Mario Heler PDF
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Mario Heler
Universidad de Buenos Aires
RESUMEN
ABSTRACT
Praxis Filosófica
107-125
Nueva serie, N.° 30, enero-junio 2010: 7-16 ISSN: 0120-4688
and inconsistencies and lead to false problems. My intention is to propose
an alternative way of conceiving knowledge that not give as an assumption
that it consists in a representation which is in mind but that can be storaged
in different supports without missing value. From this point I will be able
to develop a critical reflection on knowledge management. It may be open
possibilities to establish a critical difference in their proposals and activities
attending to the diversity of processes and peculiarities of our societies and
organizations.
Key words: Knowledge management, Social Philosophy, knowledge,
social practice, know about, know for.
1
Valhondo, D., Gestión del conocimiento. Del mito a la realidad. Madrid, Ediciones Díaz
de Santos, 2002, pp. 84-85.
concepción y ejecución, por el lado precisamente del primer elemento, el
conocimiento estuvo y está siempre presente en la administración. Esta
actual apelación al conocimiento, en medio de una crisis global, reclama
una reflexión crítica capaz de orientar las acciones (acciones que no traten
lo nuevo por analogía con lo viejo y con los recursos consabidos).
En este sentido y como aporte a tal reflexión crítica, cabe señalar que
los supuestos que usualmente están presentes en las diferentes versiones
de la Gestión del Conocimiento no se alejan demasiado de la concepción
del conocimiento como una “representación-verdadera-del-objeto-en-el-
sujeto”: una concepción que aun siendo la tradicional y las más pregnante,
conlleva serias dificultades e inconsistencias (tal como desde hace ya mucho
tiempo lo vienen señalando la teoría del conocimiento y la epistemología).
En este contexto, la filosofía social puede hacer una contribución a
la elucidación del propio quehacer de la Ciencia de la Administración.2
Mi intención entonces es proponer un modo alternativo de concebir el
conocimiento que no dé por supuesto que consiste en una representación
que está en la mente de sus portadores y que puede además almacenarse 109
en soportes de distintos tipos sin perder sus valores. Trataré entonces de
desarrollar una forma de reflexionar sobre la Gestión del Conocimiento
que tal vez abra posibilidades de establecer alguna diferencia crítica en
3
Cf. Heler, M., “La producción de conocimiento en el Trabajo Social y la conquista de
autonomía”, en Escenarios. Revista Institucional, Año 4, Nº 8, septiembre 2004, La Plata,
Escuela de Trabajo Social-UNLP, ISSN 1666-3942, pp. 6-16.
Este triángulo pretende graficar la concepción del conocimiento como
“representación-verdadera-en-el-sujeto-del-objeto”. La relación (lado SO)
entre el sujeto (S) y el objeto (O) permite que se obtenga conocimiento (C).
Este es entendido como una re-presentación (un volver a hacer presente) al
objeto pero ahora en el sujeto (lado CS), ya que el sujeto posee conciencia
del conocimiento, y puede disponer a voluntad del conocimiento (C). Pero
la verdad de tal representación se encuentra en la adecuación/coincidencia
del conocimiento con el objeto (lado CO). La relación del sujeto y el
objeto (SO) supone separación e independencia de uno y otro vértice, por
ende la necesidad de entrar en contacto, bajo determinadas condiciones:
que el sujeto esté desconectado de las circunstancias de la acción, en tanto
que el objeto debe hacerse presente ante el sujeto (O se “aparece” a S,
es un “fenómeno”). La altura del triángulo (flecha vertical) refiere a la
producción (Pd) de la representación a partir de la relación sujeto-objeto. La
versión clásica ubica al sujeto en posición pasiva, de receptividad, frente a
la presencia del objeto. Pero a partir del siglo XVIII (con Kant), comienza
un proceso en el que se va reconociendo la actividad del sujeto en la 111
producción de conocimiento, una actividad constitutiva –de construcción–
del fenómeno (O) como objeto conocido.
Esta tradicional concepción del conocimiento ha recibido
4
Sigo en estas reflexiones (con quizá excesiva flexibilidad) ideas de Michel Foucault, en
parte de Gilles Deleuze, así como de Pierre Bourdieu.
5
Algunos ejemplos: los mundos de la práctica de la minería y de la agricultura no sólo
son diferentes sino que también establecen relaciones y ordenaciones distintas, así como
difieren del mundo propio de la práctica científica de la geología y de la agronomía. Y no
sólo son diferentes entre sí, sino que además varían históricamente, del mismo modo que
se modifican las relaciones que mantienen con otras prácticas sociales en cada momento
en cada sociedad.
MARIO HELER
6
Cf. Latour, B., La esperanza de Pandora. Ensayo sobre la realidad de los estudios de la
ciencia, Barcelona, Gedisa, 2001.
7
Cualquier práctica se desarrolla en relación con no-humanos (el entorno, más o menos
urbanizado, materiales inertes, vegetales y animales) y cada una de ellas socializa de muy
diferentes modos a aquellos con los que se relaciona.
específica, al mismo tiempo que abre otras nuevas posibilidades no
exploradas aún8.
Es que la producción se excede a sí misma. Genera un plus al potenciar
a la producción, a los productores y también a los productos, incluso
modificando socializaciones (potencia pues abre espacios que hasta el
momento no eran perceptibles y que no ofrecen la previsibilidad ganada en
las vías de producción en curso). Entonces, la tensión entre la producción
ya lograda y la que podría lograrse parece inevitable. Pero el mundo de
la práctica dada tiende a cerrarse sobre sí mismo: trabaja para estabilizar
el movimiento, fortaleciendo el recorrido por los senderos ya trazados,
valorando lo previsible y seguro, como forma de depotenciar lo nuevo
y el cambio; mientras lo nuevo y el cambio buscan potenciarse y ganar
un posicionamiento que habilite su propia modalidad de producción. La
historia de las prácticas muestra las vicisitudes de esta tensión: la manera
en que en cada momento se disponen las relaciones entre el modo de
producción dominante y los alternativos9.
Por su parte, los productos expresan el mundo de la práctica que 113
los produce con las tensiones que lo atraviesan en cada etapa. Y en ese
mundo encuentran su convalidación en directa conexión con el desarrollo
de la producción. Pero pueden independizarse de la producción y de
11
Cf. Taylor, Ch., “Seguir un regla”, en Argumentos filosóficos. Ensayos sobre el
conocimiento, el lenguaje y la modernidad, Barcelona, Paidós, 1995, pp. 221-238. Taylor
señala que ese saber implícito no puede ser totalmente explicitado.
12
Califico de “inmateriales” a los conocimientos prácticos por analogía con el uso del
mismo adjetivo en la concepción del “trabajo inmaterial”, porque me parece sugerente y
pueden servir a otras prácticas capaces de adoptar y adaptar productos de
otro mundo cuando la potencien.
permite captar un poco mejor quizá qué quiero decir con “son más que representaciones
mentales”. Así como el trabajo inmaterial involucra a todos los componentes de la fuerza de
trabajo (las capacidades físicas, mentales y espirituales, presentes en el cuerpo, conforme
a la definición de Marx), puede entenderse que también quedan involucrados en los que
llamo conocimientos prácticos. Cf. con respecto a la concepción de trabajo en la etapa
actual del capitalismo, por ejemplo: Hardt, M. y Negri, A., Imperio, Bs. As., Paidós, 2002,
Capítulo 13, pp-261-280 y Virno, P., Gramática de la multitud. Para un análisis de las
formas de vida contemporánea, Bs. As., Colihue, 2003.
13
El movimiento de la especificación fija o determina alguna cuestión de la práctica, en
tanto que la especialización avanza en la exploración de las posibilidades de una parte de
ella. Ambos movimientos se diferencian y complementan, inscribiéndose en el desarrollo
de la práctica
producción y sus productos sean útiles a prácticas diferentes y separadas
de ella. En este sentido, se caracterizan como prácticas teóricas que si
producen el saber de la práctica tecnocientífica, sus productos específicos
consisten en saberes para las prácticas. Tal es el rasgo distintivo de la
producción de conocimientos durante la modernidad, que logra reservar
para sí el nombre de ciencia (scientia, en latín: conocimiento) y hace
pertinente llamarla tecnociencia.
La práctica de la tecnociencia, como toda práctica, se desarrolla
siguiendo sus particulares relaciones constitutivas de saber-poder-
subjetivación-socialización. Se delimita como la práctica social encargada
de proveer las herramientas-conocimientos para concretar el moderno
ideal ilustrado de la construcción progresiva de un Paraíso terrenal o Reino
de la Libertad,14 a través de un proceso de enseñoramiento de la naturaleza
y de organización racional de la sociedad, bajo el postulado de la igualdad
y la libertad. Y su reconocimiento social como una práctica específica,
su valoración y legitimidad, encuentra asidero en la idea de que se haría
116 insuficiente la dinámica inmanente de cada práctica para autoconservarse
y coordinarse con las otras, dada la complejidad en aumento de las
sociedades modernas –por imbricación y multiplicación creciente de sus
redes de interdependencia15.
De acuerdo con esta suposición, no alcanzaría entonces que una práctica
se rija por los conocimientos prácticos que produce. La práctica teórica
de la tecnociencia vendría a satisfacer esta presunta carencia presente en
las diferentes prácticas sociales, puesto que esta carencia es traducida en
una necesidad de ser guiadas, controladas y evaluadas científicamente. La
contribución a la satisfacción de esta necesidad que la práctica científica
promete y hasta cierto punto cumple, conquista para la tecnociencia
el monopolio de la producción de conocimientos, así como conforma
el sistema experto de nuestras sociedades –de un sistema generador de
dependencia y con problemas de fiabilidad16.
Al menos desde finales del siglo XIX, este posicionamiento de la
práctica tecnocientífica lleva a que la producción de conocimiento se
14
Conviene recordar que en la polémica modernidad-posmodernidad, la defensa del proyecto
moderno que realiza Habermas, en términos universales y calificándolo de insuperable, es
identificado con la ilustración. Cf. “La modernidad: un proyecto inacabado”, en Habermas,
J., Ensayos políticos, Barcelona, Península, 1988.
15
Elías, N., La sociedad de los individuos, Barcelona, Península, 1990, en particular parte
MARIO HELER
(2008).
21
Cf. Giddens, A., Consecuencias de la modernidad, ob. cit. y Habermas, J., Teoría de la
acción comunicativa, Madrid, Taurus, 1987, tomo II, pp. 464-469.
22
Valhondo sintetiza la visión de Peter Druker sobre este desarrollo (El mangement del siglo
XXI, Barcelona, EDHASA, 2000) así: “Drucker estudia la evolución desde la Revolución
5. Las soluciones teórico-prácticas a problemas de las prácticas
de la tecnociencia
Industrial, cuyo origen tiene lugar por la aplicación de Frederick Winslow Taylor (1856-1915)
del conocimiento al trabajo, en 1881. Taylor pensaba que todo trabajo manual podía ser analizado
y organizado aplicando el conocimiento. Asimismo, enfatizó la necesidad de la formación. El
efecto de la puesta en práctica de las teorías preconizadas por Taylor fue tal que: «pocos años
después de la aplicación del conocimiento al trabajo, la productividad comenzó a elevarse en
un porcentaje anual de un 3.5 a 4. Como consecuencia de esto, la calidad de vida de los países 119
desarrollados aumentó». Pero las condiciones cambian con el paso de los años y Drucker
identifica tres etapas sucesivas en la aplicación del conocimiento. El primer paso consistió en
la aplicación del conocimiento a las herramientas, a los procesos y productos. El segundo es
26
Aquí no es relevante que el problema surja de la propia dinámica de la práctica o sea
impuesto desde afuera, así como tampoco es necesario establecer si la necesidad de
coordinación social es inmanente a las prácticas o trascendente. En el caso de los problemas
prácticos como en el caso de la coordinación, sí importa que cualquiera sea su procedencia,
un problema o una necesidad sean asumidas por las prácticas como cuestiones que le
conciernen.
mismo27. Es que en la actualidad el conocimiento se ha convertido en (o ha
sido reconocido como) un medio de producción.
Desde la segunda mitad del siglo pasado, ya no alcanza que una empresa
administre y gestione los recursos materiales y los humanos. Su supervivencia
y crecimiento depende actualmente de encontrar formas de coordinar
también la producción, circulación y consumo tanto del conocimiento
que la organización ya dispone (cualquiera sea el estado en que éste se
encuentre) como del que pueda producirse. Tal coordinación debe asegurar
la apropiación del conocimiento, para tenerlo a disposición (como cualquier
otra propiedad privada) y entonces establecer a voluntad las vías de acceso y
de exclusión de ese conocimiento y de la información asociada.
Por un lado, se trata de gestionar el conocimiento para que recorra
el circuito de la producción específica de la organización conforme a la
modalidad instituida de llevar a cabo esa producción y con el máximo de
eficiencia, para que esté allí donde surjan problemas, así como para mejorar
y perfeccionar el proceso de producción en tiempo y forma. Y ello bajo
122 condiciones globalizadas, donde a través del avance de la automatización
y la informatización parece hacerse posible una producción “a medida de
la demanda”.
Por otro lado, se supone que para que el saber de una organización
funcione como su propiedad privada y posea valor, es decir, sea una
mercancía, al menos haría falta la explicitación de los conocimientos ya
dados y la recopilación de la información supuestamente relevante, seguida
de su incorporación en bases de datos y documentos digitalizados, así
como el logro del registro contable de los intangibles, además de requerirse
la conversión en “trabajadores del conocimiento” de los empleados. Todo
ello vinculado con problemas legales de patentamiento (muchas veces en
conflicto con legislaciones vigentes, con demandas sociales y conflictos
políticos) y la exigencia de garantizar la fidelidad de empleados, contratistas
y clientes, entre otras cuestiones, donde la producción de nuevos y
necesarios conocimientos se destaca como lo más importante. Finalmente,
persiste la exigencia de la operante presunción de que “lo que no puede
medirse, no puede gestionarse”, con lo cual la Gestión del Conocimiento
necesita encontrar la forma de hacer calculable el valor del conocimiento
ya disponible tanto como el conocimiento que resulta necesario producir o
capturar para el sostenimiento y crecimiento de la organización.
En este contexto, la Gestión del Conocimiento sigue la tradición que
MARIO HELER