El Tamaño Del Miedo
El Tamaño Del Miedo
El Tamaño Del Miedo
Miró para atrás con cara de susto, y se quedó jadeando, pegadito a la sapa y al oso
hormiguero.
-¡Doña sapa, qué susto! ¡Don oso hormiguero, no se imagina el tamaño que tenía! ¡Y me
miraba con unas ganas!
-Sí, claro, ya sabemos que era grande, pero ¿qué era eso que lo asustó tanto?
-¡Ay, doña sapa! ¡Ay, don oso! ¡Pensé que ya estaba muerto del todo!
-Bueno, ya pasó. Ahora estás entre amigs y no hay ningún peligro ¿Pero… cuál era ese
monstruo?
Mientras el coatí se tapaba los ojos como para no seguir viendo a ese monstruo, el oso
hormiguero le preguntó a la sapa:
-¿Sería el yacaré?
-Bueno, coaticito –dijo la sapa-, quedate tranquilo que aquí estamos el oso hormiguero y
yo para cuidarte.
-¡Ay doña sapa, el tamaño que tenía! ¡El ruido que hacía cuando caminaba! ¡Los rugidos
que pegaba! ¡Era como un viento quebrando las ramas de los árboles! ¡Qué susto! ¡Todavía estoy
temblando hasta la punta de la oreja!
-Ya me voy dando cuenta –dijo la sapa pensativa- ¿Y tenía una cola muy larga, como un
látigo?
-Bueno, me parece que ya sé cuál era ese bicho, y no es para andar temblando más.
-Ni un poquito.
-Eh, doña sapa –dijo el oso hormiguero-, ¿cómo es eso de igual pero distinto?
-Porque así son estas cosas, y el miedo de cada un es como el miedo de cada un.
-Ya sé cómo son esas cosas. La cuestión es animarse y pelearlo ¿Acaso nunca oyeron decir
que hay que vencer el miedo?
-¿Quién si no?, pero primero tuve que enfrentarlo en una pelea a muerte. Me acuerdo
como si fuera ayer. Me había agarrado en medio de la oscuridad y pegaba unos rugidos que
iluminaban la noche.
-Así era el miedo ese, no les miento. Respiré hondo y lo atropellé mirándolo fijo. Ya me
había cansado de andar disparándole.
-Tendrían que haberlo visto, se fue achicando y achicando, hasta que desapareció como un
humo. Y ahí lo hice volar de un soplido.
-¡Añamembuí! Eso sí que me deja contento –dijo el coaticito-. Usted sí que es valiente,
doña sapa.
-No crea, m’hijo, lo que pasa es que ahí había cambiado el tamaño del miedo.
La sapa comenzó a alejarse silbando un chamamé.
-Eh, doña sapa –la llamó el coaticito-, una última pregunta. Cuando me agarre de nuevo,
primero tengo que respirar hondo, ¿no?
-Eso, m’hijo, y largar el aire de golpe y atropellar, y ahí es donde cambia de tamaño.
-Fácil –dijo la sapa mientras se alejaba-, en ese caso respire más hondo todavía y atropelle
más fuerte, pero para el otro lado. Y no afloje hasta que se le duerman las patas. Ja, si sabrá de
miedos esta sapa.