Libro 34 Sociología Jurídico

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Selección de Textos Jorge Alfonso Moreno Chávez.

INTRODUCCION

La presente compilación de artículos y textos tiene la finalidad de servir de material de reflexión para
el curso de Sociología del Derecho. El Primer artículo Sociedad y Derecho nos ofrece algunos
aspectos para una Introducción a la Sociología del Derecho presentando algunos conceptos
fundamentales, los temas de la Sociología Jurídica, su utilidad y los grandes autores que han incidido
en la materia. El segundo artículo sobre las funciones del Derecho de Josep Vilajosana, El tercer
tema artículo trata sobre la discusión sobre el Poder y la legitimidad, su autor es Ramón Maiz, el
cuarto artículo es un compendio de reflexiones de los autores clásicos de la sociología jurídica sobre
sus teorías sociológicas más importantes. El quinto trata sobre las Desviaciones sociales.

SOCIEDAD Y DERECHO
Jorge Moreno Chávez

SOCIOLOGÍA DEL DERECHO.

Para el Sociólogo o el estudiante de la disciplina existe una clara distinción entre Sociología General
y las Sociologías Especiales. La Sociología del Derecho pertenece a éstas últimas y tiene una
creciente importancia desde su aparición a fines del Siglo XIX.

La Ciencia del Derecho ha recorrido un largo camino. El Derecho...”es el conjunto de normas


coercibles que regulan la convivencia humana en interferencia intersubjetiva”. Se trata pues de un
conjunto de normas ó juicios imperativos, que reglan vínculos entre personas, y que por definición
son coercibles, es decir que su incumplimiento trae aparejada una sanción o el cumplimiento de la
obligación aún en contra de la voluntad del obligado.

Lo que implica que toda sociedad, medianamente civilizada, tiene un sistema de normas que regulan
la convivencia social y han sido establecidas por el poder legítimo, para resolver todo tipo de
conflictos que en la convivencia cotidiana puedan presentarse, para ayudar a consolidar un “orden
social” y tornar previsibles las conductas. De allí la conocida expresión de los romanos: “ubi societas
ubi jus” expresión latina que traducida significa: “donde hay sociedad hay derecho”.

Y si bien la discusión es muy vasta respecto del objeto, adoptamos el criterio que el mismo es “la
norma” como mandato imperativo de conducta que posee una estructura lógica. En consecuencia el
Científico del Derecho estudia normas o un conjunto de normas positivas y vigentes en una sociedad
y tiempo determinados.

CONCEPTO DE SOCIOLOGIA DEL DERECHO

La sociología del derecho es la parte de la sociología que se encarga de estudiar lo jurídico como
resultado de la interacción social. La preocupación por establecer la relación entre Derecho y
Sociedad es muy vieja y se concretó en la antigüedad griega en un interés sobre las formas de
gobierno, de ejercerlo y de aplicar las leyes, cuestionando o justificando de entrada la legitimidad de
los seres humanos que ejercen la autoridad o que tienen la potestad de elaborar leyes que serán
obedecidas por todos los miembros de una comunidad1. El origen formal de la sociología del derecho
se deriva del boom de la filosofía positivista.

La sociología jurídica es el resultado de la actividad de juristas con vocación sociológica. Juristas que
han abierto los poros de la dogmática jurídica al mundo de los factores sociales insatisfechos con la
mera contemplación positivista de los ordenamientos jurídicos.2

IMPORTANCIA DE LA SOCIOLOGIA JURIDICA

Los sistemas normativos no garantizan una Justicia para todos, a ella acceden empresas, grupos de
las clases sociales altas y medias altas, peno a menudo se les niega a las clases sociales
postergadas por que “las defensorías de pobres” a menudo carecen de presupuesto adecuado para
cumplir eficientemente sus funciones y los sectores marginales ni siquiera pueden afrontar las “tasas
de justicia” que permiten formar un expediente. Por otra parte, los sectores pobres ó marginales
ignoran sus derechos y a menudo carecen de asistencia técnica jurídica.

1 López Durán, Rosalío. Sociología General y Jurídica. Iure Editores. México 2005. p.266. 2 Soriano, Ramón. Sociología del Derecho. Ariel,
Madrid, citado por López Durán. Op.cit. pag 267.

En la misma línea de pensamiento se pone el acento en otros problemas como la Crisis del Poder
Judicial y su relación con los otros Poderes del Estado. Este aspecto tiene que ver con la efectiva
independencia del Poder Judicial y el cumplimiento del Sistema Republicano. El otro tema está
configurado por el problema del Acceso a la Justicia, y el aspecto crítico tiene relación con los
sectores de status socioeconómico bajo que carecen de los medios necesarios para litigar en
tribunales por lo que hay una denegatoria “de hecho” a plantear en un proceso sus demandas de
aplicación de la ley para resolver sus conflictos.

Otra dimensión importante está vinculada a la eficiencia en los servicios de administración de justicia.
Que se expresa en distintos problemas: por un lado la morosidad judicial, que por el aumento de la
litigiosidad torna mucha más lenta la administración de justicia. El otro aspecto está vinculado a la
insuficiencia de recursos materiales y humanos suficientes en el Poder Judicial de los estados
subdesarrollados que se expresan con juzgados sin equipos de computación, sin insumos
indispensables para la realización de pericias, sin infraestructura edilicia adecuada entre otros temas
Esto constituye la fuente de la Sociología del Derecho en sus expresiones actuales, con mayor
justificación en el escenario del mundo moderno caracterizado por la Globalización en la que
predomina ostensiblemente el modo de producción capitalista y según datos del Banco Mundial se ha
venido verificando una significativa regresión en el proceso de distribución de ingresos de los distintos
sectores de la población en desmedro de los sectores medios bajos y los grupos de excluidos
sociales es decir los que están por debajo de límite de la pobreza.

Lo expuesto, explica en América Latina, la intención de diversos proyectos de reforma legislativa que
aspiran a modernizar los Códigos de Procedimientos en materia Civil y Comercial, Penal y
Contencioso administrativo, e impulsar instituciones como la “mediación” que posibiliten la resolución
de conflictos con mayor rapidez, inmediatez de verificación de la prueba, y acuerdos extrajudiciales
entre partes que eviten dilaciones innecesarias y mayores costos al tiempo que se intenta disminuir la
litigiosidad. La intención de los cambios apuntados es positiva y derivaría en la mejora de la “calidad
institucional” del país.

Finalmente, los aspectos más relevantes de la Sociología del Derecho, su contenido, los temas y
problemas más significativos, las distintas vertientes teóricas que la nutren, y los aspectos actuales
del debate respecto a la eficacia y la equidad de Orden Jurídico, que integran los campos más
relevantes de las investigaciones en la materia.
CARACTERISTICAS DE LA SOCIOLOGIA DEL DERECHO.

Soriano enumera siete características de la sociología del derecho: No es paradigmática Es autónoma Es independiente Es
interdisciplinaria Es informativa y crítica Es teórica-empírica Es omnicomprensiva y acumulativa

No es paradigmática.
La sociología es una ciencia abierta, por lo que no recorre todavía todo su camino temático y que sus
conclusiones se presentan en el marco de la probabilidad, y no en el de la seguridad y certeza. Lo
que no quiere decir que sea carente de cientificidad. Aunque la práctica de la sociología jurídica sea
todavía muy marginal entre las ciencias sociales.

Es autónoma.
Una de las críticas a la sociología jurídicas es la falta de autonomía ya que depende tanto de la
sociología general como de la ciencia jurídica. El sociólogo italiano Scarpelli piensa que puede
alcanzar su autonomía. En este camino existen dos peligros: EL juridiscismo sociológico y el
sociologismo jurídico. El primero consiste en convertir la sociología del derecho en una técnica jurista,
el extremo sería convertirla en una ciencia sociológica más, en la que lo sociológico esté por encima
de lo jurídico. La autonomía se refiere estrictamente a aspectos metodológicos. Pero el hecho de que
se llegue a consolidar la autonomía del carácter metodológico no convierte a la sociología jurídica en
una ciencia independiente.

Es independiente.
La sociología del derecho debe ser una ciencia independiente que tenga como propósito estudiar las
implicaciones que hay entre la sociedad y el derecho y la solución de los problemas derivados de esa
interacción. La independencia de los centros de poder, ya que los iussociólogos no deben colocarse
al servicio del poder político o de los intereses del mercado. Hay que evitar la interpretación
interesada, la interpretación de los conservadores ante la crítica social y la de los progresistas ante
los datos favorables al status quo. El poder marginará a la sociología adversa o aprovechará la
favorable. La independencia de los centros de poder no es todavía importante ya que tienen a la
sociología jurídica resguardada dentro de los muros universitarios.

Es interdisciplinaria.
La interdisciplinariedad de la SJ (Sociología Jurídica) implica la apertura del investigador hacia los
avances de la ciencia, teorías y descubrimientos. Segundo implica incorporar métodos de otras
ciencias y tercero la colaboración solidaria de sociólogos y juristas.

Es Informativa y crítica.
El sociólogo es quien mejor conoce la realidad social y puede aportar soluciones reales y adecuadas
a los problemas de la sociedad. Puede el sociólogo desarrollar una crítica social que surge de su
trabajo investigativo. Y por sus temas de análisis se conecta con los intereses generales de la
sociedad. Esta crítica tiene una función orientadora en tres sentidos: suprimir el derecho vigente que
no se ajuste al comportamiento social, crear nuevas reglas jurídicas por la presión de reglas sociales
preexistentes a la norma positiva, y modificar parcialmente el derecho vigente ampliando la materia
jurídica del sector social regulado con el reconocimiento de una pluralidad de formas sociales y de
comportamientos no incluidos en las normas jurídicas anteriores.
Es teórico empírica.
El carácter inicial de la sociología fue eminentemente teórico. Luego la investigación empírica derivó
en una escasa producción teórica. La síntesis significa la tendencia actual a que la sociología jurídica
adquiera ese equilibrio entre lo teórico-especulativo y lo empírico.

Es omnicomprensiva y acumulativa.
La sociología jurídica abarca todas las formas de interacción entre la sociedad y el derecho, además
tiene un contenido acumulativo y en continuo crecimiento.

TEMAS DE LA SOCIOLOGÍA JURÍDICA.

Algunos temas importantes de la sociología jurídica son La perspectiva histórica del a sociología del
derecho. Es el análisis del desarrollo de la sociología jurídica tratando de aislarlas del resto de las
disciplinas.

La Normatividad social y el Derecho. Es el análisis del derecho como una regla de comportamiento.

La sociología general y derecho. Es la sociología proyectada a la realidad del derecho. El cambio, el


conflicto, el control social, la fuerza, la coercibilidad.

La metodología de la investigación sociológico-jurídica. Se refiere a los ajustes para que las técnicas
de investigación social puedan ser aplicadas al campo del derecho, considerando antes de la
encuesta el análisis de documentos. Por ejemplo las encuestas de opinión en la tarea de la reforma
legislativa.

La sociología general del ordenamiento jurídico. Las funciones sociales del derecho, la eficacia social
de las normas, la sociología de la legislación y la sociología de la aplicación del derecho. Y temas
particulares como la sociología del derecho civil, del derecho ecológico, del derecho de información,
de las telecomunicaciones. La sociología de las profesiones jurídicas: jueces, abogados, policías,
fiscales, secretarios, magistrados.

Según Rehbinder los temas de la sociología jurídica son el derecho como sistema de la acción social,
la comunidad jurídica y su organización (parlamentos, tribunales, autoridades, cárceles, policía,
colegios de abogados, bibliotecas etc.). El staff jurídico (el juez, el funcionario, los abogados del
Estado, los abogados, los notarios, los juristas, el proceso jurídico), la administración de justicia (el
derecho judicial), el derecho de asociaciones. El derecho como legitimación del poder, la conciencia
jurídica (el sentimiento de justicia), el derecho y las ideologías, Marxismo y Derecho (el reproche de la
justicia clasista, la eficacia del derecho: el comportamiento de los sometidos al derecho. El ethos
jurídico, la creencia en la legitimidad. Los motivos de la ineficacia del derecho, los límites de la
eficacia del derecho. El derecho y los comportamientos desviados.

UTILIDAD DE LA SOCIOLOGÍA JURÍDICA.

La sociología jurídica tiene una función dual, una de carácter científico y otra de carácter práctico, lo
que se traduce en una doble vertiente: una pura y otra aplicada. Como ciencia es un saber razonado,
sistematizado y coherente que tiene como objetivo verificar la realidad. El conocimiento del derecho
debe estar enmarcado en la realidad, deben preguntarse cómo han aparecido los fenómenos
jurídicos y frente al derecho dogmático debe descubrir al legislador sociológico.
Se interesa en el fenómeno de la ineficacia de las leyes, tema en el cual la dogmática está poco
interesada porque presupone la perfección de la ley. Interesa el grado de cumplimiento social de la
norma, o la medida en que la norma se corresponde con la realidad social.

La sociología jurídica tiene una función práctica. En la Sociología de la jurisdicción, que analiza la
pericia sociológica y la interpretación sociológica (colaboradora de la actividad del juez). La sociología
legislativa. Donde se analiza la oposición entre hechos sociales y derecho. La sociología tiene un
lenguaje descriptivo, el derecho tiene un lenguaje imperativo. La sociología contractual. El contrato es
una forma especial de decisión judicial.

La sociología jurídica es un excelente auxilio para mejorar la interpretación de la ley, subsanar las
lagunas y aplicarlas a casos concretos. Puede estudiar los efectos que causa una ley, para orientar
la política legislativa y las acciones del gobierno. La sociología jurídica es indispensable cuando la
ley utiliza términos como buenas costumbres, moral pública cuyo significado tiene que averiguarse en
el contexto de la sociedad.

CARACTERISTICAS DEL DERECHO SEGÚN LA SOCIOLOGÍA JURÍDICA.

El derecho desde la perspectiva sociológica tiene tres características: es una norma social histórica,
es plurifacética y es pluridimensional.

Se dice que el derecho es una norma social histórica porque aun los derechos fundamentales se
consideran el núcleo sustancial de todo derecho o de todos los derechos y un componente histórico.
Es un producto de la cultura que surge en un tiempo y lugar determinado. Plurifacético porque se
manifiesta como ser y como deber ser.

El derecho se puede analizar desde la sociología, desde la psicología, desde la economía. Todos
tienen que ver con lo normativo desde su punto de vista. Es pluridimensional porque no está
restringido al tiempo ni al espacio, siempre es posible, limitado, ajustado a determinadas condiciones
de tiempo y espacio.

FUNCIONES DEL DERECHO EN LA VIDA SOCIAL.


El derecho cumple con tres funciones básicas en la vida social:
**Estabilidad y cambio social.
**Prevención y resolución de conflictos.
**Organización, legitimación y restricción del poder político.

El derecho es un factor de estabilidad de las estructuras sociales y al mismo tiempo puede propiciar,
mediatizar controlar u obstaculizar el cambio social. La norma debe ser lo suficientemente abstracta
para considerar el mayor número de situaciones y lo suficientemente precisa para delimitar con
claridad la materia que pretende regular.

El derecho pretende resolver los conflictos de intereses entre los particulares y los grupos sociales
entre sí. Es un mecanismo de solución de conflictos intercomunitarios. ¿Existían mecanismos de
resolución de conflictos antes del derecho en la sociedad antigua?

La organización, legitimación y restricción del poder político forman parte de la unión indisoluble que
tienen los conceptos de Estado y Derecho. La Revolución Francesa restringió los abusos del poder
de las monarquías absolutas.3 La idea de un Estado limitado por el derecho ha venido evolucionando
desde entonces ya que el orden actual internacional las relaciones de países están condicionadas por
la presencia de organismos internacionales, regidos por el derecho y de cuya actuación depende el
respecto de los demás miembros de la comunidad internacional.
En la solución y prevención de conflictos de intereses hoy en día no podemos obviar los dos grandes
ejes de la sociedad actual: la democracia y el Estado de Derecho. Dentro de un proceso de
Globalización, interdependencia económica y cultural.

Desde el punto de vista del cambio social el derecho puede asumir cuatro funciones: propiciar el
cambio social, mediatizar el cambio social para que no se lleve a cabo, controlar el cambio social, y
obstaculizar el cambio social.

ESTABILIDAD Y CAMBIO SOCIAL


A finales del siglo XVIII la Revolución francesa produjo un régimen formalmente igualitario. Se
terminaron los privilegios de unos cuantos y todos los habitantes fueron considerados iguales frente a
la ley. La justicia ya no provenía de una voluntad divina. El privilegio de los nobles ante la posibilidad
de que un sujeto con poco talento pudiera gobernar un país porque era la voluntad divina, ya no era
posible. La justicia era una.

La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano empieza: “Los representantes del pueblo
francés,…considerando que la ignorancia, el olvido y el desprecio de los derechos del hombre con las
únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos ha resuelto exponer en
una declaración solemne los derechos inalienables, naturales y sagrados del hombre….” estructura
social racionalmente construida por leyes producto de una actividad consciente y racional de los
representantes populares.

En el Despotismo Ilustrado los cambios sociales se daban desde la autoridad, donde el monarca tiene
la mayor posibilidad de actuar por sí mismo, sin ningún tipo de controles, como suele suceder en los
regímenes democráticos.

Los sistemas democráticos por el contrario, reflejan mejor los deseos y voluntades de los ciudadanos
y presentan mayores controles sociales del ejercicio del poder, por lo que es infrecuente el cambio
social desde el derecho estando inconexo con los factores externos.

El derecho tiene otras funciones: La función orientativa -persuasiva. En algunas sociedades el


derecho tiene un alto prestigio como mecanismo de control social e instrumento de solución de
conflictos. En otras sociedades tiene poco prestigio, y posee un nivel de persuasión muy bajo.

El derecho tiene una función distributiva relacionada con el reparto de ventajas y cargas entre los
ciudadanos y grupos de la sociedad. Dworkin defiende unos derechos intangibles como la libertad y
los derechos de personalidad contra el gobierno. John Rawls defiende derechos y bienes jurídicos
primarios libres del tráfico jurídico.4Los criterios de distribución han sido el estatus, el mérito personal
o trabajo, y la necesidad.

La función promocionadora dice que el derecho alienta valores y nuevos derechos sociales,
económicos y culturales. Existe una responsabilidad hacia la sociedad para redistribuir las cargas,
beneficios y derechos.

HISTORIA DE LA SOCIOLOGÍA JURÍDICA

La Ética a Nicómaco y La Política de Aristóteles son las precursoras de la sociología jurídica. El


comienzo de la sociología lo establecen algunos con El Espíritu de las Leyes de Monstesquieu en
1748. Porque ahí describe la interdependencia entre el derecho y la vida social en la medida en que
la posibilidad de hacer reales los mandatos del legislador depende de una serie de condiciones
sociales que no son siempre las mismas sino que varía con los tipos de sociedad.5
ULPIANO Desde la filosofía jurídica, las antiguas concepciones del Derecho Natural, que nacen en
el Derecho Romano Clásico, que lo conceptual izaba como los derechos inmanentes de los hombres
que hacen a la dignidad de la persona (a la vida, la libertad, a asociarse, a opinar libremente, etc.) y
que son anteriores al derecho legislado, que fue –entre otros- tratado por Ulpiano quién clasificaba al
derecho en tres vertientes: a) derecho natural; b) derecho Civil; y c) Derecho de Gentes, aplicable a
todas las personas que no eran de Roma. Que luego se proyecta en la Concepción Tomista de la
“tríada” de leyes que abarcaba: 1) la ley divina; 2) la ley natural; y 3) la ley humana.

HUGO GROCIO Posteriormente, por las ideas de Hurgo Grocio surge la concepción racionalista del
Derecho Natural como anterior al derecho positivo. En el siglo XVIII los filósofos franceses de la
Ilustración tienen también su propia concepción del Derecho Natural como anterior al Estado. En
todas las vertientes, el derecho natural apareció como una “valla” al poder absoluto de la monarquía,
cuya finalidad era limitar el poder del “Príncipe” y garantizar las condiciones esenciales de los
ciudadanos. Con la Revolución de 1789 en Francia, aparece la “Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano” que convierte a los derechos naturales en derecho escrito y legislado.

ESCUELA DE FRANKFURT: HABERMAS, ADORNO Y HORKHEIMER. Las corrientes críticas


también se inspiran en la Escuela de Frankfurth que integraron Horkheimer y Adorno, a la que –con
críticas previas- se sumó J. Habermas

ENMANUEL KANT Esta era distinción del filósofo Emanuel Kant, cuando señalaba que para el
científico del derecho la preocupación pasa por el “quid jus”, esto es qué es el derecho aquí y ahora,
para el Filósofo de la disciplina la pregunta es el “quid juris” o sea “qué es el derecho en todo tiempo
y todo lugar, es decir su esencia universal”, lo cual se comprende porque la filosofía aspira al saber
sin supuestos que busca establecer la cualidad universal de sus objetos. En tanto el Jurista tiene
como punto central de interés conocer el ordenamiento jurídico vigente de un país en un tiempo
histórico concreto. En consecuencia, el hombre de derecho interpreta el derecho, es decir busca el
sentido y el alcance de las normas que regulan las relaciones sociales.

Además aplica el derecho, en el sentido que ante un caso concreto verifica qué normas son
aplicables en la búsqueda de la solución en los estrados de la justicia ó en acuerdos extrajudiciales.
Del mismo modo que el Juez, que en el desarrollo del proceso finalmente llega a una sentencia, que
es una forma de aplicación del derecho. A su vez el Científico del derecho sistematiza las normas, es
decir las agrupa articuladamente cuando refieren a una rama del derecho, labor que se realiza con la
Codificación ó el agrupamiento de normas afines.

Finalmente, el Jurista crea derecho, lo que significa que en virtud de la “autonomía de la voluntad”
principio que consagra el Código Civil, crea normas a través de la realización de un contrato de
compraventa, locación, comodato, sociedad etc. En definitiva es claramente perceptible la
diferencia de objetos de las disciplinas Filosofía y Ciencia del Derecho o Dogmática Jurídica.

AUGUSTO COMTE Augusto Comte pretendía atrapar el derecho en su proceso de desarrollo


identificando derecho y ley, profetizando luego la desaparición del derecho.

CARLOS MARX lo entendía como un sistema del ejercicio del poder de la sociedad organizada
políticamente, poder que sería necesario solamente en la sociedad de clases. En la conocida obra de
Engels “El Antidüring” en el capítulo referido a Moral y Derecho” afirma Engels, que “...las normas
jurídicas forman parte de la superestructura de la sociedad y constituyen pautas que tienden a
reafirmar la dominación de una Clase social por otra.

De éste modo el Código Napoleón de 1804, no es más que la forma de proteger la propiedad
burguesa”...... Es decir, que en consonancia con Marx se visualiza al derecho como “un instrumento
más de dominación de clases sociales y formando parte de la superestructura de la sociedad”. Y así
como el Estado es instrumento de dominación, lo es también el derecho que trasunta en mandatos
normativos la decisión de los que mandan.

Por ello, el derecho aparece como medio del conflicto de clases que es una ley del marxismo, según
surge del “Manifiesto Comunista” de 1848. Esto explica que muchos autores actuales presentan la
teoría marxista como una versión de la Teoría del Conflicto, que en tiempos recientes tiene nuevos
exponentes.

EMIL DURKHEIM La Sociología del Derecho es “la parte especial de la Sociología que describe y
explica la influencia del derecho en la vida social y a su vez de qué modo los fenómenos sociales y
culturales se convierten en normas e instituciones jurídicas y por qué”.

Adviértase que estamos describiendo un sendero de “doble mano”, es decir, por una parte indagamos
cómo influye el sistema normativo en la vida social y por la otra, de qué modo la sociedad propicia la
creación de nuevas normas e instituciones jurídicas.

Por ello y si pensamos objetivamente, la Sociología del Derecho tiene tanta legitimidad e importancia
como la Sociología Económica, la Sociología Educativa o la Sociología Política con la que tiene una
relación estrecha, en razón que las decisiones legítimas se imparten a través de normas. Esto
explica, a su vez, el extraordinario desarrollo que ha tenido como campo de investigación científica en
el último siglo.

El estudio comparativo de las instituciones como la familia, la indagación del complejo origen de la
criminalidad, o las razones que explican la penalización del aborto, o si está o no permitida la
eutanasia, son apenas algunos de los temas que despiertan el interés de los sociólogos del derecho.

Herbert Spencer concibió al derecho como uso positivizado y la justicia la entendió como Ley de
libertad igualitaria.

Ehrlich divide la el derecho en derecho estatal, derecho de juristas y derecho social. Durkheim critica
la equiparación entre Derecho y ley considerando al derecho como hecho social e investiga los
diferentes tipos de derecho y las diferentes formas de sociedad. Para Petrazycki el derecho es una
experiencia síquica que ordena al individuo a hacer algo y por otra parte le concede el derecho de
exigir el cumplimiento de otros. Hägerström negó el carácter absoluto de los juicios de valor y luchó
contra el derecho natural y el positivismo jurídico. Pound acuñó la famosa frase del derecho como
“ingeniería social”, propuso la investigación de la realidad social de las instituciones, preceptos y
doctrinas jurídicas. Estudió el método jurídico, elaboró una historia sociológica del derecho.

Theodor Geiger desvela los elementos ideológicos de las doctrinas jurídicas y elabora el concepto
de un derecho unívoco determinado como fenómeno social. Los juicios de valor son inadmisibles y
desde ahí al derecho tampoco le corresponde validez objetiva alguna. Solo tiene una posibilidad de
eficacia.

La sociología jurídica francesa influenciada por Emile Durkheim, León Duguit, Maurice Hauriou y Jean
Carbonnier. Los primeros sociólogos del derecho fueron Eugen Ehrlich, Emile Durkheim, Leo
Petrazycki, Axel Hägerström y Roscoe Pound

Con Roscoe Pound surgió el Legal realism de Kart Lewellyn. Para este último el derecho cumple la
misión de integrar los grupos con ayuda de diferentes funciones parciales.
MAX WEBER
Para Weber (1864-1920, el sociólogo alemán más significativo), el derecho es aquel orden social
cuya validez garantiza un aparato por medio de la coacción. Es la validez garantizada por medio de la
coacción. Al derecho solo pertenecen aquellas normas que tienen validez sociológica. La validez
sociológica es la probabilidad de observancia en el caso concreto. No se la puede equiparar con
cumplimiento. Debemos decir: esta norma se cumple un tanto por ciento.

La costumbre para Weber es la regularidad fáctica del comportamiento condicionada por el hábito,
que a consecuencia de la tradición puede convertirse en norma social respaldada por el acuerdo. Max
Weber tiene una obra importante llamada Economía y Sociedad. El derecho ha evolucionado desde
el formalismo mágico hasta el racionalismo utilitarista, es decir, desde la época primitiva con sus
manifestaciones carismáticas hasta la praxis administrativa racional por medio de un staff jurídico
especializado.

Max Weber, quién en “Economía y Sociedad” y en una obra posterior dedicada al tema que nos
ocupa, deja sentados algunos criterios que lo harían precursor de la Sociología del Derecho.

Weber distingue las Ciencias Naturales de las Culturales y puntualiza que mientras las primeras no
tienen relación con los “valores” las ciencias culturales sí, al igual que cuando refiriéndose a los “tipos
de acción social” enuncia la “acción axio racional” como aquélla que tiene por fin un valor, como la
actividad científica, la del capitán del buque que se inmola con él en caso de naufragio, o la mujer
hindú que se autoelimina con su esposo al tiempo de su muerte en la pira incineradora.

Añade además que buena parte de la conducta de los hombres tienen como marco normas jurídicas
que tienen referencia a un valor. Una esfera importante de la acción social tiene pues que ver con
los valores. De ahí la justificación de una Sociología del Derecho.

Por otra parte la Costumbre fue la primera fuente del derecho y estaba fuertemente condicionada por
las creencias morales de la sociedad. Así lo demuestra el derecho antiguo y con especial relevancia
el Derecho Romano. Aun en los tiempos que corren la costumbre tiene una influencia importante en
la conducta humana, más allá de los límites que le imponga la legislación positiva para su validez, su
influencia es incontrastable por formar parte de la cultura y la historia de la sociedad

HANS KELSEN En el siglo XX van a surgir las posiciones del “Positivismo Jurídico” que va sostener
que sólo es derecho la norma positiva creada por el Estado, y en ésta concepción descolló
particularmente la figura de Hanz Kelsen y su “Teoría Pura del Derecho”. Que ejerció gran influencia
en Europa y Estados Unidos, teniendo discípulos destacados en América Latina.

Finalmente, en el campo estrictamente Jurídico el Positivismo como visión de las normas


sancionadas y vigentes como única forma válida de derecho, tiene en perspectiva una función que
integra la sociedad por el Poder Coactivo del Estado que aplica las normas jurídicas. Todos los
criterios citados apuntan a tornar previsible la vida social y el mantenimiento del orden normativo
como marco inseparable de todos los grupos, sectores sociales e instituciones.

En oposición a los puntos de vista examinados, nos encontramos con las Teorías del Conflicto
y las Concepciones Críticas de la Sociología Jurídica.

En primer lugar es preciso ubicar la corriente Marxista que ve al derecho como “instrumento de
dominación de la Clase Opresora por sobre la Clase Dominada”, lo que se corresponde a la
denominada Ley de la “lucha de Clases” que se expone tanto en el “Manifiesto” de 1848, como en “El
Capital” ó la “Ideología Alemana” y claramente en el “Anti-Dürinhg” de Federico Engels. Las
corrientes neomarxistas (que algunos sectores de la Ciencia Política califican como socialdemócrata)
acentúan la significación del sistema normativo para modificar las desigualdades sociales y posibilitar
la actuación del Estado como árbitro de conflictos entre partes desiguales.

Parten del reconocimiento inicial de desigualdades sociales propias del sistema capitalista, empero
creen en la posibilidad de disminuirlas a partir de la participación estatal mediante decisiones
implementadas normativamente. De hecho las corrientes aludidas encarnaron en regímenes
políticos de algunos países

KARL LLEWELLYN
Karl Llewellyn (1893-1962) Padre del Código de Comercio americano. El derecho es una institución
que actúa en la vida social. Es más que la suma de todas las normas jurídicas. Al derecho pertenecen
los hombres que se ocupan de su composición. EL “Staff jurídico”. Las normas tienen que pasar por
el filtro del staff jurídico. Este staff está influido por determinadas formas prácticas de aplicación del
derecho (el good will y el Know How) de aquí surge la relación entre seguridad jurídica y justicia del
caso concreto.

La tarea fundamental del derecho es mantener la cohesión de los grupos, el control social. Al derecho
se le puede reconocer como la institución que puede hablar en nombre de todos. Las tareas de
integración grupal son: la resolución de conflictos, la dirección, la modificación de formas de
conducta, la distribución y regulación del poder autoritario de decisión, el fomento de la actividad
integradora del grupo y el cuidado del derecho.

En el staff jurídico: el juez, el abogado, el notario, el legislador, el funcionario de la administración,


cada uno trata al derecho de manera diferente, con distintas técnicas, artificios, tradiciones, modelos,
organizaciones, su ethos y su reclutamiento., y ciertas prácticas que son la expresión de
determinados modelos de comportamiento.

TALCOT PARSONS
Por su parte la escuela Estructural Funcional de Talcott Parsons y Robert Merton, incursionaron
también en las funciones del derecho en la sociedad y su importancia para el mantenimiento del
orden social, como dijera Merton en su obra “Teoría y Estructura Social” las funciones son “las
consecuencias objetivas y observables de los fenómenos sociales” y en lo concerniente al derecho
éste tiene la función de regular las conductas en el proceso interacción que torna previsible –hasta
cierto punto- el comportamiento humano. Por ello, que el ordenamiento jurídico tiene la función de
articular los distintos subsectores de la estructura social general.

En lo concerniente a la Sociología Crítica representada por Horkheimer, Adorno y más recientemente


por Jurgen Habermas se produce todo un replanteo en la relación entre Filosofía y Ciencias Sociales,
que termina ingresando a las sociologías especiales, de allí que el enfoque resulte interesante para la
propia Sociología del Derecho

JEAN CARBONNIER
En este punto conviene recordar una clara distinción que realiza Carbonnier, “lo que diferencia a la
sociología jurídica de la ciencia del derecho ó del derecho dogmático, es que el derecho dogmático
estudia reglas de derecho en sí mismas, mientras que la sociología del derecho se esfuerza por
descubrir las causas que las han producido y los efectos sociales que ellas producen”. En
consecuencia, entre el derecho dogmático y la sociología del derecho la diferencia no se refiere al
objeto. Es una diferencia de puntos de vista o de ángulo de visión. El mismo objeto que el derecho
dogmático analiza desde dentro, la sociología del derecho lo observa desde afuera, y precisamente
porque lo observa desde afuera lo ve como fenómeno, como exterioridad, como apariencia.
CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA SOCIOLOGÍA.

La sociología investiga el comportamiento de los hombres en la sociedad tal y como se realiza


atendiendo a modelos y pautas uniformes. Su objeto de conocimiento son las relaciones
interhumanas que transcurren de acuerdo a pautas constantes. Estudia al hombre en su aspecto
social6. El hombre como persona social es la unidad básica de la sociedad.

LA SOCIALIZACION: es un proceso de adaptación que permite las relaciones interhumanas. El


individuo se adapta a la sociedad y la sociedad le trasmite su cultura y le inculca sus modelos de
comportamiento.

LOS GRUPOS SOCIALES: estas son uniones de personas que viven de hecho conjuntamente en la
sociedad. Has distintos tipos de grupos, asociaciones voluntarias y forzosas. Hay seis categorías
básicas según Rehbinder, grupos familiares, educativos, económicos, políticos, religiosos, de
descanso y diversión.

EL STATUS Y ROL SOCIAL. El status es el rango social que tiene un individuo en una sociedad.
Hay status adquirido y status originario. El estatus implica categorías posesivas (bienes materiales),
funcionales (trabajo, empleo, funciones sociales), culturales (analfabetos, humanistas, académicos,
doctores), religiosos (católicos, agnósticos), biológicos (género, sexo, edad, belleza personal, color,
peso).

LA CULTURA: Costumbres, tradiciones, instituciones, normas de una sociedad determinada. La


cultura está determinada por la historia, la geografía, los valores de una determinada sociedad. Esto
determinará sus modelos de comportamiento.

EL CONTROL SOCIAL: es un proceso en virtud del cual se consigue el tránsito a la conformidad


social o a la permanencia en la misma. Por lo que la “anomalía>” o “desviación” es un proceso en el
que las personas llegan a estar “fuera de control”. En este sentido los miembros “normales” de la
sociedad son aquellos que se rigen por modelos de conducta comunes mientras que los desviantes
son los que se alejan de estos modelos. La desviación de la norma puede ser positiva (hombres
extraordinarios, modélicos) o negativa (adictos a drogas, criminales).

En efecto el tema del control social de raigambre Norteamericana, alude a todos los factores
(externos e internos) que influyen sobre las personas para observar las normas. Los factores de
control externo están dados por el poder, las tendencias dominantes en las costumbres y creencias
de la sociedad, los medios de comunicación masivos, el humor colectivo, elementos de la cultura que
condicionan la conducta individual etc.

Los factores de control interno tienen que ver con la subjetividad de las personas, los frenos
inhibitorios, el temor al ridículo, el temperamento introvertido, la evaluación interior que precede a la
acción, muchas veces operan como límites de las conductas humanas.

En lo externo también juegan un papel los medios masivos de comunicación que transmiten
estereotipos de conducta o modelos que se pueden imitar y a menudo se los sigue, o ciertas
conductas que reposan en la creencia colectiva respecto a determinados aspectos de la vida en
relación: un buen ejemplo de lo expresado refiere a la vida de los argentinos durante la década del 90
y que se expresaba en la creencia de que un peso era equivalente a un dólar estadounidense, lo que
se dio en llamar la “convertibilidad” .

Fue una especie de tabú colectivo que muy pocos políticos y economistas lúcidos se atrevieron a
denunciar como falsa y por ende no vigente desde 1995- al menos, sin embargo se mantuvo hasta
Enero de 2002. En los días que corren ésa creencia ha finalizado por imperio de la devaluación del
peso que en el mercado de cambios refleja una relación aproximada de 3 pesos equivalente a 1 dólar
estadounidense.

Retornando al derecho, como lo afirmara el destacado Profesor de Sociología de la Universidad de La


Plata Alfredo Vez Losada, el mismo cumple en lo que al control social se refiere dos funciones:
FUNCIONES DEL DERECHO :
http://www.upf.edu/filosofiadeldret/_pdf/vilajosana-funciones_del_derecho.pdf
Josep M. Vilajosana

INTRODUCCION:

Por “funciones sociales del Derecho” se pueden entender cosas muy diversas, según cuál sea el
referente de “función”, “social” y “Derecho”. En efecto, aún dando por sentada una interpretación
teleológica de función (por tanto, relativa a los fines que persigue una institución), no es lo mismo
preguntarse acerca de cuál es la finalidad perseguida por una determinada norma jurídica en relación
con una comunidad reducida de individuos, que indagar acerca de cuáles son los objetivos que se
pretenden alcanzar por cualquier sistema jurídico en relación con cualquier sociedad humana.

Los estudios de sociología jurídica deberían contestar al primer interrogante, mientras que responder
al segundo tal vez sea más propio de la teoría del Derecho. Así, puede decirse, en una primera
aproximación, que tiene sentido que la teoría del Derecho aborde el tema de las funciones del
Derecho siempre que lo haga a un nivel abstracto como el citado. Dicho esto, sin embargo, no
desaparecen los problemas conceptuales implicados en esta cuestión.

De hecho, resultaría inexacto afirmar que existe sólo un nivel abstracto (propio de los análisis
teóricos) frente a un nivel concreto (común a los estudios sociológicos). Más bien, de lo que se trata
es de un continuo que va de lo más concreto a lo más abstracto (y viceversa) y en el que podrían
localizarse distintos niveles más o menos abstractos (o más o menos concretos), sin que pueda
trazarse obviamente una línea divisoria que separe lo concreto de lo abstracto (y por tanto lo
puramente sociológico de lo puramente conceptual).

No obstante, ello no impide entender que, al menos, los extremos del continuo se hallan claramente a
uno y otro lado de la división. Cuáles son (si es que existen) los fines comunes perseguidos por todos
los sistemas jurídicos, es ya una pregunta de carácter conceptual y general, propia de una teoría del
Derecho. Hay tres funciones muy generales asociadas a los sistemas jurídicos (control social,
seguridad y justicia).

Esta ha sido la perspectiva dominante entre los estudios de teoría sociológica que han gozado de un
cierto predicamento entre los juristas y que se ve reflejada en algunos manuales de Introducción al
Derecho. La visión que se da en estos casos de las funciones del Derecho alcanza las cotas más
altas de abstracción, como se pone de relieve por la amplia dimensión que tienen las citadas
funciones. Así, pues, una respuesta muy frecuente a la pregunta acerca de las funciones del Derecho
es la que las identifica en este sentido tan general con el control social, la seguridad y la justicia1.

Sin embargo, a pesar de lo habitual que resulta esta respuesta, no suele ser demasiado clara
respecto a su alcance. Y ello, al menos, por dos razones. En primer lugar, no es evidente el tipo de
tesis que con ella se sostiene. En efecto, a veces se oscila entre una tesis de carácter descriptivo
(todo sistema jurídico cumple las funciones de control social, seguridad y justicia) y una tesis
valorativa (todo sistema jurídico debería cumplir con dichas funciones). La primera versión, como
tesis descriptiva, es susceptible de ser verdadera o falsa, mientras que la segunda es la expresión de
un ideal regulativo, y se basa en unos valores no siempre especificados.

En segundo lugar, suelen tratarse dichas funciones como si contuvieran conceptos de todo o nada.
Un sistema jurídico o tiene control social o no lo tiene; impera en él la seguridad y la justicia, o no es
así. En cambio, tal vez sea más apropiado tratar estos conceptos como graduales, de tal modo que
pueda afirmarse que un sistema jurídico ha conseguido un mayor o menor control social, un grado
más o menos elevado de seguridad, o un nivel más o menos aceptable de justicia. Con estas dos
precisiones, es posible abordar, aunque sea de manera muy somera, el análisis conceptual de estas
tres funciones.

La idea de control social puede ser entendida de maneras muy variadas. Ha sido destacado por
algunos autores una ambigüedad característica de esta expresión. A veces, se dice que el Derecho
es un sistema de control social porque supervisa el funcionamiento de las demás instituciones
sociales resolviendo los conflictos que se puedan producir dentro del sistema social. En este caso, se
hablaría de control social como una función integradora.

Otras veces, en cambio, se añade a la anterior significación la de que el Derecho sirve como
dirección y guía de conductas, con lo cual se le está calificando de mecanismo no sólo de integración,
sino también de regulación.

Respecto a la posibilidad de entender la tesis de las funciones del Derecho de manera descriptiva o
valorativa aplicada al control social cabe decir lo siguiente. En el supuesto de que se considerara que
lo que se sostiene es una tesis descriptiva, ésta rezaría así: el concepto de control social es gradual.
Se puede conseguir una mayor o menor integración social a través del Derecho, así como se puede
conseguir un seguimiento de las normas jurídicas más o menos amplio. Esto último nos lleva a una
segunda observación. Cuando se sostiene que todo sistema jurídico cumple con la función de control
social, seguramente se está pensando en un sistema jurídico eficaz, o mejor dicho, con algún grado
de eficacia.

Todo sistema jurídico eficaz supera cierto umbral de integración de conflictos y regulación de
conductas. Ahora bien, el problema que se puede plantear es que procediendo de este modo se corre
el riesgo de sustituir una tesis que pretendía ser sintética (es decir, verdadera por contraste con una
realidad empírica) por otra que es analítica (es decir, verdad simplemente por definición). Si para que
sirva como mecanismo de integración y regulación de conductas un sistema jurídico requiere que se
cumplan sus normas de manera general, entonces necesita tener algún grado de eficacia.

Pero como eficacia significa cumplimiento de normas, entonces no es conceptualmente posible que
exista un sistema jurídico con una cierta eficacia sin que se dé el correspondiente grado de
cumplimiento, y por tanto, de regulación de conductas. Por definición, pues, todo sistema jurídico
eficaz cumple con la función de control social y sólo cumplen con tal función los sistemas jurídicos
eficaces.

Si por razones conceptuales los sistemas jurídicos siempre cumplirán con esta función, está de más
desear este estado de cosas, ya que no hay forma de que ese deseo se frustre. A pesar de todo,
puede quedar un margen de discusión valorativa en torno a esta cuestión, ya que hay que recordar
que el concepto de control social es gradual.

Por eso, traspasado el umbral a partir del cual se consideraría que estamos en presencia de un
sistema jurídico eficaz, cabe aún desear que se alcance el máximo posible de control social por parte
del Derecho. Se entra entonces, efectivamente, en una discusión de carácter valorativo en la que se
deberá ponderar en qué medida se quiere hacer jugar a los distintos sistemas normativos (social,
moral y jurídico) como mecanismos de control social. Fruto de esa ponderación habrá quien defienda
que el Derecho debe jugar un papel decisivo en ese control, mientras que otros pueden entender que
el protagonismo en este ámbito le corresponde a los demás sistemas normativos.

También encajaría dentro de esta discusión el debate que enfrenta desde siempre a los partidarios de
más control social con los defensores de su reducción a la mínima expresión o incluso, como
defiende el anarquismo, a su desaparición. No entraremos a analizar esta discusión, pero sí que
puede resultar interesante aludir a las distintas posibilidades que tienen las autoridades normativas
para regular comportamientos. En este sentido, las opciones que pueden seguir son la de incentivar
la conducta que quieren que se lleve a cabo o desincentivar aquella que deseen que no se produzca.
Ahora bien, una conducta puede ser incentivada o desincentivada en dos momentos distintos. Puede
hacerse antes de que la conducta se realice o puede hacerse después de que la conducta haya
tenido lugar.

¿Cuáles son los servicios que el derecho produce a la sociedad? ¿Con qué fines se establecen y se
imponen las reglas del derecho? El derecho es un instrumento de poder social que por medio del
equilibrio de intereses contradictorios debe conseguir y fomentar la solidaridad de la comunidad. El
derecho es un importante elemento de integración social al que los sociólogos llaman control social.
La función social del derecho consiste en la integración del grupo. El derecho tiene dos subfunciones:
la orientación del comportamiento y la resolución de conflictos.

FUNCIÓN PREVENTIVA:
Ya que se parte de la presunción que toda norma jurídica se considera conocida (en función de lo
dispuesto por el Código Civil), de igual manera los medios masivos comunicación hacer
frecuentemente campañas preventivas, como las relacionadas a la importancia de usar el cinturón de
seguridad en los automóviles, ó conducir sin la ingesta de alcohol, ó lo referido a uso de casco
protector en los motociclistas, etc. etc.

Otras campañas apuntan al cumplimiento del pago de impuestos por parte de los organismos de
recaudación, otras refieren al cuidado del medio ambiente para evitar la contaminación del agua
potable y el aire, otras aluden a las actitudes de los padres con relación a sus hijos en los momentos
de recreación fuera del hogar, etc. etc.

Como se advierte y no obstante la presunción apuntada en principio, existen diferentes medios de


recordar la vigencia de normas jurídicas obligatorias. Esa es precisamente la función preventiva del
derecho, tratar que las normas se cumplan por parte de los particulares.

FUNCION REPRESIVA
Ella consiste en que ante el incumplimiento manifiesto de la norma se impone la aplicación de una
sanción. Por ejemplo el Código Penal establece que el que matare a otro tendrá una pena de prisión
de 8 a 30 años. Realizado el proceso el imputado puede ser condenado a cumplir la pena en el
número de años establecidos por el Tribunal en su sentencia. La otra modalidad – propia del derecho
civil- consiste en que ante el incumplimiento del deudor, el Poder Judicial puede obligarlo a cumplir
aún en contra de sus deseos, como por ejemplo embargando sus bienes, ó su cuenta bancaria etc.

FUNCION DE SEGURIDAD JURÍDICA


La idea intuitiva que subyace a la de que el Derecho cumple (o debe cumplir) la función de seguridad
es que las personas a las que van destinadas las normas jurídicas deben saber a qué atenerse, es
decir, deben conocer con anterioridad a sus comportamientos cuáles de éstos están prohibidos, son
obligatorios o les están permitidos Esta idea intuitiva puede recogerse de una manera muy
esquemática en una definición técnica, según la cual se daría seguridad jurídica, siempre que se
cumplan las siguientes condiciones: Que las normas jurídicas sean claras Si se pretende que los
ciudadanos se comporten de una determinada manera, que guíen su conducta a través de lo
dispuesto en las normas jurídicas, éstas deben expresarse en un lenguaje que les resulte
comprensible.

Que el Estado cumpla con sus propias normas y las haga cumplir Las anteriores condiciones de nada
servirían si el Estado no cumpliera con sus propias normas y no las hiciera cumplir a los destinatarios,
incluyendo aquí la prohibición de dictar normas desfavorables con carácter retroactivo. En definitiva,
para que exista seguridad jurídica el Estado debe respetar lo que en términos generales podemos
denominar el principio de legalidad. Un Estado que incumpliera sistemáticamente con las normas de
su sistema jurídico generaría un estado de inseguridad permanente. Los ciudadanos no sabrían a qué
atenerse.

Es tolerable para la seguridad jurídica un cierto grado de incumplimiento, pero a partir de un


determinado umbral podría decirse que ya no se da esta condición necesaria para tildar de
jurídicamente seguro a un determinado Estado. Por otro lado, es pertinente mencionar aquí una
distinción importante. Se trata de la diferencia que existe entre una actuación discrecional y una
actuación arbitraria. Un cierto grado de discrecionalidad no sólo es compatible con la seguridad
jurídica, sino que a veces es recomendable y, en todo caso, no se puede suprimir del todo debido,
entre otras cosas, al hecho de que las normas se expresen en lenguaje natural. Por el contrario, la
arbitrariedad, que se caracteriza por tomar decisiones sin ofrecer las razones que las justifican, echa
por tierra cualquier intento de generar seguridad en las personas.

Una vez establecido el concepto de seguridad jurídica, queda por ver las posibilidades de
interpretación (descriptiva, valorativa) que pueden darse al respecto. La versión descriptiva daría
lugar a la siguiente afirmación: Todo sistema jurídico cumple la función de seguridad. Después de lo
dicho, se puede entender o bien en el sentido de que los sistemas jurídicos cumplen la seguridad
jurídica en algún grado, o bien que la cumplen a partir de cierto grado. Seguramente la primera
versión es verdadera. Cuesta imaginar un Estado que funcione con normas completamente oscuras,
con la mayor parte de sus normas secretas y con una total arbitrariedad. Ahora bien, no es tan raro
encontrar Estados que tienen un bajo nivel de cumplimiento de las tres características.

Esta tesis, como expresión de un ideal regulativo, es probable que cuente con gran apoyo. Parece
deseable alcanzar el máximo grado de claridad, transparencia y legalidad en la actuación de las
instituciones estatales. Si esto es así, tal vez se pueda establecer algún tipo de relación entre la
función de seguridad y la de justicia.

FUNCION DE JUSTICIA
Pocas nociones son tan complejas como la de justicia. Aquí no es el lugar idóneo para elucidar este
concepto. Bastará, para lo que aquí interesa, partir de una aproximación intuitiva a su significado y
apuntar algunas distinciones que se mostrarán relevantes a la hora de analizar el alcance de esta
función.

Los seres humanos nos caracterizamos por tener valores morales. Se suele entender que lo que
define este tipo de valores es que son últimos. Con ello se quiere decir, normalmente, que sirven de
justificación de nuestras acciones o comportamientos, sin que ellos requieran un fundamento ulterior.
Si esto es así, resulta fácil darse cuenta de que uno de los criterios para valorar los sistemas jurídicos
en general y cada una de sus normas en particular será su adecuación a la moralidad. Sin embargo,
cuando hablamos de valores morales es muy importante prestar atención a una distinción que nos
evitará caer en algunos errores muy frecuentes.

Se trata de la distinción entre moral positiva (o social) y moral crítica. Se llama moral positiva al
conjunto de principios y valores morales que comparten los miembros de un determinado grupo social
(que puede englobar a la sociedad en su conjunto o referirse sólo a una subclase de la misma). Se
llama moral crítica al conjunto de principios y valores morales “esclarecidos”, es decir, aquellos que
resultan a partir de un proceso de justificación racional. Para que un valor o principio forme parte de la
moral crítica debe estar justificado y para tal justificación nada importa que forme parte o no de una
determinada moral positiva.

Por el mero hecho de que unos valores sean los sustentados por la mayoría de los miembros de una
determinada sociedad (formen su moral positiva) no se puede inferir que sean los valores que
deberían regular el comportamiento de esa sociedad (que formen la moral crítica). Del mismo modo,
del hecho que unos determinados principios sean defendidos sólo por una minoría no se infiere que
no puedan estar justificados racionalmente. Teniendo en cuenta la anterior distinción, estamos en
condiciones de analizar la tesis según la cual una de las funciones del Derecho es cumplir con la
justicia, en sus versiones descriptiva y valorativa. Todo sistema jurídico cumple con criterios de
justicia.

Esta es la tesis en su versión descriptiva. La verdad o falsedad de esta afirmación dependerá de si


los criterios de justicia a los que se alude se refieren a la moral positiva o la moral crítica. Veámoslo.
Todo sistema jurídico cumple con la moral positiva.

Podemos convenir que resulta claro que el grupo social que interviene decisivamente en la creación
del sistema jurídico de que se trate pretenderá que las normas jurídicas se adecuen a los valores
morales que ese grupo comparte todo sistema jurídico cumple con la moral crítica. En cambio,
resulta difícil sostener que sea verdadera. No todo sistema jurídico cumple con los postulados de la
moral crítica.

Ello es justamente lo que permite calificar de injusto o inmoral a un determinado sistema jurídico6.
Por otro lado, si los criterios de justicia son los referidos a la moral crítica, lo adecuado es interpretar
esta tesis en su versión valorativa y afirmar: Todo sistema jurídico debe cumplir son la moral crítica.

LA RELACIÓN ENTRE SEGURIDAD Y JUSTICIA


Un problema conceptual de un cierto interés que surge del análisis de las citadas funciones del
Derecho es qué relación, si es que existe alguna, se da entre la seguridad jurídica y la justicia.

Plantearemos la cuestión solamente refiriéndonos a la justicia como equivalente a moral crítica. Las
posibilidades que se pueden plantear son las siguientes: a) Independencia conceptual. Una primera
posibilidad sería la de considerar que ambos conceptos son independientes. En este caso, ni para
sostener que existe seguridad jurídica en un determinado Estado sería preciso que se diera una
correspondencia de su sistema jurídico con los principios de la moral crítica, ni para sostener que
existe justicia en ese Estado sería necesario aludir a la característica de la seguridad.

Al respecto, cabe reconocer que nada impide partir de definiciones estipulativas de “seguridad” y de
“justicia” que hagan que los conceptos correspondientes no tengan relación entre sí. El problema
sería, sin embargo, que proceder de este modo se compadecería mal con el uso que suele hacerse
de estos términos. Por esta razón, podemos dejar al margen de la discusión esta posibilidad y entrar
a analizar las demás.

Este último extremo es puesto en duda por algunos autores iusnaturalistas. Para éstos, un sistema
normativo no sería jurídico si sus normas son injustas, lo que para ellos significa que sean contrarias
al “Derecho natural”.

La forma más fuerte de relacionar dos conceptos consiste en considerarlos equivalentes. En el


supuesto que nos ocupa, seguridad y justicia serían equivalentes si cada vez que se da la seguridad,
se da la justicia y cada vez que se da la justicia se da la seguridad. No podría existir, así, un Estado
en el que cumpliendo con los criterios de justicia no se sobrepase el umbral requerido de seguridad,
así como no sería pensable que dándose esto último no se diera lo primero.

Postular esta correlación, sin embargo, es tal vez exigir demasiado, por las razones que surgirán al
analizar las dos posibilidades más débiles de relacionar estos dos conceptos.

Hay quien sostiene que la seguridad no es tal si las normas jurídicas, además de claras, públicas,
cumplidas y aplicadas por la autoridad, no son también justas. Valga por todos las palabras de Elías
Díaz: “Tener seguridad jurídica no es solo saber que existe un sistema legal vigente, por injusto que
sea, no es sólo saber a qué atenerse, no es sólo saber lo que está prohibido o permitido por un
ordenamiento jurídico.

Tener seguridad jurídica es eso, que es sumamente importante, pero es también mucho más: es la
exigencia de que la legalidad realice una cierta legitimidad, es decir, un sistema de valores
considerados como imprescindibles en el nivel ético social alcanzado por el hombre y considerado
por él como conquista histórica irreversible: la seguridad no es sólo un hecho, es también, sobre todo,
un valor”

Esta posición parece, pues, sostener que sin justicia no hay seguridad. No queda claro, sin embargo,
si se mantiene que sin seguridad puede haber justicia o, por el contrario, se defiende la versión de
que seguridad y justicia son equivalentes. Si fuera esto último, nos llevaría a la posibilidad
mencionada hace un momento. Sea como fuere, las observaciones críticas que siguen lo son para
ambas interpretaciones, puesto que rechazar que sin justicia no haya seguridad es, con mayor
motivo, rechazar la equivalencia entre ambos conceptos.

Entrando ya en la crítica, no se ve por qué razón habría que preferir esta concepción de la seguridad
a otra que se ciña a las características que dimos en su momento (y de las que estaba ausente la
referencia a valores morales). En efecto, parece que un sistema jurídico puede contener muchas
normas injustas pero ello no impide a sus destinatarios saber a qué atenerse. Un sistema jurídico que
establezca penas de prisión para quienes vistan de una determinada manera (pongamos por caso,
con traje y corbata), nos puede parecer tremendamente injusto, pero si cumple con las propiedades
definitorias a las que aludimos en su momento

LA SEGURIDAD COMO CONDICIÓN NECESARIA DE LA JUSTICIA.


Puede afirmarse, pues, que si concedemos un valor a la seguridad es debido a que no concebimos
un sistema jurídico al que podamos calificar como justo sin que haya un mínimo de claridad en sus
normas, éstas sean públicas y las instituciones jurídicas por lo general las cumplan y las apliquen.

Esto es tanto como decir que la seguridad jurídica es una condición necesaria de la justicia, pero, por
supuesto, no es una condición suficiente. Para que el sistema jurídico sea justo (supere un cierto
umbral de justicia) se requerirá que, además de cumplir con las características definitorias de la
seguridad, el contenido de sus normas no contradiga, en general, los preceptos de la moral crítica.

Respecto de la función de control social, hemos visto que, interpretada descriptivamente, puede ser
considerada verdadera, pero tal vez simplemente por definición; mientras que si se interpreta
valorativamente, quizás carezca de sentido, ya que todos los sistemas jurídicos (eficaces) tienen que
poseer forzosamente un cierto grado de control social.

Por lo que hace a la seguridad jurídica, descriptivamente puede afirmarse que es cierto que todo
sistema jurídico genera algún grado de seguridad jurídica, pero es falso que todo sistema jurídico esté
por encima de un determinado umbral; valorativamente, tiene sentido requerir que los sistemas
jurídicos busquen alcanzar la seguridad en su más alto grado, debido en buena medida a su relación
con la justicia.

En cuanto a la función de justicia cabe decir que si se la interpreta descriptivamente es verdadera,


siempre que “justicia” se equipare a “moral positiva”, pero es falsa si se toma como “moral crítica”.
Como ideal regulativo, en cambio, tiene perfecto sentido desear que los sistemas jurídicos se
adecuen al máximo a los requerimientos de la moral crítica. Por último, hemos visto que de las
distintas posibilidades que existen de relacionar los conceptos de seguridad y justicia, es razonable
elegir la que sostiene que la seguridad es condición necesaria pero no suficiente de la justicia.
PODER, LEGITIMIDAD Y DOMINACION
Ramón Máiz http://www.usc.es/cipoad/PaxinaMaiz/index_archivos/documentos/PoderyDominacion

INTRODUCCIÓN. El interés que en las ciencias sociales contemporáneas ha suscitado el tema del
poder, contrasta con una relativa desatención normativa desde la teoría política. Una razón de esto
quizás pueda residir en el hecho de que el concepto moderno de poder fue deudor, desde sus inicios,
de la revolución científica de la nueva física, traductor de la imaginería mecánica de la Nueva Ciencia
al ámbito de la política.

De ahí su formulación en términos de los efectos, contactos o colisiones que unos sujetos ejercen
sobre otros. Pero sobre todo, ese origen propició la formulación del poder en términos de relación
causal entre un sujeto agente y otro paciente. Hobbes, en De Corpore, lo expresaría en inmejorables
términos: “Poder y Causa son la misma cosa. Correspondientes con Causa y Efecto, son el Poder y
el Acto” (Hobbes 1839). No por azar los teóricos modernos del poder- Bacon, Hobbes o Descartes-
rechazaron la noción clásica de cultura cívica como requisito para la participación en la vida pública e
inseparable de la ciudadanía activa, y propusieron en su lugar una cultura tecnocrática al servicio de
la organización del Estado y su legitimación .

Pues bien, desde David Hume a Dennis H. Wrong, pasando por Bertrand Russell, el poder se ha
relacionado, cuando no identificado con causalidad, con la “habilidad o la capacidad de hacer que
sucedan cosas”, de producir fenómenos, de “generar intencionalmente efectos.

Y esta ha devenido, con el tiempo, la concepción dominante: “poder es la capacidad de un actor para
producir resultados exitosos”. Poder político, en consecuencia, sería “la capacidad de un actor de
conseguir que otro haga lo que de otro modo éste no haría.”

Ahora bien, heredada del pensamiento clásico, de Aristóteles a Cicerón, otra concepción, minoritaria,
del poder ha resistido hasta nuestros días en el seno de la teoría política normativa.

Así, a partir de la idea de telos, de finalidad de la vida humana, el ejercicio del poder se refiere a la
capacidad de pasar de la potencia al acto, de actualizar una concepción determinada del bien, de ser
capaz de realizar una determinada idea de vida buena. De hecho el propio Hobbes, en Leviatán,
resulta parcialmente deudor de esta concepción cuando afirma que el poder consiste en “los medios
presentes de obtener algún bien futuro aparente”.

Tal es el origen de la escisión latina de la potentia en auctoritas y potestas: la primera, entendida


como la capacidad de la autoridad de decidir y vincular legítimamente con sus decisiones a los
ciudadanos; y la segunda, como la capacidad de éstos de actuar de consuno y apoderar o
desapoderar a los que ejercen la autoridad (por ejemplo, en Cicerón: potestas in populo, auctoritas in
senatu). De este modo se elabora un concepto de poder como capacidad de realización del bien
común ora desde el Estado, ora desde la ciudadanía activa.

Sin embargo, en la teoría normativa de la democracia conceptos como libertad elaborado a partir de
la mítica escisión entre la “libertad de los antiguos” y la “libertad de los modernos”, entre la libertad
negativa (defensa de privacidad frente a la interferencia del Estado) y libertad positiva (participación y
entrega a la cosa pública) ; o como virtud cívica, en tanto que conjunto cualidades morales y políticas
necesarias para el ejercicio de una ciudadanía en sentido fuerte…, han eclipsado el análisis
normativo del poder, ya como capacidad de condicionar la conducta de otros, ya como realización de
la vida buena, a la vez mediante las instituciones y las acciones colectivas adecuadas a tal fin.

Pero existen además concepciones y argumentos provenientes del debate en el campo de las
ciencias sociales, que han obstaculizado una cabal elaboración normativa del concepto de poder. La
primera de ellas es el solapamiento que introduce la concepción “científica” del poder, que lo equipara
de modo reductivo con la dominación de unos actores sobre otros, adquiriendo así una significación
normativamente negativa, como lo opuesto a la libertad.

Puede observarse bien esto último en un lugar clásico: Economía y Sociedad de Max Weber, donde
se define el poder como “la probabilidad de imponer la propia voluntad... aun contra toda resistencia”.
Esta idea del poder como imposición no hará sino acentuarse en sus interpretaciones posteriores. Así
sucede, por ejemplo, con la traducción más que discutible, en la influyente obra de Parsons, de los
conceptos de Weber: Macht y Herrschaft, como, respectivamente, poder (Power) y autoridad
(Authority).

Mientras Herrschaft se traduce como autoridad legítima, Macht, poder, adopta, en buena medida un
significado de coerción ilegítima, de dominación, esto es, de uso de recursos para obtener
determinados fines en interés del agente principal coaccionando la conducta de los subordinados.

De esta suerte la autoridad constituirá, jerárquicamente, el ámbito sistémico por excelencia de la


política y de la legitimidad. Sólo desde esta tradición puede comprenderse la conocida definición de
Easton del sistema político como la “asignación de valores mediante la autoridad (“authoritative
allocation of values”). Se extenderá así una concepción del poder como lo opuesto a la autoridad, de
modo que mientras el primero descansa en la sola coerción de la voluntad, la última reposa en lo que
Weber denominaba “base externa de legitimidad”: la justificación subjetiva del dominio por parte de
los ciudadanos.

Con Foucault tendrá lugar un salto cualitativo: mediante la fusión entre los procesos de sujeción
(dominio) y subjetivación (conciencia e identidad), de poder y conocimiento, la equiparación de las
relaciones de poder y dominación alcanzará su grado máximo, hasta el punto de que autoridad
política y poder social no son sino dos facetas de la dominación.

De este modo se introduce y luego se consolidará un concepto unilateralmente negativo del poder
político, una identificación entre poder y dominación que obstaculiza de modo notable un análisis
normativo plausible. Así, por una parte, se oscurece el hecho de que incluso la libertad entendida
como no dominación conlleva el legítimo ejercicio de poder. Y por otra, no se puede dar debida
cuenta de que el poder político no sólo se ejerce de arriba abajo, jerárquicamente desde el Estado y
sus procedimientos jurídicamente regulados, sino que surge asimismo como resultado de la acción
cooperativa de los ciudadanos como control, influencia y autoproducción colectiva de preferencias e
identidades.

Otra asunción que obstaculiza la elaboración normativa del problema del poder es la consideración
de la política como coextensiva con el poder, lo que lleva a ignorar el hecho capital de que sólo parte
de las relaciones sociales de poder resultan de hecho politizadas, esto es, objeto de decisión,
conflicto y contestación políticos.

Precisamente es cometido esencial de la democracia “politizar” las relaciones de poder existentes en


la sociedad (trabajo, familia, género, cultura etc.) o, lo que es lo mismo, introducir en la esfera pública
y evidenciar el conflicto de intereses y valores, sustantivar el pluralismo, situar el antagonismo
democrático y no sólo el consenso en el fulcro de las prácticas y las instituciones.
Pero dar cuenta normativa de esto requiere al menos dos tareas críticas. Por una parte, la teoría
decimonónica tiende a reducir lo político a lo social, de tal suerte que las identidades políticas
(“clase”, “nación” etc.) se toman como ya preconstituidas en la sociedad (relaciones de producción,
etnicidad etc.). La emancipación deviene así en última instancia prepolítica, si no garantizada,
preanunciada al menos por la solidez cristalizada de lo social, y así la universalidad de la comunidad
se asume como dada de modo inmediato (Marx, Fichte).

Frente a ello se precisa una teoría política normativa de la democracia capaz de poner a punto un
concepto articulado y multidimensional de poder, que permita dar cuenta de este ámbito ontológico,
en rigor constitutivo, y no meramente vicario, de la política como interacción conflictiva, agonística,
entre actores e instituciones.

Por otra parte, la teoría posmoderna, de la mano de la noción de diferencia, considera que la
fragmentación de las identidades sociales alumbra una dispersión molecular de lo político. Esto
impediría la aparición de actores colectivos que puedan operar como puntos de anclaje para la
consolidación y expansión de las prácticas democráticas. Asimismo priva de sentido a los discursos -
“metarrelatos”- de emancipación, disolviendo la legitimidad en el ámbito de lo puramente local,
faccional e inmanente.

Frente a ello la teoría normativa de la democracia ha de situar la dimensión relacional del poder, las
luchas por la hegemonía y la producción política de valores, preferencias e identidades colectivas, en
el seno tanto del Estado como de la Sociedad Civil, en el centro de su concepción de la política.

A tal efecto, empero, la tarea pendiente es la de articular la dimensión empírica de las relaciones de
dominación estructural, de poder legítimo y conflicto, analizadas por las ciencias sociales, con la
dimensión normativa que permita pensar un gobierno legítimo mediante el ejercicio de poder sin
dominación y, a la vez, el poder también como acción concertada de los ciudadanos.

Todo ello requiere abordar sucesivamente una serie de cuestiones; a saber: 1) ¿es el poder un
fenómeno causal o disposicional?; 2) ¿es reconducible el poder para hacer algo al poder sobre
alguien?; 3) ¿es el poder una propiedad de los individuos o de las estructuras?; 4) ¿en torno a qué
elementos resulta posible establecer la distinción entre el poder y la dominación?; 5) ¿Por qué medios
el poder construye su legitimidad democrática?; 6) ¿Son posibles ámbitos de poder político más allá
de la no dominación?. En este capítulo abordaremos de modo breve y sucesivo estas cuestiones.

EL PODER COMO PROPIEDAD DISPOSICIONAL.


El concepto de poder que ha dominado el pensamiento político moderno y ha sido nuevamente
puesto en primer plano en la discusión académica contemporánea lo considera, como vimos, como
una relación causal.

Esta perspectiva causal se vio reforzada tras el impacto que el positivismo lógico tuvo en las ciencias
sociales a mediados de siglo XX. Así, los autores pluralistas como Dahl o Polsby, guiados por el
operacionalismo propugnado por la “behavioral persuassion” - esto es, la asunción de que todas las
instituciones o pautas de conducta deberían ser definidas en los términos de las manifestaciones
visibles mediante las que son aprehendidas- adoptaron una definición mecánicamente causal del
poder.

Esto implica, sin embargo, asumir como evidente lo que no es sino una muy cuestionable “falacia de
ejercicio”, que renuncia a priori a detectar las capacidades de los sujetos en un determinado contexto
de relaciones de poder y se centra en sus relaciones de poder actualizadas y realizadas, con efectos
harto problemáticos para el análisis normativo del poder político.
Resulta preciso introducir aquí una distinción que acote la polisemia del concepto de poder. En efecto
en inglés y alemán el mismo término -“Power”,”Macht” - designa dos diferentes conceptos: la
capacidad de hacer algo y el ejercicio efectivo de esa capacidad. En francés y español, sin embargo,
existen dos términos diferentes para cada uno de esos conceptos: “puisssance”, “potencia” designan
la capacidad y “pouvoir”, “poder” su ejercicio real.

Esta distinción entre capacidad y ejercicio es decisiva por varios motivos. En primer lugar, porque el
poder muchas veces es eficaz como mera potencia sin ejercicio real, de tal modo que los sometidos a
él, mediante lo que Friedrich llamaba “ley de las reacciones anticipadas”, obedecen ante las negativas
consecuencias previsibles de no hacerlo.

En segundo lugar, porque un análisis adecuado debe permitir dar cuenta del poder de los actores sin
necesidad de observarlos en su ejercicio, pues “el poder no es un acontecimiento sino una posesión”.

El problema reside es que el limitado empirismo que subyace en el análisis causal del behavioralismo
inicial impide dar cuenta de que el poder es una propiedad potencial, y de que el hecho de que sea
ejercido o no depende de la presencia de determinadas circunstancias, entre ellas, por ejemplo, los
recursos materiales, morales, personales y organizativos que proveen de mayor o menor capacidad
de acción a los individuos

Pero esto nos traslada desde un concepto causal a un concepto disposicional del poder, que puede
producirse o no producirse dependiendo de la concurrencia de diversos factores, pero que se cierne
como posibilidad real toda vez que existen actores que disponen de esa potencial disposición pronta
a ser actualizada sobre otros. Ahora bien, esto requiere, a su vez, una concepción postempirista, una
concepción del poder teórica en sentido estricto, ajena a la falacia del ejercicio empírico observable,
que pueda analizar el poder como recurso disponible para los actores.

Sólo así es posible pensar la distinción normativa clave, que luego veremos, entre ausencia de
interferencia y no dominación: pues a diferencia de la primera, en la que el poder, la capacidad real
de interferir, puede no ser ejercido de hecho por circunstancias varias, en esta última, está bloqueada
estructuralmente y por definición la posibilidad misma no sólo en acto, sino en potencia del arbitrario
ejercicio de interferencia de unos actores sobre otros.

En consecuencia, sin teoría no podremos descubrir y evaluar disposiciones de poder que son teóricas
por naturaleza, esto es, contrafácticas, pues sean o no actualizadas de hecho por los actores,
constituyen propiedades sustantivas de su repertorio de acción, fundadoras de desigualdad de
recursos políticos.

En tercer lugar, esta distinción entre potencia y poder, permite analizar otra distinción clave de la que
nos ocuparemos luego, a saber: entre el poder como autoridad legítima, ejercido desde el Estado
democrático y el poder como capacidad que emana de la acción comunicativa y colectiva.

En razón de lo antedicho, y desde supuestos epistemológicos realistas críticos, se ha procedido a


reformular radicalmente la idea de poder como capacidad que ejerce sus efectos de modo mediato en
y a través de las relaciones sociales. La ciencia social de inspiración realista considera que el poder
es una capacidad o disposición que no se agota en su ejercicio, el cual resulta contingente en función
de la presencia de determinadas circunstancias.

El poder resulta poseído y/o ejercido no por individuos en tanto hombres y mujeres aislados, sino en
cuanto individuos situados en un contexto social determinado que los dota o priva de determinados
recursos.
El poder sobre alguien, de un individuo agente sobre otro u otros individuos pacientes, no agota el
ámbito del poder político, pues existe además el poder para conseguir algo que nace de la acción
colectiva y la coordinación.

El poder, a diferencia de lo sostenido por el modelo lineal causal de sujeto (agente) que impone sobre
otro (paciente) sus intereses, puede ejercerse teniendo o no teniendo en cuenta los intereses de los
ciudadanos sobre los que se ejerce, lo que da lugar a la distinción básica entre interferencia legítima y
dominación.

El poder no se reduce a su dimensión prohibitiva y sancionadora, dado que unas veces impide o
restringe las capacidades de acción de los actores, pero muchas otras es positivo: genera, produce o
modifica preferencias e identidades.

El poder no constituye, en fin, un concepto negativo desde un punto de vista normativo, no es


necesariamente represivo sino que apropiadamente constituido deviene un elemento fundamental de
una democracia, de una sociedad bien ordenada y justa.

Una teoría normativa de la democracia debe conectarse, pues, con una teoría de orientación empírica
capaz de descubrir y evaluar el poder de los actores o su ausencia sin necesidad de que ese poder
se manifieste con claridad meridiana en el mundo de los hechos observables.

Ahora bien, en cuanto el poder es una propiedad disposicional de un agente, su naturaleza deriva de
la relación entre ciertas propiedades y recursos del actor y las propiedades del entorno social. En este
sentido, y sólo en éste, el poder es una propiedad estructural, esto es, una propiedad derivada de las
relaciones sociales (pautadas, estructuradas) entre los individuos. Por eso el poder, desde Spinoza
(oboedientia facit imperantem) y Hegel (“Dialéctica del amo y el esclavo”), resulta considerado como
una propiedad relacional, porque vincula estructuralmente a poderosos y desprovistos de poder,
porque, como Foucault señalara: “el poder no está enteramente en manos de nadie que pueda
ejercerlo por sí solo y totalmente sobre otros. Es un dispositivo en el que todo el mundo está
implicado, aquellos que ejercen el poder tanto como aquellos sobre los que el poder es ejercido”. Sin
embargo, a diferencia de la noción de estructura del estructuralismo radical, que determinaba el
comportamiento de los actores hasta el extremo de convertirlos en meros portadores o “soportes” de
estructuras, la noción de estructura que se emplea en la ciencia social contemporánea, designa el
conjunto de incentivos que enfrentan los actores en su interrelación, esto es el conjunto de costes y
beneficios que se derivan de seguir un curso de acción u otro.

PODER SOBRE Y PODER PARA.


Para los participantes en el frustrante (por las razones expuestas) debate sobre las tres caras del
poder, éste, al estar construido como una regularidad empírica observable de comportamiento, se
formula siempre causalmente como “poder sobre” alguien, coacción de un actor A sobre un actor B,
de tal modo que este último se ve forzado a hacer algo que de otro modo no haría. Con ser esta
faceta ciertamente relevante se colapsan, sin embargo, diversas modalidades de poder en una sola
amalgama indiferenciada.

Un rasgo recurrente de la teoría normativa de la democracia es, sin embargo, la fusión, muchas
veces implícita y no elaborada, de ambos conceptos. Y, si bien es cierto que se trata de una distinción
analítica, de difícil nitidez ontológica, su aceptación acrítica se traduce en muy negativas
consecuencias. Entre ellas, como veremos: 1) la incapacidad última de distinguir entre poder y
dominación; 2) la imposibilidad de dar cuenta del poder generado mediante la acción colectiva; y 3) el
crónico déficit de elaboración normativa de la articulación entre el poder procedente de la movilización
colectiva de los ciudadanos y el poder democrático ejercido desde las instituciones del Estado.
En primer lugar, debemos considerar el poder de unos actores sobre otros. Pues el poder (sobre) es
la capacidad estratégica y relacional de un actor para conseguir objetivos modificando la conducta de
otros actores. El poder (sobre) es transitivo, pues implica sujeto y objeto, una relación de interferencia
legítima (autoridad) o arbitraria (dominación).

Desde el punto de vista normativo de la teoría política democrática, ello nos remite a una cuestión
clave: la contestabilidad del poder (sobre), esto es, la necesidad de que permanezca abierta en todo
momento la posibilidad de crítica, incluso de conflicto, por parte de los ciudadanos respecto al
ejercicio del poder, su libre evaluación acerca de la presencia o no de interferencia arbitraria. Sólo en
este último caso estaríamos en una situación de interferencia sin dominación .

Veamos ahora la segunda modalidad del poder. El poder (para) es la capacidad de un actor de
actuar, de conseguir algún resultado en su interés. Por contraste con el poder- sobre, se trata de una
capacidad intransitiva y en razón de ello de suma positiva o variable: puede generarse sin disminuir el
poder de otros actores. El caso es que este poder (para) se incrementa notoriamente en la medida en
que diversos individuos son capaces de cooperar, de actuar de consuno en pro de sus intereses
comunes.

Ahora bien, actuar de consuno requiere, como las teorías de la acción colectiva a partir de Olson han
puesto de relieve, algo más que la sola posesión de intereses comunes. En efecto, es posible que un
grupo de individuos posean unos intereses compartidos y que, sin embargo, ello no dé lugar a
movilización alguna en su defensa, y no aparezca el tipo de poder generado mediante la conducta
cooperativa. La razón es que resulta preciso, además, la resolución de los problemas varios de la
acción colectiva, problemas que, en buena medida, se derivan de la específica estructura en la que
los individuos en cuestión se encuentran inmersos.

INTERFERENCIA Y DOMINACIÓN
Resulta preciso recordar, ante todo, que la fusión entre el poder entendido como la capacidad
interesada de conseguir objetivos -poder (sobre)- y el poder como expresión de la autonomía
individual y colectiva, como acción cooperativa -poder (para)-, se ha traducido muchas veces, en los
debates contemporáneos, en la hegemonía de un concepto estratégico de poder que en última
instancia hace equivaler poder y dominación, lo que normativamente suscita graves problemas a la
hora de pensar las diversas modalidades de poder, su generación y su control.

Pero será en la tradición de la escuela de Frankfurt, y más recientemente en la compleja obra de


Foucault, donde, como ya hemos avanzado, la colusión del poder con la dominación alcance su
grado más alto. Pese a que un mérito indisputable, entre otros, de los análisis de Foucault será el de
subrayar la cualidad productiva y no meramente negativa del poder, no debe olvidarse que el poder
disciplinario, concebido como “estructura total de acciones” se manifiesta en los instrumentos,
técnicas y dispositivos que condicionan las acciones de los sujetos. La relación intrínseca entre
sujeción (dominación) y subjetivación (generación de identidad), derivada de la constitución de los
regímenes de saber/poder, alumbra una concepción del poder como ubicua “acción sobre la acción
de los otros”.

De ahí que una concepción del poder concebido como flujo circular, estructural, “que penetra las
almas y los cuerpos” de los individuos, hipertrofia hasta tal extremo el poder (sobre) como “estrategia
sin estratega”, que agosta normativamente la posibilidad de acción colectiva, eventual fuente de
poder (para), pues la vuelve fatalmente deudora de la “jaula de hierro” del régimen de saber/poder
(sobre).

De ahí la distinción clave entre Macht: poder generado mediante interacción comunicativa de los
miembros de una comunidad para los fines colectivos, y Gewalt: disposición de recursos y medios de
coacción para imponer decisiones por parte de una autoridad política, esto es, el poder de que nos
habla la tradición parsoniana.

Hannah Arendt desliga el concepto de poder del modelo de acción teleológica y lo configura como un
efecto colectivo y grupal del habla, en la que el entendimiento se convierte para los participantes en
una actividad autotélica, en un fin en sí misma. Ninguna autoridad política puede sustituir en vano el
poder (Macht) por la coacción (Gewalt), al tiempo que el verdadero poder sólo puede provenir de un
espacio público exento de coacciones. “el poder no lo posee nadie, en realidad surge entre los
individuos cuando actúan juntos y desaparece cuando se dispersan otra vez”.

La aportación de Arendt resulta de todo punto clave para una teoría normativa del poder, pues da
cuenta del estrechamiento estratégico de lo político en las sociedades contemporáneas así como de
la unilateral remisión del poder al Estado. Pero, a su vez, se escora pendularmente en exceso hacia
la modalidad del poder como acción colectiva y comunicativa, al muy alto precio señalado en su día
por Habermas: 1) la supresión de las dimensiones estratégicas de lo político; 2) la desconexión de la
política respecto de sus relaciones económicas y sociales, en las que se inserta a través del sistema
administrativo; y 3) la incapacidad de aprehender los fenómenos de dominación estructural.

Algo semejante encontramos en la formulación normativa de la “Gran República” de Agnes Heller.


También aquí asistimos a una valoración del poder como producto de la participación cívica y la
movilización colectiva: “el poder está en la calle, hombres y mujeres participan activamente en el
ejercicio de su libertad”. Esta centralidad del poder(para) no se limita, además, en Heller a los
momentos fundacionales de la República, a la participación y movilización propia del status nascendi
del poder constituyente, sino que a su juicio debe prolongarse en la política ordinaria: “los ciudadanos
siempre pueden abrir espacios republicanos en lo que tomar la iniciativa y hacer política”.

Esta concepción del poder de Heller permite, de modo más equilibrado que a Arendt, postular un
principio de “soberanía dual”, síntesis de democracia directa y representativa, en el que hay espacio
teórico normativo para el poder institucionalmente ejercido por el Estado democrático junto con el
ejercicio activo de la ciudadanía .

Este giro permite a Heller, a diferencia de Arendt, avanzar dos importantes argumentos normativos: 1)
modular un republicanismo democrático que asume como irrenunciable el legado liberal de los
derechos individuales de la tradición constitucionalista, si bien lo amplía mediante la participación no
compulsiva en las esferas social y política y conectar normativamente las demandas y valores
democráticos con sus portadores y formuladores, los actores colectivos:

Es preciso, sin embargo, recuperar teóricamente lo mismo la dimensión del poder (sobre), o
capacidad legítima de incidir mediante decisiones en las conductas de los individuos, discerniendo
entre poder y dominación, que elaborar la capital distinción entre interferencia y no dominacion.

Ya hemos visto cómo sólo un concepto disposicional de poder alcanza a dar cuenta teóricamente de
la posibilidad de dominación sin interferencia, esto es, una dominación que eventualmente no se
actualiza en virtud de la concurrencia de ciertos factores, pero que está estructuralmente presente
como potencial interferencia arbitraria. Asimismo mostramos también cómo sólo un concepto realista
y estructuracionista, al conjugar la dimensión condicionante de las estructuras con la capacidad de
acción colectiva y la contestación por parte de los actores, puede dar cuenta del poder como no
dominación. Esto es, faculta concebir un poder legítimamente ejercido desde las instituciones
democráticas, en el que está bloqueada estructuralmente no ya la práctica, sino la posibilidad
(teórica) misma de interferencia arbitraria.

Resumiendo todo lo hasta aquí argumentado, estamos ahora en condiciones de postular un concepto
de dominación, que se caracterizará por los rasgos siguientes: 1) la capacidad potencial efectiva; 2)
de un actor individual o colectivo; 3) en virtud de su posición relacional en las estructuras sociales y
políticas; 4) de ejercer influencia intencional, esto es, no como resultado colateral de su acción; 5) de
modo arbitrario e ilegítimo; 6) para condicionar el comportamiento de otros agentes.

Pero, a partir de la distinción entre poder (sobre) y poder (para), somos asimismo capaces de
elaborar normativamente no sólo 1) el poder como interferencia no arbitraria, más concretamente,
legítima en el sentido complejo que luego se verá, esto es, el poder como no dominación; sino 2) la
imprescindible acción del poder (sobre) legítimo como generador de las condiciones de igualdad,
inclusión y apoderamiento necesarias para la génesis de poder (para) colectivo entre los ciudadanos.

LEGITIMIDAD Y NO DOMINACIÓN.
Tanto Weber como Parsons introdujeron una muy influyente noción de legitimidad al hilo de su
perspectiva teleológica del poder, ya sea individualista o sistémica, fundamentalmente dependiente
del consentimiento por parte de aquellos sobre los que es ejercido. Pero ambos desestiman la
consideración no estratégica del acuerdo, esto es, su concepción, no como un fin instrumental para
otros fines, sino como fin en sí mismo; a saber: la formulación de una voluntad común orientada al
entendimiento, un consenso básico en las reglas de juego alcanzado sin coacciones como marco del
pluralismo.

EL PODER EN JOHN RAWLS


La obra de Rawls ejemplifica los problemas normativos que para la teoría política de la democracia
se derivan de una visión unilateral del poder político como poder del Estado, esto es, del poder
político actuando verticalmente desde el Estado liberal dotado, en este caso, de neutralidad positiva.

Aquí, una concepción del poder como sujeción legítima, esto es, como un poder actuando
verticalmente sobre los individuos en tanto sujetos, se prolonga en una sobrevaloración del “consenso
superpuesto”. De la mano de un tal consenso procede, como es sabido, una “concepción política de
la justicia” que deduce los principios rectores de las instituciones democráticas al margen de las
doctrinas comprensivas.

Ahora bien, la problemática conexión entre la razón pública y la concepción “política, no metafísica”
de la justicia, supone el debilitamiento de aquella otra concepción rawlsiana de inspiración más
republicana de la razón pública como el conjunto de razones “que cada uno pudiera razonablemente
esperar que los demás aceptaran como consistentes con sus propias libertad e igualdad”.

Rawls reitera una y otra vez en sus últimas obras la reducción del poder político al poder del Estado.
En efecto, por una parte, en un sistema liberal “el poder político es, en última instancia, el poder
público, esto es, el poder del cuerpo colectivo formado por ciudadanos libres e iguales”; o dicho de
otro modo: “en un régimen constitucional el poder político es también el poder de los ciudadanos
iguales considerados como un cuerpo colectivo.

Ahora bien, la concepción política de la justicia, deviene restricción de la esfera de ciudadanía a


resultas de un estrechamiento constitucional de la legitimidad, pues el principio liberal de legitimidad
entiende que el “poder político es legítimo sólo cuando es ejercido de acuerdo con una constitución
(escrita o no escrita), cuyas esencias pueden aceptar todos los ciudadanos, como ciudadanos
razonables y racionales que son, a la luz de su común razón humana”.

Por otra parte, no puede haber equívoco alguno: “el poder político es siempre poder coercitivo
respaldado por el uso estatal de sanciones, pues sólo el Estado tiene autoridad para usar la fuerza en
salvaguarda de las leyes”; o, también, “El poder político es siempre poder coercitivo aplicado por el
Estado y su aparato ejecutivo”.
Esta concepción reduccionista del poder político -“poder político al que estamos sujetos” tiene dos
consecuencias problemáticas: 1) el poder político es siempre poder(sobre), esto es, un “poder
impuesto a los ciudadanos como individuos”; y 2) el dominio de lo político, “la relación política”, se
muestra por definición, “distinto y separado” de lo asociativo, lo familiar, lo personal”, encerrado en el
“foro político público”, depositado en exclusiva en los poderes del Estado: administración, judicial,
legislativo y ejecutivo.
DESVIACION SOCIAL
Por "Francisco Fernández Morcillo".

CONCEPTO DE DESVIACIÓN

Por medio del proceso de socialización la persona va asimilando continuamente normas de conducta
socialmente aceptadas, sin embargo no todas las personas las cumple; aquellas que no acatan las
normas sociales se les llama “asociales o desviado social” Maslow estableció 5 niveles de
necesidades que satisfacer:

-necesidades biológicas -necesidades de seguridad -necesidades sociales -necesidades de


reconocimiento -y, necesidades de autorrealización

Para conseguirlas el individuo tiene que adaptarse a las normas sociales, que será la conducta
normal (conformidad), o por el contrario transgredirlas con el consiguiente rechazo social.

Robert MERTON distinguió entre los objetivos que la sociedad establece y que sus miembros
pretenden conseguir y los medios establecidos para alcanzarlos.

La elección del camino a seguir vendrá condicionado por el grado de socialización, es decir por el
grado de adaptación social. Merton estableció cinco tipos de desviaciones sociales:

TIPOS DE COMPORTAMIENTOS DESVIADOS.


EL CONFORMISTA.- Utiliza los cauces establecidos por la sociedad para alcanzar las metas, y no
persigue aquellas para las cuales no está capacitado (en realidad no es un desviado social)

EL INNOVADOR.- Acepta las metas (poder, riqueza), pero no los medios. Aquí se encuadra la
delincuencia, personas de clases bajas que no tienen fortuna ni profesión que les permita conseguir
el ascenso por los medios adecuados

EL RITUALISTA Rechaza las metas pero acepta los medios. Es el empleado medio que mantiene
una actitud conformista, y se considera bien como está y no tiene ambiciones.

EL RETRAIDO Rechaza tanto los medios como las metas (vagabundo, drogadicto)

EL REBELDE Rechaza los medios y las metas pero para sustituirlas. Hay dos formas de rebelión, la
revolución armada (perseguida criminalmente), y la revolución pacífica (que se identifica con el
cambio social, y se hace por medios democráticos)

FACTORES DE LAS DESVIACIONES


-LA FAMILIA La socialización es un proceso por el cual los individuos aprenden los modos de actuar
y de pensar de su entorno; los interiorizan integrándolos en su personalidad y llegan a ser miembros
de grupos donde adquieren un estatus específico. La vida pacífica en sociedad sería imposible en
ausencia de ciertas normas básicas de convivencia y el proceso de socialización intenta inculcar en
los nuevos miembros de la sociedad el respeto de dichas normas.

La familia es considerada el principal agente de socialización puesto que, por regla general, el
individuo convive con sus padres durante los primeros años de su vida y, en consecuencia, recibe de
ellos su educación elemental. Dada la importancia de esta primera formación, podemos decir que la
influencia familiar suele hacerse sentir, con mayor o menor intensidad, durante toda la vida del ser
humano. Por este motivo se ha afirmado que la familia es “la institución esencial a través de la cual se
asegura la reproducción de las relaciones sociales”.

A lo largo de la historia pensadores como Platón, Santo Tomás de Aquino, Marx, entre otros, han
insistido en la necesidad de controlar a la familia para asegurar la supervivencia de sus respectivos
modelos de sociedad. Cuando se producen comportamientos antisociales, la familia es acusada con
frecuencia de haber faltado a su deber de socialización, por ello ha sido considerada como la principal
causa de la delincuencia. -periodo de formación (el fracaso escolar) -relaciones personales (amigos).-
los jóvenes que huyen del hogar familiar buscan lazos afectivos en la calle (bandas juveniles). -
impacto de los medios (radio, televisión, internet)

TEORIAS DE LAS DESVIACIONES


Las investigaciones científicas sobre el mundo del delito son escasas y se circunscribe a una época
o espacio determinado, piénsese que observar lo desviado es muy difícil y lo que se hace es
incompleto. De ahí que los primeros estudios se hicieran por médicos y literatos (picaresca del siglo
XVII), destacándose la Escuela Positiva con Lombroso (el criminal nato), Ferri (sociología criminal),
Garófalo (el primero en usar el término de criminología.

El origen de la conducta es variable, de ahí que su estudio explicativo se realice desde distintos
puntos de vista.

TEORÍAS BIOLÓGICAS
Se busca como causa algún aspecto fisiológico que provoca la conducta desviada. Tuvieron auge a
finales del siglo XIX y principios del XX, cayendo en el olvido, aunque en la actualidad se vuelve a
ellas, basado en la ingeniería genética.

LA TIPOLOGÍA DE KRETSCHMER.
-se basó en tipos corporales: pícnico (individuo grueso de carácter afable); leptosomático (delgado,
carácter reservado); atlético (musculoso, carácter impulsivo). Después relacionó éstos tipos
corporales con las formas delictivas, y así, el pícnico (colaborador delictivo); leptosomático
(estafador); atlético (delitos contra las personas).

LA TIPOLOGÍA DE SHELDON.-
Su estudio se basó en fotografiar, medir y pesar un número de personas masculinas, estableciendo 3
tipos corporales: endomorfo (pícnico del autor anterior); ectomorfo (leptosomático), y mesomorfo
(atlético); en general estableció identidades con la teoría anterior.

TEORÍAS PSICOLÓGICAS
Psicopatología.-las disfunciones psíquicas explican ciertos comportamientos asociales y delictivos.

Psicodinámicas.-basada en el psicoanálisis de Sigmund FREUD, relaciona las conductas criminales


con problemas no resueltos en la infancia (complejo de Edipo) Psicológicas.- factores de personalidad
o de aprendizaje.

TEORÍAS SOCIOLÓGICAS
Sus causas hay que buscarlas en el contexto social del individuo. Para éstas teorías, a la biografía
personal del autor hay que sumar lo que les afecta en la estructura social.

Teoría del control social.-Si la persona en su libre albedrío puede violar las normas y la propia
sociedad le ofrece oportunidades para ello, por qué la mayoría se frena.
Para la criminología la respuesta es el miedo al castigo, como elemento básico del CONTROL
SOCIAL, aparte de otra serie de razones como la reacción social negativa en forma de
desaprobación, dependiendo de: -mayor o menor entidad de la trasgresión poder del trasgresor -
distanciamiento social entre el trasgresor y los agentes de control social formal (policía, justicia) -nivel
de tolerancia de la sociedad (alarma social).

HIRSCHI, dice, toda persona es un infractor potencial y solo el castigo o reproche social (familia,
trabajo, amigos), puede pararle. Luego una causa de criminalidad sería ausencia o debilitamiento de
estos vínculos que le une a la sociedad. Cuando la persona carece del necesario arraigo social,
carece del indispensable control disuasorio se encuentra libre el camino del delito.

TEORÍA DE LA ANOMIA (Durkheim) Anomia es la ausencia de norma o ley. En sociología es un


conflicto de normas, de manera que la persona no sabe a qué atenerse. La sociedad propone a la
persona objetivos para su realización personal (dinero, poder), sin embargo la sociedad no le
proporciona los medios ni la igualdad de oportunidades para alcanzar esa meta social, por lo que el
individuo se verá abocado al delito.

TEORÍA DE LA ASOCIACIÓN DIFERENCIAL (Sutherland1970) La familia es la encargada de


transmitir al individuo una serie de valores favorables de respeto a la ley. En cambio las subculturas
delictivas, y en particular un grupo de amigos delincuentes le transmiten valores favorables a la
violación de la ley.

La disociación familiar reduce la vigilancia y facilita que entren en contacto con grupos de jóvenes
delincuentes. Se entiende por “familia disociada” aquella en la que falta al menos uno de los padres
biológico o adoptivo. Engloba a la familia monoparental, familia reconstruida con padrastro o
madrastra, y cuando ambos padres están ausentes (niños institucionalizados y acogidos en otras
familias o que viven independientemente)

TEORÍA DEL DELINCUENTE DE GUANTE BLANCO (Sutherland) Es un delito cometido por una
persona respetable y de alto estatus social en el curso de su ocupación (delincuencia organizada,
delincuencia corporativa, tráfico de influencias, prevaricación, cohecho, malversación de caudales
públicos, delito económico).

Es un delito como cualquier otro, y que en la mayoría de las veces entra dentro de la “cifra negra de
la criminalidad”. Es inconsciente tanto para la policía (salvo especialistas), como para la víctima. Sería
necesaria la definición (tipicidad), de cada una de las figuras delictivas, y no ambigüedades, para
alcanzar un grado aceptable de seguridad jurídica, y con ello el principio de legalidad.

TEORÍA DEL ETIQUETAMIENTO (Becker)


Ningún acto es desviante de por sí, sino que es desviante cuando hay reacción negativa de la
sociedad y aquel, que consideran que ha trasgredido lo estigmatizan.

TEORÍAS PLURIFACTORIALES La criminología es una ciencia compleja que se apoya en la


sociología, psicología, medicina, matemática, ciencia jurídica, etc...La ciencia del fenómeno criminal
se desarrolla en varios planos: el del crimen, que aísla el estudio del acto criminoso en la vida del
hombre, considerándolo como un episodio con comienzo, desarrollo y fin; el criminal, estudio
individual de las características del autor de su acto criminal y de factores que han influido en la
formación y evolución de su personalidad; criminalidad, conjunto de actos criminales que se producen
en un tiempo y lugar determinado, y la víctima o perjudicado.
La causa de la criminalidad no depende de un solo factor sino de varios (rasgos personales, familia,
escuela, personalidad, ámbito territorial dónde se desenvuelve). La personalidad criminal es un
producto biológico social.

TIPO, CLASES Y FORMAS


INADAPTADO Es el individuo que fracasa ante los estímulos que el medio social le ofrece. Es aquel
sujeto que no solo se encuentra al margen de la normalidad social, sino que además manifiesta un
comportamiento discrepante respecto de las pautas de comportamiento consideradas “normales” en
determinado contexto o entorno social.

MARGINADO Las personas marginadas no tienen sentimiento de pertenecer al grupo en el que se


hallan y su grado de marginación vendrá dado por la desviación que exista respecto al grupo de
referencia.
Esta marginación puede ser (toxicómanos, alcohólicos), cultural (clases sociales bajas,
inmigrantes), automarginación (vagabundos). marginación laboral (parados).

DELINCUENTE Aquella persona que desobedece el ordenamiento legal de la sociedad en la que


vive, causando perjuicio al resto de los ciudadanos y a la sociedad.

CLASES DE DELINCUENTES.
A) habituales.- que pueden ser profesionales y asociales. a) Profesionales: -frecuencia en la
comisión de delitos -adaptación social -organización más o menos estable -planificación en los delitos
-internacionalización -grupal con reparto de tareas -el objetivo es la búsqueda de la riqueza inmediata
b) asociales -inadaptación social -carencias culturales -actúan individualmente o en grupo, en éste
último caso durante la realización del mismo -carencia de medios y conocimientos -no planifican -sus
acciones delictivas le reportan pocos beneficios, por lo que tienen que actuar con frecuencia B)
Ocasional.-actúa en periodos determinados.

OTRAS FORMAS DE DELINCUENCIA


DELINCUENCIA JUVENIL.
Infractores menores de 18 años, no estando sometidos a los tribunales normales de justicia, y tienen
una jurisdicción especial (normativa penal de menores) Una mala socialización determina el
fenómeno social de los delincuentes juveniles. Banda juvenil.-es un grupo primario con organización
que ejerce control entre sus miembros y existe un jefe, a quién los demás reconocen su autoridad.
Están formados por adolescentes que han fracasado en sus relaciones familiares, escolares y
ambientales. Las normas sociales que la banda da a Sus miembros van a determinar sus futuras
actuaciones. La banda le va a proporcionar afectos que la familia, la escuela y el adecuado ambiente
social no le han dado.

VIOLENCIA URBANA.
Se produce en los grandes núcleos urbanos de población y alcanza a todas las clases sociales cuyo
principal protagonista es el joven, con valores que se oponen a los del adulto Los encontramos en: -
violencia deportiva -violencia en acontecimientos musicales -racismo -universidad -tribus urbanas

LA MUJER CRIMINAL.
El delito es cosa de hombres, la mujer coopera en acciones complementarias. No hay investigaciones
al respecto, salvo la relativa al mundo de la prostitución sabiéndose únicamente que en su mayoría
proceden de la subcultura baja; en cuanto al delito, su participación se incluye sobre un 6%, en
calidad de complicidad o encubridora, y pocas veces como autora. El arma preferida ha sido sin duda
el veneno, al menos en tiempos pasados, pero tampoco han dudado en utilizar objetos cortantes o
punzantes o la pistola para terminar con la vida de personas tanto del sexo masculino como del
femenino. Los móviles han sido muy variados, desde los celos, la avaricia, el poder, el deseo de
heredar, o la venganza para destruir a su pareja o a su oponente.

CAMBIO SOCIAL
REFLEXIONES DE LOS SOCIÓLOGOS CLÁSICOS SOBRE LOS CAMBIOS SOCIALES http://www.uji.es/bin/publ/edicions/mcs.pdf
Mercedez Alcañiz. Manual de Cambio Social y Movimientos sociales.

A continuación, las aportaciones realizadas por los denominados sociólogos clásicos sobre los
cambios que se estaban produciendo en la sociedad de finales del xix y principios del xx.

FERDINAND TÖNNIES (1855-1936)

Sociólogo alemán, nacido en Schleswig Holstein, al norte de Alemania. Estudió filosofía, filología,
economía e historia en las universidades de Jena, Leipzig, Bonn, Berlín, Kiel y Tubinga. En 1910
fundó en colaboración con Max Weber y George Simmel la Asociación Alemana de Sociología, de la
cual llegó a ser presidente. Catedrático de economía política en la universidad de Kiel. Murió en 1936,
tres años después de haber sido expulsado de la universidad por los nazis. Su obra más conocida es
Comunidad y Sociedad. Tönnies publicó el libro en 1887, después de reelaborarlo a partir de la tesis
escrita por él en 1881, lo que le permitió la habilitación en la Universidad de Kiel. La edición que hoy
más frecuentemente se utiliza es la versión que el mismo Tönnies rehízo en 1912.

En el libro aparecen, por primera vez, los conceptos de comunidad y sociedad como tipos históricos
de sociedades, adoptados rápidamente como conceptos clasificatorios de sociedades según el tipo
de relaciones sociales que mantienen. En la línea evolucionista anteriormente señalada, para Tönnies
la historia puede concebirse como un proyecto infinito que alcanza su punto más alto en el
capitalismo y que tiende a la imposición de relaciones contractuales, anónimas y despersonalizadas,
y esto es lo que caracteriza a la sociedad.

Pero a la vez, el individuo necesita, no obstante, de la comunidad: de lo íntimo, de lo privado, que se


basa en relaciones personales y cuya razón de ser está en ellas mismas. Estos dos tipos históricos
se determinan mediante «relaciones voluntarias» de los individuos, como formas de vinculación. Las
relaciones de voluntad son, para él, un deseo natural y originario que se manifiesta en la capacidad
de decisión de los individuos.

Según este planteamiento, se distinguen dos formas de la voluntad: la voluntad esencial u orgánica
(Wesenwille) y la voluntad arbitraria o reflexiva (Kürwille). La primera se define de modo orgánico y
natural; se caracteriza por elegir los medios y los fines conforme a los placeres experimentados que
resultan de la espontaneidad, del hábito y los recuerdos. Los grupos sociales que surgen de estas
relaciones son lo que él denomina comunidad.

La segunda se define a partir de la reflexión que supone un fin abstractamente concebido que busca
determinar técnicamente los medios más adecuados. Aparece loque denomina sociedad. Como
indica Freund (Bottomore y Nisbet, 1988: 183), este distingo psicológico entre las dos clases de
voluntad condiciona las maneras por las cuales los seres humanos constituyen grupos sociales: o
crean una comunidad basada en la voluntad orgánica, o una sociedad basada en la voluntad
reflexiva.
Para Tönnies, la asociación se constituye después que la comunidad pero ello no quiere decir que
ésta desaparezca cuando la asociación comience a predominar. «Comunidad y sociedad» se inserta
dentro de la tradición alemana que distingue entre el Estado y la sociedad; su formación se
decantaba más por la Ciencia Política, en especial por Hobbes, y conocía bien la obra de Marx (al
que cita en numerosas ocasiones), debido también a su simpatía y militancia en el partido
socialdemócrata alemán, hecho que le supondría la expulsión de la universidad al ascender los nazis
al poder.

La aportación más importante de Tönnies se halla en el establecimiento de una tipología de


sociedades (algo que también hizo Spencer, como sabemos), incluyendo en cada una de ellas unas
características diferenciales con respecto de la otra, como se ha podido ver en párrafos anteriores, y
dándole además, una perspectiva histórico-evolutiva lineal, ya que sitúa ambos tipos en un continuum
temporal.

Otra aportación es la que hace referencia al aspecto valorativo que establece del proceso; en esto se
diferencia de los autores anteriores, ya que no está tan seguro de que la «asociación» o sociedad,
representada para él en el capitalismo sea lo mejor. Tiene sus dudas y así lo expresa a lo largo de la
obra. Es el primer crítico con respecto de la idea de progreso.

EMILE DURKHEIM (1858-1917)


Francés, nacido en Lorena, hijo y nieto de rabinos. Diplomado en filosofía, fue nombrado profesor de
liceo y pasó luego a enseñar en la Universidad de Burdeos y en La Sorbona (París). Creó la revista
L‟Année sociologique, fue el fundador de la Escuela francesa de sociología ocupando la primera
cátedra de Sociología en la Universidad.

De su obra prolífica destacamos, además de De la división del trabajo social, Las reglas del método
sociológico (1895) y El suicidio (1897). Poco después de que se publicara Comunidad y Asociación,
E. Durkheim leyó la tesis doctoral en la Universidad de Burdeos con el título «De la división del
trabajo social»5 (1893).6 La obra se puede incluir dentro de los estudios sobre la evolución de las
sociedades y en ella Durkheim (Giner, 1975: 546) intentó replantearse la cuestión de la evolución
mediante la búsqueda de un sistema de causación más plausible que los propuestos por Comte y
Spencer.

En la famosa obra, Durkheim plantea el hecho de que a lo largo de la historia se ha operado un


cambio radical en la sociedad; dicho cambio diferencia las sociedades «primitivas» de las actuales y
se basa en un considerable aumento en el grado de división del trabajo, es decir en la especialización
de las tareas.

De igual manera que Tönnies, describe cronológicamente la evolución de la sociedad: la historia se


mueve desde la «solidaridad mecánica» a la «solidaridad orgánica». Desde unas sociedades en las
que los individuos se fusionan en masa porque tienen una conciencia común (las sociedades
primitivas) a otras en las que cada cual conserva su esfera de acción (las sociedades industriales).

Señala Carlos Moya que Durkheim significa el salto del organicismo positivista al análisis estructural-
funcionalista por su superación del evolucionismo, del finalismo y de las analogías organicistas en
una teoría auténticamente sociológica, en un sistema teórico en el que los hechos sociales no puedan
ser explicados sino por hechos sociales.

Las aportaciones más significativas de Durkheim al análisis del cambio social son: a) En primer lugar,
Durkheim introdujo en su análisis la perspectiva moral. Toma del filósofo alemán Kant la idea de que
el hecho moral (una norma social por ejemplo) es imperativa para el individuo.
Inspirado en el autor alemán, propondrá que la fuente trascendental de lo «a priori» de la acción
moral es la sociedad, cuya existencia es, a la vez, anterior y posterior a la de cualquiera de sus
miembros. Pero como no hay sociedad sino sociedades, considera que hay una moral apropiada para
cada sociedad y para cada etapa de su desarrollo.

Es, pues, relativista, y no consideraba que la sociedad actual de su época fuera moralmente superior
a las anteriores. b) Este «imperativo» kantiano junto con la influencia de Montesquieu y su
consideración del «peso» de la sociedad en el individuo, le llevaron a establecer su teoría de que el
origen de todo proceso social debe ser buscado en la constitución del medio social interno, en la
estructura social. La estructura social es la última referencia analítica (no ontológica ni metafísica) de
toda explicación sociológica. Es, pues, la referencia a tomar para explicar los hechos sociales y sus
procesos.

Este es el referente durkheimiano: el cambio se explica por y en la estructura social. No hay


determinismo divino ni determinismo natural, sino social. En la consideración de la estructura como
«medio» es preciso tomar en cuenta la influencia del biólogo Claude Bernard y su libro Introducción al
estudio de la medicina experimental en el que estudia la duración y funcionamiento de los organismos
y las funciones que se realizan en su interior. c) Finalmente, y en relación con su inicial planteamiento
evolucionista, no podía alejarse de la influencia que tenía Darwin por estas fechas.

En la División del trabajo utiliza el concepto darwiniano de «lucha por la vida» para justificar que el
crecimiento de la sociedad necesita de una mayor división del trabajo. En la siguiente cita textual lo
expresa con toda claridad: El crecimiento de la sociedad necesita de una mayor División del Trabajo.
¿Por qué? Porque la lucha por la vida es más ardua. Darwin ha observado que la concurrencia entre
dos organismos es tanto más viva cuanto son más análogos... Las profesiones similares se hacen
una concurrencia tanto más viva cuanto son más semejantes.

En resumen, Durkheim con su metodología positivista introduce una nueva explicación en el marco
teórico conceptual del cambio social: su concepción de que es el medio social interno, la estructura
social, o, dicho en otros términos, la sociedad, la que determina y explica el proceso de cambio social.
Retornemos de nuevo a la sociología alemana para conocer ahora las aportaciones de dos grandes
sociólogos: Georg Simmel y Max Weber. Ambos fueron coetáneos y amigos personales.

GEORGE SIMMEL (1858-1918)


Sociólogo y filósofo alemán nacido en Berlín. Es uno de los clásicos de la sociología. Su carrera fue
difícil y sólo accedió a una cátedra de sociología en la Universidad de Edimburgo poco antes de
morir. La marginación que sufrió fue debida, en parte, tanto a su condición de judío como a su
peculiar perspectiva teórica, carente del espíritu del sistema. entre sus obras destaca: Sociología
(1908), La Filosofía del dinero (1900), La gran urbe y la vida del espíritu.

Filósofo de origen (como Durkheim), su punto de partida fue positivista e influido por el evolucionismo
spenceriano y darwinista; más adelante rechazó los argumentos positivistas que afirmaban que la
sociedad constituía un sistema objetivo dominando a sus miembros.

Define la sociedad como una intrincada red de relaciones e interacciones entre los individuos que la
componen. Quiere conceptualizar la sociología en términos de «formas», de ahí que se le considere
el principal representante de la denominada «sociología formal».

Lo que Simmel entiende como «forma» es una categoría, o número de categorías, a través de las
cuales el mundo de la experiencia se convierte en una taxonomía, un esquema conceptual con status
epistemológico y ontológico. La influencia del filósofo alemán Kant es obvia: el conocimiento es
posible sólo a través de categorías inmanentes de la mente, no por referencia a la experiencia y al
contexto.

Su primer trabajo sociológico importante fue On Social differentiation (1890) escrito bajo la influencia
de Spencer y del positivismo. El argumento central consiste en que la sociedad progresa desde un
estado de grupo indiferenciado a otro en el que es posible la autonomía y el individualismo
(recordemos a Durkheim y su división del trabajo).

Dos años después escribe Problemas de la Filosofía de la Historia que ejercerá una influencia notoria
sobre Weber y en el que defiende, ya bajo la influencia de Dilthey, la noción de individuo como un
sujeto cognitivo cuyas acciones producen la historia. Así, lo social surge de la acción humana, de las
intenciones de los sujetos humanos en relación con otros. Se opone claramente a la visión positivista
de leyes del desarrollo haciendo intervenir a los actores en la construcción social e histórica.

Se acerca más al posibilismo de Epicuro y Lucrecio visto en puntos anteriores. Simmel rechaza la
noción de sociedad de Comte y Spencer en favor de una compleja estructura constituida por una
interacción de muchos elementos. Se opone a las concepciones que creen que la sociedad es una
realidad externa al individuo, que existe como si tuviera una vida propia separada de la acción
humana (opuesto a Durkheim).

De entre los clásicos, Simmel destaca por su interés en el nivel micro de la realidad social. Su objeto
es el análisis de la miríada de interacciones entre los individuos: paisajes sociales (la metrópoli), tipos
humanos (el extraño, el pobre), modos de relación (la moda, el individualismo, la coquetería, el
secreto), incluso objetos (el asa, la puerta) expresan modos de asociación e interacción entre los
hombres. Su sociología se opone frontalmente tanto a la enunciación de leyes como al holismo que
permea la obra de Marx o de Weber.

MAX WEBER (1864-1920)


Sociólogo alemán nacido en Erfurt. Su padre fue un político importante y se educó en Berlín. Estudió
historia, leyes y economía en Heidelberg y en Gotinga. Fue catedrático en Friburgo, en Heidelberg y
en Munich. Fue cofundador y coeditor de los célebres Archivos de Ciencia social y de política social.
Entre sus obras destacan: Economía y Sociedad (póstuma), El político y el científico, La ética
protestante y el espíritu del capitalismo.

Max Weber es el principal representante de la denominada «sociología comprensiva » y uno de los


sociólogos que más contribuyeron a la institucionalización y consideración de la sociología como
ciencia independiente. Weber combatió encarnizadamente todas las construcciones histórico-
filosóficas de su tiempo: el positivismo de Comte, por considerarlo de carácter pseudo-religioso; el
materialismo histórico, porque consideraba una utopía la idea de eliminar mediante un sistema social
la dominación del «hombre por el hombre» (sic) y porque lo consideraba un determinismo económico
y las teorías de la historia, que se consideraban sucesoras de Hegel y el romanticismo.

Quería eliminar del concepto de historia los restos de un contenido de sentido ontológico tal como lo
era para los historicistas. De forma similar a Simmel, considera que no existe ninguna ley objetiva en
la realidad social. Con la ayuda de los «tipos ideales» (recordemos las «formas» simmelianas) es
posible construir teorías de los procesos sociales, que tienen alguna semejanza con leyes pero que
son exclusivamente construcciones analíticas para entender mejor la sociedad.

Él mismo dijo que el proceso histórico carece de sentido y se presenta como un acontecer más o
menos caótico. Pese a su interés por la historia y a utilizar sus vastos conocimientos históricos de
diversas culturas y sociedades a lo largo del tiempo, Weber se oponía a las leyes históricas porque, y
esta es su gran aportación, no tienen en cuenta las ideas que aportan los individuos y que pueden
transformar a la sociedad.
Como no hay leyes objetivas gobernando la sociedad, la acción debe ser definida en términos de
probabilidad (posibilismo) mejor que de necesidad (determinismo) y la estructura de los conceptos
sociológicos se construye alrededor de esta perspectiva probabilística.

Sitúa al individuo en el centro por su capacidad para decidir y adoptar diferentes valores; sólo los
individuos pueden orientar su acción por ideales supremos y de esta manera, indicar nuevos caminos
a la historia. Vemos un «posibilismo» similar al de Simmel. Ambos estuvieron influenciados por la
obra de Nietzsche.

Weber argumentaba que sólo a través de nuestros intereses orientados hacia valores y no a través
de una relación causal entre realidades pasadas y la cultura del presente, cualquiera que sea el tipo
de aquella relación, se constituía la historia. No hay, pues, necesidad histórica, sólo individuos que
deciden, en función de valores, sus acciones y que son en última instancia los que producen el
cambio y la transformación. Como la mayoría de sus contemporáneos,

Weber elaboró un análisis comparativo entre la sociedad capitalista y la sociedad preindustrial. Para
él no era la división del trabajo, ni la diferenciación progresiva, ni las relaciones impersonales lo que
caracterizaba a un tipo de sociedad frente a otro sino un proceso de racionalización de la sociedad
que se manifestaba en un progresivo «desencantamiento» del mundo.

VILFREDO PARETO
Finalmente, nos referiremos al sociólogo italiano Vilfredo Pareto (1848-1923) el cual en su Trattato di
sociología generale (1916) traza una imagen de la sociedad como un sistema social (concepto
utilizado luego por Parsons) que pasa a través de ciclos de equilibrio, desestabilización, desequilibrio
y, de nuevo, equilibrio. Su aportación novedosa fue la de introducir, influenciado por Gaetano Mosca y
su teoría de la clase dominante (incluida en Elementos de Ciencia Política, 1896), el concepto de
elites.

Las elites están formadas por aquellos que destacan en campos particulares de actividad. Su
concepción de la historia es cíclica y el cambio social y político lo concibe como el reemplazo cíclico
de las elites: su ascenso, declive y reemplazo. Considera que el desarrollo histórico lo hacen minorías
activas investidas con atributos para dominar a las masas pasivas.

MECANISMOS O FACTORES DE CAMBIO SOCIAL PARA LOS SOCIÓLOGOS


CLÁSICOS

Comencemos por Durkheim y su propuesta, novedosa, de considerar el crecimiento de la población,


la demografía, como factor de cambio. Como hemos señalado con anterioridad y consiguientemente
una elevación del nivel de civilización de esa sociedad, concluyendo que de esa estimulación general
resulta un mayor grado de cultura.

La División del Trabajo progresa tanto más, cuantos más individuos hay en contacto suficiente para
poder actuar y reaccionar los unos sobre los otros. Cuanto más numerosos son los individuos y
cuanto más intensa es la acción de los unos sobre los otros, tanto más reaccionan con fuerza y
rapidez y, por consiguiente, tanto más intensa es la vida social.

Ahora bien, esa intensificación es lo que constituye la civilización. Añade el sociólogo francés que
además de las sociedades, los individuos se transforman como consecuencia de los cambios que
tienen lugar en las unidades sociales y en sus relaciones. Cambia, pues, también, el carácter de las
personas.
Así, pues, para Durkheim, el aumento de la población y la densidad moral que provoca son los
factores que producen el cambio, ya que aumentan el número de interacciones entre los individuos
con lo que da lugar a un mayor progreso en la civilización.

También Simmel hace referencia a un factor demográfico cuando se refiere en su conocido artículo
«Las grandes urbes y la vida del espíritu» (1986: 247) a la diferencia que provoca entre los habitantes
de las grandes ciudades y las de las pequeñas o los del campo en lo que se refiere a su vida
«espiritual».

Lo define así: El fundamento psicológico sobre el que se alza el tipo de individualidad urbanitas es el
acrecentamiento de la vida nerviosa, que tiene su origen en el rápido e ininterrumpido intercambio de
impresiones internas y externas. El carácter intelectualista de la vida anímica urbana, frente al de la
pequeña ciudad que se sitúa más bien en el sentimiento y en las relaciones conforme a la
sensibilidad.

Es decir que para Simmel los habitantes de las grandes ciudades, al tener un mayor número de
relaciones e intercambios, desarrollan unas cualidades imposibles para los habitantes de los núcleos
con menor población, porque el número de «contactos » es mucho menor. Las grandes ciudades son,
también, la sede de una mayor división del trabajo10 y de un mayor cosmopolitismo en comparación
con los habitantes de pequeños núcleos que no ven más allá de los confines de su pueblo.

Weber es el sociólogo que incorpora la importancia de las ideas como factor de cambio social. Su
consideración del factor ideológico en los procesos de cambio respondía a la poca, o menor,
consideración que tuvo Marx con respecto de este aspecto de la vida social en relación con la
importancia que le daba al factor materialista de la economía.

De esta manera, su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo se considera como un
intento de demostrar que en el proceso histórico los factores ideales, especialmente los religiosos,
juegan en muchas ocasiones un papel independiente. En su análisis del surgimiento del capitalismo
en Europa, quería añadir que el desarrollo de éste no está condicionado exclusivamente por intereses
materiales sino también por ideales, los cuales pueden provocar, según su opinión, cambios sociales
de gran magnitud. Son estos valores los que «orientan» las acciones de los individuos hacía un fin
concreto y su consecuente provocación de un cambio o transformación. El individuo puede ser una
potencia última dentro del proceso histórico en la medida en que encuentre vías para transformar la
realidad social de acuerdo con lo que él considera valores últimos (aunque también están
condicionados por la respectiva situación social).

También Weber se distancia de Marx cuando apunta que los seres humanos no actúan siempre de
acuerdo con la situación objetiva de su clase económica; sus acciones están también influidas por
una pluralidad de otros factores: convicciones religiosas, formas tradicionales, actitudes valorativas
específicas, etc.

LA SOCIOLOGÍA NORTEAMERICANA DEL SIGLO XX:


El funcionalismo se desarrolló como el paradigma sociológico más importante después de la II
Guerra Mundial, así como la primera concepción holística de la sociología norteamericana.

Sus influencias más notables provienen de las teorías organicistas europeas de Comte y Spencer; de
Durkheim y su argumento de que las instituciones sociales existen únicamente para satisfacer las
necesidades sociales; de la antropología social inglesa, en especial de R. Radcliffe-Brown y B.
Malinowski, más interesados en entender una cultura a través de sus funciones más que en
establecer un orden evolutivo de las distintas culturas existentes y en el caso concreto de Parsons, de
Max Weber y su Teoría de la Acción.
Entre los funcionalistas más conocidos se sitúan K. Davis, R. Merton, M. Levy, W. E. Moore. Si bien
el más famoso de todos fue, sin lugar a dudas, Talcott Parsons (19021979). Parsons fue el primer
sociólogo norteamericano en desarrollar una teoría coherente de la sociedad concebida como un
todo, en oposición al modo dominante de sociología empírica que había prevalecido hasta ese
momento y motivado por el individualismo característico de la sociedad norteamericana, el empirismo
prevaleciente y la importancia de la psicología social.

Estos aspectos impidieron el desarrollo de una teoría de la sociedad a la manera de la que se había
hecho en Europa. La importancia del funcionalismo fue tal que durante la década de los cincuenta no
se le consideraba un método más dentro de los ya existentes, sino «el único» método sociológico.
Relatemos, a continuación, en primer lugar, de manera simplificada, las principales características de
este nuevo paradigma para pasar después a centrarnos en la consideración que realiza sobre el
cambio social.

CARACTERÍSTICAS DEL FUNCIONALISMO


El libro que mejor definió al funcionalismo fue El sistema social (1951) de Parsons. El cual tomando
el concepto previamente expuesto por V. Pareto, define el sistema social como: Un sistema social
consiste, pues, en una pluralidad de actores individuales que interactúan entre sí en una situación
que tienen, al menos, un aspecto físico o de medio ambiente, actores motivados por una tendencia a
obtener un óptimo de gratificación y cuyas relaciones son sus situaciones –incluyendo a los demás
actores– están mediadas y definidas por un sistema de símbolos culturales estructurados y
compartidos.

Como en su anterior obra, La estructura de la acción social (1937), Parsons sigue con la pretensión
de unificar sobre la categoría de acción (que tomó de Weber durante su estancia en Alemania) las
concepciones holistas, centradas en la sociedad, y sin olvidar el proceso de interacción producido
entre los actores.

Las características básicas del funcionalismo, se resumen en las siguientes: a) Las sociedades son
totalidades, sistemas de partes interrelacionadas entre sí. Cada parte tiene sentido sólo en términos
de su relación con el todo y realiza una función específica dentro del sistema; la sociedad es así un
sistema de elementos interdependientes, cada uno de los cuales contribuye a la integración y
adaptación del sistema como un todo.

El sistema general de acción se divide a su vez en cuatro sub-sistemas: cultural, social, de la


personalidad y biológico. b) El concepto de sistema, como concepto sociológico, deriva de Vilfredo
Pareto y es un concepto central en todos los tipos de funcionalismo. Es la relación funcional entre las
partes del todo lo que distingue el funcionalismo de otros enfoques holísticos. c) Todos los elementos
incluidos en el sistema social son indispensables, ya que llevan a cabo funciones relacionadas con
las «necesidades» del sistema.

EL FUNCIONALISMO PARSONIANO
El funcionalismo parsoniano desarrolló la noción de prerrequisitos funcionales, considerados
imperativos funcionales en la existencia de todo sistema de acción, agrupándolos en lo que denominó
agil adaptación, capacidad para alcanzar metas, integración, latencia.

A pesar del énfasis en la cohesión social y la estabilidad, el cambio está presente en la forma de
diferenciación estructural que permite al sistema responder a sus necesidades; con el incremento de
complejidad en los sistemas se desarrollan nuevos modos de integración. d) Sin embargo, la
integración de todas las partes del sistema nunca es perfecta.
Sobre esto Robert Merton dijo que el postulado funcionalista era, en realidad, algo ideal, inexistente
en la vida real. Aún así, Parsons insiste en que la tendencia básica de los sistemas sociales es hacia
el equilibrio y la armonía entre las varias instituciones.

Algunos elementos «mal integrados» estarán siempre presentes, de ahí la importancia de los
mecanismos de control social. e) La desviación y las tensiones existen como elementos
«disfuncionales» que tienden, con el tiempo, a integrarse en dirección de la integración social y el
equilibrio. f) El cambio social es adaptativo y evolucionario.

Si se produce un cambio social rápido, ocurre con más asiduidad en la esfera cultural que en la
económica. Normalmente, los cambios rápidos tienden a dejar el marco institucional básico intacto. g)
La integración social se consigue a través del consenso, de orientaciones cognitivas compartidas, las
cuales legitiman la existencia de la estructura social, económica y política.

De ahí la importancia que los funcionalistas le dan al proceso de socialización como medio principal
de conseguir la integración.

El funcionalismo de Parsons hace más hincapié en este aspecto, el compartir valores comunes, que
otros tipos de funcionalismo, más centrados en el funcionamiento interrelacionado del sistema y sus
instituciones. h) En el esquema parsoniano las categorías de status-rol (posición-papel) se convierten
en la unidad básica del análisis sociológico. Las instituciones están constituidas por un complejo de
status-roles y la estructura social incluye las distintas instituciones.

El auto-mantenimiento del sistema presupone el cumplimiento, por cada uno de los actores, de su rol
correspondiente, lo cual presupone la socialización en el sistema de valores dominante.

En resumen, el funcionalismo, representado principalmente por Parsons, considera a la sociedad


como un sistema integrado por instituciones que a su vez incluyen un conjunto de roles que
desempeñan los actores, los cuales actúan orientados por valores que han interiorizado previamente
durante la socialización. Todo queda, pues, integrado, en orden y armonía, aparentemente sustraído
de la historia y ajeno a todo posible cambio.

FUNCIONALISMO Y CAMBIO SOCIAL


De lo expuesto con anterioridad se extrae la conclusión de que la preocupación principal de la teoría
funcionalista es el orden y la estabilidad; de ahí que no es de extrañar que su análisis del cambio esté
relacionado con esta idea, con lo cual y en consecuencia de ello, resulte tan dificultoso establecer una
teoría funcionalista, válida, sobre el cambio social.

Bien podríamos decir que esta teoría es la anti-teoría del cambio, evidenciando lo molesto que le
resultaba a Parsons este tema para el establecimiento general de su propuesta de análisis. Ahora
bien, debido a las presiones académicas, no pudo obviar esta cuestión, dedicándole un capítulo en su
obra El sistema social (1951) en el que incluía un capítulo sobre Los procesos de cambio en los
sistemas sociales.

En la parte introductoria del capítulo, Parsons hace referencia de forma explícita a la dificultad que
tiene esta teoría o paradigma para analizar y explicar los procesos de cambio.

Una teoría general de los procesos de cambio de los sistemas sociales no es posible en el presente
estadio de la ciencia. La razón de ello es muy simple: semejante teoría implicaría un conocimiento
completo de las leyes del proceso del sistema y este conocimiento no lo tenemos. La teoría del
cambio en la estructura de los sistemas sociales tiene que ser, en consecuencia, una teoría de
subprocesos particulares de cambio dentro de esos sistemas, no de la totalidad de los procesos de
cambio de los sistemas como tales sistemas.

Más adelante justifica su propuesta añadiendo que no existe en la ciencia biológica ninguna teoría
general del ciclo vital. Se sabe por observación empírica que los organismos pasan por la infancia, la
juventud, la madurez y la vejez pero no que puedan ser explicados sobre la base de leyes generales.

En esto se distancia de los viejos evolucionistas clásicos ya que no considera que todos los sistemas
tengan que pasar de forma lineal por todas las fases de forma consecutiva. Introduce aquí la variable
cultural tomada de los antropólogos diciendo que la cultura de una determinada sociedad puede
cambiarse, no necesariamente desde dentro (sería la evolución), sino por difusión y desde ella alterar
y cambiar el resto de los subsistemas. Manifiesta aquí la preponderancia concedida al factor cultural
en los procesos de cambio del sistema, si bien poco más adelante escribe que frente a afirmaciones
anteriores que conceden a un único factor la primacía en los procesos de cambio (dígase la
economía), él cree que no hay un factor dominante y propone lo que puede llamarse la concepción de
la pluralidad de los posibles orígenes del cambio ya que éste puede originarse en cualquier parte del
sistema social.

Para Parsons, más importante que los problemas de los factores de iniciación de los procesos de
cambio social, son los que se ocupan de señalar las repercusiones de un cambio, una vez que se ha
iniciado. Aspecto que, dice, fue olvidado por otras teorías del cambio y que nos mostraría cómo, al
producirse un cambio en un subsistema del sistema social, se produce, a continuación,
invariablemente, por efecto de la interdependencia de las partes, un cambio en los otros subsistemas.
Y en este aspecto, el de las repercusiones, sí que puede la teoría funcionalista hacer alguna
aportación al análisis de los cambios sociales en su tratamiento metodológico:

En primer lugar, se describe el estado inicial del sistema en términos precisos y empíricos. En
segundo lugar, en los mismos términos utilizados, podemos especificar lo que ha cambiado, en qué
ha cambiado y a través de qué estadios intermedios. En tercer lugar, se identifican los problemas
generados por el cambio en relación con las necesidades motivacionales de grupos importantes de la
población, o si debilitan los controles sobre partes importantes del sistema de poder, o turban el
equilibrio en el sistema de recompensas, o introducen una estructura que es incompatible con otras
estructuras concretas del sistema.

LA RESPUESTA AL FUNCIONALISMO: LA TEORÍA DEL CONFLICTO


Como reacción a la poca consideración que la teoría funcionalista tenía ante los problemas del
cambio y del conflicto, se desarrolló en la década de los cincuenta la denominada Teoría del
Conflicto.

Esta teoría tiene, además, otras influencias como son la teoría marxista, Weber y Simmel. Uno de sus
representantes más notables es Ralf Dahrendorf, autor que iniciando su andadura profesional en el
funcionalismo, disintió posteriormente de sus planteamientos por no considerar que el sistema social
se mantuviera unido mediante la cooperación y el consenso, sino que él pensaba que la sociedad se
mantiene unida mediante una constricción forzada, basada en que ciertas posiciones de la sociedad
tienen poder y autoridad sobre otras. Ante el orden y el equilibrio de los funcionalistas, los
representantes de esta teoría veían conflicto.

Partiendo, pues, del funcionalismo, Dahrendorf toma de Marx y de Weber algunas ideas con las que
elabora su propuesta. Este autor, de acuerdo con Marx, está de acuerdo en que los conflictos son
inherentes a la vida, que son el principal motor de la historia y que enfrenta a dos grupos opuestos en
cuanto a sus intereses económicos.
Con este planteamiento se aleja del análisis estático de la sociedad como un todo ordenado y
consensuado por unos valores compartidos y propone una teoría en la que lo que prima es el
conflicto como factor de cambio.

Ahora bien, Dahrendorf realiza algunas puntualizaciones a las aportaciones de Marx. En primer lugar
dice que Marx ha reducido todos los conflictos sociales a conflictos de clase. Esto le parece una
simplificación excesiva, más bien considera que existen conflictos en la sociedad originados por otros
motivos.

En segundo lugar, Marx creyó que el conflicto de clase desemboca inexorablemente en la revolución.
A lo que Dahrendorf responde que esto sucede sólo en casos particulares; lo más normal es que lo
que produzca sean cambios y transformaciones pero sin llegar a la revolución.

En tercer lugar, reprocha a Marx haber situado el origen de las clases sociales y de los conflictos de
clases en la propiedad de los medios de producción.

Dahrendorf responde que Marx situó esto en el contexto del capitalismo industrial del siglo xix, pero
que ahora las cosas habían cambiado ya que existían las sociedades anónimas. Dahrendorf plantea
entonces su propuesta de teoría del conflicto: el origen del conflicto hay que buscarlo en la estructura
de la organización social, en su modo de funcionar, es donde hay que buscar la fuente que provoca y
nutre los conflictos. Sin embargo, y aquí es donde se nota la influencia de Weber, en opinión de este
autor, la principal fuente estructural de conflictos sociales no es la desigual distribución de la
propiedad de los medios de producción sino más bien la desigual distribución de la autoridad entre las
personas y los grupos.

La autoridad existe en todo grupo humano pero no está igualmente distribuida sino que unos grupos,
o unos individuos, la tienen y otros no. Y aquí es donde se produce el conflicto de intereses entre los
que tienen y los que no tienen la autoridad, ya que los que no la tienen, la quieren y se movilizan para
conseguirla, y los que la tienen, no la quieren dejar.
RUDOLF VON IHERING: LA LUCHA POR EL
DERECHO.
Enciclopedia jurídica “LA LUCHA POR EL DERECHO” Von Ihering

LA LUCHA POR EL DERECHO EN LA ESFERA SOCIAL


El objeto de mi última manifestación no consistía sólo en comprobar el hecho simple que el
sentimiento del derecho se manifiesta en una sensibilidad distinta según la diversidad del estamento
o de la profesión, midiendo el carácter sensible de una lesión del derecho según el cartabón de los
intereses de la clase; sino que ese hecho mismo debía servirme para poner en su luz verdadera una
verdad de significación incomparablemente mayor, es decir, el precepto que todo afectado en su
derecho defiende sus condiciones éticas de vida.

Pues la circunstancia que la mayor excitabilidad del sentimiento del derecho en los tres mencionados
estamentos se manifiesta justamente en los puntos en que hemos reconocido las condiciones
particulares de vida de los mismos, nos muestra que la reacción del sentimiento jurídico no es
determinado como una emoción habitual simplemente por los factores individuales del temperamento
y del carácter, sino que en ello coopera simultáneamente un factor social: el sentimiento de la
ineludibilidad de ese elemento jurídico determinado para el objetivo particular de vida de ese
estamento.

El grado de energía con que entra en actividad el sentimiento jurídico contra una lesión del derecho,
es a mis ojos un cartabón más seguro del grado de vigor con que un individuo, clase o pueblo siente
la significación del derecho, tanto del derecho en general como de un elemento singular, para sí y sus
objetivos especiales de vida.

Este principio tiene para mí una verdad muy general, aplicable tanto al derecho público como al
privado. La misma irritabilidad que manifiestan los diversos estamentos en relación con una lesión de
todos aquellos componentes jurídicos que forman de modo sobresaliente el fundamento de su
existencia, se repite también en los diversos Estados en relación con aquellas instituciones en las que
parece realizado su principio característico de existencia. El termómetro de su irritabilidad y con ello
del valor que atribuyen a esas instituciones, es el derecho penal.

LOS DELITOS QUE CASTIGA EL ESTADO


La sorprendente diversidad que prevalece en las legislaciones penales en relación con la benignidad
o severidad, tiene su razón en gran parte en el anterior punto de vista de las condiciones de
existencia. Todo Estado castiga más severamente los delitos que amenazan su principio particular de
vida, mientras que en los demás muestra no raramente una benignidad que contrasta de modo
llamativo. La teocracia hace de la blasfemia y de la idolatría un delito castigable con la muerte,
mientras que en el traslado de límites no verá más que una simple contravención (derecho mosaico).

El Estado que practica la agricultura, en cambio, castigará lo último con todo el furor, mientras que el
blasfemo tendrá el castigo más benigno (derecho de la antigua Roma). El Estado comercial pondrá
en primer lugar la falsificación de moneda y en general la falsificación, el Estado militar la
insubordinación, la deserción, etc., el Estado absoluto el crimen de lesa majestad, la República la
aspiración al restablecimiento de la realeza, y todos emplearán en ese lugar una severidad que
constituye una cruda oposición con el modo como persiguen otros delitos.
En una palabra, la reacción del sentimiento del derecho de los Estados y los individuos es más
violenta allí donde se sienten directamente amenazados en sus condiciones características de vida.

Así como las condiciones características del estamento y la profesión pueden prestar a ciertas
instituciones del derecho una significación mayor y elevar así consecuentemente la sensibilidad del
sentimiento jurídico contra una lesión del mismo, así pueden también producir, al contrario, para
ambos, un debilitamiento.

La clase del personal de servicio no puede mantener el sentimiento del honor del mismo modo que
las otras capas de la sociedad; su posición entraña ciertas humillaciones contra las cuales el
individuo, en tanto que el estamento mismo las tolera, se rebela en vano; un individuo con vivo
sentimiento del honor en tal posición no tiene más remedio que reducir sus pretensiones a la medida
usual entre sus iguales o abandonar el oficio.

Sólo entonces, cuando semejante modo de sentir se generaliza, se abre para el individuo la
perspectiva de utilizar fecundamente su energía, en lugar de agotarla en lucha inútil, en la asociación
con los que piensan del mismo modo, para elevar el nivel del honor del estamento, no me refiero sólo
al sentimiento subjetivo del honor, sino a su reconocimiento objetivo por parte de las otras clases de
la sociedad y por la legislación. De este modo ha mejorado considerablemente en los últimos
cincuenta años la posición de la clase de los criados.

EL SENTIDO VERDADERO DE LA PROPIEDAD.


Lo que he dicho del honor, se aplica a la propiedad. También la irritabilidad en relación con la
propiedad, el sentido verdadero de la propiedad -no comprendo por tal el instinto de ganancia, la caza
al dinero y los bienes, sino aquel sentido viril del propietario, como cuyos representantes ejemplares
he presentado hace un momento a los campesinos, del propietario que defiende su propiedad, no
porque es objeto de valor, sino porque es suya-, también este sentido puede debilitarse bajo la
influencia de condiciones y situaciones insanas. ¿Qué tiene que ver con mi persona la cosa que es
mía? -se oye decir a veces a algunos.

Me sirve como medio de sostén de la vida, de ganancia, de disfrute; pero como no es un deber moral
ir tras el dinero, tampoco vale la pena emprender un litigio por una bagatela, juicio que cuesta dinero
y tiempo y perturba nuestro confort. El único motivo que me guía en la afirmación legal de la
propiedad, es el mismo que me determina en la adquisición y empleo de la misma: mi interés -un
proceso por lo mío y lo tuyo es un mero problema de interés.

Pero cuanto más se aleja la corriente de esa fuente y llega a las regiones de la ganancia fácil y hasta
sin esfuerzo, tanto más turbia se vuelve, hasta que al fin pierde en el pantano del juego de Bolsa y del
agio engañoso de las acciones todo rastro de lo que era originariamente. En este lugar, donde todo
resto de la idea moral de la propiedad se ha desvanecido, no se puede hablar ya de un sentimiento
del deber moral de defensa; para el sentido de la propiedad, según vive en todo el que tiene que
ganar el pan con el sudor de su frente, falta aquí toda comprensión.

Lo peor de ello es, por desgracia, que el estado de ánimo creado por tales motivos y hábitos de vida
se comunica poco a poco a círculos en los que no se habrían engendrado por sí mismos sin contacto
con otros. La influencia de los millones ganados en el juego de Bolsa se percibe hasta en las
cabañas, y el mismo hombre que, trasladado a otro ambiente, habría hecho su propia experiencia de
la prosperidad que se basa en el trabajo, siente éste, bajo la presión enervante de tal atmósfera,
como una maldición -el comunismo prospera sólo en aquel pantano en donde la idea de la propiedad
se ha corrompido plenamente; en su fuente no se le conoce.
La experiencia que la concepción de la propiedad de los círculos dirigentes no se limita a los últimos,
sino que se comunica también a las demás clases de la sociedad, se conserva en dirección
justamente opuesta en el campo. El que vive constantemente allí y no está por decirlo así fuera de
todo vínculo con los campesinos, aun cuando sus relaciones y su personalidad no lo favorezcan en lo
demás, admitirá involuntariamente algo del sentido de propiedad y de economía de los campesinos.
El mismo hombre del término medio, en condiciones por lo demás completamente iguales, se vuelve
ahorrativo en el campo con los campesinos, en una ciudad como Viena derrochador si vive con
millonarios.

La filosofía práctica de la vida que predica, no es otra cosa que la política de la cobardía. También el
cobarde que huye de la batalla, salva lo que otros sacrifican: su vida, pero la salva al precio de su
honor. Sólo la circunstancia que los otros resisten, le protege a él y a la comunidad contra las
consecuencias que su modo de obrar entrañaría de lo contrario inevitablemente; si todos pensasen
como él, estarían perdidos todos. Esto se aplica también a aquél que abandona cobardemente el
derecho.

Lo penal desembaraza al sujeto de antemano del trabajo más pesado. Pero también en relación con
aquellas lesiones del derecho, cuya persecución es dejada exclusivamente al individuo, se ha
cuidado de que la lucha no se desate nunca, pues no todos practican la política del cobarde, e incluso
este último se coloca entre los combatientes cuando el valor del objeto de la contienda supera su
comodidad.

Pero supongamos un estado de cosas en que falla el respaldo que tiene el sujeto en la policía y la
justicia penal, trasladémonos a los tiempos en que, como en la vieja Roma, la persecución del ladrón
y del bandido era cosa del agraviado -¿quién no comprende a dónde tendría que conducir este
abandono del derecho? ¿A dónde si no al estímulo de los ladrones y bandidos? Lo mismo puede
decirse de la vida de los pueblos.

Pues aquí todo pueblo está a merced de sí mismo, ningún poder superior se encarga de la afirmación
de su derecho, y sólo necesito recordar mi ejemplo anterior de la milla cuadrada para mostrar lo que
significa para la vida de los pueblos aquella interpretación que quiere medir la resistencia contra la
injusticia según el valor material del objeto de la disputa.

Pero una máxima que, dondequiera que la ponemos a prueba, se demuestra enteramente
inimaginable como disolución y aniquilación del derecho, no puede ser calificada de justa donde
excepcionalmente sus consecuencias funestas son compensadas por el favor de otras condiciones.
Tendré ocasión de exponer más adelante la influencia perjudicial que ejerce incluso en una situación
proporcionalmente favorable.

MORAL DE LA COMODIDAD
Por tanto rechazamos esa moral de la comodidad, que ningún pueblo, ningún individuo de sano
sentimiento del derecho ha hecho jamás suya. Es el síntoma y el producto de un sentimiento
enfermo, paralizado del derecho, el materialismo grosero y desnudo en el dominio del derecho.
También el último tiene en este dominio plena justificación, pero dentro de determinados límites.

Esta conexión del derecho con la persona confiere a todos los derechos, de cualquier especie que
sean, aquel valor inconmensurable que califico de valor ideal en oposición al valor puramente
substancial que tienen desde el punto de vista del interés. De ahí procede aquella abnegación y
energía en la afirmación del derecho que he descrito más arriba. Prosa en la región de lo puramente
objetivo, el derecho se convierte en poesía en la esfera de lo personal, en la lucha por el derecho
para el propósito de la afirmación de la personalidad -la lucha por el derecho es la poesía del
carácter.
¿Y qué es lo que opera este milagro? No es el conocimiento, no es la instrucción, sino el simple
sentimiento del dolor. El dolor es el grito de angustia y el grito de auxilio de la naturaleza amenazada.
Esto se aplica, lo mismo que al organismo físico, también al organismo moral, y lo que para los
médicos es la patología del organismo humano, es la patología del sentimiento del derecho para el
jurista y el filósofo del derecho, o mejor dicho, eso debería ser, pues sería erróneo afirmar que se ha
vuelto así ya.

El que no ha experimentado en sí mismo o en otros ese dolor, no sabe lo que es derecho, aún
cuando tenga en la cabeza todo el Corpus Juris. No es la razón, sino el sentimiento el que puede
respondernos a la pregunta, por eso el lenguaje ha calificado con razón la fuente primitiva psicológica
de todo derecho como sentimiento del derecho.

La conciencia del derecho, la convicción jurídica son abstracciones de la ciencia que no conoce el
pueblo; la fuerza del derecho descansa en el sentimiento, lo mismo que el amor; la razón y el
entendimiento no pueden suplantar el sentimiento ausente. Pero como el amor no se conoce a
menudo, y basta un momento único para llevarlo a la plena conciencia de sí mismo, así el sentimiento
del derecho regularmente no sabe en circunstancias corrientes lo que es y lo que entraña, pero la
lesión del derecho es la cuestión penosa que le obliga a hablar y pone en primer plano la verdad y la
fuerza.

EL DERECHO ES LA CONDICION MORAL DE LA VIDA DE LA PERSONA.


En qué consiste esa verdad, lo he dicho antes -el derecho es la condición moral de la vida de la
persona, la afirmación del mismo es la propia conservación moral de ésta. La violencia con que el
sentimiento del derecho reacciona efectivamente contra una lesión sufrida, es la piedra de toque de
su salud. El grado del dolor que experimenta, le anuncia qué valor atribuye al bien amenazado.

La esencia de este último es el hecho, la acción -donde hay que privarlo de la acción, se anquilosa y
embota poco a poco completamente, hasta que al fin apenas experimenta el dolor. Irritabilidad, es
decir, capacidad para sentir el dolor de la lesión del derecho, y la fuerza de acción.

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