Biografías de Próceres Mexicanos

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Porfirio Díaz

(José de la Cruz Porfirio Díaz Mori; Oaxaca, 1830 - París, 1915) Del nombre de este
militar y estadista mexicano procede la designación de todo un periodo de la historia
moderna de México: el Porfiriato (1876-1911). Y el mismo sufijo ya sugiere lo que fue:
una férrea dictadura personalista y paternalista que reprimió toda oposición y anuló la
libertad de prensa.

Como los monarcas del antiguo despotismo ilustrado, Porfirio Díaz pensaba estar
sirviendo a su país al dotarlo, después de medio siglo de guerras y convulsiones, de la
paz y de la estabilidad imprescindibles para el progreso económico, social y cultural.
Ciertamente logró, aunque a sangre y fuego, la pacificación del país y su despegue en
muchas áreas. Pero, hacia el final de su mandato, su política había abierto una
enorme brecha entre ricos y pobres; y, en 1910, su decisión de mantenerse en el
poder prendió la mecha de la Revolución mexicana.

Biografía

Huérfano de padre desde los tres años, Porfirio Díaz ingresó en el Seminario de
Oaxaca para seguir la carrera eclesiástica, pero pronto cambió de opinión. Cursó
luego estudios de leyes en el Instituto de Ciencias y Artes, donde fue discípulo del
futuro presidente liberal Benito Juárez, quien impartía derecho civil; en adelante sería
seguidor suyo en lo político. El Instituto fue clausurado por orden del presidente Santa
Anna en 1854. Ese mismo año intervino en la Revolución de Ayutla y apoyó al general
Juan Álvarez para derrocar a Antonio López de Santa Anna.

Poco después, Porfirio Díaz ingresó en el ejército, y su carrera militar fue meteórica.
En la guerra de Reforma (1858-1861), conflicto civil en el que se enfrentaron
conservadores y liberales, apoyó la causa liberal. La guerra concluyó con la victoria de
los liberales y llevó a la presidencia a Benito Juárez (1861); finalizada la contienda,
Porfirio Díaz fue ascendido a general y elegido diputado.

Apenas un año más tarde tomó de nuevo las armas contra la invasión francesa (1862-
1863) y la coronación de Maximiliano I (1864-1867) como emperador de México. Fue
jefe de brigada en Acultzingo en abril de 1862 y ese mismo año participó en la batalla
de Cinco de Mayo al lado de Ignacio Zaragoza. En 1867 protagonizó una brillante
acción militar en Puebla: tras sitiar la ciudad, realizó un asalto sangriento y rápido
contra las tropas del emperador Maximiliano, que se refugiaron en los cerros de Loreto
y Guadalupe. Sin perder tiempo, avanzó hacia la capital de la República y la tomó el 2
de abril de 1867, hecho que fue de gran trascendencia militar, pues adelantó la caída
del Imperio de Maximiliano y el triunfo de Juárez.

El prestigio y popularidad ganados en esta última campaña lo dejó en situación de


optar a la presidencia; pero el Congreso prefirió a Benito Juárez en 1867 y lo reeligió
en 1871. En noviembre del mismo año Porfirio Díaz lanzó el llamado Plan de La Noria,
en el que se pronunciaba contra el reeleccionismo y el poder personal y a favor de la
Constitución de 1857 y de la libertad electoral; la sublevación fracasó y Díaz hubo de
abandonar el país.
Juárez falleció en 1872, y una amnistía concedida entonces permitió a Díaz regresar a
México. Tras la muerte de Juárez, la presidencia recayó en Sebastián Lerdo de
Tejada. Cuando en 1876 Lerdo de Tejada anunció su propósito de presentarse a la
reelección, Porfirio Díaz se rebeló de nuevo (Plan de Tuxtepec); esta vez consiguió
expulsar a Lerdo de Tejada y accedió a la presidencia.

El Porfiriato (1876-1911)

Un año después, en 1877, el Congreso lo declaró presidente constitucional. En este


primer mandato (1876-1880), Porfirio Díaz fue coherente con las ideas que había
defendido: impulsó una reforma de la constitución en la que se introdujo el veto
expreso a las reelecciones presidenciales consecutivas, y, concluido su periodo, pasó
el testigo al general Manuel González (1880-1884). Durante el gobierno de González
fue ministro de Fomento y gobernador de Oaxaca.

Finalizado el mandato de González, Porfirio Díaz presentó de nuevo su candidatura a


la presidencia (la constitución sólo vetaba las reelecciones consecutivas) y salió
elegido. Tomó posesión del cargo el 1 de diciembre, y tres años más tarde promovió
una enmienda, que fue aprobada por el Congreso, al artículo 78 de la Constitución, la
cual le acreditaba para una nueva reelección; en 1890 promulgó una nueva reforma de
dicho artículo para hacer posible la reelección indefinida, lo que le permitió
permanecer en el poder hasta 1911.

Todo ello fue posible porque Porfirio Díaz, ejerciendo su poder omnímodo, había ido
reduciendo las instituciones políticas liberales a una mera farsa democrática: ordenó la
eliminación de todos los adversarios políticos posibles, y la prensa fue sometida o
perseguida cuando intentaba mantenerse independiente. Puede afirmarse que, a partir
de 1890, Porfirio Díaz gobernó al margen de la Constitución, y prescindió de la división
de poderes y de la soberanía de los estados. El Congreso, sumiso a sus deseos,
modificaba las leyes según sus caprichos y le confería facultades extraordinarias a su
conveniencia; existía un partido único y los sufragios eran puro trámite.

El pueblo mexicano estaba hastiado del desorden y la guerra, y Díaz se propuso


imponer la paz a toda costa. México no contaba con fondos ni tenía capacidad
crediticia porque no había pagado sus deudas con puntualidad, así que había que
atraer al capital extranjero; el problema era que nadie invertiría en México si no había
estabilidad y paz. Con una política de mano dura, Porfirio Díaz trató de eliminar las
diferencias de opiniones sobre asuntos políticos, y se dedicó a mejorar el
funcionamiento del gobierno. "Poca política y mucha administración" fue el lema de
aquel tiempo.
La paz no fue total, pero Díaz consiguió mantener el orden mediante el uso de la
fuerza pública. Policías y soldados persiguieron lo mismo a los bandoleros que a los
opositores. Gracias a esa nueva situación de estabilidad, aumentó la demanda de
trabajo y se hizo posible el desarrollo económico; el país contaba con recursos y los
empresarios podían obtener buenas ganancias.

Sin embargo, con el paso del tiempo se hizo evidente que la prosperidad era sólo para
unos pocos. Creció el descontento por la miseria en que vivía la mayor parte de la
población, y amplios sectores sociales tomaron conciencia de que Díaz llevaba
demasiado tiempo en el poder. Cada vez fue más difícil mantener el orden: en los
últimos años del Porfiriato reinó un clima de represión en el que la fuerza de las armas
se utilizaba con violencia creciente. De ello dan muestra la torpeza con que se
negociaron y la dureza con que se reprimieron las huelgas de Cananea (1906), en
Sonora, y de Río Blanco (1907), en Veracruz, así como el modo en que se persiguió a
los periodistas que criticaban al régimen y a cualquiera que manifestara una opinión
que no fuese la oficial.

Logros e injusticias

Durante el dilatado mandato de Porfirio Díaz se realizaron obras importantes en varios


puertos, y se tendieron 20.000 kilómetros de vías férreas. Las líneas de ferrocarril se
trazaron hacia los puertos más importantes y hacia la frontera con los Estados Unidos
de América para facilitar el intercambio comercial. También sirvieron para facilitar la
circulación de productos entre distintas regiones de México, y como medio de control
político y militar. El correo y los telégrafos se extendieron por buena parte del territorio
nacional. Se fundaron algunos bancos, se organizaron las finanzas del gobierno, se
regularizó el cobro de impuestos y, poco a poco, se fueron pagando las deudas. De
gran significación fue la recuperación del crédito nacional en el mundo entero; la
hacienda pública registró sobrantes por primera vez desde la independencia.

Se fomentó igualmente la explotación de los recursos petrolíferos del país mediante


inversiones extranjeras, inevitables al no contarse con los recursos económicos y
tecnológicos para emprender perforaciones e instalar refinerías. Se reanudó y mejoró
asimismo el laboreo de minas, y la minería vivió un periodo áureo: en 1901 México era
el segundo productor de cobre en el mundo. La industria textil se desarrolló con capital
francés y español y favoreció el establecimiento en el país de poderosas instituciones
financieras francesas; en los estados de Puebla y Veracruz se construyeron grandes
fábricas de hilados y tejidos. Puede hablarse también de una era de prosperidad en la
ganadería y en la agricultura, que progresó espectacularmente en Yucatán, en
Morelos y en La Laguna, con vastas producciones de henequén, caña de azúcar y
algodón.
Porfirio Díaz en una imagen de 1907

México tuvo un crecimiento económico nunca visto, pero, como poca gente tenía
dinero para invertir o podía conseguirlo prestado, el desarrollo sólo favoreció a unos
cuantos mexicanos y a los extranjeros. Los capitales foráneos, principalmente
estadounidenses, pudieron cobrar la deuda externa, pero también se hicieron con el
control del petróleo y de la nueva red ferroviaria con sus inversiones. La desigualdad
entre los muy ricos, que eran muy pocos, y los muy pobres, que eran muchísimos,
abrió una profunda brecha en la sociedad mexicana. El despojo de las tierras a los
campesinos indígenas en favor de los grandes latifundistas nacionales y extranjeros
fue sistemático; se formaron así enormes latifundios, los indígenas perdieron muchas
tierras, y la mayor parte de los habitantes del campo tuvieron que ocuparse como
peones en las haciendas.

Con todo, se hicieron grandes esfuerzos por extender la educación pública (si bien con
mayor atención a las ciudades que al campo), lo que permitió que se educaran más
niños; cada vez más mexicanos pudieron seguir estudios superiores y se empezó a
formar en todo el país una clase media de profesionales y empleados públicos. Se
enriqueció la vida cultural con nuevos periódicos, revistas y libros escritos e impresos
en México; los teatros presentaban compañías y actores europeos, y se extendió el
cinematógrafo. La vida intelectual tuvo hitos importantes. Justo Sierra inauguró la
Universidad Nacional. José María Velasco plasmó en cuadros maravillosos el
esplendor del paisaje mexicano; Saturnino Herrán pintó una impresionante serie de
cuadros con gente del pueblo y con alegorías a la mexicanidad, y José Guadalupe
Posada logró vigorosos grabados con escenas de la vida diaria.
Del Porfiriato a la Revolución Mexicana

En 1908, Porfirio Díaz concedió una entrevista al periodista norteamericano James


Creelman, en la cual afirmó que México ya estaba preparado para tener elecciones
libres. La noticia llenó de optimismo a una nueva generación que quería participar en
la vida política de la nación. Surgieron así varios líderes y partidos políticos, y se
escribieron libros y artículos que discutían la situación del país y la solución de sus
problemas.

Uno de esos líderes fue Francisco I. Madero. Había estudiado y viajado fuera de
México, pues venía de una familia de hacendados y empresarios, y no tenía
dificultades económicas. Madero fundó el partido Anti reeleccionista, del que se
postuló candidato; después se dedicó a viajar por todo el país para explicar sus ideas
políticas, algo que no se veía desde los tiempos de Juárez. Madero se hizo muy
popular y despertó grandes esperanzas de cambio.

Pero el éxito de su campaña lo convirtió en un peligro para el gobierno de Porfirio


Díaz, y poco antes de las elecciones de 1910 fue detenido en Monterrey y encarcelado
en San Luis Potosí. Allí recibió la noticia de que Díaz, una vez más, había sido
reelegido para la presidencia. Mediante el pago de una fianza salió de la cárcel,
aunque debía permanecer en la ciudad. Sin embargo, a principios de octubre Madero
escapó a los Estados Unidos de América, donde proclamó el Plan de San Luis.

En ese documento, Madero denunció la ilegalidad de las elecciones y desconoció a


Porfirio Díaz como presidente. Se declaró él mismo presidente provisional, hasta que
se realizaran nuevas elecciones; prometió que se devolverían las tierras a quienes
hubieran sido despojados de ellas, y pidió que se defendiera el sufragio efectivo y la
no reelección de los presidentes. También hizo un llamamiento al pueblo para que el
20 de noviembre de 1910 se levantara en armas y arrojara del poder al dictador.

El ejército de Porfirio Díaz, que había mantenido la paz durante décadas, parecía muy
fuerte, pero en realidad era débil frente al descontento general. En sólo seis meses las
fuerzas maderistas triunfaron sobre las del viejo dictador. La acción definitiva fue la
toma de Ciudad Juárez por los revolucionarios Pascual Orozco y Pancho Villa, que se
habían unido a Madero. En esa misma ciudad, en mayo de 1911, se firmó la paz entre
el gobierno de Díaz y los maderistas. Porfirio Díaz renunció a la presidencia (que pasó
a ocupar Francisco I. Madero tras ganar las elecciones) y salió del país rumbo a
Francia, donde murió en 1915.
Emiliano Zapata
Emiliano Zapata Salazar nació el 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco, en la ciudad
mexicana de Morelos, sus padres fueron Gabriel Zapata y Cleofas Gertrudis Salazar,
la pareja tuvo 10 hijos de los cuales Emiliano fue el noveno, eran pequeños
terratenientes de origen españo. El padre de Gabriel Zapata había participado en la
Toma de Cuernavaca en los enfrentamientos que sucedieron durante la guerra en
contra de Maximiliano. Debido a la situación económica, que para el momento era
crítica, la familia Zapata se vio en la necesidad de ampliar sus labores, realizando
trabajos de ganadería; asi pues, lograron obtener la autonomía de la hacienda
azucarera cercana.

Emiliano Zapata continuó las instrucciones primarias en el colegio de la aldea, del cual
recibió una educación con algunas limitaciones, su maestro fue Emilio Vera. En 1895
muere su madre, a la edad de 16 años, en ese mismo año muere su padre, once
meses después. Los bienes heredados no fueron muchos, pero alcanzó para evitarle
trabajar como peón en alguno de las propiedades de clase alta, que bordeaban
Anenecuilco.

Ya en su infancia, Emiliano era conmovido por el trato injusto que era cometido hacia
las personas que labraban la tierra. Algunos años antes de que estallara la revolución,
había trabajado en una de las haciendas de Ignacio de la Torre, quien estaba casado
con la hija de Porfirio Díaz, Zapata era considerado un empleado de confianza, por lo
que sería el único en cuidarle sus caballos.
En 1902 colaboró con los habitantes del poblado de Yautepec en Morelos, los cuales
enfrentaban problemas con el pudiente Pablo Escandón, en esta ocasión los
acompañó a la capital mexicana para reclamar se cumpliera la ley par con los
trabajadores.

En el año 1906 intervino en una comuna de campesinos en Cuautla, con el propósito


de realizar una discusión sobre la manera en que se podrían proteger las tierras del
pueblo contra los hacendados adyacentes. En forma de represalia, fue obligado a
unirse al noveno destacamento de Cuernavaca, esto era una manera de castigar a los
rebeldes, conocida como leva y que era habitual que se hiciese durante el mandato de
Porfirio Díaz.

En 1909 en el mes de septiembre, lo eligieron como primer representante de la junta


de protección de las tierras de Anenecuilco. En ese período organizó una milicia
integrada por peones, la gran parte eran de origen indígena procedentes de Morelos,
el grito de guerra que identificó la movilización era “Tierra y Libertad” y con el cuál
pasarían a tomar actuación en la Revolución Mexicana de Francisco I, a partir de
1910.

Ya Madero tenía la intención de culminar con la dictadura de Porfirio Díaz, por su parte
Emiliano Zapata inició su propio ejército en mayo de 1911, comenzarían entonces la
toma de los pueblos, Jojutla, Chinameca y Cuautla que estaba siendo defendida por
los adeptos a Porfirio. Más adelante sitió Cuernavaca, con la victoria de Madero,
Zapata se negaba a la deposición de sus armas ya que aún no se les habían
regresado las tierras a los indígenas. A su vez, los dueños de las haciendas crearon
una campaña para dañar su imagen, tildándolo de bandolero.

Emiliano ya le había perdido la confianza a Madero, quien fungió como presidente en


1911, y se pronunciaría en contra suya el 25 de noviembre del mismo año, realizando
por su cuenta un plan de reforma agraria, el cual llevó el nombre de Plan de Ayala, con
dicho programa tenía la intención de distribuir nuevamente la tierra a los campesinos.

La primera población en aplicar el plan, fue la de Ixmiquilpan, Puebla, el 30 de abril de


1912; un año después en el mes de febrero, Victoriano Huerta ejecuta un golpe de
estado, sacando del poder a Madero y asumiendo así la presidencia, Madero es
detenido y tiempo después asesinado. En el transcurso del mandato de Victoriano
Huerta y de la presidencia constitucional de Venustiano Carranza, Emiliano Zapata
prosiguió con sus movilizaciones frente a los gobiernos, dichas movilizaciones llegaron
a ocupar todo el sur de México. En aquel momento pasó a conocerse como el Caudillo
del Sur, y trabajaba en conjunto con Francisco Villa, comúnmente llamado Pancho
Villa.
En compañía de Pancho Villa, quien había adoptado el programa de reforma agraria
formulado por Zapata, viajó a la ciudad de México en 1914; en 1915 llegó a Morelos,
prosiguiendo con la lucha de sus ideales, contra el ejército constitucionalista. Mientras
tanto, Emiliano organizó las primeras delegaciones agrarias, instauró el crédito de la
agricultura, también fundó una caja rural para realizar prestamos, en Morelos.

En octubre de 1915, el gobierno de la Convicción publicó la ansiada Ley Agraria.


Luego de que los constitucionalistas, tomaran la ciudad de México, el presidente
ordenó acabar con el zapatismo, enviando al general Pablo Gonzáles en una campaña
hacia el sur, llegando a Cuernavaca el 2 de mayo de 1916. En una conspiración donde
participóLuis Patiño, hicieron creer a Zapata que el coronel Jesús Guajardo estaba en
contra del presidente Carranza.

En consecuencia de este hecho, el 10 de abril de 1919 fue emboscado por Jesús


Guajardo en la hacienda de Chinameca, Morelos, donde es asesinado Emiliano
Zapata. El cuerpo sin vida del caudillo estuvo en exposición pública en una caja en la
inspectoría policial. Esta acción generó el repudio de la opinión pública y un importante
sector de los grupos que apoyaban el gobierno de Carranza.
Pancho Villa
(José Doroteo Arango Arámbula, también llamado Francisco Villa; San Juan del Río,
Durango, 1878 - Parral, Chihuahua, 1923) Revolucionario mexicano que lideró, junto
con Emiliano Zapata, el sector agrarista en la Revolución mexicana. Campesino pobre,
huérfano y con escasa formación, cuando estalló la Revolución de 1910 llevaba
muchos años fugitivo en las montañas a causa de un asesinato; dedicado al
bandolerismo, gozaba de admiración y popularidad entre los campesinos por sus
acciones contra los hacendados ricos.

Pancho Villa secundó de inmediato los planteamientos de Francisco I. Madero, que en


su Plan de San Luis llamó a alzarse en armas, el 20 de noviembre de 1910, contra el
régimen de Porfirio Díaz, prometiendo a los campesinos la devolución de las tierras
injustamente arrebatadas durante la prolongada dictadura porfirista (1876-1911), que
había reprimido duramente toda oposición política. Apodado el Centauro del Norte por
sus correligionarios, Pancho Villa contribuyó con su ejército al rápido triunfo de la
Revolución, que en apenas seis meses logró expulsar del poder y del país a Porfirio
Díaz (1911).

Pese a la tibieza de sus reformas, Pancho Villa apoyó la presidencia progresista de


Madero (1911-1913) y combatió luego la dictadura contrarrevolucionaria de Victoriano
Huerta (1913-1914), al que logró derrocar en colaboración con Emiliano Zapata y con
el líder constitucionalista Venustiano Carranza. Pero después de la victoria de esta
segunda revolución, Villa y Zapata se sintieron defraudados por Carranza, y volvieron
a tomar las armas, ahora contra él. Esta vez la suerte militar no estuvo de su parte: en
1915 el general carrancista Álvaro Obregón derrotó a los villistas, afianzando a
Venustiano Carranza en la presidencia (1915-1920).

Perdido desde entonces su poder político y militar, Villa fue asesinado en 1923; la
misma suerte había corrido, cuatro años antes, Emiliano Zapata. Pese a la justicia de
sus reivindicaciones (se calcula que, en 1910, un millar de terratenientes daba empleo
a tres millones de campesinos sin tierras), ni siquiera sus ideales sobrevivieron a su
fracaso. Los sucesivos presidentes se reclamaron herederos de la Revolución, pero
Venustiano Carranza y sus inmediatos sucesores (Álvaro Obregón y Plutarco Elías
Calles, que dominaría la escena política hasta 1936) se limitaron a domesticarla, sin
llegar nunca a emprender una verdadera reforma agraria.

Biografía

Pancho Villa nació en la hacienda de Río Grande, perteneciente al pueblo de San


Juan del Río, en el estado mexicano de Durango, el 5 de junio de 1878. En realidad, el
niño que nació en la hacienda de Río Grande se llamó Doroteo Arango; Pancho Villa
nacería más tarde, cuando Doroteo se echó al monte y la necesidad lo llevó a
cambiarse de nombre. Su padre, Agustín Arango, murió pronto, y la herencia que
recibió su hijo Doroteo consistió en ser el máximo responsable de su familia,
compuesta por su madre y cuatro hermanos, dos varones y dos hembras. Desde niño
tuvo que trabajar duro; jamás fue a la escuela y nunca nadie se ocupó de educarlo.

A los dieciséis años mató a un hombre. Todas las versiones sobre el caso coinciden
en tres puntos: por una parte, en que el muerto era un personaje de cierta relevancia,
al menos de mucha mayor relevancia que Doroteo Arango; por otra, en que había
intentado forzar a una de las hermanas Arango; finalmente, en que Doroteo escapó y
se refugió en el monte a resultas de este hecho.

A partir de estas coincidencias, la leyenda empieza a actuar: el muerto podía haber


sido un funcionario gubernamental, un hacendado, un capataz o el propietario de unas
tierras que los Arango trabajaban como medieros; Doroteo llegó a tiempo para ver el
asalto contra su hermana, fue a buscar un arma y disparó antes de que se consumara
la violación, o bien ésta se consumó y al muchacho no le quedó otro remedio que
vengarse.

El hecho de haber cometido un asesinato no ponía fuera de la ley por mucho tiempo a
un mexicano de 1894, aunque el matador fuera un "pelado" y la víctima un personaje
relevante. Pero la vida en las montañas tampoco era fácil y había que robar para
sobrevivir. Y ese delito se perseguía con dureza, sobre todo cuando un antiguo peón
tenía la osadía de robar ganado a los hacendados ricos.

Doroteo Arango, a cuya cabeza se había puesto precio, cambió de nombre y adoptó el
de Pancho Villa, un nombre como cualquier otro pero con alguna peculiaridad, pues, si
bien hay muchos Panchos en México, el apellido era el que debería haberle
correspondido si su abuelo Jesús Villa hubiera reconocido como legítimo a Agustín, su
padre. Acababa de nacer Pancho Villa, un hombre con una legitimidad recuperada por
la fuerza, que rápidamente se convirtió en un bandido generoso, en una especie de
Robin Hood mexicano. Era el "amigo de los pobres", como recoge John Reed en su
libro México insurgente; sus hazañas se difundían oralmente con rapidez y se
convertían en letras de los corridos que se cantaban en las haciendas, las plazas y las
cantinas.

Así las cosas, se le atribuían todo tipo de gestas o de delitos, según la óptica de cada
cual, independientemente de su simultaneidad en el tiempo o de su distancia en el
espacio. Hacia 1900 se estableció en el estado de Chihuahua, donde terratenientes y
empresarios, al amparo de inicuas leyes, incrementaban sus grandes propiedades con
nuevas y mejores tierras.

La Revolución Mexicana

En el arranque de la revolución confluyeron las diversas fuerzas que había concitado


en su contra la férrea dictadura de Porfirio Díaz, particularmente favorable a la
oligarquía agraria, los privilegios de la Iglesia (interrumpida la dinámica reformista que
había ensayado Benito Juárez) y las inversiones extranjeras. La longeva dictadura de
Díaz da nombre y fechas a todo un periodo de la historia de México: el Porfiriato
(1876-1911), que tuvo en la pacificación del país y en el desarrollo económico sus
vertientes positivas; en el extremo opuesto, incrementó brutalmente las desigualdades
sociales (especialmente en el campo, a causa de una nefanda política agraria que
puso las tierras en manos de grandes compañías y latifundistas) y eliminó toda posible
disensión política, reduciendo las instituciones de la República a meras marionetas
que el dictador manejaba a su antojo.

Por ello, y mientras paralelamente crecía la exasperación de las masas campesinas, el


frente de oposición político centraba sus ataques contra la reelección presidencial. En
1910, Francisco I. Madero presentó su candidatura a la presidencia de la República
frente a Díaz, que mediante sucesivas parodias electorales se había hecho reelegir
durante décadas. Díaz impidió por la fuerza el triunfo de Madero, pero no pudo evitar
la propagación de las ideas del Plan de San Luis, el difuso programa político que lanzó
Madero al verse forzado al exilio, cuyo tercer punto prometía a los campesinos la
restitución de las tierras arbitrariamente arrebatadas durante el Porfiriato.

El Plan de San Luis incluía asimismo un llamamiento a alzarse en armas contra el


dictador el 20 de noviembre de 1910. La presión a la que estaba sometida la sociedad
mexicana estalló y se generalizaron los alzamientos. Madero, pese a sus vacilaciones,
se convirtió en el aglutinador de la rebelión, y uno de sus hombres de confianza,
Abraham González, invitó a sumarse a la rebelión a Pancho Villa, el "amigo de los
pobres", de esos pobres que se habían levantado.

Enseguida Pancho Villa se unió a Madero en su lucha contra la dictadura de Porfirio


Díaz, y demostró una habilidad innata para la guerra. Aprovechando su conocimiento
del terreno y de los campesinos, formó su propio ejército en el norte de México. Casi
dos décadas en las montañas, burlando a todos los que le perseguían y desconfiando
de aquellos que podían traicionarlo, fueron su escuela guerrillera. Para unos, Pancho
Villa apoyó la causa revolucionaria para que quedaran olvidados sus delitos; para
otros, lo hizo porque no podía dejar de luchar junto a los suyos. El hecho es que,
después de todos esos años de bandolerismo, la fortuna de Villa ascendía a poco más
de 350 pesos; mucho más valor tenían su carisma y su poder de convocatoria.

Las fuerzas de Villa contribuyeron al rápido triunfo del movimiento revolucionario. En


solamente seis meses, pese a algunos fracasos iniciales, fue reducido el ejército del
viejo dictador, que tras la decisiva toma de Ciudad Juárez hubo de renunciar a la
presidencia y partir al exilio. Villa viajó a la capital con Madero, convertido ya en
presidente efectivo (1911-1913). En Ciudad de México, con la esperanza de que se
convirtiera en el respetable ciudadano Francisco Villa, Pancho Villa fue nombrado
general honorario de la nueva fuerza de rurales.
La rebelión de Orozco

Sin embargo, la situación no estaba ni mucho menos consolidada. Al temor de una


contrarrevolución conservadora había que sumar las exigencias de otros
revolucionarios agraristas que habían apoyado a Madero: Emiliano Zapata, líder de la
rebelión en el sur, y Pascual Orozco, protagonista con Pancho Villa de la toma de
Ciudad Juárez. Frente a la prudencia y moderación reformista de Madero, ambos
exigían la inmediata ejecución de la reforma agraria prometida en el Plan de San Luis.

Ante la ausencia de avances reales, Zapata desconoció la autoridad de Madero, al que


tachó de traidor (noviembre de 1911). Lo mismo hizo Pascual Orozco: acusando a
Madero de incumplir el Plan de San Luis, encabezó una sublevación en marzo de
1912. Pese a haber liderado también a los campesinos, Pancho Villa se mantuvo fiel al
presidente. Pero el ingenuo Madero cometió el error de confiar a Victoriano Huerta,
general del viejo ejército porfirista y uno de los personajes más siniestros de la historia
mexicana, el mando de las tropas que debían sofocar la rebelión de Orozco.

El alzamiento de Pascual Orozco se había producido en la zona de la que eran


originarios tanto Orozco como Villa, por lo que Huerta no dudó en sumar las huestes
de Pancho Villa a su ejército. Victoriano Huerta puso a Villa al frente de las fuerzas
avanzadas, compuestas por maderistas, en tanto que él mismo, al frente de los
federales, se mantenía en la retaguardia. Villa, que comandaba la guarnición de
Parral, derrotó a Pascual Orozco en Rellano, con una fuerza inferior en número y en la
única batalla decisiva librada entre maderistas y orozquistas.

Villa (en el centro) con sus compañeros de armas

Pero Victoriano Huerta no estaba tan seguro de poder convertir a Villa en lo que él
entendía por respetable ciudadano, máxime después de esa victoria sobre Orozco;
sospechaba que Villa estaba de algún modo implicado en la rebelión de Orozco en
defensa de las aspiraciones sociales del campesinado, que Madero había postergado.
Huerta acusó a Villa de insubordinación por no haber obedecido una orden suya y lo
hizo comparecer ante un consejo de guerra, el cual decidió en quince minutos que
debía ser fusilado. Algunas versiones aseguran que tal orden especificaba que Villa
debía devolver a su legítimo propietario, un personaje local, un caballo pura sangre del
que se había adueñado, mientras que otras hablan vagamente de una orden
transmitida por telégrafo y que Villa negó haber recibido.

La intervención de Gustavo Adolfo Madero, hermano del presidente y miembro del


estado mayor de Huerta, impidió que la sentencia se cumpliera, pero Villa fue
internado en la prisión de la capital. Aprovechó la ocasión para aprender a leer y
escribir y en noviembre de 1912 protagonizó una fuga sospechosa: por una parte,
Huerta se mostraba cada vez más poderoso y, por otra, sectores opuestos a este
general reclamaban una investigación sobre el consejo de guerra a Villa; en estas
condiciones, nada podía ser menos conflictivo que la salida del escenario de Villa, el
cual, sin ningún tipo de problemas, se refugió en la población estadounidense de El
Paso.

Gobernador de Chihuahua

En aquel fuego cruzado entre reaccionarios porfiristas y revolucionarios agraristas, el


gobierno de Madero parecía destinado a sucumbir. Y cayó de la mano de un personaje
de mezquina doblez: su hombre de confianza, el general Victoriano Huerta. En febrero
de 1913, con la connivencia de Estados Unidos, Huerta depuso a Madero (al que
mandó asesinar) y se hizo con el poder. Pancho Villa, que siempre había sido fiel a
Madero, regresó en abril a territorio mexicano con cuatro acompañantes, tres caballos
y un poco de azúcar, sal y café. Al cabo de un mes ya había reunido a tres mil
hombres, con los que inició la lucha contra Victoriano Huerta; a lo largo de 1913 liberó
el estado de Chihuahua, al que seguiría luego todo el norte del país.

En su zona, Villa llevó a la práctica dos de sus ambiciosos proyectos: la creación de


escuelas (sólo en Chihuahua capital fundó más de cincuenta) y el establecimiento de
colonias militares. Consideraba que "los ejércitos son los más grandes apoyos de la
tiranía" y que los soldados debían trabajar en colonias agrícolas o industriales tres días
a la semana ("sólo el trabajo duro produce buenos ciudadanos"); el resto del tiempo lo
dedicarían a la instrucción militar propia y a instruir a su vez a los ciudadanos.

Pero esas primeras colonias no pudieron cuajar definitivamente porque la lucha


continuaba. Y continuaba también en el estado de Chihuahua, donde el comercio
languidecía por falta de dinero en circulación. Villa resolvió el problema rápidamente:
emitió su propia moneda, con la única garantía de su firma. Nadie daba crédito a tal
moneda hasta que Villa promulgó un decreto que castigaba con dos meses de cárcel a
todo aquel que no la aceptara.

El comercio se reavivó, pero la plata y el papel moneda oficial seguían ocultos. Dos
decretos consecutivos lograron hacer que afloraran los capitales. Por el primero, se
condenaba a prisión a quien hiciera circular otra moneda que no fuera la villista; por el
segundo, se fijó un día a partir del cual no se cambiaría más plata acuñada ni moneda
mexicana. Como la posición de Villa se fortalecía en el terreno político y militar, el
cambio se efectuó, su moneda fue aceptada y Villa pudo comprar suministros con la
moneda oficial que había obtenido a cambio de la suya.

La alianza contra Huerta

Entretanto, la ignominiosa traición a Madero y la subsiguiente instauración de una


sangrienta dictadura contrarrevolucionaria había tenido la virtud de unir a los
revolucionarios contra el régimen de Victoriano Huerta (1913-1914). Venustiano
Carranza, gobernador del estado de Coahuila, recogió la legalidad constitucional a la
muerte de Madero, se proclamó "primer jefe del ejército constitucionalista" y pasó a
dirigir la que se conoce como revolución constitucionalista o etapa constitucionalista
del Revolución mexicana, cuyo primer objetivo era derrocar a Huerta y restablecer la
legalidad constitucional.

El líder constitucionalista disponía de su propio ejército, la potente División del


Nordeste, y de hombres de confianza que en la lucha se habían revelado como
competentes estrategas, como Álvaro Obregón. Carranza logró dar cierta cohesión a
las fuerzas que se oponían a Huerta al obtener la colaboración de Pancho Villa y
Emiliano Zapata. El otro gran líder agrarista de la Revolución, Emiliano Zapata, había
desarrollado un programa político coherente y un plan agrario sólido, y comandaba un
motivado ejército de campesinos. El programa de Pancho Villa era menos hilvanado,
pero tenía a su mando la División del Norte.

Si habían de producirse luchas internas en el sector revolucionario, parecían más


probables entre Villa y Carranza, pues los zapatistas, que contaban con aportaciones
anarquistas y comunistas, tenían su propio proyecto, bien diferenciado del de los
demás, así como su propia zona de operaciones al sur de la capital. Aunque Villa
acató la jefatura de Carranza, las sucesivas maniobras del líder constitucionalista para
encargarle a él y a su División del Norte las misiones más peligrosas y para impedir
que tomara las plazas estratégicas lo llevaron a un progresivo distanciamiento.

Ello no impidió el triunfo revolucionario. Pancho Villa tomó Zacatecas en junio de 1914,
victoria decisiva que abría el camino a Ciudad de México; Victoriano Huerta firmó la
renuncia y partió al exilio. La toma de Zacatecas, efectuada por Villa contrariando las
órdenes de Carranza, que quería evitar que Villa se acercase a la capital, tuvo como
consecuencia serias fricciones entre los dos dirigentes, resueltas con la firma del pacto
de Torreón. Entre otras cosas, se acordaba que Carranza, al asumir el poder,
establecería un gobierno con civiles tanto villistas como carrancistas y que ningún jefe
podría ser candidato a la presidencia. Ello obstaculizaba las ambiciones políticas de
Carranza.

El distanciamiento entre Carranza y Villa se hizo especialmente visible cuando, en


agosto de 1914, los constitucionalistas entraron en Ciudad de México y el general
carrancista Álvaro Obregón taponó la entrada de villistas y zapatistas. Obregón, que
intentó una aproximación entre Carranza y los villistas, fue hecho prisionero por Villa,
que llegó a condenarlo a muerte para finalmente indultarlo.

La ruptura con Carranza

Para limar las asperezas se convocó en octubre de 1914 la Convención de


Aguascalientes, que no hizo sino poner de relieve las insalvables diferencias. Carranza
y su brazo derecho, Álvaro Obregón, representaban el constitucionalismo moderado;
Villa y Zapata, la revolución campesina y la exigencia de una inmediata distribución de
tierras. La Convención de Aguascalientes tan sólo consolidó el acercamiento entre
villistas y zapatistas; se adoptó un programa político claramente zapatista, aunque dio
el predominio político y militar a Villa.

Ante la negativa de los líderes agraristas a disolver sus tropas y reconocer su


autoridad, Carranza optó por retirarse a Veracruz y establecer allí su gobierno. En
diciembre de 1914, habiendo dejado Carranza expedito el camino hacia la capital, Villa
y Zapata entraron en Ciudad de México al mando de las tropas de la Convención, y
confiaron la presidencia del gobierno revolucionario a Eulalio Gutiérrez y luego
a Roque González Garza. Pero tampoco los intereses de Villa y Zapata podían
concordar, y las fisuras se hicieron patentes; Zapata regresó al sur, y Carranza pudo
tomar la iniciativa.

Pancho Villa y Emiliano Zapata en el Palacio Presidencial (1914)

En enero de 1915, el general Álvaro Obregón ocupó la Altiplanicie Meridional


mexicana y dirigió sus fuerzas contra Villa. El "perfumado", como llamaba Villa al
hombre al que estuvo a punto de fusilar, deseaba plantear batalla en el centro del país.
El "reaccionario, traidor y bandido", como llamaba Obregón a Villa, no quiso seguir los
consejos de replegarse hacia el norte, hacia su base natural, donde podía reunir gran
número de hombres y tener el terreno a su favor.

Villa confió excesivamente en las cualidades de sus "dorados" y de su División del


Norte, y, entre abril y julio de 1915, fue finalmente derrotado en cuatro grandes
batallas entre Celaya y Aguascalientes, batallas en las que llegaron a enfrentarse
hasta cuarenta mil hombres de cada uno de los bandos contendientes. En la tercera,
una granada villista hizo pedazos el brazo derecho del general Obregón. Recuperada
la capital, Carranza instaló de nuevo en ella su gobierno.

De general a guerrillero

En julio de 1915, un derrotado Pancho Villa tuvo que retirarse hacia el norte, y su
estrella empezó a declinar. Regresó a Chihuahua, pero ya no como general en jefe de
un poderoso ejército, sino a la cabeza de un grupo que apenas contaba con mil
hombres. En octubre de 1915, tras obtener el gobierno de Carranza el reconocimiento
de los Estados Unidos, Villa decidió jugar una carta arriesgada: atacar intereses
estadounidenses para mostrar que Carranza no controlaba el país y enemistarle con el
presidente norteamericano, Woodrow Wilson. Se trataba de provocar una intervención
norteamericana que obligara a Carranza, como representante del gobierno mexicano,
a pactar con los invasores, para poder así presentarse él mismo como jefe máximo de
la lucha patriótica y recuperar el terreno perdido.

El 10 de enero de 1916 los villistas pararon un tren, hicieron bajar a los dieciocho
viajeros extranjeros (quince de los cuales eran norteamericanos) y los fusilaron. Como
el incidente sólo dio lugar a protestas diplomáticas, el 9 de marzo una partida al mando
del propio Villa se presentó a las cuatro de la madrugada en la población
estadounidense de Columbus, mató a tres soldados e hirió a otros siete, además de a
cinco civiles, y saqueó e incendió varios establecimientos.

Esta vez sí se produjo la intervención, pero fue definida como "punitiva", y en teoría
quedaba restringida a capturar a los rebeldes. Wilson envió un ejército bajo el mando
del general Pershing al norte de México para acabar con Pancho Villa; pero el
conocimiento del terreno y la cobertura que le daba la población campesina le
permitirían sostenerse durante cuatro años, a medio camino entre la guerrilla y el
bandolerismo. Aunque se produjeron enfrentamientos entre villistas y
norteamericanos, y entre norteamericanos y constitucionalistas, la fuerza
estadounidense se retiró de México en febrero de 1917 sin mayores consecuencias.

Tras el asesinato de Venustiano Carranza en 1920, el presidente interino Adolfo de la


Huerta (junio-noviembre de 1920) le ofreció una amnistía y un rancho en Parral
(Chihuahua), a cambio de cesar sus actividades y retirarse de la política. Villa depuso
las armas y se retiró a la hacienda El Canutillo, el rancho que le había regalado el
gobierno; allí, con casi ochocientas personas, todos ellos antiguos compañeros de
armas, trató de formar una de sus soñadas colonias militares.
Durante tres años sufrió numerosos atentados de los que salió ileso. Sin embargo,
cuando el 20 de julio de 1923 entraba en Parral con su coche acompañado de seis
escoltas, fue tiroteado y muerto desde una casa en ruinas por un grupo de hombres al
mando de Jesús Salas. El asesinato fue instigado por el entonces presidente Álvaro
Obregón (1920-1924) y por su sucesor, Plutarco Elías Calles (1924-1928), temerosos
del apoyo que Villa pudiera brindar a Adolfo de la Huerta, que aspiraba a suceder a
Obregón en la presidencia.
Francisco I. Madero
(Francisco Ignacio Madero, llamado erróneamente Francisco Indalecio Madero; Parras
de la Fuente, Coahuila, 1873 - México, 1913) Político mexicano cuyo pronunciamiento
contra el régimen de Porfirio Díaz desencadenó la Revolución mexicana. Hombre
sencillo e idealista, de firmes convicciones democráticas y sincera preocupación
social, Francisco I. Madero quiso superar mediante las urnas la anquilosada dictadura
de Porfirio Díaz, presentando su candidatura como cabeza del Partido
Antirreeleccionista en los comicios de 1910. Sin embargo, tras ser detenido en plena
campaña electoral y verse forzado al exilio, entendió que sólo un levantamiento
popular podía traer un verdadero cambio.

Redactó entonces desde el exilio el Plan de San Luis, un programa político que incluía
un llamamiento a alzarse en armas contra el régimen dictatorial de Díaz el 20 de
noviembre de 1910, fecha de inicio de la Revolución mexicana. El triunfo
revolucionario lo elevó a la presidencia (1911-1913), pero, incapaz de contentar a los
líderes agraristas radicales y presionado a la vez por los sectores conservadores y por
los Estados Unidos, acabó siendo traicionado y asesinado por Victoriano Huerta, uno
de sus generales de confianza. De este trágico modo terminaron los empeños
reformadores de un hombre honesto; un final que, por desgracia, no fue infrecuente en
los turbulentos inicios de la Revolución.

Biografía

Miembro de una acaudalada familia de terratenientes e industriales, Francisco Ignacio


Madero recibió una esmerada educación en Francia y en Estados Unidos. A su
regreso a México (1892), se estableció en San Pedro de las Colonias y se hizo cargo
de parte de la hacienda familiar, etapa en que se puso de manifiesto su espíritu
progresista y emprendedor: modernizó los sistemas de cultivo y de riego y se esforzó
en mejorar la situación de sus trabajadores. Aunque ya por aquellos años albergaba
ideales democráticos y de reforma social, así como una preocupación por las
condiciones de vida de los campesinos, no empezó a participar activamente en la vida
política hasta muchos años después.
La larga dictadura paternalista de Porfirio Díaz (1876-1910) había supuesto la
consolidación del principio del orden frente al de las libertades públicas como
instrumento para conseguir el desarrollo económico de México. Benefactor de la
oligarquía agraria y protector de los privilegios de la Iglesia y de las inversiones
anglosajonas, Porfirio Díaz se había eternizado en el poder gracias a la anulación del
principio de no reelección, recogido en la Constitución de 1857. El gobierno del
dictador descansaba sobre una triple alianza: hacienda, sacristía y cuartel, sectores en
que se concentraba todo el poder y todas las tierras.

La estabilidad política y las mejoras económicas que logró Díaz, sin embargo, no
fueron a la par con la situación que vivía la mayoría de la población, que no se
beneficiaba por igual de las ventajas de la industrialización y del comercio. Los
desequilibrios sociales se agudizaron, y se extendió el deterioro de las condiciones de
vida entre el campesinado y el proletariado urbano. La inactividad del Parlamento
impidió la puesta en marcha de los cauces apropiados para corregir los desequilibrios.

En los últimos años del Porfiriato, el descontento no se limitaba a las clases más
desfavorecidas; surgieron voces críticas entre las mismas élites, se gestaron nuevos
partidos políticos y aparecieron nuevos líderes, entre ellos Francisco Madero. Hacia
1905, los abusos de poder del gobernador de Coahuila, Miguel Cárdenas,
determinaron el inicio de su activismo político: fundó el Partido Democrático
Independiente y empezó a exponer sus ideas en el rotativo El Demócrata.

De la elección a la Revolución

En 1908, en una célebre entrevista concedida a un medio norteamericano, Porfirio


Díaz declaró que el país había alcanzado suficiente madurez para iniciar un proceso
aperturista; anunció asimismo su propósito de no presentarse a la reelección y de
permitir la participación de nuevas formaciones políticas. Madero aprovechó esta
efímera ventana de esperanza para publicar, en octubre del mismo año, La sucesión
presidencial de 1910, obra de talante moderado en defensa de las libertades civiles y
de la democratización real del país que tuvo un amplio eco.

Pero un repentino cambio de opinión de Díaz, que volvió a postularse candidato, dio al
traste con las expectativas y causó gran indignación. Todo ello no hizo sino intensificar
el activismo de Madero. En 1909 fundó el Centro Antirreeleccionista de México, al
frente del cual difundió sus ideas por todo el país. En la convención celebrada en abril
de 1910, el Partido Nacional Antirreeleccionista designó a Madero candidato a la
presidencia. Temeroso de su popularidad, Porfirio Díaz ordenó el acoso a Madero, que
fue detenido en Monterrey el 7 de junio, en plena campaña electoral, y trasladado a
San Luis Potosí; con su rival bajo libertad vigilada, el Congreso reeligió a Díaz para un
nuevo sexenio.

Para Madero, esta manifiesta imposibilidad de acceder al poder por la vía democrática
evidenciaba que sólo el levantamiento armado podía llevar a un verdadero cambio. En
octubre de 1910, tras lograr eludir la vigilancia, Francisco Madero huyó a Estados
Unidos y, desde su exilio en San Antonio (Texas), hizo público el programa político
llamado Plan de San Luis (en alusión a San Luis Potosí, donde fue fechado el
documento pese a hallarse ya en el país vecino).

Madero denunció en aquel manifiesto los abusos de la dictadura y expuso, entre otros
proyectos, la intención de favorecer a los sectores agrarios restituyendo a los
campesinos los terrenos que el porfirismo les ha arrebatado arbitrariamente (Ley sobre
terrenos baldíos de 1894). Se señaló el 20 de noviembre de 1910 como fecha del
alzamiento, y, gracias a aquella apelación al apoyo rural, el campesinado terminaría
por responder al levantamiento en armas de manera unánime: era el inicio de la
Revolución mexicana.

Entre los insurrectos figuraban, junto a otros caudillos locales, algunos de los líderes
destinados a jugar un papel trascendental en la Revolución: Pascual Orozco, Emiliano
Zapata y Pancho Villa. Pese a los fracasos iniciales, entre la redacción del manifiesto y
el triunfo de Madero mediaron tan sólo seis meses. El desgaste del sistema había
convertido al ejército de Porfirio Díaz en una fuerza escasamente articulada y
debilitada, y, ante la impotencia del ejército y la incapacidad del Gobierno, la
Revolución no tardó en extenderse por todo México. La toma de Ciudad Juárez por los
rebeldes, a fines de mayo de 1911, supuso la renuncia de Porfirio Díaz y el fin de la
dictadura. El 7 de junio Madero entró triunfalmente en la capital mexicana.

La presidencia de Madero

La destitución de Porfirio Díaz dejó el camino despejado para la formación de un


sistema político democrático que aspiraba a la puesta en marcha de sustanciales
reformas sociales. Una vez formado el gobierno provisional, Madero presentó su
dimisión, a la espera de acceder al poder por la vía democrática. El anterior ministro
de Relaciones, Francisco León de la Barra, asumió mientras tanto la presidencia
interina del país.

Este gobierno de transición pronto hubo de hacer frente a las exigencias sobre la
puesta en marcha inmediata del Plan de San Luis: las tropas revolucionarias
reclamaban la restitución efectiva de las tierras a los campesinos como condición
previa a la entrega de las armas. La tensión y el descontento forzaron la convocatoria
de elecciones. Los comicios, celebrados en octubre de 1911, permitieron que, al
siguiente mes, Francisco I. Madero accediera al poder al frente del recién creado
Partido Constitucional Progresista.

En sus quince meses de gobierno, Francisco Madero quiso reconciliar a la Revolución


con los restos del antiguo régimen, pero la división del movimiento revolucionario
pondría fin a sus planes. Aunque llegó a establecer un régimen de libertades y de
democracia parlamentaria, no lograría satisfacer las aspiraciones de cambio social que
latían en las masas revolucionarias. El principal problema de la nueva presidencia era
la descomposición del bloque social que la había conducido a la victoria: frente a la
solidez del bloque reaccionario, la alianza entre el campesinado y las clases urbanas
iba perdiendo cohesión.

Madero promovió medidas para redistribuir la tierra, pero a los campesinos les
parecieron demasiado tibias; los sectores más radicales exigían expropiaciones. En
otros ámbitos de la producción, como el textil y la minería, se inició una campaña de
huelgas para reclamar mejoras laborales. Entretanto, el gobierno de Madero puso en
marcha acciones para mejorar la atención sanitaria y educativa de la población, y
aprobó la reducción de la jornada laboral, que pasó de doce a diez horas. Intentó
también racionalizar la recaudación de impuestos y evitar el encarecimiento de los
artículos de primera necesidad.

Pero, a la postre, los esfuerzos de Madero resultaron infructuosos. Desde el principio


hubo de enfrentarse, por un lado, a los líderes revolucionarios agraristas, descontentos
con su tibieza reformista, y, por otro, a las fuerzas contrarrevolucionarias
conservadoras. Emiliano Zapata fue el primero en levantarse en armas contra Madero.
El llamado Plan de Ayala (redactado por Zapata el 25 de noviembre de 1911 en la Villa
de Ayala) acusaba a Madero de traidor, desconocía su autoridad y proponía como jefe
de la Revolución a Pascual Orozco o, en caso de que éste no aceptara, al propio
Zapata. Pero lo más importante de aquel documento, pieza clave de la ideología de la
Revolución mexicana, era su contenido social: se establecía la reforma agraria y la
distribución de tierras como eje de la política e ideología revolucionarias.

Los zapatistas, en definitiva, se levantaron contra el gobierno porque Madero no había


cumplido la promesa de devolver las tierras comunales. Durante los doce meses
siguientes, las fuerzas gubernamentales fueron incapaces de sofocar completamente
el levantamiento zapatista. Algunas mentes lúcidas, como Luis Cabrera, comprendían
que era necesario encontrar una solución jurídica a las demandas campesinas. En
diciembre de 1912, Cabrera elaboró una iniciativa de ley para una reforma agraria que
no pudo concretarse. A ello hubo de añadir diversas insurrecciones de signo
contrarrevolucionario. Tan temprana como la de Zapata fue la del general Bernardo
Reyes, antiguo secretario de Guerra y Marina de Porfirio Díaz; aunque fue pronto
sofocada, nuevas rebeliones y pronunciamientos tomaron el relevo.

En medio de estas luchas fue ganando relevancia el general Victoriano Huerta; gozaba
de la confianza de Madero y había logrado derrotar a Pascual Orozco. Comandante de
las fuerzas que debían defender al gobierno, Huerta protagonizó una célebre e
ignominiosa traición durante la llamada Decena Trágica, nombre con que son
conocidos los violentos sucesos acaecidos en la capital mexicana del 9 al 19 febrero
de 1913; con el beneplácito de Estados Unidos, Victoriano Huerta depuso a Madero y
mandó fusilarlo alegando que había intentado escapar. De este modo Francisco I.
Madero, que no había conseguido en vida mantener unidos a los revolucionarios, se
convirtió tras su muerte en un símbolo de la unidad de la Revolución contra el
usurpador Huerta.
Victoriano Huerta
(Colotlán, Jalisco, 1854 - El Paso, Estados Unidos, 1916) Militar y político mexicano,
presidente de México entre 1913 y 1914. Era de ascendencia india, lo cual no fue un
obstáculo para que fuese admitido en el Colegio Militar de Chapultepec, de donde
salió, en 1876, con el grado de teniente. Ascendió los primeros peldaños del escalafón
militar en la Comisión de Cartografía Mexicana, a cuyo servicio dedicó más de ocho
años de su vida.

A lo largo de los diez años siguientes, en los distintos puestos que ocupó en el seno
del Estado Mayor durante la última parte del mandato de Porfirio Díaz, acumuló
experiencia en las fidelidades, traiciones y entresijos de la vida política. A las órdenes
del general Ignacio A. Bravo, Victoriano Huerta (cuya afición por la bebida era
desmesurada, al decir de los historiadores) participó en 1903 en la represión de las
rebeliones de los indios mayas (descendientes del pueblo prehispánico que forjó
la cultura maya), y posteriormente, durante varios años, en el sometimiento de los
indios yaquis del Estado de Sonora.

En 1910 asumió directamente el mando de la represión de los zapatistas en Morelos y


Guerrero. La mezcla de violencia, brutalidad y traiciones con que se empleó en las
campañas contra los indígenas dan la medida del talante autoritario y mezquino del
futuro usurpador de la presidencia de México, dado que por sus venas corría sangre
india. Como recompensa por los servicios prestados, Victoriano Huerta fue ascendido
al rango de brigadier general.

La crisis del régimen dictatorial de Porfirio Díaz (1876-1911), tocado de muerte con la
campaña antirreeleccionista de Francisco I. Madero, lo llevó a participar en una
conspiración contra el régimen, no sin antes solicitar la baja del ejército, aunque ésta
le fue denegada. El estallido de la Revolución mexicana (20 de noviembre de 1910)
condujo a una rápida derrota del ejército del dictador. Gracias a su pragmatismo,
Huerta se convirtió en pieza clave de la comisión que había de acompañar a Porfirio
Díaz al destierro.
Durante la interinidad de Francisco León de la Barra y hasta el nombramiento del
presidente Francisco I. Madero (1911-1913), Victoriano Huerta se dedicó a combatir
con saña y tenacidad a los seguidores del revolucionario agrarista Emiliano Zapata.
Tras ocupar Francisco Madero la presidencia de la República en noviembre de 1911,
el general Huerta decidió abandonar la milicia, pero posteriormente fue convencido
para continuar la lucha contra los líderes agraristas: Pascual Orozco y Emiliano
Zapata; este último había lanzado el Plan de Ayala, programa político entre cuyas
exigencias se encontraba la inmediata devolución a los indígenas de las tierras que les
habían sido arrebatadas bajo el régimen de Porfirio Díaz.

Huerta formó en Torreón la División del Norte, derrotó a los orozquistas en Conejos,
Rellano, La Cruz y Bachimba y estuvo a punto de fusilar a Pancho Villa. Poco después
de que el levantamiento de Pascual Orozco fuera derrotado, el general Huerta y el
ejército se convirtieron en la base principal de la continuidad de la presidencia de
Madero por sus conexiones reaccionarias y gracias también al bloqueo en el
suministro de armas con destino a los antimaderistas impuesto por el gobierno
norteamericano. En septiembre, Madero lo nombró secretario de Guerra en la capital
de la República y consiguió derrotar una nueva rebelión.

La Decena Trágica

Sin embargo, los violentos sucesos acaecidos durante la llamada Decena Trágica (del
9 al 19 de febrero de 1913) habían de cambiar definitivamente el destino de México. El
9 de febrero de 1913 estalló una segunda sublevación contrarrevolucionaria dirigida
por los generales Reyes y Mondragón. Tras asaltar la Penitenciaría y liberar al general
Félix Díaz, Victoriano Huerta, que había fingido estar a favor de la presidencia legal de
Madero, fue nombrado por éste Comandante Militar de Ciudad de México, en
sustitución del general Lauro Villar, muerto en los combates.

Pero Huerta preparaba desde esa posición la traición que le ha hecho pasar a la
historia. Tras reunirse en secreto con los conspiradores y luego con el embajador de
Estados Unidos Henry Lane Wilson (siniestro artífice del llamado Pacto de la
Ciudadela o de la Embajada, como de las dos maneras se le conoce), Victoriano
Huerta diseñó un plan para impedir que llegaran los refuerzos de Felipe Ángeles a la
capital y dio un golpe de Estado.

So pretexto de darles protección, Huerta detuvo a Madero y a su vicepresidente, Pino


Suárez, a los que convenció para que renunciaran a sus cargos a cambio de
garantizarles la salida indemnes de la capital. Una vez que sus dimisiones fueron
conocidas por los componentes del Congreso, éstos nombraron presidente interino a
Pedro Lascuráin, cuyo mandato duró escasamente cuarenta y cinco minutos, los
necesarios para renunciar a fin de que el general Victoriano Huerta asumiera la
presidencia "constitucional".
A partir de ese momento, los días de Madero y Pino Suárez estaban contados. El 22
de febrero los sicarios de Huerta se apoderaron de ambos políticos y, no lejos del
presidio del Distrito Federal, los cosieron a balazos. Para justificar su muerte se dio
como versión oficial la aplicación de la ley de fugas, asegurando que ambos políticos
habían muerto a consecuencia de los disparos cruzados entre las fuerzas que les
custodiaban y unos desconocidos que intentaban liberarles.

La presidencia de Victoriano Huerta (1913-1914)

Huerta se deshizo poco a poco de sus principales rivales, dividió a la oposición y se


enfrentó a la Cámara de Diputados, acabando por instaurar en la República un
régimen militarista sangriento que, si bien contó en sus inicios presidenciales con el
apoyo de gran parte de las clases medias, se encontró cada vez más aislado a medida
que el constitucionalismo (liderado por Venustiano Carranza, que contó con la
colaboración de los agraristas Pancho Villa y Emiliano Zapata) fue obteniendo
sucesivas victorias militares.

Su política, basada en perpetuarse en el poder a cualquier precio, estuvo llena de


desaciertos y, tras prescindir de uno de los políticos en los que se apoyó, el general
Félix Díaz, y disolver el Congreso, se creó nuevos rivales con actos como las "levas"
de pacíficos ciudadanos (para nutrir de carne de cañón su ejército) y los asesinatos de
diputados (como Rendón, Domínguez y Gurrón) y de profesionales, propietarios y
empleados públicos.

Victoriano Huerta

Pero su mayor error fue atacar los intereses norteamericanos al decidirse por las
ofertas de los británicos en cuestiones relacionadas con las concesiones petroleras. El
nuevo presidente demócrata norteamericano, Woodrow Wilson, optó entonces por
retirar el apoyo a Huerta y decantarse abiertamente por los revolucionarios
constitucionalistas. Tras la ocupación de Veracruz por los marines norteamericanos y
la derrota de los federales de Huerta en Zacatecas a manos de Pancho Villa, el
presidente Huerta entregó la renuncia a su cargo en la persona del licenciado
Francisco S. Carvajal e inició su exilio, que lo llevó primero Londres y luego a España.
Entretanto había estallado la Primera Guerra Mundial, y los plenipotenciarios
alemanes Franz von Rintelen y Franz von Papen le ofrecieron todo tipo de ayuda
económica y bélica para que regresara a México y (aprovechando las disensiones
internas del constitucionalismo) se hiciera de nuevo con el poder, a cambio de que
declarara la guerra a Estados Unidos. Victoriano Huerta se embarcó en Cádiz rumbo a
Nueva York, siendo detenido, junto a Pascual Orozco, en la estación ferroviaria de
Newman, en Nuevo México, acusado de conspirar en favor de Alemania violando la
neutralidad. Por su delicado estado de salud, se le dejó libre en una finca que poseía
en El Paso (Texas), pero, tras la fuga de Orozco, Huerta fue internado en la cárcel
militar de Fort Bliss, donde falleció víctima de una cirrosis hepática el 13 de enero de
1916.
Venustiano Carranza
(Cuatro Ciénegas, Coahuila, 1859 - Tlaxcalaltongo, Puebla, 1920) Político mexicano
que lideró la etapa constitucionalista de la Revolución. Venustiano Carranza logró
aunar las voluntades de los distintos caudillos revolucionarios frente a la dictadura
contrarrevolucionaria del general Victoriano Huerta (1913-1914), pero, tras una rápida
victoria, hubo de enfrentarse a las reivindicaciones de los dos líderes agraristas que le
habían apoyado: Pancho Villa y Emiliano Zapata. Después de afianzar su posición,
convocó un Congreso Constituyente en Querétaro del que saldría la Constitución de
1917 y que le eligió como presidente de la República (1917-1920), poniendo fin a la
fase más desgarradora de la Revolución mexicana.

Venustiano Carranza estudió leyes en la capital mexicana y a partir de 1887, año en


que contrajo matrimonio con Virginia Salinas, comenzó a participar activamente en la
política local, alcanzando paulatinamente los cargos de presidente municipal de Cuatro
Ciénegas, diputado local, senador y gobernador de Coahuila. Cuando en 1910 estalló
la Revolución mexicana, Venustiano Carranza se adhirió al maderismo; un año
después, la Revolución y las elecciones habían aupado a Francisco I. Madero a la
presidencia de la República. Durante el mandato de Madero (1911-1913), Carranza
fue designado ministro de Guerra y Marina.

En 1913, el presidente Madero fue asesinado por sicarios de quien sería su sucesor
en la presidencia: Victoriano Huerta, que instauró una férrea dictadura militarista
(1913-1914) de signo claramente contrarrevolucionario. Poco después del asesinato
de Madero, Venustiano Carranza proclamó el Plan de Guadalupe (marzo de 1913),
manifiesto a la nación en que negaba la autoridad del gobierno usurpador de
Victoriano Huerta y se nombraba a sí mismo Primer Jefe del Ejército
Constitucionalista. Su bandera política era la obediencia a la Constitución y la
restauración del orden alterado.
En su lucha contra Victoriano Huerta, Carranza recibió el apoyo de otros líderes
revolucionarios. En el norte contaba con la ayuda de Álvaro Obregón, Pablo González
y Pancho Villa, mientras que en el sur otro revolucionario, Emiliano Zapata, iniciaba
una lucha independiente. En 1914, los Estados Unidos invadieron México; Carranza
estableció acuerdos con los estadounidenses para evitar la intromisión en la política
interna mexicana. Mientras tanto, los ejércitos constitucionalistas triunfaban en todos
los frentes, obligando a Victoriano Huerta a renunciar a la presidencia en julio de 1914.

Carranza entró victorioso en Ciudad de México; sin embargo, pronto surgieron


diferencias entre los distintos jefes revolucionarios. Para intentar paliarlas se convocó
la Convención de Aguascalientes (octubre de 1914), en la que se abrieron brechas
irreconciliables, haciéndose insalvable la división en dos bandos: el revolucionarismo
agrario de Pancho Villa y Emiliano Zapata, que se negaron a disolver sus ejércitos y a
reconocer la autoridad de Carranza, y la tendencia moderada y legalista que
encarnaba el mismo Carranza y que contaba con el apoyo de Álvaro Obregón.

La autoridad de Venustiano Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista


había quedado cuestionada, por lo que se retiró a Veracruz, en donde estableció su
propio gobierno, nombró al general Álvaro Obregón comandante del Ejército de
Operaciones y planeó la ofensiva contra Emiliano Zapata y Pancho Villa. Al mismo
tiempo expidió disposiciones agrarias, fiscales, laborales, judiciales y en materia de
recursos petrolíferos y mineros. Instituyó asimismo el municipio libre, legalizó el
divorcio, estableció la jornada máxima de trabajo y el salario mínimo.

La retirada de Carranza a Veracruz dejó el camino libre a Villa y Zapata, que entraron
en Ciudad de México e instalaron en la presidencia primero a Eulalio Gutiérrez y luego
a Roque González Garza. Pero entre abril y junio de 1915, una serie de victorias de
Álvaro Obregón forzaron a Pancho Villa a abandonar la ciudad y permitieron a
Venustiano Carranza regresar a la capital del país. Carranza convocó entonces un
Congreso Constituyente en Querétaro que elaboró la nueva Constitución de 1917 y le
eligió como presidente constitucional. Terminaba con ello la Revolución mexicana, o al
menos su fase más convulsa.

La gestión de Carranza se caracterizó, en primer término, por los esfuerzos de


pacificación del país, no del todo infructuosos. Ni Zapata ni Villa habían depuesto las
armas, pero vieron muy rebajado su poder; el primero fue asesinado en 1919, y Villa
no abandonó la lucha hasta 1920. Por otra parte, el gobierno de Carranza emprendió
la reconstrucción de las infraestructuras devastadas por la guerra, promovió la
reactivación de la economía e inició una tímida reforma agraria, con el reparto de
doscientas mil hectáreas de tierra. Pese a la avanzado de las ideas contenidas en la
Constitución de 1917 que había impulsado, Carranza terminó interpretándola en
dirección claramente conservadora; reprimió las manifestaciones obreras y acabó
paralizando la reforma agraria. El asesinato de Zapata redujo todavía más su
popularidad.
El sucesor natural de Carranza era el general Álvaro Obregón, pero, al aproximarse el
relevo presidencial, Carranza cambió de idea y designó a un civil. La reacción no se
hizo esperar. En 1920, Álvaro Obregón y los generales sonorenses Plutarco Elías
Calles y Adolfo de la Huerta desconocieron, mediante el Plan de Agua Prieta, la
autoridad presidencial. Carranza se sintió amenazado y decidió trasladar el gobierno a
Veracruz, pero fue emboscado en Tlaxcalaltongo, Puebla, y asesinado. Le sucedió
interinamente Adolfo de la Huerta y, una vez celebradas las elecciones, Álvaro
Obregón (1920-1924).

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