Estado, Violencia y Mercado
Estado, Violencia y Mercado
Estado, Violencia y Mercado
conexiones etnográficas
entre lo legal y lo ilegal. Partiendo del Estado, tal clasificación
transmite la idea de un binarismo simple cuando en realidad
resulta de una complejidad de relaciones. Esa complejidad es
indagada por varios autores a través de una mirada original en
común que se distancia de la centralidad imaginaria atribuida
a lo legal. Los artículos describen y analizan las relaciones
prácticas y representaciones efectivamente tensionadas que
no se dejan capturar completamente por aquel imaginario
legal. El libro es de gran calidad sociológica y antropológica, y
sus autores, provenientes de varios países de América Latina,
son reconocidos investigadores en este campo, al cual las
especificidades etnográficas contribuyen de manera relevante
posibilitando el ejercicio comparativo.
Compiladores
Compiladores:
Brígida Renoldi, Santiago Álvarez y Salvador Maldonado Aranda
Comité Científico:
Joana Vargas, Instituto de Filosofia e Ciências Sociais, Universidade Federal do
Rio de Janeiro
Fernando Rabossi, Instituto de Filosofia e Ciências Sociais, Universidade Federal
do Rio de Janeiro
Lenin Pires, Departamento de Segurança Pública e Instituto de Estudos Com-
parados em Administração Institucional de Conflitos, Universidade Federal Flu-
minense
Ana Gugliemucci, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires
Natalia Castelnuovo Biraben, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Bue-
nos Aires
1. Antropología Social. I. Renoldi, Brígida II. Renoldi, Brígida, comp. III. Alvarez,
Santiago, comp. IV. Maldonado Aranda, Salvador, comp.
CDD 306
5
Presentación
7
8 Estado, violencia y mercado…
otra forma, sería más difícil acceder. Así surgió el interés en editar un libro
en México, recuperando excelentes trabajos de investigadores brasileños
y argentinos, quienes estaban aportando elementos muy novedosos para
comprender aquellos temas que nos convocaban al menos una vez cada
dos años. Por diversas razones que no vienen al caso este proyecto no
pudo concretarse en tierras aztecas. Sin embargo, no perdimos el aliento
para continuar activando nuestra red latinoamericana de estudios sobre
lo legal e ilegal que, de manera informal, estábamos construyendo sin
oficializarla en protocolos de convenios legibles para el Estado. Fue así
que presentamos la propuesta a la editorial Antropofagia, obteniendo gran
interés y adhesión inmediata a la iniciativa.
Conforme se emprendieron proyectos como este, en simultaneidad con
la organización de nuevos simposios y la celebración de congresos, se for-
talecieron los lazos de colaboración. Desde estos espacios se ampliaron
nuestras redes e intercambios académicos con otros académicos que en-
tonces no se conocían. Y fue realmente una verdadera conquista la coope-
ración sin tantos formalismos y burocracias, que marcan profundamente
a nuestras instituciones en sus demandas para fines de fiscalización.
A partir de estos nuevos intercambios se avanzó en algunos frentes, entre
los cuales sobresale habernos conectado de manera indirecta en encuen-
tros entre antropólogos brasileños y mexicanos que el ciesas (Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social), de México,
y varias instituciones de Brasil, llevaron a cabo con el fin de intercambiar
experiencias de investigación en 2015. Entre ellos, el realizado en la ciudad
de Guadalajara “Drogas, política y cultura: perspectivas Brasil/México”,
accionó una vez más las redes de manera exitosa. De la misma forma,
el ii Simposio Internacional de Antropología “Entre lo legal y lo ilegal”,
promovido por el Instituto de Estudios Sociales y Humanos en la ciudad
de Posadas, en noviembre de 2016, se manifestó como otra instancia signi-
ficativa en el afianzamiento de los diálogos académicos que sostienen esta
compilación.
El acompañamiento en el desarrollo de estos estudios, nos permite di-
mensionar la expansión de un campo que merece ser atendido cada vez
más desde la etnografía. Nos interesa estimular abordajes menos centra-
dos en la perspectiva estatal y multiplicar así las herramientas analíticas
que hacen posible abordar los fenómenos contemporáneos que expresan
tensiones o disidencias claras con los modelos propiamente administrati-
vos, y también teóricos. El libro colectivo que el lector tiene en sus manos
es el resultado de las experiencias académicas anteriormente mencionadas
10 Estado, violencia y mercado…
Brígida Renoldi
Santiago Álvarez
13
14 Estado, violencia y mercado…
ciertas reglas, un mecanismo que obliga, aunque tal vez no esté reforzado
por ninguna autoridad central, sino sólo respaldado por verdaderos mo-
tivos, intereses y sentimientos complejos?” (Malinowski 1985:23). Ya en
ese entonces él criticaba que centrásemos nuestro análisis solamente en lo
estipulado por la ley.
Al mismo tiempo, al estudiar las relaciones entre estado y mercado,
no podemos desconocer la relación tantas veces explícita entre ley y vio-
lencia, ya sea la violencia legítima desatada por los organismos estatales
(Tiscornia 2004, Isla 2007), como la violencia inscripta en mecanismos de
orden propios de ámbitos donde el derecho formal no es un recurso viable
para resolver conflictos, sobre todo cuando éstos se derivan de mercados
ilícitos en los que suele decirse que domina “la ley del crimen o del delito”
(Birman, Pereira Leite, Machado y Sá Carneiro 2015; Misse 2012; Gillo
2013).
Para pensar la tríada Estado/Violencia/Mercado hemos reunido en este
libro diferentes experiencias de prácticas ilegales e informales, a través de
etnografías que muestran claramente la agencia humana en el uso concreto
de esas leyes, sea por adhesión direccionada (hacer valer una ley que
acarrea consecuencias irreversibles, como podría ser la prohibición de las
drogas que sostiene la guerra contra el narcotráfico y sus efectos letales),
por evasión de la ley (vender estupefacientes, vender moneda fuera de los
circuitos controlados, aun siendo prohibido, comercializar mercancías sin
declaración aduanera), o por omisión (en caso de desconocimiento real de
las leyes).
Hablar de la ley es hablar del derecho como institución. Pero tam-
bién de derechos: a veces las leyes coartan derechos, sobre todo cuando
se presentan como obsoletas en la práctica, pero funcionales en un plano
ideológico que posibilita el despliegue de varios frentes de control e inter-
vención en aquello que llamamos sociedad. Entender que el derecho está
inmerso en una red de acciones y significados sociales nos lleva a reformu-
lar algo más que las relaciones entre derecho y sociedad. En el análisis del
positivismo Kelseniano, particularmente, se presupone un derecho inma-
nente y abstraído completamente de la sociedad, producido en una esfera
moral superior, externa y reguladora de la sociedad (y ésta, a su vez, se
concibe como entidad externa que se “relaciona” con el derecho) (Kelsen
1960). Está claro que no podemos continuar percibiendo el derecho fuera
de las concretas y específicas situaciones históricas en las que es producido
(Ewick y Silbey 1998: 35), y hemos llegado a un momento que nos obliga a
repensar el Estado y la Sociedad como universos conceptuales, antes que
Introducción 15
tan la comprensión de los fenómenos que nos inquietan hasta aquí. Las
consecuencias analíticas que se derivan de estos principios llegan a velar
el entendimiento de las conformaciones concretas de estados, violencias y
mercados; y es precisamente allí, donde la etnografía tiene un potencial
insubstituible. No asumir este desafío sólo nos llevará a entender las prác-
ticas ilegales (sean estatales, interpersonales o mercantiles) como aquellas
acciones promovidas con intencionalidad premeditada para poner en ries-
go los bienes y valores comunes, y promover la socavación del Estado de
Derecho y la armonía comunitaria.
En este sentido, proponemos repensar en este campo el dualismo esta-
do-sociedad que, habiendo contribuido tanto sociológicamente como dis-
tinción conceptual al entendimiento de las relaciones humanas, fue tornán-
dose paulatinamente un límite para pensar las dinámicas no sólo urbanas.
Trascender este dualismo acarrea sus consecuencias, dado que está ope-
rando en la base de una serie de procesos que en los análisis tienden a
reducirse a dicotomías entre, por ejemplo, la policía y el narcotráfico, los
policías honestos y los corruptos, estados fuertes y débiles, estados pre-
sentes y ausentes, estado de derecho y estado paralelo, ámbitos públicos
y ámbitos privados, delito y sociedad. Y llama la atención el modo en que
estas dicotomías crean la ficción, por así decirlo, de que existen bloques
íntegros en cada una de las partes, posicionados en un orden jerárquico
dado por lo positivo y lo negativo. El problema de estas dicotomías de
uso generalizado en las que descansan nuestros análisis, es que nos llevan
a descuidar la variabilidad de los fenómenos, a opacar sus continuidades,
y a negarles la habilidad creativa que renueva los acuerdos, a pesar de
que éstos no se encuadren en las leyes oficiales, ni sean extensivos a la
totalidad de las personas (véase Sánchez en este volumen).
El uso de términos como crimen, clandestino, mercado negro, violencia,
contrabando, delito, tráfico, presupone valores, siendo que, a veces, actos
determinados legalmente como delictivos no son vistos como nocivos por
carecer de víctimas humanas. Este es el caso del Estado que, a pesar de
ser todo el tiempo personalizado, no es percibido como víctima, inclusive
cuando la ley así lo define frente a determinado tipo de prácticas eco-
nómicas o burocráticas (delitos fiscales y federales, por ejemplo). Pero, al
mismo tiempo, el estado no es visto como la comunidad2, sino que muchas
veces es tomado por todo lo contrario, como la amenaza, llevándonos a
pensar entonces por qué y de qué maneras, diferentes grupos y personas
encuentran mayores garantías en referentes ajenos al Estado que propia-
2 Véase al respecto el debate plateado por Roberto Kant de Lima (2001).
18 Estado, violencia y mercado…
mente en él. Estos términos a los que hacemos referencia, creados por el
uso cotidiano que evoca siempre la ley, operan como principios de suje-
ción criminal y contribuyen también con la naturalización de grupos y
conductas a ellos extensivas (véase Misse en este volumen).
Nos encontramos entonces frente a diversas formas de ordenamiento,
frente a la reconfiguración de elites y a la reivindicación de derechos a
través del ejercicio de códigos diferenciados, tal como se evidencia en los
artículos aquí reunidos. Estamos también frente a las políticas públicas
urbanas (económicas y de seguridad) y al uso cotidiano de la ciudad, cer-
cados por los parámetros internacionales que nos interpelan sin cesar. Nos
vemos ante la necesidad de operar los conceptos nativos de orden, orga-
nización, periferia, violencia, mercado, frontera, margen, estado, e iden-
tificar los procesos de estratificación y diferenciación contemporáneos de
los colectivos humanos, pero ya no desde la visión estado-céntrica que los
aglutina bajo las categorías de pobres, violentos, corruptos y delincuentes.
A partir de las etnografías aquí reunidas podemos afirmar que los pro-
cesos de violencia, tantas veces asociados a las prácticas ilegales, no se
explican ni justifican de manera lineal. La violencia tampoco se remite
sólo a las expresiones de agresión física (Álvarez 2013; Machado da Silva
2004). Son procesos que no pueden ser reducidos apenas a diferencias de
clase social, ni sería válido considerar que los agentes del Estado repre-
sentarían siempre los intereses de la burguesía legitimada. Tampoco nos
convence la hipótesis de que todos aquellos que han logrado enriquecerse
a través de procedimientos ilícitos se encuentran realmente integrados en
los sectores formales por medio de procedimientos de inclusión ilegales,
que les hayan permitido legalizar los capitales. En un sentido analítico
similar, sostenemos que las prácticas económicas calificadas como infor-
males, y por este motivo objetos recurrentes de formalización por parte
de las políticas públicas, una vez descritas etnográficamente, evidencian
su protagonismo para las economías consideradas formales, y ponen de
relieve también que la distinción entre formal e informal no dista de la
que distingue lo legal de lo ilegal, en cuanto a la carga moral que cada
término conlleva, y en cuanto a la ficción que carga el dualismo como tal
y al poder inter-excluyente que se les atribuye.
La complejidad de las relaciones que podrían fundar estas hipótesis sólo
podrá ser relevada con el reconocimiento de los modos en que estos proce-
sos se desarrollan en vidas reales, con relaciones concretas e imaginarias,
en cuerpos vivos y muertos, en ambientes específicos. Éste será el aporte
Introducción 19
Bibliografía
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Sujeción criminal1
Michel Misse2
1 Este artículo es la traducción del que fuera publicado en el libro Crime, Polícia e Justiça no
Brasil bajo el título “Sujeição criminal”. La compilación, a cargo de Renato Sergio de Lima, José
Luiz Ratton y Rodrigo Ghiringelli de Azevedo, fue publicada en 2014 por la Editorial Contexto
en São Paulo.
2 ifcs-ufrj-Brasil
29
30 Estado, violencia y mercado…
Lecturas Recomendadas
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38 Estado, violencia y mercado…
Michel Misse2
1 Este artículo es la traducción del que fuera publicado en el libro Crime, Polícia e Justiça no
Brasil bajo el título “Mercadorias políticas”. La compilación, a cargo de Renato Sergio de Lima,
José Luiz Ratton y Rodrigo Ghiringelli de Azevedo, fue publicada en 2014 por la Editorial
Contexto en São Paulo.
2 ifcs-ufrj-Brasil
39
40 Estado, violencia y mercado…
niveles del Estado y del crimen que se organiza como negocio y como
centro de poder.
Lecturas recomendadas
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—— 2006. Crime e violência no Brasil contemporâneo. Estudos de sociologia do
crime e da violência urbana. Rio de Janeiro: Lumen Juris.
Mercancias políticas 45
Presentación
Mi propuesta en este artículo es examinar algunas prácticas de uso y co-
mercio de drogas en Río de Janeiro a través del empleo de los conceptos
de “ilegalismos” y de “delincuencia” como instrumentos heurísticos. No es
mi intención proponer una aplicación generalista de estas “herramientas
conceptuales” ni evaluar o justificar su pertinencia para el tratamiento de
diversos problemas que evocan el binarismo categórico legal/ilegal. Me in-
teresa explorar, por medio y en la conjunción de dos movimientos, tanto
las torsiones que la aplicación de ambas produce en el análisis y des-
cripción etnográfica de mi material de investigación, como las variaciones
y virtualidades transformacionales que pueden arrojarse a partir de allí.
Sin embargo, voy a comenzar con una breve discusión sobre cómo estas
nociones aparecen en Vigilar y Castigar, considerando las posiciones esta-
blecidas por algunos autores que también hacen uso del concepto en sus
investigaciones.
47
48 Estado, violencia y mercado…
Como bien señala Hirata (2014), hay una línea de continuidad que vincu-
la la militancia en el Grupo de Información sobre las Prisiones (gip), al
inicio de la década de los 70, con su reflexión teórica sobre lo que deno-
mina entonces “física del poder” –incluyendo allí la transformación de las
penalidades– cuya máxima expresión es alcanzada con la publicación del
referido libro.3 De todos modos, se proyecta allí, en los cursos en el Collège
de France, una agenda de problemas en torno de la “física política” que
admite las siguientes ampliaciones:
6 Sobre la concepción de poder en Foucault, como puramente operativo, definido por los pun-
tos de singularidad o enfrentamiento, intencional y no subjetivo, conformador del Estado como
efecto de maniobras y tácticas, ver, del autor, Vigilar y Castigar (versión en portugués Vi-
giar e Punir, 1984:29-30); La Voluntad de Saber (versión en portugués A Vontade de Saber,
1985:88-97) y también la presentación del tema en Foucault (Deleuze s/f, pp. 47-54).
7 Tal como señalan los autores, con un ejemplo elucidario:
(...) todo e político, pero toda política es al mismo tiempo macropolítica y micropolítica. (...)
Mayo del 68 en Francia era molecular, y sus condiciones aún más imperceptibles desde el
punto de vista de la macropolítica. (...) todos aquellos que juzgaban desde el punto de vista de
la macropolítica nada comprendieron del acontecimiento, porque algo indescifrable escapaba.
Los hombres políticos, los partidos, los sindicatos, muchos hombres de izquierda, quedaron
con rabia; quedaron recordando sin parar que las “condiciones” no estaban dadas. Es como si
50 Estado, violencia y mercado…
hubiesen sido destituidos provisoriamente de toda máquina dual que hacía de ellos interlocutores
válidos. (...) Un flujo molecular escapaba, minúsculo al comienzo, después aumentando sin dejar
de ser indescifrable... Sin embargo, lo inverso también es verdadero: las fugas, los movimientos
moleculares no serían nada si no repasasen por las organizaciones molares y no reubicasen sus
segmentos, sus distribuciones binarias de sexos, de clases, de partidos (1995-7, v.3, pp. 90-5).
8 En la edición brasileña, pp. 76-82; pp. 239-250; en el original francés, pp. 84-91; pp. 276-291.
9 Sobre el tema, ver Barbosa, 2005.
Ilegalismos y delincuencia: nociones revisitadas a la luz… 51
10 En este caso, debemos evitar una lectura de carácter evolucionista. Al hablar de “paradigmas
de poder” podríamos fácilmente trazar las etapas de desarrollo de los mecanismos punitivos en
línea temporal. Nada más equivocado que esto. No hay evolución porque no hay horizonte
teleológico; porque no existen pasajes o cambios seriales. Lo que hay es coexistencia entre
diversas líneas de fuerza en un mismo momento, con la preeminencia de una o de otra, como
un conjunto de pliegues que se eleva y, al hacerlo, reduce otros, creando sus valles y pequeños
montes. A este paisaje le damos en un momento el nombre de disciplina, en otro de control,
inclusive de soberanía.
11 Beccaria, Servan, Dupaty, Lacrette, Duport, Pastoret, Target, Bergasse, entre otros anali-
zados en Vigilar y Castigar (versión en portugués página 70).
52 Estado, violencia y mercado…
la lucha de clases y puede ser tomada como una crítica indirecta a al-
gunas vertientes del marxismo que profesan un determinismo económico
pronunciado. Al tomar como contexto coyuntural la “vida política y eco-
nómica de las sociedad”, lo que el autor propone es un abordaje en que
la dimensión económica y la dimensión política no pueden ser disociadas.
De esta manera, se coloca una serie cuestiones: ¿cuáles son los ilega-
lismos tolerados de las clases populares?; ¿cuáles son la relaciones que
establece con la delincuencia que encuentra en sus “regiones inferiores”?;
¿cuáles son las relaciones entre “ilegalismos de abajo” y de otras “castas
sociales?”; ¿cuáles son los cambios propiciados por el “aumento general de
la riqueza” y del “crecimiento demográfico”?; ¿qué es lo que buena par-
te de la burguesía soporta o dejó de soportar?, etc. (1984:76-82). Como
señala el autor:
(…) para decir las cosas de otro modo: la economía de los ilegalismos
se reestructuró con el desarrollo de la sociedad capitalista. Los ilegalis-
mos de bienes fueron separados de los ilegalismos de derechos. División
ésta que corresponde a una oposición de clases, pues, por un lado, el
ilegalismo más accesible a las clases populares será el de los bienes
–transferencia violenta de propiedades; por otro lado la burguesía se
reservará el ilegalismo de los derechos (…) Y esa gran redistribución
de los ilegalismos se traducirá hasta por una especialización de los
circuitos judiciales: para los ilegalismos de bienes –para el robo- los
tribunales ordinarios y los castigos; para los ilegalismos de derechos
–fraudes, evasiones fiscales, operaciones comerciales irregulares- juris-
dicciones especiales con transacciones, alojamiento, multas atenuadas,
etc. La burguesía se reservó el campo fecundo de los ilegalismos de
derechos (p. 80).
Así, los ilegalismos se transforman en una llave de acceso a un periodo
de cambio histórico en que la redistribución de recursos económicos viene
acompañada de la imposición de una libertad contractual (capitalista),
de los mecanismos coercitivos de control de los bienes, de los procesos
de sujeción disciplinaria que crean una masa de trabajadores asalariados,
así como por la especialización de los circuitos judiciales. Y sobre este
último punto, cabe señalar justamente la potencia de esta reflexión en
romper con las categorías jurídicas y criminológicas que se establecen jus-
tamente en este periodo –y con el paso del tiempo se naturalizaron en
los análisis sobre fenómenos delictivos- tornándolas objeto de una “ge-
nealogía del poder” (ver Lascoumes 1996:79). Aún es importante señalar
Ilegalismos y delincuencia: nociones revisitadas a la luz… 53
noso, donde el vigilante puede todo sin ser visto (…)” (Deleuze s/d:56).
Podemos reconocer que la noción marca el pasaje, en la obra del autor,
de la “arqueología del saber” a la “genealogía del poder”.14
Estas consideraciones, a su vez, nos permiten volver a la delincuencia
como “observatorio político”15, a los delincuentes como ojos y oídos de la
policía, como instrumentos para crear inestabilidad y caos dentro de las
luchas obreras, como operadores de la transformación de los ilegalismos
populares en infracciones penales. Bajo el régimen disciplinario, la delin-
cuencia ocupa una posición accesoria; ellos permiten expandir la red de
observación, de control y actuación disruptiva, por dentro de los grupos
transformados en objetivos de la captura. La visibilidad que emana de la
torre necesita de los ojos de aquellos que se mueven en las sombras. Así
restituyen y desnudan aquello o a aquellos que escapan a la vigilancia y,
consecuentemente, a la punición debida.
Sin embargo, en cierto momento, imposible de precisar, ya no hay nadie
en la torre. No hay más vigilantes. Entramos en otro régimen de visibi-
lidad, en otro modo de ejercicio de la vigilancia y de la realización del
poder punitivo. El panoptismo, en la sociedad de control, hace prolife-
rar los puestos de observación, ojos que vigilan ojos que vigilan ojos que
vigilan… sucesivamente, en una cadena metonímica. Mientras, bajo la dis-
ciplina, se trataba de hacer proliferar –o impedir, desde el punto de vista
del “delito”– los desplazamientos metafóricos: un delincuente, un delator,
un criminal, alguien idéntico a nosotros mismos, etc. Desplazamientos por
contagio, por un lado; paralelismo entre series, por otro. Así, la vigilancia
se torna molecular, está en todas partes y en ningún lado, particular-
14 De acuerdo con Deleuze: “Un régimen de luz y un régimen de lenguaje no son la misma
forma, así como no tienen la misma formación. Se comprende mejor entonces que Foucault nunca
haya abandonado el estudio de estas dos formas en sus libros anteriores: en El nacimiento de
la clínica él hablaba de lo visible y de lo enunciable; en La historia de la locura, la locura
tal como es vista en el hospital general y la sinrazón tal como es enunciada en medicina (…).
Aquello que La arqueología reconocía –no designaba todavía sino por su negativa- como medios
no discursivos, encontrará en Vigilar y Castigar la forma positiva que atraviesa toda la obra de
Foucault: la forma de lo visible, en aquello en que él se diferencia de lo enunciable” (s/d:56).
15 Dice Foucault: “(...) la delincuencia, objeto entre otros de la vigilancia policial, es uno de los
instrumentos privilegiados de la misma vigilancia. (…) con los agentes ocultos que proporciona;
pero también con el cuadro general que autoriza, constituye en medio de la vigilancia perpetua
de la población: un aparato que permite controlar, a través de los propios delincuentes, todo
el campo social. La delincuencia funciona como un observatorio político. (…) Policía y prisión
forman un dispositivo geminado; solas ellas realizan en todo el campo de los ilegalismos la
diferenciación, el aislamiento y la utilización de una delincuencia. (…) De manera que se debería
hablar de un conjunto cuyos tres términos (policía-cárcel-delincuencia) se apoyan unos sobre
otros y forman un circuito que nunca se interrumpe. La vigilancia policial provee a la prisión
los infractores que ésta transforma en delincuentes, foco y auxiliares de los controles policiales
que regularmente mandan a algunos de ellos de vuelta a la cárcel” ((2003:247-248).
56 Estado, violencia y mercado…
17 Una distinción entre “biopoder” y “biopolítica” puede ser propuesta. Como resalta Negri:
“Se habla de biopoder cuando el Estado expresa comando sobre la vida por medio de sus
tecnologías y de sus dispositivos de poder. Al contrario, se habla de biopolítica cuando el análisis
crítico del comando es hecho desde el punto de vista de las experiencias de subjetivación y de
libertad, esto es, desde abajo” (2003:107).
58 Estado, violencia y mercado…
día) el frente demorro que responde por él. El dueño de morro po-
see el poder decisorio sobre la vida y la muerte de todos aquellos
que pertenecen al grupo local, así como sobre todos aquellos que
habitan el territorio bajo su control. Debajo de él, los cargos son
distribuidos entre gerentes (con diversas especialidades), soldados,
vapores (vendedores en la punta de la línea), halcones (vigilantes),
etc. Un mismo individuo puede desplazarse entre funciones que
garantizan la seguridad militar del territorio y las actividades di-
reccionadas al comercio, de acuerdo con la guardia que le toque (los
turnos de trabajo también son definidos). El dueño cuenta además
con diversos recursos y proyección de estatus social que garantizan
la adhesión de los miembros del grupo (así como de aquellos que se
dedican a otras actividades delictivas) y, consecuentemente, previe-
ne un “golpe de estado” por parte de alguno de sus miembros. Por
ejemplo, las responsas, un mecanismo que hace confluir la lógica
del don y la de la mercancía. Alguien gana la responsabilidad por
mantener un precio de la droga (no hay ninguna discrecionalidad
en la fijación de los precios) en una determinada boca (punto de
venta) situada en el territorio. De allí retirará parte de los lucros de
esa venta, aunque no participe directamente de la actividad (sobre
este aspecto ver Grillo 2013).
5. Las facciones son espacios de negociación política, constituidas a partir
de las cárceles.
− Las facciones no son organizaciones centralizadas de aspecto pira-
midal, con líderes posicionados por encima de las jefaturas locales
(dueños de morro) que conducen los negocios del grupo como un
todo. Lo que es denominado facción es un conjunto de alianzas,
especialmente de líderes que controlan los grupos a nivel local y un
espacio de negociación continua, construido dentro y a partir de las
cárceles. La jerarquía existe, sí, tal como descripta en el tópico ante-
rior, restringida a los límites territoriales de cada grupo. El dueño,
el patrón manda en su morro, en su favela. Y solo allí. Distribuye
los cargos, elige personas de su confianza, establece los contactos
con los surtidores (de armas y de drogas), cuida a los familiares
de los hermanos que están presos, envía fortalecimiento (ayuda en
dinero o bienes de consumo) para aquellos que se encuentran en
el sufrimiento, según el argot de los prisioneros para referirse a los
que se encuentran dentro de la cárcel. Puede ser llamado para dar
Ilegalismos y delincuencia: nociones revisitadas a la luz… 61
21 “Crimen” o “mundo del crimen”, son nociones “nativas” que guardan cierta complejidad
en razón de sus diferentes usos: pueden nombrar un sujeto colectivo de contornos indefinidos;
pueden referirse a los pasajes y conexiones entre un conjunto de prácticas consideradas ilegales;
pueden aludir a un fondo común de pertenencia o identificación de sujetos, entre otros (Marques
2014).
22 Formar o fechar (cerrar) son términos utilizados para describir la concreción de una alianza
en el crimen.
23 Para la policía se reservan otros nombres peyorativos, como “gusanos”.
62 Estado, violencia y mercado…
Los riesgos, en este caso, son variados. En primer lugar, la dura, como
se denomina la requisa policial (o razzia). Aunque la nueva ley de drogas
brasileña (ley 11.434/2006) haya “despenalizado” el uso de drogas (tal
práctica deja de ser punida con la pena de prisión), siempre existe el
riesgo de que, en el momento de la dura, en el momento de apalabrar
a la autoridad policial, un curso de acción imprevisto sea tomado. Todo
dependerá de quién sea el usuario (de lo que, como se dice frecuentemente,
él tenga para perder) y de su comportamiento al momento del abordaje
policial. Formalmente, la Policía Militar, que se encarga del patrullaje
ostensivo en las calles de la ciudad, debe conducir al individuo infractor
a una comisaría de la Policía Civil para que sea confeccionado el Boletín
de Ocurrencia y se dé inicio así al procedimiento judicial. Pero eso, como
bien señalan varios policías militares, raramente sucede. Los motivos son
variados. En primer lugar, porque consideran una pérdida de tiempo y
una molestia, desde el momento en que el usuario no será penalizado
(como debería serlo, para algunos, con pena de prisión), y también porque
llevar el caso a la comisaría implica quedarse hasta finalizar la confección
del registro para, futuramente, presentarse en el tribunal a declarar ante
el juez. Además, muchos policías civiles consideran que tales registros
son una pérdida de tiempo y, a veces, incomodan a los policías militares,
verbalmente o haciéndolos esperar por más tiempo del necesario. Debemos
resaltar que, desde el punto de vista de la policía (sea militar o civil), estos
casos escapan a la lógica del “combate del delito” que orienta, grosso
modo, el comportamiento y las valoraciones policiales en Río de Janeiro.
Así, si la derivación formal raramente es tomada como curso principal
de la acción, se abre un abanico de posibilidades en el campo de la “infor-
malidad”.29 Detallo algunas de ellas: hacer la vista gorda dejando pasar
al usuario sin someterlo a requisa; dar una lección moral, retener la droga
y liberar al usuario, dar lo que se conoce como esculacho30; simplemente
quedarse con la droga para su propio uso y liberar al usuario, negociar un
soborno, entre otras posibilidades. En el caso del soborno, todo depende
29 La creación de una sinonimia entre ilegalidad e informalidad, muy presente en los medios
de comunicación en Brasil, contribuye significativamente con la criminalización de una serie
de actividades laborales que se reproducen en los márgenes de las regulaciones estatales de
los mercados. Aquí esta categoría es accionada por los policías en el sentido inverso: para
des-caracterizar sus acciones como delitos.
30 Esculacho es una categoría que marca una agresión moral, aunque simultáneamente se pro-
duzca una agresión física. En este caso puede variar entre agredir verbalmente y/o físicamente
al usuario, hacerle tragar o aspirar toda la droga, agredir al usuario y quitarle la droga y el
dinero, dejarlo sentado en el piso durante un tiempo, hacerlo desnudar, etc. Para un análisis
del término ver Pires (2011).
66 Estado, violencia y mercado…
permite que el avión diga a dónde está la mejor droga y el mejor precio
(como son diferentes gerentes, diferentes responsas, la variación de pre-
cios –de cinco, de diez o de veinte reales, etc.– no es solo en la cantidad,
sino en la calidad del producto). Así, el avión también ejerce el rol de una
especie de consultor de este mercado.
De todos modos, en el personaje del avión se condensa el haz de re-
laciones que configura los ilegalismos populares relacionados al consumo
y venta de drogas en Rio de Janeiro. Él ocupa una posición transitiva:
está al mismo tiempo en las calles y en los morros, debe tratar de conocer
los valores que orientan a los policías (ya que, casi obligatoriamente, se
encontrará con ellos en alguna “dura” –razzia o control-) y también aque-
llos que orientan a los bandidos (como comportarse para ser respetado o
considerado por el crimen). El avión es un consumidor de droga (como lo
es la gran mayoría de ellos) y al mismo tiempo un traficante (al menos
desde el punto de vista de la codificación legal y de la óptica policial).
Sobre este último punto, cabe señalar la relación ambigua que el avión
entabla con los demás consumidores. Puede estar participando al mismo
tiempo de las redes de amistad o confianza establecidas en los lugares
que ambos frecuentan (la mayoría de las veces bares; inclusive, él puede
ser alguien del grupo con más disposición o contactos para buscar la
droga), y si tarda en regresar, quienes esperan pueden pasarle “factura”
(exigir reparación) en caso de que no aparezcan o se pierdan la droga
y el dinero en un encuentro con la policía. De la misma manera que
sucede con quien rompe un contrato comercial, más aun, como alguien
que comete un desliz moral, él es acusado de haber “acostado/dormido”32
a quienes le dieron el dinero, de haber sido “demasiado vivo” o de tratarlos
como “otarios”.33 Más que el perjuicio financiero es una falta moral. Al
contrario, es esa misma red de conocimiento con los consumidores en los
bares la que protege al avión frente a las requisas de la policía en estos
establecimientos. Un avión que no participa de las charlas y actividades
recreativas, parando allí solo para realizar sus negocios o mantener su
consumo, se vuelve fácilmente identificable.
Consideraciones finales
En este artículo busqué explorar dos nociones producidas por Foucault en
la obra hoy considerada clásica: Vigilar y Castigar, y examinar su per-
tinencia para el análisis de un contexto particular de investigación: las
prácticas de uso y comercio de drogas en Río de Janeiro. Ambos con-
ceptos, ilegalismos y delincuencia (por cierto, deberíamos hablar de un
par conceptual, desde el momento en que no pueden ser disociados), se
muestran como un potente recurso para frenar en nuestros análisis las
perspectivas “finalistas” o “estatales” presentes en los debates sobre segu-
ridad pública en Brasil, centradas en la búsqueda de universales (o en el
encauzamiento metodológico, tomando tales universales como presupues-
tos naturalizados en nuestros análisis –leyes, estado, sociedad, orden, bien
común, etc.)39, en el principio de la identidad, en la concatenación de las
cadenas de causa y efecto, en la producción de un consenso, a través de
la afirmación de un único punto de vista.
Traté de hacer uso de dos personajes –el avión y el X-9– para poder
tensionar o redireccionar tales conceptos para que produzcan cierto ren-
dimiento en el análisis del problema que me propuse presentar. Aclaro
que tales personajes, aunque obviamente en algún momento alguna per-
sona de carne y hueso pueda encarnarlos, se presentan aquí como anclajes
relacionales o puntos de convergencia de líneas de fuerza. Si fui exitoso
o no, lo dejo a juicio del lector. Quisiera, no obstante, señalar que los
campos de problemas contemplados aquí, apuntan a la continuidad de las
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La mente y el homicidio: la gestión
de la violencia en el tráfico de drogas
en São Paulo (Brasil)1
Introducción
Vengo discutiendo en trabajos recientes (Malvasi 2011a, 2011b) que el
tráfico de drogas en São Paulo se ha evidenciado, sobre todo para los
más jóvenes, como una de las posibilidades dadas a la viração (rebusque,
arreglárselas), un mercado de fácil acceso, una estructura de actividades
ilegales efervescente, un mercado que acepta a los jóvenes de acuerdo con
la especialización y características personales. El tráfico es uno de los
empleos más accesibles para los jóvenes con poca formación escolar. La
adhesión al tráfico crece, a pesar del aumento substancial de la punición de
los adolescentes ingresantes en la firma.3 En São Paulo4, la disminución de
los asesinatos en el ambiente del tráfico de drogas en la segunda mitad de
los años 2000, implicó un aumento en el número de interesados en trabajar
en el “movimiento” (tráfico). En los territorios paulistas donde realicé el
trabajo de campo5, jóvenes que no quieren tomar las armas ni tampoco
1 Este texto es una versión actualizada y traducida al español del artículo A mente e o ho-
micidio: a gestão da violência no tráfico de drogas em São Paulo, publicado originalmente en
Dilemas: revista conflito e controle social, V. X, en 2013.
2 cebrap-Brasil
3 En 2006, el 17 % del total de adolescentes de sexo masculino se encontraba internado por
tráfico de drogas; en 2008 ese número aumentó hasta el 32 %, o sea, un incremento de casi el
100 % en dos años. En 2009 fue el 30 % y en 2010 el 33,5 %. En el caso de las niñas: en 2006
el 32 %, en 2007 el 41 %, en 2008 el 47 %, en 2009 el 45 %, en 2010 el 46,5 %.
4 En 1997, en la ciudad de São Paulo, el número de homicidios era de 56,7 por cada cien mil
habitantes. Ese número alcanzó su ápice en 1999 con el 69,1 por cada cien mil habitantes. A
partir de 2003 (52,4) el número de homicidios se redujo considerablemente, llegando en 2009
a 15,2 –una caída superior al 80 % en diez años. En la región donde se localiza el barrio
etnografiado en este texto, el mayor índice de homicidios se dio en 1999, pasando de los 60
homicidios por cada cien mil habitantes a cerca de 15 por cada cien mil en 2009.
5 Este trabajo discute los resultados de una etnografía realizada en dos barrios de la periferia
de la región metropolitana de São Paulo entre 2009 y 2011 (Malvasi 2012).
77
78 Estado, violencia y mercado…
9 Para ser considerado miembro de la organización del Primer Comando de la Capital (pcc)
es necesario el padrinazgo de alguien que ya sea miembro del pcc, que pasará a ser responsable
por su apadrinado. Para ser un “hermano” es necesario pasar por el “bautismo”, cuyo ritual
no acompañé, ni del cual pude obtener informaciones detalladas sobre las etapas de realización
que confirmarían, al final, la efectiva filiación al pcc.
10 “Primo” es el nombre dado a aquellos que son considerados aliados de la organización, aun-
que no tengan vínculo de hermano –posición en la jerarquía que implica más responsabilidades
y derecho a eventuales beneficios.
11 De forma general, las lojinhas operan todas en un flujo parecido: existen dos turnos de
trabajo, uno que comienza de mañana a las 7hs, y permanece hasta las 19hs; otro que comienza
a la noche, a las 19hs, y va hasta las 7hs- turnos de 12 horas de trabajo. Cada persona que
trabaja en el “pacotinho” (paquetito) recibe una cantidad y cuando obtiene el equivalente a la
venta completa, recibe otra cantidad.
12 La mayor parte de mis interlocutores no sabía calcular el movimiento bruto al mes de una
lojinha. Aquellos que sabían, por el lugar que ocupaban en la “firma”, no quisieron hablar. Par-
tiendo de las informaciones que obtuve de los vendedores individuales, con fecha de base en abril
de 2009, se alcanza un valor aproximado del movimiento de las biqueiras a través del rédito de
estas ventas minoristas. Partiendo de la renta media mensual de $2.500,00 Reales (equivalentes
a 1200 dólares estadounidenses) para cada vendedor, una biqueira con diez comerciantes, como
la de Joílson, tendría una facturación bruta mensual de 125 mil Reales (equivalentes a 50 mil
dólares estadounidenses). Una lojinha como la de Jota, con dieciocho vendedores, facturaría 225
mil Reales (equivalentes a 110 mil dólares estadounidenses) al mes. Son números especulativos,
porque la media que hice de la venta mensual por vendedor está basada en información de
pocos negociantes.
80 Estado, violencia y mercado…
13 El término ladrón, para este grupo, se refiere genéricamente a aquel que es reconocido por su
involucramiento en el crimen, independientemente de las modalidades de infracción. El término
bandido suele tener la misma acepción.
La mente y el homicidio: la gestión de la violencia… 81
posesión de las bocas de los primos a la fuerza. Presencié una charla en-
tre Joílson y Jota en que manifestaron desconfianza sobre todos aquellos
cambios que el Comando estaba promoviendo en el barrio que serían mo-
tivados porque Montaña tenía la intención de poner todas las bocas bajo
su administración.
Mis interlocutores cuentan que cuando el Comando llegó a la ciudad (al-
rededor de 2003), hubo un registro de los diversos puntos de venta. Joílson
(con 16 años en la época) y otros jóvenes vivían en guerra permanente
por espacios y por el poder local con otros traficantes. Según ellos, lucha-
ron para conquistar su espacio. Cuando el Comando llegó, ellos tuvieron
la oportunidad de quedarse y ser bautizados por el pcc, volviéndose así
hermanos. Algunos fueron bautizados, otros no, entre ellos Joílson, que
firmó un acuerdo con el Comando regional, estableciendo una sintonía con
el pcc. Él niega que necesite mantener el acuerdo por obligación, le gusta
contar con ventaja sobre su independencia: de todos modos, no deja de
mantener las negociaciones, aunque lo hace realizando las transacciones
“por fuera”, con otros distribuidores (también hermanos del pcc).
A comienzos de mayo, Abóbora llegó a conversar con Joílson sobre
su biqueira. Joílson no me habló del contenido, pero me dijo que quedó
“cabreado” con la charla y decidió distribuir algunas armas entre sus
trabajadores, sobre todo los del turno de la noche. Él no solo defendió
su espacio, sino que también aprovechó para ganar terreno en el negocio
local. Hizo otra propuesta a los jóvenes que se encontraban insatisfechos
con la forma de pago ofrecida por Montaña, aumentando sustancialmente
su negocio: de diez vendedores en febrero, pasó a diecinueve en marzo
–convirtiendo su punto en uno de los más activos de la región. Ese fue
un periodo bastante tenso, pues había temor de que el Comando –u otros
ladrones– quisiesen tomar la boca de Joílson.
En junio, Abóbora asumió el puesto de gerente en una de las lojinhas
de Montaña. A fin de mes huyó luego de un embate de la policía militar.
El rumor que corrió fue que él estaba debiendo mucho y trató de escapar.
Los comentarios de Joílson fueron jocosos, con aire de victoria en la con-
tienda. Decía que Abóbora “estrelló la nave” –expresión que quiere decir
que el traficante quiso ganar espacio demasiado rápido, pero no pudo.
“Hermanito de cartón” –dijo Joílson– ridiculizándolo por ser hermano del
pcc pero no tener “competencia” para hacer prosperar el negocio. Con la
caída de Abóbora otros miembros del crimen comenzaron a burlarse de él.
Jota dijo que Abóbora era muy fiestero: “el tipo que es ‘ladrón’ no puede
ser muy fiestero”. Elías dijo que para quien anda en lo correcto –derecho,
84 Estado, violencia y mercado…
recto– las cosas caminan bien, citando el caso de Abóbora que, según él,
quiso pasar por arriba de los otros y perdió rápido.
Una deuda siempre debe ser pagada. El hecho de tener una deuda y no
haber conseguido pagarla no significa que habrá represalias necesariamen-
te: dependiendo del historial del traficante, de la “corrida que él ya hizo
para el crimen”, puede beneficiarse con una amnistía –aun debiendo, el
traficante recibe una cantidad de drogas para poder trabajar y pagar así
la deuda. Algunos traficantes prefieren realizar otro delito –hurto, asalto–
para pagar la deuda. Aun así, muchos no tienen “apetito” por realizar
asaltos, solo quieren traficar. De hecho, oí más de una vez la expresión
“gracias a dios nunca robé a nadie”.
A inicios de julio, Abóbora reapareció directamente para un debate17.
Mis interlocutores contaron que él estuvo con tres hermanos en una casa
de la favela –por más de veinticuatro horas– hasta conseguir hablar con
Montaña, para la definición final del caso. Desde entonces, Abóbora fue
mucho más discreto, algunos dicen que trabaja en otro barrio; otros, que
fue excluido18.
Montaña desapareció durante veinte días en julio. La información fue
que le habían bloqueado la comunicación en la cárcel, que se quedó sin
radio, que perdió la sintonía. En este periodo, emergieron traficantes de la
capital para cui dar de sus negocios. Joílson siguió desconfiando, creyendo
que querían quedarse con su biqueira. Nunca se sabe si el miedo tiene
razones efectivas o si forma parte de la inseguridad común al tráfico de
drogas: en diferentes momentos los traficantes decían “la movida es loca”
o “la movida es siniestra”, cuando se referían a las relaciones tensas e
inseguras entre los miembros del comercio local de drogas.
A mediados de julio, Jota me contó la siguiente historia: Joílson estaba
cenando en la casa de un pariente de Jota. Después salieron para charlar
a la calle y “fumar un porro”, “había una luna loca”. Joílson se puso a
17 Con relación al procedimiento utilizado para mediar contiendas entre miembros del mundo
del crimen y conflictos comunitarios, ver Feltran (2011). En el debate, según mis interlocutores,
se busca en principio un acuerdo a partir del diálogo. En este caso el hermano (miembro del
pcc) dice cómo debe ser resuelta la contienda o discordia. Se no hubiese resolución posible, si la
falta fue muy grave (delación, relación con la mujer de un compañero, etc.) la sentencia puede
ser la muerte o la exclusión. La exclusión, como una noción nativa que se refiere a las formas de
gestión del tráfico, significa la prohibición de la actividad delictiva. Quien es excluido no puede
volver a trabajar en el tráfico. De esta forma, el excluido continúa en el barrio, pero se torna
una persona que queda en el limbo: no se inserta como trabajadora, no tiene posibilidades de
volver al tráfico y, todavía, se hace vulnerable a la violencia del tráfico porque es considerado
un potencial delator.
18 Una de las decisiones posibles del debate significa la expulsión del mundo del crimen o,
según el caso, del lugar donde se vive. Esta sentencia se llama exclusión.
La mente y el homicidio: la gestión de la violencia… 85
caminar de un lado para otro, con los brazos para atrás, mientras hablaba.
En determinado momento paró y dijo: “estoy pedaleando, hermano, igual
que en el cerezo [cárcel]” –pedalear es caminar sin parar, de un lado para
otro, como en la cárcel. Joílson (que salió de la cárcel en julio de 2008)
está siempre atento, mirando para todos lados. Jota me lo explicó: “él dice
que ahora es mucho más vivo; en la cárcel aprendes a tener disciplina, a
estar conectado todo el tiempo, hay un montón de procedimientos, hay
que estar en órbita; no da para andar jugando; y cuando se sale a la calle
es así también –es el momento de tener disciplina para hacer dinero”.
Finalizando julio, desde adentro de una penitenciaría, un hermano alle-
gado a Montaña entró en sintonía con Jota. Según escuchó en la llamada,
Montaña mandó a decir que no se había olvidado de ellos (refiriéndose
en ese caso a Jota y a otros traficantes que trabajaban en las lojinhas del
Comando). Se enteró de los problemas que había habido (la no liberación
de las mercaderías y el consecuente perjuicio) y prometió enviar algunos
kilos de marihuana, aproximadamente 100 gramos de cocaína y la misma
cantidad de crack. Le daría 15 días a Jota para que pague.
Para Jota no había de hecho ninguna deuda: él desconfió de las verda-
deras intenciones de Montaña, especulando con la hipótesis, tal vez, de
haber sido “cortado” por el hecho de que Montaña hubiera considerado
que la gerencia estaba ganando demasiado –y la “historia” de la deuda se-
ría solo para apartar a quien estaba ganando demasiado. Para él, primero
el movimiento cayó y dio pérdida, después el patrón volvió atrás.
En efecto, el movimiento en las biqueiras de Montaña disminuyó du-
rante ese periodo. Jota no quiso volver a ser gerente, pero Elías sí. Y el
movimiento de la policía aumentó. Elías dijo que en ese periodo ellos tu-
vieron que evitar estar en la calle conversando en rondas, juntos, fumando
marihuana –hábitos comunes que tenían antes, con cierta tranquilidad, y
ahora no porque el movimiento de la policía se había intensificado.
Una noche, a inicios de agosto, un coche sospechoso apareció y siguió en
dirección al punto de venta de Joílson. Él y otros interlocutores conside-
raron que se trataba de policías vestidos de civil. Uno de los adolescentes,
armado, dio la idea al grupo de no salir corriendo, que se quedasen para
reaccionar –y en esta situación de adrenalina, el joven dio un tiro en di-
rección al vehículo, de donde salieron las represalias. Nadie fue preso, ni
muerto en este tiroteo, pero la tensión y la violencia aumentaron sustan-
cialmente en los meses siguientes.
Joílson les dio armas a sus trabajadores nocturnos, con miedo de even-
tuales ataques, pero él mismo no creía que alguien vinculado a Montaña
86 Estado, violencia y mercado…
19 Geertz parte de la definición de “juego profundo” (Bentham), para cuestionar una visión
puramente economicista de explicación de la participación de tantos hombres en la riña de
gallos. Un juego profundo sería un juego en el cual las apuestas son tan altas que, desde el
punto de vista utilitarista, resultaría irracional que los hombres se involucrasen en él. Para
Bentham, tales hombres son irracionales –adictos, tontos, salvajes. Para Geertz, sin embargo,
el dinero en la riña de gallos es menos una medida de utilidad que un símbolo de importancia
moral, percibido o impuesto. Lo que está en juego es el status. “Y como (para seguir ahora
a Weber y no a Bentham) imponer significación a la vida es el fin primordial y la condición
primaria de la existencia humana, ese aumento de significación hace más que compensar los
costos económicos del caso” (Geertz, 2001, p. 356).
88 Estado, violencia y mercado…
21 Algunas características generales de un “universo simbólico del crimen”, definido por Alba
Zaluar como ethos de la masculinidad, serían: la jerarquía, una mezcla de cálculo racional y
emoción; la ambición de ganar mucho y ganar con facilidad; y la masculinidad reafirmada en el
uso de armas, en la violencia, en la guerra para la defensa de territorios (Zaluar 2004). Según
la autora “la máxima afirmación de un bandido es, inclusive, su disposición a acabar con la
libertad ajena –en sus palabras, ‘disposición a matar’” (Zaluar 2004: 64).
90 Estado, violencia y mercado…
23 En su estudio sobre la relación entre prisión y barrio en Portugal, Manuela Ivonne Cunha
(2008) demostró cómo la prisión “se banalizó” y “se normalizó” en ciertos barrios, sobre todo
los más precarizados de las áreas metropolitanas. “La estigmatización que antes representaba
la prisión antecede ahora a la propia detención, esto es, se instituye por la propia pertenencia
a ciertos barrios que hoy es habitual que se vean connotados con toda suerte de patologías […]
El barrio incorporó la prisión en su cotidiano” (Cunha 2008: 116 y 118). Cunha argumenta
que la frontera simbólica entre la prisión y la calle se erosionó. “Los dos cotidianos se afectan
mutuamente de manera permanente” (Cunha 2008:120).
24 Nombre dado a la salida de los presos en época de fiestas, como Navidad y Pascua, para
que pasen los feriados con sus familias.
92 Estado, violencia y mercado…
sintonía sería, entonces, el resultado del pcc como fuerza externa sobre
sus miembros. La sintonía hace posible la teorización y la práctica política
existentes en el comando “la resonancia de deseos, en sus más variadas ex-
presiones, por cuerpos que, juntos y mezclados, corren lado a lado, están
en sintonía” (Biondi 2010:193). Para la autora, esa teoría tendría como
una de sus características el esfuerzo en el sentido de intentar refrenar
las fuerzas autoritarias. La política del pcc al interior de las prisiones
sería “manejar la población y poner en práctica los idealesdel comando
sin que necesariamente por eso se establezca alguna relación jerárquica”
(Biondi 2010:155). Y, además de la ruptura de la jerarquía, el pcc se ex-
pande, él no se limita a los miembros de la organización: “el pcc puede
estar presente aun donde está ausente, o sea, donde no encontramos a sus
miembros” (Biondi 2010:52).
Tal como percibí en mi trabajo de campo, fuera de las cárceles y en el
contexto específico del comercio de drogas en solo dos territorios paulis-
tas, la (no) jerarquía interna al pcc es sustentada por relaciones entre
ladrones de “igual a igual”, aunque minimizada por el poder económi-
co reafirmado en las relaciones entre traficantes en diferentes posiciones
en el comercio. En el tráfico están el patrón, el gerente y el vendedor.
Existen distribuidores más grandes que controlan flujos y poseen sus pro-
pias lojinhas en los territorios. Ese poder económico no estuvo asociado a
una represión violenta, sino que se ejerció en la libre competencia entre
los comerciantes. La afluencia de los negocios del tráfico posee también
mecanismos políticos y comerciales de imposición de quienes concentran
la distribución de mercadería. La tensión es frecuente, la violencia y la
“trairagem” [traición] son posibilidades; tramar situaciones que lleven un
comerciante a un “debate” con otro es una táctica en boga en el crimen.
Los traficantes están sintonizados en el pcc y, simultáneamente, ne-
gociando los espacios y oportunidades del mercado. No hubo mención
a conflictos armados en torno a puntos de venta de drogas. Durante la
investigación escuché tres referencias a propuestas de compra; y es más
común la compra de una “boca” que la “apropiación por la fuerza”. De
todos modos, cuando un traficante más rico y, por el mismo motivo más
fuerte, hace una oferta, ésta también puede ser vista como una amenaza.
El modelo actual de gestión de las relaciones al interior de las activida-
des del tráfico fue identificado por mis interlocutores como consecuencia
de la disciplina del pcc. Una de las principales finalidades de la institu-
ción del debate es deliberar sobre el control de la vida, o mejor, prohibir
o liberar (lo que es menos frecuente) el homicidio. El reajuste que el pcc
94 Estado, violencia y mercado…
propició en cada unidad carcelaria bajo su dominio puede ser definido, se-
gún Marques (2010), a través de dos políticas: la primera es caracterizada
por el establecimiento de medidas que pretenden disminuir el alto índice
de asesinatos entre los propios ladrones, y con eso se busca promover la
“unión del crimen”; la segunda, se caracteriza por un doble movimiento
de repudio y guerra a la administración carcelaria y a la policía. El foco de
la política del pcc, en esta clave, está en las tácticas de poder en torno a
la gestión de la vida de los presos: “paz entre los ladrones” y lucha contra
el “sistema” que en el discurso de la institución es responsable por las
violaciones a los derechos de los presidiarios, así como por las violencias
ejercidas contra ellos. Al ser difundidas en las calles, estas políticas son
incorporadas y adaptadas a los contextos específicos.
El comando del pcc llega a las mentes por medio de la sintonía; su
dispositivo es el teléfono celular y su práctica eminente es el debate, que
en gran medida implica la gestión de los homicidios. Reconozco en el
uso de la expresión sintonía una operación de difusión de las ideas que
representan el mundo del crimen, según el marco del pcc, en los diferentes
contextos en que la sigla tenga relevancia. Sintonía, en este sentido, es la
conformidad de las formas de proceder de los ladrones de una determinada
quebrada con la teoría política del Primer Comando de la Capital, el pcc,
y con la principal pauta de la organización: la “unión del crimen”. La
sintonía entre la cárcel y la calle trasciende los asuntos relativos a los
negocios ilícitos; al proponer la “unión del crimen” y la “paz entre los
ladrones” la sintonía del pcc se relaciona con las expectativas y deseos de
los habitantes de los barrios donde hay alta concentración de presidiarios
y ex-presidiarios.
La sintonía comunica los procederes que deben guiar la conducta de
aquellos que se identifican como “del crimen”, pero estos modos deben
estar en consonancia con los ideales y los intereses delas comunidades
locales. Las “caminatas”27 que se apartan del crimen, la de vecinos de
la periferia, se sintonizan también con las conductas y procedimientos
comunicados por los miembros del pcc a los barrios de la periferia en la
medida en que estos ayudan a pacificar y a hacer más próspera la región.
Lo que sintoniza el crimen en las quebradas es un modelo de racionalidad,
una inteligencia –la mente–, elecciones, decisiones y acciones volcadas a
minimizar el sufrimiento y a aumentar las oportunidades. Esta mente,
según el punto de vista aquí adoptado, no es alimentada exclusivamente
por la lógica interna al crimen69.
27 O termo significa a trajetória percorrida por um indivíduo no mundo do crime
La mente y el homicidio: la gestión de la violencia… 95
28 Como destaca Teresa Caldeira (2000), la resolución privada de conflictos con el “bandidismo”
en los años ’80 se daba por medio de “justicieros” que eran, con frecuencia, movilizados por
actores –empresarios, habitantes locales, de los mismos barrios. El repertorio de justicia privada
no era una novedad, pero los mismos “delincuentes” como actores de la resolución, sin la
La mente y el homicidio: la gestión de la violencia… 97
Bibliografía
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fuerza bruta del recurso al homicidio, sí lo era. En esta investigación observamos el hecho,
particularmente en el estado de São Paulo.
29 Difundido por la prensa como una onda de ataques del Primer Comando de la Capital (pcc),
el evento que tuvo lugar en mayo de 2006 involucró ataques contra edificios públicos y policías.
El informe São Paulo bajo achaque: corrupción, crimen organizado y violencia institucional en
mayo de 2006, el estudio más importante sobre el tema realizado desde entonces, señala la
corrupción policial con miembros del grupo como el disparador principal del evento. En una
semana el número de asesinatos llegó a 493, siendo que la mayoría fue cometido por la policía
militar del Estado de São Paulo.
98 Estado, violencia y mercado…
99
100 Estado, violencia y mercado…
3 En resumen, la política no remitiría solo a las disputas entre sujetos previamente existentes,
sobre determinados terrenos (Estado, consejos, sociedad civil, etc.), sino, sobre todo, a la disputa
subyacente a la misma institución de dichos terrenos y sujetos (Rancière 1996ª, 1996b), es decir,
en la misma definición de lo que es socialmente legítimo.
102 Estado, violencia y mercado…
territorios. Hoy todavía muy presente entre las generaciones antiguas, esa
narrativa tuvo fuerza suficiente como para mantener la cohesión social de
los suburbios de São Paulo hasta los años 1990.
A partir de entonces, los análisis siguieron las transformaciones empíri-
cas de todas esas temáticas, que pasaron a verse bajo el signo de la crisis.
Ahora bien, si la sociabilidad de los suburbios seguía teniendo el trabajo
como una categoría central, las crisis de desempleo estructural y de flexi-
bilización de la acumulación desplazaron para siempre la centralidad del
proyecto del obrero fordista; si la moral popular católica estaba todavía
muy presente, el neopentecostalismo se fortalecía cada vez más; si los mo-
vimientos sociales seguían actuando, se cuestionaba su representatividad
tanto en el espacio público (por su inserción institucional subalterna) co-
mo en el tejido social (por la reciente presencia de otros tantos actores
supuestamente representativos de esa población). La generación nacida
en los años 1990, que ya no es migrante, tampoco puede soñar con la
estabilidad del proyecto de vida obrero, como hace dos o tres décadas.
Por lo tanto, ya no cuenta con la posibilidad de ascenso social de toda la
familia. Casi siempre la expectativa de mejorar la vida es, cuando la hay,
individual.
En mi investigación de campo, la narración de esos desplazamientos
aparece con bastante regularidad en testimonios y trayectorias de vida,
vinculada con el crecimiento de la criminalidad violenta. Las transforma-
ciones del trabajo, la familia y la religiosidad por lo general me fueron
relatadas como algo que acercaba las fronteras del “mundo del crimen”
a la convivencia “comunitaria” e incluso “familiar”. “¡Antes no era así!”.
La temática de la “violencia” y las referencias a un universo criminal
emergieron, en mis estudios y en una serie de otros estudios recientes en
los suburbios de São Paulo (Telles y Cabanes 2006; Marques y Torres
2005; Almeida, D’Andrea y De Lucca 2008), como esferas estrechamente
vinculadas a los desplazamientos de campos estructuradores de la vida
popular. La criminalidad violenta estaría asociada, desde esa perspectiva,
al desplazamiento en todo un mundo social.
A partir de 2005, cuando comencé a estudiar de forma más sistemática
a los adolescentes involucrados con el “mundo del crimen” en Sapopem-
ba –uno de los 96 distritos de São Paulo, con 300 mil personas y que
linda con la ciudad de Santo André, en el llamado abc paulista, me fui
dando cuenta de que para ellos las “crisis” del trabajo, la familia y la
religiosidad católica, que decretaban el fracaso del proyecto colectivo de
movilidad social de sus padres, ya se consideraban un elemento consti-
104 Estado, violencia y mercado…
Los chicos, los fines de semana, iban a la feria para cuidar coches.
Había unos chicos aquí abajo que les pegaban, les quitaban el dine-
ro. (...) Un día los traficantes llamaron a mi puerta porque yo había
llamado a la policía a causa de esos chicos. El traficante vino a mi
puerta. Entonces él vio que yo era sola, todo estaba oscuro aquí... vio
que yo era sola, solo me amenazaron, ¿sabes? Me dijeron que tendría
que irme si llamara a la policía nuevamente. (...)
Pero soy una mujer determinada. Al día siguiente fui a trabajar y,
al volver del trabajo, busqué a los traficantes. Fui hasta ellos. (...)
Llegué allí y les expliqué la situación en que vivía, la situación en que
me encontraba y lo que les pasaba a mis hijos en la feria. Que iba a
trabajar y, al volver, mis hijos estaban atrapados dentro de casa porque
los chicos de la calle les golpeaban, tiraban piedras dentro de mi casa,
que tenía la parte frontal abierta. (...) Entonces ellos me dieron la
Crimen y castigo en la ciudad. Repertorios de la justicia… 105
que antes estaba a cargo del principal traficante local de ordenar todo
el “mundo del crimen” y hacer que sus negocios funcionen sin conflictos.
Ante el éxito del intento y los diversos puntos de venta de droga bajo
una misma “ley”, un mismo “mando”, ya no hubo registro de disputas
armadas entre ellos.
Justo por eso, en las investigaciones realizadas en la última década, se
constata que el tipo de testimonios de los habitantes de los suburbios
sobre el “mundo del crimen” se desplazó. Algo que antes era ajeno a
las “familias” y lejano de los “trabajadores” pasó a estar presente en
los cotidianos de todos los habitantes de la nueva generación. Modos de
organización antes más restringidos a las cárceles reciben adhesión en el
tejido social de las favelas. Normas antes exclusivas del universo de quienes
se consideraban “bandidos” pasaron a abordar también la sociabilidad de
jóvenes no insertados en los mercados ilícitos. Por lo tanto, dinámicas
antes exteriores a la “comunidad” pasaron a entenderse como constitutivas
de ella.
La utilización de la violencia armada es, evidentemente, la fuente última
de la legitimidad y autoridad del “mundo del crimen” y de los “hermanos”
en los suburbios de la ciudad. Sin embargo, en el cotidiano esos grupos
manejan componentes mucho más sutiles de disputa por las normas de
convivencia, como es la reivindicación de justeza de las conductas, apoya-
dos en la “actitud”, “disposición” y “proceder”, y en la oferta de “justicia”
a quienes la necesitan. Es la complejidad de esa justicia que trato de ex-
plorar, empíricamente, a continuación.
cotidiano en tres niveles distintos: (i) hay debates que deliberan sobre
“pequeñas causas”, o desviaciones de poquísima gravedad, que pueden
resolverse en una charla rápida, entre individuos de la localidad en la que
se produjo la desviación; (ii) hay casos de gravedad moderada, cuyo ar-
bitraje se hace mediante consulta a otros “hermanos”, más “respetados”
en el “crimen”, realizado a través del teléfono celular; y (iii) hay, por fin,
casos de vida o muerte, que solo se definen después de “debates” bastante
más complejos que los primeros, en que diversos individuos que ocupan
posiciones relacionales conocidas como “torres”, producen una sentencia
consensuada4.
La sentencia se apoya invariablemente tanto en el respeto a los princi-
pios de la facción, que tiene el “debate” como forma de acceder a lo que
es “correcto” en cada caso, como en las actuaciones y en los testimonios
de acusados y víctimas. Hay espacio para una amplia argumentación de
acusación y, sobre todo, de defensa en la que la virtud del individuo tiene
que aparecer en acto, de manera performática (Marques, 2007). Los deba-
tes son agonísticos y deliberativos, y la decisión la toman los “hermanos”
bautizados del pcc, después de escuchar a todos y, sobre todo, después de
conversar entre sí. En el límite, se puede decidir en ellos quien vive, quien
está autorizado a matar y quien puede morir. A continuación, presento
situaciones de campo e investigación documental en las se verificaron esos
tres niveles de arbitrio y ejecución de sentencias. La tipología es solo es-
quemática, para los fines de análisis: en el campo, todas esas situaciones,
de enorme complejidad, se conocen igualmente como “debates”.
Pequeñas causas
Los chicos que les robaban dinero a los hijos de Ivete en la feria, en el caso
narrado antes, no necesitaron un “correctivo”, una paliza. En realidad, ni
siquiera recibieron una advertencia directa: bastó con que el “dueño” del
punto de venta de drogas “ordenara que les advirtieran” que la próxima
vez él vendría personalmente a resolver el problema. Todavía no había el
pcc en ese sitio, pero probablemente los “hermanos” harían lo mismo hoy
en día. Otros problemas llegaron al “crimen” local más recientemente, y
él estableció reglas para estos según los nuevos códigos. Los ejemplos son
fácticos: había una pareja que se peleaba a menudo en la favela del Ma-
dalena, de madrugada, y sus gritos por la noche molestaban a los vecinos
“trabajadores”; en una ocasión, unos adolescentes de allí robaron un coche
cerca de la favela y, al huir, trajeron la policía a la favela; hubo, además,
en esa misma favela, un niño que le robó la bicicleta a un conocido del
gerente de uno de los puntos de venta de drogas (conocidos como “bocas”,
“biqueiras” o incluso “lojinhas’ [kioskitos]); en otra ocasión, salió a la luz
un caso de infidelidad conyugal femenina y el marido dijo que mataría
a su mujer. Todas las situaciones requerían la intervención, violaban las
recomendaciones del proceder.
Por ello, en todos esos casos el crimen se posicionó de inmediato. Pro-
movió debates rápidos y arbitró sobre las acciones oportunas, con miras
a la reparación de daños, no siendo necesario el uso de la violencia. Según
me relataron, en esos debates se decretó que maridos y mujeres queda-
ban prohibidos de gritar muy alto durante las peleas nocturnas, para no
molestar a los vecinos, y el problema habría terminado; los muchachos
que robaron el coche cerca de la favela, atrayendo a la policía, recibieron
una advertencia verbal la próxima vez tendrían problemas más serios; el
chico que robó una bicicleta tuvo que devolverla y pedirle perdón a la
víctima sabe que ya no puede “meter la pata”; y el marido traicionado
fue autorizado a castigar a su mujer, pero le fue vedado el “derecho” a
violarla o matarla.
En todos los casos, se trataba de una primera falta, hubo atenuantes en
cada discusión y se le ofreció una segunda oportunidad al “desviado”. En
todos esos casos, aunque hubo “debates”, la contienda se resolvió en el
ámbito local, en la favela. También en todos los casos, la “ley” reivindicada
fue la norma local, aunque esta se apoyaba en un principio más amplio,
compartido entre muchas favelas: el de pacificar los conflictos para evitar
una acción privada extrema, que iniciaría un ciclo de venganza y una
escalada de violencia letal entre los mismos habitantes de las favelas.
Si eso hubiera ocurrido a finales del siglo pasado, es seguro que a Jorge le
habrían matado sumariamente. Pero en 2006, bajo otra “ley” del “crimen”,
él fue juzgado con derecho a defensa y sus argumentos valieron tanto como
los de los acusadores y defensores. La acusación sugirió que él se habría
favorecido, se habría apropiado de dinero del tráfico (lo que merecería el
pago, una paliza o la expulsión de la favela), y la defensa argumentó que
un proveedor le había engañado. Él demostró que conocía el “proceder”
y no “se acobardó”, lo que cuenta mucho. El rumor se diseminó por el
barrio, muchas personas acudieron al evento y el principal traficante de
la región vino personalmente a presenciar la controversia. Algunos de mis
interlocutores de investigación presenciaron el tribunal y defendieron a
Jorge.
En esos casos, se fija la fecha del debate con antelación, se llama a los
defensores y los acusadores, se estructura una red de comunicación virtual
Crimen y castigo en la ciudad. Repertorios de la justicia… 111
6 Se trata de un reportaje emitido por la cadena televisiva Rede Record, en el programa Do-
mingo Espetacular, disponible en el sitio: http://br.youtube.com/watch?v=xvs9y1lxfzq.
112 Estado, violencia y mercado…
7 Se identifican como presidiarios a todos los detenidos que participaron en las conversaciones
escuchadas por la policía.
Crimen y castigo en la ciudad. Repertorios de la justicia… 113
8 El “jaque mate” debe poner fin no solo a la vida del sentenciado, sino también a toda la
cadena de venganza privada potencial.
Crimen y castigo en la ciudad. Repertorios de la justicia… 115
Habría muchas perspectivas desde las cuales se podría analizar esa in-
teracción. Aquí me limito a hacer tres comentarios. En primer lugar, el
reportaje muestra lo sofisticados que son los “debates” –el uso de telecon-
ferencias por teléfono celular, la coordinación simultánea en siete presidios
y en una finca preparada para el evento, las 24 horas de grabación, la espe-
cialización de las tareas (testigos, argumentos de acusación y de defensa,
simulación del rol de jueces y del escribano, actuaciones en torno a la sen-
tencia), además de la articulación de diversas instancias de autoridad (la
“consulta a la cúpula”) y de la eficiencia de la “ejecución penal”. Dicha
sofisticación no solo sugiere, sino que también demuestra empíricamente
tanto la amplitud del dispositivo como la legitimación, entre los actores,
de la función de justicia desempeñada por el “mundo del crimen”.
En segundo lugar, si por una parte está claro que no todos los “debates”
son tan sofisticados, y no todos resultan en una sentencia que autorice la
116 Estado, violencia y mercado…
9 El promedio de homicidios en la capital, que era de cerca de 30/100 mil a finales de los
años 1990, se redujo de forma progresiva a partir de 2000. Las tasas promedio del distrito de
Sapopemba, donde hago investigaciones de campo, se redujeron seis veces entre 2001 y 2008, y
también de modo progresivo y regular: bajaron de 60,9/100 mil en 2001 a no menos que 8,8/100
mil en 2008 y 6,3 en 2011. Fuente: elaboración del autor con base en tablas generadas por la
página web del pro-aim, Alcaldía de São Paulo, en mayo de 2011. A partir de 2012, debido a
nuevas confrontaciones entre policías y el pcc, así como a cambios en las formas de acción de
la facción en el ámbito local, el dispositivo aquí discutido se hace menos hegemónico, lo que
incide en la ligera ampliación de las tasas de homicidio.
Crimen y castigo en la ciudad. Repertorios de la justicia… 117
del mundo criminal, que operan sobre todo en los presidios. El periodo de
encarcelación masiva corresponde, exactamente, al periodo de expansión
y ampliación del poder del pcc.
Es ahí que la tercera afirmación, la más frecuente de todas, pasa a tener
mucho sentido. Cuando habitantes de la favela o jóvenes inscritos en el
“mundo del crimen” dicen que “ya no se puede matar”, lo que enuncian
es un principio instituido en los territorios donde el pcc está presente:
la muerte de alguien solo se decide en sentencia colectiva, legitimada por
tribunales conformados por personas respetadas del “Comando”. A partir
de ese principio instituido, aquel chico del tráfico que hace algunos años
tenía la obligación de matar a un compañero por cuenta de una deuda de
R$ 5 para hacerse respetar por sus pares en el “crimen”, ahora ya no puede
matarlo, por la misma razón. Los castigos se aplican sin la necesidad del
homicidio o, más precisamente, necesariamente sin el homicidio.
Es desde esa perspectiva que se comprende el impacto de ese dispositivo
en las estadísticas oficiales. En el ejemplo presentado antes, el hermano
de la víctima solo sentiría que se había vengado el honor de su hermano
si se matara a los tres involucrados en el asesinato. Sin embargo, según
se observó, más allá de decidir solo por la muerte de una persona, el
“tribunal” también quiso poner fin a la contienda allí –el “jaque mate”
no permite la continuidad de la vendetta. Quien juzgó e implementó la
sentencia fue la autoridad legítima de la “ley” (del crimen) –y si alguien
decide desobedecerla será duramente castigado.
Antes de la instalación de ese dispositivo, como se sabe, es probable que
se hubiera matado a los tres acusados. Y ese triple homicidio generaría
nuevas venganzas privadas y así sucesivamente. Esa espiral de letalidad
todavía está presente en las demás capitales brasileñas. No obstante, desde
la implementación masiva del dispositivo de los “debates” en los suburbios
de São Paulo, se interrumpió esa cadena de venganza privada. Y como la
ley sólo en última instancia decide por la muerte hay muchos otros castigos
intermedios, toda aquella cadena de venganzas que acumulaba cuerpos de
niños en los callejones de las favelas, hace ocho o diez años, se redujo en
gran medida.
¿Entonces, serían los “debates” introducidos por el pcc la principal
causa para el descenso de los homicidios en São Paulo? Sin duda que sí,
afirman los etnógrafos urbanos (Feltran 2010, 2011, 2012; Telles & Hirata
2010) junto con sus interlocutores de campo. Las demás causas señaladas
en la discusión pública (desarme, subnotificación, cambio demográfico,
mejoras en la estructura policial, etc.) parecen, al verse desde el suburbio,
Crimen y castigo en la ciudad. Repertorios de la justicia… 119
Ya no parece ser posible ignorar aunque hay interés por parte de deter-
minados sectores de hacerlo– que el factor explicativo fundamental de la
disminución de los homicidios en São Paulo, desde la perspectiva etnográ-
fica, es la regulación interna al mismo “mundo del crimen” ocasionada por
la emergencia y expansión del pcc en la regulación de conflictos arma-
dos en los suburbios. La introducción de los “debates” como mediadores
legítimos de la conflictividad de ese entorno es un dispositivo central en
esa explicación. Por otra parte, no me sería posible adherirme a la lógica
que produce su eficiencia y celebrarla –se trata de otra forma de institu-
ción de la excepción, que invierte el signo de la igualmente antipública
gestión estatal de la violencia, también guiada por actores no reconocidos
públicamente, en el arbitrio de vida y muerte.
Sin embargo, al analizar las formas de juzgar la desviación a esa “ley
del crimen”, sobre todo si tomamos como contraste la “ley oficial”, se ve-
rifica la tensión que conforma la disputa de legitimidad entre ellas. Por
una parte, se observa que los “debates” son eventos performáticos, en
los que se cuestionan, ante los pares, el “compromiso con el crimen” y
la “disposición” del individuo para “correr con el Partido”. A partir de
esa performance se elabora un juicio, consensual entre los pares, que se
traduce en una sentencia coherente con los contenidos de excepción de la
ley, ejecutada inmediatamente a continuación. Para formular ese juicio,
B
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Nosotros interno y nosotros transitorio:
trayectorias de la guerra en Colombia1
125
126 Estado, violencia y mercado…
Santa Marta
11°N
AT L Á N T I C O
Océano Atlántico
Cartagena MAGDALENA
CONVENCIONES
Urabá Antioqueño
10°N
10°N
Urabá Chocoano
Departamento de Chocó
Departamento de Antioquia
Municipios Sincelejo
9°N
San Juan de Urabá
Arboletes Montería
SUCRE
B O L Í VA R
Acandí
Necoclí
CÓRDOBA
San Pedro de Urabá Valencia
Tierralta
Turbo
Unguía
8°N
8°N
Apartadó
Carepa
Chigorodó N O R T E D E S A N TA N D E R
Riosucio
Mutatá
Murindó
7°N
7°N
Océano Pacífico
ANTIOQUIA
Vigía del Fuerte
S A N TA N D E R
Medellín
CHOCÓ
6°N
6°N
Quibdó
B O YA C Á
CALDAS
5°N
5°N
RISARALDA CUNDINAMARCA
0 15 30
µ 60 90 120
Q U I N D I OT O L I M A
BOGOTÁ
Km VA L L E D E L C A U C A
1:3.000.000 M ETA
4°N
4°N
7 Alias sustituido para evitar su identificación. Los nombres de las personas cuyas voces, gestos
e historias se recogen en este texto han sido modificados.
130 Estado, violencia y mercado…
8 La Ley 975 de 2005, llamada Ley de Justicia y Paz, facilita los procesos de paz e incor-
poración individual y colectiva a la vida civil de miembros de grupos armados —guerrillas y
autodefensas—, además de garantizar los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación
de las víctimas, por las vías administrativa y judicial.
9 Diligencias realizadas desde 2005 con los “postulados” a la Ley de Justicia y Paz, que buscan,
en principio, el esclarecimiento de la verdad y el establecimiento de condiciones de reparación
y resarcimiento de las víctimas.
Nosotros interno y nosotros transitorio… 131
El “ser de Urabá”
Los itinerarios de Manuel y Alberto son similares, en la medida en que
ellos hicieron parte de la guerrilla del epl en la década de los ochenta y,
posteriormente, se integraron a las filas de las auc. Alberto perteneció al
Bloque Élmer Cárdenas hasta la desmovilización, en 2006; Manuel, por su
parte, describió la trayectoria completa de un “típico guerrero urabaense”,
pues perteneció a las Juventudes Comunistas (Juco), posteriormente fue
guerrillero del epl y después se alistó en las filas del Bloque Catatumbo de
las auc —que a pesar de no actuar en Urabá,10 reclutó a muchos jóvenes
de la región—. Aunque combatió en aquel bloque en el departamento de
Norte de Santander, en la frontera con Venezuela, Manuel entró en el
proceso de desmovilización, en 2004, por el Bloque Córdoba de las auc.
Danilo, el más joven de los tres, perteneció al Bloque Córdoba y, según
él, entró en la “curva descendiente de las autodefensas”, en 2002, cuando
“combatir al enemigo”, es decir, a la guerrilla, había dejado de ser el
objetivo de las auc. En cambio, la vigilancia de los cultivos de coca se
había convertido en la tarea más importante de su bloque. Danilo había
sido soldado del Ejército Nacional, y por esa vía se facilitó su ingreso a los
grupos paramilitares. Aparte de esos sus recorridos particulares, los tres
tienen en común “ser de Urabá”.
En muchas conversaciones con excombatientes de las auc, afirmaron
que en las zonas de presencia paramilitar siempre se van a encontrar jó-
venes de Urabá. Al preguntar la razón, muchos mencionaron el carácter
10 Las auc llegaron a tener cerca de cuarenta bloques, o estructuras armadas relacionadas,
que sumaban aproximadamente 30 mil combatientes en todo el territorio nacional antes de las
desmovilizaciones, a partir de 2002. Los bloques de las auc que operaron en Urabá, denominados
Bloque Bananero y Bloque Élmer Cárdenas, iniciaron su proceso de desmovilización en 2004 y
2006, respectivamente.
132 Estado, violencia y mercado…
Yo hablé con unos amigos aquí en Turbo y les dije: “Me quiero ir
de aquí”. Fue en el 2002. Me fui para las escuelas de entrenamiento en
Necoclí del Bloque Elmer Cárdenas. Allá, todo el mundo había sido
de la guerrilla. Es que, Silvia, todos nacimos de la guerrilla. La guerra
es como hablar una cosa y la misma, uno está en el otro, como A está
en B. Es un negocio de la burguesía, de la jerarquía, no sé...
Silvia: Y ¿tú crees que la guerrilla va a acabar o quedó diezmada
después de todo lo que hicieron los paramilitares?
Alberto: Las guerrillas no acaban. Las autodefensas tampoco. En
todos los rincones hay guerrilla. La guerrilla tiene sus asentamientos
11 Máximo comandante de las auc entre 1997 y 2001 (aproximadamente, pues en ese año se
reporta su primera renuncia a la comandancia general de las auc). Cofundador de las Autode-
fensas Campesinas de Córdoba y Urabá (accu).
12 “Somos la consecuencia, somos generados por la guerrilla, por su existencia”. Carlos Castaño
(citado por Salas 2008: 159).
Nosotros interno y nosotros transitorio… 133
políticos. Ahora mismo ellos están más fuertes que las autodefensas
porque tienen el respaldo de los países socialistas.
En otro diálogo, Manuel afirma:
El odio a la guerrilla nace por las acciones. La guerrilla no va a
volver, ella está entre nosotros.
muy raro escuchar a alguien decir que había tenido o tenía un familiar,
amigo o “conocido” en la guerrilla (farc o eln, en especial, por ser gue-
rrillas aún en actividad). Es claro que la mayoría de las voces de este texto
corresponde a desmovilizados de las auc, el “uniforme” más reciente.
Los encuadramientos políticos y alineamientos con los grupos armados
de la madre y de los hermanos del padre Martín a finales de la década
de los noventa demuestran hasta qué punto esas opciones están cubiertas
por la existencia de un nosotros interno que permite, incluso, el exilio
conjunto en situaciones extremas de peligro, a pesar de la pertenencia a
bandos contrarios. La experiencia del exilio se basa en el principio de “ser
de Urabá”. Por otro lado, el nosotros interno es también consecuencia del
presupuesto de que cualquier persona puede ser el enemigo que se va a
exterminar. Este designio es la guía del guerrero que, más que “ser de
Urabá”, pertenece al territorio, es decir, tiene una relación metonímica
con él. Por ello, el retorno del exilio es también una constante. Algunas
personas, como lo ilustra la decisión de la madre de Martín, prefieren
volver y morir en Urabá. Escuché testimonios similares no solamente de
combatientes de los diferentes grupos, sino también de una monja católica
que vivió el auge guerrillero en la década de los ochenta—quien llegó a
llamar “plaga” a la guerrilla y a justificar la misión de las “autodefen-
sas”—y quiso regresar para vivir sus últimos días en Urabá. Con más de
setenta años de edad, ella también se sentía sobreviviente y guerrera, y
decía “pertenecer” a Urabá, es decir, tal expresión es una derivación del
principio del “ser de Urabá”.
La muerte de la madre de Martín “por ser guerrillera” fue perpetrada
por paramilitares. En esa situación, el encuadramiento armado es más
claro. Sin embargo, en el caso de los hermanos de Martín, el primero de
ellos perteneciente a los grupos paramilitares, y quien fue ejecutado por
ellos, y el segundo, quien siendo de la guerrilla decidió incorporarse al
Ejército regular y terminó siendo asesinado por las milicias de la gue-
rrilla en Medellín, se evidencian fallas en el alineamiento vigente, en el
comportamiento asociado al “uniforme” del momento. De esta forma, la
muerte se torna conspicua, esperada y es vista como un accidente laboral
en una cotidianidad que gravita en torno de la división entre enemigos y
aliados.15
15 El asunto de la mentalidad generalizada que identifica al “otro” como enemigo fue señalada
por autores que han investigado en Urabá (García 1996, Mandariaga 2006, Uribe 1992, Blair
1999). En gran medida, la nefasta identificación de la labor sindical con el comunismo, en los
años ochenta, implicó la superposición del reconocimiento de los derechos del otro y de la lucha
Nosotros interno y nosotros transitorio… 135
Alberto agrega:
El nosotros transitorio
Los comandantes de alto rango y los combatientes rasos de las auc con-
formaron un nosotros transitorio, que cubre el tiempo de duración de la
guerra. Esta proporciona una identidad válida mientras se pertenezca a
la “organización”; después, esa identidad expira. En la fase de desmovili-
zación, como fue constatado durante el trabajo de campo, este “nosotros”
vinculado a la “organización” desaparece, lo que propicia, inicialmente, un
sentimiento de orfandad entre los combatientes; luego emerge una con-
Nosotros interno y nosotros transitorio… 145
ciencia de las paradojas de la guerra y las lecciones que ella deja. En esta
fase, se despierta el resentimiento hacia los comandantes que actuaron
como negociadores en el proceso de desmovilización.
Esta situación sucede, en general, entre los desmovilizados en proceso de
reintegración y que experimentaron la fase contrainsurgente de las auc17.
En síntesis, ellos son guerreros porque vivieron la “guerra”; ellos son hé-
roes porque tuvieron la misión de acabar con el enemigo, y son empleados
porque cumplieron con la tarea designada, lo que los transforma en bue-
nos empleados. De cualquier manera, es importante traer a la discusión
un rasgo identificado por Sémelin (2009) entre perpetradores de masacres
en Kosovo y Ruanda: ellos usan el argumento de la obligatoriedad y del
peso de las órdenes de los superiores para eximirse de responsabilidad por
los actos ejecutados, para disociar esa parte del yo guerrero y crear otro yo
capaz de asumir el control de su vida cotidiana, lejos del evento violento.
Es decir, otro yo que permita establecer un puente entre los postulados del
asesino: “cuántas cosas horribles hice”—allá— y “cuántas cosas horribles
tuve que hacer” —aquí— (Sémelin 2009).
De cualquier manera, para los combatientes rasos, inconformes con las
políticas de reintegración o no, es importante hablar de “organización”, y
no de “banda”, a la hora de relatar su experiencia dentro de las auc, espe-
cíficamente, pues el primer término los enmarca en una cruzada patriótica
que transformó el “100 % de estos pueblos que solo tenían guerrilla” en
lugares “controlados”. Hablar de “banda”,18 por su parte, los sitúa en la
vagancia, en la delincuencia y en el narcotráfico. En la esfera personal,
es común que ellos indiquen aspectos positivos relacionados con la gue-
rra, pero, fundamentalmente, con los legados de la “organización”. En las
palabras de Danilo:
20 Es una lectura idealizada en palabras de “El Alemán” que no se debe confundir con loa
doctrina de los ddhh y el dih.
21 Algunos de ellos habían estado encargados de la parte logística (comunicaciones, redes e
instalaciones eléctricas); otros eran comandantes militares—de escuadra, principalmente—, y
otros habían sido jefes de seguridad del comandante principal. Por último, algunos tenían la
función de “comandantes políticos”.
148 Estado, violencia y mercado…
Santa Marta
11°N
Convenciones AT L Á N T I C O
Subregiones Departamentos Cartagena
Norte Antioquia
Eje Bananero Atlántico
MAGDALENA
Sur
10°N
Bolívar
10°N
Atrato Chocó
Darién Chocoano Córdoba
Sincelejo
Municipios Magdalena
América Sucre
9°N
9°N
Arboletes Montería
San Juan de Urabá
SUCRE
Acandí
Necoclí
CÓRDOBA BO L ÍVAR
Panamá Valencia
Tierralta
Turbo
Unguía
8°N
8°N
Apartadó
Carepa
Chigorodó
Riosucio
Mutatá
Murindó
7°N
7°N
OCEANO PACÍFICO
Medellín
CHOCÓ
6°N
6°N
Quibdó
5°N
5°N
0 15 30
µ 60 90 120
Km
1:3.000.000
4°N
4°N
Sigue el relato:
La violencia nos llevó a asesinar a nuestros coterráneos, qué vergüen-
za de sociedad que 14 años después nuestra clase dirigente no haya
buscado una salida. Y tenemos una sociedad que aplaude la guerra.
Nosotros que vivimos la guerra, no queremos que se repita. Hoy tene-
mos la palabra; el gobierno es mentiroso sobre el papel que tuvimos
en los años de la violencia. Las convivires que después se convirtie-
ron en la Seguridad Democrática. Hay que llevar a los tribunales no
solamente a quien apretó el gatillo, sino a aquellos que hicieron que
hubiéramos matado 12.000 compatriotas en Urabá.
La declaración es de un escolta personal de Rendón Herrera. A pesar
de ocupar esa posición privilegiada, percibida por la mayoría de los des-
movilizados como un premio a los mejores guerreros —aquellos que son
confiables, que conocen el territorio porque pertenecen a éste y que dis-
tinguen el enemigo y sus técnicas de combate—, él puede ser considerado
un combatiente raso justamente por su vínculo con el enemigo genérico.
Lo más irónico es que ese pasado —las bases de su formación se remiten
a la guerrilla— lo convierte en uno de los mejores guerreros, al punto de
ocupar la posición de escolta personal. En el testimonio, él menciona los
intentos de huir de la guerra, truncados por su pasado y por el hecho de
haber ingresado a la guerra siendo aún un niño. Esa es la justificación
para su entrada a las auc, es decir, el sentimiento de ser de los únicos
que “podía ayudar”.
A diferencia de “El Alemán”, su escolta responsabiliza por la muerte
de doce mil “compatriotas” en Urabá a la violencia, en primera instancia;
después a la sociedad, y, por último, un cuestionamiento al Estado. En
este tipo de testimonio es común indicar la lista de los diferentes grupos
y bloques a los cuales se perteneció. No obstante, él evita identificarse
como ciudadano, ya que ser combatiente inhibe, momentáneamente, esa
posibilidad, pero, sobre todo, por el hecho de haber sido guerrillero.
En el discurso de los paramilitares del alto mando hay una identifica-
ción simultánea como héroes, víctimas y benefactores. La restauración del
orden perdido es una de sus banderas en la medida en que el desorden fue
instaurado por el enemigo: la guerrilla, término que ellos mismos convier-
ten en adjetivo para clasificar a quien no está dentro del ordenamiento
social que ambicionan. Es importante resaltar, como parece sugerir Sa-
las (2008), que después de la oficialización de las auc como organización
nacional contrainsurgente en 1997, el discurso de sus líderes comenzó a
152 Estado, violencia y mercado…
Bibliografía
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Indepaz. 2012a. “Panorama de la guerrilla en el 2011”. Revista Punto de Encuen-
tro No. 58: 21-25.
Nosotros interno y nosotros transitorio… 155
Brígida Renoldi2
157
158 Estado, violencia y mercado…
4 Eilbaum (20008), Badaró (2009) y Sirimarco (2009) publicaron etnografías, con aproximación
analítica y comprensiva, que se suman a trabajos anteriores más históricos y sociológicos, como
por ejemplo los de Ernesto López y David Pion-Berlin (1994). Ya en los últimos años, trabajos
producidos desde la sociología y la antropología han venido fortaleciendo el campo, tales como
Frederic (2013); Calandrón (2014); Frederic, Galvani, Garriga, Renoldi (2014); Galvani (2016);
entre otros relevantes.
Las continuidades de lo discontinuo… 159
5 El nombre es ficticio. Para más detalles sobre la situación relatada aquí ver Renoldi (2013),
donde el episodio originalmente descrito se ve claramente contextualizado.
160 Estado, violencia y mercado…
6 Silvia Montenegro y Verónica Giménez Béliveau (2006) analizan la Triple Frontera, mostran-
do que la construcción mediática sobre la región resalta las características desordenadas de
las dinámicas comerciales, la inseguridad, la corrupción, y aún disuelve las especificidades de
los tres países en confluencia. En una dirección similar, Fernando Rabossi (2009) analiza las
prácticas comerciales en Ciudad del Este (Paraguay), repensando el sentido de la frontera y del
estado en la región.
162 Estado, violencia y mercado…
Dinámica de la frontera
La frontera argentino-paraguaya es propicia a la circulación de mercan-
cías variadas: legales, como ropas, electrónicos, cds, cigarrillos, frutas; e
ilegales, entre las cuales la marihuana es el exponente más visible.
Figura 1. Lo que pasa. Fotos 1 y 3 Giancarlo Ceraudo, 2 y 4 Brígida Renoldi
Según el Informe Mundial sobre Drogas, del año 2008, Paraguay era el
principal productor de marihuana en la región, siendo que el departamen-
to de Itapúa, en la frontera con la provincia de Misiones, era uno de los
10 Para las elaboraciones sobre los conceptos de “centro” y “periferia” me he basado en las
ideas de Edward Shils por las que entiende el “centro” como un fenómeno que, más que a la
geografía, pertenece al orden de los símbolos, valores y creencias que gobiernan la sociedad, y
que constituye una estructura de actividades, funciones y personas articuladas dentro de una
red institucional (Shils 1996:53-54).
164 Estado, violencia y mercado…
11 Sobre este aspecto es bueno recordar que las formas clasificatorias creadas en el marco de
las políticas de Estado configuran fenómenos (Starr 1992, Bourdieu 1997). Esos conjuntos de
eventos y datos agrupados por secretarías, ministerios y demás categorías estatales, legitiman
la autoridad ejercida por las diferentes administraciones que recrean los perfiles del Estado,
produciendo sistemas de referencia internos que tornan indiscutibles determinados estatutos
de lo real. De esta manera, el narcotráfico es medido por las drogas incautadas, así como la
relación entre drogas y calidad de vida se mide a partir de muestras de usuarios internados
o presos, con lo cual un número altamente significativo permanece fuera de las clasificaciones,
y se torna oficialmente inexistente. Tal vez sea por este motivo que los organismos oficiales,
y ongs, por lo general sólo utilizan datos oficiales. Los datos que resultan de investigaciones
científicas, inclusive cuando provienen de fuentes confiables como conicet (Argentina) o cnpq
(Brasil), por ejemplo, no cuentan y son considerados poco relevantes para los fines políticos que
pueda tener como objetivo un organismo gubernamental o no gubernamental.
Las continuidades de lo discontinuo… 165
dos franjas de frontera están bajo control policial y regularmente son in-
cautados kilos de substancias que, luego del registro formal y la conclusión
de los procesos judiciales, se destruyen por incineración (Figura 4).
México y América del Sur, hubo un aumento de más del diez por ciento.
Pero la información que sostiene estos datos se refiere apenas a las incauta-
ciones que superaron los cien kilos. No hay información sobre la dinámica
de este circuito económico constituido más allá de lo que es conocido y
controlado por las diferentes agencias de los respectivos estados.
Como detalle no es secundario, puesto que las directrices para el desa-
rrollo de una política pública definen resultados específicos que no siempre
se corresponden con la existencia de los datos anunciados oficial y formal-
mente. Los criterios de definición por los cuales determinados fenómenos
se tornan visibles son más que relevantes. Según Michel Misse, la “esta-
dística criminal” resulta de una “conexión específica entre cierto tipo de
números y cierto tipo de palabras, y esa conexión crea una cifra oscura
de delitos jamás registrados o detectados, de delincuentes jamás iden-
tificados, de víctimas silenciosas y ocultas” (1999:85, mi traducción del
portugués). De la misma manera, la estadística criminal también configu-
ra fenómenos oficiales, a través de los agrupamientos que cada categoría
legal opera sobre lo que es objeto de clasificación.13
Así, un aumento en las incautaciones no indica necesariamente que el
tráfico haya aumentado. Consumidores habituales de marihuana afirman
que muy raramente se pasa por situaciones de escasez de diferentes subs-
tancias; y cuando eso sucede, es siempre cerca de las fiestas religiosas, de
periodos de vacaciones o de cosecha de la hierba, en que la circulación de
los productos en el mercado disminuye para reingresar con precios más
elevados.
En los datos oficiales se puede apreciar un cálculo fantástico que re-
laciona el aumento o la disminución de las incautaciones con el aumen-
to o disminución del tráfico. Por un lado, la mayor cantidad de drogas
aprehendidas puede ser interpretada como expresión del aumento en la
producción y circulación. Por otro, desde un punto de vista preventivo,
puede ser entendido como reducción de la droga en el mercado, esto es,
como disminución. Lo que este cálculo de dos resultados no explica es que
la reducción de las incautaciones también puede estar relacionada con una
orientación de las acciones policiales hacia otro tipo de delitos, generando
la imagen pública de reducción del tráfico.14
Relevancia de la forma
El proceso penal argentino responde a un sistema descentralizado por el
cual cada provincia y la Nación se rigen por códigos de procedimientos
penales particulares, llamados códigos de forma, aunque se remitan a un
código penal común, conocido como código de fondo.
Como consecuencia de la especificidad de los códigos de procedimiento,
existe un régimen diferenciado para delitos llamados comunes: homicidios,
hurtos, robos, estafas, tratados por las respectivas justicias provinciales;
y otro para los delitos federales, que ponen en riesgo la integridad del
Estado: falsificación de documentos públicos, enriquecimiento ilícito de
funcionarios públicos, acciones contra la salud pública, por ejemplo, tra-
tados por la Justicia Federal. Estos delitos están regidos por un sistema
penal conocido como mixto, que combina elementos inquisitoriales propios
de la civil law tradition (elementos caracterizados por formas de produc-
ción de la verdad basadas en presunciones, registros escrito de las leyes
y de los pasos que componen los procedimientos), sistema que organiza
el proceso en dos momentos sucesivos. En el primero, son protagonistas
los juzgados de instrucción encargados de las investigaciones de los casos;
en el segundo, actúan los tribunales de sentencia en ceremonias públicas,
llamadas juicios orales.115
14 En el caso argentino se observa un aumento del delito vulgarmente conocido como trata de
personas (tráfico de personas), en que mujeres menos de edad practican la prostitución, algunas
veces en cautiverio. La orientación de las acciones policiales hacia este tipo de delitos incidió
en la acción contra el tráfico de drogas, creando la sensación de que hubo un aumento de la
trata y una reducción del tráfico.
168 Estado, violencia y mercado…
que el juez sea avisado. Para obtener ese tipo de información la Gen-
darmería trabaja con informantes. Podríamos ver en estas figuras cierta
liminaridad, puesto que conocen en detalle partes de las redes del delito,
generalmente debido a que ya estuvieron involucrados en ellas, o porque
aún lo están de alguna manera. El informante trabaja dentro de una lógica
de intercambios que abarca informaciones, permisos, favores, dinero.
Conversaciones con detenidos, abogados y gendarmes orientan estas
conjeturas y descripciones. Puede suceder que, por medio de la colabora-
ción del informante, alguien sea “sacrificado”. Entiendo aquí el sacrificio
como la muerte civil de quien irá preso en flagrante. Los sacrificios que
resultan de la colaboración de los informantes tienen por objeto a per-
sonas implicadas circunstancialmente en el transporte de drogas ilícitas,
ya que a menudo no pertenecen a lo que podría considerarse un circui-
to permanente del tráfico, siendo detenidas la primera vez que realizan
actividades de ese tipo. Se trata de personas invitadas a realizar tales
actividades bajo la promesa de rédito económico y garantía judicial en
caso de ser detenidas, siendo que quien las contrata lo hace dentro de un
esquema de delaciones que culminará llevándolas a la prisión. El sacrifi-
cio, en esta hipótesis, contribuye con el registro real de las incautaciones
que le dan contenido a la estadística criminal. Al mismo tiempo, puede
funcionar como salvoconducto para, simultáneamente, facilitar el paso de
cargamentos de mayores dimensiones. Dentro de la información conside-
rada de inteligencia, judicialmente controlada, estos modos de operar no
son tan excepcionales.
Un saber diferenciado
Debido a la historia argentina existe una preocupación extendida con los
procedimientos de investigación de las policías cuando operan por fuera
del control judicial. En este sentido, los Derechos Humanos han asumido
de algún modo el papel de policía de la policía, generando incomodi-
dad durante mucho tiempo en las prácticas cotidianas policiales. Algunos
agentes de seguridad, en sus diferentes niveles de jerarquía, aun defienden
la idea de que los Derechos Humanos vinieron para complicar el trabajo
que deben hacer. Además, no raramente afirman que cuando se habla de
Derechos Humanos se excluyen los derechos de los policías: “la sociedad
se olvida que nosotros también somos seres humanos”, suelen decir.
Las continuidades de lo discontinuo… 171
los agentes transiten y habiten los intersticios creados por los conceptos
de Estado, intersticios que en la práctica son la materia prima para su
funcionamiento. En este sentido, una etnografía puede contribuir con el
conocimiento de los procesos en juego, atendiendo a las formas en que
operan las teorías nativas y explicitando las especificidades de las relacio-
nes existentes entre estas teorías y las teorías políticas sobre el Estado.
El seguimiento que hice del trabajo realizado en las patrullas, y también
por los policías y los investigadores judiciales, me permitía notar que, en
el ejercicio concreto de las funciones, los poderes diluían (o radicalizaban)
sus fronteras.
Las continuidades no necesariamente se reflejaban en acciones erróneas
o en ‘corrupción’ de los agentes, sino que estaban dadas por el tránsito
y circulación de personas sujetas a circunstancias y desafíos diferentes.
Pasiones, imprevistos y objetos podían condicionar notoriamente el curso
de las acciones de las personas, haciendo de ellas, frente a los ojos del
más riguroso defensor de los modelos, acciones irracionales o arbitrarias.
Tales continuidades apuntaban al movimiento dentro y fuera de lo que es
considerado el Estado.
Por definición las prácticas policiales y las judiciales conforman el Es-
tado, a pesar de que tanto policías como agentes judiciales con cierta
frecuencia entiendan el Estado como una agencia diferente de aquello que
los aglutina. Para los agentes que se encuentran posicionados por expe-
riencias propias, en ambientes específicos, se hace difícil decir lo que el
Estado es. Sin embargo, suelen hablar sobre cómo el Estado se hace, cómo
se forma cotidianamente, aún en la contradicción con los principios que
teóricamente lo definen desde una perspectiva occidental.
El hacer, localizado en la región de frontera, puede relativizar deter-
minados principios centrales del Estado, siendo uno de ellos el principio
de legalidad. La práctica del contrabando es bastante elocuente, por ser
tantas veces vista como “trabajo” por los mismos agentes estatales. En
este sentido, también, personas involucradas en las dinámicas mercantiles
fronterizas pueden, sin ver en este hábito nada ilegal, pedir documentos
prestados para pasar a Paraguay, cuando ellas mismas han excedido el
límite permitido de U$A100 por mes (al que tienen legítimo derecho).
Entender el Estado desde la perspectiva de los agentes que hacen justicia
y hacen seguridad nos lleva a considerar la importancia significativa del
verbo con el que se remiten a sus funciones: hacer, diferente a ofrecer,
por ejemplo. “Hacer seguridad” y “hacer justicia” nos coloca frente a la
dimensión más creativa de los agentes. Es por eso que donde se ve una
174 Estado, violencia y mercado…
acción arbitraria en el proceder del funcionario público, por detrás hay una
variedad de motivos y motivaciones que la justifican. Desde el punto de
vista antropológico se trata de romper con los estereotipos que se derivan
de las interpretaciones limitadas a considerar aquellas acciones como fallas
en el sistema.
Eventualmente este tipo de acciones se remiten a compromisos o lealta-
des, informaciones que vinculan irreversiblemente una persona con otra,
como fue el caso de un pedido allanamiento elevado por el fiscal al juez,
en el que la información registrada se derramó en el recorrido físico que
hizo el papel dentro de la red burocrática. En consecuencia, una vez mon-
tado el operativo por la policía, nada fue encontrado. Alguien, dentro de
las oficinas judiciales, informó a las personas involucradas. Es posible que
lo que haya predominado fuera algún tipo de lealtad (si bien no están
descartadas las hipótesis proteccionistas). Vale la pena recordar aquí que
estamos analizando las prácticas policiales y judiciales mantenidas en una
ciudad chica, en la que el conocimiento personal es una condición de la
sociabilidad.
Estos detalles de la vida cotidiana evidencian que los roles previstos para
los agentes no siempre orientan la agencia.17 Dentro de esta lógica, por
ejemplo, la defensa y la acusación pueden transitar por los fiscales, jueces
y defensores: la defensa puede pasar por el fiscal, cuando él no acusa;
y la acusación puede pasar por el defensor, cuando éste no maximiza
las acciones de defensa, cayendo en la inercia, como movimiento cautivo,
contenido. Este es un aspecto más en que las fronteras se diluyen y las
acciones circulan, aproximando lo que formalmente está separado.
Los expedientes que duermen en los cajones también hacen cosas: sus-
penden la red en la cual todo delito se proyecta en la imaginación del
investigador; porque mover una causa es oír muchas historias (Schapp
1992). Y cada una lleva siempre hacia algún lugar. Puede no tener fin,
pero en algún momento es necesario cortar, interrumpir, para pronunciar
un juicio. Por eso los expedientes que duermen nunca mueren, aunque
puedan dormir para siempre. Un día serán despertados por otra causa,
que los reintroduce en la vigilia.
Una relación del fiscal entre dos casos o nombres, o modus operandi,
puede desencadenar una serie de acciones; así como lo es una estrategia
de acusación pública, por parte del fiscal, que tome en consideración el
17 Entiendo el concepto de “agencia” tal como es concebido por Alfred Gell, como una propie-
dad que puede ser atribuida a personas o cosas que sean vistas como iniciadoras de secuencias
causales de algún tipo en particular […] Agente es aquel que hace que los eventos ocurran en
su entorno (cf. Gell 1998:16).
Las continuidades de lo discontinuo… 175
tido por alguien que actúa bajo la voluntad de una entidad incorporada.
¿Quién sería el agente en este caso? El conflicto se presenta con la disocia-
ción de entidad e identidad, pues la identidad puede ser vista simplemente
como un medio para que la entidad pueda actuar. En el proceso penal, si
existe algún hecho, existe alguien que lo produjo y, bajo la racionalidad
que los sostiene, el autor solo puede ser gente.
El Código Penal, o código de fondo, define y pronuncia lo que es inadmi-
sible en la acción humana. Estos conceptos están en la base de la tradición
inquisitorial y, según ellos, sin persona no existe hecho. La evidencia está
en lo que dicen los policías cuando afirman que sin sospechoso no puede
haber investigación, pues es la sospecha sobre la autoría la que orienta las
indagaciones. Los llamados casos nn (No Name) responden a esta lógica.
Caracterizan incautaciones de grandes cantidades de drogas que no regis-
tran autores del crimen, situaciones algo comunes en la región que analizo,
y que llevan a archivar los procesos por falta de autoría en la materialidad
del delito. Así, el hecho se constituye cuando un acontecimiento se reco-
noce en el objeto de una ley. A partir de ahí lo que fue hecho (homicidio,
transporte de estupefacientes, robo…) exige contraparte: la persona.
De ello se deduce que las investigaciones, en la práctica, se desarrollan
con base en el principio de unidad entre hecho y persona. A través de
la forma producirán el efecto de disociación, pero en el fondo, estos dos
conceptos jamás se separan.
Seguramente el acontecimiento nace mucho antes de ser encuadrado
en una ley. Viene de lugares y momentos remotos a los cuales sólo es
posible llegar por medio de relatos, versiones, memorias, historias, que
irán adquiriendo un protagonismo mayor o menor según las circunstan-
cias. Inclusive, la trama del acontecimiento puede revelarse por fuera de
las instancias formales judiciales, a través de confidencias, de rumores, e
influencias el direccionamiento de un proceso.
El modelo que separó los poderes para que no se contaminen entre sí
probablemente no tuvo en cuenta que las personas circulas y charlan, y
con ellas las informaciones van creando historias. Toda historia involucra
acciones racionales y pasionales, lo que inevitablemente forma parte del
curso de un proceso judicial, tanto para acusados como para decisores.
El peso de la forma
Una decisión es siempre una evaluación moral. Sin embargo, ¿cómo reco-
nocer la multiplicidad de aspectos que inciden en el proceso decisorio?
Las continuidades de lo discontinuo… 177
son las motivaciones que están en el contenido de esas formas, de los actos
formales.
En el ejemplo presentado recién, el instructor afirmaba conocer la ver-
dad verdadera, que es una verdad improbable. Por consistir en una con-
fidencia, no tiene valor judicial, no puede ser validada como prueba. A
pesar de esto, el instructor (que no pretendía dar seguimiento a las infor-
maciones que alimentaban la oportunidad de manifestarse con relación al
fiscal) insistía en trabajar la forma, y orientar así las decisiones para la
absolución del acusado. Y alcanza sus intenciones haciendo un uso deli-
berado de los plazos, resistiendo a los pedidos direccionados en contra del
acusado, demorando o impidiendo acciones. Él lo defendía motivado por
la confidencia, y por la rivalidad con el fiscal. Pero, a pesar de su esfuerzo
en orientar el resultado del proceso hacia la verdad verdadera, la senten-
cia condenó al muchacho, porque tuvieron mayor peso los antecedentes
criminales, que evidenciaban la serie de procesos en los que se encontraba
involucrado.
Tal vez toda verdad sea siempre relativa a posiciones, objetos, organis-
mos y personas. Ella tiene sentido en una historia que nunca es única ni
definitiva. Por eso, una verdad enunciada convive siempre con algún tipo
de injusticia para alguien.
Volviendo ahora sobre el título de este artículo, retomo la noción de
frontera, que atravesó todo el estudio, tanto en lo material como en las
reflexiones. Al iniciar el trabajo de campo yo entendía que la frontera
era un lugar. Con el desarrollo de la investigación descubrí que era algo
más que eso. Fui recorriendo momentos, espacios, tiempos, donde todo
era ‘fronteras’: institucionales, jerárquicas, cronológicas, memoriales, his-
tóricas, las cuales se multiplicaban en la proximidad de inmigrantes, insti-
tuciones, cargos, secretarías, decisiones. Lugares y personas eran también
fronteras. A veces fronteras secas o membranas de contacto que hacían
imperceptible aquello separado por una ley, por un uniforme, por un río.
Es en ellas que reposan las continuidades de lo que fue pensado como
discontinuo.
Bibliografía
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Economía y moral en blue. Una aproximación
socio-cultural al mercado ilegal del dólar en
la Argentina de la posconvertibilidad1
Introducción
En las últimas décadas, novedosos estudios antropológicos y sociológicos
han puesto en evidencia que los mercados se presentan como terrenos pri-
vilegiados para aprehender los modos en los que se producen, reproducen
y/o disputan sentidos culturales y valores morales en diversos espacios
sociales. Y esto en tanto los mercados (también los ilegales) no son úni-
camente circuitos materiales de intercambios en un sentido estricto, sino
también productores de tramas cognitivas y valorativas –muchas de ellas
centrales en la configuración de los modos con los que entendemos y va-
loramos a las personas y a las cosas en nuestros mundos sociales. De allí
que los mercados ilegales puedan ser considerados como fenómenos de una
gran relevancia económica y política, pero también sociológica, porque en
ellos podrían observarse los modos en los que se materializan las dispu-
tas sobre las formas de comprensión de los intercambios, las distinciones,
conflictos o ambigüedades en la definición de los objetos (incluso el pro-
pio dinero), y las pugnas morales sobre las formas legítimas/ilegítimas de
circulación.
Recuperando los desarrollos teóricos de los estudios sociales de la eco-
nomía, el presente trabajo se propondrá abordar socio-culturalmente el
mercado del dólarblue (esto es, el mercado de compra-venta ilegal de di-
visas en la Argentina de la posconvertibilidad) a partir de un abordaje
de investigación cualitativo. Luego de revisitar brevemente algunas pre-
1 Este texto es una reformulación del trabajo presentado en el gt “Fronteras entre lo legal y lo
ilegal: prácticas, mercados y dinámicas de orden”, coordinado por Brígida Renoldi, Lenin Pires
y Salvador Maldonado Aranda, en la X Reunión de Antropología del mercosur (ram), en el
año 2013. Agradezco los comentarios realizados por los coordinadores y asistentes.
2 conicet-uba-Argentina
181
182 Estado, violencia y mercado…
3 Hacia los años ochenta se produce un quiebre en la llamada Pax Parsoniana, que suponía un
orden de distribución y distinción disciplinar relativamente estabilizado entre aquellos objetos
estrictamente sociológicos y aquellos estrictamente económicos. A partir de entonces, se produ-
ce una revitalización de los trabajos sociológicos y antropológicos sobre los procesos económicos
que tiene lugar tanto en la academia anglosajona como en la francesa –entre las que producirán
progresivamente ciertos puentes de diálogo, a pesar de que puedan identificarse marcadas dife-
rencias entre sus abordajes (Heredia y Roig 2008). Si bien esta revitalización encuentra uno de
sus orígenes en un grupo de investigadores anglosajones radicados en universidades norteameri-
canas cuyas producciones se engloban en lo que se conoce como “nueva sociología económica”,
preferiremos utilizar la ya mencionada nominación de “estudios sociales de la economía” para
incluir la heterogeneidad de trabajos que surgen posteriormente en el mundo anglosajón (con
miradas críticas sobre los primeros desarrollos), así como los de tradición francesa. Para un
panorama de trabajos del campo que llamamos estudios sociales de la economía, se recomien-
dan: Smelser y Swedberg (2005), Knorr Cetina y Preda (2005), Callon (2008), Steiner y Vatin
(2009). Para un recorrido analítico sobre los autores, las perspectiva y temáticas abordadas en
los estudios sociales de la economía, se recomiendan: Fourcade (2007); Tognato (2011), Zelizer
(2008b), Neiburg (2010), Heredia y Roig (2008), Lorenc Valcarse (2012).
184 Estado, violencia y mercado…
6 Aunque no sea el objetivo de este texto ahondar en una reconstrucción socio-histórica de esta
problemática, es imprescindible mencionar que las prácticas ilegales de compra-venta de divisas
en el mercado local se remontan no sólo a los propios inicios del período de la posconvertibilidad
(y, por lo tanto, anteceden al mencionado sistema de control de cambios), sino que poseen una
ya larga historia en la economía local, que puede rastrearse incluso hasta la década del cuarenta.
La cotización paralela de la divisa norteamericana, intercambiada por fuera del circuito oficial,
adquirió particular relevancia en las décadas del setenta y ochenta, y junto a ella, el conjunto
de actores financieros que las comercializaban, en particular las mesas de dinero y las llamadas
cuevas financieras, sobre las que volveremos en este apartado (Heredia 2015). Para un análisis
más extenso de estas cuestiones, nos permitimos remitir a Sánchez (2016)
Economía y moral en blue… 191
7 La nominación de cueva financiera se extiende en los años setenta para hacer referencia a
aquellas entidades financieras o comerciales que se abocaban principalmente a la compra-venta
de divisas en un circuito paralelo, carente de todo tipo de registración. A lo largo de las dé-
cadas subsiguientes, las cuevas irán reconvirtiendo sus actividades y ampliando sus repertorios
prácticos, al compás de las transformaciones socio-económicas que modificarán los negocios fi-
nancieros y cambiarios. Particularmente, durante los años noventa, ya sin la rentabilidad del
negocio cambiario en tanto la paridad entre el peso del dólar estaba fijada y garantizada por
ley, las cuevas se mantuvieron activas en negocios financieros diversos, como los préstamos y la
re-circulación de dinero (también hacia el exterior).
8 Con todo, a partir del denominado “cepo cambiario”, la compra-venta del dólar blue ha
adquirido una mayor relevancia entre las estrategias de los cueveros, dado el significativo salto
en su rentabilidad: si antes del sistema de control de cambios la brecha entre el dólar oficial y
el blue se aproximaba al 10 %, desde entonces ha oscilado entre el 50 % y el 100 %.
192 Estado, violencia y mercado…
9 Los controles de cambios implementados desde el año 2011 impactaron fuertemente sobre las
casas de cambio, muchas de las cuales cerraron sus puertas por la fuerte reducción de operaciones
194 Estado, violencia y mercado…
Esto a pesar de que todos ellos dieron cuenta, a lo largo de las en-
trevistas, de tener un conocimiento específico de los regímenes penales
cambiarios y tributarios que sus estrategias financieras potencialmente
transgreden, así como de las sanciones jurídicas o administrativas que les
competen. ¿De qué modo, entonces, los agentes del blue logran resolver
esta aparente paradoja de contravenir las normativas vigentes (que po-
seen incluso regímenes penales) y afirmar que sus prácticas no pueden
ser definidas como criminales o delictivas? Sostendremos que los agentes
financieros que participan del blue desarrollan modos específicos de justi-
ficación o racionalización de sus estrategias financieras ilegales, al tiempo
que trazan distinciones morales entre diversas prácticas ilegales, los agen-
tes financieros que las llevan adelante y los dineros que recirculan. Aque-
llo que Sykes y Matza (2004) denominaban “técnicas de neutralización”,
formas discursivas que permiten a quienes desarrollan prácticas ilegales
sortear el conflicto que supondría aceptar (al menos parcialmente) deter-
minados sentidos y valores que organizan el campo social y contravenir
lo estipulado normativamente, al establecer juicios moralmente fundados
que permiten legitimar sus prácticas.
En los citados fragmentos, se hace visible que los agentes del mercado
del blue estiman que las prácticas que llevan adelante no pueden defi-
nirse como prácticas delictivas o criminales, sino más bien como meras
formas de intermediación que, recuperando los términos más frecuen-
temente utilizados por los entrevistados, “eluden”, “obvian”, “evaden”,
“esquivan” determinados gravámenes impositivos y limitaciones guberna-
mentales (que, además, consideran arbitrarias, inapropiadas e injustas),
o bien formas y tiempos burocráticos del propio sistema financiero formal
que no se condicen con lo que definen como las necesidades comerciales de
la economía local. Fundamentalmente, los agentes del mercado entrevis-
tados afirman que el circuito financiero y cambiario en blue cumple lo que
podríamos resumir en una “función social y económica” de relevancia. Y
esto en tanto el mercado blue ofrecería servicios financieros a pequeños y
medianos empresarios y comerciantes, tanto como ahorristas, empleados
200 Estado, violencia y mercado…
13 Esto no quiere decir que entre las cuevas financieras no circule dinero proveniente de acti-
vidades criminales (como los tráficos de bienes o personas), sino que buscamos aquí destacar la
relación entre el circuito blue y los altos niveles de evasión fiscal que pueden identificarse en la
economía local.
Economía y moral en blue… 201
Claro, tiene que existir [en referencia al mercado blue]. Tiene que
existir. Hay tipos que vienen ahorrando en dólares hace muchos años
y van guardando sus dólares, que es un ahorro en negro. Suponete que
un día tienen un problema. No pueden ir con esos dólares y venderlos
en un banco, porque es ahorro negro. Pero a la vez tienen un problema,
que tienen que pagar algo, ¿dónde van a vender esos dólares? Acá. No
les queda otra que vender en el mercado blue, porque si los van a
vender al mercado blanco, van a tener que pagar los impuestos de esa
plata que no tenían declarada (P., socio en cueva financiera, 53 años).
Como se deriva de los citados fragmentos, los agentes del mercado blue
no cuestionan o condenan que los diversos comerciantes, empresarios o
ahorristas no cumplan con los requisitos legales en términos de la decla-
ración de sus ganancias o bienes al fisco. Son más bien construidos en sus
relatos como víctimas de nuestra “mala economía” que, aun así, buscan
emprender proyectos empresariales y comerciales o, al menos, preservar
sus ganancias o ahorros. Definiciones que funcionan, podemos decir, en
espejo con las valoraciones que hacen de sí mismos y sus actividades.
14 Aunque no abordaremos aquí este punto, es necesario mencionar que estas concepciones
sobre el ahorro naturalizan, no sólo la evasión fiscal, sino el hecho mismo de que el ahorro sea
en dólares, considerada por los entrevistados como la moneda capaz de reservar el valor de la
riqueza frente a las reiteradas crisis económicas locales.
202 Estado, violencia y mercado…
Que cada vez que emitís un cheque, tenés que pagar 1,2 %; que
si hacés un movimiento en la cuenta, te hacen un débito diferente.
Entonces la gente no quiere ir al banco. No quiere ir al banco. Prefiere
venir acá, y si le sale lo mismo, por lo menos tiene la plata rápido (I.,
empleado de cueva financiera, 33 años).
Tiene que ver con todas las trabas que hay los bancos. En los bancos
son muchas trabas. Ya ir a hacer la fila. Se supone que el banco te
brinda un servicio. Vos vas a un banco, pero por ahí te tenés que
comer una hora y media. Y vos estás ahí y decís: pero si yo te vengo
a traer plata a vos. O cuando vas a pagar una cuenta, decís: vengo a
pagar y me tengo que comer acá 45 minutos. Todo eso tiene que ver,
¿entendés? Uno prefiere las cosas fáciles. Yo prefiero que me salgan
fácil. No siempre es así, claro. (F., propietario de cueva financiera, 51
años).
Además de las distintas problemáticas reseñadas, mencionan también
la “desconfianza” de amplios sectores de la población sobre los bancos,
que vinculan a episodios del pasado argentino reciente (fundamentalmen-
te, al “Corralito” bancario de fines de 2001, que retuvo forzosamente los
depósitos bancarios):
A ver, todavía hay gente que me dice: “yo en los bancos no pongo un
peso”. Y ya pasaron más de diez años (...) Porque hay gente que sacó
la plata del banco, o que recuperó del banco, y no volvió al banco. La
puso en la Bolsa, en una mesa, en una cueva. De hecho, el que puso la
plata en la Bolsa en el 2001, hoy tiene 10 o 20 veces más plata que en
el 2001. Le ha ido muy bien. Más que nada es un tema de confianza,
de no volver al banco. Y en eso nos hemos visto beneficiados de alguna
manera. La gente sigue con desconfianza. Casi como que es una mala
palabra el banco, o sabe que el banco les va a hacer algo. A la corta
o a la larga, en el banco va a haber un problema. Ese concepto de
seguridad que existía hace 40 años, del banco como institución sólida,
inquebrantable, me parece que hoy ya no es un concepto tan fuerte.
(L., agente en sociedad de Bolsa, 45 años).
Influyó en el sentido de que yo creo que hubo mucha gente que no
quiso volver al banco. Eso está clarísimo. Tienen más confianza en una
cueva que en un banco. La realidad igual es que los bancos, ahora, no
es como la situación aquella que no tenían pesos, ahora les sobra la
plata. Vos mirás los balances de los bancos y ganan millones y millones
de pesos. Es decir, los bancos lejos están de tener un problema, lejos,
204 Estado, violencia y mercado…
lejísimos, pero eso quedó. Pasa que yo soy justamente de este lado. No
quiero a los bancos. (P., socio de cueva financiera, 53 años).
cepción sobre el dinero, los vínculos por los que circula y las prácticas
que organiza, se ligan también a valores morales que trazan diferencias
y jerarquías, así como antagonismos y límites en relación a otros dineros
(y, por lo tanto, otras relaciones y prácticas). Vale decir, cuando el dine-
ro circula y se intercambia, circulan y se intercambian asimismo valores
y juicios morales, que limitan los modos apropiados y legítimos (cuando
no sencillamente prohíben determinados intercambios). Los dineros com-
portan, entonces, significados sociales diversos, asociados a determinadas
fronteras morales que habilitan o prohíben circulaciones, definen virtudes
o vicios de prácticas o agentes sociales, así como su justicia/injusticia,
moralidad/inmoralidad, legitimidad/ilegitimidad.
A pesar de compartir su homogeneidad material, las diversas interaccio-
nes sociales que componen el mercado financiero en la Argentina producen
distinciones entre diversos dineros: además del dólar blanco (u oficial), el
dólar blue y el dólar negro son algunas de las clasificaciones monetarias
que son centrales para la dinámica del mercado local. ¿Qué pueden decir-
nos estos juegos cromáticos sobre la heterogeneidad de formas de circu-
lación, las prácticas y agentes financieros que se entraman en el mercado
local? ¿Qué distinciones sociales se imprimen sobre los nuevos colores que
adquieren los “verdes”, como es popularmente denominado el dólar en la
Argentina? Queremos sostener que aquellos dólares no son diferenciados
simplemente por tener distintas cotizaciones y materializar pautas diver-
sas de conversión del peso, sino que los agentes financieros los consideran
distintos dineros, que circulan para fines y según reglas heterogéneas, se
comercializan por agentes diversos, y se anudan sentidos sociales y valores
morales también diferenciados.
Como detallamos previamente, en palabras de los entrevistados, lejos
de provenir de lo que los agentes entienden como actividades delictivas o
criminales (y, por lo tanto, inmorales), el circuito del dólarblue se origi-
naría en estrategias comerciales o financieras moralmente legítimas, que
luego se desplazarían hacia la intermediación ilegal, como un efecto –ya
mencionado– de una serie de problemáticas económicas, que explicarían
la existencia de dicho mercado. Esto quiere decir, que los agentes del
blue buscan diferenciar moralmente el origen del dinero puesto en circu-
lación, afirmando que las interacciones económicas que organizan el mer-
cado nada tienen de delictivas ni criminales. Así, las estrategias ilegales de
compra-venta de dólares blue son diferenciadas por los entrevistados de
cualquier “negocio malo” o “negocio sucio”, que se canalizarían a través
206 Estado, violencia y mercado…
A modo de conclusión
Este escrito se propuso describir socio-culturalmente el mercado del dó-
lar blue, a partir del abordaje de un conjunto de aristas específicas. En
primer lugar, se presentó una descripción del conjunto de agentes, rela-
ciones y prácticas que se entraman en este circuito de intermediaciones
financieras, la cual nos permitió evidenciar que el mercado ilegal de di-
visas no opera más allá ni en oposición a una economía legal, sino que
el dólar blue circula a través de una red que se constituye en un terreno
208 Estado, violencia y mercado…
permite dar cuenta de los modos en los que se relacionan los agentes fi-
nancieros, así como de sus estrategias para obtener clientes y negociar y/o
concretar operaciones.
Con todo, postulamos que en los mercados también se recrean esca-
las de clasificación social: en las tramas y procesos mercantiles, se hacen
presentes formas de entender y valorar a las personas y las cosas. No
propusimos aquí abordar los sentidos y valoraciones sobre las formas le-
gítimas o ilegítimas de ganar, circular y/o ahorrar el dinero movilizadas
por los agentes del mercado, y su relación con los juegos cromáticos pre-
sentes entre los diversos dineros en circulación en el mercado financiero
local: dólar blanco, dólar negro y dólar blue. Pudimos identificar la con-
figuración del dólarblue como un dinero ilegalmente intercambiado, pero
legítimamente ganado y/o ahorrado; y a su compra y venta como prác-
ticas ilegales, pero no delictivas ni inmorales. Desarrollamos el modo en
que los agentes establecen que el mercado blue cumple la función social
de brindar herramientas financieras a distintos agentes sociales (princi-
palmente, pequeños y medianos empresarios, comerciantes y ahorristas)
que no pueden acceder, por motivos diversos, al sistema financiero formal
(cuyos altos costos, excesiva burocracia y su desanclamiento frente a las
necesidades de los agentes económicos locales son duramente criticados).
Esta forma de justificación les permite sostener que, si bien sus prácticas
ilegales transgreden un conjunto de normativas tributarias y cambiarias,
ponen en circulación un dinero legítimamente ganado o ahorrado por di-
versos actores económicos locales. Las distinciones morales relacionadas a
la procedencia “honrosa” o “sucia” del dinero puesto en circulación tra-
zan diferencias, asimismo, entre los diversos dineros y los agentes que los
intercambian. Mientras que el dólar negro es vinculado a actividades de-
lictivas y criminales, el dólarblue es relacionado con redes de intercambios
y actores que consideran ilegales, pero no inmorales, dada su vinculación
a actividades económicas moralmente aceptadas y valoradas. Los agen-
tes del mercado blue distinguen entonces moralmente aquellos dineros,
permitiéndonos visibilizar las pugnas por la definición sobre las formas
legítimas/ilegítimas de circulación en los propios entramados ilegales de
las finanzas locales.
Bibliografía
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210 Estado, violencia y mercado…
Introducción
El primero de enero de 1994 entró en funciones el Tratado de Libre Comer-
cio de Norteamérica, firmado por los gobiernos de Estados Unidos, Canadá
y México. Gracias a este acuerdo, muchos productos de importación pu-
dieron ser distribuidos dentro de México por cadenas norteamericanas.
Con ello, la economía de la fayuca sufrió cambios importantes.
La economía de la fayuca (Sandoval 2013) es el conjunto de prácticas so-
ciales (relaciones de parentesco, vecindad, colegialidades), culturales (có-
digos morales, éticas sociales –Peraldi 2001), económicas e incluso políticas
(Misse 2010). Implica la producción de mercancías en Asia (principalmen-
te en China), el comercio intermediario en California (principalmente a
Los Ángeles), el comercio mayorista en la frontera de Texas (en ciudades
como Laredo, Mc Allen o Brownsville), y el paso fronterizo hacia Méxi-
co y la venta al menudeo en el mercado informal. Son varios los actores
que participan en este circuito: empresarios, mayoristas, contrabandis-
tas, aduanales, empacadores, gerentes, empleados diversos, comerciantes
detallistas, consumidores, líderes sindicales. Entre estos actores, los co-
merciantes y los contrabandistas (fayuqueros) transportan las mercancías
a través de la frontera. El hecho de que después de 2009 miembros de
cárteles que organizan el tráfico de drogas controlan la circulación y los
negocios de los fayuqueros, hace evidente el carácter central de las circu-
laciones transfronterizas en la economía de la fayuca. Esta circunstancia
sucede gracias a los arreglos con los aduanales. Esos acuerdos represen-
tan la conexión entre la acción en redes de los actores sociales (Pallito y
Heyman 2008) situados fuera de la estructura burocrática del Estado y la
acción de los agentes del Estado.
1 ciesas Unidad Noreste-México
215
216 Estado, violencia y mercado…
La economía de la fayuca
En términos empíricos, la economía de la fayuca es el conjunto de mer-
cancías producidas en China, distribuidas en Estados Unidos a través de
diversos circuitos de comercio mayorista y menudista, y finalmente co-
mercializadas en la economía informal en México después de haber sido
introducidas al país sin autorización aduanal.
Para que la economía de la fayuca funcione es necesario el trabajo de
varios actores: un fabricante asiático, un mayorista norteamericano insta-
lado en la costa de California o en la frontera de Texas con México y que
demande mercancías al fabricante asiático. Este comercio con China es
posible gracias a los acuerdos comerciales internacionales entre los países,
la apertura económica de China a partir de 1978, y el acceso de ese país en
la Organización Mundial de Comercio en 2001. No obstante, ese comercio
también es posible gracias a la migración de comerciantes chinos en el
mundo, principalmente en Estados Unidos (Zhuang 2006). Actualmente,
en la frontera de Texas, la mayoría de los comerciantes mayoristas que
surten a los comerciantes mexicanos son inmigrantes chinos y coreanos
(Sandoval 2014).
Otros actores participan también en la economía de la fayuca. Los co-
merciantes mexicanos tienen necesidad de los servicios de los empacadores
y también de los pasadores, fleteros o fayuqueros (contrabandistas), quie-
nes organizan el paso de mercancías a través hacia el sur de la frontera
con la complicidad de otro actor muy importante, el fiscal o aduanal. Una
vez en México, los fayuqueros surten de mercancías a los comerciantes.
La mayoría de los comerciantes venden en tianguis. Esto lo hacen con la
autorización de un delegado sindical, el cual trabaja para una organiza-
ción de comerciantes ligada a una confederación sindical que, a su vez,
forma parte de la estructura de un partido político ligado al gobierno.
222 Estado, violencia y mercado…
Circulación y violencia
Históricamente, en la región noreste de México han existido diferentes
grupos de fayuqueros, cada uno trabajando en asociación con uno o va-
rios aduanales. Normalmente, hay negociaciones entre el fayuquero y el
aduanal para establecer una tarifa que puede ser mensual o por viaje
La economía de la fayuca… 223
(uno por semana, dos por semana), todo tomando en cuenta el tipo de
mercancía y el volumen aproximado. En el caso en que el acuerdo no es
respetado (por ejemplo, si el aduanal no permite el paso de la mercancía
o si el fayuquero trafica más mercancía de aquella que fue acordada), el
fayuquero debe buscar otro acuerdo en otra aduana. Así, los conflictos se
encuentran ahí en donde el fayuquero busca tomar el lugar de otro en la
aduana, o hace la competencia ilegítima como proveedor de un tipo de
mercancía.5 No obstante, los aduanales parecen encontrar lugares para
todos, y en caso de conflicto, más que la violencia armada para controlar
el sistema, se busca el espacio en otro circuito.
Ahora bien, en la frontera, el sistema de fayuca es una infraestructura
social muy firme y concreta, permanente y que se reproduce (Sandoval
2012a). Por el contrario, esta economía no funciona aislada de otras di-
námicas transfronterizas. Ciertos actores de la economía de la fayuca han
participado y participan, también, en otras infraestructuras y dinámicas
que tienen una lógica, un lenguaje, códigos y una moral similar. Es el caso,
por ejemplo, de los aduanales, quienes hacen, desde hace mucho tiempo,
acuerdos con traficantes de armas. Sin embargo, la economía de la fayuca
se ha reproducido, durante décadas, de una manera más o menos paralela
a otra actividad económica muy desarrollada en la frontera, el narcotrá-
fico. Después de los primeros años del nuevo milenio, esta condición ha
cambiado.
Históricamente, la frontera de México, sobre todo su extremo oeste, ha
sido un punto de paso de drogas ilegales hacia Estados Unidos. No obstan-
te, en los últimos decenios del siglo xx, tanto la geografía del comercio de
la droga como la organización de los cárteles que la controlan en México,
ha cambiado. Los cambios más importantes se han dado en el nivel de los
acuerdos entre los cárteles y los agentes del Estado. Después de setenta
años en el poder, en el año 2000 el Partido Revolucionario Institucio-
nal perdió las elecciones presidenciales, lo cual puso término a muchos
acuerdos entre ciertos agentes del Estado y ciertas organizaciones ilegales
y criminales. En ese marco, los conflictos entre los cárteles que buscan
el control de nuevos y antiguos territorios y rutas para el transporte de
drogas, se multiplicaron. Es en ese contexto que, después de varios años
de existencia, el Cartel del Golfo se convirtió en uno de los principales
cárteles con funcionamiento en el país.
5 Entre los comerciantes como entre los fayuqueros, existe un principio “moral” que consiste
en no bajar demasiado los precios.
224 Estado, violencia y mercado…
6 Una razón muy importante para el aumento de la violencia en la Frontera Chica fue el
conflicto entre el Cartel del Golfo y su propio grupo armado, Los Zetas. Este último se convirtió
en un cartel en sí mismo después de haber ganado poder al interior del Cartel del Golfo.
7 En el estado de Tamaulipas, por ejemplo, los asesinatos relacionados con actividades del
narcotráfico aumentaron de 90 en 2009 a 1209 en 2010. Entre enero y septiembre de 2011,
las estadísticas señalaban 571 asesinatos por la misma razón según el documento “Total de
homicidios por presunta rivalidad delincuencial” (Sandoval 2012b:46).
La economía de la fayuca… 225
zarse sobre todo entre 2010 y 2012. En ese nuevo contexto, fue necesario
no viajar en la noche. Eso no es un dato menor toda vez que el itinerario
de cada viaje debe ser respetado para evitar gastos excesivos y no deses-
tabilizar la organización económica y social propia de cada comerciante.
Así, en un itinerario normal, es menester viajar por la autopista libre y no
por la autopista de cuota; salir antes del amanecer y regresar esa misma
noche a Monterrey para no pagar hospedaje. Además, es importante tener
el tiempo y la organización necesaria para visitar todos los comercios, su-
permercados, centros comerciales, almacenes de pallets y ropa usada, así
como los mercados de pulgas. Y es que cada comercio tiene sus horarios
y dinámicas propias.
Con la intervención de los narcos toda la organización comercial ba-
sada en la circulación, fue trastocada de diferentes maneras. Muchos co-
merciantes disminuyeron la frecuencia de sus viajes o los suspendieron.
Otros perdieron el contacto con el fayuquero encargado de transportar
sus mercancías o se dieron cuenta de que a éste lo habían asesinado.
Conclusión
Aún y cuando la economía de la fayuca ha mantenido su ritmo y su es-
tructura básica, un nuevo actor se instaló para controlar la circulación
de los fayuqueros y el trabajo de ciertos agentes del Estado. A causa de
la violencia armada, una violencia poco habitual en la economía de la
fayuca, los narcos se instalaron en una parte de esa economía no tanto
como intermediarios sino como extractores de excedentes del trabajo de
otro. Esto no es casual no solo por las razones ya expuestas en términos
de ilegalismos, sino también porque la economía misma de la fayuca tiene
fuertes aspectos tributarios tales como cierto tipo de extorsiones y co-
bros a manera de cuotas que no son otra cosa que la extracción de dinero
mediante un sistema que obliga. Tal es el caso de los comerciantes que
deben pagar cuotas a los líderes sindicales que organizan los tianguis y
que brindan a los comerciantes protección dentro de un lugar en el cual
pueden vender. Son, para usar el término de Misse (2010), las mercancías
políticas que también circulan dentro de circuitos comerciales como el de
la fayuca. Estos aspectos de modo tributario (Wolf 1997), se asemejan a
aquellos que se encuentran en otras organizaciones económicas ilegales.
El narcotráfico es un ejemplo de ello. Además, la aleatoriedad de las re-
laciones, solidaridades, acuerdos y “traiciones” son rasgos propios de la
La economía de la fayuca… 227
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228 Estado, violencia y mercado…
Introducción
Desde hace dos décadas, México entró en una espiral de conflictos y violen-
cias criminales que parece no tener fin en el corto plazo. Múltiples regiones
producen drogas vegetales y sintéticas, en tanto se expanden cárteles del
narcotráfico en territorio nacional e internacional. Cada vez más salen a la
luz pública prácticas de infiltración de los aparatos estatales por parte del
crimen organizado, incrementando procesos de corrupción e impunidad.
Los niveles de enfrentamiento armado entre los cárteles y con el Estado se
han agudizado cada vez más, por lo que la violencia se ha incrementado
durante los últimos años, a pesar de campañas militares y policiales en
contra de la inseguridad.3 En consecuencia, varias comunidades rurales,
indígenas y urbanas están tratando de tomar control de su seguridad en
vista del fracaso oficial.4 Desde el año pasado se sumó el movimiento ar-
mado de grupos de autodefensa en el periférico estado de Michoacán para
combatir el crimen organizado.5 En suma, el problema de la violencia en
México sigue agudizándose cada día más, a pesar de las campañas contra
231
232 Estado, violencia y mercado…
7 Matilde Pérez U., “Producción de aguacate Hass mexicano se multiplicó casi 200 veces en
15 años”, La Jornada, 10 de febrero de 2014, sección Sociedad. Disponible en: www.jorna-
da.unam.mx/ultimas/2014/02/10/produccion-de-aguacate-hass-mexicano…
Transformaciones de la violencia y la criminalidad mexicana… 237
16 Desde hace un par de años, el tema de la drogadicción está adquiriendo tonos dramáticos. En
comunidades indígenas y/o rurales, la experimentación con nuevos métodos genera problemas
de salud pública preocupantes. El uso del “foco”, es uno de ellos, que es básicamente droga
sintética conocida como “cristal” que es sometida a alta temperatura en un “foco” de luz
normal, perforado para tal proceso y luego inhalado, muy similar al “paco” argentino de los
años ochenta.
248 Estado, violencia y mercado…
Conclusión
En este breve recorrido hemos dado cuenta de cómo se ha configurado par-
te de la violencia criminal que aqueja a México y en particular al estado de
Michoacán. En primer lugar, vemos que el narcotráfico y la delincuencia
organizada han formado parte de una transformación económica y políti-
ca de más largo plazo, en donde tanto la economía agrícola y de la droga
como las prácticas de extorsión, secuestro o extracción de rentas en forma
de impuestos, forman parte de un modelo de acumulación que muy atina-
damente un periodista mexicano llamó: despotismo tributario. Bajo estas
prácticas, en las diversas regiones michoacanas se experimentan procesos
de redefinición de las formas de propiedad del bosque, como en la región
purépecha, que ha dado origen a disputas étnicas violentas; en la región
de Uruapan- Peribán, la economía transnacional del aguacate ha gene-
rado una profunda reorganización de las huertas a través del lavado de
dinero y desposesión de tierras por parte de grupos delictivos muy aliados
con personajes importantes públicos; mientras en la Tierra Caliente las
agroexportadoras de limón en forma de esencia y jugo para la elaboración
de refrescos, están subordinadas a la dirección de organizaciones campe-
sinas con ciertos vínculos con líderes probablemente relacionados con el
narcotráfico, quienes imponen precios, comercialización e impuestos por
la producción. Los actores delictivos no son ajenos a la política oficial que
practican el Estado y los partidos políticos. Por tanto, los narcotraficantes
no son actores armados “tradicionales”, ni resultado de modernizaciones
fracasadas, sino una consecuencia de un tipo de capitalismo regional que
se ha implantado en las regiones agroexportadoras más prósperas, en las
que el cultivo de droga o su procesamiento químico se intercala con la
agroexportación. En este sentido, Estado e ilegalidad no están separados,
forman parte de un modelo de gubernamentalidad cuya producción de
Transformaciones de la violencia y la criminalidad mexicana… 251
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