Tomo 1 PDF
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Los pronunciamientos judiciales para formar jurisprudencia requieren de una sólida y solvente
motivación escrita de las resoluciones judiciales como garantía de la administración de justicia y,
la Ley Orgánica del Poder Judicial, cuando precisa el modo de votar y resolver las causas,
declarando la obligatoriedad de la aplicación de los precedentes jurisprudenciales con la abierta
intención de evitar las contradicciones y establecer criterios uniformes, no para parametrarlos,
sino para hacer realmente operante el principio de la igualdad ante la ley. De ahí, entonces, la
necesidad de analizar y criticar las resoluciones y sentencias judiciales pues, lamentablemente,
la Jurisprudencia en el Perú no ha cumplido ni cumple a cabalidad su función.
La Revista que tengo el honor de presentar nace para crear conciencia de la imperiosa
necesidad de una Jurisprudencia que constituya un aporte permanente al desarrollo del Derecho
y que, encauzada con las corrientes doctrinales, vea en la interpretación y aplicación de la
normativa jurídica un medio para lograr un orden social basado en la justicia y en la seguridad.
El análisis y la crítica de las resoluciones y sentencias judiciales pretenden abrir ese cauce
mediante un diálogo que no se quede en la mera abstracción sino que vaya a la evaluación
concreta que permita apreciar la formación y solvencia jurídica de quienes han asumido la
excelsa función jurisdiccional. DIALOGO CON LA JURISPRUDENCIA nace, pues, con espíritu
constructivo y de renovación, para una confrontación rigurosa de la ley, de los fallos judiciales y
de la doctrina.
Con la finalidad que queda expuesta, DIALOGO CON LA JURISPRUDENCIA dará contenido
a la más diversa gama de ejecutorias, preferentemente a las que deben formar la jurisprudencia
nacional. En este primer volumen se hacen comentarios a ejecutorias en materia constitucional,
civil, penal y procesal, acogiéndose lo relativo a la libre competencia y defensa del consumidor,
con anotaciones en cuanto a los aspectos más relevantes presentadas a pie de página, para
hacerlas más asequibles al lector, profesional del Derecho o estudiante, que desee seguir de
cerca el criterio interpretativo desarrollado para la solución del conflicto y que quiera extraer la
experiencia que debe significar el caso subjúdice en su conocimiento jurisprudencial. La
selección de ejecutorias habrá de considerar también a las que, dictadas en el pasado, revisten
importancia histórica, así como jurisprudencia extranjera que, en este primer volumen, se
presenta con el comentario de uno de los más connotados constitucionalistas de la actualidad,
como lo es Germán Bidart Campos. Se dará cabida también a casos que por sus singularidades
concitan interés, habiéndose escogido para este primer volumen el de la cadena Mac Donald's,
con el que se analiza el tema de la responsabilidad civil. Por último, la actualidad jurídica será
contenida en artículos de doctrina, habiéndose escogido para este primer volumen desarrollos
doctrinales a cargo de calificados juristas extranjeros como Antonio E. Pérez Luño, Jorge
Peyrano y Néstor Pedro Sagüés.
Se trata de una situación a la que una generación de jóvenes abogados quiere hacer frente.
Por estas razones hemos decidido fundar una revista que tenga como propósito avivar en la
conciencia jurídica de las generaciones presentes y de las venideras la importancia de la
jurisprudencia como complemento del ordenamiento jurídico, como instrumento de verificación
de la ley y como medio importante para el conocimiento jurídico; pero sobre todo como elemento
idóneo para la creación de nuestro Derecho que nos aleje de una situación aldeana.
Por eso, en el comité directivo de "Diálogo con la Jurisprudencia" figuran muchos -ciertamente
no todos- de los exponentes más importantes del país en una serie de disciplinas jurídicas. Si
bien en los miembros del comité directivo recae la responsabilidad más alta. "Diálogo con la
Jurisprudencia" quiere ser una tribuna abierta a los abogados, jueces y juristas, porque la
consolidación de la jurisprudencia de un país es -aunque a veces se olvide- una obligación moral
de todos; un deber insoslayable de los poderes públicos y de los operadores del Derecho.
Una ciencia jurídica que no dialoga, que no pone a prueba sus conclusiones es una ciencia
muerta. Desde los linderos de la Jurisprudencia, en contacto directo con la aplicación concreta
del Derecho, los integrantes de la revista se proponen reflexionar sobre las posibilidades, los
alcances y los límites de la doctrina; sobre el sistema de aplicación jurisdiccional del Derecho
para plantear alternativas de solución y reforma.
JURISPRUDENCIA NACIONAL
COMENTADA
DERECHO CONSTITUCIONAL
Desde el análisis de cuatro casos judiciales notables, el autor evalúa los principios,
procedimientos y sentencias de la justicia militar, así como los límites y las posibilidades de la
legislación sobre la amnistía, a la luz de los standars del Derecho Constitucional Procesal, y nos
propone el sometimiento de las normas militares y los actos judiciales militares al control de
constitucionalidad, tanto difuso como concentrado.
RESOLUCION
S.S. CASTILLO C., BUENDIA G., ORTIZ B., SANCHEZ-PALACIOS P., FALCONI S.
EXP. 953-92
Vistos; interviniento como Vocal Ponente el doctor Bedriñana García; oído el informe oral y
CONSIDERANDO: que, el día dieciocho de mil novecientos noventidos, en virtud del Decreto
Legislativo número setecientos cincuentidós de doce de Noviembre de mil novecientos
noventiuno y conforme lo reconoce en su declaración ampliatoria el General Nicolás De Bari
Hermoza, miembros de las Fuerzas Armadas incursionaron en la residencia estudiantil de la
Universidad Nacional "Enrique Guzmán y Valle"; que la accionante afirma en su recurso corriente
de fojas una a tres, que durante la intervención se violaron las garantías constitucionales de
Libertad Individual, Seguridad en integridad de Hugo Muñoz Sánchez, Bertila Losano Torres,
Dora Ollague Fierro, Roberto Teodoro Espinoza, Marcelino Rosales Cárdenas, Juan Mariño
Figueroa, Felipe Flores Chipana, Luis Enrique Ortiz Pérez, Armando Amaro Cándor y Heráclides
Pablo Meza; que el objeto de las acciones de garantía es evitar que se violen o amenazen los
derechos constitucionales por acción o por omisión de actos de cumplimiento obligatorio; que en
el presente caso, de los actuados, dentro de las limitaciones del procedimiento especial y sumarlo
se rige la acción de garantía de Habeas Corpus, no se han considerado los hechos afirmados
por la accionante en cuanto hayan lesionado las garantías constitucionales de los ciudadanos a
favor de quienes se acciona; que tampoco se ha verificado la existencia física de los ciudadanos
supuestamente menoscabados en sus garantías constitucionales; que la comprobación del
hecho y la consecuente verificación física, son elementos sustanciales para determinar la
existencia de actos violatorios de las Garantías Constitucionales; no habiéndose probado estos
extremos, no obstante la exhaustiva investigación efectuada en la etapa de la instrucción; que la
manifestación de doña Antonia Pérez Velásquez de fojas cincuentiuno, no contribuye a la
identificación del autor o autores de la violación y en todo caso constituiría prueba indiciaria que
deberá investigarse dentro de un marco procesal ordinario, por lo que debe remitirse las copias
pertinentes al Fiscal Provincial de Turno; por estas consideraciones: CONFIRMARON la
sentencia obrante a fojas ciento noventicuatro, su fecha ocho de Enero del año en curso, que
falla: Declarando Improcedente la Acción de Garantías de Habeas Corpus incoada por Raida
Cóndor de Amado contra el Señor Presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas
General de División EP Nicolás de Bari Hermoza, por atentar contra la Libertad Individual,
Seguridad e Integridad de Hugo Muñoz Sánchez, Bertila Lozano Torres, Dora Ollague Fierro,
Roberto Teodoro Espinoza, Marcelino Rosales Cárdenas, Juan Mariño Figueroa, Felipe Flores
Chipana, Luis Enrique Ortiz Perea Armando Amaru Cóndor y Heráclides Pablo Meza;
DISPUSIERON se remita copia de las piezas pertinentes a la Fiscalía Provincial de Turno a fin
que actúe de acuerdo a sus atribuciones;
RESOLUCION
VISTOS; en Sala Revisora, la causa seguida contra el General de División Ejército Peruano
en Situación de Retiro Carlos MAURICIO AGURTO, por los delitos de Infidencia y Ultraje a la
Nación y a las Fuerzas Armadas en agravio del Estado; leída la vista del Señor Fiscal General;
oído al Abogado Defensor; oído al representante del Procurador Público del Ministerio de
Defensa - Ejército; y CONSIDERANDO: Que, la Justicia Militar es un Organo Jurisdiccional
independiente de acuerdo al inciso primero del artículo ciento treintinueve de la Constitución
Política del Perú, concordante con el párrafo segundo del Título Preliminar de la Ley Orgánica
de la Justicia Militar, que señala: "Los Tribunales de Justicia Militar, están encargados de
mantener dentro de las Fuerzas Armadas, la moralidad, el orden y la disciplina, reprimiendo su
quebrantamiento mediante la aplicación "EXCLUSIVA" de las normas que contiene esta Ley y el
Código de Justicia Militar; que en su Artículo trescientos veintiuno inciso primero dispone, son
militares para los efectos de este Código los que tienen grado militar; Que en el caso del
sentenciado General de División Ejército Peruano en Situación de Retiro Carlos MAURICIO
AGURTO, de acuerdo a lo preceptuado en el Artículo ciento setenticuatro de la Constitución,
tiene honores y grado de por vida y por tanto está sujeto a la jurisdicción militar; Que, por otra
parte, las normas generales de tipo administrativo como el Decreto Legislativo número
setecientos cincuentidós (Ley de Situación Militar) en lo que respecta a lo normado en el Artículo
doce, no puede modificar una norma de tipo específico y judicial, como el Código de Justicia
Militar, cuya existencia se fundamenta en la Constitución; Que, los hechos materia de la
Investigación y de Juzgamiento revisten gravedad por haberse cometido los delitos de infidencia
y ultraje a la Nación y a las Fuerzas Armadas, utilizando medios de comunicación de masas,
como la televisión, en agravio del Estado y de los Institutos Armados, en momentos que el país
sostenía un enfrentamiento armado con el Ecuador y porque además el sentenciado General de
División Ejército Peruano en Situación de Retiro Carlos MAURICIO AGURTO, ha ocupado altos
cargos dentro del Ejército y conoce perfectamente las Normas, Reglamentos y el Código de
Justicia Militar, más aún, si los Generales en situación de Retiro y disponibilidad disfrutan de
honores, preeminencias, tratamiento, beneficios y otros goces correspondientes a los de su
grado en situación de actividad conforme al Decreto Ley número veintiún mil novecientos
setentiocho; Que, el General de División Ejército Peruano en Situación de Retiro Carlos
MAURICIO AGURTO, el día doce de Febrero de mil novecientos noventicinco, a través del
Programa "La Revista Dominical" del Canal Cuatro América Televisión, divulgó informaciones de
carácter secreto, relacionadas con el Teatro de Operaciones del Norte, en circunstancias en que
nuestras Fuerzas Armadas enfrentaban un conflicto armado provocado por el Ecuador, indicando
direcciones de aproximación, número de Grandes Unidades y Unidades así como de
funcionamiento del sistema de alerta y vigilancia de nuestras fuerzas; Que, a través del Canal
Once Red Bicolor de Comunicaciones, en el Programa del día nueve de Abril de mil novecientos
noventicinco "El día D - La Democracia en Juego", concedió otra entrevista al periodista
Guillermo THORNDIKE, en la que afirmó: "... que en el interior del Ejército, hay oficiales que
están completamente en desacuerdo con lo que se está vislumbrando como una reelección y
que de producirse un fraude electoral, sólo se produciría en complicidad de las Fuerzas
Armadas", conociendo que de acuerdo a disposiciones Constitucionales las Fuerzas Armadas
no son deliberantes y además indicó: "... que las Fuerzas Armadas no han cumplido con la misión
de mantener la integridad territorial", lo cual resulta totalmente falso, por cuanto las Operaciones
Militares han sido cumplidas a cabalidad y se efectuaron de acuerdo a las directivas para la
guerra, que comprende otros aspectos como el sociológico, económico, diplomático, etcétera;
Que, los Militares cualquiera que sea su situación militar, están impedidos de tratar en público
temas de carácter Militar, sobre todo si afectan la Seguridad Nacional; por lo que el General de
División Ejército Peruano en Situación de Retiro Carlos MAURICIO AGURTO, ha incurrido en el
delito de infidencia, previsto y penado en el artículo ochentiséis del Código de Justicia Militar,
asimismo refiriéndose al Presidente de la República, Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y
Policía Nacional afirmó: "... es un hombre que no tiene frenos para mentir, un hombre que es
deshonesto para actuar y por tanto las Fuerzas Armadas no debieron aceptar la orden del
Presidente de la República del cese a las hostilidades...", desconociendo que el Presidente de la
República es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional y que éstas están
subordinadas al Poder Constitucional; afirma además "... que en el último conflicto con el Ecuador
nuestras Fuerzas Armadas no han tenido la capacidad operativa necesaria y que no pudimos
expulsar de Tiwinza a las Tropas Ecuatorianas"; que estas afirmaciones ofenden a las Fuerzas
Armadas y afectan seriamente la moral y disciplina; Que, la conducta del General de División
Ejército Peruano en Situación de Retiro Carlos MAURICIO AGURTO; se encuentra comprendida
dentro de los presupuestos establecidos en el Artículo noventinueve del Código de Justicia
Militar, que tipifica y sanciona el delito de Ultraje a la Nación y a los Institutos Armados,
independiente de cualquier normatividad de carácter reglamentario; Que, es principio universal
en las Fuerzas Armadas, que disciplinariamente los Oficiales fuera del servicio, están sometidos
a las Leyes y Reglamentos Militares, por cuanto, de no ser así, podría resultar que Personal
Militar desafecto que durante la Actividad estuvo sometido a los rigores del Servicio controlado
por sus Jefes; luego de ser apartado del mismo como represalias contra sus Superiores
Jerárquicos, o conocedores de los asuntos militares se aprovechen de estos para fines oscuros
pretendiendo crear la indisciplina en el Ejército, que en época de Emergencia Nacional debe
estar completamente cohesionado, ya que lo contrario podría traer graves consecuencias al país;
por último; el Artículo segundo, inciso cuarto de la Constitución Política del Perú preceptúa, los
delitos cometidos por medio de la prensa se juzgan en el Fuero Común, norma ésta aplicable al
ciudadano en general, por cuanto, debe tenerse en cuenta que la sociedad militar, está regida
por sus propias leyes y Reglamentos, conforme lo dispone el Artículo ciento sesentiocho de la
Constitución y en consecuencia los militares cuya conducta está enmarcada en el Código de
Justicia Militar, son procesados conforme a éste Cuerpo de Leyes; asimismo en mérito a esta
norma Constitucional se expiden los Reglamentos Militares que en su párrafo doscientos
sesenticinco inciso a) numeral uno del Reglamento de Servicio Interior señala, que la disciplina
es base fundamental del Ejército, sin ella podrán haber masas de hombres armados, pero no
hay un verdadero Ejército, que el párrafo doscientos sesenticinco inciso b) del mismo
Reglamento indica, el Comandante General del Ejército tiene la responsabilidad de velar por la
disciplina, bienestar y prestigio del Ejército, dictando las normas pertinentes y controlando su
ejecución; Que, asimismo el párrafo treinticinco del Reglamento del Servicio en Guarnición,
establece, los oficiales de cualquier grado "Fuera del Servicio" por el hecho de conservar su
Jerarquía Militar deberán guardar siempre en su conducta la mayor compostura y dignidad en
resguardo del prestigio de la Institución a la cual pertenecen, así como el respeto a la Institución
y a sus Superiores, Que, la conducta del General de División Ejército Peruano en situación de
retiro Carlos MAURICIO AGURTO en los hechos materia de juzgamiento demuestra desafección
hacia las Fuerzas Armadas y contra la ética militar constituyendo un mal ejemplo para sus
integrantes, con lo opinado por el Señor Auditor General, en el Dictamen que antecede, cuyos
fundamentos pertinentes se reproducen; absolviendo el grado; y con lo expuesto en el acto de la
deliberación; CONFIRMARON la sentencia de la Sala de Guerra de este Supremo Tribunal, de
fojas doscientos trece; su fecha dos de Junio de mil novecientos noventicinco, en la parte que
CONDENA al General de División Ejército peruano en Situación de Retiro Carlos MAURICIO
AGURTO, como autor de los delitos de infidencia y ultraje a la Nación y a las Fuerzas Armadas,
en agravio del Estado, a la pena de PRISION EFECTIVA y al pago de DIEZ MIL NUEVOS SOLES
en concepto de reparación civil a favor del Estado - Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas;
la REVOCARON en cuanto a la extensión de la pena impuesta al referido sentenciado
MAURICIO AGURTO; MODIFICANDOLA en este extremo; IMPUSIERON al General de División
Ejército Peruano en Situación de Retiro Carlos MAURICIO AGURTO la pena de CATORCE
MESES DE PRISION EFECTIVA, medida de seguridad que cumplirá en el Penal Militar del
Ejército Peruano, y que con descuento de la detención que viene cumpliendo vencerá el diez de
Julio de mil novecientos noventiséis, fecha en que será puesto en libertad, siempre y cuando no
exista mandato de detención en su contra emanado por otra autoridad jurisdiccional competente;
COMUNIQUESE; y los devolvieron.- FIRMAS.-
COMENTARIO
1.1. Antecedentes.
1.2. Análisis.
En ambos casos, las acciones investigadoras de las fiscalías fueron insuficientes y los fallos
judiciales, incluido el de la Corte Suprema, declararon improcedentes los hábeas corpus, por que
"no está probado con prueba alguna, el secuestro material de los mismos..." y "tampoco se ha
verificado la existencia física de los ciudadanos supuestamente menoscabados en sus garantías
constitucionales, que la comprobación del hecho y la consecuente verificación física son
elementos sustanciales para determinar la existencia de actos violatorios de las garantías
constitucionales".
De modo que en el proceso del Hábeas Corpus, por detención-desaparición realizado por
autoridad pública, no es exigible que quien denuncia pruebe previamente la existencia física del
afectado, ni que pruebe la comisión del delito de secuestro, sino que el juez debe actuar
tutelarmente, declarando por el sólo mérito de los indicios de la infracción de un derecho
constitucional de la libertad, que cese la violación de la privación ilegal de la libertad y en el peor
de los casos la entrega de los cuerpos. Esto no es óbice para que si concluido el proceso se ha
logrado identificar a los agresores, los jueces manden abrir instrucción contra la autoridad o
funcionario, para que además de la pena que les corresponde se les destituya y no puedan
ejercer función pública pasados dos años luego de la condena principal, según dispone el artículo
11º de la Ley de Hábeas Corpus y de Amparo.
El Gral. Hermoza es citado por segunda vez ante la mencionada Comisión Investigadora del
Congreso y señala que de acuerdo con la investigación administrativa realizada por el Ejército,
ningún miembro de esta institución ha tenido participación alguna con la detención-desaparición
de los agraviados de La Cantuta.
No obstante los procesos judicial y parlamentario descritos, una vez descubierto el crimen e
identificados a los presuntos responsables se inició proceso penal ordinario ante el Poder
Judicial, de conformidad con el Decreto Ley Nº 25592 que tipifica a la detención-desaparición
que realiza un funcionario público como un delito común. Ante hechos que causaban estupor en
la opinión pública, como los hallazgos de mayores restos humanos calcinados y evidencias que
llevaban a identificar personalmente a paramilitares del grupo Colina; la justicia militar, también,
inicia instrucción contra los delitos de función de los presuntos responsables por los delitos de
secuestro, homicidio y abuso de poder.
Abierto el proceso penal ante el fuero común y otro proceso judicial ante el fuero castrense,
contra los militares implicados por los delitos de desaparición y homicidio, se presenta un típico
caso de contienda de competencia, entre ambos fueros judiciales que reclamaban para sí el
derecho de procesar a los militares inculpados.
Sin embargo, dos días antes de realizar una segunda votación en el seno de la Sala Penal de
la Corte Suprema de Justicia, con la asistencia del mencionado magistrado, para determinar si
se quedaban los militares procesados en la jurisdicción militar o en la jurisdicción civil, la mayoría
oficialista del Congreso aprueba la Ley Nº 26291, mediante la cual la contienda de competencia
se resolvería con la mayoría que se obtuviese en una única sesión, modificando el artículo 141º
de la Ley Orgánica del Poder Judicial que exigía una votación calificada de cuatro votos. Además,
la mencionada ley establecía que la nueva regla se aplicaría a las contiendas de competencia
en trámite.
De esta manera, el gobierno al dictar esa ley para resolver una votación en trámite,
asegurando la decisión de la mayoría existente, es decir de tres votos contra dos, para que el
caso se resuelva en la justicia militar, daba por concluida la contienda de competencia del caso
La Cantuta, eliminando el procedimiento de solución de la "discordia" y poniendo a los militares
acusados en manos de sus superiores.
La entonces recién nombrada Sala Penal de la Corte Suprema, resolvió con los votos de los
tres vocales antes mencionados, aplicar la Ley Nº 26291, pasando al fuero militar el crimen de
los militares de La Cantuta; creando un ambiente de indignación en la opinión pública, por la
obsecuencia de los poderes de iure -Congreso, Poder Ejecutivo y Poder Judicial-, de
subordinarse al poder militar. En vez de preferir el principio de supremacía constitucional que
consagran los artículos 51º, 138º y 169º de la Constitución de 1993, que subordinan todo poder
civil o militar al poder constitucional.
De esta manera, a mediados de 1994, de los quince militares procesados por abuso de
autoridad, secuestro, desaparición forzada, asesinato y contra la administración de justicia fueron
sentenciados por el fuero militar, dos mayores y dos suboficiales, por el asesinato de los
estudiantes y el profesor de La Cantuta, siendo condenados los mayores a veinte años y los
suboficiales a quince años, en una prisión militar.
Un año después, por Ley Nº 26479 en junio de 1995, fueron amnistiados por la mayoría
oficialista del Congreso, todo el personal militar, "cualquiera que fuere su situación militar o
policial o funcional correspondiente, que se encuentre denunciado, investigado, encausado,
procesado o condenado por delitos comunes y militares en los fueros común o privativo militar,
respectivamente, por todos los hechos derivados u originados con ocasión o como consecuencia
de la lucha contra el terrorismo y que pudieran haber sido cometidos en forma individual o en
grupo desde mayo de 1980 hasta la fecha de la promulgación de la presente ley”. Con estupor e
indignación, la opinión pública ciudadana ha sido testigo de la liberación de los militares
procesados y condenados por los delitos de secuestro y homicidio de los desaparecidos de La
Cantuta, así como también por la amnistía a los militares procesados en sede judicial común del
grupo Colina, por otra matanza, en este caso de un grupo de vecinos de Barrios Altos, en Lima
antigua.
1.3. Conclusiones.
De lo mencionado, se evidencia que para la justicia militar, secuestrar, asesinar, quemar los
cuerpos de 10 personas y enterrar los restos, constituye un delito de función militar a ser juzgado
por la justicia militar. Pero, el delito de función tiene que derivarse directamente de una acción
militar concreta, de ahí que el asesinato sea premeditado, con alevosía y ventaja, pero sobre
todo cuando se queman los cadáveres y se trata de esconder los restos humanos, constituye en
cualquier sistema judicial democrático un delito común a ser juzgado por el fuero común.
Por derivado que sea de un enfrentamiento militar o circunstancia similar, los actos
preparatorios, comisorios y la reveladora intencionalidad con el ocultamiento de los restos
humanos cremados, constituye un delito común de asesinato, sean militares o civiles los autores
del crimen; y debieron ser juzgados por el Poder Judicial, de acuerdo con los códigos penales
sustantivo y procesal. No cabe insumir en el Código de Justicia Militar lo hechos antes
mencionados, como delitos de función, salvo que se entienda que la justicia militar es competente
para pronunciarse sobre todo acto ilícito de un militar, soslayando la naturaleza no castrense del
mismo.
2.1. Antecedentes.
A fines de 1992 y a comienzos de 1993, los generales en retiro: Luis Cisneros Vizquerra,
Alberto Arciniega Huby, Germán Parra Herrera, y Jaime Salinas Sedó, entre otros, realizaron
declaraciones y escribieron artículos críticos en los medios de comunicación escrita -La
República, Expreso y Oiga- en relación al Decreto Legislativo Nº 752 Ley de Situación Militar;
tratando temas relativos a la situación del ejército y vertiendo opiniones sobre la permanencia en
el cargo del Comandante General del Ejército, con lo cual se rompía la tradición militar de la
alternancia anual en la comandancia general. Motivo por el cual fueron procesados ante el fuero
militar, de acuerdo con el Código de Justicia Militar, por los delitos de ultraje a los institutos
armados, insulto al superior en agravio del Estado y del Comandante General de Ejército Gral.
Nicolás de Bari Hermoza.
El contenido de los artículos se pueden resumir en que la ratificación del Gral. Hermoza, como
Comandante General del Ejército, rompiendo la larga tradición de relevo anual en dicho cargo,
tendría consecuencias nefastas para la institución, más aún, constituiría un ente disociador. Por
otro lado, se crearía malestar institucional y podría darse una situación de tormenta política, si el
Gral. Hermoza y el asesor militar de Fujimori, el ex-capitán Vladimiro Montesinos, continuaban
al mando del ejército. Finalmente, señalaban que se había producido una división entre la alta
jerarquía y el resto de las fuerzas armadas y que éstas habían sido subordinadas por el poder
político.
Por tales consideraciones fueron condenados los generales retirados Germán Parra, Cisneros
Vizquerra y Alberto Arciniega -asilado en Argentina y paradójicamente integrante del Consejo
Supremo de Justicia Militar que condenó a Abimael Guzmán a cadena perpetua en 1992-,
imponiéndoseles la pena de sesenta días de prisión, cuya ejecución suspendieron al
concedérseles el beneficio de la condena condicional, "sujeto a las reglas de conducta previstas
en el artículo sesentiseis del Código de Justicia Militar, abstenerse de ofender al Superior de
palabra o mediante publicaciones de cualquier índole, bajo apercibimiento de hacerse efectiva la
pena impuesta".
En el caso del Gral. Jaime Salinas Sedó en cambio se resolvió por que la pena de noventa
días de prisión por los delitos de opinión se hiciese efectiva, habida cuenta que purgaba una
condena por delito de rebelión, por los sucesos del 13 de Noviembre de 1992, como se estudia
más adelante.
De otro lado, cabe mencionar el proceso militar que se abrió al Gral. Robles Espinoza por los
delitos de falsedad, desobediencia y otros, por la denuncia pública que formuló en mayo de 1993
ante los medios de comunicación; en relación a la organización y perpetración de delitos contra
los derechos humanos, contra un profesor y nueve estudiantes de la Universidad La Cantuta,
cometidos por un grupo de militares de alta y mediana graduación -autodenominado el Grupo
Colina-, a quienes identificó plenamente, Gral. Rivera Lazo, Coronel Navarro Paez, Mayores
Martin Rivas, Pichilingue Guevara, entre otros. En esas circunstancias, de amenaza de la libertad
y seguridad personales del Gral. Robles y dos de sus hijos también militares del ejército,
recibieron el asilo del gobierno de la Argentina. Un año después, a mediados de 1994, dichos
militares fueron procesados por delitos de función, dictándose mandato de detención si se les
encontrase en territorio peruano.
En lo que va del presente año de 1995, a raíz del reciente conflicto militar fronterizo con el
Ecuador, el fuero privativo militar continúa proscribiendo judicialmente el derecho a la libertad de
expresión de los militates retirados, en calidad de expertos sobre asuntos de seguridad y defensa
nacional. Así, a raíz de las declaraciones del General de Brigada en retiro Walter Ledesma
Rebaza a la revista Caretas, así como de las entrevistas concedidas por el General de División
en retiro Carlos Mauricio Agurto y del Capitán de Navío en retiro de la Marina de Guerra Luis
Mellet Castillo en dos canales de televisión, fueron procesados, detenidos y condenados por el
Consejo Supremo de Justicia Militar.
2.2. Análisis.
De acuerdo a la Constitución de 1979 -Art. 2º, 20 “f”- y a la Constitución de 1993 -Art. 2º, 3-
no hay delito de opinión; pero sí reconocen el delito cometido por medio de la prensa que se
tipifica en el Código Penal y se juzga en el fuero común, según señala el art. 2º inc. 4º de la
Constitución de 1993. Ahora, estos derechos y eventuales sanciones corresponden a todas las
personas, ya que son derechos fundamentales de los hombres, con o sin uniforme; más aún, la
propia Constitución no ha establecido excepción o limitación específica alguna, en relación a los
militares. Entonces, mal puede una ley, llámese código de justicia militar o reglamento militar
alguno desconocer dicho derecho constitucional.
De otro lado, es del caso señalar que los militares retirados denunciados, no ejercieron el
derecho constitucional de la libertad de expresión en nombre de las fuerzas armadas, sino que
opinaron a título personal como especialistas en materias de seguridad y defensa. Más aún, es
un criterio absolutamente inconstitucional del Consejo Supremo de Justicia Militar, condenarlos
por una supuesta intencionalidad dañina o por un supuesto resultado objetivo de ultraje de los
institutos armados, insulto al superior, o de haber pretendido difundir información estratégica
aprovechable por el enemigo o de buscar quebrantar la moral y la disciplina al interior de las
Fuerzas Armadas, cuando los que acusan no han probado daño concreto alguno, que haya
quebrantado la jerarquía del ejército, la moral de combate de los soldados o la aplicación de la
estrategia militar en el conflicto bélico con el Ecuador.
Más aún, en un ejercicio de lógica constitucional, si un militar una vez retirado tiene derecho
de gozar y ejercer sus derechos políticos como cualquier ciudadano, es decir podría ser un
candidato al Congreso -como en los casos de los generales retirados Gastón Ibañez O'Brien,
Cisneros Vizquerra o Carlos Mauricio-, cómo no va a poder gozar y ejercer del derecho a la
libertad de expresión para hacer su campaña política, y luego si es elegido cómo no va a poder
expresarse libremente en cualquier medio de comunicación, para deliberar sobre la mejor
organización de una institución como las fuerzas armadas que debe estar subordinada al poder
constitucional?.
Sin embargo, un tema realmente preocupante es que la justicia militar viene asumiendo una
errada opción objetiva, para determinar a partir del Código de Justicia Militar y un conjunto de
reglamentos militares pre-constitucionales, su competencia jurisdiccional sobre el personal
militar; que si bien ha servido a las fuerzas armadas, ahora gozan de todos los derechos que han
recobrado como ciudadanos y de los grados y honores obtenidos, en el marco de la Constitución
Política del Perú.
Finalmente, por Ley Nº 24967 de junio de 1995, se dispuso la amnistía general al personal
militar en situación de actividad, disponibilidad o retiro, denunciado, procesado o condenado por
delitos de ultraje a las fuerzas armadas, a la nación y delitos de infidencia, con ocasión del
reciente conflicto bélico con el Ecuador. Habiéndose hecha efectiva para quienes venían siendo
condenados con pena de prisión efectiva como el Gral. Mauricio o penas de prisión condicional,
como en el caso de los oficiales Ledesma y Mellet.
2.3. Conclusiones.
En el presente caso, los jueces militares han realizado una ficción legal absolutamente
innecesaria al considerar como militares a oficiales que al ser retirados por límite de edad o
cualquier otra condición, se han convertido en civiles con todos los derechos políticos de rango
constitucional de cualquier ciudadano peruano, entre otros el de gozar del derecho de opinión y
la libertad de expresión, de conformidad con el art. 70º del Decreto Legislativo Nº 752, Ley de
Situación Militar de 1991. Ahora, si bien los militares retirados tienen grados y honores de por
vida, no por ello están sujetos a la jurisdicción militar, por los actos civiles y políticos que rea-
lizan.
En tal sentido, las declaraciones de los generales retirados Cisneros Vizquerra, Germán Parra,
Alberto Arciniegas, Jaime Salinas Sedó y en particular las denuncias de Rodolfo Robles,
posteriormente probadas por el propio fuero militar en el caso La Cantuta, así como las últimas
declaraciones de los generales en retiro Ledesma Rebaza, Mauricio Agurto y el marino Mellet
Castillo, no pueden constituir delito alguno, por que en el Perú el ejercicio legítimo de un derecho
constitucional, como la libertad de expresión, no supone infracción constitucional o delito, salvo
que se viole la ley -delitos de prensa- en cuyo caso el juicio siempre se realizará ante el fuero
común y no ante el fuero militar, según el art. 2º-4 de la Constitución.
3.1. Antecedentes.
Producido el autogolpe de Estado del 5 de abril de 1992 por Alberto Fujimori con el apoyo de
la cúpula militar, básicamente del ejército; se quebraba el orden constitucional que había costado
tanto recuperar al pueblo peruano en 1980. Desde el autogolpe de Estado, las Fuerzas Armadas
quedaron sometidas a un proyecto político neoliberal camuflado detrás de las banderas de la
lucha contra la subversión.
3.2. Análisis.
La imputación general del gobierno contra los militares constitucionalistas fue por el
planeamiento del delito de rebelión; y la incriminación específica fue por el delito de tentativa de
homicidio contra el Ing. Alberto Fujimori, Presidente de la República y Vladimiro Montesinos,
asesor presidencial en asuntos militares. Sin más pruebas indiciarias que la delación de uno de
los iniciales conspiradores.
De otro lado, se les incriminó el delito de negligencia a militares que sin participar en los
hechos del trece de noviembre, supuestamente tuvieron conocimiento de ellos sin dar parte a
sus superiores; asimismo, a algunos militares se les denunció también por delitos contra la
administración de justicia e insulto al superior.
La Sala de Guerra condena a los reos de una manera genérica imponiéndoles penas
estandarizadas -altas o bajas- sin atender necesariamente a la responsabilidad en cada caso
particular. Asimismo, se les condena bajo un supuesto criterio de responsabilidad objetiva, sin
las evidencias que hubiesen demostrado la culpabilidad y la tipicidad de la comisión de un delito.
De esta manera, se llega a condenar a los militares por haber realizado actos preparatorios
del ejercicio del derecho de insurgencia y de defensa de la Constitución, previstos en los arts.
82º, 278º y 307º de la Constitución de 1979. Otros militares son condenados por estar vinculados
tangencial y accidentalmente con los hechos, como ser superiores de algunos de los insurgentes,
aún cuando aquellos no hubiesen tenido ninguna participación en la elaboración de las hipótesis
preparatorias para el restablecimiento del orden constitucional. En efecto, no basta para la
sanción penal militar la simple invocación de los motivos que la justifiquen, sino el razonamiento
y las evidencias que justifiquen la sanción.
3.3. Conclusiones.
En el presente caso, entró en colisión el presunto delito de rebelión militar que reprime el
Código de Justicia Militar con los actos preparatorios para el ejercicio del derecho constitucional
de la insurgencia que garantizaba el art. 82º de la Constitución de 1979: "... el pueblo tiene el
derecho de insurgir en defensa del orden constitucional", pero sólo en los casos en que existiese
un gobierno usurpador -de facto- como ocurría con el gobierno de Fujimori a partir del 5 de abril
de 1992. Cabe recordar, por otro lado, que el art. 307º de la Constitución de 1979 señalaba que
"Esta Constitución no pierde su vigencia ni deja de observarse por acto de fuerza o cuando fuere
derogada por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone...". Mandato de acción
popular que la Constitución de 1993 ha eliminado.
Los militares-jueces prefirieron aplicar la ley penal-militar sobre la Constitución. De ahí, que
el intento frustrado del restablecimiento del orden constitucional, puso a los militares
constitucionalistas a merced de la justicia militar vindicativa, sin posibilidad alguna de revisión de
dicha sentencia por parte de un tribunal o sala civil encargada de asuntos constitucionales, que
hubiese actuado de acuerdo con a) la naturaleza constitucional de los actos preparatorios para
el restablecimiento del Estado de Derecho; b) el carácter cívico de las obligaciones o deberes
constitucionales; y c) la subordinación del bien jurídico tutelado por la norma penal-militar a la
constitucional.
La defensa judicial de los militares fue complementada con los pedidos ciudadanos y de
instituciones cívicas al Congreso para que se les dé una amnistía o indulto; habiéndose logrado:
primero, el indulto del Poder Ejecutivo para nueve de los condenados en 1994 y; segundo, la
amnistía del Congreso mediante la Ley Nº 26479, en junio de 1995, para el Gral. Salinas Sedó y
otros líderes militares institucionalistas.
4.1. Antecedentes.
Así, dicha legislación vulneraba el derecho a no ser detenido más de quince días en el caso
de presuntos delitos de terrorismo para luego ser derivado al juez; el derecho a comunicarse
desde la detención con un abogado; una vez que la policía presentaba los cargos contra el
detenido por traición a la patria, se obligaba al fiscal militar a formular necesariamente denuncia
y el detenido era enviado a un tribunal militar para su juzgamiento; se prohibía apelar ante el
Consejo Supremo de Justicia Militar las sentencias condenatorias, a menos que fuese de treinta
años o más; se prohibió el derecho de recusar a los jueces militares, debido a que eran jueces
anónimos "sin rostro".
Con este marco normativo del gobierno de facto, la ofensiva militar y policial logra las
detenciones de importantes líderes de Sendero Luminoso; sin embargo, el avance y los éxitos
en la lucha antiterrorista, dió lugar a que se cometan una serie de excesos, que no fueron o son
la excepción. Así, el doce de setiembre de 1992, -fecha de la captura de Abimael Guzmán
Reynoso, líder máximo de Sendero Luminoso-, también fue detenido en Lima por la Dirección
contra el Terrorismo (DINCOTE), el Ing. Miguel Ruiz-Conejo, incautándosele dos computadoras,
dos impresoras, una camioneta y una videograbadora.
El proceso penal contra Ruiz-Conejo dura quince días y se le imputa el delito de traición a la
patria, por ser miembro de la organización terrorista Sendero Luminoso, con responsabilidad
dirigencial; en particular, se le acusa de tener a su cargo, la red de enlace entre la dirección de
esa organización y los dirigentes de las diferentes instancias de apoyo organizativo. La supuesta
prueba para esa acusación era que Ruiz Conejo, había otorgado una garantía bancaria a pedido
de su amigo, el Arquitecto Carlos Inchaústegui que no llegó a utilizarla, pero que éste con Maritza
Garrido-Lecca habían alquilado una casa en Lima, que se prestaba de guarida del líder de
Sendero Luminoso, Abimael Guzmán y su entorno principal. Todos ellos, fueron capturados
también, el doce de septiembre de ese año. Asimismo, que en una de las computadoras
incautadas a Ruiz-Conejo se encontró información sobre la organización subversiva, pero el
descargo fue que esa máquina era usada exclusivamente por Inchaústegui.
La detención policial duró quince días y sólo se permitió la presencia de su abogado durante
su manifestación y luego estuvo diez días absolutamente incomunicado y sin paradero conocido.
La policía pasa el atestado a la justicia militar naval que se inhibe a favor de la justicia militar del
ejército, que remite el expediente y al detenido a Arequipa un primero de octubre; al día siguiente
se inicia el proceso y el detenido es trasladado al cuartel Manco Cápac en Puno. Su abogado es
notificado de la apertura de instrucción el día 5 de octubre y al día siguiente recibe otra
notificación en la que se solicita su presencia para tomar la instructiva el día 4 de octubre, un día
antes.
4.2. Análisis.
La defensa legal de Ruiz-Conejo también se vió vulnerada debido a que recibe en Lima una
primera notificación judicial luego de diez días de estar desaparecido, en tanto se indica en forma
inexacta el paradero del detenido, primero señalando Arequipa cuando estaba en Puno.
Considerando los términos de las distancias, de miles de kilómetros entre dichas ciudades y
desconociendo el paradero exacto del patrocionado, así como la extrema celeridad de las
diligencias judiciales militares, se le vulneró el derecho de defensa mediante abogado en la
primera instancia, donde fue condenado a cadena perpetua.
En tal sentido, resulta violatorio de los elementales principios constitucionales del debido
proceso legal y la tutela judicial efectiva -art, 139º, inc. 14-, que dada la gravedad de la acusación
y de la pena pedida -cadena perpetua-, no se le otorgase al acusado la oportunidad de que se
defienda aportando pruebas de su inocencia. Asimismo, se viola el derecho a la certeza judicial,
es decir, a la motivación y fundamentación de las resoluciones judiciales, garantizada en la
Constitución -art. 139º, inc. 5-.
Por otra parte, la sentencia del Consejo Supremo de Justicia Militar fundamentaba su
resolución condenatoria a treinta años, en la existencia de "contactos subversivos" entre Ruiz-
Conejo e Inchaústegui, que no eran otra cosa que relaciones de trabajo y la existencia de un
archivo con información senderista en la computadora de su propiedad, pero manejada
absolutamente por el Ing. Inchaústegui que resultó ser miembro de Sendero Luminoso. Estas
fueron las evidencias claves para declarar haber nulidad de la sentencia de cadena perpetua
pero, reformándola por la de pena privativa de la libertad por treinta años.
Sin embargo, en noviembre de ese año, habiendo sido trasladado Ruiz-Conejo al penal de
Yanamayo en Puno, donde estaban recluidos los altos mandos senderistas y emerretistas, el
propio Fiscal General Militar interpone de oficio recurso extraordinario de revisión a favor de Ruiz-
Conejo ante el Consejo Supremo de Justicia Militar, el que fue absuelto los primeros días del
mes de diciembre, logrando la absolución por el delito de traición a la patria. Pero, sin que exista
requisitoria judicial alguna contra él, es puesto a disposición de la justicia penal ordinaria por
delito de terrorismo sin aportar prueba alguna, para que ahí nuevamente sea juzgado, violando
aquí el principio constitucional del non bis in idem, es decir, que nadie puede ser juzgado dos
veces por el mismo delito y el de la presunción de inocencia ya que aquí se presumió lo contrario,
es decir, su eventual culpabilidad salvo que demostrase su inocencia. En tal sentido, la fiscal
provincial penal no formalizó denuncia penal y la Fiscalía Superior, confirmó dicha resolución en
enero de 1994, por considerar que no había mérito para la denuncia penal. Recobrando así,
Ruiz-Conejo su libertad conculcada arbitrariamenrte luego de casi año y medio de injusta
detención, procesamiento y condena.
Finalmente, a la fecha se estudia un proyecto de ley que crearía normas básicas y una
comisión de alto nivel, encargada de estudiar y proponer el indulto para las personas inocentes,
que han sido condenados por delitos de terrorismo. Cifras extraoficiales, señalan que de cerca
de cinco mil condenados o procesados por delitos de terrorismo, habrían alrededor de
ochocientos en prisión, injustamente. Detenidos o condenados sin pruebas indubitables, por
delación infundada de los terroristas arrepentidos salvándose así de sufrir carcelería, o por la
propia ignorancia o temor de campesinos de los Andes o nativos de la Amazonía que en muchas
oportunidades bajo presión, fueron enrolados en la subversión.
4.3. Conclusiones.
Los jueces militares buscaron condenar antes que hacer justicia en el caso, demostrando una
falta de conocimiento de normas procesales básicas, debido a las directivas político- militares.
Asimismo, el proceso rápido y sin garantías, demuestra la necesidad que el juzgamiento de los
civiles por los delitos de terrorismo, sean realizados por el fuero común. La interposición del
recurso de revisión de las sentencias del fuero privativo militar -como común- que no obstante
tengan la calidad de cosa juzgada, no sólo debe ser de oficio, sino también a pedido de la parte
afectada.
CONCLUSIONES GENERALES
El ámbito de la jurisdicción militar en estricto, no debe ser lo militar, sino lo castrense; es decir,
que se debe hacer una estricta referencia al cuartel, campamento militar o a las relaciones de
trabajo militares; de modo que las vinculaciones extrañas a ellas no deban estar sometidas a la
justicia militar, salvo que cometan los delitos de traición a la patria y de terrorismo, de
conformidad con el art. 173º de la Constitución. En tal sentido, las disposiciones legales con que
se atribuyen asuntos o materias a la jurisdicción castrense deben ser interpretados
restrictivamente.
Muchas de las normas que regulan a los militares están por encima de las disposiciones
constitucionales supremas del Estado democrático de derecho, como es el caso de algunas
normas del Código de Justicia Militar y del Reglamento General de Servicio en Guarnición de
1963, entre otros. En consecuencia, debe revisarse el derecho militar y subordinarlo al derecho
constitucional, en tanto que como sub-ordenamiento jurídico del Estado de Derecho, debe estar
integrado y en definitiva hay que interpretarlo de conformidad con el ordenamiento constitucional.
Bajo los estados de excepción se rechaza la aplicación de la justicia militar a los civiles; debido
a que si los militares están encargados de diseñar y ejecutar la lucha antisubversiva, no es
razonable que también se constituyan en jueces de sus enemigos. En todo caso, las condenas
deberían ser revisadas por una sala de la Corte Suprema de Justicia, integrada por magistrados
constitucionalistas, penalistas y castrenses, siendo únicamente estos últimos magistrados
militares; lo cual requerirá reforma constitucional.
Durante el período de 1992-1995, los derechos a la tutela judicial efectiva y al debido proceso
legal fueron violados en los procesos judiciales militares presentados, en las siguientes formas:
derecho a ser informado de la acusación, derecho a la presunción de inocencia, derecho de
defensa, derecho al juez natural, derecho a un proceso público, derecho a la libertad probatoria,
derecho a no declarar contra sí mismo, derecho a la certeza judicial, derecho a no ser juzgado
dos veces por el mismo delito y finalmente derecho a la igualdad de las partes en un proceso.
Las normas militares y los actos judiciales militares deben estar sometidos al control de
constitucionalidad: a) Difuso, a través del Poder Judicial cuando resuelve sobre garantías
constitucionales -Hábeas Corpus y Acción de Amparo- o mediante la excepción de
inconstitucionalidad -cuando en cualquier proceso el juez debe preferir la norma constitucional
sobre la legal-; y b) Concentrado, mediante el control del Tribunal Constitucional, que en base al
principio de la supremacía constitucional, controle la constitucionalidad de las normas con rango
de ley del Congreso y del Poder Ejecutivo, básicamente, así como también resuelva en última y
definitiva instancia sobre las resoluciones judiciales denegatorias de las garantías
constitucionales.
EXP. Nº 800-95
ANTECEDENTES:
En vía de impugnación la Sexta Sala penal de la Corte Superior del Distrito Judicial de Lima,
resolvió sobre la apelación del auto apertorio de instrucción en la que se estableció que no ha
lugar la apertura de instrucción contra el Ing. Javier Tantaleán Arbulú, por la supuesta comisión
de delito de concusión en agravio del Estado.
"Que: en las conclusiones a que arriba la Comisión Investigadora de los Contratos del Tren
Eléctrico de Lima, en el acápite doce se determina la formulación de la acusación constitucional
contra el denunciado conforme lo establece el artículo 99 de la Constitución Política y la Ley
26231; que, habiéndose examinado las principales piezas procesales del cuaderno de apelación
del auto apertorio de instrucción contra Víctor Javier Tantaleán Arbulú por delito de concusión en
agravio del Estado, a fojas veintiocho se precisa que el denunciado viajó a Italia a confirmar la
cooperación técnica y crediticia de ese país dentro del programa de cooperación bilateral con
Italia; que a fojas treinta se determina que el 03 de Febrero de 1988 el denunciado viajó a Italia
por segunda vez para tratar aspectos de la cooperación técnica, habiéndose con fecha 11 de
Mayo de 1988 suscrito el acta de entendimiento entre los gobiernos del Perú e Italia; que, a fojas
treinta y nueve, en el punto cuatro se precisa que el denunciado Tantaleán Arbulú, Jefe del
Instituto Nacional de Planificación fue nombrado por el Presidente Alan García Pérez, para que
se encargara de la negociación y obtención del crédito financiero italiano; que, conforme al
glosamiento expuesto se visualiza la necesidad de profundizar la investigación, respecto a la
vinculación con los hechos denunciados; que, a la fecha se halla vigente la Constitución Política
de 1993 que prevee la aplicación del procedimiento del ante juicio, a tener de lo dispuesto en el
artículo 99, por todo delito que cometan, entre otros los Ministros de Estado, en el ejercicio de
sus funciones y hasta cinco años después que hayan cesado éstas; que, el denunciado
Tantaleán Arbulú tuvo la condición de Ministro de Estado en el desempeño del cargo de Jefe del
Instituto Nacional de Planificación, como él mismo lo sostiene y conforme aparecen de los
Decretos Legislativos número doscientos diecisiete y quinientos sesenta del 21 de Enero de
1990, Decretos Leyes número ciento setentisiete y ciento setentiocho y Resolución Suprema
número cero doscientos cuarentiuno guión ochocientos cinco guión PGM del 28 de Julio de 1985;
que, asimismo el denunciado, cesó en sus funciones, el 31 de Enero de 1989, y verificado el
tiempo transcurrido éste arroja cinco años y once meses, razón por la que se le considera fuera
de la solicitación del procedimiento del ante juicio conforme lo prescribe el precitado artículo 99
de la Constitución Política del Estado; que, no es posible pronunciarse, sobre situaciones que
puedan favorecer como podría ser el Principio de Retroactividad benigna de la Ley en materia
penal, en tanto ello supone la existencia de un proceso previo y, en el caso de autos el
denunciado aún no se encuentra procesado penalmente conforme lo establece el inciso 11 del
artículo 189 de la Constitución Política debiendo agregarse que son los jueces en ejercicio de su
función jurisdiccional quienes aplicarán la Ley en lo que sea favorable al procesado en su
oportunidad y si lo creen conveniente."
"REVOCAR el auto de apertura de instrucción que en copia certificada obra en fojas setentiuno
a fojas setentiseis, su fecha 30 de Mayo de 1994, en la parte que declara no ha lugar a la apertura
de instrucción contra VICTOR TANTALEAN ARBULU por delito de concusión en agravio del
Estado: REFORMULANDOLO en dicho extremo, dispusieron se abra instrucción contra VICTOR
JAVIER TANTALEAN ARBULU por delito de concusión en agravio del Estado; notificándose y
los devolvieron.- por Mayoría."
COMENTARIO
- Art. 100º relativo a la omisión del re-quisito de procedibilidad en las denuncias penales
presentadas contra ex-funcionarios estatales con prerrogativa de Antejuicio Constitucional.
- Art. 103º relativo a la aplicación retroactiva de una norma no favorable al reo, así como el
abuso del derecho en el ejercicio de las competencias jurisdiccionales.
- Art. 139º incisos tercero y décimo cuarto relativos a las garantías del debido proceso y el
ejercicio del derecho a la defensa.
- Art. 55º relativo al desconocimiento del valor y rango de un tratado, así como de su condición
de parte integrante del derecho nacional.
- Art. 3º del Título Preliminar del Código Civil relativo al desconocimiento de los alcances de
"La Teoría de los Hechos Cumplidos", en los casos de conflicto de leyes en el tiempo.
Para casi nadie es un secreto que la entrada en vigor de la Constitución vigente tiene como
fecha de cómputo el 31 de Diciembre de 1993.
Dicho acerto evidentemente obvio, no lo es curiosamente para los miembros de la Sexta Sala
Penal de la Corte Superior del Distrito Judicial de Lima que considera su vigencia para el caso
de autos, al año de 1989.
La vigencia de dicho texto constitucional desde la fecha del 31 de Diciembre de 1993, trae
consigo la aplicación inmediata de la Ley; ergo que se aplica a los hechos, situaciones o
relaciones jurídicas efectuadas dentro del territorio nacional en tanto no sea abrogada, derogada,
modificada o sustituida por otro texto de similar jerarquía. La aplicación inmediata de la ley lleva
en su seno la prevalecencia del principio general de la irretroactividad, por el cual las normas
nuevas o sustituyentes sólo pueden ser aplicadas a los hechos, situaciones o relaciones jurídicas
generadas inmediatamente después de establecida su vigencia.
"La ley es obligatoria desde el día siguiente del su publicación en el diario oficial, salvo
disposición contraria de la misma ley que posterga su vigencia en todo o en parte".
Es el caso que la Sexta Sala de la Corte Superior del Distrito Judicial de Lima, en contra del
expreso mandato de la Constitución, retrotrae la vigencia del magno texto de 1993 al caso del
Ing. Javier Tantaleán Arbulú esgrimiendo la peregrina tesis que no le corresponda la prerrogativa
del Antejuicio Constitucional, en razón a que la parte infine del Art. 99 de dicho cuerpo legal,
señala un plazo de caducidad para el goce de dicho beneficio de cinco (5) años, computables a
partir de la fecha de renuncia o cese de la condición de alta autoridad estatal.
Según la Sexta Sala Penal de la Corte Superior del Distrito Judicial de Lima dicha
"retroactividad" es aplicable al caso del Ing. Javier Tantaleán Arbulú desde que le fue aceptada
la renuncia de Jefe del I.N.P. cargo con rango de Ministro, mediante Res. Suprema publicada en
fecha 2 de Enero de 1989; por consiguiente y bajo dicha ilógica consideración jurídica se le aplica
dicho plazo de caducidad para impedirle el ejercicio de la prerrogativa del Antejuicio
Constitucional.
Dicha consideración vulnera flagrántemente lo dispuesto en el segundo párrafo del Art. 103
de la Constitución vigente que tajantemente señala:
"Ninguna ley tiene fuerza ni efectos retroactivos, salvo en materia penal, cuando favorece al
reo".
Al aplicarse retroactivamente la Constitución de 1993, sin que para el caso del Ing. Javier
Tantaleán Arbulú ella le favorezca, se está haciendo uso prohibido de la excepción arriba
glosada; ergo se le ha dado una aplicación inconstitucional.
¿Cuál es la Constitución aplicable para el específico caso del Ing. Javier Tantaleán Arbulú ?
Para nosotros es obvio que debe aplicarse los alcances de la Constitución de 1979; en razón
de los siguientes dos (2) argumentos:
PRIMERO:
SEGUNDO:
Por mandato expreso del Art. 3ª del Título Preliminar del Código Civil se establece que:
"La ley se aplica a las consecuencias de las relaciones y situaciones existentes. No tiene
fuerza ni efectos retroactivos, salvo las excepciones previstas en la Constitución".
Los hechos, relaciones o situaciones jurídicas que hubieren producido efectos consumados o
cumplidos dentro del período de vigencia de una norma sustituida -tal el caso de la Const. de
1979-, mantienen capacidad para seguir produciendo otros similares; aunque ya se encuentre
en vigencia otra norma que la hubiere modificado o sustituido.
Ahora bien, en caso que los hechos, situaciones o relaciones jurídicas no se hubieren
consumado o cumplido; o lo hubieren sido solo de manera parcial, entonces se regularan por los
alcances de la ley modificante o sustituyente.
Las condiciones que exige nuestro Código Civil para la aplicación de la "Teoría de los Hechos
Cumplidos"; es decir exigir al cumplimiento de las consecuencias jurídicas de una norma
sustituida; vale decir el goce de los derechos, beneficios o prerrogativas por ella concedidos, se
resume en los dos (2) siguientes:
Ahora bien, cabe aquí explicar la situación específica del Ing. Javier Tantaleán Arbulú.
PRIMERO:
Existe la situación jurídica del citado de haber sido nombrado y posteriormente habérsele
aceptado la renuncia al cargo de Jefe del Instituto Nacional de Planificación. Es dable advertir
que dicha situación jurídica se generó de comienzo a fin durante la vigencia de la Constitución
de 1979.
SEGUNDO:
Existe el derecho acreditado y por ende exigible de reconocimiento judicial, de existir una
situación jurídica consumada o cumplida a plenitud. Dicha situación, no es otra que la de haber
ejercido un cargo público con rango de Ministro que le otorga la prerrogativa del Antejuicio
Constitucional.
TERCERO:
Ello es evidente, ya que al amparo de los Arts. 103º y 109º de la Constitución vigente,
concordantes al Art. 3º del Título Preliminar del Código Civil opera en su caso la aplicación del
texto magno sustituído.
Ello, porque se han acreditado los dos (2) requisitos exigidos por "la Teoría de los Hechos
Cumplidos", en aras de la irretroactividad de la ley y la no aplicación de la retroactividad de la
misma, cuando no resulta más favorable al reo.
No es menos oportuno agregar que dicha decisión fue adoptada casi por unanimidad por el
pleno del Congreso Constituyente Democrático: (44-3).
- Se viola el Art. 100º, en razón de haberse dispuesto la apertura de instrucción contra el Ing.
Javier Tantaleán Arbulú, sin existir la respectiva Resolución Legislativa que ordena al Ministerio
Público y al Poder Judicial la formalización de causa incriminatoria; esto es, se ordena abrir
proceso judicial sin el previo requisito de procedibilidad.
- Se viola el inc. 3ro. del Art. 139º, al desviársele de la jurisdicción predeterminada por la ley;
más aún, cuando el propio Congreso Constituyente Democrático mediante Res. Leg. ya declaró
que "no ha lugar la formación de causa".
- Se violan el inc. 14 del Art. 139º y el Art. 55º de la Constitución Política, concordante con el
Art. 8vo de la Declaración Americana de Derechos Humanos, en razón a que en la Sentencia
expedida por la Sexta Sala Penal de la Corte Superior del Distrito Judicial de Lima, se resolvió
no sólo de manera equivocada, sino además sin permitírsele al afectado, el ejercer su derecho
a la defensa, al no habérsele citado a la vista de la causa; ni habérsele concedido el uso de la
palabra al letrado, no obstante haberla pedido expresamente.
- Se viola la parte in fine del ya citado Art. 103º que señala: "La Constitución no ampara el
abuso del derecho". Ello porque de manera inexplicable en dicho Sentencia se alude a que la
aplicación de las garantías y principios de derecho que consagra la Constitución en favor de
cualquier persona, no es admisible para el caso del Ing. Javier Tantaleán Arbulú, porque se
sostiene que es preciso que "previamente" la judicatura ordene abrir instrucción.
LA RAZONABILIDAD DE LAS LEYES Y OTROS ACTOS DE PODER (Walter
Gutierrez Camacho)
El principio de razonabilidad es el fundamento de los actos de poder, que les confiere legitimidad
al armonizarlos con la formalidad que reclama su producción y al sintonizarlos con el repertorio
de valores sancionados por la Constitución. Aun cuando este principio no ha sido sancionado
expresamente en nuestro texto constitucional, salvo para el caso de los estados de excepción,
puede afirmarse que se trata de un derecho constitucional innominado, y así lo ha comprendido
correctamente la jurisprudencia nacional.
Señor Presidente:
El Procurador Público del Estado, encargado de los Asuntos Judiciales del Ministerio de
Relaciones Exteriores interpone a fojas 183 Recurso de Nulidad contra la sentencia de vistos de
fojas 143-144, su fecha 24 de enero de 1994, expedida por la Primera Sala Civil de la Corte
Superior de Lima, que revocando la sentencia apelada de fojas 59; declara Fundada la Acción
de Amparo interpuesta por doña Amalia Wahibe Mariátegui Succar contra el Presidente del
Consejo de Ministros y Ministro de Relaciones Exteriores.
Dentro del marco del Decreto Ley Nº 25418 del 6 abril de 1992, el gobierno expidió el Decreto
Ley Nº 25889 del 27 de noviembre de 1992 declarando en estado de reorganización el Servicio
Diplomático de la República, por un plazo de 30 días facultando al Ministro de Relaciones
Exteriores para declarar la excedencia del personal del Servicio Diplomático y disponer su
inmediato pase a la situación de retiro así como de formular un Programa de Incentivos de Retiro
Voluntario; posteriormente el 29 de diciembre de 1992 se promulgó una nueva Ley del Servicio
Diplomático de la República, Decreto Ley Nº 26117, así como la Ley Orgánica del Ministerio de
Relaciones Exteriores, Decreto Ley Nº 26112, así como la Resolución Suprema materia de la
controversia, Nº 453-RE-92, su fecha 29 de diciembre de 1992, para cuyo efecto el día 30 de
diciembre, mediante Fe de Erratas se prorrogó hasta ese mismo día el plazo establecido para la
reorganización del Servicio Diplomático que había vencido el 27 de ese mismo mes.
RESOLUCION
SS. BUENDIA G.; ORTIZ B.; REYES R.; ECHEVARRIA A.; AMPUERO.
COMENTARIO
I. INTRODUCCION.
Precisamente la jurisprudencia que motiva el presente análisis utiliza como fundamento que
el acto administrativo de cese inmotivado de 117 diplomáticos adolece de falta de razonabilidad;
si bien no se señala expresamente el por qué, va de suyo que es porque dicho acto colisiona con
lo que podría denominar la norma base de nuestro sistema, que establece que la defensa de la
persona humana es el fin supremo de la sociedad y del Estado. Por consiguiente ambos deben
organizarse en función de este precepto deviniendo en inconstitucional e ilegítimo todo acto de
poder que se aparte de esta disposición.
Dado que no es frecuente que nuestra jurisprudencia se pronuncie con capacidad creativa,
de hecho la misma jurisprudencia que comentamos es austera en argumentaciones y conceptos
respecto de la razonabilidad, en el presente trabajo pretendemos desentrañar el concepto de
razonabilidad de los actos de poder en el Derecho, su relación con el principio de legalidad y con
el debido proceso sustantivo. A lo largo del trabajo también se abordan, aunque de manera
tangencial, otras categorías jurídicas que concurren, en el presente caso, como el principio de
supremacía constitucional, el debido proceso y el derecho de defensa, la estabilidad laboral de
los servidores públicos, y el acto legislativo y la fe de errata.
II. ANTECEDENTES.
El mencionado D.L. 25889 era una típica norma temporal, pues su artículo primero declaraba
que la referida reorganización tenía un plazo de treinta días, que se computarían a partir de la
entrada en vigencia del mencionado Decreto, lo que significa que el plazo expiró el 27 de
diciembre de 1992.
No obstante, con fecha 29 de diciembre del mismo año, es decir, dos días después que el
aludido Decreto Ley había concluido su vigencia, se expide la R.S 453-RE-92, en cuyo artículo
único se dispone el cese de 117 funcionarios diplomáticos. Sabemos por principio jurídico
universalmente aceptado que toda norma funda su validez en otra norma que de ordinario es de
mayor jerarquía. En el presente caso la R.S 453-RE-92 lo hace expresamente en el D.L. 25889
que como se observó ya estaba derogado.
Ante esto, insólitamente el 30 de diciembre, tres días después de haber perdido vigencia el
referido Decreto Ley, se publica una fe de errata por la cual se prorroga el plazo del tantas veces
citado Decreto Ley que establecía la reorganización del servicio diplomático, hasta el 30 de
diciembre; sobre esta irregularidad que pretende resucitar una norma derogada con un
mecanismo destinado a la corrección de errores materiales también nos ocuparemos más
adelante.
Al no haber habido evaluación o proceso previo, los diplomáticos han sido cesados de sus
cargos sin haber sido previamente citados, ni oídos, ni notificadas las razones de su cese; no se
ha garantizado por tanto el debido proceso y el natural derecho de defensa que posee todo
ciudadano, incluidos los funcionarios públicos.
Ante esta situación es que los funcionarios diplomáticos al ver atropellados sus derechos
constitucionales tales como la primacía constitucional, el debido proceso, de defensa, de
estabilidad laboral, y de razonabilidad de los actos de poder, presentan acciones de amparo, una
de cuyas sentencias es materia de nuestro análisis.
En la parte considerativa de la sentencia que se analiza se puede leer: "... que si bien el D.L.
25889 faculta al Ministerio de Relaciones Exteriores a declarar en excedencia al personal del
servicio diplomático y disponer su inmediato pase a retiro, dicha norma contraviene el art. 48 de
la Constitución de 1979 ... violando su derecho a la estabilidad laboral". Es decir una norma de
menor jerarquía estaría colisionando con la norma principal. Antes de analizar si en efecto hay
colisión en este caso quisiéramos ocuparnos brevemente del principio de la supremacía
constitucional.
Este principio se refiere a que con relación a las normas contenidas en otros cuerpos legales,
las contenidas en la Constitución tienen superioridad, preeminencia, es decir, se las prefiere. El
derecho que se opone a la Constitución es derecho nulo; esta tesis ha sido recogida
unánimemente por el Derecho Constitucional positivo de casi todos los países del orbe.
De esta regla no escapan ni siquiera los países con Constitución dispersa, como Gran Bretaña
en donde también existen leyes fundamentales cuya modificación reclama procedimientos
especiales. (Cfr. Sagües, Néstor "Elementos de Derecho Constitucional", T.1 p. 31 )
Concordante con esta tesis Sánchez Viamonte ha sostenido que "el constitucionalismo
consiste en el ordenamiento jurídico de una sociedad política mediante una Constitución escrita,
cuya supremacía significa la subordinación a sus disposiciones de todos los actos emanados de
los poderes constituidos que forman el gobierno ordinario". (Sánchez Viamonte. "El
constitucionalismo y sus problemas". p. 14).
Así la creación del Derecho está dada por una norma base que constituye la fuente creadora
y por tanto de legitimidad del sistema. "El análisis que ilumina la función de la norma fundamental
descubre también una particularidad del Derecho: que él mismo regula su propia creación, pues
una norma determina cómo otra norma debe ser creada y, además, en una medida variable, cuál
debe ser el contenido. En razón del carácter dinámico del Derecho, una norma sólo es válida en
la medida en que ha sido creada de la manera determinada por otra norma. Para describir la
relación que se establece así entre dos normas, una de las cuales es el fundamento de la validez
de la otra, puede recurrirse a imágenes especiales y hablar de norma superior y de norma inferior,
de subordinación de la segunda a la primera. Un orden jurídico no es un sistema de normas
yuxtapuestas y coordinadas. Hay una estructura jerárquica y sus normas se distribuyen en
diversos estratos superpuestos. Podemos de este modo remontarnos hasta la norma
fundamental de la cual depende la validez del orden jurídico en su conjunto". (Kelsen, Hans.
"Teoría pura del Derecho", p. 147 ).
Pero en el caso bajo comentario es cuestionable que se afirme que el D.L. 25889 contraviene
la Constitución por el solo hecho de disponer la reorganización del Ministerio de Relaciones
Exteriores. No puede decirse que haya tal conflicto constitucional, porque el Estado tiene la
facultad de reorganizar sus entes y evaluar a quienes forman parte de la administración pública;
el problema reside en que para hacerlo es indispensable que siga una serie de procedimientos
que garantizan el respeto de derechos constitucionales consagrados por la Carta Política, de
manera que resulta discutible que exista una estabilidad laboral absoluta incluso en la
Constitución de 1979.
En nuestro ordenamiento jurídico la supremacía constitucional, está dada por el art. 138, II
párrafo de la Const.: "En todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma constitucional
y una norma legal, los jueces prefieren la primera. Igualmente, prefieren la norma legal sobre
toda otra norma de rango inferior". Complementariamente también puede citarse el art. 200, "Son
garantías constitucionales: ... inc. 4. La acción de inconstitucionalidad, que procede contra las
normas que tienen rango de ley: leyes, decretos legislativos, decretos de urgencia, tratados,
reglamentos del Congreso, normas regionales de carácter general y ordenanzas municipales que
contravengan la Constitución en la forma y en el fondo".
La Constitución del 1979, consagraba el derecho al trabajo en su art. 42, tratábase de una
prescripción genérica, naturalmente éste como ningún derecho es absoluto, quedando sometido
a normas que reglamentan su ejercicio. Este derecho puede verse limitado por diversas razones
tales como de seguridad, salubridad o moralidad.
Este derecho fue reconocido de modo expreso en nuestro texto constitucional anterior en su
art. 48. La norma está enderezada a garantizar la permanencia en el empleo. Obviamente esta
disposición se ha establecido en favor del trabajador, pues de lo contrario se ostentaría contra la
libertad de trabajo (que comprende la libertad de establecer con quien se entabla una relación
laboral, y en qué se labora); no se le puede obligar al trabajador a laborar toda su vida bajo
órdenes del mismo empleador. Necesariamente este derecho desemboca en la estabilidad
laboral, entendida como garantía que posee el trabajador de que no será cesado en su trabajo
inmotivadamente, y que si esto sucede hallará remedio en una indemnización que se le impone
al trabajador o su reincorporación.
Como es de suponer tanto el derecho de trabajo como el derecho al trabajo y su consecuencia
la estabilidad laboral, no hacen distinción entre los trabajadores públicos o privados. En efecto,
el empleado público también tiene derecho a la estabilidad laboral. Así lo reconoce la
Constitución de 1979 y la actualmente vigente al establecer que todos somos iguales ante la ley
(ambas en su art. 2), y si la estabilidad laboral fue reconocida por nuestra Carta del 79, no hay
porque pensar que se encontraban excluidos los trabajadores públicos. Pero este derecho no
sólo estaba reconocido en la Constitución del 79, también lo contemplaba el D.L. 276, que
garantiza la estabilidad y permanencia en la carrera administrativa; aun más el D.S 003-78,
Reglamento de la Ley sobre el Servicio Diplomático, vigente entonces, establecía: "Los
funcionarios del servicio diplomático tienen derecho a la estabilidad y sólo se podrá modificar su
situación diplomática, conforme a las normas señaladas en la Ley del Servicio Diplomático y su
Reglamento".
b) No cabe hacer distinción para efectos de la estabilidad laboral entre empleado público y
privado.
En la sucesión de hechos y normas que se dieron para llegar al cese de los 117 diplomáticos
no se advierte que los cesados hayan tenido la posibidad de defensa; peor aún, no se advierte
un procedimiento preestablecido que permitiera el derecho de defensa y por tanto no existió un
debido proceso.
El derecho de defensa es parte del debido proceso y se compone, a su turno, por un conjunto
de garantías procesales como el derecho a ser oído -primera expresión del derecho de defensa-
, derecho de no declarar en su contra, derecho a elegir su defensor, y derecho a presentar
pruebas en cualquier proceso que atente contra sus derechos.
El art. 59 de la Constitución de 1979 establecía "La ley regula el ingreso los derecho y deberes
que corresponden a los servidores públicos así como los recursos contra las resoluciones que
los afectan". Es claro que esta norma encuentra su sentido cuando se interpreta como una forma
de defensa procesal del empleado público.
Además, la Constitución del 79 sancionaba en su art. 233 inc. 9 que nadie puede ser privado
del derecho de defensa. Lo propio hace nuestro nuevo Código Político en su art. 139,
consagrando también en el mismo artículo el derecho al debido proceso (incs. 2 y 3).
Por otro lado, en la Ley Orgánica del Poder Judicial, D.Leg. 767, vigente desde novienbre de
1991, norma que fue luego refundida en el Texto Unico Ordenado de la Ley Orgánica del Poder
Judicial mediante el D.S 017-93-JUS en su art. 7 se puede leer: "En el ejercicio y defensa de sus
derechos, toda persona goza de la plena tutela jurisdiccional, con la garantía de un debido
proceso".
Por último el D.Leg. 276 establece en su art. 29 : "Son derechos de los servidores públicos
de la carrera: ... b) Gozar de estabilidad. Ningún servidor puede ser cesado ni destituído sino por
causa prevista en la ley y de acuerdo al procedimiento establecido". Se echa de ver de manera
inmediata que lo que busca el texto de esta norma es garantizar el debido proceso a los
servidores públicos.
4. Erratas.
En la literatura jurídica nacional es escaso el desarrollo de la teoría del acto público -tanto en
el acto administrativo, el acto judicial como en el acto legislativo-, de ahí que prácticamente se
desconozca el concepto de acto legislativo defectuoso y muy particularmente el tema del error y
dentro de él, la errata. Uno de los pocos trabajos que ha circulado es el que hace algunos años
se publicó en la revista Ius Et Praxis, N. 18, 1991, del publicista mejicano Arteaga Nava, Elisur:
"El Acto Legislativo Defectuoso".
El desconocimiento de esta parte del Derecho puede, en alguna medida, explicar las
"aberraciones" que se cometen en nuestra producción legislativa, como la de pretender volver a
dar vigencia a una ley mediante una fe de errata.
El citado autor señala: "Las erratas son una forma de acto legislativo defectuoso. Puede darse
en toda clase de documentos públicos: legislativo, ejecutivo y judicial. Más que una institución
de carácter civil o de procedimiento civil, es un vicio que se da en los sistemas adoptados para
dar vigencia a una ley, hacer efectiva una orden o mandato o ejecutar una sentencia judicial".
"Una errata sólo puede darse en función de que existe un texto considerado como auténtico.
El error existe siempre en función de que hay una verdad. En principio, es correcto afirmar que
un texto publicado será válido siempre que coincida con el aprobado por la autoridad competente.
La errata existe no en función del procedimiento seguido para la adopción del acto, se da con
posterioridad al momento en que éste ha sido adoptado, regular o irregularmente, y se publica."
(Arteaga Nava. Monog. cit, p. 26).
Suscribimos en todos sus extremos los planteamientos del jurista mejicano Arteaga Nava, en
el sentido de que jurídicamente, no es válido que un funcionario de la dependencia de la que
provino el acto elabore y firme una fe de erratas, tampoco lo es que se publique una lista de
errores sin contener el nombre y cargo del funcionario que lo hace. El que se utilice el término
"f"e supone que existe alguien que legalmente está facultado para darla y que la está ejercitando
en un caso concreto. Jurídicamente, actuar como fedatario en relación con documentos que se
insertan en un diario es función que compete al director, editor o persona responsable de un
diario, periódico o gaceta oficial. (Arteaga Nava, Monog. cit. p. 27, 28).
En un sistema de Derecho escrito la autoridad está sujeta al yugo de la palabra. Como dice
Ihering, una fe de errata que no corresponda estrictamente a la naturaleza de la institución es
contraria al principio de legalidad y seguridad jurídica.
Respecto de los alcances de la fe de erratas, han sostenido los Mazeaud: "La fe de erratas
tomada en consideración si es de pura forma; es decir, no altera el sentido del texto. Cabe por
ejemplo restablecer la ortografía ... cabe igualmente introducir una modificación más seria, pero
siempre con la condición de que responda a la interpretación misma que el tribunal, teniendo en
cuenta los trabajos preparatorios, haya dado al texto primitivamente publicado. En pocas
palabras no se puede corregir más que un error evidente".
Nosotros coincidimos con esta última postura, pues si no se les pone límite a las
"correcciones" mediante fe de errata se introduce un peligroso elemento de inseguridad. No
deben ser admisibles por ejemplo las erratas, en caso de leyes, que incluyan o eliminen un
artículo, o que alteran por completo el sentido de la norma; tampoco han se serlo las que alteren
el tiempo de su vigencia, mayor razón aun si la errata se publica luego de vencida la vigencia de
la norma. Como se ha visto este último es el caso de la Ley 25889.
Para Germán Bidart Campos existe una estrecha relación entre el principio de legalidad y el
de razonabilidad. El primero tiene un claro propósito de seguridad y se encuentra consagrado en
el art. 2, inc. 2, a, de nuestra Constitución que establece "Nadie está obligado a hacer lo que la
ley no manda, ni impedido de hacer lo que ella no prohibe". El citado autor argentino señala que
el principio de legalidad responde al principio de despersonalización o impersonalidad del poder,
y al de legitimidad racional. No se trata de que el poder no sea ejercido por hombres -lo cual es
inevitable- sino de que esos hombres que ejercen el poder lo hagan ajustándose al orden
establecido en las normas legales. O sea que el mando no se basa en la voluntad arbitraria o
caprichosa de los hombres que gobiernan, sino en lo que la ley predetermina como debido o
prohibido. De allí, entonces, surge el adagio de que "no gobiernan los hombres sino la ley"
(Germán Bidart C., "Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino", T.1 p. 359).
Por lo tanto la legalidad es la garantía de que quienes mandan lo hacen en nombre de la ley
y conforme a la ley. Además el principio de legalidad nos permite responder a la pregunta de cuál
es nuestro derecho, es decir, la previsibilidad por qué la ley predetermina las conductas
permitidas y prohibidas. Sin embargo cabe preguntarse si es suficiente que la ley permita o
prohiba para que lo mandado o prohibido sea constitucional ¿Queda satisfecha la Constitución
solamente con el formalismo de que ninguna conducta se imponga o se restrinja sin base legal?
De ninguna manera, la Constitución está pensando, cuando enuncia la formula del principio de
legalidad, en una ley constitucional. Porque no basta la formalidad de la ley : es menester que el
contenido de esa ley responda a ciertas pautas de valor suficientes. Por eso es menester dar
contenido material de justicia al principio formal de legalidad. Para ello acudimos al valor justicia,
que constitucionalmente se traduce en la regla o el principio de razonabilidad.
Los jueces verifican el contenido de la ley más allá de su forma, permitiéndose aseverar que
el principio formal de legalidad cede al principio sustancial de razonabilidad y que si la ley no es
razonable (o sea es arbitraria) resulta inconstitucional (Bidart, op. cit. p. 360). Pero qué significa
que los actos de poder no son razonables. En primer término el concepto de razonabilidad
descansa en la premisa de que el Derecho es un sistema, una estructura y como tal todas sus
partes deberán estar en sintonía, en una relación de autodependencia. Todo sistema reclama
una lógica, un sentido, una direccionalidad a la que se enderezan todas sus partes; pues bien,
respetar el principio de razonabilidad sugiere que no se trasgrede ese sentido, esa lógica, ni en
lo formal ni en lo sustancial. Se trasgrede en lo formal cuando no se respeta el principio de
supremacía constitucional o cuando no se sigue el procedimiento preestablecido para la
producción de normas. Se altera en lo sustancial cuando el contenido material de los actos de
poder se encuentran divorciados con el repertorio mínimo de valores que consagra la
Constitución; deviene entonces, este acto en injusto.
El principio de razonabilidad no debe limitarse a raclamar de la ley que ésta sea razonable,
en el sentido antes expuesto; éste se extiende a todos los actos de poder: el acto legislativo, el
acto administrativo así como el acto judicial, deben estar premunidos de razonabilidad, esto es
en armonía con la formalidad que prescribe el ordenamiento jurídico y con los valores fundantes
que informan y dan sustento a este ordenamiento. En primer lugar, la razonabilidad consiste en
una valoración axiológica de justicia que nos muestra lo que se ajusta o es conforme a la justicia,
lo que tiene razón suficiente.
Fundamentalmente, la razonabilidad exige que el medio escogido para alcanzar un "fin" válido
guarde proporción y aptitud suficientes con ese fin: o que haya razón valedera para fundar tal o
cual acto de poder. (Germán Bidart Campos, p. 362).
Nosotros creemos que el control judicial de la razonabilidad debería analizar si entre diversos
medios igualmente posibles para alcanzar un fin, se optó por el más o menos restrictivo para los
derechos individuales afectados, y que, rea lizada esta confrontación, deberá considerar
irrazonable la selección de un medio más severo en lugar de otro más benigno que también sería
conducente al fin perseguido. Por tanto, cabe decir que la razonabilidad es el test que sirve para
distinguir lo constitucional de lo inconstitucional. (Germán Bidart Campos, p. 364).
"... con el fin de la era mitológica el hombre se descubrió a sí mismo como un individuo libre,
y empezó a dudar de la legitimación mística del poder de sus dominadores políticos, exigiendo
un fundamento racional de la obediencia debida a la autoridad política. Mientras los hebreos
creyeron todavía que los límites del poder político se encontraban en la ley del Señor, sometiendo
igual a gobernantes y gobernados, es el mérito inmortal de los griegos haber procedido a la
secularización y racionalización del proceso del poder. De esta manera fue descubierta la forma
de gobierno constitucional" (Loewenstein, Karl. "Teoría de la Constitución", p. 150 ).
Por último, como sosteníamos lineas arriba, la sentencia bajo comentario es realmente
meritoria porque al sostener que: "... el cese del accionante carece de motivación y
razonabilidad...", el órgano jurisdiccional reconoce a la razonabilidad de los actos de poder como
un derecho constitucional innominado.
IV. CONCLUSIONES.
Que, no solamente las leyes deben respetar el principio de razonabilidad sino todos los actos
de poder, emanen éstos del Legislativo, Ejecutivo o Judicial.
Que, en nuestro derecho positivo no está sancionado expresa y particularmente este principio,
pero que no obstante es un derecho constitucional innominado cuya base genérica se encuentra
en el art. 1 de la Constitución y su desarrollo a lo largo de toda la Constitución, en especial del
art. 2.
Que, nuestra jurisprudencia ha interpretado que éste es uno de los principios fundamentales
sobre los que se funda el sistema y que por consiguiente toda la producción legislativa así como
los demás actos de poder, deberán estar inspirados en este principio que es el que confiere
legitimidad a dichos actos.
DERECHO CIVIL
Tomando como base las consideraciones que la Corte Suprema ha tenido para resolver en el
presente caso de responsabilidad civil médica, el autor nos propone interpretaciones restrictivas
del artículo 1762 del Código Civil y plantea críticas al articulado de este cuerpo normativo en lo
relacionado a la responsabilidad contractual. El análisis pone de relieve los alcances jurídicos de
la responsabilidad médica y las dificultades materiales para probarla.
Expediente Nº 132-87-LIMA
RESOLUCION
Señores:
RESOLUCION
VISTOS; Interviniendo como Vocal ponente el señor Ezquerra Cáceres; por sus fundamentos
pertinentes; y, CONSIDERANDO además: que aparece de autos, una pericia en la aplicación de
la anestesia raquídea que ocasionó parálisis en la persona del actor, perfectamente reconocido
por el demandado doctor Guido Diaz Vargas en el documento de fojas doce; que pese a que el
documento de fojas doce, obligó al referido anestesista a cubrir los gastos de rehabilitación, en
autos no aparece prueba alguna que haya cubierto esos gastos y por el contrario, este
demandado y su co-demandada la nueva Clínica Villarán Sociedad Anónima, se despreocuparon
por la salud del paciente, con muestras objetivas de indiferencia e inhumanidad y constituir una
violación de los deberes médicos configurados en el incumplimiento de los medios y diligencias
adecuados en la asistencia del paciente que fue objeto de una defectuosa intervención, causante
de daños culposamente ocasionados; que la responsabilidad de los demandados es de
naturaleza contractual, en cuanto al alcance de la reparación pecuniaria por el daño moral y
económico sufrido por el actor y especialmente por la invalidez provocada con imposibilidad para
movilizar voluntariamente muslos y piernas (historia clínica de fojas cuarentiocho); que el médico
anestesista debe responder por las consecuencias del acto profesional en el cual la impericia
está por encima del "riesgo quirúrgico" que no ha sido demostrado y por el contrario aparece un
insólito proceder que se trasluce en la culpa médica; que la clínica demandada, en su
responsabilidad solidaria se extiende a los hechos realizados por sus colaboradores, sean
médicos o personal auxiliar, por el principio de la responsabilidad indirecta aplicada en materia
contractual, propia de clínicas, hospitales o centros asistenciales, como así alega en su escrito
de fojas ciento diecisiete; que la prueba pericial ordenada a fojas catorce, no se ha actuado,
empero, es suficiente apreciar la Historia Clínica del paciente, la testimonial de fojas diecinueve,
para ver en conjunto los daños físicos y morales causados al demandante; que el monto de la
reparación debe fijarse con equidad y justicia, sobre la base de los datos que aparecen de la
Historia Clínica, la edad, trabajo, estado civil entre otros; que cuando la demanda expresa que el
monto de la indemnización "es de menor de quince millones de soles (quince mil intis)", debe
interpretarse que está demandando por una suma no menor de la mencionada cantidad:
CONFIRMARON la sentencia apelada de fojas ciento veintiocho, su fecha veinticuatro de marzo
del año en curso, en la parte que declara fundada la demanda interpuesta a fojas dos-cinco, por
don Eduardo Oswaldo Heredia Bonilla en sus extremos a), b) y c) y ordena que los demandados
deben abonar solidariamente al demandante la suma de NOVECIENTOS NOVENTIOCHO
INTIS, valor de la silla de ruedas y además deben pagar también, por concepto de daños y
perjuicios materia de los puntos a) y c) en forma solidaria, una suma de dinero; la REVOCARON
en cuanto al monto señalado, el que FIJARON en VEINTE MIL INTIS, por concepto de daños y
perjuicios; con costas; y los devolvieron.-
Señores:
COMENTARIO
2.- El damnificado demandante, era una persona adulta, cercana a su jubilación como
empleado de un Banco, quien en la etapa anterior a su intervención quirúrgica se había sometido
en la propia Clínica demandada a los análisis y radiografías de rigor en la evaluación del
denominado "riesgo quirúrgico", de donde se había recomendado el uso de "anestesia epidural"
con monitor en la operación, en razón del antecedente de dos conatos de infarto del paciente.
3.- La resolución de la Corte Suprema de la República -como parece ser una infeliz costumbre
aún vigente- no contiene fundamentos propios en los que base su condena contra los
demandados, lo que en la actualidad, suponiendo la expedición de una resolución semejante,
significaría una violación grosera de la obligación contenida en el artículo 138º, inciso 5) de la
Constitución Política del Estado de 1993, máxime aún si se tiene en cuenta que existe también
la obligatoriedad de publicar las Ejecutorias Supremas expedidas por la Corte Suprema de la
República, con arreglo a lo dispuesto por el artículo 22º de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
cuando se trata de fijar principios jurisprudenciales que han de ser de obligatorio cumplimiento
en todas las instancias judiciales.
5.- La anterior afirmación de BIANCA es, sin embargo, importante de ser tenida en cuenta,
pues en la aseveración aquélla de que en la denominada obligación de medios, por ejemplo, el
médico está obligado a prestar "la propia obra", existe una crítica abierta a la concepción francesa
que concibió en la distinción de obligaciones de medios y de resultado una "división fundamental
de la obligación en dos opuestas categorías"; concepción, que no puede ser compartida.
En efecto, BIANCA nos recuerda (Ob. Cit. Vol. Cit. Págs. 73-74) que la contraposición entre
las dos diversas categorías ha sido efectuada con especial trascendencia sobre el plano de la
responsabilidad: En las obligaciones de medios, se aplicaría la regla de la responsabilidad por
culpa (el deudor no es responsable si se ha comportado diligentemente); mientras que en las
obligaciones de resultado se aplicaría en cambio la regla de la responsabilidad objetiva: la
diligencia empleada por el deudor es irrelevante, porque lo único debido es el resultado.
6.- Si nos detenemos un instante en las afirmaciones antes transcritas, estamos seguros, que
repararemos en su aserto. Si la obligación es ante todo un vehículo de cooperación humana,
mediante el cual un sujeto que ha experimentado una necesidad, busca satisfacerla a través de
la cooperación de otro sujeto que tiene aquéllo que aquél no posee (FERNANDEZ CRUZ, "La
Obligación: Apuntes para un Dogmática Jurídica del Concepto". En: Revista Themis, No. 27-28,
pág. 42), resulta claro que un acreedor, para ser tal, siempre espera "algo" de su deudor. Ese
"algo", no es otra cosa que el bien o utilidad que le procura el deudor por medio de la prestación,
por lo que siempre existe un resultado en toda obligación. Por todo esto, podemos coincidir con
MICCIO ("I Diritti di Credito", Volume primo, pág. 182) en el sentido que el gran problema
conceptual de la doctrina y jurisprudencia francesa en torno a la diferenciación de obligaciones
de medios y de resultado como dos categorías contrapuestas radica en la confusión de lo que
debe ser entendido como conducta de prestación y conducta de protección a la obligación: Una
cosa es la conducta exigida al deudor como MODO DE CUMPLIMIENTO, en donde siempre
deberá finalizar en la consecución del resultado esperado por el acreedor, pues sólo se cumple
el deber (central) del deudor mediante la satisfacción del interés ajeno (del acreedor); y otra cosa
es el esfuerzo exigido al deudor para superar obstáculos al cumplimiento, que no es sino la
conducta de colaboración y de diligencia exigidos al deudor como deberes accesorios del deber
central.
7.- En palabras conclusivas en lo que a este punto atañe, debe tenerse siempre presente que
en toda obligación existe siempre un resultado, inclusive en las obligaciones médicas, lo que no
debe llevar al equívoco de pensar que en esta clase de obligaciones el resultado debido sea
asegurar la cura del paciente. Lo que debe resaltarse es el hecho que, en lo que atañe al
problema del incumplimiento y de la responsabilidad civil, interesa siempre el análisis de "la
medida de la diligencia como elemento calificante de la imposibilidad" (MICCIO. Ob. Cit. Pág
182): Hay imposibilidad cuando no se puede obtener el resultado esperado, imposibilidad que
puede deberse a causa imputable o no imputable a las partes. Si, por ejemplo, en el caso del
médico-cirujano, éste no logra probar que "actuó diligentemente", en realidad lo que opera es
una imposibilidad de la prestación (no se alcanzó el resultado esperado por el acreedor-paciente
de mejorar su posibilidad de salvamento) por causa imputable al deudor y éste responde, no por
la "culpa" del médico como afirma toda la doctrina clásica y a la cual parece afiliarse la resolución
bajo comentario cuando afirma que el paciente "... fue objeto de una defectuosa intervención,
causante de daños culposamente ocasionados ..."; responde, en tanto y por cuanto la obligación
por él asumida no fue cumplida. Esto es que, en palabras de JORDANO FRAGA (Ob. Cit. Pág.
76) "se responde en tanto la obligación pervive y pervive insatisfecha; se deja de responder
cuando la obligación se extingue por imposibilidad sobrevenida de la prestación no imputable al
deudor". En el caso del médico-cirujano, por ejemplo, no respondería:
a) Si prueba que operó "diligentemente". En este caso, estaría el deudor médico probando
que cumplió la obligación, pues, en palabras de BRECCIA ("Diligenza e Buona Fede", pág. 97 y
sgtes.) "se encuentran obligaciones en las cuales el resultado debido "coincide" con la ejecución
de la prestación ...", y aquí, el deudor-médico habría probado que "ejecutó la obligación" en los
términos convenidos brindándole al acreedor la utilidad deseada.
8.- Sin perjuicio de toda lo anteriormente dicho y, en defensa del razonamiento de los
Magistrados que expidieron la resolución de vista, cuando afirman que en el caso sub-materia
"... aparece un insólito proceder que se trasluce en la culpa médica ...", es necesario recordar
que se encuentran maniatados por un Código Civil manifiesta y excesivamente subjetivista,
principalmente tratándose de la responsabilidad profesional.
Sin embargo, es el artículo 1762º del C.C., dentro de las disposiciones generales de la
prestación de servicios, el que regula la prestación de servicios profesionales, entre ellos, la
prestación de servicios médicos, en donde, bajo un claro matiz proteccionista "in extremis" de los
servicios profesionales se indica que "... si la prestación de servicios implica la solución de
asuntos profesionales o de problemas técnicos de especial dificultad, el prestador de servicios
no responde por los daños y perjuicios, sino en caso de dolo o culpa inexcusable". Concordados
ambos artículos citados, nos encontraríamos ante una primera aproximación al problema de la
responsabilidad profesional en general en donde, para los servicios contractuales profesionales
no se aplicaría la presunción de responsabilidad por culpa leve, sino que, en tal caso, resultaría
de aplicación el texto expreso del artículo 1330º del C.C.: "la prueba del dolo o de la culpa
inexcusable corresponde al perjudicado por la inejecución de la obligación, o por su cumplimiento
parcial, tardío o defectuoso". Esto es que, tratándose de prestaciones profesionales y médicas
en particular, corresponde al acreedor-paciente, víctima de un daño, probar la culpa inexcusable
o el dolo del médico, para acceder a una indemnización.
Este razonamiento no puede ser aceptado bajo ningún punto de vista ni ético, ni legal, pues
implicaría consagrar lo que bien ha llamado VAZQUEZ FERREYRA ("Prueba de la Culpa
Médica". Págs. 103 y sgtes.) "la prueba diabólica": "... una de las primeras dificultades con las
que se encuentra el paciente o sus herederos -en caso de muerte de aquél- es que todo lo
referente a la culpa del médico se relaciona con prácticas y conocimientos científicos a los que
mayormente resulta extraño y no tiene acceso sino por medio de la consulta y colaboración de
otros profesionales, los que generalmente se mostrarán renuentes en dictaminar en contra de
los intereses de un colega ...", mientras que "... otro de los problemas a los que se enfrentan los
reclamantes es que la mayoría de las pruebas están en manos del profesional y es éste quien
las ha confeccionado. Así por ejemplo historias clínicas, estudios bioquímicos, radiológicos,
neurológicos, análisis, etc. ...". ¿Cómo entonces prueba el paciente, víctima de un daño, la culpa
inexcusable o el dolo del médico?
9.- Creemos por eso que, los Tribunales peruanos y, específicamente la Corte Suprema de la
República, debería introducir una interpretación restrictiva del art. 1762º C.C., en donde no sea
válido interpretar la disyunción "o" presente en dicho precepto legal como separación de
supuestos de aplicación de la responsabilidad privilegiada contenida en dicho artículo. Esto es
que, no debiera "leerse" el artículo 1762º del C.C., en el sentido que el prestador de servicios
responde de los daños y perjuicios que causa, sólo en el caso que medie dolo o culpa
inexcusable, cuando:
a.- Aceptarse la responsabilidad médica por culpa leve, siendo de aplicación al respecto el
artículo 1320º del C.C. Aún cuando entendamos que el fundamento de toda responsabilidad se
encuentra realmente en la propia obligación incumplida y no en la culpa, recoger a ésta como
factor atributivo de responsabilidad en los servicios médicos puede socialmente explicarse en la
decisión legislativa de incentivar una actividad, como la médica, siempre proclive a la
investigación, experimentación y descubrimiento de avances técnicos. Si, por ejemplo,
afirmáramos una responsabilidad enteramente objetiva del médico, por el resultado
comprometido en la obligación, se correría el riesgo de desincentivar el progreso de la actividad
médica de investigación.
Además, afirmar la responsabilidad general del profesional, incluído el médico, por culpa leve,
sujeto a una presunción legal de culpa "iuris tantum", creemos puede significar positivamente el
hecho de legislar acorde con la finalidad "tuitiva" de la responsabilidad. Es lo que bien ha llamado
ATILIO ANIBAL ALTERINI "la presunción legal de culpa como regla de "favor victimae"
("Responsabilidad por Daños. Homenaje a Jorge Bustamante Alsina". Págs. 195 y sgtes.)
b.- Aceptarse la responsabilidad médica objetiva en los casos en donde el avance técnico
científico de la medicina ha logrado dominar una enfermedad o una técnica de curación. Aquí, sí
será posible que el médico-cirujano "garantice" la cura del paciente como resultado, como
excepción. (Por ejemplo, una operación de apendicitis o amigdalitis). Al respecto, nos indica
FRANZONI ("Dei Fatti Illeciti". Págs. 138-139) que "... la casuística demuestra cómo, en las
diversas actividades profesionales, la individualización de un problema de particular complejidad
sigue reglas no siempre homogéneas. Sobre todo en el ámbito de la profesión médico-quirúrgica
se asiste a una elevación del nivel de responsabilidad del profesional, particularmente a partir del
elemento de la impericia, lo mismo que para el caso de las profesiones técnicas (ingeniería,
arquitectura), no en cambio en la profesión forense. Generalmente, sin embargo, existe una
progresiva reducción del ámbito de operatividad de la culpa grave en el ámbito de la
responsabilidad por el ejercicio de actividades profesionales, debida principalmente a la
elevación del grado de pericia exigido en el desarrollo de la profesión. Se afirma, aunque
indirectamente, que han aumentado los medios de divulgación de los resultados científicos y,
más en general, de la casuística, de modo que es de cargo del profesional el deber de ponerse
al día. Esto significa que el standard valorativo del comportamiento del profesional está en
constante elevación, con la consecuencia que de errores respecto a los cuales en el pasado se
podía responder sólo por dolo o culpa grave, hoy se responde según las reglas comunes. Ello,
prescindiendo de la negada naturaleza de obligaciones de medios reconocida a la actividad
profesional en general ...".
De la misma manera, resultan importantes las afirmaciones que, sobre la posibilidad de aplicar
a los servicios médicos la responsabilidad objetiva por riesgo realiza ZANA ("Responsabilitá
Medica e Tutela del Paziente". Pág. 82) quien señala que, "... en particular, el régimen normativo
previsto para las "actividades peligrosas" se puede entender aplicable en sectores de
intervenciones médicas en la cuales el nivel de riesgo para el paciente resulte -ante un juicio "ex
ante" sobre la base de los conocimientos técnicos y de la experiencia desarrollada sobre la
materia- superior a las probabilidades de éxito favorables que razonablemente puedan asignarse
al tipo de tratamiento ...".
10.- La resolución bajo comentario es, sin embargo, trascendente cuando afirma que "... el
médico anestesista debe responder por las consecuencias del acto profesional en el cual la
impericia está por encima del "riesgo quirúrgico" que no ha sido demostrado ...".
Sin embargo, creemos como ZANA (Ob. Cit. Pág. 67) que "... el método de valuación de la
culpa deberá ponerse en sintonía con los criterios informantes de las diversas metodologías de
intervención en el campo médico; así como los contenidos de la diligencia deberán ser definidos
teniendo en cuenta las potenciales propuestas de las modernas tecnologías y de los riesgos
conexos: puesto que la actividad médica, si no está en grado de garantizar al paciente resultados
ciertos, puede, sin embargo, asegurarle un amplio grado de probabilidad de éxito favorable, o,
cuando menos, una serie de precauciones dirigidas a evitar (o, cuando menos, a reducir dentro
de límites aceptables) los daños conexos ...".
Incurre, en este aspecto la resolución de vista, en un error de grandes proporciones, toda vez
que, con arreglo a lo dispuesto por el art. 1183º C.C., la solidaridad no se presume y sólo puede
surgir de la ley o del título de la obligación. La responsabilidad indirecta contenida en el art. 1325º
C.C., no instituye responsabilidad solidaria alguna: en este supuesto, existiría relación
contractual entre la clínica (deudora) y el paciente (acreedor), respondiendo aquélla por los
hechos dolosos o culposos de quien se vale para el cumplimiento de su obligación (médico
anestesista).
En el caso sobre el cual se pronunció la resolución bajo comentario, existió una solicitud de
internamiento dirigida por el paciente a la Clínica, obrante a fojas ciento dieciseis, que sirvió de
base al Juez de Primera Instancia para aplicar el art. 1144º del C.C. de 1936 (equivalente al
actual art. 1981º C.C.; esto es, responsabilidad extracontractual), por lo que, en principio, la
responsabilidad de la Clínica debió ser contractual, más no así la del médico anestesista que,
por ser un tercero del que se valió la Clínica para cumplir con la obligación médica a su cargo,
debió responder, a título personal, por la vía extracontractual.
LA MODIFICACIÓN Y LA AMPLIACIÓN DEL CONTRATO (Elvira Martinez Coco)
RESOLUCIONES
Expediente Nº 177-86:
LOS HECHOS.
"Don José Santos Zuñiga Rodríguez, interpone acción ordinaria de otorgamiento de escritura
contra don David Córdova Gonzales y su esposa doña Hilda Raschio de Córdova para que le
otorguen la correspondiente escritura traslativa de dominio de la tienda número treintinueve del
segundo piso del Edificio setentiseis - A ubicado en el distrito de Jesús María" (Resolución Nº
28).
"Alega el actor que con fecha diecisiete de agosto de mil novecientos ochenticuatro, el
demandado José Santos Zúñiga Rodríguez convino en venderle el inmueble mencionado en la
suma de veiticuatro millones de soles según documento privado, y en el que se hace constar que
la venta sería formalizada una vez regularizados los documentos pertinentes. Que
posteriormente ha tratado de imponer condiciones que no estaban estipuladas en nuestro
compromiso y hacen presente que están en posesión de la tienda desde que iniciaron contrato
entregándoles el actor la suma de dos millones cuatrocientos mil soles a cuenta de la referida
venta" (Resolución Nº 38).
"Que fueron convocados por el demandado, a la oficina de éste presentándose una persona
como ayudante de un Notario Público, el mismo que los invitó a firmar una escritura pública
supuestamente elaborada a base de la respectiva minuta, y se le pidió asimismo abonar el saldo
del precio, así como la alcabala y los gastos notariales, sin embargo a raíz de ciertas
observaciones y ante la negativa de los demandantes a firmar el instrumento en el que se había
dejado un apreciable espacio en blanco, el señor Córdova tuvo una reacción abrupta, expresando
que no se firmaría ya la minuta y poniéndo término a la reunión; a partir del citado día ha realizado
gestiones amigables con el demandado para la suscripción de la escritura, sin obtener respuesta
positiva" (Resolución Nº 38).
"Que los demandados deben cumplir con otorgar la presente escritura, siguiendo el principio
jurídico según el cual no puede un estipulante demandar a su co-estipulante el cumplimiento de
la obligación, si aquel, por su parte, no cumple u ofrece cumplir la suya" (Resolución Nº 38).
"Ampara su demanda en lo dispuesto por los artículos mil trescientos cincuentidós, mil
trescientos sesentiuno, mil trescientos sesentidos, mil cuatrocientos veintidos, mil cuatrocientos
veintiocho y demás pertinentes del Código Civil" (Resolución Nº 38).
"Corrido traslado de la demanda ésta fue absuelta negativamente mediante escrito de fojas
seis, por lo que alegan los demandados que en su condición de propietarios del inmueble antes
mencionado trataron la venta con los demandantes estipulándose como condiciones el precio
fijado en la suma de treintidos millones quinientos mil pagaderos al momento de firmar la escritura
y también se precisa que la venta solo comprendía la tienda número treintinueve. Una vez
confeccionada la escritura (...) dichos compradores no presentaron el comprobante de pago del
Impuesto de Alcabala y menos pagaron el precio pactado de común acuerdo" (Resolución Nº
28).
"Interponen mutua reconvención a fin de que los demandantes le Indemnicen, con la suma
de cuatro millones ochocientos mil soles oro por incumplimiento deliberado del contrato pactado,
dos millones de soles mensuales por el uso indebido de la tienda de su propiedad, con la suma
de veinte millones de soles oro por el valor de las tabiquerías y demás implementos que se
encuentran en la tienda, y se dan por recibidos en la suma de dos millones cuatrocientos mil
soles oro como parte de pago de la indemnización señalada" (Resolución Nº 38).
"Que durante la secuela del juicio no está probado que se haya for-malizado plenamente el
contrato, pues esta premisa se nutre en la instrumental corriente a fojas ciento uno a ciento tres
en cuyo folio final se puede apreciar con claridad meridiana las razones que anularon la escritura,
circunstancia que es plenamente ajena a los vendedores".
"Que si bien es cierto que los demandantes aducen haber entregado la suma de dos millones
cuatrocientos mil soles oro como parte del contrato a los demandados, éstos en ningún momento
han negado tal hecho. Que las instrumentales corrientes de fojas veintisiete a ochentidos en
nada favorecen a las pretensiones de los accionantes, ya que se trata de documentos utilizados
en cuentas bancarias por ellos mismos y en todo caso tampoco se ha acreditado que las
cantidades que figuran en dichos cheques hayan sido cobradas por los demandados, siendo por
esto de aplicación las normas prescritas en el artículo mil quinientos veintinueve del Código Civil
vigente".
"Que con el testimonio de la escritura pública glosada de fojas noventicinco al cien se acredita
en forma indubitable ser los demandados los legítimos propietarios del bien sub-litis".
"Que, del propio tenor del escrito de demanda de fojas dos, así como del contenido del escrito
de fojas ocho, ha quedado establecido plenamente que los demandantes se encuentran en
posesión de la tienda número treintinueve del Edificio número setentiseis - A de propiedad de los
esposos David Córdova Gonzales e Hilda Raschio de Córdova, asi como también se encuentran
utilizando a su servicio tabiquerías, cortinas metálicas, cortinas de tela, tapasoles, alfombras
completas, instalaciones eléctricas y otros implementos, por lo que procede amparar la
reconvención planteada a fojas seis, en cuanto a este extremo; sin embargo, debe desestimarse
en cuanto se solicita el pago por incumplimiento de contrato y uso indebido de la tienda pues la
misma es ocupada merced a un contrato".
"Que la tacha formulada por los demandantes a fojas ciento vein-tidos, debe ser desestimada,
toda vez que ha sido dirigida contra un instrumento público, que tiene pleno valor probatorio,
mientras no se establezca lo contrario en la vía legal correspondiente".
"FALLO: Declarando improcedente la tacha formulada por los deman-dantes a fojas ciento
veintidos e infundada la demanda de fojas dos y fundada en parte la reconvención formulada a
fojas seis y en consecuencia, que los demandantes José Santos Zúñiga Rodríguez y su esposa
doña Martha Rottenberg de Zúñiga, entreguen el bien materia de la litis a sus legítimos
propietarios, así como al pago indemnizatorio de cuatro mil intis; con costas".
"Que los términos del contrato que en fotocopia corre a fojas diez del diecisiete de agosto de
mil novecientos ochenticuatro en el que se fijó inicialmente el precio del predio motivo de la venta,
quedaron modificados por la minuta inserta en la escritura corriente de fojas ciento uno a ciento
tres, por ser ésta posterior, del seis de noviembre de mil novecientos ochenticuatro, y en la que
se estipuló que el precio de tal bien, incluídos cortinas metálicas y de tela, alfombras y divisiones
de madera, ascendía a treintidos millones quinientos mil soles que se cance-larían al suscribirse
la escritura; que de la constancia dejada por el notario en dicha escritura y de lo actuado en el
proceso fluye que la parte compradora no cumplió con abonar el saldo del precio a pesar de que
la escritura ya se había extendido, sin que tampoco haya pagado el impuesto de alcabala, por lo
que dicha escritura del veintiséis de noviembre de mil novecientos ochenticuatro quedó nula y
sin efecto, por lo que la obligación de transferir el bien por parte de los demandados se ha
extinguido de pleno derecho con el artículo mil trescientos dieciséis del Código Civil; que la
restante prueba actuada y no glosada no altera estas consideraciones: CONFIRMARON la
sentencia de fojas ciento trein-ticuatro, del veinticuatro de abril último, que declara INFUNDADA
la demanda de fojas dos, y FUNDADA EN PARTE la reconvención formulada a fojas seis, y en
consecuencia que los demandantes José Santos Zúñiga y su esposa doña Marta Rottenberg de
Zúñiga entreguen el bien materia de la litis a sus legítimos propietarios, asi como al pago
indemnizatorio de cuatro mil intis; con costas".
"VISTOS; Y CONSIDERANDO: que, para los efectos de formar convicción sobre el acuerdo
de voluntades a que llegaron las partes en cuanto al precio y a la cosa en la compraventa cuyo
otorgamiento de escritura se demanda, es preciso tener a la vista la minuta, que dicen las partes
haber documentado y entregado al Notario César Ramos Ramos de Auyos; que, en tal sentido
a fojas once se solicitó la exhibición de dicha minuta así como la testimonial del Notario en
referencia, petitorio admitido según resolución de fojas once vuelta, su fecha veintiséis de febrero
de mil novecientos ochenticinco; que, dicha prueba no ha sido actuada incurriéndose en la causal
de nulidad contemplada en el inciso décimo tercero del artículo mil ochenticinco del Código de
Procedimientos Civiles; que, por otra parte los jueces han debido apreciar la eficacia y validez
de la escritura pública otorgada por un notario inidóneo, según la Ley del Notariado para dar fe
de actos que no están dentro del ámbito de su competencia jurisdiccional por estar tanto el
inmueble cuanto las partes fuera de su jurisdicción situación ésta que no ha sido debidamente
merituada, como tampoco ha sido merituado para los efectos del caso el instrumento de fojas
diez reconocido a fojas dieciocho: declararon NULA la sentencia de vista de fojas ciento
cuarentiocho, su fecha veintidós de setiembre de mil novecientos ochentiseis, INSUBSISTENTE
la sentencia apelada de fojas ciento treinticuatro, fechada el veinticuatro de abril del último año,
debiéndose emitir nuevo fallo previa actuación de la prueba omitida, en los seguidos por don
José Santos Zúñiga Rodriguez y otra con don David Córdova Gonzáles y otra sobre otorgamiento
de escritura; y los devolvieron".
COMENTARIO
1. INTRODUCCION.
Los demandantes quieren que se otorgue la escritura pública de la tienda que entienden haber
adquirido por S/. 24'000,000 mediante una compraventa del 16.08.84, por la que entregaron el
10% del precio pactado. Afirman, que el otorgamiento no pudo efectuarse por razones imputables
a los demandados, mientras que estos últimos reconvienen indemnización por los daños y
perjuicios que les ocasionó el incumplimiento contractual, señalando que el acuerdo inicial fue
modificado por otro contrato en el que se estableció como nuevo precio el monto de S/
32'500,000.
La compraventa del 17.08.84, fue, por tanto, válida. Otro asunto será el dilucidar si con
posterioridad este acuerdo fue modificado, ampliado o extinguido, lo que determinará,
lógicamente, efectos distintos en relación con la subsistencia o no del primer acuerdo.
3.2. El Sistema de la unidad del contrato: Otorga al consentimiento el poder necesario para
transferir o para dar lugar a que el derecho real sea transferido. Tiene dos aspectos:
El título es "el acto jurídico que generalmente precede al hecho o acto de la adquisición,
mientras que el modo es el hecho o acto que da nacimiento a la adquisición propiamente
dicha" (10) Así, la compraventa genera obligaciones a cargo de ambas partes y el vendedor
cumple con su prestación ejecutando el modo. Por esto, "el título confiere un derecho sobre la
cosa, pero la propiedad sólo se transfiere cuando el modo ha sido cumplido" (11).
Ahora bien, el modo por sí solo no transfiere la propiedad del bien, sino que debe actuar
conjunta o posteriormente con el contrato de compraventa que opera como causa del modo. Se
requiere, por tanto, de la "yuxtaposición de dos elementos en algo que se puede considerar como
un supuesto de formación sucesiva" (12) : el antecedente y el modo.
El artículo 1529 del C.C. establece que: "Por la compraventa el vendedor se obliga a transferir
la propiedad de un bien al comprador y éste a pagar su precio en dinero" (13).
En el caso de los bienes muebles es posible distinguir entre el título y el modo de adquirir (14).
En efecto, el artículo 947 del C.C. establece que la transferencia de un bien mueble se efectúa
con la tradición (15) salvo disposición legal diferente (16).
La trasmisión de la propiedad de un bien mueble requiere, entonces, del título y del modo. La
compraventa por sí sola no es capaz de transferir la propiedad del bien, así como la sola "traditio"
lo único que transfiere es la posesión del bien.
El modo debe ser un hecho o acto distinto del título que lo genera. Cuando no es posible
distinguir entre el "acto de obligación" y el "acto de disposición" no se puede sostener la
existencia de la teoría del título y el modo que encuentra su sustento justamente en la existencia
de estos actos "distintos" pero "dependientes" (19).
En relación con nuestro caso, debemos señalar que los vendedores al tiempo de celebrarse
el primer contrato eran ya propietarios del bien inmueble, a pesar de no haber levantado la
hipoteca inscrita a su favor y de la falta de inscripción de la propiedad a nombre de ellos. Por lo
tanto, en aplicación del artículo 949 del C.C. el 17.8.94 los compradores en virtud del contrato
celebrado adquirieron la propiedad de la tienda.
Para dilucidar la clasificación del segundo contrato debe notarse que éste se efectuó tres
meses después que el primero diferenciándose en su objeto. En efecto, mientras en el primer
contrato el precio pactado por la tienda fue de 24`000,000 abonándose el 10% a cuenta, en el
segundo contrato el precio fue de 32`500,000 por la tienda más los accesorios.
Cambiar significa variar, mudar, modificar. Ampliar, a diferencia, quiere decir ensanchar,
dilatar, extender (21).
Si en el segundo contrato se hubiera vendido la misma tienda al mismo precio, pero con
distintas formas de pago estaríamos frente a un cambio, a una modificación. Debe aclararse que
la modificación debe realizarse en función de lo accesorio y no de lo principal porque cuando
atañe a esto último estamos frente a un cambio total que importa la extinción de la anterior
obligación.
No se trata tampoco de un supuesto de formación progresiva del contrato porque en ese caso,
tal como se establece en el art. 1360 del C.C. hubiera sido necesario que en el primer contrato
las partes reservasen alguna estipulación (en el caso bajo análisis la relativa a los bienes
muebles) para satisfacerla con posterioridad.
En suma, el segundo contrato fue un contrato ampliatorio que lo debemos entender válido y
eficaz en aquello que amplía, mientras que el primer contrato de compraventa es válido y eficaz
desde su celebración.
6. NOTA CONCLUSIVA.
De todos modos, el juzgador arribó a un resultado judicial justo. Pero, es necesario advertir
que las más de las veces -cuando no se clasifican o definen los actos- esto no sucede y resulta
vital que en las procelosas aguas de la jurisprudencia civil se abran caminos de conjunción
armoniosa entre la técnica jurídica y la sensibilidad ante lo justo. Esta es la tarea en la que
debemos estar comprometidos todos los que de una u otra manera tenemos que ver con la lucha
cotidiana por una mejor administración de justicia.
"Ficción jurídica" supone una técnica jurisprudencial dirigida a innovar sin darlo a entender una
norma existente, percibida en ese momento como injusta e inadecuada, con el propósito de
adaptarla a las nuevas condiciones sociales. Sostiene el autor de estos comentarios
jurisprudenciales que en el Perú es muy frecuente recurrir a esta técnica, con lo cual los jueces
salvan las apariencias; la ley no se modifica, queda intacto el orden jurídico y el juzgador no
asume una decisión injusta.
RESOLUCION
VISTOS; con los documentos presentados en esta instancia; de conformidad en parte con lo
opinado por la señora Fiscal en el dictamen que antecede; interviniendo como Vocal ponente el
señor Tineo Cabreral; y CONSIDERANDO: Que la sentencia ha sido apelada por la demandada,
consecuentemente sólo concierne a esta sala conocer la parte del fallo que agravía su derechos;
esto es, en cuanto éste declara fundada la demanda por la causal de abandono injustificado del
hogar conyugal; que a este respecto, ha de señalarse que en la demanda de fojas siete no se
precisa ni el lugar donde estuvo constituido el hogar conyugal que hubiere podido abandonar
injustificadamente la demandada, ni el tiempo en que tal abandono se habría producido; que esta
remarcable omisión, ciertamente, determina la inviabilidad de la demanda en este extremo,
desde que resulta imposible jurídicamente apreciar los hechos pertinentes en tales condiciones;
REVOCARON la sentencia de fojas noventisiete, su fecha veintidos de mayo último, en la parte
apelada que declara fundada la demanda de fojas siete por la causal de abandono injustificado
del hogar conyugal imputable a la cónyuge; reformándola en este extremo; declararon
improcedente dicha demanda por la aludida causal; y los devolvieron.-
VISTOS; con lo expuesto por el Señor Fiscal; y, CONSIDERANDO: que, la causal invocada
por el actor como fundamento de su demanda, no ha sido probada en forma alguna, pero del
tenor del escrito de demanda como de la contestación de la misma, se desprende que existe una
probable reconciliación entre los cónyuges, por lo que al caso de autos es de aplicación lo
dispuesto por el artículo trescientos cincuentiocho del Código Civil; declararon: HABER
NULIDAD en la sentencia de vista de fojas ciento treintinueve, su fecha dieciseis de Octubre de
mil novecientos noventa, que revocando la apelada de fojas noventisiete, fechada el veintidos de
Mayo del mismo año, declara improcedente la demanda interpuesta a fojas siete; reformando la
resolución recurrida y revocando la apelada; declararon: la separación de cuerpos de los
cónyuges Roque Alberto García Guillen y doña Bertha Julia Barreto Navarro de García, y en
consecuencia: suspéndase los deberes relativos al lecho y habitación, y póngase fin al régimen
patrimonial de sociedad gananciales, quedando subsistente el vínculo matrimonial contraído el
veintiseis de enero de mil novecientos ochentisiete por ante el Concejo Distrital de Pueblo Libre;
en los seguidos por Roque Alberto García Guillén contra Bertha Julia Barreto Navarro de García,
sobre divorcio absoluto, por la causal de abandono injustificado de la casa conyugal; y los
devolviron.-
COMENTARIO
1. Los hechos.
La demandada, por su parte, señala que no hubo abandono, pues sus viajes a los Estados
Unidos se hicieron con el conocimiento de su cónyuge. Que juntos acordaron la separación de
cuerpos por mutuo disenso, el mismo que no se concretó pues no se pusieron de acuerdo en la
asignación de los bienes. Agrega que ya se ha iniciado la separación de los bienes y que el
demandado no cumple con sus obligaciones alimentarias a favor de ella ni a favor de un hijo
sujeto a curatela que se encuentra a su cargo, después de un proceso judicial en el que se
removió al demandante de su condición de curador. Reconoce que no hace vida común con el
demandado, habitando con sus padres en Lima y con sus hijos en los Estados Unidos, país en
el que tiene visa de residente.
De una lectura atenta del proceso es evidente que el demandado no ha probado los hechos
expuestos en la demanda. No hay nada que lleve a pensar que hubo abandono injustificado del
hogar conyugal. No quedan dudas, sin embargo, que existe una separación de hecho (al parecer
libremente convenida), la cual ha durado más de dos años, que se expresa en los continuos y
prolongados viajes de la demandada a los Estados Unidos, en el ejercicio individual de la curatela
sobre la persona del mayor incapaz, en la existencia de un proceso de separación de bienes y
en las expresiones mismas de las partes.
Si no se probaron "en forma alguna" las causales invocadas, según lo admite la propia Corte
Suprema, ¿cómo es que se declara la separación de cuerpos en sustitución al divorcio absoluto
reclamado?. Para fundamentar su posición la Corte Suprema acude "al tenor escrito de la
demanda como de la contestación", documentos de los que se desprendería una posible
reconciliación entre los cónyuges. En realidad, nada hay en los mencionados escritos que hagan
pensar en una reanudación de las relaciones maritales de las partes en conflicto. Por el contrario,
es fácil colegir de lo actuado en el proceso y de las afirmaciones de las partes que tal
reconciliación es prácticamente imposible. Lo que sucede es que la Corte Suprema ha recurrido
a una ficción jurisprudencial. Ficción, que progresivamente se viene convirtiendo en una
verdadera tendencia de la jurisprudencia peruana en materia de divorcio por causales
específicas, a partir de los alcances del artículo 358 del Código Civil: "Aunque la demanda o la
reconvención tenga por objeto el divorcio, el juez puede declarar la separación, si parece
probable que los cónyuges se reconcilien".
En esta sede, pretendemos demostrar que la Corte Suprema recurrió a una ficción, esclarecer
el significado del término y dar cuenta de la conveniencia y de las limitaciones que tal tipo de
razonamiento judicial encierra.
En primer lugar, es necesario puntualizar el marco teórico de una ficción jurídica. Entendemos
por ella a una calificación de los hechos contraria a la realidad. De acuerdo a la literatura más
autorizada por "ficción" debe entenderse una "afirmación concientemente falsa" (1). La locución
"ficción jurídica" denota, pues, una técnica jurisprudencial dirigida a innovar sin darlo a entender
una norma existente, percibida en ese momento como injusta o inadecuada, con el propósito de
adaptarla a las nuevas condiciones sociales (2). La técnica en cuestión consiste, simplemente,
en subsumir una fattispecie o tipo jurídico a ciertos hechos que no admiten conforme al sentido
común, o merced al significado literal de las palabras, o, en virtud a una interpretación ya
consolidada, su inclusión en aquella fattispecie o tipo jurídico (3).
El recurso a las ficciones jurisprudenciales es muy frecuente en el Derecho penal cuando el
juez quiere evitar la aplicación de una ley que encuentra injusta, en base a las circunstancias
concretas del caso.
Perelman, en un texto ya clásico (4), trae un ejemplo muy interesante de ficción jurisprudencial
como es caso de la revuelta general de los jueces ingleses, opuestos a la legislación en vigor a
principios del siglo XIX, que establecía la pena de muerte para todos los culpables de grand
larceny; es decir, de crimen mayor o grave. La ley enumeraba, entre los crímenes mayores, todo
robo superior a 40 chelines. Durante años los jueces estimaron en 39 chelines como mucho el
valor de todo robo. Hasta el día en que, en un proceso que se desarrolló en 1808, se evaluó en
39 chelines el robo de 10 libras esterlinas, que eran exactamente 200 chelines. En ese momento,
la ficción estalló y la ley tuvo que ser modificada poco después (5).
El uso de las ficciones es más usual de lo que se piensa. Por ejemplo, en un contexto cultural
(pudo tratarse durante mucho tiempo del Perú) en el cual el vocablo "hombre" fuese comunmente
entendido en el sentido de "macho de la especie humana" (y no en el sentido de "ser humano"),
aplicar a una "mujer" una norma dictada para los "hombres", el asumir que las mujeres sean
hombres sería fruto de una ficción. La ficción consistiría precisamente en el asumir que las
mujeres sean hombres, en la conciencia de la falsedad de tal opción (falsedad, de acuerdo a los
standards lingüísticos corrientes). Efecto de la ficción sería el de extender a las mujeres un
tratamiento jurídico hasta aquí reservado a los hombres; su finalidad sería la de obtener un
cambio jurídico por vía jurisprudencial, en ausencia de una intervención legislativa sobre el
particular (7). Se entiende que, en un contexto cultural distinto (con la mudanza del sentido de la
palabra o, a partir, de una interpretación comunmente acogida) la ficción podría no ser más
percibida como tal.
Evidentemente, la técnica de innovación del Derecho, que está debajo de la ficción jurídica,
no difiere sino en matices con la aplicación analógica, como sugirió Kelsen (8).
4. Análisis de la jurisprudencia.
Estamos convencidos que la Corte Suprema, en el caso comentado, recurrió a una ficción
jurisprudencial. Todo indica que en los últimos años asoma en la modestísima jurisprudencia
peruana en materia de divorcio, un tipo de razonamiento judicial que puede calificarse conforme
a la teoría del Derecho de ficción jurídica. Nos estamos refiriendo al uso asignado por los
tribunales a los alcances del artículo 358 del Código Civil ya citado.
En realidad, la norma a simple vista y tal cual está redactada no ofrecería mayores problemas
de interpretación. Es evidente que la ratio legis, aplicando el método lógico, sugiere que se
otorgue más tiempo a los cónyuges cuya reconciliación es probable, a fin de que no lleguen al
extremo de disolver el vínculo y reconsideren su decisión. Si concurre el supuesto de hecho: la
posibilidad de que los cónyuges hagan las pases, no cabe duda que el juez podrá, tras comprobar
la existencia de indicios que llevan a pensar que tal reconciliación es probable, declarar la
separación de cuerpos en lugar de acoger el divorcio absoluto.
Para que el juez sustituya ex oficio el divorcio por la separación de cuerpos, merced a una
interpretación sistemática debieron probarse los hechos constitutivos de las causales específicas
del divorcio, ergo de la separación. Entonces no podría emprender esta sustitución si no llega al
convencimiento (naturalmente siempre relativo) de si: a) Los hechos invocados en la demanda o
en la contrademanda han sido probados; b) Existe la probabilidad de una reconciliación entre los
cónyuges. Ambos supuestos de hecho se hallan, pues, íntimamente conectados. Se presenta
una línea de continuidad entre los dos. No se podría así formalmente declarar la separación de
cuerpos si cualquiera de esos supuestos faltase (9). El primer supuesto, es decir, que se prueben
los hechos configurativos de las causales ha sido exigido por una parte de la jurisprudencia
peruana (10) y ha sido, ciertamente, como lo ha probado Carmen Julia Cabello en su documento
trabajo, la prevaleciente (11). No obstante, el predominio de esta tendencia, pueden colegirse
otras interpretaciones, a saber: a) El juez puede hacer uso de esta facultad aún cuando las
causales invocadas no hayan sido acreditadas, siempre que sea probable que los cónyuges se
reconcilien; y b) Cuando la situación demuestre la imposibilidad de vida en común entre los
cónyuges (12).
El caso que comentamos es interesante, puesto que la Corte Suprema, admite que los hechos
no se han probado "en lo absoluto", adscribiéndose a la tendencia a) antes reseñada. Separa de
este modo dos aspectos consubstanciales: la probanza de los hechos constitutivos del divorcio
y las probabilidades de reconciliación. La carencia de pruebas es tan evidente que la ficción no
puede ser llevada hasta el punto de sostener que los hechos se probaron. Si era, en cambio,
mucho más razonable considerar que había posibilidades de reconciliación, utilizando la ficción
para el segundo supuesto.
Por un lado no se han probado los hechos que configurarían las causales y, por otro, mucho
menos se infiere, de lo actuado en el proceso, que los cónyuges quieran una reconciliación. Todo
lo contrario: no existen pruebas idóneas que generen convicción y, si algo se ha probado es que
la relación conyugal se halla plenamente resquebrajada. La presunta "posibilidad de
reconciliación" no se trasluce por ningún lado. Si hay algo que puede probarse es la ruptura
irremediable del vínculo. Se encontrará únicamente una perturbación profunda de la relación
conyugal que hace imposible que la vida en común continúe de acuerdo con la esencia del
matrimonio. Los jueces peruanos, pues, han mentido al descubierto, han apelado a una auténtica
ficción jurídica. Han dicho que es negro, allí donde se veía blanco. Han dicho que existen
posibilidades de reconciliación allí donde hay una relación matrimonial irreparablemente rota.
Ciertamente nadie creyó lo que dijeron. Esa pareja nunca se reconciliará, pero la ficción (decir
que es negro, a pesar de ser blanco) habrá servido para extender la partida de defunción a un
matrimonio hace tiempo fenecido.
Gracias a la ficción, los jueces salvan las apariencias y, en principio, queda intacto el orden
jurídico como intacta también la idea de divorcio-sanción. Evitan también, gracias a este
mecanismo interpretativo, incurrir en eventuales responsabilidades; pero, lo que no cambia es la
naturaleza artifiosa del razonamiento, al cual, a falta de previsión legislativa para estos casos,
hubo necesidad de recurrir.
La necesidad que tiene el juez peruano de recurrir a la ficción es harto significativa, pues,
indicaría que la realidad legal constituye un freno inadmisible para una buena administración de
justicia. Se trata, pues, de una ficción pero de una ficción que aporta creativamente una solución
justa. No habrán pruebas de los hechos que constituyen la causal de abandono injustificado,
pero si de que la relación matrimonial ha sufrido un daño irremediable. Los jueces peruanos
perciben así, mediante a esa suerte de mea culpa que es la ficción, que en el divorcio antes que
probar si se configuraron las causales, interesa determinar si la relación matrimonial ha perdido
o no sentido.
Para poner fin a ello, la manera más conforme con la tradición que somete el poder judicial al
legislativo, sería modificar los textos legales. Mas si el legislador tarda en manifestarse, los
tribunales pueden igualmente poner fin a la ficción reinterpretando los textos y saliendo de la
ideología positiva y legalista según la cual el Derecho es la expresión de la voluntad de la nación,
del cual el legislador es el único portavoz calificado en virtud de la doctrina de la separación de
poderes. La misma ficción traza el camino a una reforma prudente y justificada de la legislación.
5. Conclusion.
En el caso comentado no llegó a probar el abandono injustificado del hogar conyugal. Quedó
claro, sin embargo, que los cónyuges vivían separados de hecho y que, por lo tanto, la relación
matrimonial se había resquebrajado. Bajo esas circunstancias los jueces peruanos recurrieron a
una ficción jurídica. Simulaban hallarse convencidos de la posibilidad de la reconciliación, cuando
en realidad era un recurso para disolver luego el vínculo conyugal. Mientras no se produzca una
revisión legislativa que permita el divorcio remedio, la ficción judicial nos parece absolutamente
válida. Constituye, pues, una demostración evidente que cuando la jurisprudencia se impone el
deber de crear Derecho, lo hace imaginativamente. Asistimos también a un cambio de valoración
en la mentalidad e ideología de los jueces. Se va abandonando la idea de que el derecho se
limita a la ley estricta. En este caso no bastaba atender a la producción de pruebas necesarias
que acrediten las causales, sino advertir la irreparable quiebra de la relación matrimonial.
El artículo 392 del Código Civil señala que cuando el padre o la madre reconocen separadamente
al hijo que han procreado, no pueden revelar el nombre de la persona con quien lo hubieren
tenido. En el presente caso la Corte Suprema ordena que se excluya el nombre y apellido del
actor de la partida de nacimiento, al no haberse probado la relación paterno filial. Sin embargo la
exclusión del nombre no incluye el apellido paterno con el que la menor aparece inscrita. El autor
analiza los alcances jurídicos de esta medida.
DICTAMEN FISCAL
Exclusión de nombre
Señor Presidente:
Viene para vista fiscal, la causa seguida por don Carlos Gustavo Ruiz Guevara, contra doña
Rosita Jesús Pérez Benites, para que se excluya de la Partida de Nacimiento NúmeroA un millón
treinticuatro mil cuatrocientos cuarenta, inscrita en la Municipalidad de Lima Metropolitana, con
fecha 22 de setiembre de 1985, los nombres y apellidos que aparecen en dicho documento,
como padre de la menor Lorena Haydée de dos años de edad, hecho del que ha tenido
conocimiento al haberse presentado una demanda de alimentos por parte de la emplazada,
acompañando el documento referido donde se consigna al actor como padre de la mencionada
menor; por lo que considera que la actora ha usurpado su nombre y al no haber intervenido ni
consentido en la declaración, pide que cese dicha acción considerando que con la demandada
jamás le ha unido vínculo sentimental alguno, además de otros hechos que expone como
fundamentos en su escrito de demanda.
A fs. 11, la demandada al absolver la demanda la niega y contradice, señalando entre otros
hechos que han mantenido relaciones sexuales en forma frecuente en los hoteles "Diana" y
"Claridge" de esta capital, desde el año 1984 de cuya circunstancia nació la menor Lorena
Haydée; agrega que el actor al enterarse del estado de gestación le sugirió abrir una cuenta
corriente en el Banco Latino para poder atender dicho proceso de gestación.
El señor Juez de Primera Instancia a fs. 96, expide sentencia declarando fundada la demanda
y en consecuencia se excluya de la Partida de Nacimiento que obra en autos el nombre del
demandante don Carlos Gustavo Ruiz Guevara el cual aparece en dicho documento en el rubro
de padre y ordena transcribir dicha sentencia a la Municipalidad de Lima Metropolitana, para los
fines de ley.
La resolución de vista que aparece a fs. 118, confirma la apelada; en cuanto se excluye de la
partida de nacimiento el nombre y apellido del actor entendiéndose que tal exclusión no importa
la del apellido Ruiz con el que aparece inscrita la menor Lorena Haydée, pero sin consignar como
su padre declarante, a don Carlos Gustavo Ruiz Guevara.
RESOLUCION
Señores:
COMENTARIO
Como es sabido, el Tribunal Supremo de nuestro país no suele motivar sus fallos. Además
de prescindir de la parte expositiva de la especie, se limita a invocar los fundamentos de la
sentencia de vista, que no hace parte de la publicación de las Ejecutorias. En casos extremos,
tras acuñar la sólita frase "por sus fundamentos", en clara alusión a los motivos de la decisión de
la segunda instancia, declara haber nulidad en ésta, lo que denota una evidente contradicción.
Sin duda, se requiere que esta práctica sea enmendada, habida cuenta que los fallos de la
Suprema Corte que deben publicarse son los que fijan principios jurisprudenciales que han de
ser de cumplimiento obligatorio, en todas las instancias (argumento ex-art. 22 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial). Si no existe una adecuada fundamentación, no se dará cumplimiento a lo
ordenado por el inciso 5 del artículo 139 de la Constitución de 1993, que exige a los jueces la
motivación escrita de las resoluciones, así como la mención expresa de la ley aplicable y los
fundamentos (de hecho) en que se sustentan.
Precisamente, en el caso que nos ocupa ello no ha ocurrido. No obstante, nos valdremos del
Dictamen del Fiscal Supremo para reconstruir los hechos.
(i) Don Carlos Gustavo Ruiz Guevara fue emplazado en un proceso de alimentos para que
asistiera a la menor Lorena Haydée, hija de doña Rosita de Jesús Pérez Benites, que había sido
inscrita sólo por su madre en el Registro de Estado Civil de la Municipalidad de Lima
Metropolitana, el 22 de setiembre de 1985.
(ii) No se sabe cual fue el resultado del proceso de alimentos, pero ello no interesa a nuestros
fines.
Lo cierto es que don Carlos Gustavo Ruiz Guevara, al enterarse de dicha circunstancia,
interpuso demanda contra doña Rosita de Jesús Pérez Benites para que se excluya de la partida
de nacimiento de la menor Lorena Haydée, hija de la emplazada, tanto su nombre como su
apellido, alegando que no era padre de la referida menor.
(iii) La acción habría sido promovida el año 1987, pues como se dice en el Dictamen Fiscal,
la demanda alude a una menor de dos años, siendo así que la partida de nacimiento fue sentada
en el año 1985.
(iv) El demandante señaló que doña Rosita de Jesús Pérez usurpó su nombre, qué el no
había intervenido en la declaración del nacimiento de la menor y que nunca sostuvo relación
sentimental con la emplazada.
(v) La demandada respondió a ello que sí había sostenido relaciones sexuales en forma
frecuente con el actor, desde el año 1984, en dos hoteles de la capital y que, producto de esta
circunstancia, nació la menor Lorena Haydée.
(vi) A fin de atender las necesidades propias del estado de gravidez, el demandante, según
la demandada, le habría solicitado abrir una cuenta corriente en un banco.
(vii) El Juez de primera instancia (hoy Juez especializado), amparó la demanda, la misma que
fue confirmada por la Corte Superior.
(viii) Al ser remitidos los autos para vista del Fiscal Supremo, éste, tras hacer referencia al
fallo de la Corte Superior, que confirmó la decisión del Juez, entiende que la exclusión del nombre
del demandante, de la partida de nacimiento, no alcanza la exclusión del apellido con el que
aparece inscrita la menor. El Fiscal consideró que la partida no se ajusta a los requisitos legales
-que no menciona- y concluye opinando en el sentido de que el fallo no adolece de nulidad.
(ix) La Corte Suprema se limitó a hacer suyo el Dictamen del Fiscal y declaró que no había
nulidad en la sentencia de la Corte Superior.
La doctrina reconoce que toda persona debe distinguirse jurídica y socialmente a través de
uno o más signos o "etiquetas" que la diferencien de las demás y que permitan su fácil
identificación. Ello se alcanza, precisamente, por medio del nombre (1).
Si bien siempre se ha sostenido que toda persona tiene derecho a un nombre, nosotros
entendemos que la prerrogativa se extiende no sólo al nombre que se ha atribuido al sujeto, sino,
inclusive, a la atribución misma (2).
Una vez que se asigna una cierta denominación a cada individuo, surge la necesidad de que
éste conserve el nombre dado. Su eventual modificación podría generar confusión e impediría la
identificación de la persona. De ahí que el titular de un nombre tenga también el deber de
mantener la designación que le correponde (3). Así lo ordena el art. 19 del Código Civil.
La presencia de este deber, que expresa la patencia del orden público en la institución, no
impide que el nombre sea considerado como un derecho de la persona (4).
No ha faltado quien estime que el nombre tiene perfiles de una institución de policía jurídica,
precisamente por el deber que incumbe al sujeto de no disponer ni mutar la denominación que
le atañe (5). Quizá por ello sería más adecuado concebir al nombre como una situación jurídica
subjetiva, puesto que además de ser una prerrogativa genera deberes a cargo del titular (6).
Resulta claro, entonces, que las funciones "primordiales" que cumple el nombre son,
precisamente, las de servir de instrumento de individualización e identificación de todo ser
humano, dentro de la sociedad (8).
En nuestro medio nos referimos al "nombre de pila" o "de bautismo" (Juan, Pedro, Pablo, etc.)
con el vocablo nombre, lo que genera confusión, puesto que para el ordenamiento jurídico
peruano el nombre comprende tanto el mencionado "nombre de pila" (o nombre) como los
apellidos. De ahí que se haya sostenido que el nombre es un término equívoco (9), en razón que
se torna forzoso el uso del vocablo nombre dos veces.
En la tradición francesa (y en su lengua) se hace uso de las palabras prénom para referirse
al "nombre de pila", y nom, para aludir al apellido. Sin embargo, el término nomcomprende a
ambos. Lo mismo sucede en Italia, donde el "nombre de bautismo" se expresa por medio
de nome y el apellido se designa como cognome, pero con el vocablo nomecomprende a los
dos.
En el área del common law, en cambio, la diferencia entre prenombre y apellido se alcanza a
través de dos calificaciones given name, para el prenombre, y family name o surname, para el
apellido. Ambos se sintetizan en la palabra name.
Para arribar a una solución como la descrita, el Ponente del Libro I del Código civil, Carlos
Fernández Sessarego, propuso a la Comisión Revisora que la segunda frase del artículo 19
tuviera la siguiente redacción: "El nombre comprende el prenombre y los apellidos" (10).
Desgraciadamente, la iniciativa no fue acogida.
Más allá de lo anecdótico y lo lamentable de dejar perder una ocasión como la descrita,
posiblemente por apego a la tradición, lo cierto es que el prenombre es concebido como el
elemento del nombre característicamente individual de la designación, elegido libremente por
quienes tienen la facultad de atribuirlo (los progenitores, en principio) y que está desligado de
toda vinculación preestablecida (11) (José, Jesús, Javier, etc.). Es una cuestión de preferencias
para la cual existe la más amplia libertad (12).
En cambio, el apellido es el elemento predeterminado del nombre de toda persona, ya que
el que debe atribuirse a los hijos es el que corresponde a los progenitores. Así, al niño se le
asigna el primer apellido del padre y el primer apellido de la madre.
Resulta del todo obvio que, en esta hipótesis primaria, los progenitores no pueden asignar al
hijo un apellido diverso al suyo, por cuanto se alteraría toda la cadena de consecuencias que
derivan del hecho de que los hijos han de portar los apellidos de los padres (piénsese en los
derechos familiares y sucesorios).
El apellido, además, identifica al grupo familiar y, respecto de cada uno de sus miembros,
denota una suerte de "pertenencia" a dicha familia. Por ello nos parece sumamente gráfica la
calificación de family name que se le da en el área del common law.
En realidad, quizá sea más apropiado sostener que el apellido se transmite. Es, en todo caso,
una transmisión ordenada por la ley.
Hasta hace dos décadas el nombre era el signo característico con el cual se identificaba a la
persona (14). Se sostenía que a través del nombre se hacía re-ferencia al conjunto de cualidades
personales y morales de cada cual. Era, de ese modo, una etiqueta que condensaba (y evocaba)
la entera personalidad del individuo conocida en el medio.
Sin embargo, con el descubrimiento de un nuevo interés existencial del ser humano, nacido
de la jurisprudencia italiana de los años 70, la consideración que merecía el nombre ha cambiado
notablemente.
El derecho a la identidad, al tutelar la "biografía" del sujeto, exige que toda descripción que
de él se haga se ajuste a "su" verdad, que sea fiel a las ideas, pensamientos, opiniones,
comportamientos, actitudes, etc., que el sujeto ha expresado o realizado en el contexto en el que
se desenvuelve y que constituyen, grosso modo, la expresión fenoménica o proyección de su
personalidad. No se trata de la valoración de la conducta de la persona, es decir, de la emisión
de un juicio sobre la actuación de aquella, sino de la descripciónde lo que el sujeto es. La
referencia debe ser, por ende, a su "mismidad" o, en otros términos, a su patrimonio ideológico,
cultural, político, profesional, social, etc. En suma, al "perfil personal" que le respecta.
e) El sistema onomástico del Código Civil en relación a los hijos. Declaración del
nacimiento y reconocimiento del hijo extramatrimonial.
Al igual que otras legislaciones, el Código civil peruano contempla normas diversas en materia
de nombre para los hijos, según sean éstos habidos dentro o fuera del matrimonio.
Así, el artículo 20 establece que al hijo matrimonial le correponden el primer apellido del padre
y el primero de la madre.
Por su parte, el numeral 21 dispone que al hijo extramatrimonial le corresponden los apellidos
del progenitor que lo haya reconocido. Si es reconocido por ambos lleva el primer apellido de los
dos. Rige la misma regla en caso de filiación por declaración judicial.
El artículo 21 cumple una función distinta de aquella que atañe a los numerales 388, 390, 391,
392 y 394 del mismo Código civil.
En efecto, el art. 21 es una de las normas del sistema onomástico previsto por el Código y
tiende a asegurar, a través de la declaración del nacimiento y su inscripción, el derecho al nombre
que reconoce el numeral 19 del Cód. civ., así como el art. 6 del Código de los niños y
adolescentes (17).
En cambio, los artículos 388 y demás mencionados perfilan las normas sobre el
reconocimiento de un hijo extramatrimonial (18). El reconocimiento, como lo indica el numeral
390, se hace constar en el registro de nacimientos, en escritura pública o en testamento.
El art. 391 es una especie de norma bisagra, pues vincula la declaración de un nacimiento,
para su inscripción (que hace realidad la atribución del nombre), con el hecho del reconocimiento,
pues según esta norma el reconocimiento en el registro puede hacerse en el momento de inscribir
el nacimiento o en declaración posterior mediante acta firmada por quien lo practica y autorizada
por el funcionario correspondiente (19).
A su turno, el art. 392 contiene una disposición de vital importancia. Según este numeral
cuando el padre o la madre hiciera el reconocimiento separadamente, no puede revelar el
nombre de la persona con quien hubiera tenido el hijo. Toda indicación se tiene por no puesta.
Este artículo no rige respecto del padre que reconoce al hijo simplemente concebido.
Evidentemente, cuando la norma apenas mencionada se refiere al reconocimiento formulado
"separadamente" por el padre o la madre, se entiende que lo prescrito es de aplicación a las tres
formas en que opera el reconocimiento (descritas en el art. 390).
Desgraciadamente, el art. 392 del Código civil es inobservado en la realidad cotidiana de las
inscripciones de nacimientos de hijos extramatrimoniales, puesto que cuando se declara al niño,
el progenitor que solicita la inscripción y que, en el mismo acto, reconoce al hijo (20), revela el
nombre de la persona con la cual habría tenido al menor.
Sin embargo, como es fácil percibir, la persona con la cual se habría procreado el hijo no ha
solicitado la inscripción ni ha formulado reconocimiento alguno. Por ende, toda referencia a ella
se debe tener por no puesta, como ordena el propio numeral 392.
A pesar de esta clara consecuencia dispuesta por la ley, en los últimos años un elevado
número de Jueces y Tribunales han hecho valer la indicación de la persona con la cual el (la)
declarante habría tenido al hijo para obligarla a asistir a este último con una pensión alimenticia.
Lo cierto es que los Jueces no acatan el art. 392 del Código civil. Lo más conveniente, dentro
de este clima de desconcierto y anarquía, sería un pronunciamiento definitorio del Supremo
Tribunal. Si no existe reconocimiento por parte de quien no declaró el nacimiento de un hijo
extramatrimonial, no es admisible que se le convierta, por una errada práctica, en deudor
alimentario.
3. Identificación del tema de fondo: el error del Registrador del estado civil y la
invalidez de la consignación del nombre del no declarante como padre.
El Registrador del estado civil que inscribió el nacimiento de la menor Lorena Haydée, a
solicitud de la madre, doña Rosita Jesús Pérez Benites, incurrió en error al consignar el nombre
de la persona con la cual la solicitante habría tenido el hijo, a pesar de lo dispuesto por el artículo
392 del Código civil.
Aun cuando la madre revelase el nombre del presunto padre, el Registrador debería haber
omitido incluir dicho dato dentro del espacio que en las actas de nacimiento se reserva para la
identidad del padre.
A pesar de tal indicación, parecería ser que la demanda de alimentos que doña Rosita Pérez
Benites dirigió contra Carlos Gustavo Ruiz Guevara, no prosperó. Posiblemente porque este
último debe haber hecho valer la declaración de invalidez que contiene el art. 392 del Código
Civil cuando señala que la indicación del nombre de la persona con la cual se habría procreado
el hijo se tiene por no puesta. Es ésta una especial forma de invalidez que se caracteriza por no
irradiar sus efectos a toda el acta de nacimiento. Siendo inválida la indicación, se deriva de ella
su imposibilidad de generar eficacia frente a quien fue declarado como presunto padre. A estas
alturas, no se entiende cómo los Jueces pueden basarse en este dato apócrifo para crear
deudores alimentarios.
Al haber descubierto tal circunstancia, don Carlos Gustavo Ruiz Guevara solicitó que se
excluyera su nombre de la Partida de nacimiento de la menor Lorena Haydée, por cuanto no se
había probado que aquel fuera el padre. Al parecer, ni siquiera se habría acreditado relación
sexual entre las partes del proceso al tiempo de la concepción.
4. Análisis del fallo del Supremo Tribunal: Una derogación admisible del sistema
onomástico del Código civil.
Falta de fundamentación.
Tal como son relatados los hechos por el Fiscal Supremo, el Juez Civil (por entonces Juez de
Primera Instancia) habría amparado la pretensión de don Carlos Gustavo Ruiz Guevara para que
se excluyera sus prenombres y apellidos de la partida de nacimiento de la menor Lorena Haydée.
Siempre dentro de los alcances de lo dictaminado por el Fiscal Supremo, parecería ser que
la Corte Superior confirmó la sentencia del Juez, pero sin excluir el apellido (del demandante:
Ruiz) con el que aparecía inscrita la menor. A ello se refiere el Fiscal cuando señala,
expresamente: "La resolución de vista que aparece a fs. 118, confirma la apelada; en cuanto se
excluye de la partida de nacimiento el nombre y apellido del actor entendiéndose que tal
exclusión no importa la del apellido Ruiz con el que aparece inscrita la menor Lorena Haydée,
pero sin consignar como su padre declarante, a don Carlos Gustavo Ruiz Guevara".
El Fiscal se limita a señalar que la partida no se ajusta a los requisitos legales, que no señala
(art. 392 Cód. civ.), agregando que tratándose de hijos extramatrimoniales sólo por efecto del
reconocimiento voluntario de los padres o por declaración judicial "procede aparecer consignado
el nombre en el caso de tal condición de hijos" (sic). Por ello, opina que no hay nulidad en la
sentencia de vista.
No existe ninguna razón esgrimida ni por el Fiscal ni por el Tribunal Supremo para no excluir
el apellido Ruíz con el que figuraba inscrita la menor.
Es más, se apartaron abiertamente de lo prescrito por el art. 21 del Código civil: "Al hijo
extramatrimonial le corresponden los apellidos del progenitor que lo haya reconocido".
En este orden de ideas, atañía a los Tribunales ordenar -si no existía motivo en contra- que
los apellidos de la menor Lorena Haydée se adecuaran a la norma antes referida, es decir, que
los apellidos que a partir de entonces le correspondían eran Pérez Benites, por ser los de la
madre, que fue la única que la reconoció.
¿Cómo justificar esta decisión del Supremo Tribunal que se aleja de lo dispuesto por el artículo
21 del Código civil?
Tratemos de encontrar alguna razón que pueda dar fundamento a la decisión de la Corte,
más allá de la falta de motivación en el pronunciamiento que se analiza.
Por entonces, posiblemente la menor era identificada por medio del apellido Ruiz, a pesar que
no le correspondía portar dicho patronímico. Quizá cursaba sus primeros años de educación.
Si esa niña había escrito las primeras páginas de su biografía con el apellido Ruiz, el que
hacía parte de su identificación, la privación del mismo podría haberle ocasionado serios
perjuicios, de modo que, para evitarlos, bien podría admitirse que se excluya de su partida de
nacimiento el nombre de la persona que aparece como su padre, sin serlo, pero sin arrebatarle
el apellido con el que se le inscribió, pues el mantenimiento de dicho apellido, en favor de la
menor, no probaba ningún parentesco con el demandante.
Sólo en hipótesis como la apenas descrita podría admitirse una derogación del sistema
onomástico delineado por el Código civil para el hijo extramatrimonial reconocido únicamente por
uno de sus progenitores.
A pesar de ello, creemos que la vía señalada por la Ejecutoria encuentra sustento sólo en el
caso en que la exclusión del apellido con el que aparece inscrito un hijo extramatrimonial pueda
ser una decisión de efectos nocivos para éste, que es conocido e identificado con dicho apellido,
en la medida que bastaría la exclusión del nombre de quien no reconoció al menor para evitar
cualquier apariencia de filiación.
5. Conclusión.
No sabemos cuál fue la intención de la Corte Superior al entender que la exclusión de los
prenombres y apellidos de don Carlos Gustavo Ruiz Guevara de la partida de nacimiento de la
menor Lorena Haydée no importaba la exclusión del apellido Ruíz con el que aparecía inscrita
ésta.
Hemos intentado encontrar una justificación. Sólo esperamos que no se abuse de ella. Pero,
sobre todo, anhelamos una adecuada motivación de los fallos judiciales.
DERECHO PENAL
En el presente comentario el autor discrepa de la opinión de la Corte Suprema y estima que este
caso trata sobre un concurso real de delitos; distintos entre sí, y sin una relación causal que los
vincule; tipificando la acción como delito de robo agravado cometido en grado de tentativa
inacabada y delito de homicidio consumado. A la vez, agrega que en virtud de los hechos el Juez
debe aplicar la pena del delito más grave, de conformidad con lo dispuesto en el art. 50 del
Código Penal.
EXP. 528-81
SENTENCIA:
HECHOS PROBADOS.
1.- El día 4 de Marzo de 1980, aproximadamente entre la 7,30 pm y 8 pm, las víctimas se
encontraban teniendo conversaciones amorosas en el vehículo de una de ellas.
3.- Mientras uno de los imputados permanece en su vehículo, los otros dos se acercan al
coche de las víctimas, revolver en mano, para asaltarlos.
4.- Advirtiendo este hecho una de las víctimas, enciende el motor con intención de escapar,
siendo interceptado su vehículo por los asaltantes, quienes intentan forcejear para abrir la puerta.
5.- Uno de los imputados, al ver frustrada su intención introduce su mano con el arma por la
luna corta viento y dispara.
6.- Uno de los ocupantes del vehículo recibe el impacto de bala en la cabeza, siendo
trasladado inmediatamente por el otro, sin que los imputados lleguen a hacerse con ningún
objeto, a un nosocomio donde fallece a consecuencia del disparo.
COMENTARIO
La presente Sentencia resulta de interés por la diferente concepción que asume de un delito,
como es el de robo, delito contra el patrimonio, de desgraciada asiduidad en la práctica, cuyo
tipo penal ha sufrido un tremendo cambio con la entrada en vigor del Código penal de 1991. Es
por ello que resulta necesario plantearse unas breves reflexiones sobre este cambio y sus
efectos, a la luz, precisamente de una Sentencia emitida durante la vigencia del Código Penal
anterior.
El art 239 relativo al delito de robo en el Código penal de 1924 fue objeto de múltiples
modificaciones. En el presente caso resultó ser de aplicación, en cuanto norma más favorable,
la que dispuso la Ley 23405 de 27 de Mayo de 1982. Allí se establecía lo siguiente: "El que para
perpetrar un robo, o el que, sorprendido en flagrante delito de robo, ejerciere violencia sobre una
persona o la amenazare con un peligro inminente para la vida o salud o de otra manera la
inhabilitare para resistir, será reprimido con penitenciaría o prisión no menor de cuatro años.
La pena será penitenciaría no menor de siete años si el delincuente hubiere inferido lesión
grave a una persona, o si el robo hubiera sido cometido por dos o más autores, o si hubiere
portado cualquier clase de arma o de instrumento que pudiere servir como tal, o si por cualquier
otra circunstancia el delito denotare que su autor es especialmente peligroso.
En este Código se configuraba el delito de robo cuando el autor ejercía violencia sobre una
persona o la amenazaba con un peligro inminente para su vida o salud, con la finalidad de
perpetrar un robo. Por tanto, la consumación de este delito exigía el ejercicio de violencia o
amenaza, sin que fuera preciso el apoderamiento del bien mueble. De esta manera, el
apoderamiento era absolutamente irrelevante a los efectos de la consumación de este delito.
Consecuencia de este planteamiento era el rechazo mayoritario por parte de la doctrina de la
tentativa como grado de ejecución del delito (1). De ahí que no resulte extraño el hecho de que
a pesar de no haber concurrido apoderamiento alguno en los hechos probados de la Sentencia
comentada, la Sala Penal castigue como delito consumado al haber ejercido los imputados
amenazas sobre las víctimas, -consecuencia directa del empleo de armas- con intención de
robarles.
Lo importante en este comentario del art. 239 se centraba en su último párrafo, según el cual,
si el agraviado falleciese a consecuencia de la agresión del robo, no obstante, pudo el autor
prever dicho resultado, se le aplicaba una mayor pena que la prevista para el tipo básico. Ello
convertía en estos casos al delito de robo en un verdadero delito preterintencional, donde el
resultado efectivamente producido por el sujeto es mayor que el que quiso causar. La
característica principal en la estructura de estos delitos se presenta en su tipo subjetivo, donde
se aprecia una combinación de dolo y culpa (2); es decir, dolo respecto del resultado que quiso
producir el sujeto -el robo- y culpa en relación con la previsibilidad del resultado efectivamente
producido -homicidio culposo.
Resulta obvio que la agresión a la que hace referencia el párrafo que comentamos es producto
de la violencia ejercida para el robo, luego haría prácticamente imposible aplicar esta disposición
si se empleara amenaza (3).
Como conclusión, el presente caso debería haberse resuelto, conforme al anterior Código
penal de 1924, aplicando la regla del concurso real de delitos entre el delito de robo consumado
y el delito de homicidio doloso.
Por lo tanto, en la actualidad los pilares fundamentales donde se centra la figura del robo, a
efectos de su consumación son, por un lado, el apoderamiento, mediante sustracción, y la
utilización de violencia o amenaza sobre la persona. Ambos aspectos han de concurrir en el
marco definido por el apoderamiento. No obstante, cada uno de estos hechos constituye por si
solos infracciones independientes, el apoderamiento forma la figura del hurto, mientras que la
violencia y la amenaza configuran un delito de lesiones y coacciones, respectivamente. Es por
ello, que el delito de robo se define como un delito complejo (4).
El segundo momento dentro de los hechos comienza allí donde uno de los imputados, al ver
frustrados sus objetivos, introduce su mano por la luna corta viento, y dispara causándole la
muerte a uno de los ocupantes del vehículo. Desde un punto de vista objetivo, tales hechos
constituyen de por si un delito de homicidio, que, y criticando en este punto a la Sentencia, no es
culposo, sino doloso (al menos en grado de dolo eventual puesto que el sujeto infringen algo más
que un simple deber de cuidado, al actuar con un evidente desprecio hacia la vida de los demás
con su actuación, la cual, desde el punto de vista de un tercero observador imparcial llevaba al
resultado que definitivamente se causó, esto es, la muerte de una de las víctimas.
Analizándose desde esta perspectiva los hechos del caso, queda que existen dos delitos,
cada uno de los cuales correspondientes a cada uno de los momentos a los que se ha hecho
referencia. Habría un primer delito de robo agravado, cometido en grado de tentativa inacabada,
y un segundo delito de homicidio doloso consumado. El problema consistiría en determinar la
relación que se establece entre ambos delitos, es decir, si configurarían un supuesto normal de
concurso de delitos, o bien habría de proceder a aplicar lo dispuesto en el último párrafo del art.
189 CP.
Este párrafo establece lo siguiente: "En los casos de concurso con delitos contra la vida, el
cuerpo y la salud, la pena se aplica sin perjuicio de otra más grave que pudiera corresponder en
cada caso". Debe interpretarse esta disposición en el sentido de admitir su aplicación sólo cuando
la violencia que exige la estructura compleja del delito de robo constituye, a su vez, un delito
contra la vida, el cuerpo o la salud; fuera de estos casos, esta disposición resulta inaplicable, lo
que nos remite necesariamente a las reglas generales del concurso real de delitos -art. 50 CP (5).
Aplicando esta idea al caso comentado, nos encontramos con dos actos que configuran a su
vez dos delitos distintos. La relación que pudiera plantearse entre la tentativa de robo agravado
y el homicidio queda completamente rota desde el mismo instante en que se comprueba, según
los hechos probados, la específica intención del sujeto de causar la muerte a sus víctimas, luego
este resultado no se produce para obtener el apoderamiento. En definitiva, no existe el supuesto
de hecho que permite aplicar el art. 189 en su último párrafo. Entre ambos delitos existe, por lo
tanto, un concurso real, sancionable con la pena del delito más grave, debiendo el Juez tener en
cuenta las penas accesorias o medidas de seguridad del otro delito, según dispone el art. 50
CP (6).
Pudiera plantearse la posibilidad de aplicar el art. 108, inciso 2, CP relativo al asesinato -"El
que mata a otro...2.- para facilitar u ocultar otro delito."-, pero en realidad, de lo dicho hasta este
momento, se extrae como conclusión que la muerte, en el presente caso, se produce como
resultado de un acto distinto del apoderamiento, carente de vinculación con el delito anterior, de
ahí que, no sea ni para facilitar ni ocultar el delito de robo. Ello nos obliga a rechazar la aplicación
del mencionado precepto.
CONCLUSION
1.- El delito de robo del art. 188 CP es un delito complejo, que exige apoderamiento del bien
mueble más violencia o amenaza para su consumación.
2.- En aquellos casos en los que exista una violencia o amenaza, que no vaya seguida de la
sustracción, todo ello ejecutado siguiendo una finalidad de apoderamiento del bien mueble,
deberán calificarse como supuestos de robo cometidos en grado de tentativa inacabada.
3.- El último párrafo del art. 189 CP sólo goza de aplicación cuando la violencia que se exige
en el robo constituye a su vez un delito contra la vida, el cuerpo o la salud. En caso contrario,
será procedente la aplicación de la regla del concurso de delitos.
Los delitos instantáneos se caracterizan por ser de forma inmediata la realización total del
delito, Ej. el delito de homicidio del Art. 106º C.P.; los delitos permanentes, por el contrario, por
prolongarse en el tiempo el momento consumativo, Ej. el delito de secuestro del Art. 152º C.P.;
en este último se mantiene en el tiempo la situación antijurídica creada por el sujeto, lo cual
permite sostener la realización permanente del injusto.
3. ANALISIS.
El presente análisis está enfocado hacia los dos supuestos que sirven de apoyo al Supremo
Tribunal para afirmar la naturaleza de delito instantáneo de la usurpación.
3.1. Descripción del tipo legal del Art. 202 Inc. 2 C.P.
La descripción del tipo legal del delito de usurpación previsto en el Art. 202º Inc. 2 C.P. hace
referencia al despojo, total o parcial, de la posesión (4) o tenencia (5) de un inmueble (6) o del
ejercicio de un derecho real (7), mediante violencia, amenaza, engaño o abuso de confianza.
La idea de despojo es entendida por nuestra doctrina desde dos perspectivas. Una pone el
acento en la idea de desposesión (8) y entiende por despojo todo arrebato a una persona de la
posesión, tenencia o ejercicio de un derecho real; otro sector vincula el concepto al disfrute de
un derecho, luego despojo significa la supresión o privación del goce al titular de un bien
inmueble (9). Desde ambas conceptualizaciones, la posesión ilícita resulta ser el producto del
despojo. De ello, podemos inferir que la realización del despojo genera una situación de
afectación del derecho de posesión o del ejercicio de un derecho real sobre un inmueble que se
mantiene en el tiempo.
Es evidente que mediante un acto de despojo se produce una afectación duradera del derecho
a la posesión o de otro derecho real sobre un inmueble, dicha afectación permanece en el tiempo
hasta que el titular del derecho se vea restituido en la posesión; luego, desde una primera
aproximación, el delito de usurpación podría ser apreciado como de naturaleza permanente, toda
vez que se mantiene en el tiempo la situación de despojo de la posesión. Sin embargo, esta
valoración se hace sobre la afectación del derecho y no sobre la conducta de despojo, la primera
puede darse en todos los delitos, así, por ejemplo, en el hurto se verá afectado el derecho al
patrimonio hasta que no se restituya lo hurtado, no obstante, no se podría afirmar que el delito
de hurto es de naturaleza permanente.
No todo delito que crea un estado antijurídico ha de ser contemplado como delito
permanente (13). Característica fundamental del delito permanente (14), y que precisamente
permite diferenciarlo de otras creaciones de situaciones o estados ilícitos que se mantienen en
el tiempo pero que no deben ser comprendidos dentro de dicha categoría, es el hecho de que el
estado antijurídico (rechtswidriger Zustand) producido por el autor se mantiene voluntariamente;
luego, para poder afirmar la existencia de un delito permanente, la propia constitución de dicho
estado ha de realizar el tipo penal, esto es, el mantenimiento voluntario del estado también tiene
carácter delictivo (15).
Una primera distinción de los delitos permanentes radica en que el propio tipo legal recoge
en forma expresa la realización permanente del tipo. Luego, existen tipos legales que si bien
generan una situación contraria al Derecho de carácter permanente (duradera en el tiempo), el
legislador no los ha recogido en ese sentido, pues pone el acento de la punición sólo en la
creación del estado antijurídico y no en su mantenimiento.
Desde esta perspectiva, tenemos que el tipo legal del delito de usurpación se realiza con el
despojo mediante actos de violencia, amenaza, engaño o abuso de confianza, dicha realización
trae como consecuencia la situación de desposesión del inmueble para el titular del derecho, la
posesión ilícita del nuevo ocupante no debe ser comprendida como despojo, sino como una
nueva relación de disfrute del inmueble poseído.
Desde una apreciación objetiva, el despojo, conforme al tipo legal del Art. 202º Inc. 2 del C.P.,
se materializa en un sólo momento (16) mediante actos de violencia, amenaza, engaño o abuso
de confianza, es decir, el despojo se da en un instante no es de realización permanente, lo que
sí se produce es una situación de desposesión que se mantiene en el tiempo, se crea un estado
distinto al anterior al despojo.
Situación distinta sucede con el delito de secuestro, la afectación del bien jurídico libertad de
movimientos se mantiene en el tiempo mientras duran los comportamientos de detener o encerrar
propios de este delito; ahora bien, en el secuestro se despliega de forma permanente acciones
positivas para mantener latente la afectación de la libertad de movimientos, luego el momento
consumativo que consiste en la privación de libertad se mantiene en el tiempo.
Desde este orden de ideas, podemos sostener que la realización del delito de usurpación crea
una situación de desposesión respecto de un inmueble o una privación del derecho real sobre
éste, pero el despojo en sí mismo se produce en un sólo momento, no se mantiene en el tiempo;
lo que dura es la situación de desposesión o de privación del derecho real.
Como hemos precisado anteriormente, una segunda característica de los delitos permanentes
es que el mantenimiento de la situación antijurídica depende de la voluntad del autor.
La restitución de la posesión del bien inmueble al titular del derecho no altera el momento
consumativo del delito, esto es, no tiene relación alguna con la suspensión de la realización típica
del delito de usurpación (17).
Conforme ha puesto de relieve STREE, no todos los delitos que sancionan la provocación de
un estado antijurídico son delitos permanentes, existe una cantidad de tipos legales que ligan el
reproche únicamente a la provocación y no al mantenimiento del estado antijurídico (21); así, por
ejemplo, los delitos de matrimonios ilegales, bigamia, lesiones graves, etc.
El Supremo Tribunal llega a una conclusión válida al sostener que el delito de usurpación es
instantáneo, sin embargo, su análisis es limitado, pues confunde el concepto de delito
permanente con la duración de la afectación al bien jurídico. El delito permanente, como hemos
visto, no se caracteriza por la prolongación en el tiempo de la lesión al bien jurídico después de
la consumación, sino por la realización permanente del tipo legal a voluntad del agente.
De otro lado, la idea de "efecto del delito" de usurpación que el Supremo Tribunal atribuye a
la posterior posesión ilícita del inmueble es necesario profundizarla, con la finalidad de delimitar
claramente la creación de un estado antijurídico que, si bien no constituye delito permanente,
pertenece a aquella clase de delitos que originan un estado prohibido por el Derecho pero que
penalmente se castiga sólo su creación y no su manteniemiento. Sobre esta base se ha de
admitir que la situación de desposesión del inmueble no se trata de un mero efecto del delito de
usurpación, sino de un estado duradero en el tiempo, pero que no ha sido recogido por el
legislador en cuanto tal, sino sólo en cuanto a su producción. De ahí que sea correcto sostener
que el delito de usurpación previsto en el Art. 202º Inc. 2 del C.P. sanciona la creación de una
situación de desposesión de un inmueble o la afectación de un derecho real, más no el
mantenimiento de dicho estado; en consecuencia, se trataría de un delito de estado.
4. CONCLUSION.
La incorporación legislativa del aforismo 'iura novit curia' significa un avance en el Derecho
Procesal peruano, debido a que permite a los jueces desarrollar su actividad creadora en la
administración de justicia. La ejecutoria que se comenta así lo demuestra; el iura novit curia se
aplica en este caso para admitir a trámite una contrapretensión planteada expresamente por la
parte demandada, la misma que sin decirlo constituye una reconvención.
Exp. 2826-86
RESOLUCION
Primera Sala Civil
VISTOS; interviniendo como Vocal ponente el señor Rodríguez Medrano, con la instrumental
presentada en esta instancia; y CONSIDERANDO: que conforme se ve del acta del comparendo
de fojas diecinueve al culminar éste la demandada solicita se valorice lo invertido en la
construcción de las habitaciones y servicios efectuado por ella en el terreno de la demandante;
que planteado así, este sustento importa una reconvención frente a la cual el Juez tiene la
obligación de tramitarla conforme lo preceptúa el artículo sétimo del Título Preliminar del Código
Civil, aun cuando su formulación no haya sido expuesta en términos formales; que al haberse
tramitado con esta omisión se ha incurrido en la causal de nulidad prevista en el inciso trece del
artículo mil ochenticinco del Código de Procedimientos Civiles; DECLARARON Nula la sentencia
de fojas treintiocho, su fecha de junio último, e INSUBSISTENTE todo lo actuado desde fojas
diecinueve a cuyo estado se repone la causa; MANDARON que el Juez de la causa proceda a
señalar fecha para el comparendo; y lo devolvieron.- Señores: URRELLO ALVAREZ/ VERGARA
GOTELLI/ RODRIGUEZ MEDRANO.
1. CATEGORIAS JURIDICAS.
1.1. El aforismo Iura Novit Curia. (art. VII del Título Preliminar del Código Civil).
La sentencia está sustentada en el aforismo Iura Novit Curia que fue recogido por el Título
Preliminar del Código Civil de 1984. No era el lugar más apropiado para ser considerado, dado
su total significación procesal; sin embargo, como en la época de la promulgación del Código
Civil no se vislumbraba aún la reforma del Código de Procedimientos Civiles, se aprovechó la
ocasión para incorporarlo dentro del Título Preliminar (1).
Permite al juzgador tomar parte activa en el proceso, no ser un mero espectador de los
quehaceres de las partes, aplicando la norma pertinente al caso, aún cuando ésta no hubiere
sido invocada o fue deficientemente invocada. Se otorga presencia y dirección al juzgador en el
proceso.
No existe un momento preciso en la Historia del Derecho en que pueda determinarse el origen
de este aforismo.
Algunos sostienen que es en la Edad Media donde se origina, y para ello narran la anécdota
de un Juez que escuchando la exposición que efectuaba un abogado, lo interrumpió diciéndole
"venite ad factum; iura novit curia" (pasad a los hechos; el Tribunal conoce el Derecho). Sin
embargo, otros se remontan al Derecho Romano, refiriéndose a Diocleciano y Maximiano que
establecieron "no ha de dudarse que si algo no se hubiere dicho por los litigantes o por los que
les asisten en sus negocios, lo suple el Juez, y pronuncia sentencia según sepa que conviene a
las leyes y al derecho público" (2).
Iura Novit Curia, significa "El Juez conoce el Derecho". Curia representa al Juez, al Tribunal,
al Juzgador en general. El verbo novit, constituye la tercera persona del singular del pretérito
perfecto de Nosco, Noscis, Noscere "que por la raíz utilizada se trata de un conocimiento
absolutamente logrado y no de un conocimiento que se va obteniendo dentro del proceso" (3).
Iura, se traduce por derechos, lo que ha hecho pensar que se refiere al derecho subjetivo y no al
objetivo, ya que este último sólo puede designársele en singular; sin embargo, convienen los
autores que siendo la expresión del derecho las normas, no es inapropiado señalar que se refiere
también al derecho objetivo.
El tema del objeto del proceso ha sido arduamente debatido en la doctrina. Consideramos
que el objeto está constituido por la petición de una resolución judicial y tiene como finalidad el
dirimir un conflicto de intereses sometidos al poder jurisdiccional. Para CHIOVENDA "el proceso
tiene por objeto la protección del derecho subjetivo mediante la actuación del derecho objetivo",
y, según CARNELUTTI "el proceso se hace para la justa composición de la litis: su objeto es paz
con justicia" (4).
En consecuencia, existe un deber del Juez de dictar sentencia que no hay que confundirlo
con el aforismo, que está referido a la aplicación de la norma pertinente para fundamentar su
resolución. En efecto, el Juez está en la obligación de resolver el caso planteado y lo hace
emitiendo una sentencia, aún cuando no exista una norma aplicable al caso concreto (art. VIII
del Título Preliminar del Código Civil). Este principio es distinto al aforismo, ya que éste se refiere
a la norma pertinente aplicable al caso que no está condicionada a la invocación en la demanda
o a una errada invocación.
Para COUTURE, existe un interés privado y público en el proceso, y que el mismo constituye
garantía de carácter constitucional. En efecto, las personas adquieren seguridad cuando saben
que existe un órgano jurisdiccional que les va a resolver sus problemas; y se encuentran en un
mismo plano tanto demandante como demandado, y en especial este último, quien sabrá que no
podrá ser coaccionado directamente, sino que se le brindará la oportunidad de defenderse en un
proceso. Y el interés social o público está dado por la efectividad del derecho. Existe un interés
público de que el proceso sea un instrumento para resolver los casos de la sociedad. ¿Precede
el interés público al privado?, COUTURE considera que no; que ambos intereses son
simultáneos, que ninguno precede al otro (5).
Existen distintas perspectivas a través de las cuales podemos definir la norma jurídica. Para
RUBIO CORREA, "norma jurídica es un mandato de que cierto supuesto debe seguir lógico
jurídicamente una consecuencia, estando tal mandato, respaldado por la fuerza del Estado para
el caso de su eventual incumplimiento" (6). Para GARCIA TOMA, la norma jurídica "puede ser
definida como la regla de conducta que en un tiempo y lugar determinado, apuntando hacia
valores predeterminados, señala la obligación de hacer o no hacer algo o da la facultad de decidir
sobre ello" (7). Para MONROY GALVEZ, "operacionalmente podemos definir a la norma jurídica
como patrón de conducta social creada por el Estado y que, vigente en un determinado contexto
histórico social, genera a los individuos facultades y obligaciones susceptibles de ser exigidas
coactivamente" (8).
Si bien, como hemos señalado anteriormente, el tema puede ser enfocado desde distintas
perspectivas, para nuestro propósito de estudio, la norma jurídica es un patrón de conducta
social, vigente en un espacio y tiempo determinado y que genera facultades y obligaciones, las
cuales pueden ser exigidas coactivamente. La ley es una norma jurídica, pero no la única, ya que
la jurisprudencia, la doctrina y la costumbre también pueden convertirse en normas jurídicas.
El aforismo que recoge el art. VII del Título Preliminar, en estudio, está referido únicamente a
la norma jurídica, no a los hechos que invocan las partes. Los fundamentos de hecho son
prerrogativa exclusiva de las partes y el juzgador no puede modificarlos; debe atenerse a lo
invocado por ellos y a las pruebas actuadas. De la misma forma, las pretensiones corresponde
fijarlas a las partes. Aún cuando el Juzgador tuviere conocimiento directo de los hechos que se
ventilan en el proceso, no puede agregar o modificar lo señalado por las partes y sobre los cuales
únicamente debe pronunciarse en la sentencia.
Decimos que es consecuencial al principio dispositivo porque implica el señorío de las partes
respecto de las pretensiones y de los hechos que sustentan dichas pretensiones. El Juez no
tiene intervención de esos aspectos. Por ello el Iura Novit Curia se limita a facultar la intervención
del juzgador en cuanto a los fundamentos jurídicos, por ser él el conocedor del derecho.
3. ANALISIS DE LA RESOLUCION.
a) Hemos señalado, líneas arriba, que el principio Iura Novit Curia señala como deber del
Juez el aplicar la norma jurídica pertinente, aunque no haya sido invocada por la parte. Si bien,
el art.VII del Título Preliminar del Código Civil se refería sólo a la omisión en la demanda,
debemos entender que igual deber tenía respecto del demandado, quien al contestar la demanda
y/o reconvenir también podía omitir el fundamento jurídico.
b) ¿Se refiere el art. VII del T.P. del Código Civil sólo a los fundamentos jurídicos sustanciales
o es que el Juez también tiene el deber de aplicar las normas jurídicas procesales pertinentes?.
Creemos que no siendo limitativa la norma, el Juez podía aplicar la norma procesal pertinente,
con la finalidad de cumplir con el objeto del proceso, esto es, resolver el conflicto de intereses.
Dada su condición de Director del proceso, es responsable de la conducción del mismo, sin
excederse en sus facultades. Debe limitarse a los aspectos jurídicos que sustenten las
pretensiones y que las partes se conduzcan con las garantías de un debido proceso.
c) ¿La resolución implica una intromisión del juzgador en cuanto fija la pretensión de la
demandada?. Hemos señalado que por el aforismo en comentario, el Juez no tiene ingerencia ni
en los hechos ni en las pretensiones de las partes. Sólo le es permitido la intervención en cuanto
a los fundamentos jurídicos. Sin embargo, como claramente se expone en la sentencia, la
demandada había solicitado expresamente que se valorice lo invertido en la construcción de las
habitaciones y servicios efectuado por ella en el terreno de la demandante. Esta es una
pretensión planteada por la demandada, no ha sido introducida por el juzgador. En este sentido,
la resolución no transgrede el principio Iura Novit Curia, más bien cumple con darle la
denominación y tratamiento adecuado, como debió hacerlo el Juez de Primera Instancia, ya que
la formalidad de no haber denominado a su pretensión como reconvención por parte de la
demandada, no desnaturaliza la misma.
e) Creemos que las formas no pueden ahogar los contenidos. Cuando el contenido es claro
y evidente, como la petición formulada por la demandada en el acto del comparendo,
corresponde al juzgador encauzar la misma procesalmente si la parte no lo hace. Ello no puede
considerarse como una intromisión en la fijación de la pretensión, ni mucho menos que el Juez
se esté parcializando con la demandada. Simplemente es el encauzamiento procesal de un
aspecto sustancial planteado expresamente por la parte demandada.
4. CONCLUSIONES.
a) El Iura Novit Curia señala el deber del Juez de aplicar la norma jurídica pertinente sea que
no fue invocada por las partes o que fue erróneamente invocada. Esta correcta interpretación ha
sido redactada en el art. VII del Título Preliminar del Código Procesal Civil, norma que no la limita
a los fundamentos jurídicos de la demanda.
b) Cuando se señala que el Juez debe aplicar la norma jurídica pertinente, debe considerarse
no sólo las normas sustantivas sino también las procesales, como acertadamente lo consideró
la Primera Sala Civil de la Corte Superior de Lima, al dictar la resolución en comentario.
c) La resolución, al otorgarle la formalidad de una reconvención a la solicitud de la demandada
planteada en el acto del comparendo, de que se valorice lo invertido en la construcción de las
habitaciones y servicios efectuados por ella en el terreno de la demandante, no está
inmiscuyéndose en la fijación de la pretensión de la demandada, no está introduciendo la
pretensión por la demandada; lo que está haciendo es darle la configuración jurídica a una
petición efectuada expresamente por la demandada.
RESOLUCION
La Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, integrada por los Señores: Urrello, Vásquez,
Carrión y Rivas, vio en audiencia pública de la fecha la CAUSA número quince-guión-
noventicuatro, y verificada la votación con arreglo a ley, emite la siguiente sentencia:
1. Materia del recurso.- Se trata del recurso de casación interpuesto por don Heráclio
Contreras Palomino, mediante su escrito de fojas treinticinco, contra el auto de fojas ventinueve,
su fecha ventidos de Diciembre de mil novecientos noventitres, expedida por la Primera Sala
Mixta de la Corte Superior de Ayacucho que, revocando el auto apelado de fojas catorce, su
fecha diez de Noviembre de mil novecientos noventitres, declara fundada la excepción de cosa
juzgada deducida por don Cesáreo Figueroa Navarro, en los que le sigue don Heráclio Contreras
Palomino, sobre nulidad de la cosa juzgada fraudulenta, prevista por el artículo 178 del Código
Procesal Civil.
3. Considerando:
Primero.- Que, la actividad casatoria tiene que circunscribirse estrictamente en torno a los
fundamentos expuestos por el recurrente, los que deben estar específicamente previstos por la
ley, no resultando, por tanto, factible examinar todo el proceso para encontrar oficiosamente el
quebranto de normas no denunciadas, ni menos cambiar los fundamentos del recurso planteado,
por cuanto ello implicaría una labor netamente jurisdiccional.
Segundo.- Que, conforme al artículo 452 del Código Procesal Civil hay identidad de procesos
cuando las partes o quienes de ellos deriven sus derechos, el petitorio y el interés para obrar
sean los mismos y que de acuerdo al numeral 453 del mismo cuerpo legal para amparar la
excepción de cosa juzgada debe haberse iniciado un proceso nuevo idéntico a otro que ya fue
resuelto y cuenta con sentencia o laudo firme.
Tercero.- Que, en el presente caso, como consta del texto del escrito de fojas uno, por el que
se deduce la excepción de cosa juzgada, el anterior proceso al presente se refiere a una
demanda sobre reivindicación de un inmueble, en tanto que este juicio se refiere a una demanda
sobre nulidad de la cosa juzgada fraudulenta, apoyada en el artículo 178 del Código Procesal
Civil, constatándose que las pretensiones procesales son totalmente diferentes, no dándose, por
tanto, para el amparo de la citada excepción, la identidad que exige el artículo 453 del aludido
Código.
Cuarto.- Que, la alegación que hace el demandado don Cesareo Figueroa Navarro en el
sentido de que en el presente proceso sobre nulidad de la cosa juzgada fraudulenta
subliminalmente se pretende dejar sin efecto la ejecutoria suprema emitida en el proceso sobre
reivindicación, violándose la prohibición de revivir procesos fenecidos estatuído por el inciso 11
del artículo 233 de la Constitución de 1979, vigente a la fecha de interposición de la demanda
sobre nulidad de la cosa juzgada fraudulenta, no tiene amparo en atención a que el Código
Procesal Civil permite demandar la nulidad de una sentencia alegándose que en el proceso
donde se haya emitido el fallo se han producido alguna de las causales señaladas por el artículo
178 del citado cuerpo normativo, si quien lo propone se siente agraviado con la sentencia. Nadie
está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe.
Quinto.- Que, esta Sala Suprema ha establecido la viabilidad de la demanda sobre nulidad
de la cosa juzgada prevista por el artículo 178 del anotado Código tratándose de sentencias
emitidas en procesos seguidos tanto conforme a las reglas del derogado Código de
Procedimientos Civiles como por las reglas del Nuevo Código Procesal Civil.
Sexto.- Que, en los procesos que se sustancian conforme al nuevo Código Procesal Civil no
son de aplicación las normas del Código de Procedimientos Civiles, por lo que constituye un error
el haber consignado el numeral 1083 de dicho Código como apoyo de la resolución impugnada.
4. Declararon:
Fundado el recurso de casación interpuesto por don Heráclio Contreras Palomino en su escrito
de fojas treinticinco y, en consecuencia, NULO el auto de fojas ventinueve, su fecha ventidos de
Diciembre de mil novecientos noventitrés, que declara fundada la excepción de cosa juzgada
deducida por el demandado y, en consecuencia continúe la causa según su estado.
5. Ordenaron:
La publicación del texto de la presente sentencia en el diario oficial "El Peruano" y que se
devuelven los autos a la instancia respectiva para los fines a que se contrae el último párrafo del
artículo 396 del Código Procesal Civil.
COMENTARIO
I. INTRODUCCION.
La ejecutoria bajo comentario, emitida por la Corte Suprema en pleno ejercicio de su función
casatoria, nos invita al análisis y reflexión sobre dos importantes tópicos vinculados al instituto
de la cosa juzgada en el proceso civil.
Decimos que ambos temas son importantes porque tienen que ver, por un lado con la
prohibición constitucional de revivir procesos judiciales fenecidos con autoridad de cosa juzgada,
y por otro lado, con la función jurisdiccional que tiende a cumplir dos fines fundamentales: un fin
concreto que es resolver un conflicto de intereses o eliminar una incertidumbre jurídica, y un fin
abstracto que es lograr la paz social en justicia (1), lo que no sería posible sin la existencia del
instituto de la cosa juzgada. Lo expuesto, a su vez, guarda estrecha vinculación con la seguridad
jurídica, cuya ausencia muchas veces se deja sentir en un país como el nuestro.
b) Existe un segundo proceso judicial sobre nulidad de cosa juzgada fraudulenta, iniciado por
la parte a quien no favoreció la sentencia expedida en el primer juicio sobre reivindicación. La
pretensión de este demandante en el segundo juicio, es dejar sin efecto la sentencia ejecutoriada
del anterior proceso, bajo el argumento de haberse obtenido en forma fraudulenta.
d) Respecto a la referida excepción de cosa juzgada el Juez de Primera Instancia expide auto
declarando infundado dicho medio de defensa. El demandado interpone recurso de apelación y
la Corte Superior revoca el auto apelado declarando fundada la excepción de cosa juzgada, cuyo
efecto inmediato es dar por concluido el proceso.
e) Ante esta situación el demandante interpone recurso de casación contra el auto de la Corte
Superior que declara fundada la excepción de cosa juzgada, basándose en: 1) que la Corte
Superior ha aplicado el art. 1083 del Código de Procedimientos Civiles de 1912 ya derogado, y
2) que la Corte Superior al resolver la excepción de cosa juzgada no ha calificado correctamente
la identidad de procesos a que se refiere el art. 453 del Código Procesal Civil de 1992.
A) La cosa juzgada:
A.1. Concepto y caracteres.- El significado de la cosa juzgada es algo más que el resultado
literal de la expresión; cosa juzgada no sólo es un objeto que ha sido materia de un juicio o de
una operación lógica, sino que en una acepción acertada de COUTURE, la cosa juzgada es una
forma de autoridad y una medida de eficacia (2); autoridad y eficacia que adquiere una sentencia
derivada de un proceso judicial, cuando ya no es posible modificarla por haberse agotado los
recursos impugnatorios o por no haberse interpuesto éstos oportunamente (3).
A.2. Cosa juzgada formal y material.- Son innumerables los alcances, temas y problemas
en torno a la cosa juzgada, no obstante sólo nos referiremos a uno que consideramos importante
para efectos de nuestro análisis.
Se suele afirmar que la distinción entre cosa juzgada formal y cosa juzgada material es
fundamental para establecer los límites de este instituto jurídico.
La sentencia tiene calidad de cosa juzgada formal cuando, pese a que no caben ya contra
ella recursos impugnatorios en el mismo proceso en que se dictó, su eficacia es meramente
transitoria porque la misma cuestión jurídica debatida puede ser nuevamente sometida a juicio.
En el caso peruano ocurría esto con el llamado (y hoy desterrado) juicio contradictorio o de
contradicción de sentencia regulado por el art. 1083 del Código de Procedimientos Civiles de
1912 que señalaba: "La sentencia recaída en el juicio ejecutivo; en los interdictos; en el juicio de
divorcio; en el de desahucio, con la reserva establecida en el artículo 973; en el de alimentos;
pérdida de la patria potestad; remoción, excusa y renuncia de los guardadores; así como las
resoluciones que ponen fin al procedimiento para la declaración de herederos; apertura de
testamentos cerrados y comprobación de testamentos privados o verbales, guarda y posesión
de los bienes del ausente; adopción; inscripción y rectificación de partidas en los registros del
estado civil e interdicción de incapaces, pueden ser contradichas en juicio ordinario".
Claro está que la propia ley había creado un mecanismo (el juicio contradictorio) para revivir
procesos fenecidos, con aparente contravención de la prohibición constitucional. Pero al margen
de esto, notemos que no existía un criterio lógico en la reglamentación de los casos de
procedencia del juicio contradictorio; pues es sabido que tal situación, de la cosa juzgada formal
(con eficacia transitoria), debe atender al estado de cosas existente al momento de expedir la
sentencia y a la circunstancia de que ese estado de cosas pueda razonablemente cambiar.
La regulación era atendible, por ejemplo, en un juicio como el de alimentos, donde la cosa
juzgada emanada de la sentencia tiene, en la mayoría de los casos, carácter formal o transitorio.
Pensemos en un primer proceso donde se sanciona el derecho del alimentista y se establece
también el monto de la pensión. Puede decirse que en este supuesto la cosa juzgada es
transitoria (formal) porque, el monto de la pensión puede ser alterado en juicio posterior, y más
aún, se puede volver a discutir el propio derecho a alimentos ya sancionado, por ejemplo por
causa de extinción de la obligación.
Lo precisado en las líneas que anteceden respecto a la cosa juzgada formal, y desde un punto
de vista rigurosamente técnico, nos lleva a concluir que en este caso no podemos hablar de cosa
juzgada, dado el carácter modificable de la sentencia. DEVIS ECHANDIA (4) ha escrito que, en
efecto, aquí no hay propiamente cosa juzgada sino que se trata de simple ejecutoria, y advierte
la contradicción subyacente cuando se sostiene que la cosa juzgada formal implica que no hay
cosa juzgada, por ser la sentencia aún susceptible de contradicción y eventual modificación (5).
Por esta razón CHIOVENDA (6) prefiere obviar la expresión de cosa juzgada formal y emplear
en su lugar la de preclusión.
Por el contrario, la cosa juzgada material o sustancial es la autoridad que asume la sentencia
judicial cuando reúne no sólo el carácter inimpugnable en el mismo juicio, como en la cosa
juzgada formal, sino que además, a ello se agrega el carácter inmutable o inmodificable. En este
caso sí hay cosa juzgada propiamente dicha, porque ha operado la extinción de toda forma o
mecanismo para cuestionar la firmeza de la sentencia judicial, tanto en el proceso en que fue
dictada como en otro posterior.
B.1. Concepto.- La excepción, en sentido general y procesal, es todo medio de defensa que
ejerce el demandado (o el demandante en la reconvención), para excluir la acción de la parte
contraria (7). En sentido más estricto resulta ilustrativa la definición de MONROY (8), al decir que
la excepción es un instituto procesal por el cual el emplazado ejerce su derecho de defensa
denunciando la existencia de una relación jurídica inválida por omisión o defecto en algún
presupuesto procesal, o el impedimento de pronunciarse sobre el fondo de la controversia por
omisión o defecto en una condición de la acción.
Finalmente, cabe señalar que el Código Procesal Civil peruano de 1992 ha recogido el tema
de la triple identidad en el art. 452, con un criterio mucho más amplio que su antecedente en el
Código de Procedimientos Civiles de 1912. Así lo podemos comprobar:
C.P.C. de 1912, art. 317: "Para que las excepciones de transacción, cosa juzgada y pleito
acabado sean admisibles se requiere: 1º que las personas sean las mismas que transigieron o
siguieron el juicio sea por derecho propio o trasmitido legalmente, 2º que la causa o acción y la
cosa u objeto sean idénticas, 3º que el juicio haya terminado por sentencia ejecutoriada, si se
trata de la excepción de cosa juzgada ..."
C.P.C. de 1992, art. 452: "Procesos idénticos.- Hay identidad de procesos cuando las partes
o quienes de ellos deriven sus derechos, el petitorio y el interés para obrar, sean los mismos".
Al respecto debemos hacer dos precisiones: en nuestra opinión, y en primer lugar, se trata de
la versión procesal de un acto jurídico sustantivo afectado de nulidad, y en segundo lugar, resulta
ser una variedad de las nulidades procesales (formales) recogidas tanto en el art. 1085 del
Código de Procedimientos derogado como en el art. 171 y ss. del nuevo Código Procesal Civil.
La nulidad de la cosa juzgada fraudulenta no es otra cosa que una acción de carácter especial
que la ley reconoce en favor de la parte que se cree agraviada con la expedición de una
sentencia, que según ella se ha obtenido en un proceso donde ha existido dolo, fraude u otro
tipo de ilicitud; con la finalidad de que se declare la nulidad de la sentencia y se restituya el estado
de cosas existente al momento en que se produjo la nulidad.
El art. 178 del Código Procesal Civil establece lo siguiente: "Nulidad de cosa juzgada
fraudulenta.- Hasta dentro de seis meses de ejecutada o de haber adquirido la calidad de cosa
juzgada si no fuere ejecutable, puede demandarse, a través de proceso de conocimiento, la
nulidad de una sentencia o del acuerdo de las partes homologado por el Juez que pone fin al
proceso, alegando que el proceso en que se origina ha sido seguido con dolo, fraude, colusión o
afectando el derecho a un debido proceso, cometido por una, o por ambas partes, o por el Juez,
o por éste y aquéllas.
Si la decisión fuese anulada, se repondrán las cosas al estado que corresponda. Sin embargo,
la nulidad no afectará a los terceros de buena fe y a título oneroso".
Hemos observado en otra parte que, según la resolución casatoria, los argumentos del
recurrente son:
1) Que la Corte Superior ha aplicado el art. 1083 del Código de Procedimientos Civiles de
1912 ya derogado, y
En lo que concierne al primer punto, la Corte Suprema coincide con el recurrente al considerar
como un error el hecho de que la Corte Superior haya apoyado su resolución (la impugnada) en
el art. 1083 del Código derogado, debido a que en los procesos que se sustancian conforme al
nuevo Código Procesal (1992) no son de aplicación las normas del Código de Procedimientos
de 1912. Esto es cierto y correcto, pero no es todo.
Hubiera sido más ilustrativo que la Corte Suprema explique también el asunto de fondo
respecto a la incorrecta aplicación del art. 1083 del Código derogado, pues según nuestro
parecer no es sólo un problema de aplicación temporal de las leyes o de vigencia de las leyes
en el tiempo.
Aun cuando no se explica la forma o el sentido en que se estaba aplicando el aludido art.
1083, lo cierto es que la Corte Superior había invocado una norma reguladora de un instituto
jurídico totalmente distinto, cual es la acción de contradicción de sentencia o juicio contradictorio
(inexistente en la nueva normatividad procesal), siendo evidente su diferencia con la cosa
juzgada fraudulenta que recoge el Código de 1992.
En efecto, en primer lugar, ambas instituciones difieren de las nulidades formales porque no
se trata de defectos o deficiencias en el cumplimiento de las formalidades procesales. En
segundo lugar, ambas instituciones difieren entre sí: el juicio contradictorio se fundaba en la
necesidad de debatir más ampliamente la cuestión jurídica planteada; en la nulidad de la cosa
juzgada fraudulenta no se debate la cuestión jurídica nuevamente, sino sólo se discute la validez
de la sentencia con la intención de obtener su nulidad invocando dolo, fraude u otra ilicitud.
Hace bien la Corte Suprema al dejar establecida la falta de identidad, puesto que la pretensión
jurídica en el primer juicio versaba sobre la reivindicación de un inmueble, mientras que la
pretensión en el segundo, sobre nulidad de una sentencia con adquisición de la autoridad de
cosa juzgada. El hecho de que eventualmente se obtenga la nulidad de la sentencia en el
segundo juicio e influya después en el primer juicio sobre reivindicación, es sólo un efecto propio
de la nulidad amparada, pero ello no es válido para sostener que hay identidad, conforme al art.
452 del Código Procesal, porque en el caso bajo exámen las cuestiones debatidas en uno y otro
juicio son diferentes. No hay identidad en el objeto y tampoco en la causa, por tanto no procede
la excepción de cosa juzgada.
Por último, es cierto también que no tiene amparo la posición del demandado (el que dedujo
la excepción de cosa juzgada en el juicio de nulidad de cosa juzgada fraudulenta), cuando alude
a una supuesta violación del art. 233 inc. 11 de la Constitución de 1979 que contenía la
prohibición de revivir procesos fenecidos (hoy regulada en el art. 139 inc. 13 de la Constitución
de 1993), por motivo de haberse iniciado el segundo juicio.
Si bien la Corte Suprema, en la ejecutoria comentada, señala que el inicio del segundo juicio
(de nulidad de cosa juzgada fraudulenta) tiene su base legal en el art. 178 del Código Procesal
Civil; a ello debemos agregar que la razón fundamental por la que no existe violación de la norma
constitucional, es porque la prohibición de revivir procesos fenecidos está referida
exclusivamente a los procesos que han concluido con sentencia que ha adquirido la autoridad
de cosa juzgada material o sustancial y cuando se han observado tanto las formalidades legales
como el debido proceso. Consideramos correcta esta interpretación porque es la única forma de
entender que no hay incompatibilidad entre la norma constitucional (art. 139 inc. 13 de la
Constitución de 1993) y la norma procesal (art. 178 del Código Procesal Civil).
Admitimos que el caso recogido por la resolución casatoria no ofrecía mayores dificultades
para su solución, debido a que el asunto medular radicaba en evaluar bien y calificar
correctamente la existencia de la triple identidad para establecer la procedencia o improcedencia
de la excepción de cosa juzgada.
Sin embargo, en lo particular el caso nos permite, por una parte, arribar a una conclusión
importante, mientras que por otra, hace propicia la ocasión para lanzar una breve crítica y
plantear una alternativa de solución a lo dispuesto por el art. 178 del Código Procesal Civil que
regula la nulidad de la cosa juzgada fraudulenta.
Veamos lo primero:
1.- Existe una prohibición constitucional de revivir procesos fenecidos (art. 139 inc. 13 Const.
1993 y su antecedente el art. 333 inc. 11 Const. 1979).
2.- Esta prohibición es sólo para los procesos con sentencia elevada a autoridad de cosa
juzgada material o sustancial y para los casos en que se han observado las formalidades legales
y el debido proceso.
3.- Bajo la vigencia del Código de Procedimientos de 1912 se podían debatir, vía juicio
contradictorio, las mismas cuestiones jurídicas ya resueltas pero sólo en los juicios
explícitamente indicados en el art. 1083.
4.- No había violación constitucional dado el carácter de cosa juzgada formal de que gozaban
las sentencias recaídas en esos juicios. En los demás procesos (los no indicados en el art. 1083)
no había más alternativa que someterse a los efectos de la sentencia, debido a que en ellos la
cosa juzgada era material o sustancial.
5.- Las nulidades procesales del art. 1085 de ese Código sólo estaban relacionadas con
asuntos de formalidad, como sucede también con lo preceptuado en los arts. 171 y siguientes
del Código adjetivo vigente.
7.- No obstante, podría pensarse que en realidad sucede lo contrario: existiría una suerte de
transitoriedad en las sentencias, es decir todas tendrían el carácter de cosa juzgada formal,
puesto que al regular el Código Procesal de 1992 la denominada nulidad de cosa juzgada
fraudulenta (art. 178), hace posible el ejercicio de esa acción contra todas las sentencias (en un
posterior proceso de conocimiento), como si contuvieran una nulidad potencial verificable si se
demuestra fraude, dolo u otra ilicitud.
8.- Bajo este razonamiento, toda sentencia adquiriría la autoridad de cosa juzgada material o
sustancial (inimpugnable e inmutable), o sea que cesaría el estado transitorio, solamente cuando
la pretensión de nulidad de cosa juzgada fraudulenta fuese desestimada o cuando el plazo para
interponer dicha acción hubiese caducado.
Desvirtuamos esta posición fundados en que, la seguridad del sistema jurídico hace necesaria
la existencia de una suerte de presunción juris tantum, de que toda sentencia ha sido válidamente
emitida y constituye además cosa juzgada material o sustancial, por lo tanto es firme y no
transitoria, porque la presunción no puede ser en el sentido de que la sentencia fue emitida
fraudulentamente.
Ahora, si la sentencia obtenida en segundo juicio (sobre nulidad de cosa juzgada fraudulenta)
es fundada, entonces se desvirtúa la primera sentencia pero no porque no haya tenido calidad
de cosa juzgada material o sustancial, sino porque ésta era sólo una apariencia. En este sentido,
al devenir en nula la primera sentencia, y por ende tener que resolverse la cuestión jurídica que
le dió origen, no se está debatiendo nuevamente la misma cuestión, sino que será resuelta por
vez primera.
Nuestra crítica al art. 178 del Código Procesal Civil es en torno al cómputo del plazo de seis
meses para el ejercicio de la acción de nulidad de cosa juzgada fraudulenta.
La referida norma establece una dicotomía: para unos casos el cómputo de los seis meses
se inicia una vez ejecutada la sentencia; para otros casos (si la sentencia no es ejecutable) el
cómputo se inicia desde que la sentencia adquiere calidad de cosa juzgada.
En primer lugar y con carácter de breve paréntesis, desde nuestro punto de vista toda
sentencia es ejecutable aunque su fallo sea una declaración, de lo contrario no tendría razón de
ser. Pero la crítica va en otra dirección.
Nuestra opinión es que la norma del art. 178 debería indicar que el cómputo del plazo de seis
meses se inicia, en todos los casos, desde la fecha en que la sentencia adquiere autoridad de
cosa juzgada. Esto porque la ejecución de la sentencia puede dilatarse demasiado, o ser
temporalmente imprecisa, o por último, tener carácter permanente.
De este modo las citadas circunstancias dilatarían, a su vez, el plazo para el ejercicio de la
acción de nulidad de cosa juzgada fraudulenta, y por ende aumentaría el tiempo de incertidumbre
jurídica, salvo el último caso en que la acción estaría permanentemente expedita.
No queremos culminar estas líneas sin una reflexión final: es necesario que las soluciones
legislativas se inclinen hacia la seguridad jurídica más que a la incertidumbre, por eso citando al
maestro COUTURE (11) decimos que la cosa juzgada es un instituto de razón o derecho natural,
impuesto por la esencia misma del Derecho y sin el cual éste sería ilusorio; sin la cosa juzgada
(material o sustancial, por supuesto) la incertidumbre reinaría en las relaciones sociales y el caos
y el desorden serían lo habitual en los fenómenos jurídicos.
DERECHO DE LA COMPETENCIA
En el año 1991 se dictó el Decreto Legislativo 691, norma que regula la publicidad comercial en
defensa de los consumidores.
A cuatro años de su vigencia el autor analiza la jurisprudencia administrativa emanada del
INDECOPI en relación con los principios de legalidad y veracidad que gobiernan la legislación
publicitaria y nos ofrece un primer balance sobre los criterios de interpretación jurisprudencial
aplicados por la Comisión Nacional de Supervisión de la Publicidad.
RESOLUCION Nº 309-94-INDECOPI-CONASUP
VISTOS:
La denuncia interpuesta por Xavier Barrón Cebreros y otros contra AFP El Roble por presunta
infracción al Decreto Legislativo Nº 691, Normas de Publicidad de Defensa de los Consumidores,
y;
CONSIDERANDO:
Que, AFP El Roble difundió anuncios televisivos en los que aparece un grupo de pensionistas
identificables en una marcha de protesta por las calles de Lima;
Que, la referida empresa presentó sus descargos manifestando que el anuncio presenta una
realidad que el sistema privado de administración de pensiones pretende desterrar, no existiendo
intención alguna de denigrar a las personas que aparecen en él, por lo que no han infringido lo
dispuesto en el artículo 15 del Código Civil, añadiendo que el Decreto Legislativo Nº 691 se
refiere al contenido de los anuncios y no a las relaciones civiles o comerciales que deriven de los
mismos;
Que, el artículo 3 del mencionado Decreto señala que los anuncios deben respetar la
Constitución y las leyes;
Que, el artículo 2, inciso 7 de la Constitución Política del Perú establece que toda persona
tiene derecho al honor, a la buena reputación, a la intimidad personal y familiar así como a la voz
y a la imagen propias;
Que, el artículo 15 del Código Civil señala que la imagen y la voz de una persona no pueden
ser aprovechadas sin autorización expresa. Dicho asentimiento no es necesario cuando la
utilización de la imagen y la voz se justifique por la notoriedad de la persona, por el cargo que
desempeñe, por hecho de importancia o de interés público o por motivos de índole científica,
didáctica o cultural y siempre que se relacione con hechos o ceremonias de interés general que
se celebren en público. No rigen estas excepciones cuando la utilización de la imagen o la voz
atente contra el honor, el decoro o la reputación de la persona a quien corresponda;
Que, las excepciones al requisito del consentimiento para utilizar la imagen de la persona
contenidas en el citado artículo 15, se refieren a los derechos constitucionales de libertad de
información, de opinión, de expresión y de difusión del pensamiento por cualquier medio de
comunicación social y no al simple aprovechamiento de un particular con fines económicos;
Que, conforme a lo manifestado por la denunciada las imágenes de los pensionistas utilizadas
en el anuncio fueron filmadas por un canal de televisión, el cual las cedió a la agencia de
publicidad productora, no habiendo existido contrato alguno en que los pensionistas autoricen la
utilización de su imagen en beneficio del anunciante;
Que, adicionalmente han sido distorsionadas las circunstancias en las que aparecieron
públicamente los denunciantes, hecho que no ha sido desvirtuado por la denunciada;
Que, el artículo 29 del Decreto Legislativo Nº 691 establece que todos los organismos
integrantes del Estado, sin excepción, quedan impedidos de aplicar sanciones en materia de
publicidad, debiendo denunciar ante la CONASUP las infracciones a las normas de publicidad
que conozcan en su área de competencia, a fin de que este Organismo, proceda a imponer las
sanciones que legalmente correspondan;
RESUELVE
COMENTARIO
Al igual que las otras especies que pueblan la tierra el hombre es un ser con necesidades
primarias que debe satisfacer. Pero a diferencia de esas otras especies, el hombre tiene la
posibilidad de enriquecer y multiplicar sus necesidades al infinito por su naturaleza de ser
inteligente y con historia. El filósofo Hegel expresaba: "El animal tiene un círculo limitado de
medios para satisfacer sus necesidades, que son igualmente limitadas. El hombre, incluso en
esa depen-dencia, muestra su posibilidad de superarla y su universalidad mediante la
multiplicación de las necesidades y de los medios, así como mediante la descomposición y
delimitación de las necesidades concretas en partes y aspectos singulares, que devienen
necesidades diversas particularizadas y, por tanto, más abstractas" (2).
No cabe duda que desde esta perspectiva la publicidad que se trasmite por los diferentes
medios de comunicación, sea radiales, escritos, televisivos o de cualquier otra índole, juegan un
rol importante y esencial. Se compra y se valora las cosas en función de las necesidades que
nos crea la publicidad.
Fue el propio Marx, precisamente, quien en plena mitad del siglo XIX, avizoraba ya los
inconvenientes de una sociedad extremadamente materialista que reduce la complejidad de las
necesidades humanas al mero tener. "Cuanto menos eres... tanto más tienes", afirmaba en sus
"Manuscritos Económicos" el más agudo crítico del capitalismo.
La humanidad puede verse seriamente amenazada no sólo por los graves problemas
ecológicos que un uso irracional de la naturaleza y sus recursos provoca, sino por la utilización
de productos defectuosos que pudiesen representar un peligro o riesgo para la salud. Es así que
el derecho a ser informado adquiere en la hora presente un contenido más intenso, más rico. Se
trata de proteger a los consumidores sin menoscabar el legítimo derecho de los empresarios a
desarrollar sus mercados, pero siempre en el marco de un ordenamiento jurídico justo y solidario,
en el que pueda hablarse de un efectivo equilibrio entre los derechos de los consumidores y los
fines lucrativos de las empresas.
Frente a toda esta problemática, el Derecho Constitucional no podía asumir una actitud
indiferente, y bien puede decirse que nos encontramos ante nuevas tendencias constitucionales.
Numerosas Constituciones, aprobadas en las dos últimas décadas, han elevado a rango
constitucional el tema de la protección al consumidor. Pueden tomarse como valiosos ejemplos
la Constitución portuguesa de 1976, art. 60; la Constitución española de 1978, art. 51; la de Brasil
de 1988, art. 5, XXXII; del Paraguay de 1992, art. 38 y la Constitución colombiana de 1991, art.
78.
c) El derecho a una información adecuada, que les permita acceder a elecciones bien
fundadas conforme a sus propias necesidades.
La Constitución del Perú de 1993, aunque aprobada con posterioridad a estos tres
dispositivos, establece en su artículo 65 que: "El Estado defiende el interés de los consumidores
y usuarios. Para tal efecto garantiza el derecho a la información de los bienes y servicios que se
encuentran a su disposición en el mercado. Asimismo, vela, en particular, por la salud y seguridad
de la población".
Como se sabe, los inicios de la década presente, en el Perú, estuvieron signados por un
cambio económico sustancial. Desde una economía planificada y controlista, en nuestro país se
puso en práctica un modelo económico de corte neoliberal que requería de un determinado tipo
de legislación. De modo que con ese fin el gobierno estableció un marco legislativo apropiado
con el tipo de economía que se proponía implantar. A ese marco legislativo no podía escapar la
publicidad como factor importante para garantizar un acceso a una información veraz por parte
de los consumidores y como factor importante también para que los proveedores pudiesen ofertar
sus productos bajo reglas claras y coherentes. Fue así que se promulgó el Decreto Legislativo
691, conocido como "Norma de la publicidad en Defensa del Consumidor". Esta norma dio
uniformidad y coherencia a la legislación de la publicidad. Porque hasta antes de la promulgación
de este Decreto Legislativo, la normatividad en materia publicitaria se encontraba absolutamente
dispersa, sin ningún orden, principio ni concierto y correspondía a un Estado con economía de
tipo proteccionista. Se encontraba regida fundamentalmente por dos organismos que actuaban
al unísono: el INACOSO y el ITINTEC en cuyas dependencias se ventilaban esporádicos casos
de publicidad relativas con la represión de la competencia desleal. En cuanto a la normatividad,
existían una serie de dispositivos legales, como el Decreto Supremo 036-83-JUS, sobre
protección del consumidor; y otras sobre salud, rifas, concursos, publicidad exterior (municipios),
sin que organismo alguno pudiese ofrecer coherencia al sistema. El grado de contradicción
llegaba a tal punto que, como señala Luis Diez Canseco Núñez, la publicidad comparativa, por
ejemplo, "se encontraba prohibida por el Decreto Supremo 001-71-IC/DC, Reglamento de la Ley
General de Industria, pero por otro lado, era a su vez considerada lícita por el Decreto Supremo
002-81-OCI/OAJ, siempre que no se desacreditara al competidor" (6).
Luego de aproximadamente cuatro años de vigencia puede decirse que se hace necesario
realizar un balance sobre el tratamiento jurisprudencial que ha venido recibiendo esta ley por
parte del INDECOPI, que es el órgano encargado de sancionar las violaciones a la legislación
publicitaria y velar por el derecho de los consumidores a recibir una información veraz, objetiva;
acorde con los principios que gobiernan la normatividad en materia de publicidad. Es decir de
conformidad con los principios de legalidad, veracidad, autenticidad y de leal competencia.
Para ese efecto nos proponemos rea-lizar un breve análisis de la jurisprudencia administrativa
emanada de la Comisión Nacional de Supervisión de la Publicidad; partiendo, en primer lugar,
desde el comentario a la Resolución administrativa que encabeza el presente artículo; lo que nos
va a permitir realizar el comentario de otras resoluciones; pero en el contexto de dos temas que
son fundamentales en la configuración de la publicidad: 1) El Principio de Legalidad, y 2) El
Principio de Veracidad (publicidad engañosa). Todas ellas en nuestra opinión son sumamente
ilustrativas y nos ofrecen una idea adecuada sobre la manera en que el órgano de resolución a
nivel administrativo ha venido interpretando los temas esenciales que se hallan englobados en
la legislación publicitaria.
CASO: AFP EL ROBLE. difundió anuncios televisivos en los que aparecía un grupo de
pensionistas identificables en una marcha de protesta por las calles de Lima.
Al respecto, cabe mencionar que para introducir en una propaganda comercial la imagen de
determinadas personas se debe contar con su consentimiento, porque de lo contrario se estaría
atentando contra derechos fundamentales consagrados en la Constitución Política del Estado y
en el Código Civil. Importa subrayar en el presente caso, las interpretaciones que el INDECOPI
hace sobre los alcances de los derechos garantizados por la Constitución en su relación con la
legislación comercial. Dice la sentencia, que las excepciones al derecho de toda persona a gozar
de su propia imagen sin que ésta pueda verse utilizada por terceros, se justifican por razones de
interés público y por su relación con otros derechos consagrados en la propia Carta, en especial
con el derecho de informar por cualquier medio de comunicación social; pero que tales
excepciones no alcanzan al simple aprovechamiento que los particulares puedan hacer de la
imagen de otros con fines comerciales o lucrativos.
Constituye doctrina aceptada, y así lo ha recogido el Decreto Legislativo 691, que los
principios que gobiernan la actividad publicitaria son el de Legalidad, Veracidad, Autenticidad, de
Competencia Lícita o Leal y el Principio de la Pertinencia. Por el principio de legalidad, la
actividad publicitaria se somete a los postulados del ordenamiento jurídico de la Nación, hecho
que supone el respeto de la Constitución y las leyes del país. Así queda establecido en el artículo
tercero del Decreto Legislativo 691, cuando se menciona no sólo que los anuncios deben
respetar la Constitución y las leyes, sino que ningún anuncio debe favorecer o estimular cualquier
clase de ofensa o discriminación racial, sexual, social, política o religiosa y que no deben
contener nada que pueda inducir a actividades antisociales, criminales o ilegales. En ese sentido,
la jurisprudencia bajo comentario es un ejemplo importante sobre la defensa y rol que le puede
tocar desempañar a un organismo como el INDECOPI en la defensa y protección de los derechos
constitucionales a nivel administrativo, pero en un área de tanta gravitación como es el caso de
la publicidad. Por el principio de veracidad, se tiene que los anuncios deben ser objetivos, sin
contenidos falaces o engañosos, con información completa y sin omisiones que puedan ser
causa de confusión para los consumidores. Concordante con esto, el principio de autenticidad
dispone que los avisos comerciales deben ser identificables como tales, fácilmente distinguibles
de las programaciones o informaciones periodísticas. De ahí que se tiene establecido que toda
propaganda comercial que asume el estilo a la apariencia de noticia o información periodística
debe consignar expresamente la palabra "publireportaje". Como complemento del principio de
legalidad, los anuncios deben respetar la leal competencia que también se encuentra consagrada
en el régimen económico diseñado por la nueva Constitución Política del Perú.
No cabe duda, que en este sentido, la publicidad se realiza en el marco de un sistema ético
respaldado en las normas constitucionales y, pon ende, por todo el ordenamiento jurídico del
país. De ahí que están prohibidas las comparaciones ilícitas, al margen de la ley, los datos
estadísticos inexactos, la que es denigratoria de la competencia o, como en el caso de la
publicidad sexista, la que pretende convertir a determinadas clases de personas en meros
objetos. En tal sentido, bajo el imperio del principio de la pertinencia, la publicidad debe guardar
una relación coherente entre las imágenes que se ofrecen y la propiedad del producto que se
publicita. Si bien el caso TOYOTA HEARNE es harto conocido, éste no deja de ser paradigmático
sobre el tratamiento ético que la publicidad debe guardar. Como se sabe, en esa oportunidad la
mencionada firma fue sancionada por usar en un aviso comercial "parte del cuerpo de una mujer
como si fuese un objeto, utilizando una argumentación ambigua que no guardaba relación con
los productos automotrices del anunciante" (Resolución Nº 002-92-CONASUP).
Ejemplo claro de los alcances que al principio de veracidad le viene dando el INDECOPI se
ilustra en el proceso que enfrentó a THE GILLETTE COMPANY y FACELSA por publicidad
comparativa realizada con datos estadísticos que no eran técnicamente los apropiados. La
Fábrica de Accesorios Eléctricos S.A. -FACELSA- "publicitó mediante material de punto de venta
un cuadro comparativo de la opinión respecto de las máquinas desechables de afeitar
BARBARRAS y PRESTOBARBA según sus características principales". FACELSA indicó que el
"cuadro comparativo forma parte del estudio de prueba del producto de máquinas desechables
de afeitar BARBARRAS realizado por la empresa Mercadeo y Opinión S.A. en relación con los
usuarios de PRESTOBARBA, añadiendo que en el mismo volante se indica la fuente del cuadro
y el total de los entrevistados..". La Comisión Nacional de Supervisión de la Publicidad ordenó la
cesación del anuncio e impuso a FACELSA una multa de dos Unidades Impositivas Tributarias,
por infracción de los artículos 4 y 8 del Decreto Legislativo 691. Para llegar a esta conclusión la
Comisión fundamentó: "... Que, el estudio de prueba de producto desarrollado para FACELSA
no cumple con los requisitos metodológicos generalmente aceptado que le permitan difundirse
al público en general como representativos del comportamiento general del mercado; Que, el
cuadro comparativo publicado hace parte del estudio únicamente de modo referencial y no es el
resultado de un estudio comparativo que hubiera requerido de una técnica distinta de la
empleada para obtener un resultado técnicamente sostenible...". (Resolución Nº 056-94-
INDECOPI-CONSAUP).
V. CONCLUSION
JURISPRUDENCIA NACIONAL
ANOTADA
DERECHO CONSTITUCIONAL
El art. 71º de la Ley General de Industrias (Ley 23407) estableció exoneraciones tributarias para
las empresas que operan en la frontera de selva, entre las que no se contemplaron los tributos
de carácter municipal. Por Decreto Ley 25980, el gobierno elevó el Impuesto de Promoción
Municipal de 2 al 18%, lo que motivó la presente acción de amparo por parte de las empresas
beneficiadas por la Ley 23407. La Corte Suprema declaró que el Decreto Ley 25980 no suponía
un trato discriminatorio por cuanto los tributos pueden crearse por Ley. Sin embargo, la decisión
de la Corte es discutible en razón de los votos en discordia de los magistrados, señores Castillo
La Rosa y Carrión Lugo.
Señor Presidente:
De los actuados se puede establecer que el cuestionado D.L. Nº 25980, al elevar el Impuesto
de Promoción Municipal del 2% al 18% en perjuicio de las empresas demandantes, no sólo atenta
contra los derechos adquiridos y reconocidos a las mismas por el Artículo 71º de la Ley General
de Industrias Nº 23407, mediante el cual, en su calidad de empresas establecidas en zonas de
Frontera o de Selva, sólo estarían gravadas con las contribuciones al IPSS, derechos de
importación y tributos municipales, y exoneradas de todo otro impuesto creado o por crearse,
sino que también infringe el Artículo 120º de la Constitución de 1979 [1], aplicable al caso,
fundamento jurídico del citado Artículo 71º de la Ley General de Industrias; por lo que, en
aplicación de los Artículos 87º y 236º de la Carta Fundamental prima la aplicación de la norma
constitucional sobre la legal ordinaria.
Que, asimismo, con la elevación del referido impuesto, que en el fondo equivale al pago del
Impuesto General a las Ventas, el Decreto Ley impugnado vulnera los principios de uniformidad
y justicia que rigen la tributación y que se encuentran recogidos en el Artículo 139º de la Carta
Magna, por los cuales la ley tributaria no admite distingos que no sean los derivados de la
naturaleza de las cosas, como es el caso de autos, y no hay en materia tributaria impuesto
confiscatorio ni privilegio personal.
Que, por último, conforme al Artículo 3º de la Ley Nº 23506, las acciones de garantía proceden
aún en el caso que la violación o amenaza de violación se base en una norma que sea
incompatible con la Constitución, como sucede en el asunto materia de controversia, debiendo
apreciarse la inaplicación de la misma en el propio procedimiento; por lo que la demanda debe
ser amparada.
SENTENCIA
S. CASTILLO LA ROSA S.
CARRION LUGO
Mediante Decreto Ley el gobierno pretendió continuar con la expropiación de un inmueble que el
Poder Judicial había declarado improcedente, con lo que no sólo se violaba el derecho
fundamental a la propiedad consagrado en la Constitución, sino que se perjudicaba el principio
de la cosa juzgada. En el presente caso, la Corte Suprema declara inaplicable el Decreto Ley
25960. Resulta discutible el voto en discordia de la Magistrada Valcárcel Saldaña, pues
demuestra desconocimiento entre lo que es una acción de inconstitucionalidad de la Ley con la
institución de su inaplicabilidad a un caso concreto.
Sentencia
LA SECRETARIA QUE SUSCRIBE CERTIFICA: QUE LOS FUNDAMENTOS DEL VOTO DEL
SEÑOR CALMELL DEL SOLAR DÍAZ ES EL SIGUIENTE:
De conformidad con el dictamen fiscal de fojas noventidós; y CONSIDERANDO: Que del texto
de la demanda se deduce que la accionante solicita se declare la inaplicabilidad de lo dispuesto
en los Artículos primero y segundo del Decreto Ley número veinticinco mil novecientos sesenta,
que el antes mencionado Decreto Ley, en su Artículo primero declara nulos todos los actos
Administrativos, Municipales y Judiciales que pretendan desconocer o enervar las disposiciones
y efectos de la Ley número veinticuatro mil ochocientos setentiuno, y en su Artículo segundo,
refiere que la adjudicación de la propiedad fiscal a que se refiere el mismo constituye título
suficiente para que la Universidad Particular "San Pedro" construya su local, y para que la oficina
de los Registros Públicos proceda a inscribir la propiedad a nombre de la citada Universidad; que
del análisis de los hechos se infiere que la aplicación del Decreto Ley número veinticinco mil
novecientos sesenta, significaría despojar de su propiedad a los accionantes, que según lo
previsto en el Artículo segundo inciso catorce de la Constitución Política de mil novecientos
setentinueve, toda persona tiene derecho a la propiedad y a la herencia, dentro de la Constitución
y las leyes; que el Artículo ciento veinticinco de la Constitución establece que la propiedad es
inviolable y que el Estado sólo podrá privar a los particulares de su propiedad por causa de
necesidad y utilidad pública de interés social declarada conforme a ley previo pago en dinero de
indemnización justipreciada; que según lo dispuesto por el Artículo doscientos treintitrés de la
Constitución Política de mil novecientos setentinueve aplicable al presente procedimiento,
ninguna autoridad puede dejar sin efecto resoluciones que han pasado en autoridad de cosa
juzgada, que el Decreto Ley número veinticinco mil novecientos sesenta al pretender dejar sin
efecto la Ejecutoria Suprema del veintitrés de julio de mil novecientos noventa, sobre el
Expediente número setecientos once-ochentinueve, que declaró inaplicable para los
demandantes el Artículo cuarto de la Ley número veinticuatro mil ochocientos setentiuno,
contraviene directamente el antes citado Artículo doscientos treintitrés.
CONSIDERANDO: además; que, fluye del texto de la demanda, que lo que la actora pretende
por medio de la presente acción es cuestionar la Constitucionalidad del Decreto Ley número
veinticinco mil novecientos sesenta, dado por el Gobierno de Emergencia y Reconstrucción
Nacional el siete de diciembre de mil novecientos noventidós y publicado en el Diario Oficial El
Peruano el dieciocho de ese mismo mes y año, apoyándose en los Artículos tercero y vigésimo
cuarto, inciso décimo segundo de la Ley número veintitrés mil quinientos seis apreciándose lo
antes expuesto a fojas tres, último párrafo del precitado escrito; que, la Constitución Política de
mil novecientos setentinueve aplicable al caso de autos, en su Artículo doscientos noventiséis
preceptúa que el Tribunal de Garantías Constitucionales es el órgano de control de la
Constitución y, en su Artículo doscientos noventiocho, inciso primero, estableció con precisión
que la declaración de inconstitucionalidad parcial o total, de las leyes era competencia de dicho
Tribunal, que siendo esto así, la Acción de Amparo no es la vía adecuada para declarar la
inconstitucionalidad o ilegalidad de una ley, por estas razones: MI VOTO es porque se
CONFIRME la sentencia apelada de fojas setentitrés, integrada por resolución de fojas
setenticinco, ambas de fecha veintidós de abril de mil novecientos noventitrés que declara
IMPROCEDENTE la Acción de Amparo interpuesta por la Asociación de Promotores de Servicios
Educativos Veckor contra el Estado.
Señor Presidente:
Don Rodolfo Quispe Parian, por el Instituto de Seguridad Social - Gerencia Departamental de
Junín, interpone a fojas 75, Recurso de Nulidad de la sentencia de Vista de fojas 70, expedida
por la Sala Civil de la Corte Superior de Junín su fecha 9 de mayo de 1994, que revoca la
sentencia apelada de fojas 42, y reformándola declara Fundada la Acción de Amparo interpuesta
por doña Magda Beatriz Baquerizo Angoma contra el IPSS - Gerencia Departamental de Junín.
De los actuados se puede establecer que la acción subjúdice, está orientada a que se deje
sin efecto la Resolución de Gerencia Departamental Nº 288-IPSS-GDJU-93 del 8 de noviembre
de 1993, mediante la cual se determina la responsabilidad administrativa de la accionante, en el
destino de una caja de medicamentos remitidos por el proveedor "MAQUIFASA" y la obliga con
la reposición del valor de los mismos previa valorización y mediante el descuento del 20% de sus
haberes hasta cubrir el monto responsabilizado, vulnerándose de esta forma, de acuerdo a los
fundamentos invocados por la accionante, su derecho a una remuneración justa y equitativa.
El Artículo 25º del Decreto Legislativo Nº 276 establece que los servidores públicos son
responsables civil, penal y administrativamente por el cumplimiento de las normas legales y
administrativas en el ejercicio del servicio público sin perjuicio de las sanciones de carácter
disciplinario por las faltas que cometan. En este sentido sanciona a la accionante con
Amonestación, por haber incumplido de las normas del Decreto Legislativo Nº 276 y su
Reglamento y actuado con negligencia en el desempeño de sus funciones lo que propició la
sustracción de las cajas de medicamentos. Dicha sanción ha sido impuesta sin previo proceso
administrativo, por no ser exigencia prevista de la Ley.
La citada Resolución Nº 288-IPSS-GDJU, que determina la responsabilidad administrativa de
la accionante, efectúa citas legales que no son aplicables al caso de autos como lo es del Artículo
27º del Decreto Legislativo Nº 276 que se encuentra referido a los grados de sanción de las faltas
disciplinarias y a los Artículos 25º y 26º de la Ley Nº 24786, relativos a la organización
administrativa de los órganos Descentralizados del IPSS, asimismo no guarda coherencia, dado
su rigor, con la sanción de carácter disciplinario consistente en una Amonestación deviniendo
por lo expuesto sin consistencia jurídica, lo cual agregado a las consideraciones de la Sentencia
de Vista, evidencia la transgresión del derecho constitucional a la justa e intangible remuneración
de la accionante.
SENTENCIA
SS. CASTILLO C; URRELLO A.; BUENDIA G.; ORTIZ B.; CASTILLO LA ROSA S.
DERECHO CIVIL
La Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, en la causa vista en audiencia pública el quince
de abril del año en curso, emite la siguiente sentencia:
1. Materia del recurso.- Se trata del recurso de casación interpuesto por don Justo Villanueva
Salazar, mediante su escrito de fojas sensetisiete, contra la sentencia de fojas sesentidos, su
fecha ventiseis de Noviembre de mil novecientos noventitres, expedida por la Segunda Sala Civil
de la Corte Superior de la Libertad, confirmando la sentencia apelada de fojas cuarentisiete, su
fecha dieciocho de octubre de mil novecientos noventitres, declara fundada la demanda de
desalojo interpuesta por Doña Karla Milagros Pinto Ibañez.
3. Considerando:
Primero.- Que la actividad casatoria tiene que circunscribirse estrictamente en torno a los
fundamentos expuestos por el recurrente, los que deben estar específicamente previstos por la
ley, no pudiéndose, por tal razón, examinar todo el proceso para encontrar oficiosamente el
quebranto de normas no denunciadas, ni menos cambiar los fundamentos del recurso planteado,
por cuanto ello implicaría una labor netamente jurisdiccional.
Segundo.- Que el impugnante don Justo Villanueva Salazar, como fundamento de su recurso,
señala que no obstante ser casado con Adelina Tarazona Sáenz, privándose a ésta de su
derecho de defensa, sólo él ha sido emplazado con la demanda de desalojo, demanda admitida
a trámite con fecha quince de setiembre de mil novecientos noventitres, contraviniéndose, entre
otros, -anota el recurrente- lo dispuesto por el artículo doscientos noventidos del Código Civil,
que a partir del once de Diciembre de mil novecientos noventidos tiene el siguiente texto: "La
representación de la sociedad conyugal es ejercida conjuntamente por los cónyuges, sin perjuicio
de lo dispuesto por el Código Procesal Civil. Cualquiera de ellos, sin embargo, puede otorgar
poder al otro para que ejerza dicha representación de manera total o parcial".
Esta alegación, en efecto, importa una denuncia civil en los términos señalados por el numeral
ciento dos del Código Procesal Civil [3], por lo que en el presente proceso ha debido observarse
la regla contenida en el artículo ciento tres [4] del mismo cuerpo legal.
Cuarto.- Que conforme al cuarto parágrafo del artículo sesenticinco del Código Procesal
Civil [5], vigente a la fecha en que se interpuso la demanda, siete de setiembre de mil novecientos
noventitres, la sociedad conyugal es representada por cualquiera de los partícipes si son
demandantes y por los dos cónyuges si son demandados.
4. Declararon:
Fundado el recurso de casación interpuesto por don Justo Villanueva Salazar con su escrito
de fojas sesentisiete y, en consecuencia, NULA la sentencia impugnado de fojas sesentidos, su
fecha ventiseis de noviembre de mil novecientos noventitres, INSUBSISTENTE la sentencia
apelada de fojas cuarentisiete, su fecha dieciocho de octubre de mil novecientos noventitres, y
NULO todo lo actuado a partir de la resolución de fojas veinticinco inclusive.
5. Ordenaron:
Se devuelvan los autos a la instancia respectiva para los fines a que se contrae el último
párrafo del artículo trescientos noventitres del Código Procesal Civil.
VISTOS; con lo expuesto por el Señor Fiscal; por sus fundamentos pertinentes; y,
CONSIDERANDO: que en la demanda de fojas cuatro, se invoca como fundamento de derecho
el inciso tercero del artículo cuatrocientos dos del Código Civil [1]; en el cual se establece que la
filiación extramatrimonial puede declararse en el caso que el presunto padre hubiese vivido en
concubinato con la madre en la época de la concepción; que, si bien es cierto que el concubinato
en sentido estricto se da cuando un varón y una mujer hacen vida de casados sin serlo, lo que
implica habitualidad y notoriedad de la relación extramatrimonial, ausencia de impedimento
natural y cumplimiento de los mismos deberes que infiere la vida de casados y por tanto
convivencia bajo el mismo techo [2]; que, sea cual fuere el sentido en que, se tome al
concubinato, en su acepción más ingenua o menos estricta, es indispensable la habitualidad y
notoriedad de las relaciones; que, en el caso de autos, este concepto de concubinato lo confirman
las afirmaciones hechas por la actora en la demanda corroborada no sólo con las testimoniales
de fojas veintidos, veintitrés, veinticuatro y veintiseis prestadas por los testigos en forma uniforme
sobre la habitualidad de las relaciones existentes entre las partes, sino también con el informe
de la Policía Nacional del Perú de fojas cuarenta, confesión ficta del demandado declarada por
resolución de fojas veintiocho vuelta, además de las fotografías de fojas doce, trece, catorce
cuyo valor probatorio es apreciado por este Supremo Tribunal de acuerdo a las reglas de la sana
crítica prevista en el numeral cuatrocientos del Código de Procedimientos Civiles; que, de lo
expuesto se llega a la conclusión que la demandante y demandado han mantenido relaciones
convivenciales, durante la época de la concepción de la menor Cynthia Isabel Bravo Rodríguez,
por lo que procede acceder a la demanda; que, finalmente, no hay nulidad si el acto procesal no
obstante carecer de algún requisito formal, ha logrado el fin a que estaba destinado, y cuando la
subsanación de los vicios procesales no ha de influir en el sentido de la resolución según lo
dispuesto en los incisos segundo y tercero del artículo mil ochentiseis del Código de
Procedimiento Civiles: declararon NO HABER NULIDAD en la sentencia de vista de fojas
setentinueve, su fecha treinta de noviembre de mil noviembre de mil novecientos noventirés, que
confirmando la apelada de fojas cincuentiuno, de diecisiete de junio del mismo año, declara
FUNDADA la demanda de fojas siete, y, en consecuencia que don Alfonso Percy Bravo Arcaya
es padre de la menor Cynthia Isabel Bravo Rodríguez; con lo demás que contiene; condenaron
en las costas del recurso y multa de ley a la parte que lo interpuso; en los seguidos por Isabel
María Rodríguez Vera con Alfonso Percy Bravo Arcaya sobre declaración de paternidad; y los
devolvieron.-
En el presente caso se resuelve sobre el tipo de moneda en que debe establecerse el monto
indemnizatorio por daños y perjuicios, advirtiéndose que dicho monto debe señalarse en la
moneda de curso legal de nuestro país y no en moneda extranjera, que sólo está autorizada en
los casos de obligaciones contractuales, en las que media acuerdo de las partes, de conformidad
con el artículo 1237 del Código Civil.
VISTOS; por los fundamentos pertinentes, de conformidad en parte con lo dictaminado por
Señor Fiscal, y CONSIDERANDO: que dada la naturaleza de la causa, no puede señalarse el
monto de la indemnización proveniente de una responsabilidad extracontractual en dólares
americanos, sino en la moneda de curso legal de nuestro país, estableciéndose ésta en forma
prudencial: declararon HABER NULIDAD en la sentencia de vista de fojas ciento treintinueve,
su fecha catorce de julio de mil novecientos noventitres, en cuanto revocando la apelada de fojas
ciento catorce su fecha cinco de noviembre de mil novecientos noventidos, señala por concepto
de indemnización la suma quince mil dólares americanos; reformando la primera y revocando la
segunda en este extremo; FIJARON en quince mil nuevos soles dicho monto; declararon NO
HABER NULIDAD en lo demás que contiene; en los seguidos por Segundo Yarlaque Mori con
el Supremo Gobierno y otros sobre indemnización; y los devolvieron.-
EXPEDIENTE Nº 580-94
SALA CIVIL
DICTAMEN Nº 307-94-MP-FN-FSC
Señor Presidente:
Es materia del recurso de nulidad concedido vía recurso de queja, la resolución de vista de
fs. 139 que confirma la sentencia apelada de fs. 114 a 115 que declara fundada la demanda de
fs. 3, variada a fs. 19, que fija una suma por toda indemnización que deberá abonar la Policía
Nacional y de Sanidad, más intereses legales al demandante don Segundo Yarlaqué Mori; la
revocaron en el extremo que señala la suma de un mil nuevos soles como indemnización el que
reformándolo señalaron el pago de quince mil dólares americanos como indemnización, con
costas; en los seguidos por don Segundo Yarlaqué Mori, con el director General de la Sanidad
de las Fuerzas Policiales, sobre indemnización por daños y perjuicios.
Al interponer a fs. 141 el demandante su recurso de nulidad, sólo refirió no estar conforme
con la sentencia de vista, sin precisar los fundamentos de su disconformidad, posteriormente a
partir de fs. 148, el Procurador Público a cargo de los asuntos de la Policía Nacional y Sanidad
de la misma, que viene actuando, ha solicitado la nulidad de dicha sentencia por haberse
señalado, la suma a pagar en dólares y no en moneda nacional, tal como ha sido demandado.
Tal manifestación importa un reconocimiento a lo resuelto en el fondo del asunto, en cuanto
a la responsabilidad extra-contractual, por el hecho dañoso, producido por los médicos que
intervinieron quirúrgicamente al demandante, los cuales en efecto según el informe pericial de
fs. 103 vta., no tuvieron necesidad de ocasionar un acortamiento del fémur y de la tibia del
demandante consecuentemente teniendo éstos la condición de dependientes del demandado es
de aplicación al caso lo dispuesto por el art. 1981 del C.C.[1] que establece la responsabilidad
objetiva.
Que con relación a la suma mandada pagar, es de advertir, que en efecto el demandante ha
solicitado como importe de la indemnización reclamada, una determinada cantidad en moneda
nacional, la cual no puede ser variada a moneda extranjera en este caso dólar, no sólo porque
la Unidad del Sistema monetario del Perú es el nuevo sol, sino autorizada en las obligaciones
contractuales, cuando media acuerdo de partes (art. 1237 del C.C.) [2], situación a la cual no se
asimila el caso de autos.
Por tanto, esta Fiscalía es de opinión que HAY NULIDAD en la recurrida, en la parte que
señala en dólares el monto de la indemnización, la que reformándose propongo que ésta sea
establecida en treintidos mil ochocientos cincuenta nuevos soles, NO HABIENDO NULIDAD en
lo demás que contiene.
VISTOS; de conformidad en parte con lo dictaminado por el Señor Fiscal; por los fundamentos
pertinentes de la apelada; y CONSIDERANDO: que, el régimen de nulidad de matrimonio es
independiente del régimen de la nulidad del acto jurídico; que, en el caso de autos, lo que
realmente se pretende por el actor en su demanda de fojas tres es la nulidad de su matrimonio
contraído con doña Nolberth Natalia Huanqui Talavera el seis de mayo de mil novecientos
setentiocho por ante la Municipalidad del distrito de Sunampe, Provincia de Chincha,
Departamento de Ica, fundado en que no ha realizado gestiones para contraer dicho matrimonio,
resultando nulo por este hecho y además porque en el Registro del Libro de matrimonio número
veintitrés no corre su firma auténtica; que, sin embargo, durante el curso del proceso no se ha
aprobado los medios de prueba idóneos que justifiquen dicha nulidad, por lo que resulta de
aplicación la normal legal contenida en el artículo trescientos treintiocho del Código de
Procedimientos Civiles [1] : declararon HABER NULIDAD en la sentencia de vista de fojas ciento
sesentisiete, su fecha quince de noviembre de mil novecientos noventitrés que revocando la
apelada de fojas ciento cincuenta, su fecha cuatro de noviembre de mil novecientos noventidos,
declara fundada la demanda; reformando la de vista, confirmaron la de primera instancia que
declara INFUNDADA dicha demanda; en los seguidos por Pedro Antonio Fernández Barbarán
con Nolberth Natalia Huanqui Talavera sobre nulidad de matrimonio; y los devolvieron.
EXPEDIENTE Nº 45-94
SALA CIVIL
DICTAMEN Nº 080-94-MP-FN-FSC
Señor Presidente:
Viene en recurso de nulidad la sentencia de vista de fs. 168 que revocando la apelada de fs.
150 declara fundada la demanda y por consiguiente nulo el matrimonio civil contraído ante el
Concejo Distrital de Sunampe - Chincha el 06 de mayo de 1986; en los seguidos por don Pedro
Antonio Fenández Barbarán, re-presentado por don José Santos Fernández Barbarán contra
Nolberth Natalia Huanqui Talavera, sobre nulidad de matrimonio.
En cuanto a la alegación de la parte demandada en el sentido que el poder de fs. 132 a 134
no contiene facultad expresa de demandar una nulidad de matrimonio, es menester dejar
aclarado que como bien lo ha sostenido el Juez de Primera Instancia, lo que en rigor se acciona
es la nulidad de un acto jurídico por falta de voluntad del agente y por carencia de las
formalidades de ley. Si se argumenta que uno de los atribuidos contrayentes de un matrimonio
no concurrió a la ceremonia formal y solemne, obviamente no existe matrimonio que anular, sino
un acto jurídico en el que intervinieron un representante del Estado y personas naturales que
concluyeron el negocio sin cumplir con normas sustanciales. En consecuencia, no puede ser de
aplicación al caso de autos el artículo 280 del Código Civil vigente, sino el artículo 1134 del
derogado y 220 del actual [2], en cuanto otorga capacidad de acción en la nulidad de acto jurídico
a quien tenga interés.
Los demás datos integrados en la partida de matrimonio de fs. 03 y que según la parte actora
hacen inválido el acto, como que no aparece el número de libreta electoral de la mujer o que se
anot como su domicilio el del Alcalde de la localidad, no son trascendentes para declarar la
nulidad del acto jurídico.
Merece un análisis especial el peritaje presentado por los profesionales nombrados por el
juzgado de fs. 67 que concluye que la firma puesta en la partida de nacimiento de los Registros
Civiles no es auténtica. La Sala para otorgar contundencia probatoria a esta prueba pericial no
ha tenido a la vista siquiera, los instrumentos que han servido para la comparación, ni menos las
fotografías del documento que se asienta en el Registro. Tampoco el juez de la causa tuvo el
cuidado de mandar ampliar o detallar la prueba pericial, que en el caso presente, tenía
importancia capital. Con lo actuado, en relación a esa prueba, no puede declararse la nulidad del
acto jurídico ni del instrumento que lo contiene, sobretodo, tratándose de una partida de
matrimonio civil, que contiene un acto solemne y que sirve de prueba de la regulación jurídica de
la familia.
En todo caso, debe apelarse al principio previsto en el artículo 273 del Código Civil [3], en
cuanto que la duda sobre la celebración del matrimonio se resuelve favorablemente a su
preexistencia, si los cónyuges viven o hubieran vivido en la posesión constante del estado de
casados, como puede comprobarse de la partida de nacimiento de fs. 98 y resolución
administrativa de fs. 176.
Por lo expuesto, esta Fiscalía Suprema considera que HAY NULIDAD en la sentencia
recurrida, la que reformando puede Confirmar la de primera instancia.
DERECHO COMERCIAL
Esta ejecutoria, vinculada al Derecho Comercial, es de utilidad para apreciar cómo se torna
ineficaz un título-valor por ser protestado inoportunamente. Al respecto la jurisprudencia advierte
sobre el cuidado que ha de tenerse respecto del vencimiento y la oportunidad legal para verificar
el protesto, concluyendo en que la fecha de presentación de una letra de cambio determina su
vencimiento, de modo que no puede protestarse en la misma fecha, sino dentro de los ocho días
posteriores.
La Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, integrada por los Señores: Urrello, Roman,
Vásquez, Carrión y Rivas, vio en audiencia pública de la fecha la CAUSA número ocho
noventicuatro y verificada la votación con arreglo a ley, emite la siguiente sentencia:
1. Materia del recurso.- Se trata del recurso de casación interpuesto por el Banco de Crédito
del Perú, mediante su escrito de fojas sesenticuatro, contra el auto de fojas cuarentiseis, su fecha
dos de diciembre de mil novecientos noventitrés, expedida por la Cuarta Sala Civil de la Corte
Superior de Lima que, confirmando el auto apelado de fojas veinte, su fecha veintinueve de
setiembre de mil novecientos noventitrés, declara improcedente la demanda ejecutiva formulada
por recurrente contra Distribuidora de Textiles Cartex Sociedad Anónima, sobre pago de dólares.
3. Considerando:
Primero.- Que, la actividad casatoria tiene que circunscribirse estrictamente en torno a los
fundamentos expuestos por el recurrente, los que deben estar específicamente previstos por la
ley, no resultando, por tanto, factible examinar todo el proceso para encontrar oficiosamente el
quebranto de normas no denunciadas, ni menos cambiar los fundamentos del recurso planteado,
por cuanto ello implicaría una labor netamente jurisdiccional.
Segundo.- Que, no está en discusión la facultad que tiene el tenedor de una letra girada a la
vista para escoger, a su arbitrio, dentro del plazo de un año, la fecha de presentación al girado
para su pago, puesto que éste es el criterio que informa el segundo párrafo del artículo
ochentinueve de la Ley número dieciséis mil quinientos ochentisiete;
Tercero.- Que, sin embargo, esta facultad tampoco se opone a lo que prescribe el primer
párrafo de dicho dispositivo legal, conforme al cual la letra de cambio a la vista vence el día de
la presentación al girado para su pago, de modo que cuando el Banco de Crédito como poseedor
del título, presentó la letra de fojas ocho para su pago mediante la carta notarial de fojas nueve
el día ocho de julio de mil novecientos noventitrés, según la certificación del notario, ese mismo
día tuvo lugar su vencimiento y, obviamente, de acuerdo con el inciso segundo del artículo
cuarentinueve de la citada ley el protesto debió verificarse dentro de los ocho días posteriores a
dicho vencimiento, esto es, a partir del día nueve del mencionado mes;
4. Declararon:
INFUNDADO el recurso de casación interpuesto por el Banco de Crédito del Perú por escrito
de fojas sesenticuatro.
6. Ordenaron:
DERECHO TRIBUTARIO
DOMICILIO FISCAL
Asunto : Queja
Provincia : Huancayo
Lima, 8 de Abril de 1994
CONSIDERANDO:
Que estando a lo dispuesto en el artículo 11º del Código Tributario [1] y de acuerdo a la
jurisprudencia del Tribunal Fiscal establecida en su Resolución Nº 28131, procede amparar la
queja;
De acuerdo con el dictamen del Vocal señor Rivera Postigo, cuyos fundamentos se reproduce;
Con los señores Vocales Rivera Postigo, Cogorno Prestinoni y Castro Ross-Morrey;
RESUELVE:
Regístrese, comuníquese y remítase a la SUNAT, Intendencia Regional IX, para sus efectos.
S.A.
Asunto : Queja
Provincia : Huancayo
Señor:
Expediente Nº 53-94
Dictamen Nº 1665-94 -
Recurso de revisión
LIMA
Señor Presidente:
De los actuados aparece que mediante Cartas Nº 013-94-R2-4220 del 29 de marzo de 1994
y Carta Múltiple Nº 007-SUNAT-R2-4210 del 4 de mayo de 1994, la Superintendencia Nacional
de Administración Tributaria - Intendencia Regional IX JUNIN, requirió a la Compañía
Embotelladora PEDRO M. ARANDA S.A. con R.U.C. Nº 12040202, con domicilio fiscal en Jr.
Huaraz Nº 447 de Tarma, en su calidad de principal contribuyente para que sus obligaciones
tributarias de pago los efectúe en el local que la Intendencia Regional JUNIN tiene ubicado en la
Calle Real Nº 333 de la ciudad de Huancayo; y habiendo interpuesto Recurso de Queja el
Tribunal Fiscal mediante Resolución Nº 430-1 del 8 de abril de 1994 declaró fundada la queja
ordenando que la Administración Tributaria exija el cumplimiento de las obligaciones de la
Empresa en el lugar donde tienen fijado su domicilio fiscal.
Que el Segundo Párrafo del Art. 11º del Código Tributario establece que el domicilio es el
lugar fijado para todo efecto tributario, por lo que siendo así la Administración Tributaria deberá
cumplir con la norma citada.
S.S. CASTILLO C., URELLO A., BUENDIA G., ORTIZ B., CASTILLO LA ROSA S.
Asunto : Multa
Provincia : Lima
CONSIDERANDO:
Que de conformidad con lo dispuesto en el artículo 151º del Código Tributario [1], procede
calificar la presente apelación como de puro derecho;
Que conforme al artículo 19º de la Constitución Política del Perú de 1993, las Universidades
están exoneradas de todo impuesto directo o indirecto que afecta los bienes, actividades y
servicios propios de su finalidad educativa y cultural;
Que estando a lo normado en el artículo 101º del Código Tributario, el Tribunar Fiscal no tiene
competencia para declarar la ilegalidad o inconstitucionalidad de una Ley para tipificar la
contribución al FONAVI como un impuesto;
Que el distinto efecto económico-financiero que puede tener para el empleador o para el
trabajador, la contribución en referencia, no conlleva a que el Tribunal Fiscal pueda declarar que
la naturaleza jurídica de un tributo cambie según de quien se trate, esto es, que sea impuesto
para el empleador y contribución para el trabajador;
RESUELVE:
Asunto: Multa
Señor:
Por escrito de 10.04.95, al amparo de los artículos 130º [2] y 151º del Código Tributario, la
Universidad Particular Ricardo Palma interpone apelación de puro derecho contra las
Resoluciones de multa números 012-2-02193, 012-2-02194, 012-2-02195, y 012-2-02196, de la
Superintendencia Nacional de Administración Tributaria, que le acotó la parte que en calidad de
empleador le corresponde por contribución al Fondo Nacional de Vivienda (FONAVI). La
Recurrente impugna lo anterior, argumentando, en breve, que durante la vigencia del artículo 32º
de la Constitución de 1979 [3] las universidades estaban exoneradas de todo tributo, y que luego
durante la vigencia del artículo 19º de la Constitución de 1993 [4] las universidades han pasado
a gozar de inafectación de todo impuesto. Agrega que aunque el numeral 3B del artículo 2º del
Decreto Legislativo 771, de 30.12.93, tipifica al FONAVI como contribución, en realidad para el
empleador es un impuesto aunque para el empleado sea una contribución. Por lo cual concluye
que el cambio que restringe la desgravación de todos los tributos a sólo los impuestos no las
afecta en lo que se refiere al FONAVI. Avala su parecer en la opinión institucional del Colegio de
Abogados de Lima, aprobada en Junta Directiva de 01.03.95, basada en un informe, de 22.02.95,
del profesor Humberto Medrano Cornejo.
Los actos jurídicos civiles o comerciales no son iguales a los actos jurídicos administrativos,
siendo estos últimos los que comprenden a los referidos a tributación. Así, en el acto jurídico civil
o comercial hay un agente capaz, que puede realizar todo el universo de actos lícitos, mientras
que en el acto jurídico administrativo hay un organismo público competente, que sólo debe
realizar su objeto legal. Así, también, en el acto jurídico civil o comercial la forma no es
compulsoria, salvo que esté expresamente prescrita como tal, mientras que en el acto jurídico
civil o comercial la forma no es compulsoria, salvo que esté expresamente prescrita como tal,
mientras que en el acto jurídico administrativo es compulsorio ceñirse a la forma y el
procedimiento establecido. El artículo 140º del Código Civil y el artículo 43º del Decreto Supremo
02-94-JUS, de 28.01.94 (Ley de Normas Generales de Procedimientos Administrativos) [5] así
lo disponen.
Los actos administrativos pueden ser generales, si se considera de manera abstracta una
situación genérica, o pueden ser particulares, si se considera uno o más particulares
individualmente determinados. Del artículo 101º del Código Tributario resulta que el Tribunal
Fiscal se pronuncia sobre actos administrativos particulares, no sobre actos administrativos
generales. Precisamente por eso para impugnar por ilegalidad o por inconstitucionalidad actos
administrativos generales la vía correspondiente no es la apelación de puro derecho del artículo
151º del Código Tributario sino la acción de amparo ante el Poder Judicial.
Entre los actos administrativos los referidos a la tributación adolecen de los derechos que el
administrado en sentido lato goza frente a la administración. Así, el artículo 4º del Decreto
Supremo 02-94-JUS, de 21.08.94 (Ley de Normas Generales de Procedimientos Administrativos)
establece que cualquier administrado puede presentarse ante la autoridad administrativa para
obtener la declaración, reconocimiento o concesión de un derecho, el ejercicio de una facultad,
la constancia de un hecho o formular legítima oposición. En cambio, el contribuyente, como tal
contribuyente, es un mero sujeto pasivo de una obligación frente al Fisco, casi siempre pagadera
en dinero. La principal garantía en que se refugia es el principio de legalidad del artículo 74º de
la Constitución de 1993, vale decir, la creación, modificación, derogación, exoneración de tributos
se tiene que hacer por Ley o por Decreto Legislativo, salvo los aranceles y tasas, e inclusive los
gobiernos locales, dentro del ámbito de su competencia, tienen que actuar bajo los límites que
señala la Ley. Por eso todos los elementos esenciales de un tributo tienen que estar previstos
por Ley o por Decreto Legislativo, como lo establece la norma IV del Título Preliminar del Código
Tributario [8].
SOLVE ET REPETE
Asunto : Queja
Provincia : Lima
Visto la queja interpuesta por ELECTROLIMA S.A., contra el Concejo Distrital de San
Jerónimo de Surco, en relación con el procedimiento seguido respecto de la Orden de Pago Nº
001-94-SJS, referida al Impuesto al Patrimonio Predial de los años 1988 a 1993.
CONSIDERANDO:
Que de la revisión de los actuados se establece que el asunto a dilucidar y que es materia de
la presente queja, constituye la actuación del Concejo;
Que si bien la reclamación ha sido interpuesta fuera del término de ley, el Tribunal Fiscal con
fecha 18 de agosto de 1994, había resuelto amparar la queja interpuesta por la recurrente por la
Cobranza coactiva de la Orden de Pago Nº 001-94-SJS, cuya cobranza motiva esta queja;
Que en la referida Resolución, el Tribunal Fiscal estableció que el asunto requería de una
interpretación jurídica pues la base imponible había comprendido diversas instalaciones y
construcciones que según la empresa habrían sido edificadas en bienes de dominio público;
De acuerdo con el dictamen del Vocal señor Laguna Caballero, cuyos fundamentos se
reproduce;
Con los señores Zelaya Vidal, Laguna Caballero y Seminario Dapello, a quien llamaron para
completar Sala;
RESUELVE:
Asunto : Queja
Provincia : Lima
Señor:
En la queja interpuesta por ELECTROLIMA S.A., a pedido del Tribunal Fiscal, la Municipalidad
Distrital de San Jerónimo de Surco ha cumplido con informar sobre los hechos que la motivan.
Estando a lo anterior soy de opinión que el Tribunal Fiscal acuerde amparar la queja, en vía
de reiteración, disponiendo se suspenda la cobranza y se admita a trámite la reclamación
formulada por la quejosa sin exigir el pago previo de la deuda.
Provincia : Lima
CONSIDERANDO:
Que procede calificar la presente apelación como de puro derecho, de conformidad con el
artículo 151º del Código Tributario [1];
Que el contexto en referencia fue aprobado por Decreto Supremo Nº 028-88-TC, expedido al
amparo del inciso 20 del artículo 211º de la Constitución Política de 1979 [2];
Que asimismo señala la citada Resolución, que el mismo dispositivo legal, al referirse en sus
artículos 10º y 11º a las inafectaciones al nuevo impuesto al Patrimonio Empresarial, no incluye
a las empresas que prestan servicio público de telefonía;
Que la interpretación equivocada que efectuó la empresa, fue inducida por el texto del Decreto
Legislativo 619 que no hizo precisiones con relación a la derogatoria que establecía, dando lugar
a la duda razonazble sobre la vigencia del régimen tributario contenido en los contratos como el
de autos, por lo que en aplicación del artículo 170º del Código Tributario [4], no procede la
aplicación de sanciones e intereses:
De acuerdo con el dictamen del Vocal señor Seminario Dapello, cuyos fundamentos se
reproduce:
RESUELVE:
Provincia : Lima
Señor:
Resulta pertinente recoger, del desarrollo que hace del tema el profesor Rafael Bielza, tres
extractos contenidos en Derecho Administrativo, sexta edición, Tomo II, páginas 175 y
siguientes, 190 y siguientes, y 266 y siguientes. Dice así: "Cuando el Estado presta un servicio
público en concurrencia con los particulares o concesionarios, no puede hablarse de contratos
administrativos respecto de los usuarios y consumidores porque entonces el Estado procede
como persona jurídica de derecho privado". Luego afirma que las "disposiciones de imperium,
no son suceptibles de convenio; las demás lo son sobre obligaciones y derechos contractuales".
También dice: "Por regla general a los concesionarios se les da privilegios y excepciones
fiscales... si se gravara al concesionario con impuestos sobre su actividad o sobre sus bienes
necesarios para la explotación del servicio, ello determinaría un aumento de los gastos de
explotación, y correlativamente un aumento de las tarifas..."
Muchos de los principios generales de derecho provienen del derecho civil. No porque el
derecho civil los haya empleado y ordenado primero son exclusivos de él. Son principios
comunes a todo el derecho, que el derecho civil por su mayor antiguedad fue el primero en
sistematizarlos. Por eso, según la norma IX del Código Civil [7] sus disposiciones se aplican
supletoriamente a lo regulado por otras leyes. De manera que el artículo 1357 del Código Civil [8],
que permite que mediante contrato el Estado otorgue garantías y seguridades, fue aplicable tanto
a situaciones que se tipificaran como civiles como a situaciones que se tipificarán como
administrativas.
El artículo 62 de la Constitución de 1993 [9] introdujo en forma expresa la figura del contrato
Ley. Ello no ocurrió en la Constitución de 1979. Sin embargo, antes de la Constitución de 1993
en el Perú se dieron situaciones tipificadas como contratos leyes, sobre todo para las grandes
inversiones mineras y petroleras, a cuyo amparo los inversionistas podrían celebrar contratos
cuyos términos no variaban por cierto tiempo. En el caso de la recurrente la controversia es si el
contrato de 12.08.88 constituye o no un contrato Ley. Pues si constituye un contrato ley prima lo
dispuesto en el artículo 62 de la Constitución de 1993, que garantiza que la exoneración del
impuesto al patrimonio empresarial no puede ser variada. En cambio, si el contrato de 12.08.88,
no constituye contrato ley -prima lo dispuesto en los artículos 10 y 20 del Decreto Legislativo 619,
del 29.11.90, que dispone que queda derogadas todas las exoneraciones del impuesto al
patrimonio empresarial, salvo las consignadas expresamente en la misma norma. Es frecuente
la discusión, por lo difícil de distinguir, entre un contrato ley y un contrato aprobado por ley. Es
decir, no hay opinión unánime en la doctrina sobre los criterios para distinguir entre lo que es un
contrato ley de lo que es una ley que autoriza un contrato.
Asunto : Queja
Provincia : Lima
Vista la queja interpuesta por VIGILIA PERUANA S.A., contra el Instituto Peruano de
Seguridad Social, en relación con el procedimiento coactivo que le ha iniciado.
CONSIDERANDO:
Que el caso de autos no está referido a presuntas infracciones al procedimiento tributario que
se ventilan en la vía de la queja, sino a la controversia sobre la ejecución de un convenio de pago
de un adeudo por aportaciones de seguridad social, en las que no se discute el monto del mismo,
sino los peritajes de los bienes involucrados en un pago en especie convenido;
RESUELVE:
Asunto : Queja
Provincia : Lima
Señor:
Por escrito de 08.02.95, al amparo del artículo 155º del Código Tributario [1], Vigilia Peruana
S.A. formuló queja contra el IPSS. La razón de la queja fue que en el proceso de cobranza
coactiva interpuesta al amparo del Decreto Ley 17355, de 31.12.68, se habrían infringido diversas
disposiciones legales. Por proveído de 10.02.95, el Tribunal Fiscal solicitó a la Administración
informe sobre los hechos que motivaban la queja. La Administración contestó mediante escrito
de 07.04.95, acompañando un convenio de pago, de 22.01.93, celebrado entre la Administración
y la recurrente.
Según el artículo 1ro. del Código Tributario [2], la obligación tributaria es de derecho público,
establecida por ley. Precisamente por ello, de acuerdo con el artículo 26º del Código
Tributario [3], los convenios por los cuales el deudor tributario transmite su obligación a un tercero
carecen de eficacia frente a la Administración. Por añadidura, en armonía con el artículo 32º del
Código Tributario [4], el pago de la obligación tributaria se hace en dinero, salvo que por decreto
supremo se autorice se haga en especie.
Ocurre, sin embargo, que en la cláusula sexta del convenio de 22.01.93, la Administración
conviene y acepta el pago por uno de los obligados, el Recurrente, Vigilia Peruana S.A., de las
obligaciones tributarias de los otros once obligados. Luego expresamente se señala que la
subrogación ocurrida se sujeta a lo dispuesto en los artículos 1260º y 1261º del Código Civil [5].
Es decir, la Administración dejó de lado la naturaleza de derecho público, establecida por ley, de
las obligaciones tributarias originales, esto es, las dejó al margen de lo dispuesto en el artículo
1º del Código Tributario. También dejó de lado que carece de eficacia frente a la Administración
la transmisión de la obligación tributaria, esto es, las dejó al margen de lo dispuesto en el artículo
26º del Código Tributario. En suma, al pactar que un obligado, el recurrente, asumiera las
obligaciones tributarias de los otros once obligados, extinguió su carácter tributario. Por lo demás,
no se señala norma de derecho público alguna que retenga el carácter tributario después de la
transmisión.
Ocurre, además, que en las cláusulas primera y octava del convenio de 22.01.93, en vez que
las aportaciones se paguen en efectivo se permite que se paguen en servicios. Se produce, en
consecuencia, una novación objetiva. Por lo cual, conforme al artículo 1278º del Código Civil [6],
se sustituye la obligación primitiva por otra con prestación distinta o diferente. Es decir, las
obligaciones tributarias originales, que debieron ser pagadas en efectivo por todos los deudores
tributarios, se cambian por una sola nueva obligación que el Recurrente puede pagar en
servicios. El amparo del cambio en la naturaleza del pago no es el artículo 32º del Código
Tributario, que exige decreto supremo y pago en especie, término que el artículo 1648º del
Código Civil [7] usa como sinónimo de bien consumible. El amparo de este cambio en la
naturaleza del pago, mas no así en la transmisión de la obligación, son los artículos 46º y 47º de
la Ley 24786, de 28.12.87 [8], que facultan al Concejo Directivo del IPSS a cobrar las
aportaciones en bienes o en servicios.
De manera que la novación objetiva ocurrida carece de amparo para la transmisión de las
obligaciones tributarias originales, en tanto que tuvo un amparo ajeno al Código Tributario para
el cambio en la naturaleza del pago. Pues bien, las normas VIII y IX del Título Preliminar del
Código Tributario [9] disponen, respectivamente, que son válidos todos los métodos de
interpretación admitidos en derecho, lo que incluye la analogía, y que en todo lo no previsto
expresamente en la legislación tributaria rigen los principios de derecho administrativo y los
principios generales de derecho. En ese sentido, el artículo 11º del Decreto Supremo 02-94-JUS,
de 28.12.94 (Ley de Normas Generales de Procedimientos Administrativos) señala que los
órganos administrativos se deben abstener de conocer procedimientos en que ocurran
cuestiones litigiosas entre dos particulares sobre determinadas relaciones de derecho privado.
En el caso de autos ya no se configura una obligación tributaria, de origen legal, en que las partes
estén en diferente situación, Administración y recurrente, sino una obligación regida por el
derecho común, de origen contractual, en que las partes están en igual situación, según se
desprende de la propia declaración de las partes en el convenio de 22.01.95.
RESOLUCION Nº 021-94-INDECOPI-CONASUP
VISTOS:
CONSIDERANDO:
Que, DAEWOO PERU S.A. publicó un anuncio en los diarios El Comercio y La Industria los
días 19 y 21 de noviembre respectivamente, en los que afirmaba: "DAEWOO PRIMERO EN
VENTAS EN EL PERU, CALIDAD: LA MEJOR, POR REPRESENTAR DIRECTAMENTE A LA
FABRICA. SERVICIO: TALLERES ESPECIALIZADOS EN NUESTROS CONCESIONARIOS.
REPUESTOS: STOCK COMPLETO Y LEGITIMO EN TODO EL PAIS", incluyendo cuadros
comparativos, todo lo cual ha sido cuestionado por la denunciante, solicitando su sustentación;
Que, la denunciada presentó sus descargos señalando que la afirmación "primero en ventas"
se sustenta en la estadística de la Asociación Automotriz del Perú, que establece que Toyota es
la primera en ventas con 2184 automóviles vendidos y, siendo que Daewoo no es miembro de
dicha Asociación, el total de autos vendidos son de 2,188 que lo harían el primero superando a
Toyota, lo cual corresponde a las estadísticas de Daewoo contenidas en sus libros contables,
facturas, pólizas de importación y registros de venta en el mismo período que contempló la
Asociación al realizar su estadística, poniendo a disposición de la CONASUP la referida
documentación sustentatoria;
Que, respecto de las afirmaciones "calidad: la mejor, con su indiscutible tecnología de punta"
y "precios: los mejores, por representar directamente a la fábrica" tanto la jurisprudencia como la
doctrina consideran que estas afirmaciones no son susceptibles de prueba, siendo
exageraciones permitidas por la Ley, siendo que la representación directa de fábrica ha sido
acreditada ante esta Comisión según Resolución Nº 132-93-INDECOPI-CONASUP;
Que, el artículo 8 del mencionado Decreto señala que es lícito hacer comparaciones expresas
de productos, si la comparación no denigra a los competidores ni confunde a los consumidores.
Toda comparación debe ser específica, veraz y objetiva y debe dar una apreciación de conjunto
de los principales aspectos de los productos comparados;
Que, respecto de los cuadros comparativos en los cuales se mencionan otras marcas, el
mismo anuncio señala claramente: "Fuente: Revista Automás", siendo que no se ha infringido lo
dispuesto en el citado artículo 8;
Que, el artículo 15 del citado decreto señala que cualquier ilustración, descripción o afirmación
pulicitaria sobre el producto anunciado será siempre susceptible de prueba por el anunciante, en
cualquier momento y sin dilación, a requerimiento de la CONASUP, de oficio o a pedido de parte;
Que, de las pruebas ofrecidas se han acreditado suficientemente las afirmaciones "primero
en ventas en el Perú" y "servicio: talleres especializados en nuestros concesionarios";
Que, las afirmaciones "calidad: la mejor con su indiscutible tecnología de punta" y "precios:
los mejores, por re-presentar directamente a la fábrica" no son susceptibles de prueba en los
términos del referido artículo 15 entendiéndose como exageraciones aceptadas por la normativa
publicitaria;
Que, el artículo 4 del referido Decreto señala que los anuncios no deben contener
informaciones ni imágenes que directa o indirectamente, o por omisión, ambigüedad, o
exageración, puedan inducir a error al consumidor, especialmente en cuanto a las características
del producto, el precio y las condiciones de venta;
Que, la afirmación "repuestos: stock completo y legítimo en todo el país" ha sido acreditada
únicamente en las ciudades de Lima, Trujillo y Cuzco, las cuales no se refieren siquiera a las
capitales de provincia del país, lo cual induce a error al consumidor, infringiendo lo dispuesto en
los artículos 4 y 15 del citado decreto;
RESUELVE:
Regístrese y Comuníquese
VISTOS:
La denuncia presentada por The Gillette Company y Gillete del Perú contra la Fábrica de
Accesorios Eléctricos S.A.-FACELSA, por presuntas infracciones al Decreto Legislativo Nº 691,
Normas de publicidad en Defensa del Consumidor, y;
CONSIDERANDO:
Que, la Fábrica de Accesorios Eléctricos S.A. presentó sus descargos señalando que el
cuadro comparativo es parte del estudio de pruebas del producto máquinas desechables de
afeitar BARBARRAS realizado por la empresa Mercadeo y Opinión S.A. en relación con los
usuarios habituales de PRESTOBARBA, siendo que dicho cuadro no ha sido alterado, añadiendo
que en el mismo volante se indica la fuente del cuadro y el total de los entrevistados, siendo que
no han infringido normativa publicitaria alguna;
Que, el artículo 4 del Decreto Legislativo Nº 691 señala que los anuncios no deben contener
informaciones ni imágenes que directa o indirectamente, o por omisión, ambigüedad, o
exageración, puedan inducir a error al consumidor, especialmente en cuanto a las características
del producto, el precio y las condiciones de venta;
Que, el artículo 8 del referido Decreto establece que es lícito hacer comparaciones expresas
de productos, incluyendo lo relativo a precios, si la comparación no denigra a los competidores
ni confunde a los consumidores. Toda comparación debe ser específica, veraz y objetiva, y debe
dar una apreciación de conjunto de los principales aspectos de los productos comparados;
Que, el estudio realizado por la empresa Mercadeo y Opinión S.A., se refiere a la prueba del
producto máquinas desechables de afeitar BARBARRAS en usuarios potenciales para
determinar el nivel de aceptación de BARBARRAS, y no a la comparación entre este producto y
PRESTOBARBA;
Que, el estudio de prueba de producto desarrollado para FACELSA no cumple con los
requisitos metodológicos generalmente aceptados que le permitan difundirse al público en
general como representativos del comportamiento general del mercado;
Que, el cuadro comparativo publicado hace parte del estudio únicamente de modo referencial
y no es el resultado de un estudio comparativo que hubiera requerido de una técnica distinta de
la empleada para obtener un resultado técnicamente sostenible, según señalara el Sr. Ricardo
Martínez Lindquist, Presidente Ejecutivo de Mercadeo y Opinión S.A. y que obra en las cartas
por él suscritas a fojas 37;
JURISPRUDENCIA EXTRANJERA
COMENTADA
LA DROGA EN COLOMBIA : UNA SENTENCIA DE ROSTRO
DEMOCRÁTICO (Germán Bidart Campos)
1. ANTECEDENTES
"artículo 2º. Para efectos de la presente ley se adoptarán las siguientes definiciones:
j) Dosis para uso personal: Es la cantidad de estupefaciente que una persona porta o conserva
para su propio consumo.
Es dosis para uso personal la cantidad de marihuana que no exceda de veinte (20) gramos la
de marihuana hachís lo que no exceda de cinco (5) gramos; de cocaína o cualquier sustancia a
base de cocaína la que no exceda de un (1) gramo, y de metacualona la que no exceda de dos
(2) gramos.
No es dosis para uso personal, el estupefaciente que la persona lleve consigo, cuando tenga
como fin su distribución o venta, cualquiera que sea su cantidad".
"artículo 51º El que lleve consigo, conserve para su propio uso o consuma, cocaína,
marihuana o cualquier otra droga que produzca dependencia, en cantidad considerada como
dosis de uso personal, conforme a lo dispuesto en esta ley, incurrirá en las siguientes sanciones:
a) Por primera vez, en arresto hasta por treinta (30) días y multa en cuantía de medio (1/2)
salario mínimo mensual.
b) Por la segunda vez, en arresto de un (1) mes a un (1) año y multa en cuantía de medio
(1/2) a un (1) año y multa en cuantía de medio (1/2) a un (1) salario mínimo mensual, siempre
que el nuevo hecho se realice dentro de los doce (12) meses siguientes a la comisión del primero.
El médico tratante informará periódicamente a la autoridad que haya conocido del caso sobre
el estado de salud y rehabilitación del drogadicto. Si la familia faltare a las obligaciones que le
corresponden, se le hará efectiva la caución y el internamiento del drogadicto tendrá que
cumplirse forzosamente".
(...) Según el demandante, las normas acusadas violan los artículos 5º, 28, 29, 34 y 49 de la
Carta Política, porque los drogadictos y toxicómanos son enfermos psicofisiológicos enfermas
por cualquier causa, inclusive de drogadicción o toxicomanía.
(...) Añade el accionante que las normas acusadas violan los artículos 28 y 95 numeral 1º de
la Carta, pues no se "puede penar a quienes simplemente consumen estupefacientes, porque
con su conducta no perjudican a persona diferente a ellos mismo".
(...) El demandante anota la discriminación de los adictos frente a otros enfermos incurables,
afirmando que si el Estado permite que el padecimiento de otros enfermos incurables sea
mitigado con drogas que producen adicción, al drogadicto incurable no le puede negar el Estado
el consumo de la droga que mitiga su sufrimiento, so pretexto de que ésta produce adicción, sin
violar el derecho a la igualdad.
(...) El actor sólo acusa como inconstitucionales al artículo 51 y al literal j del artículo 2º, porque
el tratamiento dado por la ley 30 de 1986 a los otros drogadictos y toxicómanos, es considerado
por él como constitucional, lo que resalta otra discriminación que viola el derecho a la igualdad.
Efectivamente, según la ley 30, el nicotinómano y el alcohólico son tan drogadictos y toxicómanos
como el marihuanero y el cocainómano; pero, se incurre en trato discriminatorio cuando se da a
los dos primeros el tratamiento legal de adictos socialmente aceptados, mientras se trata a los
demás consumidores de drogas como contraventores o delincuentes, dependiento de qué tan
enfermos estén.
(...) Afirma el accionante que la discriminación impuesta por la ley 30 de 1986 para los
toxicómanos distintos al alcohólico y el nicotinómano, no sólo es apreciable si se mira a los otros
enfermos incurables y a los otros toxicómanos, sino que la ley impone también una discriminación
entre los drogadictos más y menos afectados. La cantidad de droga que un toxicómano requiere
diariamente, depende de su grado de adicción y de las condiciones biofisiológicas de cada quien.
Por esto, establecer una cantidad de tope a la dosis personal, que desconozca las necesidades
de uno o varios adictos, introduce una diferenciación artificial e injustificada entre personas
enfermas del mismo mal, con la única consecuencia legal de tratar como contraventores a los
que menos consumen y, como delincuentes, a los más afectados por la enfermedad.
(...) Añade que se violan los artículos 28 y 34 de la Carta, porque existen toxicómanos
incurables, "en cuyo caso la duración de los tratamientos sería indefinida y la internación en un
establecimiento psiquiátrico o similar por el término necesario para su recuperación se convertiría
en una pena imprescriptible".
2. INTERVINIENTES
(...) El Ministerio de Justicia por medio de apoderado constituido para el efecto, presentó un
escrito en el que expone las razones que justifican la constitucionalidad de las normas
demandadas, las cuales se resumen en seguida:
- El literal j) del artículo 2º de la ley 30 de 1986 no viola el artículo 366 de la Carta, por que
"las necesidades insatisfechas de salud de los usuarios de los estupefacientes no se solucionan
administrándoles el tóxico, ni permitiéndoles que sigan usándolo libremente, sino con medidas
de educación, de prevención, de tratamiento y de rehabilitación de su enfermedad, que se
fundamentan todas en la supresión del uso de la droga".
- El artículo 95-1 de la Ley Suprema no resulta lesionada por el mandato acusado, ya que si
bien es cierto que señala como deber de la persona y del ciudadano "respetar los derechos
ajenos y no abusar de los propios. El individuo que consume droga estupefaciente a sabiendas
de que se trata de una sustancia tóxica, deletérea para su salud, está abusando de su derecho
de libertad, sólo que algunas veces lo hace motivado por su enfermedad; de manera que cumple
el Estado con su función cuando trata de suministrarle o al menos de facilitarle la posibilidad de
tratamiento para su dolencia".
- La ley 30 de 1986 otorga un tratamiento más benigno para quien consume droga que para
quien la produce y comercializa, y la razón "puede encontrarse en el hecho de que quien es
usuario de la droga por regla general, es considerado una víctima más que un delincuente y por
ello antes que un castigo debe recibir un tratamiento adecuado para lograr su recuperación".
Para que una conducta relacionada con la utilización de drogas encaje dentro de una
contravención se requiere, conforme al artículo 51 de la ley, "que la cantidad de ellas corresponda
al concepto de dosis personal", el cual también se encuentra definido en ese ordenamiento.
3. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
(...) Más allá de las disputas de escuelas acerca de la naturaleza del derecho, puede afirmarse
con certeza que lo que caracteriza a esa forma específica de control de la conducta humana es
el tener como objeto de regulación el comportamiento interferido, esto es, las acciones de una
persona en la medida en que ingieran en la órbita de acción de otra u otras, se entrecruzan con
ella, la interfieren. Mientras esto no ocurra, es la norma moral la que evalúa la conducta del sujeto
actuante (incluyendo la conducta omisiva dentro de la categoría genérica de la acción). Por eso
se dice, con toda propiedad, que mientras el derecho es ad alterum, la moral es ab agenti o, de
otro modo, que mientras la norma jurídica es bilateral, la mira es unilateral. El lenguaje
hohfeldiano, puede afirmarse que el precepto del derecho crea siempre una situación
desventajosa. En el caso concreto, cuyo análisis importa, un deber correlativo a un derecho. La
moral no conoce esta modalidad reguladora. Las obligaciones que ella impone no crean en favor
de nadie la facultad de exigir la conducta debida. En eso radica su unilateralidad. No es el hecho
de que no imponga deberes frente a otro, sino en la circunstancia que no confiere a éste facultad
de exigir.
(...) De allí que no haya dificultad alguna en admitir la existencia de deberes morales frente a
uno mismo y menos aún cuando la moral que se profesa se halla adherida a una concepción
teológica según la cual Dios es el dueño de nuestra vida, y el deber de conservarla (deber frente
a uno mismo) se resuelve en un deber frente a Dios.
(...) Pero otra cosa sucede en el campo del derecho: cuando el legislador regula mi conducta
con prescindencia del otro, está transponiendo fronteras que ontológicamente le están vedadas.
En otros términos: el legislador puede prescribirme la forma en que debo comportarme con otros,
pero no la forma en que debo comportarme conmigo mismo, en la medida en que mi conducta
no interfiere con la órbita de acción de nadie. Si de hecho lo hace, su prescripción sólo puede
interpretarse de una de estas tres maneras: 1) expresa un deseo sin connotaciones normativas;
2) se asume dueño absoluto de la conducta de cada persona, aun en los aspectos que nada
tienen que ver con la conducta ajena; 3) toma en cuenta la situación de otras personas a quienes
la conducta del sujeto destinatario puede afectar.
(...) Pero finalmente, puede invocarse con motivo de la punición, el peligro potencial que para
los otros implica la conducta agresiva desencadenada por el consumo de la droga. Sobre este
punto, es preciso hacer varias consideraciones: la primera se refiere al trato abiertamente
discriminatorio que la ley acuerda para los consumidores de las drogas que en ella se señalan y
para los consumidores de otras sustancias de efectos similares, v.gr., el alcohol. Porque mientras
el alcohol tiene la virtud de verter hacia el otro a quien lo consume, para bien o para mal, para
amarlo o para destruirlo, el efecto de algunas de las sustancias que la ley 30 incluye en la
categoría de "drogas", como la marihuana y el hachís, es esencialmente interior, intensificador
de las experiencias íntimas, propias del ser monástico. Por eso ha podido decir Octavio Paz: que
el vino se halla vinculado al diálogo (la relación con el otro) desde sus comienzos: el simposio
griego. La droga a los viajes interiores, más propios de la cultura oriental. Quien toma alcohol, se
halla dentro de la más pura tradición occidental, mientras que el que se droga es un heterodoxo
(tal vez por eso por lo que se le castiga).
(...) La segunda dice relación al hecho de que dentro de un sistema penal liberal y democrático,
como el que tiene que desprenderse de una Constitución del mismo sello, debe estar proscrito
el peligrosismo, tan caro al positivismo penal, hoy por ventura ausente de todos los pueblos
civilizados. Porque a una persona no pueden castigarla por lo que posiblemente hará, sino por
lo que efectivamente hace. A menos que el ser drogadicto se considere en sí mismo punible, así
ese comportamiento no trascienda de la órbita más íntima del sujeto consumidor, lo que sin duda
alguna es abusivo, por tratarse de una órbita precisamente sustraída al derecho y,
a fortiori, vedada para un ordenamiento que encuentra en la libre determinación y en la dignidad
de la persona (autónoma para elegir su propio destino) los pilares básicos de toda la
superestructura jurídica.
(...) El tratamiento médico como medida protectora del drogadicto, y la sanción penal
(...) Especial atención merece el literal c) del artículo 51 demandado, que prescribe: "El usuario
o consumidor que, de acuerdo con dictamen médico legal, se encuentre en estado de
drogadicción, así haya sido sorprendido por primera vez, será internado en establecimiento
psiquiátrico o similar de carácter oficial o privado, por el término necesario para su recuperación.
En este caso no se aplicará multa ni arresto".
(...) Bajo el tratamiento de ciertas conductas que se juzgan desviadas, como enfermedades,
se esconde el más feroz poder represivo, tanto más censurable cuanto más se presenta como
una actitud paternal (casi amorosa) frente al desidente. La reclusión en establecimientos
psiquiátricos o similares, ha sido desde hace mucho, un vitando mecanismo usado por los
regímenes totalitarios para "curar" a los heterodoxos. Y las sociedades contemporáneas se han
empeñado en tratar a los drogadictos como heterodoxos, pero heterodoxos enfermos a quienes
hay que hacerles ver el mundo como lo ven los gobernantes. Sobre el punto anota Szass con su
habitual agudeza: "El hecho de drogarse no es una enfermedad involuntaria, es una manera
totalmente deliberada de afrontar la dificultad de vivir, la enfermedad de vivir. Pero como no
sabemos curar la enfermedad de vivir, preferimos "tratar" al drogadicto, ob. cit.
(...) Para dilucidar in toto la constitucionalidad de las normas que hacen del consumo de droga
conductas delictivas, es preciso relacionar éstas con una norma básica que, para este propósito,
resulta decisiva. Es el artículo 16 de la Carta, que consagra el derecho al libre desarrollo de la
personalidad. Lo hace en los siguientes términos: "Toda las personas tienen derecho al libre
desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los
demás y el orden jurídico.
(...) La frase "sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden
jurídico", merece un examen reflexivo, especialmente en lo que hace relación a la expresión
subrayada. Porque si cualquier limitación está convalidada por el solo hecho de estar incluida en
el orden jurídico, el derecho consagrado en el artículo 16 Superior, se hace nugatorio. En otros
términos: el legislador no puede válidamente establecer más limitaciones que aquéllas que estén
en armonía con el espíritu de la Constitución.
(...) Téngase en cuenta que en esa norma se consagra la libertad in nuce porque cualquier
tipo de libertad se reduce finalmente a ella. Es el reconocimiento de la persona como autónoma
en tanto que digna (artículo 1º de la C.P.), es decir, un fin en sí misma y no un medio para un fin,
con capacidad plena de decidir sobre sus propios actos y, ante todo, sobre su propio destino. La
primera consecuencia que se deriva de la autonomía, consiste en que es la propia persona (y no
nadie por ella) quien debe darle sentido a su existencia y, en armonía con él, un rumbo. Si a la
persona se le reconoce esa autonomía, no puede limitársela sino en la medida en que entra en
conflicto con la autonomía ajena. John Rawis en "A theory of justice" al sentir los fundamentos
de una sociedad justa, constituida por personas libres, formula, en primer lugar, el principio de
libertad y lo hace en los siguientes términos: "Cada persona debe gozar de un ámbito de
libertades tan amplio como sea posible, compatible con un ámbito igual de libertades de cada
uno de los demás". Es decir: que es en función de la libertad de los demás y sólo de ella que se
puede restringir mi libertad.
(...) Reconocer y garantizar el libre desarrollo de la personalidad, pero fijándole como límites
el capricho de legislador, es un truco ilusorio para negar lo que se afirma. Equivale a esto: "Usted
es libre para elegir, pero sólo para elegir lo bueno y qué es lo bueno, se lo dice el Estado.
(...) Poco sirven las prédicas hueras contra el vicio. Tratándose de seres pensantes (y la
educación ayuda a serlo) lo único digno y eficaz consiste en mostrar de modo honesto y riguroso
la conexión causal existente entre los distintos modos de vida y sus inevitables consecuencias,
sin manipular las conciencias.
(...) Porque del mismo modo que hay quienes se proclaman personeros de una cosmovisión,
pero la contradicen en la práctica por ignorar las implicancias que hay en ella, hay quienes optan
por una forma de vida, ciegos a sus efectos.
(...) El examen racional de las cosas no lleva fatalmente a que la voluntad opte por lo que se
juzga mejor. Pero tiene una ventaja inapreciable: garantiza que la elección es libre y,
generalmente, la libertad rinde buenos frutos. Al menos ése es el supuesto de una filosofía
libertaria, como la que informa nuestro estatuto básico. Con toda razón ha escrito Richard Rorty:
"El aglutinante social que mantiene unida a la sociedad liberal consiste en poco más que el
consenso en cuanto a que lo esencial de la organización social estriba en dar a todos la
posibilidad de crearse a sí mismos según sus capacidades.
(...) Si, en una hipótesis meramente teórica -que la Corte no propicia ni juzga deseable- una
sociedad de hombres educados y libres resuelve vivir narcotizada, nada ético, hay que oponer a
esa decisión. Pero si dichos supuestos se dan, es altamente probable que tal cosa no ocurra. La
educación tiene por destinatario, idéntico sujeto que el derecho: el hombre libre. Los shocks
eléctricos, los cortes quirúrgicos y los tratamientos químicos no educan, inducen conductas
irresistibles y, en esa media niegan brutalmente la condición moral del hombre, que es lo único
que nos distingue de los animales.
(...) Que una que no ha cometido ninguna infracción penal -como lo establece el mismo
artículo- sea obligada a recibir tratamiento médico contra una "enfermedad" de la que no quiere
curarse, es abiertamente atentatorio de la libertad y de la autonomía consagradas en el artículo
16, como "libre desarrollo de la personalidad". Resulta pertinente, en este punto, remitir a las
consideraciones hechas atrás acerca del internamiento en establecimiento psiquiátrico o similar,
considerado, bien bajo la perspectiva de la pena. Si se adopta la primera, la norma resulta
inconstitucional por violentar la voluntad del destinatario mediante la subrogación de su
capacidad de decidir, por la decisión del juez o del médico. Cada quien es libre de elegir (dentro
de nuestro ordenamiento) qué enfermedades se trata y si es o no el caso de recuperar la "salud",
tal como se concibe de acuerdo con el criterio oficial.
(...) En síntesis: los preceptos de la Carta que resultan directamente violados por las
disposiciones señaladas, son los siguientes: el artículo 1º que alude al respeto a la dignidad
humana como fundamento del Estado; el 2º que obliga al mismo Estado a garantizar "la
efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución"; el 5º que
reconoce la primacía de los derechos inalienables de la persona, dentro de los cuales ocupa un
lugar privilegiado el de la autonomía, como expresión inmediata de la libertad; el 16 que consagra
expresamente el derecho anteriormente referido, y el 13 consagratorio del derecho a la igualdad,
pues no se compadece con él, el tratamiento diferente a categorías de personas que deben ser
análogamente tratadas.
Jorge Arango Mejía- Antonio Barrera Carbonell- Eduardo Cifuentes Muñoz- Carlos Gaviría
Díaz- José Gregorio Hernández Galindo (con salvamento de voto). - Hernando Herrera Vergara
(con salvamento de voto)- Alejandro Martínez Caballero- Fabio Morón Díaz (con salvamento de
voto). - Vladimiro Naranjo Mesa (con salvamento de voto) (Sec.: Martha V. Sachica de
Moncaleano).
(...) "La verdadera libertad no consiste en el derecho a escoger el mal, sino en el derecho a
legir sólo entre las sendas que conducen al bien".
G. Mazzini
(...) Los suscritos magistrados, José Gregorio Hernández Galindo, Hernando Herrera Vergara,
Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa salvan su voto en el asunto de la referencia, por no
compartir la decisión de fondo de la sala Plena de la Corte Constitucional del día cinco (5) de
mayo de mil novecientos noventa y cuatro (1994), que declaró inexequibles los artículos 51 y 87
de la Ley 30 de 1986.
(...) La Sentencia tiene una motivación que bien puede calificarse de ingenua, y anacrónica a
la vez, pues sólo refleja la concepción del liberalismo individualista decimonónico, sostenedor del
desueto "Estado gendarme" del Laissez faire-laissez passer, desconociendo en absoluto la
evolución ideológica, política y económica experimentada por el liberalismo contemporáneo.
Cabe señalar que dicha evolución se plasma en el concepto de Estado Social de Derecho, cuyo
diseño en Colombia empezó en la Reforma Constitucional de 1936 y culminó en la Carta de
1991. Es éste un liberalismo que exalta las libertades y derechos, pero que admite limitaciones
a éstos en aras del bien común y la intervención del Estado en la vida económica y social,
buscando con su actividad el logro de un orden justo y la prevalencia del interés general sobre
el individual.
(...) Los filósofos clásicos -de todas las corrientes- coinciden en que no hay libertad contra el
género humano, así como también en que toda libertad es responsable. De suerte que afirmar
que hay libertad para el vicio, equivale a decir que el vicio, de una u otra forma, es un objeto
jurídico protegido. Siendo que el vicio no puede considerarse como un bien, sino causa y origen
de males, tal aserto resulta absurdo. La libertad, no puede ir contra la naturaleza humana,
porque, en la esencia del hombre, como principio de operación, encuentra ella su razón de ser.
La naturaleza humana es racional, y en tal virtud el hombre puede medir y regular sus actos y
tendencias; por eso la libertad presupone el dominio de la persona sobre su ser. El tratadista
español Millán Puelles analiza el tema de la posible -y confusa- disyuntiva entre naturaleza y
libertad, que pretende establecer algunos, así: "La naturaleza sigue idéntica, a lo largo del
cambio. Es algo fijo, como principio de comportamiento. Mas no es lo mismo ser un principio fijo
de comportamiento, que un principio de comportamiento fijo. En la confusión de estas dos cosas
hay una buena clave para enjuiciar la crítica historicista a la noción aristotélica de naturaleza.
Afirmar que ésta es un principio de comportamiento fijo no es todavía decir que tal
comportamiento no pueda ser libre; ni hay aquí tampoco ninguna consecuencia necesaria. Se
trata sólo de una determinación genérica, susceptible de inflexiones específicas, pero en la cual,
no obstante, ya hay algo valioso para el asunto que nos ocupa: la concepción de la naturaleza
como principio y fuente de operación y de conducta.
(...) Como vemos, la supuesta contradicción que algunos ven entre naturaleza y libertad,
obedece a una confusión: creer que la naturaleza humana es un comportamiento fijo. Cuando se
habla de naturaleza humana, no se señala con ello una pauta de conducta, sino un principio de
operación. Ahora bien, ese principio es racional -tiende a la perfección y no a la destrucción- y
en tal virtud, es libre. No hay, pues, antinomia alguna entre naturaleza y libertad, sino todo lo
contrario: la libertad se fundamenta en la naturaleza perfectible del hombre. La libertad no puede
ir contra el hombre, porque el ser humano es fin en sí mismo. Por ello resulta cuando menos
impropio afirmar que, en aras de la libertad, el hombre se puede degenerar, lo que equivale a
despersonalizarse. El derecho al libre desarrollo de la personalidad supone que el hombre, en el
ejercicio libre de sus actos, aumente su autonomía, de suerte que sea dueño de sí, es decir,
como persona y no lo contrario: que se anule como tal.
(...) Por lo demás, la interpretación errónea del derecho al libre desarrollo de la personalidad
como un derecho absoluto que se consigna en la Sentencia, conduciría también a concluir que,
en ejercicio de tal derecho, serían lícitas otras conductas, que aparentemente, pertenecen al
fuero interno de la persona, como cuando una mujer consiente acabar con la vida de la criatura
que está en su vientre, es decir, el aborto. Siendo ello así, la Sentencia está entonces en abierta
contradicción con reciente jurisprudencia sentada por esta misma Corporación, que declaró
exequible el artículo 343 del decreto 100 de 1980, el cual penaliza el aborto (Sentencia C-133 de
17 de marzo de 1994, Magistrado ponente Dr. Antonio Barrera Carbonell).
(...) La drogadicción atenta contra la dignidad humana.
(...) Resulta un contrasentido, por decir lo menos; que uno de los escasos argumentos de tipo
jurídico que se menciona en la Sentencia para avalar la supuesta inconstitucionalidad de las
normas consideradas inexequibles, sea el de la dignidad humana.
(...) La dignidad humana, que es un bien irrenunciable, está implícita en el fin que busca el
hombre en su existencia. El ser humano es fin en sí mismo, ya que toda la finalidad terrena, de
una u otra manera, está referida a su ideal de perfeccionismo. Cada hombre, en el uso de su
libertad, debe ser consciente de esto, pues sólo el hombre tiene la superioridad sobre los demás
seres del universo. He aquí el por qué es fin en sí mismo; pero dicha finalidad no es absoluta,
sino limitada, ya que el ser personal está ordenado a unos fines que vienen determinados por la
naturaleza humana. El hombre no vive sólo para sí mismo, sino también para los demás.
(...) Fromm explica: "El fenómeno del masoquismo nos muestra que las personas pueden
sentirse impulsadas a experimentar el sufrimiento o la sumisión. No hay duda de que tanto éstos
como el suicido constituyen la antítesis de los objetivos positivos de la vida (...) Tal atracción
hacia lo que es más perjudicial para la vida es el fenómeno que me parece con más derecho que
todos los demás al nombre de perversión patológica. Muchos psicólogos han supuesto que la
experiencia del placer y el rechazo del dolor representan el único principio legítimo que guía
acción humana: pero la psicología dinámica puede demostrar que la experiencia subjetiva del
placer no constituye un criterio suficiente para valorar, en función de la felicidad humana, ciertas
formas de conducta. Un ejemplo de esto es el fenómeno masoquista. Su análisis muestra que la
sensación de placer puede ser el resultado de una perversión patológica, y también que
representa una prueba tan poco decisiva con respecto al significado objetivo de la experiencia,
como el gusto dulce de un veneno para su efecto sobre el organismo. Llegamos así a definir
como ideal verdadero todo propósito que favorezca el desarrollo, la libertad y la felicidad del yo,
considerándose, en cambio, ficticios aquellos fines compulsivos e irracionales que, si bien
subjetivamente representan experiencias atrayentes, en realidad resultan perjudicales para la
vida.
(...) La dignidad humana exige pues el respeto y promoción incondicionales de la vida corporal;
por tanto, la dignidad humana se opone a esa concepción que, en aras del placer inmediato,
impide la realización personal, por anular de forma irreversible tanto el entendimiento como la
voluntad, es decir, torna al hombre en esclavo del vicio, como ocurre en el caso patético de la
droga. No puede afirmarse que el uso de la droga pueda ser algo opcional, porque no hay una
indeterminación de los efectos, sino todo lo contrario: conduce a la privación de un bien -la salud,
tanto física como mental- de manera a menudo irreversible y siempre progresiva. La producción
de estupefacientes es, a todas luces, un crimen actual -y no potencial- contra la humanidad, y
tolerar el consumo de la causa de un mal, es legitimar sus efectos nocivos. En otras palabras, es
legalizar lo que es de por sí no legitimable.
(...) Quienes suscribimos este Salvamento no entendemos cómo puede considerarse que la
autodestrucción del individuo, sin posibilidad de reprimir su conducta nociva y ni siquiera de
rehabilitarlo, pueda tomarse como una forma de realizar el mandato constitucional de respeto a
la dignidad humana, cuando es precisamente ésta la primera lesionada y, pero aún, aniquilada
por el estado irracional al que se ve conducido irremisiblemente el consumidor de droga.
(...) Por todo lo anterior, se colige que el consumo de drogas no es un acto indiferente, sino
lesivo contra el bien común y desconocedor del interés general. Ante esta clase de actos, la ley
tiene que prohibir esa conducta, so pena de legalizar un desorden evidente en las relaciones
humanas; desorden que imposibilita lograr los fines del Estado Social de Derecho, y que vulnera,
en lo más hondo, la dignidad humana.
(...) Como lo afirmamos al comienzo de este Salvamento, las normas declaradas inexequibles
tienen sólidos fundamentos constitucionales. Para empezar, en el Preámbulo de la Carta Política
se señala entre los fines de ésta el de "asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el
trabajo, el conocimiento, la libertad y la paz dentro de un marco jurídico (...) que garantice un
orden (...) social justo". Es claro, y no necesita de mayor demostración, que la vida, la
convivencia, el trabajo y la paz, entre otros valores, se ven gravemente comprometidos por
efectos de la drogadicción. No es compatible la coexistencia de un verdadero orden justo, con la
destrucción paulatina de un sector de la población víctima del consumo de drogas, el cual por lo
demás, mucho tememos se verá incentivado con la despenalización, así ésta se limite a la
llamada "dosis personal.
(...) El artículo 1º define a Colombia como un Estado Social de Derecho, con todas las
implicaciones que ello tiene, particularmente en cuanto hace a la efectividad del principio de la
prevalencia del interés general, que también consagra este artículo. Pero, además, señala él que
la República de Colombia está "fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la
solidaridad de las personas que la integran". En cuanto hace a la dignidad humana, como se ha
demostrado de modo incontrovertible en el presente Salvamento, ésta se desconoce de manera
flagrante al permitirse el consumo de drogas sicotrópicas y alucinógenas, bajo cuyos efectos el
individuo atenta contra su propia dignidad como persona, al reducirse a la categoría de un ente
que actúa sin responsabilidad y sin conciencia, cayendo en los más abyectos estados de
relajamiento moral y ético, en conductas irracionales y, con lamentable frecuencia, en conductas
delictivas. Resulta un contrasentido amparar la despenalización del consumo de drogas, así sea
limitado a la llamada "dosis persona", en el argumento de la defensa de la dignidad humana, por
cuanto precisamente es esa dignidad la que se ve gravemente lesionada bajo los efectos de la
drogadicción. Por otra parte, tampoco resulta difícil demostrar cómo el trabajos se ve gravemente
afectado por el flagelo de la drogadicción, y cómo quienes son sus víctimas ven sensiblemente
reducidas su capacidad laboral y productiva. Las estadísticas demuestran claramente cómo, en
muy alto porcentaje, quienes caen en la drogadicción, al disminuir su capacidad laboral, terminan
engrosando las filas del desempleo, la vagancia y la mendicidad.
(...) El artículo 2º señala los fines esenciales del Estado. Entre ellos aparecen los de "servir a
la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución, así como las de asegurar la convivencia
pacífica y la vigencia de un orden justo". No puede ser compatible la coexistencia de un
verdadero orden justo, ni la prosperidad general, ni la convivencia pacífica, con la destrución
paulatina de sectores cada vez más grandes de la población particularmente de la juventud, por
obra del consumo de drogas alucinógenas.
(...) Se fundamentan en el deber del Estado y la sociedad de velar por la salud de los
asociados.
(...) Por otro lado, el artículo 47 de la Carta Política dispone: "El Estado adelantará una política
de previsión, rehabilitación e integración social para los disminuidos físicos, sensoriales y
psíquicos, a quienes se prestará la atención especializada que requieran".
(...) En cuanto hace a la prevalencia del interés general, sobre el particular, principio
preconizado en las distintas normas constitucionales (Arts. 2º, 58, 82), este principio resulta
desconocido abiertamente por la Sentencia de la cual discrepamos, en cuanto ésta lo supedita a
una concepción absolutista del derecho al libre desarrollo de la personalidad, haciendo
prevalecer elementos tales como el irrefrenable deseo y la imperiosa necesidad del consumo en
quien, bajo el único pretexto de su soberana voluntad, envenena su propio organismo y proyecta
en la sociedad los negativos efectos de la perturbación mental que la sustancia le causa. La
colectividad, por su parte, queda inerme, pues a partir de la interpretación que se ha impuesto,
no contará siquiera con el amparo de la ley para reprimir el uso de la droga, ni para actuar sobre
el drogadicto con miras a su recuperación. Los elementos de defensa social han sido excluidos
así del ordenamiento jurídico.
(...) Ningún sentido tiene, entonces, que mientras la Constitución busca proteger a la familia
con tanto énfasis, pueda invocarse el libre desarrollo de la personalidad de uno de sus miembros
como argumento que prevalezca sobre tales concepciones institucionales, dentro de un criterio
individualista que resulta a todas luces extraño a una concepción contemporánea del derecho.
(...) Dice el artículo 93 de la Constitución, que los derechos y deberes consagrados en ella "se
interpretarán de conformidad con los tratados internacionales sobre derechos humanos
ratificados por Colombia". En la materia de que se trata, tiene excepcional importancia la
Convención de las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias
sicotrópicas, suscrita en Viena el 20 de diciembre de 1988 y aprobada por la Ley 67 de 1993,
hallada exequible por esta Corte (Fallo C-176 del 12 de abril de 1994, magistrado ponente Dr.
Alejandro Martínez Caballero).
(...) Allí se afirma que las partes llegan a adoptar los acuerdos que componen la Convención
"profundamente preocupadas por la magnitud y la tendencia creciente de la producción, la
demanda y el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas, que representan una
grave amenaza para la salud y el bienestar de los seres humanos y menoscaban las bases
económicas, culturales y políticas de la sociedad".
(...) Según el artículo 3º de la Convención, cada una de las partes adoptará las medidas que
sean necesarias para tipificar en su derecho interno delitos relativos a la fabricación, la oferta, el
transporte y el tráfico de estupefacientes y sustancias sicotrópicas.
(...) Dice el literal 2) de dicho artículo que, a reserva de sus principios constitucionales y los
conceptos fundamentales de su ordenamiento jurídico, cada una de las partes adoptará las
medidas que sean necesarias para tipificar como delitos penales la posesión, la adquisición o el
cultivo de estupefacientes o sustancias sicotrópicas para el consumo personal. Es decir, que a
la luz de la Convención de Viena, cada Estado podrá, a su juicio, establecer en su legislación si
penaliza o no la llamada dosis personal. No otra cosa fue lo que hizo el legislador colombiano
mediante la Ley 30 de 1986 en los artículos declarados inexequibles.
(...) Finalmente, los suscritos magistrados vemos con preocupación cómo este fallo ha
suscitado en todos los estamentos de la sociedad una previsible y a nuestro juicio justificada
reacción de inconformidad y rechazo, que necesariamente incide en el bien ganado prestigio de
una Corporación que, como la Corte Constitucional, ha venido trabajando con tanto empeño por
defender el orden jurídico, los fundamentos del Estado Social de Derecho, y los más altos valores
que informan a la sociedad colombiana. Reconocemos, sin embargo, que la decisión de los cinco
magistrados que conformaron la mayoría se adoptó en ejercicio pleno de claras facultades
constitucionales. Por otra parte, celebramos el hecho de que finalmente se haya consignado en
la Sentencia, de manera expresa, la facultad que tiene el legislador para "regular las
circunstancias de lugar, de edad, de ejercicio temporal de la actividad, y otras análogas, dentro
de las cuales el consumo de drogas resulta inadecuado o socialmente nocivo", aclaración que
busca morigerar los efectos de la gravísima decisión aprobada por la mayoría y, en parte,
restaurar, aunque parcialmente, la efectividad de las normas declaradas inexequibles, pero que
sin embargo deja en firme el incalculable daño.
COMENTARIO
1.- Esta decisión de la Corte Constitucional de Colombia, adoptada por mayoría, nos hace
rememorar los fallos de la Corte Suprema argentina de los casos "bazterrica" y "Capalbo", del
año 1986 (ED, 120-236) (*).
En primer lugar, el tribunal da el texto de las normas impugnadas; a continuación sintetiza las
pretensiones articuladas en la demanda, y luego las razones de los otros intervinientes obligados
(el Ministerio de Justicia y el Procurador General de la Nación).
De esta manera, se deja trazado el panorama en torno del cual la Corte Desarrolla sus
consideraciones. La metodología es muy buena, y ayuda a comprender la cuestión planteada
desde el comienzo de la sentencia.
La transparencia acompaña, de ahí en más, al hilván explicativo con que se llega a la decisión.
Y en ésta es interesante advertir que de las dos normas atacadas por inconstitucionalidad (art. 2
j) y art. 51 de la ley 30 de 1986) la Corte declara que la primera no es inconstitucional, y que la
otra lo es. Pero hay algo más: en el despliegue que ágilmente hace del iura novit curia, el tribunal
extiende el control a una norma no incluida en la demanda por la parte actora, y lo hace porque
considera que esa otra norma (el art. 87 de la ley 30 de 1986) constituye una unidad normativa
con las que fueron objeto de acusación. Entonces, también transcribe dicho art. 87, y lo declara
inconstitucional en el resolutorio.
El tema resuelto en relación con las normas citadas se capta bien cuando se advierte cuáles
eran los dispositivos de las mismas. Así, el art. 2 inc. j) de la ley 30 determina la dosis personal
de los estupefacientes que una persona porta o conserva para su uso personal; el art. 51
sanciona penalmente a quien lleve consigo, conserve para su propio uso, o consuma esas drogas
en la cantidad considerada como dosis mínima por el art. 2 j); y el art. 87 prevé la internación de
quienes, sin cometer ninguna de las infracciones sancionadas, esté afectado por el consumo de
drogas que producen dependencia.
2.- Lo primero que cobra realce es el planteo que consta en el punto 6.2.1. Allí la Corte
pregunta: "¿existen deberes jurídicos para consigo mismo?":, y lo hace porque en el art. 49 de
la nueva constitución colombiana tropieza con una fórmula según la cual toda persona tiene el
"deber" de procurar el cuidado integral de su salud.
La respuesta que más adelante da la sentencia es negativa: no hay deberes jurídicos con uno
mismo; los que hay son deberes éticos, por lo cual, si no son jurídicos, no son exigibles por el
Estado.
Pero no concluye acá lo atractivo de la cuestión. La Corte de Colombia conecta las normas
de la ley 30 con el art. 49 constitucional, y señala tres posibilidades interpretativas, de las cuales
va a descartar dos, y a quedarse con una tercera para fundar su decisión.
a) La fórmula del art. 49 (deber de cuidar la salud propia) puede ser un simple deseo del
constituyente para suscitar efectos sicológicos que, en el caso de la droga, disuadan a portadores
y consumidores.
b) Puede también ocurrir que, con la imposición de ese deber, el Estado colombiano haya
excedido la esfera de lo jurídico, al pretender regir conductas personales autorreferentes.
c) Por fin quizá el mismo Estado evalúa la proyección de esas conductas hacia terceros (la
familia y la sociedad), y por eso las regula jurídicamente.
3.- La triple alternativa obligó a la Corte a escoger la solución que tuvo por correcta, y su
acierto nos parece inobjetable, y lo compartimos.
Pero, entre medio, ha filtrado comparaciones muy útiles. ¿Por qué otras sustancias nocivas -
como el tabaco y el alcohol- no son tratadas de modo equivalente a los estupefacientes? No
sería serio responder que por ser menos dañinas o peligrosas, porque un alcohólico, por ejemplo,
hace correr riesgos a terceros, y hasta les causa perjuicio. (No en vano la sentencia incluye
cuadros comparativos como anexos, entre delitos cometidos en estado de embriaguez, y delitos
determinados por la dependencia de drogas).
El eje de la decisión pasa por su punto exacto: las conductas personales que no interfieren
con la órbita de la libertad y los derechos ajenos (y que por eso se llaman "auto-
referentes") escapan a la jurisdicción del Estado (si es que el Estado no asume un paternalismo
nada democrático, añadimos personalmente). El art. 19 de la Constitución argentina ofrece una
muy buena fórmula.
En suma, todo ser humano tiene derecho a elegir su proyecto personal de vida, y a cumplirlo
mediante conductas autorreferentes con las que se "auto-determina", y mientras esas conductas
no entran en alteridad intersubjetiva y no interfieren en terceros, el único dueño de aquellas
conductas es su propio sujeto autor. Sustraerlas a ese ámbito -que bien cabe situar dentro del
derecho a la intimidad o a la privacidad- y someterlas a pretendidos deberes que el Estado define
y califica (equivocadamente) como jurídicos, es subvertir el orden de la libertad.
Qué es lo bueno y qué es lo malo para consigo mismo, para la propia salud, para la propia
vida, no puede ser objeto de definiciones seudojurídicas, en tanto el sujeto no salga de la esfera
de sus conductas autorreferentes.
4.- Por supuesto que moralmente todo ser humano está obligado a no dañarse a sí mismo y
a obrar bien. Pero lo que solamente incide sobre él, ningún tercero lo puede controlar, razón por
la cual los deberes morales para consigo mismo no han de revestirse de juridicidad por
imposición del Estado, porque no son exigibles. Por ellos, el hombre no debe responder sino
ante su conciencia (*).
Entiéndase que cuando se resguarda en su cabal incolumidad la zona íntima o privada de las
conductas autorreferentes, lo que se protege e inmuniza es esa misma zona. Que en ella el
sujeto obre mal éticamente, o se infiera daño a sí mismo, o se autodestruya, es otra cosa. No es
eso lo tutelado, sino el derecho a que no me invadan mi intimidad cuando en ella cumplo
conductas que no se proyectan en alteridad intersubjetiva a los demás.
No abundaremos más, porque sería casi irrespetuoso para una sentencia tan bien construida
el añadir comentarios inocuos.
6.- Ha quedado claro que de la triple alternativa con que la sentencia inició su desarrollo
argumental, optó por la solución justa: una norma constitucional que, como el art. 49 del texto de
Colombia, asigna a cada persona el deber de cuidar su salud (entre nosotros, hay constituciones
provinciales que también lo hacen) sólo puede interpretarse en un estado democrático como
formulación de un deseo o una sugerencia para instar al cumplimiento personal de una obligación
puramente ética; es tanto como la intencionalidad de un consejo; jamás un deber jurídico exigible
por terceros.
Y acá está lo curioso; si la Constitución tiene por sí misma lo que la doctrina española
denomina "fuerza normativa" y aplicabilidad directa e inmediata, encontramos una excepción que
escapa a tal vinculatoriedad jurídica cuando, sobrepasando lo propio de la normatividad jurídica,
su autor -en el caso, el constituyente- incorpora deberes solamente éticos.
JURISPRUDENCIA HISTÓRICA
DESPOJO ADMINISTRATIVO(*)
Se critica en forma reiterada y constante la falta de fundamentación de las resoluciones del Poder
Judicial. En la presente jurisprudencia, pese a las argumentaciones jurídicas del Fiscal Ribeyro,
la Corte Suprema denegó en el año 1901 la pretensión de los actores sin fundamentar
jurídicamente su decisión. La jurisprudencia en cuestión es una prueba sobre la antigüedad de
algunas prácticas que es preciso desterrar y que son violatorias de la Constitución, de la ley y
del derecho al debido proceso.
DICTAMEN FISCAL
Excmo. Señor:
Doña Ruperta Castillo, madre de los menores Amalua y Genaro Ochoa, herederos declarados
del finado sargento mayor Manuel Ochoa, en el juicio de intestado respectivo, ocurre a VE. por
recurso de nulidad contra el auto de vista de fojas 12 vueltas, que confirmando el de instancia de
fojas 8 vuelta, declara no haber despojo en la resolución expedido por el Supremo Gobierno en
4 de Noviembre de 1899, denegando la cédula de montepío reclamada para los dichos menores.
La cuestión que promueve, el estado legal de los hijos naturales de Ochoa, reconocidos por
éste, indudablemente, en forma auténtica y de un modo espontáneo aunque no en ninguno de
las que la ley señala taxativamente, no es de tratarse en esta ocasión; y si hubiera de serlo, el
Adjunto no vacilaría en adherirse sin reserva al ilustrado dictamen del señor Fiscal de la
Ilustrísima Corte Superior, que corre en copia auténtica a fojas 72 vuelta del cuaderno de
antecedentes agregados a este juicio.
Limitado el debate a este terreno, sólo habrá que considerar, para expedir una resolución al
abrigo de toda crítica, si el querellante ha probado o no los dos extremos indicados.
En concepto del Adjunto, las resoluciones de primera y segunda instancia han salido del
ámbito natural y exclusivo que la ley le traza, incurriendo además en un involuntario paralogismo
que será muy fácil poner en claro.
Dice esto el Adjunto, porque tal es uno de los conceptos en que se apoya el dictamen del
señor Fiscal de fojas 8, que ha sido adoptado como fundamento de la resolución de primera
instancia llanamente confirmada.
El montepío para los hijos de los servidores del Estado forma parte del patrimonio de estos,
es un derecho civil que se adquiere, por ministerio de la ley, concurriendo los requisitos que ésta
señala. El Supremo Gobierno no es dispensador de una gracia al reconocer su derecho, ni es
árbitro para interpretar la ley y expedir una resolución contraria al título civil obtenido por una
declaración judicial. La administración pública tiene y es preciso que tenga a su cargo la
expedición del título de la posesión, porque en sus oficinas únicamente pueden encontrarse los
antecedentes legales del derecho del causante como empleado público; pero no puede tachar la
situación legal de los que reclaman esa pensión, cuando ella está establecida por una decisión
judicial.
Viniendo a la esencia del asunto es oportuno recordar que el artículo 465 del Código Civil
llama posesión y atribuye los privilegios de ésta a la tenencia de una cosa o de derecho; de
manera que lo que se dice de la posesión de las cosas debe entenderse también de la de los
derechos o cuasi-posesión. Y la ley con entera lógica y consecuencia, establece que el que
siendo poseedor de alguna cosa, conforma al artículo 3º, sección primera libro segundo del
Código Civil, fuere desposeído con fuerza o sin ella, sin haber sido citado, oído o vencido en
juicio puede querellarse ante el Juez respectivo y pedir la restitución. (Artículo 1366 del Código
de Enjuiciamientos).
Por disposición de la ley, que es inútil detallar, el estado civil y goce correspondiente de los
derechos de herederos de una persona que fallece, se determina por el testamento y a falta de
éste por la declaración judicial que recae en el juicio sumario de intestado. Esta decisión compete
al Poder Judicial bajo las formas prescritas por los artículos 1276 y 1298 del Código de
Enjuiciamiento; y él también es el único que tiene la potestad de examinar si los que se presentan
con el título de herederos legales, en cualquiera de sus clases, reune los requisitos debidos para
ser declarados tales.
Correcta o irregular, la declaratoria de herederos legales, hecha por el Juez competente,
ningún otro poder tiene facultad de revisarla o anularla, y ella constituye un estado de posesión
del derecho de herederos; que sólo el mismo poder, y por virtud del juicio contradictorio, puede
dejar sin efecto.
Los hijos de Ochoa estaban, pues, en posesión del derecho de herederos de su finado padre
natural; ese era y es su estado civil y fuente de sus derechos, cuando la resolución suprema de
4 de noviembre de 1899, los privó de su goce desconociendo este estado de posesión.
Con toda deferencia y respeto que se deben a los dignos magistrados que han hecho esos
fallos, el Adjunto cree que la doctrina sustentada en ellos tiende simplemente a imprimir la cuasi-
posesión como institución legal, en tanto que ella no haya sido confirmada por un acto físico o
material que en buen número de casos no es posible y en otros es innecesaria.
Concluye por eso el Adjunto que, en mérito de las consideraciones legales y de doctrina
común que deja expuestas, el auto de vista de fojas 12 vuelta, no es arreglado a ley; que en
consecuencia hay nulidad; que así puede declararlo VE. y reformando ambas resoluciones
declarar que el Supremo Gobierno ha irrogado despojo a los menores Ochoa, desconociendo su
estado de posesión de hijos y herederos del finado don Manuel Ochoa, a quienes se debe expedir
la cédula de pensiones o montepío que les corresponde; salvo en todo más ilustrado parecer
RIBEYRO
RESOLUCION SUPREMA
Vistos: con lo expuesto por el Ministerio Fiscal; declararon no haber nulidad en el auto de vista
de fojas 12 vuelta, su fecha 17 de noviembre último, confirmatorio del de primera instancia de
fojas 8 vueltas, su fecha Junio 9 del mismo año, por el que se declara inadmisible la solicitud de
doña Ruperta Castillo; y los devolvieron
Luis Delucchi
CASOS SINGULARES
RESPONSABILIDAD CIVIL: CAFÉ: UN TEMA CALIENTE DESPUÉS DEL CASO
MC DONALD'S (*) (Alfredo Bullard)
La responsabilidad civil y su cercana vinculación con la defensa del consumidor son temas que
preocupan mayormente a países regidos bajo el sistema del Common Law. Los Tribunales de
estas naciones han resuelto numerosos casos sobre la reparación integral del daño causado al
damnificado, sentando valiosa jurisprudencia en relación a las ejemplares sanciones impuestas
a las empresas negligentes causantes del perjuicio.
Luego de sumergir un termómetro en las tazas calientes alrededor de todo el país, Danny
Jarrett encontró que ninguna se acercaba siquiera en 10 grados centígrados a la temperatura de
la taza fatídica (82 grados centígrados).
Pero hoy -días después de que el Jurado concedió una indemnización de US$ 2.9 millones a
una anciana de 81 años de edad quemada por el café de Mc Donald's- algunos observadores
señalaron que la defensa fue muy ingenua
"Yo tomo el café de Mc Donald's precisamente porque está caliente, es el café más caliente
que hay" dijo Robert Gregg, un abogado de Dallas que consume café camino a su oficina todas
las mañanas. "Pero yo había predicho por años que alguien iba algún día a ganar una demanda,
pues yo había derramado accidentalmente en más de una ocasión una taza sobre mí mismo. Y
a diferencia del café que hago en casa, éste es realmente caliente. Quiero decir que realmente
quema".
Mc Donald's, conocida por su estricto control sobre sus tiendas franquiciadas (1), requiere
que el café sea preparado a temperaturas bastante altas, basada en las recomendaciones dadas
por consultores en el tema del café y grupos empresariales que señalan que las elevadas
temperaturas son necesarias para extraer y mantener totalmente el sabor del café durante su
preparación y venta.
Antes del reciente proceso judicial, Mc Donald's le entregó a los abogados de la otra parte su
Manual de Operaciones y Entrenamiento que establece que el café debe ser preparado a más
de 90 grados centígrados y mantenido a más de 82 grados centígrados para un sabor óptimo.
Otros consideran el caso una tempestad en una taza de café. Un portavoz de la Asociación
Nacional de Cafeteros señaló que el café de Mc Donald's se adecuaba a los estandares de
temperatura. Y el portavoz de un fabricante de máquinas de café señalaba que si las quejas de
los consumidores se tomaran en cuenta, probablemente exigirían el café más caliente.
Un portavoz de Starbucks Coffee Co. Añadió "el café es tradicionalmente una bebida caliente
y es servida caliente y esperamos que este sea sólo un incidente aislado".
La opinión pública se encuentra del lado de Mc Donald's. Las encuestas muestran una gran
mayoría de personas descontentas con el veredico. Los programas radiales han criticado
abiertamente a la demandante, sus abogados y al Jurado. Negándose a ser entrevistado en torno
a esta historia, un Jurado explicó que había recibido llamadas telefónicas por parte de muchos
ciudadanos norteamericanos comunicándole su descontento.
El Sr. Jerry Goens, Presidente del Jurado, y los demás miembros del mismo, conocieron los
hechos básicos del caso que resolvieron: dos años antes Stella Liebeck compró una taza de café
desde su automóvil en una ventanilla de Mc Donald's en Alburqueque. Mientras removía la taza
de la taza para añadir la crema y el azúcar, se le derramó el café generándole quemaduras en
la ingle, la parte interna de los muslos y las nalgas.
Su demanda fue interpuesta ante una Corte Estatal en Alburqueque y reclamaba que el café
era "defectuoso" porque estaba demasiado caliente.
Lo que el Jurado no advirtió inicialmente fue la gravedad de las quemaduras. Una vez que se
les informó durante el juicio de que la señora Liebeck estuvo siete días en el hospital y que vieron
las fotografías que mostraban sus heridas, el Jurado comenzó a tomar el asunto más seriamente.
"Al llegar a mi caso le dije a mi esposa e hijas que nunca beban café en el carro al advertir lo
que le había sucedido a la víctima" señaló Jack Elliot, miembro del Jurado.
Aún más alarmante fue la revelación de que Mc Donald's había sido testigo de heridas
similares en muchas ocasiones anteriores. Los documentos de la compañía demostraron que en
la década pasada Mc Donald's recibió al menos 700 reportes de quemaduras que oscilaban entre
quemaduras leves a quemaduras de tercer grado, y que habían celebrado transacciones como
consecuencia de esos accidentes por más de US$ 500,000,00.
Su caso anterior involucró a una mujer de Houston que sufrió quemaduras de tercer grado.
Morgan midió la temperatura del café en 18 restaurantes como Dairy Queen y Dunkin Donuts y
en 20 restaurantes Mc Donald's. Sus investigaciones revelaron que en 9 de las 12 temperaturas
más altas estaba involucrado un restaurante Mc Donald's. Además, en el mismo caso, Morgan
consiguió que Christopher Appleton, un ejecutivo de Mc Donald's, declarara que él "conocía el
riesgo" pero que "no tenía planes para bajar la temperatura", Mc Donald's terminó transando el
caso en US$ 27,500.00
Para planear el caso de la señora Liebeck, Morgan planeó presentar fotografías de las heridas
de su anterior cliente y otras de una mujer de California que sufrió quemaduras de segundo y
tercer grado luego de que un empleado de Mc Donald's derramó café dentro de su vehículo en
1990. Este último caso se transó en US$ 230,00.00
Tracy McGee, Abogado de Mc Donald's, replicó rotundamente
"En primer lugar -personas que reclaman por quemaduras de café en sus regiones íntimas-,
pueden tener lugar en el Show de Geraldo, pero no en una Corte". El Juez encargado del caso
no admitió como prueba las fotografías de casos anteriores ni los testimonios de las víctimas de
los otros casos, pero permitió que Morgan mencionara los casos.
Conforme se acercaba el día del principio de las audiencias, Mc Donald's se negó a transar.
En un momento Morgan ofreció transar el caso por US$ 300,000 y dijo que hubiera estado
dispuesto a aceptar la mitad de dicho monto. Mc Donald's se negó a aceptar cualquier oferta.
Sólo, luego de unos días de iniciado el juicio, el Juez convocó a una audiencia de conciliación.
el mediador designado recomendó una transacción por US$ 225,000.00. La empresa no siguió
su recomendación.
El juicio duró siete días. Peritos declararon analizando la temperatura a la que el café causó
las quemaduras. Un científico, declarando en favor de Mc Donald's, dijo que cualquier
temperatura por encima de 65 grado centígrado produciría quemaduras de tercer grado, por lo
que no importada si el café de Mc Donald's hubiera estado más caliente. Pero un Doctor,
testificando en favor de la señora Liebeck, argumentó que bajo la temperatura de 72 grados
centígrado hubiera hecho una gran diferencia, pues a más de 85 grados centígrados el café tarda
menos de tres segundos en causar quemaduras de tercer grado, 12 a 15 segundos a 80 grados
y 20 segundos a 72 grados.
Elliot, uno de los Jurados, dijo que a partir de dicho momento empezó a darse cuenta que el
caso era "algo despectivo hacia la seguridad de las personas".
Luego, por la defensa declaró Robert Knaff, un ingeniero en recursos humanos que recibió
US$ 15,00.00 en honorarios por el caso, quien según los Jurados tampoco ayudó en nada a Mc
Donald's. Señaló que las quemaduras por café eran estadísticamente insignificantes cuando se
comparan con las billones de tazas de café que Mc Donald's vende anualmente. Para los Jurados
parecía querer decir que las fotografías de las heridas de las quemaduras de la señora Liebeck
no importaban porque eran una rareza.
"Existe una persona detrás de cada número y no creo que la corporación le esté dando
suficiente importancia a ello", señaló Betty Farnham, una de las integrantes del Jurado.
Cuando el Jurado llegó a deliberar, este llegó a la conclusión de que Mc Donald's era
responsable. Farnham dijo "Los hechos eran demasiado incriminadores contra la empresa, no
están tomando en cuenta la seguridad de los consumidores".
Luego los seis hombres y las seis mujeres integrantes del Jurado decidieron conceder daños
compensatorios por US$ 200,00, que luego redujeron a US$ 160,000 al determinar que 20% de
la responsabilidad le correspondía a la señora Liebeck por su negligencia al voltear el café.
Luego el Jurado encontró que Mc Donald's había desarrollado una conducta dolosa,
gravemente negligente, desaprensiva, maliciosa e inadmisible, por lo que acordó conceder daños
punitivos (2).
Morgan sugirió penalizar al demandado con el equivalente de uno o dos días de ventas de
café, estimado en US$ 1.35 millones dólares. Durante las cuatro horas de deliberación, algunos
Jurados llegaron a considerar daños de hasta US$ 9.6 millones por daños punitivos. Finalmente
el Jurado determinó la cantidad de US$ 2.7 millones.
DOCTRINA EXTRANJERA
OTRA PROPUESTA PARA UN NUEVO VOCABULARIO PROCESAL: EL
CONCEPTO DE POTESTAD PROCESAL (Jorge W. Peyrano)
No se puede dejar de reconocer la magna trayectoria procesalista del Dr. Jorge Peyrano, asi
como la influencia de su pensamiento en nuestro ordenamiento procesal civil. En el presente
ensayo el autor no sólo define, con el fulgor que lo caracteriza, algunos términos de frecuente
uso procesal, sino principalmente incorpora a la "potestad procesal" como un vocablo más de la
lexiocografía de esta rama del Derecho.
Bien decía Condillace que, al fin de cuentas, toda ciencia es un lenguaje. Tal afirmación resulta
confirmada cuando se observa el campo del Derecho Procesal Civil. Cada año, en oportunidad
de inaugurarse el año académico universitario seguramente tantos y tantos profesores de la
referida materia les comunican a sus alumnos no sólo que están ante una nueva y difícil disciplina
jurídica sino, además, que deberán familiarizarse con un nuevo vocabulario. Ya no escucharán
hablar de "relación jurídica", sino que comenzará a sonar en sus oídos la expresión "relación
procesal". Tampoco habrá ya más mayores alusiones de los titulares activo y pasivo del vínculo
creditorio llevado a juicio, sino que habrá continuas referencias a "las partes". Y así,
paulatinamente, irán ensanchando el horizonte de conocimientos, y también se irán agregando
más vocablos al léxico de todos los días.
Pero, claro está, lo que aquí nos interesa no es formalizar un "racconto" de lo que nos sucedió
cuando comenzó a desvelarnos el Derecho Procesal Civil ni tampoco profetizar lo que
ciertamente les ocurrirá a todos los noveles cultores de la mencionada disciplina. Nos importa,
en cambio, dar noticia acerca de que lenta pero ininterrumpidamente se ha ido aumentando el
número de voces admitidas por el vocabulario procesal. Veamos.
Comenzaremos por recordar algunas de las voces ya clásicas pero que en su momento fueron
novedades aportadas por los cultores del Derecho Procesal. Hablaremos, entonces, de las
nociones de carga, deber y obligación procesales.
En cuanto a la primera de ellas (1), está tan incorporada al léxico cotidiano de los operadores
jurídicos que llama la atención que todavía hoy los Códigos adjetivos sean reticentes en
emplearla expresamente aunque, en los hechos, consagran disposiciones directamente
relacionadas con la misma. Sobre el particular, hemos señalado que Carnelutti se lamentaba de
que el Código Procesal Civil italiano de 1940 estuviera entre los mencionados Códigos omisivos,
al decir: "En la factura del Código se nota también a este propósito una precaución excesiva;
puesto que el concepto de carga, aunque moderno, es de los que hoy ya se han consolidado por
completo, no habría habido peligro alguno emplearlo para la formulación de las normas, ni en
tenerlo en cuenta para una mejor sistematización de éstas; en nombre de una especie de
agnosticismo científico, que no tiene ya justificación ni adecuación con los tiempos actuales, no
se ha querido hacer esto; de todos modos, el concepto de carga es necesario para traducir al
lenguaje científico un grupo importante de disposiciones" (2). Como fuere, hoy nadie ignora que
la carga procesal (vg., contestar la demanda) es un "imperativo del propio interés" (por ende de
naturaleza incoercible) impuesto a una parte, cuyo cumplimiento puede, eventualmente,
traducirse en una ventaja procesal o -por lo menos- en evitarse una desventaja procesal. La
carga procesal se singulariza por contribuir a la integración y desarrollo del proceso (3). Si bien
a través de la instrumentación de cargas no se imponen conductas de cumplimiento "manu
militari" de ser insatisfechas, su inobservancia puede sumir al incumplidor en una desventaja
procesal.
Finalizando con el recordatorio de los vocablos más "recibidos", es menester traer a cuento
la locución (en verdad, la menos conocida, difundida y usada de las clásicas) "obligación
procesal". Al respecto hemos formalizado la siguiente descripción: "Las obligaciones procesales
(vg., la del vencido de pagar las costas) se originan en el desenvolvimiento de la relación procesal
y su cumplimiento no contribuye a la integración o impulso del procedimiento" (5).
Resulta ser que en épocas relativamente recientes han comenzado a ser aceptadas en el
vocabulario procesal dos nuevos términos. Ellos son el de "imposición procesal" y el de "sujeción
procesal".
En cuanto al primero, cabe inicialmente acotar que el ejemplo más acabado del referido
concepto lo aporta la admonición "clare loqui" que -la mayoría de las veces "tácitamente" imparte
el ordenamiento al juez, a las partes y a sus defensores en miras de evitar que el debate judicial
se siembre en ambigüedades y emboscads. Estamos ante un concepto que presenta la
particularidad de imponer un comportamiento procesal (hablar con claridad, expresarse de modo
tal de no generar equívocos) que puede ser, según fuere el sujeto sobre el que recae la
correspondiente imposición, una carga (cuando se trata de las partes o sus defensores) o un
deber procesal (cuando recae sobre un órgano judicial). Hemos descrito así el fenómeno: "La
primera ha sido denominada "imposición procesal", reservándose tal término para el supuesto
representado por una misma conducta procesal impuesta que, a la par, constituye una carga
procesal para las partes y un deber funcional del tribunal. Se trata, vgr., de la "imposición
procesal" de "hablar claro" ("clare loqui", con lo que se quiere expresar que mientras las partes
soportan la carga de manifestarse con claridad en sus escritos y actuaciones (lo que de no
ocurrir, puede acarrear consecuencias disvaliosas, como la interposición en su contra de una
excepción de defecto legal en el modo de proponer la demanda), los tribunales deben
confeccionar sus resoluciones sin incurrir en ambigüedades (lo que, de no ser respetado,
determinará que la decisión respectiva sea "claudicante" y así susceptible de ser impugnada con
éxito por haber violado el deber del Oficio de evitar situaciones equívocas e interpretaciones
descaminadas en los justiciables " (6).
El todavía más reciente concepto de "sujeción procesal" puede explicarse, creemos, más
felizmente cuando se lo contrasta con el ya recordado de "carga procesal". Mientras ésta
contempla conductas a seguir por las partes (v.gr., producir pruebas en apoyo de sus dichos)
que de no observarse pueden eventual, involucrar una desventaja procesal para quien no lo
hubiera levantado, la falta de acatamiento de una "sujeción procesal" (apelar la sentencia en
tiempo y forma) importa ineludiblemente una desventaja procesal cierta y seria (la firmeza de la
sentencia en cuestión). Por lo que, a todas luces, la conducta a observar por quien soporta una
"sujeción procesal" es menos libre que la correspondiente al sujeto pasivo de una carga
procesal (7). Cierto es que, habitualmente, se ha calificado doctrinariamente a la presentación
del escrito de expresión de agravios como una carga (nos parece que obrando "calamo
currente"), pero también lo es que igualmente de manera corriente se habla acerca de que el no
levantamiento de la "carga" de expresar agravios, en tiempo y forma acarrea la "sanción" (8) de
que se torne firme la sentencia apelada respectiva. Sobre el punto, hemos destacado lo siguiente:
"Cabe acotar que, no obstante el apuntado consenso existente respecto de que la expresión de
agravios sería una carga procesal "flota" en la doctrina una suerte de mala conciencia sobre el
punto que, por ejemplo, ha hecho que varios autores mencionen que la deserción de la apelación
(consecuencia de la falta o deficiencia de la expresión de agravios) es una "sanción". Creemos
que el calificativo de "sanción" para la consecuencia de la falta de levantamiento de una carga
(que, de ordinario puede acarrear únicamente una eventual desventaja procesal) revela que se
sospecha que se está ante algo distinto y más enégico (9).
Ahora le toca el turno al recientísimo concepto "potestad procesal". Aquí también su mejor
comprensión se logra mediante su análisis comparativo con la noción de "facultad procesal". Esta
es puro arbitrio de quien puede ejercitarla. El ordenamiento y eso es lo que interesa no prevé
derechamente consecuencia desvaliosa alguna a raíz del no ejercicio respectivo; es decir en
mérito de la falta de uso de la facultad procesal respectiva (10). Así podrá (o no) la parte
interesada utilizar la prerrogativa prevista por el artículo 454 C.P.N. (11), y la falta de ejercicio de
dicha facultad no conllevará consecuencia directa alguna que la deje en posición desfavorable.
Siempre que se está ante una verdadera facultad procesal concurre un accionar posible
desprovisto de toda dosis de compulsión. Por supuesto que podrá suceder que, v.gr., la falta de
empleo de la prerrogativa regulada por el citado artículo 454 C.P.N. podrá llegar a redundar en
alguna desventaja procesal, a la postre, para la parte respectiva. Empero la susodicha hipotética
desventaja procesal no es computable porque no estaba prevista por el ordenamiento como una
consecuencia más o menos directa de la falta de ejercicio de la facultad procesal de marras.
También puede predicarse que media una "potestad procesal" en el caso de la impugnación
-contemplada por el artículo 36 L.C.- que pueden proponer "el deudor" y quienes hayan pedido
"verificación" respecto de créditos que el Síndico ha aconsejado verificar en el seno de un
proceso concursal. Resulta que también aquí, si no se propone la referida impugnación,
igualmente los interesados poseen legitimación para interponer ulteriormente el recurso de
revisión del artículo 38 L.C. (14). Tal la opinión doctrinaria mayoritaria (15). En el plano judicial,
asimismo se ha declarado -con fuerza de jurisprudencia obligatoria- la siguiente doctrina: "no es
menester la impugnación prevista por el artículo 36 L.C., para gozar de legitimación para
promover el recurso de revisión regulado por el artículo 38 L.C." (16). En el marco del referido
pronunciamiento judicial se dijo que: "La ley es clara: el deudor y quienes hayan pedido
verificación pueden (no deben) impugnar, etc. (Art. 36, cit.,). Esa redacción hace mención a una
potestad, a una facultad, a algo que se usa o no a criterio de los legitimados. Pero -a la vez y
congruentemente- no impone consecuencia desfavorable alguna derivada de la falta de ejercicio
de algo que, lejos de imponerse, sólo se permite (17).
Aparece palmario, pues, que la única desventaja que reporta la falta de ejercicio de la potestad
impugnatoria del Art. 36 L.C., consiste en que el interesado respectivo no se lo escuchará
"...antes de resolver quiénes habrán de participar en la junta, pero carece de relevancia para
vedar la ulterior posibilidad revisora" (18).
En materia de conductas procesales posibles a desarrollar por las partes, se nota, pues, un
notorio distingo según fuere el grado de trascendencia de las consecuencias derivadas de su
inobservancia. Si se trata de un comportamiento que constituye el contenido de una facultad
procesal no existen en tal caso consecuencias directas, mientras que en el supuesto de la
"Potestad procesal" se registran algunas pero de muy poca trascendencia.- Cuando se trata de
una "carga procesal", su no levantamiento puede acarrearle a la parte incumplidora una
desventaja procesal, mientras que si no ha respetado una "sujeción procesal" necesariamente
sufrirá una seria desventaja procesal.
Hans Kelsen, autor de la iniciativa, pensaba también que un régimen auténtico de control de
constitucionalidad sólo era operativo si erigía al Tribunal Constitucional como ente especializado,
y con la atribución de borrar del ordenamiento jurídico a la norma contraria a la Constitución. Por
eso, si aquel Tribunal declaraba inconstitucional a una ley, la derogaba.
Ahora bien: tan tremendo poder, que de hecho puede bloquear a los poderes Ejecutivo y
legislativo, debía encomendarse -Kelsen dixit- a un cuerpo distinto a la Corte Suprema
tradicional, que pensase con mentalidad constitucionalista, y situado a mitad de camino entre la
Corte Suprema clásica y el Parlamento. Por eso, creía que el Tribunal Constitucional debía ser
designado con intervención del Congreso y con jueces por tiempo limitado, cosa de permitir que
la fluctuación de las ideologías y de las corrientes políticas acompañase también la gestión del
Tribunal Constitucional.
Las ideas del maestro vienés tuvieron éxito. Austria, Checoslovaquia, Italia, España, Portugal,
Alemania Federal, Chipre, Turquía, Yugoslavia, ahora Hungría... siguieron más o menos la
propuesta. Pero en muchas partes se le han introducido interesantes y cuestionables
modificaciones.
La más importante consiste en los sistemas mixtos, como pasa en Perú. Allí, el control de
constitucionalidad es compartido entre el Poder Judicial "viejo", y el Tribunal Constitucional
"nuevo". Los jueces inaplican a la norma inconstitucional en el caso concreto donde deciden, en
tanto que el Tribunal Constitucional, ante el cual únicamente pueden actuar determinados sujetos
(el Presidente, Fiscal de la Nación, cierto número de legisladores, etc.), cuando declara
inconstitucional a una ley, prácticamente la deroga. A eso se llama efectos "orga omnes".
Hay, desde luego, ciertos tribunales constitucionales atípicos, como el ecuatoriano, con rasgos
corporativos (representantes obreros y empresariales, algunos del pueblo y otros nombrados por
el Presidente). En Chile, el Tribunal Constitucional se compone con distintos jueces, dos
nominados por el Consejo de Seguridad de la República, donde hay importantes figuras militares,
según la Constitución de 1980. Las atribuciones de ambos son también diferentes a las
habituales en un Tribunal Constitucional al estilo diseñado por Kelsen.
El caso tucumano
Veamos al flamante Tribunal Constitucional provincial: tiene cinco miembros, que duran diez
años. Les designa un órgano de preselección, formado por jueces de la Corte Suprema y de
Cámara, quienes elevan en cada cargo a cubrir una nómina de tres a diez personas, al Poder
Ejecutivo, que elige uno de tal lista. Son removibles ante un cuerpo formado por los jueces de la
Corte local, y los de cámara (Constitución provincial, art. 133).
También decide, por recurso, del rechazo de los diplomas de los electos como diputados o
concejales; de la exclusión de funcionarios no sujetos al juicio político; y resuelve los conflictos
de jurisdicción entre la Legislatura y el Poder Ejecutivo, o entre uno de esos poderes y un órgano
del Poder Judicial, o entre los órganos de un municipio, entre la provincia y un municipio, o entre
varios municipios (Constitución provincial, Arts. 5 y 134).
Esto importa apartarse de las directivas kelsenianas, que aconsejaban una fuerte intervención
de la Legislatura en la designación de los miembros del Tribunal. Pero ninguna regla de derecho
natural ni de derecho público comparado impone la idolatría kelseniana.
Se dirá, no obstante, que si las leyes son dictadas por el poder más representativo (la
Legislatura), su abrogación por otro órgano (el Tribunal Constitucional) sólo sería coherente si
en este último ha participado de algún modo la voluntad popular, encarnada por los diputados
que nominarían a sus jueces. Este argumento, no obstante, es muy relativo: el índice de
representatividad real de ciertas asambles legislativas y de adhesión social a ellas no es siempre
alto. Además, decir que el acuerdo que se presta a un candidato a juez por parte del Poder
Legislativo está presente la voluntad popular, importa una afirmación inexacta, al menos en la
mayoría de los casos.
Atribuciones
Cabe reconocer que muchas de las competencias que la constitución de 1990 da al Tribunal
Constitucional, son comunes en el derecho constitucional comparado. Por ejemplo, la de declarar
la inconstitucionalidad de normas y abolirlas (así, por ejemplo, Art. 204 de la Constitución del
Perú; Art. 161 Inc. 1 de la Constitución de España). Lo mismo ocurre con la facultad de dirimir
conflictos de poderes o jurisdicción (ídem, Art. 161 de la Constitución de España, Art. 138 de la
Constitución de Austria). Es lo que Héctor Fix Zamudio denomina "jurisdicción constitucional
orgánica".
El hecho de conocer por vía de recurso, el rechazo de los diplomas de legisladores y miembros
de los consejos deliberantes tampoco es insólito, si se recuerda el criterio de la Corte Suprema
de los EEUU en el caso "Powell", sobre judiciabilidad de lo resuelto por una Cámara respecto a
la admisión o exclusión de un legislador. Otro antecedente sobre el tema (quizá no el mejor) sea
el Art. 82 Inc. 11 de la Constitución de Chile de 1980, en materia del Tribunal Constitucional.
El enjuiciamiento por parte del Tribunal de los funcionarios no sujetos al juicio político (Art. 5,
Constitución de Tucumán) es otra tarea que puede o no asumir un órgano de ese tipo. En sentido
afirmativo, por analogía, puede consultarse el Art. 134 in fine de la Constitución de Italia, que
confiere a la Corte Constitucional competencia "sobre las acusaciones entabladas contra el
Presidente de la República y los Ministros, conforme a la Constitución".
La atribución tal vez más objetada que la constitución de Tucumán confiere a su Tribunal
Constitucional, es la de, en caso de mora legisferante, fijar un plazo para el órgano del caso se
pronuncie, vencido el cual podrá autorizar la promulgación total o parcial de la norma del caso
(Art. 134 Inc. 2). Sin embargo, esto es una combinación de dos institutos del derecho comparado:
La "inconstitucionalidad por omisión" (v. gr., Art. 377 de la Constitución de Yugoslavia de 1974;
Art. 283 de la Constitución de Portugal), precisamente tramitada ante el Tribunal Constitucional,
y la "aprobación ficta de normas" (o sanción de reglas jurídicas vencidos ciertos plazos para que
el Poder del caso se expida).
Conclusión
El éxito o el fracaso del Tribunal Constitucional de Tucumán, así como el grado de legitimidad
o de descrédito que logre en la comunidad local, dependerán de dos factores: a) un proceso
honesto de selección de sus jueces, donde se nominen magistrados probos, idóneos e
imparciales, al mismo tiempo imbuidos de una necesaria prudencia judicial y de buenos
conocimientos en derecho constitucional; b) después, un comportamiento adecuado de ellos,
traducido en sentencias que sean intrínsicamente legítimas.
El aparato normativo en vigor es, naturalmente, harto opinable. Sin embargo, un manejo
adecuado de él puede brindar un producto a la postre positivo. La experiencia tucumana, por lo
demás, será de sumo interés, por tratarse del primer tribunal constitucional especializado de la
República Argentina.
Por intermedio del Dr. José Palomino Manchego, uno de los juristas españoles más destacados
de la hora presente, el Dr. Antonio Enrique-Pérez Luño, catedrático de la Universidad de Sevilla,
nos remite para su publicación en nuestra Revista un artículo relacionado con el apasionante
tema de los derechos humanos. Diálogo con la Jurisprudencia se complace así en abrir sus
páginas a uno de los filósofos del Derecho contemporáneo más destacado de la ciencia
española; quien analiza en el presente ensayo las características jurídicas y filosóficas de los
nuevos derechos en la sociedad tecnológica.
Hoy, de nuevo, los corsi e ricorsi que, a tenor de una célebre observación viquiana marcan el
curso del devenir de los sistemas jurídicos (2), han situado el centro de gravedad de la práctica
y de la reflexión sobre el Derecho en los derechos y libertades de la persona. La concepción
jurídica sub specie normae se está viendo reemplazada por construcciones sub specie facultatis,
desde las que se hace especial hincapié en las situaciones jurídicas subjetivas. Se estima ahora
que: "Si el Gobierno no se toma los derechos en serio, entonces tampoco se está tomando con
seriedad el Derecho" (3).
Conviene advertir que el presente clima de "retorno a los derechos" implica un acuerdo
genérico en la idea de que los derechos y libertades constituyen el fundamento auténtico del
Estado de Derecho. Sin que de ello pueda derivarse que existe unidad de criterio en la forma de
concebir esos derechos y su papel en el Estado de Derecho.
Pero también desde los parámetros sistémicos de un positivismo jurídico renovado se presta
atención al estudio de los derechos. Si bien, desde estos enfoques, se le concibe como
funciones, o como subsistemas del sistema estatal. Pierden, de este modo, su significado
axiológico y reivindicativo en la medida en que devienen cláusulas de identidad, garantía
operativa y reproductora del propio sistema estatal (5).
Este contexto genético confiere a los derechos humanos unos perfiles ideológicos definidos.
Los derechos humanos nacen, como es notorio, con marcada impronta individualista, como
libertades individuales que configuran la primera fase o generación de los derechos humanos.
Dicha matriz ideológica individualista sufrirá un amplio proceso de erosión e impugnación en las
luchas sociales del siglo XIX. Estos movimientos reivindicativos evidenciarán la necesidad de
completar el catálogo de los derechos y libertades de la primera generación con una segunda
generación de derechos: los derechos económicos, sociales, culturales. Estos derechos
alcanzan su paulatina consagración jurídica y política en la sustitución del Estado liberal de
Derecho por el Estado social de Derecho.
La revolución tecnológica ha redimensionado las relaciones del hombre con los demás
hombres, las relaciones entre el hombre y la naturaleza, así como las relaciones del ser humano
con su contexto o marco de convivencia. Estas mutaciones no han dejado de incidir en la esfera
de los derechos humanos.
En el curso de estos últimos años pocas cuestiones han suscitado tan amplia y heterogénea
inquietud como la que se refiere a las relaciones del hombre con su medio ambiental, en el que
se halla inmerso, que condiciona su existencia y por el que, incluso, puede llegar a ser destruido.
La plurisecular tensión entre naturaleza y sociedad corre hoy el riesgo de resolverse en términos
de abierta contradicción, cuando las nuevas tecnologías conciben el dominio y la explotación sin
límites de la naturaleza como la empresa más significativa del desarrollo. Los resultados del tal
planteamiento constituyen ahora motivo de preocupación cotidiana El expolio acelerado de las
fuentes de energía, así como la contaminación y degradación del medio ambiente, han tenido su
puntual repercusión en el habitat humano y en el propio equilibrio psicosomático de los
individuos. Estas circunstancias han hecho surgir, en los ambientes más sensibilizados hacia
esta problemática, el temor de que la humanidad pueda estar abocada al suicidio colectivo,
porque como l'apprenti sorcier, con un progreso técnico irresponsable ha desencadenado las
fuerzas de la naturaleza y no se halla en condiciones de controlarlas. En estas coordenadas debe
situarse la creciente difusión de la inquietud ecológica (12).
La ecología representa, en suma, el marco global para un renovado enfoque de las relaciones
entre el hombre y su entorno, que redunde en una utilización racional de los recursos energéticos
y sustituya el crecimiento desenfrenado, en términos puramente cuantitativos, por un uso
equilibrado de la naturaleza que haga posible la calidad de vida.
La inmediata incidencia del ambiente en la existencia humana, la contribución decisiva a su
desarrollo y a su misma posibilidad, es lo que justifica su inclusión en el estatuto de los derechos
fundamentales. Por ello, no debe extrañar que la literatura sobre el derecho medioambiental,
derecho y ecología, y el derecho a la calidad de vida constituyan uno de los apartados más
copiosos en la bibliografía actual sobre los derechos humanos. Y parece poco razonable atribuir
este dato al capricho, o a la casualidad.
Se da además un nexo de continuidad entre la inquietud por la paz y por la calidad de vida.
Tal nexo viene dado por cuanto de amenaza inmediata para esos dos valores suponen los
riesgos de la energía nuclear. De ahí, la oportunidad de la obra de Alexander Rossnagel
(Radioktiver Zerfall der Grundrechte?) (13), cuyo provocativo título posee la virtualidad de
enfrentarnos con uno de los problemas más urgentes que hoy se plantea a la tutela de los
derechos y libertades. Porque, en efecto, se cierne un peligro de desintegración de los derechos
humanos agredidos por las consecuencias inmediatas (conflicto atómico, o contaminación
nuclear del ambiente), o mediata (medidas de seguridad generalizadas limitadoras o suspensivas
de las libertades), que se derivan de la utilización de las tecnologías radiactivas.
Tampoco puede soslayarse con el contexto en el que se ejercitan los derechos humanos es
el de una sociedad donde la informática ha devenido el símbolo emblemático de nuestra cultura,
hasta el punto de que para designar el marco de nuestra convivencia se alude reiteradamente a
expresiones tales como la "sociedad de la información", o a la "sociedad informatizada".
En una sociedad como la que nos toca vivir en la que la información es poder y en la que ese
poder se hace decisivo cuando, en virtud de la informática, convierte informaciones parciales y
dispersas en informaciones en masa y organizadas, la reglamentación jurídica de la informática
reviste un interés prioritario. Es evidente, por tanto, que para la opinión pública y el pensamiento
filosófico, jurídico y político de nuestro tiempo constituye un problema nodal el establecimiento
de unas garantías que tutelen a los ciudadanos frente a la eventual erosión y asalto tecnológico
de sus derechos y libertades (16).
Esta proyección de los efectos del uso de la informática sobre la identidad y dignidad
humanas, incide también en el disfrute de los valores de la libertad y la igualdad. La libertad, en
las sociedades más avanzadas, se halla acechada por el empleo de técnicas informáticas de
control individual y colectivo que comprometen o erosionan gravemente su práctica.
Contemporáneamente se produce una agresión a la igualdad, más implacable que en cualquier
otro período histórico, desde el momento en que se desarrolla una profunda disparidad entre
quienes poseen, o tienen acceso, al poder informático y quienes se hallan marginados de su
disfrute.
La paz, la calidad de vida y la libertad informática no son los únicos derechos que conforman
la tercera generación, aunque quizás sean los más representativos y consolidados. Junto a ellos
se postulan también otros derechos de muy heterogénea significación, tales como: las garantías
frente a la manipulación genética, el derecho a morir con dignidad, el derecho al disfrute del
patrimonio histórico y cultural de la humanidad, el derecho de los pueblos al desarrollo, el derecho
al cambio de sexo, o a la reivindicación de los colectivos feministas de un derecho al aborto libre
y gratuito... esto evidencia que el catálogo de los derechos de la tercera generación está muy
lejos de construir un elenco preciso y de contornos bien definidos. Se trata, más bien, de un
marco de refe-rencia, todavía in fieri, de las demandas actuales más acuciantes que afectan a
los derechos y libertades de la persona. Incluso, el que, en ocasiones, se aluda a cuatro, en lugar
de tres, generaciones de derechos contribuye a acentuar la indeterminación e incertidumbre de
esta temática. Desde estos enfoques la tercera generación haría referencia a los derechos de
los colectivos: trabajadores, mujeres, niños, ancianos, minusválidos, consumidores..., derechos
que, por su contenido, parece más adecuado integrarlos en el ámbito de los derechos
económicos, sociales y culturales que configuran la segunda generación.
Estas ambigüedades han suscitado dudas sobre la oportunidad de estos nuevos derechos y
hasta han contribuido a que se impugne su condición de auténticos derechos humanos. Nos
hallamos, en suma, y ello no es nuevo en el devenir histórico de las libertades, ante una
disyuntiva cuyas polaridades son igualmente peligrosas. Porque la admisión apresurada y
acrítica como derechos humanos de cuantas demandas se reivindican bajo el todavía impreciso
rótulo de "derechos de la tercera generación", equivaldría a condenar la teoría de los derechos
humanos a zonas de tal penumbra y equivocidad que comprometería su status jurídico y
científico. Pero negar a esas nuevas demandas toda posibilidad de llegar a ser derechos
humanos, supondría desconocer el carácter histórico de éstos, así como privar de tutela jurídico-
fundamental a algunas de las necesidades más radicalmente sentidas por los hombres y los
pueblos de nuestro tiempo.
Se abre así un importante reto para la legislación, la jurisprudencia y la ciencia del derecho
dirigido a clarificar, depurar y elaborar esas reivindicaciones cívicas, para establecer cuales de
ellas incorporan nuevos derechos y libertades dignos de tutela jurídica y cuales son meras
pretensiones arbitrarias.
La tarea de precisar el catálogo de derechos de la tercera generación es, por tanto, un work
in progress, ni fácil, ni cómodo, aunque, precisamente por ello, urgente y necesario. En función
de esa labor estimo que pueden apuntarse algunos rasgos peculiares que avalan la pertinencia
de esta nueva generación de derechos humanos.
Si la libertad fue el valor guía de los derechos de la primera generación, como lo fue
la igualdad para los derechos de signo económico, social y cultural, los derechos de la tercera
generación tienen como principal valor de referencia a la solidaridad. Los nuevos derechos
humanos se hallan aunados entre sí por su incidencia universal en la vida de todos los hombres
y exigen para su realización la comunidad de esfuerzos y responsabilidades a escala planetaria.
Sólo mediante su espíritu solidario de sinergía, es decir, de cooperación y sacrificio voluntario y
altruista de los intereses egoístas será posible satisfacer plenamente las necesidades y
aspiraciones globales comunes relativas a la paz, a la calidad de vida, o a la libertad
informática (17).
Por ello, frente a la imagen ideal y abstracta de "un hombre sin atributos" (Der Mann ohne
Eigenschaften, por decirlo con las palabras que titulan una conocida obra de Robert Musil),
corolario de la concepción individualista, los derechos sociales de la segunda generación
conformaron una imagen del "hombre situado" en el interior de las instituciones y grupos en los
que se integra. Este proceso de paulatina conformación de una imagen real y concreta del sujeto
y del fundamento de los derechos humanos recibe un impulso decisivo con la tercera generación,
en la que se pretende partir de la totalidad de necesidades e intereses del ser humano tal como
se manifiestan en el presente. De este modo, se ha reconstruido la propia noción de las
libertades, que dejan de ser ideas abstractas que se agotan "en y para si mismas", para devenir
derechos humanos que se realizan "con" los demás y "en" un contexto social e histórico
determinado (19).
Entre las ventajas que ofrece el sistema Ombudsman para la protección efectiva de los
derechos humanos pueden citarse las referidas a las funciones siguientes: 1a) Función
dinamizadora, adaptada y de reciclaje de los derechos fundamentales, realizada básicamente a
través de los informes periódicos presentados ante los Parlamentos de los que son
comisionados; 2a) Función orientadora de los ciudadanos, agilizando y clarificando los
procedimientos de tutela de las libertades; y 3a) Función preventiva de las amenazas a los
derechos humanos, evitando agresiones y daños de difícil o imposible reparación en el disfrute
de tales derechos; ya que al ejercicio de las libertades es de cabal aplicación el célebre adagio
latino: melius est prevenire quam reprimere (30).
Uno de los aspectos que más decisivamente contribuyen a caracterizar a la tercera generación
de derechos humanos se refiere a la redimensión y ampliación de sus formas de titularidad, por
el reconocimiento de nuevas situaciones y posiciones jurídicas subjetivas (31). Es más, ese
progresivo ensanchamiento de los status subjetivos ha permitido que se reivindique extender la
atribución de derechos a sujetos no humanos. La posibilidad de reconocer derechos a los
animales, a las plantas o al ambiente natural se halla hoy en el centro de una viva polémica (32),
responsable; en ocasiones, de contribuir al aumento de la incertidumbre y equivocidad en torno
a la temática de lo derechos. No es infrecuente, que en el marco de esas discusiones se
entremezclen, de forma ambarullada, argumentos que pretenden alargar la nómina de sujetos
de los derechos, pero que sólo muestran la ampliación de su objeto. Se incurre así en la
metonimia de confundir la causa, incremento de las necesidades y formas de sensibilidad
humanas (con su puntual incidenca al los valores y derechos del hombre), con su efecto sobre
el medio ambiente natural animado e inanimado. En ocasiones, el abuso lingüístico llega a la
paradoja de predicar una "moral" animal, una "justicia" animal o, incluso, unos "derechos
humanos" animales (33); expresiones a las que cuadra la célebre imagen, acuñada por Jeremy
Bentham, del "sinsentido sobre zancos" (monsense upon stils) (34).
Conviene insistir en que para la tercera generación de derechos el carácter universal de los
derechos humanos ha dejado de ser postulado ideal para devenir una necesidad práctica. Se
trata ahora de dar cumplimiento al proyecto emancipatorio cosmopolita de la modernidad, es
decir, aquella herencia cultural de la ilustración irrealizada hasta el presente (36).
El sujeto titular de los derechos de la primera generación carecía de una auténtica consciencia
del carácter universal de los derechos humanos. Por eso, Wolfgang Goethe, el más lúcido testigo
de la época, hace decir en Fausto a un "buen ciudadano", representativo de la mentalidad
burguesa: "No conozco nada mejor, los domingos y días de fiesta, que charlar de guerras y de
batallas, mientras allá lejos, en Turquía, los pueblos se pelean. Uno se asoma a echar una
mirada, bebe su vasito, y ve bajar por el río los barcos empavesados; luego, al atarceder, vuelve
contento a casa y bendice la paz y los tiempos pacíficos" (38).
Esta imagen del titular de los derechos humanos como mónada aislada, será corregida por
las formas de titularidad colectiva reconocida a los grupos sociales y económicos, cuyo
protagonismo señala, precisamente, el advenimiento de los derechos de la segunda generación.
Pero ha sido la actual tercera generación de derechos humanos la que, de forma más decisiva,
ha contribuido a que se cobre consistencia de la necesidad de ampliar a escala planetaria, el
reconocimiento de su titularidad para asegurar el logro de su total y solidaria realización.
5. CONCLUSIONES
Conviene advertir, al enfilar el último tramo de estas reflexiones, que las generaciones de
derechos humanos no entrañan un proceso meramente cronológico y lineal. En el curso de su
trayectoria se producen constantes avances, retrocesos y contradicciones que configuran ese
despliegue como un proceso dialéctico. No debe escapar tampoco a la consideración de esta
problemática que las generaciones de derechos humanos no implican la sustitución global de un
catálogo de derechos por otro; en ocasiones, se traduce en la aparición de nuevos derechos
como respuesta a nuevas necesidades históricas, mientras que, otras veces, suponen la
redimensión o redefinición de derechos anteriores para adaptarlos a los nuevos contextos en que
deben ser aplicados.
Una concepción generacional de los derechos humanos implica, en suma, reconocer que el
catálogo de las libertades nunca será un obra cerrada y acabada. Una sociedad libre y
democrática deberá mostrarse siempre sensible y abierta a la aparición de nuevas necesidades,
que fundamenten nuevos derechos. Mientras esos derechos no hayan sido reconocidos por el
ordenamiento jurídico nacional y/o internacional, actuarán como categorías reivindicatorias,
prenormativas y axiológicas. Pero los derechos humanos no son meros postulados de "deber
ser". Junto a su irrenunciable dimensión utópica, que constituye uno de los polos de su
significación, entrañan un proyecto emancipatorio real y concreto, que tiende a plasmarse en
formas históricas de libertad, lo que conforma el otro polo del concepto. Faltos de su dimensión
utópica los derechos humanos perderían su función legitimadora del Derecho; pero fuera de la
experiencia y de la historia perderían sus propios rasgos de humanidad. Se ha dicho, en
expresión afortunada, que; "Bisogna apprendere la lezione della realtá di oggi, per poter essere
capaci di dirigerla verso un modo migliore di domani" (39).