Entrepasados 24 25 PDF
Entrepasados 24 25 PDF
Entrepasados 24 25 PDF
REVISTA DE HISTORIA
AÑO XII - NÚMERO 24/25 - AÑO 2003
Dossier sobre la crisis de 1890:
Roquismo y juarismo
La crisis política en Mendoza
La literatura y la depresión
Cambios en el mundo del trabajo
La construcción de la cordillera
como espacio social
HISTORIA
AÑO XII - NÚMERO 24/25 - AÑO 2003
educación a la americana
Encapsular la historia: la
experiencia de los museos de
DE
Liberalismo, neoliberalismo
Zanzíbar
y modelos socioeducativos
REVISTA
Aportes de la demografía
histórica a la historia de
Escriben: la familia
Johnson / Serulnikov / Korol / Rocchi / Alonso /
Bragoni / Baticuore / Laera / Suriano / James / ¿De quién es la historia?
Dossier: La crisis de 1890. Política,
Lobato / Lacoste / Puiggrós / Gagliano / Soutthwell / La experiencia de los sociedad y literatura / Fotos de familia,
Santilli / Sheriff / Wirtz museos
narración oral e identidad / El ferrocarril
24/25
y la construcción de la cordillera como
▼
Recordando a Enrique
Tandeter espacio social
Archivo Histórico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar
REVISTA DE HISTORIA
A Ñ O X I I – N Ú M E R O 2 4-2 5 – A Ñ O 2 0 0 3
Suscriptores: En Argentina $ 30
En el exterior, vía superficie u$s 30, vía aérea u$s 40
Dossier
La crisis de 1890. Política, sociedad y literatura
La revista ENTREPASADOS ha resultado ganadora del premio del Concurso de Revis- Introducción 19
tas de Investigación en Historia y Ciencias Sociales, organizado por un grupo de acadé- Fernando Rocchi
micos residentes en Estados Unidos y por la Fundación Compromiso, gracias al apoyo
financiero de la Fundación Ford. La Tribuna Nacional, Sud-América y la legitimación 29
Los integrantes del Consejo de Dirección manifestamos nuestro profundo agradecimien- del poder (1880-1890)
Paula Alonso
to por el premio que, sin dudas, nos permitirá en adelante enfrentar los vaivenes genera-
dos por las peculiaridades más perversas de la coyuntura económica. Además, el premio
Gobier no elector, mercado de influencias y dinámicas 67
nos da nuevos bríos para generar emprendimientos culturales y, fundamentalmente, nos
políticas provinciales en la crisis política argentina del 90
permite mantener un espacio para repensar con libertad reformulaciones en el contenido, Foto de tapa: Obrera
(Mendoza, 1888-1892)
en la forma, en la calidad y en el diseño de la revista, así como también regularizar la fre- empleando una máquina de Beatriz Bragoni
cuencia de edición. En este sentido esperamos que éste sea el último volumen doble pues gas para planchar camisas,
cada uno de ellos ha evidenciado las dificultades para mantener la regularidad. Equipo de fotógrafos de La crisis de 1890 y su impacto en el mundo del 101
Vaya entonces nuestro inmenso reconocimiento a los miembros del jurado, quienes cre- Caras y Caretas, trabajo
yeron que ENTREPASADOS ha reunido los méritos suficientes para acceder a tan im- Colección Archivo Juan Suriano
portante galardón. General de la Nación.
El Consejo de Dirección Lecturas, conversaciones y dinero en La Bolsa 125
Las ilustraciones de El de Julián Martel
Quijote corresponden al Graciela Batticuore
Proyecto Patrimonio
Histórico, colecciones Danza de millones: inflexiones literarias de la 135
digitalizadas, Instituto crisis de 1890 en la Argentina
Alejandra Laera
Ravignani.
Artículos
Educación
D
e alguna manera yo conocía a En-
Darío Macor y César Tcach (editores) 276 rique Tandeter antes de conocerlo. contrar a alguien de la generación de mi
La invención del peronismo en el interior del país Desde mis primeras semanas en director de tesis. Un amigo común nos
Nicolás Quiroga presentó en una fiesta, un lugar poco aus-
Buenos Aires muchos de los jóvenes histo-
riadores que había encontrado en el Archi- picioso para una charla seria. Pero des-
María Silvia Di Liscia 282
Saberes, terapias y prácticas médicas en la Argentina vo General de la Nación lo habían mencio- pués de unos pocos minutos Enrique había
(1750-1910) nado. Estas breves menciones ponían en dirigido nuestra conversación hacia mi in-
Adriana Alvarez claro que veían en él a un historiador talen- vestigación y me había pedido leerla cuan-
toso y consumado, alguien de quien se es- do lograra ter minarla. Me retiré del en-
Fer nando López Alves 285 peraba que fuera un gran éxito, alguien cuentro impresionado por la madurez y se-
Sociedades sin destino. ¿América Latina tiene lo riedad de Enrique, cualidades que –ahora
que yo tenía que conocer. Pero fue sólo en
que se merece?
1973 que conocí a Enrique. Yo había pa- me doy cuenta– se magnificaban y fortifi-
Gustavo L. Paz
sado doce meses en Buenos Aires investi- caban por el compromiso inflexible de En-
Diana Guelar, Vera Jarach y Beatriz Ruiz 287 gando para mi tesis doctoral en 1971 y rique con nuestra disciplina. Para Enrique
Los chicos del exilio. Argentina (1975-1984) 1972. Después de enseñar en Estados la historia era importante. No era sólo un
Florencia Levín Unidos durante un año, volví para ter minar trabajo o una carrera sino una vocación.
mi investigación; mis noches transcurrían Aunque nuestra amistad incluyó caminatas
en una confitería de barrio donde trataba por París, parrilladas en su casa de fin de
de revisar dos capítulos que me daban pro- semana y visitas familiares, recuerdo hoy a
blemas. Enrique encorvado sobre su escritorio, in-
Cuan do fi nal men te nos co no ci mos clinando su peso en nuestras discusiones
quedé sorprendido al descubrir que Enri- sobre la investigación o las controversias
D
ías atrás, a los cincuenta y nueve ción de la mita, a su compleja evolución zada aquí como una herramienta indispen-
años, falleció Enrique Tandeter. Es miento de los mercados coloniales, y la di- cuantitativa y cualitativa, a los conflictos sable para evaluar los cambios en la distri-
una triste coincidencia que apenas námica demográfica y sistemas de parentes- económicos, sociales y morales suscitados bución de los ingresos entre las masas indí-
un año antes Entrepasados se viera también co de las comunidades indígenas andinas. en tor no de ella, a los significados que ad- genas, los sectores vinculados al comercio
precisado a recordar la desaparición de su Del primer núcleo de interés surgió su tra- quirió a los ojos de los diversos sectores de trasatlántico y al comercio regional, y, en
esposa, la historiadora Dora Schwarztein. bajo más influyente y de más largo aliento: las elites coloniales y de los propios trabaja- tér minos más generales, como una vía de
Su fallecimiento constituye una sentida pér- Coacción y mercado. La minería de la dores mitayos. aproximación al modelo de crecimiento
dida para los cientos de colegas y estudian- plata en el Potosí colonial, 1692-1826.1 La misma preocupación por analizar las económico colonial.5
tes que tuvieron la fortuna de beneficiarse de Originado en una tesis doctoral (“3e cycle”) relaciones sociales que subyacen detrás de Los trabajos sobre la población y los sis-
su inteligencia e inagotable entusiasmo por en la Université de Paris X bajo la dirección los ciclos económicos se observa en sus es- temas de parentescos andinos se basaron en
la historia. Uno de los más prominentes his- de Ruggiero Romano y en varios artículos tudios sobre los mercados coloniales. Sus un análisis de fuentes no menos arduas: los
toriadores de su generación, sus investiga- aparecidos a lo largo de la década del 80 en investigaciones en este campo se centraron registros parroquiales. Mientras para el caso
ciones sobre la sociedad y la economía andi- revistas argentinas y europeas, el libro se en la participación indígena en los circuitos europeo y norteamericano existe una sólida
na en el siglo XVIII alcanzaron una repercu- propone dilucidar las causas de un fenóme- comerciales sudandinos y en la evolución de tradición de estudios demográficos fundados
sión y reconocimiento en el resto de Lati- no decisivo en la evolución económica del los precios. Ambos temas demandaron un en este tipo de fuentes, sus investigaciones
noamérica, Europa y Estados Unidos no me- espacio peruano durante la segunda mitad masivo relevamiento de fuentes primarias sobre los pueblos de Sacaca y Acacio, pro-
nor a la que tuvieron en su propio país. del siglo XVIII y, por extensión, en la suer- –series de alcabalas, diezmos, listas de pre- vincia altoperuana de Chayanta, y varias pa-
Aquí, sin embargo, su temprana muerte de- te del imperio español en su conjunto: el re- cios, etc.– y ambos, como no podía ser de rroquias de la villa de Potosí se cuentan en-
jará un espacio muy difícil de llenar en el surgimiento y la posterior decadencia de la otra manera, resultan algo áridos y poco ac- tre las escasas y preciosas monografías que
campo de los estudios coloniales, un campo industria minera potosina. Lo hace median- cesibles a los no especialistas. Sin embargo, proveen datos confiables sobre los movi-
al que su sola estatura como historiador y te una exhaustiva reconstrucción de la es- el objetivo de este análisis cuantitativo no es mientos poblacionales andinos durante el
docente, así como su capacidad para crear tructura de propiedad, los incentivos a la in- en absoluto técnico o meramente descripti- largo siglo XVIII. Asimismo, el examen de
nuevos espacios institucionales y promover versión e innovación tecnológica, las for- vo. Tanto en sus artículos como en las dos series de bautismos y defunciones y de visi-
actividades académicas y proyectos editoria- mas de apropiación y circulación de la pla- colecciones de ensayos que editó en colabo- tas fiscales le permitieron explorar, en diálo-
les, contribuyeron a prestigiar. ta y los diversos mecanismos de explotación ración con Brooke Larson, Olivia Harris y go con la antropología, la etnohistoria y la
Si quisiéramos resumir la producción de la fuerza de trabajo indígena. La princi- Lyman Johnson, el interés primordial es re- demografía histórica, el impacto de las epi-
historiográfica de Tandeter, una producción pal tesis que emerge de este estudio –una plantar interpretaciones lineales acerca de demias en los grupos rurales, el grado de ex-
que en los últimos años se fue diversifican- tesis recogida en todos los trabajos sobre el la interacción entre la economía mercantil pansión de la poliginia en la sociedad cam-
do y expandiendo hacia nuevos campos de período y cuyas implicaciones para la inter- europea y la economía campesina, mostrar pesina y otras prácticas matrimoniales indí-
análisis, podríamos decir que su obra gravi- pretación global del régimen colonial pue- cómo los miembros de las comunidades an- genas.6 Desde un punto de vista metodoló-
ta en tor no a tres problemáticas fundamen- den ser apreciadas, por ejemplo, en los de- dinas intentaron adecuar sus sistemas eco- gico, merece notarse que a semejanza de sus
tales: la estructura y las transfor maciones de bates de Steve Stern e Immanuel Wallers- nómicos a los imperativos de la explotación estudios sobre la producción y los mercados,
R
los pueblos indígenas a la dominación euro- joven que en los albores de la nueva demo- ecordar a Enrique Tandeter es un
deber tan doloroso como necesario. los focos de la nueva oleada de renovación
pea, al mismo tiempo que desmontaba las cracia, y de nuestra propia vida académica,
Doloroso, sin duda, pues segura- historiográfica, de la que él también era
opuestas orientaciones teóricas y el tipo de nos ayudó a pensar la escritura de la histo-
mente somos varios los que algunas maña- protagonista, y que se había ido preparan-
evidencias empíricas sobre las que nuestra ria como un ejercicio de argumentación,
nas extrañamos el llamado de Enrique o de do en el exilio inter no y exter no durante los
visión de esos complejos procesos estaba una laboriosa tarea de reconstrucción a par-
Dorita. Necesario, también, pues Enrique largos años de la dictadura y que era de al-
construida. Cuando lo vi por última vez, su tir de testimonios parciales y fragmentarios,
encar nó como pocos todo un proyecto po- guna manera heredera de la renovación de
apariencia no ocultaba el grave mal que lo una aventura del pensamiento– la que quie-
lítico-cultural que marcó a una generación; los años 60. Como director del Departa-
aquejaba; su cabeza funcionaba como siem- ro evocar aquí. Y también la última.
y lo hizo tanto como historiador riguroso mento, durante los 90, entre otros proyec-
pre: hablaba con entusiasmo de proyectos
como por su entrega a las instituciones pú- tos que impulsó, convocó a una comisión
de investigación, planes de viajes y publica- Sergio Serulnikov
(History Departament and Director of Latin blicas y en particular a la Universidad de exter na evaluadora de la carrera. Tarea por
ciones, el comienzo de una nueva etapa en
American Studies, Boston College) Buenos Aires y al Departamento de Histo- demás necesaria en tiempos de consolida-
su vida personal. Enfrentó con una admira-
ria de esta Facultad. ción, pero no de autocomplacencia. Comi-
Fue, en efecto, director del Departamen- sión que, ahora advierto incluso en los mu-
Notas chos volantes que solemos recibir a nuestro
to de Historia en tiempos difíciles en 1974 y
nuevamente en la década de 1990. Luego paso por la facultad, es designada como co-
1
Este libro fue publicado en 1992 simultánea- los mercados surandinos. Estrategias y repro- de 1974, Enrique continuó en Europa sus misión de notables. Lo cual no podría ser
mente en la Argentina por la editorial Sudameri- ducción social. Siglos XVI a XX, La Paz, CE-
trabajos de historiador, presentó su tesis de más acertado. Los notables existen, los
cana y en Perú por el Centro de Estudios Bartolo- RES, 1987; Lyman L. Johnson y Enrique Tan-
mé de las Casas. Existe una reciente reedición de deter, Essays on the price History of Eigh- doctorado sobre el Potosí en París en 1980 miembros de esa comisión lo son, y Enrique
Siglo Veintiuno de España (2002). La versión in- teenth-Century Latin America, University of y encontró refugio en el Centro de Estudios era uno de ellos.
glesa, publicada por University of New Mexico New Mexico Press, 1989. Véase, asimismo, En- Latinoamericanos de la Universidad de Lon- Continuó sus actividades en muchos ám-
Press en 1993 como Coercion and Market: Sil- rique Tandeter y Nathan Wachtel, Precios y dres. Se reintegró a la facultad en los años bitos, que no voy a detallar, pero que inclu-
ver Mining in Colonial Potosi, 1692-1826, ob- producción agraria: Potosí y Charcas en el si- 80 con la restauración democrática. Aquí yeron, por supuesto, la cátedra de historia
tuvo el Hebert Eugene Bolton Memorial Prize de glo XVIII, Buenos Aires, CEDES, 1984.
desarrolló su tarea como docente al frente colonial, pero también sus cursos en univer-
la Conferencia on Latin American History de Es- 4
“La producción como actividad popular: de la cátedra de Historia de América Colo- sidades de Europa, Estados Unidos y Jerusa-
tados Unidos.
«ladrones de minas» en Potosí”, Nova America- nial, al mismo tiempo que participaba en las lén, la creación del PROHAL en el ámbito
2
Steve Stern, “Feudalism, Capitalism, and na, 4, 1981.
tareas de reconstrucción de la universidad, del Instituto Ravignani, su labor en las comi-
the World-System in the Perspective of Latin 5
Para una síntesis de la interpretación de primero como miembro del Consejo Asesor siones del CONICET, sus tareas al frente del
America and the Caribbean”; Immanuel Wallers-
Tandeter sobre la crisis en la rentabilidad empre- de la intervención de la Facultad a cargo de Archivo General del la Nación, como presi-
tein, “AHR Froum. Comments on Stern’s Criti-
saria y “en el bienestar de las comunidades indí-
cal Tests” y S. Stern, “Reply: «Ever More Soli- Norberto Rodríguez Bustamante, más tarde dente de la Asociación de Historia Económi-
genas andinas” que se produce a fines del siglo
tary»”, American Historical Review, vol. 93, Nº como miembro del Consejo Superior de la ca, y en el Centro de Estudios Franco-Ar-
XVIII, véase “Población y economía en los Andes
4, 1988, pp. 829-897. universidad. gentino o como miembro del Consejo Editor
(siglo XVIII)”, Revista Andina, año 13, Nº 1,
3
Olivia Harris, Brooke Larson y Enrique 1995. Como ya dije, en los 90 fue nuevamen- del Boletín del Instituto Ravignani. Todo ello
Tandeter (eds.), La participación indígena en te director del Departamento de Historia mostraba claramente el impulso que podía
E
l siguiente dossier es el resultado parcial de un debate más
amplio desarrollado en 2003 en las III Jor nadas de Histo-
ria de la Universidad Torcuato Di Tella. El tema central de
las ponencias fueron las causas y consecuencias de la crisis de
1890. Los aspectos estudiados iban de los más tradicionales rela-
cionados con la economía, pasaban por una nueva visión de la
política en esos años, se adentraban en el novedoso fenómeno de
la transfor mación social e incluían los aspectos estéticos y litera-
rios relacionados con la misma. La crisis fue, sin duda, un fenó-
meno de tal magnitud como para dar lugar a la atención de con-
temporáneos e historiadores.
La Argentina sufrió en 1890 la crisis económica más profunda
de su historia moderna. Por lo menos, podemos afirmarlo con se-
guridad, hasta las tribulaciones de 2001-2002. La catástrofe de
1890 fue la más dura desde la incorporación del país al capitalis-
mo internacional; ni siquiera la de 1930 puede comparársele en
cuanto a sus efectos devastadores. Entre 1889 y 1891 el produc-
to bruto interno total cayó un 20 por ciento, el nivel de importa-
ciones –una variable indicativa del nivel de vida en un país en el que
el consumo masivo incluía una buena cantidad de bienes extranje-
ros– se desplomó de 164 a 67 millones de pesos oro y la inmigra-
ción neta pasó de 220 mil personas a tener un inédito saldo nega-
tivo de 30 mil ante el retorno masivo de inmigrantes a sus países
de origen y la llegada de muy pocos nuevos. Los números sólo re-
velan en parte la dimensión económica y social de un terremoto
que dejó tras su paso un tendal de víctimas. El sistema bancario
quedó literalmente en ruinas, con pocas instituciones sobrevivien-
tes y un desfile de ahorristas empobrecidos. El impacto social fue
desolador, especialmente en las ciudades; la mendicidad inundó sus
calles mientras la Sociedad de Beneficencia redoblaba sus esfuer-
zos con campañas de ayuda contra el hambre. El país tuvo que es-
perar hasta mediados de la década de 1890 para que aparecieran
signos de recuperación. Y sólo a partir de 1903 volvió a gozar de
Notas
1
El tomo I de Das Capital de Karl Marx fue publicado en 1867, el
tomo II en 1885 y el tomo III después de su muerte y revisado por Frie-
drich Engels en 1894. La primera edición del libro de Juglar Des crises
commerciales se produjo en 1860 y fue ampliada en 1889. Para Juglar:
a) las crisis son parte de un proceso regular y continuo; b) tienen tres mo-
mentos: la prosperidad, la crisis y la liquidación; c) son un epifenómeno
del desarrollo económico; d) se transmiten entre mercados que funcionan
como vasos comunicantes; e) se inician en la banca, desde donde se pro-
pagan al resto de la sociedad; f) los ciclos son discer nibles a partir de da-
tos estadísticos, y g) el ciclo es previsible a partir de barómetros econó-
micos. A principios del siglo XX, Arthur Spiethoff –un seguidor de la es-
L
a década de 1880 estuvo enmarcada entre dos revolucio-
nes. La de junio de 1880 fue liderada por el partido per-
dedor en las elecciones presidenciales llevadas a cabo tres
meses antes bajo el argumento de que las mismas habían sido ile-
gítimas ya que, a través de la imposición de una liga de gober na-
dores, se había impedido el verdadero ejercicio de la expresión
popular. La continuidad en el poder de la misma liga y las trans-
for maciones llevadas a cabo a lo largo de la década fueron el ar-
gumento esgrimido en julio de 1890 por el mismo grupo, aliado
ahora a otros opositores, para justificar el alzamiento. Las dos re-
voluciones más importantes de finales del siglo en la Argentina
comparten ciertos rasgos interpretativos. Ambas han sido mayor-
mente abordadas como el choque de fuerzas políticas, sociales
y/o ideológicas rivales, y ambas por lo general han sido signadas
como el comienzo de una nueva etapa. La primera, y ayudada en
esto por el discurso emanado desde el mismo gobier no que asu-
mió en octubre de 1880, ha sido vista como el comienzo de la Ar-
gentina moder na, una iniciación marcada por la consolidación del
Partido Autonomista Nacional (PAN), el fortalecimiento del Esta-
do Nacional (dotado ahora de capital per manente y de una serie
de recursos materiales comparativamente mayores a los de los
tres presidentes anteriores), por el rápido crecimiento económico
que caracterizó estos años y por un marcado consenso ideológi-
co. Por su parte, la revolución del 90, y ayudada en esto por los
discursos enunciados por sus protagonistas, ha sido por lo gene-
H
acia 1880 el ciclo político abierto con Caseros en tor no
de la for mación de un centro político autónomo capaz
de subsumir las apetencias centrífugas de los poderes te-
rritoriales que habían vitalizado la vida política del país llegaba a
su fin. En esos “treinta años de discordia” los padres fundadores
de la Argentina republicana fueron desplazados por una genera-
ción de políticos que pretendieron clausurar los usos y estilos de
sus antecesores anteponiendo el precepto de paz y administra-
ción que sirviera de sustento a la prosperidad material.1 La presi-
dencia de Roca (1880-1886) contó con los beneficios del nuevo
clima de ideas: las leyes de unificación promulgadas durante su
mandato fueron acompañadas de una compleja amalgama de
alianzas personales e institucionales organizadas en tor no del par-
tido oficial. El Partido Autonomista Nacional (PAN), esa “coalisión
de partidos provinciales”, suponía una estructura laxa en la cual
se dirimían influencias e identidades políticas complejas entre líde-
res nacionales y políticos provinciales.2 Esos mecanismos fueron
L
a crisis de 1890 significó un quiebre en las certezas que
amplios sectores de la sociedad argentina tenían sobre un
futuro pleno de bienestar y riqueza, y un manto de desáni-
mo y pesimismo reemplazó y desplazó el optimismo, ciertamen-
te exagerado, de los años 80 y los mismos hombres de Estado re-
conocieron esa gravedad. Como sostienen Natalio Botana y Eze-
quiel Gallo, “la severidad de la crisis económica introdujo cambios
significativos en el discurso oficial. El lenguaje del progresismo
económico fue reemplazado por una retórica donde las palabras
habituales eran sacrificio y austeridad”.1 Ese pesimismo también
se irradió hacia el campo político donde radicales, roquistas o mi-
tristas efectuaban lecturas diferentes y matizadas que los llevaban
a diagnósticos y soluciones disímiles, aunque podían coincidir en
la culpabilidad central del juarismo por los problemas suscitados
durante su administración.
Los sectores vinculados a la economía y las finanzas, acostum-
brados al enriquecimiento fácil y rápido, pasaron del asombro ini-
cial al pánico provocado por el derrumbe de la Bolsa que podía
implicar la caída en la pobreza de quienes habían amasado fortu-
nas con la especulación. El malestar, el temor y la insatisfacción
se trasladaron a una amplia gama de hombres (periodistas, fun-
cionarios, escritores) que comenzaron a buscar en la crisis las cla-
ves de comprensión del país. Una crisis que era económica y po-
lítica pero interpretada por muchos en una clave moral que ponía
en tela de juicio las mismas bases sobre las que se había construi-
do el Estado moder no.
La literatura de los 90, además de efectuar el registro social
de esos años, reflejó esa lectura moralista en lo que se ha deno-
minado “el ciclo de la Bolsa”,2 una serie de novelas que intenta-
ba desentrañar las causas del quiebre económico poniendo énfa-
sis en la propia estructura económica y social y en el comporta-
miento moral de la sociedad. La más difundida de ellas fue, sin du-
I
Claro que los culpables de la crisis variaban de acuerdo a
quién for mulara el diagnóstico y por supuesto la apreciación de
Los síntomas de la crisis entre los trabajadores comenzaron
Martel, sin duda compartida por muchos, era sólo una de tantas
a evidenciarse desde la segunda mitad de 1888 cuando se inició
y no reflejaba una opinión unánime. Segundo Villafañe en Horas
el declive de la edificación privada. Durante 1891 las obras pú-
de fiebre compartía el enfoque moral al criticar la vorágine mate-
blicas sufrieron una paralización impresionante y se detuvieron
rialista que atravesaba la sociedad porteña y contraponía la auda-
de manera temporal grandes obras como la apertura de la ave-
cia y la falta de escrúpulos imperantes en la super ficial aristocra-
nida de Mayo, la construcción de los edificios del Correo, el
cia local con el escaso valor adjudicado al mérito y la honestidad.
Congreso y el puerto de Buenos Aires.6 Si bien no hay datos fia-
A diferencia de Martel, Villafañe sostenía que la riqueza rápida y
bles, sabemos que las obras públicas y la construcción privada
la excesiva especulación fomentada por el propio Estado a través
eran unas de las mayores fuentes de ocupación y la paralización
de licitaciones y concesiones, perjudicaba a toda la población pe-
de las obras debe haber implicado un incremento en los niveles
ro particular mente a los sectores más humildes quienes veían de-
de desempleo. En enero de 1891, antes de que se produjeran
teriorar sus salarios y aumentar desproporcionadamente el costo
los mayores índices de desocupación, el Comité Inter nacional de
de vida (alquileres, alimentos), y enfocaba su crítica en la indife-
la Federación Obrera de la República Ar gentina dirigió una pre-
rencia de los grupos dominantes por la suerte de los sectores más
sentación al presidente Carlos Pellegrini en la que manifestaba:
pobres de la sociedad.5 La lectura de Villafañe sobre la crisis, aun-
“Deseamos sobre todo llamar la atención de Va sobre la inmen-
que super ficial, alertaba sobre el problema de la pobreza, un te-
sa multitud de proletarios que hoy viven aquí en Buenos Aires
ma que también fue tomado en consideración por la prensa que,
sin poder hallar trabajo”.7 La mayoría de los observadores tien-
dando un paso más, comenzó a percibir los problemas provoca-
den a ratificar el aumento del desempleo.8
dos por la crisis en el mundo del trabajo.
Roberto Cortés Conde pone en duda la veracidad de los testi-
Este desplazamiento de la preocupación moral de la elite a las
monios de época y sostiene:
preocupaciones por las consecuencias socioeconómicas de la cri-
sis en el mundo del trabajo nos acerca al tema de este artículo ...cuando la actividad económica se redujo como resultado de
centrado tanto en el impacto generado por la crisis entre los tra- la caída de las importaciones, el exceso de oferta de mano de
bajadores y sus representaciones ideológicas, políticas y gremia- obra se compensaba con: a) el desplazamiento del personal
les como en la percepción que ellos tenían de la misma. El su- desocupado al sector agrario por el incremento de la super fi-
puesto central sostiene que la crisis afectó a los trabajadores y a cie cultivada, b) el desplazamiento del personal a las tareas es-
***
56
Ídem, p. 98.
Lecturas, conversaciones y dinero
Sobre la polémica entre los socialistas “cosmopolitas” y Juan B,
Justo, véase J. Aricó, ob. cit., pp. 40-44. en La Bolsa de Julián Martel
57
G. Zaragoza, ob. cit., pp. 111-117.
Graciela Batticuore*
58
J. Suriano, ob. cit., p. 45. Sobre Malatesta en la Argentina, véase
G. Zaragoza Ruvira, “Enrique Malatesta y el anarquismo argentino”, His-
toriografía y bibliografía americanista, vol. XVI, Nº 3, Sevilla, diciembre
de 1972.
59
El Perseguido, 21 de diciembre de 1890, en G. Zaragoza Ruvira, Palabras vacías (especuladores y farsantes en
ob. cit. los umbrales del fin de siglo)
60
El Perseguido, 18 de mayo de 1890, en G. Zaragoza Ruvira, ob.
“Q
cit. ué nos importa la opinión, si ganamos mucho!”, su-
61
De alguna manera, el folleto de Gilimón inaugura una versión ca-
surra un bolsista a su socio en la oficina del protagonis-
nónica del anarquismo argentino que sería retomada luego por Diego ta de La Bolsa, la novela de Julián Martel publicada en
Abad de Santillán. el diario La Nación entre el 24 agosto y el 4 de octubre de 1891.
62
G. Zaragoza Ruvira, ob. cit., p. 111. También I. Oved, El anarquis- La frase emerge como una suerte de sentencia de época que vie-
mo y el movimiento obrero en Argentina, México, Siglo Veintiuno, ne a confirmar que, en el mundo de los negocios, la opinión, las
1978, p. 50. ideas y con ellas la instancia misma de la conversación pueden y
63
“Nacionalizar” en el sentido de prestar atención a la realidad argen- deben ser relegadas en favor de los intereses y las conveniencias.
tina y adaptar sus propuestas a esa realidad. Estamos a fines del siglo XIX y en plena crisis financiera y po-
lítica del 90. A lo largo de las páginas de La Bolsa, la conversa-
ción se presenta como un arte de la pura elocuencia y el enga-
ño que remite al ámbito de los oradores y los sofistas y sirve tan
sólo para escalar posiciones económicas. Esto salta a la vista en
el diálogo que mantiene Glow, el protagonista de la novela, con
uno de los habitué de su oficina, quien le propone un negocio que
elevará colosalmente sus ganancias. Se trata nada menos que de
la construcción de una “ciudad ficticia”, esto es, una ciudad com-
pletamente ilusoria, inexistente, una suerte de maqueta gigante
que per mitirá engañar a los inversionistas para que depositen su
dinero en esta obra sin futuro real que, no obstante, reportará
enor mes réditos a sus inventores.1
La primera reacción del protagonista frente a la propuesta re-
cibida se expresa en una sola palabra: “robo”. Palabra que el pro-
pio Glow se aprestará a cambiar después de que su interlocutor
se muestre ligeramente ofendido: “el negocio”, es éste el tér mino
con el que reemplaza el anterior, “me parece poco limpio, y en el
primer momento se me ha escapado una palabra que me apresu-
ro a retirar. ¡No hablemos más de la cosa!”.2
Sin embargo la conversación continúa y Glow se complace en
dejarse convencer del carácter inofensivo de este tipo de nego-
A
l mirar la primera página del diario oficialista Sud-Amé-
rica a lo largo del último bienio de la década del 80 y de-
tenerse en la columna dedicada a los movimientos bursá-
tiles, la experiencia de la lectura hace casi posible recrear, aunque
en un registro mínimo, la sucesión de los hechos que llevaron a la
crisis de 1890.1 Especie de relato cifrado de la historia argentina
de esos años, la columna dedicada a la bolsa de valores era una
for ma del reaseguro frente a otros conflictos (políticos, sociales)
por los que atravesaba el gobier no de Juárez Celman, hasta que,
más o menos repentinamente, pasa a ser la expresión de un ver-
tiginoso derrumbe; hasta que, incluso, llega a desaparecer para
dejar un vacío allí donde estaban los números. ¿Qué se siente en-
tonces?, cabe preguntarse pensando en el hipotético lector con-
temporáneo. ¿Qué se siente, incluso, cuando la amenaza de dé-
bacle alcanza al mismo diario en el que estamos observando los
sucesos día a día, llegando a impedir su salida?2 Mientras tanto,
junto con las grandes letras que presentan el desastre y por esa
extraña yuxtaposición que propicia la prensa, el lector –probable-
mente lector de la elite porteña, acaso él mismo especulador de
tierras fiscales– se encuentra, en otra columna de las seis que te-
nía el diario, con el anuncio del suicidio o la fuga del señor X, tal
vez su amigo o conocido, quizá su socio o su deudor.
La experiencia de lectura de esas páginas del Sud-América
per mite recuperar algo de la experiencia de la crisis y de una eta-
pa que llegaba a su fin.3 De hecho, si cualquiera de esas noticias
de corte personal y privado con el tiempo podía parecer una
anécdota, un fait-divers o un buen desenlace para una ficción
realista, leída en el marco del periódico exhibe la fuerte articula-
ción narrativa entre la dimensión social y la económica. Es que un
repertorio temático que hasta el momento era circunstancial y cu-
yos tér minos no estaban necesariamente relacionados entre sí, no
sólo se hace ahora recurrente sino que establece nuevas combina-
ciones: la serie del enriquecimiento agiotista, la especulación de
E
n la segunda década del siglo XX lle-
garon a la Argentina cientos de inmi- cogido en la comunidad. Fotografías y rela-
grantes procedentes de los montes tos nos planteaban un desafío en cuanto a
Cárpatos, de las llanuras de Ucrania, de las los usos posibles de estos materiales por
aldeas de Polonia. Muchos de ellos se esta- quienes no tenían incorporada a su for ma-
blecieron en Berisso, un barrio de la ciudad ción profesional la sensibilidad adecuada
de La Plata (provincia de Buenos Aires), y para lidiar con ellos.
se convirtieron en obreros industriales. Allí En este artículo se analiza la trama for-
confor maron sus asociaciones representati- mada por los relatos orales y las imágenes
vas y moldearon sus identidades. Julián Za- fotográficas como elementos importantes
biuk fue uno de esos inmigrantes: llegó a en el proceso de for mación de la identidad
Berisso desde Solone (Zalizchyky, Galitzia de los ucranianos. Esa identidad no fue un
oriental) y, como otros extranjeros, trabajó movimiento único y homogéneo, por el
en los frigoríficos Swift y Ar mour, y vivió en contrario, emergió de los conflictos de me-
la localidad hasta su muerte.1 moria y de competencias entre diferentes
El paso por la historia de Julián Zabiuk relatos existentes en la comunidad local.
sólo tenía sentido para su familia y sus ami- Las competencias conflictivas estaban (y es-
gos. Sin embargo, él ordenó las fotos de su tán) relacionadas con la presencia de ele-
familia en dos álbumes construyendo un re- mentos residuales en las narraciones de la
lato visual que le per mitió encontrar un lu- comunidad, de ciertos núcleos de memoria
gar en la historia cuando esos álbumes, con- (el pasado de los trabajadores inmigrantes
servados por su hijo, fueron entregados a en los frigoríficos, la ar monía de la sociedad
dos historiadores interesados en el pasado del trabajo bajo el peronismo, la conviven-
de Berisso. No obstante, su ingreso a la his- cia sin desavenencias de diferentes naciona-
toria no fue inmediato pues estaba condi- lidades, religiones e ideas políticas) y con las
cionado por nuestra capacidad de historia- for mas de transmisión asociadas no sólo
dores para encontrar un sentido a esas imá- con la palabra sino también con objetos (fo-
* El estudio de los ucranianos de Berisso se inscribe dentro del proyecto colaborativo titulado “Be-
risso obrero, Ethnicity and the Construction of Identity in an Argentine Meatpacking Community,
1900-1990”, dirigido por Daniel James y Mirta Zaida Lobato con un subsidio del National Endowment
for the Humanities. Queremos agradecer a Bogdan y Mariel Zabiuk por su ayuda. Una versión preli-
minar fue escrita en el National Humanities Center, North Carolina, 1997-1998.
** Indiana University.
*** Universidad de Buenos Aires.
L
a cordillera de los Andes presenta una
notable cantidad y calidad de atracti- nes. Por otro, la cordillera presentaba serios
vos turísticos: fuentes termales, arro- obstáculos físicos para ello, pues para obte-
yos, ríos y montañas nevadas aptas para de- ner resultados significativos era necesario
portes invernales (como el esquí) y estivales realizar fuertes inversiones. La respuesta de
(cabalgatas, andinismo, kayak) se integran en las autoridades fue, por lo general, poster-
un paisaje de notable belleza escénica y sin- gar una y otra vez los reclamos, ideas, pro-
gular valor histórico, sobre todo por grandes puestas en esta dirección. Como resultado,
epopeyas de la historia universal como la la montaña per maneció hasta fines del siglo
campaña libertadora del general San Martín. XIX casi con las mismas características que
Se trata, por lo tanto, de un espacio singular- tenía en el siglo XVI.
mente adecuado para el turismo cultural. Una de las excepciones a esta regla fue
No obstante ello, durante varios siglos es- la labor del marqués de Osor no, don Am-
ta zona permaneció aislada y marginada de brosio Higgins, el único estadista de la épo-
las actividades económicas debido a la falta ca colonial que diseñó e implementó una
de medios de transporte, equipamiento e ins- política de integración regional trasandina.
talaciones. Como hemos estudia- Por su iniciativa se realizaron im-
do en otra parte, entre los siglos portantes mejoras en la infraes-
XVI y XIX la montaña era un lugar tructura, el equipamiento y las
desértico, percibido como hostil y instalaciones del viaje trasandi-
peligroso por los escasos viajeros no. Fue el fundador de ciudades
que se atrevían a cruzar la cordille- específicamente orientadas a
ra. Las sensaciones de frío y miedo simbóli- prestar servicios a los viajeros de la cordille-
co se sumaban a las cruces, los cadáveres de ra, como San José de Maipo (1792) y San-
hombres y mulas y demás imágenes de la ta Rosa de los Andes (1791). Además reali-
muerte para teñir la vivencia de la cordillera zó mejoras en el camino entre Santiago y
con un tono muy negativo. Como resultado, Mendoza, sobre todo ensanches en las par-
durante cientos de años, a pesar de la exis- tes más peligrosas; y fundamentalmente fue
tencia de ciudades importantes a ambos la- el impulsor de la construcción de los refu-
dos de la cordillera, como Santiago de Chile gios de alta montaña, llamados “las casu-
y Mendoza, la montaña permaneció como chas del rey”. Eran ocho construcciones de
una zona desértica.1 ladrillo, con capacidad para albergar hasta
Por un lado, las ciudades necesitaban treinta personas, ubicadas en las partes crí-
enlazarse con el fin de mejorar sus condicio- ticas de la cordillera. Tal como examinamos
Notas
1
Gabriel García Márquez, “La soledad de Améri- en un amplio archivo fotográfico que se iba cons-
ca Latina”, citado de El País, 9 de diciembre de tituyendo en su despacho milanés. A pesar de
1982. ello, Beltrame podía realizar ilustraciones de esti-
2
lo estrictamente documental pero dotado de fer-
Walter Lippmann, L’opinione pubblica, Milán, viente fantasía, sin olvidar nunca el buen gusto y
Edizioni di Comunità, 1963, p. 85. el equilibrio incluso en las ilustraciones de hechos
3
Para este tema cfr. David J. Weber, Myth and trágicos.
the History of the Hispanic Southwest, Univer- 9
Entre los fotoperiodistas famosos de la revolu-
sity of New Mexico Press, 1988. ción mexicana cabe señalar a John Reed, quien
4
Susan Sontag, Sulla fotografia. Realtà e im- (como recuerda en su libro Insurgent Mexico) to-
mó una serie de instantáneas al séquito de la ar-
magine nella nostra società, Turín, Einaudi,
mada de Pancho Villa. Hubo también quien fue
1978, p. 131.
transfor mado de fotógrafo de sociedad a reporte-
posible interpretación”.16 En definitiva, tórica el escenario del campo de batalla, las 5
No hay revistas ilustradas de Sonzogno porque ro de guerra: valga para todos el caso de Jack Iri-
más que un mapa de los acontecimientos, fotos facilitarían una infor mación que si no el editor, tras haber lanzado en la década de los son que mientras cubría los partidos de béisbol de
llega a ser engañosa, es cuanto menos par- 60 un número deter minado (entre éstas cabe re- repente recibió la orden de su agencia de viajar a
la publicación constante de fotos sobre la
cordar Il tesoro delle famiglie, que alcanzó una México. Entre los fotorreporteros de la revolu-
revolución, en los periódicos italianos, pa- cial. De hecho las representaciones de ca-
tirada de 75 mil ejemplares), desplaza sus intere- ción mexicana no hay que olvidar a Agustín Víc-
rece revelar un horizonte prejuicial ligado sas señoriales y monumentos de Ciudad de ses editoriales hacia el campo de la música. tor Casasola, cuyo archivo fotográfico está guar-
al hecho de que, según se lee en las breves México destruidas por los rebeldes despla- dado en el Instituto Nacional de Antropología e
6
Entre finales del siglo XIX y comienzos del XX Historia de Ciudad de México. Para los corres-
crónicas que a veces acompañan a las fo- zan el eje del levantamiento hacia un fren-
la prensa italiana sale de su tradicional aislamien- ponsales de guerra cfr. Glauco Licata, Storia e
tos, en Hispanoamérica los levantamientos te urbano, señal de que la que fuera consi- to. Para citar un ejemplo el Corriere della Sera linguaggio dei corrispondenti di guerra. Dall’e-
están al orden del día y ser “revoltoso” es derada como la primera revolución campe- empieza a publicar noticias procedentes del Ti- poca napoleonica al Vietnam, Milán, 1972.
casi una profesión.17 sina (una definición que hay que tomar con mes, del Daily Telegraph, del Daily Chronicle y
10
del Matin, dando vida a las primeras for mas de Luigi Barzini, “«Soldados» y «soldaderas»”, Co-
A la representación de retratos de ge- las debidas reservas), para los periodistas
conexión editorial con la prensa europea más im- rriere della Sera, 13 de marzo de 1914 (más tar-
nerales y revolucionarios repetida hasta la italianos tiene lugar preferentemente en la de en Sul mare dei Caraibi, Milán, Treves,
portante.
saciedad, falta después la colocación geo- ciudad. También en este caso lo que se im- 1923, pp. 266-267).
7
gráfica exacta así como la exacta datación pone es un espíritu del Risorgimento o Cfr. Nicola Bottiglieri, “La imagen de la revolu- 11
ción mexicana en la prensa italiana de 1910”, S. Sontag, Sulla fotografia, p. 69.
de la imagen del contexto, dos elementos cuanto menos ligado a los mecanismos de
Amerique Latine/Europe. Contacts/Echanges- 12
Gabriele D’Autilia, L’indizio e la prova. La
considerados como fundamentales para la las guerras de independencia, donde la
/Lectures. Actes du Premier Colloque Internatio- storia nella fotografia, Milán, La Nuova Italia,
correcta utilización de la foto como docu- conquista de la ciudad representa la toma nal du CRECIF, 3-5 de febrero de 1984. Número 2001. Para la definición de cultura de Giuseppe
mento histórico. Y en caso de que exista, el del poder político. Todo es confir mación especial de Palinure, 1985-1986, pp. 97-105. Galasso véase Nient’altro che storia. Saggi di
contexto lleva a una interpretación engaño- del hecho de que cualquier foto encierra 8 teoria e di metodologia della storia, Bolonia, Il
Es el caso de las portadas de La Domenica del
sa del fenómeno revolucionario mexicano. una serie de infor maciones redundantes Mulino, 2000, p. 75.
Corriere dibujadas por Achille Beltrame, quien
Dicho en otras palabras, si quisiéramos lo- que el historiador deberá tener en cuenta, sin salir nunca de Milán realizaba sus dibujos ba- 13
Roland Barthes, La cámara lúcida. Nota sobre
calizar como pista para la investigación his- si es que desea utilizarlas como fuente, sándose en las descripciones de los cronistas y la fotografía, Barcelona, Paidós, 1989.
E
n los años de formación del pensa-
miento de Domingo F. Sarmiento es- por decirlo así, los principios que de-
tuvo presente la figura de un puritano bían formar su educación, se adquiere
de ley del siglo XVIII norteamericano: Ben- una especie de independencia, de insu-
bordinación, que hace que no respete-
jamín Franklin. En carta a Juan B. Alberdi,
mos mucho lo que la preocupación y el
fechada en San Juan, Argentina, el 6 de ju-
tiempo han sancionado...
lio de 1838, Sarmiento imagina la vida de
Franklin, suponiendo al mismo tiempo la
Es posible pensar que Sar miento ingre-
propia, en clave del imperativo: “ ...robar al
sa al mundo del pensamiento jurídico, peda-
cielo el rayo y a los tiranos el cetro”.1
gógico y científico norteamericano, en sus
En la incompletud de su propia forma-
dos largas per manencias en el país del nor-
ción académica –que Sarmiento siempre la-
te, con el fondo de la lectura preferencial de
menta–, tal vez resignificada como recurso
la Autobiografía de Benjamín Franklin. Le
retórico, está su misma fortaleza y originali-
dice al presidente Andrew Jackson cuando
dad. Le confiesa a Alberdi en la citada carta:
es recibido como diplomático argentino el 9
de noviembre de 1865:
En cuanto a la gloriosa tarea que se
proponen los jóvenes de ese país y que
A los nombres de Washington,
Ud. me indica, de dar una marcha pe-
Franklin y Lincoln se agrega hoy el de
culiar y nacional a nuestra literatura, lo
Horace Mann, tanto en la veneración
creo indispensable, necesario y posi-
de nuestros pueblos como en el pro-
ble. [...] Cuando como yo, no ha
pósito de aprovechar las lecciones que
podido un joven recibir una
han dejado a la humanidad.
educación regular y sistema-
tizada, cuando no se han be-
bido ciertas doctrinas a que Para alguien nacido en la periferia de un
uno se adhiere por creerlas mundo impregnado por los valores del Anti-
incontestables, cuando se ha guo Régimen, como Sarmiento, con su co-
tenido desde muy temprano el nocimiento de otros horizontes culturales,
* Este artículo contó con la inestimable ayuda de Aldo Lo Russo. El trabajo de la doctora Myriam
Southwell para este artículo se ha hecho gracias al apoyo de la Fundación Antorchas.
** Integrantes del programa de investigación Alternativas Pedagógicas y Prospectiva para la
Educación en América Latina (APPEAL ) con sede en la UBA bajo la dirección de Adriana Puiggrós.
Adriana Puiggrós y Rafael Gagliano son docentes de la cátedra de Historia de la Educación Argentina
y Latinoamericana de la UBA; Myriam Southwell es docente de la cátedra de Historia de la Educación
Argentina y Latinoamericana de la UNLP.
L
a demografía histórica se ha conver- car en el exterior, sobre todo en medios la-
tido en un instrumento indispensable tinoamericanos. Muchos de los libros que se
para la historia de la familia.1 Desde han dedicado a estudiar una región o una
los trabajos del grupo de Cambridge y los de zona han incluido un capítulo íntegro sobre
la escuela demográfica francesa, cada vez es demografía, mientras que han aparecido al-
más necesario el análisis cuantitativo para gunas publicaciones colectivas incluyendo
poder construir un estudio cualitativo de es- varios artículos, cuando no todo el libro, de-
te sujeto social. Es decir, antes de extraer dicado a la materia.
cualquier conclusión es esencial saber acer- Pero la historia de la familia no sólo se
ca de los pobladores, cuántos eran, como construye a partir de estudios demográficos.
se componían sexualmente, cómo se rela- Son numerosos los trabajos que se han ela-
cionaban entre sí, a qué edad se casaban, borado a partir del análisis de las conforma-
cuántos hijos tenían, cuántos se morían y ciones familiares de algunas consideradas de
cuánto duraba la vida familiar, etc. Sin esos la elite. Dichos análisis no se basan entonces
datos, se tor na imposible tratar de estudiar en datos demográficos sino en estudios ge-
su confor mación familiar en cualquier situa- nealógicos de una o varias familias a la vez,
ción histórica, por aleatorios que al fin y al incorporando información cualitativa, como
cabo parezcan. Con este propósito, los aná- pueden ser los archivos privados o públicos
lisis demográficos han proliferado en el de correspondencia, los testamentos, los do-
mundo. Basta hojear cualquier número de cumentos judiciales, los papeles contables,
la Journal of Family History o The His- etc. Basten como ejemplo los trabajos de Su-
tory of the Family para encontrar trabajos san Socolow sobre los mercaderes de Bue-
de los más recónditos lugares de la tierra. nos Aires, el libro de Beatriz Bragoni sobre
Y la Argentina no ha sido una excep- los González de Mendoza; los trabajos de
ción a ello.2 Durante las dos últimas décadas Juan Pablo Ferreiro sobre la elite de Jujuy,
cerradas hemos visto innumerables artículos los de Roxana Boixados sobre La Rioja, los
sobre la materia y prácticamente en todo de López de Albornoz y Bascary sobre Tucu-
congreso o jor nada se presentan trabajos. mán, o el de Brown sobre los Anchorena de
También se han dedicado números especia- Buenos Aires, y una larga lista más imposi-
les a la cuestión en varias de las más presti- ble de enumerar (Socolow, 1991; Bragoni,
giosas revistas de nuestro medio y algunos 1999, Boixados, 1997a, 1997b; Bascary,
especialistas han hecho el esfuerzo de publi- 1997; Brown, 1979). Por el contrario, nues-
Notas
1 9
Agradezco la lectura y los comentarios a Acerca de los esfuerzos de la demografía
una versión previa de Jorge Gelman. para complementar su fundamento cuantitativo y
2
su apertura a la complementación con otras cien-
Sin embargo, salvo un trabajo de Ricardo
cias sociales, véase Kertzer y Fricke (1997).
Cicerchia, no he encontrado estudiosos argenti-
10
nos que hayan publicado en ninguna de las revis- En las últimas Jor nadas Interescuelas y De-
tas mencionadas. (Cicerchia, 1997). partamentos de Historia celebradas en Córdoba,
3
hemos organizado con Raquel Gil Montero una
Excepto los territorios no dominados por la
mesa temática titulada “Estrategias familiares de
civilización española: el Chaco, la Pampa y la Pa-
producción y reproducción. La metodología insti-
tagonia.
tuida y sus adaptaciones al contexto latinoameri-
4
Sobre el devenir de la historiografía argen- cano”. En ella nos proponíamos revisar la aplica-
tina de los últimos años ver, entre otros, Halperín ción automática de “herramientas conceptuales y
Donghi (1996), Romero (1996), Hora (2001), metodológicas desarrolladas por las ciencias so-
Palacio (2002). ciales para otras latitudes y realidades históricas”.
5
Se logró, con el aporte de ponentes, comentaris-
Véase Anuario IEHS, Nº 2. tas y relatores, una interesante discusión sobre
6
Véase un estado de la cuestión actualizado los aspectos metodológicos de nuestra disciplina.
en Garavaglia y Gelman (1998). 11
Es de destacar la labor que cumple la Aso-
7
Una vez concluido el presente resumen he ciación de Estudios de Población de Argentina,
leído el trabajo de José Luis Moreno (Moreno, en cuyas jor nadas siempre se encuentra una o
2004) que sintetiza y sistematiza estas apreciacio- dos sesiones dedicadas a la demografía histórica
nes, extendiendo su análisis hasta la primera mi- y a las confor maciones familiares históricas. Du-
tad del siglo pasado. rante el transcurso de las últimas de ellas, celebra-
das en Tafí del Valle en 2003, se confor mó la
8
Fuera de nuestro período en estudio existen nueva comisión directiva presidida por Her nán
numerosas publicaciones que pueden ser utiliza- Otero. Con posterioridad se establecieron comi-
das para la historia de la familia, producidas por siones científicas específicas; una de ellas es la de
investigadores que no hemos mencionado en es- Demografía Histórica, cuya coordinadora es Ra-
te resumen, como Her nán Otero, Eduardo Mí- quel Gil Montero.
guez, Norberto Álvarez, María Cristina Cacopar-
12
do, Mario Boleda, Guiller mo Velásquez, Alejan- No se nos escapa que, por el momento en
dra Pantelides, Victoria Mazzeo, Gladis Masse, que se realizaron, setiembre de 2001, debemos
Marcelo Borges, Marcelo Iriani, María Bjerg, Su- dar nos por contentos con que se hayan llevado a
sana Torrado, Alfredo Lattes, Zulma R. de Lattes, cabo.
María Cecilia Mercado Herrera, María Liliana Da
Orden, entre otros.
Z
anzíbar es un lugar pequeño con una En 1991, me llamaron desde Zanzíbar
historia muy larga y compleja. Como para pedir me que dirigiera la comisión de
parte de la costa swahili, se ubica en turismo. Tuve grandes dificultades para dis-
la confluencia entre el mundo continental cutir mi oposición al viraje tan precipitado
de África y el mundo marítimo del océano en mi carrera como historiador y educador.
Índico. Con un área de alrededor de mil mi- Al año siguiente me enteré de que el gobier-
llas cuadradas, registra una historia que po- no de Zanzíbar había decidido expandir las
dría remontarse a dos mil años. Durante el instalaciones de los museos, en parte para
siglo XIX, Zanzíbar se desarrolló como el hacer frente a las necesidades de la crecien-
asentamiento de un vasto imperio comer- te industria del turismo en Zanzíbar, pero
cial cuya influencia se extendía sobre un además por el evidente rol educativo que
gran área del África oriental, mucho más podrían jugar los museos, tanto para la po-
allá de sus límites insulares actuales. Su his- blación local como para los visitantes ex-
toria, entonces, es una de intensa y extensa tranjeros. Pensé que sería mejor ofrecer me
interacción cultural, junto con un desarrollo para este proyecto, más compatible con mi
in situ propio. De esta manera, los museos labor, antes que exponer me al riesgo de ser
en Zanzíbar, en tanto espejos que concen- arrastrado a otro agujero burocrático sin
tran su historia y cultura, tienen la tarea de consulta previa, ya que es común, en mu-
explicar toda esta complejidad a la pobla- chos lugares de África, enterarse por la ra-
ción local, que da por hechos muchos de es- dio de que uno ha sido afectado (o desafec-
tos complicados elementos, y a los turistas tado) de una tarea.
y demás extranjeros que de otra manera po-
drían verse frustrados por estos obstáculos.
Sin querer hacer de este artículo una his- Lo que heredamos
toria personal, creo que no está fuera de lu-
gar relatar las circunstancias accidentales por El desarrollo de museos en Zanzíbar, al
las cuales yo, un ex profesor de historia de la igual que en otras colonias británicas, es una
Universidad de Dar es Salaam, llegué a estar imagen borrosa del desarrollo cultural de la
* Ésta es una versión revisada y actualizada de un paper publicado en C.D. Ardouin y E. Arinze
(eds.), Museums and history in West Africa, Londres, James Currey, 1998.
** Curador principal de los museos de Zanzíbar.
E
s un placer muy especial escuchar a
Abdul Sheriff, historiador, escritor y Por lo tanto, ve al museo como una “are-
educador, hablar sobre sus experien- na de discusión sobre de quién es la histo-
cias como “curador accidental” del Museo ria y cuál es la historia”. Incluso podríamos
del Palacio en Zanzíbar y el Museo de His- ir un paso más allá y ver los museos como
toria y Cultura de Zanzíbar y la Costa Swa- lugares donde se construyen metanarrati-
hili. Abdul Sheriff no es sólo uno de los his- vas históricas. Con frecuencia, estas meta-
toriadores africanos más importantes del narrativas se mezclan y se convierten en
mundo; incluso, creo que podríamos consi- mitos o tienden a engendrar mitos. Para
decirlo de otra manera: ¿los museos “en-
derarlo el Braudel del océano Índico. Am-
capsulan” la historia, como sugiere el títu-
bos eruditos combinan el sentido de perte-
lo del artículo de Sheriff? ¿No sería más
nencia a un pequeño lugar (Zanzíbar, en el
pertinente verlos como parte de aquellas
caso de Sheriff, los terroirs franceses en el
instituciones y procesos que convierten al-
caso del famoso historiador de los Annales),
gunas memorias sociales en historia?
con una visión auténticamente oceánica de
Ver los museos desde esta perspectiva
la historia, junto con la inclinación por la es-
hace imperativo explorar las for mas de ver
tética de los hechos y las figuras. Como cu- la historia de sus curadores. Sheriff y sus co-
rador de museos (accidental o no), Sheriff legas comparten una perspectiva que pone
ha estado, además, a la vanguardia de una a Zanzíbar como ejemplo de la cultura swa-
experiencia única, definiendo nuevos están- hili y como lugar central en el ancho mun-
dares para la historia pública, es decir, la do del océano Índico, conectando África
for ma en que la historia es conmemorada y con la Península Arábiga y el subcontinente
representada en el África poscolonial. indio. En consecuencia, se pone el acento
Or ganizar un museo de historia es un en los aspectos marítimos de la cultura swa-
desafío for midable en cualquier lugar, pero hili y se presenta a Zanzíbar
más en el caso de Zanzíbar, con la pobreza como una ciudad puerto,
del pueblo y su sangriento pasado reciente. con una cultura cosmopo-
Sheriff está muy al tanto de los problemas lita. Se hace hincapié en
que resultan de esto. Como dice en su ar- el comercio a larga distan-
tículo: “El museo sigue siendo, para la his- cia, las comunicaciones,
los intercambios y los proce-
sos de hibridación cultural. Es-
* Humboldt University, Berlín. ta visión está en consonancia con
C
omo el título de su libro lo indica, ra con la etapa colonial al revelar la pervi-
Cansanello se centra en el estudio vencia de rasgos de “antiguo régimen” en
del proceso de constitución del ciu- los años que siguieron a la revolución.
dadano en Buenos Aires durante las prime- Cansanello destaca el valor de estos traba-
ras décadas de la vida independiente del Río jos así como también el de algunos estudios
de la Plata, en razón de un interés que se de historia jurídica centrados en el examen
funda a partir de dos constataciones: viven- de la nor mativa de los gobier nos posrevo-
cial una e histórica la otra. En efecto, en la lucionarios, al cuestionar la relación causa-
introducción nos advierte acerca de su ac- efecto que, derivada de los supuestos men-
tual preocupación por la frágil situación de cionados, se había establecido entre el
las personas en tanto sujetos de derechos quiebre del pacto colonial y la extensión de
frente a Estados que, amparados en el dis- la libertad política y la igualdad jurídica de
curso de la globalización, escatiman la pro- los individuos.
tección a sus ciudadanos, a pesar de ser el Si, según estas últimas contribuciones,
fundamento mismo de su existencia. Esta la revolución no había hecho tabla rasa del
vivencia lo condujo a interrogarse sobre el pasado ni eliminado las barreras estamen-
origen del ciudadano y a discutir un doble tales que caracterizaban a la sociedad lo-
supuesto enraizado en la historiografía más cal, era necesario adoptar una nueva pers-
tradicional: el primero es el que ligó estre- pectiva que per mitiera evaluar de un modo
chamente la extensión de los derechos indi- más apropiado la dimensión de los cam-
viduales o civiles a todos los integrantes de bios que, en cuanto a la adquisición de de-
la sociedad poscolonial con la Revolución rechos individuales, se habían producido a
de Mayo, y el segundo, corolario de aquel, partir de aquella. Así, el abordaje del perío-
es el de suponer que de allí en más se inició do desde una óptica interesada en los cam-
un extenso y controvertido proceso de am- bios y per manencias entre el Antiguo Ré-
pliación de los derechos políticos que culmi- gimen y la etapa posrevolucionaria reveló
naría con la universalización del derecho de a su autor que lo que se produjo a partir de
sufragio. 1810 fue la ampliación de la categoría de
Ahora bien, los aportes realizados por vecindad que alcanzó a un mayor número
la historia política, social y económica de de personas e incluyó a los habitantes de la
las últimas décadas sobre la revolución, la campaña que habían sido mar ginados du-
guerra y la for mación del Estado, los pro- rante la colonia. En razón de tal descubri-
cesos electorales, el vocabulario político y miento, concluye que durante los años que
el mundo rural mostraron, por el contrario, siguieron a la revolución no hay modo de
la falsedad de ese cuadro de abrupta ruptu- indagar acerca de la ciudadanía que no sea
“¿Q
ciología, Buenos Aires como unidad de aná- continuidad de algunas líneas directrices en “lencinismo”, en el momento en que Perón
uieren que les dé mi opi-
lisis, y con foco de atención en el proceso de las políticas y diseños estatales. decide apoyar al primero de estos grupos,
nión?”, dice uno de los perso-
industrialización), la nueva corriente promo- Los artículos sobre la provincia de Jujuy desarticulando al movimiento “populista y
najes de Villa Miseria tam-
vida les presentará otras alternativas de (Adriana Kindgard, “Ruptura partidaria, antioligárquico” encabezado por Lencinas.
bién es América, la novela que Bernardo
continuidad política. Los «tempranos» oríge- Una segunda coincidencia en este blo-
Verbitsky publicó en 1957. “El justicialismo aproximación, tales como la de leer las dife-
nes del peronismo jujeño”), sobre Salta que surge a partir de las consideraciones en
llegó entero hasta Córdoba, no más. De allí, rencias globales en la constitución de los pe-
(Azucena Michel, María E. Torino y Rubén torno al laborismo. En Mendoza, Salta y Ju-
en todo caso, siguió cansado.” Si podemos ronismos provinciales con respecto a las
Correa, “Crisis conservadora, fractura radi- juy –así como en otros casos estudiados–, el
imaginar el galope cada vez más ambiguo de modalidades de la misma en “zonas de ma-
cal y surgimiento del peronismo en Salta Partido Laborista no tuvo una presencia
esas campañas que, desde el poder central, yor densidad obrero-industrial” y escasa rele-
[1943-1946]”) y sobre Mendoza (Yamile Ál- contundente en el ámbito gremial, ni tampo-
el peronismo emprendió hacia todos los lu- vancia del fenómeno migratorio; la de eva-
varez, “En torno de los orígenes del peronis- co en el electoral. Las dificultades para apro-
gares de la patria, con La invención... nos luar las características particulares de los mo-
mo mendocino”) ponen especial énfasis en ximarnos a conclusiones, a partir de esas
aproximamos analíticamente a los procesos dos de articulación entre conflictividad social
el impacto de grupos provenientes del radi- evidencias, son muchas. El estudio en pro-
históricos que invoca el argumento literario. y participación política, en cada caso local;
calismo en el peronismo de la primera hora. fundidad del Partido Laborista es sin duda
El primer mérito del libro estriba, precisa- y, por último, la de examinar los modos de
En cada provincia estudiada las luchas inter- una de las tareas pendientes a futuro. El
mente, en compilar una serie de once artícu- articulación de las agencias nacionales (del
nas de la UCR –que en algunos casos son aporte de Gustavo Rubinstein (“El Estado
los que estudia la construcción del peronis- partido y el Estado) y las instituciones y gru-
rastreadas hasta la década del 20– modifica- peronista y la sindicalización de los trabaja-
mo en los espacios provinciales. El segundo, pos políticos locales. Esas líneas de investi- ron el escenario de mediados de los años 40 dores azucareros”) es, en ese sentido, sus-
en haber transformado una antología en una gación confluyen en una “lección común” y las características de los grupos que apoya- tantivo. El autor profundiza en el intríngulis
apuesta historiográfica. En efecto, en la in- que los editores subrayan: el peso de los fac- ron la candidatura de Perón en 1946. Los de la lucha política en Tucumán en general,
troducción –firmada por Darío Macor y Cé- tores tradicionales en la construcción del pe- tres casos revisan liderazgos provinciales y en la actuación de la Federación Obrera
sar Tcach, y deudora de un artículo ya publi- ronismo originario allí donde las variables (Miguel Tanco en Jujuy, Lucio Cornejo en Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA)
cado por este último–, una vez distinguidas fundamentales de las interpretaciones pre- Salta, y José Lencinas en Mendoza), con en particular. El alto grado de organización
las dos tradiciones que informan los estudios vias (características de la clase obrera, im- propuestas y resultados disímiles. Para Kin- de la clase obrera, la notable legitimidad
sobre peronismo (la ortodoxia germaniana y portancia del fenómeno migratorio) poseen gard, el “tanquismo” encontró en el peronis- electoral que el Partido Laborista obtuvo en
la línea revisionista que inaugura el libro de signo contrario. mo una regia plataforma para su lucha con- las elecciones de 1946 y los vínculos consis-
Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero), Salta, Jujuy, Tucumán, Córdoba, Santa tra el poder de la industria azucarera. Así, el tentes entre la organización obrera y la co-
los autores conciben una tercera, surgida en Fe, Río Negro, Neuquén, Santa Cruz y Men- proyecto político peronista ataba su legitimi- rriente interna peronista, son algunos de los
los intersticios de aquellas. La llamada “in- doza son las provincias que conforman el re- dad regional a otro, también carismático, hitos fundamentales que Rubinstein retoma
terpretación extracéntrica” se funda en una pertorio de La invención... La diversidad de pero de larga duración, en una “oportunidad para reconsiderar una de las arenas provin-
pregunta tutelar: “¿Cómo explicar el surgi- procesos que el libro revela pone en primer histórica” que Tanco no había logrado den- ciales más conflictivas en la que el gobierno
miento del peronismo en un universo eco- plano la clave ruptura/continuidad como de- tro del radicalismo, desde su fugaz gestión nacional debió operar. La intervención pro-
nómico y social que aún no ha sido marca- nominador común. Pero, además, proble- como gobernador de la provincia en 1930. longada que sometió a la FOTIA en 1949
do por la huella de la industrialización?” (p. matiza la consigna del “peso de los factores Para Michel, Torino y Correa, el afianza- resiste, en el análisis que nos ofrece Rubins-
21). A los aspectos compartidos por las in- tradicionales”, no sólo por gradación, sino miento de Cornejo –propietario de uno de tein, cualquier explicación orientada exclusi-
terpretaciones precedentes (origen en la so- también debido a que los elementos persis- los dos ingenios más grandes de Salta– co- vamente a subrayar la voluntad centralizado-
E
n los tiempos que corren, ni la cien- se construyen unos a otros, dando lugar a un
proceso de interacción y movilidad perma- to médico de los habitantes de este territo- Esta historiadora considera que, una vez
cia ni la medicina encar nan los idea-
nente del conocimiento médico. rio nunca fue reconocido como tal y fue, extirpados del territorio, en virtud de la tec-
les de verdad, racionalidad y univer-
El trabajo se organiza en dos partes, en por el contrario, visto como una serie de nología bélica, dejaron de ser “peligrosos
salidad que le adjudicó no solamente el cre-
creencias irracionales, las que fueron rein- salvajes” para convertirse en objeto de estu-
do positivista y liberal, sino también el mar- la primera (capítulos 1, 2 y 3) se indaga so-
terpretadas y traducidas a un lenguaje acor- dio científico, lo que hacía posible apreciar
xista. Esto ha cedido lugar a estudios más bre la coexistencia, tensión, complementa-
de con los intereses y las creencias de la los procesos degenerativos que podían pro-
localizados en diferentes temporalidades y riedad, negociación y acomodación entre los
ilustración europea. ducirse. Lo que en última instancia sirvió
geografías. conocimientos médicos indígenas y los sabe-
Silvia Di Liscia en su trabajo pone en para justificar mediante el discurso hegemó-
En este sentido, en la producción histo- res oficiales; en la segunda (capítulos 4, 5, 6
evidencia no sólo la circulación de saberes nico de entonces, el darwinismo social, la
riográfica europea y más recientemente en y 7) se enfoca la medicina popular y sus vin-
entre los bloques indígena, oficial y popular, extinción de la población indígena por su
la latinoamericana, se han vuelto dominan- culaciones con la medicina científica, por un
sino que también relata cómo se modifica- debilidad intrínseca y por sus hábitos de vi-
tes las líneas argumentativas que cuestionan lado, y por otro, los lazos existentes entre la
ron las for mas de asumir y utilizar el cono- da, purgando a la sociedad blanca de cual-
las teorías difusionistas, según las cuales la medicina y la formación del Estado nacional.
cimiento médico. Así, el segundo capítulo quier tipo de culpa.
ciencia médica de América Latina es consi- En la primera sección se muestra la des-
se sitúa entre 1829 y 1850, época en que En la segunda parte de Saberes, tera-
derada marginal y atrasada, originándose construcción simbólica de las creencias na-
se estructuró una nueva política indígena en pias y prácticas médicas... el eje de análi-
un proceso de importación y asimilación tivas, especialmente las mapuches, recu-
la región pampeana. En tal caso ya no se sis son las relaciones entre la medicina po-
pasiva de “conocimientos” desde los países rriendo para este fin a los antecedentes et- trataba de apropiarse de las nociones del ar- pular y la científica.
centrales a los periféricos.1 nohistóricos que enmarcaron este proceso, te de curar aborigen, sino a la inversa, los El cuarto capítulo se concentra en la
El texto de Silvia Di Liscia está en co- lo que contribuye a apuntalar la argumenta- principios de la medicina científica sirvieron descripción del universo de las prácticas
rrespondencia con la literatura que hace én- ción del primer capítulo, que sostiene que la al rosismo como elemento de dominación médicas –no oficiales– de mediados del si-
fasis en los actores locales y examina los desarticulación del sistema de símbolos y sobre la población nativa. glo XIX, que estaba compuesto por las tera-
contextos sociales, culturales y políticos en creencias fue pensada como una vía para Dado que al no haber logrado, hasta en- pias populares y las curativas, como las de-
los cuales se desarrollaron las prácticas mé- construir un sistema de apoyo tanto para la tonces, despojar el territorio pampeano a nominadas medicinas de Le Roy. Dicho uni-
dicas, asumiendo una posición crítica frente Iglesia y su proyecto evangelizador como los sectores indígenas, el rosismo debió verso, para Silvia Di Liscia, estuvo signado
a la noción de la recepción paciente del co- para los propósitos militares. aliarse con algunos de ellos, brindando pro- por la for malización de un pensamiento
nocimiento científico.2 Sin embargo, y a pesar de que se trató tección médica a los aliados mediante la ad- médico autónomo que progresivamente se
Saberes, terapias y prácticas médicas de pintar a las ideas autóctonas como un ministración de la vacuna antivariólica. A la separó de la influencia eclesiástica, y carac-
en Argentina (1750-1910) analiza la región universo plagado de magia, espíritus y dia- vez que generaba un polo de apoyo y admi- terizado por la heterogeneidad y la dificul-
pampeana, por ende abarca las provincias blos, la autora demuestra que esto fue ración hacia su figura, el caudillo per mitía la tad por controlar las prácticas curativas.
de Buenos Aires, Capital Federal, La Pam- acompañado por cierto “deslumbramien- supervivencia de tribus amigas, su uso como En tal sentido, y mediante un rico so-
pa, Córdoba, Santa Fe, parte de San Luis y to”, por parte de los españoles, en tor no a fuerza laboral y la desaparición por “guerra porte de diversas fuentes documentales, se
Entre Ríos. Se estructura a partir de conside- las plantas medicinales utilizadas en la re- bacteriológica” indirecta de los indígenas avanza en aspectos poco conocidos hasta
rar que tanto el pensamiento médico cientí- gión pampeana. Tanto los jesuitas como los enemigos que no estaban vacunados. ahora como son los componentes y los
fico como la medicina indígena y la popular científicos que acompañaron las diferentes La primera parte de la obra se cierra agentes que confor maron a cada uno de
no son compartimientos estancos sino que expediciones ilustradas organizadas por la con los cambios que trajo aparejado el siglo uno de esos bloques. Explicando que la me-
F
er nando López Alves, profesor de la mantendrá por su supremacía militar, una
nocimientos ocurrió también con otras en- ciente de trabajo y producción como es el Universidad de Califor nia en Santa economía fuerte con un enorme mercado
fer medades, preparados y brebajes. de la historia de la medicina y las enfer me- interno y la diseminación de su cultura po-
Bárbara, acomete una tarea casi im-
Lo expuesto tiene vinculación con lo dades, que hasta hace unos años, a nivel lo- pular en el mundo globalizado. Si bien estos
posible en este pequeño libro: situar el in-
abordado en el sexto capítulo, donde se in- cal, sólo conocía básicamente dos cultores:
cierto presente latinoamericano dentro del dos últimos rubros son controlados crecien-
serta el debate sobre el futuro racial de la Diego Ar mus y Susana Belmartino.
cambiante proceso de globalización de los temente por poderosas multinacionales, el
Argentina, el que era motorizado por el in- En tercer lugar, los historiadores de la
últimos veinte años. El autor centra su aná- poderío de Estados Unidos no parece por
greso masivo de inmigrantes. A esta altura medicina y de las enfer medades debemos
lisis de la situación mundial a comienzos del ahora estar amenazado por ellas. Le siguen
de la obra, el análisis realizado hasta el mo- realizar un reconocimiento editorial al Con-
siglo XXI en el poder relativo que ejercen en jerarquía dos bloques de naciones cuyo
mento se problematiza aun más, porque ese sejo Superior de Investigaciones Científicas
proceso de circulación de saberes entre la los bloques en los que se organiza el mun- desarrollo económico y poder nuclear les
de España (CSIC), puesto que los últimos
medicina popular y la científica no es visto tiempos ha publicado otra tesis doctoral,3 do: Estados Unidos, la Unión Europea, los permite reclamar un lugar prominente en el
sólo como una simple apropiación, sino que del mismo tenor, las que sin duda prestigian países islámicos, Asia y América Latina. Ba- nuevo sistema global, que en este sentido se
recurrir al folclore curativo, encar nado por este enfoque, en un momento en que en sado en estas observaciones López Alves se parece mucho al orden anterior. La Unión
indios y gauchos, apuntaba a fortalecer y nuestro país la tarea de editar este tipo de lanza a elaborar pronósticos para las próxi- Europea y los países del lejano oriente (con
afianzar la identidad nacional, jaqueada por trabajos es una meta difícil de lograr. mas cuatro décadas. Japón y China en posiciones de liderazgo)
el cosmopolitismo. Estados Unidos es, y a juicio de López encabezan este grupo. Las restantes nacio-
La segunda parte se cierra (capítulos 7 y Adriana Álvarez Alves seguirá siendo en el futuro cercano, la nes han sido las receptoras, en algunos ca-
8) con un recorrido que abarca la consolida- nación predominante. Su preeminencia se sos no sin resistencia, del orden globalizado.
H
echa de recurrencias y singularida-
de llevarse a cabo, promovería esa integra- López Alves concluye vaticinando el de- des, de experiencias compartidas y exilio trata, precisamente, de estos peculia-
ción. El autor apoya su afirmación en la exi- clive de la ideología neoliberal y su reempla- sentimientos intransferibles, la his- res miembros del grupo de exiliados que de-
tosa participación de las economías mexica- zo por un “seudoliberalismo”. Mezcla de li- toria del exilio durante los años 70 es una bieron abandonar la Argentina para irse a
na y colombiana en el mercado norteameri- bre comercio fronteras afuera y un Estado historia que todavía está por contarse. No “ser grandes” a otro lado.
cano, a la par que en el relativo fracaso de la intervencionista hacia adentro (tal como lo hay dudas de que esa experiencia marcó la Si bien es cierto que la figura del exilia-
formación de bloques regionales (como el practican las potencias globales), América vida de miles de argentinos de un modo di- do ha quedado relativamente desdibujada
Mercosur) en promover la estabilidad y el Latina debería seguir esta tendencia. A tal verso, a partir de la superposición de trazos dentro de la jerarquía de los damnificados
crecimiento económico de sus miembros. fin el autor reclama la for mación de un de la historia colectiva con fragmentos de lo por la dictadura, que tiene entre sus prime-
Este argumento, que tiene buena prensa en- “nuevo tipo de Estado” que “deberá esfor- más íntimo, individual e irrepetible de cada ras figuras a los desaparecidos y sus fami-
tre muchos políticos y economistas latinoa- zarse por forjar místicas y embarcarse deci- uno. No hay dudas, tampoco, de que esa liares, también lo es que en los últimos tiem-
mericanos, deja de lado el hecho de que, por didamente en la construcción colectiva del experiencia alcanzó a militantes de diversas pos, tal vez luego de que la literatura testi-
el particular peso de México y Colombia en futuro”. Para esta tarea clave el autor no tie- organizaciones y extracciones políticas, así monial, la producción artística, la investiga-
la agenda política de Estados Unidos (inmi- ne propuestas que nos guíen hacia el ansia- como a intelectuales y profesionales de di- ción y la reflexión filosófico-política han
gración y drogas mediante), sus experiencias do destino. Tal vez sea más sencillo for mu- versos campos que, perseguidos o sospe- quedado en parte saturadas de picanas y
podrían ser irrepetibles para los otros países lar pronósticos para las estables potencias chados, decidieron abandonar el país y cru- otros espantos, los exiliados han comenza-
americanos cuyos bajos niveles de conflictivi- globales que para las convulsionadas socie- zar mares y fronteras para radicarse en do a per filarse, tímidamente, como nuevo
dad no los hacen figurar por ahora entre las dades latinoamericanas que no encuentran otros lugares. Lo que no resulta tan obvio es sujeto de interés para producciones tanto
prioridades estadounidenses. su rumbo en este libro. que algunos de quienes integran el universo académicas como no académicas.
El autor también propone que para par- de los exiliados eran, por ese entonces, Sin embargo, ganarse un espacio como
ticipar exitosamente de la economía global, Gustavo L. Paz apenas adolescentes de entre quince y die- protagonistas genuinos de la historia recien-
ciocho años que debieron exiliarse en pri- te y, sobre todo, de ese vasto y amorfo cam-
mera persona, es decir, debido a su militan- po denominado memoria no resulta fácil.
cia política y social y no como consecuencia Algunos de los testimonios recogidos en la
1 3
Del conjunto de los testimonios se desta- En este punto hay que remarcar la restitu-
can, por su riqueza narrativa y por su potenciali- ción del vínculo entre exilio y militancia que se
dad conmovedora, los de Alejandro Cattaruzza, produce en estos testimonios. En este sentido, y
Daniel Korinfeld y Eduardo Blaustein. contradictoriamente con la filiación a la tradición
2
del Nunca Más, podríamos pensar que esa resti-
No creo que sea casual que los testimonios
tución está en concordancia con la sana y opor-
más logrados no están construidos a partir de en-
tuna voluntad, cada vez más extendida, de repo-
trevistas sino de relatos.
litizar los abordajes del pasado reciente.
estudios sociales
Interdisciplinario
de Estudios de Género
Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires Nº 9 / diciembre 2003
revista universitaria semestral
Reverberaciones feministas, Joan W. Scott / Elementos Consejo Editorial: Darío Macor (Director), Ricardo Falcón,
para una crítica: la femineidad según Lévinas, Moisés Eduardo Hourcade, Enrique Mases, Hugo Quiroga, César Tcach,
Barroso Ramos / La pasión según Mme. De Stäel, Darío Roldán
Adriana Amante / El scoutismo en la educación física
bonaerense argentina acerca del buen encauzamiento Nº 25 segundo semestre
varonil (1914-1916), Pablo Scharagrodsky / ¿Por qué 2003
Antígona?, Mónica Gluck / Belleza femenina, estética e
ideología. Las reinas del trabajo durante el peronismo, ARTÍCULOS
Mirta Z. Lobato / Feminismo desde la diferencia.
Entrevista a Rosa María Rodríguez / Filosofía, política y JUAN RUSSO: La alternancia imperfecta
feminismo. Entrevista a Sandra Hardy / DOSSIER DE LAS
JORNADAS DE MONSTRUOS. Misoginia y monstruosidad. TEODORO KLITSCHE DE LA GRANGE: SOBRE EL “NOMOS” POSTMODERNO
¿Coordenada ideológica del corpus emblemático BERNAT RIUTORT SERRA: Modernidad reflexiva y/o “tercera vía”
español?, Juan Diego Villa // Mirando el ojo que mira: VÍCTOR R. FERNÁNDEZ, JULIO C. TEALDO: Entre las debilidades del
biotecnologías de la identidad, Mauro Cabral // El crecimiento y el alejamiento del desarrollo
cuerpo: escenario de batalla, territorio de memoria,
Silvina Merenson / Reseñas SILVIA DUTRÉNIT BIELOUS: Se cruzan los relatos: memoria personal y
reconstrucción histórica
MARÍA SILVIA DI LISCIA: Locura y peritaje médico-legal. Acerca de la
justicia en el interior argentino, 1890-1930
Para compra, canje y colaboraciones, dirigirse a: Instituto Interdisciplinario de
Estudios de género (IIEGE), Facultad de Filosofía y Letras, UBA. COMUNICACIONES
Puán 480, 4º piso, Of 417 (1406) Capital Federal. República Argentina
Fax: (54) (11) 4432-0121. Dirección electrónica: [email protected] José L. Bonifacio, Enrique Mases, Demetrio Taranda: Procesos de
constitución de los movimientos piqueteros en la provincia de
Neuquén
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS