Rabietas en Sitios Públicos

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RABIETAS EN SITIOS PÚBLICOS, DIFÍCILES DE MANEJAR

¿Cómo actuar cuando un niño tiene una rabieta en un lugar público? Ayer tuvimos mi primera rabieta en un lugar público, en el vestuario de
la piscina, lleno de gente, ¡qué horror! El motivo fue que se quería poner el gorro de la piscina sola y yo le ayudé, entonces se enfadó. Yo
calmada intenté sacarla de la frustración, pero era imposible. Se puso como un demonio, los mocos le colgaban como un trol, la cara roja,
chillando…. bueno, bueno, ¡un auténtico chou! Al final se calmó y entramos a la piscina. Nos bañamos las dos juntitas, aunque media hora
más tarde. Lo pasé mal, pero no por la rabieta en sí, sino porque todo el mundo me miraba y una señora mayor encima se atrevió a decirme:
“Si se pone así ahora, ya verás con 15 años…”, en fin, que me he dado cuenta que el comentario me ha afectado. Claro, esta mujer de la vieja
usanza vio que ni le chillé, ni le pegué, sino que le decía cariñosamente: “cariño cuando se te pase el enfado puedes venir donde mamá, que
te abrazará y nos iremos a bañar…. Cariño, entiendo que te quieras poner el gorro de la piscina sola…”
¿Qué siento ante las miradas de los demás? Un comentario como el de esta señora mayor puede hacernos sentir vergüenza incluso es
probable que nos sintamos forzadas a demostrar que no somos tan malas madres como nos hacen creer. Las miradas de los demás nos
pueden hacer actuar con una dureza que seguramente nos hagan sentir culpables después. Me veo en la obligación de afirmar en favor de
los niños, que el hecho de que vivan una frustración con dos años no quiere decir que vayan a tener ese mismo comportamiento con quince
años porque si algo haremos hasta esa fecha será dotarles de herramientas y habilidades de todo tipo que les permita precisamente salir de
sus frustraciones de forma autónoma, pero mientras no sepan tendremos que estar para ayudarles no para juzgar sus conductas.
Pensamientos que debo tener ante una rabieta
 Mi hijo de 2 años no se está portando mal, está en medio de una rabieta y yo debo ayudarle a salir de ella
 Mi hija de 3 años no me está avergonzando por no obedecerme a la primera, le voy a enseñar que sus actos tienen consecuencias
 Los niños tienen baja tolerancia a la frustración, voy a aprovechar este momento para enseñarle a mi hijo a canalizar esa frustración
Validación de sentimientos como respuesta Cuando la madre del caso anterior le dice a su hija en medio de una situación tan estresante
como la que nos describe “cariño cuando se te pase el enfado puedes venir donde mamá, que te abrazará y nos iremos a bañar. Cariño,
entiendo que te quieras poner el gorro de la piscina sola”, está demostrando tener un gran control emocional que le permite separar en ese
momento lo que su hija le hace sentir (vergüenza, frustración, impotencia, nerviosismo, etc.) de lo que su hija necesita realmente.
Saber estar por encima de los comentarios llenos de juicio que otras personas difunden sobre nosotros en momentos de tensión y también
sobre lo que ciertas conductas nos hacen sentir, nos permite educar más allá de un buen comportamiento. No se trata solo de tener hijos
bien educados cuyo comportamiento esté bien visto a los ojos de la sociedad sino saber llegar más lejos, educar las emociones de tal forma
que los niños sepan salir por si solos de sus propias frustraciones, consiguiendo así un buen control emocional que deriva en una autoestima
sana y equilibrada a lo largo de su vida.

¿QUÉ HACER DESPUÉS DE UNA RABIETA?


¿Cómo atender emocionalmente una rabieta? Una vez pasada la explosión emocional que viene acompañada de llanto, gritos, pataletas, y
una vez que el niño se haya calmado, es el momento de utilizar las palabras, la lógica o la razón (antes no).
Ahora sí podemos hablarle de cuál era la conducta adecuada, los motivos por los que no le hemos dejado hacer una cosa u otra, o cómo
puede responder adecuadamente la próxima vez que se enfade: “Ya veo que te ha enfadado que no te dejara ir descalzo por el parque, te
puedes enfadar y llorar por ello pero no pegarme, cariño. Si pegas haces daño y eso no está bien”.
Poner palabras a sus emociones y acciones de forma sencilla, les ayuda a ir aprendiendo a identificarlas y nombrarlas y también a expresarlas
de forma correcta. Es decir, les permite a aprender a gestionarlas. Este aprendizaje es de largo recorrido, es decir, si tu niño es de los que se
descarga golpeando a los demás, necesitará muchas veces de tus límites protectores y sencillas explicaciones posteriores para ir integrando
este aprendizaje. Dicho de otra forma, requerirá varios meses o todo un año para ir aprendiéndolo. Tu constancia y tus mensajes serán
cruciales.
¿Que no debemos hacer?
 No pegarle jamás. Ni un cachete. El niño no está haciendo nada malo, está expresando su emoción como niño pequeño que es. Si los
padres le enseñan, aprenderá a lo largo de su infancia a tolerar sus frustraciones y, por tanto, sus rabietas serán cada vez menos intensas
(sobre todo a partir de los 4 años).
 No razonar con ellos en ese momento. Cuando la emoción les desborda no pueden atender a nuestras palabras o argumentaciones. Así
que déjalo para unos minutos después.
 No etiquetarlo de tozudo, ni de consentido, ni de malcriado, ni de egoísta, ni de malo.
 No recriminarle con gritos ni nalgadas su conducta. Así le enseñas a hacer lo mismo y en el futuro aumentará su agresividad.
 Ceder a las peticiones causantes de la rabieta. Con ello el niño aprenderá únicamente a manejar, manipular, controlar a los padres.
 Alargar por mucho tiempo el momento del enfado. Una vez que el niño haya descargado emocionalmente y recuperado el control,
elógialo por ello, dale un abrazo y reafírmale que le quieres.

LAS RABIETAS, CÓMO SUPERARLAS CON AMOR Y SIN VOLVERSE LOCO


“Mi hijo llora enseguida cuando no hago lo que él quiere”, “mi hija se tira al suelo y grita cuando se enfada”, “cuando le digo que no pega y
grita”, etc. Estos comportamientos corresponden a las típicas rabietas que los niños y niñas tienen entre los 18 meses y los 4 años de edad,
debido a su poca tolerancia ante las frustraciones.
Nuestra experiencia nos dice que cuando los padres aprenden cómo manejar esta etapa, el resultado son niños más tranquilos y equilibrados
emocionalmente. Por lo tanto, niños felices y con más habilidades emocionales.
La etapa de las rabietas en la infancia es una fase normal en el desarrollo del niño, además de necesaria –aunque sea incómoda y difícil para
los padres– para que los niños puedan aprender a tolerar la frustración, y a expresar y canalizar sus emociones negativas (ambas son buenas
habilidades emocionales). Un aprendizaje vital para vivir en una sociedad en la que tendrán que lidiar con normas, límites y renuncias, pues
cuando sean adolescentes o adultos verán que no siempre las cosas serán como ellos deseen. Como padres nos gustaría que estuvieran
preparados para afrontarlos y gestionarlos de la mejor manera, ofreciéndoles felicidad. La etapa de las rabietas le permite al niño ir
practicando para ganar en tolerancia ante sus propias frustraciones, desilusiones, reveses, pérdidas, errores, equivocaciones, etc. Por lo
tanto, son oportunidades que tenemos los padres para enseñarles habilidades emocionales que les ayudarán a ser adolescentes y adultos
con madurez interna.
¿Qué es una rabieta? Es una explosión emocional, que sirve como canal para expresar emociones negativas de rabia o enfado. Esta puede
darse porque el niño no ha conseguido lo que deseaba, como por ejemplo: quedarse jugando en el parque y no irse a casa, ponerse esa
chaqueta y no la que le dice mamá, comerse una chocolatina y no el bocata, ir en brazos y no caminar, etc.
También puede ser porque algo no le ha salido como quería. Por ejemplo, una torre de construcciones que se cae, el castillo de arena que
no ha quedado bien, el dibujo no ha resultado como él quería, su coche de carreras se acaba de romper, un puzle que no sabe cómo hacerlo
y además no se deja guiar por mamá, querer comer o tal vez escribir solito y enfadarse porque no le sale bien, etc.
Tanto en estas situaciones como otras ponen al niño pequeño en contacto con emociones negativas y de forma intensa, pues toda emoción
en la infancia se vive de forma intensa, que además todavía no sabe regular. Por eso se da la rabieta, porque expresa con todo el cuerpo su
enfado ante el disgusto que siente, sin saber todavía cómo tolerar esa frustración. Las rabietas infantiles son una parte normal del desarrollo y
no se tienen que considerar algo negativo. Según sea el temperamento del niño o la niña, la rabieta se dará de forma regular, frecuente e
intensa, o en pocas ocasiones.
¿Por qué surge? A partir de los 18 meses y, sobre todo, de los 2 años en adelante, el niño ha ganado ciertas habilidades y madurez que le
hacen ser más independiente: sabe caminar por sí solito, incluso correr, subir y bajarse de muchos lugares, sabe expresarse con palabras o
pequeñas frases, etc.
Esta reciente autonomía le da un cierto poder que quiere empezar a practicar. Ya no depende tanto del adulto como en la etapa anterior de
bebé en la que ni siquiera podía comer por él mismo o trasladar sus juguetes.
Ahora sabe expresar lo que quiere, o lo que no quiere, con gestos y palabras (aunque sea de forma rudimentaria) e incluso desplazarse por
donde él quiere. Así que ahora el pequeño de 18 meses o de 2 años y medio empieza a expresar sus deseos y espera obtener una respuesta
inmediata y positiva por parte de sus padres o del adulto que esté a su cargo a sus voluntades. Cuando no es así, el niño siente una intensa
frustración que por la inmadurez propia de la edad no sabe aún gestionar.
Es propio de la infancia que el niño quiera que se satisfagan siempre sus deseos, y además, sin espera, de forma rápida e inmediata (sobre
todo antes de los 3 años). Puede ser motivo de rabieta que le digas a tu niño: “sí, ahora te acompaño a tirarte por el tobogán”, pero que se
enfade por esperar solo unos segundos. De nuevo, le vence la rabia porque su deseo no es cumplido de forma inmediata. Otro motivo de
rabieta puede ser que el niño no tenga cubierta alguna necesidad. El hambre, el cansancio, el aburrimiento, el sueño, el sentirse solo o no
atendido suelen desencadenar rabietas porque el niño siente una emoción desagradable y negativa y no sabe cómo gestionarla
adecuadamente (ni sabrá, de momento, por la inmadurez de su edad).
¿Cuándo surge? Las rabietas generalmente comienzan alrededor de la edad de 12 a 18 meses, empeoran entre los 2 y 3 años, luego
disminuyen hacia los 4 años, y ya casi no se vuelven a presentar.
Entre los 2 y 3 años se suelen dar la mayoría de ellas, y, por tanto, son momentos de aprendizaje para nuestros pequeños. Necesitan aprender
a regular la intensidad de sus emociones negativas y esto lo lograrán con entrenamiento. Por eso este periodo, aunque nos parezca largo y
algo incómodo, es necesario para que puedan aprender a tolerar sus frustraciones y a autorregularse.
¿Cómo superar la etapa de las rabietas? La actuación recomendable antes de la rabieta es la prevención.
Si reducimos los efectos que las provocan, nos permitirá tener que lidiar con menos escenas de rabietas, pero no evitarlas del todo (repito
que tampoco es lo deseable, pues es un mecanismo sano de sacar una emoción desagradable y aprender a autorregularse). Ofrecerles pautas
claras para que se sepan qué deben hacer y qué es lo que se espera de ellos; ajustar las normas y expectativas a su edad; mantener los
objetos prohibidos fuera de su vista y de su alcance; atender sus propios límites de sueño y hambre; ofrecerles pocos "no" pero claros y
darles tiempo de calidad son aspectos que suelen reducir considerablemente la intensidad y duración de esta etapa.
Durante la rabieta, hemos de vigilar que la expresión de enfado no se vuelva en contra del niño, es decir, que se cumplan estas tres reglas:
1. No se hagan daño a ellos mismos: golpeándose la cabeza, tirándose fuertemente al suelo, pellizcándose, tirándose del cabello,
arañándose los brazos o la cara, etc.
2. No hagan daño a nadie: mordiendo, empujando, pegando a los demás, ya sea su amigo, su hermano, su madre, su padre, etc.
3. No dañen nada: rompiendo objetos o golpearlos fuertemente.
Durante la rabieta hemos de protegerles para que no se hagan daño a ellos mismos, ni a nadie, ni a nada.
Después de la rabieta Una vez pasada la explosión emocional que viene acompañada de llanto, gritos, pataletas, y una vez que el niño se haya
calmado, es el momento de utilizar las palabras, la lógica o la razón (antes no). Ahora sí podemos hablarle de cuál era la conducta adecuada,
los motivos por los que no le hemos dejado hacer una cosa u otra, o cómo puede responder adecuadamente la próxima vez que se enfade:
“ya veo que te ha enfadado que no te dejara ir descalzo por el parque, te puedes enfadar y llorar por ello pero no pegarme, cariño. Si pegas
haces daño y eso no está bien”.
Poner palabras a sus emociones y acciones de forma sencilla, les ayuda a ir aprendiendo a identificarlas y nombrarlas y también a expresarlas
de forma correcta. Es decir, les permite a aprender a gestionarlas.
Enseñarles cómo expresar la rabia Debemos permitir la expresión de esta emoción pero también debemos enseñarles de qué forma la pueden
descargar y de qué manera no lo deben hacer.
Las hojas del enfado son un recurso educativo y terapéutico que podáis enseñar a vuestros hijos pequeños a expresar sus enfados a través
de los colores y de acciones liberadoras como: pisar estas hojas, arrugarlas fuertemente, romperlas, rasgarlas, agujerearlas con fuerza, etc.
Acciones todas ella válidas con un material preparado para ello. De esta forma, se valida la emoción del niño mientras se le ofrecen recursos
para canalizarla de forma sana.

NO FRUSTRAR A NUESTROS HIJOS ES MALCRIARLOS


Sobreponerse a la frustración, un aprendizaje que les ayuda a crecer. La parte menos grata y más difícil de ser niño en proceso de maduración
es la frustración. La parte menos grata y más difícil de ser padre en proceso de educar es la frustración. Ni a los peques les gusta no salirse
con la suya, ni a los padres nos gusta tener que desilusionarlos cuando corresponde.
Fritz Perls (fundador de la Terapia Gestáltica), en su libro "Sueños y existencias" dice que en el crecer hay dos alternativas: o el niño crece y
aprende a sobreponerse a la frustración o se transforma en un malcriado. Puede que resulte un "malcriado" porque los padres le contestan
todas las preguntas. Puede que se eche a perder porque cada vez que desea algo lo consigue -porque el niño debe tenerlo todo, porque papi
nunca lo tuvo, o porque los padres no saben cómo frustrar a los niños-. Cada vez que el niño es mimado para evitarle una frustración, se le
está condenando. Porque en vez de usar su potencialidad para crecer, la usa para controlar a los adultos, para controlar el mundo. Los niños
saben pedir lo que desean, ya sea con palabras o con gestos: ¡ir al parque ahora!, cógeme en brazos que no quiero andar, comer algo antes
de cenar, meter las manos en el plato, no comer pescado, tocar el ordenador, ir a dormir tarde, quiero ahora una piruleta y un larguísimo
etcétera. En muchas ocasiones para evitar el mal trago cedemos, ya sea porque no tenemos fuerzas para aguantar y oír la consecuente
rabieta, ya sea porque nos apena se lleve un chasco.
Hemos de ser conscientes que al consentir no les estamos ayudando a crecer, les facilitamos demasiado las cosas. Lo bueno para su desarrollo
es que encuentren sus propios recursos, se esfuercen en buscar alternativas, conozcan mejor sus fuerzas, miren hacia dentro de sí y sepan
qué pueden hacer (¡con lo creativos que son a estas edades!). Como por ejemplo,
-Si no me coges aúpa porque no quiero caminar (y no atiendes a mi eufórica rabieta...), no me quedará más remedio que hacer el esfuerzo y
caminar yo solito/a. Pero podré hacerlo? Pero no tengo ganas!... Anda! Pues resulta que sí he podido hacerlo!!
-Si no me dejas ver más la tele (y no cedes ante mis múltiples insistencias), tendré que poner en marcha mi creatividad y jugar con algo.
-(Un bebé de 6 o 10 meses) Si no atiendes mi llanto para que estés siempre, siempre cerca de mí tendré que empezar a dirigir mi atención
en lo que hay a mi alrededor. Tal vez yo solito pueda hacerlo, en pequeños momentos, de vez en cuando. Si el llanto del bebé perdura varios
minutos, entonces sí lo acogemos para que no entre en desconsuelo ni se sienta abandonado. (Este párrafo ha sido modificado con
posterioridad a su publicación para evitar el error de interpretar que los bebés se deben dejar llorar siempre).
-Si no me das esa piruleta que tanto deseo (y mira que la estoy armando en el súper!), tendré que aprender a conformarme...
Cuando nos encontramos en un momento en que sabemos que nuestra reacción va a frustrar a nuestro hijo, tengamos en cuenta que no es
necesario enfadarse, ni gritar o amenazar. Con cariño, dulzura y firmeza le podemos decir las cosas. Ten en cuenta que no le estás riñendo,
por lo tanto, no le pongas mala cara para decirle que no le coges en brazos (por ejemplo). Pese a la posible rabieta, mantente firme en tu
postura pero no endurezcas tu cara. Entiende que lo único que tu peque puede hacer es quejarse y poco a poco irá ganando tolerancia antes
sus frustraciones.
Este artículo ha recibido algunos comentarios de lectoras que me decían que "frustrarlos expresamente es muy cruel". Y estoy de acuerdo
con ellas. No hay que forzar ninguna situación para frustrar "adrede" a nuestros peques. El día a día ya nos ofrece suficientes escenas en las
que los niños pequeños tienen deseos o peticiones que no pueden conseguir: en unas ocasiones porque chocan con los deseos de los padres,
en otras por imposibilidad y en otras por las propias reglas de la sociedad. Pero cada una de esas escenas son oportunidades para que vayan
aprendiendo a tolerar la frustración y a expresar y canalizar sus emociones negativas (ambas son buenas habilidades emocionales). Un
aprendizaje vital para vivir en una sociedad en la que tendrán que lidiar con normas, límites y renuncias, pues cuando sean adolescentes o
adultos verán que no siempre las cosas serán como ellos deseen.

CÓMO EVITAR TENER MAL GENIO Y NO GRITAR A LOS NIÑOS


Necesito un consejo sobre cómo puedo evitar ponerme de mal genio con tanta facilidad y no gritar a los niños.
Por tu consulta, imagino estás muy a menudo de mal humor con tus hijos y les gritas a la mínima. No concretas tu situación pero tal vez te
encuentras en una de estas situaciones: ¿Trabajas y te queda poco tiempo para ellos? ¿No trabajas y estás renunciado a cosas que te
empiezan a pesar? ¿Eres madre soltera y tienes muchas responsabilidades que te ahogan? ¿Tus hijos son muy pequeños y de edades
seguidas, con lo que el trabajo es realmente agotador?
Gritar, el mal humor, la ira están expresando algo que estás reteniendo. Algo guardado que te está haciendo daño a ti sobre todo, y también
a tus hijos pues ellos pagan las consecuencias. Si tú estás bien, contenta, en paz contigo misma, con días buenos y días menos buenos pero
con una constante de bienestar, entonces también estás bien con tus hijos y tu entorno se beneficia de ello.
Perder los nervios, gritar, enfadarse es inevitable en determinados momentos y ocasiones. Somos humanos y criar es sacrificado, no da
tregua, es estar siempre en la entrega a pesar de cómo nos sintamos nosotros.
Da igual estemos cansados, o enfermos, o con muchísimo sueño, hemos de estar ahí para ellos. Da igual que tengamos ganas de hacer cosas
que nuestros peques nos impiden, sin apenas momentos para nosotros, para la pareja, para la vida social, hemos de estar ahí para ellos. Y es
cansado, a veces hasta pesado y odiado. Retener estos sentimientos, no aceptarlos es dañino y se volverá en contra nuestro en cualquier
momento. Hay que buscar maneras de abrir la válvula y darle escape: gritar al aire, al espejo, compartirlo honestamente con alguien,
patalear,... Así nos ocupamos de nuestros temas, de nuestra carga y no hacemos pagar a nadie por ella.
Por otro lado, también es importante saber que tus hijos necesitan de tu presencia y tiempo. Por lo que cuando estés con ellos después de
su larga jornada escolar (y posiblemente la tuya laboral), no te líes a hacer mil cosas de la casa. Baja las expectativas, las obligaciones, la
exigencia de tengo que comprar, organizar, los baños, las cenas,... pues eso aún te alterará más. Siéntate con ellos, juega un ratito. Si son
mayorcitos pide colaboración para hacer la cena, o para guardar la compra. Que el baño no sea un ritual sin disfrute, sino otra ocasión para
estar juntos. Ellos te necesitan pero tú también los necesitas para que te abran el corazón, para nutrirte del verdadero valor de las cosas.
Cuando estamos criando no podemos atenderlo todo, llevar la misma vida sin hijos que con hijos. Hemos de poner el acento, la mirada
principal en ellos. Lo demás seguro es secundario y prescindible.

¿Mi hijo de 2 años nos pega ¿qué debo hacer? Mi hijo le ha dado por pegarnos a todos abuelos, tíos y a nosotros. No sé cómo reaccionar.
Los 2 años es el inicio del periodo de la autoafirmación y puede durar hasta el final de los 3 años. Así que es un tiempecito que a los padres
se nos hace eterno pues nos encontramos que nuestros dulces peques empiezan con el No para todo, a desobedecer, a querer mandar, a
gritar y llorar, pataleta en el suelo e incluso a pegar.Como padres hemos de tener claro que ellos aprenden de nuestras reacciones. Muéstrale
que no es correcto pegar, enfádate, pon cara muy seria y de forma contundente le coges el brazo, le miras a los ojos y le puedes decir "A mí
no me gusta que me peguen", "No se pega, eso está mal hecho", "Si pegas haces daño y no es agradable".
Cada vez que lo haga tu reacción debe ser la misma: con mucha seriedad le dices el mismo mensaje mientras le paras la mano. Todos los
miembros de la familia debéis actuar de la misma manera todas las veces que el niño se dirija a vosotros pegando. Después de pararlo le
debéis ofrecer el mensaje positivo: “No se pega, con las manos se dan caricias" Y le muestras cómo puede acariciarte con las manos. "Cariño
cuando pegas haces daño y a nadie le gusta que le hagan daño. Mejor darnos caricias y besos".
Cuando pegue a los abuelos o tíos deben hacer lo mismo. El enfado y el mensaje debe ser inmediato y corto. No le digáis que es un mal niño,
porque eso no es cierto. Hace cosas incorrectas y tú estás en su vida para mostrarle lo correcto.
No le pegues para enseñarle que no se pega. Es incongruente, contradictorio y muy dañino. Muéstrale las consecuencias de pegar (los demás
se enfadan y le retiran el afecto), y muéstrale cómo puede expresarse sin pegar.
Si no está acostumbrado a que sus papas se enfaden o lo confronten, se mostrará un poco más rebelde al principio, sé constante y ya verás
cómo poco a poco lo irá integrando. Papá y mamá deben reaccionar igual ante el pegar, si no vuestro peque lo que aprenderá es que con
papá no puedo pero con mamá sí... (O viceversa).
Pensad que es bueno le pongáis límites, los necesita. Tener paciencia y constancia y en unos meses recogeréis los frutos.

Mi hija dice a todo que NO Desde hace una temporada con mi hija de 34 meses todo es NO. Cada vez que le pido que haga algo su respuesta
es un no rotundo y sigue con sus cosas. Si la obligo la tengo que llevar a rastras entre gritos, si intento hablar su respuesta es negativa y no sé
qué hacer. Cuando consigo después de mil negativas meterla en la cama se pasa una hora mínimo llamándome y pidiéndome cosas, ahora
pipí, ahora el muñeco, ahora agua... Y eso que antes de irse a dormir procuro que lo tenga todo, siempre hay excusa para no dormir. También
dentro de las rabietas que coge cuando le pido las cosas le da por pegar, la verdad es que al final acabo muy nerviosa, es bastante
desesperante. No sé cómo podría solucionarlo.
En tu consulta describes muy bien el comportamiento de tu hija y es exactamente igual al de mi hijo Iván desde hace ya un tiempo, y seguro
que también de otros muchos niños de 2 años a final de los 3.Nuestros hijos están viviendo su momento de autoafirmación, búsqueda de
poder, intentar salirse siempre con la suya, del NO! (y que te he dicho que No) para todo, la pataleta, los gritos, las peleas, incluso de querer
pegarnos porque no obedecemos sus órdenes!
Todo manual de pedagogía, toda guía para padres habla de este período. Así que nos hemos de felicitar porque tenemos unos hijos sanos
que son capaces de a sus tres años desafiarnos!! Es como una adolescencia infantil...
¿Cómo vivirlo? Lo primero entender que no son niños/as malos, ni tiranos (aunque lo parezcan), ni lo hacen para fastidiarnos aunque sí para
desafiarnos. Nosotros también fuimos así a su edad, y en función de cómo la vivimos entonces ahora lo demostramos (de eso hablaré en
otro post).
Lo segundo: dices que es desesperante.... Mejor conecta con la esperanza, confianza que tienes una hija sana y que esta época (que pasará)
le ayuda a crecer. Si no, estarás muy a menudo enfada, irascible, rabiosa como ella y ahora necesita mucho tu amor, serenidad, seguridad y
paciencia.
Lo tercero, es el momento de poner límites. Mamá y papá ponen las normas y ellos las cumplen les guste o no (sin negociación en la mayoría
de casos, por ahora.). Ante sus negativas, nosotros decidimos y ellos no tienen derecho a voto (aunque sí tienen derecho a enfadarse, gritar,
soltar la rabia que les da no ganar, patalear en el suelo).
En estos casos solemos perder fuerza dándoles explicaciones e intentando convencerles porque nos duele; perdemos energía porque nos
sentimos culpables de mantenernos firmes mientras lloran, gritan y pasamos mucha vergüenza porque montan el espectáculo donde sea.
¿Te sientes culpable de amar a tu hijo/a e intentar sea un/a joven con criterio y seguridad? Pues está en tus manos mostrarle ese camino o
dejar sea una jovencita tirana y caprichosa.
"-Quiero un sugus. -Hoy no toca, ayer te comiste dos y no es bueno comer sugus todos los días. -Sí, yo quiero uno ahora!.-Lo sé, pero no es
bueno para ti". Se enoja, grita y llora. Pataleta en plena calle. Permítele exprese su rabia pero no te enfades, no le chilles, no le digas nada
más, no la intentes convencer que lo haces por su bien (ya se lo has dicho, te ha entendido, no le ha gustado y te lo va a demostrar).
Yo en ocasiones sigo caminando lentamente dándole tiempo a que me siga pero sin decirle nada. Cuando ve que estoy lejos viene corriendo,
gritando y llorando "-Quiero un sugus!!!!!!!!". Me agacho a su altura, lo abrazo y amorosamente le digo, "-Ya veo estás muy enfadado, lo
entiendo, pero mamá sabe lo que es bueno para ti". El sigue insistiendo -"Mama, yo quiero un sugus. -Claro, tal vez otro día, pero hoy no." Y
seguimos caminando, él llorando menos fuerte pero ya a mi lado.
Escenas como ésta hay muchas en el día a día: para irnos del parque, para ponerse el abrigo, para bañarse, por querer coger del súper lo que
no debe, por querer jugar cuando es hora de comer, tarda una hora en irse a dormir, etc...
Hay días que lo vivo con agotamiento y otros con más serenidad, al igual que él hay días que apenas discute y podemos negociar y otros es
un constante desafío.
Se podría decir que el "trabajo" de los peques de 2-3 años es el de intentar imponerse y mandar. Nuestro "trabajo" como padres es el
de mostrarles el camino con amor, paciencia, con límites, seguridad y firmeza, con nuestro propio ejemplo y con respeto. Ser niño/a no es
fácil y ser padres tampoco. Lo que nunca les ha de faltar (y más en estos momentos) es nuestro amor, consuelo, nuestra dedicación y tiempo.

La etapa del no durante la infancia Tengo un niño de 3 años y estamos en la fase NO. Siempre que le pedimos que haga algo nos responde
igual "NO". Le repetimos todo varias veces hasta que tenemos que recurrir al "cuento hasta tres", pero no lo veo una buena opción pues me
gustaría que lo hiciera por sí mismo. Gracias.
Durante la fase de autoafirmación ("etapa del no"), es muy pesado estar constantemente encima de los peques repitiendo e insistiendo que
hagan las cosas. Además esto tiene el efecto secundario de que se acostumbran a nuestras insistencias o amenazas, y acaban por no
escucharnos. La técnica de "cuento hasta tres" es una opción pero si la usas diariamente acabará por acostumbrarse y dejará de ser efectiva.
Úsala de vez en cuando, dos veces a la semana como mucho. Para conseguir que hagan las cosas por ellos mismos y no como respuesta a
nuestros enfados o amenazas, debemos demostrarles que los resultados dependerán de ellos. Para enseñarlo es muy importante nuestra
actitud: sin enfados, sin chillidos, ni amenazas, y sobre todo, sin echarnos atrás y cumpliendo lo que decimos
Cómo hacerlo: la clave, tu actitud
 Ves a buscar tu abrigo y póntelo que nos vamos a la calle.
 No, no quiero.
 Yo voy a buscar el mío y voy a prepararme para irme. Cuando esté lista, me iré. Si quieres venir conmigo, ponte tu abrigo. (Déjale un
tiempo corto y si ves que ni se mueve, despídete de él.)
 Adiós, cariño, me voy a la calle." (Abres la puerta y vete. Quédate detrás escuchando pero sin hacer ruido.)
 Cuando tu peque vea que te has ido y se ha quedado solo, seguramente llorará y gritará asustado. Pasados 10 segundos vuelve a entrar
y, aunque tu corazón esté sobrecogido por el susto de hijo, mantén una actitud tranquila y segura:
 ¿Por qué lloras, cariño?
 Estaba solito, ¡te has ido!
 Te he dicho que me iba a la calle y como no te has puesto el abrigo, pensaba que no querías venir conmigo.
 ¿Quieres venir a la calle? Ves a buscar tu abrigo y póntelo, nos vamos.
Si tu actitud es serena y firme, el mensaje que le estás trasmitiendo es de debe ir responsabilizándose de sus acciones: como no se ha puesto
el abrigo, es que no quería ir a la calle. Tu peque enseguida percibirá que tú no te has enfadado, no le has chillado, no le has insistido. Así que
si quiere obtener lo que quiere, depende de él. Es importante que seas constante y que mantengas siempre esta actitud.

No sé cómo atender a mi hija cuando tiene rabietas Tengo una niña de 22 meses y cada vez tiene un carácter más irritable, ante un NO por
respuesta enseguida significa una rabieta o incluso estando a buenas pide las cosas con gritos y de malos modos. Aunque intento no prestar
atención a sus malos modales o su rabia, no sé cómo parar ese círculo vicioso.
Te recomiendo te leas todo lo escrito sobre las rabietas. Tu niño está creciendo y por tanto pasará por diferentes fases como la de ir probando
su autoridad, ir probando la reacción de papá y mamá en diferente momentos, intentar mandar, intentar hacer lo que desee y cuando desee.
Imagino que es a lo que te refieres cuando dices que tiene un carácter más irritable, pues antes tendría un carácter de dulce bebé.
¿Qué hacer? Mostrarle con paciencia, amorosidad y de forma continuada cuáles son las buenas maneras y hasta dónde puede llegar (o sea,
mostrar los límites).
Que chille ante un No, que grite o patalee porque no ha conseguido algo (tal vez quiere jugar con una muñeca y tú no lo dejas por ser el
momento de ir a dormir), no es nada grave. No es malo, ni es de ser mal educada. Tu peque no es diferente a cualquiera de este mundo.
Chilla, grita, patalea para mostrar su enfado y para demostrarse a ella misma que tiene poder, tiene autoridad y que lo quiere conseguir.
Respeta su actitud de enfado “ya veo estas muy enfadada. Lo siento, pero ahora no es el momento de jugar. Cuando te calmes te atiendo” Y
la dejas en su enfado, no la atiendes más, no le insistes en que deje de llorar. No le dices nada, la dejas tranquila que llore y saque su rabia.
Cuando se acerque a ti, si lo hace gritando le dices de nuevo con naturalidad “si me chillas no te entiendo. Veo estás muy enfadada, saca tu
rabia y cuando ya te encuentres menos furiosa hablamos”. Cuando haya llorado, pataleado, gritado lo que ella necesite se irá calmando poco
a poco. Entonces la tratas con dulzura (sin rencor, sin enfado. No ha hecho nada malo, así que no debes tratarla con mala actitud), la tocas
con suavidad y entonces llevas a cabo lo que tiene que hacer (en este caso era irse a dormir sin jugar con la muñeca). ¡Ojo! Porque si después
de la rabieta la peque obtiene lo que tanto deseaba (o sea, jugar con la muñeca en vez de ir a dormir), habrá aprendido que si llora y patalea
con todas sus fuerzas conseguirá obtener sus deseos.
Y lo que debe aprender es que si está enfadada (porque le han dicho un NO) puede sacar su rabia, puede llorar, patalear, desahogarse
gritando y llorando pero que igualmente debe cumplir con lo que dicen papá o mamá (pues ellos saben lo que es bueno y necesario).
Cuando estando a buenas, te pida las cosas gritando tú le puedes decir con voz muy suave y sin estar enfadada “a mí no me gusta que me
hablen así. Cuando me hables bien te atiendo”. Y no lo haces más caso. Si sigue con este tono te apartas de ella, y como máximo le repites
una vez más lo dicho antes (con voz suave). Cuando se dirija a ti con tono normal, entonces la atiendes amorosa, bien, contenta “ahora sí te
atiendo, así te entiendo muy bien”. Esta época es larga, se hace pesado para los padres y para los peques si se afronta con negatividad, si se
generan demasiadas peleas, enfados, gritos, mal ambiente entre padres e hijos. Se suele perder la paciencia y se opta por etiquetar de
“malcriados” a estos pequeños que lo único que están haciendo es crecer. Pero papá y mamá también necesitan descubrir cómo acompañar
estos procesos.
Alternativas al "no" Un día, un grupo de educadoras infantiles decidimos buscar alternativas al NO! Tras un trabajo de reflexión y autocrítica
sobre nuestro trabajo, nos confesamos cansadas de estar siempre con el "No te subas a la silla", "No golpees los juguetes", "No se pega", "No
chilles", "No corras", "Los juguetes no son sólo para ti", "No se juega con la cuchara", "No se pintan las paredes", "No te salgas de la fila", y
un largo etcétera.
Es una labor educativa importante poner límites y normas, pero a través del NO constante resulta acabando muy aburrido, además de
ineficaz. Tanto para los niños como para nosotras, se generaba un ambiente muy negativo e improductivo. Así que pensamos en otras
alternativas más creativas y productivas, que nos permitieran poner límites y normas en positivo y con seguridad.
Por ejemplo, cambiamos
"No te subas a la silla" por "en la silla se pone el culo, los pies van al suelo."
"No te subas a la mesa!" por "los pies van al suelo, baja por favor."
"¡No pegues!" por "con las manos se dan caricias; a los amigos se les abraza."
"¡No se muerde!" por "se muerden las manzanas, a los nenes se le dan besos; con la boca se dan besos."
"No juegues con la cuchara" por "la cuchara sirve para comer" (y si insiste se la quitamos durante unos momentos).
"No se habla con la boca llena" por "ahora tienes la boca llena y no te entiendo."
"No se pintan las paredes!" por "se pinta en los folios" (darle un folio en ese momento).
"¡No grites!" por "cuando hables más flojo te atiendo."
"No te levantes de la mesa" por "ahora has de estar sentado, cuando acabes te levantas."
La iniciativa tuvo más éxito del que nos habíamos podido imaginar. Resultó que nosotras nos sentíamos más alegres y positivas, y además,
los niños nos hacían más caso. Antes teníamos que repetir las cosas una y otra vez, ahora los niños entendían mucho mejor lo que les
decíamos y se esforzaban en hacer lo correcto. Todos convivíamos en un espacio más amable. El uso del "No" lo dejamos para momentos
necesarios de ejercer autoridad y también era más atendido por los niños. Al usarlo de forma puntual cobraba su sentido.
Seis pasos para calmar el enfado de los niños Debemos validar el enfado que generan los límites o normas
Todos sabemos que la reacción más típica de un niño o niña frente a un límite es el enfado. De esta forma expresa lo que está sintiendo:
desilusión por no obtener lo que quiere; disgusto, pues la propuesta no es placentera; y frustración, dado que no se satisface su deseo.
Debemos permitir y validar su frustración Es decir, debemos dejar que se enfade y que lo exprese para que pueda autorregular sus emociones,
sin que ello implique la retirada de la norma o límite.
Por ejemplo, el niño que se enfada y llora porque debe ir en la sillita del auto sujeto por el cinturón tiene todo el derecho de sentirse frustrado
y quejarse, pues no va sentado donde él desea y además se encuentra atado ( y seguramente poco cómodo). Pero si recibe de forma
constante la misma norma: “Este es tu lugar en el auto y debes ir protegido con el cinturón”, su emoción y reacción de frustración irán
evolucionando de mayor a menor. Podemos acoger su emoción de enfado y acompañarle en su disgusto sin que ello implique sacarlo del
auto.
6 pasos para acoger y aceptar la emoción de enfado ante un límite, sin retirarle la norma.
1. Pon nombre a su sentimiento de frustración y afírmalo:
 “Estás enfadado por tener que apagar la TV"
 “Entiendo que te dé rabia tener que recoger ahora”
 "Veo que no te gusta ir aquí sentado”
2. Dale unos minutos para liberar su emoción: lloro, queja, grito. Sí, sí, has leído bien, permite que llore o grite su enfado.
3. Quédate a su lado unos minutitos y le vuelves a afirmar “Cariño entiendo tu disgusto", "Entiendo no te guste", "Veo tu rabia”.
4. Ofrécele de nuevo la norma en positivo: “Entiendo tu disgusto y lo que ahora toca es recoger los juguetes”, “Sé que te enfada pero el
tiempo de ver TV se ha acabado por hoy".
5. Motívalo y/o acompáñalo para que realice la tarea. Por ejemplo, si la tarea es recoger puedes motivarlo cantando una canción o
recogiendo tú también "Cariño yo te ayudo, mira esto lo tomo yo y esto lo tomas tú".
6. Tras cumplir con la pauta marcada (con o sin tu ayuda) refuérzalo positivamente: “Has sido responsable con tus cosas”, “Has cumplido
con la norma, te felicito cariño”.
Si aun así el niño no se calma ¿qué hacer? Los niños sienten las emociones de forma intensa, por tanto, puede que este enfado lo estén
sintiendo tan intensamente que no acepte tus palabras de validación o no quiera tu compañía ni tus caricias de consuelo. Si eso ocurre, no
te enfades con él ni le grites ni lo dejes solo. Quédate cerca y sin tocarlo. Quédate en silencio aceptando su expresión y observando que no
se haga daño. Está muy frustrado y bloqueado porque aún no ha aprendido a regular la intensidad de sus emociones negativas.
Si se golpea así mismo o se golpea con algo debes responder inmediatamente frenando su autoagresión "No te hagas daño cariño, no te lo
mereces". Si reacciona pegándote a ti - pues, al fin y al cabo, eres la causante de su frustración- no debes permitírselo y debes también aplicar
aquí un límite. Apártate o párale las piernas o brazos con contundencia mientras le dices "Te puedes enfadar pero no hacerme daño. A mí no
me pegues".
Si esta escena de frustración explosiva duran más de 10 minutos, yo siempre recomiendo a los padres que hagan algo para que cambie la
energía. Ofrecer algo distinto al niño, que no tenga que ver con el límite que generó su enfado, para que se desbloquee de su enojo. Sobre
todo, cuando los niños son muy pequeños, necesitan ayuda para salir de su frustración, y a veces va bien un comentario del tipo "¿Vamos a
ver qué hace papá en la otra habitación?". Es bueno les dejemos llorar y expresar su disgusto pero si dura demasiado, necesitan nuestra
ayuda para pasar a otra emoción, sin que ello suponga la retirada de la norma que les hizo enfadar. Pues entonces no estarán aprendiendo
a regular sus emociones ni a aceptar las frustraciones.
Estas escenas de enfado con pataleta o lloro ante una frustración son muy intensas al principio, cuando el niño empieza a recibir sus primeros
límites y muestra su dificultad en aceptar la frustración. Algo absolutamente normal por la inmadurez de su edad. Lo importante es que los
padres les acompañemos en este aprendizaje sin retirarles los límites y sin enfadarnos con ellos por su reacción. Están aprendiendo
y necesitan muchas escenas como esta (de recibir límites aunque se enojen) para aprender a regular sus emociones e integrar las
frustraciones.
Quiero atender emocionalmente sus rabietas El camino para la tolerancia de la frustración es largo y duro. Los papás y educadores deben ser
conscientes que los niños no aprenden de un día para otro a canalizar la ira de forma no destructiva. Este aprendizaje debe prolongarse a lo
largo de toda la infancia del niño.
Además, existen etapas concretas durante la infancia en las que las rabietas o berrinches - que son explosiones emocionales que utiliza el
niño para expresar su enfado - son más habituales. Esto es debido al momento evolutivo del pequeño y su desarrollo emocional.
Concretamente entre los 12 meses y 3 años de edad es muy habitual que los peques pasen una etapa de frecuentes berrinches.
Juegos, actividades y recursos educativos para tratar la etapa:
1. Cuento La rabieta de Julieta. Se trata de un cuento para trabajar desde la educación emocional las rabietas. ¿Cómo se siente el niño?
¿Qué podemos hacer los padres para que aprenda a expresar y canalizar la rabia? ¡Descúbrelo junto a Julieta!
2. Juego "Pim pam peta La rabieta de Julieta". Es un juego de mesa para adquirir vocabulario emocional sobre la rabia y, de esta manera,
naturalizar las situaciones de enfado y aportarles un enfoque divertido.
3. Hojas del enfado. Se trata de un recurso educativo y emocional para que el niño pueda volcar sus emociones negativas de una forma
sana, a través de la cual no se haga daño a sí mismo ni a los demás.
4. Láminas para colorear. Ideales para que el niño pueda expresar y mostrar su rabia a través del color.

CÓMO RESPONDER A LAS RABIETAS DE LOS NIÑOS


Es cierto que oír llorar a un niño no es nada agradable y que nos puede hacer perder la paciencia en más de una ocasión, máxime si nos
encontramos en medio de una rabieta, tirándose al suelo y pataleando solo porque o bien no quiere comer, no acepta un no por respuesta
o es hora de irse a casa. Lo cierto es que momentos como estos no nos resultarían tan difíciles de llevar, si fuésemos capaces de ver la rabieta
como una etapa pasajera y normal que es parte del desarrollo evolutivo del niño y que por lo tanto, no es tan importante la rabieta en sí,
sino como respondamos ante ella.Tenemos que entender que a través de la rabieta, el niño expresa su frustración y que necesita nuestra
ayuda para salir de ella.
No es nada fácil para un niño canalizar los sentimientos de frustración cuando intenta coger algo y sus dedos no son capaces de sujetar el
objeto, cuando quiere construir una torre y se le cae, cuando quiere estar más tiempo en el parque y no le dejan o simplemente cuando tiene
que comer una comida que no le apetece.
Cómo atender la necesidad emocional del niño. Lo primero es distanciarnos mentalmente de la escena, podemos verlo como un
entrenamiento donde el niño está aprendiendo a controlar sus impulsos y nosotros somos el entrenador que le enseña a calmarse y
a desarrollar habilidades para expresar cómo se siente de manera adecuada.
Lo segundo es intentar no irritarnos para transmitirle calma, no darle la atención que busca por medio de la rabieta sino reforzar a poder
ser la conducta adecuada.
Por poner un ejemplo, si una niña está comiendo y tira el vaso de agua al suelo para llamar la atención de la madre, podemos darle un trapo
y decirle: veo que se te ha caído el vaso de agua, no pasa nada, aquí tienes el trapo para que lo seques, ¡me alegro de ver lo a gusto que están
comiendo hoy!
Al ignorar la conducta inadecuada y reforzar la deseada de forma tranquila y serena, el mensaje que le estamos transmitiendo es que para
obtener la atención de sus padres no necesita hacerles enfadar.
Por último, algunas indicaciones que podemos tener en cuenta en medio de una rabieta:
1. Evitar luchas de poder
2. Usar frases cortas y claras, no largas explicaciones
3. Ser consecuentes, no ceder dando al niño lo que pide
4. Indicarle lo que se espera de él.
5. Enseñarle a calmarse, por medio del consuelo y la validación de sentimientos
6. Cuando estén tranquilos hablar sobre lo ocurrido

Qué hacer cuando mi hijo se enfada - historia real Laura es una mamá argentina que reside con su familia en Los Ángeles. Contactó con el
servicio de formación online de Edúkame para aprender a resolver los intensos episodios de enojo que se daban desde hacía un tiempo con su
hijo menor, Lucas de 4 años de edad, casi diariamente y por cualquier motivo. El hijo mayor de Laura tiene 6 años y se llama Nikki con el que
nunca tuvo dificultad para resolver los conflictos ni para comunicarse afectivamente con él.
Laura compartió por escrito su propia experiencia:
Mi rutina por la mañana es llevar a los chicos a la escuela en auto. Primero dejo a Nikki y luego nos vamos con Lucas a un parque,
supermercado o a casa hasta que llegue su hora de entrar al jardín. Esto es lo que pasó esta mañana.
Después de dejar a Nikki en la escuela, estamos camino a casa con Lucas con el plan de ver un dibujito animado en mi teléfono. Mientras
manejaba charlábamos de las flores que veíamos, la música que escuchábamos, etc., y me quiso cantar una canción de la escuela. No le salía
(cuando no le sale algo se frustra muchísimo). Entonces le digo “Cántamela de vuelta Lucas y te ayudo, quizás yo la conozco”. Intentó y como
no le salió se puso a gritar y me revoleó un bloquecito que tenía en la mano (lo tiró al aire apuntándome a mi). Me enojé -sin gritarle- y le
dije “Tenés derecho a enojarte pero no podés…” , y no pude terminar de hablar porque se puso a gritar más fuerte.
Yo le dije “Si gritas no puedo escucharte. Cuando dejes de gritar, hablamos”. Volvió a revolear algo, esta vez su peluche. Apenas dejó de
gritar, le repetí “No se revolea nada porque podemos lastimar a alguien y romper algo y eso no está bien. Ahora en lugar de ver mi teléfono
vamos a ver la tele, porque veo que estás revoleando cosas y mi teléfono no es para revolear”. Entonces se puso a gritar mientras estábamos
por bajar del auto, así que me quedé en el auto con él y le dije “Grita hasta que te saques todo tu enojo, mi vida. Cuando termines, bajamos
a casa”. Enseguida dejó de gritar y bajamos a casa.
En casa me pidió el teléfono y le comenté “¿Te acuerdas lo que hablamos en el auto?, vamos a ver la tele en lugar del teléfono”. Se puso a
gritar y se metió en el lavadero de la casa y dio un portazo con una puerta de un mueble chiquito (en lugar de dar portazos con las puertas
de la casa). Entonces le expliqué “Lucas, dale otra vez a esa puerta, ese mueble no se va a romper. Dale otro portazo con todas tus fuerzas
así te descargas el enojo”. Me miró asombrado y le dio otro portazo. Pero no fue suficiente, salió corriendo al patio de la casa gritando y me
fui atrás de él. Le dije tal cual hablamos ayer en la sesión: “Tenes derecho a estar enojado mi vida”, e hice un poco de espejo, y le dije “Estamos
enojados, Lucas, pataleamos el piso así” y siguió gritando pero me miraba asombrado. Le dije “Grita todo lo que necesites así se va el enojo”.
Dejó de gritar (mucho más rápido que otras veces) y me miró y se puso a llorar con sentimiento y angustia. Le pregunté, ¿Querés que mami
te abrace?, ¿ya te sentís mejor? Vino todo mimoso a abrazarme. Entonces fuimos hacia adentro de la casa; él ya calmado y sonriente. Te juro
que me llegó al alma su carita de mimoso cuando terminó de enojarse. Vi en sus ojos como sintió que yo lo acompañaba, que no estaba solo.
No sé si todo lo que hice en esta situación es lo ideal, (seguramente habrá cosas no muy ideales) pero siento que hoy hubo un giro en la
situación. Y como lo vi tan sonriente y mimoso conmigo le comenté a él sobre lo que también hablamos ayer en la sesión online:
“Mi amor, me di cuenta que cuando te dejaba solito en tu habitación porque te habías portado mal, vos sentías que yo no te quería y eso no
es así. Yo te amo siempre. Así que a partir de ahora, no te voy a dejar más solito. Cuando te enojes vamos a estar juntos hasta que se nos vaya
el enojo”.
Lucas asintió con la cabeza sonriendo. Es la primera vez que puedo hablar con él algo serio por más de 10 segundos. Como te digo, no sé si
todo lo que hice en esta situación es lo ideal, pero sentí una complicidad y una unión hermosa entre los dos. Para finalizar te cuento que a lo
largo de ese día no hubo ni un solo episodio más de enojo, cuando en general suelen repetirse a lo largo de todo el día. Ni siquiera hubo
enojos o peleas con su hermano.
No quiero pegar más a mi hijo ¿cómo puedo cambiar? Mi hijo tiene 2 años y ya no quiero pegarle. Sé que no está bien educarlo así pero cuando
lo hago no me doy cuenta hasta después. Él es todo para mí y me duele lastimarlo, ¿pero cómo evito esto? También soy muy cariñosa con él
le digo que lo amo, jugamos y creo que esto se debe a que yo intento cambiar lo que a mí me enseñaron pero a veces no puedo. ¿Podrían
ayudarme?, de verdad lo necesito.
El cerebro desde que somos bebés va asimilando e integrando las experiencias y respuestas que nuestro entorno daba a las diferentes
situaciones (“yo intento cambiar lo que a mí me enseñaron”). Es como si se hubiese hecho un surco profundo y resbaladizo en nuestro cerebro
por el que, ante la situación A o cualquier situación que a mí se me parezca a A, una bola bajase a toda velocidad pulsando el botón de la
reacción que aprendí.
La dificultad está en que se produce antes de que seamos conscientes de las consecuencias que tiene… “pero cuando lo hago no me doy
cuenta hasta después”. Comprendo la desazón que transmiten tus palabras "pero cómo evito esto, él es todo para mí".
Vaciar el vaso para poder llenarlo En tu caso, el acto de pegar es una respuesta que tú tienes, un recurso que aprendiste o adquiriste y es
probable que algún momento te fuese útil ya que el cerebro no malgasta energía en algo que no lo sea. Ahora bien, a veces, mantenemos
respuestas que ya no son válidas ni productivas y lo que como niña me pudo servir para mi supervivencia, ahora, en la edad adulta, ya no es
válido porque somos responsables de nuestro actos y tenemos más recursos a nuestra disposición que nos da la experiencia, o al menos, la
capacidad de desarrollar otros nuevos.
Como tú misma ya sientes, pegar no es un recurso aceptable ni beneficioso, ni para ti, ni para tu hijo, ni para vuestra relación y en tu mano
está la decisión de cambiar esa respuesta por otras más enriquecedoras para ambos. En tus palabras se nota que estás consciente de esto,
así que te faltaría el segundo paso: hacerte responsable del cambio que quieres para ti y para tu hijo y poner los medios necesarios para
hacerlo realidad.
En este sentido, también es importante que sepas que para llenar un vaso es necesario haberlo vaciado antes...
La capacidad de cambiar lo que ya no sirve o no quiero Cambiar una respuesta automática como la que comentas requiere estar
plenamente enfocada en tu objetivo de cambio, en identificar lo que te pasa antes de que caiga la bola: sensaciones físicas, emociones y
pensamientos. El esfuerzo y la constancia también te harán falta para crear un nuevo surco, esta vez sí, consciente y elegido que active la
capacidad que tienes de acompañar emocionalmente a tu hijo en su desarrollo.Te animo a que busques un acompañamiento profesional que
te apoye en el logro de este reto que tienes en tus manos.
ENSEÑAR A CANALIZAR LA RABIA A MI HIJO
¿Por qué pegan los niños? Nuestros hijos son lo más dulce de este mundo. Pero a veces, pueden tener episodios de rabia o enfado donde les
cuesta canalizar esa emoción, y ¿qué hacen? Pueden gritar, patalear, tirarse al suelo o pegar.
Es normal que ante estas situaciones estés preocupada, no sepas qué hacer, e incluso pueda ser incomodo ya que pensamos en qué pensaran
de nuestro hijo las mamás del cole o del parque. Antes de nada, tranquilízate. Detrás del hecho en sí, hay mucho más. Es la manera que
nuestros hijos tienen para reflejar algo que no saben expresar con palabras: un malestar, una necesidad emocional…
¿Significa lo mismo a cada edad? Aunque tenemos que observar muy bien en qué situaciones ocurre: en casa, en el colegio, con su hermano
pequeño, con los papás, etc. La respuesta general sería: NO. Cada edad tiene necesidades diferentes, y por eso se enfrentan el mundo de
distinta forma.
0-2 años: A esta edad aún no entienden qué significa pegar, no saben si es bueno o malo, y sobre todo si deben hacerlo o no. Para ellos todo
es un juego. Investigan el mundo a través del juego, y aprenden también a través de él. Si vuestro hijo empieza a pegar en esta edad, lo que
debéis hacer es mostrarle que esa conducta no es agradable para vosotros, que no es un juego aceptado. Cuando lo haga, poneros muy
serios y mostrar vuestro desagrado ante esa conducta, y evitar que pueda seguir haciéndolo, cogiéndole de las manitas, levantándoos del
sofá o la silla, o moviéndoos de habitación. Es importante que la respuesta de toda la familia ante esta situación sea la misma, ya que así se
integrará poco a poco esa pauta, y aprenderá que si realiza esa conducta no puede seguir jugando con nosotros, y al final, se extinguirá.
2-3 años: Esta es una etapa en la que nuestro hijo está en un periodo de búsqueda de poder, de autoafirmación, donde intenta siempre salirse
con la suya y no acepta las negativas. La rabia que pueden sentir ante esos límites y “no”s / noes por nuestra parte, pueden llevarle a gritar
o pegar, como forma de liberar esa tensión. Esto es algo completamente normal a esta edad, no desesperes. Forma parte del proceso sano
y evolutivo de cualquier niño. ¿Qué podemos hacer? Debemos enseñarle que no es correcto pegar: enfádate cuando lo haga, y puedes decirle
“no me gusta que me peguen”, o “si pegas me haces daño”.
Este periodo es difícil para los papis, pero también para los peques, ya que están en una lucha constante por lo que quieren y que muchas
veces no puede ser en ese momento (un caramelo, ver la tele más rato, jugar en lugar de cenar, no ducharse…), y nosotros, debemos
acompañarlos con amor, paciencia y límites.
3-4 años: A los 3 años los niños empiezan el cole, con todos los cambios que eso conlleva para ellos. Muchos de ellos han estado hasta
entonces al cuidado de mamá y papa, de los abuelos u otros familiares y han ido pocas horas a la guardería. Cuando un niño menor de cuatro
años pega no quiere hacer daño, simplemente se está defendiendo de algo que considera un “ataque”: me quieren quitar un juguete, me
interrumpe mientras hablo con la profesora, tengo miedo de este niño… Poco a poco deben aprender que pegar hace daño, y que no es la
conducta correcta. Para ayudarle podemos ofrecerle algunas estrategias alternativas al hecho de pegar: como pueden ser enfadarse o gritar.
Es importante también que validemos la emoción que siente “entiendo que estés enfadado porque haya cogido el juguete con el que tú
estabas”, e intentar darle una alternativa “puedes ir a buscar otro juguete que también te guste mucho”.
A partir de 4 años: A esta edad, los niños ya saben que pegar no es algo aceptado ni en casa, ni en el cole, pero aun así, a menudo ocurre.
Esta actitud nos está diciendo que existe una necesidad emocional que no está cubierta, algo que nuestro hijo no sabe o no puede
expresarnos con palabras, y que le está haciendo daño. Debemos observar con cariño que está pasando en el entorno de nuestro hijo que
pueda estar generándole una emoción negativa que él no sabe cómo gestionar: lo hemos cambiado de colegio, nos hemos mudado de casa,
ha llegado un hermanito nuevo, hemos despedido a algún familiar hace poco, etc. Si podemos identificar que ha podido pasar para que
nuestro hijo esté así, aprovecha un ratito de juego para comentarlo con él, sin hablar de su conducta. “¿cómo te sientes con la nueva casa?”,
de esta forma le damos a entender a nuestro hijo que nos importa cómo se siente y podemos crear un espacio de intercambio y de
crecimiento.
Es importante que dejemos que nuestro hijo se desahogue de esa sensación de rabia o enfado que tiene, pero pegando no es la forma más
adecuada. Si esto sigue ocurriendo es que nuestros hijos no han entendido que pegar no es una manera de mostrarnos su emoción,
probablemente porque hemos permitido que la use para expresarse anteriormente. Este es un límite muy importante: claro que puede
liberar su enfado, pero haciendo daño a los demás o a sí mismos, no. Potencia todo lo bueno que hace, incluso ponle alguna obligación que
la haga sentirse importante en casa. Dale muchísimo cariño y apoyo. Los padres debemos ser una fuente de paz y seguridad para nuestros
hijos.
Y sobre todo… Cárgate de amor y paciencia. Nuestros hijos están creciendo y explorando. No es fácil ser padre, y lo sabemos, pero tampoco
es fácil ser hijo, y por eso debemos acompañarles siempre con cariño, seguridad y ese amor incondicional. ¡Es lo menos que podemos
ofrecerles!

Pierdo la paciencia y llego a pegar a mi hijo


Tengo un niño de 5 años, está en 3º de preescolar y ya le están enseñado silabas, leer francés, matemáticas... y yo pierdo mucho la paciencia
y hasta le llego a pegar y no sé qué hacer. Al día siguiente me siento muy mal y me pongo a pensar en cómo lo maltraté y le bajé la
autoestima diciéndole mil cosas y quisiera saber si me pueden ayudar porque no sé qué hacer. Lo quiero mucho y en el momento no pienso lo
que hago ya que mis papas así me enseñaron con regaños y gritos. Gracias.
Elizabeth tus padres te educaron y te enseñaron su amor entre gritos y regaños, y ahora que eres madre así haces también con tu hijo muy
probablemente tu hijo así hará con tu nietos...Ya que tienes la lucidez de ser consciente que tu comportamiento es muy dañino para tu hijo
(pues también lo fue contigo), y has tenido la valentía de escribirme para pedir ayuda, te animo a que des un paso más pues tú tienes
la oportunidad de romper esa cadena de maltrato físico y emocional.
Tú no tienes la culpa que tus padres te trataran así de niña, pero ahora, como mujer adulta y madre sí tienes la responsabilidad de ocuparte
del tema para sanear este aspecto que te daña a tí y, sobre todo, a tu hijo. Por lo que te animo busques ayuda profesional, ayuda
terapéutica que te ayude a "desaprender" las conductas dañinas aprendidas durante tu infancia, que te ayude a florar de tu interior tu otra
manera de amar.
Puedes aprender a amar sin dañar, amar con respeto, amar para crear confianza y seguridad, amar para ayudar a crecer. Si te pones en la
piel de tu hijo sabrás lo humillado que se siente cada vez que lo riñes, pegas, gritas. Lo vuelves cada vez más inseguro y le estás enseñando que
el desprecio, el gritar y pegar es una forma de querer (si lo hace su madre seguro lo repetirá pues eres su modelo). Pero intuyo que esta
cuestión se te escapa del control, te sale sin poder evitarlo (aun sabiendo que es muy dañino) como un mecanismo aprendido y muy
interiorizado. Por eso necesitas desaprender, para aprender de nuevo.
No te encierres en ti misma, no te escondas, ni ocultes. Siéntete valiente pues estás en el camino de buscar solución. Sé que amas
profundamente a tu hijo y precisamente por ese amor te animo hables con otras mamás, papás, con el psicólogo del colegio de tu hijo (si lo
hubiera) y busques ayuda terapéutica. Puedes seguir leyendo para saber más sobre la paciencia con los niños.

No tengo paciencia, me enfado mucho y pego a mi hijo


Tengo 30 años y estoy separada. Tengo un hijo de 4 años y un bebé de 4 meses [...]. Generalmente los disfruto mucho pero hay días que me
sacan de quicio y les grito mucho, sobre todo al grande. Si llega a salpicar de pipi lo regaño, si se ensucia igual.
De tanto hacer eso él siempre me dice que me ponga contenta y trata de hacer cosas para agradarme. Me prometí que no le iba a pegar más.
Hay días en que he estado a punto de pegarle, pero logro "controlarme" y sólo le grito muy fuerte hasta hacerlo llorar.
Sé que estoy mal, amo a mis hijos pero no logro controlar mi enfado cuando el mayor no hace las cosas como yo le digo. Siento una ira que
casi me ciega y peor si es grosero con su hermanito.
¿Cómo puedo cambiar? De repente me siento asfixiada y me gustaría tener un descanso y poder salir con alguna amiga o algo así.
Así es Angélica, la respuesta la tienes en ti misma. Yo trabajo así en mi consulta con madres (o padres o educadoras) que se sienten y actúan
como tú describes en tu escrito. Aunque amas por encima de todo a tus hijos, no es suficiente para tratarlos con el amor y respeto que se
merecen. Porque tú eres una bomba que explota a la mínima. Estás cargada de enfado, de rabia, de insatisfacción, de frustración, de
cansancio y de forma totalmente inconsciente te descargas con ellos.
Tus hijos son muy pequeños y son muy dependientes, por lo tanto necesitan mucho de tu cuidado, tu entrega, tu presencia de día y de noche.
Tanta dedicación es agotadora, y además en tu caso, las estas criando sola. Por lo tanto, además de atención continua también llevas la carga
de toda la responsabilidad. Y esa es la carga que les haces pagar (de forma inconsciente a tus hijos). Entre tanta atención, dedicación y
responsabilidad por tus hijos ¿Dónde quedas tú? ¿Dónde quedan tus necesidades? ¿Te las puedes satisfacer? ¿O simplemente escuchar?
Seguramente la respuesta sea NO.
No poder atenderte, cuidarte, estar un poco por ti, darte gustos y placeres te hace sentir, como tú bien dices, asfixiada. Y antes de ahogarte
del todo, sacas tu frustración, tu enojo, tu ira contra tu hijo. Con cada grito, con cada mal trato que le das le estás diciendo indirectamente
“por tu culpa me siento mal, por tu culpa me estoy ahogando, por tu culpa no puedo tener un espacio para mi, por tu culpa tengo que estar
limpiando, etc.”
Angélica, tu hijo no tiene la culpa de que tú te ahogues, de que tú tengas que criarlos sola (fue tu elección). Tampoco tiene la culpa de ser
pequeño y te necesite mucho para convertirse en persona. Tampoco tiene la culpa de sentir celos. Así que date cuenta que les estás haciendo
pagar (inconscientemente) una factura muy alta y ajena totalmente a él. Cada vez que quieras pegar o gritar a tu hijo, que te sientas ciega
de rabia y lo vayas a sacar contra él haz un STOP. Tu hijo no puede hacer nada tan malo que merezca un grito hasta humillarle o un azote (le
estás haciendo mucho, mucho, pero que mucho daño).
Para, vete a una habitación, cierra la puerta y pega a tu cama, a los almohadones, patalea. Grita “estoy harta, no puedo más, etc.” Descarga
al aire y no contra tu hijo. Eso permitirá desahogarte, sacar la rabia que sientes y después podrás ver que aquello que había hecho tu hijo (tal
vez mancharse) no era en absoluto nada que mereciera un azote y un grito. Y así podrás tratar a tu hijo sin estar ciega de rabia.
De todas formas te animo busques ayuda, orientación. Sobre todo por el bien de tus hijos. Si mamá está serena, calmada, feliz, alegre tus
hijos también lo estarán. Ambos os lo merecéis.

ENSEÑAR EDUCACIÓN EMOCIONAL EN CASA


Qué hacer en casa para potenciar la autoconciencia emocional en los niños. La importancia del modelado adulto Cuando hablamos de niños
pequeños la mejor forma de enseñarles algo es a través del modelado, es decir, haciendo nosotros aquello que queremos que hagan. Los
que ya habéis leído otros escritos míos, podréis anticipar lo que voy a decir ahora…efectivamente, para poder modelar hace falta estar
conscientes y ser responsables de lo que les estamos mostrando con nuestro ejemplo, es decir, no vale pedirle al niño que no grite mientras
se lo decimos gritando…
Los niños pequeños tienen tres herramientas básicas para aprender: la observación, la imitación y la experimentación. Las conexiones
cerebrales que a los adultos nos permiten tener y usar la capacidad reflexiva (esa que solemos usar con los niños mediante largos discursos
para explicarles porqué algo está bien o mal mientras nos miran con cara de ¿?), comenzarán a producirse con carácter general a partir de la
primera década ya cumplida. Es por esto que el enseñar algo haciendo se adapta más a ellos por ser algo observable, imitable y
experimentable.
Ideas para practicar en casa En el caso de la autoconciencia emocional les podemos ofrecer cómo nos manejamos con la nuestra, cómo nos
sentimos, que sensaciones tenemos en el cuerpo con emociones diferentes y qué alternativas usamos para primero experimentarlas y
después integrar lo ocurrido.
Así, pues, busquemos alternativas para comunicarnos con nuestros pequeños con la intención de que vayan conociendo, reconociendo y
nombrando lo que les pasa cuando se han visto bañados por una emoción.
Algunas propuestas:
 Hacer historias con recuerdos de nuestra infancia del tipo “a mí lo que más me enfadaba de pequeña era…” o “estuve muy triste cuando
se murió mi abuelo y sentía…”
 Utilizar metáforas y/o pintar con colores para describir sensaciones corporales, para dibujar o nombrar las emociones… Hay una obra
teatral infantil que mostraba muy bien este ejemplo, se titula Berrinche.
 Jugar a adivinar mediante gestos faciales y corporales la emoción del otro…
 Compartir la lectura de cuentos ilustrados sobre emociones…
 Utilizar ejemplos de sus dibujos animados preferidos…
 Elaborar un cuento en familia sobre algo emocional que haya ocurrido…
 Jugar con papel de periódico, plastilina, pasta de sal, etc., para darle forma a las emociones
 Tener una pizarra con caritas del tipo emoticón para que cada uno pueda pintar o poner con velcro cómo se siente cada mañana…
 Jugar a ponerle sonido o movimiento a las emociones o inventarse palabras alternativas para nombrarlas…
Hay muchas opciones más, solo hace falta que padres y madres despleguemos nuestra imaginación y creatividad para adaptarnos a las
necesidades e intereses de nuestros hijos.

CONTROLAR LA IRA
Cómo enseñar a los niños a controlar el enfado. La etapa de las rabietas comienza muy pronto, hacia los dos años ya empezamos a ver niños
que se tiran al suelo si no consiguen lo que quieren, si no entendemos lo que quieren decir, si ha llegado la hora de volver a casa después de
haber estado toda una tarde jugando en el parque o si simplemente, si no se salen con la suya.
Parece que conforme el niño va creciendo, las rabietas infantiles deben desaparecer pero a veces aumentan si no hemos sabido enseñar al
niño a gestionar sus emociones negativas, a tomar un tiempo para reflexionar sobre los sentimientos que le han llevado a perder el control o
simplemente a ser consciente de la capacidad que cada uno tenemos para decidir cambiar el pensamiento que nos lleva a permanecer
enfadados por mucho tiempo y lo que ésta emoción nos lleva a hacer: pelear con otros niños, gritar, ofender a compañeros, hablar de forma
tirana o exigente a los padres, etc.
Ser consciente de su enfado y liberarlo sin juzgarlo Para ayudar a los niños de entre 3 y 6 años aproximadamente, a que sean conscientes de
las emociones negativas que les lleva a vivir con tanta intensidad un sentimiento de enfado, os presento a Eugenio, el Señor del Genio. Este
peluche con una boca donde cabe perfectamente la mano de un niño nos ayudará a que aprendan de un modo sencillo y significativo que
ellos pueden decidir voluntariamente a desprenderse del mal genio y meterlo en la boca de Eugenio que se alimenta de todos los sentimientos
negativos que llevan a los niños a comportarse de manera inadecuada.
Cuando el niño está muy enfadado podemos ayudarle a tranquilizarse, a entender que suceso le ha podido llevar a sentirse enojado y una
vez que ha conseguido relajarse hacemos borrón y cuenta nueva con la ayuda de Eugenio. Le enseñamos que el Señor del Genio debe
quedarse con su genio para que pueda sentirse liberado de ese sentimiento negativo.

ES MEJOR DESCARGAR LA RABIA QUE CENSURARLA


Tanto los adultos como los niños, al conectar con la rabia tendemos a activarnos y a ponernos en movimiento para responder a aquello que
la provocó. Así pues, cuando sentimos rabia tenemos la necesidad de movernos enérgicamente, ya sea, dar un puntapié, correr, empujar,
golpear, gritar, llorar, etc., acciones todas ellas que ayudan a expresar la rabia o enfado que sentimos pero que si se llegan a realizar se suelen
censurar rápidamente.
La rabia activa el cuerpo Los niños pequeños son más espontáneos en la expresión de sus emociones, así que cuando un niño se enfada
porque le han quitado su pala y cubo la rabia que siente hace que su cuerpo se active y quiera responder a aquello que le provocó rabia.
Podrá responder reaccionando enérgicamente contra quien le quitó su juguete (ya sea su madre u otro niño), o podrá responder ante esta
sensación de agresión o frustración llorando fuerte, dando patadas, tirándose al suelo (la típica pataleta), gritando, etc. Reacciones todas
ellas espontáneas, que no tienen la voluntad de hacer daño a nadie, sino más bien la de descargar esa intensa emoción que siente el niño
que es desagradable y que además le empuja a salir hacia afuera. Esta emoción que quiere descargar es rabia o enfado.
Es mejor descargar la rabia que quedársela dentro pero lo ideal es que esta expresión sea de forma adecuada.
Aunque los niños pueden sentir rabia en cualquier lugar, debemos tener en cuenta que en su expresión, esa rabia no se vuelva en su contra,
es decir, que al expresar la rabia o cuando están en plena rabieta:
1. NO se hagan daño ellos mismos: golpeándose la cabeza, tirándose fuerte al suelo, pellizcándose, tirándose del cabello, etc.
2. ni a nadie: mordiendo, empujando, pegando a los demás, ya sea su amigo, su hermano, su madre, su padre, etc...
3. ni a nada: rompiendo objetos o golpearlos fuertemente.
Enseñar cómo expresarla Debemos permitir la expresión de esta emoción pero también debemos enseñarles de qué forman la pueden
descargar y de que forman NO deben.
Cuando son muy pequeños, entre el año y los dos años de edad, las rabietas son muy intensas, y suele ir acompañadas de lloros intensos y
gritos que les ayuda a liberar la tensión que sienten ante una frustración o enfado. En esos momentos lo mejor es acompañar, no actuar y
vigilar que se cumplan las tres reglas anteriores.
Tras unos minutos de explosión emocional le podemos ofrecer alternativas al niño para canalizar su enfado o para que centre su atención en
otra cosa positiva. Pero nunca en plena explosión de llanto.
Un niño enfado que le da un puntapié a una silla tirándola con fuerza, o empuja a alguien haciéndole caer, o muerde necesita saber que estas
acciones son dañinas y que no son correctas; también necesita aprender de qué forma puede expresar su enfado teniendo en cuenta las
tres reglas anteriores.
Le podemos transmitir este mensaje: "parece que estás enfadado y por eso tiene ganas de empujar, mejor golpea esta pelota que te ayudará
a sentirte bien, pero no hagas daño nadie, o dibuja y rompe estos papales y verás que bien te sienta".
Se puede descargar bailando enérgicamente, corriendo, saltando, golpeando cojines o almohadas, hablando con alguien, llorando, gritando,
garabateando con fuerza, aplastando plastilina, rompiendo periódicos o hojas recicladas, etc.
Acciones todas ellas que ayudan a liberar sin dañar y a posteriormente poder autorregular la intensidad de la emoción.

EL ENFADO EN LAS PELÍCULAS INFANTILES


Todas las películas infantiles muestran las emociones de los personajes, por ello resulta muy interesante utilizarlas con nuestros hijos para
reflexionar sobre esas emociones. Podemos aprovechar que los niños disfrutan viendo la misma película una vez tras otra, llegando a
comprender perfectamente la trama de la historia e incluso a memorizar los diálogos. Así, una vez que tu hijo haya interiorizando el argumento
de su película favorita, es un buen momento para reflexionar con él sobre las emociones que han ido apareciendo.
El enfado en las películas infantiles Todos conocemos al clásico pato Donald, un personaje que se irrita fácilmente, que siempre está
malhumorado y que no duda en mostrar su enfado cada vez que algo le incomoda. Pero más allá de este tipo de personajes que viven
enfadados la mayor parte del tiempo, muchas otras películas pueden mostrarnos el enfado de una forma más natural, con la que todos nos
podemos sentir identificados.
Y es que enfadarse es algo natural que las películas infantiles no dudan en mostrar, e incluso muchas veces se convierte en el conflicto
principal que conduce la historia, haciendo que los protagonistas deban superar sus diferencias y evolucionar hasta poner remedio a su
enfado.
Por ejemplo, la famosísima película Frozen gira entorno a dos hermanas que se enfadan. Elsa, la mayor y más responsable, no acepta la
decisión impulsiva de su hermana e, incapaz de controlar sus emociones, congela el reino. Elsa pasa mucho tiempo encerrada en su palacio
de hielo, pero finalmente, cuando Anna está en verdadero peligro, Elsa consigue dejar atrás su enfado y usar sus poderes con amor para
devolver la calma al reino y recuperar la unión que tenía con su hermana.
Por poner otro ejemplo, la película Brave gira también entorno al enfado de la protagonista Mérida, con su madre, Elinor. La madre trata de
controlar la vida de su hija para convertirla en una princesa modelo, pero la rebelde Mérida se niega, rompe el lienzo de su familia y busca
un hechizo para cambiar a su madre, lo que la acaba convirtiendo en oso. Este hechizo tendrá graves consecuencias, poniendo en peligro la
vida de su madre. En seguida Mérida se da cuenta de su error, pero tendrá que superar muchas dificultades hasta conseguir revocar el
hechizo: sólo el arrepentimiento y el amor profundo lo pueden conseguir. La película termina con la unión de las dos protagonistas, que han
conseguido dejar atrás sus diferencias y recuperar su vínculo.
¿Cómo utilizar las películas infantiles para hablar sobre el enfado? Curiosamente, muchas películas giran entorno a los enfados que se dan
dentro de una familia, y es que es el lugar donde las emociones son más intensas, justamente porque esos sentimientos están relacionados
con las personas que más nos importan. Estas películas enseñan a los peques que es normal enfadarse con un hermano, con papá o con
mamá y que esos enfados pueden llegar a ser terribles, pero que finalmente el amor que les une es más fuerte y eso les ayuda a superar las
dificultades, a entenderse y reconciliarse.
También permite reflexionar sobre el motivo de esos enfados. Muchas veces es la protección excesiva de un miembro de la familia sobre el
otro, o la necesidad de elegir un camino distinto al que los otros esperan de uno... situaciones que se traducen en algo mucho más simple: la
diversidad de opiniones y necesidades. Porque en familia, generalmente todos vamos a la una y somos un equipo. Generalmente nos
adaptamos a las necesidades de los otros y tratamos de comprender su punto de vista. Pero en otras ocasiones puede llegar a ser muy difícil
lograr ese entendimiento y el enfado es irrefrenable.
Por suerte el enfado siempre acaba por desaparecer porque el sentimiento de amor es mucho más fuerte y duradero, tanto que permite
dejar atrás las diferencias para volver a reencontrarse. Puedes aprovechar las películas infantiles para hablar sobre todos estos temas con
tus hijos, reflexionar sobre enfados pasados que hayáis tenido, recordar cómo lograsteis superarlos y, sobretodo, pensar en cómo podemos
actuar en un futuro para que esos enfados no sean tan intensos y podamos remediarlos a través de la emoción más poderosa: el amor.

ESTOY ENFADADO ¿DIBUJAMOS?


Una forma efectiva de sacar rabia o enfado para un niño es dibujando o garabateando. Al ofrecerle dibujar, el niño siente que tiene permiso
para expresar su enfado, y a la vez, aprende una forma no dañina de vaciar su ira. Este dibujo puede ser como el niño quiera y variará en
función de la edad del niño y de cómo quiera hacerlo: solo puntitos, con líneas, círculos, algo abstracto, algo definido.
Hemos evitar descalificar o juzgar su dibujo, ya que lo más importante no es el resultado del dibujo ni que tenga sentido para nosotros. Lo
más importante es que el niño sienta que lo que está haciendo le va a ayudar a sentirse mejor con nuestra ayuda.
Sin perder el amor Todo el mundo se enfada, él está enfadado y necesita aprender que esa emoción no es mala y que puede expresarla sin
que ello implique perder el amor de sus pares, eso sí, siempre siguiendo las tres reglas de oro: sin dañarse a si mismo, sin dañar a nadie y sin
dañar nada (que no esté pensado para ser roto…)
Para hacer estos dibujos, mejor ofrecer al niño ceras o colores resistentes que le permitan hacer trazos fuertes o puntos con fuerza sin tener
miedo a romper la punta (un rotulador, no serviría para estos ejercicios)
Este recurso se puede hacer servir con niños de todas las edades, desde los 2 añitos. En plena rabieta, mejor esperar unos minutos a que,
tras el llanto o los gritos, el niño se sienta más calmado. Mejor solo acompañar “veo que estas muy enfadado!” Y tras unos minutos se le
puede ofrecer las hojas del enfado para que las rompa o arrugue. También se le puede proponer hacer en otro momento recordando el
enfado de hace un rato o del día anterior.
Hojas de la rabia Puedes ofrecerles hojas especiales para su enfado. Estas hojas especiales para el enfado, les hace sentir que es importante
lo que van a hacer, sienten que realmente les va ayudar, y además, estamos acogiendo su emoción con respeto, ofreciéndole ayuda y
protección. Si no tienes esta caja, no importa, puedes hacer servir cualquier hoja en la que el niño pueda dibujar o garabatear o romper.
Estas hojas no son solo para dibujar, son también para arrugar, rasgas, romper, pisar, ensuciar… Acciones todas válidas para vaciar la rabia.
Le puedes animar y acompañar al peque con mensajes del tipo:
 ¿quieres dibujar tu enfado? Aprieta fuerte con los colores y dibuja como quieras en estas hojas especiales para el enfadado.
 ¿quieres romper estas hojas? Las puedes romper, o pisar y luego arrugar como si fueran pelotas y meterlas con fuerza dentro de una
caja. Así tu enfadado se quedará dentro de esta caja y ya no te molestará, (de la misma manera que acaba el cuento ¡Vaya Rabieta!).
Yo suelo poner estas hojas en un lugar accesible para que los niños de mi consulta y también para mis hijos; así las pueden coger siempre
que necesiten. La primera vez les indico yo cómo se usan, pero después ellos mismos las utilizan para expresar sus enfados.
Un ejemplo Una niña de tres años, un día en mi consulta, entró sin decirme nada y se fue directa a coger una hoja del enfado. Cogió una cera
de color rojo y empezó a hacer puntos con mucha fuerza. Dibujó cinco puntos y luego arrugó el papel hasta convertirlo en una pelota que
metió dentro de la caja del enfadado.
Tras cerrar con un fuerte manotazo la caja, me miró y me dijo: ¡estoy enfadada! Yo no quiero estar aquí, quiero estar con mi mamá. – Pues,
entiendo que estés enfadada, ¿quieres dibujar o arrugar alguna hoja más?- Sí, ¡y me quiero ir con mi mamá! Tras un pequeño ratito de
garabatear y luego pisar dos hojas más, nos pusimos a jugar. La niña sintió que tenía derecho a estar enfadada, que había formas de expresarlo
sin que perdiera por ello mi afecto y atención cariñosa. Al poco rato, se sintió mejor pues había vaciado la energía de rabia y se sentía con
ganas de hacer otras cosas, como jugar conmigo.
Sé su modelo Cuando le indiques al niño cómo puede vaciar su enfado con estas hojas, haz tú lo mismo y garabatea con fuerza en las hojas,
o písalas y luego arrúgalas con fuerza y las metes dentro de la caja con actitud de enfado incluso con sonidos de rabia “rrrr!!!!!”, “¡qué
enfadado estoy!” “¡qué rabia tengo!. Así facilitas que el niño pequeño te quiera imitar y sepa que tiene permiso para romper o rasgar ese
material.
Es feliz quién sabe expresar y gestionar su rabia No es feliz quién no se enfada o no tiene rabia, sino quién sabe cómo expresarla y
gestionarla sin que le bloquee, o le dañe interiormente, o dañe a los demás. Esta estrategia se puede usar tantas veces como sea necesario
y sin límite de edad, incluso en adultos es una herramienta útil. Y recuerda que es un aprendizaje de largo recorrido.

ESTOY ENFADADO ¿QUÉ PUEDO HACER?


Los niños primero tienen que aprender que el enfado es una emoción más de tantas que tenemos y que estar enfadado no es malo pero
dejar que la rabia domine nuestras acciones y como consecuencia de ello dañar a otras personas bien con la boca o con la fuerza, es algo de
lo que nos debemos responsabilizar, a eso lo llamamos también restituir el daño. Por lo tanto, debe entender que autorregular sus emociones
es algo que debe decidir no por evitar un castigo cada vez que no controla su rabia, sino porque con el tiempo experimentará la satisfacción
de controlar su voluntad y decidir lo que debe hacer.
Cuando el niño no quiere ir al rincón de emociones Hay madres que me han llegado a decir que cuando sus hijos están en un proceso
de rabieta o experimentando cólera, están tan alterados que se niegan a tranquilizarse, no quieren ir al rincón de emociones ni mucho menos
quitarse el genio por medio del peluche Eugenio el Señor de Genio. Es comprensible que haya niños que se resistan a dejar el enfado, sobre
todo cuando han descubierto que estar enfadados les da poder para conseguir lo que se proponen.
A esto le podemos llamar rabieta lógica ya que el niño tiene la capacidad de controlar sus emociones y su cuerpo para conseguir un objetivo.
Ante este comportamiento debemos ser firmes al mismo tiempo que reconocemos los sentimientos de los niños porque la tendencia
es reprimirlos. Una indicación tan clara y contundente como ¡veo que estás enfadado y que te apetece mucho comer helado, pero ahora no
se puede porque tenemos que comer! al niño le ayuda más que decirle ¡No se llora por tonterías!
No confundir el rincón de las emociones con el castigo El rincón de las emociones no es un espacio donde mandamos al niño cada vez que
consideramos que se ha portado mal a modo de castigo sino un lugar donde el niño puede acudir cada vez que necesite tranquilizarse cuando
es consciente de que necesita serenidad para poder decidir lo correcto. Al principio la compañía del adulto es necesaria para enseñarle como
tranquilizarse, pero una vez que el niño ha interiorizado este aprendizaje, ya no nos necesitará tanto.
En estos momentos el juego puede ayudar mucho al niño a volver a un estado de equilibrio emocional aunque nos parezca que merece un
castigo para aprender la lección. Los niños tienen que hacerse responsables de sus actos y por lo tanto tendrán que asumir
las consecuencias lógicas o naturales y los castigos que creamos convenientes, pero aun así el niño aprenderá más, cuantas más
oportunidades tenga para entrenarse en la conducta adecuada que sancionando siempre sus errores.

EDUCAR CON CONSECUENCIAS Y NO SOLO CON CASTIGOS


Durante una charla sobre Alternativas al castigo basada en algunos principios de las autoras Adele Faber y Elaine Mazlish de su libro Como
hablar para que sus hijos le escuchen y como escuchar para que sus hijos le hablen, pregunté cual era el último castigo que habían puesto a
sus hijos. Una madre comentó que su hijo había orinado en el patio del colegio junto a otro niño y que esa escena le había molestado tanto
que decidió quitarle el traje de fútbol durante una semana.
Este ejemplo nos sirve para reflexionar sobre las diferencias que hay entre los castigos que resultan poco educativos aunque muy efectivos a
corto plazo y otras opciones que no solo ayudan a corregir la conducta inadecuada sino que enseñan la conducta adecuada, me refiero a
educar por medio de consecuencias lógicas y naturales.
Siguiendo con el ejemplo que comentaba, ¿qué relación tiene el traje de fútbol con una travesura puntual en el patio del colegio?
Disciplinar es enseñar a comportarse La disciplina autoritaria o punitiva se basa en la absurda creencia de que es necesario que un niño se
sienta mal consigo mismo con el fin de enseñarle una lección pagando así por lo que ha hecho.
Asombrosamente no siempre sucede así, toda disciplina que hace sentir mal a un niño, lejos de motivarlo para que la próxima vez lo haga
mejor provocamos resentimiento, rebeldía y rabia. El problema no es aplicar un castigo sino cómo lo aplicamos, por lo general habiendo
perdido los nervios, sin control emocional y no buscando que el niño aprenda sino dirigidos por la necesidad de descargar el enfado que nos
ha hecho sentir su conducta.
Evitar luchas de poder entre padres e hijos Ante la conducta inadecuada del niño hay que saber diferenciar de quien es el problema.
Si es del niño, le tendremos que ayudar a resolverlo, como por ejemplo si le rechazan en el colegio y sufre por ello, le tendremos que enseñar
herramientas para resolver esos conflictos para que su autoestima no quede dañada. Si el problema es del padre porque le duele la cabeza
y el niño hace mucho ruido, tendrá que adquirir las herramientas necesarias para expresarle sus necesidades y conseguir que el niño las
respete: asertividad.

LA SILLA DE PENSAR, ¿EN QUÉ AYUDA?


La silla de pensar retira el afecto al niño y no enseña cómo corregir la mala conducta
Cada vez es más frecuente utilizar la silla de pensar como un método disciplinario en las aulas de infantil o en los hogares con el fin de hacer
pensar a los niños sobre la conducta inadecuada que acaban de tener.
Pese a lo positivo de esta técnica, corremos el riesgo de que se convierta en un castigo que lejos de enseñar el comportamiento que hay que
modificar o de ayudar a pensar sobre lo ocurrido, el adulto dirigido por la cólera que le ha producido la conducta del niño, le envía a la silla
de pensar retirándole su afecto por conductas como pegar a un amigo, romper algo, moverse mucho, enfadarse sin motivo aparente, etc.
Podemos usar frases como ¡Vete a la silla de pensar porque te has portado mal!, ¡Vete a la silla y cuando te hayas calmado
hablamos! o ¡Siéntate un rato y luego hablamos sobre lo que ha pasado!
Aparentemente parece correcto el uso que le damos a este método, pero si usamos la silla de pensar como un espacio (tiempo fuera o
aislamiento puntual) donde tiene que ir el niño cada vez que hace algo inadecuado, es probable que no sea muy efectivo si no ayuda a
reflexionar sobre las emociones que han dirigido su conducta o los pensamientos que han dominado sus decisiones.
¿Qué enseñamos con la silla de pensar? Lo primero que nos tenemos que preguntar es si enviando al niño a la silla de pensar le damos la
posibilidad de sentirse mejor y de comportarse de forma adecuada o simplemente queremos controlar su conducta porque nos resulta
desagradable. Si el objetivo que buscamos es que los niños comprendan qué comportamiento es el adecuado y ayudarles a corregir el
incorrecto, tendremos que ayudarle a serenarse hasta que pueda pensar con claridad y actuar de forma reflexiva en lugar de hacerle pagar
por el mal causado.
Alternativa a la silla de pensar: El rincón de las emociones Consiste en crear un espacio en el aula o en una zona de la casa donde el niño tenga
la oportunidad de explorar racionalmente las consecuencias de sus elecciones o actos con la compañía de un adulto que le ayude a aprender
de sus errores ya que nos brindan maravillosas oportunidades de crecimiento personal. Todos necesitamos un tiempo para ser conscientes
de los sentimientos que nos dominan y poder hacer algo agradable que nos pueda ayudar a serenarnos y a decidir cómo hay que actuar la
próxima vez. Si un niño ha pegado a un amigo no basta con decirte no hay que pegar o estás castigado por pegarle, si queremos que la
próxima vez ante una frustración el niño tenga autocontrol de sus propias emociones le tendremos que ofrecer herramientas que le ayuden
saber qué hacer cuando sienta el impulso de pegarle otra vez.

ESCUCHAR LAS EMOCIONES DEL NIÑO


Recuerdo el comentario de una madre en una reunión de la Escuela de Padres, sorprendida de sí misma ya que cuando fue madre decidió
no educar a su hija como lo habían hecho con ella y sin embargo se veía reproduciendo el mismo patrón.
Volver a mi infancia Es normal reproducir en nuestros hijos la misma educación que recibimos, de nuestros padre, el problema surge cuando
lo que reproducimos no pasa por el filtro de la sanidad emocional que nos permite saber en todo momento que la respuesta que estamos
dando a nuestros hijos frente a sus comportamientos va más allá de la mera conducta, traspasa lo emocional y esto nos permite ayudarle a
desarrollarse como persona. Es posible que cuando eras niño no te dejaran expresarte porque se consideraba de mala educación manifestar
una queja y quizás ahora eres quien no permite a tu hijo que diga que algo no le gusta. También es posible que hayas crecido reprimiendo
tus sentimientos y ahora eres tú quien no permite que tus hijos lloren cuando es necesario hacerlo para descargar tensiones y demás.
Busca el niño que hay dentro de ti Sería bueno permanecer en contacto con nuestras emociones, conocerlas, y decidir que queremos
proyectar en nuestros hijos para favorecer su autoestima. Os animo a que miréis hacia dentro y hagáis las paces con aquello que os haya
podido marcar del estilo educativo que emplearon vuestros padres.
¿Cómo escuchar las emociones de tu hijo?
 Deja que exprese su emoción aunque te resulte desagradable oírle llorar
 Acompáñale cuando llore o grite sin intentar controlar su llanto para aportarle seguridad afectiva. ¡Yo estoy contigo!
 Después de liberar tensiones mediante el llanto hay ayudarle a tranquilizarse.
 No es bueno dejarle solo con sus emociones cuando todavía no dispone de las herramientas mentales suficientes para entender lo que
le pasa
El niño necesita que el adulto esté cerca cuando se encuentra con sus propias emociones para que éstas no le invadan y aprenda a canalizarlas
sabiendo expresar sus necesidades de manera adecuada.

Mi hija se enfada por todo Mi hija últimamente protesta por todo. Si se le cae la torre, si se le cae la jabonera al lavarse las manos, si no dan
los dibujos que ella quiera, etc. Ayer estaba haciendo un dibujo con pincel y acuarelas y cuando ya estaba casi acabando se derramó por
accidente el agua del pincel sobre su dibujo. Se puso a llorar sin parar. Le animaba diciéndole que ya haríamos otro dibujo o que ya haríamos
otra cosa igual de divertida. Pero nada parecía consolarla. Al final su llanto y su pataleta me pusieron de los nervios y acabé riñéndola. No me
gusta reaccionar así pero es que creo que su conducta es de puro capricho.
El disgusto de tu hija era legítimo. Tenía todo el derecho a expresarlo llorando (pues es así como lo expresan los niños pequeños). Se sentía
disgustada pues acaba de perder su dibujo y eso para ella fue una desilusión. Los niños necesitan experimentar sentimientos de rabia, enfado,
disgusto, frustración y sobre todo poderlos expresar. Esta expresión les ofrece bienestar emocional, además de ayudar a su desarrollo
intelectual y social. El intentar animarla con otro dibujo o con otras cosas no hizo más que alimentar su disgusto. Y esta reacción es muy típica
en los adultos (padres o educadores) y tiene que ver con que estamos proyectando nuestras propias preocupaciones.
Lo que yo suelo ver en mi trabajo individual o en los talleres con padres y educadoras es que seguramente te pone nerviosa su conducta
porque ves tu propia dificultad en manejar su frustración. Tu intentas solucionar la situación enseguida, despistándola rápidamente con otra
oferta (hacer otra cosa) o interpretando su conducta de caprichosa o de no es para tanto para zanjar pronto su disgusto y su llanto, pues es
a ti a la que te altera esta situación, te incomoda o te duele. Pero lo que estás haciendo es invalidar sus sentimientos de enfado, disgusto y
no permitir su expresión. ¿Crees que tu hija sería capaz de superar por si misma esta situación? Crees que es capaz de hacer frente a su
disgusto y de encontrar la manera de calmarse por sí misma?
Te sorprenderás gratamente cuando permitas que así lo haga. Que tu hija se vea capaz de superar retos le hará más fuerte. Además los niños
aprenden a sentir satisfacción al experimentar el poder de elegir las cosas como son (y no como le gustaría que fuesen). El dibujo se ha
perdido y esa es la realidad que tu hija quiere y necesita aprender a aceptar. Una vez lo haya hecho verás cómo tirará adelante como si nada
hubiera pasado.
Deja que llore y que se exprese mientras tú estás a su lado y validas sus sentimientos: “¿Qué te ha pasado? Te gustaba mucho cómo estaba
quedando” Lo más importante son pocas palabras y una actitud cercana, de escucha y de aceptar sus sentimientos. Así le estás transmitiendo
tu confianza que ella sabrá superar esta situación. Y lo hará no evitando sus sentimientos, sino haciendo las paces con la pérdida de su dibujo
(o con no dar sus dibujos preferidos, etc.). Revisa si estás siempre detrás de ella evitando sus disgustos y esa pueda ser la razón por la que tu
hija estalle por todo últimamente. Tu hija se siente impotente pues ve limitada su necesidad de expresarse y hasta ahora no se ha visto capaz
de superar por ella misma las cosas y cualquier pequeño percance le servirá de excusa para experimentar sus sentimientos.

MOTIVAR A LOS NIÑOS CON NUESTRA ACTITUD Y PALABRAS


Qué bien nos sentimos cuando recibimos por parte de las personas que más queremos palabras bonitas, ¿verdad? Estas nos hacen sentir
acogidos, queridos y comprendidos. Nos recuerdan que tenemos siempre un lugar, un hogar al que volver. Es por esto que es tan importante
que nosotros también seamos afectivamente activos con nuestros hijos, que tratemos de transmitirles de forma constante con palabras y
con acciones todo el amor que sentimos por ellos.
¿Qué conseguimos siendo más comunicativos?
 Vincularlos emocionalmente con ellos: Nuestra comunicación entre padres e hijos mejora y esto hace que conozcamos más de nuestros
hijos, que se abran más a nosotros.
 Reforzar la autoestima de nuestros hijos, conseguir que se sientan mejores consigo mismos, que conozcan sus puntos fuertes.
 Motivar conductas deseadas: que recoja la habitación, que pruebe algunos alimentos que no ha comido todavía...
Los beneficios que podemos recibir con el simple hecho de cambiar un poquito nuestra forma de actuar, mostrándonos más comunicativos
y también siendo más receptivos, son numerosos. Sin embargo, no quiero que os empachéis de beneficios y más beneficios, me gustaría
proponeros algunas ideas para conseguirlo. ¡Pequeños truquitos que podéis aplicar!
Pequeños trucos y consejos para ser más afectivos
Jugar con nuestros hijos a menudo. El juego es el motor fundamental de descubrimiento durante la infancia y, como padres, nos proporciona
la oportunidad perfecta para relacionarnos con nuestros hijos de forma distendida, relajada.
Destacar sus logros y acciones positivas ¿Por qué no le recuerdas cuánto le quieres? Y si hace algo bien, ¿por qué no le expresas lo bien que
lo ha hecho? En ocasiones tendemos a focalizar nuestra atención en las conductas negativas de nuestros peques y pasamos por actos tantas
cosas que hacen bien durante el día. ¿Por qué no destacarlo?
Decirle palabras y frases cariñosas Bonito, precioso, amor, etc. Las palabras bonitas ensanchan el alma. Tienen el poder de llevar a mejor
nuestro estado de ánimo: nos hacen sentir bien, nos recuerdan lo queridos que somos. En definitiva nos enseñan a ver la vida de manera
más positiva.
Enseñarle a conocerse y conocer sus emociones ¿Qué sientes en este momento? Saber responder esta pregunta supone el primer paso
para identificar nuestras emociones, de expresarlas y gestionarlas de forma sana para, de esta manera, poder después empatizar y conocer
las emociones de las personas que nos rodean (familiares, amigos, etc.) Este proceso, que inicia durante la infancia, necesita de la atención
de por padres y educadores. Es clave en el desarrollo del pequeño.

CARLOS GONZÁLEZ: "HAY QUE RESPETAR EL LLANTO DEL NIÑO"


Este texto ha sido escrito por el famoso pediatra y escritor Carlos González y pertenece al número de la suscripción "Me gusta ir al pediatra,
¿cómo lo han conseguido mis padres?":
Muchos niños pequeños lloran cuando van al médico. Sus motivos tendrán. Es responsabilidad de nosotros, los médicos, intentar no hacerles
llorar. Recurriendo al juego, a la broma, a la distracción, para crear un buen ambiente. Evitando en lo posible las maniobras molestas e
invasivas (¡ese maldito palo en la garganta!). Sobre todo, pidiendo permiso al niño para acercarnos, para tocarlo. Un permiso que no se pide
con la palabra, sino con el gesto, acercándonos lentamente, parándonos antes de tocar, esperando su respuesta y respetando su negativa.
Con paciencia y respeto es posible conseguir que los bebés más pequeños no lloren casi nada. Es necesario, por supuesto, que su madre esté
a su lado, sonriéndole, murmurándole o acariciándole. Típicamente, desde los primeros días, el bebé pide permiso a su madre para dejarse
tocar por el médico: en ese momento en que el médico pide permiso al bebé, en que acerca la mano y la detiene a unos centímetros de su
piel, el bebé mira a su mamá, esperando instrucciones.
Si fuera un perro, una serpiente, un asesino en serie el que se acerca de ese modo, la madre pondría cara de angustia, y el bebé rompería a
llorar. Cuando se trata del médico, la madre habitualmente sonríe, dice unas palabras de aliento, y el bebé vuelve a mirar al médico, sonríe
y se deja tocar. Ahora bien, a partir de más o menos los ocho o nueve meses, y hasta más o menos los dos o tres años, casi todos los niños
lloran, siempre, hagas lo que hagas.
Les hago mil monerías con mi inseparable mono de peluche, le digo a la madre que lo desnude sobre su regazo y no en la camilla, ausculto a
la madre, al padre y hasta al mono de peluche en presencia del niño, caliento la campana del fonendo, me aparto con fingido temor y me
vuelvo a acercar con ostentosa precaución, pero en el mejor de los casos apenas consigo un silencio desconfiado, una respiración
entrecortada al borde del pánico. Muchos niños de esa edad están sencillamente llorando desde que entran por la puerta hasta que vuelven
a salir.
¿Qué se puede hacer? Ante todo, respetarlos. Este texto es un fragmento del prólogo elaborado por el pediatra y escritor Carlos González para
la guía educativa "Me gusta ir al pediatra, ¿cómo lo han conseguido mis padres?".

¡MAMA, DÉJAME LLORAR!


Las lágrimas ayudan al niño a expresar la rabia y vaciar su frustración. Ahora entiendo por qué mi hijo de dos años me suele decir cuando le
regaño. ¡Mama, es que no puedo parar de llorar! Los niños necesitan nuestra ayuda para salir de ese estado de frustración, entrar en la
rabieta es fácil cualquier situación puede originarla, se le cae un juguete al suelo, no puede enroscar el tapón de una botella, no consigue
levantar una torre, quería coger una galleta y el adulto se adelante y se la da, etc. Para nosotros son cosas insignificantes, podemos considerar
que no son motivos para estallar de esa manera, pero ellos necesitan entrenarse en el control emocional y las rabietas son oportunidades
magnificas para ello.
Entrar en la rabieta Hacia los dos años, el niño comienza la crisis de oposición, es una forma de afianzar la identidad que recientemente
acaban de descubrir. Necesitan afirmar su yo oponiéndose a la figura de apego así que serán habituales los comportamientos caprichosos o
rebeldes, cambios de humor bruscos, ataques de cólera, patalear en el suelo del supermercado y empeñarse en hacer las cosas solos aun
cuando no puede. A estas edades la frustración la expresan con llantos de más o menos intensidad. Su rabia, su enfado, su pataleta casi
siempre irá acompañada de lágrimas. Y estás lágrimas son necesarias, pues le está ayudando a expresar el malestar interior que siente, le
está ayudando a vaciar su frustración. Los niños saben que necesitan llorar, por eso dicen "es que no puedo parar de llorar". Y los niños
también necesitan que sus padres lo sepan, para que puedan vaciar sus lágrimas sin recibir represión extra (¿y encima lloras?, ¡deja de llorar!).
Salir de la rabieta Nuestro papel frente a las rabietas debe ser ayudar a los niños a salir de esa explosión emocional porque aunque es un
proceso normal por el que tienen que pasar todos los niños, si la actuación de los padres no es correcta pueden convertirse en un problema
de conducta más adelante, de hecho muchos comportamientos inadecuados en la adolescencia tienen que ver con las manera de responder
a las rabietas en la etapa infantil.
Frases para ayudar a los niños a salir de las rabietas
 Veo que estás muy enfadado, puedes llorar hasta que te sientas mejor
 ¡Entiendo que quieres comer helado antes de la comida, lo siento pero no puede ser, debes aceptarlo!
 ¡Vaya, que enfadado estás! ¿Te ayudo a tranquilizarte en tu habitación para que puedas decidir lo que debes hacer?
 Cariño, puedes estar enfadado pero no pegarme, voy a estar en la otra habitación para que tengas tu tiempo para tranquilizarte
 ¡Cuando te hayas tranquilizado, hablamos de cómo te has sentido y que podrías haber hecho!
 ¿Saltamos sobre el cojín para sacar el genio?
 ¿Te acompaño al rincón de las emociones?

EL INICIO DE LA ESCUELA INFANTIL PRECISA UNIR CORAZONES


El inicio de la etapa escolar es un momento difícil para el niño y para los padres. Tanto para los niños menores de tres años, como para los
que empiezan la etapa escolar necesitan mucho nuestra ayuda a través de contacto (abrazos, presencia, juegos..) y unir corazones. Unir tu
corazón con el de tu peque significa expresarle a través de tus abrazos, tu tono de voz, el gesto de tu cara, el calor de tus manos: yo también
ciento tristeza, miedo, a mí también me cuesta separarme de ti pero también confío en que lo vamos a superar y que el resultado será bueno
para los dos.
El sentimiento de los niños y de los padres Los niños muestra su miedo a través del llanto. Lloran en casa antes de salir, lloran y patalean
cuando tienen que entrar y muchos siguen llorando en la clase. A través del llanto expresan su sentimiento de miedo por estar en un sitio
desconocido, miedo a que mamá/papá lo abandonen (que no le vengan a buscar), inseguridad porque las profesoras y la escuela todavía no
son un sitio de referencia estable para ellos y su frustración por estar en un sitio donde ellos no quieren estar.
Los padres también sienten miedo y angustia. Miedo a que les ocurra algo, miedo que no los traten bien, miedo porque se encuentren con
algún peligro y la maestra no llegue a tiempo, angustia por verlos sufrir. Se nos encoge el corazón y sentimos presión en el pecho… Pero
nosotros, los padres, no lloramos para liberar nuestra angustia. Nos la guardamos en silencio como un nudo en la garganta, una presión en
el pecho y la sensación de estómago encogido. Pues como somos adultos, hemos perdido nuestra espontaneidad emocional y hacemos lo
que sea por “aguantar el tipo” o por no escuchar lo que realmente sentimos. Preferimos mostrarnos fuertes y seguros y relativizar lo que
sentimos, pues de lo contrario nos desharíamos en lágrimas como un niño pequeño creyendo que con ello estamos perdiendo nuestra
“credibilidad” como adultos.
Expresar para liberar Pero lo mejor que puedes hacer por ti mismo y por tu hijo es escuchar lo que sientes y dejarlo expresar como necesites:
un llanto largo que te desahogue, cuatro tímidas lágrimas, un grito de rabia, estar en silencio contigo mismo durante un rato, estar triste
todo el día… Tu hijo y tu hija lo hacen cada minuto de su vida: se escuchan lo que sienten y lo expresan. Sin tapujos, sin censuras. Ellos saben
que les libera. Si se lo guardan les perjudica. Haz tú lo mismo. Esta mañana has dejado a tu peque en el cole y sientes la tristeza de la
separación, la angustia de su dolor, el miedo porque le pase algo… Llora o grita o suspira profundamente. Expresa hacia afuera lo que sientes
dentro. Hazlo solo o en compañía. Pero libéralo como hace tu peque.
Te hará sentir con menos peso, menos rigidez y será una buena manera para que tu angustia se vaya transformando en confianza. Confianza
en que tú peque y tú lo iréis superando. Te va a acercar más a tu hijo, a tu hija, a su mundo emocional. Los dos lo estáis pasando mal, los dos
estáis creciendo, madurando y lo compartís (no hay crecimiento sin dolor y la separación de mamá o papá ayuda a madurar, pero no sin
dolor).
CÓMO SE SIENTE EL NIÑO FRENTE AL INICIO DE LA ESCUELA INFANTIL
Siguiendo con el tema del post anterior, cuando los niños pequeños empiezan a ir al centro infantil o al colegio necesitan mucho de nuestra
ayuda para poder superar esta etapa. Durante esta etapa de adaptación es muy habitual el llanto, las rabietas, los enfados, la irascibilidad en
el niño pequeño. Puede que sólo se muestre así a la hora de entrar y luego se le pase, o puede que a lo largo del día se muestre lloroso y
reclame constantemente que su mami lo vaya a buscar.
Su actitud no responde a que estén enmadrados o a que sean caprichosos o que sean de carácter difícil. Se comportan así pues es la
manera que tienen de expresar lo que sienten.
¿Cómo se sienten?
1. Se sienten inseguros porque van a un lugar nuevo, extraño para ellos y muy diferente a su casa, a lo que hasta ahora conocían. La escuela,
su clase no es un lugar de referencia estable para ellos, por lo tanto, no les da la seguridad (todavía) que les ofrece su hogar.
2. Sienten miedo al abandono. Tienen miedo de que mamá/papá no les venga a buscar y les deje en ese lugar extraño. Tú sabes que siempre
lo irás a buscar pero tu peque todavía no lo sabe, lo duda y le da mucho miedo. Cuando vea que día tras día siempre lo vas a buscar (junto
con ir ganando confianza en la escuela) se le irá pasando.
3. Se sienten inseguros pues ahora tienen que compartir espacio y juguetes con más niños y no pueden recibir la atención exclusiva a la que
están acostumbrados en casa. Su profesora tiene que estar por otros niños y teme no ser atendido, querido. Poco a poco, el peque irá viendo
que no pasa nada malo por estar en un espacio con más niños y que hay juegos y juguetes para todos.
4. Se sienten inseguros pues su nueva maestra aún no es un referente estable que le ofrezca seguridad. Con los días irá comprobando que su
maestra sí le ayuda, sí le atiende, le dice cosas agradables, le abraza cuando lo necesita, le enseña cosas nuevas. Por lo tanto, cuando vea
que puede acudir a ella cuando tiene miedo, sed, hambre, pupa, pis, etc. Empezará a tenerla como el referente que le ofrece la seguridad
que necesita para moverse por su clase, para investigar, para jugar.
Para superar esta etapa, estos miedos, estas inseguridades, se necesita tiempo, amor, paciencia y alguna ayudita "mágica".

CÓMO FACILITAR LA ADAPTACIÓN ESCOLAR


Asistir por primera vez a la escuela infantil Para ayudar a superar esta etapa de inicio escolar, se necesita mucha paciencia tanto por parte de
la familia como por parte de la escuela. Como está explicado en el artículo anterior, son muchos los miedos e inseguridades que les invaden.
Por eso, aplicar las siguientes recomendaciones seguro os podrá ayudar a superarla:
¿Cómo le puedes ayudar durante la adaptación? 1 Comparte con tu peque un objeto o un juguete que será el nexo de unión entre la casa y
la escuela. Será el vínculo que necesita entre su hogar y su clase que le ayude a ir cogiendo confianza y seguridad en ese lugar nuevo para él.
Puede ser, por ejemplo, un pañuelo tuyo de tamaño pequeño que le permita llevarlo consigo (en el bolsillo, envuelto en su muñeca o en su
mochila): “cariño este es mi pañuelo de la suerte. Cuando me siento triste o tengo miedo me lo pongo en el bolso (o en el cuello o en el bolsillo)
y me ayuda a sentirme mejor. Ahora quiero que lo lleves tú. Cuando estés triste te ayudará a sentirte mejor. Este pañuelo te ayudará a recordar
que yo siempre te iré buscar” (Lo ideal es transmitir este mensaje con tus propias palabras y que salga directamente de tu corazón).
También puede ser un llavero que fabriquéis juntos con un tapón de corcho, por ejemplo, un trozo grueso de cartón, una pequeña bola de
lana con diferentes colores. Puede ser cualquier objeto que sea pequeño, no sea peligroso y que lo podáis adornar juntos con colores vivos
(o gomets o trozos de tela o….) para atribuirle propiedades mágicas a cada color:
“el azul te ayudará a hacerte reír; el verde te ayudará a secarte las lágrimas cuando estés triste; el rojo te ayudará a recordarte que mamá te
irá a buscar; el violeta te recordará que mamá te quiere mucho, etc...”
Una vez acabado le dices “ahora le vamos a dar el toque final de magia, me lo voy a poner un poquito cerca de mi corazón para que se llene
de todo mi amor”; "le voy a tirar unos polvos mágicos para que se llene de todo mi amor".
Cuando lo saques le dices “ves ahora como brilla, es la luz de mi amor. Es una luz mágica que solo podemos ver tu y yo. Ahora te lo pones tú
un ratito cerca de tu corazón para que también se llene de tu amor y tenga aún más poder mágico (o ahora le tiras tú polvos mágicos). ¡Ya
está! Está tan lleno de luz y colores mágicos que mañana cuando te lo lleves al cole te van ayudar a hacerte reír”.
Recursos para fomentar la adaptación escolar El pensamiento de los niños menores de seis años es “mágico”, así que no dudes en usar estos
recursos con seriedad y amor pues ellos van a captar de ti tu seguridad, credibilidad y las gotas de magia que le pongas.
Si en la guardería o escuela no le dejan llevar el objeto consigo, que se lo lleve de casa para luego guardarlo en la cartera. El efecto de su
magia será igualmente útil para darle confianza.
El objeto le ayudará a encontrar paz pero igualmente necesitará su tiempo para ir cogiendo confianza y seguridad. Este tiempo es diferente
a cada niño, puede ser una semana, como un mes o más.
2. En esta etapa de adaptación se muy puntual a la hora de su recogida. Recuerda que su miedo principal es el que lo abandones y la manera
que poco a poco se vaya desvaneciendo este miedo es que tu peque vea que estás ahí en cuanto se abre la puerta. Es bueno le vayas
transmitiendo con seguridad “mamá siempre te irá a buscar, no lo dudes” (o papá, o la abuela…). En estos días necesita oírlo y seguro que si
es mayor de dos años te lo irá preguntando “¿mamá pero tu vendrás? Claro mi amor, yo siempre vendré a buscarte. Yo también tengo muchas
ganas de verte cuando sales”.
3. Ten presente que en estos días estará más irascible, sensible, llore o se enfade por cualquier cosa. Esté más pegado a ti a todas horas,
incluso por las noches puede que se despierte más a menudo, tenga sueños o pesadillas y requiera tu presencia (o dormir en tu cama).
Permite, si lo ves necesario, que duerma en vuestra cama durante una temporada (o cuando lo veas muy intranquilo). Por la noche, su
inconsciente procesa toda la información física, intelectual y emocional que ha ido recibiendo de esta nueva (y difícil) etapa escolar y la
soledad de su cama y la oscuridad de la noche aún agravan más sus miedos e inseguridades. Por lo tanto, necesitará el refugio de tu calor, la
seguridad que mamá y papá le dan para encontrar la paz que le ayude (poco a poco) a integrar todas las novedades que está viviendo.
Son las consecuencias de la nueva etapa que está viviendo: la separación de mamá y la separación de su hogar. Muéstrale tu paciencia, tu
comprensión, sé un poco más flexible pero sin llegar a consentirle absolutamente todo (recuerda que poner límites también es amar y ayuda
a crecer de forma sana).
Llora todos los días en la escuela y dice que me está esperando Mi hija ahora tiene 3 años y acude a la guardería desde que tenía 10 meses.
No quiere ir, todos los días llora. Habla muy bien y se expresa con claridad (es madura para su edad). El tiempo que están en el patio está sola
y no quiere jugar con los demás niños. Me dice que me está esperando. La llevo sólo de 9:30 a 12:30 h. El resto del tiempo está conmigo. Dice
que no quiere aprender a hablar en euskera, dice que la pegan (aunque se que no es verdad) y que está malita (siempre se está inventando
algo porque no quiere ir). Dice los demás niños no saben jugar y siempre huye de grupos y jaleos.
¿Qué puedo hacer?
Tras la conducta de tu niña hay una emoción que está pidiendo a gritos ser atendida y escuchada por ti. Debes poner tus cinco sentidos, toda
tu percepción e intuición materna para poder atenderla. Lo que yo intuyo que debes atender es lo que hay detrás del mensaje “te estoy
esperando”.
Realmente te está esperando pues tú eres su mayor referente de protección, de seguridad e intuyo se debe sentir muy insegura y con miedo
cuando está en el colegio. En un entorno pequeño y tranquilo aún tendrá ganas de estar, como en la clase, pero en el patio se debe sentir
más desprotegida al ser un espacio más abierto y grande con los niños moviéndose, corriendo, gritando aumentando con ello su inseguridad.
Tiene miedo, se siente insegura Lo más importante no es buscar los motivos de su inseguridad, (pues a su edad es totalmente normal), sino
atenderla. Necesita saber que tú respetas sus sentimientos y necesita saber que tú la vas a ayudar a convertir su inseguridad, su miedo en
confianza (eso sí, lentamente….). Ofrécele mensajes positivos, de comprensión, de amor, de protección, mensajes que le ofrezcan seguridad
aún en la distancia. Te recomiendo uses la cajita de besos.
Necesita saber que la irás a recoger Antes de dejarla en el colegio le transmites desde tu corazón “cariño, mamá te vendrá a buscar a las
12.30h. Puedes estar bien tranquila, vendré a buscarte, no lo dudes”. Y se lo repites cada mañana con la importancia que se merece:
mirándola a los ojos y desde tu corazón. Esa debe ser vuestra despedida durante una larga temporada. Aunque tu hija esa mañana no llore,
tú se lo dices igualmente pues ella lo necesita oír.
Para tu hija será como la cuerda invisible en la que ella se apoyará esas tres horas de colegio para ir convirtiendo sus temores en confianza,
en ganas de jugar, de conocer nuevas cosas y relacionarse con otros niños. Dices que tu hija es madura para su edad porque utiliza muy bien
el lenguaje pero eso no significa que sepa poner palabras a lo que siente y mucho menos sepa gestionarlo. Tu puedes ir transformando todas
sus quejas y negativas (me pegan, estoy malita, no quiero hablar en euskera…), en mensajes de confianza y apoyo que le sirvan para ir lo
superando.

EDUCAR CON INTELIGENCIA EMOCIONAL


Cada vez más, oímos hablar de la importancia de educar con Inteligencia Emocional, ¿pero dónde se tiene que desarrollar esta inteligencia,
en el colegio o en la familia?
Howard Gardner, es el creador de la Teoría de las Inteligencias Múltiples y cree que todas las personas tenemos ocho tipos de inteligencia:
la lingüística, la lógico-matemática, la espacial, la musical, la corporal cinética, la intrapersonal, la interpersonal y la naturalista. Según su
teoría, no hay una inteligencia más importante que otra porque cada persona posee unas capacidades y siempre se puede mejorar mediante
el aprendizaje.
Podemos decir que la inteligencia intrapersonal (conocimiento de uno mismo) y la interpersonal (conocimiento de los demás) forman la
inteligencia emocional que es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, por este motivo es necesario que la enseñemos
desde niños tanto en el colegio como en la familia. Cada día conocemos más casos de personas brillantes y con éxito académico
pero analfabetos emocionalmente hablando que fracasan en otros ámbitos de la vida como la familia, el trabajo o la vida sentimental.
¿Por qué los padres tenemos que aprender inteligencia emocional?
 Nos permite aprender a relacionarnos con nuestros hijos
 Nos ayuda a tener control sobre nuestros impulsos a la hora de corregir
 Nos enseña a conocernos mejor a nosotros mismos y entender a nuestros hijos
 Fortalece los vínculos familiares
¿Por qué los padres tenemos que enseñar inteligencia emocional a los niños?
 Para que aprendan a identificar sus propias emociones y los canalicen de forma adecuada haciéndose responsables de ellos.
 Para que aprendan a ponerse en el lugar de los demás y puedan desarrollar empatía en las relaciones sociales.
 Para que sepan expresar los sentimientos de forma asertiva, respetándose a sí mismos y no dañando a los demás
Como punto final, os comparto esta frase de Aristóteles para reflexionar sobre la necesidad de ser emocionalmente inteligentes: “Cualquiera
puede enojarse, eso es algo muy sencillo. Pero enojarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito
justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

TENGO QUE IR AL COLE


Ha empezado un nuevo curso escolar y para los más pequeños es una experiencia donde sus emociones están a flor de piel. El niño puede
sentir enfado, rabia llanto, dolor, miedo, alegría, tristeza, sorpresa, impaciencia, timidez, curiosidad,... a lo largo del día y puede pasar de un
sentimiento a otro en un instante. Estas reacciones son normales y es importante que la maestra esté presente para acoger al niño en estos
momentos difíciles. Así que hoy os explico algunas pautas que ayudan a la adaptación escolar dentro del aula para que el niño vaya
adquiriendo seguridad en él mismo y crear un vínculo de confianza contigo, su nueva maestra.
Entrevista inicial con los padres y el alumno Una semana antes del inicio del curso es interesante que la maestra convoque a los padres para
realizar una primera entrevista. Es un primer encuentro entre el niño, sus padres y la maestra. Además, mientras el peque juega y conocen
su nueva clase los padres y la maestra realizan la primera entrevista en la que intercambian información como las características de su
hijo, cómo pueden ayudar al niño en el periodo de la adaptación, el horario de la primera semana, etc. De esta manera, el espacio del aula y
la nueva maestra se convierte en algo conocido para el peque en su primer día de colegio.
Explícale que lo vendrán a buscar Explica a tu alumno que se siente triste cuándo vendrá su mamá a buscarlo. Los niños de tres años todavía
no entienden las horas pero sí que empiezan a entender la noción del tiempo, así que explica a tu alumno la organización del día y en qué
momento vendrá su mamá a buscarlo, por ejemplo: "Ahora jugamos un ratito en la clase, luego almorzarás y después de jugar en el patio tu
mamá te vendrá a buscar".
El peque necesita saber que su mamá volverá, que no lo abandona. Propón espacio de juego con diferentes materiales y juguetes para que
tus alumnos puedan jugar libremente mientras tú les observas. Además, puedes involucrarte en sus juegos, por ejemplo, métete en
el rincón de la casita y pide a los niños que juegan que te hagan el desayuno. Es una manera de relacionarte con tu alumno "de tú a tu", es
decir, en el lenguaje del juego.

PREPARAR A LOS NIÑOS PARA EL PERIODO DE ADAPTACIÓN ESCOLAR


Después de un verano de piscina, playa, excursiones al campo y comidas fuera de casa, llega el primer día de clase y a todos los niños les
cuesta volver a la rutina. Es por ello, que el periodo de adaptación se vuelve imprescindible porque lo más habitual es que los niños no quieran
entrar en el aula por mucho que su maestra los reciba con una sonrisa de oreja a oreja. En todas las aulas de infantil vemos niños que se
agarran a la pierda de su madre, que lloran y se resisten a separarse de la figura de apego.
En estos momentos de separación, el niño necesita sentir más que nunca el amor de sus padres y tener la seguridad de que aunque no están
presentes, me siguen queriendo y aunque se van volverán. El niño necesita entender que aunque sus padres le dejan en un lugar nuevo con
personas que no conoce, no quiere decir que se olviden de él ni que dejan de quererlo.
El niño llora cuando entra en el aula Debemos entender que es completamente normal desde lo 6-8 meses hasta los 2-3 años que es la etapa
del primer ciclo de infantil, que el niño sienta ansiedad ante la separación de sus padres, señal de que existe un apego seguro que le permite
explorar el entorno aumentando su curiosidad e interés por el aprendizaje. De modo que, para que los niños puedan disfrutar en el centro
infantil interactuando y jugando con otros niños y viviendo todo tipo de experiencias sensoriales que le permitan alcanzar un desarrollo
pleno, necesita un tiempo para adaptarse a ese nuevo contexto creado para el.
¿Qué podemos hacer los padres y madres?
 Prepararlos con tiempo: Podemos preparar con tiempo a los niños, contarles que pronto empezará la escuela infantil, llevarles a ver el
centro por fuera, decirle que conocerá muchos niños y que tendrá unas maestras muy cariñosas. Todo esto transmitiéndole ilusión que
lo motive a desear este momento.
 Hablar de cómo se siente: los niños necesitan que sus sentimientos de miedo y angustia sean reconocidos y tenidos en cuenta. No
podemos negar sus sentimientos con frases como ¡no pasa nada, mamá vendrá enseguida no llores más...! Sino más bien decirles frases
como: Cariño, entiendo que estás triste porque mama se va y tu quieres estar conmigo. Yo también quiero estar contigo y te voy a echar
de menos mientras estas en el cole. Estoy segura que cuando consigas superar tu tristeza te lo pasarás muy bien y cuando nos
encontremos me podrás contar qué has hecho en la escuela… ¿Qué te parece?
 Validar los sentimientos y ayudarles a nombrar lo que sienten:
 Yo también estoy triste por qué me separo de ti pero sin embargo, estoy segura que encontrarás la manera de pasar este tiempo jugando
con otros niños…
 Entiendo que no te gusta que me vaya y que eso te hace estar enfadado conmigo, pero confío en que cuando vuelva me cuentes todo lo
que has hecho durante la mañana…
 Tienes motivos para estar eojada porque te gusta quedarte conmigo en casa, pero mama tiene que ir a trabajar y no puede ser…
 Ayudarles a superar el reto de la separación: aunque es doloroso verles llorar, no se trata de evitar esa frustración sino de acoger su
angustia, reconocerla y ayudarles a superarla con seguridad, afecto y comprensión.
 Despedirnos de los niños: es necesario que nos vean marcharnos, decirles adiós, que nos oigan decir que dentro de un rato volveremos
a buscarlos. En estos momentos quizás marcharnos sin que nos vean podría ser una opción menos dolorosa, pero cuando el niño se da
cuenta de que sus padres ya no están, se siente traicionado y eso es peor que dejarlos llorando.
 Responder a las rabietas con serenidad: de dos años en adelante nos podemos encontrar muchas actitudes desafiantes, rabietas
constantes y comportamientos inadecuados, es posible que en el periodo de adaptación las vivamos con más intensidad porque los
niños necesitan sacar su malestar de la única manera que saben, llorando y pataleando. Si nuestra respuesta frente a las rabietas es de
comprensión, al niño le resultará más fácil salir de ellas.
 Objetos tranquilizadores: hay niños que se apoyan en algunos objetos para sentirse mejor, una camiseta de mama, una mantita para
dormir, etc. Esos objetos le pueden servir al niño para superar por sí mismo un momento de angustia.
 Álbum de fotos: es recomendable que cada niño lleve al centro un álbum con fotos familiares para que pueda mirar cuando sienta
añoranza, de esta manera tan visual, el niño podrá recordar momentos felices que ha pasado con su familia.

ACTIVIDADES EXTRAESCOLARES: ¿CULTURA O DEPORTE?


Una vez que ha empezado el curso escolar y que todos los niños comienzan a adaptarse a su nuevo estilo de vida, donde han de ir a clase,
hacer deberes y demás, lo siguiente que suele venir por parte de los colegios son las llamadas actividades extraescolares, actividades que
comienzan a las 4 de la tarde y que suelen estar activas hasta las 8 de la tarde.
Hace algunos años se pusieron de moda las actividades extraescolares y no era extraño que un niño estuviera apuntado a una o dos
actividades de este tipo, aunque sí se puede ver que, según varios estudios, se decantan más por las actividades deportivas que por las
artísticas o aquellas que implican tener cierta cultura.
Muchos hablan del motivo por el cual se produce esto y básicamente es debido a que las actividades deportivas se ven identificadas con el
éxito social, es decir, que si es bueno, será reconocido socialmente mientras que si la actividad en la que es bueno es una actividad como
música, arte o similar, ese reconocimiento no es tan importante ya que se ve como una actividad secundaria.
Como profesional de Educación Infantil considero que debe existir un equilibrio entre las actividades de tal manera que los niños desarrollen
ambos lados del cerebro, tanto el físico como el mental. Ahora mismo se llega a despreciar todo lo relacionado con la cultura (tal como
música, teatro, arte, etc.) y se está dando mucha importancia al deporte. Sin embargo, hay que establecer un término medio para que el
desarrollo del niño sea completo (de tal forma que si ya hace deporte con la familia o una actividad especial, se dedique también a otro tipo
de actividad más creativa). Además, otro de los puntos a tener en cuenta en las actividades extraescolares es quién va a decidir las mismas,
si los padres o los niños. En un principio se debería dejar decidir a los propios niños que han de ser los que decidan lo que quieren hacer en
su tiempo libre. Es posible que de primeras no elijan bien y al cabo de un tiempo se cansen pero es algo normal que ha de tratarse con
paciencia; a veces una vez que ven la actividad ésta les decepciona y preferirían estar en otra. No es malo que un niño se cambie de actividad
en actividad, ellos también han de encontrar su actividad favorita.

EDUCACIÓN VIAL EN LA INFANCIA


Los niños son el grupo de mayor riesgo en cuanto a accidentes peatonales, ya que su nivel de atención es más bajo, desconocen las normas
y su estatura les impide tener una visión completa de los automóviles y las calles. Por todo ello es básico que en los colegios y en especial
los padres, enseñemos a nuestros hijos cómo comportarse como peatones.
Consejos que deben dar los padres a sus hijos para ser unos buenos peatones Desde que el niño camina solo ya empieza a ser peatón y es
desde ese momento que los padres debemos inculcarle un sentido de la responsabilidad vial. Es de vital importancia que los niños respeten
las normas de circulación, diferencien la acera de la calzada y sepan dónde, cómo y cuándo se puede cruzar, además de en qué zonas se
puede jugar y en qué otras no.
Cuando camines con tus hijos por las aceras de las ciudades o cerca de las carreteras, llévales siempre de la mano y aprovecha para
comentarles cómo se debe circular, por qué lado de la acera es correcto caminar y muéstrales los posibles peligros que se pueden encontrar,
como las entradas a los garajes, los semáforos, los pasos de cebra, etc.
Recursos web que nos ayudan a educar en seguridad vial. En internet se pueden encontrar algunos recursos educativos que nos ayudan a
explicarles a los pequeños los peligros de la carretera, estas páginas son fáciles de comprender por ellos a través de vídeos y juegos.
Los más pequeños y la seguridad vial: destinada a niños entre 3 y 5 años, un simpático personaje de nombre Jota Jota, les ayuda con la
educación vial y les propone juegos y actividades sobre lo enseñado.Encontrarás láminas para colorear y juegos de preguntas y respuestas
que entretendrán a tus hijos, a la vez que aprenden a distinguir las señales de tráfico y lo que es correcto o incorrecto.
Niños y seguridad vial: enfocada a niños un poco más mayores, entre 6 y 11 años, sigue las mismas pautas que la anterior en cuanto a juegos
y actividades, dedicando un apartado a su participación como ciclistas y recomendando lecturas apropiadas para estas edades y que están
relacionadas con la educación vial.
El Comisariado Europeo del Automóvil (CEA) lleva varios años proponiendo a la Administración Pública que se incluya una asignatura de
seguridad vial en los planes escolares, mientras eso ocurra, los padres somos el espejo en el que se van a mirar nuestros hijos, por ello guarda
un correcto comportamiento tanto si eres conductor como si eres peatón.

CREAR UN RINCÓN DE EMOCIONES PARA LOS NIÑOS


En la mayoría de hogares el espacio es muy reducido, los pisos son pequeños y los niños tienen muchos juguetes que ocupan demasiado
sitio, la silleta de paseo, la silla de comer, el andador, etc. Parece que todo es necesario y al mismo tiempo prescindible pero sin embargo
mientras hay niños pequeños en casa todo viene bien.
Quizás la falta de espacio puede ser un impedimento para crear un rincón de emociones en el hogar con el fin de que los niños aprendan a
tranquilizarse en un espacio personalizado y adaptado para ellos.
Pero este aprendizaje es vital y necesario para un buen desarrollo emocional, por eso os presento una forma muy sencilla de habilitar una
zona de la habitación para que el niño decida acudir cada vez que sienta la necesidad de reducir su estado de ansiedad y volver a un equilibrio
emocional.
Mi rincón de emociones Si en la habitación de los niños contamos con una mesa de escritorio, el espacio que tenemos debajo puede resultar
estupendo para colocar unos cojines, unos peluches y hasta unos cuentos que le permitan relajarse cuando sienta que está nervioso con el
fin de autorregularse y frenarse ante una frustración.
Materiales que puedo utilizar
1. Los cojines pueden servir para crear un espacio cómodo y agradable donde el niño pueda tumbarse a relajarse y a llorar si lo necesita.
También pueden servir para que el niño saque la rabia que siente golpeándolos contra el suelo o saltando sobre ellos ya que de esta
manera canaliza la cólera sin dañar a otras personas.
2. Los peluches ayudan al niño a no sentirse solo, los puede abrazar si necesita sentir afecto incluso pueden ayudarle a guardar el genio
como Eugenio el Señor del genio.
3. El papel también puede ser muy útil para ayudar al niño a canalizar la rabia adecuadamente. Puede pintar una hoja de papel blanca con
fuerza, hacer bolas de papel de periódico o romperla en pedacitos. Lo importante es darle herramientas al niño para sacar lo que siente
sin dañar a nadie pero tampoco a sí mismo por retenerlo.
4. La música también nos puede ayudar a crear un ambiente agradable donde el niño consiga serenarse para decidir como resolver un
conflicto o cómo modificar un comportamiento inadecuado.
Cuentos para ayudar a canalizar la rabia En este espacio podemos tener también unos cuentos que el niño pueda leer una vez se haya
tranquilizado y de este modo será consciente también de que aquellas actividades que tanto le gusta hacer, las disfruta mejor cuando tiene
la rabia bajo control.
1. ¡Vaya Rabieta! Mireille d'Allancé
2. Cuando estoy enfadado. Trace Moroney
3. Inés del revés. Anita Jeram
4. Garabatos con feeling – Naranja. Taro Gomi
5. Basta de peleas Karine. Marie Amiot

EDUCAR EN LA DIVERSIDAD ES EDUCAR EN LA TOLERANCIA


Hasta hace pocos años no era común encontrar en los colegios niños de otras razas o creencias, la globalización del mundo y la emigración
económica ha hecho que nuestros hijos convivan en la escuela, el parque o la calle con niños diferentes a ellos.
Los padres y educadores tenemos la misión de enseñar a nuestros hijos a ser tolerantes con las culturas, idiomas, religiones o vestimentas
diferentes. La diversidad puede ampliar nuestros conocimientos y darnos la oportunidad de acercarnos modos de vida diversos al nuestro.
Cómo evitar situaciones de intolerancia Una educación intercultural en los centros educativos y en los entornos sociales fomentará una
buena convivencia, para ello debemos darles a nuestros hijos unas pautas de respeto y pluralidad.
-Permite que tus hijos jueguen y se relacionen con niños de distintas procedencia.
-Habla con los padres y madres de esos niños, hay que normalizar las relaciones y dejar de lado los prejuicios, todos compartimos el mismo
deseo de bienestar para nuestros hijos.
-Abre las puertas de tu casa a estos nuevos amiguitos, invítales a los cumpleaños o hacer los deberes con los tuyos.
-Explícales a tus hijos que sus costumbres, religión o vestimenta están enmarcados en el contexto histórico e ideológico de su país y que allí
sí tienen verdadero sentido y no son ridículas.
-Enséñales a situarse en el lugar del otro, para ellos también serán muy raras nuestras costumbres como que vengan los Reyes Mayos el 6 de
enero o que nos disfracemos en Carnaval.
-Muéstrale tú cómo otras costumbres extranjeras han enriquecido nuestro entorno cuando hemos aprendido a aceptarlas, comer pizza es
una costumbre italiana y Papa Noel una tradición de los países del Norte de Europa, en cambio nosotros las hemos incorporado y nos
divertimos con ellas.
Canción sobre la diversidad La familia que eduque en la diversidad hará que sus hijos sean adultos más abiertos y receptivos, con menos
prejuicios. Y como sabemos que te gusta mucho cantar y bailar con tus pequeños, aquí os dejamos una canción sobre la diversidad para que
todos juntos os lo paséis bien.

POR QUÉ PONER LÍMITES Y NORMAS A LOS NIÑOS DESDE EL AMOR


Los beneficios de los límites y normas en la infancia
Ante los límites y normas, los hijos pueden mostrarse en desacuerdo, expresar su frustración o resistirse a cumplirlas como un intento de
autoafirmarse (algo necesario también en la formación de su personalidad). Sin embargo, esto no significa que les perjudique cumplirlas;
todo lo contrario, las acaban reconociendo porque les dan orden y seguridad. Son una guía de lo que deben hacer y de lo que no para su
propio desarrollo o para favorecer la buena convivencia.
Por ejemplo, en cuanto al límite de “no pegar”, si lo aplico como madre con una actitud de AMOR, me permitirá corregir esta conducta cada
vez que mi hija pegue, sintiendo que es algo que debo hacer para su propio bien, para que le ayude a relacionarse y expresar mejor sus
necesidades y emociones, y para que favorezca su convivencia con los demás. Esta actitud de amor (firmeza amorosa) me permite sentir mi
rol de autoridad de forma sana, más paciente y constante. En lugar de la fórmula “porque lo digo yo” o “esto así no”, puedo expresarlo como
“porque no es bueno para ti y yo como madre sé lo que es bueno para mis hijos”.
La implicación de los padres con las normas y límites A mi hija le encanta los caramelos y estaría comiéndolos a todas horas y durante todos
los días. Le limito la cantidad de caramelos desde sus cuatro años, a lo que ella suele decirme: “¿Por qué no me dejas comer más, con lo que
a mí me gustan? ¡Eres mala!” Yo le he ido contestando siempre más o menos lo mismo, sin enfado ni rencor por decirme mala: “Porque no
es bueno para tu barriga ni para tus dientes comer tantos caramelos. Te hacen daño y yo sé lo que es bueno para tu salud y debo enseñártelo
aunque te enfades conmigo. Sería mala si no te cuidara”. Sé que aunque le disgusta el límite que le pongo, le hace sentirse querida y protegida,
y ese amor le está ayudando a que pueda regularse por ella misma. Ahora tiene 7 años y ella misma me dice: “Mamá, ¿puedo comerme hoy
estos dos caramelos? Ayer no me comí ninguno”, lo cual me indica que ya empieza a brotar la semilla de la constancia de mis mensajes y
límites. Ella autorregula su deseo para su propio bienestar.
Te detallo más en profundidad sobre cómo establecer límites y cómo poner normas en la infancia desde el amor y la constancia para facilitar
esta autorregulación en la Guía "Límites: ¿desde el amor o el miedo?", de la cual tienes algunas imágenes en la parte superior. Te recomiendo
que la leas para ampliar información sobre el tema y
En muchas ocasiones, la motivación de los padres al establecer normas y límites se suele apoyar más en el miedo que en el amor. Ponemos
normas por miedo a que enferme: “debe comerse todo lo del plato”; a perder la autoridad: “debe obedecerme en todo; si le dejo pasar una,
habré perdido mando”; a que se convierta en un malcriado: “no le permito llorar por cualquier cosa”; a ser mala madre o mal padre: “si en
el parque no le riño porque no comparte pareceré una mala madre”. No ponemos límites por miedo a herirlo o decepcionarlo: “le dejo ver
toda la tele que quiera porque si no se enfada”; a que sufra: “llora fuerte si le digo que debe ir de mi mano, así que mejor voy yo detrás de él
vigilándolo”; a que me deje de querer: “si le digo ‘no’ se enfada diciéndome ¡mala, ya no te quiero!”; a dejarle secuelas emocionales negativas:
“si le hago cumplir con lo que él no quiere, se enfada mucho y me apena lastimarlo”.

EL VALOR DE LOS LÍMITES


Los límites ofrecen al niño seguridad física y emocional Últimamente utilizo mucho el término acompañar como función de los padres, las
madres, los docentes o cualquier persona que tenga el papel de ser modelo de referencia para el niño. Me gusta porque es un término que
no invade, pero que sostiene, contiene y alienta.
Desde la inteligencia emocional, ese acompañamiento se basa en proporcionar un marco de referencia al niño de manera que vaya
conociendo y comprendiendo lo que pasa en su mundo interior y en el de los que le rodean. La manera de hacer esto cuando son pequeños
es la de ayudarles a poner nombre a las emociones que están sintiendo, ofrecerles alternativas que les ayuden a expresarlas y canalizarlas,
ya sea a través de un cuento, de pintar un dibujo o de golpear una almohada y marcar unos límites claros que les den seguridad y orientación.
La intención de las palabras Sí, una de la funciones del acompañamiento es la de poner límites.
Límites, esa gran palabra que a veces nos confunde tanto a los padres y madres… sobre todo si le damos una connotación negativa como
coartar, negar o reprimir. Pero no siempre la connotación ha de ser negativa.
Por ejemplo, en América Latina, utilizan la palabra “contención” cuya definición en la RAE es, entre otras, reprimir o moderar una pasión, para
referirse al hecho de acompañar el proceso educativo del niño mediante la provisión de bienestar y seguridad física y emocional, respetando
su espacio, es presencia amorosa de los adultos de referencia que le proporcionan apoyo incondicional pero no invasor, que estimula y
fortalece su madurez y autoestima.
¿Para qué sirve acompañar con límites? Los límites en el proceso de desarrollo del niño son necesarios porque le ofrecen seguridad física y
emocional, independientemente de que a veces no nos lo parezca porque los pongan a prueba y a nosotros, los padres, con ellos. Sin
embargo, especialmente para su mundo emocional, los límites funcionan como boyas en medio del océano.
Los niños necesitan probar y desafiar esos límites para ganar seguridad y confianza en ellos mismos, así está establecido en sus células y desde
pequeños practican para llegar a desarrollar su propia autodisciplina, que no será otra que los límites que ellos hayan ido eligiendo a lo largo
de su desarrollo para sí mismos.
Los límites con los que los acompañemos a los niños en sus primeros años serán los pilares sobre los que construirán su libertad.
El valor de los límites Los límites ofrecen al niño seguridad física y emocional. Últimamente utilizo mucho el término acompañar como función
de los padres, las madres, los docentes o cualquier persona que tenga el papel de ser modelo de referencia para el niño. Me gusta porque es
un término que no invade, pero que sostiene, contiene y alienta.
Desde la inteligencia emocional, ese acompañamiento se basa en proporcionar un marco de referencia al niño de manera que vaya
conociendo y comprendiendo lo que pasa en su mundo interior y en el de los que le rodean. La manera de hacer esto cuando son pequeños
es la de ayudarles a poner nombre a las emociones que están sintiendo, ofrecerles alternativas que les ayuden a expresarlas y canalizarlas,
ya sea a través de un cuento, de pintar un dibujo o de golpear una almohada y marcar unos límites claros que les den seguridad y orientación.
La intención de las palabras Sí, una de la funciones del acompañamiento es la de poner límites.
Límites, esa gran palabra que a veces nos confunde tanto a los padres y madres… sobre todo si le damos una connotación negativa como
coartar, negar o reprimir. Pero no siempre la connotación ha de ser negativa.
Por ejemplo, en América Latina, utilizan la palabra “contención” cuya definición en la RAE es, entre otras, reprimir o moderar una pasión, para
referirse al hecho de acompañar el proceso educativo del niño mediante la provisión de bienestar y seguridad física y emocional, respetando
su espacio, es presencia amorosa de los adultos de referencia que le proporcionan apoyo incondicional pero no invasor, que estimula y
fortalece su madurez y autoestima.
¿Para qué sirve acompañar con límites? Los límites en el proceso de desarrollo del niño son necesarios porque le ofrecen seguridad física y
emocional, independientemente de que a veces no nos lo parezca porque los pongan a prueba y a nosotros, los padres, con ellos. Sin
embargo, especialmente para su mundo emocional, los límites funcionan como boyas en medio del océano.
Los niños necesitan probar y desafiar esos límites para ganar seguridad y confianza en ellos mismos, así está establecido en sus células y desde
pequeños practican para llegar a desarrollar su propia autodisciplina, que no será otra que los límites que ellos hayan ido eligiendo a lo largo
de su desarrollo para sí mismos. Los límites con los que los acompañemos a los niños en sus primeros años serán los pilares sobre los que
construirán su libertad.

CÓMO APLICAR LÍMITES Y CONSECUENCIAS A MIS HIJOS


Aprende paso a paso a ofrecer límites desde el amor, la coherencia y la constancia. A veces, creemos que poner límites es sinónimo de
ser autoritario, y por lo tanto, al ponerlos nos da la sensación de ser unos papás poco comprensivos y flexibles. Nada más lejos de la
realidad. Poner límites es amar, es dar seguridad y ayudar a tus hijos a entender su entorno y saber qué puede hacer y qué no.
De hecho, los niños necesitan límites. De lo contrario se sienten perdidos, sin contención, y sus demandas cada vez son más desmesuradas,
igual que sus reacciones cuando algo no es como desean.
Acordar qué límites van a existir en nuestra familia. Antes de empezar a aplicar límites, papá y mamá deben acordar cuáles van a ser esos
límites o normas, de la forma más concreta posible. ¿Sabes hacerlo?
Muchos padres nos transmiten su dificultad ya que, o ponen muchos límites o ponen pocos, por eso en Edúkame les guiamos en la elección
de normas, con el objetivo de lograr una convivencia agradable y ayudar a los niños a crecer con seguridad y protección.
Transmitir los límites y hacer que se cumplan Una vez elegidas las normas, es el momento de transmitir esos límites a los niños, de forma que
ellos puedan comprenderlos y les sea fácil cumplir con nuestras demandas.
¿Sabes cómo hacer para que se cumplan o cómo actuar cuando no se cumplen? No siempre es fácil. Aunque tengamos claro qué normas
debemos aplicar, hacerlo es más complicado. Muchas veces se juntan nuestras preocupaciones, las prisas por ver resultados, las emociones
contradictorias… Y entonces, sin quererlo, perdemos la paciencia o no somos constantes con las consecuencias. Por ello hemos creado el reto
“límites” en el cual, durante 14 días aprenderás a aplicar paso a paso normas y consecuencias. Este reto te ayudará a comprender y gestionar
las emociones que aparecen en estas situaciones, tanto las tuyas como las de tu peque.
A lo largo de este reto descubrirás cual es tu estilo educativo, cómo elegir las normas imprescindibles para tu familia, cómo aplicar esos
límites para que se cumplan, qué hacer cuando no se cumplen y muchos más recursos de gran utilidad. Cada día te propondremos una acción
que debes realizar y, cuando termines, tendrás los recursos y habilidades necesarios para aplicar límites desde el amor, con firmeza y
seguridad. Apúntate ahora al reto para que los límites por fin dejen de ser un problema y empiecen a ser la solución.

CUÁNDO ENSEÑAR A ACEPTAR LAS NORMAS


Los niños necesitan indicaciones claras y pocas órdenes. Sabemos que el cerebro del niño está en continuo desarrollo, pasado el primer año
ya tiene consciencia de que es un ser independiente y empieza a querer tomar sus propias decisiones. Papá y mamá marcan límites pues en
ellos está la base del amor y una buena dirección, pero para el niño no es fácil acatarlos a la primera, tiene que aprender a obedecer las
normas y nosotros seremos los maestros de su conducta. Con un año el niño no puede comprender el concepto de norma, su cerebro no
procesa adecuadamente la negación y su deseo de explorar todo y en todo momento menos cuando duerme, le nubla la vista ante el peligro.
Nuestra intención puede ser alertarles de posibles peligros, pero muchas veces lejos de ayudarles a tener cuidado frente al borde de la
piscina o unas escaleras, podemos asustarles con nuestro grito ¡cuidado que te caes! sin conseguir que tengan cuidado la próxima vez, ya
que todavía no tienen la capacidad para retenerlo.
Menos órdenes y más indicaciones claras Es posible que en ocasiones nos parezca que nos provocan con su comportamiento desafiante y
desobediente, apagan la tele cuando les dices que no lo hagan, no quieren recoger un juguete que acaban de tirar o golpean con el vaso en
la mesa una y otra vez mirándote a la cara, pero tenemos que tener en cuenta que hasta los cuatro años no empezarán a comprender el
concepto de norma. Os propongo hacer el ejercicio de sumar el número de ordenes que podemos llegar a dar a lo largo de un día cualquiera,
¡ponte las zapatillas!, ¡lávate los dientes!, ¡deja eso!, ¡estate quieto!, etc.
Cuando no me obedece a la primera me enfado Cuando no conseguimos que los niños obedezcan a la primera y su comportamiento molesto
no cesa recurrimos a la amenazas, ¡como no hagas caso, verás…! Si nuestras amenazas no funcionan, corremos el riesgo de ser prisioneros
de la cólera y lejos de buscar estrategias para que el niño cambie de actitud, pensamos en quitarle aquello que más le duela, ¡ahora te quedas
sin tele por portarte mal!
No es aconsejable dar muchas ordenes, es mejor pocas indicaciones, claras y coherentes. Recuerdo en una ocasión que mi hijo me miró y
me dijo: ¡Mama, me estoy volviendo loco con tantas cosas que me dices que tengo que hacer a la vez....! Yo me reí y le dije: ¡Perdona hijo,
tienes razón, una por una...guarda tus zapatillas por favor...! Y luego continúe dándole el resto de indicaciones.

Cómo enseñar a aceptar las normas


1. Utilizar frases que les lleve a la colaboración: después de cenar toca…, antes de comer nos lavamos las…
2. Hacer preguntas que les permita pensar en lo que tienen que hacer: ¿Qué nos ponemos con el pijama?, ¿Qué te faltan en los pies?
3. Pedirle que deje la actividad ofreciéndole una alternativa: ahora no puedes tocar la flauta porque es tarde y podemos molestar a los
vecinos, pero puedes pintar si quieres…
4. Decir PARA en lugar de NO con el fin de interrumpir una acción explicándole aquello que no debe hacer. ¡Para de hacer ruido, así esté
mejor, en silencio tenemos que estar!
5. Guiar su cuerpo para hacerle entender qué es lo que no debe hacer, como cuando se acerca al enchufe y le damos una orden verbal al
mismo tiempo que le apartamos del peligro cogiéndole de la mano.
6. Os recomiendo el libro de No más rabietas. Claves para evitar y solucionar conflictos con tu hijo de Isabelle Filliozata.

PONER NORMAS O LÍMITES


¿Hacerlo desde el amor o el miedo? Aula Hogar, son unos encuentros o talleres de aprendizaje para padres y madres que realizamos de forma
mensual en una casa. La anfitriona reúne en su casa un grupo de padres con ganas de aprender y mejorar la relación con sus hijos, y se
establece un tiempo de encuentros mensuales para realizar este camino. La ventaja de hacerlo en un hogar es que el ambiente es muy
confortable, las madres y padres se sienten a gusto y además, es más económico. A mí me gusta usar más el término referencias, en vez de
límites o normas. Los niños necesitan de sus padres recibir referencias claras. Para mí, cuando los padres ponemos estas referencias a
nuestros hijos, lo hacemos apoyándonos en dos bases principales: en el miedo o en el amor.
Las normas puestas desde el miedo. Exploraron qué tipo de pensamientos les genera poner normas desde el miedo. Y compartieron con el
grupo: miedo a perder el control de la situación, a que enferme mi hijo, a que pierda la autoridad frente a él, a que sufra, a ser mala madre,
a que se malcríe, al qué dirán, etc. Exploraron qué actitud interna les genera este tipo de pensamientos: autoritaria, rígida, de contención,
de mando, etc.
Y por último, exploraron qué mensaje recibe el niño, qué integra cuando su madre le dice las normas o da referencias apoyada desde el
miedo: mi mamá no me escucha, no me ve, no tengo nada que decir, tengo ganas de revelarme, tristeza, aburrimiento, no le importo.
Las normas puestas desde el amor Las madres exploraron también qué tipo de pensamientos y actitud interna tienen cuando su motivación
para ofrecer normas, límites es desde el amor. Y se dieron cuenta que les costaba más saber cuáles eran estos pensamientos y actitudes.
Que eran muchos más agradables, respetuosos, había permiso para el error, había flexibilidad pero que, tristemente, no los usaban tanto
como los pensamientos y actitudes explorados anteriormente. Osea, que se apoyan más en el miedo que en el amor.
¿Qué recibe el niño cuando yo le doy referencias desde el amor? Las madres pudieron explorarlo por ellas mismas y lo que compartimos en
voz alta fue: a mi madre le importo, me siento escuchado, mi madre me tiene en cuenta, me siento con ganas de colaborar aunque no me
gusta lo que mi madre me dice, me siento feliz, estoy mas cerca de mi madre, mi madre me ve, mi madre me valora, etc. Así el aprendizaje
para cada una de nosotros está en avanzar en este camino de que nuestra motivación para ofrecer referencias a nuestros hijos sea desde el
amor. ¿Cómo se hace? En el día a día, con pequeñas acciones en que nuestra actitud sea diferente.

¿QUÉ ES LA DISCIPLINA POSITIVA?


Las ventajas de educar con disciplina positiva Todo padre que se precie, y cuando hablo de padres incluyo a ambos progenitores, desea que
sus hijos sean felices. Para lograrlo tenemos que entender que en nuestras manos está el disciplinar con el objetivo de enseñar sin limitarnos
a sancionar la conducta no deseada.
Pitágoras hace 2500 años nos regaló una frase llena de sabiduría, Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres. Por lo tanto
la disciplina que utilicemos debería hacerlos sentir bien para que puedan reflexionar sobre su comportamiento y enseñarles a ser lo
suficientemente responsables como para cambiarla. Si lo piensan bien, los adultos cuándo hacemos mejor las cosas, ¿cuándo nos sentimos
presionados e incomprendidos, o cuando la confianza que nos brinda otra persona nos motiva a hacer bien las cosas?
En muchas ocasiones el comportamiento de nuestros hijos nos irrita y es difícil no recurrir al castigo con el deseo de vengarnos, pero es obvio
que esta medida disciplinaria resulta ineficaz y acaba creando rebeldía. Por lo tanto, dado que los niños cuando están alterados son incapaces
de razonar, es conveniente que les enseñemos a relajarse antes de corregir la conducta no deseada.
La autora Jane Nelsen, en su libro Como educar con firmeza y cariño nos enseña el concepto de Disciplina Positiva que consiste en tranquilizar
al niño en un entorno positivo hasta que puedan explorar racionalmente las consecuencias de sus elecciones con un adulto cercano que crea
que los errores ofrecen oportunidades de aprendizaje.

¿Qué conseguimos educando con Disciplina Positiva?


-El padre enseña al hijo que cada vez que se siente frustrado o enojado puede dedicar tiempo a tranquilizarse para razonar mejor.
-Permite gestionar las emociones de tal manera que el niño se siente motivado para mejorar y cambiar de comportamiento desde el control
interior.
-Esta manera de disciplinar pretende que el niño comprenda qué comportamiento es adecuado y ayudarle a corregir el incorrecto.
-En lugar de castigar podemos enseñar alternativas educativas.
-Enseñarles a buscar soluciones para resolver los conflictos.
-Hacer uso de las consecuencias lógicas y naturales
-Dar la oportunidad de rectificar y restituir el daño causado

ESCUCHA ACTIVA: EL LENGUAJE DE LAS EMOCIONES


Escuchar activamente permite que el niño que se sienta escuchado y amado. El resultado de una buena formación como padres que va más
allá del mero sentido común o el amor paterno, son unos hijos educados y afianzados en unas bases firmes que les permita tener unas
relaciones satisfactorias, una autoestima saludable y autonomía para desenvolverse en el día a día. Pero para esto debemos aprender a
hablar el lenguaje de las emociones porque aunque algunas son fáciles de identificar (contento o enfadado), otras se enmascaran detrás de
conductas inadecuadas como pegar, insultar, romper cosas, etc. Pero lo peor no son las conductas en sí, sino que cuando no sabemos
estar por encima de lo que un comportamiento inadecuado genera en nosotros, la respuesta que tenemos ante los niños lejos de ayudar a
crecer, consigue bloquear, atemorizar y aumentar la cólera y rebeldía del niño.
La escucha activa hacia dentro No siempre resulta fácil escuchar la necesidad emocional que hay detrás de algunas conductas como celos
detrás de riñas entre hermanos, miedos detrás de conductas agresivas o inseguridades detrás de conductas tímidas. Pero mucho más difícil
es mirar hacia adentro y escuchar todo lo que despierta en nosotros algunas conductas como vergüenza ante una rabieta, impotencia ante
el rechazo que sufre en el colegio o rabia por una actitud desafiante y desobediente.
La escucha activa hacia afuera La escucha activa nos ayuda a que el niño se siente escuchado y comprendido, que conozca los sentimientos
que le llevan a actuar para que pueda expresar lo que siente con naturalidad. Antes de responder ante el comportamiento del niño, podemos
escuchar acogiendo la emoción que la sustenta:
1. Escuchar con atención sin decir lo que hay que hacer
2. Reconocer los sentimientos de forma verbal y no verbal: asentir con la cabeza o decir palabras cortas (vaya, ajá,etc.)
3. Describir lo sucedido con “frases espejo”: ¡veo que te has hecho daño!
4. Permitir que el niño desee aunque no se le concedan los deseos (¡te gustaría comerte una bolsas grande de chuches!)
Frases que reconocen y acogen las emociones
1. Te sientes celoso porque eligieron a Miguel y a ti no
2. Te sientes decepcionado porque Laura no te ha llamado para jugar
3. Te sientes impaciente porque quieres jugar a la consola y ahora está tu amigo
4. ¿Estas ofendido porque Carlos no te invitó a la fiesta de cumpleaños?
5. Parece que estás ansioso por salir a la calle pero está lloviendo
6. Pareces un poco preocupado por cómo te salió el dibujo

CÓMO AYUDA LA EDUCACIÓN EMOCIONAL A REDUCIR LA VIOLENCIA ESCOLAR


Existen muchos estudios que demuestran cómo la educación emocional reduce la violencia escolar. Efectivamente, cuando un niño es capaz
de analizar y comprender sus propias emociones así como las de los demás y dispone de habilidades de comunicación y resolución de
conflictos que buscan el bienestar de ambos, ya no hay sitio para la violencia.
¿Porqué es tan importante la educación emocional para prevenir la violencia?
Los niños que reciben una educación emocional disponen de modelos a seguir que les muestran formas de relacionarse alternativas a la
agresividad. Esto es importante ya que en muchos casos el mayor modelo del que disponen es lo que ven en la televisión, que generalmente
carece de valor educativo e incluso puede ser el ejemplo de lo que no debería hacerse, llegando a confundir a los menores sobre lo que está
bien y lo que está mal. Así, ante una situación conflictiva en el aula, los niños pueden imitar esas actuaciones que han aprendido a través de
sus papás y sus educadores, poniendo en práctica habilidades sociales como comprensión y la negociación.
Los niños que reciben una educación emocional tienen mayor confianza en sí mismos y mayor autoestima, ya que han aprendido a valorarse,
conocen bien sus habilidades y se sienten más felices consigo mismo. Así, ante un conflicto en clase, un niño que confía en si mismo sabe que
puede resolver la situación usando sus propias habilidades personales. En cambio, un niño inseguro que se siente mal consigo mismo tiene
más probabilidades de tomar la violencia como única vía para conseguir lo que quiere, al creer que no es suficientemente bueno para
hacerlo de otro modo.
Los niños que reciben una educación emocional són más capaces de evaluar su propia actuación y la de los demás, analizar las consecuencias
y buscar soluciones alternativas. Un niño que antes de actuar piensa en cómo se siente él y la otra persona, será capaz de encontrar
una solución favorable para ambos. Esto permite que, ante una situación conflictiva, los niños sean más reflexivos,
evitando comportamientos impulsivos como gritar, pegar, empujar...
Los niños que reciben una educación emocional tienen mejores relaciones interpersonales: aprenden a comunicar sus sentimientos, sus
necesidades y quejas de forma clara y respetuosa, a escuchar el punto de vista ajeno y respetarlo, a reconducir situaciones tensas de
modo que ambas partes se sientan mejor, y buscan el bienestar común y la negociación en lugar del bienestar propio y la imposición. De este
modo, un niño con buenas habilidades sociales tratará de resolver los conflictos mediante la palabra.

¿QUÉ ES LA EDUCACIÓN EMOCIONAL INFANTIL?


Son muchos los autores que han escrito sobre la importancia de la educación emocional sobre todo a partir de que Daniel Goleman publicara
su libro Inteligencia Emocional y también muchas las investigaciones que se han hecho desde entonces.
La educación emocional en casa y en la escuela El hecho de que la educación emocional estuviese presente en las aulas de forma explícita
como asignatura, tal y como indica el artículo, sería una verdadera muestra de reconocimiento social que ahora no tiene, sin embargo, no
puede quedarse tan solo en una asignatura porque cuando el niño llega a la escuela ya tiene una historia emocional detrás. Hay incluso
investigaciones que relacionan directamente el estado emocional de la madre durante el embarazo con el desarrollo posterior del niño,
según el nivel de estrés que ésta haya padecido durante los nueve meses. Esta sería una más de las muchas conexiones por las que escuela
y hogar se complementan y necesitan cooperar mutuamente en favor del menor.
Educación emocional para niños y adultos En cualquier caso, las emociones están presentes todos los días en las vidas de grandes y pequeños.
La única diferencia entre un bebé o un niño y un adulto es que los dos primeros solo pueden ponerles nombre y gestionarlas con el
acompañamiento del mayor, para poder, así, ir aprendiendo y adquiriendo herramientas y recursos personales para poder manejarse de
manera autónoma. Por tanto, si la inteligencia emocional es la capacidad que nos permite reconocer, expresar y gestionar las emociones
propias, por un lado, y empatizar y manifestar habilidades sociales en la relación con los demás, por otro; la educación emocional es el proceso
durante el cual vamos desarrollando nuestra inteligencia emocional. Este proceso se puede dar ya de adulto o, mejor aún, desde niño, pero
en este último caso se hace necesario el acompañamiento adulto que pone palabras, da tiempo, ofrece alternativas, escucha y provee
experiencias en relación a las situaciones que viven los niños con su mundo emocional y con el de los demás. En resumen, la educación
emocional busca el desarrollo de recursos y herramientas personales para saber estar y sentirse bien con uno mismo y con los demás.
¿Qué podemos hacer para trabajar la Educación Emocional en la infancia? Se trata de una suscripción a todo el material disponible en la web;
materiales que orientan a los papás y educadores a lo largo de las diferentes etapas que siempre se presentan en la Infancia (las rabietas, la
despedida del pañal, el aprender a comer solitos, etc.) y que además nos proporcionan herramientas para trabajarlo con el niño desde el
juego y el divertimento. Todo ello para superar la etapa con éxito y reforzar la comunicación entre padres e hijos.
Conclusiones La inteligencia emocional permite a los niños conectar con sus emociones y con las de los demás, por ello les hace más tolerantes,
más empáticos y con mejores habilidades sociales. La inteligencia emocional hace que los niños se sientan más seguros y tengan más recursos
para afrontar conflictos evitando la violencia.
Escuchar las emociones del niño Recuerdo el comentario de una madre en una reunión de la Escuela de Padres, sorprendida de sí misma ya
que cuando fue madre decidió no educar a su hija como lo habían hecho con ella y sin embargo se veía reproduciendo el mismo patrón.
Volver a mi infancia Es normal reproducir en nuestros hijos la misma educación que recibimos, de nuestros padre, el problema surge cuando
lo que reproducimos no pasa por el filtro de la sanidad emocional que nos permite saber en todo momento que la respuesta que estamos
dando a nuestros hijos frente a sus comportamientos va más allá de la mera conducta, traspasa lo emocional y esto nos permite ayudarle a
desarrollarse como persona. Es posible que cuando eras niño no te dejaran expresarte porque se consideraba de mala educación manifestar
una queja y quizás ahora eres quien no permite a tu hijo que diga que algo no le gusta. También es posible que hayas crecido reprimiendo
tus sentimientos y ahora eres tú quien no permite que tus hijos lloren cuando es necesario hacerlo para descargar tensiones y demás.
Busca el niño que hay dentro de ti
Sería bueno permanecer en contacto con nuestras emociones, conocerlas, y decidir que queremos proyectar en nuestros hijos para favorecer
su autoestima. Os animo a que miréis hacia dentro y hagáis las paces con aquello que os haya podido marcar del estilo educativo que
emplearon vuestros padres.
¿Cómo escuchar las emociones de tu hijo?
1. Deja que exprese su emoción aunque te resulte desagradable oírle llorar
2. Acompáñale cuando llore o grite sin intentar controlar su llanto para aportarle seguridad afectiva. ¡Yo estoy contigo!
3. Después de liberar tensiones mediante el llanto hay ayudarle a tranquilizarse.
4. No es bueno dejarle solo con sus emociones cuando todavía no dispone de las herramientas mentales suficientes para entender lo que
le pasa
El niño necesita que el adulto esté cerca cuando se encuentra con sus propias emociones para que éstas no le invadan y aprenda a canalizarlas
sabiendo expresar sus necesidades de manera adecuada.
Cómo enseñar a los niños a identificar sus emociones ¿Por qué se comporta así? Ir más allá de la conducta
Los niños pequeños no dominan el uso la palabra ni poseen todavía las habilidades mentales necesarias para procesar de forma racional la
información que les llega a través de su gran capacidad emocional. Así que, ante la variedad de emociones que perciben de ellos mismos y
de su entorno, no pueden expresar de forma clara: “mamá me aburro en esta tienda”, “tengo miedo”, “mamá estoy feliz porque me siento
amado por ti”, “profesora estoy triste porque no estoy junto a mi madre”. Por lo tanto, no nos expresan sus emociones a través de mensajes
verbales -que para los adultos sería un código más fácil de descifrar-; nos lo expresan de otra forma: actuando.
¿Por qué se comporta así? Ir más allá de la conducta La manera que un niño o niña tiene de expresar sus emociones es a través de su cuerpo
y de su comportamiento. Así, cuando un niño siente ira la expresa con todo su cuerpo y conducta: poniéndose en acción con movimientos
enérgicos, mandíbula apretada, sonidos fuertes de llanto o grito que acompañan estos movimientos, conducta quejosa, irascible. Cuando
siente miedo lo expresa encogiendo su cuerpo, paralizando su movimiento, cerrando los ojos o con lágrimas, emitiendo sonidos suaves o
fuertes y con un comportamiento de demandar refugio o cobijo en alguien que le proteja. Cuando siente aburrimiento lo expresa también
con un comportamiento demandante o de frustración pues no le gusta aburrirse. Cuando siente vergüenza su comportamiento es retraído,
como si no atendiera, mirada baja, carita más bien triste y poco o nada comunicativo. Como vemos, los pequeños expresan sus emociones a
través de su conducta que suele ser ruidosa. Y precisamente este ruido es lo que hace que los padres, por falta de preparación e información,
atendamos antes al ruido de su comportamiento que al ruido de sus emociones.
Enseñar a identificar emociones Los niños a lo largo de su infancia van desarrollando la mente que piensa, que todavía es inmadura y se deja
dominar por la mente que siente. Pero conforme los niños aprenden a gestionar su mundo emocional equilibran las dos mentes, la que
piensa y la que siente. El primer paso para que lleguen a tener consciencia sobre sí mismos y poder así controlar sus emociones es ayudarles
a identificarlas, ponerles nombres y saber cómo se expresan.

INTELIGENCIA EMOCIONAL
La importancia de conocer nuestras emociones Las emociones se originan en las estructuras que conforman el sistema límbico del cerebro, el
mismo que compartimos con los mamíferos, y están presenten en el ser humano mucho antes de que la evolución nos permitiera tener
conciencia de nosotros mismos. Las emociones son muy útiles para la vida, nos permiten escapar del peligro y nos impulsan a la búsqueda
del placer, ya sea en forma de comida, abrigo, un abrazo o una alabanza. Las emcoiones sirven al objetivo biológico de la supervivencia y se
activan y manifiestan, mediante el cuerpo y los gestos, antes de que seamos conscientes de ellos.
Siendo así, parece que poco podemos hacer para controlarlas. En cambio, lo que sí podemos hacer es aprender a gestionarlas.
Conseguir una adecuada gestión precisa que seamos capaces de:
1. Reconocer las emociones mediante el modo en que se expresan en mi cuerpo y a través de mis gestos.
2. Aceptarlas, permitiéndome sentir todas ellas.
3. Expresarlas, siendo capaz de hablar sobre ellas
4. Canalizarlas, encontrar formas saludables de dar salida a la tensión acumulada que me hayan provocado.
Inteligencia emocional Las emociones básicas universales, según Paul Ekman, profesor de biología de la Universidad de California, son la ira,
el miedo, la aversión (asco), la tristeza, la sorpresa y la alegría.
Cuando realizamos todas las acciones anteriores sobre nuestras emociones, estamos desarrollando nuestra inteligencia emocional
intrapersonal. Y si además, somos capaces de empatizar con los otros, reconociendo sus emociones, y de poner en marcha lashabilidades
sociales que nos permiten establecer y mantener relaciones positivas con ellos, entonces también estaremos desarrollando nuestra
inteligencia emocional interpersonal.
El mundo emocional tan influyente en nuestras vidas está escasa o nulamente presente en la educación de las personas y suele ser un gran
desconocido para los adultos que conformamos las familias y las escuelas de hoy, con las consecuencias que ello acarrea, no ya solo para
nosotros mismos sino también para los niños para los que somos referentes.
Es muy dificultoso para un adulto guiar y acompañar a un niño en la gestión de sus emociones si él mismo no sabe cómo hacerlo. Y así es
como el desconocimiento del mundo emocional perdura a lo largo de las generaciones.
Ahora bien, si algunos de los lectores de este post quieren dar un paso al frente en el conocimiento de su mundo emocional (nunca se olviden
de que el único mundo emocional que podrán conocer será el suyo propio) puede empezar por el primer paso: reconocer las propias
emociones, ya les digo que la llave para conseguirlo es la auto-observación, papel y bolígrafo para registrar lo que les pasa antes, durante y
después de sentir cualquiera de las seis emociones básicas y una actitud distante para leer lo que hayan escrito. Esta distancia les permitirá
no juzgarse y les proporcionará la llave para conocerse.

COACHING DE INTELIGENCIA EMOCIONAL


Cómo me puede ayudar la educación emocional Descubre porque la educación emocional es tan importante
La educación emocional resulta de gran utilidad en la mayoría de situaciones cotidianas ya que nos permite resolver conflictos, lograr lo que
queremos, ser más felices y hacer más felices a los que nos rodean. De hecho, cualquier situación complicada se puede reconducir si hacemos
un buen uso de las emociones.
¿Cómo me puede ayudar la educación emocional?
• Frustración: Cuando un niño aprende a aceptar sus emociones y a gestionarlas adecuadamente, la frustración que experimenta ante el
fracaso es menor, ya que entiende que ese sentimiento es natural, acepta el fracaso como parte de su aprendizaje y como una
oportunidad para hacerlo mejor en el futuro.
• Baja autoestima: La educación emocional ayuda a los niños con baja autoestima a expresar más abiertamente sus sentimientos y a
aceptarse tal como son, aprenden a pensar en si mismos de una forma positiva y a confiar en su valía.
• Problemas de socialización: Los niños con alguna dificultad en sus habilidades sociales se benefician de la educación emocional al
aprender a tener en cuenta sus sentimientos y los de la otra persona en sus relaciones. Su empatía y su forma de comunicarse mejoran
enormemente.
• Conflictos familiares: La educación emocional permite a los miembros de la familia conocerse mejor y tener en cuenta los sentimientos
propios y de los demás. De esta manera la comunicación mejora y las discusiones pasan a convertirse en conversaciones que buscan el
bien común.
• Desmotivación: Cuando un niño está desmotivado es porque no se ve capaz de lograr lo que se le pide o porque no ve equilibrio entre el
esfuerzo que conlleva y el beneficio que obtiene. En estos casos, la educación emocional le ayudará a creer en sí mismo, a lograr sus
metas y ser más consciente del enriquecimiento y la felicidad que le proporciona conseguirlo.
• Bulling: En los casos de bulling existe una víctima, un agresor y unos cómplices. Pues bien, todos se pueden beneficiar de la educación
emocional: la víctima aprende a hacerse valer y expresar sus sentimientos abiertamente. El agresor aprende a empatizar con la víctima
y se da cuenta del daño que le está ocasionando. Los cómplices se hacen conscientes de la situación y aprenden a mediar en el conflicto
para acabar con él.
• Resignación: La educación emocional permite mirar más allá de nuestras limitaciones y ayuda a cuestionar los pensamientos derrotistas
para centrarnos en nuestras posibilidades. Aprendemos a gestionar nuestras emociones de modo que nos sea más fácil alcanzar el
objetivo.
• Discriminación de género: Ser conscientes de que todos somos seres únicos, válidos e independientes pasa por haber aprendido a
valorarse a si mismo y a los demás. Quien recibe una educación emocional lo sabe muy bien y difícilmente discriminará a otras personas
o permitirá que le discriminen.
• Falta de autonomía: Para que un niño sea autónomo necesita verse capaz de lograr es hito, sentirse amado y amarse a sí mismo. La
educación emocional permite ahondar en estos aspectos y lograr la seguridad y confianza necesaria para ser autónomo.
• Falta de diálogo: Cuando no hay comunicación, no podemos expresar nuestros sentimientos ni conocer los de la otra persona, no
podemos resolver los conflictos y estos se van haciendo cada vez mayores. Aprender a comunicarse y a escuchar desde el corazón es
algo que se logra a través de la educación emocional.
• Sensibilidad moral: La moral de los niños va evolucionando a lo largo de una serie de etapas y todas ellas necesitan la educación
emocional para pasar a la siguiente fase, porque gracias a la inteligencia emocional nuestras acciones cada vez son más respetuosas
hacia los demás y hacia uno mismo.
• Violencia escolar: Cuando los niños utilizan la fuerza para conseguir lo que quieren es porque no conocen otros medios mejores.
Educándolos en las emociones logramos que los niños aprendan a expresarse de forma asertiva, indicando lo que necesitan y lo que
sienten con facilidad, y les ayudamos a buscar alternativas a la violencia que les hagan sentir mucho mejor consigo mismos.
• Rendimiento académico: Cuando un niño se siente capaz, motivado y feliz aprende mejor y se esfuerza más. Con la educación emocional
le ayudamos a valorar sus puntos fuertes, aceptar sus limitaciones y centrarse en aquellas emociones que le permiten superarse.
• Educación en valores: Los valores que queremos compartir con nuestros peques se aprenden a través de las relaciones cotidianas y de
la reflexión que hagamos después sobre los sentimientos que se han despertado. Si conocemos bien nuestras emociones y hablamos
abiertamente de ellas con los niños, les ayudaremos a compartir y creer firmemente en esos valores.
• Como ves, cualquier situación se puede resolver o mejorar cuando usamos nuestras emociones, por ello invertir tiempo en desarrollar
la inteligencia emocional es uno de los regalos más grandes que podemos ofrecer a nuestros peques. Les estaremos ayudando a hacerse
valer y a respetar a los demás, pero sobre todo les estaremos dando las herramientas para conseguir lo que deseen.

EDUCACIÓN EMOCIONAL PARA NIÑOS


El psicólogo y escritor, Daniel Goleman, dentro de su obra Inteligencia emocional apunta: “La familia es el crisol doméstico en el que
aprendemos a sentirnos a nosotros mismos y la forma en que las demás personas reaccionan ante nuestros sentimientos”.
Los padres y madres somos un modelo de actuación para nuestros hijos e hijas y la influencia que ejercemos sobre ellos sucede de forma
natural, desde la fidelidad que los niños profesan a los progenitores. Es el efecto del vínculo afectivo establecido entre padres e hijos que
permite a los niños aprender, sentir confianza, seguridad personal, y decir y hacer aquello que hacen y dicen los padres. Todo lo que hacemos
y decimos lo aprenderán a decir y hacer y, por lo tanto, si queremos educar emocionalmente –dando permiso a las emociones; las agradables
y las desagradables– tenemos que ser capaces de manifestarlas para que ellos aprendan a hacer lo mismo. Educar emocionalmente quiere
decir enseñar a legitimar las emociones.
¿Qué quiere decir legitimar las emociones? Quiere decir identificar, denominar, aceptar y gestionar las emociones, desde el derecho personal
a manifestarlas, y el respeto al resto de las personas a no compartirlas. Legitimar las emociones no quiere decir permitir cualquier actitud.
Quiere decir que yo tengo derecho a expresar cualquiera de las emociones que sienta, pero sin tomar cualquier actitud ni perjudicar a las
otras personas. Es decir:
• Hablar con los niños de las propias emociones.
• Dejar espacios y tiempo para expresar sentimientos y emociones.
• Crear conciencia de la importancia de las otras personas.
• Enseñar el valor de las relaciones interpersonales satisfactorias.
El desarrollo emocional del niños Podemos educar emocionalmente transmitiendo que las emociones son naturales. Dando permiso a todas
las emociones. Diciendo que las emociones no son ni buenas ni malas. Simplemente están y forman parte de la vida; de las relaciones con
nosotros mismos y la convivencia con el resto de las personas. Enfadarse, tener celos, sentir tristeza o alegría son manifestaciones legítimas
y por lo tanto les daremos permiso. Hasta hace muy poco, como consecuencia de una educación limitada, las emociones se ocultaban y
negaban, podían decir a los niños, por ejemplo, no llores o no pasa nada.
Si queremos educar emocionalmente a los niños hace falta, primero reconocer la emoción, denominarla, aceptarla y, muy importante,
canalizarla a través de estrategias para conseguir de nuevo el bienestar personal.
Cómo educar emocionalmente a los niños más pequeños
-Hablando de nuestros propios sentimientos: "Estoy triste porque me has hablado mal." "He tenido problemas al trabajo y me siento mal."
-Verbalizando sus sentimientos: "Entiendo que estés enfadado porque no has podido ir a jugar en casa de la María..." "Sé que ahora estás
enfadado, enrabiado, disgustado… Cuando estés más tranquilo podemos hablar de que te ha pasado y cómo te has sentido y entonces te
tranquilizarás."
-Traduciendo sus palabras cuando están enfadados: "Eres tonta o te odio puede significar, ahora estoy enfadado y no sé como decírtelo."
-Estableciendo vínculos afectivos que permitan a los niños aprender y sentir confianza y seguridad personal. Transmitiendo que las emociones
son naturales.
La edad y el nivel de desarrollo de los niños más pequeños predeterminan algunas limitaciones propias de la edad que el adulto debería
conocer para ayudar a los pequeños a crecer y hacerse mayores:
Creen que todo el mundo entiende sus sentimientos.
1. No tienen vocabulario suficiente para explicar y canalizar las emociones que sienten.
2. Están en una etapa egocentrista y no pueden ser empáticos; sentir aquello que pueden sentir los otros.
3. Su pensamiento social y consecuencial es limitado.
4. No pueden defender sus argumentos por la carencia de razonamiento y pensamiento abstracto.
5. Pueden confundir emociones: La tristeza con el enojo (estar enfadado), el miedo con la agresividad, el miedo con el asco...
Las emociones son un permiso y los adultos hacemos de modelo de los más pequeños. Si tu hijo o hija te ve llorar le estarás dando permiso
también a la tristeza *y no es malo. Estarás legitimando las emociones.

CÓMO TRABAJAR LA EDUCACIÓN EMOCIONAL EN CASA


Para aprender sobre las emociones en situaciones cotidianas
La educación emocional queramos o no, seamos conscientes o no, empieza en casa. Y hablo de educación no como algo estructurado tipo
curso, sino como un proceso que va a suceder en cualquier caso porque el modelado de los padres está presente y el niño observa cómo nos
relacionamos con nosotros mismos y con los demás.
Cualquier situación es una oportunidad para aprender Así que, si tienes el propósito de ofrecer una educación emocional a tu hijo, lo primero
que debes hacer es mirarte a ti mismo y darte de cuenta de lo que tu hijo está viendo en ti en ese plano. Algo que te puede dar mucha
información sobre lo que está captando es observar cómo juega cuando él hace de papá o mamá con sus muñecos.
Una vez tengas esto claro y cuidado, podrás aprovechar y convertir cualquier experiencia del día a día en una experiencia de aprendizaje
emocional.
Un ejemplo cotidiano Estáis en casa de los abuelos y tu hijo se lo está pasando en grande jugando con sus primos, pero llega la hora de irse y
él se niega en rotundo.
Hay varias respuestas posibles, entre ellas:
1. La amenaza: ¡Sal por la puerta ahora mismo o no vuelves a venir a casa de los abuelos!
2. La sumisión: Bueno, bueno, no te pongas así, nos quedamos un ratito más…
3. Una oportunidad para la educación emocional: los padres permiten que el hijo exprese su inconformidad y malestar sin juzgarle. Le dan
tiempo, le escuchan, se bajan a su altura y reconocen su malestar. Le ayudan a poner nombre a esa emoción y vuelven a reconocer su
malestar. Ahora pueden ofrecerle alternativas e invitarle a que proponga las suyas:
"Hijo, veo que no te gusta nada la idea de irnos. ¿Quizás es porque te apena dejar a los primos? Sí, entiendo que no te guste y que te de pena.
Es difícil tener que irse cuando uno se lo está pasando en grande. Quizás podamos buscar una solución, sabes que ahora nos tenemos que ir,
pero podemos invitar a los primos para que vengan a casa esta semana y podáis continuar jugando, ¿se te ocurre a ti otra cosa?".
En la respuesta 3 los padres no teorizan sobre la educación emocional, la muestran con su presencia y su ejemplo y eso da como resultado
normalmente que sea el niño el que salga primero por la puerta.
Los cimientos de la educación emocional Comienza por lo básico: primero, mirarse uno mismo y solo después convertir cada situación en una
oportunidad para mostrar a tu hijo cómo distinguir las diferentes emociones, darles nombre y buscar modos constructivos para expresarlas.
Iré escribiendo sobre cada uno de los aspectos sobre los que se puede trabajar desde casa en el día a día.
Lenguaje emocional entre padres e hijos Los niños hablan el lenguaje de las emociones
Los adultos solemos pedir a nuestros pequeños que nos entiendan, pero.... ¿acaso nosotros les entendemos a ellos? Debemos tener en
cuenta que nuestros hijos hablan, principalmente, el lenguaje de las emociones.
Queremos que los niños ENTIENDAN:
1. Que es bueno compartir con los amigos.
2. Que a los hermanos/as se les debe querer.
3. Que los “problemas” no se solucionan pegando.
4. Que aunque insista con sus llanto “nosotros” no podemos estar todo el tiempo a su lado porque….
5. Que tiene que ir a la escuela porque mamá trabaja.
6. Que como ya tiene dos años ya debe dejar el pañal.
7. Que el chupete deforma la boca.
En cambio nuestros peques SIENTEN:
1. Sienten que no quieren compartir su juguete con nadie.
2. Sienten celos, rabia de que su hermano/a les quite el amor y atención de papá/mamá.
3. Sienten disgusto o enfado ante un “conflicto” y lo expresan pegando, chillando, mordiendo.
4. Sienten miedo e inseguridad ante muchas cosas de su entorno y estar con papá/mamá les calma.
5. Sienten que necesitan a mamá y papá.
6. Sienten presión (exigencia) cada vez que se les escapa el pipi.
7. Sienten que el chupete les calma, les gusta y no quieren renunciar a ese placer.
Nosotros queremos que entiendan y ellos, principalmente, sienten variedad de sensaciones y emociones a las que todavía, por la inmadurez
propia de la infancia, no saben ponerles palabras. Si son niños más mayores, aunque ya puedan entender y tengan mucho vocabulario, por
encima estará siempre su sentir. Entonces, ¿cómo podemos comunicarnos adultos y niños para poder compartir, aprender y avanzar juntos?
Los beneficios de la educación emocional en la infancia
Inteligencia emocional y educación emocional infantil. Se han realizado muchas evaluaciones objetivas, algunas de las cuales ya recogió Daniel
Goleman en su libro Inteligencia Emocional, en las que se comparaban las diferencias en el desarrollo emocional y social alcanzado entre
niños que habían pasado por un programa de educación emocional en comparación con los que no la habían recibido.
Estos estudios fueron realizados desde los grados elementales a los secundarios de diferentes escuelas y los resultados fueron observables:
 La conducta dentro y fuera de las aulas
 La capacidad de aprendizaje
Concretando los beneficios en comportamientos visibles Si bien el contexto de los estudios era académico y los programas de educación
emocional, sistematizados, merece la pena tomar los beneficios obtenidos como referencia para el contexto familiar. En los hogares la
educación emocional perderá sistematización pero podrá ganar en personalización, tiempo dedicado y relevancia al proceder de los
referentes principales del niño.

Los beneficios recogidos por los estudios fueron, entre otros:


Los beneficios en uno mismo
1-. Desarrollo de la autoconciencia emocional
 Aumenta su capacidad para reconocer y poner nombre a las diferentes emociones.
 Comprender mejor las causas de los sentimientos
 Aprenden a reconocer la diferencia entre sentimientos y acciones.
2-. Aprendizaje sobre gestión de las emociones
 Adquieren una mayor tolerancia ante la frustración
 Mejoran su manejo de la ira: descienden las agresiones verbales y las peleas, aprenden a expresar su enfado sin violencia.
 Se sienten menos solos, ansiosos o estresados.
 Desarrollan una mayor responsabilidad y sentimiento positivo sobre sí mismos.
Los beneficios con los demás
1-. Comprensión de las emociones de los otros: empatizar
 Mejora su capacidad para comprender el punto de vista de otra persona.
 Desarrollan una mayor capacidad de escucha y sensibilidad hacia los otros.
2-. Mejora en las habilidades de relaciones con los otros
 Mejora su capacidad para analizar y comprender las relaciones.
 Resuelven mejor los conflictos
 Aprenden a negociar y a comunicarse mejor.
 Se incrementa la calidad de la relación con los otros.
 Desarrollan el valor de la amistad y el compromiso.
 Son más participativos, democráticos y solidarios.

Te guiamos Si ahora llevases cualquiera de estos resultados a un día normal en tu centro de trabajo o a una reunión familiar o de amigos,
¿cómo impactaría su aplicación en las relaciones establecidas? Jefe-empleado, marido-mujer, padre-hijo, amigo-amigo, etc.
¿No les parece que hubiese estado muy bien haber aprendido sobre esto y haber empezado a desarrollar nuestras capacidades emocionales
ya en nuestra infancia? Ahora tenemos la oportunidad de enseñarles a nuestros hijos y pequeños alumnos para que ellos sí puedan disfrutar
de estos beneficios en las relaciones con sus iguales y con ellos mismos.
CÓMO GANAR PACIENCIA CON LOS HIJOS
Comprar Paciencia ¿dónde? Más de uno hemos deseado poder comprar paciencia de la misma manera que compramos analgésicos para
aliviar el dolor o penicilina para curar las infecciones. Pero resulta que hoy en día, al menos que yo conozca, nadie vende paciencia. ¿Por qué?
La respuesta está en ti, dentro de ti. La paciencia que deseas o buscas está en ti misma o mismo. ¿Lo sabías? Y tú buscando fuera... ¡Ah!
Claro, por eso no la encontrabas.
Comprar Paciencia ¿Con qué? ¿Se puede comprar con dinero? No. Al menos yo creo que no. Con dinero podemos obtener algunas cosas que
nos ayudarían a tener paciencia, únicamente si sabemos utilizarlo para este fin. Por ejemplo, podemos comprar libros o suscripciones (como
la de Edúkame) que nos muestren cuáles son las necesidades físicas, emocionales y mentales de nuestros hijos a cada edad. Con dinero
podemos pagarnos una ayuda profesional si vemos que nuestra labor paternal se está encaminando más hacia los gritos y agresividad que
hacia el amor y la tolerancia. Con dinero, podemos pagar a alguien para que cuide de los hijos, mientras sus padres se toman una tarde para
ellos (para solucionar gestiones solos o para ir al gimnasio o de paseo y relajarse) y así recargar energía.
Qué ofrecer de ti mismo para obtener paciencia
1.Deshacerme de pensamientos negativos relacionados con mi hijo o con su comportamiento. Tales como “no me obedece, me está
desafiando, me está poniendo en evidencia, es un desordenado, es un caprichoso, es una chinchona, es cabezota, es una pesada”, etc. Si
ofreces tus pensamientos negativos para deshacerte de ellos ¿has pensado qué queda después? Si dejo de pensar que mi hijo es un
desobediente, ¿cómo lo veo entonces? Si dejo de pensar que mi hija me está retando, ¿cómo veo entonces su comportamiento? Tal vez
como un niño que está creciendo y probando sus propios límites y que necesita que sus padres le ofrezcan pautas claras con seguridad, amor
y constancia. ¿Cuánto vale la paciencia para ti? ¿Cuántos pensamientos negativos estás dispuesto a dar a cambio de obtener paciencia?
2. Energía renovada. Si tú estás en un mal momento, con la energía baja, sin motivación, sin ilusión, preso o presa de la rutina, de cumplir con
tus obligaciones labores, familiares, sociales, etc. Entonces tienes todos los ingredientes para perder la paciencia al mínimo contratiempo.
¿Qué vas a hacer para renovar tus energías? ¿O mejor optas seguir quejándote y alimentando tu malhumor y poca tolerancia? ¿O prefieres
seguir culpabilizando inconscientemente a tus hijos de tu cansancio y agotamiento en vez de mirar cómo puedes renovar tus energías?
Los dos puntos que faltan son reducir exigencia y ajustar expectativas.

Mi hijo se enfada y no tiene paciencia


Mi hijo tiene 3 años cumplidos no tolera cuando un juego no le sale como él quiere y se impacienta al punto de tirar todo con cólera, en forma
impulsiva y lo deja tirado. Le he hablado muchas veces pero no entiende y sigue haciendo lo mismo. De igual manera pasa cuando le decimos
que nos espere un rato para poder jugar con él, o cuando le decimos "no" a algo que no nos parece o que le va hacer daño. ¿Cómo
puedo ayudar a que tenga paciencia?
Hola Patty, la reacción de tu hijo es absolutamente normal. En todos los casos que planteas, tu hijo se siente frustrado y lo expresa como
sabe: con su cuerpo, sus gestos, su voz. Por su corta edad aún no sabe canalizar su enfado de otra forma, ni tiene las habilidades de
pensamiento necesarias para entender su frustración.
Tolerancia cero a la frustración Por otro lado, la impaciencia es la característica más común de la etapa infantil. Los niños menores de 3 años
tienen tolerancia cero ante la frustración, y de 3 a 6 años pueden empezar a tener más tolerancia si sus padres le van enseñando sin castigos,
ni sermones, ni amenazas. Aún así su tolerancia sigue siendo baja.
Eso quiere decir que los niños pequeños no saben esperar, como yo suelo decir en los talleres y grupos de Aulahogar, su cerebro no está
"programado" para esperar ni para tener paciencia. Más bien todo lo contrario: quieren ser atendidos de forma inmediata y quieren siempre
conseguir lo que desean. Por eso cuando no lo consiguen se enfadan, se frustran y lo demuestran con llantos, gritos, pataletas.
Detrás de su conducta hay una emoción Cuando tu hijo se enfade porque un juego no le sale y lo tire todo por el suelo, no le riñas ni le
sermonees diciéndole que eso no se hace. Entiende que detrás de su conducta hay una emoción que él siente además de forma muy
intensa: ¡está frustrado!
Si le pones palabras a lo que le está pasando le ayudarás a que poco a poco vaya comprendiendo y aprendiendo otras maneras de expresar
y resolver su enfado: vaya veo que estás muy enojado, querías montar una torre y se te ha roto, y eso te ha hecho sentir mal ¿verdad? Lo
entiendo, a mi a veces también me enfada cuando no me salen las cosas. Pero tal vez quieras intentarlo de nuevo. Yo te puedo ayudar.
Y deja que simplemente te escuche, dale tiempo a que reaccione. Puede que se vaya enfadado a otro lado y no quiera saber nada más de
ese juego. Pero si cada vez que se enfada con este juego u otras cosas tu le vas ayudando con este tipo de mensajes irá aprendiendo a tolerar
su frustración.
Comprender su emoción Si el niño se siente sentido, es decir, su madre o padre atienden la emoción que le provoca esa reacción y por tanto,
van más allá de atender únicamente la conducta de impulsividad, impaciencia, destrozo se sentirá capaz de buscar maneras que le ayuden a
calmarse o a resolver esa situación de otra manera.
Si además los padres le van dando posibles alternativas, posibles soluciones, maneras de calmarse y canalizar el niño crecerá
teniendo herramientas para tolerar su frustración y ganar en tolerancia, un aprendizaje muy válido para la etapa adolescente y adulta. Pero
es ahora, en la edad infantil cuando se debe cultivar.
Un aprendizaje de largo recorrido
Si cada frustración, cada pataleta la conviertes en una oportunidad de aprendizaje para tu hijo (y también para ti), poco a poco irás sembrando
la semilla que brotará en unos años, sobre todo a partir de los 5, 6 años.
Tolerar su enfado, y ganar capacidad de espera es decir, que sean capaces de esperar en ser atendidos, es un aprendizaje lento de poquito a
poquito y los resultados se van viendo poco a poco. A los padres nos gustaría que los aprendizajes fueran rápidos, y ver resultados casi de
forma inmediata. Pero no es así, tendrás que trasmitirle esta actitud casi todos los días y en diferentes momentos y situaciones. Esa es nuestra
labor de educar. Por cierto, una vez se haya calmado y superado su enfado le puedes pedir que recoja las piezas que ha tirado por el
suelo. Puede que sea al cabo de un largo rato y tú le puedes ayudar. Eso sí, no como un castigo y nunca con actitud de enfado.

¿Cómo tener paciencia con los niños? Tengo una niña de 15 meses que es muy traviesa y casi no tengo paciencia con ella. ¿Qué puedo hacer?
De forma directa te diré que la paciencia la tienes en tu interior, sólo tienes que darle salida. Para empezar iría bien situarte en el periodo
evolutivo de tu hija.
Cómo son los niños entre 12 y 18 meses Entre los 12 y 18 meses, cuando han aprendido a caminar se produce un estallido de energía que se
traduce en:
• No quieren estarse nunca quietos. Tienen mucho interés en ir de un lado para otro.
• Les gusta trasladar las cosas, los juguetes, los zapatos, los libros, la ropa... en definitiva, todo lo que puedan alcanzar con sus manos lo
acogerán para trasladarlo a otro sitio.
• Les gusta meter las cosas dentro de.... la lavadora, el váter, los cubos, los cajones.
• Se intentará subir allá donde pueda: el mueble del salón, sillas, taburetes, el sofá e incluso meterse en sitios que ni tú hayas podido
imaginar.
• La puedes pillar vaciando el armario del lavabo y metiendo las cosas en el váter, o estirando del rollo de papel higiénico por todo el lavabo,
o llevándose a la boca las botellas del jabón, comiendo de la pasta de dientes, etc....
Todas estas acciones no las hace para darte a ti más trabajo, ni para enfadarte porque te ha desordenado todo o porque te ha tirado al váter
la funda de tus gafas que tenías en la mesita del salón.
Libertad de movimiento y seguridad Todo esto lo hace porque afortunadamente tiene un espacio para poder hacerlo, tiene la libertad de
movimiento para hacerlo y tiene un vínculo afectivo seguro que le permite tener la suficiente seguridad como para investigar.
Así que, ¡ felicidades! Tu hijo/a está creciendo de forma sana. Saltando, trepando, subiendo, metiendo, desplazando, sacando, señalando,
imitando está adquiriendo seguridad, independencia y cultivando su inteligencia.
Lo que a los padres nos parece travesuras (porque claro, abrir la lavadora y encontrarte galletas dentro), es lo que toca para su buen
desarrollo. Aunque ya entienden buena parte de lo que les decimos, nos harán caso a ratitos, o ni eso y encima nos dirán, ¡No!
¿Qué podemos hacer? Adaptar la casa a su medida para no tener que estar regañándoles. Sacar de su alcance todo lo que no queramos que
toquen; poner cierres especiales en los armarios o cajones que no queremos que abran y dejarles algunos libres para que ellos puedan jugar
a investigar.
Esto será sólo por una temporada. Si sacian su sed de moverse y tocarlo todo, la etapa se supera con éxito (luego pasan a otra, claro).
También necesitan límites Aunque es bueno dejarles experimentar, también es bueno y necesario ponerles límites. Decirles - No, eso no se
toca; eso es peligroso; con eso no se juega que es de mamá; ahora vamos a jugar a recoger, etc.
Decírselo sin gritarles ni enfadarse, pero sí con seguridad y constancia. Puede que no hagan caso o nos digan ¡No!
Y es que en estas edades empieza el proceso de autoafirmación, por lo que los/las peques utilizan el No, o la desobediencia para establecer
su poder por encima nuestro. Eso es bueno. Fastidia a los padres, pero esta expresión forma parte de su desarrollo. Y para que tengan un
crecimiento sano, nos toca empezar ya a mostrarles los límites.
Si como padres tildamos la actitud de nuestros hijos de traviesa, movida, rebelde, inquieta no les estamos ayudando a crecer. Esta etapa dará
lugar a otra en que ya no les interesará tanto tocar y desplazarlo todo ni subirse por todas partes.
Así que os animo a que disfrutéis de las pequeñas conquistas de vuestros hijos en el camino de hacerse mayorcitos, con mucha presencia,
tiempo y paciencia pues como dicen los padres de hijos adolescentes, el tiempo pasa muy rápido!!
Paciencia y humor Por último y no menos importante, a los padres nos hace perder la paciencia el querer hacer cosas de la casa y no poder
porque hemos de estar por su exploradora actividad. Mientras dura esta temporadita más nos vale organizarnos de otra manera, relativizar
el desorden, la limpieza de la casa. Intentar posponer los quehaceres domésticos para cuando duerman y hacer lo mínimo imprescindible en
su presencia.
Esta actitud será menos exigente y sana para nosotros y nuestros peques se beneficiarán pues seguro nos ayudará a tener mejor humor
y paciencia!

¿POR QUÉ LOS HIJOS NOS HACEN ENFADAR TANTO?


Creemos que debemos controlar a nuestros hijos y cuando no lo conseguimos, afloran en nosotros sentimientos de incompetencia, de ser
malos padres o inadecuados. Controlar lo que comen, lo que tocan, lo que dicen, lo que hacen o no hacen, lo que duermen, lo que expresan
o no expresan... incluso queremos controlar lo que sienten.
Si el comportamiento de nuestros hijos lo consideramos inadecuado, incorrecto o inaceptable creemos que ello nos afecta negativamente, a
nosotros. Su mal comportamiento puede ser interpretado por nuestro marido o mujer, madre, suegra, las demás mamás del parque, los
amigos, las profesoras o la cajera del supermercado como un anuncio de que sus padres no saben controlarlo y, por lo tanto, son unos malos
padres. Son unos padres incompetentes que sienten amenazada su imagen y, a la vez, ven su incapacidad para conseguir que el niño haga lo
que ellos quieren o le piden.
Precisamente esta incapacidad para mantener el control es lo que provoca que perdamos el control con enfado y rabia. Esta mirada
controladora hace que cuando no se consigue tener su comportamiento bajo control aparezca resentimiento por el problema que nos causan.
Resentimiento que aparece en forma de rabia descontrolada.
Hablemos ahora de lo que consideramos el problema. Nos creemos que con su comportamiento nos están desafiando, ignorando, retando,
rechazando, desautorizando, manipulando, etc. Y que todo ello, incluso, lo hacen a propósito para ofendernos o molestarnos. Así pues el
problema lo vemos nosotros, pues interpretamos su mal comportamiento como un ataque deliberado contra nuestra persona o contra
nuestras acciones o decisiones de ser padres. Si no nos consideramos tan importantes y dejamos de mirarnos el ombligo, podemos ver como
nuestros hijos no tienen la intención de ofendernos o molestarnos, sino que están haciendo cosas de niños y lo hacen como niños que son.
Es cierto que retan, desafían e incluso en la época de la negación y las rabietas intentan desautorizarnos. Pero la voluntad que hay detrás de
estas acciones es la de crecer, probar hasta dónde pueden llegar, comprobar si sus padres les guían, orientan y limitan pues es lo que necesitan
para crecer sintiéndose protegidos. Así que realicemos nuestra labor de padres responsables de su educación y buen desarrollo emocional
y pongamos en el centro a nuestros hijos, sus necesidades de amor y de límites y no nuestra imagen de buenos padres.

DESARROLLAR LA PERSEVERANCIA, LA PACIENCIA Y LA CONCENTRACIÓN JUGANDO


Los peques tienen una noción del tiempo muy difusa. No saben cuánto tiempo es media hora, no entienden qué significa “luego” o “más
tarde”, no saben si “el mes que viene” es mucho tiempo o poco… Lo mismo pasa cuando están entretenidos en algo que les gusta, podrían
pasar horas sin darse cuenta, pero cuando se aburren, cada minuto se hace eterno bajo su punto de vista.
El concepto del tiempo es un aprendizaje que a los niños les lleva años dominar y mientras tanto, es normal que se muestren impacientes o
que les cueste mantenerse en una actividad que no ofrece beneficios inmediatos, porque ellos no saben cuánto hay que esperar para lograrlo.
Por suerte les podemos ayudar en este aprendizaje y así fomentaremos en ellos la paciencia, la perseverancia y la concentración.
¿Cómo se desarrolla la paciencia y la concentración a través del juego?
Los juegos de mesa son muy útiles para este fin, porque les enseñamos a esperar su turno, a ver la regularidad del juego y a esperar para
obtener la recompensa final.
Cuando tu hijo haya jugado varias veces al mismo juego, conocerá bien las fases que tiene utilizando referentes que no se limitan al tiempo. Por
ejemplo, quizás no entienda que su turno llega cada 3 minutos aproximadamente, pero entiende que no le toca tirar hasta que no haya
hecho mamá, papá, su hermano y su prima. Y además sabrá que cuando le toca a su hermano ya van por la mitad. Tampoco entenderá que
la partida dura una hora, pero sabrá que durante ese tiempo ha tirado un montón de veces y que ha dado tiempo de que uno llegue al
objetivo final.
Todos estos referentes son lo que comprenden los niños. Por eso cuando les ayudamos a prestar más atención a estos referentes luego les
resulta mucho más fácil encontrar otros referentes a su día a día, y establecer relaciones entre los conceptos temporales y sus actividades
cotidianas. Y a veces seguirán sintiendo impaciencia -como nosotros algunas veces-, pero la toleraran mejor porque les calmará tener algún
referente temporal que sí comprenden para saber la duración de la espera.
Los juegos también permiten mejorar la concentración y la perseverancia, porque generalmente ponen a prueba las habilidades de los
jugadores, y estos deben esforzarse para ganar, buscar soluciones y alcanzar su objetivo. La concentración de los niños va aumentando con
los años, pero los juegos infantiles tienen una duración adecuada para su edad así que son ideales para entrenar su concentración de una forma
divertida.

5 CONSEJOS PARA TENER MÁS PACIENCIA CON LOS HIJOS


Todos los padres desean ser más pacientes con los hijos y es que el ritmo frenético que llevamos habitualmente nos lleva al límite. Queremos,
deseamos dar lo mejor de nosotros mismos; atender perfectamente todo lo que tenemos entre manos, que no es poco: el trabajo, la casa,
nuestra relación de pareja, nuestra vida en familia, los estudios... Y nos sentimos cansados, irritados, frustrados y poco correspondidos cuando
vemos que la situación no alcanza nuestras expectativas.
¿Qué podemos hacer para dejar de perder los nervios con esas personitas que tanto queremos, que son nuestros hijos?, ¿qué podemos
hacer para alzar menos la voz? A continuación te recuerdo algunos consejos sencillos que podrás aplicar en tu día a día. ¡Allá vamos!
1. ¡Dile adiós a los pensamientos negativos! Efectivamente, no es un proceso sencillo, requiere de tiempo y constancia. Decirle adiós a los
pensamientos negativos supone focalizar en aquello que nos hace estar de buen humor, que nos alegra el día, que nos hace sentir felices... Y
para lograrlo se necesita de tiempo y voluntad. En la guía educativa El método de la paciencia con hijos tienes detallados casos y ejemplos
para conseguirlo, para focalizar tu atención en positivo con a los hijos.
2. Cultiva día a día tu paciencia. Sí, aunque no lo creas, la paciencia es una habilidad y, como tal, crece o disminuye dependiendo de diversos
factores; entre ellos, que la utilicemos. Por esto es importante que leas, te documentes al respecto, te propongas retos, traces estrategias
para incrementarla
3. Sitúate a su nivel. Los niños son niños, y debemos tener en cuenta que hacen cosas propias de su edad. No se les cae el vaso de leche al
suelo por fastidiarnos. No hacen ruido para generarnos conflicto. Son impulsivos, activos, exploradores, dinámicos, ágiles... ¡Y así debe ser!
El descubrimiento es necesario en la infancia para que el aprendizaje sea posible.
4. Baja tu nivel de exigencias ¡Tanto contigo mismo como con las circumstancias! Si no es posible tener la casa perfecta, no te obsesiones. Es
lógico que al tener niños en casa nuestras prioridades han de cambiar. Debemos atender sus necesidades, pero también las nuestras. Así
que, haz un listado de tus prioridades y cumple con lo estríctamente necesario hasta que dispongas de tiempo material y fuerzas para afrontar
otras tareas. Si ves que estás a punto de perder la paciencia, aléjate de la situación estresante durante algunos minutos. Puedes utilizar
los avisos de descarga emocional para alertar a tus familiares y amigos de forma simpática.
5. Dedícate tiempo Para ser paciente es necesario que te sientas bien contigo mismo y que, por supuesto, dispongas de momentos para ti.
Recargar las pilas de tanto en tanto es fundamental. Así que... ¿qué tal un baño relajante hoy?, ¿y si cenamos en un restaurante?
Puedes profundizar en el tema de la paciencia leyendo y practicando con El método de la paciencia con hijos ¿Qué hacer si se pierde con
agresividad? Entre ellos encontrarás una completa guía para padres y madres que trata el tema desde la vertiente emocional: ¿Cómo puedo
obtener paciencia? Y también diferentes juegos y actividades que te permitirán practicar esta habilidad divirtiéndote y disfrutando tu familia.

¿CÓMO HACER QUE MI HIJO COMA VERDURAS?


7 consejos para que tu hijo coma verdura
Comer de forma saludable es importante para cualquier ser humano, pero muchísimo más para un niño que está en pleno crecimiento. Es
algo vital que un niño coma una variedad de alimentos sanos para obtener todas las vitaminas que necesita de forma natural, cosa que siempre
es mejor que usar suplementos alimenticios.
Lo ideal es enseñarles desde pequeños a comer tantos vegetales como sea posible y enseñarles que la comida rápida y procesada no es nada
buena para la salud. Con un poco de imaginación podremos lograr que cualquier niño aprenda a comer algunas cosas que no se ven tan
apetitosas.
Luego del salto, 7 consejos para lograr que tu hijo coma verduras y vegetales.
a. Usa una variedad de colores. Fíjate que las comidas procesadas y las chucherías son llamativas en colores. Esto hará que los niños se
interesen más y si les sirves un plato lleno de colores atractivos para los ojos, será una buena forma de hacerlos comer vegetales.
b. Si tu hijo come en el colegio, trata de ser activo para que les pongan buenos alimentos. Si tiene la oportunidad de llevar el desayuno y/o
almuerzo, prepáralo en casa para que sepas exactamente qué lleva lo que come.
c. Dale premios. Una excelente forma de hacerlos pensar que comer verduras es importante, es dando un premio cada vez que lleguen a
una marca, creando competencia. Así estarán siempre pendientes de lo que se ganarán y lograrán crear una buena relación con la
comida.
d. Pon a los niños a cocinar. Ya les conté sobre meter a los niños a la cocina y es que es muy importante que conozcan qué están comiendo,
que vean cómo era el alimento antes de que se cocine, que aprendan para que luego puedan hacerlo por su cuenta.
e. Se un ejemplo para ellos. Es importante que tu también comas vegetales. Que toda la familia lo hiciera sería ideal porque entonces será
un buen ejemplo y no preguntará: "¿Por qué yo no puedo comer lo que él/ella está comiendo?".
f. Ten variedad. No te quedes con los mismos vegetales porque tanto el niño como tu se van a aburrir. Hay mucho que probar. No te de
miedo, puedes usar recetas nuevas y divertidas y terminarás aprendiendo tu también.
g. No los escondas. Está bien que disfraces a los vegetales pero no los escondas porque parecerán algo sospechoso. Para darte un ejemplo:
no hagas un estofado con vegetales licuados porque parecieran que no están, pero sí puedes hacer una berenjenas gratinadas porque
disfrazaran con otros sabores pero sabrán que están ahí.

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