Rabietas en Sitios Públicos
Rabietas en Sitios Públicos
Rabietas en Sitios Públicos
¿Cómo actuar cuando un niño tiene una rabieta en un lugar público? Ayer tuvimos mi primera rabieta en un lugar público, en el vestuario de
la piscina, lleno de gente, ¡qué horror! El motivo fue que se quería poner el gorro de la piscina sola y yo le ayudé, entonces se enfadó. Yo
calmada intenté sacarla de la frustración, pero era imposible. Se puso como un demonio, los mocos le colgaban como un trol, la cara roja,
chillando…. bueno, bueno, ¡un auténtico chou! Al final se calmó y entramos a la piscina. Nos bañamos las dos juntitas, aunque media hora
más tarde. Lo pasé mal, pero no por la rabieta en sí, sino porque todo el mundo me miraba y una señora mayor encima se atrevió a decirme:
“Si se pone así ahora, ya verás con 15 años…”, en fin, que me he dado cuenta que el comentario me ha afectado. Claro, esta mujer de la vieja
usanza vio que ni le chillé, ni le pegué, sino que le decía cariñosamente: “cariño cuando se te pase el enfado puedes venir donde mamá, que
te abrazará y nos iremos a bañar…. Cariño, entiendo que te quieras poner el gorro de la piscina sola…”
¿Qué siento ante las miradas de los demás? Un comentario como el de esta señora mayor puede hacernos sentir vergüenza incluso es
probable que nos sintamos forzadas a demostrar que no somos tan malas madres como nos hacen creer. Las miradas de los demás nos
pueden hacer actuar con una dureza que seguramente nos hagan sentir culpables después. Me veo en la obligación de afirmar en favor de
los niños, que el hecho de que vivan una frustración con dos años no quiere decir que vayan a tener ese mismo comportamiento con quince
años porque si algo haremos hasta esa fecha será dotarles de herramientas y habilidades de todo tipo que les permita precisamente salir de
sus frustraciones de forma autónoma, pero mientras no sepan tendremos que estar para ayudarles no para juzgar sus conductas.
Pensamientos que debo tener ante una rabieta
Mi hijo de 2 años no se está portando mal, está en medio de una rabieta y yo debo ayudarle a salir de ella
Mi hija de 3 años no me está avergonzando por no obedecerme a la primera, le voy a enseñar que sus actos tienen consecuencias
Los niños tienen baja tolerancia a la frustración, voy a aprovechar este momento para enseñarle a mi hijo a canalizar esa frustración
Validación de sentimientos como respuesta Cuando la madre del caso anterior le dice a su hija en medio de una situación tan estresante
como la que nos describe “cariño cuando se te pase el enfado puedes venir donde mamá, que te abrazará y nos iremos a bañar. Cariño,
entiendo que te quieras poner el gorro de la piscina sola”, está demostrando tener un gran control emocional que le permite separar en ese
momento lo que su hija le hace sentir (vergüenza, frustración, impotencia, nerviosismo, etc.) de lo que su hija necesita realmente.
Saber estar por encima de los comentarios llenos de juicio que otras personas difunden sobre nosotros en momentos de tensión y también
sobre lo que ciertas conductas nos hacen sentir, nos permite educar más allá de un buen comportamiento. No se trata solo de tener hijos
bien educados cuyo comportamiento esté bien visto a los ojos de la sociedad sino saber llegar más lejos, educar las emociones de tal forma
que los niños sepan salir por si solos de sus propias frustraciones, consiguiendo así un buen control emocional que deriva en una autoestima
sana y equilibrada a lo largo de su vida.
¿Mi hijo de 2 años nos pega ¿qué debo hacer? Mi hijo le ha dado por pegarnos a todos abuelos, tíos y a nosotros. No sé cómo reaccionar.
Los 2 años es el inicio del periodo de la autoafirmación y puede durar hasta el final de los 3 años. Así que es un tiempecito que a los padres
se nos hace eterno pues nos encontramos que nuestros dulces peques empiezan con el No para todo, a desobedecer, a querer mandar, a
gritar y llorar, pataleta en el suelo e incluso a pegar.Como padres hemos de tener claro que ellos aprenden de nuestras reacciones. Muéstrale
que no es correcto pegar, enfádate, pon cara muy seria y de forma contundente le coges el brazo, le miras a los ojos y le puedes decir "A mí
no me gusta que me peguen", "No se pega, eso está mal hecho", "Si pegas haces daño y no es agradable".
Cada vez que lo haga tu reacción debe ser la misma: con mucha seriedad le dices el mismo mensaje mientras le paras la mano. Todos los
miembros de la familia debéis actuar de la misma manera todas las veces que el niño se dirija a vosotros pegando. Después de pararlo le
debéis ofrecer el mensaje positivo: “No se pega, con las manos se dan caricias" Y le muestras cómo puede acariciarte con las manos. "Cariño
cuando pegas haces daño y a nadie le gusta que le hagan daño. Mejor darnos caricias y besos".
Cuando pegue a los abuelos o tíos deben hacer lo mismo. El enfado y el mensaje debe ser inmediato y corto. No le digáis que es un mal niño,
porque eso no es cierto. Hace cosas incorrectas y tú estás en su vida para mostrarle lo correcto.
No le pegues para enseñarle que no se pega. Es incongruente, contradictorio y muy dañino. Muéstrale las consecuencias de pegar (los demás
se enfadan y le retiran el afecto), y muéstrale cómo puede expresarse sin pegar.
Si no está acostumbrado a que sus papas se enfaden o lo confronten, se mostrará un poco más rebelde al principio, sé constante y ya verás
cómo poco a poco lo irá integrando. Papá y mamá deben reaccionar igual ante el pegar, si no vuestro peque lo que aprenderá es que con
papá no puedo pero con mamá sí... (O viceversa).
Pensad que es bueno le pongáis límites, los necesita. Tener paciencia y constancia y en unos meses recogeréis los frutos.
Mi hija dice a todo que NO Desde hace una temporada con mi hija de 34 meses todo es NO. Cada vez que le pido que haga algo su respuesta
es un no rotundo y sigue con sus cosas. Si la obligo la tengo que llevar a rastras entre gritos, si intento hablar su respuesta es negativa y no sé
qué hacer. Cuando consigo después de mil negativas meterla en la cama se pasa una hora mínimo llamándome y pidiéndome cosas, ahora
pipí, ahora el muñeco, ahora agua... Y eso que antes de irse a dormir procuro que lo tenga todo, siempre hay excusa para no dormir. También
dentro de las rabietas que coge cuando le pido las cosas le da por pegar, la verdad es que al final acabo muy nerviosa, es bastante
desesperante. No sé cómo podría solucionarlo.
En tu consulta describes muy bien el comportamiento de tu hija y es exactamente igual al de mi hijo Iván desde hace ya un tiempo, y seguro
que también de otros muchos niños de 2 años a final de los 3.Nuestros hijos están viviendo su momento de autoafirmación, búsqueda de
poder, intentar salirse siempre con la suya, del NO! (y que te he dicho que No) para todo, la pataleta, los gritos, las peleas, incluso de querer
pegarnos porque no obedecemos sus órdenes!
Todo manual de pedagogía, toda guía para padres habla de este período. Así que nos hemos de felicitar porque tenemos unos hijos sanos
que son capaces de a sus tres años desafiarnos!! Es como una adolescencia infantil...
¿Cómo vivirlo? Lo primero entender que no son niños/as malos, ni tiranos (aunque lo parezcan), ni lo hacen para fastidiarnos aunque sí para
desafiarnos. Nosotros también fuimos así a su edad, y en función de cómo la vivimos entonces ahora lo demostramos (de eso hablaré en
otro post).
Lo segundo: dices que es desesperante.... Mejor conecta con la esperanza, confianza que tienes una hija sana y que esta época (que pasará)
le ayuda a crecer. Si no, estarás muy a menudo enfada, irascible, rabiosa como ella y ahora necesita mucho tu amor, serenidad, seguridad y
paciencia.
Lo tercero, es el momento de poner límites. Mamá y papá ponen las normas y ellos las cumplen les guste o no (sin negociación en la mayoría
de casos, por ahora.). Ante sus negativas, nosotros decidimos y ellos no tienen derecho a voto (aunque sí tienen derecho a enfadarse, gritar,
soltar la rabia que les da no ganar, patalear en el suelo).
En estos casos solemos perder fuerza dándoles explicaciones e intentando convencerles porque nos duele; perdemos energía porque nos
sentimos culpables de mantenernos firmes mientras lloran, gritan y pasamos mucha vergüenza porque montan el espectáculo donde sea.
¿Te sientes culpable de amar a tu hijo/a e intentar sea un/a joven con criterio y seguridad? Pues está en tus manos mostrarle ese camino o
dejar sea una jovencita tirana y caprichosa.
"-Quiero un sugus. -Hoy no toca, ayer te comiste dos y no es bueno comer sugus todos los días. -Sí, yo quiero uno ahora!.-Lo sé, pero no es
bueno para ti". Se enoja, grita y llora. Pataleta en plena calle. Permítele exprese su rabia pero no te enfades, no le chilles, no le digas nada
más, no la intentes convencer que lo haces por su bien (ya se lo has dicho, te ha entendido, no le ha gustado y te lo va a demostrar).
Yo en ocasiones sigo caminando lentamente dándole tiempo a que me siga pero sin decirle nada. Cuando ve que estoy lejos viene corriendo,
gritando y llorando "-Quiero un sugus!!!!!!!!". Me agacho a su altura, lo abrazo y amorosamente le digo, "-Ya veo estás muy enfadado, lo
entiendo, pero mamá sabe lo que es bueno para ti". El sigue insistiendo -"Mama, yo quiero un sugus. -Claro, tal vez otro día, pero hoy no." Y
seguimos caminando, él llorando menos fuerte pero ya a mi lado.
Escenas como ésta hay muchas en el día a día: para irnos del parque, para ponerse el abrigo, para bañarse, por querer coger del súper lo que
no debe, por querer jugar cuando es hora de comer, tarda una hora en irse a dormir, etc...
Hay días que lo vivo con agotamiento y otros con más serenidad, al igual que él hay días que apenas discute y podemos negociar y otros es
un constante desafío.
Se podría decir que el "trabajo" de los peques de 2-3 años es el de intentar imponerse y mandar. Nuestro "trabajo" como padres es el
de mostrarles el camino con amor, paciencia, con límites, seguridad y firmeza, con nuestro propio ejemplo y con respeto. Ser niño/a no es
fácil y ser padres tampoco. Lo que nunca les ha de faltar (y más en estos momentos) es nuestro amor, consuelo, nuestra dedicación y tiempo.
La etapa del no durante la infancia Tengo un niño de 3 años y estamos en la fase NO. Siempre que le pedimos que haga algo nos responde
igual "NO". Le repetimos todo varias veces hasta que tenemos que recurrir al "cuento hasta tres", pero no lo veo una buena opción pues me
gustaría que lo hiciera por sí mismo. Gracias.
Durante la fase de autoafirmación ("etapa del no"), es muy pesado estar constantemente encima de los peques repitiendo e insistiendo que
hagan las cosas. Además esto tiene el efecto secundario de que se acostumbran a nuestras insistencias o amenazas, y acaban por no
escucharnos. La técnica de "cuento hasta tres" es una opción pero si la usas diariamente acabará por acostumbrarse y dejará de ser efectiva.
Úsala de vez en cuando, dos veces a la semana como mucho. Para conseguir que hagan las cosas por ellos mismos y no como respuesta a
nuestros enfados o amenazas, debemos demostrarles que los resultados dependerán de ellos. Para enseñarlo es muy importante nuestra
actitud: sin enfados, sin chillidos, ni amenazas, y sobre todo, sin echarnos atrás y cumpliendo lo que decimos
Cómo hacerlo: la clave, tu actitud
Ves a buscar tu abrigo y póntelo que nos vamos a la calle.
No, no quiero.
Yo voy a buscar el mío y voy a prepararme para irme. Cuando esté lista, me iré. Si quieres venir conmigo, ponte tu abrigo. (Déjale un
tiempo corto y si ves que ni se mueve, despídete de él.)
Adiós, cariño, me voy a la calle." (Abres la puerta y vete. Quédate detrás escuchando pero sin hacer ruido.)
Cuando tu peque vea que te has ido y se ha quedado solo, seguramente llorará y gritará asustado. Pasados 10 segundos vuelve a entrar
y, aunque tu corazón esté sobrecogido por el susto de hijo, mantén una actitud tranquila y segura:
¿Por qué lloras, cariño?
Estaba solito, ¡te has ido!
Te he dicho que me iba a la calle y como no te has puesto el abrigo, pensaba que no querías venir conmigo.
¿Quieres venir a la calle? Ves a buscar tu abrigo y póntelo, nos vamos.
Si tu actitud es serena y firme, el mensaje que le estás trasmitiendo es de debe ir responsabilizándose de sus acciones: como no se ha puesto
el abrigo, es que no quería ir a la calle. Tu peque enseguida percibirá que tú no te has enfadado, no le has chillado, no le has insistido. Así que
si quiere obtener lo que quiere, depende de él. Es importante que seas constante y que mantengas siempre esta actitud.
No sé cómo atender a mi hija cuando tiene rabietas Tengo una niña de 22 meses y cada vez tiene un carácter más irritable, ante un NO por
respuesta enseguida significa una rabieta o incluso estando a buenas pide las cosas con gritos y de malos modos. Aunque intento no prestar
atención a sus malos modales o su rabia, no sé cómo parar ese círculo vicioso.
Te recomiendo te leas todo lo escrito sobre las rabietas. Tu niño está creciendo y por tanto pasará por diferentes fases como la de ir probando
su autoridad, ir probando la reacción de papá y mamá en diferente momentos, intentar mandar, intentar hacer lo que desee y cuando desee.
Imagino que es a lo que te refieres cuando dices que tiene un carácter más irritable, pues antes tendría un carácter de dulce bebé.
¿Qué hacer? Mostrarle con paciencia, amorosidad y de forma continuada cuáles son las buenas maneras y hasta dónde puede llegar (o sea,
mostrar los límites).
Que chille ante un No, que grite o patalee porque no ha conseguido algo (tal vez quiere jugar con una muñeca y tú no lo dejas por ser el
momento de ir a dormir), no es nada grave. No es malo, ni es de ser mal educada. Tu peque no es diferente a cualquiera de este mundo.
Chilla, grita, patalea para mostrar su enfado y para demostrarse a ella misma que tiene poder, tiene autoridad y que lo quiere conseguir.
Respeta su actitud de enfado “ya veo estas muy enfadada. Lo siento, pero ahora no es el momento de jugar. Cuando te calmes te atiendo” Y
la dejas en su enfado, no la atiendes más, no le insistes en que deje de llorar. No le dices nada, la dejas tranquila que llore y saque su rabia.
Cuando se acerque a ti, si lo hace gritando le dices de nuevo con naturalidad “si me chillas no te entiendo. Veo estás muy enfadada, saca tu
rabia y cuando ya te encuentres menos furiosa hablamos”. Cuando haya llorado, pataleado, gritado lo que ella necesite se irá calmando poco
a poco. Entonces la tratas con dulzura (sin rencor, sin enfado. No ha hecho nada malo, así que no debes tratarla con mala actitud), la tocas
con suavidad y entonces llevas a cabo lo que tiene que hacer (en este caso era irse a dormir sin jugar con la muñeca). ¡Ojo! Porque si después
de la rabieta la peque obtiene lo que tanto deseaba (o sea, jugar con la muñeca en vez de ir a dormir), habrá aprendido que si llora y patalea
con todas sus fuerzas conseguirá obtener sus deseos.
Y lo que debe aprender es que si está enfadada (porque le han dicho un NO) puede sacar su rabia, puede llorar, patalear, desahogarse
gritando y llorando pero que igualmente debe cumplir con lo que dicen papá o mamá (pues ellos saben lo que es bueno y necesario).
Cuando estando a buenas, te pida las cosas gritando tú le puedes decir con voz muy suave y sin estar enfadada “a mí no me gusta que me
hablen así. Cuando me hables bien te atiendo”. Y no lo haces más caso. Si sigue con este tono te apartas de ella, y como máximo le repites
una vez más lo dicho antes (con voz suave). Cuando se dirija a ti con tono normal, entonces la atiendes amorosa, bien, contenta “ahora sí te
atiendo, así te entiendo muy bien”. Esta época es larga, se hace pesado para los padres y para los peques si se afronta con negatividad, si se
generan demasiadas peleas, enfados, gritos, mal ambiente entre padres e hijos. Se suele perder la paciencia y se opta por etiquetar de
“malcriados” a estos pequeños que lo único que están haciendo es crecer. Pero papá y mamá también necesitan descubrir cómo acompañar
estos procesos.
Alternativas al "no" Un día, un grupo de educadoras infantiles decidimos buscar alternativas al NO! Tras un trabajo de reflexión y autocrítica
sobre nuestro trabajo, nos confesamos cansadas de estar siempre con el "No te subas a la silla", "No golpees los juguetes", "No se pega", "No
chilles", "No corras", "Los juguetes no son sólo para ti", "No se juega con la cuchara", "No se pintan las paredes", "No te salgas de la fila", y
un largo etcétera.
Es una labor educativa importante poner límites y normas, pero a través del NO constante resulta acabando muy aburrido, además de
ineficaz. Tanto para los niños como para nosotras, se generaba un ambiente muy negativo e improductivo. Así que pensamos en otras
alternativas más creativas y productivas, que nos permitieran poner límites y normas en positivo y con seguridad.
Por ejemplo, cambiamos
"No te subas a la silla" por "en la silla se pone el culo, los pies van al suelo."
"No te subas a la mesa!" por "los pies van al suelo, baja por favor."
"¡No pegues!" por "con las manos se dan caricias; a los amigos se les abraza."
"¡No se muerde!" por "se muerden las manzanas, a los nenes se le dan besos; con la boca se dan besos."
"No juegues con la cuchara" por "la cuchara sirve para comer" (y si insiste se la quitamos durante unos momentos).
"No se habla con la boca llena" por "ahora tienes la boca llena y no te entiendo."
"No se pintan las paredes!" por "se pinta en los folios" (darle un folio en ese momento).
"¡No grites!" por "cuando hables más flojo te atiendo."
"No te levantes de la mesa" por "ahora has de estar sentado, cuando acabes te levantas."
La iniciativa tuvo más éxito del que nos habíamos podido imaginar. Resultó que nosotras nos sentíamos más alegres y positivas, y además,
los niños nos hacían más caso. Antes teníamos que repetir las cosas una y otra vez, ahora los niños entendían mucho mejor lo que les
decíamos y se esforzaban en hacer lo correcto. Todos convivíamos en un espacio más amable. El uso del "No" lo dejamos para momentos
necesarios de ejercer autoridad y también era más atendido por los niños. Al usarlo de forma puntual cobraba su sentido.
Seis pasos para calmar el enfado de los niños Debemos validar el enfado que generan los límites o normas
Todos sabemos que la reacción más típica de un niño o niña frente a un límite es el enfado. De esta forma expresa lo que está sintiendo:
desilusión por no obtener lo que quiere; disgusto, pues la propuesta no es placentera; y frustración, dado que no se satisface su deseo.
Debemos permitir y validar su frustración Es decir, debemos dejar que se enfade y que lo exprese para que pueda autorregular sus emociones,
sin que ello implique la retirada de la norma o límite.
Por ejemplo, el niño que se enfada y llora porque debe ir en la sillita del auto sujeto por el cinturón tiene todo el derecho de sentirse frustrado
y quejarse, pues no va sentado donde él desea y además se encuentra atado ( y seguramente poco cómodo). Pero si recibe de forma
constante la misma norma: “Este es tu lugar en el auto y debes ir protegido con el cinturón”, su emoción y reacción de frustración irán
evolucionando de mayor a menor. Podemos acoger su emoción de enfado y acompañarle en su disgusto sin que ello implique sacarlo del
auto.
6 pasos para acoger y aceptar la emoción de enfado ante un límite, sin retirarle la norma.
1. Pon nombre a su sentimiento de frustración y afírmalo:
“Estás enfadado por tener que apagar la TV"
“Entiendo que te dé rabia tener que recoger ahora”
"Veo que no te gusta ir aquí sentado”
2. Dale unos minutos para liberar su emoción: lloro, queja, grito. Sí, sí, has leído bien, permite que llore o grite su enfado.
3. Quédate a su lado unos minutitos y le vuelves a afirmar “Cariño entiendo tu disgusto", "Entiendo no te guste", "Veo tu rabia”.
4. Ofrécele de nuevo la norma en positivo: “Entiendo tu disgusto y lo que ahora toca es recoger los juguetes”, “Sé que te enfada pero el
tiempo de ver TV se ha acabado por hoy".
5. Motívalo y/o acompáñalo para que realice la tarea. Por ejemplo, si la tarea es recoger puedes motivarlo cantando una canción o
recogiendo tú también "Cariño yo te ayudo, mira esto lo tomo yo y esto lo tomas tú".
6. Tras cumplir con la pauta marcada (con o sin tu ayuda) refuérzalo positivamente: “Has sido responsable con tus cosas”, “Has cumplido
con la norma, te felicito cariño”.
Si aun así el niño no se calma ¿qué hacer? Los niños sienten las emociones de forma intensa, por tanto, puede que este enfado lo estén
sintiendo tan intensamente que no acepte tus palabras de validación o no quiera tu compañía ni tus caricias de consuelo. Si eso ocurre, no
te enfades con él ni le grites ni lo dejes solo. Quédate cerca y sin tocarlo. Quédate en silencio aceptando su expresión y observando que no
se haga daño. Está muy frustrado y bloqueado porque aún no ha aprendido a regular la intensidad de sus emociones negativas.
Si se golpea así mismo o se golpea con algo debes responder inmediatamente frenando su autoagresión "No te hagas daño cariño, no te lo
mereces". Si reacciona pegándote a ti - pues, al fin y al cabo, eres la causante de su frustración- no debes permitírselo y debes también aplicar
aquí un límite. Apártate o párale las piernas o brazos con contundencia mientras le dices "Te puedes enfadar pero no hacerme daño. A mí no
me pegues".
Si esta escena de frustración explosiva duran más de 10 minutos, yo siempre recomiendo a los padres que hagan algo para que cambie la
energía. Ofrecer algo distinto al niño, que no tenga que ver con el límite que generó su enfado, para que se desbloquee de su enojo. Sobre
todo, cuando los niños son muy pequeños, necesitan ayuda para salir de su frustración, y a veces va bien un comentario del tipo "¿Vamos a
ver qué hace papá en la otra habitación?". Es bueno les dejemos llorar y expresar su disgusto pero si dura demasiado, necesitan nuestra
ayuda para pasar a otra emoción, sin que ello suponga la retirada de la norma que les hizo enfadar. Pues entonces no estarán aprendiendo
a regular sus emociones ni a aceptar las frustraciones.
Estas escenas de enfado con pataleta o lloro ante una frustración son muy intensas al principio, cuando el niño empieza a recibir sus primeros
límites y muestra su dificultad en aceptar la frustración. Algo absolutamente normal por la inmadurez de su edad. Lo importante es que los
padres les acompañemos en este aprendizaje sin retirarles los límites y sin enfadarnos con ellos por su reacción. Están aprendiendo
y necesitan muchas escenas como esta (de recibir límites aunque se enojen) para aprender a regular sus emociones e integrar las
frustraciones.
Quiero atender emocionalmente sus rabietas El camino para la tolerancia de la frustración es largo y duro. Los papás y educadores deben ser
conscientes que los niños no aprenden de un día para otro a canalizar la ira de forma no destructiva. Este aprendizaje debe prolongarse a lo
largo de toda la infancia del niño.
Además, existen etapas concretas durante la infancia en las que las rabietas o berrinches - que son explosiones emocionales que utiliza el
niño para expresar su enfado - son más habituales. Esto es debido al momento evolutivo del pequeño y su desarrollo emocional.
Concretamente entre los 12 meses y 3 años de edad es muy habitual que los peques pasen una etapa de frecuentes berrinches.
Juegos, actividades y recursos educativos para tratar la etapa:
1. Cuento La rabieta de Julieta. Se trata de un cuento para trabajar desde la educación emocional las rabietas. ¿Cómo se siente el niño?
¿Qué podemos hacer los padres para que aprenda a expresar y canalizar la rabia? ¡Descúbrelo junto a Julieta!
2. Juego "Pim pam peta La rabieta de Julieta". Es un juego de mesa para adquirir vocabulario emocional sobre la rabia y, de esta manera,
naturalizar las situaciones de enfado y aportarles un enfoque divertido.
3. Hojas del enfado. Se trata de un recurso educativo y emocional para que el niño pueda volcar sus emociones negativas de una forma
sana, a través de la cual no se haga daño a sí mismo ni a los demás.
4. Láminas para colorear. Ideales para que el niño pueda expresar y mostrar su rabia a través del color.
Qué hacer cuando mi hijo se enfada - historia real Laura es una mamá argentina que reside con su familia en Los Ángeles. Contactó con el
servicio de formación online de Edúkame para aprender a resolver los intensos episodios de enojo que se daban desde hacía un tiempo con su
hijo menor, Lucas de 4 años de edad, casi diariamente y por cualquier motivo. El hijo mayor de Laura tiene 6 años y se llama Nikki con el que
nunca tuvo dificultad para resolver los conflictos ni para comunicarse afectivamente con él.
Laura compartió por escrito su propia experiencia:
Mi rutina por la mañana es llevar a los chicos a la escuela en auto. Primero dejo a Nikki y luego nos vamos con Lucas a un parque,
supermercado o a casa hasta que llegue su hora de entrar al jardín. Esto es lo que pasó esta mañana.
Después de dejar a Nikki en la escuela, estamos camino a casa con Lucas con el plan de ver un dibujito animado en mi teléfono. Mientras
manejaba charlábamos de las flores que veíamos, la música que escuchábamos, etc., y me quiso cantar una canción de la escuela. No le salía
(cuando no le sale algo se frustra muchísimo). Entonces le digo “Cántamela de vuelta Lucas y te ayudo, quizás yo la conozco”. Intentó y como
no le salió se puso a gritar y me revoleó un bloquecito que tenía en la mano (lo tiró al aire apuntándome a mi). Me enojé -sin gritarle- y le
dije “Tenés derecho a enojarte pero no podés…” , y no pude terminar de hablar porque se puso a gritar más fuerte.
Yo le dije “Si gritas no puedo escucharte. Cuando dejes de gritar, hablamos”. Volvió a revolear algo, esta vez su peluche. Apenas dejó de
gritar, le repetí “No se revolea nada porque podemos lastimar a alguien y romper algo y eso no está bien. Ahora en lugar de ver mi teléfono
vamos a ver la tele, porque veo que estás revoleando cosas y mi teléfono no es para revolear”. Entonces se puso a gritar mientras estábamos
por bajar del auto, así que me quedé en el auto con él y le dije “Grita hasta que te saques todo tu enojo, mi vida. Cuando termines, bajamos
a casa”. Enseguida dejó de gritar y bajamos a casa.
En casa me pidió el teléfono y le comenté “¿Te acuerdas lo que hablamos en el auto?, vamos a ver la tele en lugar del teléfono”. Se puso a
gritar y se metió en el lavadero de la casa y dio un portazo con una puerta de un mueble chiquito (en lugar de dar portazos con las puertas
de la casa). Entonces le expliqué “Lucas, dale otra vez a esa puerta, ese mueble no se va a romper. Dale otro portazo con todas tus fuerzas
así te descargas el enojo”. Me miró asombrado y le dio otro portazo. Pero no fue suficiente, salió corriendo al patio de la casa gritando y me
fui atrás de él. Le dije tal cual hablamos ayer en la sesión: “Tenes derecho a estar enojado mi vida”, e hice un poco de espejo, y le dije “Estamos
enojados, Lucas, pataleamos el piso así” y siguió gritando pero me miraba asombrado. Le dije “Grita todo lo que necesites así se va el enojo”.
Dejó de gritar (mucho más rápido que otras veces) y me miró y se puso a llorar con sentimiento y angustia. Le pregunté, ¿Querés que mami
te abrace?, ¿ya te sentís mejor? Vino todo mimoso a abrazarme. Entonces fuimos hacia adentro de la casa; él ya calmado y sonriente. Te juro
que me llegó al alma su carita de mimoso cuando terminó de enojarse. Vi en sus ojos como sintió que yo lo acompañaba, que no estaba solo.
No sé si todo lo que hice en esta situación es lo ideal, (seguramente habrá cosas no muy ideales) pero siento que hoy hubo un giro en la
situación. Y como lo vi tan sonriente y mimoso conmigo le comenté a él sobre lo que también hablamos ayer en la sesión online:
“Mi amor, me di cuenta que cuando te dejaba solito en tu habitación porque te habías portado mal, vos sentías que yo no te quería y eso no
es así. Yo te amo siempre. Así que a partir de ahora, no te voy a dejar más solito. Cuando te enojes vamos a estar juntos hasta que se nos vaya
el enojo”.
Lucas asintió con la cabeza sonriendo. Es la primera vez que puedo hablar con él algo serio por más de 10 segundos. Como te digo, no sé si
todo lo que hice en esta situación es lo ideal, pero sentí una complicidad y una unión hermosa entre los dos. Para finalizar te cuento que a lo
largo de ese día no hubo ni un solo episodio más de enojo, cuando en general suelen repetirse a lo largo de todo el día. Ni siquiera hubo
enojos o peleas con su hermano.
No quiero pegar más a mi hijo ¿cómo puedo cambiar? Mi hijo tiene 2 años y ya no quiero pegarle. Sé que no está bien educarlo así pero cuando
lo hago no me doy cuenta hasta después. Él es todo para mí y me duele lastimarlo, ¿pero cómo evito esto? También soy muy cariñosa con él
le digo que lo amo, jugamos y creo que esto se debe a que yo intento cambiar lo que a mí me enseñaron pero a veces no puedo. ¿Podrían
ayudarme?, de verdad lo necesito.
El cerebro desde que somos bebés va asimilando e integrando las experiencias y respuestas que nuestro entorno daba a las diferentes
situaciones (“yo intento cambiar lo que a mí me enseñaron”). Es como si se hubiese hecho un surco profundo y resbaladizo en nuestro cerebro
por el que, ante la situación A o cualquier situación que a mí se me parezca a A, una bola bajase a toda velocidad pulsando el botón de la
reacción que aprendí.
La dificultad está en que se produce antes de que seamos conscientes de las consecuencias que tiene… “pero cuando lo hago no me doy
cuenta hasta después”. Comprendo la desazón que transmiten tus palabras "pero cómo evito esto, él es todo para mí".
Vaciar el vaso para poder llenarlo En tu caso, el acto de pegar es una respuesta que tú tienes, un recurso que aprendiste o adquiriste y es
probable que algún momento te fuese útil ya que el cerebro no malgasta energía en algo que no lo sea. Ahora bien, a veces, mantenemos
respuestas que ya no son válidas ni productivas y lo que como niña me pudo servir para mi supervivencia, ahora, en la edad adulta, ya no es
válido porque somos responsables de nuestro actos y tenemos más recursos a nuestra disposición que nos da la experiencia, o al menos, la
capacidad de desarrollar otros nuevos.
Como tú misma ya sientes, pegar no es un recurso aceptable ni beneficioso, ni para ti, ni para tu hijo, ni para vuestra relación y en tu mano
está la decisión de cambiar esa respuesta por otras más enriquecedoras para ambos. En tus palabras se nota que estás consciente de esto,
así que te faltaría el segundo paso: hacerte responsable del cambio que quieres para ti y para tu hijo y poner los medios necesarios para
hacerlo realidad.
En este sentido, también es importante que sepas que para llenar un vaso es necesario haberlo vaciado antes...
La capacidad de cambiar lo que ya no sirve o no quiero Cambiar una respuesta automática como la que comentas requiere estar
plenamente enfocada en tu objetivo de cambio, en identificar lo que te pasa antes de que caiga la bola: sensaciones físicas, emociones y
pensamientos. El esfuerzo y la constancia también te harán falta para crear un nuevo surco, esta vez sí, consciente y elegido que active la
capacidad que tienes de acompañar emocionalmente a tu hijo en su desarrollo.Te animo a que busques un acompañamiento profesional que
te apoye en el logro de este reto que tienes en tus manos.
ENSEÑAR A CANALIZAR LA RABIA A MI HIJO
¿Por qué pegan los niños? Nuestros hijos son lo más dulce de este mundo. Pero a veces, pueden tener episodios de rabia o enfado donde les
cuesta canalizar esa emoción, y ¿qué hacen? Pueden gritar, patalear, tirarse al suelo o pegar.
Es normal que ante estas situaciones estés preocupada, no sepas qué hacer, e incluso pueda ser incomodo ya que pensamos en qué pensaran
de nuestro hijo las mamás del cole o del parque. Antes de nada, tranquilízate. Detrás del hecho en sí, hay mucho más. Es la manera que
nuestros hijos tienen para reflejar algo que no saben expresar con palabras: un malestar, una necesidad emocional…
¿Significa lo mismo a cada edad? Aunque tenemos que observar muy bien en qué situaciones ocurre: en casa, en el colegio, con su hermano
pequeño, con los papás, etc. La respuesta general sería: NO. Cada edad tiene necesidades diferentes, y por eso se enfrentan el mundo de
distinta forma.
0-2 años: A esta edad aún no entienden qué significa pegar, no saben si es bueno o malo, y sobre todo si deben hacerlo o no. Para ellos todo
es un juego. Investigan el mundo a través del juego, y aprenden también a través de él. Si vuestro hijo empieza a pegar en esta edad, lo que
debéis hacer es mostrarle que esa conducta no es agradable para vosotros, que no es un juego aceptado. Cuando lo haga, poneros muy
serios y mostrar vuestro desagrado ante esa conducta, y evitar que pueda seguir haciéndolo, cogiéndole de las manitas, levantándoos del
sofá o la silla, o moviéndoos de habitación. Es importante que la respuesta de toda la familia ante esta situación sea la misma, ya que así se
integrará poco a poco esa pauta, y aprenderá que si realiza esa conducta no puede seguir jugando con nosotros, y al final, se extinguirá.
2-3 años: Esta es una etapa en la que nuestro hijo está en un periodo de búsqueda de poder, de autoafirmación, donde intenta siempre salirse
con la suya y no acepta las negativas. La rabia que pueden sentir ante esos límites y “no”s / noes por nuestra parte, pueden llevarle a gritar
o pegar, como forma de liberar esa tensión. Esto es algo completamente normal a esta edad, no desesperes. Forma parte del proceso sano
y evolutivo de cualquier niño. ¿Qué podemos hacer? Debemos enseñarle que no es correcto pegar: enfádate cuando lo haga, y puedes decirle
“no me gusta que me peguen”, o “si pegas me haces daño”.
Este periodo es difícil para los papis, pero también para los peques, ya que están en una lucha constante por lo que quieren y que muchas
veces no puede ser en ese momento (un caramelo, ver la tele más rato, jugar en lugar de cenar, no ducharse…), y nosotros, debemos
acompañarlos con amor, paciencia y límites.
3-4 años: A los 3 años los niños empiezan el cole, con todos los cambios que eso conlleva para ellos. Muchos de ellos han estado hasta
entonces al cuidado de mamá y papa, de los abuelos u otros familiares y han ido pocas horas a la guardería. Cuando un niño menor de cuatro
años pega no quiere hacer daño, simplemente se está defendiendo de algo que considera un “ataque”: me quieren quitar un juguete, me
interrumpe mientras hablo con la profesora, tengo miedo de este niño… Poco a poco deben aprender que pegar hace daño, y que no es la
conducta correcta. Para ayudarle podemos ofrecerle algunas estrategias alternativas al hecho de pegar: como pueden ser enfadarse o gritar.
Es importante también que validemos la emoción que siente “entiendo que estés enfadado porque haya cogido el juguete con el que tú
estabas”, e intentar darle una alternativa “puedes ir a buscar otro juguete que también te guste mucho”.
A partir de 4 años: A esta edad, los niños ya saben que pegar no es algo aceptado ni en casa, ni en el cole, pero aun así, a menudo ocurre.
Esta actitud nos está diciendo que existe una necesidad emocional que no está cubierta, algo que nuestro hijo no sabe o no puede
expresarnos con palabras, y que le está haciendo daño. Debemos observar con cariño que está pasando en el entorno de nuestro hijo que
pueda estar generándole una emoción negativa que él no sabe cómo gestionar: lo hemos cambiado de colegio, nos hemos mudado de casa,
ha llegado un hermanito nuevo, hemos despedido a algún familiar hace poco, etc. Si podemos identificar que ha podido pasar para que
nuestro hijo esté así, aprovecha un ratito de juego para comentarlo con él, sin hablar de su conducta. “¿cómo te sientes con la nueva casa?”,
de esta forma le damos a entender a nuestro hijo que nos importa cómo se siente y podemos crear un espacio de intercambio y de
crecimiento.
Es importante que dejemos que nuestro hijo se desahogue de esa sensación de rabia o enfado que tiene, pero pegando no es la forma más
adecuada. Si esto sigue ocurriendo es que nuestros hijos no han entendido que pegar no es una manera de mostrarnos su emoción,
probablemente porque hemos permitido que la use para expresarse anteriormente. Este es un límite muy importante: claro que puede
liberar su enfado, pero haciendo daño a los demás o a sí mismos, no. Potencia todo lo bueno que hace, incluso ponle alguna obligación que
la haga sentirse importante en casa. Dale muchísimo cariño y apoyo. Los padres debemos ser una fuente de paz y seguridad para nuestros
hijos.
Y sobre todo… Cárgate de amor y paciencia. Nuestros hijos están creciendo y explorando. No es fácil ser padre, y lo sabemos, pero tampoco
es fácil ser hijo, y por eso debemos acompañarles siempre con cariño, seguridad y ese amor incondicional. ¡Es lo menos que podemos
ofrecerles!
CONTROLAR LA IRA
Cómo enseñar a los niños a controlar el enfado. La etapa de las rabietas comienza muy pronto, hacia los dos años ya empezamos a ver niños
que se tiran al suelo si no consiguen lo que quieren, si no entendemos lo que quieren decir, si ha llegado la hora de volver a casa después de
haber estado toda una tarde jugando en el parque o si simplemente, si no se salen con la suya.
Parece que conforme el niño va creciendo, las rabietas infantiles deben desaparecer pero a veces aumentan si no hemos sabido enseñar al
niño a gestionar sus emociones negativas, a tomar un tiempo para reflexionar sobre los sentimientos que le han llevado a perder el control o
simplemente a ser consciente de la capacidad que cada uno tenemos para decidir cambiar el pensamiento que nos lleva a permanecer
enfadados por mucho tiempo y lo que ésta emoción nos lleva a hacer: pelear con otros niños, gritar, ofender a compañeros, hablar de forma
tirana o exigente a los padres, etc.
Ser consciente de su enfado y liberarlo sin juzgarlo Para ayudar a los niños de entre 3 y 6 años aproximadamente, a que sean conscientes de
las emociones negativas que les lleva a vivir con tanta intensidad un sentimiento de enfado, os presento a Eugenio, el Señor del Genio. Este
peluche con una boca donde cabe perfectamente la mano de un niño nos ayudará a que aprendan de un modo sencillo y significativo que
ellos pueden decidir voluntariamente a desprenderse del mal genio y meterlo en la boca de Eugenio que se alimenta de todos los sentimientos
negativos que llevan a los niños a comportarse de manera inadecuada.
Cuando el niño está muy enfadado podemos ayudarle a tranquilizarse, a entender que suceso le ha podido llevar a sentirse enojado y una
vez que ha conseguido relajarse hacemos borrón y cuenta nueva con la ayuda de Eugenio. Le enseñamos que el Señor del Genio debe
quedarse con su genio para que pueda sentirse liberado de ese sentimiento negativo.
Mi hija se enfada por todo Mi hija últimamente protesta por todo. Si se le cae la torre, si se le cae la jabonera al lavarse las manos, si no dan
los dibujos que ella quiera, etc. Ayer estaba haciendo un dibujo con pincel y acuarelas y cuando ya estaba casi acabando se derramó por
accidente el agua del pincel sobre su dibujo. Se puso a llorar sin parar. Le animaba diciéndole que ya haríamos otro dibujo o que ya haríamos
otra cosa igual de divertida. Pero nada parecía consolarla. Al final su llanto y su pataleta me pusieron de los nervios y acabé riñéndola. No me
gusta reaccionar así pero es que creo que su conducta es de puro capricho.
El disgusto de tu hija era legítimo. Tenía todo el derecho a expresarlo llorando (pues es así como lo expresan los niños pequeños). Se sentía
disgustada pues acaba de perder su dibujo y eso para ella fue una desilusión. Los niños necesitan experimentar sentimientos de rabia, enfado,
disgusto, frustración y sobre todo poderlos expresar. Esta expresión les ofrece bienestar emocional, además de ayudar a su desarrollo
intelectual y social. El intentar animarla con otro dibujo o con otras cosas no hizo más que alimentar su disgusto. Y esta reacción es muy típica
en los adultos (padres o educadores) y tiene que ver con que estamos proyectando nuestras propias preocupaciones.
Lo que yo suelo ver en mi trabajo individual o en los talleres con padres y educadoras es que seguramente te pone nerviosa su conducta
porque ves tu propia dificultad en manejar su frustración. Tu intentas solucionar la situación enseguida, despistándola rápidamente con otra
oferta (hacer otra cosa) o interpretando su conducta de caprichosa o de no es para tanto para zanjar pronto su disgusto y su llanto, pues es
a ti a la que te altera esta situación, te incomoda o te duele. Pero lo que estás haciendo es invalidar sus sentimientos de enfado, disgusto y
no permitir su expresión. ¿Crees que tu hija sería capaz de superar por si misma esta situación? Crees que es capaz de hacer frente a su
disgusto y de encontrar la manera de calmarse por sí misma?
Te sorprenderás gratamente cuando permitas que así lo haga. Que tu hija se vea capaz de superar retos le hará más fuerte. Además los niños
aprenden a sentir satisfacción al experimentar el poder de elegir las cosas como son (y no como le gustaría que fuesen). El dibujo se ha
perdido y esa es la realidad que tu hija quiere y necesita aprender a aceptar. Una vez lo haya hecho verás cómo tirará adelante como si nada
hubiera pasado.
Deja que llore y que se exprese mientras tú estás a su lado y validas sus sentimientos: “¿Qué te ha pasado? Te gustaba mucho cómo estaba
quedando” Lo más importante son pocas palabras y una actitud cercana, de escucha y de aceptar sus sentimientos. Así le estás transmitiendo
tu confianza que ella sabrá superar esta situación. Y lo hará no evitando sus sentimientos, sino haciendo las paces con la pérdida de su dibujo
(o con no dar sus dibujos preferidos, etc.). Revisa si estás siempre detrás de ella evitando sus disgustos y esa pueda ser la razón por la que tu
hija estalle por todo últimamente. Tu hija se siente impotente pues ve limitada su necesidad de expresarse y hasta ahora no se ha visto capaz
de superar por ella misma las cosas y cualquier pequeño percance le servirá de excusa para experimentar sus sentimientos.
INTELIGENCIA EMOCIONAL
La importancia de conocer nuestras emociones Las emociones se originan en las estructuras que conforman el sistema límbico del cerebro, el
mismo que compartimos con los mamíferos, y están presenten en el ser humano mucho antes de que la evolución nos permitiera tener
conciencia de nosotros mismos. Las emociones son muy útiles para la vida, nos permiten escapar del peligro y nos impulsan a la búsqueda
del placer, ya sea en forma de comida, abrigo, un abrazo o una alabanza. Las emcoiones sirven al objetivo biológico de la supervivencia y se
activan y manifiestan, mediante el cuerpo y los gestos, antes de que seamos conscientes de ellos.
Siendo así, parece que poco podemos hacer para controlarlas. En cambio, lo que sí podemos hacer es aprender a gestionarlas.
Conseguir una adecuada gestión precisa que seamos capaces de:
1. Reconocer las emociones mediante el modo en que se expresan en mi cuerpo y a través de mis gestos.
2. Aceptarlas, permitiéndome sentir todas ellas.
3. Expresarlas, siendo capaz de hablar sobre ellas
4. Canalizarlas, encontrar formas saludables de dar salida a la tensión acumulada que me hayan provocado.
Inteligencia emocional Las emociones básicas universales, según Paul Ekman, profesor de biología de la Universidad de California, son la ira,
el miedo, la aversión (asco), la tristeza, la sorpresa y la alegría.
Cuando realizamos todas las acciones anteriores sobre nuestras emociones, estamos desarrollando nuestra inteligencia emocional
intrapersonal. Y si además, somos capaces de empatizar con los otros, reconociendo sus emociones, y de poner en marcha lashabilidades
sociales que nos permiten establecer y mantener relaciones positivas con ellos, entonces también estaremos desarrollando nuestra
inteligencia emocional interpersonal.
El mundo emocional tan influyente en nuestras vidas está escasa o nulamente presente en la educación de las personas y suele ser un gran
desconocido para los adultos que conformamos las familias y las escuelas de hoy, con las consecuencias que ello acarrea, no ya solo para
nosotros mismos sino también para los niños para los que somos referentes.
Es muy dificultoso para un adulto guiar y acompañar a un niño en la gestión de sus emociones si él mismo no sabe cómo hacerlo. Y así es
como el desconocimiento del mundo emocional perdura a lo largo de las generaciones.
Ahora bien, si algunos de los lectores de este post quieren dar un paso al frente en el conocimiento de su mundo emocional (nunca se olviden
de que el único mundo emocional que podrán conocer será el suyo propio) puede empezar por el primer paso: reconocer las propias
emociones, ya les digo que la llave para conseguirlo es la auto-observación, papel y bolígrafo para registrar lo que les pasa antes, durante y
después de sentir cualquiera de las seis emociones básicas y una actitud distante para leer lo que hayan escrito. Esta distancia les permitirá
no juzgarse y les proporcionará la llave para conocerse.
Te guiamos Si ahora llevases cualquiera de estos resultados a un día normal en tu centro de trabajo o a una reunión familiar o de amigos,
¿cómo impactaría su aplicación en las relaciones establecidas? Jefe-empleado, marido-mujer, padre-hijo, amigo-amigo, etc.
¿No les parece que hubiese estado muy bien haber aprendido sobre esto y haber empezado a desarrollar nuestras capacidades emocionales
ya en nuestra infancia? Ahora tenemos la oportunidad de enseñarles a nuestros hijos y pequeños alumnos para que ellos sí puedan disfrutar
de estos beneficios en las relaciones con sus iguales y con ellos mismos.
CÓMO GANAR PACIENCIA CON LOS HIJOS
Comprar Paciencia ¿dónde? Más de uno hemos deseado poder comprar paciencia de la misma manera que compramos analgésicos para
aliviar el dolor o penicilina para curar las infecciones. Pero resulta que hoy en día, al menos que yo conozca, nadie vende paciencia. ¿Por qué?
La respuesta está en ti, dentro de ti. La paciencia que deseas o buscas está en ti misma o mismo. ¿Lo sabías? Y tú buscando fuera... ¡Ah!
Claro, por eso no la encontrabas.
Comprar Paciencia ¿Con qué? ¿Se puede comprar con dinero? No. Al menos yo creo que no. Con dinero podemos obtener algunas cosas que
nos ayudarían a tener paciencia, únicamente si sabemos utilizarlo para este fin. Por ejemplo, podemos comprar libros o suscripciones (como
la de Edúkame) que nos muestren cuáles son las necesidades físicas, emocionales y mentales de nuestros hijos a cada edad. Con dinero
podemos pagarnos una ayuda profesional si vemos que nuestra labor paternal se está encaminando más hacia los gritos y agresividad que
hacia el amor y la tolerancia. Con dinero, podemos pagar a alguien para que cuide de los hijos, mientras sus padres se toman una tarde para
ellos (para solucionar gestiones solos o para ir al gimnasio o de paseo y relajarse) y así recargar energía.
Qué ofrecer de ti mismo para obtener paciencia
1.Deshacerme de pensamientos negativos relacionados con mi hijo o con su comportamiento. Tales como “no me obedece, me está
desafiando, me está poniendo en evidencia, es un desordenado, es un caprichoso, es una chinchona, es cabezota, es una pesada”, etc. Si
ofreces tus pensamientos negativos para deshacerte de ellos ¿has pensado qué queda después? Si dejo de pensar que mi hijo es un
desobediente, ¿cómo lo veo entonces? Si dejo de pensar que mi hija me está retando, ¿cómo veo entonces su comportamiento? Tal vez
como un niño que está creciendo y probando sus propios límites y que necesita que sus padres le ofrezcan pautas claras con seguridad, amor
y constancia. ¿Cuánto vale la paciencia para ti? ¿Cuántos pensamientos negativos estás dispuesto a dar a cambio de obtener paciencia?
2. Energía renovada. Si tú estás en un mal momento, con la energía baja, sin motivación, sin ilusión, preso o presa de la rutina, de cumplir con
tus obligaciones labores, familiares, sociales, etc. Entonces tienes todos los ingredientes para perder la paciencia al mínimo contratiempo.
¿Qué vas a hacer para renovar tus energías? ¿O mejor optas seguir quejándote y alimentando tu malhumor y poca tolerancia? ¿O prefieres
seguir culpabilizando inconscientemente a tus hijos de tu cansancio y agotamiento en vez de mirar cómo puedes renovar tus energías?
Los dos puntos que faltan son reducir exigencia y ajustar expectativas.
¿Cómo tener paciencia con los niños? Tengo una niña de 15 meses que es muy traviesa y casi no tengo paciencia con ella. ¿Qué puedo hacer?
De forma directa te diré que la paciencia la tienes en tu interior, sólo tienes que darle salida. Para empezar iría bien situarte en el periodo
evolutivo de tu hija.
Cómo son los niños entre 12 y 18 meses Entre los 12 y 18 meses, cuando han aprendido a caminar se produce un estallido de energía que se
traduce en:
• No quieren estarse nunca quietos. Tienen mucho interés en ir de un lado para otro.
• Les gusta trasladar las cosas, los juguetes, los zapatos, los libros, la ropa... en definitiva, todo lo que puedan alcanzar con sus manos lo
acogerán para trasladarlo a otro sitio.
• Les gusta meter las cosas dentro de.... la lavadora, el váter, los cubos, los cajones.
• Se intentará subir allá donde pueda: el mueble del salón, sillas, taburetes, el sofá e incluso meterse en sitios que ni tú hayas podido
imaginar.
• La puedes pillar vaciando el armario del lavabo y metiendo las cosas en el váter, o estirando del rollo de papel higiénico por todo el lavabo,
o llevándose a la boca las botellas del jabón, comiendo de la pasta de dientes, etc....
Todas estas acciones no las hace para darte a ti más trabajo, ni para enfadarte porque te ha desordenado todo o porque te ha tirado al váter
la funda de tus gafas que tenías en la mesita del salón.
Libertad de movimiento y seguridad Todo esto lo hace porque afortunadamente tiene un espacio para poder hacerlo, tiene la libertad de
movimiento para hacerlo y tiene un vínculo afectivo seguro que le permite tener la suficiente seguridad como para investigar.
Así que, ¡ felicidades! Tu hijo/a está creciendo de forma sana. Saltando, trepando, subiendo, metiendo, desplazando, sacando, señalando,
imitando está adquiriendo seguridad, independencia y cultivando su inteligencia.
Lo que a los padres nos parece travesuras (porque claro, abrir la lavadora y encontrarte galletas dentro), es lo que toca para su buen
desarrollo. Aunque ya entienden buena parte de lo que les decimos, nos harán caso a ratitos, o ni eso y encima nos dirán, ¡No!
¿Qué podemos hacer? Adaptar la casa a su medida para no tener que estar regañándoles. Sacar de su alcance todo lo que no queramos que
toquen; poner cierres especiales en los armarios o cajones que no queremos que abran y dejarles algunos libres para que ellos puedan jugar
a investigar.
Esto será sólo por una temporada. Si sacian su sed de moverse y tocarlo todo, la etapa se supera con éxito (luego pasan a otra, claro).
También necesitan límites Aunque es bueno dejarles experimentar, también es bueno y necesario ponerles límites. Decirles - No, eso no se
toca; eso es peligroso; con eso no se juega que es de mamá; ahora vamos a jugar a recoger, etc.
Decírselo sin gritarles ni enfadarse, pero sí con seguridad y constancia. Puede que no hagan caso o nos digan ¡No!
Y es que en estas edades empieza el proceso de autoafirmación, por lo que los/las peques utilizan el No, o la desobediencia para establecer
su poder por encima nuestro. Eso es bueno. Fastidia a los padres, pero esta expresión forma parte de su desarrollo. Y para que tengan un
crecimiento sano, nos toca empezar ya a mostrarles los límites.
Si como padres tildamos la actitud de nuestros hijos de traviesa, movida, rebelde, inquieta no les estamos ayudando a crecer. Esta etapa dará
lugar a otra en que ya no les interesará tanto tocar y desplazarlo todo ni subirse por todas partes.
Así que os animo a que disfrutéis de las pequeñas conquistas de vuestros hijos en el camino de hacerse mayorcitos, con mucha presencia,
tiempo y paciencia pues como dicen los padres de hijos adolescentes, el tiempo pasa muy rápido!!
Paciencia y humor Por último y no menos importante, a los padres nos hace perder la paciencia el querer hacer cosas de la casa y no poder
porque hemos de estar por su exploradora actividad. Mientras dura esta temporadita más nos vale organizarnos de otra manera, relativizar
el desorden, la limpieza de la casa. Intentar posponer los quehaceres domésticos para cuando duerman y hacer lo mínimo imprescindible en
su presencia.
Esta actitud será menos exigente y sana para nosotros y nuestros peques se beneficiarán pues seguro nos ayudará a tener mejor humor
y paciencia!