Winnicott - Realidad y Juego
Winnicott - Realidad y Juego
Winnicott - Realidad y Juego
Winnicott
REALIDAD Y JUEGO
Colección:
Psi с o t e с a M a y o r
REALIDAD Y JUEGO
por
D, W. Winnicott
gedisa
O ed ito rial
Título original en inglés:
Playing and reality
Tavistock Publications, London
© D. W. Winnicott, 1971
© by Gedisa, S. A.
M untaner, 460, entio., 1."
Tel. 201 60 00
08006 - Barcelona, España
ISBN: 84-7432-057-X
Depósito legal: B. 25.940 -1993
Impreso en Romanyà/Valls, S. A.
Verdaguer 1, Capellades (barcelona
Impreso en España
Printed in Spain
Apéndice 195
Referencias 197
E N C O N T R A R , ACOGER,
RECONOCER LO A U SE N T E
J. B. Pontalis
A mis pacientes,
que pagaron
por enseñarme.
AGRADECIMIENTOS
1. MI PRIMERA HIPOTESIS1
Dos hermanos:
constraste en el primer empleo de posesiones
Deformación en el uso del objeto transicional. X, ahora
un hombre sano, tuvo que hacer esfuerzos para abrirse paso
hasta llegar a la madurez. La madre “aprendió a ser madre"
en el cuidado de X cuando este era un bebé, y pudo evitar
otros errores con los demás hijos gracias a lo que aprendió
con él. Además existían razones exteriores para que se
sintiese ansiosa en el momento de la crianza más bien
solitaria de X, cuando este nació. Tomó su papel de madre
con suma seriedad y lo alimentó a pecho durante siete
meses. Considera que en el caso de este eso Fue demasiado
y le resultó muy difícil destetarlo. Nunca se succionó el
pulgar o los dedos cuando lo destetó, “y no tuvo nada que
le sirviera de sustituto” . Nunca había tenido biberón, ni
chupete, ni otra forma de alimentación. Mostró un muy
fuerte y prematuro apego hacia ella misma, como persona,
y en realidad la necesitaba a ella.
Durante doce meses adoptó un conejo al que acunaba, y
su afectuoso apego por el juguete se transladó a la larga a
ios conejos de verdad. El de juguete le duró hasta que tuvo
cir c o o seis años. Podría describírselo como un consolador,
pero nunca tuvo la verdadera cualidad de un objeto transi-
cional. Jamás fue, como lo habría sido un verdadero objeto
transicional, más importante que la madre, una parte casi
inseparable de él. En el caso de este niño, los tipos de
ansiedad engendrados por el destete a los siete meses provo
caron más tarde asma, y solo pudo dominarla en forma
gradual. Tuvo suma importancia para él encontrar trabajo
lejos de su pueblo natal. Su apego hacia su madre sigue
siendo muy fuerte, aunque se ubica dentro de la definición
amplia del término normal o sano. Este hombre no se ha
casado.
Uso tipico del objeto transicional. El hermano menor de
X, Y, se desarrollo .en forma muy rectilínea. Ahora tiene
tres hijos sanos. Fue alimentado a pecho durante cuatro
meses y destetado sin dificultades. Y se succionó el pulgar
durante las primeras semanas, y ello, a su vez “hizo que el
destete le resultara más fácil que a su hermano” . Poco
después del destete, a ios cinco o seis meses, adoptó la
punta de la frazada en que terminaba la costura. Se sentía
complacido cuando un poco de lana sobresalía de la punta,
y se hacía cosquillas con ella en la nariz. Desde muy
temprano eso se convirtió en su “Naa” ; él mismo inventi'
esa palabra en cuanto pudo usar sonidos organizados. Desd
que tuvo más o menos un año pudo reemplazar la punta de
la manta por un jersey verde de lana suave, con una corbata
roja. No era un “consolador” , como en el caso de su
hermano mayor, depresivo, sino un “sedante” . Y siempre le
daba resultados. Este es un ejemplo típico de lo que llamo
objeto transicional. Cuando Y era pequeño, si alguien le
daba su “Naa” lo succionaba en el acto y perdía su ansie
dad, e incluso se dormía a los pocos minutos, si la hora de
dormir estaba cerca. La succión del pulgar siguió simultá
neamente -d u ró hasta que tenía tres o cuatro años-, y
recuerda esa succión y un punto duro en un pulgar, que fue
el resultado de aquella. Ahora le interesa (como padre) la
succión del pulgar de sus hijos, y el uso de “Naas” por estos.
La historia de siete hijos comunes de esta familia destaca los
siguientes puntos, ordenados para su comparación en el cuadro:
Disponibilidad de ejemplos
Me abstengo deliberadamente de ofrecer aquí más materiales
de casos clínicos, en especial porque no quiero dar la impresión de
que lo que expongo es raro. En casi todas las historias de casos es
posible encontrar algo interesante en los fenómenos transicio-
nales, o en la falta de ellos.
ESTUDIO TEORICO
Ilusión-desilusión
Con el fin de preparar el terreno para mi propia contribución
positiva a este tema, debo expresar en palabras algunas cosas que
en mi opinión se dan demasiado por sentadas en muchos trabajos
psicoanalíticos sobre el desarrollo emocional infantil, aunque se
las pueda entender en la práctica.
Un niño no tiene la menor posibilidad de pasar del principio
del placer al de realidad, o a la identificación primaria y más allá
de ella (véase Freud, 1923), si no existe una madre lo bastante
buena. La “madre” lo bastante buena (que no tiene por qué ser la
del niño) es la que lleva a cabo la adaptación activa a las necesi
dades de este y que la disminuye poco a poco, según la creciente
capacidad del niño para hacer frente al fracaso en materia de
adaptación y para tolerar los resultados de la frustración. Por
supuesto, es más probable que su propia madre sea mejor que
cualquier otra persona, ya que dicha adaptación activa exige una
preocupación tranquila y tolerada respecto del bebé; en rigor, el
La ilusión y su valor
Al comienzo, gracias a una adaptación de casi el 100 por
ciento, la madre ofrece al bebé la oportunidad de crearse la
ilusión de que su pecho es parte de él. Por así decirlo, parece
encontrarse bajo su dominio mágico. Lo mismo puede decirse del
cuidado en general del niño, en los momentos tranquilos entre u
na y otra excitación. La omnipotencia es casi un hecho de la ex
periencia. La tarea posterior de la madre consiste en desilusionar
al bebé en forma gradual, pero no lo logrará si al principio no le
ofreció suficientes oportunidades de ilusión.
En otras palabras, el bebé crea el pecho una y otra vez a partir
de su capacidad de amor, o (podría decirse) de su necesidad. Se
desarrolla en él un fenómeno subjetivo, que llamamos pecho
materno.4 La madre coloca el pecho en el lugar en que el bebé
esta pronto para crear, y en el momento oportuno.
Por consiguiente, al ser humano le preocupa desde su naci
miento el problema de la relación entre lo que se percibe en forma
objetiva y lo que se concibe de modo subjetivo, y en la solución
de este problema no hay salud para el ser humano que no fue
iniciado lo bastante bien por la madre. La zona inmediata a que
me refiero es la que se ofrece al bebé entre la creatividad primaria
y la percepción objetiva basada en la prueba de la realidad. Los
fenómenos transicionales representan las primeras etapas del uso
de la ilusión, sin las cuales no tiene sentido para el ser humano la
idea de una relación con un objeto que otros perciben como
exterior a ese ser.
La idea que se expresa gráficamente en la Figura 7 es la
siguiente. En cierto momento teórico, al comienzo del desarrollo
de todo individuo humano, un bebé ubicado en determinado
marco proporcionado por la madre es capaz de concebir la idea de
Incluyo en el térm ino todos los cuidados m atem os. Cuando se'dice
3serueenom
el prim er objeto es el pecho, creo que la palabra "p e ch o " se usa para
inar la técnica de la crianza tan to com o la cam e real. Es imposible
una m adre bastante buena (según mi manera de expresarlo) si se usa
un biberón para la alim entación.
algo que podría satisfacer la creciente necesidad que surge de la
tensión instintiva. Al principio no se puede decir que sepa qué se
debe crear. En ese momento se presenta la madre. En la forma
corriente, le ofrece su pecho y su ansia potencial de alimentarlo.
Cuando su adaptación a las necesidades del bebé es lo bastante
buena, produce en este la ilusión de que existe una realidad
exterior que corresponde a su propia capacidad de crear. En otras
palabras, hay una superposición entre lo que la madre propor
ciona y lo que el bebé puede concebir al respecto. Para el
observador este percibe lo que la madre le presenta, pero eso no
es todo. Solo percibe el pecho en la medida en que es posible
crear uno en ese momento y lugar. No hay intercambio entre él y
la madre. En términos psicológicos, el bebé se alimenta de un
pecho que es parte de él, y la madre da leche a un bebé que forma
parte de ella. En psicología, la idea de intercambio se basa en una
ilusión del psicólogo.
En la Figura 2 se da forma a la zona de ilusión, para mostrar
cuál entiendo yo que es la función principal, del objeto y el
fenómeno transicionales. Uno y otro inician al ser humano en lo
que siempre será importante para él, a saber, una zona neutral de
•experiencia que no será atacada. Acerca del objeto transicional
puede decirse que se trata de un convenio entre nosotros y el
bebé, en el sentido de que nunca le formularemos la pregunta:
"¿Concebiste esto, o te fue presentado desde afuera? " Lo impor
tante es que no se espera decisión alguna al respecto. La pregunta
no se debe formular.
Este problema, que al principio le interesa sin duda al bebé
humano en forma oculta, se convièrte poco a poco en un pro
blema evidente debido a que la tarea principal de la madre (aparte
de ofrecer la oportunidad para una ilusión) consiste en desilu
sionarlo. Esto es previo a la tarea del destete, y además sigue
siendo una de las obligaciones de los padres y los educadores. En
otras palabras, ese aspecto de la ilusión es intrínseco de los seres
humanos, e individuo alguno lo resuelve en definitiva por sí
mismo, aunque la comprensión teórica del problema pueda pro
porcionar una solución teórica. Si las cosas salen bien en ese
proceso de desilusión gradual, queda preparado el escenario para
las frustraciones que reunimos bajo la denominación de destete;
pero es preciso recordar que cuando hablamos de los fenómenos
(que Klein, 1940, esclareció específicamente con su concepto de
la posición depresiva) que rodean al destete, damos por supuesto
el proceso subyacente gracias al cuál se ofrece una oportunidad
para la ilusión y la desilusión gradual. Si la ilusión-desiluMon
loman un camino equivocado, el bebé no puede recibir algo tan
normal como el destete, ni una reacción a este, y entonces result.i
absurdo mencionarlo siquiera. La simple terminación de la ali
mentación a pecho no es un destete.
Se advierte la enorme importancia de este en el caso del bebe
normal. Cuando presenciamos la compleja reacción que se desen
cadena en determinado bebé debido al proceso del destete, sa
bemos que puede producirse en él porque el proceso de ilusión-
desilusión se desarrolla tan bien, que podemos hacer caso omiso
de él mientras analizamos el destete real.
Cordel5
Un niño de .siete años fue llevado por sus padres, en
marzo de 1955, al Departamento de Psicología del Hospital
de Niños de Paddington Green. También toncurrieron los
otros dos miembros de la familia: una niña de diez años que
asistía a una escuela diferencial y una pequeña bastante
normal, de cuatro. El caso había sido derivado por el
médico de la familia debido a una serie de síntomas que
indicaban una perturbación en el carácter del chico. Un test
lazo
látigo
fusta
cuerda de yo-yo
cuerda anudada
otra fusta
otro látigo
Comentario
El comentario que sigue parece ser adecuado.
1. Se puede considerar el cordel como una ampliación de
todas las otras técnicas de comunicación. Las cuerdas unen, así
como colaboran en la acción de envolver objetos y de mantener
juntos materiales no integrados. En ese carácter, tienen un sentido
simbolico para todos: una exageración en su utilización puede
corresponder con suma facilidad al comienzo de un sentimiento
de inseguridad o a la idea de una falta de comunicación. En este
caso particular percibe la anormalidad que se insinúa en el uso de
cordeles por el chico, y es importante encontrar una manera de
formular el cambio que podría llevar a que su uso se pervirtiera.
Parece posible llegar a esta formulación si se tiene en cuenta el
hecho de que la función del cordel consiste en pasar de la
comunicación al rechazo de la separación. Como tal rechazo, se
convierte en una cosa en sí mismo, en algo que posee peligrosas
propiedades y debe ser dominado. En este caso la madre hizo
frente, antes de que fuese demasiado tarde, a) uso del cordel por
el niño, cuando ese uso todavía ofrecía esperanzas. Cuando falta
la esperanza y la cuerda representa un rechazo de la separación,
significa que ha surgido un estado de cosas mucho más complejo,
difícil de curar, debido a los beneficios secundarios que emanan
de la habilidad que se desarrolla cuando es preciso manejar un
objeto a fin de dominarlo.
Por consiguiente este caso tiene un interés especial, si permite
la observación del desarrollo de una perversión.
2. También se ve en este material la utilización que puede
hacerse de los padres. Cuando es posible usarlos, trabajan con
gran economía, en especial si se tiene en cuenta el hecho de que
nunca existirán suficientes psicoterapeutas para tratar a todos los
que necesitan tratamiento. En este caso existía una buena familia
que había pasado momentos muy difíciles debido a la desocu
pación del padre; que pudo hacer frente a la plena responsabilidad
por una niña retrasada, a pesar de la tremenda carga, social y
familiar, que ello significa; y que sobrevivió a las malas fases de la
enfermedad depresiva de la madre, incluso a un período de
hospitalización. En semejante familia tiene que haber mucha
fuerza, y sobre la base de esta suposición se adoptó la decisión de
invitar a los padres a hacerse cargo de la terapia de su propio hijo.
Al hacerló aprendieron muchas cosas, pero necesitaban que se les
informase respecto de lo que hacían. Además era preciso apreciar
su éxito y verbalizar todo el proceso. El hecho de haber sacado a
su hijo de una enfermedad otorgó a los padres confianza en lo
referente a su capacidad para hacer frente a otras dificultades que
aparecen de vez en cuando.
Conclusión
En esa sesión habíamos recorrido todo el terreno exis
tente entre la subjetividad y la objetividad, y terminamos
con una especie de juego. Ella viajaba en tren, rumbo a su
casa, de vacaciones, y decía: “Bueno, pienso que será mejor
que me acompañe, quizás hasta la mitad del trayecto.”
Hablaba de lo mucho que le importaba tener que dejarme.
Sería solo por una semana, pero ahí había también un.
ensayo de las vacaciones de verano. Asimismo estaba diciéti-
dome que al cabo de poco tiempo, cuando se hubiese
alejado de mí, ya no le molestaría. Por consiguiente, en una
estación de mitad de camino yo descendí regresé en el
tren caluroso” , y ella se burló de mis aspectos de identifi
cación maternal, y agregó: “Y será muy fatigoso, y habrá
muchos chicos y bebés, y todos se le treparán, y es probable
que le vomiten encima, y se lo tendrá bien merecido.”
(Se entiende que no había ¿n ello idea alguna de que la
acompañase de veras.)
Antes de irse dijo: “ ¿Sabe que me parece que cuando me
fui, en la época de la evacuación [durante la guerra], podía
decir que iba a ver si mis padres estaban allí! Por lo que
parece, creí que los encontraría allí.” (Ello insinuaba la
ce.rteza de que no se los encontraría en el hogar.) Y se
infería queihabía necesitado uno o dos años para encontrar
la respuesta, a saber: que ellos no estaban allá, y que esa era
la realidad. Ya me había dicho, acerca de la manta que no
usaba: “Usted sabe, ¿verdad? , que la manta podría ser muy
cómoda, pero la realidad es más importante que la como
didad, y por lo tanto una no manta puede ser más impor
tante que una manta.”
Este fragmento clinico es un ejemplo de lo valioso que resulta
tener en cuenta las diferencias que existen entre los fenómenos en
términos de su posición en la zona que se extiende entre la
realidad exterior, o compartida, y el sueño verdadero.
SUEÑOS, FANTASIA Y VIDA
Historia de un caso que describe
una disociación primaria
1 Para el análisis de este tem a desde o tro ángulo, véase The Manie
D efence, 1935, en W innicott, 1958a.
probable que haya comenzado con una “cura” de la succión del
pulgar.
Otro rasgo distintivo entre estos dos tipos de fenómenos con
siste en que mientras una buena parte de sueños y de sentimientos
concernientes a la vida puede ser reprimida, es algo muy distinto
que la inaccesibilidad del fantaseo. Esta inaccesibilidad se vincula
con la disociación antes que con la represión. En forma gradual, a
medida que esta paciente empieza a convertirse en una persona
completa y comienza a perder sus disociaciones rígidamente orga
nizadas, adquiere conciencia2 de la vital importancia que el fan
taseo siempre tuvo para ella Al mismo tiempo este se convierte
en imaginación relacionada con los sueños y la realidad.
Las diferencias pueden ser muy sutiles y difíciles de describir;
ello no obstante, las mayores desemejanzas corresponden a la
presencia o ausencia de un estado disociado. Por ejemplo, la
paciente se encuentra en mi consultorio con motivo de su trata
miento, y puede ver un pedazo de cielo. Es la hora del atardecer.
“ Estoy allá arriba —d ic e -, en esas nubes color de rosa sobre las
cuales camino.” Es claro que esto podría ser un vuelo de
imaginación. Podría ser parte de la fyrma en que la imaginación
enriquece la vida, así como ser un material de sueños. Al mismo
tiempo, para mi paciente puede tratarse de algo que pertenece a
un estado disociado, y no hacerse consciente, en el sentido de que
nunca hay ahí una persona íntegra para tener conciencia de dos o
mas estados disociados que surgen en un momento determinado.
La paciente, por ejemplo, está en su habitación, y mientras no
hace nada (aparte de respirar) ha pintado un cuadro o ejecutado
una porción interesante de su labor o hecho una caminata por el
campo; pero desde el punto de vista del observador nada ha
ocurrido. En rigor no es probable que ocurra nada debido a que
en un estado disociado ocurren tantas cosas. Por otra parte, quizá
se encuentra sentada en su habitación, pensando en el trabajo del
día siguiente y haciendo planes, o en sus vacaciones, y es posible
que se trate de una exploración imaginativa del mundo y del lugar
en que los sueños y la vida son la misma cosa. De ese modo pasa
de bueno a malo y vuelve a lo bueno.
Se observará que aquí actúa un factor tiempo que es distinto
según que esté fantaseando o imaginando. En el fantaseo lo que
ocurre se produce inmediatamente, aparte de que no ocurre en
modo alguno. En el análisis se reconoce la diferencia de estos dos
Im zona Je to informe
La palabra clave que era preciso llevar de vuelta al sueño era to
informe, porque así es la tela antes de que se le aplique el molde,
se la corte y cosa. En otras palabras, en un sueño eso habría sido
un comentario sobre su propia personalidad y el establecimiento
de sí misma. Tendría solo cierto gTado de relación con un vestido.
Más aun, la esperanza que le haría sentir la posibilidad de hacer
algo con lo informe surgiría entonces de la confianza que tenía en
su analista, quien debe contrarrestar todo lo que trae desde su
niñez. El ambiente de su infancia parecía no permitirle ser in
forme; al contrario, sentía que debía moldearla y cortarla en for
mas concebidas por otras personas.6
Al final de la sesión tuvo un momento de intenso sentimien
to vinculado con la idea de que en su niñez no había habido
nadie (desde su punto de vista) que entendiese que ella debía
comenzar en estado informe. Al llegar a ese reconocimiento se
puso muy furiosa. Si se obtuvo algún resultado terapéutico de esa
sesión, sería principalmente el derivado de esa intensa ira referida
a algo, no demente, sino con motivaciones lógicas.
6 Por lo tanio ello puede verse en térm inos de acatam iento y de una
falsa autoorganización (cf. W innicott, 1960a).
informó que desde la anterior había hecho muchas cosas. Por
supuesto, le alarmaba hablar de lo que yo pudiese entender como
un progreso. Sentía que la palabra clave era identidad. Una buena
proporción de la primera parte de esa prolongada sesión la ocupó
la descripción de sus actividades, entre las cuales se contaban la
solución de embrollos que databan de meses, y aun de años, así
como de algunos trabajos constructivos. No cabía duda de que
estaba satisfecha de mucho de lo hecho. Pero durante todo el
tiempo mostró un gran temor a la pérdida de la identidad, como
si en definitiva pudiera resultar que había sido modelada de esa
manera y que ahora estaba jugando a ser una mujer adulta o
haciendo como que lograba progresos, para complacer al analista
según lineamientos establecidos por este.
El día era caluroso y la paciente se hallaba fatigada; se recostó
contra el respaldo del sillón y se durmió. Llevaba puesto un
vestido que había conseguido hacer usable para ir al trabajo y
para visitarme. Durmió unos diez minutos. Cuando despertó con
tinuó con sus dudas sobre la validez de lo que en la realidad había
hecho en su casa, y que incluso le gustó hacer. Lo más importante
que surgió de esos diez minutos en que estuvo dormida fue que le
parecieron un fracaso porque no recordaba los sueños. Era como
si se hubiese dormido con el fin de tener un sueño para el análisis.
Resultó un alivio para ella cuando le señalé que se había dormido
porque quería dormir. Le dije que los sueños no son más que algo
que le ocurre a uno cuando duerme. Entonces le pareció que dor
mir le había hecho mucho bien. Tuvo deseos de dormir, y cuando
despertó se sintió mucho más real, y en cierta forma ya no tenía
importancia que no recordara sus sueños. Habló acerca de la
mirada, cuando deja de enfocar Jas cosas que se sabe que están ahí
pero no se las ve bien, y que la mente de ella funcionaba de ese
modo. Estaba fuera de foco. “Pero en los sueños que acompañan
al dormir -le dije-, la mente está fuera de foco porque no se
enfoca en nada, a no ser que llegue al tipo de sueños que se
pueden llevar a la vida de vigilia y relatar.” Pensaba en las palabras
“lo informe", de la sesión anterior, y las aplicaba a la actividad
generalizada de los sueños, como algo distinto del soñar.7
En el resto de la sesión sucedieron muchas cosas, porque la
paciente se sentía real y trabajó en su problema conmigo, su
El juego y la masturbación
Hay algo que deseo sacar del paso. En los escritos y estudios
psicoanalíticos el tema del juego ha sido vinculado err forma
muy estrecha con la masturbación y con las distintas expe
riencias sensoriales. Es cierto que cuando encaramos la mastur
bación siempre pensamos: ¿Cuál es la fantasía? Y también es
verdad que cuando presenciamos un juego tenemos tendencia a
preguntarnos cuál es la excitación física relacionada con el tipo
de juego que vemos. Pero el juego debe ser estudiado como un
tema por sí mismo, complementario del concepto de sublima
ción del instinto.
Es muy posible que hayamos omitido algo al relacionar en
forma tan íntima, en nuestro pensamiento, estos dos fenómenos
(el juego y la actividad masturbatoria). Yo he señalado que
cuando un niño juega falta en esencia el elemento masturbato
rio, o para decirlo ccn otras palabras: que si la excitación física
o el compromiso instintivo resultan evidentes cuando un chico
juega, el juego se detiene, o por lo menos .queda arruinado
(Winnicott, 1968a). Tanto Kris (1951) como Spitz (1962) am
pliaron el concepto de autoerotismo para abarcar datos de tipo
parecido (cf. también Khan, 1964).
FENOMENOS TRANSICIONALES
2 .
Miller (1963): A la larga el relato culmina en un ñnal sentim ental
y por lo tan to , m e parece, abandona la relación directa con la observación
de la infancia.
espado potencial entre el bebé y la madre. Varía en gran me
dida según las experiencias vitales de aquel en relación con esta
o con la figura materna, y yo lo enfrento a) al mundo interior
(que se relaciona con la asociación psicosomàtica) y ¿y a la
realidad exterior (que tiene sus propias realidades, se puede
estudiar en forma objetiva y, por mucho que parezca variar
según el estado del individuo que la observa, en rigor se man
tiene constante).
Ahora puedo reformular lo que quiero transmitir. Deseo
desviar la atención de la secuencia psicoanálisis, psicoterapia,
material del juego, acción de jugar, y darla vuelta. En otras
palabras, ¡o universal es el juego, y corresponde a la salud:
facilita el crecimiento y por lo tanto esta última; conduce a
relaciones de grupo; puede ser una forma de comunicación en
psicoterapia y, por último, el psicoanálisis se ha convertido en
una forma muy especializada de juego al servicio de la comuni
cación consigo mismo y con los demás.
Lo natural es el juego, y el fenómeno altamente refinado del
siglo XX es el psicoanálisis. Al psicoanalista tiene que resultarle
valioso que se le recuerde a cada instante, no solo lo que se le
debe a Freud, sino también lo que le debemos a esa cosa na
tural y universal que llamamos juego.
Casi ni hace falta ejemplificar algo tan evidente; ello no
obstante me propongo ofrecer dos ejemplos.
Caso.ilustrativo
Una niña fue atendida en un hospital, cuando tenía
seis meses, a raíz de una gastroenteritis infecciosa de re
lativa gravedad. Era la primera hija, y se la alimentaba a
pecho. Tuvo tendencia a la constipación hasta los seis
meses, pero no después.
A los siete meses se la. volvió a llevar porque se que
daba despierta llorando. Vomitaba después de alimentarse,
y no le gustaba la alimentación a pecho. Hubo que darle
comidas especiales, y el destete quedó completado en
pocas semanas.
A los nueve meses tuvo un ataque, y siguió teniéndolos
de vez en cuando, por lo general a las cinco de la mañana,
más o menos un cuarto de hora antes de despertar. Las
convulsiones afectaban ambos costados del cuerpo y dura
ban cinco minutos.
A los once meses eran frecuentes. La madre descubrió
que en ocasiones podía impedirlos distrayendo la atención
de la niña. Un día tuvo que hacerlo cuatro veces. La
pequeña se había vuelto muy nerviosa, y se sobresaltaba
al menor ruido. Tuvo una convulsión durante el sueño. En
algunas se mordía la lengua, y en otras había inconti
nencia de orina.
Al año tenía cuatro o cinco por día. Se advirtió que a
veces se sentaba después de comer, se inclinaba y vomi
taba. Se le dio zumo de naranja y vomitó. Se la sentó en
el suelo y comenzó una convulsión. Una mañana despertó
y tuvo una en el acto, después de lo cual se durmió;
pronto volvió a despertar y tuvo otra. Para entonces las
convulsiones empezaron a ser seguidas por un deseo de
dormir, pero aun en esa grave etapa la madre conseguía
detenerlas a menudo si distraía su atención. En aquel
entonces hice la siguiente anotación:
“Cuando la siento en mis rodillas llora sin cesar,
pero no muestra hostilidad. Me tironea de la corbata
con despreocupación, mientras llora. Cuando la
devuelvo a su madre no muestra interés por el
cambio y sigue llorando, y lo hace con tono cada
vez más lastimero mientras ia visten, y hasta que la
sacan del edificio.”
En esa época presencié un ataque con etapas tónicas y
clónicas, seguido por el sueño. La niña sufría cuatro o
cinco diarios, y lloraba todo el día, si bien dormía de
noche.
Cuidados exámenes no descubrieron señales de enfer
medad física. Durante el día se le administraba bromuro,
según las necesidades.
En una consulta la tuve en mis rodillas, para obser
varla. Hizo un intento furtivo de morderme los nudillos.
Tres días después volví a tenerla en las rodillas, y esperé a
ver qué hacía. Me mordió los nudillos tres veces, con
tanta fuerza, que casi me desgarró la piel. Luego jugó a
arrojar espátulas al suelo, sin cesar, durante quince mi
nutos. Mientras tanto lloraba como si se sintiese de veras
desdichada. Dos días después la tuve sentada de nuevo en
las rodillas durante media hora. En el ínterin entre una y
otra visita había sufrido de convulsiones en cuatro oportu
nidades. Al principio lloró como de costumbre. Volvió a
morderme los nudillos con mucha fuerza, esta vez sin
exhibir sentimientos de culpa, y luego continuó con el
juego de morder y tirar espátulas; mientras se encontraba
sentada en mis rodillas sentía placer en jugar. Al cabo de
un rato empezó a tocarse los pies, de manera que hice
que le quitaran los zapatos y las medias. El resultado de
ello fue un período de experimentación que absorbió
todo su interés. Parecía como si descubriese y demostrase
una y otra vez, para su gran satisfacción, que en tanto
que las espátulas pueden llevarse a la boca, arrojarse y
perderse, no era posible arrancar los dedos de los pies.
Cuatro días más tarde llegó la madre y dijo que desde
la última consulta era una “niña distinta” . No solo no
había tenido convulsiones, sino que de noche dormía muy
bien; se mostraba feliz todo el día, no necesitaba bro
muro. Once días después la mejoría se mantenía sin me
dicinas; las convulsiones no se repetían desde hacía ca
torce días, y la madre pidió que se la diese de alta.
Visité a la niña al cabo de un año y descubrí que
desde la última consulta no había exhibido síntomas de
ninguna clase. La encontré totalmente sana, feliz, inteli
gente, amante del juego y libre de las ansiedades comunes.
Ahí, en esa zona de superposición entre el juego del niño y el
de la otra persona, existe la posibilidad de introducir enriqueci
mientos. El maestro apunta a ese enriquecimiento. El terapeuta,
en cambio, se ocupa en especial de los procesos de crecimiento
del niño y de la eliminación de los obstáculos evidentes para el
desarrollo. La teoría psicoanalítica ha permitido una comprensión
de esos bloqueos. Al mismo tiempo, sería un punto de vista muy
estrecho suponer que el psicoanálisis es el único camino para la
utilización terapéutica del juego del niño.
Es bueno recordar siempre que el juego es por sí mismo una
terapia. Conseguir que los chicos jueguen es ya una psicoterapia
de aplicación inmediata y universal, e incluye el establecimiento
de una actitud social positiva respecto del juego. Tal actitud debe
contener el reconocimiento de que este siempre puede llegar a ser
aterrador. Es preciso considerar los juegos y su organización como
parte de un intento de precaverse contra los aspectos aterradores
del jugar. Cuando los niños juegan tiene que haber personas
responsables cerca; pero ello no significa que deban intervenir en
el juego. Si hace falta un organizador en un puesto de director, se
infiere que el o los niños no saben jugar en el sentido creador de
mi acepción de esta comunicación.
El rasgo esencial de mi comunicación es el siguiente: el juego
es una experiencia siempre creadora, y es una experiencia en el
continuo espacio-tiempo, una forma básica de vida.
Su precariedad se debe a que siempre se desarrolla en el límite
teórico entre lo subjetivo y lo que se percibe de manera objetiva.
Aquí solo quiero recordar que el juego de los niños lo contiene
todo, aunque el psicoterapeuta trabaje con el material, con el
contenido de aquel. Es claro que en una hora prefijada, o profe
sional se presenta una constelación más precisa que en una ex*
periencia sin horario, en el piso de una habitación, en el hogar (cf.
Winnicott, 1941), pero la conciencia de que la base de lo que
hacemos es el juego del paciente, una experiencia creadora que
necesita espacio y tiempo, y que para este tiene una intensa
realidad, nos ayuda a entender nuestra tarea.
Por otra parte, esta observación nos permite entender cómo
puede efectuarse una psicoterapia de tipo profundo sin necesidad
de una labor de interpretación. Un buen ejemplo de ello es el
trabajo de Axline (1947), de Nueva York. Su obra sobre psico
terapia tiene gran importancia para nosotros. La aprecio en es
pecial porque coincide con mi argumento, cuando expongo lo que
denomino “consultas terapéuticas", en el sentido de que el mo
mento importante es aquel en el cual el niño se sorprende a si
mismo. Lo importante no es el momento de mi inteligente in
terpretación (Winnicott, 1971).
La interpretación fuera de la madurez del material es adoctri
namiento, y produce acatamiento (Winnicott, 1960a). Un coro
lario es el de que la resistencia surge de la interpretación ofrecida
fuera de la zona de superposición entre el paciente y el analista
que juegan juntos. Cuando aquel carece de capacidad para jugar, la
interpretación es inútil o provoca confusión. Cuando hay juego
mutuo, la interpretación, realizada según principios psicoana-
líticos aceptados, puede llevar adelante la labor terapéutica. Ese
juego tiene que ser espontáneo, no de acatamiento o aquiescencia,
si se desea avanzar en la psicoterapia.
RESUMEN
LA BUSQUEDA DE LA PERSONA
El sueño
“Una estudiante traía a cada rato dibujos que había hecho.
Intervención interpretativa
Aquí hice una interpretación: “Ocurren muchas cosas, y todas
se marchitan. Son la infinidad de muertes de que ha muerto. Pero
si hay alguien ahí, alguien que pueda devolver lo que ha sucedido,
entonces los detalles enfocados de ese modo se convierten en par
te de usted, y no mueren.”1
Tendió la mano hacia un vaso de leche y preguntó si podía
bebería.3
“ Bébala”, le contesté.
“ ¿Le dije...? ” , preguntó. (Habló de sentimientos y actividades
positivos, que por sí mismos eran una demostración de que ella e
ra real y vivía en el mundo concreto.) “Siento que he establecido
una especie de contacto con toda esa gente... aunque hay algo a
quí...” (solloza de nuevo, apoyándose contra el respaldo de una si
lla). “ ¿Dónde está usted? ¿Por qué estoy tan sola? ¿Por qué ya no
le importo a nadie? ”
Aquí surgieron significativos recuerdos de la niñez, rela
cionados con los regalos de cumpleaños y con su importancia, y
experiencias positivas y negativas de cumpleaños.
Omito una buena parte porque para hacerla inteligible
debería ofrecer nuevas informaciones concretas que no ha
cen falta para esta presentación. Todo eso lleva a una zona
LA IDEA DE CREATIVIDAD
3 t t
^ A unque esto es intrínseco de la hipótesis de Freud sobre la form a
ción de los sueños, es un hecho que a m enudo se ha pasado por alto
(cf. F reud, 1900).
que este término no se emplea dada la inmadurez del bebé y de
su estado especial en lo que respecta al desarrollo de la perso
nalidad y al papel del medio.
Los esquizoides son personas tan poco satisfechas consigo
mismas como los extravertidos que no logran ponerse en.con
tacto con el soñar. Estos dos grupos de personas acuden a no
sotros en busca de psicoterapia porque en un caso no quieren
vivir con una irrevocable carencia de contacto con los hechos de
la vida, y en el otro se sienten alienados en lo referente a los
sueños. Tienen la sensación de que algo anda mal y que en su
personalidad existe una disociación, y les gustaría que se los
ayudase a lograr una situación de unidad (Winnicott, 1960b) o
un estado de integración tiempo-espacio en el cual hubiese una
persona que lo contuviese todo, en lugar de elementos
d iso ciad o s que existen en compartimientos,4 o que- se
encuentran dispersos y sembrados por todas partes.
DATOS CLINICOS
Caso ilustrativo
Me propongo empezar por un ejemplo clínico. Se refiere al
tratamiento de un hombre de mediana edad, casado, padre de
familia, con buena posición en una de las profesiones. El aná
lisis se desarrolló según los lincamientos clásicos. El hombre ha
sido objeto de un prolongado análisis, y yo no soy en modo
alguno su primer psicoterapeuta. El y cada uno de nosotros,
analistas y terapeutas, trabajamos mucho, y se introdujeron
muchos cambios en su personalidad. Pero sigue habiendo algo
que según afirma le hace imposible detenerse. Sabe que no ha
llegado a lo que buscaba. Si interrumpe sus pérdidas el sacrificio
será demasiado grande.
En la fase actual se ha llegado a algo que es nuevo para mí.
Tiene que ver con la forma en que enfoco el elemento no
masculino de su personalidad.
Un viernes el paciente llegó e informó más o menos lo
acostumbrado. Lo que me llamó la atención ese día fue
que habló sobre la envidia del pene. Uso la expresión
adrede, y debo solicitar que se acepte el hecho de que era
adecuada en ese caso, en vista del material y de su presen
tación. Es evidente que la expresión envidia del pene no
se aplica por lo común a la descripción de un hombre.
El cambio correspondiente a esta fase en especial apa
rece en la forma en que la manejé. En esa ocasión le dije:
“Estoy escuchando a una mujer. Sé muy bien que usted
es un hombre, pero yo escucho a una mujer, y hablo con
ella. Y le digo: ‘Usted está hablando sobre la envidia del
pene.’ ”
Deseo destacar que esto nada tiene que ver con la ho
mosexualidad.
(Se me ha señalado la posibilidad de pensar que mi
interpretación, en cada una de sus dos partes, podría vin
cularse con el juego, y encontrarse tan alejada como es
posible de la interpretación autoritaria, que es lo más prò
ximo al adoctrinamiento.)
El profundo efecto de esta interpretación me hi/о ver
con claridad que en cierta forma mi observación era opor
tuna, y en verdad no estaría relatando ese incidente en
este contexto si no fuese porque el trabajo que comenzó
ese viernes quebraba un círculo vicioso. Me había acos
tumbrado a una rutina de buen trabajo, buenas inter
pretaciones, buenos resultados inmediatos, y a la des
trucción y desilusión que aparecían en cada ocasión debido
al reconocimiento gradual, por el paciente, de que algo
fundamental había quedado intacto: el factor desconocido
que hacía que ese hombre se dedicara a analizarse desde
hacía un cuarto de siglo. ¿Su trabajo conmigo sufriría el
mismo destino que el realizado con otros analistas?
En esa oportunidad se produjo un efecto inmediato en
forma de aceptación intelectual, y de alivio, y luego hubo
efectos más remotos. Al cabo de una pausa el paciente
dijo: “Si le hablase a alguien sobre esa mujer, me dirán
que estoy loco.”
Las cosas habrían podido quedar así, pero en vista de
los sucesos posteriores me alegro de haber ido más lejos.
Mi observación siguiente me sorprendió, y remachó el ar
gumento. “No se trata de que usted -c o n tin u é - le haya
dicho eso a nadie; soy y o quien ve a la mujer y oye
hablar a una mujer, cuando lo cierto es que en mi sofá
hay un hombre. El loco soy y o mismo."
No tuve que seguir desarrollando este punto, porque
dio en la tecla. El paciente dijo entonces que en ese mo
mento se sentía cuerdo en un ambiente demente. En otras
palabras, se sentía liberado de un dilema. Más tarde dijo
él mismo: “Nunca pude decir (sabiendo que soy un hom
bre): ‘Soy una mujer.’ Mi locura no es esa. Pero usted lo
dijo, y habló a mis dos partes.”
Esa locura mía le permitía verse desde mi posición
como a una mujer. Sabe que es un hombre, y no lo duda.
¿Resulta evidente lo que ocurría ahí? Por mi parte, he
tenido que pasar por una profunda experiencia personal
para llegar a la comprensión que estoy seguro de haber
alcanzado.
Este complejo estado de cosas posee una realidad es
pecial para este hombre porque él y yo llegamos a la
conclusión (aunque no podamos demostrarla) de que su
madre (que ya no vive) vio a una niñita cuando lo vio a
él, recién nacido, antes de poder pensar que era un niño.
En otras palabras, el hombre tuvo que adaptarse a la idea de
su madre, de que su hijo era y sería una niña. (Era el
segundo hijo, siendo el primero un varón.) Tenemos muy
buenas pruebas, por la parte interna del análisis, de que
en la primera estapa de su crianza la madre lo sostenía y
lo manejaba en todo tipo de formas físicas como si no
viese que era un varón. Sobre la base de esa pauta, él
ordenó más tarde sus defensas, pero la “locura” de la
madre era la que veía a una niña donde había un varón, y
eso fue traído al presente cuando dije “Soy yo quien está
loco.” Aquel viernes se fue profundamente conmovido,
con el sentimiento de que ese era el primer carpbio signi
ficativo que se presentaba en el análisis desde hacía
mucho tiempo (si bien, como dije, siempre hubo con
tinuos progresos, en el sentido de que se realizaba un
buen trabajo)8
Querría dar más detalles en relación con ese incidente
del viernes. Cuando volvió, el lunes siguiente, me dijo que
estaba enfermo. Me resultó muy claro que tenía una in
fección, y le recordé que su esposa la tendría al día si
guiente, cosa que sucedió. Ello no obstante, estaba invi
tándome a que interpretase la enfermedad, que había co
menzado el sábado, como si fuese psicosomàtica. Trataba
de decirme que el viernes por la noche había tenido rela
ciones sexuales satisfactorias con su esposa, de modo que
el sábado habría debido sentirse mejor, a pesar de lo cual
enfermó y se sintió enfermo. Yo conseguí dejar a un lado la
dolencia física y hablar de la incongruencia de que se
sintiera mal después de las relaciones sexuales que según
sentía habrían debido ser una experiencia curativa. (En ver
dad habría podido decir: ‘Tengo influenza, pero a pesar
de eso me siento mejor en mí mismo.")
Mi interpretación continuó según los lincamientos esta
blecidos el viernes. “Le parece —dije— que debería sen
tirse complacido de que una interpretación mía haya libe
rado una conducta masculina.
' Espero que se entenderá que no sugiero que la m uy real enferm edad
física de este hom bre, su influenza, fuese provocada por las tendencias
emocionales que coexistían con las físicas.
Disociación
Lo primero que advertí fue que hasta entonces nunca había
aceptado del todo la disociación total entre el hombre (o la
mujer) y el aspecto de la personalidad que tiene el sexo o
puesto. En el caso de ese paciente masculino la disociación era
casi completa.
Me encontraba, pues, ante un nuevo filo de un arma antigua,
y me pregunté hasta qué punto eso podría afectar o afectaría el
trabajo que realizaba con otros pacientes, hombres y mujeres o
muchachos y chicas. Resolví, por consiguiente, estudiar ese tipo
de escisión, dejando a un lado, pero sin olvidarlos, todos los
otros tipos.
ю Por el m om ento seguiré usando esta term inología (elem entos mas
culinos y fem eninos), pues no conozco otros térm inos descriptivos
adecuados. Por cierto que “activo” y “ pasivo” n o son correctos, y debo
seguii el argum ento usando las palabras de que se dispone.
11 En este p u n to sería lógico continuar el trabajo que ese hom bre y
yo realizam os ju n to s con un trabajo similar, efectuado con una paciente
joven o adulta. Por ejem plo, una m uchacha me recuerda antiguos m ate
riales correspondientes a su prim er período de latencia, en que ansiaba
ser un varón. Dedicaba m ucho tiem po y energía al deseo de tener un
pene. Pero necesitaba una com prensión especial, a saber: que ella, que
sin duda era una joven, que se sentía feliz de serlo, al mismo tiem po
(con una parte disociada en un 10 por ciento) sabía y siempre supo que
era un varón. Ju n to con ello existía la certeza de haber sido castrada
y por lo tanto despojada de su capacidad destructora potencial, al lado
de lo cual coexistía el asesinato de la m adre y el conjunto de su organiza
ción defensiva m asoquista, que ocupaba un lugar central en la estructura
de su personalidad. _
L es ejem plos clínicos ofrecidos en este m om ento me harían correr
el riesgo de distraer la atención del lector de mi tem a principal. Por
lo dem ás, si mis ideas son ciertas y universales, cada uno de los lectores
conocerá casos personales que ejem plifiquen el papel de la disociación,
más bien que el de la represión, respecto de los elem entos masculinos
y fem eninos presentes en m ujeres y hom bres.
A este caso le corresponde otra observación clínica. Parte del
alivio que siguió a nuestra llegada a la nueva plataforma para
nuestro trabajo juntos provenía del hecho de que ahora podía
mos explicar por qué mis interpretaciones, basadas en un buen
terreno, respecto del uso de objetos, de las satisfacciones eró
ticas orales en la transferencia, de las ideas sádicas en relación
con el interés del paciente' por el analista como objeto parcial o
como persona con pechos o pene; por qué mis interpretaciones,
repito, jamás eran mudables. Al llegar a la nueva situación, el
paciente experimentó un muy vivido sentimiento de relación
conmigo. Tenía que ver con la identidad. El elemento femenino
separado, puro, encontraba una unidad primaria conmigo como
analista, y ello otorgaba al hombre el sentimiento de que em
pezaba a vivir. Este detalle me ha afectado, como se verá en mi
aplicación de lo que descubrí en este caso a la teoría.
RESUMEN
RESUMEN
TESIS PRINCIPAL
RESUMEN
Ejemplo I
Me refiero primero a una mujer que conozco, quien se
casó y crió a tres magníficos hijos varones. Además fue
un buen respaldo para su esposo, que tenía un puesto
importante y creador. Entre bambalinas, esta mujer se en
contraba siempre cerca de la depresión. Perturbó gra
vemente su vida matrimonial al despertar todas las ma
ñanas en estado de desesperación. No podía hacer nada
para evitarlo. La solución de la depresión paralizante se
producía todos los días cuando llegaba el momento de
levantarse y al final de sus abluciones, y luego de vestirse,
podía “ponerse la cara” . Entonces se sentía rehabilitada y
le era posible enfrentar al inundo y hacerse cargo de sus
responsabilidades familiares. A la larga, esta persona,
excepcionalmente inteligente y responsable, reaccionó
ante una desgracia con un estado depresivo crónico, que
al final se convirtió en una perturbación física, crónica e
incapacitante.
He aquí un molde repetido, cuyo similar cualquiera puede
encontrar en su experiencia social o clínica. Lo que muestra
este caso no hace más que exagerar lo que es normal. Se exa
gera la tarea del espejo, de tomar nota y aprobar. La mujer
tenía que ser su propia madre. Si hubiese tenido una hija, no
cabe duda de que habría encontrado un gran alivio, pero quizás
aquella habría sufrido por el hecho de tener excesiva impor
tancia en lo referente a corregir la incertidumbre de su madre
en relación con la visión que esta tenía de ella.
El lector estará pensando ya en Francis Bacon. No me re
fiero al Bacon que dijo: “Un rostro hermoso es un elogio silen
cioso” y “Lo que un cuadro no puede expresar es la mejor
parte de la belleza” , sino al exasperante, diestro y desafiante
artista de nuestro tiempo que pinta una y otra vez el rostro
humano deformado de manera significativa. Desde el punto de
vista de este capítulo, este Francis Bacon de hoy se ve en el
rostro de su madre, pero con cierto retorcimiento en él o ella
que nos enfurece, a él y a nosotros. Nada sé acerca de la vida
privada de este artista, y solo lo presento porque se introduce
por la fuerza en cualquier estudio actual sobre el rostro y la
persona. El rosto de Bacon me parece estar muy lejos de la
percepción de lo real; cuando mira caras me da la impresión de
estar esforzándose penosamente para que se lo vea, cosa que
constituye la base del mirar creador.
Advierto que vinculo la apercepción con la percepción al
postular un proceso histórico (en el individuo) que depende dél
ser visto:
Cuando miro se me ve, y por lo tanto existo.
Ahora puedo permitirme mirar y ver.
Ahora miro en forma creadora, y lo que apercibo también lo
percibo.
En verdad no me importa no ver lo que no está presente
para ser visto (a menos de que esté cansado).
Ejemplo II
Una paciente informa: “Ayer por la noche fui a un café
y me sentí fascinada al ver allí a los distintos personajes” ,
y describe a algunos de ellos. Ahora bien, esta paciente
tiene un aspecto llamativo, y si supiese usarse podría ser
la figura central en cualquier grupo. Le pregunté: “ ¿Al
guien la miró? ” Consiguió pasar a la idea de que en verdad
había atraído buena parte del fuego de las miradas, pero
la acompaflaba un amigo y sintió que la gente lo miraba a
él.
A partir de ahí pudimos realizar un estudio preliminar de
su historia de recién nacida y de la infancia, en términos
de ser vista en una forma que pudiese hacerle sentir que
existía. En rigor había tenido una experiencia deplorable
en ese sentido.
Este tema quedó luego perdido, por el momento, en o*
tros tipos de material, pero en cierto modo todo el análisis
de esta paciente gira en torno de ese “ser vista” como lo que
en realidad es, en un momento cualquiera; y en ocasiones
ese ser vista de verdad es para ella, de una manera sutil, lo
principal de su tratamiento. Es particularmente sensible
como crítica pictórica, y la falta de belleza desintegra su
personalidad, a tal punto, que reconoce esa falta porque
ella misma se siente espantosa (desintegrada o desper
sonalizada).
Ejemplo III
Tengo un caso de investigación, una mujer que ha sido
objeto de un análisis muy prolongado. En una etapa muy
avanzada de su vida esta paciente ha llegado a sentirse
real, y un cínico podría decir: ¿para qué? Pero a ella le
parece que ha valido la pena, y gracias a ella yo mismo
aprendí mucho de lo que sé sobre los primeros fe
nómenos.
Este análisis involucraba una grave y profunda regresión a
la dependencia infantil. La historia ambiental era muy
perturbadora en muchos sentidos, pero en este caso me
refiero al efecto que tuvo sobre ella la depresión de su
madre. Esto Se elaboró en repetidas ocasiones, y como
analista tuve que desplazar a esa madre para permitir que
la paciente empezara a ser una persona.3
Ahora, cerca del final de mi trabajo con ella, me envió un
retrato de su nodriza. Yo ya tenía uno de su madre, y
llegué a conocer muy íntimamente la rigidez de las de
fensas de esta. Se hizo evidente que la madre (según dijo
la paciente) había elegido una nodriza deprimida para que
la remplazara, de manera que pudiese evitar la pérdida
total del contacto con sus hijos. Una nodriza vivaz habría
“arrebatado” los hijos a esa madre deprimida.
Esta paciente muestra una notable falta de lo que ca
racteriza a tantas mujeres: el interés por su rostro. Por
cierto que no había pasado por la fase adolescente de
examen de sí misma en el espejo, y ahora solo se mira en
él para recordarse de que “parece una vieja bruja” (según
sus propias palabras).
Esa misma semana la paciente encontró una foto de mi
cara en la sobrecubierta de un libro. Me escribió para
decirme que necesitaba una ampliación para ver las líneas
y todos los rasgos de ese “viejo paisaje” . Le envié la foto
Ejemplo IV
Después de escribir todo lo que antecede una paciente
me trajo, en una hora analítica, material que habría po
dido estar basado en lo que escribo. La mujer de que se
trata se muestra muy preocupada por la etapa de su esta
blecimiento como individuo. A lo largo de la hora in
trodujo una referencia a “Espejo, espejo de la pared” ,
etcétera, y luego dijo: “ ¿No sería terrible que el chico mi
rase en el espejo y no viera nada? ”
El resto del material se relacionaba con él ambiente
proporcionado por su madre cuando ella era pequeña, y la
imagen era la de uiia madre que hablaba con algún otro,
salvo que se encontrase- ocupada en forma activa en una
relación positiva con el bebé. La insinuación quería decir
que este miraba a la madre y la veía hablando con cual
quier otra persona. La paciente describió luego su gran
interés por las pinturas de Francis Bacon, y se preguntó
si podría prestarme un libro sobre el artista. Se refirió en
detalle al libro. Bacon “dice que le gusta tener un espejo
sobre sus cuadros, porque cuando la gente los mira no ve
solo un cuadro; incluso puede llegar a verse a sí misma” .
Después la paciente habló sobre “Le Stade du Miroir” ,
porque conoce el trabajo de Lacan, pero no pudo esta
blecer la vinculación que yo me siento capaz de elaborar,
entre el espejo y el rostro de la madre. No era mi tarea en
esa sesión ofrecer esa vinculación a mi paciente, porque
en esencia esta se encuentra en la etapa de descubrir co
sas por su propia cuenta, y en tales circunstancias una
interpretación prematura aniquila su creatividad y resulta
traumática, en el sentido de que contraría el proceso de
maduración. Este tema sigue teniendo importancia en el
análisis de la paciente, pero también aparece con otras
formas.
Esta visión del bebé y el niüo que ven la persona en el rostro
de la madre, y después en un espejo, ofrece una manera de ver
el análisis y la tarea psicoterapèutica. La psicoterapia no con
siste en hacer interpretaciones inteligentes y adecuadas; en ge
neral es un devolver al paciente, a largo plazo, lo que este trae.
Es un derivado complejo del rostro que refleja lo que se puede
ver en él. Me gusta pensar en mi trabajo de ese modo, y creo
que si lo hago lo bastante bien el paciente encontrará su persona
y podrá existir y sentirse real. Sentirse real es más que existir;
es encontrar una forma de existir como uno mismo, y de rela
cionarse con los objetos como uno mismo, y de tener una per
sona dentro de la cual poder retirarse para el relajarAiento.
Pero no querría dar la impresión de que pienso que esa tarea
1 El ejem plo clínico debe abarcar, por fuerza, m ucho terreno que
no es de pertinencia inm ediata, a m enos de q u e se resum a b cxpoticion
con energía, y de q u e al hacerlo pierda autenticidad.
los vi a los tres juntos durante unos tres minutos, en cuyo lapso
renovamos el contacto. No me referí al objetivo de la visita.
Los padres pasaron luego a la sala de espera. Entregué al padre
mi llave de la puerta de calle y le dije que no sabía cuánto
tiempo tendría que estar con Sarah.
Omito adrede muchos detalles acumulados desde la primera
vez que vi a esta, cuando tenía dos años.
A los dieciséis tenía cabello lacio, castaño, que le llegaba a
los hombros, y para su edad parecía gozar de buena salud física
y poseer una buena contextura. LLevaba puesto un abrigo de
plástico negro y parecía una adolescente de apariencia cam
pesina y nada complicada. Es inteligente, posee un sentido del
humor, pero en lo fundamental es muy seria, y se mostró muy
feliz de comenzar nuestro contacto con un juego.
“ ¿Qué clase de juego? "
Le hablé de los garabatos, el juego sin reglas.3
(1) Mi intento fallido de garabato.
(2) Mi segunda tentativa.
Sarah dijo que le gustaba la escuela. Los padres querían que
viniera a verme, pero también lo quería la escuela. “Creo que
vine a verlo - d i j o - cuando tenía dos años, porque no me gus
taba el nacimiento dfr mi hermano; pero no me acuerdo. Me
parece que recuerdo apenas un poco.”
Miró la (2) y dijo: “ ¿Puede hacerse hacia arriba? ”
“No hay reglas” , le respondí. Entonces convirtió mi garabato
en una hoja vuelta del revés. Le dije que me gustaba, y "señalé
las graciosas curvas.
(3) La de ella. “Lo haré tan difícil como pueda” , dijo. Era
un garabato con una línea agregada adrede. Usé esa línea como
Una vara y convertí el resto en una maestra que enseñase según
métodos estrictos. “No -d ijo ella—, no es mi maestra; no se
parece en nada. Podría ser una que no me gustó en mi primera
escuela.”
(4) Mío, que ella convirtió en una persona. El cabello largo
representaba el de un joven, pero el rostro podría ser de cual
quiera de los dos sexos, dijo.
(5) De ella, que yo traté de convertir en una bailarina. El
garabato era mejor que el resultado que obtuve con el dibujo.
Resultados
Esa consulta terapéutica dio como resultado que Sarah se
sintiese ansiosa por seguir un tratamiento psicoanalítico. En lu
gar de volver a la escuela comenzó el análisis y colaboró a
fondo durante los tres o cuatro años del tratamiento. Puedo
informar que este terminó en forma natural y que se lo puede
considerar un éxito.
A los veintiún años Sarah estudiaba bien en la universidad, y
dirigía su vida en una forma que mostraba que se encontraba
libre de las intrusiones paranoides que la habían empujado a
arruinar buenas relaciones.
Apéndice
Podría hacer un comentario sobre mi conducta en esta se
sión. Resultó que buena parte de la verbalización era innecesa
ria, pero hay que recordar que en esa ocasión no sabía si esa
podía o no ser la única oportunidad que tendría para ayudar a
Sarah. Si hubiese sabido que ella recurriría al tratamiento
psicoanalítico, habría dicho menos, salvo en la medida en que
me fuese necesario hacerle saber que escuchaba lo que me decía
y advertía lo que ella sentía, y por medio de mis reacciones le
habría mostrado que podía contener sus ansiedades Me habría
parecido más a un espejo humano.
LA INTERRELACION EN TERMINOS DE
IDENTIFICACIONES CRUZADAS4
OBSERVACIONES PRELIMINARES
LA TESIS PRINCIPAL
Idealismo
Se puede decir que una de las cosas más estimulantes de los
adolescentes es su idealismo. Todavía no se han hundido en la
desilusión, y el corolario de ello consiste en que se encuentran
en libertad para formular planes ideales. Los estudiantes de ar
tes, por ejemplo, advierten que la materia se podría enseñar
bien, por lo cual exigen que así se haga. ¿Por qué no? No
tienen en cuenta el hecho de que existen muy pocas personas
que sepan hacerlo bien. O perciben que estudian en condiciones
de apiñamiento físico y protestan. Los otros son quienes tienen
que buscar el dinero necesario para solucionar la situación.
“ ¡Bueno —dicen los jóvenes-, abandonen el programa de defen
sa y dediquen el dinero a la construcción de nuevos edificios
universitarios! ” No es típico de los adolescentes adoptar la
visión de largo alcance, que resulta más natural en quienes han
vivido varias décadas y empiezan a envejecer.
Todo esto está condensado hasta el absurdo. Omite la pri
mordial importancia de la amistad. Omite una formulación de la
situación de quienes viven sin casarse o con el casamiento pos
tergado. Y no tiene en cuenta el problema vital de la bisexua
lidad, que se soluciona, pero nunca del todo, en términos de la
elección de objeto heterosexual y de la constancia del objeto.
Por lo demás se han dado por sentadas muchas cosas relativas a
la teoría del juego creador. Más aun, no se habló de la herencia
cultural; no es posible esperar que a la edad de la adolescencia
el joven corriente tenga algo más que una noción vaga sobre la
herencia cultural del hombre, pues es preciso trabajar con inten
sidad para llegar siquiera a conocerla. A los sesenta años, los
que ahora son jóvenes tratarán de recuperar, casi sin aliento, el
tiempo perdido, en procura de las riquezas que pertenecen a la
civilización y a sus subproductos acumulados.
Lo principal es que la adolescencia es algo más que pubertad
física, aunque en gran medida se basa en ella. Implica creci
miento, que exige tiempo. Y mientras se encuentra en marcha
el crecimiento las figuras paternas deben hacerse cargo de la
responsabilidad. Si abdican, los adolescentes tienen que saltar a
una falsa madurez y perder su máximo bien: la libertad para
tener ideas y para actuar por impulso.
RESUMEN