Roma Antigua y Moderna de Quevedo
Roma Antigua y Moderna de Quevedo
Roma Antigua y Moderna de Quevedo
La Perinola, 8, 2004.
502 ENRIQUE MORENO CAST ILLO
pp. 265-71: «Tan grande fue la Roma que el desvelo de los hombres levantó que
destruirla no pudo el desvelo de los dioses».
3 Lavardin, Allocutio Romae, vv. 29-30: ‘Es tanto lo que resta y lo arrasado es
tanto, que lo que aún se mantiene no puede ser igualado, ni repararse sus ruinas’.
«ANOTACIONES A LA SILVA “ROMA ANTIGUA…”» 503
4 Lavardin, Allocutio Romae, vv. 7-10: ‘Apenas sé quién fui; a Roma en Roma
desvelo qué cónsul; qué rétor con su lengua; qué campamentos míos en mis manos
depositaron tanto? Con los afanes y leyes de aquellos obtuve tierras; una sola cruz
entregome el mundo entero’.
504 ENRIQUE MORENO CAST ILLO
6 Vida, Christhias, I, vv. 909-18: ‘Por propia voluntad, los reyes invictos rend i-
rán por tierra sus armas y sus cetros ante ti y te consagrarán altares. Y hasta l a
soberbia y po derosa Roma, la más hermosa de las ciudades que, junto a las aguas
del Tíber que descienden de los Apeninos, domina sobre muchedumbre de pueblos,
te someterá su poder y te entregará las riendas del mundo, que ahora tiene en
sus manos. Allí la fe, allí cien grandes templos, cien altares humeando en tu honor
y cien sacerdotes. Y también un pontífice impondrá tus leyes a los hombres de
todas las tierras y a los mismos reyes, y te dará el máximo honor en el mundo’.
7 Vida, Christhias, I, vv. 924-30: ‘Muchas veces verás que la ciudad, como te he
predicho, es derribada y casi arrasada por los ataques de pueblos enemigos. Pero
cuantas más tribulaciones sufra, alzándose más alta, pondrá su cabeza entre los
astros, reconstruyendo sus murallas cada vez mejor. Y no descansará hasta que
haya dominado a la tierra toda. Así está decidido’.
«ANOTACIONES A LA SILVA “ROMA ANTIGUA…”» 505
stat regia nobis, / Aurea Tarpeia ponet Capitolia rupe, / Et iunget nos-
tro templorum culmina coelo» ‘E incluso, sobre esta roca Tarpeya
donde ves alzarse un antiguo palacio, él [Domiciano] construirá
un Capitolio de oro que elevará hasta nuestro cielo la cúspide de
sus templos’42. En Estacio, el palacio del emperador «stupet hoc
vicina Tonantis / regia» ‘de él se asombra el palacio vecino del
Tonante’43. De aquí se pasa fácilmente a la comparación entre el
edificio que se alza hasta los astros y los gigantes que, sublevándo-
se contra Júpiter, intentaron conquistar el cielo. En el epigrama de
Marcial antes citado se dice: «Septenos pariter credas adsurgere mon-
tes, / Thessalicum brevior Pelion Ossa tulit» ‘Creerías que las siete
colinas se alzan una encima de la otra; no se elevó tanto el Osa
cuando lo pusieron sobre el Pelión de Tesalia’ (recuérdese que los
gigantes, en su intento de llegar al cielo, pusieron el monte Osa
sobre el Pelión)44. Rutilio, hablando de los templos y acueductos
de Roma, dice: «Hos potius dicas crevisse in sidera montes; tale gigan-
teum Graecia laudet opus» ‘Más bien dirías que estos son montes que
se han alzado hacia las estrellas; así Grecia los alabaría como obra
de los gigantes’45. En la poesía española, encuentro estos dos
ejemplos. El primero de Malón de Chaide: «sus altos muros vimos,
/ y el alcázar costoso / do yace Semíramis sepultada, / de torres
rodeada, / que amenazan al cielo»46; y el otro de Góngora: «Sa-
cros, altos, dorados capiteles, / que a las nubes borráis sus arrebo-
les, / Febo os teme por más lucientes soles, / y el cielo por gigan-
tes más crueles»47. Saavedra Fajardo habla de «una ciudad cuyos
chapiteles de plata y oro […] se levantaban a comunicarse con el
cielo»48. Los sonetos IV y XII de Les antiquitez de Rome de Du Be-
llay desarrollan este motivo: la gloria de Roma amenazó, como los
gigantes, al propio Júpiter, que por eso causó la ruina de la ciu-
dad.
v. 13: compárese Propercio: «Curia, praetexto quae nunc nitet al-
ta senatu, / pellitos habuit, rustica corda, Patres» ‘La curia, que ahora
elevada deslumbra, con las pretextas de los senadores, albergaba,
rústicos corazones, a padres conscriptos vestidos de piel de ove-
ja’49. La concordancia exige que se considere «pieles» como suje-
to: ‘las pieles vistieron al Senado rudo’.
v. 14 peso al Oceano: Roma, además de dar ley al mundo, domi-
na los mares. El que los barcos «pesen» sobre el mar y lo «opri-
man», y a veces lo hagan «gemir» es un motivo típico de la poesía
42 Silio Itálico, Punica, III, vv. 622-24.
43 Estacio, Silvas, lib. IV, 2, vv. 19-20.
44 Marcial, Epigramas, lib. VIII, núm. XXXVI.
45 Rutilio, De reditu suo, lib. I, vv. 99-100.
46 Malón de Chaide, La conversión de la Magdalena, vol. 2, pp. 219-20.
47 Góngora, Sonetos completos, soneto 6, vv. 1-4.
48 Ver Saavedra Fajardo, República literaria, p. 69.
49 Propercio, Elegías, IV, I, vv. 11-12.
512 ENRIQUE MORENO CAST ILLO
nomio, 28, 36: «Et servis ibi diis alienis, ligno et lapidi» ‘allí servirás a
otros dioses, a leños y a piedras’; Fray Luis de Granada se hace
eco de esta expresión cuando dice: «Cuántas maneras de naciones
hay en el mundo […] que adoran piedras y palos»65; «¿Qué fuera
de ti si nascieras entre ellas, carescieras del conoscimiento del
verdadero Dios y adoraras piedras y palos?»66. Pero quizá la frase
de Quevedo tenga que ver con un verso de otra elegía de Proper-
cio67 en el que el dios Vertumno, hablando de la Roma primitiva,
dice: «Stipes acernus eram, properanti falce dolatus, / ante Numam
grata pauper in urbe deus» ‘Yo era un tronco de arce, debastado con
apresurada azuela; antes de Numa, un dios pobre en la ciudad
agradecida’.
Toda esta evocación de un culto primitivo en el lugar de la fu-
tura Roma, recuerda unos versos de la Eneida, en que Evandro le
muestra al héroe el emplazamiento del futuro Capitolio: «Hinc ad
Tarpeiam sedem et Capitolia ducit / aurea nunc, olim silvestribus horri-
da dumis. / Iam tum religio pavidos terrebat agrestis / dira loci, iam tum
silvam saxumque tremebant» ‘Desde aquí le conduce a la roca Tar-
peya y al Capitolio, ahora de oro, entonces erizado de matorrales.
Ya entonces el pavor religioso del lugar espantaba a los medrosos
labradores, ya entonces temblaban ante el bosque y el peñasco’68.
v. 26: compárese Propercio, Elegías: «Olim / unus erat fratrum
maxima regna focus» ‘Antaño un hogar único era gran imperio para
los dos hermanos’69.
La idea del Tíber como símbolo del poder de Roma lleva a una
nueva asociación; ahora se contempla en medio de la ciudad, cru-
zado por diversos puentes, y de ahí se pasa a evocar las ruinas
actuales.
v. 50: en este verso el puente se metaforiza en un yugo que se
le pone al río. Recuérdese que entre los romanos era frecuente
representar a las divinidades de los ríos en figura de toro. La ima-
gen parece que surge por atracción de las palabras anteriores so-
bre el Nilo, «que ha guardado / su cabeza de yugo» (vv. 39-40).
La misma metáfora aparece en un poema de Vélez de Guevara que
también se refiere a la Roma antigua: «de aquella puente que os
sirvió de yugo»161. Las coyundas que atan estos yugos están he-
chas de espuma: por eso son «lazos puros de alabastro». Encuen-
tro un antecedente clásico de esta metáfora en Floro, que hablan-
do de un puente que mandó hacer César sobre el Rin, dice que los
habitantes del otro lado del río huyeron espantados «cum Rhenum
suum sic ponte quasi iugo captum viderent» ‘cuando vieron a su Rin
cautivo por el puente como bajo un yugo’162. La metáfora está re-
lacionada, sin duda, con la imagen virgiliana de «pontem indignatus
Araxes», así como con la idea de que los ríos de los territorios
dominados van uncidos al yugo de Roma, como en el «bisque iugo
Rhenum» de Estacio. Estos dos lugares han sido citados anterior-
mente en la nota a los versos 33-36.
v. 53: la metáfora lexicalizada de «los ojos del puente» se revi-
taliza haciendo que estos ojos «lloren» la corriente del río, al igual
que había hecho Góngora con un tono humorístico: «Señora do-
ña puente segoviana, / cuyos ojos están llorando arena»163. Vélez
de Guevara usa esta misma figura: «esa hermosa puente, cuyos ojos
rasgados lloran a Genil»164. El Tíber llora la ruina de la ciudad, al
igual que en el soneto «Buscas en Roma a Roma»165.
v. 54 en campo de esmeralda: ‘sobre fondo verde’. La frase «en
campo de» se empleaba para hablar del color sobre el que desta-
caban los dibujos de las telas o, en el lenguaje de la heráldica, las
imágenes de los escudos de armas. No sé si Quevedo piensa que el
fondo verde son las aguas del río o los campos verdes de sus ori-
llas.
vv. 54-55: Argos, según la leyenda, tenía cien ojos. Los puentes
son Argos porque son muchos y porque cada uno, además, puede
tener varios «ojos» o arcos. La espalda del río es pavón. Según la
leyenda, Juno, una vez muerto Argos, puso sus cien ojos en la cola
del pavo real. De ahí la relación que se establece en este verso
entre Argos y pavón.
v. 55 espalda: la idea proviene del uso de la palabra latina «ter-
gum» que podía significar, además de espalda, la superficie de la
tierra, del mar o de un río, como en estos tres ejemplos: compárese
Virgilio, Geórgicas: «undaque iam tergo ferratos sustinet orbis» ‘y la
onda ya aguanta sobre la espalda ruedas recubiertas de hierro’166;
Ovidio, Ponticas: «dura meant celeri terga per amnis equo» ‘recorren
la endurecida espalda del río con veloces caballos’167; Plinio el
Joven, Panegírico: «Cum Danubius ripas gelu iungit duratusque glacie
ingentia tergo bella transportat», ‘Cuando el Danubio, con la helada,
une sus orillas y, endurecido por el hielo, deja pasar sobre sus
espaldas guerras terribles’168. La expresión, se percibe en castella-
no con un claro valor metafórico: compárese Francisco de Borja,
Trofeos y blasones
que en arcos diste a leer a las estrellas,
y no sé si a invidiar a las más dellas, 65
¡oh Roma generosa!,
sepultados se ven donde se vieron:
en la corriente ondosa.
Tan envidiosos hados te siguieron,
que el Tibre, que fue espejo a su hermosura, 70
los da en sus ondas llanto y sepultura;
169 Francisco de Borja, Obras en verso, p. 18.
170 Góngora, Romances, p. 244.
171 Petrarca, Secretum meum, p. 50. Petrarca, Prosa, ed. Rico, p. 56.
172 Petrarca, Prosa, ed. Rico, p. 144.
526 ENRIQUE MORENO CAST ILLO
v. 105 las piedras: son los sarcófagos donde se guardan las ceni-
zas de los poderosos.
v. 108 dueños del poco espacio que ocupaban: se contrapone la
amplitud de los territorios de los que fueron dueños en vida y el
breve espacio del sarcófago del que son dueños ahora. Resuena
aquí un lugar común de la antigüedad, que con frecuencia se con-
cretó en la figura de Alejandro Magno: compárese Juvenal: «Unus
Pellaeo iuveni non sufficit orbis, / aestuat infelix angusto limite mundi
[…] / cum tamen a figulis munitam intraverit urbem, / sarcophago
contentus erit» ‘Un mundo no le basta al joven de Pela [Alejandro];
se quema el infeliz en el estrecho límite del orbe […] Sin embargo,
después que haya entrado en la ciudad fortificada por alfareros
[Babilonia], habrá de estar contenido en un sarcófago’194; o Que-
vedo: «Quien no cupo en la tierra al habitalla, / se busca en siete
pies y no se halla»195.
v. 109 donde solo por señas: solo quedaban restos, o inscripcio-
nes, que recordaban su antiguo poderío.
sonas que «os creyeron», que confiaron en las glorias del poder
terrenal: ‘¿Adónde habéis dejado ir a los que creyeron en voso-
tros?’.
v. 113 breve lisonja de soberbias frentes: la corona halagó una
frente soberbia durante breve tiempo.
v. 116: la imagen de las cenizas en la urna como único vestigio
del hombre que fue en tiempos célebre o poderoso, se encuentra
en la poesía latina: compárese Ovidio, Metamorfosis: «Iam cinis est,
et de tam magno restat Achille / nescio quid parvum, quod non bene
conpleat urnam» ‘Ya es ceniza y del tan grande Aquiles queda no sé
qué, que no llena del todo la pequeñez de una urna’197; Ovidio,
Amores: «Iacet, ecce, Tibullus, / vix manet e toto, parva quod urna capit»
‘He aquí que yace Tibulo; a duras penas de todo su cuerpo per-
manece lo que puede contener una pequeña urna’198; Séneca:
«Ecce vix totam Hercules / complevit urnam» ‘Mirad si apenas Hércu-
les ha podido colmar una urna’199. La imagen aparece varias veces
en Quevedo: «Descansan Creso y Craso, / vueltos menudo polvo,
en frágil vaso»200. El sintagma «urna breve» es una acuñación lexi-
calizada en la poesía áurea: «en corto espacio y límite se encierra,
/ en urna breve»201; «Breve urna los sella como huesos»202; «y en
urna breve funerales danzas / coronaron sus huesos de alhe-
líes»203; «En silencio en horror, en urna breve / descansa Montal-
bán»204; «Urna breve contiene el vasto pecho / en que tan magno
corazón cabía»205. El antecedente más antiguo que conozco se
halla en un epitafio de Pontano: «Hos cineres brevis urna tegit» ‘Una
breve urna encierra estas cenizas’206. También emplea esta misma
expresión Tasso: «Or che breve urna e vil terreno accoglie /
l’umor onde tu stral spesso s’intinse»207.
vv. 117-18: se pregunta si la fama sabrá decir qué fue de sus
cenizas, esto es, de ‘lo que sobró de sus cuerpos a la llama’. Com-
párese Quevedo: «Yo soy ceniza que sobró a la llama»208.
v. 119 El fuego examinó sus monarquías: imagina que el fuego
que redujo a cenizas los cadáveres de los reyes sirvió para exami-
nar la calidad de su poder, «como el fuego muestra los quilates del
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