Caj 8 PDF
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2014
Director responsable
Carlos Pizarro Wilson
Profesor de Derecho Civil
Universidad Diego Portales
Editor
Marcelo Rojas Vásquez
CONDICIONES GENERALES
DE LA CONTRATACIÓN
Y CLÁUSULAS ABUSIVAS
Francisca M. Barrientos Camus
Coordinadora
Ediciones
Universidad Diego Portales
Facultad de Derecho
ÍNDICE
Presentación 9
Siglas y abreviaturas 11
Los autores 15
Artículos
La ley debe regular los actos que valgan aceptación de ofertas de mo-
dificación
Carlos Pizarro Wilson 19
Una mirada al silencio y la aceptación en los contratos por adhesión
con consumidores a partir del caso CENCOSUD
Francisca Barrientos Camus 27
Silencio y aceptación del consumidor
Mauricio Tapia Rodríguez 47
Protección del consentimiento y reglas especiales del consumo: la lucha
interminable contra las cláusulas abusivas
Betty Martínez-Cárdenas 67
Derecho Comparado, interpretación y condiciones generales de la
contratación
José Antonio Moreno Rodríguez 81
Ensayo sobre el requisito de la escrituración y sus formas análogas en
en los contratos por adhesión regidos por la ley N° 19.496
Juan Ignacio Contardo González 111
La escrituración de los contratos de adhesión. Análisis de la existencia
de contratos de adhesión no escritos y su impacto en la aplicación de
la Ley de Protección al Consumidor
Jaime Lorenzini Barría 127
Barría, Erika Isler Soto, Rodrigo Momberg Uribe, Bruno Caprile Biermann,
Pamela Prado López, Jorge Baraona González, Marco Antonio Rosas Zam-
brano, Marcelo Nasser Olea, Ximena Castillo Faura, Juan Luis Goldenberg
Serrano, Jaime Carrasco Poblete y Carlos Pizarro Wilson, muchas gracias por
su invaluable colaboración.
Este trabajo se realizó gracias a los fondos semilla 201410 “En la búsqueda
de cláusulas abusivas en los contratos financieros, de telecomunicación y en
las pólizas de garantías convencionales” de la Universidad Diego Portales.
Para finalizar, debo agradecer también a Felipe Fernández Ortega, el
coordinador general de la Academia de Derecho y Consumo, alumno de la
Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, por el tiempo dedicado
a la revisión de estas páginas.
10
SIGLAS Y ABREVIATURAS
aC antes de Cristo
AIDA-Chile Asociación Internacional de Derecho
del Seguro, sección chilena
art. artículo
c/ con
BBVA Banco Bilbao Vizcaya Argentaria
BGB Código Civil alemán
CC Código Civil
CCO Código de Comercio
CDF Canal del fútbol
CE Comunidad Europea
CEE Comunidad Económica Europea
CENCOSUD Centros Comerciales Sudamericanos
Cfr. Confróntese
CIADI Centro Internacional de Arreglo de
Diferencias Relativas a Inversiones
CISG Convención de las Naciones Unidas
sobre los Contratos de Compraventa
Internacional de Mercaderías
CME Clínica móvil de emergencia
CMR Crédito multi rotativo
COMPROMEX Comisión para la Protección del Co-
mercio Exterior de México
CONICYT Comisión Nacional de Investigación
Científica y Tecnológica
coord. coordinador
coords. coordinadores
COT Código Orgánico de Tribunales
CPC Código de Procedimiento Civil
CPR Constitución Política de la República
DCFR Draft Common Frame of Referente
11
12
13
LOS AUTORES
15
16
Artículos
17
18
19
1
Circular N° 3.549 del 13 de abril de 2014.
20
unilateral y que las cláusulas que así lo estipulen son nulas, salvo aquellas
conforme al artículo 17 B letra b). También estamos contestes de que el silen-
cio es irrelevante para entender que haya aceptación del consumidor. Otro
asunto sin debate es que los contratos pueden contener cláusulas de reajuste,
siempre y cuando se basen en condiciones objetivas y no dependan solo del
criterio del proveedor.
Aparte la aceptación expresa sobre la cual no hay dudas de su eficacia,
ya sea por firma, huella digital u otro respaldo positivo de la aceptación, el
dilema quedó centrado en si debe o no admitirse la aceptación tácita como
mecanismo de formación del consentimiento o, en lo que importa, como
fórmula de aceptación de una oferta de modificación del contrato por adhe-
sión. El escenario no es tan distinto a aquel en que se formó el contrato, el
proveedor sigue siendo el contratante fuerte y al consumidor solo le queda
aceptar o rechazar la oferta. La diferencia estriba en que el consumidor ya
está vinculado con el proveedor, recibiendo un servicio o producto en virtud
del contrato y, en la unanimidad de los casos, dicho cambio significará un
incremento de sus obligaciones por vía de precio. De ahí el interés que exista
plena claridad acerca de su aceptación y que no sea una vía unilateral para
aumento de precios sin justificación alguna a la que el consumidor quedaría
compelido a aceptar para mantener el servicio o producto.
El problema no es, como se comprenderá, original de nuestro país, pre
sentándose en el concierto extranjero diversos mecanismos para la modi
ficación de los contratos por adhesión a instancia de una oferta propuesta
por el proveedor. En general, es posible afirmar que la aceptación tácita es
admisible en cualquier tipo de contratos, incluyendo aquellos de adhesión.
¿Por qué habría de desconfiarse de una fórmula que siempre ha sido consi-
derada idónea para formar el consentimiento? Solo debe aclararse cómo se
entiende la voluntad tácita y cómo podría operar sin lesionar la protección
al consumidor, quien sigue siendo la parte débil del contrato.
La voluntad tácita debe exteriorizarse en actos indubitados que generen
convicción de consentimiento. Como lo indica Federico de Castro
2
Federico de Castro y Bravo, El negocio jurídico, Madrid, Civitas, 1985, p. 67.
21
Por eso afirma que “el consentimiento no puede ser presunto o supuesto” y
“en la duda debe estimársele inexistente”5. Se trata de un “determinado acto”
o “un determinado comportamiento” que “permite inducir o inferir que tal
voluntad existe y la presupone necesariamente”. Asimismo, Luis Díez-Picazo
agrega:
En términos precisos, la voluntad tácita exige actos o hechos inequívocos que solo
puedan interpretarse en términos de conclusión del contrato, sin dejar espacio
para ninguna otra alternativa; además, dichos actos que se pretenden manifes-
tación de voluntad deben enmarcarse en una relación de confianza que habilite
al destinatario para confiar en que esos actos constituyen consentimiento.
En definitiva, hay dos elementos esenciales en la voluntad tácita, la nece-
sidad de determinados actos que se evalúan y uno relativo a las circunstancias
en que se desenvuelve ese acto, cuya entidad refiere a la confianza que de
manera razonable puede generar la creencia en el otro sujeto que esos actos
constituyen manifestación de voluntad.
3
Arturo Alessandri Rodríguez, De los contratos, Santiago, Editorial Jurídica de Chile,
2004, p. 72.
4
Op. cit., p. 74.
5
Ibid.
6
Luis Díez-Picazo, Fundamentos del derecho civil patrimonial, 6ª ed., Madrid, Thomson-
Civitas, 2007, vol. i: Introducción teoría del contrato, p. 176.
22
Así deben interpretarse las reglas que en el propio Código Civil aluden al
consentimiento tácito9. Estas mismas ideas propias al Derecho Común deben
ser el insumo para dilucidar la voluntad tácita del consumidor.
7
Corte Suprema, véase RDJ, tomo 43, Santiago, 1946, 2ª parte, sec. 1ª, p. 120. Lo cita
también Avelino León Hurtado, La voluntad y capacidad en los actos jurídicos, Santiago, Editorial
Jurídica de Chile, 1952, p. 51.
8
Francesco Galgano, El negocio jurídico, Valencia, Tirant lo Blanch, 1992, p. 85 y ss.
9
El artículo 1241 señala: “ejecuta un acto que supone necesariamente su intención de aceptar,
y que no hubiera tenido derecho de ejecutar, sino en su calidad de heredero”. En el mismo sentido
el artículo 1449, a propósito de la estipulación a favor de otro, indica: “Constituyen aceptación
tácita los actos que sólo hubieran podido ejecutarse en virtud del contrato”. El artículo 1695, a
propósito de la nulidad relativa: “la ratificación tácita es la ejecución voluntaria de la obligación
contratada”. En la aceptación del deudor cedido tratándose de la cesión de créditos: “La aceptación
consistirá en un hecho que la suponga, como la litis contestación con el cesionario, un principio de
pago al cesionario, etc.”. En el arrendamiento de inmuebles una vez expirado, configura voluntad
tácita para la pervivencia del contrato si: “el arrendatario con el beneplácito del arrendador
hubiere pagado la renta de cualquier espacio de tiempo subsiguiente a la terminación, o si ambas
partes hubieren manifestado por cualquier otro hecho igualmente inequívoco su intención de
perseverar en el arriendo...”. En el mandato: “aceptación tácita es todo acto en ejecución del
mandato”. Y en el caso de la revocación, conforme el artículo 2164: “La tácita es el encargo del
mismo negocio a distinta persona”. Por último, la prescripción: “renunciase tácitamente, cuando
el que puede alegarla manifiesta por un hecho suyo que reconoce el derecho del dueño o del
acreedor; por ejemplo, cuando cumplidas las condiciones legales de la prescripción, el poseedor
de la cosa la toma en arriendo, o el que debe dinero paga intereses o pide plazos”.
23
24
25
I. Introducción:
estado de la cuestión1
1
Este trabajo se realizó gracias a los fondos semilla 201410 “En la búsqueda de cláusulas
abusivas en los contratos financieros, de telecomunicación y en las pólizas de garantías con
vencionales” de la Universidad Diego Portales. Además, es parte del comentario de sentencia
de la misma autora, “Derecho del consumo, comentario de sentencia” publicada en la Revista
Chilena de Derecho Privado, N° 20, Santiago, julio 2013, pp. 255-261.
2
SERNAC con CENCOSUD administradora de tarjetas S.A: Corte Suprema, 24 de
abril de 2013, rol Nº 12.355-11.
3
En la nomenclatura acuñada por el SERNAC. Se trata de describir aquellos supuestos en
que el mandato carece de objeto (o es indeterminado) o contiene una causa ilícita contraria a
las buenas costumbres (mercantiles). Para mayor información véase Bruno Caprile Birmann,
“La ineficacia del mandato conferido por los clientes a las instituciones financieras para
suscribir pagarés a su favor, antes y después del Sernac Financiero”, en Carmen Domínguez,
Joel Castillo, Marcelo Barrientos, Juan Luis Goldenberg (coords.), Estudios de Derecho Civil
VIII, Santiago, Editorial Thomson Reuters-Legal Publishing, 2013, pp. 233-255 y Claudio
Alvarado Aguirre, “La eficacia de un mandato otorgado para el llenado y suscripción de un
pagaré en reconocimiento de una deuda. Un antes y un después de la Ley Nº 20.555”, en Ian
Henríquez (coord.), El mandato. Ensayos doctrinarios y comentarios de jurisprudencia, Santiago,
Editorial Legal Publishing-Thomson Reuters, 2013, pp. 219-232.
27
4
En las líneas que siguen se empleará de forma indistinta la expresión ‘consentimiento’ y
‘voluntad’, se examina el ámbito de los contratos. De forma más concreta, de la contratación por
adhesión de consumidores. Aun cuando, se reconoce las diferencias entre voluntad y consentimiento.
5
Paulina Veloso Valenzuela, “Cláusulas abusivas”, en Instituciones modernas de Derecho
Civil: homenaje al profesor Fernando Fueyo Laneri, Santiago, Editorial Jurídica Conosur, 1996, p. 444;
Mauricio Tapia Rodríguez y José Miguel Valdivia Olivares, Contrato por adhesión ley N° 19.496,
Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2002 p. 17.
6
Luis Díez-Picazo también toma en consideración otros datos como la explosión de
mográfica posguerras, la urbanización o concentración de la población en grandes ciudades,
en Luis Díez-Picazo y Ponce de León, “Derecho y masificación social. Tecnología y Derecho
privado (dos esbozos)”, Cuadernos Civitas, 2ª ed., Madrid, Editorial Civitas, 1979, pp. 9-22.
7
Los escritos de Raymond Saleilles marcan el inicio de la discusión sobre las formas de
protección del contratante en posición de inferioridad económica en el Derecho Continental
europeo. La expresión contrato “de” adhesión fue introducida por él, aunque diga que de
contrato solo tiene el nombre, en Raymond Saileilles, De la déclaration de volonté : contribution
a l’étude de l’acte juridique dans le code civil allemand, art. 116 à 144, Paris, LGDJ, 1929, p. 229.
28
8
Arturo Alessandri Rodríguez, “El contrato dirigido”, en Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo xxxviii, Santiago, 1941, primera parte, sec. Derecho, p. 7.
9
Jorge López Santa María, Los contratos, Santiago, Editorial Abeledo Perrot-Legal Pu
blishing, 2010, p. 118.
10
Iñigo de la Maza Gazmuri, “Contratos por adhesión y cláusulas abusivas: ¿por qué el
Estado y no solamente el mercado?”, en Revista Chilena de Derecho Privado, Nº 1, Santiago diciem-
bre 2003, p. 119.
29
Desde el punto de vista del Derecho Común, es necesario que las partes “con-
sientan” en dicho acto (artículo 1445 del CC). Para que se forme el consentimien-
to se requiere que la oferta contractual del sujeto sea seria, completa o precisa
y dirigida a personas determinadas (artículos 101 y 105 del Código de Comercio).
Esta misma fórmula se aplica a la contratación masiva con consumido-
res, pero con una diferencia. Conforme a las disposiciones de la LPDC, se
considera válida una oferta seria y completa, sin que sea necesario dirigirla a
personas determinadas11 (artículo 12 y 13 de la LPDC). Hay, además, ciertas
normas especiales sobre el consentimiento prestado por medios electrónicos12,
que no serán analizados en esta exposición.
11
Así al menos en la interpretación de Juan Andrés Varas Braun y Rodrigo Momberg
Uribe, “La oferta en Chile: un ordenamiento, tres regímenes”, en Cuadernos de Análisis Jurídico:
Temas de Contratos, Santiago Ediciones Universidad Diego Portales, Colección de Derecho
Privado, 2006, vol. iii, p. 78.
12
Tal como lo describe el artículo 12 A de la LPDC, en los contratos celebrados por medios
electrónicos, y en aquellos en que se aceptare una oferta realizada a través de catálogos, avisos
o cualquiera otra forma de comunicación a distancia, se requiere para formar el consentimiento,
un acceso claro, comprensible e inequívoco de las condiciones generales del mismo y la
posibilidad de almacenarlos o imprimirlos.
Cuando se perfeccione el contrato, el proveedor estará obligado a enviar confirmación escrita
del mismo, la que podrá ser enviada por vía electrónica o por cualquier medio de comunicación
que garantice el debido y oportuno conocimiento del consumidor, el que se le indicará pre
viamente. Dicha confirmación deberá contener una copia íntegra, clara y legible del contrato.
30
1. La manifestación de voluntad
La voluntad es el movimiento o cambio interior, sicológico, que determina
a la acción13. Es el libre querer interno de lograr un fin determinado por me-
dio de la acción. Es la conducta por la que el sujeto exterioriza lo querido14,
que se materializa a través de actos, de signos o símbolos, o, en general, de
cualquier forma que indudablemente manifieste su voluntad.
En España, explicaba Manuel Albaladejo15 que sería un “acto”, pero
también una “declaración”, por la cual se toma conciencia de lo manifesta-
do en el exterior. Dicho de otra forma, el sujeto “quiere se declare y quiere
declararlo”. Y esto último resulta muy relevante para el tema analizado por
este “acto” y esta “declaración” se manifiesta su querer con el contrato o
sus modificaciones posteriores. En sintonía con esta idea, enseñaba Werner
Flume16, que la declaración de voluntad producida por medios de signos de
declaración es una manifestación. Incluso, hasta el silencio puede ser consi-
derado como aceptación, siempre y cuando se califiquen algunas conductas
posteriores. Por eso, el problema del silencio no radica en que se prohíba
como declaración, sino que en la determinación de cuándo lo constituiría17,
tema que se examinará en la tercera parte de este artículo.
En nuestro medio nacional, expone Luis Claro Solar18 que la voluntad
es un simple fenómeno sicológico que no produce efectos jurídicos, sino
cuando se exterioriza, sale del fuero interior de la conciencia y se manifiesta
en condiciones tales que pueden ser conocidas por terceros, al darse cuenta
de su existencia. De forma más reciente explica Ramón Domínguez19, que se
exige un comportamiento activo o pasivo destinado hacia los terceros, en el
sentido que permita percibirlo como una expresión de un cierto querer, “es
decir emitido y perceptible”.
Es decir, la voluntad requiere ser declarada al exterior. Y con ello, se
producen los efectos queridos por el sujeto y conocidos por los terceros.
13
Arturo Alessandri y Manuel Somarriva, Derecho Civil, parte preliminar y parte general, 5ª
ed., Santiago, Editorial Ediar-Conosur, 1991, tomo segundo, capítulo xxv, p. 182
14
Manuel Albaladejo, Derecho Civil I. Introducción y parte general, 6ª ed., Barcelona, Editorial
Bosch, 1980, vol. ii, p. 166.
15
Op. cit., p. 167.
16
Werner Flume, El negocio jurídico. Parte general del Derecho Civil, 4ª ed. no modificada,
traducción de José María Miquel y Esther Gómez Calle, Madrid, Fundación Cultural del
Notariado, 1998, tomo ii, p. 92.
17
Albaladejo (n. 14), p. 173.
18
Luis Claro Solar, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Santiago, Editorial
Jurídica de Chile, Nº 750, 1937, vol. v: De las obligaciones p. 108, reimpresión 2013.
19
Ramón Domínguez Águila, Teoría general del negocio jurídico, Santiago, Editorial Jurídica
de Chile, 2011, p. 37.
31
22
Luis Díez Picazo, Fundamentos de Derecho Civil patrimonial, 6ª ed., Madrid, Editorial
Thomson Civitas, 2008, tomo ii: De las relaciones obligatorias, p. 479.
32
autores al considerar que con esta atribución se cautela una serie de intereses
tanto propios como ajenos del sujeto.
Nuestro Código Civil reconoce la declaración tácita en una serie de normas.
Son ejemplos:
– la aceptación de la herencia (artículo 1241 del CC),
– la revocación del testamento (artículo 1215 del CC),
– la renuncia a la solidaridad (artículo 1516 del CC),
– la remisión de la deuda (artículo 1654 del CC),
– la aceptación de la cesión de derechos (artículo 1904 del CC),
– la oferta de mandato (artículo 2123 del CC),
– la aceptación del mandato (artículo 2124 del CC),
– la revocación del mandato (artículo 2164 del CC).
Incluso, se suele citar, por ejemplo, por Ramón Domínguez23, que es común
que en el tráfico contractual las partes modifiquen de forma tácita algunas de
las formas de ejecución de las obligaciones.
¿Qué tienen en común todos estos supuestos legales? Que conforme a
las circunstancias de cada caso particular, el sujeto (ya sea el acreedor o el
deudor) declara su voluntad de manera clara e indubitativa de producir o
extinguir efectos jurídicos, pero no en términos expresos, sino que por su
comportamiento sería posible inferirlo.
Como el heredero que sabe que está aceptando la herencia, por eso realiza
actos de tal; en las aceptaciones, sin lugar a duda, se infiere que se acepta la
oferta de gestión de negocios (artículo 2123 del CC), lo ejecuta (artículo 2124
del CC); y en formas de extinguir la obligación, se reconoce que el sujeto
quiere extinguir la obligación, así se entiende que el acreedor haga entrega de
la carta de pago o la destruye o cancela (aquí se agrega con ánimo de extin-
guir la deuda); extingue la solidaridad cuando cobra la deuda como si fuera
mancomunada sin hacer reserva especial24, el deudor le paga al cesionario
en vez del cedente (artículo 1904 del CC); el mandante revoca el mandato
encargándole el mismo negocio a distinta persona (artículo 2164 del CC).
Entonces, podría agregarse que el asentimiento tácito consiste en un he-
cho que lo suponga (artículo 1904 del CC) de un modo inteligible (artículo
2123 del CC), que supone necesariamente su intención y que no hubiera
tenido derecho de ejecutar (artículo 1241 del CC). Y puede ser total o parcial
(artículo 1215 del CC).
Lo anterior, muestra la utilidad de la aceptación tácita contemplada en los
contratos libremente discutidos. Además, se sabe que está presente durante
23
Domínguez (n. 19), p. 38.
24
Aquí ocurrió que la solidaridad expresamente pactada (o nacida de otra fuente) se dejó
sin efecto por la conducta o comportamiento del sujeto.
33
Me parece que hay una serie de normas contenidas en la ley, que servirían
para definir las exigencias requeridas para que el consentimiento declarado
por el consumidor califique como eficaz. Estas reglas estarían definidas en
materia de información, y, por cierto, a propósito del control de los contratos
por adhesión.
1. La información en el consumo
La regla de la información constituye una de las principales técnicas de pro-
tección en favor de los consumidores, que como bien lo ha señalado Iñigo
de la Maza25, permite que sea más libre la elección de los bienes y servicios.
Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los
consumidores. Comentarios a la ley de protección a los derechos de los consumidores. Santiago, Editorial
Thomson-Reuters, 2013, p. 24.
34
35
noción que la relaciona con la inmediatez, tal como sucedió en el caso que
se condenó a la empresa proveedora por no publicar de inmediato las bases
de un concurso. La publicidad solo señalaba que se encontraban las bases
ante notario. Por esto, el tribunal sentenció que la información “no ha sido
oportuna ni veraz porque no se entrega de inmediato”26.
Y si se lo relaciona con el caso CENCOSUD, se dirá que no se dudaba
de la veracidad del texto en un pequeño recuadro de la cartola de pago, sino
que de su oportunidad, ¿satisface la oportunidad de la información la inserción
de un pequeño aviso en un recuadro inferior en la cartola de pago? ¿Esa es la
forma amparada por la ley para ofrecer una modificación contractual y darla
por aceptada por el consumidor?
Por último, una regla importante que hay que defender es que el deber
de información se cumple con la puesta a disposición de todos y cada uno
de los elementos que componen el instrumento (el contrato y sus anexos, el
reglamento, etc.) De este modo, al proveedor no se le puede exigir que el
cliente lea el contrato o cualquier instrumento que provea información (eti-
quetas de envases o envoltorios, folletos publicitarios, rotulados, entre otros).
Pese a que se sabe que este sujeto no leerá los términos contractuales, no se
puede condenar al proveedor por este motivo, sino por la falta de la puesta
a disposición de lo exigido por la ley.
Dicho esto, ahora corresponde examinar las reglas que disciplinan el con-
trol del contrato por adhesión, que ayudarán a comprender de mejor manera
cómo opera la manifestación de voluntad del consumidor.
26
Citado por Marcelo Barrientos, en Marcelo Barrientos, “Comentario al artículo 3 letra
b)”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La
protección de los derechos de los consumidores. Comentarios a la ley de protección a los derechos de los
consumidores, Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 102.
27
Salvo, por cierto los controles ex ante, pero como se sabe en Chile no se aplican. Junto
con ello, además habría que considerar un fracaso de estos controles, en este sentido Francisca
Barrientos Camus, “El fracaso del control judicial de las cláusulas abusivas en los contratos por
adhesión”, en Carmen Domínguez, Joel Castillo, Marcelo Barrientos, Juan Luis Goldenberg
(coords.), Estudios de Derecho Civil VIII, Santiago, Editorial Thomson-Reuters-Legal Publishing,
2013, pp. 415-428.
36
nulidad de las cláusulas insertas en el contrato. De ahí que este acápite haga
una breve referencia a ella.
Respecto del control formal, según Mauricio Tapia y José Miguel Valdi-
via28, se trata de un mecanismo que busca cumplir ciertas formalidades que
permitirían al consumidor lograr claridad acerca del contenido del contrato.
Gracias a él, se persigue incentivar el conocimiento cuya consecuencia in-
mediata sería un consentimiento claro y efectivo, ajeno a la incertidumbre,
fruto de la ignorancia respecto al contenido del negocio. Sin perjuicio de lo
anterior, se ha dicho que las reglas de resguardo formales de los contratos
por adhesión podrían transformarse en un mecanismo “ineficaz” y “poco
útil”, constituyendo “...un verdadero derecho paralelo de cláusulas abusivas
amparadas por el manto del formalismo”29, al reconocer que no se protege
el consentimiento, pues los consumidores no leen las condiciones generales
de la contratación, o si las leen acarrean costos prohibitivos para el sujeto
que merece protección. Por eso, Carlos Pizarro30 considera que surten efectos
en la etapa de ejecución contractual, al ofrecer una medida de publicidad.
Si se atiende a los controles formales que contiene el artículo 17 de la
ley, se verá que se exige que los contratos por adhesión deban constar por
escrito “de modo claramente legible”, con un tamaño no inferior a 2,5 mm
y en idioma castellano.
Así, se ve que la oferta del proveedor debe constar por escrito. La ley
expresa: “deberán estar escritos” (los contratos regidos por la LPDC). Aunque
el tema se ha discutido, podría calificarse como una oferta solemne31 o una
formalidad ad probationem, que constituiría un requisito de incorporación al
contrato32. Por mi parte, tengo la impresión de que solo se trata de definir
que la propuesta del proveedor siempre debe ser expreso, mientras que la
aceptación del consumidor admitiría fórmulas tácitas, siempre y cuando se
infieran con certeza de ciertas conductas. La escrituración, en este sentido,
cumpliría con una finalidad de prueba más que solemnidad. Por esto, la firma
no supone una solemnidad.
28
Tapia y Valdivia (n. 5) p. 59 y ss.
29
Carlos Pizarro Wilson y Ignacio Pérez López, “Comentario al artículo 17”, en Iñigo
de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de
los derechos de los consumidores. Comentarios a la ley de protección a los derechos de los consumidores,
Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 361.
30
Ibid.
31
Juan Ignacio Contardo González, Responsabilidad civil de las agencias de viajes, Santiago,
Editorial Abeledo Perrot-Legal Publishing, 2010.
32
Eduardo Court Murasso, “Prólogo”, en Juan Ignacio Contardo, Responsabilidad civil
de las agencias de viajes, Santiago, Editorial Abeledo Perrot-Legal Publishing, 2010, p. ix.
37
33
Erika Isler Soto, “Comentario al artículo 32”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro
(dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores.
Comentarios a la ley de protección a los derechos de los consumidores, Santiago, Editorial Thomson-
Reuters, 2013, p. 743.
34
Tapia y Valdivia (n. 5), p. 8.
35
Veloso (n. 5), p. 447.
36
Carlos Pizarro Wilson, La protección de los consumidores en materia contractual, Santiago,
Editorial Conosur, 1999, p. 176.
37
Iñigo De la Maza Gazmuri, El control de las cláusulas abusivas y la letra g), en Revista
Chilena de Derecho Privado, Nº 3, Santiago, diciembre 2004, pp. 109-147.
38
López (n. 9), pp. 119 y 188.
38
III. El silencio
39
Rodrigo Momberg Uribe, “El control de las cláusulas abusivas como instrumento de
intervención judicial en el contrato”, en Revista de Derecho, vol. xxvi, Nº 1, Valdivia, 2013, p. 12.
39
40
Arturo Alessandri Rodríguez, “Valor jurídico del silencio”, en Revista de Derecho y
Jurisprudencia, tomo xxxviii, Santiago, 1941, primera parte, sec. Derecho.
41
En sus palabras: “Si en los casos referidos el silencio significa, según las circunstancias,
aceptación o rechazo de un derecho u obligación o de un determinado efecto jurídico, es porque
la ley, interpretando ese silencio presume que su autor, al no expresar voluntad contraria, ha
querido producir el efecto señalado por la ley, que se reputa conocida de todos. El heredero
que, constituido en mora de declarar si acepta o repudia, nada dice en el plazo señalado al
efecto, sabe que su silencio importará repudiación; la persona que, por su profesión u oficio, se
encarga de negocios ajenos, sabe que su silencio durante un tiempo razonable se mirará como
aceptación del encargo que le hace una persona ausente. Luego, al no expresar una voluntad
contraria, demuestra con ello que es la suya acogerse a la regla legal y dejar que se produzca
el efecto que ésta atribuye a su silencio”, en Alessandri (n. 40).
42
Flume (n. 16), p. 94.
40
sión. Como no puede acordar sino que adherir a los términos contractuales
prerredactados, se ha prohibido su silencio se considere como asentimiento.
No se trata de simples actos conservativos, como los de inspección (artículo
1243 del CC), sino que de una serie de actos que rodean la pasividad del sujeto,
los que siempre quedarán sujetos a calificación posterior. En todo caso, para
que se atribuyan efectos, el que calla debe saber –y esto es importante– que
se producirán efectos jurídicos tal como si hubiese manifestado su voluntad,
de forma expresa o, más bien, tácita.
Esta clase de silencio no sería frecuente en la contratación por adhesión,
por las propias características de esta forma de contratar. Por esta razón, está
prohibido como aceptación. Esto es literal, la regla establece: “El silencio no
constituye aceptación en los actos de consumo” (artículo 3 letra a), norma
que fue incorporada con la reforma del año 2004. Se trata de una disposición
de carácter imperativa, que, además, se enmarca dentro de los derechos irre
nunciables (artículo 4).
Si el consumidor pudiera renunciar previamente a esta disposición la ma-
yoría de las cláusulas impuestas le atribuirán efectos de declaración al silencio.
De allí, es posible deducir que el silencio que le otorga beneficios, ventajas o
más atribuciones que mejoran su posición jurídica sí produciría plenos efectos.
Esta forma de atribuir la voluntad podría fijarse en la etapa de formación
del consentimiento o durante la ejecución contractual. De este modo, si en
una cláusula se anticipa una rebaja o disminución en algún precio por los
servicios no se discutiría su validez, pese a la regla del artículo 3 letra a).
43
Alessandri y Somarriva (n. 13), p. 184.
41
44
Con todo, se sabe que en el tráfico esta comisión se justifica como una remuneración o
mantención por el ingreso al sistema de administración de tarjetas.
42
No parece ser igual en todos los supuestos. Si el cliente solo suma puntos,
al adquirir los bienes de consumo masivo con otros medios de pago, me pa-
rece que tampoco se justificaría el cobro de las comisiones. En este sentido se
asimilaría a la inactividad o silencio de su parte. Si ya tiene puntos suficientes
para realizar canjes o espera hacerlo sumando puntos por compras adquiridos
con otro medios de pagos, por extensión debería allegarse a la misma solución.
La razón que justificaría el cobro de las comisiones sería el uso de la tar
jeta45, porque se realizan actuaciones positivas tendientes a comprar a crédito
o, bien, complementar esta función con las otras descritas (sumatoria de
puntos y canjes). Lo anterior, siempre y cuando el proveedor cumpla con el
equilibrio contractual (artículo 16 letra g) sin caer dentro de la “arbitrariedad”
de la lista negra (artículo 16a).
Como se sabe, la modificación se avisó por medio de las cartolas de pago
en un recuadro en la parte inferior del texto. Y para la empresa esa fórmula
por sí sola bastaría para justificar el cobro de comisiones. ¿Puede decirse que
de los hechos que rodean esta circunstancia haya de parte del consumidor un
consentimiento inequívoco de aceptación? ¿Está consciente el consumidor
que esta atribución significa su aceptación con el aumento de comisiones?
¿Alcanza esta figura a transformarse en aquiescencia tácita alejándola del
silencio prohibido?
Una buena razón que serviría por sí sola para descartar el consentimiento
tácito sería sostener que se trata de un silencio, que pretende ser una decla-
ración de voluntad en perjuicio del consumidor, regla prohibida por la ley.
Quizá no podría arribarse a la misma solución en los negocios libremente
discutidos, pero aquí no hay que olvidar que se parte desde la asimetría de
la información y de negociación. El consumidor no puede contraofertarle al
proveedor esta modificación contractual. Por eso, se configuró “un silencio
como apariencia de declaración de voluntad” en la terminología acuñada
por Werner Flume46, toda vez que no estaba consciente que con su omisión
otorgaba (o se pretendía este efecto).
Incluso, si usa la tarjeta habría una hipótesis de silencio en este supuesto
particular que sería necesario delimitar con más precisión. Al menos, ha que-
dado sentado por la Corte Suprema que declaró en carácter de obiter dictum:
Uso en sentido de compra no, por ejemplo, el pago o la extracción de una cartola de pago.
45
Flume (n. 16), p. 98. Otra forma de solucionar este problema, sería darle valor al silencio,
46
43
De modo que, para que fuera admitido el silencio, tendría que configurarse
un comportamiento pasivo declarado como una aceptación, que además
debería ser ventajoso para el cliente.
Esto no quiere decir que, desde ahora en adelante, toda la contratación
bajo el ámbito de la LPDC, deba ser aceptada de forma expresa, tratando
de buscar soluciones digitales o por medios electrónicos, como se trató de
ha plasmar en el decreto supremo Nº 153 del Ministerio de Economía, que
regula formas de consentimiento expreso prestados por medios eletrónicos
(páginas web, correos electrónicos, comunicaciones telefónicas con sistemas
de grabación, mensajes de texto, dispositivos de autentificación biométrica,
cajeros automáticos, terminales de ventas electrónicos, cualquier otra forma de
firma electrónica). Tampoco significa que los precios por los servicios deban
mantenerse inalterables durante toda la ejecución contractual. Simplemente,
se trata de buscar un mecanismo adecuado de equilibrio entre las posiciones
de las partes, una que impone los términos del contrato, y la otra que solo
acepta (o se tiene por aceptada).
47
Alessandri (n. 40).
44
IV. Conclusiones
45
46
SILENCIO Y ACEPTACIÓN
DEL CONSUMIDOR
Mauricio Tapia R..
1
Este estudio tuvo su origen en una ponencia del mismo nombre efectuada por el autor
en el marco de las Jornadas Nacionales de Derecho Civil (Valdivia, 2013), y será publicado
en las actas que recogen tales trabajos (Estudios de Derecho Civil IX, 2013).
2
SERNAC con CENCOSUD Administradora de Tarjetas S.A, Corte Suprema, 24 de
abril de 2013. rol 12355-2011.
47
no pudiendo una sola de ellas modificar lo pactado por ambas (artículo 1545
del CC y artículo 12 de la LPDC). Debe recordarse también que la LPDC
considera abusivo insertar una cláusula contractual de modificación unilateral
“arbitraria”, esto es, que no tenga justificación objetiva y demostrable frente
al consumidor (artículo 16 letra a). La Corte agrega, al respecto, que ni si-
quiera la aceptación del consumidor borra esa ilicitud, pues ella existe desde
el momento que se inserta en el contrato una cláusula de esa naturaleza. Esa
decisión judicial provocó incluso que la SBIF dejara sin efecto circulares que,
en abierta infracción de la ley, permitían tales cambios.
Con los intereses que se cobran por los créditos (y los intereses sobre los
intereses), las inéditas utilidades de la banca y la prosperidad del retail, caber
preguntarse, ¿por qué, además, se cobran “comisiones por mantención” y
otros sobrecargos que no tienen justificación objetiva? ¿Acaso no está sufi-
cientemente remunerado el crédito en Chile? No es comprensible ese nivel
de avidez cuando tales comisiones no son ni objetivas ni demostrables.
En este estado de cosas, es sorprendente que el Ministerio de Economía
haya dictado el decreto supremo Nº 153 (de 13 de septiembre de 2013, publi-
cado el 19 de diciembre de 2013)3, que contradice abiertamente la legislación
y lo resuelto por la Corte Suprema. Este reglamento, sobre “consentimiento
expreso del consumidor” (en adelante, el “reglamento”), intenta borrar la
protección que consagra la ley y abrir una amplia discreción para modificar
los contratos y alzar comisiones, otorgando de manera insólita un nuevo de-
recho, ¡no al consumidor, sino que al proveedor!: poner término al contrato
si el consumidor no acepta el cambio de comisiones que libremente podrán
imponer. Un verdadero chantaje si se tiene en cuenta la triste realidad de
dependencia del crédito de las familias chilenas ya expuesta. Al mismo tiem-
po, este reglamento establece las formas de manifestación de esa voluntad
“expresa” (algunas muy discutibles, como “mensajes de texto” o “llamadas
telefónicas grabadas”), considerando de modo implícito que estos controles
formales serían suficientes para detener los abusos en la materia, modificando
de paso por vía reglamentaria lo establecido por la ley.
No se entiende cómo, en las postrimerías de un mandato presidencial,
se pretende, por vía reglamentaria, abordar materias propias de ley, como
la propia banca y el comercio lo han reconocido, vulnerando los principios
básicos de protección al consumidor y desafiando a la Corte Suprema. Nadie
niega la necesidad de contar con reglas claras en el comercio y en el sistema
3
Al cierre de la edición de este artículo (19 de marzo de 2014), el reglamento ha sido
objeto de dos requerimientos de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional y el
nuevo Ministro de Economía ha anunciado su derogación por atentar contra la protección al
consumidor, en particular, contra las personas más vulnerables.
48
I. Modificaciones unilaterales
y su comunicación al consumidor
4
Véase Mauricio Tapia Rodríguez y José Miguel Valdivia Olivares, Contrato por adhesión.
Ley Nº 19.496, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2002, p. 62 y s.
49
5
Acerca de las reglas formales impuestas para los contratos por adhesión: Tapia y Valdivia
(n. 4), p. 59.
6
Jesús Alfaro Aguila-Real, “Nota crítica. R. Bercovitz/ J. Salas (eds.) Comentarios a la
ley general para la defensa de los consumidores y usuarios”, en Anuario de Derecho Civil, tomo
xlvi, fascículo i, Madrid, 1993, p. 305.
7
Francesco Messineo, Manual de derecho civil y comercial, traducción de la 8ª edición italiana
de Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, 1995, tomo
iv: Derecho de las Obligaciones, parte general, p. 485.
50
8
Luis Díez-Picazo y Ponce de León, Fundamentos del derecho civil patrimonial, 4ª ed., Madrid,
Editorial Civitas, 1993, vol. i, p. 348.
9
Cámara de Diputados, sesión 19ª ordinaria, legislatura ordinaria, 20 de julio de 1993,
p. 1787.
51
52
53
do, parece razonable exigir que las comunicaciones que afecten elementos
relevantes de la relación contractual (como una variación en las comisiones)
deban serles comunicadas mediante un escrito dirigido a su persona y por
un soporte que pueda conservar y revisar.
B. Contenido de la comunicación
54
55
A. Aceptación expresa
Sin duda que la manifestación de voluntad más nítida y la que otorga mayor
certeza es la aceptación expresa, ya sea verbalmente o por escrito. Para el
caso en análisis, ella consistiría en que el consumidor de estos contratos de
ahorro pueda conocer y manifestar su voluntad de modo explícito, mediante,
por ejemplo, su firma en un anexo al contrato originalmente suscrito. Este
tipo de manifestación expresa de voluntad en realidad no presenta mayores
interrogantes, salvo el costo económico que podría envolver y la mayor o
menor certeza de los medios tecnológicos para recabarla (en el reglamento,
por ejemplo, se incluyen algunos muy inciertos como “páginas web”, “men-
sajes de texto” o “llamadas telefónicas con grabación”).
B. Aceptación tácita
10
Avelino León Hurtado, La voluntad y la capacidad en los actos jurídicos, Santiago, Editorial
Jurídica de Chile, 1963, p. 109.
11
Por ejemplo, véase Francisca Barrientos Camus, “Entre la aceptación tácita y el silencio
en el fallo Cencosud”, en La Semana Jurídica, Nº 47, Santiago, 13 de mayo de 2013, p. 3.
12
Intervención de Juan José Ossa, director del SERNAC, en el marco del seminario
“Impactos del fallo Cencosud”, Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, 3 de mayo
de 2013.
56
13
Luis Claro Solar, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Santiago, Imprenta
Nascimento, 1937, tomo xi: De las obligaciones, p. 57.
14
Ibid.
57
15
Arturo Alessandri Rodríguez, “Valor jurídico del silencio”, en RDJ, tomo xxxviii, San-
tiago, 1941, sec. 1ª, p. 133 y s.
16
Op. cit., p. 135 y s.
58
17
Alessandri (n. 15), p. 138.
18
Diputado Eugenio Tuma, sesión 76, 13 de mayo de 2003.
59
Este juicio fue iniciado por demanda del SERNAC, en acción de protección
del interés colectivo de los consumidores, contra CENCOSUD Administra-
19
Hernán Corral Talciani, “El silencio del consumidor: quien calla, no otorga”, disponible
en http://corraltalciani.wordpress.com/2013/04/28/el-silencio-del-consumidor-quien-calla-no-
otorga/ [consultado 23 de junio de 2013].
60
61
62
f) En sexto lugar, y aquello que es más relevante para los efectos de este
artículo, la Corte Suprema considera:
63
Agrega:
64
Así, concluye:
65
66
1
Este artículo es un producto de investigación del proyecto “Impacto en el empresario
del cambio de legislación en materia de cláusulas abusivas y responsabilidad por el hecho de
productos defectuosos”, desarrollado por la línea de Derecho Civil del grupo de investigación
de Derecho Privado desde septiembre de 2012.
67
2
Jacques Flour, Jean Luc Aubert, Eric Savaux, Les obligations, 11e éd., Paris, Armand
Colin, tome 1: L’acte juridique, 2004, N° 190.
3
Colombia, Código Civil, artículo 1506; Chile, Código Civil, artículo 1409.
4
Op. cit., artículo 1507; op. cit., artículo 1450.
5
Denis Véase Mazeaud, “Liberté, égalité et fraternité: Le nouvel ordre contractuel”, in
Revue des contrats, N° 1, Paris, 2003, p. 295.
68
6
Flour, Aubert, Savaux (n. 2), p. 161, N° 185.
7
Ibid.
69
A) prevista por dicho Código para las hipótesis de ciertas condiciones re
solutorias, y su relación con el abuso del Derecho y
B) la falta de buena fe ya había sido estudiada por la jurisprudencia de la
Corte Suprema de Justicia y en ciertas leyes especiales previas.
8
Álvaro Pérez Vives, Teoría general de las obligaciones, Bogotá, Editorial Temis, 1955, vol. iii:
Parte segunda: clasificación, efectos, transmisión y extinción de las obligaciones, p. 67, N° 285.
9
Op. cit., p. 69, N° 285.
10
Pérez (n. 8), p. 78, N° 289.
70
11
Camilo Rodríguez Yong, Una aproximación a las cláusulas abusivas, Bogotá, Legis,
Universidad del Rosario, Colección Precedentes, 2013, p. 28.
71
artículos 1603, 1618 y 1624 del Código Civil, eso era lo que había en materia
jurisprudencial de la Corte Suprema de Justicia12.
2. El abuso y la cláusula
Para otra parte de la doctrina, la teoría del abuso del derecho fue determinante
en la calificación de una cláusula como abusiva. La primera forma en que esta
tendencia comenzó a manifestarse fue a través de la concepción de servicio
público. Así, si el Estado contrata con un particular la prestación de un servicio
público, que es, además, un servicio de carácter masivo, dicha contratación
implica, primero, que se realice a través de cláusulas predispuestas por una
entidad estatal y, en segundo lugar, una posición realmente dominante, si no
el monopolio del servicio prestado por la compañía estatal.
Fue esto lo que llevó a la expedición en Colombia de la ley Nº 142 de
1994, cuyo artículo 133 estableció el primer catálogo de cláusulas abusivas
en el país para la protección del usuario de servicios públicos. Luego, la ley
Nº 1328 de 2009 estableció el segundo catálogo de cláusulas abusivas, en
esta ocasión, sobre la protección del consumidor financiero.
Finalmente, el carácter abusivo de la cláusula ha estado relacionado de modo
directo con la teoría del abuso del Derecho en la jurisprudencia de la Corte
Constitucional en relación con la protección general del consumidor, como ha
sucedido con las cláusulas predispuestas en los contratos de medicina prepagada
en Colombia13. Es a partir de este desarrollo jurisprudencial que la doctrina en-
tiende que la fuerza o violencia con que fue impuesta la cláusula, la hace abusiva:
12
Corte Suprema de Colombia, Sala de Casación Civil, 3 de mayo de 2005. Exp. 1999-
04421; Casación de 19 de octubre de 1994; sentencia 19 de octubre de 1994. Exp. 3972
13
Véase en relación con el desequilibrio contractual en los contratos de medicina pre
pagada: Corte Constitucional de Colombia, sentencias T-065 de 2004, T-290 de 1996, T-307
de 1997 y SU-039 de 1998; sobre la relación de desigualdad y la prohibición de venire contra
factumproprium véase de la misma Corte, sentencias T-295 de 1999; T-083 de 2003 y T-321 2004.
14
Rodríguez (n. 11), p. 24.
72
“el alcance de los derechos de unas personas como de las otras depende
de las normas jurídicas, y especialmente, de aquellas que definen y
limitan la propiedad, los contratos, y la responsabilidad”15,
“La primera postura que presenta la Corte, señala que mientras las
cláusulas esenciales de los contratos por adhesión se pueden interpretar
como si en efecto fueran ley para las partes, las cláusulas accesorias no
15
León Duguit, Las transformaciones generales del derecho privado desde el Código de Napoleón,
Madrid, Editorial F. Beltran, 1920, citado por Andrés Palacios Lleras, La voluntad en los contratos
de adhesión: sociología y crítica jurídica, con énfasis en el análisis económico del Derecho, disponible en
www.academia.edu/3616522/La_Voluntad_en_los_Contratos_de_Adhesion_Sociologia_y_
Critica_Juridica_con_enfasis_en_el_Analisis_Economico_del_Derecho_The_consent_theory_
critique_and_standard_form_contracts_in_civil_law_with_special_reference_to_law_and_
economics_ [consultado 15 de enero de 2014].
16
Corte Suprema de Colombia, Sala de Casación Civil, sentencia de 12 de diciembre de
1936, en Gaceta Judicial, Nº 1921, pp. 676-677. Magistrado ponente: Dr. Eduardo Zuleta Ángel.
73
17
Palacios LLeras (n 15), p. 16.
18
Op. cit., p. 17.
19
Corte Suprema de Colombia, Sala de Casación Civil, sentencia del 15 de diciembre de
1970. Magistrado ponente Dr. Guillermo Ospina Fernández, p. 190.
74
Veremos:
(1) las características de estas cláusulas en general
(2) el catálogo
(3) las que están fuera del catálogo y
(4) la sanción.
1. Características
De acuerdo con la evolución de las cláusulas abusivas en la legislación colom-
biana, se caracterizan, en primer lugar, por vulnerar la libertad contractual
y, en segundo lugar, por desequilibrar el contrato.
No toda imposición unilateral de una cláusula es per se abusiva. La uni-
lateralidad está autorizada por el mismo artículo 1602 del Código Civil co-
lombiano (1545 del CC chileno) cuando establece que las partes pueden de
mutuo acuerdo prever que una de ellas tenga ciertas prerrogativas destinadas,
en particular, a modificar los términos del mismo o a terminar el contrato.
Lo que es abusivo es que el productor o proveedor del bien o del servicio,
valiéndose de su experiencia en el negocio, imponga dichas prerrogativas
estableciendo “un desequilibrio injustificado [porque no fue acordado] e
irrazonable a favor de quien la[s] ha impuesto”20. En otras palabras, porque
dicha prerrogativa unilateral carece de causa.
De allí que el Estatuto establezca una definición general de cláusula abu-
siva en este sentido:
20
Rodríguez Yong, (n. 11), p. 49.
75
21
Benoît Moore, “Les clauses abusives: Dix ans après”, in Revue du Barreau, tome 63,
Printemps, 2003, p. 59 et ss.
76
77
4. La sanción
Como lo habíamos visto en la primera parte de este artículo, la sanción más
clara prevista por el Estatuto es que la cláusula se reputa de no haber sido
escrita. En otras palabras, será ineficaz de pleno derecho (artículo 43 de la
ley Nº 1480 de 2011).
Esto implica la invalidez parcial del contrato, restringida solo a los efectos
de la cláusula. De esta manera se protege el imperativo de seguridad jurídica,
toda vez que el vínculo contractual se mantiene. De allí que el artículo 44 de
la ley Nº 1480 de 2011 establezca:
Conclusiones
78
22
William Ospina, Lo que ocurrió en la canoa, poema de La serpiente sin ojos, Bogotá, Literatura
Mondadori, 2012, p. 251.
79
I. Introducción
“El jurista de hoy se encuentra viviendo una época de oro”. Así reza la afor-
tunada aseveración de un académico1, en evidente alusión a la “globalización
del pensamiento jurídico” sobrevenida por el acortamiento de las distancias
físicas con las actuales facilidades de transporte y –con asombroso ímpetu
en tiempos recientes– virtuales. A la par de este acercamiento, que fluye de
modo natural, se encuentra el impuesto por un entramado de normas uni-
formes, dimanantes de procesos mundiales, regionales y locales que tornan
imperativo, cada vez con mayor fuerza, el abordaje del derecho propio desde
una perspectiva comparativa.
Esta contribución resalta la incidencia del nuevo escenario en materia de
interpretación de los contratos y, en particular, de las condiciones generales
en materia de contratación. Como jurista paraguayo, aprovecho también la
ocasión para hacer conocer fallos recientes de un tribunal de alzada de mi
país, en el que, en auxilio interpretativo, se recurre al Derecho Comparado
“globalizado”.
Este artículo será publicado en Chile, y me viene a la memoria un exce-
lente libro que recoge contribuciones de los juristas Carlos Pizarro Wilson y
Álvaro Vidal Olivares, en el que interpretan y reinterpretan de manera muy
competente y convicente las normas del vetusto Código Civil de Andrés Bello,
sobre incumplimiento contractual, haciéndolo –sobre todo– a la luz de los
desarrollos producidos en torno a la Convención de Viena de 1980, sobre
compraventa internacional de mercaderías, de la que me ocupo más adelante
con algún detenimiento2. Mucho de lo que abogo aquí en materia de técnica
interpretativa se encuentra, de hecho, ejecutado en dicho libro.
1
Kenneth Reid citado por Reinhard Zimmermann & Simon Whittaker (eds.), Good Faith
in European Contract Law, Cambridge, Cambridge University Press, 2010, p. 11.
2
Carlos Pizarro Wilson y Álvaro Vidal Olivares, Incumplimiento contractual, resolución e
indemnización de daños, Bogotá, Universidad del Rosario, Colección Textos de Jurisprudencia, 2010.
81
3
“Todo lo que vale la pena ya ha sido probado, bajo idéntico o distinto rótulo”, reza una
muy citada aseveración, que adquiere pleno sentido cuando se trata de soluciones del De
recho Privado. La cita, en alusión al Derecho Internacional Privado, se encuentra en varios
autores, entre ellos Lea Brilmayer, Conflict of Laws, Second Edition, Aspen, Law & Business,
1995, introduction.
4
James Gordley, Foundations of Private Law, Oxford, Oxford University Press, p. 3.
5
Hay razones más allá del error por las que los sistemas nacionales pueden divergir. En un
mundo imperfecto como el nuestro, los legisladores pueden no estar seguros sobre qué reglas
elaborar, ante varias alternativas posibles; o los jueces pueden dudar cómo resolver el caso.
De modo que pueden surgir así divergencias por las diferentes maneras en que se responde
a las alternativas presentadas, cada una de las cuales puede tener sus ventajas o desventajas.
Cada sistema nacional puede tener errores, pero no puede decirse de allí que el enfoque dado
a una solución u otra sea el equivocado por el solo hecho de resultar divergente. Los sistemas
jurídicos pueden diferir, entonces, porque las capacidades de las personas son diferentes.
Cuando no pueden enmarcar reglas claras que describan en detalle cuando cierto resultado
ha de alcanzarse, pueden lidiar el problema de la falta de certeza de manera diferente. Esto
no quiere decir que el derecho de un sistema está mal. No significa que se basa en principios
subyacentes distintos. De hecho, reconocer la razón de la diferencia puede ser la guía para
descubrir un principio subyacente común, op. cit., pp. 33-38.
82
6
Rudolf von Ihering, El espíritu del Derecho Romano, Ciudad de México, Oxford University
Press, 2001, vol. 1, p. 1.
7
Rodolfo Sohm, Historia e instituciones del Derecho Privado Romano, 7ª ed., Madrid, La
España, 1898, pp. 104-105.
8
El ius gentium era aquella parte del Derecho Privado romano que coincidía en sus ideas
capitales con el Derecho Privado de otros pueblos, en especial el griego. Lo consideraban
como una especie de ratio scripta, o sea, como un derecho común a todos los hombres y de
eficacia general, op. cit., p. 103.
9
Normas del ius gentium, surgidas para reglamentar relaciones de extranjeros, en principio
aplicadas solo por el praetor peregrinus, se extendieron pronto a las generadas por los romanos,
siendo aceptadas por el praetor urbanus. Aunque el ius civile no podía ser ius gentum, el ius gentium
era necesariamente ius civile. Toda esta gama de relaciones significó un gran progreso para el
Derecho Romano, porque al lado de los solemnes pudieron celebrarse actos libres, con efectos
que resultaran más adecuados a las intenciones de las partes, Vicente Arangio-Ruiz, Historia del
Derecho Romano, traducción de la segunda edición italiana, Madrid, Editorial Reus, 1994, p. 182.
10
De un mero apéndice al ius civile, el ius gentum pasó a ser el gran, aunque aun imperfecto,
modelo hacia el cual el Derecho debería moldearse. Su fin práctico de resolver problemas
multiestatales dio el estímulo para especular sobre el Derecho Natural, Friedrich K. Juenger, General
Course on Private International Law (1983), Recueil Des Cours, Collected Courses of the Hague
Academy of International Law, 1985, iv, tome 193, Paris, Martinus Nijhoff Publishers, 1986, p. 138.
11
El Derecho Romano reservaba a las leyes el lugar reducido que les asigna la doctrina
clásica del Derecho Natural: sirven para determinar ciertos preceptos particulares, cuya certeza
es de “orden público”, utilizando la terminología actual. El resto conserva más libertad, se puede
mover en zigzag, no en línea recta, Michel Villey, La formación del pensamiento jurídico moderno,
traducción al portugués, São Paulo, Editorial Martins Fontes, 2005, p. 580. Los estoicos vieron
el razonamiento dialéctico no como un método para llegar a los primeros principios, sino para
analizar argumentos y definir conceptos por distinción y síntesis entre género y especie. No se
encontraban concernidos por la exposición sistemática de Aristóteles. En la forma estoica son
recibidas la dialécticas griegas en el segundo y primer siglo antes de Cristo, dentro del período
83
republicano Harold Berman, Law and Revolution, The Formation of the Western Legal Tradition,
Cambridge & London, Harvard University Press, 1983, p. 134.
12
Las XII Tablas están muy lejos de ser lo que denominamos una codificación. Muchas
instituciones esenciales del Derecho primitivo o no estaban reglamentadas en la ley o, cuanto
más, se las recogía de manera incidental para sancionar alguna norma diferente por su estructura
o contenido de las originarias. Arangio-Ruíz (n. 9), pp. 78-79.
13
Fritz Schulz, Principios del Derecho Romano, 2ª ed. revisada y corregida de la traducción
de la obra al español, Madrid, Editorial Civitas, 2000, p. 29.
14
O las leyes Cincia (limitación de la libertad de donar), Plaetoria (protección de los menores
contra las supercherías) y Voconia (limitación de los derechos hereditarios de las mujeres), op.
cit., pp. 29-31.
15
Friedrich K. Juenger, “The Lex Mercatoria and Private International Law”, in Louisiana
Law Review, Nº 60, Louisiana, Summer 2000, p. 1135. De allí el nombre de las obras de autores
como Hugo Grocio y varios otros que se ocuparon del derecho internacional como “derecho
de gentes”.
16
H. Patrick Glenn, Legal Traditions of the World, Second Edition, New York, Oxford Uni
versity Press, 2004, p. 157.
17
Citado por Frederick Henry Lawson, A Common Lawyer Looks at the Civil Law, 1955,
Connecticut, Greenwood Press Publishers, 1977, p. 27.
18
René David, Os Grandes Sistemas do Direito Contemporáneo, 4ª ed., traducción al portugués
de Hermínio A. Carvalho, São Paulo, Editorial Martins Fontes, 2002, p. 45. Dice Leontin-Jean
Constantinesco que se trata de una comunidad de estilo, de herencia, de origen y de inspiración
84
85
Meynial, hasta 1852 todo estaba basado en los textos, o en todo caso en la
ciencia que se fue formando alrededor de ellos; desde entonces se empieza
a tomar en consideración la práctica, y la doctrina empieza a tomar el papel
de organizador del Derecho Jurisprudencial, como antes fue organizador de
la ley23. A la par, de allí en más la doctrina fue acentuando de manera paula-
tina una interpretación extensiva de los textos legales. El pensamiento extensivo
hace que juristas de albores del siglo xx, como Marcel Planiol, invoquen el
auxilio de la economía política. Otros, como Georges Ripert, hablarán de la
regla moral. La tendencia subsiste hasta nuestros días, en que Jean Carbonnier,
en la edición francesa de su obra en el año 1992, realza la importancia de
los adelantos de la escuela de law and economics de origen estadounidense24.
En materia de responsabilidad civil, el método de interpretación extensiva
llevó a varias figuras del Code a aplicaciones insospechadas como, por ejemplo,
con respecto a la evolución de las cinco normas de responsabilidad civil (ar-
tículos 1382-1386), a las que se asignaron aplicaciones fecundísimas, algunas,
incluso, contrariando el sentido originario, como ocurrió, por citar un ejemplo,
con el giro de la responsabilidad subjetiva hacia la responsabilidad objetiva25.
Una parte importante del Derecho Privado francés resulta, entonces, hoy
día, producto de precedentes jurisprudenciales, del reconocimiento a los
usos y de construcción doctrinaria, aunque existan todavía muchos juristas
que sigan teniendo una concepción legalista del Derecho. Lo mismo podría
decirse de varios otros países de Europa y Latinoamérica donde existen
códigos de Derecho Privado. Nada más apropiado aquí que las palabras de
John Henry Merryman:
23
Citado por Von Mehren (n. 20), pp. 87-88.
24
Jean Carbonnier, Derecho Civil. El Derecho de la Obligaciones y la situación contractual,
Barcelona, Bosch, 1992, tomo i.
25
Otro desarrollo peculiar y de fecundísimas consecuencias es el de la teoría de la causa.
Una exposición detallada del tema se encuentra en los libros: José A. Moreno Rodríguez, “La
interpretación del contrato dentro del nuevo escenario internacional”, en Carlos A. Soto (dir.),
Tratado de la interpretación del contrato en América Latina, Perú, Grijley, 2007 y José A. Moreno
Rodríguez, Teoría de la causa, Asunción, Intercontinental Editora, 1996 y un resumen actualizado
en la monografía: Atilio A. Alterini y Noemí L. Nicolau (dirs.), Carlos A. Hernández (coord.),
“Causa” y “consideration” en la formación del contrato: estado actual en el Derecho Comparado, en El
Derecho Privado ante la internacionalidad, la integración y la globalización, Homenaje al profesor Miguel
Ángel Ciuro Caldani, Buenos Aires, Editorial La Ley, 2005, que aparece también en el libro:
José A. Moreno Rodríguez, Temas de contratación internacional, inversiones y arbitraje, Asunción,
Catena Editores y CEDEP, 2006.
86
Durante casi todo el siglo xx, las economías –y en general las políticas pú-
blicas– de numerosos países, sobre todo latinoamericanos, eran de manera
substancial cerradas o, si se prefiere, proteccionistas o introvertidas. Los re-
gímenes jurídicos resultaban muchas veces arcaicos, con diversas soluciones
contradictorias que dividían las aguas jurídicas –por así decirlo– del continente.
Además, y por sobre todo, los derechos nacionales contenían soluciones de
contramano con una atmósfera cosmopolita, al no abrirse de modo favo-
rable hacia los usos y costumbres internacionales, el arbitraje y el Derecho
transnacional que ineludiblemente emerge de allí. Sumado a ello, no había
procesos de integración como los que, con marchas y contramarchas, se fueron
apuntalando en los últimos lustros en el norte, centro y sur del continente.
Y se podría seguir..., sin embargo, el punto es que, innegablemente, el
chauvinismo imperante, en mayor o menor medida, hace algunas décadas en
el continente, se hallaba marcado por la concepción de que el Derecho solo
emana del propio Estado, aunque las soluciones que este adoptase –por vía
de convenciones internacionales, leyes u otros instrumentos normativos–,
resultaran en esencia inapropiadas para regir vinculaciones privadas allende
las fronteras.
Esta es la idea que deriva, fundamentalmente, de la codificación deci-
monónica. A partir de entonces, al menos en la Europa continental y en los
sistemas cuyos derechos derivan de los modelos napoleónico y germánico,
se instala el pensamiento de que el Derecho solo puede encontrarse en los
intersticios de la ley, es decir, en un instrumento adoptado mediante sanción
estatal. Doctrina que encaja también con la coyuntura de la consolidación de
26
Señala John Henry Merryman que su libro sobre la tradición jurídica romano-canónica
se ocupa de lo que cree la masa de abogados del mundo del Derecho Civil, aunque la
vanguardia del pensamiento legal le diga que está errada. John Henry Merryman, La tradición
jurídica romano-canónica, traducción de Eduardo L. Suárez, México, Editorial Fondo de Cultura
Económica, 2007, p. 13.
27
En parte, se sigue aquí la siguiente monografía: José A. Moreno Rodríguez, “Quo Vadis
CIDIP”, en José A. Moreno Rodríguez y Diego Fernández Arroyo (coords.), Protección al
Consumidor en América - los Trabajos de la CIDIP (OEA), Asunción, Editorial La Ley Paraguaya, 2007.
87
28
Sobre los efectos de esto en los países de la región, puede ampliarse en José A. Moreno
Rodríguez, Esfuerzos mundiales de homogeneización del Derecho Mercantil internacional, Asunción,
Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción, 2005 p. 281 y ss.
29
Puede ampliarse al respecto en: Moreno, op. cit. y José A. y Roberto Moreno Rodríguez,
El futuro de la codificación del Derecho Contractual en el MERCOSUR: un ensayo en perspectiva, en
sesquicentenario del Código Civil de Andrés Bello, pasado, presente y futuro de la codificación, Santiago,
Editorial Lexis Nexis, 2005, tomo ii.
88
89
30
Puede ampliarse sobre este tema en José A. Moreno Rodríguez, “Los Principios
Contractuales de UNIDROIT: ¿un mero ejercicio académico de juristas notables?, en Revista
Foro de Derecho Mercantil, Nº 9, Bogotá, Editorial Legis 2005, que aparece también en Moreno,
Temas..., op. cit. (n. 25).
90
31
Puede ampliarse en Moreno, Temas..., op. cit. (n. 25).
32
Puede profundizarse en José A. Moreno Rodríguez, “Los contratos y La Haya ¿ancla
al pasado o puente al futuro?”, en Jürgen Basedow (ed.), Diego P. Fernández Arroyo, José
Antonio Moreno Rodríguez (coords.), ¿Cómo se codifica hoy el derecho comercial internacional?,
Asunción, Editorial Thomson Reuters, La Ley Paraguaya, 2010.
91
33
Puede ampliarse en José A. Moreno Rodríguez, “Orden público y arbitraje”, en
Revista electrónica Lima Arbitration, 2007. Disponible en: www.limaarbitration.net/LAR2/ jose_
antonio_moreno_rodriguez.pdf. Más recientemente en José A. Moreno Rodríguez, Derecho
aplicable y arbitraje internacional, Asunción-Lima- Bogotá, Thomson Reuters y Universidad del
Rosario, 2013.
34
Puede profundizarse sobre el tema en: Moreno, Temas..., op. cit. (n. 25); aparece también
en Moreno, “La interpretación...”, op. cit. (n. 25).
35
En la nomenclatura de teóricos del Derecho, estas fórmulas amplias o normas abiertas
serían en puridad “principios”, en tanto que las demás normas jurídicas de detalle serían
“reglas”, correspondiendo a aquellos una prelación sobre éstas en los casos concretos en que su
aplicación rígida genere situaciones injustas o “no razonables”. La jerarquía de normas puede
ser formal, derivada de competencias (por ejemplo, la Constitución prevalece sobre la ley)
o substancial, cuando una norma, como un principio, tiene prelación sobre otra en caso de
conflicto. Véase Luis Díez-Picazo, Experiencias jurídicas y Teoría del Derecho, 3ª ed., Barcelona,
Editorial Ariel S.A., 1993.
92
36
Principles, Definitions and Model Rules of European Private Law, Draft Common Frame
of Referente (DCFR), Interim Outline Edition, Sellier European Law Publishers, Munich,
2008, pp. 8-9. “Principles do nor purport to restate but rather pull together the Fundamentals
underlying statutory, judicial, and administrative law in a particular legal field and point the
way to a coherent (a principled, if you will) future”, se lee en The American Law Institute, A
Handbook for ALI Reporters and Those Who Review Their Work, 2005, p. vii, en www.ali.org/doc/
ALIStyleManual.pdf [consultado 15 de enero de 2014].
37
El término ‘principios’ se encuentra utilizado en distintos contextos y con diferentes
connotaciones, sobre las cuales no existe, en absoluto, consenso en doctrina. Evidentemente, los
redactores de los Principios UNIDROIT han querido inmunizarlos de posibles connotaciones
semánticas que los aproximaran a los sistemas preponderantes en el mundo del Derecho Civil
y del Common Law. Así, no lo refirieron como Código o Code, que denota sanción legislativa o
análoga, ni con Ley o Law, ni con Restatement. Al utilizar la palabra ‘principios’ hubo, pues,
un evidente aprovechamiento de la vaguedad del término. Lo propio ha ocurrido con los
Principios de Derecho Contractual Europeo del año 2000, inspirados en UNIDROIT, sobre
los cuales se ha dicho que no son principios en la acepción de “principios generales del
derecho”, “como proposiciones que enuncian, sin referencia a supuestos de hecho concretos,
juicios de valor o directrices jurídicas de carácter tan abstracto que necesitan a posteriori un
proceso de concreción”. En UNIDROIT y en los principios europeos en él inspirados estamos
más bien ante normas de características generales opuestas a normas concretas o casuísticas.
Muchas fórmulas que se utilizan son “abiertas” (como las referidas a la buena fe), lo cual ha
sido característico ya de la codificación europea a lo largo del siglo xx. Luis María Díez-Picazo,
Encarna Roca i Trías y Antonio Manuel Morales, Los principios del Derecho europeo de
contratos, Madrid, Civitas Ediciones S.L., 2002, p. 79.
38
Definitions and Model Rules of European Private Law, Draft Common Frame of Referente
(DCFR), Interim Outline Edition, Sellier European Law Publishers, Munich, 2008, p. 9.
39
Von Mehren (n. 20), pp. 75-81.
93
40
Varios de cuyos pasajes se encuentran transcritos en Von Mehren (n. 21), pp. 91-95.
41
Julian Nida-Rümelin, citado por Von Mehren (n. 21), p. 94.
42
Véase al respecto Karl Larenz, Derecho justo, fundamentos de ética jurídica, Madrid, Editorial
Civitas, 2001, pp. 32-36; también Helmut Coing, Derecho Privado europeo, Madrid, Editorial
Fundación Cultural del Notariado, 1996, tomo i, pp. 57-58.
43
Alexander Somek, “German legal philosophy and theory in the nineteenth and twentieth
centuries”, in Dennis Patterson (ed.), A Companion to Law and Legal Theory, Oxford, Blackwell,
1996, pp. 351-352.
94
A. Evolución
44
La nueva Ley Básica Alemana derivó en la constitucionaización del Derecho Privado
en lo que respecta a derechos, dignidad, libertad personal. La jurisprudencia también fue
sistematizada, para lo que contribuyó mucho la doctrina y lo que se consideró “hipertrofia
del comentario jurídico”, Zimmermann y Whittaker (n. 1), pp. 22-23. La distinción entre
reglas y principios –refiere Robert Alexy– se propagó en Alemania sobre todo a partir de la
década de 1950 gracias a los trabajos de Esser. Ronald Dworkin popularizó el debate a nivel
internacional luego de un artículo de 1967 contra el positivisimo de Herbert Lionel Adolphus
Hart. Robert Alexy, Tres escritos sobre los derechos fundamentales y la teoría de los principios, Bogotá,
Universidad Externado de Colombia, 2003, pp. 93-94.
45
Chaïm Perelman, Lógica jurídica, traducción al portugués de la edición de 1979, São
Paulo, Editorial Martins Fontes, 2000, pp. 102-103.
46
Zimmermann y Whittaker (n. 1), p. 20.
47
En el 242 a C se creó un nuevo pretor, el peregrino, con jurisdicción entre romanos y
extanjeros. Allí no se pronunciaban, como ante el pretor urbano, las palabras sacramentales de
95
bido más adelante en Roma por el de equidad48. Ello en tanto que, en la Edad
Media, equitas se mantuvo al frente de la discusión, a pesar de identificárselo
comúnmente con buena fe.
En el medioevo también sirvió la buena fe para alcanzar soluciones con-
trapuestas a las del Derecho estricto, lo cual adquirió un particular desarrollo
con la lex mercatoria de entonces49, en que la bona fides contribuyó de forma
significativa a la flexibilidad, conveniencia e informalidad requerida por la
comunidad internacional de comerciantes50.
El principio se desarrolló con particular fuerza en Alemania. La frase
germana Treu und Glauben (fidelidad y fe, literalmente) aparecía en numerosas
fuentes medievales y era utilizada en el contexto de relaciones comerciales
como sinónimo de buena fe51. Pero el hito fundamental se marca a partir de
1900, con la consagración de la buena fe como principio general en el artículo
242 del BGB 52, complementada por el artículo 157 en cuanto a interpretación.
Ello abre las compuertas a soluciones equitativas, que rompan con los moldes
trazados por el rígido positivismo.
Refiere John Henry Merryman que la equidad es, en sentido general, la
facultad que tiene el juez para mitigar la dureza de la aplicación estricta de
una ley. Es el reconocimiento de que las reglas generales, como las que suelen
encontrarse en las leyes, funcionan a veces de manera dura o inadecuada, y
que algunos problemas son tan complejos que la legislatura no puede prever
las consecuencias de todas las mutaciones posibles de los hechos. En este
caso, se cree preferible dejar en manos de quien decide el caso para que
la legis actio, sino ese expresaban libremente las presentaciones. El juez quedaba sometido a un
programa escrito redactado por el magistrado o las partes mismas. Este programa fue después
llamado fórmula o iudicium. La manera de redacción indica la confianza recíproca que fue en
principio la base de las relaciones entre romanos y extranjeros. En el período inicial de esta
clase de juicios, no se había formado en la conciencia romana la opinión de que una norma
precisa e indefectible exigiese una actuación determinada. A fin de establecer cuáles fuesen
los recíprocos deberes de comerciantes de distinta nacionalidad, se reconoció como única
fuente la buena fe en la cual debían cimentarse las contrataciones. Esta es la razón por la que
estos juicios tomaran el nombre de bonae fidei iudicia. Cuando ya nadie podía negar que los
respectivos negocios creaban obligaciones tan precisas como las nacidas del derecho ciudadano,
para distinguirlo del ius civile se le denominó ius gentium, Arangio-Ruiz (n. 9), pp. 176-178.
48
Con el declive y la eventual abolición del procedimiento formulario, Zimmermann y
Whittaker (n. 1), p. 17.
49
Op. cit., pp. 16-17.
50
Op. cit., p. 18.
51
Ibid.
52
Calificada por Edgar A. Farnsworth como la más famosa disposición legislativa
relacionada con la buena fe, Edgar Allan Farnsworth, Ruties of Good Faith and Fair Dealing
Under the UNIDROIT Principles, Relevant International Conventions and National Laws, en
tldb.uni-koeln.de, p. 51.
96
tome una decisión acorde con la equidad. La misma pasa a ser así justicia
del caso individual, e implica de forma clara el otorgamiento de una facultad
discrecional al juez53.
La legislatura ejerce su poder equitativo de dos formas principales: puede
delegar de modo específico ese poder al juez, en situaciones cuidadosamente
definidas, o puede promulgar reglas de equidad para que el magistrado las
aplique al igual que otras reglas. Códigos civiles modernos tienen este tipo de
soluciones54, tal cual ocurre con el artículo 242 del BGB, que es una “norma
abierta” cuyo contenido no puede ser establecido en abstracto, pero toma
forma solo por la manera en que es aplicada55. De modo que con fórmulas
como la de la buena fe, lo que hagan los jueces en casos concretos se vuelve,
en los hechos, en reglas a la par que la ley. Un abogado que desee adivinar el
efecto que tendrá la aplicación del principio –de la buena fe en este caso– re-
currirá de inmediato a las decisiones registradas en las que haya sido aplicado
por los tribunales. Ello porque la legislatura no ha proveído la caja, sino les
ha dicho a los jueces que hagan la caja ellos mismos56.
Es así que en 1923 la Corte Imperial abandonó el valor nominal del Rei-
chsmark, valiéndose del principio de la buena fe57. A partir de allí, los jueces
alemanes optaron agresivamente por la discreción judicial a expensas de la
certeza en la década de 1920, a fin de justificar su uso de cláusulas generales
y seguir la teoría propuesta por la escuela de juristas del “derecho libre”58.
Al abrirse las compuertas, quedó luego la tarea de “domesticar al mons-
truo”. El problema está con trazar la línea entre lo que puede ser calificado
como interpretación y lo que constituye desarrollo judicial59. Por lo demás,
hoy día muchas instituciones basadas en el artículo 242 del BGB han empe-
zado a tomar vida independiente60, como ha ocurrido, por ejemplo, con la
53
Merryman, (n. 26), pp. 98-99.
54
Un ejemplo de lo primero es el del artículo 1226 del Código Civil Italiano: si no puede
probarse el daño por incumplimiento, el juez fijara monto sobre la base de la equidad. El
segundo caso es el contemplado en el artículo 1337 del mismo cuerpo legal: las partes deben
actuar de buena fe en la negociación y formación del contrato, Merryman (n. 27), pp. 104-105.
55
Zimmermann y Whittaker (n. 1), p. 31.
56
Merryman (n. 27), p. 105.
57
Zimmermann y Whittaker (n. 1), p. 20.
58
Ello en tanto que los jueces italianos conservaron su enfoque tradicional que hacía
hincapié en la certeza y aplicaba la discreción en medida muy limitada, Merryman (n. 27),
pp. 106-107.
59
Zimmermann y Whittaker (n. 1), p. 22. Si pedimos a la buena fe más de lo que ella
puede dar, terminaremos por socavarla. Una copa de vino hace más placentera la vida; diez
botellas por noche la destruyen, Moreno, “La interpretación...”, op. cit. (n. 25), pp. 1468-1469.
60
Los abogados del sistema de Derecho Civil demuestran una tendencia continua de utilizar
la buena fe como el principio para el desarrollo de otras doctrinas, Farnsworth (n. 53), p. 61.
97
La versión final del code dispone que los contratos deben ser ejecutados
de buena fe, pero no se dice nada en general sobre su creación (artículo 1134,
3). A su vez, expresa el artículo 1135 que las convenciones obligan no solo
a lo que está expresado, sino a todo lo que surge de la equidad, los usos o
la naturaleza de la obligación. A pesar de estas disposiciones generales, el
derecho francés se encontró dominado en siglo xix por la doctrina de la au-
tonomía de la voluntad con un rol limitado de la buena fe en los contratos66.
En aparente respuesta a las soluciones del BGB vigente a partir de 1900
(y del ulterior Código de las Obligaciones suizo), se elaboró en Francia, en vin-
61
Véase en José A. Moreno Rodríguez, Dos tesis sobre contratos, Asunción, Intercontinental
Editora, 2007, p. 299 y ss.
62
Zimmermann y Whittaker (n. 1), p. 32
63
Ibid.
64
Farnsworth (n. 53), p. 60.
65
Zimmermann y Whittaker (n. 1), p. 32.
66
Op. cit., p. 33.
98
culación con el principio de la buena fe, la teoría del abuso del Derecho, la
que, sin embargo, no fue reconocida unánimemente ni mucho menos67. Son
varias las interpretaciones que han venido dando los tribunales a este tema.
En la actualidad, se tiende a aceptar la interacción del abuso del Derecho y la
buena fe (o antes bien mala fe) al momento del cumplimiento de los contratos,
en tanto que en el estadio de negociación previa, refuerzan a estas ideas la de
culpa delictual o de ilicitud civil68.
67
Marcel Planiol, por ejemplo, una autoridad preponderante en la Francia de los albores
del siglo xx, se manifestaba en contra. Algunas variantes fueron las de Georges Ripert, que
hablaba de un ejercicio abusivo con la intención de dañar a otra; y Étienne Louis Josserand, que
aludía al ejercicio del derecho contrario a su propósito económico o social, con bastante suceso.
68
Zimmermann y Whittaker (n. 1), pp. 34-35. Las obligaciones de seguridad en que se
basa la doctrina de la responsabilidad objetiva se asentaban a veces en un acuerdo implícito
al respecto entre las partes, pero de manera más general y convicente se la basa en el artículo
1135 y su referencia a équité. Algunos decían que se estaba en un terreno de la responsabilidad
civil extracontracual, pero ahora se considera que existe una flexible interacción entre lo
contractual y extracontractual, proveyendo un ejemplo mayor de las consecuencias de équité
en el cumplimiento del contrato, op. cit., pp. 35-36. Otro desarrollo relacionado con la buena fe
ha sido el reconocimiento gradual de las obligaciones de información. Ello en relación con si
y en qué estadio de una negociación se debe dar información que puede ser relevante para la
decisión de la otra parte. La jurisprudencia moderna es más amplia que esto, imponiendo, por
ejemplo, la obligación de alertar sobre peligros de determinados productos. Esto ha adquirido
un grado de independencia y de unidad, habiéndose emancipado, incluso, podría decirse, del
principio madre de la buena fe, op. cit., p. 36. Otros desarrollos en Francia se relacionan con
la aplicación de la doctrina de la buena (o en este caso mala) fe en lo que respecta a cláusulas
abusivas. Asimismo, el principio de la buena fe ha tenido fecundaciones en lo que se relaciona
a la etapa de negociación del contrato, como así también en cuanto a obligaciones de lealtad
y obligaciones de cooperación, op. cit., pp. 36-39.
69
Véase Alejandro Garro y Alberto Luis Zuppi, Compraventa internacional de mercaderías,
Buenos Aires, Ediciones La Rocca, 1990, p. 43 y ss.
70
La referida convención contiene ciento un artículos divididos en cuatro partes: Dis
posiciones generales (artículos 1 a 13), Formación del contrato (artículos 14 a 24), Ejecución
o cumplimiento del contrato (artículos 25 a 88) y Disposiciones finales (artículos 89 a 101).
71
Ratificado por Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, República Dominicana, Ecuador,
El Salvador, Honduras, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. Véase www.uncitral.org/
uncitral/en/uncitral_texts/sale_goods/1980CISG_status. html [consultado 19 de mayo de 2013].
99
decisiones que la aplican han sido reportadas hasta la fecha72. Demás está
decir que las normas sobre contratación por regla general son extraídas del
contrato de compraventa.
Si bien, cuando se la redactaba, se ha intentado limitar el principio de la
buena fe en CISG73, principales referentes que han escrito sobre la conven-
ción e importantes precedentes del Derecho Comparado indican lo contrario.
Peter Schlechtriem hace notar las adhesiones en este sentido, y agrega que
la función de la cláusula general de buena fe puede tal vez ser llenada por la
regla que las partes deben conducirse de acuerdo con el estándar de “persona
razonable”, que está expresamente referido en numerosas disposiciones, y
que, por tanto, puede ser considerado principio general de la convención74.
John Honnold, por su parte, hace notar la importancia de la buena fe para
interpretar la convención y evitar que sea alterado el sentido de disposiciones
específicas de la misma75.
A su vez, dice Pilar Perales que en la actualidad, y pese a lo discutido de
la cuestión en las deliberaciones conducentes a CISG,
72
Peter Huber, “Some introductory remarks on the CISG”, in Internationales Handelsrecht,
vol. 6, Munich, European Law Publishers, 2006, antes de la n. 1.
73
La buena fe no debe ser tenida como la “superherramienta” para pasar por encima las
reglas y políticas de la CISG cuando se vea una solución en un caso particular como inadecuada.
Tiene más bien un papel limitado en CISG como una de las diversas guías a ser usadas para
interpretar la convención, Huber (n. 72), p. 229.
74
Esto último de acuerdo con el artículo 7(2), que así lo habilita. Peter Schlechtriem expresa
la existencia de dudas sobre el principio de la buena fe en la Convención, en el sentido si
concierne solo a la interpretación de la Convención y no a la conducta de las partes en la
formación y el cumplimento del contrato o la interpretación de su intención. El grupo de trabajo
de UNCITRAL discutió si el principio debería ser generalizado para incluir la conducta de
las partes. Allí se expresaron preocupaciones de que principios formulados de manera amplia
podrían ser interpretados y aplicados de diferentes maneras, que puntos de vista domésticos
sobre su contenido variaban, y que las sanciones faltaban. Por últimoinal, se retiró la propuesta
de generalizar el principio para abarcar la conducta de las partes. Sin embargo, aun los que se
han opuesto, indican una y otra vez que sería deseable observar el principio de la buena fe,
según lo destaca Peter Schlechtriem. Peter Schlechtriem, Uniform Sales Law-The UN-Convention
on Contracts for the International Sale of Goods, Manz, Viena, Manz, 1986, pp. 38-39.
75
John Honnold, Uniform Law for International Sales under the 1980 United Nations Convention,
3rd edition, reproduced with permission of the publisher, Kluwer Law International, The Hague,
1999, p. 16.
100
76
Cita diversos fallos de Australia (Court of Appeal, New South Wales, 12 de marzo de
1992 (Australia), publicada en 26 New South Wales Law Reports (1992) (PACE) (UNILEX); de la
Cour d’Appel de Grenoble, Chambre Commerciale, 22 de febrero de 1995 (Francia) (PACE)
(UNILEX) (se ha reconocido y sancionado la conducta de una de las partes por ser contraria
al principio de buena fe reconocido en el artículo 7.1 de la Convención); laudo arbitral de la
Cámara de Comercio e Industria de Hungría, 17 de noviembre de 1995 (PACE) (UNILEX)
(el principio de buena fe del artículo 7.1 es una regla que gobierna el comportamiento de las
partes durante la ejecución del contrato –laudo referido a la emisión de una garantía bancaria
que ya había expirado; laudo del Internationales Schiedsgericht der Bundeskammer der
gewerblichen Wirtshaft-Wien, 15 de junio de 1994 (SCH-4318) (Austria) (PACE) (UNILEX),
a pesar de que existen también posiciones contrarias Pilar Perales Viscasillas, El contrato de
compraventa internacional de mercancías (Convención de Viena de 1980), en www.cisg.law.pace.edu/
cisg/biblio/perales1-07.html [consultado 15 de enero de 2014].
77
Michael Joachim Bonell, en Bianca Bonell, Commentary on the International Sales Law,
Milan, Giuffrè, 1987, pp. 65-94, reproducido bajo autorización de Dott. A Giuffrè Editore,
S.p.A., p. 84.
78
Aquí cita a Honnold (n. 75), p. 125.
79
Bonell (n. 78), p. 84.
80
Cita aquí Michael Joachim Bonell el Registro Oficial de la Secretaría de UNCITRAL
(I, 18,) op. cit., p. 85.
81
Ibid.
82
Ulrich Magnus, Remarks on Good Faith, www.cisg.law.pace.edu/cisg/principles/uni7.
html¡ [consultado el 15 de enero de 2014].
83
Según el comentario e) al artículo 1:201 de los Principios de Derecho Europeo de los
Contratos, buena fe implica honradez y lealtad, que son conceptos subjetivos. La lealtad en las
transacciones significa rectitud o integridad en el obrar, que se traduce en un elemento objetivo.
El comentario 2 al artículo 1.7 de los Principios de UNIDROIT de 2004 señala como típico
101
102
y filtra lo que los tribunales nacionales pueden haber decidido con criterios
estrictamente locales88. La misma ha expresado:
88
Dalhuisen (n. 84), p. 52.
89
STJCE del 9 de noviembre de 2000: Asunto C-357/98, “The Queen contra Secretary
of State for the Home Department, ex parte: Nana Yaa Konodu Yiadom”. Fernández Rozas
también refiere el caso STJCE de 19 de setiembre de 2000: Asunto C-287/98, “Luxemburgo
contra Linster” (Fernández [2003] p. 185 y nota al pie).
90
Se introducen así al Derecho Doméstico, de afuera, “por la ventana”, criterios relevantes
relacionados con la labor hermenéutica. El jurista nacional –y ni qué decir el vinculado al
quehacer transfronterizo– que encara cuestiones de interpretación contractual debe estar, pues,
adecuadamente al tanto de los desarrollos normativos, casuísticos y doctrinarios preponderantes
en el mundo al respecto. Más que nunca cabe aquí la frase de Lord Goff de Chieveley: “El
derecho comparado puede haber sido el hobby del ayer, pero está destinado a convertirse en
la ciencia del mañana”, Andrew Harding and Esin Örücü (eds.), W.G. Hart, Legal Workshop
Series, Comparative Law in the 21st Century, London/The Hague/New York, Kluwer Academic
Publishers, 2002, Preface, pp. vii-viii.
91
Caso 277. UNCITRAL Digest of case law on the United Nations Convention on the
International Sale of Goods, A/CN.9/SER.C/DIGEST/CISG/7. Se mencionan también otros
casos CLOUT, como los Nºs 297, 277, 377, 136, 154, etcétera.
103
92
Obviamente, podría argüirse que estamos ante un caso aislado, y no ante una inter
pretación uniforme de la CISG en el tema. Pero este no es el punto central ya esgrimido, como
lo podrá percibir el lector sin necesidad de entrar en mayores abundamientos.
93
“Internationally useful construction of domestic laws”. Lo cita Verónica Ruiz Abou-Nigm,
“The Lex Mercatoria and Its Current Relevance in International Commercial Arbitration”, in
Revista DeCITA, derecho del comercio internacional, temas y actualidades, Nº 2, Adriana Dreyzin de
Klor & Diego Fernández Arroyo (dirs.), Arbitraje, Buenos Aires, 2004, p. 111.
94
Reinhard Zimmermann, The German Civil Code and the Development of Private Law in Germany,
Oxford U Comparative L Forum 1, 2006, at ouclf.iuscomp.org, texto después de la n. 144.
95
Véase http://turan.uc3m.es/uc3m/dpto/PR/dppr03/cisg [consultado 31 de mayo de 2013].
96
Sentencia C-1008, expediente Nº D-8146, véase http://turan.uc3m.es/uc3m/dpto/PR/
dppr03/cisg [consultado 31 de mayo de 2013].
104
97
En el caso Compañía Suramericana de Seguros S.A. v. Compañía Transportadora S.A. (11001-
3103-026-2000-04366-01) www.unilex.info/case.cfm?id=1656.Visitada el 31 de mayo de 2013.
98
Rafael Alberto Martínez Luna y María Mercedes Bernal Cancino vs. Granbanco
S.A. Referencia: 11001-3103-040-2006-00537-01). Véase www.unilex.info/case.cfm?id=1709
[consultado 2 de enero de 2014].
99
Que, en apoyo de la interpretación amplia del concepto de contratos internacionales,
se refirió, inter alia, al preámbulo, comentario 1 de los referidos principios (9 de octubre de
1997, Bottling Companies v. Pepsi Cola Panamericana, citado en www.unilex. info) [consultado
31 de mayo de 2013].
100
Véanse fallos de 2001, Corte Suprema de Mendoza; 2004, Cámara de Apelaciones
en lo Comercial de la Capital Federal; 2006, Cámara de Apelaciones de La Matanza; 2009,
105
106
La obligación de cooperación entre las partes, por supuesto, debe circunscribirse a ciertos
límites (esta disposición hace referencia a una cooperación que pueda ser “razonablemente
esperada”), sin llegar a alterar la distribución de obligaciones de las partes para el cumplimiento
del contrato. Aunque esta obligación se refiere principalmente al deber de no obstaculizar
el cumplimiento de la otra parte, también juega como un llamado a una cooperación activa
entre las partes”. Véase www.unilex.info/case.cfm?id=1692 [consultado 3 de enero de 2014].
104
En nota al pie el Tribunal abunda sobre estos Principios, señalando, entre otras cosas,
que pueden utilizarse para interpretar o complementar otros instrumentos internacionales o
el Derecho nacional.
105
Con respecto a esta función de los Principios UNIDROIT el comentario oficial de la
versión 2004 nos dice: “6. Los Principios como medio para interpretar y complementar el
derecho nacional. También puede recurrirse a los Principios para interpretar o complementar
el derecho nacional. Jueces y árbitros suelen enfrentar dudas respecto de la solución adecuada
a ser adoptada bajo un derecho nacional en particular, ya sea porque existen diferentes
alternativas o porque pareciera no aplicarse ninguna. Es aconsejable recurrir a los Principios
como fuente de inspiración especialmente en aquellos casos en que la controversia se relaciona
con un contrato comercial internacional. De esta manera el derecho nacional en cuestión será
interpretado y complementado de conformidad con estándares internacionalmente aceptados
y/o las necesidades específicas inherentes a las relaciones comerciales transfronterizas”. Véase
www.unilex.info/case.cfm?id=1692 [consultado 3 de enero de 2014].
106
Véase www.unilex.info/case.cfm?id=1696 [consultado 3 de enero de 2014].
107
Véase www.unilex.info/case.cfm?id=1695 [consultado 3 de enero de 2014].
107
“las cláusulas estándar son preparadas con anticipación por una de las
partes e incorporadas al contrato sin que su contenido sea objeto de
discusión entre las partes. Resulta lógico por lo tanto, que cuando las
partes negocian específicamente algunas disposiciones del contrato,
tales disposiciones prevalezcan por encima de aquellas cláusulas están-
dar que disponen otra cosa, ya que es más probable que las primeras
reflejen la intención de las partes acerca del punto en cuestión”.
“En principio, no existe jerarquía alguna entre los términos del contra-
to, en el sentido que la importancia de cada uno de ellos es la misma
para interpretar el resto del contrato, sin atender al orden en que ellos
aparezcan. Sin embargo, hay algunas excepciones a esta regla. Primero,
las declaraciones de intención incluidas en el preámbulo del contrato
pueden o no tener consecuencias para la interpretación de sus dispo-
siciones operativas. Segundo, va de suyo que en caso de conflicto, las
cláusulas de carácter específico prevalecen sobre las disposiciones de
carácter general. Finalmente, las partes pueden expresar ellas mismas
cierta jerarquía entre las diferentes disposiciones o términos del con-
trato. Esto es frecuente en el caso de contratos complejos celebrados
en diferentes documentos relacionados con los aspectos jurídicos,
económicos y técnicos de la operación”.
108
XI. Conclusión
La codificación marcó una época muy importante del Derecho Civil cuyos
efectos, luego de dos siglos, perduran con mucha fuerza. Ha destellado lu-
ces, pero ha sido opacada también por penumbras. El ciego apego a textos
legislativos en materia de Derecho Privado llevó en incontadas situaciones
a respuestas injustificables. No todo el Derecho se encuentra en la ley y sus
intersticios, y mucho menos el Derecho Privado. Distintas fórmulas se han
ensayado para romper con este “positivismo legalista”. Han ido surgiendo
nuevas teorías y, con sentido pragmático, ante la falta de consenso, se viene
recurriendo con mucha fuerza y efectividad a los principios, a la argumen-
tación en torno a ellos, y al auxilio del inagotable hontanar del Derecho
Comparado, que –está visto– permea cada vez con mayor fuerza los derechos
locales. El Derecho Privado, y en particular el Derecho de las Obligaciones y
los Contratos, se hallan embarcados en un retorno hacia el universalismo de
otras épocas de esplendor. Los juristas que soslayen o minimicen el impacto
del fenómeno quedarán, a no dudarlo, definitivamente a la zaga. Ello más
aún en áreas de gran desarrollo reciente, como la de las condiciones generales
de la contratación.
109
Introducción
1
Juan Ignacio Contardo González, Responsabilidad civil contractual de las agencias de viajes,
Santiago, Editorial Abeledo Perrot-Legal Publishing, 2010, pp. 58-60.
2
Corte Suprema, 24 de abril de 2013, rol N° 12.355-2011.
111
112
113
3
Sobre la necesidad de formas en el derecho romano, consúltese Rodolf von Ihering, El
espíritu del Derecho Romano, Bogotá, Editorial Leyer, 2005, p. 384 y ss.; y con especialidad para
el Derecho de Contratos, Jorge López Santa María, Los contratos, Santiago, Editorial Abeledo
Perrot-Legal Publishing, 2010, p. 42 y ss.
114
4
Alejandro Guzmán Brito, Derecho Privado Romano, Santiago, Editorial Legal Publishing-
Thomson Reuters, 2013, tomo ii, p. 7.
5
Op. cit., tomo ii, p. 3.
6
Op. cit., tomo ii, pp. 8-9.
7
Reinhard Zimmermann, The law of obligations, Oxford, Oxford University Press, 1996,
p. 79.
8
Op. cit., pp. 84-85.
9
López (n. 3), p. 52.
10
Op. cit., pp. 48-52.
115
11
López (n. 3), p. 389 y ss.
12
Otra visión sobre las funciones que cumplen las formas en el Derecho de los Contratos
ofrece Lon Fuller. Este autor sostiene que las formas cumplen tres papeles: de evidencia
(evidentiary function), de precaución (cautionary function) y de canalización (channeling function). En
virtud de la primera, la primera permite dar cuenta de la existencia y propósitos del contrato, es
decir, lo que nosotros estimamos como formalidad por vía de prueba. En virtud de la segunda,
de prevención, permitiría que el consentimiento se otorgue de una manera más pausada. Y, la
tercera, es que la forma permitiría otorgar fuerza obligatoria a una convención, como un test
externo de ejecutabilidad. Es decir, la forma canalizaría la ejecutabilidad del contrato. Lon
Fuller, “Consideration and form”, in Columbia Law Review, vol. 41, N° 5, New York, 1941, pp.
800-801. Volveremos más tarde sobre estas dos funciones de la manera explicada por este autor.
13
Patrick Atiyah, “Form and Substance in contract law”, in Patrick Atiyah, Essays on
contract, Oxford, Oxford University Press, 2001, pp. 93-94.
116
Mauricio Tapia y José Miguel Valdivia, Contrato por adhesión: Ley Nº 19.496, Santiago,
15
117
118
119
120
16
Ruperto Pinochet Olave, “Artículo 12 A”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro
(dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores.
Comentarios a la ley de protección a los derechos de los consumidores, Santiago, Editorial Thomson-
Reuters, 2013, p. 270.
17
Ángel Carrasco Perera, Derecho de contratos, Cisur Menor, Editorial Aranzadi, 2010,
pp. 270-271.
121
122
V. La noción de escrituración
Hasta el momento, hemos omitido tratar, de forma consciente, qué debe en-
tenderse por escrituración para los efectos de los artículos 17 y 12 A. Como
ha podido apreciarse, el sustrato en el que deben constar las condiciones
generales en ambos artículos es distinto. En el caso del artículo 17 parece ser
equivalente a una constancia en papel; en cambio, en el artículo 12 A, en un
medio que permita su transformación al papel a través de su almacenamiento
y posterior impresión.
Parece ser, entonces, que la idea subyacente a ambas disposiciones es que
el consumidor pueda obtener en papel las condiciones generales. No bastaría
un simple aviso al consumidor en carteles o en instrumentos que no permitan
su almacenamiento y posterior impresión. Luego, al hablar de escrituración,
debería entenderse que ella se cumple siempre que el consumidor pueda, en
cualquier tipo de contrato de consumo, acceder a las condiciones e impri-
mirlas, es decir, obtenerlas en papel.
De lo anterior se desprende que el formato físico inmediato es irrelevante.
Basta con que el consumidor pueda acceder a ellas de forma previa, normal-
mente en formato electrónico, y poderlas traspasar a un formato similar al
papel. No se trata de que se considere como un anexo complementario al
mismo formato del contrato, sino que de algún modo se garantice la fiabilidad
de la imposición contractual. Con ello, las condiciones generales podrían ser
exigibles tanto respecto del consumidor como del proveedor.
Sin embargo, a nuestro entender, lo conveniente en este caso sería distin-
guir, entre la exigibilidad que pueda efectuar el consumidor y el proveedor
a las condiciones generales, lo que será concordante con lo que se señalará
a propósito de la función de prueba.
Como hablamos de contratos por adhesión, es decir, aquellos cuyas cláu-
sulas son impuestas por el proveedor de tal suerte que el consumidor no
pueda discutirlas, frente a la prescripción hecha por el proveedor deberían
hacérsele aplicables ciertas cargas en los contratos de esta naturaleza. No
bastaría con que el proveedor las estableciera en cualquier medio; sino,
por el contrario, la necesidad legal de que ellas puedan estar disponibles al
consumidor mediante un acceso previo y traspasable al papel, debiera tener
una consecuencia jurídica.
Creemos que este efecto está una vez más relacionado con la exigibilidad
de las cláusulas. Mientras ellas no se encuentren disponibles al consumidor de
este modo, es decir, que pueda ser almacenada e imprimida por el consumidor,
las cláusulas son inexigibles respecto él. Pero, a la inversa, sí serían exigibles
respecto del proveedor. Valiéndose de los medios de prueba respectivos, de-
bería el consumidor poder acreditar las condiciones generales. Así las cosas,
123
124
125
LA ESCRITURACIÓN
DE LOS CONTRATOS DE ADHESIÓN
Análisis de la existencia de contratos de adhesión
no escritos y su impacto en la aplicación
de la LPDC
Jaime Lorenzini Barría1
I. Planteamiento de la cuestión
1
El autor agradece los aportes y valiosos comentarios del abogado Agustín Cornejo K.
en la preparación y revisión de este artículo.
127
128
“la regla general es que los contratos sean consensuales. Los contratos
solemnes y reales constituyen la excepción. Las solemnidades son de
derecho estricto: no las hay sin un texto legal expreso. (...) Hoy impera
el principio de que la sola voluntad basta para generar un contrato”2.
2
Arturo Alessandri Rodríguez, De los Contratos, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2011.
129
130
V. Nuestra interpretación
Nos parece extraño que el legislador haya querido establecer una obligación
tan importante como lo es la escrituración del contrato, haciendo excepción
a las normas generales de contratación, en una norma de carácter meramente
formal que establece ciertos estándares para la redacción de los contratos.
Si a todo lo anterior le sumamos la definición que da la LPDC de los con-
tratos de adhesión, podremos interpretar de modo más restrictivo el artículo 17.
En efecto, el artículo primero de la LPDC en su numeral sexto define
los contratos de adhesión como: “aquel cuyas cláusulas han sido propuestas
unilateralmente por el proveedor sin que el consumidor, para celebrarlo, pue-
da alterar su contenido”. A la luz de esta definición no parece existir ningún
indicio que apunte hacia la escrituración del mismo. Es más, se rechaza el uso
de la voz ‘redactado’ o ‘escrito’ por una más amplia como lo es ‘propuesto’.
En nuestra opinión, nos parece claro que la intención del legislador no
era aquélla y que de haber querido establecer la escrituración de todos los
contratos de adhesión lo habría hecho de forma mucho más clara y precisa.
En este sentido, podríamos ver respecto de otros contratos cómo se establece
la regla de la escrituración de manera mucho más clara. Por ejemplo, en el
caso del contrato de promesa o en la compraventa de bienes inmuebles.
131
3
Ricardo Sandoval López, Derecho del consumidor, Santiago, Editorial Jurídica de Chile,
2009.
132
133
Para que el acto jurídico nazca a la vida del Derecho y produzca sus
efectos es necesario que cumpla con una serie de requisitos que son divididos
en dos grupos:
i) Requisitos de existencia que son aquellos indispensables para que el
acto jurídico exista como tal y produzca sus efectos, y que, en caso de
faltar, el acto será inexistente, sin producir efecto alguno en la vida del
derecho;
ii) requisitos de validez, que son aquellos requisitos necesarios para que el
acto, si bien existe y produce efectos, siga produciendo dichos efectos
de forma estable. Es decir, si el acto no posee algún requisito de validez,
nace a la vida del Derecho, pero viciado y puede ser invalidado.
Ahora, si atendemos al caso en particular de un contrato de adhesión de
consumo, teniendo en cuenta nuestra visión respecto a la escrituración de los
contratos de adhesión, llegaremos a la conclusión inequívoca de que dicho
contrato será un acto jurídico perfecto y, por tanto, protegido por el Dere-
cho.
Así, pues, analicemos uno de los contratos de adhesión más comunes, a
saber, el contrato de compraventa de bienes de consumo en la venta al detalle
(multitienda, farmacia o supermercado).
Si hacemos revista de los requisitos de existencia del acto jurídico, vere-
mos que los cumple. Estos requisitos son: la voluntad, el objeto, la causa y las
solemnidades que requiera la ley para el acto en particular. En consecuencia,
en la compra de un bien de consumo en las tiendas de ventas al detalle exis-
te voluntad de las partes, la cual se manifiesta de forma consensual; existe
objeto, que es el bien de consumo; la causa del contrato también existe, que
es la contraprestación existente en cada una de las partes, y en cuanto a las
solemnidades, no son necesarias, ya que como lo hemos planteado estamos
frente a un contrato consensual.
4
Víctor Vial del Río, Teoría general del acto jurídico, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2007.
134
De igual modo se cumple con los requisitos de validez de todo acto jurídi-
co, ya que existe causa y objeto lícito, voluntad exenta de vicios y capacidad
de las partes.
En consideración de estos antecedentes, no existe motivo alguno para
considerar este tipo de contratos como otra cosa que un acto jurídico perfec-
to, que ha nacido a la vida del Derecho y que, por lo tanto, ha generado los
efectos deseados por las partes, las obligaciones, los cuales serán protegidos
por el Derecho.
Además, como ya lo hemos mencionado, este acto cumple con exactitud
con el concepto de acto jurídico que establece la LPDC. En consecuencia,
se está frente a un acto jurídico perfecto, que en este caso se traduce en un
contrato de adhesión.
Esta categoría la comparten la gran mayoría de las compras que se hacen
habitualmente por los consumidores para obtener sus bienes de consumo.
En caso que se quisiera argumentar que los contratos de adhesión deben
constar por escrito, no se entiende donde quedarían emplazados todos estos
contratos, que son una gran parte del volumen del tráfico comercial actual.
5
Sicólogo ganador del premio Nobel de Economía el año 2002.
135
Esta redacción, que establece de manera clara que no todos los contratos
de adhesión son por escrito, se mantiene durante la historia de la ley hasta
el informe de la comisión de constitución de fecha 9 de enero de 1996 en el
segundo trámite constitucional, donde se produce el cambio a la siguiente
redacción:
136
Por tanto, el cambio en dicho párrafo fue finalmente por motivos muy
diversos al de si los contratos de adhesión debían o no constar por escrito y
se debió más que todo a motivos respecto al idioma en que debería estar el
contrato y sobre las exigencias de redacción clara y precisa, lo que lamenta-
blemente terminó en la redacción final de este artículo. Es más, la comisión
hace referencia en este cambio a las dificultades que se podrían tener en la
práctica para eliminar la exigencia de redacción clara y precisa, lo cual nos
debe hacer pensar que si la comisión tenía en mente las aplicaciones prácticas
de esta normativa con mayor motivo pensaría en el problema práctico que
significa la escrituración de todos los contratos de adhesión que quedaban
regidos por la LPDC.
En atención a lo descrito, consideramos que la historia de la ley avala
nuestra interpretación respecto a que la LPDC no establece una obligación
general de escrituración de los contratos de adhesión.
137
X. Derecho Comparado
Otro punto que nos parece importante es la situación en que se encuentra el De-
recho Comparado. En sistemas legales similares al nuestro, las leyes que regulan
la defensa de los consumidores no contemplan obligaciones de escrituración
de los contratos de adhesión. En general emplean los mismos mecanismos que
la ley chilena, es decir, elementos de protección respecto al contenido y a la
forma de los contratos, pero sin implicar que el contrato deba ser por escrito.
En este sentido, la ley Nº 24.240, que establece las normas de protección
y defensa de los consumidores en Argentina dicta en su artículo 38 respecto
de los contratos de adhesión lo siguiente:
138
De este modo, la ley de Brasil deja en claro que las normas formales de
los contratos de adhesión se aplican a los contratos que consten por escrito,
dando a entender sin lugar a dudas que no todo contrato de adhesión será
por escrito.
Consideramos que estos antecedentes de legislación comparada dan
cuenta del sentido de las normas formales que se establecen para este tipo
de contratos en las legislaciones de defensa al consumidor. Una revisión de
estas legislaciones comparadas apoya nuestra posición, en cuanto a que el
artículo 17 de la LPDC no establece un deber general de escrituración, sino
que regula aspectos formales de los contratos de adhesión que sí están por
escrito, pudiendo existir –como se da en la práctica– contratos de adhesión
que no constan por escrito.
139
140
141
I. Introducción
1
Francisco Fernández Fredes, Manual de Derecho chileno de protección al consumidor,
Santiago, Editorial Lexis Nexis, 2003, p. 45. En contra se ha señalado que el catálogo sería solo
ejemplificador: SERNAC y Silva con VTR Banda Ancha (Chile) S.A., Corte de Apelaciones
de Santiago, Ing. 1587-2008, 17 de junio de 2008, que revoca al Tercer Juzgado de Policía
Local de Providencia, rol 4472-1-2007, 3 de enero de 2008, se rechaza recurso de queja, Corte
Suprema, Ing. 3528-2008, 18 de noviembre de 2008; SERNAC y Muenzer con VTR Banda
Ancha S.A., voto disidente del abogado integrante Roberto González Maldonado en Corte de
Apelaciones de Santiago, Ing. 6347-2008, 22 de octubre de 2008, que confirma Tercer Juzgado
de Policía Local de Santiago, rol 5746-DIO-2007, 7 de julio de 2008; SERNAC y Bezanilla
con VTR Banda Ancha (Chile) S.A., Segundo Juzgado de Policía Local de Las Condes, rol
32.771-10-2008, 9 de septiembre de 2008, revocada por la Corte de Apelaciones de Santiago,
Ing. 10.629-2008, 11 de marzo de 2009, se rechaza recurso de queja, Corte Suprema, Ing.
1672-2009, 18 de mayo de 2009.
2
Carlos Ruiz Tagle-Vial, Curso de Derecho Económico, Santiago, Editorial Librotecnia,
2010, p. 301.
3
Op. cit., p. 301: “El consumidor tiene un menor poder frente a su contraparte, el cual
usualmente impone de manera unilateral cláusulas contractuales (por medio de contratos de
adhesión), diferente capacidad para establecer los términos de la relación de consumo, o sea,
las condiciones y cláusulas del contrato respectivo”.
143
4
Rubén S. Stiglitz, “Contrato de consumo y cláusulas abusivas”, en Derecho del Consumidor 8,
Rosario-Santa Fe, Instituto Argentino de Derecho del Consumidor, Editorial Juris, 1997, pp. 14-15.
5
Aunque pudiera discutirse dicho fundamento en caso de tratarse de una condición
resolutoria. Al respecto véase Arturo Alessandri Rodríguez, Manuel Somarriva Undurraga,
Antonio Vodanovic H., Curso de Derecho Civil, Santiago, Editorial Nascimento, 1941, tomo iii:
De las Obligaciones, pp. 55-56.
6
Cfr. Fernández (n. 1), p. 46.
144
7
Cfr. Ana María Hübner Guzmán, “Derecho de la contratación en la Ley de Protección al
Consumidor”, en Hernán Corral Talciani (ed.), Derecho del consumo y protección al consumidor,
Santiago, Universidad de los Andes, 1999, p. 137.
8
Carlos Pizarro Wilson, Jean Petit Pino, “Artículo 16 A)”, en Iñigo de la Maza y
Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los
consumidores. Comentarios a la ley de protección a los derechos de los consumidores, Santiago, Editorial
Thomson-Reuters, 2013, p. 306.
9
Mauricio Tapia Rodríguez y José Miguel Valdivia Olivares, Contrato por adhesión, San-
tiago, Editorial Jurídica de Chile, 2002, p. 93.
10
Ibid.
11
Cfr. Pizarro y Petit (n. 8), p. 305.
145
por Mauricio Tapia y José M. Valdivia12. Desde este punto de vista, continúan
estos autores, no siempre se las debe suprimir del contrato, pues serían tole-
rables “si se concede al consumidor la misma facultad tratándose de ventas
a distancia u otras análogas”13.
Luis Díez-Picazo en España, pareciera tener la misma opinión, al señalar
que en la determinación de abusividad deben tomarse en consideración la
desviación de la buena fe contractual y el detrimento del adherente unido a
un desequilibrio en las prestaciones14, citando como ejemplo las cláusulas que
otorguen al predisponente facultades exorbitantes, tales como: modificar los
elementos o régimen jurídico aplicable a un contrato o, bien, de rescindirlo
o decidir su cumplimiento; así como el establecimiento de prestaciones po-
testativas que dependen de la sola voluntad del deudor15.
12
Cfr. Tapia y Valdivia (n. 9), p. 93.
13
Pizarro y Petit (n. 8), p. 306.
14
Cfr. Luis Díez-Picazo y Ponce de León, “Las condiciones generales de la contratación
y cláusulas abusivas”, en Luis Díez-Picazo y Ponce de León, Las condiciones generales de la
contratación y cláusulas abusivas, Madrid, Editorial Civitas, 1996, p. 41.
15
Op. cit., p. 43.
16
Proyecto de ley ingresado por el Ejecutivo con fecha 21 de agosto de 1991, Historia de
la ley 19.496, p. 10: artículo 10 letra a): “Otorguen a una de las partes la facultad de resolver
a su solo arbitrio el contrato, salvo cuando ella se conceda al comprador en las modalidades
de venta por correo, a domicilio o por muestrario”.
146
17
De acuerdo con Mauricio Tapia y José Miguel Valdivia, las cláusulas a que se refiere
el artículo 16, se clasifican en aquellas que alteran los efectos naturales del contrato, las que
alteran las reglas generales de responsabilidad y las que inciden en el procedimiento y la
prueba, Tapia y Valdivia (n. 9), pp. 92-93.
18
Cfr. Op. cit., p. 93.
19
Cfr. Pizarro y Petit (n. 8), p. 306.
20
Artículo 87 de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, España:
“Cláusulas abusivas por falta de reciprocidad. Son abusivas las cláusulas que determinen la falta
de reciprocidad en el contrato, contraria a la buena fe, en perjuicio del consumidor y usuario
y, en particular: (...). La autorización al empresario para resolver el contrato discrecionalmente,
si al consumidor y usuario no se le reconoce la misma facultad”.
21
Artículo 31 de la Ley de Defensa del Consumidor Nº 17.250, Uruguay: “Son consideradas
cláusulas abusivas, sin perjuicio de otras, las siguientes: D) La cláusula resolutoria pactada
exclusivamente en favor del proveedor. La inclusión de la misma deja a salvo la opción por
el cumplimiento del contrato”.
147
Carlos Pizarro y Jean Petit, por su parte, estiman que la norma se refiere
al término o desistimiento unilateral del contrato sin expresión de causa26.
Ahora bien, la disposición exige que la cláusula –para que sea declarada
abusiva– establezca la potestad al “solo arbitrio” del predisponente, a seme-
janza de la ley española, que requiere de discrecionalidad en su ejercicio27.
22
Proyecto de ley ingresado por el Ejecutivo con fecha 21 de agosto de 1991, Historia de
la ley 19.496, p. 10, (n. 16).
23
Diputado Sergio Elgueta, discusión en sala, legislatura 325, sesión 39, 12 de enero de
1993, Cámara de Diputados en primer trámite constitucional, Historia de la ley 19.496, p. 134.
24
Cfr. Tapia y Valdivia (n. 9), p. 95.
25
Op. cit., p. 96.
26
Pizarro y Petit (n. 8), p. 306.
27
Artículo 87 de la LGDCU, España: “Cláusulas abusivas por falta de reciprocidad.
Son abusivas las cláusulas que determinen la falta de reciprocidad en el contrato, contraria
a la buena fe, en perjuicio del consumidor y usuario y, en particular: (...). La autorización al
empresario para resolver el contrato discrecionalmente, si al consumidor y usuario no se le
reconoce la misma facultad”.
148
28
Artículo 90 de la Ley Federal de Protección al Consumidor, México: “No serán válidas y
se tendrán por no puestas las siguientes cláusulas de los contratos de adhesión ni se inscribirán
en el registro cuando: I. Permitan al proveedor modificar unilateralmente el contenido del
contrato, o sustraerse unilateralmente de sus obligaciones”; artículo 31 de la Ley de Defensa del
Consumidor Nº 17.250, Uruguay: “Son consideradas cláusulas abusivas, sin perjuicio de otras, las
siguientes: C) Las cláusulas que autoricen al proveedor a modificar los términos del contrato”.
29
De acuerdo con Losé Luis Cea, se entiende por arbitrario a aquel “acto o proceder
contrario a la justicia o a la razón, infundado o desproporcionado en relación con los fines
perseguidos para la consecución de un objetivo lícito y determinado”, en José Luis Cea Egaña,
Derecho Constitucional chileno, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2004, tomo 2,
p. 130. Por su parte, Carlos Ruiz-Tagle al referirse a las discriminaciones arbitrarias, señala que
son “todas aquellas que carecen de justificación racional”, en Ruiz Tagle-Vial (n. 2), p. 313.
30
SERNAC y Moraga con Clínica Móvil de Emergencia”, Juzgado de Policía Local de
Recoleta, rol 50.463-2005, 15 de julio de 2005.
149
31
SERNAC y Pérez con Almacenes París, Segundo Juzgado de Policía Local de La Florida,
rol 18.966-SS-2001, 10 de marzo de 2010, confirmada por la Corte de Apelaciones de Santiago,
Ing. 4316-2003, 5 de enero de 2005, aunque rebaja el monto del daño moral.
32
SERNAC con Instituto Profesional Diego Portales, Segundo Juzgado de Policía Local
de Ñuñoa, rol 8642-3-2006, 31 de mayo de 2007, confirmada por la Corte de Apelaciones de
Santiago, Ing. 4636-2007, 3 de octubre de 2007.
150
En este caso, también el legislador exige que ella se confiera “al sólo ar-
bitrio” del predisponente. Sistemas comparados se pronuncian en un sentido
diverso: mientras que para la ley uruguaya basta con que se establezca la po-
testad de modificar el contrato33, la mexicana requiere que ella sea unilateral34.
Se relaciona esta causal con la necesidad de determinar el objeto del
contrato, conforme al artículo 1461 del Código Civil.
En todo caso, en general, la prerrogativa tendrá relación con la posibilidad
de modificar la prestación o bien el precio.
1. La modificación de la prestación
Un primer aspecto sobre el que puede versar la modificación unilateral, tiene
relación con la prestación misma que el proveedor se compromete a otorgar
al consumidor.
Ejemplo de lo anterior, lo encontramos en la jurisprudencia relativa a los
contratos de televisión por cable, en los cuales las empresas se reservan la potes-
tad de cambiar las parrillas programáticas, incorporando o eliminando señales.
A este respecto, cabe traer a colación las acciones interpuestas en con-
tra de la empresa VTR por vulneración de los artículos 12, 23 y 16, luego
de que eliminara de su parrilla básica, el canal de deporte argentino TyC,
reemplazándolo por la señal CDF básico, de tal manera que todos aquellos
consumidores que habían contratado el plan original, para poder volver a
acceder a la señal eliminada, debían pagar un costo adicional.
La denunciada, invocó la siguiente cláusula:
33
Artículo 31 de la Ley de Defensa del Consumidor Nº 17.250, Uruguay: “Son consideradas
cláusulas abusivas, sin perjuicio de otras, las siguientes: C) Las cláusulas que autoricen al
proveedor a modificar los términos del contrato”.
34
Artículo 90 de la Ley Federal de Protección al Consumidor, México: “No serán válidas y
se tendrán por no puestas las siguientes cláusulas de los contratos de adhesión ni se inscribirán
en el registro cuando: I. Permitan al proveedor modificar unilateralmente el contenido del
contrato, o sustraerse unilateralmente de sus obligaciones”.
151
35
SERNAC y Azócar con VTR Banda Ancha (Chile) S.A., Segundo Juzgado de Policía
Local de Providencia, rol 16.470-S-2007, 14 de abril de 2008, confirmado por la Corte de
Apleaciones de Santiago, Ing. 2719-2008, 10 de septiembre de 2008.
36
SERNAC y Tellez con VTR Banda Ancha (Chile) S.A., Juzgado de Policía Local de
Macul, rol 825-P-2008, 9 de mayo de 2008, confirmado por la Corte de Apelaciones de
Santiago, Ing. 4143-2008, 27 de agosto de 2008.
37
Ibid.
152
38
SERNAC y Ávila con VTR Banda Ancha (Chile) S.A., Corte de Apelaciones de Santiago,
Ing. 3521-2007, 20 de agosto de 2008, que confirma Juzgado de Policía Local de La Reina,
Rol 2573-2008, 18 de abril de 2008; SERNAC y Osorio con VTR Banda Ancha S.A., Corte
de Apelaciones de Santiago, Ing. 4186-2008, 24 de septiembre de 2008, que confirma Tercer
Juzgado de Policía Local de Santiago, rol 3340-DIO-2007, 30 de mayo de 2008; SERNAC y
Muenzer con VTR Banda Ancha S.A. (n. 1).
39
SERNAC y Muenzer con VTR Banda Ancha S.A. (n. 1), voto disidente del abogado
integrante Roberto González Maldonado.
40
SERNAC y Belmar con VTR Banda Ancha (Chile) S.A., Segundo Juzgado de Policía
Local de Las Condes, rol 32.053-10-2007, 14 de abril de 2008, confirmada por la Corte de
Apelaciones de Santiago, Ing. 2953-2008, 11 de junio de 2008.
41
SERNAC y Silva con VTR Banda Ancha (Chile) S.A. (n. 1).
153
SERNAC y Bezanilla con VTR Banda Ancha (Chile) S.A. (n. 1).
42
Ibid.
43
44
Ibid.
45
Pizarro y Petit (n. 8), p. 308.
46
SERNAC con VTR Banda Ancha (Chile) S.A., Tercer Juzgado de Policía Local de
Temuco, rol 50262-0-2007, 18 de febrero de 2008, confirmada por la Corte de Apelaciones
de Temuco, Ing. 699-2008, 4 de septiembre de 2008.
154
47
SERNAC y Claudet con Sky Chile CPA, Primer Juzgado de Policía Local de Las
Condes, rol 42.694-8-2006, 2 de enero de 2007, confirmada en lo infraccional por la Corte
de Apelaciones de Santiago, Ing. 2873-2007, 25 de julio de 2007. Se revoca y rechaza daño
moral por no encontrarse acreditado.
48
SERNAC y Salcedo Cáceres con Sky Chile CPA, Segundo Juzgado de Policía Local
de La Florida, rol 1656-JE-2006, 28 de julio de 2006, confirmada por la Corte de Apelaciones
de Santiago, Ing. 6081-2006, 24 de enero de 2007.
155
49
Artículo 1809 del Código Civil. “Podrá asimismo dejarse el precio al arbitrio de un
tercero; y si el tercero no lo determinare, podrá hacerlo por él cualquiera otra persona en que
se convinieren los contratantes; en caso de no convenirse, no habrá venta. No podrá dejarse
el precio al arbitrio de uno de los contratantes”.
50
SERNAC y Lee Ward con Metrópolis Intercom S.A., Segundo Juzgado de Policía Local
de Las Condes, rol 93.260-5-2002, 25 de septiembre de 2003, confirmada por la Corte de
Apelaciones de Santiago, Ing. 7296-2003, 17 de agosto de 2005.
156
51
SERNAC y otro con Smartcom S.A., Corte de Apelaciones de Santiago, Ing. 502-2007,
11 de julio de 2007, MJCH_MJJ15695.
52
SERNAC con Telefónica Móvil, Primer Juzgado de Policía Local de Santiago, rol 10.580-
2002, 27 de diciembre de 2005; SERNAC con Telefónica Móvi, 1 JPL Primer Juzgado de
Policía Local de Santiago, rol 12001-2002, 20 de octubre de 2005; SERNAC con Telefónica
Móvil, Primer Juzgado de Policía Local de Santiago, rol 12.713-2002, 17 de octubre de 2005;
SERNAC con Telefónica Móvil, Primer Juzgado de Policía Local de Santiago, rol 12714-2002,
17 de octubre de 2005; SERNAC con Telefónica Móvil, Primer Juzgado de Policía Local de
Santiago, rol 12.885-2002, 20 de octubre de 2005; SERNAC con Telefónica Móvil, Primer
Juzgado de Policía Local de Santiago, rol 14.323-2002, 17 de octubre de 2005; SERNAC con
Telefónica Móvil, Primer Juzgado de Policía Local de Santiago, rol 5890-2003, 27 de diciembre
de 2005; SERNAC con Telefónica Móvil, Primer Juzgado de Policía Local de Santiago, rol
19.583-2003, 27 de diciembre de 2005; SERNAC con Telefónica Móvil, Primer Juzgado de
Policía Local de Santiago, rol 9970-2002, 30 de enero de 2006; SERNAC con Telefónica
Móvil, Primer Juzgado de Policía Local de Santiago, rol 12712-2002, 30 de enero de 2006;
SERNAC con Telefónica Móvil, Primer Juzgado de Policía Local de Santiago, rol 12.778-2002,
30 de enero de 2006; SERNAC con Telefónica Móvil, Primer Juzgado de Policía Local de
Santiago, rol 8955-2003, 2006.
157
53
SERNAC y Bauer Jouanne, Fernando con Metrópolis Intercom S.A., Corte de
Apelaciones de Santiago, Ing. 7468-2003, 5 de agosto de 2005, que revoca sentencia de 19
de agosto de 2003.
54
SERNAC y Álvarez con Terra Networks Chile S.A., Primer Juzgados de Policía Local de
Las Condes, rol 173.969-3-2002, 11 de abril de 2003, confirmada por la Corte de Apelaciones
de Santiago, Ing. 3759-2003, 12 de enero de 2005.
158
“en todo caso, el cliente ha sido informado y acepta que estas tarifas
se reajustan de tiempo en tiempo, pudiendo Bellsouth modificarlas en
cualquier momento. En estos casos Bellsouth comunicará al cliente esta
variación en forma previa a su aplicación en su factura más próxima”.
“lo anterior no significa (...) que nunca más las tarifas puedan ser rea-
justadas. Sólo significa que el contrato debe incluir una cláusula que
la contemple, pero que, a diferencia de la actual, no la deje entregada
exclusivamente al arbitrio de la empresa, sino que contenga parámetros
más o menos objetivos para su determinación, empezando por indicar
el período de tiempo en que habrá de aplicarse”55.
Por tal razón es que declara la nulidad de la cláusula por incurrir en las causales
establecidas en las letras a) y b) del artículo 16 de la LPDC. Se abstiene de
condenar a la empresa al pago de una multa, puesto que en este caso concreto,
el alza se debió a un aumento del IVA, que sería de cargo del comprador-
consumidor, decisión que fue confirmada por el tribunal de alzada56.
Por último, cabe referirse a un fallo dictado fuera del ámbito de las
telecomunicaciones, y por el cual el Segundo Juzgado de Policía Local de
Providencia condenó a la empresa El Retiro Inmobiliaria e Inversiones S.A.
al pago de una multa, por haber aumentado de manera unilateral el costo
55
SERNAC con Bellsouth Comunicaciones S.A., Primer Juzgado de Policía Local de Las
Condes, rol 17.031-3-2003, 25 de noviembre de 2005, confirmada por la Corte de Apelaciones
de Santiago, Ing. 103-2006, 10 de mayo de 2006.
56
SERNAC con Bellsouth Comunicaciones S.A., Corte de Apelaciones de Santiago,
Ing. 103-2006, 10 de mayo de 2006, que confirma Primer de Juzgado de Policía Local de Las
Condes, rol 17.031-3-2003, 25 de noviembre de 2005.
159
57
SERNAC y Santos con El Retiro Inmobiliaria e Inversiones S.A., Segundo Juzgado de
Policía Local de Providencia, Rol 7628-2006, 28 de diciembre de 2006.
58
Artículo 90 de la Ley Federal de Protección al Consumidor, México: “No serán válidas y
se tendrán por no puestas las siguientes cláusulas de los contratos de adhesión ni se inscribirán
en el registro cuando: I. Permitan al proveedor modificar unilateralmente el contenido del
contrato, o sustraerse unilateralmente de sus obligaciones”.
59
Cfr. Ruiz Tagle-Vial (n. 2), p. 323.
60
Pizarro y Petit (n. 8), p. 307.
160
61
Artículo 1545 del Código Civil: “Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los
contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales”.
62
Enrique Aimone Gibson, Derecho de Protección al Consumidor, Santiago, Editorial Jurídica
Conosur Ltda., 1998, p. 94; Francisca Barrientos Camus, “Algunas reflexiones sobre el
desbordamiento de la responsabilidad infraccional en la Ley Nº 19.496”, en Revista Derecho de
la Empresa, Nº 25, Santiago, Universidad Adolfo Ibáñez, Editorial Legis, 2011, p. 79; Fernández
(n. 1), pp. 23-35; José Luis Guerrero Becar, “La distinción entre contravención infraccional e
incumplimiento contractual”, en Alejandro Guzmán Brito (ed.), Colección de estudios de Derecho
Civil en homenaje a la profesora Inés Pardo de Carvallo, Valparaíso, Ediciones Universitarias de
Valparaíso, 2008, pp. 433-453.
161
1. Naturaleza de la ineficacia
La LPDC se limita a señalar que las cláusulas que se consideren como abusivas,
“no producirán efecto alguno”, sin señalar a qué tipo de ineficacia se refiere.
Si bien durante la etapa de discusión de la ley, el diputado Sergio Elgue-
ta habló de “inexistencia de efectos”63, René Abeliuk y Ana María Hübner
descartan la inexistencia, por no encontrarse reglamentada de modo expreso
en la ley64.
Pareciera, entonces, que se trataría de una nulidad65, lo que se desprendería
de los artículos 16A, 16B y 50 de la LPDC, que se refieren expresamente a
este tipo de invalidez66. En este sentido se pronunció el tribunal en la causa
SERNAC y Moraga con Clínica Móvil de Emergencia, a la que ya se aludió67.
Por su parte, la mayoría de la doctrina entiende que se trataría de un caso
de nulidad absoluta.
Como primer fundamento, se señala que se encontraría comprometido el
orden público e interés general y que atendería a la naturaleza del contrato y
no al estado o calidad de las partes que lo ejecutan o celebran (artículo 1682
del CC)68.
En segundo lugar, René Abeliuk argumenta que la disposición contractual
adolecería de objeto ilícito, por tratarse de un contrato prohibido por la ley
63
Diputado Sergio Elgueta, Discusión en sala... (n. 23), p. 133.
64
Hübner (n. 7), p. 141; René Abeliuk Manasevich, Las obligaciones, 5ª ed., Santiago,
Editorial Jurídica de Chile, 2008, tomo 1, p. 97.
65
Ruiz Tagle-Vial (n. 2), p. 321.
66
Artículo 16A de la LPDC: “Declarada la nulidad de una o varias cláusulas o estipulaciones de
un contrato de adhesión, por aplicación de alguna de las normas del artículo 16, este subsistirá con
las restantes cláusulas, a menos que por la naturaleza misma del contrato, o atendida la intención
original de los contratantes, ello no fuere posible. En este último caso, el juez deberá declarar
nulo, en su integridad, el acto o contrato sobre el que recae la declaración”; artículo 16B: “El
procedimiento a que se sujetará la tramitación de las acciones tendientes a obtener la declaración
de nulidad de cláusulas contenidas en contratos de adhesión, será el contemplado en el Título iv de
la presente ley”; artículo 50 inc. 2: “El incumplimiento de las normas contenidas en la presente ley
dará lugar a las acciones destinadas a sancionar al proveedor que incurra en infracción, anular las
cláusulas abusivas incorporadas en los contratos de adhesión, obtener la prestación de la obligación
incumplida, hacer cesar el acto que afecte el ejercicio de los derechos de los consumidores, a
obtener la debida indemnización de perjuicios o la reparación que corresponda”.
67
SERNAC y Moraga con Clínica Móvil de Emergencia” (n. 30).
68
Carlos Pizarro Wilson, “Artículo 16 A”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.),
Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores. Comentarios
a la ley de protección a los derechos de los consumidores, Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013,
p. 353; Tapia y Valdivia (n. 9), p. 161; Hübner (n. 7), p. 141.
162
“la norma que impide repetir lo dado o pagado por un objeto o causa
ilícita a sabiendas no puede ser aplicable al adherente, pues es presu-
mible que desconoció sin culpa la ilicitud de las cláusulas que introdujo
el proveedor en las condiciones generales (artículo 1468 del CC)”73.
69
Cfr. Abeliuk (n. 64), p. 97.
70
Hübner (n. 7), p. 141. Mauricio Tapia y José Miguel Valdivia descartan la causa ilícita:
“No obstante, no puede considerarse que la ‘causa’ del contrato esté afectada de ilicitud por
las estipulaciones viciadas, porque para juzgarla en el derecho nacional se recurre a las razones
concretas tenidas en cuenta por ambas partes al contratar, es decir, para que fuese procedente
la nulidad de un contrato por adhesión por causa ilícita los motivos ilegítimos deberían ser al
menos conocidos por el adherente”, en Tapia y Valdivia (n. 9), p. 162.
71
Pizarro (n. 68), p. 352.
72
Cfr. Tapia y Valdivia (n. 9), pp. 162-164; Pizarro (n. 68), pp. 352-354.
73
Tapia y Valdivia (n. 9), p. 162.
163
2. Extensión de la nulidad
a) La determinación de la nulidad parcial
Conforme al artículo 16A de la LPDC, declarada la nulidad de una cláusula,
el negocio jurídico:
Continúan señalando:
74
En opinión de René Abeliuk, una excepción a la regla de la nulidad parcial, se encuentra
constituida por la letra f) del artículo 16 –cláusulas que incluyan espacios en blanco no llenados
o inutilizados antes de la celebración del contrato–, respecto de la cual la ineficacia afectará a
todo el negocio jurídico, en Abeliuk (n. 64), p. 97.
75
Tapia y Valdivia (n. 9), p. 164.
76
Op. cit., p. 165.
164
77
Pizarro (n. 68), p. 354.
78
Luis Humberto Clavería Gosálbez, “Interpretación, calificación e integración del
contrato”, en Antonio Cabanillas Sánchez (coord.), Estudios Jurídicos en homenaje al profesor Luis
Díez-Picazo, Madrid, Editorial Thomson Civitas, 2003, p. 1653. En el mismo sentido Luis Díez-
Picazo, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, Madrid, Editorial Civitas, 1996, vol. i, p. 382.
79
Pizarro (n. 68), p. 356.
80
Tapia y Valdivia (n. 9), p. 169.
81
Cfr. Op. cit., p. 169.
82
Pizarro (n. 68), p. 356.
165
Ana María Hübner, por su parte, estima que la nulidad será total cuando
las partes no hubieran celebrado el contrato, en atención al desequilibrio
producido84.
83
Fernández (n. 1), p. 49.
84
Cfr. Hübner (n. 7), p. 141.
85
Artículo 83 de la LGDCU, España: “Nulidad de las cláusulas abusivas e integración del
contrato. 2. La parte del contrato afectada por la nulidad se integrará con arreglo a lo dispuesto
por el artículo 1.258 del Código Civil y al principio de buena fe objetiva./ A estos efectos, el
Juez que declare la nulidad de dichas cláusulas integrará el contrato y dispondrá de facultades
moderadoras respecto de los derechos y obligaciones de las partes, cuando subsista el contrato,
y de las consecuencias de su ineficacia en caso de perjuicio apreciable para el consumidor y
usuario./ Solo cuando las cláusulas subsistentes determinen una situación no equitativa en la
posición de las partes que no pueda ser subsanada podrá el Juez declarar la ineficacia del contrato”.
86
Lo anterior no es resuelto por la LPDC respecto de las cláusulas abusivas, sino que
solo para el caso de la omisión de cierta información de otorgamiento obligatorio conforme al
artículo 17B de la LPDC. Ello lo explica Rodrigo Momberg: “Se concede así expresamente la
facultad al juez para adaptar el contrato con el objeto de evitar su extinción. Lamentablemente
los numerales del artículo 17B establecen en su mayoría menciones obligatorias que el proveedor
de servicios financieros debe incluir en el contrato, para efectos de transparencia y de su
adecuada comprensión por parte del destinatario. No se ve entonces cómo podría solicitarse
la nulidad o adecuación de una estipulación que infrinja el mencionado artículo, ya que
justamente la infracción de la norma se producirá cuando la estipulación no ha sido incluida
en el contrato, de manera que no habrá nada que anular o adecuar”, en Rodrigo Momberg
Uribe, “El control de las cláusulas abusivas como instrumento de intervención judicial en el
contrato”, en Revista de Derecho, vol. xxvi, Nº 1, Valdivia, 2013, p. 22.
166
B. La sanción infraccional
87
Pizarro (n. 68), p. 355.
88
Cfr. Tapia y Valdivia (n. 9), p. 170.
89
Fernández (n. 1), p. 49.
90
Momberg (n. 86), p. 23.
91
Sobre la pertinencia del establecimiento de una sanción punitiva para las cláusulas
abusivas, véase Carlos Martínez de Aguirre Aldaz, “La Directiva sobre cláusulas abusivas
167
“el único riesgo (bajo, por otra parte) que corre el profesional cuando
un consumidor informado impugna una cláusula en juicio, es que se
anule dicha cláusula. Además, en caso de que se ejercite una acción
de cesación contra el profesional, el único riesgo en el que este incu-
rriría sería el de verse obligado a sustituir por otra la cláusula incri-
minada. En ambos casos, el profesional se encontrará finalmente en
una situación bastante cercana a la que se hubiera producido de no
haber utilizado la cláusula abusiva. Podrá No obstante aprovechar las
ventajas derivadas de la utilización de la cláusula con relación a todos
los consumidores que carecían de la información o de los medios
necesarios para reaccionar”92.
168
V. A modo de finalización
2002; SERNAC con Telefónica Móvil (n. 52), rol 14.323-2002; SERNAC con Telefónica Móvil
(n. 52), rol 5890-2003; SERNAC con Telefónica Móvil (n. 5), rol 19.583-2003; SERNAC con
Telefónica Móvil (n. 52), rol 9970-2002; SERNAC con Telefónica Móvil (n. 52), rol 12712-
2002; SERNAC con Telefónica Móvil (n. 52), rol 12.778-2002; SERNAC con Telefónica Móvil
(n. 52), rol 8955-2003; SERNAC y Bauer Jouanne, Fernando con Metrópolis Intercom S.A.
(n. 53); SERNAC con Manquehue Net S.A., Juzgado de Policía Local de Huechuraba, rol
60.551-2-2004, 20 de abril de 2005.
94
SERNAC con Bellsouth Comunicaciones S.A. (n. 55).
95
SERNAC con Bellsouth Comunicaciones S.A. (n. 56).
169
170
I. Introducción
1
Véase Hugh Collins, “Discretionary Powers in Contracts”, in David Campbell, Hugh
Collins & John Wightman (eds.), Implicit Dimensions of Contract. Discrete, Relational and Network
Contracts, Oxford, Hart Publishing, 2003.
171
En este tipo de cláusulas, las partes establecen que ante la ocurrencia de de-
terminados hechos, el contrato se modificará automáticamente de manera de
adaptarse, según los criterios y parámetros que en ellas mismas se señalan, a
las nuevas circunstancias. Estas cláusulas presentan una gran variedad en la
práctica comercial, pudiendo destacarse las siguientes2:
1. Cláusulas de readaptación
Implican que el contrato se modificará cuando acontezca la situación espe-
cífica prevista por las partes, de manera que la extensión de los efectos de la
adaptación está completamente prevista en el contrato mismo. En este grupo
pueden incluirse aquellas estipulaciones que tiene por objetivo dejar a una
de las partes en condiciones similares a las establecidas en otros contratos
(presentes o futuros) que celebre su contraparte con terceros. Entre ellas se
encuentran, por ejemplo, la cláusula de mejor oferta u oferta concurrente y
la cláusula de cliente más favorecido (most favored client clause).
2. Cláusulas de actualización
Buscan principalmente mantener el valor del precio en contratos de larga
duración. La estipulación puede consistir en una simple cláusula de indexa-
ción ligada a un determinado índice de corrección monetaria o a un tipo de
cambio o, bien, tener una estructura más compleja, vinculando el precio del
contrato a diversos factores tanto internos como externos al contrato (canti-
dades compradas o suministradas, costos, impuestos, etcétera).
Respecto a este tipo de cláusulas, basta decir, para efectos de este trabajo,
que si se trata de una relación de consumo, tal como se explicará más adelante,
los índices o factores de actualización deben estar adecuadamente informados,
además de ser objetivos y ajenos a la voluntad del predisponente.
2
Un detalle de este tipo de cláusulas puede encontrarse en Norbert Horn, “Standard
Clauses on Contract Adaptation in International Commerce”, in Norbert Horn (ed.), Adaptation
and Renegotiation of Contracts in International Trade and Finance, Kluwer, Deventer, 1985.
172
3
Primera Sala de la Corte Suprema, 24 de abril de 2013, rol 12.355-11. Véase Rodrigo
Momberg, “Primera Sala de la Corte Suprema, 24 de abril de 2013, rol 12.355-11. Comentario
de jurisprudencia”, en Revista Chilena de Derecho Privado, N° 20, Santiago, julio 2013.
4
La cláusula en cuestión señalaba: “Cualquier cambio de las condiciones de uso y privilegios
de la tarjeta deberá ser informado por escrito al usuario entendiéndose que este las acepta si
mantiene o utiliza la tarjeta después de 30 días de expedida la comunicación respectiva. Si el
usuario decidiere no aceptar las variaciones podrá poner término de inmediato al contrato
mediante el aviso a la empresa y haciéndole entrega material de las tarjetas que hubiere recibido”.
173
5
www.derechoyconsumo.udp.cl/index.html. Así también lo sostienen Carlos Pizarro
Wilson y Jean Petit Pino, “Artículo 16 a)”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.),
Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores, Santiago,
Editorial Thomson-Reuters, 2013.
6
Al efecto, véase Carlos Pizarro, “El fracaso de un sistema. Análisis empírico y dogmático
del control de las cláusulas abusivas en contratos por adhesión”, en Revista de Derecho, vol.
xx, N° 2, Valdivia, 2007.
174
Los artículos 17D inciso 2 y 17H letra b) inciso 2 sancionan también la ar-
bitrariedad del proveedor en la modificación de los términos del contrato.
La lectura de las normas citadas permite concluir que las cláusulas de
modificación unilateral no están en términos absolutos vedadas por la LPDC.
Como se explicará más adelante, al tratarse de contratos de larga o indefinida
duración, es legítimo que se contemplen mecanismos de adaptación o modifi-
cación del contrato a las circunstancias que se presenten durante su ejecución.
Sin embargo, el contrato no puede quedar entregado a la mera voluntad de
una de las partes, menos en el caso de una relación de consumo, que por su
propia naturaleza ya supone un desequilibrio a favor del proveedor. Por ello,
es necesario que para su validez, estas cláusulas satisfagan determinados re-
quisitos, tanto de forma como de fondo, los cuales se analizan a continuación.
175
2. El control de contenido.
Requisitos de fondo de la estipulación
176
10
Collins (n. 1), pp. 226-227.
177
Iñigo de la Maza, “El control de las cláusulas abusivas y la letra g)”, en. Revista Chilena
11
178
puede decir que la utilización de una cláusula para justificar alzas despropor-
cionadas en el precio u otras modificaciones que graven de modo excesivo
al consumidor, es contraria a la buena fe, entendida como la observancia de
las exigencias que imponen las convicciones éticas imperantes en el tráfico
comercial13. Así, la cláusula de modificación no solo debe ajustarse a la bue-
na fe y a criterios de razonabilidad en su formulación sino, también, en su
ejecución, lo cual implica simplemente aplicar la regla general contenida en
el artículo 1546 del Código Civil.
Asimismo, como otra forma de especificar lo que debe entenderse por
expectativas razonables, se ha sostenido que para determinar la abusividad
del ejercicio de una cláusula de modificación unilateral, el juez debe tener
en cuenta las razones que motivaron a las partes a contratar y la lógica eco-
nómica que envuelve la transacción. En este sentido, la modificación podrá
entenderse que es justificada, si sirve a los intereses de ambas partes en el
marco de su relación económica, tomando en cuenta el carácter de larga
o indefinida duración de la misma14. Una modificación que sirva solo a los
intereses de una de las partes, puede considerarse, entonces, contraria a las
expectativas razonables de la otra y, por tanto, abusiva.
La citada directiva 93/13/CEE establece parámetros similares a los seña-
lados, al incluir en su lista de cláusulas que pueden presumirse abusivas (lista
gris) aquellas que tengan por objetivo o por efecto
13
Cfr. De la Maza (n. 11).
14
Collins (n. 1) p. 252.
179
15
Timeload Ltd v British Telecommunications plc[1995] EMLR, citado por Collins (n. 1).
180
16
Corte de Apelaciones de Santiago, 17 de junio 2008, rol 1587-08, MJJ17248.
17
14 Juzgado Civil de Santiago, rol 11679-2004, 28 de septiembre de 2010, confirmada por
la Corte de Apelaciones de Santiago, 3 de noviembre de 2011, rol 3767-2011; citada por Pizarro
y Petit (n. 5), pp. 309-311. El juicio finalmente terminó por avenimiento entre el SERNAC y el
Banco Estado, en virtud del cual este último se obligó a restituir a los consumidores afectados
las sumas cobradas por las alzas unilaterales.
18
Corte de Apelaciones de Concepción, 22 de junio 2011, rol 394-11, MJJ128186.
181
182
21
Considerando quinto de la sentencia de reemplazo.
183
Una de las vías que se utilizan para evadir la prohibición del artículo 16 a),
relativa a la modificación unilateral de los contratos de adhesión, es redactar
la cláusula en el sentido de que la modificación solo tendrá lugar, previa
notificación, si el consumidor la acepta tácitamente (mediante el ejercicio de
uno o más actos que se detallan de manera general o particular) o simple-
mente si nada hace, es decir, si mantiene silencio respecto de la modificación
ofrecida. En algunos casos se agrega que de no aceptar la modificación, se
pondrá término al contrato.
Así, por ejemplo, lo disponía una de las clausulas declaradas nulas en el
caso CENCOSUD (cláusula 16 del reglamento anexo al contrato principal):
184
22
En general, véase Avelino León Hurtado, La voluntad y la capacidad en los actos jurídicos,
4ª ed. actualizada, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1991, p. 268.
185
23
Claudia Lima Marques, Contratos no Código de Defesa do Consumidor, 6ª ed., São Paulo,
Editora Revista dos Tribunais, 2011, p. 1120.
24
Para un análisis exhaustivo de los deberes precontractuales de información en materia
de consumo, véase De la Maza (n. 7), pp. 21-52.
25
La citada sentencia de la Corte Suprema en el caso CENCOSUD lo señala de modo
expreso.
186
VI. Conclusiones
26
Al efecto, véase el comentario de Francisca Barrientos, “Silencio y aceptación tácita.
Aumento unilateral. Prescripción. Corte Suprema (SERNAC con CENCOSUD, Tercera
Sala de la Corte Suprema, 24 de abril de 2013, Rol 12.355-11)”, en Revista Chilena de Derecho
Privado, N° 20, Santiago, julio 2013.
27
Así lo ha exigido la jurisprudencia en materias civiles. Véase RDJ, tomo xliii, Santiago,
1946, segunda parte, p. 120; León (n. 22), p. 28.
187
manera de evitar su utilización arbitraria por parte del proveedor. Del mismo
modo, lo dispone el artículo 16 letra a) de la LPDC, que sanciona como abu-
sivas las cláusulas que otorgan a una de las partes la facultad de modificar a
su solo arbitrio el contrato. La objetividad o arbitrariedad de los criterios de
modificación, deberá determinarse según el artículo 16 letra g), en el sentido
de que no deben defraudar las expectativas legítimas del consumidor. Si la
aplicación de la cláusula implica una ventaja desproporcionada e injustificada
para el proveedor, la cláusula será abusiva.
Asimismo, ante la eventual modificación del contrato, el consumidor no
puede quedar en una posición desmejorada respecto a la que tenía según los
términos originales del acuerdo. Ello quiere decir que, en caso de no estar
de acuerdo con la modificación, se le debe facultar no solo para terminar el
contrato sino, también, para exigir (cuando sea posible para el proveedor) la
mantención de los términos originales del acuerdo o, bien, una compensación,
incluyendo una rebaja en su propia prestación.
Por último, respecto de las cláusulas que sujetan la modificación del con-
trato al silencio o aceptación tácita del consumidor, no puede admitirse que
ellas puedan ser usadas para aparentar una modificación de mutuo acuerdo
y evadir, así, los requisitos señalados anteriormente. Por ello, debe exigirse
que la voluntad del consumidor se manifieste de manera inequívoca, sin de-
jar dudas respecto de su sentido y alcance, lo que en la mayoría de los casos
implica una declaración expresa de voluntad.
188
“el acto jurídico que una persona celebra consigo misma y en el actúa,
a la vez, como parte directa y como representante de la otra, o como
representante de ambas partes”2.
1
Este artículo fue publicado en Carmen Domínguez, Joel Castillo, Marcelo Barrientos,
Juan Luis Goldenberg (coords.), Estudios de Derecho Civil VIII, Santiago, Thomson-Reuters,
Legal Publishing, 2013.
Agradecemos a Emilio Bécar Labraña por su valiosa cooperación en la revisión de la
tramitación legislativa que culminó con la dictación de la ley Nº 20.555, cuyo contenido se
aborda en este trabajo.
Las citas de artículos sin referencia específica se entienden al Código Civil. Las citas de
textos en francés son traducciones libres del autor.
Con posterioridad a la entrega de la ponencia y encontrándose en prensa, la E. Corte
Suprema, en sentencia de 24 de abril de 2013, caratulada “Servicio Nacional del Consumidor
con Cencosud Administradora de Tarjetas S.A.”, rol N° 12355-2011, resolvió: “Asimismo,
es abusiva la cláusula que autoriza llenar documentos en blanco, que los mandatos pueden
otorgarse con carácter de irrevocables, que ellos eximen del deber de rendir cuenta al mandante
y que autorizan a la suscripción de títulos, letras, pagarés, sin que ello importe novación de los
créditos, no obstante permitir que sean cedidos a un tercero ¿lo que supone que podrán existir
dos títulos independientes, en manos de dos acreedores distintos, para cobrar un mismo crédito,
¿desde que tales cláusulas no ofrecen un equilibrio de derechos entre las partes, resultando
contrarias a lo dispuesto en el artículo 16 letra g) de la Ley Nº 19.496.
2
Arturo Alessandri Rodríguez, “La autocontratación o el acto jurídico consigo mismo”,
en RDJ, Santiago, 1931, 1ª parte, Nº 1, p. 6.
189
imponiendo ciertos requisitos (v.gr. artículos 410, 1800, 2144 y 2145 del CC;
artículo 271 del CCO; artículo 10 de la ley N° 19.857, sobre empresas indi-
viduales de responsabilidad limitada). Surge, entonces, la interrogante en
orden a la validez y eficacia de la autocontratación en los casos no regulados
por el legislador3. Es por lo general compartido que, en tales hipótesis, la
autocontratación es en principio válida, por aplicación del principio de la
autonomía de la voluntad y de la interpretación a contrario (si el legislador la
prohíbe en ciertos casos, es porque la admite en términos generales), salvo que
exista un conflicto o contraposición de intereses en la gestión en que naturalmente
puede generar perjuicio al representado, al sacrificar los intereses ajenos en
provecho de los propios o, bien, al comprometer el patrimonio de uno de los
representados en beneficio del otro4. La situación es la misma en Francia5.
Los postulados anteriores, añejos y asentados, han recobrado vigor e inte-
rés práctico a raíz de la práctica implementada por las instituciones bancarias
y financieras de nuestro país, en orden a incorporar en los contratos que
suscriben con sus clientes una cláusula según la cual estos últimos confieren a
las primeras un mandato irrevocable para suscribir pagarés a su favor, por el
monto insoluto de los créditos derivados de los productos contratados, tales
como: el saldo deudor de la cuenta corriente bancaria, de la línea de crédito
asociada, de las tarjetas de créditos y, en general, de cualquier línea de crédito.
Avancemos, desde ya, que la Exma. Corte Suprema, en fallos reiterados,
ha condenado esa forma de autocontratación, declarando la nulidad de los
pagarés suscritos por los bancos en representación de sus clientes en ejerci-
cio de tales mandatos y negado lugar al procedimiento ejecutivo, lo que nos
motivó para examinar la eficacia de tal estipulación.
El análisis tiene enormes repercusiones prácticas. En efecto, dado que la
práctica referida está generalizada en el sistema financiero, la divulgación de
dicha jurisprudencia y su generalización importaría, en los hechos, que las ins-
tituciones crediticias carecerían de título ejecutivo para el cobro de sus créditos.
Pero hay más, la ley N° 20.555, de 5 de diciembre de 2011, que modificó la
LPDC, para dotar de atribuciones en materias financieras, entre otras, al SER-
3
A título ilustrativo, la cláusula según la cual se faculta al portador de copia autorizada
para requerir la inscripción conservatoria deriva en un autocontrato, Así se ha resuelto: “Como
el portador de la copia de la escritura representa tanto al adquirente como al tradente, ejecuta
un autocontrato o acto jurídico consigo mismo”. Corte de Apelaciones de Concepción, 29 de
septiembre de 2009, rol N° 214-2009.
4
Cfr. Alessandri (n. 2), Nº 7, p. 11; David Stitchkin Branover, El mandato civil, 5ª ed.,
N° 142, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2008, pp. 347-348.
5
Cfr. François Terré, Philippe Simler, Yves Lequette, Droit Civil, Les Obligations, 6ª ed.,
Nº 174, Paris, Editorial Dalloz, 1996, pp. 141-142; Jean Carbonnier, Droit Civil, Les Obligations,
22ª ed., Nº 120, Paris, Editorial Thémis, 2000, pp. 240-241.
190
NAC, conocida como Ley del Sernac Financiero, alteró de manera radical los
términos del debate, reafirmando los lineamentos de la jurisprudencia preceden-
te, y renovó el interés por el tema. En efecto, la nueva normativa proscribió los
mandatos en blanco y los mandatos irrevocables, considerando expresamente
en la tramitación parlamentaria la hipótesis objeto de nuestro estudio, como se
verá, y sancionó con la nulidad, por considerarlas cláusulas abusivas, las estipu-
laciones que infrinjan (artículos 17B letra g y 17E de la ley N° 19.496).
Como se apreciará, esta ponencia puede adscribirse a la Comisión de De-
recho del Consumo o a la de Derecho de las Obligaciones y de los Contratos,
según la óptica desde la cual se observe el problema: desde el prisma civil
de la autocontratación o desde la normativa de protección al consumidor y,
en particular, el Sernac Financiero.
Analizaremos, entonces, la eficacia, o mejor dicho, la ineficacia del manda-
to para suscribir pagarés otorgados por el deudor a su acreedor, distinguiendo
la situación anterior y posterior a la entrada en vigencia de la ley N° 20.555,
conocida como Sernac Financiero.
191
192
193
1. La jurisprudencia
La Exma. Corte Suprema, en fallos reiterados, a partir del año 2008, ha resuelto
que son nulos los pagarés suscritos por el acreedor en ejercicio del mandato que le
ha otorgado su cliente y que, por lo mismo, no procede dar curso a la ejecución.
194
195
196
197
fijar su posición, por lo que se trata sin lugar a dudas de un fallo de principio
y resolvió en términos prácticamente idénticos al del fallo de 26 de agosto de
2008, analizado con anteroridad, con la diferencia de que ya no se reprocha
al banco ejecutante el haberse excedido en sus facultades por haber liberado
de la obligación de protesto y por haber suscrito el pagaré ante notario, sino
que se condena de manera directa el autocontrato para suscribir pagarés11.
11
“Duodécimo: Que, sin perjuicio de la opinión que a esta Corte Suprema le
merezca el contenido de los razonamientos de la sentencia impugnada, y teniendo
presente que de acuerdo a lo reflexionado, el presente arbitrio será rechazado,
conforme la labor orientadora e inspiradora de la jurisprudencia que debe motivar
el contenido de las decisiones de este máximo tribunal, se estima pertinente realizar
algunas precisiones en torno al tema que se plantea a propósito de la auto contratación.
Del mandato especial y específico que habría otorgado don Luis Osvaldo Carrillo Roa al
BankBoston N.A. para que en su nombre y representación suscribiera un pagaré por el total
de lo adeudado a esa misma institución, procediendo la mandataria a otorgar, a su vez y con
dicho objeto, mandato a don Orlando Bórquez Miranda y don R, Ramón Antilef Valdebenito,
los que suscribieron el pagaré por el deudor, nos lleva a concluir que nos encontramos en
un autocontrato, pues BankBoston N.A. es el acreedor y actúa por el deudor mediante ese
mandato con representación.
En esta óptica es útil dejar consignado que la institución del autocontrato, resulta procedente
en todos los casos en que la ley lo autoriza expresamente, como igualmente prohibido cuando
el legislador no lo permite. Por razones fundadas en el principio de la autonomía de la voluntad
se argumenta que en los demás casos igualmente resulta lícito, pero, sobre la base de iguales
principios de la apariencia del buen derecho.
Se excluye o desconoce su procedencia, en el evento que exista incompatibilidad de
intereses o, a lo menos, en el caso en que la ejecución del autocontrato, se perjudique a quien
resulta obligado.
Son motivaciones, de interés público y buenas costumbres las que racionalizan la aceptación
amplia de la institución en análisis.
198
199
12
Jaime Wilkins afirma: “Si bien no existe una normativa emanada de los órganos de la
Unión Europea que regule de manera específica la suscripción de pagarés en blanco para la
contratación de créditos de consumo, el Parlamento Europeo no ha dejado de manifestarse
cauteloso respecto a la utilización de estos instrumentos en las relaciones jurídicas entabladas con
los consumidores. Un ejemplo de ello supone la Directiva 87/102/CEE del 22 de diciembre de
1.986, modificada por las Directivas 90/88/CEE y 98/7/CEE que, con el objetivo de armonizar
las normas en materia de créditos de consumo, establece en su artículo 10, la obligación de
los Estados Miembros de ofrecer a los consumidores una protección adicional a la otorgada
por las normas generales de protección al consumidor en los casos de utilización de letras
de cambio, pagarés o cheques para realizar pagos o conceder garantías” y concluye: “A la
fecha de la entrada en vigencia de la citada directiva, seis miembros de la Unión Europea ya
habían prohibido la exigencia de garantizar créditos de consumo con letras de cambio pagarés
o cheques, o se encontraban dispuestos a hacerlo. En la actualidad, la mayoría de los países
miembros de la Comunidad Europea prohíbe el uso de estos instrumentos o está dispuesto a
introducir tales prohibiciones”. Cfr. Wilkins (n. 6), pp. 5-6.
13
Corte Suprema, 17 de junio de 2009, rol N° 1799-2009.
14
Corte Suprema, 3 de julio de 2012, rol N° 3131-2012.
200
15
“Séptimo: Que, por otra parte, no puede dejar de consignarse las circunstancias de hecho
establecidas en autos, esto es, que el demandado Edgardo Zárate Barrera otorgó un mandato
especial e irrevocable al banco demandante con expresa facultad de delegar, a fin de que éste
o quien éste designe, en su nombre y representación suscribiera un pagaré por el total de lo
adeudado a esa misma institución, procediendo la mandataria a otorgar, a su vez y con dicho
objeto, mandato a Servicios de Cobranza Externa Limitada, la cual representada por Patricio
Salas Marticorena, suscribió el pagaré por el deudor. Conforme a tales elementos fácticos nos
encontramos ante un autocontrato, pues el Banco de Crédito e Inversiones es el acreedor
y actúa por el deudor mediante mandato con representación. En esta óptica y sin entrar a
ponderar la factibilidad de la delegación que no se encuentra autorizada en los antecedentes
de autos, sino que exclusivamente bajo la perspectiva de la ejecución de un mandato mediante
la determinación de una deuda a favor y por la mandataria por parte del mandante, evoca la
institución del autocontrato”. Corte Suprema, 8.07.2009, rol 3635-2008, “Banco de Crédito e
Inversiones con Zárate Barrera, Edgardo”.
201
16
Recuérdese que el artículo 2144 proscribe la autocontratación por sí o por interpuesta
persona.
17
Corte de Apelaciones de Santiago, 13 de noviembre de 2002, rol N° 4362-203 (consi
derando 2º). En la especie se trataba de un mandato para vender (artículo 2144). Stitchkin
(n. 4), Nº 143, p. 349.
202
18
Por la nulidad absoluta: Alessandri (n. 2), Nº 9, p. 13; Por la nulidad relativa: Stitchkin
(n. 4), Nº 143, p. 352; Raúl Díez Duarte, El contrato, Nº 115, Santiago, Editorial Jurídica Conosur,
1994, pp. 155-157, quien cita en el mismo sentido a Carlos Ducci Claro y Jacobo Schaulsohn.
19
“Sexto: Que el análisis del tema planteado bajo la sola perspectiva de la ejecución de
un mandato, nos lleva a concluir que el mandatario se excedió en sus facultades y, por lo
mismo, la sanción que correspondería aplicar sería la inoponibilidad, pero esta ineficacia dice
relación con terceros y en este caso se trata de dilucidar la validez de un acto que nace como
consecuencia de la ejecución de un mandato entre acreedor y deudor, por lo que no se está
ante un supuesto de inoponibilidad”. En el voto disidente se lee: “Por consiguiente, el mandante
podrá alegar que esos actos o contratos no le afectan porque el mandatario no estaba autorizado
para ejecutarlos o celebrarlos obligando su patrimonio y de ahí, pues, que en el caso de autos
se esté en presencia de actuaciones válidas, pero que no afectan al mandante, esto es, que le
son inoponibles. 2°.- Que, no obstante lo anterior, estima el disidente, la excepción hecha valer
por el recurrente y sobre la base de la cual descansan los argumentos del recurso de casación
en el fondo, es la del N° 14 del Código de Procedimiento Civil, referida a la nulidad de la
obligación que, como se vio, no se configura en el caso de autos, pues el problema suscitado es
uno de inponibilidad y no de nulidad, de manera tal que este defecto en el modo de proponer
el recurso impide acceder a las peticiones contenidas en él, imponiéndose, en consecuencia,
su rechazo”. Corte Suprema 26 de agosto de 2008, rol N° 1894-2007, “Administradora de
Créditos Comerciales ACC S.A. con Santibáñez Álvarez, Fernando”.
20
Corte Suprema, 16 de noviembre de 2011, rol N° 9299-2010; Corte de Apelaciones de
Arica, 16 de noviembre de 2006, rol N° 554-2006.
203
21
El artículo 17B de la ley N° 19.496 visa: “Los contratos de adhesión de servicios crediticios,
de seguros y, en general, de cualquier producto financiero, elaborados por bancos e instituciones
financieras o por sociedades de apoyo a su giro, establecimientos comerciales, compañías de
seguros, cajas de compensación, cooperativas de ahorro y crédito, y toda persona natural o
jurídica proveedora de dichos servicios o productos”.
204
205
22
Cuenta en sesión 64 del Senado, legislatura 359, 31 de agosto de 2011, Boletín N° 7.094-03.
206
23
“Pero, después, el Senado establece, además, que se prohíben los mandatos en blanco.
No sé si el señor ministro o alguno de los miembros de la Comisión me puede explicar lo que
significa eso, porque los mandatos en blanco no existen, son nulos. Un mandato no puede
ser en blanco; eso va contra la esencia del contrato. Entiendo que el Senado quiere decir que
un mandato en blanco es nulo; pero no es necesario decirlo, porque, por esencia, de acuerdo
con las normas generales, es nulo.
Entonces, me parece que puede que quiera decirse en ese artículo que no pueden otorgarse
mandatos generales. No es exactamente lo que dice el Código Civil. Los mandatos pueden ser
de carácter general o para un encargo determinado. Quizás, lo que el Senado quiso establecer
es que los mandatos no pueden ser generales. Pero decir que se prohíben los mandatos en
blanco es un absurdo, porque son nulos.
Es importante aclarar esta disposición -agregada por el Senado en los meses que tuvo para
estudiar el proyecto-, porque no entiendo mucho su sentido.
Asimismo, más allá de la buena intención, esta disposición puede crear un lío, porque el
acreedor, el banco, podría incorporar cualquier cláusula, por mínima que fuera, que le permita
decir: ‘El mandato no está en blanco, así que cumplí con la ley’. De esa forma, el mandato
podría quedar absolutamente genérico.
Por lo tanto, sería mejor que esta disposición dijera que los mandatos en blanco son nulos. Y
si no se quiere que existan mandatos generales, que diga que se prohíben los mandatos generales.
Ésa es mi preocupación”. Sesión 108, legislatura 359, 15 de noviembre de 2011, Historia, p. 586.
207
24
Stitchkin (n. 4), Nº 223-226, p. 462-464. En el mismo sentido; Julio Olavarría Ávila,
El mandato comercial, tesis, Santiago, Universidad de Chile, 1936. Consúltese los fallos citados
por dichos autores y, más recientemente, Corte de Apelaciones de Temuco, 15 de diciembre
de 2008, rol N° 1534-2008.
25
Hugo Gálvez Gajardo, De la terminación del mandato, tesis, Santiago, Pontificia Univer
sidad Católica de Chile, 1946, vol ii, Nº 19, pp. 34-40.
26
Joel González Castillo, “Mandatos irrevocables: un cuestionamiento a su general
aceptación”, en Fabián Elorriaga (coord.), Estudios de Derecho Civil VII, Jornadas Nacionales de
Derecho Civil Viña del Mar, Santiago, Editorial Legal Publishing, 2011, pp. 351-360.
27
Para ilustrarlo, piénsese en que “A” vende un inmueble a “B”, quien compra con finan
ciamiento del banco “C”. Otorgada la escritura pública de compraventa, mutuo e hipoteca
e inscrito el inmueble en el Conservador de Bienes Raíces a nombre de “B”, este revoca el
mandato que había conferido al banco “C” para entregar el importe del mutuo directamente al
vendedor “A” y exige al banco que le entregue, entonces, directamente al mismo mutuario “B”
esos fondos. En definitiva, el vendedor “A” ha transferido el dominio del inmueble y no recibe
el precio, “B” tiene el inmueble inscrito a su nombre y el dinero prestado en su bolsillo (lo que
le permite, incluso, pagar al banco y alzar inmediatamente los gravámenes); y el banco “C”
no merece reproche alguno, toda vez que la misma ley establece que el mandato es revocable.
208
28
V.gr. intervención del diputado Ricardo Rincón, sesión 106, legislatura 359, noviembre
de 2011, Historia, p. 572.
29
La práctica contractual de las instituciones bancarias ha recogido el salvavidas que le
tendió el reglamento. Para ilustrarlo, transcribimos la cláusula pertinente de una escritura
de compraventa, mutuo e hipoteca (Cfr. n. al pie supra nº 27): “El mandato que el deudor
otorga en esta cláusula por ser de interés tanto para el deudor, como para el vendedor y el
Banco, podrá ser revocado solo una vez producida la entrega efectiva y material del importe
correspondiente al vendedor. La revocación que haga el deudor producirá sus efectos a contar
del décimo quinto día de su notificación al Banco, la que deberá practicarse por escrito en
soporte papel y en la Sucursal del Banco a la que se encuentre adscrito el deudor. El Banco
acepta este mandato en los términos señalados. El Banco rendirá cuenta del pago efectuado al
comprador con documento que acredita el desembolso del crédito entregado en forma física
209
o por el medio tecnológico que el deudor haya indicado. La obligación, para este efecto y
respecto del mutuario, rige desde la fecha del presente instrumento”.
30
En la ley también hay declaraciones rimbombantes que, bajo la apariencia de proteger
al consumidor, otorgándole derechos, no hacen sino repetir el derecho común: el artículo 17 D
inciso 3 consagra: “Los consumidores tendrán derecho a poner término anticipado a uno o más
servicios financieros por su sola voluntad y siempre que extingan totalmente las obligaciones
con el proveedor asociadas al o los servicios específicos que el consumidor decide terminar,
incluido el costo por término o pago anticipado determinado en el contrato de adhesión”.
31
El artículo 18 inciso 2 de los reglamentos aluden al mandato cuya ejecución interesa
“al Consumidor-mandante y al Proveedor-mandatario o a un tercero, o a cualquiera de estos
últimos exclusivamente”. Esta última expresión entiende que el mandato puede interesar
exclusivamente al mandatario, en circunstancias que no existe mandato si el negocio interesa
de forma exclusiva al mandatario; semejante mandato “es un mero consejo, que no produce
obligación alguna” (artículo 2119 inciso 1º).
210
32
En relación con la contraposición de intereses, recuérdese que el artículo 271 del Código
de Comercio prohíbe al comisionista “salvo el caso de autorización formal, hacer contratos por
cuenta de dos comitentes o por cuenta propia y ajena, siempre que para celebrarlos tenga
que representar intereses incompatibles”. La Ley de Sociedades Anónimas regula también las
incompatibilidades o conflictos de interés (v. gr. artículos 42 y 44 de la ley N° 18.046). Se suele
invocar también las reglas de los artículos 2149 y 2134 del Código Civil. El primero prescribe
que el mandatario debe abstenerse de cumplir el mandato cuya ejecución sería manifiestamente
perniciosa al mandante y el segundo que el mandato comprende también los medios por los
cuales el mandante ha querido que se lleve a cabo el negocio encomendado. En el mismo sentido,
el artículo 2147 prescribe que podrá el mandatario usar los medios que le permitan realizar su
encargo con mayor beneficio y menor gravamen para el mandante, con tal que no se aparte de
los términos del mandato, pero, en este caso, se le prohíbe al mandatario apropiarse de cuanto
exceda el beneficie o minore el gravamen, agregando: “por el contrario, si negociare con menos
beneficio o más gravamen que los designados en el mandato, le será imputable la diferencia”.
Los tribunales también han condenado la autocontratación cuando existe contraposición
de intereses: Corte Suprema, 20 de julio de 2005, rol N° 5367-2003, en la partición; Corte
de Apelaciones de Valdivia, 22 de agosto de 2007, rol N° 392-2007, que resolvió que la
autocontratación colabora a configurar la mala fe en la acción pauliana.
Consúltese María Sara Rodríguez Pinto, “Los principios de derecho europeo de los
contratos y el conflicto de intereses en la representación”, en Anuario de Derecho Civil, tomo
lv, fascículo iv, Madrid, octubre-diciembre, 2002, pp. 1751-1765.
211
Cuenta en sesión 64 del Senado, legislatura 359, 31 de agosto de 2011, Boletín N° 7.094-03.
33
212
especialmente del acreedor, es una institución de antigua data, que en nuestra legislación ha
permanecido vigente desde la dictación del Código de Comercio, en 1865, precisamente por ser
un gran facilitador de los negocios. La necesitad de respaldar los créditos con títulos ejecutivos
llevaría a la industria, con gran probabilidad, a recurrir a pagarés a la vista, suscritos por el
deudor, con un máximo del cupo de la línea de crédito otorgada al momento de la apertura, los
cuales deberían ser cambiados cada vez que aumente el cupo o, al menos, una vez al año, plazo
de prescripción de la acción que cambiaría los pagarés a la vista, con el consiguiente costo por
concepto de impuesto de timbres y estampillas, generación de pagarés y autorización notarial,
de cargo del deudor. Por lo tanto, estaríamos entrabando una gestión que, finalmente, será
de mucho mayor costo para el deudor”. Sesión 106, legislatura 359, 9 de noviembre de 2011.
34
A título ilustrativo, transcribimos una cláusula: “Sexto: De la Rendición de Cuenta.
El Banco, en su calidad de mandatario, rendirá cuenta al Cliente en el evento que ejerza un
mandato que este último le hubiere otorgado en uno o más de los Contratos. Conforme lo antes
señalado, cada vez que el Banco suscriba una solicitud, contrato, pagaré u otro documento
que proceda, enviará una copia del mismo al correo electrónico del Cliente registrado en
el Banco, a menos que éste solicitare su envío en papel, dentro del plazo de 10 días hábiles,
entendiéndose lo anterior como suficiente rendición de cuenta para todos los efectos legales
a que hubiere lugar. Asimismo, el envío al Cliente de los estados de cuenta, comprobantes,
avisos y documentos que contengan los movimientos, información de las transacciones u
operaciones, se tendrán como suficiente rendición de cuenta de las mismas, pudiendo en todo
caso el Cliente solicitar las rectificaciones o aclaraciones que estime necesarias. La rendición
se entenderá aprobada si el Cliente no la objeta dentro de los 30 días siguientes a su envío”.
213
Esta última regla importa que para el consumidor es irrelevante que el man-
dato se haya conferido al mismo proveedor o a un tercero.
35
Cuenta en sesión 97, legislatura 358, 8 de noviembre de 2010.
214
Al concluir estas líneas, confiamos en que, más temprano que tarde, los
proveedores de servicios financieros se convenzan de que el sistema de cobro
fundado en un mandato para suscribir pagarés que le confieren sus clientes,
no solo conculca los derechos de estos últimos sino que, además, no les genera
certeza de cobro, conforme a lo resuelto por la jurisprudencia y reafirmado
por la entrada en vigencia de la ley N° 20.555.
215
I. Introducción
1
Así se visualiza en el artículo 44 del Estatuto Colombiano del Consumidor; en el
artículo 37 de la ley argentina de Defensa del Consumidor; en el artículo 6 de la directiva
93/13 de la Unión Europea, y en el texto refundido de la ley general para la defensa de los
consumidores y usuarios, real decreto legislativo 1/2007. Considerando a la legislación española,
Clemente Meoro, distingue entre un control de inclusión, que supone que aquellas cláusulas
incomprensibles se entenderá que no forman parte del contrato; un control de interpretación,
y un control de contenido. Este último, exige que si la cláusula no se formula de buena fe, ni
respeta el justo equilibrio de las prestaciones, es nula. Mario Clemente Meoro, “El régimen de
ineficacia de las cláusulas abusivas”, en Francisco Javier Orduña Moreno (dir.), Contratación
y consumo, Valencia, Editorial Tirant Lo Blanch, 1998, pp. 298-311.
217
2
Carlos Pizarro Wilson, “El fracaso de un sistema. Análisis empírico del control de cláu-
s ulas abusivas en contratos por adhesión”, en Revista de Derecho, vol. xx, N° 2, Santiago, 2007,
pp. 46-47.
3
Rodrigo Momberg Uribe, “El control de las cláusulas abusivas como instrumentos de
intervención judicial en el contrato”, en Revista de Derecho Universidad Austral de Chile, vol xxvi,
N° 1, Valdivia, 2013, pp. 18-19.
4
Se refiere a sentencia de fecha 14 de mayo de 2012, en que una alumna de un estableci
miento de educación superior, demanda a este último. La demandante estudiaba una carrera
218
219
9
Así, el artículo 82.1 del texto refundido de la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios Español, dispone: “Se considerarán cláusulas abusivas todas aquellas
estipulaciones no negociadas individualmente y todas aquellas prácticas no consentidas
expresamente que, en contra de las exigencias de la buena fe causen, en perjuicio del
consumidor y usuario, un desequilibrio importante de los derechos y obligaciones de las
partes que se deriven del contrato”; en artículo 33.1 del Codice del Consumo italiano; artículo
37 de la Ley de Defensa del Consumidor argentina; artículo 42 del Estatuto del Consumidor
Colombiano, entre otros.
10
Como sentencia de 14 de enero de 2010, confirmada por la Corte de Apelaciones de
Santiago el 19 de agosto de 2010; de 16 de agosto de 2010, de la Corte de Apelaciones de
Copiapó, que declara la nulidad, fundado en que la cláusula penal incorporada en el contrato
de promesa solo le era aplicable al prometiente comprador, N° descriptor MJJ24611; 9 de
octubre de 2013 de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, que declara la nulidad de una
cláusula que establece que se suspende el servicio educacional ofrecido por una institución
de educación superior, si la alumna contratante incurre en mora en el pago del arancel, N°
descriptor MJJ 36252.
11
Parámetros que, no obstante, generan una serie de dificultades interpretativas en la
doctrina extranjera, así Meoro (n. 1), pp. 303-311; Carmen Callejo Rodríguez, “Cláusulas
abusivas y condiciones generales de la contratación: de la ley 26/1984, de 19 de julio, General
para la defensa de los consumidores y usuarios al actual texto refundido aprobado por el RD
Leg 1/2007, de 16 de noviembre”, en María de la Sierra Flores Doña (dir.), Derecho renovado
del consumidor. Entre la economía y el derecho, Madrid, Editorial DILEX, SL, 2011, pp. 209-214.
220
12
Antonio Manuel Morales Moreno, “El alcance protector de las acciones edilicias”, en
Anuario de Derecho Civil, tomo xxxiii, fascículo iii, Madrid, 1980, pp. 596-599.
13
Rodrigo Bercovitz, “La naturaleza de las acciones redhibitoria y estimatoria en la
compraventa”, en Anuario de Derecho Civil, tomo xxii, fascículo iv, Madrid, 1969, pp. 777-837.
221
14
El artículo 17 E establece: “El consumidor afectado podrá solicitar la nulidad de una o
varias cláusulas o estipulaciones que infrinjan el artículo 17 B. Esta nulidad podrá declararse
por el juez en caso de que el contrato pueda subsistir con las restantes cláusulas o, en su
defecto, el juez podrá ordenar la adecuación de las cláusulas correspondientes, sin perjuicio
de la indemnización que pudiere determinar a favor del consumidor.
Esta nulidad solo podrá invocarse por el consumidor afectado, de manera que el proveedor
no podrá invocarla para eximirse o retardar el cumplimiento parcial o total de las obligaciones
que le imponen los respectivos contratos a favor del consumidor”.
15
Artículo 121: “Rebaja del precio y resolución del contrato. La rebaja del precio y la
resolución del contrato procederán, a elección del consumidor y usuario, cuando éste no pudiera
exigir la reparación y la sustitución y en los casos en que estas no se hubieran llevado a cabo
en plazo razonable o sin mayores inconvenientes para el consumidor y usuario. La resolución
no procederá cuando la falta de conformidad sea de escasa importancia”.
Artículo 122: “Criterios para la rebaja del precio. La rebaja del precio será proporcional
a la diferencia existente entre el valor que el producto hubiera tenido en el momento de la
entrega de haber sido conforme con el contrato y el valor que el producto efectivamente
entregado tenía en el momento de dicha entrega”.
222
16
7. “Il consumatore puo’ richiedere, a sua scelta, una congrua riduzione del prezzo o la
risoluzione del contratto ove ricorra una delle seguenti situazioni: a) la riparazione e la sosti
tuzione sono impossibili o eccessivamente onerose; b) il venditore non ha provveduto alla
riparazione o alla sostituzione del bene entro il termine congruo di cui al ((comma 5))”.
17
Pilar Martín Aresti, Las garantías de los productos de consumo, Navarra, Editorial Aranzadi
Thomson-Reuters, 2010, p. 167.
18
Pamela Prado López, “La rebaja del precio como remedio contractual en el derecho
chileno: una aproximación”, en Carmen Domínguez, Joel González, Marcelo Barrientos,
223
Juan Luis Goldenberg (coord.), Estudios de derecho civil VII. Jornadas nacionales de derecho civil,
Santa Cruz, 2012, Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 383.
19
Antonio Manuel Morales Moreno, “Tres modelos de vinculación del vendedor en las
cualidades de la cosa”, en Anuario de Derecho Civil, tomo lxv, fascículo i, Madrid, 2012, pp. 11-
19. En efecto, el profesor Antonio M. Morales Moreno distingue tres modelos de vinculación
del vendedor a la cosa vendida, el primero es el sistema del caveat emptor, en que la falta de
cualidades de la cosa vendida corre, por regla general, a cargo del vendedor; el segundo es
el sistema del saneamiento por vicios ocultos, en que el vendedor se vincula por un estado
cualitativo que debe tener la cosa, y que implica que ante la existencia de vicios en la misma,
el comprador puede desvincularse del contrato, o reconfigurar la equivalencia equitativa del
mismo; y el tercero, aquel en que el vendedor se obliga a entregar una cosa conforme al contrato.
20
Y no solamente la CISG, también se encuentra regulada la reparación y sustitución del
bien, en el artículo 7.2.3 de los Principios UNIDROIT, y 9:102 de los Principios de Derecho
Europeo de los Contratos.
224
21
Morales (n. 19), p. 19.
22
Antonio Manuel Morales Moreno, La modernización del derecho de obligaciones, Navarra,
Editorial Thomson-Civitas, 2006, p. 196.
23
Morales (n. 19), p. 20.
24
José de Verda y Beamonte, Saneamiento por vicios ocultos. Las acciones edilicias, Navarra,
Editorial Aranzadi-Thomson-Reuters, 2009, pp. 279-281.
25
Martín Aresti (n. 17), p. 169.
26
José María Bech Serrat, “Reparar y sustituir cosas en la compraventa: evolución y
últimas tendencias”, en Revista para el Análisis del Derecho, Nº 1, Barcelona., 2010, p. 15.
225
ticamente del único derecho con que contará el consumidor en caso de que
reparación y sustitución no sean posibles, y que tampoco proceda el ejercicio
de la acción resolutoria por tratarse de defectos que no tengan la relevancia
que faculta demandar la resolución contractual27. Además, se trata de una
acción sencilla en su interposición, pues no tiene mayores exigencias, factor
relevante tratándose de un demandante que se encuentra en una posición de
desventaja ante el proveedor: este solo elemento la dota de un atractivo que
no se puede desconocer. Esto mismo se puede postular en nuestro Derecho,
aunque la LPDC no lo señale expresamente.
Pero, además, en Derecho extranjero –y al parecer, aún de forma tímida
en el nuestro–28, se le está reconociendo a la acción de rebaja proporcional
del precio un ámbito más amplio de acción29, como se divisa en algunos
proyectos de modificación al Derecho de Obligaciones30 y en algunos ins-
trumentos de Derecho Uniforme31, tendencia a la cual no escapa el Derecho
del Consumo. Por consiguiente, las acciones que establece nuestro Derecho
nacional del consumo, no obsta a la posibilidad de ser ejercitada la acción
de rebaja proporcional del precio.
Aun podría contra argumentarse, sustentando que, si bien la acción de
rebaja de precio es aplicable en el marco de la regulación general del con-
sumo chileno, no se trata de una acción que tenga aplicación en otro de los
grupos de casos en que, a mi juicio, ella sería pertinente, como es el de la
declaración de nulidad parcial de cláusulas abusivas. Sin embargo, en este
ámbito la argumentación en favor de la admisibilidad de la acción de rebaja
es más favorable aún, sobre todod atendido lo dispuesto en el artículo 16 letra
g) de la LPDC, en tanto declara que no produce efecto la cláusula que genera
desproporción en las relaciones entre proveedor y consumidor.
Como se sabe, antes de la ley N°19.955 de 2004, hubo muchas dudas
interpretativas referidas al alcance que tenía el inciso primero del artículo
1632, dudas que se disiparon mediante la agregación del artículo 16A, pues
establece que estamos en presencia de una nulidad –se entiende que abso-
luta– que requiere de declaración judicial, y que en caso que sea parcial,
27
Martín (n. 17), p. 168.
28
Ello se puede visualizar en los denominados Principios Latinoamericanos del Derecho
de los Contratos, en que se la contempla como un remedio de aplicación general.
29
Morales (n. 22), p. 31.
30
Entre los proyectos de reforma al Derecho francés, la contempla como remedio de
aplicación general el proyecto Terré; la Propuesta Española de Modernización de Obligaciones
y Contratos, la incorpora también como remedio general, en el artículo 1197.
31
Desde luego, que la CISG en el artículo 50; en artículo 9:401 de los PECL y 3:601 del
Draft Common Frame of Reference.
32
Pizarro (n. 6), p. 352.
226
el contrato subsistirá con las restantes cláusulas. Para que ello sea posible,
como ya he adelantado, y en correlación con la finalidad perseguida por la
norma, se requiere una readecuación del contrato que el consumidor podrá
solicitar mediante la acción de rebaja proporcional del precio. Ello es del
todo coherente, por lo demás, con la especialidad de las relaciones jurídicas
de consumo, pues habida cuenta de que, por lo general, el objeto del con-
trato son bienes y servicios indispensables para el consumidor, no es posible
prescindir de la convención.
Una segunda cuestión que es necesario analizar, es la articulación de la
rebaja del precio con los demás derechos que establece la LPDC en favor del
consumidor. Desde luego que la pregunta por la articulación de la acción de
rebaja de precio con los demás Derechos, no se genera para todos los casos
en que esta acción puede tener aplicación en el Derecho de Consumo, sino
solo en algunos.
En efecto, como se ha ido evidenciando en estas líneas, y se verá a conti-
nuación, hay distintos grupos de casos en que la acción de rebaja proporcional
del precio es procedente en las relaciones jurídicas de consumo. Entre ellas,
me interesa resaltar el caso en que el producto comprado presente defectos,
o estemos en presencia de cualquiera de las situaciones establecidas en el
artículo 20 de la LPDC, pues en ellas el consumidor tiene derecho a solici-
tar la reparación, la sustitución del bien y, aun, la posibilidad de obtener la
devolución del precio. Por consiguiente, en nuestro Derecho debemos pre-
guntarnos si en los casos en que sería procedente el ejercicio de la acción de
rebaja de precio, el consumidor tiene pleno derecho de opción entre ella y
los derechos a obtener la reparación o sustitución del bien o, por el contrario,
hay un orden de prelación, esto es, siendo posible obtener la reparación o
sustitución del bien, el consumidor necesariamente debe ejercer este derecho,
y solo en caso que estas medidas no sean posibles, procederá la solicitud de
rebaja proporcional del precio.
En el Derecho español hay norma expresa, como ya he indicado, pues la
acción de rebaja del precio es subsidiaria en dos supuestos que contempla la
ley: en caso que sea inviable la reparación y sustitución del bien, y en caso
que reparación o sustitución no se hayan realizado en plazo razonable33. A su
turno, la directiva 1999/44/CE, también establece que es posible el ejercicio
de la acción de rebaja de precio y la resolución en forma subsidiaria34.
Para nuestro Derecho, lo cierto es que no hay mayores antecedentes que
permitan inclinar la balanza a una u otra respuesta, empero, me inclino a
pensar que para los casos contenidos en el artículo 20 de la LPDC, debiese
33
Martín (n. 17), pp. 146-147.
34
Bech (n. 26), p. 15.
227
228
Varios son los atributos que se pueden destacar de la acción de rebaja propor-
cional del precio. Desde luego que los que se suelen mencionar son aquellos
relacionados con la facilidad de su interposición, pues, en tanto acción de
garantía distinta e independiente de otras acciones y remedios con que cuenta
el acreedor contractual para ver satisfecho su interés, particularmente de la
acción indemnizatoria, está el hecho de que no requiere la prueba de la culpa
del deudor, bastando la acreditación del desequilibrio que se ha producido.
Pero hay dos ventajas que en sede de relaciones de consumo me pare-
ce que son especialmente relevantes, y que me llevan a sostener que es un
mecanismo que completa el sistema protector que el ordenamiento jurídico
proporciona a los consumidores y usuarios. En primer término, para efectos
de la declaración de nulidad parcial de una o más estipulaciones contenidas
en el contrato, es una acción que permite una mejor aplicación del mecanis-
mo protector contenido en la LPDC, en tanto la demandante faculta al juez
a través de una vía procesal idónea, a readecuar al contrato permitiendo que
efectivamente este rija hacia lo futuro en forma equitativa.
En segundo término, y ello aplicable para todos los grupos de casos en
que la acción de rebaja proporcional del precio procediere, es que posibilita
mantener vigente el contrato, volviendo al equilibrio o simetría entre las partes
contratantes, ambos aspectos esenciales en sede de consumo.
229
Quiero analizar en este trabajo un aspecto preciso, que tiene relación con
el tipo de ineficacia que producen las cláusulas abusivas en el marco de la
LPDC y su régimen de operación.
La norma en cuestión dispone lo siguiente: “Artículo 16.- No producirán
efecto alguno en los contratos de adhesión las cláusulas o estipulaciones que...”1.
Se ha planteado que la ineficacia que allí queda plasmada sería una nuli-
dad absoluta, por lo que la sanción habría que reconducirla a las reglas sobre
nulidad contenidas en el título xx del libro iv del Código Civil2.
A modo personal estimo que esta propuesta interpretativa no es la correcta,
por las razones que explicaré.
1
Énfasis mío.
2
Así las califican entre otros Mauricio Tapia Rodríguez y José Miguel Valdivia Olivares,
Contratos por adhesión, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1999, p. 161; Ana María Hübner
Guzmán, “Derecho a la contratación en la Ley de Protección al Consumidor”, en Hernán
Corral (ed.), Derecho del Consumo y protección al consumidor, Cuadernos de Extensión Jurídica,
Nº 3, Santiago, Universidad de los Andes, Facultad de Derecho, 1999, pp. 125-144; opinión
que sigue Jorge Wahl Silva, “La protección de los derechos de los consumidores en Chile,
Aspectos sustantivos y procesales luego de la reforma contenida en la Ley 19.955 de 2004”,
en Jorge Baraona y Osvaldo Lagos (eds.), La protección de los derechos de los consumidores en
Chile, Cuadernos de Extensión Jurídica, Nº 12, Santiago Universidad de los Andes, Facultad de
Derecho, 2006, pp. 70-71.
3
Cfr. Jorge Baraona González, “La nulidad de los actos jurídicos, Consideraciones
históricas y dogmáticas”, en Colección Internacional, N°34, Bogotá, Pontificia Universidad
Javierana y Grupo Editorial Ibáñez, 2011, pp. 43-48.
231
4
Por todos Enrique Rossel Saavedra, Teoría de las nulidades, Santiago, Memoria Balcells,
1926, pp. 39-40 y Enrique Ortúzar Escobar, De la inobservancia de la ley en relación con los
actos jurídicos (la forma o naturaleza de la ley es norma determinante de la sanción a su inobservancia),
memoria, Santiago, 1938, pp. 53-142.
5
Cfr. Georges Lutzesco, Teoría y práctica de las nulidades, 9ª ed. reimpresión, México,
Porrúa, 2000, pp. 116-119.
6
Michelle Cumyn, La validite du contrat suivant le droit strict ou l’equite: etude historique et
comparee des nullites contractuelles, Paris, Editorial LGDJ, 2002.
7
Por todos Arturo Alessandri Besa, La nulidad y la rescisión en el Derecho Civil chileno, 3ª
ed. actualizada por Jorge Whal Silva bajo la supervisión del autor, Santiago, Editorial Jurídica
de Chile, 2008, tomo i, pp. 481-623.
232
8
Cfr. Rubén Stiglitz y Gabriel Stiglitz, Contratos por adhesión, cláusulas abusivas y protección
al consumidor, Buenos Aires, Depalma, 1985.
9
Para el Derecho brasileño se afirma que la acción de nulidad de estas cláusulas no es
prescriptible, precisamente basado en que la nulidad la declara la ley, tiene su fuente en el orden
público y el interés social, Cfr. Rizzatto Nunes, Comentários Ao Código Defesa do Consumidor, 6ª
ed., São Paulo, Editorial Saraiva, 2011, pp. 656-662.
10
Christian Larroumet, Responsabilidad civil contractual, Algunos temas modernos, Santiago,
Editorial Jurídica de Chile, 1998, p. 60, tiene dicho: “...la sanción por infracción de una regla
imperativa en materia de contratos es la nulidad de la estipulación contraria a dicha regla
imperativa. Se trata de una nulidad de pleno derecho, lo que significa que el juez tiene la
obligación de declararla sin disponer de un poder de apreciación que le permitiría decidir si
la estipulación prohibida debe o no ser anulada”.
11
Salvatore Orlando, “The Use of Unfair Contractual Terms as an Unfair Commercial
Practice”, in European Review of Contract Law, Nº 1, Berlin, 2011, pp. 25-56.
233
A. El texto
12
Para una teoría de las ineficacias, Jorge Horacio Alterini, Teoría general de las ineficacias,
Buenos Aires, Editorial La Ley, 2000, passim.
13
Así las califican entre otros Tapia y Valdivia (n. 2), p. 161; Hübner (n. 2), p. 136, opinión
que sigue Wahl (n. 2), pp. 70-71. Últimamente en la misma línea Carlos Pizarro Wilson,
“Artículo 16 A”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus
(coord.), La protección de los derechos de los consumidores, Santiago, Editorial Thomson-Reuters,
2013, pp. 352-355.
14
Cfr. Jaime Lorenzini Barría y Joaquín Polit Corvalán, “El régimen de la nulidad y
la resolución en el derecho del consumidor chileno” en Carmen Domínguez et al. (coord.),
Estudio de Derecho Civil VIII, Jornadas Nacionales de Derecho Civil, Santa Cruz. Santiago, Editorial
Legal Publishing-Thomson-Reuters, 2013, pp. 465-480.
15
Cfr. M. Victoria Bambach Salvatore, “Las cláusulas abusivas”, en Enrique Barros (coord.),
Contratos, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1991, pp. 47-79.
234
A. Principios generales
16
Juan Ignacio Contardo González, “Comentario de Sentencia Sernac con Cencosud”,
en Revista Derecho Público Iberoamericano, año ii, N° 3, Santiago, 2013, pp. 203-237.
17
SERNAC con CENCOSUD, Corte Suprema de 24 de abril de 2013, rol 12.355-11,
CL/JUR/880/2013. La crítica es del profesor Hernán Corral Talciani, “Notas sobre el caso
Sernac con Cencosud: valor del silencio y prescripción de la nulidad de cláusulas abusivas”,
en Revista de Derecho, Nº 3, Santiago, Universidad de Chile, Escuela de Postgrado, semestre
1, 2013, pp. 221-229, quien aboga por la aplicación de la norma de saneamiento de la acción
de nulidad absoluta.
235
desde la celebración del acto o contrato, podría pervivir. Sería una manera
de dejar sin aplicación lo dispuesto en el artículo 16 del ley Nº 19.496, cuan-
do prescribe que ellas no tendrán “efecto alguno”. Es decir, es una nulidad
ab initio y ab radice. Es, por lo demás, la solución que se ha propuesto en el
Derecho Comparado, para los casos severos.
En efecto una visión panorámica me lleva a concluir que en la mayoría de
los países que han optado por una legislación especial en favor del consumidor,
la sanción es drástica. Así la ley Nº 1.480 sobre Estatuto del Consumidor, de
Colombia, de 2011, en su artículo 43 las declara como ineficaces “de pleno
derecho”18; el artículo 37 de la ley Nº 24.240, sobre Normas de Protección y
Defensa de los Consumidores de Argentina, de 199319, las sanciona como “no
convenidas”; la ley española sobre Condiciones Generales de la Contratación,
combina la sanción de “no incorporación”, para determinadas cláusulas en lo
formal mal incorporadas al contrato y la “nulidad de pleno derecho” cuando
son de contenido ilícito20, ello en conexión con el artículo 10 de la Ley General
para la Defensa de los Consumidores y Usuarios21; el artículo L132-1, del Code
de la Consommation francés, reputa a las cláusulas abusivas más graves, como
“non écrites”22. El párrafo 8 (1) de la Unfair Terms in Consumer Contracts
Regulations de 1999, del Reino Unido, sanciona las cláusulas abusivas de la
siguiente manera: “An unfair term in a contract concluded with a consumer
by a seller or supplier shall not be binding on the consumer”23, es decir, la
cláusula no se hace vinculante u obligatoria24.
Pero no es solo esta una razón para desistirse de aplicar el régimen de la
nulidad absoluta a la nulidad de las cláusulas abusivas, tampoco es funcional
18
www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=44306 [consultado 3 de diciem-
bre de 2013].
19
http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/anexos/0-4999/638/texact.htm [consultado
3 de diciembre de 2013].
20
Para el derecho español, José María Miquel, “Capítulo ii, no incorporación y nulidad
de determinadas condiciones generales”, en Aurelio Menéndez y Luis Díez-Picazo (dirs.), Co
mentarios a la Ley sobre Condiciones Generales de la Contratación, Madrid, Editorial Civitas, 2002,
pp. 474-475, declara que la sanción de una cláusula abusiva es la nulidad de pleno derecho
(artículos 9 y 10 de la ley española sobre Condiciones Generales de Contratación), pero aclara
que sería relativa, pues, la ineficacia opera únicamente en perjuicio del adherente.
21
www.boe.es/boe/dias/2007/11/30/pdfs/A49181-49215.pdf [consultado 3 de diciembre de 2013].
22
La norma fue modificada en su texto actual por LOI n°2010-737 du 1er juillet 2010 -
artículo 62, www.legifrance.gouv.fr/affichCodeArticle.do;jsessionid=B75E3DD0133665AB74
EB805DDD0103BC.tpdjo14v_3?idArticle=LEGIARTI000022441381&cidTexte=LEGITEXT
000006069565&dateTexte=20131203 [consultado 3 de diciembre de 2013].
23
www.legislation.gov.uk/uksi/1999/2083/pdfs/uksi_19992083_en.pdf [consultado 3 de
diciembre de 2013].
24
Ibid.
236
B. Legitimación activa
25
Miguel Pasquau Liaño, Nulidad y anulabilidad del contrato, Madrid, Editorial Civitas, 1997,
p. 232, tiene dicho lo que sigue, para el Derecho español: “Liberado de la lectura reduccionista
que lo quiere referir exclusivamente a los casos de anulabilidad, el artículo 1302 no es más que
237
la expresión de claros principios generales, como el que prohíbe ir contra propios actos y el
que prohíbe el abuso del derecho. El que la nulidad esté dispuesta para proteger a una parte
contractual frente a otra (bien por razones a coyunturales que tengan que ver con el proceso de
formación de la voluntad, bien por razones más objetivables que tome en cuenta la “categoría”
a la que pertenece la parte protegida: consumidor, prestatario, asalariado, arrendatario, etc.),
no tiene por qué conducir necesariamente a la anulabilidad. Ello se advierte con claridad en
las llamadas relaciones contractuales asimétricas, en las que la desigualdad en la que concurren
las partes al contrato es una desigualdad no económica, sino una desigualdad de condición o
categoría: se quiere proteger a una categoría de personas frente a determinados desequilibrios
típicos que se generan en los contratos en que intervienen (déficit de información, situación de
necesidad, falta de negociación precontractual): la nulidad se utiliza entonces como una técnica
de control del contenido contractual que favorece a una parte predeterminada frente a la otra;
pero la nulidad no es disponible, sino que el Derecho ha optado ya por ella, con independencia
de la voluntad de cada contratante protegido. De lo contrario, por ejemplo, no sería posible
–o exigiría alguna complicada explicación– una acción colectiva que persiguiera la declaración
de nulidad de una determinada cláusula contractual colectiva. Parece pues que la cláusula o el
contrato son nulos de pleno derecho, pero cuesta poco trabajo llegar a la conclusión de que la
parte protegida por dicha nulidad no está legitimada para instalarla: basta para ello con recordar
que la nulidad no es un estado del acto, algo que se imponga sobre toda otra consideración
como se impone la naturaleza, sino una reacción de carácter reactivo e instrumental, bien para
perseguir positivamente determinada finalidad en el ámbito negocial, bien para impedir que la
fuerza obligatoria de los contratos dé cobertura a intereses espurios: lógico parece, desde este
perspectiva, ajustar la legitimación a los fines cuando éstos caractericen la nulidad, y permitir
un control de legitimidad del interés que quiere hacerse valer al accionar la nulidad, un control
a efectuar preciosamente desde la ratio de la norma que establece la nulidad”.
238
VI. Conclusión
Concluyo que las cláusulas abusivas deben ser consideradas nulas, de acuerdo
con la perentoria regla contenida en el artículo 16 de la ley Nº 16.640 y de
la regulación que en la misma norma se sigue, nulidad que opera ipso jure.
Su régimen de aplicación es peculiar y no se le son propias las reglas de la
nulidad absoluta, contenidas en el título xx del libro iv del Código Civil.
26
Sobre la distintas acciones derivadas de la acción de nulidad véase Catherine Guelfucci-
Thibierge, Nullité, Restitutions et Responsabilité, Paris, Editorial LGDJ, 1992 y Baraona (n. 3),
pp. 85-88.
27
De hecho, en la misma regulación nulidad absoluta en el Código Civil, existe este tipo
de incompatibilidades, cuando impide pedir la restitución de lo que se ha dado o pago en
virtud de un objeto o acusa ilícita a sabiendas, entre otras normas (Cfr. artículo 1468 del CC).
Para una análisis que distingue entre nulidad como efecto y como pretensión, Miguel Pasquau
Liaño, “La acción de nulidad sí prescribe”, en Principal, especial coloquio. NUL. Estudios sobre
invalidez e ineficacia Nulidad de los actos jurídicos, 2006. Disponible en www.codigo-civil.
info/nulidad/lodel/document.php?id=288 [consultado 3 de diciembre de 2013].
239
I. Introducción
241
1
Werner Flume, El negocio jurídico, 4ª ed., Madrid, Fundación Cultural del Notariado.
1992, p. 25
2
Jorge López, Los contratos, 5ª ed., Santiago, Legal Publishing, 2010, p. 223.
3
Konrad Zweigert y Kötz Hein, Introducción al Derecho Comparado, traducido de la 3ª ed.
en inglés, México D.F., Oxford University Press, 2011, p. 340.
4
López (n. 2), p. 235.
242
la razón es que cualquier sentencia que desconoce la ley del contrato vulnera
el artículo 1545 del Código Civil.
A pesar de lo expuesto, existen diversas excepciones a la intangibilidad
del contrato que permiten a una de las partes de forma unilateral ponerle
término. En este sentido, el propio artículo 1545 del Código Civil menciona
las causas legales, que se detallan en diversas disposiciones legales.
En primer lugar, en caso de incumplimiento de un contrato bilateral el
acreedor puede pedir que se termine mediante la resolución. Aunque tradi-
cionalmente se ha sostenido que para ello se necesitaría una sentencia judicial,
se ha argumentado que en caso de incumplimiento un contrato puede ser ter-
minado de manera unilateral por el acreedor sin necesidad de una sentencia6.
En segundo lugar, el propio Código Civil contempla diversos casos en que la ley
reconoce a una de las partes la posibilidad de terminar unilateralmente un contrato:
i) En el de mandato, el mandante puede revocar el mismo a su arbitrio
(artículos 2163 N° 3, 2164, 2165 y 2166 del CC) y el mandante puede
renunciar al encargo (artículos 2163 N° 4 y 2167 del CC).
ii) En de arrendamiento de cosas, en el caso que el contrato sea indefi-
nido cualquiera de las partes puede terminarlo mediante el desahucio
(artículo 1951 del CC).
iii) En el de comodato, el comodante puede solicitar la restitución de la
cosa prestada, incluso, antes de que se cumpla el tiempo convenido,
en caso que sobrevenga una necesidad imprevista y urgente (artículo
2180 N° 2 del CC).
6
En este sentido Carlos Pizarro, ¿Puede el acreedor poner término unilateral al
contrato?, en Ius et Praxis, vol. 13, N° 1, 2007, pp. 11-28. Disponible en www.scielo.cl/scielo.
php?pid=S0718-00122007000100002&script=sci_arttext [consultado 26 de diciembre de 2013].
243
7
Mauricio Tapia, Código Civil 1855-2005, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2005, p. 232.
8
Atilio Alterini, Estudios de Derecho Civil, Buenos Aires, La Ley, 2007, p. 170.
9
Tapia (n. 7), p. 235.
244
10
En este sentido se ha señalado: “el empleo de condiciones generales contribuye a racio-
nalizar la actividad de una empresa. En síntesis, pueden identificarse cuatro grupos de
efectos racionalizadores: las condiciones generales provocan una reducción de los costes de
celebración y regulación de los contratos; favorecen la división de tareas entre los miembros
de la organización empresarial; facilitan la coordinación entre éstos y hacen posible el cálculo
anticipado del costo de producción de los bienes y servicios que ofrece la empresa”. Jesús
Alfaro, Las condiciones generales de la contratación, Madrid, Editorial Civitas S.A., 1991, p. 28.
11
Mauricio Tapia y José Miguel Valdivia, Contrato por adhesión Ley 19.496, memoria para
optar al grado de licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Santiago, Facultad de Derecho
Universidad de Chile. 1999, p. 15.
12
Alterini (n. 8), p. 287.
245
“La protección del contratante contra los abusos que pueda cometer
el otro contratante ya sea estipulando en su provecho derechos exce-
sivos o colocando de cargo del primero obligaciones particularmente
gravosas, no es nueva en derecho francés ni en la mayoría de los
sistemas jurídicos. Desde principios de siglo, varios textos legislativos
especiales han reestablecido el equilibrio entre las partes al prohibir
ciertas cláusulas consideradas como abusivas. De esta forma, deter-
minados contratos han sido reglamentados imperativamente por la
ley en nombre del orden público de protección”13.
Esa cláusula general con fundamento en la buena fe, fue introducida por la ley
Nº 19.955 que modificó la LPDC, agregando una nueva letra g) al artículo 16.
13
Christian Larroumet, Responsabilidad civil contractual, Santiago, Editorial Jurídica de
Chile, 2006, p. 57.
14
Carlos Pizarro, “La eficacia del control de las cláusulas abusivas en el derecho chileno”,
en Carlos Pizarro, Iñigo de la Maza (dirs.), Francisca Barrientos (coords.), Consumidores,
Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2012, p. 71.
246
15
SERNAC con CENCOSUD Administradora de tarjetas S.A: Corte Suprema, 24 de abril
de 2013, rol 12355-2011. Recursos de casación en la forma y en el fondo. Sentencia de reemplazo.
Disponible en www.poderjudicial.cl [consultado 26 de diciembre de 2013], considerando 5°.
247
16
Borrador para consulta ciudadana de 26 de julio de 2013. Borrador de reglamento sobre
manifestación del consentimiento expreso del consumidor en contratos de adhesión de pro
ductos y servicios financieros. Disponible en www.economia.gob.cl/consentimiento-expreso/,
visitada el 11 de diciembre de 2013.
17
Camila Muñoz, “Economía reingresará esta semana normativa de consentimiento
expreso a Contraloría”, en diario El Pulso, martes 19 de noviembre de 2013, p. 24.
18
A modo de ejemplo, se señaló que:
1) “La reglamentación sometida a consulta debe perfeccionarse porque, entre otros aspec
tos, presenta una redacción poco clara cuando se refiere al tipo de contrato y al momento en
que el proveedor puede desahuciarlo; porque modifica materias que son propias de ley cuando
niega la posibilidad de que el consumidor pueda manifestar tácitamente su voluntad respecto
de estos productos y servicios; y porque disminuye notoriamente el estándar de protección que
actualmente otorga la Ley al consumidor. Respecto de este último punto, el reglamento permite
al proveedor desahuciar el contrato si el consumidor rechaza el aumento de las comisiones
propuestas unilateralmente por éste”. Hugo Cárdenas y Joaquin Polit, “Consentimiento
expreso y el desahucio del contrato de servicios financieros”, 2013. Disponible en www.
elmostrador.cl/opinion/2013/08/02/consentimiento-expreso-y-el-desahucio-del-contrato-de-
servicios-financieros/ [consultado 11 de diciembre de 2013].
2) “En segundo lugar, en estos días el Ministerio de Economía quiere hacer aprobar el
Decreto 153. Sabemos que la ley prohíbe las cláusulas de alzas unilaterales arbitrarias y que
la Corte Suprema las ha declarado nulas por abusivas. ¿Qué pretende hacer este proyecto de
reglamento? Invadiendo las competencias de la ley, crea un nuevo derecho, ¡no a favor del
consumidor, sino a favor del proveedor! Un derecho del proveedor a alzar las comisiones y a
poner término al contrato si el consumidor no las acepta. Simplemente, impresentable. No es
más que la consagración del chantaje contractual y carta blanca para toda alza de comisiones”.
Mauricio Tapia, “Protegidos por la ley, traicionados por los reglamentos”, 2013 Disponible en
http://voces.latercera.com/2013/12/13/mauricio-tapia/protegidos-por-la-ley-traicionados-por-
los-reglamentos/ [consultado 13 de diciembre de 2013].
19
“La Asociación de Consumidores de Chile y otras cuatro organizaciones manifestaron
su rechazo al ‘Borrador de Reglamento’, documento del Ministerio de Economía, Fomento y
Turismo que intenta establecer la normativa sobre la forma en que los proveedores de servicios
248
financieros (banca, retail) obtendrán el consentimiento expreso de los usuarios en sus contratos de
adhesión. Sin embargo expresaron su preocupación y rechazo a que se le otorgue al proveedor de
los servicios la facultad de terminar dicho contrato en caso que el usuario no esté de acuerdo con
el alza de comisiones. ‘Esto deja al usuario sin opción, porque si no acepta un aumento unilateral
el banco o la casa comercial puede terminar el contrato’, señala Hernán Calderón, presidente de
Conadecus”. Conadecus, “Conadecus por reglamento financiero: ‘Consolidaría el abuso’”, 2013.
Disponible en www.conadecus.cl/conadecus/?p=6417 [consultado 11 de diciembre de 2013].
20
“Diputados de la Nueva Mayoría ingresan requerimiento en el TC para frenar reglamento
dictado por el Ministerio de Economía”, en El Mostrador. Disponible en www.elmostrador.cl/
pais/2013/12/20/diputados-de-la-nueva-mayoria-ingresa-requerimiento-en-el-tc-para-frenar-
reglamento-dictado-por-el-ministerio-de-economia/, visitada el 20 de diciembre de 2013. En el
mismo sentido: “Reglamento de consentimiento expreso comienza a regir mañana y diputado
Harboe amenaza impugnarlo. Se objetaría la legalidad del artículo del Código Civil que establece
que los contratos no pueden ser alterados de manera unilateral”, Diario Financiero. Disponible en
www.df.cl/reglamento-de-consentimiento-expreso-comienza-a-regir-manana-y-diputado-harboe-
amenaza-impugnarlo/prontus_df/2013-12-17/215516.html [consultado 18 de diciembre de 2013].
21
El reglamento señala en lo pertinente: “Artículo 9.- Efectos del Rechazo Expreso o No
Manifestación de Voluntad Oportuna del Consumidor a la Propuesta de Modificación. En caso
que el Consumidor rechace expresamente la propuesta de modificación comunicada por el
Proveedor; o no manifieste su voluntad dentro del plazo establecido en el artículo anterior,
la modificación no producirá efecto alguno, sin perjuicio de la facultad de cualquiera de las
partes para poner término al Contrato, en caso que este sea de duración indefinida”.
249
22
Reinhard Zimmermann, El nuevo derecho alemán de las obligaciones. Un análisis desde la
Historia y el Derecho Comparado, traducción Esther Arroyo i Amayuelas, Barcelona, Bosch S.A.
2008, p. 253.
250
“Y es que hay diversas razones por las que la reflexión del consumi-
dor no es la suficiente, entre ellas, porque no cuenta con información
necesaria que pudiere incluir en su decisión final; o ha sido tentado
o sorprendido por el proveedor, que lo puso en una situación que lo
llevó a contratar sin mayor reflexión”24.
b. Artículo 3 ter
Este artículo permite al consumidor dejar sin efecto el contrato, de forma espe-
cífica, en el caso de prestaciones de servicios educacionales de nivel superior.
El plazo para ejercer el derecho es diez días contados desde que se complete la
primera publicación de los resultados de las postulaciones a las universidades
pertenecientes al Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas.
El fundamento de esta regla es el mismo que en el caso del artículo 3 bis.
Sin embargo,
23
Alterini (n. 8), p. 293.
24
Ruperto Pinochet, “Artículo 3 bis”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.),
Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores, Santiago,
Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 157.
25
María Brantt y Claudia Mejías, “Artículo 3 ter”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro
(dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores,
Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 187.
251
2. Contratos indefinidos
En los contratos con duración indefinida o sin plazo, la situación es diferente
y la fuerza obligatoria del mismo debe atenuarse, porque de lo contrario se
genera una situación indeseable.
Si no es posible terminar o modificar el contrato, desde un punto de vista
legal las partes estarán obligadas para siempre; situación que atenta contra la
libertad individual y, desde un punto de vista económico, en el largo plazo
el costo del servicio o bien que se presta, puede variar significativamente,
volviendo el contrato ineficiente para una de las partes, sin que sea posible
desligarse de él o ajustarlo.
Lo anterior, en definitiva, se traduce en una tensión entre la protección al
consumidor y la posibilidad de ajustar los precios de los contratos indefinidos
en el largo plazo.
Si bien no existe una respuesta única para resolver este problema, en
principio se podrían considerar al menos las siguientes opciones.
252
26
René Abeliuk afirma: “en los contratos de tracto sucesivo suele aceptarse la revocación
unilateral si no hay plazo prefijado”. René Abeliuk, Las obligaciones, 3ª ed., Santiago, Editorial
Jurídica de Chile, 1993, p. 83. En el mismo sentido, Luis Claro Solar afirma: “la regla que exige
el mutuo consentimiento de los contratantes para que puedan dejar sin efecto un contrato tiene
excepciones, como lo son el artículo 2163 respecto al mandato y el artículo 2108 respecto de
la sociedad”. Luis Claro, Explicaciones de Derecho Civil chileno y Comparado, Santiago, Editorial
Jurídica de Chile, 1992, tomo xi, p. 494.
27
Luis Botero, “Apuntes sobre la terminación unilateral de los contratos”, en José Gaitán
y Fabricio Mantilla, La terminación del contrato, Bogotá, Universidad del Rosario, 2007, p. 387.
En el mismo sentido se ha señalado: “Consideramos que el contrato de duración por tiempo
indeterminado puede ser rescindido unilateralmente en cualquier momento por cualquiera
de las partes ad nutum o ad libitum, sin necesidad de que exista una justa causa para hacerlo,
aunque no existiera una previsión contractual expresa al efecto. Ello es así en razón de que
lo contrario sería suponer la existencia de una relación contractual perpetua, lo que no
resulta admisible”. Carlos Ibáñez, La rescisión unilateral en los contratos de duración. XXIII Jor
nadas Nacionales de Derecho Civil, 2011, p. 5. Disponible en http://ideconsultora.com.ar/
bcderechocivil2011/ponencias2011/C4/C4-026.pdf [consultado 25 de diciembre de 2013].
253
derecho debe informar a la otra en un modo que permita tener certeza que
la contraria tomó conocimiento. En segundo lugar, después de manifestar la
decisión de terminar el contrato, este no podrá terminar de inmediato, será
necesario esperar un tiempo prudente antes de cesar en el cumplimiento de
las obligaciones, de lo contrario la parte afectada por el término podría sufrir
daños injustos.
A pesar de lo señalado, siempre existe la posibilidad de que los provee-
dores terminen los contratos para subir los precios de forma abusiva, más
allá de sus costos reales. Esto no sería un problema si tuviéramos un mercado
competitivo, porque el consumidor en teoría, siempre podría recurrir a otro
proveedor que ofrezca los bienes o servicios en condiciones de mercado.
Empero, Chile es un país pequeño y en varios mercados existen solo unas
pocas empresas con una muy importante posición en el mercado, lo que ha
generado prácticas contrarias a la libre competencia, por ejemplo, en enero
de 2012 el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia condenó a tres
importantes farmacias por haber alcanzado un acuerdo para fijar los precios.
En definitiva, en la medida que no exista un mercado competitivo, la
posibilidad de ambas partes para terminar de manera unilateral un contrato
podría prestarse a abusos por parte de los proveedores, porque en los hechos
las nuevas condiciones en que se ofrezcan los productos o servicios luego de
terminar los contratos podrían ser arbitrarias y abusivas, situación que busca
evitar el artículo 16 letra a), porque
b. Indexación de precios
Otra posibilidad sería indexar los precios según una unidad de reajuste. Esta
opción protegería a los consumidores porque les permitiría mantener sus
contratos en la forma en que los pactaron y, al mismo tiempo, incrementa-
28
Carlos Pizarro y Jean Petit, “Artículo 16 a)”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro
(dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores,
Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 307.
254
ría los precios en el largo plazo para que los proveedores puedan cubrir el
aumento de sus costos.
Sin embargo, no es fácil saber qué forma de reajuste usar y quién la de-
termina. Si los proveedores determinan unilateralmente la forma de reajuste
podría generar abusos contra los consumidores. Si el consumidor debe elegir
o negociar la unidad de reajuste, quizá no tendrá el tiempo y la información
requerida para adoptar una decisión que proteja sus intereses. Finalmente,
si la autoridad fuese quien determina la forma de reajuste, en una economía
liberal como la chilena, podría generar la oposición de los proveedores.
Otro problema adicional sería: qué pasa si el reajuste pactado no es su-
ficiente para cubrir el alza de los costos de los proveedores o si el reajuste
aumenta los precios de tal forma que se vuelven demasiado onerosos para
los consumidores, en este sentido baste recordar lo que ocurrió en Chile en la
década de 1980 cuando las deudas se reajustaba en dólares29. En cualquiera
de los dos escenarios, ¿están las partes obligadas a seguir vinculadas para
siempre?, la respuesta afirmativa no parece razonable.
c. Regulación de precios
Por último, otra solución podría ser que la autoridad regule los precios que
los proveedores pueden, determinando un precio máximo posible, esto no
sería muy diferente a la forma en que hoy es regulada la tasa de interés que
los bancos pueden cobrar en sus préstamos de dinero.
Al igual que la solución anterior, esta protegería a los consumidores
puesto que les permitiría mantener sus contratos y daría a los proveedores
la posibilidad de ajustar sus precios para cubrir el aumento de costos que se
produce a largo plazo.
No obstante, la regulación de precios enfrentaría dificultades políticas,
porque implicaría acentuar la intervención estatal, lo que en una economía
de libre mercado como la chilena generaría oposición de los proveedores.
Adicionalmente, enfrentaría dificultades operativas, porque a diferencia
del caso de los bancos, en que siempre se presta dinero, en el caso del De-
recho del Consumidor existen diversas clases de bienes y servicios, lo que
haría más difícil encontrar una forma homogénea para regular los precios
para cada una de las distintas hipótesis que puedan darse.
29
“En 1982 se pasa de 39 a 58,5 pesos por dólar provocando un gran caos debido a que
casi el 50% de las deudas estaba expresado en dólares, lo que hace que los deudores presenten
problemas de pago así como la banca y las financieras”. Welky Acosta, Roneld Matamoros,
y Víctor Suárez, Análisis de la crisis económica chilena a principios de los años 80. Disponible en
www.auladeeconomia.com/articulosot-10.htm [consultado 25 de diciembre de 2013].
255
V. Conclusiones
256
SOLUCIÓN DE CONTROVERSIAS
TRAS LA ENTRADA EN VIGENCIA
DE LA NUEVA LEY SOBRE CONTRATO
DE SEGUROS N° 20.667
Marcelo Nasser Olea
1
Para una crítica general, Osvaldo Lagos, “Comentarios e indicaciones al proyecto de
ley sobre reforma al Código de Comercio en materia de seguros”, en Revista Chilena de Derecho
de Seguros (AIDA-Chile), N° 21, Santiago, 2012, p. 121 y ss.
2
La ley fue publicada el 9 de mayo de 2013, sin embargo, véase el único artículo transitorio
de la ley N° 20.667 sobre vacancia legal que fija su vigencia “el primer día del séptimo mes
siguiente al de su publicación”.
257
3
Con la entrada en vigor de la ley N° 20.667 desaparece la tan clásica como curiosa summa
divisio entre seguros terrestres y marítimos.
4
Para el caso de los seguros marítimos la legislación actual, vigente desde 1988, contempla
arbitraje forzoso: El artículo 1203 del Código de Comercio establece que el conocimiento de toda
controversia que derive de hechos, actos o contratos a que dé lugar el comercio marítimo o
la navegación incluidos los seguros marítimos de cualquier clase, será sometido a arbitraje
salvo que: 1° Las partes o interesados expresen su voluntad de someterse a la jurisdicción
258
ordinaria sea en el mismo acto o contrato que origine la controversia, por acuerdo que conste
por escrito y anterior a la iniciación del juicio; 2º Cuando se trate de perseguir responsabilidad
penal. 3º Cuando se trate de los juicios del párrafo iv de la ley de navegación o de aquellos
que contemplen procedimiento especial. 4º Cuando se trate del fisco y sus controversias por
responsabilidades. 5º Cuando la cuantía del juicio no excediere de 5.000 unidades de cuenta
y el demandante optare por llevar su acción a la justicia ordinaria.
5
Finalmente, el proyecto incorporaba como facultades del árbitro las atribuciones del
artículo 1206 del Código de Comercio, vale decir, admitir, a petición de parte, cualquier clase
de prueba; decretar de oficio las medidas probatorias que estime conveniente en cualquier
estado del juicio, llamar a la partes a su presencia para que reconozcan documentos o
instrumentos, justifiquen sus impugnaciones, pudiendo resolver al respecto sin que ello
implique prejuzgamiento en cuando al asunto principal controvertido y apreciar la prueba
de acuerdo con las normas de la sana crítica, debiendo consignar en el fallo los fundamentos
de dicha apreciación.
6
En esta cuestión valdría preguntarse si la prohibición de pactar el nombre del árbitro
alcanza a los llamados “seguros de grandes riesgos” del artículo 542 que, según se sabe, excluye
la imperatividad a esta clase especial de seguros caracterizados porque las partes son personas
jurídicas y porque el valor de la prima supera las 1.000 UF además de los seguros de casco
y transporte marítimo y aéreo. El carácter prohibitivo de la norma (dice “en ningún caso”),
permite concluir que incluso tratándose de seguros de grandes riesgos, la persona del árbitro
no puede pactarse de antemano.
259
7
Esta cantidad fue elevada a 5.000 y luego a 10.000 UF. Para esto véase infra n. 10.
260
Se señaló, además:
8
El problema del arbitraje en los contratos de adhesión, aunque de extrema importancia,
no ha sido convenientemente estudiado en el país con la excepción del trabajo (referido a la
cláusula compromisoria) de Mauricio Tapia y José Miguel Valdivia, Contratos por adhesión,
Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2002, pp. 123-126. En el último tiempo sobresale por su
trascendencia el trabajo de Eduardo Jequier, “El arbitraje forzoso en Chile (un examen de
constitucionalidad en el ordenamiento jurídico chileno)”, en Estudios Constitucionales, vol. 9, N° 2,
Santiago, 2011, pp. 453-498 que, aunque no aborda el problema del arbitraje y el derecho
de consumidores en particular, sí contiene una serie de argumentos que permiten inferir el
carácter abusivo de un arbitraje forzoso. En España, por ejemplo, se han planteado dudas acerca
de la constitucionalidad de la práctica del arbitraje forzoso. Sobre esto Juan Carlos Cabañas
García, Los procesos civiles sobre consumidores y usuarios y de control de las cláusulas generales de los
contratos, Madrid, Editorial Tecnos, 2005, p. 37 y ss. En sede internacional poco difundida
en el país, ya habíamos adelantado nuestra opinión para el caso de la ley antigua, señalando
que el asegurado siempre tenía derecho a recurrir al tribunal de consumo. Para esta opinión,
véase Ignacio Díaz y Marcelo Nasser, “Chapter 10:A, Chile”, in International Insurance Law
and Regulation, Westlaw (Center for International Legal Studies), Graz, 2012, pp. 499-501.
9
Esta parte del artículo 543 fue objeto de una indicación complementaria del diputado
Eugenio Tuma, aumentando de 3.000 a 10.000 UF el monto mínimo que las partes discuten,
señalando, además, que el tribunal competente debe ser el del domicilio del beneficiario.
En esta parte de la tramitación se cambió, asimismo, el título del artículo desde “arbitraje” a
solución de conflictos, ampliándose la competencia de los tribunales ordinarios para conocer
de los contratos de seguro, lo que quedó reflejado en un nuevo inciso final.
261
fueren tan elevados, evidenciando una preocupación real por las personas de
menor poder negociador, tal como venía ocurriendo en otras leyes10.
En este sentido, es necesario reconocer que desde que el proyecto ingresó a
su discusión, se detecta una preocupación especial del legislador por los asegu-
rados y beneficiarios en materia de arbitraje forzoso. El problema, sin embargo,
es que la tutela de los contratantes con menos poder negociador se analizó, en
lo que a la historia de la ley se refiere, con prescindencia de la legislación de
consumidores y, más bien, se abordó de una manera intuitiva, lo que evidencia
una desprolijidad que conspira contra la necesaria unidad del ordenamiento
jurídico. Asimismo, los parlamentarios probablemente no detectaron que la
limitación por cuantía a 10.000 UF solo resultaba aplicable, en la práctica, a la
acción de cumplimiento de contrato que pudiera intentar el acreedor de una
indemnización una vez ocurrido el siniestro, pero no a otro tipo de acciones.
En efecto, la intuición y buena intención, empero, no alcanzó para que
nuestros legisladores lograsen percatarse que las materias relativas a validez,
ineficacia, interpretación y aplicación del contrato, permanecieron en sede
arbitral forzosa, sin que importe la cuantía del asunto debatido, ni que, por
ejemplo, esta fuera indeterminada.
Hasta donde se aprecia, la intención o espíritu del legislador era proteger
al contratante más débil, pero la Comisión no se preocupó de coordinar las
normas sobre reclamaciones en seguros, con las reglas de control de cláusu-
las abusivas, publicidad engañosa, deberes de información, contratación por
intermediarios, etcétera, aun cuando se encontraba en tramitación paralela la
ley que dota de atribuciones financieras al SERNAC, y pese a que la inten-
ción de legislar con especial atención y a favor del consumidor de productos
financieros y afines venía de una promesa electoral bastante difundida.
El segundo informe de la Comisión de Economía de la Cámara de 19 de
julio de 2011, no innovó en esta materia ni trató el problema a propósito de
la legislación de consumidores, pudiendo hacerlo.
El texto llegó al Senado el 16 de agosto de 2011. En el informe de la Co-
misión de Hacienda de 16 de abril de 2012, el profesor Osvaldo Contreras
abundó sobre la conveniencia de forzar el arbitraje, y señaló:
10
Aun cuando la ley N° 20.382 que modifica la ley N° 18.046 sobre Sociedades Anónimas,
fuerza el arbitraje en materia de sociedades de esta clase, el carácter forzoso no alcanza a los
accionistas con menor poder negociador lo que evidencia una preocupación por las personas
de menor influencia en la contratación o que pueden ser víctimas de asimetrías de información
(véase el artículo 2 número 54° de la ley N° 20.382, que modifica el artículo 125 de la Ley de
Sociedades Anónimas).
262
11
Con todo, debe rescatarse que la senadora Ximena Rincón, nuevamente con muy buena
intuición, advertía que esta era una oportunidad propicia para regular las cláusulas abusivas en
el contrato de seguro, aunque en realidad centró su argumentación en los contratos de Salud que
ofrecen las ISAPRES que entonces, y tal vez ahora, concitan mayor preocupación del público.
12
Muy probablemente por sugerencia del profesor Lagos (n. 1), p. 133.
263
Como hemos afirmado en otra sede al abordar las dificultades que surgen a
propósito de la relación entre prestadores de salud y los pacientes13, el distinto
tratamiento que el legislador da a consumidores de distinta clase de servicios,
como el consumidor de salud, de construcción, de seguros, de transporte aéreo,
etcétera; acarrea dificultades e inequidades importantes a la hora de analizar la
tutela –particularmente judicial– de la parte débil de la relación contractual14.
Como afirmara Patricio Carvajal, adelantándose varios años a los hechos, las
normas de protección a los consumidores deben tender a la unificación15 y
no parece razonable una dispersión normativa en esta materia, menos si esta
dispersión acarrea más trabas en el acceso a la justicia para algunos usuarios
que devienen, entonces, en “consumidores de segunda categoría” carentes
de real protección o con una protección solo ilusoria.
13
Marcelo Nasser, “La ley de derechos y deberes de los pacientes y la protección al consumidor”,
en Paulina Milos y Hernán Corral (eds.), Cuadernos de Extensión: Derechos y deberes de los pacientes.
Estudios y textos legales y reglamentarios, N° 24, Santiago, Universidad de los Andes, 2014, p. 68 y ss.
14
Sobre el desequilibrio véase Carlos Pizarro, “Comentario al artículo 17E”, en Iñigo de la
Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos
de los consumidores. Comentarios a la ley de protección a los derechos de los consumidores, Santiago,
Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 343. Para un análisis dogmático de la cuestión (entre otros
artículos del autor), Iñigo De la Maza, “Contratos por adhesión y cláusulas abusivas. ¿Por qué
el Estado y no solamente el mercado?”, en Francisca Barrientos, Iñigo de la Maza, Carlos
Pizarro (coords.), Consumidores, Santiago, Editorial Abeledo Perrot-Thomson-Reuters, 2012,
pp. 1-46. (=Revista Chilena de Derecho Privado, N° 1, Santiago, diciembre, 2003, pp. 109-147).
15
Patricio Carvajal, “Sugerencias para un derecho de consumo unitario”, en Revista Chilena
de Derecho, vol. 29, N° 1, Santiago, 2002, pp. 127-137.
264
16
La ley N° 20.584 sobre derechos y deberes de los pacientes, reenvía (en su artículo 37) la
cuestión jurisdiccional a la ley N° 19.966, que contempla un procedimiento de responsabilidad
civil más engorroso que lo normal, ya que requiere mitigación y mediación que normalmente
deriva en un juicio ordinario de mayor cuantía ante un juez de letras en lo civil. Lo anterior
sin perjuicio del derecho del paciente a reclamar ante el prestador institucional o ante la
Superintendencia. Sobre este asunto, Nasser (n. 13), p. 74 y ss.
17
Sobre esto y en Tapia y Valdivia (n. 8), pp. 125-126.
18
Agrega María Fernanda Vásquez, El arbitraje en Chile, Santiago, Editorial Legal Publishing,
2009, p. 141 “Esta situación provoca una notoria injusticia, por cuanto, en pos del querer lograr
una administración judicial más ágil para algunos, se perturba a otras personas lesionando su
legítimo derecho a brindarse una justicia estatal gratuita, conculcándose con ello el Derecho
de propiedad al imponer a las partes el deber de pagar una suma de dinero por la solución de
sus controversias, situación que genera a lo menos, un desequilibrio económico injustificado.
Ello atenta, además, contra el numeral 2° del artículo 19 de la CP que protege la igualdad ante
la ley”. Lo mismo, Jequier (n. 8), pp. 481-487.
265
sobre determinadas materias debe ser analizado: Lo primero que debe se-
ñalarse es que dicho argumento no resulta comprobado, debido a que los
jueces resuelven conflictos mucho más complejos que la procedencia de
la indemnización de un siniestro como, por ejemplo, responsabilidad de
directores de sociedades anónimas, disputas sobre competencia desleal19,
etcétera20. Del mismo modo, es conocida la jurisdicción de nuestras cortes
en recursos de apelación y de casación relativos a pólizas, recuperos, etc.,
por lo que una descalificación a priori de judicatura como la sugerida en la
comisión no resulta razonable ni presentable siquiera21. Pero mucho menos
plausible resulta dicho argumento si se tiene en cuenta que la persona del
árbitro será nombrada por una magistratura ordinaria a falta de acuerdo de
las partes, ya que no hay ninguna garantía de que dicho nombramiento vaya
a recaer en un experto22.
19
Artículo 8 ley N° 20.169.
20
Cuestión advertida por Lagos (n. 1, p. 131.
21
Para antiguas opiniones doctrinales a favor del arbitraje obligatorio con las más singulares
argumentaciones (como las de Patricio Aylwin y Gonzalo Figueroa Yáñez), véase Vásquez
(n. 18), p. 139 N° 475.
22
Existen dos paneles arbitrales expertos en seguros en el país. El panel de AIDA-Chile
(www.aida-chile.cl) y el panel internacional de ARIAS-LATAM (www.ariaslatam.cl) cuya sede
funciona en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Además,
el CAM-Santiago cuenta, entre su nómina, con expertos en la materia.
23
Sobre esto, en general, véase el comentario que hace Rodrigo Momberg, “Comentario al
artículo 4”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.),
La protección de los derechos de los consumidores. Comentarios a la ley de protección a los derechos de los
consumidores, Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 191 y ss.
24
Díaz y Nasser (n. 8), p. 500.
266
25
Momberg (n. 23), p. 191.
26
Esta norma señala, dejando fuera a los seguros de grandes riesgos y los de caso y trans
porte marítimo lo siguiente: “Las disposiciones que rigen al contrato de seguro son de carácter
imperativo, a no ser que en éstas se disponga otra cosa. No obstante, se entenderán válidas las
estipulaciones contractuales que sean más beneficiosas para el asegurado o el beneficiario”.
27
Supra n. 8.
28
Contra Sergio Villalobos, “Competencia y procedimiento de la ley de protección a los
consumidores en los Juzgados de Policía Local”, en Osvaldo Lagos y Jorge Bar aona (eds.),
Cuadernos de Extensión: La protección de los derechos de los consumidores en Chile, N° 12, Santiago,
Universidad de los Andes, 2006, p. 132, quien sostiene si en el contrato viene designado un
árbitro, este debe tener la competencia para resolver el asunto.
267
29
El artículo 9° de la ley N° 20.416, que se titula “Rol de consumidoras”, establece la
protección de la legislación de consumo a las micro y pequeñas empresas y ya no solo a los
consumidores ocasionales. En efecto, la ley Nº 20.416 establece que se deberá entender por
“proveedores” a todos quienes realicen las actividades del artículo 1 de la LPDC respecto de
“micro” y “pequeñas” empresas. Esto quiere decir que cada asegurador se relacione con una
empresa que facture de 0 a 25.000 UF descontado el IVA y los impuestos específicos en un año
calendario, quedará sujeto al régimen legal del derecho del consumidor, con todo lo que ello
significa, particularmente en lo referido a las reformas del consumidor de servicios financieros,
cláusulas abusivas, publicidad engañosa, etc. En ese entendido, el legislador concede el papel
de consumidoras a las empresas de menor tamaño en lo relativo a los párrafos 1º, 3º, 4º y 5º
del título ii y a los párrafos 1º, 2º, 3º y 4º del título iii, o sea, casi a toda la ley de protección
al consumidor, con la excepción de la normativa sobre productos peligrosos y la orgánica y
funciones del SERNAC.
30
En general, aunque desactualizado por la práctica y por la ley N° 20.416, el problema
del ámbito de aplicación se encuentra tratado de manera completa en Rony Jara, “Ámbito
de aplicación de la ley chilena de protección al consumidor: Aplicación de la ley 19.496 y
las modificaciones de la ley 19.955”, en Osvaldo Lagos y Jorge Bar aona (eds.), Cuadernos de
Extensión: La protección de los derechos de los consumidores en Chile, N° 12, Santiago, Universidad
de los Andes, 2006, pp. 21-58.
31
Corte de Apelaciones de Concepción, “González Ruiz con Supermercado Santa Isa
bel”. También “Sepúlveda con Fuchs”, 8 de noviembre de 2007.
268
32
Diaz y Nasser (n. 8), pp. 500-501.
269
33
Por ejemplo, consúltese la opinión de Osvaldo Lagos, Boletín ADECO (Academia de
Derecho y Consumo), Universidad Diego Portales, Facultad de Derecho Fundación Fueyo,
pp. 2.8, 2013. Disponible en www.derechoyconsumo.udp.cl/boletin/Derecho_y_Consumo_
boletin_ago_sep_2013.pdf [consultado 11 de enero de 2014].
34
Para la acción del artículo 17 E véase Pizarro (n. 14), p. 440 y ss.
35
Como fluye de los decretos Nºs 42, 43 y 44 del Ministerio de Economía de 31 de julio
de 2012 y del propio Mensaje del Ejecutivo de la ley N° 20.555, todo citado y explicado por
Iñigo De la Maza, “Comentario al artículo 17B”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.),
Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores. Comentarios
a la ley de protección a los derechos de los consumidores, Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013,
p. 378 y ss.
36
Se ha discutido si las cláusulas son nulas ab initio o más bien son anulables, prefiriéndose
la tesis de que son cláusulas anulables. Sobre esto véase Carlos Pizarro, “Artículo 16 A”, en
Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección
de los derechos de los consumidores. Comentarios a la ley de protección a los derechos de los consumidores,
Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, pp. 352-356.
270
37
Díaz y Nasser (n. 8), pp. 500-501.
271
38
En materia contractual la regla del “sentido efectivo” recibe aplicación en Chile (artículo
1562 del CC). En materia legal, en cambio, surge de su naturaleza general y obligatoria.
39
Sobre esta norma, con abundante doctrina y jurisprudencia, Rodrigo Momberg y Carlos
Pizarro, “Comentario al artículo 16G”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca
Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores. Comentarios a la ley de
protección a los derechos de los consumidores, Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, pp. 341-351.
40
El párrafo 4 del título ii de la LPDC se refiere a la equidad tanto en las estipulaciones
como en el cumplimiento de los contratos de adhesión.
272
41
Así las denomina Gonzalo Cortez, “Comentario al artículo 50”, en Iñigo de la Maza y
Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los
consumidores. Comentarios a la ley de protección a los derechos de los consumidores, Santiago, Editorial
Thomson-Reuters, 2013, p. 959.
42
Solo a modo ejemplar pueden considerarse normativa sobre información y publicidad
que pesan sobre toda clase de proveedores el artículo 1 números 3, 4, 5, 6, 8; el artículo 3
“b”, los artículos 17, 17 “B” a “L”, el artículo 18, los artículos 28 al 36, etcétera. Como puede
apreciarse, una buena parte de los deberes de información y publicidad fueron agregados a la
normativa de consumidores por medio de la ley N° 20.555 sobre consumidores de servicios
financieros, entre los cuales aparecen ciertamente los seguros aun cuando las normas generales
sobre información y publicidad bastarían para hacer un análisis.
43
Por otra parte, debe descartarse que la existencia de circulares de la SVS (como la
N° 2123 que contempla reglas sobre publicidad e información o la N° 2131 sobre atención a
clientes) pueda ser considerada como legislación especial para los efectos de la aplicación de
la LPDC. Con todo, resulta digno de notar que la autoridad administrativa se ha puesto al día
en esta materia, al dictar normas de carácter general para todo el mercado asegurador que
están en sintonía con la legislación de consumidores.
273
274
44
Sobre esta norma, Juan Ignacio Contardo, “Comentario al artículo 43”, en Iñigo de la
Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos
de los consumidores. Comentarios a la ley de protección a los derechos de los consumidores, Santiago,
Editorial Thomson-Reuters, 2013, pp. 898-918.
45
DS N°1.055 de 17 de agosto de 2012, que entró en vigencia el 1 de junio de 2013 y que
reemplaza al DS N° 839.
275
276
46
Nos parece que el corredor de seguros en Chile es un verdadero mandatario del artículo
2116 del Código Civil en el sentido de que celebra un “contrato por el que una de las partes
confía la gestión de uno o más negocios a otra, que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo
de la primera”, o del artículo 222 del Código de Comercio, toda vez que celebra un “contrato
por el cual una persona encarga la ejecución de uno o más negocios lícitos de comercio a otra
que se obliga a administrarlos gratuitamente o mediante una retribución y a dar cuenta de su
empeño”. Se trata de un mandato que contempla obligaciones legales de hacer y por ello es
un contrato regulado en normas especiales, estableciéndose acciones especiales para gatillar
su responsabilidad por daños como la del artículo 519 del Código de Comercio lo que no impide
que el corredor sea requerido por el Derecho Común por infracción de contrato. Con todo, se
presenta un problema: el corredor es mandatario (de obligaciones diversas) de ambas partes
del contrato, ya que celebra dos contratos. Ello torna su encargo en uno bastante sui generis,
pues el mandato es un contrato por regla general de confianza. Si a ello agregamos que se trata
de un mandato en que debe guardarse natural independencia requerida por ley, la cuestión
simplemente se escapa de las manos.
277
Como hemos adelantado, en general nos parece que todo el régimen de solu-
ción de controversias impuesto por la nueva ley puede dejar al asegurado en una
situación más desventajosa que la de otros consumidores. Esta postura, luego
de analizados los casos particulares de cláusulas abusivas y publicidad, debe
ser analizada en lo relativo a la reclamación del monto de la indemnización47.
La cuestión puede resumirse como sigue: si la legislación de seguros, que
es la ley especializada, establece un arbitraje para reclamos de indemnizacio-
nes por siniestros sobre las 10.000 UF y para todos los demás casos en que
no se alegue la indemnización de un siniestro, sino que la simple aplicación,
interpretación, eficacia, etc., de un contrato, en principio no cabría pedir tu
tela de consumo ante un juez también de consumo48.
En lo que va de esta exposición hemos resuelto, sin embargo, que una
posición semejante no se adecua a la protección legal de los consumidores,
al principio de especialidad, ni al espíritu general de la legislación, y hemos
resuelto que las cuestiones relativas a cláusulas abusivas, publicidad y algunas
47
La SVS se percató de esto al dictar la circular N° 2125, que deroga la circular N° 644
que aprobaba la cláusula arbitral en todos los modelos de pólizas que la contenían.
48
Salvo, claramente, la tutela colectiva o difusa por aplicación especial del artículo 2 bis.
278
49
En rigor, justicia ordinaria debe ser sinónimo de tribunales ordinarios. Los tribunales
ordinarios de justicia son aquellos descritos en el artículo 3 del Código Orgánico de Tribunales,
dentro de los cuales no se encuentran los Juzgados de Policía Local.
279
280
I. Introducción
281
Para poder identificar los textos que podrían dar origen a las cláusulas que
se califican como abusivas, es necesario comprender que lo que se pretende
evitar y erradicar de los contratos de adhesión, así como de las relaciones de
consumo que nacen a partir de ellos, es la asimetría. Es decir, el desequili-
brio desmesurado entre el proveedor, que es quien propone –como señala la
LPDC–, el tenor de los contratos y los consumidores quienes, en un primer
momento y dentro de cierto ámbito, no tienen la posibilidad de negociar,
ni menos discutir las condiciones que van a regular la relación de consu-
mo.
Es importante tener en consideración que la asimetría no es consecuencia
de una conducta deliberada o mal intencionada por parte del proveedor.
Es, en un grado mesurado y natural, una de las tantas características que se
pueden observar en los negocios masivos, cuya administración y operación
solo es posible, a un costo razonable, debido a los volúmenes de operaciones
o transacciones asociadas, mediante textos estándares donde se contengan
las condiciones generales básicas y esenciales aplicables a las relaciones de
consumo que nacen de ellos con independencia de los datos específicos de
cada consumidor y del acto de consumo en específico, de manera que para
dar vida a la relación de consumo solo falte la incorporación de los datos
individuales y reglas particulares.
Todas estas condiciones son las que regirán la relación entre la empresa y
el consumidor, y si el texto es simétrico, permitirá que, a pesar de esta com
binación de reglas despersonalizadas, propuestas por el proveedor, y perso-
nalizadas, las negociadas y acordadas con el consumidor, surja una relación
con mayores probabilidades de desarrollarse en forma pacífica y equilibrada,
sustentada en un escenario de respeto de los derechos, cargas y obligaciones
de todos los interesados.
Por ello, nos parece importante que más que enfocarnos en una crítica
hacia los contratos de adhesión y en la represión de los proveedores o empre-
sas que desarrollan sus negocios sobre la base de éstos, debemos abocarnos,
en una labor preventiva, a entender por qué se produce este fenómeno de la
asimetría en los contratos, a dilucidar sus causas, y a trabajar con metodologías
que nos permitan el desarrollo de textos de mejor calidad, considerando que,
a no dudarlo, aquello forma parte del deber de profesionalidad de que nos
habla el artículo 23 de la LPDC.
282
283
Hemos dicho que la asimetría es parte de las reglas del juego en los negocios
masivos y que está determinada por la diferente posición que ocupan pro-
veedor y consumidor en la relación negocial. Al primero, se le visualiza en
situación de privilegio desde que es quien propone –impone dicen algunos–,
las condiciones generales del contrato. El segundo, solo tiene –se cree–, dos
opciones:
284
285
ron ajenos, hoy no solo se acercan sino que han incorporado en sus cuerpos
normativos de distintas jerarquías los principios y criterios en que se inspira
la ley Nº 19.496. Es más, algunos de ellos han exigido en forma explícita el
respeto y ajuste a las disposiciones de esta.
Entre las últimas modificaciones legales de mayor envergadura en la ma-
teria y que nos parece importante citar porque, entre otras razones, incide de
manera directa en un mercado regulado donde el normal de los negocios, y
por expresa exigencia de la ley, se desarrolla mediante contratos de adhesión,
se encuentra en la ley Nº 20.667, que modifica el Código de Comercio y en la
normativa emanada de la SVS consecuencial a dicha ley.
La principal novedad y contribución de esta nueva normativa en materia
de contratos de adhesión, es que termina de erradicar el paradigma de que
las normas de protección del consumidor no aplican a los seguros, exigien-
do –precisamente en el tenor y contenido de todos los documentos que se
entienden formar parte de la póliza–, claridad, sencillez y simpleza de len-
guaje, total transparencia, así como más y mejor información; introduciendo,
de esa forma, los principios, criterios e instituciones que forman parte de la
protección de los derechos de los consumidores.
Cambio que no solo se ha dado a nivel legal sino que, también, en el
ámbito de la normativa emanada de la SVS. Esta que, en todo caso desde
ya hace un tiempo venía incorporando en distintas formas y asociadas a
diferentes temas –en especial los relacionados con información, publicidad
y formación de consentimiento–, dicta la norma de carácter general N° 349,
que en forma explícita exige que en los modelos de póliza que se sometan
al sistema de depósito, se deberá dar cumplimiento, en lo pertinente, a lo
establecido en el artículo 17 B de la ley Nº 19.496, es decir, cumplir con los
contenidos mínimos de un contrato de adhesión de productos o servicios
financieros. Agregando que ello es, sin perjuicio, de las demás normas que
resulten aplicables.
Esta modificación legal y la nueva normativa sectorial, no solo fue una
reacción a una serie de situaciones de grave asimetría que quedaron al des
cubierto como consecuencia de los innumerables siniestros que fueron de-
nunciados a raíz del terremoto del 27 de febrero de 2010 sino que, además,
del reconocimiento final de que los usuarios de seguros son consumidores y
que, por consecuencia, la autoridad y la regulación sectorial debe protegerlos.
Sin duda una de las mejores maneras de reforzar esta protección, es mediante
una regulación que, aun cuando especial, sea concordante con las normas
de la LPDC y que establezca, como ocurre con las disposiciones de la ley
Nº 20.667 y la normativa de ajuste dictada por la SVS, puntos evidentes de
encuentro entre ambos campos regulatorios.
286
V. Formas de control:
prevención versus represión
Hemos dicho que, desde nuestro punto de vista, la mejor forma de control
de cláusulas abusivas es la prevención.
Dada la naturaleza de la materia en revisión, aparece lógico que la preven-
ción se visualice posicionada en el momento de la creación del contrato, por
cuanto de esa manera desde la definición de su estructura o arquitectura, el
autor del contrato podrá adoptar las medidas necesarias para que cualesquiera
sean las palabras que se utilicen para establecer las reglas y disposiciones del
contrato, siempre se mantenga el máximo equilibrio posible en la posición
de ambas partes, tendiendo así hacia la reducción de las asimetrías.
Como todo proceso creativo, requiere que quien lo dirija o defina cuente con
todas las herramientas y materiales necesarios para que el producto final cumpla
con las expectativas y cubra las necesidades a que va destinado. En materia de
contratos de adhesión, y sobre todo en los mercados con un alto contenido es-
pecializado y técnico, se impone al autor la obligación de conocer y comprender
el negocio en que incidirá el texto a su cargo antes de desarrollarlo, y no solo
en los aspectos normativos sino que, además, en los operativos, los comerciales
y en todos los otros que son necesarios para que el contrato se pueda ejecutar
y cumplir con apego al negocio. Luego, debe ocuparse de conocer y aplicar en
forma armónica las normas sectoriales especializadas y las normas de protección
de los derechos de los consumidores, todo ello dentro de una estructura clara,
simple y fácil de comprender para el consumidor. Como se ve es una tarea un
tanto compleja, más cuando se trata de mercados con regulación especial.
A no dudarlo, la forma y el camino que pueden tomar estos procesos
creativos, pueden presentar tantas variantes como iniciativas o ideas surjan en
la mente de los comisionados para la creación y desarrollo de los contratos, lo
cual, si bien, en general, presenta un aspecto positivo, desde el momento que
da paso a opciones diferentes entre las cuales escoger, presenta la dificultad
de que durante el proceso creativo el autor se desvíe, aun sin notarlo, del
objetivo tenido en vista por las autoridades al momento de regular la ma-
teria en los términos en que lo ha hecho. La única manera en que se puede
incorporar un elemento de control a este riesgo de desviación, es mediante
la regulación. Este control, sin duda, tiende –y debe tender–, a la prevención,
pero sí, cuidando de no llegar a la extrema regulación, ya que ello podría
coartar la libertad y flexibilidad que requiere el proceso creativo de este tipo
de documentos, sobre todo si tienen relación con negocios y mercados que
evolucionan a importante velocidad.
Por ello hay mercados donde el legislador, demostrando coincidencia
con la convicción de que el mejor control de los textos, y la oportunidad
287
288
utilizado para un caso dado, tienen responsabilidad por el tenor de los con-
tratos, como si los hubieren redactado.
Sin perjuicio de todo lo dicho, la ley también le ha entregado a la misma
Superintendencia atribuciones de control posterior o represivo, que, entre
otras facultades, se traduce en su habilitación para prohibir la utilización de
un modelo de póliza o cláusula cuando, a su juicio, su texto no cumpla con
los requisitos de legalidad y claridad en su redacción, o con las disposiciones
mínimas señaladas precedentemente.
A mayor abundamiento, y a pesar de que aún hay algunos que se resisten a
la idea, se debe tener presente que el hecho de que los criterios y disposiciones
anteriores sean aplicables en total concordancia y armonía con las normas de
la LPDC, refuerza esta labor de control preventivo, por cuanto en todo aque-
llo que tanto la norma como la autoridad sectorial no pueda o se encuentre
inhibida de intervenir por ausencia de regulación, quedará en el marco de la
ley Nº 19.496. Recordemos que, en materia de protección de los derechos de
los consumidores rige el principio de la supletoriedad, el cual se encuentra de
manera clara regulado en el artículo 2 bis de la misma ley Nº 19.496.
289
290
• Sean depositados con una denominación que tenga relación directa con
la naturaleza del riesgo y prohíbe el uso nombres de fantasía o marcas
comerciales, que contengan el nombre, logos, sitios web o cualquier
otra identificación de alguna compañía aseguradora.
• Se encuentren escritas en idioma castellano y se expresen en términos
de uso común y general, disponiendo que se deben definir los térmi-
nos técnicos o conceptuales específicos, necesarios para su adecuada
comprensión por los asegurados; con una limitante importante para
garantizar la adecuación de los textos a la ley: si el término de que se
trate cuenta con definición en el Código de Comercio y esta aplica al riesgo
en específico, debe citarse la norma o transcribirla textualmente.
• En el caso de seguros de personas, las exclusiones en las condiciones ge-
nerales de la póliza por enfermedades o dolencias preexistentes, deben
señalar de modo expreso que éstas corresponden a enfermedades, do
lencias o situaciones de salud diagnosticadas o conocidas por el asegura
do o por quien contrata a su favor, antes de la contratación del seguro.
• En el caso de condiciones generales de pólizas que contemplen cober-
turas para riesgos de diferente naturaleza –las llamadas pólizas mul-
tirriesgos–, que admitan la contratación separada de cada cobertura,
deben contenerse en disposiciones separadas, explicando la forma de
contratar cada una de ellas.
Considera, además, normas estrictas de interpretación, disponiendo que las
estipulaciones más favorables para el asegurado o beneficiario podrán consignar-
se en las condiciones generales o particulares de la póliza, estableciendo que en
caso de contradicción, primará la estipulación más beneficiosa para el asegurado.
Asimismo, exige a las compañías que mantengan a disposición de la Super-
intendencia, un informe que explique con precisión las materias aseguradas,
los riesgos cubiertos, la metodología y fórmula de cálculo de las reservas téc-
nicas asociadas al seguro y valores garantizados (cuando corresponda).
Regula, asimismo, y aun cuando éstas no están sujetas a depósito, la forma
en que deben ser redactadas las condiciones particulares de las pólizas, dando
otra muestra del interés de la autoridad en proteger los derechos de los usua-
rios mediante acciones preventivas en el ámbito de cláusulas de contratos de
adhesión. En este sentido, además de establecer a su respecto el mismo tipo
de exigencia sobre la redacción de sus términos, impone restricciones sobre
las materias que éstas puedan tratar estableciendo que solo pueden modificar
las condiciones generales depositadas para incorporar condiciones más con-
venientes o favorables para el asegurado o beneficiario como, por ejemplo,
suprimiendo exclusiones, restricciones o requisitos especiales de cobertura,
pero sin modificar de manera sustancial el tipo de riesgo o la cobertura. Ta-
xativamente prohíbe que se agreguen exclusiones.
291
292
293
294
I. Introducción:
delimitación del tema de estudio
1
Este artículo se enmarca en el proyecto semilla 1110327018 de la Universidad Diego
Portales de la cual la autora es la investigadora responsable.
2
Véase Iñigo de la Maza Gazmuri, “Contratos por adhesión y las cláusulas abusivas, ¿por
qué el Estado y no solamente el mercado?”, en Revista Chilena de Derecho Privado, Nº 1, Santiago,
diciembre 2003, pp. 109-147.
3
Mauricio Tapia y José Miguel Valdivia, Contratos por adhesión, Santiago, Editorial Jurídica
de Chile, 1999, p. 79.
4
Iñigo de la Maza Gazmuri, “El control de las cláusulas abusivas y la letra g)”, en Revista
Chilena de Derecho Privado, Nº 3, diciembre 2004, pp. 35-67.
5
Artículo 16 letra g) LPDC “Se presumirá que dichas cláusulas se encuentran ajustadas a
exigencias de la buena fe, si los contratos a que pertenecen han sido revisados y autorizados
por un órgano administrativo en ejecución de sus facultades legales”.
6
Con la ley de reforma Nº 19.955 de 2004.
7
Serían competentes para conocer los contratos las superintendencias, como la SVS
(artículo 4 letra a del decreto ley Nº 3.598), la Superintendencia de Bancos e Instituciones
Financieras (artículo 12 de la Ley General de Bancos), la Subsecretaría de Telecomunicaciones
(artículo 6 de la Ley General de Telecomunicaciones, ley Nº de la 18.168), la Superintendencia
295
296
11
Así no de extrañar que el SERNAC haya impulsado una serie de “mediaciones” con
los mercados de bancos, telecomunicaciones, tiendas de ventas al detalle, servicios de rescate
médico y alarmas de seguridad privada, que parecen introducir un nuevo modelo de control
voluntario y preventivo alejándolo del judicial. Junto con ello, a partir de este año para el ámbito
financiero se creó un nuevo modelo de control preventivo conocido como sello SERNAC.
297
“La presente ley tiene por objeto normar las relaciones entre provee-
dores y consumidores, establecer las infracciones en perjuicio del consumidor
y señalar el procedimiento aplicable en estas materias” [la cursiva es
mía].
Esta noción ha sido reforzada por los jueces de Policía de Local y Cortes de
Apelaciones, provocando una especie de dependencia de todas las acciones
civiles frente a las administrativas y fijándoles el mismo plazo de prescripción.
Ahora bien, las disposiciones del párrafo 4º, que contienen las normas de
equidad en las estipulaciones y en el cumplimiento de los contratos de adhe-
sión, no son normas infraccionales, sino civiles. Por este motivo, la ineficacia
de las cláusulas abusivas debería sancionarse solo con la nulidad parcial, sin
necesidad de la imposición de una multa a beneficio fiscal. A falta de norma
especial que contenga el plazo de prescripción habría que integrarla con las
normas generales del Derecho Común.
De este modo, tal como lo han sostenido Mauricio Tapia y José Miguel
Valdivia12, José Luis Guerrero13, Juan Ignacio Contardo14, entre otros, el pla-
zo sería de diez años desde la celebración del acto o contrato conforme lo
dispone el artículo 1681 del Código Civil, lo que comparto.
Sin embargo, tal como ocurre en otros ámbitos de esta ley, se ha su-
bordinado la acción de nulidad a las normas que regulan las condiciones,
establecimiento y plazos de prescripción de la acción infraccional (artículo
26). Ya lo describía José Luis Guerrero mediante la siguiente expresión:
12
Tapia y Valdivia (n. 3), p. 161.
13
José Luis Guerrero Becar, “La distinción entre contravención infraccional e incum
plimiento contractual o contravención civil en materia de protección de derechos del con
sumidor”, en Alejandro Guzmán Brito (ed.), Colección de estudios de Derecho Civil en homenaje a la
profesora Inés Pardo de Carvallo, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2008, p. 450.
14
Juan Ignacio Contardo González, “Prescripción de la acción indemnizatoria en la Ley
de Protección al Consumidor: tendencias jurisprudenciales”, en Hernán Corral (ed.), Cua
dernos de Extensión Jurídica, Nº 21, Santiago, 2011.
298
15
Guerrero (n. 13), p. 445.
16
Francisca Barrientos Camus, “Algunas reflexiones sobre el desbordamiento de la
responsabilidad infraccional en la Ley N° 19.496”, en Revista de Derecho de la Empresa, N° 25,
Santiago, 2011, pp. 55-80; Francisca Barrientos Camus, “La distinción entre la calidad y la
seguridad de los productos. Algunos problemas que presenta la responsabilidad del vendedor
en las ventas de consumo”, en Gonzalo Figueroa Yáñez et al. (coord.), Estudios de Derecho
Civil VI, Santiago, Editorial Abeledo Perrot-Legal Publishing, 2011, pp. 683-696; Francisca
Barrientos Camus, “¿Por qué no hay demandas de responsabilidad civil contra el fabricante?”,
en Departamento de Derecho Privado Universidad de Concepción (coord.), Estudios de
Derecho Civil V, Santiago, Editorial Legal Publishing, 2010, pp. 687-703.
17
Corte de Apelaciones de Santiago, 3 de octubre de 2011, rol N° 976-2011.
18
Corte de Apelaciones de Santiago, 16 de junio de 2008, rol N° 1587-2008, cita en línea
CL/JUR/2687-2008.
299
“...resulta obvio que una cláusula que infrinja las normas legales y
amerite una sanción de carácter infraccional no podrá producir efec-
tos –civiles– por el carácter ilícito de la misma”,
19
Corte de Apelaciones de Santiago, 1 de octubre de 2007, rol N° 4413-07, MJJ 15794.
20
Corte de Apelaciones de Santiago, 11 de octubre de 2005, rol N° 5326-2004, cita en
línea CL/JUR/857/2005.
21
Corte de Apelaciones de Santiago, 7 de diciembre de 2005, rol Nº 7615-2004, cita en
línea CL/JUR/1558-2005.
300
cláusulas del contrato establecía que si el cliente (por su sola voluntad) daba
término anticipado al contrato de servicios debía pagar a la compañía una multa
indemnizatoria expresada en unidades de fomento. La Corte de Santiago dejó
sin efecto esta cláusula por no ajustarse con el artículo 44 del reglamento de
servicio público telefónico y el artículo 12 de la LPDC. De este modo, revocó la
sentencia de 1ª instancia y condenó a la empresa a pagar una multa de 25 UTM.
Meses antes, la misma Corte condenó con multas a una compañía te-
lefónica por modificar de forma unilateral sus tarifas. En Salas, Alicia con
Telefónica Móvil de Chile S.A.22, estableció la siguiente regla: se pueden
modificar las tarifas siempre y cuando dichos incrementos correspondan a
prestaciones adicionales susceptibles de ser aceptadas o rechazadas y estén
consignadas de forma específica, lo que no ocurrió, ya que solo se modificó
la tarifa sin añadir servicios adicionales. Sin revocar la acción civil (porque
no se solicitó en la apelación) se condenó a la proveedora a una multa de 10
UTM por infracción a los artículos 12 y 16 letra b de la LPDC.
De este modo es posible observar cómo, en primer lugar, se conoce e
impone la responsabilidad infraccional mediante la utilización de los artículos
12 y 23, que sí son sancionatorias. Y con posterioridad (a veces, en la segunda
parte de los fallos) se pronuncian sobre la acción de nulidad de la cláusula
contractual. Y con ello, nace el problema de la dependencia de la acción23 o
la limitación los plazos de prescripción.
A continuación, se examinará la problemática que presenta la inclusión
del consumidor material con las cláusulas abusivas.
22
Corte de Apelaciones de Santiago, 31 de agosto de 2005, rol Nº 4523-2004, cita en
línea CL/JUR/1591/2005.
23
Hay que señalar que en esta línea, salvo una sentencia, el SERNAC inició la reclamación
invocando su legitimación sui generis. Este organismo no tiene por misión velar por la defensa
contractual de los consumidores, sino que tutelar el cumplimiento de las normas de la ley y
reclamar sus infracciones.
301
24
Hernán Corral Talciani, “Ley de protección al consumidor y responsabilidad civil”, en
Hernán Corral (ed.), Cuadernos de Extensión Jurídica: Derecho del consumo y protección al consumidor.
Estudios sobre la Ley Nº 19.496 y las principales tendencias extranjeras, Nº 3, Santiago, Universidad
de los Andes, 1999, p. 184.
25
Rony Jara Amigo, “Ámbito de aplicación de la ley chilena de protección al consumidor:
inclusiones y exclusiones”, en Hernán Corral (ed.),Cuadernos de Extensión Jurídica: Derecho
del consumo y protección al consumidor. Estudios sobre la Ley Nº 19.496 y las principales tendencias
extranjeras, Nº 3, Santiago, Universidad de los Andes, 1999, pp. 61-62.
26
Ruperto Pinochet Olave, “Delimitación material del Derecho del Consumo. Evolución
de la Noción de Consumidor en la Doctrina Nacional”, en María Fernanda Vásquez (dir.),
Estudios de Derecho Comercial, Santiago, Editorial Abeledo Perrot-Legal Publishing, 2011, pp.
360-361.
27
Un caso paradigmático es Cofré, Alba y otros con Aguas del Valle, Corte de Apelaciones
de La Serena, 29 de agosto de 2008, rol Nº 90-2008, Legal Publishing Nº 39807, en que
quedó demostrada la inundación de aguas servidas que ocurrió en un barrio residencial en un
sector de Coquimbo que provocó una serie de perjuicios a los demandantes que habitaban el
sector afectado. Ellos demandaron por sí y en representación de sus hijos menores de edad
los perjuicios sufridos por la inundación de aguas contaminadas. Pese a que la Corte condenó
a parte de los demandantes, estableció en carácter de obiter dicta que los menores no tenían
la calidad de “consumidores” y acogió la falta de legitimación activa. En sus palabras, no fue
posible admitir que los menores tuvieran la calidad de consumidores “...por cuanto la lógica
y la experiencia que indican que el carácter de consumidor lo tiene quien debe responder por
la contraprestación del servicio que entrega el proveedor esto es, al decir de la Ley 19.496, los
usuarios o las personas que en virtud de cualquier acto jurídico oneroso, adquieren, utilicen
o disfruten, como destinatarios finales, bienes o servicios, solo cabe concluir que los menores,
302
303
3. Cláusulas penales
En esta línea es posible constatar dos sentencias que declaran abusiva una
cláusula penal en contratos con consumidores. En Contreras con Inmobiliaria
Buin Oriente Ltda28, se declaró la nulidad total del contrato de promesa de
compraventa de inmueble, al calificar ciertas cláusulas como abusivas que
confieren derechos desproporcionadamente favorables para el promitente
vendedor,
“toda vez que las cláusulas penales que avalúan anticipadamente los
perjuicios en su beneficio, conllevan una desproporción que es con-
traria al concepto de buena fe...” (considerando 7º).
28
Corte de Apelaciones de Copiapó, 16 de agosto de 2010, rol Nº 24-10, MJJ24611.
29
Corte de Apelaciones de Santiago, 21 de septiembre de 2007, rol Nº 3746-07, MJJ15681.
304
30
Corte de Apelaciones de Antofagasta, 28 de octubre de 2005, rol Nº 120-2005, cita en
línea CL/JUR/918-2005.
31
Corte de Apelaciones de Santiago, 14 de mayo de 2012, rol 1905-2011.
305
De manera especial hay que advertir la existencia de una línea de fallos que
aplican las normas sobre cláusulas abusivas para dejar sin efecto ciertas partes
de un contrato, aun cuando las partes no califiquen como consumidor y pro-
veedor. Es decir, no se configure la relación de consumo, ni sean aplicables
las reglas protectoras de la ley.
De este modo, se ha detectado que cuando se trata de dejar sin efecto
ciertas cláusulas penales, similares a las estudiadas con anterioridad, fuera
del ámbito del consumo se acuden a sus reglas.
1. Cláusulas penales
Como mencionaba, se ha sancionado la abusividad, falta de reciprocidad,
desequilibrio en las prestaciones del contrato arriendo o leasing que contienen
cláusulas penales enormes.
Bajo esta línea de fallos, si bien puede sostenerse que se trataba de contra-
tos por adhesión, es dudosa la configuración de la relación de consumo. Me
parece que habría que preguntarse la destinación de las cosas de los contratos
(camiones o buses) para saber si el demandado calificaba como consumidor.
Los hechos son similares, el arrendador (subarrendador) redactó los térmi-
nos del contrato incorporando una cláusula penal que permitía la restitución
32
Y al parecer la protección de los intereses difusos o colectivos sería, más bien, un control
residual. Bajo esta formula habría que sopesar la restricción que impone el artículo 51 Nº 2
respecto del daño moral.
306
anticipada del objeto del contrato, el término anticipado del contrato, más
las rentas faltantes o parte de ellas a título de cláusula penal. Como no era
posible acudir a la LPDC, al no existir una relación de consumo, la Corte
acudió a ella mediante el uso de la equidad natural, el espíritu general de la
legislación o los principios de la ética judicial iberoamericana.
En Vargas, Carlos con Santin, Javier33, se celebró un subarriendo de diez
ómnibuses destinados a la explotación de actividades y servicios, estable-
ciéndose que en caso de no pago de las rentas, se pondría término anticipa-
do al contrato junto con la restitución inmediata de los bienes arrendados,
solicitando el pago de las rentas vencidas más un porcentaje de las rentas
pendientes a título de avaluación anticipada de los perjuicios, con intereses
penales. Asimismo, se facultaba al subarrendador para retirarlos del lugar y
trasladarlos a uno de su elección, renunciando la arrendataria a oponerse a
tal acción. En los alegatos, la demandada planteó lo abusivo de la cláusula
–que no consignó en el escrito de apelación–, motivo por el cual la Corte de
Santiago consideró que de acuerdo con las circunstancias:
N° 39354.
307
Por último, resta solo señalar que se ha dicho que la ley sería una especie de
principio general de nuestra legislación o una forma de materialización de la
buena fe contractual que traspasa los contratos por adhesión con consumidores.
En Saez, Gonzalo con ISAPRE Ing Salud S.A.37, el recurrente interpuso
un recurso de protección alegando una privación y perturbación a su derecho
35
O más bien estándar en palabras de Iñigo de la Maza, que considera necesario entregarle
al juez ciertos criterios orientadores para determinar lo excesivo de las cláusulas, en Iñigo de
la Maza Gazmuri, “El secreto está en la técnica: los límites en la cláusula penal”, en Revista
Chilena de Derecho Privado, Nº 7, Santiago, diciembre 2006, p. 45.
36
Esta sería la sugerencia de Hernán Corral Talciani, La ‘cláusula penal’. Función y eficacia
del contrato penal en el derecho chileno, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2011, p. 321. Con todo,
si se estima que el leasing incorpora una opción de compra sería posible argumentar su licitud,
tal como se efectúa en un comentario de la Corte Suprema que declaró la existencia y licitud de
la cláusula, en Arturo Selman Nahum, “La cláusula penal en el contrato de leasing y su nulidad
por falta de causa. Una evolución en la jurisprudencia”, en Revista Chilena de Derecho, Nº 38,
Santiago, 2011, pp. 611-622. Esta solución sería adecuada en los contratos sin consumidores,
ya que si hay una relación de consumo cabría la aplicación del artículo 16 de la LPDC.
37
Corte de Apelaciones de Concepción, 28 de mayo de 2002, rol Nº 412-2002, cita online
CL/JUR/545/2002.
308
III. Conclusiones
309
310
I. Introducción
Con fecha 14 de marzo de 2013, la primera sala del TJUE se pronunció sobre
el siguiente asunto: Caixa d’Estalvis de Catalunya, Tarragona i Manresa (“Ca-
talunyacaixa”) inició un procedimiento de ejecución hipotecaria en contra
de Mohamed Aziz, ante el tercer Juzgado en lo Mercantil de Barcelona. El
artículo 695 de la LEC española, en el marco de las reglas especiales de eje-
cución sobre bienes hipotecados y pignorados, limitaba las oposiciones que
podía interponer el ejecutado únicamente a aquellas relativas a la extinción
de la garantía o de la obligación garantizada; el error en la determinación
de la cantidad exigible; o la sujeción a otra prenda o hipoteca inscritas con
anterioridad al gravamen que motivase el procedimiento, indicando, además,
para cada caso, los únicos medios de prueba admisibles para comprobar su
procedencia1.
En el caso en particular, el ejecutado deseaba establecer que el contrato
de préstamo hipotecario contenía cláusulas abusivas, sobre todo en lo refe-
rente a la tasa de interés moratoria aplicable, en los términos dispuestos en
la normativa de consumo española y en la directiva 93/13/CEE del Consejo,
1
Como se indica en el auto 113/2011, de 19 de julio de 2011, el TC español ya se había
pronunciado sobre esta norma: “...la STC 217/1993, de 30 de junio, fj 2, (con mención de
sentencias anteriores) que este tipo de procedimiento [la ejecución hipotecaria] se caracteriza
por la extraordinaria fuerza ejecutiva del título y paralela disminución de las posibilidades
de oponerse mediante la formulación de excepciones ...la Ley establece que debe hacerse el
oportuno requerimiento, apenas tienen posibilidades de oposición, pues al objeto de impedir la
suspensión del procedimiento el artículo 132 prevé, salvo en los cuatro supuestos taxativamente
fijados, que las demás reclamaciones que puedan aquellos formular se ventilarán en el juicio
declarativo que corresponda. Precisamente, por esta posibilidad, es decir, porque queda abierta
a todos los interesados la vía del juicio declarativo para la defensa de sus derechos, este Tribunal
Constitucional ha afirmado que la limitación de controversia y demás peculiaridades de este
procedimiento no vulneran el derecho a la defensa consagrado en el artículo 24.1 CE...”,
disponible en http://hj.tribunalconstitucional.es/HJ/en/Resolucion/Show/22588 [consultado
3 de noviembre de 2013].
311
2
Considerando, sin embargo, que la legislación española efectuó la correspondiente
trasposición de la directiva en su legislación sustantiva de consumo, como resulta de la lectura del
actual real decreto legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido
de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias.
3
Norma que, en su parte pertinente, dispone: “El Tribunal de Justicia de la Unión Europea
será competente para pronunciarse, con carácter prejudicial: ...Cuando se plantee una cuestión
de esta naturaleza ante un órgano jurisdiccional de uno de los Estados miembros, dicho órgano
podrá pedir al Tribunal que se pronuncie sobre la misma, si estima necesaria una decisión al
respecto para poder emitir su fallo”.
312
4
Sentencia del Juzgado de Policía Local de Recoleta, de 5 de enero de 2010, rol N° 151512-1,
disponible en http://dominodmz.sernac.cl/Juridico/Sentencias.nsf/c6f901dfeb3dada7042570
313
7a00539a17/38d74ca9ff0c22238425778400522324/$FILE/Inversiones%20SCG%20S.A.%20
%20ROL%20%20151.512-20100001.pdf [consultado 3 de noviembre de 2013].
5
SERNAC con CENCOSUD Administradora de Tarjetas, Corte Suprema, 24 de abril
de 2013, rol N° 12355-11, disponible en base de datos Microjuris bajo el código MJJ34942.
Obsérvese que, en este caso, la declaración de nulidad fue motivada por el ejercicio de una
acción colectiva por parte del SERNAC, en el contexto de un procedimiento declarativo.
Para comentarios sobre esta sentencia, véase Rodrigo Momberg Uribe, “Comentario de
Jurisprudencia. Derecho del Consumo. Primera Sala de la Corte Suprema, 24 de abril de 2013,
rol 12.355-11”, en Revista Chilena de Derecho Privado, Nº 20, Santiago, julio 2013, pp. 245-253 y
Francisca Barrientos Camus, “Silencio y aceptación tácita. Aumento unilateral. Prescripción.
Corte Suprema, (SERNAC con CENCOSUD, Tercera Sala de la Corte Suprema, 24 de abril
de 2013, rol Nº 12.355-11)”, en Revista Chilena de Derecho Privado, Nº 20, Santiago, julio 2013,
pp. 255-261.
Un caso similar consta en: Banco de Chile con Vesna Cabezas Magas, Corte Suprema, 27
de marzo de 2012, rol N° 7290-10, Poder Judicial, en que la ejecutada discutía la validez del
mandato conferido por su parte a favor de Banco de Chile para la suscripción de pagarés. Sin
embargo, y a pesar de que la parte ejecutada hizo expresa referencia a la LPDC, el máximo
tribunal falló a su favor atendiendo a las reglas generales del mandato, sin hacer expresa
referencia a las normas de protección al consumidor.
314
no en los tribunales ordinarios civiles ante los cuales deben hacerse valer las
pretensiones ejecutivas del demandante6.
La jurisprudencia sobre el punto nos ha parecido esquiva, como también
el tratamiento doctrinal respecto a esta materia. Pero podemos ejemplificar
dando cuenta que nuestra Corte Suprema ha fallado:
“4) Que sobre el punto debe decirse que si bien la Ley 19.496 prescribe
lo que señala el ejecutado [que los contratos bancarios en los que se regulaban
los mandatos no cumplían con el tamaño mínimo de letra dispuesto en el artículo
17 LPDC], sucede que esa ley rige solamente en el ámbito de las rela-
ciones entre proveedores y consumidores, como indica su artículo 1º,
y sus normas se aplican exclusivamente respecto de las controversias
que se susciten con motivo u ocasión de esa relación; en cambio, en
6
Excepción que debe ser hecha, por supuesto, a las acciones mencionadas en la letra b)
del artículo 2 bis, incluidas las acciones de interés colectivo o difuso derivadas de los artículos
16, 16 A y 16 B, en que serán competentes los tribunales ordinarios de justicia, de acuerdo
con las reglas generales. En el presente artículo no nos referiremos en particular a estos casos,
sino únicamente a aquellos en que se da cuenta de un interés particular porque entendemos
que este es el supuesto que puede generar controversia en el marco de una ejecución singular.
7
Corpbanca con Alejandro Roa Sepúlveda, Corte Suprema, 30 de enero de 2012, rol N°
8279-11. Microjuris: MJJ30928.
315
8
Corpbanca con Alejandro Roa Sepúlveda: Corte de Apelaciones de Concepción, 11 de
julio de 2011, rol N° 408-2011. Poder Judicial. Cabe advertir, sin embargo, que la discusión
no se daba en atención al carácter abusivo de los mandatos, sino al hecho de no cumplir con
los requisitos formales impuestos en el artículo 17 de la LPDC.
9
Arturo Alessandri Besa, La nulidad y la rescisión en el Derecho civil chileno, Santiago, Editorial
Jurídica de Chile, 2008, p. 581.
10
En el juicio ordinario, al no recibir un reconocimiento expreso, cabe preguntarse si se
trata de una excepción perentoria o de una demanda reconvencional. Al tiempo que –como
señala Alessandri (n. 9), pp. 593-595– la jurisprudencia se ha mostrado vacilante sobre el
punto, cabe el problema que su consideración como demanda reconvencional implicaría
su calificación como acción de nulidad; lo que, en nuestro caso, podría implicar la falta de
competencia del tribunal civil que está conociendo del asunto principal si se atiende a que el
artículo 50A de la LPDC recoge sin duda alguna un criterio de competencia absoluta en razón
de materia al conceder el conocimiento de esta clase de acciones a los juzgados de policía local.
11
En este caso, la oportunidad procesal para hacer valer la excepción de nulidad será
aquella en que el ejecutado puede oponerse a la ejecución, por medio de un único escrito
de oposición (artículo 465 del Código de Procedimiento Civil), no admitiéndose alegaciones
posteriores por vía incidental.
316
12
Duncan Fox y Cía. con Salvador Oyharcabal y Cía, Corte Suprema, 19 de agosto de
1943, RDJ, tomo 41, Santiago, 1944, 2ª parte, sección i, p. 122.
13
El inciso segundo del artículo 50 de la LPDC se refiere, entre otras, específicamente a las
acciones tendientes a anular las cláusulas abusivas incorporadas en los contratos de adhesión. Por su
parte, el artículo 50A concede competencia para el conocimiento de todas las acciones que emanan
de esta ley al juez de policía local que corresponda a la comuna en que se hubiera celebrado el
contrato respectivo, se hubiere cometido la infracción o dado inicio a su ejecución, a elección del
autor. En el caso de contratos celebrados por medios electrónicos, en que no sea posible determinar
lo anterior, será juez competente aquel de la comuna en que resida el consumidor. Luego, los
artículos 50B a 50G se refieren a normas puramente procesales para el desarrollo del juicio.
14
Mauricio Tapia Rodríguez y José Miguel Valdivia Olivares, Contratos de adhesión, San-
tiago, Editorial Jurídica de Chile, 2002, pp. 161-162.
317
Nos interesa dar cuenta que, en este caso, la ley no hace referencia exclusiva
a la acción de nulidad (como ocurre con el citado artículo 16B, sino solo a
la declaración de la misma por parte del tribunal a solicitud del consumidor
afectado17, y que esta, referida a la infracción del artículo 17B, trata del deber
15
Tapia y Valdivia (n. 14), p. 161 y Carlos Pizarro Wilson, “Artículo 16 A”, en Iñigo de
la Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los
derechos de los consumidores, Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 353.
16
Considérese también que nuestra jurisprudencia ha aceptado que la nulidad absoluta sea
declarada de oficio, incluso, en un procedimiento ejecutivo cuando ella aparece de manifiesto,
aun en el caso que el ejecutado no haya opuesto la correspondiente excepción, Massoni con
Mendoza, Corte de Apelaciones de Santiago, 6 de junio de 1945, RDJ, tomo 42, Santiago,
1945, 2ª parte, sección ii, p. 54. Sin embargo, en materia de consumo Tapia y Valdivia (n. 14),
p. 162, creen que ello no será frecuente en el marco de un contrato de adhesión, “dada la
estrictez con que la jurisprudencia ha interpretado este requisito”.
17
Carlos Pizarro Wilson, “Artículo 17 E”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.),
Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores, Santiago,
Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 441. En este sentido, por medio de una interpretación
sistemática y basada en la finalidad protectora de la norma, advierte la posibilidad de ampliar
la legitimación activa conforme a los términos generales del artículo 1682 del Código Civil,
aunque deja en duda de si ella puede ser declarada de oficio por el tribunal cuando aparece
de manifiesto en el contrato financiero.
318
Si ello fuese de este modo, bien podríamos asumir que un derecho básico
del consumidor se refiere a que la reparación que importa la posibilidad de
anular cláusulas abusivas sea prestada de manera oportuna (artículo 3, e) de
la LPDC)20. Y, que en razón de tal oportunidad y como criterio de interpre-
18
Aunque cabe compartir las críticas efectuadas por Pizarro (n. 17), pp. 441-442 en tanto
la sanción de la nulidad absoluta parece desmesurada para este caso, y que no se explican
las razones para que se refiera solo al artículo 17B en lugar de sancionar otros supuestos
incorporados por la ley N° 20.555, como los casos de mandatos en blanco (artículo 17I), las
ventas atadas (artículo 17H) o la carga anual equivalente (artículo 17G).
19
Juan Ignacio Contardo González, “Artículo 3° E)”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro
(dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores,
Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 122.
20
A pesar de que Contardo, op. cit., p. 128, solo confiere al adjetivo el carácter de un
“ideal de acceso rápido y eficiente a la justicia”, sin aplicación directa, sino redirigido a la
dimensión procesal de consumo.
319
tación, cabe concluir que tal nulidad no solo pueda ser deducida como acción
en los términos del artículo 50 de la LPDC sino, también, a modo de excep-
ción, especialmente cuando esta resulta en un medio de defensa pertinente
para el consumidor enfrentado al ejercicio de una acción ejecutiva basada
en una cláusula reprochada por nuestro ordenamiento jurídico (artículo 16
de la LPDC) o que no ha cumplido con los requisitos formales exigidos por
el artículo 17 de la LPDC para su incorporación al contenido contractual21.
Así, debemos entender que si el consumidor pretende la declaración
de nulidad de las cláusulas abusivas, deberá ajustarse al procedimiento y
competencia del artículo 50 y siguientes de la LPDC, que contienen reglas
procesales específicas destinadas a la creación de un
21
Sobre la lógica y extensión de estas reglas formales, véase, especialmente, Tapia y Val
divia (n. 14), pp. 59-78.
22
Ricardo Sandoval López, Derecho del consumidor, Santiago, Editorial Jurídica de Chile,
2004, p. 156.
320
23
Véase Rodrigo Momberg Uribe, “Artículo 2 bis”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro
(dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores,
Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, pp. 78-79.
24
Para una revisión de esta materia, véase Marco Antonio González Iturria, “La regu
lación del crédito de consumo en la ley de protección al consumidor”, en Hernán Corral
(ed.), Cuadernos de Extensión Jurídica: Derecho del Consumo y protección al consumidor: estudios sobre
la ley Nº 19.496 y las principales tendencias extranjeras, Nº 3, Santiago, Universidad de los Andes,
1999, pp. 145-162; Rodrigo Momberg Uribe, “Ámbito de aplicación de la Ley Nº19.496 sobre
protección de los derechos de los consumidores”, en Revista de Derecho, Nº 17, Valdivia, 2004.
Disponible en www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-09502004000200002&script=sci_arttext
(consultada el 3 de noviembre de 2013) y Juan Luis Goldenberg Serrano, “Artículo 17 D”, en
Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección
de los derechos de los consumidores, Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 421.
25
Al respecto, cabe tener presente que el listado de derechos especiales concedidos a los
consumidores financieros en el marco del inciso segundo del artículo 3, incorporado por la Ley
N° 20.555, no implica que aquellos no estén cubiertos por el tenor general de las disposiciones
de la LPDC, asumiendo que el consumidor financiero es, al fin y al cabo, un consumidor, véase
Lilian San Martín Neira, “Artículo 3° inciso segundo”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro
(dirs.), Francisca Barrientos Camus (corrd.), La protección de los derechos de los consumidores,
Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, p. 141.
321
26
Tal como explica José Miguel Lecaros Sánchez, Las cauciones reales. Prenda e hipoteca,
Santiago, Metropolitana Ediciones, 2000, pp. 342-343, el “juicio especial hipotecario” se aplica
a los préstamos que otorgue el Banco del Estado y los demás bancos, en moneda nacional
o extranjera, mediante la emisión de letras de crédito por el monto total de los créditos, con
garantía hipotecaria y a los mutuos hipotecarios endosables, regulados en la misma Ley
General de Bancos.
27
En breves palabras, el juicio especial hipotecario previsto en la Ley General de Bancos
se desarrolla del siguiente modo: el banco presentará la demanda ejecutiva ante el tribunal
competente, y el tribunal emitirá un requerimiento al deudor para el pago, y, en caso de no
hacerlo, ordenará el remate del bien hipotecado o la entrega al ejecutante en prenda pretoria.
Sin perjuicio de lo anterior, el demandado puede oponerse a las señaladas soluciones por
medio de la interposición de las limitadas excepciones a las que hemos hecho referencia, a las
cuales se les dará tramitación incidental. Si ellas no prosperasen, se llevará a cabo el remate,
también de modo bastante simplificado, o se constituirá la prenda pretoria, conforme haya
solicitado la institución financiera.
322
Pero, a un nivel más profundo, Gian Manuel Rivera comenta que estas
restricciones:
28
Gian Manuel Rivera Errázuriz, El juicio especial hipotecario, Santiago, Editorial Jurídica
de Chile, 1992, p. 67.
29
Sociedad Ocean Front S.A. contra Banco Scotiabank Sud Americano, Tribunal
Constitucional, 31 de enero de 2008, rol N° 811-2007. Legal Publishing: CL/JUR/4941/2008.
Cabe advertir, sin embargo, que el Tribunal se ha pronunciado sobre estos extremos aun
cuando reconoce en su considerando décimo tercero, que el recurrente no ha impugnado la
constitucionalidad del artículo 103 de la Ley General de Bancos, que trata en específico de la
limitación a las excepciones de esta clase de juicio ejecutivo especial.
323
30
Banco Santander con Rodrigo Muñoz Poblete, Corte Suprema, 26 de diciembre de
2006, rol N° 1204-05. Microjuris: MJJ9006.
31
Banco del Estado de Chile con Gustavo Callejas Bustos, Corte Suprema, 2 de julio de
2008, rol N° 2347-07. Microjuris: MJJ17554. Con igual redacción, sentencia: Banco del Estado
de Chile con Marco Díaz Pacci, Corte Suprema, 29 de mayo de 2008, rol N° 166-07. Microjuris:
MJJ17193; Banco del Estado de Chile con Verónica Foppiano Díaz, Corte Suprema, 10 de
noviembre de 2008, rol N° 4569-07. Microjuris: MJJ18786, entre otros.
324
“Que por último, del texto legal se desprende la intención del legis-
lador de no entorpecer la tramitación de los juicios hipotecarios y si
algún vicio de existencia o de validez presenta el título fundante de
la ejecución, éste debe ser promovido y planteado en una acción y
procedimiento distinto”.
32
Véanse las mismas sentencias reseñadas en la cita anterior.
33
Alguna duda en materia de competencia puede presentarse en razón del artículo 109
de la Ley General de Bancos, que dispone: “Salvo en el caso previsto en el artículo 103, los
litigios que pudieren suscitarse entre el banco y sus deudores, cualquiera que sea su cuantía, se
decidirán breve y sumariamente por el Juez de Letras en lo Civil del domicilio del banco, con
apelación a la Corte respectiva, tribunal que procederá en la misma forma. Las apelaciones
deducidas por el demandado se concederán en el solo efecto devolutivo”. Sin embargo,
haciendo uso del principio de especialidad, estimamos que la competencia y procedimientos
aplicables para conocer de las causas de nulidad de cláusulas abusivas corresponden a las
normas del artículo 50 y siguientes de la LPDC.
325
De este modo, son aplicables las conclusiones a las que hemos arribado en
el acápite anterior, en el sentido que estimamos plenamente admisible una
defensa basada en la nulidad de la cláusula que ha fundado el ejercicio de la
acción ejecutiva prendaria en razón de la infracción a la LPDC.
Sin embargo, en estos casos el problema se plantea por una razón diversa.
En el procedimiento de realización de la prenda ordinaria, la oportunidad para
que el ejecutado presente sus excepciones solo tendrá lugar una vez que el
bien haya sido objeto de realización forzosa, quedando solo pendiente efectuar
el pago al acreedor ejecutante (artículo 9°, inciso segundo). Y, aunque ello
no ocurre por regla general en materia de prendas sin desplazamiento, una
situación paralela pueda darse en caso que, conforme al mismo artículo 30,
34
Hoy, artículo 464 del Código de Procedimiento Civil.
35
Para una visión crítica de esta norma, véase Alejandro Guzmán Brito, “La realización
de la prenda sin desplazamiento”, en Revista de Derecho (Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso), Nº xxv, Valapraíso, 2010, p. 43 y Fabián Elorriaga de Bonis, La nueva prenda sin
desplazamiento, Santiago, Editorial Abeledo Perrot-Legal Publishing Chile, 2011, pp. 176-177.
En cualquier caso, cabe advertir que el régimen anterior de la prenda sin desplazamiento,
consagrado en la ley N° 18.112, de 16 de abril de 1982, también disponía de limitaciones en
las excepciones disponibles para el ejecutado. De este modo, su artículo 22 disponía: “En este
juicio solo serán admisibles las excepciones del pago y remisión de la deuda, siempre que se
funden en antecedentes escritos, y la de prescripción”.
326
“el tribunal resolverá, con citación del deudor prendario y del cons-
tituyente de la prenda, y podrá exigir que el acreedor caucione pre-
viamente las resultas del juicio”37.
36
Guzmán (n. 35), p. 49. Sobre este particular, Elorriaga (n. 35), p. 176, agrega: “De este
modo que el derecho a requerir la venta de las especies empeñadas no queda subordinado
al resultado del juicio, ni tampoco a que el ejecutado no se defienda en juicio mediante la
oposición de excepciones. Basta que se le haya notificado de la demanda y se le haya requerido
de pago para que el acreedor pueda exigir la venta de los bienes”.
37
Normativa que ya estaba incorporada en el artículo 23 de la ley N° 18.112, antes citada.
327
IV. Conclusiones
328
LA LEGITIMACIÓN ACTIVA
Y EXTRAORDINARIA DEL SERNAC
PARA VELAR POR LOS INTERESES GENERALES
DE LOS CONSUMIDORES
Jaime Carrasco Poblete
I. Introducción
329
1
Sobre esta diferencia Cfr. Emilio Garrote Campillay y Jaime Carrasco Poblete,
“Legitimación en el proceso constitucional de inaplicabilidad a partir de la ley de reforma
constitucional Nº 20.050”, en Alejandro Romero, José Ignacio Martínez, Jaime Arancibia
(dirs.), Litigación pública, Santiago, Abeledo Perrot/Legal Publishing/Thomson-Reuters, 2011,
p. 151 y ss.; James Goldschmidt, Derecho procesal civil, traducción de Leonardo Prieto-Castro,
Buenos Aires, Editorial Labor, 1936, p. 191; Manuel Ortells Ramos, Derecho procesal civil, 7ª
ed., Navarra, Editorial Thomson-Aranzadi, 2007, p. 99 y ss.; Jaime Guasp y Pedro Aragoneses
Derecho Procesal Civil, 5ª ed., Madrid, Editorial Civitas, 2002, p. 187.
330
B. La legitimación
La legitimación constituye un tema clásico del Derecho Procesal. Ella está presente
en todos aquellos casos en que una parte pretende o reclame tutela jurisdiccional
contra otra parte, sin importar la materia o naturaleza del asunto controvertido.
La acepción de legitimación es compleja porque la doctrina aún la discute
y sobre esta se ha dicho de todo, desde que se trata de una cuestión inútil
hasta ser una institución que presenta una utilidad jurídica real2. Además de
su noción, también se discute si se trata de un fenómeno que corresponde
encasillarlo como un presupuesto o condición para obtener una sentencia
favorable (condición de la acción) o si se trata de un presupuesto procesal.
En cuanto al concepto, Andrés de la Oliva sostiene que se trata de una:
2
Sobre esta discusión véase Juan Montero Aroca, La legitimación en el proceso civil, Madrid,
Editorial Civitas, 1994, pp. 37-44.
3
Cfr. Andrés de la Oliva Santos y Miguel Ángel Fernández, Derecho procesal civil , 3ª ed.,
Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces S.A., 1992, tomo i, p. 439.
4
Faustino Cordón Moreno, “La legitimación activa del comunero para actuar en juicio
en interés de la comunidad: Ley 372, III del Fuero nuevo de Navarra”, en Revista Jurídica de
Navarra, N° 44, Pamplona; 2007, p. 117.
331
C. La legitimación:
¿requisito de la acción o presupuesto procesal?
5
Para analizar las diversas posturas véase Juan Carlos Cabañas García, La tutela judicial
del tercero, Madrid, Editorial Dijusa, 2005, pp. 25-90. En nuestra doctrina Cfr. Andrés Bordalí
Salamanca, “Primera parte. Cuestiones preliminares”, en Andrés Bordalí Salamanca, Gonzalo
Cortez Matcovich, Diego Palomo Vélez, Proceso civil. El juicio ordinario de mayor cuantía,
Santiago, Abeledo Perrot/Legal Publishing Chile/Thomson-Reuters, 2013, pp. 73-79.
6
En este sentido Alejandro Romero Seguel, Curso de derecho procesal Civil. La acción y la
protección de los derechos, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2006, p. 93; Ortells (n. 1), p. 155;
De la Oliva y Fernández (n. 2), pp. 439-440; Leonardo Prieto-Castro y Ferrándiz, Tratado
de Derecho Procesal Civil, Pamplona, Editorial Aranzadi, 1982, tomo i, p. 323.
7
En este sentido Montero (n. 2), pp. 35 y 113-114; Andrés Bordalí Salamanca, “Le
gitimación activa del Estado para demandar la reparación del ambiente dañado y una in
demnización de perjuicios (Corte Suprema)”, en Revista de Derecho vol. xxiii, Nº 2, Valdivia,
2010, p. 234.
8
Sobre la concepción moderna de los presupuestos procesales y su control de oficio véase
Jesús Miguel Hernández Galilea, La nueva regulación de la nulidad procesal, Oviedo, Forum, 1995,
pp. 87–96; Alejandro Romero Seguel, “El control de oficio de los presupuestos procesales y
la cosa juzgada aparente. La capacidad procesal”, en Revista Chilena de Derecho, vol. 28, Nº 4,
ciudad, 2001, pp. 781–789; Francisco López Simó, La jurisdicción por razón de la materia, Madrid,
Editorial Triviu,. 1991, p. 44 y ss.
9
En cuanto a la oportunidad para controlar la falta de legitimación, independiente de
su naturaleza jurídica de presupuesto procesal o como una condición de la acción, se discute
si debe apreciarse al inicio del proceso o en el momento de dictar sentencia. La cuestión es
332
discutible y la solución pasa en que si se controla al inicio puede importar la vulneración del
derecho de tutela judicial, en cambio, si se aprecia al final del proceso la falta de legitimación
atenta contra la economía procesal, pues se desarrolló un proceso inútil. Por otra parte, y
dependiendo de la naturaleza jurídica que se asigne a la legitimación, dependerá si esta puede
ser controlada de oficio o si es necesaria que sea denunciada por la parte.
10
Montero (n. 2), p. 33. En este mismo sentido Osvaldo Gozaíni, La legitimación en el
proceso civil, Buenos Aires, Editorial Ediar, 2006, p. 87.
11
Cfr. Romero (n. 6), p. 87; Enrico Liebman, Manual de Derecho Procesal Civil, traducción
del italiano por Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires, Editorial E.J.E.A., 1980, pp. 66 y
117; Salvatore Satta, Manual de Derecho Procesal Civil, traducción de Santiago Sentís Melendo
y Fernando de la Rua), Buenos Aires, Editorial E.J.E.A. 1971, tomo i, p. 86. También véanse
las obras clásicas sobre la legitimación de Montero (n. 2), passim; Gozaíni (n. 10), passim.
333
D. Clasificación de la legitimación
12
Véase Corte de Apelaciones de Santiago, 4 de mayo de 1992, en RDJ, tomo lxxxix,
Santiago, 1992, sec. 2ª, pp. 65-68 (considerando 7º). En este mismo sentido Cfr. Corte Suprema,
de 2 de octubre de 1996, en RDJ, tomo xciii, Santiago, 2006, sec. 1ª, pp. 132-134 (considerando
1º); Corte de Apelaciones de Santiago, 6 de mayo de 1983, RDJ, tomo lxxx, Santiago, 1983,
sec. 2ª, pp. 40-42 (considerando 5°).
334
13
Romero (n. 6), p. 98.
14
Op. cit., p. 100.
15
En este sentido seguimos las explicaciones de Montero (n. 2), pp. 49-73.
16
Una explicación más detallada de cada uno de estos ejemplos véase Romero (n. 6),
pp. 100-103.
17
Sobre la distinción entre estos tipos de intereses véase Maite Aguirrezabal Grüstein,
“Algunas precisiones en torno a los intereses supraindividuales (colectivos y difusos)”, en
Revista Chilena de Derecho, vol. 33, N° 1, Santiago, 2006, pp. 69-91; Pablo Gutiérrez de Cabie
des e Hidalgo de Cabiedes, La tutela jurisdiccional de los intereses supraindividuales, colectivos y
difusos, Pamplona, Editorial Aranzadi, 1999, passim. Respecto a la legitimación en materia
medioambiental véase Andrés Bordalí Salamanca, Tutela jurisdiccional del medio ambiente, San-
tiago, Fallos del Mes, 2004, p. 242 y ss.
335
336
18
En este sentido Cfr. Erika Isler Soto, “Artículo 58”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro
(dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores,
Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, pp. 1143-1144; Francisco Fernández Fredes,
Manual de derecho chileno de protección al consumidor, Santiago, Editorial Lexis Nexis, 2003, p. 85.
337
19
Sobre estas discusiones Cfr. Maite Aguirrezabal Grünstein, “Artículo 50”, en Iñigo
de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca Barrientos Camus (coord.), La protección de los
derechos de los consumidores, Santiago, Editorial Thomson-Reuters, 2013, pp. 967-976; Gonzalo
Cortéz Matcovich, “Artículo 50”, en Iñigo de la Maza y Carlos Pizarro (dirs.), Francisca
Barrientos Camus (coord.), La protección de los derechos de los consumidores, Santiago, Editorial
Thomson-Reuters, 2013, pp. 951-966.
338
Finalmente, el inciso 6° indica: “son de interés difuso las acciones que se pro-
mueven en defensa de un conjunto indeterminado de consumidores afectados
en sus derechos”.
Con respecto a los intereses colectivos o difusos no cabe duda que el SERNAC
tiene legitimación activa, mejor dicho, capacidad para ser parte activa, para ini-
ciar este tipo de procedimiento en la forma que dispone la ley en el evento en
que esos intereses sean afectados. Así lo dispone el artículo 51 de la ley N° 19.496
y dicho procedimiento especial se iniciará por demanda que puede ser
presentada, entre otros, por el SERNAC. Este procedimiento especial solo
puede iniciarse por demanda y el juez competente para conocerla es el juez
de letras en lo civil.
Y en relación con el interés individual, se ha discutido si el SERNAC
está legitimado tanto para hacerse parte en un proceso ya iniciado como
para denunciar la infracción a la LPDC, persiguiendo la imposición de una
multa al proveedor de bienes o servicios. Por supuesto que lo anterior es sin
perjuicio del derecho de acción que asiste al consumidor afectado para ini-
ciar el procedimiento judicial de acuerdo con los medios que la ley franquea
pretendiendo la responsabilidad contravencional o infraccional y la respon-
sabilidad civil del proveedor.
A estos tipos de intereses debe agregarse el interés general de los consu-
midores a que alude la ley. A nuestro entender se trata de un interés distinto
de aquellos que son individuales, colectivos o difusos y que la jurisprudencia
se ha encargado de reconocer y explicar según se demostrará a continuación.
La legitimación activa del SERNAC es discutida sobre todo en aquellos
procesos que no han sido iniciados por demanda de un consumidor. En
otras palabras, el asunto a esclarecer consiste en determinar si el SERNAC
se encuentra habilitado procesalmente para denunciar en representación de
los consumidores, una infracción a la LPDC.
El aporte de la jurisprudencia ha sido categórico porque ha señalado
que el SERNAC está legitimado activamente tanto para hacerse parte en un
proceso ya iniciado como para denunciar la infracción a la LPDC, pudiendo
intervenir en los procesos ya iniciados o iniciar los que sean necesarios para
proteger los intereses generales de los consumidores.
El fundamento que ha sostenido la jurisprudencia radica en varias cues-
tiones que pasaremos a sistematizar:
Un primer argumento que surge de ciertas sentencias tiene relación con las
funciones que le corresponden al SERNAC, especialmente las que indica el
339
20
En este sentido Cfr. Corte de Apelaciones de San Miguel, 9 de enero de 2013, rol N° 1135-2
012 (considerando 7°); Corte de Apelaciones de Santiago, 15 de marzo de 2013, rol N° 176-2012
(considerando 7°); Corte de Apelaciones de Santiago, 10 de julio de 2013, rol N° 1715-2012
(considerando 3°); Corte de Apelaciones de Santiago, 10 de julio de 2013, rol N° 1801-2012
(considerando 4°); Corte de Apelaciones de Santiago, 14 de agosto de 2013, rol N° 291-2013
(considerando 11° y 12°); Corte de Apelaciones de Santiago, 19 de agosto de 2013, rol N° 181-
2013 (considerando 4°); Corte de Apelaciones de Santiago, 22 de octubre de 2013, rol N° 1252-
2013 (considerando 4°); Corte de Apelaciones de Santiago, 17 de marzo de 2009, rol N° 148-
2009 (considerando 2°); Corte de Apelaciones de Santiago, 19 de junio de 2007, rol N° 317-
2007 (considerando 10°).
21
Corte de Apelaciones de San Miguel, 9 de enero de 2013, rol N° 1135-2012 (considerando
7°). Resulta categórico lo afirmado por la Corte de Apelaciones de Santiago, 16 de abril de 2013,
rol N° 1245-2012, al expresar: “Que, cuando el artículo 58 de la Ley N° 19.496 refiere que al
SERNAC le asiste el derecho a hacerse parte en aquellas causas que comprometan los intereses
generales de los consumidores, siendo esto lo que el juez del grado tuvo en consideración para
negar lugar a la denuncia, no habiendo una denuncia previa a la cual pudiera el SERNAC
adicionarse, nada impide que a falta de un juicio, sea el SERNAC en uso de la facultad privativa
340
y protectora que la ley le confiere, quien ejerza directamente las acciones tendientes a proteger
los derechos e intereses de los consumidores, no pudiendo el juez competente, como lo es el
de Policía Local, excusarse del conocimiento del asunto, conforme lo ordena el principio de
inexcusabilidad, consagrado constitucionalmente”.
22
Así lo afirma la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, 16 de abril de 2013, rol
N° 1245-2012 (considerando 6°), al expresar: “Que, conforme se viene refiriendo, al SERNAC
le asiste como función esencial el velar por la protección de los ‘intereses generales de los
consumidores’, y dentro de este entendido es menester que cuente con la habilitación procesal
para ejercer las acciones que el legislador ha puesto bajo su amparo.- El interpretarlo de modo
diverso y en un sentido restringido significaría que en la práctica el SERNAC carecería de
las herramientas necesarias para cumplir de la debida forma con la función que la ley le ha
entregado, no habiendo sido ésta la intención que el legislador tuvo en cuenta para establecer
una legislación protectora y cautelar de los derechos de los consumidores”.
23
En el sentido que se afirma Cfr. Corte de Apelaciones de Santiago, 16 de abril de 2013,
rol N° 1245-2012 (considerando 7°); Corte de Apelaciones de Santiago, 25 de junio de 2013,
341
342
27
Corte de Apelaciones de Santiago, 16 de abril de 2013, rol N° 1245-2012 (considerando
10°).
343
28
En este sentido Cfr. Corte de Apelaciones de Santiago, 25 de junio de 2013, rol N° 1389-
2012 (considerando 8°); Corte de Apelaciones de Santiago, 16 de abril de 2013, rol N° 1245-
2012, (considerando 9°).
344
29
En nuestra doctrina Bordalí (n. 5) p. 82, afirma que el SERNAC detenta una legitimación
extraordinaria. El referido autor expresa: “la regla general entonces es el reconocimiento de
una legitimación ordinaria. Excepciones a esta regla las constituyen los casos de legitimación
extraordinaria. Ejemplos de legitimación extraordinaria son las que tienen las Municipalidades y
el Consejo de Defensa del Estado para la pretensión de reparación del medio ambiente dañado
recogida en la Ley N° 19.300 del año 1994 sobre Bases Generales del Medio Ambiente; la
que tiene el Servicio Nacional del Consumidor, las asociaciones de consumidores y un grupo
de consumidores en el procedimiento para la protección de los intereses colectivos y difusos
de consumo...”.
345
VI. Conclusiones
346