Descentralizacion y Autonomia

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LEY MARCO DE AUTONOMÍA EN LA RECONFIGURACIÓN POLÍTICA, SOCIAL Y

DEMOCRÁTICA DEL ESTADO

La Nueva Constitución Política del Estado, promulgada en febrero de 2009, introduce en


el sistema político boliviano cuatro tipos de autonomías (departamental, regional,
municipal e indígena originaria campesina) iniciando, de este modo, un importante
proceso de descentralización. La Constitución y la Ley Marco de Autonomías y
Descentralización, esta última aprobada en julio de 2010 por la Asamblea Legislativa
Plurinacional, constituyen el marco legal para la implementación de este proceso.

En sociedades descentralizadas, el poder del Estado está más cercano a la población, ya


que existen unidades administrativas sub-nacionales que permiten una participación
política más directa.

La descentralización puede aportar a la profundización de la democracia. Por definición,


un sistema político descentralizado tiene que ser democrático y tiene que fundarse en el
Estado de Derecho, ya que sistemas antidemocráticos no reconocen una verdadera
autonomía a los centros de poder sub-nacionales. Bolivia se encuentra en el inicio de un
importante proceso de descentralización.

Autonomía

Este concepto parte de la noción de identidad, como reconocimiento y conciencia de


nuestra memoria y nuestro yo (individual o grupal). Esa memoria es el fundamento de la
autonomía, que es la capacidad de aplicar información procedente de nuestro pasado a
las nuevas decisiones que tenemos que tomar en el presente, según un estilo de acción
propio. En sentido estricto, es la capacidad de darse a sí mismo sus propias normas de
acción.

Descentralización como democratización de la sociedad

No puede afirmarse que la descentralización sea un concepto “polisémico” ya que existe


un acuerdo casi general acerca de su significado, aunque con matices variados. Es en
formas concretas que adquiere esta modalidad de organización del Estado, en la que se
observan discrepancias.

En todo caso, se entiende por descentralización aquel o aquellos procesos que, en


términos generales, pretenden una redefinición de los centros institucionales de gobierno
y administración pública. En dichos centros, recaen competencias, responsabilidades y
otras capacidades (entre ellas, principalmente las financieras) para decidir y actuar en al
ámbito social, político, institucional, público o privado, de tal modo que sean superadas las
características negativas de una cultura centralista de gobierno (Rivera Roy 2000).

También se asume la descentralización como una política (o una técnica al servicio de


una determinada política de organización y funcionamiento del Estado) que busca
trasladar capacidades de actuación política (competencias y recursos) desde los núcleos
centrales del Estado hacia los “espacios y entes periféricos” de decisión política, distintos
y diversos que, por su naturaleza, son responsables de diseñar y ejecutar políticas en su
ámbito de actuación (Calderón Suárez 2007, pág. 4).

La descentralización es una reacción al centralismo gubernamental, ineficiente,


burocrático y distante del ciudadano. Alrededor del centralismo se presenta el debate que
le señala como el responsable de las grandes desigualdades entre regiones de un mismo
país, desigualdades que provocan flujos migratorios. (Pérez y Farra 1999).

Formas de la descentralización

La descentralización es un proceso político–administrativo, por medio de cual se transfiere


a los órganos territoriales de gobierno, parte o la totalidad de la autoridad o funciones que
detenta el Estado. Según sea el nivel y la naturaleza de la transferencia que se realiza, la
descentralización puede ser política o administrativa (Calderón Suárez 2003).

Descentralización administrativa: Es un principio tendencial de organización,


caracterizado por la derivación de poderes administrativos que es, además, una
derivación del aparato político-administrativo del Estado hacia los efectores del aparato
administrativo.

Descentralización política: La descentralización política expresa una idea de derecho


autónomo. Su principio es que el poder decisorio, e incluso la potestad legislativa, esté
siempre ubicado lo más bajo posible en la escala jerárquica del sistema político, lo más
cerca posible de sus destinatarios finales y funcione con su activa participación.

Descentralización funcional: Consiste en el reconocimiento al órgano correspondiente


de competencias específicas o delimitadas sólo a un sector de actividad; es decir, el
Estado asigna una función técnica o de servicios a una entidad gestora que dispone de
personalidad jurídica y patrimonio propio.

Descentralización fiscal: Según Wiener (1983), esta forma nace de “la búsqueda de
eficiencia en la prestación y el financiamiento de bienes públicos locales y nacionales;
significa alcanzar un equilibrio entre los niveles impositivos, los gastos, las transferencias
de los gobiernos centrales y los reglamentos impuestos sobre un gobierno local
determinado.”

Descentralización económica: Busca favorecer el desarrollo económico en las zonas


del interior del país, y ello requiere que el Estado y, sobre todo, los gobiernos regionales
y locales establezcan condiciones favorables para la iniciativa privada y que los
empresarios apuesten con sus recursos, ingenio y audacia en dar valor a las
potencialidades de los distintos departamentos.

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