A Los Abogados Nos Paga Quien Nos Pone A Trabajar
A Los Abogados Nos Paga Quien Nos Pone A Trabajar
A Los Abogados Nos Paga Quien Nos Pone A Trabajar
En ese orden de
ideas, si es el trabajador el que demanda al empleador, los honorarios los
debe cancelar el trabajador. Si el empleador contrata a un abogado para
que lo defienda en el proceso que le ha iniciado el trabajador, es el
empleador quien le debe pagar los honorarios al abogado que lo defiende.
Sin embargo vale la pena advertir que la parte que pierda el pleito es
condenada a pagarle a la parte vencedora las costas del proceso, en dichas
costas está incluido un rubro que se denomina agencias en derecho.
Normalmente las agencias en derecho no alcanzan a cubrir el monto de los
honorarios del abogado, por lo tanto a la parte le corresponde poner la
diferencia. El que pierda el pleito además de tener que pagar las costas del
proceso debe pagarle los honorarios a su abogado. Si el trabajador ha
convenido con su abogado que los honorarios son a cuota litis (un
porcentaje de lo obtenido en la sentencia) y pierde el pleito, no habrá lugar a
pago alguno, salvo que se haya acordado lo contrario.”
Ya hemos dicho aquí que en casación poco importan los derechos de quien
impugna una sentencia, pues la finalidad de la casación, como bien lo ha
dicho la corte suprema en innumerables ocasiones, no es la de entrar a
definir quien tiene la razón, pues ello debió definirlo el juez.
La finalidad de la casación es que la corte suprema de justicia entre a definir
si la sentencia de inferior instancia la cual se impugna, fue proferida en
arreglo a la ley o esta fue aplicada o interpretada indebidamente.
Dejemos que sea la sala laboral de la corte misma la que se refiera a este
aspecto:
Recuérdese que, como lo ha explicado, con profusión, esta Sala de la
Corte, es carga del recurrente en casación controvertir todos los soportes
del fallo que impugna porque aquellos que deje libres de críticas seguirán
sirviendo de pivote a la decisión, en la medida en que las acusaciones
exiguas, precarias o parciales carecen de la virtualidad suficiente en el
horizonte de la aniquilación de una sentencia en el, de por sí estrecho,
ámbito de la casación del trabajo y de la seguridad social.
No se olvide que el recurso extraordinario de casación no otorga a la Corte
competencia para revisar el juicio, en la perspectiva de resolver a cuál de
los contendientes judiciales le acompaña la razón, desde luego que su
misión, a condición de que el recurrente sepa plantear bien la acusación, se
circunscribe a enjuiciar la sentencia gravada a los efectos de establecer si el
juez, al pronunciarla, observó las normas jurídicas que debía aplicar para
definir rectamente la controversia jurídica llevada a su examen.
No se olvide que el recurso extraordinario de casación no otorga a la Corte
competencia para revisar el juicio, en la perspectiva de resolver a cuál de
los contendientes judiciales le acompaña la razón, desde luego que su
misión, a condición de que el recurrente sepa plantear bien la acusación, se
circunscribe a enjuiciar la sentencia gravada a los efectos de establecer si el
juez, al pronunciarla, observó las normas jurídicas que debía aplicar para
definir rectamente la controversia jurídica llevada a su examen.
En verdad, el recurso de casación revela el ejercicio de la más pura
dialéctica, en tanto que comporta el enfrentamiento de la sentencia y de la
ley. Exige de parte del recurrente una labor de persuasión, en el propósito
de hacerle ver a la Corte que la presunción de legalidad y acierto que
ampara a la decisión judicial gravada no deja de ser una simple apariencia o
enunciación formal. [Sentencia del 7 de febrero de 2012, radicación 36.764,
con ponencia del magistrado Rigoberto Echeverri Bueno]
El yerro advertido por la corte en la referida sentencia, es, no sólo
protuberante, sino repetitivo. Los procesos laborales se pierden una y otra
vez por la misma razón, a pesar, sin embargo, que sobre ello hay
abundante literatura, prolífica jurisprudencia.
Las facultades ultra y extra petita que tiene un juez laboral son
discrecionales, esto es que el juez puede optar por concederlas o no, ya
que la norma que las contempla no las hace obligatoria.
Resulta oportuno recordar que las facultades ultra y extra petita hacen
referencia a la facultad que tiene el juez laboral de conceder en la sentencia
mucho más de lo solicitado por el trabajador en la demanda, cuando
encuentre probado que al trabajador le corresponde más en aplicación
correcta de la ley.
Dice el artículo 50 del código procesal del trabajo:
“El Juez (de primera instancia) podrá ordenar el pago de salarios,
prestaciones o indemnizaciones distintos de los pedidos, cuando los hechos
que los originen hayan sido discutidos en el proceso y estén debidamente
probados, o condenar al pago de sumas mayores que las demandadas por
el mismo concepto, cuando aparezca que éstas son inferiores a las que
corresponden al trabajador, de conformidad con la ley, y siempre que no
hayan sido pagadas.” Texto subrayado declarado inexequible por la Corte
constitucional en sentencia C-662 de 1998.
Observase que la ley utiliza el verbo poder (podrá) y no el verbo deber
(deberá), de manera el juez no está en la obligación de aplicar esta figura.
Respecto a este tema la sala laboral de la Corte suprema de justicia en
sentencia 43673 del 21 de agosto de 2013, MP Rigoberto Echeverri Bueno,
dijo:
“Dicha autoridad no se refirió siquiera someramente en torno a la
procedencia de la sanción contenida en el artículo 1 del decreto 797 de
1949, por lo que, asume la Corte, prefirió no hacer uso de las facultades
ultra y extra petita previstas en el artículo 50 del Código Procesal del
Trabajo y de la Seguridad Social (fls. 512 a 523), pues como lo dijo la Sala
en la sentencia del 9 de febrero de 2010, Rad. 32514, “(…) el ejercicio de
las facultades extra y ultra petita es discrecional, y no obligatorio, tal como
expresamente se consagra en el artículo 50 del CPTSS: El juez…podrá…””
En consecuencia, es recomendable que en la demanda inicial se exija todo
lo que legalmente es posible para no depender de la voluntad del juez.
¿En ese caso podría el trabajador alegar en su favor que no hay lugar
al reembolso de dichos dineros por cuanto el despido fue ilegal y
según el artículo 1525 del Código Civil: “No podrá repetirse lo que se
haya dado o pagado por un objeto o causa ilícita a sabiendas”?
Lo que se viene de leer en el subtítulo hace parte de la argumentación que
adujo el apoderado de un trabajador durante el trámite del recurso de
casación en el proceso ordinario laboral al que fue convocado su cliente por
parte de la empresa que lo había despedido y que luego debió reintegrarlo
por orden de un juez de tutela.
El caso se puede resumir así:
Un trabajador fue despedido de la empresa CODENSA S.A E.S.P. sin que
mediara justa causa legal, razón por la cual ésta le canceló el valor de la
indemnización convencional correspondiente, junto con el producto de la
liquidación final de prestaciones sociales legales y extralegales a que había
lugar, dada su condición de afiliado al sindicato de trabajadores de la
empresa y por eso mismo beneficiario de la convención colectiva vigente.
El trabajador acudió a la acción de tutela y por esa vía logró que la Corte
Constitucional le ordenara a la empresa reintegrarlo al cargo que venía
desempeñando, lo cual fue cumplido en forma debidamente por la
empleadora. De esa manera, quedaron sin efectos, tanto el despido como
los pagos correspondientes a indemnización y cesantía.
Como el tiempo transcurría y el trabajador no daba señales de querer
reembolsarle a la empresa el monto de la indemnización y de las cesantías
recibidas, la empleadora acudió ante la justicia ordinaria laboral en procura
de que ésta obligara al demandado a realizar la devolución de los pagos
recibidos, dado que con el reintegro del trabajador aquellos habían perdido
su fundamento de base.
Una vez notificado del auto admisorio de la demanda el trabajador hizo dos
cosas: se opuso a las pretensiones de la demanda, y contrademandó a la
empresa, (eso técnicamente se llama presentar demanda de reconvención),
con el fin de que ésta fuera condenada a pagarle, “los daños” morales y
materiales que dijo haber padecidos él y su familia durante el tiempo que
estuvo desvinculado de la empresa; pidió también que Codensa fuera
condenada a pagar las costas del proceso.
Al dar contestación a la demanda, el trabajador convocado al proceso negó
los hechos y alegó que “no tiene obligación legal de restituir suma alguna
de dinero a CODENSA S.A. E.S.P. porque el despido tuvo una casusa
ilícita, nada más ni nada menos que la violación de derechos humanos
fundamentales, y por ende no puede quien cometió el ilícito repetir contra el
trabajador”.
Así mismo, propuso las excepciones previas y de fondo que consideró
pertinentes.
En respaldo de las pretensiones formuladas en la demanda de
reconvención, adujo, en síntesis, que con el salario que devengaba atendía
todas las necesidades de su familia, las que no pudo cubrir durante el
tiempo en que estuvo cesante, pues en ese lapso no recibió pago alguno.
Informó que a la fecha del despido estaba afiliado a «Sintraelecol»
El juez de primera instancia condenó al trabajador a pagar a Codensa el
valor de la indemnización por despido sin justa causa y el correspondiente
al auxilio de cesantía; autorizó a la sociedad a compensar tales sumas de
dinero, y lo absolvió de las demás pretensiones de la demanda inicial.
Por otra parte, le negó prosperidad a las pretensiones incluidas en la
“contrademanda”.
El trabajador demandado apeló la sentencia y el negocio subió a la Sala
Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá quien la
confirmó.
La Sala concluyó que al quedar sin efecto la terminación del contrato de
trabajo, tal como lo había ordenado la Corte Constitucional en la sentencia
T-436/2000, quedaban también sin efectos el auxilio de cesantía y la
indemnización por despido sin justa causa, y de esa manera se le abría
camino a las “restituciones y compensaciones mutuas (…)” puesto que la
nueva situación que se había configurado con el reintegro del trabajador
determinaba que los pagos hechos lucieran ahora como realizados antes de
tiempo, pudiéndose realizar “un cruce de cuentas, con respecto a los
salarios dejados de percibir.”O sea, que no se trataba de que el trabajador
sacara de su bolsillo la totalidad de dichos dineros, sino que se hiciera un
cruce de cuentas entre lo que le correspondía recibir a éste por salarios
causados durante el tiempo que estuvo despedido y lo recibido por
indemnización y cesantías. Y puntualizó que: “…considerar una situación
diferente a favor de una de las partes, sería tanto como permitir un
enriquecimiento sin causa por parte del trabajador.
El trabajador interpuso el recurso de Casación contra la sentencia del
Tribunal.
En la demanda de casación y más concretamente en la demostración del
único cargo, el apoderado del trabajador acusa al Tribunal
por “desconocimiento” o por “rebeldía”, porque omitió tener en cuenta en su
análisis el art. 1525 del C.C., pues, de haberlo hecho “habría concluido que
el demandado no tiene la obligación jurídica de devolver lo pagado por el
empleador a la terminación del contrato de trabajo, puesto que esos pagos
se generaron a partir del despido que tuvo objeto y causa ilícita, diferente a
un despido injusto. “
Agregó que en este caso el Tribunal desconoció art. 19 del C.S.T. que
señala que, “Cuando no hay norma exactamente aplicable al caso
controvertido, se aplican las que regulan casos semejantes y que como en
el estatuto laboral no se prevén las consecuencias de un despido que tiene
objeto y causa ilícita, debió acudir al art. 1525 del C.C. que, al efecto,
consagra que «no podrá repetirse lo que se haya pagado por objeto y o
causa ilícita a sabiendas».
Así mismo afirmó que la Corte Constitucional en la sentencia T436/2000
señaló a la empresa de haber ejecutado “un despido masivo que tenía
como designio la violación flagrante de uno de los derechos fundamentales
consagrados en la C.P., como es el derecho de asociación sindical”, y
agregó que “de conformidad con los arts. 1519 y 1524 del C.C. tales
despidos tuvieron objeto y causa ilícita, lo cual exime al demandado de la
obligación de devolver los dineros que le pagó Condensa a la fecha de la
terminación del contrato de trabajo.
Acudió a normas de la legislación internacional del trabajo y a las propias
del CST, con el fin de atacar la conclusión del Tribunal que le ordenó al
demandado devolver los dineros pagados. “porque fueron un anticipo”,
afirmación que, en su sentir, “choca frontalmente con el art. 127 del C.S.T.,
porque el salario es el pago que el trabajador recibe en dinero o en especie
como contraprestación del servicio, no para pagar [lo] que el empleador le
haya entregado previamente al trabajador, contra su voluntad».
Al resolver el recurso la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de
Justicia compartió la decisión del Tribunal y por tanto dejó en firme la
sentencia impugnada.
Fuente: sentencia SL6389 -2016, Radicación 48699, M. P. Dra. Clara
Cecilia Dueñas Quevedo.
(...)
(...)"
Así se expresó el Ministerio de Trabajo en su concepto No. ID 10647 del 16
de junio de 2014, al responder una consulta que le hizo un ciudadano sobre
si le asistía la obligación de pagar los daños “sobre un vehículo que le
entrego la empresa para el desempeño de sus funciones laborales como
conductor”:
Dijo el Ministerio:
“… el empleador no puede exigir al trabajador el pago o la reparación de
cualquier pérdida ocasionada o no por éste, ya que esta prohibición se
encuentra contemplada de forma taxativa en el Código Sustantivo del
Trabajo, sin embargo el empleador, haciendo uso de sus facultades
subordinantes y disciplinarias sí puede exigir del trabajador el cumplimiento
de sus obligaciones y/o prohibiciones, pudiendo aplicar el proceso interno
disciplinario respectivo y hasta la terminación del contrato de trabajo por
justa causa comprobada cuando considere que existió una falta grave por
parte del trabajador, conforme a lo establecido por los numerales 4 y 6 del
literal A) del artículo 62 del C.S.T.,
Hemos dicho aquí que el contrato de trabajo se debe renovar a una mujer
embarazada, por aquello de la estabilidad laboral reforzada, no obstante, las
altas cortes tienen opiniones contrarias sobre este tema, por lo que al final,
al no haber criterio unificado, existe la duda respecto a qué hacer en estos
casos.
La corte constitucional ha dicho reiteradamente que se debe renovar el
contrato de trabajo a la mujer en estado de embarazo, pero la Corte
suprema de justicia dice que no se debe renovar, ¿entonces a quién hay
que hacerle caso?
En el derecho laboral privado, esto es las relaciones laborales entre
empresas privadas y los trabajadores, las diferencias laborales
generalmente son dirimidas en última instancia por la Corte suprema de
justicia (En algunos casos la corte constitucional cuando se recurre a la
tutela), de modo que tratándose de la empresa privada, debe primar la
opinión de la Corte suprema de justicia, de modo que tranquilamente una
empresa privada puede optar por no renovar el contrato de trabajo a una
mujer embarazada puesto que su eventual juzgador futuro lo respaldará.
Pero hay un pero. Muchos jueces laborales en primera instancia deciden
aplicar el criterio de la Corte constitucional y no el de la Corte suprema de
justicia, de modo que el empleador que se niegue a renovar el contrato de
trabajo a una mujer en estado de embarazo, se expone a cierto riesgo de
ser condenado en primera instancia.
Si bien el empleador puede apelar la sentencia dictada por el juez de
primera instancia, hay procesos que son de única instancia. Ahora, aún en
los procesos que tienen segunda instancia, no hay garantías que en la
segunda instancia el juzgador revoque la sentencia dictada en la primera,
no por cuestiones de derechos o criterios jurisprudenciales, sino por meros
aspectos formales, técnicos.
Como se observa, aunque la jurisprudencia de la corte suprema de justicia
está a favor de quien decide no renovar el contrato a una mujer
embarazada, siempre existirá para el empleador un riesgo de ser
condenado en caso que la empleada decida recurrir a la vía judicial, riesgo
que cada empleador tendrá que evaluar y decidir si lo asume o no.
Nota. En el sector público con mayor facilidad está la posibilidad de la
acción de tutela y allí por supuesto que prima la opinión de la Corte
constitucional, principalmente si la sentencia inicial llega a revisión a la
corte.
Faltar al trabajo por un día sin que exista una justa causa para ello o sin que
medie permiso o autorización del empleador, puede significarle al
trabajador perder hasta dos días de salario.
El artículo 113 del código sustantivo del trabajo en su numeral 3 faculta al
empleador para que descuente del salario del trabajador el tiempo dejado
de trabajar, de modo que si el trabajador falta un día al trabajo sin
justificación o sin permiso, el empleador le puede descontar ese día. Es una
opción que tiene el empleador.
Pero adicional a lo anterior, el artículo 173 del código sustantivo del trabajo
contempla la posibilidad de que el empleador no pague el descanso
dominical remunerado si el trabajador habiéndose obligado a laborar la
semana completa no lo hace.
Esto significa que si el trabajador falta un día al trabajo, abre la posibilidad
de que el empleador decida no pagarle el domingo, puesto que la ley se lo
permite, máxime cuando esta es clara en afirmar que cuando no se labore
la semana completa se pagará el domingo sólo si el trabajador ha faltado
por una justa causa o por autorización o culpa del empleador, y
evidentemente este no es el caso.
De modo que si se aplican estos dos artículos, el empleador puede
descontar dos días de salario al trabajador por faltar un día al trabajado
injustificadamente o sin permiso.
¿El no aumento salarial anual por el empleador es
justa causa para dar por terminado el contrato de
trabajo?
De conformidad con los términos del Art. 177 del Código de Procedimiento
Civil:“Incumbe a las partes probar el supuesto de hecho de las normas que
consagran el efecto jurídico que ellas persiguen. Los hechos notorios y las
afirmaciones o negaciones indefinidas no requieren prueba”.
Lo anterior quiere decir, en palabras sencillas, que a las partes de un
proceso les corresponde probar los hechos que le sirven de sustento a sus
pretensiones, en el caso del demandante; y a las excepciones en el caso
del demandado. Así por ejemplo, si el trabajador alega que fue despedido
del cargo sin justa causa y por tal motivo reclama la indemnización que
contempla la ley, deberá probar que fue despedido. Y si el empleador, por
su parte, aduce que el despido se debió a justa causa, deberá probar la
ocurrencia de los hechos que configuraron esa justa causa.
Ahora bien, en esa tarea que le corresponde hacer al trabajador -la de
probar el despido- podrá acudir a los distintos medios de prueba aceptados
por la ley, vale decir, a los documentos, a la confesión, a los testimonios, a
la inspección judicial etc. Sin embargo, la manera más usual y más segura
de probar el despido es a través de la carta con la que se le comunica al
trabajador la terminación del contrato de trabajo. Confiar o dejar en manos
de los testigos la suerte de la prueba o ponerla a depender de una eventual
confesión del empleador, es en algunos casos demasiado riesgoso.
Lo que se viene de anotar pone de manifiesto la importancia que representa
para el trabajador despedido contar con la respectiva carta de
desvinculación. Y saber esto le será muy útil para no caer en el error de
dejarse provocar por el empleador y abandonar el sitio de trabajo sin
llevarse consigo la mencionada carta.
Lo anterior lo he traído a cuento motivado por la lectura de una sentencia
reciente de la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia (la
SL592-2014 – Rad. 43105, del 28 de enero de 2014, M. P. Elsy del Pilar
Cuello Calderón) en la que esa Corporación se ocupó del caso que a
continuación describo brevemente.
Según la versión del trabajador, éste, luego de varios años de servicios, fue
despedido verbalmente de la empresa luego de haberse negado a
renunciar. Una vez su jefe le comunicó la decisión, le pidió
seguidamente que abandonara las instalaciones de la Compañía, lo cual
atendió de manera inmediata. Como consecuencia de lo relatado el
trabajador no regresó esa tarde a trabajar ni lo hizo al día siguiente que era
viernes. El lunes el trabajador recibió una comunicación de la empresa en
la que se le pedía que se presentara a la misma pues se requería su
presencia. El trabajador acudió al llamado y estando allí fue llevado a una
oficina en donde se le escuchó en diligencia de cargos y descargos. En esa
diligencia se le enrostró el haber abandonado sin justificación alguna el sitio
trabajo el jueves anterior, no haber laborado el resto de ese día y no
haberse presentado a trabajar el viernes siguiente. Seguidamente se le
entregó la carta de despido.
El trabajador demandó, la empresa negó haber despedido al trabajador en
forma verbal y adujo que lo hizo por escrito tomando como fundamento su
inasistencia injustificada al trabajo durante la tarde del jueves y todo el
viernes. El juez de primera instancia condenó a la empresa a pagarle a
trabajador la indemnización por despido injusto. La empresa apeló y el
Tribunal revocó y absolvió a la empleadora. El trabajador interpuso el
recurso de casación, y la Corte le dio la razón al Tribunal tras considerar
que el despido fue con justa causa.
Para la Sala, al trabajador le asistía la obligación de probar su afirmación de
que había sido despedido verbalmente, cosa que no logró, pues su
actividad durante el proceso se contrajo a repetir e insistir en que su
inasistencia al trabajo durante ese día y medio de ausencia obedeció a que
había sido despedido en forma verbal por el presidente de la Compañía,
manifestación ésta que no tiene ningún alcance probatorio pues proviene
del mismo trabajador y a las partes no les está permitido elaborar su propia
prueba.
Lo narrado en esta nota deja ver lo perjudicial que le puede resultar al
trabajador dejarse despedir verbalmente. "Tanto vale no tener un derecho,
como tenerlo y no poder probarlo",
¿Puede la carta de despido actuar como citación a
descargos del trabajador?
……………………….. …………………
………………
¿Es lícito recibir descargos laborales a los
empleados cuando éstos cometen faltas durante la
ejecución de su contrato de trabajo?
Debo agregar que dicha prueba documental que alega la empresa cuando
es demandada -los descargos- por un despido injusto u otra circunstancia
que sea motivo de un conflicto laboral ante una autoridad judicial en
Colombia, no es determinante ni suficiente para que se le exonere de las
pretensiones de un trabajador puesto que en Colombia quedó abolida la
tarifa única de la prueba, y prima la libre valoración de la prueba, es decir
que:
1. Los descargos son sólo un elemento probatorio en favor de la empresa y
que se valorará en conjunto con otras pruebas puestas bajo la lupa del Juez
del conocimiento. Esta prueba se denomina en derecho procesal
como documental.
2 .Que por ser prueba, debe acompañarse de otros elementos probatorios
como lo son: las declaraciones juradas, interrogatorios de parte, dictámenes
periciales, inspecciones judiciales, etc. que creen un verdadero
convencimiento o convicción del juez al momento de proferir una decisión
judicial en favor de la empresa.
3. Y finalmente que el trabajador en su defensa puede controvertirla, por
asistirle dicho derecho; así como de valerse también de sus medios
probatorios que considere útiles para que prosperen sus reclamaciones
laborales en contra de su empleador.
Muchas personas tienden a confundir estas dos figuras y eso las lleva en
ocasiones a cometer errores a la hora de juzgar la conducta del empleador
que ha hecho uso del despido como instrumento suficiente para terminar el
contrato de trabajo.
Para empezar es conveniente precisar que no todo despido injusto es ilegal
ni todo despido ilegal es injusto. Esto significa que el despido puede
adoptar cualquiera de las siguientes modalidades:
a. Injusto e ilegal.
b. Injusto y legal
c. Justo y legal
d. Justo e ilegal
Con el fin de impedir que el empleador pueda utilizar una falta ya perdonada
para despedir al trabajador, la justicia laboral ha adoctrinado que entre el
despido y la ocurrencia de la falta que se invoca como sustento de aquel
debe existir inmediatez, entendiendo por ésta cierto grado de coetaneidad
más no simultaneidad. De manera pues que si no existe esa vecindad
cronológica entre la comisión de la falta y el despido, éste deviene en injusto
por extemporáneo.
La medida luce razonable porque, como ya se indicó, no le deja espacio al
empleador para utilizar una falta antigua, que se presume que ya fue
perdonada u olvidada, para justificar después un despido inspirado
realmente en otras razones o motivos no reconocidos por la ley como
idóneos para terminar el contrato de trabajo.
Sin embargo esa regla tiene una variante, según la cual la simultaneidad
exigida por la jurisprudencia para validar el despido está vinculada al
conocimiento que del hecho constitutivo de la falta tenga el empleador. O
sea que aquí la ecuación no se plantea entre la comisión de la falta y el
despido, sino entre éste y el momento en que el empleador se entera de la
ocurrencia del hecho irregular determinante del despido. De ese modo, si se
establece que el empleador supo del acaecimiento del hecho irregular y no
obstante ese enteramiento dejó envejecer ese hecho para luego apoyarse
en él para sustentar el despido, la requerida inmediatez no existiría.
Como ejemplo de dicha situación podría traerse el caso del trabajador que
presenta certificados falsos para su ingreso a la empresa, circunstancia de
la cual el empleador sólo se entera tiempo después. Como en tal caso se
advertiría engaño por parte del trabajador, y la ley prevé que dicha conducta
es justa causa para la terminación del contrato, el empleador podría
perfectamente despedir al trabajador sin que éste pudiera alegar
válidamente la falta de inmediatez del despido.
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La corte suprema de justicia reitera una vez más que debe existir
inmediatez entre la falta que se le imputa al trabajador y la sanción que se le
impone.
Aunque la corte no precisa el tiempo que debe transcurrir entre la
ocurrencia de la falta y la imposición de la sanción, se refiere a un tiempo
razonable que permita ofrecer certeza que en efecto la sanción corresponde
a la falta imputada y no a otra razón diferente a la existencia de una justa
causa para la imposición de la sanción.
En sentencia del 17 de mayo de 2011, expediente 36014 dijo la sala laboral
de la corte:
Lo asentado permite a la Corte recordar lo que en múltiples ocasiones ha
sostenido, esto es, que la terminación del contrato de trabajo por justa
causa por parte del empleador debe ser, además de explícita y concreta,
tempestiva, pues aun cuando el legislador no ha establecido límites
temporales máximos para que ante tal situación éste invoque en su favor la
condición resolutoria del vínculo jurídico, no puede desatenderse que entre
éstas y aquella no debería mediar término o, a lo sumo, el que resulte
apenas razonable, y que de no proceder el empleador inmediatamente o
dentro de un plazo razonable a provocar el despido del trabajador se
impone entender, en sana lógica, que absolvió, perdonó, condonó o
dispensó la presunta falta.
Asume la corte que si se deja transcurrir demasiado tiempo entre la fecha
en que ocurre la falta y la fecha en que se impone la sanción, lleva a
concluir que la falta ha sido obviada o perdonada por el empleador y en
consecuencia no puede ser utilizada como justa causa para un despido.
Respecto al tiempo razonable a que se refiere la corte, no existe una
definición precisa, pero en el caso abordado por la sentencia transcrita,
transcurrieron un poco más de 5 meses (13 de diciembre de 2012 – 23 de
mayo de 2003), lo cual puede dar una luz sobre lo que se debe considerar
como tiempo razonable, que sin duda no serán 5 meses o más con el
presente antecedente jurisprudencial.
¿En ese caso podría el trabajador alegar en su favor que no hay lugar
al reembolso de dichos dineros por cuanto el despido fue ilegal y
según el artículo 1525 del Código Civil: “No podrá repetirse lo que se
haya dado o pagado por un objeto o causa ilícita a sabiendas”?
Lo que se viene de leer en el subtítulo hace parte de la argumentación que
adujo el apoderado de un trabajador durante el trámite del recurso de
casación en el proceso ordinario laboral al que fue convocado su cliente por
parte de la empresa que lo había despedido y que luego debió reintegrarlo
por orden de un juez de tutela.
El caso se puede resumir así:
Un trabajador fue despedido de la empresa CODENSA S.A E.S.P. sin que
mediara justa causa legal, razón por la cual ésta le canceló el valor de la
indemnización convencional correspondiente, junto con el producto de la
liquidación final de prestaciones sociales legales y extralegales a que había
lugar, dada su condición de afiliado al sindicato de trabajadores de la
empresa y por eso mismo beneficiario de la convención colectiva vigente.
El trabajador acudió a la acción de tutela y por esa vía logró que la Corte
Constitucional le ordenara a la empresa reintegrarlo al cargo que venía
desempeñando, lo cual fue cumplido en forma debidamente por la
empleadora. De esa manera, quedaron sin efectos, tanto el despido como
los pagos correspondientes a indemnización y cesantía.
Como el tiempo transcurría y el trabajador no daba señales de querer
reembolsarle a la empresa el monto de la indemnización y de las cesantías
recibidas, la empleadora acudió ante la justicia ordinaria laboral en procura
de que ésta obligara al demandado a realizar la devolución de los pagos
recibidos, dado que con el reintegro del trabajador aquellos habían perdido
su fundamento de base.
Una vez notificado del auto admisorio de la demanda el trabajador hizo dos
cosas: se opuso a las pretensiones de la demanda, y contrademandó a la
empresa, (eso técnicamente se llama presentar demanda de reconvención),
con el fin de que ésta fuera condenada a pagarle, “los daños” morales y
materiales que dijo haber padecidos él y su familia durante el tiempo que
estuvo desvinculado de la empresa; pidió también que Codensa fuera
condenada a pagar las costas del proceso.
Al dar contestación a la demanda, el trabajador convocado al proceso negó
los hechos y alegó que “no tiene obligación legal de restituir suma alguna
de dinero a CODENSA S.A. E.S.P. porque el despido tuvo una casusa
ilícita, nada más ni nada menos que la violación de derechos humanos
fundamentales, y por ende no puede quien cometió el ilícito repetir contra el
trabajador”.
Así mismo, propuso las excepciones previas y de fondo que consideró
pertinentes.
En respaldo de las pretensiones formuladas en la demanda de
reconvención, adujo, en síntesis, que con el salario que devengaba atendía
todas las necesidades de su familia, las que no pudo cubrir durante el
tiempo en que estuvo cesante, pues en ese lapso no recibió pago alguno.
Informó que a la fecha del despido estaba afiliado a «Sintraelecol»
El juez de primera instancia condenó al trabajador a pagar a Codensa el
valor de la indemnización por despido sin justa causa y el correspondiente
al auxilio de cesantía; autorizó a la sociedad a compensar tales sumas de
dinero, y lo absolvió de las demás pretensiones de la demanda inicial.
Por otra parte, le negó prosperidad a las pretensiones incluidas en la
“contrademanda”.
El trabajador demandado apeló la sentencia y el negocio subió a la Sala
Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá quien la
confirmó.
La Sala concluyó que al quedar sin efecto la terminación del contrato de
trabajo, tal como lo había ordenado la Corte Constitucional en la sentencia
T-436/2000, quedaban también sin efectos el auxilio de cesantía y la
indemnización por despido sin justa causa, y de esa manera se le abría
camino a las “restituciones y compensaciones mutuas (…)” puesto que la
nueva situación que se había configurado con el reintegro del trabajador
determinaba que los pagos hechos lucieran ahora como realizados antes de
tiempo, pudiéndose realizar “un cruce de cuentas, con respecto a los
salarios dejados de percibir.”O sea, que no se trataba de que el trabajador
sacara de su bolsillo la totalidad de dichos dineros, sino que se hiciera un
cruce de cuentas entre lo que le correspondía recibir a éste por salarios
causados durante el tiempo que estuvo despedido y lo recibido por
indemnización y cesantías. Y puntualizó que: “…considerar una situación
diferente a favor de una de las partes, sería tanto como permitir un
enriquecimiento sin causa por parte del trabajador.
El trabajador interpuso el recurso de Casación contra la sentencia del
Tribunal.
En la demanda de casación y más concretamente en la demostración del
único cargo, el apoderado del trabajador acusa al Tribunal
por “desconocimiento” o por “rebeldía”, porque omitió tener en cuenta en su
análisis el art. 1525 del C.C., pues, de haberlo hecho “habría concluido que
el demandado no tiene la obligación jurídica de devolver lo pagado por el
empleador a la terminación del contrato de trabajo, puesto que esos pagos
se generaron a partir del despido que tuvo objeto y causa ilícita, diferente a
un despido injusto. “
Agregó que en este caso el Tribunal desconoció art. 19 del C.S.T. que
señala que, “Cuando no hay norma exactamente aplicable al caso
controvertido, se aplican las que regulan casos semejantes y que como en
el estatuto laboral no se prevén las consecuencias de un despido que tiene
objeto y causa ilícita, debió acudir al art. 1525 del C.C. que, al efecto,
consagra que «no podrá repetirse lo que se haya pagado por objeto y o
causa ilícita a sabiendas».
Así mismo afirmó que la Corte Constitucional en la sentencia T436/2000
señaló a la empresa de haber ejecutado “un despido masivo que tenía
como designio la violación flagrante de uno de los derechos fundamentales
consagrados en la C.P., como es el derecho de asociación sindical”, y
agregó que “de conformidad con los arts. 1519 y 1524 del C.C. tales
despidos tuvieron objeto y causa ilícita, lo cual exime al demandado de la
obligación de devolver los dineros que le pagó Condensa a la fecha de la
terminación del contrato de trabajo.
Acudió a normas de la legislación internacional del trabajo y a las propias
del CST, con el fin de atacar la conclusión del Tribunal que le ordenó al
demandado devolver los dineros pagados. “porque fueron un anticipo”,
afirmación que, en su sentir, “choca frontalmente con el art. 127 del C.S.T.,
porque el salario es el pago que el trabajador recibe en dinero o en especie
como contraprestación del servicio, no para pagar [lo] que el empleador le
haya entregado previamente al trabajador, contra su voluntad».
Al resolver el recurso la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de
Justicia compartió la decisión del Tribunal y por tanto dejó en firme la
sentencia impugnada.
Fuente: sentencia SL6389 -2016, Radicación 48699, M. P. Dra. Clara
Cecilia Dueñas Quevedo.
El Código Sustantivo del Trabajo señala unos derechos mínimos para los
trabajadores que son ciertos e indiscutibles y en consecuencia se
caracterizan por ser inconciliables e irrenunciables, como ejemplos
podemos citar el salario, las prestaciones sociales, la seguridad social, entre
otros.
Así como también existen unos derechos inciertos y discutibles que pueden
ser conciliados y transados entre el empleador y el trabajador, de acuerdo a
la Guía Institucional de Conciliación en Laboral del Ministerio del Interior y
de Justicia, éstos se caracterizan por lo siguiente:
“(...)
a) Cuando los hechos no son claros, v.gr. justa causa para la terminación
unilateral del contrato de trabajo o accidente de trabajo donde no se
precisan las circunstancias de tiempo, modo o lugar;
b) Cuando la norma que lo consagra es ambigua o admite varias
interpretaciones, v.gr. alcances del Decreto 2351 de 1965, art. 25 sobre las
consecuencias del despido cuando se tramita un contrato conflicto colectivo:
reintegro o indemnización;
c) Cuando el nacimiento del derecho está supeditado al cumplimiento de un
plazo o condición, v.gr. pensión (edad y tiempo de servicio);
d) Cuando existe una circunstancia que impide su nacimiento o exigibilidad.
Ejemplo la prescripción.
También cuando se tienen meras expectativas o esperanzas en el
reconocimiento del derecho se está ante la presencia de un derecho
incierto y discutido, pues requiere, ineluctablemente, de la prueba de su
existencia para poder ser exigido. Así, por ejemplo, si el trabajador reclama
indemnización por despido injusto, éste debe probar el despido y el
empleador no probar su justificación; de lo contrario estaremos frente a un
derecho incierto y discutible, susceptible de ser transigido o conciliado. (...)”
(negrita y subrayado fuera de texto)
Como confirmatorio de lo anterior el artículo 15 del Código Sustantivo del
Trabajo advierte que la transacción no es válida cuando versa sobre
derechos ciertos e indiscutibles y adicionalmente el artículo 2469 del Código
Civil indica la no existencia del contrato de transacción cuando se renuncia
a un derecho que no se disputa (porque es mínimo e irrenunciable).
En ese orden de ideas, las conciliaciones laborales y los contratos
transacción únicamente aplican para conciliar o transar (según el caso)
derechos inciertos y discutibles; por lo tanto cuando en dichos documentos
se esté conciliando o transando derechos mínimos ciertos e indiscutibles no
hace tránsito a cosa juzgada y en consecuencia se podrá interponer la
demanda respectiva para exigir su cumplimiento.
Los contratistas independientes, que contraten una obra o labor con una
empresa, y a la vez contraten empleados para desarrollar el objeto
contratado, son verdaderos empleadores y por tanto debe asumir todas las
responsabilidades laborales propias de un empleador, siempre y cuando se
cumplan los requisitos establecidos por el artículo 34 del código sustantivo
del trabajo.
En efecto, contempla el artículo 34 del código sustantivo del trabajo:
Contratistas independientes. 1. Son contratistas independientes y, por
tanto, verdaderos patronos y no representantes ni intermediarios, las
personas naturales o jurídicas que contraten la ejecución de una o varias
obras o la prestación de servicios en beneficio de terceros, por un precio
determinado, asumiendo todos los riesgos, para realizarlos con sus propios
medios y con libertad y autonomía técnica y directiva. Pero el beneficiario
del trabajo o dueño de la obra, a menos que se trate de labores extrañas a
las actividades normales de su empresa o negocio, será solidariamente
responsable con el contratista por el valor de los salarios y de las
prestaciones e indemnizaciones a que tengan derecho los trabajadores,
solidaridad que no obsta para que el beneficiario estipule con el contratista
las garantías del caso o para que repita contra él lo pagado a esos
trabajadores.
2. El beneficiario del trabajo o dueño de la obra, también será
solidariamente responsable, en las condiciones fijadas en el inciso anterior,
de las obligaciones de los subcontratistas frente a sus trabajadores, aún en
el caso de que los contratistas no estén autorizados para contratar los
servicios de subcontratistas.
Uno de los requisitos esenciales, es quizás el hecho que el contratista debe
ejecutar sus labores con sus propios medios, sin utilizar los de la empresa
contratante. Quiere decir esto que si el contratista hace uso de medios de
producción, herramientas, o recursos del contratante, no se podrá
considerar como un empleador, sino que se convertirá en un simple
intermediario, según como lo establece el artículo 35 del código sustantivo
del trabajo:
Simple intermediario. 1. Son simples intermediarios las personas que
contratan servicios de otras para ejecutar trabajos en beneficio y por cuenta
exclusiva de un patrono.
2. Se consideran como simples intermediarios, aun cuando aparezcan como
empresarios independientes, las personas que agrupan o coordinan los
servicios de determinados trabajadores para la ejecución de trabajos en los
cuales utilicen locales, equipos, maquinarias, herramientas u otros
elementos de un patrono para beneficio de este en actividades ordinarias
inherentes o conexas del mismo.
3. El que celebrare contrato de trabajo obrando como simple intermediario
debe declarar esa calidad y manifestar el nombre del patrono. Si no lo
hiciere así, responde solidariamente con el patrono de las obligaciones
respectivas.
Aquí vemos que la empresa contratante, es responsable solidario de las
obligaciones laborales adquiridas con los trabajadores contratados por el
trabajador independiente en los términos del artículo 34 del código
sustantivo del trabajo, siempre cuando, la labor contratada sea propia de las
actividades normalmente desarrolladas por la empresa. Si la obra o labor
contratada es extraña o ajena al objeto social de la empresa, no existirá tal
solidaridad.
El artículo 34 del código sustantivo del trabajo contempla los casos en que
la empresa o contratante es responsable solidario de las obligaciones
laborales del contratista independiente, y el artículo 65 del código sustantivo
del trabajo contempla una indemnización moratoria por el no pago de los
valores adeudados al trabajador al término del contrato de trabajo. Veamos
si la responsabilidad solidaria de la empresa contratante llega hasta la
indemnización moratoria por no pago de salarios a la terminación del
contrato de trabajo.
En primer lugar le invitamos a consultar el artículo Responsabilidad solidaria
de la empresa contratante con respecto a los derechos laborales de los
trabajadores del contratista. Seguidamente afirmar que la indemnización
moratoria por el no pago de salarios al terminar el contrato de trabajo
(artículo 65 CST), aplica sólo cuando se prueba la mala fe del empleador, y
aquí la discusión.
Algunas personas han interpretado que el contratante no debe responder
por esa indemnización por cuanto quien actuó de mala fe fue el contratista
independiente más no el contratante o dueño de la obra, y el contratante al
estar exento de culpa no puede ser condenado a pagar la indemnización
moratoria, argumento que no es válido como la ha expresado infinidad de
veces la jurisprudencia de la Corte suprema de justicia.
La razón es sencilla: el contratante o dueño de la obra es el deudor solidario
del contratista independiente, es decir, es su garante, y como garante debe
responder por todo lo que su contratista adeude. Probada la deuda del
contratista independiente el deudor solidario debe responder por ella sin
más miramientos.
Pero dejemos que sea la sala laboral de la Corte suprema de justicia quien
se ocupe de explicarlo en sentencia 32953 del 5 de noviembre de 2008 con
ponencia del magistrado Camilo Tarquino Gallego:
Precisado lo anterior, hay que decir que esta Sala por mayoría, en procesos
de similares características al aquí estudiado, inclusive contra el mismo
Instituto demandado, definió el asunto, en el sentido de indicar que es la
buena fe o carencia de ella por parte del contratista la que debe analizarse
para efectos de imponer la sanción moratoria y no la de obligado solidario,
por lo que el dueño de la obra o el beneficiario de la misma, termina
equiparándose al empleador para efectos de la sanción del artículo 65 del
C. S. del T.
Así quedó dispuesto entre otras en la sentencia de 20 de febrero de 2007,
Rad. 28438 en la que igualmente se hizo referencia a la de 6 de mayo de
2005 Rad. 22905, según la cual: “El artículo 34 del C. S. del T. no hace otra
cosa que hacer extensivas las obligaciones prestacionales o
indemnizatorias del contratista, al dueño de la obra conexa con su actividad
principal, sin que pueda confundirse tal figura jurídica con la vinculación
laboral, como lo ha sostenido esta Sala en otras ocasiones. La relación
laboral es única y exclusivamente con el contratista independiente, mientras
que la relación con el obligado solidario, apenas lo convierte en garante de
las deudas de aquél. Así lo ha sostenido la Corte, entre otras, en las
sentencias del 26 de septiembre de 2000 (Rad. 14038) y del 19 de junio de
2002 (Rad. 17432).
“Es claro, entonces, que la culpa que genera la obligación de indemnizar es
exclusiva del empleador, lo que ocurre es que, por virtud de la ley, el dueño
de la obra se convierte en garante del pago de la indemnización
correspondiente, no porque se le haga extensiva la culpa, sino por el
fenómeno de la solidaridad, que, a su vez, le permite a éste una vez cancele
la obligación, subrogarse en la acreencia contra el contratista, en los
términos del artículo 1579 del Código Civil, lo que, se ha dicho, reafirma aún
más su simple condición de garante.
“En estas condiciones, es la buena o mala fe del empleador, o sea del
contratista, la que debe analizarse para efectos de imponer la sanción
moratoria y no la de su obligado solidario.
“Como tuvo oportunidad de analizarse, al ser despachado el cargo anterior,
el Tribunal al confirmar la decisión del a quo sin ninguna consideración al
respecto, acogió sin reservas los planteamientos de éste con relación a la
conducta injustificada del empleador contratista, que lo llevaron a concluir
su falta de buena fe al abstenerse de cancelar oportunamente las
acreencias de su extrabajador. Fundamento fáctico éste que no ataca el
cargo y que es suficiente para mantener la decisión.
“Es, en consecuencia, irrelevante para la decisión, que la conducta asumida
por la obligada solidaria hubiere estado o no revestida de buena fe, por lo
que la acusación se torna infundada.”.
Como se puede observar, una vez condenado el empleador o contratista, el
deudor solidario no le queda otro camino que responder por la deuda de la
que es garante o deudor solidario, y no puede excusarse en que la culpa no
es suya sino del contratista, pues ello resulta irrelevante por cuanto la
conducta del deudor solidario no se examina en ningún sentido.