canaria, fue su enorme
relación social como receptor de tanta gente ilustre, entre ella, numerosos
naturalistas extranjeros que le visitaron para interesarse por sus
conocimientos y para pedirle asesoramiento en sus tareas. Españoles y
extranjeros que viajaban de forma anónima fueron recibidos e incluso
alojados en la pequeña vivienda diseñada por él en el Jardín Botánico.
Eric Sventenius llegó a la isla en agosto del año 1943, y se instaló
inicialmente en la pensión Thomson ubicada en la calle Zamora. En
noviembre pasado celebramos en el Instituto de Estudios Canarios unas
jornadas para recordar el primer centenario de su nacimiento. Sventenius
nació el 10-10-1910, y consultando algunos datos de su archivo personal
depositado en el Jardín Canario ‘Viera y Clavijo’ de Las Palmas de Gran
Canaria, pudimos aportar aspectos muy interesantes de su apasionante
biografía.
Tanto Telesforo Bravo como Eric Sventenius lucharon por conservar
un lugar emblemático del Puerto: la ladera de Martiánez. Ha sido increíble
que los regidores del Puerto hayan dejado pasar, por desidia o tal vez por
ignorancia, la ocasión de dignificar este espacio singular del litoral
portuense. Este desinterés por el acantilado o ladera de Martiánez
constituye una de los grandes actos de desprecio que ha tenido la isla hacia
un lugar que pudo haber sido en la década de los años cincuenta del siglo
pasado el Jardín de Plantas Canarias. Existe toda una documentación que
prueba que este fue el lugar elegido inicialmente por Sventenius, y que por
desidia, por desconocimiento o por falta de interés, se perdió una iniciativa
de extraordinario rango paisajístico, turístico y científico que se marchó al
lecho y a las laderas del barranco de Guiniguada, donde en la actualidad
constituye, desde mi punto de vista, una de las joyas del Cabildo Insular de
Gran Canaria.
El paisaje degradado de la ladera de Martiánez ofrece en la actualidad
un lamentable aspecto de abandono. Se trataba de un espacio que tuvo un
extraordinario interés desde varios puntos de vista: geomorfológico,
florístico y faunístico, tanto terrestre como marino, y en especial, por sus
yacimientos paleontológicos y arqueológicos. Sin embargo, ahí está como
triste testimonio de lo que no hemos sabido o querido conservar y
aprovechar para el disfrute de nuestra generación y sobre todo de las

121
Fig. 4. El botánico sueco Eric Sventenius eligió inicialmente para su jardín de
plantas canarias a la Ladera de Martiánez, un espacio impresionante por su
geología, su vegetación y su fauna. La ladera a principios del siglo XX (arriba
derecha) y diferentes imágenes que muestran el actual estado de degradación, en
el que sobreviven valiosos representantes de la flora canaria (Fotos: FEDAC y J.
Afonso).

122
venideras. Como ha pasado y pasa en muchas ocasiones en la isla de
Tenerife, se perdió la oportunidad de haber tenido aquí un atractivo turístico
de primerísima categoría científica y cultural. Por eso, rindo esta noche en
este entrañable Instituto un sentido homenaje a Telesforo Bravo y a Eric
Sventenius, defensores ilustres de la ladera de Martiánez. Ellos lucharon
denodadamente e hicieron unos esfuerzos increíbles por esta noble causa.
No fueron oídos, sus opiniones no fueron tenidas en cuenta. Penoso.
Por último me queda por nombrar los trabajos tan interesantes que
realizó en el Puerto de la Cruz el doctor Wolfgang Köhler (Fig. 5). Este
psicólogo alemán, retenido en el Puerto como consecuencia de la primera
guerra Mundial (1914-1918) fue el primer científico que inició en los llanos
de la Paz, frente al mar, el estudio del comportamiento de los primates.
Recuerdo que mi padre me contaba sus andanzas en la Casa Amarilla
observando los experimentos de Köhler. Con estos estudios pioneros en su
época, Köhler intentaba evaluar la inteligencia de estos animales, que en la
escala biológica, son nuestros parientes más cercanos.
Aquí se llevó a cabo, entre otras, una famosa prueba grabada en una
cinta cinematográfica en la que un primate trata de alcanzar un plátano
colgado a una cierta altura. El animal intenta repetidamente saltar infructuo-
samente sin alcanzarlo. De pronto descubre en un rincón del habitáculo un
palo apoyado a la pared. Se dirige al lugar, toma el palo, desde allí va hacia
el plátano colgado al que golpea, y el fruto se desprende y cae. Sobre la
marcha lo pela y se lo come. Aquella experiencia, entre otras, vino a
demostrar las capacidades de razonamiento y cognitivas que tienen los
primates. La importancia de estos estudios tuve ocasión de comprobarla
hace unos meses contemplando el documental nº 100 de Redes, emitido por
TV2, realizado y dirigido por Eduardo Punset en el Instituto Max Planck de
Antropología Evolutiva de Leipzig en Alemania. Punset dialogaba con el
biólogo catalán Joseph Call director del Wolfgang Köhler Primate Research
Center contemplando unas fotografías realizadas por el propio Köhler en la
Estación de Antropoides del Puerto de la Cruz. De manera que, desde 1913
hasta 1920, el primer Centro de Primatología del mundo estuvo establecido
en el Puerto de la Cruz por orden de la Academia Prusiana de Ciencias de
Berlín. En la actualidad, la Casa Amarilla, abandonada y en estado ruinoso,
y la ladera de Martiánez constituyen dos ejemplos de la desidia institucional
portuense. En la Casa Amarilla se pudo haber creado un centro científico y
cultural de alto nivel, destinado a explicar a los escolares canarios, a nuestra
gente y a nuestros visitantes, que en ese lugar, a principios del siglo XX, se
hicieron los primeros ensayos antropológicos sobre el desarrollo de la
inteligencia en primates.
Después de estos algo extensos comentarios iniciales, me voy a centrar
en lo que es estrictamente la conferencia.

123
Fig. 5. En la Casa Amarilla, conservada en buen estado hasta finales del pasado
siglo (arriba izquierda), el psicólogo alemán Wolfgang Köhler inició para la
Academia Prusiana de Ciencias de Berlín, el estudio del comportamiento de los
primates, en lo que fue el primer Centro de Primatología del mundo. Hoy, la casa
está abandonada y en ruinas (en medio y abajo) (Fotos: El Puerto Project y J.
Afonso).

124
Reflexiones sobre la biodiversidad canaria

Pensé titular la conferencia, ‘Reflexiones sobre la biodiversidad canaria


en el año internacional de la biodiversidad’ ya que en este momento, y por
indicación de las Naciones Unidas, estamos finalizando el año dedicado a la
biodiversidad. Mientras la ONU habitualmente dedica un solo día a
conmemorar y destacar temas importantes para el conjunto de la
humanidad, como el día de la mujer, el día del niño, o el día del árbol, etc.,
dada la importancia que la organización confiere a la biodiversidad del
planeta ha decidido dedicar todo una año a esta cuestión. Naciones Unidas
ha querido que un año entero fuera dedicado a promocionar, a dialogar, a
discutir, sobre este tema tan candente y preocupante. De este modo, se nos
invita a que reflexionemos, por ejemplo, con lo que está pasando en la
Amazonía, que es el gran pulmón del planeta. Allí, todos los días
desaparecen cientos de especies que aún no habían sido descritas para la
ciencia. Las hemos perdido de forma irreversible y podrían haber sido
recursos naturales que hubieran servido para mejorar nuestra calidad de
vida. O, si lo prefieren, se nos sugiere meditar sobre el hecho incuestionable
de que en este planeta la mayor parte de las inversiones que se están
realizando en estos momentos en los países desarrollados están encamina-
das a la creación de armamentos cada vez más sofisticados, con lo que los
mayores esfuerzos económicos se dedican no a conservar sino a destruir.
Naciones Unidas declaró 2010 como año internacional de la
biodiversidad, con el propósito de promover una campaña mundial de
sensibilización sobre la protección de la diversidad biológica. Uno de los
objetivos prioritarios de este gran evento es alentar a las organizaciones,
instituciones, fundaciones, ONGs, empresas y público en general para que
activen medidas concretas de cara a reducir la pérdida de biodiversidad
global. No se concibe el desarrollo humano y el bienestar social sin tener en
cuenta lo que supone la biodiversidad. En el caso de los vegetales, que es
mi tema, la mayor parte del oxígeno que nosotros necesitamos para respirar
procede de la fotosíntesis que realizan estos seres vivos, tanto en el medio
marino como en el medio terrestre. Es más, la mayor parte de oxígeno que
nosotros respiramos, que es aproximadamente el 20% de la composición
química de la atmósfera, es producida por el fitoplancton marino, organis-
mos que viven en esas dos terceras partes del planeta ocupadas por el mar,
lugar donde ocurrió el milagro del origen la vida. Además, todas estas
plantas se convierten también en el sumidero del anhídrido carbónico
atmosférico, jugando un papel importantísimo en este sentido debido al
incremento de este gas responsable del conocido ‘efecto invernadero’.
Les voy a comentar una anécdota. Hace algunos años, por la época en
la que pretendíamos concienciar a nuestros gobernantes de la importancia
del monteverde, y quisiera aprovechar esta oportunidad para recordar al ya

125
desaparecido amigo portuense Imeldo Bello que fue un gran defensor de
nuestro monteverde, conversaba con un amigo piloto de aviación civil sobre
el problema del ruido originado en los aledaños de los aeropuertos.
Recuerdo su comentario al respecto: me decía que en los aeropuertos el
principal problema no es el ruido; el gran problema medioambiental radica
en que para que un Jumbo logre despegar es necesario consumir una
cantidad de oxígeno equivalente al producido por todo el monte de Las
Mercedes en un día.
Todas las iniciativas de este año están dirigidas a concienciar a la
población sobre la importancia de la conservación de la biodiversidad,
promoviendo además, su valor económico. Unido a este objetivo, se
pretende mejorar el conocimiento público de las amenazas a la biodiver-
sidad y los medios para conservarla. Y ese es el motivo por el que estamos
hoy reunidos aquí.

La vida

El primer problema con el que nos encontramos es definir qué es la


vida. Cuando a James Lovelock, científico independiente, meteorólogo,
escritor, inventor y ambientalista, famoso por la Hipótesis Gaia (conjunto
de modelos científicos que contemplan a la Tierra como un todo en el que
la vida juega un papel de autorregulación, ver Lovelock, 2007), le
preguntaron qué era para él la vida, contestó: ‘Bueno, soy un científico.
Pero los científicos pertenecemos a tribus distintas: biólogos, físicos,
químicos…, y si les preguntas a cada uno de ellos qué es la vida, todos te
darán una respuesta distinta. El biólogo te dirá que es algo que se reproduce
a sí mismo, que los errores reproductivos son corregidos por la selección
natural, y esto es lo que distingue a los seres vivos. El químico afirmará que
es algo que metaboliza, que coge elementos químicos del entorno, los
procesa y los devuelve, y todo el sistema se mantiene siempre en un estado
maravilloso, en un estado constante que logra estar fuera del equilibrio. Y el
físico te dirá que nada de eso, que es un sistema que funciona como un
frigorífico: coge energía libre, la transforma y se construye a sí mismo
como una estructura que disipa energía’ (Punset, 2008). De manera que
para poder entender correctamente lo que significa la biodiversidad, es
necesario, naturalmente, aceptar y aglutinar estas tres perspectivas.
Leyendo las obras de Lovelock, podemos recapacitar sobre el hecho de
que la Tierra tiene miles de millones de años y que la historia de la
humanidad es sólo el último fragmento de un segundo al final de este
inmenso período de tiempo cósmico. Por eso tenemos que aceptar que la
Tierra no está hecha para nosotros, y que sólo somos unos invitados que
estamos aquí gracias a un afortunado accidente. Quizá esta idea haga que
aumente nuestro respeto hacia la Tierra y a nuestra humanidad. Bajo esta

126
perspectiva, Lovelock insiste en que debemos sentirnos muy afortunados de
formar parte de un universo que se organiza a sí mismo. Porque, donde
quiera que existan flujos de energía, como la luz solar procedente de una
estrella, se forman sistemas y estructuras que viven, sobreviven un tiempo y
se extinguen de nuevo. Por ello, la vida es uno de esos sistemas. Pero
distinto a los demás, porque es un sistema casi inmortal. La razón de que
sea casi inmortal es que puede transmitir de una generación a otra el
conocimiento de lo que se debe hacer para sobrevivir.
Cuando reflexionamos sobre las pérdidas tan importantes de
biodiversidad que están ocurriendo en la actualidad, es necesario recordar
que en el pasado la vida se empobreció significativamente en cinco
acontecimientos principales, además de en innumerables episodios locales
diferentes. Sin embargo, la vida continuó. Pero, ¿Cuánto tiempo le tomó a
la evolución restaurar las pérdidas? Aunque sólo cinco millones de años
fueron suficientes para empezar con fuerza, la recuperación completa a
partir de cada una de las cinco extinciones mayores requirió, en cambio,
decenas de millones de años. La reducción de biodiversidad que tuvo lugar
en el Ordovícico, hace 488,3 millones de años (ma) necesitó 25 ma para
alcanzar la recuperación. La reducción del Devónico (hace 416 ma), 30 ma;
las del Pérmico (hace 299 ma) y Triásico (251 ma), 100 ma. Y por último,
la del Cretácico (hace 145 ma), 20 ma.
Cada extinción ha permitido el desarrollo de formas de vida más
evolucionadas, y así se supone que seguirá ocurriendo. Si los dinosaurios
no se hubieran extinguido hace sesenta millones de años, ahora yo no
podría estar impartiendo esta conferencia, ya que los dinosaurios hubieran
dominado a todos los pequeños mamíferos durante cientos de miles de
años, hasta que se hubiera producido otro importante fenómeno de
extinción. La cuestión es que la desaparición de los dinosaurios facilitó la
evolución de los pequeños mamíferos y por eso estamos aquí.

La crisis de la biodiversidad

Si la actual crisis de la biodiversidad permanece en gran parte ignorada


y los hábitats naturales continúan declinando, hoy se acepta que
perderemos, al menos, la cuarta parte de las especies de la Tierra. Sin
embargo, si respondiéramos sensatamente con los conocimientos y la
tecnología que ya poseemos, podría preverse que las pérdidas de
biodiversidad no pasarían del 10%. A primera vista la diferencia parece
soportable. Pero no lo es, puesto que supone una pérdida de millones de
especies. Si tomamos como ejemplo el Archipiélago Canario considerado
un punto caliente de biodiversidad a nivel planetario, con una superficie tan
limitada, nuestros diversos ecosistemas albergan todavía una alta
biodiversidad a nivel mundial. Se da la curiosa circunstancia que en una

127
media aproximada de siete días suele describirse una especie nueva para la
ciencia. Pues a pesar de esta riqueza biológica que aún tenemos, es de
lamentar la pérdida diaria de muchas de las especies conocidas e incluso de
aquellas que aún permanecen desconocidas para la ciencia.
Desde una visión de tipo general, son seis las causas principales que
están provocando el actual retroceso de la biodiversidad:
a) Deterioro y fragmentación de hábitats terrestres y marinos por
crecimiento de la población. Este problema se puede observar a diario en
las islas. Utilizando la escala de tiempo en la que yo he vivido debo señalar
el deterioro tan brutal que han padecido todos los ambientes insulares,
terrestres y marinos, debido principalmente al incremento de la población,
tanto residentes como turistas, y al desarrollo de todo tipo de infraes-
tructuras en muchas ocasiones realizadas sin ningún tipo de planificación
medioambiental.
b) Introducción de especies invasoras. En este sentido basta con
reflexionar sobre el número de especies potencialmente invasoras que
pueden llegar a las islas por ejemplo en el interior de un contenedor, de los
miles y miles que son desembarcados por los muelles comerciales de las
islas. Los contenedores proceden prácticamente de todo el mundo. Hoy en
día el comercio está totalmente globalizado. O pensemos simplemente en el
papel de los aviones comerciales con el traslado de mercancías y de
personas procedentes de todas partes del mundo. El peligro mayor sin duda
nos llega de los países tropicales. Todo tipo de pequeños organismos,
microorganismos patógenos, parásitos, plantas y animales procedentes de
estos territorios llegados por esta vía de forma accidental o voluntaria no
habrían alcanzado las islas de manera natural con tanta facilidad. Los
fitopatólogos están alarmados. El mosquito tigre es un ejemplo de reciente
introducción en Canarias. Y lo mismo ocurre en el medio marino, donde
muchos seres vivos han sido introducidos formando parte del ‘fouling’
eliminado de los navíos a consecuencia de la limpieza de los cascos en los
puertos de destino. Como ejemplo grave puede considerarse la eliminación
del agua de lastre de los grandes petroleros que no sólo contribuye a la
dispersión lejos de su lugar de origen de especies por todos los mares del
mundo sino que junto a esta contaminación se produce el vertido
simultáneo de restos de hidrocarburos. Así llegan a las islas todo tipo de
especies, que pueden instalarse en ellas y competir con nuestras especies
nativas.
c) Explotación excesiva de especies de plantas y animales (bosques
explotados, pesca excesiva). Entre los bosques explotados, quizá sea el de
Brasil el ejemplo desgraciadamente más notable que tenemos en el planeta.
En Brasil se está talando la mayor parte de la Amazonia. Pero eso es sólo lo
que se ve. La cubierta vegetal que se está eliminando ha estado permitiendo
la vida a miles y miles de otras especies que viven en la selva y que

128
dependen de los productores primarios que son las plantas. Por otra parte, la
sobrepesca tiene efectos devastadores sobre los ecosistemas marinos. No
sólo afecta a las especies que son capturadas, sino que la variación del
número de ejemplares de una especie a favor de otra puede transformarse
en una presión incontrolable en su propio medio. Aunque la sobrepesca no
es un fenómeno nuevo, ha sido a partir del siglo XX cuando ha comenzado a
representar un peligro a nivel planetario. El incremento de la presión
pesquera que están llevando a cabo los países ricos está desplazando a los
pescadores locales de sus zonas tradicionales de captura, provocando no
sólo el empobrecimiento de las zonas donde estos han faenado tradicional-
mente sino que consecuentemente se ha producido la pérdida de una fuente
de alimento básico, fundamental para la subsistencia de la población
autóctona.
d) Contaminación del suelo, el agua y la atmósfera. Con respecto a la
contaminación les puedo poner un ejemplo duro, de reflexión, sobre
actividades cotidianas de las que ignoramos el daño que pueden provocar a
la naturaleza en un espacio protegido. Los aquí presentes habrán subido a
Las Cañadas del Teide cientos o miles de veces, de hecho todos los años
suben al Parque Nacional seiscientos mil automóviles. Pues bien, unos
veinticinco vehículos rompen el cárter cada mes. El aceite derramado a
causa de esta rotura se mezcla con la tierra o con la nieve. Al producirse las
precipitaciones torrenciales anuales, o cuando la nieve se derrite, los
residuos de esta suspensión tóxica son arrastrados hacía el interior del
sustrato. A esta contaminación hay que añadir la de las partículas
procedentes de la erosión por fricción de los neumáticos sobre el asfalto de
la carretera, los residuos de los frenos e incluso las manchas de aceite que
adornan los aparcamientos y la carretera del Parque. Toda esta mezcla es
incorporada al agua de lluvia que se percola íntegramente a las capas
freáticas del subsuelo, dado que por su singular estructura geomorfológica,
la gran caldera de Las Cañadas no tiene posibilidad de verter sus aguas de
escorrentías al mar. De manera, que no será extraño encontrar en el futuro
restos de hidrocarburos, quizá en cantidades nanométricas, en las aguas
subterráneas insulares. Esto puede significar un grave problema añadido en
un futuro no muy lejano a la creciente contaminación de los acuíferos
tinerfeños. También considero oportuno recordar que en la actividad
agrícola y ganadera, el abuso de fertilizantes, pesticidas y piensos
artificiales de origen orgánico que ha tenido lugar en las últimas décadas, y
cuya degradación en el medio se produce con cierta lentitud, hace tiempo
que viene afectando a algunos acuíferos. Aquí, en el valle de La Orotava, el
continuo vertido incontrolado de aguas residuales procedentes de la
creciente proliferación de pozos negros de zonas residenciales e industriales
se ha convertido en un serio problema de contaminación química y
biológica del agua almacenada en los acuíferos subterráneos. Podría

129
continuar señalando situaciones que necesitan una urgente corrección si
aplicamos parte de cualquier catálogo elemental de atentados
medioambientales. Santa Cruz de Tenerife, mi ciudad natal, está actual-
mente considerada una de las ciudades más contaminadas de Europa. Es
bien conocido que cuando los alisios dejan de circular o vienen los vientos
del suroeste, la contaminación provocada por la refinería, la depuradora de
aguas residuales o por los gases eliminados por la elevada cantidad de
vehículos movidos por combustibles derivados de recursos fósiles que
circulan por la urbe, hace que su atmósfera se vuelva prácticamente
irrespirable en algunas épocas del año.
e) Modificación del clima. La actividad humana ha estado incrementando
de forma progresiva los niveles de CO2 en la atmósfera, lo que está
produciendo un incremento excepcional de la temperatura del planeta, que
conduce al tan debatido ‘cambio climático’, sobre el que en la actualidad
existe todavía cierta controversia. Pero de lo que no hay duda es que el
desarrollo humano está cambiando sustancialmente los equilibrios de la
naturaleza como consecuencia del vertido de cantidades muy elevadas de
CO2 y otros contaminantes a la atmósfera. La modificación del clima está
afectando ya a la distribución de las especies, poniendo en peligro de
extinción a aquellas que carecen de la capacidad de adaptación o de ampliar
sus propias áreas de distribución.
f) Agroindustrias y forestación con monocultivos. Como ya he comen-
tado, en la selva de Brasil se está talando salvajemente y se está transfor-
mando en un monocultivo, consecuencia de la actual apuesta por la
industria del biofuel, es decir, de la producción de combustibles
procedentes de la transformación de biomasa vegetal. En el Amazonas, en
un territorio en el que en apenas una hectárea pueden crecer hasta
seiscientas especies distintas de plantas, si esta biomasa es arrasada y se
siembra de soja o de maíz, podrán hacerse una idea del daño considerable
que se está infringiendo a la biodiversidad local
Por último, no quiero dejar pasar la oportunidad de hacer una
referencia a determinados personajes peligrosos, delincuentes de guante
blanco dedicados al comercio de especies. Son los que denominamos
‘cazaendemismos’. Se trata de personas que se dedican a la recolección de
las especies muy raras y escasas que viven en lugares singulares para ser
vendidas a museos, universidades o jardines botánicos, que por este
procedimiento incrementan sus colecciones con especies de las que apenas
se conocen algunas decenas o centenas de ejemplares en su estado natural.
Este uso mercantil de la naturaleza puede provocar daños irreparables. Les
pondré un ejemplo que no se ha podido resolver todavía por la gestión del
Parque Nacional del Teide. Hace poco encontré en internet un catálogo de
especies canarias entre las que se incluía una oferta de semillas de la violeta
del Teide. Denuncié el hecho a la Dirección del Parque. Al poco tiempo se

130
me comunicó que hecha la consulta legal preceptiva, desgraciadamente la
legislación vigente no parece contemplar ninguna medida para impedir que
una especie tan protegida como ésta, en la que su propia capacidad de
dispersión por semillas es fundamental para su supervivencia. La reco-
lección furtiva de semillas de este endemismo en sus poblaciones naturales
de difícil control en la actualidad puede considerarse, por tanto, como una
causa más que podrá propiciar la merma de su capacidad de dispersión en
sus hábitats.
En la actualidad se tiene la percepción de que la humanidad ha iniciado
la sexta gran convulsión de extinción. ¿Pero, qué es lo que se extingue? ¿La
vida? La reflexión debe ser mucho más realista puesto que en realidad lo
que parece haber comenzado es la extinción de ‘su’ vida, ya que el periodo
de tiempo necesario para que se pueda recuperar lo perdido no tiene
significado para la humanidad contemporánea. Por todo ello es necesario
destacar lo que es evidente, esto es, que la ‘vida’ seguirá en el momento en
que la especie humana desaparezca del planeta. Simplemente por que le
toca desaparecer, de igual manera que desaparecieron en su momento los
dinosaurios. Y luego, seremos sustituidos por otros organismos que se
volverán predominantes. Estos podrán ser las abejas, las hormigas, o
cualquier otro organismo, es decir, cualquiera que en ese momento esté
genéticamente preparado para triunfar en las nuevas condiciones que se van
a dar en el planeta y aproveche su oportunidad.

A qué llamamos biodiversidad

El término ‘biodiversidad’ al parecer fue acuñado por el profesor de la


Universidad de Harvard, Edward O. Wilson en 1985. El profesor Wilson
empleó este término, que resulta de la contracción de ‘biological diversity’,
cuando editó, en el libro que denominó ‘BioDiversity’, los resultados de los
trabajos del Foro Nacional de Diversidad de 1980 celebrado en Washington
bajo los auspicios de la Academia Nacional de Ciencias y la Smithsonian
Institution, dos de las instituciones científicas más prestigiosas de los
Estados Unidos. Pero fue en 1972 cuando realmente se empezó a despertar
la preocupación en Estocolmo, al comprobar los países más avanzados que
las cosas no iban por buen camino. No estábamos por el sendero correcto y
ya se habían encendido muchas luces rojas. Eran muchas las personas de
opinión y criterio independiente las que en esos años habían dado la voz de
alarma, y por lo tanto, era necesario comenzar a enmendar la situación. La
Academia Nacional de Ciencias y la Smithsonian Institution fueron las
instituciones que inicialmente popularizaron el término ‘biodiversidad’, de
manera que hoy en día se habla de biodiversidad, como se habla de
‘desarrollo sostenible’ o de ‘cambio climático’, aunque desgraciadamente,

131
en muchos casos los que utilizan estas palabras no saben exactamente lo
que quieren decir.
De la biodiversidad hay que señalar en primer lugar que es una
cuestión de escalas. Abarca los genes, las especies y los ecosistemas. Los
genes son los que llevamos en nuestros cromosomas y que trasmitimos a
nuestra descendencia. Las especies, son las unidades básicas de la
clasificación biológica. Nosotros somos una especie, la especie Homo
sapiens, y yo dentro de esta especie me he tomado la libertad de diferenciar
críticamente tres ‘variedades’. El Homo sapiens ‘sapiens’, a la que
pertenecemos todos los que estamos aquí esta noche; el H. sapiens
‘destruens’, que está reservado para los especuladores; y por último, el H.
sapiens ‘cruelis’, que incluye a los torturadores. Diariamente los medios de
comunicación nos recuerdan desgraciadamente de que estas tres
‘variedades’ existen. La última escala es la de los ecosistemas. Un
ecosistema es un sistema natural constituido por un conjunto de organismos
vivos y por el medio físico que ocupan, por lo tanto se trata de una unidad
compuesta de organismos interdependientes que comparten un mismo
hábitat. El monteverde, por ejemplo, es un ecosistema. En el mundo marino
también hay muchísimos ecosistemas en donde se interrelacionan animales,
con plantas, con bacterias, con virus. Interviene también el biotopo, el sitio
donde viven, el flujo de energía, la alimentación, la reproducción. Todo ello
forma parte de una misma unidad cuyo flujo de energía se rige
inexorablemente por el segundo principio de la termodinámica y donde se
cumple el principio o ley de Lavoisier que afirma que la materia ni se crea
ni se destruye sino que se transforma y permanece.
El Convenio de Diversidad Biológica de Río de Janeiro de 5 de junio
de 1992, fue elaborado con el propósito de prever, prevenir y atajar en su
raíz las causas de reducción o pérdida significativa de la diversidad
biológica. Y todo ello basado en el valor intrínseco de la biodiversidad, y de
los valores de sus componentes medioambientales, genéticos, sociales,
económicos, científicos, educativos, culturales, recreativos y estéticos. Del
mismo modo, el convenio trata de promover la cooperación entre los
estados miembros y las organizaciones intergubernamentales. Sin embargo,
hay que recordar que dos de las grandes potencias, Estados Unidos y China,
no lo firmaron, porque entre otras cosas sus industrias son las que más
contaminan.

La variación genética dentro de las especies

Si analizamos los datos sobre la biodiversidad en el Archipiélago


Canario, se puede destacar que en la actualidad se recogen 1.440 especies
pertenecientes a la biota cultivada (1.411) y a la biota criada (29), y 808
variedades o razas de las cuales 402 son razas foráneas y 406 autóctonas

132
(386 variedades de plantas y 20 razas de animales). Este es el balance que
hizo Antonio Machado hace unos años (Machado, 2002) y que en estos
momentos ya ha quedado desfasado, siendo necesaria la realización de un
nuevo recuento que considere las numerosas novedades que se han venido
realizando en los últimos años. Cambios en temas relacionados con la biota
suelen ser frecuentes. Basta, por ejemplo, consultar cualquiera de los
volúmenes de la revista Vieraea, que fundé allá por 1970 y que es la
publicación científica del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife
actualmente dirigida por el Dr. Juan José Bacallado, para comprobar como
todos los años se publica información referente al descubrimiento de nuevas
especies o al hallazgo de especies conocidas en otras regiones, pero que
previamente no se habían identificado en Canarias.
Es importante destacar que en Canarias contamos al menos con 386
variedades de plantas y con 20 razas de animales que son autóctonas de este
archipiélago. Las razas se originan en muchas ocasiones como consecuen-
cia de la adaptación de los organismos a unas particulares condiciones
ecológicas, o por manipulación humana a lo largo de mucho tiempo. El
término ‘raza’ se aplica para los grupos en los que se subdividen algunas
especies, basados en una serie de características que se transmiten por
herencia genética. Aunque la raza no tiene valor taxonómico, su uso se
mantiene en la lengua común, y es importante en animales domésticos. Por
otra parte, las variedades entre las plantas cultivadas han sido el resultado
de la experimentación humana mediante cruces realizados de una manera
empírica y sin ningún tipo de estudio científico previo. Una experimenta-
ción hecha por intuición, por inteligencia, y por la capacidad de probar, de
ensayar, y comprobar que entre tantos fracasos, a veces se llegan a obtener
resultados positivos. Así ha ido avanzando, transmitida la información vía
oral, de generación en generación. Generalizada la aplicación rigurosa del
método a la que fueron incorporadas de forma progresiva todas las
innovaciones tecnológicas se ha producido la gran proliferación de
variedades cultivadas en el momento actual.
El camello majorero es un ejemplo de raza autóctona. Los camellos
fueron introducidos en Canarias en el siglo XV procedentes del Sahara por
normandos y castellanos. También hay razas autóctonas de perros, y de
ganado ovino, caprino, bovino y porcino. Las cabras canarias, según parece,
no han tenido problemas de brucelosis como ocurre con las de otras
regiones. La ausencia de esta enfermedad en el ganado caprino autóctono
puede deberse quizá a varias causas entre ellas a la existencia de un sistema
inmunológico propio de las cabras canarias que aparentemente las mantiene
inmunes a esta enfermedad. La presencia de razas autóctonas otorga un
valor añadido a la ganadería de Canarias y este tesoro genético, cuyo valor
supera el puramente económico y comercial, debe ser protegido y
conservado a ultranza para evitar su pérdida.

133
Otra raza autóctona que merece destacarse es la de la abeja negra
canaria responsable, por ejemplo, entre otras especies de la polinización de
las retamas en el Parque Nacional del Teide y artífice de la elaboración de
la magnífica miel de Las Cañadas. La abeja negra canaria (Fig. 6) es una de
esas pequeñas joyas genéticas que habita en Canarias desde hace unos 200
mil años, logrando un nivel de adaptación al medio excelente. Se
caracteriza por presentar altos grados de productividad y de mansedumbre,
características muy valoradas por los apicultores, ya que la ausencia de
agresividad resulta esencial en un territorio donde es difícil habilitar
colmenas alejadas de los núcleos de población. Pues bien, la introducción
de abejas foráneas, al parecer más laboriosas y productoras de más miel que
la canaria, ha originado un híbrido sumamente agresivo, lo que constituye
otro caso típico de alteración de nuestra biodiversidad por una manipu-
lación incorrecta. De modo que, simplemente por fines productivos, se ha
generado de manera involuntaria un grave problema ambiental.
En La Geria de Lanzarote (Fig. 6), unos paisajes de cenizas y escorias
volcánicas originadas como consecuencia de las erupciones sufridas entre
1730 y 1736, transformaron por completo un tercio de la isla que era
eminentemente agrícola. Desde entonces el ser humano ha creado a lo largo
de los siglos un modelo de agricultura único en nuestro planeta. En estas
condiciones climáticas y sobre este sustrato volcánico de “hoyos de rofe” se
cultivan viñedos y otros cultivares perfectamente adaptados a estos
ambientes tan singulares. Pasada la crisis vitivinícola de los siglos pasados
a mediados del siglo XX se inicia en Canarias un nuevo período donde junto
a las nuevas tecnologías enológicas industriales se rescatan muchas de las
variedades de viñas autóctonas que en la actualidad han revitalizado la
actividad enológica aparentemente recuperada después del ciclo histórico
de declive antes mencionado. Así, la segunda producción agrícola histórica
de las islas después de la caña de azúcar, ha vuelto a imponerse como un
recurso sólido dentro del sector primario insular.
Las variedades de papas (Fig. 6) también merecen un comentario. Se
han contabilizado unas 46 variedades diferentes, de las que muchas podrían
corresponder a papas procedentes de Perú y Bolivia llegadas a Canarias
poco después del descubrimiento de América (Marrero, 2007). Hay unas 15
variedades que se quiere denominar papas antiguas y están vinculadas a la
gastronomía tradicional. En la actualidad hay una clara tendencia a
redescubrir las papas canarias después de unas décadas en las que la
incorporación de variedades de ciclo corto más productivas fue relegando a
las papas tradicionales. Estas joyas de nuestra agricultura se conservan por
el esfuerzo y tesón de nuestros campesinos, generación tras generación. Son
un producto agrícola con características excepcionales, y por su importancia
económica, paisajística y medioambiental, merecen recibir el apoyo de
todos nosotros para su conservación y propagación.

134
Fig. 6. Razas y variedades de la biota criada o cultivada en Canarias. La abeja
negra canaria es una de las razas autóctonas de Canarias (arriba izquierda). En La
Geria (Lanzarote) crecen variedades de viñas autóctonas perfectamente adaptadas
a estos ambientes singulares (arriba derecha). Muchas de las numerosas
variedades de papas que se cultivan en las islas podrían corresponder a papas
procedentes de Perú y Bolivia que llegaron a Canarias poco después del
descubrimiento de América (abajo) (Fotos: V.E. Martín y J. Afonso).

135
Diversidad específica

Existe un compromiso de las administraciones públicas, emanado del


Convenio de Diversidad Biológica de Río de Janeiro de 1992, que
recomienda la necesidad de identificar y ordenar toda la información sobre
los elementos de la biodiversidad del planeta. En ese sentido, el Gobierno
de Canarias publicó en el año 2001 la primera lista de taxones en la que se
ha pretendido recopilar todas las especies y subespecies conocidas del
medio terrestre de las islas Canarias (Izquierdo et al., 2001). Posterior-
mente, en 2004 fue publicada una segunda lista de especies actualizada
(Izquierdo et al., 2004), y la tercera lista, con los datos recogidos hasta
diciembre de 2009, acaba de ser editada (Arechavaleta et al., 2010). En
estos listados se incluyen todas las especies y subespecies silvestres de
hongos, plantas y animales terrestres de Canarias, pero no las especies
domésticas y las que no viven en el medio natural de las islas. El nivel
taxonómico inferior considerado es el de subespecie, de modo que las
variedades, formas o los híbridos no son incluidos en este catálogo. Con
respecto a los taxones del medio marino, la lista inicial recopilada en el año
2003 no ha sido posteriormente actualizada (Moro et al., 2003), a pesar de
que resulta muy necesario debido a que con posterioridad a esa fecha han
sido numerosas las novedades que se han producido en la biota marina de
Canarias (Fig. 7).
Estas listas de taxones resumen lo que es el Banco de Datos de
Biodiversidad de Canarias, que fue creado en 1999 a iniciativa del gobierno
autónomo, con el propósito de disponer una base de datos con información
actualizada sobre todas las especies que componen la biota de Canarias. En
el proyecto han participado, entre otros, expertos de las dos universidades
canarias, y en la actualidad se encuentra registrada casi toda la biota
terrestre y aproximadamente la mitad de la biota marina. Los logotipos del
Banco de Datos de Biodiversidad incluyen la silueta de un escarabajo
endémico del grupo de los coccinélidos (Coccinella miranda) para el
ámbito terrestre, y la silueta de un decápodo endémico (Munidopsis
polymorpha, conocido popularmente como ‘jameito’) para el ámbito
marino (Fig. 7).
El registro de la biodiversidad existente en Canarias ha requerido un
importante esfuerzo de actualización continua. Desde que se publicara en
2001 la primera lista de especies terrestres (hongos, animales y plantas) del
archipiélago, el conocimiento de la biota ha aumentado a un ritmo
extraordinario, debido no sólo a la descripción de nuevas especies, sino
también por el hallazgo de otras especies no registradas hasta entonces. El
último listado (datos de 2009) incluye un total de 14.884 taxones, que
corresponden a 14.254 especies y 630 subespecies. Todos ellos son seres
vivos, distintos, que conviven con nosotros. Los listados de 2003 para el

136
medio marino recopilaron un número bastante inferior, 5.295 taxones
(5.232 especies y 63 subespecies), principalmente debido a que el medio
marino es mucho más difícil de explorar, y que la vida de los fondos
profundos es todavía, en lo que se refiere a los organismos de pequeño
tamaño, bastante desconocida. La vida en el mar no termina a la profundi-
dad donde deja de llegar la luz que permite realizar la fotosíntesis a las
algas, unos 200 metros en estas latitudes, sino que continúa en aguas más
profundas donde la luz no es necesaria. En estos fondos marinos no viven
productores primarios pero sí muchos organismos que se encargan de
transformar toda la materia orgánica de los seres que mueren más arriba y
cuyos restos caen hacia las profundidades. Sobre los seres que viven a
pocos metros de profundidad existe un buen conocimiento pero conviene
recordar que entre las islas se logran cotas de hasta 3.000 m de profundidad,

Fig. 7. En 2010, el Banco de Datos de Biodiversidad del Gobierno de Canarias


publicó la tercera actualización de la Lista de Especies Silvestres de Canarias
(Hongos, plantas y animales terrestres 2009) (arriba izquierda). Para la biota marina
sólo se ha realizado una primera recopilación en 2003 (arriba derecha). Los
logotipos del Banco de Datos de Biodiversidad utilizan la silueta de un escarabajo
endémico (Coccinella miranda) para el ámbito terrestre (abajo izquierda), y de un
decápodo endémico (Munidopsis polymorpha) para el marino (abajo derecha).
(Imágenes: Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos).

137
de modo que considerando estas magnitudes pueden darse una idea del
inmenso campo de investigación que queda aún por explorar en la
biodiversidad del medio marino canario.
Si comparamos el número de especies silvestres que habita en cada isla
(Fig. 8), se observa que Tenerife es la isla que alberga un mayor número de
especies, es por tanto la más biodiversa. Esto se debe, entre otras cosas, a
que es la isla más grande, la más alta, y también la más estudiada. La
incorporación del conocimiento biológico de las islas a lo largo del tiempo
ha sido mucho más tardía en la mayoría de ellas, que en Tenerife, cuya
biodiversidad se comenzó a conocer a principios del siglo XVIII, cuando el
clérigo, matemático y naturalista padre Feuillée enviado por la Academia de
Ciencias de París vino a Tenerife para medir la altura de El Teide. Fue el
primer naturalista que realizó directamente sobre el terreno la descripción y
clasificación de algunas de nuestras plantas endémicas.

Fig. 8. Datos numéricos de la biota terrestre para cada isla del Archipiélago
Canario: especies silvestres, endémicas y endémicas insulares, según la Lista de
Especies Silvestres de Canarias (Hongos, plantas y animales terrestres 2009). El
porcentaje de endemismos exclusivo de cada isla se indica en el interior de un
círculo.

En los siglos precedentes muchas plantas canarias, recolectadas


principalmente por viajeros genoveses, flamencos e ingleses, habían llegado
a los museos y jardines botánicos europeos recién iniciado el proceso de
colonización de las islas Canarias y por razones comerciales. Algunas
especies incluso fueron descritas e iconografiazas en tratados botánicos
prelinneanos. El botánico Carl Linné tuvo la oportunidad de describir
plantas de Canarias sin haber estado nunca en las islas, dado que en el

138
jardín botánico de Ámsterdam, ciudad donde residía, se cultivaba una
colección de plantas canarias llevadas probablemente por mercaderes
flamencos responsables de la comercialización del azúcar producido en los
ingenios canarios. Por aquellos años, cualquier planta exótica tenía interés,
y si resultaba posible, se cultivaba en los jardines botánicos.
En la figura 8 también se puede comprobar como algunas islas
relativamente pequeñas como El Hierro, tienen un número superior de
endemismos que otras más extensas como Fuerteventura y Lanzarote. Esto
se debe, no a que El Hierro haya sido mucho más estudiada, sino a que las
islas orientales, Lanzarote y Fuerteventura, han sufrido unos procesos de
degradación más intensos que los de la isla meridiana. En este sentido
conviene considerar un aspecto cultural. Durante mucho tiempo, nuestros
ancestros dispusieron de un modelo de ganadería que pastoreaba
indiscriminadamente por los territorios insulares, de manera más o menos
cimarrona en busca de su alimentación. Según datos etnológicos recogidos
verbalmente de amigos veterinarios la población aborigen del archipiélago
debía disponer en la época prehistórica de al menos dos a tres cabezas de
ganado para garantizar sus necesidades alimenticias básicas y de
subsistencia. Pues bien, teniendo en cuenta que una cabra consume como
mínimo del orden de dos kilos diarios de material verde, es posible
imaginar la cantidad de alimentación vegetal que rebaños de unas quince
mil cabras deambulando por Las Cañadas habrán podido devorar durante
algo mas de mil quinientos años. Las islas de Fuerteventura y Lanzarote
con sus terrenos fuertemente pastoreados y fuertemente degradados,
mantienen todavía grandes rebaños de cabras capaces de comer cualquier
material con celulosa. La cabra es un animal tan extraordinario que es capaz
de transformar en alimento incluso cartón.
Una de las características de nuestra biodiversidad, y sobretodo de la
biodiversidad vegetal, es que cada isla cuenta con sus propios endemismos
(endemismos insulares), y en ocasiones, cada comarca, también. Teno y
Anaga tienen especies que no han sido encontradas en otros lugares, y lo
mismo ocurre en Las Cañadas. Las condiciones climáticas y las condiciones
geológicas permiten que ocurra un fenómeno, la radiación adaptativa, que
promueve la diversificación y la proliferación de especies endémicas a
partir de ancestros comunes. Así, entre los endemismos que habitan en El
Hierro el 16,8% son exclusivos de esa isla; mientras que es de nuevo la isla
de Tenerife la que con un 41,3%, cuenta con un mayor porcentaje de
endemismos insulares.
Uno de estos endemismos (Fig. 9), tiene el nombre genérico dedicado a
un ilustre políglota y humanista canario, José de Viera y Clavijo, natural de
Los Realejos y que venía aquí, al Puerto de la Cruz, a formarse leyendo los
libros de la ilustración francesa que llegaban clandestinamente a la isla
escondidos en los barcos que realizaban el comercio del vino con los países

139
europeos. Vieria laevigata es un tipo espectacular de margarita endémica de
Masca. Viera fue uno de los primeros canarios que tuvo la gran oportunidad
de salir fuera del archipiélago e ilustrarse en sus viajes por Europa, en
especial durante su larga estancia en Paris. Al retornar a Canarias y
establecerse en Las Palmas de Gran Canaria creó un gabinete científico
donde impartió las primeras clases de ciencias de la naturaleza en Las
Palmas de Gran Canaria. La inquisición canaria intentó condenarle en
varias tentativas por apartarse de la línea religiosa dogmática de aquel
tiempo pero el ilustre enciclopédico dispuso de las necesarias amistades y
argumentos para evitar su procesamiento.

Fig. 9. El nombre del ilustre políglota y humanista canario, José de Viera y Clavijo
(izquierda), fue utilizando como homenaje para denominar una especie muy
espectacular de margarita endémica de Masca, Vieria laevigata, de la que se
muestran sus inflorescencias (izquierda). (Fotos: Wikipedia y V.E. Martín).

Viera vivió en París, y entre otras cosas, asistió a la recepción de


Voltaire en la Academia Francesa. Fue un polígrafo y pensador
excepcional. Formó parte de una serie de ilustrados canarios, algunos
naturales del valle de La Orotava, que durante las últimas décadas del siglo
XVIII tuvieron una especial relevancia política y social en las altas esferas
de la corte madrileña. Junto a los Iriarte y a Agustín de Betancourt formó
parte de la famosa ‘constelación canaria’ residente en Madrid.
Otro ejemplo de especie con distribución muy restringida es Lavatera
phoenicea (Fig. 10), una especie de malva de risco, también muy rara que

140
crece en Anaga y localmente en el Barranco de Cuevas Negras en el
municipio de Los Silos. Como buena malvácea, sus flores destacan por sus
estambres unidos entre sí en un solo haz, que resulta muy llamativo, por
ejemplo en los hibiscos, plantas ornamentales tan frecuentes en nuestros
parques y jardines, donde es posible admirar durante todo el año sus
espectaculares flores.

Fig. 10. Detalle de las flores de Lavatera phoenicea, una especie muy rara de
malva de risco (Foto: V.E. Martín).

El grupo de los bejeques del género Aeonium reúne un elevado número


de endemismos exclusivos en su mayoría de Canarias. Unas pocas especies
están presentes en Marruecos o en el cuerno de África, que es uno de esos
puntos con los que mantenemos conexiones importantes desde el punto de
vista fitogeográfico. Greenovia dodrentalis (Fig. 11) es uno de los pasteles
de risco o bejeques exclusivos de Teno y Anaga, dos comarcas de la isla
Tenerife que constituyen reservorios de elementos exclusivos. Se trata de
dos territorios que han estado durante mucho tiempo separados y poco
afectados por las grandes erupciones volcánicas y los consiguientes
fenómenos geológicos que fueron construyendo la dorsal de la isla y la
posterior formación de la gran caldera de Las Cañadas. Junto a estas
erupciones los grandes deslizamientos gravitacionales producidos a lo largo
de la historia insular contribuyeron a arrasar grandes masas de vegetación y
de seres vivos. Sobre estos sustratos nuevos que quedaron al descubierto
casi desprovistos de vida, la tranquilidad volcánica y el clima contribuyeron
de forma decisiva a la lenta y progresiva recolonización biológica. Por tanto

141
es necesario remarcar que la lucha biológica de nuestros seres vivos, de
nuestros endemismos, ha sido siempre una historia basada en la destrucción
y en la reconstrucción. La destrucción ligada a coladas lávicas, lluvias de
lapilli o a nubes incandescentes que descendiendo por las laderas del
edificio insular destruyeron a su paso, a lo largo de la vida geológica
insular, gran parte de un poblamiento biológico que luego tardó miles de
años en volverse a recuperar o en evolucionar progresivamente hacia
nuevas formas o especies. En ese escenario destructivo, dos islotes en los
extremos de la isla, Teno y Anaga, permanecieron poco afectados a las
erupciones pero sometidos durante miles de años a la fuerte erosión
meteorológica y telúrica responsables de su estructura geomorfológica
actual. En estos espacios abruptos, auténticos santuarios biológicos
permanecieron numerosas biocenosis intactas desde las cuales se
produjeron los fenómenos biológicos responsables de las innumerables
recolonizaciones. La capacidad de recuperación biológica es un factor
primordial en la dinámica y evolución de los paisajes vegetales.

Fig. 11. Greenovia dodrentalis es uno de los pasteles de risco o bejeques


exclusivos de Teno y Anaga (Foto: V.E. Martín).

Entre estos endemismos que tienen un área de distribución muy


reducido está el anís de Jandía (Bupleurum handiensis), que en la figura 12
aparece refugiado en medio de un cardón del hermoso cardonal que existe a

142
Fig. 12. El anís de Jandía (Bupleurum handiensis) creciendo entre las ramas de un
cardón canario (Euphorbia canariensis) (arriba). El cardón de Jandía (Euphorbia
handiensis) es exclusivo de esa comarca del sur de la isla y símbolo vegetal de la
isla de Fuerteventura (Fotos: V.E. Martín).

143
media altura en el barranco de Jinámar de Jandía en Fuerteventura. El
cardón siempre ha sido una especie de fortaleza en la que otras plantas han
encontrado refugio frente a la presión depredadora de los herbívoros.
La toxicidad del látex (leche de cardón) y sus efectos irritantes sobre
los ojos ha limitado el ramoneo del ganado entre las ramas del cardón. Esta
especie ha sufrido sistemáticamente los efectos brutales de la presión
humana. Grandes poblaciones de magníficos ejemplares han sido arrasadas
de sus áreas de distribución potencial. Basta recordar como triste ejemplo
los miles de cardones destruidos recientemente en los márgenes de la
autopista del sur durante las obras de su última ampliación. El cardón es
una planta cactimorfa, cuyas hojas se han transformado en espinas. El
vertido de su látex en los charcos situados en el mesolitoral costero fue una
práctica utilizada por las poblaciones aborígenes para capturar fácilmente
peces en estos ambientes de la bajamar al quedar aturdidos como
consecuencia de la toxicidad del látex.
El cardón de Jandía (Euphorbia handiensis) es el símbolo vegetal de
Fuerteventura (Fig. 12), y es exclusivo de esa comarca del sur de la isla.
Fue descubierto por otro eminente científico, que aún no he nombrado, que
vivió durante muchos años en La Orotava. Se trata del médico,
meteorólogo, botánico y naturalista alemán doctor Oscar Burchard, nacido
en Hamburgo en 1863 y afincado con su familia en La Orotava, donde
falleció en 1949. Burchard gran aficionado a la fotografía, recolectó y
estudió muchas plantas canarias en especial el grupo de las crasuláceas
endémicas. En su casa situada cerca del barranco de San Antonio logró
cultivar en su jardín algunas colecciones de especies endémicas. Recuerdo
hace algunos años que Isidoro Sánchez, al que tanto interesa todo lo
relacionado con el valle de La Orotava, me acompañó por la Villa para
localizar la vivienda de Burchard. Ante mi curiosidad por averiguar su
tumba en el cementerio municipal, me dijo Isidoro que al parecer, por su
condición de protestante, no se le había dado sepultura en el cementerio
público reservado sólo para los católicos. Una ampliación del mencionado
recinto había eliminado del espacio no católico las sepulturas de aquellos
ciudadanos que no profesaron la religión oficial de la dictadura.
El cardón de Jandía es una planta protegida que en la actualidad ha sido
descatalogada del catálogo oficial de plantas amenazadas. Pasa por ese
motivo a ser una especie desprotegida en un lugar por donde pasa tanta
gente en vehículos de todo tipo por las numerosas pistas que recorren la
península de Jandía rumbo a Cofete. Esta circulación incontrolada ha
afectado de modo notable a las poblaciones donde hemos podido observar
una disminución importante de las mismas. La gente recolecta esta joya
natural para llevarla a las casas como planta ornamental. Es un cardón
bellísimo, muy espectacular y diferente a nuestro cardón canario. Por su
morfología recuerda a los cardones africanos.

144
Fuerteventura puede ser considerada una prolongación de África en el
Atlántico por sus paisajes áridos y su singular vegetación. He tenido la
oportunidad de comprobar personalmente en Mauritania las grandes
afinidades que existen entre la costa occidental africana con las llamadas
islas Purpurarias, Lanzarote y Fuerteventura.

Diversidad ecosistémica

Es la diversidad de las comunidades biológicas (las biocenosis) cuyo


conjunto constituye la biosfera. Los instrumentos con los que contamos en
la actualidad para la protección de las comunidades biológicas canarias son
los contemplados en la Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos,
Natura 2000 y Reservas de la Biosfera.
La Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos se compone de
146 espacios, que en su conjunto constituyen aproximadamente el 40% de
la superficie del archipiélago (Fig. 13). La red fue diseñada como un
sistema de ámbito regional con el fin de que todas las áreas protegidas se
gestionaran como un conjunto, para contribuir a conservar la naturaleza y
proteger los valores estéticos y culturales de los espacios naturales. Las
distintas categorías de protección que integran esta red son los Parques
Nacionales, Parques Naturales, Parques Rurales, Reservas Naturales
Integrales, Reservas Naturales Especiales, Monumentos Naturales, Paisajes
Protegidos y Sitios de Interés Científico.

Fig. 13. La Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos está constituida por 146
espacios, con lo que aproximadamente el 40% de la superficie del archipiélago
cuenta con algún tipo de protección (Adaptado de Red Canaria de Espacios
Naturales Protegidos).

145
Natura 2000 es el principal instrumento para la conservación de la
naturaleza en la Unión Europea. Se trata de una red de áreas de conserva-
ción de la biodiversidad, que tiene como finalidad asegurar la supervivencia
de las especies y los hábitats más amenazados por el impacto de las
actividades humanas. Está basada en la Directiva Hábitats y obliga a todos
los estados miembros de la Unión Europea a determinar Lugares de
Importancia Comunitaria (LIC) que posteriormente conformarán Zonas de
Especial Conservación (ZEC). Estas ZEC, junto con las Zonas de Especial
Protección para las Aves (ZEPA), conformarán la futura Red Natura 2000.
De los 168 hábitats naturales incluidos en la Directiva de Hábitats, 24 se
encuentran presentes en el archipiélago canario. Dos de ellos, los sebadales
y las lagunas costeras son marinos, mientras que los 22 restantes son
terrestres.
Por último, Canarias cuenta con cinco espacios incluidos entre las
Reservas de la Biosfera de la UNESCO: ‘Los Tiles’ en La Palma, y las
islas de Lanzarote, El Hierro, La Palma y recientemente Fuerteventura.
Los espacios naturales protegidos de Tenerife permiten ilustrar la
actual situación a nivel administrativo. Tenerife, con los criterios de la
Unión Europea, cuenta con 4 ZEPAs, 160 comunidades vegetales incluidas
en los Hábitats, y 45 LICs (Fig. 14). Además de los espacios terrestres, en
los que el número de hectáreas que tiene algún tipo de protección es
elevado, de ellos la corona forestal es el espacio natural protegido más
extenso de Canarias, hay que destacar los espacios marinos. La franja
marina Teno-Rasca, situada al oeste de la isla de Tenerife, pretende
proteger las colonias de calderones, que en la actualidad están sometidas a
una elevada presión por el turismo dedicado al avistamiento de cetáceos.
También merecen ser destacados entre los espacios marinos los sebadales
del sur de Tenerife y el de San Andrés, pero sobre estos temas les dará
cumplida información Javier Reyes, que es el experto número uno en
Canarias de sebadales.
Para finalizar les he preparado un rápido recorrido virtual por las
principales comunidades biológicas presentes en Canarias. En esta
proyección las imágenes seleccionadas no se corresponden a una sola isla.
Han sido tomadas a lo largo y ancho de las islas. Vamos a iniciar este
itinerario cerca del mar, con las comunidades influenciadas por el ambiente
marino, para ir pasando progresivamente por los distintos pisos
bioclimáticos hasta alcanzar la alta cumbre canaria en la cima del pico del
Teide.
Iniciamos la ruta en el saladar de La Santa en Lanzarote (Fig. 15), para
mí uno de los mejor conservados de Canarias. Está condicionado por la
oscilación de las mareas, de modo que puede verse en las pleamares casi
totalmente inundado por el mar, o completamente expuesto al aire en las
bajamares. En este saladar están representadas la mayor parte de las

146
especies del saladar canario. Numerosas colonias de aves viven en este
espacio. Espectacular es el amplio saladar de Morro Jable en el Sotavento
de Fuerteventura pero lamentablemente está seriamente afectado por una
acción antrópica constante (Fig. 15).

Fig. 14. Los espacios protegidos de la isla de Tenerife de la Red Natura 2000, se
agrupan en 4 ZEPAs (Zonas de Especial Protección para las Aves), 160
comunidades vegetales incluidas en la Directiva Hábitats, y 45 LICs (Lugares de
Interés Comunitario).

En los ambientes más áridos de las islas orientales ocasionalmente


pueden darse sorpresas espectaculares. En estos territorios costeros en los
años de lluvias abundantes (Fig. 16), germinan plantas que durante años
pueden pasar casi desapercibidas. Esta germinación simultánea de millones
de semillas, que han permanecido en estado reposo sobre el suelo a los
pocos días después de las precipitaciones torrenciales, y crecen rápidamente
y florecen dotan al paisaje de un tapiz multicolor. Es un fenómeno típico de
los desiertos cuando la lluvia ocasional llena de vida efímera al paisaje. De
pronto todo se vuelve verde y colorido. Pasados unos pocos días vuelve el

147
Fig. 15. Los saladares son comunidades terrestres que son inundadas regular-
mente por el mar, constituyendo comunidades con un elevado valor ecológico
sobretodo para las aves. El saladar de La Santa en Lanzarote (arriba), y el de
Sotavento en Fuerteventura (abajo) son de los más hermosos de Canarias (Fotos:
V.E. Martín).

148
desierto a recuperar su aridez extrema y sólo permanecen sobre la
superficie, como testimonios, los restos secos de esta vegetación fugaz.

Fig. 16. En un año de abundantes lluvias germinan simultáneamente millones de


semillas que estaban en reposo en el suelo, transformando por pocos días el
paisaje desértico de algunas zonas de Fuerteventura (Foto: V.E. Martín).

Tabaibales y cardonales han caracterizado y aun caracterizan algunos


importantes espacios de los territorios insulares. En Teno, en Anaga, en el
Andén Verde en Gran Canaria, por sólo citar algunos ejemplos, es posible
contemplar abundantes laderas y acantilados poblados de grandes
cardonales. En el occidente de El Hierro, es posible admirar uno de los más
hermosos tabaibales que se conservan en Canarias, el llamado ‘tabaibal
manso’ caracterizado por sus hermosos ejemplares de tabaibas dulces o
mansas (Euphorbia balsamifera) (Fig. 17). Los grandes espacios
occidentales de la isla de El Hierro albergan unas formaciones vegetales
naturales sobre sus jóvenes cráteres y corrientes volcánicas de pujanza
excepcional. En los días tranquilos sólo turbados por la brisa, en estas
extensas soledades el silencio es el protagonista. Desde mi punto de vista
particular he disfrutado de estas sensaciones en la isla meridiana y en
noches estrelladas o atardeceres y amaneceres vividos en Las Cañadas del
Teide. Ha sido, de alguna forma, como comulgar con la Naturaleza en un

149
sentido estrictamente metafórico. El silencio es un bien escaso en una
sociedad de consumo caracterizada por el ruido, el griterío humano, el
despilfarro de recursos y la contaminación lumínica. En Teno también es
posible reconocer bellos paisajes en los que los cardones (Euphorbia
canariensis) son los protagonistas principales (Fig. 17).
Hermosos palmerales, como los del barranco del Malnombre o el de
Fataga en Gran Canaria (Fig. 18) pueden ser observados en algunas islas.
Desde mi punto de vista, y sin despreciar a los de las restantes islas
hermanas, Gran Canaria alberga los mejores palmerales de Canarias,
conservados casi seminaturales principalmente en la partes centrales y
meridionales de la isla. La palmera (Phoenix canariensis) fue designada en
su día por el Parlamento de Canarias como símbolo vegetal del archipiélago
canario. Sin embargo, para promocionar las islas se utilizó en tiempos
recientes un logotipo basado en una imagen distorsionada de la especie
exótica natural de Sudáfrica Strelitzia reginae, especie introducida como
planta ornamental en Tenerife por los años cuarenta del pasado siglo.
Considero un deber fundamental defender como símbolo oficial en toda la
publicidad referida a nuestra comunidad autónoma a la verdadera
representante de nuestra identidad: la palmera canaria.
Les contaré una anécdota. Hace unos años la Sociedad Botánica
Italiana me invitó a dar una conferencia en la Academia de Ciencias de
Roma. El último día de mi estancia en la capital italiana lo aproveché para
volver a visitar la basílica de San Pedro en el miniestado del Vaticano.
Entre muchas, hubo dos cosas que me llamaron poderosamente la atención.
La primera fue La Piedad de Miguel Ángel. Me ha sido siempre difícil de
comprender como una persona humana con la imaginación brotada de su
cerebro, usando un martillo y un cincel haya sido capaz de elaborar a partir
de una piedra de mármol de alta calidad una obra artística tan bella y
sublime. Y la otra fue que cuando ascendí a la parte más alta de la cúpula de
San Pedro, cual sería mi sorpresa al ver que en los jardines del Vaticano
había un palmeral canario. Los papas han estado disfrutando pues de la
sombra y de la belleza de las palmeras canarias durante muchos años. He
tenido la suerte de contemplar a nuestra palmera en muchos lugares de
Europa, en Japón, en Egipto, en Hawai, en Andalucía etc. Es sin duda la
planta que mejor nos representa, la majestuosa palmera canaria. En Tenerife
todavía se conservan también algunos palmerales importantes.
Probablemente uno de los más bonitos es el palmeral del barranco de
Salazar en San Andrés (Fig. 18). El palmeral llega a asociarse con un sauzal
con fayas instalado sobre un arroyo de aguas permanentes que discurre por
un barranquillo, en cuyas laderas crecen tabaibas, cardones y brezos. Este
lugar es como un libro abierto de la naturaleza canaria que suelo visitar con
frecuencia con los alumnos. Allí quedan sorprendidos de que aún existan
parajes como éste en Tenerife.

150
Fig. 17. Enormes ejemplares de tabaibas dulces (Euphorbia balsamifera) en el
tabaibal de La Restinga en El Hierro, uno de los más hermosos tabaibales que se
conservan en Canarias (arriba). Los cardones (Euphorbia canariensis) son los
protagonistas principales en algunas localidades, como Teno en Tenerife, donde se
conservan bellos cardonales (Fotos: V.E. Martín).

151
Fig. 18. La palmera (Phoenix canariensis) es el símbolo vegetal del archipiélago
canario, y aún se conservan hermosos palmerales seminaturales, como el del
barranco del Malnombre en Gran Canaria (arriba) y el del barranco de Salazar en
San Andrés, Tenerife (abajo) (Fotos: V.E. Martín).

152
En nuestro progresivo recorrido de ascenso por los pisos bioclimáticos
alcanzamos las comunidades de sabinares, como el de Afur, en Anaga (Fig.
19). La sabina canaria (Juniperus turbinata ssp. canariensis) es un arbusto
que crece en la zona de transición entre el matorral costero y el monteverde
o el pinar. El sabinar es una de las formaciones que ha resultado más
degradada por la acción humana especialmente después de la conquista, por
el valor de su madera. En la actualidad, sólo quedan restos de sabinares que
ocupan pequeñas extensiones, los mejores en el noroeste de El Hierro y La
Gomera. En Tenerife quedan el de Afur y el de Punta de Anaga.
El monteverde húmedo está situado donde la influencia del mar de
nubes se hace notar con más intensidad y los suelos están más
desarrollados. En el parque rural de Teno se puede observar lo que queda
del monteverde del Monte del Agua (Fig. 19). Aquí son comunes especies
como el loro (Laurus novocanariensis), el viñático (Persea indica), el
acebiño (Ilex canariensis) o el til (Ocotea foetens). El sotobosque también
es muy diverso con especies como la cresta de gallo (Isoplexis canariensis),
la malfurada (Hypericum grandifolium) o el bicacaro (Canarina
canariensis), además de helechos, musgos, líquenes y hongos.
Llegamos al pinar. El pinar genuino de las islas es una formación
caracterizada por el pino canario (Pinus canariensis), que crece por encima
de la zona de nubes del monteverde. Existen pinares naturales en las islas
de Gran Canaria, Tenerife, La Palma y El Hierro. El pinar ha sufrido a lo
largo de la historia y de forma reiterada, incendios, distintos tipos de
explotación y extensas repoblaciones, que han ido modificando su paisaje
natural; además de reforestaciones con pinos foráneos. En La Palma el
pinar canario constituye la principal formación forestal de la isla y, a pesar
de los incendios, conserva viejos ejemplares de pino, de los mejores del
archipiélago. La presencia del pino canario en materiales volcánicos
recientes pone de manifiesto no sólo su capacidad colonizadora sino
también la gran adaptación de la especie a estos ambientes tan exigentes. El
pinar en los alrededores del volcán de San Juan (Fig. 20), originado en la
erupción de 1949, es ilustrativa de esta singularidad. Sobre la erupción
posterior ocurrida en La Palma, la del Teneguía en 1971, puedo contar una
anécdota de Telesforo Bravo. Yo tenía que ir a un congreso a Barcelona por
los días en los que se habían iniciado los ligeros movimientos sísmicos que
precedieron a la erupción. El laboratorio de botánica en la universidad y el
despacho de Telesforo estaban puerta con puerta y nos veíamos con mucha
frecuencia. Cuando me despedí, Telesforo me dijo: “cuando vuelvas de
Barcelona tendremos un volcán; no sé si va a ser en el sur de Tenerife o en
La Palma”. Y fue, justamente cuando entraba en el hotel de Barcelona,
cuando vi en el televisor la primicia informativa de la erupción del
Teneguía.

153
Fig. 19. El sabinar de Afur, en Anaga (arriba), es actualmente una de las escasas
comunidades que se conservan de sabina canaria (Juniperus turbinata ssp.
canariensis) en Tenerife, una formación muy degradada por el valor de su madera.
En el monteverde del Monte del Agua (abajo), en el parque rural de Teno, se
conservan muchos de los árboles más característicos del monteverde húmedo
(Fotos: V.E. Martín).

154
Fig. 20. El pinar de pino canario (Pinus canariensis) ocupando materiales volcáni-
cos recientes, como los alrededores del volcán de San Juan en La Palma (arriba),
es indicativo de la gran capacidad colonizadora y de adaptación de esta especie a
ambientes tan difíciles. En algunas zonas de Las Cañadas, la hierba pajonera
(Descurainia bourgaeana) es muy abundante y aparentemente le está ganando
espacio a la retama del Teide (Spartocytisus supranubius), la especie más
abundante del Parque Nacional (Fotos: V.E. Martín).

155
Los matorrales más extensos de la alta montaña canaria, se encuentran
en las cumbres de La Palma y en las de Tenerife. Especies endémicas de
esos territorios dan carácter al paisaje vegetal de estas cumbres. En los
matorrales de Las Cañadas la hierba pajonera (Descurainia bourgaeana) le
está ganando espacio actualmente a la retama del Teide (Spartocytisus
supranubius) (Fig. 20). Esta crucífera es un magnífico pasto, y al no haber
ganado que la consuma y tener una producción de semillas muy superior he
observado en estos últimos años como le va ganando territorio a la retama.
Pero aún así, la retama sigue siendo la especie más abundante en el Parque
Nacional del Teide.
Por último, no quiero dejar de hacer una referencia a una especie muy
llamativa del Parque Nacional del Teide, el tajinaste rojo (Echium
wildpretii) (Fig. 21) cuyo epíteto específico fue dedicado por el botánico
suizo Hermann Christ a mi bisabuelo Hermann Wildpret. Mi bisabuelo pasó
36 años al frente del Jardín de Aclimatación de La Orotava. Fue el alma del
jardín y su trabajo y sus relaciones internacionales y locales contribuyeron
de manera decisiva a elevar el prestigio de esta institución a nivel
internacional. El tajinaste rojo es, sin duda, una de las plantas más hermosa
y sorprendente de la biota de Canarias.

Fig. 21. El tajinaste rojo (Echium wildpretii) lleva el nombre en honor de Hermann
Wildpret, bisabuelo del autor (Foto: V.E. Martín).

156
Para finalizar

De acuerdo con el profesor Edward O. Wilson mantener la diversidad


biológica es la clave para mantener el mundo tal como lo conocemos en la
actualidad. Cuando la vida en un determinado lugar concreto ha sido
destruida por una catástrofe pasajera puede restablecerse de nuevo si se dan
las condiciones ambientales necesarias para que los restos de biodiversidad
inicien sus procesos de recuperación. Para garantizar nuestra supervivencia
necesitamos conservar la biodiversidad de la naturaleza.
Como diría Piaget, cada vez que comienza una nueva etapa en la vida,
se sube un nuevo escalón del tramo de la escalera que representa cada vida
personal. Experimentaremos cambios, incertidumbres, dudas, progresos, y
en definitiva seremos más útiles. Tratemos de ser inmortales, transmitiendo
a otras generaciones el conocimiento correcto de lo que hay que hacer.

Post scriptum – Quiero agradecer al profesor Julio Afonso el tremendo esfuerzo


realizado en transcribir el texto original de la grabación de mi conferencia y los
textos y figuras de la presentación realizada en el modelo ‘punto fuerza’ tan al uso
en los tiempos que corren. Asimismo, debo reconocer el acierto de la incorporación
de una serie de imágenes que mejoran la presentación original. Al leer con
detenimiento el texto transcrito decidí mejorarlo para corregir algunos disparates
que involuntariamente se escaparon de mi mente en la presentación oral y al mismo
tiempo revisar la sintaxis del texto. Ello me ha llevado a incorporar novedades en el
contenido del escrito.
Alexander von Humboldt le manifestó a su editor alemán barón Cotta, quién
planeaba comercializar los textos de la enorme cantidad de charlas populares que el
ilustre científico pronunciaba al año, la siguiente frase: ‘la palabra hablada no está
en condiciones de publicación si no ha sido revisada, refinada y tamizada’. Nunca
se publicaron sus charlas. En mi caso he accedido a la petición del Prof. Afonso
con gusto siguiendo las recomendaciones del ilustre naturalista prusiano. Muchas
gracias Julio.

Referencias

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una historia de la botánica marina en Canarias Catharum 4: 14-27.
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animales terrestres. 2009. Gobierno de Canarias. 579 pp.
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157
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En Pineda, F.D., de Miguel, J.M., Casado, M.A. & Montalvo, J.
(coord.-ed.) La diversidad biológica de España. Pearson Educación,
S.A., Madrid, 432 pp.
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MORO, L., J.L. MARTÍN, M.J. GARRIDO & I. IZQUIERDO, eds. (2003). Lista
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James Lovelock, químico medioambiental, creador de la Teoría de
Gaia. Blog de Eduard Punset. http://www.eduardpunset.es/charlas
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http://www.gobcan.es/cmayot/espaciosnaturales/index.html
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Canarias Agraria y Pesquera 69: 1-36.
WILSON, E.O. (2002). El futuro de la vida. Ed. Galaxia Gutenberg,
Barcelona, 320 pp.

158
Biodiversidad: explorando la red vital de la que formamos parte
Actas VI Semana Científica Telesforo Bravo
Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias

5. Sebadales: explosión de biodiversidad


en desiertos de arena submarinos

Javier Reyes
Departamento de Biología Vegetal (Botánica),
Universidad de La Laguna
[email protected]

Gracias a la invitación del Instituto de Estudios Hispánicos


de Canarias, y especialmente a Julio Afonso, he tenido la ocasión
de participar en la VI Semana Científica Telesforo Bravo (22 al 26
de noviembre de 2010). Esta VI Semana Científica dedicada a la
Biodiversidad, como red vital de la que formamos parte, me ha
permitido mostrar la rica biodiversidad que alberga uno de los
ecosistemas marinos más productivos de los fondos de las islas
Canarias: los sebadales. Estas praderas de hierbas marinas que
aparecen en fondos de arenas estables de regiones templadas y
tropicales del planeta son considerados auténticos oasis de
biodiversidad, y juegan un importante papel ecológico en el medio
marino. En estas praderas se establecen redes tróficas complejas
en las que participan numerosas especies de algas, invertebrados
y vertebrados que dependen directa o indirectamente de las
fanerógamas marinas. En este trabajo se muestran las principales
características de Cymodocea nodosa, su distribución en los
fondos de Canarias, su comportamiento a lo largo del año, así
como la flora y la fauna marinas asociadas con las estructuras
vegetativas (hojas, rizomas y raíces). En las siguientes páginas
presento un resumen con las consideraciones más relevantes sobre
este ecosistema marino, que fue objeto de estudio tanto de mi Tesis
de Licenciatura como de mi Tesis Doctoral, a las que he dedicado
muchos años de investigación. Sirvan estas líneas para poner de
relevancia la importancia de los sebadales a través de su
conocimiento, y la necesidad de su preservación para las
generaciones futuras como auténticas reservas marinas.

159
Una gran variedad de especies de algas colonizan los fondos rocosos de
las islas Canarias, tapizando de múltiples colores rocas y plataformas
volcánicas. No obstante, en los fondos marinos canarios existen grandes
extensiones ocupadas por sedimentos que quedarían desprovistos de
vegetación, conformando verdaderos desiertos submarinos, si no fuera por
un grupo de fanerógamas de origen terrestre que en el transcurso de la
evolución colonizaron nuevamente el medio marino.
De las plantas vasculares, cuyos ancestros abandonaron el mar hace
unos 400 millones de años (Raven, 1977), sólo un pequeño grupo de
vegetales retornó y viven, en la actualidad, totalmente sumergidos en
fondos sedimentarios. Este paso evolutivo hacia el medio marino tuvo lugar
hace unos 100 millones de años, en el Cretácico, cuando el océano
Atlántico estaba en pleno proceso de expansión y las islas Canarias
comenzaban a levantar sus cimientos en los fondos oceánicos y sólo eran
montes submarinos.
En base a evidencias fósiles (den Hartog, 1970), estas hierbas marinas
pudieron evolucionar a partir de formas xerófitas de marismas, de plantas
próximas a la familia de las gramíneas.
Para poder adaptarse al medio marino, este grupo de fanerógamas
debieron adquirir a lo largo de miles de años la capacidad de vivir
totalmente sumergidas en agua de mar, la tolerancia a su alta salinidad, un
sistema eficaz para el anclaje en fondos sedimentarios inestables, y un
polen de tipo filamentoso, capaz de ser transportado por el agua, en
ausencia de vientos e insectos polinizadores. Estos dispositivos innovadores
permitieron a las fanerógamas marinas ocupar los fondos inestables de
sedimento y convertirse en nuevos competidores para las que, hasta
entonces, habían sido las protagonistas de la vida vegetal marina: las algas.
No obstante, uno de los principales factores limitantes para el crecimiento
de estas plantas, al igual que para cualquier organismo fotosintético, es la
luz. Por término medio, se ha observado que las fanerógamas marinas no
pueden desarrollarse por debajo de una profundidad a la que llega menos
del 10% de la luz solar, por lo que siempre ocupan lugares someros en las
plataformas insulares y continentales. Dependiendo de la transparencia del
agua pueden alcanzar hasta profundidades cercanas a los 70 metros, aunque
lo normal es que no superen los 15-20 metros de profundidad.
El desarrollo de estas adaptaciones al medio ha supuesto en todas las
especies de fanerógamas marinas la adquisición de un patrón morfológico
común. Se trata de plantas provistas de un complejo sistema de rizomas o
tallos subterráneos de crecimiento clónico, aunque puedan recurrir a la
reproducción sexual a partir de la producción de frutos. Los rizomas pueden
disponerse horizontal o verticalmente. Los rizomas horizontales son los
responsables de colonizar nuevos espacios, principalmente en los bordes de
las praderas submarinas. Los verticales, más frecuentes en las zonas

160
centrales de las praderas, evitan que las plantas queden sepultadas por
procesos de sedimentación. Ambos tipos de rizomas no tienen una
diferenciación definitiva, y en caso de necesidad, pueden adoptar el otro
tipo de crecimiento. De los rizomas se desarrollan grupos de raicillas, con
las que la planta se fija al sustrato y absorbe los nutrientes.
De la parte distal de los rizomas verticales surgen las hojas, las cuales
son generalmente largas y acintadas (excepto las hojas ovaladas del género
Halophila, o las cilíndricas de Syringodium), y dispuestas formando
pequeños haces terminales. En los rizomas se reconocen nudos (cicatrices
originadas por la caída de las hojas) y entrenudos (intervalo de tallo entre
dos nudos) más o menos largos en función de la estación.
Las fanerógamas marinas pueden desarrollar inflorescencias o flores en
determinadas épocas del año. Tienen en común su pequeño tamaño y el
hecho de no ser llamativas, por lo que suelen pasar inadvertidas. El proceso
de floración es raro en algunas especies, predominando en la mayoría la
reproducción vegetativa por el crecimiento de los rizomas. Esto trae como
consecuencia una escasa diversidad genética en las praderas lo que las hace
más frágiles ante situaciones adversas.
De las más de doscientas mil especies de angiospermas que existen en
la actualidad tan sólo cincuenta y ocho especies pertenecen a este grupo de
las fanerógamas marinas, todas ellas monocotiledóneas, agrupadas en dos
familias (Potamogetonaceae e Hydrocharitaceae) y en 12 géneros diferentes
(den Hartog & Kuo, 2006). Aunque la mayoría de las praderas son
monoespecíficas, en algunas pueden llegar a convivir hasta una docena de
especies. Se encuentran en todas las latitudes excepto en la Antártida,
aunque la mayor riqueza de especies aparece en las zonas tropicales. La
mayoría de ellas crecen enraizadas en arenas o fangos, pero algunas pueden
crecer sobre rocas.
A pesar del reducido número de especies, estas hierbas desempeñan un
importantísimo papel en el medio marino, constituyendo uno de los
ecosistemas litorales más productivos e importantes de los mares templados
y tropicales del mundo, conocidos generalmente con el nombre de praderas
marinas (Fig. 1). Se estima que cubren unos 600.000 km2 de fondos con
sedimentos en todo el planeta y son responsables de una producción de
unos 600 millones de toneladas de carbono al año y del 15% de la absorción
del CO2 del total de organismos marinos, por lo que son indispensables para
la reducción de los niveles de este gas y del incremento del efecto
invernadero atmosférico (Luque & Templado, 2004).
Estas formaciones vegetales intervienen en el control de los ciclos
biogeoquímicos del litoral, interviniendo en el reciclaje de los nutrientes y
siendo responsables de una elevada producción de oxígeno y de materia
orgánica, que exportan a otros ecosistemas litorales. Además, disminuyen el
hidrodinámica marina, minimizando la erosión costera. La elevada densidad

161
de hojas aumenta la retención de partículas en suspensión, favoreciendo una
mayor transparencia en las aguas. El entramado de rizomas y raíces
contribuye a la estabilización de los sedimentos, evitando su pérdida en
aguas más profundas (Marbà & Duarte, 1994). Pueden considerarse como
bioindicadoras de la calidad de las aguas. Constituyen el hábitat para
muchas especies, siendo sus hojas, rizomas y raíces guarderías de muchas
fases juveniles que encuentran en ellas un lugar para pasar inadvertidas de
los depredadores y, asimismo, son un lugar de reproducción y puesta de
numerosas especies. Por todo ello, son consideradas como importantes
refugios para la biodiversidad.

Fig. 1. Detalle de una pradera de Cymodocea nodosa ocupando grandes


extensiones de fondos arenosos someros.

En zonas donde las praderas marinas se extienden en grandes


superficies costeras, estas hierbas han sido utilizadas con fines muy
diversos, como materia prima en cestería y para la obtención de papel. En
usos químicos, para la obtención de sales y sosa a partir de sus cenizas y
para la obtención de nitrocelulosa. Como combustible para la obtención de
calor, como relleno para colchones, almohadas, tapicería y en
empaquetados, para la obtención de compost, como fertilizante, aislante
térmico y de sonidos, para la construcción de diques artificiales artesanales,
como filtro biológico en el tratamiento de aguas residuales, como
estabilizadores de sedimento en tramos de costa, como pasto para el

162
ganado, como recurso alimenticio y medicinal para humanos, entre otros
(McRoy & Helfferich, 1980).
En las costas europeas atlánticas y del Mediterráneo existen seis
especies de fanerógamas marinas: Zostera marina Linnaeus, Zostera noltii
Hornemann, Cymodocea nodosa (Ucria) Ascherson, Posidonia oceanica
(Linnaeus) Delile, Halophila stipulacea (Forsskal) Ascherson y Halophila
decipiens Ostenfeld (den Hartog, 1970). De todas ellas, sólo Zostera noltii,
Halophila decipiens y Cymodocea nodosa crecen en Canarias.

Distribución y requerimientos ecológicos


de Cymodocea nodosa
El género Cymodocea König agrupa cuatro especies (C. angustata, C.
rotundata, C. serrulata y C. nodosa) y presenta una amplia distribución
geográfica por mares tropicales y subtropicales. De ellas, Cymodocea
nodosa se distribuye ampliamente en el Mar Mediterráneo, sin entrar en el
Mar Negro. En el Atlántico, se encuentra en las costas del sur de la
Península Ibérica (Portugal y Andalucía) y en las costas del noroeste de
África hasta Mauritania, alcanzando su límite meridional en Senegal.
Además, está también presente en Madeira y Canarias (Fig. 2a) (Reyes et
al., 1995a; Wirtz, 1995).
En las islas Canarias, Cymodocea nodosa es la especie más común,
formando amplias praderas conocidas con el nombre de sebadales o
manchones, que constituyen el ecosistema marino más importante en los
fondos de sedimentos de las islas (Afonso-Carrillo & Gil-Rodríguez, 1980;
Reyes, 1993).
Los sebadales se localizan, principalmente, en las bahías protegidas al
este, sureste, sur y suroeste de casi todas las islas. En las costas norte están
ausentes, salvo en enclaves especiales, debido a la mayor exposición al
oleaje e inestabilidad de los fondos de arena. No obstante, estas praderas
marinas son más abundantes en las islas orientales (La Graciosa, Lanzarote
y Fuerteventura) y centrales (Gran Canaria y Tenerife), al presentar
mayores plataformas insulares sumergidas y mayor cantidad de sedimentos.
Por el contrario, en las islas occidentales, los fondos son más rocosos y
abruptos, los fondos de sedimentos con cierta estabilidad son escasos y sus
plataformas insulares son más reducidas. Esto motiva el menor número de
praderas y la reducida extensión de las mismas en la isla de La Gomera, y
su presencia sólo en ambientes portuarios en El Hierro y La Palma (Fig. 2b)
(Reyes et al., 1995a; Barquín et al., 2005).
Cymodocea nodosa vive enraizada en el sedimento, y su ciclo de vida
transcurre totalmente en el mar. Por ello, sus principales requerimientos
ecológicos son estar completamente sumergida, disponer de suficiente

163
iluminación y de un sustrato adecuado donde crecer. Esta planta marina es
típicamente colonizadora, y presenta una amplia tolerancia ambiental.
Soporta grandes variaciones de salinidad, pudiendo encontrarse desde zonas
de estuarios de ríos con salinidad próxima al 10‰ hasta lagunas costeras
cerradas, con salinidad cercana al 45‰. No obstante, en ambos límites, las
plantas muestran problemas metabólicos, disminuyen la fotosíntesis y su
productividad desciende. Su rango de salinidad óptimo oscila entre los 30-
37‰.

Fig. 2. (a) Distribución mundial de las praderas de Cymodocea nodosa. (b)


Distribución de los sebadales en las islas Canarias (Mapas adaptados de Google
Earth).

En cuanto a la luz, necesita un mínimo de radiación lumínica para


realizar la fotosíntesis, superior al 11% de la que incide en superficie, por lo
que podemos encontrarla creciendo desde charcos intermareales hasta unos
30 metros de profundidad. La cantidad de partículas en suspensión
condiciona la turbidez de las aguas, generando un efecto reductor sobre la
luz que penetra hacia el fondo. En cuanto a la tipología del sustrato,
podemos encontrarla principalmente en fondos arenosos o arenoso-
fangosos y, más raramente, en fondos arenoso-rocosos, tanto pobres como
ricos en materia orgánica. Puede tolerar ciertas condiciones de anoxia en el
sedimento y concentraciones superiores de sulfuro de hidrógeno en el agua
intersticial que otras fanerógamas marinas (Marbà & Terrados, 2004).
La intensidad de la dinámica marina es otro de los factores ambientales
que puede limitar el establecimiento de estas hierbas. En lugares donde las
corrientes son muy fuertes o la intensidad del oleaje es muy alta, el sustrato
se vuelve inestable, provocando que la tasa de enterramiento sea superior al
crecimiento de los rizomas verticales, o bien, que la pérdida de sedimento
por erosión sea tan grande que las semillas o los rizomas horizontales no

164
tengan tiempo para desarrollar una pequeña mancha y terminar de culminar
su ciclo de vida. Las praderas mejor estructuradas se desarrollan al abrigo
del oleaje en ensenadas o costas protegidas del efecto dominante de las
corrientes. En función de la dinámica marina, los sebadales pueden adquirir
estructuras espaciales distintas. Hasta profundidades de unos 10 metros,
pueden desarrollar ‘manchones’ de dimensiones variables. Estos mancho-
nes pueden quedar delimitados por escalones de sedimento que dejan
visibles el entramado de rizomas y raíces de esta fanerógama marina. A
mayores profundidades, se pueden establecer praderas continuas con
coberturas cercanas al 100%. A medida que disminuye la luz, las praderas
se vuelven más laxas y Cymodocea nodosa es sustituida por algas verdes de
los géneros Caulerpa (C. prolifera y C. racemosa) y Penicillus (P.
capitatus), que pueden dominar los fondos de arena hasta unos 50 metros
de profundidad.

Morfología de los órganos vegetativos:


hojas, rizomas y raíces
Cymodocea nodosa es una planta marina perenne. Presenta un rizoma
rampante ramificado del que parten las raíces y los rizomas erectos. De
estos últimos, ramificados o no, surgen hojas agrupadas en haces y con
vainas desarrolladas en sus bases. Las raíces son adventicias, como en todas
las monocotiledóneas, de color blanquecino, y se forman a nivel de los
nudos de los rizomas. En los rizomas horizontales, las raíces surgen
generalmente en la superficie inferior, mientras que en los rizomas
verticales se forman en cualquier dirección a partir de un nudo. Las raíces
primarias se forman generalmente en los rizomas horizontales, siendo éstas
las que fijan más eficazmente la planta a la arena.
Los rizomas son herbáceos, cilíndricos y con ramificación monopodial.
Según el crecimiento que presentan, se pueden diferenciar dos tipos:
horizontales (plagiótropos) y verticales (ortótropos). Los rizomas
plagiótropos primarios emiten regularmente rizomas laterales de
crecimiento ortótropo. Ambos tipos de rizomas tienen un crecimiento
reversible y presentan nudos y entrenudos sucesivos. Generalmente la
longitud media de los entrenudos en los rizomas plagiótropos es mayor y
más constante que en los ortótropos.
Cada una de las hojas posee una vaina en su base, considerada como
una continuación proximal de la lámina foliar. Las hojas en desarrollo
quedan protegidas por las vainas de las hojas maduras del mismo haz. Es
habitual que las láminas foliares se desprendan antes que las vainas y que se
observen, por tanto, varias vainas superpuestas envolviendo el rizoma en
crecimiento. Cuando una hoja se desprende permanece su cicatriz en el
rizoma y 10-14 escámulas marrones muy pequeñas que pronto se

165
desprenden. En el punto de unión vaina-lámina foliar y en la cara interna se
forma la lígula o pequeña lengüeta, que se prolonga lateralmente formando
dos aurículas agudas opuestas. Las hojas son alternas, dísticas y crecen a
partir de un meristemo basal. Las láminas foliares son acintadas y su ápice
es redondeado, con pequeños dientes marginales. En la superficie de la
lámina foliar se distinguen 7-9 nervios paralelos, que confluyen en la región
apical (Figs 3, 4) (Reyes, 1993; Reyes & Sansón, 1994).

Fig. 3. Detalle de las hojas acintadas de Cymodocea nodosa y dibujo esquemático


de las estructuras vegetativas de la planta.

Morfología de los órganos reproductores:


flores y frutos
Cymodocea nodosa es una especie dioica. Las plantas masculinas y
femeninas pueden crecer entremezcladas aunque, generalmente, tienden a
formar grandes manchas sólo constituidas por individuos de uno u otro
sexo. Las flores son solitarias y unisexuales, y no interrumpen el
crecimiento del rizoma.
Las flores masculinas son muy simples (Fig. 5). Cada flor está inserta
en el ápice de un pedúnculo floral, desarrollado a nivel de un nudo de un
rizoma ortótropo. Este pedúnculo se alarga considerablemente, hasta 8 cm,
en pocos días, sobrepasando la vaina de la hoja que en un principio la
protege. En el extremo del pedúnculo se insertan los dos estambres que
constituyen la flor masculina. Los estambres están soldados entre sí, a nivel

166
de sus filamentos. No obstante, hacia el ápice, esta unidad se bifurca y se
reconocen, en su cara dorsal, los dos filamentos. Las dos anteras, libres
entre sí, están formadas respectivamente por dos tecas de disposición
paralela, que se abren longitudinalmente. Las anteras jóvenes son
blanquecinas y presentan pequeñas manchas superficiales de color rojizo.
Cada teca contiene dos sacos polínicos longitudinales paralelos, en cuyo
interior el polen constituye una masa algodonosa de filamentos
transparentes muy largos. Cuando el polen es liberado y las tecas están
completamente abiertas, adquieren un color marrón oscuro y sus márgenes
se vuelven ondulados.

Fig. 4. Características de las hojas de Cymodocea nodosa. (1) Detalle de un haz de


hojas. (2) Visión lateral de un haz de hojas, donde se observa la inserción vaina-
lámina foliar de dos hojas sucesivas. (3,4) Visión frontal de un haz de hojas, donde
se observa que los márgenes libres de la vaina de la hoja más madura envuelven a
la hoja que se desarrolla en su interior. (5) Detalle de una hoja en el nivel de unión
vaina-lámina foliar, donde se observa la lígula y las aurículas opuestas. (6,7)
Detalle de un rizoma ortótropo donde se observa las cicatrices de hojas (nudos), en
las que permanecen las escámulas. (8) Detalle del ápice de una hoja, con
pequeños dientes marginales y nervios paralelos que confluyen en la región apical.
(9) Detalle de un diente marginal.

167
Fig. 5. Aspecto de las flores masculinas. (a) Flor masculina joven, aún cubierta por
las vainas de las hojas del haz. (b) Estambres sobresaliendo de las vainas de las
hojas. (c) Anteras liberando el polen filamentoso. (d) Anteras blanquecinas una vez
liberado el polen. (e) Anteras maduras de color oscuro con márgenes ondulados. (f)
Microfotografía del polen filamentoso.

Las flores femeninas son muy simples (Fig. 6), y también están insertas
en el ápice de un corto pedúnculo floral, que no se alarga en el proceso de
maduración de la flor, y son sólo los estigmas los que sobresalen de las
vainas de las hojas que la protegen. En el ápice del pedúnculo se insertan
los dos carpelos que constituyen la flor femenina, con gineceo apocárpico,
con dos óvulos uniloculares. En el extremo superior de cada carpelo se
forma un pequeño acodamiento redondeado, del que surge un estilo, de
hasta 3 mm de largo y dos estigmas filiformes de hasta 6 cm de largo.
Cymodocea nodosa produce pares de frutos drupáceos, con epicarpo
carnoso de color amarillento y endocarpo duro, seco y frágil. Los frutos
tienen forma lenticular, con el borde dorsal convexo y el borde ventral
prácticamente recto. El epicarpo carnoso se descompone con el tiempo y

168
únicamente permanece el endocarpo protegiendo a la semilla. Es entonces
cuando se reconocen, tanto en el borde dorsal como el ventral, unas crestas
prominentes endurecidas. La cresta dorsal es crenulada y es por donde tiene
lugar la dehiscencia en la germinación. Las flores y los frutos dejan unas
cicatrices características en el rizoma cuando se desprenden, que permiten
estudiar de forma retrospectiva los eventos de floración que han ocurrido en
el transcurso de los años (Reyes, 1993; Reyes & Sansón, 1994).

Fig. 6. Aspecto de las flores femeninas y frutos. (a) Estigmas filiformes


comenzando a superar las vainas de las hojas. (b) Estigmas maduros superando la
longitud de las vainas. (c) Detalle de la flor femenina donde se observan los
carpelos, en cada uno de los cuales surge un estilo que se bifurca en dos estigmas
filiformes. (d) Frutos en desarrollo con estilos persistentes. (e) Aspecto de los frutos
jóvenes que permanecen sujetos a los rizomas ortótropos durante algún tiempo. (f)
Germinación de una semilla.

169
Reproducción sexual:
floración, fructificación y germinación
La floración en Cymodocea nodosa tiene lugar desde finales de marzo
a finales de junio, coincidiendo con el aumento de la temperatura del agua y
del número de horas de luz al día, después de pasar la planta por los
mínimos invernales (Figs 7, 8). El periodo con mayor número de haces con
flores suele ser durante los meses de abril y mayo. Los frutos tardan en
madurar unos tres meses y comienzan a ser abundantes en las praderas
desde mayo hasta octubre, observándose haces con frutos hasta diciembre.
En condiciones normales, los frutos maduran enterrados en el sedimento
unos centímetros por debajo de la superficie de la arena. A lo largo del
otoño y en invierno, el pericarpo de los frutos se va descomponiendo. Las
semillas se van desprendiendo de los haces y quedan libres en el sustrato
(Reyes et al., 1995a).

Fig. 7. Fenología reproductora de Cymodocea nodosa en praderas de El Médano.


2
Valores medios por m de pradera. En barras, se recoge el porcentaje con respecto
al total de haces.

Las flores comienzan a formarse a partir de plantas mayores de un año


y frecuentemente aparecen en varios haces cercanos de un mismo rizoma,
por lo que suelen formar agregados a pequeña escala (Terrados et al.,
2004). Existen praderas en las que se han observado mezcladas plantas de
ambos sexos, aunque en la mayoría de los casos aparecen plantas de un solo
sexo. La distancia entre unas y otras condiciona el éxito reproductor. El
porcentaje de floración de los haces puede ser muy variable entre unas

170
praderas y otras, tanto en Canarias como en el Mediterráneo (entre un 10-
30%). Asimismo, mientras algunas praderas presentan una cierta
regularidad en la floración, siendo un fenómeno recurrente todos los años,
en otras se presenta como un evento irregular en el tiempo (Reyes, 1993;
Reyes et al., 1995a).
Las semillas germinan desde febrero hasta septiembre, aunque en
Canarias sólo se han observado plántulas desarrolladas, siempre de menos
de un año de edad, entre abril y septiembre (Reyes et al., 1995a). Las
evidencias sobre germinación de semillas en diferentes localidades del
Mediterráneo son variables, desde praderas donde las semillas no han sido
encontradas, hasta praderas en las que la germinación es abundante y
común todos los años. Los experimentos de germinaciones realizados en
condiciones de laboratorio revelan que las semillas no requieren la
presencia de un sustrato o su enterramiento para germinar, y que tanto la
reducción de la salinidad como el aumento de la temperatura del agua
aceleran la germinación. El porcentaje total de semillas que germinan
aumenta con la reducción de la salinidad, pero no está afectado por el
aumento de la temperatura del agua. No obstante, el desarrollo de las
plántulas requiere condiciones de salinidad superiores al 15% (Terrados et
al., 2004).

Fig. 8. Cuadro resumen de la fenología vegetativa y reproductora de Cymodocea


nodosa durante un ciclo anual. Obsérvense las variaciones en longitud y ancho de
hojas, en número de hojas por haz y en densidad de haces en la pradera, así como
en los períodos en los que suceden los fenómenos de floración, polinización,
fructificación y germinación. Además se recoge la caída y presencia de frutos en el
sedimento, y los períodos de mayor o menor productividad de la pradera.

171
El éxito de la reproducción sexual de Cymodocea nodosa es muy
variable en Canarias y en el Mediterráneo. En cualquier caso, a pesar de que
la planta invierte mucha energía en la producción de semillas, éstas no
parecen contribuir de forma significativa a la propagación de las praderas,
siendo escaso el número de germinaciones y elevado el número de semillas
sin germinar que se observan en los sedimentos. La cantidad de semillas de
Cymodocea en los sedimentos es muy variable. Los valores máximos
registrados en todos los estudios realizados oscilan entre 200 y 600 semillas
por m2 de pradera. En las praderas de El Médano (Tenerife) se detectaron
valores máximos de hasta 64 germinaciones por m2 durante el mes de abril,
y un valor medio anual de 267 frutos por m2 de pradera (Reyes et al.,
1995a).
Como los frutos se desarrollan enterrados en el sedimento, las semillas
suelen germinar en las proximidades de las plantas que los han originado.
Así, la producción de nuevas plantas por reproducción sexual contribuye
principalmente al mantenimiento de praderas existentes. Sólo en los casos
en los que la dinámica del oleaje y las corrientes producen grandes
desplazamientos de arena, tanto las semillas como las plantas de
Cymodocea pueden quedar desenterradas y pueden ser dispersadas a zonas
más lejanas, ayudando a su propagación. No obstante, la fragilidad de las
raíces y de los rizomas cuando quedan desenterrados sugiere que su
capacidad de dispersión y colonización de un nuevo sustrato a partir de
fragmentos de la planta es muy escasa (Reyes, 1993; Terrados & Marbà,
2004).

Anatomía de los órganos vegetativos

Como plantas vasculares que son, las fanerógamas marinas se


diferencian de las talófitas que incluyen a todas las algas, en la formación
de verdaderos órganos vegetativos (hojas, tallos, raíces) y en la producción
de flores y frutos. Si observamos la anatomía de Cymodocea nodosa,
comprobamos que ésta coincide con la que presenta el resto de las
fanerógamas marinas, presentando la estructura característica de las
monocotiledóneas.
Las hojas de Cymodocea presentan diferentes tejidos: cutícula,
epidermis, hipodermis, parénquima lagunar, esclerénquima y tejido
vascular. Los rizomas muestran los siguientes estratos: epidermis,
parénquima cortical externo, parénquima lagunar, endodermis y cilindro
central. Por último, las raíces exhiben capas bien diferenciadas: epidermis,
exodermis, parénquima cortical externo, parénquima lagunar, parénquima
cortical interno, endodermis y cilindro central (Reyes & Sansón, 1994).
Todos estos tejidos que se desarrollan en los órganos vegetativos pueden
observarse en la figura 9.

172
Fig. 9. Anatomía de estructuras vegetativas de Cymodocea nodosa. (1) Sección
transversal de una hoja (cu = cutícula; ep = epidermis; cs = células secretoras; hd =
hipodermis; pl = parénquima lagunar; i = inclusiones; es = esclerénquima; hv = haz
vascular; cvhv = células de la vaina del haz vascular); escala = 120 µm. (2) Sección
transversal de un rizoma vertical (cu = cutícula; ep = epidermis; cs = células
secretoras; pce = parénquima cortical externo; i = inclusiones; hv = haz vascular; pl
= parénquima lagunar; en = endodermos; cc = cilindro central; x = xilema; f =
floema); escala = 120 µm. (3) Sección transversal de una raíz primaria (ep =
epidermis, cs = células secretoras, ex = exodermis, pce = parénquima cortical
externo, i = inclusiones, pl = parénquima lagunar, pci = parénquima cortical interno,
en = endodermos; cc = cilindro central; x = xilema; f = floema); escala = 100 µm.

Variaciones de crecimiento y producción


a lo largo del año
El aspecto de los sebadales varía considerablemente a lo largo del año
mostrando una mayor frondosidad y vitalidad en los meses de primavera y
verano, cuando alcanzan los valores medios más elevados de longitud y
ancho de las hojas, número de hojas que forman un haz, y densidad de
haces por unidad de superficie. Como consecuencia, también se alcanzan en
estos meses los valores más altos de biomasa y tasa de producción primaria.
Por el contrario, en los meses de otoño e invierno, todos los parámetros
mencionados alcanzan los valores mínimos. Estas fluctuaciones
estacionales se han observado también en praderas del Mediterráneo, donde
Cymodocea nodosa muestra un comportamiento similar (Pérez, 1989;
Terrados, 1991).

173
En praderas de Canarias (El Médano) se estimó una producción foliar
anual de 752 gramos de peso seco por m2 y año, y una productividad anual
de 3,5 por año (Tabla 1). La producción anual de los rizomas fue de 30 a 37
gramos de peso seco por m2 y año, resultando una productividad anual de
0,14-0,16 por año. El crecimiento anual en longitud de los rizomas se ha
estimado en unos 2,2 m por m2 de pradera, inferiores a los registrados en
algunas localidades del Mediterráneo, diferencia que podría deberse a la
presencia de un mayor número de rizomas ortótropos, con un crecimiento
en longitud más limitado. Las observaciones realizadas contabilizando la
secuencia de nudos y entrenudos de los rizomas (retrodatación) han
permitido concluir que algunos rizomas pueden permanecer hasta 8 años en
el sedimento. La producción primaria registrada en estas praderas fue de
780 gramos de peso seco por m2 y año, superior a los valores registrados en
distintas praderas del Mediterráneo posiblemente debido a las diferencias de
temperatura del agua. Los mínimos invernales en Canarias oscilan entre 17-
18ºC frente a 9-12ºC en el Mediterráneo, que provoca un metabolismo más
lento en este mar. Los valores de intervalo plastocrónico (días transcurridos
entre la aparición de dos hojas sucesivas) medidos en Canarias oscilaron
entre 18 días en mayo y 39,3 días en febrero, con una media anual de 27,9
días, lo que equivale a la formación de 13 hojas por haz y año, igual que en
praderas del Delta del Ebro (Reyes, 1993; Reyes et al., 1995b).

Tabla 1. Valores máximos y mínimos de diferentes parámetros biométricos y de


producción de Cymodocea nodosa en praderas de El Médano (Reyes, 1993).

VALORES MEDIOS MÁXIMOS VALORES MEDIOS MÍNIMOS


PARÁMETROS
(primavera-verano) (otoño-invierno)
Densidad de haces 1928 haces/m2 934 haces/m2

Número de hojas/haz hasta 4 hojas (3-3,4) 3 hojas (2,2-3)

Longitud de las hojas hasta 31 cm hasta 14,7 cm

Ancho de las hojas hasta 3,4 mm 1,7 mm

Índice foliar 3,9 m2/m2 pradera (mayo-agosto) 0,97 m2/m2 pradera (diciembre)

Biomasa foliar 249 g ps/m2 (junio-julio) 55 g ps/m2 (noviembre-febrero)

Producción media por haz 1,9 mg ps por haz y día 0,8 mg ps por haz y día

Producción foliar de la pradera 2,9-3,6 g ps/m2 y día (mayo-agosto) 0,9-11 g ps/m2 y día (dic.-enero)

Producción foliar anual 752 g ps/m2 y año

Número de hojas nuevas/haz 0,8 hojas/haz (abril) 0,4-0,6 resto del año

Frecuencia de aparición hojas nuevas 0,042-0,056 hojas/haz y día (mayo-julio) 0,025 hojas/haz y día (febrero)

Frecuencia de caída de hojas 0,049-0,057 hojas/haz y día (mayo-julio) 0,012 hojas/haz y día

Días aparición 2 hojas sucesivas 18 días (mayo) 39,3 días (febrero)

Intervalo plastocrónico anual 27,9 días lo que supone 13 hojas/haz y año

174
Los sebadales como hábitat
para una diversa biocenosis vegetal
Las praderas de fanerógamas marinas constituyen un hábitat con una
gran heterogeneidad ambiental en fondos sedimentarios, que permite el
asentamiento de comunidades mucho más complejas que las que existen en
fondos inestables desprovistos de vegetación. Los diferentes órganos
vegetativos de las fanerógamas marinas constituyen microhábitats
favorables para el asentamiento de muchas especies vegetales y animales
que crecen como epífitos (Fig. 10). Asimismo, el entramado que forman sus
estructuras epígeas (hojas) e hipógeas (rizomas y raíces) supone un lugar de
refugio para pequeñas especies que buscan protección y alimento. La
biodiversidad que albergan es muy variada, encontrándose representantes
de grupos como las bacterias, los hongos, las algas, y los animales
invertebrados y vertebrados.

Fig. 10. Secuencia de los primeros estadios de colonización de las hojas de


Cymodocea nodosa obtenidas con microscopía electrónica de barrido (MEB). (a)
Detalle de la superficie foliar; (b-c) Bacterias; (d-g, i) Diatomeas; (h) Germinación de
Hydrolithon sp.

175
Desde el momento en que las hojas de Cymodocea nodosa sobrepasan
las vainas que las protegen y quedan expuestas al medio marino, pueden ser
colonizadas por diversos organismos. La micromorfología ondulada de su
superficie facilita en un principio el establecimiento de esporas, zigotos o
propágulos de pequeñas especies. Los primeros organismos que se fijan son
las bacterias y las microalgas. Las bacterias son capaces de colonizar en
pocas horas las hojas de las fanerógamas marinas. Sus exudados modifican
la superficie de la hoja y favorecen el establecimiento posterior de otros
microorganismos. Entre las microalgas, las diatomeas son las primeras que
colonizan las hojas de Cymodocea. En poco tiempo un gran número de
especies pueden tapizar casi por completo su superficie. Tanto el mucílago
que producen como sus paredes de sílice contribuyen a la retención de
detritus, que modifican la textura original de la superficie de las hojas,
facilitando aún más el proceso de colonización (Reyes, 1993; Reyes &
Sansón, 1996; Reyes & Sansón, 1997). Las primeras esporas o zigotos de
macroalgas comienzan a fijarse en las hojas a los pocos días de quedar
expuestas, una vez creada la biopelícula de bacterias y microalgas. En un
principio, dominan los primeros estadios de desarrollo de especies de hábito
costroso, como las rodófitas Hydrolithon spp. y Pneophyllum lejolisii, la
feófita Myrionema magnusii y la clorófita Ulvella setchellii. Destacan por
su abundancia y color blanquecino las coralináceas costrosas del género
Hydrolithon (Fig. 11). Estas especies constituyen el estrato costroso de la
comunidad de epífitos que alcanza su máximo desarrollo hacia los ápices de
las hojas más viejas (Reyes & Afonso-Carrillo, 1995).

Fig. 11. Detalle de una hoja de Cymodocea nodosa sobre la que están creciendo
como epífitos pequeñas algas de hábito costroso (totalmente adheridas a la
superficie de la hoja) y pequeñas algas de hábito erecto (adheridas por un solo
punto).

176
Simultáneamente al establecimiento de las especies costrosas tiene
lugar la llegada de especies de hábito erecto (Fig. 11). En estos primeros
estadios dominan representantes de Ceramiales, especialmente Ceramiaceae
(Ceramium diaphanum, C. flaccidum y Ceramium sp.) y Rhodomelaceae
(Polysiphonia spp., Laurencia minuta y Chondria mairei). Estas especies
junto a otras menos abundantes conforman el estrato erecto de la
comunidad de epífitos, que alcanza siempre su máximo desarrollo hacia los
ápices de las hojas más viejas de los haces (Fig. 12) (Reyes & Sansón,
1996).

Fig. 12. Detalle de una hoja de Cymodocea nodosa con numerosas algas epífitas
que cubren su superficie.

En las hojas de Cymodocea nodosa se han identificado 53 especies


epífitas (26 algas rojas, 12 algas pardas, 9 algas verdes, 5 cianobacterias y 1
hongo) (Reyes & Sansón, 1996). Las algas rojas presentan una elevada
contribución cualitativa en relación al resto de las divisiones de algas,
hecho constatado en diferentes fanerógamas marinas. El número máximo de
especies observado en una hoja fue de 39 en enero y el mínimo de 21 en
octubre, siendo 29 el número medio de especies de algas epífitas detectadas.
Estos valores coinciden respectivamente con el mayor y menor tiempo de
permanencia de las hojas en el haz, 80-90 días en invierno y 40-50 días en
primavera-verano (Reyes & Sansón, 1997).
De estas especies, 22 constituyen la flora epífita permanente (presente
a lo largo de todo el año), 14 forman la flora epífita estacional (reconocida
en una o varias estaciones), y 17 constituyen la flora epífita ocasional

177
(especies raras, poco frecuentes). El 51% de las especies se observó fértil,
coincidiendo en su mayoría con los epífitos permanentes, que forman
estructuras reproductoras sexuales y/o asexuales, o se multiplican a través
de propágulos. Estas especies adaptan perfectamente su desarrollo y
reproducción al ciclo de vida de las hojas de Cymodocea. Por el contrario,
las especies ocasionales no logran completar su historia biológica en el
tiempo de vida de las hojas (Reyes & Sansón, 1997; Reyes et al., 1998).
El número de especies epífitas y su recubrimiento se incrementan desde
la zona basal hacia la zona apical de las hojas, pero muestran una
estabilización o un ligero descenso hacia el ápice. La mayor parte del
recubrimiento, entre el 90 y 99%, lo aportan especies de algas rojas que
dominan cuantitativamente frente al resto de divisiones de algas. Esta
dominancia se debe a pocas especies pertenecientes a Ceramiales
(Ceramium diaphanum, C. flaccidum, Ceramium sp., Chondria mairei,
Herposiphonia secunda, Laurencia minuta, Polysiphonia sp.) y Corallinales
(Hydrolithon spp., Pneophyllum lejolisii) (Reyes et al., 1998). La biomasa
de epífitos por unidad de superficie de hoja se incrementa con la edad de la
hoja a lo largo del año. La biomasa por m2 de superficie de pradera alcanza
valores máximos de 124,1 gramos de peso seco en noviembre y mínimos de
29,7 gramos en marzo. Se ha estimado una producción anual de epífitos de
625 gramos de peso seco por m2 de pradera (Reyes & Sansón, 2000).
La comunidad de epífitos que se establece en los rizomas y raíces está
constituida por unas 81 especies, entre las que se incluyen todas las
especies de las hojas (Fig. 13). La mayor estabilidad en el tiempo de este

Fig. 13. Detalle de un rizoma de Cymodocea nodosa con numerosas algas epífitas.

178
tipo de sustrato permite el establecimiento de una comunidad más rica en
especies, constituida, por lo general, por algas que se desarrollan en
plataformas o fondos rocosos cercanos y que buscan en este sustrato un
soporte físico para desarrollarse (Reyes & Sansón, 1996).

Fauna invertebrada asociada a los sebadales

La fauna asociada a los sebadales puede vivir en diferentes


microhábitats generados por la planta. Los animales pueden crecer
enterrados en el sedimento asociados con los rizomas y raíces (infauna),
viviendo fijos o móviles en hojas, tallos y raíces (epifauna), o
desplazándose libremente entre las hojas o por encima de ellas (epibentos).
Son numerosos los grupos de invertebrados que están presentes en los
sebadales: esponjas, cnidarios, nemertinos, anélidos poliquetos, moluscos,
briozoos y equinodermos. Algunos buscan soporte y alimento en las
estructuras vegetativas de Cymodocea, otros buscan refugio en este tipo de
ambientes.
Las esponjas son poco abundantes en los sebadales ya que necesitan un
sustrato estable. Especies del género Cliona pueden crecer en rizomas que
quedan al descubierto en bordes de praderas. Los cnidarios tienen una
mayor presencia en hojas y rizomas, y en fondos de arena entre haces de
Cymodocea. Colonias de hidrozoos, principalmente del género
Aglaophenia, son comunes sobre hojas y rizomas, cuando estos últimos
quedan al descubierto. En las hojas aparecen anémonas, como Anemonia
melanaster y la pequeña Bunodeopsis strumosa. Desarrollándose en
sustrato arenoso pueden observarse con frecuencia Anemonia sulcata y los
ceriantarios Isarachnanthus maderensis y Pachycerianthus dorhni.
Los fondos de arena donde se desarrollan las praderas son el hábitat
preferido de numerosos gusanos anélidos poliquetos, bien representados
entre los invertebrados. Millones de gusanos aprovechan la materia
orgánica que se genera en los sebadales como recurso alimenticio. Los
grupos más numerosos son Syllidae, Paraonidae y Spionidae. Abundan
también especies sedentarias que viven en el interior de tubos fabricados
con mucílago y partículas de arena, como Sabella pavonina, Ditrupa
arietina, Diopatra neapolitana y Megaloma vesiculosum, así como especies
que discurren por la superficie de los fondos, como el gusano de fuego
Hermodice carunculata (Brito et al., 2005).
Los fondos de sedimento y las hojas de Cymodocea suponen un lugar
ideal para gran variedad de moluscos. En los fondos de sedimento destacan
por su gran tamaño los conos (Conus pulcher), así como Marginella
glabella, Bulla mabillei y la elegante Hydatina physis. Aparecen numerosos
ejemplares de bivalvos, como Mactra corallina y especies del género
Cardium, que se alimentan de las partículas orgánicas del agua y del

179
sedimento. Una adaptación especial a las hojas de Cymodocea la presentan
los pequeños moluscos de color verde Oxynoe olivacea y Smaragdia viridis
(Fig. 14), que encuentran en las hojas acintadas de esta fanerógama un
sustrato apetitoso, dejando unas huellas características de su ramoneo en la
superficie de la hoja. Algunos moluscos buscan alimento, refugio y lugar de
puesta entre las hojas y rizomas de la seba. Se trata de especies carnívoras,
como el choco (Sepia officinalis) y el pulpo común (Octopus vulgaris).

Fig. 14. Smaragdia viridis, pequeño molusco de color verde que se alimenta de las
hojas de Cymodocea nodosa (izquierda) y el cangrejo ermitaño del género Pagurus
(derecha) alimentándose de los organismos que crecen sobre las hojas (Fotos:
Javier Campos).

Los pequeños crustáceos abundan entre las hojas y rizomas. Nubes de


miscidáceos pueden formar grandes agrupaciones en los bordes de los
sebadales aprovechando la materia orgánica particulada que se generan en
estos ambientes, y suponen una fuente de alimento importante para muchas
especies de peces. Pequeños anfípodos e isópodos consumen organismos
que viven sobre las hojas y rizomas, así como restos muertos de la planta.
Otros crustáceos como Hyppolite longirostris e Hyppolite inermis se han
adaptado perfectamente a las hojas de Cymodocea, adquiriendo una
coloración verde para poder camuflarse. También se pueden observar
cangrejos ermitaños, como Pagurus spp. (Fig. 14) y Dardanus calidus,
protegidos con conchas de moluscos gasterópodos, deambulando por los
fondos de arena, entre los restos de rizomas y hojas. Con la ayuda de sus
patas traseras aplanadas, el cangrejo Portunus hastatus se entierra en el
sedimento con gran facilidad.

180
Otros elementos de la fauna de los sebadales son los equinodermos. Es
frecuente observar sobre el sedimento ejemplares de holoturias, como
Holothuria arguinensis (Fig. 15), que se desplazan lentamente alimentán-
dose de la materia orgánica mezclada con la arena. Los erizos de los
sebadales tienen la capacidad de camuflarse; los irregulares (Echinocyamus
pusillus) pasan inadvertidos porque viven enterrados en el sedimento y los
de púas romas (Sphaerechinus granularis) se camuflan con restos de hojas
y algas. Raramente, se observan grupos de erizos de Lima (Diadema aff.
antillarum) haciendo incursiones nocturnas desde las plataformas rocosas
cercanas para buscar alimento en las praderas, a pesar de que los fondos de
sedimento no son un buen aliado para ellos. Otros equinodermos que
abundan en estos fondos son las estrellas de mar, entre las que destacan
Coscinasterias tenuispina, la estrella peine (Astropecten auranciacus), la
estrella roja (Echinaster sepositus, Fig. 15) y la ofiura (Amphipholis
squamata).

Fig. 15. La holoturia (Holothuria arguinensis) se alimenta de la materia orgánica de


la arena en los sebadales (izquierda), y la estrella roja (Echinaster sepositus)
merodea por los fondos de arena con hojas muertas de Cymodocea en busca de
presa (derecha).

Fauna vertebrada asociada a los sebadales

Los sebadales constituyen un hábitat importante para la cría y refugio


de fauna vertebrada. Las estructuras vegetativas de Cymodocea nodosa
constituyen un oasis frente a los fondos de arena desprovistos de
vegetación, que suponen un desierto submarino pobre en recursos
alimenticios. Las estructuras epígeas (hojas) e hipógeas (rizomas y raíces)
suponen un lugar en el que numerosas especies de algas y pequeños
invertebrados que allí viven actúan de reclamo para muchas especies de

181
peces. Son pocas las especies de vertebrados que se alimentan directamente
de las hojas, tallos y raíces, o de sus restos muertos. No obstante, estas
especies buscan la abundancia de vida que albergan estos ecosistemas,
principalmente pequeños crustáceos planctónicos y epifauna. Los estudios
realizados sobre la fauna piscícola coinciden en que las praderas de
fanerógamas marinas son mucho más ricas, en términos de diversidad y
abundancia, que los fondos arenosos desprovistos de vegetación (Aguilera
et al., 1994; Tuya et al., 2005).
En general, los peces que se pueden encontrar en los sebadales
permanecen en ellos durante diferentes periodos de tiempo, pudiendo
clasificarse en residentes permanentes, residentes estacionales o temporales,
migratorios y ocasionales (Fig. 16). La abundancia relativa y la compo-
sición de las especies de peces encontradas en las praderas también
dependen de la proximidad de otros hábitats (por ejemplo, plataformas
rocosas) y del ciclo día-noche (ya que muchas especies utilizan las praderas
como refugios nocturnos).

Fig. 16. Un angelote (Squatina squatina) desplazándose sobre el sebadal


(izquierda) y un rascacio (Scorphaena sp.) espera a su presa entre las hojas de
Cymodocea. (Fotos: Javier Campos).

Estudios realizados en diferentes sebadales de Tenerife citan 51


especies de peces, agrupadas en 26 familias. De estas especies, 2 pertenecen
a peces cartilaginosos y 49 a peces óseos (Mena et al., 1993). Para los
sebadales de las islas orientales, se han registrado hasta el momento 67
especies de peces (7 cartilaginosos y 60 óseos) (Espino et al., 2008). La
familia mejor representada en número de especies (11 especies) y en
abundancia, es la de los espáridos (sargos, chopas, samas, salemas). La
familia de los tamboriles es bastante frecuente en las praderas, representada
por la gallinita (Canthigaster rostrata) y el tamboril (Sphoeroides

182
marmoratus). Otras familias importantes son Scaridae (viejas) y Mullidae
(salmonetes).
El grupo mejor adaptado a la vida en los sebadales es el de los
singnátidos, entre los que destacan los caballitos de mar y los pejepipas,
difíciles de observar debido a su capacidad críptica y mimética con los
rizomas y hojas de Cymodocea. Este grupo tiene varios representantes en
Canarias: el caballito de mar (Hippocampus hippocampus), los pejepipas
(Syngnathus typhle y Nerophis ophidion) y la aguja mula (Syngnathus
acus). Una adaptación extrema a las hojas de Cymodocea la presenta el
gobiesócido Opeatogenys cadenati, que al igual que los moluscos
Smaragdia viridis y Oxinoe olivacea, viven adheridos a las hojas y pasan
inadvertidos por su coloración verde y sus escasas dimensiones. En este
grupo de especies propias de las praderas hay que destacar también a un
espárido exclusivo que recibe el nombre de mojarra (Diplodus annularis).
Una característica importante de los sebadales es la función que
desempeña como zona de cría y refugio para los juveniles de muchas
especies de peces de importancia económica, tales como salmonetes, viejas,
chopas, besugos, bocinegros, sargos, bogas, gueldes, cabrillas y samas,
entre otras. Otro vertebrado que puede observarse descansando o buscando
alimento entre los haces de hojas de Cymodocea son las tortugas marinas.
La especie más común es la tortuga boba (Caretta caretta, Fig. 17), aunque
en ocasiones se han observado ejemplares de tortuga verde (Chelonia
mydas).

Fig. 17. La tortuga boba (Caretta caretta) se desplaza sobre el sebadal en busca de
alimento (Foto: Javier Campos).

183
Por último, hacia los límites más profundos de los sebadales, en
ocasiones, aparece la comunidad de anguilas jardineras (Heteroconger
longissimus), peces planctívoros que excavan un tubo en el sedimento
desde donde salen para aprovechar los organismos que transportan las
corrientes.

Fragilidad de los sebadales

En los anteriores apartados se ha puesto de manifiesto que las praderas


de Cymodocea nodosa juegan un importante papel ecológico en el medio
marino y muchas especies de algas, invertebrados y vertebrados dependen
directa o indirectamente de ellas. Como sucede en todos los ecosistemas, la
presión ejercida por el hombre provoca desequilibrios que rompen su estado
natural, experimentando en algunos casos procesos de regresión
irreversibles. La naturaleza frágil de las praderas de hierbas marinas ante
impactos naturales (temporales) o antrópicos, está provocando la desapari-
ción de considerables extensiones de estas fanerógamas, estimándose a
nivel mundial una tasa de pérdida anual entre un 2-5% (Duarte & Gatuso,
2008). Según estudios recientes, en las dos últimas décadas se han perdido
unos 33000 km2 de praderas de hierbas marinas, un 18% de la superficie
documentada en el planeta.
Existe un reconocimiento internacional de la importancia ambiental y
económica de las praderas de fanerógamas marinas, lo que ha dado lugar a
que en estas últimas décadas se hayan tomado numerosas medidas legales
de protección internacionales, nacionales y autonómicas (convenios, directi-
vas, leyes, protección de lugares de interés, catálogos de protección...), que
se muestran insuficientes para el mantenimiento de estos ecosistemas. La
creciente presión en el litoral canario ha generado un incremento notable en
los impactos sobre diferentes hábitats marinos, entre los que se incluyen los
sebadales. Es de vital importancia el disponer de una efectiva ordenación,
gestión y vigilancia del litoral y medio marino, así como planificar
campañas educativas y de sensibilización ambiental entre la población con
el fin de preservar para las generaciones futuras los sebadales y la
biodiversidad marina que albergan.

Referencias

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187
188
INSTITUTO DE ESTUDIOS HISPÁNICOS DE CANARIAS

Títulos previos de la colección


‘Actas Semana Científica Telesforo Bravo’

Actas de la Semana Homenaje a Telesforo Bravo


(2006) – 147 pp.
[ISBN 84-611-0482-X]

Jaime Coello Bravo - El hombre que hablaba con las piedras. Una visión de
la vida de Telesforo Bravo.
Julio Afonso-Carrillo - Amenazas a la diversidad de plantas marinas por el
desarrollo urbano en el litoral: el ejemplo de Puerto de la Cruz.
Aurelio Martín - Aportaciones de D. Telesforo Bravo al conocimiento de la
fauna de vertebrados terrestres de las islas Canarias.
Lázaro Sánchez-Pinto - Don Telesforo y la Macaronesia.
Juan Jesús Coello Bravo - Telesforo Bravo y la teoría de los
deslizamientos gravitacionales.

Reflexiones sobre una naturaleza en constante evolución


(2007) – 155 pp.
[ISBN 978-84-61189-571]

Luis Espinosa García - Recordando a Telesforo Bravo.


Joaquín Araujo - ¿Es compatible turismo y medio ambiente?
Octavio Rodríguez Delgado - El paisaje vegetal de Las Cañadas: su
transformación por la intervención humana.
Guillermo Delgado – Colonización y evolución de vertebrados canarios:
reptiles, aves y mamíferos.
Eustaquio Villalba - Evolución del conocimiento geológico de Tenerife.

Naturaleza amenazada por los cambios en el clima


(2008) – 147 pp.
[ISBN 978-84-61264-568]

Emilio González Reimers - Paleodieta y paleonutrición.


Antonio Machado Carrillo - Estudiando a los chascones, récord de
biodiversidad en Canarias.
Marta Sansón - Arrecifes y manglares: ecosistemas en la frontera entre la
tierra y el mar.
Marcelino del Arco Aguilar - La flora y la vegetación canaria ante el cambio
climático actual.
Alberto Brito - Influencia del calentamiento global sobre la biodiversidad
marina de las islas Canarias.

189
Misterios de la Gea: Descifrando los enigmas ocultos en
rocas, gases, agua y fuego (2009) – 172 pp.
[ISBN 978-84-613-4817-6]

Francisco Anguita - Marte y la Tierra: historia de dos planetas.


Edelmira Luis Brito - Los recursos hídricos de La Caldera de Taburiente.
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Esther Martín González - El legado paleontológico de nuestras islas: un
patrimonio a conservar.
Nemesio M. Pérez - Emisiones difusas, dispersas y silenciosas de dióxido
de carbono en los volcanes.

Volcanes: Mensajeros del fuego, creadores de vida,


forjadores del paisaje (2010) – 156 pp.
[ISBN 978-84-614-3579-1]
Esther Beltrán Yanes - Conviviendo con volcanes en el Valle de Santiago:
el paisaje de la comarca de Santiago del Teide antes de la erupción del
Chinyero en 1909.
Segio Socorro - Cavidades volcánicas de Canarias. Tipos y génesis.
Pedro Oromí - La fauna subterránea de Canarias: un viaje desde las lavas
hasta las cuevas.
Consuelo E. Hernández Padrón - El desconocido y sorprendente mundo
de los líquenes que pueblan las lavas.
Salvador Ordóñez Delgado – Estudio de la erupción del Chinyero por
Lucas Fernández Navarro, una investigación vulcanológica pionera.
M. Carmen Solana - Peligros asociados a las erupciones de Tenerife, su
impacto y reducción en caso de erupción futura.

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