La Novela de Uno de Tantos PDF

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RUBEN DARIO (1867-1916)

CUENTOS COMPLETOS
Fondo de cultura económica. México, 2000

LA NOVELA DE UNO DE TANTOS^

Aver tarde, mientras sentado en el balcón leia yo un periodico,


tocaron a mi puerta. Era un hombre pàlido y enfermo, apoyado
en un bastón, con el traje raido y de mala tela. Con una voz
débi! me dirigió el saludo. Yo soy comò el santo de la capa,
que le dio la mitad al pobre; y no me alabo. He tenido entre
mis triunfales dias de oro, algunas horas negras, y por eso veo en
toda amargura algo que pone en mi alma el ansia de aliviar; y
en toda pobreza, algo que me anima a dar un pedazo de mi pan
a la boca del necesitado; y en toda desesperanza una fortaleza
intima que me obliga a derrochar mi tesoro de consuelos.

( Y en un paréntesis te pregunto a ti, joven y renuente soiiador,


^no es cierto que mas de una vez has sentido —en una manana
opaca en que tu espiritu estaba lóbrego—, no has sentido, digo,
comò que se te abria el cielo en alegria inmensa, ofreciéndote
una promesa de felicidad cuando has sacado la ùnica moneda de
la bolsa de tu chaleco, para dejarla en la mano del mendigo ciego
o de la viejita limosnera?)

Parecia el infeliz hombre un viejo, en sus veintiocho aiios vi-


riles, molidos, aplastados por la maza de la enfermedad. Canijo,
apenado, corno el que va a solicitar un favor que casi humilla,
estrujaba su sombrero usado, contra sus flacos fémures que re-
saltaban debajo de la funda del pantalón. Empezaba con pala-
bras bajas una conversación cortada y sin objeto. Que esto, que
lo otro, que lo de mas alla; que éramos del mismo lugar, que ha-
^ El tercero de los Cuentos nuevos que Dario, segùn Solo Hall,
escribió en Guatemala, 1890. Apareció por primera vez, bajo el titulo
general antes citado, en El Correo de la Tarde, 13 de febrero de 1891,
ano I , nùm. 52, p. 3. Soto Hall lo incluyó en sus Revelaciones intimas
de Ruben Dario, Buenos Aires, 1925, pp. 106-113; de ahi Io tomo Julio
Saavedra Molina para sus Poesias y prosas raras de Ruben Dario, San-
tiago, 1938, pp. 59-63. Aqui publicamos depurado el texto, mas fiel, de
El Correo de la Tarde.

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con los dependientes rubios de las casas extranjeras y usaba
bia nacido en mi tierra caliente: que tenia un libro de versos monoclo.^ Addante; addante. Como el buen vicecónsul era
mios,^ ^adónde vamos a parar?; que yo debia conocer y recordar un bolonio, el mejor dia se lo Uevó el diablo. El seiiorito, por
a un mi compaiiero de colegio, muchachón que usaba en el medio de su loca vanidad, de su fatai imprudencia, y con el
recreo, porque era rico en aquellos tiempos pasados, un gorro "chivo"'' ycon el bacarat, hizo que el tio Rigot se declarase en
de terciopelo rojo que era envidia de todos los chicos: en fin, quiebra. jPobre y excelente vicecónsul Rigot! Pero no tanto.
e! hijo de aquel francés que era vicecónsul, el hijo del gordo Porque después que vendió sus dos haciendas y se repartieron el
monsieur Rigot. gran almacén los acreedores, pensò en francés lo siguiente : "Soy
1 Que no lo habia de recordar ! Ya lo creo que lo recordaba. una bestia al dejar que este haragàn botarate me ponga nada
j Como que abriamos los colegiales intemos tamana boca cuando menos que en la calle. Justo es que, puesto que él me ha arrui-
llegaban a traerle en tiempo de vacaciones, en un grande y her- nado, me ayude a recobrar algo de mi pérdida". Y le dijo a
moso carruaje ! j Como que nos tiraba de las orejas y nos veia Juan Martinito en darò espafiol: "O te rompo el alma a palos,
muy por sobre el hombro el crecido y soberbio Juan Martin, el o te vas al pais vecino, donde hay universidad, a hacerte una
hijo de monsieur Rigot ! j Como que en la mesa era él quien se profesión". El mozo optò por lo ùltimo.
comia el mejor pan, y gozaba de un poquillo de vino y era tra-
Ahora, siga la narraciòn el hombre pàlido y miserable que
tado, en fin, a cuerpo de principe ! j Que no le habia de recor-
estaba ayer ddante de mi.
dar! Habia hecho època en mi ciudad de bautizo, porque el
vicecónsul no escatimó nada para esplendores, fiestas y bullas.
Llegué aqui, seiior, y comencé mis estudios. Mis padres, a
Lo habian criado al chico con mimos y gustos en la casa lujosa
pesar de su mala fortuna, me senalaron una buena pensiòn.
del gabacho; habia tenido el primer velocipedo, trajes euro-
Vivia en una casa de huéspedes. A l principio hice todo lo que
peos, vistosos y finos, juguetes regios. Y j oh Juan Martin ! cuan-
pude por estudiar; pero està maldita cabeza se resistia. Luego,
do se dignaba jugar con nosotros, sacaba de su bolsillo para
acostumbrado a mi vida de antes, tenia la nostalgia de mis dias
mirar la hora, su pequeiio reloj de oro brillante.
borrascosos y opulentos. jEh! Un dia dije: ipecho al agua! y
volvi a las andadas. Aqui no me veia mi padre. En las clases
Està es la historia de tantos muchachos a quienes Dios trae me hice de muchos amigos, y en los restaurantes aumentò la lista
al mundo en carroza de piata para Uevàrselos en andas toscas. de ellos. Se sucedian las borracheras y los desvelos. En mis
Aquel chiquillo vió pasar sus anos en boato y grandeza. Ya estudios no adelantaba nada. Pero estaba satisfecho; y mis
pùber, siempre amado de su padre, el buen francés, y de su amigos me ayudaban a desparramar mi pensiòn a los cuatro vien-
madre, una santa mujer que le perdonaba todas sus picardigue- tos. Paso un aiio, dos, tres, cuatro. De repente dio vuelta ràpida
las, se acostumbró a la vida loca y agitada de caballerito moder- la rueda de mi fortuna. En un mismo aiio murieron mi padre
no; gastar a troche y moche, vestir bien, tener queridas lindas; y mi madre. Quedé comò quien dice, en el arroyo, sin encon-
si son carne de tablas, mejor; jugar; y alla el viejo que dejarà trar ni un àrbol en que ahorcarme. ^Qué sabia yo? Nada.
la herencia. Hasta el alemàn se me habia olvidado. Mis compaiieros de
Mucho tiempo pasé sin ver a Juan Martin después de aquellos orgias me fueron dejando poco a poco. Pero yo no dejaba de
dias de colegio. Cuando aùn sonaba su nombre, por razón de frecuentar ni las cantinas ni ciertas casas. . . ^me entiende usted?
sus buenos caballos y las innumerables botellas de cerveza que Vicioso, humillado, una maiiana, tras varias noches de piacer
consumia, yo no era su amigo. jQué lo iba a ser! El habia
estado en Europa, hablaba alemàn. Se relacionaba ùnicamente 3 Monodo, 'monóculo'. En el cuento Arte y hielo (1888) Dario usa
directamente el francés monocle.
* Chivo, en Centroamérica, juego de dados.
2 Primeras notas, Managua, Tipografia Nacional, 1888, 186 pp.
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abyecto, senti un dolorcito en la garganta ; y luego, senor, y luego
vino està espantosa enfermedad que me taladró los huesos y
me emponzofió la sangre. Vivi por un tiempo en un barrio
lejano, casi, y sin casi, de limosna. En un cuartucho sucio y
sobre una tabla, me retorcia por el dolor, sin que nadie me diese
el mas pequefio Consuelo. Una vecina anciana tuvo un dia
compasión de mi, y con remedios caseros me puso en estado de
levantarme y salir a la calle, roto, desgreiiado, infame; casi con
el impulso de tender la mano para pedir al que pase medio real !
He visto a algunos de mis amigos de café . . . j No me han
conocido! Uno me dio un peso y no quiso tocar mi mano por
miedo del contagio. Supe que estaba usted aqui, y he venido a
rogarle que haga por mi lo que pueda. No me es posible ya
ni caminar. Voy a morir pronto. Me hace falta un pedazo de
tierra para tenderme.

iOh! perdona, pobre diablo, perdona, harapo humano, que


te muestre a la luz del sol con tu amargo espanto; pero los que
tenemos por ley servir aJ mundo con nuestro pensamiento, de-
bemos escudrifiar, buscar el mal y sacar el ejemplo de su escon-
dido agujero, con el pico de la piuma. El escritor deleita, pero
también seiiala el daiio. Se muestra el azul, la alegria, la prima-
vera Uena de rosas, el amor; pero se grita: icuidado! al sefialar
el borde del abismo.
Lee tii mi cuento, joven bullicioso que estàs con el diario en
la cama, sin levantarte aùn, a las once del dia. Lee estos ren-
glones si eres rico, y si pobre y estudiante, y esperanza de tus
padres, léelos dos veces y ponte a pensar en el enigma de la es-
finge implacable.

Alla va, flacucho y derrengado, con su corrupta carne, alla


va apoyado en su bastón, anelano de veintiocho arios, ruin y
miserable; alla va Juan Martinito, en viaje para la tumba, ca-
mino del hospital.

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